Museo Nacional de Arte Moderno, Madrid. 1948. Salón de
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Museo Nacional de Arte Moderno, Madrid. 1948. Salón de
DE SUS EXPOSICIONES DESTACAMOS COLECTIVAS 1947. I Exposición Indaliana: Museo Nacional de Arte Moderno, Madrid. 1948. Salón de los Once de E. d´Ors. Museo Nacional de Arte Moderno, Madrid. 1951. Invitado a la I Bienal Hispanoamericana, expone en México y Caracas con la Escuela Española de París. 1955. Exposición Homenaje a Antonio Machado presidida por Picasso. Seleccionado por la Sorbona con ocasión del Homenaje a Cervantes en el CCCL aniversario de la publicación de -El Quijote-, expone en el Museo D´Art Moderne, París. 1967. II Exposición Indaliana: Sala Goya, Círculo de Bellas Artes, Madrid. INDIVIDUALES 1953. Galerie Vidal, París. 1954. Galerie -L´Art Pictural-, París 1955. Galerie R. G., París. 1957. Galerie Vidal, París 1964. Galería Macarrón, Madrid. 1966. Galería Quixote, Madrid. 1970. Galería Richelieu, Madrid. 1971. Sala Goya, Círculo de Bellas Artes, Madrid. 1974. Galerie lemanja, París 1976. Southwest Art Gallery, Dallas, USA. 1977. Museo Costa Pinto, Bahía, Brasil. Centro Español Río de Janeiro, Brasil. A partir de este año alterna sus exposiciones en las Galerías Orfila y Alfama de Madrid y en la Galería Algar de Almería. Inauguración: 15 de febrero de 2013 a las 20:30 horas Clausura: 4 de marzo Visita laborables: De 19:00 a 21:00 horas F rancisco Alcaraz es un artista nato; un pintor sin prejuicios de tiempo y modo. Un hombre que sigue los dictados de su conciencia, sin importarle más que ser él mismo. Una exposición de Francisco Alcaraz es, siempre, un hito, para los que hemos decidido de siempre, desde siempre, seguir nuestro camino personal y sincero. Y, por serlo, de ardua andadura y continuidad. Obras últimas de Francisco Alcaraz. Pintura limpia de compromisos que no sean los de la propia pintura. Paco Alcaraz sigue pintando al mundo. El mundo en que vivimos. Con sus tristezas y sus alegrías. Con sus hombres hundidos, acabados, y sus muchachas jóvenes, lozanas, que aún pueden ser amigas y acaso enamoradas. Pinta Alcaraz sus rostros, con el mismo fervor de cuando, en París, llevaba a una mocita de la mano. (Podía ser su amor, o alguna de sus hijas. Porque Paco Alcaraz, que aún es muy joven, tienes hijas preciosas, como la -Gitanilla-). También pinta Alcaraz las flores de los campos, girasoles y lirios, amapolas, caléndulas, y los cardos de su tierra adusta y acogedora: Almería. Recoge Paco Alcaraz, en sus pinturas, a esos gatos perdidos en la noche, que luego son nuestros amigos, amigos a los que también acogemos en nuestros brazos, en nuestra casa; a los animalitos de la noche, a los seres bohemios que son nuestros hermanos sin salida. Botellas transparentes, luminosas, donde se aquieta el vino, hasta que el amigo, los amigos, llegan para compartirlo en paz y convivencia desusada. En rito cotidiano y trascendente, como la vida misma. Francisco Alcaraz, compañero de todos, artista de infrecuente pureza, riguroso pintor, pues es más sabio que otros retóricos de la técnica, a la que domina -y olvida, cuando le da la gana, porque puede-, sigue trabajando, artesano medieval, y hombre de su tiempo inhabitable, el suyo y el nuestro, creando imágenes líricas, humanas, directas, para que no se pierda la memoria de ese viejo lugar, de aquella huella, de ese rincón donde hay un pájaro. Sigue pintando Francisco Alcaraz, acaso mejor que antes, si en la intensidad de una vida dedicada al esfuerzo de la creación, puede haber un antes o un después mejor o menos eficaz. La tierra dura, difícil, está aquí, de nuevo, como en el tiempo en lo importante era ofrecer un reflejo del mundo en que vivimos, a tí, a mí, a quien estos cuadros vea. Manuel Conde A LCARAZ, Francisco. (Almería, 1926). Pintor indaliano, otro de aquellos jóvenes que encontraron en Eugenio d´Ors ánimos y simpatía. Había llegado a Madrid formando parte de la hueste indaliana de Jesús de Perceval. Vivió días duros y luminosos y luego hizo su pequeña maleta y se fue a París, donde pronto se convirtió en Paco de Montparnasse. Allí vivió trece años, pintando y manejando la gubia, cuyos secretos -así como los de la restauración- le habían sido revelados por su maestro Torres, mago inefable que lo mismo hacía un sienés que un flamenco. Alcaraz, en París, pintó, se dio a conocer, talló marcos para su contertulio Jean Paul Sartre y para su amigo André Malraux, cotizó su nombre en las galerías de las dos orillas, y un día, cansado de tomar café en Saint-Michel, se volvió a Madrid, donde siguió trabajando, y como no podía estarse quieto tomó parte activa en la creación del Centro de Restauración Artística, innovó el marco español y descubrió ocultos tesoros de pintura y escultura popular. Pero, sobre todo, siguió haciendo lo que en él es esencial, pues Alcaraz, Paco de Montparnasse, en definitiva, no es más que pintor. Todo lo demás forma parte de su personalidad rica y creadora, poco parecida a la del artista aséptico que ha producido la segun- da mitad del siglo XX, pero muy en línea de lo que en otros tiempos fue el pintor: hombre de taller, ingenio vario, artesano de sí mismo, especialista en casi todo lo que tenía que ver con su arte. Alcaraz es un tipo de los que van quedando pocos. Lo mismo pinta un paisaje o unas flores que restaura un retablo gótico, hace el retrato de un niño, que olfatea la pieza clave de una disparatada almoneda. Alcaraz introduce en la pintura española contemporánea un nexo entrañable con la verídica escuela de París. Su espíritu mediterráneo saborea la luz y exalta los colores, pero con un sosiego que los libra de cualquier vértigo expresionistas. Pinta las cosas que lo rodean, sean pueblecitos, niños, gatos. Y pinta con esa fruición del que está en el secreto de cómo se pinta. Su pintura satisface al crítico y gusta al coleccionista, aunque se trata, esencialmente, de una pintura para ojos acostumbrados, esa pintura cuya posesión advierte ya toda una filiación sensible, ojos educados en la contemplación. Paco Alcaraz, el discípulo bienamado de Perceval, el pintor de quien tanto esperaba Eugenio d´Ors, prosigue sin darle importancia una obra importante y feliz. Diccionario Crítico del Arte Español Contemporáneo (pág.26). por Antonio Manuel Campoy - 1975