MÉXICO EN EL MUNDO Efraín Villanueva Arcos Uno entre tantos

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MÉXICO EN EL MUNDO Efraín Villanueva Arcos Uno entre tantos
MÉXICO EN EL MUNDO
Efraín Villanueva Arcos
“¿Qué tendremos los mexicanos que no podamos ir a donde todos los pueblos van? ¿Quién nos impide hurgar en el común
patrimonio del espíritu con el mismo señorío que los demás?”. Alfonso Reyes.
Uno entre tantos de los gratos recuerdos que guardo de mi época universitaria, fue una clase
donde el profesor siempre nos ofrecía cuadros estadísticos que nos comparaban con otros
países del mundo. Era una clase de economía y la intención era ubicar a México en el
contexto internacional, principalmente en cuanto a su capacidad de producción y sus
aportes a la economía mundial. En ese entonces existían algunas publicaciones periódicas
(“Visión”, “Comercio Exterior”) que reflejaban estadísticas sobre diversos productos, y
recuerdo bien que durante muchos años México fue el primer productor global de varios
artículos, la plata entre otros. En esos años aún no se acuñaba el término “benchmarking” ni
el de “ventajas competitivas” pero sin lugar a dudas ya nos comparábamos con otros países.
En la actualidad, uno de los ejercicios más recurridos y concurridos por empresarios,
políticos y académicos, es el de consultar índices en donde uno puede comparar
productividad, competitividad, costos y cualquier otra cosa con otras empresas y naciones.
Hay muchos índices en la red, para todos los gustos. Comparar los costos de la vida en
México con relación a Singapur o Suiza lo podemos hacer conociendo los costos de
elaboración de una hamburguesa McDonald (BigMac Index) por ejemplo. El Foro
Económico Mundial acaba de lanzar el “Reporte Global de Competitividad” donde México
ocupa el lugar número 58 en el conjunto de países por su capacidad de competir en los
mercados mundiales, por debajo de de Chile (lugar 31), Puerto Rico (35º), Barbados (42º) y
Panamá (49º) países de América Latina.
Ahora consulto la revista británica “The Economist” que publica anualmente un pequeño
folleto con datos estadísticos internacionales con información de 193 países y más de 50
variables, incluyendo rangos, jerarquizaciones e incluso proyecciones que nos dan clara
idea de la ventaja competitiva de nuestro país (Pocket World in figures, 2011 edition). Allí
es factible hallar dónde destaca México tanto por sus éxitos como por sus fallas. Veamos:
Por el tamaño de su territorio (1’973,000 km2), México ocupa el lugar número 15 entre los
países del mundo; por el total de su población (107.8 millones en 2008) nos ubicamos en el
lugar 11 en el concierto mundial, y se estima que para 2050 contaremos con 139 millones
de personas y pasaremos al lugar número 13.
Si nos interesa conocer nuestro lugar en el comercio y la producción internacional la
economía mexicana ocupa el lugar 19 entre los mayores exportadores a nivel mundial,
aunque si analizamos la cuenta corriente de la balanza de pagos, ocupamos el lugar número
16 entre las naciones que tienen el mayor déficit en cuenta corriente. Somos el tercer lugar
por el monto de las remesas que nos envían los trabajadores mexicanos que han tenido que
migrar al exterior, superados solamente por India y China, aunque estamos en la posición
número 8 por el monto de nuestra deuda externa.
Ocupamos el 7º lugar como productores de carne, el 6º como productores de fruta, el 7º de
azúcar y el 5º en café. En producción de plomo tenemos el 5º, el 7º en zinc, el 2º en plata y
el 7º en petróleo. Ya no ocupamos el primer lugar en producción de nada, pero nuestra
participación en la producción mundial tampoco es desdeñable. Por la extensión de nuestra
red carretera, ocupamos el lugar 18 con 359,112 kilómetros, y el número 9 por la extensión
de nuestra red ferroviaria; por el número de autos producidos tenemos el lugar 13 y el 15
por los autos vendidos. Por el número de llegadas de turistas México ocupa el 10º lugar
mundial, aunque por el monto de los ingresos obtenidos por turismo estamos en el lugar 19.
Por el tamaño de su economía, nuestro país se ubicaba el número 13, pero por su poder de
compra ascendíamos al lugar número 11; el problema estriba en que cuando se contabilizan
los primeros 70 países según su ingreso por habitante, no aparecemos en esa lista. Lo que
sucede es, como también lo señala la publicación del The Economist, que si utilizamos
únicamente el Producto Interno Bruto (PIB) como medida del desarrollo de un país en
muchas ocasiones no corresponde a situaciones donde, como es el caso nuestro, hay una
gran desigualdad en el ingreso. En este sentido, el Índice de Desarrollo Humano, publicado
por primera ocasión en 1990 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD), combina indicadores como nivel educativo y esperanza de vida con ingreso, lo
que nos da una mejor medición del bienestar económico, y en dicho índice nos vamos hasta
el lugar número 52 por debajo de Costa Rica (51), Cuba(49), Uruguay (48), Argentina (46)
y Chile (42), que son los países de Latinoamérica incluidos en el cuadro. Es importante
tomar nota que a pesar que por el tamaño de la economía estamos en el lugar 13 a nivel
internacional, cuando nos medimos con el Índice de Desarrollo Humano bajamos hasta el
número 52, aunque en el reporte del Foro Económico Mundial nuestra competitividad está
en el lugar 58, como ha quedado señalado.
Si revisamos indicadores que miden el desarrollo social, hallamos que ocupamos el lugar
número 38 entre los 40 países con el menor porcentaje de población en la fuerza de trabajo,
el lugar 10 por la obesidad en hombres y el 7º lugar por la obesidad en mujeres; por el
número de computadoras por cada 100 personas, ocupamos el lugar número 43; tenemos el
lugar 19 entre los países con mayor consumo de cerveza, el 6º lugar por el número de
personas en prisión, el 12º lugar entre los mayores emisores de dióxido de carbono a la
atmósfera, aunque en contraparte tenemos también el 12º lugar entre los países con las
mayores reservas forestales.
Somos pues un país de contrastes, donde la modernidad y la tradición todavía se encuentran
en las ciudades y los pueblos, y donde la pobreza es el flagelo para más de la mitad de la
población. Al entrar a la segunda década del siglo veintiuno, constatamos que somos una
nación fuertemente integrada al comercio y el intercambio mundial, a las realidades de la
globalización, pero que estamos aún fuertemente atados en nuestras potencialidades
productivas por la desigualdad social y la falta de calidad en servicios fundamentales como
la educación. Por ello tenemos que responder, con urgencia, a los cuestionamientos que
desde 1932 nos hacía Don Alfonso Reyes.
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