palacio pereda - Rodolfo Vera Calderón

Transcripción

palacio pereda - Rodolfo Vera Calderón
PALACIO
PEREDA
la última “joya”
de avenida alvear
Celedonio Pereda y su mujer,
María Justina Girado, ordenaron
construirlo en 1917 a imagen y
semejanza del Museo JacquemartAndré de París en Arroyo 1130.
En julio de 1945 fue vendido al
gobierno brasileño por cuatro mil
toneladas de hierro en barras y
desde entonces es la residencia de
los embajadores de Brasil
El gran salón de recepción podía también ser utilizado como sala
de baile, aunque los Pereda, a diferencia de otras familias ricas
de la época, rara vez lo hicieron. Aquí solía recibir Celedonio a sus
ilustres invitados. María también lo utilizaba para agasajar a sus
amigas con un aperitivo a media tarde. En el cielorraso, Sert pintó
Los equilibristas y le aporta al ambiente una espectacular sensación
de infinito. Como un guiño a la familia, el artista catalán retrató
en este lienzo a Susana, la quinta hija del matrimonio Pereda.
Abajo izquierda: el embajador Everton Vieira Vargas –presentó sus
cartas credenciales en junio de 2013 y próximamente asumirá como
representante de Brasil ante la Unión Europea– y su mujer Claudia
posan en el Salón Dorado.
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F
ue en 1917 que Celedonio Pereda,
médico y poderoso terrateniente,
compró un gran terreno en la Plaza
Carlos Pellegrini, una de las ubicaciones
más exclusivas de la ciudad. Luego contrató al arquitecto francés Louis Martin,
egresado de la École des Beaux-Arts de
París, para que le diseñara su nueva
casa. Solamente le dio dos consignas:
la primera, debía ser lo más parecida al
hôtel particulier del matrimonio formado
por el banquero y coleccionista Édouard
André y la pintora Nélie Jacquemart y que
en 1913 fue donado para convertirse en
museo; y la segunda, que la escalera en
forma de herradura fuera lo más parecida
posible a la del castillo de Fontainebleau.
Durante una de sus visitas a la Ciudad Luz,
Pereda visitó la mansión de los André
sobre Boulevard Haussmann y quedó
obnubilado. Él también quería un lugar
majestuoso para exhibir su gran colección
de muebles, pinturas y esculturas.
Pero con el correr de los meses, Pereda
se dio cuenta de que Martin no estaba siguiendo sus consignas al pie de la letra y
decidió reemplazarlo por Jules Dormal, el
prestigioso arquitecto belga y discípulo del
célebre Eugène Viollet-le-Duc, para que
reformulara los planos y continuara con
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Para el techo del
comedor Sert
pintó El aseo
de don Quijote,
lienzo que mide 17
metros de largo
y que emula una
corte de meninas
celebrando
la gallardía
manchega
Cada uno de los salones de recepción simulan tramoyas en forma de baldaquino que fueron diseñados por la
prestigiosa casa Jansen de París. El mobiliario del Salón Dorado, adornado con tapicería de seda y lámparas
de porcelana china, está presidido por sillas doradas con terciopelo y sillones dorados estilo Luis XV.
Para realizar el techo de este ambiente, Sert se inspiró en la historia de la Diana Cazadora. Los motivos que el
pintor español utilizó son de inspiración veneciana oriental, mediterránea e hispánica. Todos recrean escenas
mitológicas, ocultistas o populares.
la obra. Pereda había escuchado de Dormal –el
arquitecto del momento–, ya que había sido el
encargado de concluir las obras paralizadas del
Teatro Colón, de reconstruir el Teatro Ópera
y de planear la rambla de Mar del Plata, además de haber traído a Argentina una nueva y
opulenta estética inspirada en el eclecticismo
francés tan en boga durante el nacimiento de
la Tercera República francesa. Por su parte, la
decoración de los interiores fue creada y dirigida por Jansen, la afamada casa francesa elegida
por la crème de la crème del mundo entero y que
en 1905 abrió una sucursal en Buenos Aires. Finalmente, en 1924, Celedonio se mudó junto a
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su mujer María Justina Girado y sus seis hijos a
su nueva casa, cuya suntuosidad y refinamiento reflejaban la inmensa fortuna de la familia.
Entre sus nuevos vecinos se encontraban los
Unzué Casares, los Ortiz Basualdo, los Alzaga
Unzué y los Atucha.
SERT: UN ARTISTA DE ALTURA
Todo parecía perfecto. Sin embargo, algo le
faltaba al edificio: los amplísimos techos y extensas paredes no habían sido decoradas con
obras de ningún afamado pintor, como sí había
sucedido en la residencia de los André Jacquemart con alegorías de Pierre Galland y paneles
El comedor puede albergar hasta veintiséis personas y está decorado con una araña de cristal de Baccarat. Aquí comían
los Pereda los domingos al mediodía y Celedonio ocupaba la cabecera mientras su mujer se sentaba a su izquierda.
Izquierda, arriba: en pocas ciudades del mundo se pueden ver construcciones en las que arquitectura, pintura y
decoración combinen tan abiertamente. En la imagen se aprecia un reloj del siglo XVIII con la figura de Poseidón, el dios
del mar. Arriba: la mesa, lista para recibir invitados, está puesta con el servicio de vajilla y cristalería de Itamaraty.
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Arriba: la escalera de honor está decorada con columnas
corintias de mármol y revestida en estuco para hacerla cálida
en invierno y fresca en verano. La baranda es de hierro forjado
y el pasamanos, de bronce, en tanto que la alfombra es una
Bokhara hecha a mano. Derecha: el comedor diario, donde
María recibía a sus familiares –la dueña de casa tenía nueve
hermanos– y amigas íntimas a tomar el té casi a diario.
Hoy los Vieira lo utilizan para recepciones pequeñas o para
desayunos de trabajo. La tela de araña es el lienzo que decora
este espacio y que impresiona por el efecto de su perspectiva.
Tradicionalmente y en época de los Pereda, se servía una copa
de manzanilla antes del almuerzo. Nunca faltaban algunas
rodajas de chorizo colorado ni de Roquefort traídos de Azul.
En la mesa siempre se servía vino de origen español.
En abril pasado, 370 descendientes
de Celedonio Pereda se reunieron en
el palacio. El embajador Vieira Vargas
gentilmente cedió la residencia para
este encuentro de varias generaciones
La sala de música está decorada con dos sillones con apliques
isabelinos forrados en color manteca y cuatro sillas Chippendale. Con
una boiserie estilo Luis XVI, en este ambiente destaca el gran gobelino
verdure de Aubusson y el impresionante lienzo de Sert que decora el
techo y que fue bautizado por el autor como El agujero celeste.
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de Giovanni Battista Tiepolo. Así fue que,
en 1926, durante un viaje a Europa, los
Pereda visitaron una exposición de José
María Sert en el Jeu de Paume de París y
quedaron fascinados con su obra. Sert era
perfecto no sólo por su destreza artística,
sino por la tradición hispánica reflejada en
su arte. Además, su nombre era ya famoso en los salones después del gran trabajo
que hizo en Trent Park, la residencia del
socialité Philip Sassoon Rothschild en Londres, y en el palacete parisino del magnate
del hierro francés Maurice de Wendel. En
cuestión de días, Celedonio y María se pusieron en contacto con el artista español y
lo visitaron en el atelier de la calle Barbet
de Jouy para encomendarle que se ocupara de darle el toque final a su casa de Buenos Aires. Inmediatamente, el artista em-
pezó los bosquejos de las telas que serían
adheridas a los techos de los cinco salones
del piano nobile.
CUATRO MIL TONELADAS
DE HIERRO
Como sucedía en la alta sociedad de las
potencias europeas durante la Belle Epoque, cuando alguna figura ilustre venía a
Buenos Aires jamás se hospedaba en un
hotel. Siempre alguna familia influyente
obraba de anfitriona con bombos y platillos en su residencia. El estilo de vida
de ese grupo próspero se describía con
la frase “tiraban manteca al techo” por
las costumbres lujosas. Ese fue el caso
del presidente Getúlio Vargas, que cuando visitó el país en 1935 fue huésped de
honor de Celedonio, quien cedió la casa
para recibirlo. Tanto le gustó el Palacio Pereda al presidente brasileño que,
cuando se enteró que sus dueños habían
muerto y que los herederos habían puesto la propiedad a la venta, le ordenó a
su embajador, João Batista Luzardo, que
adquiriera el edificio con todo el mobiliario para convertirlo en la sede de su
embajada. ¿El precio? El gobierno brasileño ofreció pagar con cuatro mil toneladas de hierro en barras, un metal cotizado en alza cuando se gestaba la Segunda
Guerra Mundial. La transacción se cerró
sin contratiempos el 16 de julio de 1945.
Desde entonces, este símbolo de nuestra época de oro se convirtió en uno de
los lugares más representativos de la vida
social y diplomática de Buenos Aires, y
nunca perdió el espíritu que Celedonio
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Esta residencia deja
en evidencia la gran
participación que
Celedonio tuvo en
todos los aspectos
del proyecto, lo que
lo convirtió no sólo
en un coleccionista,
sino también en un
mecenas del arte y la
arquitectura
Arriba: la biblioteca era un lugar reservado solamente para los hombres, en donde se reunían
a fumar y a tomar un trago después de la comida. Decorada íntegramente en estilo Tudor, está
presidida por dos armaduras medievales originales y dos grandes sillones tapizados con pana color
verde inglés. Aquí, Celedonio pasaba largas horas trabajando con sus colaboradores más cercanos.
En la otra página: los Pereda siempre fueron muy creyentes, por lo que dentro de los planos
decidieron incluir una capilla. Desde que se convirtió en la residencia de los embajadores brasileños
está encomendada a la Patrona de Brasil, Nuestra Señora de la Concepción Aparecida (derecha).
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y María crearon cuando la construyeron.
Ahí, el embajador Everton Vieira Vargas
y su mujer Claudia (35 años de casados,
dos hijos) reciben a ¡Hola! para hablar
de su vida en el palacio y del amor que
sienten por Argentina.
–Embajador, ¿cómo fue llegar a Buenos Aires y encontrarse con esta casa?
¿Cuál fue su primera impresión?
–Yo conocía esta casa desde antes de haber sido designado embajador por varios
viajes de trabajo que realicé a Argentina.
Recuerdo que la primera vez que entré en
ella, me sorprendió su tamaño y lo bien
preservada que estaba. Una vez que tuve
el honor de ocuparla como embajador,
me di cuenta no solamente de que es inmensa, sino que es perfecta. Sus diferen-
tes plantas hacen posible que mi mujer y
yo podamos separar nuestra vida diplomática de nuestra vida familiar, ya que
hay un piso destinado solamente para
recepciones oficiales y otro para nuestras
dependencias privadas, lo que nos da la
posibilidad de llevar una vida normal.
Claudia: La grandiosidad de la casa me
dejó maravillada, parecía que había llegado a un museo y no al que sería mi hogar por algunos años. Afortunadamente,
pudimos traer nuestras propias cosas
y decorar las dependencias a nuestro
gusto con nuestros muebles y nuestros
libros. Como hija y mujer de embajador,
debo confesar que es muy importante
para todo diplomático tener un espacio
que pueda sentir como propio.
UN SÍMBOLO DE
NUESTRA HISTORIA
–¿La residencia fue restaurada hace
poco?
Embajador: Sí, las obras comenzaron
con el embajador Mauro Vieira y terminaron en la gestión de mi antecesor,
Enio Cordeiro. Afortunadamente, Itamaraty cuenta con una división encargada de cuidar todo nuestro patrimonio
en el exterior, por lo que un servicio de
arquitectura viaja frecuentemente para
supervisar las embajadas y mantenerlas
en perfecto estado. Cuando yo llegué, en
2013, ya estaba decidida la refacción de
la fachada, por lo que por varios meses
vivimos entre andamios. Próximamente
limpiaremos la parte trasera de la casa
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El Palacio Pereda es un eximio
ejemplo de lo que fueron las
residencias particulares parisinas
durante la segunda mitad del
siglo XVIII. Con casi 4000 metros
cuadrados de construcción, tiene
cuatro niveles y dos accesos. El de
la izquierda como acceso principal
y el de la derecha para el personal
y los proveedores. “Esta casa es
una de las más importantes de
Buenos Aires y es un símbolo de
la relación bilateral entre Brasil y
Argentina”, afirma el embajador
Vieira Vargas. Abajo, de izquierda
a derecha: María Justina Girado
junto a sus dos hijas, María Isabel
y Susana; Celedonio en los baños
termales de Carhué con su nieto
Eduardo Pereda y su nuera Sara
Benedit, en 1932; Celedonio
Tomás Pereda en su fotografía
de estudio que le fue tomada en
España en 1908.
Una de las consignas
que los Pereda le dieron
a su arquitecto fue que
la escalera en forma de
herradura que lleva al
jardín debía ser lo más
parecida a la del castillo
de Fontainebleau
para que se conserve en perfecto estado.
Porque más allá de que esta es una propiedad del Estado brasileño, es también
un símbolo de la historia argentina.
–¿Cómo es su vida en Argentina?
Claudia: Realmente nos sentimos como
en casa. Fuimos muy bien recibidos. Nos
llena de orgullo que tantos argentinos
nos elijan para pasar sus vacaciones, lo
cual hace que todos sean siempre muy
amables, en cualquier parte: en una tienda, en la calle…
Embajador: Yo disfruto muchísimo poder caminar por la ciudad, es realmente
un placer. Nos encanta salir a comer solos y pasar desapercibidos.
UN NUEVO CICLO
–¿Cómo vive Brasil las Olimpíadas?
Embajador: Creo que los Juegos Olímpicos representan un momento extremadamente rico para nuestro país porque estamos abriendo un nuevo ciclo histórico.
Sin entrar en detalles ni en futurología,
creo que van a representar para Río algo
muy similar a lo que significaron para Tokio en 1964. Pienso que el legado de las
Olimpíadas va a ser muy importante, ya
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que Río es la caja de resonancia de Brasil
y lo que ocurre allí repercute en todo el
país. Esta fiesta del deporte reafirma la calidez de los brasileños y es una gran oportunidad para promocionar nuestra buena
relación con todos los países el mundo.
–Señora, usted es hija de diplomático y
nació en una embajada. ¿Qué ha cambiado de lo que recuerda de su niñez y qué
cosas siguen igual?
–Sin duda, el rol de la mujer. Antes la
mujer no trabajaba, se quedaba en casa
y era esa su principal tarea. Hoy las cosas son distintas. Yo, por ejemplo, trabajo
como traductora. Creo que existe una
nueva mirada sobre las mujeres de los
diplomáticos. Por supuesto que nosotras
también debemos representar al país dignamente y ayudar siempre a promoverlo
en todos los niveles. Pero creo que hoy
podemos llevar una vida independiente.
EL “DEPORTE” DE
LOS VANDERBILT
–Me han contado que usted es una
gran jugadora de bridge…
Claudia: ¡Me apasiona! [Risas]. Aprendí a jugarlo hace veinte años cuando
estábamos destinados en Japón. Una
amiga se ofreció a enseñarme y desde
entonces lo juego constantemente. De
hecho, hace unos días regresé de Estados
Unidos de participar en un torneo. Así es
que cuando llegué a Buenos Aires y me
di cuenta de que aquí se juega mucho,
me puse feliz.
Embajador: Es sorprendente la cantidad de personas que yo he conocido
gracias a la relación de mi mujer con el
bridge. Por eso no dudé en prestar esta
casa para agasajar a los participantes del
último torneo sudamericano. Porque no
todo en la diplomacia es recibir a otros
diplomáticos, a funcionarios de gobierno y a empresarios. Es importante llegar
también al corazón de la gente. Y creo
que en Buenos Aires lo hemos logrado.
Ahora, el deber me lleva a la capital de
Europa en un momento histórico muy
delicado. Siempre recordaremos Argentina con una sonrisa, ya que me marcó
como diplomático y como persona.
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Texto y producción: Rodolfo Vera Calderón
Fotos: Daniel Karp y archivo personal de
Gonzalo Pereda Achával
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