C.B.B.V. Justo Navarro
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C.B.B.V. Justo Navarro
C.B.B.V. Justo Navarro Excèntrics C.B.B.V. Justo Navarro Wandlung 205 28 Yo no sabía nada de Ciutat Badia, o Badia del Vallès, hasta que de Badia o Ciutat Badia hablaron Pedro G. Romero y Enrique Vila-Matas. Es una ciudad que no viene en mi atlas de España ni en mi atlas universal. Cuando se publicó el atlas español, la ciudad ni existía, pero mi atlas universal, editado en Italia en 1996, tampoco registra Badia del Vallès, y lo más próximo a Badia del Vallès que me aparece es un Val Badia, valle del Alto Adigio abierto por el torrente Gadera. Allí, en Val Badia, hay una ciudad que se llama Badia y otra que es San Martino in Badia. Nunca he estado en Badia del Vallès. Tengo que imaginármela por lo que cuentan Romero y Vila-Matas. Dicen que, cerca de Barcelona, en lo que fue el extrarradio, Badia tiene la forma de la Península Ibérica. Imagino una ciudad con el perfil de la Península, con la nariz anciana que termina al oeste de Sintra y el picudo mentón del cabo de San Vicente. Las calles repiten los lugares peninsulares, Oporto o Menorca o Mediterráneo. Enrique Vila-Matas dice que, si uno está en la calle Menorca, ya sabe que al sur tiene Ibiza. Esto es muy obsesionante. Parece un mundo construido maniáticamente según un modelo, y yo veo, mentalmente hablando, calles retorcidas en forma de pistola, como la provincia de Zamora, o de dragón canino, como la provincia coruñesa, o de fantasma que grita, como Zaragoza. Imagino la ciudad atravesada por canales que imitan ríos y afluentes, y, de pronto, al fondo de una calle, inicio la ascensión al Naranjo de Bulnes o al Mulhacén, mientras sistemas de ventilación fabulosa reproducen el clima continental o el clima mediterráneo, según voy por avenidas en las que sopla el viento atlántico o plazas-playa asomadas a un Mediterráneo minúsculo. Esta ciudad sería una estatua-retrato de la Península Ibérica, uno de esos pasteles en forma de continente geográfico o balón de fútbol, ciudad-simulacro: una figura, en el sentido del clásico Lucrecio, es decir, visión onírica o imagen fantástica, pero habitada por criaturas que cambiarían de temperamento por pertenecer a las calles Valladolid, Pombal o Valencia, de acuerdo con clichés caracteriológicoregionalistas. Si esto es así, no sabríamos si la Península Ibérica existía para que existiera un día Badia del Vallès, igual que Adán y Moisés existieron para que Jesús existiera. Si todo esto es mucho más simple, y sólo se repiten rutinariamente los nombres, los topónimos en su reparto de norte a sur y de este a oeste, la ciudad pertenecería al género de esos retratos sin cara verdadera que se construyen sólo con palabras en determinada disposición sobre el papel, de arriba abajo: ojo-ojo, nariz, boca (*). Toda una isla cabe entonces en una línea recta, en una calle, aunque, si nos adentramos en casas y escaleras, empiecen a aparecer otras calles y otras casas, tiendas, almacenes y callejones en el recoveco de un pasillo, los establecimientos comerciales de Oviedo y Murcia en la esquina de una habitación de las calles Oviedo y Murcia, y, sobre el mueble de un comedor de la calle Granada, la foto del comedor de la casa de mis padres en Granada. Y lo que está ocurriendo aquí, en el comedor de la calle Granada de Badia del Vallès, ocurre ahora mismo en Granada, o al revés, aquí ocurre lo que ocurre allí, o lo que ocurrió, o lo que ocurrirá. Todo el tiempo es el mismo tiempo en esta clase de historias. (*) ojo ojo n a r iz boca 29