Los últimos serán primeros

Transcripción

Los últimos serán primeros
Una Buena Noticia
para la semana
Año II Nº 143
4
SUMMA
Aldapeta
Asterako berri ona
Los últimos serán
primeros
Hay que reconocer que algunas expresiones de Jesús en este texto evangélico pueden
resultar desconcertantes por su dureza, en contraste con la
misericordia y deseo de felicidad que rebosa su persona.
En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: “Señor,
¿serán pocos los que se salven?”. Jesús les
dijo: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y
no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y
llamaréis a la puerta diciendo: ‘Señor, ábrenos’, y él os replicará: ‘No sé quiénes sois’.
Entonces comenzaréis a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en
nuestras plazas’. Pero él os replicará: ‘No sé
quiénes sois. Alejaos de mí, malvados’. Entonces será el llanto y el rechinar de dientes,
cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a
todos los profetas en el Reino de Dios y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de
Oriente y Occidente, del Norte y del Sur y se
sentarán a la mesa en el Reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos”.
(Lc 13, 22-30).
Emailgelio 143 del 21 de agosto de 2016
Domingo 21 del tiempo ordinario (C)
La clave de comprensión puede estar en su última afirmación: hay últimos que serán primeros y primeros que serán
últimos. En la sociedad de Jesús era común pensar que los
gentiles y pecadores estaban condenados a sufrir el castigo de
Dios. Jesús, empleando imágenes apocalípticas de la época,
da la vuelta a la sentencia e indica que quienes necesitan un
cambio total son sobre todo los que se consideran puros y excluyen del Reino a los últimos de la sociedad. Los dichos de
Jesús que hablan del castigo, en realidad lo que quieren es
salvar a los amenazados por la condena de unos hombres que
se creen con derecho a juzgar y excluir en nombre de Dios.
Pero Jesús no pretende condenar tampoco a los condenadores de oficio. Quiere su conversión para ir construyendo
juntos, unos con otros y no unos contra otros, el Reino de Dios
caracterizado por la fraternidad. Lo que Jesús anhela es que
“aquí y ahora, nadie sea castigo para nadie y que cada cual
procure ayudar a Dios como Dios ayuda a los hombres para
que no haya llanto en la tierra” (F. Javier Sáez de Maturana).
Precisamente un rasgo novedoso de Jesús es que,
cuando evoca textos del Antiguo Testamento, suprime aquellos
que hablan del castigo divino. Eso escandaliza a algunos, pero
la salvación que él ofrece es para todos, misericordiosa y gratuita. “La llegada del Reino es algo bueno para todos, buenos y
malos… Es preciso esperar que también los malos serán liberados de su maldad, incluidos nosotros. El poder de Dios consiste en hacer prevalecer el bien en todos los malos. ¡Dios es
amor, y solo amor!”.
El proyecto de la voluntad de Dios es, según San Pablo,
“que todos los hombres se salven”. Esta universalidad de salvación exige a los autosuficientes y menospreciadores de los
humildes un cambio de mentalidad. La puerta estrecha será
para todos abandonar prejuicios ya arraigados que descalifican
o excluyen a otras personas o grupos. Por muy cercanos que
algunos se sientan de Jesús, tendrán que pensar que están
todavía muy lejos de él si rechazan a alguien. Pero nadie, sea
cual sea su posición, está excluido del Reino. Jesús llama a
esforzarse en romper barreras.
Ignacio Otaño SM

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