03-32 Dom. Ordinario 13 - Año C I Rey.19.16-21 // Gal.5.1

Transcripción

03-32 Dom. Ordinario 13 - Año C I Rey.19.16-21 // Gal.5.1
03-32 Dom. Ordinario 13 - Año C
I Rey.19.16-21 // Gal.5.1 y 13-18 // Lc.9.51-62
Francesco di Bernardone era el orgullo de su padre, un “nuevo rico” comerciante en la ciudad de
Asís, Italia, al comienzo del siglos XIII. Era un joven apuesto, alegre, bien parecido, con talento musical,
siempre rodeado de amigos, y él mismo el ‘alma’ de sus fiestas. Era la niña del ojo y la esperanza de su
padre, que le consentía con dinero en todos sus caprichos. Pero cuando le tocó la mano del Crucificado
en la persona de un leproso en el camino, Francesco hizo un viraje radical en su vida. En un enfrentamiento dramático en la plaza pública de Asís entre él y su padre, en presencia del obispo y del pueblo,
tuvo que optar entre su padre con su mundo de dinero y de lujo, - y el Cristo del Evangelio. Optó por el
Cristo pobre: se desnudó en público, y arrojó a los pies de su padre sus vestidos costosos de seda y carmesí, diciendo: “Hasta ahora te he llamado ‘padre’ en la tierra. Pero en adelante digo ‘Padre nuestro’
sólo a Aquél que está en el cielo”. El padre, furioso, lo desheredó y rompió todo lazo con él. Y Francesco,
así liberado de toda atadura material y familiar, se entregó a Doña Pobreza, hasta el día de su muerte. –
Tres Llamados al Seguimiento de Jesús (Lc.9.57-62)
Las diferentes culturas a través de la historia humana tienen, cada cual, su propia ‘escala de
valores’, - es decir: un cierto orden en que se cualifican y persiguen los diferentes valores que dan sentido a la vida del ser humano. En el mundo de Asiria el valor supremo era el brutal poder militar. En el
mundo de Grecia era la filosofía. En el mundo Romano era el poder político aplastante. En el mundo de
la España del siglo XVI era el honor caballeresco. En la Europa occidental del s.XVIII-XIX era el mercantilismo. En el mundo marxista era el Estado colectivista. Y en nuestro mundo actual es Don Dinero por
encima de todo. - Pero la ‘escala de valores’ que Jesús nos propone, nos invita a vivir a contrapelo de
todos esos valores o ideales mundanos. Nos propone una ‘escala de valores’ al revés: “perder la vida,
para encontrarla” (Lc.9.24): ¡locura total! El primer caso (v.57-58) es de aquella persona, bien intencionada, que ve al grupo de discípulos
que andan con Jesús por todas partes, y que dejaron casa, mujer, hijos y profesión, para seguirlo. Le entusiasma, y quiere juntarse al grupo: “Te seguiré adondequiera que vayas”. Pero Jesús le echa encima un
balde de agua fría: “¡Hombre, piénsalo bien, porque te llevaría conmigo al Calvario! Y mientras tanto
tendrías que vivir confiando totalmente en la mano providente de Dios: pues las zorras tienen guarida y
las aves su nido, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza. Pues yo mismo soy extranjero en esta tierra, sin cédula de ciudadanía: mi casa es el cielo. A mí mismo acaban de negarme posada
por la noche (v.53). Así que: ¡piénsalo bien, antes de arriesgarte!” – Lástima que no sabemos cómo reaccionó: ¿aceptó el reto? Otro ‘joven rico’, ante el mismo reto, se echó para atrás (Lc.18.18-23). En el segundo caso (v.59-60) es Jesús mismo quien toma la iniciativa, e invita a cierto individuo a
juntarse al grupo y seguirlo. ¿Por qué habrá invitado especialmente a éste? ¿Sería que había nacido con
unas cualidades especiales, sea de carácter, sea de quilate moral, - de modo que Jesús ve en él ‘madera’
para convertirlo en un San Pablo o un San Juan? Comoquiera que fuese, Jesús lo invita. – Pero el joven,
en su respuesta, tiene toda la razón: la misma Palabra de Dios le había enseñado que es deber en conciencia asistir a los padres ya ancianos y, más aún, no abandonarlos a su suerte cuando mueren (vea Sir.
3.12-16). Pero hay casos donde aún esta ‘escala de valores’ es superada por un bien aún mayor, como
aquí: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí” (14.26; vea Ex.32.25-28):
¡Jesús se atreve a presentarse a sí mismo como el valor supremo! De ahí su reacción fulminante y brutalmente chocante: “¡Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú, en cambio, vente a anunciar el
reino de Dios!” - ¿Cómo habrías reaccionado tú ante un reto tan brutal?! –
El tercer caso (v.61-62) es como la vocación del profeta Eliseo (1ª lectura). Éste estaba arando
en el campo, cuando Elías le echó encima el manto de los profetas (vea Mt.3.4), llamándolo así a dejarlo
todo y dedicarse a la predicación. La primera reacción de Eliseo fue despedirse antes de sus familiares.
Mas luego recapacita, y rompe bruscamente con su vida anterior, quemando sus aperos y matando sus
bueyes (= todo su capital), y se va con Elías. – Así el caso de hoy, - que te invito a trasponer en términos
de nuestro mundo moderno: - si guías el automóvil, mira adelante, el ojo en la carretera, y no mires para
atrás: para que no causes un accidente mortal. Pues no se puede andar en dos aguas a la vez. Hay que
ser total e implacable en la renuncia, - como lo era San Pablo que sacrificó todo para “conocerlo a Él, y el
poder de su resurrección. No que yo ya lo tenga conseguido o que ya sea perfecto, sino que continúo mi
carrera por si consigo alcanzarlo, pues yo mismo he sido alcanzado por Cristo Jesús. Una cosa hago:
olvido lo que dejé atrás, y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta y alcanzar el
premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús” (Fil.3.12-14). –
“Endureció su Rostro para Ir a Jerusalén” (vv.51-56)
En San Marcos (10.32) leemos: “Iban de camino, subiendo a Jerusalén, y Jesús caminaba delante
de ellos; ellos estaban asustados, y los que lo seguían tenían miedo”. Sentían instintivamente que se estaban acercando al desenlace final de la misión de Jesús, y los presagios no eran nada tranquilizadores.
El nivel de hostilidad de las Autoridades había ido aumentando: ya estaban “confabulándose contra él,
para ver cómo eliminarlo” (Mc.3.6). - En v.51 San Lucas emplea una palabra excepcional, pero muy significativa cuando dice que “se iban cumpliendo los días de su asunción”. Esta palabra está tomada de lo
que, al final, le pasó al profeta Elías que, “fue asumido al cielo en torbellino, en un carro de fuego con
caballos de fuego” (vea II Rey.2.11). Así Jesús: el final de su carrera terrestre será ‘asumido’ al cielo (vea
Hch.1.11). - Pero primero tendrá que enfrentarse con su dolorosa Pasión. Para esto San Lucas alude a
una profecía de Isaías (50.7), al emplear la extraña expresión: “puso su rostro como pedernal”1 para
viajar a Jerusalén, para ofrecerse allí para el bien de toda la humanidad. Pero para cumplir esta misión
Jesús tuvo que hacerse violencia a sí mismo, cada paso que hacía en dirección a Jerusalén, es decir: al
Calvario. – Por esto, cuando Santiago y Juan quieren exterminar a ese pueblo de Samaritanos, sugieren
otra forma de violencia que va radicalmente en contra del propósito de Jesús: que no es perder, sino salvar: “No he venido para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvado” (Jn.12.47). De ahí que
muchos manuscritos del Evangelio tienen en v.55 las palabras: “No sabéis de qué espíritu sois. Porque el
Hijo del Hombre no ha venido para perder las vidas/almas de los hombres, sino para salvarlos”. –
La Verdadera Libertad (Gal.5.13-16)
Tanto los Judíos como nosotros los Cristianos (realmente, todo ser humano razonable) estamos
de acuerdo que necesitamos ciertas normas éticas para vivir una vida auténticamente humana, y no
meramente una vida como los brutos animales. La diferencia está en que el ideal ético del Antiguo Testamento estaba expresado en la Ley de 630 preceptos que pretendían regular todos los aspectos exteriores de la vida concreta. Era un peso ya agobiante como, por triste experiencia, confiesa el propio
Pedro que era “un yugo que ni nuestros padres, ni nosotros pudimos sobrellevar” (Hch.15.10). Pablo
mismo, antes de dejarse conquistar por Cristo, se esforzaba por observar toda esa Ley, pero tuvo que
confesar que se salva “no por las obras de la Ley, pues por las obras de la Ley nadie es justificado: pues
la Ley no da más que conocimiento de pecado” (Gal.2.16; Rm.3.20), pero no la fuerza interior.
El cambio radical que trajo Cristo es: que nos ‘reconstruye’ desde adentro, haciéndonos participar con Él mismo en su relación como Hijo predilecto del Padre. En adelante estamos facultados a vivir a
partir de la naturaleza de Dios mismo, y “¡Dios es Amor!”(I Jn.4.8). Así, “toda la Ley alcanza su plenitud
en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (v.14), según dice San Agustín: “Ama de
veras, y lo que entonces quieras, hazlo”, es decir: si tienes real amor desinteresado, preocupado solamente del real bien de tu hermano, entonces hazlo: ¡pues entonces no puedes desacertar, ni pecar! 1
La traducción litúrgica, que tiene aquí: “Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén”, elimina por completo tanto el
impacto chocante de la expresión que emplea San Lucas, como su alusión a la profecía de Isaías: ¡muy mal hecho!

Documentos relacionados