Lea la crónica completa - El Reverbero de Juan Paz

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Viendo narcos en una Medellín transformada
The New York Times
Por Ernesto Londoño
MEDELLÍN, Colombia. Para una vida tan ostentosa como la que vivió Pablo Escobar, su última morada es
curiosamente modesta. Escobar, el capo más famoso del mundo, está enterrado entre parientes,
flanqueado por pinos escuálidos bajo una placa verde esmeralda con su nombre y la fechas de su
nacimiento y muerte.
Después de ser asesinado a tiros en diciembre de 1993, su tumba se convirtió en un sitio de peregrinaje
para colombianos pobres, quienes lo veneraban como una figura magnánima que ayudó a los más
necesitados proporcionándoles dinero y viviendas. Con el paso de los años, a medida que la gratitud de
las multitudes se fue desvaneciendo y Medellín fue superando su pasado sangriento, cada vez eran
menos los compatriotas que visitaban la tumba.
Pero gracias al auge reciente de series de televisión y películas sobre Escobar y la era violenta que llegó
a personificar, las multitudes han vuelto a Jardines Montesacro, un cementerio sobre una colina a las
afueras de Medellín.
Hoy en día Medellín, la segunda ciudad más grande de Colombia, tiene una industria de la moda con
mucho potencial, un interesante escenario gastronómico, hoteles novedosos y una animada vida
nocturna “Vienen unas 40 a 50 personas al día”, dijo Federico Arroyave, quien cuida la tumba de
Escobar, hace poco en una tarde soleada. “Puros turistas”.
La serie de Netflix “Narcos”, un drama criminal bilingüe, ha encontrado una audiencia cautiva en Estados
Unidos y en buena parte de América Latina desde su estreno a finales de agosto. Esta producción sigue
la estela de “Escobar, el Patrón del Mal,” una aclamada serie de televisión que se produjo en 2012 en
Colombia.
En septiembre, Tom Cruise estuvo en Colombia dos semanas grabando escenas para “Mena”, una
película sobre el piloto estadounidense Barry Seal, un contrabandista de drogas que se convirtió en
informante de la DEA. Y además, Penélope Cruz y Javier Bardem protagonizarán una película sobre el
romance que Escobar sostuvo con una periodista que se convirtió en informante del gobierno
estadounidense años después de la muerte del capo.
No hay duda de que la historia de Escobar, un hombre humilde que se convirtió en un despiadado
multimillonario, es fascinante. Pero para muchos colombianos, entre los que me incluyo, el renovado
interés en ese periodo genera una especie de guayabo, justo cuando el gobierno colombiano y el grupo
guerrillero más grande del país, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), están
negociando un acuerdo de paz después de cinco décadas de guerra.
La serie de Netflix es quizás la que más nos ha molestado a los colombianos. Para empezar, el actor que
interpreta a Escobar, Wagner Moura, un brasileño, habla con un fuerte acento. Además, la historia es
narrada desde el punto de vista de Steve Murphy, un intrépido agente de la DEA, cuya interpretación de
los acontecimientos carece de matices y está repleta de clichés.
“Es parte de nuestra historia, lo queramos o no”, dijo Francisco Pulgarín, director de la Comisión Fílmica
de Medellín, la cual tiene como política no apoyar a quienes trabajan en películas sobre narcotráfico.
“No queremos apoyar proyectos sobre este capítulo, que para nosotros está cerrado”, manifestó.
Y no es que los funcionarios en Medellín quieran encubrir el pasado violento de la ciudad. En 2012 se
inauguró el Museo Casa de la Memoria, un centro que invita a los visitantes a reflexionar sobre la larga y
complicada historia de brutalidad en Colombia. El año más difícil para Medellín fue 1991, cuando la
mayor parte de la ciudad estaba controlada por cárteles de la droga. Ese año las morgues recibieron
6.809 víctimas de homicidio.
“El estado estaba de rodillas en la guerra contra el narcotráfico”, comentó Luis Fernando Suárez Vélez, el
vicealcalde que supervisa las iniciativas de seguridad. “La lección que aprendimos es que hay que
combatir el narcotráfico de frente”.
Los líderes de la ciudad anunciaron orgullosamente que este año, por primera vez en décadas, Medellín
ya no está entre las 50 ciudades con los índices de homicidio más elevados del mundo. Así mismo, han
logrado reducir la pobreza con una mayor inversión en educación, vivienda e infraestructura.
Hoy en día Medellín, la segunda ciudad más grande de Colombia, tiene una industria de la moda con
mucho potencial, un interesante escenario gastronómico, hoteles novedosos y una animada vida
nocturna. Su clima de eterna primavera y su cultura acogedora han contribuido a que se convierta en un
destino turístico, y frecuentemente es la sede de importantes conferencias internacionales.
Esto no quiere decir que Medellín sea una ciudad totalmente segura, con oportunidades para todos, o
libre de drogas. Los delitos violentos siguen siendo cosa de todos los días. Los salarios de muchos
residentes aún son bajos y el tráfico de drogas sigue ocupando un lugar insidioso, si bien menos visible,
en la política y la economía de la región. No obstante, los residentes afirman que sí hay mucho de qué
sentirse orgullosos.
La llegada de Tom Cruise deleitó a los funcionarios de la ciudad, quienes decidieron hacer una excepción
a las reglas de la Comisión Fílmica sobre las películas de narcos. Ayudaron a los productores a obtener
permisos de filmación, resolvieron problemas logísticos para el equipo e invitaron a Cruise a conocer al
alcalde. “Tener a un actor de esa magnitud durante 15 días en la ciudad, caminando por las calles, yendo
a restaurantes, nos permitió demostrar lo mucho que ha cambiado Medellín”, expresó Pulgarín.

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