PENSAMIENTOS DE UN FUMADOR Sentado en una banca del
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PENSAMIENTOS DE UN FUMADOR Sentado en una banca del
PENSAMIENTOS DE UN FUMADOR Sentado en una banca del parque respirando el aire contaminado con el humo de mi cigarrillo que miro absorto, llegan a mi mente una gran cantidad de ideas, que presumo son producto de mi inteligencia desbordada por la nicotina, que seguramente agudiza mis sentidos y me vuelve más sensible a las miradas de desaprobación de las personas que pasan a mi lado, con sus mascotas y sus irritantes “gracias” que dejan por todo el prado y después los demás visitantes del parque pisan para su desgracia, y tienen el descaro de mirarme con desaprobación seguramente porque fumo un cigarrillo que a nadie daña, deberían eliminar a todos los perros y a sus dueños por irrespetar el espacio público. Embebido en mis pensamientos no me había percatado de la mirada curiosa de una hermosa niña pelirroja, con su cara llena de pecas, al dirigir mi mirada hacia ella me pregunta: ¿Señor, por qué fuma?, me quedo mirándola y con ganas de contestarle como se merece por entrometida, pero me contengo al ver a su madre que me mira con ojos fulminantes. Me quedo pensando y no encuentro una respuesta adecuada para una niña de seis años. ¿Por qué fumo?, pues porque me gusta, porque me causa placer, porque quiero, qué se yo, porque si. La mocosa aún espera una respuesta pero no se me ocurre ninguna coherente, si el tabaco se ha convertido en mi amigo, mi aliado, mi confidente, mi razón de vivir, pero no logro entender por qué, si hace algunos años, ya no recuerdo cuántos, cuando fumé mi primer cigarrillo, me dieron náuseas y me supo horrible, pero había que perseverar, al fin de cuentas mis amigos fumaban y se veían tan masculinos, y si ellos podían ¿por qué yo no? La niña seguía con su mirada inquisidora sobre mí y yo no encontraba una respuesta. En ese momento recordé que hace pocos meses después de una gripa muy fuerte me quedó una tos bastante molesta y me daba dificultad para subir cuestas o escaleras, pero claro pensé que se trataba de falta de ejercicio, consulté al médico y como siempre lo primero que me dijo fue que tenía que dejar de fumar, pero qué sabía él de mi para que abusivamente me prohibiera lo que mejor me hacía sentir, si el médico piensa que debo dejar de fumar, pues cambio de médico y se acaba el problema. Pero ahora que lo pienso la tos siguió acompañada de dolor en el pecho y en las piernas, y no me siento tan viejo, con treinta y seis años bien vividos, me veo bien, aunque las uñas son amarillas y en las mañanas cuando me miro al espejo me veo con un lindo color verdoso o grisáceo, que seguramente es por la contaminación ambiental, con todas esas fábricas, carros y lo peor las motos que contaminan permanentemente el aire que todos respiramos, como no va uno a adquirir ese “lindo color”, y pesándolo bien, mis dientes se ven como extraños, amarillos y los siento como si estuvieran siempre sucios y he notado que las comisuras de los labios se han puesto pálidas y con cascaritas que cada vez me toca retirar con más frecuencia. Recuerdo a una antigua novia que cada vez que me le acercaba, le daba tos y se cubría la cara con las dos manos para toser, seguramente que tenía algún complejo la pobre, aunque la chica no era para nada fea, aunque ahora que lo pienso, ¿qué tal que el problema fuera mío por el olor a tabaco?, pero no, seguro que no, porque los cigarrillos que yo fumo son mentolados y por el contrario lo que hacen es que mi aliento sea agradable por el olor a menta, seguro que la chica si tenía algún complejo, por fortuna para mí no tuve que terminar con ella, porque se ennovió con el policía de la cuadra. La niña seguía mirándome esperando una respuesta, mujer tenía que ser para ser tan empecinada. De pronto me di cuenta de que hacía mucho tiempo que las comidas no me sabían tan bien como antes, y las horas de las comidas ya no eran tan placenteras, lo único que seguía disfrutando era el sabor del café, aunque a veces sentía que me sabía a cenicero, pero no era tan desagradable, podía convivir con dos o tres ceniceros llenos en mi cuarto y seguía percibiendo el delicioso olor a mentol de mis cigarrillos, no sé por qué mi familia armaba tanto escándalo por un par de ceniceros llenos o por las colillas en los materos o porque fumaba en la sala de la casa, ¿acaso el hogar de un hombre no es su fortaleza?, pues que mi esposa y mis hijos se aguanten, al fin de cuentas yo soy el jefe del hogar y merezco respeto y consideración. Claro que después de que mi hijo pequeño se enfermó de los bronquios y el médico otra vez con el cuento de que era por el humo del cigarrillo, mi esposa me prohibió fumar dentro de la casa, me tocó salir a fumar a la calle, como si fumar fuera un delito, y ya ni en la calle porque todo el mundo me mira raro, como si estuviera haciendo algo malo, ¿o qué tiene de malo fumar?, nada, lo que pasa es con ese embeleco de los médicos de que el cigarrillo es malo, de las leyes que prohíben fumar, a los fumadores nos están estigmatizando y yo me pregunto ¿los derechos de los fumadores qué, dónde quedan? …o es que nosotros no pagamos impuestos…no, no hay derecho a que nos traten así, claro que si lo pienso bien, el cigarrillo si puede tener algo de malo, yo lo vi en mi niño cuando se enfermó y él todavía no está del todo bien, pero también debe ser por la contaminación ambiental, por las basuras de las calles, de esas de la que tanto hablan en los noticieros y en los periódicos… La mocosita seguía mirándome como hipnotizada, estaba que le ofrecía de mi cigarrillo, pero tampoco lo iba a compartir así de fácil y menos con una mocosa de tan malos modales. Mi cigarrillo llegaba casi a su fin y no encontraba una respuesta para decirle a la niña, no sé por qué fumo, el cigarrillo está afectando mi vida familiar, laboral, social y mi salud, me engaño a mi mismo diciendo que lo que me pasa no es por el cigarrillo, sino por la contaminación ambiental que otros causan…como si el cigarrillo que fumo no contaminara el aire que los demás también tienen que respirar… No niña, no sé por qué fumo…si lo único que el cigarrillo me produce son problemas… Atentamente, Un fumador. Autor: Grecia López Ríos. Bienestar Universitario