Sobre la utilidad de la crítica-Apuntes para una reflexión estética y
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Sobre la utilidad de la crítica-Apuntes para una reflexión estética y
SOBRE LA UTILIDAD DE LA CRÍTICA Apuntes para una reflexión estética y política en Sloterdijk y Foucault Por: Hernán Alejandro Cortés Ramírez […] si el filósofo es llamado a vivir lo que dice, entonces su tarea es, en un sentido crítico, mucho mayor: la de decir lo que vive. Peter Sloterdijk Crítica de la razón cínica […] se puede optar por una filosofía crítica que se presente como una filosofía analítica de la verdad en general, o bien se puede optar por un pensamiento crítico que tomará la forma de una ontología de nosotros mismos, de una ontología de la actualidad. Michel Foucault Seminario sobre el texto de Kant “Was ist Aufklärung” De un tiempo para acá es común considerar que el ejercicio filosófico no abre un espacio para que la crítica tome cuerpo, mucho menos que en el escenario de la vida los conceptos filosóficos formen un atmósfera en la cual transformar la existencia para abogar por una vida otra. Parece que el relato de la filosofía como crítica ha quedado anclado en una especie de sueño foráneo, de ilusión placentera y de idealidad trascendente. El juego epistemológico en el que se ve envuelto la filosofía intenta decir verdades sobre lo verdadero lindando el espacio filosófico a los cercos de un discurso ordenado y especifico. El saber que quiere decirse filosófico lo hace atándose el peso de señalar los límites de su propio saber, de modo que la filosofía sufre hoy el peso normativo de la verdad, lo carga a cuestas, padeciéndolo como límite y oportunidad. Quizá sea desde la publicación de Crítica de la razón pura que la filosofía empieza a estar enmarcada en un cuadro que modula la actitud que el sujeto tiene con el mundo, gracias a la demarcación de unos límites normativos sobre el conocimiento, sobre la vida misma, en los que la afirmación de mundo y sujeto se vuelven interdependientes: crítica como límite y demarcación. Pero ¿es la crítica sólo un señalamiento de los límites que hacen el mundo posible? ¿El único servicio que presta la crítica es el de indicar hasta donde puede ir la intelección del mundo por parte 1 de las facultades cognitivas del sujeto pensante? ¿Puede la crítica brindar otro servicio? De ser así, ¿qué servicio puede prestarnos una crítica? Nuestro ejercicio intentará apuntar algunas conjeturas, de modo problemático, sobre la cuestión de la filosofía como crítica desde el trabajo intelectual de Foucault y Sloterdijk para ir vislumbrando aquellos caminos que desemboquen en el uso de la crítica como actitud política y estética. De esta manera intentaremos componer un mapa en el cual los caminos filosóficos de ambos pensadores convergen en cuanto a temperamento y utilidad. El ensayo estará divido en dos partes: en la primera veremos la concepción crítica de Foucault elaborada en los textos sobre la cuestión de la ilustración en Kant argumentando el uso de la crítica como un concepto de orden político; por último, intentaremos exponer el concepto de crítica en Sloterdijk haciendo uso de la categoría de quinismo como plataforma de respuesta a la pregunta sobre la utilidad de la crítica en términos de una estética de la existencia. Foucault: dejar de ser gobernado En una corta conferencia pronunciada en 1978 Foucault pone sobre la mesa una relectura de la tradición crítica de Kant, relectura que consiste en el encabalgamiento de dos planteamientos kantianos que al parecer son contrapuestos. La aguda lectura de Foucault consiste en la consideración de la Aufklärung como el verdadero ejercicio crítico. En el primer prologo de la Crítica de la razón pura, Kant señalaba que la crítica tiene como función delimitar el espacio dentro del cual es posible conocer al sujeto, labor que solo podría ser emprendida por la razón misma en un ejercicio de puro discernimiento sobre sí misma; con esa indicación, daría apertura a toda una tradición que comprendería el ejercicio crítico como un estrado que pone en cuestión los horizontes y las perspectivas del conocimiento humano. La apuesta de Kant, por ese entonces, intentaba soldar las bases de un conocimiento certero con el fin de asentar un tipo de saber que escapara de la interminable paradoja que el empirismo y el racionalismo habían impuesto al conocimiento humano. La relectura de Foucault contextualiza el pensamiento del filósofo de Könisberg en el marco histórico en el que el arte del gobierno tiene una explosión inimaginable. El pensador francés examina de qué manera la cuestión de la ilustración se convierte en una 2 problemática determinante que podría explicar tanto la pertinencia como la necesidad de la crítica. La tarea menos urgente de la crítica sería la de explorar los límites del conocimiento humano; por el contrario, su tarea esencial residiría en el desarrollo de una analítica del poder como efecto de los usos del saber. A este análisis de la díada saber-poder Foucault lo denomina una “práctica histórico-filosófica”, que se desembaraza de la atadura abstracta del concepto, desmantelando la visión meramente filosófica, para avanzar hacia la práctica histórica de las situaciones. Así dice Foucault: “Desubjetivar la cuestión filosófica recurriendo al contenido histórico, liberar los contenidos históricos por la interrogación sobre los efectos de poder que son afectados por esta verdad de la que supuestamente dependen esos efectos de poder; esa es la primera característica de esta práctica históricofilosófica” (Foucault, 2007: 22). La genialidad de Foucault en su relectura de Kant consiste en la puesta en escena del pensamiento crítico como demarcación del límite de los efectos de poder; no se trata de saber hasta dónde podemos conocer sino de qué manera nos es posible conducirnos en el marco de unos juegos de poder que nos superan y limitan hasta producirnos. La actitud crítica como virtud estaría al tanto de un ejercicio de desujección política que consiste en el poder decir no a los limites que nos son impuestos, la develación del límite no depende de un acto conjunto sino de la actitud del sujeto para liberar-se del juego político de la verdad. Para tal efecto es necesario que el sujeto, animado por la desujección, construya una práctica histórico-filosófica que irrumpa la enredada trama de las relaciones entre el saber y el poder, usándolas como la rejilla de análisis de las situaciones en las que se ve envuelto. No se pretende que el sujeto interponga un saber a otro saber, ni que juegue a la digresión, radicalmente bélica, de usurpar el lugar absoluto del saber. El ejercicio consiste en el desarrollo de unos modos otros de vida con respecto a las relaciones que han sido establecidas por las relaciones entre saber y poder. Para que esto pueda ser efectuado será necesario entender de qué modo se construyen esas relaciones que marcan el comportamiento de los sujetos; se trata de interrogar los efectos del saber, manifestados en términos de poder, de indagarlos hasta la comprensión de su modos para hacerse efectivos. A este movimiento que marca las relaciones entre el saber y el poder con respecto a sus 3 efectos Foucault lo denomina gubernamentalización, un movimiento en el cual los sujetos son coaccionados por la fuerza de la verdad que se construye en unos regímenes de saber. En este sentido, la aceptabilidad histórica de la restricción, coacción y modulación es un efecto abierto de los modos en los que los hombres construyen y aceptan la verdad como algo inscrito en unos juegos de poder inmanentes que responden a una lógica estratégica y determinante de sus relaciones inmediatas. La radiografía de Foucault expande el análisis de Kant sobre la minoría de edad y el tutor, exponiendo los modos en los que los hombres se ven constantemente coaccionados, controlados y sujetados a unas ciertas técnicas de poder que los superan de modo inevitable, cercando sus comportamientos y estriando sus potencias de vida. ¿Qué hacer en medio de este desalentador diagnóstico en el cual los juegos del poder y la política de la verdad constriñen al sujeto de modo inevitable? Foucault expondría una salida que resonaría de nuevo con el proyecto kantiano. Recordemos que para Kant la ilustración era una salida de la minoría de edad, posible gracias al uso del propio entendimiento; “Sapere aude” es la atrevida indicación de Kant que postula un modo de comportarse que reta de manera frontal el juego de la verdad. La propuesta de Foucault lleva hasta un límite más alto la cuestión del atreverse a pensar y lanza un nombre para este modo de comportarse que está más allá del obedecer. La crítica como actitud, como virtud, se convierte entonces en un ejercicio de cuestionamiento de los límites y de enfrentamiento al modo de proceder de las relaciones de poder instauradas por el juego de la verdad. En este sentido la crítica como actitud postula una manera de comportarse que supera las relaciones habituales entre el sujeto y la verdad, inaugurando un espacio otro, una vida otra que desnuda las relaciones habituales para exponer la potencia del sujeto como una oportunidad para el desligamiento, para la creación de nuevas formas de vida. En este sentido la actitud crítica adquiere una dimensión político-estética. Política en la medida en que es capaz de dejar de ser gobernado de una manera para devenir otra, para crear una nueva manera de relacionarse que esté fuera del juego coaccionador de la verdad usual. Estética porque demanda una transfiguración del sujeto que deja de ser gobernado e inmediatamente solicita la creación de un nuevo modo de vida que inaugure un espacio-otro, en muchos de los casos disidente, 4 diferente. Estos dos ámbitos de la crítica comparten sobre sí las posibilidades de potencia y creación, de despliegue y transformación. Se trata entonces de la creación de un movimiento disfuncional que desestructure el modo en el que se dan las relaciones entre el poder y la verdad, cuestionando los límites y los modos en los que funciona. Foucault señala que ser crítico consiste en dejar de ser gobernado de una determinada manera; no dejar de serlo absolutamente sino oponer resistencia, dejando de ser: huyendo. Dejar de ser para devenir otro: mutar-se y transfigurar-se. ¿Cómo dejar de ser algo que se ha sido siempre, de qué manera huir al sedimentado piso de la historia propia? Para el francés el olvido de sí es una problematización en la que se pone en juego eso que hemos llegado a ser, eso que somos hoy, con el propósito de des-familiarizarse y conseguir cierto distanciamiento de eso que nos cruza en todo momento. El problema central de eso que somos hoy reside en la comprensión de aquello que hemos aceptado como verdad, por lo tanto ¿cuáles son las relaciones entre el sujeto y la verdad? Foucault considera que las relaciones entre el sujeto y la verdad no son teóricas, sino que devienen pragmáticas en la medida en que modifican la vida de los sujetos, que intervienen en sus pasiones y deseos mutando sus maneras de decir y actuar. La relación entre el sujeto y la verdad es una producción histórica que supera nuestro presente contingente porque nos ancla a unas prácticas milenarias. Las relaciones que entablan los sujetos entre sí son un ensamblaje histórico, un dispositivo discursivo que responde a un orden estratégico para su constitución; por ello es prioritario decir la verdad, pertenecer al estriamiento del discurso. ¿Cómo decir una verdad-otra, cuáles son las implicaciones de una desujección, cómo romper el juego de la verdad? Es muy probable que la respuesta a la cuestión sea: ¡siendo críticos! ¿Qué significa esto? Ser crítico es entablar una relación consigo mismo, desarrollar una actitud, problematizar la existencia para que ésta devenga disfuncional, cuestionar los límites del arte de gobierno. Así dice Foucault: “yo diría que la crítica es el movimiento por el cual el sujeto se atribuye el derecho de interrogar a la verdad acerca de sus efectos de poder y al poder acerca de sus discursos de verdad; la crítica será el arte de la inservidumbre voluntaria, de la indocilidad reflexiva. La crítica tendría esencialmente como función la desujeción del sujeto en el juego de lo que se podría denominar, con una palabra, 5 la política de la verdad” (Foucault, 2007: 11). ¿Qué quiere decir Foucault con un movimiento de interrogación de la verdad, con una desujeción? Se trata de problematizar, dejar de ser gobernado de una determinada manera implica no ser más de ese modo, responder a otras prácticas desde un horizonte existencial diferente que implica unas decisiones en el orden político y estético. La transformación de la existencia se juega su giro en la creación de un espacio en el cual huir de los límites de la razón gubernamental para crear un espacio otro que ya no responda a los mismos ordenamientos racionales. La crítica es un espacio de huida construida, de huida en el presente, una fuga que escapa al estriamiento de la vida capturada y modulada. Como el mismo Foucault advierte, cuando hablemos de la crítica como una actitud nos referimos a una posición ante el presente, a un modo de relación con la actualidad, a un ethos que encarna una cierta manera de proceder con respecto a lo que está en-frente, en realidad la crítica es un modo de existencia que radicaliza la historicidad y dinamiza la existencia simpatizando con el ahora que se desenvuelve y del que soy una parte radical. El pensador francés anuncia que gracias a la reflexión de Kant sobre la Aufklärung la filosofía adquiere una nueva dimensión que interroga al presente mismo, puesto que el interrogador lo hace inmerso en un presente constitutivo. La dimensión política de la crítica consiste en el desarrollo de una desujección de la política de la verdad, en una desviación alterna del camino que estructura un nuevo modo de relación con el mundo en el que el sujeto se ve envuelto en una serie de prácticas creativas que van más allá de la atadura de la política de la verdad: “En suma, se trata de transformar la crítica ejercida bajo la forma de la limitación necesaria en una crítica práctica bajo la forma de la transgresión [franchissement] posible” (Foucault, 2007: 91). La crítica como actitud es una motivación por el arte de la dessujección de la política de la verdad, que se resume en el acto de dejar de ser de un modo para crear un modo-otro, una vida-otra. Quinismo e insolencia Sloterdijk manifiesta en Crítica de la razón cínica (2006) que el motivo central de su libro consiste en devolver a la filosofía de hoy el armamento de la crítica que no se vea atada a la 6 pesadez de la quemadura y que, por el contrario, manifieste y celebre la vida como un ejercicio de transformación y proposición de otras formas de existencia diferentes a las habituales. Este pensador alemán se muestra escéptico frente a la tradición crítica de la escuela de Frankfurt y propone una crítica a los temperamentos [Stimmungen] que consolide una existencia jovial, una crítica que no nazca de la herida sino que se manifieste como irrupción, creación y jovialidad. La insolencia contra la pesadez, la risa contra la seriedad, la jovialidad contra la profesión. La actitud crítica de la que hablábamos en el aparte anterior adquiere para Sloterdijk una dimensión de orden estético en la que se juega el cuerpo mismo como creación y escenario. La crítica adquiere un uso pragmático que está ordenado por la fuerza de expresión y de creación del cuerpo; es una actitud que inaugura un pathos, un modo de vida que supera la habitual permanencia a la rutina para irrumpir con el estruendoso grito de la verdad desnuda. Sloterdijk se vale de la figura del antiguo quinismo para proponer una lectura de los motivos de la ilustración y de la teoría crítica, con el fin de darles un aire de ligereza que los haga escapar del mundo enrarecido del profesionalismo. Así, el quinismo es una práctica, un ejercicio, una actitud, cuyo móvil es la contraposición, la contra-conducta a los modos de vida sedimentados y pesados, una respuesta corporal al idealismo de altos vuelos, una materialización de la maquinación mental sobre la vida, una escritura del cuerpo que se hace gesto agotando la vida de los discursos solemnes. De los altos vuelos de la cabeza a las articulaciones del cuerpo, a la movilización de los fluidos; el quinico despierta lo que está abajo, lo despreciado por no ser altamente ideal y serio. Ante la precariedad del cuerpo se avecina sobre la vida una idealidad trascendente que aprieta, que congoja, que exilia el pensamiento como marca para el cuerpo mismo. El quinico propone con su vida lo que dice con su boca y hace de su boca una manifestación de su cuerpo. Vive cada rayo de luz y aprisiona contra sus pulmones cada molécula de oxigeno, se ahoga de vida por la verdad del relato que lo descompromete de lo usual. Asume el coraje de la verdad, como hubiese anotado Foucault, asoma sobre sí mismo un gesto de desprecio, asquea sus columnas más sólidas y escupe su moral ambivalente. Trabaja sobre sí, sonríe con la soledad, práctica la risa incontenible con los otros, saca la lengua, deja 7 escapar un pedo más que formal, desujeta su pantalón, orina en la calle, se masturba en la plaza, vive en un tonel. Diógenes encarna al quinico vive lejos de los prejuicios sociales, lo asquea su modo de ver el mundo, varia las normas de su ley, se burla, recita plácidamente la verdad con un escándalo incontrolable, grita a todos lo asqueroso de su vida, insolencia, desgarramiento del límite, ruptura total: coraje de la verdad. El quinico se manifiesta sobre sí de la misma manera que una bomba estalla, su acto más radical es el de volar sus cimientos para recomponer una vida con el eco de la verdad que le queda tras el grito de la insolencia. “La bomba no exige de nosotros ni lucha ni resignación, sino autoexperiencia. Nosotros somos ella. En ella se completa el sujeto occidental. Nuestro armamento más extremo nos hace indefensos hasta la debilidad, débiles hasta al razón, razonables para el pánico” (Sloterdijk, 2006: 219). En ese sentido el quinico expresa la vida con tal tenacidad que la contundencia de su voz no puede sino verse como un grito y escucharse como un estruendo, una bomba lista para inmolar la existencia. El trabajo que viene tras la caída del suelo de la existencia es el de la arquitectura, el del diseño, el torso de Apolo que se construye desde la terquedad de la insistencia y el juego de la disciplina que potencia la vida. El quinismo afronta la vida con el ánimo del destino que no está premeditado y construye desde la risa burlona un mundo nunca antes visto, un mundo carnaval, lejano del cercado y controlado espacio de la ley, de la circunspecta realidad social construida desde el polarizado mundo de la moral. Más acá del estado ideal de las cosas, más acá del cerco, del límite, del control. No hay argumento más valido que el cuerpo que expone su lengua satíricamente, burlonamente, jovialmente. El quinismo se manifiesta con un pedo en el ascensor lleno de un edificio de alto prestigio, con una carcajada en medio de una solemne comida de restaurante costoso, con los pantalones abajo en el recinto de la ley, con los senos al aire en el atril de la academia; el cuerpo que se expresa lo hace con la contundencia que no busca una conquista sobre el adversario, no hay competencia: pura expresión. La carne al desnudo que enmudece, que comunica sin buscar el convencimiento, no hay otro argumento que el de la carne. 8 Se trata de la posibilidad de inmolarse, de asumir críticamente una actitud feliz que tome con ligereza la pesadez del mundo y que se inmiscuya en lo más profundo de un tratamiento vital; ser insolente es poder mear la academia y su vuelo positivista asumiendo que no hacen sino soñar con quimeras, sueño conformista que no asume el abismo de la propia singularidad. Así pues, quien decide asumir un gesto quinico realiza una crítica insolente desde la corporalidad, se desnuda para mostrar lo vacío de los argumentos, la desnudez como el arma de insolencia crítica que argumenta anti-teoricamente el espacio de la pesadez. Ante un cuerpo desnudo no queda sino el gesto. El quinismo es desvergüenza crítica, actitud estética que compromete el discurso con la vida y que aboga por la construcción de una reflexión que no se esfuerce por ir lejos de la vida misma del pensador, es una apuesta por una estética de la existencia que configure verdades que se atrevan a salir desnudas, sin pudor. La actitud crítica convive acá con una insolencia, con un desprecio por lo que es perjudicial para la vida. No se trata de una inmersión en lo decadente sino de una liberación que implica ir en contra para construir un nuevo espacio de vida. El quinismo es a su vez rechazo y creación. El gesto del quinico nace de la propia singularidad, del abismo de sí mismo, por ello es necesario empezar por cada quien, nadie más puede asumir y desnudar su verdad: “El comenzar-con-uno-mismo del que aquí estamos hablando significa literalmente: comenzarse. Uno ha de escuchar esta expresión como si se dijera: activarse como una bomba; estrenarse como una obra aun no interpretada, darse la salida como el prototipo de un vehículo ya presente; quitarse el seguro como un arma; abrirse como una puerta a un lugar que no ha existido nunca; o cargarse como un peso hasta ahora insoportable que por una vez es llevado a un punto máximo” (Sloterdijk, 2006a: 112). Comenzarse quiere decir en todo caso poder asumirse, poder concederse a sí mismo la posibilidad de explorar y de explorar-se para construir el mundo. El comenzar-se no es la priorización de un yo aislado, como pretenden los sueños libertarios de la modernidad o las nuevas teorías sobre el self; asumirse indica poder comenzar desde lo ya-sido. No se trata de un sueño individualista que pretenda dar la espalda a la historia, se trata del diagnostico 9 de sí mismo desde lo acontecido, desde la aclaración de lo sido y la precipitación de lo que se es. “Comenzarse puede significar ahora: abrirse retrospectivamente a las voces y huellas de otro comienzo por medio de la percepción ilimitada del haber-sido efectivo” (Sloterdijk, 2006a: 117). Es la necesidad del des-ligamiento para poder aparecer en el afuera. Es la carne que se manifiesta como afuera, el gesto que crea la verdad desnuda que el cuerpo padece. La actitud crítica se abre como espacio de desprecio de lo perjudicial y de ánimo de construcción de lo vital, se vuelve un juego de desafío y creación, de derrumbe y arquitectura. El diseño de sí mismo es el ánimo sobre el cual se asienta el ejercicio quinico como actitud que invita a construir una vida otra a partir del desgarramiento y la develación de lo oculto. Tras los desenmascaramientos queda la vida al desnudo que debe ser afrontada como el espacio para la creación. La doble dimensión estética y política de la crítica consiste en la creación de la irrupción y en la posterior consolidación de una vida otra. El ejercicio de la vida que se entrega a la crítica abre el derrotero para una apuesta estéticoexistencial cuya dimensión está marcada por la posibilidad política de la desujección que desemboca en creación. El escenario de transfiguración es el cuerpo como territorio de la vida, como espacio en el cual se crea una nueva forma de relación que supera el modo operante de la política impuesta desde fuera. La vida desnuda, la vida otra, se compromete en un ejercicio estético cuyo imperativo resuena con el verso de Rilke: “Debes cambiar tu vida” [“Du must dein Leben ändern”1]. La vida crítica enarbola y conforma un espacio para la vida creativa que escapa a la desdicha de lo impuesto, a la tragedia del encierro y a lo insoportable del control. La apuesta política se dimensiona estética y se compromete éticamente, no hay crítica sin transfiguración y no hay transfiguración sin una vida creativa. Irrumpir quinicamente exige una vida creativa, insolente, intempestiva, una vida como obra de arte, 1 Esta indicación corresponde a una variación del último texto de Sloterdijk publicado en lengua hispana en el cual se traduce como “Has de cambiar tu vida” (2012), la variación responde a la introducción de un matiz casi que imperativo, que entre en resonancia con la idea kantiana del ¡Sapere aude! La transfiguración de la vida exige de sí mismo una irrupción, una voluntad positiva que va más allá de la mera posibilidad. 10 que cruce los padecimientos y resuelva con la voluntad de la vida las paradojas inevitables del juego político de la verdad. Referencias Foucault, M. (2007). Sobre la ilustración. Madrid: Tecnos. Foucault, M. (2010). El coraje de la verdad. El gobierno de sí y de los otros II. Buenos Aires: F.C.E. Nietzsche, F. (2009). Obras completas. Tomos I y II. Madrid: Gredos. Sloterdijk, P. (2006). Crítica de la razón cínica. Madrid: Siruela. Sloterdijk, P. (2006a). Venir al mundo, venir al lenguaje. Valencia: Pre-textos. Sloterdijk, P. (2012). Has de cambiar tu vida. Sobre antropotécnica. Valencia: Pre-textos. 11