Sugar Lopez - El Curicano Ramírez

Transcripción

Sugar Lopez - El Curicano Ramírez
“Sugar” López
Miguel Ángel Ramírez
Suena la campana, es el último round de aquella colosal pelea por el titulo mundial.
Rigoberto “Sugar” Lopez, avanza hacia su contrincante; el invencible e invicto
poseedor del cinturón de campeón mundial de la AMB, John Simpson. El combate a sido
duro y respira con dificultad a través de su protector bucal y mirando por el estrecho
halo de luz que llega a sus ojos, ya casi cerrados por la inflamación de tantos golpes
recibidos en 11 asaltos; No está dispuesto a darse por vencido, solo queda el último
paso, el último round y los puntos; según su rincón, lo favorecen. Sugar sigue
esquivando ya sin fuerza el repetido, y casi resortístico “jap” de izquierda del campeón
mundial, ese ”jap” demoledor que de cuando en cuando, le da de lleno en su maltrecha
nariz. Una derecha que no alcanza a esquivar, le da de lleno su nuca, que lo estremece,
pero va al frente como bestia herida. Su derechazo mortal de basta reputación, se
pierde en el aire, dejando un silbido; pero no el del campeón que cae como un mazado
en su flanco izquierdo, seguido de un boleo del monarca que le cierra definitivamente su
ojo derecho. Entonces oye aquellos gritos desde su rincón:
- ¡Tira, tu derecha Sugar, tira, tu derecha, tu derecha!
Entonces cierra los ojos y se abalanza con toda las fuerzas restantes, contra aquella
enorme masa del negro John Simpson, que lo mira con su izquierda en ristre y con su
puño derecho apretado a la espera de un descuido.
“Sugar” López, nunca supo cuantos golpes lanzo y tampoco supo si alguno de ellos
dio en el blanco, que paradojalmente era tan negro y brillante como el mismísimo betún
virgínea. Luego de aquella andanada de golpes, en segundos todo oscureció y el griterío
de la multitud se apagó, como todo se enmudece en un corte de luz, entonces, su mente
con imágenes secuenciales y vertiginosas lo situaron en su infancia.
Allí estaba mirándose revolcado y maltrecho, después de haberse enfrentado a tres
maricones de su edad, (como le dijo a su madre, después que ella lo reprendiera),
mientras que con la manga de su chaleco, se limpiaba ese liquido rojizo y tibio mesclado
con sus lagrimas.
-¡Pero Rigoberto, hijo, mira como vienes de nuevo. Otra vez te agarraste a combos
por ahí. - Cuando vas a aprender que por la vida no se anda dando puñetazos, hijo!.
-¡ Y esos maricones, cuando dejaran de decirme guacho y llamarte como te
llaman.!.
-¡Rigoberto, hijo, no hagas caso, tu sabes que quiero lo mejor para ti!.
-¡Si Mamá, y yo también quiero lo mejor para ti, y te juro que cuando crezca seré
el mejor boxeador del mundo, seré el campeón y ganaré mucho dinero para
llevarte a vivir lejos donde nadie te trate como esos maricas de mierda……..
Aquella fría bolsa de hielo en su frente lo hacen volver en sí, luego una mano
temblorosa le quitan el protector bucal y una toalla le limpian el rostro ensangrentado,
entonces entre murmullos y gritos de euforia, es levantado en andas en medio de un
griterío ensordecedor y de los relámpagos plateados de las cámaras fotográficas:
-¡Sugar, Sugar, Sugar, Sugar, Sugar…………….….!
Mientras repasa con sus manos atrofiadas los recortes de diario y las revistas de
aquella legendaria pelea de año 54, Don Rigoberto López, les comenta a los otros
ancianos del asilo:
-¡Aquella vez ambos no dimos un derechazo al unisonó en pleno mentón con todas
las fuerzas y caímos a la lona como dos sacos de papas, pero ese marica de John Simpson,
no contaba con mi pegada de mula!, y no se levantó más. Yo sin embargo a la cuenta de 9
ya estaba de pie bamboleándome listo para seguir tirándole derechazos a ese cabrón.!
- ¡Porque a mí nadie me llama guacho, hijo de puta…!!, les decía.

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