nuevos espacios públicos: una oportunidad para la integración

Transcripción

nuevos espacios públicos: una oportunidad para la integración
NUEVOS ESPACIOS PÚBLICOS: UNA OPORTUNIDAD PARA LA INTEGRACIÓN
SOCIAL URBANA por Alberto Gómez
RESUMEN
La segregación social urbana es hoy uno de los principales problemas que enfrentan las
ciudades chilenas y de la región. Producto de cambios en el modelo económico y social, las
ciudades han sufrido significativas transformaciones, que van desde, cambios acelerados en el
paisaje periurbano a cambios espaciales que han dado lugar a ciudades segregadas,
fragmentadas y desiguales, lo que ha terminado por afectar y hacer cada vez más difícil la vida
cotidiana de ciertos grupos de ésta. La segregación conlleva la configuración de grandes
concentraciones residenciales de grupos sociales homogéneos; por un lado extensiones de
viviendas sociales, generalmente emplazadas en las periferias urbanas y con precario acceso a
bienes urbanos; y por el otro, grupos de viviendas para grupos medios altos y altos, con
entornos consolidados y bien equipados, la mayoría en formato de condominios cerrados.
La reciente Política Nacional de Desarrollo Urbano (PNDU) del año 2014 considera como uno de
sus ejes principales, la integración social urbana con el fin de avanzar hacia ciudades más
equitativas y sustentables. En este sentido algunos de los avances, tímidos aún, han surgido a
través de las nuevas políticas de regeneración barrial, centrados en espacios públicos,
impulsadas por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU) significando un avance en
equidad, aun cuando la integración social sigue estando pendiente.
PALABRAS CLAVES
Segregación; equidad; integración; políticas urbanas; espacios públicos.
NUEVOS ESPACIOS PÚBLICOS: UNA OPORTUNIDAD PARA LA INTEGRACIÓN SOCIAL
URBANA
La Segregación Social en la Ciudad
La segregación social urbana, hoy en día, es una de las principales características de las ciudades
chilenas
y
latinoamericanas.
En
ellas,
podemos
encontrar
sectores
residenciales
completamente equipados y bien conectados para grupos de altos ingresos, en desmedro de
grupos más pobres que ocupan áreas excluidas, mal conectadas y con viviendas precarias o de
mala calidad, alejando a la población de las oportunidades que ofrecen las ciudades (CEPAL,
2007).
Según Kaztman la segregación se “refiere al proceso por el cual la población de las ciudades se
va localizando en espacios de composición social homogénea”, (2001:78). A partir de esta
definición, se ponen en relación dos factores aparentemente esenciales de la segregación, la
localización y la homogeneidad social. La definición de Sabatini, Cáceres y Cerda (2001)
confirman la presencia de estos factores: “La segregación residencial puede definirse, en
términos generales, como el grado de proximidad espacial o de aglomeración territorial de las
familias pertenecientes a un mismo grupo social” (2001:27). En este sentido, la segregación
social urbana se transforma en un problema cuando el espacio de éste se vuelve homogéneo
en pobreza a gran escala, generando menos oportunidades de desarrollo, integración y
movilidad social a los habitantes.
Para entender mejor el fenómeno, es necesario indagar en las causas y efectos. Sabatini et al.
(2001), plantean que la segregación residencial responde a fenómenos sociales complejos como
la diferenciación social o la reafirmación de identidades. Desde la dimensión espacial, las causas
estarían relacionadas casi exclusivamente con criterios económicos ligados a los mercados del
suelo, donde la segregación generada por este mercado, puede ser mayor que las preferencias
de localización segregada de los grupos que pueden optar como por aquellos que no tienen
opción de elegir. Entre otras causas, pueden estar las de tipo político-administrativo como la
inequidad entre comunas, dada la fragmentación administrativa existente en las ciudades
metropolitanas. Por ejemplo, en el año 2001, la brecha entre la comuna de Santiago y la de La
Pintana, en términos de ingresos y gastos era de 10 veces mayor, lo que genera la existencia de
“comunas ricas” y “comunas pobres” (Rodríguez y Winchester, 2001).
Los efectos se manifiestan en dos ámbitos, el social y el urbano. En el ámbito social, se produce
una desintegración dada por la distancia entre grupos sociales y la sensación de “estar fuera”
de la sociedad, lo que puede originar efectos extremos como la exclusión o generar una serie
de problemáticas y carencias sociales, asociadas a los aspectos más fundamentales de la vida y
el desarrollo de las familias generando, por ejemplo, microtráfico de drogas, delincuencia,
inseguridad en los espacios públicos, deserción escolar, desempleo juvenil, embarazo
adolescente y violencia intrafamiliar, entre otros. Todo esto va dando origen a grandes áreas
estigmatizadas y con bajísimos niveles de organización y participación (Rodríguez y Winchester,
2001). Estudios de Wormald, Flores, Sabatini, Trebilcock y Rasse (2012), indagan sobre la
proximidad espacial y contacto social entre personas de distinto nivel socioeconómico. Entre
sus hipótesis, plantean que una sociedad con más contacto entre grupos distintos tendería a
ser más cohesiva, o al menos generar las oportunidades para construir confianzas, capital social
y así avanzar hacia una sociedad desarrollada. Reconocen que las comunidades tienen poca
experiencia en relación a otros de distinta condición socioeconómica y que actualmente la
experiencia de heterogeneidad tiende a darse en espacios públicos normados, lo que podría
generar incomodidad en el contacto e incluso conflicto, predominando la actitud de indiferencia
hacia un “otro” desconocido, producto generalmente de un imaginario al que los grupos de
mayores ingresos asocian con el “flaite”. Es precisamente en el espacio urbano público, donde
la intervención del estado puede estimular oportunidades de contacto e integración.
Según algunos autores actualmente las condiciones están dadas para un mayor contacto social.
Para Sabatini et al. (2001), la segregación residencial está disminuyendo producto de la
modificación de los patrones de segregación o reducción de las escalas de segregación
residencial, dada por la ocupación de zonas populares de la ciudad, por parte de grupos
socioeconómicos altos y medios altos, lo que constituiría una oportunidad para la integración a
partir de la cercanía en un territorio común.
Las distancias entre grupos disímiles, en algunos casos se han acortado, sin embargo, parece
ser que esta proximidad no es sinónimo de integración plena. Las relaciones más cercanas se
dan en una dimensión funcional de patronazgo dado los servicios que ofrecen los pobladores
humildes de la periferia en tareas de jardinería y servicios domésticos (Salcedo y Torres, 2004).
La existencia de la vida cotidiana en espacios paralelos, es decir, en una forma distinta y desigual
de relacionarse con la ciudad, parece uno de los hechos relevantes de esta “integración” que
reduce las posibilidades de encuentro. Según Márquez (2003), “La relación con el otro, el más
pobre o el que habita los extramuros del condominio, se construye esporádicamente, ya sea
desde la relación de servicios (las nanas, los jardineros, los maestros) o la caridad, una caridad
mediatizada por el colegio” (2003:8).
La cercanía entre grupos distintos constituye una oportunidad para estimular la integración,
siendo los bienes urbanos públicos, tales como plazas, parques y calles el soporte físico para
que esto ocurra.
Por otro lado, el ámbito urbano de integración se refiere a la equidad, es decir, el acceso a bienes
de la ciudad, entre ellos equipamientos, distinto tipos de servicios, conectividad, transporte y
espacios públicos. Dicho de otro modo, es la relación cotidiana de los individuos con la ciudad y
la posibilidad de acceder a una mejor calidad de vida urbana. En este sentido, para Jirón (2009)
la desigualdad urbana se ha reducido al de la segregación residencial, ignorando que la
desigualdad puede manifestarse en otras dimensiones tales como el acceso a la salud, a la
educación, al empleo, al ocio, y al transporte, es decir, en dimensiones más cotidianas de la vida
de la población, afecta su felicidad o genera infelicidad. “La construcción de autopistas urbanas
de alta velocidad promueve los privilegios para ciertos grupos con acceso a automóviles,
mientras se definen sistemas de transporte público, siendo éstos de mala calidad para que los
usen otros grupos” (Jirón 2010: 117).
Fig. 1: Segregación social urbana por efectos del mercado: concentración de conjuntos de viviendas sociales en la
periferia nor-oriente de la ciudad de Rancagua en la región de O´Higgins. Fuente: Elaboración propia a partir de Google
Earth Pro.
Por lo tanto, la integración social urbana es la percepción de pertenencia y acceso en igualdad
de condiciones (o equitativamente) a los beneficios y oportunidades que entrega la ciudad como
hábitat, además de la posibilidad de acceder e interactuar con otros distintos, en lugares
compartidos
que
pueden
llegar
a
ser
comunes
y
propios.
En este sentido, ¿Qué están proponiendo las políticas públicas para promover la integración
social?
Fig. 2: Efectos de la segregación urbana por falta de inversión pública; “áreas verdes” y vida cotidiana en la periferia
urbana de la ciudad de Punta Arenas, región de Magallanes. Fuente: Archivo propio
Políticas de Desarrollo Urbano e Integración Social: Una Tarea Pendiente
Si bien existe un acuerdo generalizado sobre la necesidad de abordar la segregación en las
ciudades, las políticas públicas actuales no han abordado de lleno este fenómeno. La Política
Nacional de Desarrollo Urbano (PNDU), en general y algunos programas de regeneración de
barrios y mejoramiento urbano, en particular, han intentado aproximarse al problema.
La PNDU [1] propone una serie de 4 ámbitos temáticos o directrices que buscan guiar el
desarrollo de las ciudades chilenas: Integración social / Desarrollo económico / Equilibrio
ambiental / Identidad y patrimonio. El ámbito de la integración social aparece como primera
relevancia, asumiendo que gran parte de las ciudades en Chile presentan desigualdad urbana y
segregación social, dañando la competitividad y sustentabilidad de las ciudades. La nueva
política promueve que las ciudades sean lugares inclusivos donde las personas se sientan
incorporadas al desarrollo y a los beneficios de la ciudad, dados por el “acceso a los espacios
públicos, educación, salud, trabajo, seguridad, interacción social, movilidad y transporte, cultura,
deporte y esparcimiento. Este objetivo debe ser prioridad nacional” (MINVU 2014: 23).
Los objetivos se resumen de la siguiente manera (MINVU 2014:31):
Fig.3: Objetivos de la Integración Social de la Política Nacional de Desarrollo Urbano. Fuente: Elaboración propia a partir
del documento MINVU 2014
En suma la política declara, por un lado, la importancia de reducir las escalas de segregación
residencial acercando e integrando en el territorio a diferentes clases sociales, y por otro,
promover la equidad urbana garantizando el acceso a bienes urbanos a los distintos grupos
señalando que se debe “fomentar un diseño urbano y una arquitectura de edificaciones públicas
de calidad en todas las áreas de la ciudad, especialmente en los lugares de mayor vulnerabilidad
social” (MINVU 2014:30).
En este sentido el MINVU ha demostrado avances importantes en la instalación de políticas de
regeneración y mejoramiento urbano. Hasta hace poco tiempo, el foco y principal objetivo del
ministerio estaba únicamente puesto en la reducción del déficit habitacional: construcción de
viviendas sociales a través de subsidios con participación del sector privado. Sin embargo
programas como el de “Pavimentos Participativos”, el mejoramiento de “Condominios Sociales”
y el programa “Quiero mi Barrio” se han enfocado en la recuperación de espacios públicos y
comunitarios, intentando mejorar de manera integral conjuntos de viviendas mayoritariamente
gestionadas por el propio MINVU y que no cuentan con la calidad constructiva ni la
preocupación, por la localización y equipamientos de los actuales conjuntos.
El caso del Programa de Recuperación de Barrios, “Quiero mi Barrio”, es significativo: desde el
año 2006, se han mejorado más de 300 barrios a lo largo del país y esperando llegar a más de
500 al año 2018. La regeneración de barrios ubicados en su mayoría en las periferias urbanas
de áreas metropolitanas y ciudades intermedias, se enfoca en conjuntos residenciales con
serios déficit de accesibilidad, áreas verdes y acceso a equipamientos y servicios. La intervención
se considera tanto desde una dimensión urbana, como también social a través de procesos
participativos. El programa ha avanzado en equidad, proveyendo y dando acceso a
equipamientos, servicios, áreas verdes y principalmente espacios públicos de buena calidad a
los sectores más desprovistos de las ciudades.
La selección de los barrios a recuperar se realiza a través de procesos concursables. Los
municipios postulan barrios que pertenecen a “zonas prioritarias” de intervención definidas
previamente por el MINVU. Estas “zonas prioritarias” están emplazadas en áreas urbanas de
vulnerabilidad definidas en base a indicadores de deterioro urbano y vulnerabilidad social, por
lo que los barrios a intervenir debiesen corresponder a los sectores más deteriorados y
empobrecidos de las ciudades, con el objeto de superar brechas de acceso a bienes urbanos.
Con todo, ¿de qué forma las políticas recientes de regeneración urbana están promoviendo la
integración real a través de la cercanía entre grupos sociales distintos y no sólo a través de la
equidad en el acceso a bienes urbanos?, ¿cómo las “zonas prioritarias” del programa “Quiero mi
Barrio”, zonas sólo de pobres, estimulan esta integración social real generando espacios
públicos de integración?
El plan “Chile Área Verde”[2] , otra iniciativa del MINVU busca avanzar en equidad construyendo
más de 30 parques urbanos en distintas ciudades de Chile, buena parte ubicados en periferias
altamente segregadas, repletas de viviendas sociales constituyéndose, probablemente, en
nuevos espacios públicos para pobres.
Fig. 4: Inversiones públicas en pro de la equidad urbana en la periferia suroriente de la ciudad de Santa Cruz en la región
de O´Higgins. El rojo corresponde a la intervención del programa “Quiero mi Barrio” del MINVU y el polígono amarillo
señala la superficie que ocupará el “Parque La Paz”, iniciativa del “Plan Chile Área Verde” del mismo ministerio. Fuente:
Elaboración propia a partir de Google Earth Pro
Evidentemente hay un avance significativo y necesario en equidad urbana, pero tal vez falte
comenzar a tomar en cuenta a los programas de regeneración como una oportunidad de
integración, aprovechando aquellos territorios donde naturalmente se da la cercanía entre
grupos socioeconómicos distintos, estimulando una integración física y cotidiana en encuentro
con un “otro” distinto. A la existencia de “zonas prioritarias” podríamos agregar “zonas de
integración” que también consideren inversión del estado.
Fig. 5: Espacios públicos de calidad en sectores centrales y accesibles de la ciudad. El Parque Bicentenario de la Infancia
dentro de sus objetivos busca habilitar un nuevo espacio de acceso al cerro San Cristóbal por su borde poniente,
incorporando a un conjunto de poblaciones populares de la comuna de Recoleta en Santiago. Su conexión a través del
metro, además de la calidad de sus instalaciones promueve el uso de distintos grupos sociales. Fuente: Plataforma
Arquitectura.
Obtenido
de
http://www.plataformaurbana.cl/archive/2012/08/21/guia-urbana-de-santiago-parque-
bicentenario-de-la-infancia/
[1] Política elaborada por una comisión asesora presidencial con el objeto de instalar objetivos
y líneas de acción para mejorar la calidad de vida en las ciudades. Extraído del documento
“POLÍTICA NACIONAL DE DESARROLLO URBANO. Hacia una nueva política urbana para Chile”
Enero de 2014. Obtenido en http://politicaurbana.minvu.cl/wp-content/uploads/2012/11/L4Politica-Nacional-Urbana2.pdf
[2] El Plan Chile Área Verde (medida 26) contempla la construcción de 34 nuevos parque urbanos
para el período 2014-17, con una inversión total de $ 111 mil millones. Los proyectos han sido
seleccionados con criterios de equidad territorial y social, para mejorar la calidad de vida de las
familias y comunas con altos niveles de vulnerabilidad. 30 de los parques son financiados con
recursos del Ministerio de Vivienda, a los que se suman 4 parques adicionales -tres en la Región
Metropolitana y uno en el Bio Bío- con recursos del GORE. La población beneficiada es de casi 4
millones de personas. Obtenido en http://www.minvu.cl/opensite_det_20140517155301.aspx
ACERCA DEL AUTOR
Alberto Gómez Arancibia
Arquitecto Universidad de Santiago de Chile (2001), Magíster en Hábitat Residencial
Universidad de Chile (2015).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. CEPAL (2007) “Cohesión social: inclusión y sentido de pertenencia en América Latina y el
Caribe”. Santiago de Chile, mayo de 2007
2. Jirón Paola (2009) “Prácticas de movilidad cotidiana: un análisis para revelar desigualdades
en la ciudad”. En Manuel Tironi Rodó y Fernando Pérez Oyarzún editores), SCL / Espacios,
Prácticas y Cultura Urbana (Ediciones Arq, Escuela de Arquitectura, Universidad Católica de
Chile, 2009)
3. Jirón M. Paola (2010) “Posibilidades de socialización e integración: la movilidad en Santiago
de Chile” En “Mutaciones de lo colectivo, desafíos de integración Colección cátedra Michel
Foucault. Ximena Poo y Judith Streff editoras. Universidad de Chile – Embajada de Francia,
2010
4. Katzman Rubén. (2001) “Seducidos y abandonados: el aislamiento social de los pobres
urbanos”. Revista de la CEPAL 75. Diciembre de 2001
5. Márquez Francisca (2003) “Identidad y fronteras urbanas en Santiago de Chile”. PAT – 8
Simposio, Transformaciones metropolitanas y planificación urbana en América Latina. Abril
de 2003.
6. Ministerio de Vivienda y Urbanismo MINVU (2014). “Política nacional de desarrollo urbano.
Hacia una nueva política urbana para Chile” Rescatado el 10 de abril de 2014 en
http://politicaurbana.minvu.cl/wp-content/uploads/2012/11/L4-Politica-NacionalUrbana2.pdf
7. Rodríguez, Alfredo y Winchester, Lucy. (2001) “Santiago de Chile: metropolización,
globalización, desigualdad”. EURE (Santiago), 27(80), 121-139.
Sabatini Francisco, Cáceres Gonzalo y Cerda Jorge. (2001) “Segregación residencial en las
principales ciudades chilenas: tendencias de las tres últimas décadas y posibles cursos de
acción”. Revista EURE (Vol. XXVII, N°82) pp. 21-42 Santiago de Chile, diciembre de 2001.
8. Salcedo Rodrigo y Torres Álvaro (2004) “Nuevos barrios enrejados: ¿muro o frontera?” En
“Barrios cerrados en Santiago de Chile: entre la exclusión y la integración residencial”
Gonzalo Cáceres y Francisco Sabatini Editores. Lincoln Institute of land policy, Instituto de
geografía PUC, junio de 2004.
9. Wormald Guillermo, Flores Carolina, Sabatini Francisco, Trebilcock María Paz y Rasse
Alejandra (2012) “Cultura de cohesión e integración en las ciudades chilenas” En Revista INVI
N° 76 / Noviembre 2012 / Volumen N°20: 166-182

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