Cura, poeta, escultor, guerrillero

Transcripción

Cura, poeta, escultor, guerrillero
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Cura, poeta, escultor, guerrillero
Escenas de la retrospectiva de Ernesto Cardenal en la
Galería Pleyades, de Managua, Nicaragua (marzo de 2002)
Por Ana Wajszczuk (desde Managua)
anagua es una ciudad sin centro. Una
interminable ciudad de carreteras, baldíos, edificios cinco estrellas y catedra les semiderruidas, que se suceden como restos
arquelógicos y estructuras emergentes de una
época extraña: los años 70, terremoto y revolución. Estamos en la carretera a Masaya, y vamos a una presentación del libro de esculturas
de Ernesto Cardenal, el poeta vivo más famoso
de la Tierra de Darío.
Llegamos al Nuevo Edificio Pellas, flamante y
oliendo a lavado de dinero, más de quince pisos
de vidrio, luces y pulcritud que se levanta imponente, modernísimo, sobre un baldío. PUna fila
de palmeras gigantes e idénticas flanquean al
Banco de América Central y la Toyota sobre el
neón. Al final del bulevar símil mármol del Pellas
que nos adentra en el sueño americano de Managua, la Galería Pléyades es un par de saloncitos donde se presenta el libro que cuenta y
muestra las esculturas que Ernesto Cardenal
realizó tanto antes como después de convertirse en la vara preferida con la que se mide el
pulso cultural de esta ciudad (es decir, durante
los últimos cincuenta años).
Poeta, sacerdote, comandante revolucionario
del 79´ y Ministro de Cultura del sandinismo,
Cardenal ya no esculpe en su comunidad de
Solentiname. En Managua sus esculturas valen
en dólares y se exponen en galerías donde lo
presentan como "profeta" y él no se inmuta,
siempre serio con su boina, su camisa tan blanca como su melena y una barricada de señoras
amantes del arte alrededor.
Hay un ejemplar del libro "50 años de esculturas" para hojear en la galería. Decenas de esculturas están fotografiadas: garzas, armadillos,
flamingos, tunas, cactus, algunos santos y cru-
M
cifijos y más pájaros y peces. La fauna y flora
de Cardenal es la del Lago de Nicaragua o la
del Río San Juan, revisitados en madera o metal y pintura para autos. Hay también algunas
esculturas expuestas: una penca de hojalata,
una garza de mil doscientos dólares, un pez
pop. Figuras largas y estilizadas que mezclan la
idea de lo "simple" o lo "genuino" que se atribuye al arte nativo con algunos colores o texturas
del pop. Todas muestran la construcción de una
mitología personal que sugiere también una
cierta mitología que identifica la naturaleza con
lo sencillo, lo sencillo con lo sagrado y todo lo
anterior con la "nicaragüidad".
Presumiblemente, el tout Managua está aquí: todas las señoras de rostros como porcelana que
rodean a Cardenal con devoción y los señores
que festejan cualquier sílaba que el Poeta pronuncie adoran el arte, es más, la mayoría escribe o pinta o tiene una galería y además las señoras están casadas con un ex jefe sandinista o ex
jefe de la contra o ex jefe somocista devenido diplomático o con la hija de alguno de éstos los señores. El sueño eterno de la revolución y el pasado de hacienda somocista de este país se mez clan con los signos idénticos donde sea de la ciudad globalizada (am pm, mac donalds, patios de
compras, multicines, edificios pellas...) y en ese
contexto el poder y el arte parecen haber entrelazado sus hilos desde que Managua es Managua. Hay mozos y brindis en la galería y hasta
una orquesta que toca Garota de Ipanema, mientras los invitados dan vueltas suavemente por la
sala y afuera de las luces blanquísimas el baldío
muestra el otro rostro de Managua, un nocturno
que se esfuma o se borronea. Dentro del Pellas
estamos dentro de su sueño, y como tal aquí no
existe principio de contradicción: el anverso y el
reverso de Managua son una misma cara, la que
estamos viendo.

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