El segundo principio de la vida.

Transcripción

El segundo principio de la vida.
Sed de vida
Tercera Semana
P- Antes de comenzar la charla de hoy quisiera decirte que practiqué toda esta semana el
ejercicio de la respiración y verdaderamente es muy liberador. Es como sentir la vida a través
de la respiración. Y además pude percatarme de los espacios entre la inspiración y la
espiración y de la impermanencia del ritmo respiratorio, algo sobre lo cual no estaba atento
antes. Ahora, por favor: ¿puedes responder a la pregunta que dejamos pendiente?
R- El segundo principio de la vida el cual la mente no puede captar es en realidad la fórmula para
no sufrir. En este segundo principio se encuentra la clave para evitar el sufrimiento mental, aunque
debes entender que él se encuentra indisolublemente ligado al primer principio. Este segundo
principio reza así: Si quieres no sufrir, no te aferres, no te sujetes, no te apegues a aquello que es
impermanente.
P- ¿Eso quiere decir que si estoy sufriendo es porque estoy aferrado a algo?
R- Exactamente. Retomemos los ejemplos de la charla anterior. Si yo me aferro a que la ropa que
llevo puesta o los equipos que poseo me tienen que durar para siempre, al final voy a sufrir. Si me
apego a que mi cuerpo debe durarme para siempre en juventud y salud perfecta al final voy a sufrir.
¿Por qué crees que algunas mujeres sufren tanto?
Ahora bien, lo interesante de todo esto es que, así como me aferro a las cosas materiales también me
puedo aferrar a las cosas mentales. Por lo tanto, el apego a las ideas o a las emociones también trae
consigo sufrimiento. Por ejemplo; supongamos que tú y yo tuvimos una discusión ayer. Y en esa
discusión yo me molesté, me alteré, me enoje contigo. Hay una manera para que hoy yo continúe en
ese mismo estado de ánimo. Sencillamente continuar recordando, trayendo a la mente y
apegándome vez tras vez a la situación que dio lugar a mi enojo.
Por lo tanto, tácitamente sufro porque constantemente estoy trayendo a la mente objetos mentales
(cuando me refiero a objetos mentales tengo en cuenta: ideas, pensamientos, emociones, etc.), que
pertenecen al pasado o al futuro, los “clavo” y comienzo a energetizarlos, pensando en ellos.
P- Sé por experiencia propia de lo que estás hablando pues eso precisamente es lo que me
pasa. A veces no quiero pensar en algo, pero es cuando más lo hago y es como una bola de
nieve montaña abajo que va creciendo en tamaño y en velocidad y sencillamente no puedo
parar y eso me causa estrés, preocupación y sufrimiento.
R- Sí, así mismo es. La mente es una herramienta que se mueve constantemente de pasado a futuro.
Si analizas los pensamientos y le quitas su ropaje te vas a dar cuenta que casi todos pertenecen al
pasado o al futuro. Por eso casi siempre cuando estamos pensando nos estamos perdiendo el
presente que es en realidad el único momento en que trascurre la vida. Es decir, el estrés es
precisamente eso, una división. Tu cuerpo está aquí, ahora, tú estás respirando ahora y aquí, pero
con tremenda facilidad te has ido detrás de la mente al pasado o al futuro y estás dividido
energéticamente, pues tú no eres un cuerpo y una mente apartes. Tú eres una sola cosa. Y cuando
estás dividido de esa manera aparece el estrés y la tensión nerviosa. Estrés es tener el cuerpo aquí y
la mente en otra parte.
Sed de vida
P- ¿Por qué ocurre de esta manera? ¿Por qué siempre nos estamos causando sufrimientos?
R- Voy a responder a esa pregunta con un cuento. Esta es la historia de una mujer que estaba
agonizando. De pronto tuvo la sensación de que era llevada al cielo y presentada ante el Tribunal
Celestial. Si contestaba acertadamente a una pregunta no tenía que volver a la Tierra y podía entrar
directamente al paraíso.
-"¿Quién eres?", le dijo una voz celestial.
-"Soy la mujer del alcalde", respondió ella.
-"Te he preguntado quién eres, no con quién estás casada".
-"Soy la madre de cuatro hijos".
-"Te he preguntado quién eres, no cuántos hijos tienes".
-"Soy una maestra de escuela".
-"Te he preguntado quién eres, no cuál es tu profesión".
-"Soy una cristiana".
-"Te he preguntado quién eres, no cuál es tu religión o tu ideología"
-"Soy una persona que ayudaba a los pobres y necesitados".
-"Te he preguntado quién eres, no lo que hacías".
Evidentemente no consiguió pasar el examen, porque fue enviada de nuevo a la Tierra. Y tú:
¿Quién eres?
Parece una pregunta sencilla con una respuesta sencilla. Pero no lo es ni por asomo. Y la razón está
precisamente en la mente. Cuando desde la infancia comienzas a ser socializado aparece la mente.
El pensar de tu mente va creando un ego, una identidad, un yo, que te aparta y te distingue de los
demás. Es como una cebolla que va envolviendo a la vida en capas y empiezas a identificarte con
las posesiones, el trabajo que haces, el nivel social, el reconocimiento, el grado cultural, la
apariencia física, las habilidades especiales, la historia personal y familiar, los sistemas de
creencias, etc. Llega un momento en que empiezas a creer que eres todo eso.
Un vez que te has identificado con la mente empiezas a experimentar una profunda sensación de
carencia o falta de totalidad, de no estar completo nunca, pues esas cosas con las que te has
identificado son impermanentes, vienen y se van. Comienzas a regir tu vida por una persecución
compulsiva de gratificaciones para el ego, para llenar el vacío que sientes dentro. Entonces
comienzas una carrera contra reloj para obtener dinero, posesiones, éxito, poder, reconocimiento o
una relación especial. Así crees sentirte mejor contigo mismo, de sentirte pleno. Al final descubres
que esta carrera no tiene fin.
Mientras la mente sea tu ama, no vas a experimentar la paz interior. Solo habrá pequeños intervalos
de esa paz cuando consigas lo que te has propuesto. El ego creado por la mente necesita ser
constantemente alimentado y defendido. Es por eso que a la mujer del cuento le fue tan difícil
contestar correctamente la pregunta, pues estaba identificada con lo que poseía o hacía y no con lo
que era.
P- Entonces, si no soy la mente; ¿quién soy en realidad?
R- Tú no naciste con mente. Por eso a la pregunta existencial: quién soy, la única y verdadera
respuesta es: soy vida. Tú no eres más que una de las tantas formas que adopta la vida en este
universo y el objetivo primordial, esencial, es vivir. Y la vida es precisamente eso: un fluir, un
Sed de vida
derramarse, un brotar, un andar, un abrirse y un dar constante. La vida se mantiene por sí misma y
está por encima de tu psiquis y merece la pena de que la sientas. La mente es una herramienta para
pensar, no para sentir. Con la mente nunca podrás sentir la vida. Hay personas que se mueren a los
60 o a los 70 años y de ellas se podría decir: esta persona murió a los 60 pero vivió solo hasta los 30
o los 40 años, los restantes años no sintió la vida. La muerte tiene la capacidad de quitarnos todas
las capas mentales a las que nos hemos apegado y en las que hemos creído y llevarse lo único que
en realidad somos. Y date cuenta que para sentir la vida, para sentirse vivo, no es necesario pensar.
P- ¿Y existen ejercicios para poder desapegarse de los pensamientos y de la mente?
R- Sí, hoy te voy a brindar uno de ellos. En las próximas charlas te iré ofertando otros, pues como
comprenderás todavía necesitas conocer otras cosas para que puedas liberarte completamente de la
cárcel mental. Pero eso es tema para próximos encuentros. Por hoy te propongo este ejercicio que
puedes practicar durante esta semana.
Supongamos que eres el portero de la puerta de un hotel. Tu función no consiste en acompañar a las
personas cuando entran y cuando salen de él. Tu función consiste única y exclusivamente en
observar el tráfico de las personas. Ahora, sin importar la posición en que te encuentres en este
momento, cierra los ojos e imagínate que eres el portero de la mente. Tu función es dejar entrar y
salir los pensamientos sin involucrarte con ninguno en específico. Sé el portero de la mente y
observa simplemente el tráfico, el tránsito de los pensamientos. Déjalos entrar y salir sin analizarlos
ni involucrarte con ellos. Si te sorprendes pensando en algo es que has dejado de ser el portero.
Sepárate, desapégate de ese pensamiento y sigue en tu función de portero. Experimenta la paz que
obtienes cuando solamente eres el observador del tránsito de los pensamientos. Quédate en esa paz.
Regálate a ti mismo ese descanso profundo. Lo mereces, porque eres vida. Hasta la próxima
semana, que la paz sea contigo y que la pases bien.
Por: MsC. Lic Rafael S. Bestard Bizet ([email protected])

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