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Transcripción

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BIENVENIDO AL
PARAÍSO
La famosa curva de
Paraíso, precede a
la localidad del mismo
nombre, e inaugura
el tramo del trayecto
de mayor colorido
y belleza de la ruta.
LA
RUTA
DESCONOCIDA
Nos lanzamos a una carretera de
curvas sinuosas de verde intenso con
el mar Caribe de fondo. Desde
Santo Domingo hasta Pedernales,
en la frontera con Haití, recorremos
el 'sur profundo' a 45 km/h para
saborear la carretera panorámica
más colorida y auténtica de
República Dominicana
a ritmo de bachatas y merengues.
Texto: Rosa Marqués.
Fotografía: Félix Lorenzo.
T
Tengo muchos amigos dominicanos en Madrid –una de las ciudades más
importantes de la dominicanidad, por cierto– y siempre me están hablando
de la belleza, de la alegría y del colorido de su tierra con una nostalgia que
encoge el alma... "¡Qué le vais a contar a una andaluza!", les digo.
Desayunamos acariciados por
el silencio del entorno,
un silencio que tras la batalla musical
con los nativos tenía un valor incalculable
Pero reconozco que cuando volví de este último
viaje a República Dominicana y pisé tierra en la grisácea Europa, sentí por primera vez el mismo dolor
punzante en el corazón que ellos, ('exiliados' por el
devenir de la vida), cuando se alejan física y espiritualmente de este paraíso terrestre. Yo lo experimenté
al distanciarme de la provincia de Barahona.
Una inmersión en el 'sur profundo', como llaman
los dominicanos a esta zona, te pone de golpe en la
onda certera de la dominicanidad que yo solo había
intuido en otros viajes más superficiales a la isla.
Por eso, esta ruta me pareció una alternativa perfecta
e incluso complementaria al sol y playa habitual:
tres o cuatro días recorriendo una tierra de agresiva
belleza, de acantilados, montañas, desiertos, dunas...
a lo largo de una carretera panorámica que atraviesa
el alma local y sus modos de vida.
Alquilamos un 4x4 en el mismo aeropuerto de
las Américas y nos aseguramos de llevar suficiente
material musical para mimetizarnos con los nativos
durante los trayectos (atención: hay tiendas de discos
'ripiados' de merengue y bachata por toda la ruta por
solo unos cuantos pesos dominicanos. Aquí la SGAE
tendría que montar un tribunal de la Inquisición y ni
por esas...). Decididos a competir con los enormes
altavoces incrustados en cada uno de los vehículos
que circulan por el país, nos habíamos armado a conciencia de artillería pesada: Wilfrido Vargas, Johny
Ventura, Fernando Villalona, Sergio Vargas, Juan Luis
Guerra... Sabíamos de antemano que la del volumen
era una batalla perdida frente a los nativos, pero en lo
que a calidad musical se refiere, no estaba todo dicho,
y no íbamos a renunciar tan fácilmente a la victoria (también su música ha formado parte de nuestra
infancia). Y así, alardeando de 'carro' y de grandes
hits, emprendimos sin miedo la ruta en dirección a la
provincia de San Cristóbal con una meta clara: alcanzar la paradisíaca y virginal Bahía de las Águilas, el
cielo en la tierra dominicano. Pero como dice el dicho
popular: lo importante era el camino.
Sonaba el maestro Juan Luis Guerra cuando salíamos de la ciudad de Santo Domingo, con aquel tema
suyo de El costo de la vida –hoy tan aplicable a la
situación económica de la madre patria– y nos pareció una señal enviada a través de las ondas por el
omnisciente músico dominicano, que se encargaba de
dibujar a su gente con esta letra: "Somos un agujero
en medio del mar y el cielo, quinientos años después,
una raza encendida, negra, blanca y taína, pero ¿quién
descubre a quién?”. Tatareando este clásico entramos
en la provincia de San Cristóbal y pasamos por los
Bajos de Haina y el cauce de un río que en otros
tiempos insufló vida a algunos de los ingenios de caña
de azúcar más importantes de la isla. Aquí se dejaron
la piel los esclavos africanos –la esperanza de vida
en estas fábricas no superaba los siete años de vida–.
Hoy las ruinas de estos ingenios, como el de Boca de
Nigua, construido en 1600 y muy próximo a nuestra
ruta, se postulan en la actualidad para convertirse
en patrimonio mundial de la Unesco por la historia
que representa. Aunque en la actualidad la primera
fuente de riqueza de Dominicana es el turismo, hasta
EL LUJO DE LA
SENCILLEZ
Abajo, barcas de
pescadores en Playa
Saladilla, y un
joven local vendiendo en la carretera la pesca reciente.
A la izquierda, área
de la piscina de
Casa Bonita Tropical Lodge, un oasis
de paz y calma.
E
BACHATA VERSUS
MERENGUE
Amor y desamor
son los temas clásicos del merengue y la bachata
dominicanos. Y
artistas como Juan
Luis Guerra, pero
también Wilfrido
Vargas, Jonhy
Ventura, Fernando
Villalona, Sergio
Vargas, Rubby
Pérez... algunos de
sus intérpretes.
DE PLUMAS Y
COLORES
El avistamiento
de aves impulsó
el turismo verde
en la zona de
Barahona y hoy
sigue siendo
uno de sus
reclamos. Entre
las aves endémicas de la isla
destaca la Hispaniolan Trogon.
La Laguna de
Oviedo es perfecta para esta
práctica.
LA MEZCLA
DOMINICANA
Los taínos llegaron primero,
un grupo étnico
procedente de
América del Sur
que se extinguió
con la llegada
de los colonizadores españoles (1492), quienes trajeron
grandes cantidades de esclavos
de África Occidental (1506).
LA VIDA ES BELLA El hotel Casa Bonita Tropical Lodge sigue fiel al
toque rústico y el amor por su finca y las comunidades aledañas del
señor Polibio Díaz. Abajo, el lounge y restaurante del hotel. A la derecha,
la suite Ocean View con pisicina infinity y el mar en el horizonte.
1975 la caña de azúcar fue la primera industria del
país. Afortunadamente más adelante usó animales y
máquinas en vez de seres humanos. En los años 80,
aquello llamado 'Turismo' nacería en Puerto Plata
enviando al baúl de los recuerdos las clásicas escenas
de campos de caña. Con ellas, también se marcharía
la única fuente de ingresos de muchas comunidades
rurales aledañas que tuvieron que emigrar. Lo que ha
quedado del negocio de la caña está en manos de una
sola familia y el trabajo en el campo lo realizan los
inmigrantes haitianos, el último eslabón social por
estos lares.
Volvió a sonar la música reveladora en el interior
del coche: Johnny Ventura y sus Caballos cantaban
otro clásico, el merengue El pique: “Hay un grito
gritando en la caña, grito de la mocha y de la boca
haitiana... Vengo con un pique, vengo del batey, de ver
tanta gente sin na que comei”.
extinción se enfrentan al avance del hormigón gracias
a la prosperidad que alcanzan las familias receptoras
de las remesas constantes de los llamados dominican
york, los dominicanos emigrados a Nueva York en los
años 70' y 80'.
La carretera continuaba hacia Azúa y a la salida de
Baní un buen puñado de puestos de artesanos la salpicaban para ofrecer sus pilones (morteros) fabricados
en madera de buayacán. Como me desconcertó el
tamaño de algunos, pregunté para qué servían desde
la ventanilla del coche y alguien me contestó que era
"un utensilio de la mujer dominicana" (como si fuera
la extensión de un brazo o algo así), y que servían
para machacar el grano de café y/o de cacao (osea, un
mortero a lo grande). En el interior del coche sonaba
entonces Abusadora, del divertido maestro Wilfrido
Vargas (cuyo disco Los años dorados recomiendo
escuchar para entender al dominicano de a pie). La
visión de estos morteros sobrenaturales me traía la
Entrando a la provincia de Peravia, el paisaje imagen de esas esposas dominicanas machando el
del entorno de Baní nos saludaba con sus guazábaras, grano con desdén mientras cocinaban el almuerzo
cactus e iguanas. La capital del mango celebraba para sus maridos e ideaban servirles, de segundo
estos días su gran festival internacional en el que plato, una vengaza bien fría. Tal vez el hecho de que
participan todos los productores del codiciado mango Wilfrido cantara entonces El Barbarazo en el interior
banilejo mostrando toda la variedad de productos del coche, tuvo algo que ver con esa visión de la mujer
que se extraen de él. A ambos lados de la carretera, el dominicana en plan vendetta. Wilfrido decía así: “Qué
colorido de los puestos y el aroma dulzón te obligaba a barbaridad, lo que tú me has hecho, entregarte a otro
en mi mismo lecho... con mi propia
toalla se secó el sudor, que deja el
cansancio de hacer el amor... Qué
descaro tuvo el que fue tu amante,
usar mi mujer, mi desodorante...”.
Estallamos en carcajadas en el
interior del vehículo y, a golpe de
merengue, nos plantamos en plena
Bahía de Ocoa bajo un sol radiante
y un alegre ritmo.
El azul intenso del mar Caribe
lo inundaba todo y los plátanos
verdes formaban ramilletes que
ponían un punto y seguido a este
festival de colores caribeños que
se iba presentando por la carretera.
Estos plátanos, al parecer, eran casi
tan célebres como las batallas conEL CARIBE AGITADO Vistas de los acantilados desde el hotel Playa Azul,
un mar relativamente embravecido de aguas cristalinas.
tra los haitianos que habían tenido
lugar en la zona. Algo flotaba en
detenerte y a comprar un puñado a muy buen precio. esta atmósfera que envalentonaba a sus habitantes,
La ruta atravesaba esta localidad de dulceros de la entre los que se encontraba el legendario cacique
que no te puedes marchar sin probar un coco con leche Guarocuya, quien se levantó contra los españoles
en Las Marías. Sus habitantes también tienen fama de para lanzar el que dicen fue el primer grito de libertad
comerciantes intrépidos y sus colmados (tiendecitas de América (allá por 1519). La estatua del revolude barrio), se han expandido por todo el país. Nuestro cionario, al que los españoles llamaron Enriquillo,
coche, ya rebosante de mangos, circulaba por la plaza preside la ciudad pero él fue solo uno (tal vez el más
del Pilón entre las casitas de madera coloridas que conocido) de los seis caciques que organizaban la isla
salpican la ciudad. Estas construcciones en peligro de antes de la llegada de los colonos. Comentábamos sus
CALIDAD DE VIDA Arriba, flamencos en Lago Enriquillo.
A la izquierda, la cocinera de Casa Bonita Tropical Lodge tras recolectar
de la huerta orgánica del hotel algunos ingredientes. Abajo, el
paisaje espectacular camino, en lancha, hacia Bahía de las Águilas.
"Aquí está Dios", gritó entusiasmado el propietario
del rancho desde el que se partía en
lancha hacia Bahía de las Águilas
EL RÍO MÁS CORTO
A 500 metros del mar
Caribe, en la sierra
de Bahuruco, nace este
río que forma el popular
Balneario de Los Patos,
un lugar agradable
donde pasar un domingo al estilo local.
Era una alternativa perfecta
a la Dominicana de siempre: acantilados, dunas,
desiertos, montañas... Una tierra de agresiva belleza.
SOBRE AGUAS
MINERALIZADAS
Canopy tour en
Casa Bonita Tropical Lodge, una
de las actividades
más divertidas, en
torno al río Bauruco que pasa por
la finca. En mitad
de la corriente,
el spa realiza tratamientos de masajes en los que
el sonido del agua
ejerce su función
curativa.
biografías cuando llegamos a la bifurcación que subía
a San Juan de la Maguana. La gente vendía de todo
en la carretera y se podía comprar desde el vehículo
(incluso calcetines). Pero lo que a mí se me antojó fue
el casabe de yuca, alentada por la idea de paladear un
fósil gastronómico, el prehispánico pan taíno cuya
elaboración hoy sigue siendo la misma.
Entramos a la localidad de Barahona, la ciudad
natal de la Reina del Technicolor, la actriz María Montez, una belleza del cine 'hollywodiense' de los años 40
y 50, hija de padre canario y madre banileja. Murió
muy joven, a los 39 años, de un ataque al corazón pero
ya convertida en un mito del cine. Su cuerpo yace en
el cementerio de Montparnasse, rodeada de un paisaje
radicalmente opuesto al que la vio nacer. A la vista
de aquella luz maravillosa sobre el mar turquesa, no
pude evitar sentir verdadera lástima por aquella diva
'exiliada' y estresada tan lejos de su tierra.
La distendida carretera panorámica atravesaba
Barahona. Parecía como si todas las mujeres que
andaban por los alrededores se hubieran puesto de
acuerdo para llevar los rulos en la cabeza (más tar-
de me explicaron que aquí el salón de belleza es un
ritual independientemente del nivel económico que
se tenga). Habíamos contabilizado muchas cabezas
con rulos cuando nos dimos cuenta de que era sábado
y lo entendimos todo: los preparativos para la 'rumba'
de la tarde/noche no habían hecho más que comenzar.
En nuestro 4x4 sonaba Woman del Callao, de Juan
Luis Guerra, y en las decenas de colmadones (extraña
combinación comercial y nativa de supermercado,
bar, discoteca y banca de apuestas a orillas de la carretera) ya se había iniciado la batalla de decibelios.
A nosotros aún nos quedaba trayecto para alcanzar
nuestro alojamiento a medio camino de la ruta. Pero el
sopor se había instalado en el interior del vehículo y
necesitábamos un baño refrescante. Playa Saladilla era
perfecta, justo a la salida de Barahona, abrazados por
la sierra Martín García a nuestras espaldas. Cuando
bajamos del vehículo nos dimos cuenta: estábamos
prácticamente solos. No había nadie en la playa, solo
unos jóvenes pescando en las aguas cristalinas que
contrastaban con la no poca basura que, tristemente, se
esparcía por la orilla (alguien debería hacerse cargo...).
A
Estábamos a cinco minutos en coche del hotel Playa
Azul, un farallón sobre un acantilado que presumía
de restaurante gastronómico, por lo que decidimos
almorzar aquí. La arcada que daba entrada al hotel
(con un punto de fuga que conducía la mirada al telón
azul del mar de fondo) prácticamente nos absorvió y
entramos en aquella pintura. Sylvain, un francés afincado en Barahona hacía 14 años, era el propietario.
Desde entonces, trabajaba por generar un turismo de
naturaleza internacional que ya había arrancado en la
zona hace años con los amantes del avistamiento de
aves. El helipuerto del hotel daba una pista sobre el
tipo de clientela nacional que frecuentaba la zona (la
casa de al lado era de un ministro, según nos contó).
Después de almorzar, continuamos nuestro camino
buscando otra playa apacible donde echarnos una
siesta. En la carretera, la explosión de los flamboyanes en plena temporada de flor (junio, julio y agosto)
inundaba el camino de rojos y naranjas. Dejamos atrás
un 'club gallístico', muchas más señoras con rulos y,
un grupo de niños abastenciéndose de mangos –con la
vieja técnica de lanzar uno para descolgar otro– bajo
un ejemplar enorme al borde de la carretera. Justo al
lado de esta pandilla, se encontraba el camino de arena
que conducía a Playa Quemaíto, una playa popular de
aguas transparentes (protegida del oleaje característico de la zona) y salpicada de cabañas de pescadores dispuestos a prepararte el mejor pescado fresco.
Abrazando la playa, una vegetación exuberante. Era
el lugar perfecto para descansar y tomar un baño. Así
que nos acomodamos bajo la apacible sombra de los
almendros de playa, mientras observábamos a un grupo de niños de entre tres y cinco años que jugaban sin
miedo a cazar avispas con botes de cristal.
A la caída del sol llegamos a Casa Bonita Tropical
Lodge, la antigua casa de verano de la familia Schiffino, hoy convertida en un Small Luxury Hotels, pionero en turismo responsable de la zona, y con un spa que
realmente valdría por sí solo todo el trayecto. La hora
del atardecer era mágica sobre el área de la piscina,
con palmeras creciendo desde su interior. La luz, la
música, la paz que se respiraba, la montaña a nuestras
espaldas, la reducida y exclusiva clientela... Todo era
PARA TODOS LOS
GUSTOS
Arriba, pozas del
Balneario de San
Rafael y paisaje
de cactus e iguanas camino de
Pedernales. Abajo,
recepción del spa
de Casa Bonita
Tropical Lodge, un
habitante del spa
y la piedra semipreciosa local,
el Larimar que se
extrae cerca de
Barahona.
LA VERSIÓN 'ECO' DE LA ISLA
CÓMO LLEGAR
Air Europa (aireuropa.
com) vuela de Madrid
a Santo Domingo desde 900€ ida y vuelta.
Desde el aeropuerto de
Las Américas puedes
alquilar tu 4x4 para
hacer la ruta.
C
perfecto. Mientras cenábamos por la noche en aquel
lugar maravilloso, organizábamos nuestra excursión a
la paradisíaca Bahía de las Aguilas para el día siguiente. Pero en vista del oasis y deseosos de experimentar
algún tratamiento de su spa integrado en el bosque
tropical, decidimos regresar y alojarnos más días.
A la mañana siguiente, desayunamos acariciados
por el silencio sonoro de la naturaleza en su estado
más puro. Un silencio que tras nuestra batalla musical
con los nativos tenía un valor incalculable. Ese placer
sumado al jugo de piña recién exprimido, al pan, la
mantequilla y la mermelada de guayaba (todo casero)
me hicieron tan feliz que casi dudé de que Bahía de las
Águilas fuera la meta (y no esta).
Aun así partimos en dirección a la localidad de
Paraíso. Un sinfín de mariposas amarillas parecían
acompañarnos volando en fila india a la altura de las
ventanillas del vehículo. Eran grupos de seis, ocho,
diez... Pero tantos grupos y tan constantes que cuando
nos detuvimos a mirar el paisaje en la famosa curva
de Paraíso (con el pueblo a tus pies y el mar de fondo),
los grupos de mariposas amarillas nos adelantaban
como si fueran equipos de miniciclistas alados. Era un
espectáculo propio de una novela de García Márquez.
Fuimos dejando uno a uno los balnearios de pozas
de agua dulce a orillas del mar, donde los locales
pasan el tiempo a remojo los fines de semana. El ritual
es el siguiente: junto a unos chirinquitos donde se prepara el pescado fresco, se toman yaniquiques, batata
dulce y mucha cerveza y mucho ron con la música a
un volumen realmente increíble. Nos detuvimos en el
de Los Patos (por allí pasa camino del mar, el río más
corto del mundo, nacido en la sierra de Bahoruco, a
solo 500 metros del Caribe).
Entre curvas que descendían bajamos hacia la
Laguna de Oviedo, un paraíso de agua dulce para las
aves, de 27 km2 de extensión. En este punto se iniciaba
el parque nacional Jaragua. La excursión por el interior del lago y sus 24 islas merecía la pena (por lo que
la apuntamos para otra jornada).
Cuando sobrepasamos esta frontera imaginaria, el paisaje comenzó a mutar rápidamente. Los
cactus se elevaban como manos de largos dedos. La
tierra se volvió rojiza por la proximidad de las minas
de bauxita y, en unos minutos, el verde agresivo de la
curva de Paraíso y el turquesa del mar quedaron reemplazados por un paisaje casi desértico y deshabitado.
Solo la carretera y nosotros (esta vez sin música).
Finalmente, enfilamos Cabo Rojo y el paisaje volvió
a mutar. De repente, una playa llena de uvas de playa
y pelícanos nos indicó que volvía la vida y estábamos
cerca... El Rancho Bahía de las Águilas era el punto
donde debíamos tomar la lancha que nos llevaría hasta
Mapa: Salvador Prior
CONTRASTES
CARIBEÑOS
En la carretera, la
explosión de color
de los flamboyanes en flor (durante junio, julio y
agosto) inunda el
camino de rojos y
naranjas. Arriba, la
entrada al camino
que conduce a
Playa Quemaíto y
unos vecinos con
pan para vender
en su colmadito.
la playa más virginal que hubiéramos visto nunca.
Pero también, dicho sea de paso, uno de los lugares
donde mejor se comía de todo el suroeste de la isla.
“¡Aquí está Dios!” gritó entusiasmado el propietario del rancho cuando nos recibió y entendió que
éramos periodistas decididos a dar fe de tanta belleza.
“La naturaleza aquí es riquísima”, continuó, relatándonos cómo se había ido haciendo con este área antes
abandonada (siempre pensando en verde). Formado
en ecoturismo con sus propios medios, este antiguo
pescador había organizado un cámping, lanchas para
alcanzar la remota bahía virginal, buceo, pesca, esnórquel... y además se había tomado la responsablidad de
limpiar la bahía de la basura que dejan los insensatos y
de denunciar a políticos no menos conscientes.
Finalmente partimos en la lancha bordeando las
rocas coralinas que formaban esta bahía con forma de
águila. Calas minúsculas en las que no había cobertura, si acaso algún ser humano que había elegido
detenerse allí las tres horas de la excursión. Cuando
pisamos la ''arena-harina' de la playa principal, decenas de caracolas inmaculadas descansaban en la orilla
junto con maderas de caprichosas formas, esponjas y
estrellas de mar... Bajo la sombra de una uva de playa,
sentí el abrazo sereno y reconciliador de la Madre
Naturaleza. En ese momento recordé la frase del propietario del rancho. Aquí está Dios, me repetí.
DÓNDE DORMIR
Casa Bonita Tropical
Lodge (Ctra. de la Costa, km 17, Bahoruco;
tel. +809 540 5908;
casabonitadr.com; HD:
desde 156€) es una
antigua casa solariega
tropical de la familia
Schiffino, enclavada en
un alto desde donde
se divisa el espectacular
entorno. Miembro de
Small Luxury Hotels of
the World, cuenta con
12 habitaciones. Su spa
es un concepto único
en mitad del bosque tropical en el que la única
música que oirás son
las javillas al romper en
el suelo, los insectos y
el río en el que se practican tratamientos (con
masajes en una cama
en medio del cauce). Su
temazcal es otra de las
experiencias recomendables y el área de relajación, lectura y yoga
está abierto todo el
día. Te recomendamos
que camines la senda
ecológica y la hagas en
bicicleta (si estás en
forma). Otro alojamiento
más sencillo, sobre
un acantilado, es el
Hotel Playa Azul (Ctra.
Barahona-Paraíso, km 7;
tel. +809 424 5375;
HD: desde 56€/pers.,
desayuno incluido), con
vistas y actividades
relacionadas con el avistamiento de aves. Más
escondido y alejado del
mar (a 38 km de Barahona) pero con un sinfín
de posibilidades (kayak,
caballos, caminatas,
toboganes, bicicletas...)
es Rancho Platón (Pº de
los locutores, 12, ensanche Piantini; ranchoplaton.com; HD: desde
66€). Perfecto si vas
en familia. Cuenta con
cuatro tipos de cabañas en madera (con todos los detalles), piscinas
naturales, restaurante...
QUÉ COMPRAR
Subiendo por la carretera que va de Barahona
a Lago Enriquillo se
encuentran algunos
de los artesanos de la
piedra larimar. En la casa
de César Félix, que lleva
13 años trabajándola
junto a su mujer, podrás
hacerte con piezas que
luego se venden en los
talleres de joyería (una
libra, unos 3.200 pesos).
DÓNDE COMER
En Playa Quemaíto, a
pocos kilómetros de Barahona, encontrarás
este lugar ideal para comerse un pescado fresco frito preparado por
los propios pescadores.
Es un lugar virgen que
no cuenta con infraestructuras pero la sombra
de los almendros y las
hamacas improvisadas
hacen que sea un lugar
mágico. El restaurante
Hotel Playa Azul (km 7,
Carretera BarahonaParaíso; tel. +809 424
5375) puede ser un buen
alto en el camino. Sirve
cocina local con un
toque francés. En cualquiera de los Balnearios
encontrarás la típica
cocina dominicana.
Pero si quieres probar
una versión realmente
sabrosa, tendrás que
llegar hasta el Rancho
Bahía de las Águilas. Su
propietario, Santiago
Rodríguez, pescador y
antiguo proveedor del
famoso Capitán Cook,
sabe de lo que habla y
lo que pesca. El plato especial es el Bahía Tongo.
Pero prueba también su
langosta a la plancha,
el lambí y el moro de
gandules.
QUÉ HACER
Imprescindible alcanzar
Bahía de las Águilas, declarada Reserva Mundial
de la Biosfera. Puedes
hacerlo por tu cuenta
(con cuidado si te pilla la
noche en esta carretera
de curvas y tráfico de
camiones) o alquilar la
excursión en tu hotel o
con Barahona Ecotur
(ecotourbarahona.com).
Consulta la temporada
en que las tortugas
carey salen del mar a
poner sus huevos. Otra
excursión recomendable es la de la Laguna de
Oviedo que pertenece
al parque nacional Jaragua, un área importante
para la conservación
de las aves. Hay gran
diversidad, especies endémicas, cuatro tipo de
mangles... El recorrido
se hace en yola (una pequeña embarcación de
madera) y realiza un tour
por el archipiélago de la
laguna. Si quieres visitar
las Minas de Larimar
se toma un desvío en la
carretera de la sierra de
Bahoruco hasta alcanzar
el pueblo Los Checheses y Las Filipinas.

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