Untitled - Marco Zet San juan Garcia

Transcripción

Untitled - Marco Zet San juan Garcia
NEO BARRIO Y OTROS LARES
PRESENTACIÓN Y CONTRAPORTADA
Los cuentos, por siempre se han alcanzado a las
manos del hombre, y han sido fieles compañeros
por todos sus horizontes. Han viajado adjuntos a
nosotros desde la primera caída, tanto, como han
estado cercanos a nuestro primer levantamiento.
Los cuentos, han habitado en aposento de ricos y
opulentos palacios, al tiempo que han habitado
entre las chozas más pobres y de lo más humilde.
Los cuentos han viajado en una alforja llena con
centenarios, como también han salido por algún
bolsillo roto y mendigo. Por lo tanto, los cuentos
han estado entre los valles y las montañas, como
han caminado por todas las calles y, han estado a
la espera en cualquier esquina.
Los cuentos presentes, tampoco se escapan a la
realidad anterior, pues son temáticas que otro día
deambularon por alguna localidad. Además del
cuento de una ficción factible, el cual comprenda
una nueva cultura de respeto y seguridad; puesto
que todos merecemos una calidad “plus” de vida,
que nos rescate y rescate hasta el último de todos
nuestros conterráneos. Neo Barrio.
Jesús Eloy.
TRIÁNGULOS
Pág. - X -
Por el firmamento claroscuro de esta narrativa
como una estrella fugaz ha de transcurrir la vida
de la protagonista estelar, y si fue como una señal
de buena o mala suerte; es nuestro gentil lector el
que podrá contemplarlo.
Pero para darle el paso a Atala por los caminos
y llanos de estas páginas, primero tendremos que
retroceder hojas de años resueltas, para encontrar
la rama y nido en el árbol genealógico de la bella
ave del presente cuento.
Germán pudo ver la primera luz al borde de un
barrio bajo de la ciudad luz de París, fue un niño
muy normal hasta su adolescencia en la cual éste
sufrió una grave transformación, y de repente se
convirtió en un pillo que naturalmente pasó a ser
la oveja negra de la familia.
Del mal camino que había tomado Germán, no
podría su decente aunque pobre padre, inculpar a
F. Villon --poeta villano, y a quien Germán releía
con gran pasión, hasta memorizar algunos versos
de aquél. Y, la problemática fue que ya circulaba
el rumoreo por el barrio sobre la reputación de su
hijo Germán, y para colmo, también perjudicaba
la mal andanza de aquél a toda la honrada familia
parisina, hasta entonces muy respetada.
El aprendiz de villano, antes de que pasara otra
cosa, se vio orillado a salir pronto huyendo hacia
España, pues no quería saber nada de su país.
Germán soñaba con ser un aventurero, y como
ya lo era y no tenía algún oficio, continuó con su
carrera irreverente por algunas ciudades de dicha
península Ibérica, vendiendo diferentes vinos con
licores apócrifos.
Nunca me hube enterado, si en España Germán
llegó a estar tras de las rejas, pero la cuestión fue
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que después de algunos años mejor empacó todas
sus cosas, y casi derrotado abordó un barco hacia
el nuevo mundo, y para ser más precisos, hacia el
país de México.
Ya en costas mexicanas se sintió muy libre sin
su abrupto ayer, pero como habría que alimentar
y saciar su sed para poder subsistir; se resolvió a
continuar con el pillaje por una corta temporada
mientras encontraba un acogedor lugar, en donde
pudiera radicar definitivamente y así cambiar su
mala conducta para ser un hombre de bien.
Un día en que Germán viajaba por el centro de
la República, al llegar a la estación de una bonita
y pacífica ciudad, éste bajó por fumar un cigarro
y para estirar las piernas; vio en su contorno y los
árboles agitaban despacio sus hojas al suave viaje
del viento, las florestas despedían sus penetrantes
fragancias paradisíacas, y una luna azul mostraba
toda su coquetería al natural. Y eso, concluyó por
convencer a Germán para radicar en aquel lugar.
Y sin perder tiempo, veloz bajó sus pertenencias
del autobús, y buscó un alojamiento lo más cerca
de aquel paraíso tan exuberante, impreso junto a
un entronque a la entrada de aquella ciudad.
Germán, compró un terrenito “de mil metros al
cuadrado” que estaba arraigado por un ángulo del
crucero vial antelado. Allí, él; construyó con sus
propias manos y con la ayuda de dos mozos, una
amplia cabaña con horcones (de pino) y pintada
de color café, con techo de dos alas y con tejado
de barro cocido al natural, más una gruesa puerta
de madera de ahuehuete, y como ventana la gran
rueda de una carreta --y de la rueda, provino la
taberna con el nombre de La Carreta.
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Por lo que consta a la añeja costumbre de aquel
pillo francés de adulterar las botellas importadas,
de nuevo tuvo la tentación de volver hacerlo pero
en cuánto se recriminó; e hizo un juramento: ante
las imágenes (de Santa Lourdes y nuestra Señora
de París) hizo el votó: de no a la piratería. Y, las
bebidas importadas de La Carreta, se cobraron en
la redonda un caro crédito, por su bouquet como
la calidad, y sobre todo por su exclusividad como
por lo genuino de las marcas. Además de la regia
y sabrosa cerveza, acompañada por la exquisitez
de la siempre bienvenida botana.
De la madre de Atala, se puede decir poquito o
casi nada; que llegó de la sierra más baja con dos
o tres paisanas suyas para vender fruta. Todos los
fines de semana se apostaba por un costado de la
plaza pública; y ella, era la menos morena de las
otras indígenas, y llevaba el nombre de María: y a
pesar de su origen era de facciones atractivas de
paso muy delicadas.
Un día domingo que Germán descansaba, luego
del medio día fue hacia la plazuela para comer. Y
después de tomar los sagrados alimentos, tuvo el
animado deseo de rondar por la ágora, cuando las
tres jovencillas serranas se aproximaron a él para
ofrecerle diferentes frutas; Germán, vio aquellas
indígenas con total indiferencia, pero como todas
las frutas gustaban a su paladar, les compró de lo
más multiplicado para prepararse un cóctel. Con
la grata sorpresa para Germán, que al saldarles a
cada una de aquéllas, para cuando le tocó la paga
a María, el francés se quedó prendado a esos dos
ojitos de mirada dulce como el capulín.
Al séptimo día, Germán regresó a la plaza, y en
cuanto se dio la oportunidad buscó prontamente
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a las fruteras. María y otras dos, quienes serias
pero no perezosas, nomás lo divisaron y hasta le
corrieron a alcanzarlo. Les compró toda la fruta
que traían y, un rato después de darse a entender
con ellas a puras señas mímicas y unas frases en
castellano… --Germán terminó por convencer a
María y otra de ellas para que fueran auxiliar en
la taberna a la cocinera.
María, era como una gatita montés, que sutil y
entrecortada gruñía frases mezcladas, entre una
extraña lengua y un extraño castellano: “El tipo le
gustaba porque lo veía muy chistoso, además por
su color de maíz amarillo, con esas barbillas de
duende travieso, y sus cabellos lisos como el pelo
de una mazorca descolorida, y por lo flaco de sus
miembros le parecía como un coyote, no le hace
que mirara como zorro; y por lo de la maña en sus
ojos por eso lo quería como si fuera un príncipe
azul”. Y accedió a juntarse con él.
El aún joven francés, pensó hacer lo que busca
hacer cualquier hombre, puesto también tenía que
cumplir con su ciclo biológico; por poco cumplía
los 33 años de existir, y si la fortuna de la vida le
dispensaba tener hijos, él, deseaba verlos crecer y
desarrollarse en todos sentidos, con la conseja y
el apoyo de un padre no tan viejo.
Y del matrimonio nacieron dos hijos, primero
fue Atala, y 3 años después precisamente vino de
París Emilio.
Si hubiera visto su padre a Germán, seguro que
no lo hubiera creído, el pelo y la salpicada barba
se la había recortado, y ora vestía con sobriedad
ya no sicodélicamente; había dejado por un lado
sus libros favoritos los del romanticismo con los
del simbolismo francés. Y desde que se unió con
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María, como el padre formal que sería, leía reacio
y muy flojamente las obras de J. J. Rousseau con
música de fondo --Debussy y Berlioz-- aunque a
partir de 2 ó 3 páginas se quedaba dormido, y de
lo poco leído la verdad no asimilaba ni un tantito.
Pero definitivamente era otro hombre.
Por esto, a su corto entender creyó que la mejor
educación de sus hijos, sería conforme y según a
lo que había leído en el Emilio; y Germán abusó
con ellos y actuó muy austero y deliberadamente
injusto. Poco liberal.
Tenía como 30 años que Germán había partido
de su patria, y con su familia (su padre y tíos) se
comunicaba por correo, y últimamente se había
olvidado de hacerlo; por lo que acordó disponer
de unas cortas vacaciones de 3 semanas y viajar
hacia París en compañía de Emilio.
Atala, ya era toda una mujer de belleza mucho
exótica, de tez color marfil y cabellera platinada
como hilos de luna, de frente muy amplia con un
lunar en el lóbulo izquierdo de la bien perfilada y
aguda nariz, sus pómulos eran como dos atalayas
de tersas arenillas, más sus ojos de color violeta;
sin adversaria la más hermosa, a pesar de su boca
mediana y labios delgados, labios que no besan a
otra boca; porque se cierran: y besan solamente a
sus propios labios.
Restaban tres meses para que Atala egresara de
la normal licenciada como maestra (de educación
primaria). Y por aquel tiempo, a escondidas de su
celoso padre, ella tenía como novio a un señorito
pasante de medicina quien hacía el servicio social
en el centro de salud local.
Aprovechando que el rígido padre junto con su
hermano vacacionaban en la ciudad luz. Y, María
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su madre, después de la gravosa jornada de labor
caía rendida en la cama. Atala, sobornando a las
dos muchachas que servían en la taberna. Hasta
se atrevió a recibir por la madrugada al novio.
Sin tomar en cuenta la necedad del ebrio viento
que azotaba la puerta de la taberna, para penetrar
a su antojo; y al no lograrlo se introducía a vuelo
de pájaro por la rueda de La Carreta y alborotado
saturaba con silbos el lugar. Para entonces, Atala
con su pareja tras de la barra, se despachaban con
todo hasta el tope de sus cuerpos, y al derramarse
sus copas sobre las cantinas de su piel: ella con él
hasta resecaban el hielo, porque estaban tomados
sus miembros y porque estaban en brasas y humo
ardientes y húmedos de placer.
Afuera, creo la media luna también debió estar
media borracha, o sería por algunas escandalosas
nubes que pasaban en colapso; pero Selene no se
dio siquiera por enterada que a una distancia por
lo más de 50 metros de La Carreta se encontraba
parado un viejísimo carretón. La mula que jalaba
al antaño mueble de 2 ruedas estaba echada y en
la siesta; y un hombre sentado arriba; al agazape
con un jorongo oscuro y con un sombrero de ala
ancha estaba inclinado hacia el frente: pero con
los ojotes bien abiertos divisando hacia donde el
portón de la taberna.
El fulano que estaba espiando afuera sobre del
viejo carretón llevaba el nombre de Tomás y era
proveedor --de mezcal-- de don Germán, nomás
que el creído indio también era un admirador, si
no es que sería hasta un pretendiente de Atala: Y
como ésta se divertía tras de la caja de cobro a su
poca manera, naturalmente que le coqueteaba, y
le guiñaba un ojazo de vez en cuando para que al
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Tomás se le trepara más: y dejara propinas, pero
de las más espléndidas.
En la tercera madrugada que el señorito médico
salió de La Carreta, el fuereño lo persiguió a paso
veloz y a escaso centenar de metros de la taberna
lo alcanzó, y sanguinariamente lo macheteó hasta
matarlo… hecho consecuente --quiso subirlo al
carretón, pero a esas horas pasaron por ahí varias
personas y el asesino huyó.
Don Germán regresó de Europa pero sin Emilio
ya que éste al verse en París, para libertarse de la
cortante tiranía de su padre, prefirió pedirle asilo
a su abuelo, que sin pedírselo dos veces con todo
el mejor grado aquél se lo concedió.
Y aquí en América donde estaba con su esposa
e hija, lo que encontró fue la mala noticia que no
tendría nada que ver con ellos, de no ser Atala la
manzana de la discordia: en aquel fatuo y alevoso
homicidio.
Atala quedó descuartizada del alma. Y por luto
vestía toda de negro, lloraba por las noches y casi
no dormía… y a la luz ayunaba mucho; pensó en
el suicidio o en desterrarse a París o retirarse a un
claustro de algún convento. Pero no, finalmente a
como lo esperaba no quedó loca, y todavía que se
siguió vistiendo de luto, antes de un año ya bullía
en Atala un carnaval por dentro.
Furtivamente volvió a tener algunos noviecillos
de besitos sanos. Y los días domingos acudía a la
misa vespertina. Para después a veces irse al cine.
Al través de la semana siempre ataviada hasta los
tobillos y holgada, con vestuario lúgubre de muy
mal ver, mata pasiones del siglo pasado. Empero,
¡ajá! Tras de la caja de la barra… aparentaba otra
cosa. Pero, hay algo que nadie sabía, y de seguro
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pocos lograron intuirlo ¡no usaba pantaletas! Más
que los días precisos, y los días en que iba a misa,
o en vacaciones que salía de viaje con su madre.
Que era cuando se daba vuelo, dos veces al año a
través del país --playas, montañas, llanuras y los
lugares más turísticos… para entonces vestía con
jeans y escotadas playeritas, además de bañarse y
solearse playera con chiqui bikini: y le daba entre
al salva vidas y al camarero y al restaurantero y a
todos los varones ocasionales nomás que fueran
sanos y limpios y osados.
No pensaba ejercer su profesión, porque ahí en
la taberna ganaba lo que no hubiera ganado como
maestra de primaria. Nada más que el cura de la
parroquia católica se organizó con algunos abates
de otros templos, para impartir periodos y cursos
de alfabetización y otras materias, a hombres y a
mujeres mayores de edad; y para este objetivo el
primer sacerdote invitó a Atala para que se uniera
a la causa y cooperara como profesora.
Atala aceptó con mucho gusto la invitación del
joven y apuesto sacerdote, y ya finalizando cada
semana (sábado y domingo), empezó con aquella
filantrópica labor.
La cercanía y el trato del padre con Atala. Hizo
que los dos cayeran en la tentación, y sostuvieron
relaciones carnales como dos bestias infernales; y
pensaron fugarse de la ciudad. Él, renunciaría sin
tardanza a los hábitos, y ella sería su amante para
así aparearse sin prejuicios y, tendrían un montón
de hijos. Estos eran los planes, que tenían Atala y
el perjuro clérigo.
Un día sábado por el atardecer Atala acabó con
sus quehaceres, y con sobrada antelación y deseo
fue hacia el templo adonde impartiría clases a las
-818 y 19 horas p. m… --aquélla llegó. E introdujo
a un improvisado salón, donde esperaba ver a tal
padrecito; y como no lo encontró se fue hacia la
sacristía y entró con el debido sigilo y respeto ¡y
de repente se paralizó estupefacta! ¡El párroco en
una posición indecorosa; estaba manoseando a un
pequeño acólito! La joven, salió corriendo y sin
volverse ante los gritos del pederasta. Y, después
no volvió jamás a pisar aquel profanado templo.
Atala regresó a su estado luctuoso y no volvió a
tener ni un sólo novio. Estaba siempre atrás de la
caja de cobro tras del mostrador de madera, si no
tejiendo o bordando, o luego nada más se distraía
leyendo (cuando se hallaba más deprimida releía
a Corín Tellado, y cuando se hallaba inquieta leía
a “S. Holmes o A. Hickot”). Al fin que después
llegarían las vacaciones, y sin traba saldría a flote
a relucir su segunda personalidad, ¿o quizás sería
que esa frívola actitud, pertenecía a su verdadera
personalidad? La primera.
Una década después. En que las afueras --de La
Carreta-- se habían manchado de sangre. Y toda
la honra de Atala, también se había visto en poco
o en mucho empañada. Llegó a la taberna un tipo
recién establecido en la ciudad, puesto él; era un
maestro rural con mucha experiencia, que obtuvo
una plaza en la escuela primaria de esa ciudad; en
creciente atractivo y florescencia.
Esa tarde el maestro Sixto, se sentó por un lado
de apartado rincón, y con calma bebió 3 cervezas
paladeándolas hasta la espuma, bien combinadas
a espacios con sal y limón, y además con música
de la luminosa rokola; y, bebió gratuitamente de
la exquisita presencia de Atala, quien ni siquiera
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reparó en la presencia de aquél. Sino hasta en la
hora de pagar, cuando pidió la cuenta en voz alta
para llamar la atención; fue cuando Atala le hizo
la cuenta y le dio el ticket a la mesera quien se lo
llevó a su mesa --él, pagó con la mejor sonrisa de
sus secos labios, y dejó una espléndida propina.
En el grande corredor de la taberna, a veces se
servían comidas y banquetes. Y en una comilona
organizada por los maestros de la escuela en cita
donde trabajaba Sixto. La Carreta, fue adonde se
festejaron a causa del ágape; y como en casi todo
simposio se hace un brindis, el nuevo compañero
magisterial fue quien se sirvió con un discurso: y
como tenía el don de hablar de excelente manera
muy elocuente; convenció y conmovió tanto que
arrancó los aplausos de todos los maestros.
El estruendo de las palmas llegó tan lejos que a
los oídos de Atala tocaron, y ella; fue cuando fijó
por vez primera su curiosidad y atención en Sixto
quien agradecía la ovación: con las manos por las
alturas y agitándolas como si fuera un púgil, o un
politiquillo de la baja.
Y las comilonas se continuaron en ese comedor
selecto por los maestros. Por lo regular se servían
a cabo los días viernes por la tarde, y sin retardos
fue Sixto el que se adueñó de la costumbre de ser
quien hacía el brindis; y durante toda la comida y
sobremesa se seguía de filo: “mitos con leyendas
y anécdotas, crónicas históricas y temas varios de
la actualidad”… --por lo visto era listo y jamás se
cansaba de hablar. Sin embargo, cuando éste; iba
a decirle algo alguna mujer enmudecía. Así, igual
le pasaba con Atala pues lo único que coordinaba
decir frente a ella era, gracias.
A don Germán le simpatizó el maestro. Y Sixto
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individualmente se hizo cliente, puesto llegaba a
La Carreta 3 ó 4 días a la semana, y se marchaba
ya casi hasta que cerraban; y se lo pasaba viendo
de soslayo a Atala, mientras bebía algún tarro de
cerveza: si no conversando con don Germán, que
no se echaba atrás para platicar largo y tendido, a
la hora que sea sobre cualquier tema.
Cuando no había más clientela. Atala oía hablar
al modesto maestro, y la verdad hasta empezó a
gustarle el sereno acento de éste; pues esa voz no
correspondía a su personalidad física --esto era lo
que pensaba Atala--. Porque en realidad Sixto ya
no se cocía al primer hervor, y no sobresalía algo
un sólo atractivo en su cuerpo: de color moreno
oscuro, el pelo lacio y poco canoso peinado hacia
tras y barba hirsuta, y con los ojos oblicuos como
al estilo oriental, por lo que sus compañeros de la
escuela, a su espalda lo apodaron el máster Chale
--y aunque Sixto se llegó a enterar de aquel mote
no se ofendió en lo mínimo.
Atala, por aquel tiempo se acercaba y sin poder
refrenarse a los 28 años de edad, y por esta razón
esto le empezaba a preocupar seriamente, porque
con todo y que seguía siendo muy hermosa todos
los hombres parecían correrle: y como vio que el
maestro Sixto se derrapaba por ella, quiso darle a
su indefenso admirador una oportunidad.
A Sixto le gustaban las revistas. Ya recientes o
con fecha pasada, y cuando hallaba alguna buena
oportunidad compraba revistas (Life En Español,
Sucesos, Siempre, Revista De Revistas y muchas
otras más) en tianguis y en diferentes puestos.
Y como iba a la taberna siempre acompañado
de alguna revista dentro del portafolio, antes que
otra cosa la sacaba poniéndola sobre de una mesa
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--esto, dio hincapié para que Atala, iniciara algún
trato y correspondencia con aquél.
--Oiga Six --así le dijo un día, tal a como oyera
que su padre le llamaba--. Y ahora ¿qué trae para
leer?
El otro se quedó atónito unos segundos, ya que
no se esperaba que Atala se dirigiera al más feo y
último de sus enamorados; y sumamente tímido y
tembloroso se acercó a ella, para mostrarle dicha
revista.
--Es una revista Impacto de hace 10 años.
Y ella, aprovechando que su padre servía algún
cliente; fingiendo interés por aquella apolillada y
vieja revista, la tomó en sus manos y comentó en
una forma muy audaz.
--¡Impacto! El que hoy me ha causado usted Sr.
Six, qué bien se ve con ese color tan bonito de su
chaleco.
Refiriéndose a un chaleco de estambre en color
guinda, y que hasta se confundía con el color del
dueño; quien cambió de color y no hilaba alguna
frase ni qué contestar al claro cumplido.
--Gracias --expresó al fin, con la boca reseca y
amarga, más de emoción que por la sed.
--¿Me la presta? --Atala se la pidió. Porque vio
que aquel insignificante hombre, no podía hablar
ni verla a los ojos.
--Sí --fue lo único que contestó, y viendo hacia
su calzado color vino; se fue a su mesa encogido
y con el rabo entre las piernas.
Atala se dio cuenta que no sería fácil que Sixto
cayera entre sus garras, pero lo tomó con cordura
y calma, y lo que podría ser un simple juego para
ella, esta vez se tornó en un simple reto.
--Y ahora profe Six ¿qué revista está leyendo?
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En otra oportunidad. Atala, de nuevo dijo todo
lo que se le fue ocurriendo. Porque a toda costa
su capricho era seducir al ingenuo maestro.
--Es una Ayer --inhibido, pero calculador y casi
en guardia: esperó el comentario de Atala.
--¡Ayer! --agilísima y al acoso. Recto sobre el
bulto-- ayer que no vino, hasta lo soñé Don: muy
cerca de mí y hablándome al oído, Six.
El maestro no lo creía, que aquella tan educada
y lindísima musa le hablara así, como sabe hablar
cualquier mujerzuela de banqueta, con corrientes
frases insinuantes. Y otra vez, Sixto, se fue hacia
la mesa que ocupaba muy chiveado y con pasitos
torpes, y la cerviz gacha.
Inevitablemente, a Atala no se le podía ver mal
dijera lo que dijera. Y Sixto, cayó sin más retenes
y en su fantasía deliraba con estar muy juntito de
ella; y preparó la siguiente revista. Porque ora sí,
ya no dejaría pasar por alto los claros invites a la
gran oportunidad presente
Un día sábado. Se dispuso y vistió una muda de
ropa que tan sólo se ponía en los días de fiesta, o
en navidad y el año nuevo: pantalón de gabardina
negra con camisa blanca, y un chaleco tejido con
estambre marfil, además de los zapatos de color
negro con apenas dos o tres puestas y muy pocos
kilómetros de recorrido.
Al momento de llegar el maestro a la taberna el
señor Germán iba saliendo. Ellos, luego de darse
un estimable saludo, hicieron un leve comentario
y se despidieron. Por lo que al introducirse Sixto
al establecimiento. Atala, no se tardó en lanzarle
un piropo.
--¡Guau, qué guapo Six! ¿Ahora qué revista me
trajo? --sin darle tiempo a que se repusiera, habló
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confianzudamente.
--Una revista Hoy --dijo ruborizado aunque a la
expectativa, preparado para contestar lo que fuera
así como se expresara ella.
--¡Hoy! Tengo mucho trabajo, pero descanso el
día de mañana. Y cómo anhelo que algún hombre
caballeroso, me invitara al cine --se lanzó a fondo
Atala, y esperó la respuesta de Sixto riendo y con
la inconmensurable mirada clavada en aquel soso
y afortunado hombre.
--Pu pues yo po podría invitarla --muy apenado
tartamudeando, casi cerrando los ojos exhortó --.
Si usted gusta yo puedo acompañarla mañana.
Bajo de esas circunstancias, se apalabraron y se
citaron el día domingo, por el centro de la ciudad.
Se fueron a una de las 2 salas habidas en la bella
y esplendente localidad. Y Sixto, tan emocionado
hasta las lágrimas, se abalanzó en atenciones con
Atala: “limonada, palomitas, helado”…
Y ya saliendo del cine. Se fueron algún café de
un sitio cercano. Sixto, ya con más soltura estuvo
platicando con Atala, abordando diferentes temas
que los mantuvo interesados por un largo tiempo;
más de lo que ella pensaba tardarse. Por lo que a
última hora, salieron de ahí muy aprisa. Para que
él la acompañara próxima a La Carreta; y de paso
para darse la promesa, de lo más pronto que fuera
posible volver a distraerse juntos.
Aquella noche: Sixto no cerró los ojos y estuvo
pensando en lo que le parecía casi imposible pero
cierto, si bien no había acariciado ni besado a esa
mujer la más increíble que había conocido; pero
ventajosamente ya eran amigos, y con la amistad
de Atala era más que suficiente.
Como el hombre maduro que era, casi 15 años
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de edad mayor que Atala, Sixto pensó hablar con
don Germán para pedirle permiso de poder salir
en compañía de su hija, en pura vía de amistad y
con el debido respeto que merece una señorita de
tan noble cuna.
La noche que hablaron al respecto. El padre de
Atala no se opuso a que ésta cultivara esa semilla
de amistad que le ofrecía Sixto; y así fue, como a
bien lo tomó, consintiendo que ellos dos podrían
salir a divertirse sanamente a cualquiera de todos
los lugares de la ciudad… --y cuando después de
5 meses se hicieron novios, don Germán al igual
estuvo conforme con dicha relación. Y al año que
formalizaron su noviazgo con metas a casarse; el
señor Germán, también con buen gusto estuvo de
común acuerdo, para que éstos pronto contrajeran
algún “contrato social”.
El maestro no cabía en sí de gusto. Y como era
un hombre hecho a lo anticuado, desde el primer
día que salieron en compañía hasta el día en que
formalizaron su unión; éste, no sabía qué ofrecer
a su ideal hecho de carne y curvas: flores y aretes
y dijes, chocolates y versos o alguna romántica y
dulce serenata con la rondalla.
--“Esa novia mía
va a ser mi tormento
de noche y de día
no sé lo que siento
cara tan bonita
cara tan bonita
va a ser mi tormento”…
En la escuela donde impartía clases Sixto, éste
fue el centro de atención y crítica, al saber todos
que era el novio formal de Atala; la directora del
antedicho plantel resolvió hablarle en concreto al
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estimado y competente maestro.
--Maestro disculpe que lo interrumpa y que me
meta en lo que no me interesa, pero como vos es
un buen maestro y es usted buena persona, voy a
decirle lo siguiente: “supe que usted y la señorita
hija del señor Germán, ya son novios oficiales; y
por un lado lo felicito. Pero por otra parte, luego
me preocupa el futuro de usted; y no me tilde de
loca o de una vieja chismosa”… --y, le chacoteó
todo lo que sabía y se murmuraba de Atala: “que
después de que por su culpa habían macheteado
al servicial médico; también decían que mantenía
una relación incestuosa con su padre. Y ahora, se
decía que era machorra por no tener hijos; aparte
de ser una bruja”. Y de remate, la directora quien
según no era supersticiosa se fue hasta full, hasta
el más allá… “que había energía muy negativa y
diseminada por La Carreta a raíz de aquel celoso
y alevoso homicidio en contra del pobre doctor; y
que en algunas madrugadas, los humanos mucho
perceptibles, lo han visto vestido de blanco como
flotar o caminar por el corredor de la taberna”.
Sixto, escuchó muy atento a la directora que no
se contuvo. Y posiblemente, hasta le predicó más
de lo que se decía de Atala por la ciudad. Aunque
al concluir ésta, Sixto ocultó sus temores, pero se
quedó como plantado en el piso del salón. Dolido
y estremecido ante las funestas noticias, pues con
certidumbre no sabía algo o nada; del pasado, del
presente y del mañana de Atala. Y aún, si ésta era
la peor y más perversa de toditas las mujeres, eso
no le importaba; porque a cada vez que pasaba, y
a cada día acaecido, la quería más que a su vida.
En esa ciudad. Atala estaba harta que todos los
que se querían lavar las manos, la señalaran con
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el dedo muy erecto… como la mujer más sucia y
pecadora de toda la ciudad y sus fronteras. Por lo
mismo en las últimas fechas, lo que ella deseaba
era salir lo más próximo de aquel sitio: y, cuando
Sixto le compuso el anillo de compromiso en uno
de sus dedos, no opuso resistencia y muy amable
aceptó formalizar su compromiso; aunque nomás
se casarían por la ley civil, pues por tener malas y
sobradas razones no se casaría por la Iglesia.
“Atala seguía creyendo en los santos, pero más
en Cristo y las vírgenes; pero, por la politización
del clero, además de su eterno patriarcado, y por
la corrupción y perversión de muchos sacerdotes
ya no creía en aquel personal. Y ahora, sumando
su también pecaminosa actitud, decididamente y
de manera irrevocable; predispuso respetar aquel
templo de Cristo, no volviendo ella a penetrar en
ningún templo católico. Y guardarse su Fe. Muy
dentro de su alma vacía”.
--El enlace civil fue de lo más discreto. Y, casi
no hubo invitados fuera de los dos testigos. Pero
como más vale llegar a tiempo en lugar de haber
sido invitado. La directora se coló a la recepción
efectuada en La Carreta… y lo hizo no nada más
en calidad de maestra gorrión, sino como una vil
Paparazzi.
Al poco tiempo. El maestro Sixto, permutó una
plaza con algún otro maestro, y fue por un puesto
en una escuela del mismo estado. Pero, estable a
una grande distancia de la ciudad anterior. En un
pequeño poblado, bien escondido por entre ríos y
montañas: adonde el novel matrimonio, llegó con
la compañía de un noble perro Labrador y, arriba
de una camioneta de modelo reciente que además
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traía caseta; pues esa troca de color caqui habría
de ser su hotel mientras conseguían una vivienda
en buenas condiciones --la camioneta fue regalo
de don Germán a su hija.
Atala, era en aquel pueblo y por aquella región
como un sol, como una luna, y como eran todas
las estrellas de la caverna celeste. Luego, cuando
ella recorría en su órbita diaria por las calles, los
hombres la admiraban, pero aparte del saludo no
osaba alguno seguirla ni molestarla; porque para
ellos Atala no era una simple mujer, sino era una
diosa sobre de la tierra.
Ella respiraba la libertad en su nuevo estado de
democracia. Pues se daba a Sixto, cuando él ni lo
esperaba; ya que ésta no tenía débitos ni cadenas
sexuales. Y él: mirando como el chinito, pues no
tenía ni voz ni voto. Y no obstante, nada más con
vivir cerca de ella… Sixto era muy feliz.
Ahora, Atala tenía todo el tiempo del universo
para hacer lo que más le gustaba; en primera ella
caminaba mucho para ejercitarse y mantenerse de
lo más querida. Y, como lo hacía resguardada por
el fiel perro Labrador y algún otro can de por esa
misma comunidad… --se bañaba en el río, en los
manantiales o por la cascada. Y ya cuando volvía
al pueblo, por las tardes sacaba un caballete para
ponerse a pintar todos los paisajes contemplados
a su alrededor, más los visualizados dentro de su
interior (con música de fondo como la que oía su
padre para la siesta: Rabel y Chopin, además del
divino Bach).
Del ermitaño pueblo hacia la ciudad que menos
tiempo se hacía en camión. Estaba a una hora con
un cuarto --media hora por brecha y, tres cuartos
cuanto más por la carretera. Y Atala, se dirigía a
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esa ciudad cada quincena por la despensa y hacer
varias compras.
La maravillosa hermosura de Atala nunca podía
pasar desapercibida, en cualesquiera ciudad o por
cualesquier rincón del mundo; reluciendo dentro
de todas sus ropas y con los atuendos folklóricos
de hilados policromos; a veces con la cabellera al
son del aire o sujeta con algún listón o una correa
de cuero.
En uno de aquellos viajes relámpago conoció a
un transportista, que era el dueño de una pesada
flota de tráileres. Hicieron alguna ligera pausa de
amistad y; en algún próximo viaje de aquélla a la
antelada ciudad. Sin más formalismo y sin medir
distancias: y además sin condiciones, se hicieron
amantes.
Por el pueblo y en la escuelita. Antes que nada,
las lenguas de doble filo empezaron a castrar, en
cuanto se enteraron, quisieron herir los oídos del
humilde Sixto; pero él no atendía a las indirectas
o puramente se hacía el distraído. Aunque en sus
adentros lo aniquilaba que de voz en voz fuera el
nombre de Atala, rodando por la calle empedrada
--“que tenía un amante rico, blanco y muy guapo
con ojos claros; y tenía varios tráileres. Y, que de
alguno de éstos, bajaban la camioneta cual era de
Atala. Aquel hombre, la despachaba a un costado
de la carretera; para después ella manejar por las
curvas de la gravosa y angosta brecha”.
El máster Sixto, fuera de las habladas, de todos
modos por pura intuición se las olía cuando ella
llegaba de aquella ciudad; pues la notaba bastante
contenta, más que de costumbre; y trayendo ricos
regalos de joyería: “Atala le contaba, que allá en
la ciudad vendía sus cuadros pero a unos precios
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del oro” --como si fueran de J. Cázares Campos y
Sixto se lo tenía que creer todo, ¿y lo de los pelos
castaños y gruesos enredados por el fleco de sus
vestidos? De eso, mejor no le mencionaba ni una
sola palabra o media sílaba, y sin otra alternativa
tenía que poner buena cara y conformarse.
--“Todavía quedan restos de humedad
sus olores llenan ya mi soledad
en la cama su silueta se dibuja
cual promesa de llenar el breve espacio”…
Los viajes de Atala se prolongaron. Pero, como
no podían llevarla a ninguna parte, porque con un
hombre casado y con hijos; lo extramarital, en un
corto o largo plazo siempre acaba. Por eso, Sixto
a petición de Atala consiguió otra plaza, ahora en
un poblado perteneciente a otro estado opuesto al
punto cardinal adonde residían.
La siguiente población era más pobre y no tenía
tanta vegetación como la pasada. Y nada más se
veían lomas y montes, y nomás habían riachuelos
y arroyos casi secos. La tierra era intratable, y los
pocos sembradíos no afloraban por resequedad y
la falta de sistemas de riego.
Sixto amaba mucho su trabajo de maestro. Pues
ponía todo lo que estaba a su alcance para aportar
su ayuda a la comunidad; daba clases, y después
alfabetizaba y organizaba variados eventos socio
culturales y demás… --mientras que Atala, vivía
para sí misma y para su sola contemplación, o ya
para plasmar sus paisajes, y para su perro el buen
Labrador. Y en sus paisajes, se paseaban por todo
el lienzo, los colores claros y oscuros muy juntos
de la mano, tonos ligeros y pesados codo a codo,
y matices alegres y sobrios fundidos amorosos en
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un abrazo. En aquellos recuadros, revivía todo el
encanto de la naturaleza, porque así como no hay
mujer fea, así tampoco hay naturalezas feas; sino
hay malos ratos: convivían fauna y flora y todo el
hechizo de los campos y montañas. Pero no había
seres humanos, niños ni ancianos como tampoco
había hombres ni mujeres; mas en cambio había
veredas y senderos, había brechas y caminos. Y,
también carreteras… “que iban hacia las grandes
ciudades, y por ellas viajaba con su pensamiento
y cuando podía lo hacía con todo su cuerpo”.
La ciudad más inmediata al poblado adonde por
ahora radicaba el consorcio, no distaba a más de
una hora; y la pista era casi recta y toda asfaltada
aunque con baches.
En aquella próspera ciudad. Atala conoció a un
diputado local acaudalado, y realizando la misma
clase de jueguito: ella con él se hicieron amantes.
También incondicionales, porque el Lic. político
por igual era casado y tenía hijos.
--“…todavía yo no sé si volverá
nadie sabe al día siguiente lo que hará…”
Por ende. Como las noticias vuelan delante del
tiempo a velocidad de la luz. Llegaron hasta los
oídos del maestro Sixto las malas nuevas: “En la
entrada del pueblo, a un lado del puente negro de
cantera, han visto descender de la camioneta que
es de Atala a un hombre muy trajeado; y que, en
seguida se sube a un automóvil negro de lujo con
chófer uniformado, el mismo quien seguidamente
de cerrar la portezuela de su amo lo conduce otra
vez hacia la macro ciudad”.
--“…no comparte una reunión
mas le gusta la canción que comprometa…”
A fuer de que Sixto dormía en una colchoneta
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al pie de la cama de Atala. Esto, era cosa de poca
importancia para ella que dormía cómodamente;
y lo de menos para Sixto. Pero, si algo hubiera
conformado aquella unión. Probablemente habría
sido un hijo, no le hace que fuera adoptivo, pues
por una imposición uterina, Atala era estéril. Y la
contrariedad era ésa, que ésta no deseaba adoptar
algún hijo ni hija, porque lo cierto, ella no quería
tener ninguna otra responsabilidad: y además con
Labrador era más que suficiente, pues lo quería y
atendía como a un hijo.
Por consiguiente ellos continuaron muy cerca y
distantes. De ese pueblito hacia otra población, y
después a otro pueblo más: Sixto instruyendo a la
gente más necesitada, y a todo aquel que tenía un
verdadero deseo de aprender. Y Atala, de amante
en amante; y de ciudad en ciudad.
A los ocho años de vida nómada. Sixto hubo de
jubilarse. Y como Atala siempre lo dirigía. Ellos,
resolvieron radicarse de planta en la pacífica villa
provinciana donde él nació; con la condición que
ella le impuso --que con los ahorritos de Sixto le
hiciera alguna cabaña a gusto de ésta, y después
la pusiera a su nombre, “ya que se habían casado
por bienes separados”.
La cabaña fue construida por las afueras de esa
villa. A cinco ó seis kilómetros de brecha… de la
bien edificada pero casi vacía población. Ya por
causa del hambre y la sed material que empuja al
paisano nacional hacia la emigración.
La nueva cabaña fue una réplica casi igual a la
cabaña donde vivió Atala con sus papás. Con una
cierta diferencia de la anterior, la cual estaba en el
tras patio de La Carreta y que era de madera. A lo
que la reciente cabaña fue hecha con tabique de
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color rojo, y distribuida así: una recámara grande
con un baño muy amplio, una pequeña biblioteca
con una comodísima sala, y una media cocina. Y
los ahorros de toda su larga vida se quedaron allí,
hincados y enterrados al servicio de Atala. Pero a
él, no le interesaba seguir siendo como un criado
más para su esposa; con tal de adorarla y servirla.
Además. Un piquito de dinero extra, cual Sixto
todavía tenía en el banco, lo retiró para completar
a Atala en la compra de una camioneta nueva. Y
con aquel vehículo Ford último modelo se escapó
solita, para probarlo hasta la capital del estado, el
mismo que se hallaba a una velocidad máxima a
hora y media de distancia.
A diferencia del resto del censo. Sixto, ya como
maestro jubilado, podría haber economizado una
buena cantidad de plata y tener un hábitat de vida
desahogado; pero para dar gasto a Atala como lo
requería y exigía ella. Tenía que ganar un dinero
extra --y pensó, en serio e inspirado en su suegro
poner al servicio del pueblo, una atenta y amable
y puntual cervecería.
Por otro conducto. Y como era la costumbre de
Sixto, se presentó a las órdenes de tal municipio
presidencial. El gabinete: se lo agradeció mucho,
a la vez que lo tomarían en cuenta; pero, para las
próximas elecciones locales.
Siendo así. Ya con más confianza se entregó a
servir cabalmente en su cervecería, instalada por
el centro de aquel pueblo y a la vera de la difícil
carretera; por cierto vía muy transitada; que para
el negocio de Sixto le favoreció rápidamente con
una crecida clientela.
En lo que atañe a Atala proseguía haciendo sus
viajecitos hacia la capital del estado. Fiel a todos
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los axiomas de libertinaje impuestos por ella para
efecto de su amoral bigamia. En aquélla, primero
tuvo relaciones con un hotelero, y ese idilio pudo
mantenerlo algún tiempo; y al corte. Mantuvo un
mercantil idilio con rico empresario, y con aquel
fabricante (de ropa); perduró más o menos igual
temporada que con el anterior.
La cervecería fue ampliada con el propósito de
también ser un depósito. Y por la concesión de la
cervecera menesterosamente le reclamaba más a
Sixto de su atención. Por esas fechas halló por la
calle a una joven indígena, con un niño como de
una década de edad; ella con su hijo comían un
verdoso pedazo de pan tieso cada quien. Y con la
otra mano desocupada, pedían limosna a la gente
que pasaba por allí… --ante aquel presente y feo
cuadro, Sixto: “recordó su niñez”. Y pensó darles
algunas monedas, pero después; mejor pensó que
le ofrecería trabajo a la madre. Y ya luego podría
obsequiarles dinero para que comieran un poco y
bebieran algo caliente.
La desamparada indígena aceptó al instante esa
propuesta de trabajo; y en cuanto, el dinero para
tomar alimentos. Y como Sixto pensó que Atala
pasaba mucho tiempo aislada en la cabaña: sería
muy conveniente para ésta, que aquella indígena
la sirviera, y además le sirviera de compañía con
aquel desnutrido hijo.
Domitila y su hijo Camilo fueron admitidos de
mal modo por Atala --que directo les exigió, que
primero se fueran a bañar al río, y ya después se
fueran a limpiar la cocina de la casona vieja, cual
estaba un tanto retirada de la cabaña, ya que ahí
sería donde morarían. Y esa casita levantada con
adobe y tejamanil fue donde vivió Sixto, que fue
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huérfano de padre y madre, y luego fue adoptado
por sus padrinos que no tenían hijos. Y por tales
circunstancias, al morir aquéllos le dejaron como
herencia la vieja casa junto al buen terreno cuán
abarcaba más de diez hectáreas.
Dentro del poseído y viciado micro círculo de la
política local, nadie quería salirse ni renunciar a
su fosilizado huesito, ya que nomás le daban la
vuelta y, nunca se lo podían terminar. Nomás que
a veces tenían que recurrir al pueblo, aunque éste
no fuera del momificado grupo y corrupto gremio
se auxiliaban con algún paisano; y en ese caso el
elegido por ser letrado fue Sixto: que fue votado
en privado para el cargo de secretario.
Así, con un ojo al gato y el otro al garabato; en
las primeras de cambio, Sixto descubrió cómo en
la tesorería había ciertas anomalías, y se desviaba
plata y recursos del erario municipal… todo hacia
puros intereses personales de los más cabezones.
Y como tuvo el valor civil de hacerles ver que su
ambiciosa actitud, estaba lejos de la justicia y de
una mínima moral --así, apresurados trataron sin
más de silenciarlo; ya por las buenas, o si no por
las malas. Y seguidamente hablaron con él.
--“Según tú, la política es una hijastra más de la
filosofía, y puede ser que así sea. Pero, hay otras
cosas a tomar en cuenta, que la política le duela a
quien le duela, sin ser hija universal de Dios y sin
ser verdadera hermana de la ciencia. Es y será: la
heredera universal, en todas las sociedades como
en todos los estados y repúblicas del mundo. Así,
el más sublime objetivo de los hombres, es servir
al estado de su comunidad. Nosotros servimos al
pueblo, y nuestro trabajo, como lo hace cualquier
empleo, tiene que recibir alguna paga con alguna
- 25 “plus valía”.
--¡Pero no tanto! Que todo sea justo, según sea
el valor de su trabajo.
--Exacto Sixto. Ahí tenemos, ¿cuánto ganan en
nuestro país los políticos? Diputados y senadores
y gobernadores. Y no digamos de aquélla quien
es la líder del sindicato de maestros, que es super
millonaria, y otros tantos maestros acomodados y
de los tuyos que cobran cheques mensuales más
gordos que ni los del mismo primer mandatario
de la República mexicana. Tú ya ves, cómo vives
siendo jubilado, ganas muy bien y tienes una casa
de primera; así como son las casas de muchos de
los maestros que ganan muy bien.
Sixto, escuchaba con cordura, pero ya no podía
seguir oyendo las pseudo razones de aquél.
--Las casas de vosotros, las han construido ayer
de la noche a la mañana, y sin poner un tantito de
su parte, que no sea más que alargar las manotas;
yo lo poco que tengo lo he trabajado durante toda
mi vida con mucho sudor y honradez. Y además,
no porque la mayoría de esos políticos que están
arriba roben mucho, nosotros también tengamos
que imitarlos. Pues nuestro primer trabajo como
hombres es cultivar la virtud… --y sin retenerse
Sixto con prontitud sacó un librito, y quiso leer a
los compinches un poco de “La Cartilla Moral de
de don A. Reyes”-- pero aquel primer mandatario
sin darle tiempo lo desarmó.
--Te lo creemos Sixto. Pero no tiene algún caso
entrar en minucias y polemizar; mejor escúchame
por favor lo que te voy a decir, en nombre de mis
compañeros (tres) y en mi nombre: “únete Sixto a
la causa de nuestro grupo, y por supuesto que las
ganancias para vos serán las mismas que sacamos
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nosotros”.
El maestro jubilado sin tentarse y sin prestarles
más oídos, rechazó la abyecta propuesta presente.
Y antes de salir del salón presidencial tuvo a bien
advertirles; que de no rectificar aquellos abusos y
y la falta de honorabilidad municipal en cuanto a
los puestos que tenían a su cargo: “él, tendría que
publicar un periódico local, adonde informaría al
pueblo detalladamente sobre su ilícito confort”.
Al corto tiempo del anterior choque. Sixto tuvo
que renunciar a su puesto. Y además para callarlo
y para intimidarlo, le enviaron varios anónimos y
amenazas: “que si divulgaba una sola actitud mal
vista, y fundaba un periodiquillo, lo eliminarían a
él o a su familia”. Y en otro, “que velara por esos
días que le quedaban de vida, o por los días que le
quedaran a su mujer y a Camilo”.
Ante aquellas amenazas. Sixto desistió de todo
lo que tenía proyectado, y mejor recapacitó; para
consistentemente entregarse de lleno a su trabajo
en la cervecería y el depósito.
Escarbando una vara. La moza indígena madre
de Camilo, conoció por una ranchería a un joven
quien la conquistó; y se la llevó consigo hacia los
Estados Unidos. Pero Domitila dejó a Camilo.
El niño desamparado conmovió a Sixto, porque
en él vio como un retoño de su propia niñez; y al
abandonarlo su madre. Se transformó en su tutor
y Atala en su tutora --aunque de negro talante, la
doña aceptó finalmente.
El infante tenía complejas trabas. Por sufrir los
graves maltratos y agresiones; por un costado en
manos de un padrastro, y al otro costado a manos
de su madre; y cuyos efectos lo dañaron con esa
- 27 -
atrofia del habla en Camilo: quien medio hablaba
pero parecía mudo. Pues con muchos pesares, no
tartamudeaba más que algunas palabras.
Sixto, desde los primeros días puso un poco de
atención en el mal del niño, pero por sus muchos
compromisos y su excesivo trabajo. Él, no podía
ocuparse un poco más del infante.
Cuando se fue Domitila con aquel hombre. Y el
matrimonio se hizo cargo del niño, este aborigen
tenía 11 años de edad y no progresaba, aparte de
tartamudear 2 ó 3 frases no podía hablar más. Y,
fue cuando Sixto hizo todo lo posible en sus ratos
flojos por auxiliarlo. En lo personal al maestro le
complacía escribir muchos discursos sociales de
temas diferentes. Desde ha tiempo, mega influido
e inspirado en retóricos como un Gorgias o algún
Isócrates. Por lo tanto, pensó en Demóstenes que
siendo un efebo fue tartamudo, y pudo superar la
penosa enfermedad, para llegar a destacarse como
el padre de la elocuencia. En virtud, Sixto junto a
Camilo haciendo un simulacro del anterior; por la
orilla del río… el tutor escogió algunas diminutas
piedrecillas que extendió a Camilo, para que éste
se aplicara con una piedrecita, y después con dos;
y ya en seguida con tres y con cuatro. E intentara
pronunciar sílabas y palabras, y cuales Sixto, iba
diciéndole lenta, clara y concienzudamente. Así,
con el curso de varios meses del aplicado alumno
como del competente profesor, encauzados a la
enseñanza de Camilo. Éste, sin ser alguno de los
elegidos del dios Mercurio, y sin llegarle siquiera
a los talones de un Lisys --de analfabeta, por fin
aprendió el abecedario, y aprendió a leer como a
escribir; y ya casi no tartamudeaba. En esos años
siempre con la ayuda de Sixto, hasta pudo hacer
- 28 -
el sexto año de la primaria, pues estudió dos años
al tiempo de uno, esto, por tres periodos.
Unas cosas crecen y otras decrecen. Y así como
otras cosas se van otras llegan. Pero, hay muchos
valores irreparables, que un día parten y ya jamás
vuelven. Y por ellos evidenciamos los verdaderos
dolores de la vida, y que lloramos, casi todos los
seres humanos… --así, por aquel entonces murió
a los pies de su ama, el Labrador color de trigo y
con orejas semejantes a hojas secas. Y como fue
buen perro falleció como buen animal, porque su
expirar fue por cansancio y muerte natural.
Atala enterró a Labrador en el patio, muy cerca
de un pequeño jardín, y enfrente a una ventana de
su grande aposento --y cavó la fosa, con sus finas
manos que terminaron sangrantes. Todavía Sixto
y el adolescente Camilo, quisieron ayudarla a las
horas de excavar; pero ella, muy categóricamente
agradeciéndoles les rechazó su ayuda.
Y una de malas tras otra. Pues Atala apenas iba
recuperándose por el deceso de Labrador. Y hoy,
a sus incesantes lágrimas; les tendría que agregar
otro caudal: por la muerte de su mamá María que
bendita sea, y a quien Atala fue a llorarle a la vez
de arrojarle un puñado de tierra.
Camilo entró a estudiar la secundaria. Y aun no
lo atrasaba que se mofaran de él, por renegrido y
cejijunto, y por excederse de machetero; pues no
quería reprobar alguna materia. Y, todo iba bien.
El sábado se quedaba en la cabaña hacer primero
la tarea, y luego le ayudaba hacer los quehaceres
domésticos a Atala.
Un sábado despejado, en que la paleta color de
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la naturaleza se expandía por todos esos campos y
ascensos y hondonadas… por donde la platinada
y blanca curvilínea ondina acostumbraba llegar a
tomarse el baño matinal. En ese feliz día.
--“La pintora de paisajes dejó el pincel como el
caballete, para ir hacia el río. Y despojándose del
camisón de seda negra, se quedó sin algún listón
ni un trapito; para tibia y sensualmente, penetrar
en ese manso río en que apenas corrían sus aguas
a la altura de tan acogedor ombligo. Y, la llanura
de la sutil espalda, era como un columpio el cual
descendía hacia un trasero redondeado, entre dos
lisas lomas: una estética antología formada como
con la fina arena del río… de aquel tan enaltecido
río, quien así contenía dentro de su lujurioso y ya
viril cauce, a esa desbordante ninfa que por ahora
era sobreviviente de un cuadro mitológico”.
Camilo, estaba afuera de la casona vieja. Sobre
de unas tablas sentado y hojeando un libro, a esas
horas fue en que divisó a tía Atala como le decía,
atravesando hacia el río; e inmediatamente pensó
a lo que iba. Ya que desde un tiempo atrás, sabía
que en días contemplados, antes de mediar el sol
se bañaba en aquellas frescas aguas. Y así, como
lo haría cualquier chamaco, empezó por lubricar
inquietantes y fantasiosas ideas voyeuristas, que
lo movieron de su lugar. Camilo, de una manera
parcial conocía los argentinos miembros como la
impresionante anatomía de Atala, pero así, a flor
de piel y a raíz del tallo; aunque más de mil veces
lo había querido nunca la había admirado.
Y con la ausencia del celoso Labrador quien en
paz descanse. Camilo, bajó con mucha confianza
hasta el río y vadeando lo trascendió. Y entonces,
poco a poquito se colocó lo más próximo posible
- 30 -
del sitio adonde se remojaba ella; pero, por culpa
de unos peñascos no la podía ver a su gusto, tal a
como él quería --pero algo es algo se dijo. Y a las
horas que salió de enjuagarse tan deslumbrante
hembra ¡pa su mecha! Camilo, bien pudo en toda
la expresión del verbo ¡ahogarse admirándola!
Cuando salió Atala de la cabaña. Nomás debajo
de esa prendita a media pierna, y llevando en sus
manos una grande toalla blanca, también miró la
presencia de Cam --como lo llamaban en casa-- e
igualmente supo, que el chamaco pelado a rape y
con cara de espantajo, también descendería hacia
el río para espiarla, por lo que contantemente ella
sintió la presencia del fisgón; y al salir empapada
de las aguas para alcanzar la toalla, ya por purita
intuición supo que Cam estaría trepado en alguno
de los árboles de la primera fila: Y así, ondulante
y con el arte y la entereza de la mujer que se sabe
más que bella, paseó por la pasarela de un bordo
con verde pasto, y modeló al máximo su traje de
piel de fina gamuza.
--Cam entre las ramas del primer árbol de aquel
pecado, saboreó visualmente el reencarnado fruto
de Atala con hambre y engaño; pues él creyó que
ella no lo vio, cuando por un pelito, el mirón se
viene hacia bajo del alto sauce.
Atala oyó como un fondo musical, el crujido de
las ramas de un árbol próximo al otro costado del
río, y al voltear hacia allá, vio a Cam colgado por
una rama con las dos manos; para velozmente sin
gran esfuerzo trepar al pulso nuevamente: adonde
el palco, que sin boleto ni reventa. Le había caído
como regalo de los mismos ángeles.
El sábado siguiente. Camilo estuvo atento a las
horas que Atala podría bajar hacia el río, pero ella
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aquel día prefirió bañarse en la cabaña, y no salió
para nada; por lo que a Cam hasta se le extinguió
el apetito y ayunó hasta muy tarde.
Así, varios sábados venideros Camilo esperó en
que la esplendente escena se repitiera. Y otra vez
la gracia, como al mes del espectáculo pasado, ¡y
en exclusiva!
En el centro de la pista de agua: Atala, al ritmo
de un ballet acuático se vistió con la pura y clara
espuma; para melódicamente, volverse otra vez a
desvestirse con agua… Y, premeditadamente vio
hacia el mismo sauce, adonde estaba subido Cam
quien se quiso camuflar.
--¡Cam ven Cam! --gritó ella. Y al ver que éste
no bajaba al llamado, repuso-- ¡si ya te vi Camilo
no te hagas! ¡Y si no vienes acá te voy acusar con
tu tío Sixto!
Nomás terminó de oírla, que dizque lo acusaría
con su tío, se dejó venir el mancebo mustiamente
y trató de disculparse pero devorando la límpida
desnudez de Atala; quien de tajo le ordenó.
--Tállame la espalda --autoritaria. Empero, con
una voz tan grave, que Cam embelesado no supo
ni qué contestar.
Pero en cuanto, se arremangó el pantalón. Y así
se metió al río… asiendo la esponja de las níveas
y resbalosas y lindas manos; para tallarle todo el
paraíso de su espalda: entre temblores y, cálidas
caricias; con sus manos cuadradas y toscas.
Todos los días sábados antes que otro mandato
Camilo partía la leña para toda la semana, y hasta
se imaginaba ver en los troncos de los árboles las
soñadas piernas de Atala. Pues las tenía trepadas
en la mente, así; tal como dos limpios horcones y
sin alguna corteza.
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Prestamente. Ella, acudía a Cam para bañarse y
aquél la auxiliaba tallándole la espalda, una vez a
cada tres o cuatro semanas; y para él era un fatuo
suplicio de eternidad si no lo llamaba. Pues, tenía
que esperarla. Y aquélla, nada más cuando estaba
muy de buenas o muy caliente; o de plano nomás
iba a buscarlo a la casa vieja, cuando a ésta, no le
salían bien las cosas en la capital.
Y a propósito. El amante en turno de Atala, era
un reconocido maestro escultor, y aquél tenía una
sala de arte. Donde ella próximamente habría que
exponer con sus paisajes como con otras pinturas
propias: en una galería del anterior artista.
Igual que su suegro. Sixto, descansaba por cada
semana un día, el séptimo. Que para él, lo mismo
que para don Germán era el día domingo.
Precisamente un domingo a levante hora. Atala
al volante de la camioneta, salió del rancho ahora
excepcionalmente acompañada por Sixto; porque
iban para la capital.
Llegando aquella capital. Se encaminaron hacia
donde la dirección de la sala de arte. Sixto, desde
antes sabía que un escultor era el amante de Atala
pero ya estaba bien curtido. Y, como acompañó a
la pintora en condiciones de lacayo bajó todos los
cuadros con exagerada cautela. Y para cuando lo
creyó oportuno, se acercó a su ama, para avisarle
que todo estaba cumplido. Y partió solo, ante la
indiferente artista, que apoyada al brazo de aquel
galán escultor; apenas si se dignó en voltear a ver
a ese insignificante hombre quien sonrientemente
fue a despedirse de ella.
--“…la prefiero compartida
antes que vaciar mi vida
- 33 -
no es perfecta pero se acerca
a lo que simplemente soñé…”
Notoriamente, Atala no era una genialidad y ni
tampoco era una revolucionaria de la pintura. Ya
que durante la temporada que permaneció con la
exposición de sus cuadros. La crítica, tanto como
el medio cultural y periodístico, tal parece que no
se dieron ni por enterados. Por esto fue, y además
por otras razones, que Atala con el buen escultor
concluyeron con su estrecha relación.
Ante este cosechado fracaso experimentado. El
refugio de Atala estuvo de lleno en la cabaña, las
caminatas y la música clásica, y a la vez, hasta la
pintura; pero ya de manera desinteresada: estos
hechos la rescataron de aquella decaída moral. Y
quien salió ganando fue Camilo, puesto regresó a
ocupar el puesto de tallador oficial. Y en cuanto a
este tema, no advirtiendo las diferencias, de edad
ni caracteres --la menopausia de ella. Y, la parca
expresión por parte de él-- hicieron migas.
Camilo era tan feo, que para los bellísimos ojos
de Atala, ser feo era su único y mejor atractivo, y
con éste se divertía. Se restregaba desnuda contra
el tostado cuerpo y magro de Cam, que tenía una
piel reseca y dura y era sumamente huesudo, y su
pene parecía un moco de guajolote… y podría ser
que entre ellos dos no fornicaran. Pero, inquietos
hacían travesuras como dos adolescentes.
Sixto, era de los que su caja fuerte estaba por el
agujero más inesperado de la casa. Y como en un
día sábado tenía que hacer algunos pagos, por eso
tuvo que volverse a la cabaña. Para poder extraer
el dinero olvidado, que hubo guardado entre unos
libros de la biblioteca.
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--Cuando Sixto entró a la sala muy precipitado,
de pronto se quedó estático. Y, ¡no podía creerlo!
¡Atala y Cam a capela! Ella nomás en purita piel
y él en puro cuero y jugando almohadazos. Él no
les dijo algo y trató de esquivarlos mirando hacia
otra parte, rápido se metió a la biblioteca para un
poco después salir; y otra vez ignorándolos se fue
aunque aquéllos ya estaban vestidos.
Ese día Sixto llegó ya pasada la media noche, y
sin hacer más que el mínimo ruido. Se resguardó
en la biblioteca, la cual le servía de recámara por
aquel entonces; y aun de no poder dormir estuvo
en vela --recostado-- puramente pensando.
A la mañana siguiente. Sixto, no salió hasta ya
muy tarde de la biblioteca, y únicamente fue a la
cocina para prepararse unos bocadillos, y regresó
a encerrarse. Atala, hubiera querido que aquél le
hubiera reclamado cualquier cosa, que le hubiera
proferido --¡ramera, puta, perra!--. Pero Sixto, no
se molestó en decirle nada, y eso la desquiciaba.
De Atala, como de cualquiera super hembra no
se puede confiar mucho. Y Sixto, mejor le fijó a
Camilo toda su atención, no para recriminar sus
faltas sino para comprender su situación.
Los sábados en lugar de quedarse en casa para
jugar con Atala, Camilo tenía que irse con el tío
Sixto para ayudarlo en la cervecería. Y para que
no todo fuera estudio y trabajo, el tío contrató los
servicios de una moza, para dizque acompañar a
Atala en la cabaña y además ayudarla. Y tal, fue
acomodada en un espacio de la casa vieja junto al
cuarto de Camilo. E instintivamente, en cuanto se
conocieron se aproximaron ya insinuantes uno al
otro, y antes que nada prontamente se enredaron
sus brazos, sus piernas y sus miembros. Con una
- 35 -
previa orientación sexual de Sixto, quien tuvo el
buen acierto de proveer alguna basta provisión de
condones a Camilo. Primero, para poder evitar un
embarazo a ciegas y, en segunda, para prevenirse
de equis contagios.
Atala tenía la diaria costumbre de ir al pueblo a
desayunar o almorzar. Y de una vez llevaba hasta
la cabaña algún platillo para la comida. Y fue ahí
en alguna fonda, adonde conoció a un hombre ya
maduro y con buen aspecto, aquel hombre estaba
en compañía de algunos trabajadores. Por el tono
de la plática, ella se dio cuenta que el fuereño era
un Ing. topógrafo, y que ahora, estaba trabajando
en aquella localidad, y que en la misma tenía que
permanecer una larga temporada. Y por entonces
Atala, siguió encontrándoselo en la cocina, o por
el jardín y hasta en la cervecería; y allí fue donde
se saludaron: mirándose directo a los ojos, acaso
por primera vez.
En un viaje de Atala a la capital. Prefirió partir
sola y sin la camioneta, por lo que se trasladó un
día lunes --en ómnibus. Y casualmente se subió a
bordo el Ing. aquél, quien también viajaría hacia
la capital. Por lo que fueron compañeros por dos
horas, en las cuales platicaron muy interesados y
animadamente; hasta que el tiempo se adelantó a
exceso de velocidad y el fugaz viaje se les figuró
en toda su extensión muy insignificante.
En corto, programaron otro viaje. Y como a eso
fueron sin obsta se convirtieron en amasios; y los
viajes persistieron lo más discretamente que ellos
pudieron lograrlo. Nomás que como el amor sale
a relucir aunque se oculte: Atala, pronto comenzó
a delatarse, porque dejó atrás la frescura francesa
- 36 -
y empezó a usar calzones diariamente, además de
que aprendió a cocinar y ya oía música popular.
Sixto no era invidente, y adelantándose a Atala.
Se dio cuenta que ahora sí estaba enamorada más
que las veces anteriores. Pero, como él estaba tan
acostumbrado a ocupar dentro de todos aquellos
triángulos trazados por Atala, el último rincón de
el vértice más estrecho… no hizo mucho caso del
cambio experimentado en Atala. Y como siempre
solía hacerlo, se hizo el desentendido.
En primo sentido la servil mocita fue llevada al
rancho para normalizar la conducta de Cam, y ya
casi lo había hecho, pero de pronto la oposición y
rebelión del joven vinieron a cambiar de nuevo la
situación, presto se enfrascó con el licor.
Camilo con todos sus defectos aun pasaba como
un aceptable muchacho, que era obediente y daba
por bien todo lo que ordenara su tío Sixto, nunca
rezongaba ni levantaba la voz, y en general a los
ojos del maestro se comportó siempre servicial y
humilde. Pero con tanta borrachera dejó de ser el
joven sumiso y se transformó en una calamidad.
Una ocasión. Sixto en tertulia, con dos amigos
animado dialogaba tocante al tema más discutido
y más añejo que hay --si el mundo y los hombres
nacieron por evolución o por creación.
--El mundo nace del polvo y, del polvo con un
poco de tiempo brota todo… --afirmó un Sr. Rico
harto experimentado como constructor en bienes
raíces-- y a eso se le llama evolución.
--Muy cierto. La vida nace del agua y, son esas
aguas de los mares… donde nace el dios germen
de las especies y los géneros… --corroboró otro,
un socio de la cervecera para quien ora trabajaba
Sixto-- y ciertamente, a eso se le conoce desde la
- 37 -
antigüedad, como evolución.
--Ustedes lo han dicho: “polvo somos y al final
polvo seremos”… Y “desde la primera gota nada
el velamen del espíritu de Dios por la superficie
de los océanos”. Por esto les declaro, “que todas
las artes las ciencias y hasta la evolución; no son
mas que instrumentos de Dios. Todo, al servicio
de la inteligencia y la gran creación de la Unidad
de Dios Padre. Así Sea”.
La verdad de aquellos dos hombres era tan sólo
brindar. Por lo que ordenaron a la mesera que les
sirviera más vino y más botana. Y dándole por su
lado al eufórico Sixto, dejaron que disertara y sin
oposición monologara a su antojo.
--Es por la libre expresión, que puede el mundo
precisamente expresar su discurso, y éste se debe
y desprende de la idea perfecta del todo. Y así se
traduce en todas las cosas, igualmente que se lee
y se traduce en el hombre. Por esto: les comparto
mis evangelios y, mi palabra de caballero, que la
traducción e idea perfecta, es Dios… “La misma
idea que se concentra… y se hace acción como se
hizo acto la presencia de un Sócrates o un Platón.
O como se hizo un hecho de amor el Cristo hijo
de Dios, o Dios mismo hecho corazón. Porque, al
saber de la experiencia y el amor; la verdad en sí
más universal y perfecta es la relación dada entre
el Padre y el Hijo”.
Cuando entró Camilo al negocio, Sixto ya ido y
extasiado en la palabra. Seguía hablando pero sin
oyentes. Pues los otros dos ni lo fumaban, puesto
veían atragantados a la comestible mesera.
--¡Ya para de decir tantas pendejadas tío! Y, lo
mejor es que prestes una feria para jugar baraja.
Camilo, miró desafiante a los ojos ebrios del tío
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Sixto quien había bebido como nunca. Y los dos
tipos hasta volvieron en sí; para aplaudir la mofa
y exigencia de aquél. Entonces Sixto también rió
y quiso justificarse ante todos, y por esto trató de
responder de la manera más educada, a Cam.
--¡Es que yo amo a Dios. Y. También soy muy
idealista hijo!
--Pues a mí me vale una tiznada que tú seas un
idealista --altanero y majaderamente-- y ya mejor
afloja una lana. “Y acuérdate de una cosa tío, de
lo que me enseñado haz: que el hombre que habla
mucho no dice cosas buenas, y es un ignorante”.
Ahora, no sólo rieron los dos hombres sino que
se carcajearon ante los ojos casi cerrados, y hasta
sin órbita de Sixto. Quien se levantó tambaleante
lo más rápido que pudo, para irse hacia el cajón
donde guardaba el dinero; sacó un papel de a100
pesos y se lo entregó a Cam, quien salió enojado
porque le pareció muy poquito. Arrebatándole el
dinero, sin escrúpulos y sin darle las gracias.
Las dos personas de dinero más destacadas que
conocía Sixto, y contra quienes atentó con alguna
retórica, para desconvertirlos del estado sin fondo
y tan materialista en que vivían. Aquellos amigos
con penas se fueron trastabillando y cantando en
zig zag por toda la calle. Sixto, cerró la cortina al
tiempo que despidió a los otros; y se sentó solo, a
la mitad del establecimiento a pensar: “Atala, por
la mañana, sin preámbulos ni alguna prórroga: Le
había pedido el divorcio. Y eso fue como alguna
especie de anzuelo, que lo empujó a tirarse en ese
pozo de alcohol… Después de 17 años de gozar y
padecer unido a ella, que era un agridulce. Hoy el
paladar de su vida se quedaría seco y sin ninguna
o alguna esperanza, de volver a saciarse, con las
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mieles y la hieles de Atala. Pues se casaría con el
ingeniero, y esta vez se iría para siempre, para no
volver jamás. Y para acabarlo de hundir y además
desmoralizarlo hasta el fondo. Cam: a quien más
que como su tutorado lo quería como a su propio
hijo, y que le había enseñado el alfabeto; y había
puesto todo su empeño para formar en el futuro
un hombre respetuoso y de bien. Aquél, ahora lo
había descubierto a él de su parte más pudenda y
grosera, y en ese lance quedó con cero prenda, su
ignorancia encubierta tras de algunas copas; pura
con ideas desvestidas y descarnadas de materia y
concreción. Pero húmedas y espumosas y locas o
ebriamente filosóficas, y que trataban de cubrirse
con hilachos de pobres palabras”.
Sixto, ese día esperó la última corrida de a las 3
de la madrugada, la cual lo dejaba a un kilómetro
de la cabaña. Luego se bajó a la altura que bajaba
siempre, pero ora tomó la dirección contraria por
donde se iba a su cabaña.
--Se acercó a los pies de una montaña ermitaña
y pedregosa. Y se fue escalando por una escalera
de peñas y sin descansos… pero acompañado del
viento, mientras las nubes trémulas al arrastre del
aire se disolvían sobre la mesa redonda del cielo
inmóvil. Y un brillantísimo lucero, como si fuera
un ojo bajo la ceja depilada de la luna, guiñaba y
parpadeaba intrigado ante la precaria y deslucida
suerte de aquel empequeñecido hombre; que aún
todavía razonó por última vez --“sí, soy un tonto
ignorante, y lo confirmo. Pero yo, tan sólo sé que
Dios existe--. Y ya en la cúspide de esa montaña
hendida por el hacha del airoso tiempo; ante todo
y ante sí mismo, y ante Dios. Pidió perdón, antes
poco de lanzarse al precipicio.
- 40 -
A labrador, Atala le chilló un jardín rasado con
puras lágrimas. A su madre, le lloró algún ramaje
de gotas en botón. Y por Sixto, apenas si le chilló
una flor muerta con rocío de sal, pero aun así ella
lloró. No importando que al otro día de haberse
sepultado al suicida exonerado, la muy saludable
viuda recogió al Ing. divorciado, en la cabaña.
Camilo se conmovió por la fatal muerte del tío
Sixto, pero no hasta las lágrimas. Pues creyó que
ya sin la autoridad del extinto, se prestaba alguna
posibilidad de acercarse a la tía. Porque Cam, sin
freno ni bozal tomaba mucho, y aunque ya estaba
bien ayuntado con su pareja. Seguía desvariando
con la tía Atala, brincando por la sala en cueros; y
de paso fregándole la espalda en el río.
Y como Cam ya se había sorteado y marchaba
en un cuartel militar, rápidamente fue estirándose
un tanto, y dejó de estar tan ñango pues todos sus
músculos engrosaron levemente. Por tal, imaginó
tener todo el poder con la fuerza necesaria como
para someter a sus caprichos a la tía. Y una tarde
que se emborracho con puro pulque, se apostó al
acecho de ella hasta que llegó. Pero, como Atala
ya no se apartaba del ingeniero, llegaron los dos
juntos y estrechamente entraron a la cabaña.
Camilo, muy iracundo se fue a la casa vieja con
negras intenciones. Siguió bebiendo pulque y aún
esperó a que se metiera el sol; y, en seguida tomó
un machete y se fue hacia la cabaña. Y allí estuvo
enfrente a una ventana de la recámara de Atala, y
estuvo gritando ofensas e improperios.
La pareja de amigos y novios y amantes. No se
inmutaron, solo vieron los desfiguros de Cam por
entre las cortinas del claro tisú; y rápidamente se
regresaron a la cama --redonda-- para entregarse
- 41 al arte y la ciencia del sexo.
Al otro día. La pareja se fue a presentar ante las
autoridades del pueblo, una denuncia, a versus de
Camilo por amenazas de muerte… --y el acusado
fue aprehendido, y encerrado por varias semanas;
alimentándolo solamente a pan y agua.
Y ya cuando tuvieron preso a Camilo. Ella y él,
arreglaron todos los asuntos que tenían en la mira
--Atala, depositó las escrituras de la cabaña en un
banco, para venderla. Y el ingeniero termino con
el proyecto que realizaba en el poblado. Y pronto
sin despedirse de alguien ni nadie, se fueron para
la capital de otro bonito estado a radicar. Remoto
del pasado sitio. Y adonde se matrimoniarían por
las dos leyes, por la Iglesia y por lo civil.
Cuando salió Cam de la celda local. Se observó
tal cual era; prepotente y ruin, ingrato y loco más
todo lo peor que hay. Después, al poco tiempo de
seguir embriagándose, desesperado y con grande
sentimiento de culpa; propiamente lamentó haber
sido él un culpable indirecto en aquella frustrada
y triste decisión del tío Sixto. Entonces, fue paso
a paso siguiendo las huellas de aquel hombre que
fue como su padre; y estando en el mismo punto
adonde se arrojó Sixto. Cam, enlazó la soga que
llevaba a un gigante Pino --y a la vez, como tío
Sixto: pidiendo perdón a Dios, Camilo se ahorcó.
--Y los paisanos de mayor edad, a esos que aún
les gustan los cuentos, ellos narran por el pueblo:
“que la gente que cree en otro mundo adonde se
van los muertos, han visto a Sixto y Camilo bajo
de la luna subir por la pendiente de la montaña. Y
yendo felizmente abrazados; también se escucha
como ríen y exclaman palabras de amistad. Pues
- 42 -
en el otro mundo paralelo, los cuerpos astrales no
son alcanzados por los resentimientos ni tampoco
por el odio. Porque en aquel mundo de la Unidad.
Todos los seres se abrazan en un solo abrazo, así
como una gran familia perpetua y universal”.
- 43 -
NEO BARRIO
Pág. - Y -
Entre todos los cambios o transformaciones que
algunas calles u otras puedan tener, existen calles
que se transfieren en caminos mucho peligrosos y
difíciles de transitar. “Alguna vez fueron como si
fueran arroyos y ríos, otra vez fueron como venas
o caños que tan sólo irrigaron peste y dolor”.
“Otras veces fueron la furia desencadenada y la
lanza y el dardo, y otras tantas el dolor y el llanto
luctuoso de la comunidad”.
Pero al fin y al cabo, fueron y son y serán calles
que van y vienen de largo, y hasta se tropiezan; y
se entreveran por siempre en sus esquinas.
Y aunque el siguiente cuento. No se atreverá en
ir muy lejos. No eludirá de mirar por su contorno
y caminar por algunas calles, de un simple barrio
tan popular y complejo como existen muchos.
Por tanto, entre este pobre ambiente callejero y
anárquico, adonde reina el libertinaje y donde las
palabras altisonantes abundan; al concurso de la
droga y el alcohol… Ahí, se crió y ambientó José
aliado el Chano, mote del que prescindiré con tal
de llamarlo solamente por su nombre de pila.
José es un hombre maduro. Que sabe con sobra
que en los cuadriláteros del barrio: “no hay ni un
enemigo pequeño”. Como, “que el valentón vive
hasta que el cobarde quiere”. Más sin embargo, y
con todo lo que se pudiera objetar; el amigo José
es muy fuerte y es un “compadre lobo” --pues es
de lo mejor para pelear con los puños. Éste, es un
hombre casado y padre de familia, quien presume
de ser un hombre responsable y trabajador. Y aun
de no consumirse en drogas, sí gusta y con fuerte
pasión de las bebidas embriagantes; además, que
le gusta gritar y pernoctar por las calles.
En una de las calles más concurridas ya parece
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dormir el vecindario. El alto cielo: cubre con una
cortina muy tupida de nubes la bóveda celeste; y
el foco sereno de algún poste alumbra la esquina
y la basura tirada por doquiera. El hedor agresivo
de orines envuelve aquel sitio, mientras varios de
los borrachos en la acera guasean y discuten a un
tiempo a grandes voces --ya de política, religión,
deportes y otros temas. Porque resulta siempre, a
la hora pico, que toda la turba es docta; y termina
regularmente por tener la razón, el más necio o el
más fuerte físicamente. Si no, el que al final gana
convenciendo, es el más ingenioso, presto todo lo
atrae y consume y resuelve con una broma.
Otro vecino bautizado como Amador, en contra
de ser casi sexagenario, todavía es muy respetado
para boxear; empero, su mayor poderío radica en
su buen humor. Ya que arteramente, es el guasón
del abundante grupo de callejeros. Y si José, bien
podría ser dentro del presente escenario, un héroe
euripidesco. Entonces Amador, por su comicidad
se ganaría las palmas como héroe aristofanesco.
Claro, que en esta viciada pantalla. No todo son
bromas y opacidad, pues luego de las mil risas ya
fingidas y, acaso una verdadera --mero enfrente a
la casa de Amador que además de burlón es buen
herrero. Hay una capillita, dedicada a la madre de
México, la virgen de Guadalupe; y realmente son
estas capillitas de Fe. Que nunca faltan por todas
las calles… la luz de nuestro barrio.
Además también hay gente con Fe, como Pedro
--otro vecino que coincidentemente salió con una
intención, la de caminar. Siendo interceptado por
José y después por Amador, para inmediatamente
invitarle de beber. Pedro no es un santo porque a
traviesa de su descarrilada vida, ha catado bien o
- 45 mal de todo… Y si actualmente ya no le pone al
licor o a las drogas, o le sigue poniendo; ahora es
cosa muy privada porque no lo da a notar.
Otra noche, distante a la mañana de hoy. Pedro
con José, coincidieron por alguna otra esquina de
la barriada. Y hasta esa fecha, fuera de saludarse
nunca habían intercambiado pensamientos, ideas
ni tampoco otras palabras. Hasta en aquel día.
--Mira Pedro --le dijo José, con una voz gruesa
e imperante--. Yo no hago distinciones de raza ni
de credos, y me gusta medirme con los más locos
y gallos: y así me he dado a respetar, gracias a la
vida y a mis puños, a punta de madrazos. Pero yo
la mera verdad he visto que tú, a base de poesía y
verbo te haz dado a respetar en todas partes.
--Sí José --contestó Pedro, con una voz pausada
--. La cosa, es que yo mantengo “una espada con
un escudo”, que es el respeto.
--¡Ah jijo! Pues está cabrón tu escudo y espada.
Así ni quien diga nada --reconoció José, y se fue
muy pensativo. Quebrando por otra calle.
Desde aquel día. Cuando José veía a Pedro, sin
más lo trataba de contener un poco para entablar
algún diálogo con él. Y ora, que parlaba respecto
a la elección del nuevo presidente; José quiso que
Pedro le diera su opinión acerca de los anteriores
y tan discutidos comicios.
--Para ti, amigo ¿fueron legales las elecciones o
hubo algún fraude? --Pedro. Aún tomó un sorbito
del refresco servido en un vaso desechable, y casi
no queriendo respondió.
--La verdad José, no sé. Yo fui a votar así como
lo hace todo ciudadano, cual es responsable de su
deber, que es elegir a sus gobernantes. Pero a mí
por cierto, no me gusta la polilla; pues porque así
- 46 -
asá y, asao…--aquel último comentario. José con
Amador no lo dieron por bien hecho. Por lo tanto
José austeramente le preguntó.
--Y tú Pedro ¿cómo gobernarías este país?
--No lo sé… --dijo sin titubear-- no estudié para
legislador ni estadista ni politólogo. Y yo “lo más
y único que sé, es que la ciudad más perfecta está
en los cielos”… Y en la tierra, jamás tendremos a
una patrística constelar, del estado de Dios.
Cuando Pedro se fue. Amador y José nomás se
sonrieron y siguieron bebiendo, sin darle ninguna
importancia al asunto. Al contrario de Pedro. Que
se fue meditabundo, pensando: ¿de cómo podría
gobernar a nuestro país? Y pensó en la virtud, en
los axiomas de nuestros gobernantes; pensó en su
moralidad por cuanto a su honradez y honestidad
y otros atributos… Y, luego de carecer de sólidos
argumentos. Él, tuvo que reconocerse a sí mismo
como otra víctima más de la obscura política.
Hacía un calor de los mil infiernos. Pero aún no
podía darse el lujo de buscar una sombrita como
para refrescarse un poco. Y tuvo que proseguir a
bordo de aquel taxi, que afortunadamente era del
hermano de Rolando, quien por ahora conducía y
sudaba copioso dentro del menudo transporte de
color verde. Pero, “tan pronto completara lo de la
cuenta y la gasolina, y se hiciera ya de perdida un
tostón, se lanzaría para el barrio” --en este lío iba
pensando Rolando, apodado el Rol, apócope que
utilizaré para identificarlo más pronto y mejor. Y
además debo agregar, que antedicho personaje es
primo de José, y así también amigo común de los
otros mentados personajes.
Ese día miércoles. Rol, fue a entregar el coche;
- 47 -
y en seguida de entregarle la cuenta a su hermano
quien era dueño del taxi. Éste, pronto se despidió
del consanguíneo mayor, y se fue directo al hogar
que compartía con su señora madre. Y terminado
de ducharse y ponerse ropa limpia, se fue adonde
una concurrida esquina. Donde en los atardeceres
Kenia charlaba con algunas amigas. Rolando era
un solterón treintañero, aunque feíto y gordo era
chistoso, y tenía talento pues era buen bailador y
le sobraban las parejas; chicas como Kenia y sus
amigas, de las mismas que hasta era coreógrafo y
les enseñaba diferentes rutinas --de cumbia, salsa
y merengue entre otros ritmos. Lo mismo que las
invitaba a los tacos y la cafetería y; a Kenia hasta
le hacía “regalitos confidenciales”: y de plano, se
la quería tirar.
--¿Cómo te fue Rol? –interesada le preguntó.
--¡Pss! Mal Kenia, ora sí nomás la hice para los
sopes y un chesco, 60 baros.
--Con eso nos alcanza Rolcito --palmeándole la
espalda, la bien crecida muchacha lo animó-- tú,
no te fijes en pequeñeces.
Después de bailar un poquito, en un pasillo del
vecindario adonde arrendaba la familia de Kenia
y la familia de una de esas dos amigas. Ellas tres
con Rolando se largaron a merendar a un puesto.
Para luego, despedirse del Rol. A quien verían el
día viernes por la tarde, para irse a un baile con el
sonidero del famoso (Cóndor).
Kenia pertenecía a una familia numerosa y con
bajos recursos económicos. Y sólo a su padre se
le había ocurrido imponerle este nombre africano
--presto su progenitor, al ver en la televisión una
noticia sobre aquella nación tan discriminada; sin
pensarlo más decidió llamarla Kenia… a esa hija
- 48 -
cobriza y recientemente nacida. Ella, cursaba en
tercer año de secundaria y tenía muy poquito que
había cumplido sus 15 años, y a causa del clásico
vals que puso Rolando, empezó a colarse amistad
entre la adolescente y el “maestro”.
Aquella cerrada. Se estremecía al vibrato de las
mil bocinas del sonido --Cóndor--, y los cristales
de las ventanas vecinales hasta parecían que por
un poco más y estallarían; y para decirle algo a la
pareja había que gritarle: “por esto fue que ella y
él se alejaron del baile”, ello, a la insistencia del
Rol; quien según tenía que tratar algo de volada y
muy importante con Kenia.
--Dime rápido, Rolando --pidió ésta--, para que
nos regresemos al baile ¡de cuete!
--Ya sabes. Ahora no fui a encerrar el taxi, y si
quieres mejor te invito a dar una vuelta. Tú sabes
y te lo he dicho, que me pasas el resto; y la mera
verdad quiero ser el primero --efectivamente esta
no era la primera vez que le pedía su virginidad,
que Kenia orgullosamente sostenía con la frente
por lo alto.
--Ya te dije que quiero estudiar la prepa, y más
que nada me quiero casar de blanco --mantuvo su
manera de pensar con firmeza--. Estas dos cosas
son mis mayores ilusiones por ahora, primero por
mí y, luego por darle esa satisfacción antes que a
nadie a mis padres… --a casi medio año de tratar
con Kenia, esa era la tercera vez que ella exponía
las mismas razones que ahora estaba escuchando
Rolando. Y al parecer, no habría manera de cómo
convencerla. Así, comprendió que lo mejor y más
prudente sería esperar pacientemente que llegara
la oportunidad de bajarle las estrellas; y por tanto
todo lo que ésta quisiera. Pues el Rol a su madura
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edad sabía por pura experiencia, que cuando ellas
quieren solitas buscan la ocasión.
--“…ay, no hay que llorar… (bis, coro)
que la vida es un carnaval
y es más bello seguir cantando…”
Y como si nada, muy trenzados de la mano; sin
más palabras volvieron para seguir bailando.
Rolando, visitaba a las inseparables amigas una
vez hacia la mitad de la semana. Y otra vez hacia
los fines de semana, y regularmente se iban a una
tocada callejera.
Por esos días, una tarde pasiva en que los aires
y nubes volaban a una velocidad mínima… Rol
estacionó el recién lavado taxi, por la esquina de
una vecindad de color verde cemento hecha de 2
plantas; y que a él le parecía un palacio de perlas
y fina cantera donde vivía su princesa.
--Hola Rol --se adelantó a recibirlo Elisa quien
era la mayor de las amigas de Kenia. Y luego del
beso en la mejilla, dijo--, ¿cómo la llevas?
--Hola Elisa --contempló aquél-- la llevo bien y
por la derecha, ¿y tú?
Este repetitivo saludo por igual se llevó a cabo
al besarse entre Rolando y Carmen. Que aparte de
ser vecina de Kenia, igualmente iba en la misma
secundaria y el mismo grado.
Seguidamente, Rolando preguntó por Kenia. Y
entre 2 ó 3 titubeos le respondieron aquéllas: “Le
contaron que Kenia había tenido que viajar hacia
Toluca, porque su abuelita materna estaba mal de
salud, muy grave”… --esto fue lo que finalmente
concordaron decirle las dos amigas.
Pasó un mes, siguieron los bailes. Y Kenia aún
no regresaba al barrio. Rolando siguió asistiendo
a los dances de sonideros, y a pesar, que todavía
- 50 -
continuó acompañándose con Carmen y Elisa. Le
parecía vana y vacía toda la calle, y bailaba todas
las piezas pero por pura inercia.
Por otro extremo de la gran ciudad. Adentro de
un Depto. pequeño, al través de una ventanilla se
asomaba una joven mujer, con el pelo ensortijado
y negro, y unos grandes ojos de tono verde yesca;
y al tiempo de divisar hacia la transitada y amplia
calle de doble sentido: parece murmurarse, cosas
censuradas entre sus labios gruesos; y, se vuelve a
encerrar entre lamentos y añoranzas. “Aquí me
siento como secuestrada, hasta hoy valoro lo que
fue mi libertad ¡qué tonta! Cómo fui a creerme de
tantas promesas que resultaron ser puras bobadas
y mentiras”… --en eso estaba, cuando escuchó el
timbre de la puerta doblemente asegurada. Rauda
se limpió los llorosos ojos, y; después de sonarse
la gruesa y respingada nariz. Quitó tanto aldaba,
como el doble cerrojo.
--Antes venías diario aunque sea un rato. Y ora
nomás vienes cada tercer día --Kenia con una voz
suave y humilde, le recordó al recién llegado.
--Ya sabes que doy clases en 2 escuelas. Y que
por más que quiera no puedo estarme más tiempo
contigo --le respondió aquel tipazo musculoso de
alta estatura, cabello corto y castaño claro; quien
era instructor de educación física.
--Es que tú me lo prometiste, Javier: que nomás
que me viniera a vivir contigo. Y así, para pronto
te divorciarías, sin pretextos.
“Luego de la luna de miel”. Que no perduró lo
imaginado por Kenia. Lo único que quedaba, era
un poco de sexo forzoso y discusiones.
--¡Sí Kenia! Pero eso tarda tiempo. Y también
- 51 -
se necesita algo de dinero, y la mera verdad ando
muy escaso de billetes, tengo muchos gastos.
Y así, por vigésima vez trataba de escaparse. Y
justificar su dolosa falta de palabra: lo cierto, era
que Javier y su rubia esposa Carla, ya tenían una
linda niña de tres años de edad; y ellos, llevaban
cuatro años de casados --y ni por pienso hablaban
de divorcio, porque se llevaban muy bien además
de tener muchos intereses de por medio.
Carla tenía ojos de oro puro, y era descendiente
de padres italianos; estudió economía y así como
empresaria le iba exitosamente. Ella, tenía veinte
y cinco años de edad cuando conoció a Javier que
era un poco menor que ésta; sin embargo no tuvo
ningún reparo en hacerlo su esposo. Él, trabajaba
como maestro de karate, pero Carla lo convenció
con premuras; por lo que aquel noviazgo fue muy
corto. Al poco tiempo provino el embarazo, y su
amor con mayor razón se hizo carne, pero; Carla
no consideraba la fidelidad del cuerpo como algo
primordial. Sino, en la fidelidad que idealmente
creía residía en el alma. Y como resultado, Javier
le tomó la palabra, y lejos del nido familiar; ellos
gozaban de ciertas libertades.
En el sencillo departamento de solterón había
abusado de varias alumnas, y muchas graduadas a
saber. Pero con Kenia --observaba Javier: como
que se había pasado con la partida y se había ido
hasta el extremo. Problema que ya le preocupaba
y estaba quitándole hasta el sueño. Porque ahora,
no sabía cómo quitársela de encima: “Cuando vio
en la primera clase, a Kenia, con un minúsculo y
dibujado short… se le metió en la mente. Y así es
como fue perdiendo la cabeza hasta llegar adonde
ese atolladero, del cual quería salir huyendo”.
- 52 -
Kenia, lo quería e idolatraba; hasta la locura de
comparar a Javier --con la grandiosa escultura de
Miguel Ángel --el David--. Y evidentemente a él
le gustaba ser amado, y se sentía como el último
de los Narcisos.
Como llegaba al departamento muy cansado y
tan desganado. Kenia lo descalzaba y lo desvestía
antes de bañarlo; para después amarlo totalmente
oral y libidinosamente hasta que éste decía ¡basta!
Otras veces, Javier se lo pasaba viendo frente del
espejo del tocador, midiéndose los músculos con
la cinta métrica y sonriendo satisfactoriamente de
su aparatoso volumen muscular… --Kenia por su
lado, parecía no estar presente, a cuenta de que la
joven era todo un portento de mujer y que medía:
94-62-94 y 1.73 de estatura.
--Estuve haciendo el quehacer --habló Kenia un
tanto seria--. Y, hasta tuve que sacar la funda del
colchón para lavarla.
--¿Ah sí? --contestó el otro como si nada.
--¡Y mira lo que saqué Javier! --avizoró al tipo
al tiempo de arrojar un puñado de tangas, y otras
ropas interiores femeninas (de diferentes tallas).
--¿Y eso? --fingiendo indiferencia. Finalmente
sorprendido-- ¿de dónde salió?
--No te hagas --Kenia, ahora sí muy molesta. Y
profiriendo-- ¡hipócrita! Son brasieres y un resto
de pantaletas.
--Bah, pues han de ser de Carla. Sabías que soy
casado ¿o no?
--Pues sí. Pero, se nota que la ropa no pertenece
a una sola mujer; porque son de varias tallas.
--Bueno, si no son de una sola talla, debe de ser
porque Carla es poli talla --y el canalla, con guisa
cínica e infantilmente se justificó. Y así, sin darle
- 53 -
más explicaciones a la sosa chamaca, terminó de
vestirse; y después de poner sobre de un taburete
alguna cantidad limitada de dinero avisó--. Aquí
te pongo el gasto de dos días; y cuando estés bien
tranquila y relajada, hablamos de lo que quieras;
por ahora no tiene caso discutir Kenia.
El hombre se fue. Y ella lo maldijo, y como no
tenía otra cosa qué hacer, se puso a lamentarse y a
llorar su desventura… Pero más tarde, le entró el
apetito y dejando por un lado sus cuitas se animó
a salir del edificio, para ir a comprar alguna cosa
de comer, porque el refrigerador portátil no tenía
despensa; pues sólo había puros cubos de hielo.
Al regresar del mini súper, la sedujo algún olor
de frituras penetrante --tacos de maciza, suadero
y chorizo--. Y después de satisfacer su acometido
volvió al departamento.
Antes de entrar en el edificio encontró a los dos
porteros del mismo. Un matrimonio el cual vivía
y trabajaba en esa edificación, esto desde que fue
inaugurada hace casi 10 años.
A la Sra. antepuesta, le simpatizaba Kenia por
lo que hasta la invitó a tomar un café con leche; y
ésta, aunque estaba llena, tuvo que aceptarlo para
no darles una mala impresión. Y allí, en cuanto el
esposo de la dama se retiró; ella, comenzó a darle
certeros consejos a Kenia: “Ya te lo dije, que eres
muy joven y guapa, pero no seas mensa hija; y si
tienes familia pídeles perdón y vuelve pronto a tu
casa. El tipo con el que estás, no vale un comino
ni vale la pena que sigas lloriqueando por él; será
maestro de secundaria. Pero la merita verdad, es
un corruptor de menores, y al Depto. ha traído de
perdida una docena de chamacas como tú, y ya ni
se diga a mujeres mayores de edad y muchas con
- 54 cara de prostitutas… Él, tiene como tres años que
se compró el departamento. Y hace algún tiempo
poco más de un año, vinieron unos agentes por él
y se lo llevaron detenido; según fue por seducir a
una menor de edad como tú. Pero creo más tardó
en ser detenido que en comprarles su libertad, no
sé en cuánto de dinero le salió el chistecito; pero
regresó muy feliz. Y por eso mismo yo no te voy
aconsejar que vayas a denunciarlo pues sería pura
perdedera de tiempo; y lo mejor es que vuelvas lo
más inmediato con tus padres y familia”… --esto
aconsejó con su vieja experiencia, a la joven.
Hasta el tercer día por la noche. Regresó Javier
al departamento, y después de hacer lo mismo de
siempre: esta vez sin alteraciones acordaron los 2
en finalizar su relación. Y fijaron un precio, creo
de 3000 pesos, que aquél le entregó a Kenia antes
de que ella se arrepintiera.
“Desde la primera noche de la eternidad. El ser
universal lucha desesperadamente, como si fuera
ésta su última oportunidad, para vencer a la nada
y la muerte. Y, en su abstracción, primero fue un
punto antes de ser una línea, y primero debió ser
un triángulo para ser un círculo y espacio”.
“Para luego, en su natural manifestación y gran
multiplicidad: el alma universal, ya en concentro
debió ser polvo para ser nebulosa, y debió de ser
chispa para ser luz, tal como hubo de ser estrella
para ser galaxia… Y así, tuvo que ser una gota de
agua para llegar a ser un océano, y en sí, sobre de
toda la creación; primero tuvo que verterse como
sangre para poder llegar a ser hombre”.
“Por ende, y por la gracia del cielo. Hay varios
infra humanos, que agradecen con una sola mano
- 55 -
aunque no tengan pies, así como otros hombres a
ciegas miran hacia el cielo humildes. Esto, porque
no hay cosa más bella en el mundo, que saber ser
un hombre agradecido”.
Y a despecho, hay tantos hombres enteros y por
todas latitudes, que teniendo todo, ni les va ni les
duele la dura beligerancia del ser. Ya porque a la
postre nadie da algo de sí mismo; y, a cambio por
toda la bondad recibida, tiran todo por los suelos.
Hay una grande muralla de ladrillo. Que estorba
el paso hacia un centro deportivo. Esa es la causa
de que en el barrio haya muchas calles austeras y
cerradas. Y por esos callejones que no tienen una
salida abundan los vagos y enfermos drogadictos.
Como a 2 meses que Kenia se hubo borrado del
mapa del barrio. Rolando empezó a flojear con el
taxi, y había horas en las que no levantaba pasaje
ni para entregar la cuenta completa; también dejó
de interesarse por todos los bailes. Y se retiró del
ambiente sonidero. Él, no era un hijo modelo que
digamos, pero en lo que corresponde, respetaba a
los miembros de su clan familiar, principalmente
a su señora madre a la que obedecía. Pero por las
drogas, y andar en malos pasos junto a amistades
escabrosas; dejó de ser el buen Rol y se volvió un
malvado cachetón y sin vergüenza. “Y que según
él, dizque se volvió drogadicto por Kenia”. Claro
que lo más seguro fue que ya tenía la tendencia a
perderse y se dejó caer: y ella fue el pretexto, o la
gota que derramó el vaso de agua donde ahora se
ahoga. Rolando.
--El hombre no elige:
si quiere ser,
cuando ya es
- 56 -
sí sabe elegir.
El hombre sí elige:
no quiere ser,
cuando ya es
no sabe elegir.
Llevaba 2 meses en el pequeño ranchito el cual
estaba casi al pie del nevado de Toluca. La pobre
propiedad pertenecía a su abuelita, quien era muy
comprensiva y amorosa; por lo que la nieta Kenia
se sentía como en su propia casa.
Por la mañana ayudaba a su abuela en todas las
actividades propias de un hogar, que era limpio y
ordenado aunque modesto. También atendía a los
animalitos del gallinero y el corral, y al final para
concluir todas las labores, por la tarde junto de la
abuela bordaba a mano blusas de manta con hilos
multicolores, para luego poder venderlas en una
plaza lo más cercana al rancho. “Caminó por esos
derredores del rancho, y escaló por entre el pasto
y pedregal y las rocas del nevado, hasta alcanzar
la falda del mismo ahí adonde comienza la nieve.
Y jugó con aquélla haciendo una muñequita igual
que como cuando Kenia era niña: y, entonces fue
cuando supo que todo había sido un sueño, aquel
gran amor únicamente había sido como una mota
de polvo que se esfuma, o simplemente como un
copo de nieve, que a la luz del sol fugazmente se
derrite”.
El baile sonaba a todo lo que podía rugir. Y por
las bocinas del sonido, entre los clamores y gotas
de sudores de las parejas, se escuchaban multitud
de saludos intermedios para la banda concursante.
- 57 -
Rolando, andaba bien clavado. Pero, no adonde
estaba la improvisada pista de baile, sino atrás de
una alta fila de bocinas… degustando hasta el ras
de la banqueta junto a otros viciosos.
--¡Rol, Rol! ¡Ya llegó la Gata! --estalló el grito
apagado de Carmen-- ¡Rol, Rol! ¡Ya retornó otra
vez la Gata! --casi al unísono también se oyó otro
grito sofocado de Elisa. La Gata era el apodo con
el que nombraban a Kenia sus amistades, las que
le tenían más confianza.
Rolando expiró un poco de humo y, volteó para
ver a las amigas de Kenia figurándoselas como si
fueran espectros de una pesadilla; y apenas si oyó
lo que le dijeron pero no lo tomó ni a pecho: sino
se volteó nuevamente a lo suyo, hacia el botecillo
aplastado sobre del que puso ansioso una especie
de grano de sal amarilla --que tiene mucho pegue
y que le dicen crack o piedra. Le pinchó fuego; e
inhaló el humo… al tiempo que sintió como todo
su cuerpo se sumergía en una alta fiebre.
--“…tus ojos no tienen fuego
tus labios secos están
tu risa ya se apagó
tu voz se volvió silencio…”
Rolando casi cerrando los ojos, tal vez contuvo
alguna lágrima; y mejor su mente se puso a bailar
con la música y letra de la picosa pero sabrosona
salsa del recuerdo martajada por el sonido.
Pasaron algunos días. Y casualmente Kenia vio
a Rolando por una esquina. Ella iba a su hogar, y
él iba a bordo de un taxi ecológico.
El vehículo nuevo era de su hermano mayor, el
que lo toleraba tanto, y como trataba de ayudarlo
y rehabilitarlo, quiso dispensarle lo que vendría a
ser su última oportunidad.
- 58 -
Después de saludarse y congraciarse, por poder
verse nuevamente. Quedaron de entrevistarse por
la tarde, para platicar extensamente.
Antes de salir la luna Kenia y Rolando sin nada
de prisa, entraron en alguna fondita; y allí, ambos
tomaron asiento para hablar cómodamente.
Tan luego les sirvieron café bien caliente Kenia
fue la primera en endulzarlo, y Rolando sin giros
lanzó la hiel de la primera pregunta.
--¿Porqué no me avisaste que ibas a viajar? Ya
de perdis me hubieras dicho adiós, Kenia.
--No tuve tiempo, todo fue de repente. Y luego
hay cosas que se hacen sin pensar --expresó ella.
Y silenció de pronto.
--Fui a buscarte 2 veces hasta Toluca, y caminé
como loco por todo el centro y las orillas, con tan
sólo la esperanza de hallarte en cualquier lugar.
--Lo siento Rolando --se disculpó apenada-- en
verdad me duele mucho. Pero aunque no quisiera
otra vez lastimarte; tengo que decirte algo que no
debo ocultarte pues eres mi mejor amigo.
--Suelta Kenia --impaciente Rol apremió--.
Y ella, le contó todo lo sucedido con susodicho
maestro, pues quería desahogarse y lo hizo con el
mejor amigo que tenía; además Rolando por más
de una vez le había declarado su pasión.
Rolando, por boca de los amigotes del barrio ya
sabía un poco del idilio entre Kenia y su maestro
pervertidor; pero escuchó comprensiblemente esa
amarga verdad, por parte de aquella boca de nuez
con chocolate.
--“Ya lo pasado, pasado” --él aceptó tocando el
tema de conocida canción-- “no me interesa”. Y
si tú lo quieres, de hoy en adelante vamos hacerla
tú y yo; dame un chance Kenia ¿sí?
- 59 -
--Sí Rol, vamos hacerla --aceptó finalmente tal
propuesta-- no le hace que otra vez me caiga otra
bronca con mis padres. Pero antes, quiero que me
digas porqué te juntas todos los días y las noches
por los callejones con la banda de los Locos, y le
pones a todas las drogas.
Rolando. Quedó en suspenso algunos segundos
y, contestó dramatizando su vil conducta.
--Cuando te fuiste, me sentí como vacío y muy
triste, y como el baile me dejó de gustar, mi fuga
fue drogarme Kenia.
--Te pregunté un porqué Rol, no un chorote tan
gacho como el pinche paro que acabas de aventar
--mortificada aclaró--. Sí tú y yo, vamos a probar
como novios, no vamos a empezar con piñatas de
papel o hipocresías: yo ya te dije, que me fui con
ese güey por mi pendejismo y por pura calentura.
--Ora pues Kenia. Entonces, le entré al chupe y
a la droga por güey y por pendejo --el Rol franco
reconoció arrojando su mirada al piso.
Durante la relación de éstos. Kenia hizo todo lo
que estuvo a su alcance por alejar a Rolando del
vicio y la calle: cambió de look, dejó de pintarse
los párpados de sus dominantes ojos; también ya
no se fajaba minifaldas sino puros pantalones. Y
éste, por su curso hizo la intentona de dominar un
leve sus vicios, dejó los excesos y aparentemente
sólo inhalaba por la nariz una cocaína parecida al
azúcar blanca --y esto, según el Rol le servía para
eliminar el cansancio y para trabajar a todo vapor
sin descansar durante doble turno.
La rehabilitación de Rolando perduró muy poco
de dos a tres meses. Y, recayó de lleno en el vicio
y la calle… inventó auto robos, chocó el vehículo
varias veces; por eso su hermano le retiró el taxi.
- 60 -
Kenia salió preñada. Y después del parto siguió
ocupándose de Rolando, pero como aquél dejó de
darle un sólo quinto; ella tuvo que conseguirse un
trabajo. Y al final tuvo que abandonarlo a su loca
obstinación y retorcida suerte.
El hombre drogadicto que no trabaja. Pues cae
en la delincuencia y hasta la criminalidad, ese fue
el nefasto destino que escogió Rolando, que dejó
su hogar y familia. Luego, se dormía por la calle.
Y al paso del tiempo, ha sido apuñalado así como
también golpeado de muerte; y a las horas en que
cierro esta página el Rol está desaparecido. “Y la
gentuza que todo lo sabe, y si no sabe lo inventa,
a última hora publica: que la desaparición del Rol
se debe a un menudo ajuste de cuentas, a la orden
y manos del cártel del barrio”.
--“La calle más larga del universo donde vagan
nuestras estrellas es el camino de San Diego o la
Vía Láctea… Y, también desde siempre y acullá,
viene vagando el tiempo, el tiempo que no es por
nada pero es un solitario delincuente. Ese mismo
que va por las calles del barrio terrestre asaltando
y saqueando las horas, los días, los meses y todos
los años que puede por todo el vecindario”.
Y al cabo de algunos oscilantes años. Y otra vez
de vuelta por el barrio, hago la distinción que los
primeros años de Pedro, fueron de menesteroso y
recio trabajo ayudando a su padre, cual trabajaba
en limpias y padecía varias enfermedades. Pedro
a veces sentía disgusto por el sucio trabajo, pero
cargaba sus centavos en la bolsa; por esto hasta
le tomó cariño, y con el tiempo hizo trámites y a
fin de cuentas le pasaron la plaza del autor de sus
- 61 -
días. Con el concurso de los años ascendió hasta
ser conductor --de camión de limpias--, con este
nuevo nombramiento: Pedro se sintió realizado y
de acuerdo a sus deseos y limitaciones así como
chófer del D. D. F. se jubiló.
Y entre la basura, desde sus años mozos. Pedro
tuvo la ventaja de leer revistas, cuentos morbosos
con dibujos y libros literarios de preferencia.
Así que tomando en cuenta el buen grado como
la aplicación del anterior por la lectura. Pienso, a
mi manera de ver: que como “en tierra de ciegos
el tuerto es rey”. Así Pedro, es un hombre trivial
que con mediana cultura, puede ser un intelectual
de barrio o un filósofo de esquina.
--Entre cuatro esquinas
nació la primera aula
en la escuela de la vida.
Haciendo un poquito de memoria. Por parte del
amigo José, el noble Pedro --recibió un útil favor
interesante y valioso; un paquete con doce libros
de la Cabalá. Y aunque José no es un frecuente o
ávido lector, se siente atraído por la elocuencia y
la exquisitez de la palabra… y por sola gratitud a
correspondencia del anterior favor, Pedro sin más
lo ha exhortado a leer algunos maestros clásicos:
D. Alighieri, Víctor Hugo, J. Goethe y otros más
monstruos de la literatura universal.
Los sexenios se van como el agua sucia por las
coladeras y caños… los partidos políticos gastan
$ exagerando, en promesas que jamás cumplirán.
Y hasta en el fútbol andamos por las redes del ya
merito. Y no se diga nuestro barrio bajo, cual no
sale de la misma miseria donde vivimos, y a cada
día está más peor que hasta los mismos amantes
del ocio y la calle estamos preocupados: obvio y
- 62 -
que no todos, sino los callejeros que podemos ser
un poquito conscientes.
Una madrugada inquieta en la que deambularon
por las calles del barrio muchos ruidos; así como
varias notas musicales, cantos, gritos, algazaras y
balazos con tardías sirenas.
Aquel día. A la hora de la alborada, Pedro salió
del domicilio donde vive, lo hizo acompañado de
su mascota e inseparable amigo --un perrito.
Y para variar, a esa hora. En la acera del frente
al costado de la morada del anfitrión Amador, se
encontraba el susodicho sentado en la guarnición,
acompañado por José con un círculo de amigotes
del mismo gremio: ingiriendo cervezas y licor, al
tiempo que parlaban de riñas y mujeres; presto ya
en estado ebrio son otros de los temas predilectos
de aquellos callejeros parlanchines.
Y apostándose uno tras del otro. José y Amador
retuvieron a Pedro, verazmente ya para saludarlo
e invitarle algún trago de refresco: para brindar y
platicar un poco, por lo que estos 3 personajes se
cambiaron por un lado de los demás compinches;
para entablar lo que finalmente sería un diálogo a
favor del presente especulador cuento.
--Quiero decirte algo Pedro. Ya sabes cómo me
las gasto --presumió José, beodo echándoselas de
lado--. A mí me pelan los dientes para los golpes.
Pero ¿qué crees? Que después de todo, la culera
verdad, ya me está preocupando la inseguridad la
delincuencia y la criminalidad. Ya que yo mismo
vi en carne propia morir a mi hermano, y ahora lo
veo en el hundimiento de mi primo el Rol.
--Sí mano --unificándose Amador, que era muy
satírico y pocas veces hablaba en serio--. Cierto,
a mí lo que más me preocupa son mis hijas, pues
- 63 -
son muy jóvenes, y no me gustaría que fracasaran
o se metieran en broncas por su inexperiencia.
--Estoy de acuerdo con ustedes --Pedro le cedió
crédito al sentir de los otros--. Casi todos quienes
tenemos familia y seres amados, desde luego que
nos preocupamos por ellos, y nos encomendamos
a todos los cielos para que los cuide
--Entrando en la pura materia, Pedro --prosiguió
José--. Hace algunos años me lancé muy lejos, al
preguntarte de cómo gobernar a nuestro país; hoy
seré menos pretencioso: pues nomás quiero saber
cómo gobernarías la ínsula de nuestro barrio.
--Yo estaba esa mañana --memorizó Amador--.
La vez que hiciste esa pregunta a Pedro, y ese día
día no hubo ninguna respuesta… pero a lo mejor
ora sí nos quieres decir algo, sobre algún cambio
urgente en nuestro barrio; pues en verdad es muy
necesaria “una nueva cultura, y si se puede hasta
otra nueva infraestructura. Que mejore la calidad
de vida en nuestro barrio, y que mejore la calidad
de vida de nuestra propia banda”
--Debo aclararles que no me la ponen muy fácil
porque no poseo el suficiente talento, tanto como
lo tuvo aquél histórico Ingenioso Hidalgo De La
Mancha. Empero, trataré en lo probable de darles
a vosotros alguna respuesta congruente. De cómo
gobernar el estado de nuestro barrio.
--Sabemos de verdad --así continuó Pedro calle
Pedro esquina Pedro barrio. Que no era dueño de
un rostro definido y propio porque él podía ser el
rostro de todo el vecindario--. Que nuestro barrio
no puede esperar una solución por parte del poder
delegacional, ya que la delincuencia además de la
criminalidad corroe silenciosamente dentro de su
organismo en algunas de sus instancias. Por esto,
- 64 -
para extirpar el mal canceroso de esta calle como
de las demás calles de nuestro barrio, empecemos
por nosotros mismos: porque debemos de redimir
a nuestra propia banda, rescatando los humillados
residuos de dignidad y otros valores que todavía
sobrevivan bajo la planta de nuestros pies; nulos
salpicados sobre de las guarniciones. Y, para este
propósito, ustedes dos --refiriéndose a Amador y
José--. Bien podrían ser unos pilares, para la neo
restauración del barrio nuestro.
--¿Nosotros? --sorprendido José. Tomó su vaso
para beber el líquido amargo, y atento esperó que
abundara Pedro.
--Sí. Se trata de hombres fuertes y que también
sean respetados, y mantengan cierto orden en las
calles. Ustedes 2, son unos verdaderos ídolos del
barrio y el censo ocioso, y hay muchos vagos que
los admiran y respetan, tanto, que ni a sus pobres
padres, porque ciertamente ustedes son jefes y la
neta autoridad en nuestras calles. Por lo cual, los
dos juntos con otros igual de respetados, podrían
ser como una especie de orientadores; claro: Que
para esta empresa primero recibirían ustedes toda
la instrucción y capacitación académica. Para una
justa y mejor labor social; esta ayuda desde luego
vendría de nuestra delegación, ya que sería como
una cómplice de nosotros. El objetivo masivo de
nuestra orientación, se encauzaría hacia la pronta
adaptación y el trabajo en comunidad, de toda esa
vagancia descarriada. No se trata de imponer una
corte de ancianos bíblicos, como tampoco vamos
a tratar de instruir capataces para recrearse algún
comunismo rural, y mucho menos atentaríamos a
crear un régimen de sometimiento castrense.
Lo nuestro sería como un círculo de amigos. En
- 65 -
sí dispuestos a dar todo lo mejor de nuestra añeja
experiencia: a los más chavos que van idos… ya
sedientos como hambrientos, consumiéndose con
vicios macro suicidas.
--Disculpa que te interrumpa --contuvo a Pedro
el hombre que tenía la cabeza más plateada y reía
para mezclarse una cuba-- “pero cuando anterior
dijiste lo de la corte de ancianos, ese choro no me
lo lanzaste a mí, ¿no?” --riendo sarcástico.
--No sé, pero por lo de añejo y además sediento
a mí hasta me llegó un olor a doble A. A. --como
para no mirarse lento, José opinó sonriente y, ora
sorbió sin medida a boca de botella.
--Aunque haya similitud --deslindó Pedro-- no
es precisamente en ambos casos lo que os parece
a primera vista o al primer olor. Pues, en caso de
Amador, aparte de sus canas y su fortaleza física
tiene el poder de hacer reír; y aquel hombre quien
sabe hacer reír a la gente, es como el hombre que
maniobra con sus marionetas, un titerero. Y, Por
lo que constata al hedor de un grupo, sí se podría
parecer nuestra alianza a la de alguna agrupación
de doble A, o a otra cualquiera, eso; por cuanto a
una ética y una moral de normatividad. Pero por
lo demás, en nuestro grupo no habría salas, como
tampoco paredes ni encierros… y nuestro arraigo
lógicamente serían las calles del barrio. Al puro
vago, al joven miembro de alguna familia que ya
sea un grave problema, o al drogadicto más loco:
“que no se drogue para vivir, sino que solamente
viva para drogarse”… En esos casos, todos estos
vales, de pie en cualquier esquina. Tendrían que
enfrentarse a la crítica de la enervada banda; y de
este modo por medio de los orientadores tan sólo
se les invitaría a rectificar su dañina conducta. Y,
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en los casos de terquedad y reincidencia, podrían
recibir llamadas de atención más severas, ya por
parte de los mismos orientadores; hasta llegar al
caso más extremo: “de aplicarles el destierro por
parte de toda la banda. O si no, sería entregado a
las autoridades competentes --para proceder, con
la rehabilitación o hasta penalización necesaria y
correspondiente en cada caso”.
--Empiezo a visualizar el proyecto --clara pausa
del amigo José, como para hacer de las suyas con
la botella de bebida inmoderada casi vacía.
--Yo también empiezo a comprender --Amador
le hizo segunda, y se sumergió un poquito en ese
tema--. Y sí tienes razón Pedro: ya que tú o José y
yo, o cualquiera de aquellos vales. Antes de ser
unos pacientes; como alcohólicos, o drogadictos,
o como delincuentes. Antes que todo lo que fuere
somos como cualquier cabrón. Y si empezamos
actuar como cabrones, cuántos males posteriores
se podrían evitar. Equitativamente, así se actuaría
con las mujeres que no se quedan atrás, y se están
reproduciendo en el alcohol, las drogas y la calle
muy rápidamente --expuso riendo escandaloso.
--Eso sí podría ser --acometiendo José esta vez
como un verdugo-- “un par de cachetadas a buen
tiempo”, disminuiría el grosero potencial de todo
delincuente en ciernes --concluyó éste, con frases
y con términos que nunca había utilizado. Cuales
creyó haberlos empleado correctamente.
Y como Pedro vio que aquellos dos pudieron a
vuelo de pájaro entender, lo que él, someramente
les había explicado --enfatizó.
--En síntesis. La díada vital y constructora, para
una nueva cultura en el barrio, sería:
Como un primer subjetivo --el respeto: por uno
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mismo y sus semejantes, y el respeto para todo el
mundo y la naturaleza.
Como un primer objetivo --el trabajo: en pos de
de uno mismo y la sociedad, y por ley o por amor
nuestro trabajo en favor de la naturaleza.
--Lo que dices está muy bien, pero vamos a ver
y recordar, que hay mucho desempleo --acertó en
mencionar José.
--La cosa, sería chambear mucho. Hacer mucha
artesanía, para que cuando menos no compremos
las banderitas de México, las que nos exportan de
China --también acertó el astuto Amador, a la vez
carcajeando.
--Exactamente Amador --Pedro conformó--. Y
por decir; las calles serían como talleres, y todos
aquellos rebeldes de la banda desocupada harían
artesanía al parejo de los reclusorios, artesanías;
que igualmente les enseñarían los ex presidiarios
diestros. Otro gran puñado de callejeros podrían
trabajar en limpias como barrenderos, otros más,
podrían desazolvar los caños, o si no la harían de
peones para la repavimentación de las calles. O,
algunos otros trabajos de obras públicas.
--Discúlpame Pedro --observó José--. Pero si le
das empleo formal a mucha banda ¿dónde se iría
el personal desplazado? Porque, para haber cupo
se tendría que despedir a alguien ¿no?
--Sí José. Y, a quienes tendrían que despedirlos
son a todos los que no deseen laborar; pues sí hay
trabajo suficiente en distintas instancias. Aunque
si nos involucramos otro poco más… Habríamos
de saltar el muro de la delegación para juzgar un
poquito al cuerpo policíaco: Cuánto dineral para
patrullas de turismo, cuánta gasolina para pasear,
cuántos uniformes y cuánto equipo. Para que a la
- 68 -
mera hora no desquiten el sueldo.
--Eso sí ¡eh! --nuevamente, recalcando Amador
-- acá en nuestro barrio son un chingo de polis y
de patrullas que nomás andan paseando. En otros
países con menos policías hay más orden y hasta
un buen de seguridad; no cuenta la cantidad sino
la calidad, la capacidad y eficacia.
--Aunque todo este problema sea como “harina
de otro costal más grande”, ya yendo más directo
no me gustaría quedar a medias… Por eso quiero
agregar lo siguiente: “Hay mucho personal en los
cuerpos policíacos que específicamente proviene
de varias provincias, y, su ambiente natural es en
la provincia. Por lo que estarían mejor de regreso
en el campo trabajando por allá”: Pues --“la tierra
es de quien la trabaja”, y debemos lo más pronto
ser autosuficientes, en algunos de esos productos
alimenticios vitales para nuestra cultura. Para así
ya tampoco andar importando fríjol ni maíz. Pues
con la consecuente ventaja, que sembrando todas
las tierras de nuestro país, se contrarrestaría algo
la producción de los narcotraficantes; eso por un
lado, y por otra parte el problema migratorio.
--Yo, un día leí en un periódico acerca del gran
ideal que predicó el Lic. Gabriel R. Millán, el de
sembrar mucho maíz en nuestra patria. Y por eso
hasta se le bautizó al Lic. como el doctrinario y el
apóstol del maíz. Y me cae que sí, yo hasta como
que quiero convencerme que sí se puede mejorar
nuestro barrio, y ¿por qué no? Mejorar un tramo
más allá de nuestras lindes --con una palabrita un
tanto dominguera acabó de dialogar, José.
--Yo por mi parte, estoy bien convencido que sí
podemos construirnos un barrio primer mundista,
en el que la dictadura de la felicidad nos gobierne
- 69 -
--Amador, con aquella inseparable y fraternal risa
igualmente cesó de dialogar.
A modo de un epílogo --decidió Pedro--, quiero
abusar de la palabra, esto, para resumirles en una
forma “coloquial”: “para que la cuña apriete debe
de salir del mismo palo”, tal como “del cuerno de
la abundancia, tiene que surgir su propio silbido”
--así finalizó el discurso de Pedro.
Del montón de desvelados que había, dos ó tres
yacían aventados sobre la acera… y los demás ya
se habían retirado. Y como Amador y José, a esas
alturas ya no aguantaban más; también pasaron a
retirarse para dormir.
“La fiel mascotita de un tono sobrio correteaba
al contorno, y seguidamente se detenía exaltado y
alertando su olfato, para retener el buqué de cada
cosa al catar la cantina repleta de olores; después
ya ebrio volvía a correr de un lado hacia otro a la
suerte de su olfato: hasta que un tanto discreto y
educadamente, se acercó a la coladera en algunas
ocasiones para hacer del # 1 y del # 2. Esto para
solidarizarse con Pedro, en su ideal por un nuevo
barrio” --y al aproximarse a su amo el expectante
y pequeño fiel canino, revoloteaba su gran cola a
la vista de Pedro--. Quien comprendió de volada
que su entrañable amigo, también estaba unido a
sacrificar su virilidad incondicionalmente para la
prevención de una sobrepoblación: (de perros así
como muchos animales callejeros y sin pedigree).
A la esterilización de su paternidad, para ayudar a
evitar el sufrimiento de perritos no deseados.
--El viento caminaba a paso lento, y al parecer
iba desvelado y cansado por todo el derroche de
la noche y el día anterior. Pero de pronto, cerca a
la frente de Pedro como que se recobró y tomó un
- 70 -
segundo aire… para comenzar liviano su novel y
temprano vuelo.
Aunque ensimismado. Pedro, también cobró un
soplo de ánimo; y en compañía del Negrito, y del
fugaz viento… se fue memorando: y resoplando
en su pensamiento su expuesto y breve “poema
pedagógico”. El que sería como la piedra angular
en la rehabilitación del futuro, Neo Barrio.
--Barrio Nuestro
Que estás en el suelo
Levantado sea tu estado
Venga a nosotros tu progreso
Hágase Barrio tu voluntad
Así en las calles como en la esquina.
La salud nuestra de cada día dánosla hoy
Y perdona nuestras agresiones
Así como ni en cuenta a nuestros agresores
Y no nos dejes caer en coladeras…
Y líbranos Barrio de toda criminalidad. Así Sea.
- 71 -
DESTINO
Pág. - Z -
Por el primer cuadro de aquella turgente ciudad
sin gran trascendencia histórica, había un grande
movimiento en la residencia de la familia Landa
García, que era una de las familias más conocidas
con firme prominencia socio económica. Y estos
menesteres, eran para despedir al hijo único de la
pareja cónyuge: el joven Alberto, llamado por las
amistades afectuosamente como Júnior.
Algunos criados acomodaban las mesas por una
parte, en tanto que las fámulas ponían floreros de
un lado y del otro. Y otros mozos acomodaban el
entarimado, en el que tocarían los músicos de una
marimba orquesta con un conjunto norteño.
En tanto que Júnior, en su aposento escogía las
cosas que se llevaría en el viaje. Primero viajaría
hacia la capital del país, y allá permanecería una
corta temporada, esto para arreglar la visa y para
conocer un poco de la ciudad; para luego sin más
tendencias ni otro distraimiento viajaría hacia el
extranjero (algún lugar de Europa, o ya de perdis
a los Estados Unidos). En donde cursaría alguna
carrera, y después hasta un postgrado; pues tenía
a unos padres pudientes, y él era bastante capaz e
inteligente como para lograr cualesquier de esas
metas que se propusiera --y pensaba: “me espera
Oxford o La Sorbona, si no, me llama el Instituto
Goethe… o ya de perdida Harvard”. Esto soñaba
Júnior en sus delirios de grandeza.
El joven ejemplar, hasta el bachiller había sido
entre los estudiantes de toda la escuela; el mejor
alumno como el mejor atleta y el mejor boxeador,
y por si fuera poco: el mejor jinete, cosa que bien
sabían las mujeres más hermosas, ya que el joven
Alberto Júnior tenía muchas seguidoras.
La fiesta fue un éxito. Que subió de tonalidad a
- 72 -
la hora del baile, pero dentro de lo que cabe nadie
se propasó y mucho menos hubo trifulca.
Cuanto menos media docena de muchachas sin
temor al rechazo no se reprimieron, y Alberto fue
cortejado y muy acosado durante todas las piezas
que bailó; pues hasta se empujaban cuando iban a
pedirlo para bailar, y él: por supuesto que se daba
su taco y como siempre se dio el lujo de escoger.
--Te voy a extrañar mucho a cada día, mi amor
y mi cruz, voy a extrañar tus ojos a la luz del día
café claros, y a la luz del atardecer café obscuros
--así le declaró una joven morena, que era tímida
y conservadora, y desde luego muy atractiva--. Y
si pasado mañana te vas lejos, y quién sabe si a lo
mejor no vuelvo a verte. Por eso, si vos lo deseas
podemos vernos mañana en el río, para brindarte
mi virginidad como despedida --y todo aquello lo
dijo con cierto pudor, pero mirando sinceramente
a los ojos de su amor imposible, Alberto.
Otra muchacha de piel más clara. Lo mismo le
hizo proposiciones indecorosas a su bien amado;
hablándole al oído.
--Siento mucho que te vayas Júnior, quiero que
nunca me olvides y, por si mañana no nos vemos
entremos ahora a tu cuarto por última vez. Y, ora
sí hacemos los tres coitos, esos que dices que son
de cajón para hacer el sexo cuando dos personas
se aman; así como yo te estoy queriendo --con un
un rubor en las mejillas, la bella castaña por igual
se le ofreció sin barreras.
Pero la más impúdica de todas aquellas lúbricas
proposiciones que recibió. Fue la de Marilyn una
blonda hija de un gringo y de madre mexicana; y
como era re bonita y tenía ojos de esmeralda, no
se mordía los labios como para ponerle un precio
- 73 -
a todo lo que se le antojaba.
--Te vas porque quieres Júnior. Yo ya te lo dije
y te lo he demostrado, que conmigo no te hace ni
falta trabajar; pues te doy cuerpo mátic y además
con circo maroma y teatro… y si también deseas
puedo aumentarte tus dominguitos --pues resulta
que hasta de chulo la hacía con la güera--. Y si ni
así quieres quedarte. Entonces puedes pirarte pero
eso sí, quiero estar contigo desde que se acabe el
baile hasta mañana por la tarde --y decidida sacó
un cheque en blanco que depositó en la bolsita de
la camisa de aquél, diciéndole: “mañana me dices
cuánto, Júnior”.
De todas las pretendientes que Júnior tuvo a las
horas del animado baile. Aunque callado escuchó
la exhortación sexual que le ofertaron éstas; muy
atento pero sin resbalarse con ninguna. Claro que
de todas ellas, la que sin rival, le había tocado las
fibras del corazón por su elocuencia y persuasiva
voz y sus concisas razones, había sido Marilyn; y
nomás al terminar la música, se perdieron --ella y
él-- por la seductora madrugada y la luna erótica
embarazada de arrebol. Y como para saldar a los
favores de su amor: al cheque en blanco con tinta
imborrable, le pusieron --un 69 con tres ceros--.
En la festividad de la despedida de Júnior había
recibido muchos regalos. Como si éste fuera toda
una quinceañera en lugar de veintiunañero. Pero,
la cosa fue que no tuvo ni tiempo de abrirlos para
verlos (muñecos de peluche, pijamas bordadas ya
con su nombre, ropa interior con otros artículos y
delicadamente envueltos). El lunes a las 12 horas
menos 30 minutos, Júnior partió lleno de sonrisas
hacia la capital del estado, en una nueva avioneta
de pasajeros, y llegando a la ciudad destinada; de
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inmediato trasbordaría a un avión. Para concretar
el principio del viaje hasta la legendaria Europa.
Ya en la capital. Alberto Landa buscó albergue
en un hotel de una avenida principal de la ciudad
próximo al centro. Poco ha de desempacar todas
sus cosas, acomodó su ropa en el closet; y sacó a
relucir 2 trajes de buena clase, pero como para el
Júnior ya le parecieron muy anticuados pensó en
remplazarlos, sí: “por dos de casimir inglés y con
raya de gis, cruzados y de solapa ancha; uno azul
marino o café y el otro negro. Pero eso sí, serían
hechos por el mejor sastre con renombre”.
Después de dos semanas en esta urbe. Júnior se
hizo al ambiente bohemio, y entraba y salía tanto
de cantinas como de cabaretes --y hasta se olvidó
de tramitar su pasaporte; porque empezó a tupirle
al trago, y bien picado también empezó a entrarle
a la Mari. Y como tenía amiguitas que vivían por
la merced mejor buscó un cuartucho en la misma,
para economizar un poco; y más que eso también
para conducirse con mayor libertad.
Para tratar de ocultar su caída en aquel fango y
revuelta por causa de la ebriedad y el libertinaje,
escribió la carta siguiente en cuanto se le terminó
todo el dinero, y se la mandó a sus preocupados y
desesperados padres; quienes aguardaban recibir
algún telefonazo o una noticia de éste: “Queridos
padres, reciban antes que nada mil y un saludos y
parabienes, y que en vuestra morada por siempre
tengan bienestar y un sin número de bendiciones.
Y pasando a otra cosa. Me duele, pero tengo que
confesarles que no he arreglado lo de la visa por
tantos trámites burocráticos. Y por este problema
para no perder tanto tiempo, pensé en ingresar a
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estudiar aunque sea en la UNAM. Para ello, pues
necesito más dinero; porque ya hice el examen de
admisión. Y en cuanto me den el resultado, luego
les avisaré para decirles en que facultad me habré
quedado. Y sin más noticias, se despide Júnior su
hijo que tanto los ama: y recuerden enviar lo más
inmediatamente el dinero que más puedan. Por su
generosa ayuda, reciban mi gratitud eterna”.
Así cursaron los semestres. Y según Alberto se
desvelaba estudiando matemáticas, por lo mismo
no tenía tiempo de escribirles misivas. Así, como
tampoco tenía tiempo de telefonearles --nada más
cuando necesitaba dinero, y como poco a poquito
empezó a necesitar mucho más y más seguido. Al
señor don Alberto le dio la mala espina. Y, como
éste le exigió a Júnior, que lo más pronto enviara
una tira de materias del último semestre para que
viera sus calificaciones. Aquél no lo hizo, y trató
de prolongarse lo más que pudo… motivo por el
cual su padre dejó de mandarle más dinero. Pero
la señora Juana madre del pseudo estudiante, sin
importarle si estudiaba o no; llanamente, por ser
su madre le mandaba lo poco que podía: todo en
secreto. Hasta que un día, el Júnior, como que se
perdió o dejó de existir. Y, así aconteció para los
viejos y sufridos papás; los que hasta el día de su
muerte no volvieron a ver a su hijo Alberto.
Por temporadas ya largas o cortas. La vida, que
juega a dar es muy dadivosa, pero poco después a
la vuelta del camino, como que se cobra pero con
réditos crecidos. Y así dentro de la familia Landa
García se desataron pesadas desgracias; primero
por los sismos desastrosos, el hotel como el cine
de su propiedad sufrieron daños bastante fuertes e
irreparables --y como los anteriores negocios no
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tenían seguro. La familia se fue a menos sin más
directo a la quiebra, porque después de la pasada
clausura del cine y el hotel: estando el señor don
Alberto en la oficina de su gasolinera, ya por ese
entonces el único negocio que tenía; dos hombres
sombrerudos y mal encarados entraron de golpe y
apuntaron con su revólver al Sr. Alberto. Y como
tardó demasiado para abrirles la caja fuerte, éstos
lo golpearon alevosos con la cacha de la pistola
abriéndole la cabeza. Y a pesar que convaleció y
aparentemente había regresado a la normalidad de
sus labores; le provino una diabetes: que aun con
todas las medicinas y atenciones debidas. Pronto,
en escasos meses se fue agravando; y después de
otras complicaciones. Falleció.
La viuda doña Juana García. Al verse tan sola y
achacosa vendió lo único que le quedaba, que era
la casa que le parecía fría como un sepulcro. Así,
con muy pocas cosas se mudó a una cabaña que
estaba dentro de la finca de don Roberto. El cual
era hermano del fenecido, y en unión a su esposa
invitaron a la viuda para ocupar la cabaña: y esta
exhortación fue para que no estuviera tan aislada.
Como al año que Juana convivía estrechamente
con aquella familia política, que tan hospitalaria y
amablemente le había brindado esa cabaña. Ésta,
aprovechando que don Roberto se iba de viaje en
plan de negocios a la capital. Le pidió por favor y
hasta de rodillas; que por caridad buscara a quien
aún esperaba, su Júnior: don Roberto, poco antes
de viajar le dio su firme promesa de ir a buscarlo.
Y Juana, hasta concilió un sueño profundo en esa
noche que partió el anterior; dejando su promesa.
Don Roberto no disponía de mucho tiempo. Por
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lo mismo llegando a la gran capital. Arregló todo
lo que más le urgía, y después de lo anterior hizo
algunas compras. Luego tomó las 3 direcciones y
una fotografía de Júnior que le fue entregada por
su cuñada, y se dispuso ir en busca del sobrino, la
mala cabeza, como él lo llamaba en privado.
El primer día fue un fracaso pues nadie le pudo
dar alguna información. Además, lo miraban con
desconfianza y hasta con apatía. Quiso darse por
vencido pero había hecho una promesa que debía
de cumplir. Y al otro día, volvió temprano por las
mismas barriadas, pero vestido como cualesquier
paisano; pero otra vez a punto de desistir. Vino la
suerte hacia él, y habló con una mujer algo joven
que salió de una de las direcciones que traía.
--Buenas tardes noble mujer --desprendiéndose
al tiempo del sombrero--, discúlpeme la molestia
y la pregunta ¿conoce a este hombre? --así le dijo
presentándole la fotografía del Júnior.
La mujer, vio la foto de Alberto embelesada. Y
por último fijó sus ojos en el bigote gris y espeso
de don Roberto.
--Si eres tira ni lo busques. Porque este cuate ya
está en prisión --y se fue la mujer hacia donde el
tambo de basura para depositar una bolsa. Pero el
otro apresuradamente la alcanzó, para en seguida
presentarse e insistir.
--Soy Roberto Landa y tío de Alberto. Y nomás
quiero saber de su paradero. Yo no soy policía, y
no me daré por mal servido con vos --y, sacando
un billete de a cien pesos se lo extendió en forma
discreta--. Por favor no se ofenda.
--Aquí conocemos a su sobrino como el Rico y
antes de torcerla estuvo viviendo en aquel cuarto
que ahora rento yo.
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--Y él ¿adónde está?
--Te digo que está preso. Y si quieres saber más
del Rico --ésta presionó-- con otra propinita yo te
puedo llevar donde la hacía con una banda de dos
que tres rucas, y ellas te pueden informar bien.
El Sr. Roberto, le regaló otro billete parece que
de la misma nominación. Y, encaminándose con
aquélla, se dirigieron hacia otra vecindad habida
solamente a dos cuadras.
Al entrar por un viejo portón de madera, donde
estaba el patio y a un lado una primera instancia,
había un grupo de mozalbetes consumiendo una
botella de brandy barato…. Y al paso de aquella
mujer acompañada por don Roberto; uno de esos
tipos malolientes se dirigió hacia ellos, y a un par
de metros del hombre mayor le pidió.
--¡Padrino! Déjenos una moneda para ir por un
chesco ¿sí?
Entonces, tomando la iniciativa esa mujer, a un
paso de aquél, lo contuvo así.
--¡Ten cabrón! --Arrojándole una moneda de 10
pesos-- ¡y deja de estar chingando!
Atravesaron el grande patio en partes rasado de
adoquín, luego con mosaico y en otras partes con
terrazo. Y hasta llegar al fondo, tras de una pileta
y los lavaderos estaban cinco mujerzuelas de mal
ver aunque no feas; estaban en fachas y fumando,
una estaba con un bote de cerveza, y otras dos de
éstas tenían 2 bolsas de plástico bien embarradas
con algo de color amarillo; que a cada ratito olían
y hasta babeaban y se reían.
--Él es el tío del Rico --las preparó--. Y la mera
neta quiere saber todo lo que sepan de él.
La mujer pidió la foto a don Roberto, y la brilló
a las otras mujeres; que una a una muy atentas se
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la fueron pasando, incluyendo a esas que estaban
riéndose solas.
--Sí es el Rico --dijo la primera--. Y aquí ¡salió
bien carita el güey!
--Si así era cuando vino --afirmó otra con suma
aprobación-- ¡me cae que era bien guapo!
--¡Ay pinche Rico! Salió rete guapo y la neta sí
estaba bien bizcochito cuando le llegó primero al
centro y luego por acá --corroboró una tercera.
--Sí estaba como quería --como soñando una de
las dos que parecían idas señaló-- ¡pero lástima y
que de tanto chupe anduviera tan hinchado!
--No, ya no se parece al de la foto. Y además a
últimas fechas que llegué a verlo, andaba sucio y
ya ni se rasuraba --testificó otra de las bobas que
olían las bolsas.
En seguida todas querían informar al tío. Pero, a
nadie se le entendía. Por lo tanto, la primera de
las mujeres, quien llevó al señor Roberto ordenó.
--Haber. Que hable nada más una: “y como tú y
tú” --señaló a dos de las más sobrias-- son o eran
buenas amigas del Rico; díganle al Don en dónde
está el Rico y todo lo que sepan de él.
Y entonces de común acuerdo, ya alternando su
versión, coincidieron en lo siguiente.
“El rico, le empezó a llegar por la meche desde
hace como 10 años, primero rentaba por el centro
pero como le gustó el ambiente de por aquí, pues
se cambió para esta vecindad. Sus jefes eran muy
ricos y le mandaban la pura luz, porque según él;
sabían que era estudiante. Pero cuando se dieron
cuenta que no estudiaba cayó la bronca y dejaron
de mandarle lana. El Rico era bien pedo, y como
a veces no tenía ni para curársela, creo empezó a
robar porque lo agarró la ley; y en esa ocasión se
- 80 -
fue a formarle como 3 años. Ya después: Cuando
salió anduvo un tiempo como si de veras pero no
aguantó mucho, y volvió al chupe. Y tiene como
un año que otra vez la torció, creo se lo llevaron
por asalto a mano armada; y ora sí se la tiene que
aventar más larga”… --aquello fue lo que menos
o más hilaron informarle del sobrino. Y fuera del
tema, las sexo servidoras fuera de su horario; sin
pudores trataron de seducir al tío. Cínicamente le
mostraron a la carta todo el menú; pero, el señor
Roberto se hizo como que no vio nada. Por esto,
mejor sacó de a uñita otro par de billetes al igual
de a cien pesos que les alcanzó a las confidentes
damas y; agradeciendo mucho se despidió.
Indiscutiblemente el Sr. Roberto tuvo para bien
que contarle a Juana una mentira buena: “que su
Júnior había conocido a una joven canadiense, y
se fue con ella hacia aquel extremo país”.
Después de un lustro. Alberto Landa salió de la
cárcel, e instintivamente vuelve hacia los mismos
lugares y a las mismas andadas chuecas. Una vez
en su intermitente farra, el Rico encontró a Maya
una mujer de las que hablaron con su tío.
--Como al año que te clavaron pa tras, llegó un
ñor que dijo era tu tío. Traía una fotografía a todo
color, tuya .Y lo que sea de cada quien, te veías a
todas emes ¡lástima! Que no puedas dejar todo lo
que te atascas. Se ve que eres de buena familia de
gentes bien, pues el viejo de tu tío traía los puros
baros, y lo que es la de hay todavía soplaba como
para un buen palenque; la neta, hasta daban ganas
de aventarle caballería pero no se dejó. ¡Chále mi
rico ya ni la chingas! Teniendo lo que muchos ya
quisieran tener, y tú ahogándote en puro alcohol.
- 81 --¡Me cae valedora! “Que yo puedo dejar todo y
hasta de mamar el día que yo lo quiera, nomás es
cosa de decisión y con pura fuerza de voluntad; y
yo sin jurar y sin nada de eso puedo dejar el vicio
y el alcohol, ¡me cae que ora es el último día! No
vuelvo a chupar”… --y siguió aquel infame, con
la recitación que declaman todos esos borrachos,
los borrachotes que no conocen ni un segundo de
honor ni un minuto de vergüenza.
El Rico había escogido aquella carrera delictiva
y criminal, de esa manera, y con la manita de un
hada madrina se metió a la venta de anfetaminas
y otros fármacos. Así se la llevaba y sacaba buen
dinero como para sobrevivir con cierta holgura, y
hasta podría haber juntado algunos ahorros, pero
como nunca dejaba la botella y no consumía los
suficientes alimentos pues tenía muchos delirios.
Por lo que volvió a caer en el reclusorio (y ahora
por daños la salud).
--“La misma vida necesita de algún alto. Como
de los cerrojos y barrotes de la muerte. Esto, para
poder aspirar a que un día postrero, ella alcance a
ser libre”. “Así también, hay hombres atrás de las
rejas… que contradictoriamente: estando libertos
sueñan con estar presos. Y siendo presos, sueñan
con estar libres”.
Esa ocasión. Alberto Landa, pagó una condena
de más de 6 años. Y cuando salió libre otra vez lo
vemos recuperado, irreversiblemente más viejo y
arrugado, pero en forma y con semblante sano. Y
como era un tipo sin voluntad ni decisión, mucho
antes que canta un gallo volvió a encerrarse en el
calabozo del alcohol --y en un delirio, como esos
que tuvo antaño. Bruscamente hizo un viaje, y de
pronto se vio cerca de la playa; pues estaba en un
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puerto contrario al océano pacífico.
Luego de permanecer por allá más de diez días
como un turista. Alberto se sintió reconfortado, y
tuvo a bien radicar por aquél puerto algún tiempo
indefinido. En cuanto pudo buscó un trabajo para
poder subsistir honradamente, y muy rápido pudo
chambear estibando (en embarcaciones cargueras
y mercantiles).
Ya habían cursado algunos navíos de pasajeros
días, los cuales viajaban con pequeñas maletas de
horas, y grandes maletas de semanas. Y al tiempo
Alberto parecía sonreírle, tanto, que casi guiñaba
sus ojos hacia un mejor horizonte: y hasta llegó a
coquetearle con señales de humo… al desliz de la
transatlántica vida.
Alberto Júnior, por las noches dormía en algún
mesón placenteramente. Y muy temprano lo más
que podía; y hasta poco después del medio día se
ganaba el pan de la vida. Y ya por la tarde pasaba
varias horas por la playa, bebiendo con mesura su
ginebra con coco. O, se incorporaba en cualquier
cervecería cercana con mirador al mar. Entonces
dejaba de ser un infeliz individuo, pues de volada
se hundía en el todo, se extendía hasta el beso del
cielo con la mar: y hasta se contemplaba entre las
nubes y la inmensidad como un buque repleto de
felicidad… --hasta que una noche, estando Júnior
ocupando una mesita de mimbre, y bebiendo una
cerveza “para la deshidratación”; lo llamaron dos
tipos a ocupar su mesa y lo invitaron a compartir
con ellos. Él, los miró detenidamente; y como no
vio algún inconveniente aceptó acompañarlos. Se
vinieron las presentaciones entre éstos, y después
brindaron por lo primero que se les revino en sus
húmedas mentes; consecuentemente hablaron de
- 83 -
cosas demasiado triviales y cotidianas.
Esos dos hombres con modales sueltos quienes
parecían ser uno cubano y el otro mexicano, poco
después de beber el segundo tarro de cerveza con
la compañía del Júnior; lo empezaron abordar, y
dar a entender que si trabajaba para ellos sería sin
riesgos y bien remunerado. Y con otra cervecita y
como va: “Que si Alberto llevaba un encargo a la
ciudad de Nueva York, dos petacas con finísimas
guayaberas… Y, sin preguntar algo más. Le daba
las petacas a quien corresponde. Aquel rico señor
que recogería el doble equipaje, a cambió tendría
que saldarle --15 mil dólares por su servicio.
Júnior no les contestó pronto. Sino encendió un
cigarrillo; y siguiendo una honda reflexión con la
vista fija en el fondo del tarro… bebió lento hasta
ver el fin del frío y espumoso líquido; para luego
continuar con la fumarola del cigarro. Aunque ya
en miras de aceptar el trato.
--Cuándo es el viaje --dijo de repente con seria
determinación--. Mejor dicho, cuándo me voy de
viaje.
Al otro día. Esos dos hombres, le entregaron un
pasaporte falso y un boleto de primera porque iba
hacer la travesía en barco; además de 500 dólares
para sus gastos personales (pues habría que vestir
lo más decente que pudiera).
Al tercer día de hacer el trato. Alberto fue hasta
el loby del hotel que le indicaron --llevaba puesto
un traje de casimir color marfil, una camisa color
negra de seda, con unos zapatos de negro charol.
Bajaron los dos hombres con las 2 petacas negras
de cuero de becerro, y Júnior, los alcanzó atento
para saludar y servirlos; subiendo las dos petacas
a una camioneta suburban.
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Por el malecón y a una prudente distancia de la
embarcación en que viajaría el Júnior. Se detuvo
la camioneta y bajó éste, con una menuda maleta
en piel de cabra y color hueso sujeta y atravesada
por el costado; y en sus manos las 2 maletas: que
desde ese momento estarían bajo de su custodia y
encomienda --y se despidió de aquéllos, que sólo
le entregaron el boleto del viaje, y se subieron de
prisa a la camioneta marchándose velozmente.
Por esos días descargaron un grande embarque
con toneladas de marihuana y con contrabando
apócrifo. Por esta causa hubo un gran dispositivo
de seguridad y un exigente despliegue entre todos
los agentes y vistas aduanales.
El Júnior, presentó aquel falso pasaporte con el
boleto de pasajero --iba hacia la ciudad de Nueva
York. Depositó las dos pesadas petacas. Y como
aún faltaba algún tiempo para abordar la atlántica
nave. Apoyado en un dique se dispuso a ensoñar:
“Con los 15 mil dólares que recibiría, bien podría
poner un pequeño negocio por allá. Por ejemplo,
alguna taquería pues no requiere de una abultada
fortuna: y bien atendida por él mismo seguro que
sería una buena empresa. Sí, finalmente lo mejor
sería quedarse a trabajar algunos años por aquella
famosa metrópoli de los Estados Unidos”.
En la aduana marítima. Entre algunos ojos y las
manos de oficiales, las dos petacas despertaron la
fortuita sospecha que algo raro traían. Por lo cual
las revisaron minuciosamente, hallando el doble
forro con los dos kilos y medio de cocaína presa
en cada una de las maletas (porque en total eran 5
kilogramos de cocaína de primera calidad).
Alberto Landa. Fue sentenciado a doce años de
cautiverio sin beneficios. Lo bueno era que aquél
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sabía de sobra lo que era estar preso, y poco antes
de lo que él mismo lo creía se acostumbró a todo
el sofocante ambiente de esa prisión; trabajaba en
los talleres y en la cocina como intendente, y por
esto comía de lo mejor. Casi no hablaba ni hacía
migas particularmente con nadie, y por esa razón
lo conocían como el Callao.
En el taller de ebanistería fue donde conoció al
más extraño de los reos que hasta entonces había
conocido, Claudio era enjuto de carnes y aun era
mucho más retraído que Alberto; hablaba menos
que el Callao y todos lo apodaban con desprecio
y un dejo de iracundia, el Pingo.
Tardó varios meses para que aquel preso mejor
conocido como el Callao, se atreviera aproximar
al anterior, y si lo buscó fue porque dicho interno
se empleaba en hacer artesanía de madera, aparte
de que en sus ratos libres pintaba acuarelas. Y así
fue como surgió amistad con Claudio, quien tenía
unos 3 lustros de edad menos que Alberto, que ya
andaba en la cercanía de los 45 años. Detalle que
no impidió para que se cobraran sólida y fraternal
confianza, a tal grado que aquel ser tan silencioso
le confidenciara su trágica experiencia.
“En una ciudad fronteriza del norte. Dentro del
seno familiar de una familia muy modesta, nació
la hermosa Claudia, que por gracia o por maldad
del mundo fue muy bella, la más bonita por todo
su tiempo y espacio. Por ende, en todos los bailes
y eventos sociales siempre tuvo las atenciones de
mil pretendientes y admiradores. El Tony era uno
de tantos que pretendía a Claudia, y como el tipo
era guapo y adinerado, no era mal visto por ésta.
Así fue como en una festividad local en redor de
- 86 -
algún quiosco, se hicieron novios; y tan luego de
algunos meses de conocerse a fondo… llegaron a
contraer nupcias. Y del pasado y dichoso casorio
se dio el nacimiento de unos mellizos --Rómulo y
Remo--, nombres propuestos por Tony el papá de
estos gemelos; quienes eran muy parecidos como
dos átomos de fuego, y eran como dos balas”.
“Tony era un ganadero que vivía cómodamente
con mucho lujo en su rancho, cuando no; salía de
viaje constantemente y siempre despilfarrando el
dinero. Por lo que Claudia se sintió con un mayor
apego, atraída y enamorada de ese hombre quien
era fuerte y poderoso, y que aparte de dedicarse a
la ganadería, la hacía como guardaespaldas de un
famoso y temido capo narcotraficante”.
“La bonita y tan perfecta arquitectura natural de
Claudia, era casi como un palacio de bronce muy
pulido y brillante; y a contra de que aquel par de
redondos ojos fueran como dos ventanas de cobre
opaco: tan sólo fulgentes hacia donde localizaban
el dinero. La compuerta de sus labios generosos y
pronunciados, eran siempre hospitalarios al beso;
pero jamás decían algo interesante como también
no preguntaban nunca al marido de dónde sacaba
tantos dólares”.
“Acertadamente Tony era valiente y audaz y no
le temía a ningún peligro --y según por esto, éste
fue comisionado por don Apolo que era supremo
capo del cártel, para una misión especial de rubro
y facturas carísimas--. En aquella ocasión, Tony
salió vestido formalmente (traje tono gris Oxford
y camisa blanca con corbata de moño). Y para el
infortunio de él y Claudia como de los dos niños,
Tony fue sorprendido saliendo de una misteriosa
finca adonde según asistió a una reunión secreta,
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y fue acribillado de manera artera; perforando su
cuerpo con más de veinte y cinco balas de grueso
calibre --no tuvo tiempo de montar a su flamante
camioneta del año blindada, ni mucho menos de
sacar su revólver”.
“Cuando tuvo lugar el enlace de Claudia. Tony
escogió a don Apolo para apadrinarlos, y éste fue
quien pagó desde la misa hasta la orquesta y otro
buen conjunto para alternar, lo mismo puso desde
los anillos y las arras hasta los cojines. Y luego él
capo también dio el banquete, y sin lugar a dudas
puso todas las bebidas: desde pulque hasta coñac
y güisqui. A la ceremonia y recepción don Apolo
se presentó acompañado por una guapa cortesana
rubicunda, y escoltando a esta pareja iba un grupo
de quince hombres (muy armados), con alhajas y
bien enchamarrados, y traían sombreros vaqueros
de fieltro, además botas de pitón y con cinturones
de avestruz. Don Apolo, no era tan alto y se veía
un poco delgado hasta con aspecto enfermizo, en
cambio era muy astuto y calculador e inteligente;
por lo que con obviedad era la cabeza de aquella
grande y respetable organización criminal. Desde
un apartado especial; durante esa reunión el capo
no dejaba de mirar a su ahijada. Y si Tony, hacía
caso omiso haciéndose de la vista gorda; Claudia
en cambio se sentía como agredida y sobajada al
nivel de cualquier objeto, al cual: aquel morboso
hombre le disparaba el rafagueo de sus lujuriosas
miradas azules e indignantes”.
“Con todo aquel poderío que tenía el capo Don
Apolo, estaba acostumbrado a comprarse todo lo
que a su vista le gustara, por lo cual programó en
la agenda femenil de sus proyectos; la presente y
segura y próxima adquisición de Claudia. Aun de
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que tuviera que deshacerse del Tony, sea a como
fuere. Y como el capo era fan del rey Salomón, a
toda costa lo quiso imitar --de cuando aquel sabio
rey bíblico ordenó al matadero a Urías. Y ausente
él, poder quedarse con su mujer Betsabé--. Apolo
similarmente fue el autor intelectual del asesinato
de Tony, quien fue baleado sin alguna piedad por
los mismos hombres que le sirvieron como guías
y guarda espaldas para tal empresa”.
“El fatuo padrino de la corporación estuvo en el
funeral y todos los rezos del novenario. Y dolido,
con un gesto dramático presentó las condolencias
a su comadrita Claudia --pues también hubo sido
padrino de bautizo de Rómulo y Remo. Y, ahora
que el Tony había sido cazado alevosamente, el
tan espléndido padrino se había hecho cargo para
pagar todos los gastos de aquellas exequias a lujo
y pompa. Además, también hubo mandado hacer
para el exonerado una cripta marmórea; en donde
después de los nueve días del rezo: llevaron una
cruz de marfil, con el nombre del difunto inscrito
con puras letras de oro. Y vuelvo a redundar, que
el padrino de la cruz fue Don Apolo, quien luego
de todo aquel ritual católico. Se puso a los pies y
a las órdenes de Claudia”.
“Claudia con penas empezaba a despertar de lo
que parecía ser una espinosa pesadilla, empezaba
asimilar poco a poco su amarga realidad y aún no
terminaba de creerlo; jamás volvería a mirar a su
Tony el padre de sus hijos, y al hombre cariñoso
y dedicado que tanto amó”.
“Tan pronto de haber enviudado Claudia, en un
medio día despejado salió al corredor, y de frente
a un mediano espejo: vio bajo sus ojos hundidos
las remarcadas ojeras matizadas de gris; después
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con unas tijeras se dispuso a podar la vorágine de
la extensa cabellera castaña oscura. Ya casi había
concluido su atención a su cometido, a las horas
que vio por el mismo espejo… a una caravana de
tres elegantes camionetas que se dirigían entre la
bruma de la polvareda hacia la cabaña”.
“En cada vehículo blindado iban cuatro fieles a
bordo y vigilia --de Don Apolo, que descendió de
uno de aquellos muebles, solo”.
--Buen día comadre. Permítame decirle algo de
suma importancia para mí --dijo el hombre luego
de quitarse el sombrero, próximo al barandal.
--Buenos días, compadre. Dígame usted --así, y
con cierta reserva contestó Claudia. Ya que aquel
hombre le causaba náuseas y desconfianza.
--Comprendo el dolor de su luto. Pero, hay que
seguir viviendo comadre, y para vivir se requiere
de dinero, y entre más dinero tenga uno se vivirá
siempre mejor; y ese dinero yo se los podría dar a
usted y mis ahijados: nomás con la condición de
que ustedes se muden alguna de mis haciendas, y
que desde luego pondría a su nombre comadre.
“Ella no le desdijo una sola palabra, y se quedó
contemplando hacia el zafir del cielo olvidándose
hasta del espejo. Don Apolo recordó que “todo el
que calla otorga”… y fue cuando creyó oportuno
acercarse lo más pronto a Claudia para alcanzarle
un fajo de billetes de alta nominación en galantes
dólares; ella los vio y aun más nerviosa siguió un
tanto inmóvil sin pestañear siquiera. El capo puso
el paquetito sobre el barandal, ya despidiéndose
confianzudo y vulgarmente --haber si este dinero
le sirve para algo, comadrita chulota”.
“Claudia, por un pelito quiso arrojarle todos los
billetes a la faz del criminal y tan cínico hombre.
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Pero, se aguantó como las meras machas pues un
regalito tan lindo no se desprecia nomás porque sí
--en cuanto vio desaparecer aquel séquito tomó el
paquete de dólares. Y pronta se introdujo hasta el
último rincón de la cabañita; encerrándose hasta
con aldabón y tranca para contar la cantidad”.
“Después de dicha propuesta. Don Apolo fue a
buscar a Claudia, para regalarle preciosas joyas y
más dinero. Por lo tanto, no tardó en comprar los
favores de la pobre viudita, y Claudia con los dos
chicos se cambiaron a la hacienda ya prometida a
la comadre y nueva amante. El padrino visitaba a
Claudia nomás uno que otro fin de semana y si se
lo permitían sus negocios se quedaba algún día y
una noche allí… --eso, embarazaba hartamente el
latente luto de ella por Tony. Pero cuando al irse
Don Apolo, siempre dejaba la recompensa presto
no se tentaba el alma para dejar dólares; además
de cariñosos presentes de oro con pedrerías caras
cuanto vistosas y originales”.
“Claudia vivía presa de la zozobra y la angustia
pues no poseía la paz interior. Ya tenía más de un
año y medio de ser una de las amasias del capo, y
de nueva cuenta sintió los estragos semejantes al
malestar anterior cuando la preñez de sus 2 hijos,
y supuso que estaba encinta. Y así pasó, entonces
nació Claudio nombre dado por órdenes del capo
Apolo. Y Claudia hasta no deseando se entregó a
la tarea de criar al nuevo vástago”.
“Para fortuna de Claudia estando don Apolo en
su infinita mansión familiar. Salió a pasear, junto
con su esposa y un hijo, y; montando a caballo el
padrino sufrió una caída: y en la caída se fracturó
gravemente a punto de quedar paralítico; por esto
decidió renunciar al mando del cártel sin retrasos
- 91 -
y, se dispuso a tratarse de su mal en el extranjero.
Al final Claudia sólo supo que se había ido hacia
los Estados Unidos con su familia --pero antes de
partir se comunicó con ella por línea telefónica, y
le envió a uno de sus abogados para concederle a
ésta las escrituras de la hacienda”.
“Antes de que se arrepintiera el que fuera capo
y el homicida intelectual de su esposo. El arredro
de Claudia la hizo poner de inmediato en venta lo
que tenía en bienes raíces; para salir de la ciudad
casi huyendo… --porque por aquel entonces ella
ya se había enterado, por medio de algún familiar
y últimamente por medio de una mucama y dama
de compañía; que Don Apolo fue quien ordenó el
asesinato de Tony. Para adueñarse de ella”.
“Claudia dejó con sus padres aquellos dos hijos
mellizos. Y nomás cargó con Claudio quien tenía
más o menos un año de edad. Viajaron por aquí y
por allá y de ciudad en ciudad, como 2 fugitivos.
Claudia trabajando en lo que sea para no dar qué
decir a los demás, tratando de pasar inadvertida y
pobre por donde quiera que viviera. Para después
de un promedio de tres años, fastidiada y cansada
de la vida nómada; decidió radicarse en definitiva
en algún puerto del Golfo De México”.
“Cerca de la playa. Y muy cerca de una asistida
cadena de hoteles, se compró una vasta casa cuya
era de dos plantas y que distribuyó así: 2 Deptos.
en cada planta, o sea 4 departamentos en total; de
los cuales rentó 3. Y adaptó uno en la planta alta,
el más cómodo y vistoso, para ella y el pequeño
Claudio”.
“Ya no vivía tan temerosa, y para convivir más
placenteramente en el puerto, rentó una accesoria
por un lugar inmediato a su propiedad. Y fue allí
- 92 -
donde instaló una módica cafetería decorada con
atractivo gusto, además de la buena vista al mar y
la gratísima atención de la propietaria. Por esto se
hizo de varia clientela, y además de divertirse y
disfrutar de su trabajo, ganaba una buena suma de
dinero, siempre bien venido”.
“Claudio, reciente había ingresado a estudiar la
instrucción primaria. Y Rómulo y Remo quienes
apenas habían salido de estudiar el último año de
enseñanza primaria, quisieron cortar con la tutela
que para ellos era insoportable, esto por parte de
sus abuelos. Y, determinaron viajar aquel puerto
adonde radicaba su madre; para vivir a su lado y
junto al hermanastro menor”.
--Mis hermanos eran muy rebeldes, y no sabían
ser respetuosos con nosotros --Claudio memorizó
la grosera conducta de aquéllos--. Con demasiada
lata egresaron de la secundaria técnica, y después
como ya no desearon seguir estudiando; sumado
a que tampoco servían para nada. Se empezaron a
dedicar a la vagancia, y se escondían hasta donde
están los últimos muelles; a fumar yerba y a libar
cervezas con varios holgazanes. Ninguno de los
dos había sostenido relaciones copulares a fondo
con alguna mujer, pero en plena pubertad los dos
se humedecían de alcohol y fantasía. Y a carencia
de un patriarca, luchaban por conquistar para uno
o para otro, el amor y los cariños, y de paso todo
el envidiable continente de Claudia. Yo, pude oír
una ocasión que peleaban por eso; ya discutiendo
su compleja situación machista muy celosamente
e iracundos.
--A mí me quiere más que a ti --Rómulo le dijo
con seguridad a Remo--. Me lo ha demostrado.
--Estás equivocado. A quien ama es a mí, y ella
- 93 -
también me lo ha demostrado. Y si no te sosiegas
con tus malas intenciones, de querer conquistarla
nomás para ti, entonces volveremos a luchar para
ver quién la gana. Pero esta vez será a muerte.
--Como quieras Remo --aceptó el otro este reto
--. Pero antes, como hermanos, chance podríamos
cumplir un pacto –reflexionando.
--¿Cuál pacto Rómulo? --se interesó éste.
--Pues el pacto sería: que ni tú ni yo intentemos
pasarnos del límite con ella… la podemos espiar
y cuidarla como siempre, pero ninguno de los dos
intentará acostarse en su cama ni tampoco deberá
manosearla. Aparte de que también, tenemos que
obedecerla y no agredirla --Rómulo propuso eso a
Remo, que fue lo que le pareció más sensato.
--Me parece bien --consintió Remo--. Hecho el
trato --y se dieron la mano diestra, como hombres
y como si fueran dos aliados; beligerando por un
mismo ideal y la misma patria.
--Lo pactado entre mis dos hermanastros, a mis
once años de edad me impactó, y aunque esto no
fue decisivo; pienso que sí tuvo mucha influencia
en mi celo y desarrollo --especuló Claudio.
“Claudia era tan esbelta como un junco oloroso
y sexymente esculpida por el viento, era más que
una isla paradisíaca donde naufragaba el viento y
morían mil deseos; y era más que un ciclón o que
un tornado… cual arrastraba hacia un sin número
de antojos, y era entonces como un amado cóctel
de frutas; era sandía como papaya y así manzana:
Y además de ser todo lo prohibido, huerto y edén,
era como un temporal engaño; pero tal como del
azul y viril mar brota la blanca espuma, así vertía
del simple movimiento de aquella ninfa latina, la
rítmica veleta de su sensualidad”.
- 94 “Todavía no cumplía los 33 años de vida. Pero,
como cualquier hembra bien proporcionada; aún
sin llegar a la vulgaridad --según su sensibilidad
y delicado aprecio--: Lucía lo que tenía. Y no es
que anduviera como algunas veraniegas vecinas,
que por el caluroso clima de ordinario se vestían
con bikinis y top o en bragas de baño. Ella por lo
regular se componía vestidos de telas livianas, y
eran como un pincel resbalando por su admirable
y estival paisaje. O en su variante, complaciendo
su gusto y comodidad se ponía algunas bermudas
de textura también ligera, como unas licras cuyas
también teñían el panorama de aquel codiciado y
marítimo cuerpo”.
“Los grandullones mellizos, ya se iban de farra
enredándose con mujeres en antros. Y como casi
diariamente regresaban cruzados, Claudia se veía
en duros aprietos con ellos --pues éstos eran unos
malandros de lo peor que hay, que querían hacer
con su madre lo que hacían con sus amiguitas del
talón, ya que cuando estaba más puesta; como no
queriendo alguno de ellos la rozaba, o la tocaban
y hasta cínicamente llegaron a nalguearla. Y así,
como todo iba de mal en peor, y los cuates ya no
consentían estar en su santo juicio, y hurtaban lo
más que podían a su madre. Claudia los maltrató
y trató de intimidarlos un micro: amenazándolos
con enviarlos a volar de regreso con sus abuelos;
y además dejó de darles un solo quinto sin temer
ni importarle sus violentas rabietas. Y por aquel
entonces en que aquélla ya no sabía qué iba hacer
o a quienes recurrir. De repente y oportunamente,
a los mellizos los contagió la calentura americana
y con otros vagos y pescadores; se lanzaron hacia
el país del norte de los Estados Unidos”.
- 95 “Después de la tempestad regresó la calma, y el
trabajo era lo único que conmovía a Claudia, que
entregó su tiempo completo a atender la cafetería
donde acrecentaron los clientes”.
“Claudio también se estabilizó un poco, y como
estaba acostumbrado a estar solo, amó a placer su
soledad como nunca la había amado. Claudia, era
su madre pero como si no lo fuera, pues viéndolo
bien ni por error se ocupaba de éste; ni trataba de
demostrarle su cariño en cualquier forma. Por eso
creía que no lo quería ni siquiera un poquito --así
lamentaba su suerte el hijo sin amor, ni deseado”.
“Cuando se casó Claudia era muy joven. Y, no
pensó en programar la gestación de sus dos hijos
mayores. Y a Claudio hasta quiso por más de una
vez abortarlo; pero Don Apolo le dio órdenes a la
madre de conservarlo y sacarlo a luz. Ella veía en
este niño el vivo retrato de Don Apolo, pues tenía
la misma cara alargada y las mismas entradas con
las mismas cejas pobladas; y lo cual parecían dos
océanos sin final era el azul de sus dos ojos fijos:
ojos tan dilatados que la exasperaban y fijaban en
humillantes recuerdos, que la estremecían con un
incontenible odio y rencor; y era cuando sin otras
razones a la vista repudiaba más a Claudio. Hasta
tal punto de no querer volver a mirarlo en toda su
lastimosa vida --el niño sentía la animadversión y
aquel repudio, y herido por el rechazo. Una vez se
quiso suicidar con varios mejorales para adulto, y
aunque nomás durmió mucho; atrajo por una vez
la atención de Claudia. Esto le gustó a éste, quien
no recordaba haber sido tan feliz, como aquel día
de su improvisado “teatro”; y comenzó a urdir lo
que sería un nuevo ardid para volver a estar junto
a su madre: lo más cerca de ella”.
- 96 -
--Tengo alguna duda, Claudia --así le decía por
costumbre a su madre--. No sé si soy gay, pero lo
que sí puedo decirte es que me atrae mucho cómo
es Eros, un compañero que es el primero en todas
las clases pues es el más aplicado. Además de ser
el más guapo, pues está bien bonito.
“Aquella confesión bruscamente desequilibró a
su aceptable estado emocional; pero íntimamente
lo que no acababa de entender, era porqué su hijo
la estaba postergando por Eros --y esto, claro que
no se iba a poder: reclamaba su vanidad. Porque,
por muy guapo que estuviera; ésta confiaba en sí
misma para recuperar la admiración y el amor de
su hijo Claudio”.
--Yo creo que estás confundido. Y lo que ahora
debes de hacer es estudiar mucho, para que luego
con seguridad puedas definirte con certeza. Tanto
en tus tendencias como en tu preferencia sexual”.
--Es lo que yo hago mamá. Ahora que voy en el
segundo semestre de la prepa, estoy ojeando los
diálogos de Platón. Ahí leí en un diálogo, adonde
los muchachos que rodeaban por la plaza al buen
Sócrates considerado como su maestro. Unos con
otros se admiraban físicamente así como también
intelectualmente; y se enamoraban entre ellos sin
algún prejuicio mirándose a los ojos --y de ahí es
donde proviene el amor platónico. Y eso tú debes
de saberlo ¿verdad Claudia?
--Más o menos hijo. Entonces prosigue con tus
estudios y conociéndote a ti mismo --ésta, no fue
capaz de terminar la preparatoria ya por contraer
matrimonio. Pero esta vez trató de comprender y
aceptar la situación de Claudio, cual fuera.
“Bajo estas circunstancias fue como el hijo con
la madre, iniciaron una estrecha comunicación en
- 97 -
todos sentidos haciéndose muy amigos. Se iban a
centros comerciales y se escogían mutuamente su
ropa interior (ella para él y él para ella). Después,
Claudia creyó que el excelente departamento que
tenían era muy grande para ellos; por lo que rentó
aquél. Y éstos se mudaron al pequeñísimo Depto.
que era el de servicio y estaba en la azotea”.
“Persisten algunas culturas que tienen libros de
religión, adonde censuran que dos familiares con
diferente género, cohabiten y compartan el cobijo
e intimidades, apartados y mal aconsejados por la
perversa soledad”.
“Ellos dormían en la misma cama, y con todo y
que se tapaban con sábanas individuales; por esas
noches tan fogosas de plenilunio. Era natural que
se destaparan y, por alguna fuerza oscura y bajo
instintiva, se buscaban subconscientemente y así
rejuntaban sus rojos sueños corpóreos --ella tenía
el sueño profundo y pesado, y él tenía un sueño a
flote y ligerito… Y, como la carne es la carne; él
sin poder contenerse, se estremecía ante el suave
contacto; y es cuando llegó acariciar sutilmente y
a ciegas el cuerpo de Claudia… Ella, motivada al
tacto del mismo sueño llegó a despertarse y al ver
que era una loca realidad; se hacía como la mujer
dormida envuelta por la penumbra de la noche, y
la fantasía y la perversidad”.
“Con la complicidad del azar. Una tarde vieron
una película --sobre un tema incestuoso entre hijo
y madre--. Titulada (soplo al corazón). Y, en otra
ocasión otra vez los tentó el alcahuete azar; y por
simple coincidencia al comprar una peliculilla de
tema blanco. Erróneamente contenía alguna cinta
de tema muy morboso (pornográfica). Y Claudia,
en lugar de ir a cambiar aquélla película barata la
- 98 -
dejó negligente o deliberada y maliciosamente al
alcance de Claudio --y entre que sí y que no. Y al
revés. Entre que no y que sí. Finalmente vieron la
película de comercio sexual”.
“En una decembrina posada organizada por una
familia de inquilinos, que rentaba un apartamento
en el primer piso. Ahí fueron invitados Claudia y
su hijo, quienes fueron convidados como no se lo
esperaban, puesto loncharon frugalmente como lo
acostumbraban; pero con los ponches como que a
la mera hora se les pasó la mano… --y subieron a
su cuarto medio propasados e inquietos. Pues, en
lugar de dormirse se acostaron pero excitados; y
empezaron acariciarse y a besarse y tan pronto de
juguetear eróticamente: sucedió lo que al fin tuvo
que suceder--. En el clímax del coito, se le revino
a la memoria de Claudia, un día que hubo soñado
algo muy extraño. “Y si la vida es sueño”, lo que
soñó ella; fue que su alma pura sin poseer todavía
un cuerpo propio, viajaba como en un transporte
invisible y colectivo, en el cual se elevó y acercó
visiblemente a una solitaria loma, adonde estaban
dos árboles, uno con grueso tronco y que tenía un
doble ramaje: con un nido y un aguilucho en cada
lado del grande árbol. Y en el otro árbol a simple
vista más pequeño, también había otro nidal en el
que estaba otro aguilucho más chico que los otros
aguiluchos. De pronto volaron los dos mayores, y
Claudia singularizando su pluralidad, pudo lograr
incorporarse en el cuerpo de un águila: divisando
hacia arriba del otro árbol donde aún permanecía
el aguilucho menor al parecer en plena orfandad e
impotente para volar. Claudia, conmoviéndose se
alzó posándose en el nido, para así abrazar contra
de su pecho al desamparado aguilucho. Ahora, lo
- 99 -
sabía todo; que su alma sola y simple, desde ayer
de su nacimiento ya había previsto su entidad: Y,
a lo que sería hoy, y a lo que sería mañana. Todo
en la carne propia de su enigmático destino”.
“Amar a Claudia. Era como treparse al más alto
Parnaso, desde la planta de sus pies y abajo de su
falda, sintiéndola a cada paso y a cada centímetro
del camino de su piel. Y cuesta arriba, la humecta
bruma de su cutis; hasta llegar a las nubes de esa
cima del gozo y lo indecible… Pero, luego venía
el vértigo del descenso con un triste hundimiento
por un infernal vacío: Todo era un mar negro sin
playas, lleno de tinieblas y hastío y amargura. Él,
era un navío a la deriva --el sol y la luna como el
cielo y las estrellas dejaban de brillarle; y así era
como experimentaba estar muerto en vida”.
“Empero, volvía el levantamiento y revivía esa
loca pasión a cada comienzo más intensa; y, otra
vez el ascenso y la cúspide y el descenso… pues
todos los éxtasis y los caminos se repiten”.
“Una vez que los dos amantes en una impronta
a imagen del día y la noche, y entrelazados como
la luz y la sombra; o ya confundidos como el mal
y el bien: o simplemente en pura comunión como
cualquier mujer con cualquier hombre” --Claudia
le preguntó a él; ¿y el muchacho más guapo de la
clase? --a lo cual respondió Claudio así; ¡para mí
ya ni existe! --y calló sin decirle más, adhiriendo
viscosamente todo su ser al ser de ésta”.
“Su luna de miel fue larga enfrente y bajo la luz
de la luna del tocador; o adentro de la sorda y tan
muda obscuridad del closet. Parecía que nada ni
nadie los podría separar, y si en algunas veces se
reñían era como lo hace cualquiera que viva con
su pareja; ya que todas las parejas saben de estas
- 100 riñas y de la dulce reconciliación”.
“Fuera de su nidito de amor. Ellos, convivían y
llevaban una vida normal sin posesivas celotipias
por demás enfermizas; sus celos eran naturales. Y
ellos tenían amistades de ambos sexos, que tanto
él como ella se respetaban. Y así es como al café
iba un muchacho litigante de leyes, cual hizo fiel
amistad con los Claudios, como se les llamaba en
honor al nombre de la cafetería”.
--Vino Fidel hace rato --ella le dijo refiriéndose
al estudiante--. Y me confió, que ya le pidieron el
cuartito que renta, con urgencia; y como sabe que
tenemos unos inquilinos, me pidió: que por favor
le rente algún cuarto --comunicó a su hijo.
--Pues si no hay ninguno desocupado --cortante
y cerrándose bajo cerrojo--. Si no hay un espacio
ni para un alfiler.
--Eso fue lo que le observé. Que están rentados
los 4 departamentos. Pero como lo vi tan fuera de
control, le dije; que mientras pueda conseguirse a
donde rentar un cuarto, puede venirse unos días a
dormir en un cuartito de la azotea.
--No querrás meterlo al cuarto adonde tengo mi
surf y están las bicicletas --protestó Claudio.
--Ahí mero hijo, ¡pobrecito no tiene adónde ir y
no tiene dinero! --argumentó aquélla. Y como vio
aquél que era inútil contradecir a Claudia. Pronto
salió de la cafetería, y se fue hacia la playa para a
caminar un poco.
“El estudiante Fidel. Ya tenía 3 ó 4 semanas de
ocupar el estrecho cuarto adonde apenas cabía un
catre, algún buró y un pequeño baúl que le servía
de guardarropa; pero estaba feliz porque todas las
mañanas veía a Claudia por la ventana… Y todo
eso era insoportable para Claudio: quien se sentía
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como invadido por aquel intruso que vivía a unos
pasos casi enfrente a su recámara, y que por pura
desgracia lo allanaba. Perturbando su privacidad,
su intimidad y hasta su paz”.
“En esos días tan tensos para Claudio, sin tanto
pensarlo aceptó una primaveral invitación de una
amiga; para pasar un fin de semana en un yate de
lujo junto a otros conocidos. Por allá se estarían 3
días bajo el sol y 3 lunadas; anclados por la costa
de algún islote”.
“El problema fue que Claudio, se regresó antes
de lo planeado. Volvió por la madrugada después
del segundo día de haber partido… Con la nueva,
de que Claudia no estaba en su cama o dentro del
cuarto que ocupaba con ella; y desesperado pudo
ver que en el cuarto de Fidel había luz. Entonces,
lo que presintió fue lo peor --y rápidamente entró
por una pistola y una daga, para precipitadamente
abrir la puerta de ese cuarto… y, al comprobar la
infidelidad de ésta; los mató a los dos con aquella
pistola calibre 25, además de haberlos perforado
con el arma blanca para rematarlos bien”.
--“Del odio al amor, y del amor al odio. Hay un
solo paso”. Y si por egoísmo o un poco de amor
me envolví en los brazos de mi origen y abracé la
carne de mi carne; quizás todos los siete cielos un
un día me perdonen, pero yo: aunque estuviera en
la prisión 30, 40 ó 50 años. Estoy condenado más
que a una cadena perpetua, pues no me perdonaré
eternamente el haber cometido aquel pecaminoso
parricidio” --así le confesó Claudio a quien era el
único amigo que había tenido en esa prisión. Y el
Callao no teniendo una conseja moral para poder
ofrecérsela, extendió su mano, apretando la mano
del homicida; de aquél que también había sido el
- 102 -
mejor y único amigo que tenía.
“Con aquella revelación de Claudio a su amigo
a un tiempo se sintió un poco aliviado. Y, parecía
que todo se desenvolvía con cierta normalidad en
el encierro de éste. Nada más que por esos días le
notificaron que habrían de trasladarlo alguna otra
prisión de alta seguridad; y este fue el motivo que
hizo reventar la potencial crisis de Claudio quien
finalmente: (se degolló en su celda). Y si no se
pudo hacer nada por salvarle la vida; fue, porque
los custodios ya lo encontraron muerto”.
El Callao fue el único quien liberó algunas dos
o tres lágrimas por Claudio. Y hasta trató de orar
un Padre Nuestro por la salvación de su alma. Y,
tan luego de rezarle; Alberto se hizo al silencio se
hizo a las soledades y no volvió a liar amistad con
algún otro reo.
Cuando el Callao lo creía oportuno, buscaba la
presencia de los pájaros, quienes salen y entran a
la hora que quieren de las cárceles, y así también
buscaba la asistencia de los gatos, o de todos esos
roedores (ratones); que por igual entran y salen a
las horas que lo quieran. Pues los nuevos amigos
del Callao, eran todos los seres libres; como libre
era el aire, libre era la lluvia, y por igual era libre
la luz, como también era libre el fuego del cerillo
con que encendía el cigarro; quien al consumirse
también libres espirales y nubes de humo fugaba.
Todas esas cosas eran sus amistades y por tanto a
ellas gentilmente dirigía toda su atención, para en
secreto hablarles amante y entre dientes. Se hacía
el desentendido, como todos los hombres que por
nada quieren enfrentarse a su presa realidad. Y si
todavía no estaba precisamente más orate que los
demás presos, era porque miserablemente todo lo
- 103 -
absurdo que podría haber en su nula realidad y en
el libre descenso de aquella pobrísima verdad. Ya
no era del Callao que no tenía algo qué perder.
--A los 13 años de haber ingresado. Salió por la
misma puerta; cuando rechinó el cerrojo y resonó
la cadena dando paso al Callao. Que al salir libre,
dejó aquel apodo para nuevamente convertirse en
el Rico, o pensándolo mejor en el Júnior; pues en
los últimos años de presidio se le hubo metido en
la mente que al salir libre… Regresaría donde el
estado de su madre ciudad, sí; retornaría a casa y
viviría en unión de sus ancianos padres --esto, si
es que todavía le sobrevivían.
Durante su larga estancia en ese presidio. Había
ingerido bebidas embriagantes muy pocas fechas,
que podría contarlas con los dedos de sus manos.
Y el resto de los días y meses y años, sólo ingirió
agua pura aunque hubo padecido días con noches
de insípidas ebriedades secas; quienes ahogaban
su sedienta e insaciable garganta. Y, como Júnior
no se sabía otro chiste más que hincar el codo; en
la primera oportunidad que buscó volvió a su mal
hábito. Y aunque no se abrazaba del todo al vicio
y no se tiraba a matar; regularmente siempre traía
con qué --un cuartito X, al cinto.
En un momento de inspiración, se dejó llevar a
lo que sería el viaje de regreso a la tierra natal. El
camino sería de este a oeste… y como por todas
las carreteras no es fácil conseguir aventones; fue
el caminó bastante largo pero no tuvo empacho al
continuar a puro golpe de calcetín. Ya porque sus
desgastados zapatos mineros, se descosieron ante
los embates de la grande distancia.
--“Él había nacido arriba. Pues no le costó nada
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ni una sola gota de sudor o una sola lágrima para
haber subido. Porque desde la primera vez que él
abrió sus ojos, vivió en la cima… y, fue entonces
que sin ser un dragón intentó traspasar por todos
los cielos, y sin ser un tigre quiso imponer su ley
y vencer en la selva, y sin ser algún pez de lo más
gordo quiso trascender por los mares”.
Y de todos aquellos sueños y tantas utopías tan
sólo una verdad había para Alberto, y esta simple
y llana verdad la tenía en sus manos; que por más
que las apretara o escondiera nada más contenían
polvo y mugre y nada.
A las horas que viaja el sol la carretera es como
un paisaje transparente y colorido, detalle que no
sucede cuando viaja la luna acompañada de todas
las estrellas; o cuando igualmente sólo viaja una
marejada de nubarrones pantanosos y oscuros.
--La carretera
Tiene sus peligros
Como cualquier mujer
Pero no obsta
Para que además
Sea muy buena compañera
Pues de por medio
Te oferta
Poco o mucho placer,
A los costados
De rectas y curvas; los
Paisajes y horizontes sin fin.
Paso a paso, surco a surco, zanja a zanja. Y así,
eslabón por eslabón él había entretejido aquellas
- 105 cadenas de su destino. “Porque a su forma de ver
creía que si había un destino, sería irse retirando
mucho de Dios, pero el Dios de todos los seres y
y de todas los razas y de todos los pueblos. Pues
al pensar en Dios, lo imaginaba como un cuerpo
poliédrico; y si conocía algún rostro o señales de
aquel Dios: era la cara que al ser abofeteada pone
la otra mejilla --recordaba--. Divino rostro, aquel
de Jesucristo hijo de Dios que conoció por medio
de la prédica católica, antes de realizar la primera
comunión; Alberto aún conservaba una esperanza
y algún residuo de fe. Por eso, todo el resto de su
vida la emplearía para acercarse un poco a Jesús.
El ungido que estando en la Cruz como cualquier
hombre también dudó de la potencia --Padre mío,
¿por qué me has abandonado?--. Para raudamente
desdecirse, afirmándose: Consumado Está”.
En pocas palabras. Júnior creía que morir en el
seno del Padre Nuestro. O en el seno del sagrado
corazón del hijo, era como escapar al destino. Por
lo que vino a su memoria aquel amigo Claudio, y
súbitamente se estremeció incontrolable; ante las
tinieblas y el destino de aquél --y persignándose
como pocas veces, se encomendó a Dios en favor
del alma de su amigo desaparecido.
La vida bohemia lo había arrebatado locamente
con su falsa belleza y placer, un existencialismo a
tientas y mal habido lo había alejado de lo mucho
o poco que valoraba en su cruda realidad; porque
autocriticándose no era seco ni mojado y era sólo
simplemente un mediocre más.
Desde la nueva perspectiva que vislumbraba el
Júnior, el universo no era tan frío y tan informal,
ni tan tardío como lo son el ser y el tiempo… así
como tampoco era tan vano y tan estéril como lo
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son el ser y la nada: El mundo, además de ser una
energía, una materia y una evolución; es además
una inteligencia y una voluntad divina: “Por esta
pendiente del mundo, en su bajo “concepto de la
angustia inmanente en el universo”… Al cabo, sí
creía cristianamente, que esta angustia no era por
nada o para malograrse, sino para bien y lograrse
a sí mismo. Toda la creación del mundo, y todos
los hombres tienen en sí mismos una esencia --en
tanto, rememorando a Job por sus infortunios, y a
Jacob por su destierro--. De modo personal sintió
un alivio y se sintió como un hijo pródigo”.
Por la sinuosa carretera de la vida lentos fueron
yendo miles de fantasmas… la raya divisoria del
mismo camino se había borroneado varias veces
al curso de sus pasos. Y el grande tráiler carguero
que lleva los tiempos; se había llevado en su caja
un paquete de dos ó tres meses. Entonces Alberto
Júnior llegó al punto adonde ya nomás le faltaban
caminar 40 kilómetros por un descenso. Para por
fin arribar a su terruño con su sagrada familia.
Ya muy poco restaba para que Júnior llegara al
sitio fijado, pero le flaqueaban mucho las piernas
y casi desfallecía por la sed y más por el hambre;
por lo que tuvo que acercarse a molestar y tocar a
las puertas de algunas casas --que en otro tiempo
cuando partió Júnior la mayoría eran jacales. Hoy
se erguían como bellas residencias, aunque en su
mayoría aquellas modernas casas estuvieran casi
vacías. Pues sus dueños permanecían lejos (en la
capital o por el norte), trabajando en cualesquiera
labor o profesión en su patria; o como emigrantes
en los estados del norte. En algunas mansiones o
en los cuartos de servicio, hay gentes que cuidan
dichas moradas de la gente que todavía no puede
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ocuparlas por sus trabajos y ausencia. Al abrir al
llamado del Júnior quien era un vagabundo o un
mendicante hambriento; algunos de aquéllos le
procuraron agua y comida o alguna dádiva.
Entró a la ciudad de su origen muy despacito. E
iba rengueando por una avenida principal, para ir
directo donde estaba su casa; pero para entonces
ya había unas oficinas de un banco --se supuso lo
peor, y le preguntó a una Sra. de edad que atendía
una lonchería, por el Sr. Landa que era el dueño
de aquella propiedad antes de estar el banco. Esa
respetable mujer, lo más que pudo informarle en
concreto al extraño hombre; fue que los dueños
vendieron antes de morir. El Júnior, destrozado y
sin alguna esperanza se fue hacia un templo local
y ahí estuvo rezando e hincado demasiado tiempo
hasta que volviendo en sí; salió de aquel refugio.
Y se fue en busca del tío Roberto Landa.
Alberto todavía llegó a pensar tal como creía en
el pasado, esto con respecto a sus familiares; que
su tío Roberto o alguno de sus hijos serían ahora
quienes lo ayudarían a salir de aquel apuro. “Les
pediría un módico préstamo de dinero para poner
un taller, en el cual trabajaría toda la artesanía de
madera que aprendió a hacer con su mejor amigo
Claudio” --esa fue su idea más viva. Cuando poco
a poco logró llegar hasta el colonial domicilio de
aquellos parientes cercanos, se aproximó a la reja
de color verde; a la hora que un jardinero podaba
el fino pasto del extenso patio. Con este lacayo el
Júnior se anunció: y, se mantuvo esperando por
espacio de más de una hora… hasta que a la vista
de sus ojos miopes apareció nuevamente el servil
para comunicarle --“El señor don Roberto Landa
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no se encuentra desde hace tiempo, porque ahora
radica en la capital, y como el hijo del Don no lo
puede atender porque está muy ocupado. Me dijo
que le entregara esto: una muda de ropa, un jabón
y una moneda para que fuera al baño y; una bolsa
con pan y unas frutas… Y, adiós para siempre”.
El Júnior todavía no cumplía ni los 60 años. Y
contrariamente parecía 20 años mayor, era de una
calvicie semidesértica pero relativamente con una
boscosa y larga barba grísea como el heno, y con
los ojos hundidos como dos cráteres sin fumarola
y apagados; más las grietas arrugadas de su faz.
Pensó en el suicidio pero no era un hombre con
decisión, además de no ser tan cobarde ni tener el
suficiente valor para hacerlo. Por lo cual al llegar
el anochecer buscó un rincón muy cercano de un
mercado y allí durmió; y así fue, como prosiguió
haciéndolo durante las siguientes noches. Padecía
un reuma alcohólico y le impedía movilizarse un
poco más rápido, Júnior caminaba encorvado por
encubrirse o quién sabe porqué; pero lo cierto era
que todavía mantenía unas buenas espaldas como
para trabajar como cargador… --siendo tal. En un
medio día en que Júnior ayudaba a bajar algunos
bultos de un camión carguero, se acercó a él otro
machetero que era un hombre moreno y chaparro
además de flaco, diciéndole.
--¿Tú eres el Júnior? --aquél lo había notado al
escuchar su voz cuando Alberto se había dirigido
al chófer del camión-- yo soy tu primo Pablo.
El otro se hizo como el sordo y no daba la cara
a Pablo García, hijo de su tía Petra quien era una
hermana de su difunta madre. Aunque, tan luego
de pensarlo un poco mejor, se decidió a mirar de
frente al primo: al que de pronto también empezó
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a recordarlo por el tono de su voz.
--Sí soy el Júnior --finalmente le dijo. Y pronto
le pidió que le contara todo lo que supiera acerca
de su fallecida familia.
El primo le contó con lujo de detalles sobre del
percance sucedido a sus padres: (la quiebra de los
negocios por los terremotos. En seguida, también
le refirió sobre de otros sucesos; hasta hablarle de
los decesos y sepelios de sus progenitores).
Pablo García no conoció a su padre, jamás supo
quién fue y era lo que dicen hijo natural. Durante
lo largo de su infancia y su adolescencia buscaba
constantemente a Júnior, por ser su primo y haber
sido compañeros en la primaria además que eran
contemporáneos de la misma edad. Y recordaba a
Júnior con gratitud, porque éste siempre le tendió
la mano --con monedas para el refresco, luego de
regalarle su lonche. Más adelante le regalaba sus
chamarras y zapatos pues hasta calzaban casi del
mismo número. De todo lo anterior, si le hubiera
comentado Pablo a Júnior no lo habría recordado;
porque sinceramente de muchacho no conoció lo
que conocemos por caridad: “ya que los postres y
empaderados del refrigerio se los daba a su primo
porque no deseaba engordar, y la morralla que le
daba más que para su refresco, era porque aquella
resonaba y le estorbaba en el los bolsillos del fino
pantalón. Y las posteriores prendas que aquél fue
obsequiándole al pobre primo; realmente lo llevo
a cabo por deshacerse de ellas, y comprarse otras
de mejor calidad y de marca”.
Ahora, Pablo García trataba de corresponder al
primo Júnior de diferentes maneras. No le pesaba
aun de seguir siendo pobrísimo, en ofertarle algo
de lo poco que tenía; algunas ropas o hasta algún
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vino moderado. Y luego, los 5 ó los 10 pesos del
mínimo que ganaba.
A la bodega del pasado. Las manazas grandes y
fuertes del destino, ya habían arrojado un montón
de guacales y racimos de días mal olientes. Y los
primos se entreveían un día a la semana, si no, se
encontraban cada 15 días; casi no charlaban entre
ellos pero compartían algún bocado, algún jugo o
algún cigarrillo. Y como por esos días se presentó
la víspera navideña, Pablo invitó a su primo, para
compartir la cena pascual en su pobre choza en la
unión de su familia (su esposa y 2 nietos).
--Mientras servían la cena la esposa y una moza
familia de Pablo. Éste brindó algunas copas de un
ajenjo añejo con Júnior… --y el importante primo
invitado estaba muy animado, presto comió hasta
el tope con lo que estuvo puesto sobre de aquella
mesita; y ya cuando el postre de betabel, hasta se
atrevió a preguntarle a Pablo por la rubia Marilyn
que era la hija del señor Ford: “éste le dijo que al
par de años de haber partido él. Ella había partido
hacia Detroit con la familia de su padre; y dizque
había ido a estudiar aunque luego se casó con un
tipo alto y güero como ella. Tenía bastantes años
que la había visto por el parque del centro con un
hijo igual al gabacho. Pero últimamente como ya
murió el señor Ford, pues Marilyn ya no tiene un
motivo para venir; por esto mejor se llevó para el
norte a su mamá, doña Gabina”.
La casa de Pablo yacía por la orilla de la crecida
urbana ciudad. Era muy sencilla y con sacrificios
la construyó con adobe y cercos de madera. Pero,
Pablo le ofreció a Júnior no nada más por aquella
noche, sino que para siempre; un humilde rincón
aunque sea ahí en la cocinita: pues el otro cuarto
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lo ocupaba Pablo con su familia. El Júnior, acató
por bien hecha la invitación de su primo, y hasta
pareció estar de acuerdo a convivir bajo de aquel
techo; pero por la madrugada que reposaba sobre
de una colchoneta con cierto confort: pensó en la
molestia y los gastos que ocasionaría --y. Nomás
entrando el primer albor por el techo con láminas
de cartón; se levantó, y salió sigilosamente.
Pablo ya era el chófer de un camión carguero, y
necesariamente tenía que hacer constantes viajes
al exterior de esa ciudad; y como Júnior tampoco
quiso andar de machetero con el primo ya casi no
se veían. Y aunque se quiera o no el tiempo corre
de largo sin hacer ruido ni detenerse por un solo
segundo para respirar un poquito. Y muy pronto,
antes de que se lo esperara el Júnior fue de nuevo
invitado por Pablo, para que los visitara y pasara
con ellos la celebración navideña; el otro aceptó:
Y quedaron de verse en una semana más, para la
cena y el brindis de susodicho acontecimiento.
Alberto Júnior ya estaba muy consumido por el
alcohol, y frecuentemente se le oía decir al viento
en voz alta --“salí por aire de la ciudad, y regresé
a la misma ciudad casi bajo tierra”. Poco después
de hablar con Pablo, Júnior tomó un poco más de
la cuenta, pues aparte del dinero que tuvo gracias
a las manos de aquél; por igual le dio en rematar
la chamarra y la camisa de franela que obtuvo del
mismo primo. Finalmente, aquel derroche fue una
fatalidad, puesto quedó tirado con pura playera y
un gastado pantalón; y profundamente abrazado a
Morfeo con ¼ Zeta. Muerto por hipotermia.
--Pablo, tenía un itinerario de viaje mucho más
largo; nomás que a las últimas horas quien era su
amo y dueño del camión le ordenó regresar luego
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a la ciudad: para que llevara otra carga. Volvió, y
ya por la tarde, cuando tuvo suficiente apetito fue
a comer al mercado; buscó a su primo pero como
no lo encontró entró a la cocina. Para entonces al
verlo la doña del local, le sirvió rápido la comida
corrida; y cuando terminó éste. Al tiempo de que
le cobró le comentó: “Que muy temprano, murió
un hombre que a veces le ayudaba a él; y que fue
porque ya muy borracho se quedó dormido y sin
cobija a media banqueta”.
Por la descripción final que le dio la cocinera a
Pablo, éste en seguida imaginó que podría haber
sido su primo quien murió. E inmediatamente se
fue hablar con su patrón, y seguidamente se fue a
la morgue --identificó el cadáver que por un poco
más se hubiera ido a la fosa común, así como una
basura o un pordiosero más.
Como de costumbre Pablo andaba muy apurado
económicamente, por lo que se vio empujado a ir
pidiendo limosna para enterrar a Júnior. Y con la
novedad, que al andar Pablo de un lado a otro, se
hubo hallado al hijo del Sr. Roberto Landa; aquel
quien era socio del banco. El banco que estaba en
el terreno donde fue la casa de Alberto Júnior con
sus padres. “Este hombre pudiente se paró en un
alto. Pues iba al volante de una bonita camioneta
del año: Pablo aprovechó para decirle a propósito
sobre lo del fenecimiento de Júnior; y de favor le
pidió una limosna. Aquel soberbio hombre, no se
conmovió un ápice; sino mortificado buscó en el
cenicero algún cambio cual extendió a Pablo, las
3 monedas de 10 pesos que encontró, diciéndole
orgulloso --con esto bien que te alcanza para unas
veladoras-- marchándose… dejando paralizado a
Pablo quien apenas iba a darle las gracias”.
- 113 No fueron los Landa, “como lo hubo esperado
el póstumo hombre, sino fueron los García que a
como pudieron sepultaron a Alberto Júnior. Pues
le compraron un cajón de pura madera, sin pintar
y sin ventana: pero en el panteón sobre del bordo
de tierra de su sepultura, clavaron por la cabecera
una crucecita de amor y de madera --símbolo del
árbol de la vida, para el renacimiento material de
su polvo sobre la tierra, y para el renacimiento de
su alma en los cielos”.
FIN.
- 114 -
ÍNDICE
TRIÁNGULOS……………………………… 1
NEO BARRIO………………………………. 44
DESTINO…………………………………… 72
- 115 -

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