artículo completo - Colegio de Nutricionistas de Chile
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líder, mandona” Dawn Cooper, nutricionista “No soy soy Aunque es entrevistada frecuente en reportajes sobre alimentación, esta premiada nutricionista, elegida entre las 100 mujeres líderes 2012, nunca había contado públicamente su historia personal, marcada por las dificultades económicas y el instinto de sobrevivencia. “Mi vida ha sido un ejemplo de esfuerzo, de ofrecerse a Dios, de cumplir con los dones y responder a las oportunidades”, dice. Por Sofía Beuchat. Retrato: Sergio López. Maquillaje y pelo: Verónica Rodeno A los 27 años, Dawn renunció a la docencia en la Universidad de Chile y comenzó su vida como emprendedora, no sin traspiés de por medio. 28 ya D awn, en inglés, significa amanecer. Lindo nombre para una mujer que ha vivido como si estuviera siempre amaneciendo: poniéndose de pie luego de la oscuridad. Pero en Chile la palabra dawn no se asocia precisamente con un nombre. –Durante años fui Darwin Cooper en mi AFP –cuenta, risueña, en su casa en La Reina. En su familia, acota, recién están empezando a usarse nombres en español. –Francisca, mi sobrina, que murió en el tsunami en Tailandia, fue de las primeras en no llamarse Denise, Diana o Maureen. Pese a llevar varias generaciones en el país, siempre fuimos una familia muy inglesa. Mi padre peleó en la II Guerra Mundial; estuvo en la Royal Air Force siete años. Dawn fue la única hija del matrimonio formado por Ronald Cooper y Nora Braun, que duró poco. De niña, compartió mucho con sus abuelos. Pololeó harto y a los 19, se casó. –Fui bien polola. Y era bien “de “Fui bien polola; Era todo menos santa. a mi marido lo conocí en una cita a ciegas y me casé a los 19”. avanzada”: a los 12 ya tenía pareja. Era todo menos santa –ríe. Todavía no se graduaba en el Santiago College cuando una amiga le ofreció presentarle a un primo, 9 años mayo+r que ella. En esa cita a ciegas llegó el amor de su vida. –Cuando lo vi aparecer con terno y pelo engominado, pensé: “Llegó un caballero”. Era un señor a la antigua, y yo una jipona al lote, despelotada. Pensé: ¿Qué le hablo a un gallo como éste? Se me ocurrió que tenía que conversar “cosas de grande”, y eso en mi casa significaba ópera y música clásica –recuerda con humor. Horacio Litvak trabajaba en un banco, y era, según cuenta Dawn, un “soltero apetecido”. Siempre había salido con mujeres de más edad, jamás con una de cuarto medio. Pero se enamoraron perdidamente. Al año y medio de romance, el caballero a la antigua quiso casarse. Y en aquellos tiempos, la mayoría de edad se cumplía a los 21; Dawn no podía pasar por el Registro Civil sin el consentimiento de su padre. –Horacio trató de hablar con él varias veces, pero mi papá se hacía el loco. Vivía en un campo en el sur y no lo podíamos ubicar. En ese tiempo no había celulares, comunicarse no era tan fácil. Cuando finalmente hablaron, mi papá dio su okey, con una condición: Horacio tuvo que comprometerse a que yo terminaría mi carrera. Cumplió: di mi examen de grado para titularme de nutricionista en la Universidad de Chile con 9 meses de embarazo. Esperaba a Pascale, la mayor de sus cuatro hijas, hoy ingeniero comercial. Poco después del parto, Dawn comenzó a buscar trabajo con la seguridad de estar entre las mejores alumnas de su promoción. Pero no le fue bien. –Era el año 1972. Me dijeron directamente que había pasado a ser una persona non grata. ¿Cómo era esto de que era tan buena alumna y cero premios? A los buenos alumnos siempre los ponían en listas para trabajos, y a mí, nada. Cuando fui a preguntar por qué, me dijeron: “Gente como usted es lo que no necesitamos en este país”. ¿Por qué?, pensé. ¿Porque pienso diferente? ¿Porque soy medio gringa? Durante la universidad, había sido dirigenta del Partido Radical. Pero me pareció todo muy infundado. Al notar mi rabia, me ofrecieron 200 camas en el Psiquiátrico. “No tengo interés en volverme loca”, contesté dando un portazo. Apenas llegué a mi casa, le dije a Horacio: me quiero ir de este país. Con Pascale de apenas tres meses, y luego de vender lo que tenían –“ofrecimos la casa a precio de huevo, como si ahora entregaras 29 2 1 una casa de 80 millones en 15”, acota– armaron maletas rumbo a Australia. Eligieron ese país porque la madre de Dawn, si bien había nacido en Argentina, venía de una familia australiana. Se fueron sin saber si algún día volverían. Dawn encontró trabajo como nutricionista en el Royal Northshore Hospital de Sydney. El sueldo era bueno y había sala cuna para Pascale. Pero Horacio no tuvo la misma suerte. Se empleó como obrero. Fue pintor, albañil, manejó montacargas. Reunió dinero para estudiar algo y luego encontró un trabajo en el área financiera. Estaban bien, hasta que un día, mientras patinaba en hielo, Dawn tuvo un accidente. Con la espalda fracturada, tuvo que permanecer en reposo total durante un mes. Activa como era, no lo resistió. La crisis no tardó en llegar. –Horacio partía todas las mañanas al hospital para dejar a Pascale en la sala cuna. Me dejaba acostada con un sándwich y la tele prendida. En esos tiempos no había control remoto y como no podía levantarme, no tenía cómo apagarla o cambiar de canal. Al final odiaba Plaza Sésamo. Ahí nos dimos cuenta de lo difícil que es 30 ya 1. El día de su matrimonio, en su casa. 2. Dawn, de 3 años y medio, en la casa de una tía en Valdivia. 3. con su hija Pascale, en el Royal Northsore Hospital de Sydney. 4. La nutricionista y su marido, Horacio Litvak, en un viaje reciente a Sydney. vivir fuera cuando te enfermas. En 1974, ya en Santiago, Dawn trabajó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Pero duró poco: apenas dos años. –Siempre me rebelo cuando me tratan como una tarada mental. Al comienzo, Dawn lo pasó bien haciendo clases. Recibía buen feedback de los alumnos. Pero, cuenta, le salía caro contravenir a los médicos. Los conocimientos más modernos que ella traía desde Australia no siempre fueron bien recibidos. –Me enfrentaba con los médicos, pero como lo hacía con argumentos, muchos me respetaban. Se daban cuenta de que no estaba carriléandome. Pero me cansé. Un día renuncié. Tomé un riesgo tremendo. Me dijeron: ¿Pero cómo vas a dejar una carrera académica? Pero yo dije: no más, chao, no sirvo para esto. Dawn tenía entonces 27 años y una hija. Se le ocurrió instaurar un sistema tipo Weight Watchers –programa para perder peso inspirado en Alcohólicos Anónimos, furor en Estados Unidos– en su casa en la calle La Capitanía, en Las Condes. A su living, previo pago mensual, comenzaron a llegar mujeres para participar en esta terapia orientada a la pérdida de kilos extra. Ella las “Si quieres llegar arriba, tienes que hacer de todo. no sirve andar de princesita”. pesaba, les daba una dieta y las invitaba a desahogar sus ansiedades. –Era un club de chismosas atroces, pelaban sin parar. Cuando me di cuenta de que mi proyecto se estaba desvirtuando, me cabrié. Justo por esos días, Dawn había ido a ver a una tía que vivía en Fort Lauderdale, Florida. Ella le regaló un casete para hacer gimnasia con música. Dawn empezó a ir a casas de mujeres y con una radio a pilas las ponía a todas a hacer ejercicio. No había nada parecido en Chile. Ella, que no estudió educación física, que sólo repetía y guiaba las instrucciones de ese casete, se convirtió en la profesora de gimnasia 3 4 más popular del barrio alto. A poco andar, y con su segunda hija Claudine (hoy psicóloga) gateando, comenzó la recesión de los años 80. La familia tuvo que cambiarse de casa y las hijas se inscribieron en una escuela pública. –Fue muy bueno vivir esta experiencia. No ser siempre una privilegiada te hace tener más empatía –reflexiona. En La Reina, el primer piso de su casa se convirtió en gimnasio y ayudó como pudo a sostener la economía familiar, hasta que le ofrecieron un local en un caracol de Providencia. –Era un verdadero asco. Había sido una discoteque y no tenía ni puerta. En ese momento trabajaba junto a Julliet Seconde; hacíamos clases en la Cepal, en la UC, donde pudiéramos. En el tiempo que nos quedaba, arreglábamos el local. Con cuchillos de máquina de afeitar sacamos el neoprén que estaba pegado en el piso. Como no teníamos ni uno para pagarle a un maestro, fuimos a la Penitenciaría a buscar un preso que tenía salida dominical y podía ayudarnos. Él era feliz con que lo fuéramos a buscar y a dejar y le diéramos una Coca Cola y un pan. Sabíamos que, si quieres ces no conocía. Yo había hecho de todo por superar la depresión en la que caí después del accidente: había hecho espiritismo y hasta fui médium. Entonces le pedí que por favor me hiciera un exorcismo. Se rió y me dijo que fuera a conversar con él. Cuando lo hice, me dije: wow, esto es lo que estaba buscando. Mi marido me recordó cuántas veces había dicho “esto es”. Pero me acompañó, vio como yo estaba mejor y empezamos juntos un camino que nunca más dejamos. Dawn pasó la tormenta económica con dignidad. Recuerda que, haciendo la cola para pedir leche en el policlínico, muchas mujeres la 1. En 1968, Dawn fue reina mechona en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. 2. Dawn y su grupo de música en elSantiago College. 1 “intenté de todo por superar la depresión. hice espiritismo, fui médium y 2 llegar arriba, tienes que hacer de todo, desde limpiar el water hasta cambiar ampolletas. No sirve andar de princesita. Así abrió sus puertas, junto con la llegada de los años 80, el Dawn Cooper Health Institute, que de Los Leones se fue al Centro Comercial Omnium, de ahí a la calle Apoquindo y finalmente a la calle Abadía, donde hoy funciona. El centro fue pionero en clases de gimnasia y nutrición para embarazadas y para personas con problemas en la columna. Dawn también sacó su propio casete. Se lo encargaban de todo Chile gracias a la publicidad que un amigo suyo, que tenía una editorial, le ofreció gratuitamente. –Uno no llega en la vida a ninguna 32 ya parte sola. Si lo logras es porque mucha gente te ayuda –concluye. En esos días llegó la bonanza y un nuevo regalo de la cigüeña: nació Christelle (hoy, abogada). La tele y la religión Durante los tiempos de apretura económica, Dawn adoptó la frase “Dios proveerá”. Y no era un decir: en aquellos días culminó un proceso de búsqueda espiritual que se gatilló con su accidente y concluyó con una cercanía a la religión que ella y su marido aún mantienen. –Un día, luego de un matrimonio familiar, me acerqué al sacerdote anglicano Alfred Cooper, medio primo mío, a quien hasta enton- hasta pedí que me hicieran un exorcismo”. miraban. Por su facha, por su altura, por venir claramente de una familia con recursos. Pero también porque ya se estaba haciendo conocida. Desde hacía algunos meses, participaba en el matinal de Chilevisión, con un segmento en el que mostraba aportes nutricionales de alimentos. –Me acuerdo de una vez que fui a La Vega y una señora me dijo: le agradezco tanto, gracias a usted aprendí cómo alimentar bien a mis hijos. Era un aporte social grande, pero un desgaste grande también. Pocos saben que la trayectoria de Dawn no comenzó ahí, sino en el programa Jappening con Ja. –Cuando era joven tuve dos bandas de rock. Una se llamaba las BB’s y la otra Jhonny & his band. Tocábamos covers, pero también componía. Así conocí a Florcita Motuda y en algún minuto estuve en su coro. Un día me dijo: eres divertida, tienes talento. Me presentó a Eduardo Ravani con la frase “Esta nutricionista canta súper bien”. Me invitaron a las reuniones de pauta y también hice varios papeles de extra. Ahí se me ocurrió hacer algo relacionado con la nutrición en la televisión. Fui a ofrecerlo patudamente, me hicieron una prueba de cámara y listo. Dawn comenzó un ciclo de programas que iba a durar tres meses, pero finalmente estuvo diez años en televisión. Trabajó con Jorge Rencoret, con Tati Penna, con Susana Hornos, con Juan La Rivera, con Eli de Caso. Y, entremedio, nació Noelle, su cuarta hija (hoy, nutricionista). En su calidad de Past Director del Colegio de Nutricionistas de Chile, Dawn está embarcada en una pelea que le ha dado notoriedad y fue una de las razones para que, este 2012, fuera distinguida por El Mercurio como una de las 100 mujeres líderes de Chile. Lo primero fue lograr que los nutricionistas universitarios sean incorporados con un bono Fonasa de libre elección; ahora la lucha es por conseguir mejoras en el sistema público. La pelea ha ido dando frutos de a poco, no sin críticas de por medio, algunas incluso desde su propio gremio. –Yo no sé si soy tan líder. Sí creo que soy mandona: empujo a la gente cuando se me ocurre algo. Soy catete y cuando me propongo algo me gusta terminarlo bien. Soy ejecutiva, no me quedo en el camino. Soy capaz de mandarte un mail todos los días hasta que me contestes. Tampoco sé si me merezco este premio, habiendo tantas mujeres heroicas en las poblaciones que sacan adelante a sus hijos. Pero tal vez sí podría destacar que mi vida ha sido un ejemplo de esfuerzo, de ofrecerse a Dios, de cumplir con los dones y responder a las oportunidades. Y estoy muy feliz por las nutricionistas; esto ha sido muy bueno para ellas. Nunca había sido escogida una de nosotras. ya