Inteligencia Espiritual
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Inteligencia Espiritual
Perfiles y Rasgos Inteligencia Espiritual El afán por entender mejor al ser humano y a todo aquello que determina su manera de ser y de actuar, ha dado origen a un sinnúmero de enfoques y teorías, no solamente provenientes de la Psicología, sino también de la llamada Psicología Transpersonal, y de modelos que se califican a sí mismos como un paso más allá de los referidos, dentro de los que se podría citar al de Ken Wilber. Durante los últimos años, muchos de estos enfoques han girado en torno al concepto de Inteligencia, o, para ser más precisos, de inteligencias. El primero que sostuvo que las personas tenemos más de una fue Howard Gardner, célebre, precisamente, por su Teoría de las Inteligencias Múltiples. Gardner habla de nueve, después de ir aumentando su número paulatinamente a través de los años. Ellas son la lógico-matemática, la lingüística, la espacial, la musical, la corporalkinestésica, la intrapersonal, la interpersonal, la naturalista y la existencial. Posteriormente, Daniel Goleman introdujo el concepto de Inteligencia Emocional, que rápidamente cobró popularidad y dio pie a la creación de innumerables libros y programas de desarrollo. De hecho, esta inteligencia es la que resulta de la combinación de las inteligencias intrapersonal e interpersonal de Gardner. Recientemente, tanto Goleman como Karl Albrecht publicaron sendos libros con el título de “Inteligencia Social”, y, apenas hace poco, este último autor lanzó al mercado “Inteligencia Práctica”, obra en la que trata el tema de las habilidades necesarias para tomar mejores decisiones y solucionar los problemas que a diario se nos presentan, entre otras. Hay autores que nos han hablado también de la Inteligencia Cultural y hasta de la Inteligencia Erótica. Ahora, como consecuencia natural del creciente interés por el tercer plano de la estructura del hombre, al que se considera compuesto por cuerpo, mente y alma, se empieza a hablar con fuerza de la Inteligencia Espiritual (IES). De esta forma, se hace evidente que la tendencia es a considerar al ser humano de una manera integral, y a su desarrollo como algo que debe abarcar a los tres planos de su existencia. Un concepto muy antiguo Curiosamente, el primero que habló de la Inteligencia Espiritual fue el apóstol San Pablo, en su Epístola a los Colosenses (1:9), cuando dice: “Por lo cual nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual”. Una definición de la IES es la que la describe como la capacidad para despertar a la realidad interior de nuestro ser, que es distinta a nuestra mente y a nuestro cuerpo. No está ligada a la religión en general, y mucho menos a una religión específica, sino al desarrollo de aquello que, se afirma, nos pone en contacto con el Absoluto, la Totalidad, o Dios, dependiendo de cómo se le quiera llamar al principio de todas las cosas. Uno de los desarrolladores de este concepto, el psicólogo Emmons, menciona que son cinco las habilidades ligadas a la IES: la Capacidad de Trascendencia (percepción más elevada de uno mismo y del mundo circundante); la Capacidad para entrar en Estados Iluminados de Conciencia (experiencia mística); la Capacidad de significar la actividad y los acontecimientos con un sentido de lo sagrado; la Capacidad de utilizar recursos espirituales para solucionar problemas de la vida, y la Capacidad de comportarse de un modo virtuoso (apego a valores). Por su parte, Zohar afirma que las personas espiritualmente inteligentes son flexibles, tienen un nivel elevado de autoconocimiento, desarrollan la capacidad para enfrentar al dolor y aprender del sufrimiento, basan su comportamiento en ideas y valores, se resisten a causar daño a otros, y cuestionan constantemente sus acciones. Algunas organizaciones cuentan ya con programas de desarrollo de la IES, por lo que será muy interesante observar qué tendencia seguirá este campo, cuidando sobre todo de mantenerlo en un terreno “neutral”, es decir, que no lleve agua al molino de algún credo particular.