Incómodos en nuestros (propios) zapatos
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Incómodos en nuestros (propios) zapatos
ɞ Datos para citar este trabajo ɞ Autores: Teresa Bordons Título del trabajo: “Incómodos en nuestros (propios) zapatos” En: Fabelo Corzo, José Ramón; Pino Rodríguez, Alicia (Coordinadores). Estética, arte y consumo. Su dinámica en la cultura contemporánea. Colección La Fuente. BUAP. Puebla, 2011. Páginas: pp. 313-324 ISBN: 978-607-487-361-0 Palabras clave: Representación del zapato en el mundo del arte, capitalismo cultural, estetización del objeto, aura del objeto en el mundo del arte, fetichismo del significante. ɞ Se autoriza el uso de este texto, siempre y cuando se cite la fuente ɞ Incómodos en nuestros (propios) zapatos1 Teresa Bordons 2 Yinka Shonibare, Cha Cha Cha, 1997. ¿Los escaparates se han hecho más grandes que el arte? Adolfo Montejo Nava Aproximaciones para una Vulgata crítica, núm. 58. Cuando Frederick Jameson perfiló en El postmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado la diferencia existente entre la inminencia de revelación de una verdad última en el arte moderno y la muda superficialidad de las imágenes posmodernas, se sirvió de los zapatos. Los viejos zapatos pintados por Van Gogh, por un lado, que arrastran con ellos hasta nosotros nada menos que “El origen de la obra de arte” de Heidegger (1935/36) y las “Restituciones de la verdad en puntura” de Jacques Derrida (1978) y, Publicado en Revista Curare. nº 26, junio 2006, México. Universidad Autónoma de Querétaro, México. 1 2 313 ESTÉTICA, ARTE Y CONSUMO por otro, los Zapatos de polvo de diamante de Andy Warhol, que, por si no quedara suficientemente clara su indiferencia hacia ellos, Jameson describía como “colección aleatoria de objetos sin vida reunidos en el lienzo como un manojo de hortalizas.”3 Vincent Van Gogh, Viejos zapatos con cordones, 1886. Andy Warhol, Zapatos de polvo de diamante, 1980. Si seguimos sirviéndonos de los mismos zapatos, podríamos sintetizar las características ya canónicas para diferenciar o oponer modernismo y posmodernismo de modo que la interpretación a partir de un modelo de profundidad, originalidad, metáfora y en resumen, presencia de una subjetividad genial quedan atados a los viejos zapatos o botas de Van Gogh, mientras los planos zapatos de 3 Frederick Jameson, El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, p. 28. 314 INCÓMODOS EN NUESTROS (PROPIOS) ZAPATOS tacón de Warhol, reproducidos y reproducibles en distintas tonalidades, anónimos y mudos en su calidad de objetos en exhibición son efectivo anuncio publicitario de la lógica que integra la producción estética en la producción de mercancías, la lógica cultural del capitalismo avanzado. Precisamente Warhol, como paradigma del pop, habría facilitado la transición desde la desmitificación del arte que propuso en sus orígenes el readymade hasta su remitificación con el aura de la mercancía. El momento contemporáneo de esa fase avanzada del capitalismo sería, en términos de José Luis Brea, el umbral por el que transitamos a un tercer estado, el del capitalismo cultural, asistiendo a la espectacularización de las prácticas culturales paralela a la agresiva y obscena estetización de las mercancías, en el largo camino recorrido desde aquellos pasajes comerciales de la burguesía parisina del siglo XIX, a partir de cuyas mercancías en exhibición Walter Benjamin definió el espectáculo de París como fantasmagoría. Epicentro Prada, Soho, New York. Si el pasaje fue, en palabras de Benjamin, “templo original del capitalismo de las mercancías”,4 y se ha visto aumentado y replicado en los centros comerciales contemporáneos, lo que corresponde a este tercer umbral del capitalismo cultural es el templo que ofrece sus productos en la envoltura del objeto estético, en una sociedad 4 Susan Buck-Morss, Dialéctica de la mirada. Walter Benjamin y el proyecto de los pasajes, p. 99. 315 ESTÉTICA, ARTE Y CONSUMO de “puras cosas encantadas y circulantes”, según Alba Rico.5 Así, el arquitecto holandés Rem Koolhaas diseña el epicentro de la firma Prada en Nueva York, en el edificio que anteriormente ocupaba el museo Guggenheim, cuelga vestidos y bolsos en jaulas móviles, tapiza las paredes con papeles pintados cambiantes y llena de zapatos unas gradas que servirán también para acomodar a consumidores de conciertos y conferencias. Prada SoHo y MoMA ofrecen, de igual manera, objetos inalcanzables, “cosas encantadas” consagradas por el espacio en que se presentan y por una firma, fetiches que se hacen asequibles en un póster de la Noche estrellada de Van Gogh por $17.95 en la tienda del museo o en una réplica de una bolsa Prada por $20.00 en una esquina de la ciudad, mediante una transacción que alimenta el aura de los originales, bolsa y pintura. Desde la comparación entre el aura cálida de los vividos zapatos de Van Gogh y las auras frías, en términos de Brea, de los zapatos de polvo de diamante de Warhol, otros muchos zapatos han buscado dejar su huella en la trayectoria de las prácticas artísticas contemporáneas, como la helada réplica en aluminio de unas sandalias Gucci de la suiza Sylvie Fleury en la más fría posmodernidad. Si Jameson lamentaba –o quizá sólo exageraba para plantear su premisa– que los zapatos de Warhol no tuvieran nada que decir, la incomodidad de este par metálico cansa en su repetido parloteo que dejó ya muy atrás la ironía y que se muestra con el cínico desparpajo del que sabe lo que está haciendo y lo hace desde la complacencia del fetichismo virginal del escaparate. Sylvie Fleury, Gucci, 1988. 5 Santiago Alba Rico, Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado, p. 32. 316 INCÓMODOS EN NUESTROS (PROPIOS) ZAPATOS Habría que establecer una diferencia entre esta dudosa potencialidad crítica de un cinismo estético, o cinismo melancólico, en palabras de Mario Perniola, y otras apropiaciones, como las de Sherrie Levine, quien antes de empezar a refotografiar fotografías de artistas consagrados, compró en un bazar una caja de setenta y cinco pares de serios zapatos de cordones de talla infantil y los puso a la venta en Nueva York a precios mínimos en 1977 como performance. En ya ortodoxa práctica de transformación del objeto encontrado, los zapatos apropiados por Levine, comprados, vendidos y fetichizados han visto su valor de uso impregnado de la mística de la mercancía y se convierten en objeto de deseo de consumo; pero, sin embargo, en las instantáneas que se conservan de aquella venta Andrea Kroksnes ve zapatos robados a Van Gogh, y Douglas Crimp ante la visión de aquellos zapatos amontonados en una mesa confesaba que se sintió tentado a “darles vida, inventar historias en las que se convirtieran en personajes por sinécdoque”:6los zapatos vacíos parecen invitar a completar una narrativa, a ser reintegrados a alguien, cuestión planteada por Derrida precisamente en “Restituciones”. Sherrie Levine, Shoe Sale at Mercer Street Store, New York, 1977. 6 Ver: Andrea Kroksnes, Deconstructing Origin Stories. Sherrie Levine’s Shoe Sale at Mercer Street and the Stories about Van Gogh’s Shoes. 317 ESTÉTICA, ARTE Y CONSUMO El texto de Derrida se hilvana a partir de las relaciones entre el hecho, por una parte, de que en “El origen de la obra de arte” Heidegger asumiera que los famosos zapatos pintados por Van Gogh de los que trata en su texto pertenecían a una campesina, y por otra, la simbólica devolución que Meyer Schapiro hace de los zapatos en un texto de 1968, dedicado a Kurt Goldstein, huido de la Alemania nazi en 1933, argumentando que los zapatos en cuestión eran los propios zapatos de Van Gogh. Derrida va desatando en su texto una narrativa de restitución, como si Schapiro le disputara los zapatos a Heidegger, se los pasara a Van Gogh en París y finalmente a Goldstein en Nueva York como homenaje tras su larga marcha desde Alemania: “hay mucho para pagar, para devolver, para restituir, cuando no para expiar, en todo esto”, escribe Derrida.7 Zapatos y ropa en Auschwitz. Y por si hubiera alguna duda, en un párrafo casi autónomo, más adelante escribe: “Un ejército de fantasmas reclama sus zapatos [...] toneladas de zapatos amontonados allí, pares mezclados y perdidos.”8 En su estudio sobre la verdad, la ficción y la posficción en la imagen contemporánea, Pedro Cruz plantea que en las primeras fotografías de los campos de concentración dadas a conocer “la muerte se revelaba como una verdad que se daba a la mirada en su invisibilidad”,9 en el sentido de lo inimaginable de un horror cuyo 7 Ibídem, p. 287. Ibídem, p. 344. Pedro A. Cruz Sánchez, La muerte (in)visible. Verdad, ficción y posficción en la imagen contemporánea, p. 120. 8 9 318 INCÓMODOS EN NUESTROS (PROPIOS) ZAPATOS exceso sólo se expresa mediante la ausencia. En cambio, siguiendo su argumentación, estamos en estos momentos experimentando una fase de extenuación de la imagen: ceguera del espectador por sobreexposición. We are the shoes, we are the witnesses... United States Holocaust Memorial Museum, Washington D. C. La cuestión adquiere matices delicados si nos atrevemos a insinuar la posibilidad de denuncia de un proceso de estetización del objeto del horror en la exhibición, por ejemplo, en un museo de esos “pares de zapatos mezclados y perdidos”, los cuales, sin embargo, podrían respondernos, son instrumento del recuerdo y testimonio contra el olvido. Zapatos de Doris Mathes, (1942-1944, Auschwitz), Florida Holocaust Museum. 319 ESTÉTICA, ARTE Y CONSUMO La cuestión, finalmente, es hasta qué punto todo, absolutamente todo, puede convertirse en parte del espectáculo en un proceso galopante de absorción de las prácticas artísticas por parte de las industrias del entretenimiento cultural, como un sector primordial del actual sistema económico. En la sociedad del espectáculo que Guy Debord en 1967, apenas a partir de sus primeros síntomas, auguró en todo su esplendor, puede incluso contarse como ingrediente del espectáculo la propia crítica del espectáculo; ahí estaban las denuncias de Santiago Sierra a la Bienal de Venecia de 2005, dando la bienvenida a los visitantes con una instalación llamada Loudspeakers, en la que cuestiona el evento como una reunión de países ricos, aportando cifras y estadísticas.10 En la Bienal anterior, 2003, el mexicano Carlos Amorales presentaba en el pabellón holandés su obra Maquiladora: hileras de zapatos idénticos expuestos y la posibilidad de que el visitante participara en las distintas fases de su fabricación; el espectador de la más reconocida convención de arte contemporáneo puede jugar en el primer mundo a crear zapatos de arte maquilados y mediante una experiencia estetizada acercarse a la realidad laboral del tercer mundo. Carlos Amorales, Flames Maquiladora, 2001-02. En cambio, la argentina Nicola Constantino crea zapatos de firma en silicona imitando piel humana, zapatos fetiches donde Ver: Antonio Lucas, “Santiago Sierra denuncia en Venecia la hipocresía de la Bienal”, en: El Mundo. 10 320 INCÓMODOS EN NUESTROS (PROPIOS) ZAPATOS los haya. Como comenta Jorge Anaya López “la unión de la moda y la muerte parece tener connotaciones cínicas”,11 y una vez más nos sentimos incómodos en estos zapatos que ofrecen el juego ambiguo de insinuar denuncias de explotación y comodificación del arte y el cuerpo, a la par de refinar perversamente el zapato de tacón femenino como objeto por antonomasia del fetichismo de la mercancía. Nicola Constantino, Peletería con piel humana, 2000. Y es casi inevitable caer en la tentación de mencionar precisamente aquí, por oposición, la discutida Caja de zapatos vacía presentada por el mexicano Gabriel Orozco en la Bienal de Venecia de 1993, que el artista justificó en términos del espacio concreto que le fue asignado y del cálculo efectuado del breve tiempo promedio que el visitante iba a dedicar a contemplar su obra. No vamos a pretender aquí ni siquiera mencionar todos los cabos de los que sería posible empezar a tirar para redondear la madeja que hilvanara todas las hebras de una discusión acerca de la teoría y las prácticas de la historia contemporánea del arte desde el siglo XX que están, en ausencia, contenidas en la caja de Orozco. A efectos de nuestros zapatos como hilo conductor a través de un planteamiento sobre el arte y los objetos de consumo, se podría decir que es un alivio, por fin, una caja sin mercancía: “un recipiente de la nada”, en las propias palabras de Gabriel Orozco o una manifestación de lo que Miguel A. Hernández ha denominado “el Jorge Anaya López, “Diálogo de la Muerte y la Moda”, en: Lápiz. Revista internacional de arte, p. 18. 11 321 ESTÉTICA, ARTE Y CONSUMO procedimiento ceguera” en el arte contemporáneo. Extenuados por los excesos de nuestra cultura visual, el silencio de Orozco es reparador... aunque, quizá sólo momentáneamente, puesto que siempre quedará la caja para vender... Gabriel Orozco, Caja de zapatos vacía, 1993. Y si no, seguro la caja para citar, pues como establece Adolfo Montejo en la máxima 53 de su Vulgata crítica, “Se abrió la veda: se matan citas por apropiación.”12 En la feria de arte contemporáneo de Madrid ARCO 2005, país invitado México, Diego Teo regresaba la caja de Orozco, con zapato y flecha impregnada de sarcasmo incluidos. Diego Teo, Zapato (artista buscando arte para ARCO), 2004. 12 Adolfo Montejo Nava, “Aproximaciones para una Vulgata crítica”, en Lápiz. Revista internacional de arte, p. 102. 322 INCÓMODOS EN NUESTROS (PROPIOS) ZAPATOS La cuestión, para irnos acercando a un final aunque no necesariamente a una conclusión, es tantear la posibilidad de una postura crítica ante la incomodidad de estos zapatos: dejando atrás la discusión acerca de la atribución de los zapatos pintados por Van Gogh a una campesina o al propio artista, el caso es que nos aprieten o no, todos estos son nuestros propios zapatos como manifestaciones del capitalismo cultural dominado por “el fetichismo del significante”, en términos de Hal Foster, en el que la mayoría de nosotros tenemos, como poco, sumergidos los pies. La franja borrosa y movediza en la que se mueven, oscilando entre el derrotismo autocomplaciente y la ironía autoconsciente, no es otra que la ocupada por la razón cínica de la posmodernidad, según Peter Sloterdijk, caracterizada por la falsa conciencia ilustrada: inmunidad del que sabe y se protege con el blindaje del cinismo para hacer frente a las contradicciones; mecanismo de autodefensa que describía Foster en El retorno de lo real en términos del arte de la razón cínica. En unos momentos de estetización generalizada de las experiencias fetichizadas, quizá el reconocer la incomodidad de algunos zapatos que no son tan ajenos sea un camino para la crítica. Bibliografía citada Alba Rico, Santiago, Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado, Anagrama, Barcelona, 1995. Anaya López, Jorge, “Diálogo de la Muerte y la Moda”, en: Lápiz. Revista internacional de arte. Noviembre 2003, n° 197, Madrid. Brea, José Luis, El tercer umbral. 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