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Prof. José Antonio García Fernández
DPTO. LENGUA Y LITERATURA- IES Avempace
CHARLES BAUDELAIRE (1821-1867)
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Índice
1. INTRODUCCIÓN: CHARLES BAUDELAIRE, EL “POETA MALDITO” ........................................................................... 1
2. INFLUENCIAS ............................................................................................................................................ 4
3. LAS FLORES DEL MAL (1857), DE CHARLES BAUDELAIRE .................................................................................... 4
Trascendencia de Las flores del mal (1857) ......................................................................................... 4
Edición y proceso de Las flores del mal (1857) .................................................................................... 5
Organización interna de Las flores del mal (1857) .............................................................................. 5
Estructura de Las flores del mal (1857) ............................................................................................... 6
Temas de Las flores del mal (1857) ..................................................................................................... 7
4. OTRAS OBRAS DE BAUDELAIRE ..................................................................................................................... 9
5. BIOGRAFÍA DE CHARLES BAUDELAIRE (1821-1867) ...................................................................................... 10
6. TRASCENDENCIA DE CHARLES BAUDELAIRE ................................................................................................... 22
7. ANTOLOGÍA DE POEMAS (ENLACES) ............................................................................................................. 24
8. PRÓLOGOS PARA LAS FLORES DEL MAL ......................................................................................................... 25
9. BIBLIOGRAFÍA ......................................................................................................................................... 26
10. SARAH BRIGHTMAN – DE SU ÁLBUM GOTHICA, «FLEURS DU MAL» ................................................................. 26
1. Introducción: Charles Baudelaire, el “poeta maldito”
J
unto con Rimbaud, Verlaine y Mallarmé, Charles Pierre Baudelaire forma la cima de la
poesía francesa del siglo XIX y también de los llamados "poetas malditos", por su vocación
rebelde y sus maneras escandalosas al margen de la sociedad. Él mismo dijo que no quería “la
fama vulgar de una buena persona”.
Baudelaire odiaba, como Flaubert, la sociedad en que le tocaba vivir, burguesa,
hipócrita, aburrida, y su siglo, el XIX, que carecía de grandeza. Es un “burgués burguesófobo”.
Para él la vida es “un hospital en el que todos los enfermos están obsesionados con la idea de
cambiar de cama”, como dice en “Anywhere out of the world”.
Hippolite Taine, célebre crítico francés, retrató la sociedad decimonónica así:
“una democracia de obreros y campesinos bien administrados, con una burguesía minoritaria
que ahorra y se corrompe, y unos funcionarios pasando estrecheces que están esperando el ascenso… El
estado tiene un plan: suprimir los grandes destinos, la amplitud de miras, cualquier herencia y cualquier
aristocracia, compartirlo todo, producir grandes cantidades de semicultura y de semibienestar, conseguir
que de quince a veinte millones de individuos sean pasablemente felices”.
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Y esto decía el pintor Delacroix, amigo del poeta:
“La ausencia general de gusto, la riqueza a la que acceden gradualmente las
clases medias, la autoridad cada vez más imperiosa de una crítica estéril cuya mayor
característica es aupar la mediocridad y desanimar a los verdaderos talentos, la
inteligencia inclinada cada vez más hacia las ciencias útiles, las luces crecientes que
asustan las cosas de la imaginación, todas estas causas reunidas condenan fatalmente
las artes a quedar sometidas cada vez más a los caprichos de la moda y a perder
cualquier tipo de elevación” (Eugène Delacroix, Diarios, artículo “Decadencia”, 25 de
enero de 1857, poco antes del proceso de Madame Bovary, de Flaubert).
Este es el estado de cosas contra el que se rebela Baudelaire,
enarbolando la bandera del artista superior, visionario, aristócrata de
la cultura. Para él, nada más apestoso que el arte realista (fotográfico) o moralista, la didáctica
bienintencionada de los profesores, cualquier credo estético o político que se aproximara al
vulgo. Él solo cree en los elegidos, en las élites creadoras dominando sobre la plebe. El artista
finisecular (modernista como Darío, simbolista como el mismo Baudelaire, parnasianista
como Théophile Gautier, etc.) debía vivir en su turris eburnea, en su “torre de marfil”, sin
contaminarse de la mediocridad ambiental que lo rodeaba.
Cuando en 1857, un poco antes de que su propia obra, Las flores del mal, fuera
procesada, el tribunal hizo pública la sentencia del “proceso Flaubert”, seguido contra el
autor de Madame Bovary, pudo leerse esta severa admonición contra la obra y su autor:
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“La literatura tiene por misión elevar y distraer el espíritu, ensalzando la inteligencia y
depurando las costumbres y no inspirar asco hacia el vicio ofreciendo un cuadro de los desórdenes que
pudieran existir en sociedad” (7 de febrero de 1857).
Es decir, el tribunal pedía al arte una dimensión moral o moralizante que es,
precisamente, lo que odiaban tanto Flaubert como Baudelaire. Para ambos, el Arte debe
ser, ante todo y sobre todo, Arte (ars gratia artis).
Charles Asselineau, para defender al poeta de los ataques de los moralistas, insiste en
que el arte no debe ser moral ni didáctico, histórico o científico; tampoco individual, pero sí
personal y artístico, es decir, la poesía tiene que
“realizar para nosotros la vida complementaria del sueño, del recuerdo, de la esperanza, del
deseo; dar cuerpo a lo que hay de inaprensible en nuestros pensamientos, y de secreto en el movimiento
de nuestras almas; consolarnos por la expresión de lo ideal o castigarnos con el espectáculo de nuestros
vicios (…)
Felicito al señor Baudelaire, que ha sabido comprender estas nuevas condiciones de la poesía
(…)
La poesía del señor Baudelaire, llena de imágenes vivas y viviente, posee en alto grado las
condiciones de intensidad y de espontaneidad que yo le pido al poeta moderno.
Tiene los raros dones –verdaderos dones de gracia- de la evocación y la penetración. (…)
Nos hemos acostumbrado de tal modo a ser incensados cobardemente; se nos ha repetido
tantas veces a todos, grandes o pequeños, poetas, artistas y burgueses, que somos las más virtuosas,
perfectas y delicadas criaturas de la Tierra, que un poeta que venga a sacudirnos en nuestra satisfacción
indolente e hipócrita nos da miedo o nos irrita. ¡Las Flores del Mal!, helas aquí: son el spleen, la melancolía
impotente, el espíritu de rebeldía, el vicio, la sensualidad, la hipocresía y la cobardía” (Ch. Asselineau,
Baudelaire, sa vie, son oeuvre, Lemerre, 1869).
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Jules Barbey d'Aurevilly, periodista y crítico francés, dijo de Baudelaire que fue el
Dante de una época decadente y aseguró que sus Flores del mal no asfixiaban tanto, que el
ramo no estaba tan emponzoñado y que del libro surgía una moralidad inesperada: al nombrar
a las flores funestas, Baudelaire “las ha estigmatizado”, pues del Mal es de donde nacen, como
un símbolo de esperanza y de cambio.
“Shakespeare y Molière, cuando crearon el uno su Yago y el otro su Tartufo, tampoco guardaron
miramiento en los detalles repugnantes del lenguaje; la cuestión para ellos era ésta: ¿Hay hipócritas y
pérfidos? —Y si los había, era necesario que hablasen como hipócritas y pérfidos que eran (…) el señor
Baudelaire ha tenido la misma debilidad”.
“…suponed todas las especies, todos los alcoholes, todos los venenos, los minerales, los
vegetales, los animales, y los más ricos y abundantes, si se vieran, que se extraen del corazón humano, y
tendréis la poesía de Baudelaire; poesía siniestra y violenta, desgarradora y asesina, a la que no puede
compararse ninguna de las negras obras producidas por esta edad que se
siente morir. (…)
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…para encontrarle algún parentesco a esta poesía implacable, a
este verso brutal, condensado y sonoro, a este verso de acero que suda
sangre, es necesario remontarse hasta el Dante. ¡Magnus parens! (…)
En efecto, algo hay del Dante en el autor de Las Flores del Mal
pero de un Dante de época vencida de un Dante ateo y moderno, de un
Dante que ha nacido después de Voltaire, y en un tiempo que no tendrá su
Santo Tomás. El poeta de estas flores que ulceran el seno sobre el cual
descansan, no tiene el porte noble de su majestuoso antepasado, pero no
es suya la falta. Pertenece a una época turbada, escéptica, burlona,
nerviosa, que se revuelve en ridículas esperanzas de transformaciones y de metempsícosis; no tiene la fe
del gran poeta católico que le daba la calma augusta y la serenidad y en todos los dolores la vida. El
carácter de las poesías en este libro, a excepción de algunos trozos en que la desesperación acaba por
inmovilizarse congelada, es la turbación, la furia; es la mirada convulsiva, y no la mirada sombríamente
clara límpida del visionario de Florencia. ¡La musa del Dante ha visto en sueños el infierno; la de Las Flores
del Mal lo respira con las narices dilatadas como las de un caballo que husmea el obús! Una viene del
infierno; la otra va a él. Si la primera es más augusta, la otra es tal vez más conmovedora. No tiene lo épico
maravilloso que levanta la imaginación y calma sus terrores en la serenidad de que los genios
absolutamente excepcionales saben revestir sus obras más apasionadas. Tiene, por lo contrario, las
horribles realidades que todos conocemos y que nos disgustan demasiado para permitirnos siquiera la
abrumadora serenidad del desprecio. El señor Baudelaire no ha querido ser en su libro de Las Flores del
Mal un poeta satírico, y, sin embargo, lo es, ya que no por la conclusión, a lo menos por la enseñanza, por
la indignación del alma, por las imprecaciones y los gritos. ¡Es el misántropo de la vida culpable…!”
Ernest Raynaud, con la misma idea de D’Aurevilly, insistió en que
“Baudelaire viene de la Biblia pasando por el Dante”.
César González Ruano, en su biografía, lo sitúa “en el devoto ejercicio del pecado”,
recuerda su fama terrible de “apóstol del vicio, de poeta de la carroña y el pecado”, lo
aproxima al anti-catolicismo (pues recuerda que usa de modo profano la terminología
religiosa y la musicalidad del latín litúrgico: misterio, obsesión, pecado, arrepentimiento,
remordimientos, infierno, culpa, son palabras-clave en la poesía baudeleriana) y lo llama
“el poeta más poeta, el más desgraciado y desnivelado de todos los poetas”, “el más suicida”, “el
ángel maldito y desplumado de la alta noche”, “el ángel de la droga, de los amores confusos y tenebrosos,
del aburrimiento que hace su alma cruel, de la ternura envenenada que se revuelve en un rencor casi
sagrado”. “Baudelaire es un ángel mojado en sangre”, “un ángel rebelde”, “un ángel por decadencia”.
El príncipe Alejandro Ourousof, en su estudio sobre el poeta (“Étude sur les textes des
Fleurs du Mal”, La Plume, 1896), recuerda que baudelaire o badelaire se llamaba en francés
antiguo a una espada corta de dos filos, alargada en su punta. Una definición que le va bien a
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nuestro poeta, cuyos versos afilados incomodaron tremendamente a la sociedad mojigata en
que aparecieron.
2. Influencias
Le influyeron muchísimo Théophile Gautier (a quien dedicó Las flores del mal: "Al
poeta impecable, al perfecto mago de las letras francesas, a mi muy querido y venerado
maestro y amigo Théophile Gautier, con los sentimientos de la más profunda humildad
dedico estas flores malsanas"), el inglés Thomas de Quincey (otro elogiador de los paraísos
artificiales) y, sobre todo, Edgar Allan Poe, a quien tradujo en más de una ocasión y sobre
quien publicó ensayos y artículos y a quien consideraba su alma gemela.
Aunque también, desde el punto de vista estético, es notable el influjo no de un poeta,
sino de un pintor: Eugène Delacroix, sobre el que escribió artículos y ensayos, y cuya teoría del
color y la asociación libre (sinestesias, correspondencias, analogías…) adoptó. En los cuadros
de Delacroix, los personajes son feos, muestran su fealdad sin esconderla, y el color es
violento, más importante incluso que la forma, exagerado, hiperbólico (ver el documento
“Charles
Baudelaire
habla
de
Eugène
Delacroix”,
http://www.avempace.com/file_download/2873/CHARLES+BAUDELAIRE+habla+de+DELACROIX.pdf.)
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3. Las flores del mal (1857), de Charles Baudelaire
Trascendencia de Las flores del mal (1857)
Las flores del mal es uno de los libros de poesía más importantes de la cultura
occidental y no ha dejado de ser publicado, estudiado y declamado desde su aparición. En
España, Gómez de la Serna, González Ruano, Gil de Biedma, Cernuda, Félix de Azúa, Luis
Antonio de Villena, Antonio Martínez Sarrión... han traducido, leído, admirado al autor
francés.
El camino de Baudelaire es la búsqueda de una nueva mística no religiosa, sino basada
en las drogas. El poeta no busca a Dios, sino a Satanás; el desorden en lugar del orden; la
promiscuidad y no la fidelidad; el dandismo en lugar de la vulgaridad o la mediocridad.
“Hay en todos los hombres dos aspiraciones simultáneas, una hacia Dios y otra hacia Satanás. La
invocación a Dios, o espiritualidad, es un deseo de ascenso; la invocación a Satanás, o animalidad, es la
alegría del descenso. Con esta última debe relacionarse el amor hacia las mujeres y las conversaciones
íntimas con animales, perros, gatos, etc.” (Mon coeur mis à un, Mi corazón al desnudo).
“La voluptuosidad única y suprema del amor se basa en la certeza de hacer el mal” (Fusées).
Igual que Satanás fue finalmente derrotado, Baudelaire cae al final víctima de sí
mismo: enfermedad, soledad, dolor y muerte.
Si los místicos fueron “juglares a lo divino”, pues adoptaron el léxico amoroso del
amor cortés para su poesía inefable de amor a Dios, Baudelaire es un místico blasfemo que
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llega al éxtasis a través de los paraísos prohibidos: el sexo, la droga, la inspiración, el alcohol…
Su ascética es un camino de perdición, en lugar del camino de perfección o purgativo que
propone la mística tradicional. Los títulos de sus poemas delatan claramente esta intención
luciferina: “Letanías de Satán”, “Mujeres condenadas”, “Lo irremediable”, “El vampiro”…
Por cierto, Vargas Vila, en su biografía Rubén Darío, habla de la influencia de
Baudelaire en el poeta nicaragüense y dice de él que hizo, como el francés, una personal
mezcla sacro-profana de mística y blasfemia:
[Darío] “Embriagó a San Juan de la Cruz con el ajenjo de Baudelaire”.
Edición y proceso de Las flores del mal (1857)
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El libro fue el resultado de un proceso creativo que abarcó toda la vida del poeta. Las
primeras composiciones se remontan a 1840, y muchos textos fueron apareciendo en
periódicos y revistas. Desde 1845 Baudelaire fue anunciando la publicación de un libro,
primero con el título Las lesbianas, luego Los limbos, pero desde 1850 ya da el título de Las
flores del mal a un grupo de poemas publicados en la Revue de Deux Mondes. El título era
ambiguo y enigmático y en él se reunían dos conceptos: uno estético, las flores, pues remite a
una idea de belleza, y el otro, moral, que implica las nociones de pecado, sufrimiento y dolor;
“flores del mal” como “lo más granado de los pecados o males existentes”, como el mundo o
la sociedad donde la poesía es la única “flor”, lo único bello que crece en él, como posibilidad
de rescate ante tanta miseria.
La primera edición se publicó en 1857, provocando un juicio por inmoralidad, que
Baudelaire perdió; fue condenado a pagar una multa y a eliminar una serie de poemas. En
1861 publicó una nueva edición con más poemas, que es la que leemos actualmente. Los
poemas censurados, que fueron publicados más tarde como Los desechos, Les Épaves,
nuevamente censurados, se añadieron más tarde a las ediciones actuales.
Organización interna de Las flores del mal (1857)
La organización interna que el poeta dio a su libro responde a una intencionalidad
clara. En primer lugar, el poemario tiene una estructura unitaria, pues Baudelaire lo concibió
como una unidad textual, no como un conjunto disgregado de poemas. En su interior
encontramos poemas perfectamente enlazados que dan un sentido último a todo el poemario.
Dicho sentido responde a la visión que tiene el poeta del mundo, de su sociedad. Un mundo,
como advierte en el prefacio “Al lector”, presidido por el mal, por Satán, que es quien mueve
sus hilos, caótico, desolador.
Esa unidad textual está determinada por la presencia de un “yo”, el del poeta, que
indaga en esa realidad, y cuya experiencia ofrece al lector, a todos los hombres. Las flores del
mal constituyen un itinerario espiritual del propio autor, que trasciende lo individual y lo
ofrece como ejemplo universal. Los poemas trazan el itinerario de un yo que oscila entre dos
polos:
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el dolor, la amargura y la conciencia de la miseria de la condición humana, por un
lado y
la aspiración hacia una esfera superior, espiritual, que trascienda todo esto, por
otro.
En definitiva, lo que Baudelaire resumió en dos conceptos: Spleen e Ideal. Spleen
significa melancolía, tedio, en definitiva la angustia existencial provocada por la desoladora
visión del mundo y especialmente por la acción del Tiempo, que todo lo destruye.
Frente a ello, Baudelaire opone el Ideal, la esfera de lo absoluto, de la Belleza, donde
materia y tiempo quedan anulados. Entre estos dos polos se debate permanentemente el
hombre. Es un continuo debate, y a él responden el sentido, el ritmo y la estructura de Las
flores del mal, en las que el poeta “desciende a los infiernos”, indaga todos los males y vicios
del mundo para intentar remontarse, respondiendo a un ritmo interior ascenso/descenso que
concluye con la incapacidad del poeta para resolver esta tensión; de ahí la rebelión final del
poeta, la visión negativa de “una humanidad que camina hacia el abismo”.
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Estructura de Las flores del mal (1857)
El texto se organiza en seis ciclos:

“Spleen e Ideal”: engloba 85 poemas. El título responde a ese sistema de contrarios en el
que se sostiene todo el libro y condensa ese sentido ascendente/descendente al que nos
hemos referido, anticipando así el sentido global de todo el poemario, y ratificando al
mismo tiempo su carácter circular y cerrado. Internamente este ciclo va desarrollando
parcialmente los aspectos que constituyen la mencionada tensión. A su vez, se puede
constatar un miniciclo, de los poemas I al IX, donde se alude a la función del poeta y a su
destino, como en el poema “Albatros”, que habla del poeta como ser incomprendido por
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una sociedad materialista; o en “Elevación”, que refleja el distanciamiento del poeta
respecto a una realidad vulgar (la famosa “torre de marfil”).
“Cuadros parisinos” es un ciclo que comporta una gran novedad: la incorporación de la
ciudad como materia poética, convertida en un espacio simbólico de la degradación,
poblada por una muchedumbre donde la individualidad se diluye en lo colectivo e
impersonal. El ritmo vertiginoso de la ciudad olvida a los débiles o marginados: ancianos,
mendigos, ciegos, fuera de la ley como el poeta. A esta fealdad humana, improductiva,
canta el poeta embelleciéndola, ennobleciéndola a través de la poesía. Y sobre ella
proyecta el sentimiento de un amor solidario como posibilidad de rescate de la mísera
condición humana. El poeta se presenta como un “flâneur”, un paseante que recorre los
diferentes ámbitos de la ciudad, mostrando lo terrible de ese mundo.

“El vino” consta de cinco poemas que muestran la voluntad de huir del spleen a través de
los “paraísos artificiales”.

“Las flores del mal” muestra el descenso hacia lo más profundo del abismo; en este ciclo
leemos una serie de poemas que conforman un universo sádico, brutal, recorrido por la
sangre, el vicio y la muerte. Asimismo, la presencia de la mujer, concebida como criatura
diabólica, le sirve para recrear el tema amoroso desde un punto de vista erótico, lascivo y
lésbico. Es una indagación en el mal, desde la que el poeta intenta una elevación.

“Rebelión” es el ciclo más dramático, ya que es inútil el sufrimiento del hombre ante un
Dios que está ausente del mundo. Surge así la protesta religiosa, el renegar de Dios, que
acompaña a la visión de una humanidad escindida entre el Bien y el Mal; el mundo está
dominado por el Mal, como muestran las “Letanías a Satán”.

“La Muerte” es el último ciclo; sólo la muerte nos conduce hacia “cielos ignotos” y por eso
el último poema, “El viaje” nos muestra un camino que lleva a lo absurdo, aunque en
búsqueda de una esperanza.
Temas de Las flores del mal (1857)
Se suele afirmar que Baudelaire es el poeta de la vida moderna, el primero que se
interesa por las ciudades. Si lo es, será para decir hasta qué punto detesta la ciudad
tentacular, que, para él, es el lugar geométrico de la desgracia humana. Pero el campo no vale
mucho más. Nunca le entusiasmarán las locomotoras ni la vida moderna. Baudelaire aparece
como poeta por medio del mundo por repulsión, no por adhesión; y por esta razón el mundo
lo rechazó.
No tiene mucha mejor opinión de la sociedad burguesa, a la que reprocha su
mojigatería y su hipocresía, su egoísmo, su cinismo, su engreimiento. Su actitud de dandy
sirve para establecer distancias, para intentar distinguirse, alcanzar en el aspecto más exterior
y superficial aquella perfección que le obsesiona; es el último lance heroico en las sociedades
decadentes. Será, pues, una actitud ascética, un ejercicio espiritual de alto coste –pues
reduce a la más total soledad- que edifica una barrera entre el mundo inaceptable y el ser
dolido, con el riesgo de que caiga en la apatía, en lo que Baudelaire llama su “pereza”. Será la
imagen concreta de su angustia vital, parálisis y pérdida de las facultades humanas de quien
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está inmerso en un mundo desproporcionado, en el que todos los valores espirituales han
sufrido inflación, el trueque y la deformación, la especulación que los aleja del “inocente
paraíso de los amores infantiles”. El satanismo, el cantar o suscitar el Mal, desvelarlo por
doquier es otra manera de establecer diferencias: el poeta, lúcido, no suscribe el consenso, no
se oculta el rostro púdicamente; dice con claridad lo que todos quieren callar.
Lo que engendra el spleen está escrito en el primer verso del libro: el pecado, el error,
la idiotez, la avaricia, y la lista no es exhaustiva. Es el mundo moderno, el hombre moderno,
los valores modernos, en una palabra, la desilusión del hombre de una generación cuyos
padres hicieron la Revolución para algo más que para matar al rey y proclamar la república y
que contempla, consternada, a qué infierno se ha llegado. Cuando el poeta se pregunta ¿qué
soy?, se reconoce un hombre, un ser degenerado que en medio de su propia villanía se
descubre poeta, es decir, aquel que puede decir la bajeza y los sueños de ideal.
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A este siniestro espacio humano se superpone rápidamente un espacio teológico: en
Las flores del mal se habla a menudo de pecado; es un espacio que inclina al hombre hacia lo
más bajo y por el que todos resbalan con mayor o menor rapidez; un espacio sin horizonte,
gris, que incita a la claustrofobia: el cielo bajo y pesado pesa como una losa y nos aboca al
abismo, es decir, a la imposibilidad de escapar de la condición humana, del pecado, del error,
de la avaricia, de la hipocresía.
En este universo común a los románticos, se vislumbra una luz, un Ideal capaz de
contrarrestar al spleen. Aunque el Ideal queda como un mero sueño, una aspiración íntima,
algo remoto que se concibe y que nunca se alcanzará. De modo que la vida se presiente llena
de sufrimientos irremediables porque el remordimiento pesa más que los mejores propósitos,
y las faltas cometidas excluyen cualquier expiación futura.
En su mundo, la belleza es de piedra, la belleza alcanzable, propia de las mujeres, será
siempre degradada, testimonio en el presente de la imposibilidad de preservar la pureza del
pasado. Existen remedios: dormir, no estar, dormir sin soñar, pues el despertar es más
doloroso si se ha revisado la realidad soñándola. Y después viajar, que no es exotismo
pintoresco, sino neurótico deseo de estar siempre en otro sitio que aquel en el que se está. El
viaje baudelairiano es siempre imaginario, indefinido, incierto y precario:
“Los viajeros de verdad son aquellos que parten por partir”.
Es la imagen de una agitación interior, un tormento que no cesa jamás, un
desasosiego constante: la vida del poeta. Frente al despreciable mundo moderno se estructura
una geografía onírica del país exótica, lujuriante y cálida, pero no pasa de ser un paraíso
profano, huidizo como la belleza misma y que no tiene futuro. Todas las imágenes de infinito
(el mar, las nubes, los ojos de los gatos) se brindan como la imposibilidad de cualquier
trayecto, la confirmación cruel del encarcelamiento del hombre en los parámetros de su
condición (neoplatonismo).
En cuanto a la mujer, no es siquiera la musa del poeta, como es norma. Baudelaire
tiene con ella dos posturas opuestas.
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Hay una mujer abominable, que llama la “mujer natural”, es decir, sometida a la
naturaleza, esclava de sus instintos de posesión, de maternidad; la mujer es semejante a
un reloj que desgrana minutos y segundos, cuenta atrás que recuerda constantemente el
paso del tiempo y que, por añadidura, se permite ser frívola.
Otro modelo que ofrece de la mujer es la imagen como espejo de sensualidad, la que
inspira amor carnal y permite vivir siempre ebrio, fuera de uno mismo, en medio de
olores, sedas y vapores que subyugan como la droga; ofrecen un símil de infinito,
suficiente para el tránsito terrenal.
Habrá pues una doble postulación, hacia la pureza, el sacrificio y la luz por una parte, y
hacia las tinieblas, el dolor, el pecado y el egoísmo, por otra.
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4. Otras obras de Baudelaire

Los paraísos artificiales (1860): Baudelaire fue el primero en aplicar la expresión “paraísos
artificiales” -la tomó de una tienda de flores artificiales de París- a la vivencia del mundo
creado por el opio y otras sustancias alucinógenas. Partiendo de Las confesiones de un
comedor de opio inglés, de Thomas de Quincey, al que en parte traduce, Baudelaire hace
una especie de tratado semifilosófico y semicientífico sobre la naturaleza, el uso y los
efectos del hachís, que entonces procedía de Oriente y ofrecía ese aliciente romántico de
exotismo y ebriedad. Sin arredrarse ante las conclusiones, multiplicando los puntos de
vista, Baudelaire examina sistemáticamente todos los aspectos del consumo del hachís,
desde el lado fisiológico y psíquico hasta el lado moral; y aunque aporta una total
desenvoltura, como moralista sensible al prestigio del mal y del malditismo, discierne los
distintos pasos de esa ebriedad que desemboca en un futuro lleno de amarga desilusión:
una necesidad de remordimiento y alegría, de deseo y abandono, de denuncia y pureza.
(Se puede leer http://www.cerpcentro.org/IMG/pdf/Baudelaire.pdf)

Pequeños poemas en prosa (El spleen de París) (1869, póstumo): Con el poema en prosa,
Charles Baudelaire quiso explorar una nueva forma poética que, alejándose del corsé
métrico, fuera asimismo capaz de acomodarse
«a los movimientos líricos del alma, a las ondulaciones del ensueño, a los sobresaltos de la
conciencia».
Redactadas entre 1852 y 1867, las cincuenta piezas que configuran El spleen de París
son la cara complementaria, el reverso en prosa de Las flores del mal, pues en definitiva
ambas obras manan de una misma sensibilidad poética en la que el tedio, la soledad, la
cólera, la angustia existencial, el demonio, la muerte, se entremezclan indisolublemente
con el luminoso Ideal.
Baudelaire fue un gran crítico de arte. En Mi corazón al desnudo dijo:
“Qué es la caída? Si es la unidad que se convierte en dualidad, es Dios quien cae. En otros
términos, ¿no será la creación la caída de Dios?”
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“la vida no posee más que un encanto verdadero: el encanto del juego. Pero ¿y si nos resulta
indiferente ganar o perder?”
“Aunque por encima de este mundo que arremete con la fuerza de un vendaval, siempre
planeará el poeta, que no dudará en intentar descubrir entre tanto contraste una unidad que parece
perdida… para siempre “ BAUDELAIRE, 1867.
5. Biografía de Charles Baudelaire (1821-1867)
Charles Baudelaire siempre fue “un señorito”, recuerda su biógrafo González Ruano.
Procedía de la alta burguesía parisina, aunque ello no es óbice para reconocer su genialidad.
Ruano compara la época decadente en que vivió, el siglo XIX, cuando en literatura triunfaba el
realismo encenagado de Zola y sus epígonos, con otra era de transición: el siglo XV, tiempos
de realismo macabro en que surgió el gótico flamígero, el misticismo, el prerrenacentismo
humanista, con su fe en el progreso y la ciencia y su afán de aventura (descubrimiento de
América en 1492).
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Charles Baudelaire nació en París el 9 de abril de 1821. Su padre, Joseph François
Baudelaire, tenía sesenta años cuando él vino al mundo y murió al poco tiempo, cuando
Charles tenía seis años (1827).
Su madre, Caroline Archimbaut-Dufays, no llegaba a los treinta años al nacer Charles y
pronto se volvió a casar (1828), en matrimonio de conveniencia, con un vecino suyo de
cuarenta años, el comandante Jacques Aupick, un hombre apuesto y altivo que ya era por
entonces caballero de San Luis, Oficial de la Legión de Honor, Ayudante de campo del
Príncipe Hohenlohe. Aupick siempre se entendió muy mal con su hijastro; y este siempre
entendió la nueva boda de su madre como una traición, pues amaba profundamente a su
padre, de quien había aprendido a dibujar, una afición que le acompañó toda la vida.
Caroline era hija del oficial Carlos Dufays y había nacido en Londres, lo que explica que
Charles dominara el inglés desde niño (lo que luego le vino muy
bien para traducir a Poe) y también que su madre cayera
enamorada del bien plantado comandante, pues la vida castrense
es la que ella había vivido en su infancia. Era una mujer distinguida
y bella y con Aupick, a quien amó fielmente, ascendió en la escala
social.
Charles fue criado por la sirvienta de la familia, Mariette,
de la que poco se sabe, pero que le influyó enormemente. Él la
recuerda en Las flores del mal y la llama “la servante au grand
coeur”. Mariette es la equivalente de Julie, la criada de los
Flaubert durante cincuenta años, a la que el escritor recuerda
amorosamente en el personaje Félicité, de “Un corazón sencillo”.
Baudelaire, fotografía de Nadar
Otra coincidencia entre Flaubert y Baudelaire es que ambos
padecieron la sífilis (también el autor de cuentos Guy de Maupassant y el pintor Gauguin,
entre otros), contraída con mujeres públicas en lugares de mala reputación. También que
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ambos escritores, de buena cuna burguesa, odiaban a los de su
clase social (burgueses burguesófobos) y despreciaban el tiempo
en que les tocaba vivir.
Charles Baudelaire tuvo un hermanastro, ClaudeAlphonse Baudelaire, casi su doble o dopplegänger (hasta en el
nombre: C. Baudelaire), un chico bueno y educado, ordenado y
juicioso, hijo de Joseph François y la primera esposa de este,
Rosalie Janin. Este Baudelaire fue funcionario, juez instructor
durante muchos años, querido por sus compañeros y reconocido
por su celo en el trabajo. En fin, lo contrario de su hermano
poeta, para quien era un Abel paniaguado del Cielo, un ser
odiosamente burgués. Murió en 1866, de un derrame cerebral. Claude-Alphonse no trataba
con su hermanastro desde 1844, aunque de niños, cuando Charles estaba interno, se enviaban
cartas.
A Charles Baudelaire, para explicarse a sí mismo y justificar sus inclinaciones disolutas,
le gustaba inventarse antepasados grandiosos, próceres mansiones de una noble estirpe
agonizante, soñaba un magnífico “fin de raza” a lo Edgar Allan Poe (“La caída de la casa
Usher”), más literario que real.
En 1832, Aupick es nombrado jefe del Estado Mayor y se traslada con su familia a
Lyon, donde permanecerán cuatro años, que no dejaron buen recuerdo en el poeta:
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“Golpes, batallas con los profesores y los compañeros, melancolías…”
En 1836, ascendido Aupick a general, vuelven a París. Charles es internado en el
Collège Louis-le-Grand; allí permanecerá dos años y medio. Lee a Sainte-Beuve y a Alfred de
Musset, a quien más tarde criticará:
“Jamás he podido sufrir a ese sinvergüenza su impudicia de niño mimado, que invoca al cielo y al
infierno para aventuras de casa de huéspedes. Su torrente escandaloso de faltas de gramática y de
prosodia; en fin, su impotencia total a comprender el trabajo…”
Consigue finalmente el título de Bachiller pero, por rebelde, es expulsado del colegio
parisino de Louis-le-Grand (1839).
En 1840 se matricula en Derecho, por presión de su familia, que quiere un futuro
ilustre para él, y comienza a frecuentar el Barrio Latino. Conoce a Gérard de Nerval, SainteBeuve, Balzac, Leconte de l’Isle... Le pasa como a Flaubert: el derecho le da escalofríos,
prefiere la vida de la calle.
Se aficiona a la bohemia y las drogas. Frecuenta prostíbulos y mantiene relaciones con
Sarah, una prostituta judía calva a la que llama "Louchette", bizca, y a la que cita en Las flores
del mal (“une affreuse Juive”, “la horrible judía”; “Para tener zapatos ha vendido su alma”).
Contrae la sífilis, como le ocurrió a Flaubert, mal que lo llevaría a la tumba años después.
Une nuit que j'étais près d'une affreuse Juive,
Comme au long d'un cadavre un cadavre étendu,
Je me pris à songer près de ce corps vendu
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‘Una noche en que estaba con una horrible Judía,
como un cadáver tendido junto a otro,
pensaba, al lado de aquel cuerpo vendido,
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a la triste beauté dont mon désir se prive.
en esta triste belleza de la cual mi deseo se priva.’
Sarah supone el comienzo de su fascinación por las mujeres de piel morena, pues se
ve que era de tonalidad cetrina. Su próxima amante será la mulata Jeanne Duval, la Venus
negra a la que siempre permaneció extrañamente fiel. Las otras mujeres de su vida, María
Daubrun y madame Sabatier, son Venus blancas, mujeres rubias y de piel más clara.
Su familia quiere alejarlo de aquel mundo de perdición y hacerlo diplomático, pero él
se niega: odia el mundo burgués, construido a base de militares y abogados. Como Flaubert,
es un burgués burguesófobo. Su madre Caroline escribe:
“Soñaba Aupick para Carlos un brillante porvenir, quería verle llegar a una alta posición, lo que
no parecía difícil dada su gran amistad con el Duque de Orléans. Así, ¡qué desilusión la nuestra cuando
Carlos se negó a nuestros deseos y quiso ser exclusivamente autor! ¡Qué gran disgusto!”
En 1841 su padrastro lo envía a Burdeos y lo hace embarcar en una travesía de
dieciocho meses que debía llegar hasta Calcuta, pero el poeta no termina el recorrido. En la
isla de la Reunión se niega a proseguir y reembarca con destino Burdeos. De aquel viaje
inconcluso a la India queda algún poema menor (“A una dama criolla”) y el magnífico “El
albatros”, donde compara al poeta con un ave majestuosa maltratada –castrada, en cierto
modo- por los marineros por haber amado tanto “la mer-la mère”, “el mar-la madre”.
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Al volver a París, la reconciliación con Aupick ya es imposible: deudas, drogas, sífilis,
opio, alcohol, vida patibularia… Demasiado para el general. Baudelaire odia y admira a la vez
aquella magnífica figura paterna ante la que se siente inferior.
La actriz Jeanne Duval, por Manet
Charles reanuda su vida disoluta con la bella
cuarterona Jeanne Duval, musa de sus mejores poesías,
actriz mulata. El ciclo de la Duval comprende al menos los
siguientes poemas: “Perfume exótico”, “La cabellera negra”,
“Te adoro como adoro la bóveda nocturna”, “Quisiera ver al
mundo morir en tu calleja”, “Sed non saciata”, “Con sus
ondulaciones de velos nacarados”, “La serpiente que
danza”, “El Vampiro”, “Remordimiento póstumo”, “El gato”,
“El balcón”, “Yo te ofrezco estos versos a fin de que si mi
nombre…”, “Duellum”, “Un fantasma”, “Canción de tarde”. El
crítico Crépet añade otros: “La invitación al viaje”, “El bello
navío” y “Beatriz”.
La bella mulata engañaba continuamente al poeta, como sabían los amigos de
Baudelaire. Incluso aparecen versiones morbosas que atribuyen la infidelidad de la Duval a la
impotencia de Charles. Sobre cómo él conoció a su Venus negra, no hay acuerdo. Unos dicen
que era de Santo Domingo, otros que Baudelaire la vio apalear en la isla Mauricio, donde
había esclavos, y quiso redimirla. Prarond la recuerda como
“una muchacha muy prudente (…), mulata, no muy negra, no muy bella, cabellos negros sin ser
demasiado rizosos, pecho plano, gran estatura, desgarbada al andar”.
Théodore de Banville la describe así:
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“una muchacha de color, muy alta, con una cabeza ingenua y soberbia, coronada de una
cabellera extraordinariamente encrespada, en cuyos andares de reina, llenos de una gracia salvaje, había
a la vez algo divino y bestial”.
El fotógrafo Nadar, autor de Baudelaire intime. Le poète vierge (Balizot, París, 1911),
dice:
“Era bella. Nada de Fidias, pero un especial refinamiento. Ojos grandes como soperas, nariz
pequeña, delicada, de una finura exquisita; boca de un bello dibujo y buena dentadura; seria, desdeñosa;
ninguna traza de los rasgos simiescos que persigue la sangre de
Cham”.
Se hace amigo de Théophile Gautier. Mayor de edad,
obliga a su padrastro Aupick a repartir entre él y su
hermanastro la herencia de su padre, Joseph-François. A él le
corresponden 75 mil francos, con los que espera convertirse
en un dandi, al modo de los poetas laguistas ingleses.
Shelley decía:
“Sé muy bien que soy de aquellos a quienes los hombre
no aman, pero soy de los que recuerdan”.
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Y esta frase la hace suya Baudelaire, que vive el lado brillante de la bohemia, el de los
“hijos de familia”. A otros -por ejemplo, al fotógrafo Félix Nadar- les tocó la vivencia del
aspecto heroico de la vida artística: hambre y frío. Baudelaire el dandi se despide por carta de
su madre cuando abandona el domicilio familiar:
“Me voy y solo regresaré si consigo una disposición de ánimo y de dinero mejor. Me voy por
varios motivos. Primero, porque estoy encerrado y caído en un abatimiento feroz y necesito mucha
soledad para rehacerme y tomar fuerzas. En segundo lugar, porque me es imposible hacerme como tu
marido quiere que me haga, y por consiguiente, es robarle todo el tiempo que viva a su lado. Y, en fin,
porque no creo que sea decente verme tratado como parece querer tratarme. Probablemente la vida me
será difícil, pero estaré mejor.”
El poeta se hace asiduo al Club des Haschischins, los consumidores de hachís. Su
dandismo es, sobre todo, una guerra contra esa odiosa burguesía a la que pertenece su
padrastro. Un desprecio total a lo vulgar. Una anticipación de la deshumanización del arte
preconizada por Ortega y Gasset y del dadaísmo de Tristan Tzara y sus secuaces. Un culto
extremo al esteticismo, a la ropa y la fisionomía personal. El dandi ha de ser despreocupado,
no ser padre ni hijo, esposo o amante, no tener profesión. En Baudelaire, según González
Ruano, el dandismo es también una forma de misoginia, un combate contra la mujer usando
sus mismas armas. Baudelaire es el gran misógino, el antidonjuán:
“La mujer es lo contrario del dandi. Debe darnos horror. La mujer es natural; es decir,
abominable. Siempre vulgar; esto es, lo contrario del dandi”, dice Baudelaire.
Para Baudelaire, la mujer natural, la sometida a la naturaleza, esclava de sus instintos,
que quiere ser madre y sujetar a su hombre, es abominable. En la mujer, la arruga es peor que
en el hombre, porque es señal de una decadencia irremediable del arte, de la belleza, del
Ideal. La arruga femenina es el triunfo de la destrucción y el olvido. Sin embargo, la mujer
sensual, las Venus morenas que a él le gustaban, inspiran el amor carnal y hacen vivir al
donjuán siempre ebrio, fuera de sí mismo, en medio de olores, sedas y vapores que subyugan.
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Esa mujer lo abre al infinito, a las sinestesias y analogías, a las correspondencias donde todo
se asocia libremente y todo se fusiona.
Así era por entonces “el elegante Baudelaire”, como lo llamaban sus amigos. Su vida
consistía en escribir verso y prosa, hacer el dandi, dormir con mujerzuelas, vivir en los cafés,
asistir a los salones literarios y mantener vivo su rencor contra Aupick:
“Moreno, delgado, de talla media, vestido como un secretario de Embajada inglesa, reservado
de palabras, espíritu cáustico, costumbres libertinas; atormentaba su cerebro para burlarse de su
corazón” (Le Vavasseur)
“Correcto y frío, de ingenio que cortaba como el acero inglés, de una cortesía paradójica, en el
cafetín asombraba a sus compañeros bebiendo licores ingleses en compañía…” (Alphonse Daudet).
“Llevaba los cabellos muy cortados al rape, y del más hermoso negro, que formaban puntas
irregulares sobre la frente, de una deslumbrante blancura, cubriéndola como con una especie de casco
sarraceno. Los ojos, color de tabaco de España, tenían una mirada espiritual, profunda y una penetración
acaso demasiado insistente. En cuanto a la boca, poblada de dientes muy blancos, abrigaba bajo el ligero y
sedeño bigote que sombreaba sus contornos, sinuosidades movibles, voluptuosas e irónicas, como los
labios de las figuras pintadas por Leonardo de Vinci. La nariz, fina y delicada, un poco redondeada, cuyas
palpitantes ventanas parecían olfatear vagos perfumes lejanos. Un vigoroso hoyuelo acentuaba la barbilla,
como un retoque último hecho por el escultor con el pulgar. Las mejillas, cuidadosamente afeitadas,
contrastaban por su reflejo azulado, que aterciopelaban los polvos de arroz, con los matices sonrosados
de los pómulos. La garganta, de una elegancia, de una blancura femeninas, aparecía descubierta, llevando
un cuello y una corbata estrecha, a cuadros, de madrás de la India” (Théophile Gautier).
“…siempre bello, distinguido: una cinta de terciopelo apretada a la cintura le daba el aspecto de
esos patricios de Venecia que el Ticiano nos ha dejado en sus retratos” (Ignard).
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“Es Byron vestido por Brummell” (Félix Nadar).
“…delgado, el cuello amplio, un chaleco muy largo, los puños de la camisa nítidos. Llevaba en su
mano una fina caña con puño de oro y andaba con un paso ligero, sereno, casi rítmico” (Prarond).
A Baudelaire le gustaba horrorizar a los burgueses, como a Flaubert. En las
conversaciones le encantaba deslizar frases escandalosas, hacerse el blasfemo. Decía que era
hijo de cura, que había asesinado a su propio padre, que había bebido sangre de niño sin
bautizar o comido sesos de infante y asesinado mujeres, que prostituía a sus hijos, que pasaba
las noches con muchachos adolescentes… En esto anticipó el dadaísmo, como observó
inteligentemente Guillaume Apollinaire. La leyenda del escritor se hizo aún mayor que su obra
literaria.
En 1844 empieza a atormentarlo la sífilis.
En 1845 intenta suicidarse por primera vez.
En 1846 se hace crítico de arte y elogia a Delacroix, entonces pintor discutido. Como
crítico musical elogia a Wagner, también criticado por entonces. Admira a Hoffmann. Se
publican en periódicos y revistas algunos de sus mejores poemas: “Don Juan aux enfers”, “A
une malabariste”, “Les chats” (1847).
Inicia una relación amorosa con la actriz Marie Daubrun, una amistad idílica, pero
breve. “Era fina, bonita y espiritual”, dice González Ruano de ella. Juntos pasean de la mano,
son felices.
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Poco después, Baudelaire se
enamora de madame de Aglae
Sabatier, madame de Sabatier, su
Venus blanca, querida del banquero
Hipólito Mosselmann, una cortesana
muy bella que mantenía un salón
literario en su casa, frecuentado por el
padre Víctor Hugo, el tío Sainte-Beuve,
el condestable Barbey d’Aurevilly, Gustave Flaubert, Louis Bouilhet,
Alfred de Musset, Gérard Nerval, Héctor Berlioz, Judith Gautier,
Maxime du Camp, Gustave Doré, Edouard Manet, James Pradier… De la Sabatier, alta,
delgada, decidida y con personalidad, se decía que había posado desnuda para la estatua de
Clesinger, “La mujer mordida por una serpiente”
En 1848 se pone de parte del pueblo en el alzamiento revolucionario —él, que no era
nada republicano ni demócrata, que había escrito contra el partido republicano, “encarnizado
enemigo del lujo, las Bellas Artes y de las Letras”— y grita a pleno pulmón en las calles de
París: "¡Vamos a fusilar al general Aupick!". Así lo cuenta M. Buisson:
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“El 24 de febrero de 1848, por la noche, lo encontré en medio de una turba que acababa de
asaltar una armería. Llevaba un precioso fusil con dos cañones, reluciente e intacto, y una soberbia
cartuchera de cuero rojo igualmente inmaculada. Vino hacia mí simulando una gran animación y me dijo:
“Acabo de tirar un tiro”. Y como sonriera al ver su arma tan nueva: “¿No será por la República?”, le dije.
No me contestó directamente, pero siguió gritando: “¡Hay que fusilar al general Aupick…!” Quedé muy
impresionado de la falta de carácter que esto significaba en esta naturaleza tan fina y tan original”.
Aparece su traducción de Poe, por el que siente devoción, al que siente como su
hermano americano, su alter ego, su doble. A Sainte-Beuve le dice:
“Es necesario, es decir, yo necesito que Edgar Poe, que no es gran cosa en América, sea una
gloria para Francia”.
Y a Thoré le escribe:
“¿Sabe usted por qué se me parece? La primera vez que abrí un libro suyo vi con espanto y
asombro, no solamente los argumentos soñados por mí, sino frases mías escritas por él veinte años
antes”.
También dirige una carta a monsieur Armande Fraisse, redactor de Salut Public, de
Lyon, hablándole de su encuentro con Poe:
“Le contaré algo increíble. En 1846-1847, tuve ocasión de leer algunos fragmentos de Poe, y
experimenté una emoción singularísima. Como sus obras completas no se publicaron hasta después de su
muerte, tuve la paciencia de intimar con cuantos americanos vivían en París y pude, para que me dejasen
cuantos periódicos y noticias tuvieran sobre él y hubieran sido dirigidos por Poe. Y entonces, créame usted
si quiere, encontré poemas y novelas que yo mismo había imaginado, pero de un modo vago, confuso,
mientras Poe las había desarrollado de un modo magistral”.
El filósofo Jean-Paul Sartre, admirador de Baudelaire y Poe, dice en su biografía sobre
el poeta parisino que el norteamericano es un alma gemela para Charles, el Juan Bautista que
anuncia su llegada:
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“Baudelaire anudó lazos de amistad con un muerto. Su larga
relación con Edgar Poe tiene por objetivo profundo el acceso a ese orden
místico. Se ha dicho que le atraían las turbadoras semejanzas que la vida del
poeta americano ofrecía con la suya. Esto es cierto. Por esta identidad de
destino sólo tenía interés para él porque Poe había muerto. Vivo, el autor de
“Eureka” sólo hubiera sido una carne vaga como la suya: ¿cómo apoyar una
en las otras dos injustificables gratuidades? Muerto, por el contrario, su
figura se concluye y se precisa, los nombres de poeta y mártir se le aplican
naturalmente, su existencia es un destino, sus desventuras parecen efecto
de una predestinación. Entonces es cuando las semejanzas adquieren todo
su valor: convierten a Poe en una imagen de Baudelaire en e! pasado, algo
así como el Juan Bautista de ese Cristo maldito”. (J-P. Sartre, Baudelaire,
1949).
En 1849, él y Jeanne Duval se trasladan a Dijon, se dice que
por problemas de deudas. Pronto vuelven a París.
En 1850 publica “Châtiment de l’Orgueil”, sobre el Doctor Fausto. Puede verse el
poema en esta web: http://poemasenfrances.blogspot.com/2006/04/charles-baudelairechtiment-de.html. También lo transcribimos a continuación:
www.avempace.com/index.php?id=205
Châtiment de l'Orgueil
En ces temps merveilleux où la Théologie
Fleurit avec le plus de sève et d'énergie,
On raconte qu'un jour un docteur des plus grands,
Après avoir forcé les coeurs indifférents;
Les avoir remués dans leurs profondeurs noires;
Après avoir franchi vers les célestes gloires
Des chemins singuliers à lui-même inconnus,
Où les purs Esprits seuls peut-être étaient venus,
Comme un homme monté trop haut, pris de panique,
S'écria, transporté d'un orgueil satanique:
"Jésus, petit Jésus! Je t'ai poussé bien haut!
Mais, si j'avais voulu t'attaquer au défaut
De l'armure, ta honte égalerait ta gloire,
Et tu ne serais plus qu'un foetus dérisoire!"
Immédiatement sa raison s'en alla.
L'éclat de ce soleil d'un crêpe se voila
Tout le chaos roula dans cette intelligence,
Temple autrefois vivant, plein d'ordre et d'opulence,
Sous les plafonds duquel tant de pompe avait lui.
Le silence et la nuit s'installèrent en lui,
Comme dans un caveau dont la clef est perdue.
Dès lors il fut semblable aux bêtes de la rue,
Et, quand il s'en allait sans rien voir, à travers
Les champs, sans distinguer les étés des hivers,
Sale, inutile et laid comme une chose usée,
Il faisait des enfants la joie et la risée.
Castigo del orgullo
En los tiempos espléndidos en que la Teología
floreció con mayor savia y energía,
cuéntase que un doctor de los más eminentes,
tras haber convertido almas indiferentes
y haberlas convertido en sus negros abismos;
tras haberles abierto hacia la gloria empírea
caminos singulares, para él mismo secretos
por donde sólo cruzan los espíritus puros-,
como un hombre engreído, presa total de pánico,
exclamó, poseído de un orgullo satánico:
"¡Jesús, pobre Jesús, te he puesto muy en alto!
Pero, si atacarte yo me hubiera propuesto,
no sería menor tu afrenta que tu gloria
ni tú serías más que un objeto irrisorio".
De inmediato huyó de él la razón.
Los rayos de ese sol veló negro crespón;
el caos ocupó aquella inteligencia,
otrora templo vivo, todo orden y opulencia,
bajo cuyo techo tanta pompa habitaba.
El silencio y la noche se instalaron en él
como en una cripta cuya llave se pierde.
Fue semejante, entonces, a bestia callejera
y cuando, sin ver nada, por los campos pasaba,
sin distinguir siquiera veranos de inviernos,
sucio, inútil, grotesco, como una cosa usada,
servía a los muchachos de jolgorio y de mofa.
(En el poema, el doctor Fausto es castigo por su orgullo, por su desafío y su querer ir
más allá de los límites. Hay mucho de autobiográfico en este poema de Baudelaire. También
se ha relacionado con la figura del predicador Simón de Tournai (1195-1259), sobre el que
hablaron Balzac, George Sand, Musset y puesto de moda, como un nuevo Fausto altivo, en
tiempos de Baudelaire.)
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En 1851 aparece “Du Vin et du Hachish”, primera versión de su futuro Los paraísos
artificiales.
En 1852 le dice al editor Poulet-Malassis, en carta de 20
de marzo:
“Estoy decidido a quedarme para siempre al margen de la
polémica humana y más firme que nunca a perseguir el sueño superior
de la metafísica de la novela”
Le influye mucho Poe, piensa en escribir relatos de
misterio, imitando al norteamericano, pero sus proyectos no
llegaron a nada.
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Ese mismo año de 1852 aparece Edgar Allan Poe, sa vie et ses ouvrages, donde se
muestra admirador del norteamericano. Reproducimos aquí un párrafo donde se observa su
desprecio por las mayorías y la democracia, su concepción elitista y aristocrática del artista y
el arte:
“Yo traigo una nueva leyenda en apoyo de su tesis; un santo nuevo para el martirologio. Voy a
escribir la historia de un ilustre desgraciado, demasiado rico de poesía y de pasión, que vino a este bajo
mundo, como tantos otros, a hacer el doloroso peregrinaje del genio, entre los espíritus inferiores.
¡Lamentable tragedia la vida de Edgar Poe! Su muerte, ¡desenlace horrible a cuyo horror se
añade la trivialidad! De todos los documentos que he leído me he quedado con la convicción de que los
Estados Unidos no fueron para Poe más que una vasta prisión que él recorría con la agitación de un ser
nacido para respirar en un mundo más amoral —una gran barbarie iluminada por el gas—, y que su vida
interior, espiritual, de poeta o incluso de borracho, no era más que un perpetuo esfuerzo para escapar a la
influencia de esta atmósfera antipática. Implacable dictadura de la opinión en las sociedades
democráticas; no imploréis de ella ni caridad ni indulgencia ni elasticidad alguna en la aplicación de sus
leyes a los múltiples y complejos casos de la vida moral. Diríase que del amor impío de la libertad nació
una tiranía nueva, la tiranía de las bestias o zoocracia, que por su feroz insensibilidad recuerda al ídolo de
Jaggernaut. Un biógrafo nos dirá gravemente —porque el buen hombre es bienintencionado— que Poe, si
hubiese querido regularizar su genio y aplicar sus facultades creadoras de un modo más apropiado al
suelo americano, hubiese podido convertirse en un autor con éxito económico, a money making author;
otro —un cínico ingenuo—, que por muy grande que fuera el genio de Poe, para él hubiera sido mejor
tener sólo talento, porque el talento se impone siempre con mayor facilidad que el genio. Un tercero, que
ha dirigido periódicos y revistas, un amigo del poeta, confiesa que era difícil emplearle, y que estaba
obligado a pagarle menos que a los demás porque escribía en un estilo demasiado superior al habitual.
¡Cómo apesta a tendero!, como decía Joseph de Maistre.”
En 1853 muere la madre de Jeanne Duval y Baudelaire costea el entierro. Empeora su
sífilis y su situación económica. Su padrastro es nombrado senador y se retira cargado de
honores a su finca de Honfleur (Normandía). Baudelaire denigra la campiña normanda, solo
ama lo artificial, dice preferir una caja de música a un pájaro y que “el estado perfecto de los
frutos de un jardín solo comienza en la compotera”.
En 1854 publica su traducción de las Historias Extraordinarias de Poe. Lo persiguen
sus acreedores. Se hace amigo de Barbey d’Aurevilly.
En 1855 publica los poemas en prosa que después formarán “Le Spleen de Paris”.
En 1856 el editor judío Michel Lévy, el mismo que publicó Madame Bovary en forma
de libro (tras la publicación por entregas en La Revue de Paris), le encarga la traducción de
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Aventuras de Arthur Gordon Pym, de Poe. Rompe con su
Venus Negra, Jeanne Duval, dice a sus amigos que no puede
pasar sin su cuerpo de bronce y se entrega al láudano.
En 1857 muere su padrastro sin dejarle ni un céntimo
(es desheredado, como le ocurrió a Poe). Escribe un artículo
sobre el proceso por inmoralidad de Madame Bovary, “Sur
Madame Bovary”, donde dice: “La lógica de una obra
sustituye cualquier postulado moral”, un principio que podía
aplicarse a su propia creación: el Poeta, el Dandi, el Innovador
solo responde ante el lenguaje, solo es responsable ante el
Arte.
Además, también en 1857 publica su traducción de las Nuevas historias
extraordinarias de Poe y, sobre todo, su poemario Las flores del mal, a los 36 años. El libro lo
había escrito entre los 22 y los 23 años, pero había permanecido inédito hasta entonces. En
principio, había pensado titularlo Les Lesbiennes, después quiso el nombre de Les Limbes, pero
finalmente cambió el título por el satánico Flores del mal. Sus versos fueron considerados
«ofensas a la moral pública y las buenas costumbres» y fue procesado. El diario conservador
Le Figaro, del que era accionista el ministro del Interior, promovió la campaña en contra del
libro. El crítico Gustave Burdion (sobre el que se lanzó más tarde Baudelaire al encontrarlo en
la calle) decía del poeta en su edición de 5 de julio estas palabras tan duras:
www.avempace.com/index.php?id=205
"Hablar de Baudelaire es hablar de una pesadilla”, “náusea”, “asquea”, “pútrido”, “horrores de
cuervo”, “abismos de inmundicia”. (…) Nada puede justificar a un hombre de más de treinta años, después
de haber dado a la publicidad un libro lleno de semejantes monstruosidades".
“Lo odioso aparece al lado de lo más bajo, lo más repugnante al lado de lo infecto. Nunca se vio
sobar y morder a tantos pechos en tan pocas páginas; nunca se contempló semejante desfile de
demonios, de fetos, de monstruos, de gatos y de podredumbre. El libro es un hospital abierto a todos los
excesos de la mente, a todas las putrefacciones del corazón”.
Esto opina Baudelaire de cuanto está viviendo:
"Los imbéciles de la burguesía que pronuncian las palabras inmoral, inmoralidad, moralidad en
el arte y demás tonterías me recuerdan a Louise Villedieu, una puta de a cinco francos, que una vez me
acompañó al Louvre donde ella nunca había estado y empezó a sonrojarse y a taparse la cara. Tirándome
a cada momento de la manga, me preguntaba ante las estatuas y cuadros inmortales cómo podían
exhibirse públicamente semejantes indecencias" (Mi corazón al desnudo).
“El nuevo régimen napoleónico, después de las ilustraciones de la guerra, debe buscar las
ilustraciones de las letras y las artes.
¿Qué moral es ésta, pudibunda, tartamuda, mezquina, que sólo tiende a crear conspiradores
aun en el pacífico mundo de los saladores?
Esta moral llegaría a decir: "En adelante, no se harán más que libros consoladores que tiendan a
demostrar que el hombre nace bueno y todos los hombres son dichosos."
¡Abominable hipocresía!”
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El fiscal que lo acusó de inmoralidad, Ernest Pinard1 -del que luego se supo que él
mismo componía versos priápicos-, fue el mismo que llevó el proceso contra Madame Bovary,
de G. Flaubert. En el veredicto del tribunal…
“Considerando que la intención del poeta, en el fin que ha perseguido y en el camino que ha
seguido, pese a sus esfuerzos estilísticos y a las condenas que preceden o siguen sus descripciones, no
elimina el efecto nefasto de los cuadros que ofrece al lector, efecto que, en los poemas denunciados,
tiende a excitar los sentidos mediante un realismo grosero y ofensivo para el pudor…”
…se ordenaba judicialmente suprimir seis de los poemas del volumen (“Las joyas”, “El
Leteo”, “A la que es demasiado alegre”, “Lesbos”, “Mujeres condenadas” y “Las
metamorfosis del vampiro”) y se multaba con trescientos francos al autor y con mil francos a
cada uno de sus editores, Auguste Poulet-Malassis2 y De Broise.
A Baudelaire le molestó especialmente que se le considerase un
autor realista, pues era precisamente contra el realismo contra el que
había levantado su bandera de “La imaginación ante todo”.
Uno de los pocos que defendió a Baudelaire tras su condena
judicial fue Víctor Hugo, que le escribió una carta desde HautevilleHouse en donde decía:
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“Acaba usted de recibir una de las pocas condecoraciones que pueda
otorgar el régimen actual. Lo que el mundo llama su justicia, le ha condenado
en nombre de lo que llama su moral. Esta es una corona más. Poeta, le
estrecho la mano”.
También le escribió Flaubert, comunicándole su indignación.
La obra fue reeditada en 1861 con treinta y cinco nuevos poemas, pero sin los poemas
suprimidos ("Los despojos").
Según González Ruano, Las flores del mal tienen, desde el punto de vista de la
expresión, “un carácter integral y orgánico: la musicalidad, el verbalismo poético, la imagen
precisa, la serenidad clásica presidiendo toda exaltación”. También D’Aurevilly habla de la
“arquitectura secreta” del libro, del plan “calculado por el poeta, meditativo y voluntario”, de
la “fortísima unidad” de la obra.
Después publicó varios libros sobre la misma materia como Pequeños poemas en
prosa (1869), que son una repetición con variantes de Las flores del mal, y Los paraísos
artificiales (1858-1860, con influencia del inglés Thomas de Quincey, autor de Confesions of
an English man eater ; una parte se titula El Hachís y otra Comedor de opio). En este libro,
Baudelaire habla del “terrible día siguiente”, de los peligros de los excitantes y sus efectos
catastróficos, no solo hace apología de las drogas, como se ha dicho equivocadamente.
1
Se da, además, la coincidencia de que “pinard”, en francés, significa “vino peleón”.
2
Siguiendo con el comentario de los nombres, diremos que “poulet mal assis” significa en la lengua de
Molière “pollo mal sentado”.
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En los Petits poèmes en prose dice algo que lo aproxima mucho al Flaubert que
buscaba hacer un libro sobre nada, y también al Poe que planteaba que la construcción
novelesca era similar al planteamiento de un problema matemático. Baudelaire habla de
lograr…
“una prosa ritmada como el verso, precisa como el lenguaje de las ciencias”.
“¿Quién de nosotros no ha soñado, algún ambicioso día, en una milagrosa prosa poética,
musical, sin ritmo ni rima, lo bastante flexible y cadenciosa como para adaptarse a los impulsos líricos del
alma, a las ondulaciones de la ensoñación, a los sobresaltos de la conciencia? Este ideal obsesivo nace,
sobre todo, de la vida en las enormes ciudades, de la urdimbre de sus innumerables relaciones”.
Esta cita es coherente con otra que ya había dicho antes, en el Salón de 1846:
“No hay azar en el arte, como tampoco lo hay en la mecánica”.
En 1858 sigue con sus dolores y molestias por culpa de la sífilis, se aficiona al opio y al
éter que calman sus males. Intentó entrar en la Academia Francesa, pero no encontró apoyos,
debido a su fama de escritor de café, bohemio y condenado por cínico e inmoral.
En 1859 publica un estudio sobre Théophile Gautier (“Sur Théophile Gautier”: “La
poesía no tiene más finalidad que ella misma”). La Duval sufre un ataque de parálisis que la
deja casi inmóvil. Traduce Philosophy of composition, de Poe, bajo el título Genèse d’un
Poème (su propia poética late en este trabajo).
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En 1860 escribe elogiosamente sobre la música de Wagner: Ricardo Wagner y
Tannhauser. El compositor le escribe para darle las gracias por sus elogios.
En 1861 mantiene a la Duval y a un supuesto hermano de ésta, un joven mulato del
que finalmente descubre que es su amante. Ella, como siempre, le saca todo el dinero que
puede. Ataques reumáticos, sífilis en estado avanzado. Nueva tentativa de suicidio.
En 1862 muere de hemiplejía su hermanastro Claude-Alphonse Baudelaire, al que no
había visto en los últimos veinte años. Elogia al pintor Manet.
En 1863 muere Delacroix y Baudelaire le dedica un admirable artículo necrológico. El
análisis de ese artículo puede verse en el documento “Charles Baudelaire habla sobre
Delacroix”, http://www.avempace.com/file_download/2873/CHARLES+BAUDELAIRE+habla+de+DELACROIX.pdf
En 1864 se establece en Bruselas. Intenta ganarse la
vida dictando conferencias sobre arte (Delacroix, Gautier, los
paraísos artificiales), pero son un fracaso. Intenta una edición
de su obra completa y también fracasa (la rechazan los
editores). La sífilis le causó un primer conato de parálisis en
1865. En ese año aparecen los artículos de los entonces
jóvenes veinteañeros Mallarmé y Verlaine elogiando Les Fleurs
du Mal. Dolores neurálgicos, reuma, sífilis…
La afasia y la hemiplejía aparecieron en 1866, y le
dejan sin posibilidades de comunicarse.
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En agosto de 1867, tras pasar un año paralítico y mudo, fallece en el Hospital de San
Juan de Dios; las religiosas que lo atendieron, tras su partida, traen un exorcista a la
habitación donde estuvo ingresado. Paradójicamente, la esquela funeraria anunciando su
muerte y entierro está llena de nombres de sus parientes militares (el estamento social al que
pertenecía su odiado padrastro):
«M...
»Le rogamos asista a la conducción, funeral y entierro del señor Carlos-Pedro Baudelaire,
fallecido en París, el 31 de agosto de 1867, a la edad de cuarenta y seis años, confortado con los
Sacramentos de la Iglesia.
»El funeral tendrá lugar el lunes 2 de septiembre próximo, en la iglesia de Saint-Honoré, su
parroquia, plaza del Hipódromo, a las once en punto.
»El duelo se formará en la iglesia.
e
»De parte de Mme. V. Aupick, su madre; de Mme. Perrée, su tía abuela, y de sus hijos; de Mme.
e
V. Baudelaire, su cuñada; de M. Juan Levaillant, general de brigada; de M. Juan-Jacobo Levaillant, jefe de
batallón; de M. Carlos Levaillant, general de división, sus primos.»
Sobre sus últimos momentos, esto dijo Théodore de Banville:
www.avempace.com/index.php?id=205
«Cuando yo le vi por primera vez, en 1842, tenía veinte años. Era hermoso, rico, feliz, amado.
Sus ojos brillaban con un fulgor sobrehumano. Su barba naciente encuadraba la más noble fisonomía que
ha existido. Sus labios carnosos semejaban a una flor, a una flor de púrpura, y sobre su cuello magnífico
ondulaba una larga y brillante cabellera. Y después le he visto morir pobre, a los cuarenta años, el cráneo
cubierto por algunos mechones blancos, atacado por la más terrible de las enfermedades que pueden
caer sobre un poeta, puesto que la espantable afección que se llama afasia, arranca a nuestro espíritu el
sentimiento de todo lo que es forma y, por lo tanto, la idea de las palabras.»
Fue enterrado en el Cementerio de Montparnasse,
junto a la tumba de su padrastro, el general Aupick. Su madre,
que murió mucho más tarde, también descansa allí. Este es el
texto de la lápida funeraria:
«JACQUES AUPIK, general de división, senador, antiguo
embajador en Constantinopla y en Madrid, miembro del Consejo
General del Departamento del Norte, gran oficial de orden imperial
de la Legión de Honor y condecorado con varias órdenes
extranjeras, muerto en París a la edad de sesenta y ocho años, el
18 de abril de 1857.
— CHARLES BAUDELAIRE, su hijastro, muerto en París el 31 de
agosto de 1867, a la edad de cuarenta y seis años.
— CAROLINE ARCHEMBAUT DUFAYES (sic), viuda en primeras
nupcias de José Francisco Baudelaire, en segundas nupcias de M. el
general Aupick, madre de Carlos Baudelaire, fallecida en Honfleur
(Calvados), el 16 de agosto de 1871, a la edad de setenta y siete
años. Rogad por ellos.»
Tumba de Baudelaire, Montparnasse
En 1870 el fotógrafo Nadar vio por última vez a Jeanne Duval, que caminaba por los
bulevares parisinos apoyada en unas muletas. No se sabe muy bién cómo murió. Según unos,
rodó por las calles de París, malviviendo, alcoholizado y prostituida, hasta acabar en un
hospital de beneficencia. En otras versiones, murió en los días sangrientos de la Commune,
acuchillada por la multitud.
En 1871 murió la madre de Baudelaire, Mme. Aupick, que había vivido desde la
muerte de su hijo retirada en Honfleur (Normandía, cerca de los lugares en los que había
pasado su existencia Flaubert) y consagrada al recuerdo de su fama, cada vez mayor, un tanto
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aturdida de que al tiempo que su desgraciado hijo era
progresivamente recordado y estudiado, el pomposo general
Aupick caía rápidamente en el olvido.
El epistolario del poeta se publicó en 1872.
En 1895 los amigos de Baudelaire, entre ellos Villiers
de l’Isle Adam y Mallarmé, concibieron el proyecto de
levantarle un monumento funeral en el cementerio de
Montparnasse. La idea pudo realizarse años más tarde, en
1902, gracias a otro comité donde estaban Coppée, Rostand,
Sully Prudhomme, Sarah Bernhardt, André Gide, Anatole
France…, y al trabajo escultórico del artista José de Charmoy.
Los Journaux intimes de Baudelaire aparecieron en
1909.
En 1939; vio la luz la primera edición de sus obras
completas.
Monumento a Baudelaire, en
Montparnasse, de José de Charmoy.
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En 1946, terminada la Segunda Guerra Mundial, fue rehabilitado judicialmente y
juzgado inocente del delito de atentado contra la moral pública. El Tribunal Supremo de
Francia daba la vuelta al veredicto condenatorio, dando la vuelta a los argumentos que aquel
había utilizado en 1857:
“Baudelaire quería describir las miserias de la vida humana, sin ningún convencionalismo de
estilo. Con la lengua sonora y rítmica hizo manifiesta su maestría y, sin velos ni disfraces, trató de
comunicar su mensaje con todas las taras, todos los vicios, todo el horror, y también todas las bellezas. Y
para conseguirlo, no se arredra ante las palabras. Si determinados poemas de Baudelaire tienen carácter
erótico, supo evitar las palabras vulgares y malsonantes; no tenemos los nervios tan a flor de piel como
nuestros antepasados. Incluso hemos podido digerir las proezas del amante jardinero de Lady Chatterley.
Conviene por tanto borrar una condena…”
En 1949 se levantó la prohibición judicial de publicar los seis poemas prohibidos. En
vida del poeta, la edición de Las flores del mal le produjo doscientos francos. Cuando murió el
editor Poulet-Malassis, que conservaba las pruebas de imprenta corregidas por Baudelaire, se
vendieron estas en 237 francos. Cuando en 1921 fueron subastadas, se vendieron por 40 mil
francos, cantidad que no logró ganar Baudelaire en toda su vida.
6. Trascendencia de Charles Baudelaire
Charles Baudelaire es padre y profeta de la poesía moderna, el patriarca de los poetas
malditos. El poeta de la insatisfacción, con su divisa "Descontento de todos y descontento de
mí". Como Rimbaud, como Goethe con su Werther, escribió su obra maestra, Les Fleurs du
mal, muy joven, a los 23 años. Lo que hizo después complementa su obra, más que
engrandecerla. Para él "la verdadera realidad no está más que en los sueños". Para escapar
de la brutal realidad hay que "extraer el gusto muy vivo de la vida y del placer", "estar
siempre ebrio", "embriagarse sin tregua”:
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“Para no seguir martirizados por el Tiempo, ¡embriagaos, embriagaos sin cesar! ¿De qué? De
vino, de poesía o de virtud, como prefiráis. ¡Pero embriagaos!" (“Le spleen de Paris”).
Baudelaire vivió y bebió, gastó su fortuna, frecuentó malas compañías, coqueteó con
las drogas y enfermó de sífilis, se consagró al dandismo como a una religión para genios
superiores, quiso "entrar en la posteridad como una bala de cañón". Se dice que era
impotente. El fotógrafo Nadar fue quien creó el mito del “poeta virgen” en su libro sobre
Baudelaire, con retratos fotográficos (si bien la supuesta virginidad de un poeta voyeur y
estéril no le impidió enfermar de sífilis). Charles siempre despreció el trabajo mecánico.
Dilentatismo, pereza y spleen3 son sus palabras clave:
“¿Quién es el hombre superior? No el especialista; sino aquel ocioso y con una educación
general” (Mon coeur mis à nu).
“Entre los hombres sólo son grandes el poeta, el sacerdote y el soldado. El hombre que canta, el
hombre que bendice, el hombre que sacrifica y se sacrifica. ¡Sé siempre poeta! Incluso en prosa” (Mon
coeur mis à nu).
[El sistema es] “una especie de condena que nos obliga a una abjuración perpetua” (Curiosités
esthetiques).
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Su influjo está en todos los poetas modernos, salvo quizá en los del realismo socialista
(para quien no es más que un decadente burgués). En los demás, en Mallarmé, Huysmans,
Rimbaud, Barbey d’Aurevilly, Pound, Eliot, Celan, Rilke, Valle, Darío, Cansinos-Assens,
Manuel Machado, Mauricio Bacarisse, Rafael Lasso de la Vega…, hay ecos del gran “poète
maudit”. El crítico Sainte-Beuve, contemporáneo suyo, ya supo ver su grandeza. En el título
del poemario de Verlaine Poèmes Saturniens se perciben los ecos de Las flores del mal. Paul
Valéry ha dicho con justicia:
“ni Verlaine ni Mallarmé ni Rimbaud hubiesen sido lo que fueron la lectura que hicieron, en la
edad decisiva, de Las Flores del Mal”.
“Su extremismo de los sentidos”, como lo ha bautizado Félix de Azúa, inauguró la
modernidad poética. “Hay que ser absolutamente modernos”, decía Baudelaire, y él dio un
nuevo significado a la palabra “moderno”, que ya no es solo “lo último, lo más reciente”, sino
también “lo insólito”, “lo que todavía no es”. De la invención de mundos nuevos surgirían
formas poéticas nuevas. Como afirmó Paul Valéry, Baudelaire es el más internacional de los
poetas franceses:
“Si bien entre los nuestros hay poetas más grandes que Baudelaire… no los hay, en cambio, más
importantes” (Variété II).
Con él, la poesía se hizo definitivamente urbana, pues amaba la ciudad, odiaba el
campo y juzgaba estúpida a la Naturaleza y el género bucólico. No viajó demasiado, a
diferencia de otros escritores de su generación (Flaubert, Gautier, Nerval…) y a pesar de que
hizo del viaje el símbolo del escapismo, de la necesidad de huir de una realidad apestosa.
Baudelaire dio importancia a las sinestesias, a las asociaciones libres, a las analogías o
comparaciones, al oxímoron (la “oscura claridad” de la Luna y de los ojos de los gatos, el
3
El spleen o esplín, el hastío o melancolía que surge de la insatisfacción, ha sido considerado desde la
crítica psicoanalítica como una referencia al “poeta-virgen”, al Baudelaire impotente o castrado.
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“monstruo delicado” en que convierte al lector en el poema liminar de Las flores del mal,
etc.), a las imágenes audaces.
Esto dijeron de él destacados poetas y escritores:
“Baudelaire es, desde luego, el ejemplo más grande de poeta moderno en cualquier idioma”
(T.S. Eliot, Selected Essays).
“Baudelaire es el máximo vidente, el rey de los poetas, un auténtico Dios” (Rimbaud).
“lo que hizo parecer en sus tiempos la obra de Baudelaire inquietante y malsana, es
precisamente lo que hoy la mantiene joven y siempre punzante” (André Gide).
“Baudelaire debe ser considerado como el verdadero precursor del movimiento poético actual”
(Moreas, Le Figaro, 18 de septiembre de 1886).
“Hoy todavía estoy lejos de haber escapado a la huella de Baudelaire” (Maurice Barrès,
contestación al discurso de recepción académica de Richepin, 18 de febrero de 1909).
Su amor a la modernidad le llevo a no apreciar demasiado a los representantes de la
vieja literatura, por ilustres que fueran, como Víctor Hugo, al que inculpa por haber pervertido
a muchos jóvenes escritores. Tras la publicación de Las flores del mal, Hugo, quien por su
parte tampoco apreciaba mucho al poeta parisino, le envía una carta donde le dice algo
enigmático, pero inteligente:
“Usted ha dotado al cielo de un rayo macabro”.
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En sus últimos años, en Bruselas, Baudelaire llamó a Hugo “asno de genio”.
César González Ruano, en su biografía sobre el poeta, dice que
“Las Flores fueron el kempis de una juventud, como la mía, que soñaba en destrozarse, en
cantar la antífona de las divinas miserias, en subirse el estómago al corazón con las drogas y el corazón a
la cabeza con los malos sueños. Después, en la hora criticista, más desinteresada de los arrebatos
juveniles, ese libro maravilloso no ha perdido un solo verso, un solo paso en el campo de nuestra
admiración” (Baudelaire, p. 246).
7. Antología de poemas (enlaces)
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"Correspondencias" - http://www.lamaquinadeltiempo.com/Baudelaire/correspo.htm http://es.wikisource.org/wiki/Correspondencias
"El enemigo" - http://es.wikisource.org/wiki/El_enemigo
"La vida anterior" - http://es.wikisource.org/wiki/La_vida_anterior
"El hombre y la mar" - http://es.wikisource.org/wiki/El_hombre_y_el_mar
"El albatros" - http://es.wikisource.org/wiki/El_albatros
"La belleza" - http://es.wikisource.org/wiki/La_belleza
"El Leteo" - http://monje.tripod.com/baudelaire/el_leteo.html http://es.wikisource.org/wiki/El_leteo
"El gato (1)" - http://www.lamaquinadeltiempo.com/Baudelaire/elgato.htm http://es.wikisource.org/wiki/El_gato_(I)
"Spleen (3)" - http://es.wikisource.org/wiki/Spleen_(III)
"Tristezas de la luna" - http://es.wikisource.org/wiki/Tristezas_de_la_Luna
"El gusto de la nada" - http://es.wikisource.org/wiki/El_gusto_de_la_nada
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"Epíg. para un libro condenado" - www.lamaquinadeltiempo.com/Baudelaire/epigrafe.htm
- http://www.fotolog.com/zowmistic/13491349
"Destrucción" - http://www.lamaquinadeltiempo.com/Baudelaire/ladestruc.htm es.wikisource.org/wiki/La_destrucci%C3%B3n
"La muerte de los amantes" http://es.wikisource.org/wiki/La_muerte_de_los_am
antes
Les fleurs du mal (en francés) http://baudelaire.litteratura.com/les_fleurs_du_mal.
php http://www.inkwatercolor.com/download/baudelair
elesfleursdumal.pdf (magnífica edición ilustrada, 8
MB).
8. Prólogos para Las flores del mal
www.avempace.com/index.php?id=205
I
«No he escrito este libro para mis mujeres, mis hijas o mis hermanas, así como tampoco para las
mujeres, las hijas ni las hermanas del vecino. Dejo este quehacer para aquellos que gustan confundir las
buenas acciones con el bello lenguaje.
»Sé muy bien que él que se apasiona por las bellezas del estilo, se expone al odio de las
multitudes; pero ningún respeto humano, ningún falso pudor, ningún sufragio universal podrán obligarme
a hablar el patois incomparable de este siglo, ni a confundir la tinta con la virtud.
»Hace ya mucho tiempo que las más floridas provincias del dominio poético estaban repartidas
entre ilustres poetas. Me ha seducido mejor, tanto más cuanto la tarea era más difícil, buscar, extraer "la
belleza del mal". Ese libro, esencialmente inútil y absolutamente inocente, ha sido compuesto con el sólo
objeto de divertirme y ejercitar mi pasión del obstáculo.
«Alguien me ha dicho que estas poesías podían hacer daño; no me han causado alegría. Otras
buenas almas, que mi libro podría hacer bien; tampoco me he entristecido. El temor de unos y la
esperanza de otros me han asombrado por igual, y sólo han servido para demostrarme una vez más que
este siglo no tiene la menor noción clásica, relativa a la literatura.
»A pesar de los esfuerzos con que algunos pedantes célebres han socorrido la natural tontería
del hombre, no hubiera creído nunca que nuestra patria pudiera marchar con una velocidad tal por la vía
del "progreso". El mundo ha adquirido una densidad tal de vulgaridad que da al desprecio del hombre
espiritual la violencia de una pasión. Pero quedan siempre insectos dichosos que el mismo veneno no
lograría suprimir.
»Tuve, en principio, intención de contestar a numerosas críticas y explicar al mismo tiempo
varias cosas muy simples, totalmente oscurecidas por las luces modernas. ¿Qué es la poesía? ¿Cuál es su
objeto? De la distinción entre el Bien y la Belleza: de la Belleza en el Mal: que el ritmo y la rima responden
en el hombre a los inmortales anhelos de monotonía, de simetría y de sorpresa; de la adaptación del estilo
al tema; de la vanidad y del peligro de la inspiración, etc., etc. Mas tuve esta mañana la imprudencia de
leer algunos periódicos... Cayó entonces sobre mí una indolencia de veinte atmósferas de peso y me
detuve ante la pavorosa inutilidad de explicar lo que sea a quienquiera que sea. Aquellos que me
entienden, me adivinan, y para los que no pueden o no quieren entenderme, sería inútil amontonar
explicaciones.»
II
“Si existe alguna gloria en no ser comprendido, o en serlo muy poquito, puedo presumir sin
vanidad de haberla conseguido con este libro y merecido de un solo golpe (…)
Mi gusto, diabólicamente apasionado de la tontería, me hace encontrar un especial placer en los
disfraces de la calumnia (…).
Aspiro a un reposo absoluto, a un noche continua. Oficiante de las locas voluptuosidades del
vino y del opio, sólo desalteraría mi sed un licor desconocido en la tierra y que ni la farmacéutica celeste
podría ofrecerme: un licor que no contuviera ni la vitalidad, ni la muerte, ni los excitantes, ni la nada. No
saber nada, no enseñar nada, no sentir nada, no querer nada, dormir, dormir siempre: tal es por hoy mi
único deseo. Deseo infame, asqueroso, pero sincero. (…)
Cómo va creciendo la ignorancia…
III
“Francia atraviesa una fase de vulgaridad. París, centro universal de la tontería humana (…)
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El gran hombre es bruto. (…)
Diversiones del odio o del desprecio. Los elegíacos son unos canallas. Et verbum caro factum est.
Y el poeta no es de ningún partido. De otro modo, solo sería un simple mortal.
El Diablo. El pecado original. Hombre bueno. Si quisieras serías el favorito del tirano: más difícil
amar a Dios que creer en él. Por el contrario, para las gentes de este siglos, es más difícil creer en el
demonio que amarle: todo el mundo lo siente y nadie cree. Sublime sutileza la del Diablo.”
IV (Notas)
“Cómo, por una serie de esfuerzo determinados, el artista puede elevarse a una originalidad
proporcional;
Cómo la poesía se acerca a la música por una prosodia de la cual las raíces se hunden más en el
alma humana que no la indica ninguna teoría clásica.
Que la poesía francesa posee una prosodia misteriosa y desconocida, como las lenguas latina e
inglesa;
Que la poesía se aproxima a las artes de la pintura, de la cocina y de los cosméticos, por la posibilidad de
expresar toda sensación de suavidad o amargura, de beatitud o de
horror, por el acoplamiento de tal sustantivo, con tal adjetivo, análogo o
contrario;
¡Tarea difícil elevarse hasta esta insensibilidad divina! Porque
yo, a pesar de los más elogiables esfuerzos, no he podido resistir al
deseo de gustar a mis contemporáneos, como lo atestiguan en algunos
lugares ciertas bajas lisonjas dirigidas a la democracia y hasta algunas
basuras destinadas a hacerme perdonar la tristeza de mi tema.”
9. Bibliografía

www.avempace.com/index.php?id=205






Baudelaire, Charles, Poesía completa. Edición bilingüe,
Madrid, Ediciones 29, 1999, 13ª ed. "Libros Río Nuevo". Trad.:
M. B. F.
Félix de Azúa, Conocer Baudelaire y su obra, Barcelona,
Dopesa, 1978.
Wikipedia, "Charles Baudelaire", http://es.wikipedia.org/wiki/Charles_Baudelaire
Wikipedia, "Las flores del mal", http://es.wikipedia.org/wiki/Las_flores_del_mal.
González Ruano, César, Baudelaire, Barcelona, Blacklist, 2008.
Baudelaire, Charles, Las flores del mal, ed. biling. Alain Verjat y Luis Martínez de Merlo,
trad. Luis Mtnez. de Merlo. Madrid, Cátedra, 2008, col. “Mil Letras”.
Web de Javlangar, documentos sobre Baudelaire y Las flores del mal.
10. Sarah Brightman – De su álbum Gothica, «Fleurs du mal»


http://www.youtube.com/watch?v=dMla4gQ3dMo (subtítulos en español) –
http://www.youtube.com/watch?v=B65CFK8YNuE
Fleurs du Mal
Is it you I keep thinking of?
Should I feel like I do?
I’ve come to know that I miss your love
While I’m not missing you
We run
Til it’s gone
Et les fleurs du mal
Won’t let you be
You hold the key to an open door
Will I ever be free?
Chorus:
Les fleurs du mal unfold
Comme les fleurs du mal
26
Dark demons of my soul
Un amour fatal
Been tryin' hard to fight
Comme les fleurs du mal
Les fleurs du mal inside
Un amour fatal
All my life I’ve been waiting for
In this perfume of pain
To forget when I needed more
Of love’s endless refrain
We live
And we pray
Pour les fleurs du mal
I’ve lost my way
What is done will return again
Prof. José Antonio García Fernández
Will I ever be free?
DPTO. LENGUA Y LITERATURA- IES Avempace
(Repeat chorus)
Comme les fleurs du mal
Un amour fatal
Comme les fleurs du mal
Les fleurs du mal
(Repeat chorus)
www.avempace.com/index.php?id=205
(Otros éxitos de Sarah Brightman: Con te partiro, duo con Andrea Bocchelli - Amigos
para siempre, con José Carreras en Barcelona 92)
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