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ESTÉTICAS, IDENTIDADES Y ALTERIDADES
La negociación de lo
estético en la producción
audiovisual indígena
en Bolivia
Gabriela Zamorano Villarreal1
esde 1996, la producción del denominado video indígena en Bolivia se ha
enfocado en documentar y recrear
aspectos relacionados con las movilizaciones sociales que han dado lugar al triunfo
del primer gobierno indígena en el país. La
mayoría de la producción audiovisual indígena originaria de Bolivia se desarrolla a
través de la alianza entre el Plan Nacional
Indígena Originario de Comunicación Audiovisual y las confederaciones nacionales
campesinas indígenas y originarias.
Definido por sus integrantes más como un
proceso que como un proyecto, el Plan Nacional es una compleja sobreposición de experiencias colectivas y personales que sin
embargo apuntan a metas políticas comunes. Este proceso incluye una variedad de
momentos, temas, áreas geográficas y culturales, así como novedosas metodologías
de capacitación, producción y distribución
que resultan en experiencias de producción
tremendamente heterogéneas. A pesar de
esta complejidad, el Plan Nacional ha desarrollado algunos principios que son ahora
característicos de sus producciones. Por
ejemplo, hay una forma particular de concebir la autoría, se han desarrollado procesos
D
1> Gabriela Zamorano Villarreal es
Doctora en Antropología (Centro de
específicos para desarrollar contenidos y
estilos narrativos, y se trabaja de manera
colectiva con el fin de involucar numerosos
sujetos en el proceso. Como sus integrantes
mismos reconocen, a pesar de sus inevitables contradicciones, el Plan Nacional ha
crecido gracias a su capacidad para aprender de sus propias experiencias, y a sus
mecanismos de consulta y negociación.
Al analizar las principales características,
preocupaciones y tensiones del Plan Nacional, esta ponencia argumenta que no existe
algo como una estética indígena predeterminada que se plasme en los productos audiovisuales; sino que los parámetros estéticos se construyen y se transforman a través
de complejas negociaciones simbólicas y
políticas en los diferentes momentos del
proceso de producción.
A pesar de sus diferentes etapas y experiencias regionales, es posible identificar
dos etapas principales dentro del Plan Nacional. La primera va desde su fundación en
1996 hasta alrededor de 2002, y se caracteriza por la recuperación de historias orales y
por documentar la vida local con el fin de
revalorar las culturas y lenguas indígenas.
La segunda etapa va desde alrededor de
2002 hasta el momento, y se caracteriza
por un enfoque en los derechos indígenas y
Graduados / City University of New York).
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su importancia para el actual momento
político de Bolivia.
Durante el primer periodo, el Plan Nacional
trabajó principalmente en tres géneros audiovisuales distintos: videos de ficción basados en historias orales o en situaciones
que ejemplificaban aspectos específicos de
la vida indígena, videos musicales y documentales locales. En este primer momento,
los comunicadores indígenas fueron capacitados en técnicas de producción tales como guionización, cámara y sonido a través
de talleres periódicos impartidos por el
Centro de Estudios, Formación y Realización Cinematográfica, CEFREC. De acuerdo
con los capacitadores y comunicadores, las
metodologías “académicas” de capacitación de ese momento se confrontaban con
la necesidad de impulsar búsquedas estéticas diferentes que permitieran contar las
historias desde la perspectiva y la realidad
heterogénea de las comunidades con quienes se trabajaba, intentando rescatar aspectos tales como la oralidad, lo colectivo y
las formas narrativas propias. Los capacitadores explicaron la tensión entre las expectativas por crear algo completamente innovador desde un “punto de vista indígena”, y
el miedo de reproducir las formas convencionales de producción de video a través de
las metodologías de enseñanza. Los capacitadores también reconocieron el “academicismo” de los cineastas profesionales como un obstáculo a la experimentación de
los comunicadores con formas audiovisuales alternativas que, desde un punto de vista convencional, podrían parecer “errores”.
Esta observación se relaciona con la discusión del cineasta cubano Julio García Espinosa en los años setenta sobre el “cine imperfecto”, en la que argumentaba a favor de
una estética del cine que apuntara contra el
2> Julio García Espinosa, Por un Cine
Imperfecto, Madrid, Castellote, 1976.
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“gusto determinado” y llamaba a desafiar
criterios como “cine de calidad” con el fin
de superar las barreras impuestas por “la
alta cultura”.2 Como reconocen los capacitadores y comunicadores, es difícil llevar a
la práctica esta postura crítica porque implica romper con los criterios predeterminadas
de belleza y calidad técnica que los capacitadores mismos tienen.
Pese a estas dificultades, sobre las cuales
el Plan Nacional ha desarrollado un fuerte
aprendizaje en términos metodológicos, las
primeras producciones ofrecen importantes
contribuciones estilísticas y estéticas. En
las primeras ficciones había un intento permanente por representar “avisos” y mensajes a través de los sueños, así como ideas
sobre la muerte y la vida más allá de esta.
Ficciones como Qulqi Chaliku / Chaleco de
Plata (1999) y Qati Qati / Susurros de Muerte (1998) utilizan recursos estéticos tales
como la conversión de las imágenes a blanco y negro y cámara lenta para representar
sueños que y determinan cambios en el
curso de la historia y en la vida de los personajes. Efectos de distorsión de imagen y
sonido se utilizan también para diferenciar
la vida de la muerte en videos como Llantupi Munakuy / Quererse en las Sombras
(2001) y Qati Qati; o para representar estados emocionales alterados. Por ejemplo, en
Ángeles de la Tierra (1997), una cámara
subjetiva temblorosa se usa para representar la borrachera de Antonio, un migrante
Quechua que vive en la ciudad y que niega
el vínculo con su hermano que vino del
campo a buscarlo.
En la segunda etapa del Plan, marcada
principalmente por temas relacionados con
la defensa de los derechos indígenas, se
han desarrollado otras propuestas estéticas
que buscan representaciones más realistas
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y más explícitas políticamente. En esta etapa se experimenta menos con la representación de situaciones sobrenaturales a través de distorsión de imágenes y sonido, o
con temáticas relacionadas únicamente con
la cultura indígena. En cambio, se recurre
más al trabajo de puesta en escena que
permita recrear situaciones comunitarias y
políticas de manera fidedigna. A pesar de
que todos estos videos muestran situaciones tremendamente dramáticas como el sufrimiento de una mujer abandonada por su
marido en Venciendo el Miedo (2004); o la
muerte del protagonista de Cocanchej Sutimpy / En Nombre de Nuestra Coca (2005),
las historias buscan mostrar el sufrimiento y
la discriminación pero intentando no victimizar a los personajes. Estas situaciones se
resuelven a través de acciones comunitarias
que muestran la organización, el consenso
y el trabajo conjunto como opción principal
para resolver el problema. Por ejemplo, Un
Nuevo Camino, Un Nuevo País (2006)
muestra una asamblea donde gente de dos
comunidades vecinas resuelven reparar en
conjunto un camino derrumbado que ambas utilizaban, una situación metafórica que
representa la necesidad de trabajar juntos
para mejorar la situación política del país.
En esta etapa también se recurre más a la
recreación histórica mediante efectos visuales y sonoros para resaltar las recreaciones
históricas o míticas. Otra característica de
esta etapa es la elaboración de “docuficciones”, videos que combinan la puesta en escena del género de ficción con entrevistas y
clips documentales de situaciones reales
como manifestaciones, marchas y vida comunitaria como en Cocanchej Sutimpy. Entre los elementos dramáticos de estos videos se usan alternadamente lenguas indígenas y el castellano para exacerbar conflictos culturales e identitarios: por ejemplo,
Julián, uno de los protagonistas de Venciendo el Miedo, habla al inicio en aymara,
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pero luego de abandonar a su familia y de
migrar a la ciudad, vuelve a su comunidad
hablando únicamente en español y negando
su apellido originario. Lejos de elaborar románticas escenas de vida comunitaria, los
videos en ambos periodos del Plan Nacional representan situaciones de tensión en
las comunidades: Llanthupi Munakuy representa tensiones de clase y de género al interior de una comunidad potosina; Cocanchej Sutimpy gira alrededor del conflicto familiar y comunitario generado, entre otras
cosas, por la participación del hijo en el
cuartel militar; y Venciendo el Miedo muestra de manera explícita las tensiones de género en términos de violencia familiar, participación de la mujer en asuntos comunitarios y en la tenencia de tierras.
Traducir “narrativas indígenas”
a lenguajes audiovisuales
Varios comunicadores indígenas reconocen
la dificultad para expresar, en español y en
lenguaje audiovisual, sus ideas para las historias. Esta dificultad se relaciona con la
pregunta: ¿Existe una manera “indígena” de
narrar eventos e historias? Y, ¿podría esta
supuesta forma de narrar ser traducida fielmente en un lenguaje audiovisual? No hay
una respuesta simple a esta pregunta, sino
más bien una variedad de opiniones que
muestra la riqueza de esta cuestión para
provocar búsquedas creativas para contar
historias. Por una parte, asesores como
Francisco Cajías sugieren que aunque no
hay estilos homogéneos de narración indígena, sí existen ciertos elementos de la narración oral que pueden ser retomados de
alguna manera en lenguaje audiovisual. Por
otra parte, los comunicadores sugieren que
si bien retoman algunos elementos de sus
propios estilos narrativos, esto no se hace
de manera consciente, ni existe una apropiación plena del manejo técnico que les
permita contar sus historias desde sus pro-
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pias perspectivas. Un ejemplo de una historia que incorpora elementos narrativos comunes en la expresión oral aymara es Justicia Comunitaria (2007), una historia que
rompe con la estructura narrativa lineal.
Aunque esta docu-ficción comienza presentando un conflicto sobre límites territoriales
entre dos comunidades y termina por resolverlo, durante la mayor parte del video una
cámara fija testifica una larga discusión reconstruida entre autoridades de ambas comunidades. No hay un clímax, ni un protagonista o antagonista, simplemente dos
grupos de gente de pie en un campo del Altiplano discutiendo en aymara. Un solo
punto de tensión narrativa se presenta hacia el final, cuando un grupo de soldados
llega a intentar resolver el conflicto y las autoridades comunitarias les dicen que se vayan. A pesar de que este video puede sentirse visualmente poco atractivo para algunos tipos de público, el comunicador aymara Patricio Luna afirma que lo hizo de esta
forma con el fin de documentar en detalle
los procedimientos a través de los cuales
las comunidades resuelven sus problemas
de límites territoriales a través de la discusión y el consenso en lugar de solicitar la
intervención de las autoridades estatales.
Este video, destinado principalmente a un
público rural indígena, ejemplifica la manera
en que los intentos de utilizar elementos de
estructuras narrativas orales se relacionan
con ideas sobre cómo los diferentes tipos
de público entenderán mejor los videos.
La autoría es otro aspecto relacionado con la
narrativa y lo estético que provoca intensos
debates al interior del Plan Nacional. El Plan
define a quienes están a cargo de las producciones como “responsables” y no como
“directores” o “cineastas” con el fin de enfatizar que el trabajo de producción es colectivo y no recae en un individuo o autor específico. Uno de las principales temores dentro
del Plan Nacional es el de formar “cineastas”
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que obtengan beneficios personales en términos económicos y de prestigio en lugar de
“comunicadores indígenas” comprometidos
con expresar las necesidades políticas de
sus comunidades y organizaciones.
Propuestas narrativas y estéticas
Una tendencia estética en las producciones
del Plan Nacional es el uso intencional de
elementos decorativos, sonidos y situaciones evocativos de las diferentes culturas indígenas en Bolivia, y en particular de las luchas indígenas. En la representación de
pueblos originarios del Altiplano se utilizan
imágenes referentes a la autoridad originaria
como pututus o cuernos, bastones de mando, ponchos, chicotes, y whiphalas o banderas multicolores que han sido retomadas
por los movimientos indígenas como emblema de lucha; mientras que en la representación de pueblos indígenas de las Tierras Bajas se muestran implementos como arcos y
flechas, tacús o morteros de madera y vestimentas tradicionales hechas con corteza de
árboles, como lo muestra el clip que identifica al programa televisivo Bolivia Constituyente: Entre Culturas, creado en agosto de
2006 para dar seguimiento a la Asamblea
Constituyente. Elementos evocativos de las
diferentes culturas indígenas de Bolivia también se utilizan como objetos decorativos en
el set televisivo de los programas del Plan,
al decorarlos con textiles andinos, hamacas
y morrales orientales, flechas, pinturas, artesanías y hoja de coca. Mientras que esta
decoración enfatiza una idea de diversidad
cultural entre públicos no indígenas, también busca evocar familiaridad entre los públicos y participantes indígenas.
Otras propuestas estéticas de los videos
del Plan Nacional incluyen la presencia explícita de los comunicadores en videos documentales. Por ejemplo, el documental El
Río de la Vida. El Pueblo Esse Ejja del Trópico Boliviano (2002) comienza con dos co-
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municadores indígenas de diferentes regiones portando los chalecos de prensa distintivos del Plan Nacional. Mientras llegan en
bote a una comunidad esse ejja, charlan
entre ellos, ocasionalmente dirigiéndose a
la cámara, sobre las particularidades de este pueblo amazónico. Posteriormente se les
ve entrevistando una familia sobre un mito
de creación de este pueblo. A pesar de que
usan un estilo convencional de periodismo
televisivo marcado por sus chalecos y su
conversación claramente preparada, el aspecto innovador es que se presentan como
comunicadores indígenas y, contrariamente
a los reporteros televisivos convencionales,
se sitúan ellos mismos en la historia a través de referencias y bromas sobre sus propias comunidades. Sugiero que la presencia de comunicadores indígenas en sus
producciones, hablando en sus propias lenguas, a menudo con chalecos de prensa, y
recreando una supuesta conversación casual como un recurso para presentar y
guiar sus historias es una forma de proporcionar información del contexto sobre los
procesos de comunicación indígena dentro
del Plan Nacional.
El uso creativo de locaciones naturales es
otro elemento estético de las producciones
del Plan Nacional. Por ejemplo, en Oro Maldito (1999), a falta de grúa se implementó
un mecanismo con poleas entre los árboles
para dar un violento movimiento a la cámara desde un punto alto, el cual crea un fuerte efecto dramático en una escena de suspenso. En otros momentos, el trabajo de
producción ha debido proponer ideas para
representar maneras específicas de relacionarse con el paisaje o de percibir el paso
del tiempo. Por ejemplo, una primera versión de Markasan Jucha Thakahuipa / La
Justicia de Nuestros Pueblos (2005) inicia3> Jorge Sanjinés y Grupo Ukamau,
Teoría y Práctica de un Cine junto al
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ba con una secuencia inusualmente larga
de un plano general en el que una pareja
camina en amplios paisajes andinos buscando sus llamas perdidas. Esta versión se
mostró para discusión con un grupo de comunicadores y líderes indígenas de diferentes regiones del país con el fin de obtener
comentarios para editar la versión final,
muchos de los cuales opinaron que la escena inicial era demasiado larga. Comunicadores de la región andina argumentaron
que la secuencia era buena porque daba
una sensación adecuada sobre la duración
de las caminatas que la gente hace cuando
pastorea a sus llamas. Sin embargo, la versión final utilizó una elipsis cinematográfica
más contundente cortando esta escena en
varios fragmentos que, al ser editados, daban una sensación de una acción continua
durante un largo tiempo.
La referencia a elementos estéticos en el
cine ya había sido desarrollada a partir de
la década del setenta a través de cineastas
bolivianos no indígenas como Jorge Sanjinés y el Grupo Ukamau, quienes crearon
nuevos estilos narrativos y cinematográficos como un intento de representar situaciones y percepciones comunes entre los
pueblos indígenas andinos, por ejemplo, a
través de una secuencia cinematográfica
sin cortes, rodada en plano general, que
Sanjinés llamó plano secuencia integral.3
He discutido algunos ejemplos en los que
el Plan Nacional ha buscado representar
contextos y situaciones indígenas en sus
producciones mediante referencias visibles
sobre estos pueblos, por ejemplo, a través
del uso de objetos y símbolos identificados
como originarios en los programas televisivos, aprovechando los paisajes naturales o
enfatizando la presencia de los comunicadores indígenas en los documentales. Sin
Pueblo, México, Siglo XXI, 1979.
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embargo, vale mencionar que una tendencia estética del Plan Nacional también ha sido la de omitir o representar de manera negativa aspectos que podrían apuntarse como “contaminantes”, pero que son innegables referencias estéticas de muchos de los
comunicadores y de las comunidades. Estos referentes, consumidos intensamente
en ferias campesinas en provincias y ciudades, van desde música chicha hasta espectáculos televisivos cómicos que ridiculizan
la vida indígena como El Cholo Juanito;
desde videoclips con músicas y danzas indígenas folklorizadas, hasta películas norteamericanas y asiáticas de acción. A pesar
de que la mayoría de las comunidades indígenas están en intensa relación con estas
referencias estéticas, los videos del Plan
Nacional raramente las muestran. Cuando
dichos elementos aparecen en alguna producción, se utilizan para acentuar la construcción de personajes que están perdiendo
su identidad. Al evitar la referencia a estos
elementos o al enfatizar su influencia negativa sobre las culturas indígenas, el Plan Nacional también reproduce una idea esencialista sobre lo que estas culturas deben ser.
Además de los desafíos mencionados anteriormente para que los comunicadores indígenas desarrollen propuestas estéticas y
narrativas distintas, se han mencionado las
tensiones entre el proceso de aprendizaje y
la necesidad de mantener un ritmo y calidad
específica en las producciones, es decir, los
comunicadores deben negociar sus posibilidades propias de expresión con ideas sobre
cómo hacer que los videos puedan ser entendidos, e incluso reconocidos entre diversos públicos, como productos “profesionales” o de calidad. Aunque la calidad técnica
es en ocasiones importante para expresar
de manera adecuada un mensaje, muchos
videos experimentales han desafiado las no4> García Espinosa, op. cit.
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ciones estándares de “buena calidad” y “belleza” con el fin de manifestarse en contra
de las convenciones estéticas.4 Un ejemplo
de estos desafíos estéticos desde el video
indígena es el trabajo del realizador purépecha Dante Cerano de México, quien ha experimentado ampliamente con lo que para
públicos generales parecería como “errores”
técnicos y narrativos. En el provocativo video Día 2 (2004), Cerano documenta el día
después de una boda en su comunidad utilizando algunas imágenes oscuras y no estáticas y sonido poco nítido, y la edición incluye tomas que normalmente pasarían como
“accidentales”. Sin embargo, esta estética
“accidental” también expresa un posicionamiento que, junto con el contenido de la película, constituye una compleja respuesta a
las expectativas esencialistas de ciertos públicos por encontrar en los videos indígenas
paisajes naturales, artesanías, casas de
adobe, rituales tradicionales y vida comunitaria armónica en lugar de las calles polvorosas, los regalos de boda de plástico, las
casas de cemento, y las tensiones familiares
que Cerano muestra con un sofisticado humor. En contraste con el trabajo más experimental de Cerano, los integrantes del Plan
Nacional en general evitan producir videos
que subviertan los estándares de calidad.
Otro elemento que causa tensiones es la
necesidad de mantener la sostenibilidad
económica a través del financiamiento externo, así como responder en términos de
producción y calidad a las urgencias del
momento político. Como el director de CEFREC Iván Sanjinés explica, el Plan Nacional busca equilibrar las múltiples funciones
del video como la práctica cultural, el trabajo político y la experimentación artística. Este equilibrio depende de dos principios básicos: el trabajo colectivo y la negociación,
los cuales dan prioridad a una misión políti-
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ca común por encima del fortalecimiento de
iniciativas o “talentos” individuales.
Negociación y descolonización
La pregunta de si las formas “indígenas” de
narrar pueden o no ser traducidas a un lenguaje audiovisual no se basa en una dicotomía entre una posible “visión occidental” y
una “visión indígena”. El caso de los videos
producidos dentro del Plan Nacional muestra más bien que el trabajo colectivo de los
comunicadores indígenas, con sus complejas y heterogéneas visiones sobre sus propias realidades, junto con el trabajo de comunidades y capacitadores, ofrece múltiples posibilidades estéticas y narrativas que
se crean y transforman a lo largo del proceso. Sin embargo, un reto importante que
enfrentan es la tensión para producir materiales que contribuyan de manera efectiva a
las transformaciones políticas de Bolivia y
que al mismo tiempo permitan la expresión
creativa y aprendizaje técnico de los comunicadores. Estas tensiones se suman al énfasis en lo colectivo que, como explica el
asesor Franklin Gutiérrez, implica complejos
procesos de negociación: “entre el dueño
original de la idea, el equipo de producción
y la comunidad con que se trabaja” y las
Confederaciones Nacionales.
Las intensas negociaciones que se hacen
sobre aspectos relacionados con la producción de video, tales como estética, narrativa, innovaciones estilísticas, autoría y trabajo colectivo, prueban que la producción
de video no es un proceso homogéneo ni
representa una opinión coherente y común
de todos sus integrantes. En cambio, es
posible identificar numerosas búsquedas y
batallas al momento de definir, por ejemplo,
cómo se va a contar la historia, cómo se va
a situar la cámara, cuánto debe durar una
5> Freya Schiwy, Indianizing Film:
Decolonization, the Andes, and the
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escena, cómo debe vestirse o cómo debe
reaccionar determinado personaje ante situaciones específicas. Este proceso de negociación no sólo se lleva a cabo entre integrantes del equipo de producción, gente de
comunidades, dirigentes, técnicos y asesores. Se lleva a cabo también dentro de las
mentes de los integrantes del Plan al intentar definir una idea, estructura narrativa o
propuesta estética como “indígena”, como
“propia” o como “diferente de los medios
convencionales” y al buscar cómo se debería responder, desde una “perspectiva indígena”, a la “cultura dominante”.
Lo interesante de esta lucha es que ni la
“perspectiva indígena” ni la “cultura dominante” son conceptos estables, sino que se
reinventan permanentemente mediante negociaciones y decisiones para la producción. Esta reinvención conjuga ideas, prácticas y símbolos que son en ocasiones contradictorias: usar simultáneamente recursos
narrativos y audiovisuales innovadores y
convencionales; ceñirse a formatos industriales con el fin de emitir mensajes colectivos y revolucionarios; o buscar expresar realidades indígenas bajo estándares “profesionales” de calidad.
En este sentido, el proceso de producción
de video es un campo de luchas simbólicas
y políticas inmersas en parámetros ya instituidos que al mismo tiempo busca “descolonizar” la imagen de los pueblos indígenas.
Al respecto, la autora Freya Schiwy se ha referido al trabajo del Plan Nacional como un
proceso para “descolonizar la mirada”.5
Schiwy sugiere que la producción de video
indígena es una forma exitosa de representación propia contra las imágenes convencionales, dominantes o coloniales de lo indígena. El presente artículo difiere de esta
perspectiva al enfocarse en la negociación
Question of Technology, New Brunswick,
Rutgers University Press, 2009.
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como un elemento clave de la producción
de video indígena y en sus tensiones internas. Propone que el trabajo del Plan Nacional, en tanto proceso descolonizador, está
inmerso en contradicciones, reproduciendo
en ocasiones parámetros convencionales, y
en lucha permanente por redefinir una estética indígena frente a criterios audiovisuales
convencionales. Esta tensión no es exclusiva de la comunicación indígena, sino que
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sucede al interior de diferentes sectores originarios de Bolivia cuando se intenta trabajar sobre el tema de la “descolonización”, tal
como expresa la comunicadora quechua
Ana Vilacama: “Estamos como la Reforma
Educativa (risas): está enseñando en lenguas
indígenas pero en el sistema occidental. Entonces más o menos todavía estamos con lo
del video así. Nos falta un poco más avanzar
con el lenguaje propio de la imagen.”

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