Taller 30 - Asociación de Historia Contemporánea
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Taller 30 - Asociación de Historia Contemporánea
Taller 30 Escrituras y lecturas en reclusión Verónica SIERRA BLAS, Universidad de Alcalá Guadalupe ADÁMEZ CASTRO, Universidade de Lisboa COMUNICACIONES ACEPTADAS (8) 1. Rosa María Aragües [UNED, Madrid] “Escritura y memoria: testimonios de mujeres republicanas en las cárceles franquistas”………………………………………3 2. Mario Bueno Aguado [UNED, Madrid; Fundación Indalecio Prieto] “«Debemos aprovechar nuestro cautiverio... » Formación en reclusión: un acercamiento al caso de las presas comunistas en la prisión de Ventas”……..…………………………… 25 3. Aurore Ducellier [Université Paris III. Sorbonne Nouvelle] “Los poemas carcelarios del primer franquismo: una escritura por descubrir”…......…45 4. Judit Gutiérrez de Armas [Universidad de La Laguna, Tenerife] “Memorias de una persecución política: El diario en prisión del síndico personero Carlos Soler Carreño (ca. 1790)”………………………………………………………65 5. Alexandra Ignat Macsutovici [Universidad Complutense de Madrid] “Mujeres en las cárceles franquistas: la práctica de la escritura y lectura en la obra de Tomasa Cuevas y Juana Doña”……………………………………………….………..83 6. Iván Martínez Carretero [Universidad de Zaragoza] “La doble visión de un mismo fenómeno. Cómo el poder y los delincuentes entendían el mundo de la ilegalidad a través de sus propias palabras”……………………………..101 7. Francisca Moya Alcañiz [UNED, Madrid] “«Mujer de honradez intachable, fiel cumplidora de sus deberes y moral inmejorable». La relativa efectividad de los avales”…………………………………………………121 8. José Alfredo Sánchez Álvarez [UNED, Madrid] “Persecuciones políticas en España (1812-1814)”……………………………………141 1 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | Escritura y memoria: testimonios de mujeres republicanas en las cárceles franquistas. Rosa María Aragüés Estragués Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) La prisión como instrumento de represión. “Estimada tieta ha venido el juez y ha decretado la pena de muerte y me ha dicho que así lo había decretado el Generalísimo y esta mañana a las cinco me van a fusilar tú ya sabes que matan a una inocente.”1 EL 23 de abril de 1939 Carme Claramunt Barot, fue fusilada al amanecer en el Camp de la Bota en Barcelona. Como miles de españolas sus últimos momentos fueron para despedirse de sus seres queridos. Cartas que en su inmensa mayoría estaban sujetas a una especie de cruel chantaje; confesarse, bautizarse, renegar de sus principios, etc. Incluso se les llegó a negar ese derecho si no consentían en bautizar a sus hijos. La represión llevada a cabo sobre la población leal a La República por el régimen franquista tuvo como fin la eliminación física y moral de todo individuo que se opusiera al “Alzamiento Nacional”. La eliminación física fue rápida y contundente, miles de hombres y mujeres sucumbieron en las tapias de los cementerios o asesinados en cualquier cuneta. La eliminación moral fue un tema más lento y complicado. Para su consecución, se imponía una completa depuración de la población española. No se escatimaron medios de todo tipo, que en muchas ocasiones nada envidiaban a los 1 “Així comença la carta que Carme Claramunt Barot escrivia a la seva tieta Angelina moments abans de ser executada al Camp de la Bota la matinada del 23 d’abril de 1939”. Emili FERRANDO I PUIG, “Executada” Diputación Provincial de Burgos, 2015. Presentación del libro el día 2 de marzo de 2016 en el Museo de Badalona. 3 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | utilizados por la Inquisición. Pero fue el sistema penitenciario el instrumento represivo que mejor se ciñó a las intenciones depurativas de Franco. Unido a un férreo control ideológico, compuesto por la censura, la educación y la propaganda le permitieron acabar con cualquier foco de disidencia. Podría decirse que el régimen franquista aplicó al pie de la letra el concepto de prisión decimonónico definido por Foucault como la maquinaria más poderosa para imponer una nueva forma de vida y pensamiento al individuo por medio de la coacción de una educación total. Por ello como expondría Lucas: “En la prisión, el gobierno puede disponer de la libertad de la persona y del tiempo del detenido; entonces se concibe el poder de la educación que, no sólo en un día sino en la sucesión de los días y hasta de los años, puede regular para el hombre el tiempo de vigilia y de sueño, de la actividad y del reposo, el número y la duración de las comidas, la calidad y la ración de los alimentos, la índole y el producto del trabajo, el tiempo de la oración, el uso de la palabra, y por decirlo así hasta el del pensamiento, esa educación que, en los simples y breves trayectos del refectorio al taller, del taller a la celda, regula los movimientos del cuerpo e incluso en los momentos de reposo determina el empleo del tiempo, esa educación, en una palabra, que entra en posesión del hombre entero, de todas las facultades físicas y morales que hay en él y del tiempo en que él mismo está inserto.”2 Aplicando estas teorías punitivas, el régimen procedió a la total anulación del individuo y su destrucción moral y material por medio de diferentes normas y mecanismos destinados a dirigir y controla la vida de los reclusos en todos los ámbitos; físico, psicológico y moral. Por ello fue imprescindible su total desvinculación con el mundo exterior, en especial impidiendo todo lazo de unión con el mundo familiar, ideológico y social. Para ello se valió de la incomunicación de los reclusos con el mundo exterior y de la censura de las comunicaciones personales, tanto escritas como orales. 2 Charles LUCAS: De la réforme desprisons, ou de la Théorie de l’emprisonnement, de ses príncipes, de ses Moyens et de ses condiciones pratiques, Paris, Ed. Legrand et J. Bengounjoux, 1836-1838, II, pp.123124, citado en, Michel FOUCAULT: Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión, Madrid, 1992, Siglo XXI Editores, SA. Pág. 238-139. 4 ¿Qué me dirá? ¿Por qué Dios mío no sé leer?3 Los estudios realizados sobre las cárceles de mujer se han centrado especialmente en las fuentes primarias depositadas en los archivos; libros de entradas y salidas, expedientes, libros de actas, etc. Todos estos instrumentos permiten hacer una valoración real de la situación de aquellas mujeres; como era la vida en la cárcel, cuales sus condenas, motivos de la detención, consejos de guerra, incluso las denuncias de las que fueron objeto. Pero el investigador echa en falta algo imprescindible, los sentimientos de aquellas mujeres; sus alegrías, su desesperación al no tener información suficiente del mundo exterior para entre otras cosas saber la suerte que habían seguido sus familias. Sus miedos: miedo a la muerte, al dolor de las torturas a las que muchas fueron sometidas, a sentirse tratadas como si fuesen criminales, a lo desconocido, a desaparecer sin dejar rastro. Sólo los relatos de las propias reclusas son capaces de llenar ese vació y por ello testimonios orales y escritos han cobrado tanta importancia y son imprescindibles para conocer la vida de esas mujeres que lucharon por sobrevivir en las cárceles franquistas. Soledad Real4, Neus Catalá5, Juana Doña6, Pilar Fidalgo7, Carlota O’Neill,8 etc. así como la recopilación hecha por Tomasa Cuevas9; todas ellas nos han dejado constancia escrita de sus vidas y éstas son de consulta obligada para cualquier estudio sobre las cárceles de mujeres y la represión de género. Pero existen otros testimonios escritos más modestos, menos conocidos, pero no por ello menos importantes y que de un tiempo a esta parte han despertado el interés de los historiadores10, son los diarios que las propias reclusas escribieron durante su reclusión, las pequeñas notas que escondidas en los pliegues de la ropa o introducidas 3 Zarzuela “Gigantes y Cabezudos”, Libreto de Miguel Echegaray. Romanza de Pilar. Consuelo GARCÍA: Las cárceles de Soledad Real. Una vida, Madrid, Ediciones Alfaguara, S.A., 1982. 5 Neus CATALÁ: De la resistencia a la deportación, 50 testimonios de mujeres españolas, Barcelona, Crítica, 2002, ID.: Testimoni d’una supervivent, Barcelona, Ediciones Primera Plana, S.A. 2007. 6 Juana DOÑA: Desde la noche y la niebla, mujeres en las cárceles franquistas, Madrid, Ediciones de la Torre, 1978. 7 Pilar FIDALGO: Una joven madre en las cárceles de Franco, Londres, United Editorial Ltd. 1939. 8 Carlota O’NEILL: Una mujer en la guerra de España (1936-1940), Madrid, Oberón, 2003. 9 Tomasa CUEVAS: Testimonios de mujeres en las cárceles franquista, Edición de Jorge Montes Salguero, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragonesas, 2004. 10 Verónica SIERRA: “La información como resistencia. Periódicos manuscritos en las cárceles de Franco” en, Jean- Michel DESVOIS: Prensa, impresos, lectura en el mundo hispano contemporáneo: homenaje a Jean-François Botrel, Université Michel de Montagne, Bordeaux 3 -PILAR, 2005, pp. 437462. Recuperado de internet (https://dialnet.unirioja.es/serviet/articulo?codigo=2258697). Antonio CASTILLO GÓMEZ: “Escribir para no morir. La escritura en las cárceles franquistas” en, Antonio CASTILLO GÓMEZ y Feliciano MONTERO GARCÍA (eds.): Franquismo y memoria popular. Escrituras, voces y representaciones, Madrid, Siete Mares, 2003, pp.17-53. 4 5 en los más insospechados escondrijos lograron hacer llegar a sus familiares y en especial las cartas. Esta situación de total aislamiento del mundo exterior hizo que la comunicación epistolar fuese de vital importancia, para las reclusas. La Prisión Habilitada de Predicadores como modelo Estudiar esta documentación epistolar es el objetivo de esta comunicación. Pero dado que la cifra oficial de mujeres encarceladas en 1940 era de 50.40011, sería un trabajo demasiado extenso para una comunicación consultar todos los testimonios escritos por las reclusas de las distintas cárceles de mujeres que funcionaron durante el primer franquismo. Así pues, entre todas he elegido la Prisión Habilitada de Predicadores de Zaragoza. Cárcel de mujeres que permaneció en activo desde abril de 1939 hasta julio de 195512. Un poco de Historia permitirá conocer aquella prisión y entender mejor la vida y condiciones en que vivieron aquellas mujeres. La Prisión de Predicadores 13 estaba ubicada en un edificio del siglo XVI, situado a las orillas del río Ebro en pleno centro histórico de Zaragoza. Ejerció como cárcel de la Inquisición de 1759 a 1820. En 1882 pasó a ser cárcel de la ciudad, cerrando sus puertas el 5 de octubre de 1928. Fecha en la que Primo de Rivera, inauguraba la nueva Prisión Provincial de Torrero14. Iniciada la Guerra Civil y habiendo quedado Zaragoza desde el primer momento en zona rebelde, Torrero, con capacidad para 150 personas, se vio rápidamente saturada. Llegando en abril de 1939, a los 3.97515 reclusos. Obligadas las autoridades a buscar una solución, el 6 de abril fueron trasladadas a la antigua Cárcel de Predicadores 512 11 Mirta NÚÑEZ DÍAZ-BALART: “Los años del terror La estrategia de dominio y represión del general Franco, Madrid, La Esfera de los Libros, 2004, pp. 239, nota-7: Ricard VINYES: Irredentas. Las presas políticas y sus hijos en las cárceles franquistas, Madrid, Planeta, 2010, p. 31. 12 La Prisión Habilitada de Predicadores fue el tema principal de mi trabajo de investigación para la obtención del Diploma de Estudios Avanzados (DEA), publicado en noviembre de 2014 y base de mi posterior tesis doctoral. Rosa María ARAGÜÉS ESTRAGUÉS: Las rojas y sus hijos, víctimas de la legislación franquista. El caso de la cárcel de Predicadores (1939-1945), Madrid, Editorial Sanz & Torres, 2014; ÍD.: “La cárcel de mujeres” Predicadores: legislación, represión (1939-1955), Tesis Doctoral, UNED, 2015, (sin publicar). 13 Sobre los orígenes de la Cárcel de Predicadores ver: J. GARRIDO DE PALACIOS: Miradas al pasado en Zaragoza, Zaragoza, Geodesia, S.L., 2008, pp. 76-77; J. BLASCO: “El edificio de la cárcel vieja”, en, ¡Aquí… Zaragoza, Zaragoza, Tipo Líneas SA, 1988, Tomo V; Rosa María ARAGÜÉS ESTRAGUÉS: “La cárcel de … pp. 141-144 14 Iván HEREDIA: Delitos políticos u orden social. Historia de la Cárcel de Torrero, Zaragoza, Mira Editores, 2005. 15 Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, (en adelante AHPZ) Sección Prisión Provincial, Libro Registro de Economato, signatura 5754/1. 6 mujeres, y 53 niños. Con capacidad para 140 reclusas, albergaba a 425 personas más de las que podía acoger el recinto16. Predicadores era un enorme y tétrico caserón que no recogía las mínimas condiciones de habitabilidad e higiene, para que aquellas mujeres pudieran llevar una vida digna. La vida de las reclusas discurría entre las dos enormes salas comunes donde dormían todas juntas, y un oscuro y profundo patio en el que pasaban la mayor parte del día. Parece ser, por el informe de la distribución del edificio, que no disponían de comedor, teniendo que comer en el patio, llegando a ser la pieza más importante en la vida de aquellas mujeres. Así relata la vida en Predicadores, Agustina Sariñena “Te bajaban al patio y no te dejaban llevar ni mantas ni nada, pero a escondidas y como podías te las enrollabas al cuerpo y encima te ponías una bata para que no la vieran. Luego no tenías ni donde lavarte. Había unos pilones en aquel patio como si fueran abrevaderos de beber los animales, pues eso es lo único que tenías para lavarte la cara, y a las siete de la mañana tenías que ir ya cargada con el peine, con la toalla, con plato y cuchara, porque ya no subías hasta por la noche. Todo el día en ese patio con una humedad que te morías. Era levantar los petates y tener que secar el suelo con una bayeta porque estaba chorreando agua, la humedad te penetraba en los huesos”17. Las mujeres se amontonaban en aquellas enormes salas sin calefacción, con un frío insoportable en invierno y un calor asfixiante en verano ya que en Zaragoza fácilmente se alcanzan los 40º. Al ingresar no les entregaban ni uniforme ni ropa de cama, muchas reclusas sólo poseían las prendas con las que habían ingresado en prisión y si sus compañeras no las socorrían, no disponían ni de una vulgar manta para protegerse del frío por las noches. La intimidad no existía. No era posible aislarse en ningún momento; ni tan siquiera cuando iban al servicio, ya que sólo había cuatro letrinas y las puertas no tenían cerrojos Esta cárcel18 se caracterizaba por el estricto control y la férrea disciplina a la que estaban sometidas las reclusas. Desde el inicio de la jornada hasta el toque de silencio, todos los horarios se seguían regularmente, repitiéndose día a día con monótona persistencia y sin excepción: las consiguientes formaciones diarias y los cantos de los himnos, el desayuno, la comida y la cena, las comunicaciones orales y los actos 16 Rosa María ARAGÜÉS ESTRAGUÉS: Las rojas y … pp. 126-166; ÍD, “La cárcel de … pp.146-190. Tomasa CUEVAS: Testimonios…, pp. 227-239. Relato de Agustina Sánchez Sariñena. 18 Rosa María ARAGÜÉS ESTRAGUÉS: Las rojas y … pp. 126-194; ÍD, “La cárcel de … pp.146-190. 17 7 religiosos. Aunque no había ningún tipo de regulación de la vida diaria de las reclusas, nadie tenía nada que hacer. Así lo percibió María Salvo durante su traslado de Les Corts a Ventas19. “Estuvimos unos días en Zaragoza: una cárcel de aspecto tétrico, con un régimen de disciplina interno durísimo, el más duro que yo he conocido en los años de cárcel. Las mujeres tenían el color de la tierra del patio. En este hacía un calor espantoso, era el mes de julio. Apenas había agua, solamente caía un chorro en una especie de abrevadero que había en el centro del mismo. Para llenar un recipiente había que hacer largas colas. El sol daba de lleno y no existía ni una sombra ni había donde sentarse. (…) La comunicación entre las reclusas era muy difícil. Existía en el ambiente un clima de terror al castigo, que dificultaba toda clase de relación. El edificio era marco apropiado para llevar a cabo régimen tan severo. Las celdas parecían del tiempo de la Inquisición, unas ventanas altas, pequeñas, que apenas se filtraba la luz por ellas. Algunas reclusas llevaban varios años presas, desde el principio de la guerra en 1936”20. El 4 de julio de 1955 las últimas reclusas de Predicadores fueron trasladadas nuevamente a Torrero La Prisión Habilitada de Predicadores cerró sus puertas, siendo considerada una de las peores cárceles del franquismo. La alfabetización en la cárcel de mujeres de Zaragoza Una vez conocida la realidad de la vida en la Cárcel de Predicadores, la dureza de sus instalaciones, la rigidez de sus normas, las malas condiciones en que vivían las reclusas y la falta de contacto con el mundo real, podemos hacernos una idea de lo importante que podían ser para ellas la más nimia posibilidad de conectar con el exterior. 19 Fernando HERNÁNDEZ HOLGADO: La prisión militante: las cárceles de mujeres franquistas de Barcelona y Madrid (1939-1945). Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid, 2011. Recuperado de internet: http://eprints.ucm.es/13798/1/T33104.pdf. 20 Tomasa CUEVAS: Testimonios…, p.418. María Salvo ingresó en la Prisión de Predicadores, procedente de la cárcel de Les Corts de Barcelona en situación de tránsito, el día 15 de julio de 1943. Salió en dirección a la Prisión de Ventas en Madrid el 19 de julio de 1943. 8 Es por ello que, si en 1940 el índice de analfabetismo en la población femenina española era del 28,46%21, y la cifra oficial de mujeres en las cárceles ascendía a 50.40022, habrá que plantearse cuantas de ellas eran analfabetas. Pues descartando las escasas comunicaciones con los familiares el único contacto posible con el exterior era la correspondencia y las pequeñas notas clandestina que lograron hacer llegar a sus familias. De ahí la importancia de saber leer y escribir, o, que alguna compañera lo hiciese por ellas. Por ello es imprescindible conocer el grado de alfabetización existente dentro de las cárceles de mujeres y que actuaciones llevaron a cabo las instituciones para paliar el analfabetismo. Al no existir datos oficiales sobre la alfabetización en las cárceles franquistas, me remitiré a la ya citada Cárcel de Predicadores analizando la documentación de dicha institución. La investigación llevada a cabo en estos últimos años en el AHPZ 23, sobre Predicadores me ha permitido consultar los Libros de Registro y los Libros de Entradas y Salidas no encontrando ningún dato sobre el grado de alfabetización de las reclusas. Pero no así en los padrones de la ciudad, donde viene perfectamente documentado este dato. Depositados en el Archivo Municipal24, he consultado para este trabajo los padrones de: 1940, 1945, 1950 y 1955, este último pertenece ya a la Prisión Provincial de Torrero a la que en 1955 fueron nuevamente trasladadas las reclusas que aún permanecía en Predicadores25. Los padrones de la ciudad: una fuente imprescindible sobre la alfabetización Aunque según los Libros de Ingresos26, Altas y Bajas27 y el Libro Registro Alfabético de Internas28, entre el 6 de abril de 1939 y el 1 de julio de 1955, alrededor de 5.637 mujeres habían ingresado en la Prisión de Predicadores, los padrones de la ciudad 21 Narciso DE GABRIEL: “Alfabetización, semialfabetización y analfabetismo en España (1860-1991)” Revista Complutense de Educación, vol. 8, nº 1, 1997. Servicio de Publicaciones, Universidad Complutense, Madrid, 1997, Cuadro nº 8, pp. 209. 22 Mirta NÚÑEZ DÍAZ-BALART: “Los años del terror La estrategia de dominio y represión del general Franco, Madrid, La Esfera de los Libros, 2004 pp. 239, nota-7; Ricard VINYES: Irredentas. Las presas políticas y sus hijos en las cárceles franquistas, Madrid, Planeta, 2010, p. 31. 23 Los Archivos de la Prisión Provincial de Zaragoza, entre los que se encuentra los de Predicadores están depositados en el Archivo Histórico Provincial (AHPZ). 24 Archivo Municipal de Zaragoza. (En adelante AMZ). 25 AHPZ – Prisión Habilitada de Predicadores, Libro Registro Alfabético de Internas signatura-5673/9. 26 Ibid., Libro de Ingresos, signatura 5727/1y 2. 1939-1942. 27 Ibid – Libro Registro de Altas y Bajas 1940-1943, signatura 5640/1; Libro Registro de Altas y Bajas 1944-1955, signatura 5640/6 y Libro registro altas y bajas 1944-1945, signatura 5640/5. 28 Ibid., Libro Registro Alfabético de Internas signatura-5673/9 (2/12/39 a 7/6/43). 9 indican un número bastante inferior: 543 mujeres y 30 niños, distribuidos entre los cuatro padrones correspondientes. Tanta diferencia en el número de internas se debe al carácter de cárcel en tránsito de Predicadores. La situación de Zaragoza a medio camino entre Madrid, las cárceles del Norte y las de Cataluña y Baleares la convierten en cárcel de paso, con un constante entrar y salir de reclusas que pernoctan en ella desde unas horas a meses, antes de ser trasladadas a destino. Los cuatro padrones a estudiar se realizaron en diciembre. Según el resultado cuantitativo: en 1940 se encontraban recluidas 360 mujeres y 14 niños; en 1945, 97 mujeres y 10 niños; en 1950, 50 mujeres y 6 niños; y 36 mujeres en 1955. En total 543 reclusas. Sobre este grupo de presas versará el estudio de la alfabetización en Predicadores. Así pues, de esas 543 internas 326 estaban alfabetizadas, el 60,04%, porcentaje bastante alto para la época. En consecuencia 217 internas, el 39,96%, eran analfabetas. Pero analicemos esos datos de cada padrón. En el padrón de 1940 constan 360 reclusas: 89 solteras de las que 75 sabían leer y 14 no; casadas 204, de ellas 118 sabían leer y 86 no; y 67 viudas, 40 eran analfabetas y 27 no. En relación a sus profesiones, el grupo más numeroso es el de “sus labores” siendo el 41,85% analfabetas. Analizándolas por edades y estado civil las solteras no superan los cincuenta y siete años, concentrándose el grupo más numerosa entre los veinte y los treinta años, siendo mayor de esa edad tan solo 20 mujeres, también podemos ver que en este grupo es donde el analfabetismo es más bajo, representando tan sólo el 15,73% del total. El grupo más numeroso y más amplio en relación a la edad es el de las casadas distribuyéndose entre los veinte años, las más jóvenes y los setenta y tres, la más mayor, aunque el número desciende considerablemente según nos acercamos a ambos extremos. Como puede observarse la diferencia sobre alfabetización es mucho menor que en las solteras, estando el 57,84% alfabetizadas y 42,16% no. El último grupo, las viudas, a pesar de ser su número bastante menor, está también muy diversificado, comprendiendo desde los veintiún años la más joven a los setenta y ocho la más mayor; el grupo más numeroso se encuentra entre los treinta y cuatro años y los cincuenta y siete. Las cifras de alfabetización han cambiado siendo mayor el número de analfabetas, 59,70% y el 40,30% el de alfabetizadas. 10 Tabla nº 1 Padrón Municipal de Zaragoza, año 1940 Clasificación por profesiones, estado civil y grado de alfabetización29 (Fuente: Archivo Municipal de Zaragoza) SOLTERAS PROFESIÓN SI Modista 2 Sirvienta 5 NO CASADAS VIUDAS SI SI NO 4 2 8 Actriz Sus Labores 52 NO 2 1 11 110 TOTALES 83 20 Jornalera 1 1 35 1 311 1 Asistenta 1 1 Contable 1 1 Demandadera 1 1 Comerciante 1 Estudiante 2 Vendedora 3 2 1 Campesina 1 Hojalatera 1 1 4 1 1 3 Bobinadora 1 1 1 1 1 1 1 1 1 Portera 1 Peinadora 1 1 1 1 1 Comadrona TOTALES 1 1 Quincallera Panaderas 2 75 1 4 Calelera Prostituta 1 6 1 Mecanógrafa 2 1 Jornalera Peluquera 4 1 Labradora Maestra 1 14 118 86 29 27 2 40 360 AMZ- Padrones municipales de Zaragoza, Prisión Habilitada de Predicadores, Padrón Municipal de. 1940. Cuadro nº 1: de elaboración propia. 11 El padrón de 1945, muestra un considerable descenso de la población reclusa de Predicadores, siendo de 97 mujeres, 263 menos que en 1940. El descenso se debió a los indultos dictados a partir de 1940 como medio de descongestionar las cárceles, al cambio de política del régimen en su intento de congraciarse con los Aliados finalizada la Segunda Guerra Mundial y en definitiva al hecho de que los condenados en Consejos de Guerra a la última pena ya habían sido ejecutados en su mayoría. En 1945 quedaban en Predicadores muy pocas mujeres que hubiesen entrado durante la guerra. En su mayoría habían sido puestas en libertad. Su sitio había sido ocupado por un incremento de presas comunes30 y de jóvenes militantes comprometidas con la causa antifranquista. Estos dos colectivos incrementarán en gran medida el número de mujeres jóvenes tanto solteras como casadas31, comprendiendo entre los dieciocho y los cuarenta años el 57,73% del total de las internas. En relación al estado civil: 38, estaban solteras, de las que 18 sabían leer y 20 no: de las 40 casadas, 22 sabían leer y 18 no; en tanto que, de las 19 viudas, 11 eran analfabetas y 8 no. Analizándolas por edades y estado civil vemos que las solteras no superan los cincuenta y seis años, contando la más joven con tan sólo diecisiete. El grupo más numeroso se sitúa entre los diecisiete y los treinta y tres años. Superando esa edad tan solo 8 mujeres. Como podemos observar en este grupo el analfabetismo ha aumentado considerablemente, de un 15,73% en 1940 al 52,63% actual, incremento seguramente causado por el ingreso de una población marginal no escolarizada. El grupo más numeroso y más amplio en relación a la edad sigue siendo el de las casadas distribuyéndose entre los veinte años, las más jóvenes y los sesenta y uno la más mayor. La edad máxima no pasa de los sesenta y dos años a diferencia del padrón anterior que superaba los setenta. En este grupo también se ha incrementado el número de analfabetas, igualándose en gran medida los porcentajes y siendo bastante similares las cifran con las solteras, ya que el 55% están alfabetizadas y 45% no. El último grupo, las viudas, ha cambiado bastante en relación al padrón anterior. Han desaparecido las viudas muy jóvenes y también las muy mayores, concentrándose entre los treinta y dos años la más joven y los sesenta y dos la más mayor: siendo su número de 19 mujeres, de 30 La terrible crisis que asoló el país terminada la Guerra Civil, incrementó en gran medida la delincuencia común. Muchas mujeres debieron dedicarse al estraperlo, así como empujó a otras muchas a la prostitución como único medio de subsistencia. Especialmente se vio afectada la población republicana por su condición de proscritas para el régimen. 31 Dentro de este colectivo se encontraban muchas mujeres casadas que teniendo a sus maridos o compañeros en prisión o huidos se comprometieron con la causa antifranquista, siendo frecuentemente detenidas y encarceladas. 12 las que 8 saben leer y 11 son analfabetas. En este grupo las cifras de alfabetización han variado ligeramente, aumentando en dos décimas las mujeres que saben leer, siendo el porcentaje de analfabetas de 57,89% y el 42,11% de alfabetizadas. Seguramente el descenso en la edad de las reclusas viudas habrá favorecido el índice de alfabetización. Como puede observarse en el cuadro siguiente, por profesiones el grupo más numeroso sigue siendo el de sus labores, comprendiendo el 80,42% de total, de las cuales el 39,74% eran analfabetas. Las demás profesiones han variado poco. Es significativo que han desaparecido las profesionales; maestras, estudiantes, contables, secretarias. Sólo registra una comadrona, encarcelada seguramente por atentar contra la salud pública. Tabla nº 2 Padrón Municipal de Zaragoza, año 1945. Clasificación por profesiones, estado civil y grado de alfabetización 32. (Fuente: Archivo Municipal de Zaragoza). SOLTERAS PROFESIÓN SI Modista 1 Sirvienta 6 NO VIUDAS SI SI NO 2 3 9 1 18 9 TOTALES NO 1 Tendera Sus Labores CASADAS 18 Jornalera Guardesa de Niños Vendedora 1 15 1 11 7 78 1 1 1 2 2 Dependienta 1 1 Planchadora 1 1 Comadrona 1 1 TOTALES 28 12 20 18 11 8 97 En el padrón de 195033 el descenso de recluidas es ya considerable no superando las 50 mujeres y seis niños. Por edades, encontramos a dos menores: una de dieciséis años, perteneciente a un grupo familiar de Sestao (Vizcaya), compuesto por la madre Juana A.G. de cuarenta años, una hija de veintiuno Juana A.A. y la menor, Milagros; las tres saben leer. La otra menor de dieciocho años y natural de Navas de San Juan (Jaén), 32 AMZ- Padrones municipales de Zaragoza, Prisión Habilitada de Predicadores, Padrón Municipal de 1945. Cuadro nº 2: de elaboración propia. 33 Ibid., Padrón Municipal de 1950. 13 era analfabeta, de profesión sirvienta. En las familias sin recursos, muchas jóvenes eran puestas a servir o a trabajar como niñeras para librarse de una boca que alimentar y ayudar a la economía familiar, esto conllevaba que en la mayor parte de los casos la escolarización fuese muy corta o incluso nula. Estas jóvenes estaban expuestas a todo tipo de abusos tanto económicos como sociales y muchas veces físicos, siendo acusadas en muchas ocasiones de pequeños hurtos. Tabla nº 3. Padrón Municipal de Zaragoza, año 1950. Clasificación por profesiones, estado civil y grado de alfabetización34. Fuente: Archivo Municipal de Zaragoza. Elaboración propia SOLTERAS PROFESIONES SI Trapera 1 Sirvienta 2 2 Sus Labores 11 2 2 Jornalera NO CASADAS SI NO SI NO 4 7 1 1 1 3 1 2 3 2 Guarnicionera 25 2 2 1 Vendedora 1 Estañera TOTALES 1 Comerciante Cestera VIUDAS 2 1 1 1 Comadrona 1 1 2 Demandadera 1 Tendera 1 1 Bordadora 2 2 Maestra 2 2 TOTALES 21 1 10 2 10 2 2 5 50 El perfil de las reclusas presenta un alto grado de alfabetización, el 66%. Quizás esto se deba al considerable descenso en las edades, estando el grupo más numeroso entre los veinte y los treinta y ocho años. La más mayor cuenta sesenta y siete, y es analfabeta. Todo parece indicar que la mayor parte esté por delitos menores; hurto, robo, aborto, etc. Atendiendo a su estado civil: 29 estaban solteras, de las que 21 sabían leer y 10 eran analfabetas: de las 12 casadas, 10 si sabían leer, pero 2 no y de las 6 viudas, 5 eran 34 Ibid., Padrón Municipal de 1950. Cuadro nº 3: de elaboración propia. 14 analfabetas y 2 no. En consecuencia, el 34% eran analfabetas. Como viene siendo habitual en los otros padrones, la profesión más común sigue siendo sus labores, con el 50%, de las cuales el 20% son analfabetas. En 1950, la Dirección General de Prisiones, ya había decidido cerrar las prisiones habilitadas durante la guerra y la posguerra, trasladando a las políticas a prisiones centrales, como la de Segovia. Predicadores sería una de las últimas en ser cerrada. El 4 de julio de 1955, la Dirección General de Instituciones Penitenciarias dio orden de trasladar a las reclusas de la Prisión Habilitada de Predicadores a un pabellón habilitado para tal fin en la Cárcel Provincial de Torrero. El último padrón analizado, el de 1955, pertenece a dicha Cárcel Provincial, ya que el traslado se produjo en julio y el padrón es de diciembre, pudiendo aportar una imagen bastante fiel del número de reclusas que permanecían en prisión cuando el traslado y del grado de alfabetización que presentaban. En 1955 el número de reclusas ha descendido considerablemente, ya sólo quedan 36, no hay registrado ningún niño. En relación a la edad esta se ha concentrado en gran manera, solteras y casadas se distribuyen entre los veintidós años y los cincuenta y seis, estando en ambos casos muy igualadas. Entre las solteras tenemos 10 mujeres, la más joven con veintidós años y la más mayor con cincuenta; de ellas 8 saben leer y 2 no. Las casadas comprenden el grupo más numeroso, 17 mujeres, distribuyéndose entre los veintidós años de la más joven y los cincuenta y seis de la mayor; de ellas 12 están alfabetizadas y 5 son analfabetas. El cambio más significativo es el de las 9 viudas, encontrándose entre ellas el grupo de mujeres más jóvenes. La más joven tiene dieciocho años, seguida por otra de veinte. El resto comprende entre los veintidós y los setenta años; de ellas 5 saben leer y 4 no. Los delitos son todos comunes; hurto, robo, estupro, malos tratos, etc. Entre ellas volvemos a encontrar una comadrona, seguramente relacionada con abortos. 15 Tabla nº 4. Padrón Municipal de Zaragoza, año 1955. Clasificación por profesiones, estado civil y grado de alfabetización. 35 (Fuente: Archivo Municipal de Zaragoza). SOLTERAS SI NO CASADAS VIUDAS SI SI NO Camarera Sus Labores Colchonera 1 3 1 Cestera 1 6 3 1 1 3 4 1 18 1 1 2 1 2 2 2 Quincallera 1 Comadrona 1 Demandadera 1 2 1 1 1 1 Empleada TOTALES 1 7 1 1 1 Asistenta Bordadora 1 1 1 Vendedora Dependienta NO 1 Sirvienta TOTALES 2 10 5 8 1 4 36 Así pues, considerando que, de 36 reclusas, el 27,77% eran analfabetas, el porcentaje es el más bajo de los cuatro padrones. Seguramente el descenso en la edad de las viudas habrá sido significativo. Como viene siendo habitual en todos los padrones, la profesión más común sigue siendo sus labores, con el 50%, de las cuales el 27% eran analfabetas Estudio de la represión de género a través de los padrones Fuente histórica de gran relevancia el estudio de los padrones de Predicadores muestra la evolución de la represión de género llevada a cabo durante la Guerra Civil y la posterior posguerra hasta el año 1955. Ellos nos dan una imagen fiel de las mujeres que fueron confinadas en dicha cárcel: cuál fue su evolución, de políticas a simplemente comunes. Como se desarrolló esa evolución según transcurrían la posguerra y el Estado 35 AMZ- Padrones municipales de Zaragoza, Prisión Habilitada de Predicadores Padrón Municipal. Año 1955. Cuadro nº 4: de elaboración propia. 16 Franquista iba consolidándose. Podemos saber cómo eran aquellas mujeres; que edades tenían, de donde procedían, cuando fueron encarcelas, su estado civil y si iban acompañadas por niños pequeños. Pero también podemos saber el grado de analfabetismo de una sociedad significativa en la España de guerra y posguerra, objeto final de esta comunicación. La siguiente tabla muestra la evolución de la alfabetización femenina, desde los años cuarenta hasta 1955, año que España, reconocida por la Comunidad Internacional, entraba en la ONU. Tabla nº 5 Prisión Habilitada de Predicadores en Zaragoza. Población reclusa femenina alfabetizada y analfabeta. 36 (Fuente: Archivo Municipal de Zaragoza). PADRONES ALFABETIZADAS ANALFABETAS TOTAL RECLUSAS 1940 220 61,11% 140 38,88% 360 1945 48 49,48% 49 50,52% 97 1950 33 66% 17 34% 50 1955 25 69,44% 11 30,55% 36 TOTAL 326 60,04% 217 39,96% 543 En la Tabla se muestra la evolución de la alfabetización femenina durante esos primeros años de la dictadura franquista. En 1940 la población alfabetizada presentaba unos índices muy altos para la época en consideración a la evolución que había llevado desde principios de siglo, presentando el 72,42% de analfabetas en 190037. Es de suponer que las reformas que durante los cortos años de la República se llevaron a cabo para fomentar la alfabetización, dieron sus frutos ya que entre las mujeres menores de cuarenta años el índice es muy alto, tanto para solteras como para casadas. Sólo a partir esa edad el índice de analfabetismo asciende, aunque sólo en las viudas es superior a la alfabetización. Como puede observarse en el cuadro a partir de ese momento se inicia un significativo aumento del analfabetismo. El final de la guerra, la brutal represión, el descenso de la población y la situación de miseria del país, son caldo de cultivo para el 36 37 AMZ- Padrones Municipales de Zaragoza, Prisión Provincial. Cuadro nº 5: de elaboración propia. Narciso DE GABRIEL: “Alfabetización… pp. 203. 17 analfabetismo que iniciará un paulatino ascenso hasta su recuperación en los años cincuenta. Pero no sólo estos datos podemos deducir de los padrones. También nos confirman que al igual que sucedió en todo el territorio ocupado por los franquistas, durante la guerra y el primer año después de terminar esta, la mayor parte de las mujeres confinadas en las cárceles, no eran militantes políticas sino, votantes republicanas o simplemente, madres, esposas, novias o hijas de hombres que ya habían sido represaliados o habían logrado huir. Que sobre ellas se cebó la venganza, y es por ello que las edades son tan dispares. Encontrándonos con jóvenes de veinte años (las menores habían sido reclamadas por la Tutelar de Menores) o ancianas de ochenta. Que ingresaron familias enteras; madres, hijas, abuelas, e incluso muchas llevando a sus hijos pequeños con ellas al no querer dejarlos abandonados. Que muchas murieron o fueron ejecutadas, y, otras muchas pasaron largos años entre sus muros. Pero todas vieron sus vidas marcadas para siempre. La evolución de la población reclusa es también visible en el significativo descenso que presenta a través de los diferentes padrones. Así pues, en 1945 ya casi no quedan presas “anteriores”. Sólo 11 reclusas aparecen en los padrones de 1940 y 1945. En el padrón de 1950, no quedaba ninguna de las antiguas. El relevo lo tomarán las comunes y las jóvenes militantes que se integran en la lucha anti fascista, bien como sujetos activos o como enlaces y apoyo. Es por ello que las edades han evolucionado mucho. Las mujeres son más jóvenes, desaparecen por completo las mayores de sesenta años y aparecen algunas menores relacionadas con la prostitución (mal endémico de una sociedad en la que sus gentes mueren de hambre). En los dos últimos padrones el descenso de la población reclusa es ya total, casi todo son mujeres jóvenes, casi todas solteras y los delitos son todos comunes. Las políticas que aun cumplían condena habían sido trasladadas a cárceles centrales. Ya no queda ninguna política ni relacionada con la guerrilla. Mi mano escribe esta carta en el camino, y en medio de la vida estaré siempre junto al amigo, frente al enemigo (...)38 La inactividad que se impuso a las presas de Predicadores 39debió de extender también a los programas de alfabetización Según los Libros de Registro a pesar de 38 La Carta en el Camino – Poema de Pablo Neruda. Recuperado de internet: http://www.poemas-delalma.com/pablo-neruda-la-carta-en-el-camino.htm#ixzz4AFUtOYYC 18 disponer la Prisión Provincial de Zaragoza de maestro y de programas de escolarización, éstos no se aplicaron a las mujeres. Las causas podrían ser varias, pero las más plausibles serían; la falta de espacio en Predicadores y la ubicación de las dos cárceles, encontrándose situadas una en cada extremo de la ciudad, Predicadores en la ribera del Ebro y Torrero en los montes de dicho nombre, lo que dificultaría la aplicación de esos programas. La situación de Predicadores de cárcel dependiente de Torrero fue siempre en detrimento de la primera. Fueron las propias presas las que se buscaron ocupaciones que les permitieran seguir viviendo sin caer en la despersonalización tan frecuente en los centros penitenciarios. La gente que sabía leer y escribir (en Predicadores había algunas maestras) empezó a enseñar a las analfabetas, que como se ha podido comprobar, eran muchas. La que sabía coser, cosía para sus compañeras, o hacía ganchillo, media, etc. Pero estos talleres, igual que en otras cárceles, la mayoría de las veces eran clandestinos, como explica María Salvo: “Nuestra vida de persona comenzaba en el momento en que se cerraban aquellas rejas y quedábamos aisladas del resto. Entonces empezábamos nuestra vida política, cultural, artística, lecturas… todo. Hicimos un mundo dentro de otro mundo”40 Aun así, fue imprescindible la colaboración de otras reclusas e incluso de alguna funcionaria que se prestara bien altruistamente o por compensación monetaria a leer y escribir las cartas de las reclusas analfabetas. No es tarea sencilla encontrar cartas de las reclusas41 pues la mayoría eran destruidas después de leerlas o se han perdido. No encontrando ninguna de Predicadores he utilizado las de dos mujeres de Les Corts, excepto la última que es de Zaragoza. La siguiente carta escrita por Ana Solá a José Batalla, preso de la Cárcel Modelo de Barcelona. Toda la carta está escrita en clave, con segundas intenciones para pasar la censura. Sirva de ejemplo las iniciales del verso. “Estimado primo: Me congratulo de que mis torpes letras sigan manteniéndose en un prestigio (inmerecido) deseado, y que ejerzan la meritoria obra de distraer un poco el 39 Rosa María ARAGÜÉS ESTRAGUÉS, “La cárcel de… pp. 179-184. Ricard VINYES, El daño y la memoria. Las prisiones de María Salvo, Barcelona, Plaza & Janés, 2004. 41 Sobre este tema ver; Sierra VERÓNICA, Cartas Presas. La correspondencia carcelaria en la Guerra Civil y el Franquismo, Madrid, Marcial Pons, Ediciones de Historia, S.A., 2016. 40 19 tedio, que indudablemente debe reinar ahí. Yo a pesar de que ahora estoy un poco más ocupada sigo esperando con impaciencia lleguen tus cartas, puesto que la lectura de ellas me produce una satisfacción cada día mayor hasta el punto que estoy segura que cuando me volveré a hallar en mi ambiente, las echaré de menos. Me satisface tu objeción; no, no conviene soñar, pero puntualicemos. Sufriremos decepción si edificamos nuestras ilusiones sobre un castillo de naipes y lo creemos sólido; pero si conocemos de antemano su debilidad, entonces no cabe el desengaño, puesto que ya conocíamos su escasa resistencia. Esto para determinadas ilusiones; pues a lo que yo, me refería me ha granjeado el calificativo de optimista, es sólido y no creo se derrumbe. - Precisamente son pocos (eran) los seres felices porque eran pocos también los desdichados. Hablo por experiencia propia: Yo, que no daba importancia a todo cuanto poseía, ahora al solo recuerdo de mi pequeña biblioteca, mis libros de música, mis lecciones de piano, mi laboratorio de fotografía y otras menudencias, me hacen pensar en lo muy feliz que era sin saberlo y si considero que eso no es nada comparado a la otra felicidad máxima de vivir junto a los seres que amamos y nos aman sin ninguna clase de egoísmo, vuelvo a repetir que si lo vuelvo a obtener me consideraré feliz en grado máximo; aunque tenga que decir como el hombre del cuento “pero yo no tengo camisa”. – Sí, es cierto que no debo olvidar mi tragedia y no la olvido, pero vuelvo los ojos y veo que existían flores más bellas; más perfumadas y más valiosas y sin embargo la parca las ha segado y el viento de la adversidad ha derrumbado sus macetas de fina porcelana… Por eso al hacer comparaciones he de decir forzosamente “Mi pequeña Odisea”.- Santiago Rusiñol acertó en decir que las mejores cartas de amor las escriban los que no están enamorados, pero no crees tú que se podría añadir; “Pero sí ilusionados”? Pero… ¿Quieres decir que alguien le ha visto alguna vez cara a cara de verdad? ¡Recordemos que está desnuda y como es muy pudorosa, se esconde! – Precisamente tu “Fantasía Mitológica” que me gusta muchísimo, quisiera poderla discutir, pues he creído ver un fondo nada vulgar. No repitas pues, que eres pesado si no quieres que me ponga seria, que ya sabes que a tu primita no le cuadra la seriedad. – No quiero terminar sin antes darte una noticia. Los tutores de Aurora, la han obligado de nuevo a trabajar en las oficinas de su importante empresa, con harto disgusto por parte de ella ¿No la compadeces? – Yo, el día 21 […] no 8 años, sino 6 y un día, pero no me felicites. […] ahí va un verso. “Para ti” Juventud, dicha, alegría, Orgullo, ambición, deseo; Se consume en la sombría Estrechez de nuestro encierro. 20 ¿Tornará el bien perdido En nuestro adverso destino? Ante tan bella visión Duda el corazón, vacila Mientras el alma tranquila Inundada de dulce sueño Remontase en la ilusión Olímpica de un anhelo. Quedo como siempre esperando tus gratas noticias, entretanto te recuerda tu primita Ana Solá” “(…) ella llavors ja treballava redimint la pena a les oficines de la presó, es una carta dirigida al meu pare, li diu "querido primo" perquè en aquells moments només podien escriure als familiars i ells dos feia poc que havien iniciat una correspondència amistosa de presó a presó per mitjà d´uns companys de cel la i es feien passar per cosins...aquella correspondència va durar 7 anys i al sortir el meu pare de la presó es van casar” 42. La siguiente carta es un suplicatorio de una madre de 81 años a favor de la puesta en libertad de su hija acusada de masonería. Al poco fue puesta en libertas. El expediente se cerró en 1956, y nunca fue restituida como docente. “EXCELENTÍSIMO PRESIDENTE DEL TRIBUNAL PARA LA REPRESIÓN DE LA MASONERÍA Y EL COMUNISMO.43 ASCENSIÓN PASCUAL GARCÍA, de 81 años de edad, de estado civil viuda, de profesión sus labores, con domicilio en la calle de Urgel número 216, piso 1º, puerta 1ª, provista cédula personal de tarifa 3ª, clase 13ª, Nº 836.642, expedida en Barcelona a 9 de Diciembre de 1942, a V.E. con todo respeto EXPONE: Que una hija de la compareciente de 45 años de edad, llamada CARIDAD MARIN PASCUAL, Catedrática de Latín, sostén de mis necesidades y amparo de mi ancianidad, 42 Archivo personal de Anna Batalla Solá. Agradezco a Anna su amabilidad al cederme esta carta de sus padres. Conservo la explicación que ella misma me ha dado. 43 Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH) – Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo (TERMC) Caridad Marín Pascual, Exp. 6285, Sumario 449/43 Sentencia 9/10/1956. AGGCE. Masonería B. Legajo 5 Exp. 4. Suplicatorio de Ascensión Pascual García. 21 se encuentra detenida en la cárcel de mujeres de ésta ciudad y a disposición de V.E. por creérsela afiliada a la masonería, y lo cierto es, Excmo. Sr., que si bien mi hija, por necesidad de ampliar estudios en la Sorbona concurrió a un concurso para la concesión de una beca con tal fin, se la obligó a ingresar en la masonería para la concesión de dicho beneficio que luego no aceptó por retirarse de aquella afiliación como demuestran la serie de certificados que en número de catorce se acompañan con éste escrito. Mi expresada hija, como puede verse por éstos documentos, si bien ingresó en la masonería en la que no pasó de aprendiza, se retractó en el primer trimestre de año 1940 (véase certificado del Rvdo. Padre D. Luis Monfort) y por tanto en cuanto a su conciencia habiendo cumplido con los preceptos que impone Nuestra Santa Madre Iglesia dentro de nuestra Religión Católica. (…) No necesito acudir a sentimentalismos. Me basta con la Justicia de V.E., de ése Tribunal y aun cuando pudiera ser poco favorable a li hija el informe policíaco, lo cierto es que su actuación es la que reiteran los certificados adjuntos, y no otra. Es mi hija la que subviene a mis necesidades y por ello al encontrarse presa, mi situación vista mi senectud es verdaderamente angustiosa. (…) Así procede en Justicia y la espera alcanzar de la probada bondad y rectitud de V.E. cuya vida guarde Dios muchos años para el bien de España y que pido en Barcelona para Madrid, a ocho de Mayo de mil novecientos cuarenta y tres. Ascensión Pascual García” La última carta es de Joaquina Blasco, dirigida al capuchino P. Gumersindo de Estella,44 agradeciéndole la informara del fusilamiento de su hijo. “Alloza, 11 de Noviembre 1939. Don Gumersindo de Estella Zaragoza Respetable padre en Jesucristo. Nunca se podrá Vd. Imaginar la sorpresa que me ha causado su cariñosa carta, con las lágrimas en el corazón y en los hojos me apresuro en contestarle para darle las gracias y decirle que quedo suma mente á gradecida con Vd, por aber confortado a mi querido hijo en los últimos momentos de su vida, yo quisiera conocerlo personalmente para poderle agradecerle alguna cosa. 44 Gumersindo DE ESTELLA, Fusilados en Zaragoza 1936-1939. Tres años de asistencia espiritual a los reos, Zaragoza, Mira Editores, S.A., 2003, pp. 266. 22 Mis oraciones an llegado a Jesus que le pedia que si moria mi hijo no muriera sin Sacramentos y que muriera arrepentido, asi que su cariñosa carta me allenado de dolor y a la bez de consuelo. Le doy repetidas gracias esta su afma p.b.s.s.p. Juaquina Blasco P.D. Dispensara de mi letra que no tengo principios para escribir(sic.)”45 Estas cartas, escritas por mujeres desde lo más profundo de sus sentimientos, son una pequeña muestra de la importancia de la escritura en unos momentos en que una parte de la sociedad se vio, represaliada, marginada. Momentos en los que sólo la palabra escrita podía salvarlas del olvido. 45 Joaquina Blasco, madre de José Peral Blasco, fue fusilado en las tapias del Cementerio de Torrero en Zaragoza el 5 de agosto de 1939. 23 24 “Debemos aprovechar nuestro cautiverio...” Formación en reclusión: un acercamiento al caso de las presas comunistas en la prisión de Ventas Mario Bueno Aguado Fundación Indalecio Prieto / UNED Introducción Mediante el dominio y la anulación, el sistema represivo franquista intentaba imponer entre la población reclusa su objetivo: doblegar y transformar a la “antiEspaña”, tratando de “redimirles” y crear nuevos sujetos bajo los principios del régimen. Frente a esta situación, presos y presas no fueron meros sujetos de sufrimiento, sino que reaccionaron y trataron de consolidar sus convicciones y, a través de ellas, su identidad.1 En ese proceso, la escritura es un elemento fundamental como herramienta de resistencia frente a esa política coactiva. Este hecho no es casual. Como han planteado desde el campo de la investigación de las prácticas de la Cultura Escritura, los usos y características de la escritura están condicionados a la función que desempeña la escritura en una sociedad determinada.2 En el universo penitenciario existía una necesidad social de escribir, porque gracias a la escritura podían resistir de forma más efectiva los intentos de control y sometimiento. También, la escritura ha sido un instrumento eficaz para resistir a las situaciones 1 Ricard VINYES: “Doblegar y transformar: la industria penitenciaria y sus encarceladas políticas. Tan sólo un examen”, Studia Historica. Historia Contemporánea, 29 (2011), p. 37; ÍD.: Irredentas. Las presas políticas y sus hijas en las cárceles franquistas, Madrid, Temas de hoy, 2002, pp. 14-15 2 Antonio CASTILLO GÓMEZ: “De la suscripción a la necesidad de escribir”, en ÍD (coord.): La conquista del alfabeto. Escritura y clases populares, Gijón, Trea, 2002, p. 33 25 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | traumáticas que la vida en reclusión generaba. Es un medio mediante el cual podían desarrollar y plantear su propia identidad pudiendo escapar del sistema anulador franquista y de todos los mecanismos de coacción que en la prisión desarrollaba. Pero en muchos casos, el uso de la escritura en prisión no fue algo sencillo. Hay que tener en cuenta que una parte importante de las personas que fueron detenidas por motivos políticos por parte del Estado franquista no solo carecían de una formación política sólida, sino que además –como consecuencia del atraso estructural español– eran en buena parte analfabetas o semianalfabetas.3 Este caso es más mayoritario entre las presas, pues por el peso de los roles de género y por la estructura patriarcal habían tenido un nivel de formación elemental y política mucho menor que sus compañeros varones. De esta forma, buena parte de las presas y presos que poblaban las cárceles de Franco no disponían de la capacitación suficiente para poder ejercer de forma completa el proceso de escritura que se producía en las prisiones, ya sea en una variante personal (a través de diarios, memorias, en el envío y recepción de correspondencia, etc...) o política (elaboración de graffitis, partes, periódicos...).4 Forzados por la necesidad de leer y escribir, tuvieron que adquirir esas capacidades dentro de los muros de prisión. Una vez obtenida esa competencia podían seguir formándose, seguir combatiendo al régimen desde el interior de la cárcel y, al mismo tiempo, reforzar su identidad política. En la presente comunicación trataremos de analizar cómo se desarrolló la formación en reclusión en dos vertientes: por un lado, en un plano más elemental, adquiriendo la capacidad de leer y escribir. Por otro lado, atenderemos a la formación en clave más política e ideológica, con el objetivo de dotar de contenidos la acción política que se producía en prisión. Para ello, centraremos el análisis en el caso concreto de la cárcel de Ventas y en un colectivo concreto de las presas políticas que allí penaban: las comunistas, las cuales tenían unos rasgos de cultura política y militante muy marcados 5. Para desarrollar este análisis contamos con los periódicos manuscritos que elaboraron 3 Eduardo RUIZ BAUTISTA: “Prisioneros del libro: leer y pensar en las cárceles de Franco”, en Feliciano MONTERO GARCÍA y Antonio CASTILLO GÓMEZ (coords.): Franquismo y memoria popular Escritura, voces y representaciones, Madrid, Siete Mares, 2003, p. 107; Ángeles EGIDO LEÓN: El perdón de Franco. La represión de las mujeres en el Madrid de Posguerra, Madrid, Los libros de la Catarata, 2009, pp. 97-98. 4 Antonio CASTILLO GÓMEZ: “De la suscripción a la necesidad de escribir”, en Antonio CASTILLO GÓMEZ (coord.): La conquista del alfabeto. Escritura y clases populares, Gijón, Trea, 2002, p. 33 5 Para una aproximación a la historia social del comunismo español se puede consultar: Manuel BUENO LLUCH y Sergio GÁLVEZ BIESCA (eds.): Nosotros los comunistas. Memoria, identidad e historia social, Madrid, Fundación de Investigaciones Marxistas, 2010. 26 entre 1946 y 1947 las presas que militaban en el PCE y en la JSU en Ventas, concretamente, Nuestro Guía6, Juventud Reclusa7 y el suplemento local de Mundo Obrero.8 Además, prestaremos especial atención a los testimonios directos de presas, recogidos por Juana Doña o Tomasa Cuevas, en los que se hace referencia a las experiencias en aprendizaje de lectura y escritura en la cárcel de Ventas y gracias a los cuales encontraremos información muy valiosa que nos dará pistas sobre cómo se producía la formación en la prisión. ¿De dónde se parte? Analfabetismo y el peso de los roles de género: situación en los años previos a la postguerra Para poder analizar la lucha contra el analfabetismo en la prisión, así como la formación elemental e ideológica y política que las presas recibieron, tenemos que plantear sintéticamente de qué situación se parte. Cuando señalábamos que buena parte de los presos y las presas franquistas tenían un bajo nivel cultural, tenemos que tener en cuenta que en 1940 la tasa de analfabetismo era aún del 33,85 %, siendo entre las mujeres bastante superior que la de los varones: un 37,7 % frente a un 29,6 %. Igualmente, tenemos que manejar este dato teniendo en cuenta que se produce dentro de un contexto de reducción progresivo del analfabetismo. Solo hay que ver la diferencia que hay con los niveles de analfabetismo que se producían a principios del siglo XX: 63,7 %, siendo, igualmente, entre las mujeres bastante superior (71,4%) que entre los hombres (55,7 %).9 Los motivos por los que España ha tenido una tasa bastante superior de analfabetismo tienen su raíz en diversas condiciones económicas, sociales y culturales. Un factor determinante para esta realidad en España –al igual que en otros países– ha sido la escasa presencia que ha tenido las iglesias protestantes en nuestro país. El protestantismo basaban su modelo en la alfabetización y la escuela, en lugar de la 6 Archivo Histórico del Partido Comunista de España (AHPCE): Fondo de Publicaciones Periódicas, carpeta 13, volumen 20, Nuestro Guía. Órgano Local del PC de Ventas, núms. 1, 2, 4 y 5, enero-mayo de 1946. 7 AHPCE, FPP, 12/11, Juventud Reclusa, núm. 11, 1 de junio de 1946 8 AHPCE: FPP, 12/33, Mundo Obrero. Órgano local del Comité Central del PCE. Sección Ventas, núms. 11 y 12, marzo-abril de 1947. Con respecto a este periódico manuscrito hay que señalar que los ejemplares que se conservan en el AHPCE en la actualidad son prácticamente ilegibles. Las condiciones ambientales y el paso del tiempo ha provocado que la tinta se ha disuelto en el papel. Sin embargo, afortunadamente estos materiales fueron digitalizados hace años, en un momento en el que el proceso de deterioro no estaba tan avanzado y se pueden consultar en la actualidad a través de la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica. 9 Narciso DE GABRIEL: “Alfabetización, semialfabetización y analfabetismo en España (1860-1991)”, Revista Complutense de Educación, vol. 8, núm. 1 (1997), pp. 205-210. 27 liturgia, el poder de las imágenes, la catequesis o el púlpito, características más propias de la Iglesia católica.10 A esto también hay que sumar el atraso económico, la precaria red escolar –que implicaba un déficit crónico de escuelas– y también el amplio absentismo escolar que generaba el trabajo infantil y las largas jornadas de trabajo. 11 Pero no se puede entender la diferencia entre la alfabetización de hombres y mujeres sin relacionarla con la distribución de roles de género que se articula de acuerdo con el discurso imperante de la domesticidad, heredado de las estructuras sociales y económicas tradicionales.12 Este discurso condiciona fuertemente el desarrollo social de la mujer y se ve reflejado en la rígida división de las esferas pública y privada, la primera asignada al varón, que participa en el sistema de producción y en la vida política, y la segunda propia de la mujer, relegada al ámbito doméstico, es decir, destinada al cuidado de los hijos y del hogar. Este era el ideal de la “verdadera mujer” de la época: el de una madre abnegada y una esposa sumisa y obediente,13 pero dentro de ese modelo está vetado el acceso a la escritura o la lectura por ser consideradas tareas “no propias de su sexo”. De hecho, las pocas mujeres que practicaron la escritura usaron estrategias elusivas como la autocensura y acabaron siendo víctimas de la marginación y la exclusión.14 A partir del siglo XX es en el momento en el que se empieza a producir un descenso notable de los niveles de analfabetismo. Esto se debe a que se empiezan a aplicar las primeras políticas públicas de alfabetización (entre 1922 y 1923), pero también al papel de las organizaciones obreras y su amplia política cultural que buscaba la capacitación de las clases trabajadoras y las capas populares, a través de un programa que incluía la constitución de Ateneos culturales, clases de alfabetización, difusión de lecturas populares, etc.15 Pero es sobre todo a partir de la II República cuando se produce un mayor descenso de los índices de analfabetismo por la importante labor 10 Antonio VIÑAO FRAGO: Leer y escribir. Historia de dos prácticas culturales, México, Fundación Educación, Voces y Vuelos, 1999, p. 319. 11 Mercedes VILANOVA RIBAS y Xavier MORENO JULIÀ: Atlas de la evolución del analfabetismo en España de 1887 a 1981, Madrid, Centro de Publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia, 1992, p. 71. 12 Mary NASH: Rojas, las mujeres republicanas en la Guerra Civil, Madrid: Taurus, 2006, p. 35. 13 Aurora MORCILLO GÓMEZ: “Feminismo y lucha política durante la II República y la guerra civil”, en Pilar FOLGUERA CRESPO (coord.): El feminismo en España: dos siglos de historia, Madrid, Editorial Pablo Iglesias, 2007, p. 100. 14 Pura FERNÁNDEZ y Marie-Linda ORTEGA: “Presentación”, en ÍD (coords.): La mujer de letras o la letraherida. Discursos y representaciones sobre la mujer escritora en el siglo XIX, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 2008, pp. 9-10 15 Francisco DE LUIS MARTÍN: “Alfabetización y prácticas de escritura en los obreros socialistas (18791936)”, en Antonio CASTILLO GÓMEZ (coord.): La conquista del alfabeto..., pp. 89-103; Antonio VIÑAO FRAGO: Leer y escribir..., pp. 110-112 28 educativa que se desarrolló en el primer bienio. Se acercó la educación y la cultura a las áreas rurales a través de las Misiones Pedagógicas, la construcción de escuelas, la formación de maestros y maestras, la creación de institutos de segunda enseñanza, etc. También contribuyó a la reducción del analfabetismo el importante papel jugado por la producción impresa en la confrontación ideológica de esos años.16 El descenso del analfabetismo, y sus diferencias entre hombres y mujeres, se encuentra más o menos equilibrado –partiendo de la clara brecha existente– durante el primer tercio de siglo XX. Pero durante la década de 1930 a 1940 se produce una clara superioridad en la tasa de crecimiento de la alfabetización femenina con respecto a la masculina.17 Es indudable que las políticas educativas y culturales de la II República favorecieron también a las mujeres, pero por sí solas no bastan para explicar este descenso progresivo. Tenemos que derivarnos a la guerra civil, y ver cómo fue afrontada por un número importante de mujeres, para entender cómo puede producirse ese ritmo de crecimiento superior. El inicio de la guerra, así como las expectativas de transformación social, actuaron como catalizadores de la movilización de las mujeres en la zona republicana. Esto se traduce en un auge del asociacionismo femenino, teniendo especial importancia en este sentido la Asociación de Mujeres Antifascistas (AMA), organización de carácter unitario, pero de hegemonía comunista, y Mujeres Libres, referente de CNT, que llegaron a agrupar a 60.000 y 20.000 mujeres, respectivamente. Aunque estas organizaciones aceptaron la postura oficial de partidos, gobierno y sindicatos de retirar del frente a las mujeres –alegando que eran más útiles en aquellos espacios donde podían realizar las tareas para las que estaban “realmente capacitadas” (trabajo en retaguardia, tareas asistenciales y de auxilio)– la implicación de las mujeres en esas tareas era un proceso que legitimaba el acceso de la mujer a la esfera pública pues desarrollaban tareas que no les eran propias, aunque fuera en la línea del rol femenino tradicional de cuidado y asistencia.18 En ese contexto de reajuste y cuestionamiento del reparto tradicional de los roles de género, se organizó también por parte de maestras, organizaciones sindicales y las organizaciones de mujeres una serie de campañas de instrucción dirigidas específicamente a las mujeres. Algunos ejemplos pueden ser los hogares de la mujer de 16 Antonio VIÑAO FRAGO: Leer y escribir..., pp. 110-113 Narciso DE GABRIEL: “Alfabetización, semialfabetización...”, p. 205 18 Mary NASH: “Republicanas en la Guerra Civil: el compromiso antifascista” en Guadalupe LÓPEZ FERRER et al. (coords.): Historia de las mujeres..., pp. 125-146. 17 29 la AMA, o los Institutos de mujeres Libres, con tareas destinadas al desarrollo de clases elementales, de cultura general, de análisis de la condición femenina, etc. Además, uno de los objetivos principales era el de la erradicación del analfabetismo en pueblos, intentando llegar a las mujeres adultas, las cuales en su condición de mujeres trabajadoras, madres y amas de casa, tenían más dificultades para acudir a los centros culturales. También realizaban formación que buscaba la capacitación profesional, con el fin de estar formadas para los trabajos que en ese momento empezaban a acceder: cursos de enfermería, comercio, avicultura, mecánica, electricidad, etc.19 Estos avances suponían una transgresión con el modelo de mujer tradicional reducida en exclusiva a la esfera privada y a las tareas de cuidados y de sostenimiento del núcleo familiar. Todo este proyecto de emancipación de la mujer chocó de lleno con el franquismo, basado en la estructura patriarcal y en el discurso imperante de la domesticidad. Por eso, la dictadura aplicó una represión cualitativamente más dura contra las mujeres, diferenciada por su orientación política y su condición de mujer, que se sufrió de forma muy cruda en las cárceles franquistas.20 Frente a esta beligerancia, las presas no se plegaron, sino que siguieron resistiendo. Por eso, el proyecto cultural que las organizaciones de mujeres iniciaron en la retaguardia, prosiguió en las cárceles de Franco. En las próximas páginas analizaremos cómo se articuló esa formación, precisamente, en una de las prisiones franquistas que se aplicó la represión con mayor dureza: Ventas. Formación en Ventas: de la excepcionalidad de los primeros años de represión a la “normalización” Antes de empezar a detallar los diferentes tipos y modalidades de actividades formativas que se producían en Ventas, tenemos que tener en cuenta que la realidad que permitió el desarrollo de una práctica de actividades formativas y, en general, de una práctica de la escritura y la lectura en prisión, dependió de las circunstancias históricas concretas. 19 Ibid., pp. 134-142. El franquismo aplicó castigos diferenciados a las mujeres, poniendo énfasis en la moralidad y en la conducta privada, haciéndolas pagar por ser la encarnación de un modelo de mujer diferente y completamente contrario al régimen. Algunos de los castigos específicos para ellas fueron el rapado de pelo, la ingestión de aceite de ricino, la violación, el escarnio público, el chantaje emocional con sus hijos, etc. Sobre estos aspectos se puede leer más en: Ángeles EGIDO LEÓN: “Mujeres y rojas: la condición femenina como fundamento del sistema represor”, Studia histórica. Historia Contemporánea, 29 (2011), pp. 29-30 20 30 Durante los primeros años de represión franquista, la cárcel de Ventas se convirtió en un símbolo por el castigo ejemplar que el régimen aplicó a las mujeres. La situación de la prisión habla por sí sola: de las 500 plazas individualizadas que tenía la prisión, la prisión de Ventas llegaría a albergar a más de 5 000 presas. Esta sobrepoblación trajo como consecuencia un hacinamiento desmesurado, lo que acabó generando muertes y enfermedades por las lamentables condiciones de vida: apenas había dos médicos y se carecía de ginecólogos. A esto hay que sumar la falta de higiene y la mala comida.21 Durante estos primeros años las condiciones para desarrollar prácticas de escritura en prisión eran bastante más complejas que en los años posteriores. No solamente porque no se pueden comparar los niveles de masificación, sino también porque la represión era más brutal y sistemática en los años inmediatos a la Guerra Civil. Esta represión era física, pero también cargó contra los cauces que podían conducir a la evasión de la población reclusa, restringiendo al máximo las posibilidades de comunicación oral y escrita y reglamentando estrictamente las circunstancias y veces que se podían producir.22 Un ejemplo de esto podría ser las restricciones de comunicación epistolar en las cárceles de Franco, limitándola a una carta a la semana entre 1936 y 1939 y aplicando una restricción total entre 1940 y 1942.23 Esa relación inseparable entre la cultura escrita y los gestos violentos que la reprimen –en palabras de Roger Chartier–24 también se la encontró una presa compañera de Tomasa Cuevas (no conocemos su nombre, pues prefirió no desvelar su identidad) cuando entró en la cárcel de Ventas en el momento más salvaje de la represión franquista: “No tuvimos estímulos de tipo intelectual en todo el tiempo que duró la reclusión. No había libros en Ventas. La biblioteca de la prisión había sufrido el ataque de las sucesoras de Torquemada. Entre los libros quemados estaban los Episodios Nacionales. No hace falta más comentario. Por otra parte, no había sitio para tener libros en el hacinamiento de la cárcel, ni sitio donde organizar clases, ni gente suficiente preparada; 21 Para profundizar sobre la cárcel de Ventas y las condiciones en las que vivieron sus reclusas se puede consultar: Fernando HERNÁNDEZ HOLGADO: Mujeres encarceladas. La prisión de Ventas: de la República al franquismo, 1931-1941, Madrid, Marcial-Pons, 2003; ÍD: La prisión militante: las cárceles franquistas de mujeres de Barcelona y Madrid (1939-1945), Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2011. 22 Antonio CASTILLO GÓMEZ: “Escribir para no morir...”, p. 22 23 Verónica SIERRA BLAS: Cartas presas. La Correspondencia carcelaria en la Guerra Civil y el Franquismo, Madrid, Marcial-Pons, 2016, pp. 100-101 24 Roger CHARTIER: Las revoluciones de la cultura escrita, Barcelona, Gedisa, p. 21 31 además, teníamos demasiada hambre y demasiado frío para poder dedicar alguna energía a ello.”25 Esta situación fue mejorándose según el nivel de hacinamiento en prisión iba descendiendo por las concesiones de libertad condicional por delitos de guerra que el régimen empezó a aplicar a partir de 1940.26 Esto, sumado a la política de redención de penas que incluía la posibilidad de reducir el tiempo en prisión –hasta 2 meses– por el esfuerzo intelectual, supuso un cambio en la vida interna de la prisión muy importante, 27 sobre todo si lo comparamos con el testimonio que acabamos de ver. Aunque esto no dejaba de ser una política que buscaba trasladar al exterior una visión edulcorada de la situación de las prisiones, vendiendo una imagen bondadosa y edificante del sistema penitenciario del Franquismo, sí que habría un abanico de posibilidades en Ventas, sobre todo para la población reclusa que tenía una formación escolar escasa o nula. En prisión convivieron dos tipos de actividades formativas de naturaleza claramente diferenciada. Por un lado, estaba la permitida y legalizada por la dirección de la Cárcel –a través del programa de redención de penas, concretado en la “escuela oficial” de la cárcel– y, por otro lado, la que se practicaba en la más estricta clandestinidad. Cada una difería, obviamente, en función de los criterios que se plantaba: la clandestina buscaba contestar y dar la vuelta a los intentos de conversión del Franquismo, reforzando el perfil identitario de las presas. Por su parte, la oficial daba una formación religiosa, patriótica y cultural –a veces sin diferenciar donde empezaba una y donde acababa otra– con el objetivo del “rescate moral y social del preso”.28 Esto no quiere decir que fueran incompatibles una formación y otra. En los casos de presas políticas que, por su extracción social, eran analfabetas participaron en la “escuela oficial” para adquirir esa competencia sin que ello implicara la renuncia a sus principios ideológicos o políticos. Era un paso previo de cara a poder adquirir más conocimientos y poder valerse por sí mismas para leer los materiales que circulaban en prisión y producir los suyos propios. Hay que entender que, salvando las distancias, en 25 Tomasa CUEVAS: Cárcel de mujeres, Barcelona, Sirocco, 1985, p. 18. Hay que señalar que la política de libertad condicional se realizó para afrontar el problema de saturación de las cárceles franquistas, pero esto no implicó una reducción de la represión, sino que se aplicaba de otra manera. Se realizó con el objetivo de vigilar a las familias de los exreclusos y así continuar su política de doblegar y transformar a la “anti-España”, continuando la represión franquista a otros niveles: fomentando la exclusión social de los antiguos presos y presas. Más sobre estos aspectos se puede leer en: Ricard VINYES: Irredentas..., pp. 106-112. 27 Eduardo RUIZ BAUTISTA: “Prisioneros del libro...”, p. 104 28 Ibid., pp. 107-111. 26 32 prisión se siguió el mismo esquema que había planteado el movimiento obrero español para aplicar una política formativa entre la clase trabajadora. En general se buscaban dos objetivos: por un lado, tratar de redimir de la ignorancia y posibilitar la elevación personal e intelectual de la clase obrera; por otro lado también se buscaba que se comprendiera los postulados ideológicos del marxismo, los asumiera conscientemente y colaborase con la transformación social a través de los mismos.29 Por lo tanto, de cara a plantear un análisis sobre la formación en prisión, tendremos que desglosar entre formación elemental y formación político/ideológica. Antes de pasar a desgranar las características de cada actividad formativa, conviene destacar algunos aspectos comunes a ambas prácticas instructivas que se derivan de las condiciones materiales que se producían en prisión, sobre todo durante los primero años. La escasez generalizada de papel fue un condicionante que afectó a todas las prácticas de escritura en la cárcel, incluida también la formativa. De hecho, esta dificultad de encontrar papel corriente obligó a las direcciones de las cárceles a racionarlo como ocurría con la comida.30 Esta circunstancia material afectaba tanto a las actividades formativas oficiales como a las clandestinas, pero la necesidad de escribir y de capacitarse fue tal que se adecuaban otros soportes o se gestionan los que ya disponían para sacarles el máximo provecho. Así describió Juana Doña en qué condiciones se impartían la formación elemental clandestina en los primeros años de posguerra: “el material de estudio más elemental, como lápices y cuadernos, no había forma de conseguirlo. A falta de libros se daban las clases sobre apuntes y las cuartillas, una vez aprendidas las lecciones, se borraban para volverlas a utilizar hasta agotarlas.”31 Tampoco había mejores condiciones en la “escuela oficial” de la cárcel. Así describió Mercedes Núñez el panorama que se desarrollaba en la primera escuela formal abierta en Ventas: “Allí, pues, sin libros de texto, sin mesas, sin pizarra, escribiendo penosamente sobre una tablita de fortuna, procurándose lápiz y papel por sus propios y escasos medios, las reclusas de Ventas luchan por acceder a la cultura.”32 29 Francisco DE LUIS MARTÍN: “Alfabetización y prácticas de escritura...”, p. 89. Verónica SIERRA BLAS: Cartas presas..., p. 103. 31 Juana DOÑA: Desde la noche y la niebla. Mujeres en las cárceles franquistas, Madrid, Horas y horas, 2012, p. 180. 32 Mercedes NÚÑEZ TARGA: Cárcel de Ventas, París, Editions de la Librarie du Globe, 1967, p 46. 30 33 Esta dificultad inicial se fue corrigiendo. Para ello, se solicitaba ayuda a las familias para que, junto con el apoyo que recibían para cubrir las necesidades alimenticias, también les dispensaran materiales para la escritura.33 Con el tiempo, las reclusas tuvieron otras formas de acceder a esos soportes imprescindibles para el desarrollo de su actividad formativa. Aquí juega un papel fundamental la estrategia de intentar controlar la administración de la cárcel para utilizar el poder burocrático a su favor, gracias al programa de redención de penas por el trabajo.34 Estas dificultades eran contrapuestas por tres elementos que fueron indispensables: un “cuerpo docente” bien formado, unas estudiantes motivadas y, sobre todo, muchísimo tiempo disponible para dedicarle a la formación.35 Esta última circunstancia es la que más alegan las presas de Ventas, pues se consideran conscientes de la oportunidad que ha supuesto la prisión para su desarrollo cultural y político: “debemos aprovechar nuestro cautiverio para adquirir nuevos conocimientos y ampliar [los que ya teníamos adquiridos]”.36 Esta apelación a aprovechar la reclusión para formarse se debe a que, una vez fuera, no podrán seguir dedicándose a instruirse, pues tendrán la carga de tener que dedicarse a trabajar, además de tener que atender las tareas domésticas, familiares o de cuidados. Así lo expresaban en las páginas de Nuestro Guía: “Siendo para nosotras una de las principales tareas el capacitarnos culturalmente, debemos aprovechar este precioso tiempo que nos brindan las circunstancias actuales, ya que una vez entregadas a la vida normal nuestro problema económico y nuestras actividades políticas lo absorberán, no permitiéndonos adquirir estos conocimientos tan necesarios en la vida.”37 Alfabetización y formación cultural/elemental en la cárcel de Ventas La formación elemental es la que más se movía entre la clandestinidad y la permisión por parte de la dirección del penal. Mientras no funcionaba el sistema escolar “oficial” en prisión, las presas que tenían más formación trataron de cubrir ese hueco. Así, según el testimonio de Mercedes Núñez Targa, “desde los primeros días y de forma 33 Verónica SIERRA BLAS: Cartas presas..., p. 103. Fernando HERNÁNDEZ HOLGADO: Mujeres encarceladas..., pp. 285-287 35 David GINARD I FERRÓN: “Sobre héroes, mártires, tumbas y herejes. Culturas militantes de los comunistas españoles (1939-1962)” en Manuel BUENO LLUCH y Sergio GÁLVEZ BIESCA (eds.): Nosotros los comunistas..., p. 66. 36 AHPCE: FPP, 12/33, Mundo Obrero, núm. 11, marzo de 1947, p. 6 37 AHPCE, FPP, 13/20, Nuestro Guía, núm. 2, febrero de 1946, p. 3. 34 34 espontánea, las reclusas maestras crearon en torno suyo grupitos de primeras letras y de cultura general”. Estos cursos improvisados se hacían en “celdas y pasillos” o “en los patios”, donde “las mujeres analfabetas o deseosas de perfeccionar su instrucción se agrupaban afanosas alrededor de sus improvisadas profesoras.38 Así describe Juana Doña el perfil de las presas que recibieron estas clases durante los primeros años de reclusión: “Eran mujeres de treinta a cuarenta años que habían pasado su vida en el atraso secular de los pueblos españoles, sometidas a las tareas del campo y sobrecargadas con el trabajo doméstico en condiciones míseras. Ahora se encontraban presas porque durante los tres años que duró la guerra, ellas, de una u otra forma, habían colaborado en la defensa de la República.”39 El esfuerzo clandestino por dotar de una alfabetización básica pudo relajarse cuando se instauró la escuela oficial de “Santa María”, consentida por la dirección del centro. En esta escuela impartían clase las propias presas que tenían más formación, en ocasiones pedagogas tan cualificadas como María Sánchez Arbós o Justa Freire. 40 El esfuerzo de estas profesoras era reconocido de forma pública por las organizaciones políticas de prisión: “Con entusiasmo las profesoras nos dan gran parte del tiempo que por las mañanas necesitan para su aseo personal y arreglo de la celda, poniendo todo su empeño en enseñarnos todos los conocimientos que ellas, más afortunadas, poseen.”41 De esta forma, el núcleo de presas que no tenía una formación básica acudía a la escuela oficial y trataban de adquirir la capacidad de leer y escribir. La adquisición de esta serie de competencias era fundamental para las presas, pues en el microcosmos del sistema penitenciario saber leer y escribir implicaba que una reclusa podía comunicarse directamente con la familia para realizar encargos, pedir ayuda, solicitar víveres, transmitir preocupaciones, dar cuenta del estado de su salud, reunir datos para su 38 Mercedes NÚÑEZ TARGA: Cárcel de Ventas..., p. 46. Juana DOÑA: Desde la noche..., p. 181. 40 Fernando HERNÁNDEZ HOLGADO: La prisión militante..., p. 688. Sobre Justa Freire se puede leer en: María del Mar DEL POZO ANDRÉS: Justa Freire o la pasión de educar. Biografía de una maestra atrapada en la historia de España (1869-1965), Barcelona, Octaedro, 2013. 41 AHPCE, FPP, 13/20, Nuestro Guía, núm. 2, febrero de 1946, p. 3. 39 35 proceso judicial, etc.42 Aunque existía por parte del sistema penitenciario un intento de apropiación de esta labor pedagógica para publicitar la bondadosa y edificante política penitenciaria del régimen,43 las organizaciones políticas que trabajaban clandestinamente reivindicaban ese trabajo como propio: “Aquí, entre nosotras, vemos magníficos ejemplos de voluntad y entusiasmo por parte de muchas mujeres ya mayores que habían sido completamente analfabetas y que hoy sostienen su correspondencia particular, y de muchachas que han sabido aprovechar estos años de reclusión y saldrán facultadas para desenvolverse en mejores condiciones.”44 A parte de adquirir la competencia de leer y escribir para poder comunicarse, las presas se esforzaban porque eran conscientes de que así podían usar esa nueva capacidad en su lucha contra el fascismo. Así lo comentaba Elena Cuartero, condenada a muerte, al ser preguntada por otra presa por el motivo por el cual acudía a la escuela que organizaba la dirección de la cárcel: “Vengo a aprender a leer [...]. Si me matan no habré perdido nada. Y si vivo tendré un arma más en contra el enemigo.”45 Esta educación, que se movía dentro de los cauces de la legalidad interna de la prisión, servía para cubrir esa necesidad de aprender a leer y escribir. Pero eso no era suficiente para adquirir una capacitación política que les permitiera estar preparadas y adquirir unos conocimientos políticos necesarios para el activismo fuera de prisión. Así lo recordaba María Salvo Iborra, militante de la JSU: “En Ventas ya se pensó [...] que la gente tenía que salir preparada: culturalmente, se le tenía que dar la posibilidad que, de analfabetas, pasaran a tener por lo menos lo básico: leer, escribir y las cuatro reglas. Había la escuela oficial, pero nada más podían ir las que no sabían leer y escribir, las puramente analfabetas. Pero sin embargo nosotras, las gentes que ya teníamos unos estudios primarios, esto no era suficiente.”46 De esta forma, las organizaciones políticas pudieron dedicar todo el esfuerzo clandestino a la formación política e ideológica, sin necesidad de arriesgarse a realizar 42 Verónica SIERRA BLAS: Cartas presas..., p. 133 Fernando HERNÁNDEZ HOLGADO: La prisión militante..., p. 244 y 688 44 AHPCE, FPP, 13/20, Nuestro Guía, núm. 2, febrero de 1946, p. 3. 45 Mercedes NÚÑEZ TARGA: Cárcel de Ventas..., p. 47. 46 Fernando HERNÁNDEZ HOLGADO: La prisión militante..., p. 704. 43 36 una formación elemental de forma oculta, delegándola a la escuela oficial. De todas formas, esta formación elemental se fue complementando con los grupos de cultura que estaban organizados en Ventas y con la organización de actividades culturales, tales como representación de obras teatrales, bailes y elaboración de cuadros y dibujos, tal y como recuerda la reclusa comunista Manolita del Arco.47 Formación ideológica y política Hasta ahora, las características de los aspectos que hemos ido señalando podrían ser aplicadas de forma genérica para todo el colectivo de reclusas políticas de Ventas. Sin embargo, a partir de este momento, nos vamos a centrar en exclusiva en la formación ideológico-política de un colectivo específico dentro de las presas políticas de Ventas: las comunistas. Esto se debe a la elección del corpus documental en el que nos basamos para hacer este análisis: los periódicos manuscritos producidos por la organización del PCE en prisión. A esto habría que sumarle que los factores de socialización política en una organización como el PCE hacía que el tratamiento a su formación distara mucho con respecto a otras organizaciones obreras de la clandestinidad. Seguramente por las consecuencias del dramático final de la guerra civil, los comunistas basaban la construcción de su identidad colectiva en un sentimiento de superioridad con respecto a otras organizaciones tradicionales del movimiento obrero.48 Por eso, del estudio de las características de su formación ideológica, no se pueden sacar unas conclusiones generalizadoras de todo el colectivo de reclusas de Ventas. La formación que tenía un carácter político e ideológico era la prioridad para una organización política como el PCE. Esto no quiere decir que la adquisición de unas capacidades elementales y básicas de alfabetización no fueran importantes. De hecho, eran imprescindibles, pero como un escenario previo y básico de cara a conseguir tener el soporte mínimo para encajar en la política de instrucción ideológica que se desarrollaba en prisión. En esta formación, la transmisión de actitudes, valores o “destrezas” era tan importante –o quizá más– que la transmisión de ideas. Se trataba de remodelar la identidad personal y social de la militancia para adecuarla a lo que requería el ideal de 47 48 Tomasa CUEVAS: Cárcel de mujeres..., pp. 120-125 David GINARD I FERRÓN: “Sobre héroes…”, p. 47 37 militante de la organización: asumir como propios los ideales de lealtad, disciplina y valentía con el objetivo de convertirse en un ejemplo para el conjunto de la clase obrera.49 Un claro ejemplo lo encontramos en las páginas de Nuestro Guía en un artículo titulado “Cómo debe ser un comunista”: “Un comunista tiene que dar ejemplo con su conducta, debe pensar que con sus actos da a los demás la pauta a seguir. Por eso ha de procurar en todo momento, por difícil que sea, ser recto y obrar sin vacilaciones, en consecuencia con la línea del P[artido]. Así no se vacila. Por eso, todo comunista tiene la obligación de procurar asesorarse de todos sus fundamentos y en aquellos que vea [que] tiene duda, o simplemente poca compenetración, afianzarse más para que ello no origine en cualquier momento una falla. “Es fundamental en un comunista la honradez y la rectitud. De una reunión no ha de salir sin antes estar complemente convencido sobre lo discutido y acordado, pero si alguna vez esto no ocurriera, por disciplina debe admitir lo acordado por la mayoría y una vez fuera de la reunión, no obrar en contra [de la] posición.”50 Por la situación de reclusión y de desposesión con la que las presas convivían en prisión era normal que alguna militante no pudiera comportarse según esa concepción de “ser comunista”: “no supe comportarme como una joven revolucionaria con una preparación ya, puesto que antes de venir a la cárcel era de la JSU: frivolidad, falta de energía, cobardía ante la posibilidad de que me fusilaran, han sido los motivos de mi mal comportamiento durante esta época en que, olvidándome de lo que era, claudiqué y me dejé arrastrar por donde mis enemigos quisieron llevarme.”51 Esa claudicación a la que hace referencia en su autocrítica la militante de la JSU era considerada una consecuencia de la falta de formación dentro de la organización, aspecto que tenía que ser revertido. De ahí la insistencia en fomentar la formación 49 Ibid., pp. 47-50; Francisco ERICE SEBARES: “El ‘orgullo de ser comunista’. Imagen, autopercepción, memoria e identidad colectiva de los comunistas españoles”, en Manuel BUENO LLUCH y Sergio GÁLVEZ BIESCA (eds.): Nosotros los comunistas..., p. 172. 50 AHPCE, FPP, 13/20, Nuestro Guía, núm. 5, mayo de 1946, p. 6. 51 AHPCE, FPP, 12/11, Juventud Reclusa, núm. 11, 1 de junio de 1946, p. 5. 38 política con el objetivo de que los cuadros del PCE apliquen “todas las consignas fielmente y no tergiversar por desconocimiento su política”.52 Precisamente, el PCE tuvo grandes dificultades para establecer una formación teórica mínimamente sólida, y esto tuvo importantes repercusiones a la hora de transmitir la línea del Partido. Si este problema se produjo con gravedad antes de 1936, no iba a ser más fácil en condiciones de clandestinidad. Sin embargo, paradójicamente, en el interior de España los únicos grupos que pudieron desarrollar sus prácticas formativas fueron los presos y las presas políticas. Con mucho riesgo, podían asegurar unas condiciones para desarrollar sus actividades, mientras que en el exterior de la prisión, los círculos militantes eran escasos, dispersos y sometidos a un fuerte acoso policial.53 Para plantear una formación política se recurrían a diversas estrategias dentro de la precariedad que existía. Se trabajaba con materiales introducidos de forma clandestina en prisión, como recortes de prensa del Partido o con pequeños informes. Además, durante la II Guerra Mundial, circulaban por Ventas los partes de guerra ingleses y disponían de una biblioteca ambulante adquirida con los trabajos manuales de corte y confección que desarrollaban las presas: “teníamos una –digamos– biblioteca ambulante, y con nuestras aportaciones íbamos comprando libros que todas leíamos y al fin se rifaban entre las que formábamos la biblioteca.”54 Pero, entre las actividades que componen la formación política en prisión, destacan dos prácticas que son el máximo exponente y esfuerzo en ese proceso de instrucción. Se trata de la elaboración y lectura de los periódicos manuscritos y de los cursillos de capacitación que se impartían en la cárcel de Ventas. Los periódicos manuscritos Estos periódicos tenían múltiples funciones, como pueden ser la de transmitir las directrices del Partido, informar de la situación mundial, denunciar las arbitrariedades de prisión, realizar el ejercicio de crítica y autocrítica dentro de la actividad del Partido en prisión, etc.55 Pero entre sus páginas destaca también el espacio formativo, donde 52 AHPCE: FPP, 12/33, Mundo Obrero, núm. 12, abril de 1947, p. 5 David GINARD I FERRÓN: “Sobre héroes…”, p. 64; Francisco ERICE SEBARES: “El ‘orgullo de ser comunista’..., p. 174. 54 Tomasa CUEVAS: Cárcel de mujeres..., pp. 120-121 55 Para una visión general de los periódicos manuscritos consultar el trabajo de Verónica SIERRA BLAS: “La información como resistencia. Periódicos manuscritos en las cárceles de Franco”, en Jean Michel 53 39 recogían artículos sobre distintos aspectos tan variados como pueden ser el concepto del Estado desde una perspectiva marxista; la historia del PCE, su modelo organizativo y cultura política; desmentía la propaganda de Falange; etc. Además, en algunos periódicos aparecen fragmentos concretos de obras de Engels (El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado) o de Lenin (La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo y El Estado y la Revolución) con un nivel de literalidad que solo puede ser posible si esos títulos formaban parte de la biblioteca ambulante a la que hemos hecho referencia con anterioridad. Pero estos periódicos no eran entendidos como un espacio de formación de carácter vertical y unidireccional. Uno de los principales objetivos era que la militancia participara en su elaboración, pensando y escribiendo en común sus aportaciones a través de la estructura interna del PCE en Ventas. El objetivo era que “el trabajo sea más amplio y todas y cada una de las militantes tenga en las columnas de Nuestro Guía [un] campo abierto para expresar sus iniciativas, sus dudas, sus opiniones”.56 La dirección hacía un seguimiento exhaustivo de este proceso felicitando, a través de sus páginas, la colaboración: “A las Ce[lula]s nº 3 y 5 de la 3ª [galería] derecha, y a las [células] 1, 2 y 5 de la 2ª [galería] derecha, que han mandado su colaboración espontánea a Nuestro Guía de hoy, esta dirección les manda una sincera felicitación. No desmayéis y seguid así, camaradas”.57 O criticando su ausencia: “Recoge esta dirección con disgusto que en la 3ª [galería] izquierda es acogida con frialdad y lentitud la colaboración que es pedida para Nuestro Guía. ¿Creéis camaradas que esto les está permitido a los comunistas? ¿Creéis que puede marchar bien nuestro P[artido] si todos sus militantes no le prestan su colaboración? Esta lentitud ha traído como consecuencia que el artículo que habéis mandado para este número por llegar tarde no pueda ser insertado. Para que esto no se repita procurad ser más dinámicas”.58 DESVOIS (ed.): Prensa, impresos, lectura en el mundo hispánico contemporáneo. Homenaje a JeanFrançois Botrel, Rennes: Université de Rennes 2-Haute Bretagne, 2005, pp. 437-462. 56 AHPCE, FPP, 13/20, Nuestro Guía, núm. 1, enero de 1946, p.1. 57 AHPCE, FPP, 13/20, Nuestro Guía, núm. 4, abril de 1946, p. 2. 58 Ibid., p. 3. 40 Por la múltiple función de estos periódicos, los periódicos manuscritos son una herramienta más en el proceso de formación, pero no es la más importante. En ocasiones, solo es un altavoz y un mecanismo de análisis y reflexión sobre el núcleo imprescindible del proyecto pedagógico y formativo en prisión: los cursillos de capacitación. Los cursillos de capacitación política En la gran mayoría de testimonios de las presas que destacan la formación en reclusión distinguen los cursillos de capacitación política como uno de los espacios que más se aprovechaban para adquirir nuevos conocimientos. Sabemos de ellos que generalmente se trataban en ellos materias políticas e ideológicas, que se desarrollaban por la noche, después del último recuento, en los lavabos –único lugar con las luces encendidas durante toda la noche– situados al final de la galería.59 Solo disponemos de la información de los cursillos que se desarrollaron entre 1946 y 1947, pero nos podemos hacer a la idea de cuál era su proceso. Solían durar varios meses y contaban con una preparación previa muy importante. En un primer momento se analizaba el perfil de las alumnas (según su experiencia militante previa, su formación, etc.) y en función de las características de cada grupo se hacían varios niveles. Una vez realizado este proceso, se elaboraba el programa del cursillo y las sesiones que iba a realizar con una periodicidad determinada. Las ponentes solían prepararse un guion por escrito para que resultara más fácil desarrollar sus conferencias. Tras el desarrollo de las charlas, a los tres o cuatro días, las asistentes tenían que escribir un resumen de las mismas para que la dirección pudiera analizar si el cursillo había sido comprendido. Además, cada promoción tenía que realizar una valoración colectiva de los cursillos que sería entregada a la dirección del Partido en Ventas. El proceso finalizaba con una conferencia de Radio –organismo que agrupaba a varias células de base– a la que asistían las alumnas y las conferenciantes para “observar los resultados obtenidos”.60 Este largo y complicado proceso nos muestra la importancia que tenían estos cursillos de formación para la organización del PCE de Ventas. El proceso resultaba más o menos aceptable para las alumnas con excepción de la última prueba, donde tenían que exponer sus conclusiones en público y de forma oral: “Ninguna de las que 59 60 Fernando HERNÁNDEZ HOLGADO: La prisión militante..., pp.702-704. AHPCE: FPP, 12/33, Mundo Obrero, núm. 12, abril de 1947, pp. 5-6. 41 hablamos lo hicimos con tranquilidad y [nuestro] nerviosismo eran tales que la mayoría tuvimos que recurrir a lo escrito para salir adelante sin que se nos [escaparan] las ideas y [mientras] se nos trababa la lengua”.61 Este hecho también nos da muestras de que en prisión se había conseguido un importante nivel de alfabetización porque, normalmente, la relación entre oralidad y escritura en las capas populares se produce a la inversa: muestran su desazón por tener que recurrir al medio escrito y piden disculpas por su impericia al respecto62; en este caso es justamente al contrario: recurren a la lectura para exponer sus ideas sin errores. Sin embargo, en los textos que elaboran sí que muestran otras características que son propias de escribientes como es el hecho de expresarse de forma oral, recurriendo a la repetición, redundancia, frases hechas, uso de dichos, etc.63 El manejo de tantos informes, esquemas, resúmenes de conferencias y demás escritos en alguna ocasión ha jugado malas pasadas a las presas. En un cacheo efectuado por el personal de la prisión descubrieron guiones de las conferencias de los cursillos de capacitación, lo que motivó el traslado de más de un centenar de presas en octubre de 1946 a las cárceles de Amorebieta, Málaga y Segovia “entre ellas varias de las que poseyendo grandes conocimientos y capacidades estaban encargadas de este trabajo”. Este hecho implicó el retraso de los cursillos, pero repuestas del golpe siguieron funcionando: “quedaron algunas y surgieron otras que continuaron su labor”.64 Esta estrategia del franquismo de desarticular a las organizaciones clandestinas mediante traslados a otras prisiones no resultaba ser muy efectiva, pues de esta forma las presas de otras cárceles se beneficiaban de la formación política que habían adquirido las que procedían de Ventas, así como de los novedosos métodos de su cultura penitenciaria, normas de conducta y habilidad organizativa. De hecho, así fue el caso concreto de este traslado a la recientemente inaugurada Prisión Central de Mujeres de Segovia.65 Este cursillo –que versó sobre la historia y trayectoria del PCE– fue valorado de forma positiva por la dirección del Partido en Ventas, aunque siendo consciente de la diferencia de nivel entre las dos promociones que las desarrollaron: una de presas recién ingresadas al PCE y otra de veteranas que ya habían desarrollado parte de su militancia 61 Ibid., p. 6. Antoni GIBELLI: “Emigrantes y soldados. La escritura como práctica de masas en los siglos XIX y XX”, en Antonio CASTILLO GÓMEZ (coord.): La conquista del alfabeto..., p. 202. 63 Antonio VIÑAO FRAGO: Leer y escribir..., p. 121. 64 AHPCE: FPP, 12/33, Mundo Obrero, núm. 12, abril de 1947, p. 5 65 Santiago VEGA SOMBRÍA y Juan Carlos GARCÍA FUNES: «Lucha tras la rejas franquistas. La prisión central de mujeres de Segovia», Studia histórica. Historia Contemporánea, 29 (2011), p. 295. 62 42 en la guerra civil y en la clandestinidad. Las diferencias de nivel se pueden apreciar también en la propia valoración colectiva que hacen cada promoción de los cursillos. Así las más veteranas analizan y reflexionan con profundidad sobre la importancia de la política de formación de cuadros, mientras que las nuevas militantes centran su escrito en realizar una descripción del proceso de los cursillos (gracias a la cual hoy podemos tener una idea aproximada sobre cómo se desarrollaron). Sin embargo, en las valoraciones de ambas promociones coinciden en una idea: gracias a esos cursillos son más conscientes de lo que significa ser un cuadro del PCE y están más preparadas para seguir luchando contra el enemigo cuando salgan en libertad.66 Conclusiones El golpe de Estado del 18 de julio de 1936 no fue exclusivamente un levantamiento contra el gobierno de la II República, democráticamente elegido. Fue un golpe contra el proceso de transformación social que se estaba iniciando en España y, en el cual las mujeres estaban transformando su realidad, subvirtiendo progresivamente los roles de género y construyendo un modelo de mujer distinto al tradicional. Bajo su propia organización, las mujeres habían ido creando espacios para luchar contra las consecuencias del sistema patriarcal preponderante en la época, que relegaba a la mujer al ámbito doméstico, al cuidado de los hijos y del hogar, sin acceso a derechos básicos como la educación y la alfabetización. Tras el golpe de Estado y el final de la guerra civil, las mujeres detenidas en las cárceles de Franco, no se plegaron y plantearon estrategias de resistencia a los intentos de anulación del franquismo. Para ello, con auto-organización proporcionaron una formación básica que permitiera a las presas analfabetas, acceder a la escritura y la lectura, destapando un potencial transformador. Escribir, leer y formarse supone para las presas un doble acto subversivo: por un lado subvierte y transgrede el discurso de género y la división de las esferas, porque no lo realizan como un acto íntimo, sino que se hace con una intencionalidad de transformación de la realidad. Por otro lado, es transgresor desde el punto de vista del contexto carcelario, en el cual las prácticas que derivan de la escritura son un mecanismo de resistencia frente al control y sometimiento del franquismo. 66 AHPCE: FPP, 12/33, Mundo Obrero, núm. 12, abril de 1947, pp. 5-6 43 En la España de Franco las cárceles fueron un espacio lleno de dignidad y lucha en el que las presas no se resignaron a pasar sin más, día tras día, su estancia en reclusión, sino que siguieron formándose y capacitándose para poder seguir luchando tanto en la prisión como cuando les tocara el momento de salir de ella. Gracias a estas prácticas formativas, y a las consecuencias de lucha y resistencia que generaron, consiguieron –como planteaba la presa Antonia García–67 que en las cárceles de Franco hubiera dignidad y pudieran afrontar la lucha en el exterior en las mejores condiciones posibles. 67 Tomasa CUEVAS: Cárcel de mujeres..., p. 75 44 Los poemas carcelarios del primer franquismo: una escritura cotidiana de supervivencia Aurore Ducellier Université Sorbonne Nouvelle Paris 3 Frente a la represión penitenciaria iniciada en la España franquista desde 1936 y, sobre todo, 1939, los presos alfabetizados se volcaron en la escritura a modo de catarsis y de resiliencia para escapar del dolor circundante. No enviaron sólo cartas a sus familiares, sino también poemas. El verso lograba condensar una experiencia emocional traumática gracias a moldes métricos que encerraran la propia cárcel y el sufrimiento colectivo: sonetos y romances, sobre todo, pero también composiciones en verso libre en el que la voz lírica no se adhiere al encierro poético. La tesis doctoral Las voces de la resiliencia. Poesía carcelaria bajo el primer franquismo1 inició la exhumación de este corpus con una muestra de más de sesenta autores, víctimas del ostracismo tras su detención. Otros muchos poemarios inéditos u olvidados yacen todavía, polvorientos, entre cajones de herederos que desconocen o temen su propia historia familiar. Si bien algunos de estos autores escriben con pretensiones literarias y con vistas a una futura publicación, muchos son los que conciben la poesía en prisión como un pasatiempo y un bálsamo para sobrellevar las sacas diarias de los compañeros y el aislamiento propio, en un universo donde las horas permanecen estancadas. Sin embargo, todos recurren a la creación lírica de modo terapeútico, para sobrevivir a la represión diaria y mortífera del franquismo en las cárceles: por tanto, nos plantearemos cómo esta poesía de circunstancia se vuelve, para estos autores, una resistencia ética a la destrucción circundante y una conexión emocional con la vida y el amor. De estos 1 Aurore DUCELLIER: Les voix résilientes. La poésie carcérale sous le premier franquisme, Tesis doctoral, Université Sorbonne Nouvelle Paris 3, 2016. 45 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | versos de la cotidianidad carcelaria, surgen misivas líricas a los seres queridos, que reconstruyen el vínculo afectivo que la prisión está rompiendo. Los versos de los condenados a muerte, a modo de “carta de capilla”, ocupan un lugar privilegiado en este corpus epistolar, ya que constituyen el último mensaje del yo lírico en el umbral de la muerte. De los “poetas encarcelados” a la práctica poética en prisión: una escritura variada La procedencia social de estos autores presos y sus motivaciones a la hora de elegir el verso como forma de expresión del dolor carcelario son muy diversas. Desde el que teje poemas para matar el tiempo hasta el que colecciona pacientemente composiciones en unos poemarios con primorosas ilustraciones, pasando por el que redime pena en el semanario Redención o el que expresa su amor a familiares o compañeros, son muchas posturas, de evasión o de resistencia frente a la realidad, unidas por un mismo deseo de resiliencia catártica para seguir en pie, enarbolando la esperanza. Por tanto, la distinción entre poetas presos y reclusos que se inician al verso es artificial. Remite a una concepción de la literatura como complejidad que oculta fenómenos socio-culturales más amplios. En prisión, quizás más que en cualquier otro espacio de creación, la segregación purista entre escritores profesionales y amateurs no funciona, ya que varios estratos generacionales cohabitan en el melting pot sociocultural de la cárcel y producen obras colectivas. De hecho, aunque más de un tercio de los sesenta y un autores del corpus sean ya escritores, artistas o periodistas en el momento de la detención, no todos se clasifican como “escritores” en la declaración indagatoria: entre los expedientes consultados, se pueden resaltar los nombres de Baltasar Fernández Cué, Diego San José, Mario Arnold, José Rivas Panedas, Francisco Burgos Lecea, Miguel Hernández, José Luis Gallego o Alberto Cienfuegos (que se autodenomina profesionalmente como “autor en Madrid” el 3 de junio de 1939 y luego indica “oficio escritor” el 30 de junio 2). Pedro García Cabrera, poeta vanguardista destacado de las Islas Canarias antes de 1936 no se presenta como escritor sino como “periodista” en sus declaraciones judiciales de Baza en 1940 y 2 “Alberto Álvarez Cienfuegos”, Archivo General e Histórico de Defensa, Procedimientos judiciales del Tribunal Militar Territorial 1 (Valencia), 6347, caja 17386/4, f. 4 y 10. 46 de Santa Cruz de Tenerife en 19453. Finalmente, un tercio de la lista de las profesiones de los sesenta y un autores son artesanos o empleados, es decir trabajadores subalternos que sin embargo escriben versos en la cárcel4. Los autores del corpus, en su mayoría, no son profesionales de la poesía antes de ser encarcelados y ninguno de ellos sobrevive gracias a su obra lírica en la prisión, aunque algunos sí logran publicar poemarios antes de salir, como Cristóbal Vega Álvarez o José Luis Gallego. Esto no significa, sin embargo, que todos se inicien a la métrica durante el encierro. Un núcleo importante de estos autores presos sí trae consigo un bagaje literario heredado del Modernismo, de las vanguardias o de la poesía social de la República y la guerra. Se dividen esencialmente en dos generaciones: por una parte, los que nacieron entre 1875-1880 y 1900-1905 y bebieron del Modernismo y, por otra parte, los que nacieron entre el principio del siglo XX y el inicio de los años veinte, incluyendo sobre todo a los más jóvenes vanguardistas, a los autores de la República y a los novicios que no han conocido casi experiencia literaria hasta la detención. A estas dos generaciones le sigue otra que no detallaremos aquí, nacida a partir de los años veinte, que fueron los niños de la guerra –o que no la vivieron– y luego escribieron como presos políticos opositores a la dictadura franquista. Más que generaciones, se tratan de redes literarias o políticas en la cárcel que chocan o se superponen. Entre los poetas que traen entre rejas una cultura modernista, se puede citar a Pedro Luis de Gálvez, fusilado en Porlier a finales de abril de 1940, a Diego San José, conmutado de la pena de muerte gracias a las gestiones de su familia ante Millán Astray, el lorquiano Eliodoro Puche, el misterioso Mario Arnold, el argentino Valentín de Pedro y Félix Paredes. Otros seis poetas presos destacan por haber participado en las vanguardias de su época: José Rivas Panedas, firmante del manifiesto ultraísta, Ernesto López-Parra, “excomulgado” por sus pares del mismo ismo, Francisco Burgos Lecea, inventor del verticismo, el artista gitano Helios Gómez y, en Canarias, Pedro García Cabrera y Domingo López Torres, tirado al mar a principios de la contienda. Un número importante de autores tuvieron también un papel como escritores de la República o colaboradores del Romancero de la guerra, como Luis Hernández Alfonso, Carlota O’Neill, Miguel Hernández, Germán Bleiberg, José Romillo, José Luis Gallego y Leopoldo Urrutia (de Luis). Entre los poetas más jóvenes 3 4 Archivo del Tribunal Militar Territorial 5, Causa 96 de 1937, 8113-260-9, f. 472 y 1084. Aurore DUCELLIER: op. cit., vol. 1, p. 110. 47 del corpus figuran algunos novicios en el arte del verso que sólo se harán famosos después de su liberación, entre ellos José Hierro y Marcos Ana. Aunque todos merecen ser sacados del ostracismo en el que les ha hundido, en mayor o menor medida, la censura franquista, nos gustaría destacar tres de ellos, por ser cada uno paradigmático dentro de su trayectoria, que no se limitó a una sola escuela. El primero de ellos, uno de los decanos, es Pedro Luis de Gálvez (1882-1940), que frecuenta tardíamente la bohemia parisina, donde conoce a Picasso y Apollinaire, antes de publicar su primer poemario, Buitres, en 1923. Más tarde, participa en la Fiesta del Ultra de Sevilla, colabora en la revista Grecia y publica Poesías seleccionadas y, en 1929, Negro y azul. Durante la guerra, sus sonetos y otros poemas aparecen en Nosotros y El Pueblo de Valencia, luego en gran parte reunidos en Sonetos de la guerra. La leyenda negra de este provocativo personaje le acompañará durante toda su vida, hasta tal punto que se le atribuye, para condenarlo a muerte tras la victoria franquista, nada menos que una conspiración marxista y el asesinato de una “docena” de religiosas. De los muchos sonetos que habría escrito en su celda, sólo se conservan a día de hoy el que escribió para su defensa judicial, “Temblores al amanecer”, y el que mandó a su compañero de reclusión, el poeta Diego San José, a modo de retrato en el umbral del fusilamiento. El ultraísta Ernesto López-Parra, que acudía a las veladas de Parisiana y el Ateneo, nunca consiguió romper sus lazos literarios con el modernismo, hasta tal punto que fue excomulgado del ismo por “ultraísta remolón” a raíz de la representación de su obra teatral País de abanico en 1921 en el Teatro Español. A pesar de publicar su primer poema, « Los nuevos aeroplanos », en Cervantes en 1919, su primer poemario, Poemas del Bien y del Mal, de 1920, sigue marcado por el modernismo, a diferencia de los poemas de esta década reunidos en 1929 en La imagen iluminada. Con la llegada del Frente Popular y la guerra, su poesía se hace más social y combativa, con la publicación en 1936 de « Traición y muerte del señorito Cañero » en Mono azul y del poemario Auroras rojas, inspirado en la revolución minera de Asturias. Prueba de su hibridación estética es la intertextualidad y el estilo de sus poemas carcelarios. El “Romance de la luna luna”, con acentos simbolistas, o “¡La Muerte!”, por ejemplo, con sus referencias a Lorrain, Baudelaire o Poe, se asemejan más a la estética modernista. En cambio, las críticas de “El Nuevo Cristo” y del poema incompleto “[Al] bisturí salvaje de la [farsa] imperial” recuerdan la impronta de la poesía reivindicativa y política en la lírica de 48 López-Parra. Muere de tuberculosis el 18 de marzo de 1941, un año y diez días antes que Miguel Hernández, en el Penal de Ocaña. El desconocido José Luis Gallego habría empezado a componer versos desde 1934 y publica uno de sus primeros poemas, “Forzosa arribada” en 1936, en la efímera revista Pregón Literario que funda con su amigo y cuñado Leopoldo Urrutia. Se vuelve periodista en el frente de Madrid y colabora en el Romancero de las JSU. Aunque sólo se edita su primer poemario, Noticia de mí, en 1947, mientras lleva casi diez años en prisión, lo cierto es que se ha formado en la poesía con su admirado Juan Ramón Jiménez y está en contacto con jóvenes poetas del entorno de Leopoldo Urrutia. Emerge este bagaje literario en sus obras carcelarias, no sólo en su escritura, que aspira al estilo juanramoniano sin lograr romper con la poesía profundamente humana y dolida del encierro, sino también en las referencias intertextuales que encabezan los poemas: desde el Prometeo encadenado de Esquilo y el infierno de Dante, hasta los poetas contemporáneos extranjeros como Tagore, Andreiev o Whitman, y españoles (Rubén Darío, Tomás Morales, Antonio Machado, Gabriel Miró, Gabriela Mistral, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, García Lorca, Miguel Hernández y Gerardo Diego) pasando por los místicos del Siglo de Oro. No significa que tenga acceso a todas estas obras en la cárcel, ya que en muchos casos las citará de memoria, pero sí que el ejemplar de Obras escogidas de Walt Whitman5, regalado a Gallego por su compañero Germán Alonso, que le llega autorizado en 1955, demuestra que sí podía disfrutar de cierto tipo de lectura individual, paralela a la de la biblioteca penitenciaria colectiva. Para estos tres poetas presos, y para muchos otros, escribir poesía ha sido una fuente de supervivencia en prisión: contra el fusilamiento, contra la enfermedad o contra la interminable condena. Los versos febriles de Ernesto López-Parra son auténticos gestos de resistencia física, difíciles de descifrar y reconstituir, pero rectos ante la aniquilación cultural y humana. Son unos dieciocho autores del corpus total, es decir un tercio, los que ya tenían una actividad poética o literaria con difusión que superaba el ámbito local antes de ser detenidos. Germán Bleiberg hasta fue galardonado en 1938 por el premio Nacional de Teatro, junto con Miguel Hernández, por su obra hoy desaparecida La huida. Su escritura en las cárceles de Torrijos y Santander, luego recogida en parte en Más allá de las ruinas, es un acto de resiliencia y de supervivencia 5 Walt WHITMAN: Obras escogidas, Madrid, M. Aguilar, 1946, ejemplar de José Luis Gallego, autorizado por la censura el 29 de noviembre de 1955 con el número 147 del Penal de Burgos, fondo María Teresa Gallego Urrutia (Aurore DUCELLIER, op. cit., vol. 1, p. 488). 49 frente a la ignominia: “Es tan negro todo / tan monótonamente negro / que no soñamos ni con la soledad / ni con la sangre / y los días pesan inútiles / y la vida se arrastra negra / deslizándose hacia su origen”6, exclamó su pluma en la última morada celular. Para sobrevivir a la muerte que le circunda, la voz lírica expone su herida en los espacios tipográficos del poema, y rompe, mediante el verso libre y la mímesis sonora, la letanía de actividades penitenciarias (“diana ducha desayuno desfile despiojarse”). Para obtener una radiografía más precisa de esta poesía carcelaria del primer franquismo, el criterio de práctica y reconocimiento literario previo a la cárcel, que permite relegar en segundo plano el debate sobre el valor de la obra y el concepto de “profesionalismo” problemático en la cárcel, puede combinarse con el de la cantidad de poemas conservados ya que, en algunos casos como el de Pedro Luis de Gálvez, son muy pocos. Los autores más prolíficos, con más de ciento cincuenta poemas conservados (José Luis Gallego, con al menos 258, Cristóbal Vega Álvarez, Eliodoro Puche y Luis Hernández Alfonso) o más de cien (Miguel Hernández, Helios Gómez y Pedro García Cabrera), son una minoría. Son diez los que han escrito más de cincuenta poemas conservados hasta hoy. Y si superponemos los criterios de cantidad (más de cincuenta poemas conservados) y de actividad literaria previa mediante publicaciones, se obtiene una lista de siete poetas que sin duda constituyen el núcleo paradigmático del corpus estudiado: Diego San José, Eliodoro Puche, Helios Gómez, Pedro García Cabrera, Miguel Hernández, José Luis Gallego et Luis Hernández Alfonso. Pero sería muy discutible limitarse a estas figuras visibles de la poesía encarcelada del primer franquismo, que son la parte visible del iceberg. Significaría simplemente ampliar la recepción hegemónica de Miguel Hernández y Marcos Ana para que abarque más poetas. Es necesario completar esta visión elitista de la poesía a sus formas cotidianas y populares más imperceptibles, para interesarse por la práctica del verso a tientas, compartido por muchos presos y que hasta dio lugar a obras colectivas. De más de la mitad de los autores del corpus (62%) sólo se conservan veinte poemas como mucho, y menos de seis en el 33% de los casos. Por supuesto, se explica en parte por la fragilidad de este soporte testimonial, muchas veces destruido o perdido en prisión, o por la duración del encierro, pero también por la magnitud del fenómeno de la grafomanía entre rejas. Esta necesidad compulsiva de escribir a diario, remite al instinto 6 Germán BLEIBERG: “Sobre un diálogo”, in Antonio FERRES y José ORTEGA, Literatura española del último exilio, New York, Gordian Press, 1975, p. 30-31; luego in José María BALCELLS (ed.), Poesía castellana de cárcel, op. cit., p. 263-264. 50 de supervivencia cultural e identitario de cualquier preso, y no sólo a los poetas. El verso, por muy incipiente que sea, se alza como torre erecta contra el derrumbe emocional y el lirismo se convierte así en un arma contra la desintegración del “yo”. Los poemas-misivas a los familiares para que sobreviva el vínculo afectivo Esta propensión masiva a expresar el sufrimiento en verso dentro el espacio carcelario se plasma de manera significativa en la correspondencia de estos autores. En efecto, muchos de ellos llegan a mandar a sus familiares algún poema o incluso poemario, que sirve de vínculo afectivo cuando la prisión lo separa todo. José Luis Gallego, Diego San José, Luis Hernández Alfonso o Ángel Johán envían con frecuencia desde su encierro poemas-misivas, versos epistolares, para reafirmar su amor hacia su esposa o sus hijos con el pretexto de un santo, un cumpleaños o un aniversario. Pero también lo hacen puntualmente -a veces de manera única- presos de toda España, sin pretensión literaria, a modo de poema fugitivo de circunstancia para sobrellevar la angustia de la condena. Las presas Carmen Micó y Aurelia Maestro-Muñoz; los maestros Román Aparicio y Gerardo Muñoz; los compañeros de la prisión de Castellón Bautista Fortea Cubedo, Bautista Peris Muñoz y Francisco Mezquita Peris; o los de Porlier que se enfrentan al fusilamiento inminente, como Enrique Fuertes Yarzas y Julián López García son una muestra metonímica de cientos de miles de reclusos de la primera posguerra para los que el verso fue el último baluarte emocional en el umbral del terror. La “circunstancia lírica”, en su sentido etimológico, se refiere a la relación del sujeto poético con lo que le rodea: muchos presos, acorralados por la reclusión que les circunda y ahoga a golpes de tedio, dolor o desesperanza, se hacen con la pluma para componer unos versos que transmiten o conservan en sus efectos personales. Al proyectarse en esta voz lírica, no sólo luchan contra la destrucción penitenciaria de la identidad moral, política y humana, sino también contra el aislamiento: la poesía epistolar tiene el poder mágico de reunir a los seres separados a causa del encierro. Quizás sea José Luis Gallego el que haya mandado más poemas suyos en cartas a su esposa durante su encierro, desde 1939 hasta 1942 en Santa Rita (Carabanchel) y desde 1943 hasta 1960 en Madrid, Alcalá y Burgos. Son unos cuarenta poemas los que envía en cartas previamente censuradas durante su primera detención de menos de cuatro años. 51 Al ser trasladado de Porlier a Caranbanchel el sábado 11 de marzo de 1944, Gallego escribe un poema, “Cantata para recitar al emprender el viaje”, a modo de talismán para superar la angustia de un trayecto en camión, que pretende ser una oración lírica a la estirpe de los poetas que le han precedido (“¡Que las nuevas paredes no me desgarren más; sean benignas! / Os lo ruego, angustiado, por estas alas de papel. (Por mi canto.) / Allá, donde estuviereis / Donde el misterio / Os dé su orla”7). Tres días más tarde, manda estos versos por correo a su mujer en una carta que los contextualiza. Casi diez años más tarde, el mismo poeta compone el soneto “Cita 14” y lo envía a su esposa en una carta de felicitación para la Navidad de 1953, antes de incluirlo en su último poemario carcelario Por si valiera. Esta vez es el poema mismo, reflejo del lucero esperanzador, el lugar de encuentro virtual de los dos amantes separados por la reclusión: “A las doce. En la estrella más brillante. / En la antorcha más clara. Nuestra cita. // […] ¡Las doce!... Y cuanto duran sus sonidos, / duramos: doce besos, doce abrazos… // Por fin lo separado se halla junto”8. En ambos casos, los amantes quedan reunidos a pesar de la cárcel y gracias al poema-misiva. La dimensión epistolar tiene una importancia vital para la supervivencia moral del preso: escribir a alguien, dibujar palabras para alguien significa resistir al aislamiento. Además, son mensajes enviados a un destinatario del mundo exterior, como botellas al mar, a diferencia de los poemas escritos a los compañeros de reclusión. Para tejer de nuevo el lazo social y afectivo que ha sido destruido, el preso expresa a sus seres queridos unos sentimientos de la forma más concisa posible: en versos octosílabos por ejemplo, y en “poesías” o “pequeños poemas” en momentos rituales de la rutina familiar perdida e idealizada, como el fin de año, los cumpleaños o los santos. Son citas con la vida que reanudan con el tiempo tradicional y establecen un contacto emocional. El momento de recepción y envío de las cartas de la madre, la esposa, o la hermana en la prisión es siempre sinónimo de gran alegría o tristeza para los reclusos (“¡Ay del preso que no tenga / una madre que le escriba!” exclama una voz de Redención enviada desde Porlier9). No es de extrañar que el ejemplo más frecuente de poema-misiva, sobre todo entre los presos solteros y los más jóvenes, sea el que se envía a la madre. En este 7 José Luis GALLEGO: “Cantata para recitar al emprender el viaje”, carta inédita del 14 de marzo de 1944, fondo María Teresa Gallego Urrutia. 8 José Luis GALLEGO: “Cita 14”, carta inédita del 17 de enero de 1954, fondo María Teresa Gallego Urrutia y Por si valiera, inédito, prisión de Burgos, 1953-1957, p. 52-53. 9 Luis DÍAZ SERRANO: “La carta de la madre”, Redención, nº 10, 3-VI-1939, p. 8. 52 sentido, es muy acertada la expresión utilizada por Nuria López Presedo de “cordón umbilical”10 acerca del contacto epistolar para el recluso aislado. Entre los muchos poemas enviados a la figura materna desde las cárceles del primer franquismo, existen dos composiciones de Clemente Sánchez, “Pensamientos de un recluso en Nochevieja” y “A mi madre”. El primero se caracteriza por una anáfora de “¡Madre!” y por la proyección en discurso indirecto libre del yo lírico en la mente de la figura materna, descrita como una de las muchas matres dolorosae de este corpus poético, ya que “sufr[e] en silencio las penas que [le] atormentan”11 mientras espera la vuelta de su hijo preso, del que solo le queda la guitarra. El segundo, enviado a modo de felicitación para el cumpleaños de la misma, recuerda los poemillas regalados por los niños a su madre, a través de los diminutivos y la sintaxis sencilla de sus octosílabos: “Si yo fuera un pajarito en un vuelo llegaría a recitar este verso a la tierna madre mía. Le diría muchas cosas que, como no soy poeta, ahora no puedo contar en tan limitada oferta. […] Madrecita, idolatrada, no llores porque estoy preso, si no es hoy será otro día, yo llegaré a darte un beso”12. Por arte de magia lírica, el verso sustituye al cuerpo del hijo ausente y el vínculo afectivo antes quebrado por la cárcel se reconstituye en el poema-misiva transmitido por el pájaro, una vez más mensajero y amigo del recluso. Otro de los destinatarios al que se dirigen con frecuencia estos poemas epistolarios es el o la amante, el o la esposa. Aurelia Maestro-Muñoz, pocos meses antes de fallecer en la prisión de Ventas, envía unos versos a modo de carta de felicitación a 10 Nuria LÓPEZ PRESEDO: Ángel Johán, retrato dun artista: (1901-1965): textos e debuxos inéditos, A Coruña, Fundación Caixa Galicia, 2001, p. 69. 11 Clemente SÁNCHEZ: En las cárceles de Franco, Madrid, Oberon, 2003, p. 68. 12 Clemente SÁNCHEZ: op. cit., p. 121-122. 53 su marido para su cumpleaños, elaborada artesanalmente con cuatro pliegos de papel cosidos: “[…] un día de S. José, / día de gloria y de fiesta / cumpleaños de mi esposo / sólo en él mi mente piensa. / En este día tan grande / poderle besar siquiera / mas tengo que conformarme / pues me encuentro prisionera”. Muchos son los presos que escriben versos a su esposa desde la reclusión, pero el prolífico José Luis Gallego constituye el caso más significativo. No sólo envía a su mujer María Teresa poemas en cartas, sino que también le hace llegar poemarios, dieciséis dedicados a ella, inclusive el último. El paratexto indica por lo general que se trata de una colección de poemas reunidos para una ocasión particular y a modo de regalo lírico: cuatro para el cumpleaños de su esposa, nacida el 4 de mayo y cinco para el aniversario de su encuentro, el 30 de abril de 1939, o de su boda, el 6 de septiembre de 1941. Cabe señalar que Ángel Johán, desde la prisión de Las Palmas en Canarias, también regala a su esposa para su cumpleaños, el 15 de noviembre de 1939 y de 1940, los poemarios Mi luz viene de ti et Contornos de poema13. Estos regalos rituales son sin duda una oportunidad para sacar los poemarios de la cárcel, al igual que permiten preservar un frágil vínculo familiar: por eso, no siempre están escritos para la circunstancia, sino enviados en ese momento, como Juventud perdida (poema de adiós en forma de sonata) transmitido por Gallego en el santo de María Teresa, el 15 de octubre de 1949, tras disculparse de la poca adecuación de su tono triste con la festividad. Los hijos del preso son, asimismo, uno de los destinatarios más privilegiados de esta poesía epistolar de supervivencia afectiva. Gallego, por su parte, regala varias obras a su hija María Teresa, apodada Almendrita, para Reyes –como Lenguaje de Inocencia (1944)- o en la fecha de su nacimiento (20 de octubre de 1943): Breve comedia de los consejos (1944), Niña (1945) o El cuatro de la niña (1949). De forma similar, Ángel Johán hace llegar a sus dos hijos, para los Reyes de 1940 et 1941, Versos de colores con música y todo y La noche de Reyes alumbra en la celda, y compone Clases de idiomas para versos pequeños para los siete años de Ángel, el 8 de agosto de 1940. Luis Hernández Alfonso, que remite a la que fue su esposa muchas cartas-poemas en los momentos más dramáticos de su encierro en Granada, como “Dolores de tu ausencia me atenazan el alma” el 30 de abril de 1939, concibe también álbumes de versos como Navidad 1940 para su hija María Consuelo Hernández Rodríguez. 13 Ángel JOHÁN: Os cadernos dun prisioneiro de guerra (1937-1941), Sada (A Coruña), Do Castro, 2003, p. 69-95. 54 Finalmente, es una práctica constante entre los presos de toda índole literaria el componer poemas para enviar al hijo que crece, como la esperanza, allá lejos, en el hogar. Diego San José manda bastantes poemas de este tipo, como el soneto a su hija Lola en su cumpleaños o los versos para los doce años de su hijo Dieguito, desde el Hospital Penitenciario en 1940 o, desde la isla de San Simón, las quintillas para los trece años de María del Carmen o las décimas para el cumpleaños de María Luisa: “Olvida lo que soñaste. / Hártate de luz del día / y borrará la alegría / el mal rato que pasaste. / Las lágrimas que lloraste / con tanta desolación / al implorar mi perdón, / ¡hija mía!, yo confío / que serán pronto el rocío / que inunde tu corazón”14. Pero no sólo es una práctica entre los poetas encarcelados, sino que se extiende de manera habitual entre todos los presos, que envían versos “fugitivos” a sus seres más queridos todavía muy pequeños: Enrique Fuertes Yarzas a sus hijas Pepita y Mari, Clementa Molina Aliaga a su hija o Balbino Adanero Martín a su hijo Floreal en su quinto cumpleaños (“Al cumplir tú los cinco años / alegres como la risa… / desde la cárcel te mando / [tejido] con sangre mía / un collar hecho de amores / radiantes de mi alegría”), por ejemplo. El poema inédito “El pañuelo” de Gerardo Muñoz es particularmente estremecedor desde este punto de vista. Tras haber sido llevado a la fuerza en un ataúd desde el campo de Albatera hasta Móstoles donde ejercía, colgado del balcón del ayuntamiento y torturado, este maestro recibe de su hija “Marilí” un pañuelo bordado con sus iniciales y le responde con un soneto, mientras está recluido en Porlier, en una carta fechada en 22 de junio de 1939: “Un pedazo de tela de camisa / con una vainiquita alrededor / y dos letras marcadas, muy de prisa, / enlazadas con gracias y con primor. / […] Fue bálsamo al sufrimiento / que los odios del hombre sembraran...”15. Estos versos filiales, que restablecen un hilo conductor entre padres e hijos, llenando la cárcel de vida, deben ser leídos como tentativas de resistencia afectiva en el encierro mortífero. En un régimen dictatorial que recomendaba alejar a los hijos de republicanos de su hogar para reeducarlos en una Nueva España y erradicar así el gen rojo (Vallejo-Nájera), estos versos reafirman con voz lírica un vínculo paterno o materno amenazado por la represión. Cualquier resquicio de amor vence a la pulsión de Tánatos que rodea la prisión; cualquier fotografía que deposite una carta puede ser el 14 Diego SAN JOSÉ: “A mi hija María Luisa en el día de su cumpleaños”, La musa encadenada (versos de la cárcel), in De cárcel en cárcel, Sada (A Coruña), Do Castro, 1988, p. 285. 15 Gerardo MUÑOZ MUÑOZ: “El pañuelo”, inédito, prisión de Porlier, 22 de junio de 1939, fondo Celia Muñoz. 55 pretexto de un poema, como el de 1946 de José Luis Gallego, “Versos frente a una foto vuestra”, o el de Miguel Hernández, “El pez más viejo del río”, para el santo de la hija de un compañero16. Este amor filial, además, es extensivo a otros familiares, ya que la necesidad afectiva del preso es inmensa. Valentín de Pedro publica el 21 de octubre de 1939 en el semanario Redención “A mi hermana (en la Argentina)”, y Leopoldo Urrutia de Luis transmite a su hermana María Teresa –esposa de José Luis Gallego– una serie de poemas desde el campo de Dar-Riffien (Tetuán) en 194217. Carmen Micó no sólo envía versos en postales –a medio camino entre el género lírico y el epistolar– a su hija desde la prisión de Durango, sino también a su sobrina Cristina, el 13 de septiembre de 1940, o a su hermana en 1942, seguramente para su cumpleaños. Este poema minimalista, cosido en una carta bordada, definido por su autora como “el cariño [enviado] en forma de verso”18, constituye el ejemplo paradigmático del poema-misiva de circunstancia, en que el verso es ilustración del mensaje. Así, en muchos casos, el recluso no pretende escribir un poema, sino versificar una emoción dolorosa y expresar líricamente, aunque en un lenguaje cotidiano de supervivencia, el desgarramiento que supone la pérdida de su libertad. Voces de condenados a muerte y poemas de capilla: una despedida lírica Quizás sea el “poema de capilla” el ejemplo más extremo de escritura testimonial en las cárceles del primer franquismo. Constituye el último gesto de supervivencia, el último grito ante el umbral de la muerte. Los versos pueden convertirse entonces en el único tesoro que deja el condenado ejecutado de madrugada. Si bien el preso “con corbata” –según la expresión coloquial para referirse a la pena capital– suele dirigir sus últimas palabras a sus familiares, también existen casos de diálogos líricos entre reclusos de la misma galería que, cada noche, anhelan ver el próximo amanecer. Uno de estos intercambios dramáticos más llamativos es el regalo mutuo de sonetos entre Pedro Luis de Gálvez y Diego San José en la cárcel de Porlier, 16 Antonio BUERO VALLEJO: carta del 30 de marzo de 1978, citada en Miguel HERNÁNDEZ, Obra completa, Madrid, Espasa-calpe, 1992, vol. 1, p. 1143. 17 Leopoldo URRUTIA: Cartones, Dar-Riffien, inédito, 1942, fondo María Teresa Gallego Urrutia. 18 Carmen MICÓ ABELLÁN: citada por EVA: “Carta y postales bordadas”, Museo Virtual de la Memoria Republicana de Madrid, 31 de julio de 2008, http://museomemoriarepublicana.blogspot.com.es/2008/07/carta-y-postal-bordada.html. 56 sólo unos días antes de que el primero fuese fusilado. Al sentir que la muerte le rodea cada vez más, manda todas las mañanas a su compañero Diego un informe en papel de cigarrillo de las ejecuciones diarias, hasta que un día llegó el soneto de alabanza “Semblanza de Diego San José”, en el que lamenta la posible pérdida del “primer ingenio de Castilla” del Madrid de los cuarenta: “Si matan a Don Diego, en él perece / del romance español, la galanura”. A este retrato, Diego San José responde por otro, “Semblanza de Pedro Luis de Gálvez”, en el que detalla con más precisión el reencuentro de los dos sonetistas entre rejas a través de una personificación humorística de la Muerte: “Ahora véngole a hallar, ¡miseria humana! –por venganzas de azules contra rojos– a través de una reja con cerrojos, y mirando a la Muerte como hermana. La Muerte no vendrá, mas si viniera, presumo que al instante detuviera su paso alucinante e inconcreto... Y olvidándose, al fin, a qué venía, absorta, a su pesar, se quedaría oyendo a Gálvez su postrer soneto”19. El humor casi burlesco en circunstancias tan trágicas es un recurso más de los presos para desarticular la angustia insostenible ante una ejecución sin plazo, que aquí se plasma en un molde métrico pulido, que también encauza la emoción de una voz amenazada de desaparición. La experiencia común en la antesala de la muerte, cristalizada en estas composiciones, consigue forjar una amistad que hasta entonces era sólo una relación cordial entre dos escritores de la misma generación. El desenlace de esta historia desemboca en la destrucción del último soneto de Gálvez, escrito en capilla para su hijo y escondido debajo del reloj del compañero poeta Mario Arnold hasta que un guardián lo descubriera en un segundo cacheo y lo considerase unas “sensiblerías y ñoñeces de 19 Diego SAN JOSÉ: op. cit., p. 135. 57 última hora”20. Por tanto, este soneto regalado a San José, uno de los dos únicos que se conservan de la reclusión, constituye la última reliquia a día de hoy de este bohemio asesinado por el franquismo. Si bien este caso es altamente simbólico a nivel literario, no es el único, como lo demuestra por ejemplo el corpus de Castellón21. Veintitrés autores del corpus fueron condenados a muerte, es decir, más del tercio. Aunque muchos de ellos se salvaron por ser conmutada la pena a treinta años de reclusión, lo cierto es que todos vivieron días, meses o años sin saber si volverían a abrazar a su familia. En tal situación de emergencia, la poesía se convierte en un bálsamo a la vez que un ansiolítico para resistir a la aniquilación ética. El preso de lo que llamaríamos hoy “el corredor de la muerte” es doblemente víctima, en primera persona y en tercera, al escuchar los nombres de compañeros en la fría lista de la saca diaria, entre los cuales puede aparecer el suyo cualquier noche. La saca es imprevisible aunque monótona y obsesiva: el fusilamiento “llega de puntillas” como recuerda Germán Bleiberg, “todo negro como la vida misma // y nunca blanco como la muerte”22. Cada alba sin muerte propia es un renacimiento, aunque queda la amargura de haber sobrevivido a los demás: “No están todos los de ayer, / desde ayer faltan algunos, / algunos que se han llevado / en camión al otro mundo”23. Por ser escritos a modo de testimonio último desde el umbral de la muerte, estos poemas están dotados de un carácter sagrado. El sacrificio de sus autores sigue esculpido en el verso para póstumas lecturas. Así es como la esposa de Gerardo Muñoz, primera destinataria de su lírica de despedida, plasma su recepción martiriológica de ellos al apuntar en una modesta caja que encierra estos versos y cartas de capilla la frase: “Reliquias amadísimas de mi querido Gerardo”. Se hace necesario, a falta de sepultura digna, un relicario para recoger la voz última de este mártir del franquismo. El poema “Petición de un compañero” de Eliodoro Puche se hace así memorial transitorio, ficticio o referencial, de un recluso anónimo. Una fotografía de la novia, metonimia del vínculo afectivo amenazado, conservada contra el corazón-relicario del condenado hasta la ejecución, es entregada al sujeto poemático: “Devuélvele, compañero, / a mi novia su retrato, / que llevé en el corazón / siempre como un relicario. / Me van a dar cuatro tiros, 20 Ibid., p. 138. María José MARTÍNEZ GIMENO y Miren Josebe SABATER FORTEA: Prisión Provincial de Castellón 1939-1940, Castellón de la Plana, Ayuntamiento de Castellón de la Plana, 1995. 22 Germán BLEIBERG: op. cit. 23 Eliodoro PUCHE: “Duelo”, Carceleras, Lorca, Amigos de la cultura, 2011, p. 45. 21 58 / con el alba en Espinardo. / No quiero que al fusilarme / lo acribillen a balazos”24. Estos versos de ultratumba, hagiográficos o autobiográficos, se convierten en pruebas de la santidad profana del asesinado además de ser la única huella memorial de su estancia entre los vivos y promesa de su eternidad en el más allá. Esta voz-reliquia permanece, invisiblemente, a modo de fantasma o espectro poético para las generaciones que acepten liberarlo del olvido. Sin embargo, antes de ser una oportunidad de supervivencia tras la muerte, estos versos pueden brindar una ayuda ansiolítica para aguantar la lenta y dolorosa espera. El ejemplo más patente de este recurso es el poemario Voz última de José Luis Gallego. En efecto, éste compone la primera serie mientras está condenado a la pena capital en las celdas 105 y 108 de la prisión de Alcalá de Henares, entre finales de enero y principios de marzo de 1945. Los once poemas que comporta reflejan un temor que va aumentando a medida que se acerca la muerte, y plantean dudas sobre la vida en el otro mundo. En el que abre esta serie, “Nací para soñar”, la voz lírica le pregunta a su propio destino si el fallecer en plena juventud es lo que realmente le toca: “¿se ha de secar tan pronto la raíz de mi sangre, / sin que la flor se torne rico fruto total…?”25. El romance siguiente, “¡Te cerraré por completo / los pulsos de siempreviva!”, se dirige esta vez al corazón del sujeto poético, para que los muros que lo encierran no logren percibir sus latidos: “Que estas paredes no oigan / las resonancias tan íntimas / que aún deja, al pasar, la miel / en ti, corazón de brisa”26. De esta manera, el alma se va adaptando estoicamente a la muerte del cuerpo mediante la muerte previa de las sensaciones. Los dos poemas siguientes, “A ti” y “La joven madre”, vienen a ser testamentos poéticos para la mujer y la hija que podrían perder para siempre al sujeto que se despide. A la primera de ellas, regala rosas para depositarlas en la frente herida si el plomo de las balas llega a matarlo. Para la segunda, la voz eleva una nana del ruiseñor, calmante para el sueño de una niña potencialmente huérfana. También constituye una herencia lírica el séptimo poema: un legado de “rosas y mirtos de luna” lorquiano, encargados de simbolizar los valores del sujeto tras su muerte: “Y afirmen con claridad / que fui un pétalo –pequeño– / de ese, aunque duro, risueño / clavel de la Libertad!”27. Los poemas cinco, seis y ocho, en cambio, van dedicados a sus compañeros de cautiverio Carlos Calixto y Germán Alonso Pérez y sí dejan percibir la preocupación 24 Ibid., p. 46-47. José Luis GALLEGO: Voz última, Madrid, Ayuso, 1980, p. 134. 26 Ibid., p. 135. 27 Ibid., p. 140. 25 59 metafísica y metapoética del sujeto frente a una muerte desconocida. El dolor, entonces, apenas se puede expresar en verso: “Me está escociendo dentro de los ojos del alma […]. / Mas no puedo verterla. / Y he de abandonar, mejilla adolescente, / la página, sin darle la gota de mi río”28. Las tres últimas composiciones de la serie marcan un clímax emocional, al ser escritos bajo el signo de la angustia más profunda, pese a la esperanza, siempre presente, de recibir “un azul telegrama sin herida”29 que le conmutara la pena. El poema en que aparece esta metáfora judicial, “La legión de los hombres sin futuro”, está dedicado a su amigo Juan Ros, condenado a muerte en el mismo sumario pero que, a diferencia de él, sí es ejecutado. El título es la reliquia de otra desaparición, ya que recoge la voz de Manuel Navarro Ballesteros en vísperas de su ejecución en Santa Rita, el 1 de mayo de 1940. Mediante estas dedicatorias que remiten a la dimensión colectiva del sufrimiento y de la lucha, el poeta teje una red social y afectiva en que los vencidos niegan el poder a las ejecuciones y a los vencedores y gracias a la cual las palabras poéticas se vuelven tesoros que recuerden para siempre a sus propietarios fallecidos. El poeta José Luis Gallego no llegará nunca a aceptar el haber sobrevivido a su amigo Juan Ros tras ese trágico marzo de 1945: al final de Voz última, la voz lírica es la que asume el destino de una supervivencia injusta, en un soneto de ternura hacia los familiares y el mundo, y unos versos libres en que se abandona al fatum que le arranca al compañero asesinado. La espera de la muerte en la cárcel, ya sea por el aniquilamiento lento de la condena, ya sea a causa de la desaparición brutal por arma de fuego, es una tortura para todos los presos republicanos, que supone una preparación metafísica consecuente para jóvenes que no han llegado al ecuador de su vida. Gallego plasma esta angustia en la metáfora intertextual del Styx grecolatino, que el sujeto poemático teme cruzar sin madurez: “No le temo a la Muerte, tan sólo temo / asaltar a su barca sin ningún remo // de besos, de caricias…, sin más canciones / que un lejano latido de corazones. // …………….. (¿Habrá muchas estrellas de madrugada? / ¡Descansa, pensamiento: piedra rodada!)”30. Las cavilaciones en que se abisma el condenado a muerte son tan fuertes que el preso de Castellón, Vicente Moliner, considera en sus versos de “La tortura de pensar” la ejecución como un alivio en comparación con la condena diaria, 28 Ibid., p. 141. Ibid., p. 143. 30 Ibid., p. 139. 29 60 fruto de una traición humana: “Ya estoy condenado a muerte… ¡Gracias, puerca Humanidad! […] ¡Ven muerte, antes temida, ven sin hacerte rogar, ven y siega ya esta vida ven y acabará enseguida la tortura del pensar!”31. En estas condiciones de supervivencia lírica del yo en la cárcel, rodeado por Tánatos, el poema de despedida se convierte en testamento último, enviado a los familiares. Este poema-misiva a pie de paredón es una variación versificada de la “carta de capilla” bastante frecuente. Así, el último poema de Enrique Gómez Muñoz, y el único conocido a día de hoy, es un soneto enviado a su madre la noche de su fusilamiento, el 17 de octubre de 1939. Tras recordar con gratitud el amor maternal desde la cuna, la voz poética se apaga con una despedida tierna, que proyecta una muerte idealizada en un lecho para compensar la ejecución sumaria que le espera al amanecer: “tus caricias en mi alma se grabaron / y hoy me abrazan y me besan en mi lecho”32. También constituye un poema-misiva-testamento la composición de Enrique Fuertes Yarza, titulada « A mi querida esposa ». Este manuscrito fechado en Porlier el 16 de mayo, probablemente de 1940, día de su ejecución. En él, la voz reivindica la dignidad de la causa que le lleva a la muerte, en la tradición épica de los españoles que defendieron la Segunda República: “Jamás avergonzaros de mi muerte / las causas sabéis que la motivaron […] Reflejados en estas líneas van mis deseos / quedan grabados al papel eternamente / realizados Luisa amada sin titubeos; / nacen del corazón del que os amó tan firmemente”33. Los ideales sobreviven más allá del fusilamiento, porque son la causa y la esperanza que mantiene en pie, hora tras hora, a estos presos vencidos y sublima su sacrificio. A través del poema de despedida, el autor también sigue viviendo. En “Siempre en ti. A mi esposa María Unzúe”, Gerardo Muñoz rompe la concordancia habitual de los tiempos para proyectarse en otro espacio temporal, el de la recepción de los versos por su amada, que logra borrar el sufrimiento y la tristeza del presente de enunciación en que va a ser ejecutado: “Cuando esto vean tus ojos / yo dejé de existir / para todos / pero 31 Vicente MOLINER: “La tortura del pensar”, in María José MARTÍNEZ GIMENO y Miren Josebe SABATER FORTEA, op. cit., p. 143. 32 Enrique GÓMEZ MUÑOZ: “Madre mía”, citado por EVA, “Quiénes eran: Enrique Gómez Muñoz (1810-1939)”, Quiénes eran, 25 de junio de 2008, http://quieneseran.blogspot.com.es/2008/06/enrique-gmezmuoz-18-10-1939.html. 33 Enrique FUERTES YARZAS: “A mi querida esposa”, Memoria Pública, http://www.publico.es/especial/memoria-publica/ficha/148684/enrique-fuentes-yarza. 61 no para ti…”34. Como lo indica el título de la composición, la voz poética perdura porque encuentra un eco en el corazón de esta mujer, “para siempre”. Los franquistas consiguieron erradicar la cultura republicana, eliminar los cuerpos, reeducar a los hijos y separar a los que se amaban, pero su huella quedó grabada en versos-reliquias, escondidos en el alma de los que les lloraban. La muerte nunca fue el final del amor, como bien lo cantó Baudelaire en “Les amants”. En una utopía de ultratumba, un abrazo-ataúd imaginario que vence a los verdugos, se reúnen los amantes víctimas de la represión y transmiten a sus herederos las fuerzas creadoras del Eros: “Al entregar mi cuerpo para siempre a la tierra con un abrazo eterno sellamos la promesa… II Nuestro espíritu, aún vive fundido en un afán. En nuestro fruto sigue. Ya no se extinguirá… Si nuevas flores quieres del huerto de la vida, escógelas con mieles ¡que no tengan espinas!... Nuestra canción eterna no se ha de interrumpir; tú vives en la tierra: yo siempre vivo en ti… ………………………..”35 En vez de desear que su viuda se mortifique tras su muerte, el sujeto lírico le anima, al contrario, a buscar “nuevas flores” en el “huerto de la vida”, a ser feliz de nuevo y amarlo siempre a través de otros seres. Al “viva la muerte” de Millán Astray, el poeta preso del primer franquismo opone un “viva la vida” que es la auténtica venganza 34 Gerardo MUÑOZ MUÑOZ, “Siempre en ti… (A mi esposa María Unzúe)”, fondo Celia Muñoz de Unzúe. Reproducido en parte en María Antonia IGLESIAS, Maestros de la República: los otros santos, los otros mártires, Madrid, La Esfera de los Libros, 2006, p. 283. 35 Ibid. 62 a la persecución padecida: la reconstrucción emocional y sentimental es un derecho de la mujer a contracorriente del conservadurismo machista de la dictadura. Del grito de dolor que se eleva de la rima oxítona en –i y en –a nace un deseo altruista de felicidad ajena, donde las “mieles” se oponen a las “espinas” del martirio. Encontramos el mismo consejo en la canción inédita de Gregorio Jiménez Pascual, “Los últimos momentos”, dirigida a una segunda persona del singular: la mujer a la que adora, real o ficticia, de la que la voz poética se despide ante la ejecución inminente. A pesar de la repetición del verbo “lloro”, le aconseja divertirse después de su muerte, y seguir disfrutando de la vida: “Por mí no sufras todo es en vano / pues mi sentencia se cumplirá / solo te pido / que te diviertas / que no padezcas / ni llores más”. La poesía-misiva y los poemas de capilla no significan, ni mucho menos, la aceptación del delito ni de la sentencia: mediante el verso, la voz lírica puede reivindicar la dignidad, la justicia y la libertad que le son negadas al poeta-preso y así, revertir el proceso de incriminación impuesto sin garantías jurídicas por los tribunales franquistas36. Los autores destacados o desconocidos de las prisiones del primer franquismo se vuelcan en la creación poética, sea mentalmente, sea transcribiéndola en estructuras métricas que les ofrezcan refugio y pervivencia. De esta manera, día tras día, desde el toque de diana hasta el toque de silencio, escribir versos es resistir al control penitenciario de la expresión, de la cultura y del afecto. Cantar el sufrimiento, pero también la evasión, es un acto de supervivencia para rescatar no sólo la ética del yo frente a la barbarie, sino también la palabra, ese último tesoro entregado a los seres queridos en el umbral de la muerte. 36 Aurore DUCELLIER, op. cit., vol. 1, p. 136-142. 63 64 Memorias de una persecución política.El diario en prisión del síndico personero don Carlos Soler Carreño (1790) Judit Gutiérrez de Armas Universidad de La Laguna Los historiadores sabemos que no hay una única Historia sino múltiples Historias y, aunque probablemente la más conocida sea la que está revestida de oficialidad, protagonizada por los reyes, hombres de Estado, líderes revolucionarios y protagonistas de las grandes hazañas, lo cierto es que cada vez más los historiadores hemos orientados nuestras investigaciones a incorporar al discurso histórico las “voces” de los tradicionalmente marginados por cuestiones de género, etnia, clase, religión, ideas políticas, colonialismo, orientación sexual, etc. con el fin de crear otros discursos distintos al trasmitido por la “voz” hegemónica del poder.1 Esas otras Historias pueden ser consideradas alternativas en tanto en cuanto hayan sido protagonizadas por sujetos que creían posible otra decisión histórica. Un caso paradigmático de historia alternativa es la protagonizada por algunas de las mujeres del Partido Comunista de la India que participaron en la revuelta campesina de Telangana entre 1946 y 1951. La historia de la insurrección quedó ampliamente Programa de doctorado “Islas Atlánticas: Historia, Patrimonio y Marco Jurídico Institucional (interuniversitario). Mis agradecimientos a la Fundação Calouste Gulbenkian por la beca concedida y al Dr. Juan Ramón Núñez Pestano por el asesoramiento prestado para este trabajo. 1 Como obras fundamentales, véase Eric HOBSBWAN. Sobre la historia, Barcelona, Crítica, 1998, pp. 205-219, y Ranajit GUHA: Las Voces de la Historia y otros estudios subalternos, Barcelona, Crítica, 2002. Una reflexión interesante sobre el papel del archivero en ese cambio de paradigma lo aporta Terry COOK, “Fashionable Nonsense or Professional Rebirth: Postmodernism and the Practice of Archives”, Archivaria, 51 (2001), pp. 30–31 [Traducción: “Imposturas intelectuales o renacimiento profesional: posmodernismo y práctica archivística”, Tabula: revista de archivos de Castilla y León, 10, (2007), pp. 83-107]. 65 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | documentada en la obra de uno de sus principales líderes, Puchalapalli Sundarayya 2, publicada dos décadas después de los hechos. Para Sundarayya, al igual que para el resto de dirigentes del movimiento, el objetivo central de la misma era la toma del poder como anticipación del poder estatal. Sin embargo, como señala Ranahit Guha, esa no fue la única lucha de los campesinos de Telangana. Tras varias décadas, algunas de las mujeres que participaron en la revuelta han expresado su versión de los hechos, cómo vieron frutadas sus esperanzas de liberación e incumplidas las promesas de los dirigentes, para quienes las reformas que afectaban a las mujeres debían quedar relegadas para más adelante, cuando se hubiese tomado el poder y superado “la contradicción principal”. Así, estas mujeres no solo vieron como sus perspectivas de liberación eran postergadas del proyecto político por el que luchaban, sino que también fueron deliberadamente ignoradas en la historia oficial. Gracias a sus testimonios, recogidos entre otros por Guha, podemos conocer su historia alternativa.3 A diferencia del ejemplo anterior, don Carlos Soler Carreño y Castilla no era un subalterno. No podía serlo ni por su elevado nivel cultural, ni por su formación, ni por su estatus económico y social. Sin embargo, fue un personaje que apostó por una alternativa al ejercicio del poder político que se practicaba en su entorno y que decidió ejercer su oficio de síndico personero general de Tenerife con celo y rectitud, velando por el interés común que había jurado defender, unas convicciones que le llevaron a enfrentarse con la oligarquía concejil de Tenerife y el comandante general de Canarias y que terminarían llevándole a prisión durante casi todo el año de 1790. Durante su encierro, Soler Carreño no dejó de escribir y deliberadamente decidió plasmar por escrito su versión de los hechos, su historia alternativa. Dirigió representaciones y memoriales al comandante interino don José de Avellaneda, a la Real Audiencia, a Floridablanca, a los ministros Porlier y Campoalegre y al mismísimo rey. Además, mantuvo constantemente correspondencia con sus aliados y con sus hermanas. Paralelamente fue redactando un pequeño diario para documentar los atropellos y la precaria situación en que se hallaba, especialmente tras su traslado a la prisión militar de Paso Alto (a las afueras de la población de Santa Cruz de Tenerife) que conllevó un endurecimiento de las medidas coercitivas para lograr su retractación y que supusieron la retirada del “uso de escribir”, la imposibilidad de tener criado, de 2 Puchalapalli SUNDARAYYA: Telangana People's Struggle and its Lessons, Calcuta, Communist Party of India Marxist, 1972. 3 Ranajit GUHA: Las Voces de la Historia..., pp. 25-32. 66 adquirir alimentos y la dificultad de recibir visitas, al ser un paraje alejado de la población. Como otros muchos presos, Soler Carreño se las ingenió para continuar escribiendo y sacando de prisión cartas y billetes dirigidos a sus hermanas y amigos, además de pliegos de su diario, unos documentos que, como señala Antonio Castillo, “venían a apaciguar el aislamiento del preso cumpliendo una amplia función comunicativa que lo mismo podía atender los anhelos y sentimientos más íntimos que transmitir informaciones, canalizar estrategias de defensa o armar redes de sociabilidad”4. En esta comunicación nos centraremos en un fragmento del diario que redactó en prisión, donde Soler Carreño toma el protagonismo de la narración y relata en primera persona su reclusión, su miedo fundado a morir por las malas condiciones de salubridad de la cárcel, su deprimente estado de ánimo (consecuencia de las humillaciones sufridas), el empeoramiento de su estado de salud y, en definitiva, su desconcierto e impotencia ante el abuso de poder del que estaba siendo víctima. No es objetivo de este texto hacer una historia de las prisiones de Canarias en el Antiguo Régimen a partir de las memorias de Soler Carreño, ni siquiera de relatar de forma pormenorizada la dureza de su estancia en los castillos de San Cristóbal y Paso Alto, sino que más bien tratamos de comprender las formas de resistencia que Soler Carreño, un ilustrado caído en desgracia, desplegó en una situación de prisión absolutamente dramática y arbitraria.5 Para ello, analizaremos su producción escrita en prisión, especialmente su diario, reflejo de sus sentimientos más íntimos, un documento que representa en sí mismo un acto de memoria y reafirmación de identidad, cuya creación estuvo impulsada por la intensidad de la experiencia vivida en todo el proceso y por la voluntad del escritor de dejar constancia de ese recuerdo y de no olvidar6. 4 Antonio CASTILLO GÓMEZ: Entre la pluma y la pared. Una historia social de la escritura en los siglos de Oro, Madrid, Akal, 2006, p. 144. ÍD.: “Escrito en prisión. Las escrituras carcelarias en los siglos XVI y XVII”, Península. Revista de Estudos Ibéricos, 0 (2003), pp. 147-170, esp. p. 161. 5 En ese sentido y a una escala puramente regional, el “empapelamiento” de Soler Carreño evoca los casos sonados de Melchor de Macanaz o Pablo de Olavide, sólo que en este caso no fue el brazo inquisitorial el que asumió la represión de un ilustrado que había asumido de forma inocente la presunta voluntad de cambio de las reformas borbónicas. Véase las obras ya clásicas de Carmen MARTÍN GAITE: El proceso de Macanaz. Historia de un empapelamiento, Barcelona, Espasa Calpe, 1999; Marcelin DEFOURNEAUX: Pablo de Olavide ou l’Afrancesado (1725–1803), París, 1959; Luis PERDICES DE BLAS: Pablo de Olavide (1725–1803). El Ilustrado, Madrid, Editorial Complutense, 1995. 6 Antonio CASTILLO GÓMEZ: “De la suscripción a la necesidad de escribir”, en Antonio CASTILLO GÓMEZ (coord.): La conquista del alfabeto. Escrituras y clases populares, Gijón, Trea, 2002, pp. 21-52, esp. p. 37. 67 Don Carlos Soler Carreño. De noble acomodado a síndico personero general de Tenerife Don Carlos Soler Carreño y Castilla procedía de una familia de hacendados de Tenerife, la casa Soler, poseedores de grandes extensiones de tierra y numerosos mayorazgos. Ciertamente don Carlos Soler Carreño no tenía el perfil de un importante heredero, pues era el séptimo hijo de diez, por lo que las posibilidades de optar a los mayorazgos de su familia eran escasas. No obstante, había contraído un buen matrimonio en 1757 con doña Isabel García del Castillo,7 perteneciente a una familia de propietarios rurales acomodados del sur de Tenerife, gracias al cual se hizo con algunas haciendas en el lugar de Los Silos. En cualquier caso, hasta su elección como síndico personero en 1785, don Carlos Soler Carreño no había tenido una trayectoria política activa o destacable, pues ese tipo de actividades fueron ejercidas por su hermano mayor don José Soler Carreño, mayorazgo de su casa y alcalde real de Los Silos entre 1758 y 1763. La presencia de don Carlos en la vida local era mucho más modesta. Como todo noble local había ejercido la carrera militar en las milicias provinciales, llegando a desempeñar el grado de capitán en el regimiento de milicias de Abona; y también había sido elegido conservador y subdelegado en Tenerife de la Real Casa Hospital de San Lázaro, una institución destinada a la reclusión y cuidado de los afectados por enfermedades contagiosas, singularmente de lepra. Sin embargo, su vida dio un giro radical cuando fue elegido síndico personero general de la isla de Tenerife. Los enfrentamientos del síndico personero Carlos Soler Carreño con la oligarquía concejil de Tenerife (1786-1790) La persecución política y personal sufrida por Soler Carreño a manos de la oligarquía concejil de Tenerife y el comandante general de Canarias, marqués de Branciforte, ha sido ampliamente estudiada por M. Teresa Noreña Salto y Juan Ramón Núñez Pestano8. Como señalan estos autores, en los últimos años del reinado de Carlos 7 Sergio Fernando BONNET Y SUÁREZ: “Chirino”, en Juan RÉGULO (ed.): Nobiliario de Canarias, Tomo IV¸ Santa Cruz de Tenerife, 7 Islas, 1967, p. 685. 8 María Teresa NOREÑA SALTO y Juan Ramón NÚÑEZ PESTANO: “Reformismo y reacción en la administración local: los conflictos entre el personero Carlos Soler Carreño y la oligarquía concejil de Tenerife (1786-1790)”, en Coloquio Internacional Carlos III y su Siglo: actas, Vol. 2, pp. 441-466. La 68 III y los inicios del reinado de Carlos IV se acometieron las últimas actuaciones del reformismo ilustrado que, para el caso de Canarias, estaban orientadas a la implantación de un nuevo sistema municipal que superara las limitaciones del concejo-isla, permitiese la emancipación política de algunos pueblos, pusiese fin a la malversación de las rentas de propios y efectuase el repartimiento de baldíos para crear un campesinado acomodado capaz de mejorar la agricultura de las islas.9 Sin embargo, estas reformas contaron con la férrea oposición de un amplio sector de la oligarquía concejil, formada mayoritariamente por miembros de la aristocracia de La Laguna, quienes veían en las reformas una amenaza a su poder, influencia e intereses, ejercidos en buena medida a través del cabildo. Uno de los principales defensores de las reformas fue don Carlos Soler Carreño, elegido síndico personero general de Tenerife a fines de 1785. Su nombramiento fue en sí mismo el resultado de un enfrentamiento con la oligarquía concejil, pues resultó elegido como consecuencia de la implantación de un nuevo sistema electoral por el que todos los pueblos de la isla participaron en la elección, un privilegio hasta entonces reservado a los vecinos de La Laguna, o más bien a la oligarquía concejil, que nombraba una junta restringida encargada de designar al síndico personero10. Fue elegido por un periodo de tres años, siendo recibido por el Cabildo de Tenerife a fines de febrero de 1786. Al poco tiempo estallaron los primeros conflictos entre el nuevo síndico personero y la oligarquía concejil por las denuncias del primero de las corruptelas que hasta entonces se venían generando en el seno del cabildo sin oposición. Soler Carreño denunció fraudes en el arrendamiento de rentas concejiles y el repartimiento de baldíos, la malversación de caudales de propios, el cobro de multas arbitrarias, las extorsiones de algunos regidores a vecinos de la isla (pidiéndoles dinero que nunca devolvían y que éstos rehusaban reclamar por temor a necesitar en el futuro los favores del capitular) y la extorsión a algunos pueblos mediante el manejo de las competencias de fieles oposición de la oligarquía concejil de Tenerife a los proyectos reformistas ha sido tratada ampliamente en: Juan Ramón NÚÑEZ PESTANO: La Nivaria triunfante y su capital gloriosa o los orígenes del pleito insular, La Laguna, Servicio de Publicaciones de la Universidad de La Laguna, 2001. Estas dos publicaciones constituyen la bibliografía fundamental en la que me he basado para la elaboración de este epígrafe. 9 María Teresa NOREÑA SALTO y Juan Ramón NÚÑEZ PESTANO: “Reformismo y reacción...”, p. 441. 10 Sobre el oficio de síndico personero de Tenerife y su evolución institucional a lo largo del Antiguo Régimen, véase: Lourdes FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ: “Poder oligárquico y participación popular: la elección de Personero en la isla de Tenerife durante el Antiguo Régimen”, Coloquio de Historia CanarioAmericana (1996), XII, Tomo II (1998), pp. 775-785. 69 ejecutores. Criticó el sistema de regidurías perpetuas y denunció ante la Real Audiencia de Canarias y ante el Consejo de Castilla “los abusos de los regidores de Tenerife”. También se opuso al pago de dietas a diputados y agentes del cabildo en la Corte con cargo a los caudales de propios y a la utilización de esos mismos recursos para gastos suntuarios. Además, como administrador del hospital de San Sebastián de La Laguna reclamó los pagos pendientes, que incluían deudas de capitulares, e investigó la usurpación de tierras al hospital, lo que no hizo sino acrecentar la animadversión de los regidores.11 Paralelamente, emprendió la realización de grandes obras públicas en la isla. En este sentido, Soler Carreño respondía perfectamente al perfil de hombre ilustrado de su tiempo, preocupado por el desarrollo económico, la realización de obras públicas y la mejora de las comunicaciones y los servicios municipales. Junto al nuevo corregidor, don Joaquín Bernard y Vargas, acometió la construcción de nuevas dependencias para el mercado de la ciudad, unos graneros concejiles, un juzgado de fieles ejecutores y la reedificación de la cárcel pública de La Laguna y del albercón (un tanque regulador de aguas para el abasto público). Pero sobre todo destacó por su empeño en mejorar los caminos de la isla, lo que suponía que, por primera vez, se destinaban caudales de propios a la ejecución de obras fuera de La Laguna, unas actuaciones que contaron con la oposición de los regidores del cabildo.12 Durante los tres años del primer mandato de Soler Carreño, los regidores trataron de lograr su cese aunque con unos argumentos de escaso peso político, basados en bulos y críticas vertidas en su contra en los corrillos de la ciudad. Esta oposición se recrudeció a partir del 1 de enero de 1789, cuando una provisión de la Real Audiencia de Canarias suspendió la elección de un nuevo síndico personero general y prorrogó indefinidamente el mandato de Soler Carreño. El cabildo reaccionó movilizando nuevos recursos en Madrid, con una delegación formada por el diputado en Corte, un agente y un diputado del común (Juan Cocho, a quien Soler se había negado a entregar 300 pesos con cargo a los recursos de propios para que éste viajase a Las Palmas), a quienes se sumaba la influencia del Secretario de Estado de Indias, el canario don Antonio Porlier, cuyos intereses eran próximos a los de la oligarquía concejil.13 11 Juan Ramón NÚÑEZ PESTANO: La Nivaria triunfante..., p.169-171; María Teresa NOREÑA SALTO y Juan Ramón NÚÑEZ PESTANO: “Reformismo y reacción...”, p. 453-455. 12 Ibid., pp. 455-456. 13 Ibid., p. 458. 70 El enfrentamiento con el marqués de Branciforte y el encarcelamiento de don Carlos Soler y Carreño Sin embargo, lo que terminaría por inclinar la balanza a favor de la oligarquía concejil fue la intervención del comandante general de Canarias, el marqués de Branciforte. Hasta entonces, Branciforte se había mantenido al margen en estas diputas a pesar de las constantes lisonjas de la oligarquía concejil para lograr su favor y de la oposición del síndico personero a algunos de sus proyectos14. Finalmente fue su soberbia la que le llevó a ser el brazo ejecutor de las aspiraciones de la élite local. Dos enfrentamientos entre el personero y el comandante general destacan especialmente: el primero es la denuncia de Soler Carreño contra el comandante de las armas de la isla de El Hierro y contra su inmediato superior y presidente de la Junta de Sanidad, el comandante general Branciforte, por el asesinato de 36 extranjeros que habían desembarcado clandestinamente en la isla de El Hierro rompiendo el cordón sanitario establecido por orden de Branciforte.15 El segundo conflicto, que desencadenó la persecución contra el personero, fue la oposición de éste a que Branciforte presidiese la procesión cívica de los festejos de la real proclamación de Carlos IV, argumentando que la presidencia de la comitiva correspondía al corregidor, en tanto que justicia y presidente del Cabildo y no al comandante general. El revuelo que se armó fue tal, que Soler Carreño se vio impelido a huir en agosto de 1789 a Las Palmas de Gran Canaria para ponerse bajo la protección de la Real Audiencia, remitiendo desde allí diversos memoriales a los consejos de Castilla y Guerra, a Campomanes, Floridablanca, don Bernardo Caballero y al rey exponiéndoles su situación y solicitando su intermediación.16 Al mismo tiempo, Branciforte pasó a la Corte con licencia para efectuar el besamanos real y dejó instrucciones al comandante interino, el mariscal de campo don José de Avellaneda, para detener a Soler Carreño en cuanto pusiera un pie en Tenerife. Además aprovechó sus influencias en Madrid (era íntimo amigo de Godoy) para instruir contra Soler Carreño una causa por el delito de incitación al motín popular, utilizando para ello el recurso de la vía reservada, es decir, se comunicó la decisión a la 14 Soler Carreño se había opuesto a algunos proyectos de Branciforte que sí habían sido respaldados por el cabildo, tales como la construcción del hospital de San Carlos, la organización del Montepío de Vinateros o un proyecto para la pesca de ballenas. Ibid., p. 461. 15 María Teresa NOREÑA SALTO y Juan Ramón NÚÑEZ PESTANO: “Reformismo y reacción...”, p. 461. 16 Estas cartas y memoriales se conservan juntas en: Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. Fondo Rodríguez Moure. Asuntos públicos. Tomo I. 71 Secretaria de Estado y se paralizó cualquier acción de los órganos jurisdiccionales, como la Real Audiencia y el Consejo de Castilla, donde Soler Carreño tenía algunos apoyos.17 A pesar de sus cartas y memoriales, nadie intervino a favor del personero y el 22 enero de 1790, ante su precaria situación económica y en vista de que el marqués de Branciforte se hallaba en Madrid, de que habían pasado los festejos de la real proclamación y de que parecía haberse disuelto el revuelo promovido en su contra, Soler Carreño regresó a Tenerife. Nada más llegar a la isla fue detenido por el auditor de guerra don Francisco Vilches con la excusa de que no venía registrado en la lista de pasajeros del barco en el que viajó, una acusación a todas luces falsa como el mismo Soler Carreño descubrió posteriormente, pues su nombre aparecía en dicha relación aunque con sus apellidos tachados y sustituidos por otros.18 En medio de ese revuelo tuvo lugar otro asunto que tendría serias repercusiones para Soler Carreño. La noche del 8 de diciembre de 1789 se produjeron en la isla de Lanzarote unos altercados conocidos como la “Asonada de Conil”, estudiada por Antonio de Béthencourt Massieu19. El origen del disturbio fue la decisión del comandante general interino, don José de Avellaneda, de destituir a don Juan Creagh como gobernador de las armas de Lanzarote a favor de don Francisco Aguilar. Ante esa decisión, Creagh, que gozaba de buena reputación entre los milicianos y el campesinado (pues estaba ejerciendo como juez repartidor de pastos) instigó un alboroto a través de varios cabecillas (el subteniente Bartolomé Valiente, el miliciano Ginés de León, el teniente Bartolomé de Cabrera y los milicianos Francisco y Blas Curbelo, hermanos, estos últimos puestos en libertad por Creagh unos días antes) que consideraban un inconveniente el cambio de gobernador. Creagh trazó un plan con los cabecillas para cubrir su acción utilizando al campesinado pobre. Reclutaron voluntarios en varios puntos de la isla y acudieron unos 80 hombres a la casa del capitán don Bernabé Antonio Camacho, donde pernoctaba Creagh con su familia de camino al puerto. Sin embargo, a la hora de la verdad Creagh no salió a recibirles y los conjurados continuaron con el plan, acudiendo a casa del escribano Cuevas para que diera fe de un pedimento de la “pobrera” (los pobres) de Lanzarote para que se mantuviese a don Juan Creagh como gobernador de las armas. Lo interesante para nuestro propósito radica en 17 Ibid., p. 462-463. Juan Ramón NÚÑEZ PESTANO: La Nivaria triunfante..., pp. 186-187. Ibid., p. 464-466. Juan Ramón NÚÑEZ PESTANO: La Nivaria triunfante..., pp. 186-187. 19 Antonio DE BETHENCOURT MASSIEU: « La asonada de la «pobrera» de Lanzarote en 1789. Reflexiones socio-políticas, Anuario de Estudios Atlánticos, 34 (1988), pp. 445-476. 18 72 investigación criminal de los hechos, pues aunque comenzó a instruirse por la vía habitual, a través de la Audiencia, rápidamente el comandante general interino se inmiscuyó en el asunto y amparándose en la jurisdicción militar de los cabecillas los procesó bajo el fuero castrense y los encerró en el castillo de Paso Alto (Santa Cruz de Tenerife). Sabemos que en julio de 1790, estando ya preso, Soler Carreño fue tentado para cometer perjurio e inculpar a Creagh “en el asunto de Lanzarote”. Ciertamente se nos escapa la información y la influencia que podía tener en este asunto el síndico personero general de Tenerife, pues nada en los papeles de Soler Carreño aclara este punto, más aún cuando sabemos que no era precisamente amistad lo que le unía al “gran pícaro de Creagh, un honbre lleno de delitos”20. Pero también por lo conservado en su diario sabemos que en otra parte de estos apuntes, que no ha aparecido, se explayó sobre el asunto “como tengo anotado en el diario de Abril, Julio y Agosto”21, por lo que una futura localización de dichos pliegos podría arrojar luz sobre el tema. Sus escritos en prisión (22 de enero – 13 de diciembre de 1790) Nada más ser detenido, Soler Carreño fue trasladado a la prisión del castillo de San Cristóbal, ubicada en pleno centro de Santa Cruz de Tenerife. Por su diario sabemos que permaneció allí hasta el 6 de octubre de 1790 cuando fue ejecutada la orden para que le condujeran escoltado al castillo de Paso Alto, situado muy lejos de la población. El motivo del traslado, según el propio Soler, parece que fue su recusación por dolo del tribunal que se había formado unos días antes (el 1 de octubre) en la residencia del comandante general interino, compuesto por éste y por el auditor de guerra Francisco Vilches, el escribano de guerra Ezequiel y el amanuense Fernando Domínguez. Soler Carreño se negó a contestar a las preguntas del interrogatorio, alegando ilegalidad en unas e incompetencia del tribunal en otras (pues al ser síndico personero debía ser juzgado por la Audiencia), además de la ausencia de testigos. Permaneció en Paso Alto hasta el 13 de diciembre de 1790, fecha en que fue trasladado a su casa por motivos de salud gracias a la mediación del doctor Bomini. Durante su reclusión en ambas prisiones, don Carlos Soler Carreño no dejó de escribir con el fin de lograr su puesta en libertad, de mantenerse al corriente de las 20 Diario de Carlos Soler Carreño (año 1790). Archivo Histórico Diocesano de San Cristóbal de La Laguna. Fondo Conde de Siete Fuentes. Libro 104, fol. 9r. 21 Diario de Carlos Soler Carreño (año 1790)… fol. 7v. 73 noticias del exterior y de no perder el contacto con sus familiares y seres queridos. Como ha señalado Antonio Castillo en un trabajo sobre la escritura en las cárceles de la Inquisición, en las cárceles modernas “la escritura no estaba enteramente prohibida, pero sí sujeta a ciertos controles e imposiciones”22. Sin embargo, las condiciones para ejercer dicha actividad escrituraria fueron muy diferentes en una y otra prisión: mientas que en el castillo de San Cristóbal contaba con la simpatía del castellano y se le permitía disponer de papel y tintero y hacer uso del correo, tras su traslado a Paso Alto le fue retirada la libertad de escribir como castigo y como medio de represión. Por otra parte, la panoplia de documentos que escribió Soler Carreño en ese amargo trance y que hemos podido localizar, permiten analizar su producción escrituraria desde varias perspectivas. Siguiendo a Antonio Castillo parece conveniente diferenciar entre las “escrituras vigiladas”, es decir, documentos escritos bajo supervisión, mayoritariamente confesiones o memoriales que tenían como objetivo la confesión o autoinculpación, y las escrituras “de resistencia”, como las cartas y el diario, nacidas de la necesidad del reo de sortear ese aislamiento y mantener el contacto con el exterior, de crear y conservar memoria del suceso y de lograr su puesta en libertad, unos documentos escritos y sacados de la cárcel en la clandestinidad23. El propio Soler Carreño expresó en su diario esa voluntad de escribir pese a la prohibición expresa que se le había hecho: “Sin enbargo de que oy se repitió la orden [roto] [es]trechez, comunicación y uso de escribir, he [roto] noche formar carta para una de mis h[ermanas] [roto] remitírsela quando pueda; y me estoy exercit[ando] [roto] apunte, así por no olvidarme como porque que[de quenta] cierta de mi prisión en esos términos”.24 De las “escrituras vigiladas” tenemos constancia de su existencia por algunos borradores de representaciones y recursos que dirigió al comandante interino25 y que se han conservado en el fondo Rodríguez Moure de la Real Sociedad Económica de 22 Antonio CASTILLO GÓMEZ: “Escrito en prisión...”, p. 149. Ibid. 24 Diario de Carlos Soler Carreño (año 1790)..., fol. 8r. 25 En el fondo Rodríguez Moure se hallan varios borradores de recursos presentados por don Carlos Soler Carreño ante el comandante general interino don José de Avellaneda en enero, 6 de febrero, 15 de febrero, 8 de julio, 18 de agosto, 30 de septiembre, 31 de septiembre, 1 de octubre, 26 de octubre, 2 de noviembre, 10 de noviembre y 30 de noviembre de 1790. Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. Fondo Rodríguez Moure. Asuntos públicos. Tomo I. 23 74 Amigos del País de Tenerife26, así como por algunas anotaciones de su diario. De hecho, sabemos por su testimonio que el personero fue constantemente instado escribir para retractarse o cometer perjurio (como en el asunto concerniente al intento de inculpación de Juan Creagh); es más, en otro momento Soler fue obligado a firmar una declaración en contra de su voluntad ante el temor de perder la vida. Pero incluso en esos trances la escritura desempeñaba un papel fundamental como expuso Soler Carreño que, deliberadamente, firmó con mano temblorosa para poder alegar en el futuro coacción en el momento de la rúbrica: “Haviendo durado la declaración hasta las 9 se lebantó el Comandante poco antes y entrando al quarto llamó al Auditor, y luego bolvieron acabarla como se verificó y sin haverla leído ni firmado se bolvió al quarto (...) y haviendo regresado se leyó y firmó, bien que como yo sentí que entró a la sala alguna gente de fuera, me havía refrescado y con intención firme lo más indigno borronento (emborronado) y públicamente tenblé con que es un garabato cada letra, para que después se viera que yo no estaba con libertad”27. Por otra parte, las escrituras “de resistencia” son las que probablemente nos permiten acercarnos más a los pensamientos, temores y esperanzas de Soler Carreño. Lo cierto es que el desarrollo de la vida en las cárceles modernas permitía saltarse con relativa facilidad la incomunicación y las restricciones a la escritura (obtención de papel y tintero, de mensajero para transportar las cartas, etc.) y los presos conseguían enviar y recibir mensajes a través de una amplia gama de canales de comunicación y artificios varios, pero también aprovechando que las prisiones del Antiguo Régimen solían ser espacios transitados.28 A pesar de que no hemos podido localizar las cartas que envió y recibió don Carlos Soler Carreño, ni el resto de su diario escrito en prisión, gracias a las reflexiones conservadas en la parte del diario que sí hemos localizado, sabemos que mantuvo correspondencia con sus seres queridos, libremente y con mayor asiduidad durante su estancia en la prisión del castillo de San Cristóbal y clandestinamente en su encierro en el de Paso Alto. El propio Soler Carreño expresó en su diario lo habitual de esas comunicaciones y algunas de las artimañas que utilizaba para enviar y recibir 26 Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. Fondo Rodríguez Moure. Asuntos públicos. Tomo I. 27 Diario de Carlos Soler Carreño (año 1790)… fol. 3r. 28 Antonio CASTILLO GÓMEZ, “Escrito en prisión. Las escrituras carcelarias en los siglos XVI y XVII”, Península. Revista de Estudos Ibéricos, 0, 2003, pp. 147-170, esp. p. 158. 75 correo, como la visita de familiares y amigos a él o a otros presos, o la incursión clandestina en el castillo de un amigo disfrazado con vestimenta de religioso: “Oy [s.d. noviembre de 1790] ha vevenido [sic] un conocido y podido verme, introduciéndose acá con capa de Religión (que con ella y la de Justicia se cometen grandes iniquidades, bien que ahora es obra de amistad sin daño de tercero, y aún lo es de misericordia) vicitando la Capilla del Santo Cristo inmediata a este encierro, lo que ha executado dos o tres ocaciones, de que le estoy agradecido, y me ha servido porque yo gusto mucho de noticias singularmente de las más formales que traen los Correos [...] en que soy apacionado y en este infierno (aunque no veo demonios) estoy como en el centro o concavidad de la tierra. También me ha traído y llevado dos o tres papelillos a un Amigo avisando de mi estado; y me ha regalado un pedasillo de buen quezo, y traídos unas quantas rapaduras. Ygualmente me condujo una esquelita de mi casa”29. En esas esquelas y cartas informaba a sus hermanas y sus amigos de las novedades de su encierro y, sobre todo, del empeoramiento de su estado de salud como consecuencia del escaso alimento que tomaba y de la insalubridad del agua del castillo, que le había costado la vida a varios reclusos. En este sentido, en las cartas que envía a sus hermanas edulcoraba su situación para no aportarles más sufrimiento: “Oy 9 [de octubre de 1790] que aún desde ante noche tengo el mismo avío de [roto] he formado otra carta para ver como envío a d[icha mi] hermana, reducida a decirle por menor la extreche[z en que] estoy, sin fatiga y que ella no la tome tanpoco y p[or] esto la formo con alguna chunga, pues en la del día 7 a[un]que no le cuento con individualidad el encierro y trato, le hablo seriamente”30. Por otra parte, con sus amigos y partidarios era sincero al respecto, quizá con el objetivo de que éstos, movidos por la urgencia de sus palabras, hicieran correr la voz de su precaria situación, presionando de esta manera para lograr su puesta en libertad por riesgo de muerte: 29 30 Diario de Carlos Soler Carreño (año 1790)… fol. 13r. Diario de Carlos Soler Carreño (año 1790)… fol. 8v. 76 “Oy 13 [de octubre de 1790] vinieron mis hermanas a verme por las noticias que corrían del trato inhumano e indigno con que me tienen y yo indicaba en mis Cartas, que en Santa Cruz a su llegada les confirmaron y que continuaba”31. En este sentido, además de escribir cartas a sus amigos, Soler Carreño dirigió memoriales y cartas a la Real Audiencia de Canarias32, a Floridablanca33, a los ministros Porlier y Campoalegre34 y al rey35 solicitándoles intercedieran por él ante el grave atropello que sufría, pues ni siquiera se le permitía conocer el motivo de la instrucción del caso en su contra. Pero tampoco en esta ocasión intervinieron los destinatarios. A este respecto, es muy probable que don Carlos Soler Carreño no llegase a ser del todo consciente de la coyuntura política que se estaba gestando en la Corte, con el anquilosamiento de la monarquía por el temor a una insurrección (el año antes había estallado la Revolución francesa) y, sobre todo, con el imparable ascenso de Godoy y, consecuentemente, de su íntimo amigo el marqués de Branciforte, capitán general de Canarias y enemigo acérrimo de Soler Carreño. Esta ingenuidad se ve claramente cuando Soler Carreño, tratando de escapar de la influencia de Branciforte y de sus acólitos en Canarias, solicita mediante pedimento “que se me remita con todas las seguridades a la corte a donde está la Fuente de la Justicia para que allí se me juzgue y declare mi ynocencia”36. 31 Diario de Carlos Soler Carreño (año 1790)… fol. 8v. Representación de don Carlos Soler Carreño dirigida al Real Acuerdo [Real Audiencia] dando cuenta de su prisión y de las amenazas que ha recibido por las representaciones que ha realizado como síndico personero contra regidores y comandante general (27 de noviembre de 1790). Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. Fondo Rodríguez Moure. Asuntos públicos. Tomo I. 33 En el fondo Rodríguez Moure se conservan varias cartas y memoriales dirigidos por don Carlos Soler Carreño al ministro Floridablanca dándole cuenta de su prisión y solicitando su intermediación, fechadas en 4 de febrero de 1790, 5 de abril de 1790, 7 de mayo de 1790, 2 de junio de 1790, 3 de julio de 1790, 1 de septiembre de 1790 (dirigida también al ministro Campoalegre). Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. Fondo Rodríguez Moure. Asuntos públicos. Tomo I. 34 Escritos de Carlos Soler de Carreño y Castilla, personero de la isla de Tenerife, a Antonio Porlier y al ministro Campoalegre, dando cuenta de su situación (6 de junio de 1790; 3 de julio de 1790). Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. Fondo Rodríguez Moure. Asuntos públicos. Tomo I, fol. 194r. 35 Representación de Carlos Soler de Carreño y Castilla, personero de la isla de Tenerife, dirigida al Rey, narrando los abusos cometidos por los regidores del Cabildo con los bienes de propios; los problemas suscitados por el comandante general, Marqués de Branciforte, durante los actos de proclamación del monarca y los excesos de éste, cuya denuncia le ha valido al citado personero el encarcelamiento en el castillo de San Cristóbal (4 de febrero de 1790). Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. Fondo Rodríguez Moure. Asuntos públicos. Tomo I, fol 179r. 36 Diario de Carlos Soler Carreño (año 1790)… fol. 12r; El borrador de dos recursos presentados por don Carlos Soler Carreño al comandante general interino don José de Avellaneda pidiendo licencia y libertad para pasar a la Corte y ser juzgado allí (2 de noviembre y 11 de noviembre de 1790) en Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. Fondo Rodríguez Moure. Asuntos públicos. Tomo I. 32 77 Sin embargo, como se tiene dicho, quizás es el diario personal, en tanto que egodocumento37, el testimonio que más nos permite acercarnos a las ideas y sentimientos del autor. Únicamente hemos podido localizar un fragmento de ese diario que comprende el periodo transcurrido entre el 30 de septiembre y el 26 de diciembre de 1790, es decir, los últimos dos meses de su prisión y la primera quincena transcurrida tras el traslado a su casa por enfermedad. Sabemos por el autor que deben existir otras partes del diario, pues el mismo refiere en una nota marginal: “[26 de octubre de 1790] [Sobre la muerte de Blas Curbelo] ¡Qué muerte siento encima! por la inhumanidad de la prisión con el encono y empeño de sacar a Creagh, como tengo anotado en el diario de Abril, Julio y Agosto. Y mis barbas no se pueden hechar de remojo aunque quiera”38. Mención especial merecen las anotaciones que hacen referencia a la reafirmación de su identidad, vertidos en su diario en los momentos más dramáticos de su encierro. Las palabras con las que Soler Carreño expresa el miedo que sintió a perder la vida la noche del 1 de octubre de 1790 durante el interrogatorio en la residencia del comandante general (que motivó su traslado a Paso Alto) y la caída que sufrió en las escaleras, revelan la pesadumbre y el miedo con el que vivía, pero también su determinación a morir antes que ser injuriado y traicionar su cometido público: “(...) y por otra parte, temí me harían perder la vida aquella misma noche al baxar la escalera, derribándome de ella y si no quedara muerto, darme golpe con que acabara, o de otra qualesquiera forma que se les antojara como que tienen en su mano la fuerza y la Autoridad para cohonestar mi muerte como acaso, y el 1º sería que con la pesadumbre y aturdimiento de no haver podido salir de la declaración hallándome descubierto en miles delitos, no atiné a baxar y cayendo rodé dicha escalera y ronpí la caveza, como lo depondrían los criados, etc. en la dilixencia Judicial que hicieron la misma noche. Es cierto que a mí no me faltaba valor para perder la vida por la cauza pública, por no cometer infamia, y por la confesión de la verdad. Mas me angustiaba y afligía el morir sin sacramentos”.39 37 Sobre los ego-documentos, véase el “Dossier: De la autobiografía a los ego-documento: un fórum abierto, Cultura Escrita y Sociedad, 1 (2005), pp. 19-123. 38 Diario de Carlos Soler Carreño (año 1790)… fol. 7v. 39 Diario de Carlos Soler Carreño (año 1790)… fol. 1v-2r. 78 Ese mismo sentimiento afloró de nuevo ante la incomunicación a que fue sometido tras su traslado al castillo de Paso Alto: “Y por ello aora me queda menos duda y aún es evidente el que si la noche de la declaración me explayo en todo lo que sabía y conocía, hubiera sido la última de mi vida. Más ban aora a dar fin de ella para asegurarse de que no pueda publicar la confianza de la falsa declaración y en el caso de que ya la hubiese revelado no pueda extenderme en declararlo con menudencia y dar citas si la cauza de Lanzarote se manda pasar a la Audiencia o el nuevo Comandante conociere de ella. Pero ¡o Dios mío, que iniquidad! Recive en cuenta de mis culpas esta muerte a que estoy dispuesto y a perder otras mil si tubiera por el beneficio público que es el motivo de mi prisión, y por no cometer infamia ni falsedad que es el de ponerme en tal estado; y a ello conspiró el diabólico penzamiento de meterme en este Castillo y luego el nudo de que no me vean, el de que no me hablen, el de que no se me per[mita cria]do ni quien hagas sus veces, el de que no escr[iba ni me es]criban y el que esté enserrado de la m[anera que] estoy”.40 Las duras condiciones de su encierro y el sentimiento de indefensión despertaron en Soler Carreño serios temores a perder la vida, bien por omisión de socorro, bien por homicidio. En su diario, expresa su miedo a ser envenenado si se le trasladaba al Hospital de Dolores de La Laguna (además de que esto supondría un nuevo acto de humillación, pues para un caballero era un ultraje ser llevado a esa institución): “Estas fueron entre otras razones las que di el día 20 de Noviembre al Doctor Bomini quando me apuntó del Hospital, pues me reservé la particular que yo tengo de que justamente temo, me den cosa mezclada en comida o medicina que me haga morir”41. Pero, más que a morir, el principal temor de Soler Carreño era fallecer sin comulgar (“Mas me angustiaba y afligía el morir sin sacramentos”)42. Su diario contiene pasajes que reflejan esa parcela tan íntima del yo, quizás la más introspectiva de todas, la que encierra las creencias más profundas del individuo que presiente la cercanía de la muerte. Precisamente, esa religiosidad también fue utilizada por sus enemigos como mecanismo de coacción para hacerle doblegar, llegando a negarle los sacramentos que 40 Diario de Carlos Soler Carreño (año 1790)… fol. 7r-7v. Diario de Carlos Soler Carreño (año 1790)… fol. 19v. 42 Diario de Carlos Soler Carreño (año 1790)… fol. 2r. 41 79 el propio Soler Carreño había solicitado ante el temor a una muerte próxima por el empeoramiento de su estado de salud: “(...) dixe al cavo Domingo el biernes por la tarde que si huviera modo de que me traxeran un confesor sin extrépito ni dar parte, confesaría pues me temía de la de Curvelo, y [pa]rece que lo envió a decir al Castellano según hago juicio; [y] en la noche me dixo que al día 12 lo podría hacer (...); y así el 11 por la mañana bol[ví a decir] quería confesor, de que en ella misma dió parte (...) y con[tes]tó el Castellano en dicha mañana que vendría el confesor al C[astillo el] día 12; y como en este 11 continuaba sin pode[r] tomar cosa alguna y casi ydo el vigor natural y el aliento, devió de dar aviso el confesor. Mas aunque ayer 12 vino dicho Religioso a decir la misa, exprezó que se iba deprisa a predicar pues no le havían dicho de tal confesión y que a otro día bolvería. ¡A honbres con tan poco espíritu de Religión! que por quanto tal vez havéis creído moriré dentro de poco, iríais a que no llegase el caso de confesar, para exparcir la voz de que desesperado tiré a dexarme morir por que no se publicara me havíais preparado esta muerte; de la propia manera que havéis publicado no he querido alimentarme, con otras diabólicas inposturas que tenéis extendidas43. Como se ha señalado, Soler Carreño fue trasladado del castillo a casa del escribano el 13 de diciembre y de allí a su residencia en La Laguna. Los últimos folios del diario, escritos ya en una especie de arresto domiciliario, se nos revelan como un constante recuerdo de la experiencia vivida, una remembranza del miedo a morir, de las injurias sufridas y, al mismo tiempo, de una afirmación de su identidad e inocencia. El viaje de los documentos fuera de la prisión. Certezas y posibilidades de investigación No quisiera concluir este estudio sin dedicar un pequeño apartado a la historia de la custodia de estos documentos, pues las vicisitudes que giraron en torno a la producción y conservación del diario de don Carlos Soler Carreño también permiten contextualizar mejor la producción escrita y los mecanismos del escritor para garantizar su conservación. Como cabe esperar en una situación de reclusión vigilada en el Antiguo Régimen, el registro y la confiscación de papeles estaba a la orden del día, de hecho a Soler Carreño le registraron el cofre de sus papeles el 1 y el 5 de octubre en el 43 Diario de Carlos Soler Carreño (año 1790)… fol. 20v-21r. 80 castillo de San Cristóbal44. Sin embargo, los presos eran conscientes de que estas situaciones podían ocurrir, por lo que tenían precaución de dejar los papeles importantes a buen recaudo y, sobre todo, de sacarlos de la prisión lo antes posible: “Inmediatamente entré me exprezó el cavo le entregase la llave del cofre de orden de S.E. y aunque reconocí la violencia y la infamia encongí los hombros y se la di, bien que yo conociendo sus tiranías lo tengo siempre desenbarazado como dejo dicho, y antes de salir saqué alguna cosa que aunque no de mucha reserva ni de mayor utilidad, era bueno ponerlo lexos de la vista de tales Juezes y de semejantes Ministros (...) Yo me acosté a la madrugada por estar poniendo cubiertas a varios papeles que en el día havía dado a guardar a los que estaban conmigo para al amanecer hecharlos fuera, como que temía les registrasen a ellos los suyos por encontrar los míos y también por escribir parte de este diario”45. Por lo que respecta a la composición del diario, del propio texto se extrae que lo fue redactando en pliegos sueltos que iba sacando de la prisión aprovechando las visitas que le hacían a él o a otros reclusos como don Bartolomé Miranda: “[29 de septiembre de 1790] (...) diario sin haver acabado el pliego que antecede porque (...) lo enbié fuera serrado apenas oy [... s]e me comunicó la orden de que me conducían casa del referido Comandante”.46 “He dirigido oy [29 de noviembre de 1790] a un vedadero Amigo (según me parece y lo tengo por tal) quatro pliegos de mi diario, así para asegurarlos de alguna violencia como para que vea lo que ha ocurrido y mi cituación, pues es largo cuento (aunque lo corte) para carta, y solo le pongo quatro letras de la remisión”.47 “El día 8 [de diciembre de 1790] Envíe a dicho Amigo quando éste avisó, tres pliegos que tenía del diario, porque si me hechaban fuera por la enfermedad, creyendo estos pícaros que ya no podía restablecerme, podían bolver a cometer la violenta infamia de registrarme los papeles y llevárselos lo que les antojara: haviendo entregado otros pocos a Don Bartolomé Miranda”.48 44 Ibid., fol. 4r-5v. Ibid., fol. 4r-4v. 46 Ibid., fol. 1r. 47 Ibid., fol. 17v. 48 Ibid., fol. 19r. 45 81 Esta creación y extracción fragmentada del diario, unida al hecho de que el trozo que hemos localizado, juntos con otras escrituras notariales pertenecientes a don Carlos Soler Carreño se hayan conservado en el fondo Conde de Siete Fuentes, un archivo de familia (que no de su familia), y que otro legajo de borradores de cartas, memoriales y representaciones a diversas autoridades se haya conservado en el fondo Rodríguez Moure (realmente una colección documental formada con escrituras extraídas de numerosos archivos de familia) nos lleva a pensar que don Carlos Soler quiso poner a buen recaudo estos documentos dejándolos en manos de potentados locales, pues lo lógico (también para sus enemigos) hubiera sido que estos documentos se conservasen en el archivo de su propia casa. Sin embargo, también cabe pensar que un escrito a todas luces comprometedor como es este diario estaría más seguro en el archivo de otra familia, o mejor aún, en varios archivos de familia. Por ello, no damos aún por concluida la investigación sobre asunto, pues confiamos en que el rastreo documental en otros archivos de familia de Tenerife pueda sacar a la luz el resto del diario de Soler Carreño y ayude a desenmarañar algunos de los sucesos aún por esclarecer que contribuyeron a su persecución política. 82 Mujeres en las cárceles franquistas: la práctica de la escritura y lectura en la obra de Tomasa Cuevas y Juana Doña Alexandra Macsutovici Ignat Universidad Complutense de Madrid Introducción A principios de los noventa, la historiadora de la cultura Riane Eisler dijo que “la información sobre la mujer” estaba “principalmente relegada al ghetto intelectual de los estudios de la mujer para la mujer”1. Que la marginación, la opresión y la invisibilización de la mujer han sido una constante en la historia es un hecho ampliamente sabido. No obstante, a lo largo de las últimas décadas tanto el desarrollo de los estudios sobre historia de las mujeres y de género como las iniciativas de «recuperación de la memoria histórica» han propiciado una mayor visibilización de las mujeres a lo largo del devenir histórico. En esta línea se sitúan las investigaciones, publicaciones y actuaciones de diversa índole encaminadas a rescatar del olvido las voces silenciadas de las mujeres presas por la dictadura franquista2. Agradezco a Antonio Castillo Gómez y a Verónica Sierra Blas todo el capital intelectual que me han aportado, así como las sugerencias y correcciones que me han señalado en las distintas fases de elaboración de este trabajo. Pero por encima de todo, les agradezco profundamente el haberme dado alas. 1 Riane EISLER: El cáliz y la espada. La mujer como fuerza en la historia, México, Cuatro Vientos, 1990, pág. 27. 2 Entre los trabajos fundamentales sobre el universo de las cárceles femeninas durante la dictadura franquista, me gustaría destacar a Fernando Hernández Holgado: Mujeres encarceladas. La prisión de Ventas: de la República al franquismo, 1931-1941, Madrid, Marcial Pons, 2003 y a Ángeles EGIDO LEÓN (coord.): Cárceles de mujeres. Las prisiones franquistas para mujeres (y para sus hijos) en la guerra y en la posguerra, dossier monográfico, Studia Historica. Historia Contemporánea, 29, 2011. Para profundizar en el análisis de la mujer militante y su represión, son imprescindibles Giuliana DI FEBO: Resistencia y movimiento de mujeres en España, 1936-1976, Barcelona, Icaria, 1979. Mary NASH: Rojas. Las mujeres republicanas en la Guerra Civil, Madrid, Taurus, 1999. Fernanda ROMEU ALFARO: El silencio roto. Mujeres contra el franquismo, España, El viejo topo, 2002 .Ángeles EGIDO LEÓN: El perdón de Franco. La represión de las mujeres en el Madrid de la posguerra, Madrid, Los 83 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | Desde una perspectiva de género, Fernando Hernández Holgado señaló que “el muro de silencio levantado en torno a las cárceles del franquismo” parecía “duplicarse en el caso de las prisiones femeninas”3. Gran parte de ese “muro de silencio” se debió a la dificultad para acceder a los archivos, a la dispersión de las fuentes o a la ausencia de estas, de ahí que el estudio y reconstrucción de la experiencia carcelaria femenina haya tardado más en tomar forma y en difundirse. Debido a esa problemática archivística los testimonios personales, tanto escritos como orales, se han tornado imprescindibles para los investigadores, y gracias al legado autobiográfico de mujeres como Tomasa Cuevas o Juana Doña se puede decir que ese “muro de silencio” está hoy más cerca de las ruinas y que las memorias carcelarias femeninas han superado su adscripción al “guetto intelectual de los estudios de la mujer para la mujer”. A lo largo de las próximas páginas, exploraremos el universo penitenciario femenino del régimen franquista a través de la herencia autobiográfica de Tomasa Cuevas y Juana Doña, poniendo de relieve la importancia que tuvo para las presas escribir, herramienta esencial para resistir el infierno carcelario, lleno de humillaciones e injusticias. Se trata así de contribuir al conocimiento que tenemos sobre los significados y usos dados a la escritura en el interior de las prisiones franquistas, asunto sobre el que en los últimos años se han publicado diferentes estudios4. libros de la Catarata, 2009. Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA y Ángeles EGIDO LEÓN (eds.): Ciudadanas, militantes y feministas. Mujer y compromiso político en el siglo XX, Madrid, Eneida, 2011. Sobre la condición de la mujer presa en tanto que madre, es espléndida la obra de Ricard VINYES: Irredentas: las presas políticas y sus hijos en las cárceles franquistas, Madrid, Temas de Hoy, 2002. Sobre la sexualidad en las prisiones no puedo dejar de citar los estudios categóricos de Mirta Núñez DíazBalart: Mujeres caídas. Prostitutas legales y clandestinas en el franquismo, Madrid, Oberon, 2003 y de Raquel OSBORNE: Mujeres bajo sospecha. Memoria y sexualidad, Madrid, Fundamentos, 2011. 3 Fernando HERNÁNDEZ HOLGADO: Mujeres encarceladas. La prisión de Ventas…, Madrid, Marcial Pons, 2003, p. 19. 4 Para el caso concreto del universo gráfico carcelario durante la dictadura de Franco véase Antonio CASTILLO GÓMEZ, “Escribir para no morir. La escritura en las cárceles franquistas”, en Antonio CASTILLO GÓMEZ y Feliciano MONTERO GARCÍA (eds.). Franquismo y memoria popular: escrituras, voces y representaciones, Madrid: Siete Mares, 2003, pp. 17-54. Verónica SIERRA BLAS, “Del papel al muro. Una aproximación al universo gráfico carcelario de la guerra y la posguerra españolas”, en Carmen ORTIZ (coord.): Lugares de represión. Paisajes de la memoria. Aspectos materiales y simbólicos de la cárcel de Carabanchel, Madrid: Los Libros de la Catarata, 2013, pp. 327366; y, también su reciente monografía Cartas presas. La correspondencia carcelaria en la Guerra Civil y el Franquismo, Madrid: Marcial Pons, 2016. 84 Mujeres, obreras y comunistas: Tomasa Cuevas y Juana Doña Tomasa Cuevas fue una presa del franquismo cuya vida y obra han tenido un impacto excepcional sobre la memoria histórica de España. Su aventura de recorrer España y parte de Francia armada de un magnetófono en busca de sus compañeras de cárcel, clandestinidad y resistencia comenzó en 1974, dando sus frutos en 1982, cuando publicó su primer libro, seguido unos años más tarde, en 1985 y 1986, de otros dos. Sin alterar la voz de sus informantes, Tomasa recogió cientos de testimonios que dan a conocer lo que significó el triunfo militar del fascismo en la España del año 1939 para millones de españoles y españolas corrientes, lo que les ocurrió en las prisiones franquistas –y fuera de ellas, puesto que la represión fue global–, siempre dando protagonismo a las mujeres, dado que durante el franquismo estas mujeres no solo no recibieron menor castigo que los hombres, sino que fueron objeto de un trato especialmente cruel, derivado de –y aplicado por– su propia condición femenina. La labor realizada por Tomasa se difundió a gran escala, llegando a convertirse en todo un referente tanto para los historiadores como para otras presas que también han dejado testimonio escrito de su experiencia carcelaria. Tomasa Cuevas nace en Brihuega, Guadalajara, el 7 de marzo de 1917. Desde su detención en mayo de 1939 no regresará a su pueblo natal hasta 36 años después, en 1975. Tomasa se cría en el seno de una familia de origen obrero, siendo la más pequeña de seis hermanos y la única de su familia que pudo ir a la escuela hasta los nueve años. A esta edad comenzó a trabajar, con una jornada laboral que empezaba de 6 a 8 de la mañana repartiendo leche, continuaba por la tarde en un pequeño taller de costura, seguía por la tarde-noche acarreando agua para sus caseros y concluía por la noche, a pesar de la poca luz disponible, haciendo algunos arreglos de costura por su cuenta. Pluriempleada, de carácter inconformista y ya consciente de la lucha de clases, Tomasa cambió la fábrica textil por otra de sopas de pasta, lugar que guió sus primeros pasos hacia la lucha obrera, a la que dedicaría su vida. Con 14 años ingresó en el Partido Comunista de España (PCE) y empezó a realizar trabajos clandestinos. Su primera detención se produjo en 1934, cuando tenía 17 años, por amenazar a un guardia civil que estaba maltratando a uno de los niños huérfanos de la revolución de Asturias, en los 85 siguientes términos: “Como toque al niño le pego una hostia y me cago en su madre”5. Esa rebeldía le costó una buena bronca del Partido por ponerse en evidencia, pero al fin y al cabo fue esa llama revolucionaria la que hizo de Tomasa la mujer inconformista que nos legó una obra sin precedentes. Durante la Guerra Civil, Tomasa ayudó en los hospitales, organizó talleres de costura, colaboró en tareas de propaganda, reclutó combatientes y preparó fiestas para las tropas, entre otras tareas. Al terminar la contienda, el 5 de marzo de 1939 con “la conjura del coronel Casado”, tal y como la llamó Ángel Bahamonde6, los partidarios de izquierdas sufrieron un gran desconcierto. Tomasa intentó huir a Barcelona, pero un vecino de Guadalajara la reconoció y avisó a la Guardia Civil para que la detuviera. No obstante, los días anteriores a su detención, “la peque” –pues así la llamaban en el Partido–, pudo conseguir los avales necesarios para sacar a su hermano del campo de concentración en el que se hallaba retenido, para que de este modo sus padres no se quedaran solos en caso de que a ella le sucediera algo. Tomasa fue sentenciada a 30 años. Cumplió condena en las cárceles de Guadalajara, Durango, Santander, Amorebieta, Ventas y Segovia. A los cinco, en 1944, fue puesta en libertad provisional y desterrada a Barcelona. La realidad que Tomasa se encontró en la capital catalana fue desgarradora y las condiciones de vida muy difíciles, pero pudo emplearse como sirvienta en una casa, ocultando su condición de expresa. Luego tuvo otros trabajos: en una sastrería, en un taller de ropa de niños y, finalmente, en una fábrica de monturas de gafas. Tras varios meses desconectada, volvió a contactar con el Partido y se reintegró a la lucha antifranquista desde la clandestinidad, llevando paquetes de comida a los presos, pegando pasquines por la calle o haciendo de enlace con la guerrilla. En abril de 1945 fue de nuevo detenida por la policía y en uno de esos interrogatorios recibió una brutal paliza que le dejó secuelas en la columna vertebral para el resto de su vida. Tomasa estuvo 48 días en el calabozo de la comisaría de Vía Layetana, incomunicada y sometida a torturas de manera continuada, y sin apenas comida o bebida. Tras esa infernal temporada la trasladaron a la cárcel de Les Corts, donde estuvo 12 meses. 5 Tomasa CUEVAS: Testimonios de mujeres en las cárceles franquistas, edición de Jorge J. Montes Salguero, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2004, p. 43. 6 Ángel BAHAMONDE: Madrid 1939. La conjura del coronel Casado, Madrid, Cátedra, 2014. 86 Durante el año que pasó en libertad condicional colaborando de forma clandestina con el Partido, Tomasa entabló una gran amistad con Antoñito, un compañero político cuya identidad quedó desvelada tras su detención: Miguel Núñez 7. En 1946 se casaron y un año más tarde tuvieron a su única hija, Estrella, nacida en el escondite donde vivía con Miguel en Barcelona, un cuarto sin luz, ni baño, ni cocina. En los años venideros, la sacrificada vida de militancia le ocasionó largos periodos de separaciones de su hija y de su marido. Entre 1953 y 1961 se exilió a Francia. Entre Francia y España, Tomasa continuó desarrollando su actividad política en clandestinidad hasta la muerte del dictador. En ese momento, no quiso ser víctima del tiempo ni del silencio y se empeñó en la labor iniciada algunos años antes, consistente en recuperar los testimonios de aquellas mujeres con las que había compartido presidio para que así la historia ni se olvidara ni se repitiera. En cuanto a Juana Doña, “la segunda dama del comunismo español, después de la Pasionaria”, como dijo de ella Manuel Vázquez Montalbán8, es otro referente de especial importancia y también dedicó su vida a la lucha antifranquista y feminista. Ferviente militante comunista, Juana Doña fue dirigente de organizaciones de mujeres en la República y la Guerra Civil. Pasó 18 años en las cárceles franquistas, siendo la última presa condenada a muerte. Dejó sus memorias carcelarias en una novelatestimonio escrita en 1966 desde la clandestinidad, obra que se publicó en 1978 tras la muerte del dictador. Su testimonio se ha estudiado en las universidades de todo el mundo para reconstruir la represión franquista sobre el colectivo femenino y la vida de las mujeres en las cárceles de la “nueva España”. Juana Doña Jiménez nace en Madrid en diciembre 1918 en el seño de una familia de clase trabajadora. Se afilia a las Juventudes Comunistas en su temprana adolescencia (con 14 años, en 1933), y a los 16 años ingresa en el PCE. Su carácter ávido pronto le hizo trascender dentro de la organización, y llegó a secretaria de la rama femenina del Sector Sur; después, secretaria femenina del Comité Central de las Juventudes Comunistas; y más tarde, pasó a formar parte de la Agrupación de Mujeres 7 Miguel Núñez fue miembro del Comité Ejecutivo del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) y del Comité Central del PCE. En el prólogo del segundo libro de Tomasa Cuevas, Cárcel de mujeres: Ventas, Segovia, Les Corts, Josep Benet anima a Miguel Núñez a que “escriba y publique sus memorias”. Cfr. Tomasa CUEVAS: Testimonios de las presas en las cárceles…, p. 265. Esto se hizo realidad en 2002 (véase Miguel NÚÑEZ: La revolución y el deseo. Memorias, Barcelona, Península, 2002). 8 Véase en Alicia RAMOS MESONERO: Memoria de las presas de Franco, Madrid, Huerga & Fierro, 2012, p. 265. 87 Antifascistas, donde si inicia la historia de su alter ego Leonor en Desde la noche y la niebla. Durante la guerra, Juana ocupó puestos dirigentes en la Agrupación de Mujeres Antifascistas y en la Unión de Muchachas. En mayo de 1936 se casa con Eugenio Mesón, secretario provincial madrileño de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), compañero junto al que había luchado fervientemente durante la contienda. En 1937 tienen una hija llamada Lina, que tristemente muere de meningitis a los 7 meses, y un año más tarde, un segundo hijo llamado Alexis. Tras la redención del general Casado, su marido es detenido y encarcelado. En ese momento comienza para Juana la odisea de intentar salir del país a través del puerto de Alicante –declarado zona internacional por la Sociedad de Naciones-, junto con su hijo, su suegro y su hermana. Si bien en el desarrollo de su novela-testimonio quien la acompaña es Emilio, lo que sigue es una fiel copia de la realidad: la ansiada ayuda del gobierno francés e inglés que nunca llegó y, consiguientemente, la detención de miles de personas en el pequeño puerto, de donde fueron trasladadas al Campo de los Almendros, antes de pasar cinco días encerradas en un cine, encarceladas en la prisión de Alicante y, finalmente, confinadas en otro campo de concentración durante 45 días. A finales de mayo de 1939 fue trasladada a Madrid, junto a su hijo, su hermana y otras presas, en un tren de mercancías; el viaje duró 7 días y los horrores vividos los relató con detalle en su novela testimonio. Juana logra esconderse a través de varios contactos y colabora con la organización clandestina del PCE, que le proporciona documentación falsa para poder visitar a Eugenio en la cárcel de Yeserías. A finales de ese mismo año, fue detenida, torturada y condenada a doce años de cárcel, de los que cumplió tres en la cárcel de Ventas. Tras su salida en 1941, Juana Doña se incorpora a la lucha clandestina hasta ser detenida de nuevo en 1947. Al poco de recobrar la libertad, un suceso traumático la marcará para siempre: el 3 de julio de 1941 su marido fue fusilado en las tapias del cementerio madrileño del Este junto a otros catorce dirigentes del Partido. Eugenio tenía tan solo 24 años y dejaba atrás un hijo de 3 años y una esposa cuyo corazón roto nunca volvería a ser el mismo. 88 En 1944 Juana participa activamente en la lucha clandestina del PCE formando parte de la guerrilla urbana madrileña y tres años más tarde, tal y como he adelantado, es detenida de nuevo y condenada a muerte. En esos momentos, Eva Perón se encontraba de visita en España y, aprovechando la coyuntura, su hijo Alexis, le escribió una carta rogándole ayuda. La primera dama argentina intercedió ante Franco a favor de Juana y la sentencia fue conmutada a treinta años de cárcel. Juan Doña perdió casi dos décadas de su vida en el peregrinaje carcelario: Ventas, Málaga, Segovia, Guadalajara y, por último, Alcalá de Henares. Tras recobrar la libertad el 1 de agosto de 1961, se marcha a Francia donde continúa en contacto con el PCE, comenzando una nueva etapa marcadamente feminista. Además de fundar el Movimiento por la Igualdad y la Libertad de las Mujeres (MELIM) y la revista feminista Sal, alimentó su vocación escritora publicando varios libros, colaboró durante más de veinte años con la revista Mundo Obrero y continuó su actividad política como miembro de Comisiones Obreras (CCOO) y del Comité Central del PCE hasta sus últimos días. Juana Doña muere en 2003 en Barcelona, a los 84 años. En 2011, se le ha dedicado una placa conmemorativa en la calle Juan de Vera, número 5, de Madrid, y en 2015, gracias a la iniciativa de Ahora Madrid y al apoyo del Partido Socialista de Madrid, su nombre se incorporó al callejero de Rivas-Vaciamadrid. Voces contra el silencio, palabras de resistencia Al igual que otras mujeres y hombres cuyas vidas fueron atravesadas por la represión franquista y el largo tiempo pasado en sus cárceles, el compromiso vital y político de Tomasa Cuevas y Juana Doña tuvo su prolongación por medio de la escritura. A ellas debemos distintas obras de corte autobiográfico que son claves para conocer la intrahistoria de esa España convertida en una inmensa prisión al término de la Guerra Civil. Como es sabido, en el marco de la represión franquista, la prisión fue una pieza clave puesto que entre sus muros era donde se entendía que los contrarios al régimen debían reeducarse y pagar por sus actos, al menos los que era posible depurar. Al 89 término de la Guerra Civil, España se había convertido en una inmensa prisión9 La masificación de las detenciones requirió de todo edificio susceptible de ser prisión y consecuentemente conventos, escuelas, residencias, mansiones aristocráticas, palacios y otros edificios militares y civiles se transformaron en centros de reclusión que respondieron a una sola forma de poder y dominio: la de la crueldad y la del terror. El número de prisiones de mujeres fue muy inferior al de hombres pero en ellas reinó la misma miseria, insalubridad y represión, como nuestras dos protagonistas refieren en muchos momentos de sus respectivas memorias. En todas y cada una de las cárceles de mujeres del franquismo, había tanto presas comunes como políticas, y dentro de estas, las llamadas “anteriores” y “posteriores”10. Las primeras conformaban el masivo y heterogéneo grupo de mujeres sin una adscripción política definida, detenidas por delitos cometidos durante la guerra, muchos de ellos catalogados arbitrariamente como “responsabilidad subsidiaria” (apresadas en sustitución de sus hombres) o “responsabilidad indirecta” (aludiendo a una infravaloración de la mujer como sujeto político autónomo). Mujeres en las cárceles franquistas, de Tomasa Cuevas, es una viva imagen de esa aglomeración de mujeres detenidas en un primer momento, muchas vinculadas a las Juventudes Sociales Unificadas, al Partido Comunista Español, al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), a la Asociación de Mujeres Antifascistas (AMA) o al Socorro Rojo Internacional (SRI), aunque muchas otras no eran militantes. 9E l 1 de enero 1940 el Ministerio de Justicia contabilizó 280.000 presos, de los que más de 17.000 eran mujeres. Cfr. Domingo RODRÍGUEZ TEIJEIRO: “Configuración y evolución del sistema penitenciario franquista (1936-1945)”, en Sergio GÁLVEZ BIESCA (coord.): Generaciones y memoria de la represión franquista: un balance de los movimientos por la memoria, dossier monográfico de Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea, 7, 2007, pp. 12-14, y José Manuel SABÍN: Prisión y muerte en la España de la postguerra, Madrid: Anaya & Mario Muchnik, 1996, p. 255. Véase también Carme MOLINERO y Margarida SALA (eds.): Una inmensa prisión: los campos de concentración y las prisiones durante la Guerra Civil y el franquismo, Barcelona, Crítica, 2003. 10 Esta distinción entre “anteriores” y “posteriores” debe atribuirse a Ángeles Egido, quien se ha detenido en el análisis de los expedientes del colectivo femenino correspondientes a la circunscripción de Madrid, para dar respuesta a preguntas como quiénes eran o por qué se las condena. Constató que las presas adscritas a una formación política eran una minoría, destacando las catalogadas como “izquierdistas”, seguidas de “no consta” y “familiar de militante” en tercer puesto. A la gran mayoría de mujeres se las condenaba por delitos de propaganda o supuestas implicaciones en rebeliones populares –considerados actos de “barbarie contra las personas de derechas”–, por sobrepasar el umbral del hogar y militar en partidos, luchar en el frente, llevar pantalones y monos, o por atentar contra la Iglesia, entre otros. Atendiendo a su volumen y naturaleza, Ángeles Egido agrupa los delitos de posguerra en cuatro bloques: político-sociales, de género, anticlericales y “espionaje”. Cfr. Ángeles EGIDO: El perdón de Franco. La represión…, pp. 95-106 y 103-133. 90 Las “posteriores”, a su vez, eran mujeres que fueron detenidas en la posguerra, reincidentes en muchos de casos y, por ende, consideradas las más peligrosas por ser difíciles de redimir o “irredentas”, tal y como las ha llamado Ricard Vinyes. 11 El segundo y tercer libro de Tomasa, Cárcel de mujeres y Mujeres de la resistencia, ilustran precisamente la entereza, rebeldía y dignidad de estas mujeres que, sin perder la fe en la derrota del régimen franquista, se movilizaron solidariamente y se organizaron políticamente dentro de las cárceles, y que fuera de ellas continuaron trabajando en la clandestinidad ayudando a la guerrilla y luchando por la causa republicana. Entre estas presas “posteriores” que se negaron a ser víctimas del tiempo y del olvido están Manolita del Arco, Josefina Villa, Soledad Real, María Salvo, Nieves Torres, Vicenta Camacho… y, por supuesto, Tomasa Cuevas y Juana Doña. Centrándonos en esta dos últimas, la primera en hacer uso de la escritura para inmortalizar sus vivencia fue Juana Doña, de la que en 1978, de la mano de Ediciones de la Torre, vio la luz tipográfica Desde la noche y la niebla, un libro-testimonio que había empezado a escribir una década antes. Tres años después, en 1981, publica Gente de abajo (no me arrepiento de nada) en A-Z Ediciones y Publicaciones, donde narra su experiencia de lucha en la guerrilla del Llano. En 1997 ve la luz su obra más plenamente feminista, La Mujer (editorial Emiliano Escolar), y en 2003, Querido Eugenio (editorial Lumen), en la que incluye la correspondencia con quien fue su marido y las últimas palabras de este antes de ser fusilado. En cuanto a Tomasa Cuevas, publicó su primer libro, Mujeres en las cárceles franquistas, en 1982 en la editorial madrileña Casa de Campo, y unos años más tarde, en 1985 y 1986, los dos siguientes: Cárcel de mujeres (Ventas, Segovia, Les Corts) y Mujeres de la resistencia, ambos en la editorial catalana Sirocco. El éxito de su trilogía no solo ha quedado reflejado en las reediciones que se han realizado de la misma o en la influencia evidente que ha tenido en otras presas del franquismo que también han dado testimonio escrito de sus avatares, sino asimismo en la difusión que ha tenido y en el eco que ha encontrado en el quehacer de numerosos historiadores e historiadoras.12 11 Ricard VINYES: Irredentas: las presas políticas… Hace unos años, en 2004, Jorge J. Montes Salguero reunió los tres volúmenes en uno solo titulado Testimonio de mujeres en las cárceles franquistas, que al igual que los anteriores está agotado en las librerías. Finalmente en 2005 apareció el documental Del olvido a la memoria, presas de Franco, dirigido igualmente por dicho profesor. 12 91 Su relación con la cultura escrita no solamente les sirvió para dar testimonios de sus vivencias carcelarias y relatar distintos perfiles de aquel infierno, sino que también cumplió algunas de las funciones que se han señalado de la escritura en los espacios de reclusión.13 En estos fue empleada tanto por el poder como por los presos y las presas, respondiendo a fines distintos y contrapuestos. En palabras de Antonio Castillo Gómez está claro que: “Uno de los efectos perseguidos por cualquier régimen o institución represora, máxime cuando esta responde a razones de tipo ideológico, consiste en la anulación del sujeto, en la despersonalización del individuo, seguida de la voluntad de crear una persona distinta. Para alcanzarlo, el sistema carcelario trata: por un lado, de destruir los lazos que vinculan al preso con el mundo exterior, con su entorno familiar, social e ideológico; y, por otro, de adoctrinarlo en los principios del nuevo estado. Con todo, frente al imperio de la coerción y del terror, la persona llega a desplegar sus propias redes de supervivencia y afirmación de la identidad, siendo la escritura y la lectura una manera de articularlas.”14 Asimismo, la escritura fue una forma de resistencia y también un espacio de supervivencia, siendo numerosos los testimonios de presas que cuentan la necesidad de escribir sus vivencias a modo de desahogo, por un lado, y de comunicarse con el mundo exterior, por otro, para mantener la moral alta y no caer en la desesperación fruto de la soledad y del desarraigo. La práctica de escribir devenía así una herramienta esencial para resistir al infierno carcelario, lleno de humillaciones e injusticias. En situaciones de esta naturaleza, es aplicable la afirmación de Roger Chartier cuando sostiene que “la cultura escrita es inseparable de los gestos violentos que la reprimen”15. Debido al vínculo tan estrecho que se establece entre el cautiverio y la escritura, bien porque la misma sirva a las instituciones penitenciarias, bien por el uso que le dan las personas, Foucault llegó a referirse a la prisión como un “panóptico gráfico” en tanto que Philippe Artières la ha caracterizado como una “máquina grafómana”. 13 Para la escritura en las cárceles franquistas, véase la nota 3. También véase al respecto Antonio CASTILLO GÓMEZ y Verónica SIERRA BLAS (eds.): Letras bajo sospecha. Escritura y lectura en centros de internamiento, Gijón, Trea, 2005. 14 Antonio CASTILLO GÓMEZ: “Escribir para no morir…”, p. 20. 15 Verónica SIERRA BLAS: Cartas presas. La correspondencia…, p. 19. 92 El entramado burocrático represivo se manifestaba a través de avales, denuncias o “memorias impuestas”, y frente a esta represión franquista se erigieron las cartas, los diarios, los grafitis y las memorias autobiográficas escritas en la intimidad y desde la clandestinidad. El género epistolar, en particular, se convirtió en protagonista absoluto de la vida entre rejas y se desplegaron todo tipo de recursos para burlar la censura carcelaria, ya que la práctica de escribir en la cárcel estaba limitada y condicionada, siendo la directora o el director del centro penitenciario, por lo general, los encargados de ejercer la censura y de aplicar las normas que establecían el quién, el qué, el cuándo y el cómo se debía escribir. Tras ser leída, se determinaba si la carta era o no apta para enviarse, y si no lo era se destruía. Solo se podía escribir a familiares directos, con quienes únicamente se podían tratar asuntos cotidianos, tales como solicitar artículos de primera necesidad o dar cuenta del estado de salud. Esta falta de expresión llevó a practicar la correspondencia clandestina y sin permiso. A este respecto, Tomasa relata las aventuras de comunicarse clandestinamente durante su segundo encarcelamiento con su entonces compañero de trabajo Miguel Núñez. Puesto que ambos estaban detenidos, la correspondencia entre ellos estaba totalmente prohibida, pero tal y como dice Tomasa, “el que hace la ley hace la trampa y nosotros también hacíamos trampas”16. El procedimiento era el siguiente: él sacaba las cartas de manera furtiva de la cárcel y en Barcelona alguien las echaba al correo, escribiéndole a Tomasa como su sobrino. Para darle mayor autenticidad, puesto que la censura las examinaba y tardaban tres o cuatro días hasta llegar a su destino, Miguel escribía con la mano izquierda para simular la letra de un niño y forzaba las faltas de ortografía o escribía palabras incomprensibles. Gracias a la gran amistad que le unía a Deli, su “hermanita de cárcel” que trabajaba en las oficinas de Les Corts, Tomasa recibía las cartas antes de que pasaran por la censura y luego las devolvía, habiéndolas ya leído para cuando le llegase de forma “oficial”. Leonor –el pseudónimo de Juana Doña en su novela-testimonio– también cuenta que se comunicaba con su marido desde la cárcel por dos vías, ya que si bien el sistema 16 Tomasa CUEVAS: Testimonios de mujeres en las cárceles…, p. 510. 93 fascista le permitía “escribir una tarjeta de doce renglones cada quince días (…), no era esta correspondencia «oficial» lo que les mantenía en constante relación”17. Fueron muchos, en efecto, los métodos ingeniados para intercambiar cartas y otros escritos, ya fuese escondiendo mensajes en el moño de la escoba clavados con alfileres, atando notitas a una cuerda que subían y bajaban a conveniencia o enrollando el papel muy finito para que no se notara al ser cacheadas, puesto que, como dice Juana Doña, “esos rollos apretados con letra menuda portaban el oxigeno que nos daba la vida y rompían la vigilancia y la censura (…). El ingenio y el deseo de tener una veta de libertad lo hizo posible. Por aquel conducto había amor, noticias de fusilamientos, torturas y nuevos ingresos en prisión”18. Era tal la importancia que estas estrategias de comunicación tenían para mantener la solidaridad entre las presas que ella misma se refiere a las llamadas “notas de las Salesas” como el “el cordón umbilical que ponía en relación a todas las cárceles de Madrid”19: “A través de esta red se conocían todos los hechos, se canalizaba la vida en las prisiones, su actividad, lo más importante que ocurría en cada una: castigos colectivos, condenas, sacas, expediciones, torturas…, todo pasaba por esta red incontrolada por “ellos”. Era el mundo de los presos, con miles de arterias que regaban y daban vida a miles y miles de encarcelados.”20 También camuflaban las cartas en cestas y recibían prensa del exterior en paquetes con doble fondo o en los costados de latas de comida deformadas estratégicamente: “Toda la vida política de la reclusión se nutria de las noticias pasadas por esta vía. A través de ella se les trasmitía los Boletines de la BBC, se les daba noticias de detenciones, de rumores, de bulos (…); ese era el oxigeno de las presas, lo que les ayudaba a tener esperanza”21. Incluso levantaban baldosas o metían la cabeza en los retretes que conectaban con el exterior, con tal de comunicarse “libremente”. Las reclusas también supieron aprovechar los resortes que las cárceles ofrecían para burlar la censura carcelaria. Algunas accedieron a “destinos” o puestos de trabajo 17 Juana DOÑA: Desde la noche y la niebla…, p. 149. Sobre los límites de extensión en la correspondencia carcelaria, véase Domingo RODRÍGUEZ TEJEIRO: “Formas de disidencia y actividad política en las prisiones españolas de postguerra (1939-1943), Minius, VIII, 2000, pág. 189-206. 18 Juana DOÑA: Querido Eugenio. Una carta de amor al otro lado del tiempo. Barcelona, Lumen, p. 190. 19 ÍD: Desde la noche y la niebla…, p. 176. 20 Ibid., p. 150. 21 Juana DOÑA: Desde la noche y la niebla…, p. 177. 94 estratégicos tras ganarse la confianza de la dirección, a cambio de la reducción de días de condena. Así, gracias a Palmira San Juan las presas de Les Corts burlaban la vigilancia de paquetes en la ventana, introduciendo o sacando de la prisión notas, cartas, libros… Por medio de Adelaida Abarca (Deli) urdían estrategias desde las oficinas de la prisión, aprovechando el despiste del director, para sustraer y hacer llegar las cartas a aquellas personas que sabían que no las recibirían. Deli también extraviaba comunicados oficiales que pudieran perjudicar a sus compañeras y, al estar en contacto con los expedientes de las presas y encargada del papeleo, posibilitó la fuga de su compañera Victoria y más tarde la de Angelita y la suya misma, haciendo firmar y sellar al director salidas falsas, contando con la ayuda del Partido en el exterior22. Las mismas anécdotas sobre el trabajo de los “cargos al servicio de la colectividad”, “los escamoteos de informes” o las fugas se pueden apreciar en la novela-testimonio de Juana Doña23, viéndose reforzada su veracidad. Además de hacer peligrar claramente sus vidas, entre los duros castigos que tuvieron que sufrir cuando fueron descubiertas estaba el aislamiento total con la consiguiente suspensión de comunicaciones, comida y paquetes. De hecho, una de las censuras más recurrentes y que mayor efecto surtía era precisamente la efectuada sobre las comunicaciones, sobre todo la correspondencia, que, como decía antes, era el pequeño reducto de libertad que les quedaba. Así, en caso de negarse a confesar o comulgar, las presas eran castigadas sin carta ni correo durante meses. Si se encontraban tan debilitadas que no podían levantarse de la cama, el resultado era el mismo. Por ejemplo, Tomasa cuenta el caso de una viejecita que “siempre preguntaba si tenía carta y le decían que no. Un día dijeron su nombre; alguien quiso coger la carta, pero la monja dijo: «No no, que venga ella misma»”24. Como por falta de fuerzas la abuela no acudió, la monja fue a su celda y delante de ella rompió en pedazos la carta y las fotografías que esta contenía. Sonado también fue el caso de otra presa joven que llevaba meses tirada en su petate sin poder moverse, pero como no tenía fiebre no le hacían caso. Los meses que estuvo sin poder moverse y sin bajar al patio, tampoco recibió carta alguna de su familia. 22 Véanse los testimonios de Adelaida Abarca, Angelita Ramis y Victoria Pujolar, en Tomasa CUEVAS: Testimonios de mujeres en las cárceles…, pp. 517, 529 y 537, respectivamente. 23 Juana DOÑA: Desde la noche y la niebla…, p. 155. 24 Tomasa CUEVAS: Testimonios de mujeres en las cárceles… p. 210. 95 A otra chica que repartía los paquetes en Amorebieta le rompieron la carta de despedida de su marido sin decirle nada, pero la reclusa que trabajaba en el despacho del director recuperó los pedacitos de papel rotos y entre varias consiguieron rehacer la carta: “Nos poníamos sentadas en el petate con una tabla y con un papel transparente íbamos pegando trocito a trocito donde correspondía”25. No obstante, ese mismo universo penitenciario inhumano y despiadado también fue un espacio de solidaridad y unión, de afirmación de la vida y de la dignidad. La organización política y la solidaridad entre las presas no destacaron de forma notoria en la primera etapa del sistema penitenciario franquista, aunque no por ello fueron inexistentes. Tomasa Cuevas cuenta, por ejemplo, que en la Prisión Central de Guadalajara la llamaban “madre” porque era la mayor –entonces tenía 22 años–, lo que indica la unión casi familiar que hubo entre las presas26. Eran jóvenes y la frescura e inocencia las llevaba a mantener el sentido de rebeldía e inconformismo en aquellos años de ultrajante reclusión mediante las travesuras y las ganas de entretener a otras compañeras. Las cacerías de ratones los sábados por la noche para soltarlos en misa los domingos por la mañana, las representaciones cómicas caricaturizando al Generalísimo y al régimen franquista, o burlar la vigilancia de las funcionarias y dar clases, esforzándose “por enseñar y aprender lo más elemental de unos conocimientos primarios”,27 eran algunos de sus pasatiempos favoritos. Esta última tarea “estaba llena de dificultades” porque: “Por un lado, la dirección de la prisión no lo permitía, por otro, el material de estudio más elemental, como lápices y cuadernos, no había forma de conseguirlos. A falta de libros se daban las clases sobre apuntes y las cuartillas, una vez aprendidas las lecciones, se borraban para volverse a utilizar, hasta agotarlas”28. Algunas compañeras presas que contaban estudios superiores, además de hacer de profesoras escribían o ayudaban a escribir “las cartas de decenas de campesinas analfabetas”29. Todo valía si de lo que se trataba era de combatir al régimen. El 25 Ibid., p. 214. Para más información sobre la solidaridad que vertebraba el colectivo de presas organizado en torno a “comunas” o “familias”, véase Fernando HERNÁNDEZ HOLGADO: Mujeres encarceladas. La prisión de Ventas……, pp. 282-289. 27 Juana DOÑA: Desde la noche y la niebla…, p. 157. 28 Ibid., p. 156. 29 Ibid., p. 158. 26 96 intercambio de correspondencia clandestina, la elaboración de boletines informativos30, la lectura de libros prohibidos o la organización de charlas políticas, huelgas de hambre y hasta fugas, eran otras tantas maneras de hacer frente al sometimiento y al adoctrinamiento desplegado entre rejas, así como una manifestación más de la lucha desarrollada por muchas mujeres “sin escritura”, aparentemente incultas. De hecho, en uno de los capítulos de Tomasa Cuevas, redactado en forma de dialogo 31, varias expresas recuerdan entre risas cómo a la hora de ser detenidas lo jugaban todo a la carta del “analfabetismo”, con tal de que los tratos que sabían que recibirían en la Jefatura de Policía fueran lo menos crueles posibles: “Si yo no sé leer, si no sé ni lo que pone en esos papeles”, relata Victoria Pujolar; mientras que Mercedes Pérez afirma: “La declaración tampoco la leí, me la leyó Quintela. Yo iba leyendo con el rabillo del ojo, pero él fue el que me leyó la declaración. Firmé con el dedo porque no sabía leer”. Pero también cuentan que los policías las ponían a prueba dejándoles revistas y engañándolas con la idea de que en comisaria había una biblioteca para las detenidas32. Conclusiones Conforme nos adentramos en el universo penitenciario franquista femenino se hace notorio el desprecio con el que el régimen trató a las vencidas, dejándolas morir de hambre y enfermedad, de agotamiento físico y mental, en medio de aquella barbarie llena de arbitrariedad, a la espera de los juicios sumarísimos y de sacas improvisadas en plena noche. Ejecuciones ilegales, horror y hacinamiento dentro de las cárceles y persecuciones fuera de ellas, condenadas a vivir en la clandestinidad o a cambiar la lucha de carácter político por otra de mera supervivencia (estraperlo, engaño, hurto, prostitución…), son algunas de las consecuencias que la Guerra Civil tuvo sobre una parte de la población español. 30 La única publicación periódica permitida en prisión era Redención. Semanario para los presos y sus familias, elaborado por los propios presos y presas para reducir sus condenas. Cfr. Verónica SIERRA BLAS: “Del papel al muro…”, p. 351. Gutmaro GÓMEZ BRAVO, “Franquismo, cárcel y propaganda: el periódico Redención”, Oficina do historiador, vol. 8, nº 1 (2015), pp. 118-134, http://revistaseletronicas.pucrs.br /ojs/index. php/ oficinadohistoriador/article/view/18612. 31 Se trata del capítulo 18 titulado “Les Corts” del segundo libro de Tomasa Cuevas. Véase en Tomasa CUEVAS: Testimonios de mujeres en las cárceles…, p. 537. 32 Testimonios de Victoria Pujolar y Mercedes Pérez. Ibid., p. 539. 97 La diferenciación de género presente en la represión de las mujeres, ya sea en la aplicación de la política de redención de penas por parte del sistema judicial del régimen, en la redención moral de la mujer política o en la confinación de la mujer al ámbito doméstico, supuso, una vez más, un retroceso en todos aquellos avances conseguidos durante la II República.33 Paralelamente, sobre las mujeres recayó la tarea de supervivencia más importante, ya que se convirtieron “en cabezas visibles de la familia cuando sus maridos, compañeros, estaban presos o muertos”34. En palabras de Fernanda Romeu, los fusilamientos, encarcelamientos, exilios y huida a los montes de los hombres que lucharon por la República, hicieron de España “una nación de mujeres”35. Si bien la represión de las mujeres ha tardado más en ser conocida y publicitada, esta situación ha empezado a subsanarse, por un lado, con la valiosa aportación de historiadoras e historiadores, y, por otro, a través de los numerosos testimonios orales y escritos producidos por las presas. La obra de mujeres como Tomasa Cuevas y Juana Doña, quienes recuperaron las vivencias de un mismo combate vivido a distintos niveles para construir un documento sin precedentes sobre las cárceles de mujeres del franquismo, supone una aportación inestimable a la recuperación de la memoria histórica y a la visibilización del papel de la mujer y su participación en la lucha antifranquista. De un modo u otro, por sí mismas o a través de intermediarias, muchas de estas mujeres, afectadas por la misma situación, compartieron la práctica de escribir y de leer en reclusión como un espacio liberador que dio cabida a la esperanza, la resistencia y el consuelo. Escribir fue para ellas tanto una forma de rebelarse ante la despersonalización pretendida por el sistema carcelario franquista como un arma de denuncia de la violencia ejercida contra ellas. Sus obras apelan al valor catártico que la escritura puede alcanzar en situaciones de aislamiento, como Jorge Semprún expuso en La escritura o la vida, al evocar sus vivencias en el campo de concentración de Buchenwald,36 a la vez 33 Véase Mary NASH (ed.): Ciudadanas y protagonistas históricas: mujeres republicanas en la II República y la Guerra civil, Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 2010. Ana AGUADO: “Politización femenina y pensamiento igualitario en la cultura socialista durante la Segunda República”, en Ana AGUADO y Teresa M. ORTEGA (eds.): Feminismos y antifeminismos. Culturas políticas e identidades de género en la España del siglo XX, Valencia, Universitat de València-Universitat de Granada, 2011, pp. 145-171. 34 Fernanda ROMEU ALFARO: El silencio roto. Mujeres…, p. 16. Ibid. 36 Jorge SEMPRÚN: La escritura o la vida, Barcelona, Tusquets, 1995. 35 98 que ponen el dedo en la llega de la represión desplegada contra las mujeres por un régimen, la dictadura franquista, asentado en el más rancio patriarcado. 99 100 La doble visión de un mismo fenómeno. Cómo el poder y los delincuentes entendían el mundo de la legalidad a través de sus propias palabras. Iván Martínez Carretero Universidad de Zaragoza Hoy en día se ha hecho frecuente observar cómo los medios de comunicación nos ofrecen noticias acerca de la realización de algún nuevo delito por parte de la población. En el contexto de de una profunda crisis económica y política que azota el país ciertas infracciones –actos de desobediencia civil; hurtos y robos; malversación de fondos públicos, etc.- se han hecho habituales en el escenario de nuestra vida cotidiana.1 Al mismo tiempo, asistimos atónitos al incremento en la instrumentalización de la ley y de los tribunales de Justicia por parte del poder Ejecutivo, el cual redobla la capacidad del Estado para criminalizar ciertos comportamientos vistos ahora como peligrosamente inaceptables o disfuncionales. Así lo comprobamos, por ejemplo, con la denominada como “Ley Mordaza”, la reforma frustrada de la Ley de Aborto o con los 28 Decretos-Ley que el Gobierno promulgó entre los años 2011 y 2012 (el mayor número de ellos en el menos período de tiempo desde la recuperación de la democracia en España).2 Por todo ello la vigente 1 Una noticia informaba de la condena a 600 euros de multa a un bombero de La Coruña por negarse a colaborar con la policía en el desahucio de un hogar ejecutado contra una octogenaria. Puede verse en, Eldiario.es, 11 de noviembre de 2014, http:www.eldiario.es/galicia/Condenado-deshauciar-ancianaalterar-seguridad_0-323368524.html. 2 Así quedaba recogido en una noticia del 20 de diciembre de 2012, Eldiario.es, 20 de diciembre de 2012, http:www.eldiario.es/politica/decreto-decretazo-Rajoy-aniversario--gobierno-ley_0_81542266.html. Otra noticia sobre la “Ley Mordaza” anunciaba la imposición de 30 multas diarias de media por parte de las fuerzas del orden desde el 1 de julio de 2015, cuando entró en vigor la mencionada ley, Elboletín.com, 4 101 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | situación trae al primer plano de actualidad y reclama la necesidad de estudios históricos que acerquen a una comprensión del fenómeno criminal, atendiendo a la visión que del mismo tienen los infractores y el Estado. El propósito parece claro: interpretar, entender y afrontar nuestro presente. A lo largo del presente artículo trataremos de arrojar un poco de luz sobre la comprensión del fenómeno de la delincuencia criminal en Zaragoza y su provincia en el contexto de la II República, la Guerra Civil y el primer franquismo (hasta los años de 1945). Para lograrlo nos valdremos de tres tipos de fuentes documentales emitidas por las propias autoridades judiciales o las fuerzas de seguridad: Causas Criminales; las sentencias criminales de los Libros de Sentencias Criminales de la Audiencia Provincial de Zaragoza; y, por último, una heterogénea documentación encontrada en el Gobierno Civil consistente en partes de denuncia, atestados policiales o correspondencia entre las autoridades civiles y militares de la Zaragoza de dictadura. Así pues, esta documentación, cuyo valor para el estudio de la historia ya ha sido destacado por importantes investigadores del franquismo,3 es esencial para abordar una comprensión más profunda tanto de la criminalidad como de la imagen del delito o del delincuente. A este respecto los estudios contemporáneos de la criminalidad y de las prácticas de control de la delincuencia deben mucho a Michel Foucault y a su renombrada obra Vigilar y castigar, la cual influenció a varias generaciones de investigadores de lo penitenciario.4 En España, entre finales de los setenta y principios de los noventa, varios autores, como Pedro Fraile, Justo Serna o Pedro Trinidad, se lanzaron por el camino del análisis de lo penal recogiendo e introduciendo las principales tesis foucaultianas comprendidas bajo el enfoque económico-estructural de la Escuela de Frankfurt y de Roberto Bergalli.5 Sin embargo, la producción bibliográfica española ha sido menos prolífica que la extranjera en cuanto al número de obras que exploran la delincuencia, los sistemas judiciales o las relaciones de aquellos dos con el conjunto del cuerpo social. de marzo de 2016, http: www.elboletin.com/hoy-en-la-red/131044/ley-mordaza-seguridad-ciudadanasanciones.html. 3 Mª Encarna NICOLÁS MARÍN: “Los gobiernos civiles en el franquismo: la vuelta a la tradición conservadora en Murcia (1939-1945)”, en Javier TUSELL, Susana SUEIRO, José María MARÍN y Marina CASANOVA (coords.): El régimen de Franco (1936-1975): política y relaciones exteriores, Madrid, Congreso Internacional, Madrid, vol. 1, Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), 1993, pp. 135-150. 4 Gumaro GÓMEZ BRAVO: Crimen y castigo. Cárceles, delito y violencia en la España del siglo XIX, Tesis doctoral (inédita), Universidad Complutense de Madrid, 2003, p. 2. 5 Pedro OLIVER OLMO: “La historia social de las instituciones punitivas”, en Pedro OLIVER OLMO y Jesús Carlos URDA LOZANO (coords.): La prisión y las instituciones punitivas en la investigación histórica, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2014, p. 19. 102 Tras la vuelta a la democracia aparecieron los primeros trabajos acerca de la prisión en España, a la vez que veían la luz obras que ahondaban en la formación de la justicia española contemporánea.6 No obstante, aunque ahora se asista poco a poco a una proliferación de estudios respecto de las instituciones penales –entre los cuales el período franquista está sobre representado-, para la delincuencia y la desviación social continúa existiendo una falta general de interés hacia ellos por parte de la historiografía que investiga la II República, Guerra Civil y franquismo.7 Hasta hace algunos años también los estudios acerca de los propios delincuentes comunes gozaban de una suerte similar. Parece indudable que los criminales ordinarios formaban parte del extenso grupo de sujetos históricos englobados bajo la etiqueta de “marginados” sociales. Precisamente este hecho les restó suficiente prestigio académico como para interesar a los investigadores españoles de aquel momento.8 Así, la realidad se caracteriza por la escasez de obras dedicadas a la delincuencia y a la justicia ordinaria durante la II República y el franquismo (repartidos entre unas pocas provincias), y por su fragmentación en trabajos dedicados exclusivamente a un tipo de categoría delictiva en concreto. De este modo para el período republicano existen los trabajos de Fernando Sánchez Marroyo para Cáceres9 y los de Manuel Ortiz Heras para el Albacete republicano de Guerra Civil.10 El cambio operado en el aumento de investigaciones dedicadas los años de dictadura franquista le debe mucho a Conxita Mir y a su libro Vivir es sobrevivir,11 donde ofrece un fidedigno relato de los sectores delincuentes de la sociedad leridana de posguerra. La estela marcada por el trabajo de Mir ha sido seguida por otros autores como Óscar Rodríguez Barreira para Almería12 o Juan Francisco 6 Gutmaro GÓMEZ BRAVO: “La violencia y sus dinámicas: crimen y castigo en el siglo XIX español”, Historia Social, 51 (2005), pp. 93-110, esp. pp. 93-94. 7 Carme MOLINERO y Pere Ysás: “La historia social de la época franquista. Una aproximación”, Historia Social, 30 (1998), pp. 133-154, esp. pp. 133. Pedro OLIVER OLMO: “La historia social de…”, p. 21. 8 Fernando SÁNCHEZ MARROYO: “Delincuencia y derecho de propiedad. Una nueva perspectiva del problema social durante la Segunda República”, Historia Social, 14, (1992), pp. 25-46. esp. p. 26. 9 Ibid., 25-46. Fernando SÁNCHEZ MARROYO: “La delincuencia <<socio-política>> en Cáceres durante la Segunda República”, Norba, 10 (1989-1999), pp. 233-264. Y Fernando SÁNCHEZ MARROYO: “La delincuencia social: un intento de caracterizar la actuación penal en la España rural durante la posguerra”, Norba, 16, 2, (1996-2003), pp. 625-637. 10 Manuel ORTIZ HERAS: Violencia política en la II República y el primer franquismo, Madrid, Siglo XXI, 1996. 11 Conxita MIR: Vivir es sobrevivir: Justicia, orden y marginación en la Cataluña rural de posguerra, Lleida, Milenio, 2000. 12 Óscar RODRÍGUEZ BARREIRA: Migas con miedo. Prácticas de resistencia al primer franquismo. Almería, 1939-1953, Almería, Universidad de Almería, 2008. 103 Gómez Westermeyer para Murcia.13 Acompañando a estas investigaciones otras muchas provincias españolas se han ido sumado a la comprensión histórica del fenómeno criminal: Málaga, Baleares, Cataluña, Galicia, Asturias, etc. Por su parte, la tesis doctoral dedicada a la delincuencia criminal en Zaragoza desde 1931 a 1945, escrita por este mismo autor, pone a Aragón14 en el mapa de los estudios sobre la criminalidad durante la II República, la Guerra Civil y los primeros años de la dictadura de Franco. La Justicia ordinaria como herramienta para el control social Si atendemos a lo señalado por las diversas autoridades en sus escritos no parece inferirse que aquellas entendieran ni a los delincuentes comunes ni sus motivaciones para delinquir. De este modo, etiquetas como las de “moralidad dudosa”; “poco amante del trabajo”; “de ideas izquierdistas y poco afecto al Movimiento Nacional” o de “ideas extremistas”; “con el vicio de la embriaguez”, etc., se asignaban invariablemente a un amplio número de procesados. Semejantes descripciones son representativas de la consideración que del mundo del delito y de una amplia gama de delincuentes poseían aquellos con el poder de legislar, fiscalizar, judicializar y castigar conductas. Con frecuencia las esferas oficiales veían en la delincuencia todo un mundo disfuncional y peligroso relacionado con conductas sórdidas, hábitos perniciosos, con el mundo del mal vivir y, no en pocas ocasiones, ligado a una significada posición política de extrema izquierda. Aquellas descripciones son reveladoras, igualmente, del uso y empleo dado a la justicia durante la II República y el franquismo. Sin embargo, tal instrumentalización de los tribunales y de la ley como herramientas en poder de los grupos dominantes destinadas al control social de la población hunde sus raíces muy atrás en el tiempo. Ciertamente, el pensamiento de algunos ilustrados (Montesquieu, Rousseau, Beccaria, Bentham, etc.) y el ascenso al poder de la alta burguesía fue determinante en las transformaciones acaecidas durante finales del XVIII y comienzos del XIX en el ámbito de la comprensión de la ley, del castigo y del objetivo de la pena. La transición definitiva hacia el nuevo sistema capitalista de producción generó nuevas necesidades e intereses entre las clases sociales. Las revoluciones burguesas del XIX habían 13 Juan Francisco GÓMEZ WESTERMEYER: Historia de la delincuencia en la sociedad española: Murcia. 1939-1949”. Similitudes y diferencias en otros espacios europeos, Tesis doctoral (inédita), Universidad de Murcia, 2006. 14 Iván MARTÍNEZ: Delitos, justicia ordinaria y control social en Zaragoza (1931-1945): de la II República a la Dictadura de Franco, Tesis doctoral (inédita), Universidad de Zaragoza, 2015. 104 encumbrado, en su más amplio alcance, el concepto de libertad. Tras la revolución industrial la libertad adquirió, además de todos los que ya poseía, un valor económico.15 Desde entonces la obediencia y observancia ciega del cuerpo penal serían los únicos medios posibles para alcanzar la libertad dentro de la sociedad. La privación de libertad se transformó durante aquel siglo en la pena predominante. Apropiarse de la libertad del individuo fue visto como un valor en sí mismo; le era sustraído lo más importante: su tiempo para trabajar. En añadidura a ello, cuando se quiso recuperar a los delincuentes para la función productiva (más que convertir su cuerpo en un muestrario de atrocidades físicas) aparecieron como tales las penas de encierro y la cárcel como finalidad.16 En definitiva, el desarrollo del sistema penal se había desplazado desde la reprensión pública de la Edad Media y Moderna a la corrección del criminal. La prisión y la privación de tiempo fueron la forma de castigo de los Estados capitalistas modernos. Representaban los símbolos del nuevo método de punir de la naciente sociedad burguesa.17 Pero no solo la justicia se volvió más compleja en el seno de los Estados capitalistas modernos. Conforme estos se desarrollaron así lo hicieron también los distintos grupos sociales, las estructuras económicas, las relaciones sociales y laborales, las formas de hacer o entender la política, las demandas de derechos civiles y políticos, etc. El entramado social se volvió más complejo, provocando con ello la aparición de tensiones y fricciones entre clases sociales, ahondando en la brecha entre los sectores desposeídos y los grupos que manejaban los resortes de los mecanismos políticos y económicos. Estos últimos, en su necesidad de proteger el sistema económico, el orden dentro de sus sociedades y de salvaguardar su propia posición hegemónica dentro de estas, tomaron ventaja de la reelaboración de la penalidad y de la codificación de la ley sucedidas en el XIX. Aquellos procedieron a una redefinición constante de todas las reales –o potenciales- conductas inadecuadas o peligrosas que, ahora marcadas como 15 Massimo PAVARINI: Control y dominación, teorías criminológicas burguesas y proyecto hegemónico, México, Siglo XXI, 1988, pp. 36-37. 16 Pedro FRAILE: Un espacio para castigar. La cárcel y la ciencia penitenciaria en España (siglos XVIII-XIX), Barcelona, del Serbal, 1987, p. 21. Roger MATTHEWS: Pagando tiempo. Una introducción a la sociología del encarcelamiento, Barcelona, Edicions Bellatierra, 2003, pp. 24-25. Massimo PAVARINI: Control y dominación…, pp. 35 y siguientes. Pedro TRINIDAD FERNÁNDEZ: la defensa de la sociedad. Cárcel y delincuencia en España (siglos XVIII-XX), Madrid, Alianza Universidad, 1991, pp. 113-116. 17 Pedro OLIVER OLMO: “Historia y reinvención del utilitarismo punitivo”, en José Miguel GASTÓN AGUAS y Fernando MENDIOLA GONZALO (coords.): Los trabajos forzados en la dictadura franquista. Bortxazko lanak dictadura frankistan, España, Instituto Jerónimo de Uztáriz-Memoriam Bideak, 2007, pp. 18-29, esp., pp. 20-24. 105 ilegalismos, habrían de ser proscritas, controladas y perseguidas mediante la aplicación de la justicia. Así, como señala Stanley Cohen, las sociedades, a través de la acción de los Estados, se dotarían de ciertas herramientas para organizar su respuesta ante “comportamientos y personas que contempla como desviados, problemáticos, preocupantes”; la solución para estos sujetos sería el castigo, la segregación, la justicia, la reforma, etc. La cárcel, los cuerpos del orden público o las medidas para controlar el crimen -como la justicia- serían tan solo unas medidas “formales” para el control social, dentro de un amplio ámbito que incluiría otros medios “informales” -y menos visiblespara el control de la población en su totalidad.18 No parece extraño, por lo tanto, a tenor de lo mencionado que la maquinaria judicial se orientase hacia las labores de monopolizar, encauzar o encuadrar, cuando no de erradicar, comportamientos distintos a los establecidos o determinados como “oficiales” o “apropiados” desde las esferas más altas del Estado. El objetivo no era sencillo pues, recogiendo la afirmación de Eduardo Gómez Calleja, con estas intervenciones se trataba de atar a los individuos “a las reglas que caracterizan la vida en común, impedir o desanimar los comportamientos desviados y reconstruir las condiciones de consenso ante la eventualidad de un cambio en el sistema normativo”.19 Tal propósito de actuación se efectuaría sobre todos los ámbitos de la vida diaria, abarcando espacios tan variados pero interrelacionados como el político, el económico, el respeto por la Autoridad y las jerarquías, la moralidad, la manifestación religiosa, la privacidad, etc. De esta manera, las actitudes que no encajaban con los parámetros establecidos por el Estado eran castigadas con su inclusión en el código penal; cuando estas actitudes finalmente se materializaban, entonces, nos encontramos frente a la delincuencia y al delincuente propiamente dichos. En definitiva: las estrategias implementadas desde las Administraciones de Justicia (republicana y franquista) respondieron tanto a las pretensiones de control –no solo de esa parte de la sociedad que delinquía, sino también sobre la totalidad del cuerpo social-, como a las de una asimilación de la población a un modelo preestablecido de vida y forma de comportamiento cotidiano. 18 Stanley COHEN: Visiones de control social, Barcelona, PPU, 1988, pp. 15 y 164. Eduardo GONZÁLEZ CALLEJA: “El Estado ante la violencia”, en Santos JULIÁ (dir.): Violencia política en la España del siglo XX, Madrid, Taurus, 2000, pp. 365-406, esp. pp. 365. 19 106 La diferente Justicia ordinaria en la II República y el franquismo El estudio comparado de la delincuencia común durante la II República y el período de Guerra Civil y dictadura franquista permite poner sobre la mesa las diferencias existentes en el ámbito de la punición ordinaria entre ambos períodos, pero también rescatar algunas sorprendentes similitudes. Si recurrimos a la legislación de cada régimen, o a las propias declaraciones firmadas por las autoridades judiciales en las sentencias criminales, alcanzaremos a calibrar cuáles era los discursos oficial y público que desde los grupos afines al poder –o desde el poder mismo- se lanzaban a la población en lo concerniente a la criminalidad y al respeto de la ley. Una mirada más cercana a los porcentajes de absoluciones y condenas –y la entidad de estas- se hace indispensable para acercarnos la comprensión de las autoridades sobre ciertos aspectos tan relacionados con los delincuentes comunes como podían ser la realidad de sus condiciones de vida, su situación económica, su moralidad, etc. Las antagónicas maneras de entender la justicia ordinaria, la pena, el delito y el delincuente fueron otros de los muchos aspectos que diferenciaron al régimen republicano y a la dictadura franquista. Sin duda, las reformas globales republicanas en el ámbito de la Justicia fueron una seña de identidad del sistema político del 14 de Abril. Poco tiempo después de aquel primaveral día, la flamante República se dotaba de un nuevo Código Penal (si bien provisional en un principio), el más democrático y humanitario de todos los que hasta entonces había tenido el país. Así pues, un 27 de octubre de 1932 el nuevo Código Penal vio la luz. De entre sus muchas novedades la humanización fue la principal; su rasgo más destacado lo representó la inmediata supresión de la pena de muerte. Junto con estos, otros aspectos traían nuevos aires a la justicia ordinaria en España: mayor libertad en la aplicación de las causas eximentes y atenuantes; disminución a 15 las causas agravantes; una rebaja en los castigos y la ampliación la potestad de los jueces para determinar la gravedad del delito; o, finalmente, la supresión de algunas penas y figuras delictivas tradicionales.20 Hasta aquel entonces la justicia militar había dominado a la jurisdicción ordinaria en España. La preeminencia de la jurisdicción castrense sobre su homóloga 20 Fernando SÁNCHEZ MARROYO: “Delincuencia y derecho…”, p. 30. Enrique AGUDO FERNÁNDEZ: Principio de culpabilidad y reincidencia en el Derecho español, Tesis doctoral (inédita), Universidad de Granada, 2005, p. 56. José Antón ONECA: Derecho Penal, Madrid, Editorial Reus, 1930, p. 67. Fernando SÁNCHEZ MARROYO: “Delincuencia y derecho…”, p. 30. Manuel ORTIZ HERAS: Violencia política en…, p. 232. 107 civil se intensificó durante los siete años de dictadura primorriverista. La llegada de la Segunda República cambió esa tendencia. Con su advenimiento los tribunales militares pasaron a estar bajo el control del Ministerio de Justicia, los fiscales militares hicieron otro tanto bajo la autoridad del Fiscal de la República y la justicia castrense, en todos sus ámbitos, perdió su posición y su carácter excepcionales. En fin, esta fue recluida a la resolución en exclusiva de delitos de su propia naturaleza: los militares.21 El golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y los siguientes tres años de Guerra Civil sometieron a la justicia ordinaria a profundas –y tras 1939 irrevocables- reformas en el territorio controlado por los sublevados. Con claras intenciones la dictadura franquista recuperó la Ley Orgánica de 1870, la cual borraba de una ver y para siempre todas las modificaciones efectuadas por la República en la estructura de los tribunales civiles. La cruenta Guerra Civil permitió a los sublevados transformar la justicia en un instrumento represor. Los primeros Bandos -como el del 19 de julio de 1936permitieron desmontar el entramado judicial republicano y dibujaron las directrices esenciales respecto del ordenamiento jurídico y la justicia del futuro inmediato.22 Durante la dictadura de Franco la justicia ordinaria entró en un largo período de postergación y marginación. Se vio relegada a un papel secundario; un simple complemento punitivo, sometido a la acción represora de la actuación militar y de los Tribunales Extraordinarios.23 El franquismo mantuvo vigente el Código Penal de 1932 hasta 1945; sin embargo, ello no impidió que aquel fuera objeto de sustanciosas reformas y añadidos posteriores por parte de los legisladores franquistas. Especialmente dos fueron los cambios principales: aquellos delitos sustraídos y aquellos otros que vinieron añadidos o modificados. Así, lo más destacado de entre los primeros fue la detracción de 21 Mónica LANERO TÁBOAS: Una milicia de la justicia. La política judicial del franquismo (19361945), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1996, pp. 52-53-58. Julio GIL PECHARROMÁN: La Segunda República. Esperanzas y frustraciones, Madrid, Historia 16, pp. 45-46. Mónica LANERO TÁBOAS: Una milicia de…, pp. 60-61. 22 Ibid, p. 166. Ignacio BERDUGO: “Derecho represivo en España durante los períodos de guerra y posguerra (1936-1945), en Revista de Derecho de la Universidad Complutense (3), 1980, pp. 97-128, esp. pp. 115-116. Ernesto PEDRAZ PENALVA: “Administración de justicia en la España Nacional”, en VVAA.: Justicia en Guerra. Jornadas sobre la Administración de Justicia durante la Guerra Civil española: Instituciones y fuentes documentales, Madrid, Archivo Histórico Nacional (sección Guerra Civil), Madrid, pp. 317-372, esp. pp. 339 y 347-348. Ignacio BERDUGO, Josefina CUESTA, María Dolores DE LA CALLE y Mónica LANERO: “El Ministerio de Justicia en la España <<Nacional>>, en VVAA., Ibid, pp. 249-316, esp. pp. 250 y 272. 23 TAMARIT SUMALLA: “Derecho penal y delincuencia en la legislación de posguerra”, en Conxita MIR, Carme Agustí y Josep Gelonch (ed.): Pobreza, marginación, delincuencia y políticas sociales bajo el franquismo, Lleida, Ediciones Universitat de Lleida, 2005, pp. 51-68, esp. p. 52. Manuel ORTIZ HERAS: Violencia política en…, p. 409. Mónica LANERO TÁBOAS: Una milicia de…, pp. 395-403. 108 competencias sobre delitos de carácter político, los cuales no se devolverían hasta la Ley del 19 de enero de 1942; por su parte, los segundos abarcaron un amplio campo de actuación judicial, agregándose nuevas leyes al cuerpo penal, las cuales regulaban o creaban delitos de adulterio o de abandono de familia; de rapto y estupro; de infanticidio y abandono de menores; de aborto, etc.24 Todo lo anterior fue recogido por el Código Penal de 1944, el primer cuerpo legal de jurisdicción ordinaria propio de la dictadura. Este no se trató, strictu sensu, de uno nuevo. Consistió en un texto refundido y basado en el pretérito de 1870, el cual a su vez tomaba como modelo el muchísimo más severo de 1848. Igual que sucede con la práctica judicial los códigos penales son reflejo y expresión de los miedos, necesidades o intereses de los sectores dominantes del momento. El de 1932 expresó una nueva sensibilidad democrática y humanizadora; el reflejo de las doctrinas liberales del XIX. El Código franquista se encargó de “proteger exacerbadamente las retrógradas ideas políticas, religiosas y sociales de una clase social”. Su sello de identidad consistía en una fortísima inspiración moralista y religiosa. El incremento de los agravantes en el delito, la actualización de los delitos morales y éticos, la disminución de las causas eximentes o atenuantes, o la recuperación de la pena de muerte para delitos como robo con violencia desvelan una tendencia más que reveladora del cambio operado en la Justicia ordinaria.25 El delito y el criminal visto desde el poder en la II República y el franquismo El análisis de la delincuencia común en la Segunda República y el franquismo nos permite hacer un ejercicio comparativo único entre ambos sistemas de gobierno en el ámbito de la justicia, del delito y de la comprensión del criminal. La plétora de acciones ilegales que venían castigadas en los códigos penales han sido clasificadas, 24 Conxita MIR CURCÓ: Vivir es sobrevivir…, p. 128. Conxita MIR y Carme AGUSTÍ: “Delincuencia patrimonial y delincuencia en la legislación de posguerra”, en Conxita MIR, Carme AGUSTÍ y Josep GELONCH (eds.): Pobreza, marginación, delincuencia y políticas sociales bajo el franquismo, Lleida, Ediciones Universitat de Lleida, 2005, pp. 69-92, esp. pp. 59, 61 y 62. Josep María TAMARIT SUMALLA: “Derecho penal y…”, p. 55. Ignacio BERDUGO: “Derecho represivo en…”, pp. 108-110. Mónica LANERO TÁBOAS: Una milicia de…, p. 324. Conxita MIR CURCÓ: “Justicia civil y control moral de la población marginal en el franquismo de posguerra”, en Historia Social (37), 2000, pp. 53-72, esp. pp. 60. 25 Jacobo LÓPEZ BORJA DE QUIROGA, Luis RODRÍGUEZ RAMOS y Lourdes RUIZ DE GORDEJUELA LÓPEZ: Códigos penales españoles: recopilación y concordancias, Madrid, Akal, 1988, pp. 1173-1177. Juan Francisco GÓMEZ WESTERMEYER: Historia de la…, p. 48. Josep María TAMARIT SUMALLA: “Derecho penal y delincuencia…”, p. 57. 109 para nuestro interés y facilidad de análisis, dentro de cuatro categorías delictivas: 1) delitos contra la propiedad; 2) delitos contra la Autoridad o el Estado; 3) delitos contra las personas; y 4) delitos contra el honor y la honestidad. Esta agrupación nos revela la existencia de algunas de las similitudes que la República y la dictadura de Franco compartieron en el campo de la criminalización de conductas. En ambos la delincuencia con más sentencias criminales fue la relacionada con los ataques contra la propiedad privada. Así, las 1.083 sentencias (42,90% del total) en la II República y las 1. 913 (64% del total) del franquismo indican la importancia que tuvieron estos actos para parte de la población zaragozana y también para el Estado. Ateniendo a la presencia del resto de los delitos nos percatamos de algunos de los cambios acaecidos tras la Guerra Civil en el contexto político, social y ético-moral. Así pues, los delitos contra el orden público, que durante la experiencia republicana ascendieron a la segunda categoría delictiva con 569 sentencias (22,28%), durante la dictadura descendieron hasta la cuarta categoría en importancia con 78 sentencias (2,60%). Por su parte, las ilegalidades contra las personas, las cuales durante la República dieron 381 sentencias (15%), en el franquismo se auparon al segundo grupo mayoritario con 296 sentencias (9%). Finalmente, los delitos relacionados con el ámbito moral y la honestidad ascendieron durante los primeros años de dictadura, al calor de la nueva importancia que para el régimen de Franco revestía el control de los aspectos relacionados con el comportamiento, la sexualidad, las buenas costumbres, etc. Así, desde 1936 a 1945 se dictaminaron hasta 268 sentencias (8,96%), mientras que en el espacio de tiempo discurrido entre 1931 y el 18 de julio del 36 el número no superó las 150 (5,90%). ¿Pero cómo contemplaron las autoridades judiciales a los infractores de la ley? Una buena manera de acercarnos a la visión de las autoridades es mediante el análisis cuantitativo del número de procesados y de fallos condenatorios o absolutorios. Atendiendo a los datos arrojados por el vaciado de los Libros de Sentencias, se puede apuntar la existencia de una incomprensión por parte de los grupos de poder tanto del delincuente común como de las circunstancias que conducían hacia la delincuencia. Quizá sea sorprendente ver cómo tanto en la II República como en el franquismo aconteció un predominio del número de condenados frente al de los absueltos, y que en ambos casos la cantidad total de estos últimos ni tan siquiera se aproximó a la de aquellos. Ello queda patente con los 2.411 condenados (66,32%) frente a los 1.224 110 absueltos (33,67%) de los años republicanos. Para la dictadura aún se hace más destacado: 3.418 condenados (82%) frente a 745 absueltos (17,89%). Lo relevante, por tanto, es entender que ambos regímenes políticos instrumentalizaron los tribunales ordinarios como una herramienta para el control y la regulación social del ciudadano. Sin embargo, y a pesar de su coincidencia en castigar los comportamientos trasgresores de la ley, hubo una diferencia de matiz. Por un lado, las sanciones penales que decretaron los tribunales civiles republicanos suponían el castigo por ciertos comportamientos irregulares, los cuales rompían o violaban unos derechos jurídicos establecidos en el código penal y amparados por la Constitución. Así, las condenas eran dispuestas como el medio para reprender estas acciones, pensando en la posterior reinserción del preso en la sociedad. Por su parte, la concepción que el franquismo hizo del castigo penal fue harto diversa. En él se apunta hacia una condena entendida como una manera de ejemplarizar y de aleccionar mediante la punición. En efecto, el interés de los legisladores franquistas no se habría situado tanto en la posterior reinserción del delincuente como en la de someterle a un escarmiento por romper alguno de los postulados religiosos, éticos o de las normas legales con las cuales la dictadura regulaba la moralidad, la economía, el respeto a la jerarquía, a la propiedad privada, etc. Debido a la propia naturaleza de las fuentes consultadas para el período de la II República no contamos con muchas referencias directas respecto de lo que la Autoridad pensaba o de cómo veía al delincuente. Lo contrario sucede al tratar con los años de dictadura franquista; aquí las fuentes son abundantes y prolijas al respecto. Si bien esto es así, ello no nos impide determinar que la regla general en la República se aproximó más hacia una incomprensión del delincuente y de las causas que empujaban a la delincuencia. Habituales testimonios de esta incomprensión del fenómeno delictivo los encontramos en los delitos contra la propiedad privada. Esta era una clase de trasgresión de la legalidad muy vinculada –aunque no siempre- a la pauperización de la población y a la existencia de difíciles condiciones de vida. El hecho, atendiendo a los datos cuantitativos y cualitativos, parecía estar claro: cuanto mayor sean las dificultades de los individuos para proporcionarse el mínimo de subsistencia básica más delincuencia contra la propiedad se producirá.26 Por regla 26 La tendencia general de los objetos sustraídos apunta hacia un predominio de pequeñas cantidades de dinero, cosechas, animales de corral (gallinas o conejos), diferentes tipos de textiles y productos leñosos. 111 general, lo sustraído –en hurtos o robos- era de escaso valor económico, de tan apenas unas pesetas; sin embargo, ello no impedía que desde los representantes del Estado se entendiera la existencia de un ánimo de lucro como motivación de estos hechos. Un buen ejemplo de ello nos lo ofrece una sentencia fallada contra Florentín (de 52 años, viudo y jornalero), quien en octubre de 1934 se introdujo por segunda vez en un monte del municipio zaragozano de Ateca, cuya propiedad correspondía a Felipe García. Una vez allí se apropió de una carga de romero (valorada en 0,75 céntimos) que pretendía vender por 2 pesetas en el vecino pueblo de Alhama de Aragón. En esta sentencia se nos señala por parte del fiscal el “ánimo de lucro” que rodeó al hurto. Tras dictarse el fallo condenatorio, la justicia le impuso una pena de dos meses y un día de arresto mayor más la devolución de los 0,75 céntimos.27 De un modo parecido a lo que sucedía en los delitos contra la propiedad, en los actos contra el honor y la honestidad solía repetirse habitualmente la misma apreciación referida a las mujeres que o bien abortaban o bien cometían infanticidio con sus recién nacidos: “lo hizo para ocultar su deshonra”. Esta frase parece suficientemente reveladora de que, no obstante los cambios en la legislación y los nuevos bríos renovadores de la República, actos como el aborto voluntario continuaron siendo inaceptables y condenados moral y socialmente, del mismo modo que la ideología patriarcal todavía continuaba fuertemente arraigada en los esquemas mentales de la época.28 Así lo vemos, por ejemplo, con el caso de Aurora (joven de 23 años, soltera, sirvienta y natural de Utebo), quien un 20 de junio de 1931 -mientras prestaba sus servicios en una casa- dio a luz a un niño vivo, al cual “con objeto de ocultar su deshonra” provocó la muerte por asfixia.29 Expresiones como estas denuncian, a nuestro modo de ver, los límites y el alcance real del cambio del modelo de género traído por la II República. Por su parte el franquismo nos ofrece más y variadas referencias en cuanto a la visión que del criminal común se tenía desde los grupos de poder. Aparte de las encontradas en la documentación judicial, las leyes revelan nítidamente cuál era la cosmovisión de las autoridades. En la ley es fácil rastrear la continua referencia al Existió, igualmente, una gran variedad de productos sustraídos, de todo tipo y condición: desde chatarra, revistas, tabaco, botellas de licores, plumas estilográficas, maletas, gramófonos, etc. 27 “Libro de Sentencias Criminales”, Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Tomo II (año 1935), sentencia nº 410. 28 Nerea ARESTI: Masculinidades en tela de juicio. Hombres y género en el primer tercio del siglo XX, Madrid, Cátedra, 2010, pp. 114-115 y 253-254. 29 “Libro de Sentencias Criminales”, Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Tomo I (año 1932), sentencia nº 95. La procesada resultó en este caso absuelta del delito de infanticidio. 112 pasado republicano o a la experiencia republicana, considerando a ambos como los mayores responsables de la acción criminal. Un ejemplo muy clarificador lo muestra el preámbulo de la Ley para la Protección de la Natalidad contra el Aborto y la Propaganda Anticonceptiva del 24 de enero de 1941. Esta se abría con un propósito revelador: “El Gobierno, consciente de su responsabilidad decide combatir [con esta ley] el crimen social que el aborto provocado representa […]”. Un hecho cuyas características eran las de ser “[un] estrago harto acusado […] [que] adquirió caracteres de escándalo durante el régimen republicano agudizándose aún más escandalosamente en aquellas zonas sometidas a la dominación del Frente Popular”.30 La demonización de la República y de los republicanos, considerándolos como el principal causante de la delincuencia común, fue un discurso recurrente usado desde el régimen en pro del objetivo de legitimar su represión sobre la población vencida y erradicar el origen de todos los males de España.31 La documentación judicial apunta claramente a la unión indisoluble del binomio crimen-republicano en la cosmovisión franquista. De este modo se hicieron habituales los comentarios relativos al apartado de la conducta privada, como los de ser “mujer de conducta moral depravada y de [llevar] mala vida”. Así pensaban unos magistrados respecto de algunas madres condenadas por corrupción de menores (prostitución ilegal): “[estas dejaban] una impresión imborrable […] en la mente de las hijas por los actos inmorales [que] lesionaron y ofendieron el pudor natural de aquellas menores, [más aún] cuando la mujer debe estar sujeta a formación moral bajo aquellos principios de recato y sublimación de la honestidad […] provocando la prostitución de aquellas, mediante la exaltación de la vida réproba, y condenación de la vida honesta y del matrimonio mismo […]”. 32 Claro está que al expresar esos juicios taxativos los magistrados obviaban el hecho fundamental de la existencia de una pobreza y precariedad extremas en las condiciones materiales de vida, las cuales empujaban a estas mujeres a prostituirse ellas mismas o a sus hijas para poder sobrevivir. Esta incomprensión de las causas reales que 30 Ley para la Protección de la Natalidad contra el Aborto y la Propaganda Anticoncepcionista. “Recuperado de Internet”, (https://www.boe.es/datos/pdfs/BOE/1941/033/A00768-00770.pdf). BOE (2/02/1941), p. 768. 31 Anne-Gaëlle REGUEIET: “Norma sexual y comportamientos cotidianos en los diez primeros años del franquismo: noviazgo y sexualidad”, Hispania LXIV/3, 218, (2003), pp. 1027-1042, esp. pp. 1029, 1030 y 1034. Juan Francisco GÓMEZ WESTERMEYER: Historia de la…, pp. 459-460. 32 Causa Criminal, Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, nº 240/4255 (año 1941). 113 arrojaban por los caminos de la delincuencia no se circunscribía únicamente a los delitos contra la moralidad, costumbres o vida privada. Se hizo extensiva a la totalidad de los delitos comunes. En las ilegalidades mayoritarias, como eran los atentados contra la propiedad privada, los grupos de poder franquistas apenas veían más allá de la ligazón entre marginalidad-vicios-morales-delincuencia. Un ejemplo excepcional nos los proporcionó los juicios de valor vertidos sobre Evarista J., (44 años, casada, sin antecedentes penales y de profesión sus labores), quien sustrajo de la casa de una vecina, y mediante el empleo de unas llaves falsas, 4 sábanas de hilo, 2 toallas (valorado en 400 pesetas) y 20 pesetas en metálico. La percepción de las vecinas respecto de la situación de Evarista contrasta radicalmente con la visión proveniente desde las esferas de poder. Mientras que las vecinas declararon que compraban las sábanas a Evarista porque “se hallaba muy necesitada por no tener qué comer en su casa”, para las autoridades judiciales esas mismas ventas denunciaban a una persona: “[…] Poco trabajadora y aficionada a lo ajeno […]. Lleva mal género de vida// “[…] La mencionada es de una deplorable conducta. Su laboriosidad es nula, ya que la mayor parte del tiempo lo pasa hablando con otras mujeres […]. Es aficionada a la bebida y siente una inclinación inusitada por jugar al Sorteo de los Ciegos (sic) […]. Resulta ser persona de notoria y probada peligrosidad en tal sentido […]”.33 Con informes de conducta tan determinantes, donde se pasaba por alto la relación entre delincuencia y falta de recursos, la justicia no podía excepto que encontrar a Evarista culpable de un delito de robo sin circunstancias. Su condena ascendió a un año, un mes y once días de prisión menor y al pago de 150 pesetas como indemnización. La visión del delincuente a través de sus propias palabras Entre los muchos aspectos que cambian de un régimen democrático a una dictadura la intensidad con la que se ejerce el control social, el respecto a los derechos civiles de los que infringen la ley y el alcance de la fiscalización de la vida cotidiana por el Estado están entre los más destacado. En ambos regímenes los tribunales ordinarios 33 Causa Criminal, Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, nº 99/4239 (año 1944). 114 buscaban con el procesamiento de estos sujetos reducir o eliminar una serie de conductas divergentes, las cuales por razón de su naturaleza ilegal podían entenderse como potencialmente subversivas o peligrosas si el resto de la población decía imitarlas. El cambio estaba en el cómo se efectuaba y en el grado se ese control. Hemos visto cómo desde el aparato judicial la tendencia mayoritaria se escoraba hacia la incomprensión de la delincuencia como fenómeno que responde a una lógica estrechamente vinculada con el contexto económico, político, social, religioso, etc., en el que acontece. Del mismo modo, tampoco las motivaciones de los delincuentes comunes eran atendidas o comprendidas. ¿Pero cómo veían estos sus actos y la acción de las fuerzas del orden o del Estado? Los 3.635 procesados durante la II República y los 4.163 durante el franquismo pueden ayudarnos a encontrar una respuesta para esta pregunta. Estos miembros de la sociedad, si bien no mayoritarios, atraen nuestra atención sobre el hecho de que en algún momento de sus vidas no pocos sujetos de esa sociedad ignoraron las pautas de conducta o las reglas de ordenamiento de la vida que venían determinadas desde el Estado. Las razones de sus comportamientos discordantes eran variadas. Podían no compartir el mismo conjunto de valores éticos, morales o religiosos que los oficiales. O bien sus necesidades de subsistencia podían encontrarse en contradicción con los preceptos legales de respeto a la propiedad privada. Quizá, en otras ocasiones, su indignación por una situación considerada como injusta les llevaba a desobedecer a los propios agentes del Estado. Otras ocasiones, en definitiva, sus intereses materiales o afán de lucro primaban más que la observancia de la ley. Pero, indiferentemente del caso que analicemos, lo que observamos es que los delincuentes compartieron –y dieron continuidad a- una misma visión sobre sí mismos, sobre la legitimidad y corrección de sus acciones y sobre la preeminencia de sus necesidades frente a la amenaza de prisión y las reglas impuestas por el Estado durante el período republicano y los primeros años de dictadura. Atender a las argumentaciones de los delincuentes comunes sobre sus motivaciones desvela cuáles eran los puntos de fricción entre las estructuras del Estado y la población. También, las fronteras hasta donde llegaba el poder de ese mismo Estado para hacer cumplir sus preceptos. En ocasiones los delincuentes dicen claramente que sus derechos son más legítimos que aquellos respaldados por los tribunales. Así lo dejó patente el vecino de Sádaba Tomás O. (53 años, casado y labrador) cuando el Juzgado de 1ª Instancia de Ejea de los Caballeros falló en juicio de desahucio 115 en contra de sus intereses, prohibiéndole hacer labor alguna en las fincas que trabajaba o levantar las cosechas sembradas en aquellos terrenos. Sin embargo, Tomás, lejos de hacer caso ignoró la prohibición, al penetrar en los terrenos y llevarse los frutos con él. Sus razones las manifestó claramente, pues lo hizo “ya que él los había sembrado y segado en las fincas arrendados [entendiéndolos de su propiedad]”. Al final la justicia republicana le absolvió de la acusación de estafa al no ser demostrable por las pruebas la existencia de delito alguno en su acción.34 Otras veces la necesidad unida a una percepción de injusticia o de mal gobierno por parte de las autoridades municipales estuvieron detrás de ciertos comportamientos delictuales. Así sucedió en Zaragoza capital, donde la pobreza se manifestaba en su forma más cruda y visible en la figura de los mendigos; en tiempos de crisis económica y de paro la mendicidad pasaba por ser para muchos la única opción posible para vivir. Nuestro protagonista fue un guardia municipal zaragozano, quien durante su patrulla diaria se cruzó con una mendiga, tomando la decisión de conducirá a uno de los albergues de la ciudad. En su camino oyó cómo un transeúnte le espetaba a que dejara en paz a la pobre mujer, a lo que el agente contestó que no podía ser. Entonces, la injusticia que Pedro P.G vio en ello creció aún más con la respuesta del agente. El ambiente se fue caldeando y el gentío crecía alrededor mientras se oían comentarios de “si había derecho o no había derecho a detener a una anciana por pedir”. En ese momento, Pedro gritó al guardia: “Eres un canalla, y que más valía detener al Sr. Banzo (miembro del Partido Radical Socialista y alcalde de Zaragoza desde abril de 1931 a junio de 1932), que había robado un millón de pesetas”. En esta ocasión el procesado, Pedro, tuvo suerte con su exabrupto. Gracias a que las pruebas no fueron suficientes para demostrar su culpabilidad, el tribunal le declaró absuelto de los delitos de desacato y de una falta de ofensa a la Autoridad.35 Tras los tres años de Guerra Civil y la política autárquica del franquismo las condiciones de vida empeoraron notablemente para la mayoría de la población, especialmente entre el amplio sector de los vencidos. Al rígido control económico y político, el régimen añadió una estricta vigilancia sobre la moral, las costumbres y la vida privada. En aquellos años, la prostitución femenina, las situaciones de penurias y el 34 “Libro de Sentencias Criminales”, Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Tomo I (año 1935), sentencia nº 175. 35 “Libro de Sentencias Criminales”, Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Tomo I (año 1934), sentencia nº 116. La información sobre Sebastián Banzo Urrea en Gran Enciclopedia Aragonesa. Recuperado de Internet [http://www.enciclopedia-aragonesa.com]. 116 desvalimiento femenino establecieron una más que evidente conexión. Muchas de estas mujeres, en búsqueda de alimentos para llevar a su casa, incurrían en uno de los delitos más execrables moralmente para las nuevas autoridades: el comercio carnal. Así lo decía Soledad (de 17 años) cuando confesaba haber estado con dos hombres, “uno de bastante edad y otro más joven”, que le entregaban 10 y 5 pesetas, las cuales ella empleaba en vestirse y calzarse, además de 3 a 6 barras de pan diarias para la familia. Una situación personal la de esta joven que estaba marcada, como ella bien supo confesar, por “la pobreza en que viven”, pues su madre –la procesada-, viuda y encarcelada anteriormente por varios delitos de prostitución, no podía ayudar a la economía familiar”.36 Algunos de estos procesados se decidían por enviar cartas directamente a alguna de las autoridades, guiados por la desesperación de su situación en prisión y en búsqueda de una última opción de poder recuperar su libertad. Muchas de estas misivas están impregnadas de la desesperación que asediaba a estos hombres y mujeres en un período donde las cárceles estaban atestadas de presos y las condiciones en prisión eran sinónimo de enfermedades, miseria, dureza y muerte. Un ejemplo nos lo ofrece María Jesús, encarcelada por un delito de abandono de familia, una figura jurídica dispuesta para castigar conductas femeninas inadecuadas. María Jesús había abandonado su hogar por los malos tratos que recibía de su marido, dejando atrás a sus 3 hijos de corta edad. Estando en la prisión provisional de Tortosa, sin ni siquiera haberse fallado aún la condena o absolución, María Jesús escribió una emotiva y conmovedora carta al presidente de la Audiencia Provincial de Zaragoza, donde le rogaba por su libertad condicional “para poder unirse a sus pequeños hijos o bien interesar su traslado a Zaragoza, para tener el consuelo de poderlos abrazar siquiera sea hasta […] la vista del procedimiento [judicial]”. Su solicitud fue despachada con una fría negación.37 Algunas de estas misivas nos remiten a un contexto de dureza y de grandes sacrificios personales para sacar adelante a la familia, a los hijos. Los primeros años del franquismo están ligados a la política autárquica de la misma manera que esta última lo está al mercado negro, al estraperlo y a los estraperlistas. Frente al fenómeno del estraperlo las autoridades franquistas dispensaron un trato dispar dependiendo de la 36 Causa Criminal, Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, nº 408/4146 (año 1941). La condena que recibió Anunciación, la madre de Soledad, fue ejemplarizante y demostraba la intención del franquismo de enseñar a través de la pena, especialmente si el condenado era reincidente, como Anunciación. Esta recibió una pena de seis meses de arresto mayor y suspensión de la potestad materna. Como castigo adicional, Asunción pasó más tiempo en prisión provisional del que por condena le correspondía. 37 Causa Criminal, Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, nº 350/4239 (año 1941). 117 entidad económica o de la posición social del estraperlista; si se era un gran estraperlista se contaba con no pocas posibilidades de que las autoridades judiciales hicieran “la vista gorda” y dejaran pasar tales actos sin sanción. Desde luego, este no fue el caso de Francisca Bondía (29 años, casada, con dos hijos y posiblemente mujer de republicano), quien dirigió una misiva al gobernador civil rogándole que intercediese en su favor, y anulara la multa de 1.000 con la cual la Fiscalía de Tasas la había sancionado. No hay duda de que Francisca estaba desesperada, pues ya había escrito previamente a la Fiscalía suplicándoles le quitaran la sanción, explicándoles los motivos que le obligaron a estraperlear y “prometiendo no reincidir”. Y es que su situación, “ante la apremiante necesidad de procurarse algunas pesetas para cubrir las necesidades más indispensables”, se hacía dramática, empujándola de lleno al mercado negro. Desde hacía seis años se encontraba sola con sus hijos, ignorando desde la guerra el paradero de su esposo, y carente de todo recurso de vida. En este contexto (como ella misma reconocía en la carta), “cometí la torpeza” de comprar 21 litros de aceite a 4, 75 pesetas para tratar de venderlos luego en el cercano pueblo de Quinto de Ebro. Finalmente, la respuesta del gobernador de llegó tan fría como inamovible: resolver este tipo de problemas no era competencia suya.38 Conclusiones A lo largo de este artículo se ha tratado de acercar el fenómeno de la delincuencia común en la Zaragoza de los años treinta y principios de los cuarenta. Se ha tratado de mostrar qué motivos podían encontrarse detrás de algunas de estas transgresiones. Asimismo, hemos pretendido mostrar cómo desde los grupos de poder, en control del poder político y judicial, se veía al criminal y la delincuencia comunes. Este artículo contiene dos aspectos esenciales: 1) la posibilidad de establecer un estudio comparado de los patrones delictuales en la población y de la delincuencia común durante la Guerra Civil y el franquismo; 2) la necesidad de repensar el delito común como un fenómeno con una lógica interna, haciéndose necesario abordar este aspecto de la realidad social desde dos perspectivas distintas pero complementarias: desde aquellos que delinquían y desde aquellos que sancionaban. 38 Generalidades, Archivo del Gobierno Civil de Zaragoza, Caja 8, Expediente 2. 118 En este sentido destacamos la necesidad de entender las figuras del delito común y de la pena como una manera de control social de la población. La delincuencia supone un diálogo entre, por un lado, las esferas donde se dirimen las políticas judiciales y el gobierno, y, por el otro, el conjunto de la población que vive dentro de esa comunidad sujeta a la normativa legal. Mayoritariamente, desde el poder no se entendieron las causas o razones que empujaban a delinquir. Mientras que desde el punto de vista de los infractores sus acciones quedaban legitimadas bajo el peso de su propia lógica. En definitiva, la delincuencia podría ser entendida desde el poder como “conductas marginales” (por ser producida por una minoría de la población situada fuera de los márgenes de la legalidad por razón de su delito), pero, desde luego, aquella no se trataba de un fenómeno gratuito o irracional. 119 120 “Mujer de moral intachable fiel cumplidora de sus deberes”. La relativa efectividad de los avales Francisca Moya Alcañiz UNED En esta comunicación nuestro objetivo es mostrar algunos avales y otro tipo de escritos1 rescatados del fondo documental de la Comisión Central de Exámen de Penas (CCEP), que alberga el Archivo General Militar de Guadalajara. Estas fuentes documentales contienen informes de los presos y de las presas políticas que fueron condenados a muerte por los tribunales militares franquistas, con la singularidad de que posteriormente fue conmutada dicha pena por treinta años de prision. En esta ocasión nos centraremos exclusivamente en los escritos en torno a las presas por ser el resultado de una investigacion concluida recientemente. La mayoria están diririgos al Presidente de la CCEP, órgano dependiente de la asesoria jurídica del Ministerio de Defensa, encargado de revisar las penas de privacion de libertad. Durante los años de la Guerra Civil y en mayor medida en los primeros años de posguerra, las duras e injustificadas condenas impuestas por los tribunales militares franquistas provocó una enorme movilización en el entorno familiar de las prisioneras, con el fin de recopilar avales de personas de probada solvencia y afectas al “Glorioso Movimiento Nacional”, como recurso para impedir una inminente ejecución, conseguir la libertad condicional o mejora penitenciaria para un ser querido, en base a testimonios favorable e informes de buena conducta. Los avales constituyeron un conjunto de documentos favorables para las presas, con declaraciones de descargo, pruebas beneficiosas, explicaciones y justificaciones para demostrar su inocencia. El análisis de esta serie de documentos aporta información sobre una realidad social ocultada por la propaganda del régimen franquista. En ellos, se 1 Sobre este tema véase la reciente publicación de Verónica SIERRA: Cartas presas. La correspondencia carcelaria en la Guerra Civil y el Franquismo, Madrid, Marcial Ponso, 2016. 121 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | encuentran las huellas que nos conducen a ese pasado trágico disfrazado de victoria, en el que el orgullo de los vencedores, el culto al Jefe del Estado, la hegemonia de la Iglesia católica y las manifestaciones simbólicas de tintes fascistas; conjuntamente con ese otro mundo de los vencidos, humillados, perseguidos y estigmatizados, complementan toda una red epistolar merecedora de ser tenida en cuenta por la historiografía del franquismo. El estudio de estas fuentes ayuda a profundizar sobre el discurso legitimador de la Santa Cruzada, así como en el significado de toda una serie de manifestaciones patrióticas y fórmulas lingüísticas-culturales fundamentadas en el nacionalcatolicismo, que explican las actitudes y comportamientos sociales en aquellos años de posguerra. Por ello, hemos creído interesante optar por la reproducción literal de gran parte de los escritos que se mostraran en las siguientes páginas. Las “personas de orden” en apoyo de las presas Los escritos a favor de las presas son fiel reflejo del espíritu que rodeó a los distintos actores sociales que intervinieron en los procesos a favor y en contra de las mismas. Es interesante observer el significado de las palabras, la retórica de las expresiones, los mensajes, las representaciones simbólicas y el esfuerzo de sus autores por captar la atención de quienes debían decidir la exclusión o inclusión social de unas mujeres sometidas a una severísima e injusta represión carcelaria. En su discurso se plasmaba la realidad político-social del momento. Por un lado, la de una España victoriosa, y, por otro, la de una España derrotada. En la categoría de los vencedores, se encontraban los sostenedores del régimen en su larga existencia de casi cuarenta años. Ellos construyeron y apuntalaron la dictadura. Eran las gentes de derechas de toda la vida, falangistas aguerridos, camisas viejas, excombatientes, grandes propietarios, industriales y empresarios, clases medias acomodadas, profesionales liberales y, desde luego, los imponderables representantes de la Iglesia. Toda una amalgama de grupos sociales que colaboraron en la construcción franquista durante la Guerra Civil y forjaron la comunidad de los vencedores, en torno a una “cultura de la victoria” y de los “verdaderos españoles”2. 2 Para profundizar en el estudio de los apoyos sociales al franquismo durante la Guerra Civil y la posguerra, véase: Francisco COBO y Teresa Mª ORTEGA: Franquismo y posguerra en Andalucía Oriental: represión, castigo a los vencidos y apoyos sociales al régimen franquista, 1936-1950, Granada, Universidad de Granada, 2005; Miguel del ARCO: Hambre de siglos: mundo rural y apoyos sociales del franquismo en Andalucía Oriental (1936-1951), Granada, Comares, 2007. 122 A estos poderes locales y sociales debían recurrir los familiares y amigos de las presas si querían obtener aquiescencia de todos ellos. Estos eran la cara de los vencedores, escrupulosos vigilantes de la conducta de cualquier vecino sospechoso o sospechosa. Ante ellos, había que guardar las formas, tragarse el orgullo y soportar la arrogancia de quienes se consideraban poderosos, lo que hiciera falta para que accedieran a certificar la buena conducta del familiar que aguardaba impaciente en prisión. Las firmas de los avalistas debian ser acreditadas legalmente por los poderes locales: alcaldes, jefes de Falange y párrocos. Véamos algunos escritos con declaraciones como la siguiente: Ángeles Malonda Arcís, farmacéutica de Gandía (Valencia), cumplía condena acusada de cometer auxilio a la rebelion. En su defensa, el abogado Jesús María Domingo y Abargues, jefe de ocupación de la ciudad de Gandía y pueblos de su zona, jefe local de Falange y miembro de la Hermandad de Cautivos por Dios y por España, con carnet núm. 2967, presentó una declaracion a su favor en calidad de familiar de víctimas a manos de unos milicianos, delitos por los que fue inculpada tambien Ángeles Malonda: “Tengo la firme convicción de que Ángeles Malonda Arcís no solo no fue inductora ni intervino en el acuerdo tomado para asesinar a mi hermano José Domingo Abargues y mi primo hermano José Domingo Escrivá (presentes), ni el de los restantes asesinados en el cementerio de esta ciudad el día 18 de agosto de 1936, sino que estoy plenamente convencido de que si hubiera podido desenvolverse con autoridad bastante sobre los elementos directivos rojos de esta población lo hubiera evitado. No obstante los medios informativos de que me he valido no me consta haya intervenido en acto alguno del que se pudiera derivar daño a las personas afectas al Glorioso Movimiento, antes al contrario, me consta, favoreció en la medida que las circunstancias lo permitían a elementos perseguidos, entre ellos, el propio declarante en la cárcel celular de Valencia desde el 19 de julio de 1936. He podido apreciar cierto ambiente pasional en algún sector de esta ciudad contra Ángeles Malonda Arcís, sin duda alguna por haber contraído matrimonio con un destacado elemento del Partido Socialista, que no llegó a ser juzgado por haber fallecido en la cárcel a consecuencia de un accidente fortuito. Por el trato que he tenido con Ángeles Malonda Arcís durante muchos años por razón de convivencia en este pueblo, puedo asegurar que ha tenido una educación religiosa, sin que no obstante su matrimonio con Antonio Azcón (destacado socialista) abandonara sus prácticas y devociones. Y para que conste y haga valer donde convenga […]. Firmado en Gandía, 123 el 9 de septiembre de 1940”3. Varios compañeros de trabajo de la farmacia de Ángeles Malonda declararon que las personas de derechas tuvieron siempre abiertas las puertas de su casa, que siempre guardó una actitud de respeto y condolencia hacia las que estaban en cárceles rojas y que se mantuvo alejada de toda acción política, dedicándose exclusivamente al trabajo de la farmacia y de su hogar. José Escrivá Barber, médico de profesión, declaró por su honor, que en los primeros días del Movimiento Nacional fueron encarcelados en Gandía varios de sus familiares, casi todos falangistas y de derechas, entre ellos, el jefe de Falange de la localidad: “De inmediato me puse en contacto con Ángeles Malonda para que valiéndose de sus relaciones, debido a su profesión y a su carácter abierto y sociable, que eran numerosas y se extendían a gentes de todos los sectores y tendencias, y al mismo tiempo haciendo gala de su ingenio para aprovechar todos los hechos minúsculos o grandes que pudiera contribuir al feliz término de sus nobles propósitos, pudo allanar cuantas dificultades encontraba para que fueran cuanto antes liberados, lo que pudo conseguir. […] no animó ni indujo a nadie a molestar o perjudicar a terceros. Por el contrario, dispensó toda clase de atenciones a cuantas personas de derechas acudieron a ella, aún sin conocerlos, favoreciéndolas en la medida que estaba a su alcance”4. La presa Aurora Lagüera Riva, natural de Marina de Cudeyo (Santander), fue acusada de incautar el Hotel Ignacia y encargarse de la gerencia y administración del mismo durante el dominio republicano. Joaquín Freixa, dueño de la casa donde había trabajado de sirvienta, manifestó que Aurora había servido en su casa y salió de ella por voluntad propia el 10 de marzo de 1936. Durante todo ese tiempo observó buena conducta, sin notar que fuera de ideas avanzadas. Firmado en Barcelona, a quince de febrero de 1942. Varios vecinos, “libre y voluntariamente manifestaron conocer desde hacia quince años a Aurora Lagüera Riva, a la que consideraron siempre persona de buena conducta moral y de orden. Observó prudente conducta e ignoraban cometiera hechos delictivos en contra de la Causa Nacional, cuyo comportamiento con los vecinos 3 Archivo General Militar de Guadalajara, Comisión Central de Examen de Penas-Penas de Muerte, caja 101 expediente 7794. En adelante: AGMG, CCEP-PM, caja. 4 Íbid., 124 derechistas fue bueno, no persiguiendo a nadie. Así mismo, señalaban que los familiares de Aurora Lagüera eran personas de intachable conducta, muy bien conceptuadas, además de haber sido objeto de persecución por elementos republicanos. Rubricado por diez vecinos [no figuran los nombres], en Marina de Cudeyo, 4 de noviembre de 1942”5. En Andalucía, Águeda Rodríguez Galán, joven conocida por “miss Morón y Niña del disloque”, condenada en Sevilla en 1937, pudo aportar los avales de varios vecinos de los pueblos de Morón de la Frontera y Villalba del Alco (Sevilla). Aparecen firmados por Luis Mejías Romero, Luis Martín Galindo y Antonio Morales García, que niegan rotundamente bajo juramento, que las acusaciones por las que su convecina había sido sentenciada a la pena de muerte eran ciertas. Tal como aparece en el siguiente texto, firmado el 30 de junio de 1942: “Que desde hace mucho, antes de iniciarse el alzamiento nacional y por razón de vecindad, conocían y trataron a Águeda Rodríguez Galán, conocida por “miss Morón y Niña del disloque” y, por ello, pueden afirmar que si bien es cierto se decía era de ideas políticas de izquierdas, estiman que lo efectuaba más que nada dada su corta edad y escasos conocimientos, pues el padre, Manuel Rodríguez Fernández, era militante del Partido Socialista local, por esa razón la joven recibió educación en consonancia con estas ideas. También podemos afirmar que durante los días del dominio rojo en esta población, no vieron en ningún momento que Águeda Rodríguez Galán, llevase armas, ni capitanease grupo alguno, ni saben tampoco que interviniera en forma alguna en los saqueos e incendios de las iglesias, ni que realizara, ni ordenara detenciones, ni tuviera participación en ninguno de los demás hechos delictivos que ocurrieron en la poblacició”6. Al mismo tiempo, otro grupo vecinos suscribieron la siguiente declaración: “Que Águeda Rodríguez Galán, hija de honorable familia, recibió de sus padres la educación precisa para ser modelo de joven virtuosa, apreciada de todos cuantos la conocían. La referida joven ingresó en el Colegio de Hermanas de la Doctrina Cristiana, donde se forjó en forma espiritual y religiosa, siendo una colegiala ejemplar por su especial comportamiento y amor al trabajo. 5 6 AGMG, CCEP-PM, caja 58/4347. AGMG, CCEP-PM, caja 24-1764. 125 Que después de pasados los primeros años de su juventud, hubo de trasladarse con sus familiares a Morón de la Frontera, donde fijaron su residencia, pero no obstante esta separación, la referida Águeda visitaba a sus familiares de esta villa con gran frecuencia y grandes temporadas, observándose siempre en ella que seguía comportándose con naturalidad, siguiendo la vida de una joven ordenada y digna como fruto de la educación que recibiera, sin que por ningún momento durante su permanencia en esta villa pueda tachársele en lo más mínimo su conducta, inmejorable tanto pública como privada”7. Otra penada llamada Nieves Rueda Gracia, casada con Pablo Sainz de Baranda, farmacéutico de Villasante (Burgos), habían sido los propietarios del Balneario-Hotel de Fuensanta de Gayangos, merindad de Montija, partido de Villarcayo (Burgos). Después de la guerra se utilizó como preventorio antituberculoso. El 23 de septiembre de 1937, Nieves Rueda fue condenada a la pena de muerte, acusada de propagandista y servir en los primeros días del golpe militar de espía y enlace a los rojos de la columna de Villarrías en el pueblo de Villasante. Su expediente contiene bastantes avales procedentes de diversas personas que afirmaban que se trataba de una persona de probada adhesión al Movimiento. Decían conocer bien a la penada y todos dieron muestras de su recto comportamiento, su profunda devoción hacia la Iglesia, ser de correctas costumbres y fuera de cualquier demostración de carácter político, es decir, ejemplo vivo del perfecto modelo de mujer exigido por el régimen de la Nueva España. El 10 de diciembre de 1940, Bernardino Egusquizaga e Yturburu, de Gallarta (Vizcaya) contratista de las minas “Concha 3.ª y 8.ª y de la sociedad Franco-Belga de Somorrostro, certificó bajo juramento que durante diez años había acudido a tomar las aguas al Balneario en los meses de agosto. En su apoyo manifestaba: “Nunca hizo política, ni fue extremista de ninguna ideología, ni se celebraron reuniones, como no fueran para bailar, ir de excursión al monte, para pescar, acudir a misa o a la capilla del establecimiento; misas que unas veces pagaban los agüistas y otras, la misma Nieves Rueda”. Su padre estuvo de médico en Villasante, lo menos cincuenta años y tampoco profesó ideas extremistas. Todo podía ser atestiguado por sacerdotes de la zona y se inclinaba a creer, que fueron enemistades del pueblo los acusadores. Firmado en 7 Ibíd. 126 Gallarta, el 31 de diciembre de 1940”8. Desde el ámbito religioso, Eliseo González y González, presbítero, alférez, capitán capellán del tercio de Santagadea, requeté de Burgos y cura ecónomo de la Iglesia parroquial de San Miguel Arcángel del pueblo de Bercedo y sus anejos Quintanilla, Sopeña y Villasorda y sirviente de la de San Bartolomé Apóstol del pueblo de San Pelayo, Arzobispado y provincia de Burgos, en conciencia y responsabilidad declaró: “Que antes del Glorioso Movimiento Nacional Salvador observó intachable conducta religiosa, moral y social. Iniciado éste y hasta el día 13 de agosto del 36, fecha en que el que suscribe se evadió de la zona rojo-marxista, tuvo la noticia de que el día 5 de agosto, Nieves Rueda, con motivo de ausentarse su marido de casa, se fue en busca de él, sin que me conste desde dicha fecha noticia alguna de su comportamiento contra el Glorioso Movimiento Nacional. Firmado, en Berdedo (Burgos), el 17 de diciembre de 1940”9. Elisa Irimia Balaguer, residente en Santander, afiliada a la UGT, fue enviada a prisión el 3 de septiembre de 1939, acusada de confeccionar listas negras en contra de personas de orden. Un numeroso grupo de vecinos de Santander avalaron la buena conducta de Elisa Irima, cuyas firmas fueron avaladas por Emilio Pino Patiño, alcalde– presidente del Ayuntamiento de Santander. En el escrito vecinos manifestaron: “Que conocen a su convecina Elisa Irimia Balaguer, de 22 años de edad, soltera, sin profesión especial y en orden a la conducta observada por la misma atestiguaban: Que al estallar el Glorioso Alzamiento Nacional, Elisa tenía 17 años, sin actividades políticas ni sociales de ninguna naturaleza y de buena y honradas costumbres. Que durante el dominio rojo en esta provincia siempre la vimos observar buena conducta, sin que jamás molestase, zahiriese, ni dañase a ninguno de sus convecinos de orden, a pesar de constarla la ideología derechista de los mismos. Que como una muchacha muy joven, carecía de toda experiencia y conocimiento político y si alguna palabra podía pronunciar de carácter social y político, sería por reflejo de lo que oía, pero no porque ella tuviese conocimiento político o social de ninguna naturaleza y, desde luego, repetir los conceptos y frases que se oían constantemente durante el dominio marxista. Que desde luego, la consideraban absolutamente incapaz de confeccionar, ni intervenir en la confección de listas negras de personas de orden, pues siempre fue una muchacha de carácter alegre y de una completa 8 9 AGMG, CCEP-PM, caja 7-448. AGMG, CCEP-PM, caja 7-448. 127 bondad y honradez, incapaz de realizar ningún acto de daño a nadie. Que consideraban por ello imposible que pudiese intervenir en la confección de listas negras, pues ningún vecino de casa y calle fue detenido ni asesinado, sin que en el barrio se haya oído nunca que por intervención directa o indirecta de Elisa Irimia, se hubiera realizado la detención de ninguna persona de orden. Que por las razones expuestas, consideramos a Elisa Irimia Balaguer como una persona de buenos antecedentes, de intachable conducta y de sentimientos bondadosos y honrados. Firmado en Santander el 2 de mayo de 1942”10. La joven María Roldán Rodríguez, vecina de Cártama (Málaga), permanecía en prisión desde el 5 de julio de 1937. A su favor un grupo de 45 vecinos firmaron un escrito (al lado de una de las firmas consta: “mi padre asesinado por los rojos”). En el mismo se dice: “Que María Roldán observó siempre una conducta intachable, sin que pueda imputársele acto alguno de ayuda a los marxistas antes de estallar el Movimiento Revolucionario. Que por razón de educación y antecedentes familiares se comportó como persona de sentimientos cristianos, enemiga de las persecuciones de que ya eran objeto la religión católica y sus ministros. En este sentido conviene sentar cuál fue la actuación de la familia a que pertenece la reclusa, cuyos miembros fueron siempre de los más destacados católicos de la localidad y asiduos concurrentes a cuantos cultos se celebraban en las Iglesias locales. Tomaron parte muy activa en la organización de dichos cultos, especialmente en las procesiones hechas por las cofradías que radicaban en la parroquia. Distinguidos, así mismo, por su afección a las ideas políticas que representaban la causa del orden, tomaron también parte de las campañas electorales antimarxistas y en las elecciones de 16 de febrero de 1936, en que la lucha fue muy enconada y en la que predominaron en esta localidad las fuerzas demagógicas por gran mayoría. La madre de la hoy presa, doña Carmen Rodríguez Román ejerció de apoderada de los candidatos de Acción Popular y desarrolló una incansable labor, facilitando la votación de las señoras que aportaron sus votos a las fuerzas de derechas. De igual modo, su esposo, y padre de la reclusa, trabajó para la candidatura derechista, destacándose también por su intensa labor electoral. Estos hechos, unidos a la significación religiosa de la familia, determinó que al quedar esta población en poder de los elementos rojos hicieran objeto, primero de escarnio y después de serias amenazas al matrimonio y ello fue, sin duda, lo que indujo a María 10 AGMG, CCEP-PM, caja 103-7930. 128 Roldán Rodríguez a enrolarse en el cuartel de milicias rojas locales, en el que hizo servicios domésticos durante toda la dominación roja en Cártama. Asevera plenamente lo expuesto sobre la moralidad y acendrado catolicismo de esta familia el hecho de que al ser restaurado el Santuario de Nuestra Señora de Los Remedios, patrona jurada de la villa, después de la liberación y restituir al mismo la sagrada imagen titular, han sido designados los padres de la reclusa para ejercer la custodia del Santuario, en el que residen con sus hijos, siendo todos ejemplo de fervor cristiano. No conocemos antecedente alguno que permita suponer que María Roldán Rodrí- guez estuviera influenciada por la política marxista antes de la revolución y creemos firmemente que toda su actuación obedeció al deseo de ser agradable a los milicianos para que esto sirviera de salvaguardia a la vida de sus progenitores, llegando a sacrificar para ello hasta la propia honra que, lógicamente, no pudo resultar bien parada después de una estancia de seis meses en el referido cuartel de milicias rojas. Además, existen noticias que permiten suponer que a pesar del continuo trato con aquella gente impía, sus sentimientos cristianos no quedaron anulados, toda vez que en ocasión de que tenían detenido en el cuartel al anciano don Francisco Baquero Santos, de esta vecindad, al que en la misma fecha llevaron a asesinar al término de Coín, el detenido pidió a los milicianos le diesen agua para beber, a lo que en términos soeces se negaron y entonces la hoy reclusa, arrostrando el desprecio y hasta la indignación de aquella gente, sirvió agua a la víctima, por lo que fue objeto de burlas y recriminaciones. Hechos iguales a este repitió con otras víctimas, demostrando esto lo que antes decimos. Quizá su miedo le llevó a extralimitarse algo en sus demostraciones de afecto a los marxistas, pero de todas formas, es de creer que su intención nunca fue dañina. No intentamos con esto desvirtuar la acción de la justicia, sino simplemente hacer resaltar cuál fue siempre la conducta de la penada y muy especialmente que dadas las circunstancias que concurren en su familia, con la que la suponemos perfectamente identi- ficada, creemos que la libertad de aquella no entrañaría peligrosidad alguna para nuestro Glorioso Régimen Nacional sindicalista. Firmado, en Cártama, el 14 de mayo de 1943. Las firmas fueron autentificadas ante el alcalde presidente del ayuntamiento de Cártama, jefe local de FET y de las JONS, el cura párroco y el comandante del puesto de Guardia Civil de la citada localidad”11. 11 AGMG, CCEP-PM, caja 63-4701. 129 Súplicas de las familias A través de las redes de solidaridad los familiares más directos de las presas procedían a la desesperada búsqueda de avales que acreditara la inocencia para presentarlos a las autoridades en tiempo y forma. Durante la gestión de los avales, las reclusas y sus familiares mantenían cierta dosis de esperanza y de ilusión. Eran momentos de alta tension emocional, en el que se combinaban momentos de optimismo con otros de absoluta frustración cuando tras una buena noticia venía otra peor. Cuando los familiares tenían noticas de que sus seres queridos habían sido sentenciados a la pena de muerte, intentaban por todos los medios impedir el desenlace final de la ejecución. En el archivo de las conmutadas hemos encontrado un escrito dirigido a Franco, que refleja muy bien el impacto emocional de unas hijas ante la perentoria ejecución de su madre, así como la forma en que el terror se apoderó de los vencidos ante situaciones tan límites como aquella, hasta el punto de asumir la retórica y discurso de los vencedores como único recurso de obtener satisfacción a sus suplicas. Manuela Pancorbo Ruiz, de 60 años, viuda, natural de Higuera de Arjona, (Jaén), de profesión cocinera, fue condenada a la pena capital por el delito de adhesión a la rebelión en el consejo de guerra celebrado en Jaén el 16 de octubre de 1939. Fue acusada de denunciar al “comité rojo” a una persona de derechas que posteriormente apareció asesinada. Las hijas, con fecha 12 de abril de 1941, dirigieron un Suplicatorio a Franco en los siguientes términos: “Las que suscriben, hermanas María y Manuela Chacón Pancorbo, naturales de la Higuera de Arjona, provincia de Jaén, domiciliadas en Córdoba, en calle de la Humosa núm. 4, de profesión su casa, casada la primera y viuda la segunda, hijas legítimas de Francisco Chacón Casado y de Manuela Pancorbo Ruiz, ante S.E. comparecemos y respetuosamente exponemos: Que habiendo resultado infructuosas cuantas gestiones hemos podido hacer con relación al estado en que nuestra madre se encuentra, el deber de las hijas que ven a la que les dio el ser, próxima a ser ejecutada, siendo solo su delito una mala infundada calumnia, nos alienta a elevar hasta S.E. el presente escrito que para mayor claridad y comprensión explicamos los siguientes HECHOS: En la villa de Higuera de Arjona, de Jaén, de donde es natural nuestra madre, contrajo matrimonio con Francisco Chacón Casado, que de este matrimonio solo sobrevivimos 130 las dos actoras. Que siendo muy joven nuestra madre, quedó viuda, que su único anhelo fue el conservar honradamente la muy pequeña hacienda que de su esposo recibiera, que para esto se dedicó incansablemente a toda clase de trabajos propios de su sexo y a la educación de sus hijas. Dios y la suerte protegieron sus aspiraciones y todo fue trabajo y felicidad hasta que empiezó el calvario. En la fecha del 14 de julio de 1936 y próxima a contraer matrimonio la mayor de las actoras, mas encontrándose nuestra madre prestando sus servicios como cocinera en Córdoba en casa de Don Francisco Jiménez de la Cruz, y con la venia de este señor, se trasladó a la Higuera para hacer los preparativos y arreglo que el caso requería. Que el día 18 de julio de 1936, inmortal fecha, le cogió en la Higuera de Arjona, que la misma fecha sorprendió a la menor de las actoras en Cerro Muriano, donde prestaba sus servicios a las órdenes de Don Antonio Salmerón, en calidad de criada. Que la mayor de las actoras quedó reemplazando a su madre durante su ausencia en casa de Don Francisco Giménez de la Cruz, más por lo expuesto quedaron en zona dominada por el marxismo la madre y la menor de las actoras, que la mayor tuvo la suerte de quedar en zona nacional. Terminada en abril del año 1939 la gloriosa acción de las armas españolas, el anhelo de los tres seres queridos fue el de reunirse y dar gracias al Omnipotente, pero cual sería nuestra angustia al encontrar a nuestra madre sujeta a prisión. ¿Qué delito cometió? Sepámoslo. En la Higuera de Arjona, el jefe del partido de Acción Popular que había en la fecha del Glorioso Movimiento era Don Juan Pérez, el cual fue asesinado por las hordas marxistas al terminar la guerra, su muy respetable viuda sedienta mas de venganza que de justicia, denunció a diestra y siniestra a varias personas, una de ésta tuvo la desgracia de ser nuestra madre a la que le impuso manifestaciones y actos inciertos, pero castigados en los códigos penales con penas severísimas, ignorando la buena señora que la justicia que S.E. mandó hacer dista mucho de la perfidia venganza suicida, mas al no poder de momento comprobar la veracidad de sus manifestaciones por no encontrar quien se prestara a sus planes, nuestra madre fue puesta en libertad, pero dos días después fue nuevamente encarcelada. Mas, esta señora movida más por [ilegible] infundado dio lugar a acumular nuevas cargas y la injuriada fue conducida a la Prisión Provincial de Jaén donde en la actualidad se encuentra. Vista la gravedad de la actuación, nos presentamos en las casas que nuestra madre había prestado sus servicios y estos señores, que todos son eminentemente de Derechas, certificaron la conducta observada por nuestra madre con anterioridad al Movimiento Nacional, que a saber son los que siguen: 131 […]. ¿Qué ocasión mejor para poder demostrar un sentimiento perverso que aquel régimen? Y sin embargo, los señores antes mencionados deben merecer crédito, más al ser juzgada no se tuvo para nada en cuenta lo antes dicho ni lo aportado al expediente, ni nuestros ruegos fueron oídos para que comparecieran ciertas personas de orden de la Higuera de Arjona, que durante la guerra no perdieron de vista a nuestra infortunada madre. Cuál sería nuestro asombro al tener conocimiento que había sido condenada a la última pena, mas el expediente fue elevado a plenario a Córdoba el día 12 de agosto del año 1939, que el 6 de octubre del mismo año pasó a la ejecutoria de Jaén, que el número que tiene es el 16080, mas no queriendo llegar tarde y agotadas nuestras fuerzas, ahora recurrimos a S.E. y en Virtud, Suplicamos se apiade de estas dos hijas antes que sea irremediable la injusticia cometida y a sus serenísimos pies imploramos, no piedad para la delincuente que no está, sino estricta justicia. Otro sí, suplicamos de las órdenes oportunas para la revisión de causa y sean citadas a declarar las personas de orden que el Tribunal estime pertinente y se aclaren los móviles que impulsaron a la Sra [sic] de Don […] a promover las acusaciones causa de nuestros males y el soborno que apercibieron los que falsearon la verdad. Es de justicia lo que pedimos, Dios guarde a S.E. muchos años para bien de la Patria. Córdoba, 12 de abril de 1942”12. Tras la remisión de escrito la penada obtuvo la conmutación de la pena de muerte a cambio de reclusión perpetua. Los familiares de las presas, padres, hijos y hermanos, eran la máxima expresión del sufrimiento, de las penurias económicas, de la precaria situación de los hijos, generalmente al cuidado de los abuelos o familiares sin recursos. Algunos, se atrevían a cuestionar la justicia por el error cometido ante una sentencia tan dura, pero siempre en un tono sumiso, de acatamiento y de enaltecimiento a la figura del Generalísimo. Juana Pérez Alonso, de 72 años, casada, vecina de Mislata (Valencia), firmó el siguiente documento para interceder a favor de su hija: “Que mi hija Juana Pérez Barquero se halla detenida actualmente en la prisión provincial de mujeres de Valencia y pendientes del fallo definitivo que sea acordado, se ruega tenga tener en cuenta los cuatro certificados que se adjuntan de personas afectas al Glorioso Movi miento Nacional, ya que no pudieron ser presentados a su debido tiempo, […] probando todo ello y poniendo de relieve en los mismos la conducta ejemplar e intachable que siempre observó mi hija. Desde su más tierna infancia, a la 12 AGMG, CCEP-PM, caja 27-563. 132 edad de 12 años, tuvo que ganarse honradamente su sustento trabajando de sirvienta en Barcelona, yendo al pueblo de Brancales en marzo de 1936 por hallarse enferma, pasando vicisitudes por haber estado dicho pueblo en poder de las fuerzas rojas, siendo liberado por los nacionales y, posteriormente, denunciada por prestar ayuda a las fuerzas rojas, cosa que hoy pueden desvirtuar esos cargos las propias autoridades, habiendo sido juzgada y condenada a muerte, siendo indultada al poco tiempo por nuestro Caudillo. Son muchas las personas que pueden atestiguar su intachable conducta […]. Suplica se digne admitir el presente escrito con los adjuntos certificados y unirlos al expediente de mi hija, a fin de aminorar la condena que viene sufriendo y que pueda volver a verla después de siete años de prisión y sin que jamás nadie pueda acusarla de asesinatos, detenciones, ni ningún hecho delictivo y acogiéndome a la bondad de nuestro Caudillo, pido a Dios pueda estar para el día de su Santo junta a ella, ya que por mi avanzada edad y estado de salud, pienso a veces que nunca volveré a verla a mi lado. Os lo pido de todo corazón. Es gracia que espero alcanzar desde la reconocida bondad de V. I., cuya vida guarde Dios muchos años. Valencia, 15 de junio de 1944. Post data: por no saber firmar lo hace mi hija”13. Desde Manlleu (Barcelona), Antonio Pou Solá, jornalero, esposo de la reclusa Teresa Piella Ribas, expuso a las autoridades judiciales militares la situación de su esposa, en prisión desde el 17 de marzo de 1939. En su defensa alegó que ella era natural de Manlleu, que antes y durante la época roja, fue siempre una mujer que solo cuidaba de los quehaceres de la casa y cuidado de sus hijos y “alguna otra labor manual en la localidad para hacer más llevadera las cargas del hogar”. Durante el Glorioso Movimiento Nacional, entre otras labores, practicaba la limpieza de los locales donde residía el comité revolucionario, sin haberse mezclado jamás en ningún acto político ni punible, de forma que las acusaciones en contra de ella formuladas carecían de todo fundamento. Es de apreciar que en los pueblos rurales a raíz de su liberación, unas veces por rumores infundados y otras de carácter caprichoso por remotos sentimientos, se han verificado denuncias inexactas ante las autoridades locales de hechos que estas últimas no presenciaron y que creyéndolas de buena fe las cursaron, siendo una de ellas las efectuadas en contra de mi esposa, no creyendo los denunciadores, que tuvieran aquellas 13 AGMG, CCEP-PM, caja 188/15286. 133 el alcance severísimo a que llegaron, deplorando después los resultados de sus caprichosas manifestaciones[…]14. Desde Melilla, Diego Guerrero Soto, padre de Obdulia y de Samuel Guerrero Bueno, ambos maestros de profesión e igualmente condenados a muerte, luego conmutada, remitió un suplicatorio a la autoridad militar el 12 de noviembre de 1941, en el que consta: “El que suscribe, respetuoso siempre con la ley, acepto con la mayor resignación lo que las circunstancias desdichadas me imponen y agradecido desde lo más profundo de mi corazón la magnanimidad de S.E. el Jefe del Estado que, amparado en sus altas prerrogativas y guiado por su bondad, conmutó una pena irreparable por otra que permite hoy a estos padres tener a sus hijos, aunque sin el consuelo en su vejez de verlos en el hogar, sino cumpliendo una condena bajo el estigma de haber sido autores de un delito tan grave contra la Patria. Pero estima el que suscribe que disponen hoy sus hijos de descargos que podrían modificar las consecuencias obtenidas entonces y que redundan en su beneficio, aclarando hechos que entonces no fue dado lograr por la premura impuesta por el carácter de sumarísimo del procedimiento que se les incoó y las circunstancias de aquel momento. Y ante esta circunstancia y al encontrarme al final de la vida, con mi esposa anciana y enferma, con la inmensa pena que representa esta ausencia de los hijos, es por lo que acudo a V.E. con el mayor respeto y consideración para que proceda a la revisión de la sentencia […]”15. Carmen Leira Varela, madre de Elena Leira Leira, vecina de Puentedeume (La Coruña), presa en la Prisión Central de Mujeres de Saturrarán, acusada de pertenecer al Partido Comunista y apoyar los conatos de resistencia presentados tras conocerse el bando de guerra del 18 de julio, formuló el siguiente Suplicatorio en el que se adjuntaban varios certificados de buena conducta de autoridades locales y de la prision: “Los documentos que acompañan a este escrito acreditan los antecedentes favorables de mi hija Elena Leira, así como su falta absoluta de peligrosidad. Acreditan también que carece de bienes de fortuna y tiene tres hijos menores de edad, que por faltarles su padre – fallecido al iniciarse el Movimiento Nacional– viven en el mayor desamparo y piden a Dios que les devuelva el calor del regazo materno perdido desde hace seis años. 14 15 AGMG, CCEP-PM, caja 95-7305. AGMG, CCEP-PM, caja 16/1187. 134 Puentedeume, 3 de junio de 1942”16. Las hermanas de Justina Carril Lasquirain, Ignacia y Faustina, dirigieron un escrito al coronel de los Ríos, en el que alegaban lo siguiente: “Ilustrísimo Señor: las que suscriben Ignacia y Faustina Carril, de San Sebastián, como únicas y directas allegadas de Justina Carril Lasquirain, que sufre condena en la Prisión Provincial de Las Palmas de Gran Canaria como consecuencia del proceso que se le incoó, cuyo sumario 482 corresponde a juicio celebrado en Burgos el año mil novecientos treinta y siete, se dirigen a V.I. con todo respeto y humildad para exponerle lo siguiente: Que recientemente se ha verificado la revisión de su causa, quedando la propuesta de la misma en la misma condena que anteriormente sufría y como la referida allegada ha padecido últimamente una ictericia que ha originado una lesión cardiaca de importancia, ocasionando grave alteración en su ya quebrantada salud, es por lo que estas humildes servidoras se dirigen a V. I. en súplica bien patente y sincera para que conociendo los sen- timientos de bondad, caballerosidad y hondo altruismo que le animan, aminore en la forma que estime más conveniente sus sufrimientos y los de sus humildes servidoras, que solo de la nobleza de miras que presida las decisiones de V. I. esperan un alivio de su infortunio. Es gracia que esperan alcanzar de V. I. por cuya vida rogamos siempre con todo fervor para bien y prosperidad de España. San Sebastián, 25 febrero 1943”17. Testimonios de las presas Es difícil imaginar el constante calvario por el que debieron pasar las presas desde el momento de su detención: malos tratos, presidio, consejo de guerra, sentencia de muerte, y miedo ante una inminente ejecucion. Tras un rayo de esperanza al ver conmutada la pena de muerte, tenían por delante otra dura realidad, la perspectiva de verse recluidas en aquellas cárceles infrahumanas durante treinta años. Para combatir el miedo y la soledad las presas escribian, -las que sabian hacerlo o ayudadas por otras compañeras- a las instancias superiores con el propósito de convencerles de su inocencia. No sin grandes dificultades debido a la escasez de papel y lapiz y a la severa censura instituia en los centros de penitenciarios. Mercedes Salazar Sojo, vecina de Reinosa, remitió un escrito a la autoridad 16 17 AGMG, CCEP-PM, caja 4-301. AGMG, CCEP-PM, caja 14/1066. 135 judicial rogando la revisión de su causa, en el que adjuntaba certificados de buena conducta y avales que acreditaban su inocencia: “[…]. Por lo expuesto, ruega admita este escrito de súplica remitido desde la prisión de Saturrarán […] y haciendo honor a las reiteradas normas dictadas por nuestro invicto Cadillo, todas ellas encaminadas a crear la bondad entre todos los españoles y basadas en la misericordia y perdón por todos los que por ignorancia o equivocación delinquieron […]. Y en caso de no ser absuelta, aplique otra pena más benévola, para que de esta manera pueda la firmante reconstruir con sus dos pequeños hijos, hoy desamparados del hogar familiar y reciban la instrucción y cuidados que por sus edades necesitan. Firmado, en Saturrarán, el 13 de octubre de 1942”18. El 24 de febrero de 1940 las hermanas Montoya Odri, Isidora y María presas en la prision de Melilla enviaron identicos escritos en el que trataban de demostrar la vida honrada y ordenada que habían llevado siempre, una trayectoria de trabajo y entrega a los demás de acuerdo a su condición de mujeres. Se veían obligadas a desterrar la nefasta idea que de ellas se había plasmado en las sentencias condenatorias y por las que llevaban penando desde el 5 de agosto de 1936. A su favor exponían: Que no reuniendo otras aptitudes que las propias de su sexo, los 22 [24] años de su vida, pues estos eran los que contaba en el año 1936, los dedicó a sus labores ayudándole a su madre en la costura. Como testigo de esta vida de hogar cita a don Antonio Arrabal, copropietario del establecimiento El Acueducto, sito en la plaza del Comandante Benítez, 9, de quien pueden solicitarse los informes que procedan. Sobre la eficacia de su actuación en pro o en contra de la Causa Nacional, hace constar que no efectuó nada a favor por desconocer que tal Movimiento existiese, siendo sorprendida por el mismo, ni nada igualmente en contra por haber sido detenida el año de 1936 al principio de su iniciación. No produjo daño alguno a entidades ni personas: “Confiando hallar en ese Alto Tribunal la serena justicia y recta ecuanimidad que es norma de generosidad en el Jefe del Estado y Caudillo Español. Y teniendo en cuenta mi conducta durante la permanencia en esta prisión, donde de una manera constante he desempeñado cuantos trabajos auxiliares y de asistencia y cuantas obligaciones se me asignaron, todo ello con el único fin de demostrar siempre mi arrepentimiento y adhesión tan sincera, 18 AGMG, CCEP-PM, caja 89/6852. 136 aunque acusada de un delito que no se me imputaba como autora y no lo cometí, ni por el particular de mi sexo, ni por mi forma de pensar ajena y opuesta a la comisión de tal delito. Por otra parte, mis costumbres religiosas, mi comportamiento con mis deberes sagrados fueron tan claras y siguen siendo y demostrando de una manera patente que son cristianos, que profeso fe y que como justificantes de ambos extremos, en los referentes a mi adhesión, arrepentimiento, disciplina y religión, me someto en su todo a los informes que si V. I. lo estima bien puede interesar al señor jefe de esta prisión y capellán de la misma. Melilla, 24 de febrero de 1940”19. Ángeles Díaz Yrrizarri, natural de Ceuta, de 31 años de edad, recluida en la prisión provincial de mujeres de Málaga, remitió el siguiente escrito dirigido al Ministro de Justicia el 11 de enero de 1942: “La que suscribe, natural de Ceuta, vecina de Málaga, soltera, de 31 años, en la actualidad recluida en la prisión de mujeres de Málaga, extinguiendo la pena de 30 años de reclusion, a V.E., con todos los respetos y las máximas consideraciones tiene el honor de exponer: Que tal vez por tratarse de los primeros momentos y por lo tanto anomalía de las circunstancias hicieron que el consejo sumarísimo por el que fue juzgada pidiera para esta humilde suscribiente la pena capital. Que más tarde, la magnanimidad del Jefe del Estado español, me concedió la gra- cia de que mi grave pena fuese conmutada por la inferior en grado, pero he aquí el caso, Excmo. Señor que, al publicarse los vigentes decretos de febrero de l940, por el que serían acogidos por los beneficios de la revisión de sus causas todos los penados, todos excepto aquellos que desgraciadamente habían sido sentenciados a la última pena, no estaba com- prendida dentro de él. Que con la imparcialidad que requiere el caso, esta suscribiente examinados sus actos antes y durante el Movimiento, no encuentra a su juicio ninguno que por ningún concepto tuviese la gravedad que diera como resultado sentencia tan severa. No obstante, esta suscribiente se permite remitir a V.E. una copia del testimonio de la sentencia que motivó mi cautiverio, dejando a la alta consideración de su superior autoridad y a la vez de V.E. si así lo estimare oportuna pueda ser revisada mi causa, y dentro de los más estrictos límites de la justicia ser beneficiada al igual que otros tantos que pasaron análogas circunstancias. Quiero a la vez expresar a V.E. que llevo recluida en prisión cinco años y desde esa fecha tengo a mi anciana madre sola y en el más 19 AGMG, CCEP-PM, caja 12/867 y 868. 137 completo abandono. Málaga, 11 de enero de 1942”20. El padre de la presa Isabel Hernández Sánchez, de 65 años, jornalero de profesión, vecino de Hoyo de Manzanares (Madrid), expuso en un escrito dirigido al presidente de la CCEP, que encontró excesiva la pena impuesta a su hija Isabel Hernández “juzgada por el motivo de ser esposa de un policía rojo y, en todo caso y como máximo, no prestó más apoyo a los rojos que el de obediencia a su marido”. Firmado, en Madrid, el 10 de septiembre de 1942. Para mayor abundamiento, Domingo Hernández Sánchez, hermano de Isabel, remitió en descargo de la penada una exhaustiva y extensa declaración jurada sobre los servicios prestados por él desde las filas rojas a la Causa Nacional, pretendiendo demostrar con ello que pertenecía a una familia de orden. Incidía en su total adhesión al Movimiento Nacional y en ofrecer muestras de pertenecer a una familia modesta, amante de la Patria, respetuosa con la autoridad, el orden social y la “práctica constante y acendrada de la religión católica”. Como prueba más concluyente, “añade el hecho de tener otra hermana religiosa y que la encartada pretendió también abrazar el mismo estado, pero nuestros padres la disuadieron por no verse privados de su compañía y asistencia; en mal hora, por cierto, porque posteriormente conoció y trató a José Parra, sujeto de antecedentes y procedimientos netamente marxistas, con el que contrajo matrimonio durante la guerra. Hecho, que provocaría la desvinculación familiar con los cónyuges”. Continúa el relato diciendo: “Liberada gloriosamente España, aún subsistió la repulsa a las viles ideas apátridas que encarnaban aquellos, sentimiento que siguió siendo más fuerte en el que expone que los propios lazos de la sangre, y pude afirmar que no él ni su padre han visitado en la prision a la condenada, ni han comunicado con ella en forma alguna. Pero recientemente, Ilmo. Señor, han recibido referencias confidenciales (recogidas algunas en los nueve avales que se acompañan) que parecen demostrar que la repetida condenada en cuantas ocasiones podía inhibirse de la fatal captación marital, respondió cuando le fue posible de acuerdo con sus sanas ideas primarias, favorecer cuanto pudo a personas de derechas, no ocultando sus deseos de que triunfaran las armas nacionales […]. 20 AGMG, CCEP-PM, caja 42/3024. 138 Suplico a las altas instancias militares benevolencia para mi hermana y concederle el beneficio de la libertad condicional. Firmado, ¡Saludo a Franco! y ¡Arriba España! Madrid, 28 de diciembre de 1942”21. La relativa efectividad de los avales Los escritos expuestos, escogidos al azar, tan solo representan una mínima parte del verdadero alcance y significado de la vida de las presas. En realidad la mayoria de los avales y declaraciones favorable no sirvieron para mejorar la situacion penal de las presas. Fueron infructuosas muchas de las gestiones e informes de las personas afectas al régimen, ni tampoco surtieron efecto las muestras de sufrimiento de las familias, particularmente de ancianos e hijos desamparados. El mensaje de reconciliación de Azaña de: paz, piedad y perdón, no obtuvo la respuesta deseada. Las constantes referencias a la intachable moral y religiosidad de las penadas, se repiten en todos los escritos, precisamente, uno de los elementos que permite hablar de una diferenciación de género, pues estas consideraciones en el caso de los varones no fueron esenciales. En ellos, se revalorizaba más las expresiones patriotas y de buen español, mientras que en ellas, era fundamental demostrar devoción religiosa y fiel cumplidora de la moral católica para acceder a cualquier dispensa de los tribunales militares. Todos los detalles eran importantes: la educación católica de la familia, fiel practicante de la liturgia eclesiástica, atender los pagos para el sostenimiento del clero, respetar las imágenes sagradas durante la guerra. Y desde luego, ya en la cárcel, asistir devotamente a todos los actos religiosos, un ejercicio de obligado cumplimiento, considerado falta gravísima en caso contrario y requisito indispensable para que el capellán de la prisión emitiera un certificado de buena conducta. La presión y el chantaje emocional fueron enormes, particularmente aquellas que renegaban de la Iglesia y de sus ministros. No en vano, las cárceles de mujeres fueron concebidas como espacios de recristianizacion y regeneración moral. En los testimonios había que desterrar la imagen de la “roja”, ese término despectivo que hacía referencia desde la óptica del nuevo Estado no solo a las ideas políticas, sino a una catadura moral reprobable y punible. Un aspecto que los declarantes cuidaban especialmente en sus escritos para incidir en el buen comportamiento de sus patrocinadas. Es decir, el modelo ideal de mujer consistente en ser la perfecta madre y 21 AGMG, CCEP-PM, caja 74-5547. 139 esposa, el “ángel del hogar”. Respecto a los delitos imputados, los avales ofrecen una valiosa y clarificadora información, ya que en ellos se prueba la falsedad de las acusaciones señaladas en las sentencias. Representan un claro ejemplo del modo con que actuaron los tribunales militares acusando de delitos que en realidad no se cometieron, exagerando, deformando y tergiversando los hechos, como consecuencia de denuncias e informes imprecisos y tendenciosos, más lo que cada juez añadía de su cosecha. En la lógica franquista estaba la de destruir todo signo de afinidad hacia la República, por ello, las presas políticas merecían castigos ejemplarizantes y redimir sus pecados y transgresiones en los espacios carcelarios. Por tanto, no hubo voluntad alguna por parte de las superioridades militares en ofrecer muestras de debilidad, ni siquiera por compasión, ni como muestra de un sentimiento cris- tiano del que tanto alardeaban. Era necesario ejercer con la máxima dureza y obviar los informes favorables de las reclusas. Tan solo salieron en libertad cuando al régimen le convino, dejando tras de sí miles de historias de vidas truncadas. 140 Persecuciones políticas en España (1812-1814) José Alfredo Sánchez Álvarez Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) Es una idea generalmente extendida pensar que las purificaciones políticas comenzaron al regreso de Fernando VII y en especial tras el trienio liberal, confundiendo como unos mismos procesos los de purificación y las llamadas ‘causas de Estado’, a las que antes nos hemos referido. Esta inexactitud ha sido favorecida por la catalogación de los procesos de purificación en el A.H.N. cuya colección comienza a datarse en 1823 en lugar de 1813. Si bien es cierto que las categorías de procesos indicadas se encuentran en el grupo de procesos políticos, por razón de la materia y —en ocasiones— del juzgador, sus orígenes, regulación, tipología, composición de tribunales y jueces y efectos fueron muy diferentes. A continuación, analizaremos algunas de estas notas comunes y particulares de las juntas de purificación en el periodo 1813-1814, centrándonos en dos modelos representativos de los dos regímenes: la purificación de empleados del Banco Nacional de San Carlos —dentro del régimen constitucional— y la posterior purificación de los empleados de la Casa Real —al regreso de Fernando VII—, con la normativa propia de ambas. En cuanto a su creación, las juntas de purificación iniciaron su actividad en el periodo constitucional, mediante los decretos de 11 de agosto, 21 de septiembre y 14 noviembre de 1812 y continuaron su actividad —basándose en éstas primeras normas, modelos de declaración, testimonios, y, en definitiva, funcionamiento básico— bajo el reinado de Fernando VII. Por este motivo, y a diferencia de las ‘causas de Estado’, no puede atribuirse su creación al rey Fernando VII. Respecto al criterio cronológico, queda abierto el campo de investigación a otros casos anteriores de procesos de 141 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | purificación, como los practicados durante el tiempo de las juntas provinciales,1 si bien el alcance de estos procesos, a raíz de los mencionados decretos, se generalizará. La finalidad de los procesos de purificación —tanto en el régimen constitucional como en el absolutista, a partir de 1814— será la de apartar de los oficios públicos, ya sean civiles, militares o religiosos, a aquellos individuos que hubieran colaborado con el gobierno intruso. Además, los beneficiados con rentas, bienes, títulos, etc. también serán objeto de procesamiento. En definitiva, las Cortes, a medida que se recuperaba militarmente el territorio, estaban procediendo a una reconquista administrativa de las instituciones a través de empleados leales: “[…] son el único medio de asegurar la recta administracion y gobierno de las provincias que vayan quedando libres de la opresion enemiga; […] para este mismo objeto conviene tomar previamente algunas medidas, que facilitando desde luego el despacho de los negocios del Estado en cada una de ellas, afiancen la buena elección de las personas que hayan de manejarlos”.2 En el decreto de 11 de agosto se establece que los intendentes y jefes políticos provinciales pueden nombrar “los empleados precisos é indispensables para la administración y recaudación de rentas y bienes nacionales de los pueblos que vayan quedando libres de enemigos”. Esta necesidad de nombrar empleados para atender necesidades administrativas trata de cubrir las vacantes producidas como consecuencia del cese inmediato de los empleados que estuvieran ejerciendo su trabajo bajo el gobierno intruso: “III. Cesarán inmediatamente en el egercicio de sus funciones todos los empleados que haya nombrado el Gobierno intruso, ó los pueblos de su orden observándose lo mismo con todos aquellos que hayan obtenido del propio Gobierno encargo destino, cualquiera que sea su denominacion y clase. IV. Cesarán igualmente en el egercicio de sus funciones todos y cualquiera de los que van referidos en el artículo antecedente, si han servido al Gobierno intruso, aunque no 1 Vid. ESPASA CALPE S.A., Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana Índex (1934-1996), Madrid, Espasa Calpe, 1998, vol. 48, pág. 694. También en Miguel ARTOLA, Los afrancesados, Madrid, Turner, 1976, págs. 257-278, se hace referencia principalmente a las medidas tomadas desde 1808, aunque se centra en los denominados afrancesados. 2 Decreto CLXXXIV de 11 de agosto de 1812, «Varias medidas para el mejor gobierno de las provincias que vayan quedando libres». 142 hayan sido nombrados por él, comprehendiéndose tambien en esta disposicion los jueces, los empleados én rentas, y los que sirven empleos políticos ó militares”. El artículo IV incluía a la gran mayoría de los empleados, que ejercían sus funciones en 1808 bajo el reinado de Fernando VII y que habían continuado residiendo en el mismo lugar y con las mismas funciones bajo el gobierno intruso. Además de los empleados públicos, el decreto también incluía a los eclesiásticos, detallando aún más que en el caso de los empleados públicos los casos sujetos a purificación: “V. Siendo nulos todos los nombramientos hechos por el Gobierno intruso para los beneficios y prebendas eclesiásticas, de cualquiera clase que sean, cesarán inmediatamente en sus funciones los que las obtengan, debiendo entrar en el erario público las rentas que hayan cobrado para darles el destino correspondiente, segun lo determinado por los decretos de las Córtes. VI. Igualmente cesarán en el egercicio de sus funciones todos los jueces eclesiásticos, avisándose préviamente los RR. Obispos, á quien pertenezca, para que puedan nombrar otros en su lugar, hasta que aquellos hagan la competente justificacion y purifiquen su conducta. VII. Mas si constase al Gobierno el patriotismo de algunos de estos jueces á provisores eclesiásticos, mereciendo la confianza del mismo Gobierno, podrán continuar en el egercicio de sus funciones. VIII. Si algunos párrocos hubiesen cooperado, favorecido é auxiliado el partido de los enemigos, se prevendrá á los RR. Obispos que los suspendan de sus funciones, nombrándoles vicarios ó tenientes que egerzan el ministerio pastoral, y eligiendo para aquel cargo eclesiásticos de probidad notoria, y cuya conducta no haya sido sospechosa. IX. Por último, si hubiese algun prelado eclesiástico, de cualquiera clase y dignidad que sea, que se haya hecho sospechoso al Gobierno por su conducta con los enemigos, le hará entender la Regencia del reino que se abstenga de ejercer las funciones de su ministerio hasta que se purifique, nombrando el mismo prelado la persona ó personas que hayan de gobernar en su lugar, y dando cuenta al Gobierno, para que vea si estas merecen su confianza”. En los artículos V, VI y IX se homologa el cese automático de los empleados públicos a los eclesiásticos, pero se añade la obligación de devolver las rentas que se hubieran obtenido por beneficios y prebendas del gobierno intruso. Así mismo, de la 143 misma manera que los intendentes y jefes políticos provinciales pueden realizar el nombramiento de interinos para el desempleo de las funciones más necesarias de la administración, el decreto de 11 de agosto habilita a los obispos para la cobertura de las plazas eclesiásticas. Esta regulación, que se limitaba a determinar los responsables en el nombramiento y cese de empleados y beneficiados por el gobierno intruso (Regencia, jefes provinciales, intendentes y obispos) y los sujetos comprendidos, vino a completarse con el decreto de 21 de septiembre, que aunque habría de dar solución a parte de los problemas generados por el decreto precedente, sería generador de nuevos problemas: la gran cantidad de personas afectadas por los procesos de purificación (prácticamente todos aquellos que tuvieran un empleo público). Todas las personas incluidas en los artículos III, IV y V del decreto de 11 de agosto serían cesadas y una vez producido el cese podían ser sometidas a purificación para su rehabilitación (artículo II): “Esta disposicion no estorbará de modo alguno la formacion de la causa á que por su conducta se hayan hecho acreedores los empleados y demas personas comprendidas en el artículo anterior”. Sin embargo, el ingente número de afectados por el decreto del 11 de agosto va a limitarse, aunque de forma residual, en el decreto de 21 de septiembre donde van a incluirse una serie de exclusiones. Así, por ejemplo, dejarán de estar incluidos los individuos que ejercieran como «alcaldes, regidores, concejales y escribanos, aunque lleven sueldos de los propios, ni los contadores titulares que no estaban nombrados por el gobierno, sino por los pueblos». Igualmente se van a ver excluidos de los procesos «los profesores de ciencias y artes y demás personas dedicadas á la enseñanza pública, nombrados por autoridad legítima», (aspecto que limitaba bastante su número) junto a los «maestros de primeras letras, médicos, cirujanos, matronas, ni otros de igual clase, aunque lleven sueldo de los propios». No obstante, la medida estaba sujeta a que se determinara que «por su conducta no se hayan hecho acreedores á la formación de causa» aspecto que limitaba el número de afectados e introducía un criterio de arbitrariedad destacable. La exclusión también afectó a los cívicos (art VI), a los párrocos que hubieran sido trasladados por el gobierno intruso a otros curatos (art. XIII) y a cualquier empleado que “hubiese hecho servicios señalados é importantes á la patria sin haberlos prestado á los enemigos” (art. VII), quien debía de comunicarlo para que a su vez la Regencia del reino lo trasladara a las Cortes, “para que lo tomen en 144 consideracion en sesion pública, debiendo oirse previamente á los ayuntamientos constitucionales de los pueblos donde hubiesen hecho estos servicios”. Este procedimiento, por el que el asunto se elevaba a las Cortes, era contrario a la propia Constitución, como más tarde veremos, pues violaba la separación de poderes y las funciones propias de la judicatura, a la vez que generó una importante carga de trabajo a los diputados. Además de las exclusiones de ceses inmediatos, se detallará en los artículos VIII á XII otros casos sancionables por haberse obtenido del gobierno intruso insignias o distintivos (art. VIII), confirmación de títulos de duques, condes, marqueses, barones… (art. IX), pensiones (art. X) y beneficios, prebendas o dignidades eclesiásticas (art. XI). Habrá que esperar al decreto de 14 de noviembre para esclarecer algunos aspectos de los procesos de purificación. La selección de empleados públicos va a ser objeto de nuevos criterios. Se incorporarán nuevas situaciones de cese automático o definitivo, como los empleados directamente dependientes del gobierno intruso, como magistrados, intendentes de provincia, o empleados en oficinas generales (art. V), los empleados que hubieran adquirido bienes nacionales al gobierno intruso (art. VI), que hubieran permanecido en territorio ocupado a pesar de que sus oficinas se hubieran trasladado a país libre —siendo los empleados de grandes ciudades los más afectados— 3 (art. VII) o aquellos empleados que hubieran sido nombrados por el gobierno legítimo desconociendo éste su colaboración con el gobierno intruso (art. VIII). Por otro lado, se flexibilizan otros criterios, recogidos en el artículo I del decreto de 21 de septiembre. Así, los empleados públicos nombrados por la autoridad legítima en 1808 y que hubieran continuado en sus anteriores destinos bajo el gobierno intruso, sin “causa criminal pendiente, ni habiendo sufrido sentencia por la que se les imponga pena corporal ó infamatoria, [y que] se hubiesen mantenido fieles á la causa de la Nacion, serán rehabilitados y repuestos en sus empleos anteriores”. Tal disposición, no obstante, venía a ser inaplicable en la práctica, pues para ello era necesario pasar por un expediente de purificación, tramitado en los ayuntamientos constitucionales de los pueblos en los que se hubiera ejercido el empleo. Previa audiencia del procurador o procuradores síndicos, el ayuntamiento correspondiente debía hacer “expresa y formal declaracion de que durante la dominacion enemiga [los empleados investigados] han 3 Vid. «Purificaciones. Magistrados de la Audiencia de Sevilla», (1813), A.H.N., Consejos, 11855 y apartado siguiente, sobre los procesos de purificación realizados en el Banco Nacional de San Carlos. 145 dado pruebas positivas de lealtad y patriotismo, y gozado de buen concepto y opinion en el público”. En definitiva, no quedaba empleado que no fuera sospechoso ni libre de la penosa purificación, por honrosa que hubiera sido su conducta. Sin embargo, la reprobación del legislador gaditano no quedó ahí, y en el mismo artículo se establecía que “la reposicion en sus anteriores destinos será sin perjuicio de las provisiones en propiedad que hasta el dia haya hecho el Gobierno legítimo, y de la supresion de otros empleos que hubiesen acordado las Córtes”. En definitiva, los empleados no sólo dependían para recuperar su empleo de un expediente de purificación favorable sino también de si su puesto había sido cubierto o suprimido por el gobierno nacional. El estricto criterio de no haber trabajado para el gobierno intruso implicó que un elevado número de funcionarios pasará a ser inhabilitado. Este criterio tan amplio a la hora de determinar qué personas estaban inhabilitadas automáticamente, sucumbió ante la realidad de una administración que, ante estas medidas, paralizaba su actividad por falta de empleados, lo que condujo al fenómeno de las rehabilitaciones interinas. Así, por ejemplo, muchos escribanos y procuradores de juzgados quedaron inhabilitados y hubo que habilitarlos interinamente con el fin de no paralizar los juzgados, como puede observarse en este testimonio del jefe político de Aragón sobre los procesos que tenían lugar en esa provincia: “Comisión de rehabilitación año 1813 El jefe político de Aragón representó a la Regencia en 14 de agosto: que inhabilitados por las leyes los empleados públicos que habían servido baxo la dominación intrusa, se hallaron los jueces de 1ª instancia sin escribanos que actuasen las muchas sumarias que formaban a un excesivo numero de personas por su adhesión al gobierno francés y el público privado de poder deducir sus derechos y continuar los que tenía pendientes por falta de procuradores que unos y otros habian acudido al xefe político solicitando les habilitase interinamente y que los jueces de 1ª instancia le manifestaron repetidas veces la necesidad de verificarlo como con efecto lo hizo a 8 escribanos y 9 procuradores despues de asegurarse de su conducta politica, pero sin perjucio de que obtengan su rehabiltación y reparación por los medios que las leyes prescriben: y concluyo diciendo la aprobación de esta medida a que le obligaron las circunstancias en que se hallaba aquella capital. En 17 del propio mes hizo otra exposición refiriendo la 1ª y añadiendo que todos los pueblos de la provincia se hallaban en el mismo caso y estado que había expuesto respecto de la capital: que se le había hecho presente la necesidad de un pronto remedio 146 y según era la urgencia iba habilitando interinamente aquellos mas precisos precedidos de los ayuntamientos constitucionales los informes correspondientes y que esperaba que S.A. no lo llevara a mal atendidos las causas que le habían impelido a tomar dicha medida. Nota (en letra diferente): Puede decirse al Geje político que no necesitan rehabilitación los escribanos públicos; que solamente la necesitan aquellos escribanos que hayan servido en destinos o comisiones que da el gobierno”. 4 Respecto al procedimiento a seguir, el decreto de 21 de septiembre vino a determinar las líneas básicas del proceso, tanto para el orden civil como eclesiástico, pero de una forma muy general, dando lugar a una gran capacidad de discrecionalidad por parte del juzgador en cuanto a la obtención de pruebas, validad de las mismas, contradicción de las partes, etc. El artículo XIV establecía que los ayuntamientos debían formar «una lista de todos los empleados y personas que quedan inhabilitadas» y dicha lista remitirse “a la Regencia del reino para que, pasando copia de ella a las Cortes y al Consejo de Estado, les sirva de inteligencia y gobierno”. A continuación, el artículo XVI indicaba que aquellos señalados para purificar su conducta lo harán precisamente en “los pueblos de su residencia en juicio abierto y contradictorio, informando el ayuntamiento pleno constitucional de los mismos, una audiencia del procurador o procuradores síndicos”. En este sentido, el decreto de 14 de noviembre apenas modifica lo ya previsto, indicando que los procesos se realizaban por los ayuntamientos constitucionales, “bajo su responsabilidad, y sin otra consideracion que la del interes de la patria y la de inspirar confianza á los pueblos que les han elegido”. Nuevamente se da libertad en cuanto a los requisitos que deben cumplir los informes elaborados por los ayuntamientos (“deben de realizar precedidos los informes que estimen oportunos”), lo que dará lugar a grandes vicios y falta de garantías en ellos. Finaliza el artículo II indicando que tales procesos no debían de «causar por ello el mas leve costo á gravamen á los interesados», disposición que no impedía a los purificados incurrir en los mayores costos si a cambio se obtenía una declaración o testigo favorable. Los empleados rehabilitados se recogían en unas listas “circunstanciadas […] en las oficinas y demas establecimientos públicos creados por la autoridad legítima” y “los ayuntamientos constitucionales, por medio del gefe político de la provincia, 4 «Juntas de purificaciones», (1814), A.H.N., Consejos, 11807-11808. 147 dirigirán estas listas, […] á la Regencia del reino, para que en su vista declare la rehabilitacion y reposicion”. En definitiva, la rehabilitación también estaba sujeta a la aprobación de la Regencia. A pesar de la falta de concreción de la norma, el estudio de los expedientes nos permite colegir otras notas de los procesos de purificación. Éstos se realizaban por el ayuntamiento constitucional de residencia de la persona sujeta a purificación en juicio abierto y contradictorio. El purificado, a instancia del tribunal o por propia iniciativa, presentaría una memoria justificativa de su actividad durante la ocupación francesa, preferentemente apoyada en el testimonio de vecinos de relevancia (era especialmente relevante el testimonio de párrocos y otros eclesiásticos, autoridades o miembros de la nobleza) o cercanos y conocedores de su actividad diaria. A continuación, se recababa el testimonio de otros vecinos que voluntariamente prestaban su testimonio o a los que se les reclama el mismo por parte del juez o tribunal (véase a modo de ejemplo el modelo de testimonio utilizado por el ayuntamiento constitucional de Madrid): “El Ayuntamiento constitucional de esta Villa me tiene autorizado, como uno de sus dos Procuradores Sindicos, para practicar las diligencias que estime conducentes a la calificación de los empleados que soliciten la continuación en el exercicio de sus empleos, o que por otro cualquiera titulo pretendan acreditar su buen porte en el tiempo del gobierno intruso. Entre los que que han introducido esta pretensión lo es ....... Y en su consecuencia espero que V. Se servirán informarle lo que le conste en orden a las opiniones y conducta política de este interesado en el tiempo de la dominación francesa. Como también si ha sido comprador de bienes nacionales, exactor de contribuciones violentas o en la actualidad se halla criminalmente procesado, haciéndolo con la posible brevedad; en el concepto de que su informe correrá siempre en la clase de reservado. Dios guarde a V. Muchos años. Madrid y Enero 18 de 1814 José Teodoro Santos” 5 Recibidos todos los testimonios —secretos a veces, expresión de rencillas en 5 «Testimonio para la junta de purificaciones», (1814), A.H.N., Consejos, 50333. 148 no pocas ocasiones— se unirían al expediente particular para llegar a una resolución firmada por los procuradores síndicos del ayuntamiento. La resolución, unida a otra en forma de listas, se remitiría al jefe político de la provincia que a su vez lo remitiría a la Regencia. La Regencia también entendió de los recursos de los empleados depuestos, mediante un procedimiento por el que el empleado pedía al juez que elevase a la Regencia su alegación. Ésta, a criterio propio y con la información del ayuntamiento correspondiente, podría trasladar el expediente a las Cortes para que lo tomaran en consideración por medio de una comisión6 que recababa de nuevo pruebas y elaboraba un dictamen que se sometía a lectura y discusión pública. 6 Según se recoge en el Diario de sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias: dieron principio el 24 de setiembre de 1810 y terminaron el 20 de setiembre de 1813, Madrid, Imprenta de J.A. Garcia, 1870, sesión de 1 de septiembre de 1812, el miembro de la comisión nombrada a efectos de revisar los expedientes de purificación, señala que hasta la fecha se han visto mil quinientos expedientes, señalando las dificultades de los mismos. Este dato es significativo de la importancia de estos procedimientos y de la implicación de las Cortes en los mismos y no en un pequeño número. 149