CRISTO, VERDADERA COMIDA Y VERDADERA BEBIDA
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CRISTO, VERDADERA COMIDA Y VERDADERA BEBIDA
CRISTO, VERDADERA COMIDA Y VERDADERA BEBIDA congregación de creyentes. INTRODUCCIÓN Quiero aprovechar este momento en nuestro estudio del libro de Hechos, para hacer un breve recuento. Antes de continuar, recordemos el propósito del E.S. mediante el libro de Hechos. Es mostrar que nada ni nadie puede detener la propagación del anuncio de Salvación en Cristo. 1. Lucas comienza recordando a Teófilo su primer tratado, donde le contó lo que Jesús hizo y enseñó. La vida y la labor de la iglesia se basa en la enseñanza y la obra de Cristo, dada a nosotros por medio del E.S. Hoy ustedes que están escuchando, viendo o leyendo, son parte de esta apasionante historia. Ustedes pertenecen a uno de dos grupos. O son parte ya del pueblo de Dios y por tanto anunciantes de la buena noticia que nadie ha podido detener, o son del grupo que Dios ha llamado a escuchar, y quiera Dios, a creer el anuncio de salvación en Cristo. 2. Jesús les dijo luego de darles la gran comisión, que esperaran en Jerusalén a que el E.S. les llenara. La Iglesia nada puede hacer por sí sola, necesita el poder del E.S. Que en manera práctica implica orar y descansar en lo que Dios hace en la comunidad, lo que provee a la iglesia en los dones y las circunstancias que produce alrededor. 3. Los sermones de Pedro en Pentecosstés y al sanar al cojo nos enseñan que la tarea que tenemos y el poder que recibimos es para anunciar la salvación que solo en Cristo existe. Entonces nuestro mensaje siempre debe tener una narración de la salvación ofrecida, la muerte que salva, la resurrección que indica que la salvación es una realidad. Que basado en ello debemos llamar al arrepentimiento, y que Dios da ese arrepentimiento a quien quiere, lo trae al Reino de Dios, y lo hace un miembro más de la iglesia para llevar el evangelio, y así sigue el espiral, hasta llenar la tierra del mensaje de salvación. 4. Por último, estamos viendo también que hay oposición. Al comienzo fue externa y se tornó más violenta. Pero también se empieza a evidenciar el ataque desde dentro. Vimos a Ananías y Safira dañando con su mala intención de engañar la preciosa unidad que vemos en los primeros 4 capítulos. Y hoy veremos otro problema interno, desde las entrañas de la Veamos el relato de hoy, Hch. 6:1-7. El título de nuestro sermón de hoy es: Jesús, verdadera Comida y verdadera Bebida. Y está dividido en dos puntos, La Mesa de las Viudas y La Mesa de la Palabra. LA MESA DE LAS VIUDAS Lo primero que nos dice el pasaje es que el número de los creyentes seguía creciendo, y que tenían un ministerio de misericordia, que consistía en dar comida a las viudas. En esa época, las mujeres que ya no tenían esposo y probablemente tampoco hijos, no tenían forma de provisión, y no había un programa estatal para ellas, estaban desamparadas. La iglesia entonces, mostraba en forma práctica la misericordia de Dios, alimentándolas. Así también anunciaban en forma vívida al mundo, que Jesús vino a restaurar todas las cosas, a solucionar todo lo que el pecado había dañado. Esta mesa entonces, era una forma de anunciar la Salvación que había venido. Ahora, los problemas. Murmuraciones acerca de la repartición. Los judíos de esa época, hacían una distinción entre los que habían nacido en Palestina, y los que no. Unos se creían “más pueblo de Dios” que los otros. Y esa rivalidad entró a la iglesia. De ambos grupos llegaron a ser creyentes, pero ahora, no sabemos si con razón o no, se hace manifiesto que esa rivalidad continuó, al punto que generó murmuración. Las murmuraciones implican que había envidia por no tener lo que otro tiene, y codicia, querer lo que ese otro tiene. El fin de la envidia y la codicia es el asesinato. Eso produjo la primera muerte. Caín tuvo envidia que Dios mirara con más agrado la ofrenda de Abel, y esa envidia lo llevó a asesinar a su hermano. Probablemente nosotros no asesinamos literalmente, pero sí en nuestros corazones. Tenemos una rivalidad, por los detalles como que a él le sirven más que a mi, entonces se colma mi paciencia y asesino a ese otro en mi corazón, sea porque derramo contra él palabras en su contra con los demás, y las palabras matan la imagen de ese otro en los demás, o sea porque lo borro de la lista de mis relacionados y no le hablo, ni le amo. Lo contrario a la codicia y la envidia es la generosidad y el contentamiento. Y Jesús es increíblemente maravilloso en eso. Es tan generoso que se entregó todo, y por unos que lo ofendieron e insultaron. No guardó rencor ni tuvo rivalidad con aquellos que lo despreciaron, al contrario se dio por ellos. Y Jesús, siendo Dios, estuvo satisfecho con el plan del Padre de darle forma humana, que en mucho es como “rebajarle”. Jesús estuvo contento con estar en el mundo sin tener dónde recostar la cabeza, y no deseaba ser rico o poderoso o exitoso a los hombres. Y estuvo confiado en que el Padre siempre hace lo mejor, aunque en ello estuviera la cruz. Tú y yo somos envidiosos, y deseamos lo que otros tienen, comparamos lo que somos y tenemos con los otros y nunca estamos satisfechos. Una y otra vez debemos ir a Jesús para entender que en él nada nos falta, y que tenemos exactamente lo que necesitamos, y tenemos todo para estar plenos y satisfechos. Cristo es nuestra porción, es nuestra herencia, Jesús es nuestro y nosotros de él. Cristo nos quita la razón de compararnos, porque todos seremos iguales a él. Lo triste para nosotros como cristianos, es que cuando envidiamos y codiciamos, inmediatamente se detiene o disminuye la capacidad de anunciar a Cristo. Y Cristo es la única verdadera necesidad esencial, más que el oxígeno, más que la comida y la bebida. Si esta murmuración crecía, podía hasta detener la Mesa de Misericordia para las viudas, ¡Qué pesar! Como cristianos, debemos desear intensamente dejar de murmurar, dejar de tener envidia y codicia. Deseémoslo de todo corazón, principalmente, porque estamos incapacitándonos reflejar a Cristo y continuar dando a otros con generosidad y alegría de corazón. Arrepintámonos de nuestras envidias y codicias, vayamos a Cristo, nuestro maná en que estamos totalmente satisfechos, nunca nos faltará y renovemos nuestro entendimiento que Cristo es la fuente de nuestra satisfacción, para beber de él libremente y continuamente. Cristo está ahí siempre para nosotros, sin medida. Cristo nos está haciendo como él, así de generosos y contentos como él, y nada o nadie puede detener ese proceso. Así que deseemos intensamente ser así, y pidámosle a Cristo que nos haga como él, generoso y satisfecho en Dios. Entender nuestra total y continua provisión en Cristo nos ayudará también a ser generosos. Seremos como Cristo y estaremos repartiendo amor, misericordia y a la fuente de Salvación por doquier, sin medida, porque nunca nos faltará. Y si nunca has comido y bebido de Cristo, pero tienes apetito, tienes sed de ser alguien aceptado, reconciliado, satisfecho en la provisión celestial, ven a Cristo, quien te dará sobreabundantemente, aún para que repartas y des con gran generosidad a los que te rodean. LA MESA DE LA PALABRA El otro detalle relevante al que me quiero referir es a la conclusión a la que llegaron los apóstoles “no es justo que nosotros dejemos la Palabra de Dios para servir a las mesas”. Unas rápidas anotaciones, primeramente de lo que NO significa. No significa que servir a las mesas es algo menos importante. La dignidad requerida, que podemos apreciar por los requisitos exigidos a quienes van a reemplazar a los apóstoles, y el hecho que ellos mismos primeramente hicieron esa labor, nos comunica que el ministerio de misericordia es MUY importante en la iglesia, y también quienes lo desempeñan. Quiero resaltarlo de nuevo. Dentro del servicio que hace la iglesia a la humanidad de anunciar el evangelio, NO hay un oficio que sea más honorífico o importante que otro. Lo que SI significa. Que dentro del propósito de continuar anunciando el evangelio que tiene la iglesia, como cuerpo que es, debe ser sabia en administrar los roles de acuerdo a las cualidades y llamados; debe organizarse. En este caso, los apóstoles fueron los recipientes originales de la enseñanza de Jesús y fueron los testigos oculares de su muerte y resurrección. Ellos además fueron comisionados directamente por Jesús para anunciar y discipular. Ellos al comienzo llevaron la enseñanza oralmente y también prácticamente al servir a las mesas, pero luego, cuando creció la dimensión del ministerio de misericordia, debieron tomar una decisión. U ocupaban el tiempo en servir a las mesas u ocupaban el tiempo en servir la Palabra y orar. Una vez más, observemos que NO significa. No significa que son los únicos en enseñar la Palabra u orar. Eso queda claro ya que vimos a todos orando juntos, y veremos a varios de los que aquí fueron elegidos para servir a las mesas más adelante predicando y anunciando el evangelio con mucha eficacia, intensidad y valentía, hasta la muerte. Lo que SI significa es que hay diferentes roles en la iglesia, y diferentes llamados. Pero yendo más allá de las circunstancias, lo importante es notar como Cristo nos provee su Palabra. ¿Qué sería de nosotros sin la Biblia, sin la obra de los apóstoles iniciando todo este movimiento de predicación a toda la tierra? La Biblia nos habla de Cristo, y Cristo es todo para nosotros. Por medio de la Biblia somos alimentados de nuestra necesidad más importante, Jesús. La Biblia es la fuente para beber de la Salvación en Cristo. Hoy todavía seguimos reflejando el modelo. Dios hoy sigue levantando pastores y maestros para que se dediquen al estudio de la Palabra, a la enseñanza de ella y a la oración. Somos privilegiados aquí en la iglesia el Refugio, porque tenemos entre candidatos a pastores, misioneros que van a entrenar líderes e iniciar nuevas congregaciones. Sea Dios bendiciéndonos para poder ayudarles en todo. Y la mejor manera de ayudar es apoyarles en oración. Oremos por ellos. Y estemos llenos de agradecimiento y adoración por Cristo, quien nos sigue alimentando de él y dándonos a beber de él por la Biblia. Jesús es la necesidad fundamental de todo creyente. Es también la necesidad fundamental de todo aquel que no es de Cristo. Y Cristo es nuestro alimento continuo, sin medida, jamás nos faltará. Demos gracias.