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Transcripción

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Entrega 7'!
Eogotá, Julio de 1894.
PUBLIC.A.CION"
AñoII
lY.rEN"SU.A.L
CUESTI6N" DE NOMBRES.
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"01/1
? .. Hé.' 'fu' illtport~ ""
n OIl:
!
No sé si esta REylSTA tenga homónimas entre las publicaciones
que cada día van apareciendo por esos mundos de Dios sin más ob·
jeto que el de hacerse voceros ó propagandistas de una esOtela lilt:·
raria que lleva en sí los .gérmenes de su mismo anonadami ento. Lo
único que puedo oecir es que este periódico tiene el nombre que se
le puso como podría tener cualquier otro, sin que eso ~ignificara, en
uno ú otro caso, filiación á determinados principios en materia de
gustos literarios. Esto lo saben, sin duda, los lectores de esta REVISTA,
pero lo ignora en absoluto el Sr. Rodulfo Figueroa, escritor centro·
americano que colabora asiduamente en Guatemala Ilustmda.
Yo no quiero reñir con el Sr. Figueroa, y menos en esta ocasión,
cuando tengo la evidencia de que no ha leído este periódico, ni sabe
quiénes son, entre otros de sus colaboradores, Edu-ardo Posada, CarIas A. Torres, Julio Flórez, Antonio José Restrepo, Jorge Wilson,
-Ismael E. Arciniegas, José Rivas Groot, Francisco Vergara Barros,
Diego Uribe, Federico Rivas Frade, Justo A. Facio, Daniel A. Argáez, Adolfo León Gómez y Alejandro Vega. Mas como la alusión
que hace el escritor de Guatemala en su artículo Bibliografia publicado en el colega Guatemala Ilustrada, correspondiente al 6 de Mayo
del corriente año, parece tocar de cerca á esta publicación, sólo por
el nombre que lleva, voy i permitirme una rectificación que considero necesaria. Habla el Sr. Figu eroa del tomito de versos que acaba de publicar en San Salvador mi excelente amigo y compatriota
D. Francisco A. Gamboa, y en seguida del lapsus plttllltE-por no
decir otra cosa-en ·que confunde rluadC1Ites con pa17tasia7los, escribe
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REVISTA GRIS.
lo siguiente: "Es una lluvia la que se nos hlj. venido encima de
RezJistas Grises, Azules (traslado á Gutiérrez Nájera y á López
Penha, agrego de mi cuenta), Verdes (-no conozco ninguna) etc., y
mientras más tonto y descabellado sea lo que en ellas se diga, tanto
mejor." Si el Sr. Figueroa se refiere-vuelvo á repetirlo-á esta publicación, en el párrafo que dejo transcrito, tengo la pena de decirle
que 6 está mal informado ó adolece de muy poco juicio para hablar
de lo que no conoce. Tengo para mí, sin embargo, que puede ser lo
último, cuando tiene la facilidad de escribir ciertas cosas con un
aplomo verdaderamente adrp.irable. Decir- y van dos ejemplos-que
El Derviclte es uno de los mejores cuentos de! galano prosista costarricense Fernández Guardia, cuando quizás ese es el único lunar
que tiene la hermosa Hojarasca! Y si algo hay que no gusta en ese
cuento es precisamente por lo que trasciende á esa literatura enfer·
miza que el Sr. Figueroa condena con aire de dómine. Aconsejarle
á Francisco A. Gamboa que no sea pesimista ni escéptico, porque
por ese camino no lleg'a rá á la cumbre del Parnaso (como si el se·
creto para ser poeta y alcanzar la inmortalidad estuviera únicamente
en no ser ni una ni otra cosa), cuando el autor ele Raza degenerada
tiene un temperamento capaz de entusiasmarse hasta la hipérbole,
como lo demuestra la poesía que consagra á Díaz Mirón, y canta el
progreso de las naciones en su oda al descubrimiento de la América!
¿ Si llamará escéptico y pesimista el colaborador de Guatemala Ilustrada al poeta colombiano, por cierta dejadez amarga de sus versos
intitulados Heces? Si así fuere, no hay duda que el Sr. Figueroa ve
más allá de lo que debiera.
Basta y sobra lo dicho para desvanecer el concepto del Sr. Figueroa en lo que pudiera referirse á esta REVISTA; mas no terminaré sin
decir algo á que me veo obligado, respecto de la literatura novísima
que tan preocupado tiene al escritor guatemalteco. Por sabido se
calla que mis palabras no revisten el carácter de consejo, y menos
tratánqose de una persona como el Sr. Figueroa, amigo de darlos ...
hasta á los que no los necesitan.
Es cierto que la avalancha de los apellidados decadentes (nombre que no representa nada en ideales artísticos) va haciendo cada
día mayores progresos en estos países hispano-americanos; mas también es verdad que los que saben que las cosas excelsas y buenas nO
perecen tan fácilmente-como andan suponiéndoselo aquellos que de-
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S. PON CE
AGUILERA.-CUESTIÓN DE NOMBRES.
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se aran ver trabucado y en desorden, de un momento á otro, sólo por
el capricho de la moda, lo que descansa en las sólidas bases de una
estabilidad asegurada-ven con indiferente desvío el rápido acrecentamiento de fermentos literarios morbosos que hoy Ó mañana desaparecerán para no volver nunca. Que haya muchos escritores y poetas
impotentes que no aciertan sino en lo de esta~ar despropósitos y ripios; gue haya una prensa consagrada á la propaganda de las 11Iodt!rnúimas ideas; que anden por ahí muy orondas ciertas publicaciones
que parecen más bien dirigidas por individuos de una casa de orates
que por grafómanos impenitentes; que haya todo eso y mucho ~ás;
bueno, ¿ y qué? Quizás dentro de corto plazo ya nadie escriba como
lo hacen los que traen tan alarmado al Sr. Figueroa; quizás la reacción que presencbamos sea precurs91ra de tiempos bonancibles para
las letras americanas; y pasada la borrasca que se nos ha venido
por todos lados, no quede más que. la constancia del curioso caso
patológico de nuestra literatura.
" Los que hablamos la lengua de Cervantes, aquí ó ahí-me decía hace poco en una carta la Sra. Pardo Bazán, con motivo del dt!Cadentismo francés que va abriéndose paso entre nosotros-tenemos una
tradición de serenidad y de equilibrio mental que debe guiarnos para
enseñarnos á reírnos de esas pinturedas que huelen á almizcle." Así
lo hemos comprendido muchos, aunque no hayamos salido á romper
lanzas como algunos que yo me sé, que reclaman por los fueros de
la lengua y del buen gusto, y sin embargo son los primeros en cometer pecados máximos contra la belleza y .. _. contra la gramática.
Lejos está 'de mi ánimo la intención de provocar con lo que
dejo dicho los enojos de ' ningún POlltíjiu ni doctor de la nueva St!cta,
toda vez que para mí tengo que el tiempo se encargará de resolver
muy pronto el problema de la existencia de la ji1tesecular literatura.
Deje en paz el Sr. Figueroa á los quilltesenciados y ríase, ríase como
nos reímos por acá del empeño que toman ciertas gentes en escribir
cosas exóticas y burdas en medio de su aparatosa opulencia castellana; pero cuídese un poco de confundir lo que es digno de aprecio
con lo que no se merece atención ninguna, porque ese será el criterio
de las personas indoctas 6 ignorantes, no el de los que anhelan ejercer, investidos de autoridad muy relativa por supuesto, pero que
siempre es autoridad, el arte levantado de la crítica. Colocar á Rubén Darío, pongo por caso, en la misma categoría de cualquiera de
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sus imitadores, equivale á no saber distinguir el metal fino de las monedas falsificadas y de relumbr6n. Dígase lo que se quiera del autor
del Año lírico-á quien su 1teltrotismo lleva en ocasiones á nimiedades
extravagantes que le sientan muy mal-es un espíritu bien cultivado
y un artista que tiene casi siempre conciencia de lo que hace.
y aquí termino para decir otra vez al Sr. Figueroa que esta REVISTA no debe contarse en el número de las publicaciones de nuestros
decadentistas. ¿ Ni c6mo podía ser de otro modo, cuando nuestro
estimable colega Guafallala Ilustrada (el periódico en que él escribe),
alejado como está de las modernísimas tendencias literarias, ha reproducido en sus nítidas páginas producciones de Eduardo Posada,
Diego Uribe, Francisco Vergara Barros y del que esto escribe, publicadas en este periódico?
,
SALOMÓN PONCE ACUlLERA.
AFRA.
•
La primera vez que asistí al teatro, en Marineda,-cuando me
destinaron, con mi regimien to, :í. la guarnici6n de esta bonita capital
de provincia-recuerdo que asesté los gem¿los á la triple hilera de
palcos, para enterarme bien del mujerío y de las esperanzas que en
él podía cifrar un muchacho de veinticuatro años no cabales.
Gozan las marinedinas fama de hermosas, y vi que no usurpada.
Observé también que su belleza consiste principalmente en el color.
Blancas (por obra de naturaleza, no del perfumista), de bermejos
labios, de floridas mejillas y mórbidas carnes, las marinedinas me
parecieron una guirnalda de rosas tendida sobre un barandal de terciopelo OSCIlfO. De pronto, en el cristal de los anteojos que yo paseaba lentamente por la susodicha guirnalda, se encuadró un rostro que
me clav6 los gemelos en la mano. Y no es que aquel rostro sobrepujase en hermosura á los demás, sino que se diferenciaba de todos
por la expresión y el carácter.
En vez de mujeres de fresca encarnadura y.plácido 6 picaresco
gesto, vi una joven de rostro descolorido, de líneas enérgicas, de ojos
garzos, coronados por cejas negrísimas, casi juntas, que les presta-
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EMILIA PARDO BAZAN.-AFRA.
· ................... ... .
ban una :;e'veridad singular; de nariz delicada y bien diseñada, pero
de alas movibles, reveladoras de la vitalidad apasionada; una cara
de corte severo, casi viril, rematada por un casco de trenzas de un
negro de tinta, pesada cabellera que debía de aborrecer los jugos
de la carne __ __ Aquella fisonomía, sin dejar de atraer, alarmaba,
pues era de las que dicen á las claras, desde el primer momento, al
que lils contempla: "Soy una voluntad. Puedo torcerme, pero no
quebrantarme. Deoajo del suave maniquí femenino escondo el acerado resorte de un alma."
He dicho que mis gemelos se detuvieron fijándose ávidamente
en la señorita pálida, de abundoso pelo. Aprovechando los movimientos que hada para conversar con unas señoras que la acompañaban, detallé su perfil, su acentuada barbilla, su cuello delgado
y largo, que parecía doblarse al peso del voluminoso rodete, su oreja
menuda y 'afilada, como para no perder sonido. Cuando hube permanecido así un buen rato, llamando sin duda la atención por mi
insistencia en considerar á aquella mujer, sentí que me daban un
golpecito en el hombro, y oí que me decía mi compañero de armas,
Alberto Castro:
- i Cuid?-dito !
-Cuidadito ¿ por qué ?-respondí bajando los anteojos.
-Porque te veo en peligro de enamorarte de Afra Reyes, y si
está de Dios que ha de suceder, al menos no será sin que yo te•
avise y te entere de su historia. Es un servicio que los hijos de Marineda debemos á los forasteros.
-¿ Pero tiene historia ?-murmuré haciendo un movimiento de
repugnancia;-porque sin amar á una mujer me gusta su pureza, como
agrada el aseo ele casas donde no pensamos vivir nunca.
-En el sentido que se le suele dar á la palabra historia, Afra
no la tiene. ___ Al contrario, es de las muchachas más .formales y
menos coquetas que por ahí se encuentran. Nadie se puede alabar
de que Afra le devuelva una mlradita, Ó le diga una palabra de esas
que dan ánimos. Y si no, haz la prueba: dedícate á ella; mírala
más; ni siquiera se dignará volver la cabeza. Te aseguro que he
·.isto á muchos que anduvieron locos y no pudieron conseguir ni
una ojeada de Afra Reyes . .
-¿ Pues entonces. _- - qué? ¿ Tiene algo ____ en secreto? ¿ Algo
que manche S\l honra?
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~ '-""'-"'"
-Su honra, ó si se quiere, su pureza, repito que ni tiene ni tuvo.
Afra, en cuanto á eso .... como el cristal. Lo que hay te lo diré ....
pero no aquí; cuando se acabe el teatro saldremos juntos, y allá por
el Espolón, donde nadie se entere .... porque se trata de cosas graves ... . de mayor cuantía.
Esperé con la menor impaciencia posible á que terminasen de
cantar La brllja, y así que cayó el telón, Alberto y yo nos dirigimos
de bracero hacia los muelles. La soleciad era completa, á pesar de
que la noche tibia convidaba á pasear, y la luna plateaba las aguas
de la bahía, tranquila á la sazón como una balsa de aceite, y misteriosamente blanca á lo lejos.
·-No creas-dijo Alberto- que te he traído aquí sólo para que
no me oyese nadie contarte la historia de Afr<,. También es que me
pareció bonito referirla en el mismo escenario del drama que esta
historia encierra. ¿ Ves este mar tan apacible, tan dormido, que produce ese rumor ::nanso y misterioso contra la pared del malecón?
i Pues sólo este mar. . .. y Días, que lo ha hecho, pueden alabarse
de conocer la verdad entera r,especto á la mujer que te ha llamado
la atención en el teatro! Los demás la conocemos por meras conjeturas .. __ i Y tal vez calumniamos al conjeturar! Pero hay tan fatales
coincidencias; hay apariencias tan acusadoras en el mundo .... que
po podría disiparlas sino la voz del mismo Dios que ve los corazones
y sabe distinguir al inocente del culpado.
.
" Afra Reyes es hija de un acaudalado comerciante: se educó
algún tiempo en un colegio inglés, pero su padre tuvo quiebras, y
por disminuír gastos se trajo á la chica, interrumpiendo su educación.
Con todo, el barniz de Inglaterra se le con09ía; traía ciertos gustos
de independencia y mucha afición á los ejercicios corporales. Cuando llegó la época de los baños, no se habló en el pueblo sino de su
destreza y vigor para nadar.
"Afra era amiga íntima, inseparable, de otra muchacha de aquí,
Flora Castillo; la intimidad de las muchachas continuaba la de sus
familias. Las chicas se pasaban el día juntas; no salfa la una si no
la acompañaba la otra; vestían igual, y se enseñaban, riendo, las
cartas amorosas que las escribían. Ni una ni otra tenían novi~, ni
siquiera demostraban predilección por nadie. En estas vino del Departamento cierto marino muy simpático, de hermosa presencia,
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EMILIA PARDO BAZÁN.-AFRA.
primo de Flora j y einpezó á elecirse que el marino hacía la corte á
Afra, y que Afra le acogía con entusiasmo. Y lo notamos todo~: los
ojos de Afra no se apartaban del galán, y al hablarle, la emoción de
Afra se conocía hasta en el anhelo de la resplhción y en lo velado
de la voz, Cuando á los pocos elíag se supo que el consabido marino
sólo venía á casarse con Flora, se armó un caramillo de murmuraciones y de chismes, y se presumió que las dos amigas reñirían para
siempre. N o fue así; aunque desmejorada y triste, Afra parecía resignada, y acompañaba á Flora de tienda en tienda á escoger ropas
y galas para la boda. Esto sucedía en Agosto.
" Allá en Septiembre, poco antes de la fecha del enlace, las dos
amigas fueron, como de costumbre, á bañarse juntas allí. _. ¿ no ves?
en la playita de San Wintila, donde suele haber mar brava. Generalmente las acompañaba el novio j pero aquel día sin duda tenía
que hacer, pues no las acompañó .
"Amagaba tormenta j la mar estaba picadísima j las gaviotas
chillaban lúgubremente, y la criada que custodiaba las ropas y ayudaba á ,:estir á las señoritas refirió después que Flora, la rubia y
tímida Fl~ra, sintió miedo al ver el aspecto amenazador de las grandes olas verdes que se rompían contra el arenal. Pero Afra, intrépida, ceñido yá su traje de hombre, de sarga azul oscura, animó con
chanzas á su amiga. Metiéronse mar adentro cogidas de la mano,
y pronto se las 'vio nadar, cogidas también, envueltas en la espuma
del oleaje.
" Poco más de un cuarto de hora después, salió á la playa Afra
sola, desgreñada, ronca, lívida, gritando, pidiendo socorro, sollozando que á Flora la había arrastrado el mar .. - " y tan de verdad la había arrastrado, que de la linda rubia
s610 reapareci6, aquella misma tarde, un cadáver desfigurado, herido
en la frente. ___ El relato que de la desgracia hizo Afra entre gemidos y desmayos, fue que Flora, cansada de nadar y sin fuerzas, gritó
'me ahogo' j que ella, Afra, al oírlo, se arrojó á sostenerla y salvarla j que Flora, al forcejear para no irse al fondo , arrastraba á Afra
al abismo j pero que, aun así, hubiesen logrado quizás salir á tierra,
si la fatalidad no las empuja hacia un trasatlántico . fondeado en
bahía desde por la mañana. Al chocar con la quilla, Flora se hizo la
herida horrible, y Afra recibió también los arañazos y magulladuras
que se notaban en sus manos y en su rostro .. - .
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REVISTA GRIS.
"Que si creo que Afra .... ?
" Sólo añadiré que al marino, novio de Flora, no volvió i vérsele por aquí; y Afra, desde entonces, no ha sonreído nunca ... ·
" Por lo demás,ftcuérdate de lo que dice la Sabiduría: el corazón del hombre .... selva oscura. i Figúrate el de la mujer! "
E~lILIA PARDO BAZÁN.
TRADUCTORES.
Escritores de muy poca valía, y poetas algo más que medianos,
de estos que abundan por acá, se han dado á poner en español los
cincelados sonetos del libro de Heredia, ese libro que en concepto de
un crítico de la Península, es la nota más alta de la lira parnasiana.
Traducir, y traducir bien, es cosa harto dificil, máxime cuando
se trata de aquellas composiciones poéticas cuyo interés no depende,
como en los dramas, de los supremos conflictos de la vida, lo que
hace que desmerezcan, por lo. general, al trasladarlas á una lengua
extranjera por más que el traductor se esfuerce en no dejar escapar
nada de la frescura primitiva. Sube de punto la dificultad cuando el
autor traducido es un artista como el de Los Trofeos, amador exagerado de la clásica forma griega, que á semejanza de los antiguos
escult~res, se complace en bruñir, como si fuesen trozos de mármol,
sus joyas de amena literatura. N o basta, para traducir á un poeta
como Heredia, conocer muy bien la sintaxis y la métrica de la lengua francesa, y las r;eglas y peculiaridades del idioma castellano;
es necesario, además, tener el sentimiento del verdadero artista, y no
contentars~ con alcanzar la idea madre, sin detenerse á analizar con
cuidado nimio las delicadezas que duermen escondidas detrás de la
figura principal de estas miniatur~s plásticas, cuya belleza abruma á
los traductores que seriamente se preocupan por las cosas del arte.
De donde resulta que casi todas las versiones de Los Trofeos, comparadas con el original, no conservan nada de la belleza exterior,
de la que él depende principalmente de la colocación artística de
cada palabra, de cada sílaba; mas no por esto vaya á creerse que
Heredia sea de los que por amor á la compostura y elegancia de
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RICARDO TIRADO
M .-TRADuCTORES.
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afuera, llegan hasta olvidar el fondo por completo j precisamente
lo que admira y pasma leyendo sus sonetos, es que detrás del pulimento exterior; hay algo que palpita y se mueve, hay, como si dijéramos una alma, un personaje, Í1na época en cada una de esas catorce líneas .
N o se me tildará de exagerado si afirmo que no he visto, que
m~rezca la pena, más que una traducción de L' Oubli, la parafrásti
ca que 'hizo Pombo, después de confesar ingenuamente que vencido
por el rigor de la ley, y á pesar de algún esfuerzo, no le fue posible
conservar en soneto castellano aquella joya del género. Corre por ahí
otra versión del mismo soneto, que, aunque no detestable, comparad:1. con el original no llega á merecer siquiera el título de !l1ediana,
porque no tiene ni el efecto ni la melodía que sabe poner en sus verI s os el autor del famoso tomo de que hpy hablan con interés todos
los críticos europeos. Me atrevo á decir lo mismo de La fuga de los
a lltam'os, soneto ::nal aguado por el Sr. López Penha j la abundan- ,
óa de incorrecciones, uno que otro verso muy duro, el empleo de
palabras muy poco ó nada imitativas, y la q.usencia de la gracia
melódica del texto original, hacen que uno de los más puros sonetos de Los Trofeo,f, aparezca como una de tántas poesías que ven la
pública luz en nuestros periódicos diarios.
N o me detengo á examinar una á una las versiones -6 más
propiamente imitaciones-que de otros sonetos del mismo autor se
han publicado en algunas de las repúblicas vecinas, porque quiera analizar, aunque someramente, uno de los más bellos, y que
tiene para nosotros particular interés, el que dedica á uno de sus
antepasados, que en 1532 fundó la ciudad de Cartagena de Indias,
'y con el cual quiso, sin duda, tributar home~aje de admiración y
cariño al conquistador que llevó su mismo nombre, al propio tiempo
q ue dedicar un recuerdo á la tierra americana.
A U1l fimdate7tr de ville tiene toda la vida y el color de la verdadera poesía, esa vaguedad indescriptible que los ingenios superiores dejan trasparentar al través ele lo escrito, para proporcionar
en el ánimo elel lector una ímpresión más agradable, Desgraciadamente no lo comRrendieron los que intentaron traducirlo, y de las
dos versiones que conozco, ninguna merece mencionarse ,_tlU aplauso. Lástima que el Sr. D. Ernesto O. Palacio, autor de la una, haya
dejaclo escapar t,odo el sabor y el olor del original, el fondo de '
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luz tórrida en donde se destacan los muros y los negros palacios de
la ciudad en otro tiempo heroica, y que haya debilitado hasta tal
punto la figura contenida en los tercetos, que apenas se alcanza á
dixisar, allá en la línea de horizonte, como un punto luminoso, al
bizarro y atrevido conquistador; lástima que donde el poeta dijo:
Las de pursui vre en vain l'Ophir insaisissable,
haya puesto el Sr. Palacio
Ya de buscar en z'atlo á O tir rendido en pago,
y que donde aquel escribió
Mais ton espoir, Soldat, fut h ati sur le sable,
éste haya dicho
Mas fue de polvo tu obra, y el tiempo hace su estrago,
y que no se hubiera fijado en el sentido literal
d~
estos versos
Cartbagene etoutTant sous le torride azur,
Avec ses noirs palais voit s'ecrouler ton mur .
que no significan, como pretende el señor Palacio,
La triste Cartagena bajo su cielo ardiente,
Sus muros y palacios ya derrumbarse siente.
I
.
Traducir de este modo los sonetos de Los Trofeos, per summa •
capita, que dijera Menéndez y Pelayo, sin haber penetrado en las
interioridades de la composición, sin haber calculado el alcance de
las propias fuerzas, es lo mismo que disipar, con torje mall(1, d polvo
impalpable de unas alas de mariposa/ es no tener por el autor el respeto que se merece todo aquel que logra levantarse tan alto, y ante
todo, es no saber que HereJia, que ha trabajado con ardor durante
treinta años, antes de publicar su libro, preferirá quecarse en francés, y que sólo lo gusten y adlI].iren los que sean capaces de apreciarlo, á verse mal traducido y peor interpretado en lengua castellana, la suya propia, que conoce perfectamente, y en la cual no quiso dejar ninguno de sus nunca bien ponderados sonetos, acaso
porque el francés, por la superioridad que en fijeza tiene sobre nuestro idioma, le brindaba el primer elemento de que tenía necesidad,
y porque comprendió que el sonido de los francos es más agradable y tentador que el de las pesetas españolas.
y ya que he hablado de las malas traducciones, no quiero poner punto á este ¡;,>obre articulejo sin dedicar unas cuantas frases
. al Sr. D. Francisco Vergara Barros, quien, de cuando en cuando,
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RICARDO TIRADO
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nos da á gustar, en purp españ91 y en versos de los buenos, las odas
del maestro venusino en cuyos yámbicos y pirriquios está todo lo
bello de la antigüedad. Horacio es mina inagotable, fuente en dol'lde han bebido nuestros más aventajados líricos, y remanso en donde
reposan los que empiezan á sentir el cansancio del vi-aje de la vida.
Ruda empresa es, por cierto, en esta época del siglo, dedicarse á labores de traducción como la que tiene entre manos el Sr.
Vergara; interpretar al príncipe de los poetas latinos, esto no más,
es trabajo en que se puede consumir una vida, pero también la ma·
yor ambición del que se dedica á los estudios clásicos. Muchos han
de ser los tropiezos y dificultades, sobre todo al" encontrarse mano
á mano con Fray Luis de León, Moratín el hijo, los Argensolas,
Villegas, el duque de Rivas, Rioja, Menéndez y Pelayo, Bello, Pombo, y tantos otros ingenios españoles y americanos que han imitado
y traducido al cantor de Mecenas y Afrodita. En cuanto á Burgos.•
que en el siglo pasado lo tradujo casi todo, y que, a) decir de Bello,
es mal traductor y excelente comentador de Horacio, aunque en opinión del autor de Las Ideas Estéticas, \lega á ser insuperable en alguna parte, debo decir que para mí Vergara lo ha supeditado hasta
ahora en el O .fons Blaudusice, el Fésto quid potius die, el Est mihi lto1Zltm superautis amtm, el Vitas !ti1l1wleo, el Faw/e Ny?lp/tantm, el Quitl
bellicoS1ts Cantaliel' porque, aparte de su exquisito gusto, cuenta con
los recursos acumulados en el tiempo trascurrido desde Burgos, y
porque éste, acaso por el compromiso 'de traducir el libro entero,
no meditó lo suficiente en muchos pasajes. Podrá ser Burgos un
te5"oro de lenguaje poético; logrará hablar como el maestro, cuando
aprovecha el instante feliz, y cuando se ajusta, como en el Septi11li
Gades, con bastante rigor, al texto latino; pero es lo cierto que
muchas de sus odas, con especialidad algunas que tradujo en verso
corto, son tan prosaicas que apenas tienen escaso valor bibliográfico.
Bien me sé que con Horacio es preciso guardar, además de
fidelidad estricta, otras muchas condiciones sin las cuales no se podría apreciar ni el mérito 'intrínseco del poeta, ni tampoco el relativo que pueda lograr quien lo traduce, porque-vaya de ejemplo• si por amor al clasicismo se empleara~l en la versión los modos
de decir ' del siglo de oro, giros y palabras antiguos, latinismos
y afeites propios de tiempos en que no se podía comprender á Horacio comu puede comprendérsele hoy, daro está que mejor sería
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RE'VISTA GRIS.
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......... ,.... .
':- ...
dejar á los eruditos que lo leyeran en latín; y si se le vistiera con
el ropaje del idioma tal como lo hablamos hoy, sin pensar en que
Horacio es un poeta antiguo, de seguro que resultaría algo así como
lo que nos pinta con gracia incomparable en el principio de su famosa Epístola á los Pisotlts.
Ya tendré tiempo y ocasión mejores para hablar de Vergara
Barros, cuyos primeros ensayos en la poesía horaciona le han merecido una buena reputación. Los amantes de las letras tenemoS
mucho que esperar de él. Y no vaya á creerse que parcialidades de
'escuela ó de gustos me obliguen á hacer apreciaciones que no estél)
conformes con 10 que á solas pienso de las obr<t3 que leo; tengo
para mí que la primera condición del que se toma el no muy envidiable trabajo de juzgar lo que otros producen, ha de ser la imparcialidad, que consiste en estudiar al autor y no al amigo. Yo, por lo
que las cosas son en mí, me atrevo á decir que de las odas de Vergara prefiero las que traduce en verso blanco, sin que esto signifique que deba proscribirse en ellas la rima, lo que sería desconocer
el valor que tienen las de Fray Luis ele León y muchas otras que
se han considerado siempre como modelos del género. Las de Vergara, en lo~elativo á la forma, pueden competir con las mejores, y
en cuanto á la exactitud, es muy probable que pocas puedan aventajarlas, pues él no se satisface con lo que logra primero, sino que
después de retraducir, y de poner en el yunque por repetidas ocasiones una misma pieza, la rehace y la lima, para experimentar la fruición de los que se dedican al noble arte de la traducción poética, más descontentos cuanto más penetran en el alma
de los poetas traducidos.
RICARDO TIRADO M.
CALLAD ....
...J Salomón POIlce Aguilem.
i Oh artistas! que paganas hermosuras
Sorprendéis en los mármoles de Paros,
i Oh forjadores de los sueños raros,
Poetas de las hondas desventuras!
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JOSEPH DE BRETTES.-CONFERENCIA.
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............•
Los que vertéis en áureas miniaturas
Mundos de' 1uz de su belleza avaros;
Los que sabéis del polvo desligaros
y escaláis con el arpa las alturas:
Dejad la estatua en el marmóreo bloque,
No idealicéis á la materia inerte
Dándole vida del cincel al choque;
Romped la lira y ahogad la estrofa,
Que en el supremo instante de la muerte
El siglo os lanza su irritante mofa.
MAXTMlLIANO GRILLO.
CONFERENCIA (r)
Misión de exploración geográfica en las regiones civilizadas del Magdalena y los
territorios de los indios Motilones, Goajiros y Arhuacos.-Texto de la conferencia leída el 19 de Mayo de 1893, en la Sociedad de Geografía de París,
por MI'. Joseph de Brettes, explorador.
La subida fue tan penosa, tan fecunda en peripecias, como la
bajada. Al fin el 14 de Junio volvimos á entrar á Riohacha después de 34 días de penoso viaje, pero con la satisfacción de haber
hecho una ascensión útil i la ciencia, de haber fijado definitivamente la topografía dé una importante porción de la Sierra Nevada,
y de haber recogido gran número de notas y datos geográficos y
económicos. A mi regreso de la exploración, los comuniqué á la Sociedad de Geografía de París, en un viaje que hice entonces, apenas
de dos meses, y en el cual estuve encargaoo de numerosos trabajos
en Colombia. Fui entonces encargado por el Ministro de Comercio
de una misión económica y comercial, en las Repúblicas de Colombia, Venezuela y Centro-América (Decreto de 9 de Enero de 1892)'
para estudiar los recursos de estos diferentes países, é investigar
(1) Traducida directamente del manuscrito original, por un colaborador de
la;REvISTA
GR1S.
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REVISTA GRIS.
los medios prác:ticos de estrechar sus relaciones comerciales con
Francia. Poco después fui nombrado J efe de la Comisión de exploración geográfica del Departamento del Magdalena, por el entonces
Gobernador Sr. Ramón Goenaga, cuya cortesía me es grato recordar.
En tal virtud, se me encargó de explorar científicamente aquella región, y de levantar el mapa de ella. El campo de mis observaciones se encontraba restringido por segunda vez, pero este Departamento de 60,800 kilómetros cuadrados, con sus regiones civilizadas
cuyas ciudades poseen los últimos adelantos científicos: teléfono,
luz eléctrica, etc., y con sus territorios indígenas Goajiros, Motilones
y Arhuacos, este último completamente desconocido, me ofrecía aún
curiosos temas de estudio.
Mi itinerario era el siguiente:
l? De Riohacha á Valledupar, en territorio civilizado;
2? De Valledupar á Chiriguaná, en territorio de los indios Motilones j
3? De Chiriguaná á Aguachica, en territorio civilizado j y de
aq uí á Cúcuta, en la frontera de Colombia con Venezuela;
.4? De Cúcuta á Maracaibo, en territorio venezolano, por los
TÍOl> Zulia, Catatumbo y el lago de Maracaibo.
5° De Maracaibo á Riohacha, al través de la península Goajira, en territorio de los indios Goajiros. En fin, la última parte de
mi viaje, si no la más peligrosa, al menos la más dificil, comprendía
la travesía de las vertientes Norte y Noroeste de la Sierra Nevada.
Saliendo de Riohacha, debía costear el mar Caribe, llegar á PalominO', lllégo á Riofrío, después de haber atravesado el territorio
desconocido que se extiende desde los 76° hasta l.)s 76° 40 de longitud oriental del 11leridiano de París.
Tal es, á grandes rasgos, este itinerario de 2,300 kilómetros,
que he recorrido en goleta, en canoa, á caballo, en buey y á pie,
durante 195 días ó sean seis meses y medio. Tuve que emplear diez
mulas, dos caballos y un buey j me acompañáron 36 peones civilizados, 22 indios arhuacos, entre los que hubo cuatro mujeres, y cuatro indios Goajiros. En este itinerario hice 80 observaciones astronómicas y trigonométricas y visité 265 ciudades y aldeas.
He hecho 209 observaciones meteorológicas, una multitud de
croquis, planos y notas sobre lós recursos naturales del país; en fin,
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JOSEPR DE BRETTES.-CONFERENCIA.
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descubrimientos geográficos en una zona totalmente desconocida,
situada al Noroeste de la Sierra N evada, descubrimientos que han
sido consignados en una comunicación verbal oficial, y de los cuales
hablaré en seguida.
El I I de Abril de 1892 salí de Riohacha acompañado de un
peón negro llamado Rafael Jiménez, antiguo correísta que conocía
perfectamente el camino de Riohacha á Valledupar, pero no el
que yo segu!a, por lo cual no me fu~ útil sino de un modo secundario. Me procuré un excelente caballo de la admirable raza goajira,
que participa del "caballo andaluz por la belleza de las formas, y del
caballo árabe por la resistencia en las fatigas; este animal fue mi fiel
compañero durante 900 kilómetros, hasta la ciudad de Ocaña, en
donde tuve que separarme de él. Rafael me seguía con una maleta
en que llevaba mis instrumentos y equipaje; dos amigos habían venido á acompañarme durante el primer día.
El peligroso camino que seguíamos se internaba en la Goajira,
territorio en donde los civilizados no gozan jamás de una seguridad
completa. En efecto, si uno de ellos comete un des"acato en una
tribu india, es de uso que el primer civilizado que pase paga por los
otros, lo que hace que este camino sea poco frecuentado. Caminábamos por entre las (¡mas, plantas gigante!l€as de flores rojas, cactus
coronados por una flor rosada, que forma la cubierta más espinosa
que l:>.l..lede imaginarse. Después de la primera aldea india de Makurutu, el paisaje cambió completamente, y cuando llegó la noche
caminábamos por entre las altas yerbas; algunas luces que brillaban
á lo lejos guiaban nuestra marcha. Era la ranchería de Cerro-Alto.
Llegámos á la casa principal-pi1tclte-choza de tierra pisada, cubierta por un techo de palmas, y, según la costumbre goajira,
me detuve sin decir una palabra. Entonces uno de los indios se separó de un grupo en donde continuáron hablando, sin darse cuenta
de la presencia de los extranjeros, y acercándose á mí pronunció
un ltei1t retumbante, al cual contesté también lzeill, manera extraña
de hablar á una temperatura de 320 centígrados; desde entonces
110 hay nada. que temer: podemos apearnos como en nuestra propia
casa, pues la hospitalidad goajira, aunque no enteramente' escocesa,
es suficiente. Nos instalámos en la ramada, especie de cocina cubierta de hojas de palma, y después de disponer lo relativo á nues-
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REVISTA GRIS .
tras cabalgaduras, colgámos las hamacas. Con unos pocos cuartillos
conseguimos las p~ovisiones necesarias: carne de res ó de cabra,
una gallina y mazamorra de maíz pilada, verdadera polenta, como
veis, y que no falta bajo el hermoso y estrellado cielo parecido al de
Italia. Después de la comida y en lugar de vino tomámos excelente
agua fresca, conservada en miÍcuras, potes de barro poroso, que se
balancean colgados.del techo, y en seguida nos extendimos en las
hamacas, satisfechos del primer día,de exploración.
Al día siguiente mis dos compañeros regresaban á Riohacha.
Aunque cada jornada tiene incidentes más ó menos dignos de
contarse, la extensión de esta conferencia no me permite referirlos
día, por día.
Después de salir de esta comarc~, recorrida por mí el) 1891,.
antes de mi ascensión á la Sierra l evada, empezaba á internarme
en territorios de vegetación raquítica, de suelo ferruginoso, cutre las
últimas ondulaciones de los Andes á mi izquierda, y las vertientes
de la Nevada á mi derecha. La extensión del valle aumentaba á
cada instante, dejánriome ver ricas praderas en donde la vegetación
tropical se manifiesta en todo su esplendor. V'¡sité los pueblos de
Barrancas, cerca del cual se encuentra la importante mina de carbón
de Cerejón, no explotada todavía; Fonseca, San Juan y Villanueva,
célebre por el excelente café que produce. La población de estas
aldeas .se compone de españoles descendientes de los primeros colonos, de hijos de los negros africanos traídos por los conquistadores,
de mestizos españoles, de negros y de indios (estos últimos en menor
número porque las dos razas se mezclan poco). Su vida es apacible;
se consagran á la cría de ganados y á la agricultura, pero por falta
de perfeccionamientos agrícolas y de vías ue comunicación no logran
sacar riel suelo el rendimiento que podría conseguirse en este magnifico país. Valledupar, antiguo centro español :mportante, posee
interesantes ruinas de un convento de franciscanos, en donde encontré entre los enmaderamientos esculpidos de una antigua iglesia, dos
pilas de agua bendita, del año de 1600, que no pude menos de fotografiar. Después de un día de camino, entré en territorio de los indios Motilones, y lo recorrí desde Diegopata hasta La J agua, en una
extensión de 60 millas marinas. Desde 1856 estos indios rompieron
toda clase de relaciones con los hombres civilizados y viven entre
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J OSEPR DE BRETTES.-coNFERENCIA.
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las montañas, agazapados en las malezas, espiando al solitario pasajero para matarlo á flechazos, robando los animales de los ranchos
vecinos, matando los ganados ó desjarretándolos cuando no pueden
llevárselos. Los habitantes de las cuatro ó cinco aldeas civilizadas
situadas en territorio de los Motilones están casi siempre en estado
de sitio, y frecuentemente ven á sus hijos robados ó muer:tos por
estos .indios feroces, lo que I,..os obliga en ocasiones á usar de represalias; y si no abandonan las aldeas, esto se debe á la admirable
fertilidad del terreno. Estas aldeas son: Diegopata, El Jobo, Palmira, Becerril y Espíritu Santo, en donde encontré el recuerdo de!
gran geógrafo italiano Codazzi, muerto allí á causa de las fiebres
palúdicas. Después del paso del río Licarare (sic), reputado como el
punto más peligroso de mi itinerario, pude atravesar toda la zona de
los Motilones sin inquietud ninguna. En Becerril pude fotografiar
una india Motilona, sirvienta de una de las autoridades de la aldea,
quizá.-por haber sido tomada en alguna acción de g~¡erra. Fui recibido con cierta desconfianza en Becerril, pintorescamente situada en
un valle fertilísimo, excelente para la cría de ganado, y que está al
pie de la Sierra de los Motilones, pero concluí por atraenlle la simpatía de los habitantes hasta el punto ele récibir la visita de la banda,
compuesta de un tamboril y un acordeón. Después de haber ponderado el talento de los músicos, busqué entre las palmeras un lugar
conveniente para fotografiar la india, quien á la vista del aparato ere·
yóllegado su último momento; á pesar de ~u espanto, permanecía inmóvil delante del terrible objetivo. i Qué hacer, si debía morir! Cuando levanté el dedo para atraer su mirada hacia el vidrio, no se movió,
á pesar de que en su alma de salvaje debió creer llegado el terrible
momento-de ser fusilada así, á quince pasos de distancia, y no dio
señal ninguna de alegría al encontrarse viva después de un trance
tan amargo. Algunos pequeños regalos, tales como un pañuelo rojo
y una brújula rota le causaron más admiración que la máquina, y
cuando salí de Becerril la joven Motilona quedó casi privada de
sentido. Probablemente era yo el primero que la consideraba como
una criatura humana.
Ré aquí algunos datos sobre los usos y costumbres de los Motilones, recogidos casi todos por e! Sr. Monte Cristo, en numerosas
expediciones guerreras contra sus feroces enemigos: el tipo de los
~10tilones, y yo he podido convencerme de ello por e! espécimen que
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conservo, difiere totalmente del de los indios Goajiros; tienen la piel
color de hoja seca, y se cubren el rostro con una espesa capa de pintura roja, que los desfigura completamente; usan el pelo corto, y tienen la barba muy escasa. El vestido se parece á la manta goajira,
, pero más estrecho; es una especie de saco que levantan hasta la
cintura, para andar con más facilidad; llevan sombrero de caltita,
(filamento de la corteza del bambú), muy alto y adornado con plumas brillantes de pericos; usan collares de frutas de Pionío de un
rojo vivo, y brazaletes en que colocan todos los pedazos de metal
que pueden procurarse; su cocina es de las más sencillas, y su gusto
muy poco delicado, pues no es raro verlos cocinar en sus marmitas
insectos repugnantes y papas; por armas, acostumbrall el arco y las
flechas, ca~i siempre envenenadas, y su lujo es darles á las últimas
los colores y la disposición de las escamas de las serpientes. Es cosa
rara que el pie de estos indios sea muy largo hacia adelante, lo que
probablemente resulta de sus continu9.s marchas por entre montañas abruptas. .
Para la celebración de los matrimonios, existe una ceremonia curiosa, según se me ha contado: el Motilón que desea tomar esposa
en justas 'nupcias, empieza por trabajar en los campos de su futuro
suegro, y cuando juzga suficiente su trabajo, se presenta delante del
padre y se pone de rodillas: .
•
Incllé, prepárate le dice el padre de la joven, si la propuesta es de
su agrado, y en seguida le descarga sobre la cabeza un violento bastonazo. ¿ Será ésta una ~1iciación en las dulzuras del matrimonio?
El remedio está á la mano: con unos polvos sacados de un calabazo,
le frota la cabeza con la punta de los dedos. Con esto el matrimonio
que~a concluído, y el indio no tiene que pensar yá sino en ser dicho~o . .... .
Se hallan á veces en territorio de los Motilones algunos sacos
suspendidos de los ranchos, y que contienen cadáveres: son las sepulturas aéreas de los indios; también se encuentran estatuas de
barro cocido, que pueden ser ídolos 6 simples adornos. Es necesario
citar, en fin, la confección original de sus pipas: he visto entre
otras muchas, )ma de cuero elegantemente fabricada.
Después de atravesar la zona de los Motilones, entré en territorio civilizado, y llegué á Chiriguaná, en donde empecé á sentir los
primeros síntomas de las fiebres palúdicas. Los alrededores de Chi-
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JOSEPH DE BRETTES.·-CONFERENCIA.
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riguaná son pintorescos: á dos leguas de distancia, hacia el Este,
los Andes, de un azul de cobalto claro, cierran el horizonte; por
todas pártes se divisa la sabana, de yerba corta, y de trecho en trecho bosquecitos de árboles en lo general pequeños, y de altas palmeras ; á lo lej os, hacia el N arte, como ligero encaje desprendido
del cielo, aparecen las puntas de la Sierra N evada, y el terrible pico
que escalé en 1 89 r. La aldea de Chiriguaná, que debe su nombre á un antiguo cacique, está poblada por descendientes de Españoles y por negros descendientes de los esclavos africanos. Allí pude tomar algunas fotografías y reunir documentos interesantes. gracias á la aütbilidad del Alcalde, D. Basilio Rodríguez, hombre
excelente, que se puso enteramente á mi disposici6n. Chiriguaná es
el oentro de la industria de los sombreros llamados de jipijapa, 6 de
Panamá, que tienen en Europa un alto precio. Para esta fabricaci6n
se elige la parte blanca de las fibras ele una palmera de especie particular; esta, fibra se cocina en agua con jugo de limón, y luégo se
pone al sol, antes ele tejerla.
Después de mi permanencia en Chiriguaná, continué mi viaje
hacia el Sur, al través de los playones de una regi6n completamente
inundada, y visité á Tamalameque, en las riberas del río Magdalena, Aguachica, Brotaré, y Río de Oro, en los Andes. En fin, después de 23 días de camino, había franqueado los Andes colombovenezolanos hasta la ciudad de Ocaña, y el 3 de Junio llegué á CÚcuta, una de las ciudades más florecientes de Santander< y de Colombia. De Cúcuta seguí á Maracaibo por los ríos Zulia, Catatumbo
y el Lago de Maracaibo. Sentí entonces unas fiebres violentas que
por algunos días me tuvieron entre la vida y la muerte, pero gracias
al Sr. D. Jacobo Moreno, C6nsul de Colombia en Maracaibo, pude
recibir de dos buenos médicos los cuidados que exigía mi salud.
Ocho días después estaba yá convaleciente, pero las marchas forzadas,
la enfermedad y las fatigas me habían debilitado hasta el extremo.
El 20 de Junio, aunque no restablecido todavía, pude partir
para Sinamaica, en donde me detuve un día, para estudiar minuciosamente la situación geográfica del lugar y hacer algunas observaciones trigonométricas relativas á mi itinerario hacia los Montes
Oca, que se extienden desde los 50° al Suroeste de Sinamaica. En
fin, el 29 de Junio, á marchas forzadas, llegué á Riohacha, después de haber recogido en el tránsito de la península goajira numerosos y nuevos datos geográficos.
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Los Goajiros son de mediana estatura, bien conformado el
cuerpo, de piés muy pequeños, especialmente las mujeres; de largos
cabellos, y de un andar majestuoso. En los hombres, el vestido consiste en una manta (sai), de tela mas ó menos rica, tejida por las
mujeres ó importada del extranjero; es una larga túnica abierta
por un lado, y que, según las necesidades, se convierte ya en una
capa en que el GoaJiro se envuelve con aire de nobleza, ya en un
taparrabo, ó simplemente en ceñidor. Las mujeres, además del sai
llevan el gayuco, pieza de lana parecida á los lar~os pantalones de
los moricos, que prenden con el sirapo ó cinturón lleno de cuentas
de vidrio. Las habitaciones goajiras se compontl1 de un espacioso
cuarto bajo; las palmeras, hojas y tallo constituyen ei único adorno
en la arquitectura, y no tienen más muebles que hamacas y sacos de
cabuya, en donde guardan los vestidos, alhajas, bujerías, etc.
A la entrada de las casas se encuentran los corrales, en donde
encierran las vacas; los caballos, corderos, cabras y demás animales
los tienen en completa libertad. Cerca del aposento principal se ven
hojas de palma sostenidas por estacas, de las cuales están colgados
los c!tinchonos, especie de hamacas de cabuya en donde duermen
los esclavos.
La urganización social de los Goajiros es semejante al sistema
feudal: están divididos en castas ó en familias que llevan siempre
el n(}mbre de un animal. Una de las principales y más ricas es la de
los Cubia1las ó hijos del tigre, cuyo cacique Haipara, quizá el más
prudente y estimado en toda la Goajira, acaba de morir.
Altivo y orgulloso, el Goajiro trabaja poco. En las clases inferiores, las mujeres ejecutan los más rudos trabajos; en las superiores,
al contrario, ellas pasan el día en las hamacas, van al baño, y hacen
ó reciben visitas, rodeadas siempre de sirvientes prontos á satisfacerlas en sus menores caprichos. En fin, si la poligamia existe en las
clases elevadas, el hombre no puede contraer nuevas uniones sino
con el consentimiento de la primera mujer, que conserva en todo caso la supremacía sobre todas sus rivales.
Desde el instante en que llega en las mujeres la edad del matrimonio, las encit::rran en una casa, y se dice entonces que están en
coima. Al contrario de lo que pasa en otras partes, no es el padre,
sino las tías maternas, las que disponen de la mano de las niñas; las
proposiciones son largufsimas, y cuando la mujer ha aceptado al pre-
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VICTO R LONDO ÑO.-SO NETO.
.... 1.......... _ .... _ ..................... .. _ .......................
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......... _....... ..
tendiente, las tías comienzan á discutir el valor de la dote que debe
llevar el marido al matrimonio, por ejemplo animales, cargas de
maíz, barriles de ron, telas, collares de coral, etc. ; discuten hasta ponerse de acuerdo, y en seguida tiene lugar la boda, con grandes fiestas, y con asistencia de todos los parientes y amigos del vecindario.
Durante tres 6 cuatro días con sus noches, beben, comen y bailan
al
s6n de un tamboril, y como el baile les produce bastante sed, beben
tánto que al fin quedan todos por el suelo, y la fiesta concluye por
falta de suJetos. Antes de separarse, reparten á los invitados pedazos de carne de buey, y para conjurar la mala suerte, en cada una de
las ruedas formadas en el suelo por los rastros de los danzantes, rompen una múcura llena de ron, para asegurar largos años de felicidad
á la joven pareja.
Son tan suceptibles los Goajiros, que para vengar la menor injuria entre las familias, no vacilan en echar mano del rémingt on
y
del arco.
(Contin uará) .
"""" "" El título que lleva el soneto siguiente requiere una breve
explicac ión: el joven autor de tan notable s versos- que por primera
vez publica los frutos de su inspira ción,-e s como verán nuestros lectores un poeta de los que no se encuent ran al voltear de cada esquina, razón por la cual la REVISTA GRIS se complace en presentarlo
á
sus lectores. Nuestro joven leyó en un número de El Correo Nacional un artículo traducid o del francés, en el que un crítico habla de
un soneto inédito de Heredia , recitado por éste en alguna velada
parisien se: la idea de tal obra del autor de Los Trofeos, expuest a en
pocas palabras en el artículo á que nos referimos, fue interpre tada
por Víctor Londoñ o de la manera siguient e:
SONET O .
ESCRITO SOBRE UNO INÉDITO DE HEREDIA.
En la velada gruta que con su palio arropa
El lauro verde-o scuro donde la luz vacila,
El último Centauro del Atica vigila,
Mientras la espuma débil con las arenas topa.
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REVISTA GRIS.
y ya cuando la noche desciende por la c~pa
Del monte de los dioses, se enciende su pupila;
Sus recios corvejones se atesan; lo horripila
El bosque mudo; párte y en la extensión galopa.
Es último en su raza. Trajérale ventura
Un joven compañero. Dilata en la llanura
Su vista, que en la ,comba del turbio mar se pierde,
Mas luégo se irgue y salta con el semblante ufano:
Ha visto que le finge la imagen de Ull hermano
Su misma sombra móvil sobre la pampa verde.
VícTOR LONDOÑO,
(Colombiano).
FLORES DE LLANTO.
(INÉDITO).
Mi pesadumbre aciaga
Con antros asemejo
En cuyo fondo tenebroso vaga,
Como UIl rayo di-vino, tu reflejo.
Mi soledad asombra:
En su fúnebre caima
Es de tristeza de ciprés la sombra
Que se dibuja en qerredor de mi alma.
En impulso violento,
A tu fulgor bendito,
Se retuerce m itriste pensamiento
Con las míseras ansias del precito.
En grupo lastimero
Brilla tu luz difusa:
Dijérase purísimo lucero
En la torva cabeza de Medusa.
Oh mi cándida niña!
Contra el dolor sañudo,
Al fin vencido en desastrosa riña
Ya no tengo en mis sueños un escudo
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PEDRO QUESADA
R.-uN PUNTO CIENTÍFICO.
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........................................................... .................................... H!.
La culpa malhadada
En silencio me acecha,
Llevando entre sus manos una espada
Como de rayos fulminantes hecha.
Pero tu bien perdido
Sobre mi -culpa gira
Al igual del incienso desprendido
De la llama sangrienta de una pira.
Pues si mi frente hieres
Con inmortal destello
Es porque tú de mis tormentos eres
El luminoso, el tutelar, el bello!
Jus:ro A.
FACIO.
Septiembre: 1893.
•
UN PUNTO CIENTíFICO.
PERITONEO (1) .
El peritoll,eo, la más grande de todas las serosas de la economía, se divide en dos grandes hojas: la paridal y la visceral. La
primera tapiza todas las paredes de la cavidad abdominal, mientras
que la segunda cubre las vísceras, dándoles ese aspecto brillante
que les es característico.
Para su estudio la dividiremos en dos porciones, limitadas por
un plano que pasaría por el ombligo.
PORCIÓN INFRAOMBILlCAL.
Sobre la línea media, el peritoneo cubre la cara posterior de los
músculos rectos del abdomen j llegado al nivel de la cara po~terior de
la sínfisis del pubis, se dirige sobre la vejiga cuyas caras anterior, lateral y posterior, tapiza. El fondo de saco que rodea el cuello de la
vejiga, y que es formado por esta reflexi6n del peritoneo, lleva el
nombre defolldo de saco perivesical. De la cara posterior de la vejiga pasa el peritoneo á la cara anterior del útero en la mujer, for(1) Al publicar el presente resumen de la gran serosa cuyo estudio parece tan
difícil, s610 nos ha guiado el deseo de ser en algo útiles á nuestros condisclpulos,
los estudiantes de primer año de Anatomía.
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REVISTA GRIS.
mando así eljtm&J de saco vésico-uterillo que se extiende hasta el
plano de separación .entre el cuello del útero y la vagina. De la
cara anterior del útero pasa el peritoneo al fondo de este órgano, y
1uégo á .su cara posterior, extendiéndose hasta gran parte de la cara
posterior de la vagina, de donde se desprende para envolver los ;0
superiores del recto, el cual fija contra la columna ve~tebral. Es á
este repliegue del peritoneo, que envuelve parte del recto, al-que se
da el nombre de meso-rtcto. El fondo de saco comprendido entre
la cara posterior del útero y la vagina por una parte, y el recto por
la otra, lleva el nombre de fondo de saco recto-vaginal ó fondo de saco
de Douglas. Este está reemplazado en el hombre púr el recto-vesical, comprendido entre la cara posterior de la vejiga el recto.
El peritoneo que se ha desdoblado al nivel del útero para tapizar sus dos «aras, vuelve á retonstituírse al nivel de los bordes de
este órgano para formar los ligamentos anchos. Estos se insertan por
su borde interno á los bordes del útero, y por el externo á las paredes de la cavidad pelviana, donde las dos hojillas del peritoneo se
separan de nuevo para tapizar las paredes laterales de esta cavidad.
Es en el espesor de estos ligamentos en donde están contenidos los
órganos accesorios del útero, cuya presencia determina tres levantamientps ó repliegues que llevan el nombre de aleronts. Hay de
ellos tres : el anterior, el superior y el posterior. El primer altrón
está ocupado por el ligamento redo1zdo; el segundo, por las trompas
de Fallopio, y el tercero por los ovarios.
Lateralmente, el peritoneo cubre la cara posterior de los músculos trasversos del abdomen, y se dirige h~cia adentrp pasando por
delante de las caras externa, anteriqr é interna de los cólollts ascmdtnlt y deSct7tdmte á los cuales forma, excepcionalmente, un meSocólon; luégo pasa sobre la cara anterior de los riñones y de las cápsulas supra-renales, de la vena cava inferior y de la aorta, respectivamente, sin envolver ninguno de estos órganos. En fin, una vez
que ha llegado sobre la columna vertebral, las dos hojillas del peritoneo se sueldan nuevamente para constituír el mesenterio.
MESENTERIO.
Se llama así la porción del peritoneo que fija toda la masa d~l
intestino delgado contra la columna vertebral. Es un repliegue de
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PEDRO QUESADA
R.-UN PUNTO CIENTÍFICO .
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la serosa peritoneal, oblicuamente dirigido de arriba hacia abajo y
de izquierda á derecha, desde la segunda vértebra lumbar hasta la
quinta. P,esenta dos caras, dos bordes y dos extremidades. Las
dos caras se encuentran en relación con las circunvoluciones intestinales j su borde anterior se inserta sobre el borde posterior del intestino; el posterior, sobre la columna vertebral en una extensión
de 10 á 12 c. m. La extremidad superior se desdobla para cubrir
parte de la tercera porción del duodeno, y constituír en seguida la
hojilla inferior del llleso-cólon trasverso, hojilla que se confunde con
la posterior del grande epiplón. La extremidad inferior se desdobla
también para tapizar las dos fosas ilíacas.
Continúa el peritoneo descendiendo sobre las partes laterales
de la cavidad abdominal. Llega sobre la arcada crural, se desprende de allí y tapiza las dos fosas ilíacas, derecha é izquierda. De esta
última s~ desprende para envolver completamente la S ilíaca, la cual
fija contra el raquis, formándole así un meso-cólon ilíaco. De la fosa
ilíaca derecha pasa sobre el ciego al cual forma por excepción un
1neso-caecum.
PORCIÓN SUPRAOMBILICAL.
El peritoneo cubre la parte superior de la cara posterior de los
músculos rectos del abdomen. A ese nivel la vena ombilical lo levanta, formando así el ligamento suspensor del hígado ó ligammto falsiforme. Este se inserta hacia arriba, sobre la cara inferior del diafragma, y hacia abajo, sobre la cara superior del hígado. Una vez
llegado sobre el borde anterior de este órgano, se insinúa en el interior del surco longitudinal ó de la vena ombilical. Este ligamento
divide la cara superior de1 hígado en dos lóbulos: derecho é izquierdo.
Continúa el peritoneo cubriendo la cara inferior del diafragma,
de donde se desprende Pira dirigirse sobre la cara superior del hígado, quedando así formado un fondo de saco que detiene hacia
atrás la mano cuando se la hace deslizar entre este órgano y el diafragma. Este fondo ele saco constitu e la hojilla superior del liga:
mento coronario.
El peritoneo que ha tapizado la cara superior del hígado, forma al nivel de los lóbulos rlerecho é izquierdo, respectivamente, ia
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REVISTA GRIS .
_..' ... ,."....._, ................................
•......... _ .................. . ........................ . ..... . .............. ... 1•• _ ..... .
hojilla superior de los ligamentos triangulares, derecho é izquierdo.
Estos se extienden de la cara inferior del diafragma á los dos 16bulos
hepáticos.
Continúa el peritoneo cubriendo la cara superior del hígado;
llega al borde anterior de este crgano, y se refleja para tapizar su
cara inferior, formando al nivel del borde posterior de ella, la hoIla inferior del ligamento c('ronari0,i y á derecha é izquierda, la hojilla infenor de los ligaN/entos triangulares. Resulta, por lo tanto, de
esta disposici6n que el borde posterior del hígado está en contacto
inmediato con el diafragma, pudiendo por 16 tanto ser herido á este
nivel sin interesar la serosa peritoneal.
Del surco trasverso del hígado se desprende el peritoneo para
dirigirse á la curva pequeña del est6mago, formando así la hojilla
anterior del pequeño epiplón ó epiplón gastro-I/epático. En el espesor
de él están contenidos la vena porta, la arteria hepática y el canal
colédoco. De la curva pequeña del est6mago sigue el peritoneo
hacia abajo; cubre la cara anterior de este 6rgano; llega á su gran
curva, y se desprende de allí para ir hasta la sínfisis del pubis, de
donde asciende para confundirst! con la hojilla inferior del meso-cóIon trasverso. Esta hojilla está formada, como lo hemos dicho ya,
por el desdoblamiento de la extremidad superior del mesenterio.
Resulta de esa reflexi6n enorme del peritoneo, que ha partido de
la gran curva del est6mago, que ha llegado á la sínfisis pubiana y
vuelto á subir, un primer saco, compuesto de dos hojillas, que podríamos llamar primer saco del grande epiplón. Pronto veremos que
en su interior está contenido un segundo.
, La misma hojilla del pe¡;itoneó que ha tapizado la cara anterior
del est6mago se dirige hacia la gruesa tuberosidad de este 6rgano,
de donde se desprende para envolver completamente el bazo é irse
á terminar al pilar izquierdo del diafragma, después de envolver la
cola del páncreas. Este repliegue del peritóheo, llamado epipló1t gastro-espléllico, se forma por un mecanismo análogo al del primer saco
del grande ePiPlóll. En efecto, veremos también colocarse en el interior de él un segundo saco. I
,Deslizando la mano hacia la derecha de la cara anterior del
pequeño ePiPlón se llega á un orificio limitado: hacia adelante por
este epipl6n; hacia atrás, por la vena cava inferior; hacia arriba
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por el lóbulo de Spigel y hacia abajo por la primera porción del
duodeno. Este orificio, designado con el nombre de hiatus d~ Wi1Zslow, establece una comunicación entre la cavidad virtual del peritoneo y otra cavidad design~da con el nombre de trascavidad de los
~piplolles. Los límites de ésta son': hacia adelante la cara posterior
dé"! estómago; hacia atrás la cara anterior del páncreas; hacia arriba la cara inferior del hígado y hacia abajo el 'llleso-cólon trasverso.
El peritoneo, introduciéndose por el hiatus de Winslow tapiza las
paredes de esta cavidad. Cubre, por lo tanto, la cara anterior del
páncreas (este órgano está desprovista de serosa peritoneal por su
-cara posterior), y Jorma: la hojilla posterior del pequeño epiplón j
luégo cubre la cara posterior del estómago, desprendiéndose al nivel de su gran curva para dirigirse á la sínfisis del pubis y ascender
en seguida, confundiéndose en su parte superior con la hojilla superior del meso-cóloll trasverso. De esta segunda refl!,!xión del peritoneo resulta un segundo saco colocado en el interior del primero
y como él compuesto de dos hojillas. Hay, pues, en el grande epipIó" dos sacos i?te/teídos el uno en el otro, ó lo que ~s lo mismo, cuatro
hojillas.
El meso-cólon trasVe1"SO, cuyas uos hojas hemos visto cómo se
constituyen', es un repliegue ' extendido del borde posterior del cólon
trasverso á la columna vertebraL A ese nivel las dos hojas se separan para confundirse con la hoja parietal del peritoneo, ya estudiada.
La misma hojilla del peritoneo que ha tapizado la cara posterior del estómago se dirige hacia la gruesa tuberosidad, de donde
se desprende para envolver el bazo, colocándose e7I el interior del primer saco de! ~pipló1Z gastro-esplénico. De este epiplón podemos, p"Ues,
decir que está constituí do, como el grande, de dos sacos, ine/uídos el
uno en el otro, cada uno d~ los cuales consta de dos hojillas, y la total
. lidad del epiplón de cuatro.
PEDRO QUESADA
Bogotá; Mayo de 1894.
©Biblioteca Nacional de Colombia
R.
REVISTA GRIS.
........4:. ......................_................... ..
MÚSICA COLOMBIANA.
Soy muy dado á leer los soporíferos artículos de nuestros
financistas, y aunque no me cala aquella embara7.osa nomenclatura,
nueva germanía inventada con más sanas intenciones que el dialecto
de los rufianes, me sorprenden la solicitud y diligencia que consagramos al estudio de la riqueza pública, insegura por la universal
depreciación dd metal bLil1co, cuando por otro lado clejamos ab i11
testato las riquezas intelectuales que en embrión nos está brindando
caudalosamente la exuberante naturaleza americana. Con el propósito, pues, de hacer valer una incontrovertida propiedad nuéstra
escribo estas líneas, no con el intento de hacer en ellas un estudio
serio y detenido de nuestros cantos populares, sino más bien para recome:1dar á nuestros jóvenes artistas la composición de piezas en el estilo
nacional y procurando encaminar la afición de plumas menos indoctas
por las disertaciones técnicas que ilustren sabiamente la materia y
den á conocer el fragante ramillete de aires patrios con que á las
rasgadas armonías del tiple deleitan su espíritu nuestros meistersaensgers.
Sabido es que la música es dón de todos los pueblos y presenta
en cada uno de ellos sus rasgos distintivos que le imprimen el sello de
la nacionalidad: melódica en Italia, bélica y sombría en Alemania,
ligera y chispeante en Francia, salerosa en España, nostálgica en
Rusia, sencilla y grandiosa en Inglaterra, triste en Noruega y voluptuosa en las Antillas. Así se explica que el noble valse europeo al
pasar á Sur América tomara cierto dejo especial nuéstro que á pocas
vueltas dio a( traste con su elegante sobriedad hasta convertirle en
el género de composiciones denominado Pasillo, del propio modo
que la contradanza española, merced á la influencia dd ambiente á
que fue trasladada, esto es, del medio antillano en que vivió larga
vida, se transformó por lenta gestación en la Habanera de hogañO,
ganando así en tipo y en calor; pero donde se observa palpablemente la influencia del clima y de la raza en la musica es en el pueblo de la Costa Atlántica; allí donde se echa la gota gorda bajo
una temperatura de 80° Farenheit, allí donde el elemento negro predomina en la clase baja, se oye con indiferencia el bambuco, mientras
la Danza criolla levanta los ánimos y produce UI1 entusiasmo rayano
©Biblioteca Nacional de Colombia
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N.
GARAY.-MÚSICA COLOMBIANA.
·....... ..... '... .
en frenesí. Por eso andan en lo cierto quienes miran en las canclOnes de un pueblo el reflejo de sus costumbres, de su índole y su
temperamento; quienes miran á los portugueses al través de los
Tadhul1es y .Llfadihnas, á los alemanes en su Liber-Kra1tz, á los
norteamericanos en su acompasado Yankee-Doodle, á los peninsulares en sus alegres jotas, y quienes nos miran por el lente de nuestros óambucos, legado precioso de ignorado testadO!: trasmitido hasta nosotros de generación en generac:6n, sin tabladura ni otros recursos semejantes; y estas diversidades de músicas tienen su origen
en las diferencias de sangre y de raza, no en las más 6 menos demarcadas líneas fronterizas que limitan á las naciones. Sin haber investigado, por ejemplo, la ascendencia de Rossini, plumas competentes
han declarado que el cisne de Pésaro fue más francés que italiano;
y, real¡nente, por ra7.6n de la música Rossini me ha parecido siempre
consanguíneo de Auber.
Asimismo existen instrumentos músicos ideados por los pueblos
para interpretar en ellos sus canciones; instrumentos característicos
que son como la síntesis de su inculta estética, Respondan si no el
mir de Suecia, el bal1jo norteamericano, las ba7ldurrias y las guitarras de España, y hablen aquí 'no más los tiples y las balldolas, que
en último análisis se reducen á simples alteraciones 6 modificaciones
de los instrumentos españoles.
En estos tiempos parece que si las naciones civilizadas se hubieran concertado para enviar á los grandes centros europeos personalidades eminentes encargadas de representar airosamente la música
patria. La Polonia anticip6 su diputaci6n desde que Chopin abrió
de par en par las, puertas de su alma para inundar al mundo entero
con sus sentimentales melodías, emanaciones sublimes de' aquélla, y
hoy concurre}) á este singular Cabildo: por España, Sarasate y ChapÍ; por Rusia, Rubinstein y Tscnalkowsky, sucesores de Glinka; Lalo,
por Noruega; G6me7., por el Brasil, y por Cuba, Díaz Albertini, á
quien debe la Habanera que el ilustre Saint-Saens le tienda la protectora mano, como en época no remota se la tendieron Gottschalk
y Bizet.
Es por otra parte innegable que la Habanera supera á nuestro
bambuco por lo que es más característica, es decir, porque tiene un
aire más determinad,), porque ha esclarecido y fijado con precisi6n
©Biblioteca Nacional de Colombia
•
REVISTA GRIS.
sus líneas, en fin, porque se ha consolidado j pero se nota al mism(}
tiempo que las singularidades de cada música s610 son susceptibles
de descubrirse en el estado rústico en que se hallan todavía esos dos
aires, y esto es 16gico.
El Liber-Kranz de Alemania, llevado á la perfecci6n á que le
condujeron las Sinfonías de Beethoven, perdió parte esencial de su&
rasgos característicos; éstos, que son como si dijéramos los puntos
angulosos y salientes más expuestos al roce continuo, á la larga sedesvanecen, se borran casi, resultando por lo común que los ai res de
d,eterminado pueblo, al contacto con los otros aires de los demás
pueblos, van ingiriéndose en éstos, empalmándose recíprocamente
los unos en los otros hasta confundir elel todo sus elementos. Se
opera, en suma, un cruzamiento de razas musicales; y así se ve que
la música italiana, la más extendida en el mundo, ha tomado, gracias á su inmensa popularidad, cierto colorido cosmopolita que le
impide ser original, en tanto que la música francesa, poco aclimatada entre nosotros~ no~ presenta algo nuevo en su peculiar jovialidad.
Pero al par que la Habanera, rodeada de una atm6sfera superior, se purifica y se acendra bajo la influen~ia abstersiva de la composición y del gusto europeos, el bambuco retrograda día por día en
manos de inéditos compositorzuelos que forjan sus reputaciones lugareñas al calor de ese molde original, únir.o en la forma. A rebajarlo más concurre la indiferencia coñ que los historiadores han mi~
rado nuestra música, acaso con propósito deliberado, enmendándole
la plana á la misma Biblia que nos mnestra á la profetisa Marianne'
tañendo el tamboril; á Plat6n, á Arist6teles, á Demetrio FaJareo.
Vitruvio, Diódoro de Sicilia, Comelio Severo y Josefa, por no citar
más, sin reparar en que de esta suerte se omitía uno de los factores
que más importan al conocimiento de la índole colombiana. Porque,
en efecto, el carácter particular de un pueblo no se encuentra en bibliotecas, ni compulsando datos de autores clásicos j él debe buscarse en sns artes primitivas: en 5Í.IS grotescas esculturas, en sus jeroglíficos, en sus altos 6 bajos relieves y en las canciones populares
cuando su olor silvestre no ha sido inficionado en extranjera atm6sfera, cuando conservan incontaminada la nota de nacionalidad.
El bambuco, debemos reconocerlo, es un aire bajo .y plebeyo;
para redimirlo de esta condición se necesita un genio poderoso capaz,
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GARAY .-MÚSI CA COLOMB IANA.
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de acomete r la labor, se necesita un 9hopín que depure los aires
nacionales como el gran clásico del Piano depuró los cantos polacos,
y á fin de conseguirlo conviene el trato constan te con los autores
clás¿cos y los modernos más renombrados para procura r asimilarnos
la esencia de la belleza musical. Apenas por espíritu de rutina manifestamos entusiasmarnos con las sonatas de Beethoven y Mozart,
que no compre ndemos suficientemente, ó con el árido libraco de las
fugas ae Bach; pero nada sabemos del chic de Godard ó de Thomé, de la aristocracia de Massenet ó de la hirsuta melodía de Liszt,
ni nada podemos saber porque en los institutos musicales de la instrucci6n pública un mal inspirado prurito de anglom anía le cierra
las puertas á lo moderno, á lo de Francia que es hoy en artes Suprema lex. N o hablo de la música rastrera de los Café Concerts y
de
las cltansonettes de Paulus, no de la marcha de Boulanger y todo
el
repertorio del populac ho; sino ele la música elevada que crece bajo
los auspicios del Barrio San Germán , de la música. que viste casaca
roja, que es trasunto de la época de Luis XIV y que hasta nuestros
ellas ha trascendido en las celosas manos de la nobleza.
Los bambucos, á decir la verdad desnuda , no tenemos compositores nacionales, como tampoco los tienen Venezuela, Ecuado r
ni
ninguna Repúbli ca de la América del Sur, salvand o la elel Brasil,
Nuestro Ponce de Le6n apuró, esforzó y esprimi6 su inspiracioo
hasta sacar de ella su 6pera italiana como Florinda ó mística como
Ester " pero, sabe Dios por qué, en . sus obras nunca se ve fluÍr
abundan te y suelta la melodía americana. En cambio la poesía,
arte más cultivado por nosotros, exhibe pinceladas de un colorielo
verdade ramente local en los fragmentos del Gonzalo de Oyón
ele
Arboled a y en el Cultivo del maíz de Gutiérrez González, según los
recientes y largos comentarios ele D. Marcelino Menénelez y Pelayo·
Se dice que tenemos ya dos sinfonistas que saben manejar con
pureza y elegancia las partes de un contrap unto ' y que han pasado
la parte científica de la música: la escolástica. ¡Enhor abuena
!
Esto es de congratularlos y de congrat ularse ellos que podrán entrar ele lleno al campo anchuroso de la composici6n libre, á recoger
los primeros los dispersos bambucos para reponer con nuevos y lozanos gajos el 'marchit o manojo de las formas invet~radas.
Si para concluÍr éstas ya en demasía prolong adas líneas se me
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REVISTA GRIS.
......... ·.00.·................... ........................... '. . .. ' ..._ .. _ . .. .. ....... ',._ . .. ._...... .. ,_ ... •... . .. ', . .. '.. '.
permite anticipa! algunas observaciones á las otras más autorizadas
que el tema sugiera, las expondré brE!'Vemente, advirtiendo que ellas
hacen referencia á una colección de bambucos que he formado y
que tengo en este momento á la vista.
Primeramente, hallo que es común á todos la síncopa española de las jotas y los aires andaluces, si bien en algunos más marcadas que en éstos j que en ellos predomina el modo menor, el cual
es muy rico de sonidos, pues procede por la escala melódica, la enarmónica y la eólica, siendo muy transitorios los pasos al mayor j que
su armonía, á pesar de poseer ciertos encantos para nosotros, resulta
incorrecta al amoldarse á las reglas de los preceptistas j que ellos
constituyen un argumento irrefragable contra las suposiciones de
varios notables didácticos interesados en reputar el intervalo de tercera menor como "creación artificiosa de músicos ingeniosos y
atrevidos" j que sus fuertes síncopas les hacen á veces poco cadentes, y, finalmente, que á todos les distingue el ritmo ternario, abonando de esta suerte la aserción de los prácticos opuesta á la de los
teóricos en lo de que el ritmo binario sea el único empleado por los
pueblos-en su música primitiva.
Los bambucos naturalmente no están en sazón de ser trasplantados al terreno de la ópera ó de la sinfonía, son mieses cerollas que
á su tiempo han de madurar j para entonces sí, apercibámonos, y
mientras tanto velemos sobre la pista, no sea que segadores más expertos aprovechen la cosecha y nos dejen recogiendo los desperdicios en el rastrojo.
N. GARAY (San Ciro) .
..
-~.
REVUE DES REVUES.
Pocas palabras y mue/zas ideas, es la divisa de esta importantísima Revista quincenal que dirige en la capital del mundo el ilustre
escritor M. Finot. Contiene, como dice uno de los más respetables
escritores franceses, refiriéndose á ella, la síntesis del pensamiento
moderno. En efecto, puede decirse que los lectores de esta Revista
viven informados de los progresos y adelantos de todas las ciencias
y artes, toda vez que colaboran en ella los más renombrados sabios
y artistas europeos y americanos. La Revista aparece ellO y 15 de
©Biblioteca Nacional de Colombia
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LA
REDACC:tON.~REvtJE
DE REVfJES.
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cada mes, y sus números están divididos en las siguientes seccion es:
Cuestiones Sociales y Religio sas; Folletín ; Historia y Demog rafía;
Ciencias secretas ; Literatu ra y Artes; Análisis de las Revista s; Revista de libros; Caricaturas políticas; Ultimas invenciones y descubrimientos.
Una ligerísima reseña del último número que hemos tenido el
gusto de recibir, el correspondiente al mes de Junio, y los acredita
dos nombres de los autores de los trabajos que contiene, bastarán
para poder apreciar el mérito de la Revista. El sabio alemán Nor·
dan ocupa las primeras páginas con un trabajo titulado .la en!ff",e
dad de la Literatura actual; vienen en seguida Leroy-B eaulieu, Tude y Branting, el primero con· un nutrido artículo sobre El Rt;no
del Dinero, el segundo con los Crími!Jtes del Odio, y el último con
el
M01Jimimto Obrero m S uecia / Legras, con un curioso estudio hecho
según documentos inéditos sobre la vida de Heine en Parfs; Weil,
el sabio helenista, <:on una traducción en prosa del .EIímno á Apoto.
suya música y letra se encontraron recientemente en El Tesoro dI
los Atmiens es, sobre delgados cuadriláteros de mármol ; y Mariosisai.
zau, con un trabajo crítico sobre la Poesía del Japón. .
La sección más interesante es la de AlIálisis de las Revistas, eH
a cual, en pocas palabras, extracta n el conteni do de todas las Revisas Europea s y Norteam ericanas ; en seguida se halla.n los documen~
os curiosos, sección en la cual nos han mostrado á Napoleó n 1 ca-mo novelista, y nos dan á conocer algunos datos sobre Los Alarmis
las drama del desgraciado Empera dor víctima del desastre de Sedán
;
después un análisis del contenido de los libros que acaban de publicarse, y por último, como para que nada falte en esta recopllacióa
del progreso moderno, están las caricataras políticas , que lá Revista
recoge de todos los periódicos del género. Aquí el tesoro italiano
;
una vieja vaca extenuada, que come piedras, y con la ubre escurrid
a
(como tántos tesoros !); allí el infortun ado Carnot sin saber qué ha.
cer, acosado por un cura, un obrero y una bailarina, el espíritu Vifiq
y el esplrilu 1wevo; allá El placer de ser primer Ministro.. Dupuy quo
se va por el fondo de la silla, y un viejo flaco y raído que espera el
momento de sentarse en lugar del primero, que tiene encima de la
cabeza una cinta con esta significativa exp~esió n: 1/0X popu/;, VO~
variabilis.
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REV1STA GRIS.
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La suscripción anual á la Revue des Revues vale L8 francos en
Colombia. En la Agencia ,de la REVISTA GRIS pueden conseguirse
suscripciones.
MISCELÁNEA.
EL LIBRO DE LA PATRIA. Historia delzo d~ Jitlio de) 810. Preparado por D. IgllacioBorda. 1894. 84.0 Bogotá. 178 págs. Es este un
hermoso libro adornado con varios retratos é impirado en un grande
amor' por los iniciadores de la Independencia de Colombia.
El Concejo Municipal de la capital con mucho acierto ha hecho por cuenta del Tesoro del Municipio la edición del libro; bien
merecía el patriota Sr. Borela el apoyo que se le ha dispensado.
COMPAÑíA DE ZARZUEl.A.-Sigue cosechando numerosas y merecidas palmas la que actúa en el Municipal, ya porque la Empresa
ha podido saber cuál es el género que más gusta á nuestro público',
ya por el esmero con que han puesto en escena las piezas escogidas.
Habla muy alto en favor de todos los artistas, el hecho de que,
zarzuelas como El Rey que rabió hayan sido repetidas muchas veces,
siempre con lleno completo, y con agrado de cuantos concurren al
T.eatro. Piezas como El Rey que rabió, Dolía Juanita, JUl{ar con juego, pueden contar con muy buen éxito.
Entre las representaciones de este mes, recordamos con gusto
La Traviata, dada en beneficio de la primera tiple Sra. Aguilar de
U ghetti, en la cual lució, como raras veces, las especiales dotes de
artista que la caracterizan, principalmente en la graciosísima cancíón
españ~la El Gato Negro. Los bogotanos dieron en aquella noche
mucha~ y valiosas pruebas del cariño que l~ Sra. ele U ghetti ha sabido conquistarse.
¡'LA PATRIA."-Enviamos nuestro cariñoso saludo á La Patria
periódico político dirigido por los Sres. Enrique y Santiago Lleras,
notables miembros de la juventud colombiana y muy distinguidos
periodistas.
AGENCIA.-El Sr. D. Roberto ele J. Díaz nos participa haber
establecido una agencia ie comisiones, ele suscripciones de periódicos y venta de libros, etc. Conocemos la honradez é inteligencia del
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Al Hospital de Zipaquirá ............ . ....... _... 225
Al
id.
de San Juan de Dios de esta ciudad... 225
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premio mayor, de . .... ...... . ..... .. ...... $
2 aproximaciones mayores de .á $ IS0 cada una..
20
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menores de á $ 15
"
" ...
45 premios de á $ 8 cada uno, . .. _.. : . ...... . . 450
id.
de á $ 4 "
".... ... . . . . . . . .. . .
3,000
300
300
360
1,800
518
5,7 60
Los premios se empezarán á pagar el día del sorteo á 'la I p. m.
al portador y á la vista, en la Oficina Central, según lista que publica la Empresa.
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