No hace mucho fue mi cumpleaños. Me adelanto a todos

Transcripción

No hace mucho fue mi cumpleaños. Me adelanto a todos
El arte
de regalar
No hace mucho fue mi cumpleaños. Me adelanto
a todos aquellos que, ante esta información,
comentarán automáticamente: ¿y a mí qué
me importa?. Desde ahora les concedo toda
la razón, pero observo que a mí, por obvias
razones, sí me importa y que a ellos va a terminar
importándoles por lo que ahora se verá.
cualquier religión y verán que constantemente aparecen
símbolos del posible y deseado encuentro entre el hombre y
Dios. Más sencillamente: sólo el que es portador de un símbolo
estará entregando un regalo digno de tal nombre.
Por todo este magno rollo que me he aventado, entenderás
lectora lector querido, lo absurdo que son esos regalos "de
compromiso", aquellos otros que se compran en el último
momento, porque "tampoco es cosa de llegar con las manos
vacías". Es horrendo vivir esa escena en la que nos enfrentamos
con la señora decente (en busca de dejar de serlo) que se coló
de última hora a nuestra fiesta y nos extiende una bolsita
mientras nos dice las ciertamente originales palabras: toma, te
compré una porquerillita. Desempacamos el dudoso obsequio
y descubrimos que no es
una porquerillita,
LAALACENA •
¡es una porquerillota!... y pensar que de todos modos tenemos
que dar las gracias. Es algo que me produce náuseas y ganas
de hacerme tiburonero en San Blas. Y aquí de nada sirve ser
irónico. A mí, una de estas señoras de las que estoy hablando
me obsequió un pequeño cuadro con una horripilante imagen
de Santa Teresita del Niño Jesús con los ojos volteados como si
trajera todas las uñas enterradas. Yo vi el adefesio y comenté
con falso alborozo: ¿cómo adivinaste?, es exactamente lo que
estaba necesitando. ¿Verdad que sí?, me dijo la idiota.
Lectora lector querido, te pido que entiendas que quien da
se da y uno no puede andar por el mundo dándose a todos, o
distribuyendo símbolos ineptos. Dos últimas observaciones:
para dar un regalo no hay que esperar la gran
fecha, cualquier día es bueno para regalar
y no olviden que también es posible
no regalar nada. ¿Entendido?,
nos vemos.
german@plazadelangel.
com.mx (D.R.) •
E
stábamos entonces en que fue mi cumpleaños. A pesar de que mi
campaña preventiva no fue muy buena este año y se diluyó mucho en los
trajines políticos y futbolísticos, los resultados fueron muy satisfactorios:
recibí muchos regalos. A mí me encanta que me regalen, aunque
detesto que me regalen porquerías. Si me acompañas, lectora lector
querido, podremos hacer algunas reflexiones acerca del arte de
regalar que tanto se ha trivializado.
Tal como yo lo entiendo, un regalo es ante todo un mensaje,
una metáfora, un símbolo que el donador pone en manos del
homenajeado. Al hacerlo, le está diciendo: esto es lo que pienso
de ti y de mí y del vínculo que tenemos. Creo que sólo en estos
casos se debería regalar, pues sólo con esta actitud un regalo
adquiere relevancia y sacralidad. Quizá esta última palabra les
suene excesiva en este mundo secular y pragmático en el que vivimos,
pero yo insisto en el hecho de que un regalo es modesta y calladamente
sagrado; es una forma simbólica de darle al otro esa parte de uno mismo que
el donador quiere otorgarle. Así pues, un regalo es un símbolo y una íntima
entrega.
Me detendré en la palabra símbolo. Ésta, por sus raíces griegas, significa
llanamente "moneda rota". En la antigüedad, las guerras, los viajes, las migraciones
solían separar por mucho tiempo a los amantes. Ellos necesitaban pues de una
prenda que les permitiese reconocerse y reencontrarse al cabo de los años. Lo que
usualmente hacían era partir una moneda en dos y conservar cada uno una mitad.
A la vuelta de los años, frente al posible encuentro, los amantes se mostraban su
pedazo de moneda (su símbolo) y la re-unión era posible. No me negarán que ésta
es una palabra sagrada y poderosa. De hecho, observen el culto y los rituales de
City Life • Septiembre
Septiembre • City Life

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