«EN MI CASO, ESCRIBIR ES CONSTRUIR NUEVOS PROTOTIPOS
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«EN MI CASO, ESCRIBIR ES CONSTRUIR NUEVOS PROTOTIPOS
10 Q «En mi caso, escribir es construir nuevos prototipos de mujer» Entrevista a Patricia de Souza Por Mario Martín Gijón Fotografía: Miguel Bellido Patricia de Souza (Cora-Cora, Perú, 1964) es una escritora sin residencia fija, entre Francia, México, Perú y Venezuela. Autora de ocho novelas en las que la construcción de una identidad femenina se funde con la búsqueda de un nuevo lenguaje, su última obra, Vergüenza, editada recientemente en Venezuela, aparecerá en España a principios del año próximo, en la editorial Casa de Cartón. Durante una reciente escala en nuestro país tuvimos ocasión de hablar con ella sobre su trayectoria y sus proyectos. Hay un momento en que la narradora de Vergüenza habla del «abismo que representa el lenguaje, esa veta, ese hueco por el que se fuga toda identidad». En esta última novela tuya se advierte una voluntad de forzar las convenciones discursivas, ya desde la disposición de muchos párrafos que prescinden de la mayúscula inicial y que se construyen como secuencias encadenadas en un largo monólogo interior. ¿Camina tu narrativa hacia un rumbo más experimental? Digamos que desde el inicio hubo en mí muchas ganas de «desobedecer» a las reglas de la novela más tradicional. Luego leí muchas cosas que me hicieron ver que no era la única. En realidad se trata de que el lenguaje se adapte a tus necesidades, pero no puedes olvidar que hay una especie de pacto secreto con quien va a leer el texto. Cuando decimos «experimental», hay una relación con la experiencia y sí, hay un recorrido que se hace por las propias experiencias a la espera de que ese viaje llegue a tocar nervios más generales. Creo que poco a poco me he ido acercando a una especie de verdad interior que me pone en contacto con la realidad del mundo concreto. Hay un saber inconsciente en la lengua, algo que quienes escribimos siempre podemos percibir, de ahí que siempre hable de «reconstrucción», de espeleología, hay que reconocer marcas, recorrerlas, marcas en el idioma, síntomas, patologías… Hay, sobre todo, una violencia simbólica muy sutil, que hay que sublimar, cambiar y curar a través de la escritura. En esta novela, hay una narradora mujer, a caballo entre Francia y Perú, con orígenes en Cora-Cora, como la protagonista (y no sólo) de Ellos dos. ¿De qué modo se entrelazan ficción y autobiografía en tu obra? Alguien me dijo una vez que escribir es un trabajo obsesivo, en mi caso es construir nuevos «prototipos» de mujer. Construir una realidad que debe imponerse a otra, ir contra una estigmatización de esa misma realidad, transformarla. Incluso es escribir contra una misma en el sentido que asumimos cosas que no nos gustan sobre nosotras y las demás personas. Virginia Woolf también dijo: «A lo mejor toda mi obra es una autobiografía». La escritura es contingente, como la vida, no es transparente ni precisa, creo que es un esfuerzo enorme por estar cerca de una especie de verdad siempre latente, como una estrella lejana a la que deseamos llegar. Una vez que hemos logrado acercarnos a través del idioma, pensamos que podemos descansar, pero no, no se puede. Duras decía: la escritura o la vida; muchas veces escribir te aparta del mundo, al mismo tiempo tienes que estar ahí, mirar con detenimiento, parar la oreja, y luego lanzarte al vacío. Nietzsche decía que no dejamos de ser creyentes, puesto que creemos que comunicamos con el lenguaje, y el lenguaje, en sí, es una utopía. La protagonista de El último cuerpo de Úrsula (Seix Barral, 2000) dice: «Quiero descubrir todos los misterios del cuerpo y del deseo». En Erótika. Escenas de la vida sexual (Jus, 2008; Barataria, 2009), las mujeres de ese caleidoscópico de historias eróticas están decididas a «seguir su deseo». ¿Hasta qué punto la vivencia del sexo femenino es central en tu obra? El salón de los espejos Entrevista a Patricia de Souza Hay que reconocer marcas, recorrerlas, marcas en el idioma, síntomas, patologías… Desde que nacemos las mujeres somos estigmatizadas por nuestro cuerpo, por su belleza, por su valor de intercambio, por la maternidad. El deseo queda sometido a estos valores culturales que es tan difícil cambiar, hacen falta más escritoras… En El último cuerpo de Úrsula trato de mostrar esa división que se da también cuando aparece la división del trabajo: el hombre a la calle, y la mujer a la casa. Pero no ha sido consciente, es una rebelión espontánea. Inevitable. Es impresionante cómo las mujeres hemos integrado los discursos que legislan nuestro deseo, cómo lo sometemos a esas leyes tan arcaicas. En ese sentido escribir es también encontrarse con ese deseo, a través de cuerpos concretos, de mujeres concretas que buscan una salida a ese encierro. Úrsula termina por mutilarse, pero Elfriede Jelinek también trata ese mismo tema en su libro La pianista. Sobre todo creo que debía inscribir en una perspectiva histórica esa horrible angustia de ser mujer. Cuando apareció tu libro Erótika. Escenas de la vida sexual, inmediatamente se lo puso en relación con La vida sexual de Catherine M., y tú reconociste haber leído con interés ese trabajo, al igual que la tradición francesa de literatura erótica. ¿Se podría hablar de un influjo predominante de la literatura francesa en tu obra? ¿Qué escritores peruanos actuales te parecen más relevantes, por otro lado? El francés es un idioma que se ha inscrito con su memoria, con su peso cultural y afectivo, sobre mi castellano. Es un apoyo, o una traducción necesaria. Por ejemplo, hay experiencias que tengo que escribir en francés, incluso una novela. No sé cómo sucede, sale solo. El libro de Catherine Millet me pareció un hito importantísimo en la historia de las mujeres, como un espacio ganado para revelar cosas hasta entonces no dichas sobre el cuerpo, su valor de cambio, etc. No sé si Millet se reconoce en esa tradición de libertinos, ella siempre dice que no se considera escritora, en realidad es la mirada de los demás la que te coloca en ese lugar. He leído, sí, a muchos autores de esa época, Choderlos, Diderot, Rousseau, y Sade, creo que había una revancha cuando escribí mis Escenas de la vida sexual, ganas de asumir una posición histórica que tomara en cuenta el punto de vista de una mujer, una tensión, unas ganas de ganar un espacio más ocupado por hombres. Una vez George Steiner dijo: «¿Dónde hay una mujer que haya escrito como Casanova?». A mí me dolió mucho esa frase. En cuanto a Perú, hay una buena pléyade de escritoras, se me vienen algunos nombres: Gabriela Wiener, Teresa Ruiz Rosas, Grecia Cáceres y Claudia Ulloa. Después de residir durante muchos años en Francia has vivido ahora varios meses en Venezuela y también regresado a Perú. ¿Eres optimista respecto al futuro de estos países? ¿Dónde te ves de aquí a, pongamos, cinco años? Sí, sí soy optimista, hay algo que está cambiando, no solo a nivel político, que la lucha contra la pobreza sea un imperativo político que no se someta a la economía, sino una forma de entender, un cambio epistemológico que significa leernos con nuevos instrumentos. No podemos reinventar el idioma, pero sí podemos cambiar el sentido de las cosas, cambiar los paradigmas, desmontar los prejuicios, atrevernos. En ese sentido la «vergüenza» es un sentimiento dominante, mayor; si cotizase en la bolsa, ¡las mujeres seríamos ricas! ¿Dónde estaré en cinco años? No lo sé. Como decía Simone Weil, hay que arrancar el árbol para que eche raíces en otros lugares... · Mario Martín Gijón es escritor y crítico. Su último libro es Inconvenientes del turismo en Praga y otros cuentos europeos (KRK, 2012). 11 Q