Obama - Indicadorpolitico.mx

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Obama - Indicadorpolitico.mx
 Carlos Ramírez
OBAMA
Grupo Editorial Transición
Primera Edición: Enero 2010
D.R. © Obama
© Carlos Ramírez
No. ISBN- En trámite
Una edición del Grupo de Editores del Estado de México, S.A.
y del Grupo Editorial Transición.
Diseño Editorial: Sergio Madariaga
Queda rigurosamente prohibida cualquier forma de reproducción,
distribución, comunicación pública o transformación total o parcial
de esta obra sin el permiso y autorización debida y por escrito del autor.
Impreso y encuadernado en México, Distrito Federal.
Printed and bound in México City.
2010
A Lulú y Juan Carlos;
y a Claudia, quien me acompañó a Washington a trabajar este libro.
Antes de que América comprometa tropas de combate,
debe tener un claro entendimiento de la naturaleza
de la amenaza y de los objetivos reales.
Cuando América se compromete a una acción militar,
no hay alternativa para alcanzar los objetivos establecidos.
Henry A. Kissinger, Lecciones de Vietnam
Hay hombres que no son héroes porque son demasiado
buenos
para su tiempo, y es natural que sus derrotas los dejen
amargados, cansados y dudosos de su derecho a hacer historia
nueva.
Norman Mailer, Crónicas presidenciales
¿Es que ya no funciona el modelo? ¿Está enferma la
democracia?
¿Es que Norteamérica se encuentra, como en tiempos de la
guerra de Secesión, como en la Gran Depresión
y el New Deal, en un hito de su historia?
Bernard- Henry Lévy, American Vértigo
Resulta difícil concebir cómo unos hombres que han
renunciado enteramente al hábito de dirigirse a sí mismos podrían
llegar a elegir bien a los que deben dirigirlos, y no cabe
hacer creer que de los sufragios de un pueblo de criados pueda
alguna
vez salir un gobierno liberal, enérgico y sabio.
Alexis de Tocqueville, Democracia en América
No hay reformadores felices.
Mijail Gorbachov, Memorias
PRIMERA PARTE
EL INICIO Y EL ORIGEN
Obama: Mucho más de lo mismo
Aunque ha costado en entenderlo, en los Estados Unidos han llegado
a la conclusión de que el verdadero secretario de Estado del gobierno de
Barack Obama no será la señora Hillary Clinton sino el ex presidente Bill
Clinton.
La gravedad del asunto no radica en los carismas ni en el hecho de
que Obama haya logrado a dos cancilleres por el precio de uno, sino en la
realidad de que Clinton fue uno de los presidentes que peor puso en riesgo la
seguridad de los EU, y que uno de sus pivotes de la popularidad
internacional de Obama giró en torno a la dialéctica cambio-nuevo mundo al
compromiso de la próxima administración en Washington de construir una
nueva diplomacia. Hillary manda el mensaje de que en política exterior
habrá más de lo mismo.
En este contexto, la designación de los equipos centrales de Obama
ha causado no sólo decepción sino que ha dejado el mensaje de que no habrá
cambio, que los EU seguirán en su camino de primera potencia mundial, y
que el nuevo presidente va a manejar el modelo carisma-discurso bastante
gatopardiano de que las cosas van a cambiar… para que todo siga igual.
En una de las primeras evaluaciones horas después de la victoria, el
ojo agudo de Otto Reich, subsecretario de Estado para América Latina de
Bush y miembro del grupo de los neoconservadores, resumió en una frase el
principal problema de Obama: no la crisis económica ni las guerras en el
mundo sino la crisis de expectativas.
Obama se presentó como la figura del cambio, pero su equipo
económico está diseñado para salvar al capitalismo y a sus corporaciones.
No por menos, por ejemplo, su gabinete económico esté formado por figuras
del pasado y muchas de ellas ligadas al Citicorp y a otras empresas
quebradas por irregularidades. Con ellos no podrá definir y operar algún
cambio en la economía de los EU y del mundo. Su tarea será la de salvar a
las corporaciones y que éstas mantengan el empleo.
Ahora su equipo diplomático peca del mismo defecto: la defensa de
los intereses imperiales del pasado. Los Clinton representan la cara
seductora del stablishment militar-industrial. Hillary, como lo mostró en su
7 campaña por la candidatura demócrata, es una política halcón, guerrerista. Y
Clinton demostró en su presidencia la frivolidad del poder en sus ocho años
los EU padecieron cuando menos diez ataques del terrorismo islamista y
Clinton sólo contestó para ocultar sus deslices con Mónica Lewinsky.
El otro indicio que dejó claro Obama al presentar a su aparato de
política exterior fue reducirlo a la consideración de equipo de “seguridad
nacional”. Es decir, Obama no dejó ningún indicio de querer modificar las
relaciones exteriores de los EU basadas hasta ahora en las consideraciones
militares y de hegemonía. El gobierno de Clinton prohijó el poder nuclear de
Corea del Norte, el reforzamiento del terrorismo islámico y las masacres en
países de África como Somalia.
La decisión de Obama de designar a Hillary Clinton como secretaria
de Estado modificó los parámetros de la próxima administración. Obama
desplegó en su campaña un discurso social de defensa del consumidor y de
creación de una nueva diplomacia más social y menos guerrera. Pero sus
designaciones han perfilado un equipo de salvamento del capitalismo y de
reforzamiento de la visión de dominio hegemónico del mundo.
Una columna de Ward Harkavy en The Village Voice, el semanario
progresista de Manhattan en Nueva York, reveló que Hillary Clinton trabajó
para la empresa Wal-Mart y representó sus intereses cuando era esposa del
gobernador de Arkansas, pero que llevó esos intereses a la Casa Blanca. De
ahí que la red de compromisos de los Clinton vaya a entorpecer la gestión
diplomática de Obama, además de desviarlo de su compromiso de modificar
la línea imperial de los EU.
Nadie como Barbara Olson, analista crítica que murió en uno de los
vuelos secuestrados el 11 de septiembre de 2001, para revisar el pasado de
los Clinton. En su libro The final days. The last, desperate abuses of power
by the Clinton White House, Olson cuenta con datos precisamente del
ejercicio monárquico del poder de los Clinton. Por ejemplo, revela la forma
en que Bill Clinton perdonó la prisión al empresario Marc Rich, que dio
millones de dólares a las campañas, a cambio de dinero. Pero Rich
representa una red de intereses extranjeros –Cuba, Libia y otros– que se van
a hacer presentes ahora con Hillary en el Departamento de Estado. También
cuenta la corrupción en la Casa Blanca con los regalos al terminar, a partir
del principio de los Clinton de que “si no está clavado llévatelo”.
Y Olson recoge la referencia racista de Hillary a un operador de la
campaña de 1992: “fucking jew bastard”, algo así como “pinche judío
bastardo”.
Y queda la denuncia del ayudante militar de Bill Clinton, teniente
coronel Robert Buzz Patterson: en un viaje a Holanda de los Clinton y su
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comitiva en 1997, la política exterior de los EU quedó manchada los
visitantes se robaron no sólo todo el licor, sino los envases de cristal y la
loza, se quejó un asistente militar holandés.
Pero sobre todo queda el hecho de que Obama no contrató en Hillary
a una diplomática sino a un manojo de intereses imperiales.
Barack Obama: Esperanza/decepción
Washington, D.C.- Si se revisa con frialdad el escenario
estratégico de la reciente elección presidencial, en realidad poco se
percibe de histórico: los estadunidenses van a votar realmente por la
reconstrucción del consenso imperial que rompió el fundamentalismo
mesiánico de George W. Bush.
Lo histórico quizá sea la posibilidad de elegir presidente de la nación
a un político del sistema pero con color de la piel afroamericana nacido de
un matrimonio interracial. Pero para llegar a la candidatura del Partido
Demócrata, el senador Barack Obama hubo de asumir con convicción el
papel auto asignado de los Estados Unidos como el gestor de la vida
mundial.
Además, los hechos históricos pasan. A finales de los sesenta fue un
hecho histórico que un astronauta estadunidense pisara la luna por primera
vez, pero luego los viajes al espacio aburrieron. En el fondo, el hecho
histórico que se juega aquí es si los EU van a recuperar su hegemonía o las
decisiones parciales del gobierno de Bush provocaron un multilateralismo
inevitable.
El gran debate en esta campaña, junto a los resabios racistas en
declinación, fue más bien sobre el consenso social –y hasta moral– del papel
de Washington en el mundo. Poca discusión hubo si había que derrocar o no
a Saddam Hussein, sino que se debatió si había elementos para justificarlo.
Bush decepcionó no por haber fracasado en su estrategia para Irak sino
porque le mintió a los ciudadanos.
En este contexto, poco de histórico hubo en estas elecciones. La
polarización ideológica ha comenzado a alcanzar a Obama: los sectores
progresistas han elaborado una singular agenda de lo que debería ser su
gobierno progresista. Pero se trata de una agenda que liquidaría para siempre
el contenido imperial del papel de los EU en el mundo. En la revista The
Nation, sede de la izquierda progresista más lúcida, hay decepción porque
Obama forma parte de la estructura política del complejo militar-industrial
que opera como el eje fundamental de los EU como un imperio.
9 Por tanto, no existe realmente un enfoque diferente entre las
propuestas de Obama y las del candidato republicano John McCain. La
presión aumenta sobre Obama para obligarlo a asumir compromisos reales
de liquidación de la doctrina imperial. Por eso causó irritación la amenaza
de Obama de invadir Afganistán o de atacar a Irán si conviene a los intereses
estadunidenses.
La elección ha servido de gran oportunidad para reconstruir el
stablishment progresista que perdió con sus dudas y sus conservadurismos
después de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Presionado a definiciones de fondo, este sector intelectual quedó
atrapado entre el nacionalismo antiterrorista y las locuras fundamentalistas
de los radicales musulmanes. Los progresistas no le perdonan a Obama su
voto como senador, ya enfilado hacia la candidatura, a favor de las leyes que
limitaron los derechos civiles. Ni tampoco que no haya hecho una condena
directa contra la invasión a Irak y sólo haya buscado matizar los conflictos.
Las coordenadas de la elección hablaron más bien de sucesos de
crisis.
1.- La crisis económica que está redefiniendo el papel del
imperialismo económico del dólar y las corporaciones estadunidenses.
Washington no va a perder su hegemonía en la reconstrucción financiera.
2.- El multilateralismo defacto por el fundamentalismo de Bush no
quiere perder posiciones. Aún la crítica progresista señala que los EU tienen
un papel hegemónico, sólo que un poco menos imperial. Bush se encerró en
la Casa Blanca y surgieron los grupos de poder que hoy no quieren permitir
el regreso del dominio estadunidense.
3.- Los estadunidenses se agotaron de Bush pero lo impusieron dos
veces en la Casa Blanca. La popularidad de Bush anda por los suelos pero
McCain no se despega de Obama. Aquí la salida es fácil: Bush se fue y será
imposible un bushismo.
4.- Los EU deben decidir si se asumen como una potencia entre otras
o si va a regresar el concepto imperial aunque con el disfraz de bueno.
5.- Los estadunidenses están exigiendo la reconstrucción del consenso
ideológico plural, progresista en lo ideológico, moral en lo conservador y
dominante en la política exterior.
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De ahí que lo histórico de las pasadas elecciones no haya sido el color
de la piel de Obama sino, en síntesis, la reconstrucción del imperio de la
Casa Blanca.
Los Estados Unidos son un país enigmático y una sociedad
incomprensible. Suelen dar bandazos sociales y políticos aparentemente sin
justificación. Sin embargo, algo define a los estadunidenses: en medio de
confusión, caos y derrotas, saben exactamente lo que quieren. Y han sido los
gobernantes quienes se han encargado de cumplir esos objetivos. Lo único
que importa en los EU es el american way of life o el estilo de vida
americano. Por eso, al final de cuentas, los EU son un país difícil de explicar
y fácil de entender.
La carrera presidencial de Barack Obama quiere ser explicada como
un suceso atípico. He viajado muchas veces a los EU, los he tratado de
estudiar en su política e historia, me formé en la educación que veía al
vecino del norte como el enemigo histórico, las relaciones nunca pudieron
salirse del espacio del conflicto histórico, escribí un libro sobre la política
exterior de Ronald Reagan, indagué hasta donde pude el escándalo de los
Irán-contras, trabajé información sobre el Consejo de Seguridad Nacional de
Reagan, seguí viajando varias veces al año a los EU, me interesé en el
proceso electoral del 2008, estuve en los días previos y posteriores a las
elecciones de noviembre del 2008, y trabajé varios programas de televisión
sobre la toma de posesión.
Y pese a indicios cruzados, las cosas no resultaron extraordinarias.
Fuera de los EU causó expectación el hecho de que el primer candidato
presidencial demócrata tuviera posibilidades de ganar las elecciones. El
enfoque parecía racista. Pero dentro de los EU, el racismo aparecía ya
superado, aunque, como siempre, con algunos lunares de tensiones
violentas. Con habilidad, Obama se salió del debate racista, se presentó más
bien como el primer político de altísimo nivel producto de una relación
interracial, es decir, con el problema racista casi resuelto. Su discurso
explotó tres beneficios: el color de su piel, su participación en una minoría,
y su juventud ajena a las componendas del poder. Por tanto, el mensaje que
él insistió en dejar claro era que no sería el presidente de los afroamericanos,
de los negros, sino que gobernaría para todos. Luego sus discursos y
primeras decisiones confirmaron la especie y el juego de espejos: si la
escritora negra Toni Morrison había dicho que Bill Clinton había sido el
primer presidente de los negros porque nadie había hecho tanto por la
población afroamericana, Obama perfiló sus propias definiciones: sería el
primer presidente blanco de la población negra.
11 En los EU el problema racista persiste –lo recordó el propio
Tocqueville en La democracia en América, de mediados del siglo XIX–
pero nadie quiere hacerse cargo de las complicaciones políticas. En 1982 el
candidato demócrata Tom Bradley, de origen afroamericano, iba adelante en
las encuestas, pero el día de las votaciones saltó la libre del miedo y perdió
las votaciones. El miedo persistía en la sociedad. A ese fenómeno se le
llamó el “efecto Bradley”, un fantasma que anduvo deambulando las
elecciones desde el 4 de noviembre del 2008: Obama llegó al día decisivo
con una ventaja de 3-5 puntos porcentuales y con el 65% del voto electoral,
pero nadie quiso cantar victoria hasta conocer los resultados oficiales. El
The Washington Post convoco el fantasma de Bradley.
Pero Obama ganó. Las razones tardarán en conocerse: ¿El color de la
piel, el voto histórico de una nación fundada sobre la esclavitud, el hartazgo
Bush, la crisis económica apenas estallada, la mala campaña de John
McCain, Irak? Todo y nada. Los observadores analizaron el proceso con
temores. Los analistas temían alzamientos raciales. Pero nada ocurrió. Como
todo aquí en los EU, las calles de todo el país –y enfatizadamente de
Washington, D. C. – se llenaron de lo que se llamó obamanía; un estado de
ánimo festivo aunque Obama saliera de la misma estructura de poder de
Bush y hubiera votado a favor de la ley patriótica que violó garantías
constitucionales.
Los estadunidenses llegaron a las elecciones en una fase de
agotamiento social, de depresión como sociedad, de angustia. Bush logró
imponer la doctrina del miedo y mantenerse en el poder ocho años. Pero la
explicación va más allá de Bush: el texano fue hijo del colapso de seguridad
de los EU en el último cuarto de siglo, desde la crisis de los rehenes de Irán
que mantuvo presos a estadunidenses más de un año en la embajada
estadunidense en Teherán. Luego vino el desmoronamiento del Muro de
Berlín y la desaparición de la Unión Soviética, pero los estadunidenses no
alcanzaron a entender el fin de la guerra fría. Ese hecho histórico le tocó a la
presidencia de George H. W. Bush, Bush padre, pero incluso
intelectualmente no hubo una reflexión. La única que logró meterse en el
inconsciente colectivo fue la de Francis Fukuyama: la muerte del sistema
comunista soviético era el fin de la historia.
Pero el fin de la historia debió haber sido algo así como el fin del
mundo. Vino Clinton y su presidencia festiva y frívola, y los estadunidenses
prefirieron el disfrute de una de las más importantes fases de reactivación
económica. Sin la URSS, el Medio Oriente era una piedrita en el zapato ni
siquiera un clavo. Por eso los ataques terroristas contra las torres gemelas en
1993 y los coches bomba criminales en dos embajadas de los EU en África,
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pasaron como sucesos normales del conflicto. Afganistán había sido una
victoria del apoyo estadunidense a los talibanes para derrotar a los soviéticos
y echarlos del país, aunque los talibanes se convirtieron en un problema en
sí mismo. En ese contexto nació Osama bin Laden. Pero entre todos los
problemas, los estadunidenses parecían disfrutar las aventuras sexuales de
Clinton. Por aprovechar lo interno descuidaron la atención a lo externo.
Ahí se percibió con claridad que la doctrina Kissinger era una falacia:
la política exterior –decía el estratega diplomático de Nixon– es una
continuación de la política interior. Ahora los estadunidense comenzaban a
entender que era al revés: la política interior es una extensión de la política
exterior, es decir, que la estabilidad interna depende de la habilidad de los
EU para consolidar una hegemonía en el exterior. Y el descuido de Clinton
llevó al colapso del 11 de septiembre de 2001: los ataques terroristas contra
las torres gemelas, orquestado por la organización Al Qaeda –la célula– del
millonario saudí árabe Osama bin Laden, asentado en la Afganistán
rescatada de los soviéticos por los estadunidenses.
Al fracasar en su intento de derribar las torres en 1993, los terroristas
amenazaron que la próxima vez tumbarían las dos.
Bin Laden es producto de la política estadunidense en el Medio
Oriente, de sus fracasos y fobias, de sus inconsistencias, de su burocracia. Y
Bin Laden prohijó a Bush, un ranchero de Texas con poca capacidad
intelectual que había aprovechado el conflicto de Clinton y la incapacidad
política del candidato demócrata Al Gore. Bush había llegado a la
candidatura ante la escasez de aspirantes republicanos y con todo el apoyo
interno de su padre, el ex presidente. Su bandera de campaña sería la misma
de todos, tratando de rescatar el ambiente positivo de Reagan: la reducción
de impuestos. La elección fue reñida, con irregularidades, plagada de
acusaciones de fraude –como la elección de John F. Kennedy en 1960– muy
pareja. La crisis estalló en los votos electorales en Florida, gobernada por
Jeb Bush; el asunto llegó hasta la Corte y el máximo tribunal del país
dictaminó que no se haría el recuento aunque extrañamente concluyó que
esa tesis no tendría valor en otros casos similares.
Bush no tuvo tiempo de definir su rumbo. Los ataques del 9/11
modificaron su política exterior y por tanto la interior. Sin el fantasma del
comunismo soviético, convirtió al terrorismo en el enemigo a vencer.
Aprovechó el miedo de los estadunidenses y endureció la vigilancia.
Con el apoyo del Congreso votó a favor la ley patriótica en la que se
limitaban garantías civiles en aras de perseguir interna y externamente a
terroristas. Convirtió a Afganistán en su objetivo militar y de paso, sin tener
pruebas contundentes, acusó a Saddam Hussein de acumular armas de
13 destrucción masiva. Derrocó a Hussein sin el apoyo de las Naciones Unidas.
Y metió a los Estados Unidos en un colapso de los precarios equilibrios
internaciones, con efectos desastrosos en la cohesión y los consensos internos.
En este clima de confusión se perfiló la candidatura de Obama; un
político de color que sorprendió en la convención de 2004, la que designó a
John Kerry como el candidato que enfrentaría la reelección de Bush. Pero
fue también después de la reelección de Bush, una segunda y complicada
victoria. En el 2004 votó el miedo. Y fue el año en que Obama comenzó a
meterse en la lucha política federal: un asiento en el Senado, sin duda el
centro de poder más importante del planeta, donde todos los intereses tienen
precio. Ahí está para comprobarlo la novela El Senador, del columnista
político Drew Pearson, publicada en 1968. El congreso de los EU es uno de
los espacios de intercambio de favores, poderes y recursos.
La educación política de Obama viene del centro del poder político de
los EU. Por tanto, no se perfiló como un reformador o como un promotor de
la transición. En todo caso, sus preocupaciones son sociales con los más
abandonados, sin duda reflejo de su posición como marginado social. Pero
no ha dado visos de ser un promotor de reformas o transiciones. Sus
discursos enfatizaron la necesidad de volver a poner a funcionar a la
economía de los EU, y que su política exterior fuera menos violenta aunque
con los mismos objetivos. Ahí podrían localizarse los parámetros del
ejercicio del poder de Obama.
Pero su candidatura entusiasmó. Washington D.C. fue un buen ejemplo,
una ciudad de mayoría afroamericana, inclusive con mayor del mismo origen.
En las calles hubo fiesta. Y la sociedad política de la capital política del imperio
suele ser más progresista o cuando menos más abierta a las novedades y
ciertamente con mayor carga de culpa. Un ambiente, pues, nada novedoso. Y si
como me comentó en una entrevista Otto Reich subsecretario de Estado para
Asuntos Hemisféricos de Bush, cualquier candidato demócrata estaba
predestinado a ganar las elecciones después de ocho años de Bush, y sobre todo
de una tensión constante, la señora Hillary Clinton no pudo levantar las
expectativas de Obama, a pesar de su condición de mujer. Entre los dos, Obama
aparecía como menos complicidades de poder que la Hillary que venía marcada
por el agotamiento social de ocho años de Bill.
El contexto del proceso electoral fue inédito, de acuerdo con
corresponsales con experiencia. David Broder, del The Washington Post y uno
de los periodistas políticos más veterano de campañas presidenciales: la de
Obama-McCain fue la más intensa, novedosa y de implicaciones imprevisibles.
Obama fue el candidato de la frescura, pero también el que encarnó la urgencia
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de cambio que esperaban Los estadunidenses: afroamericano, joven, sin
compromisos, audaz y sin la carga racista en sus espaldas. Al final, Obama pudo
rápidamente deslindarse de la expectativa del candidato negro que quería ser el
presidente de una minoría. Y ahí podrían comenzar las decepciones de los
afroamericanos. Porque Obama ganó por sí mismo, pero también por el voto
demócrata que no cayó en el síndrome Bradley del miedo. Obama dejó claro
que sería el candidato de todos los estadunidenses.
En todo caso, el dato significativo pudiera ser simbólico: Obama
podría ser la oportunidad de las minorías para salvar el sistema
norteamericano de las mayorías. Es decir, el punto de vista de un
representante de la minoría con capacidad para encabezar el liderazgo que
los precandidatos y candidatos de las mayorías ya no generaban consensos y
menos expectativas. Y paradójicamente, el candidato de las minorías
sacrificadas y dañadas por el carácter explotador del sistema tendrá la tarea
de salvar a ese modelo explotador. Quizá por eso Obama ha comenzado,
dirían los expertos en modelo de gobierno, al revés: buscando cómo ayudar
a las minorías afectadas por la crisis económica, pero con la certeza de que
la salvación del sistema norteamericano tendrá que responder a la lógica de
los intereses dominantes: la minoría explotada con Obama tendrá que salvar
a la minoría explotadora.
La tarea de Obama consistirá en caminar sobre el filo de la navaja.
Aprobó un paquete de salvamento de grandes empresas, pero impuso medidas
de austeridad en salarios a los grandes ejecutivos. Bastante poco a los
ciudadanos afectados por la crisis y bastante alto para los ejecutivos
responsables de la quiebra de las empresas. Ahí se percibirá la limitación de
Obama como representante de las minorías explotadas para salvar el sistema
de las minorías explotadoras. Pero también los espacios de definición: Obama
no es un revolucionario ni un reformista sino un político que depende del
voto. Por tanto, su prueba de fuego será a largo plazo: cómo recomponer el
sistema productivo explotador y cómo incluirle modificaciones para hacerlo
un poco menos injusto –no más justo– y menos dañino para las mayorías.
Aunque se trataría de crear, en realidad, otro sistema productivo que no está
en sus objetivos ni tendría la fuerza presidencial para conseguirlo.
Obama fue, así, una expresión de la sicología social del poder.
No hará a la Casa Blanca menos imperialista, pero tratará de buscar
consensos y corresponsabilidades. Y ahí encontrará oposición externa:
¿quiénes van a fortalecer a los EU como imperio, a sabiendas que Obama no
estará siempre en el poder y que nadie en los EU está pensando en transitar
hacia otro sistema político, productivo, imperial? Porque al final de cuentas
el objetivo de Obama es recuperar el esplendor de los mejores años del
15 imperio, aunque sin los cargos de conciencia de la explotación y de las
guerras expansionistas. Pero tratará de hacerlo en un escenario internacional
determinado por la tendencia a la multipolaridad y en una consolidación de
nuevos polos de poder: Rusia quiere regresar por el espacio perdido en
1991, Europa se une cada vez más, el Medio Oriente se cobija en Irán y
Libia, Corea del Norte se engalla, China no desea ceder ni un milímetro de
terreno ganado y América Latina camina hacia la confrontación con
liderazgos marcados por el radicalismo tropical con poco margen de acción.
El principal problema de Obama no será la crisis económica, ni el
fracaso en Irak, ni siquiera el alto nivel de expectativas, sino algo más
terrenal: los EU valen como potencia en la medida en que son imperiales. Y
en la lógica del poder, las bondades en los imperios son asumidas como
debilidades. Ahí sigue aún el fantasma de Jimmy Carter y su carga moral
como presidente de un imperio y la imposibilidad de un juego estratégico
basado en los acuerdos: no sólo perdió posiciones geopolíticas, sino que fue
humillado con la crisis de los rehenes de Teherán durante más de un año,
cuando el líder de los estudiantes que asaltaron la embajada de los EU en
Irán es hoy el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad. Cuando Carter no
logró reelegirse, Ronald Reagan asumió el poder para reconstruir la fuerza
de los EU, desde el apoyo a los talibanes en Afganistán para echar a los
soviéticos del país hasta el dinero ilegal a la contra nicaragüense para
derrocar al gobierno sandinista de Nicaragua que había llegado al poder con
el apoyo de Carter.
Obama logró un salto histórico: desde su posición de afroamericano,
llegar a la presidencia de los EU que se forjaron sobre la esclavitud, la
explotación y las conquistas imperiales. Sólo que en los EU hay siempre una
tendencia a agotar los hechos históricos: en 1969 tres astronautas
norteamericanos aterrizaron en la Luna. Se trató del primer gran paso fuera
del planeta Tierra desde que el hombre adquirió conciencia. Pero años
después, ese hecho histórico se agotó en un mero récord de Guinness. Ahí se
localiza el principal desafío de Obama; convertir el salto histórico en un
quiebre de la historia de los EU o acabar en los libros de Guinness sólo
como el primer afroamericano en ser presidente del imperio.
Y la tarea no será fácil. El reto más importante de Obama será
determinar si los EU sufren una crisis o una decadencia, y si los EU están
preparados para un liderazgo multipolar o buscará regresar al unipolarismo,
pero en medio de una crisis que comenzó con la quiebra de grandes
consorcios pero que en el fondo no ha sido sino un agotamiento del sistema
productivo de los EU y del american way of life que se nutre justamente de
la estructura de explotación y expoliación de otros países.
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El entusiasmo de la candidatura y la victoria de Obama ha ocultado el
debate de fondo: ¿Cuál es el destino de los Estados Unidos?
¿El Gorbachov americano?
Cuando Mijail Gorbachov asumió el poder en la Unión Soviética su
primera conclusión es que el imperio había terminado. El mantenimiento del
poderío militar de la URSS se había logrado a costa del desplome del
bienestar del pueblo soviético y de la existencia de severas cuotas de
racionamiento de los bienes de consumo indispensable. Gorbachov no vaciló
en reconocer el fin histórico del sistema de economía planificada de Estado
y optó por la modernización sobre dos rieles: la perestroika o
reestructuración económica para disminuir el dominio del Estado y
promover al mercado, y la glasnot o transparencia informativa para romper
con el Estado policíaco. La Unión Soviética no pudo transitar de un modelo
de Estado a un sistema democrático por razones inherentes a las
contradicciones de su propia viabilidad: el Estado soviético había sido
construido para el dominio imperial, no para la convivencia democrática. En
noviembre de 1989 las masas derrumbaron el Muro de Berlín y en 1991 las
secuelas de un golpe de Estado obligaron a Gorbachov a renunciar después
de la independencia de las repúblicas.
En los Estados Unidos no se entendió la lógica del conflicto soviético
y se asumió la caída de La URSS como el “fin de la historia”: el modelo
capitalista estadunidense había ganado la batalla del siglo XX entre dos
sistemas productivos. Sin embargo, el desmoronamiento del sistema
productivo de economía centralizada y planificada de Estado no significó un
fortalecimiento automático del mercado. Los Estados Unidos registraron un
repunte significativo de su economía en el periodo de Clinton (1992-2000),
pero buena parte por la promoción de los tratados de comercio libre y por
una política presupuestaria sana.
Luego vino George W. Bush y terminó con el superávit por el
incumplimiento de su promesa de bajar impuestos y por los costos de la
guerra contra el terrorismo.
Por debajo de problemas y reacomodos geopolíticos, los Estados
Unidos viven hoy su propia decadencia: la declinación del modelo
estadunidense de producción y apropiación por reacomodos productivos y
tecnológicos, y el surgimiento de nuevos mercados productivos y de
consumo: la participación de los EU en el comercio pasó de 50% a finales
de la Segunda Guerra Mundial a menos de 20% y el dólar ha sido acosado
por el euro. La crisis económica de los EU del 2007-2008, que arrastró al
mundo a una fase de recesión y el peligro de la depresión, no fue como en
17 otros casos de sobreproducción, sino de agotamiento del modelo productivo
de las corporaciones y del sistema financiero especulativo.
Asimismo, reveló que el american way of life exige un sistema
productivo que los EU ya no pueden sostener, sobre todo por el
estancamiento de su esquema educativo y de producción tecnológica.
Por eso la elección de Obama se localizó entre las coordenadas de la
decadencia y el colapso del modelo económico estadunidense. Y por eso
también el arribo de Obama a la Casa Blanca planteó el dilema
estadunidense: ¿restauración del mismo sistema productivo con un liderazgo
político y moral con poca capacidad de influencia en un modelo productivo
agotado y cargado de intereses o transición hacia un nuevo sistema
económico que ya no cargue con el fardo de la estructura capitalista y sus
intereses empresariales y corporativos? O, en otras palabras. Obama será el
Roosevelt de la segunda gran crisis de recesión-depresión para relanzar la
economía estadunidense de la mano de un esquema industrial-militar, o será
el Gorbachov de una transición sin consenso que pudiera desmoronar el
sistema productivo de los EU igual como se derrumbó el modelo soviético.
Lo único cierto es que el sistema económico-industrial-corporativo de
los EU entró en crisis y que cada crisis ha tenido sólo la salida de ofensivas
militares de largo calado. Peor aún: el sistema productivo estadunidense
depende de una política exterior imperial, intervencionista y militar. Y por si
fuera poco, el american way of life está atado a la política de explotación y
expoliación de riquezas de otras naciones.
Pero el saldo negativo de la aventura militar de Bush en Irak dejó a
los EU con poca iniciativa en ese renglón. El endurecimiento de Obama en
Afganistán, sin duda la pieza clave de su mapa geopolítico y estratégico del
Medio Oriente, no va a depender de un desplazamiento de tropas o de una
guerra convencional, además de que hay indicios de que Obama va a
indagar la reactivación económica por el lado industrial y comercial, y por
tanto disminuirá el presupuesto militar y la presencia de tropas
estadunidenses en algunas zonas del mundo.
Las tres grandes preguntas que dibujarán el corto plazo de Obama son
decisivas:
1.- ¿Será Obama el Gorbachov americano que le apostará a la
transición del sistema capitalista agresivo de los EU a un sistema de
economía mixta con una mayor intervención del Estado, para controlar la
voracidad de los empresarios y las corporaciones? El sistema de producción
estadunidense dependía de los avances tecnológicos. Pero la economía
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productiva fue sustituida por la economía especulativa. La fragilidad de la
economía de los EU se prueba cada día con la dependencia del petróleo
importado de zonas de conflicto: México, Venezuela, Irak y Arabia Saudita.
El modelo de mercado derivó en la perversión del sistema de las
corporaciones y de los fraudes. La quiebra de una empresa de servicios
financieros precipitó el colapso del 2008: Lehman Brothers inició la quiebra
de empresas por malos manejos financieros, por corruptelas y por ineficacia
en su articulación con el sistema productivo.
La fragilidad del sistema productivo estadunidense se mostró en el
desempleo creciente en el corto plazo, el cierre de empresas, la caída de la
demanda y la necesidad de que el Estado norteamericano entrara a la compra
de activos de grandes empresas para evitar la crisis dominó. Internamente la
ineficacia del modelo productivo tiene dos vertientes: de un lado, el
agotamiento de la sociedad de consumo; de otro, la pérdida de competitividad
interna, la necesidad de contratar ilegales para abatir precios y la producción
de manufacturas en países de mano de obra barata como China.
No se trataba de una nueva crisis sino que era la expresión de la crisis
recurrente. Desde la gran depresión de 1929-1933, los EU han tenido
instrumentos fiscales y presupuestales para encarar las dificultades. Pero entre
muchas claves de sus conflictos, una fue siempre determinante: la necesidad de
dejar que la sociedad pagara costos sociales por los problemas. En las
depresiones y las recesiones, las autoridades estadunidenses le apostaron
siempre a permitir desempleo, pérdida de poder de compra y liquidación de
activos sociales. Se trata de cumplir una de las reglas del Capitalismo: la
sobrevivencia de los más fuertes. La crisis hipotecaria y la crisis de instituciones
financieras permitían inclusive la depuración empresarial y corporativa.
Los EU perdieron ya la imagen de la sociedad de las satisfacciones.
La polarización social es producto de la mala distribución de la riqueza y el
Estado no puede cubrir las necesidades indispensables de las mayorías
marginadas. En la crisis de la Navidad del 2008 los centros comerciales
bullían de gente, pero con el dato significativo de que eran paseantes sin
bolsas de compras. La sociedad de consumo se transformó en la sociedad
del despilfarro. La relación producción-consumo se ahogó en la polarización
de clases y en el resentimiento social cotidiano. La disminución de la clase
media engrosó las filas de los pobres.
Pero se trataba de una de las reglas del capitalismo salvaje: la
sobrevivencia de los más fuertes, una especie de darwinismo social y
empresarial. El desempleo se asumía como un factor de estímulo para las
recuperaciones. Y además, como un desafío para los propios estadunidenses
que se veían obligados a luchar por la sobrevivencia y con ello dinamizar la
sociedad de la competencia. Las políticas contra la crisis se centraban en el
19 estímulo a las empresas y la reactivación de la demanda, sobre todo a través
de sacrificios fiscales.
Lo grave de estas crisis fue el agotamiento del modelo productivo
estadunidense. Los EU, a pesar de sus avances tecnológicos, no previeron la
modernización productiva ni se prepararon para la transición de su sistema
productivo. El sector automotriz es obsoleto, la industria petrolera está
estancada, el renglón de los servicios financieros cayó en la especulación y
los demás renglones dependen de los niveles de salarios. Los EU se han
beneficiado del hecho de que los demás países no han podido entrarle de
lleno al relevo productivo. La dependencia bursátil y financiera del sistema
productivo estadunidense exhibe la debilidad de la planta industrial. Los
subsidios a la agricultura han sostenido los niveles de producción del campo,
pero han acostumbrado al sector a depender de las ayudas y el
proteccionismo. Y el arma secreta de los EU para mantenerse como potencia
económica es el proteccionismo comercial.
La crisis del sistema productivo soviético estalló por tres razones:
incapacidad para producir, marginación del consumo de las grandes
mayorías y pérdida de competitividad en el mercado. El Estado fue incapaz
de mantener la estabilidad interna, la crisis presupuestal reventó por la
carrera militarista con el gobierno de Ronald Reagan, y Gorbachov concluyó
que el Estado era incapaz de repuntar el sistema productivo. Casi los
mismos indicios se perciben en la economía norteamericana
2.- ¿Será Obama el Jimmy Carter que habría llegado al poder con la
carga moral, medio calvinista, de un imperio avergonzado de sí mismo para
explorar caminos de algo gelatinoso como un “imperialismo bueno”? Carter
inició su administración cediendo espacios geopolíticos: Medio Oriente,
entrega del Canal de Panamá, el retiro del apoyo a los regímenes
latinoamericanos dictatoriales, aceptación de la victoria de la guerrilla
sandinista en Nicaragua, entre otras posiciones revalidadas. Los EU
intencionadamente dejaron de agredir o de responder con violencia.
El caso de los rehenes en Irán fue un ejemplo. Azuzados por la
revolución del Ayatola Jomeini, estudiantes radicales tomaron por asalto la
embajada de los EU en Teherán el 2 de noviembre de 1979, y ahí
permanecieron hasta el día de la toma de posesión de Ronald Reagan como
presidente. Carter se negó a cualquier respuesta violenta, a pesar de las
presiones de los medios y de las estructuras militares. En secreto, Carter
ordenó un plan militar de rescate. Pero la falta de preparación convirtió la
ofensiva en un fracaso: helicópteros chocaron en el aire y Carter ordenó
detener la operación. Vinieron luego presiones diplomáticas y financieras,
pero el radicalismo de los estudiantes no varió.
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La política exterior de los EU entró en colapso: a la invasión de la
embajada de los EU en Teherán siguió la invasión soviética a Afganistán y
la invasión de Irak a Irán. La política exterior norteamericana no pudo
responder con eficacia. Y Carter cargaba la crisis del petróleo que
disminuyó la provisión de gasolina al interior de los EU, con severos
conflictos sociales y quejas de la sociedad.
Carter representaba una corriente no beligerante de los EU. En plena
campaña presidencial confesó a la revista Playboy que había pecado en
pensamiento. Carter representaba el salto tecnológico de los EU, pero también
el retraso: un ingeniero nuclear que había hecho su vida como productor de
cacahuate. Carter quiso eludir la función imperialista de los EU y disminuyó
el intervencionismo. Dos hechos latinoamericanos marcaron su presidencia: la
entrega del Canal de Panamá y el retiro del apoyo al dictador nicaragüense
Anastasio Somoza para permitir el ascenso al poder de la guerrilla procubana
sandinista. Asimismo, fijó el criterio de respeto a los derechos humanos como
condición previa para el reconocimiento estadunidense.
Lo malo, sin embargo, es que los EU son un país imperialista. Su
fuerza no depende de las cargas morales sino de su papel como policía del
mundo, sobre todo por la creciente participación de nuevos núcleos de
poder.
3.- ¿Será Obama el presidente de la maldición de Paul Kennedy en su
tesis de Auge y caída de las grandes potencias o una especie de presidente
de los EU como el imperio romano en camino de extinción?
El fin de la URSS
En l o que pudo haber sido considerado su “informe secreto” –como
el del XX congreso de Krushov para terminar con la era estalinista– Mijail C
Gorbachov delineó el 25 de abril de 1985, en el escenario de su ascenso
como líder de la Unión Soviética, el camino de la transición del sistema
comunista controlado por el Estado al modelo democrático de libre
mercado. En mayo de ese mismo año, el nuevo todopoderoso de la URSS se
reunió con el presidente norteamericano Ronald Reagan, quien lo conminó a
ir al fondo con la reforma.
Si sus compromisos de renovación y de nuevos talantes en las
relaciones internacionales son sinceros, derribe el Muro de Berlín.
Cuatro años después, Gorbachov comenzó a quitar el apoyo a los
gobiernos socialistas de Europa del Este, y el sistema comunista se
derrumbó como fichas de dominó. En noviembre de 1989 millones de
habitantes de la Alemania Democrática comenzaron a cruzar el Muro y la
21 frontera ideológica de la guerra fría quedó borrada por completo. Dos años
después, el proceso de transición de la Unión Soviética entró en colapso: el
mercado libre empobreció más a los ciudadanos, las Repúblicas Socialistas
se independizaron, los sectores duros intentaron derrocar a Gorbachov con
un fallido intento de golpe de Estado, Gorbachov disolvió el Partido
Comunista dejando a la URSS sin su sistema óseo y en diciembre de 1992
renunció Gorbachov.
El período de la URSS había durado apenas dos generaciones, 75
años, de 1917 a 1992. La experiencia del modelo económico comunista –
Estado sin mercado libre– había nacido del desmoronamiento del zarismo,
se había consolidado en la Segunda Guerra Mundial con el liderazgo de
Stalin, y se había colapsado en la competencia de gasto militar con los
Estados Unidos en los ochenta. El punto flaco del modelo había sido,
paradójicamente, su virtud: la economía estatizada.
Del otro lado, la economía norteamericana se había convertido en el
paraíso del mercado y fortalecido por la vía de la economía de guerra. El
mercado resistió mejor las tensiones de los desequilibrios económicos que el
Estado. Reagan metió a los EU en una dinámica de militarización del
espacio y la URSS ya no pudo seguir la competencia. Las satisfacciones de
la clase media estadunidense se veían reflejadas en negativo en el deterioro
de la clase media soviética: los excedentes en productos en los mercados de
los EU contrastaban con el racionamiento de alimentos en el mercado
soviético. La Unión Soviética no podía sostener su dominio militar en el
exterior sin satisfacer las necesidades de la mayoría de su población interna.
Por tanto, el colapso económico del modelo soviético fue social.
La viabilidad de los sistemas económicos se justifica con los niveles
de bienestar social. La URSS había tomado el camino de la economía
dominada por el Estado para crear y distribuir los satisfactores sociales. Pero
el dinamismo de la economía era lento, burocratizado y no alcanzaba para
cubrir la demanda de la sociedad, sino que tenía que aportar fondos para las
tres tareas propias de la potencia soviética en la guerra fría: el gasto militar,
la burocracia del poder, y los subsidios a los países satélites que no podían
sostener por sí mismos sus socialismos y dependían de los rublos soviéticos.
Pero la capacidad productiva de la URSS estaba por los suelos, pese a la
falsificación oficial de estadísticas.
Gorbachov representó una doble ruptura generacional: la de la edad y
la de la ideología. La gerontocracia soviética estaba acostumbrada a
gobernantes al estilo de los Papas del Vaticano: nombramientos para
ejercerse hasta la muerte: Lenin, Stalin, Jrushchov, Brézhnev, Andropov y
Chernenko, una media de once años por jefe político. La crisis había
22
estallado a la muerte de Brézhnev, quien había gobernado dieciocho años,
once Jrushchov y treinta un años Stalin. Pero en dos y medio años se había
desmoronado la gerontocracia soviética con las muertes de Brézhnev,
Andropov y Chernenko. Ahí se fijó el espacio político para el ascenso de
Gorbachov, un joven político de cincuenta y cuatro años de edad que sólo
pudo gobernar durante siete años.
Las tres crisis alcanzaron a la URSS: la económica por el deterioro del
aparato productivo interno, la social por la insatisfacción popular que
amenazaba la cohesión interna y obligaba a endurecer el régimen policiaco, y
la geopolítica por la competencia militar con los Estados Unidos. Al comenzar
los ochenta, Washington acababa de salir de un período de conflictos: el
asesinato de Kennedy, el desmoronamiento de Johnson por la guerra de
Vietnam , el ascenso y caída de Nixon, las torpezas de Ford , y el calvinismo
de Carter habían debilitado el poderío americano, sacudido la economía y
ampliado la pobreza social. El ascenso de Ronald Reagan, un exactor
mediocre con setenta años de edad, ideólogo conservador y controlado por un
grupo de conservadores: Pero Reagan había ganado las elecciones con el
discurso de recuperación del poderío estadunidense luego del deterioro del
escudo de seguridad con Carter y había ofrecido multiplicar el presupuesto de
defensa. Reagan inició un proyecto militar inalcanzable, conocido como “La
guerra de las Galaxias” para utilizar el espacio con misiles intergalácticos. Su
objetivo fue resumido en un spot de campaña que generó miedo: un oso
perseguía a un niño y lo acosaba. Era el Oso Soviético.
Gorbachov supo desde el principio que La economía soviética no
podía mantener el ritmo. En 1979 la URSS había invadido, a su vecino
Afganistán, provocando reacciones de los EU: Carter decreto embargo de
granos y boicoteó las olimpiadas en Moscú. El congresista Charles Wilson
movilizó partidas secretas en el Congreso para llevar la ayuda a los
mujalines combatientes hasta mil millones de dólares y la Casa Blanca
apretó el acoso. En 1989 los soviéticos abandonaron, derrotados,
Afganistán. Pero en 1985, el gasto militar soviético carecía de ingresos, el
mantenimiento del campo soviético en Europa del Este, Cuba y otras plazas
era prácticamente insostenible y las protestas internas por el racionamiento
comenzaban a transformarse en repudio al régimen comunista.
El análisis de Gorbachov llegó a una conclusión: el problema no era
realmente de gasto sino de ingreso. Y la maquinaria productiva soviética
estaba obsoleta y era ineficaz. Por tanto, su primer objetivo fue justamente el
de reordenar el aparato productivo. Lo dijo en el pleno del comité central del
23 de abril de 1985, recién elegido Secretario General del partido
Comunista: “Se trata, en primer lugar, de renovar científica y
23 tecnológicamente la producción para alcanzar el nivel más alto de la
industria social, perfeccionar las relaciones sociales y, sobre todo, las
económicas, de introducir grandes cambios en la esfera laboral, en las
condiciones materiales y espirituales de la existencia humana”. En suma,
volver a poner en funcionamiento el sistema productivo.
Los EU seguían a la vanguardia de la producción y, sobre todo, del
consumo. Y no se trataba de un milagro sino del razonamiento productivo:
el incentivo de la utilidad movía montañas, mientras que en la URSS se
paralizaba la producción por la falta de incentivos individuales. En esa
lógica, Gorbachov tomó la gran decisión histórica: transitar de un sistema
productivo controlado absolutamente por el Estado a un sistema productivo
movilizado por la iniciativa individual del mercado. Se trataba de una
reestructuración total no tanto de la planta productiva sino de su mecanismo
motivador: ya no las tareas asignadas por el Estado sino el factor del
mercado. La perestroika fue el camino para introducir el mercado como el
estímulo para la producción.
Para lograr ese objetivo, Gorbachov necesitaba el espacio político. La
URSS era una sociedad piramidal, tradicionalmente controlada por el Estado y
el aparato burocrático policíaco-militar, de fronteras cerradas. La guerra fría
había inducido una mentalidad aislacionista y vertical. De golpe, Gorbachov
abrió la política con el propósito de replantear las relaciones sociales.
Y lo hizo a través de la glasnot, la transparencia informativa. De
golpe destruyó el sistema de secrecía, control de la información y manejo de
relaciones sociales. Y cambió la estructura piramidal, regresándole a la
sociedad parte de la voz perdida. El objetivo fue facilitar la perestroika con
una sociedad más participativa, aunque con la intención de “impulsar la
democracia socialista, la gestión popular”.
La tercera llave de la transición de Gorbachov no se conoció
popularmente pero resultó un cambio estratégico: al replegarse de su zona de
influencia, al abandonar los espacios geopolíticos y al concentrar todos sus
recursos en asuntos internos, entonces había que agotar la vía del
internacionalismo proletario. Gorbachov se movió rápido y dejó indicios
claros: se reunió con Reagan y luego con Bush, buscó al Papa Juan Pablo II,
estableció un diálogo con el socialista francés Mitterrand y debatió
abiertamente con la Primer Ministro británica Margaret Thatcher.
Paulatinamente se fue alejando de sus países satélites: Polonia, Alemania
Democrática, Hungría, Cuba y otros. La guerra fría para mantener el dominio
hegemónico de una parte territorial del planeta le costaba demasiado.
En ese escenario rehuyó la competencia militar con los EU, promovió
la reducción del armamento nuclear y pugnó por un acuerdo de paz.
24
El 15 de enero de 1986 dio el paso fundamental: definió una política
de paz y la competencia con los EU se delineó en el escenario de una
coexistencia pacífica. Cada bloque mantendría el dominio de sus zonas y
ninguno de los dos aspiraría a ganar más posiciones. La clave estuvo en la
decisión de desmantelar los misiles. Con ello, la URSS se quitaba de encima
el peso presupuestal del gasto militar. Y ese dinero podría dedicarse al
suministro interno de bienes y servicios. Pero ese giro a favor de la paz y el
acuerdo geopolítico modificaba el mapa geoestratégico del mundo: la URSS
dejaba de ser un foco bipolar frente al expansionismo estadunidense.
La transición de la URSS estaba completa, sólo que poco definida.
Gorbachov buscaba no tanto un nuevo modelo económico y político, sino
corregir las deficiencias del existente. Por eso no cambió la estructura de
poder ni la conformación del Comité Central o del buró político, donde se
escondían los representantes del viejo régimen. Es decir, Gorbachov cambió
las reglas pero dejó a los mismos jugadores. Y ahí se debilitó su reforma: los
responsables de los mercados negros, los encargados de beneficiarse del
sistema autoritario y las élites que manejaban los hilos de poder fueron los
encargados de operar las reformas. Afuera de los muros del Kremlin, la
sociedad asistía pasmada, sin reflexión, empujada por la pobreza, a un
experimento de reforma de corto plazo. A Gorbachov le falló el Partido
Comunista y el gobierno, además de las propias contradicciones de un
equipo de trabajo bastante improvisado.
La reforma productiva no pudo llevarse a las fábricas y se motivó
desde la exigencia de productos. Al perderse la autoridad del Estado, una
especie de anarquía se apoderó de la planta productiva. Los soviéticos
exigían productos de primera necesidad que no llegaban.
Y la red de distribución seguía contaminada por la ineficiencia y la
corrupción. Eso sí, la glasnot conspiraba contra las reformas económicas
porque la apertura informática derivó en una mayor intensidad de la crítica
al gobierno. La sociedad no estaba preparada para las transformaciones. Y
Gorbachov no logró tener el tiempo y el espacio para generar una nueva
base social para las reformas.
Gorbachov tenía clara la parte débil de su reforma. Y fueron cuando
menos tres los problemas: la falta de legitimidad de la declinación del
imperio soviético en aliados que le exigían más a la URSS, la prisa por
desmantelar el viejo régimen y la ausencia de una base social funcional
sólida que pudiera definir la nueva correlación de fuerzas sociales necesarias
para la dimensión de los cambios. Lo dice, en dos ocasiones, en sus
Memorias: el viejo régimen se desmoronó antes de tener prefigurado e1
nuevo régimen. El tiempo histórico se le vino encima: el repliegue en el
25 exterior, el retiro productivo del Estado y la apertura políticas llegaron de
pronto, pero en medio de exigencias sociales de bienestar que Gorbachov no
pudo administrar porque carecía de la estructura de movilización social.
A pesar de ser primero Secretario General del Partido Comunista, las
élites burocráticas lo dejaron solo y casi inmovilizado.
La caída del Muro de Berlín fue el principio del fin de la Unión
Soviética como eje del campo comunista de Europa del Este.
Paulatinamente se derrumban los gobiernos comunistas de Alemania
Democrática, Polonia, Hungría, Rumania, Checoslovaquia y Bulgaria. La
presión democrática de las sociedades encontró a gobiernos dependientes de
la URSS. De todos los aliados de Moscú sólo sobrevivió Cuba, debido sobre
todo a su conformación como Estado militarista.
Lo malo de todo es que Gorbachov quería distensionar lo político y
económico pero sin modificar el papel ideológico del Estado, pero la
dinámica de las protestas sociales y el empuje de la sociedad dominada por
el comunismo impidió que la transición fijara sus límites. Los partidos
comunistas fueron aplastados por la disidencia y los países se fueron al
extremo de la sociedad de mercado. Asimismo, los cambios no modificaron
la injusticia social, porque en el corto plazo era imposible que alcanzaran
esa meta. La desigualdad se profundizó, la pobreza se multiplicó y los
gobernantes no dinamizaron rápido el mercado.
Las lecciones de la transición de Gorbachov fueron muy claras:
1.- La transición necesitó de una base social que Gorbachov no pudo
legitimar. La sociedad soviética asumió los cambios como la derrota del
comunismo.
2.- El tránsito del Estado al mercado fue demasiado rápido, sin una
estructura productiva ni una base de reorganización de los productores. Al
final, los nuevos empresarios esperaron todo del Estado.
3.- Gorbachov tomó el camino de la confrontación con las viejas
estructuras de poder, lo que provocó que éstas se conviertan en un lastre
para los cambios.
4.- El nuevo modelo de desarrollo no se definió con claridad sino que
se dio por supuesto con el repliegue del Estado y el surgimiento de
monopolios dominados por la burocracia.
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5.- A pesar de su formación marxista, Gorbachov ignoró la dinámica
del cambio político, y las transformaciones fueron producto del repliegue
del Estado y no de una intencionalidad en la creación de los grupos de
relevo.
El fin del proyecto político de Gorbachov ocurrió en 1989, con la
destrucción del Muro de Berlín. En cuatro años, de abril de 1985, Gorbachov
no pudo construir alianzas internas en la clase dirigente y se le escapó de las
manos la introducción del mercado. Un punto fue decisivo: las burocracias
políticas, militar y del Estado que controlaban los mercados negros durante el
comunismo se apoderaron de la dinámica de la privatización. Gorbachov no
pudo construir una nueva clase empresarial. El problema fue de origen: un
sistema comunista de Estado tan cerrado como el de la URSS no podría
fácilmente pasar a una economía mixta ni construir una clase empresarial. Por
tanto, las fallas del modelo fueron de Gorbachov, no de la sociedad.
Gorbachov fue víctima de una crisis típica de gobernabilidad: cuando
las ofertas del gobierno son menores a las demandas de la sociedad y cuando
las transformaciones institucionales son menos dinámicas que las exigencias
de los grupos sociales más movilizados. Gorbachov no quiso pactar su
transición con las élites de la burocracia comunista y este segmento de los
dirigentes fue el que quiso derrocarlo en agosto de 1991 con el intento de
golpe de Estado. Luego vino el desmembramiento de las repúblicas soviéticas
como entidades autónomas y e1 error probablemente más grave de Gorbachov
después del golpe: la disolución del Partido Comunista. El PCUS conformaba
los tres sistemas de control de la URSS: el sistema nervioso, el sistema
sanguíneo y el sistema óseo. Gorbachov nunca le dio prioridad a la reforma
del PCUS ni a sus estructuras de poder. De ahí que el partido se convirtió en la
guarida de los grupos que defendían los intereses del viejo régimen, sobre
todo por el papel de organizador que jugaba el partido sobre la sociedad.
Gorbachov tuvo mucho espacio para continuar, aún después del golpe
de Estado. Sin embargo, asumió su derrota. El liderazgo de Boris Yeltsin le
quitó la dirección política del cambio. Con el Golpe, Gorbachov perdió el
sentido de su transición. Su discurso de renuncia fue el reconocimiento de lo
que siempre quiso hacer y de su propio fracaso. Gorbachov debió de haber
operado su propio relevo. Pero se sintió sin fuerzas. Y sin aliados.
La gran lección del fracaso de la transición soviética quedó más o
menos fijada: las dificultades y exigencias que plantea pasar de un sistema
absolutista de Estado a uno de mercado, sin la construcción de consensos,
nuevas fuerzas sociales y sobre todo tiempos claros. Nada es peor para una
transición que operarla en medio de una severa crisis económica y sin un
27 partido operador de las relaciones sociales. Las transiciones exitosas
comenzaron siendo elitistas pero después construyeron su base social. Y
Gorbachov cometió el error de intentar una transición desde las élites, con
una sociedad insatisfecha, reprimida y sobre todo desideologizada.
Obama; el Gorbachov americano.
Los primeros cien días de Barack Obama
En un artículo publicado en el suplemento Domingo de El País, el
periodista Antonio Caño hace referencia a los estilos del presidente Barack
Obama en sus primeros días en la Casa Blanca. Son detalles que remarcan el
interés del nuevo gobernante en mantener su contacto con la gente: lectura
de cartas, respuestas manuscritas, contacto con los problemas comunes. “Es
una de las formas que Obama tiene de evitar el destructivo síndrome de
ensimismamiento del poder”.
Se trata, en realidad, de pormenores. Obama no compitió por la
presidencia de algún país tercermundista ni por el apoyo de la gente, sino
para encabezar la hegemonía del país más poderoso del mundo.
En su definición de la política exterior de los Estados Unidos, Henry
Kissinger establecía en 1969 los criterios fundamentales:
“Mientras otros países tienen intereses, nosotros tenemos
responsabilidades”. Es decir, explicaba citando a Dean Rusk, el Secretario
de Estado durante la Guerra en Vietnam, “Nuestras querellas son a causa de
otros pueblos”.
Los primeros cien días de gobierno de Obama parecieron marcados
por el desconcierto: una crisis económica heredada de Bush y una crisis de
liderazgo mundial que sumó los conflictos imperiales de Vietnam a Irak. La
gestión del nuevo gobierno ha sido agobiada por problemas existentes. Y de
suma gravedad, al grado de que el propio Obama ya estableció que ofrece
resultados en cuatro años “o esta administración será de un sólo período”.
Lo paradójico del caso es que Obama parece haber sido víctima del
temor tradicional de la clase política estadunidense: responder a las
expectativas del exterior y no del interior. Y peor aún, de los sectores
tradicionalmente antiamericanos en el mundo. En su campaña, Obama visitó
Berlín y dio un discurso pacifista desde el corazón mismo de la guerra fría:
los Estados Unidos son un pueblo de paz y de bienestar. Por tanto, su
gobierno trabajaría sobre esos dos rieles.
Sin embargo, los EU no son una nación ni un pueblo sino un imperio.
Y el presidente de los EU es el emperador del mundo cuatro/ocho años. El
dominio hegemónico del imperio sobre el mundo plantea exigencias y
comportamientos imperiales.
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Los estadunidenses que marchan por la paz dentro de los EU no
alcanzan a comprender la lógica del imperio. Los niveles de bienestar de los
norteamericanos no son producto del esfuerzo interno sino del dominio
hegemónico del mundo: el petróleo es producto del sometimiento del Medio
Oriente, las exportaciones se logran a base de competencias desleales, la
riqueza de la economía está relacionada con la capacidad de explotación de
otras economías. El día en que los EU replieguen sus fronteras a las
territoriales, ése día los norteamericanos se descubrirán como una sociedad
mediocre, empobrecida.
Obama: La crítica a los derechos
Obama carece de conciencia histórica. Nació en Hawai, enclave
norteamericano conquistado en el siglo XX –y por cuya invasión pidió
perdón Bill Clinton– hijo de madre estadunidense de Kansas pero alejada
por desprecio a su país, y de un mulato de Kenia que nunca pisó territorio
continental americano.
Fallecida su madre, vivió con su padre, quien lo llevó a vivir a Indonesia
durante su segundo matrimonio y ahí asistió a escuelas musulmanes.
Luego del desconcierto familiar, Obama aterrizó en Los Angeles en
1985. No le tocó para nada la lucha por los derechos civiles de los negros ni
provino de ninguna familia esclava. Su formación familiar fue dominada por
la familia blanca de su madre. El racismo a mediados de los ochenta ya
había sido reducido a ciertas zonas. Las primeras relaciones interraciales
rompieron con el miedo. Y luego de estudiar en Los Angeles, arribó becado
a Harvard, donde hizo una carrera académica exitosa y fue el primer
afroamericano en dirigir la famosa revista de Leyes de Harvard.
En Harvard, Obama afinó su sentido legal. Se relacionó con una
corriente jurídica que se había nutrido en el marxismo pero sin ser
propiamente comunista: la Critical Legal Studies, fundada por el académico
Duncan Kennedy, un ex marxista sin partido. La tesis de este grupo fue la de
utilizar los derechos para buscar la equidad jurídica y por tanto social. Es
decir, utilizar los contenidos de las leyes para exigir bienestar para los pobres.
Ahí delineó Obama su pensamiento jurídico pero también sus ideas políticas
de equidad social. Con apoyo en el derecho, Obama trabajó para grupos
sociales marginados. Y de hecho, su concepción social como presidente radica
justamente en las bases de la CLS: a la equidad por la vía de los derechos.
Pero se trata de un objetivo social, prioritariamente social. La CLS
nada tiene que ver con el imperio, con el sistema económico capitalista, con
el funcionamiento del aparato productivo.
29 De Estado Imperial a Estado Moral
George W. Bush no sólo estiró demasiado la liga imperial sino que
careció de un sustento político-estratégico. Su decisión de invadir Irak se
redujo, en realidad, a una venganza personal: Saddam Hussein intentó
asesinar a su padre George H.W. Bush. Por eso inventó el asunto de las
armas de destrucción masiva e insistió en la inexistente vinculación Al
Qaeda-Irak. Su equipo de política exterior –la consejera de Seguridad
Nacional Condoleezza Rice y su secretario de Estado Colin Powell, además
de sus dos Secretarios de Defensa: Donald Rumsfeld y Robert Gates, y
encima de ellos el vicepresidente Dick Cheney– aportaron justificaciones,
fundamentalmente militares, no estratégicas. A pesar del resultado,
Washington fue a Vietnam a detener el avance del Comunismo.
Las razones del papel de los EU en el mundo se basan en la lógica de un
imperio. Y ésta tiene que ver, antes que otra cosa, con la explotación. Por eso no
hay mucha diferencia entre la política exterior de John F. Kennedy con la de
Richard Nixon y de éste con la de Ronald Reagan. Y en la misma
categorización caen las de George Bush padre, Bill Clinton y Bush hijo. El
único que quiso romper con la lógica imperial fue Jimmy Carter, pero su
administración fue sólo de un período: abandonó Europa, no supo encarar a la
Unión Soviética en Afganistán, fue débil ante Irán y permitió un año de rehenes
en la embajada de los EU en Teherán, entregó el Canal de Panamá y su
significado imperial, y ayudó a los sandinistas quitándole el apoyo a Anastasio
Somoza en Nicaragua. Su relevo fue Reagan, quien se confrontó con los
soviéticos, acunó a Mijail Gorbachov y llevó la guerra fría a la batalla final.
Obama quiere trascender el Estado imperial y arribar al Estado moral,
pero en un mundo dominado por la lógica de la confrontación territorial. Las
contradicciones de Obama se perciben en el Medio Oriente: saldrá de Irak sin
abandonar el petróleo pero se atrincherará en Afganistán. Y le toca una
evolución crítica del conflicto afgano similar a la que enfrentó Bush: el avance
político y militar de los talibanes, una corriente política conservadora,
represora social y femenina, y afín a los radicales musulmanes del Irán de
Husein. Por eso Obama ya aumentó las tropas estadunidenses.
Y tiene también que enfrentar el regreso de “la Madre Rusia” al poder
imperial, con el rompimiento del equilibrio nuclear por la rebeldía de Corea
del Norte y de Irán en sus intentos por poseer bombas nucleares. Y en
América Latina, encara el regreso del decrépito comunismo cubano, tronado
socialmente y mantenido sólo por la vía de una dictadura feroz, criminal y
militar de una familia. Por si fuera poco, Europa trata de resarcirse de la
crisis económica para convertirse en un foco estratégico mundial, un polo
generador de poder. Y quedaría el colapso de África, azuzado por el afán
30
expoliador de los EU y el deterioro político por bandas militares promotoras
de guerras civiles con armas provenientes de los EU.
En su viaje a Berlín en campaña, Obama fue recibido por los grupos
antibélicos y alabado como el enterrador del imperialismo norteamericano.
En su discurso en Praga, luego de la reunión del Grupo de los Veinte,
Obama dejó traslucir una nueva política exterior basada en la autoridad
moral, aunque sin ofrecer modificaciones estructurales del sistema
económico imperialista. En la Cumbre de las Américas, Obama se perfiló
como el presidente de la disidencia imperial, buscando la amistad con
gobernantes radicales que han amenazado la seguridad de los EU. En
Europa parecieron darle una nueva oportunidad a los EU para tomar
decisiones en beneficio del mundo, no nada más de los EU.
Por tanto, Obama abrió el debate: debilidad o estrategia. La estrategia
estaría relacionada con una reconfiguración del mundo en donde los EU
asumieran la conducción moral –no imperial-militar–. La debilidad estaría
relacionada con el abandono paulatino de los EU de zonas fundamentales en su
mapa imperial. El único esfuerzo de los EU por asumir el liderazgo moral fue
con Carter y el resultado fue desastroso: las zonas abandonadas fueron ocupadas
entonces por la Unión Soviética o los radicales árabes y las bandas criminales
africanas. Hoy algunas áreas quedarían dominadas por grupos nacionalistas,
sobre todo de corte religioso, y países socialistas que avanzarían sobre vecinos.
El dilema de Obama radica en definir si es un imperio o una nación.
Una nación buscaría espacios de entendimiento con vecinos y otras
naciones, sin importar radicalismos, ideologías o sistemas de gobierno. El
gran reto de Obama, hasta ahora no asumido, es el redefinir la filosofía de la
política exterior y excluir el tema de las responsabilidades que refería
Kissinger. Porque la conducta imperial de involucramiento en otras naciones
se basaba justamente en el concepto de la responsabilidad.
Asimismo, en la cancelación del modelo económico del complejo
militar-industrial surgido de la Segunda Guerra Mundial y animado por la
guerra fría. Y finalmente, la disminución sensible del presupuesto militar.
El Gorbachov americano
Sin definirlo con claridad, Obama ha metido a los EU en el sinuoso
camino de transición política y social del Estado imperial al Estado moral.
La palabra clave es justamente “transición”, pasar pacíficamente de un
modelo a otro. Pero como el imperio estadunidense es producto de la guerra
fría, entonces el referente no es otro que la frustrada y fallida transición
soviética de Mijail Gorbachov.
31 Agobiado por demandas sociales internas y abrumado por el costo del
mantenimiento económico del campo socialista, Gorbachov operó la
transición soviética sobre dos vías: la perestroika o reestructuración de la
economía de Estado para llevarla a una economía de mercado y la glasnot o
apertura informativa para terminar con el Estado policiaco, dominante y
sobre todo sin permitir la democracia interna. La primera condujo a la
entrega de la economía a élites locales y no a la creación de un mercado, y la
segunda dejó al Estado soviético sin defensa.
El fracaso fue evidente: la Unión Soviética se desmembró en Estados
independientes y la democratización fue interrumpida por las fuerzas
autoritarias. Gorbachov tuvo que renunciar.
Obama ha construido un escenario similar: la transición
estadunidense de Imperio a un Estado moral. Y sus dos vías pueden ser
analizadas en el esquema de Gorbachov: la perestroika busca reorganizar la
economía de los Estados Unidos vía una mayor intervención del Estado en
el capitalismo y un programa anticrisis; y la glasnot pudiera resumirse en el
caso de la difusión de los memoranda de la CIA sobre la autorización oficial
secreta para el uso de la tortura en interrogatorios a sospechosos de
terrorismo. La glasnot de Gorbachov se asumió con una decisión, según
cuenta en sus memorias: después de una gira dentro de la URSS, Gorbachov
ordenó al KGB que entregará a los corresponsales extranjeros el texto
íntegro de sus discursos. Ahí se abrió la Caja de Pandora de la información y
con ello del debilitamiento del Estado autoritario.
La intervención del Estado en el capitalismo norteamericano puede
poner orden en el caos de la explotación, pero entonces dejará de ser el
capitalismo de libre mercado. Wall Street funciona en relación a los
mecanismos de especulación; y el Estado como socio de empresas terminará
con la especulación, alma y esencia del capitalismo. La regulación estatal
directa dentro de las empresas ha comenzado a ahuyentar inversionistas. Y
la dinámica del capitalismo radicaba justamente en la capacidad de
especulación para obtener beneficios en el mercado.
Y si en la URSS el eje de la dominación estatal estaba en la
información, en los EU se localiza en el funcionamiento del aparato militar.
Más que la revelación de torturas –de sobra conocidas desde 2006 y apenas
condenada– la estructura de dominación militar de los EU radica en la
intervención sin obstáculos en otras naciones y en el símbolo de la CIA como
el ejército personal del presidente de los EU. Los memoranda exhibiendo a la
CIA ha dejado a la Casa Blanca sin el aparato de espionaje, intervención y
ejército privado. Si los EU no pueden derrocar gobiernos o asesinar
adversarios extranjeros, entonces ya no tienen poder de dominación imperial.
32
Los dilemas de Obama quedan establecidos en los escenarios de la
crisis. En lo económico, reconstruir la hegemonía del dólar y las
corporaciones sobre la economía mundial o la creación de empresas con
mayor equidad pero sin intervención en la competencia internacional,
bancos que respondan a los criterios estatales de no acumulación de
utilidades, y automotrices que obedezcan a las directrices del Estado y no
del mercado.
El problema radica en la intervención de Obama para reconstruir las
empresas y sus objetivos.
En la política exterior, Obama pugna por la autoridad moral de los
EU en un mundo dominado por la conquista política de territorios. La
prueba de fuego de Obama estará en el Medio Oriente, donde las naciones
dominadas por ideas religiosas radicales y violentas, han declarado la guerra
a Washington y el papel determinante de Osama Bin Laden y Al Qaeda. El
moralismo de Carter no pudo imponer la paz, a pesar del enésimo acuerdo
firmado entre árabes e israelíes. El problema no radica sólo en el Medio
Oriente, sino en el papel fundamental de la comunidad israelí en los EU y en
su economía.
Gorbachov arrancó su transición con un recorrido por el mundo para
convencer a los líderes que la guerra fría había terminado Y que la URSS
disminuiría los arsenales nucleares. Luego abandonó a sus aliados por el
costo insostenible del socialismo mundial. Y finalmente redujo el
presupuesto militar. Obama va por el mismo camino: sus giras promueven el
fin de la guerra fría, los EU han reducido el apoyo a aliados y la baja de 100
millones en el presupuesto militar fue el indicio de que el papel militar
estratégico de los EU en el mundo.
En este contexto, Obama se perfila como el Gorbachov americano.
El perdón de la tortura
La revelación de documentos donde se estableció el principio legal de
que la tortura era permitida a pesar de violar tratados internacionales fue
apenas la punta del iceberg de una nueva fase de actividades clandestinas de
la CIA. Faltan por conocerse las cárceles clandestinas que se crearon en el
mundo para ocultar a presuntos terroristas.
Un reporte del Parlamento Europeo reveló en junio de 2007 la
existencia de cárceles clandestinas de la CIA en Polonia y Rumania, dos
enclaves ex comunistas de la ex URSS ahora dominados por los Estados
Unidos. Y asimismo, el Parlamento Europeo también descubrió la
realización de vuelos secretos con prisioneros excluidos de todos los
tratados de derechos humanos.
33 Asimismo, el debate centrado ahora en la tortura de prisioneros y
básicamente en la autorización del Departamento de Justicia de Bush para
aplicar la asfixia en agua o con bolsa de plástico, fue apenas una de las
tantas técnicas utilizadas por expertos de la CIA y del Departamento de
Defensa.
Las revelaciones sobre las torturas en la cárcel de Abu Ghraib
mostraron la violación de las creencias religiosas de los presos musulmanes.
El problema de fondo fue el reconocimiento del gobierno de Bush y
ahora de Barack Obama de que en todo momento el uso de la tortura se hizo
a partir de una doctrina. En junio de 2007, al darse a conocer la larga lista de
actividades ilegales de la CIA en un reporte conocido como “Las Joyas de la
Familia”, el entonces director de la CIA de Michael Hayden explicó el
principio doctrinario del uso de la tortura: actuar “en nombre de los
estadunidenses”. Al perdonar las torturas de la CIA contra presuntos
terroristas, el presidente Obama afirmó que los espías actuaban “con los
valores americanos”.
La CIA se ha convertido en el símbolo nefasto de la guerra fría.
Creada para combatir el expansionismo ideológico de la Unión Soviética,
derivó en aparato operativo de actividades clandestinas para justificar
intervencionismos de la Casa Blanca. En 1984, por ejemplo, el director de la
CIA de Reagan, William Casey, ordenó la redacción de un documento sobre
México que justificara una ofensiva de Washington contra México. El
encargado del reporte, el analista John Horton, se negó a hacer documentos
tergiversados. Y a principio de 1985 reveló, en un artículo publicado en el
The Washington Post, que la CIA fabricaba reportes para avalar
intervenciones.
La revelación de actividades ilegales de la CIA comenzó en
diciembre de 1974 con un reportaje publicado en la primera plana del The
New York Times por el periodista Seymour Hersh, donde denunciaba que la
CIA había violado las leyes al realizar operaciones dentro de los EU y
señalaba que había espiado a disidentes de Nixon. La presión llevó a dos
comisiones del Senado contra la CIA, la Church y la Rockefeller, y a la
revelación de que la CIA había recibido autorización presidencial de
Kennedy y Nixon para asesinar a políticos y derrocar gobiernos.
El presidente Obama ha quedado atrapado en la realidad de las
operaciones clandestinas de la CIA. Presionado por el efecto negativo de la
desclasificación de documentos del Departamento de Justicia que
autorizaban a la CIA a torturar a presuntos terroristas, Obama hizo su
primera visita formal a las instalaciones de la CIA en Langley, Virginia,
cruzando apenas el Potomac, y ofreció su “total apoyo” a la CIA y a sus
34
agentes. Y lo hizo con una afirmación que revalidó la doctrina Bush: “Voy a
proteger su trabajo con la misma energía que ustedes defienden el país”.
El espaldarazo de Obama a la CIA fue una decisión para lavar el
rostro de la agencia manchado por el uso de torturas. Inclusive, el debate ha
sido una muestra del absurdo: a la CIA le acreditan el concepto de “asfixia
simulada”. Los expertos del Departamento de Justicia exculparon, el hecho
con el argumento de que el uso de la asfixia llevaba a una simulación de la
muerte y que no causaba daños permanentes en los detenidos. Sin embargo,
los torturados sí padecían la asfixia –y nada simulada– es decir, eran
ahogados hasta el borde de la muerte. Asimismo se autorizó a agentes de la
CIA a “lanzar contra la pared a detenidos”, sin reconocer que ahí sí había
daños permanentes. Y al romperles la rutina de comida, el sueño y el uso de
sus extremidades, los detenidos padecieron atrofia.
La justificación de la CIA, avalada ya por el presidente Obama, fue
en el sentido de que los terroristas tenían a su favor el respeto a las garantías
individuales que les otorgaban las leyes y que así no podía obtenerse
información. La CIA aceptó, ahí, su fracaso como agencia encargada de
recopilar información. Al final, la tortura tiene la función de destruir al
adversario y encarecerle sus tareas agresivas, no de obtener información
bajo presión que no siempre es confiable.
El aval de Obama a la CIA y la decisión de no penalizar el uso de la
tortura representó una de las definiciones políticas más importantes del
presidente Obama. La CIA continuará con sus actividades, a partir de la
certeza de que sus excesos no serán castigados. Lo malo del asunto es que
Obama mantuvo la doctrina Bush de combatir a los terroristas con las armas
de la ilegalidad. La CIA puede seguir operando con el apoyo del presidente
de los Estados Unidos.
Obama: ¿Una transición fallida?
¿Cuál pudo haber sido el error estratégico de Gorbachov en la
transición soviética? Entre muchas razones hay sin duda una percepción más
o menos clara: rehacer el sistema productivo soviético sin destruir sus raíces
y sus estructuras. El mismo error podría haber cometido el presidente
Barack Obama con su propuesta contra la crisis: intentar rehacer el sistema
productivo estadunidense sin destruir sus raíces. Al final los dos sistemas
han sido únicos, con sus reglas muy estrictas: Gorbachov quiso introducir el
mercado en un modelo dominado por el Estado, Y Obama buscó llevar al
Estado a un modelo dominado por el mercado.
35 Obama y su modelo económico
La explicación del programa anticrisis del presidente Barack Obama
fue un shock para la estructura de intereses del sistema económico y
financiero de los Estados Unidos. Obama delineó una propuesta de
transición del capitalismo salvaje a un modelo económico social de
controles estatales y objetivos populistas.
El discurso de Obama ante el Congreso sirvió para confirmar la
expectativa de que el primer presidente afroamericano de los EU
proveniente de las minorías explotadas, podría ser el Gorbachov
estadunidense.
El soviético tomó el poder para transformar el sistema comunista de
economía centralizada y dominio absoluto del Estado en un modelo de
mercado. Obama ha dejado ver que quiere transitar el capitalismo
norteamericano a un modelo de economía estatalmente planificada y
regulada.
Esta percepción podría explicar la respuesta negativa de los mercados
al programa anticrisis de Obama. La caída de la bolsa en Wall Street, donde
operan las principales corporaciones y donde se dan los juegos financieros
para concentrar la riqueza en manos especulativas, fue la reacción a los
regaños de Obama a los banqueros, el mensaje de que se terminaron los
tiempos de las grandes bonificaciones, y la entrada de la economía de los
EU a la zona de confrontación entre una economía especulativa que es el
alma del capitalismo norteamericano y una economía social controlada por
el Estado.
Lo que falta por saber es la posibilidad de las expectativas.
Gorbachov fracasó en su transición cuando perdió el control de la economía
y con ello se le escapó de las manos el manejo de la política y de la
sociedad. Primero fue el golpe de Estado de los sectores duros y luego el
desmembramiento de la Unión Soviética. Gorbachov tuvo que renunciar. El
escenario de Obama tiene algunos parecidos: el american way of life tiene
como corazón justamente el mecanismo de la economía especulativa. La
competencia brutal ha convertido a los estadunidenses en generadores de
riqueza. Sin competencia, la economía de los EU se va a desplomar como un
castillo de naipes.
Pero nadie se debe llamar engañado. Obama definió desde el
principio su perfil a partir de su formación histórica: un hombre que ya
resolvió el problema racial por provenir de un matrimonio interracial –
madre blanca y padre mulato– y arribó a los EU en 1983, cuando las luchas
sociales de los negros ya habían sido superadas. Obama sería el
36
representante de una minoría electo para salvar los intereses y el modo de
vida de una mayoría.
Muy al estilo americano, los votantes se dejaron seducir por la
imagen. Pero Obama en realidad no engañó a nadie. Su modelo de equidad
social garantizada por el Estado y aún a costa de quebrar la estructura de
poder de las corporaciones viene de una tendencia de la izquierda
estadunidense: el grupo del Critical Legal Studies o Centro de Estudios
Críticos de las Leyes –mejor conocido como corriente de la Crítica de los
Derechos– nació en 1977 en Harvard bajo la influencia del abogado
afroamericano Duncan Kennedy, uno de los formadores del perfil jurídico
de Obama.
El eje central de esta corriente radica en el papel del Derecho y su
utilización para beneficios sociales de las mayorías. Parte de la idea de que
el derecho ha servido a los poderosos. Por tanto, señala Kennedy, “los
objetivos de la izquierda son cambiar el modelo existente de jerarquía social,
incluyendo las dimensiones de clase, raciales y de género, en la dirección de
una igualdad más profunda y una mayor participación en el gobierno
público y privado”. El instrumento para reorganizar la sociedad es el Estado,
el cual tendrá la autoridad para definir alcances y reparto. Y el contexto es el
escenario de injusticia de las mayorías, usualmente marginadas de los
beneficios del sistema.
Obama sería el encargado de esta transición norteamericana. Su
discurso reciente marcó la decisión del Estado de intervenir en el proceso
productivo y sobre todo redistributivo de la riqueza, aunque a costa de
liquidar el sistema capitalista. Gorbachov delineó la perestroika para pasar
de la economía estatista al mercado y Obama perfiló su programa anticrisis
como la perestroika estadunidense para pasar de la economía especulativa a
la economía social, estatista y con objetivos de justicia y no de competencia.
Pero así como Gorbachov tuvo que encarar los fuertes intereses del
viejo sistema estatista y sus beneficiarios, así Obama ha comenzado a
encontrarse con los obstáculos de los favorecidos de la especulación que
solamente querían dinero público para reactivar la demanda y fortalecer la
oferta pero sin cambiar la estructura de concentración de la riqueza. La CLS
critica el Estado Liberal de Derecho y lo asume como el garante de una
estructura de explotación.
El discurso de Obama se localiza dentro de las coordenadas de la
Escuela de Critical Legal Studies y su objetivo de cambiar el
funcionamiento del sistema productivo: no para profundizar desigualdades
del mercado, sino para equilibrar el reparto con la intervención del Estado.
37 Obama quiere encabezar a la sociedad de los marginados para modificar el
rol del derecho, no para padecer la explotación sino para exigir la riqueza
para los explotados.
Obama ya dio el primer paso al anunciar la hegemonía del Estado
sobre el capitalismo salvaje; y los mercados ya respondieron. En los EU
comenzó una batalla similar a la de Gorbachov con su transición fallida. Por
lo pronto, los intereses privados ya ganaron su primera batalla: la Casa
Blanca no nacionalizará los bancos.
Más Estado: Obama, como Hugo
Una caricatura revela la dimensión del cambio histórico en el
capitalismo norteamericano. Un entrevistador pregunta: “El presidente
publicó duras normas de combustible. Como jefe de General Motors, ¿qué
opina? El ejecutivo de la GM dice: “Me agrada”. Sólo que el ejecutivo de la
GM es nada menos que el presidente Obama, quien acaba de tomar el
control de la empresa.
La declaración de quiebra de la General Motors y la apropiación
gubernamental de la mayoría de la propiedad de la empresa, fueron los
primeros signos del nuevo modelo de capitalismo en los Estados Unidos:
como Hugo Chávez en Venezuela, Obama ha sentado las bases del
capitalismo de Estado.
Sólo que el cambio va a significar el fin histórico del capitalismo y de
su influencia en la democracia. En su papel del Gorbachov americano
Obama ha comenzado a andar su perestroika productiva, aunque al revés: al
pasar de la economía de mercado especulativo a la economía controlada por
el Estado. Los nuevos socios de la GM van a sentarse en el consejo de
administración con burócratas que van a decidir en función de razones
sociales, no económicas o productivas o competitivas.
La decisión de Obama de intervenir en la crisis ha roto con las leyes
naturales del capitalismo: las crisis son etapas de consolidación y
autorreforma. En la crisis del 1929, el Estado acudió a financiar a algunas
empresas y abrió un paquete de gasto público para estimular la demanda. En
la crisis del 2008, Obama metió al Estado a las grandes corporaciones como
socio para pugnar por una reconsideración de los elementos motivacionales
de la producción. Si en el capitalismo de mercado los factores de estímulo
son la especulación, la apropiación y la riqueza, ahora serán el consumidor,
la equidad y el fisco.
Pero el problema del capitalismo no es de motivaciones sociales sino
de funcionamiento. La capacidad de competencia y las etapas de crisis han
servido al capitalismo para sus propias reformas productivas. El factor de
38
autocorrección de las empresas en el capitalismo se da en las quiebras. La
intervención del Estado en el funcionamiento interno de la General Motors
rompió con el elemento de la competencia. La audacia de las grandes
corporaciones en los EU estaba motivada por los bonos a los ejecutivos.
Ahora sólo habrá burócratas.
Por ello es que el gran debate que acaba de comenzar en los EU es
sobre el pensamiento económico detrás de las decisiones de emergencia. En
1929 se utilizó la propuesta de Keynes de abrir el gasto público, como ahora
lo repite Obama aunque a costa de llevar el déficit presupuestal a un 12%
del PIB. Pero ese apoyo no reactiva el modelo productivo, sino que protege
el empleo.
De ahí que el columnista del The Wall Street Journal, Carl Schramm,
haya abierto otro debate: menos Keynes y más Schumpeter, dice en su texto “El
momento de Schumpeter”. Keynes fue el maestro del gasto público creciente y
Schumpeter ganó el Nobel con su propuesta de modernizar el capitalismo a
partir de las empresas, incluyendo el dato de que los altos salarios de los
ejecutivos son un factor de estímulo a la creatividad e innovación.
El debate ha comenzado en torno a la característica del capitalismo: el
del Estado que deriva en subsidios y formas de producción que no estimulan
la creatividad ni la competencia, y con salarios controlados que tampoco
promueven a los emprendedores o el de las empresas y los emprendedores
que hay fijado liderazgos productivos a partir del criterio del capitalismo
que Schumpeter definió como “destrucción creativa”. El salvamento de
Obama a la General Motors protegió el empleo pero interrumpió el proceso
de reconversión industrial de líneas de producción que van a gastar fondos
públicos y no van a fortalecer a las empresas. Y también vendrá la discusión
entre el Estado que acota las libertades individuales y la empresa de
emprendedores que las aumenta.
El fondo ideológico de la política anticrisis de Obama no es el
económico sino el político. Su origen jurídico viene de la Critical Legal
Studies, la corriente marxista de Harvard que asume la teoría de los
derechos, es decir que los derechos sociales están por encima de las reglas
económicas. La crisis económica ha sido aprovechada por Obama para
llevar a los EU a una transición hacia un nuevo régimen político,
económico, social y de gobierno.
La perestroika de Obama está fundada en la intervención del Estado
en las empresas como socio para romper con las motivaciones tradicionales
del capitalismo y la glasnot ha ocurrido con la liberación de información de
la CIA, sin duda el eje del sistema político de dominación internacional a
partir del criterio de que el gobierno de los EU es el gobierno de la CIA.
39 El fantasma de Hugo Chávez ha comenzado a ser visto en las noches
en los pasillos de la Casa Blanca. Porque al final de cuentas no existe
coherencia entre el presidente Obama que castiga a los ejecutivos, pero él
mismo se permite una escapada de la Casa Blanca a Nueva York para tener
una noche de descanso –teatro y cena– con su esposa Michelle, aunque con
un costo de más de 24 mil dólares cargado al presupuesto público. Como
Hugo Chávez, pues.
Obama: el Imperio es el Imperio
Acostumbrados a los manotazos imperiales, el nuevo estilo de Barack
Obama es más suave pero con el mismo objetivo final: reconstruir la
hegemonía de los Estados Unidos.
Cuba podría ser el laboratorio político del modelo Obama: como
Fidel Castro, conformó una estrategia de resistencia nacionalista que le dio
dividendos locales bajo la bandera del acoso del imperio y le apostó al
aislamiento de Cuba de la contaminación capitalista, Obama le cambió el
esquema y aprobó un programa que bien podría llamarse un Mariel al revés.
Por la vía de visitantes y envíos de dinero, abrirá las ventanas de
Cuba a la realidad del mundo que Castro ha escondido en los pliegues de la
resistencia.
El momento es el adecuado. Cuba entró por la crisis en una nueva
fase de empobrecimiento. Los visitantes y las remesas van a reventar el
modelo de Castro de asociar imperio y dólares. En 1980, Castro abrió las
fronteras por el puerto de Mariel para enviarle a los EU a decenas de miles
de cubanos que estaban en las cárceles. Hoy Obama le regresa a Cuba a
cubanos y dólares que han ganado en el imperialismo. Y en un pueblo
empobrecido, las remesas van a debilitar la cohesión ideológica.
El embargo de los EU a Cuba ha sido uno de los principales
instrumentos de cohesión política e ideológica de Fidel Castro. Lo reveló el
ex presidente José María Aznar en su libro Retratos y perfiles. De Fraga a
Bush (editorial Planeta), publicado en el 2005. Aznar contó una
conversación directa que tuvo con Fidel, a quien le dijo: “Si estuviera en mis
manos, levantaba el embargo contra Cuba mañana mismo o al cabo de
poco tiempo y acababa con el régimen (de Castro) en tres meses”.
Aznar sigue: “Castro me contestó, literalmente, que él “necesitaba el
embargo para esta generación y la siguiente”. Esas fueron sus palabras. Me
pareció asombrosa la crueldad y la hipocresía de ese doble discurso de quien
manifiestamente está utilizando a su pueblo como una moneda de chantaje
para denunciar a supuestos enemigos extranjeros y perpetuarse en el poder.
40
Es evidente que el embargo es una de sus bazas para continuar en el poder y
para perpetuar el régimen en el futuro”.
Sin la presión del embargo y con reglas más flexibles de Washington,
los cubanos conocerán la realidad del mundo que los hermanos Castro, en el
gobierno monárquico de Cuba, han impedido ver. Los visitantes y las
remesas van a inundar de dólares a Cuba y a debilitar el control de la
población basado en la amenaza del monstruo imperialista.
La estrategia de Obama tiene un rebote geopolítico: al aminorar la
fuerza ideológica de Cuba y obligar a la isla a debatir la transición de un
gobierno militarista, dictatorial y unipersonal, de paso le quita el principal
soporte a los gobiernos latinoamericanos que se han inclinado a la izquierda.
A ello va a contribuir el manejo mediático de la imagen de Obama como el
presidente no imperial de los EU y el impacto social del color de su piel.
Obama podría reproducir el modelo John F. Kennedy, el presidente más
imperial pero el más carismático. Fidel Castro es el punto de referencia de
los gobiernos radicales de Venezuela, Bolivia y Nicaragua.
Por lo pronto, la estrategia de Obama se salió del viejo modelo
imperial de agresión a Cuba para que la pobreza generara rebeliones internas
y optó por la propuesta contraria: llevar la riqueza a Cuba para debilitar la
cohesión interna mantenida por Castro a lo largo de 50 años de resistencia al
acoso del gigante imperial.
El centro de la estrategia es la de eliminar el concepto de la
arrogancia imperial en la política exterior. Como nunca antes, Obama ha
logrado convertirse en la esperanza de los países que padecieron las
consecuencias de la guerra fría del periodo 1960-1990. De ahí las
recepciones en Berlín el año pasado y en Praga hace unas semanas. Se trata
de un nuevo presidente pero del mismo país determinado por el contenido
sustancial de los comportamientos imperialistas en tres ejes:
1.- Las decisiones de reconstrucción del mundo se deben centrar en
Washington. Un nuevo Bretton Woods para el dólar.
2.- Revivir la doctrina Kissinger de que todos los países tienen
intereses en el mundo pero los EU tienen responsabilidades.
3.- Por tanto, Obama ha revivido la doctrina de la guerra fría, sólo
que sin la agresividad de Nixon, la certeza de Reagan y la frivolidad de
Clinton.
La salida cubana que Fidel Castro había alentado era la de la invasión
militar por Bush o por Obama. Castro sigue siendo el estratega de la guerra
de guerrillas en la relación bilateral, pero se encontró con un Obama con una
41 visión más fresca, menos ideologizada y muy astuta en cuanto a las
debilidades del sistema político cubano. Los EU no necesitan invadir Cuba
con marines sino con remesas y visitantes para romper el discurso
ideológico antiimperialista de Fidel.
Cuba y no México servirá a Obama para redefinir su política exterior
hacia el continente. Hugo Chávez es visto como un simpático aprendiz de
dictador, Evo Morales no representa intereses geopolíticos y Daniel Ortega
se hunde en su propio pantano de corrupción, incompetencia y traición
ideológica. Y con ello, Castro encontró finalmente la horma de su zapato: no
la CIA sino los dólares.
Obama-México: ablandamiento
Como todos los anteriores presidentes de los Estados Unidos, Barack
Obama estará en México para reafirmar la existencia de una crisis de
seguridad del imperio y para refrendar que las soluciones deben darse del
Río Bravo hacia el sur y nada, pero nada, hará la Casa Blanca al interior del
territorio estadunidense.
Oculto detrás de la sonrisa y del color de la piel, Obama no puede
ocultar el verdadero rostro de la hegemonía. La estrategia fue abierta y
repitió el modelo tradicional estadunidense del palo y la zanahoria: luego de
la ofensiva para caracterizar a México como un Estado fallido y sacudir la
estabilidad mexicana, la Casa Blanca pasó a la aprobación de un programa
de seguridad para aumentar el intervencionismo de los EU en México vía el
Plan Mérida, y la operación de Janet Napolitano como secretaria de
Seguridad Territorial.
Además de aumentar la presencia de agentes estadunidenses en
México e inclusive un mayor contingente de personal de la Migra en el
Distrito Federal, Washington decidió crear oficinas de supervisión de los
fondos de la Iniciativa Mérida por la sospecha de corrupción en el manejo
de las aportaciones extranjeras a seguridad. El problema se localiza en una
mayor operatividad de agentes norteamericanos en oficinas de seguridad
mexicanas.
Las decisiones del gobierno de Obama en materia de seguridad
trasladan toda la responsabilidad a México. Dos de ellas han sido
significativas en la ausencia de corresponsabilidad estadunidense: el
contrabando de armas y la demanda de droga.
La Casa Blanca va a aumentar la vigilancia en la frontera pero con
mayor intensidad del lado mexicano para tratar de frenar el tráfico de armas,
pero Obama ha decidido no tomar ninguna iniciativa para disminuir no sólo
la venta de armas dentro de los EU, sino tampoco hacer nada en contra del
42
principal traficante de armas en el mundo: el gobierno estadunidense, a
través del Departamento de Defensa.
Atacar el tráfico sólo en el cruce traslada la responsabilidad al país
receptor, pero con evidencias más que suficientes de que el problema en la
disponibilidad. La oferta de armas se conforma con la compra legal pero
sobre todo con las armas en disponibilidad que desecha el Pentágono y que
los EU “colocan” en varias partes del mundo a precios irrisorios. En Las
Vegas se realiza cada año un tianguis de armas para venta al menudeo. Esas
armas son las que luego se contrabandean a México y a otras partes del
mundo. El loby de la Asociación Nacional del Rifle es el más poderoso en la
Casa Blanca.
Y a pesar de reconocer el papel de la demanda en el tráfico de drogas,
Obama se ha negado a tomar alguna iniciativa para combatir el consumo de
drogas dentro de los EU. Pero el alto consumo de droga en los EU es posible
por la existencia de la poderosa red de distribución de estupefacientes al
menudeo, en las calles, creando un problema mucho peor que el de las
narcotienditas mexicanas. Como una manera de eludir el problema ahora los
EU culpan a las pandillas mexicanas de controlar el tráfico, pero esas bandas
sólo pueden existir por la corrupción de las policías en las ciudades.
El problema de la administración Obama es que aún desconoce el
papel estratégico de México en el escenario internacional, pero también
México padece el síndrome priísta de la pasividad porque espera la
iniciativa de los EU en lugar de asumir por adelantado una redefinición de
las relaciones bilaterales. En un comentario difundido, el ex embajador
estadunidense Tony Garza le recordó al gobierno de Obama que la
incomprensión suele llevar a posiciones equivocadas.
Garza escribió al presidente Obama y a sus colaboradores: “El
discurso sobre el estado fallido que acaparó los encabezados durante los
últimos meses ha cedido en cierta medida y, espero, se irá desvaneciendo.
Sin duda, una retórica que sirvió más para dañar a nuestras naciones que
para lograr avances significativos.”
Luego de haber sido embajador de Bush en México, Garza le explicó
a Obama y a sus colaboradores que la seguridad y desarrollo de México
debe ser de interés prioritario de los EU: “la seguridad regional y la
prosperidad son vitales para México y tal vez más vitales aún para los
Estados Unidos”.
Garza le recomienda a Obama ahora que visita México: “usted debe
ver a México como el umbral de las Américas, un puente perfecto tanto para
el norte como al sur”.
43 Pero si la perspectiva de Obama es estrecha y corta y no se sale del
viejo modelo imperial de dominación e intervencionismo, entonces
corresponderá al gobierno mexicano –ya sin los lastres del síndrome del PRI
de esconder las cosas– modificar las relaciones bilaterales, obligar a los EU
a tomar decisiones dentro de sus fronteras y sobre todo acostumbrar a los
EU a ver en México a un socio y no a un país bananero.
El gobierno de Obama tiene la oportunidad de madurar su relación
con México, pero a condición de detener la construcción del muro, de llegar
a un acuerdo migratorio con México y de tomar decisiones internas contra el
consumo de droga y el tráfico doméstico de armas. El problema de Obama
con México comienza dentro de los EU.
Obama: el pragmático
Detrás de la parafernalia mediática que envolvió la visita oficial del
presidente Barack Obama, los espacios de México dentro del sistema de
toma de decisiones de los Estados Unidos son escasos, dice a Indicador
Político el periodista Jorge Ramos, conductor del noticiero Univisión, el
más importante en español en los EU.
Asimismo, Ramos agrega que la reforma migratoria de Obama no va
a atender los reclamos de México sino que responderá al “Proyecto 279”, un
plan de Obama para diseñar una adecuación migratoria con 278 congresistas
y el propio Obama. Por tanto, será una reforma a la medida del Congreso de
los EU, no de los países que aportan indocumentados.
En este contexto, Ramos afirma que México debe diseñar su propia
agenda bilateral con los EU porque hasta ahora la relación es solamente
reactiva por parte de México. “No veo creatividad ni liderazgo”, agrega en
una entrevista realizada en Washington.
A continuación se presentan las partes importantes de la entrevista
con Jorge Ramos:
“México no está en la agenda, México no es una prioridad para
Obama. Y soy mexicano y me duele decirlo. Y si América Latina no se mete
en el juego, en el juego donde está China, la India, Rusia y la Unión
Europea, América Latina corre el riesgo de ser irrelevante dentro de una
década. México no está en las prioridades de Obama. Y México va a tener
que luchar muchísimo para entrar en las prioridades de Obama. Nos hemos
quedado a un lado frente a un plan energético que Obama quiere realizar
junto con Brasil. Para empujar una agenda mexicana en Washington,
México va a tener que aprender muy bien cómo funciona el Capitolio, cómo
funciona la Casa Blanca, para poder influir un poquito.
44
“Peor aún: si escuchamos bien, Obama quería renegociar o suspender
el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá, y eso puede afectar a
millones de mexicanos. Obama ha prometido la reforma migratoria durante
su primer año pero no es un acuerdo migratorio con México: no, cuidado, no
va a ir a hablar con Felipe Calderón ¿y qué te crees que vamos a hacer? No,
va a hablar con el Capitolio, con 435 representantes y los cien senadores,
con ellos van a definir la reforma, no con México.
“Existe un proyecto llamado el Proyecto de los 279, en donde se
necesitan 218 diputados, 60 senadores y el presidente, un total de 279
personas, para que sea aprobada la reforma migratoria de Obama. Es algo
muy pragmático. Yo recuerdo que con Bush y todavía con Fox se pensaba
convencer al Congreso. La política al final de cuentas es una cuestión de
resultados y Obama es un hombre de resultados. Entonces, de lo que se trata
es muy sencillo: te los llevas a comer o te reúnes con ellos y vas
convenciendo uno por uno hasta que llegas a los 279.
Carlos Ramírez: ¿Percibes que Obama tiene cierta sensibilidad
respecto a México?
Jorge Ramos: Empecemos por algo muy básico. Obama es un
hombre extremadamente inteligente, pero México nunca ha sido una de sus
prioridades. Si queremos que Obama haga algo con México y con América
Latina, tenemos que chambear muy duro, o sea, tenemos que convencerlo de
que México es una parte muy importante de los Estados Unidos porque si
no, vamos a ser relegados una vez más.
Carlos Ramírez: Pero México no tiene una agenda para los Estados
Unidos, no tiene una agenda para Obama. ¿Qué está fallando ahí, hasta
dónde, también, va a ser culpa de nosotros como país?
Jorge Ramos: Tienes toda la razón porque México está sólo
reaccionando, o sea, yo no he escuchado una propuesta mexicana de “vamos
a hacer esto con Obama”. Lo que estoy viendo desde México es: “Uy,
cuidado; Obama quiere suspender o renegociar el Tratado de Libre
Comercio, vamos a tratar de hacer propuestas para salvarlo, o vamos a
presionarlo un poquito más con el tema migratorio”. Pero no veo mucha
creatividad ni liderazgo del lado mexicano para empezar a cambiar las
cosas, absolutamente no lo veo. Está claro qué quiere Obama, pero si te
haces la pregunta del otro lado, ¿qué quiere Felipe Calderón con los Estados
Unidos? No sé, y tú y yo somos periodistas y deberíamos saberlo, debería
ser tan obvio que, como dicen mis amigos cubanos, se tendría que caer de la
45 mata, pero no se cae de la mata, entonces creo que México está obligado a
tener una agenda con los Estados Unidos, una agenda que por el momento
me parece invisible.
“La única forma de funcionar en los Estados Unidos es entendiendo
cómo funciona el Capitolio, cómo funciona la Casa Blanca, y si México
quiere influir en las decisiones en los Estados Unidos, entonces debe hacer
loby, venir a Washington y tratar de convencer a estos 279 influyentes
norteamericanos para que abran las exportaciones a productos mexicanos.
Pero ese loby no lo veo, no veo un grupo que esté promoviendo los intereses
de México en los Estados Unidos.”
“La prioridad de Obama son los Estados Unidos y cuando le
preguntas a Rahm Emanuel –jefe de gabinete– cuáles son las prioridades de
Obama, él dice muy sencillo: Economía, economía y economía o trabajos,
trabajos, trabajos. Tiene muchas preocupaciones, tiene dos guerras, tiene
una Rusia que crece en poderío, China y la India que están creando un
mundo multipolar en el planeta. Pero la prioridad de Obama son trabajos,
tiene que crear 3 millones 500 mil empleos, ése es su objetivo. Si no crea
estos empleos Obama dejaría el poder dentro de 4 años.
Obama perdona a la CIA
En lo que se considera como la primera severa crisis de expectativas,
el presidente Barack Obama decidió no castigar las torturas realizadas por la
CIA a prisioneros sospechosos de terrorismo. Con ello, Obama validó la
vigencia de la ley patriota de George Bush que viola derechos humanos
contra sospechosos de terrorismo.
Con esa decisión, Obama quitó valor político y social al cierre de la
prisión anti terrorista en Guantánamo, Cuba. Una de las principales críticas a
Bush por el endurecimiento legal después de los atentados terroristas del 11
de septiembre de 2001, fue precisamente la autorización para el uso de la
tortura en interrogatorios. Guantánamo y Abu Ghraib fueron desacreditados
no por ser prisiones para albergar sospechosos de terrorismo, sino por la
aplicación de torturas a presuntos terroristas.
La decisión del presidente Obama puso punto final a la presión social
para castigar el uso de la tortura dentro de las posibilidades de la ley
patriótica. Bush y sus asesores de la línea dura, sobre todo el vicepresidente
Dick Cheney, autorizaron técnicas de tortura que en el pasado los EU habían
aconsejado a países del tercer mundo para combatir la insurgencia. Y no se
trataba sólo de la tortura sicológica, sino de tortura que lastimaba el cuerpo
de los detenidos.
46
Por ejemplo, la principal tortura que se aplicó a sospechosos de servir
a terroristas fue la de la asfixia en dos variantes: con bolsas de plástico sobre
la cabeza de los detenidos o sumergiéndoles en vasijas de agua. En México
esta técnica se conoció como la del “submarino seco” y del “submarino
mojado”. Para terror de las buenas conciencias estadunidenses, funcionarios
de la CIA y del Departamento de Justicia aplicaron torturas agresivas contra
prisioneros.
La argumentación del gobierno de Obama causó más efecto negativo
que la aceptación de la tortura. El fiscal Eric Holder, amigo personal de
Obama y primer afroamericano en ejercer el cargo de secretario de Justicia,
dijo que “sería injusto procesar a los entregados hombres y mujeres que
trabajaban para proteger a América por una conducta que fue autorizada por
el Departamento de Justicia (de Bush)”. Y una declaración de la Casa
Blanca fue también de humor negro: “Es hora de reflexionar y no castigar”.
La sociedad norteamericana crítica, la que acusó a Bush de violar los
derechos humanos de detenidos, quedó pasmada ante la argumentación de
Obama. Porque se trató de una posición de Estado que equiparó al gobierno
de los EU con prácticas de la Federal de Seguridad en México o de los
criminales militares argentinos que masacraron a la disidencia o de Pinochet
y compañía en el aplastamiento violento de la izquierda socialista de
Allende.
El gobierno de Obama liberó varios textos del Departamento de
Justicia donde se establecía la necesidad de aplicar técnicas más radicales
para impedir que los sospechosos se protegieran detrás del laxo sistema de
justicia y de respeto a las garantías individuales. La ley patriótica de Bush se
convirtió en el instrumento de violación de los derechos humanos. Obama
ordenó el cierre de la prisión de Guantánamo, pero careció de poder,
decisión y firmeza para castigar a los torturadores. Y de hecho mantiene
vigente la ley patriótica que, por cierto, se aprobó con el voto del entonces
senador Obama.
El centro del debate se redujo a la CIA; una oficina creada para la
recopilación de información, para la elaboración de informes de inteligencia.
Sin embargo, la CIA se convirtió en el ejército privado del presidente para
derrocar gobiernos e inclusive asesinar a jefes de Estado o de gobiernos no
afines a los intereses de los EU.
Hoy la CIA apareció como la cámara de torturas de los EU, con la
autorización del presidente George Bush y el perdón del presidente Barack
Obama.
La información no debiera sorprender. El gobierno, la CIA y el
Departamento de Defensa, siempre han estado vinculados a la tortura, sólo
47 que para exportación con asesores. Los primeros asesores en Vietnam
fueron torturadores. Y el cineasta Costa-Gavras, en 1972, recuperó en Golpe
de Estado la historia de Dan Mitrione, un asesor en torturas de los EU, con
el disfraz de la Agencia Internacional de Desarrollo, que estaba capacitando
a militares uruguayos en la tortura a disidentes y que fue secuestrado y
asesinado por la guerrilla en 1970.
A los reportes liberados por Obama se une un extenso memorándum
de la Cruz Roja Internacional “estrictamente confidencial” de febrero de
2007, publicado por The New York Review of Books, en el que se denuncian
las torturas de la CIA a prisioneros. La lista de acusaciones es reveladora de
la conducta criminal de la agencia de espionaje en su fase operativa: asfixia
bajo el agua, stress provocado por estar bajo una posición permanente,
estrangulamiento por collar, pegar y patear, confinamiento en una caja,
desnudo prolongado, privación de sueño y música alta, exposición a
temperaturas bajas/agua fría, uso prolongado de esposas y grilletes,
amenazas, rasurado forzoso y privación o restricción de alimentos sólidos.
Pese a todo y a la petición en algunos medios para enjuiciar a los
responsables, Obama decidió darle carpetazo a la peor herencia de Bush. Lo
malo es que Obama consiguió muchos votos por la promesa de investigar,
castigar y eliminar la tortura. Pero ahora sabe que el abogado Obama casi
considera héroes a los torturadores de la CIA y asume la doctrina Bush de
que la tortura se aplicó para proteger a los EU.
Obama abrió caja de Pandora
Aunque el tema estaba en la mesa de debates desde 2006, apenas se
convirtió en crisis política provocada por la decisión del presidente Barack
Obama, no de cumplir un compromiso de justicia sino al abrir la Caja de
Pandora del uso de la tortura en interrogatorios de la CIA a presuntos
terroristas.
Pero resulta que todos aparecen como responsables. No sólo todos los
hombres del presidente Bush sino también todos los hombres del presidente
Obama. Porque Bush, el vicepresidente, los secretarios de Justicia, los
directores de la CIA y el director del FBI, tuvieron el apoyo y aval políticolegal de los entonces senadores demócratas Barack Obama, Joe Biden y
Hillary Clinton y del diputado Emanuel Rahm, éste último hoy jefe de
asesores del presidente.
Lo grave del asunto fue el mecanismo de decisión para utilizar la
tortura en interrogatorios. Hubo declaraciones públicas de negativas: Bush
negó que se usaran, el procurador Albert Gonzales también negó que
existieran. Pero hay testimonios concretos. En su libro Never again.
48
Securing America and restoring justice, el ex procurador John Ashcroft
enaltece la ley patriótica de Bush y cita una declaración del entonces
senador y hoy vicepresidente Joe Biden: “El FBI puede interceptar llamadas
de la mafia, pero no puede investigar terroristas… ¡Es una locura! Lo que es
bueno contra la mafia debe ser bueno contra los terroristas”.
En sus memorias: At the center of the storm. My years at the CIA, el
director de la CIA 1997-2004 establece quiénes autorizaron las torturas de la
CIA: “La Administración y el Departamento de Justicia estaban conscientes
y aprobaron el uso de estas tácticas (…) Aún y cuando a ellos (los agentes
de la CIA torturadores) no se les pidió formalmente que aprobaran el
programa, ya que eran órdenes directas del Presidente, yo no recuerdo que
se hiciera alguna objeción hacia el mismo”.
Los responsables de la justificación jurídica para que los EU
rompieran con los Acuerdos de Ginebra en cuanto a tratamiento de
prisioneros fueron abogados del Departamento de Justicia de Ashcroft: el
joven subprocurador de 34 años John C. Yoo, descendiente de una familia
de Corea del Sur, y el consejero Legal Jay Bybee. Los dos razonaron el
hecho de que se podía eludir el compromiso legal de respetar a prisioneros,
en aras de torturarlos para obtener información.
De acuerdo a la investigación del periodista Bob Woodward, en
Negar la evidencia, Bush tomó la decisión de no aplicar la Convención de
Ginebra el 18 de enero de 2002, y los declaró “combatientes ilegales”, sin
derecho al trato como prisioneros de guerra. Bush eludió las presiones
externas con la caracterización de no prisioneros de guerra a los principales
líderes de Al Qaeda detenidos.
La tesis legal de Yoo establecía que la “mera aplicación de dolor o
sufrimiento” en realidad “no contaba como tortura”. Tortura, explicó, se
asume en la Convención de Ginebra como “dolor severo”. Y los EU
aplicaban, decían en una retorcida explicación, “asfixia simulada”. La
historia la cuenta Barton Gellman en Angler. The Cheney vice presidency.
Pero hubo voces que dijeron que el FBI había excluido el ahogamiento por
ser una tortura severa.
El debate hoy en los EU se reduce al tema de la tortura. Pero el
asunto es más grave. En State of war. The secret history of the CIA and the
Bush Administration, James Risen señala la existencia de una vasta ofensiva
de endurecimiento contra el terrorismo. Se trató de “The program”,
probablemente “la más importante operación de espionaje interno desde los
años sesenta”. Implicó, aclara Ashcroft en sus memorias, la autorización a la
CIA y a la Agencia de Seguridad Nacional para espiar dentro de los EU,
algo que no se había visto desde la guerra de Vietnam. La autorización para
este aumento del espionaje interno fue del Congreso.
49 En Legado de cenizas. La historia de la CIA, el periodista Tim
Weiner revela que Bush firmó el 17 de septiembre de 2001, horas después
de los criminales ataques contra las torres gemelas de Nueva York, una
orden secreta de 14 páginas al director de la CIA “ordenando a la agencia
que persiguiera, capturara, encarcelara e interrogara a sospechosos”. Ahí se
incluían dos apartados: la instalación de cárceles secretas y el uso de la
tortura. Pero también la CIA aumentó el secuestro de sospechosos.
En Takeover. The return of the imperial presidency and the
subversión of american democracy, el periodista Charlie Savage recuerda
que Bush y Cheney, pese a las evidencias fotográficas de las torturas en
Guantánamo, “insistentemente negaron que las hubieran autorizado”. Pero el
subprocurador Yoo había justificado la decisión de Bush de conculcar la
Convención de Ginebra en función de los “poderes ejecutivos” especiales. Y
la justificación del entonces procurador Ashcroft: “Los terroristas están
tomando una agresiva ventaja con las nuevas tecnologías. La defensa de la
vida y la libertad requieren que las fuerzas de la ley hagan lo mismo”.
Por tanto, la tortura tiene muchos corresponsables: el equipo de Bush
pero también Obama, Biden, Hillary y Rahm, quienes como legisladores
avalaron la ley patriota.
Obama: el cargo de conciencia de los EU
En dos ocasiones estuve presente en el proceso político de los Estados
Unidos: en las elecciones del 4 de noviembre de 2008, y en la toma de
posesión de Barack Obama el 20 de enero de 2009. En menos de cien días,
el estado de ánimo de los estadunidenses tuvo una transformación. Pero hay
que aclararlo de entrada: no fue la toma de conciencia de sí mismos sino un
acto de contrición.
Obama puede ser resumido como un factor psicológico, sin restarle
méritos a los esfuerzos de campaña o a su capacidad de propuestas. Pero
Obama debe ser analizado en su contexto: el agotamiento del ciclo político
de George W. Bush y el arrepentimiento de los propios norteamericanos.
Bush terminó con una popularidad de 22%, pero hay que recordar que
su padre fue a las elecciones presidenciales de 1992 con un 75% de
reconocimiento por su papel en la Guerra del Golfo, para detener el
expansionismo del Irak de Saddam Husein, y de todos modos perdió ante el
carisma de Bill Clinton.
Por eso es que el ambiente electoral cuenta aún más que las
propuestas. Un día antes de las elecciones del 4 de noviembre de 1963 el
escritor crítico Norman Mailer envió una carta a la señora Jacqueline
Kennedy, para decirle sin tapujos un cargo propio de conciencia: “No estoy
50
de acuerdo con su marido respecto a Cuba, creo que se dispone a cometer un
grave error, pero votaré por él, de todas formas”. Y después de los fiascos de
Bahía de Cochinos y de la crisis de los misiles, el propio Mailer refrendo su
percepción: “La noche en que Kennedy fue elegido experimenté una
sensación de espanto, como si hubiera cometido un terrible error, como si de
algún modo u otro hubiera traicionado a la izquierda y a mí mismo”.
La autocritica de Mailer debe ser releída a la sombra de Obama: la
izquierda. En 1960 terminaba el período de Eisenhower y el agotamiento de
la aureola mística de los EU como el poder bueno que había mostrado en la
Segunda Guerra Mundial contra Hitler, y los EU habían perdido la primera
batalla de la guerra fría en Corea. Eisenhower se había despedido como el
Dr. Frankenstein, arrepentido del monstruo creado: el complejo militarindustrial, convertido ya en un peligro para la democracia. Pero Kennedy
enarboló las banderas de la hegemonía de los EU.
Y logró convencer a la izquierda crítica, como Mailer. Lo reconoció
Mailer en un texto de su libro Crónicas Presidenciales: la izquierda creció al
oponerse a Eisenhower pero fue mediatizada por el carisma de Kennedy. El
arrepentimiento fue tardío: Mailer se sintió corresponsable, con “esta convicción
de que me encontraba entre los culpables, otro gentil traidor en la tierra”.
¿Quién fue Kennedy? ¿Quién es/será Obama?
Ante la ausencia de una conciencia critica en los EU, los referentes
pasan a otro departamento. De nuevo la certeza aguda de Mailer: Kennedy
fue un héroe existencial, es decir, en quien la existencia precede a la esencia.
Kennedy continuó la guerra fría, aumentó la presencia militar de los EU en
Vietnam, autorizó la invasión de Cuba, perdió seguridad nacional en la crisis
de los misiles y debilitó la autoridad moral de la nación. Pero es,
paradójicamente, de los presidentes más venerados. Y un símbolo –una
definición de largo plazo– para Obama.
Además del color de la piel y de un discurso inteligente y poético,
Obama aglutinó apoyos en función del nivel de arrepentimiento de los
ciudadanos respecto a Bush.
Es decir, que Bush fue uno de los principales promotores
inconscientes de la consolidación de Obama, el contrapunto, el acto de
contrición. Los estadunidenses le quitaron apoyo y popularidad a Bush pero
al parecer hasta ahora no han cuestionado la lógica del terror que permitió
los ataques terroristas. Obama, por ejemplo, decidió darle contenido a una
de sus primeras decisiones: cerrar la prisión de Guantánamo donde
torturaban a presos, pero sin modificar las leyes –avaladas por el Congreso–
que conculcaron los derechos civiles y políticos. No habrá Guantánamo ni
tortura, pero continuará la lógica represiva antiterrorista, la ley patriótica.
51 La estrategia no es nueva. Es la que aplicó Bill Clinton en su
presidencia. Luego de los ataques del 11 de septiembre, cuenta Bob
Woodward en su libro Bush en guerra, los principales diseñadores de las
políticas de Bush cuestionaban la lógica de Clinton ante los ataques
terroristas: el descuido, el remilgo, el uso sólo de misiles dirigidos contra
abandonados campos de entrenamiento de guerrilleros. En 1993 terroristas
árabes pusieron un coche bomba en una de las torres gemelas del World
Trade Center de Nueva York con la intención de derrumbarlo y Clinton
respondió con misiles sobre campos de Osama Bin Laden en Afganistán. La
política antiterrorista se desarticuló. Y los seguidores de Bin Laden
aprovecharon ese error estratégico de Clinton para preparar los ataques
demoledores del 2001, antes de que Bush cumpliera un año en el poder.
Bush respondió con el extremo: castigar a los terroristas pero derrocar a los
gobiernos que lo cobijaran.
Bush fue el lado oscuro de los estadunidenses, la peor parte de sí
mismos, la peor pesadilla de sus convicciones egoístas. Por eso las protestas
sociales contra los excesos de la lucha contra el terrorismo se centraron en
las torturas y no en las leyes que dañaron los derechos civiles. Los
ciudadanos se horrorizaron con las fotos de torturas en Abu Ghraib y en
Guantánamo, pero guardaron silencio cómplice ante las persecuciones,
redadas y represiones a indocumentados mexicanos, ante los actos de
espionaje ilegal y ante las aprehensiones sin fundamento. Y nada dijeron
sobre las medidas de seguridad en los aeropuertos. Tampoco criticaron el
endurecimiento militar en el exterior. Y se sintieron engañados por la
mentira de las armas de destrucción masiva en Irak, pero aceptaron
satisfechos en derrocamiento de Husein, su juicio y su pena de muerte.
De ahí que Bush no haya sido realmente el demonio en la tierra sino un
producto de la suma de todos los miedos de los estadunidenses. Los
ciudadanos protestaron sólo por las torturas en Guantánamo. Por lo que
Obama va a continuar el modelo político de Bush en Irak: reducir las tropas
pero dejar un protectorado para imponer una democracia vigilada por los EU.
Y Obama ya amenazó con aumentar las tropas en Afganistán para volver a
liquidar a los talibanes y perseguir y aprehender o matar a Osama Bin Laden.
Es decir, el mismo esquema de razonamiento de Bush, sólo que ahora
detrás del carisma del primer presidente negro en la Casa Blanca.
De ahí que la comprensión de Obama como un hecho político deba
ser matizada. Su idea central es la recuperación del poderío norteamericano,
y a partir de ahí volver a consolidar a los EU como el eje del mundo. A su
favor se encuentra, por cierto, lo logrado por Bush en la lucha contra el
terrorismo y el mantenimiento de la estructura de endurecimiento político.
Su tarea fundamental será reactivar la economía para fortalecer su consenso
52
interno y mostrar una dureza externa para inhibir cualquier acción terrorista.
Bush presentó como su gran victoria el hecho de que después del 9/11 no
hubo ningún ataque terrorista contra los EU y logró atrincherar a los grupos
terroristas en sus territorios. Luego del atentado contra las torres gemelas en
1993, a Clinton le reventaron dos poderosas bombas en dos embajadas
africanas con un saldo de 400 muertos.
Y en 1998 Clinton lanzó misiles contra Afganistán para distraer la
atención nacional sobre el caso de Mónica Lewinsky.
Obama, por tanto, no representa un nuevo enfoque de política exterior
o de seguridad nacional. Tratará de recuperar la hegemonía del mundo. El
mensaje que dejó la designación del secretario de Defensa de Bush como el
secretario de Defensa de su gobierno no causó mucho gusto en los
seguidores de Obama. Pero como ocurrió con Bush al usar el miedo como
un antídoto contra la crítica, ahora es el carisma el que ha llevado a los
medios a no ejercer la crítica al poder. Y en los EU, un gobierno sin crítica
es un gobierno con tendencias al autoritarismo.
El perfil político de Obama es plural: carece de conciencia histórica
de la lucha de los negros por los derechos civiles, procede de una pareja
interracial que resolvió sin conflicto el problema del color de la piel, nació
en Hawai y se desarrolló en Indonesia y Kenia hasta aterrizar en los EU en
1983, una vez que pasaron las luchas rebeldes de los sesenta y los setenta,
luego de que el conservador Ronald Reagan había recuperado el orgullo
imperial de los estadunidenses. Destacó en Harvard como estudiante y se
dedicó a la cátedra, pero luego buscó la política en Chicago con interés en
grupos negros marginados. Su incorporación a la política fue según las
reglas del poder. Llegó al Senado en el 2004 y en el 2008 ganó las
elecciones presidenciales.
Obama es inteligente, pragmático, intuitivo, agresivo, aprovecha al
máximo su perfil mediático, sabe qué dar para que no le exijan, conoce bien
los pasivos de los ciudadanos y pudo explotar su contraparte de Bush para
ganar votos. El color de su piel le ayudó para derrotar a Hillary Clinton,
quien representaba al establishment de los poderes fácticos. Trabaja solo y
carece de equipo, lo que lo llevó a caer en la trampa de los colaboradores de
Clinton. Por eso se habla de que Obama podría ser el tercer período de
Clinton. Al entregarle el Departamento de Estado a Hillary y Defensa a un
personaje forjado por los Bush, Obama tendrá primero que lidiar con la
burocracia interna de la política exterior y militar para imponer sus criterios.
El ambiente social en los EU fue, de octubre del 2008 a enero del
2009, de fiesta. Como si las elecciones dependieran de la derrota de Bush.
53 Pero los republicanos estaban seguros de que la política en los EU tiene un
ritmo y ningún republicano· podía haber ganado las elecciones. Lo malo de
todo es que la percepción social se agotó en la salida de Bush, en el repudio
a Bush, en el escarnio a Bush. Pero no en una crítica a las definiciones
estratégicas imperiales de los EU. La noche de la victoria de Obama hubo
concentraciones en las dos puertas de la Casa Blanca para gritarle a Bush. Y
un día antes de la toma de posesión, en el pequeño montículo del Obelisco a
Washington en la zona del The Mall hubo algunos que llegaron con zapatos
para dejarlos en el paso y sacar fotografías a ras de suelo sobre los zapatos
con la Casa Blanca de fondo.
Pero los norteamericanos no han hecho la gran crítica a la política de
gobierno de Bush. Y lo grave fue que permitieron la elección legal de Bush
en el 2000 y votaron por el miedo en la reelección del 2004. Aquí en los EU
hay una frase muy socorrida en estos días: “Si alguien te engaña una vez,
debería darle vergüenza a él; si alguien te engaña dos veces debería darte
vergüenza a ti”. Aunque queda por analizar si realmente Bush engañó al
pueblo norteamericano o los estadunidenses cayeron en la lógica de las
ganas de creer: el terrorismo había amenazado el american way of life y
había que responder con la fuerza. Por eso la crítica a Bush no fue hacia su
política de miedo sino ante los excesos con las torturas.
Obama logró comprender esta psicología del miedo y operó sobre
ella. No cometió el error de Jimmy Carter de llegar a la presidencia con una
culpa moral por el imperialismo y por negarse a usar la fuerza ante sus
adversarios, lo que provocó las crisis de los rehenes en Irán cuando
estudiantes enardecidos tomaron las instalaciones de la embajada de
Washington en Teherán, y mantuvieron a más de cien rehenes durante más
de un año. Carter autorizó un programa de rescate pero fracasó por errores
de planeación. Un ex asesor de Bush cuenta que el día de la toma de
posesión fueron liberados los rehenes por el temor de que el nuevo
presidente Ronald Reagan sí usara la fuerza militar estadunidense no sólo
para rescatar a los rehenes sino para castigar al país.
En este contexto, Obama no es un reformador. No será el Gorbachov
del capitalismo norteamericano sino quizá pueda ser una mezcla de Reagan
y Clinton: el reposicionamiento militar de los EU con una nueva etapa de
prosperidad en los empleos y el bienestar. Las circunstancias, no son
favorables: el crack económico fue brutal y no tendrá solución con políticas
fiscales, y Obama tendrá que enfrentar pronto un desafío del terrorismo que
pondrá a prueba su lógica no militarista.
Pero la luna de miel con los ciudadanos se basará en la recuperación
de la economía, por lo que dejará sin tocar –como parece ser– el modelo de
54
lucha antiterrorista de Bush, excepto las torturas, pero sí aumentando la
presencia militar en países que le dan cobijo a los terroristas.
Obama tiene a su favor el cargo de conciencia de los estadunidenses
por haber reelegido a Bush. La elección del 2000 se hizo en base a otra
agenda. Pero los ataques del 9/11, que hasta la prensa crítica exigió
respuestas contundentes y cerró los ojos ante los excesos, cambiaron las
prioridades. Bush fijó su gobierno en el miedo y la sociedad lo apoyó con su
voto o su pasividad. Obama tiene claro que los EU no son queridos ni
admirados en el mundo, que regresar a esos tiempos exigirá un contexto
irrepetible y que al final de cuentas el gobierno de los EU tendrá que usar la
fuerza contra quienes atenten contra su seguridad, su estabilidad y su poder.
El mundo imaginado por Obama no durará mucho. El programa de
Obama se basa en nuevas relaciones, pero en un mundo que quiere
aprovechar la debilidad interna de los EU para sacarlos de la jugada. La
ofensiva de Israel sobre la Franja de Gaza acotó el espacio de movilidad de
Obama en el Medio Oriente, el avance de los talibanes en Afganistán exigirá
la aplicación del modelo Irak, el fortalecimiento de Vladimir Putin en Rusia
delineó la segunda fase de la guerra fría y las amenazas nucleares de Irán y
Corea del Norte llevarán a Obama a mantener la presión que comenzó Bush.
Y en lo interno, las exigencias de las minorías negras han comenzado
a debilitar el plan de Obama de gobernar para todos, la reactivación
económica requiere más que políticas fiscales, el racismo entró en una nueva
lógica interna por espacios sociales no resueltos Y la pobreza creciente ha
demostrado que el capitalismo es insuficiente. Y si a ello se agrega el
gravísimo problema del consumo de drogas, entonces se puede concluir que
Obama fue el carisma que los EU necesitaba pero que aún no representa el
modelo de transición o de recuperación del paraíso perdido.
Mientras tanto, Obama y seguidores podrán seguir disfrutando el
bono social de corto plazo. Hasta que una nueva crisis lleve a todos sus
admiradores a reconocer que los EU son un imperio, y que los imperios no
viven de las bondades sino de las rudezas. Y Obama fue elegido presidente
del Imperio, no del paraíso terrenal prometido.
Powell: Obama gira a derecha
Las decisiones de Obama en la recta final de las elecciones
presidenciales en los EU se convirtieron en mensajes, más que en guiños
electorales. El voto adelantado del general Colin Powell ocurrió después del
apoyo masivo antibélico a favor de Obama en San Luis Missouri y el ex
55 presidente de la Fed Paul Volcker se convirtió en asesor económico del
candidato demócrata.
Las decisiones ocurrieron en medio de una polémica abierta por la
derecha. La acusación de John McCain de que Obama representa una opción
socialista respondió a la lógica de la polarización ideológica. La revista
Newsweek publicó dos análisis para sustentar la tesis de que los Estados
Unidos son un país conservador y de derecha.
Por razones de coyuntura y de raza, Obama fue visto como la
alternativa de izquierda de Bush. De ahí que los apoyos masivos a favor del
demócrata hayan sido identificados como opositores no sólo a Bush, sino al
proyecto imperial de los Estados Unidos. De ahí el mensaje del general
Powell, quien como secretario de Estado se encargó de operar la guerra de
Bush contra Irak. Aunque ahora está arrepentido, Powell representa los
intereses políticos, ideológicos y burocráticos del complejo militar-industrial
porque fue jefe de los estados mayores conjuntos –el poder real de la
industria militar–. Considerado paloma en la invasión a Irak por buscar la
vía diplomática pero con información falsa sobre las supuestas armas de
Hussein, de todos modos Powell se quedó en el gabinete. A Powell se le
acredita el olvido de América Latina en la agenda de Bush.
Obama ha sido enfático en reiterar que va a invadir Afganistán. Estos
enfoques y aliados podrían dar la señal de que Obama habría dado un giro a
la derecha en política exterior, justo cuando su principal apoyo radica
precisamente en los grupos antibélicos. La manifestación a favor de Obama
en Alemania fue justamente de esos grupos opuestos a las prácticas
imperialistas de los EU. Un comentarista del The Washington Post señaló
que el apoyo masivo en Alemania dejó ver a Obama como “un antídoto del
presidente Bush”.
Volcker representa los intereses de lo que podría llamarse el complejo
financiero-militar-industrial que domina la economía de guerra de los EU. A
Volcker le tocó enfrentar, como presidente de la Fed, el problema de la
deuda externa del tercer mundo con la imposición de 1982 a 1987 de la
condicionalidad del FMI y del Banco Mundial. La intención de Volcker no
fue ayudar a los países agobiados por la deuda, sino garantizar con su
pobreza el pago de las deudas a los bancos.
La tesis de la derecha de que Powell estarían señalando el viraje de
Obama a la derecha viene justamente de los sectores conservadores. La
revista Newsweek fortaleció la tesis de que la sociedad norteamericana es
conservadora y eso tendría que entenderlo Obama contrasta con el apoyo
abierto de The Washington Post, la empresa propietaria de la revista, a favor
de Obama.
56
El problema de fondo es que el centro ya no existe en los EU.
Realmente nunca existió. Uno de los ídolos de Obama, el presidente Kennedy,
fue el responsable de tres de las peores iniciativas imperiales de los EU: la
guerra contra Vietnam, el acoso contra Cuba y el permiso a la CIA para matar.
Obama tendrá que resolver el expediente Cuba que abrió justamente Kennedy,
el padre de Caroline, una de las principales asesoras de Obama.
En el fondo, lo que se debate en los EU no es la recuperación de la
esperanza social, la construcción de una nueva mayoría o el momento de la
mayoría silenciosa para tomar el poder sino la reconstrucción del poderío
imperial de los Estados Unidos. Por eso Obama se llevó de vicepresidente a
Joe Biden, uno de los que apoyaron los bombardeos contra Serbia y luego
no opuso resistencia a la decisión de Bush de invadir Irak para derrocar a
Hussein con información falsa o inconsistente. A Biden se le considera un
halcón en materia de política exterior por defender los intereses imperiales
de la Casa Blanca.
Las decisiones de Obama de incorporar a Biden, ofrecerle empleo a
Powell e incorporar como asesor a Volcker dejan ver la estrategia
presidencial demócrata: el pacto con los complejos conservadores que
dominan a los Estados Unidos, el legislativo de los halcones, el militar
industrial y el financiero. A menos que Obama por haber llegado a la
presidencia desee destruir al imperialismo norteamericano desde dentro.
Obama: Rehacer el Imperio
Cuando vino a México para discutir el tema del petróleo, el
presidente Jimmy Carter fue convencido por el discurso nacionalista del
presidente López Portillo. En privado, Carter le dijo que tenía razón y que lo
apoyaba. Al día siguiente, en un mensaje público, el presidente de los EU
tronó contra el nacionalismo mexicano.
López Portillo contó mucho tiempo después que le reclamó a Carter
su cambio de posición y que la respuesta le dejó claro que los presidentes de
los EU carecen de enfoque propio y que sus decisiones las domina un
aparato de poder. Carter le explicó a López Portillo: “Yo estoy de acuerdo
con usted, Presidente, pero Casa Blanca dice”. Y en efecto, el poder de los
EU se expresa cuando “Casa Blanca dice”.
Por tanto, objetivamente, Obama no es un buen presidente de los EU
para los intereses de México. El asunto está lejos de lo sentimental o de la
solidaridad de raza. Obama representa la estructura de dominación
imperialista. Por eso ya amenazó con invadir Afganistán y con asesinar a
57 Osama bin Laden. Por eso sus principales designaciones previstas para el
gabinete sean representantes del stablishment del poderío imperial.
Las relaciones de México con los EU pasarían por cuando menos
cinco variables: Comercio, migración, petróleo, dólar y América Latina.
Obama es proteccionista y dijo que va a revisar el Tratado para defender los
intereses de los trabajadores estadunidenses; en migración eludió una
definición y resulta que McCain hizo la propuesta más progresista para
beneficiar a los mexicanos; en petróleo, Obama quiere salirse del Medio
Oriente y usar la estrategia imperialista del Pentágono de convertir los pozos
mexicanos en su salvación; la recuperación del dólar se hará a costa de sus
aliados y Obama aún no sabe qué hacer con la radicalización política en
América Latina porque su prioridad será Europa.
Sin embargo, Obama se ha convertido aquí y en el mundo en un
fenómeno político. Peor aún, Obama debiera ser analizado desde la perspectiva
de la psicología de las masas: representa al partido contrario de Bush, su color
de piel es negra, maneja un discurso social de apoyo a los pobres. Por tanto,
Obama asumió la condición del anti Bush. Y como Bush desquició el equilibrio
mundial y se coinvirtió en la esencia del odio hacia el imperio, entonces Obama
es el representante político de todo lo anti Estados Unidos.
Es decir Obama tiene la característica que le encontró Norman
Mailer, el espléndido escritor y cronista de las convenciones estadunidenses,
al candidato John F. Kennedy en 1960: “un héroe existencial” en donde la
existencia precede a la esencia. Pero Mailer sabía que Kennedy sería un mal
presidente. Se lo escribió en una carta a Jacqueline Kennedy: “Lo que quiere
hacer su marido en Cuba es una locura, pero aun así voy a votar por él”. No
importaban sus ideas y su formación, sino las tres características que Mailer,
con ironía, destacó: Joven, rico y con una esposa bella.
Obama se ha convertido en el héroe existencial de todo lo que significa
Bush. Y no por Obama sino por haber enarbolado una crítica a Bush. Pero en
el fondo no ha habido dentro de los EU una ola social de simpatía.
Obama no ofrece una alternativa de desarrollo: quiere regresar la
hegemonía del dólar y apresurará una reactivación educativa y tecnológica
para consolidar el poderío. Asimismo, está convencido que el eje de la
fuerza económica de los EU radica en la producción privada, y que esta sólo
es posible por el gobierno de las corporaciones. Si acaso, tendrá programas
sociales para atender a los lastimados en las crisis pero no creará un nuevo
modelo de desarrollo.
Al final, Obama repetiría el fenómeno político de John F. Kennedy
usar el apoyo popular para validar un modelo imperial. Kennedy cometió la
58
locura de apoyar la invasión de Cuba en Bahía de Cochinos organizada por
la CIA, luego cayó en la provocación de la URSS y contribuyó al Muro de
Berlín, entregó bases de Turquía a cambio de las de Cuba, decidió el
involucramiento directo militar de los EU en Vietnam y convirtió la doctrina
Truman contra el comunismo en la definición histórica de la política exterior
de los EU Su popularidad creció ante la imagen de Nixon, aunque Nixon
sería otro héroe popular hasta su caída por Watergate.
Obama dice que va a cambiar a los EU y al mundo. ¿Terminará con el
imperialismo norteamericano? ¿O será la coartada para un imperialismo
menos voraz pero igualmente depredador, aunque paradójicamente avalado
por los sectores progresistas del mundo?
Obama, ¿Un Reagan liberal?
Detrás de la parafernalia de las encuestas y el ánimo impulsado por la
candidatura de un político de color de piel afroamericana que prometió
terminar con el modelo de George Bush, comienza a darse aquí un debate de
fondo: ¿qué tipo de imperio norteamericano va a construir Barack Obama?
Si se analiza con frialdad, la gestión de Bush fue típica de un
gobierno republicano: Nixon buscó un diálogo con Moscú y Pekín, pero
desde la lógica de Kissinger de que era la única manera de neutralizar a
poderes revolucionarios. Reagan llevó a la URSS a la orilla del colapso
presupuestal y Bush padre le dio el empujón final. Los demócratas nunca
han podido establecer una política de fortalecimiento del poderío
estadunidense.
El debate que viene aquí en los EU ronda justamente por esa orilla:
¿decidieron los EU dar por terminada su etapa imperial, y por tanto Obama
va a reorganizar las fronteras geoestratégicas en función de principios
morales? De ser así, entonces Obama tiene la misión de enterrar al imperio,
sin duda una demanda de la mayoría de los ciudadanos del mundo. Pero aquí
las percepciones serían otras: los electores repudiaron ese tipo de
debilidades cuando rechazaron un segundo período para Jimmy Carter, justo
cuando comenzó la ofensiva del radicalismo musulmán.
En este contexto algunos ven a Obama como una transición del
fundamentalismo de Bush y sólo le dan, desde ahora, un período de cuatro
años sin reelección.
En 1980 los EU atravesaban por una severa crisis económica y
energética, y además el ataque iraní con la toma de los rehenes en Teherán.
Uno de los spots de campaña que le ayudó a Reagan a imponer el criterio de
la política exterior exhibía un oso agresivo amenazando a los ciudadanos.
Era el oso soviético. Y en materia económica, una pregunta en el debate
59 derrotó a Carter: ¿Están ustedes mejor o peor que en 1976? Las elecciones
del 2008 dibujaron un escenario parecido, sólo que ahora los republicanos
en el poder y los demócratas en la oposición.
Lo que viene ahora es un gran desafío. Pero antes de ello, habrá de
darse una definición de largo plazo: ¿Encabezará Obama las exequias del
imperio norteamericano y los estadunidenses, conservadores por naturaleza,
van a aceptar que perdieron su lugar en el mundo?
Las naciones que han padecido las agresiones imperiales están de
plácemes con Obama, porque ven a un futuro presidente bueno, no imperial.
Sin embargo, el mundo se encuentra en un momento de reorganización,
quizá más severo que el que siguió al fin del desmoronamiento de la Unión
Soviética: Rusia, China, Irán, Venezuela y Europa, quieren el fin del
imperialismo norteamericano para quedarse con parte de sus territorios
políticos.
Las tareas del presidente de los EU no serán fáciles. Y podrían
reducirse a tres: la reconstrucción del consenso social, la definición del tipo
de hegemonía estadunidense, y la nueva economía nacional con efectos
internacionales. Los compromisos de Obama fueron radicales, de cambio
completo. Pero aquí se percibe el hecho de que los estadunidenses no
quieren crisis, pero tampoco desean perder su papel imperial en el mundo.
Les gustaría salirse de Irak, pero dejar consolidada una presencia que impida
más actos de terrorismo.
El voto ciudadano fue de repudio a Bush, pero se trata de los mismos
que le dieron ocho años de poder a Bush. Ahí se localiza otra parte de la
debilidad de los mensajes del electorado: Bush resultó mejor candidato que
Al Gore y el fardo de las aventuras de Bill Clinton y que un deslavado John
Kerry, además de contar con un aparato electoral.
Hoy McCain perdió por la fuerza del candidato demócrata y la
quiebra del aparato electoral republicano. McCain en realidad perdió cuando
no pudo consensar un candidato fuerte a la vicepresidencia y se decidió por
la ex Miss Alaska Sara Palin.
El trasfondo de la elección presidencial aquí en los EU debiera verse
con mayor frialdad, más allá del sentimentalismo antiimperialista que
benefició a Obama. Lo histórico de la elección no tuvo que ver con el color
de la piel de Obama sino con su discurso de fin del imperialismo
norteamericano, aunque quiera invadir Afganistán y matar a Osama bin
Laden. La política económica, la política exterior y la política social, van a
definir el rumbo de los Estados Unidos y a replantear su papel en el mundo.
Obama es visto en el mundo como el encargado de enterrar al imperialismo
norteamericano, un poco como John F. Kennedy, bastante como Carter y
60
mucho del Clinton que apoyó su dominio en los buenos resultados
económicos, aunque abandonó el papel dominante de los EU en el mundo.
Si por los mensajes inmediatos fuera, el gran derrotado no fue
McCain sino Bush. Pero un gran debate comienza a darse aquí para discutir
el nuevo papel de los EU o si al final Obama quedará atrapado en la red de
intereses del complejo militar-industrial construido por el republicano
Dwight Eisenhower, para colocar a la guerra como el eje de la actividad
económica.
Lo malo para el norteamericano medio es que le dio dimensión
histórica a su voto sólo con el repudio a Bush y la elección del primer
presidente de raza negra, pero en el fondo el mundo ha visto en Obama al
encargado de terminar con el imperialismo norteamericano.
Obama: La reconstrucción del Imperio
Lo que viene ahora es saber si Barack Obama será el primer
presidente de los Estados Unidos en su era post racial. Aún como minoría, la
comunidad afroamericana se ha convertido en un factor de decisión en
varios estados. Y ahí se localizará el problema principal de Obama: superar
el conflicto racial en una sociedad aún marcada por el problema de la raza y
necesitada de un liderazgo nacional.
A su favor tiene Obama el hecho de carecer de un sentimiento de
raza. Nació en Hawai de una unión interracial entre un padre negro de Kenia
y una madre blanca de Kansas. Su familia dominante fue la materna blanca,
al grado de que su abuela, que falleció la víspera de las elecciones, se
encargó de su educación. Obama se educó en dos universidades de prestigio
y no enfrentó el racismo: Harvard y Chicago.
La agenda de la crisis de Obama es complicada. Internamente,
necesita con urgencia encontrar el camino de la reactivación. Sus recetas de
campaña buscaban votos y no una nueva política económica. Pero sus
asesores económicos –algunos de la era Reagan y más del período Clinton–
han definido soluciones de corto plazo y superficiales: reactivar la
economía, recuperar los salarios y dinamizar el empleo.
Pero el problema económico de los EU es mucho mayor: pasó de la
economía de la producción a la economía de las corporaciones financieras.
Ello llevó a los EU a olvidarse de la educación, la tecnología y la
investigación científica. Y ahí se localiza justamente la severa crisis del
aparato productivo. Ante ello, sin embargo, Obama no pudo hacer alguna
oferta concreta. Hasta donde se tienen datos, Obama va a reconstruir la
economía interna a base de los viejos estímulos fiscales de siempre, pero el
61 problema es mucho mayor: de competitividad, de modernización y de
globalización productiva. Obama podría quedarse en el modelo Clinton de
millones de empleos formales pero en el sector servicios y no la
construcción de una nueva planta productiva. Al final, el problema de los
EU fue de especulación y nada hay en el horizonte que hable de mecanismo
de control financiero en los mercados de valores.
Y luego viene el problema geopolítico: ¿cuál va a ser, en medio del
agudizamiento de zonas de conflicto y de una tendencia, a la multipolaridad,
el papel de los EU? En el pasado fue de policía del capitalismo vía la
doctrina Truman. Pero hoy la coexistencia pacifica, ganada a base de la
amenaza de una guerra termonuclear que hubiera destruido el planeta,
requiere de nuevos acuerdos. La doctrina Truman contra el comunismo se
convirtió, con Bush, en la doctrina contra el terrorismo. Pero el terrorismo
fue una respuesta al colonialismo ideológico de Washington. Obama está
obsesionado, como Clinton, con Afganistán, pero sin redefinir la política
exterior.
En este contexto, la gran definición de política exterior de Obama
será justamente en el enfoque de su nueva doctrina: ¿qué debe seguir
después del comunismo y el terrorismo?
El viejo orden de Yalta quedó destruido en las torres gemelas de
Nueva York. Y de los gobernantes de la segunda mitad del siglo, sólo Nixon
–con la asesoría del estratega Henry Kissinger– tuvo una diplomacia de
reordenación, pero sus avances en sus diálogos con Pekín y Moscú se
ahogaron en Watergate. Luego vino Reagan y el fin de la Unión Soviética, y
Bush con la militarización de la diplomacia. Pero ya viene Putin para darle a
Rusia su lugar en la reactivación de Yalta.
Los medios norteamericanos dieron enorme énfasis al tema racial en
las elecciones dejando la impresión de que no se iba a elegir a una opción de
gobierno sino al primer afroamericano. Las celebraciones de casi toda la
noche en la televisión local exhibió justamente el hecho histórico en el color
de la piel de Obama. Ciertamente que se trató de un hecho histórico, pero
aquí en los EU suelen transformar los hechos históricos en simples récord
Guinness.
Los rostros más mostrados en la noche fueron los de la conductora
Oprah Winfrey, en cuyo programa se lanzó la precandidatura de Obama, Y
del reverendo Jesse Jackson, ex candidato presidencial. Ahí de nueva cuenta
se enfatizó el asunto racial.
Sin embargo, la gestión de Obama va a ser juzgada con severidad por
sus resultados. Al final de cuentas, Obama ganó las elecciones por la mejor
62
campaña, la más consistente, la mejor estructurada y la del mensaje más
revelador. Pero no falta quienes, como un artículo en el The Washington
Post, le acrediten la victoria de Obama a Lyndon Johnson, el presidente de
los EU que firmó el acta de derechos civiles de los negros en 1964 para
terminar con el racismo que establecía un apartheid para las gentes de
color… y los animales. Al final del día, Obama va a ser evaluado en el
gobierno por sus resultados. Las expectativas quedaron enterradas la noche
del 4 de noviembre. Ahora viene la etapa de los hechos de gobierno.
Los norteamericanos ya no quieren ser odiados. Pero parecen olvidar
la circunstancia histórica: el poder se ejerce a través del odio, la fuerza y el
repudio, no sobre el consenso. Y el primer descubrimiento de Obama, a la
hora de sentarse en el sillón principal de la Oficina Oval de la Casa Blanca,
será el mismo de Jimmy Carter en su corto período de cuatro años de
gobierno: “Yo sí quiero, pero Casa Blanca dice”.
Exigencias de nueva mayoría
Una vez pasada la euforia del triunfo y el voto de repudio al gobierno
de Bush, el presidente electo Barack Obama comenzó a enfrentar el
problema número uno de su futura administración: no el retiro de tropas de
Irak ni la crisis económica, sino el alto nivel de expectativas que levantó su
discurso popular y a veces hasta populista.
Si en noviembre de 1969 Richard Nixon definió el papel de la
“mayoría silenciosa” que avalaba todas las acciones del gobierno, y pedía su
aval silente a favor de la negociación de la paz en Vietnam, Obama pareció
haberle dado forma política a una “nueva mayoría” de ciudadanos con votos
pero sobre todo con voz pero sin presencia en el poder. Esta nueva mayoría
es la que va a acotar la acción del gobierno obamista y la que va a recordarle
a Obama el nivel de sus compromisos cuando tenga que ceder ante el
stablishment.
Obama, ciertamente, recibió el voto anti Bush. Pero habrá que ver si
ese voto, sobre todo joven, va a ser muy exigente en la rendición de cuentas
del cambio político. Los primeros pasos de Obama han sido ortodoxos:
equipo de trabajo salido del stablishment, políticas tradicionales de corto
plazo, primeras justificaciones para posponer las grandes decisiones.
Los problemas sociales de los estadunidenses se convierten rápido en
problemas morales. La guerra es uno de ellos. Los estadunidenses medios
piensan que los EU ya no van a tener guerra con nadie, pero Obama parece
decidido a declararle la guerra a Afganistán pero ya recibió la primera
advertencia de Rusia para reanudar la carrera armamentista con misiles y
regresar a la lógica política de la guerra fría y el reparto de los territorios. De
63 modo natural, Obama tendrá que decidir entre el mandato pacifista de la
nueva mayoría y las exigencias del imperio.
La nueva mayoría no quiere saber nada de odios ni de guerras, pero el
papel de los Estados Unidos en el mundo como policía del capitalismo
pareciera ser una maldición eterna. Una cosa es aquella mayoría silenciosa
que aceptaba o rechazaba todo en silencio y otra la mayoría que ahora habla
y grita y que descubrió su propia voz. Obama no podrá salir rápido de Irak
sin antes haber consolidado el orden político al estilo norteamericano. Y
peor aún: estará obligado a fortalecer la presencia para evitar la derrota. Pero
ahí habrá de estar el primer reclamo de la nueva mayoría antibélica.
La nueva mayoría estadunidense es pacifista, quiere estabilidad, exige
bienestar. Es la mayoría marginada, empobrecida, soslayada por el american
way of life. Son los que perdieron en el juego económico del sistema. Y son
muchos. Y su atención requiere de enormes recursos que por ahora la
economía no tiene porque la guerra se los traga todo. Obama prometió
reorientar los 10 mil millones de dólares mensuales a Irak, pero ¿va a salir
mañana mismo de Irak? Por tanto, Obama tendrá que decidir entre una
economía social que sacrifique la economía militar o al revés. Pero bastará
una derrota en el mundo para que los EU sean echados de otras partes del
mundo. ¿Va a encabezar Obama el repliegue estratégico de los EU?
El problema de los EU no es el racismo. Desde el discurso de
Gettysburg de Lincoln en 1863, donde estableció el principio de que todos
nacen iguales a las leyes de Jim Crowe que fijaron el principio de “iguales
pero separados”, las luchas por los derechos civiles pasaron por la ruptura de
los acuerdos de consenso social básicos. Johnson firmó la ley de los
derechos civiles para terminar con la segregación racial y hacia los noventa
hubo un salto cultural cualitativo con las relaciones interraciales. Los
afroamericanos temían el llamado aquí “efecto Bradley”, ese voto racista
escondido a la hora de emitir el voto.
El problema de Obama es otro: cómo responder a las expectativas de
la nueva mayoría que quiere bienestar, paz y reconocimiento mundial. Cómo
ejercer el dominio mundial sin manotazos imperialistas. Cómo mantener el
control del mundo desde un gobierno que quisiera ser bondadoso. Cómo
regresarle la hegemonía al dólar sin el sometimiento de las demás monedas.
A menos, claro, que los estadunidenses y Obama hayan tomado la
gran decisión –ésta sí histórica– de dar por terminado el ciclo imperialista de
los Estados Unidos y la asunción de los EU como un país igual a los demás.
Este salto histórico implicaría, por cierto, el fin histórico del ciclo
estadunidense.
64
La jugada de Obama parece sencilla en el papel: atender el bienestar
social de los lastimados por la crisis económica y definir una política
exterior menos agresiva pero igualmente imperial, legitimada por
negociaciones con aliados. Sin embargo, ahí se localizan los conflictos
originarios: la economía depende de la guerra y la presencia militar en el
mundo responde a la lógica imperial de los EU y a su papel de policía del
capitalismo.
De ahí que Obama vaya a depender sólo de su carisma político. Pero
en el estilo de la política de guerra que se vive en Washington, Obama
podría ser víctima de sus propias expectativas.
Obama: Cómo mover al pueblo
Si bien es cierto que el 4 de noviembre triunfó la democracia en la
elección presidencial de los Estados Unidos, en el fondo queda por analizar
las estrategias de campaña para mover al electorado, aprovechar los errores
del adversario y manejar los medios. En las elecciones de los EU gana la
mejor campaña mediática.
John McCain nunca pudo quitarse el sambenito de la edad, de ser el
tercer período de Bush y de representar el pasado político, sin importar el
contenido avanzado y hasta audaz de su discurso, en algunos puntos más
progresista que el de Obama. Y Obama logró apoderarse del perfil de
candidato joven y del cambio, aunque con ambigüedades dejó entrever que
representaba también los intereses del stablishment de poder de los EU. Eso
sí, asumió el rol del anti Bush.
Con habilidad, Obama se corrió de la izquierda al centro y McCain
nunca pudo salirse de la derecha. Pero al final de cuentas, la campaña
presidencial fue eminentemente mediática y de spots publicitarios. Obama
explotó su carisma con spots verdaderamente aburridos y largos, demasiado
explicativos, mientras que McCain perdió el tiempo atacando a Obama y no
definiendo su propuesta de gobierno.
De ahí que haya que analizar el resultado final en un escenario
diferente al sentimental.
Hay diez razones por las cuales perdió John McCain:
1.- La edad y su correlación con sus políticas antiguas.
2.- La incoherencia de su mensaje de campaña, pues dejó la
impresión de que carecía de una oferta para la crisis, y efectivamente iba a
ser el continuismo de las políticas devastadoras de Bush.
65 3. - La pésima selección de Sarah Palin. Si bien resultó carismática y
no tonta, cometió muchos errores políticos y fue presa de los ataques de los
demócratas. Palin fue saboteada por el fuego amigo de republicanos.
4.- El desconocimiento del papel activo de los jóvenes.
5.- La imposibilidad de concertar compromisos entre las tres
corrientes del Partido Republicano: los neoconservadores, los bélicos y los
religiosos.
6.- La incomprensión de la crisis económica. El 15 de septiembre
llevaba una ventaja de 2-3 puntos sobre Obama. El 31, colapsada la
economía, Obama se puso arriba con 6 puntos y ya no bajó. Y no pudo
ofrecer una salida.
7.- No pudo definir su candidatura en una palabra.
8.-Su alianza con Bush. Cuando estalló la crisis ya no pudo
deslindarse.
9.- La incomprensión del perfil político y social de Barack Obama.
10.- La utilización de spots para atacar a Obama y no para explicar su
oferta.
Ahí perdió la oportunidad de explotar su política migratoria más
audaz que la de Obama y la cual le hubiera colocado en el centro ideológico
y ganado el voto de los migrantes.
Del lado contrario, hubo diez razones por las cuales ganó Obama:
l.- La definición desde el principio de un candidato ajeno a los grupos
de poder del stablishment de decisiones, aunque aliado a esos grupos.
2.- La lucha contra la señora Hillary Clinton basada justamente en su
perfil de político lejano a las redes de poder. Hillary era la continuidad de
Bill.
3.- Un manejo impecable de mensajes de los spots. Obama fue uno de
los candidatos mediáticos intencionados más hábil en la historia moderna.
66
4.- La coherencia articulada entre su equipo de imagen con su
operación de campaña. No hubo diferencias ni choques.
5.- La decisión de Obama de aparecer siempre como el jefe de la
campaña. Inclusive logró controlar a su candidato a la vicepresidencia, Joe
Biden.
6.- La estrategia de eludir su perfil de candidato de la minoría
afroamericana para impedir la radicalización del debate. Con un discurso
pacificador se salió muy rápido del tema racial y con ello evitó la
parcialización.
7.- Su habilidad para tomar la iniciativa en la propuesta primero de un
discurso y luego de ideas generales sobre la crisis económica, pero siempre
en la lógica de proteger al pueblo, aunque con las medidas ortodoxas de
siempre.
8.- La ocupación de todos los espacios mediáticos a través de la
recolección de fondos que lo hizo llegar a casi mil millones de dólares.
9.- Su estrategia de acudir al financiamiento popular de su campaña,
eludiendo controles y apelando al discurso de que con sus aportaciones los
grupos populares iban a compartir la candidatura y el poder.
10.- Fijar su candidatura como opositora al presidente Bush y con ello
asumir el liderazgo del hartazgo popular de ocho años de bushismo,
interpretando el sentimiento popular anti Bush.
Así que detrás de lo sentimental se oculta una racionalidad política.
Obama: Gravamen o coartada
Agobiado por el voto anti Bush, el presidente Barack Obama
comenzó a encontrarse con sus propias limitaciones. Los ocho años de
gestión republicana respondieron a la lógica imperial de los Estados Unidos
y el próximo presidente demócrata tendrá poco margen de maniobra para
modificar el rumbo.
Por tanto, Obama tendrá problemas para sacarle mucho jugo a su bono
democrático. La primera crisis de expectativas está a la vista: el modelo
norteamericano no está ligado a los consensos sociales sino a los compromisos
con las élites económicas, militares, políticas, empresariales y financieras del
poder. Por tanto, Obama ha comenzado a comprender que la atención al
67 problema del empleo social, la cobertura médica y el nivel de vida pasa primero
por el fortalecimiento de las grandes corporaciones empresariales.
En este contexto, la crisis de expectativas que acosa ya a Obama no
tiene que ver con su voluntad insistente en cumplir compromisos sino con la
estructura económica que nada tiene que ver con el objetivo del bienestar
social. Se trata de un capitalismo de competencia brutal. Y que la oferta de
Obama le redituó votos pero no viabilidad. Los principales problemas del
gobierno de Obama serán los mismos de Bush y no habrá muchas variantes
en las soluciones:
1.- Crisis económica. La crisis del dólar fue producto de la quiebra de
las corporaciones financieras y del crack del mercado bursátil, y que derivó en
un colapso de la confianza. Obama se comprometió a crear empleos pero aquí
los empleos los crean las empresas. Por tanto, Obama debe darle prioridad a
las empresas y éstas, generar los empleos. Por eso tendrá que destinar más
recursos al salvamento de bancos, hipotecarias y financieras. Los principales
asesores económicos de Obama son tecnócratas de la economía académica o
presidentes de consejos de administración de grandes corporaciones.
2.- Irak. La guerra en el medio oriente fue etiquetada como la guerra de
Bush, pero ya Obama se dio cuenta que ahí se debate el modelo
bélico-económico de los EU. Bush invadió Irak para vengarse de Hussein, pero
también por tres razones: el petróleo, el equilibrio en el Medio Oriente y el
terrorismo. Y Obama ya se percató que debe mantener los mismos principios.
Peor aún: Obama va a crear en Afganistán su infierno iraquí. Por tanto el
belicismo norteamericano responde a la lógica del poder económico imperial.
3.- El racismo. Si bien Obama desactivó el voto racista con su
discurso para darle la vuelta a la página, de todos modos el sentimiento
racista sigue latente. Y no es nuevo. En 1835 Tocqueville escribió en La
democracia en América: “Si considero a los Estados Unidos de nuestros
días, veo claramente que en cierta parte del país la barrera legal que separa a
las razas tiende a rebajarse, pero no la de las costumbres.
Observo que la esclavitud retrocede pero el prejuicio que la ha hecho
nacer queda inmóvil”. Y hay un dato adicional: Obama no padeció el
racismo: vivió de 1961 a 1979 en Hawai, cuando las leyes a favor de los
derechos civiles se firmaron en 1964 y llegaron a la violencia en 1968.
Obama ciertamente defendió a la gente pobre de color, pero él mismo no
padeció el racismo sino que se benefició de su declinación.
4.- La política exterior. Bush perdió el rumbo de la política exterior
porque la sacó de su contexto y la resumió en la lucha contra el terrorismo.
68
Pero América Latina se inclinó al populismo, Europa se hizo más autónoma,
China se fortaleció y se metió en la zona estratégica estadunidense.
Venezuela y Cuba abrieron las puertas para la penetración de China e Irán
en América Latina. Obama ha comenzado a comprender que la política
exterior es bipartidista y que casi la mitad del país es republicano, que en la
conciencia del pueblo sigue la marca de los ataques terroristas del 11 de
septiembre y que los EU son odiados por su política imperial. Obama se va a
ir por los destellos de corto plazo, como la prisión de Abu Ghraib, pero sin
romper con los códigos de limitación de los derechos civiles. La violencia
militar de los EU es consecuencia de su política imperial y ésta es la que
sostiene la existencia de la nación.
5.- Crisis de expectativas. Los políticos estadunidenses han sido muy
hábiles para hacer promesas que no van a cumplir o para desviare de sus
compromisos. Obama realmente se comprometió con un modelo ideal de los
Estados Unidos, algo así como la Suecia no imperial. Pero el poder del
dólar, el dominio económico y sobre todo la exigencia interna para ofrecer
un bienestar alto van a llevar al presidente Obama a no poder cumplir con
sus compromisos. El equipo económico dejó ver que no va a reorganizar el
modelo productivo sino que lo va a reactivar con la presencia de dueños de
grandes corporaciones. Y que el bienestar principal de los EU tiene dos
pilares: el salario por hora, y el alza en la bolsa de valores.
Por tanto, los primeros análisis aquí señalan que Obama no va a
cumplir con su promesa de construir otro Estados Unidos, y que tratará de
encontrar el camino de la reactivación económica para la creación de
empleos aunque sean informales. Y que en la política exterior estaría en
camino de repetir el camino de Jimmy Carter: un imperio desdentado que
vaya a ser derrotado en sus zonas estratégicas.
Obama sin conciencia histórica
Detrás del bono popular de Barack Obama comienza a develarse la
dimensión de las posibilidades limitadas del cambio político. Más que el fin
del imperio, el flamante presidente de los Estados Unidos podría traer
consigo la reorganización del capitalismo en función del modelo de la
Comisión Trilateral.
Como hombre práctico, Obama carece de definiciones socialistas. Su
preocupación social tiene que ver con los marginados que defendió en el
inicio de su carrera legislativa. Sin embargo, la personalidad política de
Obama perfila cuando menos cinco indicios que tiene que ver con los
intereses reales de la recomposición imperialista, y van mas allá del
69 sentimiento popular que despertó la candidatura de un joven senador de piel
afroamericana; es decir, una ausencia de conciencia histórica:
1.- La conformación de la conciencia social de Obama se agota en la
pobreza de sectores marginados, casi siempre afroamericanos. Pero, como se
sabe, Obama no padeció el racismo en carne propia. En 1964 Johnson firmó
las leyes de reconocimiento de derechos civiles de los afroamericanos y
terminó al menos en teoría la segregación. Sin embargo, los afroamericanos
siguen viviendo del síndrome de la esclavitud. Obama estudió en Los
Angeles y luego en Harvard y Chicago, siempre con las mejores
oportunidades. Por tanto, realmente no conoce el racismo en carne propia.
2.- El simbolismo de Hawai podría significar una definición histórica.
Hawai fue anexado violentamente por los EU como el estado 50 en 1898, a
través de una maniobra imperialista que operó –obvio– el entonces
embajador de los EU. Ahí terminaron más de 600 años de identidad
polinesia. Los EU ocuparon Hawai como parte de la consolidación de sus
intereses. Inclusive, hubo de utilizar a los marines para usar el mismo
pretexto de siempre: proteger a los estadunidenses en la zona. Pero el 23 de
noviembre de 1993, el presidente Bill Clinton firmó la llamada “resolución
común de disculpa” en el Congreso, mediante la cual los EU solicitaban el
perdón de los hawaianos por el derrocamiento del rey de Hawai.
La resolución legislativa constaba de tres puntos:
–Disculparse con los hawaianos, en nombre del pueblo de los EU, por
el derrocamiento del reino de Hawai el 17 de enero de 1893, y por la
anulación de los derechos de los originarios de Hawai a la
autodeterminación.
–Reconocer los efectos del derrocamiento del reino de Hawai y
promover una fundación para la reconciliación entre los EU y los originarios
de Hawai.
–Y urgir al presidente de los EU a reconocer también las
ramificaciones del derrocamiento y apoyar la reconciliación entre los EU y
los originarios de Hawai.
Obama eludió este hecho histórico en la definición de su personalidad
política.
3.- Los obamistas parecen olvidar que Obama en realidad no es un
revolucionario ni llegará al poder para servir a la causa liberal. En su
discurso de estreno político a nivel nacional, en la convención demócrata de
2004, hizo su declaración de fe no ideológica: “No existe una América
conservadora y liberal; sólo existen los Estados Unidos de América”. De ahí
70
que Obama no se perfile como el Roosevelt de otro new deal liberal.
Tampoco será conservador como Bush. En todo caso, buscará el camino de
reactivar a las empresas y disminuir el impacto social de la crisis. Obama va
a preocuparse por los pobres, pero sin romper con la ortodoxia económica
tradicional. Por eso tendrá más influencia Paul Volcker, ex jefe de la
Reserva Federal, que el keynesiano liberal Paul Krugman.
4.- Si se busca un modelo de país –en lo económico y social– en el
futuro de Obama, quizá habría que asentarlo en los objetivos de la Comisión
Trilateral.
Varios de los asesores económicos de Obama vienen de esa
organización –Volcker, por ejemplo– y hay que tomar en cuenta la
vinculación de la Trilateral con el Grupo Rockefeller. La Trilateral hizo el
intento de conducir el gobierno de Carter, dándole énfasis a la
reorganización social del capitalismo y alejando a los EU de los vicios
imperialistas militares. Carter fracasó y duró apenas cuatro años, hundido
por una severa crisis económica, un colapso de las fuentes energéticas y la
agresión del fundamentalismo del Irán del Ayatola Jomeini; los fantasmas
que acosan a Obama. La Trilateral quiere construir un eje EU-Europa-Japón.
Frente a la desarticulación de la política exterior de los EU que promovió el
fundamentalismo de Bush, la Trilateral con Obama podría regresar al país a
su tema central: los negocios.
5.- Los Estados Unidos quedaron divididos por las elecciones: 46%
del voto popular fue por McCain y 52% por Obama. La presencia de Bush
polarizó socialmente al país. Por tanto, Obama carece de un verdadero
consenso nacional a favor del cambio. La estrategia de Obama parece ser la
de convocar a un acuerdo social a favor de los pobres pero sin cambiar la
lógica del capitalismo. Y en política exterior, mantener la hegemonía
imperial pero sin ofensivas invasoras.
De ahí que la crítica aquí comience a cerrar el tiempo político de los
discursos de campaña y a presionar a Obama para ajustarse a la realidad.
Obama: Fantasma de Keynes
Si la pieza clave de la gestión presidencial de Barack Obama será la
economía, aquí ha comenzado a darse una interesante polémica entre los dos
extremos de los economistas del presidente electo: Robert Rubín como
promotor de la economía de las corporaciones y Paul Krugman como el
promotor de un new deal social.
71 Por tanto, el escenario de posibilidades se le reduce a Obama a sólo
dos: regresar a los tiempos felices de Bill Clinton de la euforia económica que
ha elogiado tanto el premio nobel Joseph Stiglitz, por empleos no productivos
en el sector servicios, o hacer el esfuerzo de la reconstrucción casi total del
sistema económico de los EU para regresar a sus móviles del bienestar.
Pero lo más grave que aqueja a la economía de los EU es la orfandad
de ideas. La crisis del pensamiento económico ha llevado a desempolvar los
textos clásicos de John Maynard Keynes, pero sin pasarlos por el tamiz de
las realidades actuales. Ya se habla aquí de lo que la economista marxista
Joan Robinson llamó el “keynesianismo bastardo” o lo que Krugman
califica como “keynesianismo vulgar”.
El problema de fondo radica en la perversión del keynesianismo, sobre
todo por los años del neoliberalismo y de la globalización, en donde Keynes
aparecía en todos los rincones de los párrafos de los ensayos. Inclusive, se
comienza a estudiar la forma en que el keynesianismo fue aderezado con las
ideas del pensamiento de la síntesis neoclásica –el neoliberalismo– para dar a
luz a una propuesta de Estado-mercado. Y ahí está el problema. El Estado en
los EU es diferente al Estado en América Latina: aquí el Estado es más
intervencionista que en otras partes del mundo, pero para fortalecer la
economía privada no sólo con estímulos sino con políticas de bienestar. Y el
regreso al Estado que piden aquí se resume a un Estado regulador que no
inhiba la especulación ni la riqueza, y que descanse la política social en el
empleo, los salarios y la cobertura médica no universal.
El debate, por tanto, radica en redefinir el papel del Estado en los EU:
o el garante del capitalismo de la especulación y los compadres o el
promotor del equilibrio social. En su último libro –La conciencia de un
liberal, pésimamente traducido en España como Después de Bush–
Krugman recuerda que a la gran depresión de 1929 y toda la debacle
económica, y sobre todo de bienestar social, le siguió una etapa poco
reconocida y estudiada aquí: “la gran compresión”, es decir, “aquella
drástica reducción de la desigualdad económica”.
En lugar de continuar como el garante del Estado de bienestar, los
gobiernos posteriores a Roosevelt se fueron desviando hacia el Estado
depredador –así lo llama James K. Galbraith, hijo del legendario John
Kenneth, en su libro El Estado depredador. Cómo los conservadores
abandonaron el mercado libre y por qué los liberales debieran hacerlo– es
decir, el Estado promotor de las desigualdades. Galbraith hace tres
propuestas: el Estado planificador, salarios e ingresos son intención social, y
no decisión del mercado y el Estado debe acabar con la estructura de
privilegios de las empresas.
72
Los EU han entrado en una etapa de desafío intelectual en economía.
Con bastante ironía, Dana Milbank escribió en su columna en The
Washington Post que se reunieron en el despacho oval de la Casa Blanca
dos socialistas: el socialista Obama por su agenda de compromisos sociales
y el socialista George W. Bush por sus recientes compras de empresas y
bancos que pasaron a manos del Estado.
El problema de Obama es definir si realmente quiere otro new deal
como el de Roosevelt o si buscará sólo el camino de Clinton de la reactivación
económica sin atender los problemas estructurales de la economía. La
expectativa liberal descansa en Obama para una gran reforma económica. Lo
señala Krugman en su libro, tras pronosticar en 2007 la victoria de Obama.
“¿Qué habría de hacer esa nueva mayoría (liberal)?. Mi respuesta es
que, por el bien del país, debería abrazar un programa decididamente
liberal destinado a extender la red de cobertura social y a reducir la
desigualdad económica, en suma, a promover un nuevo New Deal. El punto
de partida de ese programa, el equivalente a la seguridad social del siglo
XXI, debería ser la atención médica universal”.
La cosa no será tan fácil. Sobre todo cuando Obama presentó a su
equipo económico y ahí había una presencia dominante de economistas de
Clinton, también del Paul Volcker responsable de la deuda y el
neoliberalismo en América Latina y de grandes corporaciones
tradicionalmente beneficiarias del capitalismo depredador. Y la primera
decisión económica de Obama fue pedirle personalmente a Bush un
programa de emergencia para las automotrices, sin duda porque los
sindicatos de ese sector son la columna vertebral del Partido Demócrata.
Si Krugman llamó en su momento en el The New York Times al
presidente electo como Franklin Delano Obama, en otros sectores piden un
poco de mesura. Obama simplemente va a tratar de darle un nuevo
funcionamiento al mismo capitalismo de siempre, y el Estado atenderá la
cobertura social que se pueda, no la que se quiera. Si Bush es socialista por
las expropiaciones de empresas, Obama bien podrá ser el conservador del
viejo capitalismo estadunidense.
Obama: Atrapado sin salida
Hábil el discurso, inteligente en la comprensión de los resortes
sociales de la política y novato en el poder, el presidente Barack Obama ha
comenzado a mostrarse atrapado en las redes de intereses hegemónicos de la
política en la primera potencia del mundo.
73 Si el voto, la movilización y el discurso del candidato presidencial
demócrata enfatizaron la dimensión del cambio, y por tanto dejaron entrever
los indicios de una transición, los primeros pasos dados por Obama como
presidente electo, y de hecho presidente en funciones apuntan más bien
hacia la restauración del modelo capitalista tradicional.
En este escenario quedará enredado México, en donde no parece
haber una comprensión de la política al estilo de los Estados Unidos. Obama
despertó simpatías en México por su discurso fresco y el lema del cambio,
pero ese perfil nunca fue sometido a un análisis crítico. Los mexicanos
cayeron en la misma trampa que los estadunidenses: alguien sin
compromisos que representaba exactamente todo el repudio contra George
W. Bush. Sin embargo, a los mexicanos les ha ido peor con los demócratas
que con los republicanos.
La agenda de gobierno de Obama es interna, asentada sobre todo en
la necesidad de superar los efectos en el empleo de la crisis económica, del
colapso bursátil y de la quiebra de las empresas. Por tanto, las posibilidades
de los EU en la era Obama de reorganizar el sistema capitalista, no van a
darse en función de los intereses de otras potencias mundiales, de los países
en vías de desarrollo, de las naciones pobres o de los principales socios
comerciales de Washington.
Obama, por ejemplo, estaría pugnando por el regreso al
proteccionismo. Para ello prometió en campaña revisar el Tratado de
Comercio Libre con México y Canadá, por la exigencia de los poderosos
sindicatos de trabajadores cuyos sectores fueron dañados por la apertura
comercial. La petición de Obama a Bush para un paquete de rescate de la
industria automotriz fue un indicio de la influencia sindical, pues los
sindicatos automotrices son la columna vertebral del Partido Demócrata.
La agenda Obama-México tiene puntos concretos que nunca
aparecieron en el discurso del candidato presidencial demócrata:
l.- La crisis económica. La debacle inmobiliaria, bancaria, crediticia,
bursátil y recesiva afectó a México no sólo en sus primeros chicotazos sino
también por las medidas asumidas.
2.- El TCL podría revisarse, aunque no en los términos que había
prometido Obama. Pero el problema es que aún sin revisión podría darse un
regreso al proteccionismo. Los EU van a tratar de proteger a sus empresas y
a sus empleos y por tanto podrían afectar al comercio internacional. Nada
hubo en los discursos de campaña de Obama que dejara entrever algún
beneficio para México.
74
3.- El narcotráfico fue un tema ausente en la campaña de Obama,
pero se ha asentado como el problema número uno de México. La
producción, comercialización, consumo y exportación tiene que ver con tres
hechos reales: la corrupción en México, la demanda en los EU, y el poder de
dominación de los decenas de miles de millones de dólares que mueve la
droga en las dos naciones.
4.- La seguridad fronteriza México-EU está contaminada por el enfoque
anti terrorista de la Casa Blanca, Y ahí no se prevén cambios, toda vez que la
principal presión sobre México vino del Congreso al cual pertenecía Obama.
Como el temor al terrorismo se ha centrado en atentados dentro de los EU, las
fronteras mexicana y canadiense van a comenzar a cerrarse.
5.- La política exterior de los EU toca cuando menos dos de las
principales fronteras geoestratégicas de los intereses políticos de México: el
Caribe con Cuba y el sur latinoamericano con Centroamérica y Sudamérica.
A ello se agrega el tema vital del petróleo, pues en los EU ven a México casi
como un abastecedor local. México perdió el rumbo de su política exterior
desde el gobierno de Salinas y a la fecha no ha podido definir los nuevos
principios de la geopolítica.
6.- La migración en su doble dimensión: como el aumento del flujo de
indocumentados por la crisis mexicana y la respuesta de Bush de redadas para
la deportación, y como la demanda interna de la comunidad hispana a favor de
una política migratoria de regularización de indocumentados que al parecer
Obama nunca consideró. Sin embargo, la comunidad hispana migrante fue
importante en la victoria de Obama y ahora van a exigir una agenda de
regularización migratoria urgente y el cese de las redadas agresivas.
El problema para México será que Obama no llegó al poder para
impulsar la transición de los EU hacia un nuevo sistema político y económico,
sino para restaurar el viejo modelo capitalista de explotación imperial.
Obama ganó apuestas Intrade
l.- La elección de candidato en el Partido Demócrata fue histórica por
el efecto de la candidatura de la minoría afroamericana. En un país de
mujeres liberadas, Hillary Clinton se equivocó al explotar el género.
2.- La política correcta le ha quitado significados a las palabras. La
exclusión de la palabra negro en el lenguaje político y social de los Estados
Unidos fue impuesto para evitar su utilización perversa: neeger como
despectivo. Sin embargo, hoy hay que usarlo: Obama es el primer presidente
75 negro de los Estados Unidos. En esta hora, Obama debe señalar que su
condición de negro es un orgullo.
3.- La tendencia de las encuestas fue inequívoca: a mediados de
febrero de 2008, Barack Obama cruzó la línea de Hillary y se colocó arriba
en las preferencias. Obama se despegó el 6 de mayo y de ahí mantuvo una
ventaja de 10 puntos sobre Hillary.
4.- Obama le apostó a la persistencia de un proyecto social y a la
expectativa de la esperanza y Hillary se presentó con la arrogancia de una
ganadora… y perdió. Obama eludió el choque y Hillary buscó la
confrontación. Obama explotó la modestia y Hillary se ahogó en la imagen
de la soberbia. A Hillary la perdió la cauda de compromisos sospechosos de
su esposo.
5.- Al cierre de las campañas en el significativo sitio de apuestas
Intrade, Obama llegó con un precio de su acción de 94.3 puntos, en tanto
que Hillary se derrumbó a 5.5. El mensaje estaba dado: nadie apostaba por
Hillary. En el sitio Slate se llevó un porcentaje de posibilidades de Hillary y
se colocó en 12% y sólo tenía un 2% de posibilidades de ganar.
6.- Obama surgió de la nada. En la gráfica 2 de Intrade, Obama
terminó 2007 con un precio de su acción debajo de 20 puntos. En febrero se
colocó en 80. Hillary se cayó (gráfica 3) en febrero y no se levantó.
7.- La sorpresa política fue Obama. El Partido Demócrata y buena
parte del electorado estadunidense van a votar por un negro, con todo el
significado político que ello implica.
Gráfica l.
76
Gráfica 2 Intrade Barack Obama:
Gráfica 3 Intrade Hillary Clinton:
8.- Las elecciones presidenciales de noviembre en los EU serán,
ahora sí, históricas. Obama y el color de su piel van a marcar la diferencia.
Lástima: Obama es Chicago boy
Si para muchos progresistas existe la esperanza de que Barack Obama
represente la corriente económica progresista, en lo económico van a
encontrarse con la sorpresa de que el candidato presidencial demócrata es un
neoliberal con piel de estatista.
Formado profesionalmente en la Universidad de Chicago de Milton
Friedman, Obama ha tenido que definir su verdadera política económica con
77 base al pragmatismo, señala David Leonhardt, en un extraordinario perfil de
Obama y sus obamanomics, publicado recientemente en The New York
Times Magazine. El venero económico de Obama tiene más de Friedman y
Reagan.
Leonhardt, que entrevistó a Obama, saca sus conclusiones:
“El consenso demócrata, de hoy en día, ha hecho que el partido tienda
hacia la izquierda, y en temas como la desigualdad y el cambio climático,
Obama parece estar dispuesto a ser más agresivo que muchos colegas
demócratas. Desde este punto de vista, él es un verdadero liberal. Sin
embargo, Obama también ha dicho que vale la pena preservar ciertas partes
del reaganismo. En este sentido, el programa económico de Obama propone,
por un lado, la creación de un programa gubernamental que haga frente a las
fallas de un sistema de mercado y, por otro lado, la inclusión del poder del
mercado y, con ello, de los beneficios que este sistema conlleva. Y esta
situación lo perfila en ocasiones como un demócrata conservador.”
Leonhardt encuentra en el libro The new GOP (El nuevo viejo partido
demócrata) un resumen de la propuesta de Obama:
“Los autores describen un nuevo modelo de consenso liberal que une
“el centrismo del libre mercado, presente en la administración Clinton, con
un empuje reavivado para una democracia social de estilo europeo. Este
neoliberalismo, como lo llaman, no supondrá los grandes programas
gubernamentales de la posguerra, pero el gobierno desempeñará un papel
más importante dentro de la economía y redistribuirá más ingresos, desde
la cima de la escalera económica hacia la base de ésta.”
Leonhardt recoge declaraciones de Obama sobre su modelo
económico:
“Creo que puedo contarle una historia bastante simple. Ronald
Reagan marcó el inicio de una era que reafirmó al mercado y a la libertad.
Hizo que la gente tomará conciencia de cuánto cuesta la regulación
gubernamental o al menos un régimen normativo de comando y de control.
Bill Clinton, hasta cierto punto, continuó este mismo patrón, aunque
simplificó las aristas del mismo. Y George Bush tomó la visión de Ronald
Reagan y la tiró por un acantilado. Y así creo que la forma más sencilla de
contar la historia es que cuando Bill Clinton dijo que la era del gran
gobierno había terminado, no estaba a favor de una era de no gobierno.
“Entonces, lo que necesitamos es terminar con la era del gobierno
indiferente e ineficiente, con el gobierno que sólo piensa a corto plazo.
Ahora, el gobierno debe sentar las bases, el marco, la edificación para que el
mercado pueda operar de forma eficiente, y para que cada individuo pueda
78
estar conectado con el mercado y logre tener éxito dentro del mismo. Y, en
nuestros días, el mercado es global.
“Esta es la historia, ahora, dicha de forma elegante sería: “impuestos
bajos, menos gobierno”. Este ha sido el discurso de los republicanos, pero
sin duda, representa un mayor desafío para el país.”
En Obama no hay una propuesta nueva: se trata de que el gobierno
haga eficiente el mercado, aunque con matiz social. Obama le citó a
Leonhardt una frase de Robert Kennedy: “Equilibrar las sensibilidades del
mercado con el sentimiento moral”.
Refuerza Leonhardt: “Obama me habló de la necesidad de que el
capitalismo posea un elemento moral y me dijo que el capitalismo basado en
el compadrazgo –muy presente en los últimos años– debe ser la pesadilla de
cualquier economista que sea partidario de las prácticas de mercado”.
Para Obama “el mercado es el mejor mecanismo para distribuir, de
forma eficiente, los recursos con el propósito de maximizar la producción. Y
también creo que hay una conexión entre la libertad del mercado y la
libertad en general. Pero, continuó, hay ciertas cosas que el mercado no hace
de forma automática. En otras palabras, parece que la política de libre
mercado no prevalecerá en su programa económico, y su proyecto consistirá
en regular el mercado”.
Obama, por tanto, se nutre más del reaganismo que de una nueva
propuesta. Señala Leonhardt en su análisis: “La adopción parcial de la
economía de Reagan es una pequeña muestra del barniz post-partidista de
Obama. En una sola frase de gran ingenio, se aleja de los viejos liberales y
se alinea con los centristas de Bill Clinton y lo hace conforme retoma a un
icono conservador, el cual sigue siendo muy popular. Pero tales palabras
también clasifican la visión económica de Obama. A diferencia de otros
demócratas, Obama se siente más cómodo con la economía del “dejar
hacer”.
Para Obama, “la visión centrista de Reagan –que el Estado de
bienestar liberal se ha vuelto muy complaciente y muy burocrático con
legisladores demócratas más obsesionados por dividir el pastel económico
que con el hecho de hacerlo crecer– tenía razón en muchos sentidos”.
I.- Lincoln, Jim Crowe, King, X
Los Estados Unidos no dejan de sorprender. Cuando parecía que todo
estaba dicho y que no había nada nuevo que ofrecer, el electorado
estadunidense logró colocar al primer presidente afroamericano en la Casa
Blanca.
79 Pero las cosas no parecer ser como quisieran ser. Los juegos de
palabras salen sobrando: Obama será el primer presidente negro de los EU,
pero no será un presidente negro. La conciencia histórica de Obama está
lejos de nutrirse de la lucha de los afroamericanos por los derechos civiles,
políticos y sociales. A pesar de que el nombre de Obama se ha relacionado
estos días con Abraham Lincoln y con Martín Luther King, Obama no trae
consigo la bandera de la esclavitud.
Paradójicamente, Obama podría ser el presidente de la reconciliación
racial en una nación que se hizo poderosa por la esclavitud de los negros,
que inventó la segregación por el color de la piel, que consideró a los no
blancos como sub hombres, y que escribió la historia del racismo con la
sangre de la represión. Obama parece carecer de conciencia histórica de su
origen racial, lo que de alguna manera ha tranquilizado a los rectores de la
raza pura que hoy en día persiguen de manera criminal a los hispanos que
cruzan ilegalmente la frontera y pugnan por su segregación.
La ausencia de conciencia histórica parece ser la solución al conflicto
racial. Obama nació en 1961 en Hawai y arribó a estudiar en escuelas de alto
nivel en California en 1983. La lucha política por los derechos civiles,
políticos y sociales de los entonces llamados negros había sido histórica
pero con fechas significativas: la rebelión de Rosa Parks en 1955, la gran
marcha sobre Washington de Martín Luther King en agosto de 1963 para
decir su famoso discurso del “Yo tuve un sueño”, la aprobación del acta de
los derechos civiles en 1964, el asesinato del radical Malcom X en 1965, la
conformación del “poder negro” en 1966, las Panteras negras de Cleaver y
Davis en los sesenta, la aparición del puño negro en las olimpíadas de 1968
y el asesinato de Martín Luther King en 1968.
Obama arribó a Los Angeles en 1983 para estudiar derecho. En ese
entonces el conflicto racial parecía haber sido superado después de los
motines raciales de 1963 a 1970. Los EU habían incluido los derechos de los
negros en la lista de los derechos humanos fundamentales y habían
comenzado a repudiar el apartheid de Sudáfrica. Hacia comienzos de los
ochenta, las relaciones multirraciales ya no eran pecado sino un hecho
común. Obama nació en Hawai de madre blanca y padre negro de Kenia. El
racismo se escondía en algunos pocos espacios sociales.
Hacia 1966, en un artículo-entrevista para The Partisian Review, la
escritora Susan Sontag había reflejado el estado del racismo:
“No creo que la comunidad blanca de los Estados Unidos haya
contraído el compromiso de otorgar la igualdad al negro norteamericano.
Este compromiso sólo lo ha adquirido una minoría de norteamericanos
blancos, en general cultos y de posición acomodada, pocos de los cuales
80
han tenido relaciones sociales con los negros. Este país es apasionadamente
racista, y continuará siéndolo en el futuro previsible”.
Pero una generación después, el racismo puede seguir latente pero los
Estados Unidos van a ser gobernados por un presidente negro, noción ésta
desplazada por su condición racista.
Político del sistema tradicional norteamericano, Obama eludió con
rapidez y habilidad el problema racial. Uno de sus grandes discursos fue el
destinado a cuestionar el contenido racista de un pastor de su congregación.
Obama desactivó el conflicto de raza asumiéndose como persona, hombre y
ciudadano por encima de colores de piel.
Ahí frenó la posibilidad siempre existente de la ruptura racial. En las
calles de Washington se percibe ciertamente el tema del color de la piel,
pero sin la potencialidad de violencia.
De todos modos la referencia es inevitable. Los dos personajes que
acompañan hoy en día la figura de Obama en el debate político son
Abraham Lincoln y Martín Luther King: El primero abolió la esclavitud y el
segundo logró la victoria del acta de los derechos civiles. Los dos
presidieron simbólicamente el inicio de las fiestas de toma de posesión de
Obama: en el mítico Lincoln Memorial –el monumento equidistante del
Capitolio que conforma una especie de muro ante la Casa Blanca– hubo un
concierto. En la presidencia de Obama el Lincoln Memorial tendrá ya otro
significado. A ese lugar llegó en agosto de 1963 Martín Luther King y en el
piso del primer descanso de la escalinata del monumento fueron grabadas en
el piso las letras de la historia: “I have a dream”, justo en el lugar donde
fueron dichas.
Y los juegos de la historia son reales. King dijo: “Yo tengo un sueño
que un día esta nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su
credo, creemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son
creados iguales”. Lincoln había dicho en 1863, cien años antes: “Hace ocho
décadas y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una
nueva nación, concebida en la Libertad y consagrada al principio de que
todas las personas son creadas iguales”. Y en 1866 se habían adoptado las
leyes de Jim Crowe para señalar: “Iguales pero separados”.
La elección de Obama fue un hecho histórico. Ahora viene lo difícil:
impedir que se minimice a un récord de Guinness.
II.- Dilema: ¿Imperio o República?
El día que Barack Obama juró como presidente, el dilema histórico
del siglo XXI para los EU comenzó a contar el reloj de la historia: ¿Imperio
81 o república? El escepticismo es mayoritario: Obama no terminará con las
conductas imperialistas de los EU; simplemente tratará de hacerlas menos
onerosas.
Obama pareció haber sido un accidente de la historia política
norteamericana. Su candidatura surgió en el escenario del agotamiento
moral estadunidense después de ocho años de Bush y ocho años de Clinton,
ante la candidatura republicana de un John McCain presentado sólo como
prisionero en Vietnam –POW, prisioner of war– de una Hillary Clinton
arrastrando el fardo del escándalo político de su esposo y la decisión del
electorado de castigar a la clase política tradicional.
Por sí mismas, las credenciales de Obama eran poco sólidas: apenas
diez años de la política, a la que ingresó como senador estatal por Illinois en
1997, fracasó en la lucha por la candidatura a diputado en 2003 y ganó la
senaduría federal en 2004. En 2004 sorprendió a los demócratas con un
discurso en la convención nacional del partido. Así que de hecho, Obama
tiene apenas cuatro años en la política federal, aunque con sensibilidad,
instinto y astucia.
Lo malo, sin embargo, es su carencia de grupo político. Como se le
criticó en la campaña, su gobierno no iba a ser el primero de Obama sino el
tercer período del gobierno de Bill Clinton: las principales posiciones de
poder y de decisión en el gabinete de Obama proceden del equipo político
de Clinton. Así, Hillary Clinton no alcanzó la candidatura presidencial pero
su control del grupo Clinton le dará un especial espacio de decisión y, sobre
todo, de definición de líneas políticas de largo plazo. La duda que prevalece
aquí radica en saber hasta qué punto Clinton va a seguir manejando el
gobierno, aunque las líneas políticas sean dictadas por Obama.
Obama llega en la coyuntura del agotamiento de la línea imperial de
la política exterior. De la guerra de Corea en 1951 a la invasión a Irak en
2003, la Casa Blanca ha tratado de gobernar al mundo, se ha convertido en
el policía del capitalismo y se ha dado la misión histórica de marcar un
territorio imperial de hegemonía capitalista. La aureola moral de los EU
conseguida en la Segunda Guerra Mundial al derrotar al fascismo perdió
brillo cuando se metió en guerras regionales durante el período de la guerra
fría parta delimitar el espacio de acción del socialismo también imperial.
Los EU llegaron a las elecciones del 2008 con un agotamiento moral.
Pero sin un debate intelectual. La movilización de la cultura en los sesenta
para oponerse a la guerra de Vietnam estuvo determinada por la decisión de
Johnson de reclutar obligatoriamente a jóvenes para mandarlos a la guerra.
Bush encontró la salida de la contratación de soldados por la vía del
outsourcing o empresas de mercenarios. Pero también por el fin del
82
pensamiento intelectual disidente. A mediados de los sesenta la escritora
Susan Sontag se quejaba que los intelectuales eran profesores domesticados.
La crítica en aquellos años fue intelectual. Hoy el debate pacifista carece de
voces morales.
Obama llega en un momento de definiciones históricas: ¿Va a
reconstruir el capitalismo y con ello a fortalecer de nueva cuenta la vertiente
militar del imperialismo del dólar o decidirá un camino menos imperial que
le haga perder posiciones geoestratégicas y de seguridad nacional a los EU?
La gran lección histórica del modelo norteamericano es que carece de
una justificación democrática y moral. Por eso los escépticos creen que no
habrá una nueva política exterior y va a seguir la doctrina militarista.
El mundo se encuentra en la Lógica Yalta: el reparto de posiciones.
Sin la aureola del socialismo, la Rusia de Vladimir Putin acaba de inaugurar
una nueva etapa de la guerra fría: la conquista de posiciones de poder en
Europa, Medio Oriente y América Latina para echar a los estadunidenses.
Irak fue una obsesión de la familia Bush, pero también una posesión
petrolera, un campo de batalla del terrorismo y un equilibrio geoestratégico
en el Medio Oriente. Vietnam fue lo mismo. Y al final ha ganado el
capitalismo, pues Vietnam, Rusia y China han optado por la economía de la
producción capitalista. Gran parte de los productos que se venden en los EU
tienen la leyenda de “hecho en China”: El comunismo al servicio del
capitalismo.
Los espacios políticos de Obama son reducidos, sobre todo porque
carece de una definición de política militar. Su decisión de salirse de Irak ha
tenido la decisión de aumentar la presencia militar de los EU en Afganistán
para impedir el regreso de los talibanes al poder. Y también para continuar
con la doctrina Bush de liquidar a los terroristas musulmanes en sus propios
territorios. Así como Bush se obsesionó con Husein en Irak, así Obama ha
tomado la búsqueda y liquidación de Osama bin Laden como objetivo
propio.
Detrás del simbolismo histórico del primer presidente negro en los
EU se esconde la realidad del poder: los derechos de las minorías no
implican la redefinición automática de los poderes militares. Obama podría
ser el primer presidente negro de la historia de los EU, pero un presidente
militarista más de la lógica del capitalismo imperial.
III.- La realidad: EU es un Imperio
En medio de la euforia por el ascenso al poder del primer presidente
negro en la historia racista de los Estados Unidos, la realidad terminó por
imponerse: Barack Obama es el 44 presidente de un imperio.
83 Las expectativas que levantó Obama son dos: de un lado, sustituir a
un George Bush que terminó con un nivel de popularidad de 22% y que se
convirtió en el presidente más repudiado de la historia de los gobernantes
estadunidenses. De otro lado, encarnar por decisión propia las esperanzas de
los grupos lastimados del capitalismo.
El discurso de Obama en las escalinatas del Capitolio estuvo bien
escrito y mejor dicho. Jugó bien con los sentimientos de los ciudadanos,
ahora más que nunca necesitados de una esperanza. Los dos temas básicos
de su agenda quedaron bastante claros: primero, antes que otra cosa, la
reactivación de la economía y la creación de empleos; segundo, tratar de
definir una nueva política militarista para seguir dominando al mundo.
En ambos casos, la prioridad de Obama radica en volver a poner en
funcionamiento el capitalismo hegemónico. Por formación política. Obama
carece de un pensamiento estratégico en política exterior, a pesar de haber
nacido en Hawai y vivido en Indonesia y Kenia. Un pensamiento estratégico
es siempre una visión geopolítica. Y ahí Obama no ha mostrado gran cosa:
va a regresar las tropas de Irak que ya había anunciado Bush, pero no ha
explicado cómo se va a mantener el equilibrio político regional en la zona
petrolera fundamental para los EU. Quiere atrapar a Osama bin Laden, pero
sabe que el costo es un mayor involucramiento militar en Afganistán, donde
existen casi 40 mil soldados estadunidenses.
El primer tropiezo de Obama será con la realidad. No es lo mismo
escribir y decir discursos de profunda retórica poética que –diría Hillary
Clinton de Obama en la pasada campaña– decidir en la prosa de la realidad
de las directivas militares y de seguridad nacional. La sombra de Jimmy
Carter va a acompañar a Obama. Carter fue un presidente con una enorme
carga moral de culpa, limitó la política exterior de las cañoneras pero a costa
de romper el equilibrio geopolítico en el Medio Oriente con el surgimiento
de Irán. En América Latina regresó el canal a los panameños pero no supo
cómo contribuir a la modernización económica de la región.
Todo imperio está condenado a cumplir el papel de dominio
hegemónico o a desaparecer. Y todo imperio debe funcionar a partir de
intereses geopolíticos, no sociales. Las fiestas de investidura de Obama
fueron populares. Ayudó el desprestigio de Bush. Pero sobre todo,
contribuyó el hecho de que los ciudadanos carecen de memoria: Bush no fue
el diablo expulsado del paraíso sino un invento de los peores temores y
fobias de los estadunidenses. Hoy los ciudadanos repudian a su propia
creación. Pero Bush fue el lado oscuro de la conciencia de los
estadunidenses. Peor aún: para los estadunidenses, Bush fue la peor
pesadilla de sí mismos. Por eso Obama es una especie de expiación de los
estadunidenses.
84
Obama es un político sin conciencia histórica. Es pragmático,
funcional, sin sentimientos de culpa. Sabe de sus potencialidades por su
origen afroamericano, pero no se curtió en las luchas raciales. Por eso no se
presenta como un presidente “de” los negros. Por eso también sus discursos
enfatizan la unidad ciudadana sin diferencias de razas, pero en una nación
construida justamente por el valor social del racismo. Por eso algunas quejas
comienzan a perfilarse. Bill Clinton es conocido como el primer “presidente
negro” de la historia de los EU. Y a pesar de una presión social e intelectual
para arrinconarlo como el verdadero primer presidente negro de la historia
política de los EU, Obama pareciera querer ser el primer “presidente blanco”
de la comunidad negra. La revista The Atlantic, de influencia intelectual, se
pregunta si terminó el ciclo de “la América blanca”.
Obama no será un presidente para los negros sino para la
reconstrucción del capitalismo hegemónico y del imperio hegemónico en lo
militar. Por eso confirmó en el Departamento de Defensa a Robert Gates, un
republicano colaborador de los Bush, y a Hillary Clinton en el Departamento
de Estado. Los mensajes son claros: la continuidad del enfoque militar y el
dinamismo de una mujer dispuesta a ordenar el envío de misiles a las 3 de la
mañana desde la Casa Blanca.
El espectáculo en el corredor conocido como The Mall, del Capitolio
al Obelisco a Washington y de ahí al Lincoln Memorial, fue estremecedor
por el arribo a la Casa Blanca del primer presidente negro. Pero la verdadera
historia de las naciones no se escribe nada más con detalles simbólicos por
sus expectativas, sino con la realidad en el ejercicio del poder.
En su campaña, Obama pudo fijar una imagen más de pastor que de
líder político y casi nada de gobernante. No es el primero que quiere ser un
gobernante bueno en un imperio. Ahora viene el despertar de la realidad. La
única posibilidad que tiene Obama de sobrevivir en la jungla de los intereses
imperiales es asumir la condición que tuvo John F. Kennedy, a decir de
Norman Mailer: a pesar de fallas y errores, ser un héroe existencial, en
donde la existencia preceda a la esencia donde el carisma disminuya la
maldad del poder.
IV.- EU: Poesía y prosa del Imperio
Las primeras horas de ejercicio del poder del presidente Barack
Obama van a tener que diseñar una estrategia para el problema fundamental
de su administración: no la recesión y amenaza de depresión, tampoco el
desempleo, menos aún Irak, Irán, Gaza y la política exterior. El problema
número uno del nuevo presidente de los EU será la crisis de expectativas.
85 Dos palabras suelen ser revividas cada cuatro y ocho años. El uso y
desuso le han disminuido valor corriente: cambio y esperanza.
Todos los candidatos presidenciales luchan por apropiarse de un
concepto para ganar los votos.
Obama fijó su campaña en esas dos palabras pero les agregó un
adjetivo: “nuevo” y “nueva”; nuevo cambio y nueva esperanza.
En las calles de Washington se han multiplicado carteles alusivos: el
cambio llegó con Obama. Pero a la larga, las posibilidades del cambio se
mirarán reducidas. Se trata de un cambio con respecto al antecesor. Al final
de cuentas, sus discursos, su gabinete y sus primeras decisiones han
comenzado a mostrar que Obama no será el presidente del cambio sino el de
la continuidad. Y que su apuesta fue sólo a mostrar una imagen diferente:
discursos que asumieron el pesar de la gente, el color de la piel, su crítica a
la vieja política.
Pero aquí en los EU valen nada más las decisiones, las políticas, las
definiciones. En materia económica, Obama aprobó la estrategia de Bush de
salvar a las corporaciones y usar la política fiscal para reactivar el consumo,
pero sin modificar la estructura productiva que ya no responde a las
necesidades del consumo y el comercio, sin tocar el modelo especulativo
cuya ambición llevó a la quiebra de empresas y de la bolsa, y sin proponer
una reforma del modelo de producción-consumo.
En política exterior las cosas seguirán igual: pasará del
fundamentalismo de Bush y la lucha antiterrorista a la frivolidad estilo
Clinton: En su audiencia de confirmación, Hillary Clinton no pudo presentar
un enfoque geoestratégico del papel de los EU en el mundo y todo lo redujo
a un concepto de lo más vacío: “Diplomacia inteligente”. La frase se
entendió como una crítica a la diplomacia tonta de Bush. Pero la crisis de la
política exterior de los EU es más que la interpretación del 9/11 y ha llegado
a los fundamentos que apenas habría tocado Obama y luego replegado:
¿Cuál debe ser la política exterior de un imperio y cuál la de una nación que
ha asumido el papel estabilizador del mundo?
El problema de Irak no son las tropas sino la locura del terrorismo y
la de la respuesta militar. La crisis en Gaza no es de Hamás e Israel sino de
un hecho histórico dominado por intereses estratégicos. La guerra fría
terminó con el desplome del Muro de Berlín, la desintegración de la Unión
Soviética , y el campo socialista , pero ahí viene Vladimir Putin de regreso a
una nueva fase de la guerra fría: no de ideologías sino de poder. Corea e Irán
le han apostado a poseer armas nucleares pero para una lógica
fundamentalista. Y la respuesta de Obama será una “Diplomacia
86
inteligente”, pero en manos de una guerrera que no vacilará en usar armas
nucleares a las 3 de la mañana.
La crisis de expectativas de Obama estallará en los problemas, de la
agenda del corto plazo. Los EU quieren salirse de Irak pero dejaran un
proceso a medias que pudiera revertirse por el regreso de los talibanes, en
Afganistán, la recomposición de Osama bin Laden y la estrategia de Irán. La
crisis económica requerirá de un poco de más sacrificios pero ante la
esperanza ciudadana de que la crisis desaparezca, aunque en escenario de
una mayor recesión de corto plazo para contener una depresión de largo
plazo.
Un asesor de Bush hizo algunas ironías sobre la candidez de Obama.
Cuando Obama, la víspera de su toma de posesión, dijo que una decisión
urgente sería la de cerrar la prisión de Guantánamo, dice que Bush sonrió y
dijo que adelante, porque él había decidido clausurarla hace dos años y no
había podido. Simpatizantes de Obama dicen que podría anunciarse el cierre
pero tardar dos años. El problema de Guantánamo no radica en las torturas
sino en la existencia de presos documentados como terroristas que nadie
quiere aceptar en ninguna cárcel del mundo.
Obama va a intensificar su poesía discursiva para posponer la crisis
de expectativas de la prosa del ejercicio del poder del imperio del mundo. Le
ayudará mucho el repudio a Bush y a los errores de los ocho anos, además
del cargo de conciencia de los estadunidenses que votaron dos veces por
Bush. La agenda será lo de menos. Por ejemplo, el tema migratorio será
soslayado porque los EU carecen de un escenario económico viable.
Asimismo Obama tendrá que lidiar con su principal lastre: el color de
su piel. La estructura de la crisis del modelo económico estadunidense no se
puede permitir ahora decisiones para beneficiar a un sector, el de los
afroamericanos. Por tanto, por ese lado vendrá pronto una oleada de críticas
a Obama.
Lo único que puede salvar a Obama será la retórica del discurso. Pero
en el corto plazo, la crisis de los EU exige decisiones y no palabras.
V.- Otra traición de la izquierda
Una vez que George W. Bush terminó sus dos períodos, la gran
certeza que quedó en el ambiente fue pesimista: los grandes grupos
opositores internos en los Estados Unidos ya no existen. La izquierda y los
sectores progresistas avalaron los excesos represores de los últimos años.
Una vez con Barack Obama en la Casa Blanca, los ciudadanos han
comenzado a tener una evaluación crítica de los ocho años de Bush. Y a
87 pesar de terminar con una popularidad-aceptación de apenas 22%, Bush no
fue sino reflejo de lo peor de la sociedad. Es decir, para los norteamericanos
Bush no fue sino la peor pesadilla de sí mismos.
Bush fue abucheado en la toma de posesión de Obama. Pero por los
mismos que callaron ante sus excesos represores. La gran crítica y las
grandes movilizaciones ciudadanas contra la guerra de Vietnam ahora no
existieron. Hoy no hubo los Norman Mailer, las Susan Sontag, Robert
Lowell, Paul Goodman y muchos otros.
Peor aún: existió la complicidad. El cineasta Oliver Stone, que abrió
la herida de Kennedy e hizo sangrar la de Vietnam con la película Pelotón,
difundió su película W, sobre Bush, pero presentando de manera
complaciente al presidente más repudiado.
La crítica intelectual de centro-izquierda en los EU fue apabullada
por el discurso del miedo de Bush. Pero lo peor fue que no hubo siquiera un
esfuerzo racional por exponerla. A diferencia de Vietnam, 1a protesta contra
la guerra de Irak estuvo siempre desarticulada. Y las revelaciones de cierto
sector de la prensa sobre las torturas de prisioneros en Guantánamo y en
Abu Ghraib no condujeron a movilizaciones, salvo pequeñas marchas.
Bush tuvo todo el poder para hacer exactamente lo que quiso.
La sociedad perdió su potencial crítico. Se vio con claridad en el
pasado concierto que inició las fiestas de toma de posesión de Obama. El
evento se realizó en el Lincoln Memorial, a unos pasos del muro que registra
los nombres de los casi 60 mil soldados muertos en Vietnam, y del museo
que recuerda la guerra de Corea, dos de las expresiones máximas de las
guerras ideológicas de los EU.
Obama asistió al concierto. Es decir, el que actualmente es el
comandante en jefe de las fuerzas militares de ocupación, era homenajeado
por las clases populares y las élites artísticas progre. Era el mismo Obama
que había anunciado el retiro de tropas de Irak pero sin modificar la doctrina
de seguridad nacional que argumentó Bush para derrocar a Husein, y el
mismo Obama que también había adelantado el envío de más tropas a
Afganistán para destruir a los talibanes y de paso matar a Osama Bin Laden.
El concierto se celebró a unos metros del famoso lago que aparece en
películas y documentales contra la guerra de Vietnam y las manifestaciones
de los hippies contra las guerras. Y ahí estaba el presidente electo del
imperio que en ningún momento anunció un cambio en la doctrina militar o
de seguridad nacional que definió Bush. Peor aún: Obama ya había
confirmado la continuación de Robert Gates, secretario de Defensa de Bush,
como secretario de Defensa del gabinete obamista. A ese Obama se le rindió
la sociedad progresista.
88
En el concierto estuvieron los cantantes críticos del belicismo: el jefe
Bruce Springsteen, Bono y U2, Jon Bon Jovi, entre muchos otros.
Pero todos sin crítica, homenajeando al próximo presidente del
poderío imperial norteamericano. Porque Obama anunció el cierre de la
prisión de Guantánamo pero no la derogación de las leyes que conculcaron
los derechos civiles y políticos en aras de la seguridad; regresará las tropas
de Irak pero dejará en Bagdad un modelo político funcional a los EU; y no
descansará hasta convertir a Afganistán en su propio Irak.
En el concierto hubo todo tipo de oportunismo: desde la cantante
colombiana Shakira que enardece a las multitudes moviendo el trasero y el
busto y sin ninguna definición ni coherencia políticas, hasta el actor Tom
Hanks que ha sido homenajeado con medallas por el ejército de los EU por
sus películas de apoyo al enfoque belicista de las tropas. Obama ha sido
asumido más como el factor de auto indulgencia de los norteamericanos que
no protestaron contra Bush. Obama es una forma de reconciliación moral de
la sociedad con sus propias pasiones malsanas.
La hipocresía moral de los intelectuales prohijó a Bush y enaltecerá a
Obama antes de exigirle una definición nueva de la política exterior. No es
nuevo. Lo escribió en 1966, en pleno debate crítico contra Vietnam, Susan
Sontag, una de las escritoras más críticas: “Cuando al ocupante de la Casa
Blanca que manosea a la gente y se rasca las pelotas en público lo remplace
un hombre al que le disguste que lo toquen y que considere a Ievtushenko
“un tipo interesante”, los intelectuales norteamericanos no se sentirán tan
descorazonados. La inmensa mayoría de éstos no son revolucionarios, ni
sabrían cómo serlo aunque lo intentarán. Son, sobre todo, profesores
asalariados, y están tan a gusto como los demás dentro del sistema”.
Y lo aceptó Mailer, a regañadientes, en 1964, luego de escribirle a
Jacqueline Kennedy que lo que John F. iba a hacer en Cuba sería una locura
pero que aun así votaría por él. Luego se arrepintió de ese voto: “La noche
en que Kennedy fue elegido experimenté una sensación de espanto, como si
hubiera cometido un terrible error, como si de un modo u otro hubiera
traicionado a la izquierda y a mí mismo”.
Sontag y Mailer fueron grandes ausentes en la coronación de Obama.
VI.- México: La agenda desconocida
Cuando se encontró con el presidente Felipe Calderón una semana
antes de su toma de posesión, el presidente electo Barack Obama carecía de
un conocimiento político y estratégico sobre México. En cambio, anunció
que su primera visita oficial de Estado sería a Canadá.
89 Por su formación política pragmática, Obama carece de una
mentalidad estratégica y geopolítica. Y sus operadores del área de seguridad
nacional vienen del modelo Clinton: un enfoque hacia Europa, China y el
Medio Oriente. Para Obama, México es solamente un pozo de petróleo: su
relación bilateral girará en torno a una alianza energética que disminuya la
dependencia estadunidense del petróleo venezolano y árabe.
La agenda de México hacia los EU se define en cinco temas: trato
privilegiado, migración, comercio, narcotráfico y seguridad fronteriza. Para
EU, sus temas son menos: petróleo, terrorismo y subordinación estratégica a
las prioridades de Washington. En ninguna de las dos agendas aparecen los
asuntos de Cuba, América Latina y Venezuela.
La prioridad de Obama será interna. Su lógica es implacable: los
Estados Unidos no pueden salvar al mundo si antes no se salvan a sí
mismos. Por eso dedicará su esfuerzo a atender la crisis económica, y en lo
externo buscará desdramatizar los asuntos más conflictivos. La orden para
cerrar la cárcel de Guantánamo, que ya Bush había decidido, va a tropezarse
con la piedra más grande: dónde colocar a los acusados de terrorismo. Y el
regreso de las tropas de Irak tardará como dos años, con la previsión de un
aumento en los atentados terroristas en Bagdad y otras partes del mundo.
Pero no va a modificar la lógica antiterrorista de Bush.
La estrategia de México hacia los EU padeció las mismas carencias
de siempre. México está a la espera de la buena voluntad de Washington.
Los temas más urgentes –migración, narcotráfico y comercio– nunca
aparecieron en la campaña de Obama. Peor aún, Obama desconoce la
realidad de México y de América Latina por la sencilla razón de que no son
de interés geoestratégico para los EU, ni ha viajado a esta zona del mundo.
En su comparecencia en el Senado en las reuniones de confirmación, Hillary
Clinton –como secretaria de Estado– habló de México sólo como sinónimo
de petróleo.
Bush dejó una herencia de marginación apenas atenuada por el papel
activo del embajador Tony Garza. A diferencia de los afanes
intervencionistas de otros embajadores, Garza fue un maestro de la mano
suave. A él se le debe que los EU regresarán su atención al narcotráfico de
México y optaran por la Iniciativa Mérida como una nueva fase en las
relaciones bilaterales. Pero los diplomáticos mexicanos no entendieron el
papel de Garza, quisieron la atención de Bush y México perdió los años de
la alternancia para redefinir las relaciones bilaterales.
La diplomacia mexicana va a extrañar a Garza. Y lo más seguro es
que llegue en su lugar un embajador más intervencionista y exigente. Si
Obama desconoce la existencia de México y Hillary estará más ocupada en
90
Europa y China, el expediente México lamentablemente se va a definir y
operar en las agencias de inteligencia y seguridad nacional. Y McCaffrey
mandó ya un misil: Ver a México como lo veían Reagan y el embajador
Gavin: un problema. México no ha podido convencer a los EU que el asunto
del narcotráfico es bilateral, algo que Garza tardó varios años en lograr. Y
ahora con Obama se va a entregar el tema a funcionarios más exigentes y
menos entendidos en la lógica política de México.
De los pronunciamientos de Obama pueden desprenderse algunas
conclusiones: una de ellas es la decisión de preocuparse primero por los
propios EU; otra, que existe en su enfoque de política exterior una doctrina
imperial. Y su pragmatismo lo llevará a atender la política exterior en
función de los conflictos. En lo económico le dará prioridad a la
reconstrucción del capitalismo, en lo exterior va a mantener la lógica
imperial y en lo social se reducirá a la creación de empleos. Todo lo que en
el exterior se cruce con estas metas será soslayado por Obama.
América Latina no es preocupación geopolítica. Bush demostró,
dentro de su conservadurismo, que podía convivir con países con gobiernos
de izquierda democrática.
Y a los de la izquierda dictatorial, procubana y anti estadunidenses,
simplemente los ignoró. Los estrategas de seguridad nacional saben que
Cuba está al margen de las prioridades y que el fin político de Fidel Castro
es un problema para los cubanos de Cuba y que Hugo Chávez es un
provocador al que no se debe tener en cuenta porque la dependencia del
petróleo no es de los EU por las importaciones de crudo venezolano, sino de
los ingresos presupuestales venezolanos por las compras norteamericanas.
De ahí que México deba modificar su estrategia hacia los EU en el
cuatrienio Obama. Primero, debe definir sus propios intereses internos y
externos, segundo, está obligado a operar políticas sin esperar la aprobación
o el apoyo de los EU, tercero, debe crear un loby especial para negociar
directamente con el Congreso, cuarto, debe olvidarse de esperar la buena
voluntad de los vecinos del norte y quinto, está obligado a crear su propio
consejo de seguridad nacional para darle a la política exterior un enfoque
geoestratégico y sacarlo de la burocracia de la cancillería y sus embajadores.
Para México, Obama es el mandatario del vecino imperial.
91 VII.- Torturas, no; ley patriótica, sí
El bono carismático del presidente Barack Obama ha hecho perder la
perspectiva del problema del endurecimiento de la seguridad nacional. Las
torturas en las cárceles de Guantánamo y Abu Ghraib fueron la consecuencia
directa de una causa vigente: la ley y el acta patrióticas de Bush que
conculcaron los derechos civiles para aumentar la seguridad interna.
Lo grave de todo es que cuando menos cuatro de los miembros del nuevo
gobierno de los Estados Unidos votaron como legisladores a favor de la ley y el
acta patrióticas que promovió el presidente Bush en 2001 y refrendó en 2005 y
2007 para reducir los derechos civiles por la presunta amenaza del terrorismo;
los senadores Obama (presidente), Joe Biden (vicepresidente) y Hillary Clinton
(secretaria de Estado) y el representante Rahm Emanuel (jefe de gabinete).
Y el problema de las torturas en Guantánamo tiene dos derivaciones
que Obama no ha siquiera considerado: las torturas en la prisión iraquí de
Abu Ghraib –que denunciaron en abril y mayo del 2004 el programa 60
Minutos de la CBS y el periodista Seymour Hersh en la revista The New
Yorker– y la autorización para torturas que dieron Donald Rumsfeld, como
secretario de Defensa, y Albert Gonzales, como procurador general.
Por tanto, la sola decisión de cerrar la prisión de Guantánamo pero no
modificar la política antiterrorista que redujo los derechos constitucionales y
metió a los EU en una estrategia de espionaje sin respeto a la privacidad
ciudadana, reveló las limitaciones del gobierno de Obama. Y atender
Guantánamo sin ajustar cuentas con los violadores de Abu Ghraib ha sido
asumido como una maniobra de distracción social. Y lo peor de todo fue que
el uso de la tortura y las leyes que violaban los derechos civiles fueron
decisiones de Estado, tomadas por el presidente Bush y avaladas el Senado y
la Cámara de Representantes. La castigada jefa de la prisión de Abu Ghraib
ha revelado que la autorización para las torturas fue de Rumsfeld como
secretario de Defensa de Bush.
La demanda mundial contra Bush fue por las políticas de Estado en
materia de seguridad, sacrificando las garantías civiles. Al menos así se
entendió en el discurso de toma de posesión de Obama cuando dijo:
“Rechazamos la falsa premisa de que hay que escoger entre la seguridad y
los ideales”. La estrategia de Bush, que fue avalada por el Congreso para
convertirlas en ley, era justamente la premisa realista de que la seguridad de
los Estados Unidos requería del sacrificio de los ideales de justicia. Por eso
el aumento del espionaje, por eso la autorización para las torturas, por eso
Guantánamo y Abu Ghraib.
De ahí que el paso que dio Obama al cerrar Guantánamo es apenas
pequeño. Porque al final de cuentas lo que llevó a los EU a conculcar sus
92
derechos civiles y políticos fue la política antiterrorista basada en la sumisión de
las garantías a las revisiones y arrestos. La lógica oficial para autorizar la tortura
fue implacable: “no es legal pero sí justificable” por las tácticas de los grupos
terroristas que no respetan tampoco los derechos humanos de los civiles.
Y ahí es donde justamente se encuentra el enredo del presidente
Obama: asumir la tortura en sí misma, cuando en realidad formó parte de
una política gubernamental integral –hay que repetirlo: avalada por el
Congreso– para no respetar los derechos humanos en aras de acceder a
información sobre los grupos terroristas. La tortura era apenas una pequeña
parte del problema: una política antiterrorista basada en la ley y el acta
patrióticas, es decir, las autorizaciones legales para sacrificar los ideales en
aras de la seguridad territorial de la nación.
El asunto aún no ha terminado. La poderosa e influyente ACLU –
American Civil Liberties Union– dejó claro que en la orden de Obama
“Existen ciertas ambigüedades”. Y que “sería un gran error para la
administración de Obama permitir detenciones indefinidas en cualquier caso,
o crear un sistema diferente al de nosotros para el proceso de detenidos. Si el
Presidente Barack Obama y su Secretario de Defensa Gates se mantienen en la
farsa legal de la administración de Bush, terminarán en el mismo caos legal,
en el cual el presidente anterior se mantuvo por ocho años”.
El problema del presidente Obama radica en asumir las
responsabilidades. En la orden ejecutiva para cerrar Guantánamo establece
claramente la violación de la Convención de Ginebra respecto a detenidos y
la violación de derechos y garantías. Sin acusaciones que debieran tener
consecuencias legales. Los responsables son conocidos: los funcionarios del
gobierno de Bush. Cerrar Guantánamo sin fincar cargos penales a los
responsables de esas violaciones y sin anular las leyes que permitieron sus
violaciones, sería una forma de mantener vigente la política antiterrorista de
Bush que sacrifica ideales por la seguridad.
El nuevo gobierno se metió en un callejón sin salidas: la dura política
antiterrorista de Bush alejó los ataques de territorio de los EU y ahora el
temor aquí es que el aflojamiento legal pueda de alguna manera alentar la
reactivación del terrorismo.
VIII.- Un discurso imperial... poético
Cuidadosamente redactado, el discurso de toma de posesión de
Barack Obama dejó ver definiciones de fondo dirigidas hacia los
estadunidenses para salir de la crisis, pero también mostró con claridad el
93 lenguaje del imperio: liderazgo, mantenimiento por cualquier vía del
american way of life y la continuidad del fundamentalismo militar de Bush
de ser elegidos de Dios para dominar el mundo.
En el delicado asunto de Irak, Obama no anunció el replanteamiento
de la estrategia intervencionista de Bush sino que reveló el eslabonamiento
progresivo: salir de Irak, pero dejar ahí el modelo de democracia impuesta a
través de la invasión para derrocar a Saddam Hussein, no para buscar armas
de destrucción masiva que Bush sabía que no existían.
Obama fue muy delicado en dar un salto racista. Sin embargo, en la
traducción oficiosa de su discurso al español hubo una especie de censura
que le restó importancia a la afirmación. Al referirse al racismo superado.
Obama dijo que llegaba al poder un hombre a “cuyo padre no le habían
servido en un restaurante”, recordando la segregación que impedía a los
negros ser atendidos en un local exclusivo para blancos. La traducción
oficiosa que se distribuyó se refería a él, Obama, como un hombre “cuyo
padre… trabajaba en un restaurante”.
Pero por encima del tema racial, el discurso de Obama dejó un tufo a
fundamentalismo imperial:
–“En estos momentos EU no solamente ha seguido adelante por la
visión del liderazgo”. Obama va a recuperar la hegemonía de los EU.
–“Nuestra nación está en guerra contra una vasta red de violencia y
odio”. La realidad es otra: a los EU le reclaman su intervencionismo en
función de su dominio del mundo para sus propios intereses, sobre todo los
petroleros.
–“(Hay una) falta de confianza en nuestra nación, un temor de que la
declinación de EU es inevitable y que la próxima generación debe reducir
sus expectativas”. De ahí su compromiso de restaurar la hegemonía.
–“Al reafirmar la grandeza de nuestra nación entendemos que la
grandeza no es un regalo absoluto. Debe ganarse. (…) Han sido los
ambiciosos, aquellos que hacen cosas, los que corren riesgos, algunos
conocidos, en su mayoría gente desconocida que han avanzado por esta
difícil senda hacia la prosperidad y la libertad, por nosotros ellos reunieron
sus pocas posesiones y cruzaron océanos buscando una nueva vida, por
nosotros ellos trabajaron en fábricas, conquistaron el Oeste, se aguantaron
las dificultades”. Ciertamente conquistaron el Oeste pero liquidando a los
indios originarios, aprovecharon la crisis de México para quedarse con la
mitad del territorio y compraron la franja de Luisiana. La lógica histórica de
Obama hace referencia al pasado de expansionismo imperial.
–“Seguimos siendo la nación más próspera y poderosa del mundo”.
Un acto de fe definitorio.
94
–“Los Estados Unidos son una amiga de cada nación, de cada hombre
mujer y niño que quiere un futuro de paz y dignidad, y estamos listos para
retomar el liderazgo”. De nuevo la reconstrucción de la hegemonía del
mundo.
–“Trabajaremos incansablemente para reducir la amenaza nuclear
(…), no vamos a disculparnos por nuestro estilo de vida ni vamos a
doblegarnos en su defensa, lo que les decimos es que nuestro espíritu es
fuerte y no va a ser quebrantado, ustedes (los que combaten a los EU) no
van a durar más que nosotros y los vamos a derrotar”. Bush presionó a Irán
y Corea del Norte por su avance nuclear y la salida de la crisis en los EU no
es para bienestar sino para revalidar el american way of life, cuya esencia es
justamente el centro de la crisis. El lenguaje de Obama fue amenazante.
–“Al considerar el camino detrás, recordamos con humilde gratitud a
los valerosos estadounidenses que a esta hora patrullan desiertos y montañas
lejanas. Ellos tienen algo que decirnos como los héroes caídos que yacen en
Arlington. Los honramos no sólo porque son los guardianes de nuestra
libertad sino porque representan el espíritu de servicio, una disposición a
encontrar significado en algo más grande que ellos mismos. Y también en
este momento, un momento que definirá a una generación. Es precisamente
este espíritu el que debe embargarnos a todos”. Obama ofrece una síntesis
del pensamiento imperial de Bush: los soldados en Irak no son invasores
sino defensores de la libertad. Con este compromiso, Obama reafirmó el
pensamiento militarista de los EU, de Corea en 1951 hasta el avance
anunciado para este año en Afganistán, pasando por Vietnam.
–“Lo que se requiere de nosotros es una nueva era de responsabilidad,
un reconocimiento por parte de cada estadounidense de que tenemos
responsabilidades con nosotros, con la nación y el mundo; deberes que no
aceptamos a regañadientes sino con gusto (…) Este es el precio y la promesa
de la ciudadanía”. De nuevo el enfoque de la responsabilidad de los EU
sobre el mundo.
–“Y este es la fuente de nuestra confianza: saber que Dios nos ha
pedido que le demos forma a nuestro incierto destino”. Como Bush, parece
que Obama habló con Dios y éste le ordenó liderar el mundo.
Así que Obama, con mano suave, sonrisa amplia y color de piel
histórica, seguirá la senda del continuismo histórico que marcaron Bush y
otros presidentes imperiales antes que él.
IX Clave: crisis de expectativas
Entre todas las variables, el gobierno de Barack Obama estará
atrapado entre cinco coordenadas: la crisis de expectativas de una sociedad
95 que espera mucho, la lucha por el poder al interior del aparato político, el
dominio del Grupo Clinton del gabinete, la protección de los republicanos a
George W. Bush, y el tamaño inconmensurable de la crisis económica.
De acuerdo con la encuesta de la empresa Prospecta Consulting
levantada en los EU, la sociedad estadunidense le ha otorgado un plazo
corto a Obama para ofrecer resultados. Y entre la población mexicana,
Obama sería la expectativa de un acuerdo migratorio para el corto plazo y la
posibilidad de encontrar un nuevo camino de cooperación.
Pero lo que viene es el peso del realismo. El gobierno de Jimmy
Carter levantó el mayor nivel de popularidad, porque ofreció un acto de
contrición de los EU como imperio. Sin embargo, la crisis de los rehenes en
1980 mostró que los EU se deben comportar como un imperio o pagar con
derrotas su alejamiento de la política exterior.
Obama, por tanto, se moverá entre la esperanza de las expectativas
incumplibles y la realidad de una potencia que debe funcionar como imperio
o enfrentan el estallido de conflictos de naciones en disputa por zonas de
poder.
La encuesta de la empresa Prospecta Consulting ofrece un panorama
del escenario acotado del gobierno de Obama.
l.- ¿Cuál es el nivel de popularidad con que llega Barack Obama a la
presidencia de los Estados Unidos?
J. Carter:
78%
R. Reagan:
58%
G.H.W. Bush:
65%
W. Clinton:
68%
G.W. Bush:
62%
B. Obama:
78%
2.- ¿Confía usted que Barack Obama tome las decisiones correctas
como presidente para enfrentar la recesión económica que enfrentan los EU?
Sí
82.6%
No
10.5%
No sabe / No contestó
6. 9%
3.- ¿Considera usted que el presidente Barack Obama responderá a
las expectativas que promovió entre la ciudadanía?
Sí
67.9%
No
16.3%
No sabe / No contestó
15.8%
96
4.- ¿En cuánto tiempo espera que se vean resultados positivos del
programa anticrisis, de recuperación económica del presidente Obama?
Dos años
56. 8%
Tres años
19. 3%
Cuatro años
17.2%
No sabe / No contestó
6.7%
5.- ¿Cómo considera que estará su economía y la de su familia en la
administración del presidente Barack Obama?
Mejor
77.6%
Igual
12.1%
Peor
6.4%
No sabe / No contestó
3.9%
Entre ciudadanos mexicanos
6.- ¿Cree usted que con el presidente Barack Obama mejoraran las
relaciones con México?
Sí
56.7%
Igual / Regular
19.5%
No
13.8%
No sabe / No contestó
10.0%
7.- ¿Considera usted que hay signos o posturas del presidente Barack
Obama que indiquen que tiene interés en impulsar una ley que legalice a los
trabajadores mexicanos que están en los EU?
No
63.2%
Algunos
18.6%
Sí
10.3%
No sabe / No contestó
7.9%
8.- ¿Cuáles considera usted que serán los beneficios de la
administración de Barack Obama para México y los mexicanos?
Salir más rápido de la recesión
43.8%
Política bilateral más equilibrada
29. 5%
Mayor respeto hacia México
16.9%
Otros
5.4%
No sabe /No contestó
4.4%
X.-Los fantasmas de Obama
Pese a todas las expectativas, aún está por saber si el ascenso de
Barack Obama al poder en los EU fue una buena o una mala noticia.
97 Pues he aquí que las crónicas del poder suelen satisfacer las pasiones
del largo plazo pero no logran explicar la historia de lo inmediato. Barack
Obama pasó a la historia como el primer negro que llegó a la presidencia de
los Estados Unidos. Y que lo hizo sobre el repudio contra George W. Bush.
Y que todo se medirá conforme a los únicos resultados que suelen importar
a los estadunidenses: los que fijan la popularidad de un presidente y los que
marcan la posibilidad de la reelección.
Y es la sociedad norteamericana la escurridiza. Con la habilidad de
haber escogido a un hombre de color para la presidencia buscó la expiación
de culpas por haber votado dos veces a Bush y haber caído en el garlito del
miedo, de sus propias pasiones, del temor al monstruo del radicalismo
musulmán que afectaba su modo de vida. Y la misma sociedad que miró con
pasividad a Bush era la misma que saludó cálidamente a Obama.
El problema en los EU es la falta de crítica. La sociedad progresista
parece haberse conformado con el color de la piel de Obama, sin
racionalizar el hecho de que el sistema político es consustancial del sistema
económico de explotación, del sistema militar de dominación y del sistema
social de expoliación internacional. La crítica intelectual actual fue
mediocre. No la hubo contra Bush. Y nadie se atrevió a contextualizar a
Obama en el escenario de la reconstrucción del mismo capitalismo de
siempre.
Por eso es necesario acudir a los que faltan. En 1966, cuando los EU
se enfilaban hacia el gran colapso de 1968, la escritora Susan Sontag
respondió una encuesta de la revista Partisan Review sobre el momento de
los EU. Y ahí fijo una tesis que sigue siendo válida y que podría ser punto
de partida para analizar el fenómeno Obama:
“Todo lo que se siente acerca de este país (los EU) está, o debería
estar, condicionado por la percepción del poder norteamericano: de los
Estados Unidos como el archiimperio del planeta, que retiene en sus
manazas de King Kong el futuro tanto biológico como histórico del
hombre”.
Y daba sus tres perfiles de los EU
“Los Estados Unidos se fundaron a partir de un genocidio”.
“Los Estados Unidos no sólo tuvieron el sistema de esclavitud más
brutal de los tiempos modernos sino también un sistema jurídico único que
no reconocía, en un solo sentido, que los esclavos eran personas”.
“Los Estados Unidos se formaron como país –por contraposición a la
colonia– gracias principalmente al excedente de pobres de Europa, reforzado
por el pequeño grupo de los que sólo estaban Europamüde, cansados de
Europa”.
98
En la figura de Obama se impuso la imagen por sobre la realidad.
¿Bastará el color de la piel para resolver las contradicciones del imperio?
Obama va a retirar las tropas de Irak –ya lo había decidido Bush, por lo
demás–, en medio de la euforia de la gente.
Pero a ver, a ver.
¿Va a retirar las tropas o va a cambiar la estrategia de seguridad
nacional de los EU hacia el medio oriente? Porque Bush atacó a Irak por una
pasión enfermiza propia y de su padre pero también con el objetivo de
arrinconar a los terroristas en su territorio y para crear las condiciones de
una democracia impuesta. Obama no ha redefinido la estrategia terrorista ni
ha dicho si va a continuar con la estrategia imperial de imponer la
democracia a la norteamericana en sociedades ajenas a esa tradición.
Obama anunció el cierre de la cárcel de Guantánamo por las torturas
a prisioneros. Bueno, dicen que cuando le avisaron a Bush de esa decisión,
el aún presidente sólo dijo: “qué bueno porque yo llevo dos años tratando de
cerrarla y no puedo”. Obama no ha explicado qué es para él Guantánamo:
¿la queja ciudadana por torturas a algunos prisioneros o la decisión del
presidente Bush de poner la seguridad por encima de las garantías civiles…
y, sorpresa, con el apoyo del Congreso al que, otra sorpresa, pertenecía
Obama? Hasta ahora sólo es el tema de la tortura. Por tanto, va a continuar
la política de seguridad violando derechos civiles.
Sontag, Norman Mailer, Tom Wolfe y algunos otros, aquéllos que se
comprometieron personalmente contra la guerra de Vietnam y participaron
en actividades callejeras contra Johnson y Nixon, fueron al fondo de la
crítica. Los EU eran imperialistas. Con la violación de leyes y códigos,
Sontag por ejemplo realizó en junio de 1968 un viaje a Hanoi, la capital del
comunismo vietnamita y escribió sobre ello para demostrar que ahí había
una guerra imperialista.
Obvio: Saddam Hussein, el carnicero, no es el Tío Ho Chi Minh que
enarbolaba la bandera de la independencia. Pero de todos modos los
intelectuales pasaron al activismo. Ahí están las grandes crónicas de Mailer
sobre las marchas al Pentágono para quemar públicamente las tarjetas de
reclutamiento de jóvenes. Y a unos pasos rodeando el Lincoln Memorial, en
uno de los extremos del The Mall, están los museos de la guerra de Corea, la
primera guerra imperialista de la guerra fría capitalismo-socialismo, y del
otro lado del pequeño lago se yergue el muro de los 58 mil muertos en
Vietnam.
Ahí estaba la esencia de los EU que va a gobernar Obama.
Y ahí estaba la herencia de Bush, de los Bush, del Clinton que
bombardeó Afganistán para distraer la atención de sus encuentros sexuales
99 con Mónica Lewinsky en una cocina al lado de la Oficina Oval, del Clinton
que no entendió el bombazo en el estacionamiento del World Trade Center
en 1993 y a cuya pasividad y frivolidad se debió el ataque que destruyó el
WTC ocho años después.
Obama aparece como un político pragmático, astuto, molusco. Carece
de conciencia histórica: llegó a territorio de los EU en 1983, sin participar en
las luchas por los derechos civiles. Y su tarea fue estudiar, prepararse,
escalar la estructura de poder tradicional. Como senador alentó programas
de atención a la pobreza de las minorías de color en Chicago, pero sin
convertirlas en conciencia histórica.
Los discursos de Obama no se localizan en el escenario del conflicto
racial. Más bien buscan superar el tema sin resolver las contradicciones
históricas y de comprensión. Lo malo es que el racismo en los EU no se va a
resolver con retórica sino atendiendo las contradicciones morales.
El tema va más allá: ¿a quién le confiaría usted una cirugía de vida o
muerte de un familiar cercano, un hijo, por ejemplo? ¿A un doctor blanco o
a un doctor negro? El asunto es complicado; la respuesta podría ser sencilla:
en peligro de muerte, muchos contestan que a un doctor blanco. La razón; el
doctor negro puede ser eficaz, pero pudo haber sido beneficiario de ascensos
en función de su condición de minoría. En cambio, los doctores blancos
logran sus ascensos en función de una competencia de habilidades.
Así se las gasta el racismo. No fue sólo el discurso de Lincoln en
1963 de que todos “nacimos iguales”, sino la corrección de los grupos
racistas bajo la connotación de las Leyes de Jim Crowe: sí, iguales, pero
separados. Así nació en los EU la segregación racial. El The Washington
Post publicó un par de días antes de la toma de posesión una foto: una
tubería bajaba del techo y se desviaba hacia los dos lados: de uno, una pared
blanca con un bebedero de agua limpio, sobre una pared blanca, en perfecto
estado; la otra tubería iba al otro lado, a un bebedero sucio, en mal estado,
pequeño. Cada bebedero tenía un letrero: Blancos, de Color.
Lo paradójico es que Obama ganó con el voto de la crisis de
conciencia del racismo en un país que se fundó sobre el exterminio de
minorías raciales y la esclavitud, pero su meta prefijada está lejos de los
temas del color de la piel. El día antes de su toma de posesión, Obama
publicó un sustancial ensayo en el periódico The Washington Times,
considerado como el vocero de la derecha, para convocar a darle la vuelta a
la página del racismo.
Pero el tema está presente. Cierto que las relaciones interraciales que
fueron condenadas en los sesentas son hoy cosa común, pero de todos
modos sigue la esperanza de ajustar cuentas con la historias. La única
100
conciencia histórica de Obama es su nacimiento producto de una pareja
interracial que al comienzos de los sesenta no hubiera podido vivir en los
EU. Pero no hubo en esa relación más conflicto que los desencuentros de
parejas. Su madre, blanca, se divorcio de su padre keniano, luego llegó su
nuevo matrimonio con un indonesio y algunos años en ese país.
Como hombre de color, Obama destacó por su inteligencia en la
Universidad de Harvard. Su desapego de la conciencia histórica del racismo
lo hizo ponerse otros objetivos. Ahora llega con el voto de la comunidad
afroamericana casi como venganza histórica, pero su papel no va a ser una
nueva guerra civil sino la reconstrucción del capitalismo. Por eso se espera
cuando menos un poco de más sensibilidad de Obama con respecto a las
minorías. Pero su propuesta de reforma migratoria no servirá para terminar
con el racismo sino para darle mayor dinamismo al capitalismo con la mano
de obra hasta ahora explotada.
Obama será, pues, el encargado de una minoría con la tarea de
reconstruir la viabilidad del sistema capitalista de la mayoría. Buscará crear
empleos, ampliará la cobertura de la seguridad social y abrir los esquemas
educativos. Pero la carga moral del racismo seguirá latente en los sectores
que persiguen a los indocumentados, en el problema de la migración ilegal,
en las leyes aprobadas para castigar la ilegalidad. Pero todo ello lleva una
carga racista.
¿Son los Estados Unidos un imperio o una metáfora? Mailer se
encargó de desentrañar los misterios de los orígenes históricos. Sontag los
criticó. Wolfe se burló de ellos. Los jóvenes contra la lucha de Vietnam
fueron aguerridos no tanto por la guerra en sí sino porque habían sido
llamados a filas. ¿Qué hubiera pasado con la protesta juvenil, de Berkeley al
Pentágono, sin las tarjetas de reclutamiento?
Irak molesta a un sector que se sintió engañado por la mentira de las
armas de destrucción masiva pero que aceptan el derrocamiento de Hussein.
Es decir, el problema no es de crítica al imperio sino de calendario y
legitimidad: una nueva negativa de Obama y dos semanas más hubieran
llevado a la ONU a autorizar la invasión de los EU. Guantánamo no molesta
por la violación de las garantías civiles sino por la tortura.
No hay, pues, un examen crítico del imperialismo. Bush logró tocar
uno de los resortes que otros presidentes también utilizaron: el miedo. La
guerra fría fue la guerra del miedo. Corea y Vietnam fueron el miedo al
comunismo en el mundo. McCarthy y su macartismo fueron avalados por la
mayoría silenciosa a la que apeló Nixon para terminar con la guerra de
Vietnam. Reagan exacerbó el miedo para reventar a la Unión Soviética con
101 presupuestos militares que los soviéticos no pudieron equiparar. Carter se
negó a usar el miedo y por eso le faltaron el respeto a los EU con los rehenes
en la embajada de los EU en Irán durante más de un año.
Bush encontró en el miedo su posibilidad de respuesta. Le achacan
todo pero los ataques del 11 de septiembre fueron posibles por la frivolidad
de Clinton: no analizó estratégicamente el bombazo en el WTC en 1993, el
primer gran ataque terrorista dentro de los EU: el aparato de inteligencia y
seguridad nacional se desarticuló, Clinton quería ofrecerse como el
presidente bueno. Bin Laden no fue caracterizado como enemigo Y no se le
persiguió. Y Bin Laden preparó los atentados del 9/11 dentro de los EU.
Es decir: la crisis de los EU en realidad no es moral sino de viabilidad
del imperio. La moral en los EU podría ser la misma que en el México de El
Alazán Tostado: un árbol que da moras. Un gobierno moral significaría la
destrucción de los EU.
Pues entonces habrá que esperar que Obama responda a la pregunta
clave: ¿los EU son un imperio o una metáfora?
El ascenso de Obama fue la suma de todas las crisis de conciencias
morales de los estadunidenses.
Se lo escribió Mailer a la señora Kennedy el 3 de noviembre de 1960:
“no estoy de acuerdo con su marido respecto a Cuba (y vendrían luego
Bahía de Cochinos y la crisis de los misiles). Creo que se dispone a cometer
un grave error, pero votaré por él de todas formas”. Luego Mailer escribiría
su arrepentimiento: “la noche en que Kennedy fue elegido experimenté una
sensación de espanto, como si hubiera cometido un grave error, como si de
un modo u otro hubiera traicionado a la izquierda y a mí mismo”.
Ahí es donde los Estados Unidos se convierten en una metáfora de lo
que todos quieren ser haber sido pero no pudieron serlo. Al final Obama
tendrá que ser el presidente del imperio, porque su mundo de metáforas nada
tiene que ver con el uso descarnado del poder. A menos que quiera repetir el
papel de Carter: la moral lo reivindicó con su alma pero le hizo perder la
reelección. Obama tendrá que decidir entre su moral o la reelección. Y no
hay mucho riesgo en la apuesta: a la reelección.
Al final debe quedar la afirmación de Susan Sontag, por encima de
las pasiones y los sentimientos: “todo lo que se siente acerca de este país
(los EU) esta, o debiera estar, condicionado por la percepción del poder
norteamericano. Porque al final de cuentas Obama es presidente de la nación
más poderosa del mundo, la que se encuentra en crisis, la que reafirmó en el
discurso de toma de posesión la hegemonía del mundo y la que quiere seguir
siendo imperio.
102
SEGUNDA PARTE
CIA: Continuidad Bush-Obama
La revelación de documentos donde se estableció el principio legal de
que la tortura era permitida a pesar de violar tratados internacionales fue
apenas la punta del iceberg de una nueva fase de actividades clandestinas de
la CIA. Faltan por conocerse las cárceles clandestinas que se crearon en el
mundo para ocultar a presuntos terroristas.
Un reporte del Parlamento Europeo reveló en junio de 2007 la
existencia de cárceles clandestinas de la CIA en Polonia y Rumania, dos
enclaves ex comunistas de la ex URSS ahora dominados por los Estados
Unidos. Y asimismo, el Parlamento Europeo también descubrió la
realización de vuelos secretos con prisioneros excluidos de todos los
tratados de derechos humanos.
Asimismo, el debate centrado ahora en la tortura de prisioneros y
básicamente en la autorización del Departamento de Justicia de Bush para
aplicar la asfixia en agua o con bolsa de plástico, fue apenas una de las
tantas técnicas utilizadas por expertos de la CIA y del Departamento de
Defensa. Las revelaciones sobre las torturas en la cárcel de Abu Ghraib
mostraron la violación de las creencias religiosas de los presos musulmanes.
El problema de fondo fue el reconocimiento del gobierno de Bush, y
ahora de Barack Obama, de que en todo momento el uso de la tortura se hizo
a partir de una doctrina. En junio de 2007, al darse a conocer la larga lista de
actividades ilegales de la CIA en un reporte conocido como “Las Joyas de la
Familia”, el entonces director de la CIA de Michael Hayden explicó el
principio doctrinario del uso de la tortura: Actuar “en nombre de los
estadunidenses”. Al perdonar las torturas de la CIA contra presuntos
terroristas, el presidente Obama afirmó que los espías actuaban “con los
valores americanos”.
La CIA se ha convertido en el símbolo nefasto de la guerra fría.
Creada para combatir el expansionismo ideológico de la Unión Soviética,
derivó en aparato operativo de actividades clandestinas para justificar
intervencionismos de la Casa Blanca. En 1984, por ejemplo, el director de la
CIA de Reagan, William Casey, ordenó la redacción de un documento sobre
México que justificara una ofensiva de Washington contra México.
El encargado del reporte, el analista John Horton, se negó a hacer
documentos tergiversados. Y a principio de 1985 reveló, en un artículo
publicado en el The Washington Post, que la CIA fabricaba reportes para
avalar intervenciones.
103 La revelación de actividades ilegales de la CIA comenzó en
diciembre de 1974 con un reportaje publicado en la primera plana del The
New York Times por el periodista Seymour Hersh, donde denunciaba que la
CIA había violado las leyes al realizar operaciones dentro de los EU, y
señalaba que había espiado a disidentes de Nixon. La presión llevó a dos
comisiones del Senado contra la CIA, la Church y la Rockefeller, y a la
revelación de que la CIA había recibido autorización presidencial de
Kennedy y Nixon para asesinar a políticos y derrocar gobiernos.
El presidente Obama ha quedado atrapado en la realidad de las
operaciones clandestinas de la CIA. El martes de esta semana, presionado por
el efecto negativo de la desclasificación de documentos del Departamento de
Justicia que autorizaban a la CIA a torturar a presuntos terroristas, Obama
hizo su primera visita formal a las instalaciones de la CIA en Langley,
Virginia, cruzando apenas el Potomac, y ofreció su “total apoyo” a la CIA y a
sus agentes. Y lo hizo con una afirmación que revalidó la doctrina Bush: “Voy
a proteger su trabajo con la misma energía que ustedes defienden el país”.
El espaldarazo de Obama a la CIA fue una decisión para lavar el
rostro de la agencia manchado por el uso de torturas. Inclusive, el debate ha
sido una muestra del absurdo: a la CIA le acreditan el concepto de “asfixia
simulada”. Los expertos del Departamento de Justicia exculparon el hecho
con el argumento de que el uso de la asfixia llevaba a una simulación de la
muerte y que no causaba daños permanentes en los detenidos. Sin embargo,
los torturados sí padecían la asfixia –y nada simulada– es decir, eran
ahogados hasta el borde de la muerte. Asimismo, se autorizó a agentes de la
CIA a “lanzar contra la pared a detenidos”, sin reconocer que ahí sí había
daños permanentes. Y al romperles la rutina de la comida, el sueño y el uso
de sus extremidades, los detenidos padecieron atrofia.
La justificación de la CIA, avalada ya por el presidente Obama, fue
en el sentido de que los terroristas tenían a su favor el respeto a las garantías
individuales que les otorgaban las leyes y que así no podía obtenerse
información.
La CIA aceptó, ahí, su fracaso como agencia encargada de recopilar
información. Al final, la tortura tiene la función de destruir al adversario y
encarecerle sus tareas agresivas, no de obtener información bajo presión que
no siempre es confiable.
El aval de Obama a la CIA y la decisión de no penalizar el uso de la
tortura representó una de las definiciones políticas más importantes del
presidente Obama. La CIA continuará con sus actividades, a partir de la
certeza de que sus excesos no serán castigados. Lo malo del asunto es que
Obama mantuvo la doctrina Bush de combatir a los terroristas con las armas
104
de la ilegalidad. La CIA puede seguir operando con el apoyo del presidente
de los Estados Unidos.
Encuesta: Barack Obama, de la esperanza a la realidad
1.- ¿Cuál es el nivel de popularidad con que llega Barack Obama a la
presidencia de los Estados Unidos?
J. Carter
78%
R. Reagan
58%
G.H.W. Bush
65%
W. Clinton
68%
G.W. Bush
62%
B. Obama
78%
2.- ¿Confía usted que Barack Obama tome las decisiones correctas
como presidente para enfrentar la recesión económica que enfrentan los EU?
Sí
82.6%
No
10.5%
No sabe / No contestó
6.9%
3.- ¿Considera usted que el presidente Barack Obama responderá a
las expectativas que promovió entre la ciudadanía?
Sí
67.9%
No
16.3%
No sabe /No contestó
15.8%
4.- ¿En cuánto tiempo espera que se vean resultados positivos del
programa anticrisis, de recuperación económica del presidente Obama?
Dos años
56.8%
Tres años
19.3%
Cuatro años
17.2%
No sabe / No contestó
6.7%
5.- ¿Cómo considera que estará su economía y la de su familia en la
administración del presidente Barack Obama?
Mejor
77.6%
Igual
12.1%
Peor
6.4%
No sabe /No contestó
3.9%
Entre ciudadanos mexicanos
105 6.- ¿Cree usted que con el presidente Barack Obama mejorarán las
relaciones con México?
Sí
56.7%
Igual / Regular
19.5%
No
13.8%
No sabe / No contestó
10.0%
7.- ¿Considera usted que hay signos o posturas del presidente Barack
Obama que indiquen que tiene interés en impulsar una ley que legalice a los
trabajadores mexicanos que están en los EU?
No
63.2%
Algunos
18.6%
Sí
10.3%
No sabe 1 No contestó
7.9%
8.- ¿Cuáles considera usted que serán los beneficios de la
administración de Barack Obama para México y los mexicanos?
Salir más rápido de la recesión
Política bilateral más equilibrada
Mayor respeto hacia México
Otros
43.8%
29.5%
16.9%
5.4%
Pese a todas las expectativas, aún está por saber si el ascenso de
Barack Obama al poder en los EU fue una buena o una mala noticia.
Pues he aquí que las crónicas del poder suelen satisfacer las pasiones
del largo plazo pero no logran explicar la historia de lo inmediato. Barack
Obama pasó a la historia como el primer negro que llegó a la presidencia de
los Estados Unidos. Y que lo hizo sobre el repudio contra George W. Bush.
Y que todo se medirá conforme a los únicos resultados que suelen importar
a los estadunidenses: los que fijan la popularidad de un presidente y los que
marcan la posibilidad de la reelección.
Y es la sociedad norteamericana la escurridiza. Con la habilidad de
haber escogido a un hombre de color para la presidencia buscó la expiación
de culpas por haber votado dos veces a Bush y haber caído en el garlito del
miedo, de sus propias pasiones, del temor al monstruo del radicalismo
musulmán que afectaba su modo de vida. Y la misma sociedad que miró con
pasividad a Bush era la misma que saludó cálidamente a Obama.
El problema en los EU es la falta de crítica. La sociedad progresista
parece haberse conformado con el color de la piel de Obama, sin
106
racionalizar el hecho de que el sistema político es consustancial del sistema
económico de explotación, del sistema militar de dominación y del sistema
social de expoliación internacional. La crítica intelectual actual fue
mediocre. No la hubo contra Bush. Y nadie se atrevió a contextualizar a
Obama en el escenario de la reconstrucción del mismo capitalismo de
siempre.
Por eso es necesario acudir a los que faltan. En 1966, cuando los EU
se enfilaban hacia el gran colapso de 1968, la escritora Susan Sontag
respondió una encuesta de la revista Partisan Review sobre el momento de
los EU.
Y ahí fijó una tesis que sigue siendo válida y que podría ser punto de
partida para analizar el fenómeno Obama:
“Todo lo que se siente acerca de este país (los EU) está, o debería
estar, condicionado por la percepción del poder norteamericano: de los
Estados Unidos como el archiimperio del planeta, que retiene en sus
manazas de King Kong el futuro tanto biológico como histórico del
hombre”.
Y daba sus tres perfiles de los EU
“Los Estados Unidos se fundaron a partir de un genocidio”.
“Los Estados Unidos no sólo tuvieron el sistema de esclavitud más
brutal de los tiempos modernos sino también un sistema jurídico único que
no reconocía, en un solo sentido, que los esclavos eran personas”.
“Los Estados Unidos se formaron como país –por contraposición a la
colonia– gracias principalmente al excedente de pobres de Europa, reforzado
por el pequeño grupo de los que sólo estaban Europamüde, cansados de
Europa”.
En la figura de Obama se impuso la imagen por sobre la realidad.
¿Bastará el color de la piel para resolver las contradicciones del imperio?
Obama va a retirar las tropas de Irak –ya lo había decidido Bush, por lo
demás– en medio de la euforia de la gente.
Pero a ver, a ver.
¿Va a retirar las tropas o va a cambiar la estrategia de seguridad
nacional de los EU hacia el medio oriente? Porque Bush atacó a Irak por una
pasión enfermiza propia y de su padre pero también con el objetivo de
arrinconar a los terroristas en su territorio y para crear las condiciones de
una democracia impuesta. Obama no ha redefinido la estrategia terrorista ni
ha dicho si va a continuar con la estrategia imperial de imponer la
democracia a la norteamericana en sociedades ajenas a esa tradición.
Obama anunció el cierre de la cárcel de Guantánamo por las torturas
a prisioneros. Bueno, dicen que cuando le avisaron a Bush de esa decisión,
el aún presidente sólo dijo: “qué bueno porque yo llevo dos años tratando de
107 cerrarla y no puedo”. Obama no ha explicado qué es para él Guantánamo:
¿la queja ciudadana por torturas a algunos prisioneros o la decisión del
presidente Bush de poner la seguridad por encima de las garantías civiles…
y, sorpresa, con el apoyo del Congreso al que, otra sorpresa, pertenecía
Obama? Hasta ahora sólo es el tema de la tortura. Por tanto, va a continuar
la política de seguridad violando derechos civiles.
Sontag, Norman Mailer, Tom Wolfe y algunos otros, aquéllos que se
comprometieron personalmente contra la guerra de Vietnam y participaron en
actividades callejeras contra Johnson y Nixon, fueron al fondo de la crítica. Los
EU eran imperialistas. Con la violación de leyes y códigos, Sontag por ejemplo
realizó en junio de 1968 un viaje a Hanoi, la capital del comunismo vietnamita y
escribió sobre ello para demostrar que ahí había una guerra imperialista.
Obvio: Saddam Hussein, el carnicero, no es el Tío Ho Chi Minh que
enarbolaba la bandera de la independencia. Pero de todos modos los
intelectuales pasaron al activismo. Ahí están las grandes crónicas de Mailer
sobre las marchas al Pentágono para quemar públicamente las tarjetas de
reclutamiento de jóvenes. Y a unos pasos rodeando el Lincoln Memorial, en
uno de los extremos del The Mall, están los museos de la guerra de Corea, la
primera guerra imperialista de la guerra fría capitalismo-socialismo, y del otro
lado del pequeño lago se yergue el muro de los 58 mil muertos en Vietnam.
Ahí estaba la esencia de los EU que va a gobernar Obama.
Y ahí estaba la herencia de Bush, de los Bush, del Clinton que
bombardeó Afganistán para distraer la atención de sus encuentros sexuales
con Mónica Lewinsky en una cocina al lado de la Oficina Oval, del Clinton
que no entendió el bombazo en el estacionamiento del World Trade Center
en 1993 y a cuya pasividad y frivolidad se debió el ataque que destruyó el
WTC ocho años después.
Obama aparece como un político pragmático, astuto, molusco. Carece
de conciencia histórica: llegó a territorio de los EU en 1983, sin participar en
las luchas por los derechos civiles. Y su tarea fue estudiar, prepararse,
escalar la estructura de poder tradicional. Como senador alentó programas
de atención a la pobreza de las minorías de color en Chicago, pero sin
convertirlas en conciencia histórica.
Los discursos de Obama no se localizan en el escenario del conflicto
racial. Más bien buscan superar el tema sin resolver las contradicciones
históricas y de comprensión. Lo malo es que el racismo en los EU no se va a
resolver con retórica sino atendiendo las contradicciones morales.
El tema va más allá: ¿a quién le confiaría usted una cirugía de vida o
muerte de un familiar cercano, un hijo, por ejemplo? ¿A un doctor blanco o
108
a un doctor negro? El asunto es complicado; la respuesta podría ser sencilla:
en peligro de muerte, muchos contestan que a un doctor blanco. La razón; el
doctor negro puede ser eficaz, pero pudo haber sido beneficiario de ascensos
en función de su condición de minoría. En cambio, los doctores blancos
logran sus ascensos en función de una competencia de habilidades.
Así se las gasta el racismo. No fue sólo el discurso de Lincoln en
1863 de que todos “nacimos iguales”, sino la corrección de los grupos
racistas bajo la connotación de las Leyes de Jim Crowe: sí, iguales, pero
separados. Así nació en los EU la segregación racial. El The Washington
Post publicó un par de días antes de la toma de posesión una foto: una
tubería bajaba del techo y se desviaba hacia los dos lados: de uno, una pared
blanca con un bebedero de agua limpio, sobre una pared blanca, en perfecto
estado; la otra tubería iba al otro lado, a un bebedero sucio, en mal estado,
pequeño. Cada bebedero tenía un letrero: Blancos, de Color.
Lo paradójico es que Obama ganó con el voto de la crisis de conciencia
del racismo en un país que se fundó sobre el exterminio de minorías raciales y
la esclavitud, pero su meta prefijada está lejos de los temas del color de la piel.
El día antes de su toma de posesión, Obama publicó un sustancial ensayo en el
periódico The Washington Times, considerado como el vocero de la derecha,
para convocar a darle la vuelta a la página del racismo.
Pero el tema está presente. Cierto que las relaciones interraciales que
fueron condenadas en los sesentas son hoy cosa común, pero de todos
modos sigue la esperanza de ajustar cuentas con la historias.
La única conciencia histórica de Obama es su nacimiento producto de
una pareja interracial que al comienzos de los sesenta no hubiera podido vivir
en los EU. Pero no hubo en esa relación más conflicto que los desencuentros
de parejas. Su madre, blanca, se divorció de su padre keniano, luego llegó su
nuevo matrimonio con un indonesio y algunos años en ese país.
Como hombre de color, Obama destacó por su inteligencia en la
Universidad de Harvard. Su desapego de la conciencia histórica del racismo
lo hizo ponerse otros objetivos. Ahora llega con el voto de la comunidad
afroamericana casi como venganza histórica, pero su papel no va a ser una
nueva guerra civil sino la reconstrucción del capitalismo. Por eso se espera
cuando menos un poco de más sensibilidad de Obama con respecto a las
minorías. Pero su propuesta de reforma migratoria no servirá para terminar
con el racismo sino para darle mayor dinamismo al capitalismo con la mano
de obra hasta ahora explotada.
Obama será, pues, el encargado de una minoría con la tarea de
reconstruir la viabilidad del sistema capitalista de la mayoría. Buscará crear
empleos, ampliará la cobertura de la seguridad social y abrir los esquemas
educativos. Pero la carga moral del racismo seguirá latente en los sectores
109 que persiguen a los indocumentados, en el problema de la migración ilegal,
en las leyes aprobadas para castigar la ilegalidad. Pero todo ello lleva una
carga racista.
¿Son los Estados Unidos un imperio o una metáfora? Mailer se
encargó de desentrañar los misterios de los orígenes históricos. Sontag los
criticó. Wolfe se burló de ellos. Los jóvenes contra la lucha de Vietnam
fueron aguerridos no tanto por la guerra en sí sino porque habían sido
llamados a filas. ¿Qué hubiera pasado con la protesta juvenil, de Berkeley al
Pentágono, sin las tarjetas de reclutamiento?
Irak molesta a un sector que se sintió engañado por la mentira de las
armas de destrucción masiva pero que aceptan el derrocamiento de Hussein.
Es decir, el problema no es de crítica al imperio sino de calendario y
legitimidad: una nueva negativa de Obama y dos semanas más hubieran
llevado a la ONU a autorizar la invasión de los EU. Guantánamo no molesta
por la violación de las garantías civiles sino por la tortura.
No hay, pues, un examen crítico del imperialismo. Bush logró tocar
uno de los resortes que otros presidentes también utilizaron: el miedo. La
guerra fría fue la guerra del miedo. Corea y Vietnam fueron el miedo al
comunismo en el mundo. McCarthy y su macartismo fueron avalados por la
mayoría silenciosa a la que apeló Nixon para terminar con la guerra de
Vietnam. Reagan exacerbó el miedo para reventar a la Unión Soviética con
presupuestos militares que los soviéticos no pudieron equiparar. Carter se
negó a usar el miedo y por eso le faltaron el respeto a los EU con los rehenes
en la embajada de los EU en Irán durante más de un año.
Bush encontró en el miedo su posibilidad de respuesta. Le achacan
todo pero los ataques del 11 de septiembre fueron posibles por la frivolidad
de Clinton: no analizó estratégicamente el bombazo en el WTC de 1993, el
primer gran ataque terrorista dentro de los EU: el aparato de inteligencia y
seguridad nacional se desarticuló, Clinton quería ofrecerse como el
presidente bueno. Bin Laden no fue caracterizado como enemigo y no se le
persiguió. Y Bin Laden preparó los atentados del 9/11 dentro de los EU.
Es decir: la crisis de los EU en realidad no es moral sino de viabilidad
del imperio. La moral en los EU podría ser la misma que en el México de El
Alazán Tostado: un árbol que da moras. Un gobierno moral significaría la
destrucción de los EU.
Pues entonces habrá que esperar que Obama responda a la pregunta
clave: ¿los EU son un imperio o una metáfora?
El ascenso de Obama fue la suma de todas las crisis de conciencias
morales de los estadunidenses.
110
Se lo escribió Mailer a la señora Kennedy el 3 de noviembre de 1960:
“no estoy de acuerdo con su marido respecto a Cuba (y vendrían luego
Bahía de Cochinos y la crisis de los misiles). Creo que se dispone a cometer
un grave error, pero votaré por él de todas formas”. Luego Mailer escribiría
su arrepentimiento: “la noche en que Kennedy fue elegido experimenté una
sensación de espanto, como si hubiera cometido un grave error, como si de
un modo u otro hubiera traicionado a la izquierda y a mí mismo”.
Ahí es donde los Estados Unidos se convierten en una metáfora de lo
que todos quieren ser haber sido pero no pudieron serlo. Al final, Obama
tendrá que ser el presidente del imperio, porque su mundo de metáforas nada
tiene que ver con el uso descarnado del poder. A menos que quiera repetir el
papel de Carter: la moral lo reivindicó con su alma pero le hizo perder la
reelección. Obama tendrá que decidir entre su moral o la reelección. Y no
hay mucho riesgo en la apuesta: a la reelección.
Al final debe quedar la afirmación de Susan Sontag, por encima de
las pasiones y los sentimientos: “todo lo que se siente acerca de este país
(los EU) está, o debiera estar, condicionado por la percepción del poder
norteamericano”. Porque al final de cuentas Obama es presidente de la
nación más poderosa del mundo, la que se encuentra en crisis, la que
reafirmó en el discurso de toma de posesión la hegemonía del mundo y la
que quiere seguir siendo imperio.
Obama, un hecho histórico II
Dilema: ¿Imperio o República?
Hoy que al medio día que Barack Obama jure como presidente, el
dilema histórico del siglo XXI para los EU habrá comenzar contar el reloj de
la historia: ¿imperio o república? El escepticismo es mayoritario: Obama no
terminará con las conductas imperialistas de los EU, simplemente tratará de
hacerlas menos onerosas.
Obama pareció haber sido un accidente de la historia política
norteamericana, Su candidatura surgió en el escenario del agotamiento
moral estadunidense después de ocho años de Bush y ocho años de Clinton,
ante la candidatura republicana de un John McCain presentado sólo como
prisionero en Vietnam –POW, prisioner of war– de una Hillary Clinton
arrastrando el fardo del escándalo político de su esposo y la decisión del
electorado de castigar a la clase política tradicional.
Por sí mismas, las credenciales de Obama eran poco sólidas: apenas
diez años de la política, a la que ingresó como senador estatal por Illinois en
1997, fracasó en la lucha por la candidatura a diputado en 2003 y ganó la
senaduría federal en 2004. En 2004 sorprendió a los demócratas con un
111 discurso en la convención nacional del partido. Así que de hecho, Obama
tiene apenas cuatro años en la política federal, aunque con sensibilidad,
instinto y astucia.
Lo malo, sin embargo, es su carencia de grupo político. Como se le
criticó en la campaña, su gobierno no iba a ser el primero de Obama sino el
tercer periodo del gobierno de Bill Clinton: las principales posiciones de
poder y de decisión en el gabinete de Obama proceden del equipo político
de Clinton. Así, Hillary Clinton no alcanzó la candidatura presidencial pero
su control del grupo Clinton le dará un especial espacio de decisión y, sobre
todo, de definición de líneas políticas de largo plazo. La duda que prevalece
aquí radica en saber hasta qué punto Clinton va a seguir manejando el
gobierno, aunque las líneas políticas sean dictadas por Obama.
Obama llega en la coyuntura del agotamiento de la línea imperial de
la política exterior. De la guerra de Corea en 1951 a la invasión a Irak en
2003, la Casa Blanca ha tratado de gobernar al mundo, se ha convertido en
el policía del capitalismo y se ha dado la misión histórica de marcar un
territorio imperial de hegemonía capitalista. La aureola moral de los EU
conseguida en la segunda guerra mundial al derrotar al fascismo perdió
brillo cuando se metió en guerras regionales durante el periodo de la guerra
fría parta delimitar el espacio de acción del socialismo también imperial.
Los EU llegaron a las elecciones del 2008 con un agotamiento moral.
Pero sin un debate intelectual. La movilización de la cultura en los sesenta
para oponerse a la guerra de Vietnam estuvo determinada por la decisión de
Johnson de reclutar obligatoriamente a jóvenes para mandarlos a la guerra.
Hoy Bush encontró la salida de la contratación de soldados por la vía del
outsourcing o empresas de mercenarios. Pero también por el fin del
pensamiento intelectual disidente. A mediados de los sesenta la escritora
Susan Sontag se quejaba que los intelectuales eran profesores domesticados.
La crítica en aquellos años fue intelectual. Hoy el debate pacifista carece de
voces morales.
Obama llega en un momento de definiciones históricas: ¿va a
reconstruir el capitalismo y con ello a fortalecer de nueva cuenta la vertiente
militar del imperialismo del dólar o decidirá un camino menos imperial que
le haga perder posiciones geoestratégicas y de seguridad nacional a los EU?
La gran lección histórica del modelo norteamericano es que carece de una
justificación democrática y moral. Por eso los escépticos creen que no habrá
una nueva política exterior y va a seguir la doctrina militarista.
El mundo se encuentra en la Lógica Yalta: el reparto de posiciones.
Sin la aureola del socialismo, la Rusia de Vladimir Putin .acaba de inaugurar
una nueva etapa de la guerra fría: la conquista de posiciones de poder en
112
Europa, Medio Oriente y América Latina para echar a los estadunidenses.
Irak fue una obsesión de la familia Bush, pero también una posesión
petrolera, un campo de batalla del terrorismo y un equilibrio geoestratégico
en el medio oriente. Vietnam fue lo mismo. Y al final ha ganado el
capitalismo, pues Vietnam, Rusia y China han optado por la economía de la
producción capitalista. Gran parte de los productos que se venden en los EU
tienen la leyenda de “hecho en China”: el comunismo al servicio del
capitalismo.
Los espacios políticos de Obama son reducidos, sobre todo porque
carece de una definición de política militar. Su decisión de salirse de Irak ha
tenido la decisión de aumentar la presencia militar de los EU en Afganistán
para impedir el regreso de los talibanes al poder. Y también para continuar
con la doctrina Bush de liquidar a los terroristas musulmanes en sus propios
territorios. Así como Bush se obsesionó con Hussein en Irak, así Obama ha
tomado la búsqueda y liquidación de Osama bin Laden como objetivo
propio.
Detrás del simbolismo histórico del primer presidente negro en los
EU se esconde la realidad del poder: los derechos de las minorías no
implican la redefinición automática de los poderes militares. Obama podría
ser el primer presidente negro de la historia de los EU, pero un presidente
militarista más de la lógica del capitalismo imperial.
Obama, un hecho histórico III
La realidad: EU es un imperio
En medio de la euforia por el ascenso al poder del primer presidente
negro en la historia racista de los Estados Unidos, la realidad terminará por
imponerse: Barack Obama será el 44 presidente de un imperio.
Las expectativas que levantó Obama son dos: de un lado, sustituir a
un George Bush que terminó con un nivel de popularidad de 22% y que se
convirtió en el presidente más repudiado de la historia de los gobernantes
estadunidenses: de otro lado, encarnar por decisión propia las esperanzas de
los grupos lastimados del capitalismo.
El discurso de Obama en las escalinatas del Capitolio estuvo bien
escrito y mejor dicho. Jugó bien con los sentimientos de los ciudadanos,
ahora más que nunca necesitados de una esperanza. Los dos temas básicos
de su agenda quedaron bastante claros: primero, antes que otra cosa, la
113 reactivación de la economía y la creación de empleos; segundo, tratar de
definir una nueva política militarista para seguir dominando al mundo.
En ambos casos, la prioridad de Obama radica en volver a poner en
funcionamiento el capitalismo hegemónico. Por formación política, Obama
carece de un pensamiento estratégico en política exterior, a pesar de haber
nacido en Hawai y vivido en Indonesia y Kenia. Un pensamiento estratégico
es siempre una visión geopolítica. Y ahí Obama no ha mostrado gran cosa:
va a regresar las tropas de Irak que ya había anunciado Bush, pero no ha
explicado cómo se va a mantener el equilibrio político regional en la zona
petrolera fundamental para los EU. Quiere atrapar a Osama bin Laden, pero
sabe que el costo es un mayor involucramiento militar en Afganistán, donde
existen casi 40 mil soldados estadunidenses.
El primer tropiezo de Obama será con la realidad. No es lo mismo
escribir y decir discursos de profunda retórica poética que –diría Hillary
Clinton de Obama en la pasada campaña– decidir en la prosa de la realidad
de las directivas militares y de seguridad nacional. La sombra de Jimmy
Carter va a acompañar a Obama. Carter fue un presidente con una enorme
carga moral de culpa, limitó la política exterior de las cañoneras pero a costa
de romper el equilibrio geopolítico en el Medio Oriente con el surgimiento
de Irán. En América Latina regresó el canal a los panameños pero no supo
cómo contribuir a la modernización económica de la región.
Todo imperio está condenado a cumplir el papel de dominio
hegemónico o a desaparecer.
Y todo imperio debe funcionar a partir de intereses geopolíticos, no
sociales. Las fiestas de investidura de Obama fueron populares. Ayudó el
desprestigio de Bush. Pero sobre todo, contribuyó el hecho de que los
ciudadanos carecen de memoria: Bush no fue el diablo expulsado del
paraíso sino un invento de los peores temores y fobias de los estadunidenses.
Hoy los ciudadanos repudian a su propia creación. Pero Bush fue el lado
oscuro de la conciencia de los estadunidenses. Peor aún: para los
estadunidenses, Bush fue la peor pesadilla de sí mismos. Por eso Obama es
una especie de expiación de los estadunidenses.
Obama es un político sin conciencia histórica. Es pragmático,
funcional, sin sentimientos de culpa. Sabe de sus potencialidades por su
origen afroamericano, pero no se curtió en las luchas raciales. Por eso no se
presenta como un presidente “de” los negros. Por eso también sus discursos
enfatizan la unidad ciudadana sin diferencias de razas, pero en una nación
construida justamente por el valor social del racismo. Por eso algunas quejas
comienzan a perfilarse. Bill Clinton es conocido como el primer “presidente
negro” de la historia de los EU. Y a pesar de una presión socia l e intelectual
114
para arrinconarlo como el verdadero primer presidente negro de la historia
política de los EU. Obama pareciera querer ser el primer “presidente blanco”
de la comunidad negra. La revista The Atlantic, de influencia intelectual, se
pregunta si terminó el ciclo de “la América blanca”.
Obama no será un presidente para los negros sino para la
reconstrucción del capitalismo hegemónico y del imperio hegemónico en lo
militar. Por eso confirmó en el Departamento de Defensa a Robert Gates, un
republicano colaborador de los Bush, y a Hillary Clinton en el Departamento
de Estado. Los mensajes con claros: la continuidad del enfoque militar y el
dinamismo de una mujer dispuesta a ordenar el envío de misiles a las 3 de la
mañana desde la Casa Blanca.
El espectáculo en el corredor conocido como The Mall, del Capitolio
al Obelisco a Washington y de ahí al Lincoln Memorial, fue estremecedor
por el arribo a la Casa Blanca del primer presidente negro. Pero la verdadera
historia de las naciones no se escribe nada más con detalles simbólicos por
sus expectativas, sino con la realidad en el ejercicio del poder.
En su campaña, Obama pudo fijar una imagen más de pastor que de
líder político y casi nada de gobernante. No es el primero que quiere ser un
gobernante bueno en un imperio. Ahora viene el despertar de la realidad. La
única posibilidad que tiene Obama de sobrevivir en la jungla de los intereses
imperiales es asumir la condición que tuvo John F. Kennedy, a decir de
Norman Mailer: a pesar de fallas y errores, ser un héroe existencial, en
donde la existencia preceda a la esencia, donde el carisma disminuya la
maldad del poder.
Obama, un hecho histórico IV
EU: poesía y prosa del Imperio
Las primeras horas de ejercicio del poder del presidente Barack
Obama van a tener que diseñar una estrategia para el problema fundamental
de su administración: no la recesión y amenaza de depresión, tampoco el
desempleo, menos aún Irak, Irán, Gaza y la política exterior. El problema
número uno del nuevo presidente de los EU será la crisis de expectativas.
Dos palabras suelen ser revividas cada cuatro y ocho años. El uso y
desuso le han disminuido valor corriente: cambio y esperanza. Todos los
candidatos presidenciales luchan por apropiarse de un concepto para ganar
los votos. Obama fijó su campaña en esas dos palabras pero les agregó un
adjetivo: “nuevo” y “nueva”; nuevo cambio y nueva esperanza.
115 En las calles de Washington se han multiplicado carteles alusivos: el
cambio llegó con Obama. Pero a la larga, las posibilidades del cambio se
mirarán reducidas. Se trata de un cambio con respecto al antecesor. Al final
de cuentas, sus discursos, su gabinete y sus primeras decisiones han
comenzado a mostrar que Obama no será el presidente del cambio sino el de
la continuidad. Y que su apuesta fue sólo a mostrar una imagen diferente:
discursos que asumieron el pesar de la gente, el color de la piel, su crítica a
la vieja política.
Pero aquí en los EU valen nada más las decisiones las políticas las
definiciones. En materia económica, Obama aprobó la estrategia de Bush de
salvar a las corporaciones y usar la política fiscal para reactivar el consumo,
pero sin modificar la estructura productiva que ya no responde a las
necesidades del consumo y el comercio, sin tocar el modelo especulativo
cuya ambición llevó a la quiebra de empresas y de la bolsa y sin proponer
una reforma del modelo de producción-consumo.
En política exterior las cosas seguirán igual: pasará del
fundamentalismo de Bush y la lucha antiterrorista a la frivolidad estilo
Clinton. En su audiencia de confirmación, Hillary Clinton no pudo presentar
un enfoque geoestratégico del papel de los EU en el mundo y todo lo redujo
a un concepto de lo más vacío: “diplomacia inteligente”. La frase se
entendió como una crítica a la diplomacia tonta de Bush. Pero la crisis de la
política exterior de los EU es más que la interpretación del 9/11 y ha llegado
a los fundamentos que apenas habría tocado Obama y luego replegado:
¿cuál debe ser la política exterior de un imperio y cuál la de una nación que
ha asumido el papel estabilizador del mundo?
El problema de Irak no son las tropas sino la locura del terrorismo y
la de la respuesta militar. La crisis en Gaza no es de Hamás e Israel sino de
un hecho histórico dominado por intereses estratégicos. La guerra fría
terminó con el desplome del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión
Soviética y el campo socialista pero ahí viene Vladimir Putin de regreso a
una nueva fase de la guerra fría: no de ideologías sino de poder. Corea e Irán
le han apostado a poseer armas nucleares pero para una lógica
fundamentalista. Y la respuesta de Obama será una “diplomacia inteligente”,
pero en manos de una guerrera que no vacilará en usar armas nucleares a las
3 de la mañana.
La crisis de expectativas de Obama estallará en los problemas de la
agenda del corto plazo. Los EU quieren salirse de Irak pero dejarán un
proceso a medias que pudiera revertirse por el regreso de los talibanes en
Afganistán, la recomposición de Osama bin Laden y la estrategia de Irán. La
crisis económica requerirá de un poco de más sacrificios pero ante la
116
esperanza ciudadana de que la crisis desaparezca la tarde del 20 de enero,
aunque en el escenario de una mayor recesión de corto plazo para contener
una depresión de largo plazo.
Un asesor de Bush hizo algunas ironías sobre la candidez de Obama.
Cuando Obama, la víspera de su toma de posesión, dijo que una decisión
urgente sería la de cerrar la prisión de Guantánamo, dice que Bush sonrió y
dijo que adelante porque él había decidido clausurarla hace dos años y no
había podido. Simpatizantes de Obama dicen que podría anunciarse el cierre
pero tardar dos años. El problema de Guantánamo no radica en las torturas
sino en la existencia de presos documentados como terroristas que nadie
quiere aceptar en ninguna cárcel del mundo.
Obama va a intensificar su poesía discursiva para posponer la crisis
de expectativas de la prosa del ejercicio del poder del imperio del mundo. Le
ayudará mucho el repudio a Bush y a los errores de los ocho años, además
del cargo de conciencia de los estadunidenses que votaron dos veces por
Bush. La agenda será lo de menos. Por ejemplo, el tema migratorio será
soslayado porque los EU carecen de un escenario económico viable.
Asimismo, Obama tendrá que lidiar con su principal lastre: el color
de su piel. La estructura de la crisis del modelo económico estadunidense no
se puede permitir ahora decisiones para beneficiar a un sector, el de los
afroamericanos. Por tanto, por ese lado vendrá pronto una oleada de críticas
a Obama.
Lo único que puede salvar a Obama será la retórica del discurso. Pero
en el corto plazo, la crisis de los EU exige decisiones y no palabras.
Obama, un hecho histórico V
Otra traición de la izquierda
Una vez que George W. Bush terminó sus dos periodos, la gran
certeza que quedó en el ambiente fue pesimista: los grandes grupos
opositores internos en los Estados Unidos ya no existen. La izquierda y los
sectores progresistas avalaron los excesos represores de los últimos años.
Una vez con Barack Obama en la Casa Blanca, los ciudadanos han
comenzado a tener una evaluación crítica de los ocho años de Bush. Y a
pesar de terminar con una popularidad-aceptación de apenas 22%, Bush no
fue sino reflejo de lo peor de la sociedad. Es decir, para los norteamericanos
Bush no fue sino la peor pesadilla de sí mismos.
Bush fue abucheado en la toma de posesión de Obama. Pero por los
mismos que callaron ante sus excesos represores. La gran crítica y las
grandes movilizaciones ciudadanas contra la guerra de Vietnam ahora no
117 existieron. Hoy no hubo los Norman Mailer, las Susan Sontag, Robert
Lowell, Paul Goodman y muchos otros.
Peor aún: existió la complicidad. El cineasta Oliver Stone, que abrió
la herida de Kennedy e hizo sangrar la de Vietnam con la película Pelotón,
difundió su película W, sobre Bush, pero presentando de manera
complaciente al presidente más repudiado.
La crítica intelectual de centro-izquierda en los EU fue apabullada
por el discurso del miedo de Bush. Pero lo peor fue que no hubo siquiera un
esfuerzo racional por exponerla. A diferencia de Vietnam, la protesta contra
la guerra de Irak estuvo siempre desarticulada. Y las revelaciones de cierto
sector de la prensa sobre las torturas de prisioneros en Guantánamo y en
Abu Grahib no condujeron a movilizaciones, salvo pequeñas marchas. Bush
tuvo todo el poder para hacer exactamente lo que quiso.
La sociedad perdió su potencial crítico. Se vio con claridad el pasado
domingo 18 durante el concierto que inició las fiestas de toma de posesión
de Obama. El evento se realizó en el Lincoln Memorial, a unos pasos del
muro que registra los nombres de los casi 60 mil soldados muertos en
Vietnam y del museo que recuerda la guerra de Corea, dos de las
expresiones máximas de las guerras ideológicas de los EU.
Obama asistió al concierto. Es decir, el que sería el comandante en
jefe de las fuerzas militares de ocupación era homenajeado por las clases
populares y las élites artísticas progre. Era el mismo Obama que había
anunciado el retiro de tropas de Irak pero sin modificar la doctrina de
seguridad nacional que argumentó Bush para derrocar a Hussein y el mismo
Obama que también había adelantado el envío de más tropas a Afganistán
para destruir a los talibanes y de paso matar a Osama Bin Laden.
El concierto se celebró a unos metros del famoso lago que aparece en
películas y documentales contra la guerra de Vietnam y las manifestaciones
de los hippies contra las guerras. Y ahí estaba el presidente electo del
imperio que en ningún momento anunció un cambio en la doctrina militar o
de seguridad nacional que definió Bush. Peor aún: Obama ya había
confirmado la continuación de Robert Gates, secretario de Defensa de Bush,
como secretario de Defensa del gabinete obamista. A ese Obama se le rindió
la sociedad progresista.
En el concierto estuvieron los cantantes críticos del belicismo: el jefe
Bruce Springsteen, Bono y U2, Jon Bon Jovi, entre muchos otros. Pero
todos sin crítica, homenajeando al próximo presidente del poderío imperial
norteamericano. Porque Obama anunció el cierre de la prisión de
Guantánamo pero no la derogación de las leyes que conculcaron los
derechos civiles y políticos en aras de la seguridad; regresará las tropas de
118
Irak pero dejará en Bagdad un modelo político funcional a los EU; y no
descansará hasta convertir a Afganistán en su propio Irak.
En el concierto hubo todo tipo de oportunismo: desde la cantante
colombiana Shakira que enardece a las multitudes moviendo el trasero y el
busto y sin ninguna definición ni coherencia políticas, hasta el actor Tom
Hanks que ha sido homenajeado con medallas por el ejército de los EU por
sus películas de apoyo al enfoque belicista de las tropas. Obama ha sido
asumido más como el factor de auto indulgencia de los norteamericanos que
no protestaron contra Bush. Obama es una forma de reconciliación moral de
la sociedad con sus propias pasiones malsanas.
La hipocresía moral de los intelectuales prohijó a Bush y enaltecerá a
Obama antes de exigirle una definición nueva de la política exterior. No es
nuevo. Lo escribió en 1966, en pleno debate crítico contra Vietnam, Susan
Sontag –una de las escritoras más críticas–: “cuando al ocupante de la Casa
Blanca que manosea a la gente y se rasca las pelotas en público lo remplace
un hombre al que le disguste que lo toquen y que considere a Ievtushenko
“un tipo interesante”, los intelectuales norteamericanos no se sentirán tan
descorazonados. La inmensa mayoría de éstos no son revolucionarios ni
sabrían cómo serlo aunque lo intentarán. Son, sobre todo, profesores
asalariados, y están tan a gusto como los demás dentro del sistema”.
Y lo aceptó Mailer, a regañadientes, en 1964, luego de escribirle a
Jacqueline Kennedy que lo que John F. iba a hacer en Cuba sería una locura
pero que aun así votaría por él. Luego se arrepintió de ese voto: la noche en
que Kennedy fue elegido experimenté una sensación de espanto, como si
hubiera cometido un terrible error, como si de un modo u otro hubiera
traicionado a la izquierda y a mí mismo”.
Sontag y Mailer fueron grandes ausentes en la coronación de Obama.
Obama, un hecho histórico VI
México, la agenda desconocida
Cuando se encontró con el presidente Calderón una semana antes de
su toma de posesión, el presidente electo Barack Obama carecía de un
conocimiento político y estratégico sobre México. En cambio, anunció que
su primera visita oficial de Estado sería a Canadá.
Por su formación política pragmática, Obama carece de una
mentalidad estratégica y geopolítica. Y sus operadores del área de seguridad
nacional vienen del modelo Clinton: un enfoque hacia Europa, China y el
medio oriente. Para Obama, México es solamente un pozo de petróleo: su
relación bilateral girará en torno a una alianza energética que disminuya la
dependencia estadunidense del petróleo venezolano Y árabe.
119 La agenda de México hacia los EU se define en cinco temas: trato
privilegiado, migración, comercio, narcotráfico y seguridad fronteriza. Para
EU, sus temas son menos: petróleo, terrorismo y subordinación estratégica a
las prioridades de Washington. En ninguna de las dos agendas aparecen los
asuntos de Cuba, América Latina y Venezuela.
La prioridad de Obama será interna. Su lógica es implacable: los
Estados Unidos no pueden salvar al mundo si antes no se salvan a sí
mismos. Por eso dedicará su esfuerzo a atender la crisis económica, y en lo
externo buscará desdramatizar los asuntos más conflictivos. La orden para
cerrar la cárcel de Guantánamo, que ya Bush había decidido, va a tropezarse
con la piedra más grande: dónde colocar a los acusados de terrorismo. Y el
regreso de las tropas de Irak tardará como dos años, con la previsión de un
aumento en los atentados terroristas en Bagdad y otras partes del mundo.
Pero no va a modificar la lógica antiterrorista de Bush.
La estrategia de México hacia los EU padeció las mismas carencias de
siempre. México está a la espera de la buena voluntad de Washington. Los
temas más urgentes –migración, narcotráfico y comercio– nunca aparecieron
en la campaña de Obama. Peor aún, Obama desconoce la realidad de México
y de América Latina por la sencilla razón de que no son de interés
geoestratégico para los EU ni ha viajado a esta zona del mundo. En su
comparecencia en el Senado en las reuniones de confirmación, Hillary Clinton
como secretaria de Estado habló de México sólo como sinónimo de petróleo.
Bush dejó una herencia de marginación apenas atenuada por el papel
activo del embajador Tony Garza. A diferencia de los afanes
intervencionistas de otros embajadores, Garza fue un maestro de la mano
suave. A él se le debe que los EU regresarán su atención al narcotráfico de
México y optaran por la Iniciativa Mérida como una nueva fase en las
relaciones bilaterales. Pero los diplomáticos mexicanos no entendieron el
papel de Garza, quisieron la atención de Bush y México perdió los años de
la alternancia para redefinir las relaciones bilaterales.
La diplomacia mexicana va a extrañar a Garza. Y lo más seguro es
que llegue en su lugar un embajador más intervencionista y exigente. Si
Obama desconoce la existencia de México y Hillary estará más ocupada en
Europa y China, el expediente México lamentablemente se va a definir y
operar en las agencias de inteligencia y seguridad nacional. Y McCaffrey
mandó ya un misil: ver a México como lo veían Reagan y el embajador
Gavin: un problema. México no ha podido convencer a los EU que el asunto
del narcotráfico es bilateral, algo que Garza tardó varios años en lograr. Y
ahora con Obama se va a entregar el tema a funcionarios más exigentes y
menos entendidos en la lógica política de México.
120
De los pronunciamientos de Obama pueden desprenderse algunas
conclusiones: una de ellas es la decisión de preocuparse primero por los
propios EU; otra, que existe en su enfoque de política exterior una doctrina
imperial. Y su pragmatismo lo llevará a atender la política exterior en
función de los conflictos. En lo económico le dará prioridad a la
reconstrucción del capitalismo, en lo exterior va a mantener la lógica
imperial y en lo social se reducirá a la creación de empleos. Todo lo que en
el exterior se cruce con estas metas será soslayado por Obama.
América Latina no es preocupación geopolítica. Bush demostró, dentro
de su conservadurismo que podía convivir con países con gobiernos de
izquierda democrática. Y a los de la izquierda dictatorial, procubana y anti
estadunidenses, simplemente los ignoró. Los estrategas de seguridad nacional
saben que Cuba está al margen de las prioridades y que el fin político de Fidel
Castro es un problema para los cubanos de Cuba y que Hugo Chávez es un
provocador al que no se debe tener en cuenta porque la dependencia del
petróleo no es de los EU por las importaciones de crudo venezolano sino de
los ingresos presupuestales venezolanos por las compras norteamericanas.
De ahí que México deba modificar su estrategia hacia los EU en el
cuatrienio Obama. Primero, debe definir sus propios intereses internos y
externos, segundo, está obligado a operar políticas sin esperar la aprobación
o el apoyo de los EU, tercero, debe crear un loby especial para negociar
directamente con el Congreso, cuarto, debe olvidarse de esperar la buena
voluntad de los vecinos del norte y quinto, está obligado a crear su propio
consejo de seguridad nacional para darle a la política exterior un enfoque
geoestratégico y sacarlo de la burocracia de la cancillería y sus embajadores.
Para México, Obama es el mandatario del vecino imperial.
Obama, un hecho histórico VII
Torturas, no; ley patriótica, sí
El bono carismático del presidente Barack Obama ha hecho perder la
perspectiva del problema del endurecimiento de la seguridad nacional. Las
torturas en las cárceles de Guantánamo y Abu Ghraib fueron la consecuencia
directa de una causa vigente: la ley y el acta patrióticas de Bush que
conculcaron los derechos civiles para aumentar la seguridad interna.
Lo grave de todo es que cuando menos cuatro de los miembros del
nuevo gobierno de los Estados Unidos votaron como legisladores a favor de
la ley y el acta patrióticas que promovió el presidente Bush en 2001 y
refrendó en 2005 y 2007 para reducir los derechos civiles por la presunta
amenaza del terrorismo; los senadores Obama (presidente), Joe Biden
121 (vicepresidente) y Hillary Clinton (secretaria de Estado) y el representante
Rahm Emanuel (jefe de gabinete).
Y el problema de las torturas en Guantánamo tiene dos derivaciones
que Obama no ha siquiera considerado: las torturas en la prisión iraquí de
Abu Ghraib –que denunciaron en abril y mayo del 2004 el programa 60
Minutos de la CBS y el periodista Seymour Hersh en la revista The New
Yorker– y la autorización para torturas que dieron Donald Rumsfeld, como
secretario de Defensa, y Albert Gonzales, como procurador general.
Por tanto, la sola decisión de cerrar la prisión de Guantánamo pero no
modificar la política antiterrorista que redujo los derechos constitucionales y
metió a los EU en una estrategia de espionaje sin respeto a la privacidad
ciudadana reveló las limitaciones del gobierno de Obama. Y atender
Guantánamo sin ajustar cuentas con los violadores de Abu Ghraib ha sido
asumido como una maniobra de distracción social. Y lo peor de todo fue que
el uso de la tortura y las leyes que violaban los derechos civiles fueron
decisiones de Estado, tomadas por el presidente Bush y avaladas el Senado y
la Cámara de Representantes. La castigada jefa de la prisión de Abu Ghraib
ha revelado que la autorización para las torturas fue de Rumsfeld como
secretario de Defensa de Bush.
La demanda mundial contra Bush fue por las políticas de Estado en
materia de seguridad, sacrificando las garantías civiles. Al menos así se
entendió en el discurso de toma de posesión de Obama cuando dijo:
“Rechazamos la falsa premisa de que hay que escoger entre la seguridad y
los ideales”. La estrategia de Bush, que fue avalada por el Congreso para
convertirlas en ley, era justamente la premisa realista de que la seguridad de
los Estados Unidos requería del sacrificio de los ideales de justicia. Por eso
el aumento del espionaje, por eso la autorización para las torturas, por eso
Guantánamo y Abu Ghraib.
De allí que el paso que dio Obama al cerrar Guantánamo es apenas
pequeño. Porque al final de cuentas lo que llevó a los EU a conculcar sus
derechos civiles y políticos fue la política antiterrorista basada en la sumisión de
las garantías a las revisiones y arrestos. La lógica oficial para autorizar la tortura
fue implacable: “no es legal pero sí justificable” por las tácticas de los grupos
terroristas que no respetan tampoco los derechos humanos de los civiles.
Y ahí es donde justamente se encuentra el enredo del presidente
Obama: asumir la tortura en sí misma, cuando en realidad formó parte de
una política gubernamental integral –hay que repetirlo: avalada por el
Congreso– para no respetar los derechos humanos en aras de acceder a
información sobre los grupos terroristas. La tortura era apenas una pequeña
parte del problema: una política antiterrorista basada en la ley y el acta
122
patrióticas, es decir, las autorizaciones legales para sacrificar los ideales en
aras de la seguridad territorial de la nación.
El asunto aún no ha terminado. La poderosa e influyente ACLU –
American Civil Liberties Union– dejó claro que en la orden de Obama
“existen ciertas ambigüedades”. Y que “sería un gran error para la
administración de Obama permitir detenciones indefinidas en cualquier caso,
o crear un sistema diferente al de nosotros para el proceso de detenidos. Si el
Presidente Barack Obama y su Secretario de Defensa Gates se mantienen en la
farsa legal de la administración de Bush terminarán en el mismo caos legal, en
el cual el presidente anterior se mantuvo por ocho años”.
El problema del presidente Obama radica en asumir las
responsabilidades. En la orden ejecutiva para cerrar Guantánamo establece
claramente la violación de la Convención de Ginebra respecto a detenidos y
la violación de derechos y garantías. Sin acusaciones que debieran tener
consecuencias legales. Los responsables son conocidos: los funcionarios del
gobierno de Bush. Cerrar Guantánamo sin fincar cargos penales a los
responsables de esas violaciones y sin anular las leyes que permitieron esas
violaciones sería una forma de mantener vigente la política antiterrorista de
Bush que sacrifica ideales por la seguridad.
El nuevo gobierno se metió en un callejón sin salidas: la dura política
antiterrorista de Bush alejó los ataques del territorio de los EU y ahora el
temor aquí es que el aflojamiento legal pueda de alguna manera alentar la
reactivación del terrorismo.
Obama, un hecho histórico VIII
Un discurso imperial... poético
Cuidadosamente redactado, el discurso de toma de posesión de
Barack Obama dejó ver definiciones de fondo dirigidas hacia los
estadunidenses para salir de la crisis, pero también mostró con claridad el
lenguaje del imperio: liderazgo, mantenimiento por cualquier vía del
american way of life y la continuidad del fundamentalismo militar de Bush
de ser elegidos de Dios para dominar el mundo.
En el delicado asunto de Irak, Obama no anunció el replanteamiento
de la estrategia intervencionista de Bush sino que reveló el eslabonamiento
progresivo: salir de Irak, pero dejar ahí el modelo de democracia impuesta a
través de la invasión para derrocar a Saddam Hussein, no para buscar armas
de destrucción masiva que Bush sabía que no existían.
Obama fue muy delicado en dar un salto racista. Sin embargo, en la
traducción oficiosa de su discurso al español hubo una especie de censura
123 que le restó importancia a la afirmación. Al referirse al racismo superado,
Obama dijo que llegaba al poder un hombre a “cuyo padre no le habían
servido en un restaurante”, recordando la segregación que impedía a los
negros ser atendidos en un local exclusivo para blancos. La tradición
oficiosa que se distribuyó se refería a él, Obama, como un hombre cuyo
padre… trabajaba en un restaurante”.
Pero por encima del tema racial, el discurso de Obama dejó un tufo a
fundamentalismo imperial:
–“En estos momentos EU no solamente ha seguido adelante por la
visión del liderazgo”. Obama va a recuperar la hegemonía de los EU.
–“Nuestra nación está en guerra contra una vasta red de violencia y
odio”. La realidad es otra: a los EU le reclaman su intervencionismo en función
de su dominio del mundo para sus propios intereses, sobre todo los petroleros.
–“(hay una) falta de confianza en nuestra nación un temor de que la
declinación de EU es inevitable y que la próxima generación debe reducir
sus expectativas”. De ahí su compromiso de restaurar la hegemonía.
–“Al reafirmar la grandeza de nuestra nación entendemos que la
grandeza no es un regalo absoluto. Debe ganarse. (…) Han sido los
ambiciosos, aquellos que hacen cosas, los que corren riesgos, algunos
conocidos, en su mayoría gente desconocida que han avanzado por esta
difícil senda hacia la prosperidad y la libertad, por nosotros ellos reunieron
sus pocas posesiones y cruzaron océanos buscando una nueva vida, por
nosotros ellos trabajaron en fábricas, conquistaron el Oeste, se aguantaron
las dificultades”. Ciertamente conquistaron el Oeste pero liquidando a los
indios originarios, aprovecharon la crisis de México para quedarse con la
mitad del territorio y compraron la franja de Luisiana. La lógica histórica de
Obama hace referencia al pasado de expansionismo imperial.
–“Seguimos siendo la nación más próspera y poderosa del mundo”.
Un acto de fe definitorio.
–“Los Estados Unidos son una amiga de cada nación, de cada hombre
mujer y niño que quiere un futuro de paz y dignidad y estamos listos para
retomar el liderazgo”. De nuevo la reconstrucción de la hegemonía del mundo.
–“Trabajaremos incansablemente para reducir la amenaza nuclear (…),
no vamos a disculparnos por nuestro estilo de vida ni vamos a doblegarnos en
su defensa, lo que les decimos es que nuestro espíritu es fuerte y no va a ser
quebrantado, ustedes (los que combaten a los EU) no van a durar más que
nosotros y los vamos a derrotar”. Bush ha presionado a Irán y Corea del Norte
por su avance nuclear y la salida de la crisis en los EU no es para bienestar
sino para revalidar el american way of life, cuya esencia es justamente el
centro de la crisis. El lenguaje de Obama fue amenazante.
124
–“Al considerar el camino detrás, recordamos con humilde gratitud a
los valerosos estadounidenses que a esta hora patrullan desiertos y montañas
lejanas. Ellos tienen algo que decirnos como los héroes caídos que yacen en
Arlington. Los honramos no sólo porque son los guardianes de nuestra
libertad sino porque representan el espíritu de servicio, una disposición a
encontrar significado en algo más grande que ellos mismos. Y también en
este momento, un momento que definirá a una generación. Es precisamente
este espíritu el que debe embargamos a todos”. Obama ofrece una síntesis
del pensamiento imperial de Bush: los soldados en Irak no son invasores
sino defensores de la libertad. Con este compromiso, Obama reafirmó el
pensamiento militarista de los EU, de Corea en 1951 hasta el avance
anunciado para este año en Afganistán, pasando por Vietnam.
–“Lo que se requiere de nosotros es una nueva era de responsabilidad,
un reconocimiento de parte de cada estadounidense de que tenemos
responsabilidades con nosotros, con la nación y el mundo, deberes que no
aceptamos a regañadientes sino con gusto (…) Este es el precio y la promesa
de la ciudadanía”. De nuevo el enfoque de la responsabilidad de los EU
sobre el mundo.
–“Y esta es la fuente de nuestra confianza: saber que Dios nos ha
pedido que le demos forma a nuestro incierto destino”. Como Bush, parece
que Obama habló con Dios y éste le ordenó liderar el mundo.
Así que Obama, con mano suave, sonrisa amplia y color de piel
histórica, seguirá la senda del continuismo histórico que marcaron Bush y
otros presidentes imperiales antes que él.
Obama: un hecho histórico IX
Clave: crisis de expectativas
Entre todas las variables, el gobierno de Barack Obama estará
atrapado entre cinco coordenadas: la crisis de expectativas de una sociedad
que espera mucho, la lucha por el poder al interior del aparato político, el
dominio del Grupo Clinton del gabinete, la protección de los republicanos a
George W. Bush y el tamaño inconmensurable de la crisis económica.
De acuerdo con la encuesta de la empresa Prospecta Consulting
levantada en los EU, la sociedad estadunidense le ha otorgado un plazo
corto a Obama para ofrecer resultados. Y entre la población mexicana,
Obama sería la expectativa de un acuerdo migratorio para el corto plazo y la
posibilidad de encontrar un nuevo camino de cooperación.
Pero lo que viene es el peso del realismo. El gobierno de Jimmy
Carter levantó el mayor nivel de popularidad, porque ofreció un acto de
contrición de los EU como imperio. Sin embargo, la crisis de los rehenes en
125 1980 mostró que los EU se deben comportar como un imperio o pagar con
derrotas su alejamiento de la política exterior.
Obama, por tanto, se moverá entre la esperanza de las expectativas
incumplibles y la realidad de una potencia que debe funcionar como imperio
o enfrentan el estallamiento de conflictos de naciones en disputa por zonas
de poder.
La encuesta de la empresa Prospecta Consulting ofrece un panorama
del escenario acotado del gobierno de Obama.
1.- ¿Cuál es el nivel de popularidad con que llega Barack Obama a la
presidencia de los Estados Unidos?
–J. Carter:
78%
–R. Reagan:
58%
–G.H.W. Bush:
65%
–W. Clinton:
68%
–G.W. Bush:
62%
–B. Obama:
78%
2.- ¿Confía usted que Barack Obama tome las decisiones correctas
como presidente para enfrentar la recesión económica que enfrentan los EU?
Sí
82.6%
No
10.5%
No sabe / No contestó
6.9%
3.- ¿Considera usted que el presidente Barack Obama responderá a
las expectativas que promovió entre la ciudadanía?
Sí
67.9%
No
16.3%
No sabe 1 No contestó
15.8%
4.- ¿En cuánto tiempo espera que se vean resultados positivos del
programa anticrisis, de recuperación económica del presidente Obama?
Dos años
56.8%
Tres años
19.3%
Cuatro años
17.2%
No sabe / No contestó
6.7%
5.- ¿Cómo considera que estará su economía y la de su familia en la
administración del presidente Barack Obama?
Mejor
77.6%
Igual
12. 1%
126
Peor
No sabe /No contestó
Entre ciudadanos mexicanos
6.4%
3.9%
6.- ¿Cree usted que con el presidente Barack Obama mejoraran las
relaciones con México?
Sí
56.7%
Igual / Regular
19.5%
No
13.8%
No sabe / No contestó
10.0%
7.- ¿Considera usted que hay signos o posturas del presidente Barack
Obama que indiquen que tiene interés en impulsar una ley que legalice a los
trabajadores mexicanos que están en los EU?
No
63.2%
Algunos
18.6%
Sí
10.3%
No sabe / No contestó
7.9%
8.- ¿Cuáles considera usted que serán los beneficios de la
administración de Barack Obama para México y los mexicanos?
Salir más rápido de la recesión
43.8%
Política bilateral más equilibrada
29.5%
Mayor respeto hacia México
16.9%
Otros
5.4%
No sabe / No contestó
4.4%
Obama-Hillary: siempre no.
Diplomacia de las cañoneras, X
Se acabó la luna de miel: si como candidato presidencial despertó el
entusiasmo en Berlín por representar a los Estados Unidos antibélico, como
presidente electo Barack Obama mandó un mensaje perverso: la encargada
de la política exterior será la bélica Hillary Clinton que amenazó con
invasiones y uso de la guerra a las 3 de la mañana.
Sí se entiende la composición del gabinete de Obama, la verdadera
vicepresidencia de la nación no estará en el marginado Joe Biden sino en la
secretaría de Estado, donde la Hillary Clinton representará los intereses del
clintonismo transexenal. Y si lo de menos son las personas, se trata de un
127 modelo tradicional de nación: la reconstrucción del imperio a partir de la
economía.
Sin embargo, el verdadero poderío del imperio estará en el equipo de
seguridad nacional: Hillary Clinton representará los intereses del
imperialismo sobre las demás naciones, el ratificado secretario de Defensa
Robert Gates los de la CIA y del complejo militar y en el Tesoro Timothy
Geithner tratará de reconstruir el imperio del dólar como hegemónico.
Es decir, Obama se perfila como un nuevo Jimmy Carter: un político
ingenuo, con un discurso desmovilizador de las protestas sociales populares
contra el dominio imperial de la Casa Blanca y atento sólo a los programas
económicos para los pobres, pero en el poder central de los verdaderos
intereses hegemónicos de los EU estará en la señora Clinton, a quien le fue
entregada la definición de la política exterior de Washington.
Hillary Clinton fue la primera decepción de los seguidores de Obama.
Como nunca antes, en los medios hubo un debate abierto para pedirle al
presidente electo que no designara a Hillary en la diplomacia. Como parte
activa de la política exterior de su esposo, Hillary Clinton participó en la
definición y práctica de una diplomacia irresponsable, imperial y sobre todo
descuidada.
Uno de los principales ayudantes militares de Bill Clinton, el teniente
coronel Robert Buzz Patterson, de la fuerza aérea, publicó en el 2003 un
libro de acusaciones para revelar el grado de irresponsabilidad de los
Clinton en política exterior. En Dereliction of duty –que podría traducirse
libremente como “negligencia en el cumplimiento del deber”– el ayudante
militar reveló cómo Bill Clinton perdió una vez la tarjeta con los códigos del
portafolio de la guerra nuclear, prefirió jugar golf a dar la orden de ataque
contra Osama Bin Laden y tiró expedientes secretos sin pensar en su grado
de peligro.
Hillary Clinton aparece como la operadora de Bill en materia de
política exterior. Pero también revela el despilfarro de la señora Clinton en
sus viajes al exterior, llegando a veces a llevar comitivas de cientos de
personas. El militar Patterson descubrió también que en sus giras en avión
Hillary Clinton siempre viajaba con un archivo secreto al que no le quitaba
la vista de encima y no se atrevía a dejarlo en la Casa Blanca. Al parecer
eran los papeles de los casos de corrupción de los Clinton.
En la campaña, Hillary despreció a Obama porque decía que carecía
de valor para ser comandante en jefe. Por eso mandó hacer aquel spot de un
teléfono que sonaba a las tres de la mañana en la Casa Blanca y necesitaba
responderlo quien tuviera más experiencia en asuntos militares Obama tenía
un concepto menos violento, militarista y agresivo de la política. Por eso
128
logró concentrar muchedumbres que veían en él al encargado de terminar
con las prácticas imperiales de Washington. Pero ahora resulta que la
política exterior no será manejada por Obama sino por la candidata que
quiso mostrarse como inflexible a la hora de apretar el botón nuclear.
El debate sobre la designación fue serio. El articulista Thomas
Friedman, experto en política exterior, aconsejó en su columna en el The
New York Times que no se le diera el Departamento de Estado a la señora
Clinton. Y en ningún momento el debate enfatizó el machismo, sino en la
sensibilidad. La peor política exterior de los EU fue con los Clinton. En
febrero de 1993, apenas con un mes en el poder, terroristas conectados con
Bin Laden estallaron un coche bomba en el estacionamiento de una de las
torres del World Trade Center. Y a Clinton le estallaron bombas en
embajadas en oriente y África, sin que hubiera una diplomacia de respuesta.
Eso sí, mostró una debilidad del escudo de seguridad nacional de los EU.
Los ataques durante el gobierno de Clinton fortalecieron a Bin Laden y
explican los atentados del 11 de septiembre del 2001.
En la Oficina Oval tuvo Bill Clinton información sobre el Proyecto
Bojinka, una operación del terrorismo árabe en 1995 para secuestrar decenas
de aviones, estallarlos en el aire y usar algunos como misiles para
estrellarlos contra edificios estadunidenses, sobre todo la CIA. El proyecto
fracasó por un incendio en un departamento en Manila, Filipinas, donde la
policía encontró documentos que establecían además el asesinato del Papa
Juan Pablo II. A pesar de esos datos, Clinton no hizo nada. Eso sí,
bombardeó Afganistán en 1998 para distraer la atención de su escándalo con
Mónica Lewinsky. El 9/11 fue derivación de Bojinka.
La presencia de Hillary Clinton en el Departamento de Estado
anuncia la vigencia de la diplomacia imperial con Obama, diplomacia
agresiva, con intenciones de encumbrar a su titular como próxima candidata
presidencial. Y con Gates en Defensa, Obama entonces no hizo más que
ratificar el objetivo de restaurar el dominio planetario del imperio
estadunidense.
La CIA, perdonada por Obama
La tortura fue de “buena fe”
En lo que se considera como la primera severa crisis de expectativas,
el presidente Barack Obama decidió no castigar las torturas realizadas por la
CIA a prisioneros sospechosos de terrorismo. Con ello, Obama validó la
vigencia de la ley patriota de George Bush que viola derechos humanos
contra sospechosos de terrorismo.
129 Con esa decisión, Obama quitó valor político y social al cierre de la
prisión anti terrorista en Guantánamo, Cuba. Una de las principales críticas a
Bush por el endurecimiento legal después de los atentados terroristas del 11
de septiembre de 2001 fue precisamente la autorización para el uso de la
tortura en interrogatorios. Guantánamo y Abu Ghraib fueron desacreditados
no por ser prisiones para albergar sospechosos de terrorismo, sino por la
aplicación de torturas a presuntos terroristas.
La decisión del presidente Obama puso punto final a la presión social
para castigar el uso de la tortura dentro de las posibilidades de la ley
patriótica. Bush y sus asesores de la línea dura, sobre todo el vicepresidente
Dick Cheney, autorizaron técnicas de tortura que en el pasado los EU habían
aconsejado a países del tercer mundo para combatir la insurgencia. Y no se
trataba sólo de la tortura sicológica, sino de tortura que lastimaba el cuerpo
de los detenidos.
Por ejemplo, la principal tortura que se aplicó a sospechosos de servir a
terroristas fue la de la asfixia en dos variantes: con bolsas de plástico sobre la
cabeza de los detenidos o sumergiéndoles en vasijas de agua. En México esta
técnica se conoció como la del “submarino seco” y del “submarino mojado”.
Pará terror de las buenas conciencias estadunidenses, funcionarios de la CIA y
del Departamento de Justicia aplicaron torturas agresivas contra prisioneros.
La argumentación del gobierno de Obama causó más efecto negativo
que la aceptación de la tortura. El fiscal Eric Holder, amigo personal de
Obama y primer afroamericano en ejercer el cargo de secretario de Justicia,
dijo que “sería injusto procesar a los entregados hombres y mujeres que
trabajaban para proteger a América por una conducta que fue autorizada por
el Departamento de Justicia (de Bush)”. Y una declaración de la Casa
Blanca fue también de humor negro: “es hora de reflexionar y no castigar”.
La sociedad norteamericana critica, la que acusó a Bush de violar los
derechos humanos de detenidos, quedó pasmada ante la argumentación de
Obama. Porque se trató de una posición de Estado que equiparó al gobierno de
los EU con prácticas de la Federal de Seguridad en México o de los criminales
militares argentinos que masacraron a la disidencia o de Pinochet y compañía
en el aplastamiento violento de la izquierda socialista de Allende.
El gobierno de Obama liberó varios textos del Departamento de
Justicia donde se establecía la necesidad de aplicar técnicas más radicales para
impedir que los sospechosos se protegieran detrás del laxo sistema de justicia
y de respeto a las garantías individuales. La ley patriótica de Bush se convirtió
en el instrumento de violación de los derechos humanos. Obama ordenó el
cierre de la prisión de Guantánamo, pero careció de poder, decisión y firmeza
para castigar a los torturadores. Y de hecho mantiene vigente la ley patriótica
que, por cierto, se aprobó con el voto del entonces senador Obama.
130
El centro del debate se redujo a la CIA, una oficina creada para la
recopilación de información para La elaboración de informes de
inteligencia. Sin embargo, la CIA se convirtió en el ejército privado del
Presidente para derrocar gobiernos e inclusive asesinar a jefes de Estado o
de gobiernos no afines a los intereses de los EU. Hoy la CIA apareció como
la cámara de torturas de los EU, con la autorización del presidente George
Bush y el perdón del presidente Barack Obama.
La información no debiera sorprender. El gobierno, la CIA y el
Departamento de Defensa siempre han estado vinculados a la tortura, sólo
que para exportación con asesores. Los primeros asesores en Vietnam
fueron torturadores. Y el cineasta Costa-Gavras, en 1972, recuperó en Golpe
de Estado la historia de Dan Mitrione, un asesor en torturas de los EU, con
el disfraz de la Agencia Internacional de Desarrollo, que estaba capacitando
a militares uruguayos en la tortura a disidentes y que fue secuestrado y
asesinado por la guerrilla en 1970.
A los reportes liberados por Obama se une un extenso memorándum
de la Cruz Roja Internacional “estrictamente confidencial” de febrero de
2007, publicado por The New York Review of Books, en el que se denuncian
las torturas de la CIA a prisioneros. La lista de acusaciones es reveladora de
la conducta criminal de la agencia de espionaje en su fase operativa: asfixia
bajo el agua, stress provocado por estar bajo una posición permanente,
estrangulamiento por collar, pegar y patear, confinamiento en una caja,
desnudo prolongado, privación de sueño y música alta, exposición a
temperaturas bajas/agua fría, uso prolongado de esposas y grilletes,
amenazas, rasurado forzoso y privación o restricción de alimentos sólidos.
Pese a todo y a la petición en algunos medios para enjuiciar a los
responsables, Obama decidió darle carpetazo a la peor herencia de Bush. Lo
malo es que Obama consiguió muchos votos por la promesa de investigar,
castigar y eliminar la tortura. Pero ahora sabe que el abogado Obama casi
considera héroes a los torturadores de la CIA y asume la doctrina Bush de
que la tortura se aplicó para proteger a los EU.
Tortura: Bush, responsable
Obama abrió caja de Pandora
Aunque el tema estaba en la mesa de debates desde 2006, apenas se
convirtió en crisis política provocada por la decisión del presidente Barack
Obama no de cumplir un compromiso de justicia sino al abrir la caja de
Pandora del uso de la tortura en interrogatorios de la CIA a presuntos
terroristas.
131 Pero resulta que todos aparecen como responsables. No sólo todos los
hombres del presidente Bush sino también todos los hombres del presidente
Obama. Porque Bush, el vicepresidente, los secretarios de Justicia, los
directores de la CIA y el director del FBI tuvieron el apoyo y aval políticolegal de los entonces senadores demócratas Barack Obama, Joe Biden y
Hillary Clinton y del diputado Emanuel Rahm, éste último hoy jefe de
asesores del presidente.
Lo grave del asunto fue el mecanismo de decisión para utilizar la
tortura en interrogatorios. Hubo declaraciones públicas de negativas: Bush
negó que se usaran, el procurador Albert Gonzales también negó que
existieran. Pero hay testimonios concretos. En su libro Never again.
Securing America and restoring justice, el ex procurador John Ashcroft
enaltece la ley patriótica de Bush y cita una declaración del entonces
senador y hoy vicepresidente Joe Biden: “el FBI puede interceptar llamadas
de la mafia, pero no puede investigar terroristas... ¡Es una locura! Lo que es
bueno contra la mafia debe ser bueno contra los terroristas”.
En sus memorias: At the center of the storm. My years at the CIA, el
director de la CIA 1997-2004 establece quiénes autorizaron las torturas de la
CIA: “la Administración y el Departamento de Justicia estaban conscientes
y aprobaron el uso de estas tácticas (…) Aún y cuando a ellos (los agentes
de la CIA torturadores) no se les pidió formalmente que aprobaran el
programa, ya que eran órdenes directas del presidente, yo no recuerdo que se
hiciera alguna objeción hacia el mismo”.
Los responsables de la justificación jurídica para que los EU
rompieran con los Acuerdos de Ginebra en cuanto a tratamiento de
prisioneros fueron abogados del Departamento de Justicia de Ashcroft: el
joven subprocurador de 34 años John C. Yoo, descendiente de una familia
de Corea del Sur, y el consejero Legal Jay Bybee. Los dos razonaron el
hecho de que se podía eludir el compromiso legal de respetar a prisioneros,
en aras de torturarlos para obtener información.
De acuerdo a la investigación del periodista Bob Woodward, en
Negar la evidencia, Bush tomó la decisión de no aplicar la Convención de
Ginebra el 18 de enero de 2002 y los declaró “combatientes ilegales”, sin
derecho al trato como prisioneros de guerra. Bush eludió las presiones
externas con la caracterización de no prisioneros de guerra a los principales
líderes de Al Qaeda detenidos.
La tesis legal de Yoo establecía que la “mera aplicación de dolor o
sufrimiento” en realidad “no contaba como tortura”. Tortura, explicó, se
asume en la Convención de Ginebra como “dolor severo”. Y los EU
aplicaban, decían en una retorcida explicación, “asfixia simulada”. La
132
historia la cuenta Barton Gellman en Angler. The Cheney vice presidency.
Pero hubo voces que dijeron que el FBI había excluido el ahogamiento por
ser una tortura severa.
El debate hoy en los EU se reduce al tema de la tortura. Pero el
asunto es más grave. En State of war. The secret history of the CIA and the
Bush Administration, James Risen señala la existencia de una vasta ofensiva
de endurecimiento contra el terrorismo.
Se trató de “The Program”, probablemente “la más importante
operación de espionaje interno desde los años sesenta”. Implicó, aclara
Ashcroft en sus memorias, la autorización a la CIA y a la Agencia de
Seguridad Nacional para espiar dentro de los EU, algo que no se había visto
desde la guerra de Vietnam. La autorización para este aumento del espionaje
interno fue del Congreso.
En Legado de cenizas. La historia de la CIA, el periodista Tim
Weiner revela que Bush firmó el 17 de septiembre de 2001, horas después
de los criminales ataques contra las torres gemelas de Nueva York, una
orden secreta de 14 páginas al director de la CIA “ordenando a la agencia
que persiguiera, capturara, encarcelara e interrogara a sospechosos”. Ahí se
incluían dos apartados: la instalación de cárceles secretas y el uso de la
tortura. Pero también la CIA aumentó el secuestro de sospechosos.
En Takeover. The return of the imperial presidency and the
subversión of american democracy, el periodista Charlie Savage recuerda
que Bush y Cheney, pese a las evidencias fotográficas de las torturas en
Guantánamo, “insistentemente negaron que las hubieran autorizado”. Pero el
subprocurador Yoo había justificado la decisión de Bush de conculcar la
Convención de Ginebra en función de los “poderes ejecutivos” especiales. Y
la justificación del entonces procurador Ashcroft: “los terroristas están
tomando una agresiva ventaja con las nuevas tecnologías. La defensa de la
vida y la libertad requieren que las fuerzas de la ley hagan lo mismo”.
Por tanto, la tortura tiene muchos corresponsables: el equipo de Bush
pero también Obama, Biden, Hillary y Rahm, quienes como legisladores
avalaron la ley patriota.
Elecciones 2008
Estados Unidos: ¿El último desafío de Indiana Jones?
En el debate previo a la última entrega de los premios Nobel de
literatura, los nombres de prestigiados escritores estadunidenses fueron
literalmente borrados de la lista bajo el criterio de que su obra carecía de
referentes, que era demasiado insular y no buscaban un diálogo con otras
literaturas. La evaluación tenía otra interpretación: la creación literatura en
133 los EU había perdido el alma porque los Estados Unidos habían perdido su
lugar en el espacio.
Las elecciones presidenciales de esta semana no debieran asumirse en
función de quién va a ganar sino de algo más profundo: ¿están conscientes
los estadunidenses de su propia decadencia y pérdida de alma? ¿Alguno de
los dos candidatos se ha preocupado por ofrecer algo más que alguna forma
de bajar impuestos o para sacar las tropas de Irak? ¿El ciudadano se ha
preocupado realmente en examinar las propuestas de gobierno de los
candidatos?
Los Estados Unidos son víctimas de su propia superficialidad. Así se
ven en las calles en los días de la víspera de las elecciones. Todo pasa por el
marketing. No quién ofrece alguna idea sino quién vende más: si Obama es
más joven y le ayuda el color de la piel y entonces entra en función el chip
de la carga moral de la esclavitud o si McCain está viejito y su referencia a
Vietnam no tiene que ver con su valentía o los valores que ahí había en
disputa sino a que los norteamericanos nada quieren saber de la guerra,
aunque cada guerra la ven como símbolo de su propio poderío ilimitado.
En las calles de esta ciudad capital se observa un estado de desánimo
y de tensión. No se percibe el conflicto racial, aunque el tema de la raza
sigue latente. Ya lo había escrito Alexis de Tocqueville en el primer tomo de
La democracia en América al celebrar el fin paulatino de la esclavitud: “si
considero los Estados Unidos de nuestros días (1831), veo claramente que
en cierta parte del país la barrera legal que separa a las dos razas tiende a
rebajarse, pero no la de las costumbres. Observo que la esclavitud retrocede
pero el prejuicio que la ha hecho nacer queda inmóvil”.
Se percibe, en efecto, el prejuicio. La barrera ha desaparecido con los
matrimonios interraciales y son radicales y por tanto menores los grupos
racistas. Pero sobrevive el dato que tardará en borrarse: el cargo de
conciencia de la esclavitud. Y, hay que decirlo, la salida cómoda de grupos
de color que acreditan su situación de marginalidad justamente al color de su
piel. Y de ser cierta la apreciación, en todo caso la marginación es producto
de un sistema de explotación histórico que afecta más bien a los no
propietarios, ciertamente que con tendencia a sobre explotar a las minorías:
negros, hispanos, orientales, aunque también bastantes blancos.
Pero el asunto racial es, en realidad, parte de las coordenadas
electorales. Analistas aquí en Washington han tratado de superar la
superficialidad del análisis para tratar de llegar al fondo de la crisis. La
elección se juega algo más que el récord de Guinness en cuanto a si habrá un
primer presidente con el color oscuro de la piel, en una sociedad en la que
los afroamericanos apenas alcanzan el 12% de la totalidad poblacional.
134
¿Ganó Obama la candidatura por el color de la piel o por ofrecer una opción
diferente a la de Hillary Clinton? La verdad es que aquí aún no se ponen de
acuerdo porque en el fondo Obama no ofreció una fractura en el discurso del
Partido Demócrata sino que al parecer los demócratas vieron el regreso de
las locuras de Clinton y la factura electoral a pagar.
Por eso es que hay que fijar las coordenadas de la elección, además
de las que tienen que ver con las obvias de la raza. Y habría otras seis:
1.- La carga negativa de lo que representa Bush. Pero a diferencia de
la condena mundial que raya en el odio, aquí hay una crítica severa a Bush
por los errores estratégicos, las guerras innecesarias y la propia culpabilidad
de conciencia de los estadunidenses que le dieron ocho años de poder a
quien desde el principio no querían.
2.- La necesidad de encontrar una opción moral. Ya no política,
ideológica o imperial, sino de conciencia. La mejor forma de castigarse a sí
mismos es votar por lo que representaría exactamente lo contrario a Bush.
Ya ocurrió antes: luego de Nixon y su cómplice Ford. Luego de que el voto
de la mayoría silenciosa encumbró a Nixon, las trampas de Watergate fueron
una bofetada a los electores. Y apareció la sombra moral de Jimmy Carter
para salvar las almas. Sólo que resultó demasiado tibio y fue zarandeado por
los iraníes, hasta que llegó el primer vaquero viril de películas de tercera
categoría de Hollywood, Ronald Reagan.
3.- La crisis económica como bola de nieve. Ya dañó a los
inversionistas de la clase media que han visto en la bolsa de valores el
camino de su certeza financiera. Y ahora, por la recesión y el desempleo,
tocó las incertidumbres cotidianas de los empleados sin profesión. Sí culpan
a Bush pero más se culpan a sí mismos. Y como saben que no hay solución,
entonces la decisión electoral se ajustará el microcosmos de la oferta fiscal:
quién ofrece reducir más los impuestos. Nada más.
4.- Pero la reorganización económica es del tamaño del crack de las
expectativas de desarrollo. No es un tropiezo de tasas de interés o de
inflación sino de modelo económico. La crisis tocó las hipotecas, sin duda el
vellocino de oro de la clase media. Ahora ha puesto en duda los pocos
ahorros en los bancos. No, no es la crisis como la de 1929 que John
Steinbeck reflejó dramáticamente en Las uvas de la ira: la reorganización de
la propiedad rural y urbana por la crisis de hipotecas y el salto cualitativo del
arado al tractor. Ahora es la crisis del dinero virtual, seguramente más
135 dañino que el real. Y parece que ninguno de los dos se ha percatado de este
detalle.
5.- La reorganización imperial. Porque el estadunidense medio quiere
ser demócrata y moral pero al mismo tiempo vivir en el imperio del mundo,
el ombligo del universo. ¿Por qué nos odian?, se siguen preguntando
mientras Bush aumenta el ritmo de producción del complejo militar
industrial, McCain explota su condición de pow y Obama ofrece invadir
Afganistán para demostrar que sabe ejercer el poder imperial. Pero no se
trata sólo de invadir o atacar sino de reconfigurar poderes, equilibrios,
alianzas y sobre todo diplomacias. Pero como todo poder imperial, los EU se
definen por los temores. Y ahora es el de los rusos que regresan o el de la
ofensiva iraní. El caso es que los estadunidenses han aceptado la pérdida de
libertades con tal de endurecerse adentro, como un mensaje de la nueva
doctrina de política exterior… que al final es la misma.
6.- ¿Y la decadencia? Bueno, los estadunidenses dicen aquí que
siempre habrá una salida. ¿No dijeron los japoneses iban a ser el imperio de
finales del siglo XX? Pues ahí están, ricos pero igual que siempre. ¿Y la
URSS del sueño socialista? Ni quien se acuerde. ¿Europa, Europa unida?
Bueno, así comenzó Japón. Y ha bastado un tropiezo financiero en los EU
para provocar un tsunami en Europa. Ahí está el señor Zapatero rogando por
favor que lo inviten a la reunión del Grupo de los 20 a mediados de
noviembre. ¿Y quién convocó a la reorganización del sistema financiero? El
Sarkozy de Francia, sí, de la Europa unida. ¿Y dónde va a ser esa cumbre
que quisiera ser el Bretton Woods II? Pues en Washington. donde más, bajo
la férula del dólar, de Bush y…, bueno, del que gane las elecciones, que al
final de cuentas los candidatos a secretarios del Tesoro de Obama vienen
todos del mismo sistema financiero y bancario en crisis.
Decadencia Moral
La decadencia se mide por el desconcierto de los ciudadanos. Luego
de los ataques del 9/11 y de la respuesta militarista que llevó al Vietnam
iraquí, los ciudadanos ya no saben qué pensar. Siguen envueltos en el
patriotismo de apoyo a las tropas, pero cada vez con más dudas sobre la
eficacia de la guerra. Y bueno, qué decir del mayor interés en la final del
futbol americano para el superbowl de enero y la importancia de la serie
mundial de beisbol que involucra a equipos de los EU y alguno de Canadá
fuera de lugar.
136
¿Decadencia? No, no lo creen. Se molestan un poco por el desdén.
Ocurrió con el premio nobel de literatura. ¿No tienen nivel de nobel los
enlistados: el minucioso Phillip Roth, el sorprendente Paul Auster, el conejo
John Updike, el peleador John Delillo, el irreverente Thomas Pynchon
despreciado por el Pulitzer y ahora medio revaluado, el Corman McCarthy
mal comprendido por sus novelas anteriores y hasta la siempre presente
Joyce Oates.
Bueno, tienen nivel y calidad, pero sí, en efecto, se nota una literatura
sin referentes. Son escritores hacia sí mismos. Y nadie de la calidad de
Faulkner, la certeza de Steinbeck, el estilo de Hemingway o la propuesta de
Morrison. Y si la literatura es el reflejo de la vida, entonces hay una
tendencia al aislamiento. Ahí está Auster y sus novelas intimistas. O la
dolorosa de Delillo sobre el hombre del portafolio que salió del humo de las
torres gemelas el 9/11. Roth es de los más profundos pero no entendieron su
La conjura contra América o el triunfo del nazismo y sus efectos en los EU.
En la calle camina la crisis. Los temores al desempleo. Los homeless
que han comenzado a aparecer como moscas. Y ese mundo pudiera estar
prefigurando el clima de Steinbeck, aunque sin un escritor a la vista. Pero el
mundo real es más complejo que el literario. El alza de gasolinas causó una
depresión social: a pagar más y sin quejas. Al final del gobierno de Carter
hubo conflictos sociales por la falta gasolinas, así que es mejor pagarla más
cara pero que haya en las gasolineras. Y lo raro es que una parte del voto no
será estimulado por esta carestía. Y a lo mejor ni siquiera por la baja de los
impuestos. No. Se trata de un estado de ánimo depresivo. Y lo es porque
saben que Bush es hijo de sus temores y que al final de cuentas un imperio
se sostiene por la fuerza… si no, pues no sería imperio.
La decadencia está pero con la ausencia de la crítica. El patriotismo
ha invadido a la crítica. Se extraña a Mailer y a Capote. Los irreverentes. A
lo mejor no planteaban otro camino pero satisfacían los estados de ánimo. El
The New York Times vota en un editorial por Obama pero dos días después
llama a salvar al capitalismo. Ahí está el verdadero centro del alma
estadunidense. Quieren todo pero cada día se percatan que no se puede todo.
De ellos se burlaban Mailer y Capote. Pero ya no están. Hoy la crítica la
encarna Paul Krugman, pero con la intención de “refuncionalizar” el
capitalismo. En lo social murió también Susan Sontag.
Y el ambiente de crítica quedó desolado.
¿A quién leer? Hasta Bob Woodward comienza a ser visto como un
promotor de la vía armada pero legal, al fin y al cabo que él viene del área
de inteligencia de los marines.
El ambiente se nota pesado en las calles. No hay entusiasmo. Peor: se
nota cierto grado de rencor, de resentimiento con la vida. El miedo en las
137 aduanas, el miedo que amenazó Al Qaeda. ¿Cómo votar en medio de una
crisis económica y un deterioro del liderazgo? A los ciudadanos les están
exigiendo de más. Clinton ganó por la guerra de Bush padre pero también
por ser el más guapo y, por qué no, por encarnar el machismo americano.
Bush era el cowboy frente al tibio Gore o al inútil de Kerry. Es decir, votan
por las opciones. ¿McCain-Hillary? Claro, la oportunidad a la mujer, aunque
sea más hombre que su marido.
A lo mejor se trata de eso precisamente: de la falta de opciones. No
quieren más humillaciones como las de Carter. ¿Existe el imperialismo
bueno?, preguntan a veces con ingenuidad. Y no, no se trata del color de la
piel. Ahí está la dura de Condoleezza Rice, artífice del militarismo de Bush.
Y eso que tiene la sensibilidad de la música clásica que gusta tocar en el
piano. Entonces los prototipos se esfuman y ya no queda nada a lo cual
asirse. ¿Obama el Kennedy, si es que Kennedy representaba la salvación?
No le ven tamaños. Y el Roosevelt del new deal o el Eisenhower del
complejo militar industrial. No, no están a la altura.
Por eso es que la elección será artificial. El desafío es mayor pero los
Estados Unidos carecen de figuras de liderazgo. Las campañas fueron de
marketing, de oportunidades, de cuidarse de sí mismos, de no cometer
errores. De eludir trampas. De repetirse a sí mismos. Los debates fueron de
flojera: el mundo no existe si no es por ellos. Sarah Palin llamó la atención
por su belleza, no por su cabeza. Biden llegó dando manotazos. Las
campañas buscaron los medios, no los sentimientos. Johnson cautivó con su
“nueva sociedad”, Nixon con su mayoría silenciosa, Robert Kennedy y la
esperanza, el John Kennedy que preguntó que podías hacer por tu patria.
No, pues no. Obama a veces parece desbordado por el significado del
color de su piel. Los mítines son de decenas de miles de personas, como
nunca antes se había visto. En Alemania hubo un mitin de cientos de miles
de personas, pero identificadas como los grupos anti Bush, desde los
globalifóbicos hasta los antiimperialistas, pasando por las minorías
contrarias a la ideología de derecha. Y ahí ha quedado atrapado Obama. De
veras Obama es un candidato anti Bush? ¿De veras representa todo lo
contrario de Bush? ¿De veras Obama es el antiimperialista que esperan en
Europa? ¿De veras Obama es el candidato que como presidente va a hundir
al imperialismo norteamericano?
Los estadunidenses no quieren pensar sino que exigen respuestas de
corto plazo. Y no las hay. Obama es el candidato que le tocó la suerte de estar
en el momento adecuado. Pero ya ha dejado ver que las cosas no van a
cambiar: el secretario de Estado, el secretario del Tesoro y el director de la
138
CIA estarán en la lógica del stablishment dominante. Por tanto Obama estaría
mandando el mensaje de que no sería bueno que esperaran mucho de él.
Al final Obama como senador aprobó las iniciativas de Bush. Y no
sólo por conclusión propia sino porque el stablishment tiene sus propias
reglas del juego.
Los EU han entrado en una zona de incertidumbre. El primer aviso de
un presidente de piel afroamericana fue del novelista Irving Wallace, quien
en 1964 publico el best seller titulado El hombre, la historia de un senador
negro en los EU que llega a la presidencia de los EU por la muerte del
presidente y el vicepresidente. Pero ya en el poder se encuentra atrapado en
conflictos de los grupos racistas, de los negros radicales y del aparato de
poder de Washington. La novela de Wallace hace un buen esfuerzo analítico
y su conclusión no es positiva: no importa tanto el perfil racial de los
presidentes, sino el control del poder por grupos de presión.
De ahí que lo importante de la elección del martes 4 no sea si va a
ganar Obama o McCain sino qué sociedad va a surgir del voto de una
sociedad pasmada por la crisis y el agobio político.
Pues he aquí que las crónicas del poder suelen satisfacer las pasiones
del largo plazo pero no logran explicar la historia de lo inmediato. Barack
Obama pasó a la historia como el primer negro que llego a la presidencia de
los Estados Unidos. Y que lo hizo sobre el repudio contra George W. Bush.
Y que todo se medirá conforme a los únicos resultados que suelen importar
a los estadunidenses: los que fijan la popularidad de un presidente y los que
marcan la posibilidad de la reelección.
Y es la sociedad norteamericana la escurridiza. Con la habilidad de
haber escogido a un hombre de color para la presidencia buscó la expiación
de culpas por haber votado dos veces a Bush y haber caído en el garlito del
miedo, de sus propias pasiones, del temor al monstruo del radicalismo
musulmán que afectaba su modo de vida. Y la misma sociedad que miró con
pasividad a Bush era la misma que saludó cálidamente a Obama.
El problema en los EU es la falta de crítica. La sociedad progresista
parece haberse conformado con el color de la piel de Obama sin racionalizar
el hecho de que el sistema político es consustancial del sistema económico
de explotación, del sistema militar de dominación y del sistema social de
expoliación internacional. La crítica intelectual actual fue mediocre. No la
hubo contra Bush. Y nadie se atrevió a contextualizar a Obama en el
escenario de la reconstrucción del mismo capitalismo de siempre.
Por eso es necesario acudir a los que faltan. En 1966, cuando los EU
se enfilaban hacia el gran colapso de 1968, la escritora Susan Sontag
139 respondió una encuesta de la revista Partisan Review sobre el momento de
los EU. Y ahí fijo una tesis que sigue siendo válida y que podría ser punto
de partida para analizar el fenómeno Obama:
“Todo lo que se siente acerca de este país (los EU) está, o debería
estar, condicionado por la percepción del poder norteamericano: de los
Estados Unidos como el archiimperio del planeta, que retiene en sus
manazas de King Kong el futuro tanto biológico como histórico del
hombre”.
Y daba sus tres perfiles de los EU
“Los Estados Unidos se fundaron a partir de un genocidio”.
“Los Estados Unidos no sólo tuvieron el sistema de esclavitud más
brutal de los tiempos modernos sino también un sistema jurídico único que
no reconocía, en un solo sentido, que los esclavos eran personas”.
“Los Estados Unidos se formaron como país –por contraposición a la
colonia– gracias principalmente al excedente de pobres de Europa, reforzado
por el pequeño grupo de los que sólo estaban Europamüde, cansados de
Europa”.
En la figura de Obama se impuso la imagen por sobre la realidad.
¿Bastará el color de la piel para resolver las contradicciones del imperio?
Obama va a retirar las tropas de Irak –ya lo había decidido Bush, por lo
demás– en medio de la euforia de la gente.
Pero a ver, a ver.
¿Va a retirar las tropas o va a cambiar la estrategia de seguridad
nacional de los EU hacia el medio oriente? Porque Bush atacó a Irak por una
pasión enfermiza propia y de su padre pero también con el objetivo de
arrinconar a los terroristas en su territorio y para crear las condiciones de
una democracia impuesta. Obama no ha redefinido la estrategia terrorista ni
ha dicho si va a continuar con la estrategia imperial de imponer la
democracia a la norteamericana en sociedades ajenas a esa tradición.
Obama anunció el cierre de la cárcel de Guantánamo por las torturas
a prisioneros. Bueno, dicen que cuando le avisaron a Bush de esa decisión,
el aún presidente sólo dijo: “qué bueno porque yo llevo dos años tratando de
cerrarla y no puedo”. Obama no ha explicado qué es para él Guantánamo:
¿la queja ciudadana por torturas a algunos prisioneros o la decisión del
presidente Bush de poner la seguridad por encima de las garantías civiles…
y, sorpresa, con el apoyo del Congreso al que, otra sorpresa, pertenecía
Obama? Hasta ahora sólo es el tema de la tortura. Por tanto, va a continuar
la política de seguridad violando derechos civiles.
140
Sontag, Norman Mailer, Tom Wolfe y algunos otros, aquéllos que se
comprometieron personalmente contra la guerra de Vietnam y participaron
en actividades callejeras contra Johnson y Nixon, fueron al fondo de la
crítica. Los EU eran imperialistas. Con la violación de leyes y códigos,
Sontag por ejemplo realizó en junio de 1968 un viaje a Hanoi la capital del
comunismo vietnamita y escribió sobre ello para demostrar que ahí había
una guerra imperialista.
Obvio: Saddam Hussein, el carnicero, no es el Tío Ho Chi Minh que
enarbolaba la bandera de la independencia. Pero de todos modos los
intelectuales pasaron al activismo. Ahí están las grandes crónicas de Mailer
sobre las marchas al Pentágono para quemar públicamente las tarjetas de
reclutamiento de jóvenes. Y a unos pasos rodeando el Lincoln Memorial en
uno de los extremos del The Mall, están los museos de la guerra de Corea, la
primera guerra imperialista de la guerra fría capitalismo-socialismo, y del
otro lado del pequeño lago se yergue el muro de los 58 mil muertos en
Vietnam.
Ahí estaba la esencia de los EU que va a gobernar Obama.
Y ahí estaba la herencia de Bush, de los Bush, del Clinton que
bombardeó Afganistán para distraer la atención de sus encuentros sexuales
con Mónica Lewinsky en una cocina al lado de la Oficina Oval, del Clinton
que no entendió el bombazo en el estacionamiento del World Trade Center
en 1993 y a cuya pasividad y frivolidad se debió el ataque que destruyó el
WTC ocho años después.
Obama aparece como un político pragmático, astuto, molusco. Carece
de conciencia histórica: llegó a territorio de los EU en 1983, sin participar en
las luchas por los derechos civiles. Y su tarea fue estudiar, prepararse,
escalar la estructura de poder tradicional. Como senador alentó programas
de atención a la pobreza de las minorías de color en Chicago, pero sin
convertirlas en conciencia histórica.
Los discursos de Obama no se localizan en el escenario del conflicto
racial. Más bien buscan superar el tema sin resolver las contradicciones
históricas y de comprensión. Lo malo es que el racismo en los EU no se va a
resolver con retórica sino atendiendo las contradicciones morales.
El tema va más allá: ¿a quién le confiaría usted una cirugía de vida o
muerte de un familiar cercano, un hijo, por ejemplo? ¿A un doctor blanco o
a un doctor negro? El asunto es complicado; la respuesta podría ser sencilla:
en peligro de muerte, muchos contestan que a un doctor blanco. La razón; el
doctor negro puede ser eficaz, pero pudo haber sido beneficiario de ascensos
en función de su condición de minoría. En cambio, los doctores blancos
logran sus ascensos en función de una competencia de habilidades.
141 Así se las gasta el racismo. No fue sólo el discurso de Lincoln en
1863 de que todos “nacimos iguales”, sino la corrección de los grupos
racistas bajo la connotación de las Leyes de Jim Crowe: si, iguales, pero
separados. Así nació en los EU la segregación racial. El The Washington
Post publicó un par de días antes de la toma de posesión una foto: una
tubería bajaba del techo y se desviaba hacia los dos lados: de uno, una pared
blanca con un bebedero de agua limpio, sobre una pared blanca, en perfecto
estado; la otra tubería iba al otro lado, a un bebedero sucio, en mal estado,
pequeño. Cada bebedero tenía un letrero: Blancos, de Color.
Lo paradójico es que Obama ganó con el voto de la crisis de
conciencia del racismo en un país que se fundó sobre el exterminio de
minorías raciales y la esclavitud, pero su meta prefijada está lejos de los
temas del color de la piel. El día antes de su toma de posesión, Obama
publicó un sustancial ensayo en el periódico The Washington Times,
considerado como el vocero de la derecha, para convocar a darle la vuelta a
la página del racismo.
Pero el tema está presente. Cierto que las relaciones interraciales que
fueron condenadas en los sesentas son hoy cosa común, pero de todos
modos sigue la esperanza de ajustar cuentas con la historia. La única
conciencia histórica de Obama es su nacimiento producto de una pareja
interracial que al comienzos de los sesenta no hubiera podido vivir en los
EU. Pero no hubo en esa relación más conflicto que los desencuentros de
parejas. Su madre, blanca, se divorció de su padre keniano, luego llegó su
nuevo matrimonio con un indonesio y algunos años en ese país.
Como hombre de color, Obama destacó por su inteligencia en la
Universidad de Harvard. Su desapego de la conciencia histórica del racismo
lo hizo ponerse otros objetivos. Ahora llega con el voto de la comunidad
afroamericana casi como venganza histórica, pero su papel no va a ser una
nueva guerra civil sino la reconstrucción del capitalismo. Por eso se espera
cuando menos un poco de más sensibilidad de Obama con respecto a las
minorías. Pero su propuesta de reforma migratoria no servirá para terminar
con el racismo sino para darle mayor dinamismo al capitalismo con la mano
de obra hasta ahora explotada.
Obama será, pues, el encargado de una minoría con la tarea de
reconstruir la viabilidad del sistema capitalista de la mayoría. Buscará crear
empleos, ampliará la cobertura de la seguridad social y abrirá los esquemas
educativos. Pero la carga moral del racismo seguirá latente en los sectores
que persiguen a los indocumentados, en el problema de la migración ilegal,
en las leyes aprobadas para castigar la ilegalidad. Pero todo ello lleva una
carga racista.
142
¿Son los Estados Unidos un imperio o una metáfora? Mailer se
encargó de desentrañar los misterios de los orígenes históricos. Sontag los
criticó. Wolfe se burló de ellos. Los jóvenes contra la lucha de Vietnam
fueron aguerridos no tanto por la guerra en sí sino porque habían sido
llamados a filas. ¿Qué hubiera pasado con la protesta juvenil, de Berkeley al
Pentágono, sin las tarjetas de reclutamiento?
Irak molesta a un sector que se sintió engañado por la mentira de las
armas de destrucción masiva pero que aceptan el derrocamiento de Hussein.
Es decir, el problema no es de crítica al imperio sino de calendario y
legitimidad: una nueva negativa de Obama y dos semanas más hubieran
llevado a la ONU a autorizar la invasión de los EU. Guantánamo no molesta
por la violación de las garantías civiles sino por la tortura.
No hay, pues, un examen crítico del imperialismo. Bush logró tocar
uno de los resortes que otros presidentes también utilizaron: el miedo. La
guerra fría fue la guerra del miedo. Corea y Vietnam fueron el miedo al
comunismo en el mundo. McCarthy y su macartismo fueron avalados por la
mayoría silenciosa a la que apeló Nixon para terminar con la guerra de
Vietnam. Reagan exacerbó el miedo para reventar a la Unión Soviética con
presupuestos militares que los soviéticos no pudieron equiparar. Carter se
negó a usar el miedo y por eso le faltaron el respeto a los EU con los rehenes
en la embajada de los EU en Irán durante más de un año.
Bush encontró en el miedo su posibilidad de respuesta. Le achacan
todo pero los ataques del 11 de septiembre fueron posibles por la frivolidad
de Clinton: no analizó estratégicamente el bombazo en el WTC de 1993, el
primer gran ataque terrorista dentro de los EU: el aparato de inteligencia y
seguridad nacional se desarticuló, Clinton quería ofrecerse como el
presidente bueno.
Bin Laden no fue caracterizado como enemigo y no se le persiguió. Y
Bin Laden preparó los atentados del 9/11 dentro de los EU.
Bush se rodeó de una estructura conservadora. Y le presentó al
pueblo norteamericano el miedo. Y el pueblo tuvo miedo. Y votaron por
Bush. Y le aprobaron sus leyes. Y le permitieron violar las garantías civiles.
Y la prensa cayó en el garlito y no hizo las preguntas difíciles ni investigó la
realidad. En Vietnam, la prensa comenzó con la duda: los corresponsales
operaron por su cuenta para tratar de confirmar los boletines oficiales y se
encontraron con una guerra incomprensible. Luego vino la crítica. Y
después el reclamo: ¿de qué lado están?, les criticó el gobierno de Johnson.
Y la prensa se convirtió en el espacio de acoso pacifista.
Hoy la prensa carece de sentido crítico. En Irak no fueron a reportar
una guerra sino a hacer la crónica del invasor: los reporteros trabajan dentro
del aparato militar, sólo participan dentro de los vehículos militares de los
143 EU. Al modelo se le llama embedded, empotrados. Pero no tienen una
perspectiva crítica de lo ocurrido. Y como los jóvenes ya no son llamados a
filas porque Bush inventó el modelo de la subcontratación de empresas de
seguridad que proveen los soldados y a otros se les facilita la legalización si
van a luchar a Irak, entonces en los EU no hay crítica social. Y no hay
conciencia crítica.
Por eso Obama no tendrá muchos problemas para gobernar. Sus
decisiones marcarán cierto consenso social. Pero no se sabe aún qué va a
hacer con el terrorismo o con las guerras o con el expansionismo de Rusia
en una nueva fase de la guerra fría o con los radicalismos populistas o, sobre
todo, con la consolidación nuclear de Corea del Norte e Irán. La estructura
militar de los EU no va a permitir desequilibrios nucleares, sobre todo por
naciones que podrían usar esas armas para sus agendas locales. Y sigue el
terrorismo: Bombay fue la bienvenida a Obama. Y la crisis en la Franja de
Gaza recordó la vigencia eterna de la crisis árabe-israelí.
Es decir: la crisis de los EU en realidad no es moral sino de viabilidad
del imperio. La moral en los EU podría ser la misma que en el México de El
Alazán Tostado: un árbol que da moras. Un gobierno moral significaría la
destrucción de los EU.
Pues entonces habrá que esperar que Obama responda a la pregunta
clave: ¿los EU son un imperio o una metáfora?
El ascenso de Obama fue la suma de todas las crisis de conciencias
morales de los estadunidenses.
Se lo escribió Mailer a la señora Kennedy el 3 de noviembre de 1960:
“no estoy de acuerdo con su marido respecto a Cuba (y vendrían luego
Bahía de Cochinos y la crisis de los misiles). Creo que se dispone a cometer
un grave error, pero votaré por él de todas formas”. Luego Mailer escribiría
su arrepentimiento: “la noche en que Kennedy fue elegido experimenté una
sensación de espanto, como si hubiera cometido un grave error, como si de
un modo u otro hubiera traicionado a la izquierda y a mi mismo”.
Ahí es donde los Estados Unidos se convierten en una metáfora de lo
que todos quieren ser haber sido pero no pudieron serlo. Al final, Obama
tendrá que ser el presidente del imperio, porque su mundo de metáforas nada
tiene que ver con el uso descarnado del poder. A menos que quiera repetir el
papel de Carter: la moral lo reivindicó con su alma pero le hizo perder la
reelección. Obama tendrá que decidir entre su moral o la reelección. Y no
hay mucho riesgo en la apuesta: a la reelección.
Al final debe quedar la afirmación de Susan Sontag, por encima de
las pasiones y los sentimientos: “Todo lo que se siente acerca de este país
(los EU) está, o debiera estar, condicionado por la percepción del poder
144
norteamericano”. Porque al final de cuentas Obama es presidente de la
nación más poderosa del mundo, la que se encuentra en crisis, la que
reafirmó en el discurso de toma de posesión la hegemonía del mundo y la
que quiere seguir siendo imperio.
TERCERA PARTE
La elección del Presidente Barack Obama se convirtió en un hecho
histórico, por primera vez un país que se forjó sobre la esclavitud de los
negros y la segregación de personas de color, será gobernado por un
Presidente afroamericano, hijo de un mulato de Kenia y una mujer blanca de
Kansas City en Estados Unidos.
Pero hay otro punto relevante, Obama asume el poder de una nación
cuya crisis ha llevado al mundo a una grave recesión con millones de
desempleados y el peligro latente de una depresión como la de los años
treinta.
La importancia del gobierno de Obama no debe ser ajena en México;
seguridad, terrorismo, petróleo, migración y crisis económica son algunos de
los temas de la agenda bilateral.
En este contexto, presentamos cinco programas sobre la importancia
para México, de la elección de Obama, la herencia de Bush y las relaciones
bilaterales.
Durante 20 días un equipo se desplazó a Nueva York y Washington
D.C. para realizar esta serie de programas especialmente para la Comisión
de Radio y Televisión del Estado de Tabasco con la producción The Factory
Television, esperamos que sea de su interés.
Cambio y esperanza
Dos de las palabras que fueron muy reiterativas en la campaña
electoral en los Estados Unidos fueron “el cambio” y “la esperanza”, pero
bueno, normalmente en cada elección presidencial el candidato que viene de
la oposición habla de que es el candidato del cambio y que es el candidato
de la esperanza.
El candidato Barack Obama acuñó dos frases: El nuevo cambio y la
nueva esperanza, la reiteración de lo mismo, sin embargo, los
norteamericanos estaban comprometidos ya con el cambio, se hartaron de
145 ocho años de gobierno de Bush, pero hay que tomar en cuenta que son los
mismos que votaron dos veces por Presidente Bush en el 2000 en su primera
votación y en la reelección del 2004, por tanto, la responsabilidad tiene que
ser compartida y es una responsabilidad histórica. El candidato republicano
John McCain no pudo definir el voto por el cambio venía desde luego del
partido republicano y traía puestas toda la carga negativa del Presidente
Bush cuya popularidad, el día de las elecciones, andaba por 25% la más baja
que ha tenido algún Presidente en funciones en toda la historia.
Por tanto McCain tuvo que luchar contra si mismo, contra su
campaña, contra el conservadurismo de su partido y frente a lo que
representaba como cambio y esperanza la figura de Barack Obama.
El partido demócrata pudo apostarle con mucha astucia y mucha
inteligencia porque la candidatura la nominación o la posible nominación de
Hillary Clinton no podía reflejar la imagen del cambio de la esperanza, ella
representaba todos los intereses del complejo militar industrial que
dominaba los Estados Unidos y que dominaron durante los ocho años de
gestión de su esposo Bill Clinton.
Barack Obama sí lo pudo hacer; logró encabezar la posibilidad del
cambio y de la esperanza, sin embargo, muy pronto se dará cuenta de que las
cosas no serán fáciles. Fue aquella crítica que le hizo Hillary Clinton de que
no es lo mismo hacer discursos poéticos que gobernar en prosa, la hora de la
prosa llegó para Barack Obama: estamos viendo que con su equipo y con su
gabinete no ha podido definir la perspectiva del cambio, por tanto la primera
gran crisis que enfrentara Barack Obama en la presidencia no será la
económica, no será la política exterior ni un ataque terrorista, alguna
posición norteamericana, sino será la crisis de expectativas, fue demasiada la
expectativa de cambio y desperanza que a la hora de la realización se dará
cuenta de que la condición imperial de los Estados Unidos no está dada para
el cambio y la esperanza en otros países sino para el dominio hegemónico de
los norteamericanos.
BUSH, la peor pesadilla de sí mismos
Uno de los temas que de muchas maneras quedará marcado en las
conciencias de los norteamericanos es George Bush, todos los periódicos la
víspera de la toma de posesión de Barack Obama lanzaron una especie de
suspiro; finalmente se iba George Bush.
¿Qué era George Bush? ¿Qué fue? ¿Fue realmente el demonio? ¿Fue
en verdad el malo de la película? O como muchos analistas con demasiado
sentido autocrítico lo están diciendo, George Bush fue la pesadilla misma de
146
los propios norteamericanos. Hay que recordar que Bush tuvo ocho años en
la presidencia, dos elecciones –una muy irregular– la otra también con
bastantes indicios de fraude electoral, sin embargo las instituciones que
consolidaron la presencia de George Bush en la presidencia de los Estados
Unidos, dicen que George Bush fue la crisis moral de los Estados Unidos.
Bueno, es algo poco explicable, es algo de poca profundidad. George Bush
fue el Presidente del Imperio, el Presidente del Imperio que tiene que hacer
la guerra para mantener todas sus coordinadas de dominación hegemónica,
Barack Obama va a ser el Presidente del ejército norteamericano y de los
Estados Unidos que desarrollaron y desataron la guerra en Corea, la guerra
fría contra la Unión Soviética, la guerra de Vietnam, invasiones en países de
América Latina, las torturas en Guantánamo, el derrocamiento de gobiernos,
la política exterior y militar basada en la búsqueda del petróleo; así pues no
hay que sorprenderse del papel de George Bush. Pero claro, como siempre
ocurre, los norteamericanos se quedan, los políticos y los Presidentes se van
y ahora George Bush quiere aparecerse como el malo de la película. Pero
hay que tomar en cuenta, George Bush es algo así como el lado oscuro de la
conciencia de los norteamericanos, hay en el fondo también el sentimiento
de que el american way of life, el sistema de vida norteamericano, requiere
de lo que hizo George Bush: invadir, mentir. No hay que perder de vista que
Bill Clinton también fue un Presidente que le mintió al pueblo, que le mintió
al Congreso y que le mintió a las autoridades en el caso de Mónica
Lewinsky.
Hay una crisis económica que se culpa a Bush y bueno, desde luego
ciertas decisiones de política económica, fallas en la política fiscal, pero al
final de cuentas esa crisis económica y esta disminución del superávit
presupuestal fue el que financió la guerra de Irak, y hay que tomar en cuenta
que el Congreso norteamericano aprobó la guerra de Bush en Irak y en el
Congreso norteamericano estaba, entre otras cosas, John Biden, el actual
vicepresidente y estaba también la señora Hillary Clinton como senadora, y
ellos votaron a favor de la guerra. Por tanto, yo creo que esta elección –lo he
comentado con algunos comentaristas y analistas norteamericanos– es algo
así como estas actitudes morales que tienen los grandes pueblos que han
cometido errores de sí mismos para limpiar sus culpas y endosárselas a
otros, ahora vendrá lo que es lógico, lo que es muy común en estas cosas y
es la ley de las consecuencias imprevisibles; el Presidente Bush al salir
tendrá que cargar pues con toda esta carga, con todo este fardo de sus
propios errores, pero también del propio pueblo norteamericano; el propio
pueblo norteamericano que ha elegido a Obama, él también tendrá que
asumir parte de sus propias culpas.
147 Racismo
Uno de los temas que estuvo presente, medio escondido pero presente
al fin durante la campaña presidencial de Obama y McCain fue el tema
racial, nos encontramos a mis espaldas el Teatro de la Ford, en donde fue
asesinado el Presidente Lincoln como parte de esta lucha en contra de la
esclavitud y en contra de la lucha racial. De todos modos el tema estuvo
presente y Obama, como candidato, fue muy cuidadoso con un discurso en
desactivar la bomba de lo que era la presencia de las minorías. Sin embargo,
el tema nunca se alejó del temor, sobre todo del partido demócrata el día de
las elecciones el 4 de noviembre todos esperaban el efecto Bradley, este
término Bradley es un término político que señala lo que ocurrió allá por los
70’s en California cuando un candidato de color –Tom Bradley
afroamericano– fue candidato a la gubernatura y no pudo ganar a pesar de ir
encabezando todas las encuestas con el voto adelantado. El efecto Bradley
es cuando el día de la votación mucha gente cambió el voto porque tenían
miedo de votar por un candidato afroamericano, esto es un poco de lo que
ocurrió el 4 de noviembre hacia las 6 de la tarde cuando comenzaban a darse
los primeros resultados hubo gente que esperaba el efecto Bradley, es decir
que el temor racial fuera a condicionar el resultado electoral, de todos
modos ganó Obama.
Hay una conciencia histórica que tiene que ver con el color de la piel,
en el caso de Obama es muy difícil; él nació –como ya se ha comentado
aquí– en Hawai de madre blanca de Kansas, que salió de los Estados Unidos
y se fue a vivir a Hawai y de ahí se casó con un Keniano, y todo el origen
histórico, toda la conciencia histórica de Obama vendría de la parte africana,
pero no de la represión de los derechos civiles; aquí en los Estados Unidos
es un tema que todavía sigue siendo muy latente.
Dos personalidades han estado conjuntamente con Obama en estos
días de las elecciones y de las fechas previas a la toma de posesión: el
Presidente Abraham Lincoln y el doctor Martin Luther King.
Y que era la historia que algunas fechas se relacionan, el día 19 de
enero fue aquí día feriado por el nacimiento del doctor Martin Luther King,
que es una fecha histórica de descanso obligatoria de los pocos que hay en
los Estados Unidos, el día 20 tomó posesión el Presidente Obama y estuvo
desde el domingo 18, lunes 19 y martes 20, debida a la fiesta de las
comunidades afroamericanas. Pero bueno, habrá que esperar; no se percibe
una definición de política afroamericana del Presidente Obama. Ya dijo él
que va a ser el Presidente de todos los estadounidenses sin tomar en cuenta
el color de la piel.
148
La crisis económica
No, la verdad no fue Irak el voto que decidió la victoria de Barack
Obama, fue la crisis económica de acuerdo a las encuestas que venían
haciéndose prácticamente todos los días. Hacia mediados de septiembre
John McCain mantenía una ventaja de tres puntos porcentuales arriba de
Obama, el 15 de septiembre estalla la gran crisis económica, el colapso
económico, los bancos, etc. Y se da la voltereta, hacia el 31 de septiembre
Obama había dado cuando menos el giro espectacular, tres puntos arriba de
John McCain y ya no pudo John McCain recuperar lo perdido; fue pues la
crisis económica.
Una crisis económica que muchos dijeron que estaba a punto de
ocurrir pero que las autoridades nunca le concedieron la importancia. Hace
poco al prestigiado economista Jem Hatbrey –hijo del brillante economista
John Kennedy Hatbrey– le preguntaron cuántos economistas hábiles había
en el país, dijo que pudo haber habido unos 15 mil; de esos cuántos estaban
atentos a la crisis económica, dijo que unos mil y de esos cuántos realmente
habían advertido la crisis económica, él dijo no más de 10.
La pregunta siguiente fue ¿y les hicieron caso? No nadie les hizo
caso.
La crisis, por ejemplo de las hipotecas, comenzó a estallar no en
septiembre de 2008, sino desde el 2006; inclusive desde el 2005 se venía
advirtiendo que el precio de las viviendas estaba cayendo por abajo del
margen de maniobra o de sobrevivencia de las hipotecas, así mismo las
hipotecas, las famosas subprime, fueron entregadas al por mayor. No
buscaba una seguridad en la recuperación porque le apostaron a un juego
especulativo, como el precio de las viviendas estaba subiendo, por tanto el
valor de la hipoteca estaba por abajo aunque el dueño de la hipoteca no la
pudiera pagar, le quitaban la casa y esa casa la podían vender a precios
mucho más caros, cuando el precio de las hipotecas fue mayor que el precio
de la vivienda en ese momento estalló el crack y de todos modos también
votó la pobreza.
Hay que tomar en cuenta que los sectores afroamericanos han sido los
más castigados por la crisis económica, en las últimas fiestas de fin de año,
allá en diciembre, los centros comerciales estaban llenos de gente, pero con
un dato muy significativo y muy revelador: no llevaban bolsas de compras,
la gente iba a sólo a ver, iba a pasear, pero no hubo compras.
149 Las Grandes tiendas comerciales, por ejemplo las tiendas de marca de
la 5ª avenida de Nueva York, tenían ofertas de rebaja hasta de 80% para
poder vender. Hay el dato que viene en muchas de las revistas de actores
aquí en los Estados Unidos, que dice que los propios actores que son los que
han mantenido el reino de la moda, han tenido que salir de compras después
de las fiestas de fin de año para aprovechar las ofertas, el desempleo es
brutal y ese desempleo va a ser el reto más significativo del Presidente
Barack Obama no Irak, sino la crisis económica.
Primer Presidente Afroamericano
Aunque hubo durante la campaña una serie de pronunciamientos para
evitar que el tema surgiera como punto conflictivo, sin duda el racismo
subyace en la sociedad norteamericana, no es sólo el hecho de que un
Presidente afroamericano de piel negra haya llegado a la presidencia de la
nación, sino el hecho de que el sustento del racismo sigue prevaleciendo en
una nación que ha sido dominada por la fuerza de la mayoría blanca.
El caso lo tenemos muy cercano los mexicanos, todos los
indocumentados mexicanos que cruzan la frontera y muchos de ellos de
otras partes de América Latina y del sur del continente, han de pasar por las
persecuciones, por la marginación y sobre todo, por la sobreexplotación,
este tipo de racismo se va a multiplicar en términos del color de la piel por el
origen afroamericano. Con mucho sentido político Barack Obama ha tratado
de disminuir el efecto y el potencial explosivo del racismo por el color de la
piel.
“Yo tuve un sueño”
Uno de los temas fundamentales de esta elección presidencial en los
Estados Unidos, y desde luego del próximo gobierno, es el color de la piel
del candidato triunfador Barack Obama; es el primer Presidente de origen
afroamericano y de color negro en la piel que llega a la presidencia de la
nación de una república totalmente poderosa, que estuvo fundamentada
sobre todo en la segregación y en la esclavitud.
El tema viene desde la misma revolución americana y tiene que ver
también con las posibilidades de avance político y de luchas sociales y
raciales aquí mismo en los Estados Unidos. Hay que recordar que de la
revolución de 1779 a aquel discurso de Gettysburg del Presidente Abraham
150
Lincoln en plena guerra civil, que definió en un párrafo que todos los
hombres son nacidos iguales. Cabe la pena recordar aquel famosísimo
discurso de Gettysburg cuando menos en su primer párrafo, dice así: “Hace
ocho décadas y siete años nuestros padres decidieron nacer en este
continente, una nueva nación concebida en la libertad y consagrado
principio de que todas fas personas son creadas iguales” a partir del criterio
de que todas las personas son creadas iguales se desató lo que fue la segunda
fase de las luchas raciales en los Estados Unidos.
La primera fue la de la Guerra Civil dos años después de lo que
fueron las declaraciones de Gettysburg de Abraham Lincoln, se
establecieron en el país las famosas leyes de Jim Crowe; fueron leyes que
fundamentaron la segregación bajo el principio que en efecto todas las
personas, todos los ciudadanos que hayan nacido iguales pero separados, y
entonces establece la separación de hombres de color con los hombres
blancos. Hay que recordar aquellas películas en donde se decía se prohíbe la
entrada a negros, mexicanos y perros en muchos de los restaurantes, la gran
lucha de Rosa Parks en los autobuses cuando se negó a levantarse de una
zona que le correspondía a los blancos, se convirtió en una bandera de la
lucha racial en los Estados Unidos.
En este sentido vale la pena recordar el significado político, el hecho
histórico de que el primer Presidente de color, el primer Presidente negro –
hay que decirlo aquí en los Estados Unidos– va a marcar un punto histórico
y va a marcar una inflexión histórica en lo que tiene que ver con el
desarrollo social de los Estados Unidos. Aquí las cosas son con muchas
referencias de fechas cien años después del discurso de Gettysburg llegó a
esta misma zona en esta plaza conocida como el mall en Washington D.C.
El gran líder social, el gran líder político Martín Luther King, para luchar en
una gran marcha con todos los sectores de los Estados Unidos, sobre todo de
color, para luchar por la libertad y por el trabajo fue la primera gran marcha
de negros en la lucha por lo que fueron los derechos civiles el
reconocimiento de los derechos civiles y constitucionales para los negros, y
queda pues para la historia que aquel famoso discurso de Martín Luther
King “ yo tuve un sueño” quedó grabado aquí al pie de lo que es el Lincoln
Memorial en una parte de la escalinata que dice: “Yo tuve un sueño, Martín
Luther King, Washington agosto 28 de 1963”. La historia sigue, el hecho
histórico que por primera vez en la historia de los Estados Unidos un
Presidente de color, un Presidente negro va a tomar posesión de la Casa
Blanca.
151 Migración
¿De quién es el problema de la migración?, ¿de los países de América
Latina y de otras partes del mundo que no pueden retener a sus trabajadores y
que no pueden ofrecerles empleo?, ¿de los Estados Unidos que permiten que
ingresen ilegalmente los esconden y les ofrecen trabajos mal pagados?, pero al
final de cuentas trabajos con dólares que permiten a los ilegales enviar dinero
a sus familias a sus lugares de origen… de quién es el problema.
El problema de la economía es el desarrollo, sin embargo, aquí en los
Estados Unidos, desde la época de Bush se ha tratado de articular lo que
sería el problema de la migración con el temor del terrorismo; prácticamente
en políticas de estado hay una vinculación directa para decir que la
migración está escondiendo también el problema del terrorismo.
En la campaña presidencial pasada el candidato republicano John
McCain era el único que presentó de manera coherente un programa de
atención a migrantes, el candidato demócrata Barack Obama nunca le otorgó
ningún interés al tema de la migración, inclusive John McCain organizó una
visita a México para demostrar que bajo su presidencia –en caso de ganar las
elecciones– le iba a dar prioridad al tema de la migración, sin embargo el
voto de los migrantes y de todos los mexicanos fue a favor de Barack
Obama, el candidato que no presentó, repito, ninguna propuesta específica
en materia migratoria.
Ahí esta uno de los principales obstáculos que va a enfrentar el
Presidente Obama, su prioridad interna en materia económica no pasa desde
luego por la actividad que beneficia a los migrantes. Hacia finales del
gobierno del Presidente Bush, hubo redadas de migrantes por parte de la
política antiterrorismo y el Presidente Obama no ha definido ningún interés
para suspender esas redadas.
Los migrantes también van a ser las primeras víctimas de la crisis
económica porque la pérdida de empleos afecta básicamente y
fundamentalmente a las áreas productivas que tiene que ver con la
migración o que le dan la mano de obra a la migración, así pues la
expectativa de los migrantes que se despertó mucho bajo la figura de Barack
Obama por su origen afroamericano, no va a encontrar en el corto plazo –de
acuerdo a varios expertos con los que hemos comentado el asunto– ninguna
decisión de corto plazo; la prioridad va a ser reactivar la economía y
reactivando la economía quizá lo que se pueda lograr para ampliar la
152
apertura de empleo a las comunidades de los afectados por la migración, de
ahí pues que el tema migratorio que ha conjuntado inclusive en Washington
durante la toma de posesión de Obama, muchos sectores y representantes de
grupos de migrantes salieron decepcionados porque no encontraron una
respuesta y menos aun un compromiso muy concreto por parte del gobierno
de Obama a favor de una política migratoria. Así pues el problema seguirá
creciendo y entonces habrá que llegar a la conclusión que el problema de la
migración de los Estados Unidos no es de Estados Unidos, sino va a ser de
los países que aportan mano de obra a la que no pueden darle trabajo.
El porvenir
¿Qué puede esperar México de la presidencia de Barack Obama?
Pues después de recorrer algunas oficinas, de hablar con varios especialistas
y de observar con mucho cuidado y sentido analítico lo ocurrido en días
previos a la toma de posesión, no podemos ver nada novedoso, la reunión
del Presidente Obama con el Presidente Felipe Calderón fue un gesto
básicamente de cortesía con el vecino y con el aliado comercial. Sin
embargo la agenda de problemas bilaterales es mucho mayor: abarca
migración, comercio, narcotráfico, seguridad y terrorismo en América
Latina, geopolítica y energía, pero de todos estos temas podríamos adelantar
que la agenda bilateral de los Estados Unidos con México durante la
presidencia de Obama tendrá el olor a petróleo. La estrategia de Barack
Obama será buscar un acuerdo energético que le permita a los Estados
Unidos lograr un mayor apoyo por parte de México y Brasil como
aportadores de petróleo para el consumo norteamericano, y esto le permitirá
también a su vez a los Estados Unidos disminuir el flujo de petróleo el uso
de petróleo árabe y con ello, pues quitarle un poco de la potencialidad
conflictiva que tiene el Medio Oriente en la agenda norteamericana, ya no
tanto por el problema religioso y territorial –en este caso de palestinos e
israelíes– sino sobre todo por el tema del petróleo.
Hay que recordar que hasta el propio Bush tuvo que aceptar que la
invasión de los Estados Unidos a Irak fue para asegurar el suministro de
petróleo, por tanto, esta agenda energética, esta alianza energética de los
Estados Unidos con México, no pasará por los demás temas de la agenda
bilateral en el comercio; quizá haya una pequeña revisión de algunas partes
sin que implique una renegociación y Estados Unidos va a fijar en el tema
de seguridad y terrorismo la misma doctrina, hay que subrayarlo, la misma
doctrina de el gobierno de George Bush y finalmente en los Estados Unidos
han definido en el caso de Obama una línea importante de definición del
programa de gobierno.
153 Los Estados Unidos no están pensando en cómo ayudar a México, en
cómo ayudar a Brasil, no están pensando en Cuba, Venezuela en el caso de
América Latina, menos en Europa y por tanto tampoco en el Medio Oriente.
Los Estados Unidos quieren primero salvarse a sí mismos y superar
esta crisis económica y después, en todo caso, replantear su agenda, los
márgenes de maniobras de gobierno del Presidente Obama respecto a
México, pues serán muy reducidos y esto hay que tomarlo en cuenta para
que México no quede esperanzado como ocurrió durante el gobierno de
Bush, a que algunas soluciones van a venir de los Estados Unidos. México
debe definir su propia agenda de desarrollo interno y después –desde luego–
tratar de encontrar algún entendimiento, alguna forma de negociación de
esta agenda con los Estados Unidos, si los Estados Unidos se quieren salvar
solos, México debe definir su propio desarrollo y después buscar un acuerdo
de entendimiento mayor.
Barack Obama, un hecho histórico
La toma de posesión
Finalmente los hechos se han consumado, el Presidente Barack
Obama acaba de tomar posesión, acaba de jurar sobre la biblia un periodo –
el primero de ellos de cuatro años– sobre lo que serían las cenizas del
gobierno de Bush. Hace ocho años en su primera toma de posesión, Bush
comenzó su gobierno con lo que se llamarían los primeros Bushismos, es
decir esos tropiezos verbales, esos tropiezos de interpretaciones en sus
declaraciones que le llevaron a heredar una fama de torpeza; aquella primera
declaración en enero de 2001 decía: “Después de los ocho años de Bill
Clinton una larga pesadilla de paz y prosperidad ha terminado” quería
decir lo contrario, pero le salió al revés. Hoy se puede decir que una larga
pesadilla de guerra y de pobreza finalmente ha terminado, el Presidente
Barack Obama, logró conseguir la victoria electoral en función de los saldos
negativos del Presidente George Bush.
Su agenda será muy cargada pero sobre todo van a dominar tres
temas fundamentales: el racismo que no se puede ocultar, la economía que
se encuentra en una profunda crisis por desempleo y depresión, y sobre todo
la guerra. En cada uno de esos temas el Presidente Barack Obama ha tratado
de reflejar definiciones en su discurso de toma de posesión, un discurso
bastante sólido, muy bien escrito, muy poético, pero hay que repetir aquella
crítica que le hizo Hillary Clinton como candidato, Obama habla en poesía
pero el poder se ejerce en prosa, la prosa que se firma en las directrices de
154
inteligencia y de seguridad nacional. Vienen las grandes decisiones; Obama
se ha planteado una oportunidad de cien días en los que tendrá que dar
resultados, en esos cien días está incluida la agenda migratoria –no la que
desean los mexicanos o las minorías que se encuentran en este momentos
víctimas de redadas y de la crisis económica– pero al final de cuentas será
algún avance en cuanto a reforma migratoria.
El tema de racismo ha estado presente, hay una especie de ola de
satisfacción en este frío bastante pronunciado en Washington, el día de hoy
–la toma de posesión– estuvo el termómetro a 7 grados centígrados, con 5
grados adicionales por el aire y en medio de esta frialdad hallan gran calor
humano por parte de las minorías afroamericanas. Este es un sentido político
de mucha intensidad; ya las mayorías blancas no han podido con el paquete
de reconstruir el poderío y sobre todo la autoridad moral de los Estados
Unidos en el mundo y en la economía; eso es lo que está a debate, y ahora es
el momento de las minorías, estas minorías, sobre todo las que tienen que
ver con el origen afroamericano de Barack Obama, pero que al mismo
tiempo están planteando su propia oportunidad. Sin embargo, en medio de
este debate de que una minoría puede tener una solución para el problema de
los Estados Unidos, el asunto del racismo sigue vigente en la revista
“Atlantic” que se ha destacado por ser una revista de mucho contenido de
ideas y de mucho contenido intelectual, se pregunta a través de un ensayo si
no llegó el momento ya de que se terminó la América blanca, la América de
los blancos. De acuerdo con la tendencia demográfica las posibilidades de
dominio hegemónico de la raza blanca en los Estados Unidos no iban a
llegar mas allá del año 2060, a lo mejor estamos adelantando los tiempos
pero de todos modos hay una presencia muy activa de la comunidad
afroamericana y hay que destacar esta parte en la participación de las fiestas
de toma de posesión del Presidente Obama.
El tema de la guerra presente, el tema de la guerra bastante caliente
en la gente cuando tocó Obama la parte que tenía que ver con la política
exterior, aquí la gente se enardeció cuando dijo que iba a tratar a todos los
países como iguales; eso es muy importante pero al mismo tiempo lanzó la
amenaza de que no va a permitir que Estados Unidos no sea respetada, en
este punto es donde se está estableciendo pues cierto tipo de matiz que no
necesariamente tiene que ser una diferencia, una ruptura con lo que ha hecho
el Presidente Bush, y entonces los Estados Unidos van a comenzar a
entender la lógica política detrás de todas las locuras, de todas las
expresiones poco sensatas a veces del Presidente Bush, con todo y el poder
personal que tiene el Presidente de los Estados Unidos, de todos modos hay
155 una comunidad de intereses, una comunidad de inteligencia y seguridad
nacional y de defensa que son los que definen cuál es el rumbo de la política
militar y de la política de seguridad en la ciudad de los Estados Unidos.
A pesar de la luna de miel que tiene en el poder Barack Obama, no
fue muy bien recibido el hecho de que haya mantenido la Secretaría de la
Defensa, en el Departamento de Defensa a Robert Gates, es un militar, de
formación militar, no tiene grado militar pero fue director de la CIA, formó
parte de todo el equipo de inteligencia y seguridad nacional de Bush papá, y
también ahora de Bush hijo, a él le encargaron la tarea ya decidida por el
Presidente Bush de disminuir las tropas en Irak es decir de regresar a las
tropas de Irak a los Estados Unidos; una decisión que fue desde luego
reconfirmada por el Presidente Obama como Presidente electo, en este
sentido pues no hay una gran variación, quizá dejaron –dicen los expertos– a
Robert Gates para que se haga cargo de lo que él ya había comenzado, pero
de todos modos el problema de las tropas en Irak, no radica en el número y
en la presencia sino en la estrategia. Está ya, por ejemplo, en el caso de Irak,
está la sociedad de iraquíes suficientemente sólida en cuanto a instituciones
democráticas como para que no requiera ya la presencia de los Estados
Unidos. Esta pregunta es la que no ha encontrado respuesta en las diferentes
oficinas que tienen que ver con la política militar de los Estados Unidos, y
por otro lado el retiro de tropas de Estados Unidos en Irak va a provocar una
ruptura del precario equilibrio militar que se encontraba en el Medio
Oriente, sobre todo por este corredor muy importante de Afganistán, Irán,
Irak, en especial por esta relación que ha habido entre Irán y Afganistán y
sobre todo con los iraquíes de Saddam Hussein, ahí es donde el Presidente
Obama tendrá que ser no solamente muy astuto para no romper con los
precarios equilibrios en el Medio Oriente, y sí para poder tener cuando
menos una posibilidad de avanzar en las pláticas de paz.
El otro problema, el terrorismo, no hay de hecho ninguna
desarticulación formal o total de las agrupaciones terroristas, lo que está
sucediendo en la Franja de Gaza, por ejemplo, tiene como tema subyacente
el aspecto del terrorismo, grupos terroristas se han refugiado en la parte de la
Franja de Gaza los grupos de habas, hasta ahí llegaron de algún modo los
israelíes; estos temas son los que no han encontrado respuesta en las
primeras definiciones el Presidente Barack Obama, pero son definiciones
que tendrán que darse prácticamente sobre la realidad, así pues, racismo,
guerra, economía; tres de los temas fundamentales por lo demás Barack
Obama es un hombre pragmático, es un hombre de una formación muy
reciente en política pero también de una inteligencia sobresaliente, ha
156
podido sobrevivir en medio de lo que sería la jungla del poder aquí en
Washington con el poco tiempo que estuvo como senador y sobre todo pudo
convencer a los diferentes sectores conservadores y tradicionalistas del
partido demócrata para conseguir la candidatura presidencial.
Otro de los datos que fue sobresaliente en este ambiente de toma de
posesión de Barack Obama, fue el hecho de que quedará a cargo de una
nación profundamente dividida, dividida de por sí, dividida por la ideología
pero también dividida por las decisiones pocos sólidas, poco consensuadas
del Presidente George Bush, una de las decisiones que contribuyó a esta
división interna fue el hecho de violentar y de disminuir las garantías
constitucionales y las garantías sociales en esta lucha contra el terrorismo; se
violaron garantías individuales, se interceptan mensajes telefónicos, de la
internet no hay un control sobre los derechos constitucionales, esto ha
provocado que los Estados Unidos hayan regresado a la era de la barbarie de
las prisiones clandestinas, pero sobre todo de la tortura , una de las graves
críticas al Presidente Bush fue haber firmado una directiva para permitir la
tortura directa en contra de presuntos terroristas presos en algunas de las
prisiones.
Aquí hace una rato acaba de desfilar un grupo de activistas con trajes
disfrazados, como los trajes color naranja de los presos de Guantánamo, la
cabeza tapada como los presos de Guantánamo exigiendo al Presidente
Barack Obama que cumpla su compromiso que hizo como Presidente electo
de cerrar lo más pronto posible la prisión de Guantánamo. Este será un
problema estratégico muy grave; cerrar Guantánamo significaría también
disminuir las posibilidades de investigación y de interrogatorios de los
terroristas que han causado muchos estragos en los Estados Unidos.
Pero del otro lado se han encontrado que la estructura judicial de
defensa de las garantías individuales de los ciudadanos es un obstáculo para
la investigación de los actos terroristas, y desde luego son garantías que de
muchas maneras han sido invocadas por los propios terroristas. En este
contexto es en el que se encuentra la dificultad del Presidente Barack Obama
para encontrar algún mecanismo de conciliación interna no le ayudará,
desde luego, el resultado electoral; el país quedó dividido en cuanto al voto
popular, el voto delegado fue bastante holgado a favor de Barack Obama y
en contra de John McCain, pero el voto popular indica que hay un país a
favor de Obama, a favor de los republicanos, lo que viene entonces es una
gran tarea de reflexión pública y de reflexión política, dicen los analistas y
observadores que el Presidente Obama no puede aflojar las riendas en
157 cuanto a los temas que tiene que ver con la seguridad de los Estados Unidos
tipo terrorismo, pero que tendrá que buscar nuevas maneras de perseguir a
los propios terroristas.
No se perfilan muchas novedades, el dato, por ejemplo, de que
Obama va a aumentar las tropas en este momento –cerca de 40 mil en
Afganistán para perseguir a Osama Bin Laden– es un dato de que la lucha
contra el terrorismo va a tener que seguir y por lo tanto también las garantías
individuales no respetadas van a continuar cuando menos en lo que se van
desmantelando a los principales grupos terroristas, faltara también saber cuál
es la capacidad que tiene Obama para influir en los otros líderes mundiales
se encontrará un contexto internacional bastante marcado por la
polarización, hay nuevas regiones en el mundo que están estableciendo
espacios de hegemonía al margen de los intereses de los Estados Unidos,
hay una enorme preocupación aquí en los Estados Unidos de que Irán y
Corea realmente tengan la capacidad y la posibilidad de usar las armas
nucleares en contra de los Estados Unidos, en contra de sus vecinos o de
otros países; estas naciones con poder nuclear forman parte del área
prioritaria de inteligencia pero sobre todo de seguridad nacional de los
Estados Unidos, y está el caso también de Rusia que se ha recompuesto en
cuanto a poderío militar; pero sobre todo, que acaba de inaugurar con
Vladimir Putin una segunda guerra fría. China, otro de los puntos clave de la
hegemonía y de los intereses norteamericanos, ambos ya también
penetrando en el continente latinoamericano por el sur, a Estados Unidos no
le interesa absolutamente para nada Venezuela, si acaso la disminución de
flujo petrolero puede convertirse en una posibilidad también de buscar
fuentes alternas o proveedores alternos, hay una iniciativa para una agenda
energética de América Latina en la cuál forman parte fundamental Brasil y
México. Por tanto, Venezuela no es una prioridad, sin embargo sí la
penetración de Irak, sí la penetración de China, sí la penetración de Rusia en
el continente americano porque rompe el equilibrio de seguridad nacional.
La tarea pues de Barack Obama no es fácil, tendrá que lidiar con
problemas internos, el de la economía; está obligado a crear –algunos dicen
que 3 millones de empleos–· pero de acuerdo a los análisis de especialistas
esos 3 millones de empleos tendrán que ser en uno o dos años, la necesidad
de empleo de los Estados Unidos esta llegando ya a más de 10 millones de
empleos, y desde luego en el sector formal no tanto en el sector servicios, así
pues en este contexto ocurrió la toma de posesión de Barack Obama.
Empieza una nueva etapa en los Estados Unidos, hablan algunos
medios de una nueva era, todavía no hay indicios de que sea una nueva era,
pero sí cuando menos de una nueva etapa en la que estará al frente de las
158
riendas del poder y del imperio más importante del mundo un Presidente de
color y con intenciones cuando menos de disminuir las tensiones imperiales
en el mundo, habrá que ver cuáles son los resultados en el corto plazo.
Con el Presidente Obama los Estados Unidos ingresan a un nuevo
período de gobierno; no se sabe todavía si será una nueva era, una nueva
etapa o un nuevo siglo, lo más significativo en estos momentos es la
participación popular; hay que recordar por 1968 cómo el Presidente Nixon
acudió al apoyo de la sociedad para terminar con la guerra de Vietnam, en
aquel momento Nixon apeló a lo que él mismo caracterizó como la mayoría
silenciosa; esa mayoría pasiva que solamente pudo incorporarse a la vida
política para terminar con la sangrienta guerra de Vietnam que provocó casi
60 mil norteamericanos soldados muertos, un poco estamos viviendo lo
mismo, ahora, en estos momentos, hay una enorme participación popular
activa de la sociedad primero para terminar con la era Bush y segundo para
apoyar lo que sería el intento de definición de un nuevo ciclo para los
Estados Unidos.
Se busca que los Estados Unidos sigan siendo un imperio pero
digámoslo entre comillas “un imperio bueno”, si es que realmente existe un
imperio bueno. La gran virtud del Presidente Obama es su capacidad de
influencia entre las masas, no se trata todavía de un liderazgo, se trata de una
expectativa, esto hay que señalarlo muy bien , un liderazgo implicará la
toma de decisiones drásticas con el apoyo popular, pero hay que recordar
que Obama viene de una minoría, es la primera vez que un país en crisis
hecha mano a sus minorías para intentar salir del hoyo en el que se
encuentra, en su discurso de toma de posesión el Presidente Obama fue muy
drástico al señalar que la crisis era muy seria y que iba a seguir habiendo
problemas, por tanto, apelaba a la petición de apoyo de la gente. Todavía no,
repito, todavía no sabemos si Obama va a ser un gran líder pero muchos ya
lo ven con esta expectativa de ser un predicador, de ser un salvador, una
especie de Moisés que quieren que abra las aguas del Mar Rojo para que el
pueblo norteamericano pueda cruzar con toda tranquilidad de un lado a otro.
Las estrategias, los desafíos, los retos, la realidad que se enfrenta el
Presidente Obama es verdaderamente complicada y no tiene nada más que
ver con Bush, a Bush hay que acreditarle desde luego esta confusión, en la
comprensión de lo que ocurrió en el ataque terrorista del 11 de septiembre y
la respuesta de centrar todo en el terrorismo. Por ejemplo, a Bush no le
acreditan, no lo culpan de la guerra de Irak tal como fue sino de no haber
esperado la última visita de los inspectores de Naciones Unidas, si los
inspectores de Naciones Unidas hubieran intentado recopilar más
159 información en Irak y Saddam Hussein no lo hubiera dejado entrar en ese
momento, prácticamente la mayoría del pueblo norteamericano hubiera
apoyado la guerra que ocurrió, lo que pasó es que Bush no pudo esperar esas
dos semanas.
En términos económicos, la crisis, el colapso del capitalismo, también
está considerándose como uno de los grandes problemas y ahí es donde las
recetas tradicionales, es decir, la política fiscal está buscando cuando menos
que no haya más desempleados, y sí cuando menos que se creen nuevos
empleos; ese es el gran desafío que tiene el Presidente Obama en el corto
plazo. No es una tarea fácil, no es una tarea que digamos se pueda resolver
con una sola decisión, en términos económicos se espera que cuando menos
el impacto negativo de la crisis sea un poco menor, es decir, que sigan
existiendo cierre de empresas pero cada vez menos, en el caso de la política
exterior no quisieran los norteamericanos que estallara en otra crisis como la
de Gaza u otra crisis como la de Irak, sin embargo, la situación en el ámbito
de la influencia de Rusia es muy caliente sobre todo en Chechenia y en el
caso de Medio Oriente, está este activismo que preocupa mucho a los
estrategas norteamericanos por parte del Presidente de Irak.
Hay pues una enorme tarea que tiene el Presidente Barack Obama
sobre sus espaldas, cabe destacar que como dato también muy importante
carece de equipo, es decir, Obama es Obama y ha tenido que echar mano en
cuanto a su equipo a prácticamente todo el gobierno del Presidente Clinton,
y no puede decirse que el gobierno del Presidente Clinton haya sido el más
eficaz en su momento. Hay que tomar en cuenta que el Presidente Bill
Clinton inauguró prácticamente su gobierno con los ataques a las torres
gemelas en 1993 y no pudo tomar ninguna decisión para terminar con los
actos terroristas, del ataque a las torres gemelas en el 93, al ataque y el
desmoronamiento de las torres gemelas en el 2001 estuvo de por medio este
tipo de política frívola y sobre todo ajena a la realidad por parte del
Presidente Clinton.
Este contexto pues, es que todo el equipo del Presidente Clinton está
acompañando a Barack Obama, no coincide con una lógica, redentorista de
redentor que está de muchas maneras tomando el Presidente Obama en este
contexto, pues podríamos esperar en el corto plazo que muchas de las
decisiones del Presidente Obama no puedan tener ningún encarrilamiento
con efectos positivos en el corto plazo. Está el caso de política exterior, por
ejemplo, en manos de la señora Hillary Clinton quien en su campaña dijo
que lo que se necesitaba era el uso y la amenaza de la fuerza; hay que
recordar aquel spot de televisión en el que sonaba un teléfono a las 3 de la
160
mañana y la señora Clinton decía, “bueno, quién va a contestar si hay una
amenaza terrorista a las 3 de la mañana”, es decir, la misma política del
miedo del estilo del Presidente Bush y en términos militares, repitió –ya lo
hemos comentado varias veces– a Robert Gates encargado del
Departamento de Defensa del gobierno del Presidente George Bush.
Ciertamente se queda porque le tocará desmantelar la presencia militar de
los Estados Unidos en Irak, pero quedará parte de su propia doctrina de
seguridad, así pues el Presidente Obama tiene un enorme reto, un enorme
desafío, no se trata de una crisis circunstancial; la de los Estados Unidos
podría decirse que es una crisis de modelo, una crisis de viabilidad, una
crisis de propuesta hegemónica que ya no está respondiendo a una nueva
composición internacional del mundo, y sobre todo de los liderazgos, y más
aún de los problemas y de los conflictos que no responden a que si los
Estados Unidos tienen mayor o menor presencia, sino al surgimiento de una
multipolaridad a veces no tan dominante como la de los Estados Unidos.
Así pues, Estados Unidos se encuentra en la orilla de grandes decisiones,
el Presidente Obama, repito, proviene de una minoría de color de la minoría
afroamericana, normalmente reprimida, normalmente sacrificada hay que tomar
en cuenta que los primeros que fueron enviados a Vietnam y ahora la guerra de
Irak fueron justamente los sectores afroamericanos, y ahora él tiene en sus
manos la posibilidad de crear una nueva doctrina de paz o una nueva doctrina de
hegemonía política mundial sin necesidad de llegar a la guerra.
A lo largo de todo el discurso y toda la presencia de Obama fue
enorme el entusiasmo que tenía que ver con un enfoque antibélico; los
Estados Unidos están en una gran contradicción inclusive moral porque
quieren seguir siendo el imperio del mundo pero sin ninguna participación
militar en el mundo ni ninguna guerra, lo cual es prácticamente imposible.
Este es el escenario en el que el Presidente Obama tomó posesión el
día de hoy y en medio, ciertamente, del entusiasmo a la hora que
presentaron a todos lo invitados. El ex Presidente que se llevó el mayor
numero de vivas fue el Presidente Bill Clinton, el ex Presidente que se llevó
un buen entusiasmo fue Jimmy Carter, un silencio total y absoluto –
imagínense 2 millones de personas que de pronto callan– cuando de repente
presentan al Presidente George Bush padre y algunos gritos bastantes de
protestas y abucheos cuando arribó a la ceremonia en el capitolio el
Presidente George Bush hijo para entregar la presidencia a su sucesor. En
este contexto de liderazgos es en el que se está desarrollando esta
transmisión de gobierno del Presidente de los Estados Unidos, para México
y para América Latina.
161 Nuestro principalísimo problema es el de la migración que no
solamente afecta como república, sino afecta como entidades federativas,
Chiapas, Oaxaca, Tabasco y muchas otras están ya teniendo necesidad los
gobiernos estatales de intervenir en la definición de las nuevas políticas. El
Presidente Obama ha dicho que en su política migratoria, en su reforma
migratoria no va a ser –digamos– negociada con ninguno de los sectores
pero que sí va a tratar de establecer algunas consultas con los países
involucrados: ese es el momento pues en que las entidades federativas
tengan la posibilidad de influir en políticas y decisiones de los Estados
Unidos.
El tema será la migración, lo demás tendrá algún otro tipo de
solución; narcotráfico –mientras Estados Unidos siga siendo el mayor
consumidor– no tendrá solución, aquí en los Estados Unidos si bien ha
habido mucha información sobre la violencia del narcotráfico, en realidad lo
que les preocupa es la migración ; los mexicanos cada vez en mayor número
cruzan la frontera porque no hay empleos en sus entidades, y tratan de
buscarlo aquí a costa, desde luego, de competir con otros empleos, con otras
minorías. Por cierto también indocumentadas porque no solamente son las
hispánicas, así pues los Estados Unidos comienzan un nuevo gobierno;
vamos a esperar si se trata de una nueva era.
El reto americano
ROBERT PASTOR
Director de Asuntos Latinoamericanos del Consejo
de Seguridad
Carlos Ramírez: Doctor Pastor, el Presidente Obama va a tomar
posesión pero hay muchos problemas de política exterior, ¿cuál ha sido el
resultado, en qué situación se encuentra la política exterior de los Estados
Unidos ahora que toma posesión Obama?
Robert Pastor: Este es un momento de gran cambio y esa es la razón
por la cual los norteamericanos eligieron a Barack Obama; ellos están
preocupados o molestos con el manejo de la presidencia por parte de George
W. Bush. Él abandona el cargo con sólo un 22% de rating de aprobación,
sus decisiones en la guerra de Irak, sus decisiones en la economía, han
dejado a los Estados Unidos en una posición extremadamente débil, pero
162
Barack Obama ofrece esperanza de que habrá un cambio y en que nos
moveremos hacia el futuro en una dirección muy positiva.
Carlos Ramírez: Doctor Pastor, darían la impresión algunos sectores
de que la situación que está viviendo los Estados Unidos es similar a la que
vivió el Presidente Carter; un deterioro de la política exterior y un discurso
esperanzador, ¿coincide usted con esto?
Robert Pastor: Hay similitudes con 1976, después de cuatro años en
el que un Presidente renunció a la oficina, el nuevo Presidente le otorga el
perdón; nosotros estábamos desmoralizados por la guerra en Vietnam, el
Presidente Carter llegó con una agenda llena de posiciones y de temas que
los americanos debían tomar a fin de reubicarse en el mundo: yo creo que el
Presidente Carter fue muy exitoso en sus primeros tres años en impulsar
hacia delante a América, en negociar y obtener la ratificación de los tratados
del Canal de Panamá, normalizando las relaciones con China, negociando
acuerdos con Rusia, estableciendo un Departamento de Educación, un
Departamento de Energía; él hizo un gran acuerdo en poco tiempo y yo creo
que lo mismo se espera de Barack Obama.
Carlos Ramírez: Doctor, el Presidente Bush le dio al terrorismo a la
lucha contra el terrorismo la definición de la política exterior ¿cree que fue
acertado o que le faltó a la política exterior?
Robert Pastor: Después de los ataques del 15 del septiembre los
americanos daban un total apoyo a los esfuerzos de Bush contra el
terrorismo y ellos continuarán viendo al Presidente Obama para jugar un
papel importante en la prevención de cualquier acto de terrorismo; pero
ahora es claro que esa política en el periodo de George Bush estaba muy
enfocada, él llegó a la exclusión de otras relaciones y de otras políticas. El
Presidente Obama debe corregir eso, hay una larga agenda no sólo con la
guerra de Irak, de fortalecer nuestra posición en Afganistán, de prevenir las
armas nucleares en Irán sin ir a una guerra, de ayudar a resolver los
problemas en el Medio Oeste, todos ellos son internacionales e importantes
incluso antes de que volteemos hacia Latinoamérica y México. Pero los
temas dominantes con los que la nueva administración deberá de tratar es la
crisis que enfrentan los Estados Unidos y el mundo entero, y el Presidente
Obama claramente da la prioridad a ello.
OTTO REICH
Ex Subsecretario de Estado para América Latina
163 Carlos Ramírez: Doctor Otto Reich, usted formó parte del equipo de
trabajo de política exterior del Presidente Bush, para empezar ¿cómo deja el
Presidente Bush –después de otros ochos años– a los Estados Unidos y en
qué situación se encuentra el mundo después de ocho años del gobierno de
Bush?
Otto Reich: Bueno, yo creo que el mundo está enfocado en la
situación económica; todo el mundo sabe que la situación es muy seria, creo
que el gobierno del Presidente Bush, trabajando con el congreso demócrata,
han logrado tomar ciertas acciones que esperamos todos van a resultar en
una recuperación económica que beneficiará a todos: desde el punto de vista
de seguridad nacional el Presidente Bush deja el país en mejor condición de
la que estaba hace ocho años, porque ya todo el mundo acepta el hecho de
que Estados Unidos estaba en una guerra que no reconocía como tal en
aquel momento.
Una guerra que había nacido lanzado el islamismo fundamentalista
radical terrorista de Al Qaeda y otros grupos parecidos, pero principalmente
Al Qaeda que habían atacado ya a las torres gemelas en el 93, en el primer
año del Presidente Clinton, que volaron dos embajadas de Estados Unidos
en África, un buque de Estados Unidos en Yemen, y muchas otras
actividades que constituían el comienzo de la guerra y que culminaron con
el ataque a las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001. La respuesta del
Presidente Bush –que ha sido muy controvertida– ha resultado en un
Estados Unidos que por más de 7 años no ha sido atacado.
Carlos Ramírez: Ahora, aún con esta evaluación hay la impresión de
que el tema de Irak, el tema del terrorismo, influyó negativamente en la
campaña a favor de McCain.
Otto Reich: No creo, al contrario, yo creo que McCain resultó
ganador de más votos de lo que debía haber ganado con una situación
económica mundial como la que enfrenta Estados Unidos en este momento;
con una guerra que no es popular, yo creo que el tema del terrorismo y el
tema de Irak que se ha cambiado, las encuestas demuestran que el pueblo
reconoce el pueblo norteamericano que la estrategia del Presidente Bush los
últimos dos años, que es la estrategia del senador McCain –que él venía
proponiendo hace por lo menos 4 años– es la que ha resultado en el hecho
de que el terrorismo en Irak ha bajado enormemente y que el gobierno de
Irak, el gobierno electo democráticamente en Irak, tiene una posibilidad de
crear una democracia en ese país.
164
Carlos Ramírez: Usted, que participó en la campaña presidencial
¿por qué perdió McCain?
Otto Reich: Mire, este era un año demócrata, iba a ser un año
demócrata , comenzó desde hace dos años cuando inició la campaña, fue la
campaña más larga de la historia de Estados Unidos, la campaña electoral,
como un año demócrata, primero el Presidente del partido de gobierno o sea
el partido del Presidente es el que pierde las elecciones cada ocho años: hay
muy pocas excepciones, la única excepción reciente en los últimos 50 años
fue Bush padre que le siguió al Presidente Reagan; segundo, el índice
demostrado por las encuestas de opinión pública decía que el pueblo quería
un cambio, lo cual favorecía a cualquier candidato demócrata, pero tercero,
el candidato demócrata resultó ser una persona con increíbles habilidades
políticas, pero hubiera sido un milagro que cualquier republicano hubiera
ganado en el año 2008.
Carlos Ramírez: ¿Cuáles serán los principales problemas que va a
enfrentar el Presidente Obama?
Otto Reich: El primer problema es la crisis financiera internacional,
lo que tiene que hacer el Presidente Obama y ya lo ha comenzado con el
apoyo total del Presidente Bush y de los demócratas y republicanos en el
congreso, es evitar los errores que se cometieron en los primeros cuatro años
de esa gran depresión del 29 al 33, donde una recesión –porque era la
recesión– en aquel momento recibió en lugar de ayuda, recibió más golpes
por parte del gobierno de los Estados Unidos y de los gobiernos del mundo
que, por ejemplo, cerraron sus mercados. Sabemos que el proteccionismo
que le siguió a la gran recesión del 29 contribuyó a la depresión del 33.
Segundo, tiene que recordar y lo ha dicho que lo sabe, todavía existe
una guerra contra el terrorismo internacional; los terroristas aun no se han
rendido, han recibido grandes golpes en Afganistán, en Irak, en Sudán, en
Yemen, en las Filipinas, en muchos otros lugares de todo el mundo, estaban
muy fuertes, hay que terminar de derrotarla al igual que en Irak, al igual que
en Afganistán.
Tercero, es en términos de los retos del Presidente Obama y estoy
hablando solamente de los más serios, porque tiene cientos de retos, es el
peligro de la proliferación de armas nucleares comenzando por dos
gobiernos: el de Irán y el de Corea del Norte que están decididos a construir
bombas atómicas. Corea del Norte aparentemente ya lo tiene y son
gobiernos que no son racionales francamente.
165 JORGE RAMOS
Periodista de Univisión
Carlos Ramírez: Una evaluación Bush; es un Bush en el momento
que entró, un Bush después del 11 de septiembre, y un Bush el que se va,
¿cuál es tu análisis?
Jorge Ramos: Creo que el Presidente Bush he visto muchísimas
encuestas pero lo primero que me llama la atención –y es quizás el lugar
común– es que es el Presidente más impopular que ha tenido los Estados
Unidos, desde que se empezaron a hacer encuestas los norteamericanos han
ido viendo cómo van subiendo y bajando en popularidad el Presidente; la
última encuesta que vi antes de que dejara el poder el Presidente Bush , sólo
el 22 por ciento de los norteamericanos creían que había realizado un buen
trabajo de acuerdo con el periódico The New York Times y con la cadena
CBS, 22 de cada 100. Carlos, es impresionante realmente un Presidente que
pasará a la historia por no nada más por haber sido muy incapaz, sino por
haber dejado al país con dos guerras; una de ellas la guerra en Irak que
comenzó por las razones equivocadas, por la gran tragedia del huracán
Catrina (nunca antes los norteamericanos habían visto cadáveres de sus
propios conciudadanos flotar por las calles de Nueva Orleans), será
recordado por ser curiosamente uno de los Presidentes más antiemigrantes
que ha tenido los Estados Unidos y es curioso porque Bush prometió una
reforma migratoria para los cerca de 10 ó 12 millones de emigrantes
indocumentados, pero cuando cuentas qué hizo Bush, Bush no logró la
reforma migratoria, no legalizó a nadie y por el contrario, ha habido más
redadas, más familias separadas, más deportados que nunca en la historia.
Si a eso le sumas la terrible crisis económica –la peor desde 1929–
nos encontramos con un Presidente que ha dejado muy mal parado a los
Estados Unidos y para terminar, como si fuera poco, es un Presidente que
autorizó la tortura. Yo recuerdo cuando se hablaba de los Estados Unidos
como un lugar o un país donde decías, bueno por lo menos no torturan, o por
lo menos no promueve la tortura, el Presidente Bush autorizó la tortura.
Carlos Ramírez: Jorge, en este tema, la crítica a Bush, ¿y la
sociedad? ¿Dónde está esa sociedad que no criticó? Porque Bush pudo hacer
prácticamente su voluntad, ¿dónde está esa sociedad? Esa mayoría
silenciosa, le decía Nixon.
Jorge Ramos: Déjame empezar con un mea culpa, o sea, dónde
estábamos los periodistas después del 11 de septiembre de 2001, cuando
166
empieza el Presidente Bush y comienza en marzo de 2003 una guerra, donde
nos damos cuenta que los inspectores de las Naciones Unidas pedían más
tiempo; no estaban pidiendo años, estaban pidiendo una o dos semanas más,
y Bush no se los daba, y cuando salen las fotografías de Abu Ghraib, creo
que nuestro trabajo como periodistas en ese sentido fracasó, creo que los
periodistas que teníamos que ser el antipoder o el contra poder, no
realizamos bien nuestro trabajo, no hicimos las preguntas duras, por
ejemplo, después del 11 de septiembre, cuando Bush tenía el 90 por ciento
de aprobación y empezaron a autorizarse todo este tipo de leyes y de
cambios, los periodistas no hicimos las preguntas correctas, y luego la
sociedad civil entró. Hay que reconocerlo; todos teníamos miedo Carlos, a
mí me tocó estar ahí el 12 de septiembre de 2001 en Nueva York, tuve que
manejar porque no había aviones, tuve que manejar desde Miami hasta
Nueva York, y esta era una sociedad con miedo; todos pensamos qué podía
venir después, otro ataque terrorista, vinieron las famosas cartas con ántrax
y una sociedad con miedo con una oposición política que no se atrevía a
criticar al Presidente, y unos periodistas que no hacíamos las preguntas
incómodas, eso permitió que finalmente Bush impusiera todo su poder y las
consecuencias las tenemos hoy.
Carlos Ramírez: Y en eso aparece Obama…
Jorge Ramos: Claro, porque Obama es la oposición, ¿no? Obama es
la fiesta que se opone al entierro, o sea, Obama es el cambio y yo creo que
en México entendemos mucho esta idea de la fiesta, la fiesta como
contraposición a la cotidianeidad; Obama surge precisamente de eso, yo
estoy sorprendido, he estado viajando por América Latina, recién acabo de
regresar de México y las expectativas puestas en Obama son extraordinarias,
Obama no sólo se presenta como el caudillo, sino más allá del caudillo.
Barack Obama es para muchos el salvador, es una experiencia casi
religiosa, en donde se está esperando de Barack Obama que arregle el
mundo, y le arregle el narcotráfico a los mexicanos, y que le arregle el
problema de libre comercio a los colombianos, y que arregle el problema
económico aquí; esas enormes expectativas van a ser imposibles de cumplir,
pero precisamente como contraposición a Bush surge Obama –del hombre
blanco al hombre negro, del republicano al demócrata del hombre de 62
años al de 47 años, del que no usaba la Internet al hombre que se trepa en el
poder a través de ésta– y ese cambio generacional es importante.
Carlos Ramírez: Ahora su agenda, da la impresión, que es lo que
puedo percibir aquí, que es más nacional, claro, va a tratar de salvar a
167 Estados Unidos en el entendido que al salvar a los Estados Unidos puede
salvar el mundo, ¿es esta percepción acertada?
Jorge Ramos: Sin la menor duda, lo interesante es que tú vas a
cualquier lado y los Kenianos piensan que Kenia es la prioridad, y que Europa
es la prioridad en Europa, y que América Latina es la prioridad. No es cierto,
o sea, la prioridad de Barack Obama es Estados Unidos y cuando tú le
preguntas a Rahm Emanuel (Jefe de gabinete) cuáles son las prioridades de
Barack Obama, muy sencillo: economía, economía y economía, o trabajos,
trabajos, trabajos. Tiene muchas preocupaciones: tiene dos guerras, tiene una
Rusia que crece en poderío, China y la India que están creando un mundo
multipolar en el planeta, pero la prioridad de Barack Obama es trabajos, o sea
Barack Obama tiene que crear 3 millones 500 mil empleos; ese es su objetivo
y claro, el mundo tiene enormes expectativas puestas en él pero si no crea
estos empleos, Barack Obama dejaría el poder dentro de 4 años.
Carlos Ramírez: El tema del terrorismo, lo que tú dices, el miedo que
introdujo Bush, la realidad de ese miedo, porque hay un terrorismo vigente
¿cuál va a ser en Obama el papel del terrorismo, que pueda llevar a un cambio
de estrategia, profundizar la misma; no se ve una modificación de fondo?
Jorge Ramos: No, yo creo que no, fíjate, me recuerdas una entrevista
que hace… antes de dejar el poder George Bush, hizo con Larry King, el
conductor de CNN y Larry le presentaba todas esas críticas a George Bush;
la guerra, la tortura, el espionaje telefónico, no sé si a ti y a mí alguna vez
hablando por teléfono de México a Estados Unidos, nos grabaron y entonces
Bush le decía algo muy interesante, si nos hubieran vuelto a atacar, si
hubiéramos tenido otro ataque terrorista en los Estados Unidos, todo esto no
hubiera importado, el gran logro de Bush que nos quiso presentar en
conferencias de prensa y en entrevistas hechas antes de dejar el poder, es
que Estados Unidos no había sido vuelto a atacar desde el 2001 , y cuando le
preguntaron a Bush ¿cuál es el principal consejo que le das a Barack
Obama? Es; “Ten cuidado con los enemigos de los Estados Unidos, evita un
ataque terrorista durante tu presidencia”.
Carlos Ramírez: ¿Cuál podría ser su estrategia, la misma atacarlos
en su país?
Jorge Ramos: Claro, Barack Obama escoge al mismo secretario de
defensa que tenía George Bush, es decir, todo cambia pero al mismo tiempo
no cambia, ¿en qué no va a cambiar los Estados Unidos? No va a cambiar en
168
que por lo menos hay una misma filosofía, fíjate, republicanos y demócratas,
tanto Bush como Barack Obama tienen la misma idea keynesiana de
resolver este problema, es decir, expandir la economía, tirarle dinero para
creación de trabajos, igual Bush que Barack Obama, pero al mismo tiempo
en cuestión de la lucha contra el terrorismo es exactamente lo mismo, el
mismo secretario de defensa de Bush es el mismo secretario de defensa de
Barack Obama; en ese sentido Estados Unidos no cambia, cambia en otras
cosas, es una cuestión generacional, tenemos al primer afroamericano en la
historia de los Estados Unidos, este edificio que esta acá atrás (Casa Blanca)
fue construido con manos esclavas de 1782 a 1800, eso cambia , pero en la
esencia Estados Unidos se mantiene igual va a seguir siendo una país
extremadamente capitalista, va a seguir buscando la apertura de mercados y
al mismo tiempo su prioridad va a ser evitar otro ataque terrorista.
ALAN STOGA
Presidente de ZEMI Comunications
Carlos Ramírez: ¿Cómo se encuentran los Estados Unidos después
de ocho años de gobierno de Bush?
Alan Stoga: Necesitábamos desesperadamente un nuevo Presidente,
estos ocho años han sido complicados para los Estados Unidos, hemos ido
de un lugar que era realmente muy bueno, hace ocho años la economía era
fuerte, nuestra posición global era fuerte, teníamos la perspectiva de que
estábamos entrando a un periodo que era muy bueno para los Estados
Unidos, y en consecuencia para la economía mundial, ocho años más tarde
estamos en un lugar con una desastrosa recesión en curso donde el Sistema
Financiero Internacional está en riesgo, donde estamos peleando con dos o
tres guerras dependiendo de cómo las cuentes, donde el entorno
internacional, literalmente, el planeta está en riesgo.
En ocho años George Bush fue capaz de transformar una muy buena
posición estratégica, en una situación estratégica realmente terrible, él lo
hizo casi con su propia mano.
Carlos Ramírez: Después del 11 de septiembre la prioridad de Bush
fue el terrorismo, ¿cuáles serán los principales problemas del Presidente
Obama?
Alan Stoga: Él tiene varias cosas que hacer; primero que nada tiene
que cambiar la forma en que el país piensa sobre sí mismo, él tiene que
cambiar, Obama tiene que cambiar cuáles son nuestros propósitos. En este
169 momento somos un país que se siente –con excepción de la emoción por el
hecho de que Obama haya llegado al poder– un país que se siente
deprimido, pensamos que nuestros buenos días han terminado, estamos
terriblemente preocupados por nuestras perspectivas económicas, hoy algo
así como el 14 por ciento de los norteamericanos están o desempleados o no
empleados a tiempo completo, no encuentran empleos de tiempo completo,
estamos atrapados, desesperados, al menos verdadera y profundamente
preocupados ante el futuro, no somos activistas.
Así que la primera cosa que Obama tiene que hacer es transformar
esta visión negativa en la que podemos resolver los problemas, es casi como
en 1932, cuando Franklin Roosevelt llegó al poder y dijo: “La única cosa a
la que deben de temer, es al miedo mismo”, y Obama tiene antes que nada,
inspirarnos a resolver problemas en lugar de sentirnos atropellados por un
camión, así que lo primero es estimular la creencia del pueblo
norteamericano de que somos capaces de hacer las cosas.
Lo segundo es resolver la economía, ambas debido a las formas en
que mal administramos la economía por ocho años, y porque las líneas de
las estructuras económicas del periodo de la postguerra están agotadas, así
que él tiene que tratar de poner un piso por debajo de la economía y
reinventar cómo va a crecer, eso sería lo segundo.
El tercer tema que tiene que ver es agendar el entorno, claramente
hemos llegado a un punto en donde nos estamos acercando cada vez más a
puntos cruciales en la ecología global; y la cuarta prioridad es cambiar cómo
estamos actuando con el resto del mundo en los últimos ocho años después
del 11 de septiembre, nosotros decidimos que teníamos todas las respuestas
y que podíamos actuar unilateralmente, que si decidíamos que debíamos ir a
la guerra no nos importaba si nadie venía con nosotros o si alguien se
opusiera simplemente íbamos a la guerra, el resultado es que tenemos una
mala estructura militar, que hemos profanado nuestras alianzas, incluso,
aunque no ha habido ataques terroristas en suelo americano desde el 11 de
septiembre, afirmo que somos menos seguros de lo que éramos el 10 de
septiembre, así que Obama tiene que restablecer cómo vamos actuar con el
resto del mundo.
Carlos Ramírez: En México se ha destacado más el hecho histórico
del origen afroamericano del Presidente Obama, ¿Obama será un Presidente
con una agenda afroamericana?
Alan Stoga: Estuve hablando con una profesora de Princeton hace un
par de días quien es especialista en sociedad, es una reconocida científica, es
afroamericana y ella tenía la misma pregunta, a su juicio, y creo que hay una
170
mejor pregunta que respuesta, es que quizás este sea su mayor reto, si Obama
será un Presidente de todos los americanos u Obama será un Presidente de los
afroamericanos; hasta ahora la respuesta de Obama, la pregunta es ambos, de
hecho fue elegido para gobernar a los dos, sí él tuvo un alto porcentaje de votos
afroamericanos y más afroamericanos votaron en estas elecciones que en
pasados comicios, pero Obama realmente fue electo por una muy amplia
coalición de gente negra, blanca, hispanos (un muy alto rango de voto hispano),
él realmente comenzó a cambiar las políticas de cómo los americanos elegían a
su Presidente regresando a lo que era antes del Presidente Reagan, así que si
fuera un Presidente de los afroamericanos mi suposición es que si tú estás
sentado aquí, sí tu hubieras preguntado al Presidente electo Obama esa pregunta
su respuesta sería, esta es fácil, yo sólo puedo tener éxito si soy un presidente
para todos los americanos pero voy a tener que ser un Presidente que esté en
contacto con sus caminos y sus caminos son ambos, afroamericanos y blancos.
Carlos Ramírez: En su opinión, ¿cuáles serán las prioridades del
gobierno de Obama: internas o externas?
Alan Stoga: Él no tiene más elección que iniciar con la agenda interna
porque la economía está al borde de la ruina, de un profundo shock, todos sus
esfuerzos iniciales estarán enfocados domésticamente para continuar al entorno
del mundo, así él empezará con la Guerra de Gaza en la que el Presidente de los
Estados Unidos debe formar parte. George Bush la dejó seguir y yo pienso que
Barack Obama tratará de detenerla, él tiene que reestablecer relaciones con los
chinos, con los europeos, y, de hecho se ha reunido con Felipe Calderón, poner
las relaciones México-Estados Unidos en una base diferente.
Carlos Ramírez: La elección del Presidente Barack Obama se
convirtió en un hecho histórico, por primera vez un país que se forjó sobre la
esclavitud de los negros y la segregación de personas de color será
gobernado por un Presidente afroamericano, hijo de un mulato de Kenia y
una mujer blanca de Kansas City en Estados Unidos.
Pero hay otro punto relevante. Obama asume el poder de una nación
cuya crisis ha llevado al mundo a una grave recesión con millones de
desempleados, y el peligro latente de una depresión como la de los años
treinta, la importancia del gobierno de Obama no debe ser ajena en México,
seguridad, terrorismo, petróleo, migración y crisis económica son algunos de
los temas de la agenda bilateral.
En este contexto, presentamos cinco programas sobre la importancia
para México, de la elección de Obama, la herencia de Bush y las relaciones
bilaterales.
171 México y Latinoamérica
La agenda olvidada PARTE I
Carlos Ramírez: Doctor, en la campaña de Barack Obama hizo un
viaje a Europa y ocurrió un mitin, una concentración multitudinaria, cientos
de miles de personas en Berlín, dio la impresión de que era un tipo de
corriente pacifista que le daba el apoyo a la posible política exterior del
Presidente Obama ¿va a ser importante este tipo de pronunciamientos en las
decisiones del Presidente Obama?
Robert Pastor: El Presidente Obama dará mucho más énfasis en
tratar de hacer la paz y trabajar con nuestros socios y aliados especialmente
con México y Canadá, de construir una relación cooperativa en el mundo, es
claro que nuestra relación con amigos y aliados se ha deteriorado con
George Bush, así que una gran necesidad de parte del Presidente Obama de
buscar –así como lo hizo en su encuentro el 12 de enero con el Presidente
Calderón y como intenta hacer en su viaje a Canadá después de tomar la
presidencia– todo esto será parte importante de su política exterior.
Carlos Ramírez: En esta parte de América Latina, en estos ocho
años de Bush hubo cambios de gobierno y ascendieron al poder gobernantes
de corriente de centro izquierda, algunos de ellos pronunciadamente
antiEstados Unidos, esta definición política progresista o centro izquierda
¿va a encontrar en el Presidente Obama una posibilidad de diálogo?
Robert Pastor: Entre nuestros amigos más cercanos podría aparecer
un creciente antiamericanismo, pero si ves más de cerca las encuestas son
más políticas antiBush que antiamericanas. En México y Canadá, por
ejemplo, si ves de cerca las encuestas de opinión pública , mexicanos y
canadienses no son antiamericanos pero están contra las políticas de Bush y
en otras partes del mundo, como Medio Oeste, hay un antiamericanismo
mucho más profundo; ellos fallaron al distinguir al Presidente Bush y los
Estados Unidos pero creo que el Presidente Obama se enfocará en este reto
desde el principio y mostrará al mundo por qué América es una nación a la
que le gusta la guerra, por qué América quiere ser amistosa con toda la gente
del mundo, y por qué los Estados Unidos tienen diferentes posiciones de
muchas formas bien posicionado para hacer eso, porque claro, somos una
nación de inmigrantes de todo el mundo, 192 naciones están representadas
en los Estados Unidos con sus ciudadanos y desde luego la nación con más
ciudadanos en los Estados Unidos justo ahora es México; son cerca de 28
172
millones de mexicanos viviendo en los Estados Unidos, casi tantos
mexicanos viven en los Estados Unidos como canadienses, en Canadá.
Así que somos una nación de otras naciones, creo que ese es nuestro
mas fuerte insumo, y para demostrar la intención del Presidente Obama su
interés en aprender y escuchar y trabajar de cerca con otras naciones del
mundo, yo creo que el restaurará el prestigio de América.
Carlos Ramírez: Doctor ¿cuáles serían los principales problemas de
México y América Latina que pasarían por la política exterior de los Estados
Unidos ahora con el Presidente Obama?
Robert Pastor: Una buena política de parte del Presidente Obama
debe empezar con el reconocimiento de que no hay una unidad de las
américas, que de hecho se cuenta con diferentes grupos regionales, el más
importante grupo regional para los Estados Unidos es Norteamérica, México
y Canadá, estas son nuestras dos relaciones más importantes.
El Presidente Obama ya ha dicho que él dará principal prioridad en
fortalecer nuestras relaciones en estos lugares, un segundo grupo son las
democracias indias en donde nuevos líderes han emergido de clases sociales
y sectores bajos: Evo Morales, Hugo Chávez, Horacio Correa, en muchos de
estos países hay una necesidad de incorporar al pobre; el Presidente Bush
entró en un conflicto con estos países y el Presidente Obama necesita
cambiar esa política y mostrar que nosotros favorecemos una democracia
que trata de incorporar y levantar a la gente pobre.
Carlos Ramírez: Doctor, uno de los momentos más difíciles de las
relaciones de Estados Unidos con América Latina fue en 1973 en Chile el
derrocamiento del Presidente Allende, lo que se discute si hubo o no
intervención, hoy hay regímenes que dicen ser socialistas, ¿hay una
evolución de la política exterior, hay más comprensión o el foco de la
política exterior está más hacia Europa?
Robert Pastor: Creo que los Estados Unidos siempre han estado en
el reconocimiento de Latinoamérica; yo estuve en la administración Carter
cuando el Presidente Carter adoptó una fuerte política hacia los derechos
humanos y en contra de los regímenes militares en Chile, Argentina y Brasil,
animando a todos estos países en avanzar hacia la democratización. Hoy
estos países son muy diferentes de como eran con Pinochet a principios de
los 70’s, ellos son verdaderamente democráticos consolidando sus avances
en la democracia, así que nuestra relación con ellos naturalmente será muy
diferente el día de hoy, de cómo podría ser bajo un régimen militar.
173 Pero Estados Unidos tiene una relación muy estrecha con Europa,
ellos son parte de una alianza, nosotros pelamos comandando dos guerras en
el siglo XX, nosotros mantenemos un interés muy alto en Europa así como
lo hacemos en Latinoamérica.
Carlos Ramírez: Doctor, América Latina siempre ha llegado a
pedirse una relación especial con los Estados Unidos, ¿es posible esperar,
tiene un valor esa relación especial de Estados Unidos hacia América
Latina?
Robert Pastor: Hay dos niveles en nuestra relación con
Latinoamérica, una es una relación sentimental y amistosa basada en el
hecho de que todas nuestras naciones nacieron y crecieron, al mismo tiempo
somos todos producto del colonialismo europeo con los españoles y su
reinado fue el colonialismo inglés y peleamos por nuestra independencia,
siempre hay un sentimiento en los Estados Unidos de que tenemos una
relación especial con Latinoamérica, con ello y en un segundo nivel
tratamos con temas e intereses; esos temas e intereses que hoy en Estados
Unidos y Latinoamérica son la democracia, el Tratado de Libre Comercio,
hay aspiraciones comunes de mejorar la vida de nuestra gente.
Carlos Ramírez: Doctor, la alternancia partidista en México, pasar
en la presidencia de la república del PRI al PAN, ha planteado nuevas
definiciones de política exterior respecto a Estados Unidos de México y ¿de
Estados Unidos hacia México, ha cambiado?
Robert Pastor: He tenido muchos beneficios observando muchas
elecciones en México y muchas elecciones en los Estados Unidos en el año
2000, lo imposible ocurrió, la elección mexicana juzgada por visores
internacionales fue libre y justa por primera vez en la historia mexicana y la
elección norteamericana no lo fue.
Creo que en el cambio de una presidencia priísta y una presidencia
panista, con respecto a las elecciones en Estados Unidos, no creo que haya
creado un gran cambio; creo que el cambio mayor ocurrió como resultado
del Nafta que unió a nuestros países e hizo por primera vez para ambas
personas –mexicanos y estadounidenses– descubrir que teníamos un destino
común y la necesidad de profundizar nuestra relación.
Creo que la inmigración ha juntado también a la gente pese a que ha
habido momentos en que el debate nos ha separado a largo plazo de cualquier
forma, creo que la inmigración de México a los Estados Unidos ayudará a
entender a cada país de una mejor manera y ser mas cercanos con el tiempo.
174
Carlos Ramírez: En las semanas previas a la toma de posesión
vimos a un Presidente electo Obama enfocado más a las decisiones de la
crisis económica y no de política exterior en sus primeras decisiones,
¿vamos a ver a un Presidente Obama más hacia dentro de los Estados
Unidos y no hacia fuera?
Robert Pastor: Creo que el Presidente Obama se pondrá en muchos
frentes al mismo tiempo, no hay duda de que la crisis económica es la
prioridad numero uno, pero no puede darse el lujo de olvidar todas las
obligaciones internacionales de los Estados Unidos, creo que se tendrá que
mover de manera muy rápida asegurando estabilidad, una transición rápida
por parte de nuestras tropas para dejar Irak, él necesita negociar con Irán,
necesita negociar con Afganistán, necesita negociar con México y Canadá,
Latinoamérica y el Medio Oeste: él tiene una enorme agenda y mi punto de
vista es que él se tendrá que mover en todos los temas muy temprano en la
administración.
Carlos Ramírez: Embajador, usted fue parte de la política exterior de
los Estados Unidos hacia el hemisferio, se habló de que en estos ocho años
del Presidente Bush, América Latina no apareció como prioridad, ¿es cierta
esta apreciación?
Otto Reich: No, no es cierta porque lo que ha ocurrido es que los
problemas del mundo, comenzando con el hecho de que Estados Unidos fue
atacado por primera vez desde Pearl Harbor en el 41, de que estamos en dos
guerras en este momento que diariamente cuestan la vida de los
norteamericanos y de iraquíes, afganos y otros, el hecho de que la guerra
contra el terrorismo le preocupara a los norteamericanos diariamente y
afectó todos los aspectos de la vida cotidiana de Estados Unidos, eso
oscureció el resto de la política, lo que dicen los latinoamericanos que se
quejan de que Estados Unidos no les puso atención, pueden decirlo igual los
africanos, los asiáticos, y hasta la gente de Medio Oriente con la excepción
de países donde las crisis eran tan serias que la atención del Presidente era
necesaria del Presidente de los Estados Unidos. Pero la política de los
Estados Unidos no cesó, no paró, el Presidente Bush, por ejemplo, en sus
ocho años visitó personalmente a más países de América Latina que
cualquier otro Presidente en la historia de los Estados Unidos.
Carlos Ramírez: En estos años también del Presidente Bush hubo en
América Latina elección de gobiernos de centro izquierda, alguno de ellos
175 inclusive, intencionadamente antinorteamericanos, ¿esto cómo se verá en la
agenda del Presidente Obama?
Otto Reich: Con gobiernos de centro izquierda Estados Unidos no
tiene problema, el gobierno de México ha sido gobierno de centro izquierda
muchas veces, el gobierno de Chile hoy en día está liderado por una
socialista, el gobierno de Brasil está liderado por un Presidente que fue
marxista Lula Da Silva, el Presidente de Uruguay es de izquierda, el
Presidente de Paraguay es de izquierda, de Argentina, muchos lugares. El
problema que tiene Estados Unidos no es con la izquierda democrática sino
con la izquierda antidemocrática, ¿quiénes son? Por supuesto los hermanos
Castro en Cuba, Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia,
posiblemente Rafael Correa: en Ecuador, y nuestro amigo anterior Daniel
Ortega en Nicaragua, pero aun esos gobiernos de extrema izquierda, esos
cinco que mencioné, los problemas que tiene Estados Unidos son solamente
con Cuba, Venezuela y Bolivia, que no nos guste lo que esté haciendo
Correa o lo que esté haciendo Ortega, lo hemos dicho pero no han llegado al
nivel de violación de derechos humanos. Por ejemplo, de Cuba en los
últimos 50 años o a la interferencia en los asuntos internos de otros países de
Venezuela en los últimos 7 u 8 años, porque al comienzo de su periodo no lo
hizo el Presidente Chávez, pero lo ha hecho desde entonces, no ha llegado a
la intervención de la economía por ejemplo de Morales, la cual está
destruyendo la economía de un país que es rico porque Bolivia es un país
rico populado por gente pobre; debería ser un país sumamente próspero,
pero Estados Unidos puede y ha demostrado que puede trabajar con Chile,
Brasil; tenemos excelentes relaciones, tenemos diferencias de opinión por su
puesto con Lula da Silva, con Michelle Bachelet, con muchos otros
Presidentes, pero las tenemos igual con Francia, con Alemania, con Japón,
con Canadá, con nuestros mejores socios y nuestros aliados, tenemos
diferencias en ciertas cosas pero no en los asuntos básicos como los
derechos humanos, como los tenemos con Cuba, con Venezuela o con
Bolivia.
Así que hay que diferenciar entre la izquierda democrática de
América Latina, y la izquierda antidemocrática, con la izquierda
antidemocrática el Presidente Obama no va a poder tener buenas relaciones,
porque ningún Presidente de los Estados Unidos puede tenerla, va en contra
de nuestros valores.
Carlos Ramírez: Ahora, en el caso de América Latina, tenemos más
o menos conocimiento de quiénes son el equipo de trabajo del Presidente
Obama ¿cual prevé que vaya a ser la política exterior hacia América Latina?
176
Otto Reich: Bueno, yo creo que es muy temprano, todavía no se sabe
quién va a ser el equipo de trabajo.
Carlos Ramírez: La Secretaria de Estado…
Otto Reich: Si, o sea, a nivel de secretario de estado, pero el
subsecretario no se conoce, no se sabe quiénes son las otras personas en el
departamento de estado, otras posiciones.
Yo no creo que vayan haber muchos cambios, primero porque hay
tantos problemas tan serios en el resto del mundo que aunque no lo crean en
Latinoamérica, Latinoamérica está bastante mejor en términos relativos que
Irán, Irak, Afganistán, Corea del Norte, hasta Rusia; hay muchos problemas
en Rusia en este momento y otros países que hay que ayudar a estabilizar.
Así que yo espero que América Latina reciba la atención del nuevo equipo,
pero no creo que se deberían de levantar las expectativas que va a ser una
prioridad de la nueva administración.
Carlos Ramírez: ¿Los problemas internos lo van a obligar a atender
más al Presidente Obama?
Otto Reich: Los problemas internos, la economía, va a llevar el 90
por ciento de la preocupación del Presidente, y del otro 10 por ciento, estoy
adivinando, ¿no? Yo diría que irá, Irak, Corea del Norte, Afganistán, esos
problemas se llevarían otro 8 por ciento, lo cual quedaría un 2 por ciento
para el resto del mundo.
Carlos Ramírez: Cuba, estamos viviendo confusión de que si Castro
está totalmente retirado, si ya murió, pero al margen de eso la política del
Presidente Obama hacia Cuba, ¿habrá un cambio?
Otto Reich: Obama ha dicho que él no esta de acuerdo con los recientes
cambios en la política del Presidente Bush, pero que tampoco quiere levantar el
embargo hasta que en Cuba exista por lo menos la posibilidad del
establecimiento de una democracia, respeto a los derechos humanos, elecciones,
los mismos derechos que tienen los mexicanos por ejemplo los Brasileños y la
mayoría de los países con los que Estados Unidos tiene relaciones, así que yo
creo que lo que espero que entienda el gobierno de Cuba es que los cambios
tienen que venir de Cuba, el problema no es un problema de mal entendidos
entre Cuba y Estados Unidos o de falta de comunicación, el problema es que el
gobierno de Cuba que tiene embargado a su propio pueblo, no le deja escuchar
en radio, televisión libres o de otros países, no hay libertad de expresión alguna,
177 no hay libertad de prensa, no hay libertad de asociación no se puede crear un
sindicato laboral; por ejemplo, que no sea controlado por el gobierno, no hay
libertad de iniciativa, libertad de crear una base de empleos, está limitado a 4,
por ejemplo, si uno quiere crear una peluquería solamente pueden emplear a una
persona; ¿qué tipo de economía resulta de eso? Una economía totalmente
fracasada, y ese es el problema de Cuba; es un problema interno.
SIDNEY WEINTRAUB
Investigador del CSIS Washington
Carlos Ramírez: Doctor Weintraub, ¿qué saldo podemos tener del
Tratado de Libre Comercio de México-Estados Unidos?
Sidney Weintraub: Bueno, es incierto qué va a pasar con el tratado,
el tratado existe, no vamos a cancelarlo, pero durante la campaña para la
numeración como presidente, Barack Obama dijo que quiere renegociar las
posiciones sobre el trabajo y medio ambiente; lo más importante es trabajo
para ponerlos esos artículos dentro del tratado mismo en vez de los acuerdos
paralelos, pero yo no sé qué va a ser ahora, cuándo va a hacerlo. Ahora el
problema es si quiere renegociar esos artículos; los canadienses y los
mexicanos van a querer cambiar otros artículos del tratado, el Presidente es
inteligente, entiende eso y por ello no creo que vaya a ganar, por el
momento eso es algo que no va a cambiar. Yo creo mucho por el momento.
Carlos Ramírez: ¿En su campaña como candidato Barack Obama
tenía una idea clara de la política comercial?
Sidney Weintraub: No lo creo, fue bastante explícito sobre renegociar
pero sus consejeros más importantes en asuntos económicos son hombres que
están a favor del libre comercio, y por eso es difícil decir qué va a suceder.
Tiene que hacer algo porque ha prometido, pero al mismo tiempo no quiere
engañar a México, yo sé que va a esperar un poco antes de hacer algo.
Carlos Ramírez: Cuando habló de la renegociación en su campaña
Barack Obama lo hizo en el contexto de ciertas presiones de los sindicatos,
¿por ahí iría esta posible revisión?
Sidney Weintraub: No, no fue la insistencia de los sindicatos
norteamericanos que querían artículos mucho más fuertes sobre las
condiciones de trabajo en México, no para sueldos y salarios, eso no se
puede negociar, pero sí condiciones de trabajo en México: es por eso, lo dijo
178
–a mi juicio sin saber mucho sobre el contexto del comercio internacional– y
a mi juicio también sobre lo que está pasando en México.
Carlos Ramírez: ¿Lo tomará en cuenta en su momento o decidirá en
función de sus propios colaboradores?
Sidney Weintraub: Bueno, sus propios colaboradores seguramente
han explicado eso, ahora sabe que durante su sesión con los Presidentes y no
dijo nada difícil en ese tema es por eso que no creo que va a ganar.
Carlos Ramírez: ¿Las medidas del paquete de solución de la crisis
del Presidente Obama tocarán el aspecto de comercio exterior o no?
Sidney Weintraub: No lo toca, pero lo importante es lo que está
pasando en los mercados financieros aquí y en el mundo, en cuanto a
México realmente, y mucho más en otros países importantes en los asuntos
financieros mundiales.
Con relación a los bancos aquí, qué va a pasar con el crédito, los
bancos no saben si está bien prestar dinero a instituciones financieras como
seguros, pero realmente no tiene mucho que hacer con México. México
seguramente es afectado con esas cosas, según puedo verlo, la situación
financiera y económica de México es mucho peor que antes, por eso no tiene
mucho que hacer con México, eso tiene que ver con lo que está pasando
aquí y también en los centros europeos.
Carlos Ramírez: ¿Cómo ve a México en cuanto al saldo, al Tratado
de Libre Comercio, ha tenido beneficios, debe de seguir ese camino?
Sidney Weintraub: Creo que sí, no van a tener más con el tratado
trilateral ya tiene, pero México tiene acuerdos de libre comercio con otros
lugares, nosotros también tenemos acuerdos con otros países, es por eso que
la preferencia es que al empiezo fue único para México y Canadá y ya está
compartida con muchos otros países, es por eso que yo no creo que tenga
tanta importancia y ahora, puede tener mucha importancia si se rompe el
tratado. Pero seguir con éste sin hacer mucho más no tiene tanta importancia
como ha tenido antes.
ADRIÁN MERLO
Asesor del excandidato John McCain
Carlos Ramírez: ¿Por qué se tomó esa decisión?
179 Adrián Merlo: Creo que más que nada para demostrar que él tenía el
conocimiento; que él se preocupa. él quería demostrar con una visita a
México, quería sobre todo sobresaltar el tema migratorio que es un tema que
él entiende muy bien; ya que es un tema que él luchó mucho en los Estados
Unidos con el propio exPresidente Bush para poder sacar una reforma
migratoria, y creo que quería utilizar una visita a México, que fue corta, fue
de 24 horas, pero para demostrar que México es un país aliado, que es un
país amigo con el que hay que trabajar y obviamente también se tocó un
poco el tema del libre comercio.
Carlos Ramírez: ¿Qué ambiente encontraron en México? Con
buenas perspectivas viendo bien al senador McCain en México hay una
percepción de que los republicanos no son muy amigos de México; aunque
no sea así en realidad, ¿qué ambiente encontraron?
Adrián Merlo: Excelente, realmente nos recibieron muy bien, la propia
embajada norteamericana con quien coordinamos algunas de las actividades,
nos dijeron que nunca habían visto la disposición del Estado Mayor, la
Secretaría de Relaciones Exteriores en tratar de organizar y facilitar tanto una
visita de un candidato, porque él fue como candidato no como senador a
México. Nos recibieron muy bien, yo estuve en México casi 10 días antes,
preparando la visita; obviamente no siempre diciendo cuál era el propósito de
mi viaje, pero hablando con gente nunca escondí que soy republicano, que
apoyo al senador McCain. Yo viajé mucho a México y la gente, mis amigos,
sabían que estaba metido en la política y muy buena recepción; la verdad que en
términos personales lo vimos muy bien, sé que hubo críticas por la visita a la
Virgen de Guadalupe, pero creo que eso también demostró que él es una
persona de fe, él ha tenido una vida muy dura –especialmente en su tiempo en
Vietnam– y la fe para él fue algo que lo ayudó a sobrevivir esos años.
Carlos Ramírez: El tema de América Latina, y sobre todo el tema
migratorio, se criticó mucho, que no apareció en la campaña de Barack
Obama y ganó inclusive en el voto de los migrantes que pudieran votar en el
caso del senador McCain, que tenía una estrategia y que había presentado
inclusive una iniciativa muy positiva para el principio de solución, perdió,
no tuvo el voto de los migrantes, ¿qué ocurrió ahí?
Adrián Merlo: Creo que ahí se puede examinar y hacer algo de
autocrítica, yo creo que dentro del equipo por la larga trayectoria del senador
McCain, en el tema migratorio nuevamente haciendo un estado fronterizo
creímos que el hecho de que él tenía trayectoria no había que esforzarse tanto en
180
demostrar que él apoyaba a la reforma, apoya a los inmigrantes y realmente creo
que se podría haber hecho más trabajo, ahora lo que se ve, que se dice, es que
los republicanos es el partido antiemigrante o que Estados Unidos es el país
antiemigrante, es algo que durante la campaña también comenté mucho porque
este país es el país más generoso del mundo en temas migratorios; tenemos más
de un millón de migrantes legales que vienen a este país por año.
Carlos Ramírez: ¿Qué papel va a tener el tema de los migrantes y la
agenda migratoria en el gobierno de Obama? La perspectiva, porque da la
impresión que los migrantes que votaron por Obama –tengo entendido– se
van a concentrar un día después de la toma de posesión a exigir en
cumplimiento de su agenda que no es fácil, ¿qué importancia a va a tener?
Adrián Merlo: Va a ser importante para estos grupos y la gente que
pide que haya una reforma, obviamente con la crisis económica que estamos
enfrentado, con las guerras que estamos luchando, con la amenaza de la
guerra del terrorismo, el tema migratorio no creo que vaya a ser una de las
prioridades de la administración del Presidente Obama, pero sí va a formar
parte de su agenda de asuntos que hay que tocar, yo creo que se va a
demorar un poco, es un tema muy difícil, muy delicado y no va a ser tan
fácil como algunos creen o esperan.
Carlos Ramírez: ¿Se pueden establecer algún contenido de la agenda
migratoria posible que pueda tener el Presidente Obama?
Adrián Merlo: Sabes, eso también no es una orden ejecutiva, algo
que el Presidente, ni si quiera el Presidente Bush creo, que estuviera a favor
de esas famosas redadas; eso es parte de la burocracia, bueno, cuando se está
buscando por orden de un juez a una persona que si podemos argumentar si
ser indocumentado es ser criminal o no la ley establece muy claro que si es
algo criminal y desafortunadamente se continúan haciendo esas cosas; hay
que ver si hay presión por parte del nuevo ministro de justicia o por la
propia Janet Napolitano quien conoce muy bien el tema migratorio siendo
ex gobernadora en estados fronterizos, y ellos tratan de una forma desde
arriba tratar de controlarlos un poco más, es algo que nos preocupa a todos.
Carlos Ramírez: ¿Qué importancia tendrá la problemática en la
realidad de América Latina en el gobierno del Presidente Obama?
Adrián Merlo: Creo que deben tener mucha cautela durante la
campaña; yo debatí mucho con representantes de Obama, que por ejemplo,
181 decían que estaban en contra de Tratado de Libre Comercio con Colombia
por el problema que hay de violencia contra sindicalistas, que es un
problema real que hay que verlo pero al mismo tiempo también estamos
promoviendo una reunión del Presidente Obama con el Presidente Raúl
Castro, que ni siquiera sé si decirle Presidente porque no es electo, o con el
propio Hugo Chávez. Yo creo que hay que tener mucho cuidado primero en
expectativas, segundo es que si se reúne, que haya condiciones previas
establecidas de Raúl Castro en la reunión que hubo ahora en Brasil, él dijo
que estaba dispuesto a reunirse con el Presidente Obama, pero que no
esperara ninguna concesión por parte del gobierno Cubano para que se lleve
a la realidad esa reunión; entonces yo creo que lo que está diciendo el
Presidente Castro, es que él no se quiere reunir con el Presidente Obama, el
Presidente Obama no podrá reunirse con estos líderes sino hay unas
precondiciones establecidas.
Carlos Ramírez: El tema México en la agenda del Presidente Obama
¿hay interés? México ha tenido un desarrollo un poco mayor; ya no es tan
problemático excepto en el tema de la migración y de la violencia en el
narcotráfico, pero ya no es tanto la crisis económica como en el pasado,
¿tendrá espacio, habrá una relación especial o se estarán terminando para los
Estados Unidos estas agendas de relaciones especiales para algunos países?
Adrián Merlo: Realmente espero y deseo y le pediría al Presidente
Obama que así lo haga, su tiempo para América Latina obviamente va a ser
muy limitado por la crisis financiera, por las guerras, por todas las
circunstancias; el poco tiempo que él tendrá para América Latina yo espero
que se lo dedicara mayormente a México y a Brasil, dos países, dos
potencias en América Latina, dos países que si con la estabilidad de estos
dos países creo que se estabiliza mucho más la región, en México se acaba
de firmar el Tratado Mérida, creo que es algo muy importante, es un
reconocimiento por parte de los dos países que hay un problema compartido
en la frontera históricamente, y en mis viajes a México, propiamente
amigos, aquí veo que es mucho culpa de México, culpa de Estados Unidos
que el problema esté.
Yo creo que Mérida realmente representa un rompimiento de
acusaciones y reconocer que es un problema compartido, y yo creo que si el
Presidente Obama –quien él nombre como asesor para América Latina– se
especula que él tendrá un enviado especial también para América Latina que
sea alguien dentro de la Casa Blanca que reporte directamente al Presidente,
mi jefe tuvo ese puesto con el Presidente Bush y es algo muy importante
182
poder tener ese contacto directo, entonces sí espero que México sea la
mayor prioridad para el Presidente Obama en términos de América Latina.
Carlos Ramírez: Finalmente, en el tema de América Latina esta
presencia, visitas y mensajes políticos de Irán y de China, ¿de alguna
manera romperá el equilibrio en la región o se circunscribirá exclusivamente
a lo que será Venezuela y su zona de influencia?
Adrián Merlo: Bueno, están tratando de penetrar, yo creo que los
problemas que van a encontrar estos países en América Latina, primero
obviamente es la diferencia cultural, dos intervenciones o tratar de
influenciar, lo hacen por intereses propios con un objetivo en común; por
ejemplo, con Chávez de hacerle daño a los Estados Unidos, cuando los
Estados Unidos quieren firmar un Tratado de Libre Comercio con América
Central firman con otros países, con México lo hace realmente porque
quiere que haya beneficios mutuos e Irán y China no veo que tengan un
interés mutuo tienen un interés para sus países y no necesariamente para los
países en América Latina esa va a ser la gran diferencia, que espero que la
gente en América Latina reconozca eso.
ALAN STOGA
Presidente de ZEMI Communications
Carlos Ramírez: Desde el Tratado de Libre Comercio, el NAFTA,
México no aparecía en la agenda de la Casa Blanca ¿qué razones tuvo Bush
para alejarse de México y de América Latina?
Alan Stoga: Creo que ese es un misterio en la historia reciente al
menos en los términos de lo que George Bush quería hacer, yo no le doy
crédito por muchas cosas, pero si le doy crédito en esto él tiene, como texano,
un sentido de la relación que los Estados Unidos necesitaba con México y la
que no necesitaba con México yo creo que él quería tener una relación más
cercana y productiva, él quería pasar una nueva ley de inmigración pero él no
fue exitoso, yo creo que al menos la visión que tenían México y Bush en la
cabeza y el corazón estaban en el lugar correcto, yo digo que acerca de otros
temas no pero en lo concerniente a México él estaba bien.
Cuando hablamos de Latinoamérica creo que él no sabía siquiera que
existiera pero México y Latinoamérica en la percepción americana son dos
visiones muy diferentes, ese es el primer punto, el segundo punto es ¿por
qué falló? Falló en la inmigración porque él la agendó muy tarde, ese fue el
caso del 11 de septiembre que cambió todas las prioridades políticas del
183 congreso y el hecho de que no sólo por razones de México sino por razones
americanas, tenemos una inadecuada inmigración y una pobre batalla al
respecto el día de hoy.
Es una razón directa del 11 de septiembre la pregunta, yo creo es otra, la
pregunta es ¿qué necesita México de los Estados Unidos? Yo creo que la
verdadera transformación posterior al Nafta es que francamente México no
necesita mucho de los Estados Unidos, yo creo que los temas mexicanos que el
Presidente Felipe Calderón necesita agendar son temas que deben tratarse por él
mismo, no son los días cuando tenían crisis financieras o crisis económicas y la
gente venía corriendo a los Estados Unidos y necesitaban dinero; esos temas se
están tratando, tenemos un esquema de trabajo, el Nafta, tenemos un
entendimiento más profundo y una más profunda integración de ambos países
política y culturalmente. Hay partes, yo vivo en Nueva York, hay partes en
Nueva York en las que sientes que estás en la ciudad de México, así que la
integración de las dos sociedades se está moviendo muy rápido en una dirección
muy positiva, la pregunta es otra en término de las cosas que a Felipe Calderón
le gustaría que hiciera Obama, y parece que son tres cosas: primero, no lastimar;
es un poco como tratar con tu doctor y la primera ley como un doctor en
cualquier tipo de medicina es no lastimar, no mates al paciente, en tanto que
Obama no haga algo estúpido –y no creo que lo haga– no creo que haya
ninguna renegociación del Nafta, no creo que nada de lo que habló durante la
campaña vaya a pasar, así que no hacer nada es lo primero que sospecho que es
lo primero que el Presidente Calderón le pedirá a Obama que haga, ¿qué vas
hacer? Y él dice nada, está bien; en segundo lugar, claramente México necesita
una economía norteamericana saludable, de hecho México necesita
desesperadamente una economía norteamericana saludable en términos de casi
todas las remesas foráneas, una América enferma significa un México enfermo,
así que mantener una economía de los Estados Unidos en la dirección correcta –
que es una de las prioridades de Obama– es terriblemente importante para el
futuro de México, en tercer lugar yo sospecho que Obama reconoce que el
deterioro de la seguridad mexicana, el problema de drogas en México significa
un deterioro de la seguridad estadounidense, no hay una diferencia, yo creo que
Bush reconoció esto, pero falló actuando en ello, yo pienso que Obama lo
entendió y actuará, así que la pregunta es ¿qué necesita México de los Estados
Unidos? El grado de cooperación en cuestiones de inteligencia y táctica es
bastante buena y debería continuar, la materia del plan que nunca entendí, yo no
creo que México necesite dinero, México necesita colaboración, cooperación,
que creo ha estado ahí y continuará así.
Espero que esa parte de la agenda continúe, pero hay otras cosas
específicas que México necesita de los Estados Unidos: muchas personas me
hacen la pregunta, ¿quién hubiera sido mejor Presidente para México, John
184
McCain o Barack Obama? Pregunta equivocada, no importa porque la
pregunta es dado al lugar en que los dos países se encuentran hoy no importa
quién es el Presidente de los Estados Unidos, nuestros intereses de seguridad
y sus intereses de seguridad están completamente integrados con la
seguridad económica, la seguridad financiera, la política de seguridad; todos
reconocen esto ahora y ese es el gran cambio en todos, lo retiro, ciertamente
hay en este país algunos locos políticos del ala derecha que no lo reconocen,
no hay más, ninguno de ellos cerca de la oficina y creo que es un período
bastante seguro que viene en nuestra historia, y estoy bastante optimista de
cómo se desarrollará nuestra relación en el próximo par de años.
Carlos Ramírez: Obama ya se reunió con el Presidente Calderón,
¿habrá una estrategia especial de los Estados Unidos de Obama para México
o fue sólo un gesto de cortesía con un vecino?
Alan Stoga: Creo que fue un gesto amistoso pero importante, iré de
regreso al punto; no sé qué necesite México de los Estados Unidos, no estoy
seguro de que pueda haber o no una política especial para México, nosotros
necesitamos cooperación de seguridad en ambos lados de la frontera porque al
menos que México influya en el deterioro de su seguridad, tendremos un
problema, así que asumo que hablaron sobre ello, asumo que vieron caminos de
colaboración. Creo que eso es terriblemente importante, México necesita una
economía saludable, como he dicho hace un momento, y es nuestro interés tener
una economía saludable y es su interés; ahora bien, nosotros necesitamos una
nueva estructura de inmigración no por razones mexicanas sino por intereses
norteamericanos. El sistema actual es una locura, es una mala política, estamos
encerrando personas sin razón, tenemos campos de inmigrantes en todo el país;
está simplemente mal, necesitamos agendar esto no porque México necesite
agenciarlo sino porque nosotros lo necesitamos y creo que lo haremos; estoy
preocupado porque este tema debe cambiar la ley de inmigración, necesita
cambiar, no pasará en los primeros cien días e incluso no sucede en el primer
año porque muchas otras cosas deben de resolverse.
Carlos Ramírez: Durante el gobierno de Bush se han elegido
gobiernos de centro izquierda en América Latina, algunos de ellos antiEstados
Unidos, ¿cuál será la agenda de Obama ante esa realidad política?
Alan Stoga: No estoy seguro de que describa a Latinoamérica de la
misma manera, con el precio del petróleo en 50 dólares y ahora a 150
dólares, tú tienes una situación dramáticamente distinta, particularmente en
Venezuela, Bolivia, en Ecuador y así sucesivamente.
185 Latinoamérica tiene que arreglar su propia realidad, sus propios
problemas, y tratar de desarrollarse y crecer con sus propios propósitos, creo
que los Estados Unidos están jugando un rol de soporte económico y
financiero y los Estados Unidos tendrán un diálogo con la gente a la que le
agradamos y a la que no le agradamos, creo que el tema será un periodo
gracioso en las relaciones de Estados Unidos y Latinoamérica; he estado en
muchas conversaciones a lo largo de mi carrera en donde los latinos se
quejan de tener muy poca atención de los Estados Unidos, y ahora se quejan
de que tienen mucha atención de los Estados Unidos. Mi hipótesis es que
regresaremos a uno de esos periodos en donde hay muy poca atención y no
creo que eso sea sano, yo creo que debemos realmente luchar –así como lo
hicimos brevemente en los 60, tal vez brevemente en los 80– debemos
encontrar una forma de desarrollar relaciones más normales. Si Venezuela
quiere respaldar de nuevo a Hugo Chávez, que así sea, Hugo Chávez no
puede afectar nuestra seguridad nacional, él no está haciendo un gran trabajo
para la seguridad de los venezolanos, para la economía de Venezuela, el
desarrollo de Venezuela, pero ese es su problema.
JORGE RAMOS
Periodista de Univisión
Carlos Ramírez: México, en la agenda, se reunió Calderón con el
Presidente Obama, muchas expectativas en México, pocas expectativas aquí
en los Estados Unidos.
Jorge Ramos: México no está en la agenda; cómo decirte que
México no es una prioridad, y soy mexicano y me duele decirlo, cómo me
encantaría decirte que México es una de las prioridades, pero no es una de
las prioridades, temo decir que América Latina es una de las prioridades y
que si América Latina no se mete en el juego, en el juego donde está China,
en el juego donde está la India , en el juego donde esta Rusia, y en el juego
donde está la Unión Europea, América Latina corre el riesgo de ser
irrelevante dentro de una décadas. Entonces México no está en la agenda, no
está en las prioridades de Barack Obama, sin la menor duda, México va a
tener que luchar muchísimo para entrar en las prioridades de Barack Obama.
Los mexicanos creíamos que por lo menos en América Latina éramos lo más
importante nos hemos quedado a un lado frente a un plano energético que
Barack Obama quiere realizar junto con Brasil. De tal forma que para
empujar una agenda mexicana en Washington, se va a tener que aprender
muy bien cómo funciona el Capitolio, cómo funciona la Casa Blanca, para
poder influir un poquito.
186
Peor aún bajo este ambiente de fiesta en donde los mexicanos
queremos que Barack Obama nos vaya a ayudar, en realidad si escuchamos
bien a Barack Obama, él querría renegociar o suspender el Tratado de Libre
Comercio con México y Canadá: eso puede afectar a millones de mexicanos
en México, la reforma migratoria, Barack Obama la ha prometido durante el
primer año pero no es un acuerdo migratorio con México. Cuidado, no va a
ir a hablar con Felipe Calderón ¿y tú qué crees que vamos a hacer? No, con
la gente que está aquí atrás los 435 representantes y los cien senadores, con
ellos se va a definir, no con México.
Carlos Ramírez: Y el tema migratorio en lo general, ¿dónde van
incluidos los mexicanos?
Jorge Ramos: Claro, pero el tema migratorio se define en Estados
Unidos, Carlos, o sea, el tema migratorio no se define con México. Yo, en
una entrevista con Barack Obama, me dijo que sí quiere consultar y
cooperar con México, pero el tema migratorio ha cambiado mucho de
cuando Vicente Fox hablaba de un acuerdo migratorio entre México y
Estados Unidos. Eso quedó totalmente a un lado es decir, los
norteamericanos deciden en los Estados Unidos sobre sus acuerdos
migratorios y eso es todo.
Y hay un proyecto llamado el de los 279, en donde se necesitan 218
diputados o representantes, 60 senadores y el Presidente, es decir un total de
279 personas para que sea aprobada la reforma migratoria que Barack
Obama nos prometió a los latinos, que sería durante su primer año de
gobierno.
Carlos Ramírez: El proyecto de 279...
Jorge Ramos: El proyecto 279 es algo muy pragmático, yo recuerdo
que con George Bush y todavía con Vicente Fox, se pensaba, bueno, vamos a
tratar de convencer al Congreso, George Bush quería una reforma migratoria,
al final no se logró porque no consiguieron los votos, o sea, la política al final
de cuentas es una cuestión de resultados y Barack Obama es un hombre de
resultados; en lugar de estar pensando en cuestiones filosóficas de cómo
hacerlo, Barack Obama consiguió para la elección, consiguió a dos o tres
millones de personas que le ayudaran con dinero a su campaña y ganó, y para
la reforma migratoria Barack Obama entiende que necesita 279 personas, 218
diputados o representantes 60 senadores y él, entonces de lo que se trata es
muy sencillo; te los llevas a comer o te reúnes con ellos y vas convenciendo a
uno por uno de los 279 hasta que llegas a los 279.
187 Barack Obama, en una entrevista que tuve con él en Denver,
Colorado, el 28 de mayo de 2008, lo recuerdo porque fue una promesa
importante, él nos dijo que en los primeros cien días de gobierno no podría
tener una reforma migratoria, pero él me garantizaba, y esa es la palabra que
utilizó, me garantizaba que en el primer año de gobierno iba haber una
reforma migratoria, es decir, no hay nada que pueda ayudar más a los
mexicanos que esos ocho o nueve millones de mexicanos que viven como
indocumentados en Estados Unidos puedan ser residentes legales, tener
mejores trabajos y enviar más dinero a México, esa es la mejor forma de
ayudar a México.
Carlos Ramírez: ¿En la crisis se podrán conjuntar ambas cosas?
Jorge Ramos: Es una pregunta interesante, hay que sacar de este
debate a los gritones de ultraderecha que nos dicen que no se puede, que en
la crisis económica , primero son los norteamericanos y luego el resto, la
realidad es que los indocumentados hacen de los Estados Unidos un país
mucho mejor; construyen nuestras casas, nos dan de comer, hacen las
labores que incluso en las crisis nadie quiere hacer, si tú te fijas, aquí en el
invierno de Washington la gente que levanta la basura muchos son latinos,
muchos son de minorías, es decir, los indocumentados hacen lo que los
norteamericanos no quieren hacer, incluso en crisis la reforma migratoria
tiene una posibilidad.
Carlos Ramírez: Obama no ha ido a México, las dos veces que tú
has hablado con él ¿percibes que tiene cierta sensibilidad respecto a
México?
Jorge Ramos: Empecemos por algo como muy básico, Barack
Obama es un hombre extremadamente inteligente, pero México nunca ha
sido una de sus prioridades, o sea, Barack Obama tuvo la posibilidad,
quisiera decir otra cosa pero no es así, Barack Obama nunca ha ido a
México, Barack Obama nunca ha ido a América Latina, Barack Obama tuvo
una opción muy sencilla; si iba a Europa a dar un discurso en Berlín durante
la campaña o si iba a América Latina en esa entrevista el 28 de mayo de
2008. Barack Obama me dice que si tiene oportunidad, al primer país al que
quisiera ir sería México, eso jamás se materializa, de tal forma que creo que
Barack Obama es un gran político, no estaría ahí a los 47 años de edad, pero
eso no quiere decir que estemos dentro de sus prioridades y esto lo digo
porque si queremos que Barack Obama haga algo con México y con
América Latina, tenemos que chambear muy duro o sea, tenemos que
188
convencerlo de que México es una parte muy importante de los Estados
Unidos porque de lo contrario, vamos a ser relegados una vez más.
Carlos Ramírez: Jorge, esto es la perspectiva de Obama y Estados
Unidos hacia México, pero México no tiene una agenda para Estados
Unidos, no tiene una agenda para Obama ¿qué está fallando ahí, hasta dónde
también va a ser culpa de nosotros como país?
Jorge Ramos: Tienes toda la razón porque México está sólo
reaccionando, o sea, yo no he escuchado una propuesta mexicana de vamos
a hacer esto con Barack Obama, lo que estoy viendo desde México es, ¡uy!
Cuidado, Barack Obama quiere suspender o renegociar el Tratado de Libre
Comercio, vamos a tratar de hacer propuestas para salvar el Tratado, o
vamos a presionarlo un poquito más con el tema migratorio: pero yo no veo
mucha creatividad ni liderazgo del lado mexicano para empezar a cambiar
las cosas, absolutamente no lo veo, o sea, qué es lo que quiere Barack
Obama, trabajos, economía, tener mejores relaciones con el mundo. Muy
bien, eso está clarísimo, pero si te haces la pregunta del otro lado, ¿qué
quiere Felipe Calderón con Estados Unidos? Pues no sé y tú y yo somos
periodistas y deberíamos saberlo, debería ser tan obvio que, como dicen mis
amigos cubanos, se tendría que caer de la mata, pero no se cae de la mata,
entonces creo que México está obligado a tener una agenda con los Estados
Unidos, una agenda que por el momento me parece invisible.
Carlos Ramírez: Y el tema migratorio, seguramente los
gobernadores de los estados que tienen mucha migración tienen que
participar en la definición de esa agenda.
Jorge Ramos: Claro, pero en Michoacán, en Guanajuato y en Oaxaca
dónde están esas voces, en los Estados Unidos yo no las escucho y la única
forma de funcionar en los Estados Unidos es entendiendo cómo funciona el
Capitolio, cómo funciona la Casa Blanca, y si México quiere influir en las
decisiones en los Estados Unidos, se hace loby y se viene y se convence a
estos 279 influyentes norteamericanos para que le abran las exportaciones a
los aguacates mexicanos que ya lo hacen, y al tomate mexicano, y a las
importaciones que vienen y a los productos importantes que vienen de
México. Pero ese loby yo no lo veo, o sea, yo no veo un grupo que esté
promoviendo los intereses de México en los Estados Unidos.
189 CUARTA PARTE
Nobel de la paz
Obama, Orwell y las contradicciones del poder
Cuando el comité del Premio Nobel de la Paz decidió por Mijail
Gorbachov, cuando menos dos coordenadas se cruzaron en el escenario: de
un lado, el papel político de guerra fría de algunas de esas preseas que
tuvieron en su momento la agenda secreta de alentar a la disidencia en los
tiempos duros del estalinismo –Boris Pasternak, Alexandr Solyenitzin,
Joseph Brodsky, Andrei Sajarov– como un factor de explosividad política.
Pasternak fue obligado por la nomenklatura soviética a rechazar el premio
de literatura y Solyenitzin se asumió como disidente. Y Sajarov fue
refundido en el Volga por el galardón sueco. Y por el otro lado, el premio
como un punto de no retorno del papel de Gorbachov en la liquidación del
imperio soviético: en 1989 no sólo se derrumbó el Muro de Berlín sino que
los gobiernos comunistas de Europa del Este fueron derrocados por
movilizaciones populares.
Electo en 1985, Gorbachov emprendió de 1987 a 1989 un despliegue
de entrevistas con los mandatarios de las potencias del Oeste para
convencerlos que se había terminado el Imperio Soviético, que ya no habría
guerra fría ideológica, que la URSS se retiraba de la carrera armamentista y
que cambiaría la relación de sumisión con los países de la órbita comunista.
En sus Memorias, Gorbachov narra sus encuentros bastante tensos con la
derechista inglesa Margaret Tatcher, con el socialista francés Francois
Mitterrand, con el secretario norteamericano de Estado James Baker, con el
papa Juan Pablo II, con el presidente estadunidense George Bush, y con el
líder alemán del Oeste Helmut Kohl. Por cierto, el encuentro con Bush se
realizó en diciembre de 1989, pocas semanas después de la caída del Muro
de Berlín. Gorbachov se vio obligado a ser aún más reformador, con costos
sociales que lo llevaron a su caída, para convencer al mundo de su decisión
de liquidar el Imperio Soviético.
En julio de 1991, al razonar el premio nobel de la paz 1990, Gorbachov
lo acreditó a la reforma soviética. Pero en agosto del mismo año, los duros del
Kremlin estallaron un golpe de Estado. Y aunque fracasaron, de todos modos
el destino de la URSS estaba escrito: el debilitamiento político de Gorbachov.
La transición política, el desmembramiento de la URSS y la disolución del
poderoso Partido Comunista de la Unión Soviética lo llevaron a renunciar en
diciembre de 1992. Las dos fases habían sido cumplidas: la liquidación del
imperio comunista de la URSS (1985-1989) y la reforma estructural de la
190
URSS (1990-1992). En este contexto, el nobel de la paz había cumplido su
misión: reconocer al estratega del fin de la guerra fría y de la desarticulación
de la Unión Soviética. Como otros premios el nobel había logrado su tarea de
convertirse en un punto de no retorno de la lucha geoestratégica de reparto del
mundo. El nobel como premio a la derrota de la guerra fría.
La asignación a Barack Obama del premio nobel de la paz 2009 no
careció de esa malicia. Si bien tuvo significado histórico el hecho de ser el
primer presidente afroamericano –negro, en realidad, aunque moleste a la
política correcta, _pero concepto que revela el verdadero significado de su
elección– en la dirección política del país imperialista de Occidente que
apenas en 1968 había reconocido los derechos civiles de las personas de
color y con el racismo aún metido en sus entrañas, al final de cuentas tuvo
mayor importancia el hecho de que Obama parecía perfilarse como el
Gorbachov americano; es decir, el presidente que podría llevar a los Estados
Unidos a su fin como imperio. El argumento parecía responder a la tesis del
politólogo Fareed Zakaria, director de Newsweek internacional: no tanto la
decadencia del imperio estadunidense, sino “el ascenso de los demás”. Es
decir: la multipolaridad. El premio sería el punto de no retorno a la
transición de los EU de imperio a nación.
Sin embargo, muy pronto dejó ver Obama sus verdaderos límites:
internamente, el perfil social del papel del Estado, la preeminencia de la
teoría de los derechos para atender las demandas de las mayorías y no
tanto un repliegue militar y geopolítico del mundo sino más bien la
convocatoria a un reacomodo de la multipolaridad. Días antes de la
asignación del premio nobel, Obama había autorizado la revelación de
excesos de la CIA en tortura a detenidos, un discurso de apertura de
diálogo con el mundo musulmán, el desmantelamiento del escudo de
misiles en Europa, el nuevo trato político con América Latina, el anuncio
del cierre de la prisión de Guantánamo y el retiro de tropas de Irak. Casi
podría decirse, siguiendo las huellas de Gorbachov 1985-1988: 1a
desarticulación operativa del imperio. Por tanto, el nobel habría de buscar
ser el cerrojo que sellara la puerta de acceso al imperialismo yanqui. La
transición estadunidense habría de ser la correspondiente a la transición
soviética. El mundo, por tanto, podría asentarse en la multipolaridad.
La intención de Obama pareció ser definida: transitar de la estrategia
imperial de dominación geopolítica y militar a un liderazgo político sin
guerras. Del dominio imperial a la hegemonía política. Obama, por tanto,
tendría –como Gorbachov con la doctrina Stalin– que dar por cancelada la
doctrina Truman de 1947: la intervención militar para defender e imponer la
ideología estadunidense. De lograrlo entonces se daría por terminada la
guerra fría que se legalizó en 1961 con la construcción del Muro de Berlín.
191 Sin embargo, la real politik regresó por sus fueros. La estructura
imperial de los Estados Unidos no dependía, como en la URSS, de la élite de
la nomenklatura sino de una red de intereses sobre todo económicos y
energéticos. El abandono de posiciones estratégicas en los primeros meses de
Obama llevaron a fortalecer a los nuevos adversarios geoestratégicos: China,
Rusia e Irán. Y no sólo fue el movimiento mecánico, sino los hechos: el
expansionismo político: Irán y China avanzaron en América Latina por Cuba
y Venezuela, además de fortalecer su posición nuclear. Y Rusia también entró
a Venezuela por la puerta de la venta de armas. Lo mismo le ocurrió a
Gorbachov y el Imperio Soviético en 1985, pero Gorbachov no tuvo dudas en
que el repliegue de la URSS llevaría al fortalecimiento de los EU y otras
naciones y bloques político-económicos y no por eso frenó la transición.
Obama, paradójicamente, utilizó el foro de la entrega de los premios
nobel para fijar ya no la hoja de ruta de la transición americana, sino para
dejar en claro un reforzamiento de las tesis imperiales. Días antes de la
ceremonia en Oslo, Obama autorizó el envío de casi 40 mil soldados más a
Afganistán y documentó la decisión en la defensa de los intereses
geopolíticos, estratégicos, militares y energéticos de los EU en la región. Y
en la propia ceremonia del premio, Obama colocó la política militar en la
tesitura de las “guerras justas”, tesis que fortalece la estrategia imperial de
intervencionismo en otras naciones.
Es decir, se trataría de una segunda fase de la Doctrina Truman que
permitió, por ejemplo, la intervención militar de los EU en Corea e
Indochina y el endurecimiento en América Latina con todo y promoción de
golpes de Estado. Lo grave de todo fue el hecho de que Obama recibió el
Premio Nobel de la paz y luego definió ahí mismo la nueva doctrina
militarista de los EU. El dato mayor fue el hecho de que Obama no delineó
los verdaderos intereses geopolíticos y estratégicos de su doctrina militar,
como por ejemplo la energía o el radicalismo musulmán que ya se asentó
dentro de sus fronteras o la alianza China-Rusia-Irán.
El papel asignado a Obama era otro: desmantelar el perfil imperial del
poderío estadunidense sobre todo después de los excesos militaristas de los ocho
años de George W. Bush. Más que atemperar el radicalismo religioso, Bush lo
exacerbó. El intervencionismo en el Medio Oriente, la presión sobre América
Latina, la negociación imperial con Europa y el acoso a la antigua Europa del
Este se basaba, en los años de Bush, en la fuerza militar y de armas nucleares.
Obama ha buscado, a partir de la teoría de los derechos, la convivencia, pero en
un escenario poco racional y de reacomodo de nuevas hegemonías.
Por tanto, Obama estaría en la lógica de no cumplir con el papel del
Gorbachov americano. Y no necesariamente por voluntad propia. La crisis
económica obligó a la Casa Blanca a buscar el reposicionamiento de bancos,
192
empresas y el dólar, a través de decisiones que dejaron fuera los intereses
internacionales del sistema financiero. Asimismo, la política militar no pudo
ser cambiada, sobre todo por la presencia de dos personalidades definidas en
el viejo régimen imperialista: el secretario de Defensa Robert Gates y la
secretaria de Estado Hillary Clinton. Inclusive, Hillary definió su enfoque
geopolítico al criticar a Obama de falta de energía y decisión a la hora de
tomar decisiones a las tres de la mañana, cuando una crisis pusiera en riesgo
los intereses de Washington: el manotazo imperialista. La voluntad de
Obama para cambiar la lógica de Bush dejó ver sus primeros indicios
cuando algunas decisiones sólo afectaron la superficie de las cosas: por
ejemplo, Obama autorizó la difusión de material secreto que involucraba a la
CIA en tortura a detenidos y con ello fijo la posibilidad de nuevas reglas
carcelarias, pero de ninguna manera aceptó la modificación de las leyes
patrióticas que fueron la esencia de la violación de las garantías sociales y
constitucionales de ciudadanos norteamericanos y extranjeros.
Las leyes patrióticas fueron promovidas por Bush como una respuesta
directa al terrorismo árabe después de los ataques del 11 de septiembre del
2001 y como una definición de responder con violencia a la violencia. Bush
invadió Irak y Afganistán para imponer los intereses de Washington, y
Obama retiró a los EU de Irak pero sin modificar la doctrina intervencionista
y, por el contrario, la reafirmó en Afganistán en su lucha contra el Talibán.
La relación leyes patrióticas-Afganistán tienen que ver con la lógica
antiterrorista de Bush: la intervención militar de los EU busca derrotar a los
talibanes porque están vinculados con los grupos terroristas de Al Qaeda,
aunque los talibanes hayan sido financiados y armados por los EU y la CIA
a finales de los ochenta para expulsar de la zona a los soviéticos que habían
invadido Afganistán. Para los EU, los talibanes representan una acción
violenta terrorista musulmana en contra del american way of life o el sistema
de vida estadunidense. Por tanto, se trata de una guerra no de derrota de los
talibanes sino de exterminio y hasta de expulsión del país. De acuerdo a los
EU, Afganistán y los talibanes son el refugio de Osama bin Laden, el
multimillonario saudita que financió los ataques contra Nueva York y
Washington el 11 de septiembre de 200l.
La intención final de Obama no será la de conducir la transición de
los EU de un imperio hacia una nación poderosa sino la de consolidar la
hegemonía estadunidense. Por tanto, el mundo se ha quedado con la ilusión
de que el primer presidente afroamericano de los EU pudiera ser el
Gorbachov americano. Aún con voluntad, Rusia no podrá reconstruir el
imperio de la URSS. De ahí la importancia estratégica de terminar con el
siglo XX no sólo con el fin de la Unión Soviética sino con la reordenación
del papel imperial-hegemónico de los EU. Los primeros pasos de Obama
193 confundieron a las élites mundiales y las llevaron a impulsar a Obama. Pero
el discurso de la “guerra justa” de Obama al recibir el premio nobel de la
paz es correspondiente con el derecho a la guerra que fundamenta el
expansionismo de los imperios. En consecuencia, la intencionalidad
geopolítica del Comité Nobel –que a veces pretende sustituir el juego de
intereses del consejo de seguridad de la ONU– habrá fracasado con Obama,
aunque al final el presidente de los EU podría quedarse en el limbo de un
imperio sin ofensiva militar integral, sin la maldad de la geopolítica y sin la
fundamentación histórica de los imperios que son imperios y por tanto no
necesitan realmente de justificaciones.
Bien analizada, la guerra de Washington en Afganistán no es una
guerra justa. Más bien, podría enfocarse como una guerra antiterrorista.
Ciertamente Washington tiene pasivos sin resolver con Al Qaeda, pero la
lógica jurídica de Obama parecía ser ajena a las ofensivas de Bush. De hecho,
Bush definió la guerra de los EU en Afganistán y Obama sólo la ha
intensificado, pero sin una estrategia antiterrorista definida. Obama ha
mantenido tropas, combate posiciones de los talibanes y ha metido a todo el
país afgano en la lógica de la guerra. La lucha contra el terrorismo ha asumido
el perfil de la lucha ideológica de la Doctrina Truman. Una cosa es la
respuesta militar contra ataques y otra la ocupación de un país huésped de
grupos terroristas y otra la diferenciación inexistente entre terroristas y
naciones. En el fondo, la estrategia de los EU busca impedir que los talibanes
tomen el control político, social, religioso y de gobierno de Afganistán porque
se inclinarían hacia intereses contrarios de Washington. Así, la guerra de los
EU en Afganistán tiene correspondencias con la de Vietnam.
El discurso de Obama al recibir el nobel no para reafirmar la paz sino
para justificar la guerra:
Pero quizá el asunto más controversial en torno a mi
aceptación de este premio es el hecho de que soy Comandante en Jefe
de un ejército de un país en medio de dos guerras. Una de esas
guerras está llegando a su fin. La otra es un conflicto que Estados
Unidos no buscó; uno en que se nos suman otros cuarenta y dos otros
países –incluida Noruega– en un esfuerzo por defendernos y defender
a todas las naciones de ataques futuros.
De todos modos, estamos en guerra, y soy responsable por
desplegar a miles de jóvenes a pelear en un país distante. Algunos
matarán. A otros los matarán. Por lo tanto, vengo aquí con un agudo
sentido del costo del conflicto armado, lleno de difíciles interrogantes
sobre la relación entre la guerra y la paz, y nuestro esfuerzo por
reemplazar una por la otra.
194
Bueno, estas interrogantes no son nuevas. La guerra, de una
forma u otra, surgió con el primer hombre. En los albores de la
historia, no se cuestionaba su moralidad; simplemente era un hecho,
como la sequía o la enfermedad, la manera en que las tribus y luego
las civilizaciones buscaban el poder y resolvían sus discrepancias.
Y con el tiempo, a medida que los códigos legales procuraban
controlar la violencia dentro de los grupos, los filósofos, clérigos y
estadistas también procuraban controlar el poder destructivo de la
guerra. Surgió el concepto de “guerra justa”, que proponía que la
guerra solamente se justifica cuando cumple con ciertas condiciones
previas: si se libra como último recurso o en defensa propia; si la
fuerza utilizada es proporcional y, en la medida posible, si no se
somete a civiles a la violencia.
Por supuesto, sabemos que durante gran parte de la historia,
se ha cumplido pocas veces con este concepto de guerra justa. La
capacidad de los seres humanos de idear nuevas maneras de matarse
unos a los otros resultó ser inagotable, como también nuestra
capacidad para tratar sin ninguna piedad a quienes no lucen como
nosotros o le rinden culto a un Dios diferente. Las guerras entre
ejércitos dieron lugar a guerras entre naciones: guerras totales en
que la distinción entre combatiente y civil se volvía borrosa. En el
transcurso de treinta años, este continente se sumió dos veces en
matanzas de ese tipo. Y aunque es difícil pensar en una causa más
justa que la derrota del Tercer Reich y las potencias del Eje, la
Segunda Guerra Mundial fue un conflicto en el que el número total
de civiles que murieron superó al de soldados que perecieron.
Como consecuencia de esa destrucción y con la llegada de la
era nuclear, quedó claro para vencedores y vencidos, por igual, que
el mundo necesitaba instituciones para evitar otra guerra mundial. Y,
entonces, un cuarto de siglo después de que el Senado de Estados
Unidos rechazara la Liga de Naciones, una idea por la cual
Woodrow Wilson recibió este premio, Estados Unidos lideró al
mundo en el desarrollo de una estructura para mantener la paz: un
Plan Marshall y Naciones Unidas, mecanismos para regir la manera
en la que se libran guerras, los tratados para proteger los derechos
humanos, evitar el genocidio y restringir las armas más peligrosas.
De muchas maneras, estos esfuerzos fueron exitosos. Sí, se han
librado guerras terribles y se han cometido atrocidades. Pero no ha
habido una Tercera ·Guerra Mundial. La Guerra Fría concluyó con
una muchedumbre jubilosa que derrumbó un muro. El comercio tejió
lazos entre gran parte del mundo. Miles de millones han salido de la
195 pobreza. Los ideales de libertad, autonomía, igualdad y el imperio de
la ley han avanzado a tropezones. Somos los herederos de la
fortaleza y previsión de generaciones pasadas, y es un legado por el
cual mi propio país legítimamente siente orgullo.
Pero aun así, transcurrida una década del nuevo siglo, esta
antigua estructura está cediendo ante el peso de nuevas amenazas. El
mundo quizá ya no se estremezca ante la posibilidad de guerra entre
dos superpotencias nucleares, pero la proliferación puede aumentar
el peligro de catástrofes. El terrorismo no es una táctica nueva, pero
la tecnología moderna permite que unos cuantos hombres
insignificantes con enorme ira asesinen a inocentes a una escala
horrorosa.
Es más, las guerras entre naciones con mayor frecuencia han
sido reemplazadas por guerras dentro de naciones. El resurgimiento
de conflictos étnicos o sectarios; el aumento de movimientos
secesionistas, Las insurgencias y los estados fallidos, todas estas
cosas progresivamente han atrapado a civiles en un caos
interminable. En las guerras de hoy, mueren muchos más civiles que
soldados; se siembran las semillas de conflictos futuros, las
economías se destruyen; las sociedades civiles se parten en pedazos,
se acumulan refugiados y los niños quedan marcados de por vida.
No traigo hoy una solución definitiva a los problemas de la
guerra. Lo que sí sé es que hacerles frente a estos desafíos requerirá
la misma visión, arduo esfuerzo y perseverancia de aquellos hombres
y mujeres que actuaron tan audazmente hace varias décadas. Y
requerirá que repensemos la noción de guerra justa y los imperativos
de una paz justa.
Debemos comenzar por reconocer el difícil hecho de que no
erradicaremos el conflicto violento en nuestra época. Habrá
ocasiones en las que las naciones, actuando individual o
conjuntamente, concluirán que el uso de la fuerza no sólo es
necesario sino también justificado moralmente.
Hago esta afirmación consciente de lo que Martín Luther King
dijo en esta misma ceremonia hace años: “La violencia nunca
produce paz permanente. No resuelve los problemas sociales:
simplemente crea problemas nuevos y más complicados”. Como
alguien que está parado aquí como consecuencia directa de la labor
a la que el Dr. King le dedicó la vida, soy prueba viviente de la
fuerza moral de la no violencia. Sé que no hay nada débil, nada
pasivo, nada ingenuo en las convicciones y vida de Gandhi y King.
196
Bien analizado, el discurso contiene sólo justificaciones para
mantener la lógica imperial tradicional de los EU desde que en 1947 Truman
definió su doctrina intervencionista en otros países cuando estén en riesgo
los intereses de los EU. Con ese discurso, Obama delineó los límites de su
gestión: No será el Gorbachov americano y los EU ya no caminarán por el
sendero de la transición de un imperio a una nación multilateralista. Al final,
el primer presidente afroamericano de la historia de los EU solamente
refrendó, con justificaciones morales y todo, el papel imperial de los Estados
Unidos.
Obama y el neolenguaje
Obama se aparece como un personaje festivo de George Orwell. Y no
ciertamente como el Winston Smith que se rebela ante el Gran Hermano.
Más bien se perfilaría como el Gran Hermano, ese gobierno todopoderoso –
al final el capitalismo es igual de controlador que el comunismo– que no
sólo guía a su pueblo, sino que lo controla. Y como Smith lo atestigua, lo
maneja a base de mentiras que se venden como verdad. El discurso de
Obama sobre las guerras justas se resume en el neolenguaje del mundo de la
novela 1984: Decir una cosa y significar otra.
Obama obliga a la humanidad a ajustarse al doblepensar orwelliano:
asumir la lógica del realismo del sistema dominante y, oblicuamente,
mantener la racionalidad de sí mismo. Doblepensar y neolenguaje eran los
principios del Ingsoc (socialismo inglés), esa sociedad del no tan imaginario
país nombrado por Orwell como Oceanía, ese conjunto de islas dominadas
por Australia, Nueva Zelanda y Nueva Guinea. Ahí sitúa Orwell el país
dominado por el Gran Hermano, una especie de ojo observador que vigila
comportamientos ciudadanos. El Gran Hermano era el comunismo opresor
que denunció Orwell antes en Rebelión en la granja, publicada en 1945.
En la novela 1984 (publicada en 1949), Orwell parodia el control de
la estructura comunista en la sociedad. Y la lleva a las últimas
consecuencias: el Gran Hermano domina a la sociedad no solamente por la
vía del autoritarismo sino de la imposición de nuevas reglas. Orwell define
el lenguaje de control como el de los significados contradictorios, una
especie de oxímoron ideológico. Las contradicciones se dan de manera
sencilla en las tres consignas del partido, juego de confusiones:
La guerra es la paz
La libertad es la esclavitud
La ignorancia es la fuerza
197 En Oceanía funcionan cuatro Ministerios de control de la burocracia
y la sociedad:
El Ministerio del Amor (en neolengua Minimor) nada tiene que ver
con los afectos sino que se encarga de lo contrario: los castigos y la tortura.
Se ocupa de administrar los castigos y la tortura.
El Ministerio de la Paz (Minipax) tampoco atiende los temas
referidos a los acuerdos para respetar a las demás naciones, sino que se
encarga de asuntos relacionados con la guerra y su tarea fundamental es
extender en el tiempo y el espacio las confrontaciones bélicas como una
forma de cohesión interna.
El Ministerio de la Abundancia, (Minindancia) controla los delicados
temas de la economía y el bienestar de la sociedad, pero no para darle a la
sociedad el bienestar prometido, sino para mantenerla en la orilla de la
subsistencia –ni pobreza ni riqueza– a fin de aumentar la dependencia hacia
las autoridades. La abundancia no existe y todo es racionamiento.
Y el Ministerio de la Verdad (Miniver) fue creado para manipular la
información no tanto en el presente o los compromisos del futuro, sino
“ajustando” las promesas del pasado con los resultados reales. Smith trabaja
justamente revisando periódicos y discursos y usando las cifras reales para
modificar los compromisos del pasado, a fin de que cualquier revisión en
hemeroteca no exhiba contradicciones o incumplimientos. Se manipulan
libros, periódicos y fotografías.
Ahí parece colocarse el mundo de Obama: un presidente
afroamericano que simbolizaba el pacifismo pero llega a recibir el premio
nobel de la paz con el discurso de la guerra y señalando que al final de
cuentas la guerra es la paz. En su campaña, Obama trató de simbolizar
justamente lo contrario de Bush pero no sólo mantuvo en el Departamento
de Defensa al ministro de Bush sino que disminuyó la presencia en Irak pero
manteniendo la lógica de la intervención y profundizando las tropas en
Afganistán. Asimismo, Obama no vaciló en criticar las leyes patrióticas que
violaban las garantías individuales y constitucionales y en su primer año de
gestión no movió ninguna iniciativa para romper con la estructura jurídica
que redujo las libertades civiles.
En el apéndice de 1984 Orwell establece los principios de la
neolengua. Y se ajustan con precisión al discurso de Obama:
La intención de la neolengua no era solamente proveer un
medio de expresión a la cosmovisión y hábitos mentales propios de
los devotos de Ingsoc, sino también imposibilitar otras formas de
pensamiento. Lo que se pretendía era que una vez la neolengua fuera
adoptada de una vez por todas y la vieja lengua olvidada, cualquier
198
pensamiento herético, es decir, un pensamiento divergente de los
principios de Ingsoc, fuera literalmente impensable, o por lo menos
en tanto que el pensamiento depende de las palabras.
Orwell establece tres códigos:
El Vocabulario A era el de las palabras de uso normal, con
significado directo.
El Vocabulario B estaba armado con palabras construidas para
provocar significados y establecer categorías: por ejemplo, bienpensar.
Y el Vocabulario C contenía términos científicos y técnicos que
complementaban los dos anteriores.
Orwell hace un juego de palabras: toma un párrafo de la Declaración
de Independencia de los EU en el que se establece la igualdad entre los
hombres y los derechos sin distingos sociales o de raza, pero leído casi como
la justificación de un gobierno absolutista.
El discurso de Obama se puede considerar en las coordenadas de
1984: un premio a la paz se convierte en el detonador de la justificación de
la guerra. El concepto de justo de la teoría militar y de la justificación de las
guerras se aplica lo mismo a la intervención en Afganistán para aplastar a Al
Qaeda y a los talibanes, que para retirarse de Irak pero dejando atrás un
gobierno funcional a los intereses de los Estados Unidos. Quedan en la
lectura estratégica del discurso de Obama las definiciones orwellianas de la
política militar y guerrerista de Obama como el abanderado de la paz. Si el
mundo totalitario de 1984 la guerra es la paz, en el mundo del Obama
imperial quedan las huellas de definiciones bélicas del presidente de los EU
como el premio nobel de la paz:
Difíciles interrogantes sobre la relación entre la guerra y la
paz.
(Una guerra justa es) Si se libra como último recurso o en
defensa propia; si la fuerza utilizada es proporcional y, en la medida
posible, si no se somete a civiles a la violencia.
De muchas maneras, estos esfuerzos fueron exitosos. Sí, se han
librado guerras terribles y se han cometido atrocidades. Pero no ha
habido una Tercera Guerra Mundial.
Y la frase demoledora digna de sustituir la orwelliana “La guerra es la
paz” en el neolenguaje de Obama:
199 Como alguien que está parado aquí como consecuencia directa
de la labor a la que el Dr. King le dedicó la vida, soy prueba viviente
de la fuerza moral de la no violencia.
Es decir, el presidente que reafirmó la tesis de George W. Bush sobre
el terrorismo como justificante para la guerra y que acababa –la víspera de
recibir el nobel de la paz– de aumentar las tropas estadunidenses en
Afganistán explica que hace la guerra para llevar a la práctica las ideas
pacifistas de Martín Luther King. Esta frase define la dimensión histórica de
Obama como el primer presidente afroamericano en la historia de los
Estados Unidos, aunque en realidad, en el neolenguaje o el doblepensar, no
llegó más allá de la Oceanía de Orwell.
Obama: las encuestas de la decepción
Si existe algún concepto que explique socialmente la gráfica de tracking
poll –seguimiento diario de encuestas– de la empresa Rasmussen sobre la
gestión Barack Obama, ése sería el de crisis de expectativas. Obama comenzó
enero de 2009 con una aprobación de 45% y una desaprobación de 14%, pero
hacia diciembre las cifras dieron una voltereta espectacular: la desaprobación se
colocó en 45% y la aprobación cayó a 26%.
No se trata de una reacción circunstancial del ciudadano sino una tendencia
de decepción constante. El oficio de presidente de los EU no depende de la
popularidad mediática, sino que el ciudadano califica al gobernante en función de
sus propias expectativas y estados sociales. La crisis económica, del desempleo, la
guerra en el Medio Oriente, la violación de derechos civiles por el terrorismo han
atrapado al ciudadano medio en una lógica de exigencias mayores.
Obama se enfrentó a un país desanimado, atrapado en el miedo y con
expectativas basadas en el color de la piel. Quizá el peor error que haya
cometido Obama haya sido su decisión de no romper con su antecesor.
George W. Bush dejó a los Estados Unidos sin tejido social. Pero Obama
decidió hacer a un lado a Bush y comenzar él mismo a cargar con defectos y
beneficios. Lo malo para Obama es que no precisó la ruptura con el pasado. Irak
y Afganistán han dominado más el ambiente social, que la política de salud
universal que propuso Obama.
Los ciudadanos norteamericanos no son imprevisibles. Lo que pasa es
que Obama carece de una percepción sicológica de sus pasiones y temores, de
sus deseos y angustias. Esa inexperiencia de Obama lo ha llevado a decidir
desde la soledad de la Oficina Oval, a pesar de los destellos mediáticos para
tratar de aparentar una vida más o menos normal.
Las encuestas sobre Obama califican la gestión de su gobierno. Y las
cifras pueden resumirse en una palabra: decepción social.
200
El tracking poll de Obama puede seguirse en:
http://www.rasmussenreports.com/public_content/politics/obama_administration/
daily_presidential_tracking_poll
201 ÍNDICE
PRIMERA PARTE
Obama: mucho más de lo mismo
7
Barack Obama: Esperanza/Decepción
9
¿El Gorbachov americano?
17
El fin de la URSS
21
Los primeros cien días de Barack Obama
28
Obama: La crítica a los derechos
29
De Estado Imperial a Estado Moral
30
El Gorbachov americano
31
El perdón de la tortura
33
Obama: ¿Una transición fallida?
35
Obama y su modelo económico
36
Más Estado: Obama, como Hugo
38
Obama: El Imperio es el Imperio
40
Obama-México: Ablandamiento
42
Obama: El pragmático
44
Obama perdona a la CIA
46
Obama abrió la Caja de Pandora
48
Obama: El cargo de conciencia de los EU
50
Powell: Obama gira a la derecha
55
202
Obama: Rehacer el Imperio
57
Obama: ¿Un Reagan liberal?
59
Obama: La reconstrucción del Imperio
61
Exigencias de nueva mayoría
63
Obama: Cómo mover al pueblo
65
Obama: Gravamen o coartada
67
Obama: Sin conciencia histórica
69
Obama: Fantasma de Keynes
71
Obama: Atrapado sin salida
73
Obama ganó apuestas INTRADE
75
Lástima: Obama es Chicago boy
77
I.- Lincoln, Jim Crowe, King, X
79
II.- Dilema: ¿Imperio o República?
81
III.- La realidad: EU es un Imperio
83
IV.- EU: Poesía y prosa del Imperio
85
V.- Otra traición de la izquierda
87
VI.- México: La agencia desconocida
89
VII.- Torturas, no; ley patriótica, sí
92
VIII.- Un discurso imperial poético
93
IX.- Clave: Crisis de expectativas
95
X.- Los fantasmas de Obama.
97
203 SEGUNDA PARTE
CIA: Continuidad Bush-Obama
103
Encuesta: Barack Obama
105
Obama: Un hecho histórico II
111
Obama: Un hecho histórico III
113
Obama: Un hecho histórico IV
115
Obama: Un hecho histórico V
117
Obama: Un hecho histórico VI
119
Obama: Un hecho histórico VII
121
Obama: Un hecho histórico VIII
123
Obama: Un hecho histórico IX
125
Obama-Hillary: Siempre no X
127
La CIA, perdonada por Obama
129
Tortura: Bush, responsable
131
Elecciones 2008
133
Decadencia
Moral
136
TERCERA PARTE
Cambio y esperanza
145
Bush, la peor pesadilla de sí mismos
146
Racismo
148
204
La crisis económica
149
Primer presidente afroamericano
150
Yo tuve un sueño
150
Migración
152
El porvenir
153
Barack Obama; un hecho histórico
154
El reto americano Robert Pastor
162
Otto Reich
163
Jorge Ramos
166
Alan Stoga
169
México y Latinoamérica
172
Sidney Weintraub
178
Adrián Merlo
179
Alan Stoga
183
Jorge Ramos
186
CUARTA PARTE
Nobel de la Paz
190
Obama y el neolenguaje
197
Obama: Las encuestas de la decepción
200
205 Este libro se terminó de imprimir
en la Ciudad de México, D.F.
en el año 2010. La edición
constó de 2000 ejemplares.

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