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Boletín Arkeolan, 14 Las villas nuevas medievales del reino de Granada (siglo XV-comienzos XVI) Antonio Malpica Cuello José María Martín Civantos Universidad de Granada Antonio Malpica Cuello, José María Martín Civantos 1. Introducción histórica. El poblamiento nazarí se organizaba en tres unidades bien definidas. Los elementos que lo componen son los castillos y estructuras defensivas, los asentamientos rurales y las ciudades. Cada uno tiene unas características propias que lo diferencian de sus iguales en épocas anteriores o en la sociedad cristiana. Se impone una mínima definición de ellos para poder hacer posteriormente precisiones importantes que permitan situarlos en la estructura de poblamiento y verificar las transformaciones que sufrieron tras la conquista castellana. a. Tipología del doblamiento islámico. Los castillos y sistemas defensivos: tipología interna. Los castillos y sistemas defensivos, que han sido estudiados y analizados en múltiples ocasiones1, son una evolución de las estructuras anteriores y no suponen novedades que se deban de reseñar. Arquitectónicamente los castillos nazaríes son herederos directos de las construcciones defensivas almohades, que, sin duda, supusieron innovaciones de importancia (creación de entradas en recodo y doble recodo, desarrollo, por tanto, de las torres puertas para hacer posible tal tipo de ingreso, torres habitadas y elevadas por encima del adarve, barbacanas y antemurales, albarranas y corachas, entre otras), con la utilización de materiales y técnicas constructivas ya conocidas, pero adaptadas, como es el caso del empleo del tapial calicastrado. Así pues, a estos niveles sólo cabe hablar de refuerzo de lo ya conocido, que se ve, por ejemplo, en una mayor complejidad en las entradas (generalización del doble recodo y utilización incluso del triple, según se aprecia en la Puerta de la Justicia de la Alhambra de Granada), en la multiplicación de barreras como las barbacanas y antemurales. En definitiva, nada nuevo en este dominio, salvo una cuestión sobre la que hablaremos posteriormente. La generalización de tales mecanismos, que suponen un aumento de la capacidad defensiva de las fortificaciones, ya fue puesta de relieve por L. Torres Balbás, quien las relacionó Reseñemos sólo el trabajo de uno de los dos firmantes de este artículo: Malpica Cuello, Antonio, .«Los castillos en época nazarí. Una primera aproximación», en Malpica, Antonio (ed.), Castillos y territorio en al-Andalus, Granada, 1998, pp. 246-293. 1 350 directamente con la edilicia militar de los almohades2, en tanto que H. Terrasse habla de un influencia cristiana3. En este último supuesto hay que mencionar la aparición de una técnica constructiva y de materiales hasta esas fechas poco utilizados en las construcciones militares andalusíes. Nos hemos de referir a la mampostería encintada, en la que los cajones de mampuestos están separados por dos o más hiladas de ladrillos, en otros casos, por lajas de piedra, con ripios a veces para asentar las piedras o bien usando fragmentos de tejas y/o de ladrillos para tal fin. El aparejo se completa con un enfoscado que forma vitolas en torno a dichas piedras. Suelen alternarse las torres de planta circular con las cuadradas o rectangulares que tienen un refuerzo de sillares en las esquinas. Asimismo un almenado de tapial es el complemento de estas construcciones. Se ha señalado que este programa edilicio es obra de Muhammad V4, el célebre rey nazarí, que junto con su padre, Yusuf I, transformó el conjunto del reino. Que ambos sultanes tuvieron una política constructiva importante no se puede dudar. Hay abundantes testimonios escritos y arqueológicos que lo ponen de manifiesto. Pero no es menos cierto que su iniciativa obedece a un deseo de controlar el reino de manera más decidida, hasta el extremo que va mucho más allá de una política puramente defensiva. Esta se concentró en núcleos urbanos, en los que se levantaron construcciones muy importantes y también se reforzaron las defensas urbanas. El programa constructivo que se dio en el entorno de la mezquita mayor de Granada fue acompañado por la erección de la muralla exterior de la propia capital, todo ello obra de Yusuf I5. En Málaga se edificó el importante castillo de Gibralfaro, en donde se resume toda la arquitectura militar andalusí. Pero no es menos cierto que se reforzaron las defensas del reino. No sólo los castillos de la frontera, sino también las mu- 2 Torres Balbás, Leopoldo, «Arte almohade. Arte nazarí. Arte mudéejar», en Ars Hispaniae, vol. IV, Madrid, 1951, pp. 141-163. 3 Terrassa, Henri, Les forteresses de l’Espagne musulmane, Madrid, 1954, pp. 32-33. 4 Acién Almansa, Manuel, «Los tugur del reino de Granada. Ensayo de identificación», en Bazzana, André (ed.), Castrum, 5. Archéologie des espaces méditerranéens au Moyen Âge, Murcia, 1999, pp. 427-438. 5 Se ha tratado este tema en Malpica Cuello, Antonio, «Granada, ciudad islámica: centro histórico y periferia urbana», Arqueología y territorio medieval, 1 (1994), pp. 195-208, y del miso autor, «La expansión urbana de la Granada nazarí y la acción de los reyes granadinos», en Homenaje al Profesor Ángel Barrios García, Salamanca (en prensa). Boletín Arkeolan, 14, 2007 LAS VILLAS NUEVAS MEDIEVALES DEL REINO DE GRANADA (SIGLO XV-COMIENZOS XVI) rallas urbanas (Antequera y Loja, por ejemplo) se construyeron o rehicieron con el programa edilicio ya descrito, en el que la mampostería aparece de forma casi absoluta. En otros puntos del reino ese mismo programa, más allá de su situación concreta, se utilizó frecuentemente. De todas formas, es evidente que donde aparece con su máxima nitidez es en la línea fronteriza, en estructuras defensivas que no se pueden considerar meros castillos, sino que tienen importantes funciones en el poblamiento y en la organización de los territorios. Son lo que los castellanos llaman en las crónicas de la época «villas». Se aproximan a las que había al otro lado de la raya divisoria en su configuración, aunque se aprecien diferencias dignas de tener en cuenta. La existencia de tales núcleos nos obliga a plantear cuestiones de amplio calado en el estudio del poblamiento nazarí. Las fuentes árabes no las denominan «ciudades» (mudun, plural de madina), pero en rigor no se las puede considerar alquerías. Son asentamientos muy diversos, que presentan, al menos, tres tipos diferentes. El primero es el más simple y sólo cuenta con una estructura defensiva, que puede contener viviendas o sencillamente las construcciones necesarias para el mantenimiento de una guarnición. En tal caso existe un asentamiento inmediato, pero no se halla defendido o apenas lo está. Ejemplos claros los tenemos en Benzalema, en el distrito bastetano, en donde el poblado está fuera del castillo propiamente dicho, y el célebre sitio de Píñar, con casas dentro y fuera del recinto amurallado, si bien se puede hablar de una barbacana o cinturón defensivo que podría incluir algunas viviendas. Entre ambos extremos tenemos el castillo de Zagra, que parece contar con habitaciones fuera y dentro de la muralla, pero sin defensa de las exteriores. De todas formas las observaciones que hacemos proceden de la prospección arqueológica y del análisis de las estructuras elevadas6. 6 Sobre Píñar, a la espera de que acaben las intervenciones arqueológicas que apenas han comenzado allí, hemos de consultar el libro de Luque Martínez, Flor de, El castillo de Píñar: análisis estratigráfico de las estructuras en superficie, Granada, 2003. Para Zagra tenemos el trabajo, que tiene visos de continuar, de Suárez Cañadas, Juan Alonso, El castillo de Zagra. Análisis de las estructuras en superficie, trabajo de investigación inédito, 2006. Boletín Arkeolan, 14, 2007 El segundo tipo es aquél en el que se aprecian dos partes bien diferenciadas, ambas amuralladas, formando distintos recintos. Es lo que las mismas fuentes castellanas llaman «castillo», porque se trata, efectivamente, del espacio militar por excelencia, en donde se halla la residencia del alcaide y en el que está la guarnición y el armamento. Se encuentra en el área más elevada topográficamente hablando y, desde luego, es la mejor defendida. El segundo recinto es la denominada propiamente «villa», que es el lugar poblado, con casas y posiblemente otros tipos de edificios. Se identifican en la geografía granadina con facilidad, pues son abundantes en la frontera y en otros territorios incluso alejados de ella. En este grupo se encuentran, por ejemplo, Castril, Colomera, Moclín, Montefrío, Archidona, en primera línea frente a los castellanos, y Salobreña, por señalar un solo caso, en la costa de Granada. El último de los conocidos es el que se considera más complejo, pues además de tener las dos áreas reseñadas cuenta con otra que se suele mencionar como «arrabal». Es un espacio también poblado, ocupado por tanto de forma permanente, y que evidencia el crecimiento del asentamiento. Se puede citar como ejemplo el de Íllora, en donde se excavó en las dos primeras áreas, que no en la tercera, aunque es visible7 (foto 1). En este caso se puede hablar prácticamente de una ciudad, puesto que en la «villa» propiamente dicha se ha identificado un grupo de estructuras que no se pueden considerar viviendas y que parece que conforman un espacio artesanal y comercial. Estamos, pues, ante un caso muy evolucionado de tales núcleos. En realidad, se puede explicar la aparición de estas «villas» por la propia evolución del poblamiento en al-Andalus. Las hay que proceden de un conjunto fortificado (hisn), mientras que otras parecen que surgieron de un asentamiento abierto. En cuanto a las primeras se sitúan por lo general en una elevación, mientras que las segundas están es espacios llanos. Dicho de otra manera, es posible pensar que los castillos dieran lugar a estructuras más complejas, pero también que lo fueran las alquerías. A este respecto hay que anotar que se observa, a niveles arqueológicos y a partir de una lectura atenta de las fuentes escritas y a lo largo de arco tem- 7 Malpica Cuello, Antonio, (ed.), Íllora, una villa de la frontera granadino-castellana. Análisis histórico y arqueológico, Granada, 2003. 351 Antonio Malpica Cuello, José María Martín Civantos poral más o menos amplio, que algunos husun (plural de hisn) tenían posibilidades de crecer en tal sentido. La conocida dualidad señalada por P. Guichard hace ya algunos años de fortificación propiamente dicha (donjon o celloquia) y albacara8 podría interpretarse, pero sólo podría, pues estamos faltos de un trabajo minucioso y en muy diferentes casos, como la apropiación de un espacio para un desarrollo poblacional posterior, siempre en un proceso de relación con los núcleos rurales que, por supuesto, contribuyeron de una u otra manera a su creación y formación. Foto 1. Vista aérea de Íllora, en la frontera central de Granada. Se aprecian sus tres componentes: villa, a la derecha; alcazaba, en el centro, y arrabal, a la izquierda. 8 Guichard, Pierre, «El problema de la existencia de estructuras de tipo feudal en la sociedad de al-Andalus. (El ejemplo de la región valenciana», en Bonnassie, Pierre y otros, Estructuras feudales y feudalismo en el mundo mediterráneo (siglos X-XIII), Barcelona, 1984, pp. 117-145. 352 Boletín Arkeolan, 14, 2007 LAS VILLAS NUEVAS MEDIEVALES DEL REINO DE GRANADA (SIGLO XV-COMIENZOS XVI) Además, hay que volver a recordar que esos asentamientos rurales pudieron evolucionar hasta convertirse en casi ciudades o pequeñas ciudades, por emplear la terminología del geógrafo Idrisi, del siglo XII9. En algunos casos es evidente que no contaban con murallas, por lo que no es posible hablar de que fuesen inicialmente husun. Se podría hablar, pues, de una evolución que se produjo a partir de la generación de una agricultura de irrigación que seguramente permitió una jerarquización del campesinado, pero sin posibilidad de acumular riquezas territoriales, sino sobre todo bienes muebles, produciendo una tesaurización. El comercio era la única posibilidad real para generar esa riqueza y éste se desarrollaba en espacios «neutrales», que permitieron a su vez al Estado establecer un control más o menos intenso. Lo que ocurre es que esos núcleos urbanos se establecieron como áreas propias y con capacidad de captación de los recursos de sus alrededores. La disponibilidad de esos asentamientos y su autonomía fue un hecho incuestionable, según veremos más adelante. Estas estructuras defensivas de las que venimos hablando no son similares a otros castillos que también se documentan en el propio reino nazarí. Se trata de construcciones como el castillo de Castell de Ferro en una ensenada marítima. Tiene unas características muy específicas. Es una construcción muy fuerte, sin apenas huecos exteriores, que cuenta con un aljibe en la parte baja, a modo de sótano. Es en cierto modo una gran torre, que se aproxima a otras de menores proporciones, como la de Romilla, en la Vega granadina. La misión de estos castillos parece que debió de ser de control, al margen de los asentamientos rurales de su entorno, con los que no guarda relación. El de Beires, en la Alpujarra almeriense, es parecido al costero. Todos los elementos defensivos que hemos mencionado y que hemos analizado brevemente tenemos que contemplarlos desde la perspectiva de la organización global del poblamiento y del territorio. Los últimos castillos citados no parece que tuvieran relación alguna con los asentamientos. Recibían provisiones del sultán, que incluso podía fijar para ellos el cobro de los diezmos de las tierras vecinas; también contaban con bienes habices, con frecuencia Puede consultarse al respecto el trabajo de Mazzoli-Guintard, Christine, «Quelques éléments du signifié de madina: l’emploi de “ka” chez al-Idrisi», Sharq al-Andalus, 9 (1992), pp. 187-195. 9 Boletín Arkeolan, 14, 2007 lejos de su punto de implantación. Asimismo los alcaides no disponían de tierras en la zona donde estaba el castillo que regían. Se ha podido detectar su dedicación a la ganadería10, lo que supone una posibilidad de contar con riquezas ajenas al desempeño estricto de su cargo, pero favorecidas por él, toda vez que los bienes semovientes se trasladaban de un lugar a otro, como ellos mismos hacían. Los otros castillos no se pueden llamar propiamente así, porque son indudablemente asentamientos permanentes de poblaciones, defendidas y amuralladas, que conviven quizás con una pequeña guarnición, aunque estén separadas de ella. Se trata en muchos casos de ciudades en embrión. Tema distinto es el de los asentamientos fortificados, verdaderos poblados con muros, pero sin que haya distinción entre la parte propiamente civil y la militar. Parece remontarse al período anterior al reino nazarí, como se aprecia en «El Castillejo» de Los Guájares11. No se trata en realidad de ninguno de los tipos ya definidos más arriba, sino que es un ejemplo nuevo con paralelos en otras partes de al-Andalus12. Supone su presencia en el poblamiento una cierta «anormalidad», porque en rigor no son castillos que tengan la presencia del Estado y de los grupo humanos del territorio donde se insertan, pero tampoco son estructuras que caminan hacia su configuración como ciudades. Se trata de alquerías fortificadas, ubicadas seguramente en un espacio en el que hay otras sin defensas, abiertas. Es lo que ocurre con las «villas», que están amuralladas, a veces sin superar su extensión la de una alquería. La convivencia de aquéllas con núcleos rurales no amurallados supone que no sea posible articular su explicación en las necesidades defensivas. Quizás haya que verlas como el Sucede así con el Alatar, alcaide de Loja y presente en tantas otras zonas del reino, quien contaba con un espacio para la custodia de su ganado a la entrada de la ciudad lojeña (Jiménez Puertas, Miguel, El poblamiento del territorio de Loja en la Edad Media, Granada, 2002, pp. 140-141). Esta dedicación ganadera de los alcaides también ha sido destacada por J. Torró para la Valencia almohade (Torró, Josep, El naixement d’una colònia. Dominació i resistencia a la frontera valenciana (1238-1276), Valencia, 1999, p. 220. 11 García Porras, Alberto, La cerámica del poblado fortificado medieval de «El Castillejo» (Los Guájares, Granada), Granada, 2001. 12 Azuar Ruiz, Rafael, El castillo del Río (Aspe, Alicante). Arqueología de un asentamiento y la transición al feudalismo (siglos XII-XIII), Alicante, 1994. 10 353 Antonio Malpica Cuello, José María Martín Civantos resultado de un impulso que está en el propio código de la sociedad andalusí. Para poder entenderlo habrá que analizar, siquiera brevemente, el mundo rural nazarí. Las alquerías son los asentamientos nucleares del poblamiento de los campos. Si acerca de sus orígenes hay una hipótesis, controvertida desde luego, que permite explicarlas, estamos lejos, sin embargo, de haber trazado mínimamente su evolución. Y es necesario, porque quedan muchas cuestiones por resolver desde el mismo momento de su definición inicial. Esta tarea no es fácil, porque, pese a lo que pudiera parecer, queda mucho trabajo de investigación por llevar a cabo. Hasta ahora contamos con artículos y libros que sólo han esbozado los problemas. Carecemos de un análisis de base y ya nos sobran las hipótesis. P. Guichard es quien definió la estructura antropológica de al-Andalus13 partiendo del hecho tribal. Desde entonces se ha insistido en la importancia de los grupos familiares extensos. Es cierto que se duda de que se instalaran en la Península en los primeros tiempos14, hasta el extremo de señalar E. Manzano: Cinco siglos más tarde, en zonas como Sevilla la mayor parte de las alquerías todavía seguían teniendo nombres de origen preislámico, tal y como reflejan los nombres de lugar... o incluso una fuente tan tardía como es el Repartimiento. Esto nos está indicando que los conquistadores casi nunca optaron por crear nuevos enclaves en un primer momento. Hicieron lo que haría cualquier ejército conquistador: establecerse en medio de la población sometida para controlar mejor sus recursos15. Por eso no es extraño que llegue a afirmar este mismo autor: «Es simplemente gratuito pensar que la llegada de los conquistadores modificó la sociedad hispana»16. Guichard, Pierre, Al-Andalus: estructura antropológica de una sociedad islámica en Occidente, Barcelona, 1976. 14 Manzano Moreno, Eduardo, Conquistadores, emires y califas. Los omeyas y la formación de al-Andalus, Barcelona, 2006. 15 Manzano Moreno, Eduardo, Conquistadores, emires..., p. 279. 16 Manzano Moreno, Eduardo, Conquistadores, emires..., p. 115. 13 354 Tales planteamientos, aunque sean matizados después, chocan frontalmente con la concepción que estableciera P. Guichard y que ha precisado y desarrollado M. Barceló17. La idea de que las alquerías fueron asentamientos de grupos clánico-tribales, que han conservado su nombre en el topónimo en ciertos casos, se reforzó por la explicación de la generación de los mismos a partir del establecimiento de áreas de cultivo irrigadas. La organización de estos núcleos se basaba en la creación de un sistema hidráulico permanente, controlado por la sociedad campesina que lo formó, y de una nueva agricultura que hacía imposible la acumulación y la dirección de la producción. No parece que la discusión deba de apartarse, sin embargo, de unos planteamientos distintos a los que se viene últimamente esgrimiendo. Ya en su momento el propio M. Barceló escribió lo que sigue: La lógica social del agua... es la lógica de la producción del espacio de trabajo. De ninguna manera sin embargo, queda exenta la posibilidad de que este preciso proceso de trabajo campesino sea capturado18. Y precisaba: El engarce de estas comunidades campesinas con un poder «legal» se convierte así en un problema tan acuciante como severo. La solución pasa simplemente por aceptar que es, justamente, el proceso de trabajo campesino, que incluye, por fuerza, el trabajo originario de producción del espacio agrario, quien funda el código político que excluye cualquier otra «legalidad política». Históricamente, esta total autonomía de la comunidad campesina se produce pocas veces puesto que el engarce con otro poder «legítimo» es constantemente buscado por este último. Pero la tensión política hacia la autonomía — o exterioridad de los poderes «legales»— está inscrita en todo el proceso de producción del espacio19. 17 Podemos citar su último libro: Barceló, Miquel, Los Banu Ru‘ayn en al-Andalus. Una memoria singular y persistente, Granada, 2004. 18 Barceló, Miquel, «Saber lo que es un espacio hidráulico y lo que no es o al-Andalus y los feudales», en González Alcantud, José Antonio y Malpica Cuello, Antonio, El agua. Mitos, rito y realidades, Barcelona, 1995, pp. 240-254, especialmente p. 247. 19 Barceló, Miquel, «Saber lo que es...», p. 243. Boletín Arkeolan, 14, 2007 LAS VILLAS NUEVAS MEDIEVALES DEL REINO DE GRANADA (SIGLO XV-COMIENZOS XVI) Con mayor o menor intención se ponen sobre la mesa las cuestiones fundamentales, aunque tal vez no se resuelvan de la manera adecuada, entre otras cosas porque no es fácil hacerlo en el estado actual de la investigación. Se definen dos elementos: el poder externo, que es el Estado, y los grupos campesinos. Son los que definen una formación social tributariomercantil. La acción de uno y otro, o mejor dicho del uno con respecto a los otros no es simple, aunque esté regida por el cobro de un tributo. Sería así siempre y cuando la autonomía de los segundos pudiese ser real. Ahora bien, hay un factor que debe de considerarse. La agricultura de regadío supuso la generalización de los intercambios. Era el camino más frecuente, habida cuenta de que era preciso mantener las estructuras agrarias y que no era fácil conseguir renta. El propio pago del tributo era una forma obligatoria de acudir al mercado a conseguir moneda para hacerlo. De qué modo esta agricultura pudo dar lugar a cambios sociales en el seno de las comunidades rurales es el debate que ha de realizarse y posiblemente haya que conducirlo por la necesidad de conocer el papel y la función de las ciudades, sobre lo que volveremos posteriormente. Se puede pensar que en sus inicios estos grupos tuvieran una estructura clánico-tribal, pero no es fácil pensar en que continuaran perviviendo como tales. Desde el momento de su plena territorialización, debieron de darse las condiciones para una jerarquización en su seno. La pervivencia de aspectos tribales incluso es posible, quizás ya como una forma ideológica de manteniendo de las estructuras sociales sin que se produjera un conflicto social profundo. Aun cuando se establecieron mecanismos de preservación y estrategias que permitieron que continuaran perviviendo, teniendo en cuenta también la aportación de grupos venidos de fuera, sobre todo del Norte de África a partir del siglo XI y durante el siglo XII20, no es posible calificar sin más a la sociedad rural nazarí como tribal. 20 Queda por establecer la dimensión de las migraciones, que incluso son anteriores a las fechas dadas. Un ejemplo de análisis de estas migraciones en un marco concreto en Barceló, Miquel, «Immigration berbère et établissements paysans. Ibiza (902-1235). La recherche de la logique de la construction d’une nouvelle société», Martin, J. M. (ed.), Castrum 7. Zones côtieres litorales dans le monde méditerranéen au Moyen Âge: Défense, Peuplement, Mise en valeur (Roma, octubre 1996), École Française de Rome y Casa de Velázquez, Roma-Madrid, 2001, pp. 291-321. Boletín Arkeolan, 14, 2007 La economía agrícola nazarí estaba limitada por dos factores decisivos. Por una parte, estaba inmovilizado un fondo importante de tierras. Y ello a pesar de que se pusieran en valor nuevas parcelas. A esta tarea parece que se dedicó, entre otros, el propio sultán Yusuf I21. Tampoco era posible formar grandes propiedades dedicadas a monocultivos. Es debido a que los trabajos agrícolas eran realizados normalmente en tales fincas por arrendatarios. En ese sentido, no llegó a producirse una «proletarización» del campesinado, pues, además del amparo que le daban los grupos familiares, por descompuestos que estuvieran22, los bienes habices servían de protección. Por otra parte, no se invertía por lo general en tierras ya explotadas, pero sí se vivificaban, tarea que parece que desarrollaron sobre todo el sultán, como queda dicho, y los más próximos a él, aunque fuese práctica abierta a otras gentes por el derecho islámico. De acuerdo con él se podían poner en valor algunas tierras no apropiadas y mantenerlas en propiedad, siempre que fueran permanentemente explotadas. Es así como, según ya hemos visto, los reyes nazaríes intervinieron en la vida económica, siguiendo una práctica que, desde luego, es anterior. De ese 21 Fue López de Coca quien señaló que este rey granadino procedió a vivificar tierras para expandir el cultivo de la vid y así hacer pasas (López de Coca Castañer, José Enrique, «Granada y la ruta de Poniente: el tráfico de frutos secos (siglos XIV-XV)», en Malpica Cuello, Antonio (ed.), Navegación marítima del Mediterráneo al Atlántico, Granada, 2001, pp. 149-177, especialmente p. 177). Un caso comprobado es el de Escóznar, en la Vega granadina, analizado en Malpica Cuello, Antonio, «Sobre el mundo agrícola andalusí. La alquería de Escóznar en el siglo XIV», en Reglero de la Fuente, Carlos (ed.), Homenaje al Profesor Luis Vicente Díaz Martínez, Valaldolid, 2002, pp. 10071024; otro lo tenemos en la creación de una gran zona de regadío en la Alberzana, en la parte amurallada de la ciudad de Granada, estudiado en Malpica Cuello, Antonio, «La expansión urbana de la Granada nazarí y la acción de los reyes granadinos», en Homenaje al Profesor Ángel Barrios García, Salamanca, 2006 (en prensa). 22 Efectivamente lo estaban. Se aprecia en un ejemplo que hemos citado en varias ocasiones anteriores. La vieja Javla, tenía propiedades en Turillas, si bien murió en Jete, ambas alquerías en el distrito de Almuñécar, y las cedió a la persona que la acogió en su casa, seguramente a cambio de que la cuidara en los últimos años de su vida, pues no tenía familia y vivía sola. En realidad, no parece normal en una sociedad en la que el grupo familiar es fuerte (Malpica Cuello, Antonio, Turillas, alquería del alfoz sexitano (Edición del Apeo de Turillas de 1505), Granada, 1984, parágrafos 561, 646, 706 y 961. 355 Antonio Malpica Cuello, José María Martín Civantos modo pudieron conseguir escapar de los mecanismos que había en la vida agrícola y que limitaban su productividad de cara a un comercio cada vez más generalizado que surgió precisamente por el policultivo existente en las parcelas campesinas. Seguramente las élites urbanas hicieron inversiones en los espacios más o menos cercanos a las ciudades en las que residían, como se dio en otras partes de alAndalus y en tiempos anteriores23, lo que muestra el papel de ordenación de la vida económica y territorial que fue adquiriendo la ciudad. La jerarquización del mundo campesino era un hecho, la capacidad de penetración en la economía rural de los notables de las ciudades andalusíes y nazaríes y del poder del Estado está asimismo demostrada. Desconocemos cómo se pudo solucionar la contradicción que estaba más o menos explícita. En cualquier caso, de lo que no hay duda es de la disparidad de los núcleos campesinos. Hay alquerías más ricas y más pobladas que otras, incluso con capacidad de atraer o generar poblamiento. La densidad de ocupación, que no sólo se refleja en el caserío, sino en la extensión de tierras cultivadas más allá de las del área principal, permitió la aparición de habitats menores conectados con ellas. Se trata de los michares o cortijos que se encuentran recogidos en las fuentes posteriores a la conquista con cierta regularidad y que precisan un estudio pormenorizado. Sin duda algunas de estas alquerías fueron evolucionando hasta aproximarse a la categoría de ciudad, pero sin llegar a ella. Tampoco hay que olvidar que los castellanos, luego de la guerra de conquista y de la ocupación de los diferentes territorios, seleccionaron algunos de estos establecimientos y los privilegiaron a la hora de establecerse ellos mismos o de servirles de centro de su poder. 23 Ricas familias de Silves y de Sevilla adquirieron ya en época califal bienes agrarios, como ha demostrado Picard, Christophe, «Quelques remarques sur la propriété du sol dans le Gharb al-Andalus pendant la période musulmane», Revue des Études Islamiques, nº 60, 1992, pp. 471-519. Es lo que detecta Ph. Sénac para la zona del Ebro (Tudela, Zaragoza y Lérida): Sénac, Philippe, «Stratigraphie du peuplement musulman au nord de l’Ebre (VIIIeXIe siècles)», en Sénac, Philippe (éd.), De la Tarraconaise à la Marche Supérieure d’al-Andalus (IVe-XIe siècle): les habitats ruraux, Toulose, 2006, pp. 61-73. 356 Las ciudades nazaríes no son muy distintas de las precedentes. Se puede hablar más que nada de una continuidad de lo que cabe denominar «modelo almohade». Así por ejemplo, la existencia de zonas de cultivo en la misma ciudad, eminentemente productivas y propiedades del Estado, que existen con claridad en tiempos nazaríes, está precedida por iniciativas que se llevaron a cabo en determinados espacios urbanos norteafricanos y andalusíes en los siglos XII y XIII. El caso más claro es el que encontramos en la Sevilla almohade con la creación de la Buhayra. No puede considerarse sólo como un área de recreo, sino que contaba con tierras de cultivo irrigadas Así pues, tales iniciativas, emanadas por lo general del poder estatal, se dieron en ambos periodos, el almohade y el nazarí. Seguramente aparecen con mayor nitidez en esta última época, pero habrá que pensar que tal vez se deba a que, una vez destruido el dominio almohade en la Península, el protagonismo corresponde a la zona que abarcaba el reino nazarí. Hay que tener en cuenta que en los primeros momentos del mismo, la actuación de los reyes se centra en espacios que con certeza estaban ocupados precedentemente, como sucede en el Cuarto Real de Santo Domingo. Tal acción directa continuó, aunque con otra dimensión, en los años centrales del siglo XIV, por iniciativa de Yusuf I. Nos referimos a la creación de una extensa área irrigada en el entorno de la cerca exterior de Granada, que cubría el Albayzín, que se destinó a la madraza construida por el mismo rey. Mucho más, el espacio amurallado abarcó un área sin viviendas ni edificios. Tal vez pudo ser utilizada para guardar ganado. A nuestro entender, es claro indicio de la presencia del monarca y, por ende, del Estado en la vida urbana. También lo es de su capacidad de intervenir incluso en la economía, ya que la puesta en cultivo de tierras irrigadas para ser bienes habices, o sea inmovilizados, pero productivos, tiene como significado la aparición de un mayor número de productos agrícolas para ser vendidos en los zocos y más que nada con vistas a la exportación, pues no se debe de olvidar que las tierras eran arrendadas a gentes que ya tenían propiedades rurales. Tal vez Málaga reproduzca lo que sucedió en Granada, aunque sea de forma parcial. La construcción de Gibralfaro y la continuidad en la expansión urbana más allá del Guadalmedina pueden confirmarlo. Parece que es la respuesta del sultán a la creciente autonomía de las ciudades, capaces de controlar in- Boletín Arkeolan, 14, 2007 LAS VILLAS NUEVAS MEDIEVALES DEL REINO DE GRANADA (SIGLO XV-COMIENZOS XVI) cluso territorios vecinos, según un proceso que había comenzado con anterioridad y que se percibe con mucha claridad en los siglos XI al XIII. La pérdida de la centralidad de la mezquita mayor es una prueba clara, al menos en la capital, Granada. Quedan muchos casos por examinar que tendrían que estudiarse muy a fondo y que aún no se ha hecho. b. La llegada de los cristianos y las transformaciones. Este poblamiento es el que encuentran los Reyes Católicos cuando conquistan a lo largo de una guerra de diez años el conjunto del reino nazarí de Granada. Su reorganización territorial y del poblamiento es una labor que comenzó desde los inicios, pero que ha de matizarse, porque no cabe hablar de una transformación radical, al menos aparentemente. Cambios los hubo y son innegables, porque la sociedad castellana los exigía, al ser cualitativamente distinta de la nazarí, pero fueron siempre en un mismo sentido: ocupación de los núcleos fuertes (ciudades y espacios amurallados) y reagrupamiento de las poblaciones vencidas en determinados asentamientos. De acuerdo con esta política, la fundación de «villas nuevas» fue una política que apenas se puso en práctica. Ejemplos los hay, y nos dan una dimensión significativa de lo que los poderes nuevos querían. Antes de examinarlo conviene, no obstante, establecer las líneas generales de actuación en los centros nazaríes para su conversión en castellanos. Las villas de la frontera fueron ocupadas de manera inmediata. Tanto las que se quedaron bajo el poder real como las que la corona entregó a la nobleza se transformaron. En todos los casos se asiste a la creación de un programa constructivo más o menos explícito que pone de manifiesto la necesidad de adaptar, o por mejor decirlo, de generar un nuevo polo de poblamiento. En su momento, J. M. Gómez Moreno24 estudió las iglesias de las cinco villas adscritas al fin del proceso de ocupación del territorio a la ciudad de Granada, que en algunos casos nos es conocido, a niveles meramente políticos, como en el de Montefrío25. En Montefrío precisamente se de- Gómez-Moreno Calera, José Manuel, Las iglesias de las Siete Villas : Colomera, Guadahortuna, Illora, Iznalloz, Moclín, Montefrío, Montejícar. Granada, 1989. 25 Peinado Santaella, Rafael-Gerardo, «Financiación de la guerra y señorialización del Reino de Granada; Montefrío y la Casa de Aguilar», Baetica 4(1981), pp. 166-192 sarrolló un programa constructivo de entidad (Foto 2). No sólo se levantó una iglesia, como en los demás casos, sino que se creó un espacio amurallado en la parte alta del castillo, reduciendo el espacio a ocupar. En Moclín, sin embargo, se optó por un asentamiento en la parte baja, en la zona de la torre puerta, que pasó a denominarse torre del homenaje (Foto 3). Tal vez se buscase tal solución porque la verdadera torre del homenaje, en la parte alta de la fortaleza fue destruida en 1486 por efectos de la artillería castellana. De todas formas, salvo en el caso de Montefrío, se situaron las iglesias en la parte baja, incluso de la villa propiamente dicha. Así se ve, por ejemplo, en Moclín, Colomera e incluso, ya lejos de estos asentamientos que cubren el paso a la Vega de Granada, en Castril. Más aún, en Íllora, luego en el mismo Montefrío, la iglesia, que parece que se situaba en la parte superior, en el castillo26, pasó a la zona extramuros. 24 Boletín Arkeolan, 14, 2007 Malpica Cuello, Antonio, «Las villas de la frontera granadina y los asentamientos fortificados de época medieval». Acta historica et archaeologica mediaevalia, 20-21 (1999-2000), pp. 279-320. 26 357 Antonio Malpica Cuello, José María Martín Civantos Foto 2. Parte cristiana de la villa de Montefrío, en donde se ve la primera iglesia construida en ella. Foto 3. Villa de Moclín en la que se observa la existencia de dos partes diferenciadas: la alcazaba en el espacio superior y la villa en el inferior. En esta última se encuentra la iglesia que fue edificada tras la conquista castellana. 358 Boletín Arkeolan, 14, 2007 LAS VILLAS NUEVAS MEDIEVALES DEL REINO DE GRANADA (SIGLO XV-COMIENZOS XVI) Asistimos a una transformación evidente en todos los casos conocidos. El resultado final fue la pérdida de entidad de la zona fortificada y el crecimiento del núcleo fuera de ella. No obstante hubo villas que continuaron, y aún lo están, ocupadas, con un desarrollo hacia el exterior. Es lo que se percibe en Iznalloz y Colomera. La solución más común consistió en crear un núcleo nuevo en el espacio inmediato a la fortaleza, quedando ésta en su globalidad como un reducto sin funciones, salvo por lo que respecta a las iglesias. Ese asentamiento fue hecho seguramente en algunos casos sobre una base anterior no siempre suficientemente desarrollada. Hay ejemplos incluso de abandono total del espacio fortificado y de creación de la nueva población relativamente lejos de él, como se aprecia en Píñar. Los ritmos de transformación no han sido medidos hasta la actualidad, pero en algunos casos fueron lentos y las creaciones de las poblaciones o su verdadera conformación se hizo tardíamente. Paralelamente el territorio se reestructuró. Las antiguas alquerías se redujeron, incluso algunas desaparecieron. Hubo un doble resultado. Por una parte el número de asentamientos rurales disminuyó; por otra, muchos pasaron a ser cortijos. El resultado final es que las villas se quedaron como núcleos secundarios reducidos y dependientes directamente de Granada. En otros puntos del reino la reducción de los núcleos habitados fue muy importante, como se aprecia en la costa granadina27. La opción que tomaron los castellanos fue la de ocupar los puntos más fuertes y desde ellos controlar a la población vencida, que incluso fue concentrada, en la medida de lo posible, en determinados puntos. En tal caso una villa como la de Salobreña se organizó como un asentamiento de características nuevas, en la que pernoctaban los cristianos de la zona. En Vera, considerada ciudad, hubo un traslado de su antiguo emplazamiento en el Cerro del Espíritu Santo a la zona llana, tras un terremoto. En suma, las antiguas villas se transformaron hasta el punto de quedar como centros secundarios de las ciudades, pero sin posibilidades de convertirse en centro urbanos. Su reducción en cuanto a la ocupación del espacio anteriormente habitado, incluso su salida del recinto amurallado, parece general, como lo fue la disminución de los habitats rurales. Hubo, por lo demás, fundaciones nuevas de villas, pero muy escasas. Son los casos de Santa Fe y de la Puebla de D. Fadrique que pasamos a estudiar. *** 2. Ejemplos de las raras villas nuevas fundadas por cristianos en el reino. c. Santa Fe. Santa Fe es el campamento creado por los Reyes Católicos para el asedio de Granada en 1491. En su origen, pues, no nació como una villa nueva para poblar y organizar un territorio, sino como una estructura de carácter militar. Sin embargo, una vez rendida la ciudad y conquistado el reino, el lugar permaneció y se pobló, pasando a convertirse en una villa con un territorio propio. Pero este espacio se encontraba ya poblado y estructurado previamente, por lo que su constitución en villa supuso una alteración en los términos de las alquerías y el sistema hidráulico de la Vega de Granada. En las inmediaciones del solar en el que se construyó y se ha desarrollado la ciudad es muy posible que se encontrara un asentamiento previo de época nazarí, la alquería del Gozco, aunque su ubicación exacta es desconocida28. A mediados del siglo XIV, Ibn al-Jatib29 realiza una detallada descripción del poblamiento de la Vega de Granada. Su relato ofrece un panorama de ocupación densa y de una intensiva explotación agrícola. En total son más de trescientas las alquerías recogidas, aunque no todas serían del mismo tamaño, y al menos treinta almunias pertenecientes al patrimonio real. Ibn al-Ja™¶b, Iæãta f¶ ajbãr Garnã™a. Ed. ‘Inan., El Cairo, 1973, vol. I pp. 134; Anónimo, Fragmento de la época sobre noticias de los Reyes Nazaritas o Capitulación de Granada y emigración de los andaluces. Larache, 1951, p. 43; Seco de Lucena, Luis, Topónimos árabes identificados. Granada, 1974, p. 45; Jiménez Mata, M. Carmen, La Granada Islámica. Granada, 1990, p. 199. 29 Ibn al-Ja™¶b, Iæãta…, pp. 131 y ss. 28 27 Malpica Cuello, Antonio, «La emigración al norte de Africa de los moriscos de la costa del corregimiento granadino y de la taha de Suhayl, después de su conversión». Cuadernos de la Biblioteca Española de Tetuán. 19-20 (junio-diciembre, 1979), pp. 307-336. Boletín Arkeolan, 14, 2007 359 Antonio Malpica Cuello, José María Martín Civantos En las proximidades del lugar donde se fundó la villa de Santa Fe, más o menos en lo que actualmente es su término municipal, existían varios asentamientos andalusíes. De ellos tenemos constancia no sólo a través de las fuentes escritas, sino también de algunos restos arqueológicos, aunque éstos sean escasos. Además del mencionado lugar del Gozco (Gutqu), en el lugar que hoy ocupa el anejo de El Jau se encontraba la alquería de Saws30. En el linde del término se encontraría la alquería de Wakar o (Huécar)31. También se mencionan las almunias de Aynalabrax32 y Aboalí33, de propiedad real, y el cortijo o huerta de Juceila34. Ya antes de la fundación de Santa Fe se habían producido distintas incursiones castellanas a esta zona de la Vega. La primera expedición del rey Fernando aconteció en 1483 y queda reflejada en los escritos de varios cronistas, entre ellos los del marqués de Cádiz y a Fernando del Pulgar. El primero dice: go derribar la torre que dice del Huecar, que estaba ayuxo, baxo del Real35. En 1486 se produjo una nueva incursión por la misma zona y se realizó una nueva tala. Unos años después, en 1490, durante otra campaña cristiana se asaltó la cercana Torre de Roma36. Finalmente, en 1491 se decidió poner cerco definitivo a Granada y, tras pasar por Montefrío, Íllora y Pinos Puente, las tropas castellanas acamparán en la Vega, creando una estructura temporal junto a la alquería del Gozco. Este primer asentamiento, llamado Real de la Vega, era un espacio acotado con fosos o trincheras rellenos de las aguas derivadas de las acequias, y probablemente protegido por un talud y una empalizada. Al interior se encontrarían las tiendas y otras estructuras donde se alojó el ejército cristiano: Y otro día de mañana el Rey se vino con toda su jente hasta el Goço, que es poco más de legua y media de la ciudad de Granada y un quarto de legua del río Jenil. Y allí mandó asentar su real, muy ordenado; y lo hiço cercar de cavas muy hondas, y en ellas sus puentes para las entradas y salidas de las jentes. Y cada uno procuró de hacer dentro de aquel sitio sus choças y ramadas, debaxo de do pudieron37. Otro dya, sábado siguiente por la mañana, se asentó el Real a los Ojos del Huecar y los peones fueron este dya con el fardaje al Real e con las batallas de los caballeros…El lunes e martes siguientes demandó el Rey al secretario Francisco de Madrid que tomase a su car- Ibn Sa’¶d, Al-Mugrib f¶ hula al-Magrib. Ed. Sawqi Dayf. El Cairo, 1955, vol. II, p. 123; Ibn al-Ja™¶b, Iæãta..., pp. 134; Seco de Lucena, Luis, «Versiones árabes de topónimos de origen latino», Miscelánea de Estudios dedicados al profesor Antonio Marín Ocete. Granada, 1974, vol. II, pp. 1001-1009, p. 1004; Jiménez Mata, M. Carmen, La Granada Islámica, p. 259. 31 Ibn al-Ja™¶b, Iæãta…, pp. 131-136; Anónimo, Hechos del condestable don Miguel Lucas de Iranzo. Ed. Carriazo y Arroquia, Juan de M. Madrid, 1940, p. 80; Seco de Lucena, Luis, Topónimos árabes identificados, p. 47; Espinosa Cabezas, Ángel, Santa Fe. Aproximaciones geográficas históricas. Santa Fe, 1995; De Paula Valladar, Francisco, Colón en Santafé y Granada. Estudio Histórico. Granada, 1892. p.38; Jiménez Mata, M. Carmen. La Granada Islámica, p. 278. 32 Ibn al-Ja™¶b, Iæãta…, p.131; Peinado Santaella, Rafael G., «Un espacio aristocrático: Propiedad, formas de explotación de la tierra y poblamiento en el sector occidental de la Vega de Granada a finales de la Edad Media», Fundamentos de Antropología, 6-7 (1997), pp. 232-244 p. 237; Jiménez Mata, M. Carmen. La Granada Islámica. p.82 y 139. 33 Ibn al-Ja™¶b, Iæãta…, p.131; Jiménez Mata, M. Carmen. La Granada Islámica. p.82, 85 y 124; Peinado Santaella, Rafael G., «Un espacio aristocrático…», p. 243. 34 Marín Ocete, Antonio, «Una obra poco conocida de Alonso de Palencia», Anales de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, 4-5(1929), pp. 93-111 p. 104. 30 360 Este Real se encontraba un kilómetro al este de Santa Fe, en el lugar que hoy ocupa el cementerio municipal. Sobre su solar se construyó luego la ermita de Santa Catalina gracias a una merced real concedida en 149438. “Relación de las cosas que pasaron en la entrada quel Rey nuestro Señor fizo en el reyno de Granada en el mes de junio deste presente año (1483)”, cita de Valladar, Francisco de P., Colón en Santa Fe…, p. 38. Citado también por Lapresa Molina, Eladio, Santafé, historia de una ciudad del siglo XV. Granada, 1979, p.25, nota 19. 36 Anónimo, Fragmento de la época sobre noticias de los Reyes Nazaritas o Capitulación de Granada y emigración de los andaluces. Ed. Bustani, Alfredo y trad. Quirós, Carlos. Larache, 1951, p. 40; Anónimo: Crónica de Don Álvaro de Luna, condestable de Castilla, maestre de Santiago. Madrid, 1940, p. 124. 37 Santa Cruz, Alonso de, Crónica de los Reyes Católicos (Hasta ahora inédita). Ed. y est. Carriazo y Arroquia, Juan de M. Sevilla, 1951, tomo I, pp. 31 y 35-38. Veáse también Continuación de la Crónica de Pulgar por un anónimo. Ed. Rosell, Cayetano. BAE LXX Crónica de los Reyes de Castilla, III. Madrid, 1953, pp. 515-516. 38 Archivo de la Real Chancillería de Granada, sala 3, leg. 978, piez. 4 y Lapresa Molina, Eladio: Santafé…, pp. 209211. 35 Boletín Arkeolan, 14, 2007 LAS VILLAS NUEVAS MEDIEVALES DEL REINO DE GRANADA (SIGLO XV-COMIENZOS XVI) Sin embargo, este campamento se incendió a causa de una vela que prendió la tienda de la reina Isabel el 14 de julio de 149139. Este fue uno de los motivos que movió a los Reyes Católicos a la erección de un asentamiento más estable y seguro. Surgió así Santa Fe de la voluntad de permanecer cerca de Granada y prolongar el asedio el tiempo que fuera necesario. Es posible que el proyecto de levantar la villa fuera anterior al incendio y motivado por el curso de los acontecimientos. Como afirma Hernando del Pulgar: …Visto que el cerco se dilataba y que los moros estaban firmes, é que cada dia salian á las escaramuzas y á resistir las talas que se hacian, y que el invierno se acercaba, tuvieron por dificultoso de poder sostener el Real, principalmente por la falta de bastimientos […] Paresciéles cosa muy dificultosa é casi imposible la permanencia en el Real, é por este respecto, habido su consejo, mandaron hacer una villa de muy buena cerca é muy buenas cavas, é con muy buenos baluartes é con sus traveses, é todo lo que era mas necesario para que pudiesen defensar é sostenerse junto al mismo Real é casi dentro de él…40. De hecho, algunos documentos fechados en los meses de enero y marzo de aquel año indican la intención de crear una villa desde el comienzo del asedio a la capital41. En el mismo sentido ha de entenderse una carta del rey católico al concejo de Sevilla, fechada en abril, ordenándole que envíe cincuenta pares de bueyes, con carretas y yugos y con un hombre para cada uno que eran necesarios para la edificación de Santa Fe42. Bernáldez, Andrés, Memorias del reinado de los Reyes Católicos que escribía el bachiller Andrés Bernaldez, cura de los Palacios. Ed. y est. Gómez-Moreno, Manuel y Carriazo y Arroquia, Juan de M. Madrid, 1962, pp. 224232; Pulgar, Hernando del, Crónica de los Señores Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel de Castilla y Aragón escrita por su cronista Hernando del Pulgar cotejada con antiguos manuscritos y aumentada de varias ilustraciones y enmiendas. Ed. Rosell, Cayetano. BAE, LXX Crónica de los Reyes de Castilla, III. Madrid, 1953, pp. 510-511. 40 Continuación de la crónica…, pp. 515-516. 41 Carriazo y Arroquia, Juan de M., «Historia de la Guerra de Granada», en Historia de España, dirigida por Menéndez Pidal, R., tomo XVII, vol. I, Madrid, 1969, pp.812.. 42 El tumbo de los Reyes Católicos del concejo de Sevilla. Ed. Carriazo y Arroquia, Juan de M. Sevilla, 1971, tomo V, p. 224. 39 Boletín Arkeolan, 14, 2007 La construcción de una especie de ciudadela a espaldas del campamento del Gozco suponía una acción estratégica fundamental y la expresión de una voluntad firme de continuar el asedio y asentar el poder castellano en pleno corazón de la Vega. De esta manera, la presión sobre Granada no cejaría en el supuesto de que hubiera que abandonar la campaña sin haber conseguido el objetivo que se propusieron: la conquista definitiva de la capital nazarí. Pedro Martir de Anglería lo describe en una epístola: “El propósito de construir esta pequeña ciudad fue para que en el caso de que tuvieran que retirarse sin haber dado remate a la empresa, quedaran allí guarniciones que día y noche hostigasen al enemigo y no lo dejaran vivir tranquilo ni sembrar nada.”43 Por otra parte, la erección de la Santa Fe tiene también un marcado carácter simbólico. El propio nombre dado a la villa es explícito en este sentido. La nueva población se erigió junto al Real de la Vega. Alonso de Palencia, afirma que el nuevo núcleo se edificó iuxta castra: Además con propósito de ulterior defensa se comenzó a construir junto al campamento el simulacro de una ciudad que había de perdurar con el nombre de Santa Fe44. El lugar exacto de su emplazamiento es el del casco histórico de la actual localidad de Santa Fe, donde se conserva la traza original de su planta rectangular y su urbanismo ortogonal. Para su construcción se empleó a un gran número de hombres con la finalidad de abreviar al máximo la duración de la obra. También con este objetivo y para economizar gastos se reaprovecharon los materiales de las alquerías y asentamientos del entorno que previamente habían sido destruidos. El anónimo nazarí recoge este extremo en su relato de la conquista: Vuelto el rey de Castilla a la Vega de Granada, acampó con su ejército en la alquería de Atqa, lugar en el cual emprendió la construcción de un gran recinto amurallado, al cual llamó Santafé. Empezó a destruir los 43 Mártir de Anglería, Pedro, Epistolario. Est. y trad. por López de Toro, José. Madrid, 1953, tomo I, pp. 165-168. 44 Marín Ocete, Antonio, «Una obra poco conocida…», p. 104. 361 Antonio Malpica Cuello, José María Martín Civantos poblados y a apoderarse de las herramientas de edificación en ellas existentes, las cuales transportaban en carros para utilizarlas en el pueblo que estaba levantando…45. La celeridad de la construcción es destacada por numerosos autores. Algunos coinciden en que en ochenta días estaba ya conformada. Según Pedro Martir «…fue tal el entusiasmo en el trabajo, que a los ochenta días quedaron terminadas las obras»46. Lo mismo afirma Alonso de Santa Cruz ya que se trabajaba … cudiciosos de loor y con mucha porfia, de día y de noche, hicieron los muros y torres y cavas y puertas, y otras cosas necesarias; todo dentro de ochenta días. Y así mesmo la población de casas47. F. de P. Valladar cita: Hiciesen de las tiendas casas, y se fundase una ciudad torreada y murada, con su caba y foso, con quatro puertas, y en medio la plaza de armas: y para que mas se acabasse, se repartió la fábrica y los concejos de las ciudades y maestrazgos, tomando cada uno por su cuenta la costa y el trabajo. En ochenta días se acordeló, y acabó una ciudad de quatrocientos pasos de largo, y trescientos y doze en ancho con torres, murallas y caba, poniendo cada ciudad en su cuartel el nombre de quien le fundó48. En cualquier caso, el esfuerzo realizado fue grande, al igual que la celeridad de las obras. Para ello, …porque más brevemente se edificase, sus altezas encomendaron y dieron encargo de la obra a las gentes de las ciudades de Sevilla, Córdoba, Jaén, Écija y Úbeda, Carmona, Xerez y Andujar, que son las principales de Andaluzía50. La configuración original de la ciudad ha sido ha sido estudiada por distintos investigadores a través de algunos documentos conservados. En primer lugar las crónicas y noticias escritas en momentos próximos a la fundación y generalmente relativas a la conquista de Granada, de los que ya hemos visto algunos ejemplos. En segundo lugar el Libro del Repartimiento de 149251 y, por ultimo, algunas fuentes iconográficas como el relieve del coro de la catedral de Toledo; el Diseño del río Genil de Granada (1751); el plano del Catrastro de la Ensenada (1752) y el plano de Quintillán (1780). Como ya hemos dicho, el plano de Santa Fe es un rectángulo atravesado por dos calles principales que comienzan y terminan en puertas y que se cruzan en la plaza central, que marcan un urbanismo ortogonal (Foto 4). Sin embargo, según el escudero real Francisco Layrine, … donde que asentaron Real que encomendaron a edificar la dicha cibdat estuvieron faciéndola cosa de siete meses e que aunque edificadaba guerreaban la dicha cibdat de Granada e vido este testigo que cuando tomaron a Ganada e la entregaron a los Reyes Católicos aún no era acabada la dicha cibdat de Sancta Fee pero en breve se acabó, después que se ganó…49. Anónimo, Fragmento de la época…, pp. 43-44. Mártir de Anglería, Pedro, Epistolario…, pp. 165-167. 47 Santa Cruz, Alonso de, Crónica de los Reyes Católicos, Ed. y est. Carriazo y Arroquia, Juan de M., Sevilla, 1951, tomo I, pp.31 y 35-38. 48 Valladar, Francisco de Paula, Colón en Santafé y Granada. Estudio Histórico. Granada, 1892, p.39. 49 Relación sacada por parte del Concejo, Justicia y Regimiento de la ciudad de Granada en el pleito que trata con la villa de Santa Fe. Año 1521, en Lapresa Molina, Eladio, Santafé…, p.38. 45 46 362 Marineo Sículo, Lucio, Vida y hechos de los Reyes Católicos. Madrid, 1943, p. 130. 51 Publicado y estudiado por Peinado Santaella, Rafael G., La fundación de Santa Fe (1491-1520), Universidad de Granada, 1995. 50 Boletín Arkeolan, 14, 2007 LAS VILLAS NUEVAS MEDIEVALES DEL REINO DE GRANADA (SIGLO XV-COMIENZOS XVI) Foto 4. Vista aérea del núcleo de Santa Fe. Se distingue la ordenación ortogonal del espacio urbanizado. Ejemplos de poblaciones españolas con un trazado reticular no faltan. Se ha dicho que el precedente más cercano a Santa Fe es Briviesca (Burgos), pero también Villa Real (Castellón) o Puerto Real, en Cádiz, fundada por los Reyes Católicos en 1483. En realidad, el modelo es romano, con un cardus y un decumanus que estructuras el espacio interno de la ciudad. En el caso de Santa Fe, la calle Real (decumanus), que discurre de este a oeste, no es simétrica respecto al perímetro, puesto que la atraviesa longitudinalmente en un tercio, el superior. Al sur, la calle Larga, corre paralela por el tercio inferior. En ambos extremos de los lados largos, corren las Rondas de Belén y de Sevilla que corrían junto a la muralla. El resto de las vías se organizan de norte a sur. En la plaza de armas central confluían simbólicamente los poderes eclesiástico, local y regio representados en los edificios destinados a iglesia, sede del Cabildo y Casa Real. La Casa Real se localizaría en el solar que hoy ocupa la casa parroquial, que fue a su vez originariamente el nuevo hospital construido en el siglo XVIII. Boletín Arkeolan, 14, 2007 Además de estos edificios, en el Libro del Repartimiento se habla de la existencia de un hospital. Se encontraba, donde ahora se encuentra el coro y la capilla mayor de la colegiata del siglo XVIII, construida tras la demolición de la primera iglesia y el solar contigo a la misma. Es conocido gracias a un documento localizado en el Archivo Histórico Nacional donde se refiere la demolición del hospital cuando se inicia la construcción del nuevo templo52. Por su carácter militar y su situación en una zona muy llana y sin protección natural, la construcción de Santa Fe exigió una protección artificial. Prácticamente no han llegado hasta nosotros elementos del sistema defensivo del campamento original, si Proyecto y presupuesto de reparación de la antigua colegiata de Santa Fe. 20 de octubre de 1764. Archivo Histórico Nacional. Consejos, Patronato, Leg. 17092, cita de Álvarez García, José Javier et al., Carta arqueológica de Santa Fe. Inédito, p. 34. Recientemente se ha llevado a cabo una intervención arqueológica de urgencia en el solar posterior a la iglesia cuyos resultados por el momento permanecen inéditos. 52 363 Antonio Malpica Cuello, José María Martín Civantos excluimos las cuatro torres muy transformadas por reformas posteriores. El núcleo fue rodeado con una muralla almenada con torres, con un perímetro total de la muralla sería de mil cuatrocientos veinticuatro pasos (unos 1190 m.)53. En él se abrían las cuatro puertas; una en cada lateral. Las torres, de planta cuadrangular, serían un total de dieciséis según cuenta Antonio de Lalaing, Señor de Montigny54, que visitó Santa Fe en 1501: Destacaría de entre todas ellas, la conocida como Torre de Santiago, estaría situada en el ángulo noreste de la cerca mirando hacia Granada. Circundando el muro se encontraba la cava, un foso que se llenaba con agua procedente de las acequias que regaban los terrenos próximos. Por último, el sistema se completaba con unos baluartes semicirculares que defendían los puentes de acceso a las puertas (Foto 5). ...tiene cuatro puertas y dieciséis torres alrededor de las murallas. Los fosos hechos de tierra seca, son muy profundos. Foto 5. Gráfico en el que se recoge la primitiva muralla y foso de la villa de Santa Fe. García Pulido, L. J. y Orihuela Uzal, Antonio, «Nuevas aportaciones sobre las murallas y el sistema defensivo de Santa Fe», Archivo Español de Arte, tomo. LXXVIII, nº 309 (2005), pp. 23-43 p. 8. 54 De Lalaing, Antonio, «Primer viaje de Felipe el Hermoso a España en 1501», ed. y est. García Mercadal, José, Viajes de extranjeros por España y Portugal: desde los tiempos más remotos hasta comienzos del siglo XX. Valladolid, 1999, tomo I, p. 443. 53 364 Boletín Arkeolan, 14, 2007 LAS VILLAS NUEVAS MEDIEVALES DEL REINO DE GRANADA (SIGLO XV-COMIENZOS XVI) De nuevo las referencias en las crónicas coetáneas son numerosas. Así, Pedro Martir describe una ciudad —pues aunque pequeña así quieren que se llame—, acotada con un surco. Es de cuatrocientos pasos de larga por trescientos doce de ancha. Tiene murallas almenadas, fosos, defensas y fuertes torres. Su forma es casi rectangular, dejando una plaza en el centro. En cada uno de sus cuatro lados se ha dejado una puerta55. La continuación de la Crónica del Pulgar afirma que los reyes «…mandaron hacer una villa de muy buena cerca e muy buenas cavas, e muy buenos baluartes….»56. Por último, Andrés Bernáldez insiste en que «se cercó el real muy bien de paredes e cavas, como lo tenía por costumbre en los otros cercos…»57. Respecto a los baluartes, conocemos incluso el nombre del ingeniero que los construyó gracias a una carta fechada en 1497. En ella, Fernando el Católico se dirige a Ramiro López en los siguientes términos: «…que el baluarte de la puerta principal no sea cuadrado, salvo ala manera de los de Santa Fe que vos hisystes…»58. La reciente identificación del relieve de la sillería del coro de la catedral de Toledo como Santa Fe59, ha permitido poder trazar con mayor detalle las características de la nueva villa levantada por los Reyes Católicos. La sillería, realizada en 1495, ofrece una representación coetánea y aparentemente realista. Sin embargo, son muchas las dudas que se plantean sobre la configuración del núcleo. La propia existencia de los baluartes no está documentada en el Libro del Repartimiento, donde sí se habla de otras estructuras defensivas utilizadas como referencias geográficas para situar huertas sorteadas entre los pobladores. Tampoco sabemos nada sobre el sistema constructivo empleado ni los materiales utilizados en su factura, ya que hasta la fecha no se ha realizado ninguna in- Mártir de Anglería, Pedro, Epistolario, pp.165-168. Continuación de la Crónica…, pp. 515-516. Bernáldez, Andrés, Memorias del reinado…, pp. 224232. 58 Archivo General de Simancas, Cámara, Libro de Cédulas, número 2/2, folio 105. Recogido en García Pulido, L. J. y Orihuela Uzal, Antonio, «Nuevas aportaciones…», p. 11. 59 García Pulido, L. J. y Orihuela Uzal, Antonio, «Nuevas aportaciones…» 55 56 57 Boletín Arkeolan, 14, 2007 tervención arqueológica sobre el recinto defensivo60. Algún documento parece indicar que se utilizaron materiales de los poblados musulmanes cercanos, pero no se habla de tapias, ni de ninguna otra técnica o material. Desde luego, la imagen de la villa reflejada en la catedral de Toledo resulta imponente y tal vez exagerada a juzgar por la reconstrucción realizada por Pulido y Almagro a partir de esos datos61. Por otra parte se llegado incluso a afirmar que la muralla de Santa Fe no era tal, sino una simple empalizada. Ginés Pérez de Hita dice al respecto: Las torres y muros eran de madera todo y luego por encima cubiertos de lienzo encerado que parecía una blanca y firme muralla, toda almenada y torreada, que era cosa de ver, que no parecía sino labrada de una fuerte cantería62. Tal vez se recurriera a una solución híbrida63 entre el tapial y la empalizada de madera constituida por bloques de tierra prensada con paja, cantos rodados y algo de cal, con un encofrado perdido de madera a ambas caras, conformado por troncos de árboles clavados en vertical. Esta estructura habría sido recubierta de mortero de cal que le conferiría rigidez y uniformidad, de tal forma que vista de lejos pareciera una obra mucho más sólida. Respecto a la distribución y tipología de los edificios tampoco existe unanimidad64. Recientemente, M. A. Fernández ha criticado el uso del Libro del Repartimiento y el plano de Quintillán parar establecer de modo fiable la organización original de la villa65. Su estudio se basa fundamentalmente en los relatos cronísticos y el estudio métrico de la trama. Aunque su estructura espacial no habría cambiado, si lo habrían hecho los edificios que originalmente estarían cons- Álvarez García, José Javier et al., Carta arqueológica…, p. 44. 61 García Pulido, L. J. y Orihuela Uzal, Antonio, «Nuevas aportaciones…» 62 Pérez de Hita, Ginés, Historia de los bandos Zegríes y Abencerrajes (primera parte de las guerras civiles de Granada). Ed. facsímil. Est. Corre Rodríguez, Pedro y ed. Blanchard-Demouge, Paula. Granada, 1999, p. 280. 63 Espinosa Cabezas, Ángel, Santa Fe. Aproximaciones geográficas históricas. Santa Fe, 1995, pp.119 y ss. y García Pulido, L. J. y Orihuela Uzal, Antonio, «Nuevas aportaciones…», pp. 36-37. 64 Espinosa Cabezas, Ángel, Santa Fe… y Lapresa Molina, Eladio, Santafé… 65 Fernández Aparicio, Miguel Ángel, Santa Fe, Modelo Urbano. En prensa. 60 365 Antonio Malpica Cuello, José María Martín Civantos tituidos por grandes pabellones, donde se ubicarían la caballería, la artillería y las tropas del rey, además de las casas compartimentadas para capitanes, nobles y cortesanos. La existencia de los pabellones lo denota el aspecto alargado de las manzanas, principalmente en los barrios situados al Sur de la calle Real, donde, como señaló el escribano Antón de la Barrera, se les encomendó a dichas ciudades la construcción de los pabellones de las tropas cristianas. La descripción de Pedro Mártir parece coincidir con esta idea: «Se han levantado edificios con capacidad para acoger a las tropas correspondientes a ellas en el único piso que tienen.»66 Distinta es en cambio la fisonomía de las manzanas situadas al norte de la calle Real, donde estuvieron ubicadas las casas de los señores como indican algunos apuntes que aparecen en el Libro del Repartimiento67. Una vez finalizada la Guerra de Granada, Santa Fe se constituyó en una villa, lo cual provocó un proceso de deslinde de términos y derechos de aguas no exento de conflictos y también de repoblación y reparto de los bienes y heredades de Santa Fe68. Este hecho hubo de suponer transformaciones en los inmuebles del núcleo urbano, que habrían de adaptarse no a una guarnición militar, sino a una población dedicada fundamentalmente a la agricultura. El responsable del repartimiento designado por los reyes fue Diego Fernández de Iranzo, sobrino del condestable don Miguel Lucas de Iranzo y alcaide de Iznalloz (Granada). El fue también el encargado de las empresas repobladoras de Loja (1488), Guadix y Fiñana (1495). Para el repartimiento, se dividió la ciudad en tres zonas denominados cuartos: el de Córdoba, el de Jaén y el de Jerez. El primero situado entre la muralla Norte y la calle Real, los otros dos, al Sur de la calle Real, separados entre sí por la plaza y la calle Isabel la católica. El de Jaén se encontraba Oeste y el de Jerez al Este. El proceso urbanístico se inicia a partir de las construcciones que dejaron los participantes en el asedio de Granada. En total se contabilizaron ciento quince casas y treinta y una naves, cuyas características nos es imposible conocer. De entre estas construcciones destacaba la Casa Real, lugar que ocuparon los Re- Mártir de Anglería, Pedro, Epistolario, pp. 165-168. Peinado Santaella, Rafael G., La fundación…, pp. 109300. 68 Peinado Santaella, Rafael G., La fundación… yes Católicos y que se ubicaba en el ángulo Suroeste de la plaza central. Estas construcciones se irán reutilizando según las necesidades de la nueva población, bien remodelándose, bien construyendo nuevas viviendas. La villa, se iría organizando, renovándose, pero siempre siguiendo la trama original, que será respetada casi en su totalidad. La falta de información que constate la existencia inicial de las pequeñas plazoletas dispersas actualmente en el caso antiguo, y que ya existían en el plano de Quintillán del siglo XVIII, permiten deducir que surgieron tras el derribo de edificaciones deshabitadas69. Durante el siglo XVI se edificarán la Iglesia y el Hospital, elementos que ya estaban presentes en el campamento militar. La iglesia se comenzó a edificar en 1510 en un solar contiguo a la Casa Real. El hospital se levantó justo al Oeste del templo, bajo la campilla mayor de la actual iglesia parroquial. En el siglo XVII, la ciudad comienza a expandirse fuera del recinto amurallado. Surgirán los primeros arrabales poblados con nuevas gentes que acuden a Santa Fe. Las puertas de la ciudad son reformadas, cubriéndolas con cúpulas, y se convertirán en oratorios dedicados a las advocaciones marianas (Belén, Rosario, Carmen y Dolores) que darán una nueva fisonomía al pueblo. Seguramente aparecerán en este momento algunos espacios nuevos como plazas o calles presentes posteriormente en los planos del siglo XVIII, pero que no alteraran sustancialmente la trama original. En cambio, en el siglo XVIII Santa Fe entrará en los planes de los ilustrados y se producirán algunos cambios importantes. Se construirá entonces la cárcel, el nuevo hospital, el edificio del pósito, el ayuntamiento y una nueva iglesia alrededor de la antigua plaza de armas. Las murallas ya se habían arruinado casi en su totalidad, aunque permanecería aún en pie la Torre de Santiago, mencionada en documentos de la época. La cava o foso será objeto de distintas remodelaciones. En 1806, un devastador terremoto causó graves destrozos en la población y en buena parte de la provincia. Se llegó a pensar incluso en abandonar la población y edificarla de nuevo, pero finalmente se optó por la reconstrucción. Estas obras conllevaron el derribo definitivo de los restos que aún quedaban de la muralla y el allanamiento de la cava. 66 67 366 69 Fernández Aparicio, Miguel Ángel, Santa Fe…en prensa. Boletín Arkeolan, 14, 2007 LAS VILLAS NUEVAS MEDIEVALES DEL REINO DE GRANADA (SIGLO XV-COMIENZOS XVI) d. Puebla de Don Fadrique. Muy distinta es la situación y el proceso en La Puebla de Don Fadrique, de la que además tenemos mucha menos información (Foto 6). Ubicada en el extremo nororiental de la actual provincia de Granada, durante época nazarí fue un territorio fronterizo escasamente poblado, entre Murcia y los dominios de la Orden de Santiago en las Sierras de Segura y Cazorla. Las sierras de Castril, La Sagra, Orce, María y las Estancias conforman por si mismas una frontera natural frente a los territorios murcianos y jiennenses. Concretamente, el extremo septentrional donde hoy se encuentra la Puebla era conocido en época nazarí como la Bolteruela, un amplio espacio aparentemente despoblado. Foto 6. Puebla de Don Fadrique. Esquema del casco antiguo e iglesias. Boletín Arkeolan, 14, 2007 367 Antonio Malpica Cuello, José María Martín Civantos En 1488 se rindió definitivamente Huéscar tras la caída de Vera y toda una serie de alquerías del sector oriental del reino. Sin embargo, hasta la conquista de la ciudad de Baza al año siguiente no se produjo un efectivo control del territorio que dependía de este núcleo. Las capitulaciones suponen un cambio en la política de los Reyes que suponían una cierta benignidad para con los vencidos. Sin embargo, esto no impedirá que de forma casi inmediata se comience a fraccionar el territorio para concederlo en señorío a una serie de nobles70. La finalidad, además de pagar con mercedes los servicios prestados, era la de consolidar estos territorios bajo dominio castellano y comenzar el proceso de repoblación de todo este área. Al igual que ocurriera en Santa Fe, la reorganización del espacio no estuvo exenta de problemas, especialmente para la ciudad de Baza, que vio como su territorio mermaba progresivamente. Así, ya en 1488 las localidades de Castilléjar y Cortes de Baza son donadas a dos mudéjares colaboracionistas que habían ayudado a la conquista de la zona nororiental del reino nazarí. Hernando de Zafra, secretario de los Reyes Católicos, recibió la villa de Castril en 1490. Orce y Galera son donadas en 1492 al mayordomo mayor de los Reyes Católicos Don Enrique Enríquez. No obstante, en 1495, Castilléjar, Cortes de Baza, Orce y Galera pasarán a manos del Condestable de Navarra. Efectivamente, el Conde de Lerín, Don Luis de Beaumount, recibió como prenda por sus posesiones navarras, los términos de Huéscar, los Vélez, Zújar, Freila, Las Cuevas y Castilléjar, aunque más tarde se le concedió la villa de Huéscar como señorío mientras viviese. Este hecho provocó las protestas de los habitantes de la localidad, que en las capitulaciones había de quedar como realengo. A su muerte en 1508 la villa pasó de nuevo a la Corona, que le concedió en 1509 el título de ciudad. Sin embargo, esta situación durará bien poco, ya que será entregada de nuevo y de manera definitiva en 1513, junto con Castilléjar, al duque de Alba71. La donación a Don Fadrique de Toledo se produjo por los muchos méritos prestados al rey Fernando, su primo, en especial en la ocupación del reino de Pamplona en 1512. Alfaro Baena, Concepción, La formación de un señorío en el reino de Granada. El repartimiento de Castril de la Peña, Granada, 1998, pp. 53-54. 71 A. G. S. R. G. S., IV-1497, fol. 260, cita de Alfaro Baena, Concepción, La formación..., pp.57-59. 70 368 En realidad desconocemos cuando se produce la fundación de la Puebla de Don Fadrique y si esta se realiza ex novo sobre un lugar completamente deshabitado. Es posible que antes de que se produjera la fundación, o al menos antes de que tuviera lugar la repoblación y repartimiento existiera un pequeño núcleo denominado la Bolteruela. Así se desprende de algunas referencias como la de la provisión del duque haciendo válidas las franquezas de Castilléjar y Huéscar al lugar de Bolteruela: «e a las franquezas de Huesca e Castilleja de los nuevos vecinos las estiende al dicho lugar de Bolteruela»72. De hecho, antes del inicio de la repoblación Bolteruela contaba con unos veinticinco habitantes. Así lo afirma un testigo de avanzada edad en 1560: Sobre este testigo que el dicho lugar de la Puebla a sydo y es aldea desta dicha cibdad de Guesca desde el principio que se començó a poblar porque este testigo se acuerda de cuando se començó a poblar que no avía en dicha aldea más de çinco o seys vecinos73. En realidad no nos es posible por el momento determinar si se trataba originalmente de una pequeña alquería o si el primer asentamiento se realizó en época del señorío del conde de Lerín. A favor de la primera opción está el hecho de que el topónimo Bolterurela o Volteruela sea conocido desde época nazarí. Sin embargo, hay elementos que nos permiten hablar de una clara influencia navarra en la localidad, como algunos de los elementos del folklore, la devoción por las Santas patronas Nunilón y Alodia o, como algunos poblatos afirman, la sorprendente cantidad de apellidos norteños como Carricondo, Corcostegui, Iriarte, Irigaray, Sola, Trucarte y los numerosos Navarro. El proceso repoblador comenzó poco después de la toma de posesión de la zona por parte de Don Fadrique y puede considerarse un éxito ya que a mediados del s. XVI la localidad contaba ya con una población de quinientos vecinos, es decir, aproximadamente unas dos mil quinientas personas. Así lo cuenta el mismo testigo: 72 Archivo de municipal de la Puebla Don Fadrique (sin catalogar). Documento fechado antes de 1523. Cita de Rubio Lapaz, Jesús, Arte e Historia en Puebla de Don Fadrique. Granada, 1993, p. 56. 73 Ar. Ch. Gr. 3-1496-11, cita de Rubio Lapaz, Jesús, Arte e Historia…, p. 56. Boletín Arkeolan, 14, 2007 LAS VILLAS NUEVAS MEDIEVALES DEL REINO DE GRANADA (SIGLO XV-COMIENZOS XVI) Que por virtud del ilustrísimo y muy excelente señor Duque de Alba, marqueés de Coria, el mi señor tenía el y sus predecesores de quarenta y más años a esta parte desde que el dicho lugar se pobló74. Será el 9 de noviembre de 1525 cuando Don Fadrique de su nombre a la localidad de Bolteruela, que pasará a denominarse a partir de entonces Puebla de Don Fadrique75. De todas formas, el núcleo siguió siendo una aldea dependiente de Huéscar, aunque otorgara algunas facultades al Concejo como la de elegir escribanía pública o aumentara la capacidad del alcalde otorgándole quinientos maravedis76. Con el aumento de la población hubieron de realizarse obras para acondicionar las infraestructuras, tanto el arreglo de los caminos que comunicaban la población como de las dos fuentes que abastecían de agua77. La iglesia principal se comenzó a construir en la década de 152078. Sus dimensiones son considerables y sin duda desmesuradas para la población que en ese momento tenía la localidad. La explicación para este hecho podría estar no tanto en las previsiones del proceso repoblador iniciado entonces como en la rivalidad entre el arzobispado de Toledo y el obispado de Guadix por controlar este territorio, que provocó una fuerte inversión y actividad constructora por parte de la sede primada. En 1525 se fundó un pequeño hospital gracias a la donación de un vecino llamado Juan Ochoa79. Posteriormente, en 1568 se levantó una nueva iglesia, la de San Antonio Abada y en 1612 el convento de los Franciscanos Descalzos hoy desaparecido. Poco podemos decir de la planta original de la población. A juzgar por la estructura del casco antiguo, su organización debía de ser regular. La forma es alargada y se adapta a las curvas de nivel de la ladera sobre la que se encuentra. Aparentemente, la iglesia mayor está descentrada, quedando ya fuera del núcleo primitivo. Sin embargo, la de San Antón está emplazada en el casco histórico, dando la impresión de que hubiera sido esta la primitiva iglesia del pueblo. Ar. Ch. Gr. 3-1496-11, cita de Rubio Lapaz, Jesús, Arte e Historia…, p. 56. 75 Archivo de municipal de la Puebla Don Fadrique (sin catalogar). Documento fechado en 1525. Cita de Rubio Lapaz, Jesús, Arte e Historia..., p. 58. 76 Ar.Ch.Gr. 3-1496-11, cita de Rubio Lapaz, Jesús, Arte e Historia…, p. 57. 77 Ar.Ch.Gr. 3-1496-11, cita de Rubio Lapaz, Jesús, Arte e Historia…, p. 56. 78 Rubio Lapaz, Jesús, Arte e Historia…, pp. 110 y ss. 79 Archivo de Protocolos de Granada (sin catalogar), cita de Rubio Lapaz, Jesús, Arte e Historia…, p. 59. 74 Boletín Arkeolan, 14, 2007 369