diagnstico de vendedores en la calle y propuesta de politica pblica

Transcripción

diagnstico de vendedores en la calle y propuesta de politica pblica
DIAGNÓSTICO DE VENDEDORES EN LA CALLE Y PROPUESTA DE POLITICA PÚBLICA
EN LA LOCALIDAD DE SUBA
Plazas de Rincón y Lisboa y Zonas de Autopista Norte y Suba Centro
Convenio de asociación 038 de 2012
Suscrito entre la Alcaldía Local de Suba y la Corporación Mujeres y Economía
Bogotá
2015
LAS VENTAS AMBULANTES EN BOGOTÁ
Un panorama general de la actividad académica en Colombia en torno al tema de las
ventas ambulantes, tratadas dentro de la generalidad de la economía informal, o como
expresión de la Economía Popular en el escenario urbano, da cuenta que existen dos
dimensiones fundamentales del desarrollo investigativo de la informalidad: la social y la
económica. Los trabajos investigativos desarrollados se encuentran basados en trabajo de
campo con el sector de las ventas ambulantes de diferentes espacios de la ciudad, bien
sea frente a centros educativos, religiosos, de salud, de comercio, o en los barrios
populares.
En la dimensión de lo social, las numerosas investigaciones que se proyectan desde la
perspectiva propuesta del análisis de los actores se basan en el método etnográfico que, a
través del trabajo de observación continua de estos actores, busca identificar costumbres,
imaginarios (MEZA, 2002)1, percepciones y características específicas de las relaciones
generadas en medio de la actividad económica, de la cual se sirven las comunidad para
tejer y mantener su tejido social (MARTINEZ VALLE).
De las investigaciones realizadas sobre trabajo informal y, específicamente, sobre el
trabajo que ejerce el vendedor ambulante en la calle, es de resaltar que la mujer tiene un
papel altamente participativo (ZAMBRANO, 2009)2, aspecto señalado además por
investigaciones realizadas en otros países de América Latina (SARRIA ICAZA & TIRIBIA).
Dentro de la participación en el ejercicio de este oficio se encuentran también las
poblaciones más vulnerables que no tienen la capacidad laboral para acceder a la
formalidad: población desplazada, tercera edad, en situación de discapacidad, situación
de calle y demás población en desventaja. Sin embargo, los estudios evidencian que estas
poblaciones crean fuertes redes de solidaridad que le permiten suplir algunas
necesidades, de las cuales no se responsabiliza el Estado.
Tema tratado en la tesis como opción de grado que muestra las relaciones étnicas que se tejen en
torno de la actividad de venta de frutas en la calle, cuyo actor principal son poblaciones
afrodescendientes.
2 Para tener una perspectiva más amplia, la autora realiza una clasificación en relación con la incidencia
de las mujeres dentro de los espacios de análisis como lideresas y sus características a partir de un
análisis situacional en relación con sus edades y trayectorias:
1
Las investigaciones de carácter social se han destacado por un abordaje a este fenómeno
a partir de la categoría marginalidad, concepto a partir del cual se describe y analiza la
forma en que la ciudad segrega y excluye de sus dinámicas a poblaciones con
características particulares (MARTINEZ VALLE). Las características de estas poblaciones
están relacionadas directamente, por un lado, con el fuerte sustrato campesino del país
(ZAMBRANO, 2009)3 y, por otro, con la incapacidad de incorporar a todos los pobladores
de la ciudad (CASTAÑEDA & GARCÍA, 2007), incluyendo a aquellos que por los fenómenos
migratorios comienzan a engrosar las filas de desocupados.
Desde la dimensión económica, los análisis han buscado caracterizar estadísticamente a
los sujetos que hacen parte de la informalidad4, olvidando la necesidad de un análisis
complejo de la situación desde un enfoque territorial, en todas sus dimensiones y todo lo
que implica la construcción de la territorialidad y el tejido de relaciones y redes de
solidaridad que usan como medio diferentes expresiones dentro de la economía, a saber
el trabajo en las plazas de mercado y distintas expresiones de ese sustrato campesino
mencionado anteriormente que dé cuenta de las dinámicas propias de estos procesos
comunitarios (MARTINEZ VALLE)5.
Desarrollo histórico de las ventas callejeras en Bogotá
El abastecimiento y la provisión de alimentos en las ciudades es un asunto que
históricamente se remite a la concentración demográfica de las poblaciones en las urbes,
la importancia del trabajo de aquellos que las abastecen y la configuración social de estos
espacios de abastecimiento.
La provisión de alimentos en la ciudad de Bogotá, así como en los pueblos y otras ciudades
de América Latina, se debe al mercado de la plaza desde los tiempos de la colonia. Un
mercado que se desarrollaba en la plaza pública para efectos de suplir necesidades básicas
de la población, como escenario institucionalizado o reconocido. Este espacio, se
Al caracterizar la población de vendedores ambulantes, muestra cómo parte de las mujeres que
conforman el sector llegan a la ciudad a causa del proceso de migración a las ciudades, bien sea
motivado por la carencia de garantías en el campo o a causa de las dinámicas de la violencia, de tal
modo que en la ciudad esta población migrante que hace parte del sector informal se reconoce por la
ausencia de capital social y educación lo que a su vez dificulta el acceso a la formalidad.
4 Un ejemplo de este caso se observa en (PINTO, 2.004) ; mientras (CASTAÑEDA C. A., 2.000) da cuenta
de otros aspectos de la informalidad a nivel laboral.
5 En la cual se describe cómo la estructura social hace uso del espacio recreado en el sector económico
para dinamizar y recomponer el tejido social por medio de prácticas asociadas a la economía.
3
presentaba además como epicentro del desarrollo ciudadano, desde la actividad
económica, pasando por la actividad religiosa, política, jurídica y cultural.
Ya en el siglo XIX, en Bogotá se construyó una edificación destinada al mercado público
con la idea de hacer mejor el aspecto de la plaza de Santafé, y el mercado que se
desarrollaba todos los viernes en la Plaza Mayor fue trasladado a las plazas cercanas como
la de San Agustín, San Francisco y San Victorino. En la época funcionaban además otras
plazuelas, no tan grandes, en las que se generaba el intercambio económico (ORTIZ, 2009,
págs. 2-3).
Como lo señala la historiadora Milena Ortiz en su trabajo para el Museo Nacional, en la
plaza y sus alrededores, se generó el comercio ambulante por parte de vendedores al por
menor, que Ortiz describe como “vendedores de pequeñas cantidades de artículos o quizá
de algunas unidades de diferentes productos de uso cotidiano para los habitantes de la
ciudad” (ORTIZ, 2009, pág. 10). Estos pequeños comerciantes fueron conocidos como
mercachifles, buhoneros, cajoneros, quincalleros y merceros, cuyo oficio era descalificado
y censurado, añadiéndoles la falta de representación política, evidenciada en la creación
un impuesto para ejercer esta práctica, de modo que, los vendedores ambulantes que
tendían a aumentar para esta época, debían contribuir al erario público.
El reconocimiento de la plaza como espacio de abastecimiento, intercambio, comercio y
establecimiento de ventas al por menor por parte de los vendedores ambulantes es de
gran importancia, en tanto que es alrededor y al interior de ella en la que surge esta
práctica, se configura como espacio de convergencia social que mediante las relaciones
económicas y en relación con el cubrimiento de necesidades básicas para los habitantes
de la ciudad, logran configurar un entramado de relaciones y tejido social. Así mismo lo
señalan trabajos que desde la dimensión social y económica abordan el análisis de plazas
históricas en la ciudad como la plaza de la Concordia, la Perseverancia y la de San
Victorino, siendo esta última la más antigua en la que se desarrolla la práctica de la venta
ambulante por parte de comerciantes al detal (CÁRDENAS & HERRERA, 2000) (RUIZ,
2000).
Estudios como estos en los que la convergencia social toma un lugar importante y las
relaciones que emergen dan cuenta de formas culturales construidas, ya sea por la
aglomeración poblacional en la ciudad o por los lugares de donde proviene la gente, abre
una veta de estudio sobre el crecimiento poblacional de la ciudad y la capacidad de
abastecimiento de la misma, dada su expansión y el progresivo tamaño poblacional.
Dando lugar a un aspecto puntual que caracteriza lo urbano, que sin embargo, no viene
solo.
La ciudad es considerada un espacio en el que se facilita el intercambio, remunerado o no,
de bienes y servicios, al tiempo que en ella se estimula la multiplicación de redes
económicas, sociales, culturales y políticas (CASTAÑEDA & GARCÍA, 2007, pág. 31), de
modo que le brinda más oportunidades a sus habitantes, situándola como el escenario
preferido y con las condiciones más adecuadas para alcanzar mayores niveles de vida y
disminuir condiciones de pobreza.
De acuerdo con los autores mencionados, que vienen trabajando el tema del hábitat y el
espacio público en la ciudad, esta contiene en sí misma unas ventajas estáticas con
economías de escala, alcance, densidad y aglomeración, aprovechándose la cercanía de
los mercados de insumos y productos. En esa medida, las economías de escala generan
una reducción de costos con volúmenes crecientes, mientras que las economías de
alcance generan esta reducción de costos al generarse mayores encadenamientos. Por
otro lado, las economías de densidad y aglomeración implican rendimientos crecientes
que potencian las economías de escala y alcance. En términos dinámicos, como fuente de
innovación, las ciudades permiten el desarrollo económico y el cambio estructural
(CASTAÑEDA & GARCÍA, 2007, págs. 31-32).
La histórica migración campo-ciudad, definida por condiciones de las transformaciones
estructurales de la economía, el proceso de modernización en América Latina, las oleadas
de violencia y el desplazamiento forzado en Colombia, evidencia la forma en que el
crecimiento demográfico da forma a la ciudad, configura sus espacios y dinámicas
económicas, sociales y políticas.
El llamado que hace la ciudad en busca de suplir la demanda de fuerza de trabajo para
ocupar en la industria, derivada de la transición hacia el desarrollo y la modernidad, y con
las expectativas puestas en el fomento de la libre circulación del comercio, el afán por la
urbanización, la modernización agrícola, la construcción de infraestructura, el alcance de
servicios sociales y altos niveles de alfabetismo (BELTRAN CAMACHO, 2011, pág. 21),
condensa parte de la población rural en los lugares circundantes a la ciudad, donde se
asientan, construyendo la periferia urbana.
Las lecturas frente al tema de expansión no organizada de la ciudad (que terminan
formando un cordón de miseria), existentes para el caso de Bogotá, desarrollan una
observación tomando en cuenta que los procesos migratorios profundizan aún más el
preocupante crecimiento de sectores pobres en la ciudad. Estos sectores, se encuentran
claramente alejados de aquellas expectativas de modernización y que colocaban a la
ciudad como el escenario preferido para alcanzar mayores niveles de vida; de modo que,
construyen un escenario paralelo, invisibilizado y denominado por otros6 como informal, a
causa de una falta de caracterización y en ausencia de una política clara para manejarlo.
Es así como la periferia urbana, en la que se construyen barrios no planeados, que se
mantienen en una delgada franja entre lo informal y lo ilegal frente a las autoridades
estatales que no alcanzan a regular ni los espacios ni a sus pobladores, termina definiendo
como informal la cotidianidad de los habitantes de estos sectores, empezando por el lugar
de habitación, hasta llegar a las prácticas que desarrollan para garantizar su subsistencia
(BELTRAN CAMACHO, 2011, págs. 29-30).
Es en estos términos como el siglo XX se caracteriza por hacer confluir de manera dispar
las expectativas modernizantes y el crecimiento demográfico en las ciudades, que para el
caso de Colombia, de acuerdo con datos de ONU-Hábitat, se encuentra en el sexto lugar
entre los países que cuentan con una ciudad más poblada respecto de sus demás
ciudades, según el índice de primacía urbana para el año 2005.
Es de resaltar que este interés de modernización no necesariamente se proyectaba de
acuerdo a las capacidades reales de la ciudad para absorber la creciente población, la cual
está dada por la capacidad de generación de escenarios en los que los habitantes cumplen
un rol en términos productivos. Sin embargo, las condiciones estructurales de la economía
no dan lugar al pleno empleo de la fuerza de trabajo (GÓMEZ NARANJO, GÓMEZ
AGUDELO, & BORRÁEZ ÁLVAREZ, 2005)7. Desde la perspectiva marxista diversos autores
exponen que algunos de “los sectores que migraban a las ciudades fueron vistos como
“ejército industrial de reserva” o “sobrepoblación relativa”, mano de obra potencial que
esperaba ingresar al mercado de trabajo formal y que no era absorbida en el nuevo
modelo de desarrollo” (GÓMEZ NARANJO, GÓMEZ AGUDELO, & BORRÁEZ ÁLVAREZ, 2005,
Se hace referencia a analistas económicos, investigadores, formuladores de política pública, entre
otros.
7 Los autores, desarrollan un marco teórico comparativo de acuerdo al cual definen esta incapacidad de
absorción de las fuerzas de trabajo.
6
pág. 32). Este mismo aspecto ha sido abordado por la sociología, ciencia desde la cual se
ha definido esta población no ocupada y segregada en términos de la marginalidad
(ZAMBRANO, 2009)8, entendiendo esta como un fenómeno que va más allá de los factores
económicos y en ese sentido se conecta con las demás esferas de la vida social; lo que
muestra esta perspectiva de análisis, es que la desocupación y el desempleo son síntomas
de los procesos de marginación al interior de la ciudad.
La población marginal o el ejército industrial de reserva es entonces esa población que por
distintos motivos no se integra al mercado laboral y, como tal, fue considerada como una
masa poblacional homogénea (antes de los años 70), en tanto se observaba al margen o
por fuera de lo moderno. Sin embargo, en las siguientes décadas la discusión y la
profundización para entender las características de esta población, ha mostrado la
heterogeneidad de la misma (MARTINEZ VALLE), como aspecto con necesidad de un
abordaje investigativo de carácter más riguroso y comprometido.
La incapacidad de la ciudad para ocupar a sus antiguos y nuevos habitantes desencadenó
en la búsqueda individual o familiar de alternativas de ocupación. Las condiciones de
ausencia de empleos en la industria, en el sector oficial u otros reconocidos
institucionalmente o formalmente dieron lugar a estas alternativas que, sin embargo, se
ubicaron dentro de prácticas tradicionales de subsistencia en el escenario urbano, como el
ejercicio del comercio en plazas de mercado con ventas ambulantes, que se reconocen en
este siglo por estudios desarrollados alrededor de las construcciones históricas de las
plazas, por el Fondo de Ventas Populares, y por la normativa que buscaba su regulación ya
desde los años 30.
Este fenómeno es evidente además en otras ciudades de América Latina, como es el caso
de México en donde la actividad en las calles dedicada a la venta de diversos productos y
alimentos se reconoce como histórica, señalándose que responde a aspectos como que: la
densidad poblacional y la calle como un espacio de búsqueda de la subsistencia para la
población sin empleo, a lo que, estudios como el de Mario Barbosa, sobre el trabajo en las
calles, le añaden la insuficiencia de mercados y la creciente demanda de comercialización
de productos de consumo (BARBOSA CRUZ, 2008, pág. 13).
Varios estudios se acercan al fenómeno de la venta ambulante desde la lectura de lo
informal, el rezago de lo moderno, lo marginal; sin embargo, estudios que pretenden
8
Aborda también este aspecto de lo marginal o la marginalidad.
hacer una lectura compleja y dinámica de la situación plantean precisamente alejarse de
concepciones duales9 que no permiten levantar el velo frente a la integralidad del
fenómeno de las ventas ambulantes, estacionarias o callejeras, para darle un mejor
tratamiento en términos de formulación de política pública.
En busca de superar precisamente estas concepciones duales, existe una literatura que
intenta abordar el tema introduciendo aspectos que atraviesan el desempeño de los
habitantes de la ciudad como vendedores ambulantes, construyendo una comprensión del
territorio. En ese sentido se destaca que a principios del siglo XX en Bogotá, además de la
actividad comercial que se desarrollaba en la calle y en los espacios públicos, el
artesanado urbano expandía su taller hacia la calle y los intercambios los realizaba en este
escenario. De modo que, el uso de espacios que no se encontraban regulados como de
uso privativo seguían construyendo el tejido social a través de intercambios de carácter
político, cultural y sobre todo económico, dando lugar a configuraciones territoriales
trazadas y mediadas por las relaciones sociales que se construyen y que a su vez definen
las funciones de los espacios, dada una base económico-productiva determinada y unas
estrategias individuales o colectivas de manejo y valorización, desplegadas por los actores
de estos espacios pluridimensionales (MARTINEZ VALLE).
La creciente población, la configuración territorial de espacios periféricos, la sobre
abundancia de mano de obra, como se ha venido mencionando, fueron además causas del
establecimiento de puestos de ventas estacionarios o ambulantes ahora alejados del
centro de la ciudad y de los centros de sociabilidad reconocidos, dando lugar al comercio
informal en las calles y en pequeñas plazas de mercado ubicadas en los centros de las
periferias.
Esta situación de comercio callejero y al detal, se agudizó aún más con los procesos de
reestructuración económica a nivel mundial desde los 70 y por causa de la crisis en
América Latina desde los 80.
La reestructuración diseña un nuevo sentido a la organización de los procesos
productivos, a la gestión social del trabajo y a la organización territorial de la producción,
9
Para el caso de los estudios de (BELTRAN CAMACHO, 2011) y (BARBOSA CRUZ, 2008).
en la que el Estado tiene arte y parte directa, en la normatización, regulación y control, al
asumir medidas como la liberalización de los mercados y la flexibilización del mercado de
trabajo, aspectos que impactan directamente las condiciones laborales de la población
económicamente activa entre los habitantes de la ciudad.
En este nuevo diseño del orden económico, finalizando el siglo XX, en el que se
desconocen los derechos laborales adquiridos con la implementación de medidas que dan
lugar a la flexibilización laboral y le retira a los empleadores su responsabilidad en el pago
de prestaciones sociales, además, vuelve a desconocer la heterogeneidad de las
condiciones y características de los sectores de la población a quienes en su imposibilidad
de integración al mercado laboral (flexibilizado) se les define como desempleados, es
decir, únicamente desde su capacidad productiva.
Para el caso especial de Colombia, entre el año 2002 y el 2009 las cifras de desempleo
disminuyeron sostenidamente (como se puede observar en el gráfico que sigue a
continuación) debido al descenso de las tasas de participación de la población
económicamente activa, lo que quiere decir que menos personas se encontraban en busca
de empleo formal. Sin embargo al incrementar los niveles de participación, las tasas de
desempleo aumentaron.
Año/Paí
s
Colombi
a
1999 200 200 200 200 200 200 200 200 200 200 201 201
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5
6
7
8
9
0
1
20
20
17 17,4 14,2 13,6 11,8 11,1 11,2 11,3
12 11,8 10,8
Definición de tasa de desempleo: Esta variable incluye el porcentaje de la fuerza laboral
que está sin empleo. Substancial sin empleo es a veces indicado (INDEX MUNDI, 2013).
De acuerdo con la Procuraduría General de la Nación:
“Esta estrecha conexión entre las variaciones de la tasa de participación y la tasa de
desempleo revela que la economía colombiana ha generado puestos de trabajo
sostenidamente, pero de forma insuficiente de acuerdo con la transición
demográfica que experimenta y las presiones que los hogares tienen para enviar a
sus miembros secundarios a buscar oportunidades de empleo como una forma de
supervivencia” (Procuraduría General de la Nación, 2011).
Estas cifras que evidencian la ausencia de oferta laboral formal, demuestran la existencia
de una brecha entre la población empleada dentro de la formalidad frente a aquellos
excluidos de esta forma de empleo, y que se han visto abocados a emplearse en la
informalidad. La discusión que se empieza a generar una vez se evidencian las disonancias
en las formas de empleo crea la necesidad de definir la informalidad que surge durante las
décadas de los años 60 y 70 a partir de los cuales se inició la discusión del tema como un
factor que conducía y prolongaba el círculo de la pobreza (GALVIS, 2012). Una de las
principales lecturas del fenómeno fue desarrollada por el Programa de Empleo para
América Latina y el Caribe OIT–PREALC-, que gracias a su trabajo teórico y práctico
respecto a la diferenciación entre formalidad e informalidad logró dar cuenta de un punto
desde el cual se diferenciaban una concepción de otra. Este tiene en cuenta que la
economía informal está relacionada con la necesidad de supervivencia y sus actores, en
este caso el individuo y su familia, son aquellos que reproducen esas prácticas
tradicionales, es decir, aquellas prácticas opuestas a la modernidad, mientras que la
economía formal está relacionada con la búsqueda de “acumulación de beneficios”
(GÓMEZ NARANJO, GÓMEZ AGUDELO, & BORRÁEZ ÁLVAREZ, 2005, pág. 33)10.
La existencia de una relación muy cercana y positiva entre las posibilidades de encontrarse
dentro del sector de la informalidad, la incapacidad de inserción en el mercado laboral y la
migración, son abordados por el Grupo de Investigación Economía Social de la Universidad
de Medellín (GÓMEZ NARANJO, GÓMEZ AGUDELO, & BORRÁEZ ÁLVAREZ, 2005), quienes a
partir de un enfoque estructuralista presentan la informalidad como alternativa a la
incapacidad de inserción y como la estrategia más usada por los pobres. Además, señala la
visibilidad del problema, ya no en los términos de las estrategias emprendidas por los
pobres sino desde una perspectiva en la que se analizan las ofertas laborales que disfrazan
a los empleados precarizados, como pequeños empresarios y como personal autónomo.
Como lo explica Luis Armando Galvis, Economista del Centro de Estudios Económicos
Regionales –CEER-, del Banco de la República, existe una diferencia entre lo que se
entiende como empleado dentro de la formalidad o dentro de la informalidad, ya que aun
teniendo el empleado una relación contractual directa con el empleador, en muchas
ocasiones este no logra tener acceso a los beneficios que por ley se le debieran atribuir.
Esto quiere decir, que existen distintas variedades de contratos que hacen parecer
contratos informales como contratos regidos por una relación laboral formal.
Así pues, es posible dar cuenta que, de un lado, el trabajo “formalizado” se encuentra en
condiciones de precarización en ascendencia, puesto que las normas de empleo de la
mano de obra son cada vez más difusas y el acceso a empleo formal (acceso a servicios de
salud, pensión, cesantías y riesgos profesionales) es cada vez más limitado. En este
contexto, el trabador informal se encuentra en condiciones aún más precarizadas que las
del trabajador del sector formal, pues no ostenta un trabajo fijo con prestaciones sociales
y además su trabajo depende única y exclusivamente de su capacidad de “rebusque”.
En este marco existe otra población que en medio de la precarización laboral, puede tener
unas condiciones aún más complejas de acceso a la formalidad, de ascenso en la misma y
Esta idea, en la que la supervivencia se convierte en el punto característico de la economía informal,
es desarrollada también en (SUÁREZ SALAS, 2001)
10
de reconocimiento de sus méritos en el trabajo. Esta población es la constituida por:
mujeres, los jóvenes, personas de la tercera edad, personas en estado de discapacidad y
en general la población en estado de vulnerabilidad, que a causa de las altas tasas de
desigualdad social, tienen aún mayor posibilidad de ingresar a la informalidad.
Esta desigualdad es clara cuando es consenso que el acceso a la educación y el ascenso en
la misma, logran que existan mayores posibilidades de aplicar a un empleo formal y por
tanto, contar con seguridad social. Incluso en este caso Galvis asegura que con el acceso a
nivel universitario de educación se duplican las posibilidades de ingreso al sector formal y
en esta medida acceder a los beneficios que ofrece en tanto a la cobertura del sistema
pensional y de salud, además de asegurar un mayor ingreso y reducir en este caso el grado
de pobreza (GALVIS, 2012).
De acuerdo con Castañeda y García, entre los años de 1992 y 2005 la cantidad de
informales en Bogotá aumentó en 487.000, mientras que el número de ocupados creció
en 820.000, lo que significa que el 60.4% de los empleos generados correspondió al sector
informal de la economía. Así mismo, muestran que en el año 2000 la proporción de
informales respecto a la totalidad de la población ocupada alcanzó su punto máximo, con
el 57.3%. Esta información corroborada por la publicación del Fondo de Ventas Populares
da información del DANE, la OIT y el BID, señala que al año 2000 se “estima que la
totalidad de la economía informal urbana genera el 57% del empleo en Bogotá, D. C., y su
participación en el Producto Interno Bruto Urbano alcanza únicamente el 22%; teniendo
en cuenta que las ventas ambulantes y estacionarias en el espacio público representan el
7.0% del empleo informal” (Populares, 2013).
La informalidad en el país ha sido caracterizada por el DANE a partir de la ausencia de
vinculación al sistema de seguridad social, a saber: sistema de salud y pensión. Siendo así,
que casi el sesenta por ciento de la población empleada se encuentra situada dentro del
sector informal y, así mismo, esta población se caracteriza por el bajo acceso a la
educación y trabajar en pequeños establecimientos que producen a su vez bajos ingresos
(DANE, 2012)11. Estos establecimientos o unidades productivas, de acuerdo con Portes,
Para el 2012 “La definición adoptada por el DANE para la medición del empleo informal, se remite a la
resolución 15ª de la OIT de 1993 y a las recomendaciones del grupo de DELHI. Estas indican que la
aproximación a la medición de informalidad en materia de escala de personal ocupado en las empresas,
11
Castels y Benton, son “una modalidad socio-territorialidad globalizada que no es producto
de la acción de firmas transnacionales y/o de las políticas estatales, sino de una
comunidad que ha logrado estructurar su economía local en torno a una cierta
aglomeración de establecimientos pequeños” (CASTAÑEDA & GARCÍA, 2007, pág. 79) que
se dedican a desempeñar una actividad que se encuentra plenamente globalizada y
desarrolla formas locales de cooperación.
En esta medida, es claro observar que los establecimientos pequeños que se aglomeran
para darle lugar a escenarios de subsistencia de los sectores poblacionales más pobres de
las ciudades, son considerados, por quienes los asumen, como alternativas a la ausencia
de empleo formal y a la calidad del mismo, así como la posibilidad más cercana de generar
ingresos que, sin embargo, no generan escenarios de acumulación de capital, ya sea para
cubrirse dentro del sistema de seguridad social o para ampliar su capacidad de venta o
prestación de servicio.
Ahora bien, es importante reconocer el carácter estructural que da lugar a que se generen
actividades de establecimientos pequeños o ventas informales en los espacios físicos
públicos, dada la permanente conexión que se establece con la llamada economía formal.
Es así como la actividad de las ventas ambulantes y estacionarias en la ciudad de Bogotá
responde a una serie de elementos que aún parecen “confluir” de modo desarticulado o
en una dirección meramente causal y determinista. Esta lectura la arrojan los desarrollos
de investigadores alrededor del tema puntual de las ventas ambulantes y estacionarias,
las teorizaciones inconclusas acerca de lo informal que elaboran tanto investigadores
como instituciones oficiales y la ausencia de una política pública clara y de carácter
nacional, respecto al fenómeno que estas representan.
De tal forma, las ventas ambulantes no son un fenómeno aislado ni nuevo, por el
contrario; se han configurado desde la tradición y la cultura, como respuesta a una
situación de carácter estructural de la economía; sin embargo, las autoridades que han
debe ser de hasta cinco trabajadores excluyendo los independientes que se dedican a su oficio y a los
empleados del gobierno”.
emitido política parecen hacer una observación que le da al fenómeno el carácter de
contingencia, puesto que los esfuerzos que se despliegan para darle un manejo a la
situación no se han encaminado a una transformación de carácter estructural.
La caracterización de las ventas ambulantes y estacionarias en la ciudad debe partir del
reconocimiento contextual e histórico de las mismas, ubicándolas modo como actividades
comerciales que se desarrollan en las calles (espacios públicos), escenario urbano,
producto de transformaciones espaciales a lo largo del tiempo, como consecuencia de la
interacción de los actores que hacen parte del mismo.
LAS VENTAS EN LAS CALLES DE LA LOCALIDAD DE SUBA
En la localidad de Suba, las ventas en la calle son una problemática presente en la
localidad desde hace varios años. La plaza de mercado de Rincón es un espacio económico
y social en el que se proveen alimentos a los habitantes de la localidad desde hace
aproximadamente 40 años y la plaza de Lisboa funciona desde hace más de dos décadas.
En estos espacios, además de las prácticas económicas de venta de mercado se entretejen
importantes relaciones sociales bajo las cuales se configuran unidades sociales como la
familia y el barrio. Estas plazas, funcionan en la dinámica de la calle, en la dinámica del
espacio público, en el que sus ocupantes trabajan y viven diariamente en su jornada
laboral.
Las principales problemáticas de las plazas de mercado de Rincón y Lisboa se presentan a
continuación a la luz de cinco categorías básicas: espacio público, organización económica
y trabajo, protección social, familia y organización política
Espacio público
Al discutir sobre el espacio público, y en si el espacio, no se puede olvidar reseñar que las
percepciones como ideas expresadas de manera rápida y, en algún grado, superficiales,
van atadas a un pensamiento del elemento a tratar, por ello es necesario exponer
brevemente las distintas concepciones que giran en torno al espacio que va desde ver el
espacio como un objeto terminado hasta definirlo como un contenido mismo de otros
objetos.
El espacio visto como algo terminado se ciñe a la idea de Espacio Absoluto, donde se
muestra como un objeto independiente de lo demás, el cual está dado y no puede ser
modificado, es decir que permanece siempre similar e inmutable (Newton, 1982).De otro
lado, el espacio se puede concebir como Relativo si se asume que este es producto de una
relación entre objetos, por ejemplo no es lo mismo observar un estadio de futbol como un
solo elemento que asimilarlo como un compuesto de distintas partes, entre las que se
encuentran las gradas, siendo, a su vez ese el momento donde se valora la importancia de
cada uno de los objetos que hacen parte de ese espacio.
Sin embargo, el concepto de espacio no se limita a esta dualidad, por el contrario se
complejiza cuando sobrepasa la idea de relación objeto-objeto y se establece como un
Espacio Relacional, situándose en una interacción en doble vía sujeto-objeto y, a su vez,
sujeto-sujeto, esta última no solo se evidencia en el encuentro mismo de las personas en
un lugar determinado sino en cómo los objetos, al ser producidos y/o usados por el ser
humano, implican que la misma relación objeto-objeto de fondo lleva a una relación de
personas, por ejemplo al construirse una silla en cemento dentro de cualquier espacio,
indica que allí se puede descansar pero a la vez es la representación de una relación de
poder al cuestionarse ¿Por qué?, ¿Para qué? Y ¿Cómo se configuro ese espacio?
Percepciones del Espacio Público
El Espacio Público pareciera tener varios puntos de referencia, por un lado, se observa
como lugar de circulación, específicamente vehicular y peatonal, de otro lado, como un
atributo atractivo-económico y, por último, como un escenario de encuentro de las
distintas relaciones sociales ó como diría Lebfevre (2008) punto de confluencia. Sin
embargo, aun cuando se entendiera que son posiciones encontradas, se debe desplegar
cada una de estas percepciones para analizar ¿Que tan alejadas, enfrentadas o
complementadas están estas posiciones?
En primer lugar, al tomar el espacio público como un lugar de tránsito (de circulación), se
asimila que el mismo está compuesto por la vía, los andenes, los postes de alumbrado
público, los bolardos y todo aquello que se relacione y permita la circulación de vehículos
y el tránsito de peatones con la menor cantidad de elementos que puedan obstruir el
paso. Bajo esta idea la solución siempre estará enfocada a sacar del espacio todo aquello
que pueda obstaculizarse, y en el caso específico de los “vendedores informales”
implicaría estrictamente (re) ubicarlos en otro lugar o sencillamente desalojarlos.
De otro lado, existe una percepción que se centra en atributos estéticos bajo la cual se
observa al espacio público como un atractivo para la valorización de la ciudad y este, a su
vez, se constituya en un atributo para mejorar la imagen (Ciudad, 2005, pág. 10), en este
sentido el Espacio se sume a la pavimentación de la vía, la adecuación de andenes, las
fachadas de las viviendas y locales comerciales en pro de un estricta mirada estéticocomercial, es decir se circunscribe en “si se ve bonito” o “se ve feo” para tener una
imagen que permita ser expuesta desde el espectro comercial acercándose, incluso, al
tratamiento exclusivo del espacio público como una mercancía.
En medio de estas percepciones, emerge una vista más sobre el espacio, en la cual se
intenta rescatar al espacio público como sitio de encuentro, y no solo entendido como
punto de aglomeración de gentes o de manifestaciones, sino como un espacio que incluye
las expresiones de diversas dimensiones de la comunidad, es decir, el espacio público
como lugar de recreación, de circulación y, con el caso de los “vendedores informales”,
sitio de trabajo, producción, consumo e incluso escenario doméstico. Así pues, no es solo
un escenario de desarrollo de una actividad específica sino como escenario de
convergencia social, en el cual se establece relaciones sociales, precipitando de alguna
forma la construcción del tejido social.
Lo anterior no pretende dar a entender que estas visiones se proyecten de forma
homogénea, ya que se pueden presentar opiniones que incluyen diferentes aspectos de
las percepciones descritas, lo que se quiere presentar es que cada una de estas dan
cuenta de un énfasis que se realiza a la concepción de espacio público.
La vivencia de los espacios
En la década del treinta, alrededor de la actual plaza fundacional de Suba, los
campesinos se reunían los domingos después de misa para charlar y hacer el mercado,
que tenían que transportar a lomo de mula o a la espalda hacia las ocho veredas que
existían en aquella época. (Bayona, 2009)
Las ventas informales, producto de la exclusión del mercado laboral y, por tanto de un
sitio físico laboral, traen consigo la ocupación de un espacio, y en el caso de la
aglomeración de varios vendedores de tipo (semi) estacionario generan la configuración
de un espacio distinto. En el trabajo de campo que se desarrolló en la Localidad de Suba,
específicamente para las zonas de Lisboa, Rincón, Suba Centro y Autopista Norte se
evidencia que si bien hay particularidades en cada una de estas zonas, existen elementos
generales a considerar al momento de generar acciones desde la administración pública.
La Plaza de Lisboa
Este espacio se ubica en la Carrera 154, entra calles 132 D y 136 A. Una característica
especial de este lugar, es que es una plaza de mercado de hecho rodeada de un pequeño
comercio “formal” y con una Iglesia como punto de convergencia y aglomeración. En esta
plaza de mercado prevalece la existencia de alimentos sin preparar (50,9%) (Fruta,
verdura, etc.) y no genera una fuerte competencia entre productos del pequeño comercio
y los vendedores informales de la plaza.
Porcentaje de vendedores
Tipo de productos ventas
informales (Lisboa)
50,91%
60,0%
40,0%
20,0%
27,27%
9,09%
7,27%
0,0%
Alimentos Alimentos Vestido Artículos
Preparados sin
(Ropa)
para el
preparar
Hogar
Este epicentro de mercado se circunscribe a un espacio aledaño a una vía principal, que
aún se encuentra en adecuación de infraestructura, tanto vial como de demás servicios
(acueducto, alumbrado público, etc.), para una población que ha sido marginada en la
misma ciudad. Es de resaltar que tanto los compradores como vendedores de esta plaza
son habitantes del sector generando una dinámica económica local en los barrios de los
sectores populares, ya que por ejemplo dentro de este grupo de vendedores de la plaza se
encuentra que el 91% vive en Lisboa o barrios vecinos como Santa Rita, Santa Cecilia,
Berlín, etc.
Este tipo de vendedores no solo ocupan el espacio como resultado de la salida del
mercado laboral, o mejor dicho, por la incapacidad del mercado de vincularlos sino que
trasladan a este mismo espacio laboral su espacio doméstico, ya que la inexistencia de
jardines para los niños más pequeños y de diversos escenarios y programas de actividades
para los más jóvenes genera que la decisión de sus padres o adultos responsables (los
vendedores), bien sea la de llevarlos a sus puestos de trabajo con el fin de controlar y
garantizar que no se conviertan en objetivos y sujetos de prácticas criminales o de contar
con la facilidad de vivir cerca a la plaza y asi poder ejercer una observación más constante.
No obstante, esta situación no implica la presencia continua en la calle de todos los
vendedores informales, ya que esta dinámica de plaza es más fuerte los fines de semana,
articulándose a los tiempos de descanso de los demás habitantes del sector. Por lo
anterior, para esta población existe en un traslape, en algún grado, del espacio privado
(doméstico) con el espacio público.
La Plaza de Rincón
La llamada “Plaza del Rincón” se encuentra ubicada a lo largo de la Diagonal 129 B Bis
desde la carrera 93 hasta la carrera 94 A. Este espacio, de un lado, es escenario que
contiene un alto grado de desarrollo de pequeños y medianos comerciantes y cuenta, a su
vez, con la infraestructura de tres instituciones educativas y una iglesia, lo que permite
evidenciar este sitio como un punto de convergencia y de alto flujo de personas. De otro
lado, este espacio funge como una avenida relevante para la circulación de vehículos de
varios barrios de la UPZ de Rincón. Es en este contexto espacial que se encuentra los
vendedores callejeros de la “plaza del Rincón”, situación que les lleva a asumir (y no a
concebir) el espacio público en términos de circulación, ya que su día a día se pasa en el
tránsito de personas.
No obstante, lo anterior sería una fotografía instantánea de lo que es este espacio, ya que
bajo esta imagen se encuentra otra serie de situaciones y variables que son necesarias
para el correcto análisis de lo que significan las ventas callejeras en este sector. En primer
lugar, es necesario reiterar que la población dedicada a las ventas callejeras que se
encuentran y aportan en la construcción del espacio público son personas marginadas del
mercado laboral12, por tanto con una afectación en sus ingresos, asumiendo el espacio
público como alternativa para desarrollar su trabajo de manera honesta y escenario para
garantizar su vida.
En segundo lugar, el “comercio formal” que se encuentra allí se relaciona más con
productos con algún grado de transformación (Ropa, accesorios, Panadería, Droguería,
etc.) mientras que el grueso de los venteros callejeros13 se dedican a la comercialización
de alimentos sin preparar, es decir a ofrecer Frutas y Verduras, lo que se relaciona a su vez
con dos elementos adicionales; la competencia económica in situ y la relación espaciotemporal con los consumidores. Así pues, la competencia económica que se da en este
espacio es más evidente entre los propios vendedores callejeros que la competencia con
los locales y tiendas aledañas, adicionalmente la dinámica de vender en la calle se articula
al mismo tránsito peatonal de los habitantes (y visitantes) del sector, ya que este espacio
al tener una vía de enlace con muchas de las cuadras y barrios cercanos permite que los
habitantes de la zona que llegan de su empleo adquieran los productos camino a su casa.
En suma de dos elementos anteriormente señalados, a causa de la marginalización de
ingresos y dada la dinámica cultural de compra, soluciones previstas como el establecer
un lugar cerrado para adaptar a los vendedores fallan, ya que desconocen el hecho
socioeconómico por el cual está el vendedor en la calle y, así mismo, la construcción
histórico-cultural de relaciones que llevan al vendedor a tener su puesto de trabajo
acreditado en la misma calle, lo que genera un ordenamiento diverso del espacio público.
Por último, es necesario referir que el espacio público físico no cuenta con la presencia de
todos los vendedores de la “plaza” todo el tiempo (todos los días a todas horas 14), este
espacio como sitio de trabajo tiene su mayor uso los fines de semana, particularmente el
domingo, mientras que entre martes y viernes cuenta con aproximadamente la presencia
de 62% del total de vendedores cuantificados en esta zona15. El lunes se presenta como un
día atípico ya que este día se presta para vender los productos que no fueron vendidos el
día anterior. No obstante, las características de los productos llevan a que a diferentes
horas del día la presencia de los vendedores callejeros varíe.
12
Por ejemplo, más del 12% de los vendedores callejeros pertenecen a la población de tercera edad (adulto
Mayor)
13
Cerca del 65% de los vendedores encuestados
14
Si bien se presenta el caso de vendedores callejeros que dejan sus puestos en las noches, es una minoría.
15
En el Rincón se cuantificaron 147 vendedores callejeros.
Autopista Norte
El espacio analizado comprendió desde el sector de Toberin (calle 167) hasta el Centro
Comercial Santa Fe (Calle 185) sobre el costado occidental de la Autopista Norte. La
característica fundamental de esta zona es que se trata del límite urbano de Bogotá,
enarbolada como un escenario importante de entrada y salida para la ciudad, por lo cual
es un espacio de flujo constate no solo vehicular sino peatonal.
Contrario a lo identificado anteriormente en Lisboa y Rincón, las ventas informales de este
sector se relacionan con productos elaborados (alimentos preparados, ropa, accesorios,
decoraciones, etc.), lo cual se articula perfectamente a la dinámica de ser “zona de paso”
que cuenta con un gran desarrollo en infraestructura vial. De igual forma, este escenario
de llegada y salida con desarrollo vial ha generado el establecimiento de grandes
superficies de comercio (Centro comercial punto 69, Home Center, Colsubsidio y Centro
Comercial Santa Fe).
A pesar de ser una zona de tránsito muy fuerte, existe una significativa presencia de
vendedores informales que habitan barrios circundantes de este sector16, sin que esto
implique que no haya presencia de vendedores que se trasladan desde distinto puntos de
la ciudad. Así mismo, es necesario resaltar que al ser un espacio con fuerte tránsito
vehicular la exposición a la polución y demás riesgos que generan la presencia de los
distintos vehículos es causa del deterioro de Salud Física y mental.
Suba Centro
El sector en el cual se establecen los vendedores informales se generan entorno a dos
centros Comerciales, de un lado el Centro Comercial Centro Suba, en la Carrera 91 desde
la Calle 137 hasta la Avenida Suba (Calle 145) y, por otro lado, el Centro Comercial
Subazar, entre las Carreras 91 y 92 las Calles 146 b y la Avenida Suba. Este escenario al
encontrarse en la principal zona de ingreso y salida de la localidad de suba, presenta una
configuración de mediana y gran escala de comercio que se acompasa a la presencia de la
institucionalidad de la administración pública, por tanto se genera una gran afluencia de
personas a este sector.
16
Según los datos recolectados dentro de la cuantificación de vendedores informales de este sector cerca
del 65 % de los vendedoes habitan en barrios aledaños a la zona
La presencia de vendedores informales se caracteriza por el ofrecimiento de bienes
elaborados (Ropa y Alimentos) generando una competencia directa con el producto entre
vendedores informales y el “comercio formal”, que se traduce en diferentes tensiones
dentro del mismo espacio físico17 lo cual no solo implica a comerciantes (formales e
informales) sino que involucra a compradores, vecinos y autoridades de la administración
pública.
En general, es necesario indicar que al referirnos a ventas o comercio informal la primera
percepción que surge es la de invasión u ocupación indebida del espacio público, esta idea
genera discusiones en torno a la obstrucción de la circulación y la posibilidad de empleo
de quienes salen o han sido excluidos del mercado laboral formal. No obstante lo que se
tiene aquí es una discusión de lo que se entiende por espacio público, y ello se refleja en
las opiniones18de comerciantes y vecinos de cercanías de estas plazas en las cuales se
puede deducir dos concepciones de espacio público, por un lado aquella que hace
referencia a las vías y andenes en funcionalidad de transitar concordante con una posición
dominante de ver el espacio vacío de sujetos y solo con algunos objetos que deben
conservar su integridad para el uso común de circular (vías, andenes, bolardos, etc.) y, por
otro, aquella donde se relaciona las personas al mismo como “espacio de todos” que
permite indagar el componente social que se llega a esconder detrás de esta percepción.
Así pues, y parafraseando al urbanista Jordi Borja (2011), es en el espacio público donde
se expresan los avances y los retrocesos de la democracia tanto en sus dimensiones
políticas como sociales y culturales, se puede concluir que el espacio público es la gran
sala de reunión, de encuentro y de tertulia (ágora, polis) que se constituye en el mayor
parlamento cívico, el lugar donde se construye un pensamiento civil. Por eso, la sociedad
civil no es un grupo humano sino el espíritu de la ciudad encarnado por los ciudadanos
que la habitan. (Carrión, 2011)
17
Estas tensiones, que también se presentan en otras zonas, se evidencian en problemáticas referentes al
aseo, la movilidad y en general, la estética del lugar, sin embargo tan solo son expresiones de un problema
social de fondo y más agudo.
18
Estas percepciones se tomaron mediante una encuesta a comerciantes de locales aledaños y habitantes
vecinos de la plaza, que si bien cuantitativamente no son robustas cualitativamente son de gran significancia
al reflejar conceptos que se tienen del Espacio Público.
Condiciones generales de los vendedores
La mayoría de los trabajadores que el DANE contabiliza como informales no son
asalariados. De hecho, durante los últimos 5 años, el porcentaje de población asalariada
dentro de la informalidad ha fluctuado entre el 25.4 y el 28.3%,19 mientras que el
porcentaje de población informal por cuenta propia ha fluctuado entre el 65.9 y el
67.5%.20 Los vendedores ambulantes, en su mayoría, hacen parte del grupo mayoritario
de población informal no asalariada, que a su vez está mayoritariamente compuesto por
mujeres.
De acuerdo con cifras de la GEIH del DANE, para los años 2008-2012 (trimestre agostooctubre), el porcentaje de mujeres que trabajaba en la informalidad fluctuaba entre el
54.1 y el 56.1%. Desafortunadamente, no contamos con datos que nos permitan
confirmar si el porcentaje de mujeres es mayor tratándose de informalidad por
subsistencia (donde se sitúa a los vendedores ambulantes) que por acumulación, pero la
intuición y los datos que arrojó la encuesta que realizamos en las plazas de Lisboa y Rincón
(Suba) así lo indicarían.
De hecho, de acuerdo con los datos arrojados en la encuesta, el 55% de los vendedores
ambulantes son mujeres, de las cuales 36% se consideran jefas de hogar. Lo anterior
concuerda con la percepción de los vendedores. Al preguntárseles cuál es el género que
ellos consideran predominante en su oficio, tan solo el 6.4% respondió masculino,
mientras que el 45.1% respondió femenino. Hay por tanto una nueva clase trabajadora
conformada por trabajadores por cuenta propia, en su mayoría mujeres, donde se pueden
ubicar a los vendedores ambulantes.
El discurso tradicional sobre la informalidad indicaría que el objetivo de ésta nueva clase
trabajadora es formalizarse, lo cual explicaría porqué tanto la mayoría de críticos como el
gobierno se han centrado en discutir cuál es el marco regulatorio capaz de convertir más
trabajadores ‘informales’ en ‘formales’.21 Equivocadamente se piensa que las condiciones
19
Los datos se produjeron con base en la Gran Encuesta Integrada de Hogares del DANE, trimestre agostooctubre, para los años 2008-2012.
20
Ibíd.
21
Las dos iniciativas más importantes que el gobierno del presidente Santos ha presentado en materia de
formalización del empleo son la Ley 1429 de 2010 (o Ley de primer empleo), y la Ley 1607 de 2012 (o
reforma tributaria). El objetivo básico de la primera era generar estímulos para que empresas grandes o
pequeñas vincularan población con problemas de empleabilidad. Para el efecto el gobierno ofreció –por un
tiempo determinado y dependiendo del caso– descontar del impuesto de renta el valor de los aportes
parafiscales y un porcentaje de los aportes en salud y pensiones que debía pagarse por dichos trabajadores.
Dos años después, los resultados fueron ligeramente favorables aunque modestos, y por tanto el gobierno
de los trabajadores informales automáticamente mejorarían si se formalizan,
desconociendo que muchos de ellos no aceptarían un trabajo formal así se los ofrecieran.
De hecho, al preguntarles a los trabajadores informales por cuenta propia si aceptarían un
trabajo formal donde les pagaran lo mismo que ganan actualmente más prestaciones
sociales, el 50% de los encuestados por el DANE respondió que no lo haría.22 En la
encuesta que el grupo de investigación condujo en las plazas de Rincón y Suba, los
resultados fueron similares. El 33% de los vendedores no aceptarían un trabajo formal así
se los ofrecieran. El 65% si lo aceptaría, pero varios afirmaron que dependería del sueldo
al cual accederían (el cual no se les especifico en la encuesta).
De haber especificado el sueldo, y haberse dicho, por ejemplo, que recibirían como pago
el salario mínimo más las prestaciones legales asociadas con el contrato formal, lo más
probable es que la mayoría no hubiera aceptado.23
¿Por qué? ¿Por qué casi a la mitad no parece interesarles un trabajo asalariado así se le
sumen los beneficios asociados al empleo formal? ¿Qué tipo de incentivos tienen para
permanecer en el trabajo por cuenta propia, el rebusque y las ventas ambulantes?
Un primer incentivo tiene que ver con el nivel de ingresos. El ingreso promedio de la
mayoría de vendedores ambulantes encuestados tanto en la plaza de Rincón como en la
de Lisboa, es igual o mayor al que obtendrían en un trabajo formal donde se les pague el
salario mínimo, aun en la hipótesis poco probable de que se trate de un empleo donde se
paguen todas las prestaciones sociales asociadas. Al preguntársele a los encuestados
cuanto suman sus ingresos mensuales, y darles opciones por rangos, el 73.2% afirmó
ganar entre 294,751 y 884,250 pesos. Sin embargo, solo el 14.2% dijo gastar de sus
quiso ir más allá con la reforma tributaria. Ésta vez, el objetivo fue reducir sustancialmente los parafiscales
del empleador privado, eliminándolos para todos los empleados con salarios inferiores a los 10 salarios
mínimos mensuales. Lo anterior implicó una reducción en los impuestos que gravan el empleo del 29.5% al
16%, con lo cual el gobierno espera abaratar los costos laborales, incentivar la creación de empleo y reducir
tanto el desempleo como la informalidad.
22
Al respecto se puede consultar: Bernal, Raquel. 2009. The Informal Labor Market in Colombia:
Identification and Characterization. Desarrollo y Sociedad. 63:1-64
23
Eso en la hipótesis poco realista de que los vendedores accedieran a empleos donde se les pagara un
mínimo más prestaciones legales asociadas. El DANE considera ‘formal’ el empleo obtenido por trabajadores
contratados en empresas de más de 5 empleados, sin importar si su vínculo contractual es acorde o no a la
regulación en materia laboral (si le paga el salario mínimo, si tiene prestaciones asociadas, si se paga aportes a
seguridad social etc.) De hecho, hay suficiente evidencia que demuestra que la mayoría de nuevos empleos
que se generan son a través de contratos de prestación de servicios (generalizados, por ejemplo, en el sector
público), cooperativas de trabajo asociado (generalizado, por ejemplo, en el sector de la salud), contratos
sindicales, u otros mecanismos a través de los cuales se suele eludir el pago de las prestaciones legales. Dado
el nivel educacional promedio y la experiencia de la mayoría de vendedores ambulantes, no es descabellado
pensar que “formalizarlos,” en su caso, implicaría ayudarles a acceder a trabajos precarios donde no se respeta
la normatividad laboral y donde no necesariamente van a estar mejor.
ingresos menos de 500,000 pesos al mes, lo cual nos permitiría inferir que el grueso de los
vendedores tienen ingresos entre el medio millón y el millón de pesos mensuales.
Cabe acá resaltar, que en una encuesta donde el entrevistado acaba de conocer al
entrevistador (quien además dice venir de parte de la alcaldía), es muy probable que los
vendedores afirmen tener menos ingresos de los que realmente tienen pues su
permanencia en la calle depende también de probar su vulnerabilidad en materia
económica. En ejercicios de observación participativa, y en grupos donde se ha generado
mayor confianza entre las partes, los vendedores solían afirmar que sus ingresos
fluctuaban entre los 800,000 y 1,500.000 pesos dependiendo de la temporada.
Adicionalmente, como la mayoría de ellos vive en la misma localidad, se ahorran la plata
de transporte y en ocasiones de comida (que puede sumar hasta un cuarto del salario
mínimo por mes).
Un segundo incentivo, por paradójico que suene, tiene que ver con la estabilidad laboral.
A pesar del acoso constante de la policía, la calle parece dar mayor estabilidad que las
cooperativas de trabajo asociado o los contratos de prestación de servicios a término
definido, cortos y mal pagos, que constituyen las alternativas laborales reales de la
mayoría de vendedores ambulantes tanto en el sector privado como en el sector público.
Dentro de las alternativas laborales que ofrece el IPES, por ejemplo, se encuentra la de ser
contratado en misión Bogotá, o la de acceder a un cupo en ferias itinerantes no
permanentes. Sin embargo, en misión Bogotá solo pueden trabajar jóvenes por un tiempo
máximo de 1 año, y las ferias itinerantes como su nombre lo indica no tienen vocación de
permanencia y por lo tanto no pueden garantizan estabilidad laboral a largo plazo. Por el
contrario, según la información que pudimos recoger en las encuestas, los vendedores
ambulantes encuestados llevan trabajando en su oficio un promedio de 16,8 años, y han
ocupado un puesto estable tanto en la plaza de Rincón como en la de Lisboa en promedio
11,2 años (llevando más tiempo quienes trabajan en Rincón que en Lisboa).
Por lo tanto, las familias logran vivir del ingreso de las ventas ambulantes por muchos
años. Pero eso no es todo. Un trabajador precario contratado a través de una cooperativa
de trabajo asociado o un contrato de prestación de servicios puede hacer poco cuando lo
despiden o se acaba su contrato ‘formal’. Por el contrario, ser vendedor ambulante
implica la posibilidad de defenderse (junto con un número importante de personas) de,
por ejemplo, ser desalojado del sitio donde desarrolla su actividad productiva. Aunque en
Suba los desalojos fueron excepcionales y según los vendedores encuestados desde hace
años no se presentan, en varias otras zonas de la ciudad la organización de los vendedores
impidió desalojos masivos y les posibilitó seguir llevando a cabo su actividad laboral.
Finalmente, las ventas ambulantes brindan la sensación de estabilidad laboral porque les
permite a los vendedores despreocuparse de la amenaza constante de perder su empleo
dada su baja escolaridad, edad, problemas médicos y lugar donde viven. Fue frecuente
escuchar frases como: en los trabajos formales “solo contratan gente joven y que esté
bien (sana)”. “Si uno se mete ahí, se expone a que lo saquen.” “La amenaza siempre es
que a uno lo saquen por no tener el cartón de bachiller.” En fin, parece que la amenaza de
despido es constante para los trabajadores precarios no calificados que logran trabajar en
empleos ‘formales,’ y que el trabajo por cuenta propia disminuye la sensación de estar
continuamente en riesgo de ser despedido.
Un tercer incentivo para permanecer en el rebusque y las ventas ambulantes, tiene que
ver con la posibilidad de recibir ayuda de otros miembros de la familia. Como la actividad
productiva normalmente se desarrolla cerca del hogar, es frecuente que otros miembros
de la familia (hijos, hermanos, padres) ayuden en su desarrollo. De hecho, según cifras del
DANE el número de trabajadores informales sin remuneración, que suelen ser familiares
de quienes desarrollan la actividad informal principal, no es despreciable. Durante los
últimos tres años, representan entre el 4,6 y 5,9% de la población ocupada informal 24.
La encuesta que adelantamos tanto en Rincón como en Lisboa parece sugerir que el
porcentaje en Suba es más alto. El 12,3% de los encuestados dijeron tener alguna relación
de parentesco con su empleado. Sin embargo, puede existir un sub-registro importante
pues la pregunta de la cual se deduce la información no estuvo bien planteada. Primero se
le preguntó al encuestado si tenía personas empleadas, y luego - solo si la respuesta del
encuestado era positiva - se le preguntó si tenía alguna relación de parentesco con su
empleado. Muchas de las personas que reciben ayuda de su familia, no catalogan a su
padre o hijo como “empleado” por lo cual pudieron haber respondido negativamente la
primer pregunta (lo cual no quiere decir que no reciban ayuda de familiares).
Sin embargo, en los hallazgos del trabajo de campo fue muy frecuente encontrar que los
vendedores aceptaran recibir ayuda de familiares. Los niños cuando llegan del colegio y
los adultos mayores ayudan a preparar alimentos, arreglar la comida, limpiar la ropa e
incluso realizar compras. La dependencia en la familia es tan usual, que a la pregunta de
qué hace con su puesto de ventas en caso de incapacidad, el 45,6% de los encuestados
respondió que una persona de su familia se hacía cargo. Más aún, en uno de los talleres
que realizamos, el tallerista preguntó: “¿diría mentiras si digo que el rebusque más que el
trabajo de un individuo se vuelve casi un trabajo familiar?” (Todos contestan) “Nooo. No
24
Cifras producidas con base en la GEIH del DANE, trimestre agosto-octubre, para los años 2008-2012
diría mentiras” y un vendedor agregó “la mayoría es así… es como una cadena familiar. Si
se rompe un eslabón todo el mundo queda fregado.”
Un cuarto incentivo tiene que ver con la usencia de subordinación. No tienen horario, no
tienen que responderle a nadie y no tienen que “soportar humillaciones.” En barrios
urbanos periféricos se socializa a niños y niñas desde muy pequeños en un ambiente de
mucha violencia. Especialmente a los hombres se les enseña a no dejarse ‘mandar’ de
nadie, principalmente si ese alguien es una mujer. La subordinación que implica el empleo
asalariado en un mundo donde el empleo se concentra principalmente en el sector
feminizado de bienes y servicios, es en muchas ocasiones interpretada como una
‘humillación’ que prefieren evitar. De hecho, algunos de ellos perdieron sus empleos luego
de ser tildados de ‘groseros’ o ‘violentos’. El auto-empleo les permite mostrar su
descontento –para bien o para mal – de una manera más sincera.
Un quinto incentivo es la posibilidad de mantener un seguro de salud estable: a pesar de
que de conformidad con el artículo 46 de la Ley 1429 el cupo de beneficiarios del Régimen
Subsidiado en Salud se mantendrá hasta por los dos (2) años siguientes a la vinculación
laboral, lo cierto es que las experiencias –aunque están mejorando- no son muy buenas y
la gente prefiere no correr el riesgo de perder la afiliación estable por el SISBÉN.
Específicamente las mujeres tienen tres razones adicionales para permanecer en la
informalidad. La más importante de todas es que les permite cumplir con las funciones de
cuidado que les siguen siendo atribuidas en condiciones desiguales. La informalidad
brinda la posibilidad de tomar pausas o ausentarse del trabajo sin perderlo, de cuidar
hijos, ancianos y enfermos, y de ofrecer cuidados especiales por problemas frecuentes
como abuso de alcohol o drogas y violencia sexual. También permite tomar pausas cuando
la trabajadora misma está enferma o simplemente exhausta, o cuando –y esto es muy
importante– se necesita tiempo para hacer diligencias. Ser pobre significa más tiempo
para sacar una cita médica, para aplicar para los pocos subsidios disponibles, para
conseguir cupo para el colegio de sus hijos; pero también significa más tiempo para
defenderse del Estado por ocupación del espacio público, hacinamiento, etc. Poder
cumplir con las funciones de cuidado es tan importante, que tal y como nos lo dijo una de
las vendedoras, el trabajo formal se convierte en un “lujo” que solo se lo pueden dar las
mujeres “sin responsabilidades” y con una familia que “las cubra” en el resto de funciones
de cuidado que se les atribuyen.
En uno de los talleres una vendedora afirmó: “un empleo genera un horario ¿cierto? (…)
en un empleo uno entra a las 8am y salgo a las 5pm (…) No puedo, yo tengo dos hijos (…)
para mi es re-difícil, yo no sé qué haría con un empleo formal (…) en cambio en la calle le
digo a mi compañero cuídeme acá voy a hacer una vuelta… y voy y los atiendo.” En ese
momento el tallerista interrumpió: “los hombres me han hablado muy poco” Todos ríen.
Una vendedora agrega: “el hombre se levanta, se viste y se va.” Un vendedor protesta.
Dice que en su caso él también responde y cuida a sus hijos.
Adicionalmente, para las mujeres es de vital importancia acceder a programas focalizados
para la población más vulnerable como familias en acción. A pesar de que de acuerdo con
el artículo 46 de la Ley 1429, los beneficios derivados de los programas que utilicen como
criterio de identificación y focalización el Sisbén no podrán suspenderse dentro del año
siguiente al que el beneficiario haya sido vinculado por un contrato de trabajo vigente, lo
cierto es que para ellas el ingreso de un trabajo formal asalariado no compensa nunca el
ingreso del trabajo informal sumado a las ayudas de los programas focalizados, por lo cual
la oferta de mantener las ayudas únicamente por un año (oferta que en su mayoría
desconocen) no es atractiva.
Finalmente, el trabajo informal les da a las mujeres cierta sensación de “libertad”. En
medio de una estructura patriarcal tan arraigada, el trabajo no solo les permite ser
económicamente autosuficientes y no tener que depender de un hombre, sino que
también les brinda el espacio para generar y afianzar nuevos lazos sociales mientras
desarrollan su labor, así como para apropiarse y tomar sus propias decisiones. Los
cambios estructurales en el mercado laboral están redefiniendo también las relaciones de
poder entre hombres y mujeres en los sectores populares.
Con lo anterior, no queremos decir de ninguna manera que el trabajo en las ventas
ambulantes sea ideal ni digno. Normalmente se trata de trabajos física y emocionalmente
agotadores, que enferman muy rápidamente a quienes los realizan y que implican poco
descanso y largas horas. Eso, sin contar con las múltiples formas en que otros actores se
aprovechan y explotan la pobreza,25 y sin contar con la incertidumbre continua a la que se
ven sometidos frente a las posibles actuaciones de distintos miembros de la
administración pública, especialmente, de la policía. Las observaciones hasta acá
expuestas son útiles únicamente en la medida en que pueden ayudar a entender porqué
la mayoría de trabajadores informales son trabajadores por cuenta propia, porqué la
mayoría son mujeres, y porqué muchos no aceptarían un trabajo formal así les pagaran lo
mismo que se ganaban actualmente más prestaciones sociales.
25
Por ejemplo, como el trabajador en general no puede acceder al sistema financiero, hay filas de
prestamistas que financian el ‘plante’ a través del sistema conocido como ‘gota a gota’ (préstamos con
duración variable y aproximadamente 20% de interés diario). El incumplimiento es mínimo porque las reglas
informales son claras en la sanción normalmente a través del uso de la fuerza.
Manejo de riesgos
Recientemente, Guy Standing escribió un libro titulado The Precariat: The New Dangerous
Class (El Precariado: la Nueva Clase Peligrosa), donde intentó caracterizar y darle un lugar
en la jerarquía social a lo que él considera una nueva clase en construcción a escala global.
Standing identifica siete grupos en la pirámide social: En la cima encuentra una élite
minúscula de ciudadanos globales millonarios. Más abajo viene lo que denomina salariat o
asalariados privilegiados que aún cuentan con un trabajo de tiempo completo y a término
indefinido. Junto con ellos, identifica un grupo más pequeño de lo que denomina
proficians, que son profesionales o técnicos con suficientes capacidades como para ganar
dinero por contrato y vivir bien. Luego, identifica a un grupo que cada vez se achica más:
la vieja clase proletaria que cuenta con trabajos estables, con horarios fijos, rutas de
ascenso profesional establecidas, posibilidad de sindicalización y títulos “que sus padres y
madres entenderían.”26 Los Estados de bienestar, así como los Estados Sociales de
Derecho fueron construidos con ellos en mente, así como los diferentes sistemas de
regulación laboral. De últimas, debajo de todas las anteriores, Standing sitúa al
precariado.
Standing considera que el precariado se diferencia en términos de clase de todos grupos
antes identificados aunque está lejos de ser homogéneo. Está conformado por personas
cuyas relaciones de confianza con el capital o con el Estado son mínimas, y por quienes no
se benefician del contrato social que el Estado pactó con el proletariado. Las mujeres, los
jóvenes y ancianos están claramente sobrerrepresentados. Todos comparten “un
sentimiento de que su trabajo es instrumental (para vivir), oportunista (toman lo que
llega) y precario (inseguro).”27 Tienen que batallar todas sus vidas con patrones de ingreso
irregulares y no tienen ninguna expectativa de estabilidad laboral lo que quiere decir que
frecuentemente deben acudir a sistemas de bienestar social (en los países donde los hay)
para poder subsistir en periodos de desempleo.
El esfuerzo de Standing por caracterizar y darles a los trabajadores que identifica como
más precarios un lugar en la jerarquía global es importante. Sin embargo, su análisis está
muy apegado a la realidad de los trabajadores en el mundo desarrollado (que es de donde
él proviene y el que conoce mejor). Según su caracterización la gran mayoría de la
población colombiana asalariada haría parte del precariado, (tiene contratos inestables a
26
Guy Standing. The Precariat: the new dangerous class. Londres. 2011. Página 6.
La traducción es mía. El texto original dice: They share “a sense that their labour is instrumental (to live)
opportunistic (taking what comes) and precarious (insecure).” Ibid. Page. 14
27
término definido que requieren ser renovados frecuentemente, sin rutas de ascenso
profesional establecidas, sin horarios fijos y sin certeza de contar con beneficios asociados
al contrato laboral formal como licencia de maternidad, vacaciones pagas, etc.) y sin
embargo, la población asalariada no es necesariamente la más vulnerable como lo hemos
puesto de presente con anterioridad. Es importante caracterizar a la población
trabajadora más precaria en Bogotá (que seguramente será similar a la de varios otros
países en vía de desarrollo). No quisimos agruparla bajo un nombre impuesto, sino bajo el
nombre con que ellos mismo se reconocieran. Luego de un tiempo de trabajo de campo,
surgió la categoría nativa rebuscadores.
En materia de cubrimiento de riesgos y seguridad social, lo importante es resaltar que los
rebuscadores no se benefician del contrato social que el Estado pactó con el proletariado.
En la práctica, se podría usar otra categoría usada por Standing para describir la situación
a la cual se enfrentan. Dicha categoría agrupa personas que por distintas razones (jurídicas
o fácticas) no son sujetas del tipo de derechos a los cuales tiene derecho el ciudadano
pleno, sino que tienen acceso a una gama más limitada de derechos. Standing los
denomina denizens. El nombre lo toma de Roma Antigua, donde existían niveles de
ciudadanía restringidos.
Los vendedores ambulantes, en la práctica, cuentan con derechos restringidos en materia
de seguridad social. A pesar de los grandes esfuerzos que se han hecho para incluir a la
población más vulnerable inscrita en el Sisbén en aseguramiento en salud, a la pregunta,
está usted afiliado a una EPS o EPSS, el 65,2% de los encuestados en las plazas de Rincón y
Lisboa contestó afirmativamente, lo cual quiere decir que el 31% no está afiliado. En
pensiones la situación es mucho peor. A la pregunta de si se encuentra afiliado a
pensiones, el 95% contesto que no. Solo el 3,9% afirmó estar afiliado. Lo anterior implica,
que la gran mayoría de los vendedores ambulantes si llegan a viejos (lo cual es improbable
dadas las condiciones mismas del trabajo), no van a tener un ingreso asegurado que les
permita cubrir su mínimo vital. ¿Tienen algún otro plan? A la pregunta en caso de que
usted no pueda seguir trabajando por cuestiones de edad, ¿cómo cubriría su ingreso? El
24% afirmó que esperaría que sus hijos o algún familiar trabajen por ellos y el 6,8% dijo
que espera usar sus ahorros o rentas para cubrir su vejez. Más alarmante que lo anterior,
el 56,9% afirmó no tener ningún plan.
En el caso de “riesgos profesionales” la situación es todavía peor. Ante la ausencia de
cualquier mecanismo de aseguramiento general, a la pregunta, en caso de incapacidad de
salud a causa de alguna enfermedad, ¿usted qué hace con su puesto de ventas? El 46,6%
respondió que llevaría su puesto a la plaza. El 45,6% afirmó que una persona de la familia
se haría cargo temporalmente de las ventas, mientras que el 4,4% dijo que encargaría del
puesto de ventas a otro vendedor o vecino.
La situación, como se observa, es dramática. En los grupos focales y en los talleres que
realizamos, tal vez una de las intervenciones más dicientes la realizó una vendedora de
edad avanzada quien sacó a sus 4 hijos adelante con su trabajo arduo y constante. Al
cuestionarla sobre el tipo de acciones que llevaría a cabo en caso de llegar a tener una
edad avanzada y no poder trabajar más o a enfermarse, la vendedora afirmó: “uno en
principio esperaría que los hijos lo cubran… pero ya hoy en día eso no se sabe… Dios
proveerá.” La mayoría de vendedores (especialmente las mujeres) terminaban en la
misma conclusión: “Dios proveerá.”
Familia
La Familia interior del hogar de un vendedor ambulante
Estrato
Estrato 1
Estrato 2
Estrato 3
NS/NR
DESPLAZADO
ESTRATO
Estrato 1
Estrato 2
Estrato 3
NS/NR
Población
Desplazada
16,1%
76,1%
2,9%
4,4%
0,5%
Al ingresar al interior de la familia de un vendedor ambulante de la localidad de Suba y
más exactamente de los barrios: Lisboa y El Rincón podemos encontrar que la familias
dentro de los estratos 1 (16,1%), 2 (76,1%) y 3 (2,9%); son familias nucleares (madre,
padre e hijos) y extensas (Madre, padre, hijos y otros familiares); por otro lado también se
evidencian familias compuestas, puede ser por mujeres que junto con sus hijos se unen a
hombres solteros o padres solteros constituyendo un nuevo hogar; también hogares que
son conformados por migrantes de otros lugares que a causa del proceso de
desplazamiento forzado en el país llegan a la ciudad, hogares que se conforman por
familia consanguínea y también por amigos, vecinos y/o conocidos. A pesar de la
percepción general de la preponderancia de mujeres madres solteras al interior del oficio
de las ventas ambulantes, se encuentra que un 59,5% de los hogares es liderado por un
hombre de los cuales un 10% son padres solteros, el 36,1% liderado por una mujer de los
cuales el 54% son madres solteras y el 4.4% comparten la jefatura del hogar.
Jefe de Hogar
hombre
mujer
compartido
JEFE DE HOGAR
Hombre
Mujer
Compartido
122
74
9
59,5%
36,1%
4,4%
El hogar puede estar constituido en un 18% 1 o 2 personas, 15% 3 personas, 58% por
entre 4, 5 y 6 personas y un 7% de 7 personas en adelante. La presencia de niños entre los
0 a 5 años pondera entre 1 a 5 niños por hogar (en 68 de un total de 205 encuestas), entre
la edad de 6 a 10 años existe a 3 por hogar (en 72 de 205 encuestas) de los cuales casi el
100% se encuentran estudiando, de 11 a 16 años de 1 a 5 por hogar (en 79 de 205
encuestas) de los que también un aproximada del 100% se encuentran estudiando; entre
los 17 y 23 años hay de 1 a 4 personas por hogar (en 86 de 205 encuestas) siendo un total
de 125 jóvenes de los cuales de los cuales 66 se encuentran estudiando y 67 están
trabajando.
Número de personas en el hogar
Las dinámicas al interior de la Unidad Doméstica que es el mismo hogar del vendedor
ambulante tiene algunas características propias de su funcionamiento y su relación con la
unidad productiva; características que a continuación son enumeradas:
Carácter hereditario del oficio (y del espacio) del vendedor ambulante en el caso Lisboa y
El Rincón:
Existen varias formas de iniciarse como vendedor ambulante, la forma más recurrente es
de tipo hereditario y/o aprendido al interior de la familia. Las personas en la plaza, por un
lado aprenden el oficio de la venta ambulante desde la infancia, puesto que sus padres
debían llevarlos a los puestos de venta desde cortas edades, allí apoyaban el trabajo de los
mayores.
En otros casos además de aprender el oficio gracias a sus padres heredan el puesto, ya
que cuando al dueño del puesto le llega el momento de su jubilación (entiéndase como el
momento en el que decide o físicamente no puede trabajar más) el lugar que esta persona
ha ocupado por años lo cede a alguno de sus hijos o algún familiar, no solo le cede carreta
de ventas, sino un espacio acreditado y una clientela constante, se ha generado entonces
con el puesto de venta un sentimiento de identidad y pertenencia, que se construye en el
tiempo en el que se desempeña el oficio, se logra ser reconocido por sus productos, la
atención y la garantía entre otras cualidades señaladas por los vendedores, las que son
propias del servicio ofrecido en la calle.
Esta forma de ceder el lugar, la clientela y en general un puesto acreditado con el tiempo,
tiene una relación directa con un lazo de parentesco o consanguíneo, como también
pueden heredar personas que integran la familia pero que no necesariamente tienen
vínculo sanguíneo o de parentesco con el dueño del puesto. Sin embargo no solamente se
hereda el oficio de vendedor ambulante en el momento de ceder el lugar, sino también al
igual que en los hogares que se extienden los espacios físicos de la casa (la construcción
de nuevos pisos de la casa para albergar el nuevo hogar), también en este caso es
recurrente encontrar familias que ocupan un buen sector del espacio de la plaza
ubicándose al lado de los padres los hijos que han constituido nuevos hogares o en
general cerca, dentro de la misma plaza.
El puesto de ventas también puede adquirirse por un particular, por medio de la venta de
otro que quiera vender este, no solamente se vende el puesto de ventas sino que este
avalúa partiendo del tiempo que este tenga y la clientela constante que tenga.
Si bien no es únicamente la forma de acceder o iniciarse como vendedor ambulante se
sabe que es una de las formas más recurrentes (16%), sin embargo también hay una
buena porción de la población que ocupaban un empleo formal antes de ingresar a la
plaza. En cuanto a la ocupación que precedía a la de vendedor en la plaza de las cifras
muestran que la ocupación de mayor frecuencia de los vendedores ambulantes antes de
ingresar a este oficio, declara que eran empleados en un 47%, seguidos de un 16% que
siempre han sido vendedores ambulantes, con 11% respectivamente los dedicados a las
labores del hogar al igual que aquellos que son y/o eran estudiantes.
Se hace evidente que la gran mayoría de la población en ambas plazas – El Rincón y Lisboa
– tenían un empleo si se puede decir formal, antes de ingresar a la plaza, sin embargo son
motivos como la enfermedad, la falta de garantías en el trabajo, sueldos que no cubren el
total de los gastos, ausencia de oferta laboral, edad, educación, tiempos que permiten las
labores del cuidado de hijos, ancianos y enfermos, así como también la sensación de
independencia y libertad frente al manejo del tiempo, como apoyo al jefe de hogar, entre
otras condiciones que ven el trabajo en la calle como una facilidad principalmente en
relación al manejo del tiempo, pero también se ve como una posibilidad ante la ausencia
de posibilidades de un empleo formal.
EMPLEADO
HOGAR
ANTES DE SER
VENDEDOR
EMPLEADO 46%
HOGAR 11%
ESTUDIO 11%
ESTUDIO
INDEPENDIENTE
PENSIONADO
SIEMPRE HA
SIDO VENDEDOR
INDEPENDIENTE
PENSIONADO
SIEMPRE HA
SIDO
VENDEDOR
OTRO
8%
0%
16%
6%
En ese 16%, población representativa de la muestra, el único oficio que han desempeñado
esta fracción de la población es este mismo, vendedor ambulante. Incluso en una misma
plaza se pueden encontrar varios puestos que corresponden a dueños miembros de la
misma familia como se mencionaba anteriormente, sin embargo cada uno de estos
puestos atiende las necesidades económicas de diferentes hogares. Puede entonces
también entenderse como un oficio de tradición ya que por un lado este es aprendido al
interior del hogar y además está ligado con las prácticas familiares, es decir, hay una cierta
afinidad con la ocupación de la familia, tanto así que existe mayor posibilidad de
encontrar a varias personas de una misma familia ejerciendo el mismo oficio (vendedor
ambulante) que al interior de una familia que no tiene ningún vínculo con este oficio.
Lo que nos lleva a concluir que si bien para la Unidad Doméstica, puede que el trabajo
como vendedor ambulante no sea la última opción sino más bien la primera, para las
familias sin ningún vínculo con la venta tienen la percepción de que la venta ambulante es
el último recurso o el penúltimo, sabiendo que el último recurso son las actividades por
fuera de la ley.
Cuidado y flexibilización del horario de trabajo
Del trabajo como vendedor ambulante (pero que realmente es estacionario) en las plazas
del Rincón y de Lisboa, se tiene una visión generalizada y es que este trabajo tienen gran
cantidad de facilidades, tales como la flexibilidad del horario de trabajo y la autonomía
sobre el horario y los días que se debe o puede sacar el puesto de ventas. Esta facilidad
del tiempo en el trabajo permite que el dueño del puesto, tenga la posibilidad de ir hasta
su casa (que por lo general está muy cerca de la plaza), ir al baño, preparar los alimentos y
estar pendiente de sus hijos, en general encargarse de las actividades propias del cuidado.
Caso contrario que sucede con el día domingo de plaza, al cual asiste gran cantidad de
vendedores de varios lugares dentro y fuera de la localidad de Suba, el domingo ya que
hay personas que no viven cerca de la plaza estas deben quedarse todo el día en su puesto
con mínimas posibilidades de salir del mismo para las actividades del cuidado, tanto el
cuidado propio como el de los demás.
Las personas que integran la plaza de mercado tienen varias características que podrían
generalizarse y a partir de las cuales se puede explicar el motivo por el cual esta población
Elige ser un vendedor ambulante. Por un lado la población de vendedores ambulantes son
personas de la tercera edad, madres o padres cabeza de familia, menores de edad,
personas en condición de discapacidad y otros. Personas que por su condición no tienen la
posibilidad de ingresar al mercado de trabajo. Pero que en la plaza de mercado son
aceptados y reconocidos por su rol como vendedor o comerciante, es decir son
reconocidos como las personas que venden los alimentos que los vecinos y compradores
en general llevan a sus casas.
Parte de la construcción del sujeto al interior de la plaza también depende de una
condición azarosa del trabajo de la misma vida del vendedor; no se evidencian plan alguno
frente a las contingencias propias de la salud y la vejez, durante los diálogos realizados se
hace evidente que el mayor plan se refiere a la deuda instaurada con los hijos y ellos
deben encargarse de los gastos en los cuales se incurra dado el momento de enfermedad
o calamidad en el caso de pensar en los hijos, por otro lado se en muchas ocasiones se
habla de mantenerse trabajando hasta que la salud lo permita y no hay una visión de
futuro más allá de lo concebido como “el diario”, que es la categoría asignada al interior
de la comunidad al momento de hablar de el sustento de la familia.
Así como el diario, es lo conseguido durante el día para costear los gastos propios del
hogar, también se concibe la contingencia, cada día con su afán, a cada día se le atiende
con los recursos que a bien se tengan en disposición en ese momento.
La construcción del vendedor de la calle, está configurado en el marco de la libertad y la
flexibilización laboral. Esto quiere decir que a pesar de encontrarse trabajando durante
jornadas dobles en el puesto de venta, se considera que el trabajo al ser flexible y permitir
el cuidado de la familia e incluso el de si mismo brinda un margen de maniobra amplio
que es usado a favor del dueño del puesto de ventas.
El espacio y la familia
Sobre canastas y plástico se ubican los alimentos y demás productos desde altas horas de
la mañana los domingos, que es por excelencia el día del mercado. Ese día llegan a la plaza
gran cantidad de vendedores, que ofrecen distintos productos pero en su mayoría
productos de consumo inmediato, alimentos. Los alimentos se ubican en canastas que
sirven de mesa, en carros o en el suelo sobre el plástico, cerca de donde se depositan o
mejor se dejan las basuras que llegan a grandes cantidades al final del día.
El espacio por excelencia de desarrollo de la familia de los vendedores ambulantes es la
Plaza, el espacio privado en el que la familia, discute habla y come se traslapa con el
espacio de trabajo, donde se venden los alimentos y se recibe el dinero junto con el
espacio en el que se regaña al hijo o se discute. La plaza se constituye en un espacio de
intercambios sociales cotidianos utilizan el espacio mercantil de la plaza y se construyen a
su interior.
Así como en la plaza se constituye la unidad productiva y la familia misma, las condiciones
de la plaza también permiten y propician los escenarios de violencia, las condiciones
psicosociales de los integrantes de la familia son muestra clara de las tensiones que
constantemente se juegan en la calle. Es la calle, un escenario violento de confrontación
constante, ruido de voceadores de mercancías varias, regaños de los padres hacia sus
hijos, gritos y peleas por la ocupación del espacio que es de otro, entre otros conflictos
que en la calle se recrean a diario
Entonces, existen dos espacios construido dentro del mismo territorio. Por un lado está el
espacio domestico del orden de los privado y por otro lado está el espacio económico del
orden de lo público. El espacio domestico alcanza su desarrollo al interior del espacio
público, se expresa en este y consigue crear lazos y cotidianidades a largo plazo, con los
que son sus vecinos de puesto y quienes con familiaridad trata a diario.
Sin embargo así como puede verse que el espacio público se conforma al servicio del
espacio de la familia, el espacio doméstico, este espacio de la familia al interior del hogar,
en la casa más exactamente, cada vez es más mínimo y limitado. El vendedor trabaja
jornadas variables dependiendo de la contingencia, la jornada depende en primera
instancia del día, un martes es muy diferente de un domingo y un día de enfermedad de
un familiar es muy distinto de un día común de trabajo. De estas condiciones y de otras
similares depende la dedicación al hogar.
Es por esto que el espacio por excelencia es la plaza es un lugar común al que deben llegar
con regularidad los vendedores y eventualmente sus familias, quienes pueden estar en la
plaza o pueden estar en sus casas solos para el caso de los niños. La plaza que es la calle a
la vez, el espacio por donde cruzan los peatones, medios de transporte público, vecinos,
comerciantes, vendedores ambulantes y donde circula no solo el dinero y los medios de
transporte, sino otras circunstancias propias de la calle. Los conflictos se tornan
recurrentes y las susceptibilidades son de cada día.
Siendo la plaza el lugar de encuentro de tan diversas expresiones en las cuales se
conforma y desarrolla la familia, resulta ser también un espacio de confrontación
constante que se enfrenta además a las inclemencias del clima y es así como la unidad
doméstica asume el territorio y lo pone a su servicio. Las condiciones precarias de la
estructura física de la plaza, es decir de la calle, son adecuadas de tal modo que los
productos sean ofertados de la mejor forma y que a su vez el vendedor pueda tener unas
condiciones menos precarias en la calle, que pueda sentarse y tener un lugar cálido en el
cual trabajar, la capacidad creativa del ser humano no se ve limitada a pesar de las
condiciones, sin embargo eso no quiere decir que no se deban fortalecer y direccionar los
esfuerzos en la búsqueda de dignificar esta actividad como lo que es, trabajo y como lo
definen los vendedores, el rebusque, la forma de encontrar el sustento de la familia.
Organización económica y trabajo
El trabajo es considerado la condición básica y fundamental que soporta la vida del ser
humano, en tanto que, solo a través de este los hombres y las mujeres pueden garantizar
los medios suficientes para su existencia y reproducción. Así mismo, el trabajo solo es
posible y se desarrolla a través del ejercicio efectivo de las capacidades físicas y mentales
del ser humano.
En esa medida, en cualquier tipo de sociedad, quienes pretenden garantizar su existencia
y reproducción, y tienen las capacidades para hacerlo, deben recurrir al trabajo. Sin
embargo, la organización del mismo depende del tipo de organización social y económica
existente. En la actualidad, el orden económico establece una lógica del trabajo y de su
reproducción ligada a las reestructuraciones del sistema capitalista.
El mundo del trabajo se circunscribe entonces a estas reestructuraciones sistémicas que
han desencadenado un proceso de flexibilización del mercado laboral y precarización de
las condiciones en que se desarrolla el trabajo.
En Colombia, el mercado laboral se comporta al ritmo que exigen los movimientos de
estas reestructuraciones que son de carácter sistémico. Dentro de las características
históricas del mercado laboral formal colombiano sobresale que en ningún momento el
sector productivo llegó a emplear toda la mano de obra disponible; dicho desequilibrio
(sobre todo en el sector urbano) después de la mitad de siglo XX, se configura de forma tal
que, por un lado, en el marco de una economía capitalista la única forma de acceder a los
medios de subsistencia es a través del mercado y, por otro, la ausencia de alternativas
laborales en el sector formal, que permitan devengar un ingreso suficiente para garantizar
la subsistencia, desemboca en la posibilidad de desarrollar alguna actividad 'productiva'
(en el sentido del capital) aunque esta no se encuentre regulada por un orden legal.
Sin embargo, lo que ha sucedido, no es el fin del trabajo sino su transformación dadas las
nuevas condiciones de la producción. Sin olvidar que no se presentan de manera uniforme
en las distintas economías sino mediadas por su propia historia, las características que hoy
definen el mundo del trabajo podrían ser resumidas de la siguiente manera,: i)
desproletarización del trabajo industrial principalmente en los países capitalistas
avanzados, en mayor o menor medida en la industria del Tercer Mundo, ii) expansión del
trabajo asalariado en el sector de servicios, iii) heterogenización del trabajo, inclusión de
la mujer en el mercado laboral, iv) subproletarización intensificada, expansión del trabajo
precario, subcontratado, tercerizado.
Estas transformaciones han conducido a una forma particular de la organización de la
producción y el trabajo, lo que a su vez ha generado un crecimiento del desempleo
estructural, mientras la clase trabajadora (grupo de personas que para su subsistencia
dependen únicamente del uso/venta de su fuerza de trabajo) se complejiza y fragmenta.
Se presenta una tendencia a la calificación del trabajo en algunos sectores, mientras se
des-califica a los trabajadores en otros.
Estos cambios que han generado la expulsión de trabajadores de la producción fabril o de
otros sectores, afectan una gran masa de personas con capacidades para trabajar, pero sin
la garantía de generar los medios suficientes para su subsistencia y la de su familia dentro
del trabajo formal en la organización social del trabajo, donde corresponde a la empresa
capitalista generar empleos, contribuir en las prestaciones sociales del trabajador y
aportar impuestos por el ejercicio de la actividad que desarrolla. En ese sentido, el
desempleo estructural empuja a los trabajadores a desarrollar sus capacidades
productivas empleándose en oficios “no calificados” o en escenarios no reconocidos por la
formalidad.
El trabajo formal, definido por la existencia de un empleador, un contrato entre este y el
trabajador, unos aportes a la seguridad social y los respectivos pagos de impuestos a que
diera lugar, considera entonces unas barreras a su entrada, de modo que ha de ser
selectivo en la definición de quienes son las personas con el perfil adecuado para cumplir
con las “necesidades” de la empresa, de acuerdo a los cargos solicitados por la misma.
Las profundas transformaciones sucedidas en el sistema económico mundial a lo largo de
las últimas décadas, para América Latina y específicamente para Colombia, se han
traducido en el abandono por parte del Estado de una política de fomento industrial. El
modelo de industrialización que se había adoptado desde mediados del siglo XX se
abandona como política económica para la década de los 80, con el fin de promover una
inserción más profunda en el mercado mundial a costa de eliminar toda barrera comercial
destinada a proteger la industria nacional. Desde entonces hemos asistido a la paulatina
disminución de la participación del sector industrial en el PIB, pasando de representar una
quinta parte del producto nacional en los años 70 y 80, a una cifra que oscila alrededor del
12% actualmente.
El fenómeno llamado desindustrialización se ha visto promovido por el considerable
aumento de las importaciones de manufacturas, potenciadas en los últimos años por la
firma de tratados de libre comercio, que disminuyeron la cuota de mercado de la industria
nacional, al verse ésta enfrentada a bajos niveles de productividad, diversificación e
incorporación de tecnología, además de una falta de inversión pública en infraestructura;
factores todos que han hecho del sector uno muy poco competitivo en relación al
estándar internacional. Por otro lado, el extraordinario crecimiento de los sectores
minero-energético y de servicios han redireccionado la inversión de capital en el país así
como el objeto de la política pública, lo que según algunos analistas ha conducido a la
economía colombiana a presentar síntomas de la enfermedad holandesa, y que en el
plano de las exportaciones se refleja en la baja oferta de bienes, reducida principalmente
a materias primas de bajo valor agregado. Lo anterior ha tenido desafortunadas
consecuencias en el nivel de empleo, debido a que la industria, en contraste con la
extracción de recursos naturales, es una importante fuente de puestos de trabajo, sobre
todo en los grandes centros urbanos del país donde se ubica el 75% del sector.
Es así como, las condiciones de ausencia de empleos en la industria, en el sector oficial u
otros reconocidos institucionalmente o formalmente, dieron lugar a alternativas a los
trabajadores para emplear sus capacidades de trabajar, dentro de prácticas tradicionales y
legales de subsistencia en el escenario urbano, como el ejercicio del comercio en plazas de
mercado con ventas ambulantes, estacionarias y semiestacionarias.
La expulsión o la imposibilidad de entrada al mercado laboral formal para conseguir los
medios de subsistencia y teniendo la posibilidad de reproducir prácticas tradicionales en la
venta de mercancías en las calles, como forma de obtención de recursos para cubrir
necesidades básicas, fueron condiciones que dieron lugar al establecimiento casi
permanente de vendedores en las calles de Bogotá, una ciudad en crecimiento constante
para las décadas de 1.970 y 1.990.
La creciente entrada de familias e individuos a la ciudad, la poblaron de acuerdo a la
disponibilidad de lugares de habitación, de oferta laboral o posibilidades de uso de su
fuerza productiva. Muchas familias que llegaron al noroccidente bogotano, construyeron
poco a poco los barrios de Rincón, hace aproximadamente cuarenta años, y de Lisboa, a
finales de la década de 1.980.
En la necesidad de proveer de alimentos a las familias que habitan nuevos sectores en la
ciudad, al tiempo que se suple la necesidad de trabajo, con los nuevos barrios se
configuran las plazas en las que la gente comercializa productos de necesidad básica. Es el
caso de los barrios Rincón y Lisboa, que ahora hacen parte de la administración local de
Suba, en los que la plaza se ubica en las calles cuyo flujo de personas es constante e
importante en cantidad.
Para entender las dinámicas de estos dos sectores en los que funcionan plazas de
mercado, es preciso comprender las formas en que se configuraron espacialmente y las
características de los actores que juegan un papel activo en la construcción de estos
espacios, teniendo en cuenta que el papel principal lo desempeñan quienes ocupan casi
de manera permanente los lugares y en medio del relacionamiento social, tejen el
escenario con su protagonismo.
En este caso, los vendedores de la calle, que se ubican de manera estacionaria,
semiestacionaria o ambulante en el espacio público, como trabajadores que diariamente
salen de sus casas a buscar el sustento diario, se ubican en el panorama principal a
reconocer, por lo que a continuación, se ofrece una descripción como un sector específico
de la clase trabajadora de la ciudad.
Es posible evidenciar, en las plazas de Rincón y de Lisboa, de acuerdo con el trabajo de
campo desarrollado en ellas, que los vendedores hacen referencia a su trabajo en la plaza
como su último (o penúltimo) recurso para generar algunos medios de subsistencia, dado
el restringido acceso y las barreras de entrada al mercado laboral formal.
Dentro de las características que señalan los vendedores como limitantes a un empleo
formal son entre otras: la edad, el género, el nivel educativo, condiciones de discapacidad
y ser migrante por distintas razones.
En las plazas del Rincón y de Lisboa, en un 12% del total de la población son jóvenes que
se encuentran entre los 16 y los 26 años; de otro lado, del total de datos, el 2% de los
encuestados es menor de edad. En el rango de la adultez, entre los 27 y los 65 años, se
encuentra el mayor porcentaje de la población, el 82%; mientras que representa a la
tercera edad, el 6% de los encuestados.
Todos los jóvenes que venden en las plazas han tenido una única experiencia como
vendedores ambulantes y la han desarrollado en la respectiva plaza en la que trabaja
actualmente cada uno.
De los 24 jóvenes, 16 son nacidos en Bogotá, es decir el 71% ha tenido únicamente
experiencias de vida urbana, mientras que el 29% viene de fuera de la ciudad; de este
porcentaje de jóvenes que migraron, el 85% llegó en busca de oportunidades laborales o
de negocio, evidenciando que la urbe sigue proyectando, dentro de los ideales modernos,
ser el escenario ideal para contemplar otras opciones para obtener los medios de
subsistencia.
Antes de convertirse en vendedores ambulantes, del total de jóvenes, 13 se dedicaban a
estudiar, es decir el 54%; 5 habían sido ya empleados en otros trabajos, lo que
corresponde al 20,8%; por otro lado, 2 se dedicaban al hogar y 3 aseguraron que siempre
han sido vendedores ambulantes, es decir el 12,5%.
De aquellos que previamente se dedicaban a estudiar, la mayoría hace referencia a la
necesidad económica o de ingresos para la subsistencia como la razón principal por la cual
decidieron salir a la calle a vender, los restantes apelan a que se trata de un recurso para
poder continuar sus estudios, tanto por la ayuda en términos monetarios como por las
facilidades de manejo del tiempo.
No obstante las características que se dejan ver como positivas para generar ingresos que
garanticen la posibilidad de obtener en el mercado los medios de subsistencia, se
evidencia la ausencia de garantías del derecho a la educación, no solo en el 54% del total
de jóvenes que dejaron sus estudios, sino en el 100% de jóvenes, entre los que se cuentan
aquellos que observaron que siempre han sido vendedores ambulantes, aquellos que
dijeron que se dedicaban al hogar y los otros que han tenido experiencias laborales
previas, dado que se convierten instantáneamente en fuerza de trabajo no calificada para
la economía formal, que actualmente es la única que tiene la obligación, en términos
contractuales, de garantizar la protección social del trabajador; esta situación implica un
empujón directo a escenarios de trabajo precarizado y a unas posibilidades cada vez más
estrechas para obtener una calidad de vida mejor que contemple como mínimo la garantía
de los derechos sociales.
Por otro lado, y siguiendo con el análisis de la población joven, se observa que el 62,5%
son propietarios del puesto de venta, mientras que 9 son empleados, lo que corresponde
al 37,5% del global de jóvenes. La característica de propiedad del puesto de venta tiene un
carácter importante en dos sentidos, ambos en términos de lo que significa la
organización y la gestión del trabajo.
Para aquellos jóvenes que son los dueños del puesto de venta (en ningún caso se
convierten en dueños de ningún medio de producción, dado que el puesto se destina a la
comercialización de bienes y nunca a la producción de mercancías), la propiedad brinda
un carácter particular sobre la organización del trabajo propio o máximo de una persona
más; para el caso de los jóvenes que trabajan en las plazas existe un caso en que la otra
persona sobre la cual se gestiona el trabajo es conyugue del propietario y además no
recibe remuneración alguna por la labor que desempeña. Esta forma de organización del
trabajo, se halla ligada a la autonomía en la toma de decisiones [al igual restringidas por
las condiciones estructurales de la economía], independencia frente a un patrón [invisible,
que no le obliga a entregar resultados], flexibilidad respecto a los horarios [más acá de lo
que la necesidad impone], el desarrollo de sus fuerzas de trabajo en un lugar elegido
[asociado a unos costos por ocupación indebida del espacio público], y la ilusión de estar
en las mejores condiciones, dada la realidad [con total ausencia de la garantía de sus
derechos].
Sin embargo, y a pesar de buscar equipararse con la empresa, no solo la organización del
trabajo dista de tener una estructura medianamente similar, sino que además los niveles
de acumulación son de mínimo y casi nulo alcance, en tanto la organización misma de este
tipo de trabajo no lo permite, en la medida que quien organiza el trabajo es el mismo
trabajador que debe cumplir con todas las obligaciones de mantener un punto de
comercialización de mercancías, contemplando desde buscar la mercancía en el punto de
distribución del proveedor, pasando por el transporte y asumiendo sus costos, el montaje
del puesto de trabajo, de manera tal que se preste para cualquier tipo de condición
climática, el despliegue de todos los tipos de estrategias para la venta del producto, hasta
el desmonte del puesto, y el almacenamiento de la mercancía que quede en existencia
luego de una jornada de trabajo. A esto se debe agregar que este tipo de organización del
trabajo se inscribe dentro de una forma de economía mercantil simple, dado el
intercambio directo de mercancía por dinero, lo que restringe aún en mayor medida la
posibilidad de acumulación de alcance considerable para asemejarla al poder acumulativo
de una empresa.
Si por este lado llueve, por el otro no escampa. Para quienes ni siquiera son dueños del
puesto de venta, todas estas condiciones que parecen presentarse como, si quiera, un
poco favorables para quien es propietario, se desdibujan totalmente para quien es
empleado, o ayudante, como realmente pasa, en uno de estos puestos. Además de que no
puede ser quien toma las decisiones respecto a la organización de su propio trabajo, no se
escapa del patrón, sus horarios son negociables a cambio de la remuneración, el espacio
en el que labora es el disponible, y definitivamente, aunque parece imposible, se agudiza
la precarización de las condiciones de trabajo. Sin embargo, y a pesar de que parece haber
una distinción marcada entre dueño del puesto y trabajador, las distancias son cortas y
finas, dadas las relaciones que se tejen en este tipo de espacios, reconociendo por lo
menos la necesidad del “empleado” en su afán de subsistencia.
Retomando el nivel de escolaridad de los jóvenes, el 63% tiene como mínimo grado de
bachiller, de modo que bien podría emplearse en otro tipo de oficios, sin embargo, si su
única experiencia laboral ha sido el de la venta ambulante es bastante probable que
permanezca en esta, debido al desconocimiento de otras opciones de trabajo, dadas las
características, aparentemente positivas del trabajo en la calle, y la necesidad que los
vinculó directamente con la venta ambulante para generar ingresos de subsistencia.
De otro lado, de la totalidad de jóvenes, el 62,5% hacen parte de un hogar compuesto por
cuatro personas o más, además, el 25% de los 24 jóvenes encuestados, que hacen parte
de una familia compuesta por cuatro miembros o más, aseguran que el jefe de hogar es
una mujer madre soltera y el 67% de jóvenes con estas características de composición
familiar, son los hijos de estas madres solteras; estas cifras sugieren entonces que los
hogares compuestos por cuatro o más miembros, de los cuales se encarga una mujer
soltera como jefe de hogar, generalmente acuden al apoyo de miembros jóvenes para el
sostenimiento familiar; jóvenes, que bien pueden estarse formando para cumplir con la
calificación de algún tipo de trabajo o profesión, para apoyar con mayores recursos al
sostenimiento del hogar.
Otro grupo de edad caracterizado es el de los adultos mayores. Los 65 años es la edad en
la que en Colombia se jubila un hombre, deja de trabajar y, por tanto, tiene derecho a
disfrutar de una pensión, por la que ha cotizado, con contribución de un empleador o no,
para su sostenimiento como retribución al trabajo desarrollado a lo largo de su vida, sin
embargo, en las plazas de Rincón y Lisboa de la localidad de Suba aún hay personas de 65
años y más que deben trabajar, informalmente, para poder garantizar su sostenimiento y
el de su familia; de acuerdo con los datos arrojados por el instrumento de recolección de
información, en los hogares de estas personas conformados por cuatro miembros o más,
predomina la jefatura de hogar a cargo de una mujer, en un nivel del 61%.
Este grupo poblacional, aunque no muy representativo entre los vendedores ambulantes,
señala sin embargo, que en Bogotá aún las personas de la tercera edad deben esforzarse
sobre sus capacidades físicas y mentales para desarrollar un trabajo y, en esa medida,
para garantizar su existencia. Es preciso señalar que el 62% de estas personas son
migrantes que, por motivos que van desde la búsqueda de oportunidades laborales,
pasando por motivos de salud y familiares, hasta llegar a la ciudad porque "una señora la
trajo a trabajar en una casa de familia", han optado por ser vendedores ambulantes por
necesidad, como ellos mismos expresan, por su edad, y por falta de opciones para generar
ingresos; sobre todo evidencian barreras de entrada al trabajo formal en la ciudad y en
uno de los casos la necesidad de independizarse.
Es evidente además que del grupo de la tercera edad que trabaja en las plazas, el 69%
tiene un nivel educativo de básica primaria, mientras el 31% restante no posee ningún
nivel de educación formal y/o certificado, por lo que se evidencia un doble motivo que
profundiza la imposibilidad de entrar a hacer parte del mercado de trabajo formal. A pesar
de esta evidencia, es preciso advertir que el 54% de esta población fue empleada antes de
ser vendedor o vendedora ambulante, sin embargo, los oficios que desempeñaban no
necesariamente se cuentan como empleo formal, dado que se trata de trabajos como
empleada en casa de familia, albañil, aseador de restaurante, transportador o agricultor.
Por el contrario, son oficios caracterizados por la precariedad en tanto se inscriben dentro
de trabajos no calificados para la producción, por lo que su remuneración es baja, la
jornada laboral es flexible y, generalmente, no es la legalmente establecida, además, los
empleadores no se encuentran obligados a formalizar una relación contractual, lo que
desencadena en la ausencia de protección social, dado que el empleador no realiza pagos
de prestaciones sociales y, en esa medida, el trabajador se halla sin ninguna garantía para
ejercer sus derechos como trabajador o como ciudadano.
Por otro lado, la descalificación de un trabajo realizado en un oficio determinado conlleva
necesariamente a unas consecuencias de carácter psico-social, que van desde la ausencia
de reconocimiento dentro de un rol social, como una necesidad inherente al ser humano
como ser social, hasta la naturalización de la precarización de las condiciones de vida,
consecuencias ajenas a sus propias capacidades, que persiguen al trabajador a lo largo de
su vida hasta llegar a la tercera edad sin ningún tipo de reconocimiento o protección.
Siguiendo con los aspectos que impiden la entrada, de innumerables trabajadores, al
mercado laboral formal el nivel de escolaridad se encuentra entre los de mayor influencia.
1%
4%
1%
5%
primaria
secundaria
47%
tecnico
universitario
42%
ninguno
NS/NR
Las encuestas arrojan datos de gran evidencia frente a este aspecto excluyente para
poder acceder a los derechos de protección del trabajador.
De acuerdo con las cifras, el 5% de los vendedores de las plazas de Rincón y Lisboa
cuentan con total ausencia de algún nivel de escolaridad, mientras el 1% ni siquiera
pudo responder a esta pregunta. De esta totalidad, casi el 54% son personas que no
nacieron en Bogotá y dentro de quienes predominó la oportunidad laboral o de
negocio como razón de su traslado. Vuelve y juega la urbe dentro del imaginario de
captación de fuerzas de trabajo que brinda una estabilidad al ingreso para el
sostenimiento. De este 6% del total de los encuestados que no cuentan con ningún
nivel educativo o no respondieron a esta pregunta, todos son mayores de 40 años y el
77% son jefes de hogar.
Las zonas de Suba centro y Autopista Norte se diferencian de las zonas anteriormente
analizadas, en tanto que las ventas que se hacen en la calle cambian el producto ofrecido
y así mismo cambia el público al que se ofrece la mercancía a la venta. Sin embargo, este
análisis intenta dar cuenta de las condiciones socioecómicas de los distintos grupos de
personas que venden en estas dos zonas, es así como de nuevo y recogiendo una de las
barreras por las cuales los vendedores ambulantes, estacionarios o semiestacionarios,
deciden entrar a cubrir sus necesidades básicas desde el trabajo desarrollado
informalmente, sin ningún tipo de protección, ubicamos dos grandes grupos de
vendedores, los jóvenes con su urgencia de garantizar ingresos familiares y los adultos
mayores, que aun cumpliendo la edad máxima para trabajar en un Estado Social de
Derecho, aún deben dirigir todos sus esfuerzos para garantizar su sostenimiento y su
protección.
De este modo, se tiene que el 20% de la población total de vendedores para estas dos
zonas tienen edades entre los 14 y los 26 años, sabiendo que el 5% son menores de edad,
mientras que el 7% corresponde al grupo de adultos mayores. La mayor parte de la
población de vendedores se encuentran entre los 27 y 64 años y esta población
corresponde al 73% de la totalidad.
En el grupo de los jóvenes se encuentra que el 51,6% es nacido en la ciudad, mientras el
48,4% es migrante. Del total de jóvenes que se trasladaron de su lugar de origen a Bogotá,
el 50% lo hizo por razones laborales, mientras que el 17% lo hizo en busca de
oportunidades educativas. Sin embargo, se puede observar de nuevo, a pesar de buscar
oportunidades en educación, para estos jóvenes es preciso trabajar primero y garantizar
su sostenimiento y el cubrimiento de sus necesidades más básicas. De otro lado se tiene
que el 10% de los jóvenes vendedores que llegaron en los últimos años a la ciudad, se
trasladaron por motivos de conflicto armado en sus lugares de origen, lo que le genera un
grado mayor de vulnerabilidad a estas personas, que debe ser mitigada por acción estatal.
Respecto al nivel de escolaridad de estos jóvenes, el 74% cursaron algún grado del
bachillerato, pero solo el 33% de este grupo curaron grado 11; un nivel educativo
intermedio técnico/tecnológico lo obtuvo el 11% de los jóvenes encuestados, mientras
que el 8% solo cursaron las primaria, teniendo en cuenta que el total de este porcentaje
corresponde a jóvenes no nacidos en la ciudad de Bogotá. Finalmente se encuentra el
grupo de jóvenes que han alcanzado algún grado en la formación universitaria profesional,
lo que corresponde al 6,5%, teniendo en cuenta que la mayoría también son jóvenes de
fuera de la ciudad.
Antes de ser vendedores de la calle, ambulantes, estacionarios o semiestacionarios, el
32,3% de estos jóvenes se encontraba empleado, y decidieron convertirse en vendedores
sin ningún tipo de protección por razones de falta de ingreso en un 25% y por falta de
oportuniades laborales en un 30%. De otro lado, el 51,6% del total de los jóvenes se
encontraba estudiando antes de ser vendedor en la calle, de modo que de nuevo se
encuentra aquí la necesidad urgente de mantener la subsistencia mínima a costa de la
negación del derecho a la educación de los jóvenes que deben abandonar sus estudios; el
47% dejaron sus estudios por necesidad de generar un ingreso en su familia y el 18% lo
hizo porque no encontraba otro trabajo.
Respecto a la relación que tienen los jóvenes con el puesto de trabajo, el 61% asegura que
es dueño del puesto y de este porcentaje el 13% tiene por lo menos un puesto más, en la
zona de Suba centro los jóvenes que tienen más de un puesto atienden otros dos ellos
mismos, mientras que en la zona de la Autopista Norte los jóvenes poseen un puesto más
que es atendido por un familiar a quien le remuneran por el trabajo diario o semanal un
valor fijo.
De otro lado, el 39% dice ser empleado del puesto de venta estacionario, de los cuales el
62% afirma tener una relación de parentesco con su “empleador” mientras el 33% no
tiene relación de parentesco alguna con el dueño del puesto de trabajo, recibiendo de
éste remuneración diaria a cuenta de su trabajo.
El nivel escolar de los encuestados en las zonas de Suba centro y Autopista Norte, se
encuentra en el 74% representado por personas que lograron hacer algún grado del
bachillerato, sin embargo, de este total solo el 32% alcanzaron a cursar el ultimo grado. El
siguiente dato en orden de representatividad corresponde al 11% de los jóvenes, quienes
han logrado una educación intermedia técnica/tecnológica, seguido de aquellos jóvenes
que tienen algún grado de primaria como último nivel de escolaridad alcanzado, que
corresponde al 8% de los jóvenes, de los cuales, todos se trasladaron a la ciudad en los
últimos años. Finalmente, solo el 6% de los vendedores, cuyas edades oscilan entre los 18
y los 26 años, han iniciado un proceso de educación profesional, de los cuales, la mayoría
son jóvenes que llegaron a Bogotá de otras ciudades.
De la totalidad de jóvenes encuestados, el 34% son jefes de hogar, todos viven en arriendo
y de este porcentaje, 44% son mujeres, de las cuales el 63% son madres solteras. Respecto
a su perfil socioeconómico, el 47% de los jóvenes encuestados viven en estrato 2 mientras
el 30% lo hace en estrato 3. Del total de jóvenes que venden en estas dos zonas, el 52%
hace parte de familias con más de tres miembros, y de este total el 81% paga arriendo en
el lugar que habita.
En el grupo de los adultos mayores, el 59% vive en estrato 2 y del total de personas, el
81% es jefe de hogar; de ese porcentaje de población, además el 78% vive en arriendo. Es
necesario tener en cuenta que se trata de personas que, por el trabajo realizado durante
su vida, deberían estar especialmente protegidas, sin embargo, el 36% de esta población
son personas que viven solas y no cuentan con apoyo familiar inmediato. Respecto a
quienes tienen la jefatura de hogar, en su mayoría, el 68% son hombres y el 23% mujeres.
La composición de estos hogares consta en su mayoría por máximo 3 miembros, en un
nivel del 77%.
Trabajo precario para los vendedores de la calle en Suba
Dada la confluencia de ambos escenarios, un desequilibrio estructural del mercado laboral
colombiano y una transformación de las condiciones del mundo del trabajo
contemporáneo, sus efectos combinados redundan en la precarización de los
trabajadores, de sus actividades productivas y del lugar donde las realizan. Es así, que para
amplios sectores de la sociedad la alternativa entre un empleo formal y uno informal,
como para los vendedores ambulantes, solo presenta diferencias de forma (aunque estas
puedan ser particularmente atractivas para uno u otro empleo como se expondrá
adelante), mientras la vulnerabilidad de derechos asociados al trabajo se presenta cada
vez más en ambos tipos de empleo. En este sentido, la precariedad del empleo se refiere a
la inexistencia de contrato laboral o contratos de corto plazo por tiempo determinado, la
falta de aportes a la seguridad social, la existencia de más de un empleador o un
empleador no fácilmente identificable, la definición de los ingresos en negociación
individual, sin referencias provenientes de la negociación colectiva –eventualmente con
salario mínimo vigente como referencia–, la no percepción de componentes “típicos” de
las remuneraciones (vacaciones, aguinaldo, asignaciones familiares, otros adicionales por
convenio), y la no afiliación sindical (Eskenazi & Marticorena, 2010). Dentro de las ventas
callejeras parece obvio la inexistencia de relaciones contractuales entre vendedores y
patrones (ni siquiera cuando el dueño del puesto emplea trabajadores), así como la falta
de aportes a la seguridad social que derivan del contrato, la falta de prestaciones sociales
o de afiliación sindical; sin embargo, es preciso señalarlo para ubicar a estos trabajadores,
como sucede en la realidad, dentro del grupo de no-asalariados, vulnerables ante las
contingencias y sin derechos asociados a su actividad que puedan exigir.
En el trabajo de campo, además de las anteriores aspectos de la precarización, se
identificaron otros dos elementos relevantes para caracterizar la precarización, como la
extensión de la jornada laboral a niveles muy superiores a los fijados para el trabajo
formal; y los distintos usos del espacio donde se desarrolla la actividad económica de los
vendedores de las plazas y las zonas comerciales: siendo a la vez espacio público, para un
público/consumidor que circula, y espacio privado donde tienen lugar prácticas propias
del ámbito doméstico, como el cuidado de los niños. Las condiciones precarias de trabajo
se traducen en condiciones precarias de vida, lo doméstico/privado se confunde con lo
público, constituyendo espacios híbridos donde tienen lugar la cotidianidad de la vida
familiar junto con los intercambios comerciales.
Trabajo precario para la subsistencia
La actividad económica dentro de las conceptualizaciones que se han hecho sobre
Economía Popular se caracteriza por estar orientada a garantizar las condiciones de
subsistencia y reproducción de la unidad familiar. Es común encontrar en la literatura
(Coraggio, 1994) (Sarria & Tiribia, Economía popular) que en estos emprendimientos no se
encuentra presente el ánimo de lucro, la lógica de la acumulación, sino más bien la
reproducción de la vida; o si está presente la primera es supeditada a la segunda. La
experiencia con los vendedores de las plazas y las zonas comerciales muestra que, al
menos para este sector, esto no es cierto. El estar inmerso en una relación de intercambio
capitalista demanda del individuo participante asumir una serie de prácticas sociales como
norma, entre ellas, el imperativo de la acumulación. Durante el trabajo de campo se
encontraron vendedores de las plazas que son dueños de más de un puesto de trabajo
(9,26% de los vendedores encuestados), así como puestos con una extensión
considerable; aunque, como muestran los datos, esto no sea la generalidad. La misma
situación se repite para Suba Centro y Autopista Norte, donde 87,09% de los vendedores
son dueños de su puesto y el 4,51% posee más de uno. Lo anterior se explica porque la
rentabilidad de estas unidades productivas es baja, por tanto no solo el valor reinvertido
sino también la ganancia misma es baja, por lo que se comprueba que prácticamente todo
el excedente se destina a garantizar la subsistencia. Lo anterior se ve reforzado por las
bajas o nulas capacidades de ahorro de los vendedores, expresado en que apenas el
36,09% de los vendedores de las plazas y el 35,80% de los de las zonas comerciales tienen
al hábito de ahorrar, “dependiendo de las ventas” dicen, solo “cuando se puede”. Entre
los que tienen este hábito, el promedio de ahorro mensual es de $128,433, contemplando
un rango que va desde los $10.000.
Es así, que la venta en la calle es la forma de empleo que garantiza la subsistencia de los
vendedores y sus familias, pero no porque prime la lógica de la reproducción ampliada de
la vida como orientación de la actividad económica por encima de una lógica de la
acumulación; más bien, como se señaló, por la baja rentabilidad que generan estas
iniciativas económicas. Aún más, la remuneración obtenida por los vendedores varía en un
rango que puede llegar a un nivel superior al fijado por el salario mínimo legal, pero, a
costa de jornadas laborales que exceden por mucho las que legalmente regulan el empleo
formal. En este sentido, la inversión de los vendedores en términos de tiempo y costos en
su unidad productiva son, en términos relativos, bastante altos, lo que hace aún más
exigua la cantidad monetaria percibida por el vendedor. Dicha cantidad se va a destinar,
casi que exclusivamente, a alimentar el fondo de consumo de la unidad familiar para
posibilitar la reproducción material de su existencia.
Lo anterior se verifica por medio de las encuestas realizadas a los vendedores, donde el
88,29% manifestó que el trabajo en la plaza era la única actividad productiva a la que se
dedicaba, de la cual el 41% devengaba entre $294,751 y $589.500, el 27% entre $589,501
y $884,250 y el 17% menos de $294,750. Apenas el 16% obtiene por concepto de ventas
un ingreso superior a los rangos mencionados. Al preguntar por los ingresos de la unidad
doméstica y ya no solo los del vendedor, incluyendo los subsidios percibidos y los ingresos
de otros miembros, los resultados varían ligeramente: solo el 3% obtienen mensualmente
menos de $294,750, el 36% entre $294,751 y $589.500, el 25% entre $589,501 y
$884,250 y el 22% entre $884,251 y $1'179.000. El restante 13% de las unidades
domésticas de los vendedores percibe un ingreso superior a $1'179.000.
Ahora, contrario a lo que comúnmente se cree frente a las ventas ambulantes, los
vendedores efectivamente deben asumir una serie de costos derivados del
funcionamiento de la unidad productiva, entre ellos la cuota por guardar el puesto
durante las noches quienes no pueden hacerlo en su propia vivienda, el costo de las
mercancías y el del transporte por llevarlas del centro de abastecimiento a la plaza.
Dentro del primer rubro, el 67,31% tiene que incurrir en este gasto que en promedio
asciende a $2,783 para los que lo pagan diariamente, $10,615 semanalmente y $119,242
mensualmente. El costo de las mercancías comercializadas asciende en promedio a
$461,433 semanales, y son transportadas hasta las plazas utilizando principalmente
camiones (aunque también el transporte público) a un costo que varía entre los $4000 y
$6000 pesos diarios a $40000 a $60000 semanales. Del cálculo entre ingresos y costos, los
vendedores perciben como ganancia semanal alrededor de $200,027 según reportan en
las encuestas. Las anteriores cifras hay que contrastarlas con la suma de gastos en los que
incurre la unidad doméstica para garantizar su subsistencia (pago de vivienda, servicios
públicos, alimentación, vestido, salud, educación y recreación) que en promedio llegan a
ser de $768,152 mensuales; específicamente, para el 64,39% de los encuestados los
gastos familiares superaban el salario mínimo mensual legal vigente.
Ingresos mensuales por
vendedor
1
2
3
4
5
6
7
2
3% 2% 1%
17%
9%
1
3
27%
4
41%
5
Ingresos mensuales por unidad
doméstica
1
2
8%
3
4
5
6
7
6
7
Menos de
$294,750
Entre
$294,751 y
$589.500
Entre
$589,501 y
$884,250
Entre
$884,251 y
$1'179.000
Entre
$1'179.001
y
$2,358,000
Más de
$2,358,001
NS/NR
8
2% 3% 1% 3%
36%
22%
25%
Las cifras recogidas en el marco del presente proyecto muestran rasgos de la venta en la
calle para la localidad que se repiten, a manera de tendencia propia de la dinámica
económica, más allá del lugar de ubicación del vendedor e incluso del producto que
ofrece. Se observa, efectivamente, que para las zonas de Suba Centro y Autopista Norte el
94,19% de los vendedores encuentran en la venta en la calle su única actividad productiva,
como lo hacía la mayoría para el caso de las plazas. Entre los vendedores el 36,45%
devengaba entre $294,751 y $589.500, el 32,25% entre $589,501 y $884,250 y el 12,25%
menos de $294,750. El 18,06% de los vendedores reportaron ingresos superiores a
$884,250. Por tanto, alrededor del 70% de los vendedores ubicados en estas zonas
obtiene mensualmente un ingreso que varía entre medio salario mínimo y un salario
mínimo y medio. Los ingresos de la unidad doméstica de los vendedores, que contempla
la participación de los otros miembros del hogar, suman entre $294,751 y $589.500 para
el 21,93%, entre $589,501 y $884,250 para el 26,77% y entre $884,251 y $1'179.000 para
el 22,25%; así, entre estos rangos se ubica alrededor del 70% de los hogares. Apenas el
3,87% de las unidades percibe ingresos superiores a los señalados, lo que confirma lo
observado entre los vendedores de las plazas: la venta en la calle, por volumen de ventas
y nivel de ingresos, está lejos de parecerse a la lucrativa actividad empresarial que algunos
han denunciado y es más cercana a la realidad socioeconómica de la mayoría de hogares
del país. Según reporta el DANE dentro de sus Estadísticas Sociales el 73,96% del total de
hogares percibe entre menos de un salario mínimo y por debajo de tres 28, lo que nos
permite inscribir los resultados de la venta en la calle dentro de una lógica estructural en
la distribución del ingreso caracterizada por ser profundamente desigual que incide sobre
el conjunto de la sociedad colombiana, y mostrar que las condiciones materiales de
existencia de esta población hacen parte, a una escala más amplia, de las condiciones
compartidas por los habitantes de los sectores populares de las grandes ciudades.
Entre los costos asociados a la venta en la calle el 67,74% debe pagar un arriendo por
guardar su puesto en las noches, que en promedio oscila entre $2.204 cuando el pago es
diario y $66.505 cuando se hace mensualmente. Los vendedores en promedio invierten
semanalmente en la mercancía a ser comercializada $317.919 y diariamente pagan por el
transporte de la misma $7339. Los vendedores reportan que mensualmente su hogar
gasta, en promedio, $809.320 lo que hace constatar de nuevo, en relación al nivel de
ingresos, el margen de subsistencia que hacen del día a día un lucha cotidiana por alcanzar
una meta de ventas, como lo manifestaron algunos durante el trabajo de campo.
28
Cálculo propio a partir de los datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos 2006-2007. Esta es la
última versión de la encuesta y sus cifras son los datos más recientes disponibles. En:
http://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-sociales/ingresos-y-gastos-de-los-hogares
INGRESOS MENSUALES POR VENDEDOR
6,13%
0,65%
0,97%
12,26%
11,29%
36,45%
32,26%
Menos de
$294,750
Entre $294,751 y
$589.500
Entre $589,501 y
$884,250
Entre $884,251 y
$1'179.000
Entre $1'179.001 y
$2,358,000
Más de
$2,358,001
ns/nr
INGRESOS MENSUALES POR HOGAR
3,87%
19,03%
1,61%
3,87%
Menos de $294,750
21,94%
22,26%
26,77%
Entre $294,751 y
$589.500
Entre $589,501 y
$884,250
Entre $884,251 y
$1'179.000
Entre $1'179.001 y
$2,358,000
Más de $2,358,001
ns/nr
Lo anterior de alguna manera permite observar, al menos en esta dimensión, las
condiciones de precariedad asociadas al trabajo en la venta callejera. Se demuestra, lo ya
previamente enunciado, que la actividad productiva de las ventas callejeras genera un
nivel de acumulación bastante bajo, erigiéndose en un límite objetivo del mercado a la
capacidad de crecimiento de dichas unidades; cuestionando igualmente las posiciones,
tanto políticas como teóricas, que defienden que el vendedor es un microempresario cuyo
futuro promisorio se encuentra en la formalización, solo obstaculizado por sus propias
“ganas de salir adelante”, por su mayor o menor capacidad de emprendimiento, mirada
que no atiende a las condiciones materiales a las que se enfrentan los trabajadores
precarizados. Estas condiciones se agudizan por las características propias de cada
vendedor, en particular, de mujeres madres cabeza de familia quienes asumen altas
cargas económicas o las de vendedores ocasionales (que trabajan, sobretodo, los fines de
semana) que en su mayoría no son de la localidad, por lo que incurren en mayores gastos
asociados, tienen desventajas para el uso y ubicación en el espacio público, y compiten
con los vendedores ya posicionados vía precios, ofreciendo unos menores percibiendo
asimismo bajas ganancias.
Con respecto ya no al costo sino al tiempo invertido en la actividad productiva es
necesario mencionar que observar el uso del tiempo que hace el trabajador es
fundamental para advertir la forma que toma el mundo del trabajo contemporáneo, esto,
debido a que la distribución de las tareas propias de la actividad productiva a lo largo de la
jornada se le imponen al trabajador como una necesidad de la producción, requiriendo de
éste su disciplina. Una de las características de las ventas en el espacio público es que una
gran proporción de vendedores (y principalmente en las plazas de Rincón y Lisboa) son
propietarios de la unidad productiva, 87,80% del total, y disponen de su propio trabajo o
del trabajo de algún otro miembro del hogar para la producción; para el caso de las zonas
de Centro Suba y Autopista norte como se había apuntado más arriba la cifra asciende a
94,19%. Lo anterior genera dentro de los vendedores la sensación de independencia,
otorgada por el manejo que hacen ellos mismos de su tiempo, sin regirse por algún
horario impuesto desde fuera como el que implicaría un trabajo formal. Sin embargo, la
jornada que demanda la actividad productiva ocupa para el 87% de los vendedores entre
9 y más de 14 horas diarias. Debido a que para que inicie propiamente la actividad de
comercialización en la calle deben realizarse labores previas como el aprovisionamiento
de mercancías en los centros de distribución y la instalación del puesto de trabajo, por un
lado, mientras, por el otro, debido a que el nivel de ingresos depende del volumen de
ventas el vendedor se ve impulsado a extender la jornada lo necesario para garantizar su
subsistencia. En términos de tiempo de la semana dedicado al trabajo el 57% de los
vendedores trabaja todos los días de la semana, incluyendo domingos y festivos. Por
tanto, la aparente libertad con que cuenta el vendedor no es tal, siempre que se vea
empujado por las necesidades a destinar la mayor parte de su tiempo (tanto en horas del
día como de días a la semana) a trabajar. Aunque, es importante señalar que la forma del
trabajo en la venta callejera no adopta las rigideces del empleo formal, una característica
particularmente atractiva para los vendedores, sobre todo para las mujeres dedicadas al
cuidado de sus hijos.
NÚMERO DE DIAS QUE TRABAJAN EN LA PLAZA
1
17%
2
11%
51%
4%
5%
8%
4%
3
4
5
6
Por otro lado, los ingresos de los vendedores dependen de las horas trabajadas, las
condiciones climáticas y los precios del mercado, lo que hace inestable la actividad de
las ventas ambulantes. Una característica particular de las ventas en las plazas es que
predomina la venta de alimentos sin preparar (59%), productos perecederos que
deben ser vendidos en el menor tiempo posible lo que tiende hacer bajar sus precios.
Dada esta última condición, para el análisis habría que tener en cuenta también la
venta de alimentos preparados, segundo producto de mayor comercialización en las
plazas, con un 19% del total. Igualmente, la variabilidad de precios de los productos se
determina según las cosechas en oferta y en alimentos perecederos, lo que en muchos
casos presiona a bajar precios para no perder la inversión. Las anteriores condiciones
obligan a los vendedores, en aras de ahorrar costos y aumentar el excedente, a asumir
todas las fases de la actividad económica: desde traer los insumos de la plaza, hasta
presentar el producto, desplazándose por los puestos para atenderlos. Aunque,
comúnmente, más que el vendedor es la unidad doméstica quien, en una división del
trabajo interna, se reparte y asume estas tareas, sin que se incurra en costos laborales.
Para los vendedores de las otras dos zonas los precios de los productos son impuestos
por el mercado y determinados por los precios que asigna la fábrica que los produce.
Como comercializadores en un mercado fuertemente competitivo donde subir los
precios de manera unilateral es imposible, la tasa de ganancia se ve altamente
reducida, acotada a los rangos dentro de los cuales subsisten la mayoría de los
habitantes de la ciudad.
PRODUCTOS COMERCIALIZADOS EN
LAS PLAZAS DE RINCÓN Y LISBOA
2%
0%
4%
3%
0% 4%
0%
ALIMENTOS PREPARADOS
19%
9%
ALIMENTOS SIN
PREPARAR
VESTIDO
HERRAMIENTAS
59%
ARTICULOS PARA EL
HOGAR
DECORACION
Los bajos precios ofrecidos por los vendedores de las plazas, en todo caso, son
interpretados como el principal beneficio para la comunidad, para quienes éstos se
ajustan a sus presupuestos, según lo manifestado por los compradores de las plazas
cuando se les preguntó por el principal motivo de compra (66%), además de la
cercanía a su lugar de vivienda (20%). Lo anterior es evidente en comparación con los
precios ofrecidos por los negocios de grandes superficies y lo confirma la encuesta
realizada a vecinos de las plazas, según la cual el 80% compra productos a los
vendedores ambulantes, principalmente alimentos, del cual, a su vez, el 30% lo hace
diariamente. Se hace evidente que, a pesar de los conflictos que en numerosos barrios
de la localidad se han presentado entre la comunidad y los vendedores por el uso del
espacio público –principalmente-, la función social ejercida por las plazas es de un
valor innegable para las economías domésticas de los sectores populares de la ciudad.
Aún más, las plazas se convierten en la única oferta de alimentos y bienes de primera
necesidad asequibles para numerosas familias. Otro punto a señalar, es que la
actividad económica se desarrolla a la intemperie en cualquier lugar en el que se
encuentre ubicado el vendedor, lo que redunda en la precariedad de las condiciones
de su trabajo.
Problemáticas asociadas al trabajo precarizado
Las problemáticas asociadas con el trabajo en las los distintos sectores de la localidad de
Suba están determinadas, primero, por la forma particular en que se desarrolla la
actividad misma de la venta en la calle. El trabajo no formal no tiene garantizado los
derechos sociales destinados a su protección, por lo que el 94,63% de los vendedores de
las plazas y el 95,16% de Suba Centro y Autopista Norte no se encuentran afiliados a
ningún régimen pensional, aunque en general manifiesten no tener plan alguno en caso
de que por enfermedad o vejez no puedan continuar trabajando, salvo la ayuda de sus
familias. Esta abrumadora cifra muestra la magnitud de la vulnerabilidad. Igualmente, no
existe ninguna legislación laboral que se encargue de regular la actividad o defender los
derechos asociados al trabajo. Específicamente, existen otras circunstancias propias de las
ventas en Rincón y Lisboa que conducen a distintas problemáticas. La mayoría de
productos que se comercializan en estas plazas son alimentos no preparados que, al no
existir una infraestructura adecuada dedicada a la venta de estos productos supone
problemas de salubridad por el inadecuado manejo de residuos –orgánicos e inorgánicos–
y la falta de concertación con la empresa recolectora de basura que afecta a vendedores y
vecinos del barrio. Se presentan también por la ausencia de infraestructura, problemas
derivados del trabajo a la intemperie y el sometimiento a las rigurosidades de las
condiciones climáticas que afectan tanto a los vendedores como a las mercancías; así
como posibles situaciones problemáticas por la ausencia de planes de prevención de
accidentes o material de primeros auxilios para atender emergencias. Además, los
vendedores no cuentan con la capacitación en el manejo de alimentos, dada la misma
precariedad de su oficio, lo que conlleva a problemas de salubridad para los
consumidores dado el incumplimiento de normas sanitarias básicas.
El anterior panorama ha llevado a muchos vendedores a manifestar su cansancio por el
desgaste físico que implica la venta en la calle y las condiciones en las que se esta se da. La
exposición a riesgos es alta en esta forma de trabajo lo que lleva a una mayor
vulnerabilidad y posibilidad de contraer enfermedades. Por otro lado, dichas condiciones
para los comerciantes con local de la zona (quienes deben pagar por el uso del espacio y
los impuestos por su actividad económica) son percibidos como inconvenientes en tres
sentidos: acceso a vías públicas, seguridad y convivencia e higiene y salud pública. Los
vecinos del sector, aunque en su mayoría reconocen en esta una alternativa de trabajo
(73%) y los califican como rebuscadores (83%), identifican los mismos problemas que los
comerciantes añadiéndole un componente estético, ya que encuentran problemática la
imagen que genera la venta ambulante en el barrio.
Protección social
La población de vendedores ambulantes, no consta de plena garantía de la protección de
su bienestar en el momento de una situación propia de su trabajo y de la vida misma. El
cubrimiento de los riesgos son cubiertos por la familia y por el individuo, es decir, la
enfermedad es concebida como una situación que no hace parte del ejercicio mismo de la
venta informal.
Contraer una situación de debilidad o vulnerabilidad física, no se concibe como un riesgo
inminente ni como un riesgo esperado. Las jornadas laborales cubren la mayoría del día de
una persona que se dedique a las ventas ambulantes, además de esto también deben
realizar los trabajos propios del hogar y el cuidado de la familia al tiempo que se ganan la
vida en el día a día.
Como la venta ambulante se configura a manera de una economía de subsistencia, no es
posible concebir sistemas de ahorro, con ciertas excepciones que son cubiertas por el
trabajo de las organizaciones, las ventas ambulantes proporcionan al individuo los
recursos ajustados al gasto inmediato. No es muy frecuente encontrar sistemas formales
de ahorro ni de concepción de planes a largo plazo.
Así como en el caso del acceso a sistemas de salud, para el caso de cubrimiento de riesgos
para la vejez con el ingreso a sistema de pensiones es muy moderado, los ingresos no se
configuran suficientes para el pago de una cuota mensual de salud y pensión y, además, la
misma vinculación se concibe como un lujo al cual, en su condición, no se puede acceder.
Las condiciones precarias de trabajo a las cuales se enfrentan día a día los vendedores
informales en la calle, se reproducen al interior del hogar, pues la familia no tiene la
posibilidad de acumular el capital suficiente para cubrir los gastos propios de la
prevención de riesgos a los que se enfrenta el vendedor y la familia misma.
Protección social zona Centro Suba
Personas en el
hogar
1
1,1
2
15,9
3
20,2
4
5
6
7
8
9
10
11
20,7
12,5
10,6
6,7
1,4
0,0 de la zona de Suba centro está
0,5 personas en total. Un 41% está
1,0 personas. El 21.1% por entre 5 y
La familia del vendedor informal
compuesta por entre 1 y 11
compuesta en total por 3 a 4
6 personas y, en menor proporción por 8, 9, 10 y 11 personas.
Edades de los miembros del hogar
1. 0 y 5 años
49
2. 6 y 10 años
13
3. 11 y 16 años
1
4. 17 y 23 años
0
5. 24 y 40 años
0
6. 41 y 60 años
0
7. Más de 60 años
0
NS/NR
145
A pesar de que un 70% no proporcionó información respecto a las edades de quienes
componen su hogar, si se puede ver que al menos una cuarta parte, el 24%, tiene al
menos un niño entre los 0 y 5 años. Lo que quiere decir que esta población debe dedicar
mayor tiempo al cuidado de niños lo que implica mayor dedicación que a una persona de
edad media.
Días que trabaja
si
no
lunes
85%
15%
Martes
88%
12%
Miércoles
89%
11%
Jueves
91%
9%
Viernes
93%
7%
Sábado
99%
1%
Domingo
88%
13%
Si bien al inicio se habla de la configuración de una economía del día a día, de subsistencia,
es cierto que no todos los días se tiene la misma intensidad de trabajo, sino que la semana
se convierte en un tipo de preparación para el día de mayor afluencia de público a la zona
de Centro Suba, y puede que en el resto de lugares de ventas informales aplique de igual
forma.
Para este caso, es evidente que son los días sábado y domingo los de mayor afluencia y es
por esto que se moviliza mayor cantidad de vendedores informales a ofrecer los diversos
productos, aunque, en general, la participación de la actividad económica por parte de la
totalidad de los vendedores en ningún caso es menor al 85% del día lunes, que es uno de
los días de menor afluencia; esto teniendo en cuenta que la zona tiene constante
movimiento por encontrarse cerca de una vía de acceso como lo es la Avenida Suba y,
además, debido a la presencia de los dos Centros Comerciales (Centro Suba y Subazar).
Al dar cuenta de la cantidad de días a la semana dedicados al trabajo, se infiere que la
cantidad de días dedicados al descanso, el estudio o el ocio, entre otros, son muy pocos.
Tanto así que el día de descanso se convierte también en un día de trabajo en el hogar o
por fuera de él realizando trámites varios y demás.
Actividad en el tiempo libre
Realiza labores del hogar
Atiende el cuidado de niños y/o ancianos
Dedica tiempo al ocio
Realiza trámites
Descansa
SI
NO
122
52
113
53
112
NS/NR
22
92
30
91
32
1
29
Todos quienes trabajan en cualquier sector, deben realizar varias actividades en su tiempo
libre. Las actividades a las cuales se dedican por lo general tienen que ver con trámites y
cuidado de personas de la tercera edad, enfermos y familiares en general. Los vendedores
informales hacen referencia a que el tiempo que no dedican a su actividad económica, se
dedican al trabajo del hogar en gran medida. No obstante, también se dedican a la
preparación de los productos que se ofrecen en las calles. Quien tiene una venta de
bebidas calientes, debe dedicar medio día a la preparación del producto, a la vez que se
dedica a su familia, prepara los alimentos y demás.
Similar situación afrontan quienes venden otros productos preparados; incluso quienes
venden otro tipo de productos, deben realizar un desplazamiento hacia el lugar en donde
se consigue la “mercancía” y después prepararla y disponerla para la venta.
29
Las respuestas correspondientes a esta pregunta es de opción de múltiple respuesta.
Así, el tiempo dedicado al ocio y al cuidado de los hijos, se ve reducido al tiempo en el cual
se encuentran en el hogar ocupándose de varias actividades a la vez: preparación del
producto y cuidado del hogar y la familia; tiempo que se ve más reducido para quienes
ofrecen otros productos.
Salud
Afiliación al
sistema de
salud; SI; 54%
Afiliación al
sistema de
salud; NO;
15%
SI
NO
NS/NR
Afiliación al
sistema de
salud; NS/NR;
1%
Afiliación al sistema de salud
Personas Afiliado Cotizante Beneficiario
54%
36%
4%
13%
15%
1%
Un poco más de la mitad de los vendedores cuenta con un servicio de salud, lo que implica
que la otra mitad de la población debe realizar pagos altos por atención en salud y que
además no tiene cubrimiento en cuanto a emergencias. De tal modo que, en el momento
de una emergencia o situación adversa –en lo referente a la salud-, éstos deben asumir
altos costos por ellos mismos y también por sus familiares.
Regimen de
seguridad;
Subsidiado;
71%
Regimen de
seguridad;
Contributivo;
28%
Regimen de
seguridad;
NS/NR; 1%
Regimen de
seguridad;
Especial ; 0%
Régimen de seguridad
Contributivo
28%
Especial
0%
Subsidiado
71%
NS/NR
1%
Del 54% de las personas que aseguran contar con un sistema de salud, el 28% hacen parte
del Régimen Contributivo y el 71% del Régimen Subsidiado.
Regularidad; 4.
Cuando se enferma
Regularidad
; 66%
Regularidad; 5. No
asiste; 31%
Regularidad; 1.
Mensual ; 25%
Regularidad; 2.
Semestral; 11% Regularidad; 3.
Anual; 6%
Regularidad; 6. Otro
; 6%
¿Con qué regularidad asiste al
servicio de médico general?
1. Mensual
25%
2. Semestral
11%
3. Anual
6%
4. Cuando se enferma
66%
5. No asiste
31%
6. Otro
6%
La mayoría de los vendedores informales no cuentan con prácticas preventivas frente a la
enfermedad, es por eso que el 66%, más de la mitad de la población, sólo asiste al médico
cuando se enferma. El 31%, la cuarta parte, no asiste, aún si se encuentra enfermo -ellos
afirman constantemente que enfermarse “es un lujo”, puesto que impide trabajar, sea
uno o varios días, lo cual implica una disminución de los ingresos para el hogar; ello
relacionado con la ausencia de un sistema de ahorro constante, limita las posibilidades y
el cuidado frente al riesgo-.
Pensión
En cuanto al cubrimiento para el futuro, es decir, afiliación al sistema pensional, el 95%
asegura no hacer parte de ningún tipo de sistema, tan solo el 4% aporta actualmente a un
sistema pensional.
Afiliación
a
pensione
s; NO;
95%
Afiliación
a
pensione
s; SI; 4%
Afiliación a pensión
SI
NO
NS/NR
4%
95%
0%
A pesar de lo que en las cifras se anuncia -y es que no hay un cubrimiento apropiado en el
tema de la vejez-, para el vendedor ambulante el futuro es visto como un futuro de
trabajo, no se concibe, de ninguna forma, el tiempo de retiro, a menos que los hijos sean
quienes se encarguen de cubrir los gastos propios de las vejez de sus padres.
Series1; 4.
No hay plan
; 37%
Series1; 1.
Hijos; 17%
Series1; 2. Series1; 3.
Ahorros; 7%
Pensión; 6%
Series1; 5.Series1; 6. 1
otro ; 1% y 2; 1%
En caso de que usted no
pueda seguir trabajando por
cuestiones de edad, como
cubrirá su ingreso?
1. Hijos
17%
2. Ahorros
7%
3. Pensión
6%
4. No hay plan
37%
5. otro
1%
6. 1 y 2
1%
El plan para el futuro en el 17% del total de la población, como se venía mencionando, es
en relación con los hijos, motivo por el cual ellos cubren, en su mayoría, los costos que
implican el pago de la educación para cada uno de sus hijos, esperando que en la edad
adulta sean ellos quienes se responsabilicen de su cuidado; además, esperan que sus hijos
no tengan que acudir al mismo oficio que ellos en la actualidad.
Por otro lado, y más preocupante aún, se halla la inexistencia de cualquier plan en el 37%
de la población encuestada, y tan solo un 7% posee ahorros o un sistema de ahorros
destinado para la vejez, así como un 6% recurrirá al aporte para pensión.
Protección social en Autopista Norte
Personas en
el hogar
1
17%
2
12%
3
4
5
6
7
8
23%
22%
15%
9%
2%
2%
En la zona ubicada sobre la Autopista Norte en la Localidad de Suba, la composición del
hogar varía entre 1 a 8, cada uno. El 17% está conformado por un solo hogar por
individuo, lo que evidencia una red de apoyo cercana inexistente; el 12% son compuestos
por 2 personas; el 45% entre 3 y 4 personas; y de 5 a 8 personas el 28% restante, es decir,
que los hogares de gran cantidad de miembros es menor a los hogares pequeños.
Edades de los
miembros del
hogar
1. 0 y 5 años
2. 6 y 10 años
20%
3%
3. 11 y 16 años
4. 17 y 23 años
5. 24 y 40 años
6. 41 y 60 años
7. Más de 60 años
NS/NR
0%
0%
0%
0%
0%
77%
Al igual que en el caso de Centro Suba, a la pregunta respecto a las edades de quienes
conforman el hogar no hubo mayor recepción, sin embargo se alcanza a dar cuenta que
una quinta parte de los hogares tiene al menos un niño entre los 0 y 5 años.
Dias que trabaja
si
no
lunes
85% 15%
martes
miércoles
jueves
viernes
sábado
domingo
87%
88%
88%
90%
99%
82%
13%
12%
12%
10%
1%
18%
Al igual que en el resto de zonas de ventas ambulantes, en la Autopista Norte, el día
sábado es el día que asiste mayor cantidad de vendedores, lo que atiende a la cantidad de
personas que pasan o visitan los sitios aledaños. El día que hay más personas que faltan a
la zona es el día domingo, asiste un total del 82% (84 de 102 personas), es decir, que en
general asisten entre el 85% al 99% del total de población a la zona.
Casi la totalidad de los vendedores asisten con constancia a realizar su actividad
económica, y los días de descanso son pocos en relación con los días de trabajo y con la
intensidad horaria con la que asisten. Al igual que en los demás casos, los días de notrabajo en las ventas informales son dedicados a los trámites administrativos y demás, y a
las actividades propias del cuidado.
Actividad
SI
Realiza labores del hogar
Atiende el cuidado de niños y/o ancianos
Dedica tiempo al ocio
Realiza trámites
Descansa
NO
85
47
81
42
85
NS/NR
17
55
21
59
17
1
Salud
Afiliación a
sistema de
salud; SI;
84%
Afiliación a
sistema de
salud; NO;
16%
Afiliación al sistema de salud
Personas
SI
84%
NO
16%
En cuanto a la afiliación a sistema de salud, el 84% se encuentra vinculado frente al 16%
que no tiene vínculo alguno.
Regimen de
seguridad;
Subsidiado;
60%
Regimen de
seguridad;
Contributiv
o; 24%
Regimen de
seguridad;
Especial ;
1%
Regimen de
seguridad;
NS/NR; 16%
Régimen de seguridad
Contributivo
24%
Especial
1%
Subsidiado
NS/NR
60%
16%
Del 84% de afiliados, el 24% pertenece al Régimen Contributivo, el 1% al Régimen
Especial, el 60% Régimen Subsidiado y 16% no sabe o no respondió. A pesar de
encontrarse en las condiciones de informalidad característica de la población de
vendedores ambulantes -en ausencia de una relación contractual formal-, vale la pena
resaltar la cantidad de personas que destinan parte de sus recursos al pago de EPS,
aunque sin embargo el 60% que hace parte del Régimen Subsidiado no genere ningún
pago.
Afiliación
a
pensión;
NO; 95%
Afiliación a pensión
SI
5%
NO
95%
Afiliación
a
pensión;
SI; 5%
Tan solo un 5% cuenta con afiliación al Sistema Pensional, es decir, 5 personas de 102 que
trabajan en la calle, en oposición al 95% que no tiene ningún sistema de protección frente
a la vejez.
En caso de que usted
no pueda seguir
trabajando por
cuestiones de edad,
como cubrirá su
ingreso?
1. Hijos
16%
No hay plan ;
68%
1. Hijos; 16%
2. Ahorros; 8%
3. Pensión; 3%
5. otro ; 2% 6. 1 y 2; 0%
2. Ahorros
3. Pensión
4. No hay plan
5. otro
6. 1 y 2
NS/NR
8%
3%
68%
2%
0%
4%
En cuanto a la perspectiva de futuro frente a los riesgos varios provocados por la vejez y la
enfermedad, frente a la pregunta por el cubrimiento de situaciones en caso de
enfermedad; es alarmante encontrar que el 68% no tienen un plan frente al 3% que tienen
un sistema de pensión y el 8% que cuenta con un sistema de ahorro.
Política y organización social
Las ventas ambulantes y la calle donde se realizan, han sido acogidos por los vendedores
como espacios de confluencia social en donde se construyen identidades; en otras
palabras, la venta ambulante, se configura como un “espacio de construcción de la vida
social, a través del examen de las manifestaciones del fenómeno en el contexto del
comercio informal”Fuente especificada no válida.. Surgiendo así, la organización como el
escenario más propicio para generar debates y articulación de intereses, con el objetivo
de construir de manera colectiva una agenda social y política proyectada a la creación o
influencia sobre la política pública.
En este sentido, la organización se establece como un eje fundamental dentro de la
cotidianidad de los sectores sociales inmersos en las ventas ambulantes.
Específicamente, los vendedores ambulantes en Bogotá se han organizado de diferentes
maneras y en distintos momentos históricos para visibilizar y actuar frente a las
problemáticas que su ejercicio cotidiano conlleva. Se gestan así articulaciones de luchas en
torno a la resistencia al desalojo de su lugar de trabajo (la calle) y exigencias frente a
mejores condiciones laborales, económicas y sociales.
En los últimos años, se ha profundizado la organización frente a estos temas, ejemplo
están las continuas movilizaciones ante las políticas impartidas por los gobiernos de turno
distritales de Antanas Mockus y Enrique Peñalosa. Este último con tan solo 3 meses de
gobierno inició una política agresiva de desalojos dirigida a los vendedores “informales”:
“Gran parte del énfasis de su administración está puesto en el espacio público. Por eso
entró como un buldózer y sus medidas para desalojar a los vendedores ambulantes
terminaron en enfrentamientos con la policía”30. Aspecto que generó la resistencia y
protesta de los vendedores, que alegaban el desconocimiento, por parte del entonces
Alcalde, de la situación social y económica de la población.
La manera propicia para evitar este tipo de actos, es la organización, configurada en
espacios donde se discute, promueve y se realizan acciones frente a elementos claves que
aquejan a la población de interés. La organización de vendedores ambulantes se configuró
como una movilización, que posteriormente se vio reflejada en la constitución de
organizaciones estructuradas que en la década de los noventa lograron el
pronunciamiento de la Corte Constitucional frente a este tema.
30
PEÑALOSA EL BULDOZER. Mayo de 1998. Revista semana. Recuperado el 19 de Mayo de 2013, en:
http://www.semana.com/nacion/articulo/pealosa-el-buldozer/35768-3
Sin embargo, a pesar de la identificación de problemáticas comunes, la confluencia y
articulación de intereses y objetivos generales, no se realiza de manera continua y
sencilla, puesto que al interior de las organizaciones se pueden presentar contradicciones
que afectan el accionar de estas.
El sector organizado de las ventas ambulantes ha enfrentado algunos problemas internos
debido a la influencia de sectores políticos con intereses particulares, lo que afecta la
percepción de la organización y la creación de prevenciones por parte de los sujetos a
todo lo que ellos reconocen como política y organización.
Organización vendedores en Lisboa y Rincón
Los vendedores ambulantes han configurado la calle como espacio de confluencia y
construcción social de identidades; en medio de la venta informal, las condiciones
comunes de precariedad laboral y las necesidades compartidas, surgen las organizaciones
de vendedores ambulantes como el escenario oportuno para la articulación de intereses,
la generación de debates y la promoción de iniciativas, en ese sentido, la organización
nace con el objeto de construir de manera colectiva una agenda social y política
proyectada a la creación o influencia sobre la política pública.
Específicamente los vendedores ambulantes en Bogotá se han organizado en distintos
momentos históricos visibilizando y actuando de manera colectiva frente a las
problemáticas que su ejercicio cotidiano conlleva; como ejemplo de ello, se registran las
continuas movilizaciones de vendedores ambulantes contra las políticas impartidas por los
gobiernos distritales de Antanas Mockus y Enrique Peñalosa. Este último, por ejemplo a
los tres meses de iniciado su gobierno puso en marcha una política agresiva de desalojos
dirigida a los vendedores “informales”: “Gran parte del énfasis de su administración está
puesto en el espacio público. Por eso entró como un buldócer y sus medidas para desalojar
a los vendedores ambulantes terminaron en enfrentamientos con la policía”31, situación
que generó la resistencia y protesta de los vendedores, que alegaban el desconocimiento,
por parte del entonces Alcalde, de la situación social y económica de la población.
La organización de vendedores ambulantes se configura a partir de la necesidad de
trascender de lo coyuntural y proyectar los pliegos de peticiones construidos en las
diferentes movilizaciones. Con ello ve reflejada la constitución de organizaciones de
31
PEÑALOSA EL BULDOZER. Mayo de 1998. Revista semana. Recuperado el 19 de Mayo de 2013, en:
http://www.semana.com/nacion/articulo/pealosa-el-buldozer/35768-3
vendedores que si bien tienen problemas internos, en la década de los noventa lograron
el pronunciamiento de la Corte Constitucional frente al tema de las ventas en la calle.
A pesar de la identificación de problemáticas comunes, la confluencia y articulación de
intereses y objetivos generales, el sector organizado de las ventas ambulantes ha
enfrentado problemas internos recurrentes debido a la influencia de sectores políticos con
intereses particulares, que dejan de lado las reivindicaciones de los vendedores, afectando
la percepción de la organización y generación de prevenciones por parte de los sujetos a
todo lo que ellos reconocen como política y organización.
Los políticos usualmente han visto a los vendedores como un importante capital político
al que intentan conquistar en los momentos de efervescencia electoral y sin un trabajo
continuo, lo que ha desencadenado en los vendedores desconfianza y escepticismo.
Aunque han existido avances y retrocesos en la cualificación y organización política de
los vendedores ambulantes, el desarrollo de mecanismos que rigen a la administración
pública para garantizar el derecho al trabajo y al mínimo vital de las personas que por
distintas circunstancias se ven abocadas a vender mercancías en la calle, ha sido
resultado de la presión ejercida por las movilizaciones que aglomera vendedores
organizados y no organizados. Lo que deja entrever que si se logra a largo plazo generar
redes entre los vendedores su fortaleza política sería más constante y no dependería de
puntos coyunturales.
A nivel distrital existen escenarios que acopian la representación organizativa y
participativa de los vendedores ambulantes, las organizaciones locales y/o sectoriales de
vendedores se agrupan en los Comités Locales de Vendedores Ambulantes, los cuales
tienen representatividad en Suba. Los miembros de estos comités (10 en total, 5
principales y 5 suplentes), son elegidos a través del voto de los vendedores previa
identificación e inscripción de cédulas; De los comités locales de vendedores, se conforma
el Comité Distrital de Vendedores Informales, espacio que se encarga de asesorar y
concertar entre la administración distrital y los vendedores ambulantes, aspectos
relacionados con el ejercicio de las ventas ambulantes en el marco de la institucionalidad y
de la negociación.
Lo anterior refleja que aunque en este momento no existe una fortaleza en las
organizaciones, organizarse es la manera más efectiva de presionar a las instituciones, por
ello, el Comité Distrital de Vendedores Informales, se encuentra asociado a la Unión
General de Trabajadores de la Economía Informal-UGTI, filial de la CUT, definiéndose
como una organización que tiene como propósito fundamental la reivindicación de los
derechos humanos, laborales y sociales de los trabajadores de la economía informal.
La concertación a nivel distrital es realizada en mayor medida con el Instituto para la
Economía Social -IPES, el cual, fue conformado a través del Acuerdo 257 de diciembre de
2006, producto de la transformación del Fondo de Ventas Populares FVP creado en 1972
con el objeto de “obtener recursos financieros para la atención de programas
relacionados con los vendedores ambulantes y estacionarios y, preservar el uso colectivo
del espacio público”.
Teniendo un panorama general de la importancia de la organización y algunos logros
enunciados en apartados anteriores a continuación se presentan los resultados
obtenidos en una primera mirada en cada una de las zonas estudiadas en el presente
proyecto en cuanto al tema de organización social.
Plaza de Lisboa
El trabajo de campo realizado en la
plaza de Lisboa, evidencia que si
bien el 11% de los encuestados
reconoce
la
existencia
de
organizaciones
de
vendedores
ambulantes en la localidad, el 98%
afirma no hacer parte de alguna
organización.
% De vendedores que pertenece a alguna
organización de vendedores
2%
98%
SI
NO
Este resultado, es justificado por los vendedores en la medida en que según ellos las
asociaciones de la Localidad, se han convertido en negocios particulares en busca de
mejorar las condiciones económicas de los líderes y no de los asociados de las bases.
Frente a esto, señala una líder local : “Yo llamaría, yo le haría un llamado a la alcaldesa
Marisol a que depuren esas organizaciones, que pidan papeles; Cámara de Comercio tiene
una vigencia de tres meses y que las estén pidiendo si es posible cada tres meses para ver
cómo van, en qué anda, se cayó, le quitaron la personería jurídica.”
La percepción negativa se generaliza hacia la política y hacia todo tipo de organización
social, los vendedores de la plaza de Lisboa han asociado la participación política
exclusivamente a los procesos electorales, rechazando constantemente el término y el
ejercicio de esta, reduciendo la dinámica y la percepción política al “derecho al voto” y a
promesas no cumplidas, esto se ve reflejado en la nula participación en escenarios u
organizaciones políticas; ante este hecho el ejercicio investigativo reporta que solo una
persona hace parte de alguna organización social y política, siendo esta una asociación de
carácter religioso.
Adicionalmente, se registra rechazo hacia las gestiones realizadas por parte de las
administraciones locales y distritales enfocadas al desarrollo del emprendimiento y las
capacitaciones que según los vendedores no impactan de manera real y positiva a la
población ya que no ven cómo poner en práctica el conocimiento acumulado, o
simplemente no es lo que ellos requieren, esto evidenciado en comentarios en los grupos
focales como “nos quieren enseñar a vender, pero llevamos 10 o más años vendiendo en la
calle” .
Sin embargo, por un lado en el desarrollo de las campañas informativas y en los grupos
focales se percibe que la mayoría de población ha recibido capacitaciones dadas las
manifestaciones de inconformidad frente a esta propuesta, y por otro lado llama la
atención que los resultados derivados de la cuantificación evidencian que tan solo el 9%
de la población ha recibido capacitaciones relacionadas con el ejercicio de la venta
ambulante y que el 84% de los vendedores encuestados manifiesta interés en recibir
capacitaciones en temas relacionados con las ventas como: la manipulación de alimentos,
negocios y contabilidad y aspectos relacionados con temas organizativos y de la
normatividad vigente.
% de la población que ha recibido capacitaciones
9%
% de población que quiere capacitarse
16%
84%
91%
SI
NO
SI
NO
Siendo claro que la mayoría cree que sería bueno capacitarse en algo relacionado con su
trabajo, no es buena la percepción que se tiene por parte de los vendedores los
proyectos realizados por la administración en este campo.
A pesar de la nula organización que se evidenció al inicio del proceso, después de cinco
meses de trabajo los vendedores manifiestan la necesidad de organizarse como un
espacio no de representatividad ya que ellos piensan que los representantes no
transmiten lo que las bases piensan o acuerdan, sino que deben generarse espacios de
formación y discusión entre todos, destacando voceros que lleven sus propuestas y
posiciones a las instancias que sean necesarias, así mismo exponen que la organización
en Lisboa debe ser un ejemplo de construcción colectiva, de ayuda mutua acorde a los
intereses y necesidades de los vendedores.
Al respecto María Flores de la Plaza de Lisboa, menciona el papel que deben tener los
líderes y las organizaciones:
“ (..) preocuparse por los vendedores, mirando cómo estamos trabajando, qué
necesitamos, cómo nos puede ayudar. ¿Qué estamos necesitando? Baños, públicos ¿Qué
estamos necesitando? Organización entre los vendedores, porque aquí llega a diario
mucho vendedor nuevo y muchas veces no es de pronto por egoísmo sino por el espacio
tan reducido que tenemos, no puede estar llegando mucha gente porque no estamos y ahí
es donde se forman los problemas. Nos estamos apretando mucho y entonces se meten a
los puestos y ahí vienen los problemas. Entonces sí nos gustaría que esa parte él nos diera
baños públicos, nos diera seguridad para los puestos, que muchas veces viene mucha
gente a trabajar y mucha gente viene a robar, entonces eso sería uno de los puntos más
importantes, el baño y la seguridad entre los puestos de los vendedores, eso sería muy
importante. Eso me gustaría.”
De igual modo los vendedores reconocen que no están solos en la plaza, y que al estar
desorganizados afectan tanto a los vecinos de esta como a las personas que trabajan en
los locales, y al respecto María Flores enuncia una serie de problemas:
“Problemas tenemos con los dueños de las casas, que le incomodamos, sí, es muy cierto,
les incomodamos porque nos hacemos ahí. Muchas veces hay garajes y la gente va a
sacar los carros, sí, y estamos ahí metidos, no nos vamos a mover y mucha gente le toca
salir a coger un taxi cuando tiene su carro y estamos metido en el espacio que a ellos les
corresponde, lo sabemos, somos conscientes de eso pero seguimos en la misma
problemática ¿Para dónde nos vamos? De todas maneras es un problema”
Otro de los problemas que tanto los vecinos como los comerciantes perciben hace
referencia a los desperdicios que salen mayormente el domingo, frente al tema en los
grupos focales los vendedores han expresado que ellos entienden el problema y
expresan que a causa de la desorganización de la plaza surgen estos inconvenientes,
pero que ven como la solución a estos problemas y otros relacionados con la
convivencia impulsar el proceso organizativo que se trató de generar en los últimos
cinco meses.
Plaza de Rincón
% De vendedores que pertenece a alguna
organización de vendedores
Comparativamente, frente a los
resultados de la plaza de Lisboa en
Rincón se registra una mayor
proporción (15%) de vendedores
vinculados
a
organizaciones
referentes a las ventas ambulantes.
1% 15%
84%
SI
NO
NO INFORMA
Es de resaltar que en esta plaza si existe una experiencia organizativa, y se articulaban en
la asociación San Isidro Labrador, sin embargo no fue instantánea su formación, por el
contrario esta organización lleva varios años funcionado (desde 1993) y se conforma ante
la inconformidad de los vendedores frente a otros espacios organizativos, en este punto
su líder resalta: “nos fuimos uniendo a (un) sindicato, nos unimos, pero entonces ellos
también llegaron un momento en que también, o sea, que reuníamos plata pero para darle
a ese sindicato. Entonces nosotros dijimos: No, formemos una vaina que sea para
nosotros, que si queremos mandar es para nosotros, entonces empezó la cooperativa.”
La organización san Isidro llegó a establecer una seria de normas de convivencias entre los
vendedores hasta el punto en que “(…) un día barríamos, o sea un ejemplo. Los martes lo
destinábamos para barrer los puestos de tal forma, o sea los puestos con una medida
especial y pues más o menos los teníamos bien identificados”. Sin embargo la organización
de la cooperativa una puesta por generar espacios para los vendedores sufrió
inconvenientes que llevaron a su estancamiento.
Al respecto el líder zonal enfatiza en la baja capacidad que se ha tenido por parte de los
asociados de articularse en torno a las problemáticas comunes: “Lo dejaban solo, lo
dejaban solo. Por ejemplo una organización es pasar ya sea una estructura económica
como organización. Ahorita por ejemplo yo era parte de la organización, pero me mandé
una vez solo, en una vez que eligieron, me mandé solo y a mí me eligieron de suplente,
pero ya a nivel de Suba ¿sí? (…)”
De igual modo expone que la organización no puede ser una persona o representante,
sino que debe ser algo articulado, que si existe una persona visible éste pueda apoyarse
en los demás, en la base, por ello los vendedores le están apostando a revivir la asociación
“Pero no ninguno ha sido capaz hasta ahora de decir: no me voy a meter en esto ni nada
¿sí? Entonces yo estoy como esperando, yo ya medio me averigüé los papeles, o sea la
señora del que murió no quiso entregar papeles, bueno, listo. Yo más o menos el NIT y
saqué el ¿cómo es que se llama? El certificado de representación, pero lo que nos falta
ahorita es, pues organizarnos, no organizarnos sino hacer la reunión para elegir un líder
¿Sí?”.
La percepción negativa hacia las organizaciones sociales en el caso del Rincón se deriva
principalmente, de escenarios organizativos que han sido permeados por personas con
intereses particulares, según un vendedor: “La asociación en la pura verdad se convierte
en un negocio ya para X (equis) personas, entonces ya no, no, o sea a mí no me interesa
eso, ni me interesa, ni me gusta ese sistema porque se convierte en un sistema de
economía para los líderes, para las personas que van a representar”.
El éxito de las asociaciones según el mismo vendedor resulta de un escenario de
articulación con la alcaldía local y los vendedores, por ello resaltan el proceso que se
está gestando y la iniciativa de revivir la asociación san Isidro.
Al igual que en la plaza de Lisboa, en Rincón se evidencia rechazo a las intervenciones
institucionales, percepción que es resultado de las intervenciones realizadas por pasadas
administraciones.
Frente al desarrollo de capacitaciones o asesorías referentes a las ventas ambulantes, se
registra que menos del 30% de los vendedores ha sido beneficiario de estas, por su parte,
el 73% manifiesta interés en capacitarse. Los vendedores que no tiene intención de
capacitarse aducen que en anteriores administraciones las capacitaciones han servido
para que terceros se beneficien económicamente, mientras que las condiciones de los
vendedores permanecen iguales.
% de la población que ha recibido
capacitaciones
28%
% de población que quiere capacitarse
26%
1%
72%
73%
SI
NO
SI
NO
NO INFORMA
Los grupos focales realizados en el marco del proyecto, permitieron concluir la definición
de política que los vendedores atienden, ellos lo conceptualizan como el proceso por el
cual de manera colectiva se establecen acuerdos de manera participativa por parte de los
actores que se pueden ver afectados por medidas en particular.
Así mismo, los vendedores de las plazas de Lisboa y Rincón (a pesar de que solo el 24.5 %
de ellos aduce conocer la normatividad frente al espacio público), reclaman que la política
pública hacia los vendedores ambulantes de las alcaldías locales, se han centrado en
ejercer la normatividad y la recuperación del espacio a partir de los desalojos y
reubicaciones en lugares que no son adecuados para ejercer la actividad comercial.
Aspecto que desconoce la realidad económica y social del país.
Autopista norte
Para el caso de los vendedores
ubicados sobre la autopista norte,
entre el portal norte de transmilenio
y el centro comercial Santa Fe, se
registra una mayor proporción de
vendedores organizados en torno a
problemáticas comunes del espacio
público y el derecho al trabajo.
% De vendedores que pertenece a alguna
organización de vendedores
34%
66%
SI
NO
La asociación Asovenorte que aglutina un importante sector de vendedores del sector de
autopista norte, surge hace 6 años en el marco de un proyecto promovido por la
administración local, al respecto la representante legal agrega: “La fundamos por la
necesidad de que estuviéramos organizados, hicimos un taller en la alcaldía local de Suba y
era que si uno no se organizaba nos iban a seguir dando palo”.
Sin embargo como proceso organizativo ha tenido inconvenientes y dificultades que han
retrasado el cumplimiento de las metas propuestas: “Estoy cansada, cansada, el objetivo
no era ese el que buscábamos, la asociación se hizo con otra visión y otra característica,
que era salir del espacio público en menos de 4 años haciendo la oferta de empresa hacía
la Alcaldía, hacia el IPES diciendo: bueno, tenemos tanta plata, demostremos que somos
juiciosos para conseguir dinero, hagamos eventos, hagamos rifas, lo que toque hacer pero
conseguir recursos ¿para Quiénes? Para los mismos vendedores y no, el objetivo hasta
ahorita no se ha conseguido”
Lo anterior permite establecer otras perspectiva dentro de las organizaciones que se han
gestado por parte de los vendedores, si bien unas organizaciones buscan dignificar su
labor en la calle, Asovenorte se planteaba como un espacio de los vendedores que
buscaban salir de la venta en la calle, aspecto que si bien no se ha cumplido crea un
trasfondo organizativo distinto respecto a otras organizaciones.
Si bien por una u otra razón su objetivo no se ha cumplido, Asovenorte ha jugado un papel
importante en la defensa por el derecho al trabajo de los vendedores y ha generado una
estructura interna adecuada para su funcionamiento, aunque tengan problemas como
todas las organizaciones.
Respecto a la zona de transición que ha sido creada en una parte de la autopista norte, la
Asociación ha generado algunas normas con el fin de controlar el uso de cada una de las
carpas y del espacio utilizado por los vendedores, por ejemplo "el puesto tiene que ser
atendido por el propietario" (si hay empleado, el empleado tiene que irse), esta norma
según algunos comentarios en los diferentes grupos focales ha sido replicado en otras
zonas de la autopista como punto de autorregulación.
Frente a las capacitaciones, en esta zona el 32% de los vendedores encuestados ha
recibido capacitaciones, así mismo el 74% está interesado en recibir capacitación sobre
atención al cliente y manipulación de alimentos. Los vendedores que rechazan las
capacitaciones o asesorías, mencionan no tener tiempo para estas.
% de la población que ha recibido
capacitaciones
% de población que quiere capacitarse
2%
32%
26%
66%
SI
74%
NO
NO INFORMA
SI
NO
Suba Centro
% De vendedores que pertenece a alguna
organización de vendedores
40% de los vendedores ambulantes
ubicados en la zona centro de la
Localidad de Suba, se encuentran
asociados
en
organizaciones
referentes a las ventas ambulantes.
1%
40%
59%
SI
NO
NO INFORMA
A diferencia de Lisboa y Rincón, en el sector de suba centro existe una organización
que recoge a la mayoría de vendedores presentes en la zona, organización que se
configuró en el año 2001 en el marco de todas las presiones vividas por las
administraciones distritales, “La Asociación nació con 60 afiliados que iban llegando, y
entonces al vendedor, le hemos venido ayudando, bueno, usted tiene que cumplir esta
normas primero, si va a trabajar ahí que sea ordenadito, sin registrarlo”.
Para poder ingresar formalmente a la organización según su líder deben ser
vendedores “Ordenadito(s), vender bien, bien con la gente. Ya cuando usted cumple un
mes, o mes y medio que si está cumpliendo, lo afiliamos a la asociación. En una
asamblea, se sientan ahí, presentamos los nuevos, ellos quieren hacer parte de la
asociación, entonces la asamblea aprueba, entonces es cuando viene el carné y el
chaleco.” Lo anterior expone que si un vendedor nuevo desea ser parte de esta
organización debe cumplir una serie de normas y requisitos, ya que solo pueden ser
asociados personas de la localidad, lo que evidencia limites en su accionar.
Al respecto el señor Alirio argumenta que varias veces se han presentado problemas
con personas que no son de la localidad, ya que generan desorden y no cumplen con
las normas que los vendedores ya han establecido para convivir de una mejor manera.
De acuerdo al trabajo de campo realizado se ha podido identificar las principales
problemáticas reportadas por los vendedores de esta zona en materia organizativa
por un lado problemas externos que pasan por el irrespeto por parte de instituciones
como la policía frente a los vendedores y su organización, en cuanto a problemas
internos se evidencian complicaciones a la hora de reunirse, dada la imposibilidad de
dejar su trabajo por largas jornadas, el tema financiero (presiones por los créditos gota
a gota), discriminación (vendedores nuevos-viejos) falta de convivencia y articulación
en el proceso organizativo que se adelanta en la zona.
Así como en las demás plazas se ha presentado el tema de los interese particulares que
generan rechazo a los procesos organizativos en centro suba se resalta como un
problema importante los personalismos por parte de algunos líderes que truncan el
proceso.
Ante estos inconvenientes los vendedores en un ejercicio colectivo realizado en el
marco de la ejecución del convenio han propuesto:
• Acompañamiento y articulación real por parte de instituciones como la Alcaldía local,
el IPES y líderes serios y dinámicos (reconocimiento por parte del Estado).
• Apoyar a los líderes para que no se queden solos asumiendo las responsabilidades.
• Financiamiento razonable.
• Apoyo a la mujer (no discriminación)
La asociación Asovencentro siglo XXI, con aproximadamente 12 años de fundación
tiene la mayor cantidad de asociados de la zona; la propuesta central de esta
organización se basa en el uso democrático del espacio público, al respecto el
represente legal señala:
“Para nosotros, si, nosotros esperamos futuro, tenemos que demostrar organización, respeto y
orden, tanto en los productos como la forma de la presentación, porque, que es lo que pasa
anteriormente, eso montones forman problemática y el comercio formal, que es cuando llama la
alcaldía que mire que no están pagando servicios…. todo, bueno todo, y nosotros no, además ese
desorden y que estamos vendiendo más barato, entonces nosotros nos autorregulamos que por
cuadras hay dos coordinadores, y por decir hay 40 vendedores , y entonces ellos coordinan esa
persona ahí, que cumplan, que no peleen , bien ordenaditos, y ellos me llevan esa información
porque es cuadrante como manejamos ahí, cualquier anormalidad me llaman a mí, voy a hablar
allá, a arreglar eso” (…)nosotros llevamos eso el listado de la gente, nombre, apellido, cedula,
dirección donde vive, dirección del trabajo producto que vende y horario. Entonces el vendedor por
eso también lo estamos apretando porque es que hay vendedores que les gusta ser buenos, ósea
apropiarse de lo ajeno y camuflarse, entonces si un vendedor dice que trabaja desde las 8 de la
mañana que él lo dice, no es que nosotros lo inventamos hasta las 8 y se va a la 1, entonces que
está haciendo ese personaje está haciendo cosas ilegales, entonces eso es lo que vamos a combatir,
entonces se van los de día y automáticamente llegan los de noche, comidas rápidas y están en
listado también aparte comidas rápidas, también le daban duro a los cilindros pero nosotros
pensamos donde hay una norma que prohíba el cilindro viendo que esto es de empresas legales, y
hay el punto es que le decimos a los vendedores vendan producto de calidad, todo reglamentario de
higiene, su cachucha que no lo están cumpliendo pero presionar eso”.
Los vendedores perciben de manera positiva el desarrollo de capacitaciones y
asesorías, en la medida que aporten al desarrollo productivo y personal de los
vendedores ambulantes, de acuerdo a esto el 76% de los vendedores tiene intención
de capacitarse.
% de la población que ha recibido
capacitaciones
% de población que quiere capacitarse
1% 18%
23,6% 0,5%
76,0%
81%
SI
NO
NO INFORMA
SI
NO
NO INFORMA

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