texto comentado immanuel kant

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texto comentado immanuel kant
TEXTO COMENTADO
IMMANUEL KANT
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¿QUÉ ES LA ILUSTRACIÓN? IMMANUEL KANT
1. Definición de Ilustración y minoría de edad.
Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad cuyo responsable es
él mismo. Esta minoría de edad significa la incapacidad para servirse de su entendimiento sin verse
guiado por algún otro. Uno mismo es el culpable de dicha minoría de edad cuando su causa no
reside en la falta de entendimiento, sino en la falta de resolución y valor para servirse del suyo
propio sin la guía del de algún otro. Sapere aude! ¡Ten valor para servirte de tu propio
entendimiento! Tal es el lema de la Ilustración.
Kant ofrece en este párrafo la definición más conocida de Ilustración: ¡piensa por ti
mismo! o lo que es lo mismo, no dejes que otros piensen por ti. Del mismo modo que la ciencia
había conseguido progresar al desvincularse del dogmatismo religioso y la filosofía griega
(Aristóteles), así también la Ilustración como movimiento cultural aspira a extender esa idea a
todas las artes y ámbitos del saber. Mientras el pensamiento y los individuos continúen sometidos
a dogmas religiosos o políticos y no sigan su propio camino permanecerán en minoría de edad,
una condición de la que son culpables y están obligados a remediar. Un ejemplo especialmente
significativo de este “pensar por ti mismo” fue la labor que llevó a cabo la Enciclopedia de
Diderot, D’Alambert, Voltaire, Rousseau.. Su objetivo final era la emancipación política y el
progreso moral del género humano a través de la difusión del saber.
2. Causas de la minoría de edad: pereza y cobardía
Pereza y cobardía son las causas merced a las cuales tantos hombres continúan siendo con gusto,
menores de edad durante toda su vida, pese a que la Naturaleza los haya liberado hace ya tiempo de
una conducción ajena (haciéndoles físicamente adultos); y por eso les ha resultado tan fácil a otros
el erigirse en tutores suyos. Es tan cómodo ser menor de edad. Basta con tener un libro que supla
mi entendimiento, alguien que vele por mi alma y haga las veces de mi conciencia moral, a un
médico que me prescriba la dieta, etc., para que yo no tenga que tomarme tales molestias. No me
hace falta pensar, siempre que pueda pagar; otros asumirán por mí tan engorrosa tarea.
Kant atribuye la causa de la minoría de edad a la “pereza” y la “cobardía” de los
individuos. Por un lado el dogmatismo acrítico resulta cómodo, pues nos permite no cuestionar
nada del mundo que nos rodea. Podemos, por ejemplo, vivir eternamente hipnotizados por el
televisor. Por otro lado, renunciar a los prejuicios y las consignas heredadas es una tarea que
requiere cierto valor. Es natural que el vacío de la libertad inspire un cierto temor. Por pereza
preferimos que un libro piense por nosotros antes que pensar por nosotros mismos. Esta idea tiene
mucha vigencia hoy día pues vemos cómo la mayoría no es crítica con la información que recibe,
ya sea a través de los libros, de la televisión o Internet. Por cobardía pagamos al sacerdote para
que nos garantice el cielo y así no tener que preocuparnos de una muerte cierta. y al médico para
que nos garantice la salud cuando lo único realmente eficaz es mantenerse “moderado en el goce
y paciente en la enfermedad”.
Este párrafo guarda cierto parecido con la opinión que Platón expone en La República
donde afirma que una sociedad en la que abunden médicos y abogados es una sociedad en segura
decadencia.
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Un ejemplo más reciente del estudio de la cobardía del hombre común ante la libertad y el
librepensamiento es El miedo a la libertad de Erich Fromm.
3. Intereses políticos en mantener a los hombres en minoría de edad. Sexismo.
El que la mayor parte de los hombres (incluyendo a todo el bello sexo) consideren el paso hacia la
mayoría de edad como algo harto peligroso, además de muy molesto, es algo por lo cual velan
aquellos tutores que tan amablemente han echado sobre sí esa labor de superintendencia. Tras
entontecer primero a su rebaño e impedir cuidadosamente que esas mansas criaturas se atrevan a
dar un solo paso fuera de las andaderas donde han sido confinados, les muestran luego el peligro
que les acecha cuando intentan caminar solos por su cuenta y riesgo. Mas ese peligro no es
ciertamente tan enorme, puesto que finalmente aprenderían a caminar bien después de dar unos
cuantos tropezones; pero el ejemplo de un simple tropiezo basta para intimidar y suele servir como
escarmiento para volver a intentarlo de nuevo.
Los tutores que permanecen interesados en mantener a la humanidad en su minoría de edad
en realidad tienen una clara motivación política. Kant se refiere irónicamente a médicos,
abogados y sacerdotes como instrumentos del gobierno para manejar a sus administrados. Los
peligros inevitables de comenzar a pensar por uno mismo son calificados por dichos tutores como
obstáculos insalvables mientras que Kant ve en ellos tropiezos necesarios en el camino a la
libertad.
En realidad hacían bien esos tutores, esos administradores del Estado, en luchar contra la
expansión de la consigna “piensa por ti mismo” pues en poco tiempo esta sería el germen de
revoluciones y desórdenes sociales que cambiarían el mapa de Europa.
Nótese también el toque sexista que atribuye a algunos hombres la posibilidad de
abandonar la minoría de edad pero excluye de esta proeza a la mayoría de los hombres y a todo el
“bello sexo”.
4. Dificultades del individuo solitario para liberarse de los grilletes que lo
encadenan a la minoría de edad.
Así pues, resulta difícil para cualquier individuo el zafarse de una minoría de edad que casi se ha
convertido en algo connatural. Incluso se ha encariñado con ella y eso le hace sentirse realmente
incapaz de utilizar su propio entendimiento, dado que nunca se le ha dejado hacer ese intento.
Reglamentos y fórmulas, instrumentos mecánicos de un uso racional –o más bien abuso- de sus
dotes naturales, constituyen los grilletes de una permanente minoría de edad. Quien lograra
quitárselos acabaría dando un salto inseguro para salvar la más pequeña zanja, al no estar
habituado a semejante libertad de movimientos. De ahí que sean muy pocos quienes han
conseguido, gracias al cultivo de su propio ingenio, desenredar las ataduras que les ligaban a esta
minoría de edad y caminar con paso seguro.
En este párrafo Kant compara a los individuos en minoría de edad con los personajes
encadenados del mito de la caverna, tan acostumbrados a la oscuridad y las sombras, que de
ningún modo desean abrirse paso hasta la luz. Al individuo solitario le resulta
extraordinariamente difícil “pensar por sí mismo”, abrirse paso hacia la verdad y la libertad, pues
durante toda su vida ha tenido el entendimiento constreñido por dogmas políticos y religiosos.
Son muy pocos los que han conseguido abandonar la minoría de edad y guiarse sólo por su propio
ingenio.
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5. Posibilidad de que la Ilustración tenga lugar en una sociedad en la que haya
libertad de expresión.
Sin embargo, hay más posibilidades de que un público se ilustre a sí mismo; algo que casi es
inevitable, con tal de que se le conceda libertad. Pues ahí siempre nos encontraremos con algunos
que piensen por cuenta propia incluso entre quienes han sido erigidos como tutores de la gente, los
cuales, tras haberse desprendido ellos mismos del yugo de la minoría de edad, difundirán en torno
suyo el espíritu de una estimación racional del propio valor y de la vocación a pensar por sí mismo.
Pero aquí se da una circunstancia muy especial: aquel público, que previamente había sido
sometido a tal yugo por ellos mismos, les obliga luego a permanecer bajo él, cuando se ve instigado
a ello por algunos de sus tutores que son de suyo incapaces de toda ilustración; así de perjudicial
resulta inculcar prejuicios, pues éstos acaban por vengarse de quienes fueron sus antecesores o
sus autores. De ahí que un público sólo pueda conseguir lentamente la ilustración. Mediante una
revolución acaso se logre derrocar un despotismo personal y la opresión generada por la codicia o
la ambición, pero nunca logrará establecer una auténtica reforma del modo de pensar; bien al
contrario, tanto los nuevos prejuicios como los antiguos servirán de rienda para esa enorme
muchedumbre sin pensamiento alguno.
Sin embargo, si no pensamos en un individuo sino en un colectivo social en el que los
gobernantes autoricen la libertad de expresión siempre es posible que algunos que hayan
superado el “yugo” de la minoría de edad eduquen al resto para liberarlos. Los que un día fueron
“tutores”, es decir, administradores del Estado, pueden inspirar la libertad de pensamiento en
los demás. Pero, dice Kant, “aquí se da una circunstancia muy especial”: es posible que ese
mismo público les obligue a restablecer los antiguos prejuicios porque depende completamente
de ellos. Este fragmento a los prisioneros de la caverna que calumnian y persiguen hasta la
muerte al filósofo que intenta enseñarles el camino hacia la luz.
Si lo exponemos en términos políticos diríamos que es posible inspirar a un pueblo para
que busque su libertad pero también es probable que ese mismo pueblo exija luego que se
restaure el orden. Así de vengativos son los viejos prejuicios. Kant, por tanto, rechaza de plano la
posibilidad de una revolución que probablemente termine en un nuevo despotismo. Sólo es
posible una reforma política y del pensar si se avanza poco a poco. El pensamiento político de
Kant es contradictorio: por un lado estimula el librepensamiento y por otro sus ideas políticas
son extremadamente conservadoras. En realidad, Kant confía en que el monarca, su idolatrado
Federico II, irá introduciendo las reformas paulatinas para que la sociedad progrese lentamente
hacia el la constitución republicana caracterizada por el principio de representatividad y la
separación de poderes.
6. La Ilustración sólo requiere de una condición, la libertad entendida como el uso
público de la razón en todos los terrenos. Esta libertad ha de tener límites bien
definidos en el caso del uso privado de la razón.
Para esta ilustración tan sólo se requiere libertad y, a decir verdad, la más inofensiva de cuantas
pueden llamarse así: el hacer uso público de la propia razón en todos los terrenos. Actualmente
oigo clamar por doquier: ¡No razones!. El oficial ordena: ¡No razones, adiéstrate! El asesor fiscal:
¡no razones y limítate a pagar tus impuestos! El consejero espiritual: ¡No razones, ten fe! (Sólo un
único señor en el mundo dice: razonad cuanto queráis y sobre todo lo que gustéis, mas no dejéis de
obedecer.) Impera por doquier una restricción de la libertad. Pero, ¿cuál es el límite que la
obstaculiza y cuál es el que, bien al contrario, la promueve? He aquí mi respuesta: el uso público de
su razón tiene que ser siempre libre y es el único que puede procurar ilustración entre los hombres;
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en cambio muy a menudo cabe restringir su uso privado, sin que por ello quede particularmente
obstaculizado el progreso de la ilustración. Por uso público de la propia razón entiendo aquél que
cualquiera puede hacer, como alguien docto, ante todo ese público que configura el universo de los
lectores. Denomino uso privado al que cabe hacer de la propia razón en una determinada función o
puesto civil que se le haya confiado. En algunos asuntos encaminados al interés de la comunidad se
hace necesario un cierto automatismo, merced al cual ciertos miembros de la comunidad tienen que
comportarse pasivamente para verse orientados por el gobierno hacia fines públicos mediante una
unanimidad artificial o, cuando menos, para que no perturben la consecución de tales metas. Desde
luego, aquí no cabe razonar, sino que uno ha de obedecer. Sin embargo, en cuanto esta parte de la
maquinaria sea considerada como miembro de una comunidad global e incluso cosmopolita y, por
lo tanto, se considere su condición de alguien instruido que se dirige sensatamente a un público
mediante sus escritos, entonces resulta obvio que puede razonar sin afectar con ello a esos asuntos
en donde se vea parcialmente concernido como miembro pasivo.
La ilustración sólo requiere de la forma más sencilla e inofensiva de libertad: la libertad
política negativa. Los administradores del Estado, los tutores, (el ejército, Hacienda y el
clero) no cesan de dar órdenes y además prohíben a todos razonar. Ven en el
librepensamiento un peligro para el orden social y no una condición necesaria para el progreso
de la Humanidad.
Sólo un hombre invita a su pueblo a razonar, Federico II, aunque, por otro lado, también le
exige obediencia. Así, el uso público de la razón debe ser limitado por su uso privado. Todo el
que forme parte de la maquinaria del Estado debe obedecer. El soldado ha de cumplir órdenes y
el ciudadano pagar impuestos. Posteriormente, en cuanto miembros de una comunidad
cosmopolita pueden hacer públicas sus quejas y observaciones mediante sus escritos. Pero
siempre han de obedecer primero.
El filósofo Hamman (1730-1788) fue muy crítico con esta distinción kantiana pues limitaba
mucho el “atrévete a pensar” del comienzo. “¿Para qué me sirve el traje de fiesta de la libertad,
si en casa tengo que llevar el delantal de la esclavitud?”
Para Kant la distinción tiene un uso importante que es el evitar el recurso a la revolución. Tanto
en La metafísica de las costumbres como Teoría y práctica Kant es taxativo: cualquier tipo de
desobediencia al soberano está injustificada, es un absurdo jurídico. Para Kant el progreso hacia
una constitución republicana no habría de realizarse mediante revolución sino mediante
paulatinas reformas constitucionales realizadas por el soberano.
Sin embargo, como filósofo de la historia, en El conflicto de las facultades, cuando Kant
sugiere una prueba empírica de que el ser humano progresa hacia lo mejor usa como ejemplo la
Revolución Francesa. Pero aunque se deje llevar por el entusiasmo de la revolución al mismo
tiempo prefiere mantenerla alejada de Prusia. Insiste en que Federico II implementará las
reformas necesarias para alcanzar el republicanismo. El pueblo, por tanto, sólo necesita la
libertad de pluma y no las armas.
Esta contradicción entre en el entusiasmo por la Revolución Francesa y los límites que
impone el uso privado de la razón pudo deberse al miedo a la censura. Kant ya había tenido
problemas en la publicación de La religión dentro de los límites de la mera razón donde somete
los dogmas religiosos al tribunal de la razón.
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7. El uso privado de la razón en los casos del oficial del ejército, el ciudadano que
paga sus impuestos y el pastor religioso.
Ciertamente, resultaría muy pernicioso que un oficial, a quien sus superiores le hayan ordenado
algo, pretendiese sutilizar en voz alta y durante el servicio sobre la conveniencia o la utilidad de tal
orden; tiene que obedecer. Pero en justicia no se le puede prohibir que, como experto, haga
observaciones acerca de los defectos del servicio militar y los presente ante su público para ser
enjuiciados. El ciudadano no puede negarse a pagar los impuestos que se le hayan asignado; e
incluso una indiscreta crítica hacia tales tributos al ir a satisfacerlos quedaría penalizada como un
escándalo (pues podría originar una insubordinación generalizada). A pesar de lo cual, él mismo no
actuará contra el deber de un ciudadano si, en tanto que especialista, expresa públicamente sus
tesis contra la inconveniencia o la injusticia de tales impuestos. Igualmente, un sacerdote está
obligado a hacer sus homilías, dirigidas a sus catecúmenos y feligreses, con arreglo al credo de
aquella Iglesia a la que sirve; puesto que fue aceptado en ella bajo esa condición. Pero en cuanto
persona docta tiene plena libertad, además de la vocación para hacerlo así, de participar al público
todos sus bienintencionados y cuidadosamente revisados pensamientos sobre las deficiencias de
aquel credo, así como sus propuestas tendentes a mejorar la implantación de la religión y la
comunidad eclesiástica. En esto tampoco hay nada que pudiese originar un cargo de conciencia.
Pues lo que enseña en función de su puesto, como encargado de los asuntos de la Iglesia, será
presentado como algo con respecto a lo cual él no tiene libre potestad para enseñarlo según su
buen parecer, sino que ha sido emplazado a exponerlo según una prescripción ajena y en nombre
de otro. Dirá: nuestra Iglesia enseña esto o aquello; he ahí los argumentos de que se sirve. Luego
extraerá para su parroquia todos los beneficios prácticos de unos dogmas que él mismo no
suscribiría con plena convicción, pero a cuya exposición sí puede comprometerse, porque no es del
todo imposible que la verdad subyazca escondida en ellos o, cuando menos, en cualquier caso no
haya nada contradictorio con la religión íntima. Pues si creyese encontrar esto último en dichos
dogmas, no podría desempeñar su cargo en conciencia; tendría que dimitir. Por consiguiente, el uso
de su razón que un predicador comisionado a tal efecto hace ante su comunidad es meramente un
uso privado; porque, por muy grande que sea ese auditorio, siempre constituirá una reunión
doméstica; y bajo este respecto él, en cuanto sacerdote, no es libre, ni tampoco le cabe serlo, al
estar ejecutando un encargo ajeno. En cambio, como alguien docto que habla mediante sus escritos
al público en general, es decir, al mundo, dicho sacerdote disfruta de una libertad ilimitada en el uso
público de su razón, para servirse de su propia razón y hablar en nombre de su propia persona. Que
los tutores del pueblo (en asuntos espirituales) deban ser a su vez menores de edad constituye un
absurdo que termina por perpetuar toda suerte de disparates.
Kant aplica la distinción entre uso privado y uso público de la razón a tres casos
concretos. El oficial del ejército que recibe una orden ha de obedecer aunque luego pueda hacer
públicas las observaciones que considere convenientes sobre los defectos del servicio militar. El
ciudadano no puede negarse a pagar sus impuestos pues podría llevar a la quiebra al Estado. Pero
en tanto persona docta puede publicar su opinión contraria respecto a la conveniencia tales
impuestos. En el caso de un pastor religioso que habla a su comunidad tiene que atenerse a los
dogmas de su religión. Sin embargo, como miembro de la comunidad tiene libertad ilimitada para
hacer uso de su razón y comunicar los resultados de sus pensamientos. Los tutores del pueblo en
asuntos espirituales no pueden ser “menores de edad” pues eso significa un gran lastre para el
progreso social.
8. Un monarca sólo puede imponer las leyes que el pueblo esté dispuesto a darse a
sí mismo.
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Ahora bien, ¿acaso una asociación eclesiástica –cual una especie de sínodo o (como se
autodenomina entre los holandeses) grupo venerable- no debiera estar autorizada a juramentarse
sobre cierto credo inmutable, para ejercer una suprema e incesante tutela sobre cada uno de sus
miembros y, a través suyo, sobre el pueblo, á fin de eternizarse? Yo mantengo que tal cosa es
completamente imposible. Semejante contrato, que daría por cancelada para siempre cualquier
ilustración ulterior del género humano, es absolutamente nulo e inválido; y seguiría siendo así, aun
cuando quedase ratificado por el poder supremo, la dieta imperial y los más solemnes tratados de
paz. Una época no puede aliarse y conjurarse para dejar a la siguiente en un estado en que no le
haya de ser posible ampliar sus conocimientos (sobre todo los más apremiantes), rectificar sus
errores y en general seguir avanzando hacia la ilustración. Tal cosa supondría un crimen contra la
naturaleza humana, cuyo destino primordial consiste justamente en ese progresar; y la posteridad
estaría por lo tanto perfectamente legitimada para recusar aquel acuerdo adoptado de un modo tan
incompetente como ultrajante. La piedra de toque de todo cuanto puede acordarse como ley para un
pueblo se cifra en esta cuestión: ¿acaso podría un pueblo imponerse a sí mismo semejante ley? En
orden a establecer cierta regulación podría quedar estipulada esta ley, a la espera de que haya una
mejor lo antes posible: que todo ciudadano y especialmente los clérigos sean libres en cuanto
expertos para expresar públicamente, o sea, mediante escritos, sus observaciones sobre los
defectos de la actual institución; mientras tanto el orden establecido perdurará hasta que la
comprensión sobre la índole de tales cuestiones se haya extendido y acreditado públicamente tanto
como para lograr, mediante la unión de sus voces (aunque no sea unánime), elevar hasta el trono
una propuesta para proteger a esos colectivos que, con arreglo a sus nociones de una mejor
comprensión, se hayan reunido para emprender una reforma institucional en materia de religión, sin
molestar a quienes prefieran conformarse con el antiguo orden establecido. Pero es absolutamente
ilícito ponerse de acuerdo sobre la persistencia de una constitución religiosa que nadie pudiera
poner en duda públicamente, ni tan siquiera para el lapso que dura la vida de un hombre, porque
con ello se anula y esteriliza un período en el curso de la humanidad hacia su mejora, causándose
así un grave perjuicio a la posteridad. Un hombre puede postergar la ilustración para su propia
persona y sólo por algún tiempo en aquello que le incumbe saber; pero renunciar a ella significa por
lo que atañe a su persona, pero todavía más por lo que concierne a la posteridad, vulnerar y pisotear
los sagrados derechos de la humanidad. Mas lo que a un pueblo no le resulta lícito decidir sobre sí
mismo, menos aún le cabe decidirlo a un monarca sobre el pueblo; porque su autoridad legislativa
descansa precisamente en que reúne la voluntad íntegra del pueblo en la suya propia. A este
respecto, si ese monarca se limita a hacer coexistir con el ordenamiento civil cualquier mejora
presunta o auténtica, entonces dejará que los súbditos hagan cuanto encuentren necesario para la
salvación de su alma; esto es algo que no le incumbe en absoluto, pero en cambio sí le compete
impedir que unos perturben violentamente a otros, al emplear toda su capacidad en la
determinación y promoción de dicha salvación. El monarca daña su propia majestad cuando se
inmiscuye sometiendo al control gubernamental los escritos en que sus súbditos intentan clarificar
sus opiniones, tanto si lo hace por considerar superior su propio criterio, con lo cual se hace
acreedor del reproche: Caesar non est supra Grammaticos, como -mucho más todavía- si humilla su
poder supremo al amparar, dentro de su Estado, el despotismo espiritual de algunos tiranos frente
al resto de sus súbditos.
Si dentro de una comunidad religiosa sus dirigentes decidieran por el bien de los fieles
congelar cualquier tipo de discusión acerca de sus creencias, este sería un contrato “nulo e
ilícito” pues supondría vulnerar el sagrado derecho de la humanidad a la libertad en el uso de la
razón e impediría completamente el progreso hacia la Ilustración. Lo que determina si una norma
puede convertirse en ley dentro de una comunidad es plantearse si esa comunidad se impondría a
sí misma esa norma y una censura de este tipo sería un atentado contra la Humanidad. En una
constitución republicana como la que Kant propone en el primer artículo definitivo de Hacia la
paz perpetua, los ciudadanos tienen garantizado el papel de co-legisladores.
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En el caso de las formación de variantes no ortodoxas del cristianismo Kant sugiere que
exista libertad para que estas sean de conocimiento público pues ello no perjudica a quienes
prefieran continuar con la religión oficial. Es totalmente ilícita la prohibición de poner en duda
las creencias religiosas pues implica pisotear el derecho a la libertad.
Lo mismo que vale para una comunidad religiosa vale para el Estado. El monarca no
puede imponer ninguna ley que el pueblo no se impondría a sí mismo. Es su misión alentar el
uso público de la razón en materia religiosa al tiempo que impide cualquier tipo de
enfrentamiento violento entre sus súbditos. Paradójicamente, cuanto mayor sea su ejército para
defender el orden mayor podrá ser la libertad de pensamiento de la que disfruten los ciudadanos.
Esta era, como veremos, la naturaleza del régimen de Federico II.
9. Vivimos en una época de Ilustración pero no una época ilustrada
Si ahora nos preguntáramos: ¿acaso vivimos actualmente en una época ilustrada?, la respuesta
sería: ¡No!, pero sí vivimos en una época de Ilustración. Tal como están ahora las cosas todavía falta
mucho para que los hombres, tomados en su conjunto, puedan llegar a ser capaces o estén ya en
situación de utilizar su propio entendimiento sin la guía de algún otro en materia de religión. Pero sí
tenemos claros indicios de que ahora se les ha abierto el campo para trabajar libremente en esa
dirección y que también van disminuyendo paulatinamente los obstáculos para una ilustración
generalizada o el abandono de una minoría de edad de la cual es responsable uno mismo. Bajo tal
mirada esta época nuestra puede ser llamada «época de la Ilustración» o también «el Siglo de
Federico».
¿Hemos alcanzado la mayoría de edad de la Ilustración? Por supuesto que no, la mayoría
de los hombres está todavía muy lejos de pensar sin guías sobre todo en materias como la religión.
Pero sí está claro al mismo tiempo que el progreso de la sociedad depende del mantenimiento de
la libertad de expresión. Para Kant el gobierno de Federico II, que combinaba una absoluta
libertad de pensamiento en materia religiosa y un rígido orden social era el mejor camino hacia
la Ilustración.
El verdadero Federico II no era tan perfecto como lo pintaba Kant. Estas alabanzas a
Federico fueron criticadas por Hamman. Se dice que Federico es un príncipe de la libertad pero
en realidad lo respalda un ejército incontable y bien disciplinado. Federico no era en realidad el
monarca filósofo que Kant pensaba o decía pensar. En realidad, no dudaba, por ejemplo, en
admitir como válida la mentira de Estado tal y como hiciera Platón en La República.
¿Cómo está Kant tan seguro del progreso moral y social de la humanidad a pesar de las
estado de guerra permanente en que vive la Humanidad? Este pensamiento de Kant está
relacionado con La fábula de las abejas de Mandeville, la mano invisible de Adam Smith y la
Providencia de los estoicos. Por ejemplo, según Adam Smith, los instintos egoístas de los
empresarios son la garantía del aumento de la riqueza de las naciones. Así también para Kant, la
insociable sociabilidad del hombre es la garantía del progreso moral y social.
10. El uso público de la razón garantizado por Federico II no es un peligro para el
orden del Estado ni tampoco una mala influencia para otras naciones.
Un príncipe que no considera indigno de sí reconocer como un deber suyo el no prescribir a los
hombres nada en cuestiones de religión, sino que les deja plena libertad para ello e incluso rehúsa
el altivo nombre de tolerancia, es un príncipe ilustrado y merece que el mundo y la posteridad se lo
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agradezcan, ensalzándolo por haber sido el primero en haber librado al género humano de la
minoría de edad, cuando menos por parte del gobierno, dejando libre a cada cual para servirse de su
propia razón en todo cuanto tiene que ver con la conciencia. Bajo este príncipe se permite a
venerables clérigos que, como personas doctas, expongan libre y públicamente al examen del
mundo unos juicios y evidencias que se desvían aquí o allá del credo asumido por ellos sin
menoscabar los deberes de su cargo; tanto más aquel otro que no se halle coartado por obligación
profesional alguna. Este espíritu de libertad se propaga también hacia el exterior, incluso allí donde
ha de luchar contra los obstáculos externos de un gobierno que se comprende mal a sí mismo. Pues
ante dicho gobierno resplandece un ejemplo de que la libertad no conlleva preocupación alguna por
la tranquilidad pública y la unidad de la comunidad. Los hombres van abandonando poco a poco el
estado de barbarie gracias a su propio esfuerzo, con tal de que nadie ponga un particular empeño
por mantenerlos en la barbarie.
Federico II, que garantiza una total libertad de pensamiento en cuestiones religiosas, es
un verdadero príncipe ilustrado al que la humanidad debe estar agradecido pues está
arrancándola de la minoría de edad. Los clérigos pueden explicar públicamente sus opiniones
religiosas sin faltar a su cargo ni sembrar desórdenes sociales. Esta libertad ”no conlleva
preocupación alguna por la tranquilidad pública y la unidad de la comunidad”. Es curioso
observar cuánto se equivocaba Kant. La libertad en materia religiosa que Kant reclama no
tardará en extenderse a asuntos políticos y poner las simientes de la Revolución Francesa.
Por último, señalar la importancia de esa última frase en la que Kant confía en el progreso
natural del hombre desde la barbarie hasta una sociedad cosmopolita. Esa confianza en el
progreso humano es típica del pensamiento ilustrado. Evidentemente, para Kant, el filósofo no
puede predecir el curso de la historia pero sí puede ayudar a modificar su desarrollo proponiendo
utopías.
11. El uso público de la razón no debe limitarse sólo a materia religiosa sino
también a asuntos legislativos.
He colocado el epicentro de la ilustración, o sea, el abandono por parte del hombre de aquella
minoría de edad respecto de la cual es culpable él mismo, en cuestiones religiosas, porque nuestros
mandatarios no suelen tener interés alguno en oficiar como tutores de sus súbditos en lo que atañe
a las artes y las ciencias; y porque además aquella minoría de edad es asimismo la más nociva e
infame de todas ellas. Pero el modo de pensar de un jefe de Estado que favorece esta primera
Ilustración va todavía más lejos y se da cuenta de que, incluso con respecto a su legislación,
tampoco entraña peligro alguno el consentir a sus súbditos que hagan un uso público de su propia
razón y expongan públicamente al mundo sus pensamientos sobre una mejor concepción de dicha
legislación, aun cuando critiquen con toda franqueza la que ya ha sido promulgada; esto es algo de
lo cual poseemos un magnífico ejemplo, por cuanto ningún monarca ha precedido a ése al que
nosotros honramos aquí.
Kant propone que la libertad en materia religiosa se extienda también a cuestiones
legislativas. Es el ideal político kantiano de la constitución republicana, recogida en el primer
artículo definitivo de Hacia la paz perpetua.
12. Demasiada libertad como la que es posible en democracia es perjudicial para
el crecimiento espiritual de un pueblo pues pone en peligro para el orden social.
Un déspota ilustrado como Federico II puede fomentar el máximo
librepensamiento y, al mismo tiempo, garantizar un rígido orden social.
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Pero sólo aquel que, precisamente por ser ilustrado, no teme a las sombras, al tiempo que tiene a
mano un cuantioso y bien disciplinado ejército para tranquilidad pública de los ciudadanos, puede
decir aquello que a un Estado libre no le cabe atreverse a decir: razonad cuanto queráis y sobre
todo cuanto gustéis, ¡con tal de que obedezcáis! Aquí se revela un extraño e inesperado, curso de
las cosas humanas; tal como sucede ordinariamente, cuando ese decurso es considerado en
términos globales, casi todo en él resulta paradójico. Un mayor grado de libertad civil parece
provechosa para la libertad espiritual del pueblo y, pese a ello, le coloca límites infranqueables; en
cambio un grado menor de esa libertad civil procura el ámbito para que esta libertad espiritual se
despliegue con arreglo a toda su potencialidad. Pues, cuando la naturaleza ha desarrollado bajo tan
duro tegumento ese germen que cuida con extrema ternura, a saber, la propensión y la vocación
hacia el pensar libre, ello repercute sobre la mentalidad del pueblo (merced a lo cual éste va
haciéndose cada vez más apto para la libertad de actuar) y finalmente acaba por tener un efecto
retroactivo hasta sobre los principios del gobierno, el cual incluso termina por encontrar
conveniente tratar al hombre, quien ahora es algo más que una máquina, conforme a su dignidad.
Königsberg (Prusia), 30 de Septiembre de 1784
El republicanismo kantiano implica un difícil equilibrio entre Hobbes y Rousseau. Por un
lado, Kant entiende que la libertad es un derecho natural del hombre que debe ser potenciado en
orden al progreso de la humanidad. Pero, por otro, si dicha libertad no está encauzada por un
rígido orden social donde la autoridad del soberano es inapelable, como ocurría en Hobbes,
puede ser contraproducente. Kant confía en que la mera libertad de pensamiento transformará a
los hombres de tal manera que llegará el día en que no tengan que ser tratados como súbditos o
máquinas sino como ciudadanos conforme a la dignidad que les otorga la libertad. La teoría
opuesta a esta propuesta kantiana de “libertad bajo control” es el materialismo histórico de Marx.
Según este, son necesarias algo más que palabras para cambiar el orden social.
Breve resumen del contexto histórico y
socio-político de Kant (la Ilustración)
En la historia del pensamiento el siglo XVIII es el siglo de la Ilustración. Gracias a la
Revolución Científica, se tiene conciencia de que empieza algo nuevo, de que la razón y la
ciencia iluminan por fin el destino del ser humano, de que las tinieblas de la Edad Media han
pasado. El personaje principal de la filosofía del s. XVIII es el ilustrado, el librepensador. Su
pensamiento consiste en una crítica universal, en un ataque frontal a cualquier forma de dogma
religioso, superstición, fanatismo u opresión intelectual, social o política. Creen en el
progreso de la humanidad gracias al desarrollo de la razón. Ejercen una labor de “publicistas”
divulgando a través de Enciclopedias y Diccionarios los avances científicos y filosóficos. Es una
cultura no universitaria. El “filósofo” ya no es el pensador solitario, ni el “maestro”: es un
hombre de mundo que participa activamente en la sociedad en la que vive.
1. -Los tres modelos de la ilustración europea: Inglaterra: el liberalismo político, Francia:
Revolución francesa y la Enciclopedia, Alemania: pietismo y despotismo ilustrado.
La Ilustración es el movimiento de las revoluciones liberal-burguesas, desde la inglesa de
1688 a la francesa de 1789. Ayuda así a desterrar el Antiguo Régimen sustituyéndolo por
regímenes políticos que garanticen la libertad de los ciudadanos. Inicialmente surge en Inglaterra
gracias a las figuras de Newton y Locke. Continúa en Francia, donde produce la Enciclopedia y
luego pasa a Alemania, siendo la figura clave allí Kant.
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En Inglaterra surge el liberalismo político en los escritos de John Locke. El contrato
social, según Locke, debía proteger la libertad y el derecho a la propiedad privada de los
individuos. Vivir en sociedad no implicaba, como en Hobbes, renunciar a todos los derechos sino
la representatividad, la separación de poderes y el derecho de resistencia.
En Francia la Ilustración tuvo su momento cumbre en la Revolución Francesa. Esta asume
las ideas de Rousseau, la igualdad de todos los hombres y la soberanía de la voluntad popular. Sin
embargo, el excesivo radicalismo revolucionario concluiría en la tiranía de Napoleón. El miedo de
Platón y Kant a la democracia directa parecía encontrar en este giro histórico una prueba
irrefutable. En cualquier caso, los cambios políticos introducidos por la Revolución Francesa son
la semilla de nuestra actual democracia.
En la Ilustración francesa tuvo lugar el fenómeno de la Enciclopedia. Fue comenzada por
D’Alambert y Diderot en 1747 y a ella se sumaron luego personalidades como Voltaire o
Rousseau. Mediante la divulgación del saber se persigue garantizar el progreso de la humanidad,
el amor por la ciencia, la tolerancia y la felicidad material. Se opone a la opresión de la monarquía
absoluta o la religión católica. Así, frente a la monarquía absoluta, prefiere el modelo inglés
(monarquía constitucional). Los enciclopedistas toman partido en la lucha contra la Inquisición y
la esclavitud.
En Alemania las grandes figuras de la Ilustración son Federico II de Prusia, ejemplo del
sistema político que dio en llamarse despotismo ilustrado, y Kant. Federico II se esforzó en
modernizar una sociedad casi feudal divulgando las artes y las ciencias. Kant, gracias a sus
propuestas de Constitución Republicana y Paz Perpetua, es el arquetipo del pensador ilustrado.
La libertad de pensamiento va al unísono con el triunfo del protestantismo de Lutero en
materia religiosa. Kant profesaba el pietismo: un movimiento luterano que defendía la relación
personal de cada individuo con Dios, la interpretación libre de las Sagradas Escrituras y una moral
muy rígida que se traducirá en la moral del deber kantiana.
2.- Época caracterizada por una explosión demográfica, avances en las técnicas agrícolas y
primeros pasos -a mediados del S. XVIII- de la revolución industrial, especialmente en Gran
Bretaña.
En el siglo XVIII se produce una revolución demográfica a partir de 1750: de 100 millones
en 1700 se pasó a 180 millones de habitantes en 1800. Ello explica que en 1798 publicase
Malthus su famoso Ensayo sobre la población. A partir de 1750 se puede hablar de revolución
industrial en la que Gran Bretaña lleva notable ventaja.
3.- El contractualismo como forma de legitimación del poder.
Frente al organicismo de las teorías políticas de Platón y Aristóteles, a partir del s. XVII se
impone el contractualismo. Según este el hombre vivía en estado de naturaleza antes de que
existiesen el Estado, el Derecho, la Autoridad… Hobbes, Locke, Rousseau y Kant se plantearon
cómo éramos y vivíamos en estado de naturaleza y qué nos llevó a salir de él para formar un
Estado civil que es un Estado regido por un orden jurídico. Para que este paso sea posible se hace
necesario un contrato social: un pacto en el que los individuos ceden sus derechos naturales a un
gobernante, a unos representantes o a la comunidad entera para salir del estado de naturaleza. En
el caso de Kant el contrato social ha de respetar los principios de libertad, igualdad, ciudadanía,
representatividad y separación de poderes. Toma de Hobbes la necesidad de un Monarca absoluto
que esté por encima de la ley, de Rousseau la necesidad de que el individuo sea colegislador y de
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Locke las ideas de representatividad y separación de poderes. Al contrario que Locke negaba el
derecho de resistencia a la ley.
4.- La física y Newton se convierten en los modelos a seguir en el ámbito de las ciencias.
El éxito de la Física de Newton obligó a Kant a preguntarse por qué la Metafísica no había
alcanzado todavía el rango de ciencia. Según Kant la Metafísica no podía ser ciencia porque sus
objetos (Mundo, Alma y Dios) estaban más allá de la experiencia sensible y esta es
imprescindible para que haya conocimiento. La razón kantiana está marcada por la influencia de
Newton, es empírica, se apoya en la experiencia, y crítica, sabe cuáles son sus límites.
Términos PAU Kant
1. Contrato social:
El contrato social permite a los individuos salir del estado de naturaleza para entrar en el
estado civil. No es un hecho histórico sino una hipótesis que nos dice cómo debe ser
administrado el Estado. El contrato social es el propio de una constitución republicana si implica
la igualdad o sumisión absoluta de los individuos a una autoridad, lo cual acerca el pensamiento
kantiano a Hobbes y, al mismo tiempo, garantiza la libertad o que el individuo es colegislador,
esto es, que ninguna ley puede ser aprobada sin su consentimiento y que, por tanto, el gobernante
tiene que dictar las leyes como si emanasen de la voluntad general, lo cual aproxima el
pensamiento de Kant a Rousseau. El contrato social originario ha de respetar también el
principio de ciudadanía, que implica la elección de representantes. Al contrario que Rousseau,
para quien todos los hombres son ciudadanos, Kant distingue entre ciudadanos activos y pasivos
siguiendo el criterio de posesión de tierras.
2. Racionalismo-empirismo:
El empirismo es la teoría filosófica según la cual el origen y límite del conocimiento es la
experiencia sensible. Los empiristas más conocidos son Hobbes, Locke, Hume y Berkeley.
El racionalismo es la doctrina filosófica que no reconoce como fuente de conocimiento
más que la razón, rechazando, por tanto, la revelación, la fe y los sentidos. En la historia de la
filosofía el racionalismo tiene un significado más restringido y comienza en el s. XVII con la
figura del matemático R. Descartes. Otros racionalistas conocidos son Leibniz y Spinoza.
Es interesante comparar empirismo y racionalismo:
1. Según el empirismo el origen del conocimiento es la experiencia mientras que para el
racionalismo es la razón. Según el racionalismo a partir de las ideas innatas el
conocimiento avanza de forma necesaria y a priori: por ejemplo, en Descartes, Dios es una
idea innata que funciona como criterio de evidencia, como fundamento de todo nuestro
conocimiento. Para el empirismo la mente es como una “tabla rasa” y, por tanto, toda
idea que se pueda encontrar en ella procede de la experiencia; realiza, por tanto, una crítica
sistemática de la metafísica.
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2. Según el empirismo el conocimiento humano tiene límites, está limitado por la
experiencia sensible, mientras que el racionalismo tenía una confianza absoluta en los
poderes de la razón para conocerlo todo.
3. El racionalismo buscaba un método que unificara el saber y había tomado como modelo
a la ciencia moderna únicamente en su aspecto matemático, mientras que el empirismo,
inspirándose en la física de Newton, tiene un carácter más crítico y habría recogido el otro
aspecto: la importancia de la experiencia.
4. Empiristas y racionalistas defienden el fenomenismo: lo que directamente conoce la
mente son sus ideas (no las cosas), y pensar se reduce a relacionar ideas entre sí. Por esta
razón, los empiristas conceden gran importancia a los análisis de los mecanismos
psicológicos que explican las asociaciones de ideas entre sí y el aislamiento del sujeto
frente a la realidad. El fenomenismo conduce al clásico cuestionamiento de la existencia
del mundo externo. Descartes tendrá que recurrir a Dios como garantía de la existencia
del mundo externo. Locke considera absurdo demostrar determinadas cosas y da por
supuesto que nuestras ideas de sensación, al menos las que se refieren a cualidades
primarias, son una copia exacta del mundo real. Hume entiende que la única garantía del
mundo externo es el hábito o costumbre que producen en nosotros la constancia y
coherencia de nuestras percepciones, así como su valor de supervivencia.
3. Libertad:
La cuestión de la libertad es la tercera de las antinomias de la Crítica de la Razón Pura.
Kant concluye que se puede demostrar tanto que somos libres como que todo está determinado.
La única explicación de esto es que el determinismo es lo propio del fenómeno (la suma de las
sensaciones más el espacio-tiempo y las categorías, especialmente la de causalidad) mientras que
la libertad es lo propio del noúmeno o la cosa en sí. La libertad queda por tanto fuera de los
límites del saber humano tal como ocurre con otras Ideas de la Razón como la Idea de Dios.
En la Crítica de la Razón Práctica la libertad aparece como un postulado. Un postulado es
un concepto de origen matemático. Un postulado es una proposición que resulta imposible
demostrar pero que si no la presuponemos el edificio entero de las matemáticas se viene abajo. La
libertad es un postulado en el sentido siguiente: es imposible demostrarla pero si no la suponemos
toda nuestra vida moral se vuelve un sinsentido pues no podríamos atribuir a nadie
responsabilidad ni culpa.
La libertad está directemente relacionada con una de las formulaciones del imperativo
categórico: ““Obra de tal manera que la voluntad pueda considerarse a sí misma, mediante
su máxima, como legisladora universal”. La voluntad humana ha de ser legisladora universal,
es decir, completamente autónoma. Las leyes morales han de emanar de la voluntad misma. Este
ideal conecta la ética con otros ideales políticos como la emancipación de la humanidad, tanto
social como individualmente, el paso a su mayoría de edad, es una consecuencia de la realización
de la Razón en la vida privada y pública.
En términos políticos, la libertad es para Kant y Rousseau un derecho natural que
corresponde a todo individuo. Kant defiende, por tanto, la libertad política positiva, por la cual
cada individuo se convierte en colegislador, es decir, en coautor de las leyes del Estado. En este
punto, Kant se aparta de Hobbes y se acerca a la idea de autolegislación presente en el concepto
de “voluntad general” de Rousseau. El gobernante debiera legislar como si fuera posible que la
voluntad unida del pueblo diera su consentimiento a las leyes .
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El concepto de libertad jurídica no expresa desobediencia civil, puesto que Kant, al igual
que Hobbes, consideraba que la sumisión al poder del Estado era una condición necesaria para el
orden social. Para evitar excesos del gobernante Kant confía en su defensa de la libertad de
expresión.
4. Giro copernicano:
Matemáticas y Física son ciencias y, por tanto, conocimiento verdadero universalmente
válido. Es decir, ambas ciencias aumentan nuestros conocimientos sobre el mundo (sintético) y
nos proporcionan conocimiento necesario, universal e independiente de la experiencia (a priori).
Kant llega de este modo a la sorprendente conclusión de que poseemos conocimiento necesario
sobre el mundo que es previo a la experiencia. ¡Menuda sorpresa! ¡Sabemos cosas verdaderas
sobre el mundo sin haberlas previamente experimentado!. Pero, después de Hume, ¿cómo es eso
posible? ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori con sus extraordinarias propiedades?
Para explicar su hipótesis Kant afirma que es necesaria una “revolución filosófica” análoga
a la que dio origen a la revolución científica. Así, Kant cree que no hay más remedio que dar a la
filosofía un giro copernicano. Vamos a explicarlo despacio. El empirismo de Hume
minusvaloró el alcance de nuestro conocimiento porque afirmaba que todo nuestro conocimiento
tiene su origen en la experiencia. Esta posición era para Kant análoga al geocentrismo
astronómico (hipótesis falsa aunque muy intuitiva). El racionalismo cartesiano sobrevaloró el
alcance de nuestro conocimiento porque creía que podía avanzar exclusivamente a partir de ideas
innatas (hipótesis también falsa pero más afín al resultado kantiano pues es análoga al
heliocentrismo). Kant adopta una postura intermedia entre empirismo y racionalismo: El
conocimiento es una síntesis entre lo dado por la experiencia y lo que pone el sujeto que conoce.
El gran descubrimiento kantiano es que el mundo es, en parte, el producto de nuestra mente. Por
ese motivo podemos formular juicios a priori sobre él. El giro copernicano consiste, por tanto, en
situar al sujeto y no al objeto (la experiencia) en el centro del conocimiento. Queda superado por
tanto el escepticismo de Hume respecto a la física. Pero ¿podrá la metafísica llegar a ser una
ciencia? Si atendemos a que el conocimiento versa sólo sobre la síntesis de lo a priori y lo dado,
es decir, el fenómeno, entendemos que es imposible pues la metafísica trata con meros conceptos
(Ideas de la Razón) y aspira a conocer la cosa en sí o noúmeno. Sin embargo, esto no es tan malo
como parece, porque al poner límites a la razón estamos haciendo que sea posible al menos pensar
esas Ideas de la Razón a través de su uso práctico como postulados. Como dice Kant, el giro
copernicano que limita el poder de la razón suprime el saber para dejar sitio a la fe. Un ejemplo
sencillo es la idea de libertad: si nos atenemos al fenómeno es una idea imposible pues todo está
determinado por la categoría de causa-efecto. En cambio si pensamos que el conocimiento llega
sólo hasta el fenómeno pero que existe un noúmeno más allá en ese ámbito es posible pensar la
libertad. Kant no ejerce de ateo ilustrado como podría parecer sino de “cristiano alevoso” como le
llamará Nietzsche.
Ahora bien, ¿qué hace nuestra mente con la caótica información que nos llega a través de
los sentidos? Si podemos responder a esta pregunta sabremos en qué dominios podemos alcanzar
un conocimiento sobre el mundo verdadero y universalmente válido.
1. La sensibilidad. Estética trascendental. En la sensibilidad hay: 1) una materia
(empírica): las sensaciones (caóticas); 2) una forma (a priori): el espacio y el tiempo. El
resultado de esta unificación y ordenación de las sensaciones en el espacio-tiempo es el
fenómeno, que es el objeto de nuestra experiencia. La consecuencia más importante de
esta doctrina es que nosotros percibimos únicamente los fenómenos. Las cosas en sí
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mismas a las que Kant llama noúmenos son incognoscibles. Las matemáticas son a
priori, se construyen enteramente al margen de toda experiencia, y sintéticas, nos
informan sobre las propiedades del armazón del mundo: el espacio-tiempo. La geometría
se ocupa de la forma a priori del espacio y la aritmética, forzando un poco la cuestión, del
tiempo pues los números se construyen “por la adición sucesiva de unidades en el tiempo”.
La física se ha convertido en ciencia al apoyarse en las matemáticas porque estas marcan
las leyes de la estructura espacio-temporal del mundo.
2. El entendimiento. Analítica trascendental. El entendimiento es la facultad de juzgar.
Juzgar significa subsumir (incluir) una percepción es decir, un fenómeno, en un
concepto. Sólo existe conocimiento cuando el concepto general va acompañado por la
intuición empírica. Ahora bien, resulta que existen dos tipos de conceptos: unos son
empíricos (o a posteriori); es decir, son generalizaciones tomadas de la experiencia (como
“piedra” o “calor”). Otros son a priori, y son “puestos” por el entendimiento. Kant los
llama “categorías“. Por ejemplo, la categoría de “causa“. Si hemos de analizar el
fenómeno “el sol calienta la piedra” siguiendo la filosofía de Hume todo lo que podemos
afirmar es que a un suceso A (el sol) acostumbra seguirle un suceso B (el calentamiento de
la piedra) pero esta es una relación contingente, sólo probable. En cambio, utilizando la
teoría kantiana de las categorías si pienso: “El sol calienta la piedra”, “calienta” supone
implícitamente la categoría de causa (“es causa del calentamiento de”). Esta categoría es a
priori y, por lo tanto, nos guste o no, nuestra mente impone a la realidad la estructura
causa-efecto y nuestras asociaciones causa-efecto apoyadas en la experiencia tienen un
carácter necesario y universalmente válido. Las categorías fundamentales que Kant
descubre son la sustancia y la causalidad. La física es la ciencia de la naturaleza, es
decir, el conjunto de todos los fenómenos (no de los noúmenos o cosas en sí mismas, que
nos son desconocidas) en cuanto están determinados por leyes generales. Asimismo
distingue dos tipos de física:
o La física experimental, cuyas leyes como ya decía Hume son sólo leyes
probables, ya que son tomadas de la experiencia.
o La física pura, que contiene los principios más generales de la física experimental.
Sólo estos principios, o leyes, son juicios sintéticos a priori. Sólo la física “pura”
cumple las condiciones de universalidad y necesidad que Kant exige a la “ciencia”.
¿Cómo son posibles las leyes o principios de la física pura? Porque en el fondo son
las categorías que nuestra mente necesita utilizar para poder conocer el mundo. Y
resulta que, casualmente, coinciden los presupuestos fundamentales de la física de
Newton:
a. Principio de permanencia de la sustancia: “En todo cambio de los
fenómenos permanece la sustancia, y el quantum de la misma no aumenta
ni disminuye en la naturaleza”.
b. Principio de sucesión temporal según la ley de causalidad: “Todos los
cambios tienen lugar de acuerdo con la ley que enlaza causa y efecto”.
c. Principio de la simultaneidad según la ley de la acción recíproca o
comunidad: “Todas las sustancias, en la medida en que podamos
percibirlas como simultáneas en el espacio, se hallan en completa acción
recíproca”.
5. Ilusión trascendental:
Lo primero que hay que saber sobre la tercera y última facultad del conocimiento es que la
razón no conoce sino que piensa. Veamos, conocer, según Kant, es lo que hace el entendimiento
en los juicios, es decir, aplicar a los fenómenos particulares conceptos generales, algunos de ellos
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a priori (categorías). Hay, por tanto, en el conocimiento, dos elementos necesarios: concepto y
experiencia (fenómeno). Pues bien, pensar consiste sólo en organizar los conceptos según sus
relaciones lógicas, encajando unos dentro de otros según sean más o menos universales. El
resultado de la actividad de la razón son los conceptos universalísimos que Kant llama Ideas de la
razón:
Alma. El conjunto de nuestros conocimientos acerca de los fenómenos de la experiencia
interna
Mundo. El conjunto de nuestros conocimientos acerca de los fenómenos de la experiencia
externa
Dios. La síntesis de ambas.
Ahora bien, aunque mediante las ideas podemos pensar la totalidad de los fenómenos, ellas
mismas no nos dan a conocer nada pues para ello necesitaríamos tener alguna intuición
(experiencia) de las Ideas de la razón, cosa que no es posible. Por lo tanto, la metafísica como
ciencia es imposible porque el límite de nuestro conocimiento es la experiencia sensible. Pero se
da el hecho -faktum, que es la palabra que usa Kant para ponerse serio- de que el hombre es un
animal metafísico, de que el hombre posee una tendencia natural a preguntarse ¿Quién soy?,
¿Qué sentido tiene el mundo? ¿Existe Dios? a pesar de ser consciente de que nunca podrá obtener
una respuesta. A esta tendencia al error le llamamos ilusión -engaño- trascendental. Kant la
compara con la imposibilidad que tenemos de ver la Luna siempre del mismo tamaño: nos guste o
no, la vemos mayor cuando está más cerca del horizonte. No podemos conocer las Ideas de la
razón, pero, dice Kant, podemos atribuirles un uso regulativo en dos sentidos:
negativo, señalan los límites del conocimiento;
positivo, impulsan a organizar cada vez mejor los conceptos del entendimiento.
Aunque imposibles de tratar mediante la razón pura Kant cree que podemos realizar un
nuevo acercamiento a los grandes temas metafísicos a través de la razón práctica. Los postulados
de la razón práctica son presupuestos o condiciones necesarias de la existencia de la moralidad,
es decir, proposiciones que es necesario suponer si no queremos admitir que la moral y el deber
no son más que un absurdo. Así:
1. La libertad. ¿Qué sentido tienen el deber, la culpa, la responsabilidad, los juicios si no
somos libres?
2. La inmortalidad del alma. La Naturaleza ha puesto en el hombre la tendencia al deber y
ya sabemos que la Naturaleza no hace nada en vano. Si ha puesto dicha tendencia en el
hombre la ha puesto para que sea cumplida pero en esta vida el hombre es un ser limitado,
condicionado por las urgencias del cuerpo, por el deseo, por el egoísmo… Por ello, como
garantía de la posibilidad de un progreso indefinido en la virtud es necesario que el
hombre sea inmortal.
3. La existencia de Dios. La virtud consiste en la intención y la lucha por someterse al
deber “por el deber”. La felicidad – bien supremo de ser humano, recuérdese a
Aristóteles- queda excluida como motivo determinante de la acción moral; pero no como
“premio” de la virtud. Para los epicúreos y los estoicos, virtud y felicidad coincidían.
Pero tal coincidencia no es evidente. A menudo observamos que el cumplimiento del
deber lleva aparejado normalmente lo contrario a la felicidad. Para que el deber y la
moral tengan sentido es necesario que Dios exista y haga coincidir virtud y felicidad en el
futuro.
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Dios, inmortalidad y libertad no son fenómenos, sino noúmenos. Son indemostrables e
incognoscibles. Los postulados de la razón práctica únicamente nos permiten creer en ellos, pero
creer con una “fe racional”, es decir, “creer con algún fundamento racional”. En definitiva, el
resultado de las dos primeras críticas es “suprimir el saber [metafísico] para dejar sitio a la
fe”.
6. Imperativo:
Kant se ocupa del tema de la moral en su obra Crítica de la razón práctica. Del mismo
modo que, en respuesta al escepticismo y el relativismo de Hume, había buscado en su Crítica de
la razón pura el fundamento del conocimiento científico (universal y necesario) Kant busca en la
ética el fundamento de una ley universal.
Los imperativos morales pueden ser de dos tipos: a) Máximas: principios subjetivos de
acción y b) Leyes prácticas: Son principios objetivos y universales, es decir, válidos para
todos.
Las leyes morales se hallan del lado del deber moral. Según Kant el deber moral es un
hecho (faktum) del que cualquiera es consciente: todos hemos experimentado el conflicto entre
los intereses o los impulsos de nuestro cuerpo y la voz de la “conciencia” o el deber. Sólo somos
libres cuando obedecemos a la ley moral que dicta el deber. En cambio, cuando nos dejamos
llevar por nuestros instintos estamos siendo determinados. La libertad, paradójicamente,
pertenece al campo del deber. Y, pertenece, además, al reino de la cosa en sí, del alma.
Según Kant, a la hora de valorar una acción hay que atender exclusivamente a la intención
de la que emana esa acción y nunca a las consecuencias de la misma. No hay nada bueno ni malo
en el mundo, salvo una buena o una mala voluntad. Una voluntad es buena cuando la guía una
buena intención y una intención es buena cuando busca cumplir el deber por respeto al deber y
no por las consecuencias de la acción.
Kant distingue obrar por respeto al deber y obrar conforme al deber. Obrar conforme a
deber es, por ejemplo, “no robar” por miedo al castigo. Obrar por respeto al deber es, asimismo,
“no robar” porque se considera que nadie debería hacerlo. El Estado nos exige solamente obrar
conforme a deber pues su ámbito es el de la legalidad. Sin embargo, la moral nos exige obrar por
respeto puro al deber. Es el reino de la moralidad.
En el reino de la moralidad sólo vale guiarse por los principios de la moral formal y el
imperativo categórico.
Kant dice que hay dos clases de moral: la moral material y la moral formal:
(1) La moral material:
Una moral es material cuando sus imperativos nos dicen qué tenemos que hacer -la
norma que hay que seguir- y qué fin obtendremos si actuamos de ese modo. Un ejemplo: “Si
quieres ser feliz -fin- entonces debes elegir siempre el término medio -norma-” Todos los
sistemas morales anteriores al de Kant son “materiales”. Kant considera que fueron incapaces
de fundar deberes universales. En efecto, los imperativos de esta moral son siempre
hipotéticos, del tipo: “Si quieres…, entonces debes…” : Por ello, el imperativo sólo obligaría a
los que aceptan el fin (por ejemplo, la felicidad), pero no a los que no lo acepten como algo
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deseable: no sería, pues, un deber universal. Además, estos imperativos son siempre empíricos o
materiales, ya que sólo mediante la experiencia se puede determinar cuáles son las normas para
alcanzar la felicidad. Ahora bien, la experiencia no puede nunca fundamentar una afirmación
universal. Así, es posible que mucha gente no esté de acuerdo en que la felicidad se encuentre en
el término medio. Las morales materiales no incluyen, por tanto, leyes prácticas sino sólo
máximas. Las morales materiales son, además, heterónomas.
(2) La moral formal:
La moral formal es aquella en la que no se propone ningún fin concreto ni norma alguna.
Es a priori pues su propuesta es ajena a la experiencia. Se formula mediante el imperativo
categórico y no hipotético, es decir, la máxima no está sometida a condición alguna. La moral
formal es, también, autónoma pues el deber emana directamente de la voluntad.
La moral formal contiene un único imperativo, el imperativo categórico. Este imperativo
es: “Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley
universal” (Fundamentación, II).
Se trata de un imperativo categórico, porque no está sometido a condición alguna, es decir,
no dice: “Si quieres…” (en cuyo caso sería hipotético). Y es formal, ya que no expresa lo que hay
que hacer (entonces sería material). Lo único que dice es que para que una “máxima” personal de
conducta que ella misma sí es material y particular pueda ser considerada por mí como un deber
moral, es preciso que yo pueda querer que se convierta en un deber universal. Es decir, que lo que
yo considero un deber para mí deba ser también un deber para todos.
Otra formulación del imperativo categórico es:
“Obra de tal manera que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de
cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio” (Ibíd.).
Esta fórmula utiliza como criterio la necesidad de considerar a cada ser humano racional
como un fin en sí mismo.
Los postulados de la razón práctica son presupuestos o condiciones necesarias de la
existencia de la moralidad, es decir, proposiciones que es necesario suponer si no queremos
admitir que la moral y el deber no son más que un absurdo. De esta manera Kant rescata los
grandes temas metafísicos a través de la razón práctica. Así:
1. La libertad. ¿Qué sentido tienen el deber, la culpa, la responsabilidad, los juicios si no
somos libres?
2. La inmortalidad del alma. La Naturaleza ha puesto en el hombre la tendencia al deber y
ya sabemos que la Naturaleza no hace nada en vano. Si ha puesto dicha tendencia en el
hombre la ha puesto para que sea cumplida pero en esta vida el hombre es un ser limitado,
condicionado por las urgencias del cuerpo, por el deseo, por el egoísmo… Por ello, como
garantía de la posibilidad de un progreso indefinido en la virtud es necesario que el
hombre sea inmortal.
3. La existencia de Dios. La virtud consiste en la intención y la lucha por someterse al
deber “por el deber”. La felicidad – bien supremo de ser humano, recuérdese a
Aristóteles- queda excluida como motivo determinante de la acción moral; pero no como
“premio” de la virtud. Para los epicúreos y los estoicos, virtud y felicidad coincidían.
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Pero tal coincidencia no es evidente. A menudo observamos que el cumplimiento del
deber lleva aparejado normalmente lo contrario a la felicidad. Para que el deber y la
moral tengan sentido es necesario que Dios exista y haga coincidir virtud y felicidad en el
futuro.
Dios, inmortalidad y libertad no son fenómenos, sino noúmenos. Son indemostrables e
incognoscibles. Los postulados de la razón práctica únicamente nos permiten creer en ellos, pero
creer con una “fe racional”, es decir, “creer con algún fundamento racional”. En definitiva, el
resultado de las dos primeras críticas es “suprimir el saber [metafísico] para dejar sitio a la
fe”.
Ideas para exponer tu posición personal
sobre el pensamiento de Kant
Respecto a la opinión de Kant vamos a tratar dos de sus preguntas fundamentales: ¿Qué
debo hacer? y ¿Qué puedo esperar? Ponemos, por el momento, entre paréntesis la primera
pregunta ¿Qué puedo saber?. Trataremos, por tanto, sobre la ética kantiana y su filosofía de la
historia. Añadiremos, además, algunas cuestiones relativas a ¿Qué es Ilustración? a modo de
prólogo.
I. ¿Qué es Ilustración?
1. Entre los teóricos del contrato social Kant intenta ocupar una posición intermedia entre
Hobbes y Rousseau. ¿Crees que lo consigue?
2. La supresión del derecho de resistencia o desobediencia civil que estaba presente en
Locke desaparece en la constitución republicana de Kant. ¿Por qué ocurre? ¿Qué
consecuencias tiene? ¿Qué opinas?
3. ¿Qué utilidad política tiene la distinción entre uso privado y uso público de la razón?
¿Crees que sigue funcionando hoy día?
4. ¿A quién crees que beneficiaba el sufragio censitario impuesto por la constitución
republicana? Hoydía hemos alcanzado el sufragio universal pero ¿está realmente el poder
político al servicio de los ciudadanos o, por el contrario, de los intereses del sector
financiero?
Kant se identificó plenamente con los ideales de la Ilustración europea: la razón y el
progreso. En su artículo ¿Qué es la Ilustración? escribe que el lema de la Ilustración es:
“Atrévete a pensar por ti mismo” La emancipación del ser humano por medio de la razón es el
programa de la Ilustración, forma parte de los ideales de laRevolución francesa y es también
el núcleo del proyecto filosófico de Kant.
II. La ética kantiana.
1. Paradojas de una moral fundada en el deber. Según Kant la ética emotivista de
Hume caía en el relativismo pues hacía depender la virtud de una acción del sentimiento de
agrado o desagrado que despertase en los individuos. Para Kant una acción sólo es moral si tiene
su origen en el deber y es independiente de nuestras inclinaciones, deseos, placeres o
satisfacciones. Aunque esto significa que la moral kantiana aspira a la universalidad paga un alto
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precio por ella. Por ejemplo, para Kant tiene más mérito no robar melocotones por respeto al
deber y no por miedo al frutero que entregar toda tu vida a una buena causa por compasión y
solidaridad. Así lo explica Terry Eagleton en Los extranjeros. Por una ética de la solidaridad
(Paidós, 2010)
Pasar la vida como, por ejemplo, Nelson Mandela, inspirado por el ultraje y la compasión a
transformar el destino de incontables millones de seres, está muy bien, pero no es tan estupendo
como asegurarse de que cuando robar un melocotón, lo hagamos no porque temamos al frutero,
sino porque adecuamos nuestra acción a una ley que puede prescribirse para todos los ladrones
potenciales (p. 205)
2. Contradicciones en la ética kantiana. Por un lado Kant afirma que una acción es moral
si es independiente de cualquier tipo de interés, recompensa o castigo futuros. Sin embargo, en
los postulados de la razón práctica afirma que virtud y felicidad tendrán que coincidir en algún
momento. A pesar de todo, finalmente, queremos recuperar la inversión que hemos puesto en las
buenas acciones.
III. El Saber:
Kant aspira a superar el escepticismo en el que termina Hume, sobre todo en lo referente a
la Física. Para ello, Kant intenta resolver la oposición entre racionalismo y empirismo. Para el
racionalismo cartesiano todo nuestro conocimiento tiene su origen en la razón, y la metafísica,
aplicando el método correcto, puede aspirar a conocerlo todo. Para el segundo, el origen y el
límite de nuestro conocimiento es la experiencia y por ello, siguiendo a Hume, la metafísica es
imposible
y
las leyes
de
la
física son
meras
creencias
contingentes.
La solución kantiana pasa por realizar una síntesis de racionalismo y empirismo. Esta consiste en
afirmar que sólo hay conocimiento cuando a los elementos racionales del conocimiento se les
suma la experiencia sensible. De este modo Kant, al contrario que Hume, sitúa como modelo de
conocimiento a la física de Newton, ejemplo paradigmático de síntesis de razón matemática y
experiencia, y, coincidiendo con Hume, excluye del conocimiento a la metafísica dogmática.
Sin embargo, Kant reconoce que la razón tiene una tendencia innata a superar sus propios límites,
tendencia a la que denomina ilusión trascendental y que vuelve a repetirse en un filósofo...
IV. La filosofía de la historia y Hacia la paz perpetua.
Según Kant, existe una esperanza racional en el progreso de la historia humana hacia una
paz perpetua. Analizaremos las razones de Kant desde la perspectiva de la situación política
internacional en la actualidad.
1. Filosofía de la historia kantiana: la guerra es parte inevitable del progreso.
Argumento a favor: Si examinamos las culturas que han permanecido apartadas de las guerra ya
sea por casualidad histórica o condiciones geográficas especiales podremos observar que apenas
han progresado en términos políticos (China) o artísticos (Suiza). Argumento en
contra: Resultan sospechosas las ideas de Kant acerca de la guerra, tal y como las expone en su
opúsculo Ideas para una historia en clave cosmopolita. Kant defiende la necesidad de la guerra
entre los individuos para el progreso de la Cultura y la guerra entre los Estados para alcanzar la
paz perpetua. Este planteamiento, que hace depender la paz y el progreso de la guerra, es muy
discutible. Una objeción evidente, por ejemplo, es la posibilidad de una guerra nuclear que no
dejaría opción sino a una paz de cementerio.
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2. Problemática relativa a los artículos preliminares de Hacia la paz perpetua:
“No debe ser válido como tal tratado de paz ninguno que se haya celebrado con la
reserva secreta de algún motivo de guerra futura”. Está claro que si se acuerda un tratado
de paz con el propósito de una guerra futura los contendientes perderán la confianza
mínima necesaria para terminar alguna vez con la guerra. Esto ha sucedido en muchos
conflictos enquistados como, por ejemplo, las treguas de ETA y las treguas entre israelíes
y palestinos.
“Con el tiempo los ejércitos permanentes deben desaparecer totalmente”. Hoy día la
situación es justamente la contraria: las naciones, con EEUU a la cabeza, aspiran a
armarse cada vez más, y especialmente con el arma definitiva, el arma nuclear. Aunque
disminuya el número de soldados al profesionalizarse los ejércitos el avance tecnológico
convierte a los ejércitos en una amenaza permanente no sólo para la paz sino también para
la supervivencia de la humanidad.
“No debe emitirse deuda pública en relación con los asuntos de política exterior” porque
si se utiliza para la guerra conduce inevitablemente a la bancarrota del Estado. Esto es
efectivamente lo que está ocurriendo en EEUU. Los grandes afectados por los gastos de la
guerra de Iraq son la Sanidad y la Educación públicas que en EEUU están en unos
niveles vergonzosos para ser la nación más rica del mundo.
“Ningún estado debe inmiscuirse por la fuerza en la constitución y en el gobierno de otro”.
EE.UU incumplió este artículo preliminar al decidir invadir Iraq sin el consentimiento de
la ONU. El principio de no injerencia no puede violarse a no ser que se de, por ejemplo,
un caso de genocidio y la ONU autorice la intervención. Esto fue lo que ocurrió durante la
guerra de los Balcanes en los años 90.
“Ningún estado en guerra con otro debe permitirse hostilidades de un tipo tal que hagan
forzosamente imposible la confianza mutua en la paz futura, como el empleo en el otro
estado de asesinos, envenenadores, el quebrantamiento de capitulaciones, la inducción a la
traición, etc.” Desgraciadamente la guerra no respeta ningún tipo de normas. Han salido a
la luz las torturas a que han sido sometidos los prisioneros de guerra iraquíes en las
cárceles de Abu Grahib o Guantánamo.
3. Problemática relativa a los artículos definitivos de de Hacia la paz perpetua:
Primer artículo definitivo. Kant considera que el sistema político apropiado para alcanzar
la paz es la constitución republicana porque implica libertad, igualdad, ciudadanía,
representatividad y separación de poderes. La propuesta de Kant es muy semejante a nuestras
modernas democracias occidentales. A pesar de ello podemos plantear las siguientes objeciones:
En un régimen republicano es el pueblo quien debe decidir si ha de haber guerra o
no
Un régimen republicano tiende más hacia la paz porque hace depender la decisión
del pueblo. Pero es evidente que la decisión del pueblo depende de la veracidad de la
información que posea. Hoy día los los medios de comunicación de masas en lugar de
servir a la paz y a la ilustración han envenenado a los pueblos, los han entontecido y los
han conducido a la guerra. Por ejemplo, cuando la mayoría del pueblo estadounidense
apoyaba la invasión de Irak creía que Sadam Hussein poseía armas de destrucción masiva
y tenía contactos con Al-Qaeda. Estas mentiras fueron difundidas por el gobierno
americano a través de todas las televisiones del mundo.
El principio de representatividad asociado a la sumisión al Soberano plantea el
problema de qué hacer cuando las decisiones o las leyes del Soberano son injustas
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Kant insiste en la imposibilidad de la desobediencia civil en la constitución
republicana
Kant distingue entre dos tipos de ciudadanos con lo que su propuesta de una constitución
republicana no es “democrática” en el sentido en que usamos hoy la palabra. Hoy día el sufragio
es universal pero también puede argumentarse que de hecho el poder del dinero, de las
multinacionales, que controlan la economía y los medios de información, hace parecer que existen
ciudadanos con capacidad de decisión y otros que somos como ganado.
Segundo artículo definitivo. Kant defiende la creación de una Federación de Estados
libremente asociados como mecanismo de regulación de los conflictos y garantía de paz. Frente a
esta opción está la creación de una República mundial bajo el mando de un solo Soberano. Kant
rechaza esta vía por considerar que, si bien en la sociedad sí es conveniente que los ciudadanos
sometan su libertad al Soberano, respecto a los Estados Soberanos no es conveniente anular su
libertad. Hoy día, aunque existe una organización de naciones, la ONU, en realidad, las decisiones
sobre la guerra y la paz las toma un solo país a la manera de un imperio. Así ocurrió con la guerra
de Iraq que fue comenzada sin la autorización de la ONU. El funcionamiento interno de la ONU
favorece estas actuaciones imperiales de EE.UU: consejo de seguridad y derecho de veto. Esta
estructura ha tenido como consecuencia que durante años EE.UU haya impedido que se impongan
sanciones a Israel por sus acciones de guerra ilegal contra Palestina.
Tercer artículo definitivo. El tercer artículo garantiza el derecho cosmopolita. Según
Kant tenemos derecho de visita y comercio en cualquier lugar del mundo. El objetivo de Kant es
realizar una crítica a la colonización de América por parte de los países europeos. Según Kant la
conquista no fue en absoluto una guerra justa: tenía que haberse respetado la soberanía de los
Estados
que
existían
en
América.
Kant confiaba además en que los intereses materiales de los ciudadanos serían un buen motivo
para garantizar la paz. Se supone que si la gente quiere la riqueza, y el comercio trae la riqueza, y
el comercio es incompatible con la guerra, la gente deseará siempre la paz. Pero en el s. XX se ha
comprobado que el capitalismo y la globalización pueden servirse tanto de la paz como de la
guerra para hacer negocios.
5. Libertad (Kant, Rousseau)-Seguridad (Kant, Hobbes). Hoy día, con la excusa del
terrorismo internacional se están recortando los derechos civiles de todos los
ciudadanos en occidente. Cada vez se nos controla y se nos espía más. Es decir, para
aumentar la seguridad se nos recortan las libertades. Piensa en los aeropuertos, por
ejemplo. Desde el punto de vista de Hobbes para garantizar la seguridad se requiere el
absolutismo y para Kant la figura de un Soberano que está por encima de la ley. Si el
hombre es un lobo para el hombre y la política internacional se rige por la ley del más
fuerte no hay más solución que recortar libertades para garantizar la seguridad de todos.
Sin embargo, por otro lado, Kant reconoce junto con Rousseau que el Estado tiene que
reconocer el derecho a la libertad de sus ciudadanos ya que esta está presente en el estado
de naturaleza. Un Estado que en nombre de la seguridad elimina la libertad deja de ser una
Constitución Republicana. A este respecto es preocupante la prohibición kantiana de la
desobediencia civil. Tampoco es válida la solución de un imperio para garantizar la paz
pues esto pondría en peligro la libertad, soberanía, de las demás naciones. Así que en
nombre de la seguridad tampoco es admisible una política imperial.
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