la rioja - Coca-Cola
Transcripción
la rioja - Coca-Cola
GANADORA AUTONÓMICA LA RIOJA Maider Mendive – IES Gonzalo de Berceo (Sección Rincón) “¿No ves la luz roja? Porque yo la vi hace años. Tu vida ha llegado a su fin. Hoy soy yo quien te hará pagar por lo que me hiciste” – me dijo una voz con un tono despectivo y cruel, pero a la vez un tanto conocida. – Steven, despierta o llegarás tarde a clase. Ya son las 8:00. ¡Eres un vago! Siempre aprovechando hasta el último momento. Como de costumbre, mi agradable madre me deseaba los buenos días de su nada espléndida manera. El sol entraba por mi ventana. Era una cálida mañana de primavera. El día estaba despejado, por lo que creí que iba a ser una gran jornada. Aunque, de repente, un pensamiento invadió mi cabeza: ¿Qué había soñado? No recordaba nada. Todo me parecía muy extraño. Caí en la cuenta de algo relacionado con una luz roja. No sabía por qué. Ni siquiera me hacía una mínima idea. También creía recordar algo relacionado con el fin. La voz que me hablaba era bastante peculiar, como si la hubiera escuchado antes. Salí de casa con la espalda cargada. La cabeza no paraba de darme vueltas. Decidí leer mientras caminaba. Saqué de mi mochila un libro que me encantaba. Se titulaba La vuelta al mundo en 80 días, del gran Julio Verne. Siempre conseguía distraerme con él. Aquel día no fue así. El pensamiento tan desconcertante seguía en mi cabeza. Por fin llegué a casa de mi mejor amigo, Roy. Era paralítico desde que tenía 3 años. Nos conocíamos desde la infancia. Roy era un chico que solía ser objeto de numerosas burlas ya que iba en silla de ruedas. Yo lo admiraba de verdad. Siempre mostraba su lado más fiel y sincero conmigo. Nunca nos enfadábamos. O bueno, casi nunca. Confiaba en él plenamente. Siempre le contaba mis mayores secretos, problemas e incluso temores. Era muy abierto conmigo, excepto cuando hablábamos de su parálisis. Cada vez que le preguntaba por qué era paralítico, se molestaba. No entendía nada, pero prefería no darle vueltas al tema. Tras casi veinte minutos caminando llegamos al instituto. La jornada transcurrió sin problema alguno. Mi felicidad iba en aumento. Había aprobado la recuperación de Química y mi nota en el examen de Lenguaje había sido excelente. Nada podría ir mejor. Hasta que, de repente, ese oscuro y frío pensamiento volvió a rondar en mi mente. Los días pasaban y yo seguía sin recordar lo que había soñado. Decidí salir a caminar solo un rato para ver si conseguía despejarme. Error por mi parte. Solo conseguí darle más y más vueltas a la cabeza. Llegué al parque de la Avenida Miraflores. Estaba totalmente vacío. Ese lugar me traía muy buenos recuerdos. Allí había pasado mis mejores momentos junto a mi mejor amigo. Me dispuse a sentarme en uno de los columpios. Oí un carraspeo detrás de mí. Cuando me di la vuelta pude observar a Roy mirándome de manera desafiante. Yo lo saludé con educación. – Hola Roy, ¿qué te trae por aquí? No obtuve respuesta. Se limitó a mirarme y nada más. Entonces supe que algo no iba bien. Todo mi cuerpo se estremeció. Quise ahogar un grito pero finalmente me decidí a preguntar. – ¿No piensas hablarme? ¿Qué te pasa? Yo veía en sus ojos cómo el fuego brotaba por sus pupilas. Su enfado iba en aumento. Al final, se decidió a contestarme. – Te explicaré lo que me pasa – dijo de una manera muy brusca. – Hace ya 12 años yo era feliz. Sabía que un globo podría llegar a la luna y que al final del arcoíris habría un puñado de duendecillos esperándome. Podía tirarme por el tobogán, saltar… En aquel tiempo siempre estaba moviéndome. Aquello me encantaba – añadió a punto de romper a llorar. – Ahora mis sueños han quedado destruidos por tu culpa. Por si no lo sabías, tú – dijo recalcando esa última palabra – fuiste el responsable de romper mi felicidad cuando me empujaste desde aquel tobogán – argumentó señalando el tobogán – y a partir de aquello todo empezó a ir mal. Ya empezaba entender todo. Yo era el culpable de su parálisis y, por lo que se veía, él quería venganza. – ¿No ves la luz roja? Porque yo la vi hace varios años. Tú vida ha llegado a su fin. Hoy soy yo quien te hará pagar por lo que me hiciste. ¡Claro! Ahora todo encajaba. De ahí venía mi sueño tan extraño. Aunque había algo que no comprendía. Estaba seguro de que Roy y yo éramos buenos amigos. En mi cabeza pensé: No te fíes de las apariencias, porque siempre engañan. Roy se sacó del bolsillo un revólver del calibre 27. l Tenía más que asumido que esto era mi adiós. Yo me iba al otro barrio y todo por un accidente. De haberlo sabido, me hubiera gustado despedirme de mi madre. Quizás no era tan cansina y cotilla como yo creía. Un fuerte sonido estalló en mi cabeza. *** Sonreí victorioso y lleno de gozo. Mi ansia de venganza ya había quedado enterrada.