Queridos padrinos de las escuelitas de Kangarukia y de Kaeris

Transcripción

Queridos padrinos de las escuelitas de Kangarukia y de Kaeris
Queridos padrinos de las escuelitas de Kangarukia y de Kaeris,
Acabo de volver de visitar las escuelitas de vuestros apadrinados en
Turkana y estoy realmente emocionada de poder transmitiros lo que
significa vuestra ayuda allí para esos pequeños y sus familias.
Tras recorrer kilómetros de terreno árido, tierra y piedras tan sólo
salpicadas por acacias y arbustos secos, llegamos a un núcleo de mañatas
– chabolas de ramas entrelazadas y paja – entre suaves colinas. Mañatas
que siendo el hogar de estas familias cuentan en su interior tan sólo con
una esterilla, algún cuenco de madera y un bidón de plástico, que guardan
cuidadosamente porque es su único recipiente para ir a buscar agua.
POBLADO TURKANA
MADRES ESCUELA
En medio de estas sencillas “cabañitas” se encuentra la escuelita de
Kangarukia, una construcción sólida, amplia, que cuenta con un gran aula
y un dormitorio para profesores, un comedor cubierto exterior, una
“cocina”, un almacén con la comida y la medicación básica, una “sala de
profesores”, una letrina, un pozo y una huerta.
COMEDOR EXTERIOR
COCINA
ALMACÉN
FOGÓN (¿!)
Llegamos al caer la tarde, nos reciben con verdadero entusiasmo el
profesor, la cocinera, el guarda y 99 de los 125 niños inscritos en el centro.
Nos dan la bienvenida cantando, bailando, saltando de alegría. El profesor,
Carlson, nos explica que en la escuelita trabajan dos profesores, pero que
el comité de padres, formado por los representantes de mayor prestigio
en la población, colabora en el centro activamente.
Cuando la Hermana Olinda inició la construcción de esta escuela
financiada por la Fundación Pablo Horstmann se fue creando, en sucesivas
negociaciones con los representantes máximos de estas familias que
poblaban un área extensa de terreno, la necesidad de que asentaran sus
mañatas más próximas a la escuela y se involucraran en el sostenimiento
del centro. Aportaron arena y acarrearon agua durante la construcción,
pero quizás lo más significativo es que crearan un comité de voluntarios,
el consejo de padres, que se responsabiliza desde entonces de diversas
tareas: un presidente del consejo de padres, un secretario, un tesorero, un
encargado del almacén, un responsable de la limpieza del centro, dos
cocineras que preparan la comida para los niños y un guarda. Todos
voluntarios, que se implican en la escuelita porque son conscientes del
valor que tiene el centro para sus familias. El consejo de padres exige a la
comunidad que se comprometa a aportar el agua, la leña y el carbón.
Recientemente se perforó un pozo para tener agua allí en la escuelita, del
que extraen agua con una bomba manual para la higiene y la comida. El
consejo de padres tuvo la iniciativa de crear una huerta al lado del pozo,
huerta que cuida por sectores cada familia. Tienen plantados sorgo, punde
( similar a acelga), caña de azúcar, tomates, sandías… ¡una maravilla en
ese terreno tan seco! Esta iniciativa es toda una revolución, la primera y
única agricultura que practican, dado que antes no tenían ni agua ni
semillas. Cada familia trae el abono de sus cabras y se encarga del riego de
una zona.
HUERTA
POZO
Todos los padres de familia se reúnen con la Hermana Olinda
mensualmente para hacer una evaluación de las actividades de la escuela
y de la huerta comunal.
Los dos profesores son las únicas personas alfabetizadas, y se dividen los
niños para su educación en dos grupos de edades. Cantan, bailan,
aprenden los números y las letras, pero sobre introducen a los niños, que
sólo hablan turkana con sus familias, en los idiomas oficiales en los que
luego cursarán estudios primarios: el kiswahili y el inglés.
Nos rodean niños vestidos con un sencillo uniforme verde, calzados con
los zapatos que les enviamos hace meses, bastante sucios pero con sus
caritas resplandecientes, alegres y excitados con la celebración. Nos
cantan canciones de agradecimiento a los padrinos por ocuparnos de
ellos, canciones de agradecimiento por la comida que reciben. Realmente
para esa población la escuelita no sólo es un centro educativo, sino que
los padres lo consideran un “centro de rehabilitación nutricional”, dado
que es a través del centro como logran asegurar la comida diaria a sus
hijos, y con ello la supervivencia en esa región donde la hambruna se lleva
a puñados a sus pequeños prematuramente al cielo.
El jefe del consejo de padres me regala una cabra, máxima expresión de
agradecimiento allí, muestra de la importancia que dan a vuestras
donaciones . Carlson, el profesor, me transmite la necesidad de un mejor
cerramiento del recinto, de la necesidad de un horno para la cocina y de
algún columpio para los niños, además de un pequeño cuarto para la
profesora, dado que sólo cuentan con un pequeño habitáculo que de
momento tienen que compartir.
La Hermana Olinda tiene para todos una palabra cariñosa, un gesto
atento, con dulzura pone orden entre tanta algarabía. Nos vamos con la
sensación de que ese centenar de niños tienen por fin un sitio digno
donde aprenden una educación rudimentaria que les abre las puertas a su
escolarización primaria ( para lo que tienen que hablar inglés y kiswahili y
que antes les resultaba imposible), donde comen, cuidan de su higiene y
salud básica y son felices compartiendo juegos con sus amigos. Pero
también nos vamos con la sensación de que toda la comunidad se ha
estructurado y organizado para aportar cada uno lo que puede al centro,
al que consideran uno de sus mayores bienes.
Al día siguiente visitamos la escuelita de Kaeris, una población que vivía
aún más dispersa en las montañas, y donde muchas familias decidieron
asentarse recientemente alrededor del centro para poder traer a sus hijos
a la escuelita. Ahora son ya 145 alumnos! Se repitieron las entrañables
canciones y bailes de bienvenida, y aquí el consejo de padres nos brindó
un auténtico homenaje, entregándonos tras un ceremonioso ritual
múltiples regalos de madera artesanal que os haremos llegar, aparte de
dos gallinas. Nosotros les entregamos sus uniformes nuevos a los niños.
Como madrina de esos niños me siento orgullosa de participar en este
proyecto y espero poder haberos transmitido la cantidad de bienes que
promueven las Hermanas Misioneras Sociales de la Iglesia gracias a
vuestro apoyo. En nombre de los niños y de su familiares, ¡¡¡ GRACIAS DE
TODO CORAZÓN !!!

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