EL AGUA EN EL PATRIMONIO HISTÓRICO: MOLINOS

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EL AGUA EN EL PATRIMONIO HISTÓRICO: MOLINOS
J. Bolaños Rodríguez. SIAGA 2012
Cádiz, 1-3 de octubre de 2012
©
Instituto Geológico y Minero de España
EL AGUA EN EL PATRIMONIO HISTÓRICO: MOLINOS
HIDRÁULICOS EN EL CURSO BAJO DEL RÍO GUADALETE EN LA
BAJA EDAD MEDIA (siglos XIII-XVI)
Jesús Bolaños Rodríguez
Seminario Agustín de Horozco. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cádiz. Avda. Gómez
Ulla, nº1, 11003, Cádiz. Email: [email protected]
RESUMEN
Esta comunicación tiene como primer objetivo presentar el agua como un
elemento que interviene en la generación del Patrimonio Histórico, más
concretamente, en la creación de molinos hidráulicos. En segundo lugar,
analizaremos las características de estos ingenios molinares, aunque centrándonos
en un espacio y periodo cronológico concretos: el río Guadalete en la Baja Edad
Media (Siglos XIII al XVI). Se busca la reflexión sobre la relación existente entre la
presencia de agua y la construcción de ingenios hidráulicos, que dependen de los
recursos hídricos para mantenerse operativos y ser productivos, y su papel en la
formación del paisaje rural. Asimismo, tomaremos como modelo de análisis los
molinos de agua situados en torno al curso bajo del río Guadalete, usando como
referencia la toponimia y fuentes documentales editadas para el estudio de los
mismos.
Palabras clave: Agua, Baja Edad Media (siglos XIII-XVI), Guadalete, Molinos
hidráulicos, Patrimonio histórico.
1. INTRODUCCIÓN. EL AGUA EN LA FORMACIÓN DEL PATRIMONIO
HISTÓRICO
El valor del agua se ha manifestado a lo largo de la historia en la ineludible
necesidad del ser humano por abastecerse de ella, ya que es fuente de vida. Será
principalmente a mediados del siglo XI, cuando se generalice por toda Europa el
uso de la energía motriz del agua (Martínez, M., 1998: 8), haciéndose visible a
través de los molinos hidráulicos harineros. Estos pasarían a ser las nuevas
“máquinas” de producción impulsadas por la fuerza de las corrientes fluviales,
utilizadas hasta fechas muy recientes como principales focos de producción
harinera.
El agua en el Patrimonio Histórico: molinos hidráulicos en el curso bajo del río Guadalete en la baja edad
media (siglos XIII-XVI)
La harina fue, y puede decirse que aún sigue siendo, la base de la alimentación
humana y por tanto, de su sustento y desarrollo. Por estos motivos los molinos
representaron un importante núcleo de economía, desarrollo industrial y social de
las sociedades en las que se implantaron, lo que hace importante su estudio y
recuperación, particularmente para la historia industrial.
El espacio que rodea el curso bajo del Guadalete constituye nuestra zona de
trabajo. La relevancia de este río queda manifestada en el hecho de que se trata del
principal nervio fluvial de la provincia gaditana (VV.AA, 2011: 7), garante de
recursos hídricos y de fuerza motriz para el desarrollo de las actividades de
producción. Su orografía y caudalosas aguas propiciaron la instalación de una
buena cantidad de molinos hidráulicos harineros desde los siglos medievales como
un elemento característico de nuestro Patrimonio Histórico.
El declive molinar comenzaría con el éxodo rural experimentado con gran
fuerza el siglo pasado y la tendencia de la sociedad a la urbanización, llevando a un
crecimiento casi descontrolado de las ciudades y abandono del espacio rural. Los
molinos empezarían así a caer en el olvido, salvo en aquellos lugares fuertemente
ruralizados, donde muy pocos siguen funcionando en la actualidad como lugares
de producción artesanal. Su valor queda patente en la escasez de estas
construcciones, abandonados en favor del crecimiento urbano, por lo que son
necesarias medidas que permitan su conservación como bienes patrimoniales
únicos e irrepetibles (Ballart, J., 1997: 181).
Sin embargo, debemos tener cuidado con la aplicación de políticas
patrimoniales que se centren en la conservación físicas de los ingenios molinares,
pero que ignoren las necesidades e intereses económicos de una sociedad en
constante evolución. El objetivo, en definitiva, es lograr que los molinos, como
Patrimonio, sean bienes útiles y rentables, generando una serie de actividades que
resulten atractivas para los visitantes y permitan su difusión (Querol, M. A., 2010:
137).
2.
MOLINOS HIDRÁULICOS EN EL CURSO BAJO DEL GUADALETE EN LA
BAJA EDAD MEDIA (SIGLOS XIII-XVI)
Muchos autores han diferenciado dos tipos básicos de molinos fluviales
existentes en la Baja Edad Media en el espacio peninsular: el denominado molino
horizontal o de rodezno y el molino vertical o aceña (Córdoba, R., 1990) (Represa,
M., F., 1993) (Cara, L., 1996). En la geografía castellana contamos con un tipo de
molino que se repite con cierta frecuencia, se trata del molino de rodezno, que
aparece en la mayoría de nuestros riachuelos (Martínez, M., 1998: 71), ya que su
construcción no exige una técnica tan compleja y costosa como las aceñas (Glick, T.
F., 2007: 157).
Según el sistema de propulsión hidráulica, los molinos existentes en las
inmediaciones del río Guadalete aparecen claramente diferenciados en la
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documentación con los términos de molino, como el molino de pan que se situaba
cerca de la aldea de la Cabeza del Real (Martín, E., 2004: 176) en Jerez, para los de
rodezno. Por otro lado, el término de aceña, como son los casos de las aceñas de
Rodrigo de Vera en la aldea de Chipipe (Martín, E., 2004: 178), sería utilizado para
referirse a los molinos de rueda vertical. Normalmente las aceñas se localizaban en
los ríos más grandes y caudalosos mientras que aquellos más simples, los
horizontales, se situaban en los cursos fluviales de menor entidad (Glick, T. F.,
2007: 158). R. Córdoba defiende en su estudio sobre los molinos medievales del
Guadalquivir que tanto por la propia utilización del término aceña, como por los
elementos motrices mencionados en la documentación, no existe la menor duda de
que los molinos hidráulicos así denominados pertenecerían al modelo de rueda
vertical. Sin embargo, los molinos, mencionados como tales, utilizaron un sistema
motriz basado en el uso de la rueda horizontal o de rodezno (Córdoba, R., 2003:
294-295).
Los molinos hidráulicos intervienen considerablemente en el proceso de
organización del paisaje rural, constituyendo no sólo un elemento que modifica
visualmente dichos paisajes, sino que genera toda una serie de movimientos y
actividades productivas que van a provocar una serie de cambios en el espacio.
Obviamente, estos ingenios debían disponerse en lugares estratégicos, facilitando el
acceso a los mismos por parte de los molineros y añacaleros a través de caminos
destinados a tal fin, que agilizaran en la medida de lo posible las labores de
transporte del trigo para la molienda (Martín, E., 2010: 298-304). Esta situación nos
sugiere la idea de que, en muchos casos, la red de caminos se disponía en función
del lugar donde se localizaran estos ingenios molinares.
Sin embargo, el papel más relevante que adquieren los molinos en la
organización del paisaje puede ser el hecho de que, en algunos casos, son el centro
en torno al cual se gestaban nuevas aldeas. Queda demostrado que estas
estructuras constituían una importante fuente de alimento para la población debido
a las actividades económicas que se desarrollaban en ellas (Veas, F., 1985: 87-88).
La presencia cercana de los recursos hídricos y la necesidad de repoblar las tierras
conquistadas a los musulmanes desemboca en intentos de crear nuevas aldeas.
Concretamente, el molino de Juan de Jerez es un ejemplo de crear una nueva
población a través de la iniciativa popular. En las Actas Capitulares del año 1483
presentada por el veinticuatro Juan Sánchez donde se señala que un número
determinado de personas extranjeras, pescadores y otros, querían acudir a esa zona
a poblarla y edificar casas (Martín, E., 2004: 121).
Llegado a este punto, queremos establecer una relación entre la existencia de
molinos y la producción de trigo. Los historiadores M. A. Ladero Quesada y M.
González Jiménez estudiaron la producción de cereales y harina en Andalucía
durante el siglo XV (Ladero, M. A. y González M., 1987), llegando a la conclusión
de que nuestra región es un importante centro de producción cerealista que
cosechaba lo suficiente, no sólo para permitir el abastecimiento de toda su
población, sino incluso para que se pudieran realizar durante ciertas épocas
exportaciones de grano fuera de sus límites territoriales. El territorio circundante al
El agua en el Patrimonio Histórico: molinos hidráulicos en el curso bajo del río Guadalete en la baja edad
media (siglos XIII-XVI)
río Guadalete no sería una excepción, principalmente en el término jerezano, que
se caracterizaba por sus fértiles tierras (Martín, E., 2004: 35-45). Sin lugar a dudas,
a causa de la ingente producción de grano, los molinos harineros constituirían una
parte importante del paisaje rural en la Baja Edad Media. Estarían distribuidos
estratégicamente de manera que pudiesen aprovechar su área de influencia, de
donde les llegaban los granos para moler, que sería el espacio circundante a su
lugar de emplazamiento (Córdoba, R., 1988: 844-846). Tiene sentido pensar que el
número de máquinas dedicadas a la molienda será mayor en los espacios próximos
a los campos de cultivo de cereal y donde mejor pueda aprovecharse la fuerza
motriz del agua.
1.1. Molinos verticales o aceñas
Las aceñas, que desde el punto de vista arquitectónico fueron los edificios
molinares más característicos que nos encontramos en el periodo medieval
peninsular, son construcciones que pueden estar formadas por uno o más cuerpos
separados entre sí por un canal y dentro de los cuales se halla emplazada una
piedra de moler. Se localizan en el mismo curso del río, con ruedas hidráulicas
verticales entre los canales para aprovechar el empuje de la corriente fluvial
(Córdoba, R., 2006: 110). El interior de cada edificio estaría dividido en dos
espacios o salas: el inferior, llamado en los documentos bajomedievales andaluces
bóveda, acogía el sistema de propulsión compuesto por la rueda dentada o
entruesga que engranaba luego en un carro o cilindro de varas para obtener el
movimiento rotativo de las piedras de moler. En el superior iban instaladas las
citadas piedras de moler que estaban unidas con el carro mediante el eje o
palahierro que transmitía el movimiento obtenido de la energía hidráulica
(Córdoba, R., 2006: 119).También pueden aparecer fuera del curso fluvial, con
canales y rampas elevados que transportarían el agua y la dejarían caer desde una
mayor altura hasta la rueda hidráulica (Figura 1) (Córdoba, R., 2006: 125). Estas
aceñas eran comunes en todo el territorio castellano, incluida Andalucía (Córdoba,
R., et al. 2005: 172), lo cual nos indica que aquellos mencionados por la
documentación de las poblaciones del Guadalete tendrían unas características
similares. Hasta ahora, y siguiendo fundamentalmente fuentes editadas, hemos
identificado y georeferenciado varios molinos en el curso bajo del río mediante el
uso de los Sistemas de Información Geográfica (Figura 5).
Resulta digno de mención el caso de Rodrigo de Vera, miembro de una de las
familias más prestigiosas de Jerez a fines del siglo XV, quien poseía aceñas en la
dehesa del Almirante y otras en Chipipe (Martín, E., 2004: 84 y 178). No contamos
con los nombres de los propietarios de otras aceñas, para las cuales nos hemos
apoyado en la toponimia. Posiblemente, aquellas zonas donde existiera una
actividad molinar importante darían lugar a la gestación de topónimos que se han
conservado hasta la actualidad. Los lugares conocidos como açenna de Cabannas,
lo encontramos en el donadío de Berlanga, situado muy próximo al Guadalete, la
denominada vega de las aceñas, en Greduela o la aceña Trapera, en Gredera
(Martín, E., 2004: 170 y 180) nos dan ya muestras de una importante actividad de
producción en la zona.
J. Bolaños Rodríguez
Figura 1. Molino vertical o aceña.
Aquellos espacios donde se encuentran dos ríos son lugares idóneos para el
emplazamiento de aceñas, pues la fuerza motriz que se experimenta por el empuje
de ambos caudales resultaría mayor. Nos referimos al conocido como Junta de Los
Ríos, que conecta el Guadalete con el Majaceite, en el que aparecen topónimos
como la Aceña de Casinas (Martín, E., 2004: 172), que hacen alusión a la existencia
de estas estructuras en el entorno. Ante esta situación es perfectamente posible el
hecho de que en el terreno de la Isla, situado junto al monasterio de la Cartuja y
lugar donde confluye el arroyo del Salado de Cuenca con el Guadalete, se
localizaran aceñas o molinos horizontales en la Baja Edad Media. En sus
inmediaciones hay documentados un molino y presa del siglo XIX (Mayo, A., 1877),
lo que nos sugiere la posibilidad de que en etapas anteriores existiesen otros
ingenios hidráulicos en las cercanías.
La toponimia jerezana nos da pistas sobre la existencia de aceñas de propiedad
real ya que nos encontramos en un término de jurisdicción realenga. Estos se
localizaban en el camino que se dirigía hacia las Aceñas del Rey (Martín, E., 2004:
199), cuyo emplazamiento no se ha podido precisar por la falta de datos y ausencia
de topónimos que usar como referencia.
En el Puerto de Santa María, las aceñas se encontraban en los esteros de la
margen izquierda del río Guadalete (Abellán, J., 2011: 12). Debieron estar situadas
en algún punto entre la desembocadura del río y las salinas que se encontraban a
ese lado del curso fluvial, un espacio donde se desarrollaban muchas de las
actividades artesanales de la villa.
El agua en el Patrimonio Histórico: molinos hidráulicos en el curso bajo del río Guadalete en la baja edad
media (siglos XIII-XVI)
1.2. Molinos horizontales o de rodezno
El segundo tipo de molino es el horizontal o de rodezno. Cuando las
actividades productivas dependen de la fuerza de arroyos o canales de escasa
entidad se utilizaba el molino horizontal que los historiadores dividen, a su vez, en
dos tipos: de cubo (Figura 2) y de rampa (Figura 3) (Glick, T. F., 2007: 160). Se trata
de molinos que empleaban una balsa para acumular el agua procedente de fuentes
o arroyos de caudal irregular y diversos sistemas de salto para conseguir la energía
suficiente. El aspecto exterior de dichos edificios fue por ello totalmente distinto al
de las aceñas, no sólo porque usaban elementos arquitectónicos diferentes para
captar la energía hidráulica (la rampa o el cubo, en lugar del simple canal abierto en
la presa), sino porque empleaban ruedas horizontales (llamadas de rodezno) en
lugar de las verticales y dichas ruedas exigían un espacio para su emplazamiento
totalmente distinto al ocupado por las verticales de las aceñas (Córdoba R., 2006:
112).
Figura 2. Molino de cubo.
Figura 3. Molino de rampa.
Tanto los molinos de rampa como de cubo emplearían un sistema parecido a
la hora de impulsar las ruedas hidráulicas, consistente en lanzar agua a presión al
rodezno y demostraron ser altamente funcionales allí donde se usaron (García N. y
Carricajo C., 1990) (Córdoba R., 2005) (Méndez-Cabeza, M., 1998). La presión
aplicada de este modo hacía posible hacer girar molinos hidráulicos horizontales de
varias muelas (hasta cinco), particularmente cuando los molinos se situaban en
canales de riego cuya cabecera podía controlarse estrechamente (Glick, T. F., 2007:
159). En los molinos de rampa, la balsa quedaba conectada con conductos
inclinados que hacían caer el agua hasta la rueda horizontal. Sin embargo, el
molino de rodezno más utilizado desde época medieval en todo el territorio
peninsular ha sido el llamado de cubo, caracterizado por el empleo de una
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estructura construida en forma de cilindro vertical y considerable altura, por donde
caía el agua hacia la rueda (Glick, T. F., 2007: 113).
Habría que hacer alusión a un tercer tipo de molino horizontal, el llamado
molino de regolfo. I. González Tascón es el que nos hace alusión a este nuevo
ingenio hidráulico que, en lugar de recibir el agua por caída desde una rampa o
cubo, trabaja a presión en el interior de una cámara de forma aprovecha la energía
del agua en parte como energía cinética y en parte como energía a presión
(González, I., 1987: 215). Sin embargo, éste se trata de un molino que se empieza
a extender por los ríos peninsulares a mediados del siglo XVI (Córdoba, R., 2006:
115) y, por el momento, no hemos dado con noticias relativas a este tipo de
ingenio hidráulico en el entorno del Guadalete.
Hemos podido localizar una mayor cantidad de molinos de rodezno en el
término jerezano bajomedieval. Concretamente, en palabras de E. Martín Gutiérrez,
son aquellos que aparecen en la documentación notarial y que se encuentran
localizados en distintas propiedades agrarias, ya sean estas donadíos o dehesas,
además de en las cercanías de determinados cursos fluviales –como el Guadalete, el
Salado de Cuenca o el Salado de Puerto Real- los cuales poseían el caudal necesario
para aportar la fuerza para su funcionamiento (Martín, E., 2004: 58). Muchos de
los molinos aparecen con el nombre de sus propietarios, quienes formaban parte
de la élite local y, en algunos casos, financian su construcción. Tenemos un caso
concreto de la construcción de una casa molino de moler pan, con una açuda en el
Buhedo de Garciagos por Alfonso Ruiz de Torres (Martín, E., 2004: 84). Se trataría,
por tanto, de un molino hidráulico cuya rueda aprovecharía la fuerza motriz del
agua que quedaría desviada del río por la azuda y circularía, a través de canales,
hasta llegar al molino que se encontraría en las proximidades. La mayoría de estos
ingenios serían, sin duda, comprados por aquellos que tuvieran los recursos
económicos suficientes. Tenemos algunos ejemplos en los molinos de pan de
Charles de Valera, alcaide del Puerto de Santa María a finales del siglo XV, en la
dehesa del Amarguillo (Martín, E., 2004: 84). Sabemos que los molinos de pan de
don Luis y el de Juan de Xerez (Martín, E., 2004: 117), se situaban en las
proximidades del Guadalete aunque no está clara su localización exacta. Otros
molinos harineros serán objeto de concesiones reales: los molinos de Abadín fueron
cedidos a los Ruiz de Torres, sin duda otro linaje perteneciente a la élite local, pues
en 1322 Simón Ruiz de Torres obtiene la posesión de la aldea de Abadín con
pastos, molinos, pesca y prados (Martín, E., 2004: 272-273).
Algunos autores afirman que el sistema feudal castellano da preeminencia a las
rentas obtenidas de la molienda frente a otras actividades de producción como la
irrigación de las huertas. Por ese motivo, la mayor parte de los molinos se
localizarían en la cabecera de los canales de conducción (Glick, T. F., 2007: 158),
además de que este sistema permitía hacer girar la rueda hidráulica,
particularmente cuando los molinos se situaban en canales de riego cuya cabecera
podía controlarse estrechamente. A continuación, el agua evacuaría los edificios
molinares y sería conducida a las zonas de huertas para su irrigación. Algunos de
los molinos localizados están emplazados junto a zonas de huertas (Martín, E.,
El agua en el Patrimonio Histórico: molinos hidráulicos en el curso bajo del río Guadalete en la baja edad
media (siglos XIII-XVI)
2004: 197), lo que puede sugerirnos que este sistema se seguiría en las
inmediaciones del Guadalete.
Hay referencias a molinos harineros de los cuales no tenemos nombres de
propietarios, por lo que no debemos olvidar su posible inclusión en los bienes de
propios, siendo arrendados a particulares y cuyas rentas irían a parar al cabildo.
Algunos de esos ingenios aparecen únicamente con el nombre de molino, como los
situados en la Cabeza del Real, en la Ina, en la dehesa de Sidueña y los arroyos
Salado de Cuenca de Jerez y Salado de la villa de Puerto Real (Martín, E., 2004: 58).
Dichos ríos fueron nervios fluviales de relevancia para los habitantes de sus
respectivos términos, por lo que probablemente serían puntos estratégicos de
producción.
La toponimia nos puede servir también para identificar otros lugares donde,
probablemente, se localizaran más molinos. Estos topónimos aparecen
normalmente haciendo referencia a arroyos, como es el caso de un arroyo llamado
Molinos en Gigonza (Martín, E., 2004: 208), el cual a su vez estaba constituido por
afluentes que desembocaban en él. Por otro lado, también pueden referirse a
molinos propiamente dichos, como el molino de Zumajo, próximo a la dehesa
Berlanga, aunque en estos casos será necesario un estudio arqueológico para
determinar su origen.
Del mismo modo, hemos localizado el emplazamiento de algunos molinos en El
Puerto de Santa María. A finales de la Edad Meda, esta villa experimenta una
expansión (García, M. M., 2007: 7), pero la escasez de fuentes nos impide conocer
con detalle la disposición del aparato hidráulico, más concretamente el molinar. A
pesar de la falta de datos, podemos pensar que las actividades relacionadas con los
recursos hídricos ocuparían un lugar importante en esta villa debido a que la mayor
parte de sus terrenos no eran idóneos para cultivar, pues lo integraban en su mayor
parte marismas y esteros que sólo podían aprovecharse para la obtención de sal. El
trabajo en las salinas, la molienda y la pesca serían, pues, las más productivas. Y su
comunicación con Jerez se realizaba a través de embarcaciones de pequeña entidad
que permitían el rápido transporte de personas y mercancías.
Centrándonos en los molinos, J. Abellán señala que en el último tercio del siglo
XV, las aguas del río Guadalete serían surcadas por una nueva barca propiedad de
Charles de Valera, corregidor y alcaide del Puerto de Santa María en la segunda
mitad del siglo XV, aunque con una finalidad bien distinta, facilitar el acceso de los
jerezanos a los molinos harineros situados en la margen izquierda de la
desembocadura del Guadalete (Abellán, J., 2011: 11). En el dibujo de El Puerto de
Santa María, realizado por Anton Van der Wyngaerde en la segunda mitad del siglo
XVI, el molino de Valera, que estaría próximo a las aceñas de la villa, se sitúa muy
cerca de las salinas (Figura 4), pudiendo coincidir con el polígono industrial de la
actual ciudad.
J. Bolaños Rodríguez
Figura 4. Molino de Charles de Valera en El Puerto.
1.3. Los molinos de marea
Llegados a este punto, es necesario destacar otro tipo de molino que se
localizaría en la costa: los molinos de mareas. Con respecto a ellos, el especialista J.
Molina Font defiende que la Bahía de Cádiz ha sido testigo de la instalación y
desarrollo de gran cantidad de molinos de mar de pan llevar, como son citados en
documentos conservados. Los antiguos habitantes de la Bahía de Cádiz supieron
sacar partido de sus esteros, caños y mareas, que se convertirían en una fuente
importante e inagotable de recursos para la economía de la zona (Molina, J., 2001:
22). Dichos molinos estaban constituidos por una presa donde se almacenaba el
agua marina aprovechando los momentos de pleamar.
Desde la presa, el agua entra conducida a presión por una abertura angosta
hacia el rodezno, que se encontraba en la parte inferior del molino, y estaba
conectado mediante un eje a la denominada piedra corredera, la cual giraba contra
otra fija para moler el grano (Molina, J., 2001: 25-30).
Tenemos algunos datos sobre molinos mareales localizados en la villa de El
Puerto de Santa María y la de Puerto Real, que existieron en sus costas a fines de la
Edad Media. Se ha documentado el molino mareal de Anton Guillén en Buena
Albina, en Puerto Real en el año 1483, y el de García Salán de San Juán en la villa
de El Puerto en 1484 (Martín, E., 2010b: 343), cuyos emplazamientos no hemos
podido precisar.
El número de molinos mareales es mayor en las marismas de Puerto Real. Nos
interesa el molino del Trocadero, del siglo XVI, aunque posiblemente su
construcción sea anterior (Molina, J., 2001: 70). Los molinos del Ocio y Pilar se
El agua en el Patrimonio Histórico: molinos hidráulicos en el curso bajo del río Guadalete en la baja edad
media (siglos XIII-XVI)
localizan junto al río Salado, al norte de la villa, mientras que los de Goyena y
Mendoza están en el caño de la Marina. Estos molinos tienen su origen entre los
siglos XVII y XVIII, pero su mera presencia, unido a la conservación de topónimos
que hacen alusión a molinos, nos da motivos para pensar en la existencia de estas
construcciones en los siglos bajomedievales.
Figura 5. Aceñas, molinos y molinos de marea en el curso bajo del Guadalete (ArcGis).
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