La esposa del mendigo

Transcripción

La esposa del mendigo
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La esposa del mendigo
Adaptación bajo propiedad intelectual de Mike Peterson, 2004
Capítulo Uno
Había una vez un anciano rey que tenía una sola hija. Él estaba muy deseoso de que su hija se casara pero, si bien ella era
más bonita de lo que las palabras pudieran expresar, también era tan orgullosa y tan descortés que ningún hombre que se
acercara a cortejarla le resultaba agradable. Despedía a todos sus pretendientes, uno tras otro, y hasta se burlaba de ellos en
sus propias caras.
Un día, su padre organizó una magnífica fiesta e invitó a todos los hombres jóvenes y solteros de la realeza o de la nobleza,
provenientes de tierras cercanas y de tierras lejanas. Luego de la fiesta, los ordenó en una fila, según su jerarquía: primero los
reyes, luego los príncipes, seguidos de los duques, los condes, y los barones.
El padre le pidió a su hija que se paseara por delante de toda la fila y que eligiera a su futuro esposo. Sin embargo, la
princesa, con actitud altiva, encontró un defecto en cada uno de los hombres.
El primero era demasiado gordo. “¡Eres muy regordete, rechonchito y demasiado gordito!” le dijo de forma burlona.
El siguiente era demasiado alto. “¡Alto y flaco, muy serio y parco!”
El tercero era demasiado bajo. “¡Enanito y robusto! ¡No eres lo que busco!”
El cuarto era demasiado pálido. “¡Qué espanto! ¡Jamás me caso con un fantasma tan blanco!”
El quinto hombre era algo jorobado y tampoco le agradaba. “¡No pienso elegir a un bastón torcido y encorvado!”
Así prosiguió paseándose por la fila y haciendo comentarios insolentes. Pero guardó la burla más selecta para un joven
rey, que maravillaba al mundo entero con su elegancia y su fuerza, pero que tenía una nariz un poco puntiaguda.
Él le hubiese pedido que fuera su reina, pero ella se apartó de su lado bruscamente y siguió de largo, diciéndole en rima:
“¡No pienso escuchar a un tontorrón que tiene la nariz como pico de halcón!”
A partir de ese momento, a este rey siempre lo llamaron Rey Pico de Halcón.
Cuando el anciano rey vio que su hija tan sólo se burlaba de todos sus finos pretendientes, se puso muy furioso. “¡Juro
por mi barba que será su esposo el primer mendigo que se acerque a nuestra puerta de entrada!” dijo el Rey.
A los pocos días, un cantante ambulante de baladas se detuvo debajo de una de las ventanas del castillo y cantó sus
mejores canciones, esperando a cambio alguna limosna. Cuando el rey lo oyó, dijo: “¡Hagan entrar a ese hombre y tráiganlo
aquí!”
De modo que el hombre fue llevado hasta el rey. Estaba vestido con harapos, caminaba encorvado y tenía el cabello
despeinado y largo, con bigotes que casi ocultaban su rostro. Les cantó al rey y a la princesa todas las baladas que sabía;
luego extendió su sombrero raído para recolectar monedas de cobre o quizás alguna de plata.
El rey dijo: “Tu canto me ha complacido tanto que, en vez de una limosna, te daré a esta hija mía como esposa.”
La princesa gritó del asco y la aflicción. Pero el rey dijo: “Juré por mi barba que, como eres demasiado orgullosa con
tus pretendientes de la realeza, te casarías con el primer mendigo que se acercara a nuestra puerta. No es posible romper
el juramento.”
Cuando el rey quería, podía ser muy severo y las lágrimas de su hija no lo conmovieron. Trajeron al capellán de la corte
y éste casó a la princesa y al mendigo en ese mismo momento y lugar.
Y luego, aunque la princesa se agachó y se aferró a las rodillas de su padre, el rey la apartó de su lado. “Ahora eres una
mendiga y las mendigas no viven en palacios. ¡Vete con tu esposo!”
El cantante de baladas tomó a su esposa de la mano y la condujo hacia afuera del castillo. Y ella, que hasta entonces no
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había puesto ni un solo pie sobre el suelo, tuvo que irse con él caminando.
Llegaron a un hermoso y frondoso bosque y la princesa preguntó: “¿Quién es el señor de este bosque tan magnífico?”
Y el cantante de baladas cantó: “Pertenece al Rey Pico de Halcón. ¡Bien podría haber sido tuyo!”
“Ay, ¡me he comportado como una tonta vanidosa! ¡Hoy podría ser la esposa de ese rey con tanta gloria!”
Un momento más tarde, llegaron a una extensa pradera y ella volvió a preguntar, “¿Quién es el señor de estas praderas
tan extensas?”
“Pertenecen al Rey Pico de Halcón, ¡quien deseaba ser tu esposo de todo corazón!”
“Ay, ¡me he comportado como una tonta vanidosa! ¡Hoy podría ser la esposa de ese rey con tanta gloria!”
Luego pasaron por un gran pueblo y ella volvió a preguntar: “¿Quién es el dueño de esta ciudad tan llena de vida?”
“Pertenece al Rey Pico de Halcón, ¡quien hubiera sido feliz de tenerte como esposa!”
“Ay, ¡me he comportado como una tonta vanidosa! ¡Hoy podría ser la esposa de ese rey con tanta gloria!”
“¡Ya es suficiente!” exclamó el mendigo. “¿Por qué deseas a otra persona como esposo? ¿No soy yo lo suficientemente
bueno para ti?”
Pero la pobre princesa, que siempre había tenido algo negativo que decir, no dijo una sola palabra. No volvió a hablar hasta
llegar a una casucha muy pobre, cuando gritó: “¡No puedo vivir en esta choza destruida, en esta cabaña! ¡Vive mejor el que
alimenta a los cerdos de mi padre por la mañana!”
El mendigo respondió: “Ésta es mi casa y ahora es tuya. Aquí viviremos juntos y espero que estés contenta.”
La puerta era tan bajita que la princesa tuvo que inclinar su cabeza altanera para poder entrar en la casa. Dentro de la
casucha, todo estaba oscuro y vacío.
“¿Dónde están los sirvientes?” preguntó ella.
“¡Sirvientes buscas!” dijo el mendigo riéndose. “¿Te olvidas de quién eres esposa? Si quieres algo, deberás hacerlo tú misma.
Enciende el fuego y pon agua a hervir para prepararme la cena. ¡Tengo hambre!”
La princesa no sabía cómo encender el fuego y ni siquiera cómo poner agua a hervir. Entonces, para poder comer, el cantante
de baladas tuvo que hacer todo con sus propias manos, que tampoco eran tan hábiles para la tarea.
No les tomó mucho tiempo comerse el pan negro y la sopa de repollo, que era todo lo que tenían para la cena. La cama era
de paja, con un tronco de madera como almohada, pero la princesa estaba tan cansada que durmió profundamente. Y hubiera
querido seguir durmiendo cuando el mendigo la hizo levantar al día siguiente. La mantuvo todo el día ocupada, limpiando la
miserable casa.
Actividades de capítulo uno:
1. Este cuento muy entretenido es especialmente agradable por las rimas que se utilizan en los diálogos. Para que
puedas apreciar mejor las rimas, lee el cuento en voz alta. Luego, escribe una o dos rimas cortas que describan a
alguien que conoces. Pero que tus rimas sean positivas. Di tan sólo cosas agradables sobre esa persona.
2. Lee diversos avisos en la sección de jueves de Kaango Clasificados del Houston Chronicle o en www.kaangohouston.
com para utilizarlos como ejemplo. Luego, simula ser la princesa del cuento. Utilizando lo que se dice sobre ella al
principio del cuento, escribe un aviso clasificado para buscar un esposo. Asegúrate de incluir las cualidades que son
importantes para ella. ¿Crees que la princesa está tomando decisiones sabias? Explica tu respuesta.
3. Al final de capítulo uno, la princesa comienza a arrepentirse de haber sido tan orgullosa y de haber actuado tan
tontamente. ¿Por qué comienza a pensar que el Rey Pico de Halcón habría sido un buen esposo?
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Adaptación bajo propiedad intelectual de Mike Peterson, 2004.
Capítulo Dos
Resumen del cuento: Una princesa hermosa pero engreída fue tan insoportable y descortés con los pretendientes de la nobleza que la
cortejaron que su padre, el rey, se puso furioso y la obligó a casarse con un mendigo e irse a vivir con él.
Vivieron de esta manera durante algunos días hasta que se les acabaron el pan y los repollos.
Entonces el mendigo dijo: “Esposa mía, tenemos que encontrar una solución. No podemos vivir aquí sin trabajar. Te
dedicarás a hacer canastas.”
De modo que salió de la casa, buscó juncos, los cortó y luego los arrojó delante de la princesa. Ella comenzó a entretejerlos
como mejor podía, pero los duros juncos lastimaban sus suaves manos.
“No sabes entretejer juncos,” dijo el mendigo indignado. “Es preferible que te dediques a tejer; todas las mujeres saben
hacerlo.”
Entonces la pobre princesa se sentó ante el viejo y roto telar e intentó tejer, pero la dureza del hilo cortaba sus delicados
dedos y hacía que sangraran.
“Bien, dijo enojado el mendigo, eres una buena para nada. Me he equivocado al aceptarte como pago. Pero espero que no
te resulte demasiado difícil sentarte en el mercado. Conseguiré objetos de cerámica y tú los venderás.”
“¡Ay! ¿Cómo haré tal cosa?” pensó la infeliz princesa. “Si las personas ante las que he sido tan engreída pasaran y me
vieran sentada en el mercado vendiendo vasijas, ¡se burlarían de mí!” Pero no se atrevió a desobedecer a su esposo, por
miedo a que la dejara morir de hambre.
Su primer día en el mercado no fue tan malo. Las personas le compraban gustosamente porque la veían muy hermosa. Y le
pagaban por la mercancía lo que ella les pedía; más aún, algunos inclusive le daban el dinero y no se llevaban las vasijas.
Tanto ella como el cantante de baladas, que no hacía otra cosa más que sentarse en la entrada de su casa bajo el sol,
vivieron de las ganancias durante el tiempo que duraron. Luego, el mendigo consiguió una nueva cantidad de tazas y platos
y vasijas y jarras.
La princesa se colocó en la entrada del mercado y comenzó a ofrecer su mercadería en voz baja. Pero antes de que hubiera
vendido alguna, apareció un soldado montado a caballo y cabalgó exactamente por encima de sus objetos de loza. ¡Crash!
¡Crash! Las tazas y los platos y las vasijas y las jarras se rompieron en mil pedazos.
La princesa comenzó a llorar y estaba tan afligida que tan sólo dejó de hacerlo para recoger las únicas dos vasijas que no
se habían roto.“¿Qué me dirá mi esposo?” decía mientras lloraba. Corrió hasta su casa y con lágrimas y temblando le contó
a su esposo lo sucedido.
“¡Tonta! ¿A quién se le ocurriría sentarse en la entrada del mercado con los objetos de cerámica?” le dijo.“¡No llores más!
Veo que no eres buena para ningún tipo de trabajo decente. He ido al palacio de nuestro rey y pregunté si necesitaban a
una sirvienta en la cocina. Y me prometieron que te probarían. Por lo menos traerás las suficientes sobras de comida que
puedas para los dos.”
Entonces la princesa se convirtió en la sirvienta de la cocina del palacio del Rey Pico de Halcón. Estaba a disposición del
cocinero y tenía que hacer todo el trabajo más sucio. A pedido de su esposo, se colgaba de la cintura, una a cada lado, las
dos vasijas que no se habían roto y allí llevaba a su casa todas las sobras y los restos de comida.
Y de eso vivían. La princesa tuvo que comer muchas cortezas de pan y muchas cáscaras que, en la época en que era
orgullosa, les hubiera tirado a los perros.
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Una mañana escuchó que la hermana del joven rey se casaría esa misma noche.
El cocinero la obligó a quedarse despierta hasta tarde para ayudar, pero finalmente le dio un momento de descanso y,
haciendo un gran esfuerzo, fue hasta el piso de arriba y se escondió detrás de una puerta para espiar todo el esplendor de
la fiesta.
Cuando se encendieron los miles de candelabros de las habitaciones y vio que los invitados entraban y que cada uno de
ellos era más hermoso que el otro, se le entristeció el corazón y pensó en su mala suerte. Pero se culpó sólo a ella misma,
por haber permitido que su propio orgullo y su descortesía la hubieran hecho perder semejante felicidad y la hubieran
arrojado entre tantos problemas.
De vez en cuando, los sirvientes de más jerarquía le arrojaban, mientras pasaban, pequeños trozos de los deliciosos platos
que retiraban de la fiesta. Y ella los colocaba en las vasijas para llevárselos a su casa.
De repente, exactamente cuando empezaba el baile, un espléndido señor entró al salón. Estaba vestido de seda y terciopelo,
y llevaba una cadena de oro colgada de su cuello. Descubrió a la hermosa mujer que espiaba detrás de la puerta, la tomó de
la mano y, aunque puso mala cara ante el vestido tan gastado que ella llevaba, le pidió que bailara con él.
La princesa se echó hacia atrás e hizo un gesto de negación con la cabeza. En cuanto lo vio, reconoció al Rey Pico de
Halcón, que había sido uno de sus pretendientes, a los que había despedido con desprecios e insultos. Pero los reyes están
acostumbrados a salirse con la suya. Riéndose, la llevó hasta el medio del salón de baile. Los cordeles de los que colgaban
sus vasijas se rompieron; al piso cayeron las vasijas, ahora destruidas, y los huesos de pollo y los bordes de la corteza de los
pasteles se desparramaron sobre todo el salón de baile.
Cuando los invitados vieron esto, rompieron en gritos de burla y risa. La princesa estaba tan avergonzada que deseaba
poder hundirse en la misma tierra. Cruzó la puerta y bajó las escaleras muy deprisa, pero alguien la siguió y una mano la
detuvo con fuerza. Cuando ella vio quién la había detenido, se dio cuenta que era el Rey Pico de Halcón.
Él le habló con ternura y le dijo: “No me tengas miedo. Me he cortado el pelo y me he quitado los bigotes, pero yo era el
mendigo que se casó contigo. También era yo el soldado que cabalgó sobre tus piezas de loza. Por amor a ti he hecho estas
cosas, para que tu belleza llegara a ser perfecta a través de la compasión y la humildad. Perdóname, mi reina, por todo lo
que te he dejado sufrir.”
Ella lloraba profundamente y dijo: “Me he comportado muy mal y no soy digna de ser tu esposa.”
Pero él le respondió: “¡Sé feliz! Esos malos días ya han pasado: todo ha quedado en el pasado con nuestras vasijas rotas.
¡Ahora celebraremos nuestro verdadero matrimonio!”
Luego se acercaron las sirvientas y la vistieron de novia. Su padre, junto con todos los miembros de la corte, cruzó a
caballo el portal del palacio y le deseó a su hija felicidad en su matrimonio con el Rey Pico de Halcón.
El Rey nunca le dijo a su hija si él siempre supo quién era el cantante de baladas. ¿Lo sabía?
Actividades de capítulo dos
1. La última oración del cuento presenta una pregunta al lector. ¿Sabía el padre de la princesa que el mendigo era
realmente el Rey Pico de Halcón? Tu respuesta a esta pregunta probablemente cambie la opinión que tienes del
padre. ¿Piensas que él siempre supo quién era realmente el cantante de baladas? ¿Fue acertada la decisión del rey
al insistir que la princesa se casara con el mendigo? ¿Qué crees tú que el rey deseaba que sucediera?
2. La princesa de este cuento es un ejemplo de un personaje que cambia a medida que la historia se desarrolla. ¿Cómo
es que ella cambia y crece? ¿Qué lecciones ha aprendido? Ella le dice al Rey Pico de Halcón: “No soy digna de ser
tu esposa.” ¿Era ella digna de ser su reina al principio del cuento? ¿Es digna ahora? ¿Será una buena reina para el
pueblo del reino? Bríndanos una explicación.
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