El jardín del claustro mayor del monasterio de Poblet - Med-O-Med

Transcripción

El jardín del claustro mayor del monasterio de Poblet - Med-O-Med
El jardín del claustro mayor del monasterio de Poblet en
la antigua frontera andalusí: sentido y significado de la
intervención realizada
Josep M. Mallarach
Introducción
El real monasterio de Santa María de Poblet, el mayor conjunto monástico de Europa occidental,
fue el panteón de los monarcas de la Corona de Aragón durante los siglos XIII y XIV. Se trata de
uno de los monasterios más importantes de la Iglesia latina, que sigue siendo habitado y gestionado
por una comunidad monástica de la misma orden que lo fundó hace nueve siglos. Su nombre deriva
del latín Populetun, que designa el álamo (Populus alba) un topónimo escogido, seguramente, por
la relación simbólica que existe entre la corteza blanca del álamo, muy presente en los torrentes de
la zona, y el hábito blanco de los monjes cistercienses. Ubicado a unos 500 m de altitud, al pie de
las Serra de Prades, el Gobierno catalán creó en 1984 un Paraje Natural de Interés Nacional para
proteger el entorno paisajístico del recinto monástico, que fue declarado Patrimonio Mundial por la
UNESCO el año 1991.
Fig 1. Vista área general del recinto monástico de Santa María de Poblet durante el otoño, con las viñas
doradas. El ámbito declarado Patrimonio Mundial coincide con la muralla perimetral y engloba unas 16 ha.
Destaca el bosque en galería del Torrent de Sant Bernat con álamos.
El jardín del claustro mayor del monasterio de Poblet en la antigua frontera andalusí – Josep M.Mallarach (2012)
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En su época de esplendor el monasterio de Poblet tuvo más de trescientos monjes y numerosas
“granjas”, unidades de aprovechamientos agropecuarios y forestales, gestionadas por los
denominados “hermanos conversos”. La superficie edificada en este complejo monástico ocupa
unos 12.000 m2, y está rodeada por tres murallas concéntricas. El ámbito declarado Patrimonio
Mundial engloba todas las antiguas huertas, mayoritariamente dedicadas a viñedos hoy día.
En 2012 se empezaron los trabajos de diagnóstico de la jardinería de Poblet. Dentro del recinto
monástico existen más de cuarenta espacios ajardinados, cuya superficie conjunta supera los
15.000 m2, (Fig. 2). El monasterio tiene numerosos jardines interiores, entre los que destacan tres
jardines claustrales: el del claustro mayor, el del claustro de San Esteban y el del claustro del Abad.
Este artículo se centra en el jardín del claustro mayor, una joya del arte sagrado, estilísticamente
situado en la transición entre el románico y el gótico (siglos XIII-XIV), que ha constituyo
históricamente, y sigue siéndolo, el corazón del conjunto monástico (Nº 1 en la Fig. 2).
Fig. 2: Distribución de los jardines del conjunto monástico de Poblet (2012).
Los jardines de los tres claustros corresponden a los números 1, 2 y 3. Destacan en color oscuro las dos
balsas, una para el molino (18) y otra para riego de la huerta (14) y la cubierta del antiguo palacio del abad
cubierta de cintas fotovoltaicas. En el espacio de jardín de mayores dimensiones (41) es previsto establecer
un jardín bíblico vinculado al centro de interpretación.
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La oportunidad de replantear el jardín del claustro mayor
Las obras realizadas durante el invierno de 2010-11 en el claustro mayor del monasterio para
resolver problemas de humedades, y las excavaciones arqueológicas obligatorias que se hicieron
simultáneamente, comportaron unos movimientos de tierras que eliminaron, prácticamente, todos
los parterres y las plantas del jardín establecidas durante el siglo XX, salvo los grandes cipreses.
Esta situación permitió proponer una intervención de jardinería en este espacio emblemático. Antes
de describirla, no obstante, hay que considerar el significado y la función que tiene el claustro en el
conjunto monástico.
Los monjes cistercienses concibieron la planta de sus monasterios a base de la idea de circulación
en torno al claustro, centro de comunicación de todas las dependencias (Altisent, 1974). Tal como
fue en su origen sigue siéndolo hoy en día: es un espacio esencial en la vida de la comunidad
monástica que da vida al monasterio, y desfila silenciosamente seis veces al día por las galerías del
claustro a lo largo de cada ciclo diario: maitines, laudes-eucaristía, desayuno, almuerzo, vísperascena, lectura-completas. Además, en verano, la comunidad se reúne al atardecer en el claustro para
escuchar la lectura de la Regla de San Benito (480-547). Y en ocasiones solemnes, acoge
procesiones, como las de la Hermandad o de Corpus Christi. A este uso comunitario, habría que
añadir los ratos de meditación, oración o contemplación individual que monjes y huéspedes pasan
al claustro, sentados o andando lentamente, en diversos momentos del día o de la noche,
especialmente antes o durante el amanecer. Por otra parte, durante las horas del día que el claustro
está abierto a la visita del público, cerrado para la comunidad monástica, pasan por él más de
150.000 personas al año.
Hasta 2011 los jardines del claustro mayor no diferían mucho de los que se pueden ver en muchos
conjuntos monumentales de nuestro país. La disposición y alternancia de parterres de césped
recortado, con algunos cipreses dispersos se ha convertido en usual, aunque tiene poca tradición
histórica y, en las zonas mediterráneas, exige mucho de riego durante las estaciones secas.
Fig 3. El jardín del claustro mayor antes de la intervención, con parterres asimétricos y césped anodino.
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En el proceso de reflexión emprendido sobre la futura jardinería del monasterio de Poblet, se
consideró que sería deseable adoptar un tratamiento unitario para todo el complejo monástico,
guiado por los principios de la jardinería bíblica. Se determinó que los jardines del monasterio se
replanteen con tres criterios: que sean ecológicos, que se basen en el significado bíblico-monástico
de las plantas y que sean bellos. Por lo tanto, los futuros jardines no sólo debería priorizar las
plantas mencionadas en la Biblia, tan bien estudiadas por el Michael Zohary (Zohary, 1982), sino
que las especies deberían estar dispuestas de una manera significativa, desde un punto de vista
simbólico, según la función de los distintos espacios en el seno del conjunto monástico. De esta
manera, tanto los monjes como los huéspedes que van a hacer retiros en el monasterio, y también
los visitantes, además de disfrutar de la belleza y el aroma de las plantas de los jardines, podrían
contemplar y meditar sobre su simbolismo. Este propósito es congruente, además, con los objetivos
de la conversión ecológica que adoptó la comunidad monástica el año 2009, tanto en lo referente al
ahorro de consumo de agua, como de abonos y de productos fitosanitarios, ya que la mayoría
especies de plantas mencionadas en los libros bíblicos provienen de unos territorios más secos y
con suelos más pobres que los Poblet, es decir, son plantas sufridas que piden pocas atenciones.
Referentes históricos de jardines claustrales
La pregunta de cómo había sido originalmente el jardín del claustro mayor permanece por ahora sin
respuesta, ya que no se tiene conocimiento de ninguna descripción del espacio central del claustro
cuando fue construido, ni durante los siglos posteriores. Según el bibliotecario-archivero del
monasterio, fray Xavier Guanter, no se conoce ningún documento del extenso archivo del
monasterio, a partir del cual se pueda saber qué plantas habían sido plantadas originariamente en el
jardín del claustro. No obstante, las investigaciones realizadas sobre los jardines medievales y
renacentistas de la ciudad de Barcelona, entre los siglos XII-XVI, han aportado numerosos datos
sobre los jardines de los monasterios y conventos de la época, que permiten inferir cómo podían ser
los jardines del monasterio de Poblet.
Está bien documentado que los jardines claustrales catalanes tenían naranjos y limoneros, que ya se
consideraban entonces "característicos de la tradición de la jardinería medieval de la ciudad de
Barcelona", aunque procedían de la jardinería hispano-musulmana. También se sabe que los
jardines de los claustros medievales contenían una considerable diversidad de especies herbáceas,
ornamentales, aromáticas y medicinales (Parés, 2005). Las investigaciones realizadas por Anna M.
Adroher (1978 y 2000) evidenciaron que los jardines de los claustros de Barcelona con naranjos y
limoneros ya están bien documentados a partir del siglo XIV. Por ejemplo, el monasterio de Santa
María de Jonqueres, tenía el claustro dividido en cuatro parterres, adornados con flores
ornamentales y medicinales. Así mismo, consta que en 1494 el claustro de la catedral de Barcelona
ya tenía naranjos, limoneros y cipreses y conserva actualmente el frondoso aspecto del jardín
medieval.
Fig. 4 y 5: Frondoso aspecto actual del jardín del claustro de la catedral de Barcelona. La presencia de
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naranjos está documentada en él desde hace seis siglos.
La documentación existente sobre las plantas utilizadas en los jardines de los claustros medievales
indica que se solían escoger especies arbóreas, arbustivas o herbáceas, de bella fisonomía y florida,
para evocar en ellos el simbolismo del paraíso. De hecho, la palabra paraíso proviene del persa
“paridaeza” que significa, literalmente, espacio cerrado, un término que antiguamente se aplicaba a
los jardines vallados, con trazados geométricos, llamados genéricamente “hortus conclusus” en
latín, es decir, huertos-jardines cerrados o resguardados que tan bien corresponden bien a los
jardines interiores de los claustros.
Las especies de árboles más frecuentes en los claustros medievales de los territorios cristianos del
nordeste peninsular eran los cerezos, manzanos, naranjos, granados, y limoneros. Entre las plantas
de flor, destacaban entonces las rosas y los lirios, que aparecen citadas en muchos documentos de
monasterios medievales.
Curiosamente, los ejemplos mejor documentados de jardines claustrales medievales, apoyados con
investigaciones históricas, se encuentran en un lugar insólito: el Museo Metropolitano de Nueva
York, en la sección llamada The Cloisters Gardens (los jardines de los claustros). Allí se hizo la
reconstrucción de los jardines de tres claustros monásticos europeos, que fueron desmontados y
transportados piedra a piedra hasta Nueva York, uno de los cuales en el claustro de Sant Miquel de
Cuixà, del antiguo condado catalán de Conflent. El jardín del claustro de Sant Miquel de Cuixá
contiene 66 especies distintas, con predominio de las flores aromáticas, seleccionadas y
distribuidas de manera que exhiban flor a lo largo de todo el periodo vegetativo, pese a la dureza
del invierno neoyorquino (Bayard, 1985).
En cambio, los jardines que se han restaurado en las últimas décadas en varios monasterios
cistercienses europeos, como el de Fontfroide (Languedoc), la abadía madre del monasterio de
Poblet, pueden tener una gran belleza, pero no se han inspirado en modelos medievales, sino
renacentistas o, más frecuentemente, en modelos de jardines neoclásicos o barrocos. En todo caso,
es bien documentado que el aspecto que ofrecían la mayoría de los jardines claustrales medievales
era muy diferente de los jardines neoclásicos de estilo francés o italiano que hoy en día predominan
en los claustros de la mayoría de edificios medievales, con parterres cubiertos de césped, caminos
de arena o grava gris, de un aspecto más frío y menos atractivo, estéticamente hablando.
Influencia hispanoárabe
Aunque el diseño y la arquitectura del claustro de Poblet son puramente cistercienses, su
ornamentación aporta elementos hispanoárabes. En efecto, casi todos los capiteles contienen
elementos vegetales estilizados, unas veces ornamentados con unos entrelazados característicos, de
un aspecto similar a la cestería, a veces con flores y frutos dispersos, que el P. Agustí Altisent, el
historiador oficial del monasterio, considera de indudable influencia hispanoárabe. Los que
muestran aspecto de cesto podrían representar la orden del Cister (Cistercium en latín, Cîteaux en
francés), puesto que la etimología de la palabra algunos autores la derivan o vinculan a la cesta.
San Bernardo de Claraval (1090-1153), el gran impulsor del Cister en Europa, prescribió una
importante reforma artística, para recuperar la simplicidad y la pureza que consideraba que habían
perdido los monasterios benedictinos. La reforma cisterciense dio lugar a un arte gótico muy
elegante y depurado, eliminando, entre otras, las esculturas de los capiteles y ménsulas de los
claustros, de manera que se produjo una curiosa convergencia estilística entre el arte cisterciense y
el arte islámico andalusí, que hizo que la ornamentación islámica respondiera mejor que la
benedictina al estilo de la nueva orden.
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Fig. 6 y 7 . Capiteles del claustro mayor de Poblet, (siglos XIII y XIV).
Además, es sabido que las influencias hispano-árabes o andalusíes, que aparecen en numerosas
ménsulas y capiteles del monasterio, también estaban presentes en el pavimento y, seguramente, en
los damascos que adornaban los muros de las galerías del claustro los días de fiestas (Altisent,
1974). En efecto, en el pavimento de las galerías del claustro mayor no sólo había las sobrias losas
de piedra actuales, sino que alternaban las losas de piedra con cuadros pavimentados con mosaicos
cerámicos decorados con alicatados de vistosos colores rojizos, con diseños geométricos
octogonales, que desplegaban los característicos entrelazados de estilo andalusí, de los cuales se
conservan fragmentos en el museo del monasterio y en el Museo de la cerámica de Valencia. Según
González Martí (1952) estos mosaicos fueron encargados en tiempos del abad Guillem Agulló
(1361-1393) y fueron fabricados en Valencia.
Hay que recordar que el monasterio cisterciense de Poblet durante su primera época mantuvo
relaciones amistosas con los vecinos territorios islámicos, como lo demuestra, aparte de la propia
ornamentación del monasterio, diversos documentos, alguno escrito en árabe, emitido por la
cancillería almohade de Valencia, que autorizan los rebaños de Poblet a pastar en tierras
musulmanas en pleno siglo XIII (Altisent, 1974).
Por todas estas razones, es muy verosímil que se introdujeran también en el jardín del claustro
mayor de Poblet elementos ornamentales propios de la jardinería hispano-árabe, caracterizada por
especies florales y aromáticas procedentes del Mediterráneo y de Oriente Medio, que los
musulmanes introdujeron en la Península, muchas de las cuales, por lo demás, aparecen citadas en
los libros bíblicos. Este supuesto se refuerza si consideramos la coincidencia simbólica que tenían
estos jardines interiores en la tradición judeocristiana e islámica.
En efecto, los patios ajardinados interiores de los territorios musulmanes vecinos simbolizaban
también los jardines paradisíacos (jannat al-firdaws) y lo representaban por medio de la clásica
división cuadrangular persa (chagar-bagh) -literalmente cuatro jardines- cuyo origen se remonta al
menos a la antigua épica babilónica de Gilgamesh (2.700 aC) . Este antiquísimo modelo de jardín
cuadrangular y cuadripartito, con una fuente central, se difundió por toda la civilización islámica,
desde el famoso patio de los Leones de la Alhambra hasta el Tal Majal, evocando también los
cuatro ríos del paraíso, descritos en el Corán, con una atractiva combinación de especias florales y
aromáticas, junto con fuentes, estanques o piscinas (Clark, 1977). Y es bien sabido que el
refinamiento artístico y estético de la civilización andalusí era admirado, y a menudo emulado, en
los territorios cristianos del norte (Burkhardt, 1977).
Sin embargo, es muy probable que los cambios de pintura y decoración que experimentó el claustro
mayor en varias etapas de su historia, identificados durante las obras de restauración realizadas
últimamente, tuvieran una correlación en su jardín. Uno de períodos donde esto parece más
evidente es el del rey catalán Martín el Humano, enamorado de los jardines, tan significativo en la
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historia de Poblet. Está documentado que fue este rey quien inició el vergel o jardín del Palacio
Real Mayor de Barcelona en 1401, que se convirtió en un modelo para muchos de jardines de la
ciudad condal. El rey mismo dirigió personalmente las obras de establecimiento de este jardín, que
duraron seis años, y se conservan cartas que, además de mostrar el cuidado que tenía, ponen de
manifiesto que hizo importó naranjos, azaroles, cerezos, limoneros, melocotoneros, pomelos,
manzanos, jazmines, mirtos, albahacas, además de parras, que se plantaban en las galerías para
trepar hacia arriba. La mayoría de estas plantas las hizo llevar desde Valencia, pero algunas consta
que fueron importadas de Córdoba o de Sicilia (Adroher, 1975).
Aunque se desconocen los cambios concretos que el jardín del claustro mayor de Poblet
experimentó a lo largo de su historia, se sabe, sin embargo, que el jardín perduró hasta el siglo XIX
y que a partir de la exclaustración (1835), quedó abandonado. En el libro ‘Història de la restauració
de Poblet’, de Joan Bassegoda i Nonell (1983) se reproduce una fotografía tomada el 1901 que
muestra el jardín en un lamentable estado de abandono, con diversos frutales cubiertos de zarzas,
sin cipreses.
Durante el siglo XX hay constancia de que se efectuaron dos intervenciones en este jardín, que no
respetaron ninguna de las reglas compositivas propias de los claustros monásticos medievales: los
parterres tenían una distribución asimétrica, con tamaños y formas desiguales y ángulos
redondeados, y dejaban libres unos anchos caminos, igualmente asimétricos para pasear por el
patio central. La vegetación se reducía a cipreses, unos pocos rosales, un par de arbustos y todo el
resto estaba cubierto de césped (ver Fig. 3).
Ahora bien, el análisis de los claustros monásticos europeos medievales, desde los primeros planos
que se conservan, como el del monasterio suizo de Saint Gall (s. IX), muestra que los parterres de
los claustros seguían siempre una simetría cuaternaria, a la que se vincula el simbolismo de la
cuaternidad: la estabilidad, el orden y ritmo de la creación, que se manifiesta en los cuatro
elementos, las cuatro estaciones, las cuatro partes del ciclo diario, las cuatro edades humanas, los
cuatro humores, ….y los cuatro ríos del paraíso (Génesis 2, 8-14) o la forma cuadrada de la
Jerusalén celestial (Apocalipsis, 21, 16), entre otros (Shimmel, 1993). En el centro del claustro –sea
geométrico o simbólico- solía emplazarse una fuente o pozo, que simbolizaba a Cristo, el Agua de
Vida (Apocalipsis. 22, 1, 17).
En el claustro mayor de Poblet, la fuente es excéntrica, seguramente debido a una conjunción de
motivos funcionales, la proximidad de la entrada del refectorio donde comen monjes y huéspedes,
y simbólicos, es decir la Encarnación del Verbo, que comporta su anexión al ala del claustro que
simboliza la dimensión corporal. No obstante, la posición simbólicamente central del agua en el
jardín, se evidencia por la forma circular que tiene la fuente, con tres niveles, ya que el círculo
simboliza la perfección, así como su situación, en el interior de un bello templete románico de
planta hexagonal, que efectúa la transición entre el círculo de la fuente y el cuadrado del claustro,
evocando los seis días de la creación según el relato del Génesis, entre otros símbolos similares. En
todo caso, está bien demostrado que los números simbólicos que aparecen en la Biblia tuvieron un
papel fundamental no sólo en la estructura de la liturgia, sino también en la arquitectura y otras
formas de arte sagrado medieval, incluyendo los jardines de los claustros (Meyer, 1975).
La intervención realizada
Cuando se planteó la operación de restauración, la Dirección General de Patrimonio de Cataluña
definió tres condiciones: Primera, establecer una franja de 2,30 m de anchura de grava en todo el
perímetro interno del claustro, para favorecer el drenaje del agua que vierten las gárgolas al jardín.
Segunda, evitar especies que precisen aportaciones notables de agua, para reducir las humedades.
Y tercera, que las plantas no entorpecieran la visualización del claustro desde las galerías, lo que
excluyó la plantación de más árboles o arbustos altos. La propuesta ejecutada respeta estas
condiciones y se justifica tanto histórica como simbólicamente, con el propósito de garantizar un
diálogo armónico con el simbolismo de la arquitectura del claustro.
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Se ha recuperado la distribución propia de los jardines claustrales medievales, con una
composición de especies que manifiesta el simbolismo paradisíaco y que, además, refleja el
simbolismo cisterciense propio de las cuatro alas del claustro.
La división cuaternaria del espacio de jardín del claustro se obtiene por medio de una forma básica:
la cruz. Esta cruz puede ser griega o latina. Después de analizarlo cuidadosamente, se constató que
la división del espacio interior con la cruz latina es la que mejor se ajusta a la composición
arquitectónica del claustro mayor de Poblet, especialmente respecto al encaje del templete del
lavatorio, que es excéntrico y se apoya en el ala norte.
Fig. 8. Recuperación de la distribución cuadrangular original del jardín del claustro mayor de Poblet,
primavera de 2012.
La separación entre los parterres, los caminos y perímetro drenante de grava se hizo con la misma
piedra que sirvió para construir el monasterio, la arenisca de La Floresta. Para recubrir la superficie
de los caminos que cruzan el jardín, se escogieron cantos rodados de mármol blanco. Debía ser una
roca cristalina, debido a que las rocas cristalinas son más 'puras', simbólicamente hablando, dado
que sus constituyentes minerales se han simplificado y reordenado en cristales. Además, desde un
punto de vista estético y práctico, son más resistentes a la meteorización, por lo que mantienen un
aspecto inalterado, de apariencia más limpia, durante más tiempo que las rocas de origen
sedimentario, como las calizas. Por estas razones resultan las más adecuadas para simbolizar un
espacio que quiere evocar el paraíso (ver Fig. 9).
La selección de las especies plantadas en los parterres estuvo condicionada, como es lógico, por los
factores climáticos del claustro, con el propósito de alargar la secuencia de la floración tanto como
sea posible, durante el período vegetativo, para evocar el paraíso. También se quiso garantizar una
alta proporción de especies aromáticas, para añadir perfumes al silencio, los cantos de los pájaros o
el rumor del agua, característicos de este espacio emblemático, unos perfumes que irán cambiando,
al igual como las flores, al compás de los ritmos diurnos y estacionales, como se cuidaba en
muchos de los jardines hispanoárabes.
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Fig 9. Vista de los caminos con cantos rodados de mármol blanco y el sistema de riego ya colocado, antes de
ser recubierto.
Los cuatro cipreses que permanecen en el jardín provienen del grupo que se plantaron a inicios del
siglo pasado y que alcanzaron un gran desarrollo. Aunque el ciprés aparece raramente en los
claustros medievales, se han respetado los actuales porque quedan bien situados, uno en cada
cuarterón, y porque se trata de una especie bíblica, que evoca la inmortalidad, la rectitud de los
justos y la sabiduría. Por ejemplo, cuando la Sabiduría se compara a sí misma en las plantas, la
segunda especie que menciona es el ciprés (Eclesiastés 24, 13). Además, en verano estos grandes
cipreses cobijan numerosos pájaros, alegrando el claustro con sus cantos jubilosos, que durante los
oficios litúrgicos se funden armoniosamente con las melodías procedentes del coro monástico en
la iglesia mayor.
En la elección de las especies plantadas se priorizaron las plantas silvestres frente a las cultivadas.
La justificación es doble: en primer lugar, las plantas silvestres provienen del Creador, sin artificios
humanos, y por tanto evocan más directamente el simbolismo paradisíaco. En segundo lugar, la
presencia de flores silvestres ayuda a meditar sobre el valor espiritual de la naturaleza y el
simbolismo espiritual de las flores. Las especies plantadas provienen de la región mediterránea o de
oriente medio, por congruencia con las directrices generales de la jardinería del monasterio antes
indicadas.
Con el fin de traducir el simbolismo del claustro cisterciense en la disposición floral, se optó por
aplicar el simbolismo medieval del color, siguiendo a P. Portal (1996), quedando de la siguiente
manera: El ala sur del claustro, la más sombría, que corresponde a la dimensión espiritual, apoyada
con la iglesia mayor, están las flores blancas, pues el blanco es el color de la totalidad, de la luz
increada, de la unicidad divina, la perfección, pureza y castidad. En el ala este, que corresponde a
la dimensión anímica, apoyada en la sala capitular, hay las plantas de flores amarillas, pues el
amarillo simboliza la luz creada, la inspiración y la doctrina. En el ala norte, la más soleada, que
corresponde a la dimensión corporal, apoyada con el refectorio y la cocina, hay las plantas de flores
rojas, pues el rojo simboliza la santificación, el sacrificio y la sangre. El ala oeste, que corresponde
al prójimo, o la dimensión social, apoyada con la portería y la entrada, por donde acceden los
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visitantes y huéspedes al monasterio, están las plantas de flores azuladas, pues el azul es tercero
color primario, junto del amarillo y rojo.
Fig 10. Trabajos de establecimiento del jardín, en la primavera de 2012. Se plantaron unas 60 especies
distintas, siguiendo los colores indicados, de las cuales un tercio aproximadamente son bulbos.
Considerando los condicionantes climáticos del espacio del claustro, la voluntad de conseguir que
haya plantas florecidas la mayor parte del año, y con el fin de enriquecer la diversidad cromática,
se propuso que las transiciones entre estos cuatro colores dominantes no sean bruscas sino
graduales, y se consigan por medio de especies que aporten flores de los colores intermedios: entre
el blanco y el azul, una franja de flores de color azul celeste; entre el azul y el rojo, una franja de
flores moradas o violetas; entre el rojo y el amarillo, una franja de flores naranjas o calabazas, y
entre el amarillo y el blanco, una franja de flores mixtas de estos colores o de amarillo paja. Segon
su fisiología las especies forman grupos o están intercaladas. Por ejemplo, las plantas bulbosas, que
dan flores bellísimas en primavera pero desaparecen el resto del año, se deben intercalar con
especies perennes para evitar que aparezcan claros.
Además, la distribución de las plantas se realizó de manera que las de menor tamaño quedaran
emplazadas en la periferia y las de mayor tamaño, gradualmente hacia el interior, hasta llegar a los
rosales del centro, para favorecer que todas puedan ser admiradas desde las galerías con arcos
románicos y góticos que rodean el jardín.
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Fig. 11. Aspecto de las plantas floridas en verano, en la diagonal del templete del lavatorio, con flores
amarillas a la derecha (ala de la psique) y flores blancas (ala del espíritu)
El hecho de asignar a la rosa la posición central de este jardín que se halla en el corazón del
monasterio se justifica por numerosos motivos: El vínculo simbólico que la rosa tiene con la
Virgen María, patrona del monasterio, la rosa mística de las letanías lauretanas. En realidad, el
propio jardín cercado identificaba simbólicamente el jardín mariano y la rosa, como demostró C.
Beaune (1998). Además, la rosa es, seguramente, la flor simbólica más importante en el arte
cristiano, símbolo de la receptividad espiritual, del cáliz que recoge las gotas de Cristo, y a ella se
vinculan prácticas devocionales como la del rosario, o elementos arquitectónicos como el rosetón.
El color rosa-ocre que tiene esta variedad es un color de síntesis entre el blanco, el amarillo y el
rojo, los cuales, como se ha dicho, corresponden a las tres alas del claustro que simbolizan las tres
dimensiones del ser humano: la del espíritu, de la psique y del cuerpo. Y el último motivo lógico,
por tratarse de una variedad de rosa perfumada que fue seleccionada expresamente para este
monasterio, y que lleva el nombre de la Abadía de Poblet.
La explicación a los visitantes del monasterio del simbolismo del jardín y del claustro está previsto
que se integre en el relato de las audio-guías que está previsto poner en funcionamiento en breve,
para mejorar la calidad de la visita.
El 17 de mayo de 2012 el Abad de Poblet, Rev. P. Josep Alegre, bendijo el nuevo jardín, y en la
ceremonia recordó las palabras de Jesús “Fijaros cómo crecen los lirios del campo, que no
trabajan ni hilan; pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de
éstos. Y si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no
hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe? Por tanto, no os preocupéis, diciendo:
¿Qué comeremos? o ¿qué beberemos? o ¿con qué nos vestiremos?, porque los gentiles
buscan ansiosamente todas estas cosas; que vuestro Padre celestial sabe que necesitáis
todas estas cosas. Buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas. Por tanto, no os preocupéis por el día de mañana; porque el día de mañana se
cuidará de sí mismo” (Mateo 6, 29-34).
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Fig 12 y 13. Momento de la plantación de la rosa Abadia de Poblet en el centro del jardín. Dicha variedad fue
ofrecida al Monasterio por un vivero valenciano especializado en la selección y reproducción de rosales.
El mismo día se plantaron los rosales en el centro del jardín (Fig. 12 y 13) Poco más tarde fueron
plantadas la mayoría de las sesenta especies que se distribuyen en los parterres, seleccionadas
según los criterios mencionados anteriormente. Esta primer plantación deberán ser completadas
durante los próximos años, según cómo evolucione su adaptación al claustro. Es de esperar que en
dos o tres años el jardín pueda ofrecer toda su belleza, y que todos los que puedan gozar de él, con
la adecuada receptividad, perciban allí atisbos del sabor del paraíso.
Como hizo notar Emma Clark en ‘The Art of the Islamic Garden’ (Clark, 2004), la coincidencia
esencial del simbolismo y la funcionalidad de los jardines de los claustros cristianos con los ChahBagh islámicos aporta otro punto de encuentro entre las dimensiones interiores de las dos
principales religiones de la humanidad, fundado en la belleza artística y natural de estos jardines
interiores, que aportan unos espacios idóneos para experimentar una profunda paz y serenidad
contemplativas, que la sociedad contemporánea necesita ahora más que nunca.
Agradecimientos
El autor agradece la autorización del Monasterio de Poblet para reproducir las imágenes y a la
Profesora Emma Clark sus comentarios.
Créditos de las imágenes
La figura 1 procede del archivo del Paraje Natural de Interés Nacional Vall de Poblet. Las figuras 4
y 5 proceden del Archivo del Monasterio de Poblet. El resto son del autor.
Bibliografía
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