alfares y producciones cermicas en la provincia de mlaga
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alfares y producciones cermicas en la provincia de mlaga
Alfares y producciones cerámicas en la provincia de Málaga. Balance y perspectivas Barbesula (en la margen derecha del río Guadiaro), hoy dentro de la provincia de Cádiz. ALFARES Y PRODUCCIONES CERÁMICAS EN LA PROVINCIA DE MÁLAGA. BALANCE Y PERSPECTIVAS.• Encarnación SERRANO RAMOS Universidad de Málaga 1.- Introducción. El territorio malacitano presenta dos zonas geográficas muy definidas: el interior, el Surco Intrabético, limitado por la Penibética y la Subbética y la costa bañada por el Mediterráneo, al que Plinio (N.H. III, 6) denomina “mar Ibérico”. En cuanto a la orografía de nuestra tierra Estrabón, en varios lugares del libro III de su Geografía (4, 2, 6, 10 y 14), nos dice que las montañas de la región de Malaka eran estribaciones de otras de más entidad y califica de “selvosa” la región destacando los densos bosques que cubrían la “cordillera del interior” (Estrabón III, 4, 2 y 10). Que la ciudad estaba bañada por un río nos da referencia Plinio que dice cum fluuio que para unos sería el Guadalhorce y para otros el Guadalmedina. También los textos mencionan al río Menace o Maenuba, el río Vélez. Muchas de las ciudades que florecieron en nuestro territorio después de la reforma de Augusto tenían tras de sí varios siglos de historia y la clave de su desarrollo radica, por un lado, en la existencia de una buena red viaria y en su organización administrativa. Con la reforma de Augusto y la creación de la Baetica nuestro territorio quedó repartido entre los cuatro conuentus iuridici en que se dividió la nueva prouincia: la zona costera se asigna al conuentus de Gades, la mayor parte del territorio del interior a los de Corduba y Astigi y una pequeña zona de las serranías noroccidentales al de Hispalis. La importancia de las comunicaciones marítimas en las que el puerto de Malaca tuvo un gran papel, la corrobora Estrabón al decir que Málaga era “la principal ciudad de la costa” debido en parte a su puerto. Sobre el floreciente comercio que desarrolló contamos, con interesantes documentos textuales y epigráficos (Rodríguez 1976, nota 12). Pero además nuestro territorio estuvo recorrido por una serie de vías terrestres: una penetraba por la costa oriental y unía a Sexi con Malaca. En ella el “Itinerario de Antonino” señalaba las mansiones de Cauiclum (Torrox-Costa) y Menoba (en la desembocadura del río Vélez); al llegar a Malaca seguía por la costa hasta Gades y en ese tramo estaban Suel (junto al castillo de Fuengirola), Cilniana (cerca de Marbella) y Actas del Congreso Internacional FIGLINAE BAETICAE. Talleres alfareros y producciones cerámicas en la Bética romana (ss. II a.C.–VII d.C.),Universidad de Cádiz, Noviembre 2003, B.A.R., int. ser., 1266, Oxford, 2004, pp. 161-194. 161 Para la comunicación con el valle del Guadalquivir desde la costa, la vía natural era a través del valle del Guadalhorce que pasaba por Cartima (Cártama), Iluro (posiblemente Álora), Nescania (Valle de Abdalajís), Singilia Barba (Cortijo el Castillón) y Anticaria (Antequera). Desde Anticaria a Malaca el “Anónimo de Ravena” cita una mansio Rataspen que puede identificarse con Aratispi (Villanueva de Cauche) por el valle del Guadalmedina. Por último, por los valles del Guadiaro y del Genal podía discurrir un camino que uniría la costa occidental malagueña con la serranía de Ronda y que llegaba a Acinipo. Otra vía pudo ser la del valle del río Vélez. Si recordamos las vías que se utilizaron en nuestra provincia durante el Bronce Final y Hierro, vemos que prácticamente son las mismas (Aubet 1995, 137-150). 2.- Balance historiográfico (fig. 1). Una de las primeras noticias que tenemos sobre la presencia de hornos romanos en nuestra provincia es la que nos proporciona Rein Segura (Rein 1944, 169-172) sobre un horno en Torrox-Costa. Unos años después Giménez Reyna en su Memoria Arqueológica de la provincia de Málaga nos ofrece una descripción detallada del mismo (Giménez 1946, 81-83) como posteriormente veremos. En esa publicación se hace referencia además a un nuevo horno en este caso en Bobadilla (1946, 91-92), sobre el que José Beltrán ha hecho una reconstrucción de su planta (Beltrán 1982, fig. 5, 4). A partir de esas fechas tendremos que esperar a finales de los cincuenta, a las excavaciones que se realizan en el teatro romano de Málaga y más concretamente a la publicación de Manuel Casamar en la que encontramos la noticia de la aparición de un horno en la ladera de la Alcazaba “del que sólo se pudo ver y fotografiar la boca” (Casamar 1963, 4). Unos años después el periódico La Tarde se hace eco del hallazgo de un “tejar romano” en la finca El Coto en Ciudad Jardín (Málaga). En la década de los setenta tiene lugar el descubrimiento del horno de Toscanos para ánforas Dressel 7-11 (Niemeyer 1979, 177-193), el alfar del Puente de Carranque (López 1971-73, 49-60) y el de Cerro Alcaide (Serrano y Rodríguez 1974, 56-62) y se menciona un posible alfar en la “Finca del Secretario” en Fuengirola (Atencia y Sola 1978, 73-84). La década siguiente ha sido muy fecunda en descubrimientos relacionados con la producción alfarera, y si es cierto que no siempre han sido localizados los hornos, sí hemos dispuesto de elementos suficientes que confirman su producción en los lugares que a continuación mencionamos: Alameda (Serrano 1998, 165-168), El Castillón en Antequera (Serrano 1991), Cortijo de las Monjas en Campillos (Atencia 1986), Cuevas del Becerro (Nieto y Lobón 1992, 413-416), Peñarrubia (Atencia, Serrano y Luque 1982, 133-136), Manganeto en Vélez-Málaga (Arteaga 1985, 176-192), Haza Honda (Loza y Encarnación Serrano Ramos Figura 1.- Localización de los alfares romanos de la provincia de Málaga. Beltrán 1988, 991-1001) y Vélez Málaga (Recio et alii 1989, 21-24). También en esa década J. Beltrán estudió el alfar de Torrox-Costa (Beltrán 1982) y su producción cerámica (Beltrán y Mora 1982, 149-154). Muy fructífera ha sido la década de los noventa con los descubrimientos del alfar de Santa María en Antequera (Atencia y Serrano 1997, 177-215), las excavaciones en la “Finca del Secretario” en Fuengirola (Villaseca e Hidalgo 1993, 386-388), los hallazgos en Málaga en C/ Carretería (Rambla y Mayorga 1997, 61-78), Almansa-Cerrojo (Suárez et alii 2001, 465-471) y las excavaciones en el alfar de La Fábrica en Teba (Serrano, Gómez y Castaños, 1997, 181-202) y Huerta del Rincón en Torremolinos (Serrano, Baldomero y Castaños 1991, 149-153). Además en estos años ve la luz un trabajo de C. Gozalbes (1995) en que hace referencia a Medina Conde como la fuente más antigua, en la que se cita un horno de cerámica romana en la provincia, y menciona dieciséis alfares inéditos de los que sólo nos haremos eco del de Cuevas de San Marcos, pues la información que se proporciona de los otros es muy escueta y en la mayoría se debe a noticias orales que habría que investigar. También en esa década el Departamento de Arqueología de nuestra Universidad organizó unas jornadas sobre la producción de cerámica romana en los territorios malacitanos que fueron editadas en 1997. A la vista de los trabajos recogidos en esa 162 publicación se observa cómo el panorama se ha enriquecido considerablemente en los últimos años; no sólo se recogían nuevos alfares, sino que se proporcionan nuevos datos sobre otros ya conocidos y se presentó una síntesis sobre los alfares malagueños (VV.AA. 1997). A los yacimientos ya mencionados se han sumado en los últimos años los siguientes: Los Molinillos en Benalmádena, el alfar de la Cizaña en los Álamos (Torremolinos) y el horno de Estepona. 3.- Nómina de talleres alfareros. 3.1.- ALAMEDA UTM. 7119700/352900. Diferentes obras realizadas en el casco urbano de Alameda a lo largo de la década de los ochenta vinieron a confirmar la existencia de un taller de T.S.H. en esa localidad malagueña. El primer hallazgo tuvo lugar en 1981 como consecuencia de unas obras que se estaban realizando en el patio de la Iglesia Parroquial. Unos años después al construirse el nuevo Ayuntamiento, situado en la Plaza de España, salió otro lote cerámico, relacionado con el anterior e integrado por fragmentos de moldes, cuencos, en su mayoría de la forma 37, y algunas formas lisas que vinieron a ampliar el conocimiento de este alfar (fig. 2). Alfares y producciones cerámicas en la provincia de Málaga. Balance y perspectivas que decoran una ancha zona de la pared externa, están enmarcadas por baquetones de gran profundidad. Entre las formas lisas que se fabricaron en este alfar tenemos la 2, el servicio 4-5, la 13, 15/17, 24/25, 27 y 36. Dentro de este conjunto, el primer lugar lo ocupan, por el número de ejemplares, los platos de la forma 15/17, seguidos de los cuencos de 27, en los que, como viene siendo frecuente en esta forma, los cuartos de círculos están poco marcados y en algunos casos una pequeña incisión remarca el borde, y el tercer lugar lo ocupa el servicio 4-5 que presenta decoración burilada sobre el borde. Por tanto, estamos ante un centro productor de pequeño tamaño y con una comercialización muy reducida. Hasta ahora sólo hemos podido localizar materiales de este taller en las excavaciones de las termas de Santa María en Antequera. En cuanto a su cronología este taller estaría en actividad en la segunda mitad del siglo I d.C. hasta una fecha imprecisa de la centuria siguiente. Bibliografía: (Serrano, Atencia y Rodríguez 1984, 171-184; Mato et alii 1989-90, 125-138 y Serrano e. p.). Figura 2.- Sigillata hispánica del alfar de Alameda. La pasta que se utilizó para la elaboración del producto presenta algunas vacuolas, cuarzo y algo de mica y en cuanto al color predomina el ocre carne (N. 40). El barniz es de color tierra de Siena (S. 39), bien brillante o bien mate o semimate. El número de piezas decoradas no es muy elevado, sólo conocemos tres fragmentos de moldes y una veintena de cuencos de 37. En cuanto a los estilos decorativos, las metopas están presentes en este alfar tanto en moldes como en piezas decoradas y adornadas con cruces de San Andrés o con uno o varios motivos; pero, una vez más, la decoración de frisos continuos ocupa el primer lugar, en los que la repetición de un único motivo o la alternancia de grandes círculos con dos pequeños conforman la decoración, y sólo excepcionalmente se recurre a esquemas más complicados. Respecto a los motivos decorativos de los 36 que hemos contabilizado, sólo se puede hablar de punzones en 18 casos, el resto o son el resultado de la unión de varios punzones o son realizados a mano alzada. Como en los otros talleres malagueños, los círculos, seguidos de los elementos vegetales y de animales son los temas representados. Por el contrario, la decoración burilada se utiliza también en un número elevado de cuencos que, al estar carenados y presentar el borde ligeramente exvasado, podemos considerarlos de la forma 29/37, y en los que las incisiones 163 3.2.- ANTEQUERA-Bobadilla UTM. 348450/ 4101500. En el Cortijo Maquinilla situado a 1km. de la estación de Bobadilla se localizó, según información de Giménez Reyna, “un gran hoyo [...] − que contenía una construcción− la galería subterránea de la comunicación que resultaba ser un horno de alfarero análogo al encontrado en Torrox, con un corredor de 3 metros de largo y 60 centímetros de ancho, cubierto con bóveda de medio cañón, del que arrancaban a cada lado cuatro como estrechas galerías de 1,30 metros de largo y 0,40 metros de ancho, para allí colocar las piezas que se cocerían al calor del fuego encendido en el corredor central” (Giménez 1946, 91-92). En cuanto a la producción el mismo autor nos habla de la abundante presencia de cerámicas “tipo basto” por los alrededores, muchas de ellas calcinadas. A partir de esta descripción el profesor J. Beltrán hizo la reconstrucción del horno y concluyó que era de planta rectangular con pasillo central y muretes laterales (fig. 3: 2). En lo que se refiere a su producción podemos considerar que la cerámica común debió ser uno de los productos elaborados en este alfar, pero con las escasas referencias que tenemos es imposible determinar su cronología. Bibliografía: (Giménez 1946, 91-92; Beltrán 1982). 3.3.- ANTEQUERA-Casería de la Mancha (UTM. 364694/ 103315). Este yacimiento está ubicado en la margen este de la carretera Nacional 342 entre el kilómetro 2 y 3, junto al Puente de la Campana. Después de efectuar una serie de sondeos, se localizó, además de parte de un muro hecho con piedras irregulares de 0, 55 m. de ancho y algo más de 2 m. de longitud, un vertedero con materiales de construcción y Encarnación Serrano Ramos La pasta, de color tierra Siena tostada (P.25), presenta vacuolas. Es ligeramente micácea, con pequeñas partículas amarillentas y de corte no muy regular. Predomina el barniz de color tierra de Siena (S.39), que suele ser poco brillante y la superficie de algunas piezas resulta áspera al tacto. Los numerosos moldes localizados eran destinados a obtener cuencos de 37, a excepción de uno (fig. 4). Presentan la pared gruesa y un orificio sobre el fondo. En relación con su decoración hay dos grupos muy definidos. Uno, cuyos motivos, por lo general son de mediano tamaño, desarrolla la decoración en una sola banda o en dos, y en ambos casos aparecen los siguientes esquemas decorativos: metopas, los frisos continuos, decoración alternante o composición triangular. Dos moldes de este grupo llevan incisa, sobre el fondo interno, la marca L.M.F, que también aparece en Andujar (Roca 1976, fig. 15: 5) aunque con ligeras diferencias. Los motivos del segundo grupo, por el contrario, son de mayor tamaño y de igual modo aparecen en una o en dos bandas y presentan casi con exclusividad los círculos que llevan en su interior rosetas de varios pétalos u otros círculos. En cuanto a los esquemas de composición se da el friso continuo y la alternancia, y a veces en la composición alternante se recurre al esquema triangular. Algunos fondos de este grupo llevan como marca el mismo círculo de pequeño tamaño como el de ciertas composiciones. En Andújar, también, se recurrió a este procedimiento, aunque los punzones allí empleados no coinciden con los nuestros. Figura 3.- 1. Planta del horno del Cortijo de las Monjas (Atencia 1986). 2. Propuesta de restitución de la planta del horno de Bobadilla (Beltrán 1982). 3. Parte de uno de los hornos de Peñarrubia. posiblemente cerámica común romana, ubicado en la margen sur del río Guadalhorce. Al recogerse en el entorno fragmentos de sigillata itálica, gálica e hispánica y al no encontrarse productos africanos puede establecerse la cronología de este lugar entre los siglos I y II d.C. Bibliografía: (Romero y Medianero 1995, 501-503). 3.4.- ANTEQUERA- El Castillón, conocido también como alfar de Singilia Barba. UTM. 355150/4099550 A principios de la década de los ochenta dimos a conocer el primer taller de T.S.H. de la provincia de Málaga. Se localizó en la finca antequerana del Castillón, lugar en el que elevaba la ciudad romana de Singilia Barba (Atencia 1986). Las excavaciones arqueológicas se iniciaron en 1985 y se centraron durante ese año y el siguiente en la ladera occidental del cerro, en el lugar en el que unos años antes habíamos recogido material cerámico y donde abundaban las escorias (Serrano 1988, 412-416). Se localizó parte del vertedero de un alfar, mermado por la erosión, pero con abundante material cerámico, además de trozos de tuberías, soportes, ajustadores y varios fragmentos de platos de torno. 164 Por lo que se refiere a las formas decoradas, a excepción de unos pocos cuencos de forma 29, son los de 37 los que tienen casi la exclusividad (fig. 5). Estos cuencos presentan la pared curva, el borde perpendicular o ligeramente exvasado y con una marcada separación entre la pared y el borde; el pie que suele estar poco marcado es de sección triangular y el fondo plano. Respecto a la decoración, el estilo de imitación gálica va a estar representado por algunas guirnaldas y arquerías, pero no aparecen las cruces de San Andrés. También está presente la decoración de metopas, pero es el tercer estilo, el de series de círculos, el que tiene una mayor representatividad, y a veces se puede hablar de un estilo híbrido al combinar distintos estilos en un mismo vaso. El estilo propio que dio identidad a este taller fue la composición triangular que consiste en repetir el mismo punzón o motivo hasta formar un triángulo invertido. Aparece esta composición dentro de una metopa o alrededor del vaso (Serrano 1986, 247-253). Muy poca presencia tiene el estilo de imitación de forma de vidrio; por el contrario, abunda la decoración burilada que la realizan sobre cuencos de forma 29, 29/37 y 37. Los motivos más representados en esta producción son los círculos, que aparecen solos, conteniendo diversos motivos y alternando con otros punzones, y a veces están entrelazados. En cuanto a su forma los hay de línea continua, sogueados, segmentados, punteados, ondulados y dentados, pero no faltan Alfares y producciones cerámicas en la provincia de Málaga. Balance y perspectivas Figura 5.- Sigillata hispánica del alfar de Singilia Barba. Figura 4.- Sigillata hispánica del alfar de Singilia Barba. los vegetales -palmetas y rosetas- y los animales: aves, ciervos, leones y grifos como motivos decorativos. Las bandas decorativas pueden estar delimitadas por baquetones o por frisos decorados con rosetas o pequeños círculos y existen piezas en las que, a modo de friso, la decoración está enmarcada por una guirnalda de bifoliáceas, por pequeños círculos o por una línea de perlas. En cuanto a las formas lisas están representadas la: 2, 4-5, 7,13, 15/17, 17-46, 16, 21, 22, 27, 24/25, 27, 30, 35/36, 39, 44, 57 y 59. El primer lugar lo ocupan los platos de 15/17 seguidos del servicio 4-5 y de las copas de 27 (fig. 5 y 6). Por lo que respecta a las marcas sólo hemos contabilizados tres. Dos son del mismo alfarero, una sobre un plato de 15/17 y la otra sobre una copa de 24/25 ó 27. En ambos casos están dentro de una cartela rectangular de lados curvos y su lectura es L.M.F.F. Este alfarero podría ser el mismo que firmó los dos moldes, lo que nos indicaría que sería fabricante tanto de moldes como de formas lisas. La tercera marca, sobre un cuenco, posiblemente de 27, está dentro de una cartela rectangular con los extremos en “cola de milano” y su lectura es TITI OPPI. Por la forma de la cartela y el epígrafe hubiéramos llegado a considerarla procedente de Andújar, pero la pasta y el barniz de la pieza nos hace pensar en un producto elaborado en nuestro taller. Además avala esta 165 suposición la diferencia de tamaño de la cartela y la marca que en nuestro caso no está inscrita por un círculo, como ocurre en los ejemplares de los Villares (Roca 1976, nº 64). En este taller creemos haber podido individualizar a cinco alfareros (Serrano 1993-94, 179-193). Conocemos en dos casos sus nombres: L.M.F. y TITVS OPPIVS, a los restantes, al no conocer el nombre, les hemos denominado “el de los círculos ondulados, “el de las rosetas de cinco pétalos” y “el de los grandes círculos”. Pensamos que LMF pudo ser el mismo que trabajó en Andújar (Roca 1976, lám. 4, 22) y también en Albaicín, pues de los motivos que le hemos asignado, doce son iguales a los de Andújar (Serrano 1999b, nota 57) y otros son parecidos, como es el caso del motivo nº 85 de Singilia, cuya relación con el nº 415 de Andújar es tal vez posible. Con respecto al quinto alfarero, “el de los grandes círculos”, al utilizar algunos de los punzones que hemos asignado a LMF y también el esquema triangular, es posible que se trate de la misma persona y que las diferencias que observamos se deban a diferentes momentos de su producción. Además los motivos nº 3, 14, 15, 38 y 74 también aparecen en Andújar. Pero, además, la vinculación de Singilia con Andújar se pone de manifiesto también en ciertos esquemas de composición, y la igualdad es total en los vasos que hemos asignado a Titus Encarnación Serrano Ramos se encontraron fragmentos que corresponderían no sólo a los objetos anteriormente mencionados, sino también otras formas como garrafas, pucheros, ungüentarios, cubiletes y pequeña anforita, que conformaron el ajuar de una tumba y que debieron ser elaboradas en este taller. Bibliografía: (Serrano y Atencia 1983, 175-192; Serrano 1991; 1993-94, 179-193; 1997b, 217-232). 3.5.- ANTEQUERA-Santa María, también conocido como La Colegiata UTM. 361200/4898250. Su descubrimiento vino motivado por las excavaciones que, durante los años 1988 y 1992, se realizaron en el casco histórico de la localidad malagueña de Antequera y que pusieron al descubierto un conjunto termal fechado en época altoimperial y reformado en la severiana (Atencia y Serrano 1997, nota 1). Fue durante la primera campaña de excavación cuando apareció un lote de piezas decoradas de T.S.H. y de moldes de fabricación de vasos decorados que constituían la prueba inequívoca de la existencia de un centro productor en las inmediaciones (fig. 7). El conjunto se localizó sobre una rampa de desagüe que correspondía a la primera fase de construcción de las termas. En el transcurso de los trabajos no se detectaron restos de ningún vertedero ni de hornos pero la Figura 6.- Sigillata hispánica del alfar de Singilia Barba. Oppius (Serrano 1993-94,181-182). También es costumbre en ambos lugares utilizar, como marca de ciertos moldes, un punzón. La similitud que existe entre ambos centros nos hace pensar en el desplazamiento a la provincia malagueña de alfareros de Andújar, en este caso pudieron ser LMF y TITVS OPPIVS u otros relacionados con estos productores. En lo que se refiere a la comercialización de estos materiales, su distribución debió ser muy reducida y hasta hoy sólo hemos conseguido individualizarlos en el cerro de los Castillones de Campillos (Serrano 1999a, 249-272), en diversos yacimientos de Antequera y en el Valle de Abdalajís. El taller de Singilia debió de empezar su producción en la segunda mitad del siglo I, fecha que coincide con la otorgada en Andújar a la segunda generación de alfareros dentro de la cual está TITVS OPPIVS, y en el siglo II tuvo que entrar en un estancamiento, según parece confirmar la escasa presencia de ciertas formas consideradas tardías. La razón podemos tenerla en el auge que empiezan a tener los productos africanos que llegan a inundar estas tierras (Serrano 2001, 387-423). En lo referente a la cerámica común se contabilizaron en el vertedero un total de 394 fragmentos que pertenecen en su mayoría a orzas de borde redondeado y exvasado y de borde horizontal y acanalado; cazuelas de borde redondeado, jarros de boca trilobulada, tapaderas y barreños. Fuera del vertedero Figura 7.- Sigillata hispánica del alfar de Santa María. 166 Alfares y producciones cerámicas en la provincia de Málaga. Balance y perspectivas forma en que aparecieron los materiales hizo pensar en un aporte intencionado para rellenar y nivelar aquella rampa cuando ya había perdido su funcionalidad, aunque su procedencia originaria pensamos que fue cercana a las termas. La arcilla, utilizada para la elaboración del producto, es de color tierra Siena tostada (P.25) con partículas blanquecinas, ligeramente micácea, con algunas vacuolas y de una dureza media. El barniz que predomina en los vasos es el tierra Siena (R.37), normalmente mate. Para las formas decoradas se empleó el molde o el buril. La decoración a molde, presente sobre cuencos de 37, se distribuye en una o en dos bandas. En cuanto a los estilos decorativos predominan las series de círculos y excepcionalmente aparecen las metopas y las guirnaldas. En los vasos con la decoración a bandas se representan esquemas diferentes, la repetición del mismo motivo en ambas zonas o motivos diferentes; también se cuenta con la alternancia de dos motivos y con círculos que alternan con otros más pequeños. El número de punzones que conforman la decoración es muy reducido y así de los 21 motivos individualizados sólo podemos considerar como punzones a 9, el resto o son fruto de la impresión de dos punzones o están realizados a mano alzada. Los círculos seguidos de elementos vegetales son los motivos más representados. La otra técnica decorativa que se empleó en este taller fue el buril que se atestigua sobre unos cuencos carenados y de borde exvasado que consideramos de forma 29/37 y en éstos las incisiones ocupan una ancha zona de la pared externa. Las formas lisas que se elaboraron en este taller son la 4-5, 7, 13, 15/17, 16, 24/25, 27, 35-36 y 44. Destacan por el número de ejemplares los platos de 15/17, seguidos del servicio 4-5, que llevan sobre el borde una o dos acanaladuras, decoración burilada o a la barbotina que consiste en tres puntos y dos trazos paralelos. Son evidentes las similitudes que se observan entre determinados motivos decorativos de los talleres antequeranos. En algunos casos la identidad es prácticamente absoluta y en otros el parecido es significativo. También hay afinidad en el uso de determinados esquemas compositivos. Sus productos, hasta ahora, sólo los tenemos localizados en una villa romana de la localidad costera malagueña de Benalmádena (Rodríguez 1982, fig. 6: 2 y 3); en cuanto al periodo de actividad de esta officina anticariense, pensamos que debió de coincidir con el de la cercana Singilia Barba, es decir, desde la segunda mitad del siglo I a mediados del II. En ese alfar, además de T.S.H., se fabricaron, en cerámica común, orzas de borde redondeado y de borde horizontal y acanalado, pero también se elaboraron dos tipos diferentes de cazuelas, las de borde engrosado y vertical y las de borde vuelto al interior y fondo estriado (fig. 8). Las primeras, con un diámetro entre los 18 y 22 cm., presentan una carena muy 167 Figura 8.- Imitaciones de cerámica africana de cocina producidas en el alfar de Santa María. marcada y en algunos casos la pared interna está recorrida por acanaladuras muy pronunciadas. Su forma recuerda al tipo Ostia III, 267. Partículas de mica y cal se aprecian entre los componentes de la pasta que suele tener una tonalidad rojiza u ocre anaranjada. De estos utensilios culinarios, algunos tienen la pared externa cubierta por un engobe grisáceo, que puede aparecer en bandas, otros tienen claros defectos de cocción. Los de borde al interior y fondo estriado se fabricaron con unos diámetros que oscilan entre los 21 y 29 cm, con la pared muy delgada y el fondo abombado y estriado. La pasta es de tonalidad ocre, anaranjada, a veces grisácea en el centro, con partículas de cal y mica. En algunas piezas un engobe grisáceo suele cubrir la cara externa, las hay con el engobe dado a bandas y las que presentan fallos de cocción. No hay duda de la similitud con la forma Hayes 23 (Serrano 1997b, 220). Bibliografía: (Atencia y Serrano 1997, 177-215; Serrano 1997b, 217-232; Serrano 2000, 38). 3.6.- BENALMÁDENA-Los Molinillos UTM. 0363573/ 4050828. Este yacimiento está situado en la calle García Lorca, esquina a la Avenida Antonio Machado, en Benalmádena costa, en primera línea de playa y en este lugar se ha realizado en el último año una intervención de urgencia al haber sufrido el Encarnación Serrano Ramos Figura 9.- 1. Planta de los hornos de Cuevas del Becerro ( Nieto y Lobón 1992). 2. Horno de Vélez-Málaga (Recio et alii 1989). 3. Horno de Los Molinillos, Benalmádena (Pineda de las Infantas 2002). 168 Alfares y producciones cerámicas en la provincia de Málaga. Balance y perspectivas yacimiento importantes daños como consecuencia de las extracciones de tierra para la cimentación de un edificio. Con los testimonios recuperados hasta ahora, pues durante este verano han continuado los trabajos arqueológicos, sabemos que el lugar ha estado habitado desde el siglo I d.C. hasta el VII y durante este largo periodo de tiempo ha sido posible documentar dos actividades industriales diferentes. Del siglo I a finales del II-principios del III hay una producción de aceite como se desprende del torcularium localizado. A partir de esa fecha esta actividad es sustituida por la producción de salazones con la que se puede relacionar las piletas y el horno localizado. El estado de conservación del horno era bastante deficiente, lo conservado pertenece a la cámara de cocción, ovalada, que fue construida con hiladas de ladrillos, y del praefurnium, orientado hacia el este, pero sólo se pudo excavar una mínima parte (fig. 9.3). Ánforas, como la Keay XXIII y la Beltrán 68, fueron algunos de los productos que se fabricaron, además de cazuelas, cuyas formas recuerdan a la forma Hayes 23 y al tipo Ostia III, 267. En ambos casos la pasta es marrón anaranjada con abundantes desgrasantes y porosa; no tienen engobe y a veces tampoco las estrías que definen la forma Hayes 23. En un momento impreciso del siglo V cesó esta actividad, pero el lugar continuó habitado, como así lo confirman las cerámicas a torno lento y los spatheia localizados. Bibliografía: (Pineda de las Infantas 2002; 2003, 65-74). 3.7.- CAMPILLOS-Cortijo de las Monjas UTM. 337900/4199200. El yacimiento se encuentra en la margen izquierda de la carretera que desde Campillos se dirige a Gobantes (MA-452) a la altura del kilómetro 13,800. La noticia de un horno en este lugar y su descripción se la debemos al profesor R. Atencia Páez. El horno presenta planta rectangular de 3,70 m. de ancho y 3,40 m. de longitud y no ha conservado el praefurnium; tiene pasillo central y muros laterales, de ladrillos, rematados en arquillos de medio punto de 0,90 m. de luz, también de ladrillos. La separación entre los arcos es de 0,30 m., su grosor como el de los muros en que se sustentan oscila entre los 0,20 y 0,30 m. Se conserva el inicio de cinco de esos arcos y una pequeña parte de la parrilla, hecha con adobes de unos 0,20 m. de grosor. Los muros exteriores del horno eran también de adobes y todo el conjunto estaba enlucido (fig. 3.1). En cuanto a la producción de este horno hay que pensar en materiales de construcción a tenor de las escorias de estas piezas que se encontraban en el terreno circundante. Bibliografía: (Atencia 1986, 793-796). 3.8.- CASABERMEJA-Cerro Alcaide 36°54’N.4°26’W. 169 Este yacimiento se dio a conocer en 1974 y, aunque no se dispone de nuevos datos, pensamos que se puede mantener lo que entonces se publicó: la existencia de un alfar a escasos kilómetros del pueblo de Casabermeja en el espacio comprendido entre los ríos Cauche y Guadalmedina. Nos apoyamos en los abundantes fallos de horno en los materiales de construcción que se recojieron del lugar y en la variedad de los ladrillos, aunque con bastante probabilidad algunas de las formas de cerámica común recogidas allí pudieran ser de fabricación local. De lo que no estamos tan seguro, en estos momentos, es de la interpretación que hicimos de algunas de las estructuras allí localizadas. En cuanto a la cronología, la presencia mayoritaria de sigillata hispánica, así como de sigillata africana del tipo A, nos sitúan entre los siglos I al III. Recordemos, por último, que las ruinas de Aratispi se localizan en las cercanías. Bibliografía: (Serrano y Rodríguez 1974, 56-62). 3.9.- CUEVAS DEL BECERRO UTM. 318200/4083400. La realización de una zanja para la cimentación de una vivienda, en el lugar conocido como Casas de las Viñas perteneciente a esta localidad malagueña, sacó a la luz dos hornos y parte de un tercero, que fueron excavados en 1983 y 1984 por el Servicio de Arqueología de la Diputación Provincial. El horno nº 1 con una orientación NO-SE, es de planta circular y 2,5 m. de diámetro (fig. 9.1). Presenta pasillo central y muretes laterales con cuatro arcos de medio punto de ladrillos que sostienen la parrilla en la que es visible el arranque de la bóveda que cierra la cámara de cocción. Su praefurnium está construido con ladrillos. El horno nº 2 orientado de O-E tiene la planta circular y de igual tamaño que el anterior es decir 2,5 m. de diámetro. El hogar presenta un pilar central de 1,20 m. de altura del que parten 13 arcos de ladrillos que sostienen la parrilla, bastante mal conservada. En cuanto al praefurnium está cubierto con una bóveda de medio cañón hecha con ladrillos (fig. 10). Dado que el único dato que nos ha llegado sobre la producción nos indica que se trata de una “producción de tipo doméstico y materiales de construcción” (Nieto y Lobón 1992, nota 2), habrá que interpretarlo como cerámica común. En cuanto a su cronología se les relaciona con una villa cercana, a la que se le ha asignado un amplio espacio de tiempo del siglo I al V. Bibliografía: (Nieto y Lobón 1992, 413-416; Aguayo et alii 1992, 343-348). 3.10.- CUEVAS DE SAN MARCOS-La Jimena UTM. 371350/4122200. La única noticia sobre este horno nos la proporciona C. Gozalbes Cravioto que dice: “Hallazgo de un horno. Abundante cerámica romana común y sigillata. Según el dibujo que nos hizo el campesino que puso al descubierto el Figura 10.- 1, Horno nº 1 de Cuevas del Becerro. 2, Interior del horno nº 2 de Cuevas del Becerro. Encarnación Serrano Ramos 170 Alfares y producciones cerámicas en la provincia de Málaga. Balance y perspectivas Figura 11.- 1.Ubicación de los restos arqueológicos en la “Finca del Secretario”. 2. Planta del horno nº 1 de la “Finca del Secretario” (Villaseca 1997). horno, antes de destruirlo, es idéntico en su estructura al de Torrox y al de Bobadilla” (1995). Al ser comparado con el horno de Torrox, el B, como después veremos, estamos ante un horno circular con pasillo central y muretes laterales. Por el contrario, la comparación con el de Bobadilla no es correcta, si aceptamos la reconstrucción que de él ha hecho el profesor J. Beltrán (Beltrán 1982, fig. 5: 4). 3.12.- FUENGIROLA-Finca del Secretario UTM. 354700/4047500. La “Finca del Secretario” se encuentra en la margen izquierda del arroyo Pajares en la Barriada Los Boliches de Fuengirola. La construcción de la variante de Fuengirola, así como el desdoblamiento y el trazado de la vía férrea han afectado al yacimiento. Bibliografía: (Gozalbes 1986, 399; 1995, 83-91). 3.11.- ESTEPONA. De este descubrimiento sólo hemos conseguido saber lo siguiente: que el hallazgo se produjo como consecuencia de unas obras en esa localidad. Que se trata de un horno de planta rectangular que conserva varios pilares, un arco de la cámara de cocción y fragmentos de la parrilla. Como materiales se utilizaron adobes y ladrillos, y en cuanto a su producción sólo sabemos que eran materiales de construcción. Bigliografía: inédito. Véase la contribución de J. Suárez et alii en las actas de este mismo congreso. 171 Sobre el lugar contamos con la publicación de Atencia y Sola que estudiaron materiales de superficie. Posteriormente M.L. Loza realizará unos sondeos previos al desdoblamiento de la variante y, por último, la actuación de 1991 en esta zona vino motivada por la necesidad de conocer la posibilidad de construir un hospital en la zona baja de la “Finca del Secretario”. Terminados los trabajos, se delimitaron dos zonas, una estéril y otra en la que se pusieron al descubierto unos hornos, piletas de salazones y una zona termal. En cuanto a los hornos (fig. 11), se han localizado cinco. Cuatro son circulares y con pilar central, el quinto es de dimensiones pequeñas. Encarnación Serrano Ramos También se han excavado dos vertederos. De ellos el A corresponde a la colmatación de la habitación que linda con el horno 1, en éste destacan las ánfora Dressel 30 (Keay I) en sus variantes Keay IA y IB, según señala su excavador (Villaseca 1997, 261-262). No obstante pensamos que estas ánforas se ajustan más al tipo Keay XIXC (Villaseca 1997, fig. 3: 1 y 3) y al Keay XXIII (idem, fig. 3: 2), mientras que el ejemplar que ha sido considerado como Keay XXVZ/2 (Villaseca 1997, fig. 5: 1) al no tener el cuello desarrollado y por la ubicación de sus asas consideramos que está más cerca de la forma Keay XVI. Sabemos que en el taller de Puente Melchor (Cádiz) se fabricó este tipo que aparece en contextos fechados entre mediados del siglo II-principios del III, perdurando a lo largo de esta centuria sin que, por ahora, aparezca en el siglo IV, aunque sí está localizada en otros lugares (García 1998, 123). Esto no invalida que en este alfar se fabricara la Keay XXV, tipo al que pertenecen algunos de los fondos hallados en el lugar (Atencia y Sola 1978, figs. 24 y 25; Villaseca 1997, fig. 4: 2). Y en lo referente a la cerámica común se encontraron en el vertedero ollitas, ollas, tapaderas y jarras. con el desmoronamiento de sus paredes y de la parrilla. El hallazgo de piezas defectuosas en sus inmediaciones ha hecho pensar que su producción serían las ánforas Dressel 18, Beltrán IV- mayoritariamente- y la V. Junto a este horno se localizó parte del praefurnium de otro horno (fig. 14.2). En la habitación que ha sido interpretada como almacén se localizaron fragmentos de sigillata sudgálica de las formas Drag. 29, 15/17 y 24/25; la hispánica estaba representada por las formas 15/17 y 18 y además se localizaron algunas piezas de las formas Hayes 8 y 9 de sigillata africana. Lo que fue considerado como almacén se amortizó con posterioridad al construir sobre él un tercer horno de tamaño algo menor que el que poseía el nº 1, al tener el hogar un diámetro aproximado de 2’6 m.; el praefurnium ha conservado parte de la cubierta abovedada de 1’10 m. de alto, hecha con adobes. Se desconoce el sistema de sostenimiento de la parrilla, y en cuanto a su orientación, diferente a la de los dos anteriores, viene a coincidir con la del horno localizado en el nº 36 de Cerrojo. En cuanto al vertedero B, en torno a la cámara del horno 3, el material ánforico estaba representado por la Dressel 7-11 y más concretamente por la Beltrán IIA-1 (Villaseca 1997, 261270). Si nos fijamos en los materiales recogidos en superficie y estudiados por Atencia y Sola, el lugar pudo estar ocupado desde la segunda mitad del siglo I d.C. hasta el IV o principios del V. Y además de los productos antes mencionados, se recogieron ladrillos de diversos tamaños, algunos con defectos de cocción así como alguna que otra cazuela de la forma Hayes 23, totalmente quemado, por lo que podría considerarse de fabricación local (Atencia y Sola 1978, 83). Bibliografía: (Atencia y Sola 1978, 73-84; Villaseca e Hiraldo 1993, 385-388; Villaseca 1997, 261-270). 3.13.- MÁLAGA-Almansa-Cerrojo. La década de los noventa ha sido muy fructífera, en cuanto a hallazgos en la margen derecha del río Guadalmedina (fig. 12). Las primeras intervenciones se realizaron en el nº 6 de calle Cerrojo y pusieron al descubierto parte de una pileta de salazones y algunas ánforas tardías, pero serán las intervenciones en Almansa, esquina a Cerrojo, y las llevadas a cabo en los números 36 y 24/26 de calle Cerrojo, las que más información aportan. Las excavaciones en C/ Almansa esquina a Cerrojo, sacaron a la luz dos hornos y una gran dependencia que sus excavadores han interpretado como almacén. Las construcciones se levantaron sobre un estrato arcilloso y presentaban una suave inclinación E-O. Del primer horno se conservaba el hogar y el praefurnium. Éste presentaba una anchura de 1m., una longitud de 4 m. y se utilizaron adobes en su construcción. El hogar tenía un diámetro de 3 m. y en el centro eran visibles los restos del pilar centrar, construido con adobes semicirculares. Al abandonarse el horno se fue colmatando 172 Figura 12.-Localización de los alfares romanos entre los ríos Guadalmedina y Guadalhorce. Alfares y producciones cerámicas en la provincia de Málaga. Balance y perspectivas Las ánforas encontradas en sus inmediaciones son la Keay XIII, XIX y XXIII, los mismos tipos que amortizaron las piletas localizadas en C/Cerrojo 24-26, además de sigillata africana de la forma Hayes 61. Los hornos más antiguos debieron de abastecer a la factoría de salazones localizada recientemente en los nº 24-26. Se conocen, por ahora, diez piletas sobre las que se conservaban los soportes para la cubierta y el muro exterior realizado en un espléndido opus africanus. Estas piletas fueron amortizadas por un vertedero de ánforas tardías en el que estaban presentes la Keay XIII, XIX, XXI, XXIII y esporádicamente la Dressel 20, algunas totalmente alteradas por las altas temperaturas. presencia también de un borde de Dressel 18 podría hacernos pensar en su posible elaboración en este lugar. Pero además se fabricaron tapaderas −de diferentes tamaños−, cuencosmorteros con pico vertedero, visera y sin las estrías interiores, y platos o fuentes (Rambla y Mayorga 1997, fig. 6), materiales que hablan de una actividad alfarera en la zona en época altoimperial. Bibliografía: (Rambla y Mayorga 1997, 61-78). A la vista de estos hallazgos, podemos considerar que para la actividad industrial realizada durante el Alto Imperio en la zona, los hornos localizados en calle Almansa, esquina a Cerrojo, suministrarían las ánforas; pero la presencia de vertederos con ánforas tardías, algunas pasadas de cocción, permiten pensar en una continuidad de la actividad industrial en este sector de la ciudad hasta el siglo V y que se podría relacionar con los otros hornos. La sigillata que acompaña a esta última etapa son la africana tipo D con formas tales como la Hayes 50, 59, 60, 61, 67 y 91. En cuanto a la decoración predomina el estilo A2 de Hayes. También hay algunas piezas con decoración de relieve aplicado, así como alguna lucente y fragmentos de lucernas africanas. La localización de algunas formas, como la Lamboglia 3b1, nos sitúa en el siglo III, y la presencia de los tipos Dressel 20 y 23 hablan, también, a favor de una continuidad de la actividad en la zona, como ya hemos visto en otros puntos de la costa oriental. En cuanto a la fabricación de cerámicas comunes pocas noticias tenemos hasta el momento. Bibliografía: (Mora 1990, 241-243; Suárez et alii 2001, 46571; Pineda de las Infantas 2002, 479-489). 3.14.- MÁLAGA-C/ Carretería. El motivo de la intervención arqueológica en los números 101 y 103 de Carretería fue debido al cumplimiento de la normativa urbanística municipal de evaluar el patrimonio arqueológico del subsuelo previo a la concesión de licencia de obra. Las estructuras aparecidas han sido interpretadas como pertenecientes a dos hornos, uno de planta rectangular del que sólo se ha conservado parte de un muro de ladrillos fragmentados, cuya cara interna presentaba diversas capas de arcilla muy endurecidas por las altas temperaturas. Sobre su producción poco podemos decir, si bien pudo estar relacionada con la elaboración de materiales de construcción, según sus excavadores. El otro horno de planta circular ha conservado la cámara de cocción, su diámetro es de 3,60 m. y la altura máxima de 1,15 m. Este horno pudo dedicarse a la cocción de ánforas entre ellas la Beltrán I, IIA, IIB, IV y posiblemente la V, aunque de esta última no se han localizados fallos de horno. La 173 Figura 13.- Ánforas y cerámica común del alfar de C/ Carretería (Rambla y Mayorga 1997). 3.15.- MÁLAGA-Ciudad Jardín. En la Finca “El Coto” junto al arroyo de Pescadores, según información del hoy desaparecido periódico La Tarde, del viernes 16 de febrero de 1968, se nos menciona el hallazgo de “un tejar romano” en esa propiedad. El descubrimiento se debe a Antonio Cancas quien menciona en el lugar un recinto cuadrado de 2,90 por 2,56 m, en cuyo interior eran visibles cascajos y en los alrededores fragmentos de ladrillos quemados. Por lo que dice el periódico es muy probable que, además de los materiales de construcción, se fabricase cerámica común, pues se nos dice lo siguiente: “En el tejar romano encontré infinidad de piezas de alfarería, aunque todas ellas en muy mal estado”. Bibliografía: (Sotomayor 1997, 15, V-VI). Encarnación Serrano Ramos 3.16.- COLMENARES. En este lugar, situado “a unos seis kilómetros de la línea de la costa actual y aproximadamente a dos tan sólo de la registrada para época romana” (Chic 1996, 260), habría que situar un horno, que se dedicó a la fabricación de ánforas Dressel 7-11 y Beltrán II B. Bibliografía: (Chic 1996, 245-266). 3.17.- MÁLAGA-Guadalhorce UTM. 369260/4059710. Sobre el entorno del río Guadalhorce, A. Arribas y O. Arteaga hacen referencia a la existencia de hornos, según la información que les proporcionan los arrendatarios de la finca, los señores Ortega Rodríguez: “en el área del yacimiento se habían hallado tres hornos de cerámica, de unos dos metros de diámetro de boca, conservados hasta la altura de un metro aproximadamente. Estaban construidos con piedras, al parecer en seco” (1975, 7). No se menciona la producción de estos hornos, pero, si seguimos leyendo el texto, se nos habla de albercas de una posible factoría de garum. Restos de piletas de salazones había mencionado también Rodríguez de Berlanga (1903, 168-169) en el Cortijo de la Isla y en el Cortijo de San Julián; y piletas aparecieron en la finca La Cizaña (Amador 1909, 46-52; León 1962; López 1971-73, 54). Esta es la razón por la que ha de pensarse que los mencionados hornos se dedicarían a la producción de ánforas salsarias. No cabe duda de las condiciones favorables del lugar, su cercanía al mar, el río y la presencia de arcillas que desde la instalación de los fenicios allí estuvieron utilizando (Aubet et alii 1999); sin embargo, también se nos dice que los limos aluviales que rodean el yacimiento son de poca calidad para la industria de la cerámica y que el mejor abunda en el ámbito del monte bajo (Aubet et alii 1999, 45). No obstante la Dra. Aubet al referirse al horno púnico fechado a principios del siglo V, nos dice “tuvo que aflorar a superficie, al igual que otras estructuras de combustión similares, detectadas durante las excavaciones de Arribas” (Aubet et alii 1999, 80). Como en esas excavaciones no se detectan, que sepamos ningún horno, pensamos que son a las estructuras de las que hablan los señores Ortega a las que se refiere la profesora Aubet. Si volvemos a lo que dicen los entonces arrendatarios de la finca, se habla de tres hornos de unos 2 m. de diámetro, mientras que el horno púnico tenía un diámetro exterior de 5 m. y de los dos hornos, fechados a principios del siglo VI, el diámetro, del mejor conservado, era de 1,35 m. Las diferencias, por tanto, son considerables y si a ello se une la ocupación de la zona en época romana, materializada por una necrópolis, piletas de salazones en el lugar y en las proximidades, abundante material cerámico y, lo que es más importante, la proximidad del río y la abundancia de arcillas, cabría pensar en una actividad alfarera, también, en época romana 3.18.- MÁLAGA-Haza Honda. Este yacimiento se encontraba a algo más de un kilómetro y medio del alfar del Puente de Carranque, entre el Camino Viejo de Churriana y la línea férrea Málaga-Córdoba, con mucha probabilidad donde hoy está el colegio público Guadaljaire. Su descubrimiento tuvo lugar en 1970 y su destrucción fue casi inmediata, aunque se pudo recuperar materiales de diversas épocas, los más antiguos calcolíticos (Fernández, Baldomero y Ferrer 1986, 207-218) y otros romanos que fueron dados a conocer por M.L. Loza y J. Beltrán. En este taller están representadas las formas Beltrán I, III y IV. Además conocemos algo de la cerámica común fabricada en este lugar. Eran ollas de gran tamaño con el borde exvasado, acanalado y dos asas, jarras y pesas de telar algunas con marca (Loza y Beltrán 1988, fig. 1). Este alfar estaría en actividad desde la época augustea hasta, posiblemente, la época neroniana, sin que sepamos cuáles fueron las circunstancias que determinaron la interrupción de la productividad (fig. 17). Bibliografía : (Loza y Beltrán 1988, 991-100; Beltrán y Loza 1997, 115). 3.19.- MÁLAGA-Ladera de la Alcazaba UTM. 373540/4065120. Desconocemos la ubicación exacta del alfar que hemos denominado de la ladera de la Alcazaba, aunque pensamos que debió de estar en la ladera occidental, dado que en las excavaciones del teatro, de vez en cuando, aparecieron piezas que consideramos fallos de horno, entre ellas ánforas Dressel 18, Beltrán I y trozos de grandes recipientes, posiblemente ollas1. Éstas presentan la boca hacia afuera y dos asas que arrancan del labio y llegan a la parte superior del cuerpo que es bastante alargado, con el fondo abombado, de umbo central, y suelen llevar un grafito sobre el borde o en la zona baja del cuerpo. La pasta no está muy depurada, siendo visibles partículas micáceas, arenosas y calizas. Un engobe blanquecino, a veces verdoso, cubre la superficie (Serrano 2000, figs. 54-56). Un recipiente completo apareció en el teatro, utilizado como urna, que contenía los restos de un niño (Gran 1991, lám. VIII, 1) y otros se localizaron en la necrópolis de calle Beatas (Duarte, Peral y Riñones 1992, 394-403), de los que uno estaba empotrado en una fosa y los otros dos se encontraron dentro de ánforas Dressel 7-11, con los restos quemados de un niño en el interior de uno de ellos. Piezas similares se fabricaron en Haza Honda (Loza y Beltrán 1988, fig. 1.D), en la Huerta del Rincón (Baldomero et alii 1997, nº 33-34, con grafito) y en la “Finca del Secretario” (Villaseca 1997, fig. 5: 2). Es posible que en este horno se realizara también alguno de los recipientes considerados como grandes vasijas, que presentan los bordes muy desarrollados y algo caídos. Puesto que aquellas fueron realizadas de diferente grosor en la pared, tuvieron que ser usadas para mezclar las salsas o, tal vez, como morteros (fig. 15). La pasta suele ser de color ocre amarillento o rojizo con desgrasantes calizos, micáceos y arenosos, y con ambas caras 1 Como la fecha en la que se construyó el teatro fue los comienzos del principado de Augusto (Rodríguez 1993, 189), la actividad de este alfar es anterior o estaba situado algo más alejado de lo que suponemos. Bibliografía: (Arribas y Arteaga 1975, 7). 174 Alfares y producciones cerámicas en la provincia de Málaga. Balance y perspectivas Figura 14.- 1. Planta de los hornos de Manganeto (Arteaga 1985). 2. Planta y alzado del horno nº 1 de C/ Almansa (Suárez et alii 2001). 175 Encarnación Serrano Ramos el Paseo del Parque (Berlanga 1906, 21-24). Pueden relacionarse con la producción de este horno unas cazuelas, no muy profundas, que presentan el borde con acanaladuras horizontales en unos casos; en otros, los bordes son lisos y con cierta inclinación hacia dentro, y los hay también con incisiones sobre el borde y la parte superior de la pared externa. Todas las variantes llevan dos asas horizontales, unas lisas otras salomónicas (Serrano 2000, figs. 63-64 y 66-72). Al no disponer de ningún ejemplar completo desconocemos cómo serían sus fondos. Piezas similares han aparecido en ambientes de finales del siglo III (Puerta 1996, fig. 269: 2-4). También contamos con bordes más gruesos, con acanaladura pronunciada. Las excavaciones del teatro proporcionaron, además, grandes cantidades de tapaderas de diferentes tipos, pero, al no haberlas encontrado con fallos de cochura no podemos considerarlas de fabricación local (Serrano 1989, fig. V: 116). Bibliografía: (Casamar 1963, 4 ; Serrano 2000, 61-62 ). Figura 15.- Materiales del alfar de la Ladera de la Alcazaba. cubiertas de un engobe amarillo verdoso (Serrano 2000, figs. 58-62, 65). El hecho de que algunas de las piezas presenten defectos de cochura nos ha llevado a considerarlas de fabricación local. Y por el ambiente en que aparecen hay que pensar que la cronología es altoimperial. Manuel Casamar nos habla de la aparición de un horno en esta ladera: “A la derecha del teatro, y en nivel ligeramente superior, quedó parcialmente intacta una necrópolis que podrá ser del siglo V-VI [...] y restos de una pila salsaria que se salvó de una destrucción iniciada, en la que se perdió un horno del que sólo se logró ver y fotografiar la boca” (Casamar 1963, 4). Noticias de su ubicación nos las proporciona Solo de Zaldívar quien nos dice hallarse a la altura del vomitorio central. Tenemos que considerar este horno como posterior al que hubo antes y, por lo tanto, al momento en el que el teatro ya había sido abandonado. Su producción pudo estar relacionada con la fabricación de ánforas para las salazones, industria que debió de alcanzar durante el Bajo Imperio un gran desarrollo, como se ha puesto de manifiesto en los últimos hallazgos arqueológicos que han tenido lugar en nuestra ciudad: los del teatro, C/ Afligidos, Cañón, edificio de Correos, calle Alcazabilla y Museo Picasso. A estos hallazgos hay que sumar los que tuvieron lugar a principios de las XIX, consistían en setenta piletas de diversas dimensiones que se localizaron en la ladera sur de la Alcazaba como consecuencia de los desmontes para rellenar 176 3.20.- MÁLAGA-Paseo de los Tilos. En el Paseo de los Tilos, sector que se extiende de la Plaza de la Cruz del Humilladero hasta la explanada de la Estación de Renfe, a comienzo de la década de los ochenta, según nos informan J. Beltrán y M.L. Loza (Beltrán y Loza 1997, 111), apareció un conjunto de ánforas completas que han sido interpretadas como el posible almacén de un alfar. De este lote se ha podido recuperar un ejemplar completo de la forma Beltrán IIA variante 1 con características de la primera mitad del siglo I d.C. No se ha podido resolver, como así manifiestan los autores citados, si este depósito corresponde a unos hornos determinados o al alfar del Puente de Carranque, dada la proximidad que hay entre ellos y ante la posibilidad que ambos lugares, en época romana, fueran costeros. No obstante la excavación de una necrópolis en C/ Calatrava nº 16 junto al Paseo de los Tilos, en la que los enterramientos estaban indicados con pequeños túmulos, hechos con restos de alfar y materiales de construcción (Fernández et alii 2002, 530-551), puede servir para reforzar la existencia de unos hornos en las cercanías. Bibliografía: (Beltrán y Loza 1997, 109-110). 3.21.- MÁLAGA-Puente de Carranque UTM. 371249/4063500. Las primeras noticias sobre este alfar proceden de A. López Malax-Echeverría quien nos dice que el yacimiento apareció “al realizar las obras en la zona inmediata al oleoducto Málaga-Puertollano [...] la profusión de ánforas, arcilla fundida, cenizas, etc., probó que se trataba del emplazamiento de un alfar romano, del que una vez finalizado el trabajo se habían obtenido siete ánforas muy fragmentadas, de las que nuestro gabinete de restauración restauró una completa (López 1971-73, figs. 11-13), así como bordes de otras”. Estas piezas fueron clasificadas por M. Beltrán de la forma siguiente: el ánfora completa como Beltrán VI, uno de los bordes de la Dressel 18 I y otros de la Beltrán II y Dressel 2-3 (Beltrán 1970, 493-494, nota 1093). Alfares y producciones cerámicas en la provincia de Málaga. Balance y perspectivas Figura 17.- Ánforas y cerámica común de Haza Honda (Loza y Beltrán 1988). En cuanto a la cronología de este taller, pudo estar en activo en el siglo I d.C. o incluso llevar el inicio al I a.C., si se considera que la pieza Maña C2b es un producto local (Beltrán y Loza 1997, 110). Figura 16.- Ánforas y cerámica común del alfar del Puente de Carranque (Beltrán y Loza 1997). Años después J. Beltrán y M.L. Loza ubican el yacimiento en el cruce entre la Ronda Intermedia y la vía férrea MálagaCórdoba, al norte del Camino Viejo de Churriana. Lo mencionan como “alfar de Carranque”, y detallan aún más la clasificación anterior, identificando algunas piezas que pueden considerarse de la forma Beltrán I (López 1971-73, fig.1: 1 y 11), además de señalar que la forma Dressel 18 I que se dató en época augustea puede considerarse Maña C2b con una cronología del siglo I a.C., sin que se pueda determinar si la forma se elaboró en este alfar (Beltrán y Loza 1997, 110). Pero como suele ser frecuente en estos alfares, además de las ánforas -Beltrán I, II, VI y la probable Maña C2b (fig. 16)- se fabrica cerámica común que consistía en unos recipientes de borde caído (López 1971-73, figs. 11, 4, 10) y ollas (López 1971-73, figs. 11, 12). 177 Bibliografía: (López 1971-73, 57; Loza y Beltrán 1988, 9911001; Beltrán y Loza 1997, 109-110). 3.22.- PEÑARRUBIA 36º57’N. 4º50’W. La localidad malagueña de Peñarrubia estuvo situada en la zona occidental de la depresión de Antequera, entre Campillos y Teba, en el límite entre el llano y las primeras estribaciones de la Sierra de Peñarrubia que le dio su nombre. Su desaparición estuvo motivada, a comienzos de los años setenta, por la construcción del pantano del Guadalteba. Las noticias de la existencia de restos arqueológicos en el lugar comienzan con Rodrigo Caro y serán recogidas por otros autores como Velázquez, Bravo, Hübner, Cean Bermúdez y Aguilar y Cano (Serrano, Luque y Sola 1989-90, 139). En 1972 supimos de la existencia de una necrópolis en las afueras del pueblo que no pudimos excavar al quedar el lugar inundado por las aguas del pantano del Guadalteba. En 1981, al realizar una visita al yacimiento y como consecuencia del Encarnación Serrano Ramos Figura 18.- 1. Necrópolis de Peñarrubia con los hornos romanos. 178 2. Planta del horno del alfar de la Fábrica (Teba). Alfares y producciones cerámicas en la provincia de Málaga. Balance y perspectivas descenso de las aguas en ese año, eran visibles, además de unas tumbas y un suelo de opus signinum, una estructura a escasos metros de las tumbas mencionadas (fig. 18.1) de la que se conservaban dos muros paralelos de ladrillos, casi soterrados que dejaban entre ellos un pasillo de algo más de 0,50 m. de ancho y de una longitud de 2,20 m. que conservaba parte de un arquillo, también de ladrillos en su sector norte. En el extremo opuesto era visible un muro transversal, también de ladrillos que parecía limitar la construcción (fig. 3.3). La morfología de la construcción, así como la vitrificación de los ladrillos, la presencia de abundantes cenizas y restos de escorias nos hicieron interpretar estos restos como parte de un horno de planta rectangular o cuadrada. Su producción debió ser la cerámica común o los materiales de construcción. Y en cuanto a su cronología, a tenor de las piezas que formaban el ajuar de las tumbas, puede situarse en la segunda mitad del siglo I d.C. Dos años después, al tener conocimiento del saqueo que había sufrido el yacimiento, procedimos a la limpieza y excavación de la zona saqueada. El resultado fue, además de una necrópolis de época hispano-visigoda (fig. 18.1), un yacimiento romano que, en parte, conocíamos, al que vino a sumarse otro horno en este caso de planta oval en el extremo opuesto y que proporcionó grandes cantidades de cerámica común. El nuevo horno estaba muy destruido por encontrarse en el lateral este de la pequeña elevación y estar sometido durante años a la erosión del agua, y además porque los saqueadores de la necrópolis interpretaron la parrilla como una tumba. El hogar, excavado en el terreno natural, presentaba un pasillo central con bóveda de medio cañón y muretes laterales para soporte de la parrilla. En cuanto al praefurnium, cuya longitud era de 2,60 m. por 2 m. de ancho, estaba construido con ladrillos. De la cerámica común, que recogimos en su entorno, destacan las cazuelas de borde engrosado y vuelto al interior y con acanaladura para ajuste de la tapadera; las orcitas de borde redondeado, exvasado, cuerpo globular y fondo plano, y también las de borde horizontal y acanalado; los cántaros de cuerpo globular y dos asas; los jarros con pico vertedero y las tapaderas. La mayoría de estos recipientes tiene una pasta de color ocreanaranjada, semicompacta, bien depurada y con el corte regular, aunque no faltase la pasta gris, y, en general, la mayoría de las piezas estaban muy manchadas de cenizas. El cúmulo de materiales de construcción en el sector NO nos hace pensar que se fabricaron en el primer horno que localizamos. A la vista de todos estos datos, consideramos que el yacimiento de Peñarrubia estuvo habitado durante buena parte de los siglos I y II d.C. En un momento impreciso del siglo II, 179 por motivos que se nos escapan, se abandona el sitio para volver a ser ocupado, posiblemente, a comienzos del siglo V ya como necrópolis y continuar hasta finales del VII principios del VIII. Bibliografía: (Atencia, Serrano y Luque 1982, 133-136; Serrano, Atencia y Luque 1983, 11-16; Serrano, Luque y Sola 1989-90, 139-157). 3.23.- TEBA- La Fábrica UTM. 329530/4093970. A comienzos de 1991 tuvimos conocimiento de este yacimiento, situado a unos 2’5 km. del casco urbano de Teba. Una visita al lugar nos proporcionó, además de abundante material cerámico, numerosos restos de escorias, adobes vitrificados, ajustadores, soportes y fragmentos con defectos evidentes de cocción. A esto se añadió el hallazgo de varios trozos de moldes de fabricación de vasos decorados, lo que evidenciaba que junto a la cerámica común se fabricó T.S.H. En las excavaciones que realizamos en el lugar se puso al descubierto un horno y parte de un muro. El horno es de planta casi circular con praefurnium, pasillo central y muretes laterales unidos por arcos (fig. 18.2). El estado de conservación no era bueno habiéndose perdido casi totalmente la parrilla y las estructuras superiores; de la parrilla únicamente quedaban leves indicios a una altura de 1’30 m. Para la construcción del horno se vaciaron las arcillas del terreno y el material de construcción empleado fueron los adobes y en la pared circular de la cámara de combustión quedaban restos del enlucido que los cubría. Su orientación era SO-NE. y sus medidas las siguientes: diámetro aproximado del hogar 3,30 m., grosor de la pared 0,10 m. y altura máxima conservada del 1,30 m; grosor de los muros transversales unos 0,60 m. aproximadamente; anchura del pasillo central 0,60 m. y altura hasta los arcos 0,75 m; longitud del praefurnium 3’80 m. y anchura interior del mismo 0’55 m. Como antes hemos indicado, además de sigillata hispánica se fabricó cerámica común. El número total de fragmentos contabilizados ascienden a 4.497, de ellos 2.406 son de sigillata y el resto de común. La mayoría de las piezas apareció al oeste del praefurnium. La sigillata hispánica fue elaborada preferentemente con una arcilla de color tierra verde tostada (N.25), de una dureza media que tiende a blanda, ligeramente micácea, con abundantes partículas blanquecinas, vacuolas y con fractura más bien irregular. El barniz que predomina es el tierra de Siena (S.39), por lo general mate y áspero al tacto. En cuanto a las formas decoradas (fig. 19) se utilizó tanto el molde como el buril. Los moldes que no sobrepasan la veintena y son de forma 37, suelen estar muy gastados y, en algunos casos, el motivo sale del espacio reservado. En las piezas decoradas a molde destaca el estilo de metopas, decoradas con grandes cruces de San Andrés y la decoración a bandas donde se repite el mismo motivo, normalmente círculos, que alternan con otros más pequeños o con rosetas Encarnación Serrano Ramos Figura 20.- Cerámica común fabricada en los alfares de la Depresión de Antequera. Figura 19.- Sigillata hispánica del alfar de la Fábrica (Teba). multipétalas. A veces se recurre a un guirnalda de bifoliáceas con o sin motivo de coronamiento y otras a la línea vertical ondulada, en estos últimos casos podríamos hablar de metopas. Aparece también la alternancia de dos motivos, por ejemplo, un círculo y un elemento vegetal, y excepcionalmente hay algunas composiciones más complejas. Y por lo que se refiere a los motivos decorativos, predominan los círculos de diferentes tipos y tamaños; aparecen solos o enmarcando un motivo vegetal, un ave, una crátera u otro círculo, le siguen los vegetales y las aves. Del total de 43 motivos que hemos individualizados, a 30 se les puede considerar como punzones, ocho son realizados a mano alzada y el resto es la combinación de varios punzones. La decoración burilada tiene una representación importante en este alfar. Se realiza mayoritariamente sobre cuencos de perfil semicircular y sobre cuencos ligeramente carenados y de perfil exvasado que podemos considerar de la forma 29/37; la decoración está comprendida entre baquetones y suele ocupar una ancha banda de la pared externa. En lo que se refiere a las formas lisas, están representadas la 4-5, 7, 13, 15/17, 24/25, 27, 35-36, 44 y 57. El primer lugar lo ocupan los platos de 15/17 seguidos de las copas de 27 que tienen muy poco marcados los cuartos de círculos y suelen presentar una pequeña acanaladura bajo el borde. La presencia de parte de una marca sobre un fondo nos hace 180 pensar que algunas de estas piezas estuvieron firmadas. Para concluir diremos que nos encontramos ante un alfar que sigue la línea de los otros ya conocidos en nuestra provincia, en el que, además de la vajilla de mesa, se elaboró cerámica común y, posiblemente, materiales de construcción. En cuanto a su cronología creemos que este taller pudo entrar en funcionamiento a partir de la segunda mitad del siglo I y el fin se podría situar en un momento no muy avanzado del siglo II.En cuanto a la expansión de estos productos los tenemos localizados en Antequera en las termas de Santa María y en la villa romana de los Castillones en Campillos. Bibliografía: (Serrano, Gómez y Castaños 1997, 181-202; Serrano, Gómez y Castaños 1995, 540-544; Serrano 1997a, 443-469). 3.24.- TORREMOLINOS-La Cizaña (Los Álamos). El conocimiento de restos arqueológicos en la finca de la Cizaña se remonta al siglo pasado (Amador 1909, 46-52) y, recientemente, a la intervención de I. Ruiz y L. Salvago que nos ha permitido conocer un conjunto termal, piletas de salazones y una necrópolis (Ruiz y Salvago 1990); debido a ello, antes de proceder a la urbanización de la zona fue necesario realizar excavaciones de urgencia en el lugar. El resultado fue la exhumación de un importante complejo alfarero dedicado a la producción de ánforas salsarias. Se Alfares y producciones cerámicas en la provincia de Málaga. Balance y perspectivas localizaron dos hornos de planta circular, con una orientación NE SO y prácticamente del mismo tamaño, en el interior de una estructura rectangular. En ambos el diámetro exterior es de aproximadamente 3,50 m. y la longitud del praefurnium supera los 3 m; mientras que en el horno nº 2 han quedado huellas del pilar central que sustentaba la parrilla, el nº 1, al haber sufrido ciertas remodelaciones, ofrece mayor dificultad a la hora de adscribirlo a un tipo determinado. En éste el praefurnium tiene una longitud de 3,48 m., la altura conservada es de 1,42 m. y el ancho de 1,60 m., apreciándose aún el arranque de la cubierta. En cuanto al hogar, presenta un muro circular de ladrillos de aproximadamente 0,80 m. de ancho, adosado a la pared interna, por lo que esta forma recuerda a los hornos del tipo IC′, según la clasificación de Françoise Le Ny (Le Ny 1988, figs. 22 y 23) y concretamente al horno del taller de Martres-d’Artiére (Puy-de-Dóme). Se han podido diferenciar dos momentos de producción en estos alfares. El primero tiene dos fases: a la A corresponde la instalación del complejo que ha sido fijado en la primera mitad del siglo I d.C. y a la B pertenecen nuevas edificaciones así como remodelaciones de las anteriores, y su final se situaría en la segunda mitad del siglo II. La producción de estos hornos fueron las ánforas Beltrán II, IV y VI, tipos que coinciden, salvo la ausencia de la Beltrán V, con las elaboradas en el cercano taller de Huerta del Rincón. La ausencia de la Beltrán I marca el inicio de este alfar a partir del primer cuarto del siglo I d.C. La fase B, cuyo inicio puede situarse en la segunda mitad del siglo I d.C., supuso la remodelación de alguna de las construcciones y la edificación de otras. Precisamente a esta fase corresponde la construcción de los hornos G y H. Estaban embutidos en arcilla bien compactada y limitados por un muro de sillares. De uno de ellos, el H sólo se pudo documentar su existencia a través del conjunto de la cámara de cocción a nivel superficial, tenía un diámetro de 4 m. En el siglo III se produce una reorganización de la actividad alfarera en la Cizaña; continúa la actividad del horno 1, cesa la del 2 y queda esta zona como vertedero. Las ánforas que se elaboran en esta segunda fase, entre otras, son los tipos Keay XIX y XXIII, producción que debió interrumpirse en pleno siglo V2. Bibliografía: (Soto, Cumpián y Sánchez 2003, 65) 3.25.- TORREMOLINOS-Huerta del Rincón UTM. 366050/4053600. Movimientos de tierras para la construcción de viviendas realizadas en la finca Huerta del Rincón originan el descubrimiento de abundante material cerámico de época romana, lo que provocó la paralización de las obras y el planteamiento de excavaciones arqueológicas. Los trabajos se llevaron a cabo durante 1990, 1994 y 1995. Esta finca se ubica en las proximidades de la playa de la Carihuela, pasado el promontorio que la separa de la del Bajondillo. Gracias a las excavaciones arqueológicas se ha podido conocer un interesantísimo conjunto alfarero, dedicado prioritariamente a la producción de ánforas que debió iniciar su actividad en el primer cuarto del siglo I d.C. y tuvo una perduración hasta principios del siglo V (fig. 21). El emplazamiento reunía unas condiciones idóneas para la producción alfarera: protegido de los vientos, abundancia de agua dulce y la presencia de arcillas excelentes en las proximidades. Otro elemento también presente en el lugar sería la madera para los hornos. De la fase A quedan algunas estructuras que han sido relacionadas con el proceso de elaboración de las arcillas, así como parte de un horno y una gran construcción interpretada como almacén, de 22 m. de largo por 8 m. de ancho y en el centro una hilada de pilares que soportarían el peso de la techumbre. A esta estructura estaban adosadas otras de tamaño menor. El horno, muy mal conservado, apenas quedan restos de los muros de adobes que sostendrían la parrilla, fue inutilizado y colmatado con ánforas Beltrán IIB. El otro horno, el G, conservaba el praefurnium de 2 m. de longitud, así como parte de la cámara de combustión (hogar) de 3,5 m. de diámetro. La cámara estaba construida con hiladas de ladrillos a soga y tizón. Un arco de medio punto de 1 m. de ancho por 0,80 m. de alto permitía el acceso al interior, no conservaba la parrilla. En cuanto al sistema de sustentación de la parrilla es posible, a tenor de los indicios conservados, que se recurriera a un pilar central del que arrancarían los arcos. Un tercer horno, el K, se ha podido relacionar con esta fase. Es de planta circular, con un diámetro de 1’20 m. y el praefurnium mide 1’60 de largo por 0’60 m. de ancho. Dada sus reducidas dimensiones pudo dedicarse a la cocción de tapaderas o de recipientes de pequeño tamaño. El edificio de la fase anterior se mantiene en uso, si bien se realizaron ciertas modificaciones como en los colindantes. En lo que se refiere al producto elaborado contamos con las ánforas Beltrán II A y B, III, IV A y IVB, V y VI (fig. 22); algunas con marcas como LIC.NIM o, abreviada, L (palma) N, y CLICM que también aparecía abreviada CLM. Una de las dos marcas, la L (palma) N está estampada también en dos figlinae del valle del Guadalquivir, pero en ánforas olearias. Igualmente se fabricó en esta fase cerámica común: cazuelas de diferentes tipos −carenadas, con el borde vuelto al interior y dobles asas−, cuencos profundos, morteros, tapaderas, jarros, jarras y vasijas para almacenamiento (Baldomero et alii 1997, 170-172). La ausencia de las ánforas Beltrán I podría explicarse por un cierto retraso en el comienzo de la producción, que pudo tener lugar a partir del primer cuarto del siglo I. 2 Queremos agradecer a Antonio Soto Iborra el habernos proporcionado toda esta información al encontrarse los resultados de la excavación aún sin publicar. 181 Encarnación Serrano Ramos Figura 21.- Estructuras aparecidas en el alfar de la Huerta del Rincón. 182 Alfares y producciones cerámicas en la provincia de Málaga. Balance y perspectivas olearias −como la Keay XIII (Dressel 23) y la Keay XXV−, y también se dedicaron a la cerámica común (fig. 22). De este último producto están representadas las cazuelas, algunas con decoración sobre los bordes; las ollas con acanaladura interna para la tapadera y dos asas, los morteros con visera y pico vertedero, las tapaderas en algunos casos con un orificio sobre la parte superior, los jarros, jarras y los lebrillos. La pasta suele ser de color castaño claro y con desgrasantes arenosos (Baldomero et alii 1997, 174-177). Si comparamos estos materiales con los anteriores, no existen grandes diferencias: no aparecen en los productos tardíos las cazuelas con asa en forma de lazo ni las carenadas, tampoco encontramos las tapaderas de ánforas, los morteros no presentan cambios y las ollas recuerdan a las producciones africanas. La sigillata africana aparecida en el pasillo de uno de los hornos −formas Hayes 67 y Hayes 61− nos ayuda a establecer el cese de esta figlina en pleno siglo V. No obstante, el lugar pudo permanecer habitado hasta el siglo VI, como confirma la presencia de la forma Hayes 99. Figura 22.- Ánforas producidas en el alfar de Huerta del Rincón. Estamos convencidos de que no se produce en este alfar un cese en la fabricación del producto, salvo una reestructuración de las dependencias que lleva al abandono de las anteriores y a ubicar los nuevos hornos en la zona más oriental del yacimiento. Son cuatro los hornos que corresponden al Bajo Imperio, todos de planta circular y de diferentes tamaños. El mejor de los conservados, el N está realizado con ladrillos y conservaba el arranque del pilar central cuadrangular para apoyo de la parrilla. El diámetro de la cámara de combustión era de 1’80 m. y la longitud del praefurnium de 1 m; el suelo de cámara de tierra arcillosa y se encontró colmatado por trozos de ánforas y cerámica común. Los otros hornos el O, P y R se hallaron muy destruidos, son de mayor tamaño y en ellos el suelo de la cámara de combustión estaba enlosado con ladrillos. Sólo en el horno P eran visibles restos del sistema de sostenimiento de la parrilla que consistía en tres muros paralelos con una distancia entre ellos de 0,40 m. y con una altura de 1m. y 0,35 m. de ancho. El cuarto horno, el R no pudo excavarse al quedar fuera de la zona delimitada, si bien se pudo ver algo de su praefurnium y del arco de medio punto por el que se accedía a la cámara de combustión. Precisamente en el praefurnium se localizó un vertedero de ánforas y cerámica común además de algunos fragmentos de sigillata africana de las formas Hayes 61 y 67 que sirven para establecer las fechas de los vertederos. En lo que se refiere a su producción, estos hornos van a fabricar ánforas salsarias −como la Keay XIX, y la XXIII− y 183 En las cercanías de este alfar aparecieron piletas de salazones, según nos informa Giménez Reyna (1946, 24): “en la bajada a la playa del Hotel [de las Rocas] hay unos restos de piletas salsarias de una industria de pesquería” y, en otro lugar, “En Torremolinos −a 12 kilómetros al Oeste de Málaga− [...] cerca de la playa, se encuentran los restos de varias piletas salsarias” (Giménez 1946, 60). No sabemos si ambas citas se refiere al mismo conjunto, lo que sí sabemos es que en el primer texto se menciona el Hotel La Roca, y que el alfar de la Huerta del Rincón estaba al otro lado del promontorio. Esta circunstancia nos lleva a considerar que el producto que se envasaba en las ánforas fabricadas en este alfar debía ser el que se elaboraba en las piletas localizadas en la bajada a la playa de ese hotel. Sobre el promontorio y próximo al complejo del Castillo de Santa Clara apareció una necrópolis (Serrano, Baldomero, Martín 1993, 207-216) que puede tener relación con la última fase de este taller. Bibliografía: (Serrano, Baldomero y Castaños 1991,149-153; Baldomero et alii 1997, 147-176). 3.26.- TORROX-COSTA UTM. 414600/4065200. Este yacimiento había sido objeto de atención desde los primeros años del siglo pasado, con motivo de la construcción del faro e incluso con las excavaciones realizadas por Tomás García (Rodríguez 1997, 273). No obstante, las primeras noticias sobre el alfar se deben a Giménez Reyna y Rein Segura. Según información de Giménez Reyna, a unos 200 m. al oeste del Faro había una construcción llamada “la cueva” que en un principio se creyó fuera un colector de alcantarilla romano y que resultó ser un horno de alfarero, hecho con ladrillos. La misma fuente indica cómo “todos los alrededores del horno estaban plagados de cacharros, tejas y ladrillos rotos y mal cocidos” (Giménez 1946, 81-83). En cuanto a su tipología fue clasificado como horno del tipo 3b de Fletcher, no obstante fue J. Beltrán quien consideró su planta circular y no rectangular (Beltrán 1982, 37). Encarnación Serrano Ramos salazones de los tipos Beltrán I y II (Rodríguez y Atencia 1983, 263). Con este material, más el depositado en el Museo de Málaga y en la colección Rein, el Prof. José Beltrán hizo un estudio de toda la producción, diferenciando más de una treintena de tipos (Beltrán 1982; Beltrán y Mora 1982, 149155), aunque tras los últimos descubrimientos habría que reducir ese número (fig. 24 y 25). La presencia de dos hornos, de materiales diversos y de cronología diferente, permite hablar de dos momentos en la vida de este alfar. A la primera etapa, en la que estaría en funcionamiento el horno A, pertenecerían los siguientes tipos: ollas con acanaladura interior y dos asas, cazuelas carenadas, las de borde redondeado y asa y las de borde vuelto al interior y asa en forma de lazo; los morteros, los hay con visera y con el borde oblicuo y acanaladuras interiores; los platos de borde bífido y los profundos, o cuencos hemisféricos, con el fondo horizontal o con un pequeño pie, que se utilizaron en algunos casos como tapaderas de urnas (Giménez 1946, lám. XXXIX, 1); los jarros, las jarras, embudos, lebrillos, dolias y las tapaderas, tanto para ánforas como las de tamaño mayor con el pomo horizontal y, a veces, con un orificio lateral (Serrano 2000, figs. 1-23). También se fabricaron en el alfar pesas de telar, terracotas y materiales de construcción (Rodríguez y Atencia 1983, 263). La pasta que presentan estos productos suele ser de tonalidad oscura −del marrón rojizo al ocre rojizo− con un desgrasante blanco, o blanco y negro, que corresponde a la arena de la playa (Rodríguez y Atencia 1983, 263). Figura 23.- 1. Planta de los dos hornos de Torrox (Rodríguez Oliva 1997). 2. Alzado del horno B de Torrox. A finales de los años setenta, Rodríguez Oliva reanudará la actividad arqueológica en el yacimiento, detenida desde los trabajos de Rein Segura y Giménez Reyna (1944, 168-172). En esos años el mencionado horno se daba por perdido, pero las excavaciones realizadas en 1982 pusieron al descubierto sus restos. Cinco años después apareció un segundo horno, más antiguo que el anterior, también de planta circular, y en este caso con pilar central (fig. 23), al que se denominó “horno A” para diferenciarlo del otro, “el B”, con pasillo central y muretes laterales. El nuevo horno tenía un diámetro de 4,5 m. y un pilar de planta circular de 1,25 m. de diámetro situado en el centro de la cámara. El praefurnium de 1,5 m. de ancho estaba cubierto con una bóveda de medio cañón. La inexistencia de vertederos hizo que los estudios cerámicos se centraran en las pastas, y así se llegaron a fijar como productos locales los siguientes: ollas, cazuelas, platos, jarros, embudos, morteros, lebrillos, tapaderas, dolias y ánforas de 184 Casi con toda seguridad, también habría que considerar fabricadas en el horno más antiguo las piezas usadas como urnas u ofrendas en la necrópolis, a tenor de lo que nos dice Giménez Reyna: “es de suponer sirviesen también para la cocción de todas las vasijas funerarias de tan inferior calidad material como el que encontramos en los enterramientos” (1946, 83). Y en otro lugar: “Entremezcladas con este tipo de inhumaciones se acompañan incineraciones, utilizando como urnas cinerarias los más diversos tipos de vasijas, algunas adecuadas para este fin y constituidas por ollas esferoidales y achatadas, de unos 20 a 25 centímetros de diámetro, provistas de una tapadera cónica casi plana y de material muy mal cocido, de pésima pasta arenosa y muy deleznable” (1946, 86-87). Pero en la mayoría de las ocasiones la urna cineraria es un simple cacharro doméstico, olla, cazuela, jarro o ánfora, unas veces entera y otras rota. Las piezas a que alude Giménez Reyna se encuentran unas en el Museo de Málaga y otras en una colección privada, y en los últimos años han sido objeto de la atención de Rodríguez Oliva (1997, láms. IV y V). Estas piezas fueron estudiadas por Beltrán Fortes en 1982, pero no se llegaron a publicar. Si prescindimos del uso a que se destinaron y nos fijamos en su forma, tendríamos los siguientes tipos: Las cazuelas carenadas de borde engrosado, las de borde oblicuo y acanalado y las de borde redondeado y dos asas . En cuanto a las ollas, las tenemos con dos asas, borde exvasado y cuerpo muy desarrollado (Giménez 1946, lám. XL). Las hay Alfares y producciones cerámicas en la provincia de Málaga. Balance y perspectivas Figura 25.- Diversos tipos de ánforas fabricadas en Torrox. Figura 24.- Cerámica común elaborada en el alfar deTorrox. también con el borde vuelto al interior, paredes curvas y asa o con dos pequeñas protuberancias laterales y el fondo rehundido. Con el mismo fondo, pero con las paredes más verticales y con el borde de perfil triangular es el ejemplar que consideramos orza. Contamos, también, con una serie de piezas que denominamos ollas/cazuelas por no estar provistas de asa y tener una altura algo menor que el diámetro de su embocadura (Serrano 2000, figs. 30-39). Si las piezas anteriores se utilizaron para guardar las cenizas, las que pasamos a describir formarían parte del ajuar funerario. Corresponden a jarros de boca ancha con un asa (Rodríguez 1997, lám. IV, 1-2 ) y un conjunto de recipientes de pequeño tamaño entre los que hallamos las ollitas de cuerpo globular, borde hacia afuera, base plana y realzada con un asa que arranca desde el borde hasta la mitad del cuerpo o se coloca sobre la mitad del cuerpo. A las piezas que presentan el mismo perfil, pero carecen del asa las consideramos vasos. También están representados los bocales carenados de borde hacia afuera, fondo plano o realzado y un asa de sección oval que arranca bajo el borde y llega a la altura de la carena. Los vasitos bitroncocónicos, las tazas y las orcitas completan la serie. El hecho de que alguna de estas piezas presentara defectos de cocción nos induce a considerarlas como elaboradas en este alfar (Serrano 2000, figs. 40-53). 185 Por último, para cubrir las urnas sabemos que, a veces, se recurrió a un plato hondo o escudilla o a una tapadera con pomo (Giménez, 1946, láms. XXXIX, 1 y XL, 1). También formarían parte del ajuar ungüentarios como los que se encuentran en la colección Arrese (Rodríguez y Atencia 1983, lám. X, c). Las piezas cerámicas halladas en la necrópolis excavada por Giménez Reyna y utilizadas como urnas debieron tener un primitivo uso relacionado con el proceso de fabricación del garum, como ha señalado M. Ponsich: “Otros recipientes de cerámica se encuentran en gran cantidad en las fábricas de salazón y también en las necrópolis vecinas; sus formas constantes y la densidad de su producción son impresionantes [...]. Se trata de cuencos en los que se depositaban las ofrendas, de cántaros y también de pequeños frascos, sin duda de garum, así como morteros con asas y pitorro para escanciar, con estrías concéntricas interiores. Los cuencos tenían un aspecto muy particular: eran hondos y con un reborde recto y perfilado en la parte superior, al que podía adaptarse una tapadera. Sin duda alguna se utilizaban para la cocción, como hace suponer su fondo llano y negruzco. En cuanto se refiere a sus relaciones con la pesca, su papel podía consistir en acelerar, en las calderas, la evaporación del agua que contenía el garum, aún muy líquido, para transformarlo en un producto pastoso para facilitar su transporte. Entre estos cacharros aparecen también pequeños pucheros, convenientes al transporte del garum [...]. Otra producción relacionada con las factorías de salazón de pescado son las marmitas; su papel Encarnación Serrano Ramos está, sin duda, relacionado con la fabricación del garum” (Ponsich 1988, 61). Donde hoy está ubicada la urbanización Bau-Hoffman se encontraba esta necrópolis que documenta tanto el rito de la incineración como el de la inhumación. Dado que el rito de la inhumación fue remplazando al de incineración a comienzos del siglo II, especialmente desde el mandato de Adriano, las urnas que hemos descrito habría que datarlas antes de esa fecha. Las utilizadas para las incineraciones no solían tener ajuar, aunque en algunos casos se menciona un vasito, un jarrito, o un jarro; en cambio, las tumbas de inhumación contenían en su mayoría, ajuares tales como ungüentarios, pequeños recipientes, lucernas o piezas de metal. Sólo una tumba, en concreto la número 11, contenía, entre otros objetos, una moneda de Constantino II (Giménez 1946, 87). Esta moneda contribuye a fijar el final de la necrópolis en pleno siglo IV, y su inicio debió tener lugar posiblemente en la época de Augusto. La mayoría de los pequeños vasos depositados como ajuar recuerda ciertas formas de sigillata hispánica y de las cerámicas de paredes finas, por lo que creemos que gran parte de las tumbas con ajuar podría situarse en los dos primeros siglos de la era cristiana, fecha que coincide también con la de los materiales elaborados en el horno A. A la fase de producción más avanzada, tal vez relacionada con el horno B, se podrían adscribir determinadas ánforas de las llamadas “africanas” (fig. 25) como la Keay XIX, representadas por varios bordes (Beltrán 1982, 191), y cuatro piezas, tres de ellas completas y la cuarta incompleta, que fueron reutilizadas como enterramientos infantiles en la necrópolis tardoantigua de los Acantilados (Rodríguez 1997, 291). Ánfora salsaria es también la Keay XXIII (Almagro 51c), de la que tenemos varios fragmentos de boca y de panza (Beltrán 1982, 201) y un gran trozo se encontró formando parte de un enterramiento infantil (Rodríguez 1997, 297). Finalmente con la Keay XIII (Dressel 23) se pueden relacionar varias piezas conocidas desde antiguo (Beltrán 1982, 198, 287; Rodríguez 1997, lám. XVII.2, 300) y este ánfora sustituirá a la Dr. 20 en el transporte de aceite a mediados del siglo III. Las ánforas mencionadas nos van a situar preferentemente en los siglos IV-V, aunque en el alfar de los Matagallares (Salobreña, Granada) se está fabricando la Almagro 51c en pleno siglo III (Bernal et alii 1998, 250). Falta por precisar si en esta etapa se fabrican también otros tipos cerámicos o si la producción queda centrada en las ánforas, aunque la presencia de ciertos recipientes con decoraciones digitales sobre los bordes podría considerarse de estos momentos. Tampoco está resuelto si hubo alguna interrupción en la producción alfarera; aunque puede afirmarse, a la luz de los datos disponibles, que el comienzo de la fabricación pudo tener lugar en la época de Augusto, a juzgar por los tipos más 186 antiguos de las ánforas de la forma Beltrán I. Como las ánforas Beltrán I y Beltrán II B prolongan su existencia durante el siglo II, y como en el siglo III podría fecharse la fabricación de las ánforas Almagro 51c o Keay XXIII, según está atestiguado en el alfar granadino, no habría por qué pensar en una interrupción prolongada, si es que la hubo. Lo que sí tendríamos es un cambio de hornos al haberse comprobado cómo el praefurnium del horno B atraviesa el A (Rodríguez 1997, 284, lám. IX) y al haberse detectado un cambio de envases, con lo que las salazones pasarían de las ánforas Beltrán I y II a la Keay XIX y XXIII y el aceite de la Dressel 20 a la Keay XIII. El uso de ánforas africanas como enterramientos infantiles en la necrópolis de los Acantilados, donde estuvo la factoría de salazones, obliga a pensar en una interrupción de la actividad industrial o en su desplazamiento. Si aceptamos la primera hipótesis, habría también que aceptar una pausa en la producción alfarera. Las piezas más tardías que pueden ayudarnos a establecer los momentos finales de esta actividad son el plato de TSGP de la forma Rigoir 1 −del grupo provenzal o marsellés− (Giménez 1946, lám. XLII), las lucernas africanas de la forma X tipo A1, que, dado el estado de conservación, habría que considerar como procedente de una tumba (Giménez 1946, lám. LXII, 2) y la fuente rectangular decorada con los Apóstoles de la forma Hayes 56 en C4, así como las formas Hayes 61, 67 y 73. La mayoría de estos materiales nos sitúa en pleno siglo V, momento en que la actividad desarrollada en Caviclum debió cortarse, aunque las dos jarritas tardías del Museo de Málaga (Rodríguez 1997, fig. 4) pueden corresponder a una ocupación residual del lugar. Bibliografía: (Rein 1944, 168-172; Giménez 1946, 81-83; Beltrán 1982; Rodríguez y Atencia 1983, 227-276; Rodríguez 1997, 271-303). 3.27.- VALLE DE ABDALAJÍS-Las Peonías. Hemos de acudir a J.M. Martín, J.A Martín y M. Sánchez (1995-96) para obtener noticias de esta zona. Esos investigadores nos dicen: “Hemos detectado, además, una zona probable de producción a gran escala de elementos de barro cocido, como se desprende de la aparición de gran cantidad de escorias y restos de cocciones defectuosas de elementos de construcción (ladrillos, tégulas, etc)”. Por esta noticia podemos deducir que los productos elaborados en este alfar fueron materiales de construcción. Bibliografía: (Martín et alii 1995-96, 243-260). 3.28.- VÉLEZ MÁLAGA-Toscanos UTM. 401000/4065650. En la margen derecha del río Vélez sobre el yacimiento fenicio del Cortijo de los Toscanos existió un yacimiento romano a partir de la época imperial que perduró hasta el Bajo Imperio. En éste se puso al descubierto un horno de Alfares y producciones cerámicas en la provincia de Málaga. Balance y perspectivas ánforas Dressel 7-11, que puede considerarse entre los mejores conservados de la Península Ibérica; con una altura de más de 4 m. y un diámetro de luz de cerca de 2,50 m. Bibliografía: (Niemeyer 1979, 221-258). 3.29.- VÉLEZ MÁLAGA-Manganeto, Almayate Bajo. Los hornos se encuentran situados al norte del yacimiento de Toscanos y su descubrimiento tuvo lugar en 1981, cuando una pala mecánica, que excavaba una zanja de cimentación para la construcción de un almacén, destruyó uno de los hornos. Antes de que finalizara ese año, durante los meses de septiembre y octubre se realizó la excavación sin que se agotasen las posibilidades del yacimiento. Los tres hornos localizados, aunque el número puede ser mayor, responden al modelo de hornos de planta circular con pasillo central y muretes laterales unidos con arcos (fig. 14.1). El horno nº 1, en el que se utilizaron adobes y ladrillos como materiales de construcción, tenía un diámetro de 5,5 m. Le faltaba toda la parte superior de la que dejaba sólo apreciar el arranque de la cúpula en el reborde de la parrilla. En cuanto a los materiales que se han asociado a su producción, hay que destacar la profusión de ánforas Dressel 14. El horno nº 2 se encontraba destruido hasta el hogar desde antiguo, por lo que los pocos datos que tenemos son relativos al diámetro exterior que era de 5,60 m. y a la altura del hogar de 1 m. Por último, el horno nº 3 ha sido el que más datos nos ha proporcionado. Ni conservaba la parrilla ni la cúpula de cubrición; el diámetro exterior era de 5,50 m, la longitud y anchura del praefurnium de 1,30 m; el pasillo central tenía una anchura de 1,20 m.; 1,90 m. era la altura hasta los arcos y 2,40 m. hasta la parrilla. La posibilidad de excavar una parte del vertedero facilitó buena información sobre este último y vimos que nos ofreció el mayor número de cerámica; junto a los materiales de construcción y cerámica común, destacan las ánforas, en éste horno debieron cocerse los siguientes tipos: Beltrán IIB, Dressel 17, Dressel 20 y vinarias derivadas de la Dressel 2-3. La ausencia en este taller de las ánforas Dressel 7-11, de principios del Imperio que se fabricaban, por el contrario en Toscanos, permite señalar una diferencia cronológica entre ambos talleres y, por qué no, un traslado de la fabricación de un lugar a otro. Manganeto empezaría su actividad en la segunda mitad del siglo I y su cese pudo tener lugar a mediados del siglo II, aunque esta fecha hay que tomarla con cautela al quedar en el yacimiento hornos que aún no han sido excavados. Bibliografía: (Arteaga 1985, 176-192). 3.30.- VÉLEZ MÁLAGA UTM. 397210/4.073930. Movimientos de tierra para la plantación de aguacates produjeron el descubrimiento de este horno, uno de los mejores conservados de nuestra provincia. 187 Es de planta circular con un diámetro aproximado de 3 m. Presenta pasillo central -de 0,72 m. de ancho y una longitud de 2,90 m.- y muretes laterales, tres a ambos lados, de espesor variable, los centrales tienen una anchura de 0,50 m. y la altura 1,40 m. Sobre ellos arcos de medio punto en los que se apoya la parrilla de 0,30 m. de espesor. Sus orificios rectangulares están en torno a los 0,21 por 0,09 m. La cámara de cocción se ha conservado hasta una altura aproximada de 1m., mientras que la conservación del praefurnium es muy escasa (fig. 9.2). Para su construcción se utilizaron adobes de distintos tamaños, si bien predominan los de 0,46 por 0,32 por 0,08 m. que se utilizaron para la pared del hogar y los de 0,33 por 0,32 por 0,10 m. para los muretes y los arcos. Como material de unión se empleó el barro. En cuanto a la producción de este horno habría que hablar, con mucha probabilidad, de materiales de construcción. Bibliografía : (Recio, Cabello y Martín 1989, 21-24). 4.- Valoración histórica. De los yacimientos que hasta la fecha hemos podido reunir en este corpus, aunque no ha sido posible localizar en todos los casos los hornos, estamos en condiciones de confirmar su actividad alfarera por la presencia de moldes para la fabricación de formas decoradas, adobes vitrificados, escorias, piezas pasadas de cocción, etc3. Según la sistematización que realizó M. Sotomayor de los hornos romanos en Andalucía (Sotomayor 1997, 9-26), en el territorio malacitano están representados los siguientes: 1.-Hornos de planta circular, de esta variante tenemos: el 1.1, parrilla sustentada solamente por columna o pilar central, al que pertenecen los hornos números 1-3 y 5 de la “Finca del Secretario” de Fuengirola, el nº 1 de los localizados en Málaga en calle Almansa-Cerrojo y uno de los dos de C/Carretería, el horno N de Huerta del Rincón en Torremolinos y el horno A de Torrox-Costa y posiblemente el nº 2 de la Cizaña. En todos ellos un pilar de algo más de 1m. de diámetro es el elemento que sustenta la parrilla. En cuanto a los tamaños: el más pequeño de este tipo es el horno N de Huerta del Rincón con un diámetro de 1,80 m. y un praefurnium de 1 m, y el mayor es el A de Torrox-Costa con 4,5 m. de diámetro, aunque los más frecuentes son los de 3 Anterior a los hornos romanos localizados en nuestra provincia, tenemos el excavado en el Cerro del Villar, fechado en el siglo V a.C., cuando el lugar había sido ya abandonado por los fenicios. Su planta es circular con un diámetro de 5 m.y con pilar central hecho de adobes, de 0,80 m.(Aubet et alii 1999, 79-80). Algo más tardío es el horno ibérico localizado en Ronda y fechado entre finales del siglo V y el IV (Aguayo, Castilla y Padial 1992, 339-342). Por sus características, pertenece al tipo B-6 de Broncano y Coll (1988, 187-228) del que se conocen otros ejemplares como el del Cerro de los Infantes, algo más antiguo, finales del VII inicios del VI, el de Cerro Macareno de fechas similares al de Ronda y el más reciente el del Pajar de Artillo del siglo II a.C. Por último, mencionamos el alfar ibérico de Arroyo Hondo en Álora en el que, aunque no se han localizado hornos, por los materiales cerámicos encontrados se le ha signado una cronología entre el siglo III al I a. C (Recio 1982-83, 133-172) y el de Aratispi (Perdiguero 1994, 3-14). Encarnación Serrano Ramos diámetro de unos 3 m. Tampoco hay coincidencia en cuanto a la longitud del praefurnium, que oscilan entre 1, 2 y 4 m. que es la medida del horno nº 1 de C/Almasa-Cerrojo. El 1.3, parrilla sustentada por columna central y arcos radiales, está representado por el horno nº 2 de Cuevas del Becerro; en este caso el pilar central tiene una altura de 1,20 m. y de él parten 13 arcos, y posiblemente a este tipo corresponde también el horno G de Huerta del Rincón. Los hornos de estos dos tipos, 1.1 y 1.3, ubicados en la costa, fabricaron ánforas, cerámica común y materiales de construcción, a excepción del de Cuevas del Becerro, situado en el interior, del que sólo se le conocen los dos últimos productos. El 1.5, parrilla sustentada por una serie de muros transversales, está representado por los siguientes hornos: nº 1 de Cuevas del Becerro, posiblemente el de Cuevas de San Marcos, uno de los dos de Peñarrubia, el de La Fábrica en Teba que es de planta oval, el horno P de Huerta del Rincón, el B de Torrox-Costa y los tres localizados en Vélez Málaga: Toscanos, Manganeto y Vélez. De todos ellos el de mayor tamaño es el de Torrox con un diámetro aproximado de 7 m., mientras que en los restantes el diámetro suele oscilar entre los 2,5 m. en el de Cuevas del Becerro y los 3,30 m. del de Teba. Llama la atención la longitud del praefurnium del horno de La Fábrica con 3,80 m. y 0,55 m. de ancho. En cuanto a la producción tenemos: T.S.H. en el alfar de La Fábrica además de cerámica común; materiales de construcción en Cuevas del Becerro y en Vélez; común en el horno de Peñarrubia. Por último, en los alfares localizados en el litoral: Toscanos, Manganeto, Torrox-Costa y Huerta del Rincón fabricaron ánforas en grandes cantidades y en los tres últimos la producción se completó, además, con cerámica común y materiales de construcción 2. Hornos de planta rectangula: con esta planta sólo tenemos el tipo 2.1, parrilla sostenida por muros transversales con una galería central formada por el arco de cada muro, al que corresponde el horno de Bobadilla, según restitución de J. Beltrán, el de Campillos, el de Estepona por las noticias que tenemos, con mucha probabilidad el de Peñarrubia y por último, el segundo de C/ Carretería. La longitud en éstos oscila entre los 2,5 m. del de Peñarrubia y los 3,40 m. del de Campillos. En cuanto a la producción parece, a la luz de los datos que hay en nuestro haber, que los materiales de construcción y la cerámica común fueron los productos que se cocieron en todos ellos. Contamos también con otros hornos, que, por los escasos restos conservados, no ha sido posible determinar el tipo. En dos casos, a pesar de conservar parte de la cámara de combustión, ha sido imposible definir su forma, nos referimos 188 al horno nº 3 localizado en Málaga en C/Almansa-Cerrojo y al aparecido recientemente en Benalmádena. La producción en ambos casos son las ánforas tardías, en el de Almansa-Cerrojo, la Keay XIII, XIX y XXIII y en el de Los Molinillos (Benalmádena), la Keay XXIII, la Beltrán 68, además de imitaciones de cazuelas de la forma Hayes 23 y del tipo Ostia III, 267. De muchos de estos lugares sabemos que fabricaron material cerámico, aunque no han sido localizados los hornos. Citados por orden alfabético tenemos: Alameda; Antequera en Casería de la Mancha, en la finca el Castillón y en las proximidades de Santa María; Casabermeja; en Málaga capital en la ladera de la Alcazaba, en Puente de Carranque, El Coto y Haza Honda; Colmenares y por último Las Peonías en el Valle de Abdalajís. En cuanto a su producción tenemos: T.S.H. en los talleres de Alameda, El Castillón y Santa María, además en este último se elaboraron unas cazuelas que imitan formas de la cerámica de cocina africana, y respecto a la cerámica común hay constancia en el Castillón y en Casería de la Mancha. En los talleres localizados en Málaga ciudad, junto a las cerámicas comunes, la producción fue mayoritariamente de ánforas. De este modo en el de Haza Honda tenemos la Beltrán I, III y IV; en el del Puente de Carranque la Dressel 18 I y las Beltrán I, II y VI y en el de la ladera de la Alcazaba la Dressel 18 y la Beltrán I. Respecto al teatro romano M. Casamar menciona la existencia de un horno sobre el lugar donde estuvo la cauea y cuya producción debieron ser las ánforas tardías que se utilizarían para envasar los salazones, industria muy presente en esta zona de la ciudad, como ponen de manifiesto los viejos y nuevos descubrimientos. Materiales de construcción se elaborarían en el Coto, Casabermeja y en el Valle de Abdalajís. Y por último, en Colmenares se citan las ánforas Beltrán I y II. Finalmente, habría que hacer referencia a un posible alfar de ánforas Beltrán IIA1 en el Paseo de los Tilos, y a dos pequeños hornos, uno en Torremolinos el K y otro en Fuengirola en la “Finca del Secretario”, el nº 4. Dadas las pequeñas dimensiones de estos dos últimos hornos y al estar formando parte de dos de los conjuntos alfareros más importantes de nuestra provincia, se podría pensar en la cocción de tapaderas o recipientes de pequeño tamaño. Los talleres del litoral malagueño van a fabricar a lo largo de cinco siglos ánforas para la industria de salazones a la que tanto tiempo se dedicó las costas malagueñas4 y sólo de manera muy puntual ánforas olearias y vinarias. Pero, antes de seguir con este tema, tendríamos que remontarnos a la época fenicia en la que la producción y comercialización de 4 Sobre la importancia de la industria de salazones en nuestra ciudad habla Estrabón (III, 4, 2) y la inscripción de Publius Clodius Athenius (C.I.L VI, 9677) representante en Roma de los intereses de los industriales del garum malacitano. Recientemente el tema lo han tratado: (Mora y Corrales 1997, 27-59; Corrales 1993-94, 243-260). Alfares y producciones cerámicas en la provincia de Málaga. Balance y perspectivas salazones contaba con una larga tradición. No obstante, será a partir de los dos siglos anteriores al cambio de era cuando esta industria adquiera una importancia cada vez mayor en la economía del litoral mediterráneo (López Castro 1995). Muy esclarecedores para nuestra provincia son los datos que nos proporcionan los yacimientos ubicados en la desembocadura del río Vélez (Arteaga 1981) y más concretamente el del Cerro del Mar, donde, junto a una factoría de salazones, situada en la ladera del cerro (Arteaga 1981, 122), habría que destacar la presencia de ánforas Dressel 18, en las que se observa claramente una evolución desde los tipos más antiguos hasta los tardo republicanos y augusteos (Arteaga 1985, 207-211), sin que hasta el momento se hayan localizado los alfares. Aunque este tipo será sustituido por las ánforas Beltrán I, II, III, IV y VI en torno a los inicios del siglo I d.C., la producción del ánfora Dressel 18 podría llevarse hasta mediados del siglo I d. C en algunos alfares (Mora y Corrales 1997, nota 6). Respecto a la época imperial, la producción de salazones se incrementó considerablemente. El primer alfar que encontramos en la zona oriental de la provincia de Málaga es el de Torrox-Costa que comenzaría su actividad en época augustea, a tenor de los tipos más antiguos de las ánforas Beltrán I allí fabricadas y que debió de perdurar hasta el siglo V. En este taller se fabricaron las siguientes formas: Beltrán I, II, Keay XIII, XIX y XXIII. También la época augustea podía ser la fecha del inicio del alfar de Toscanos, situado en la margen derecha del río Vélez y en el que se fabricó la forma Beltrán I, mientras que en la otra margen se conocen zonas de almacenaje y piletas. Será hacia mediados del siglo I cuando comience la actividad de los hornos de Manganeto, al norte de Toscanos, en el horno 1 está presente la Dressel 14 y en el 3 la Beltrán IIB, Dressel 17, 20 y vinarias derivadas de la Dressel 2-3, producciones que perdurarán hasta mediados del siglo II d.C. En el caso de Malaca, su actividad alfarera va siendo cada vez mejor conocida. En las excavaciones del teatro hemos localizado ánforas Dressel 18 y Beltrán I con evidentes defectos de cocción, lo que confirma, a nuestro juicio, una producción en las cercanías (Serrano 2000, 61). También sabemos de la aparición de un horno sobre las gradas del teatro que pudo ser uno de los que fabricaron ánforas para la industria de salazones que se desarrolló en este sector de la ciudad durante el Bajo Imperio. En C/ Carretería volvemos a encontrar el ánfora Dressel 18, además de la Beltrán IIA, III, IV y posiblemente V. La producción de este horno puede relacionarse con las piletas localizadas en C/ Especerías 14-16 (Iñiguez y Mayorga 1992, 355-359) y con el reciente hallazgo de C/ Compañía. Tenemos mayor información sobre los talleres situados en la margen derecha del río Guadalmedina. En concreto en el alfar de Almansa-Cerrojo se fabricaron los siguientes tipos: Dressel 18, Beltrán IV, V, Keay XIII, XIX, y XXIII, actividad que se relaciona con las piletas halladas en las excavaciones de C/Cerrojo nº 6 (Mora 1990, 241; Peral, Iñiguez y Mora 189 1990, 277 ss.) y 24-26 (Pineda de las Infantas 2002, 479489). El lugar es el adecuado para este tipo de industrias, cerca del mar y junto a un río. Curiosamente hasta mediados del siglo pasado se mantuvo en ese mismo sector de la ciudad una industria conservera. Más hacia poniente, entre el Guadalmedina y el Guadalhorce, nos encontramos con el alfar de Puente de Carranque en el que nos volvemos a encontrar con la Dressel 18, Beltrán I, II y VI, y con el posible taller del Paseo de los Tilos con ánforas Beltrán IIA1. Algo más alejado de los anteriores se encuentra el de Haza Honda, donde están presentes los siguientes tipos: Beltrán I, III y IV, y cuya actividad se llevaría a cabo desde la época augustea hasta el reinado de Nerón y su cese pudo deberse, como así ha señalado J. Beltrán y M.L. Loza, o bien a las circunstancias adversas del momento o a la dificultad que plantean los aluviones fluviales en la zona (Beltrán y Loza 1997, 128). Gran actividad debió desarrollarse en el entorno de la desembocadura del río Guadalhorce, no obstante, no vamos a detenernos en las etapas más antiguas, hoy muy bien conocidas (Aubet 1995), sino que nos centraremos en la época romana para la que contamos con una referencia sobre la existencia de unos hornos en el cerro del Villar (Arribas y Arteaga 1975, 7) y de la presencia de piletas de salazones mencionadas por Rodríguez de Berlanga en los siguientes lugares, Cortijo de la Isla en el Cerro del Villar (Rodríguez 1903, 168; Arribas y Arteaga 1975, 7), San Julián (Rodríguez 1903, 169) y en la finca El Pilar o La Cizaña (Amador 1909, 46-52; López 1971-73, 54), precisamente en este último lugar se han excavado en los últimos años dos hornos destinados a la producción de ánforas de salazones y parte de un almacén. Es posible, como han señalado J. Beltrán y M. L Loza, que esta zona, junto con la de Haza Honda, Puente de Carranque y Paseo de los Tilos, formaría una ensenada marítima que estaría relacionada con Malaca (Beltrán y Loza 1997, 121122). Aguas arriba del Guadalhorce se ubica el yacimiento de Colmenares, en el que se menciona la presencia de ánforas Beltrán I y II. Es de todos los alfares productores de ánforas el situado más al interior. A escasos kilómetros de éste se halla el de Huerta del Rincón, excavado recientemente y que aún está a falta de un estudio pormenorizado de sus materiales. Sabemos que tuvo una producción muy variada, las ánforas Beltrán II, III, IV, V, VI y las Keay XIII, XIX, XXIII y XXV se fabricaron en este taller, lo que nos indica una actividad alfarera sin interrupción durante cinco siglos. Actividad que, como ya hemos señalado, pudo estar relacionada con la industria de salazones ubicada en las proximidades. Antes de llegar al complejo alfarero de la “Finca del Secretario” en Fuengirola, nos encontramos con el alfar de Los Molinillos en Benalmádena que desarrolló su actividad en época bajo imperial y en cuanto a su producción, a tenor Encarnación Serrano Ramos de los datos que tenemos, fueron las ánforas Keay XIII, XXIII y Beltrán 68. El último taller que conocemos en nuestra provincia en este sector de la costa occidental es el de la “Finca del Secretario”, un importante complejo con cinco hornos y con una producción de ánforas Beltrán IIA, Keay XIX, XXIII y XXV. A tenor de los datos disponibles, creemos que inicia su actividad en el siglo I y tiene una perduración hasta el V. Como en los casos anteriores, estas ánforas se pueden relacionar, como en la mayoría de los casos, con las piletas de salazones localizadas en el entorno. La presencia de ánforas olearias en algunas de nuestras officinae hay que ponerlas en relación con la comercialización del aceite. La zona que debió tener mayor actividad en época romana, según los testimonios proporcionados, fue la comarca antequerana (Corrales 1997-98, 89-113; Romero 1997-98, 115-141) El producto sería transportado vía fluvial en recipientes ligeros como odres hasta el puerto para ser embarcado al lugar de destino, como ha señalado Darío Bernal (1997, 240). Esto explicaría la ausencia de las ánforas Dressel 20 en la comarca antequerana, máxime si recordamos que una Dressel 20 vacía pesa entre los 28 y 30 kg y llena entre 80 y 100 kg lo que no aconsejaría el transporte por tierra a larga distancia (Ponsich 1988, 22 nota 11). Por el contrario, sabemos de la fabricación de este ánfora en las siguientes officinae: Almansa-Cerrojo, con posibilidad en Carretería, Huerta del Rincón y Manganeto. Además en varios yacimientos de la costa malagueña hay constancia en unos casos e indicios en otros de la fabricación de aceite, como queda testificada por la presencia en Torremolinos de una habitación con el suelo de ladrillos y una estructura de 1’30 m. por 1 m. que está recorrida por un canalillo y que hemos interpretado como el ara de una prensa (Serrano, Baldomero y Castaños 1991, 153). No ofrecen dudas los testimonios que han sido localizados en Los Molinillos en Benalmádena y que corresponden a un torcularium de ara cuadrata y pavimento de opus spicatum. Actividad que sería sustituida siglos después por la industria de salazones (Pineda de las Infantas 2002). Además, la fabricación del tipo Keay XIII (Dressel 23) en este yacimiento puede servir para fijar el final de esta actividad en el citado lugar antes de pasar a los salazones. Sabemos también que la Dressel 23 se fabricó en otros alfares malagueños como el de C/ Almansa- Cerrojo, Torrox-Costa y Huerta del Rincón. Como acabamos de ver, la producción de los talleres de la costa está en función de la industria de las salazones y excepcionalmente del aceite y vino, por lo que, además de ánforas, fabrican aquellas formas que se van a utilizar en el proceso de elaboración del garum o para el transporte del producto de mejor calidad. Esto lo hemos podido ver con total claridad en el alfar de Torrox-Costa, y se puede intuir en otros del litoral malagueño. Esta actividad alfarera, que en la mayoría de las officinae mencionadas se había iniciado en la época augustea, cesa durante el siglo II en la cuenca del río Vélez y en otras relacionadas con Malaca, como es el caso de la de C/Carretería y de algunas de las situadas entre los ríos 190 Guadalmediana y Guadalhorce, aunque la de Haza Honda debió interrumpir su producción en época neroriana. Para la época del Bajo Imperio los alfares que continúan son los de Torrox- Costa, en Malaca el de la Ladera de la Alcazaba y el de C/Almansa-Cerrojo, en Torremolinos el de la Cizaña y el de Huerta del Rincón y en Fuengirola en el de la “Finca del Secretario”. Y además en esta época inicia la actividad el de Los Molinos en Benalmádena. En algunas de estas officinae hemos detectado la presencia de ánforas Dressel 18; en otras, como el de la ladera de la Alcazaba, tenemos constancia de su fabricación. Estas ánforas serían la unión de una tradición que arranca de la época púnica y cuya producción puede prolongarse hasta mediados del siglo I d.C. La actividad industrial se verá, finalmente, interrumpida en nuestro territorio en la primera mitad del siglo V, lo que debió originar una crisis económica considerable. El panorama que encontramos en los alfares del interior es totalmente diferente: en cuatro, se fabrica sigillata hispánica, talleres que deben estar vinculados con ciudades, aunque sólo conocemos los nombres antiguos de los antequeranos: Singilia Barba y Anticaria. Ahora bien, estos alfares, además de la vajilla de mesa, produjeron otros utensilios y así en el taller de Singilia se fabricó también cerámica común y posiblemente materiales de construcción, igual que en el de Teba y en el de Santa María. En el caso de Alameda, al disponer de menor información, no podemos confirmar esto. Los otros talleres de la Depresión de Antequera (Casería de la Mancha, Cortijo de las Monjas, Cortijo Maquinilla, Cuevas del Becerro, Peñarrubia y Las Peonías), sólo fabricaron cerámicas comunes y materiales de construcción. Pero van a ser las producciones del Castillón, Teba y Peñarrubia las que nos aporten mayor información y, además, las cerámicas comunes allí fabricadas presentan cierta uniformidad, como a continuación veremos. Se han contabilizado las orzas, cazuelas de diferentes tipos, morteros, barreños, jarros, tapaderas, pucheros, vasijas para provisiones y ungüentarios (Serrano 1997b, 217-23). Predominan los recipientes de cuerpo abultado, fondo estrecho que se ensancha hacia la mitad y vuelve a estrecharse para dar lugar al cuello y los hay con o sin asas. Estas características las encontramos en las orzas, en los jarros de boca trilobulada, en los pucheros y en los recipientes para guardar provisiones y en los ungüentarios. Tienen también en común la atmósfera oxidante-reductora durante la cocción y el poco cuidado de sus superficies, lo que nos permite ponerlos en relación con la cocina. En lo que se refiere a la vajilla de mesa, al menos en esta zona, pensamos que la producción de sigillata hispánica evitó que se elaboraran tipos en común con esta finalidad. El radio de expansión que tuvieron estas producciones debió de ser bastante reducido, no sólo en lo que se refiere a la vajilla de mesa, sino también en lo referente a la cerámica común, pues, pensamos que cada ciudad tendría su propio alfar en el que elaborarían todos los productos de arcilla cocida que demandaba la ciudad y el entorno. Alfares y producciones cerámicas en la provincia de Málaga. Balance y perspectivas 5.- Perspectivas de investigación. Mientras que la producción anfórica se interrumpe en ciertas officinae de la costa en el siglo II, como hemos señalado líneas arriba, en las del interior, por esas mismas fechas, cesa la fabricación de la sigillata hispánica coincidiendo con la llegada de la vajilla de mesa africana. No obstante, pensamos que el cese de fabricación de T.S.H. no debió de afectar a las otras producciones como la cerámica común y los materiales de construcción. Lo que si parece que se produjo fue un ligero cambio en los utensilios domésticos, como hemos podido observar en algunas villae del interior y, sobre todo, en las producciones de los talleres del litoral que permanecen activos. La mayoría de nuestros alfares, independientemente del lugar de su ubicación, lo normal es que fabriquen más de un producto, y precisamente la poca información que tenemos puede contribuir a que consideremos que en muchos alfares la producción queda reducida a materiales de construcción. De este modo en los talleres del interior la T.S.H. se complementa con cerámica común y materiales de construcción, mientras que en la costa lo normal es que además de ánforas se fabrique común, ladrillos y tegulae. Por último, en el caso del territorio malacitano, sería necesario un estudio en profundidad de las officinae recientemente descubiertas para ampliar el conocimiento de la industria alfarera en nuestra provincia. 6.- Bibliografía. AGUAYO, P., CASTILLA, J. y PADIAL, B. (1992): “Excavación de urgencia en el casco antiguo de Ronda. Calle Armiñan nº 39, 41, 43 y Aurora nº 16. 1989”, AAA/90, III, pp. 339-342. AGUAYO, P. ET ALII. (1992): “Excavaciones arqueológicas de urgencia en el yacimiento del pueblo de Cuevas del Becerro (Málaga) 1990”, AAA/90, III, Sevilla, pp. 343-348. AMADOR DE LOS RIOS, R. (1909): Catálogo de los Monumentos Históricos y Artísticos de la Provincia de Málaga, Madrid. ARRIBAS, A. y ARTEAGA, O. (1975): “El yacimiento fenicio de la desembocadura del río Guadalhorce (Málaga)”, Cuad. Preh. Gr. Serie Monográfica nº 2, Granada. ARTEAGA, O. (1981): “Las influencias púnicas. 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