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RAP DE DIENTE NEGRO
Acompañamos a Toteking dando el último repaso al sonido de ‘T.O.T.E.’, su
nuevo disco. Es una obra de autor: hardcore, pesada y densa en las bases,
pero confesional en las letras. La búsqueda de las palabras correctas, dice
el rapero sevillano, le «machaca la vida».
POR JOSE ÁNGEL GONZÁLEZ FOTOS SELECTOR MARX
«¡Éste es el volumen ostentoso y cabrón que quería!». U na
lata de cerveza en la mano y los pies descalzos. Como
un pescador sobre la moqueta del estudio de mastering en
el madrileño barrio de Pueblo Nuevo. Manuel G onzález
Rodríguez, 187 centímetros de palabras. El Tote.
«D ame aquí un poquito menos de bombo, que no
percuta tanto, que se vea el sampler, y un poquito más de
brillo en la voz». Agachado tras el ingeniero, abrazado a
sí mismo, todo cartílago, el King fiscaliza sus feudos: las
17 canciones de su nuevo disco, T.O.T.E. (Boa). Epílogo a
un año de trabajo. No hay retorno.
Toteking (Sevilla, 1978) retoca. «D eja que siga por
ahí, que entren los instrumentos». Acaba de enviar una
copia de las piezas a su hombre de confianza y «hermano
del alma», D j Randy, ex vendedor de pescado en Coria
(«cuando fracasemos, yo despacharé helados y compartiremos los congeladores»). La prueba definitiva siempre es
la misma: el equipo de sonido del coche. «Es el sustituto
natural de la minicadena. La única forma de saber cómo
sonarán las canciones en los ordenadores».
En el nervio de costura sin hilo con que se mueve
se aprecia que los últimos tiempos han sido de tajo al
sol: grabación con diez beatmakers (O h No, D ametaylor,
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M-Phazes, Anonimous Twist...) y muchas dudas, entre
ellas el desecho de varias canciones porque no quería
repetir la fórmula. La prueba de fuego del disco en la calle
no le inquieta. «Bailo mejor que antes, fui al logopeda
porque usaba mal la garganta y la machacaba... No hay
fisuras. No puede haber fallos. Este disco es el que quería
hacer». Y la pimienta final de la insolencia genética del
rap, la arenga de guerra antes de la pachanguita: «Los
raperos son muy malos, y yo soy muy bueno».
‘STRI
PTEASE’ HARDCORE
No para quieto. Aprovecha los minutos de volcado al
disco duro de cada master para entrar en su cuenta de
e-correo, habla con cadencia eléctrica, no siempre termina las frases... Tras Música para enfermos (2004) y Un tipo
cualquiera (2006, 30.000 copias vendidas y tanta fuerza
carnosa como para dejar en entredicho a todo el rock
español de los últimos 20 años), en T.O.T.E. ejercita un
striptease que le sitúa como juglar hardcore confesional.
El Rey se desnuda. En las letras reconoce que está con
tratamiento médico por un trastorno obsesivo compulsivo, que es víctima de ideas invasoras que inyectan una
velocidad disparatada a su mente.
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La palabra, aliada pero vampyr acechante, hija de la
boca pero diente cariado y ennegrecido. «O btengo muy
poca satisfacción de lo que hago y me cuesta la vida que
me guste lo que escribo. Llevo muy mal los días negros,
cuando no creo en nada, en los que paso tres horas escribiendo y aquello no va a ningún lado... Los días en los
que la palabra fluye son una fiesta, los días poco creativos
me machacan la vida. Me enredo en las ideas, y las ideas
me enredan a mí». No cualquier rapero sería capaz de
presentarse herido. En el negocio del hip hop no manda
el viaje interior. H an profanado demasiadas veces el verbo
para saber que si no sabes caer, no sabes nada, bro.
H oras antes, en la oficina de la discográfica, posa rodeado
de diccionarios. «Q uiero ese retrato, tío. Es la primera vez
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que me sacan leyendo», pide a Selector Marx, el mismo
fotógrafo que firma la portada del nuevo disco. Es media
mañana y el Tote se ha levantado con el alma aplastada por
tanta noche. Los libros le devuelven la sonrisa y le avivan los
«genes moriscos» que no puede (ni quiere) disimular.
«NO PUEDO NADARCOMO MI
CHAEL PHELPS»
En T.O.T.E. hay imágenes que abren las puertas de una luz trascendente y casi literaria. Ejemplo número 1: «H asta el mejor
paseo por la playa acaba en las rocas». Ejemplo número 2:
«El resignado ejercicio del verso». Ejemplo 3: «Pocos motivos
para brindar en esta vida dedicada a observar». ¿Terminará
el rapero agotando tinteros? «Soy bueno en mi oficio, pero
no puede haber otro D ante, otro Chaucer, ¡no puede ser!Me
«Losdí
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tario de héroes y villanos donde enumera casi treinta nombres propios, desde Pablo Neruda y O zzy O sbourne a Ikea o
su detestado Julio Medem («es un moderno, y todos los que
son como él nos destrozan desde su nube, nos complican la
vida con paranoias extrañas de la mente y el sexo»).
Pese a este tipo de dictámenes como ladrillos (algunos
imperecederos: «El franquismo, aunque no está, se siente
como un miembro fantasma»), el Tote es tímido. H ay silencios entre tanta palabra y la suficiente ironía como para que
no mande la hipérbole del estereotipo. «¡Q ué paquetillo, tío!
Cuando este disco fracase, me contratarán en la discográfica
para que les aparque los coches», dice al verse en algunas
fotos. «Si no fuese por la próstata, viviríamos 120 años. Yo ya
meo por fases», se carcajea al hablar de la muerte por cáncer
de su admirado Frank Zappa, uno de los rockeros a los que
escucha desde niño gracias a la colección de vinilos de su
madre. «D e allí lo piqué todo. D esde Traffic a D eep Purple,
el Madman across the water de Elton John o H endrix».
Se le llena la boca al hablar de ellos, Manuel y Lola, sus
padres, médicos de cabecera en la sanidad pública. «Son
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encantaría poder escribir, pero leo a Tolstoi y digo: ¡no hay
milagros! Yo no puedo nadar como Michael Phelps, no nos
engañemos».
Esas cosas que cualquier bien nacido debería elogiar (la
literatura, la casi licenciatura en Filología Inglesa –las giras
le obligaron a dejar pendientes cuatro asignaturas–, la
implicación en el mundo circundante más allá del barrio
y la peña, la normalidad de su pose) le han granjeado,
porque el corsé que más aprieta es el que se lleva en la
cabeza, amores y enemistades. También alguna amenaza
de los raperos de poco octanaje cerebral.
«¡Ahora sí!», dice el Tote tras escuchar la mezcla final de
Todo lo que quiero,quizá la más contagiosa de las 17 canciones
(«es como Lupe Fiasco, tío, pero en sevillano»), un inven-
mis mejores amigos, la gente con la que hablo todo desde
chico. La nuestra era una casa sin pestillos, de puertas
abiertas. Todo era de todos. Mi padre lleva unos Pepe
Jeans desde hace diez años y no necesita más. Es imposible ser mejor que él, no tiene ambición, no se mide con
nadie, no discute con nadie».
¿Con quién se medirá el Tote el 13 de este mes, cuando
cumpla 30 años? «Conmigo mismo, claro. Ahora voy para
arriba, porque ya estoy abajo. ¿Cómo lo celebraré? Me compraré unos botines. Como no tengo espejo en casa, salgo al
ascensor, le doy al botón, me veo los botines, y, cuando se
cierra, pongo la pierna y me vuelvo a mirar. Lo haré unas
cuantas veces. Caerán un par de pajas ese día. D espués me
soplaré una botella de vino, solo o con mi D J». n
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