Otras FMM - Mujeres d`Evangelio « Nadie tiene mayor amor que el

Transcripción

Otras FMM - Mujeres d`Evangelio « Nadie tiene mayor amor que el
Otras FMM - Mujeres d’Evangelio
« Nadie tiene mayor amor
que el que da su vida por sus amigos.»
Jn 15, 13-14
« Ofrezco mi vida por la Iglesia y el mundo… »
(compromiso que cada FMM toma el
día de su profesión perpetua)
x M. María Teresalina
« … hasta la última gota !»
El 27 de octubre 1947, M.
María Teresalina derramaba
su sangre en Cachemira, en
las montañas del Pakistán,
víctima de los problemas
políticos y tensiones que
existían y existen todavía.
En aquella época, la noticia
de su muerte sobrepasó los
límites
de
su
familia
religiosa y de su círculo
familiar, sobre por todo, por
su
juventud
y
su
compromiso. Una joven de
29 años, tronchada al alba
de su vida, por una muerte
violenta
libremente
aceptada, a ejemplo de
Cristo. Según el testimonio
de la hermana que la cuidó
durante las diez horas que
duró su agonía: “Sufrió
como una santa y murió
como una mártir”
H
oy es una noticia que, por repetida, no nos impacta. Hoy
más que otras veces en la larga historia de la Iglesia, -una
historia familiarizada con martirios, muertes violentas, persecuciones,
sufrimientos a causa del nombre de Cristo-, revivimos el hecho del
testimonio martirial. Los medios de comunicación social, nos presentan
las cifras y los casos de misioneros
mártires. Muchos que han optado por
quedarse junto al pueblo, precisamente
porque era el momento del peligro, aún a
riesgo de sus vidas, para correr la misma
suerte que su gente. Y en no pocas
ocasiones este riesgo se ha convertido
en tragedia.
M. Teresalina fue una víctima de la
violencia estéril que nos rodea. Víctima
inocente, como tantas otras, pero no fue
una heroína improvisada. Su existencia
fue corta, pero llena. Comprendió el
sentido de la entrega y la vivió hasta el
fin. Dio su sangre, hasta la última gota. Y
lo más importante, supo por qué lo hacía,
como signo del mayor amor: “Nadie tiene
amor más grande que el que da la vida
por sus amigos”... Y Teresalina, ¡entregó
totalmente la suya por Cachemira!
Teresalina - cuyo verdadero nombre era Joaquina de Zubiri Sánchez - nació el 13 de julio de 1918 en
Sondica (Bilbao), España, en el seno de una numerosísima familia: diecisiete hijos. Educada desde su
infancia por las Hijas de la Cruz de Bilbao, a los 11 años fue como interna a Orduña al colegio de la
Enseñanza de la Compañía de María, y al finalizar sus estudios colaboró en el centro Misionero de Bilbao. A
los 18 años pensó entrar en el Carmelo, pero a causa de la guerra de 1936 no pudo realizarlo. Entonces
trabajó de enfermera en el hospital de Bilbao, pero en mayo de 1937, exilió con su familia a Cambo, al sur
de Francia, donde conoció a las Franciscanas Misioneras de María. Después de leer la biografía de Sor
María Assunta, decidió entrar en las FMM, pero sólo entrará en Pamplona en 1940, después de regresar a
España tras varias circunstancias familiares, como la enfermedad y muerte de su padre. Allí se convierte en
M.Teresalina.
Tras los años de formación y de
trabajo
sobre
su
carácter,
aprendiendo a orar y formándose
para la misión. Aquí pide al Señor
ser como una esponja de la que
se pueda extraer “hasta la última
gota”. Después de sus votos
perpetuos, es enviada a misiones
con otras 44 FMM españolas, - un
sueño acariciado desde hacía
mucho tiempo - y parte para
Cachemir el 16 de abril 1947. A su
Las19 hermanas enviadas a la India
el 28 de abril 1947.
a
M. Teresalina (primera fila, 3 de la izquierda)
llegada a la misión de Baramulla, inicia su
apostolado sanitario con los más pobres,
visitando los poblados, curando y
aprendiendo otras lenguas además del
inglés, tales como el urdu y kashmirí...
Las varias actividades a las que se
dedica en la comunidad internacional
donde vive, le ayudan a desplegarse en
sus posibilidades. Pronto encuentran
dificultades de tipo político: tanto la India
como Pakistán desean poseer Cachemira,
28 de abril 1947 - embarque para la India.
por su situación estratégica. Pakistán se
M. Teresalina está indicada por una flecha.
adelanta sin respetar la neutralidad
pactada y la invade. Grupos de
mercenarios van sembrando el terror y la muerte entre la población, arrasándolo todo a su paso. Al llegar a
la misión, saquean la Capilla, el convento y roban todo lo que les parece valioso. Van al Hospital y allí
encuentran a la superiora, le arrancan las gafas, el anillo y el velo.
Teresalina, que es la Asistente, acude en su favor. En ese momento gritan ¡a matarlas! Teresalina se pone
delante para defender a la superiora. Y recibe tres descargas, en el pulmón, el abdomen y la pierna. La
arrastraron hasta una sala del hospital saqueado.
Mientras se preparaban para matar a las otras, llegó el mayor Saurab Hyat, oficial de la
Armada, dando contraorden con voz enérgica y autoritaria. Este oficial se había educado
en un colegio católico. Cuando vio lo que habían hecho consideró que era un gran error
y pidió disculpas.
Como no había posibilidad de atender a los
heridos, la comunidad rodeó a Teresalina que
se desangraba. Sus heridas eran muy graves
y no había posibilidad de salvarla. Al saberlo,
Teresalina exclama: “¡Qué feliz soy!
decídselo a todos... Jesús me concede una
gracia que no merecía”. Y tras una larga
agonía de diez horas, desangrándose “hasta
la última gota”, como había sido su lema, y
con unos dolores agudos, que por falta de
calmantes no pueden aliviar, sólo pide de vez
Las Hermanas de Baramula, Cachemira,
visitando los pueblos (1950).
en cuando que le acerquen la pierna al
estómago. Sus últimas palabras fueron: “Ya
termino... ofrezco mi vida por la conversión
de Cachemira”. Dos días después, recibió
cristiana sepultura en una fosa cavada en el
jardín del convento, sin ataúd, bajo la
incesante alarma de un bombardeo aéreo
para dominar la situación. Desde el primer momento todos, a la vista de su heroicidad, la consideraron
mártir.
La entrega total de Teresalina no se realizó en el momento final de su vida. La vivió día a día, al igual que
su misión. No fueron sólo los 79 días pasados en Baramula. Desde el Noviciado se sintió misionera y cada
día ofrecía todo lo que le costaba para “salvar almas”.
Que Él sea nuestro centro y le amemos, como Teresalina, “hasta la locura”, y nos envíe a llevar su inmenso
amor a los hombres, en cualquier rincón del mundo.
Maricarmen Urbano, fmm
(Texto adaptado)