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RACHEL SEARLES
PRIMER CAPÍTULO
CAPÍTULO UNO
E
l chico abrió los ojos a un cielo del color de la mantequilla derretida con una sensación de inexplicable
terror. Inspiró una bocanada de aire y se sentó. El dolor lo
siguió un segundo más tarde, sacudiéndole la parte trasera
de la cabeza como un garrote.
El mundo estaba borroso a su alrededor. Intentó recordar algo: dónde estaba, cómo había llegado ahí. Por qué
le dolía la nuca. Por qué apenas veía.
Nada.
Apartando la confusión, se apoyó sobre una rodilla
para levantarse con un gruñido. El aire húmedo parecía
vibrar, pero no sabía si era real o lo estaba imaginando.
Entornó los ojos con dificultad para vislumbrar la forma
gris de un edificio cercano, y algo vasto y verde detrás de él.
¿Qué era este lugar?
Una mano aterrizó en su hombro. Con un grito de sorpresa, se volvió y vio a alguien borroso agacharse a su lado. Le
llevó un momento entender lo que la persona estaba gritando.
—¿Quién eres? ¿Cómo has atravesado la verja?
¿La verja? Sacudió la cabeza. Algo empezó a crecer
en su pecho, una burbuja de información vital, ¿qué era?
Su boca trabajó silenciosamente, intentado encontrar las
palabras que bailaban en la punta de su lengua. El dolor
aumentó, aplacando todo lo demás, y sintió cómo todo se
desvanecía.
—¡Guía la estrella! —gritó justo antes de que la oscuridad lo engullera.
—¡Eh! ¡Eh, despierta!
Abrió los ojos. El brillo cegador del sol se había esfumado, estaba en algún lugar sombrío y tranquilo, respirando aire de interior. Un chico con el pelo oscuro se inclinó
sobre él, estudiando su cara.
—Aquí estás.
Se esforzó un momento por formar una pregunta.
—¿Dónde estoy?
—Te he traído adentro. Estás a salvo. Estás en mi
casa.
Contempló al chico pálido de rostro anguloso. ¿Era la
misma persona que le había hablado fuera?
—Eh… ¿quién eres?
—Vale, bienvenido. Yo soy Parker. Por Taras, ¿quién
eres tú? ¿De dónde vienes?
Dejó que la pregunta fluyera por su cabeza y miró
más allá de Parker para ver el entorno. Estaba tumbado en
una cama, en una pequeña habitación vacía. La única luz
se filtraba por una puerta abierta. Volvió la cabeza para ver
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qué había más allá de la puerta e hizo una mueca de dolor
cuando un latido estalló detrás de sus ojos.
Parker se había cruzado de brazos, como si estuviera
esperando algo. ¿Conocía a este Parker? No lo creía. Sus
párpados se volvieron pesados y empezaron a caer.
—No, no. Mantente despierto. —Parker se agachó
y le abofeteó las mejillas suavemente, aunque parecía que
hubiera utilizado un martillo. Ráfagas de dolor cruzaron el
cráneo del chico y él gritó.
Parker levantó las manos.
—¡Perdona! Caramba, ¿qué te ha pasado?
—Qué ha pasado —repitió, buscando una respuesta. La
confusión que había sentido fuera empezó a crecer de nuevo.
—Eh, vale. ¿Cómo has atravesado la verja?
—¿La verja?
Parker sacudió la cabeza.
—¿Qué te pasa, tío?
—¿Tío? —Se sentía un completo idiota repitiéndolo
todo, pero era como si su cerebro hubiera sufrido un cortocircuito. ¿Por qué no conocía las respuestas a esas preguntas? ¿Por qué no sabía nada?
—Vale, ¿cuántos años tienes, trece? —preguntó Parker con el aire autoritario de alguien mucho mayor. No
debía de tener más de catorce años.
«¿Cuántos años tengo?»
—No lo sé —admitió.
—¿No sabes cuántos años tienes? ¿Cómo es posible?
—No… no lo sé.
—¿Qué quieres decir con que no lo sabes? ¿Quién eres?
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«¿Quién soy?» Se quedó mirando los ojos grises de
Parker y su confusión empezó a transformarse en miedo.
—No lo sé —repitió una tercera vez, su voz tornándose un suspiro.
El rostro de Parker se iluminó con una sonrisa.
—¿Estás quedándote conmigo? Se te ha debido revolver el cerebro. Sé qué hacer… espera un segundo. —Salió
de la habitación y volvió un minuto más tarde; colocó un
espejo delante de la cara del chico.
Haciendo una mueca de dolor, el chico se apoyó sobre un codo y cogió el espejo con la otra mano para sostenerlo. Se le revolvió el estómago y su corazón se disparó.
Un extraño con el pelo rubio y la cara cenicienta le miraba
desde el espejo con ojos salvajes.
Un profundo suspiro desvió su atención del espejo.
—Oh, caramba —dijo Parker, mirando algo detrás
del chico.
Un cosquilleo de pánico le recorrió la piel.
—¿Qué?
Parker retrocedió hasta la puerta.
—Voy a llamar al médico —dijo rápidamente. Se dio
la vuelta y salió corriendo, el eco de sus pisadas retumbó
por el pasillo.
Frenético, el chico de la cama giró la cabeza a los lados. Explosiones de dolor lo devolvieron a la inconsciencia,
pero no antes de entrever la mancha roja en la funda de la
almohada.
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Unos dedos cálidos y firmes presionaron su cuello, palpándolo amablemente. Una mano sostuvo su cabeza
mientras le levantaba de la cama la parte superior del
cuerpo. Los dedos se movieron para adentrarse en su
pelo. Alguien estaba hablando en voz baja y calmada,
pero su cerebro solo procesaba fragmentos de palabras: la
verja, latido, riesgo.
Sintió que empezaba a alejarse de nuevo y forzó a sus
ojos a que se abrieran. Un hombre con gafas y una barba
moteada de gris estaba inclinado sobre él. Cuando sus miradas coincidieron, el hombre sonrió.
—Hola. Soy el Dr. Silvestri. Me gustaría examinar
más a fondo la herida que tienes en la nuca, así que necesito
que te eches sobre un lado. ¿Puedes hacerlo? —Agarró el
hombro derecho del chico y lo ayudó a volverse. Un dolor
agonizante descendió desde su cabeza hasta la mitad de sus
hombros y el chico gimió.
—En una escala del uno al diez, ¿cuánto te duele? —
preguntó el médico.
—¿Nueve? —gimió el chico, con la voz amortiguada
por la almohada. El dolor se extendió en oleadas, bloqueando el resto de sus pensamientos. Sus dedos se aferraron a
las sábanas.
—De acuerdo, espera un momento. —Hubo un sonido vibrante y el médico desplazó una mano por la mandíbula del chico y presionó algo contra su nuca. Una sensación de frío se extendió por la zona y el dolor desapareció
enseguida, fue como encender un interruptor. El chico se
hundió en el colchón, aliviado.
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—¿Puedes volverte un poco más? —Algo al lado de la
oreja del chico hizo una serie de clics—. Vamos a limpiarte
esto. —El Dr. Silvestri suspiró con fuerza.
El pulso del chico se disparó.
—¿Qué?
—Eh, ¿eso es…? —La voz de Parker sonó en la habitación.
—Fuera de aquí, Parker —dijo el médico.
—Oh, ¡venga!
—Ahora.
Se oyó un resoplido y después un portazo.
—Lo siento —dijo el Dr. Silvestri—. En un segundo
te hablaré de la herida, pero creo que he encontrado algo
que puede ayudarnos.
El chico esperó, sin sentir nada, solo el rápido latido
de su corazón en los oídos.
—Parker me ha dicho que no te acuerdas de tu nombre —murmuró el médico mientras trabajaba.
—No —dijo el chico con voz débil.
—Bueno, a ver qué podemos hacer con eso. De acuerdo, te la he vendado. Era solo una herida superficial; la pomada que he utilizado debería curarla en unas doce horas.
Ya puedes darte la vuelta.
Cuando el chico se volvió, el Dr. Silvestri estaba
echando un líquido transparente en un plato de vidrio plano. Lo removió un poco y le mostró una pequeña mancha
negra en el fondo del plato.
—Me imagino que no sabías que tenías un microchip
implantado bajo tu cuero cabelludo, ¿no?
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El chico se inclinó para mirar de cerca y sacudió la
cabeza.
—¿Significa eso que puedes decirme quién soy?
—El chip se ha dañado, pero parece que hay información que se puede leer. Lo escanearé ahora mismo. —El
médico sacó un dispositivo portátil de una caja que había
en el suelo y colocó dentro el pequeño chip durante unos
segundos—. Nos llevará unos minutos hacer el análisis.
El chico se hundió en la almohada. En unos minutos
su confusa pesadilla se habría esfumado. Miró la pequeña
habitación sin ventanas, que tan solo tenía la cama en la que
estaba tumbado y un compartimento al lado de la puerta.
—¿Dónde estoy?
—Estás en la casa de Asa Kaplan, en el Distrito Wesley. Estamos a las afueras de Rother City. —El doctor hizo
una pausa y añadió—: Estamos en el territorio este… en el
planeta Trucon.
Si el médico hubiera sido más concreto, al chico le
habría dado lo mismo… ninguno de aquellos nombres le
resultaban familiares. Se acordó del extraño cielo amarillo
que había visto fuera y sacudió la cabeza.
—Tienes suerte de haber llegado aquí a salvo. —El
Dr. Silvestri inspiró como si fuera a decir algo más, pero
se detuvo—. Parker me ha contado que le has dicho algo
antes de que te trajera aquí.
Recordó las palabras que le había dicho con urgencia,
pero no entendió por qué era importante repetirlas.
—Guía la estrella. No sé lo que significa. —Se quedó
mirando los pies de la cama y su visión brilló y se duplicó.
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¿Por qué no podía acordarse? ¿En qué problemas se había
metido?
El Dr. Silvestri puso una mano en su brazo.
—Relájate. ¿Cómo está tu cabeza, Chase?
—Bien —murmuró el chico, mirando a otro lado
mientras le limpiaba la cara. Cuando se dio cuenta de lo
que había dicho el médico, levantó la mirada—. ¿Chase?
El Dr. Silvestri juntó los labios en una sonrisa, pero se
detuvo cuando vio la confusión del chico.
—¿No te resulta familiar?
El chico levantó las cejas, inseguro.
—¿Mi nombre es Chase?
—Sí. —El Dr. Silvestri miró la pantalla de su dispositivo—. Aquí dice que tu nombre es Chase Garrety.
Chase bajó la cabeza, decepcionado. Había esperado
que su nombre le resultara familiar, que le hubiera devuelto
sus recuerdos como una llave que te lleva a la seguridad de
un hogar. En lugar de eso, le sonaban como dos palabras
arbitrarias, como si le hubiera dicho que se llamaba Camisa
Azul o Lana Fantástica.
—¿Lo has visto en el chip? —preguntó Chase una vez
que pudo controlar su voz.
—Sí. Hay más información en el chip además de tu
nombre, pero está muy dañado. Voy a llevármelo a mi laboratorio para ver si puedo recuperar algo de información.
También he tomado una muestra de tejido, en caso de que
necesitemos usar registros de ADN para ubicarte.
—¿Qué debería hacer?
El Dr. Silvestri lo miró con una expresión serena.
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—Te voy a decir la verdad. La herida de tu cabeza
no es algo que suela ver a menudo, particularmente no en
alguien tan joven como tú. Parece… —Hizo una pausa un
momento, mirándose las manos—. Es la marca de una detonación. Lo sé por los pequeños radios y las esquinas quemadas. Parece como si alguien hubiese disparado una pistola en tu nuca. A baja frecuencia, por supuesto, si no, no
estarías aquí, pero… parece como si te hubieran atacado.
«¿Atacado?» Algo sacudió su interior, pero no conseguía obtener detalles, no tenía sentido.
—¿Y de verdad no te acuerdas de nada? —preguntó
el médico—. ¿Ni siquiera tienes algún recuerdo parcial o
una imagen?
Chase cerró los ojos y deseó recordar, pero su mente
estaba exasperantemente vacía. Sacudió la cabeza.
—Me gustaría que te quedaras aquí un tiempo. No
sabemos qué te ha pasado o quién te lo ha hecho. Si hay un
sitio en el que sé que estarás a salvo, es aquí, en el recinto
de Kaplan. ¿Te parece bien?
Chase dudó.
—¿No hay aquí alguien con quien pudiera contactar
para pedir ayuda? ¿Ver si alguien me está buscando?
El Dr. Silvestri sostuvo la mirada de Chase un largo
momento. Parecía que hubiera algo importante que quisiera decir, pero suspiró y sonrió.
—Deja que yo me encargue de todo por ahora. Haré
una búsqueda de tu nombre en las bases de datos locales,
veré qué encuentro.
Escarbó en su equipo y sacó un frasco claro.
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—Voy a darte algo que va a hacer que te sientas mucho mejor. Descansa y volveré tan pronto como sepa algo.
—Puso el frasco en un cilindro de metal delgado con un
disco plano al final y lo presionó contra el interior del codo
derecho de Chase.
Chase sintió un sueño tranquilo mientras le inyectaba la medicina. Estaba a salvo. El chip tenía las respuestas.
El médico le iba a ayudar.
—Te veré muy pronto —dijo el Dr. Silvestri mientras
se levantaba—. No te preocupes. Ya has sobrevivido a lo
peor. Resolveremos esto. —Salió de la habitación y apagó
la luz cuando se fue.
Mientras notaba los latidos de su corazón, Chase tuvo
la sensación de estar flotando. Lo último que vio fue una
silueta de pie en el marco de la puerta, y después se perdió
en la oscuridad.
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CAPÍTULO DOS
E
n la habitación a oscuras, Chase se dormía y se despertaba continuamente, ajeno al tiempo o a la preocupación. ¿Habían pasado horas? ¿Días? Cuando las piezas de su
conciencia empezaron a unirse, se quedó mirando el techo
con cara de confusión durante unos instantes. Entonces lo
recordó: Parker, el médico, el microchip… y su memoria
perdida, una pregunta sin respuesta que le perseguía.
Salió de la cama y empezó a caminar a través de la oscuridad, buscando a tientas por la pared hasta que dio con
la puerta. La habitación daba a un pasillo que recibía luz de
las altas ventanas esmeriladas. Entornando los ojos, Chase
bajó la vista y se dio cuenta de que llevaba un pijama gris.
Se internó en el pasillo y, al final, llegó a una amplia
sala llena de muebles elegantes. En la habitación había más
ventanas esmeriladas, que dejaban pasar la luz del día, y,
como el pasillo, estaba en silencio y vacía. ¿Dónde se había
metido la gente que vivía en esta casa? Chase se sentó en
uno de los sofás un momento para pensar. Se le ocurrió que
podría encontrar la puerta principal e irse, pero, ¿adónde
iría? Se preguntó dónde andaría el Dr. Silvestri y cuándo
volvería a hablar con él.
—Por fin estás despierto.
Chase se giró, sorprendido. Parker estaba en la puerta, retirándose el pelo oscuro de los ojos.
—Pensaba que ibas a dormir para siempre. ¿Cómo
está tu cabeza?
La mano de Chase se movió al vendaje que tenía en la
nuca. No podía creer que se hubiera olvidado de su herida,
pero lo había hecho. El dolor se había esfumado.
—Estoy bien, creo.
—¿Te acuerdas de quién soy?
—Eh, Parker, ¿no? —Por un segundo, Chase dudó de
su respuesta.
Parker asintió.
—¿Y quién eres tú?
—Soy… Chase.
—¿Y de dónde eres? —Parker hizo la pregunta rápido, como si lo estuviera probando.
Chase abrió la boca para responder y la cerró con la
expresión confusa que parecía que tenía constantemente.
—No me acuerdo.
Algo parecido a una sonrisa cruzó el rostro de Parker.
—Vaya, qué rabia. Pero al menos te acuerdas de tu
nombre. —Chase frunció el ceño y Parker añadió—: Lo que
quiero decir es que sea cual sea el daño cerebral que tengas, al
menos eres capaz de tener nuevos recuerdos. Está bien, ¿no?
Era verdad, pero había algo extraño en el modo de
Parker de mencionar el daño cerebral, como si solo se
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tratara de un esguince de tobillo. ¿Y por qué hablaba como
si fuera un experto en recuerdos? Chase cruzó los brazos
por delante del pecho.
—¿Dónde está todo el mundo?
Parker se dirigía hacia un brillante panel negro en la
pared, pero miró atrás y levantó las cejas.
—¿Quién?
—Las otras personas que viven aquí, no lo sé. ¿Tus
padres?
—Mis padres están muertos.
Chase agachó la cabeza, con las mejillas rojas.
—Oh, lo siento.
—No lo sientas. Llevan muertos mucho tiempo. Vivo
solo.
—¿Solo? Pareces tener trece años.
—Catorce —corrigió Parker. Se encogió de hombros
y se volvió hacia el panel.
Tenía que ser mentira. Un chico tan joven no podía
vivir solo.
—El Dr. Silvestri dijo que era la casa de alguien más.
Asa no se qué.
—Kaplan. —Parker tecleó algo en el panel, dándole
la espalda a Chase—. Sí. Técnicamente esta es su casa aquí
en Trucon.
—¿Ya no vive aquí? ¿Es tu tío o algo?
Parker suspiró y, tras un minuto, Chase imaginó que
iba a ignorar su pregunta. Finalmente, se dio la vuelta.
—Asa es el dueño de unas empresas de tecnología.
Mis padres trabajaban con él. Murieron en un accidente
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cuando yo era un bebé y Asa me acogió como su pupilo
y me envió a vivir a este recinto. Pero él nunca ha vivido
aquí.
—¿Cómo puedes estar aquí solo? ¿Qué haces durante
todo el día? —preguntó Chase—. ¿Vas al colegio?
Parker puso cara de exasperación.
—No hay muchas cosas que hacer. Estudio, juego.
Como, duermo. Lo que hace la gente normal. —Se inclinó
contra la pared y entrecerró los ojos—. ¿Qué haces tú durante todo el día?
La mente de Chase buscó automáticamente una respuesta a esa pregunta, y de nuevo vio que todo seguía en
blanco. Frunció el ceño y negó con la cabeza.
—¿Y qué significa «guía la estrella»?
—No lo sé. —Chase se sintió estúpido admitiendo
que no tenía ni idea de lo que significaba cuando había sido
él quien lo había dicho.
—Inténtalo. ¿No encuentras ningún recuerdo personal?
¿Pensaba Parker que no lo estaba intentando?
—No. ¿Dónde está el Dr. Silvestri?
—En su casa, supongo. ¿Y algún sentimiento fuerte?
¿Recuerdas sentir miedo? ¿Enfado?
—No —contestó Chase—. ¿Quieres dejarlo? No recuerdo nada, y no estás sirviendo de ayuda.
Parker pareció sorprendido un momento, y después
su rostro se quedó inexpresivo.
—Bien —murmuró. Le dio a un botón en el panel,
una pantalla se iluminó en la pared y empezó a reproducir
un video de una multitud de personas en una calle.
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Una franja negra apareció directamente debajo de la
pantalla, ensanchándose mientras el panel de la pared se
deslizaba hacia arriba. Chase miró con asombro cómo una
mesa, para dos y cubierta de platos de comida, se extendía
por la habitación. Al otro lado, unas secciones del suelo se levantaban silenciosamente para formar dos asientos, volteándose por arriba para dejar ver una parte acolchada. Parker se
sentó en uno de los asientos con forma de bando.
—¿No quieres desayunar?
Chase se quedó asombrado con todo lo que había sobre la mesa.
—¿De dónde viene esto?
—Autococina. Siéntate.
Chase se hundió en un banco, aspirando los olores de
una torre de roscas de pan con mantequilla, varias bandejas
de fruta y un bol de pequeñas bolas de gelatina roja.
—¿Pero quién lo ha hecho?
Parker lo examinó de nuevo y Chase no sabía si su
expresión era de incredulidad o de irritación.
—Es de un sintetizador de comida. ¿Vas a comer?
De repente su estómago rugió. Chase cogió una rosca
y se la comió de dos bocados. Crujiente y dulce, la mantequilla se disolvió en su boca. Cogió otra.
—Guau, no te atragantes. —Parker se inclinó sobre
su plato y observó cómo Chase atacaba la comida como si
no hubiera probado bocado en semanas. Tocó la pantalla
de vídeo de al lado de la mesa y el volumen subió. En la
pantalla, un hombre de rostro anguloso gesticulaba detrás
de un podio, hablando en una lengua extraña y fluida.
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—¿Qué estás viendo? —preguntó Chase con la boca
llena de bayas verdes.
—Me gustan las noticias —dijo Parker a la defensiva—. ¿Por qué, prefieres los dibujos animados?
Chase puso los ojos en blanco. El vídeo cambió y una
presentadora rubia apareció delante de un edificio ornamentado.
—Los líderes de muchos planetas están ya celebrando
la elección al nuevo presidente lyoliano famoso por su rígida
postura sobre el cierre de las redes de tráfico interplanetarias —dijo—. Aquí, en la capital, es un día importante, pero
como consecuencia de estos sorprendentes resultados, muchos están aguantando la respiración a la espera de la respuesta de los militantes de Karsha Ven del planeta. Retransmitiendo en directo desde Lyolia, Parri Dietz. Tu turno, Boris.
—¿Qué es Lyolia? —preguntó Chase.
La cabeza de Parker giró tan rápido que Chase prácticamente pudo oír el sonido del aire.
—¿Qué?
—Acabo de… de escuchar…
Parker se quedó mirándolo con intensidad durante
un momento. Señaló las noticias.
—¿Cómo se llama esto?
—Eh, ¿un vídeo?
—¿Qué sale por la mañana y se pone por la noche?
—¿Te refieres al sol?
—¿Un tenedor es un animal o un cubierto?
Chase se mofó.
—Un cubierto. ¿Por qué estás…?
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Parker levantó una mano y lo interrumpió.
—¿Cuántos planetas hay en la Federación?
—¿Qué Federación?
Los ojos de Parker se abrieron abruptamente.
—Quince. ¿Trucon es un planeta colonizado o un
planeta originario?
Chase sacudió la cabeza.
—Colonizado. ¿Cuál es la capital de la Tierra?
—¿La Tierra?
—¡Venga ya! La Tierra, tu planeta de origen. Eres un
terrícola, Chase. Vamos, tienes que saberlo.
Chase negó con la cabeza; los nombres y la información daban vueltas alrededor en su cabeza. ¿Cómo sabía
Parker que era un terrícola, fuera lo que fuese eso? ¿Qué
otras opciones había?
Parker lo observó.
—La noche después de que llegaras estuve leyendo
sobre la amnesia. Si sabes lo que es un vídeo o lo que es un
tenedor, significa que tu memoria semántica (la memoria
de los significados y la información) está intacta. Deberías
poder contestar a la mayoría de las preguntas más básicas
sobre la galaxia. ¿Cómo es que no sabes todo esto? ¿Cómo
es que no sabes si quiera que eres un terrícola?
Chase se sonrojó y empezó a balbucear algo sobre la
pérdida de memoria. El gran vacío en su cerebro era malo,
pero le pareció incluso peor darse cuenta de que lo ignoraba casi todo.
—¿Cómo sabes que no la he perdido también?
Parker entrecerró los ojos, sacudiendo la cabeza.
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—Después de que aparecieras ayer, el Dr. Silvestri y
yo nos imaginamos que probablemente hubieras escapado
de algún traficante de esclavos. Siempre están trasladando
a esclavos por los desiertos de aquí. Pero incluso un esclavo
sabría lo que es un terrícola, a menos que simplemente seas
idiota. ¿Creciste en un agujero de gusano? —Una sonrisa
apareció en el rostro de Parker. ¿Estaba disfrutando con esto?
—Está claro que no tengo ni idea de dónde he crecido —dijo Chase apretando los dientes.
Parker abrió la boca para decir algo más, pero sus ojos
parpadearon y, abruptamente, la sonrisa se desvaneció. Su
expresión se oscureció.
Chase miró por encima de su hombro. Para su sorpresa, una adolescente con el pelo largo y castaño había entrado en el salón. Sus ojos brillantes se toparon con Chase y se
dirigió a su silla con una mano extendida.
—Hola, Chase —dijo.
—Eh… ¿hola? —Se volvió y le dio la mano. Detrás
de él, oyó a Parker carraspear. ¿Por qué no había mencionado Parker a esta chica?
—Bienvenido a nuestra casa. Me llamo Mina. —Su
rostro estaba calmado, casi sin atisbo de expresión, pero
sus ojos azules permanecían fijos en él con una inquietante
intensidad.
Así que Parker había mentido sobre lo de vivir solo.
—Encantado de conocerte, Mina —murmuró.
—¿De dónde vienes?
¿De verdad no sabía nada de su amnesia o era este
otro intento de presionar a su cerebro para que respondiera?
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—No lo sé —dijo Chase después de una pausa—. No
me acuerdo.
—Entendido. —Se quedó mirándolo durante unos
incómodos segundos, analizándolo. ¿Qué tipo de bicho
raro era? Una adolescente normal habría intentado mantener una conversación o, al menos, habría parpadeado.
Parker lanzó un trozo de pan a la mesa, tirando migas
por la habitación.
—¿Qué quieres, Mina?
—Voy a salir a hacer unos recados. —Sus ojos no se
apartaron de Chase—. No te vayas de la casa. —Se volvió
y salió tan rápido como había llegado.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó Chase después de
que se fuera—. ¿Es tu hermana?
Los ojos de Parker se abrieron desmesuradamente.
—¿Estás…? Tienes que estar bromeando. —Se levantó de la mesa, sacudiendo la cabeza—. Sinceramente,
empiezo a creer que te has criado en un agujero de gusano.
Chase se quedó mirando el vídeo, apretando los dientes. Estaba claro que había muchas cosas que no entendía.
Parker no tenía por qué hacerle sentir tan estúpido.
—¿Cuándo va a volver el Dr. Silvestri?
—No lo sé. Eh, levántate. —Parker lo agarró por el
hombro—. Ven conmigo. ¿Quieres jugar a un juego de pilotaje? Tengo una buena plataforma virtual abajo.
—No quiero jugar a ningún estúpido juego —dijo
Chase, enfadado—. Necesito descubrir quién soy, ¿lo has
olvidado?
Parker levantó las manos y retrocedió.
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—Vale, tío. Lo que quieras. Haz lo que quieras.
Sintiéndose culpable por su reacción, Chase añadió:
—Pero gracias por el desayuno. Y por dejar que me
quede aquí.
—Como si tuviera elección —dijo Parker por encima
del hombro mientras salía.
Chase miró el vídeo, donde la gente bailaba en la calle. Todo lo que sabía era que tenían el mismo aspecto que
él. ¿Significaba eso que eran todos terrícolas? ¿Qué era lo
contrario a un terrícola?
Si no se acordaba de dónde era, lo mejor que podía
hacer era desandar sus pasos. Si había venido del desierto,
a lo mejor era en el desierto donde tenía que buscar pistas.
«No te vayas de la casa.»
«Sí, claro», pensó Chase, alejándose de la mesa. Se
dirigió al pasillo, salió del salón y pasó su habitación, hasta
que llegó a un recibidor con una gran puerta de metal. Tiró
para abrir la puerta y una oleada de calor lo golpeó.
El cielo era de un extraño color amarillo brillante y
había una calidez resplandeciente en el paisaje. Chase se
detuvo un momento con los ojos medio cerrados, empapándose de la calidez en su rostro. Intentó mirar alrededor,
pero era difícil ver con aquella cegadora luz solar. Un pasto
de un pálido verde se extendía detrás de él, salpicado de
algunos árboles retorcidos. Más allá del pasto, todo lo que
podía ver era una jungla adyacente con frondosas plantas
que parecían hojas gigantes, cada una con el ancho de los
hombros de un hombre. Dio un paso a la izquierda, con la
intención de rodear la casa.
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Algo salió disparado del césped hacia el cielo, una
forma larga y oscura que se movía a una velocidad pasmosa.
Chase dio un precavido paso hacia atrás, poniéndose una
mano sobre los ojos para aplacar de nuevo el brillo de la
luz. Entonces lo vio: una criatura escamosa y negra de al
menos el doble de su tamaño, con las alas extendidas como
un abanico y demasiadas extremidades. Se quedó helado,
aguantando la respiración.
Se dirigió directamente hacia él.
Un fuerte crujido eléctrico vibró en el aire y la criatura, de repente, rebotó, cayendo inexplicablemente atrás,
lejos de la casa. Chase olió el metal, y se le erizó el vello
de los brazos. La criatura cayó en la hierba del bosque y se
desvaneció, pero un segundo después, tres más se alzaron
en el aire.
Chase dio un traspié hacia atrás, hacia el recibidor, y
cerró de golpe la puerta de metal. En el interior de la casa,
una sirena sonaba con estridencia, aunque no se había dado
cuenta de cuándo había empezado. Se dio la vuelta para pedir ayuda y se encontró cara a cara con Parker.
—¿Qué estás haciendo? —gritó Parker—. ¿Estás
loco? ¡Defensa, secuencia de bloqueo!
La sirena se cortó y se oyó el pesado golpe seco de un
cerrojo en la puerta que había detrás de Chase. Su corazón
todavía latía con fuerza contra su pecho.
—¿Qué era eso?
—¿Te refieres a los Zinnjerha? —Parker se pasó una
mano por el pelo—. Caramba, si no sabes lo que son, está claro que no eres de Trucon. Si algo, algo, aparece en tu memoria,
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debería ser eso. El planeta entero está lleno de esos monstruos subterráneos. Podrían hacerte pedazos.
—¿Por qué… no ha llegado hasta mí?
—Hay una valla eléctrica protegiendo la casa —dijo
Parker, moviendo la mano en movimientos circulares—.
Pero no puedes ir andando por ahí fuera provocándoles.
Uno o dos o cinco no pueden pasar, pero si vienen doscientos a la vez no puedo prometerte que estaremos a salvo. Especialmente teniendo en cuenta cómo han estado actuando
últimamente.
—¿Todo el mundo vive así? —¿Por qué viviría alguien
en un planeta en el que no puede salir al exterior?
—No, en las ciudades hay una valla en un perímetro
de seguridad. Pero estamos muy lejos de ninguna ciudad.
En la mente de Chase se formó una imagen de dónde
estaban: en una casa solitaria en medio de ninguna parte.
Aparentemente, en un planeta que no era el suyo.
—¿Dónde me encontraste ayer?
—Fuera, en el patio, habías traspasado el perímetro.
Y sí, los Zinnjerha estaban intentando alcanzarte y destrozarte.
—¿Cómo llegué ahí?
Parker sacudió la cabeza.
—No lo sé. Nadie lo sabe. Por eso me dijo el Dr. Silvestri que no te dejara marchar.
Chase miró atrás, hacia la puerta.
—¿Podría ir a algún otro lado si quisiera?
—En realidad, no. —Parker se encogió de hombros—. Lo siento. Estás atrapado aquí por ahora.
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La ansiedad se coló en el estómago de Chase. El Dr.
Silvestri le había parecido simpático cuando le contó que
estaba más seguro en el recinto. Pero esa no era la verdadera
razón por la que le había pedido que se quedara. Sospechaba acerca de cómo Chase había conseguido entrar.
Parecía que no podía fiarse de nadie.
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