Una carga compartida - T-oigo
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Una carga compartida - T-oigo
Una carga compartida: Casados con hijo sordo Mary Beth Goring, MFT Consejera de Matrimonio y Familia Eduardo y Carla, padres de un hijo de cuatro años con pérdida auditiva y un bebé oyente de ocho meses, están de acuerdo que mantener su relación de pareja mientras que críen un niño con discapacidad no es fácil. El estrés inesperado después del diagnóstico de pérdida auditiva puede provocar cambios y retos abrumantes que tensionan y rajan el tejido mismo del matrimonio. “No esperábamos que Alex tuviera problemas para oír porque nadie en nuestras familias, menos mi abuelo, ha usado audífonos,” dice Eduardo. Sin embargo, Eduardo y Carla, como algunos de sus compañeros, afirman que las necesidades especiales de su hijo los han acercado, brindando a su unión un propósito nuevo y significado profundo. ¿Qué es lo que causa que algunas parejas se unan alrededor de la pérdida auditiva de sus hijos, mientras que la mayoría se encuentra luchando para mantener su matrimonio? Presión en el matrimonio Muchos factores, algunos dentro de la familia, y otros externos, afectan el trayecto de la vida matrimonial. La discapacidad de un hijo puede perjudicar el bienestar matrimonial en varias formas. Provoca emociones intensas en ambos padres. Puede llegar a simbolizar un fracaso compartido. Reorganiza la estructura familiar. Y es capaz de crear conflicto en la familia. Diferencias en el manejo del duelo Durante el tiempo antes del diagnóstico de la pérdida auditiva, muchas veces uno de los padres, supongamos que es la madre, comienza a sospechar que algo anda mal con el bebé. Cargando estas dudas a solas, desea compartirlas con su marido, pero teme su confirmación, sabiendo que aquella realidad imaginada implica un terremoto moral y práctico en el futuro de la familia. Con mucha ansiedad, propone la sugerencia y cuando él la rechaza, su negación le provoca furia intensa. El subsiguiente conflicto siembra los comienzos del aislamiento en la pareja, y la madre se siente cada vez más sola con sus temores. No sabe si debe llevar el niño a solas en búsqueda de una respuesta, o tratar de convencerle a su marido que la acompañe, sabiendo que tal propuesta ocasionaría aun más conflicto entre ellos. Así que, desde antes del diagnóstico, y a través de las etapas que lo siguen, cada individuo maneja su duelo en forma única e individualista. El temor, la ira, la tristeza, la negación, la ansiedad, y la culpabilidad estresan la solidaridad matrimonial. Estos sentimientos efectivamente forman los estados o las etapas de un duelo que lamenta la pérdida de los sueños entrañables que los padres han invertido en sus hijos, aun antes de nacer, sueños © Mary Beth Goring, 2007 1 que se imaginan irrevocablemente. perdidos En la expresión del duelo, los dos miembros de la pareja típicamente se turnan con el propósito de mantener un equilibrio en el balancín conyugal. En el caso de Mario y Lucía, su hijo Alberto había progresado tanto en su lenguaje, que ya hablaba en párrafos, cuando por fin Mario cayó en la depresión, la misma depresión que Lucía ya había terminado de conquistar, al gozar del fruto de su labor con su hijo. Cuando yo le pregunto a un grupo de padres cuáles de ellos han llorado con su pareja, es infrecuente que alguien conteste afirmativamente. Si ambos cónyuges se caen simultáneamente, ¿quién se encargará de cuidar de la familia? Frecuentemente, aunque no siempre, es la mujer que se permite desde un comienzo entrar en duelo abiertamente, y el hombre se detiene, manteniendo una fachada de fuerza ante el temor o la tristeza de su esposa. A veces mantienen este arreglo por un par de años antes de que el padre se permita sentir todo lo que ha aplazado por tanto tiempo. Hay varias desventajas en este sistema. Apoyo externo Muchas veces la compasión y el apoyo de la comunidad y la familia se dirigen hacia la madre, más que al padre, de un niño con discapacidades. Se supone que es ella la que sufrirá más dolor, y típicamente es ella la que demuestra abiertamente el impacto emocional. Así que el hombre se queda con sensaciones de aislamiento, soledad y enajenación, cargando sobre sus hombros un peso moral que no comparte con su mujer, temiendo hacerla caer más profundamente aun en un abismo de aflicción. Es una carga pesada y agotadora, y puede producir resentimiento con el transcurso del tiempo. © Mary Beth Goring, 2007 Por su parte, la mujer, al contemplar el estoicismo de su marido, determina que a él no le importa tanto los asuntos de sus hijos, y que por lo tanto, ella se encuentra sola con su sufrimiento, su amor maternal, y su pasión por buscar soluciones a los retos que enfrenta el niño sordo. Como su marido, siente que es una carga difícil, pesada, y solitaria, lo cual fomenta resentimiento hacia su pareja. Un duelo compartido ¿Qué pasó entre Carla y Eduardo para que se evitara este resultado? Desde un principio, los dos tuvieron el valor individual de sentir temor simultáneo por su bebé. Lo que hizo Eduardo por Carla fue decirle durante la primera conversación que tuvieron acerca de la posibilidad de la sordera de su hijo, “Pase lo que pase con Alex vamos a hacer lo imposible por ayudarlo juntos,” mientras la abrazó. Ella le afirmó, “Cuando estás conmigo, me alientas, así que quiero que me acompañes para ver al médico.” Estuvieron juntos al recibir las noticias que tanto temían. Se acompañaron en las consultas, en las clases para los padres de niños sordos, y en los grupos de apoyo. Después de un tiempo, Eduardo no pudo seguir asistiendo a cada consulta, debido a sus compromisos con el trabajo, pero se ponían de acuerdo desde antemano a cuáles citas claves sί asistiría, para que Carla no tuviera que recibir noticias importantes a solas. Eduardo también tuvo el valor de llorar en la presencia de su esposa en varias ocasiones. Cuando esto ocurría, Carla mantenía su serenidad y lo consolaba. Así, ella se dio cuenta de que no padecía sola su dolor, sino que su marido también lo sentía. Y por su parte, Eduardo supo que al expresar su dolor, su mujer no caería en una depresión agobiante. Los dos compartían sus estados de duelo en el grupo de apoyo, y así Eduardo les daba permiso a los demás padres de sentir 2 libremente el impacto emocional que ocasionaba la sordera de sus hijos. El manejo del conflicto La ira es un estado de duelo problemático para el matrimonio. Ambos cónyuges pueden sentir ira con los profesionales, con la mala suerte, con sus familiares inútiles, con la gente insensible de la calle. Ninguno de los dos admite que parte de la ira es ocasionada por y se dirige al niño que padece de la discapacidad, porque les parece incorrecto culpar a una criatura inocente y amada. La cautela o la cohibición protege su blanco verdadero. Asί que, tantas veces esa ira se re-dirige hacia la pareja. Aunque la mujer esté expresando furia hacia un doctor incompetente en la privacidad de la cocina de su casa, cuando su voz aumenta cierta cantidad de decibelios, el marido puede comenzar a sentir que ella lo está culpando a él. Ella sabe que no es culpa de él, pero él sufre lo peor de su ira. No existen muchos campos o foros en los cuales los padres pueden expresar aquella ira. Eduardo y Carla están concientes de que a veces sustituyen a su pareja por el blanco verdadero de su ira. Admiten sin vergüenza su error, después de un tiempo a solas para calmarse. Se disculpan, se perdonan, y hacen lo posible por remediar los daños hechos al dirigir la ira inmerecida hacia su pareja. Otro factor importante en el manejo de la ira es el reconocimiento del sentimiento detrás de la ira. Muchas veces la ira © Mary Beth Goring, 2007 proviene del temor o la ansiedad; otras veces, de la culpabilidad. Quizás la fuente más común de la ira para los padres de niños pequeños con discapacidades es la fatiga. Cuando una persona permanece en un estado crónico de fatiga, se le acaba la paciencia, surge la frustración, y puede estallar de repente ante las frustraciones cotidianas de la vida familiar. Dos personas agotadas no se tienen mucha paciencia o perdón. Con la lista larga de responsabilidades y tareas que caracteriza la vida de los padres del niño sordo, tales padres pueden resentirse cuando les parece que la carga no se está compartiendo en forma equitativa. ¿Quién se encargará de chequear los audífonos o el implante todas las mañanas? ¿De llevarle al niño a sus citas con los profesionales? ¿De realizar las tareas de lenguaje o de la escuela con el niño? ¿De arreglar los asuntos del mantenimiento de la casa, de comprar y preparar la comida, disponer de los reciclables, y llevar los niños a sus eventos de deporte? La lista nunca termina, y se renueva todos los días. Si la esposa se encarga de la mayoría de este trabajo, ella puede resentirse con su pareja que no participa, mientras que el marido se puede sentir descuidado, como que lo tuviera ahí de adorno. Negociar los papeles de padre Eduardo y Carla decidieron negociar los papeles y las tareas juntos. Los dos aprendieron simultáneamente el mantenimiento de la tecnología auditiva, tanto como las rutinas y tareas de cuidar de los niños. A veces los dos se fatigan, y hacen competencia para determinar cuál de ellos está más cansado. Pero han aprendido el valor de disculparse y perdonarse cuando pierden la paciencia en momentos frustrantes. También saben cuándo necesitan retirarse por unos minutos, o por un par de horas para poder calmarse después de una pelea intensa. Como afirma el dr. John Gottman, “guru” del matrimonio, las parejas que 3 duran no son aquellas que evitan conflicto, sino las que aprenden manejarlo, a pelear justamente y negociar y a arreglar los conflictos a largo del día. el a a lo Cuidado individual y matrimonial Por último, Eduardo y Carla han aprendido que tienen que cuidarse individualmente, y cuidar del matrimonio. Carla sale a tomar un café con sus mejores © Mary Beth Goring, 2007 amigas, después de dejar a Alex en la escuela, por lo menos una vez a la semana. A veces lleva al bebé, y otras veces lo deja con su mamá. Aprovecha las horas que Alex está en la escuela para ir al gimnasio y hacer ejercicio. Eduardo también hace ejercicio en el gimnasio, y juega básquetbol con un equipo local de aficionados. Los dos salen juntos todos los fines de semana a comer con amigos o a ir solos al cine mientras que los niños se turnan con sus abuelos. Cuando salen, hacen un esfuerzo por no hablar de los niños, y si es imposible, limitan el tema a unos quince minutos. No es fácil la preparación para estas salidas, pero los dos saben que el tiempo a solas es esencial para el bienestar de su matrimonio y para su serenidad propia. Eduardo y Carla reconocen que estos años son los más agotadores y difíciles de sus vidas, pero que también son los que producen más gozo intenso cuando ven el progreso que logra Alex en su comunicación, y cuando contemplan las sonrisas del bebé Esteban. Saben que la inversión de mucho esfuerzo mutuo produce un jardín bello y floreciente en la vida familiar. Mary Beth Goring, MFT Directora de Consejería y Servicios de Desarrollo Infantil John Tracy Clinic Los Ángeles, California, EUA www.jtc.org 4