Un elefante ocupa muchas plazas

Transcripción

Un elefante ocupa muchas plazas
Un elefante ocupa muchas plazas
Escrito por Lucero Gómez Cruz, IFDC-Villa Mercedes
Resumen
En este trabajo defiendo la hipótesis de que el cuento “Pablo”, de Elsa Bornemann (en Un
elefante ocupa mucho espacio)
, se constituye como discurso narrativo que recrea pasados y presentes íntimamente ligados a
una identidad colectiva; la resonancia de sus palabras, la impronta de un universo construido
con palabras, demuestra que la literatura infantil está fuertemente arraigada a las tradiciones
de los pueblos, que no existen los relatos alejados de sus culturas y que estos relatos “sirven
para que los miembros de otros pueblos, lejanos y distintos, se regocijen y aprendan, también a
valorar y conocer esa cultura que les es ajena” (Montes del Faisal, 1999).
Palabras clave: Identidad colectiva, discurso narrativo, literatura infantil, Elsa Bornemann.
En tanto que encarna la aparición de la alteridad, la infancia no es nunca lo que sabemos (es lo
otro de nuestros saberes), pero sin embargo es portadora de una verdad que debemos
ponernos en disposición de escuchar; no es nunca la presa de nuestro poder (es lo otro que no
puede ser sometido), pero al mismo tiempo requiere nuestra iniciativa; no está nunca en el
lugar que le damos (es lo otro que no puede ser abarcado), pero debemos abrir un lugar que la
reciba. Eso es la experiencia del niño como otro: el encuentro con una verdad que no acepta la
medida de nuestro saber, con una demanda de iniciativa que no acepta la medida de nuestro
poder, y con una exigencia de hospitalidad que no acepta la medida de nuestra casa. La
experiencia del niño como otro es la atención a la presencia enigmática de la infancia, a esos
seres extraños de lo que nada se sabe y a esos seres salvajes que no entienden nuestra
lengua. Jorge Larrosa
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Escrito por Lucero Gómez Cruz, IFDC-Villa Mercedes
Un elefante ocupa muchas plazas
El 24 de marzo del 2013 fui convocada para participar de los actos públicos en conmemoración
del Día de la Memoria, mi ciudad Villa Mercedes es de apenas 111.391 habitantes según
INDEC (2010), como toda ciudad pequeña tiene sus particularidades que guardan todos los
aromas y sabores de los pueblos que se resisten al cambio de costumbres. La consigna para la
que fui convocada, sugería la lectura de algún texto representativo de los años de dictadura,
así de entre un gran listado elegí “Pablo” de Elsa Bornemann (en Un elefante ocupa mucho
espacio, 2003).
Elegí el cuento por la resonancia de sus palabras, por la impronta de un universo construido
con palabras que convocan, palabras que recrean una identidad colectiva; porque narra la
muerte del poeta del pueblo, porque cuando el poeta murió las palabras volaron por los cielos
pues habían perdido a su dueño, a su artífice, su mentor, su cuidador y su artesano, porque las
palabras huérfanas "vida", "amor", "muerte", "libertad", habían cobrado otro sentido, un sentido
acaso más denso, con una consistencia rancia y un tanto violenta. Además, habían pasado
sólo dos meses del fallecimiento de quien fuera mi compañero de ruta, músico porteño y
militante activo de los años duros quien había elegido la tranquila ciudad de las guitarras y
largas siestas para su retiro, quien se convirtió en un personaje fundamental para la historia
musical reciente del pago Mercedino como dieron cuenta los diarios y artistas locales, los
homenajes, etc.
Así, Pablo de Elsa Bornemann debía ser leído ante decenas de niños, jóvenes y adultos
convidados a la puesta en escena callejera de un discurso narrativo que recreaba pasados y
presentes íntimamente ligados a una identidad colectiva, porque un sector de la sociedad
necesitaba de un metalenguaje que los amparase, por eso se arremolinó en torno a una plaza
ruidosa y colorida para escuchar un cuento que les hablara de la Memoria, de los compañeros
caídos, de las penas y alegrías de todos y cada uno de nuestros poetas muertos, como recitan
los versos atribuidos a Walt Whitman: ”La sociedad de hoy somos nosotros, los ’Poetas Vivos’
". Ahí, donde la literatura se hace carne.
Pablo
“El cuento infantil está, además, cargado de dramaticidad y le permite al niño objetivar su
propio drama, el único drama posible en esta etapa de su evolución (…) Como en los juegos
solitarios, el cuento exalta al pobre, al hijo menor, al patito feo. El niño que, como el pueblo
que creyó en esos cuentos, está en una situación social de desvalimiento, se identifica
fácilmente con los héroes perseguidos, con los relegados, y se siente reivindicado con el final
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feliz.” (Montes, 1977).
Un elefante ocupa mucho espacio, publicado por primera vez en 1975, no escapó - como ya
sabemos- al recorte sistemático ejercido por el entonces llamado “Proceso de Reorganización
Nacional” bajo la sentencia: «se trata de cuentos destinados al público infantil con una
finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria para la tarea de captación ideológica del
accionar subversivo
» y que «de su análisis surge una posición
que agravia a la moral, a la familia, al ser humano y a la sociedad que éste compone
» (en Klibanski, 2013), es en esa antología incluida en la Lista de Honor del Premio Hans
Christian Andersen, que el cuento que nos ocupa encuentra su protagonismo;
Pablo
, nace como un homenaje a la muerte de Pablo Neruda demostrando que las literatura infantil
está fuertemente arraigada a las tradiciones de los pueblos, que no existen los relatos alejados
de sus culturas y que “sirven para que los miembros de otros pueblos, lejanos y distintos, se
regocijen y aprendan, también a valorar y conocer esa cultura que les es ajena” (Montes del
Faisal, 1999). Bornemann fue reeditada en 1984, en esa suerte de primavera que prometía
florecer en mil flores.
“Una palabra dicha impensadamente, lanzada en la mente de quien nos escucha, produce
ondas de superficie y de profundidad, provoca una serie infinita de reacciones en cadena,
involucrando en su caída sonidos e imágenes, analogías y recuerdos, significados y sueños, en
un movimiento que afecta a la experiencia y a la memoria, a la fantasía y al inconsciente, y
que se complica por el hecho que la misma mente no asiste impasiva a la representación”. Gianni Rodari (1983).
En este sentido, las palabras invocadas en el cuento: ¡Paz!, ¡Vida!, ¡Tierra!, ¡Fuego!, ¡Libertad!,
adquieren un carácter performativo circunscrito al contexto de la autora y de su poeta que
contribuyen a la construcción simbólica de un espacio significativo:
“(...) Pablo, el poeta, el hermano del amor y la madera, amigo de paraguas y copihues,
caminador de muelles y de inviernos, timonel del velero de los pobres, voz de los tristes, de
piedras y olvidados…” (Bornemann, 2003, p. 36)
Pablo Neruda, el llamado “poeta del pueblo” o “el más grande poeta del siglo XX en cualquier
idioma” según Gabriel García Márquez, había fallecido dos años antes de la publicación del
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cuento de Bornemann; por todos conocido, el exilio del poeta chileno se sucedió desde 1949 a
1952, bajo el régimen de
Gabriel González Videla
, la razón de la enemistad política del poeta con el Estado chileno se llevó en el marco de las
protestas de los trabajadores mineros, Neruda, por supuesto, apoyó activamente a los
trabajadores.
Desde una orientación discursiva, producto de las condiciones de producción (Verón en
Alvarez, 2013), el análisis lingüístico propone buscar las huellas del enunciador y las que se
producen al momento de la recepción. Teniendo en cuenta estas variables es posible hacer
una lectura del rasgo identitario que atraviesan las palabras escritas por Bornemann:
“Ésa era la casa de Pablo, que acababa de morir…” (Bornemann, 2003, p. 36)
Encontramos una solemne consistencia en esa frase, ‘la casa de Pablo’ también era ‘la casa de
todos’. A menudo, quienes se dedican a la Literatura Infantil olvidan el carácter simbólico que
ésta adquiere en la conformación del ser pues en esa conformación los niños -hasta la
pubertad- atraviesan situaciones traumáticas, situaciones que encierran un drama personal (un
duelo) y la literatura, -mediante su discurso- ayuda a elaborarlas, “¿Qué otra cosa ocurre, en la
intención implícita del autor de literatura para niños cuando, en el solaz y la alegría que
pretende brindar, previene, de alguna manera, eventuales trastornos afectivos? No importa el
motivo por el cual escribe, importa el efecto –uno de los posibles efectos– que produce.
Porque, sin lugar a dudas, la gracia del cuento infantil está en contarlo.” (Menin, 1980).
“Su vestido blanco fue un punto de azúcar luminoso en la oscuridad. Su pelo en llamas se abrió
en antorchas alrededor de su cabeza.
Entonces gritó “¡vida!” y la gente de aquel pueblo que se llamaba… atajó la palabra en
movimiento y gritó “¡vida!”. ” (Bornemann, 2003, p. 37)
María Teresa Andruetto señala que en los cuentos de Un elefante ocupa mucho espacio "los
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personajes hacen cosas contra la corriente. Eso molestó en algún momento en la Argentina."
(Andruetto, 2013). El blanco que se opone a la oscuridad, el pelo en llamas y las antorchas
representan los fuegos incendiarios de las mentes, de los procesos de pensamiento;. Gritar y
gritar precisamente ¡Vida! cuando se sucedían las muertes clandestinas era, en efecto, un acto
de rebeldía.
Asimismo, los campos semánticos en relación a las virtudes y a las representaciones
fantásticas de la literatura infantil, pueden ser fácilmente identificados en la aparición
fantasmagórica de la niña vestida de blanco, que anuncia un nuevo amanecer:
“La noche no se animaba aún a desarrollarse cuando dejó de llover. En ese instante, una niña
desconocida salió de la casa de Pablo.” (Bornemann, 2003, p. 37)
La literatura infantil, afirma Teresa Colomer, funciona como un sistema de generación de
referentes a través del imaginario colectivo, a la vez que construye un sentido de realidad que
deriva en las cualidades formativas del individuo por su carácter de instrumento de inserción
del individuo en la cultura. (Colomer, 2001).
Asimismo, la descripción del lugar en el que se desenvuelve el relato enmarca las
particularidades de un pueblo específico e indeterminado:
“Aquello sucedió por la tarde. El silbato de un tren pasando a lo lejos fue el sonido que señaló
el principio. Justo en ese momento, los pescadores quedaron con las bocas abiertas, mientras
cantaban recogiendo sus redes. Y de sus bocas ya no salió ninguna palabra. Lo mismo les
sucedió a los vendedores del mercado…
A las mujeres en sus cocinas…
A los viejos en sus sillas…
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A los estudiantes en sus aulas…
A los más chicos en sus juegos…” (Bornemann, 2003, p. 33)
Bornemann convierte así al pueblo donde muere Pablo en un pueblo que puede ser ubicado en
cualquier parte del mundo, tan específicamente característico como universal: “Allí nace la
Literatura Infantil. Donde el autor deja de ser adulto, sin pretender remedar a los niños. Donde
se encuentra con una infancia que no es la suya, sino la que ve revoloteando a su alrededor.
Allí donde se establece el diálogo a través de un poema de palabras que canta. Allí donde
seres nuevos juegan, hablan, viven con el pequeño lector que está entre ellos.” (Carrillo Amado
& Almeida de Gargiulo, 1980).
Por último, la subjetividad compartida en la ciudad de Villa Mercedes, en un acto público, en
una plaza llena de gente que otorgaba un nuevo significado a las palabras prohibidas, mientras
se pintaban murales iluminados por el espíritu de los compañeros ausentes:
“Y retumbaron como tambores en escuelas y carpinterías, en bosques y mediodías, en trenes y
bocacalles, en ruinas y naufragios, en eclipses y sueños, en alegrías y cenizas, en olas y
guitarras, en ahoras y mañanas… una y otra vez… una y otra vez… una y otra vez… una y otra
vez… (Bornemann, 2003, p. 38)
Así pues, la perfomatividad implícita en este texto literario infantil se inscribe en la historia de
nuestros pueblos, en la impronta de las palabras cedidas y arrebatadas. Palabras que fueron
soltadas al viento y que años después en una ciudad de guitarras y largas siestas, un puñado
de niños, jóvenes, mujeres y hombres eligieron para rendir tributo a las vidas que gritaron
¡Libertad!
Como hemos visto, Pablo es un cuento comunitario, colectivo, construido con la fuerza de las
palabras que evocan éste y otros tiempos, porque “Pablo” bien pudo llamarse “Jorge” como mi
marido, o “Juan”, o “Guido”, incluso pudo llamarse “Elsa”… Es un cuento que no evade la
realidad sino que la resignifica por medio de un lenguaje literario exquisito, que sitúa a la
infancia no como sujetos en formación, sino como identidades individuales en plena
construcción de sentido, herederos de una tradición que no escapa a su contexto ni sus
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circunstancias.
Pablo. Ha pasado más de un año de aquel 24 de marzo en que terminé de leer con la voz
entrecortada y el micrófono chorreado de mocos y lágrimas, Elsa Bornemann también ha
partido, quizá a su encuentro con Neruda; hoy todas las palabras pronunciadas, todos los
cuentos que narramos, tienen un sabor a tregua y se reescriben con nostalgia. Un homenaje,
entonces, a quienes construyeron un universo en el que entraron muchos universos, a las
palabras que nos definen y congregan, a quienes se atrevieron a escribirlas y a todos aquellos
que nos atrevemos a leerlas “una y otra vez… una y otra vez… una y otra vez… una y otra
vez…”.
Referencias Bibliográficas
Álazare, María Eugenia (2013). La enunciación en proceso. El programa de la dictadura en los
relatos infantiles.
Río Cuarto:
Ediciones Cántaro de Piedra.
Andruetto, María Teresa (2013). “Murió la escritora Elsa Bornemann”. En Diario La Nación.
Disponible en http://www.lanacion.com.ar/1585185-murio-la-escritora-elsa-bornemann (abril
de 2014).
Bornemann, Elsa (2003). “Pablo”. Un elefante ocupa mucho espacio. Buenos Aires: Alfaguara.
Buenos Aires.
Carrillo Amado, Elsa y Almeida de Gargiulo, Hebe (1980). El maestro frente al problema de la
literatura infantil. Lectura y Vida. Revista Latinoamericana de Lectura. Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación, UNLP. Año 1, nº 3.
Colomer, Teresa (2001). La enseñanza de la literatura como construcción del sentido. Lectura y
Vida. Revista Latinoamericana de Lectura. Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación, UNLP. Año 22, nº1.
Klibanski, Mónica (2013). Elsa Bornemann (1952-2013): la escritora que les hablaba a los
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chicos. EDUC. Disponible en http://www.educ.ar/sitios/educar/noticias/ver?id=118274&referent
e
(última consulta 5 de abril de 2014).
Larrosa, Jorge (2000). “El enigma de la infancia. O lo que va de lo imposible a lo verdadero”.
En Pedagogía profana. Estudios sobre lenguaje, subjetividad, formación. Buenos Aires:
Novedades Educativas.
Menin, Ovide (1980). Psicología y Lectura. Lectura y Vida. Revista Latinoamericana de Lectura.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UNLP. año 1, nº 3.
Montes, Graciela (1977). El cuento infantil. Andersen, Perrault, Collodi y otros. Buenos Aires:
CEAL.
Montes del Faisal, Alicia Susana (1999). El discurso narrativo, el viejo oficio de contar historias.
Buenos Aires: Biblioteca del Polimodal. Buenos Aires.
Rodari, Gianni (1983). Gramática de la fantasía. Introducción al arte de contar historias.
España: Editorial Argos Vergara.
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