Evaluación de los componentes del perfil intelectual
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Evaluación de los componentes del perfil intelectual
EVALUACIÓN DE LOS COMPONENTES DEL PERFIL INTELECTUAL Prof. Antoni Castelló Tarrida Universidad Autónoma de Barcelona Conceptos preliminares La evaluación de los componentes intelectuales que van a utilizarse en un perfil puede llevarse a cabo por distintos procedimientos, según se de prioridad a la precisión en la medida o bien a la amplitud del muestreo de los recursos evaluados. En general, si lo prioritario es la precisión, existen una serie de instrumentos -los test- que pueden ser empleados, aunque en la mayoría de las ocasiones dichos test incluirán un conjunto muy limitado de recursos intelectuales y un tipo de ejecución que es muy lejana a los usos reales de los recursos implicados. En contraposición, las medidas situadas (las competencias demostradas en contextos reales en las cuales se encuentran implicados los recursos intelectuales que se desea evaluar) permiten no solamente realizar una estimación de múltiples recursos, sino que también incluyen las condiciones que han permitido la construcción de funciones usando dichos recursos. Antes de describir algunos de los instrumentos que se pueden utilizar o situaciones que pueden dar soporte a una estimación a partir de medidas situadas, deben considerarse algunas precauciones generales que modulan los resultados obtenidos: (1) Las mediciones efectuadas durante los primeros 12 años de vida pueden ser muy inestables, en la medida en que todavía se está desarrollando la maduración cerebral. Así, los recursos cerebrales implicados en el funcionamiento intelectual complejo no presentan una secuencia estricta de activación ni están compartidos por todas las personas, de manera que, para una persona concreta, los recursos necesarios para el buen desempeño en un test o en una tarea situada pueden estar activados -o no- en el momento de realizar una evaluación. Cuando ya están activados en una persona, especialmente si todavía no lo están en la mayoría de personas de la misma edad, puede darse una falsa impresión de alta capacidad -la cual, de hecho, existe en ese momento- que no tiene por qué mantenerse cuando en otras personas se activen recursos semejantes. Se trata de la situación de precocidad, la cual consiste en una activación rápida de recursos, aunque no conduce necesariamente a un estado final (una vez completada la maduración cerebral) con más recursos. La situación complementaria, el retraso madurat ivo, tiene también est a dimensión temporal, aunque en el sentido inverso: la persona dispone de menos recursos durante su infancia, aunque no rmaliza la situación en la adolescencia. (2) Las o portunidades de emplear los recursos existentes y las presiones para hacerlo constituyen un factor crítico para convertir los recursos existentes en funciones construidas y competencias. Esta es la manera en que nos ajustamos a las demandas de nuestro entorno, empleando aquellos recursos que pueden tener utilidad en el mismo y prescindiendo de aquellos que no aportan especiales ventajas. Durante la infancia, período en el cual las competencias no son muy sofisticadas, diferencias en cuanto a las presiones recibidas y oportunidades de construcción acaban repercutiendo de manera clara en qué funciones y qué competencias se consolidan. Es bien conocido el efecto positivo en la construcción de funciones lingüísticas de la coincidencia del formato verbal (vocabulario, precisión de las expresiones, complejidad sintáctica) entre escuela y familia. En este caso, existe coherencia entre las presiones recibidas y la utilidad de las funciones construidas en ambos contextos. En cambio, cuando el formato escolar discrepa notablemente del familiar (o entorno extra-escolar) las presiones pueden llegar a actuar en direcciones contrarias (p.e. mofarse del vocabulario o de la gramaticalidad) y las oportunidades de construir dichas funciones se deben repartir en dos tipos distintos de funciones: las que son útiles en el ámbito escolar y las que los son en el extraescolar. También es factible que, a pesar de disponer de recursos cerebrales adecuados, una persona no haya construido una determinada función por no haber tenido la oportunidad de hacerlo o bien por no haber recibido las presiones adecuadas. Po r ejemplo, muchas niñas no juegan al fútbol y muchos niños no se dedican a la danza, a pesar de que tengan unas u otros los recursos adecuados, debido a presiones sociales y/o familiares fruto de considerar esas actividades propias de uno de los géneros pero no del otro. De manera genérica, esta consideración se debe tener muy en cuenta al tratar con alumnado procedente de otras culturas, caso en que debe considerarse que probablemente hayan respondido adecuadamente a las presiones de su cultura de origen, las cuales puede -de hecho, es muy probable- que no coincidan con las de nuestra cultura, mostrándose aparentemente inepto en determinadas competencias o aparentemente excepcional en otras. y (3) Siempre se debe tener presente que las situaciones de rendimiento infantil, suelen plantearse en el marco de una situación extremadamente ordenada, que no va a repetirse nunca más en la vida adulta: niños y niñas están agrupados por edad y viven dentro de un Sistema Educativo que prescribe ciertos aprendizajes para cada edad. Por ello, la "normalidad" durante la etapa académica está muy condicionada por esos factores compartidos. En la vida adulta, la situación es muy distinta: no se espera, por ejemplo, que cualquier persona de, digamos, 40 años sepa más que cualquiera de 35 (ni viceversa); las condiciones vitales de cada cual (situación familiar, profesional, ámbitos en los cuales se adquiere información) son muy variadas; y los problemas y objetivos pueden llegar a ser muy complejos. En las situaciones de alto rendimiento adulto, la disposición de buenos recursos intelectuales es una condición necesaria pero no suficiente. Dichos recursos se deben haber articulado adecuadamente, combinado con buen conocimiento y, con mucha frecuencia, debe dedicarse una muy considerable cantidad de energía a la tarea. Por lo tanto, cualquier medición que se haga durante la infancia o la adolescencia no permitirá certificar lo que pasará en el futuro de esa persona, sino solamente aseverar que una parte de las condiciones están presentes, pero sólo si se cumplen las otras -que incluyen también ciertos componentes de azar- dicho alto rendimiento podrá consolidarse. Medición a través de instrumentos formales La precaución fundamental que debe tomarse en la utilización de estas pruebas hace referencia a que, en bastantes ocasiones, el título de la escala es mucho más general que los procesos medidos. Por ejemplo, pueden encontrarse escalas que, bajo el título de "Inteligencia espacial", en realidad presentan una serie de ítemes de rotación de figuras. Dichas rotaciones son ciertamente una de las operaciones que conforman la inteligencia espacial-figurativa, pero entre muchas otras. Para poner el caso, tienen poco o nada que ver con la capacidad de una persona para combinar colores, detectar simetrías o distribuir objetos en el espacio y, por ello, constituyen una medida pobre de la inteligencia espacial-figurativa, aún siendo una medida precisa de las funciones que implican rotar objetos. Por lo tanto, cuanto mayor sea la variedad de tareas implicadas (tipo de ítemes) más representativa será la medición. Ciertamente, las pruebas existentes limitan dicha representatividad, pero al menos seamos conscientes del alcance de la medición efectuada. Las situaciones de medición de los tests dan prioridad a aspectos como la comparabilidad o la posibilidad de replicación. Por ello, cumplen con algunos de los criterios de las denominadas "situaciones de laboratorio" en las cuales se intenta controlar de manera rigurosa ciertas condiciones. Sin embargo, el control de dichas condiciones tiene efectos sobre algunos elementos de validez importantes, entre los que se puede destacar: la comprensión de los enunciados -de aquello que se espera que haga la persona que realiza el test- es fundamental para el desempeño; en todas las pruebas con tiempo fijado (la mayoría) las personas con rasgos de personalidad competitiva suelen puntuar más alto; existe una clara hegemonía de ítemes de carácter lógico, ya que éstos proporcionan una sola respuesta correcta, abundando en la objetividad de la medida, pero a costa de limitar los procesos evaluados; o bien la prioridad de satisfacer los criterios de fiabilidad por encima de los de validez, de manera que esta última se suele formalizar a partir de las correlaciones con otros tests y muy pocas veces con situaciones reales de mayor complejidad. Un aspecto absolutamente crítico en la aplicación de tests es la disposición de baremos actualizados y referidos a la población que se está evaluando. Las condiciones culturales, tecnológicas y de aprendizaje escolar pueden modificar substancialmente el rendimiento medio en estas pruebas. La presencia de un número excepcionalmente alto de puntuaciones extremas (o la inexistencia de las mismas) deberían hacer sospechar acerca de la inadecuación de los baremos. En el caso de las pruebas de creatividad, éstas resultan imposibles de manejar si no se dispone de un baremo actualizado y basado en la población local ya que implican objetos y maneras de funcionar que son más o menos frecuentes en función de las coordenadas espacio-temporales (por ejemplo, un barril de sidra tiene una mayor probabilidad de aparición entre personas de la Cornisa Cantábrica que no de la Co sta Mediterránea y, seguramente, una paella sea más frecuente en el otro caso). Inteligencia mecánica: el DAT contiene una subescala que mide de manera bastante amplia este constructo. Inteligencia espacial-figurativa: DAT, PMA y BADyG contienen pruebas de esta índole. La última de estas escalas es la que presenta un mayor factor común de carácter lógico compartido entre las subescalas, razón por la cual puede computarse un índice "general", que se puede identificar con esta dimensión de razonamiento lógico. Inteligencia numérico-matemática: valen los comentarios de la inteligencia espacial-figurativa. En este caso, las escala DAT permite un acercamiento a los resultados por descarte y aproximación, mientras que las otras dos exigen mayor precisión de cálculo. Debido a ello, la DAT aproxima mejor el razonamiento matemático mientras que las otras afinan mejor las competencias aritméticas, las cuales tienen una mayor carga de componentes de memoria (tanto de trabajo como a largo plazo). Inteligencia verbal: también las tres escalas citadas contienen medidas de la misma, si bien enfatizan distintas dimensiones del lenguaje. La PMA y la BADyG realizan un muestreo más amplio que la DAT. Inteligencia interpersonal (o social): una muy buena escala es el Test de Guilford y O'Sullivan, aunque no creo que esté disponible una versión actualizada en castellano. A falta del mismo, existen algunos cuestionarios que acceden de manera indirecta a través del comportamiento de las personas evaluadas o de las declaraciones de las mismas. Sin ser propiamente tests, ya que la persona no demuestra sus recursos ante una tarea, sino que los declara o son inferidos por una tercera persona, permiten una razonable aproximación. Inteligencia intrapersonal (o emocional): de nuevo solamente se puede evaluar a través de diversos cuestionarios, entre los que destacarían el de Bar-On y las escalas de Mayer, Salovey y Carusso, las cuales contienen algún componente proyectivo. Inteligencia musical: la escala de Inteligencia Musical de Seashore es un buen instrumento de medida. También desconozco si existe una versión en castellano, aunque en este caso el idioma es bastante prescindible ya que se trata de responder a estímulos de carácter rítmico, tonal y de timbre. Inteligencia motora: las pruebas específicas para este tipo de recursos acostumbran a estar orientadas al tipo de acciones manipulativas adecuadas para la inserción profesional de personas con diversas discapacidades, por lo que resultan poco adecuadas para este tipo de mediciones en la población general. Al mismo tiempo, las diferencias entre las situaciones que reclaman motricidad que implica todo el cuerpo (danza, deporte) o motricidad fina (gesto, voz, operaciones manuales) pueden presentar discrepancias muy considerables en una misma persona. Los tests psico-motores y algunos ítemes de la escala McCarthy pueden ser empleados en edades tempranas, pero probablemente se trate de la dimensión más difícil de evaluar a través de pruebas formales, aunque es la que más claramente se puede observar de manera situada. Creatividad: el Torrance Test of Creative Thinking, en su parte figurativa, sigue siendo la escala de referencia para la medición de la creatividad. La parte verbal del mismo, del mismo modo que sucede con otras escalas de creatividad de fuerte carga verbal, tiene elevadas correlaciones con componentes de inteligencia verbal, como el vocabulario, confundiendo las dos medidas (las personas que mejor se expresan pueden manifestar coherentemente su pensamiento creativo, aunque este sea menor que otros casos que no saben o no se atreven a expresar las ideas por dificultades de carácter lingüístico). Por otra part e, el componente de elaboración, tomado aisladamente, es el más alejado de la actividad exploratoria que constituye el núcleo duro de la creatividad. Para evaluar la originalidad es absolutamente imprescindible disponer de una muestra de referencia local y actualizada. Lógica: existen muy buenas pruebas de razonamiento lógico, en ocasiones denominadas de "razonamiento abstracto" o de "factor g". Por la variedad de situaciones implicadas, considero que las escalas de Raven son una de las mejores medidas, sin que otras escalas sean, ni mucho menos, malos indicadores. En general, el componente lógico está presente en escalas de cualquier tipo en las que sólo exista una solución correcta (que son la mayoría) o en las que se deba inferir una relación y aplicarla a una nueva situación (como en las pruebas de analogías). Memoria: el tipo de memoria que mayor incidencia tiene en el funcionamiento intelectual es la de trabajo (que incluye las de corto y medio plazo) mientras que la memoria a largo plazo es un mejor índice de escolarización o culturización. Dado que el recuerdo es fácil de medir, existen bastantes pruebas de memoria en el mercado. Muchas de ellas son de carácter verbal por lo que deberían complementar con algunas que midan, como mínimo, el recuerdo de materiales figurativos. Dado que unas de las pruebas más usadas son las de CI (WISC, WAIS, CogAt o equivalentes) debe tenerse en cuenta que los componentes intelectuales de mayor peso -casi exclusivo- de dichas pruebas son las dimensiones verbal, lógica y de memoria. Estas pruebas son muy eficientes en la valoración combinada de dichos recursos, por lo que las hacen óptimas para la evaluación del talento académico. Sin embargo, se debe tomar con precaución la etiqueta de "inteligencia general" que suele acompañarlas, restringiendo dicha generalidad al aprendizaje académico estructurado. Un CI elevado prácticamente garantiza que los componentes verbal, lógico y de memoria estarán en franjas de centil 80 o superior, pero dice muy poco o nada del resto de componentes. Medición en contextos situados Gardner acostumbra a evitar la referencia a instrumentos formales para evaluar las inteligencias múltiples, recurriendo a formas de evaluación más situada, como los portofolios o las observaciones. Esta aproximación se beneficia de la validez de los contextos reales (en contraposición a lo atípico de las situaciones de laboratorio) del mismo modo que permite poner en juego los componentes motivacionales y actitudinales de las personas. El elemento sacrificado es la precisión: resulta prácticamente imposible obtener puntuaciones a nivel de centiles, aunque se puede aproximar razonablemente la ubicación en cuartiles o quintiles. Téngase en cuenta que los instrumentos formales también incluyen errores de medida que, en ocasiones, tampoco permiten puntuar seriamente más allá de cuartiles o quintiles, en especial cuando los baremos no son todo lo ajustados que deberían. Pero el criterio principal que debe emplearse en estos casos es el de la aproximación de los puntos fuertes y débiles de un perfil dado, situación para la cual no es imprescindible un nivel muy elevado de precisión. Es más, la propia variabilidad de la maduración de recursos cerebrales o de las presiones del entorno (escolar y extra-escolar) devalúan las medidas precisas debido a su inestabilidad temporal. Por contra, si bien es perfectamente factible que una puntuación de centil 98 pueda pasar a centil 80 en un par de años, es bastante menos probable (aunque no imposible) que se desplome a un centil 60 o inferior. Si se trabajara con cuartiles, el primer caso se mantendría en el cuarto cuartil, mientras que el segundo transitaría del cuarto al tercero, reflejando una variación notable. La máxima precisión solamente es necesaria para los casos de talento simple, en los que el criterio de referencia es el centil 95. Sin embargo, precisamente estos casos son los que se manifiestan de manera más evidente y especializada como excepcionalmente competentes en un área, del mismo modo que son los que mayores indicios de descompensación suelen mostrar (desinterés por todo tipo de actividades a parte de su ámbito de talento o neto predominio de información de su ámbito, por ejemplo). En los otros casos (talentos complejos o perfiles harmónicos altos) el criterio central no es tanto cuantitativo como de interacción efectiva entre recursos que se encuentran, aproximadamente, en un mismo nivel de eficacia. Ahí la complejidad del pensamiento y el uso simultáneo de distintas formas de representación es la pieza clave de la evaluación. A modo de ilustración, un caso de talento académico (talento complejo) no solamente es capaz de acceder a más información que un caso de talento memorístico (talento simple) que presente una puntuación superior en memoria, sino que además puede expresarla de manera más eficiente y compararla con otras informaciones relacionadas. La clave está en que el talento memorístico tiene muy buenos recursos de gestión de la memoria, mientras que el talento académico no sólo puede gestionar razonablemente bien el acceso a la memoria (aunque menos que el otro caso) sino que la puede organizar mejor, a partir de estructuras lógicas, y puede emplear eficientemente contenidos verbales, que son los que más frecuentemente se deberán emplear para demostrar que se conoce una información (explicaciones, respuestas orales, respuestas en exámenes, etcétera). Por lo tanto, la cantidad de recuerdo a la que puede dar soporte una estructura organizada de información verbal es mucho mayor que la que se puede manejar con el más eficaz de los mecanismos de gestión de memoria, pero sin una buena organización de los materiales. Por otro lado, las manifestaciones en forma de comportamiento por parte de un talento memorístico serán habitualmente de reconocimiento de objetos, mientras que un caso de talento académico podrá fácilmente recuperar conjuntos de informaciones relacionadas con dichos o bjetos. En consecuencia, la complejidad del comportamiento de uno u otro caso es la que permite diferenciar la situación de talento simple o complejo. En el contexto académico-escolar debe de tenerse en cuenta que algunas formas de representación u operación sobre representaciones tienen un claro predominio. Las representaciones verbales son, de largo, las más frecuentes, por lo que la detección de talentos verbales por su rendimiento resulta bastante asequible. También los casos de talento numérico-matemático suelen ser bastante evidentes y, en menor medida, los de talento espacial, musical y motor, especialmente si se complementa la información con las de productos extra-escolares de estas personas. Los recursos de inteligencia mecánica son algo más ambiguos a excepción de los casos en que se trabaje en tareas que efectivamente impliquen mecanismos, cosa que suele ser más frecuente en los Ciclos de Formación Pro fesional. Las inteligencias inter- e intra-personales son algo más escurridizas ya que comportan desplazar la atención a las interacciones entre alumnos, más que al rendimiento académico, y pueden estar sesgadas por patrones de comportamiento adecuados (o "correctos"). Por ejemplo, una persona con buenos recursos en inteligencia interpersonal puede utilizarlos para ayudar a otras o bien para aprovecharse de esas ot ras personas y, en situaciones extremas, incluso para actuar en contra de las mismas. Puede que se manifieste como líder o bien puede que prefiera ejercer influencia desde la sombra. Así, pues, no se trata de una situación nítida y fácilmente perceptible en el transcurso de las actividades académicas. La inteligencia intra-personal es todavía más difícil de estimar ya que, en muchas ocasiones, los propios instrumentos de medida confunden situaciones. Por ejemplo, una persona extrovertida no tiene más inteligencia intra-personal que una persona introvertida. En esencia, la inteligencia intrapersonal se manifiesta a través del buen conocimiento de sí misma, en cualquiera de las dimensiones (es decir, no sólo en los componentes propiamente emocionales). Por tanto se manifiesta por la escasez de sobrevaloraciones o subvaloraciones de los propios recursos (ojo, aquí la modestia sería más un indicio de buena inteligencia inter-personal, del mismo modo que la soberbia una muestra de moderada o escasa inteligencia inter-personal). Del mismo modo, una persona con buena inteligencia intrapersonal no controla sus emociones (cosa que, por otro lado, no es factible) sino que las reconoce y sabe cuales son sus efectos. En cualquier caso, la estimación de estas características pasa por un muy buen conocimiento de la persona y la necesaria confianza para que dicha persona se exprese de manera sincera en relación a aspectos muy personales (por eso se la denomina INTRA-personal). En lo que afecta a la lógica, la creatividad y la memoria, ya se ha indicado, en relación con los talentos académicos, que las situaciones escolares permiten innumerables oportunidades de poner en juego el razonamiento lógico y el recuerdo, por lo que son muy fáciles de evaluar. En cambio, las oportunidades de utilizar la creatividad en el contexto académico son sumamente escasas y las manifestaciones de dicha creatividad pueden confundirse con formas de mal comportamiento ya que pueden desviar el hilo de la clase, plantear preguntas poco comunes o, a veces, concretarse en comportamientos atípicos que tienden a considerarse más peyorativamente como "raros". Es fundamental no asociar creatividad con situaciones artísticas, sino que puede contemplarse en cualquier tipo de actividad. Es muy común que al preguntar por las personas más creativas se indique que son, por ejemplo, las que dibujan bien (cosa que es una prueba de recursos espacial-figurativos y motrices, pero no necesariamente creativos) mientras que se omiten las que presentan un buen sentido del humor (no tanto las que se saben muchos chistes como las que pueden bromear "en directo" si se da la oportunidad) o hacen juegos de palabras, o establecen relaciones poco evidentes (y poco coherentes desde una perspectiva lógica) como organizar la tabla periódica en función de la toxicidad de los elementos en lugar de su peso atómico. Este tipo de comportamientos no suele repercutir favorablemente en los resultados académicos y, tal como se ha indicado, en ocasiones se califica erróneamente como problemas de actitud o de comportamiento. También debe considerarse que el contexto escolar es bastante compartimentado y, a pesar de muy loables esfuerzos de transversalidad, la mayor parte de las actividades no demandan una combinación demasiado amplia de recursos. Por ello, los perfiles harmónicos altos sueles pasar muy desapercibidos (suelen tener un perfil de "notable" o más y presentar pocos problemas) mientras que los perfiles de "matrícula" están más consolidados por casos de talento académico, algunos de los cuales sí pueden mostrar descompensaciones y, quizá, alguna problemática colateral (socialización, por ejemplo).