1 - Biblioteca Virtual del Principado de Asturias

Transcripción

1 - Biblioteca Virtual del Principado de Asturias
PRINCIPADO
DE
ASTURIAS
BOLETIN DEL INSTITUTO
DE
ESTUDIOS ASTURIANOS
N.os 105-106
AÑO XXXVI
OVIEDO
Enero
Agosto
1982
S U M A R I O
P aginas
El arte parietal prehistórico de la “Cueva de Llonín”, por Magín Berenguer Alonso .............................................................................................................
Estudio de los macromamíferos del yacimiento prehistórico de “Cueto de
la Mina” (Asturias), por Pedro María Castaños Ugarte .............................
Ensayo de sistematización de la epigrafía romana de Asturias. Las uni­
dades gentilicias, por G. Pereira Menaut y J. Santos Yanguas ............
Introducción al estudio y significado de las villas romanas en Asturias,
por Narciso Santos Yanguas y Pilar Montero Honorato ........................
San Juan de Aboño, por Marcos G. Martínez ......................................................
Escenas cinegéticas en el románico de Villaviciosa (Asturias), por Etelvina Fernández González ........................................................................................
El caudillo constitucional D. Félix María Alvarez Acevedo y su ascenden­
cia asturiana, por José Ramón Tolivar Faes ..................................................
El concejo de Allende (departamento de Berducedo), según el Catastro
de Ensenada, por Antonio García Linares ......................................................
Don Pedro Díaz de Oseja fundador del colegio de San José, de Oviedo,
por Eutimio Martino, S. J........................................................................................
Fernando Villaamil y su frustración política, por José Fernández-Arias
Campoamor ...............................................................................................................
Los procesos consistoriales del cardenal Inguanzo (Zamora, 1814, Toledo,
1824), por José Manuel Cuenca Toribio ...........................................................
3
43
87
111
155
167
181
197
223
231
253
Análisis del sistema de parentesco de los vaqueiros de alzada de Asturias,
por Adolfo García Martínez ................................................................................ 287
Para una bibliografía de Fernando Vela, por Ramón García-Vela ........... 313
Carta inédita de Clarín a Juan Ochoa, por Manuel F. Avello .................... 319
Jovellanos, ministro de Carlos IV, por Florencio Hurtado Rodríguez ... 325
Exequias celebradas en la Universidad de Oviedo a la muerte de Felipe IV
el Grande, por Adita Alio Mañero ................................................................... 353
PRINCIPADO
DE A S T U R I A S
BOLETIN DEL INSTITUTO
DE
ESTUDIOS ASTURIANOS
N.os 105-106
AÑO XXXVI
OVIEDO
Enero
Agosto
1982
Depósito, Legal: O. 43.-1958
1. S. S. N 0020-0384
Imprenta “LA CRUZ”
Mijos de Rogelio Labrador Pedregal
Granda-Siero (Oviedo), 1982
B O L E T I N DE L I N S T I T U T O DE
ESTUDIOS ASTURIANOS
A ño
xxxvi
E n ero -A g o sto
Núms. 105-106
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA
«CUEVA DE LLONIN».
POR
MAGIN BERENGUER ALONSO
En las proximidades del pueblo de Llonín, concejo de Peñamellera Alta, está ubicada la cueva y, por supuesto, dentro del térmi­
no parroquial de dicho pueblo. De ahí el que me haya parecido
preciso el denominarla con este nombre que siempre será, por otra
parte, fácil de retener y, además, poco dubitativo, máxime cuando
a esta cueva se le ha designado variadamente, tal como «Concha de
la Cova», nombre no relativo a la propia cueva pues en él se le
concede simplemente el papel de adjetivo: «cova», teniendo como
nominativo la «concha», cuya traducción en términos generales se
refiere a paso difícil donde aparece como obstáculo la roca.
Después se la denominó «Cueva del Quexu», nombre que recuer­
da una etapa poco digna para unos antecedentes tan dignos como
los de santuario prehistórico.
NOTA.—Este interesantísimo trabajo constituyó el Discurso de Ingreso co­
mo Miembro de Número en el Instituto de Estudios Asturianos. Oportunamen­
te fue editado por la Caja de Ahorros de Asturias, en una magnífica edición,
como las que suele ofrecer ta’n benemérita Institución, y por el I. D. E. A.
Hoy volvemos a publicar el notable trabajo del señor Berenguer, a peti­
ción de muchos estudiosos que no han podido tener acceso a la mencionada
edición, esperando satisfacer una legítima aspiración, para lo cual obtuvimos
la oportuna colaboración de la misma Caja de Ahorros —que agradecemos—
y Ja aquiescencia de] autor, a quien damos también nuestras gracias.
4
MAGIN BERENGUER ALONSO
Por último, otro de los nombres que se propició por los miem­
bros del Grupo Espeleológico descubridor fue el de «Santoje», com­
binación de Santos —apellido del monitor— y O. J. E., iniciales de
la Organización Juvenil Española, a la cual pertenecía el Grupo de
Espeleología.
Todo ello me decidió por el nombre de «Cueva de Llonín» que,
por lo menos, la vincula a su situación geográfica.
La historia reciente de la «Cueva de Llonín» comienza en el año
1957. Por entonces fue cuando los hermanos don Francisco y don
Manuel Monje localizaron la cueva y la hallaron apropiada para
su utilización como depósito de quesos destinados a fermentación
y a cuya fabricación se dedicaban ambos hermanos. Con tal moti­
vo, al realizar obras de acondicionamiento en el interior, algunos
metros de parietal sufrieron destrucción, pues los ocupantes con­
sideraron preciso el arranque de rocas con las que rellenar el piso
bastante accidentado, para regularizarlo. No se puede asegurar que
todo estuviera decorado, pero algunas de estas rocas sueltas tienen
restos de grabados. Esta destrucción no tendría excusa si no fuera
por la circunstancia de que desconocían totalmente la existencia de
la pintura y grabados en el parietal parcialmente destruido. Tal
existencia se les puso de manifiesto cuando fueron explorando la
Cueva y familiarizándose con ella merced al uso continuado y a
una mejor iluminación. Cerciorados de la decoración del parietal,
decidieron guardar el secreto de su descubrimiento en razón a que
si tal obra fuera hecha por el hombre prehistórico, tendrían que
renunciar a la utilización de la Cueva para sus fines industriales.
A mediados del año 1970, la familia Monje decide la instalación
de medios mecánicos en su industria y la trasladan a la villa de
Panes.
Por ello, el 22 de marzo de 1971, invitaron a don Manuel San­
tos, Monitor del grupo de Espeleología «Polifemo» de la Organi­
zación Juvenil, para que hiciera un reconocimiento de la cueva con
su Grupo, esperando que, con ello, se efectuara el descubrimiento
para el público de algo aue ellos va conocían años antes.
Así fue, en efecto, y el monitor, señor Santos, el día 25 de m ar­
zo me comunicó personalmente el hallazgo realizado por su Grupo
de unas pinturas parietales en una cueva. Deseaba de mí un reco­
nocimiento por si realmente se trataba de arte paleolítico. Así, el
día 28 siguiente, reconocí la Cueva, viéndome sorprendido por la
extraordinaria importancia, del panel decorado dado su interés cien­
tífico y el buen arte de algunos de los grabados. En estos lérminos
lo declaré a varios representantes-de-la -Prensa-que nos aeorapañá-
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
5
ban, destacando la transcendencia de este hallazgo por su autenti­
cidad prehistórica.
Quede claro aquí —pues en algún momento fue motivo de dis­
cordia— que los hermanos Monje conocían las pinturas de la cue­
va, pero por conveniencias personales silenciaron su existencia si
bien las respetaron cuando tuvieron sospecha de su valor.
El Grupo de Espeleología y su monitor señor Santos, descono­
cían la existencia de la decoración parietal cuando entraron en la
cueva, más al descubrirla dieron noticia inmediatamente a la re­
presentación de la Dirección General de Bellas Artes en la Provin­
cia.
Del hallazgo di a mi vez cuenta a dicha Dirección General y a
la Comisaría General de Excavaciones en escritos de 30 de marzo
de 1971 e, inmediatamente, tomé las necesarias medidas de segu­
ridad para salvaguardar la Cueva, medidas tales como la instala­
ción de una puerta metálica, verjas de hierro en una galería apendicular, desalojo de las estanterías de madera de la antigua in­
dustria que, al pudrirse, podrían producir hongos que afectarían
a las pinturas; etc., etc.
Lamentablemente, la puerta ha tratado de ser forzada por tres
veces, aunque sin conseguirlo. Los hierros de la galena apendicular
fueron una vez desguazados y, solamente hace unos meses, —visto
que la puerta no se podía forzar—, han practicado una perforación
en la roca tratando de entrar por el agujero, sin llegar, al parecer,
a conseguirlo, pero, como consecuencia, fue necesario llevar a cabo
nuevas obras para reparar el destrozo.
LA «CUEVA DE LLONIN»
Situada en la base del manto tectónico de la cara Sur de la Sie­
rra de Cuera, frente al Pico de Peñamellera, a un kilómetro, más o
menos, del pueblo de Llonín. Sin embargo su acceso más cómodo
es desde la propia carretera comarcal número 6.312, de Panes a
Cangas de Onís, a unos 9 kilómetros de Panes, en el lugar denomi­
nado La Molinuca. El Cares discurre al pie de la carretera, encajo­
nado y entrepeñado por calizas.
Desde Ja Molinuca a la Cueva hay unos 700 m. por un empina­
do sendero muy angosto y obstaculizado por avellanos y maleza.
No es única en el Conceio la «Cueva de Llonín», pues cerca de
la.VilJa capital,,. Alies,, está la llamada «Cueva de Coimbre» cuyo
primer estudio ha sido realizado por el doctor Alfonso Moure Ro-
6
MAGIN BERENGUER ALONSO
Fig. B .-G ra b a d o
de incisión profunda.
E-1 :3.
manillo y por don Gregorio Gil Alvarez, habiéndose publicado en
el número 82 del Boletín de este Instituto. Aparte de éste, hay otros
pasos subterráneos, algunos ya explorados y sin indicios de habi­
tabilidad prehistórica.
La entrada actual de la «Cueva de Llonín» corresponde a. uno
de los puntos con más facilidades de penetración dentro del. de^-
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
7
rrumbe de la visera que hizo desaparecer a la primitiva abertura,
y que los hermanos Monje acondicionaron para un mejor acceso.
Ostensiblemente debió de coincidir con el utilizado primitivamen­
te por el hombre, dados los muchos restos de cocina allí ubicados.
Flg, A.-Planos de la cueva de Uonín. Planta.
El tal derrumbe de la visera fracturó, también, posiblemente la
continuidad de la galería apendicular a la que anteriormente me
referí, de forma que hoy está separada y con entrada independien­
te. Esta galería es alta de hecho. En alguno de sus tramos mide
unos 17 m. de longitud doblados en ángulo recto a los siete me­
tros de la entrada. Finalmente se estrecha prolongándose en un
sumidero o «gatera» que posiblemente comunique nuevamente con
la Cueva, razón por la cual se preservó este posible acceso con la
verja de hierro que antes mencioné. (Fig. A, sector O).
8
MAGIN BÉRENGUER ALONSO
En esta galería se conservan restos de color rojo en forma de
puntuaciones, líneas, etc., todo ello de carácter abstracto. El cierre
que fue preciso instalar ha dificultado la exploración ya que, para
hacerla, había que desmontar dicho cierre cada vez que se preten­
día acceder.
Flg. A .-Planos Cueva Llonín. Secciones,
Antes de que esta Cueva quede abierta a las visitas, considero
muy necesario una prospección geológica muy metódica realizada
por equipos especializados —por razones obvias a mí me fue impo­
sible llevarla a cabo— pues tengo el convencimiento de que, bajo
el suelo de la Cueva conocida, puede haber otras galerías que de­
paren nuevas y gratas sorpresas pero de peligroso alcance.
Situados en la puerta de ingreso hallamos unos escalones arti­
ficiales construidos por los señores Monje en su etapa de ocupa­
ción. Antes de descenderlos totalmente se sigue la pared de nues­
tra izquierda en la que, hacia los 14 metros de recorrido, se inser­
EL ARTE PARIETAL PREHISTÓRICO DE LA CUEVA DE LLONIN
9
ta una pequeña cavidad donde se conservan unas líneas rojas que
sin duda correspondieron a una figura al parecer de cérvido, y,
cerca de ellas, una muy difinida figura de cierva pintada en líneas
rojas. Tiene una longitud de 0,48 ms. desde el hocico a la cola.
(Fig. A, sector 1).
Al pie mismo de esta cavidad, en una roca del suelo, hay gra­
bado un extraño signo de incisión muy profunda, ancha y única (fig.
B). Tiene una longitud máxima de 0,46 m.
Siguiendo, y a unos ocho metros de distancia aproximadamen­
te de la anterior cavidad, se abre otra, en una de cuyas paredes se
define la cabeza y parte del cuello de un caballo pintado en línea
roja. Su longitud de un extremo a otro es de 0,35 m. El dibujo es
muy simple y de poca calidad artística (fig. A, sector 2).
El aspecto general de la Cueva corresponde a una planta de for­
ma irregular con ejes de 42 por 32 m.
El suelo se desliza en rampa, pero en la parte más alta hay un
bosque de concreciones estalagmítcas y estalactíticas que han lle­
gado a enlazarse formando un bellísimo columnario con alturas en
algún caso de más de 6 m. Las alturas generales de la Cueva, des­
de el nivel inferior hasta la bóveda, alcanzan un máximo de 22 m.
Descendiendo por la rampa, con suelo lleno de enormes casca­
rones de concreción, se llega al nivel más bajo de la cueva, que re­
mata en la pared a lo largo de la cual se extienden las formulacio­
nes artísticas de forma continuada.
Para mayor claridad de las reproducciones, se han planificado
los accidentes rocosos; es decir, si una figura se inscribe en una
oquedad, la representación en la copia se efectúa dándole la longi­
tud real y no la que percibe la vista a través del plegamiento. Así
se producen ciertas pequeñas diferencias de situación, poco apreciables.
Las copias las he realizado en dibujo directo a mano alzada
—sistema que siempre utilizo— reducidas a la mitad del original.
Los calcos, fórmula que habitualmente se emplea, los considero
muy peligrosos para la integridad de los parietales.
Como indico más adelante, no se presenta en este trabajo la to­
talidad del arte parietal de la «Cueva de Llonín», pero sí la mayor
parte.
10
MAGIN BERENGUER ALONSO
DESCRIPCION DE LAS PINTURAS Y GRABADOS
El panel reproducido —aparte de las figuras sueltas ubicadas
hacia la entrada, sectores 1 y 2 del plano (fig. A)— corresponde
sólo a un fragmento del parietal de mayor longitud que hoy se con­
serva con las formulaciones artísticas de la cueva. (Sector A del
plano). De un total de casi 15 m. han sido reproducidos más de 13.
Queda pendiente de reproducción otro fragmento de unos 5 m., dis­
tanciados del anterior por una interrupción de unos 19 m. que co­
rresponden a material destruido en las tareas de explanación y
acondicionamiento de la cueva para la explotación industrial a la
que fue sometida aquélla por los ocupantes señores Monje, duran­
te los años 1957 a 1970; y aún quedan por reproducir otros dos
metros a la izquierda de lo estudiado (sector B del plano, fig. A)
en los que solamente hay trazos o cortas rayas de pintura roja, co­
mo las que en primer lugar describiré, y algún que otro grabado.
El fragmento de parietal reproducido recoge pinturas en rojo,
grabados y pintura negra. Igual tónica preside lo que aún está pen­
diente de estudio.
Pintura roja (Láms. I y II).
Es probablemente la primera expresión artística inscrita en el
parietal. Se trata de una serie de formulaciones de carácter abs­
tracto, de las que trataré de dar una descripción por grupos carac­
terizados.
Fundamento mi convencimiento de que la pintura roja es la
muestra artística primeramente inscrita en el parietal, porque los
grabados se superponen a esta pintura, no haciéndolo así a la de
color negro, salvo en contadas ocasiones en que ésta parece haber­
se llevado a cabo simultáneamente con el grabado.
Situados frente al panel (sector A del plano, fig. A) y comenzan­
do por la izquierda del espectador, hay un conjunto de manchas
alargadas en sentido más o menos vertical, de colocación aparen­
temente ordenada, manchas que a veces adoptan cierta inclinación,
en la mayoría de los casos ligera, pero que, en ocasiones, es muy
pronunciada. Al inscribirse las hiladas en que se agrupan en las
concavidades de la roca que el agua dejó como huella de su paso,
adoptan un sentido ondulante. (Ver láms. I y II-l).
A la izquierda de este grupo (sector B del plano) hay otro frag­
mento de parietal de unos dos metros de longitud, no reproduci-
Lámina II
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
11
do, que, como decía anteriormente, recoge también este tipo de
manchas en color rojo.
Todas estas rayas o manchas tienen un ensanchamiento en la
parte superior y van afinando su trazo hacia la parte inferior. Dan
la impresión de haber sido hechas con las yemas de los dedos em­
badurnadas de color o bien con un instrumento pincelante.
Con formas semejantes, siguen repitiéndose estas machas alar­
gadas de color rojo en la superficie del parietal, aunque no con la
singularidad del primer grupo y sí promiscuamente con grupos dis­
tintos. Así, por ejemplo, las vemos en lám. I y lám. II números 2,
3 y 4, siendo de mayor longitud y más finas de trazo las incluidas
en 3 y 4. En el número 5 de la lám. II, algunas de estas manchas
virguladas llegan a hacerse sumamente alargadas, sobrepasando los
40 cms. de longitud. Asimismo los ensanchamientos de la parte al­
ta se hacen mucho más gruesos. También en esta zona del número
5 aparecen otras manchas disformes y difusas en ocasiones, acaso
adulteradas por haberse sobado el color, ya que se trata de zonas
donde se formulan los grabados abundantemente sobre la pintura.
Después del número 5 vuelven a producirse nuevas manchas
disformes; otros seis trazos virgulados (lám. I y lám. II-6 y 7); un
borde de roca entintado también en rojo (lám. I y lám. II-8); dos
grandes manchas, una de ellas con unos 20 cms. de ancho por unos
60 cms. de alto, y un extraño signo formado por seis trazos cortos
verticales del mismo grueso dispuestos en hilada horizontal, con
otro largo prolongado en vertical y ligeramente curvo, dando la ex­
traña apariencia de una pala de dientes (lám. I y lám. II-9). Un me­
tro más hacia la derecha hay otros cuatro puntos junto a otra man­
cha. A la derecha de ésta otros cinco puntos y más abajo un cres­
tón de roca manchado en rojo y dos gruesos puntos más. Volvien­
do hacia nuestra primitiva posición a la izquierda del panel, habre­
mos de reseñar otros signos más singulares y menos frecuentes en
las formulaciones de la Cueva. Son ellos las filas de puntuaciones.
Hay una serie formando una triple hilada horizontal, poco más o
menos de un metro de longitud (lám. I y lám. 11-10) y otra serie
agrupada en unos cinco puntos en fila horizontal, de unos 25 cms.
de ancho más o menos que discurren por hiladas en sentido verti­
cal formando columna ligeramente curvada, con una longitud apro­
ximada de un metro, siendo la parte inferior muy difusa por con­
creciones y deformada, acaso por haber pasado el agua sobre ella
después de pintada (lám. I y lám. 11-11).
Hacia la parte alta, está una de las formulaciones más intere­
santes de esta pintura roja. A mi juicio se trata de representar un
12
MAGIN BERENGUER ALONSO
antropomorfo femenino. Para mí sería la primera representación
de este tipo conocida en el arte parietal cantábrico (lám. I y lám.
II-12). A la derecha de este antropomorfo hay un haz de líneas con
aspecto ramiforme.
En la parte baja (lám. I y lám. 11-13) hay pintado un serpenti­
forme plegado, con dos acusadas curvas en la parte alta y dos en
la baja y en el que se manifiestan por medio de doble línea los engrosamientos del cuerpo. Aún por debajo hay otro signo que se se­
para en la forma de las demás representaciones (lám. I y lám. 11-14).
Cerca del serpentiforme hay dos grupos de líneas finas formula­
das en arcos semicirculares concéntricos (lám. I y lám. 11-15).
Esto es, resumidamente, la descripción de la decoración en pin­
tura roja.
Observando la reproducción del parietal a color (lám. I) pue­
den comprobarse los lugares en los que la pintura roja recibe en­
cima la huella de los grabados.
Los grabados. (Láms. I y III, figs. del 1 al 33)
Distinguimos en ellos dos tipos de técnica; los que están reali­
zados con un rayado múltiple, débil y discontinuo, tanto en los con­
tornos como en la superficie interior de las figuras, tratando con
ello, evidentemente, de proporcionar claroscuro a la representación
dibujística, y los que se realizan con trazo único y profundo en los
contornos o bien con trazos que, aunque no únicos, conservan esa
misma firmeza y simplicidad.
Los de trazo múltiple y débil se superponen a los otros y a es­
te tipo de técnica responden la mayoría de los ciervos representa­
dos y una cabra. Al otro grupo corresponden el resto de los cápri­
dos, dos cérvidos macho, un bisonte, una cabeza de caballo y otro
fragmento de bisonte bastante incompleto.
La referencia y descripción de estas figuras grabadas es la si­
guiente:
Lám. I y lám. III-l y fig. 1.—Cabeza de cérvido con técnica de
rayado múltiple y débil.
Lám. I y lám. III-2 y fig. 2.—Cabra macho de rayado múltiple.
Lám. I y lám. III-3 y fig. 3.—Cabeza de ciervo, rayado múltiple
y débil.
Lám. I y lám. III-4 y fig. 4.—Fragmento de cabeza de cérvido,
con técnica de rayado múltiple.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
Fig. 1.-C a b e z a de cérvido con técnica de rayado múltiple y débil.
Fig. 2.-C a b ra m acho de rayado múltiple
Fig. 3.-Cab$2» út ciervo, rayado m ú ltiple y débil.
14
MAGIN BERENGUER ALONSO
Fig 4 -Fragm ento de cabeza de cérvido, con técnica de rayado
múltiple.
Fig 6 -C abeza de cérvido macho de rayado múltiple y débil.
Fig 5 -C abeza de cérvido, de rayado múltiple y débil.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE L LO N IN
15
fig . 7.-fragm ento da tronco y eneas da cérvido, en rayado
m últiple y débil,
Fig. 8 -Figura de cérvido, sin la cabeza y parte inferior de
las patas, en rayado múltiple y débil. En la zona del vientre está
cruzado por unas lineas que pudieran interpretarse como instru­
mento hiriente.
Fig. 9 -Lineas de lomo y rabo de un cérvido en rayado múltiple y
nos, casi a modo de un raspado grueso.
16
MAGIN BERENGUER ALONSO
Ffg. 11.—Fragmento da caprino, cubilo, pstas delanteras y pecho.
G rabado m últiple aunque da in tifló n fuerte.
ftg .J2 .-F rag m en to de cabeza de cabra macho, estimada asi por
Is solución dibujística def ojo y pelaje de la cuenca de aouél exac­
tamente igual a la de la fig. 24.
Fig. 10.-Cabe2a de ciervo en líneas de grabado profundas y
simples.
E L ARTE PA R IETA L PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LL O N IN
Fig. 1S.-¿Fragmento de cérvido? Grabado con línea
de incisión profunda.
17
Fig. 16,-C aprino sin cabeza grabado en líneas s lm p li'icadas e incisión profunda.-
Fig. 13,-Cabra macho realizada en grabado
de linea simplificada e incisión profunde.
Fig. 17*-Cabra grabada Con lineas de trazo seguido e incisión
profunda. Tras esta figura parece perfilarse el lomo de otra.
Fig. 14-Fragm ento de cáprido grabado con trazo bastante sim­
plificado e incisión profunda. Tiene también unos trazos alargados
que pueden significar un instrumento hiriente.
MAGIN BERENGUER ALONSO
18
-
Fig. 21.- f igura de cérvido dibu
¡a da en trazo discontinuo, m últi­
ple y débil. También en la zona
del vientre y paletilla hay trazos
rectos que pueden representar
objetos hirientes.
Fig 1 8 -Figura de cabra grabada con linqa de trazo seguido e
incisión profunda Sobre el lomo tiene dos grupos de rayas verticales
que salen fuera del contorno y que parecen indicar, como en casos
anteriores, instrumentos hirientes.
Fig. 19.-Figura de cabra macho grabada C6H líñSSS de trazo
seguido e incisión profunda De la zona del cuello y pecho salen tres
rayas alargadas que parecen indicar, también, instrumentos hirien­
tes.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
Fig. 2 0 -F ig u ra de cabra macho grabada en linea de trazo seguido e incisión profunda. De la paletilla sale un haz de rayas vertica
les que parecen querer representar un instrumento hiriente.
-
Fig. 23.-F ig u ré de cérvido realizado 6n trazo discóntinuo m últiple.
y
19
F'9- 22.-Fragm ento de anca y rabo de cérvido realizado con
trazo discontinuo y múltiple.
20
M AG IN BERENGUER ALONSO
Fig. 2 4.-Flgura de ta b ra macho realizada con trazo único seguldo en el contorno y dibujando con rigo r la crencha del pelaje y
ctros detalles del mismo. La incisión es proíunda.
fig . 25,-Cabeza de ciervo realizada en trazo único y profundo.
F!g. 26 .-C a b tza de reno realizada en trazos
rellenos, casi a m odo de un ¡aspado grueso.
débiles y Tftü y
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
nuo
Flg. 27.-D o s ciervas emparejadas realizadas en trazo disconti­
m últiple.
M ío
y múltiple.
21
y
Flg. 2$.-Tronco y incas de cérvido, realizado en trazo dkco ntl-
Flg. 29,-Cabeza de ciervo en aptitud de bramar. Realizado en
trazo discontinuo múltiple.
y
22
M AG IN BERENGUER ALONSO
Fig. 30,-Figura incompleta de bisonte. En algunas partes se
dibuja con trazo discontinuo y débil (parte del cráneo, giba y lomo)
pero en el resto se emplea trazo único continuo, al, ¡sual que en el
relleno, crencha, barba, etc.
Fig. 32,-Posibie cabeza de bisonte, dibujada con trazo continuo.
Fig. 31,-Cabeza de caballo trazada en linea continua
*
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DÉ LA CUÉVA DE LLONIN
2%
Lám. I y lám. III-5 y fig. 5.—Cabeza de cérvido, de rayado múl­
tiple y débil.
Lám. I y lám. III-6 y fig. 6.—Cabeza de cérvido macho de raya­
do múltiple y débil.
Lám. I y lám. III-7 y fig. 7.—Fragmento tronco y ancas de cér­
vido, en rayado múltiple y débil.
Lám. I y lám. III-8 y fig. 8.—Figura de cérvido, sin la cabeza y
parte inferior de las patas, en rayado múltiple y débil. En la zona
del vientre está cruzado por unas líneas que pudieran interpretarse
como instrumento hiriente.
Lám. I y lám. III-9 y fig. 9.—Líneas de lomo y rabo de un cér­
vido en rayado múltiple y débil.
Lám. I y lám. 111-10 y fig. 10.—Cabeza de ciervo en líneas de
grabado profundas y simples.
Lám. I y lám. III-ll y fig. 11.—Fragmento de caprino, cuello,
patas delanteras y pecho. Grabado múltiple aunque de incisión
fuerte.
Lám. I y lám. II1-12 y fig. 12.—Fragmento de- cabeza de cabra
macho, estimada así por la solución dibujística del ojo y pelaje de
la cuenca de aquél, exactamente igual a la de la fig. 24.
Lám. I y lám. 111-13 y fig. 13.—Cabra macho realizada en gra­
bado de línea simplificada e incisión profunda.
Lám. I y lám. 111-14 y fig. 14.—Fragmento de cáprido grabado
con trazo bastante simplificado e incisión profunda. Tiene también
unos trazos alargados que pueden significar un instrumento hi­
riente.
Lám. I y lám. 111-15 y fig. 15.—¿Fragmento de cérvido? Graba­
do con línea de incisión profunda.
Lám. I y lám. 111-16 y fig. 16.—Caprino sin cabeza grabado en
líneas simplificadas e incisión profunda.
Lám. I y lám. 111-17 y fig. 17.—Cabra grabada con líneas de tra­
zo seguido e incisión profunda. Tras esta figura parece perfilarse
el lomo de otra.
Lám. I y lám. 111-18 y fig. 18.—Figura de cabra grabada con lí­
nea de trazo seguido e incisión profunda. Sobre el lomo tiene dos
grupos de rayas verticales que salen fuera del contorno y que pa­
recen indicar, como en casos anteriores, instrumentos hirientes.
Lám. I y lám. 111-19 y fig. 19.—Figura de cabra macho grabada
con líneas de trazo seguido e incisión profunda. De la zona del cue­
llo y pecho salen tres rayas alargadas que parecen indicar también
instrumentos hirientes.
24
MAGIN BERENGUER ALONSO
Lám. I y lám. 111-20 y fig. 20.—Figura de cabra macho grabada
en línea de trazo seguido e incisión profunda. De la paletilla sale
un haz de rayas verticales que parecen querer representar un ins­
trumento hiriente.
Lám. I y lám. 111-21 y fig. 21.—Figura de cérvido dibujada en
trazo discontinuo, múltiple y débil. También en la zona del vientre
y paletilla hay trazos rectos que pueden representar objetos hi­
rientes.
Lám. I y lám. 111-22 y fig. 22.—Fragmento de anca y rabo de
cérvido realizado con trazo discontinuo y múltiple.
Lám. I y lám. 111-23 y fig. 23.—Figura de cérvido realizado en
trazo discontinuo y múltiple.
Lám. I y lám. 111-24 y fig. 24.—Figura de cabra macho realizada
con trazo único seguido en el contorno y dibujando con rigor la
crencha del pelaje y otros detalles del mismo. La incisión es pro­
funda.
Lám. I y lám. 111-25 y fig. 25.—Cabeza de ciervo realizada en tra­
zo único y profundo.
Lám. I y lám. 111-26 y fig. 26.—Cabeza de reno realizada en tra­
zos débiles y muy rellenos, casi a modo de un raspado grueso.
Lám. I y lám. 111-27 y fig. 27.—Dos ciervas emparejadas realiza­
das en trazo discontinuo y múltiple.
Lám. I y lám. 111-28 y fig. 28.—Tronco y ancas de cérvido, reali­
zado en trazo discontinuo y múltiple.
Lám. I y lám. 111-29 y fig. 29.—Cabeza de ciervo en actitud de
bramar. Realizado en trazo discontinuo y múltiple.
Lám. I y lám. 111-30 y fig. 30.—Figura incompleta de bisonte.
En algunas partes se dibuja con trazo discontinuo y débil (parte
del cráneo, giba y lomo) pero en el resto se emplea trazo único con­
tinuo, al igual que en el relleno, crencha, barba, etc.
Lám. I y lám. 111-31 y fig. 31.—Cabeza de caballo trazada en lí­
nea continua.
Lám. I y lám. 111-32 y fig. 32.—Posible cabeza de bisonte, dibu­
jada con trazo continuo.
Lám. I y fig. 33.—Caballo trazado en línea seguida, con alguna
línea corta en los detalles.
Por último he de referirme a la pintura negra, mucho más esca­
sa que la roja a lo largo del parietal decorado.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DÉ LA CUEVA DÉ LLONIN
25
Fig. 3 3 .-C a b a llo trazado en línea seguida, con alguna línea corta
en los detalles.
Pintura negra (Láms. I y IV).
Comenzando también la descripción de esta pintura por la iz­
quierda del parietal, según el espectador, hallamos en primer lu­
gar dos grupos de puntuaciones sometidos a un ordenamiento. El
grupo de la izquierda en ciertas zonas ha sufrido corrimientos en
la pintura, de tal modo que alguno de sus puntos queda desfigu­
rado por un enlace artificial con el que le sigue. Ello motiva el que
el dibujo de esta puntuación sugiera una cabeza de ciervo y, en la
puntuación enfrentada a ésta, una cabeza de cierva. Por ello en
la copia de la lámina IV-I he puesto los puntos limpios, tal como
debieran ser formulados en su día por el autor, y, al considerar­
los así, desaparece el efecto óptico que les concede fórmulas figu­
rativas. La remodelación artificiosa de estas puntuaciones ha sido
producto, sin duda, de algún visitante anterior al «descubrimiento
26
MAGIN BERENGUER ALONSO
oficial» de esta cueva, que consideró más «acertada» esta fórmula
figurativa entrevista por su imaginación.
En la zona alta de este fragmento de panel hay una línea fina
doblada en forma de gancho.
A poco más de un metro de las puntuaciones, siguiendo hacia
la derecha, sobre un relieve natural de la roca, que en su parte in­
termedia tiene una grieta (lám. I y IV-2), en la superficie compren­
dida en la zona superior de aquélla hay tres líneas paralelas verti­
cales iguales en longitud y, a la derecha de la última, una muy pe­
queña, en comparación con las anteriores. En la superficie com­
prendida en la parte inferior a la grieta, superficie que en su re­
lieve adopta una forma triangular, hay inscritas otras cinco líneas
paralelas, esta vez inclinadas y, a la izquierda de éstas, hay tres,
también paralelas pero más desiguales en longitud.
La especial ubicación de estas líneas dentro del accidente roco­
so, también de especial forma, y el cambio de dirección de dichas
líneas, en dos grupos, las de la parte alta y las de la parte baja de
la grieta, dan una evidente intencionalidad a esta representación
que, como en tantos otros casos, no logramos interpretar. Deján­
donos llevar por su apariencia ante la vista, podría recordar la for­
ma de una máscara de ceremonias, mas esta consideración que su­
giero no quiere decir que esté de acuerdo con ella.
Hasta los dos cincuenta metros de esta figura no vuelven a apa­
recer nuevas pinturas de color negro. A esa distancia se manifies­
ta, en la parte alta, un motivo que a juzgar por las manchas con­
servadas debió de repetirse bastante. Está compuesto de dos para­
lelas con un adorno de pequeños arquitos (lám. IV-3) que se ado­
san a la línea recta de las paralelas; pero tanto en una como en
la otra, es siempre hacia el interior. Este motivo se repite también
al final del panel reproducido, aunque con pequeñas variantes en
los motivos pequeños. Da la impresión de haber sido trazado con
algún medio artificioso. Personalmente me sugirió la posibilidad
de que se tratara de la imprimación de una piel de reptil impreg­
nada de color. Hacia abajo hay la figura de un bisonte, incomple­
ta en la cabeza y patas traseras, cuya pintura está repasada con
grabado en el dibujo del rabo, anca, vientre y patas delanteras así
como en el perfil de la cara. Hay también un punto rojo que pue­
de ser anterior a la figura y acaso aprovechado para ella (ver lá­
mina I y lám. IV-4).
Poco más a la derecha hay otro fragmento de bisonte que co­
rresponde a la giba —o gran morrillo— al lomo, a las ancas, patas
traseras, y parte posterior del vientre. Está contorneado con color
Lám ina III
a
Lám ina IV
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
27
en la parte superior y en mancha todo el fleco de pelo largo, repa­
sándose con grabado fino toda la figura (lám. I y lám. IV-5).
A continuación hay líneas que quizás en su momento corres­
pondieron a alguna figura, pero que, al desaparecer parte de ellas,
quedaron como trazos sueltos.
Hacia la línea de tierra hay una estupenda figura de cabra ma­
cho pintada en negro excepto en las cuatro patas que están defini­
das en grabado de incisión única. También se retoca con grabado
la zona de la cruz y el lomo. Las cuatro patas las tiene plegadas
dando la impresión de estar acostada (ver láminas I y IV-6).
Siguiendo hacia la derecha, definida en línea gruesa hay la fi­
gura de un cérvido (ver lámina I y IV-7) y, más abajo de ella, la
figura de otra cabra? macho con expresión de ataque y, a pesar
de estar perdida toda la parte inferior incluidas las patas, se perci­
be en el animal el movimiento de carrera (ver láminas I y IV-8).
Después de algo más de un metro en blanco, y a más de dos
metros de altura, se encuentra la figura de un bovino pintado en
línea (ver láminas I y IV-9) y, como a un metro por debajo, halla­
mos cuatro cabras macho formando grupo, expuestas así intencio­
nadamente (ver láminas I y IV-10). Tres de ellas están realizadas
en línea y otra rellena totalmente de negro. Un poco más alto, ya
hacia la derecha, hallamos restos del motivo descrito en tercer lu­
gar de esta pintura negra (ver lámina I y IV-11), y, más abajo que
el grupo de cabras, un extraño signo compuesto por dos líneas li­
geramente curvas y enfrentadas que se unen a los dos extremos
formando ángulos agudos. Dos líneas rectas atraviesan el espacio
interior delimitado por las dos líneas primeramente descritas. Pue­
de recordar en su forma a los artefactos usados para andar sobre
la nieve (ver lámina I y IV-12).
Continuando, siempre a la derecha, se encuentra la parte ante­
rior de otra figura de animal cuya filiación resulta difícil. Tiene
dos pequeñas orejitas triangulares y un hocico prominente. Lo que
se ve de las patas delanteras las delata como finas. Acaso pudiera
recordar la figura de un cánido (ver lám. I y IV-13).
Finalmente vuelven a aparecer restos del motivo descrito en
tercer lugar y a los que ya hice referencia en su momento.
28
MAGIN BERENGUER ALONSO
RELACIONES COMPARATIVAS DE LAS FIGURAS EN PINTURA ROJA
DE LA «CUEVA DE LLONIN» CON LAS DE OTRAS CUEVAS.
Como decía anteriormente, la pintura roja del parietal de Llonín
es la primera inscrita. Sobre ella se formulan los grabados y sobre
alguno de éstos la pintura negra.
Hay signaturas de esta pintura roja que se prodigan en muchos
parietales decorados de otras cuevas: Las puntuaciones y man­
chas virguladas son superabundantes en todo el arte cantábrico
y en el de otras cuevas peninsulares tan distantes entre sí, como
p. e. La Pileta (Málaga) y Maltravieso (Cáceres).
Y aquí surgirían una serie de consideraciones sobre la extensión
del poblamiento prehistórico en una etapa auriñaciense que luego
puede quedar reducida, por condicionamiento climatológico, al gran
arte figurativo cantábrico.
Pero volviendo a las formulaciones de Llonín, su relación es
íntima con las puntuaciones de la cueva de Chufín (Riclones-Santander) publicada por Martín Almagro (1) (Ver láminas XIII, XIV
y XV de la obra citada). Incluso las longitudes en los agrupamientos de estas puntuaciones coinciden, más o menos, con las de Llo­
nín (Ver lámina I y lám. 11-10 y 11).
Las puntuaciones —por otra parte frecuentes, como decía an­
teriormente, en los parietales prehistóricos: Pindal (Asturias), La
Pasiega y El Castillo (Santander), Niaux (Ariége), La Cullalvera
(Santander), Maltravieso (Cáceres), etc.— no son lo más interesan­
te de esta Cueva de Llonín, sino que hemos de considerar un signo
tan singular como el de las curvas semicirculares concéntricas
muy próximas al serpentiforme. (Láminas I y 11-15).
En la Cueva de Maltravieso hay un único signo de este tipo
publicado por Almagro (2) y de él dice el ilustre Profesor (3): «las
líneas concéntricas semicirculares pareadas que vemos encima de
los palos rojos citados, son hoy únicas en nuestro Arte Cuater­
nario».
Con el descubrimiento de Llonín son ya tres los signos de este
tipo que se integran dentro del repertorio simbólico prehistórico.
( 1) M a r t in A lm ag ro . “Las pinturas y grabados rupestres de la cueva de
Chufín (Riclones-Santander)”. Instituto Español de Prehistoria. Madrid, 1973.
(2) M a r t in A lm ag ro . “Cueva de Maltravieso. Cáceres". Madrid, 1969.
(3) M a r t in A lm agro . O b. cit., p ág . 60.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO d e
la c u e v a d e
LLONIN
29
La pintura parietal de la Cueva de Maltravieso también nos dá
la figura de un serpentiforme (4) que, aunque en su forma no res­
ponde al ejemplo que tenemos en la Cueva de Llonín, sí pueden
ambos corresponder al ideario de una misma cultura. Fórmulas
serpentiformes, ya grabadas o pintadas, las tenemos en La Pileta;
en Rouffignat; en Gargas, etc.
Igualmente la serie de líneas paralelas rectas de Maltravieso,
tienen contrapunto en la Cueva de Llonín (láminas 1 y II, núms. 3
y 4 y zona siguiente).
Es evidente la relación —en algunos casos única—, entre las
pinturas rojas de Llonín, las de Maltravieso y las de Chufín, de
forma que se compone un curioso triángulo de aparente unidad cul­
tural cuyos vértices se definen en Santander, Cáceres y Asturias.
A las pinturas de Chufín, Almagro se inclina a clasificarlas den­
tro del Estilo II (5).
Articuladas pues dentro de un auriñaco-gravetense muestran
asimismo su correlación con las pinturas de Maltravieso, y de éstas
dice Almagro (6) «su época auriñaciense, o tal vez perigordiense
antiguo, es indudable. Manos, tectiformes, cabeza de cérvido y aún
las puntuaciones evidentemente algo posteriores que hallamos en
la nueva cacereña de Maltravieso, son de lo más antiguo que el
arte cuaternario nos ofrece».
La coincidencia de Almagro al sugerir para las puntuaciones de
Maltravieso un estadio más tardío con su manifestación de «algo
posteriores», nos da a nosotros una determinación para la pintura
roja de Llonín: Una etapa auriñaciense o auriñaco-gravetense con
la que hemos de estar conformes, no sólo por la magistratura del
gran investigador al analizar las obras de Maltravieso, sino por­
que se muestra de acuerdo con el desarrollo del arte parietal de
la Cueva de Llonín, como veremos más adelante al estudiar sus
grabados.
Pero antes de concluir con el análisis de las pinturas rojas de
esta cueva, es preciso llamar la atención sobre una de las figuras
allí incluidas. Se trata del antropomorfo femenino (láms. I y II, 12).
Es un perfil en línea, probablemente realizado a pincel, donde
se determina el contorno de la cabeza con un puntito para señalar
el ojo. Asimismo se perfila con claridad el bulto de la mama, con­
tinuando el vientre y unos rasgos en líneas sueltas indicando las
(4) M a r t in A l m a g r o . Ob. cit. lám. XI, pág. 26.
(5) Obra citada, pág. 44.
(6) Obra citada, pág. 62.
30
MAGIN BERENGUER ALONSO
piernas. La línea de la espalda nace directamente del occipucio,
sin espacio para el cuello, curvándose ligeramente hacia afuera en
la línea dorsal, y rehundiéndose a la altura de los riñones para se­
ñalar después ligeramente la prominencia del glúteo. Toda la su­
perficie comprendida dentro de la delimitación señalada está sin
pintar excepto en el espacio comprendido entre el vientre y el glúteo
donde, por medio de una línea vertical ensanchada hacia el cen­
tro, parece indicarse la vulva.
Esta figura tiene la gran singularidad de ser el único antropo­
morfo femenino que conozco en el arte parietal prehistórico can­
tábrico. Se trata pues de un símbolo más con significado propio,
incorporado al ya amplio repertorio simbólico-abstracto del códi­
go cuaternario.
A la derecha de este antropomorfo hay un haz de líneas que
tratan de unirse en la base cobrando un aspecto ramiforme, y que
acaso pueda ir asociado al antropomorfo.
Por último queda como formulación singular las seis barras pa­
ralelas como un largo vástago ligeramente curvo, (láminas I y II-9)
y para el que no he hallado prototipo exacto, aunque puede estar
comprendido dentro del grupo denominado «signos dentados».
Las formulaciones trazadas con pintura roja en la Cueva de
Llonín, corresponden a un mismo momento. Su ideal abstracto,
sin que haya una sola representación figurativa, le conceden no
sólo unidad de factura, sino también de criterio. Creemos que se
trata de un riquísimo repertorio simbólico que se encuentra en
un estadio auriñacense o auriñaco-gravetense y que además, aporta
la novedad de incorporar el motivo de líneas semicirculares con­
céntricas, hasta hoy sólo conocido en Maltravieso, y del antropo­
morfo femenino, ejemplar único conocido.
RELACIONES COMPARATIVAS DE LOS GRABADOS DE LA
CUEVA DE LLONIN CON LOS DE OTRAS CUEVAS.
He de referirme en primer término a aquellos grabados que
no ofrecen duda alguna en cuanto a la técnica empleada y que
por poseer para ellos tipos comparativos muy exactos y próximos,
pueden aclarar el camino de su identificación estilística y crono­
lógica.
Son los de las figs. 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 11, 21, 23, 27, 28 y 29.
No fueron todos trazados por la misma mano, ya que hay dife­
rencias en cuanto a la maestría de ejecución, pero no hay duda
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
31
que obedecen al mismo sentido artístico y a una misma técnica,
no ofreciendo duda tampoco su contemporaneidad.
El rayado múltiple y débil busca una fórmula dibujística de
claroscuro e incluso de modelado anatómico de la figura, inten­
ción ésta que Jordá puso de manifiesto ya en 1957 refiriéndose en
términos generales a las muestras de grabado cuaternario de este
tipo (7). La intencionalidad de claroscuro queda bien manifiesta
pues la viveza de los tonos claros queda resaltada, ya aue la pie­
dra en muchos casos está entintada suavemente de color rojo y,
si no lo está, siempre tiene una pátina más oscura que la parte
que queda virgen por la abundancia del grabado, aumentando esta
riqueza de matices la propia proyección de sombras que produ­
cen las hendiduras o huellas de las finas líneas grabadas. Con
esta técnica se determinan también los movimientos del pelaje,
zonas oscuras de párpados, etc.
Asombra la poderosa fuerza muscular de estos artistas para
manejar con esa soltura y gracia de mano instrumentos tan difi­
cultosos para la eiecución de un dibuio de tan sensible línea so­
bre soporte durísimo. Personalmente he llevado a cabo alguna re­
producción sobre soporte de veso, cierto que bien seco y duro,
pero utilizando puntas de acero, y el esfuerzo físico a desarrollar
es enorme, entorpeciendo de forma radical la habilidad y oficio en
el trazo que. como dibuiante, se posea. Sin embargo el artista p^e>
histórico maneia el buril sobre la dura roca con la misma habili­
dad aue si actuara con lápiz blando de grafito sobre soporte de
papel. Las curvas en ojos, cornamentas, agujeros de la nariz, ex­
presión de la boca, etc., donde cualauier movimiento eauivocado
de fracción de milímitro cambiaría la expresión, son llevados a
cabo con una completa seguridad v destreza dándonos la certeza
de que el hombre eiecutante era joven y que. además de esa ex­
traordinaria fuerza física, estaba en posesión de un largo aprendi­
zaje que necesariamente había de tener sus inicios en la infancia.
Un muv completo repertorio realizado con técnica de grabado
múltiple v fino nos lo da a conocer la colección realizada sobre
fragmentos de omóplatos de la Cueva de «El Castillo» ('Santander'),
recientemente publicados por el profesor Almagro Bach (8) a cuya
obra remito al lector.
• (7) F . J o r d a . ‘ “Altamira, cumbre del Arte Prehistórico” * pág. 86. Inst.
Español de Antropología aplicada. Madrid, 1968.
(8)
M a r t in A lm ag ro B ach . “L os omóplatos decorados de la Cueva de
“El Castillo” Puente Viesgo (Santander)”. Trabajos de Prehistoria, Vol. XXXIII.
Madrid, 1976.
32
MAGIN BERENGUER ALONSO
Las semejanzas con los grabados parietales de la Cueva de
Llonín son evidentes y no cabe duda de que forman parte de una
misma escuela, en la que también coincide la temática, ya que en
la Cueva de Llonín, como se puede observar, preferentemente se
representan ciervas, caso que se repite en los grabados de los omó­
platos y en los parietales a los que más tarde me referiré.
No sólo son los grabados de los omóplatos de la Cueva de «El
Castillo» los que pueden servir de término comparativo a los de
la Cueva de Llonín. Sabido es que en la de Altamira fueron halla­
dos en nivel solutrense superior o solutrense final cantábrico, tam­
bién huesos grabados cuyo dibujo y técnica responden en un todo
a los de la Cueva de «El Castillo». Aunque el hallazgo se debió a
H. Alcalde del Río, Cartailhac y Breuil los publicaron por primera
vez (9) figurando después reproducidos en múltiples obras (fig. 34).
Fig. 34.-G ra b a d o s realizados sobre om óplatos, costillas y asta
de ciervo hallados en nivel solutrense lin a I de A ltam ira, p o r H. A l­
calde del Rio. (Según H. Breuil).
Además del arte mueble, nos dan paralelos de esta escuela de
grabado, que vemos ampliamente representada en la Cueva de
Llonín, los parietales de «El Castillo» y «Altamira». En Altamira
(fig. 35) con paralelismo en los grabados de los huesos, circuns­
tancia que se repite en los parietales de «El Castillo» (fig. 36) y
que evidencian, como una prueba más, la conexión de esta escuela
en las tres Cuevas cantábricas: «Altamira», «El Castillo» y «Llo(9)
E. C artailhac y H. B r e u il . “La Caverne d’Altamira a Santillana prés
en Santander. (Espagne)”. Monaco 1906.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
33
nín», aunque ésta última ofrezca la particularidad de que algunas
de las figuras son casi completas no limitándose sólo a las cabezas,
como generalmente ocurre en las representaciones de «Altamira»
y «El Castillo» salvo excepciones como las recogidas en la fig. 37,
que afirman más aún la similitud de estilo y técnica.
No me extenderé en otros tipos comparativos de más cuevas
cantábricas porque tan semejantes y fechadas con cierta seguridad
no los hallamos. Por otra parte esta técnica —tan repetida en el
arte parietal— si bien responde con afinidad al modo de hacer de
otros ejemplos, no lo hace con el mismo paralelismo respecto al
estilo artístico, y puede tratarse efectivamente de una técnica co­
mún aplicada a composiciones o bien anteriores o, acaso, más tar­
días que los ejemplos que nos ocupan.
Fig. 35,-C ab o zas de cierva grabadas en las paredes de ta cueva
de A ltam ira. El tam año coincide con las de la cueva de Llonin.
(Segú n H. Breuil).
Lo interesante es poder fijar para estos grabados de la Cueva
de Llonin, una etapa de realización en el Solutrense Final Cantá­
brico, articulándolo, si se quiere, con un Magdalenense Inferior
Cantábrico, pues sabido es que si en Altamira el nivel catalogado
para los huesos era el Solutrense Final, en «El Castillo» fue el
Magdalenense Inferior Cantábrico.
He de referirme ahora a otro tipo de grabados de técnica y estilo
presentes también en la Cueva de Llonin. Se trata de los correspon­
dientes a las figuras 10, 24 y 25 —cabeza de ciervo, cabra macho y
cabeza de ciervo, respectivamente. El primero de ellos se superpone
a la figura pintada en rojo del serpentiforme; a los números 24 y
25 se les superpone la figura de cierva en grabado múltiple y fino
núm. 23. Esta superposición indica la anterioridad de ejecución
de las figuras.24 y 25. No sería dato éste definitvo para determinar
una mayor antigüedad si no fuera por la gran diferencia de estilo.
Los números 10 y 25, emplean en su técnica una línea simple y
34
MAGIN BERENGUER ALONSO
muy ligeramente repasada en algún detalle, pero siempre con in­
cisión profunda y seguida. La núm. 24 —figura de cabra macho—
sigue una técnica parecida sobre todo en la definición de las pa­
tas donde la línea se hace fuertemente incisiva y con un solo trazo
se realizan minuciosamen+e los detalles de las pezuñas. Asimismo
una serie de detalles del pelaje, en el que se dibujan con rigor y
minuciosidad el movimiento de las crenchas y en general todo el
pelo del atavío invernal.
El concepto artístico de estos tres grabados mucho más ceñi­
do al modelo del natural, sin las imaginativas licencias planteadas
en los dibujos de trazo múltiple v sombreados de los grabados es­
tudiados en primer término, así como la superposición de estos
últimos, creo que autorizan a dar a estos tres grabados una ma­
yor antigüedad y si los primeros quedan encasillados en una eta­
pa solutreo-magdalenense los segundos, con las lógicas dudas, los
clasificaría dentro de una etapa francamente solutrense.
Leroi Gourhan (10) al comentar la figura 250 de su obra (cabra
de Gargas) fig. 38, de parecido evidente con nuestros grabados, dice
que está mucho más cerca del Estilo III que del II pero agrega
que «los contornos conseguidos por medio de sombreados parale­
los, responden sin embargo a la misma convención de las figuras
de aspecto primitivo que decoran el conjunto del santuario». Aún
hay otro fragmento de figura —patas anteriores de caballo— (fig.
39) con semejanza gemela en el trazo de las patas de cabra de nues­
tra figura 24.
Ello apoya la supuesta filiación solutrense para nuestras figu­
ras 10, 24 y 25.
También Jorda (11) dice al comentar la cronología de los gra­
bados altamirenses: «en primer lugar nos encontramos con una
técnica de grabado simple más o menos continuo que podemos
observar tanto en el gran techo como en las distintas zonas de la
galería».
«En algunos casos la incisión es profunda v ambos pueden con­
siderarse como los tipos de grabados más antiguos de la cueva».
Este tipo de grabados altamirense que Jordá describe y sitúa
entre los más antiguos de la cueva —por supuesto como anteriores
a los del claroscuro rayado— son semejantes a los de Llonín figs.
10, 24 y 25.
(10) A n d r e L e r o i G o u r h a n . “Prehistoria del Arte Occidental”. Edit. Luden
Mazenod. Gustav© Gili, S. A . 1968.
(11) Ob. cit. págs. 98-99.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
35
Fig. 37.-C ie rv a s grabadas en p arie tales de la cueva de El C asti­
llo. (Según H. Breuil)
Fig. 3 6 .-C a b e za s d e cierva grab a d as e n las pare d es de la cueva
d e El Castillo. Su tam año es tam bién sensiblem en te igual a las de la
cueva de Llonín. (S egú n H. B reuil).
Fig. 38 .-C a b ra .
C ourhan).
Gargas. (D ibujo sobre lo to realizada p o r A. L e ro l
36
MAGIN BERENGUER ALONSO
También emparentadas con estas fórmulas artísticas y de téc­
nica están la serie de cabras de la parte inferior del panel de Llonín señaladas con los números 11, 12, 13, 14; la del fragmento de
cérvido?, núm. 15; cabras, 16, 17, 18, 19 y 20, así como el bisonte
número 30, y la cabeza de caballo número 31, dejando como du­
dosa la posible cabeza de bisonte número 32, la cabeza de reno nú­
mero 26 y el caballo número 33.
Fig. 3 9 .-P atas anteriores de caballo. G argas. (Dibujo sobre foto
realizada por A. Leroi Gourhan).
RELACIONES DE LAS PINTURAS NEGRAS DE LA «CUEVA DE
LLONIN», CON LAS DE OTRAS CUEVAS.
Las formulaciones en pintura negra, como he dicho anterior­
mente, se superponen a los grabados figurativos en donde coincide
la ubicación de aquéllas y éstos.
Solamente ocurre lo contrario en el grabado número 32, posible
cabeza de bisonte.
También cuando hay líneas sueltas de grabado inidentificable,
a veces la pintura negra está por debajo de aquéllas.
Esto nos indica, al menos, la prioridad en la ejecución de los
grabados figurativos con respecto a la pintura negra. Pero si se
une a esto la distinta idea artística que preside a unos y a otros,
llegamos también a la conclusión de que están realizados en dife­
rentes etapas.
En la pintura negra de la Cueva de Llonín, vemos reunidas dos
tendencias: la abstracta y la figurativa.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
37
Dentro de la figurativa, a su vez, tenemos figuras definidas en
mancha de color y repasadas con grabado y otras que se dibujan
únicamente con línea de color.
A las primeras corresponden los dos bisontes y la cabra ma­
cho (láms. 1 y IV-4, 5 y 6). Estas figuras tienen mancha de color
aplicada con delicadeza y sabiduría técnica. Las tres tienen graba­
do finísimo y de trazo plural en las partes del tronco y cabeza que
se retocan; en cambio en las patas el trazo se hace en una línea
seguida, aunque si bien en 4 y 5 no es tan clara esta afirmación,
sí lo es en la figura de cabra 6.
Como ejemplos comparativos para los dos bisontes, he de citar
en primer lugar uno de la cueva de Le Portel, (Ariége), (fig. 40).
Fig. 40 .-B is o n te de la cueva de Le P ortel (Ariége). (Dibujo sobre
foto realizada p o r A. Beltrán y colaboradores).
El Profesor Antonio Beltrán y colaboradores (12) lo describen así:
«Es una de las más bellas figuras de Le Portel, representando un
bisonte que mira hacia la izquierda, con el cuerpo parcialmente
pintado en negro unido y perfilado con grafito, quedando la línea
dorsal solamente en trazo lineal grueso y sin pintar el espacio del
flanco; cabeza, pecho, vientre, parte inferior de los cuartos trase­
ros y patas están totalmente pintados, así como un triángulo entre
la giba y el lomo. Los cuernos, también negros, pero visibles por
una línea de vacío en la pintura, están en perspectiva normal y otro
tanto ocurre con las patas, dos por cada par. La totalidad de la
figura fue grabada después de pintada, notándose correcciones en
(12)
A n t o n io B e l t r á n , R om ain R o ber t , J ean V e z ia n . “La Cueva de Le
Portel”, pág. 147. Monografías arqueológicas. Zaragoza, 1966.
38
MAGIN BERENGUER ALONSO
el ojo y repintados en diversos puntos; en el frontal, patas y vien­
tre, el dibujo ha dejado fuera de la silueta un poco de la pintura
negra; y en las patas, la pintura las representa de frente, o al me­
nos sin detalles, mientras que el grabado lo ha hecho de perfil. La
nariz y la boca se acusaron, también, por medio del grabado. El tra­
zo de grabado es fino y múltiple; en algunos puntos doble o triple.
Mide 0,71 ms. de largo y 0,43 de la giba al vientre».
Aunque los bisontes de la Cueva de Llonín solamente alcanzan
60 cms. de longitud, es evidente la similitud no sólo en la técnica
empleada sino en el estilo dibujístico. En el bisonte de Llonín ve­
mos definirse en línea de grabado el triángulo que se produce en­
tre la giba y el lomo, también observamos puntualmente el espa­
cio sin pintar del flanco, manifestándose después con superficie
negra todo el fleco de pelo largo. Asimismo en el otro bisonte si­
guen las manchas de color negro con la misma intención y técnica.
Por otra parte el tipo de grabado se produce también igual que
en el ejemplo de Le Portel. Más aún hay otra circunstancia tan
importante, al menos para nuestro fin comparativo, y es la de la
línea dibujística que posee la misma sensibilidad con soluciones
semejantes, no solamente en los contornos de la giba, lomo, etc.,
sino que donde se acusa más este parecido es en la zona del rabo,
patas traseras y línea del vientre, en la que el ligero movimiento
saliente en la parte delantera de unión con el pecho y papada, se
retrae también ligeramente hacia la mitad, para volver a abultarse
en la zona del bajo vientre.
No cabe duda que tanto la figura de Le Portel y las de Llonín
están viviendo una misma etapa artística y una misma escuela.
Pero tenemos ejemplos locales que permiten establecer nuevas
comparaciones. Se trata de un bisonte de la cueva de «El Buxu»
grabado y contorneado en negro, con manchas del mismo color en
partes del cuerpo.
En esta figura está presente el mismo sentido artístico y de
expresión que en las dos figuras de bisonte de la Cueva de Llonín.
El despiece en mancha para el triángulo entre la giba y el flanco
y el de pelo largo en la zona del vientre, lo tenemos también en
varios bisontes de Santimamiñe (Vizcaya), y varios ejemplos más
podrían citarse en todo el recorrido franco-cantábrico.
Respecto a los bisontes de Le Portel y Santimamiñe opina el
profesor Leroi Gourhan que se trata de dos obras comprendidas
en el estilo IV (13). Asimismo, en relación con los bisontes de Le
(13) A n d r e L er o i -G o u r h a n . O b. cit.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO dé
la c u ev a
DE LLONIN
39
Portel, el profesor Graziosi (14) los estima comprendidos en el
Magdalenense sugiriendo, acaso, el Magdalenense Medio.
En relación con el bisonte de «El Buxu» el profesor Obermaier
y el Conde de la Vega del Sella opinan que se trata de obra de
Magdalenense Medio (15).
Dada la coincidencia en la apreciación cronológica de los ejem­
plos propuestos, nuestros dos bisontes de la Cueva de Llonín no
dudo en clasificarlos dentro del Magdalenense medio.
En ese mismo período estaría incluida la magnífica figura de
la cabra macho (láminas I y IV-6) por razones obvias, ya que su
técnica y estilo coinciden plenamente con las de los dos bisontes.
Fijada la etapa para las figuras precedentes, queda la cuestión
de determinar el resto de la pintura negra figurativa sin grabado y
con características tan distintas en la técnica, ésta ausente de es­
fumados y, por ende, de modelado con el color. Todas se represen­
tan con los contornos delineados en negro de trazo grueso (láminas
I y IV-7, 8, 9, 10 y 13) todas menos una de las cabras comprendida
en el grupo (láms. I y IV-10) en la que se rellena todo el cuerpo con
el color, y el supuesto cánido (láms. I y IV-13), en el que la parte
anterior de la figura parece destacarse silueteando con color el
fondo. Esta circunstancia parece extraña pues, salvo en las repre­
sentaciones de manos en negativo, no recuerdo haber visto este
sistema de definición pictórica en otros ejemplos, pudiendo por
ello darse la circunstancia de que lo que se ha estimado como color
de fondo sea realmente parte correspondiente a la figura, cuyos
complementos se han perdido.
Son todas estas representaciones muy sumarias, carentes quizá
del arte riguroso, realizado con maestría, que se observa en las fi­
guras de bisontes y cabra comentadas en primer término. En las
que ahora nos ocupan se han despreciado los detalles o no se han
sabido realizar. Nos recuerdan por su aspecto una fórmula dege­
nerativa que más que «gustar» de la recreación naturalista, pare­
cen ir a representar solamente el recuerdo resumido de la figura.
Con esas características pero con mejor arte, se formula también
la cabra? (IV-8). A propósito de ésta hemos de manifestar nuestras
dudas acerca de esta asignación de tipo. En la Cueva de «El Buxu»
hay una figura de gamo pintada en negro en actitud de bram ar
(14) P aolo G r a z io s i . “L’arte dell’antica età della piedra”. Florencia, 1956.
(15) H u g o O b e r m a ie r y El Conde de la Vega del Sella: “La Cueva del
Buxu”. Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas. Memoria
número 20. Madrid 1918.
40
MAGIN BERENGUER ALONSO
(fig. 41) que recuerda la de la cabra de Llonín. Quizá en ésta se ha
producido la desaparición de parte de la cornamenta conservando
sólo el primer tramo. Lo evidente es que la expresión es semejante
así como la solución pictórica. Este podría ser nuestro primer ejem­
plo comparativo con alguna certidumbre.
Flg. 4/.-Gamo efe la cueva de Bf Buxu.
Sin abandonar los ejemplos de la región, buscaríamos quizá
semejanzas para la pintura negra figurativa de Llonín en la misma
cueva de «El Buxu» con los pequeños cérvidos en negro; en la
Peña de Candamo la cabra en negro situada a la izquierda del Ca­
marín. En Santander el reno hembra del Estilo IV reciente de la
cueva de «Las Monedas»; en «Las Chimeneas» dos ciervos del divertículo, más simplificados y acaso más unidos al estilo de las
representaciones de Llonín. En La Pasiega la formulación de una
cabra; las de tres ciervas de Covalanas, etc.
Todo este grupo de tipos comparativos está más o menos encua­
drado dentro de un Magdalenense V ó VI que, personalmente, es­
timo apropiado para la pintura negra figurativa y sin grabado de
Llonín porque, en ella, también se ha abandonado un tanto el
rigor de los perfiles y el grabado de los contornos que acababa de
imprimir carácter a los detalles de línea y expresión en las figuras.
Acaso el grabado tiene su momento estelar en el Solutrense. Hay
una especial dedicación al grabado por parte de los artistas paleolí­
ticos de esta etapa y en ella florecen varias fórmulas evolutivas para
expresarse en este arte del dibujo grabado. En la transición, o vuel­
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
41
ta a la pintura como fórmula principal de expresión, parece no
poder desligarse totalmente de ella el grabado y así vemos con­
juntadas las dos técnicas para, más tarde, tenerlas separadas en
algunos ejemplos. Después se produce un cierto retorno en la filo­
sofía representativa con la formulación de modelos abstractos, co­
mo se pone también de manifiesto en el repertorio de la Cueva de
Llonín.
En dicho repertorio hay un motivo bastante repetido. Se trata
del figurado en láminas I y IV-3 que, como vemos, tiene varias re­
peticiones. Este motivo quizá pueda ser comparable con el puesto
para mí de manifiesto por el Profesor Ripoll en una obra de su
autoría (16). Está este signo pintado en negro. Me resulta nuevo el
motivo y tuve satisfacción al ver la posible paridad de las dos re­
presentaciones .
No obstante creo que tipos de expresión parecidos habría que
buscarlos en el arte mobiliar. Es en ellos donde vemos una posi­
ble conexión de este motivo, sobre todo en útiles de formas alar­
gadas, en los que se produce esa composición longitudinal, con
ejes más o menos paralelos. (Véanse las figuras 42 y 43, del Magdalenense final reproducidas en un trabajo de los Profesores Nougier y Robert (17).
También para la supuesta «máscara» (láms. I y IV, 2) podrían
hallarse en el arte mobiliar tipos comparativos. Pero como el fin
de este trabajo no trata de determinar la posible justificación sim­
bólica de estas formulaciones, sino de fijar más o menos las eta­
pas de su ejecución, diré que creo que este motivo está también
dentro del contexto general y contemporaneidad de toda la pin­
tura negra abstracta de la Cueva de Llonín, lo mismo que el ex­
traño signo formulado bajo las cabras pintadas (láms. I, fig. IV-12)
y, con ellos, las puntuaciones y líneas sueltas.
Toda esta pintura —comprendida la figurativa— habría que
situarla en una línea evolutiva que alcanzaría un Magdalenense V
y VI pasando a estadios muy tardíos en las formulaciones abs­
tractas.
(16) E duardo R ipo l l P er ello . “La Cueva de “Las Monedas” en Puente
Viesgo. (Santander)”. Lám. XXXII. Barcelona, 1972.
. .
(17) L o u is -R e n e N o u g ie r y R om ain R o b e r t . “Les décors abstraits dan
l’art Magdalenien'terminal de l a ‘grotte de La Vache (Alliât)”. Estudios dedi­
cados al profesor doctor Luis Pericot. Universidad de Barcelona, Instituto de
Arqueología y Prehistoria, 1973, págs. 150 y 151.
MAGIN BERENGUER ALONSO
42
Fig. 4 2 ,-C a p a 1 * 10.435 años.
Fig. 4 3 .-1 0 .9 0 0 años.
RESUMEN CRONOLOGICO
Pintura roja de formulaciones abstractas: Auriñacense y auriñaco-gravetense.
Grabado figurativo: Solutrense y solutreo-magdalenense.
Pintura negra figurativa y abstracta: Magdalenense V y VI.
CONCLUSION
La Cueva de Llonín supone sin duda un importante hallazgo que
no dudaría en calificar de sensacional.
Su amplio repertorio de arte parietal simbólico-abstracto aporta
un acervo que acaso pudiera abrir camino en las hipótesis maneja­
das para tratar de descubrir ese código que nos dé algún conoci­
miento más sobre los anhelos e inquietudes de nuestros antepasa­
dos prehistóricos* Por otra parte el buen arte manifestado en la
mayoría de los ejemplos figurativos de esta cu«eva, es un auténtico
recreo para el contemplador y nos llena una vez más de admiración
al comprobar la fina sensibilidad de este hombre del paleolítico
que es capaz de realizar tan bellas obras.
ESTUDIO DE LOS MACROMAMIFEROS DEL YACIMIEN­
TO PREHISTORICO DE «CUETO DE LA MINA»
(Asturias)
POR
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
Laboratorio de Paleontología
Sociedad de Ciencias «Aranzadi»
ESTUDIO GENERAL DEL YACIMIENTO
YACIMIENTO DE CUETO DE LA MINA
SITUACION Y DESCRIPCION DE LA CUEVA
El abrigo y cueva de Cueto de la Mina se encuentra a unos 600
m. en dirección NE-E del pueblo de Posada, concejo de Llanes (zo­
na oriental de la hoja n.° 31 (Ribadesella) I.G.C.-1944), accediéndose al mismo desde el barrio de Bricia en dirección E. por el borde
meridional de un relieve calcáreo residual conocido por La Llera.
Próximo al mismo se encuentran las cuevas de Bricia al W. y La
Riera unos 100 m. al E. Su altura sobre el nivel del mar es de 35
m. y sobre el nivel del valle de unos 18 m.
Sus coordenadas geográficas son:
Longitud, .Io. 10’ 5” E.
Latitud, 43° 25' 43" N.
44
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
La distancia al mar en línea recta es de unos 2 kms., aunque el
camino no es practicable, siendo los accesos naturales hacia el NW.
por la playa de San Antolín y hacia el NE. bordeando La Llera o
atravesándola hacia las playas de Barro y Miembro.
Este relieve residual aue constituye La Llera está formado por
un macizo de Caliza de Montaña (Namuriense-Carbonífero) con estralificación subvertical en dirección E-W. Se encuentra muy karstificado y degradado; su parte superior conserva algunos restos
de la antigua superficie de abrasión marina de 4- 50-60 m. del Cua­
ternario antiguo, habiéndose desarrollado posteriormente sobre
ella un karst subaéreo impuesto o encajado sobre el karst marino,
degradando las formas de este último, casi por completo y dando
como resultado un campo de dolinas con un lapiaz fuertemente
desarrollado, aunque enmascarado en parte por la vegetación ac­
tual. Sus zonas inferiores constituyen actualmente un karst vivo,
sabiéndose que en su zona meridional se sume el arroyo de la Bola
(Calabres según C. de la Vega del Sella 1921 Paleolítico del Cueto
de la Mina) y parece ser que resurge en la cueva de La Fonfría al
N. del macizo calcáreo ,aunque no se ha comprobado este dato. De
todas formas existe una circulación hipogea actual observable en
el fondo de algunas colinas v pequeñas simas de la parte superior
de La Llera, pero el estudio del aparato kárstico está por realizarse.
El abrigo, como hemos dicho, está situado a unos 15 m. (C.V.
Sella 1921) sobre el nivel del valle. Su formación está favorecida
por el buzamiento de las capas hacia el N. v las diaclasas y fractu­
ras de dirección principal N.NW—S.SE. Sobre una diaclasa se de^
sarrolla la pequeña cueva que forma parte del yacimiento. (Lám. I).
Al pie del cantil se encuentra un cordón de derrubios calcáreos
con una matriz arcillos aprocedente de derrumbes por retroceso
del mismo, en el que han iugado un papel impotante los fenóme­
nos periglaciales cuaternarios. El tramo superior de estos materia­
les contiene el yacimiento, por lo aue, a pesar de las excavaciones
del Conde y de Jordá ('1953'), queda gran par+e del mismo intacto.
No ocurre así en la pequeña cueva, donde sólo existe un pequeño
testigo incompleto.
La boca del abrigo se halla cubierta de vegetación. Antes de la
excavación dicha entrada se encontraba obstruida por un gran conchero postpaleolítico. La primera parte de la cueva consta de una
sala en cuvo techo aún se conservan en la actualidad restos de
dicho conchero. En la pared derecha hay unos grabados aue no
representan figura alguna sino que son un conjunto de incisiones
rectas, oblicuas y curvas. El Conde las atribuye al Magdaleniense
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
45
Lám. I.—Cortes de planta y lateral del yacimiento de “Cueto de la Mina”.
46
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
Superior. La cueva sigue en dirección norte por un estrechamiento
que da paso a una sala más pequeña. Por fin se prolonga hacia
el oeste en una pequeña y estrecha gatera.
DESCUBRIMIENTO, EXCAVACIONES Y BIBLIOGRAFIA
El yacimiento de Cueto de la Mina fue descubierto por el Con­
de de la Vega del Sella en noviembre de 1914, tras una exploración
de la zona. La excavación sistemática comenzó el 4 de diciembre del
mismo año bajo la dirección del Conde. Se abrió una cata de son­
deo de dirección E.-W. con el fin de reconocer la disposición de los
estratos. Dicha excavación se realizó en tres secciones.
La primera, por realizarse en invierno, comprendía todo el tra­
mo que va desde la entrada hasta el interior. Las otras dos sec­
ciones se llevaron a cabo en el verano siguiente. La segunda se rea­
lizó frente a la entrada y era transversal a la primera. Por último,
la tercera siguió paralela a la pared del abrigo en dirección W.
La excavación de las tres secciones se llevó a cabo mediante ni­
veles arbitrarios de 10 cms. cuando la coloración de la capa no
ofrecía variación, y adaptándose a los cambios de coloración de
los estratos cuando aquellos existían.
Toda la tierra, según Vega del Sella, fue pasada por cedazo lo
que permitió obtener pequeñas piezas que de lo contrario se hu­
biesen perdido. Este es un dato que nos da ciertas garantías en
cuanto al modo de excavación, siempre con la limitación de medios
y técnicas propios de aquella época.
Posteriormente Jordá Cerdá (1953) realizó una pequeña excava­
ción pero sin cubrir todo el corte. Los materiales excavados son
muy fragmentarios y sólo llegan hasta el Solutrense Superior. Di­
chos materiales óseos se conservan en el Museo de Oviedo y no en­
tran en el presente estudio.
La bibliografía básica sobre Cueto de la Mina consiste en la
Memoria de excavación de Vega del Sella (1916), Cabrera A. (1919),
Obermaier H. (1925), Wernert P. (1956), Jordá F. (1953) y una re­
ciente revisión de la industria Iítica realizada por Chapa T. (1975).
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
47
ESTRATIGRAFIA
Reproducimos en la Lámina II la serie estratigráfica dada por
Vega del Sella. Consta de ocho niveles arqueológicos cuya somera
descripción, siguiendo la publicación del Conde, es la siguiente.
Nivel H.—Tiene un espesor de unos 10 cms. Está situado en una
pequeña bolsada de la segunda sección, aunque se con­
tinúa bajo el derrumbe a unos 6 o 7 metros de profundi­
dad. Formada por ceniza y arcilla ferruginosa que le da­
ba un color muy rojizo. En la parte inferior había una
arcilla más clara que contactaba con un terreno forma­
do por descomposición de la caliza basal.
Corresponde al Auriñaciense.
Nivel G.—Separado del anterior por unos 10 cms. de arcilla. Las
características son semejantes al nivel H. También for­
maba una bolsa en el frente de la cueva aunque no se
continuaba bajo el derrumbe como el anterior.
Corresponde igualmente al Auriñaciense.
Nivel F.—Solutrense antiguo. Separado del anterior por una capa
de arcilla estéril de unos 20 cms. También en forma de
bolsada cortada hacia el W. por el derrumbe. Tiene al­
rededor de 25 cms. de espesor.
Tras una nueva capa de arcilla están los tres niveles siguientes
que se extienden uniformemente por las tres secciones excavadas.
Nivel E.—Solutrense superior. Tenía un espesor de 50 a 60 cms. Se
dividió primero en cuatro tramos y luego en dos.
Nivel D.—Magdaleniense inferior. Separado del anterior por una
fina capa de arcilla rojiza. Tenía un color oscuro y unos
50 cms. de espesor.
Nivel C.—Magdaleniense medio. De color rojo en contraste con las
capas inmediatamente superior e inferior que eran os­
curas. Penetraba en el interior en forma de estrecha cu­
ña. Hacia el exterior se ensanchaba considerablemente.
Nivel B.—Magdaleniense superior. Sólo se conservaba en el inte­
rior. El nivel que estaba a su altura en el exterior se
hallaba removido y contenía industrias de diversas épo­
cas.
48
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTÉ
Lám. II.—Estratigrafía de Cueto de la Mina.
(Reproducida según el esquema del Conde de la Vega del Sella)
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINÁ
40
Nivel A.—En el interior es una mezcla de marisco y útiles azilienses. En el tramo exterior es tierra vegetal con materiales
modernos. De este nivel apenas se pudo separar fauna.
Esto explica el reducido número de piezas sigladas con
este nivel.
ESTUDIO GENERAL DE LOS MACROMAMIFEROS
Las referencias antiguas respecto a la fauna de Macromamíferos que recogemos son las que incluye Vega del Sella en la Me­
moria de Excavación de la cueva (1916). Su resumen es el si­
guiente:
Niveles
A: Caballo, Bóvido, Jabalí, Ciervo, Rebeco, Cabra montes,
Turón, Nutria, Tejón, Zorro, Gato y Liebre.
B: Bisonte, Caballo, Ciervo (abundante), Cabra montés
(abundante), Corzo y Zorro.
C: Bisonte, Caballo (abundante), Ciervo (abundante), Cabra
montés y Rebeco.
D: Bisonte, Caballo, Ciervo (abundante), Cabra montés, Re­
beco y Lobo.
E: Mamut, Caballo, Ciervo (abundante), Corzo, Cabra mon­
tés (abundante), Rebeco (abundante), Hiena y Zorro.
F: Bisonte, Caballo, Ciervo, Rebeco y Zorro.
G: Jabalí, Caballo, Ciervo, Cabra montés y Rebeco.
H: Bisonte (abundante), Caballo (abundante), Ciervo (abun­
dante), Corzo, Cabra y Hiena.
Los materiales óseos excavados han permanecido en el Museo
de Ciencias Naturales de Madrid hasta la actualidad. Todas las
piezas tenían anotado el nivel al que pertenecían. En este momento
se hallan convenientemente sigladas y forman un conjunto de 680
fragmentos determinables. Pertenecen a un mínimo de 129 indivi­
duos. A pesar de su fragmentación, más de la mitad han podido
medirse.
La mayor parte pertenecen a maxilares y extremidades. Hay
muy pocas piezas del neurocráneo y ninguna vértebra ni costilla.
Se conservan completas las piezas dentarias, tarsales y falanges.
50
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
Tabla I.—Número de restos de cada especie y en cada nivel
A B
Felis lynx ..............................
Vulpes vulpes ......................
Ursus sp....................................
1
D
2
E
2
2
F G
H Tot.
1
1 4
1
.....
1
10
3
4 2 8
1
Sus scrifa ............................... 1
Cervus elaphus ................... 18 34 102 169 8 35 1 367
1 3
1
1
Rangifer tarandus ...............
7
1
2
Capreolus capreolus ........... 1 3
4
Bison priscus ....................... 1 1 1 1
1 23
Grandes Bóvidos ...................
3 5 13 1
4
2
2
Rupicapra rupicapra ...........
5 1 65
Capra pyrenaica ................... ? 38 2 17
Equus caballus ....................... 1 3 35 44 26 27 48 184
1
1
Mammuthus primigenius ...
Totales ....................... 75 85 147 255 36 77 55 680
En la tabla I damos el número de piezas de cada especie del
yacimiento repartidos por niveles. Cabe destacar que el nivel C
no aparece en esta ni en las restantes tablas porque no hemos en­
contrado pieza alguna de este nivel en el Museo.
A este respecto conviene aclarar desde ahora que, comparando
las citas de la Memoria de excavación sobre la fauna hallada y el
material conservado, nos da la impresión de que ha debido de ex­
traviarse parte del mismo. Y esto se confirma por el hecho si­
guiente. Al citar ciertas especies, el Conde las da como abundan­
tes, siendo así que en la actualidad sólo se conservan un pequeño
número de restos de las mismas en esos niveles.
En la tabla II damos a continuación el número mínimo de in­
dividuos de cada especie representados en cada nivel del yacimien­
to. Recordamos lo dicho anteriormente sobre la relatividad de
este dato.
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
51
Tabla II.—Número mínimo de individuos de cada especie en cada
nivel.
A B D E
Felis lynx ................................
Vulpes vulpes .......................
Ursus sp.................................... ...
2
1
Sus scrofa ................................
1
Cervus elaphus .......................
Rangifer tarandus ...............
Capreolus capreolus ........... ... 1
Bison priscus ....................... ... 1
Grandes Bóvidos ...................
Rupicapra rupicapra ...........
Capra pyrenaica ................... ... 1
Equus caballus ....................... ... 1
Mammuthus primigenius ..
Totales ........... ... 15
2
1
F G H Tot.
1
1
1
1
1
7
2
1 1 4
1
17 17 3 3 1 58
1 3
1
4
1
1
4
1 1
1 8
2 3 1
1 2
1
1 1 12
1 3
4 3 5 4 5 23
1
1
19 27 35 10 12 11 129
8
1
1
1
1
1
5
1
A la vista de ambas tablas, podemos afirmar el claro predominio
de los Ungulados sobre los Carnívoros. Este hecho parece tener
estrecha relación con el régimen alimenticio de los hombres de
Cueto de la Mina.
Como la proporción de Carnívoros es tan insignificante a par­
tir de este momento suprimimos en las tablas las tres especies
pertenecientes a este grupo.
A continuación ofrecemos en la tabla III el cálculo del porcen­
taje de cada especie de Ungulados con relación al total de los Un­
gulados. Este cálculo lo hemos hecho a partir del número de res­
tos no del número mínimo de individuos.
Por suponer que existió selección de material óseo no damos
el peso en gramos de los restos óseos. Los métodos de excavación
de la época no nos permiten fiarnos de dicho dato.
En la figura 1 damos una gráfica más visual e intuitiva de los
porcentajes calculados en la tabla III. El reno y el mamut no están
representados ya que su reducido número de restos hace de ellos
meras citas. Como puede observarse en dicha gráfica, conforme
se avanza de niveles más recientes a los más antiguos el ciervo
disminuye mientras que el caballo sufre una evolución inversa.
52
PEDRO MARIA CASTAÑOS tíGARTÉ
Fig. 1.—Gráfica de frecuencias de los Ungulados de Cueto de la Mina.
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUËTO DE LA MINA
53
Tabla III.—Porcentaje de cada especie de Ungulados respecto al
total de Ungulados en cada nivel.
A
B
Sus scrofa ........................ 4,17
Cervus elaphus ............... 75
40
Rangifer tarandus ....................1,1
Capreolus capreolus ... 4,17 3,5
Bison priscus ............... 4,17 1,1
Grandes Bóvidos ........................ 35,
Rupicapra rupicapra ...
2,3
Capra pyrenaica ........... 8,34 44,7
Equus caballus ............... 4,17 3,5
Mammuthus primigenius
Totales ............ 100 100
D
E
F
G
H
0,395,52 3,6
70,34 67,33 22,55 48,61 1,85
0,39
1,85
0,78
1,38
0,69 0,39
3,45 5,07 2,85 1,85
0,78
1,48 6,63
6,9 1,85
24,15 17,16 74,25 37,5 88,88
100
100
100
100
100
Para facilitar una comparación visual y rápida entre Cueto de
la Mina y otros yacimientos ya estudiados, recogemos aquí dos
tipos de gráficas que utiliza Delpech F. (1975) en el estudio que
hace de un conjunto de yacimientos franceses en su tesis. Estas
dos gráficas de las que hablamos ya se han dado también en el
estudio general de la cueva de La Paloma.
La figura 3 es una gráfica de frecuencias acumuladas de cada
nivel del yacimiento. Esta gráfica se separa notablemente en los
niveles F y H de las obtenidas en las cuevas de La Paloma y Tito
Bustillo.
Tampoco coincide con las que da la citada autora francesa en
su tesis para los yacimientos del suroeste francés.
La figura 2 es una gráfica que expresa la evolución de cada
especie de Ungulados a lo largo de los distintos niveles del yaci­
miento. Se observa claramente lo dicho sobre la evolución del cier­
vo y caballo. Mientras en los niveles Áuriñacienses y Solutrense
antiguo predomina claramente el caballo, posteriormente el ciervo
pasa a ser la especie predominante y esto coincide con una dismi­
nución del caballo en esos niveles. Hay pues un relevo entre estas
dos especies .
54
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
Fig. 2.—Gráfica con la evolución de cada especie de Ungulados de Cueto de
la Mina.
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
55
Fig_ 3,—Gráfica de frecuencias acumuladas de los Ungulados de Cueto de la
Mina.
56
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
Tabla IV.—Número mínimo de individuos adultos y juveniles.
A B D
E F G H Tot.
_____________________A J A J A J
A J A J AJ AJ A J
Jabalí ....................... 1
1
1 1 4
Ciervo .................... 7 2 6 2 13 4 15 2 3 2 1 1 47 11
Reno .......................
1
1
1
3
1
1
4
Corzo ....................... 1 1
Bisonte ................... 1 1 1 1
4
G. Bóvidos ...........
1 2
211
1
62
Rebeco ...................
11
1
21
Cabra ....................... 1 5
1
2 1
1 1 11 1
Caballo ................... 1 1
2 2 2 1 4 1 3 1 3 2 16 7
Mamut ....................
1
1
Totales ....... 12 2 16 4 19 6 27 5 8 1 8 2 8 2 98 22
En la tabla IV damos también el número de individuos adultos
y juveniles representados en cada nivel del yacimiento y por cada
especie de Ungulados. La proporción de individuos juveniles res­
pecto a los adultos como puede verse por la tabla es muy seme­
jante a la de La Paloma y otros yacimientos cantábricos estudia­
dos. Esta proporción manifiesta una inferioridad clara de las for­
mas jóvenes. Este dato parece confirmar el régimen cazador de
los hombres de Cueto de la Mina. La presencia minoritaria de in­
dividuos juveniles descarta la posibilidad de hábitos domesticadores.
Tabla V.—Resumen, por niveles, del número, edad en meses y fe­
chas de caza del Ciervo en el yacimiento de Cueto de la
Mina.
Número de
Edad a la
Mes del año
Niveles individuos que fué muerto en que fué cazado
1
15 meses
Septiembre
A.
1
16-17 meses
Octubre-Noviembre
1
Neonato
Junio
D
1
8-9 meses
Febrero-Marzo
1
11-12 meses
Mayo-Junio
1
9 meses
Marzo
E
1
10 meses
Abril
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
57
Damos en la tabla V la edad en meses de los individuos juveni­
les y el mes del año en que fueron abatidos. Para el cálculo de
estos datos, hemos seguido el mismo procedimiento que en La Pa­
loma.
Aunque el número de datos sea muy inferior a los del yacimien­
to de La Paloma, a la vista de esta tabla V podemos suponer que
el ciervo era cazado por los hombres de Cueto de la Mina tanto
en las estaciones frías del año como en las templadas.
Finalmente, podemos sintetizar los datos más significativos del
yacimiento por lo que a la fauna de Macromamíferos se refiere, en
los siguientes puntos:
a) Los Ungulados predominan claramente sobre los Carnívo­
ros. Este dato concuerda con los resultados de otros yacimientos
cantábricos y europeos.
b) El Ciervo es la especie más abundantemente representada.
Fenómeno este conocido ya por otros muchos yacimientos y que
demuestra la estrecha relación de esta especie con las costumbres
alimenticias del hombre paleolítico.
c) El caballo es, después del ciervo, el animal más abundante.
Y su presencia es más numerosa en los niveles más antiguos (del
Auriñaciense al Solutrense). A partir del Solutrense superior coin­
cide la disminución de caballo con el aumento y predominio del
ciervo.
d) El Reno, el Oso y el Lince no se hallan citados en la Me­
moria del Conde. Por tanto, respecto a Cueto de la Mina, caben
señalarse como citas nuevas.
ESTUDIO PARTICULAR
DE CADA ESPECIE
Siglas y medidas empleadas en las tablas de medidas dadas a
continuación:
alt. =
an.
anc.
ant.
artic.
d.
dist.
altura
anchura
ancóneo
anterior
articular
derecho
distai
media
M=
M (con subíndice o exponente) molar
máximo
màx.
mesial
mes.
mínimo
min.
número
n
olécranon
oJéc.
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
58
diáfisis
diámetro
epífisis
izquierdo
lateral
longitud
diáf.
diám.
epíf.
I.
lat.
Ion.
P (con subíndice o exponente) premolar
posterior
post.
proceso
proc.
proximal
prox.
desviación típica
s
superficie
superf.
variación
var.
IC95% = intervalo de confianza de la media.
En las piezas dentarias, el grado de desgaste se indica con los
siguientes signos:
sin desgaste
poco desgaste
desgaste medio
muy gastada
*
**
***
En general, en la toma de medidas se sigue el método de la
escuela alemana de Munich.
Para las medidas de caballo, se utiliza el método de F. Prat de
Burdeos. Y en las falanges, después de dar las medidas, se indica
con a. = anterior y p. = posterior.
CARNIVORA Bowdich, 1821.
Familia Canidae GRAY, 1821.
Vulpes vulpes LINNAEUS, 1758.
MATERIAL
Mandíbula
Dien. ais.
Ulna
Tibia
Metapodis
Falanges
Totales
D
NIVELES
G
H
F
E
1
1
1
1
2
2
1
1
1
2
1 4
1
1
Tot.
1
2
1
1
3
2
10
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
MEDIDAS
Mandíbula
Lon.
Lon.
Lon.
Lon.
Lon.
Lon.
59
F
64
60,5
56
34
29
26,2
alveolar C — M3
serie molariformes
P2 — M3
serie premolar
P2 — P4
serie molar
Tibia
An. máx. dist.
An. min. diáf.
15
7,7
Metacarpiano 2
Lon. máx.
An. máx. dist.
An. min. diáf.
45
6,9
4,7
Las pocas medidas que poseemos coinciden fundamentalmente
con las del zorro común. El canino inferior derecho del nivel E
tiene algunos caracteres de Alopex legopus pero no claros. Por es­
ta razón y por la escasez del material no nos atrevemos a relacio­
nar ningún resto con el zorro polar. Esta pieza de la que hablamos
se halla perforada en la base y parece haber servido de colgante.
Familia Ursidae GRAY, 1825.
Ursus arctos LINNEUS, 1758.
Los restos del oso pardo presentes son:
Nivel A: Un M2 izquierdo.
Nivel E: Dos vértebras dorsales muy erosionadas.
60
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
Ninguno de los tres restos nos ha permitido diagnosticar clara­
mente si pertenecen al Ursus spelaeus.
Familia Felidae GRAY, 1821.
Felis lynx par dina TEMMINCK, 1824.
Del Lince sólo tenemos un resto en el nivel G. Se trata de una
falange 2.a anterior correspondiente al 4.° dedo.
Sus medidas son:
Lon. máx.
An. máx. prox.
An. máx. dist.
An. min. diáf.
23,6
7,4
6,6
4,6
Con una sola pieza poco o nada se puede decir del Lince. Por
las medidas de esta falange parece tratarse de la forma española
F. lynx pardina ,pero sin demasiada seguridad. Cabe destacar que
esta especie no se hallaba citada en la lista de Macromamíferos
dada por el Conde de la Vega del Sella en la Memoria de Cueto de
la Mina.
ARTIODACTYLA Owen, 1848.
Familia Suidae GRAY, 1821.
Sus seroja LINNAEUS, 1758.
MATERIAL
Mandíbula
Dien. aisl.
Totales
NIVELES
A E
G
H
1
1 1 2
1
1 1 3
1
Tot.
1
5
6
No se ha podido tomar medida alguna de los restos de jabalí,
lo cual hace imposible cualquier comentario al respecto.
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
61
Familia Cervidae GRAY, 1821.
Cervus elaphus LINNAEUS, 1758.
MATERIAL
Distribución de los restos de ciervo según las partes del esque­
leto, por yacimientos y por niveles.
A
B
NIVELES
D
E
F G
2 11 31 1
Cuerna ............................
Neurocráne-o ...............
Maxilar ........................
4
1
Mandíbula ................... 12 3 20 23
Dien. aisl.......................
25 45 79
Húmero ........................
5
Ulna ............................
2
Tibia ............................
1 2
1
Calcáneo ........................
3
1
Astràgalo ..................... 1 2
4
8
1
Tarso rest......................
Metapodios ...............
1
4 17
1
Falange 2.a ...............
Falange 3.“ ............... 1
5
2
Sesamoideo ................
TOTALES ................... 18 34 102 172
MEDIDAS
Cuerna
1,—Diám. máx. sobre la roseta .. .
2,—Diám. mín. sobre la roseta . .
3,—Diám. máx. en la roseta ,
4,—Diám. mín. en la roseta ,
5,—Diám. máx. bajo la roseta .
6,—Diám. mín. bajo la roseta .
7. —Perímetro de la roseta........ .
260
2
5
4
3
8
35
NIVELES
D
68,5 64,5 64
54 47 56,5
72 72
64 65,5
51,5 52 54
48
52
230 240
B
67,5
49,5
85,5
77,5
1 1
5 20
H Tot.
45
5
60
182
5
1
3
6
6
20
1
26
1
1 12
1
2 371
E
69 63
48 49
72,5
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
62
Hay cinco fragmentos de cuerna que son de desmogue. Otros
conservan restos de cráneo. Algunos de los fragmentos basales tie­
nen la roseta erosionada y no se han podido obtener medidas. En
algunos se conserva el arranque de los candiles basales. El resto
de las piezas son simples fragmentos de pitón.
Mandíbula
1.—Lon. P2-P 4
2.—Lon. M x~M 3
3.—Lon. oc1. M3
4.—Lon- b. c. M q,
A
52,5 45 47 46
E
52 47 53
B 38 50 49 49
32
35
34,5 !
1
* *
34
j
F
E
47
1 . - ........................................
2. - ...........................
3 . - .........................
4.— .........................
33,5 34 33 34,5 31,5 32,5
34 36 36 39 32 36,5
** ** ** ** ** **
Resumen de la Lon. P2- P *
Nivel
A
D
E
n
4
4
3
M
47,9
49
50,6
var.
45-52,5
48-50
47-53
s
2,9
0,7
2,6
IC 95 °/0
15,4
0,9
21
Ma aislados
B
E
1.—Lon. ocl. .. 33 30,5 36,5 31 30,5 32 30,5 34 32 33 31 31 29,5
2. - Lon. b* c ... 35 35 38 34 34
33,5 38,5 34 37 34 35 35,5
* *$
** sfc'ife
* * ** * $>|i
63
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
E
G
1.— ... 32,5 33 34,5 31,5 33 35,5 31 30,5 34 31
2 .- ... 37 33,5 36,5 35,5 33,5 35,5 34 34 37 37
32
35
Resumen de la longitud en la base de la Corona del M8
Nivel
B
B
n
N
35,2
35,2
5
23
var.
34-38
32-39
s
1,46
1,7
IC 95°/0
3,0
1,3
Número
E
59
5,55 56,5
55,5 5 2 54
1. —An. máx- dist.................
2.—An. tró c le a ...................
57,5 62
52,5 57
Resumen de las medidas de húmero.
Nivel
p
n
M
58,1
58,1
Medidas n
1.
5
2.
í
var.
55,5-52
52-57
s
2,26
1,86
44,5
E
53
IC 95 0/ o
7,14
4,8
Tibia
D
R
An. máx. dist.
53,5
56
Astràgalo
1.—Lon. máx lat...
2 .—Lon.máx. mes..
3.—Esp. lat.............
4.—An. cabeza...
A
54,5
52,5
30
33,5
B
51
48,5
27,5
36
61,5
57,5
33,5
39
56
52,5
29,5
33
D
58
55,5
32
39,5
56,5
53
29,5
33,5
62
57,5
39
39
E
59 57
55,5 55
31,5 30,5
37 34
64
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTÉ
E
1.............. 55,5 54 57 57,5 57,5
2. — . . . . 51,5 50,5 55,5 52 54
3 .- . . . . 31 30 31,5 31,5 31,5
4.............. 35 34 36 31 35
Resumen de la? medidas de astrálagos.
Niveles
n
medidas
1. “
E
c
8
2. -
8
8
8
3. 4—
5
5
5
5
1. - 2. —
3. 4. -
M
57,4
5 3,9
32
35,1
55,9
52,2
31
35,6
G
56,6 55,5 56
53 52,5 52
31 30,5 32
36 34 35,5
var,
54-62
50,5 57,5
30 39
31-39
53,5-58
49 54
29,5-32
34 37,5
s
2,2
2,24
2,67
2,2
1,46
1,8
0,83
2,91
53,5
49
29,5
35
58
54,5
3?
37,5
IC 95
4,38
4,48
6,4
4,33
2,97
4,53
0,97
11,75
Calcáneo
Lon. máx,
120
D
118,5
123,5
Metacarpo
D
E
30,5 30 30 29,5 30
28 30
1. — Esp. arista mes. 31,5 28
44 44 44 43 44 40 46
. —An. máx. dist. 42,5 41,5 43
2
Resumen de las medidas del metacarpo.
Nivel
E
Medidas
1.—
2. —
n
6
7
M
29,5
43,5
v r.
28-30
40 46
s
IC 95 °/0
0,73 0,62
1,67 2,83
65
Yacim iento prehistórico de cueto de la m ina
Matatarso
1.—An. máx. dist. . . .
2. —Esp. arista mes . .
Falange 3. a
B
46,5
31,5
49
31,5
E
46,5
31,5
43
28,5
A
D
E
G
H
1.—Lon. máx. basai.. 60,5 48 51 55,5 48,5 54 51 53 52 52
2.—Lon. máx. dorsal. 54 46
47,5 49 48 45,5 47 47
Resumen de las medidas de la falange 3.a
Nivel
Medidas n M
var.
s 1C 95 °/0
1.—
4 50 48-55,5 3,06 17,22
D
2.—
3 47,5 46-49
1,29
5,06
Por ser la especie más representada y sobre todo por la riqueza
de material determinable que ha proporcionado, vamos a dedicarle
un estudio más detenido comentando algunos aspectos interesantes.
1.—La primera observación que se nos ocurre a la vista de los
restos óseos en conjunto, es la reducida proporción de vértebras y
costillas con respecto al resto del esqueleto. Teniendo en cuenta
que el ciervo constituye, sin ninguna duda y a mucha distancia de
las demás especies, el más abundantemente representado, cabría
esperar una mayor proporción de estas piezas. Más aún si pensa­
mos que la vértebra es una pieza que se conserva bien, al menos en
su cuerpo vertebral.
De 371 restos estudiados no aparece ni una vértebra ni una cos­
tilla. Pensamos que en este caso se ha podido perder material ya
que Vega del Sella dice expresamente en la Memoria de la Exca­
vación que se recogieron todas y cada una de las piezas e incluso
se cribó toda la tierra del yacimiento.
De estos resultados podemos deducir que en el régimen cazador
de los hombres de Cueto de la Mina no era frecuente transportar
a la cueva los animales enteros sino las partes correspondientes
sobre todo a las extremidades y cabeza (al menos los maxilares).
No obstante lo dicho, el estudio del yacimiento de Tito Bustillo,
realizado recientemente por J. Altuna (1976), da una proporción de
324 vértebras y 209 costillas sobre un total de 3.500 fragmentos.
Estos datos nos indican que la anterior conclusión no puede gene­
ralizarse sin más y que de una zona a otra varían algunas costum­
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTÉ
66
bres. El último dato que hemos dado, gana en interés para nosotros
si se tiene en cuenta que Tito Bustillo es un yacimiento también
asturiano.
2.—Un dato de interés es también la escasa proporción de cuer­
na. En Cueto de la Mina de 371 piezas sólo 45 pertenecen a la cuerna.
Además teniendo en cuenta que la mayoría son fragmentos de pitón
que pueden pertenecer al mismo individuo, dicho número puede ser
aún menor. A esto hay que añadir que 5 fragmentos son de desmogue y por tanto no pertenecían a ejemplares cazados, sino que fue­
ron llevados a la cueva con otros fines.
La observación de este mismo dato la hizo J. Altuna en el mate­
rial de Tito Bustillo donde el número de restos de cuerna sobre un
total de unas 3.500 piezas era sólo de 22. En los yacimientos vascos,
sin embargo, de un total de fragmentos análogo, hay 157 de cuerna.
Este autor apunta a partir de este dato una hipótesis que nos pare­
ce sugestiva y que concuerda con nuestros resultados.
Transcribo textualmente su cita y el método seguido por dicho
autor para apoyarla.
«Ello (se refiere a la escasa proporción de cuerna) nos
inclinaría a pensar que los hombres de Tito Bustillo explota­
ban con preferencia los rebaños de ciervas con sus crías, más
numerosos y más fijos a un territorio, que los de machos,
menos estables, menos fijos y más peligrosos.
Para confirmar o dar al menos más verosimilitud a esta
hipótesis hemos comparado algunas medidas de piezas de
Tito Bustillo con las del yacimiento vasco de Urtiaga, escogiendo de éste los restos de ciervo de los niveles magdalenienses: F, E y D.
Hemos querido elegir para tal comparación una pieza de
las extremidades anteriores, pensando que la diferencia bio­
mètrica entre ciervos y ciervas se acusará mejor en el pie
delantero que mejor ha podido ser medida es el extremo dis­
tai del Metacarpo, hemos comparado la anchura del extremo
distal de esta pieza entre los ejemplares de Tito Bustillo y
los de Urtiaga. Para la comparación hemos utilizado el test
de apreciación de la diferencia de medias independientes (1)
y el resultado ha sido que la diferencia de ambas medias es
significativa. Para ser más precisos, el resultado ha sido que
hay más de un 99% de probabilidades de que la diferencia
(1) La fórmula aplicada es:
tin d ----
X—Y
(nx ~ 1) + (ny — 1) Sy
nx -f- ny — 2
i+i
nx
Dy
YACIMIENTOS PREHISTORICOS DÉ CUETO DE LA MINA
67
no se deba al azar sino a otra causa. Esta causa puede ser la
hipótesis enunciada» (2).
Con el mismo método, el autor compara también las anchuras
distales de los metatarsos resultando igualmente significativa pero
sólo con un 90% de probabilidad, resultado que era de esperar por
lo indicado anteriormente respecto de la diferencia sexual.
Parecidos resultados en cuanto a la proporción de cuerna en La
Paloma, nos hizo pensar que esta hipótesis podía ser corroborada
por las medidas de este yacimiento (3). En Cueto de la Mina sin
embargo, la proporción de cuerna es más alta sin llegar a igualarse
con los yacimientos vascos. Por tanto cabía esperar que la prueba
estadística no diera idénticos resultados en ambos yacimientos.
Con intención de comprobarlo y siguiendo el mismo método, he­
mos comparado las medidas de los ejemplares del nivel 6 (que es
el más abundante) de La Paloma con las de Urtiaga (Guipúzcoa),
con las de Tito Bustillo y con las de Cueto de la Mina.
Hemos completado esta prueba comparando también las de Cue­
to de la Mina (en sus niveles würmienses) con Urtiaga y Tito Bustillo.
El resultado de dichas comparaciones queda resumido en la
tabla XI.
Tabla VI.—Test de apreciación de la diferencia de anchuras distales
medias en Metacarpos y Metatarsos de los ciervos de Ur­
tiaga, Tito Bustillo, La Palma y Cueto de la Mina.
Metacarpo. An. máx. dist.
^indep.
n M
var.
s
3,34
Urtiaga F-f-E-|-D 29 45,2
38-51 3,1
21 42,5
La Paloma 6
39,5 50,5 2,6 (más de 99,5 ° /0)
40-49 2,17
0,127
15 42,7
Tito Bustillo 1
(un 50 0/o)
La Paloma 6
21 42,5
39,5-50,5 2,6
2,0
38-51 3,1
Urtiaga F-f-E-j-D 29 45,2
40-46 1,88 (más del 95 °/0)
Cueto de la Mina 10 43,2
0,45
40-49
2,17
42,7
15
Tito Bustillo 1
40-46 1,88 (menos de 7 0°/o)
Cueto de la Mina 10 43,2
42,5
2/6
0,61
39,5-50,5
21
La Paloma 6
40-46 1,88 (menos de 75 ° /0)
Cueto de la Mina 10 43,2
(2) A l t u n a , J., Estudio de los mamíferos del yacimiento de Tito Bustillo
(Asturias). En prensa.
(3) C a st a ñ o s , P., Estudio de los macromamíferos de la cueva de La Pa­
loma (Asturias). En prensa.
68
Pedro
m aria c a st a ñ o s u g a r t è
Metatarso. An max. dist.
Urtiaga F+E-j-D
La Paloma 6
Tito Bustillo 1
La Paloma 6
n
M
var.
16
8
12
8
46,8
43,6
44,5
43,6
42,7-53
42-46
42-49,5
42-46
s
t indep.
3,2
2,725
1,26
(un 99 ü/ 0)
2,4
1,034
1,26 (menos de 90 °/0)
Como puede apreciarse en la tabla, el test para los metacarpos
de Urtiaga y La Paloma indica que la diferencia de medias es signi­
ficativa. Dicho de otra manera, que hay más de un 99,5% de proba­
bilidad de que dicha diferencia no se deba al azar sino a otro factor.
El test entre Urtiaga y Cueto de la Mina señala que la diferencia
es significativa pero con menor probabilidad (sólo un 95%) lo cual
cabía esperar ya que como hemos dicho anteriormente la propor­
ción de cuerna era también mayor y más cercana al yacimiento
vasco.
Para los metatarsos la diferencia entre Urtiaga y La Paloma es
significativa pero en menor grado: solo un 99% de probabilidad.
Era de esperar este resultado según lo dicho en la hipótesis de la
diferencia sexual. Entre Urtiaga y Cueto de la Mina no hemos po­
dido aplicar el test por escasez de datos en este último yacimiento.
3.—Las diferencias específicas y subespecíficas del Género Cervus se han apoyado fundamentalmente en la forma, posición y nú­
mero de los candiles basales de la cuerna. Ahora bien, por el estado
de conservación de los mismos, en nuestros restos es imposible una
sistemática basada en este dato. En algunas piezas se aprecia el
arranque de los candiles basales típicos de Cervus elaphus. No nos
queda otro recurso que acudir al tamaño y esto con mucho tiento,
debido a la gran variabilidad de los ciervos tipo «elaphus» en cuan­
to a tamaño.
YACIMIENTO PREHISTÓRICO DÉ CUETO DÉ LA MINA
69
De todos es conocida la tendencia de algunos autores a com­
parar los grandes ciervos wiirmienses con el wapiti canadiense (Cervus elaphus canadiensis Erxleben). Incluso con el de Asia Menor,
Cáucaso y Persio (Cervus elaphus maral Gray). Muchos autores
españoles antiguos han dado los restos de ciervo de cuevas asturia­
nas como del Cervus elaphus cantabricus creado por Graells (1897).
A este respecto, traemos una cita de E. Hernández Pacheco so­
bre la cueva de La Paloma donde menciona precisamente ejempla­
res de este tipo:
«La faune de mammifères des niveaux paléolithiques est
constituée en plus grande partie par des restes de cheval ou
de cerf; ce dernier est souvent de la taille du wapiti (Cervus
cantabricus, Graells)» (4).
Respecto a este «imaginario» Cervus cantabricus, un poco más
adelante comentaremos su posible justificación a la vista de las
medidas que poseemos. De todas formas, Vega del Sella no cita en
la fauna de este yacimiento ejemplares de Cervus elaphus canta­
bricus.
Ahora resumimos brevemente algunos resultados comparativos
de estas medidas.
a) En primer lugar diremos que las medidas de los ciervos de
Cueto de la Mina coinciden fundamentalmente con las de los res­
tantes yacimientos cantábricos estudiados. Concretamente, hemos
podido compararlas con las de los yacimientos guipuzcoanos (Altuna 1972), Cueva Morín (Altuna 1972), Tito Bustillo (Altuna 1976) y
La Paloma (Castaños 1979). Dicha comparación la hemos realizado
con los medidas más numerosas y fiables: Ms, húmero, tibia, astrà­
galo, calcáneo, centrotarsal, metapodios y falanges.
Lo que no hemos observado en nuestro material es una dismi­
nución tan neta entre los ejemplares wiirmienses y postwürmienses
como la señalada en otros yacimientos de los citados. Como puede
comprobarse en los resúmenes de medidas, las medias de los nive­
les A y B de Cueto de la Mina no son tan claramente inferiores a
las de los niveles más antiguos. Hay que decir no obstante que
existe una tendencia a la disminución de tamaño pero que no es
tan llamativa como en otros yacimientos cantábricos.
b) Un segundo dato biométrico consiste en que las medidas de
(4)
H e r n a n d e z P a c h e c o , E., 1922: “Plaques d’ardoise et os gravés de ca­
verne de La Paloma”, Rev. anthropolgique, N.° 9-10, Paris, 336.
70
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
Fig. 4.—Gráfica de la variabilidad y medias de la lohgitud lateral del astrà­
galo en diversos yacimientos y niveles. (Tomada de J. Altuna).
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
71
Fig. 5.—Gráfica con la variabilidad y medias de la longitud lateral del astrà­
galo en diversos yacimientos y niveles, completada por La Paloma y Cueto
de la Mina.
72
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
nuestro material no superan, e incluso son ligeramente inferiores,
a las de ciervos neolíticos centroeuropeos.
Hemos comparado nuestras medidas con dos series. Una, la da­
da por Jequier (1963) del yacimiento suizo de Burgaschisee-Süd,
así como las de Bialowieza (Polonia) y Siebenbürgen (Rumania).
La otra serie pertenece al yacimiento bávaro de Polling y ha sido
publicada por Blome (1969). En la bibliografía final se hace refe­
rencia exacta de estas dos publicaciones.
La comparación se ha realizado con las mismas medidas usadas
al cotejar estas dos cuevas con el resto de los yacimientos cantá­
bricos citados anteriormente.
Este último dato viene a confirmar de nuevo la gran variabili­
dad de talla aue existe en esta especie y por consiguiente hace poco
probable y aún menos segura la creación de especies o subespecies
nuevas basados en la variación de tamaño.
c)
Para confirmar de algún modo lo dicho anteriormente, demos
dos gráficas (figs. 4 y 5) donde se representan la variabilidad y las
medias de la longitud lateral del astràgalo (medida abundante v
bastante segura) de diversos yacimientos y niveles.
La fisura 4 (tomada de Altura 1976) la traemos como resumen
gráfico de lo dicho. Se observa que entre los niveles würmienses
(TB=Tito Bustillo, MO=Cueva Morín, UR.D=Urtiaea D) v los postwürmienses (UR.C + B = Urtiaga C + B, CV=Cueva de las Vacas
de Granada) hay una clara disminución de tamaño. También se ve
oue los eiemplares magdalenienses de los yacimientos citados no
difieren sustancialmente de los yacimientos centroeuropeos (B-S =
Bureáschisee-Südy Siebendbürgen, POL=Polling).
En la figura 5, hemos representado, sobre el mismo gráfico an­
terior y por el mismo método, nuestros eiemplares de La Paloma
separando también los magdalenienses (PL.8 y PL.4 + 6) de los azilienses (PL.2). También se han intercalado los niveles E y G de Cue­
to de la Mina (CM. E 4- G). Como puede verse, se sitúan en posicio­
nes intermedias pero más cerca de los würmienses de los otros vacimientos cantábricos. Se ve que hav una tendencia a la disminución
de tamaño pero no se observa un hiato tan claro como en la figu­
ra 4.
Respecto a la relación con los eiemplares centroeuropeos aueda
claro también que no hay diferencias entre los ejemplares de nues­
tros yacimientos y éstos.
Todo lo dicho anteriormente nos hace pensar aue las taxonomías
basadas en la diferencia de talla están poco justificadas debido a la
variabilidad del ciervo al respecto. Por tanto, hablar de un Cervus
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
73
del tipo wapiti en estos yacimientos cantábricos no tiene base sóli­
da a partir de meros datos biométricos.
Rangifer tarandus LINNAEUS, 1758
MATERIAL
B
E
H
1
C uerna............................................
Falanges ................................. 1 1
TOTALES
1
1
1
Tot.
1
2
3
MEDIDAS
Falange l*
E
Lon. máx. mitad periférica ............................... .......45,5
An. máx. prox...................................................................18,1
An. dist.............................................................................. (14,2)
An. mín. diáf..................................................................... 13
Falange 2.a
Lon. máx. mitad periférica ...............................
An. máx. prox............................................................
An. dist........................................................................
An. mín. diáf.............................................................
B
33
17
15,3
12,3
La presencia del Reno en los yacimientos cantábricos más oc­
cidentales es muy escasa. En el estudio de los yacimientos guipuzcoanos esta especie ha aparecido claramente. Y los últimos ya­
cimientos estudiados están defectando su presencia, aunque muy
escasa, en varios en los que hasta ahora no se hallaba citado. Así
ocurre en Cueva Morín (Altuna 1972) y Tito Bustillo (Altuna 1976).
Vega del Sella no cita esta especie en Cueto de la Mina. Cabe
suponer que alguna de las piezas de Reno se hubiesen confundido
con ciervo o cabra montés. El estudio detenido del material nos
permite citarlo como seguro.
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
74
El escaso número de restos hace pensar que se trata de ejempla­
res llegados de la zona cantábrica más oriental. Aunque las pocas
citas que hay a este respecto nos impiden por ahora cualquier con­
clusión de este tipo.
Capreolus capreolus LINNAEUS, 1758
MATERIAL
NIVELES
A
Maxilar ........................... 1 1
Mandíbula .......................
2
Dien. ais..............................
Falanges ...........................
TOTALES ....................... 1 3
B
E
2
G
Total
2
2
2
1
1 7
2
1
MEDIDAS
Falange 1.a
An. máx. prox.
An. mín. diáf.
Mandíbula
G
12,5
13,5
Lon. P2-P<
B
31
El corzo es una especie poco abundante en los yacimientos de
la Península Ibérica. Está adaptado a climas templados y por esta
razón aparece sobre todo en las épocas postglaciares.
El escaso número de restos no permite comparación alguna con
los pocos publicados hasta ahora o con los centroeuropeos. Sólo
cabe decir que las escasas medidas que hemos obtenido coinciden
fundamentalmente con las dadas en los yacimientos guipuzcoanos
y en Cueva Morín (Santander) por J. Altuna.
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
75
Rupicapra rupicapra LINNAEUS, 1758
MATERIAL
B
Mandíbula
Dien. aisl.
Húmero
Tibia
TOTALES
T otal
1
1
1
1
4
E
1
1
1
1
2
2
MEDIDAS
Húmero
Tibia
B
36,5
34,5
An. máx. dist.
An. tróclea
E
An. máx. dist. 26,5
Con tan escaso material y medidas nada se puede decir respec­
to de esta especie.
Capra pyrenaica SCHINZ, 1838
MATERIAL
NIVELES
Clavija
Maxilar
Mandíbula
Dien. ais.
Húmero
Metapodios
Falanges
TOTALES
A
B
D
1
1
2
30
1
5
2
38
2
2
E
3
2
1
9
2
17
G
H
4
1
1
5
1
Total
3
2
6
44
1
7
2
65
76
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
MEDIDAS
Maxilar
Mandíbula
E__
25,5
Lon. P2-P4
A
20
Lon. P2-P4
Lon. ocl.
Lon. b. c.
B
22
18
23^5
**
M2 aislados
B
Lon. ocl. 19,5
Lon. b. c. 26,5
*
23,5
26,5
*
21
22,5
21,5
25
*
21
23
E
23,5
22
**
***
G
22 27
26 26,5
**
*
Húmero
B
An. màx. dist.................... 35,5
An. tróclea ....................... 34,5
Metacarpo
An. màx. dist........................
Esp. arista mes ................
B
37,5
20
G
32,5
20
35,5
21
Metatarso
An. màx. dist......................
Esp. arista mes ...............
Falange l.a
Lon. máx. mitad periférica ...
An. máx. prox.....................
An. min. diàf.......................
An. dist.................................
33
20,5
B
34,5
21,5
H
23
20
30,5
20
E
46,5
17,2
13
40
14,9
11
12
77
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
Las medidas de nuestros ejemplares de cabra montes coinci­
den fundamentalmente con las dadas en otros yacimientos cantá­
bricos. Parecen pertenecer por tanto a la forma pirenaica. Las me­
didas de cabras fósiles alpinas son mayores.
Familia Bovidae GRAY, 1821
Bos primigenius BOJANUS, 1827 y Bison priscus BOJANUS, 1827
MATERIAL
A B D E F H Total
1
1
2
Clavija ...................
Cráneo ...................
1
1
Maxilar ...................
1
1
Dien. ais.......................
1
8 1 1 11
1
1
Costillas ...................
Radio ........................
1
1
Tibia .......................
1
1
Astràgalo ...............
1
1
Metapodios ...........
2
2
Falanges ...................
2 2 2
6
TOTALES ...............
1 4 6 14 1 1 27
MEDIDAS
La distinción entre ambas especies no es tarea fácil. Más, si
se tiene en cuenta el escaso número de restos que poseemos. Por
esta razón, a la vez que damos las medidas, incluimos algunos co­
mentarios taxonómicos.
Clavija córnea
Poseemos dos restos de clavija procedentes de los niveles B y E.
Ambas pertenecen al Bisonte pero por su estado de fragmentación
ha sido imposible tom ar medida alguna. Uno de dichos restos pre­
senta hacia la mitad un gran orificio que se hunde hasta el hueco
central del asta y que no parece hecho artificialmente.
Mandíbula
M2
E
Mg
E________ H
Lon. ocl.
33
Lon. ocl.
51,5
41
An. máx.
19,2
**
**
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
78
Radio
El único resto que poseemos pertenece al nivel A. Sus medidas
son las siguientes:
1.—An. máx...........................................................
117,5
2.—An. máx. superi, artic..................................
103
3.—Lon. parte mes. superf. artic......................
56
4.—Lon. parte lat. superf. artic......................
36,5
tIndice
j. superi,r artic. prox.
, = f------4 —100
-------- = 65,01
Comparando el valor de este índice con los dados por Lehmann
y Stampili para Bos y Bison, vemos que está más cerca del Bison­
te que del Uro. Si a esto añadimos que la escotadura para albergar
el saliente de la Ulna es obtusa y que la protuberancia lateral es
pequeña, nos inclinamos a pensar que este resto pertenece al Bi­
sonte.
Astràgalo
El único resto pertenece al nivel D. Sus medidas son:
Lon máx. lat.......... ...93,5
Lon. máx. mes. ... 85
Esp. máx. lat.............52.7
Esp. máx. mes. ... 53,5
An. tróclea ....................... ...58
An. cabeza ....................... ...61
An. parte lat. cabeza ... 29.7
An. parte mes. cabeza ... 30
Por las medidas y por ciertas características morfológicas que
no detallamos aquí, nos inclinamos a pensar que ambas piezas
pertenecen al Bisonte.
D
Metacarpo
An. máx. dist.
An. min. límite epíf. diáf.
Falange 2*
Lon. máx..............................................
An. máx. prox....................................
An. dist................................................
An. min. diáf....................................
108
97
........
........
........
........
B
49,5
36
31
28,5
91,5
88
E
53
46,5
40,5
Ya c im ie n t o
p r e h is t ó r ic o d e c u e t o d e l a m in a
Falange 3.a
D
Lon. diagonal ............ . 103
Lon. máx. dorsal .......
78
D
107
77
En definitiva se han podido determinar cuatro piezas como
pertenecientes a Bison priscus. El resto del material pertenece a
Gran Bóvido pero sin poder diagnosticar con seguridad si se trata
de Bisonte o de Uro.
PERISSODACTYLA Owen, 1848.
Familia Equidae- GRAY, 1821.
Equus caballus LINNAEUS, 1758.
Constituye una de las especies mejor representadas del yaci­
miento. Téngase en cuenta que en el presente trabajo sólo se es­
tudian las piezas procedentes de la excavación de Vega de Sella
conservadas en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Exis­
te un estudio en detalle de esta especie realizado por W ernert P.
en 1956 donde se discute la creación del «Equus cazurroi» de Ca­
brera (1919) y su posible sinonimia con el «Equus (Asinus) hydruntinus» de Regalia (1907). La cita completa de este trabajo se da en
la Bibliografía final del presente estudio.
NIVELES
MATERIAL
Mandíbula
Dien. ais.
Húmero
Radio
Ulna
Tibia
Metapodios
Falanges
Sesamoideo
Totales
A
1
B D E
2
2
25 32
2
2
1
1 3
F G
2
23 21
H
46
1
1
1
1
1
1
2
4 6
1 1
36 44 28
T otal
4
150
1
3
1
3
2
4 2
25 48
13
8
185
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
80
MEDIDAS
Molares aislados
1.—Lon. mesio-distal ^
2.—An. vestíbulo-lingual
3.—Lon. del protocono
4.—Indice protocónico
Indice protocónico =_
Molariformes superiores
p2d1
E
D
35,5
31
1,
2,
24,5 24,5 25
3,
4,
** ** **
p8 o 4i.
D E F
1.— 27 31,5 29. 31
2.— 25 26 26,5 28
3.—
13,8 11,5 14,8
4.—
43,8 39,6 47,7
♦♦ *
* *
2.— 26
2.—
3.— 13,1
4.— 50,3
♦♦
25,5
12,3
48,2
♦*
M1 o2d.
G
27,5 28
21,5
14,7
52,5
*♦ 4c
Todas las medidas que siguen
están tomadas siguiendo el mé­
todo de F. Prat de Burdeos cu­
ya tesis doctoral constituye uno
de los trabajos /más completos
sobre Equidos Pleistocenos.
Lon. protocolo x 100
Lon. mesio-distal
p2i
39,5
H
36,5
23,5
**
**
H
D
29
26
13,7
47,2
*
D
32 28 28 26
25 28 27 24
14,4 10,3 10,6 14
45 36,7 37,8 5X8
* *** ** **
p3 o 4d
F
31
26,5
12,2
39,3
**
H
28
28,5
**
M1 o 2d.
28
28,5
14,1
50,3
***
M1 o 2
H
B
E G
29 25 29 29,5 28
24 24
27,5 27,5
11,7 13,1 11,8 13,6 13
40,3 52,1 40,6 42,7 46,4
♦♦ *
**
*
E
26,5
26,5
13,6
51,3
*
29,5
27
13
44
**
H
25,5
26
14,4
56,4
25,5
23,5
10,4
40,7
**
81
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINÁ
M1 o 2i.
M8 d.
H
E G
1.— 24 25,5 25
26 29, 26 27 26
2.— 26 24 25 24,5 27,5 25,5
23
3.— 12,3 13,4 12,8 10,9 11,1 11,2
4.— 51,2 52,5 51,2 41,9 38,2 43
***
íjC*
***
1.—
**
***
M1 o 2i.
F
23
20,5
13,2
57,3
*
2.—
2 .—
4.—
**
27
27
14,2
52,5
***
M3i.
H A
28,5 26
23,5 22,5
14,6 15,5
51,2 59,5
30
23
14,5
48,3
***
H
28
22
12,4
44,2
***
27,5
21,5
12
43,6
**
29
24
12,7
43,7
**
25,5
22,5
12,8
50,1
**
Molariformes inferiores
P2 d.
P2 iH _ D __ E
F
G
_________ E ____F
G
1.—
32 32 35,5 33 34,5 32 32 32 34 33
14,1 14,4 15,5 14,2
2.—
13,9 14 14,8 13,7 13,4
***
Hs
D
29,5
16,1
**
1.—
2.—
29,5
16,3
**
**
**
P3 o
F
30
17,2
**
A
G
30
17,8
**
H
28,5
16,8
**
30
15,7
**
29
_
P3 O 4i.
D ____E________________ F
1—
2 .-
27,5 28 25,5 33,5 28 26,5 26,5 32 30,5 28 29 27 25,5 31 28,5
16 16,1 15,5
16,7 15 15,5 13,3 18,4 16 14,9 17 16,5 16 17,4
iti
¡ÿ*
**
#*
♦*
*>k
G ___H________
***
#**
*#*
**
**
***
*
82
P edro
M i o 2d.
H
30
29
11,7 15,1
**
*
1.—
2.—
ma Ria c a st a ñ o s u g a r t é
25,5
12,7
**
D
26,5
15
**
Mi o 2i.
26,5
16,1
*
E
27 26
15,5 14,5
** **
G
25
15,7
**
1.—
2.—
Mi o 2id.
H
E
F
H
28,5 25,5 25,5 28 25 22 35 32 32,5 31
15 13,4 15,6 15,5 14,9 11 14,2 13,7 12,9 12
1.—
2.—
M3 i.
D
E
F
G
H
32,5 33 31 33,5 33,5 36,5 3228,5 31,5 33
14 13,1 13,8 14,5
13,8 12 11,5 14,3
Falange 1.a
Alt. total ............................................................
An. máx. prox......................................................
An. máx. dist.......................................................
An. máx. superf. artic. dist..............................
An. mín. diáf.......................................................
Esp. prox..............................................................
Alt. axial ............................................................
Indice de robustez............................................
D
88,5
58
49
45,5
35
41,2
78,5
52,4
a. i.
E
80
45
43
32,5
39
70
55,7
p. d.
TIndice de robustez
,
X 100
= —Espesor
---------proximal
---------------------Altura axial
Este índice se ha calculado según F. Prat. J. Altuna y el mismo
Part anteriormente calculaban el índice de robustez como en la fa­
lange 2.a, con la anchura mínima de la diáfisi sy la altura total.
Nosotros hemos seguido el que Part da en su tesis doctoral.
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
Falange 2.a posterior
Alt. to ta l......................... ......
An. máx. prox................ ......
An. máx. dist................... .....
An. mín. diáf............... .....
Indice de robustez .... ......
B
50,5
57
51,5
48,5
101,9
51
58
53,5
50,5
99
E
46,6
50,5
43,5
43,5
97,8
53
47
44
88,6
83
G
50
52
42
_
.
An. mín. diáf. X 100
Indice de, robustez
= -------------------------------Alt. total
Falange 3.a
E
G
D
An. máx..............................
83,5
44
An. máx. superf. artic. , 47 48
54
Diám. ant-post. máx.
superf. artic......................
27 28,5
28 27 28 29
a. a.
P- a. p. PLas medidas de las piezas dentarias son, en general, menores
que las de los yacimientos guipuzcoanos. Se observa una mezcla de
caracteres arcaicos y evolucionados.
Las medidas correspondientes a las falanges son, sin embargo,
mayores que las de Urtiaga.
PROBOSCIDEA
Familia Elephantidae GRAY, 1821
Mammuthus primigenius BLUMENBACH, 1799
El Mamut ha proporcionado solamente unos fragmentos de mo­
lar en el nivel E de Cueto de la Mina. Con restos tan escasos nos
limitamos a una simple referencia de esta especie.
84
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
BIBLIOGRAFIA
A ltuna, J.
1971 a. El reno en el Würm de la Península Ibérica. Munibe, 23, 71-90.
1971 b. Los Mamíferos del yacimiento prehistórico de Morín (Santander).
Publicac. Patronato Cuevas Prehistóricas. Santander, 6, 367-399.
1972. Fauna de Mamíferos de los yacimientos prehistóricos de Guipúzcoa
(Tesis doctoral). Munibe, 24.
1973. Hallazgos de Oso Pardo (Ursus arctos, Mammalia) en cuevas del
País Vasco. Munibe, 25, 121-170.
1974. Hallazgo de un uro (Bos primigenius Boj.) en la sierra de Gibijo
(Alava). Estudio de su esqueleto y de la fauna asociada al mismo.
Munibe, 26, 27-51.
1976. Estudio de los Mamíferos del yacimiento prehistórico de Tito Bustillo (Asturias). (En prensa).
B lo m e , W.
1968. Tierknochen aus der spàtneolithisehen Station Polling. Tierärzlichen
Fakultät der Universität München.
B o e s n e c k , J., J e q u i e r , J. P., & S ta m p f li, H. R.
1963. Seeben? Burgäschisse-Süd. 3, Die Tierreste. Acta Bernensia, 2, 74-103.
C a s ta ñ o s , P. M.
1979. Estudio de los Macromamíferos del yacimiento preshistórico de La
Paloma (Asturias). (En prensa).
CRUSAFONT, M. & VlLLALTA, J. F.
1952. Notas sobre Paleomastología del Pleistoceno en Asturias. Speleon, 3,
93-107.
D elpech, F .
1975. Les faunes du Paléolithique Supérieur dans le Sud-Ouest de la Fran­
ce (Tesis doctoral). Bordeaux.
H e r n á n d e z P a c h e c o , E.
1922. Plaques d’ardoise et os gravés de la caverne de “La Paloma”. Rev.
anthroüologique, núm. 9-10, Paris.
1923. La vida de nuestros antecesores paleolíticos según los resultados de
las excavaciones en la cueva de La Paloma (Asturias). Com. invest.
Paleontol. y Prehist., 31.
K o b y , F . Ed. & F r i t z , E.
1950. Les proportions des Métacarpiens et phalanges de la main d’Ursus
speleus. Eclogae geologicae Helvetiae, 43, 288-289.
V e g a d f l S e l l a , Conde de la
1917. Avance al estudio del Paleolítico Superior en la región asturiana.
Asoc. Española para el progreso de las Ciencias. Congr. de Valladolid, 6, (C. Natur.), 140-157.
yacimiento prehistórico de cueto de la m ina
85
P.
1956. “Equus cazurroi”, Cabrera 1919 o “Equus (Asinus) hydruntinus”
Regalía 1907, en el abrigo de Cueto de la Mina (Asturias). Homena­
je al Conde de la Vega del Sella. Servicio Investigac. Arqueol., 133-142.
Oviedo.
Z a p f e , H.
1946. Die alplistozänen Bären von Hundsheim in Niederösterreich Jahrbuch
d. Geolog. Reinchsantalt, 95-164.
W e rn e rt,
RESUMEN
En el presente trabajo se estudia la fauna de Macromamíferos
de la cueva de Cueto de la Mina (Asturias). Los materiales estu­
diados proceden de la excavación realizada por Vega del Sella en­
tre 1914 y 1915. Este material se conserva en el Museo de Ciencias
Naturales de Madrid. Estos restos pertenecen a varios niveles ar­
queológicos que cubren desde el Magdaleniense Superior al Auriñaciense.
Se han determinado 13 especies distintas, a partir de 680 res­
tos óseos. Se observa predominio de los Ungulados sobre los Car­
nívoros. La especie más representada es el ciervo, seguido del ca­
ballo.
Se citan por primera vez en este yacimiento restos de Reno, Oso
y Lince. Se dan las medidas de los huesos acompañadas de un estu­
dio estadístico básico. Se ofrece en una primera parte el estudio
del yacimiento en conjunto con las especies representadas en cada
nivel y su proporción respecto del conjunto. También se ha cal­
culado el número mínimo de individuos y una serie de gráficas que
permiten realizar comparaciones con otros yacimientos cantábricos
y franceses.
En una segunda parte se ofrece un estudio en detalle de cada
una de las especies presentes.
SUMMARY
In the present work the big Mammals fauna of Cueto de la
Mina Cave (Asturias) is considered. The materials under study co­
me from the excavation made by the «Conde de la Vega de Sella»
between 1914 and 1915. This material is preserved at «Museo de
Ciencias Naturales» in Madrid. These remains belong to several
archeological levels from the Upper Magdalenian to Aurignacian.
86
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
From 680 bones, 13 different species have been determined. The
presence of Ungulates is more frequent than Carnivorous, being the
species more represented the Deer followed by the Horse.
In this site, the remains of Reindeer, Bear and Lynx are men­
tioned for the first time. Measures of bones are given together
with a basic statistical study.
In a first part, a full study of the site is shown with species
represented in each level and their proportion respect to the whole.
Also includes a calculation of the minimum number of population
and a set of graphics which will make possible the comparison
with other French and Cantabric sites.
The second part gathers an additional and detailed study of
each species found.
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA
ROMANA DE ASTURIAS. LAS UNIDADES GENTILICIAS.
POR
G. PEREIRA MENAUT — J. SANTOS YANGUAS
(*) Durante los cursos académicos 1978-79 y 1979-80 los autores de este tra­
bajo fueron encargados de la enseñanza de la Epigrafía en el Departamento
de Historia Antigua de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
de Oviedo. Durante esos dos años, además de las enseñanzas normales, se
inició un trabajo de sistematización de las inscripciones romanas de Astu­
rias, que incluyó sesiones monográficas y numerosos viajes de estudio, ante
todo en el Museo de San Marcos de León. Esta aportación resume los resul­
tados de aquel trabajo en Oviedo.
Del total de las ca. 70 inscripciones romanas encontradas en
Asturias se conserva todavía una buena parte, ante todo en el Mu­
seo Arqueológico Provincial de Oviedo. Estas inscripciones proce­
den de toda la actual provincia de Oviedo, pero no de un territo­
rio históricamente homogéneo; algunas fueron encontradas en lo
que fue territorio de los Gallaici, otras en el de los Astures, otras
en el de los Cantabri (1). Como se verá su sistematización respon­
de a estas diferencias históricas y territoriales.
El número de inscripciones conservadas o conocidas en Astu­
rias es relativamente muy pequeño. Todas las conocidas, incluidas
(1)
Por esta razón carece de sentido publicar conjuntos de inscripciones
definidos según los modernos límites administrativos. Pero esta evidencia no
basta a los investigadores, cfr. la reciente publicación de las Inscripciones
Romaines de la Province de Lugo, París 1979, cuando el conjunto histórica­
mente significativo sería el del Conventus Lucensis, como entendieron los
autores del CIL.
88
G. PEREI RA MENAUT
algunas de existencia dudosa, no llegan a setenta. Es un número
realmente bajo, si comparamos con otras zonas de la Península
ibérica (2). Es por ello digno de destacar que este número no
aumenta de forma apreciable desde la publicación de la excelente
monografía de F. Diego Santos, Epigrafía Romana de Asturias
(aquí abreviado ERA) en 1959. Desde esta fecha hasta ahora los
nuevos hallazgos no llegan a media docena. Esta proporción es
verdaderamente muy baja, dado que las modernas prospecciones
y en general el interés extendido por las antigüedades han hecho
aumentar de forma sensible los hallazgos casi en todas partes, in­
cluso en aquellas donde las inscripciones también son escasas (3).
A pesar de esta falta de homogeneidad en el conjunto de las
inscripciones asturianas, hay algunos rasgos que lo caracterizan
visiblemente, debido sin duda a que todas ellas proceden de áreas
no urbanizadas, marginales, donde la romanización —desde este
punto de vista— es igualmente superficial. En Asturias no hay de­
dicaciones honoríficas a altos magistrados, y la gran inscripción
de Augusto del Cabo Torres no constituye excepción, porque no
es una inscripción asturiana, valga la expresión (4). Las inscrip­
ciones asturianas son ante todo funerarias y votivas, como corres­
ponde a un área de tales características; con ciertas diferencias,
es algo similar a lo que ocurre en algunas áreas de Gallaecia y en
general del Norte de la Península y de las provincias marginales
del Imperio.
Junto a elementos claramente indígenas, en la onomástica, la
organización social y la forma de las piedras, hay también algunos
otros que no lo son, como sucede con el nombre del dedicante de
ERA 9, G. Sulpicius Africanus, o en el caso de Lucius Corona Severus, soldado de la Legión VIL No es posible establecer una línea
divisoria clara entre lo indígena y lo romano, y nada nos obliga a
pensar según tal oposición de términos. Digamos, en fin, que hay
bastates inscripciones con un carácter netamente indígena, en la
forma de las estelas, en su decoración y en la onomástica —origen
y estructura de los nombres—, pero sin olvidar que, antes de la
(2) Este número es muy inferior al de la provincia de Lugo (ca. 100),
con una extensión menor, y al de la provincia de La Coruña (78 con los
nuevos hallazgos pendientes de publicación), también menor en extensión.
En esta provincia tampoco hubo ningún núcleo de población, ni una romani­
zación aparentemente superior a la de Asturias.
(3) En la provincia de La Coruña han aparecido, desde la publicación de
las IRG en 1949-60, 19 inscripciones.
(4) Vid. R. Syme, Epigraphische Studien 8, 1969, pág. 127.
ENRAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
89
llegada de los romanos, los indígenas no conocían la escritura ni
hacían estelas funerarias. Es imposible, pues, pensar en términos
de oposición excluyente, y esto se hace patente de forma brillante
en las inscripciones asturianas.
La sistematización que presentamos tiene dos partes que con­
viene separar. En la primera se establecen unos grupos epigráficos
diferentes entre sí, determinados localmente pero ante todo por
su propia naturaleza: forma externa de las lápidas, formularios,
onomástica e instituciones sociales; todo ello en conjunto justifi­
ca y explica la confección de los grupos. En la segunda parte se
encuentra un análisis de todas aquellas unidades sociales de ca­
rácter gentilicio conocidas en Asturias gracias a las inscripciones.
En ninguno de los dos casos se pretende hacer un análisis históri­
co, sino solamente una ordenación sistemática de los materiales
documentales que, por cierto, aquí como en otras partes, son casi
los únicos que tenemos a nuestra disposición. La conveniencia de
este tipo de trabajos puede verse claramente cuando tópicos tales
como «inscripción vadiniense», por el tipo y decoración de la es­
tela, desaparecen de nuestra consideración. Mejor todavía puede
verse en el trabajo de M.a Cruz González, realizado a partir de es­
tas consideraciones, que le ha permitido conocer algunas muy im­
portantes cuestiones de la historia de esa civitas vadiniensis (5).
La existencia de los grupos epigráficos asturianos no había pa­
sado desapercibida al investigador que mejor conoce sus inscrip­
ciones, F. Diego Santos. Pero una comparación entre lo que este
autor ha publicado y lo que aquí se presenta hará comprender la
conveniencia de este estudio de los materiales (6).
I.
LOS GRUPOS EPIGRAFICOS.
Grupo 1.°
Corresponde a la parte occidental de la actual provincia de As­
turias, pero en realidad territorio de Gallaecia hasta el Navia (7)
(5) M. Cruz González Rodríguez, Los vadinienses en su epigrafía latina.
Memoria de Licenciatura, Vitoria 1981.
(6) F . D ie g o S a n to s , Romanización de Asturias a través de su epigrafía
romana. Oviedo, 1963.
(7) Los límites de los conventus del Noroeste pueden ser vistos en J. S a n ­
t o s Y a n g u a s , Estructuras indígenas del Noroeste Peninsular y los cambios de
las mismas. Del siglo I a.C. al siglo II d.C. Tesis de Doctorado (original dac­
tilografiado). Oviedo, 1977.
90
G. PEREIRA MENAUT
y, más al oriente, todavía dentro de su zona de influencia. Los lí­
mites orientales de este grup opodrían ser atraídos hasta Cornellana, y desde ciertos puntos de vista todavía más (8).
Este grupo está compuesto por ERA 3, 4, 5, 10, 14, 16 y 17. ERA
15 no es asturiana, sino que pertenece a la provincia de Lugo (9).
ERA 3, 4, 5 10 son votivas, lo que hace una proporción muy eleva­
da dentro de este grupo y en general en Asturias; son casi la mi­
tad de las existentes.
Algunas de estas inscripciones tienen un marcado carácter in­
dígena, pero muy distinto a lo que encontramos en otras partes de
Asturias. No es extraño, precisamete, porque la región occidental
participa de las características de Gallaecia, o vive su influencia.
ERA 14 y 17 mencionan el castéllum Cariaca y el castellum Beriso,
pertenecientes a comunidades galaicas, en su particular forma de
organización (10). La estela fragmentada de Castiello, Cornellana
(ERA 18) debe ser también incluida en esta serie; su decoración
presenta motivos exactamente iguales a otros muy frecuentes en
el mundo castreño, como se puede ver en los museos de Santa Te­
cla o de Guimaráes (11), y en cualquier caso muy distinta a aque­
llas otras de carácter indígena procedentes de otras áreas de As­
turias.
Pero la imposibilidad de separar tajantemente lo indígena de
lo romano se puede observar en otras inscripciones de este grupo.
L(ucius) Ser(gius) Secundus, ERA 10, tiene nombre perfectamen­
te latinos, pero hace una dedicación a un dios de carácter indíge­
na, Evedutonius Bardlaecus. Las dedicaciones a Júpiter (ERA 3 y
4) podrían parecer también síntomas de la implantación romana,
extrañas a lo indígena, si no fuera porque sabemos que el culto a
(8) La cuenca de Grado señala la separación entre la cuenca central de
Asturias y el occidente desde el punto de vista geológico y también prehistó­
rico. Para épocas históricas no se puede llevar tan al oriente la zona de in­
fluencia de Gallaecia, pero la cerámica castreña del centro de Asturias, em­
parentada con la de la meseta, es substituida por otra, asimilable a la de los
castros galaicos, a partir de esa zona. En cualquier caso no puede haber sido
una frontera rígida. Agradecemos estas amables indicaciones al Dr. Adolfo
Rodríguez Asensio (Univ. Oviedo).
(9) F. B o u z a B r e y , Reaparición en Galicia de una lápida romana supues­
ta de Asturias, BIDEA 53, 1964, pág. 19 y ss.
(10) G. P e r e i r a M e n a u t, Los castella y las comunidades de Gallaecia. Ac­
tas II Xornadas de Arqueología do Noroeste Peninsular. Santiago de Compos­
tela, sept. 1980 (en prensa) con más bibliografía.
(11) Amable indicación del Dr. F. Acuña Castroviejo (Univ. Santiago de
Compostela).
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
91
Júpiter tiene un papel especial precisamente entre las comunidades
indígenas de la zona menos romanizada de la Península (12). ERA
16, L{ucius) Valerius Postumus ux(amensis) es un extranjero de
Uxama, y no un astur romanizado. El único criterio que podría ser
útil para distinguirlos es el cronológico; una inscripción muy tem­
prana con nombres romanos nos sitúa, probablemente, ante un
personaje venido de fuera, mientras que en las inscripciones tar­
días podemos esperar que también los indígenas hayan recibido ya
nombres romanos y no se distingan unos de otros (13).
La estructura de los textos funerarios de este grupo y las fór­
mulas que los acompañan presentan una notable homogeneidad en
su particular naturaleza. En efecto, en ninguna de ellas aparece
mecionado el dedicante de la inscripción. El nombre del difunto
está siempre en nominativo, y no va precedido de ninguna fórmu­
la; siendo la estela de Castiello (ERA 18) una excepción en parte,
no hay fórmulas antes del nombre del difunto, pero éste aparece
en caso dativo. Del mismo modo, es de notar la brevedad de las
fórmulas finales. Solamente an (norum), h(ic) s(itus) e(st), vix(it)
y s(it) t(ibi) t{erra) l(evis), pero en ningún caso encontramos aque­
llas otras fórmulas más complejas, como marito optimo, filio benemerenti, etc.
No tendría mucho interés señalar estas particularidades del for­
mulario, en un tan pequeño número de inscripciones, si no fuera
porque semejantes particularidades apuntan a una posibilidad de
datación que ya tiene verdadera importancia. Los textos del tipo
recién expuestos son generalmente datables en una época tempra­
na. Aunque no es posible proponer un lapso de tiempo, significa­
tivamente breve, para estos textos, sí podemos asegurar que son
anteriores a aquellos otros donde encontramos al principio la fór­
mula de consagración D(is) M(anibus) y similares. Es en tales tex­
tos, más tardíos, donde normalmente encontramos también las
(12) P. l e Roux — A . T r a n o y , Rome et les indigenes dans le Nord-Ouest
de la Péninsule Iberique. Problèmes d’epigraphie et d’histoire. MCV IX, 1973,
pág. 218 y ss.
(13) Sobre la transición de la onomástica indígena a la latina, en cuanto
a origen y estructura de los nombres v. G. Pereira Menaut — J. Santos Yanguas. Sobre la romanización del Noroeste de la Peninsula Ibérica: Las ins­
cripciones con mención del origo personal, Rv. de Guimaraes 1980, pág. 122
y ss. Sobre las dificultades para conocer el estatus jurídico de las personas a
través de la epgirafía cfr. G. A l f o l d y , Notes sur le droit de cite et la nomen­
clature dans l’Empire Romain. Latomus XXV, 1966, págs. 37-57.
92
G. PEREIRA MENAUT
otras fórmulas mencionadas como benemerenti, carissimo, facien­
dum curavit, etc. (14).
Podemos asegurar para ERA 14 y 17 una datación más bien tem­
prana, por una serie de elementos que, si no permiten una data­
ción absoluta, sí al menos relativa: la naturaleza de los nombres
personales, indígenas en origen y estructura; la forma de las pie­
dras, que son estelas; la mención del castellum —el origo— de los
individuos. Este último hecho permite ya una datación aproxima­
da pero segura, porque sabemos que los castella desaparecen en las
inscripciones a partir del final del siglo I d.C., probablemente des­
de la época flavia y la donación del ius Latíi a las comunidades de
las provincias hispánicas, si bien no sabemos hasta cuándo siguen
apareciendo.
De las inscripciones votivas del Grupo 1 no se puede ensayar
datación alguna, porque casi todas ellas han desaparecido. ERA 3
y 4 eran, sin embargo, textos sencillos, el segundo de ellos al pare­
cer una estela, cronológicamente anterior a las aras que se popu­
larizan más tarde; el grabado publicado en ERA no permite, sin
embargo, más que una mera conjetura. ERA 5 ha desaparecido y
carecemos de noticias sobre su forma. ERA 10 es probablemente
posterior al siglo I, según se ha querido ver para la fórmula final
v(otum) s(olvit) l{ibens) m(erito) (15). Las dedicaciones a dioses
indígenas, hechas por una persona de nombres latinos, son tam­
bién, con frecuencia, posteriores a los primeros tiempos, quizá en
gran parte posteriores al siglo I d.C. (16).
No sería lícito extraer conclusiones de la datación aproximada
de tan pequeño número de incripciones. Es muy chocante que
la mayoría de los textos de este grupo pertenezcan a una época
relativamente temprana, cuyos límites no podemos precisar. Quizá
sea prudente situarla entre la segunda mitad del siglo I y media­
dos del siglo II d.C. No parecen, desde luego, anteriores ni poste­
riores a este largo lapso de tiempo. Pero si no es lícito extraer con­
clusiones tampoco estará de más hacer patente que en las otras
partes de Asturias no hay inscripciones tan tempranas, del mismo
modo que aquí no las hay tardías. En el estado actual de la inves­
tigación, sin embargo, somos incapaces de buscar una explicación
coherente para estas diferencias. Quizá lo más prudente sea pen(14) Sobre la datación v. G. P e r e i r a M e n a u t, o.c. nota 10 con bibliografía.
(15) P . l e Roux — A. T r a n o y , o.c. nota 12, ib íd .
(16) No conocemos ninguna investigación que lo acredite, pero la obser­
vación de la epigrafía del Norte y de Gallaecia permite afirmarlo, con las ló­
gicas reservas.
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
93
sar que este pequeño número de inscripciones no representa probablmente nada.
Grupo 2.°
Este es un grupo heterogéneo, que no existe más que por refe­
rencia a los demás. Los restantes grupos tienen una cierta cohe­
rencia interna, mayor o menor, basada en unos u otros elementos.
Las inscripciones del grupo 2.° no encajan dentro de los demás
grupos, de modo que son reunidas aparte, y sin que ello carezca
de sentido, como vamos a ver. Tiene una cierta similitud, por otra
parte, con el grupo 5.°.
El área correspondiente a este grupo es la franja costera des­
de la ría de Pravia a la de Villaviciosa. Por la parte occidental se
diferencia claramente del grupo 1.° por una amplia zona en la que
no se ha conocido, hasta el momento, ninguna inscripción, desde
Pravia hasta Rallón de Meras, en el concejo de Luarca. Por la par­
te oriental queda separada del área del grupo 3.° por claras razo­
nes epigráficas; las inscripciones del grupo 3.° son las de los Orgenomesci, según toda apariencia, y no tienen el menor parecido con
las del grupo 2.°. El límite sur se sitúa aproximadamente en una
línea ideal desde un poco al sur de Pravia hasta el fondo de la ría
de Villaviciosa, incluyendo su ribera oriental.
Esta área tiene un carácter geográficamente muy uniforme y
diferenciado del resto de la provincia. Son tierras de altura muy
inferior a la media provincial, con cotas máximas de 200 metros
salvo pequeños islotes aislados. Tienen por tanto unas posibilida­
des agrarias y un clima más amable que el resto de Asturias, si
exceptuamos los estrechos valles bajos de los principales ríos. Es
posible que esta área haya llamado la atención de modo especial
ya en la época antigua. Las termas de Gijón, único monumento ro­
mano de cierta entidad en Asturias, y numerosas noticias de ha­
llazgos menores ocasionales abonarían esta hipótesis.
El grupo es epigráficamente heterogéneo, como queda dicho.
Hacia el oriente, hacia Villaviciosa, parecen afirmarse más los ca­
racteres indígenas, con ERA 11, 29 y 30, en las que ya aparecen las
típicas gentilitates y un nombre, Doiderus, propio de ese ambiente
(17). Al centro y occidente no ocurre lo mismo: particularmente
(17)
Sobre el nombre Doiderus v. J. S a n to s Y a n g u a s , Contribución al es­
tudio de los restos de formas de dependencia en el área céltica peninsular en
época romana. MHA (Oviedo) II, 1978, págs. 137 y ss.
94
G. PEREIRA MENAUT
llamativa es la dedicación a la Fortuna Balneari de Gijón (ERA 6),
una de las pocas inscripciones asturianas que podrían ser presen­
tadas en otras provincias del Imperio sin llamar la atención. Pero
ERA 7, una dedicación a Mithra, fue hallada por el contrario en la
parte oriental de la ría de Villaviciosa. La misma heterogeneidad
encontramos en la morfología de las piezas, como no podía ser de
otro modo. A pesar de ello no parece inútil establecer sus caracte­
rísticas, por sus diferencias con los demás grupos.
Las inscripciones funerarias son ERA 21, 27, 28, 29 y 30, esta
última sólo un fragmento (18). Sus elementos diferenciadores son
los siguientes: no tienen fórmulas al principio, el nombre del difun­
to está en caso dativo, aunque solamente una de ellas menciona
al dedicante. Las fórmulas finales son más complejas de lo que
habíamos visto en el grupo 1.°, porque además de an(norum) en­
contramos ya possierunt o(b) m(erita) e(ius) en ERA 21 y fi(liae)
ca (rae) en ERA 27. A pesar de la heterogeneidad del grupo existe,
como se ve, una cierta uniformidad. Y por cierto que la estructu­
ra de los textos funerarios nos llevaría, si pudiéramos extraer con­
clusiones fiables, a una datación algo posterior a la del grupo 1.°
pero anterior a la de los grupos 3.° y 4.°. A pesar de los estimulan­
te que resulta esta regularidad y esta gradación cronológica, el gru­
po 2.° es demasiado escaso y demasiado heterogéneo para ser con­
siderado representativo. A lo sumo podemos afirmar que las ins­
cripciones conservadas y agrupadas así son posteriores a las que
componían el grupo 1.°, y anteriores a las de los otros grupos. Pe­
ro nada nos asegura que estas inscripciones, tampoco ahora, re­
presenten fielmente al conjunto de inscripciones que en su día hu­
bo en esta área, ni tampoco, por tanto, a la realidad histórica.
De las inscripciones votivas del grupo 2.° (tan relativamente
abundantes como en el grupo 1.°) debe decirse algo similar. ERA
6, 7 y 11 son tardías. La forma de los monumentos, que son aras
y no estelas, y el formulario así lo indican para ERA 6 y 11, a te­
nor de los aproximativos pero claros criterios de datación presen­
tados más arriba en nota 14. ERA 7 fue ya datada por Hübner en
época tardía (CIL II 2705), y a éste sigue F. Diego Santos (cfr. ERA
págs. 36 y s.). La desaparecida dedicación a Júpiter (ERA 2) debe
ser sin embargo más temprana, en cualquier caso más que la dedi(18)
ERA 28 es una estela discoidea de carácter indígena, pero la lectura
de F. Diego Santos puede ser mejorada. En lín. 1 se lee M (a r c u s ) A u ( r e liu s )
P r u ( d e n s ?), lo que nos lleva una vez más al complejo mundo de asimilación
entre lo indígena y lo romano.
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
95
cación a Mithra (ERA 7). Pero las noticias que conservamos son
demasiado fragmentarias.
ERA 12, la dedicación a Augusto del Cabo Torres queda fuera
de consideración, como ya se indicó más arriba.
Grupo 3.°
Este grupo está localizado entre entre una línea formada por
los ríos Piloña y Sella y la ría de Villaviciosa, teniendo en cuenta
que algunas inscripciones del Grupo 2.° procedían también de la
parte derecha de la ría. El Grupo 3.° se diferencia muy claramente
de todos los demás, de modo que las reservas manifestadas al ha­
blar de los dos primeros ya no van a tener lugar aquí. Las inscrip­
ciones del Grupo 3.° tienen un cierto parecido con las del Grupo
4.° en su forma externa, en ciertos elementos del formulario y en
la realidad indígena que dejan manifiesta. Pero también por esas
razones no hay duda ninguna de que son distintas a las de ese gru­
po. Las inscripciones del Grupo 3.° son seguramente las de los Orgenomesci, las del Grupo 4.° son las de los Vadinienses.
El Grupo 3.° está formado por ERA 31, 32, 33 (fragmento no
aprovechable), 35 (desaparecida), 36, 37, 38 y 39, y rodados, o pie­
dras irregulares, aprovechadas directamente para grabar encima
una inscripción muy poco cuidada. Solamente dos excepciones,
ERA 36 y 39, suponen algo de trabajo sobre la piedra, pero muy
poco y muy poco esmerado. ¿Por qué utilizaban estas piedras,
igual que hicieron los Vadinenses del grupo 4.°? Podemos sentir­
nos tentados, en principio, a suponer en estas piedras algún sig­
nificado relativo a la religión o algún uso propio de otra natura­
leza. Pero, en realidad, estas piedras no son exclusivas de los Va­
dinienses del grupo 4.° ni de los Orgenomesci del Grupo 3.°, sino
que fueron usadas también para grabar la estela de Nicer Clutosi,
el princeps de los Albiones (Gallaecia), perteneciente al grupo 1.°,
y aún en alguna otra, como ERA 16 y posiblemente 17. Quizá, por
eso, sea más adecuado pensar que se trata simplemente de un há­
bito originado por consideraciones prácticas: las piedras alisadas
por el río están ya dispuestas para grabar la inscripción, sin ne­
cesidad de más trabajo, de más gasto. Esto sería coherente con la
factura de los textos, en la que también parecen haberse ahorrado
esfuerzo y gasto, pues algunas veces llegan incluso a estar no gra­
bados ,sino más bien rascados con un objeto muy imperfecto, se
diría incluso que de piedra y no de hierro.
La decoración de estas inscripciones es también característica
96
G. PEREIRA MENAUT
del grupo. La más depurada es la de ERA 39, que parcialmente se
escapa a lo recién expuesto sobre las formas de las piedras. Más
compleja es la de ERA 36, que tampoco es un simple canto roda­
do. En el resto de los casos se trata de incisiones superficiales, fi­
gurando pequeños arcos o enmarcando el texto. ERA 38 tiene, mer­
ced a un simple trabajo de acotadura, una forma discoidea en la
parte superior, que junto con un primitivo simulacro de rostro
humano da lugar a una estela antropomorfa (19). Desde este pun­
to de vista, pues, el grupo 3.° se diferencia claramente de las vadinienses del grupo 4.°. En cualquier caso carece de fundamento
la asunción de que las estelas sobre grandes cantos rodados son y
deben ser llamadas inscripciones vadinienses (20). Por el contra­
rio, ese término debe ser reservado exclusivamente para aquellas
cuyos textos lo manifiesten expresamente. No hay, pues, lápidas
vadinienses, sino textos vadinienses.
El formulario de estas inscripciones tiene características pro­
pias completamente distintas a las de los grupos anteriormente
discutidos. Así como aquellos no tenían ninguna fórmula al prin­
cipio de la inscripción, antes del nombre del difunto, éstas tienen
siempre la curiosa fórmula m{onumentum) p(ositum) d(ibus)
m(anibus), con ligeras variantes, y que sólo en un caso se simpli­
fica para reducirse a m(onumentum), ERA 31 (21). Esta fórmula
las acerca a las vadinienses del grupo 4.°; otras las individualizan.
Las fórmulas finales son también más complejas que las de los
grupos precedentes. Además de an(norum) y vi(xit) an(nis) encon­
tramos también, a veces junto a éstas, pater filiae posuit en ERA
33 y fil(ius) p(atri) po(suit) en ERA 32. Las fórmulas finales de las
inscripciones vadinienses son mucho más complejas.
Las estructuras de los textos es también muy característica. En
los cinco textos que se conservan íntegramente, se puede observar
que el nombre del difunto está en dativo, y que algunas hacen men­
ción directa o indirecta del dedicante. Unas veces éste aparece con
su nombre, como ERA 33, pero otras conocemos su existencia sólo
por las fórmulas posuit y sus variantes. Solamente dos de ellas,
(19) Sobre estelas antropomorfas y su significado v. ahora M . P i l a r R o ­
Sincretismo de la religión indígena y la religión romana
visto a través de las estelas antropomorfas. Brigantium (La Coruña) II (en
prensa).
(20) F. D ie g o S a n to s (La romanización
pág. 22) emplea este califica­
tivo tomando como base la forma externa de las lápidas.
(21) D ib (u s ) en ERA 32 y, suplementado, en ERA 33. En el resto siempre
abreviado.
d r íg u e z A lv a re z ,
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
97
ERA 31 y 39 silencian por completo al dedicante y al acto de la
dedicación. Pero su principal diferencia respecto de los grupos an­
teriormente discutidos es la mención, relativamente muy frecuen­
te, de las unidades gentilicias indígenas .Cuatro de esos cinco tex­
tos conservados presentan la fórmula ex gente (Viromenigorum,
Ablaidacorum, etc. ...), indicando la pertenencia del individuo a
uno de esos grupos gentilicios o comunidades indígenas. Solamen­
te una de ellas, ERA 39, carece de la indicación de la gens; ERA 38
tiene un texto demasiado críptico, en el que sin embargo bien pue­
de estar oculta (22). Nótese que ERA 39 es sólo parcialmente se­
mejante al resto del grupo y que es la única que presenta una ono­
mástica completamente latina; el carácter indígena de la onomás­
tica es otra de las características de este grupo. A juzgar por el ca­
rácter de la onomástica, el grupo 3.° se distancia de los grupos 1.°,
2.° y 5.° y se aproxima el 4.°, como podremos ver.
ERA 36 y 37 (desgraciadamente sólo un pequeño fragmento)
expresan claramente que los individuos referidos en sendas ins­
cripciones pertenecían al pueblo de los Orgenomesci. La coheren­
cia interna del grupo 3.° nos induce, así, a pensar que estas ins­
cripciones pueden ser las inscripciones de los Orgenomesci, del
mismo modo que las del grupo 4.° son las de los Vadinienses. Aun­
que no es posible despejar todas las dudas, permanece sin embar­
go el hecho de que las del grupo 3.° son completamente distintas a
las de los otros grupos »exceptuando el 4.°. Con estas últimas tienen
una cierta afinidad, como ya se indicó, pero pertenecen a pueblos
diferentes. Esta afinidad debe ser resaltada todavía de forma im­
portante: en el grupo 3.°, así como en el 4.°, y al contrario de lo
que sucede en todos los otros, no hay ni una sola inscripción vo­
tiva. Todavía otro rasgo importante: entre las inscripciones del
grupo 3.° encontramos ya una datación consular (ERA 33), como
será el caso, con más frecuencia, entre las vadinienses del grupo
4.°. Al discutir este grupo tendremos ocasión de apreciar más jus­
tamente estos hechos.
Grupo 4.°
Este es sin duda el grupo más homogéneo de todos. Está com­
puesto por ERA 40, 41, 46, 47, 48, 51, 52, 55 (fragmento) y 56; C.
Diego, BIDEA 61, 1967, pág. 13 y ss. con dos nuevos hallazgos en
Soto de Cangas y Collada de Zardón. A ellas hay que añadir un
(22) Cfr. ERA pág. 111.
98
G. PEREIRA MENAUT
cierto número de fragmentos inservibles o lápidas desaparecidas,
de cuyas noticias no se puede extraer ningún dato operativo: ERA
42, 43, 49, 50, 53, 54 y 55. ERA 44 y 45 son seguramente cristianas,
y no nos ocuparemos de ellas.
Como quedó dicho al discutir el grupo anterior, algunos ele­
mentos caracterizadores son comunes a ése y al que ahora presen­
tamos, pero esta semejanza no impide que la individualización de
ambos grupos sea extremamente clara. Así, mientras la forma de
las piedras es similar, la decoración que acompaña a las inscripcio­
nes es completamente distinta. Ya vimos cómo era la decoración
en el grupo 3.°. La decoración de las vadinienses del grupo 4.° in­
cluye una variada gama de motivos. El grabado de una domus (23)
es frecuente, así como los caballos, que a veces incluyen una pe­
queña inscripción paralela al texto principal (ERA 40 y 57), las re­
presentaciones de árboles o palmas, la svástica, y el marco inciso
rodeando el texto, a veces con una línea horizontal para cada ren­
glón. Todo ello las diferencia claramente del grupo 3.°, pero con­
viene tener presente que también en la actual provincia de León
hay un buen número de inscripciones vadinienses, con caracterís­
ticas en parte semejantes y en parte diferentes a las que estamos
presentando (24). No todas las inscripciones del grupo 4.°, inclu­
yen aquellas cuyo origen vadiniense es indiscutible, presentan la
misma decoración, ni tan completa. Algunas, incluso, carecen de
ella, como ERA 48.
Las fórmulas iniciales del texto son similares a las del grupo
3.°, pero en cierto modo distintas. La más frecuente es D(ibus)
M(anibus) M(onumentum), que enlaza luego con un posuit inclui­
do en el texto, como por ejemplo sucede en ERA 40. Otras veces
encontramos solamente M(onumentum) o también la fórmula más
convenconal D(is) M(anibus). Las fórmulas dedicatorias del grupo
4.° son más características, y distintas de las del grupo anterior.
Lo más frecuente ahora es marito suo caro, fiiiae suae carae y si­
milares, combinadas con el posuit recién referido. A veces son to­
davía más complejas, como en BIDEA 61, 1967, pág. 13: pió filio
ob merita, o en ERA 48: pater ei pro merita possit (sic).
Junto a las fórmulas dedicatorias encontramos el elemento
esencial de las inscripciones vadinienses, que es precisamente la
indicación de la pertenencia a esta civitas. Fratri suo vadiniensi
(23)
Sobre las domus inscritas y su simbologia v. M. W a e lk e n s , De huisidee in de grafarchitectuur van Klein-Azie. Spiegel Historiael 14, 1979, págs.
338-345.
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
99
en ERA 40 presenta el origo integrado en la fórmula dedicatoria,
pero normalmente el término va(diniensis) o vad(iniensis) apare­
ce en aposición al nombre del difunto (ERA 51) o del dedicante
(ERA 52). Este término aparece en seis de las diez inscripciones
cuyo texto se conserva, un fenómeno que hasta ahora carecía de
investigación y explicación pertinente, por su naturaleza tan par­
ticular (24). Algunas de las que carecen de este término son, sin
embargo, muy claramente distinguibles, como sucede con ERA 57,
que tiene un caballo con inscripción en la parte inferior, algo ver­
daderamente característico de este grupo. De todas estas inscrip­
ciones solamente dos hacen indicación de un grupo gentilicio de
categoría inferior a la civitas (ERA 50, 55, quizá 49).
La estructura del texto es también particularmente caracterís­
tica de este grupo. El dedicante de la lápida aparece expresado
prácticamente en todas ellas, siendo ERA 51 la única excepción.
Pero la más notable es la forma de presentación: primero apare­
ce el nombre del dedicante, en nominativo, y después en segundo
lugar, el nombre del difunto en dativo. La única excepción a esta
regla es BIDEA 61, 1967, pág. 13, ya mencionada. Esta extaña for­
ma de estructurar el texto es completamente típica de este grupo,
y lo diferencia totalmente de los demás.
La onomástica es indígena y romana, tanto en origen como en
estructura de los nombres, siendo así este grupo afín al 3.° y dis­
tinto a los demás. También es afín al grupo tercero en la utiliza­
ción de la era consular para datar las inscripciones, pero mientras
en aquel grupo solamente había un caso, ahora encontramos cin­
co en el total de diez inscripciones, lo que llama poderosamente la
atención. La investigación sobre esta forma de datación ha lleva­
do a resultados dispares, de modo que la fijación de la era consu­
lar parece que deberá ser hecha apoyándose en otros criterios de
datación, aplicables a estas inscripciones, es decir, que la propia
era consular deberá ser datada desde fuera. En este contexto es
de notar que algunas inscripciones cristianas tienen una morfolo­
gía prácticamente igual a la de las vadinienses, lo que nos induce a
pensar en una datación tardía (24).
Muy importante es también constatar que en este grupo, como
sucedía en el anterior, no conocemos ni una sola dedicación voti­
va. Esta extraña ausencia, que nos estimula inmediatamente a pen­
sar que estos pueblos tenían una mentalidad religiosa particular,
(24)
Sobre todos los aspectos relativos a las inscripciones vadinienses v.
ahora M. Cruz González Rodríguez, o. c. nota 5.
100
G. PEREIRA MENAUT
e incluso a ponerlo en relación con la pervivencia del paganismo
en ua época ya cristiana —pues eso es la coexistencia de dedicacio­
nes funerarias normales junto a las primeras inscripciones cristia­
nas, algo típico de esta zona— o también con el rico simbolismo de
las vadinienses. Pero desgraciadamente el material epigráfico no
permite porfundizar más en el tema, al menos cuando se trata so­
lamente de una sistematización de los materiales.
Para terminar, una última consideración de otro orden. Ya es
claro que las inscripciones de los grupos 3.° y 4.°, de los Orgenomescos y de los Vadinienses, son completamente distintas a las del
resto de Asturia, incluido el grupo 5.° que aún no hemos discutido.
Son diferentes en todo, incluso en su datación, pues a pesar de to­
das las dificultades para ello resulta evidente que las de estos gru­
pos son posteriores a las de los dos primeros y también a las del
5.° (24). Ahora bien, la comparación entre unos y otros grupos ca­
rece del sentido que en principio puede parecer que tiene, y ello
porque los Orgenomesci y los Vadinienses son pueblos cántabros,
no astures, lo que supone una diferencia fundamental, como ve­
mos. De acuerdo con ello, las inscripciones de unos y otros no apa­
recen solamente en Asturias, con lo que se hace patente que el es­
tudio de las inscripciones según los límites actuales no es más que
un sinsentido. Un hallazgo reciente en Torrevega, cerca de Llanes
(F. Diego Santos, BIDEA 38, 1959, pág. 367 y ss.), es también ins­
cripción orgenomesca CIL II 6301, procedente de Monte Cildá, al
noroeste de la actual provincia de Palencia. Esta situación es ex­
trema en el caso de las vadinienses, pues las que pertenecen a la
actual provincia de Oviedo no son más que una pequeña parte del
total de las conocidas, repartidas entre las provincias de León y
Santander, sobre todo en la primera. Conviene decir, de todas ma­
neras, que las características que hemos establecido aquí para es­
te grupo pueden ser aplicadas al conjunto, con algunas diferencias
muy relevantes históricamente (25).
(25)
Las pertenecientes a Santander han sido publicadas por J. M. Igle­
Onomástica prerromana en la epigrafía cántabra (Santander, 1974).
Las de León han sido estudiadas por M. Cruz González Rodríguez en o.c. no­
ta 5, de pronta publicación. Un estudio previo de F. Diego Santos, presentado
como tesis de doctorado en 1972 en la Universidad de Oviedo, no ha sido, des­
graciadamente, publicado; puede leerse un resumen en Archivum XXII, 1972,
págs. 5 y ss.
s ia s G i l,
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
101
Grupo 5.°
Las inscripciones de este grupo son aquellas aparecidas en una
zona, relativamente pequeña, en torno a la ciudad de Oviedo. Son
ERA 1, 8, 19, 22, 24, 25, 26 y acompañadas de una serie de noticias
inconcretas de las que solamente ERA 23 y 63 tienen cierta enti­
dad. El área que corresponde al conjunto podría ser delimitada,
aproximadamente, por un círculo que alcanzase, por el norte, has­
ta Lugo de Llanera (ERA 36); por el oeste, hasta la cuenca de Gra­
do (ERA 19 de Valduno); por el sur, hasta la confluencia de los
ríos Lena y Aller (ERA 8, 9, 22), prolongándose para incluir ERA
1 de Serrapio (concejo de Aller), algo apartada. Por el este no es
posible establecer un límite, dado que no hay hallazgos que pue­
dan ser adscritos al grupo. Los primeros pertenecen ya al grupo 3.°.
La primera característica que llama nuestra atención es el con­
tenido de algunas de estas inscripciones, completamente distinto
a todo lo que habíamos visto hasta ahora. ERA 9 es una dedicación
religiosa hecha por un soldado de la legión VII Gemina junto con
su esposa, que, como él, tiene nombres perfectamente latinos; la
deidad no está expresada. La forma del ara carece, como la ono­
mástica, de rasgos indígenas, aunque traiciona, igual que la mala
factura de las letras, su ubicación remota, lejos de los centros vi­
tales más romanizados. ERA 9 es una dedicación a una divinidad
de carácter indígena, Nimmedus Seddiagus, pero realizada por un
individuo que se llama Gaius Sulpicius Africanas, sin duda empa­
rentado con el Praefectus Symmachiariorum Asturum Gaius Sul­
picius Ursulus, a quien por cierto le hace la dedicación ERA 22.
Quizá se trate de hermanos, pues la relación paternofilial apare­
cía probablemente expresada en la última inscripción menciona­
da. Quadratus, liberto de Figenus, de ERA 19 es la única mención
de un liberto, y en general la única indicación de estatus social que
encontramos en toda Asturias, y también nos acerca así a un am­
biente más homologable con las áreas de mayor implantación ro­
mana. Si, como dice F. Diego Santos (ERA 63 en comentario c ri­
tico), no debemos dudar de la existencia de una dedicación a Numeriano, en Lugo de Lanera, con ello tendríamos para este grupo
y esta área, junto a los testimonios recién mencionados, un carác­
ter diferente, menos indígena que lo acerca algo al grupo 2.°. El
grupo 5.° es, entre todos, el único que nos deja ver directamente
las huellas de la implantación de la potencia dominadora romana.
La estructura de los textos es similar a la del grupo 2.°. El nom­
bre del difunto está en dativo, y el dedicante, cuando se menciona,
102
G. PERE1RA MENAUT
aparece en segunda posición y en nominativo. Como las del grupo
2.°, también éstas carecen de la fórmula inicial típica de las ins­
cripciones funerarias, siendo las finales más bien escuetas, aunque
en una de ellas encontramos ob merita eius (ERA 19). Dos inscrip­
ciones, de onomástica indígena o indígena-latina carecen de todo
tipo de fórmulas, mencionando solamente el nombre del difunto
en nominativo. ERA 19, 25 y 26, textos con onomástica al menos
parcialmente indígena, son estelas redondeadas por arriba (ERA
24 no se conserva); como ya se indicó al discutir el grupo 1.°, estos
monumentos merecen una datación más bien temprana, y lo mis­
mo debe ser dicho de su onomástica (cfr. nota 14). Las inscripcio­
nes votivas del grupo merecen también una datación no muy tem­
prana, como se indicó más arriba al hablar de otras similares, y
ello es así sobre todo en ERA 1.
Lo recién expuesto nos lleva, inmediatamente, a contemplar
una clara similitud entre el grupo 2.° y el 5.°; incluso podrían ha­
ber sido tratados como un solo grupo. Si a pesar de ello aparecen
separados es debido a razones geográficas y arqueológicas, pues
la zona norte es mucho más rica que la central, aunque aquí tam­
poco falten algunos testimonios, e incluso alguno de cierta cali­
dad, como el mosaico de Valduno (26), y por la naturaleza del con­
tenido.
En cualquier caso, parece imponerse la evidencia de que la epi­
grafía de la actual Asturias se reparte claramente en tres zonas:
la zona occidental del grupo 1.°, que en parte es Gallaecia y en par­
te vive su influencia; la zona oriental, que es Cantabria o son cán­
tabros asentados en el solar de Asturia (grupo 3.° y 4.°), y una zo­
na central que es la propiamente astur. En esta zona encontramos,
a juzgar por la epigrafía, una situación bien diferente de lo que
habitualmente pensamos, y pensamos mal, porque sin querer ha­
cemos caso omiso de la disparidad histórica de la provincia de
Oviedo. Pero no es este el lugar para extraer otro tipo de conse­
cuencias.
(26)
Este mosaico ha sido estudiado recientemente por J. B e l l o n , La ro­
manización de Asturias, Memoria de Licenciatura. Oviedo, 1977, quien además
aporta interesantes datos arqueológicos para el estudio de la romanización
de Asturias.
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
II.
103
LAS UNIDADES INDIGENAS.
En el conjunto de inscripciones aparecidas en Asturias y ya pu­
blicadas hay menciones en 24 de ellas a la realidad indígena refle­
jada en las unidades gentilicias suprafamiliares (gens, genitivos en
—um /— orum y nominativos de plural) y a la mención del lugar
de habitación del individuo (castellum = )).
Se trata casi siempre de inscripciones funerarias y en la mayo­
ría de los casos la pertenencia a una unidad indígena está expre­
sada únicamente para el difunto, no faltando, sin embargo, casos
en que también se expresa la unidad gentilicia a que pertenece el
dedicante, e incluso esta circunstancia únicamente sin expresión
de la unidad gentilicia a que pertenece el difunto. Los dos casos
de inscripciones en que aparece mención de unidades gentilicias in­
dígenas y no son fueranas, se trata de inscripciones votivas en que
comunidades indígenas (Arronidaeci et Coliacini ERA 1 y Luggoni
Arganticaeni ERA 11) realizan un vo+o a una divinidad, romana y
oficial en el primer caso (Jovi Optimo et Maxsumo), e indígena,
según todos los indicios, en el segundo.
Mediante la localización en el mapa de los hallazgos de inscrip­
ciones con mención de estas unidades, se descubren una serie de
hechos cuyo análisis posibilita la comprensión de la realidad refle­
jada en estas inscripciones:
1.—Hay dentro de la epigrafía de Asturias, en lo que se refiere
a las unidades indígenas, dos zonas claramente delimitadas:
ía zona llamada de las gentilidades, que se corresponde con
la mitad oriental de la actual provincia de Oviedo, y la zo­
na de los castella, que corresponde a la parte de Asturias
al oeste del Navia, territorio propiamente de Gallaecia, aun­
que haya habido hallazgos de inscripciones con esta formu­
lación fuera del área citada, como luego se verá.
2.—Hay una ausencia casi total en la zona central y occidental
de inscripciones con mención de unidades getilicias supra­
familiares, que, si es compresible para la zona que estaba
enmarcada en Gallaecia y su zona de influencia, no lo es tan­
to para la zona central de Asturias. Quizá la clave de esta
ausencia puede estar en la naturaleza de las inscripciones
halladas hasta el momento en estas zonas, votivas en su
mayoría v sin expresión de la unidad gentilicia a que per­
tenece el individuo que dedica la inscripción.
3.—Máxima concentración de inscripciones con mención de uni­
104
G. PEREIRA MENAUT
dades gentilicias en la zona que corresponde a las márgenes
del Sella y sus afluentes (vadinienses y orgenomescas en su
mayoría). En general se trata de inscripciones con una ti­
pología indígena muy clara.
1.— Gentilidades y castella.
Unicamente hay tres casos en la epigrafía de Asturias de ins­
cripciones con mención de individuos pertenecientes a un castellum, habiéndose perdido una de ellas, sin que se sepa incluso con
seguridad la procedencia de esta inscripción. Se trata de las ins­
cripciones n.° 14, 17 y 59 de la Epigrafía romana de Asturias de
Diego Santos.
La inscripción ERA 14, hallada en Vegadeo, pertenece a Nicer
Clutosi, del castello Cariaca, que es princeps de los Albiones. En
la ERA 17, aparecida en Ablaneda (Salas), el difunto es Flaus Auledi f(ilius) Cabarcus (castello) Befiso. La ERA 59, desaparecida y
de la que únicamente tenemos los datos ofrecidos por Hübner (CIL
II 2711), pertenece a Nigrianus Nigrini Al(bio) ex (castello) Ercoriobri.
Son sin duda un número muy escaso de inscripciones para des­
cubrir el mecanismo utilizado atendiendo al cual se expresa el lu­
gar de habitación únicamente (o ) o el lugar de habitación y la
civitas/ populus de que forma parte este núcleo habitado (Cabar­
cus, Albio), pero, por analogía con lo que sucede en otras áreas
pertenecientes a Gallaecia, al igual que la zona al oeste del río Navia, sabemos que, si el individuo muere fuera de la óivitas/ populus,
mejor de su territorio, o fuera de él dedica una inscripción a una
divinidad, se expresa la civitas/ populus en que está encuadrado
el núcleo en que habita, además de este núcleo o castello en que
él vive o del que es originario; mientras que, si muere dentro del
territorio de su civitas/ populus únicamente se expresa el castello
en que habita (27). Ello explica el que en la inscripción ERA 17 de
Ablaneda (Salas) de un Cabarcus, populus que habitaba al oeste
del río Navia, en territorio de Gallaecia, se exprese, además del
(27)
V e r a l re s p e c to lo s tr a b a jo s d e M . L . A l b e r t o s , O rg a n iz a c io n e s su p r a f a m i li a r e s e n la H is p a n ia a n tig u a . V a lla d o lid , 1975, p á g s . 34 y s s . ; G . P e r e i r a M e n a u t— J . S a n to s Y a n g u a s , S o b re la ro m a n iz a c ió n ..., p á g s . 125 y s s . ;
J . S a n to s Y a n g u a s , L a s c o m u n id a d e s in d íg e n a s y la a d m in is tr a c ió n ro m a n a
e n G a lla e c ia y A s tu r ia s e n é p o c a a lto im p e ria l. S a n tia g o d e C o m p o s te la (E n
p r e n s a ) y G . P e r e i r a M e n a u t, o . c . n o ta 10.
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
105
núcleo en que habita el individuo (Beriso), la civitas/populus (Ca­
barcus) de la que este núcleo habitado forma parte, y en la ins­
cripción ERA 59 de Villanueva (Cangas de Onís) de un Albio, po­
pulus también del oeste del río Navia según las noticias de las
fuentes literarias, se expresa además del castello (Ercoriobri) la
civitas/populus (Albio). También este hecho posibilita que realmen­
te esta inscripción desaparecida hubiera sido hallada en el Villanueva de Cangas de Onís, a pesar de lo que piensen Diego Santos
y M. L. Albertos, pues lo que es realmente operativo en este caso
es la referencia a la civitas de que es originario el individuo y ade­
más situaciones de este tipo se dan en la epigrafía referidos a di­
funtos que han muerto fuera de Gallaecia y que pertenecían a una
de sus civitates (28).
Más abundantes son las inscripciones en que hay constancia
de unidades gentilicias suprafamiliares expresadas por los términos
gens, genitivos en -um/-orum y nominativos de plural, aunque este
último caso plantee algunos problemas que comentaremos más
adelante.
Dentro de este relativamente amplio conjunto de inscripciones
se pueden distinguir tres subgrupos:
A.—Inscripciones con mención únicamente de la unidad genti­
licia indígena, a la que pertenece el individuo.
B.—Inscripciones con mención de la civitas en que está encua­
drada la unidad gentilicia, además de la propia unidad gen­
tilicia suprafamiliar.
C.—Inscripciones con mención de la civitas únicamente .
También en el caso de las inscripciones con mención de unida­
des gentilicias suprafamiliares, la doble formulación (A y B) viene
dada con referencia al territorio de la civitas a que pertenece el
individuo, que es lo operativo: si el individuo muere dentro del te­
rritorio de la civitas en que está encuadrada la unidad gentilicia a
(28)
Conocemos hasta el presente los siguientes casos: CIL II 2711. Vi­
llanueva (Asturias). N ig r in ia n u s N ig r in i A l(b io ) e x j E r c o r i o b r i; CIL II 5739
Ablaneda (Salas). F l a u s A u le d i f ( i li u s ) C a b a r c u s j B e r is o . CIL II 5667 ( = 2902).
Astorga. F u s c a C o e d i f ( i li a ) C é ltic a S u p e r t a ( m a r i c a ) j B l a n i o b r e n s i ; CIL II
774. Coria (Cáceres). B a s s u s M e d a m i f ( i li u s ) Grot>[i]tts 'o V e rio \ Huelva
Preh. y Ant., 288, número 17. Aroche. P. P lo u tiu s P . f. G a l. R e b u r r u s In te r a m ( ic u s ) e x j G a . . . \ Arch. Port. 28, 1927/29, p. 213. Cerdeira do Coa (Por­
tugal). F u s c u s S e v e r i f ( i li u s ) L im ( ic u s ) j Arcuce; Huelva, Preh. y Ant., 295,
n.° 38. El Repilado. A n c e itu s Vacc[e]i f( i li u s ) L im ic u s j T a la b r ic .
106
G. PEREIRA MENAUT
la que pertenece y a través de la cual se integra en la civitas, se
expresa únicamente esta unidad gentilicia (subgrupo A). Es el caso
de las inscripciones ERA 24, procedente de Castandiello (Morcín),
presumiblemente de un astur propiamente dicho (Vianeglo Segei
ex gente Abilicorum, etc. ...); ERA 32, aparecida en Borines (Piloña), de un individuo perteneciente a la civitas/ populas Luggonum
por el lugar de hallazgo (Anto(nio) Pateirno) an(norum) IX, ex
gen(te) Ablaidacoru(m); ERA 33, hallada en Cofiño (Parres), en
que hay mención de dos individuos probablemente también Luggones (Scorcia Onnacau{m) y Ammia Caelionica ex gente Penioru(m);
ERA 35, de la falda del Sueve, también posiblemente de un indivi­
duo perteneciente a los Luggones, aunque la lápida esté perdida y
la lectura de la inscripción es dudosa; ERA 38, hallada en Forniellu
(Ribadesella), posiblemente de un orgenomesco, aunque la lectura
e interpretación de la inscripción sea también dudosa, y ERA 41
(Peregrius et Pompe{iá) Arnunimoru(m), etc. ...) y 49 ([Te]r(entia)
Aroniaecivoru{m), etc. ...), halladas en Beleño y Corao, de indivi­
duos pertenecientes casi con seguridad a la civitas Vadiniensis.
En cambio, si el individuo muere fuera del territorio de la ci­
vitas a que pertenece, además de la unidad gentilicia a través de
la cual se integra en la civitas, se expresa también la civitas misma.
Esto nos lleva a afirmar la mayor operatividad dentro de la praxis
político-administrativa romana de la pertenencia a la civitas, pues
fuera de ésta la unidad gentilicia a que pertenece el individuo no
es elemento operativo para expresar el origo de la persona (29).
A este subgrupo pertenecen las inscripciones ERA 36, apareci­
da en Collía (Parres), de un cives orgenomescus: (Bovecio Bode)ri
filius) cives Orgenomescus ex gente Pembelor{um), etc. ...) y ERA
50 (D. M. Antoni(us) Pate(rni) Arreni f(ili) vad(iniensis) Arcaedunu(m), etc. ...), 51 (M(onumentum) Fusci Cabedi{gum) Ambati f(iti)
Vadiniensis, etc. ...) y 55 (M(onumentum) ... Cassio Corrovescum
... ivi fil(io) vadiniensi, etc. ...), todas ellas de vadinienses y hallados
en Corao las dos primeras y en Villaverde la última. Dentro de este
subgrupo hay que incluir también la inscripción ERA 31 hallada en
Villamayor (Piloña), aunque esta lápida está colocada para un in­
dividuo procedente de una zona alejada del lugar de hallazgo de la
inscripción y del propio territorio de la actual Asturias (M(arco)
Oculatio Cangili f(ilio) Segisamo (nensi) gente Viromenigorum, etc.
(29)
Hay numerosos casos en la epigrafía del Norte de Hispania y en la
de otras áreas, pero referida a individuos originarios de esta zona. Hay refe­
rencia expresa a este problema en las obras citadas en nota 27.
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
107
...); no obstante hay en ella el mismo esquema —Individuo + fi­
liación + civitas + unidad gentilicia— que en otras inscripciones
vistas del territorio de la actual Asturias.
Mención aparte merecen las dos inscripciones (ERA 1 y 11) don­
de en lugar del término gens aparecen nombres propios en nomina­
tivo de plural, los cuales se ha pensado que están designando tam ­
bién unidades gentilicias suprafamiliares. El carácter votivo de las
inscripciones en que aparecen estos nominativos puede llevar a
pensar en una formulación distinta de la unidad gentilicia (aunque
también podría haberse expresado por el término gens en nomina­
tivo y el nombre de la unidad indígena), siendo en la inscripción
ERÁ 1 los Arronidaeci et Coliacini unidades gentilicias inferiores
que forman parte de otra superior (civitas/ populus) y en la ins­
cripción ERA 11 el término Luggoni la civitas/ populus) y el térmi­
no Arganticaeni la especificación de una de las distintas unidades
menores que componen ésta. Pero no se puede descartar la posibi­
lidad de que se trate de realidades distintas, como sucede en Gallaeóia, donde términos de este tipo designan un estadio distinto
de integración de lo indígena en lo romano con referencia a la eta­
pa anterior. En Gallaecia, cuando los castella no aparecen ya en las
inscripciones para expresar el origo personal, se utiliza otra refe­
rencia que, según los datos de la epigrafía, presenta dos posibili­
dades:
1.—Talabricensis, Valabricensis, Avobrigensis, etc. ... (sería el
sustitutivo de la expresión del castellum).
2.—Limicus, Interamicus, Bibalus, etc. ... Todas ellas civitates (30).
Según esta posibilidad (hipótesis?), no se trataría de unidades
indígenas equiparables a las que aparecen en las dos formulaciones
hasta aquí analizadas (A y B), sino civitates cuya base son una o
varias de estas unidades gentilicias suprafamiliares. De esta for­
ma los romanos establecieron como civitas al conjunto de varias
de estas unidades gentilicias (es el caso de los Zoelas, reflejado cla­
ramente en el Pacto de Hospitalidad que lleva su nombre = CIL II
2633) (31), o a una sola de ellas según las necesidades. De todos mo­
dos son muy pocos los documentos existentes al respecto para po­
der hacer una afirmación de esta magnitud.
G. P e r e i r a M e n a u t, o .c . n o ta 10.
Un estudio detallado se hallará en J.
ral, citada en nota 7. Capítulo I.
(3 0 )
(3 1 )
S a n to s Y an gu as.
Tesis docto­
108
G. PERE1RA MENAUT
Al tercer subgrupo, C (expresión únicamente de la civitas), per­
tenecen siete inscripciones y un fragmento, todas ellas de la zona
oriental (márgenes del Sella y sus afluentes), salvo ERA 16 apare­
cida en Arnosa, cerca de Cangas de Narcea. En estas inscripciones
la civitas a que pertenece el individuo viene expresada por los tér­
minos Vxamensis (esta es la lectura correcta de la abreviatura vx.
de la inscripción ERA 16 por analogía con inscripciones de este tipo
aparecidas en el área astur y galaica y no v(i)x{it), como propone
Diego Santos), Orgenomescus (inscripciones ERA 56 y 37, muy frag­
mentada ésta) y Vadiniensis (ERA 40, 48, 49, 52 y BIDEA, 61 (1976),
13).
A pesar de la dificultad de lectura que ofrecen algunas de estas
inscripciones y de que otras han desaparecido ya hace tiempo, se
puede pensar que la no expresión de la unidad gentilicia, varias de
las cuales formaban en general una civitas, no es debida a la desa­
parición de las unidades suprafamiliares indígenas subsumidas en
la civitas, como sucede en Gallaecia con los castella que únicamen­
te aparecen en la primera fase de la romanización (32), ya que hay
constancia en estas áreas de pervivencia de las unidades indígenas
en época tardía (33), sino más bien que se trata de individuos,
ciudadanos romanos en muchos casos, que se integran en la civitas
sin mediación de unidad gentilicia alguna, es decir, ciudadanos de
una civitas fuera de cuyo territorio mueren y, de ahí, la mención
expresa a su civitas, pero sin pertenecer a la organización gentilicia,
aunque sus estelas funerarias tengan los mismos elementos que
las de los individuos pertenecientes a la misma civitas, pero inte­
grados en ella a través de la organización gentilicia y, más concre­
tamente, de una unidad gentilicia suprafamiliar.
La posible ciudadanía romana de algunos de estos individuos
aparece bastante clara en la epigrafía a partir de su onomástica
perfectamente latina y de los tria nomina de su nomenclatura no­
minal (ERA 16, Lucius Valerius Postumus; ERA 56, Domitius Flavus; ERA 40, Septimius Silo (34); ERA 49, Antoriius Flaccus). Por
(3 2 ) G. P e r e i r a M e n a u t— J . S a n t o s Y a n g u a s , o.c. n o ta 13,
ss., y G. P e r e i r a M e n a u t, o.c. n o ta 10.
págs.
125 y
(33) Circunscribiéndonos al territorio de la actual Asturias hay que citar
la inscripción CIL II 5763 de Cofiño, Parres, fechada por los cónsules del año
en 265 d.C., aparte de las datadas por la era consular, aunque en este proble­
ma no vamos a entrar por no poder aportar nada nuevo.
(34) M . L. A l b e r t o s , La onomástica personal primitiva de Hispania Ta­
rraconense y Bética. Salamanca, 1965, p. 208. Según esta autora, no está muy
claro si se trata de un nombre latino o de la forma asimilada de uno celta.
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
109
otra parte esta misma formulación es bastante frecuente en otras
zonas de la Península, donde la expresión de la civitas sin indica­
ción de unidad gentilicia es realizada por individuos, originarios
de zonas donde perviven las gentilidades, según todos los indicios
ciudadanos romanos, aunque en algunos casos no expresen su tribu,
cuando mueren fuera del territorio de esa civitas a la que perte­
necen:
CIL II 5077. Astorga. Procultis Tritalicum L(uci) f(ilius) Vxamensis junto a CIL II 2403. Caldas de Vizella. C(aius) Pompeius
Gal(eria tribu) Caturonis f(iKus) Rectugenus Vxamensis, etc. ... y
CIL II 2731. Segovia. G(aio) Pomveio Mucroni Vxamensi, etc. ... (35).
2.—La ausencia casi total en la zona central y occidental de As­
turias (grupos 1, 2 y 5) de hallazgos de inscripciones con mención
de unidades gentilicias suprafamiliares aparece como inexplicable
hasta el momento. Quizá deba buscarse esta explicación a través
de varias vías de acercamiento al problema:
a) La zona al oeste del Navia pertenecía en la antigüedad a
Gallaecia y, además, la zona de influencia de Gallaecia, reflejada en
la morfología de las inscripciones, llega hasta Cornellana como se
ha indicado anteriormente.
b) La mayoría de las inscripciones aparecidas en la zona cen­
tral, tanto en el interior como en la costa, son votivas y sin expre­
sión de la unidad gentilicia a que pertenece el individuo que hace
la dedicación (36). Tampoco hay constancia en esta zona de las
gentilidades de inscripción votiva alguna en que el dedicante sea
una unidad gentilicia suprafamiliar expresada por el término gevs
o gentilitas seguido del nombre de dicha unidad, al contrario de lo
que sucede en Gallaecia, donde un castello hace dedicatorias a di­
vinidades por sí mismo (37).
c) No se puede descartar, y en esto enlazamos con el punto 3,
la posibilidad apuntada por A. Tovar (38) y recogida por M. L. AJ­
OS) Varios ejemplos más pueden verse en los índices de CIL II Sup., págs.
1.136 y ss., y en J. V iv e s , ILER, págs. 651 y ss. (Indice onomástico y topográ­
fico).
(36 Es lo mismo que sucede en las restantes zonas de Hispania que se en­
cuadran dentro de la zona donde se han hallado referencias a gentilidades.
(37) V e r C. M . L e ó n . p. 3. C a s tr o d e M o n te jo s , c e rc a d e P o n f e r r a d a . Io v i
Q u e le d ia n i . y G. P e r e i r a M e n a u t. o . c ., III a) y n o ta 5. M a lp ic a (L a C o ru ñ a ). I(o v i) O (p tim o ) M (a x im o ) / A v / i l i o b / r i s p r (o ) s (a lu t e ).
(38) A. T o v a r , Lingüística y Arqueología sobre los pueblos de Hispania.
Las Raíces de España. Madrid, 1968, págs. 32 y ss.
110
G. PEREIRA MENAUT
bertos (39) de que las gentilidades correspondan a pueblos de las
primeras oleadas indoeuropeas, pueblos generalmente afincados y
a menudo arrinconados (caso de Vettones y Pelendones, como na­
rran las fuentes de la época la conquista romana) en zonas mon­
tañosas y, por ello, en mejores condiciones para conservar su pro­
pia organización. En el caso de los vadinienses esta posibilidad pa­
rece muy verosímil a juzgar por el trabajo de licenciatura de M. C.
González (40), donde, a partir del análisis comparativo de la epi­
grafía vadiniense del norte y sur de la Cordillera Cantábrica, se
aprecia con bastante claridad el hecho de que pueblos prerromanos
(vacceos) o los mismos romanos han arrinconado a los vadinien­
ses desplazándolos desde la zona sur hacia la zona norte, más abrup­
ta y aislada, siendo las inscripciones vadinienses de la zona norte
(parte oriental de la actual Asturias) más recientes que las de la
zona sur (parte oriental de León y occidental de Palencia).
(39) M. L. A l b e r t o s , o.c. nota 27, pág. 20.
(40) M.a C r u z G o n z á le z , o.c. Memoria de Licenciatura, págs. 149 y ss.
Conclusiones.
—ooOoo—
M C V = M e la n g e s de la C a s a de V e lázq u e z.
I L E R = I n s c r ip c io n e s la t in a s de la E s p a ñ a R o m a n a .
M H A = M e m o r ia s de H is to r ia A n tig u a .
INTRODUCCION AL ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS
VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS*
POR
NARCISO SANTOS YANGUAS y PILAR MONTERO HONORATO
Si dejamos de lado las actividades económicas en conexión con
el laboreo de las minas, cuya importancia ha sido ya puesta de ma­
nifiesto por parte de muchos historiadores de la actualidad, espe­
* Este trabajo constituye una ampliación de la conferencia que con el
título “El sector económico agro-pecuario y la romanización de los astures”
fue pronunciada por D. Narciso Santos Yanguas en Gijón el día 17 de julio
de 1981 dentro del Curso INDIGENISMO Y ROMANIZACION EN EL CONVENTUS ASTURUM.
Abreviaturas utilizadas: AEA: Archivo Español de Arqueología; ANRW:
Aufstieg und Niedergang der Römischen Welt; BCPMoviedo: Boletín de la
Comisión Provincial de Monumentos de Oviedo; BIDEA: Boletín del Institu­
to de Estudios Asturianos; B J: Bonner Jahrbücher; BRAH: Boletín de la
Real Academia de la Historia; BUSC: Boletín de la Universidad de Sahtiago
de Compostela; CAN: Congresos Arqueológicos Nacionales; CEEC: Congreso
Español de Estudios Clásicos; CEG: Cuadernos de Estudios Gallegos; CHE:
Cuadernos de Historia de España; CIL: Corpus Inscriptionum Latinarum;
CTEEHAR: Cuadernos de Trabajo de la Escuela Española de Historia y Arte
en Roma; EHR: English Historical Review; ERA: F. DIEGO SANTOS:
Epigrafía Romana de Asturias; ES: Epigraphische Studien; HAnt: Hispania
Antiqua; JThs: Jour’n al of Theological Studies; NAH: Noticiario Arqueoló­
gico Hispánico; PLAV: Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia;
P&P: Past and Present; P V : Príncipe de Viana; R A : Revue Archéologique;
RAL: Rendiconti della Classe di Scenze morali, storiche e filologiche dell’Accademia dei Lincei; RG: Revista de Guimaraes; SDHI: Studia et Documenta
Historiae et Iuris; y V D I: Vestnik Drevnej Istorii.
112
NARCISO SANTOS YANGUAS
cialmente por lo que a las explotaciones auríferas se refiere (1),
así como las consecuencias romanizadoras que el reclutamiento mi­
litar y el enrolamiento de elementos indígenas de la región en los
cuerpos de tropas romanas trajeron consigo, ya analizadas igual­
mente en toda su amplitud por la historiografía actual (2), única­
mente las actividades derivadas del sector agrícola contribuirán a
la transformación de las estructuras que eran propias de Hispania
septentrional. En este sentido exclusivamente el medio rural y la
producción agropecuaria se verán afectados desde el siglo II d.n.e.
y, de una manera especial, con motivo de la crisis generalizada en
todo el Imperio a lo largo de la centuria siguiente (3).
De acuerdo con estos postulados se hace necesario realizar unas
puntualizaciones previas con respecto a la exposición de nuestro
análisis:
—en cuanto al espacio geográfico que tendremos en cuenta que­
dará reducido al territorio de los astures transmontanos, es decir
el perteneciente a la Asturias actual, aludiendo también de forma
esporádica al suelo asturiano (Oriente y Occidente de la región) no
incluido durante la Antigüedad en el conventus Asturum:
—en segundo término, la cronología de nuestro estudio com­
prenderá toda la época bajoimperal, tomando como punto de par­
tida los años medios o finales del siglo II e incluyendo, por consi­
guiente, el período conocido como crisis del siglo III en el Impe­
rio; y
—en último lugar, la elección del tema y su concreción en el
sector económico agro-pecuario obedece al hecho de que el sec+or
minero, al parecer, de acuerdo con las conclusiones a que ha llega*
(1) Cf., entre otros, C. D o m e rg u e : “Introduction à l’étude des mines d’or
du Nord^Ouest de la Péninsule Ibérique dans l’Antiquité”, L e g io V II G e m in a ,
León, 1970, pp. 253 y ss. ; “Las minas de oro romanas de la provincia de León :
razones de una excavación arqueológica”, T ie r r a s de L e ó n XIV, 1971, pp. 39
y ss., y “La mise en valeur des gisements d’alluvions aurifères du Nord-Ouest
de l’Espag'ne dans l’antiquité: une technique d’exploitation romaine”, XII
C A N , pp. 563 y ss. ; F . de A lm e id a : “Mineraçao romana em Portugal”, L a
m in e r ía h is p a n a e ib e r o a m e r ic a n a , León, 1970, I, pp. 195 y ss., y C. A. F e r r e i r a : “Aspectos da mineraçao romana de ouro en Jales e Tresminas (Tras-osmontes)”, X I I C A N , pp. 553 y ss.
(2) Cf. J. M. R o ld a n : H is p a n ia y e l e jé r c it o ro m a n o . C o n trib u c ió n a la
h is t o r ia s o c ia l de la E s p a ñ a a n t ig u a , Salamanca, 1974, p a s s im , y más concre­
tamente N. S a n t o s : E l e jé r c it o y la r o m a n iz a c ió n de lo s a s t u r e s , Oviedo, 1981.
(3) Ver, por ejemplo, M. T a r r a d e l l : “La crisis del siglo III d. C. en His­
pania. Algunos aspectos fundamentales”, A c t a s d e l I C E E C , Madrid, 1958, pp.
263 y ss.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
113
do Claude Domergue (4), dejó de explotarse en el N.O. hispánico
durante la dinastía de los emperadores Severos (primer tercio del
siglo III), a pesar de que no sepamos a ciencia cierta cuáles fueron
las causas que provocaron esta paralización: agotamiento del mi­
neral, falta de mano de obra, fin de la rentabilidad de las explota­
ciones, crisis general que afligió al Imperio romano desde los mo­
mentos finales del siglo II...
En el transcurso de los años de la centuria precedente el rendi­
miento de las explotaciones mineras de oro del territorio corres­
pondiente a los astures podía ser considerado aún como aceptable
(5), de manera que no es posible pensar en que la escasez de ma­
no de obra esclava constituyese la causa determinante del cese de
dichas extracciones, puesto que a lo largo del siglo II estas tareas
serían realizadas ya en gran medida utilizando mano de obra libre,
según ponen de relieve ,por ejemplo, las lápidas pertenecientes a
mineros originarios del N.O. peninsular ibérico que prestaban su
fuerza de trabajo en las explotaciones de Riotinto o en los centros
mineros de Sierra Morena (6).
Aunque en un principio no podamos afirmar con total seguri­
dad si las minas de oro del N. de Portugal, Galicia y Asturias fue­
ron trabajadas o no con intensidad durante los años que compren­
de la crisis del siglo III y todo el Bajo Imperio, parece afianzarse
cada vez más la hipótesis ya formulada y aceptada por bastantes
investigadores de nuestra época en el sentido de considerar como
una de las causas más sobresalientes de la decadencia del Imperio
romano el debilitamiento o cese de este tipo de explotaciones mi­
neras, que en gran medida habían contribuido a su propia expan­
sión y auge económicos.
Aunque se ha venido creyendo tradicionalmente, sobre todo a
partir de los estudios de C. Domergue, que en las regiones del N.
(4) “Les exploitatiohs aurifères du N. O. de la Péninsula Ibérique sous
l’occupation romaine”, L a m in e r ía h is p a n a e ib e r o a m e r ic a n a , León, 1970, I,
pp. 174. Cf. igualmente “Introduction à l’étude des mines d’or du Nord-Ouest...”,
de época romana de Barbantes (Orense), N A H III-IV, 1954-1955, pp. 118 y ss.
(5) Cf. D. G. Bird: “The Roman Gold Mines of North-West Spain”, B J
CLXXII, 1972. pp. 36 y ss., y E. G a r c i a : “Explotaciones mineras en la Astu­
rias primitiva”, B I D E A , núm. 49, 1963, pp. 293 y ss.
(6) Sobre este punto cf. A. D ’O r s y R. C o n t r e r a s : “Organomescos en las
minas de Sierra Morena”, A E A XXXII, 1959, pp. 167“168; A. B la n c o y J. M.
L u z o n : “Mineros antiguos españoles”, A E A XXXIX. 1966, pp. 73 y ss.. y J. M.
L u z o n y D . Ruiz: “El poblado minero romano de Riotinto”, H a b is I, 1970, pp.
125 y ss.
114
NARCISO SANTOS YANGUAS
de Portugal, es decir en el territorio correspondiente al conventus
bracarense (7), y en Galicia (conventus lucense) las minas aurífe­
ras debieron de continuar explotándose aún con relativa fuerza e
itensidad durante todo el siglo III (8), intensificándose posible­
mente aún más su laboreo y aprovechamiento a lo largo de la eta­
pa bajoimperial, según parecía deducirse de la continua reparación
de las calzadas y vías de comunicación de estas regiones (9), así
como de la presencia masiva de miliarios en las mismas (10), cree­
mos que esto no debió de suceder así, ya que los miliarios hallados
hasta la actualidad no pertenecen a las vías principales del Itinera­
rio de Antonino correspondientes al N.O., sino a ramales secunda­
rios de dicha red viaria. En cuanto a la abundancia de tesorillos
encontrados en estas regiones, aducidos igualmente por algunos
historiadores como prueba de la persistencia de estas explotaciones
auríferas, no creemos que haya que considerarlos como un argu­
mento irrefutable a favor de la continuación de las mismas en to­
do el N.O. Así pues, por lo que respecta a los centros de explota­
ción minera de oro de Asturias, debieron hallarse por aquellas fe­
chas en franca decadencia .coincidiendo además en esto con lo que
sucedería en toda la zona nordoccidental de la Península.
Si tenemos presente, por tanto, este contexto, las palabras que
el poeta Claudiano adjudica a las minas auríferas de Asturias en
su obra Laus Serenae, compuesta en torno al año 404 y dirigida a
la sobrina del emperador Teodosio (11), no constituyen un argu­
mento digno de crédito a favor de su laboreo, ya que se encuen­
tran aplicadas a una época en que su explotación había desapare­
cido por completo y utiliza los mismos términos de que se sirve
Lucano para evocar al minero astur. Del mismo modo, las alusio­
nes de los panegiristas bajoimperiales a las riquezas mineras de la
(7) C f. F. d e A lm e id a : “Mi’nas do ouro na Gallaecia portuguesa”, L e g io
León, 1970, pp. 287 y ss.; y M. C a r d o z o : “ A propósito da lavra
do ouro na provincia de Tras-os-montes durante a época romana”, R G LXIV,
1954, pp. 113 y ss.
(8) C f., como exponente, M. C h a m o so : Excavaciones arqueológicas en la
citania de San Cibrián das Las y en el poblado y explotación minera de oro
de época romana de Barbantes (Orense)”, N A H III-IV, 1954-1955, pp. 118 y ss.
(9) Ver por ejemplo, L. A . B a r r a d a s : “Vías romanas das regioes de Cha­
ves e Braganga”, R G LXVI, 1956, pp. 159 y ss., y M. D. N. E. A l v a r e z : “Vías
romanas de Galicia”, Z e p h y r u s XI, 1960, pp. 5 y ss.
(10) Cf., entre otros, J. M. C a a m a ñ o : “Los miliarios del alto de La Cerdeira (Puebla de Trives, Orense)”, C E G XXVIII, 1973, pp. 212 y ss.
(11) Versos 75-77: ...e f f o s i n e c p a llid u s A s t u r o b e r r a t / m o n t ib u s : o b la tu m s a c r is n a t a lib u s a u r u m / v u lg o v e n a v o m it ...
V II G e m in a ,
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
115
región tampoco nos sirven para probar nada (12), puesto que se
hallan inspiradas igualmente en los autores de los siglos anterio­
res del Impero ,como puede ser el caso de Plinio el Viejo (13).
En este mismo contexto nos parece que es posible comprender
la creación y pronta desaparición de la provincia Hispania nova
Citerior Antoniniana por parte de Caracalla (14): el objetivo de di­
cho emperador estuvo encaminado, sin duda, a revitalizar las ex­
plotaciones auríferas del N.O. mediante la presencia de una orga­
nización administrativa más compleja; sin embargo, el hecho de
que los resultados no fueran satisfactorios y no se lograran bene­
ficios rentables incidiría de forma negativa en este último intento
de intensificar la producción en los centros mineros, dando paso
inmediatamente al debilitamiento de las explotaciones y a la desa­
parición de la nueva unidad administrativa creada. Además, los
procuratores de rango ecuestre de Asturias y Galicia desaparecen
también como fecha más probable en torno al año 222, coincidien­
do por tanto con el momento de reducción de las explotaciones
auríferas y, al mismo tiempo, con la desaparición de la nueva pro­
vincia.
Antes de pasar a analizar la incidencia del sector agro-pecuario
en la romanización de la región asturiana nos parece necesario con­
cretar los períodos a través de los cuales se fue desarrollando y
afianzando ésta, para poder comprender en toda su extensión cuál
fue su significado; estas fases históricas de caracteres bien defi­
nidos y delimitados se pueden concretar así:
—una primera constituida por la ocupación militar de la re­
gión, y en general de todo el N. O. hispánico, que, arrancando de
los años correspondientes a las guerras astur-cántabras, se prolon­
garía hasta mediados del siglo II d. n. e. y en la que hemos de
destacar la participación masiva de elementos astures en los cuer­
(12) Ver por ejemplo, las alusiones al oro de Pacatio Drepanlo en su P a XXVIII, 2.
(13) N.H. XXXIII, 4, 76-80...Cf. C. D o m e r g u e : “La mise en valeur des
gisements d’alluvions aurifères...”, op. c it., y “À propos de Pline, Natur. Hist.
33, 70-78 et pour illustrer sa description des mi'nes d’or romaines d’Espagne”,
A E A XLV-XLVII, 1972-1974, pp. 499 y ss.
(14) CIL II, 2661 y 5680. Cf. F. D ie g o S a n to s : “Provincia Hispania nova
Citerior Antoniniana d’après deux inscriptions de Leon (CIL II, 2661 y 5680)”,
A k te n V I. In te r n . K o n g . G r ie c h . & L a te in . E p ig r a p h ik , Munich, 1973, pp. 472
y ss.
n e g y r ic u s T h e o d o sio d ic tu s
116
NARCISO SANTOS YANGUAS
pos de tropas auxiliares (alas y cohortes) en un primer momento
y en las legiones después (15);
—una segunda etapa, de mayor estabilidad, que abarcaría más
o menos hasta el último tercio del siglo III (época de Diocleciano)
y en la que se irían imponiendo paulatinamente los modelos de
organización romanos, de manera especial a través del estableci­
miento de las primeras explotaciones agrícolas de tipo romano
(16); y,
—por último, los años finales del siglo III, la centuria siguien­
te y la primera mitad del V, época durante la cual se desarrollará
una más intensa colonización agrícola romana, que contribuirá al
mismo tiempo a una romanización más profunda del territorio as­
turiano en toda su extensión, al igual que en otras provincias del
Imperio (17).
En cualquier caso hemos de partir del hecho de que el territo­
rio perteneciente a la Asturias actual en tiempos romanos conserva­
rá en buena medida las estructuras económicas propias de época
prerromana, que se mantendrán incluso con gran intensidad hasta
el Bajo Imperio; en este sentido en ningún momento se llegará
a producir en dicho territorio un cambio profundo y sustancial en
dichas estructuras, a pesar de que en el transcurso de los tiempos
bajoimperiales se dará paso a una más intensa colonización agrí­
cola de la zona (18).
(15) Cf. N. S a n to s : “Las alas astures e'n el ejército romano de época im­
perial”, B I D E A n.° 98, 1979, pp. 643 y ss.; “Las cohortes astures en el ejérci­
to romano”, B I D E A n.° 99, 1980, pp. 295 y ss., y “Las cohortes de astures y
galaicos en el ejército imperial romano”, B o l. A u r . (en prensa). Sobre otras
regiones nordoccidentales cf. N. S a n to s : “Las cohortes de bracaraugustanos
en el ejército imperial romano”, B r a c a r a A u g u s t a XXXIII, 1979, pp. 367 y
ss., y “Las cohortes de los lucenses en el ejército romano”, B r ig a n t iu m 1, 1980,
pp. 107 y ss.
(16) Sobre estos aspectos en el Imperio en general cf., entre otros, J. P e r c e v a l: T h e R o m a n V illa . A n H is to r ic a l In tr o d u c tio n , Londres, 1976 y F . R e u t ­
t i : D ie rö m isc h e V illa , Darmstadt, 1978. Acerca de la organización de estas
unidades económicas ver, por ejemplo, G. E. F u s s e l y A. K e n n y : “L’équipement d’u'ne ferme romaine”, A n n a le s (E S C ) XXI, 1966, pp. 306 y ss., y E. M ar ó t i : “The Villicus and the Villa-System in Ancient Italy”, O ik u m e n e I (Bu­
dapest), 1976, pp. 109 y ss.
(17) Cf. H . H in z : “Zur Bauweise der Villa Rustica”, G e r m a n ia R o m a n a
III, 1970, pp. 15 y ss., y M . M ü ll e r - W il le : “Die Landwertschaftlichen Grund­
lage der Villae Rusticae”, G e r m a n ia R o m a n a III, 1970, pp. 26 y ss.
(18) N. S a n to s : “Organización socio-económica de la Asturias bajoimperial”, H is to r ia d e A s t u r ia s en fascículos, Silverio Cañada Editor, Gijón, 1982.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
117
De esta manera, aunque la lengua latina llegará a ser adoptada
por los astures, de acuerdo con lo que se puede deducir de la
documentación epigráfica de que disponemos en la actualidad, su
utilización no significa una verdadera romanización ni una ro­
manización intensa, puesto que es por medio de dichos testimo­
nios como hemos podido llegar a detectar precisamente la pervivencia en muchos casos de la organización social indígena en épo­
ca romana (19).
Por otra parte, la persistencia de la organización socio-económica indígena traerá consigo que no se extiendan por buena parte
de todo el Norte peninsular los elementos más característicos de
la vida urbana antigua, es decir el empleo masivo de la fuerza
de trabajo esclavo, el afianzamiento de la propiedad privada de
la tierra, la elaboración de mercancías a gran escala, las relacio­
nes comerciales con base en la moneda... (20) o, cuando menos,
lo hicieran de forma muy débil en los centros de población or­
ganizados a la manera romana en algunos de sus aspectos, como
sucederá con las villas, que constituyen además el elemento más
representativo del período histórico a que nos referiremos en las
páginas siguientes.
Según esto, parece probable que en la fase histórica del Bajo
Imperio, y no con anterioridad, la romanización en Asturias lo­
graría un avance notable, y hasta cierto punto espectacular, con
relación a los siglos anteriores mediante el establecimiento y fun­
cionamiento de abundantes fundos o villas, cuya existencia nos
^esulta conocida en parte merced a sus possessores o dueños, que
han perdurado en los nombres de lugar de la región asturiana (21);
además, algunos de estos topónimos perviven igualmente durante
la época visigoda, de donde podemos deducir que el fenómeno de
asentamiento y explotación de colonos agrícolas continuaría vi­
gente durante todo el reino visigodo, preludiando lo que con pos­
terioridad conocemos como sistema o modo de producción feudal
(hay que tener presente que durante esta última fase histórica la
labor romanizadora corresponderá a la Iglesia al haberse conver(19) M. V igil: “Romanización y permanencia de estructuras sociales in­
dígenas en la España septentrional”, B R A H CLII, 1963, pp. 225 y ss.
(20) M. V i g i l : H is to r ia de E s p a ñ a A l f a g u a r a I, Madrid 19752, p. 392.
(21) C. B o b e s : “La toponimia romana de Asturias”, E m é r it a XXVIII,
1960, pp. 241 y ss., y XXIX, 1961, pp. 1 y ss. Para el caso del territorio héti­
co cf. J. P a b ó n : “Sobre los nombres de la villa romana en Andalucía”, E s t u ­
d io s d e d ic a d o s a D . R a m ó n M e n é n d e z P id a l, Madrid, 1953, IV, pp. 87 y ss.
118
NARCISO SANTOS YANGUAS
tido ésta en heredera directa del Imperio romano, de acuerdo con
lo que se rastrea en la obra de San Martín Dumiense por ejemplo).
Teniendo en cuenta todas estas premisas, hemos de añadir
finalmente que nos sentimos plenamente identificados con la hi­
pótesis que sostiene que la región asturiana fue objeto de una
escasa y débil romanización, a pesar de que desde el siglo III po­
damos detectar un proceso romanizador más intenso, concretado
y reducido casi de forma exclusiva a la integración en el campo
económico. En este sentido no resulta difícil admitir que la or­
ganización económica de la región había experimentado notables
variaciones y transformaciones en el Bajo Imperio con respecto
a la época reflejada en la obra de Estrabón por ejemplo (22), aún
cuando las estructuras sociales y políticas permanecieran práctica­
mente inalterables, si exceptuamos los cambios promovidos en la
organización indígena por el modo de explotación de la tierra.
La forma de propiedad y explotación del suelo que será típica
del territorio de la Asturias bajoimperial durante la segunda mi­
tad del siglo III, así como a través del IV y buena parte de la cen­
turia siguiente, la constituyen los fundos o villas, más bien de pe­
queña o mediana extensión, en contraposición con las explotacio­
nes de este mismo tipo existentes en otras regiones peninsulares,
en especial en la Meseta (23). En este sentido la pervivencia de
estas villas en suelo astur no resultará difícil de rastrear en época
visigoda.
Como fenómeno individualizado las villas rústicas habían he­
cho ya su aparición a gran escala en suelo hispano y, en general,
en todas las provincias del Occidente romano desde mediados del
siglo II, siendo sin embargo mucho más abundante su prolifera­
ción durante la segunda mitad de la centuria siguiente y todo el
siglo IV, coincidiendo con el momento en que dichos latifundios
adquieren su máximo apogeo y florecimiento, al tiempo que se
(22) III, 3, 8. Cf. J. M . B l á z q u e z : “L a Iberia de Estrabón”, H A n t I, 1971,
pp. y ss., y N. S a n to s : “Estructuras socio-económicas de la cultura castreña”
(en prensa), y “Economía y sociedad en la Asturias castreña de época pre­
rromana”, B I D E A (en prensa).
(23) P. de P a l o l : “Romanos en la Meseta: el Bajo Imperio y la aristo­
cracia agrícola”, S e g o v ia y la a r q u e o lo g ía ro m a n a , Barcelona, 1977, pp. 297 y
ss. Para las zonas del N.O. cf., por ejemplo, A. S am p aio: “As villas do Nor­
te de Portugal”, P o r t u g a lia I, 1899-1901, pp. 281 y ss. y 549 y ss., en el caso
del c o n v e n tu s bracarense.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
119
dará paso a una cierta transformación en la estructura social y
económica de la Península durante aquellos años (24).
La reconstrucción del sentido y significado de estas explota­
ciones agropecuarias se hace posible por medio de dos tipos de
documentación:
—1) en primer lugar a través de los datos aportados por la
arqueología, cuyos restos nos han permitido analizar y estudiar
las ruinas de lujosas villas del campo (25), en especial en el caso
de la región meseteña, donde han aparecido además abundantes y
bien conservados mosaicos, analizados ya en varios trabajos de
conjunto tanto en sus aspectos artísticos como en su significado
social (26);
—2) junto a estos, contamos con los datos aportados por la
lingüística, sobre todo a través de la conservación de numerosí­
simos topónimos, que en su gran mayoría derivan de nombres de
personas, sin duda los dueños de las villas, y que se fechan casi
todos ellos en el siglo IV, puesto que no aparecen mencionados ni
en los escritores antiguos ni en la documentación epigráfica (27).
En cualquier caso la tarea de comprobar la equivalencia de dichos
topónimos con la existencia de centros de explotación agrícola
de este tipo corresponderá a la arqueología en los años venideros.
Por lo que respecta a la región objeto de nuestro estudio, mien­
tras que las prospecciones arqueológicas no han sido demasiado
abundantes ni completas, la documentación de carácter lingüísti­
co resulta ser mucho más aprovechable, concretada en los nom­
bres de lugar con terminación en -ana, así como en otros topóni­
mos, analizados todos ellos por C. Bobes (28). No obstante, queda
aún un vasto trabajo por realizar, consistente en descifrar si todos
(24) Cf. M. T a r r a d e l l : “Población y propiedad rural en el Este peninsu­
lar durante el Bajo Imperio”, A c t a s d e l I I I C E E C , Madrid, 1968, II, pp. 164
y ss.
(25) Cf. J. H a r m a n d : “Sur la valeur archéologique du mot villa”, R A
XXXVIII, 1951, pp. 155 y ss.
(26) Cf., e n tr e o tr o s, X. B a r r a l y A l t e t : “A n th o lo g ie d e la m o sïq u e im er iq u e ”, L e s d o s s ie r s d e l’a r c h é o lo g ie n.° 15, 1976, pp. 56 y ss. ; A . B a l i l : “E s­
ta d o a c tu a l d e l e stu d io d e la m u siv a r ia rom a n a e n E sp a ñ a ”, P V n ú m s. 106-107,
1967, p p. 15 y ss., y J . M . B lá z q u e z : “A r te y so c ie d a d e n lo s m o sa ic o s h isp a ­
n o s d e l B a jo Im p e r io ” , B e l l a s A r te s 75,6 1975, p p. 18 y ss.
(27) J. M. P i e l : N o m e s d e p o s s e s s o r e s la t in o - c r is t ia o s n a to p o n im ia a s tu r o - g a le g o - p o r t u g u e s a , Coimbra, 1948.
(28) “La toponimia roma’na de Asturias”, E m é r ita XXVIII, 1960, pp. 241
y ss., y XXIX, 1961, pp. 1 y ss.
120
NARCISO SANTOS YANGUAS
ellos se identifican o no con centros de explotación agrícola de
tipo bajoimperial.
VILLAS H1SPANORROMANAS DE ASTURIAS
A lo largo de los años bajoimperiales, así como durante buena
parte de la época visigoda e, incluso, durante la etapa altoimperial,
continuarían pujantes y florecientes en Asturias un número abun­
dante de villas, cuyo origen remonta a los siglos o decenios ante­
riores, especialmente si tenemos presente que el siglo III y el pe­
ríodo del Bajo Imperio en general constituyen la época de más in­
tensa romanización de la región, entendiendo por tal casi exclusi­
vamente la explotación intensiva del campo a la manera romana.
En cuanto al número de centros de aprovechamiento económi­
co de esta naturaleza, de acuerdo con lo que vamos a exponer a
continuación, rebasa con creces las apreciaciones recientes de J. G.
Gorges (29), quien señala como tales villas las de El Pedregal (en
Andallón), las Murias de Beloño (en Cenero), la Isla (en Colunga),
Campo de Valdés (en Gijón), Cabruñana (en Grado), Pauzana (en
Lugo de Llanera), Viella o Monte las Murias (en Lugones), Lillo
o Linio (en el Naranco), Paraxuga, en Buenavista (Oviedo), Boides
(en Puelles, Villaviciosa), La Magdalena de la Llera (en Santianes
de Pravia), las Murias de Ponte (en Soto del Barco), Pumarín (en
Tremañes), Torre Vieja (en Valduno), Mamorana (en Vega del Cie­
go, Lena) y Villarmosén (sin localizar).
A este respecto podemos afirmar que, aunque el nacimiento
de algunas de estas villas arranca ya de los siglos precedentes, su
etapa de mayor apogeo coincide con la época que ahora estamos
analizando. Así, por ejemplo, la villa romana de Campo Valdés,
que contaría con unas termas anejas (30), según se desprende de
los abundantes vestigios arqueológicos (muros estucados y pinta­
dos con colores vivos y variados, sobre todo motivos geométricos
y florales; cerámica común y sigillata hispánica...) descubiertos a
comienzos del siglo actual, a pesar de que sus primeras construc(29) L e s v i l la s h is p a n o r o m a in e s, París, 1979, pp. 330-334.
(30) C. A l v a r g o n z á l e z : T e r m a s r o m a n a s d e l C a m p o d e V a ld é s - G ijó n , Gi­
jón, 1965. En proceso de corrección de pruebas se ha descubierto durante las
excavaciones del mes de junio una muralla roma’na bajoimperial en Gijón, lo
que demuestra que las termas de Campo Valdés serían las propias del centro
urbano que acogerían dichas fortificaciones, no teniendo por tanto el carácter
de edificaciones de una v illa .
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
121
ciones deben de ser fechadas en la segunda mitad del siglo I d. n. e.
(31), tendría una pervivencia de ocupación constatada durante la
etapa a que ahora venimos aludiendo, al menos hasta los años fi­
nales del siglo IV.
Del mismo modo, en los alrededores de la ciudad de Gijón se
han descubierto restos de edificaciones de esta misma naturaleza,
siendo de destacar entre otros los correspondientes a las villas de
Tremañes, en Pumarín, y de Serín y Jove, que, aunque su origen
puede fecharse en los años anteriores, se mostrarán igualmente flo­
recientes a lo largo del Bajo Imperio. En el caso de Tremañes, de
ocupación bastante tardía, se encontraron restos de hipocausto,
estucos pintados, tejas, ladrillos y cerámica en superficie..., todo
lo cual parece indicarnos la presencia de una villa, que dispondría
además de su propio balneario (32).
Por su parte en Las Murias de Beloño, parroquia de Genero,
perteneciente también al concejo de Gijón, fue excavada durante
la década de los 50 una villa romana, cuyo emplazamiento se ha­
llaría cercano a la ruta que, desde Lucus Asturum, marcharía en
dirección a la costa, concretamente hasta el núcleo urbano de
Noega (33). Los tres edificios de que constaba, situados unos frente
a otros, estarían decorados con pinturas polícromas de motivos
geométricos, aunque no se ha hallado ningún resto de mosaico (34).
En cuanto a su cerámica, la rareza de la misma nos lleva a pensar
en que posiblemente sus habitantes utilizaran instrumentos de ma­
dera para la casa, aún cuando contemos también con ciertos restos
de sigillata hispánica fechados en el siglo II d. n. e., así como otros
de cerámica común, provenientes de un enterramiento posterior,
posiblemente ya del siglo IV (35). En todo caso, aunque los pri­
meros síntomas de habitabilidad y vida en dicho centro parecen
remontar a los años finales del siglo I o comienzos del II, dispone­
mos igualmente de tipos de cerámica que nos están indicando su
vigencia en los momentos finales del siglo IV e, incluso, durante
la primera parte de la centuria siguiente.
(31) J. G . G o r g e s : op. c it., p. 331, donde por error aparece el siglo II en
lugar del I (época neroniana).
(32) C. A lv a r g o n z á le z : op. cit., pp. 71-72.
(33)
C f. F . J o r d á C e r d a :
lla r o m a n a e n A s t u r i a s ,
(34)
M.
E sc o r tell:
la s d e c u ltu r a r o m a n a
65 y ss.
(35) J.
G. G o r g e s :
L a s M u r ia s de B e lo ñ o (C e n e r o - G ijó n ) : u n a v i­
Oviedo, 1957.
“Villa de las Murias de Beloño”, C a t á lo g o d e la s s a ­
d e l M u se o A r q u e o ló g ic o d e O v ie d o , Oviedo, 1975, pp.
op.
cit.,
p. 330.
122
NARCISO SANTOS YANGUAS
Además, al O. de la primitiva iglesia de San Pedro de Veranes
se han descubierto ciertos restos arqueológicos, entre ellos un mo­
saico (36), que podemos considerar como indicios demostrativos
de la existencia de una nueva villa romana, cuyo origen pudo coin­
cidir con el momento de intensificación de las explotaciones agrí­
colas de la región a la manera romana. En este sentido su conti­
nuidad y pervivencia aparecen manifiestas en la iglesia de dicha
localidad, a la que se ha venido considerando tradicionalmente co­
mo basílica paleocristiana, quizás perteneciente a época visigoda.
Por otro lado, en el emplazamiento bajoimperial de la actual
iglesia de La Isla, perteneciente al concejo de Colunga, en el trans­
curso de un reconocimiento efectuado en el año 1903, se descubrie­
ron unas termas romanas al borde del mar, restos de hipocausto,
estucos pintados con figuras geométricas e imitación marmórea, y
fragmentos de mosaicos polícromos con decoración geométrica,
así como numerosos materiales que, procedentes de esta villa, fue­
ron reutilizados posteriormente en la construcción de dicha igle­
sia (37); este centro cobraría fuerza como núcleo de explotación
agrícola en los años finales del siglo II y durante toda la época bajoimperial, a pesar de que muy posiblemente su primitiva edifica­
ción arranque de una etapa anterior (38).
Junto a ello, en Puelles, concejo de Villaviciosa ,cerca de la ac­
tual iglesia de San Salvador de Valdediós fue excavada a lo largo
de los años 20 de nuestro siglo una villa romana, la de Boides (39),
de la que se conservan igualmente noticias en época medieval,
pero cuya fase de mayor pujanza parece corresponder a la época
plenamente romana, y más en concreto a tiempos bajoimperiales.
Este centro, dotado de unas termas independientes, presentaría
un tipo de edificación bastante cercano al de Cenero, al tiempo que
su material varía desde algunos restos de vajillas finas del siglo I
hasta otros de sigillata tardía fechables en las últimas décadas del
IV (40).
A su vez en las proximidades de Vega del Ciego, concejo de Le(36) Cf. las reseñas del periódico El Comercio de Gijó’n correspondientes
a los días 20 de octubre de 1954 y 9 de octubre y 18 de diciembre de 1955.
(37) J. G. G o r g e s : op. cit., p. 331.
(38) Cf. C. A lv a r g o n z á le z : op. cit., pp. 73-74.
(39) J. F e r n á n d e z M en én d ez : “La v illa hispano-romana de Boides”, Cov a d o n g a 154, 1928, pp. 503 y ss. ( = V a ld e d ió s 1957, pp. 19 y ss.).
(40) J. G. Gorges: op. cit., p. 332. Cf. F. Jordá: “La cultura de los castros y la tardía romanización de los astures”, A c t a s d e l b im ile n a r io d e L u g o ,
Lugo, 1977, p. 35.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
123
na, en el lugar conocido aún en la actualidad con el nombre de
«ería de Vidríales», unos trabajos agrícolas realizados en el año
1921 permitieron el descubrimiento de un conjunto de restos ar­
queológicos que dejaron al descubierto el plano parcial de una
villa romana, donde sin duda debió de existir un centro de poblamiento, que en la documentación medieval aparece identificado
como castello Memoraría (41); en este sentido, el topónimo, cerca­
no a la mansio Memoriana citada por el Anónimo o Cosmógrafo
de Rávena en esta región, ha permitido llegar a pensar en una
posible identificación (42). El plano de las edificaciones levantado
en el año 1951 nos permite reconocer, a pesar de las destrucciones
ocasionadas por las lluvias y los cultivos, cuatro piezas principales
separadas de dos en dos por un corredor central; la habitación
más cercana al ábside, el tricKnium (?), cuenta con un pavimento
de mosaicos, que constituyen el mejor ejemplo de cuantos tene­
mos conocimiento en la actualidad (43). Dicho mosaico, compues­
to por teselas polícromas, presenta en su ornamentación motivos fi­
gurados (iarros, pájaros, peces y moluscos), geométricos (círcu­
los) y estilizados (flores), mientras que el centro se hallaría ocu­
pado por un emblema desaparecido (44). El emplazamiento no ha
aportado ni documentación numismática, ni restos de cerámica, de
manera que, de acuerdo únicamente con el mosaico, levantado en
el año 1951 y trasladado al Museo Arqueológico de Oviedo, podemos
asegurar que la época de su máximo florecimiento coincide con el
Bajo Imperio, y más concretamente con una etapa bastan+e avan­
zada del mismo (segunda mitad del siglo IV y toda la centuria si­
guiente).
En cuanto al actual casco urbano de Oviedo, en concreto en la
zona de Buenavista, por medio de las excavaciones practicadas en
el lugar denominado Paraxuga, tras el descubrimiento del empla­
zamiento en el año 1957 como consecuencia de una acumulación
de material a causa de trabajos de edificación (45), a pesar de
(41) M. E s c o r t e l l : “Villa de Vega de Ciego”, C a t á lo g o d e la s s a l a s r o ­
, Oviedo, 1975, pp. 56 y ss.
(42) Cf. J. M. G o n z á le z : “Mansiones del trayecto de la vía romana Lucus Asturum—Lucus Agusti”, A r c h iv u m VI, 1957, pp. 287 y ss.
(43) M. J. A r a g o n e s e s : “El mosaico romano de Vega del Ciego (Astu­
rias)”, B I D E A 1954, pp. 3 y ss.
(44) J. G . G o r g e s : op. cit., p. 334.
(45) J. M. G o n z á le z : “Una muria romana en Oviedo (Buenavista)”,
B C P M O v ie d o I, 1957, pp. 198 y ss. = M is c e lá n e a h is t ó r ic a a s t u r i a n a , Oviedo,
1975, pp. 201 y ss.
m a n a s d e l M u se o A r q u e o ló g ic o d e O v ie d o
124
NARCISO SANTOS YANGUAS
qué el yacimiento había sido removido a causa de trincheras abier­
tas durante la guerra civil, se han encontrado algunos restos ar­
queológicos como tejas romanas, ladrillos y pequeños objetos de
bronce (46); todos estos materiales, a los que hay que unir una
moneda de Constantino II, fechada en torno a los años 330-335,
indican la existencia de una posible villa romana, cuya datación
parece corresponderse con la época bajoimperial (47).
En este sentido hemos de tener presente igualmente que en los
alrededores de la capital del Principado contamos con las villas
de Folgueras, en Lugones, así como con las de Liño, Villarmosén,
Villamar y Constante, todas éstas ubicadas en las faldas del mon+e Naranco. En cuanto a la primera de ellas, estaba emplazada en
el territorio de Paredes, perteneciente a la parroquia de Lugones,
en el lugar denominado Folgueras, enclavado en el caserío de Mon­
te de las Murías (48). En el emplazamiento de esta villa, situada a
escasos metros de la margen izquierda del río Nora, se han cons­
truido edificios modernos, por lo que, a pesar de que, tras su des­
cubrimiento en el año 1957, se recogieron tegulae, ladrillos y ci­
mientos romanos, el yacimiento se halla en la actualidad casi to­
talmente perdido (49).
Junto a ello, en la parte meridional del monte Naranco se ha­
llaba la villa de Linio o Liño, que ha aportado ciertos documentos
epigráficos, así como restos de materiales de construcción (50):
dos estelas funerarias romanas proveniente de la necrópolis de la
villa, habiéndose conservado la primera de ellas en la iglesia de
San Miguel de I.illo (51), mientras que la segunda se halla en la de
Santa María del Naranco (52), donde al mismo tiempo una inscrip­
ción grabada en su altar y fechada el 23 de junio del 848 hace alu­
sión a la reconstrucción de una propiedad a causa de su excesiva
antigüedad (53).
(46) M. E s c o r t e l l : “Materiales de Paraxuga”, C a t á lo g o de la s s a l a s ro ­
pp. 63 y ss., y “Materiales romanos de Paraxuga, Oviedo”, M is c e lá ­
I, Barcelona, 1974, pp. 311 y ss.
(47) Cf. J. G. G o r g e s : op. c it., p. 332.
(48) J. M . G o n z á le z : “Localización de una villa romana en Paredes (Lu­
gones)”, B C P M O v ie d o II, 1960, pp. 205-208.
(49) J. G. G o r g e s : op. cit., pp. 331-332.
(50) J. M . G o n z á le z : “La villa romana de Linio, en Naranco (Oviedo)”.
A r c h iv u m XII, 1962, pp. 73 y ss. = M isc e lá n e a h is tó r ic a a s t u r i a n a , pp. 259 y ss.
(51) Su contenido es el siguiente: C a e s / a r o n / i T a b a f li f (ilio ).
(52) En su superficie se lee: Q .V u n d / i r i c u s / A g u d i f ( iliu s ) .
(53) J. G. G o r g e s : op. cit., p. 332.
m a n a s ...,
n e a A r q u e o ló g ic a
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VTLLAS ROMANAS EN ASTURIAS
125
Por otra parte, en el que sería asentamiento primitivo de la ciu­
dad de Oviedo, conocido con el nombre de Ovetao (54), que quizás
deba de ser considerado igualmente como un fundo, existiría po­
blación contemporánea de quienes habitaban las villas anterior­
mente mencionadas, si es que este antiguo centro de población no
constituyó por sí mismo en época bajorromana y visigoda un nú­
cleo autónomo de explotación agrícola.
Al margen de este conjunto de villas, cuya ubicación podemos
situar con relativa precisión, contamos con toda una serie de restos
de edificios pertenecientes a época romana, que muy bien pueden
ser identificados como correspondientes también a centros de ex­
plotación agrícola de esta clase: así, por ejemplo, en Tamañanes
de Abajo, en el concejo de Tineo, se han descubierto restos ar­
queológicos vinculados a una posible villa, e igualmente en Sobrerriba (Cornellana) existió muy posiblemen+e un centro de esta mis­
ma naturaleza, según se desprende de la existencia de restos per­
tenecientes a una construcción de hipocausto. En este mismo con­
texto, en la Cabruñana, a unos 3 kms. al O. de Grado, basándonos
más en testimonios toponímicos que arqueológicos, podemos pen­
sar en la existencia de un nuevo centro de este tipo (55); también
al Norte de Oviedo, en el lugar denominado Pauzana, cercano a
Lugo de Llanera, existen vestigios de dos villas cercanas, aunque
sin corroboración arqueológica alguna (56).
Teniendo en cuenta el contenido y significado de los restos ar­
queológicos que han sido objeto de prospecciones, es muv posible
que en el lugar denominado La Magdalena de la Llera, en Santianes de Pravia (57), así como en Andallón y Llazana (58), estos úl­
timos en el concejo de Las Regueras, hayamos de concretar la ubi­
cación de nuevos centros de explotación agrícola o villas romanas
en el territorio de Asturias, cuya existencia cobraría fuerzas, si es
que no proceden realmente de esta época, en los tiempos bajoim(54) C f. J. M . F e r n á n d e z B u f . l t a :
1948, pp. 77 y ss.
“Ruinas del Oviedo primitivo”, B I D E A
(55) J. M. G o n z á le z : E l lito r a l a s t u r ia n o en la é p o c a r o m a n a , Oviedo,
1954. pp. 77-78. Cf. C. B o b e s : “La toponimia romana de Asturias”, op. cit.. p.
?
66 .
(56) C. B o b e s : op. cit., p. 279.
(57) J. M. G o n z á le z : “Restos romanos de La Magdalena de la Llera (Santianes de Pravia)”, B C P M O v ie d o I, 1957, pp. 201-203.
(58) Cf. J. M. G o n z á le z : “Restos de aspecto romano de La Muría. Llaz?na (Las Regueras)”, V a ld e d ió s 1969. pp. 71 y ss.
126
NARCISO SANTOS YANGUAS
periales, prolongando su apogeo en época visigoda. En cuanto al
emplazamiento de la villa de La Magdalena de la Llera en Santianes de Pravia, es conocido ya desde el año 1777; en el año 1955 se
efectuó una trinchera para el paso de la vía del tren, que puso al
descubierto un muro romano de pequeño aparejo recubierto de
estuco rojo, así como un pavimento de opus signinum y fragmen­
tos de tejas con reborde (59). Al mismo tiempo la proximidad de
numerosos enterramientos posteriores y la toponimia parecen su­
gerirnos igualmente la existencia de una iglesia o de una capilla
medieval (60). Por otro lado, en varios lugares próximos a Santianes ,como en Bances o en Los Cabos, de donde procede la única
lápida de togado romano perteneciente al territorio asturiano que
conocemos en la actualidad, o en la margen derecha del río Nalón,
en los palacios llamados de Doña Palla, se han encontrado restos de
tégula y monedas romanas (61), al igual que edificaciones, todo lo
cual demuestra sin duda una fuerte romanización o explotación
económica de la región (62).
En el caso de Andallón, en el transcurso del año 1958 tuvo lu­
gar, en el emplazamiento denominado El Pedregal, el descubri­
miento de restos de una construcción romana junto con un mo­
saico durate los trabajos de allanamiento de una carretera, en las
proximidades del río Andallón (63); los fragmentos encontrados co­
rresponden a tegulae, imbrices y piedras de construcción. Además,
la carretera corta restos de pavimentos, cuyas teselas se extendían
a lo largo de 7 metros (64). Las características más sobresalientes
del mosaico residen en su composición de estrellas y su decora­
ción de tipo geométrico con policromía, característico de las ela­
boraciones musivarias del siglo IV (65).
A su vez en la zona Sur del lugar denominado La Corrada, en
el concejo de Soto del Barco, parece haber existido igualmente una
villa romana, cuyo emplazamiento se correspondería con Murias
(59) J. G . G o r g e s : op. cit., p. 333.
(60) Cf. J. M. G o n z á le z : “Flavionavia, antigua población de los paésicos”, B I D E A n.° 7, 1953, pp. 40-42.
(61) M . M a llo V ie s c a : “Tesorillo de denarios de Doña Palla”, A r c h iv u m
XIX, 1969, pp. 93 y ss.
(62) Cf. A. J. de B a n c e s y V a ld é s : “Noticias históricas del Co’ncejo de
Pravia”, B R A H L V III, 1911, pp. 262 y ss.
(63) J. G . G o r g e s : op. cit., p. 330.
(64) J. M. G o n z á le z : “Un mosaico romano en Andallón”, B C P M O v ie d o
IT. 1960, pp. 209-210.
(65) M. B e r e n g u e r : L a p in tu r a m u r a l p r e r r o m á n ic a e n A s t u r ia s , Oviedo,
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
127
de Ponte, en la margen derecha de la ría del Nalón (66), y cuya
importancia es posible hacer remontar hasta la época del Bajo
Imperio y los tiempos visigodos. En el emplazamiento de esta villa
se descubrió en el año 1794 un fragmento de mosaico elaborado
con teselas de tierra cocida (67). Además, dicho lugar ha aportado
numerosos vestigios de construcciones romanas, especialmente res­
tos de edificaciones muradas y tegulae (68).
Del mismo modo en Natahoyo, junto a Gijón, parece haber es­
tado ubicado un centro de este tipo, relacionado con la explotación
agrícola del territorio circundante y que, indudablemente, alcan­
zaría su máximo apogeo en los años bajoimperiales. En este mismo
contexto podemos afirmar que es posible que existieran centros de
colonización agrícola de mayor o menor relieve en Baldornón (con­
cejo de Gijón), La Ren (parroquia de San Martín de Cardo, en el
concejo de Gozón), Muros de Nalón, Raíces (concejo de Castrillón),
Bañugues (concejo de Gozón) y Valduno (concejo de Las Regue­
ras). En este último caso, en la vega del río Nalón, concretamente
en su margen derecha, en el lugar denominado Torre Vieja, como
consecuencia de los trabajos realizados en el terreno cercano a la
iglesia en el año 1868, salieron a la superficie fragmentos de tejas
y ladrillos romanos de dimensiones distintas, así como las paredes
de un edificio de grandes dimensiones (69). En la década de los 40
de nuestro siglo se descubrirían también mosaicos, al igual que
una estela funeraria en 1947, desplazada de su antiguo asentamien­
to. Dicha estela, que posiblemente haya que poner en relación con
los vestigios de la villa romana, resulta muy interesante para el es­
tudio de la romanización de los nombres indígenas (70); por sus
características epigráficas se fecha en+re los años finales del siglo
T y los comienzos del III d.n.e.
Además, toda la región central asturiana, es decir el territorio
comprendido entre el lugar en que estuvo asentado Lucus Asturum
1966, pp. 17 y ss. Cf. N A H VI, 1962, p. 371.
(66) No del Narcea, como asegura J. G. G o r g e s : op . cit., p. 333, sin du­
da debido a un error involuntario.
(67) J. M. G o n z á le z : “Restos romanos de la Magdalena de la Llera (Santianes de Pravai)”, op. cit., p. 199.
(68) A. J. de B a n c e s y V a ld e s : “Noticias históricas del concejo de Pravia”. B R A H , LIX, 1911, pp. 98,99.
(69) J. G . G o r g e s : op . cit., p. 333.
(70) Su lectura es como sigue: S e s tio M u n i / g á lic o P r o / g e n e i f ( ilio )
Q u a / d r a t u s F ig e / n i lib ( e n t e r ) ob / (p lu r im a ) m e r it a e iu s. C f. J. M. G o n z á ­
l e z : “La estela de Valduno”, B I D E A 1949, pp. 3 y ss.
128
NARCISO SANTOS YANGUAS
y los actuales centros urbanos de Oviedo y Pola de Siero, ofrecía
unas condiciones excepcionales para los asentamientos romanos
relacionados con la explotación agrícola del territorio. En este as­
pecto, en las donaciones llevadas a cabo por parte de los reyes as­
turianos encontramos con relativa frecuencia alusiones y referencias
a villas, como las de Vellio, Vones, Fozana, Gotos o Arbolies entre
otras, que muy posiblemente no fueran más que la pervivencia de
las ya existentes en tiempos visigodos y cuyo origen arancaría casi
con seguridad absoluta de la etapa bajoimperial romana.
Por otra parte, en el monte Naranco, al Occidente de la villa
de Linio o Liño, se encontraba otro habitat de esta naturaleza, de­
nominado villa Hermosindi, que nos aparece reflejado en el llama­
do Libro Becerro de Corias, correspondiéndose con la actual Villarmosén, aunque su emplazamiento no haya sido localizado aún
con exactitud (71); todos los vestigios romanos encontrados en
ella (restos de construcciones y de cerámica) parecen correspon­
der a una villa romana (72). En este mismo contexto hemos de te­
ner en cuenta que en la parte meridional y oriental de la misma
villa de Liño se realizaron ciertos hallazgos arqueológicos, cuyos
resultados, unidos a la toponimia de la región, nos permiten ase­
gurar la existencia de nuevas villas romanas en Lloriana, Villamar
y Constante; igualmente en Folgueras (Lugones), en la orilla dere­
cha del río Nora, se han encontrado, según hemos visto más arri­
ba, algunos vestigios que corresponden indudablemente a una an­
tigua villa.
A estos hallazgos hemos de añadir, que, en el casco actual de
la ciudad ovetense, en los alrededores de la iglesia de Santullano
(San Julián de los Prados), es muy posible que existiese, como an­
tecedente de la iglesia y los palacios del rey Alfonso II, una villa
romana, que perduraría durante la época visigoda. Por último, los
ladrillos de hipocausto encontrados en las cercanías del antiguo
palacio de Camposagrado nos sirven como indicador de la posible
existencia de una villa, resultando probable igualmente que las dos
inscripciones halladas en Ujo, junto a la estación del ferrocarril
(73), una de ellas perteneciente al prefecto de los svmmaciarios as(71) J. G . G o r g e s : op. cit., p. 334.
(72) J. M a n z a n a r e s : “Vestigios romanos en Villarmosén”, B C P M O v ie d o II,
1960, pp. 219-221.
(73) F. D i e g o S a n t o s : E p ig r a f ía ro m a n a de A s t u r ia s . Oviedo. 1959, núms.
9 y 22. pp. 40-41 y 74-76.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
129
tures, G. Sulpicio Ursulo (74), rodeadas de restos de tégulas roma­
nas, nos estén mostrando el emplazamiento de un nuevo centro de
explotación agrícola de tipo romano. En este sentido no hemos de
olvidar que en el mismo valle del río Lena, aguas arriba, existían
asentamientos constatados de villas romanas, como es el caso de
la Vega del Ciego (75), en el concejo de Lena, denominada villa
Memorana, de la que se nos conserva el mejor exponente de mo­
saico romano en Asturias hasta la actualidad, o como podría ser
el asentamiento antiguo de la actual población de Villallana.
En otra zona de Asturias »concretamente en la ubicada en tor­
no a los ríos Piloña y Sella, se ha descubierto también un buen nú­
mero de restos romanos, como por ejemplo en Vega de Poja (con­
cejo de Siero) o Valdediós, donde estaba emplazada la villa roma­
na de Puelles (76), al igual que en Rodiles (concejo de Villaviciosa) (77) y Puerres, este último en el concejo de Colunga, que pu­
dieron haber sido igualmente centros de colonización agrícola a
la romana durante el Bajo Imperio. Además, en el mismo contexto
geográfico contamos en La Isla con la constancia de la existencia
de una villa romana.
Por su parte, en la zona de Ribadesella se han descubierto res­
tos romanos en las proximidades de Torre, en la parte baja del va­
lle del río Sella, así como restos de construcciones en el fondo de
la ría, la antigua Moega Ucesia, concretamente en el pico denomi­
nado Las Torres, muy cerca del puente de San Román. Finalmen­
te, en el transcurso de la última reconstrucción llevada a cabo du­
rante el año 1977 en la iglesa de Abamia, en el concejo de Cangas
de Onís, se descubrieron algunos fragmentos de tégula que pare­
cen remontar a época romana, lo que nos puede hacer pensar en
el emplazamiento de un nuevo centro de explotación agrícola de
acuerdo con los modelos romanos.
Según esto, podemos afirmar que, en general, los emplazamien­
tos de tipo romano en los que estuvo basada la colonización agrí­
cola de región asturiana hav que situarlos en la región litoral v
en los diferentes valles fluviales, aprovechando las zonas más fér(74) B. D o b s o n : “G. Sulpicius Ursulus, symmachiarii and the Bellum Dacicum”, E S 8, 1969, pp. 122 y ss.. y N. S a n t o s : “ L o s symmachiarii astures en
el ejército romano”, D u r iu s 1979 [1980], pp. 77 y ss.
(75) Cf. M. E s c o r t e l l : “Vega de Vega del Ciego”, op. cit., pp. 56 y ss.
(76) Cf. J. F. M e n e n d e z : “Excavaciones arqueológicas de Puelles (Valdediós). La villa hispano-román a de Boides”, op. c it., pp.. 503 y ss.
(77) J. M. G o n z á l e z : “Los restos arqueológicos de Rodiles”, V a ld e d ió s
1959, pp. 23 y ss.
130
NARCISO SANTOS YANGUAS
tiles del actual territorio asturiano, siendo muy posible que falten
aún por descubrir los indicios de la existencia y pervivencia de al­
gunos cuyo emplazamiento hemos adelantado más arriba a mane
ra de hipótesis.
En cualquier caso, todos estos fundos o villas romanas, en cuan­
to a su origen, o bien arrancaban ya de una etapa anterior, en ca­
si su totalidad del siglo II e, incluso, alguna de ellas de los últi­
mos años del I, en cuyo caso perviven y alcanzan su etapa de má­
ximo florecimiento y esplendor durante el Bajo Imperio, o bien
vieron su nacimiento durante los años bajoimperiales, continuan­
do pujantes en su mayor parte aún durante la época visigoda. A
pesar de todo, la nueva situación planteada, representada por el
afianzamiento y apogeo del tipo de explotación del suelo a la ma­
nera romana, no supondrá un obstáculo insalvable para que con­
tinuase desarrolládose, bien es verdad que de manera constreñida,
las formas de explotación agrícola propias de los indígenas astures
(78), aunque fuesen admitiendo paulatinamente algunos adelantos
técnicos en la misma como consecuencia directa de la asimilación
de los elementos de la formación social romana a través de un pro­
ceso de influencias culturales.
Sabemos que desde los comienzos del reinado de la dinastía de
los Severos entra en crisis, de modo acusado, la vida urbana en
todas las provincias del Imperio romano en que ésta había logra­
do sobreponerse a la organización indígena anterior (79). Como
consecuencia de ello comenzará en estos momentos a ser habita­
do el campo, de acuerdo con lo que se deduce de la gran abundan­
cia de mosaico encontrados en las villas de la Meseta (80), así co­
mo de su gran valor, por sus propios dueños (81), gran parte de
los cuales vivían hasta entonces en los centros urbanos, teniendo
(78) Cf. N. S a n t o s : “Economía y sociedad en la Asturias castreña de épo­
ca prerromana”, B I D E A (e’n prensa).
(79) Cf. E. M . S c h t a j e r m a n : D ie K r i s e d e r S k l a v e n h a lt e r O rdn un g im W es­
te n d e s rö m isc h e n R e ic h e s, Berlin, 1964. Para el funcionamiento de estos nú­
cleos de población en los años anteriores ver J. M a n g a s : “Un capítulo de los
gastos en el municipio romaho de Hispania a través de las informaciones de
la epigrafía”, H A n t I, 1971, pp. 105 y ss., y H. G a l s t e r e r : U n te r s u c h u n g e n
z u m r ö m is c h e n S t ä d t e w e s e n a u f d e r ib e r isc h e n H a lb in s e l, Berlin, 1971.
(80) Cf., por ejemplo, A. B a l i l : “Las escuelas musivarias del conventus
Tarraconensis”. VIII C A N , 1963, pp. 406 y ss.
(81) Cf., entre otros, B. T a r a c e n a : “La villa romana de Liéde'na y el cam­
po español en el Bajo Imperio”, I C A N , 1952, pp. 215 y ss., y M. T a r r a d f l l :
“Población y propiedad rural en el Este peninsular durante el Bajo Imperio”,
A c t a s d e l I I I C E E C , Madrid, II, 1968, pp. 164 y ss.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
131
su origen igualmente ahora una vida agrícola intensiva a la manera
romana entre los astures, o más que su nacimiento su etapa de
mayor apogeo, ya que, según hemos visto más arriba, algunas de
estas villas datan ya del siglo II, e incluso del I. En este sentido
los cambios y transformaciones operados en esta agricultura de
caracteres primitivos, que hasta esta época se encontraba básicamnte en manos de las mujeres, por el nuevo tipo de organización y
explotación agrícolas, imbuido de los mecanismos y caracteres ro­
manos, parece haberse producido en primer término entre los astures augustanos, pasando poco tiempo después a enraizarse en el
territorio de la actual Asturias.
Según todos los indicios las reformas de toda clase propugna­
das por el sistema tetrárquico en los años finales del siglo III ha­
brían conducido a la reconstrucción y rehabilitación de un buen
número de centros urbanos arrasados en el transcurso de las inva­
siones de los francos y alemanes en tiempos de Galieno y Aureliano (82); sin embargo, puesto que la incidencia de estos hechos his­
tóricos no debió de ser excesivametne amplia ni notoria en el caso
de Asturias y, por otra parte, los centros urbanos tampoco llegaron
a ser abundantes en dicha región, este tipo de medidas no pudo
contribuir en modo alguno a un resurgimiento de esta naturaleza
a gran escala.
Frente a ello, partiendo de la política de los tetrarcas en un prin­
cipio y de la de Constantino y sus sucesores posteriormente a lo
largo de todo el siglo IV, alcanzaría su desarrollo más intenso una
verdadera colonización agrícola entre los astures transmontanos,
de acuerdo con lo que hemos venido constatando a través de la to­
ponimia y la documentación arqueológica. A esta época histórica
bajoimperial corresponde, por ejemplo, la villa denominada de Las
Murias en Paraxuga (Buenavista, Oviedo), que dominaría gran par­
te del valle en que se encuentra enclavada la capital asturiana (83).
Si tenemos en cuenta los fragmentos de slgillata hispánica tardía
en ella descubiertos, así como de cerámica gris paleocristiana, esta
(82) Cf. A. B a l i l : “Las invasiones germánicas en Hispania”, C T E E H A R
IX, 1957, pp. 95 y ss.; J. M. B l a z q u e z : “La crisis del siglo III en Hispania y
Mauritania Tingita’n a”, H is p a n ia XXVIII, 1968, pp. 5 y ss.; M. T a r r a d e l l :
“Sobre las invasiones germánicas del siglo III d. J. C.”, E s t u d io s C lá s ic o s III,
1955-1956, pp. 95 y ss., y N. S a n t o s : “Las invasiones germanas del siglo III
en Hispania”, H A n t VIII, 1978.
(83) J. M. G o n z á l e z : “Una muria romana en Oviedo (Buenavista)”,
B C P M O v ie d o I, 1957, pp. 198-200. M is c e lá n e a h is tó r ic a a s t u r i a n a , Oviedo, 1975,
pp. 201-204.
132
NARCISO SANTOS YANGUAS
villa puede fecharse en el siglo IV, aún cuando sería reconstruida
con posterioridad en tiempos visigodos (84). Además, ciertos res­
tos arqueológicos hallados en este emplazamiento parecen indicar­
nos la presencia de elementos militares, lo que demostraría un he­
cho ya conocido a través de diversos autores del Bajo Imperio, se­
gún los cuales muchas de estas villas dispondrían de soldados pro­
pios para su defensa (85).
A estos mismos años, más o menos, correspondería la villa de
grandes dimensiones de Campo Valdés en Gijón, cuya excavación
proporcionó restos de sigillata clara y otros tipos de cerámica altomedievales, lo que indicaría la no interrupción del habitat y de
las actividades económicas en el territorio que le estaba adscrito,
del mismo modo que sucedería en el caso anterior, en el momento
de la llegada de los suevos, vándalos y alanos, así como el no verse
envuelta en el grave caos y marasmos económicos provocados por
la presencia de dichas poblaciones en suelo hispano (86). De un
modo similar, a lo largo del siglo IV, lograría su máximo apogeo la
villa de Puelles, ubicada en las proximidades de San Salvador de
Valdediós, de la que tenemos noticias, entre otras construcciones,
al igual que en el caso de las de Campo Valdés o Cenero, de los res­
tos de unas termas, lo que la equipararía con las restantes villas
de la Península Ibérica en dicha época (87); además, un mosaico
geométrico hallado en su emplazamiento confirmaría esta hipóte­
sis.
Finalmente, a esta misma centuria corresponderían igualmente
los nombres de lugar terminados en -ana, cuyos emplazamientos
parecen coincidir plenamente con asentamientos romanos de carác­
ter agrícola (Cornellana, Arcellana, Novellana...). Entre éstos so(84) M. E s c o r t e l l : “Materiales roma'nos de Paraxuga (Oviedo)”, M is c e lá ­
I, Barcelona, 1974, pp. 311 y ss.
(85) Cf. para estos problemas J. M. B l a z q u e z : “La cordillera cántabra,
Vasconia y los Pirineos durante el Bajo Imperio”, A c t a s d e l I I I C E E C , Ma­
drid, 1968, II, pp. 137 y ss., y “Der limes in Spanien des viertes Jahrhunderts”,
A c t e s d u I X e C o n g rè s In te rn . d ’é tu d e s s u r le s fr o n t iè r e s r o m a in e s, Bucarest,
1974, pp. 485 y ss., y A. B a l i l : “La defensa de Hispania e'n el Bajo Imperio.
Amenaza exterior e inquietud interna”, L e g io V II G e m in a , León, 1970, pp.
601 y ss.
(86) Cf. C. T o r r e s : “La invasión del año 406”, B U S C LXIV, 1956, pp. 5
y ss., y “Derrota, escisión y ruina del reino suevo”, B U S C 1963-1964, pp. 35 y
ss., y N. S a n t o s : “Asturias visigoda”, H is to r ia de A s t u r ia s en fascículos, Silverio Cañada Editor, Gijón, 1982. Ver nota 30.
(87) Cf. J. F. M e n e n d e z : “Excavaciones arqueológicas de Puelles (Valde­
diós). La villa hispano-roma’na de Boides”, V a ld e d ió s 1957, pp. 19 y ss.
n e a A r q u e o ló g ic a
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
133
bresale por su significado e importancia el de Memorana, perpetua­
do en Mamorana (Pola de Lena), donde se ha descubierto una villa
fechable a finales del siglo IV o comienzos del V (88). De igual ma­
nera, pertenecen a esta misma época bajomperial los topónimos
romanos de Asturias analizados por C. Bobes, que parecen consti­
tuir la prueba evidente de una gran concentración de explotacio­
nes de carácter agrícola y que son transmitidos a las épocas visi­
goda y altomedieval (89).
La existencia de un gran número de estos fundos, vinculada al
fenómeno de la colonización agrícola, no fue, sin embargo, algo
peculiar ni privativo de la región asturiana, sino que ambos elemen­
tos se extenderían no sólo por todo el Norte peninsular sino prác­
ticamente por toda la Península Ibérica (90), a pesar de ser posi­
blemente en las regiones septentrionales, en las que dichas exten­
siones territoriales alcanzarían dimensiones más reducidas, donde
arraigasen con más intensidad, como indicio de la decadencia de
la organización urbana y de cuanto éste conllevaba en los aspectos
político, económico, social y religioso.
Estos fundos presentarán en su conjunto como característica
más generalzada una tendencia cada vez más acusada hacia el autoabastecimiento y a su conversión en unidades autárquicas y cerra­
das, tanto desde el punto de vista económico como desde las pers­
pectivas sociales o políticas, lo que en una zona eminentemente
montañosa como Asturias resultaría sin duda extremadamente fá­
cil (91). En este sentido no es necesario recalcar de nuevo que di­
chos centros de explotación agrícola pertenecerían con toda segu­
ridad a la época bajoimperial ,puesto que sus nombres no apare­
cen reflejados ni en los escritos de Plinio el Viejo ni en los de Ptolomeo ni en la documentación epigráfica de la región ni, incluso, en
el Itinerario de Antonino.
(88) J. G . G o r g e s : op . ext., p. 334.
(89) E m é r ita XXVIII, 1960, pp. 241 y ss., y XXIX, 1961, pp. 1 y ss.
(90) Cf., por ejemplo, J. M. B l a z q u e z : E s t r u c t u r a e c o n ó m ic a y s o c ia l de
H is p a n ia d u r a n t e la a n a r q u ía m ilit a r y e l B a jo I m p e r io , Madrid, 1964; A. Cor­
z o : “Notas sobre la organización agrícola de la Bética”, S e g o v ia y la a r q u e o ­
lo g ía r o m a n a , Barcelona, 1977, pp. 163 y ss.; G. L a c h i c a : “La estructura
económica de Hispania en el Bajo Imperio”, Z e p h y r u s XII, 1961, pp. 55 y ss.;
M. P o n s i c h : Im p la n ta tio n r u r a le a n tiq u e s u r le B a s - G u a d a lq u iv ir , 2 vols.,
Madrid-París, 1974-1979, y R. S y m e : “La richesse des aristocraties de Bétique
et de Narbonnaise”, K t e m a 2, 1977, pp. 373 y ss.
(91) Cf. sobre estas cuestio'nes de carácter general R. T e j a : “Las villas
de Hispania y Capadocia en el siglo IV y su entorno económico-social”, XII
C A N , 1971, pp. 611 y ss.
134
NARCISO SANTOS YANGUAS
Se comprende así con relativa facilidad que la romanización de
los astures, en especial de los transmontanos, ofrezca unas carac­
terísticas extremadamente débiles, según ha demostrado M. Vigil
(92) con respecto a todas las poblaciones del Norte peninsular, lo
que en modo alguno es aceptado por C. Bobes, quien, basando sus
afirmaciones exclusivamente en el análisis de la toponimia romana
de Asturias (93), cree descubrir una clase especial de romanización
en la región. Se trataría realmente, frente a la opinión generalizada
de la historiografía actual, de una romanización intensa, aunque
no entendida en un sentido cultural, lo que conllevaría la presen­
cia masiva de centros urbanos, edificaciones romanas numerosas,
organización y nivel de vida romanos... (94) sino solamente en el
de explotación económica de la zona.
De acuerdo con esto resulta evidente, pues, que el objetivo pri­
mordial perseguido por los romanos con respecto a Asturias no
fue en ningún momento el de fundar centros urbanos importantes
y de grandes dimensiones (los casos son aislados y poco significa­
tivos: Flavionavia, Lucus Asturum...), en torno a los cuales se or­
ganizaría todo el territorio anexionado ,sino que su llegada y per­
manencia en la región asturiana obedecería a un propósito exclu­
sivo de explotación, en toda su intensidad, de las riquezas mineras
y agropecuarias; además, éstas serán precisamente las actividades
económicas que se pondrán de manifiesto al analizar los distintos
topónimos romanos que han perdurado en suelo asturiano.
LOS DIVERSOS SECTORES ECONOMICOS
No es nuestra intención detenernos ahora en la problemática
planteada por el habitat rural con respecto a la tipología y estruc­
turas propias de cada una de las villas hispanas, a las que se halla
vinculada Asturias, puesto que han sido analizadas ya recientemen­
te en otros trabajos (95), aún cuando existan diferencias notables
(92) “Romanización y permanencia de estructuras sociales indígenas en
la España septentrional”, B R A H CLII, 1963, pp. 225 y ss.
(93) “La toponimia romana de Asturias”, E m é r ita XXVIII, 1960, pp. 241
y ss., y XXIX, 1961, pp. 1 y ss.
(94) Sobre estos aspectos cf. M. P a s t o r : “El urbanismo y los núcleos de
población en el conventus Asturum durante el Imperio romano”, Z e p h y r u s
XXVI-XXVII, 1976-1977, pp. 417 y ss.
(95) Cf., entre otros, J. G. G o r g e s : L e s v i ll a s h is p a n o r o m a in e s , París,
1979, pp. 109 y ss.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
135
entre las propias de la región asturiana y las pertenecientes al te­
rritorio meseteño por ejemplo (96); indudablemente en todas es­
tas construcciones rústicas existirían unas dependencias destina­
das a alojar a la mano de obra de tipo semiservil o a las personas
englobadas bajo el término genérico de colonos, así como otras
con una finalidad en conexión evidente con la conservación de los
productos recolectados, aperos de labranza, cuadras para los ani­
males..., a las que muy posiblemente se unirían, especialmente tras
las convulsiones provocadas por las invasiones germánicas del si­
glo III (97) y la aparición del fenómeno de los campesinos bagaudas en el Norte peninsular (98), otra serie de edificaciones vincu­
ladas a necesidades y objetivos eminentemente militares y defen­
sivos.
En cuanto a los objetivos de nuestro análisis en el terreno eco­
nómico, estarán centrados en tres aspectos fundamentales:
—la importancia del sector agropecuario y de los productos que
reportaba;
—la mano de obra y el proceso de producción; y
—finalmente, la comercialización de dichos productos, inclu­
yendo en este apartado las vías de comunicación.
1.— La agricultura y la ganadería
Los fundos, villas o posesiones territoriales de la Asturias ro­
mana recibirían nombres latinos en buena medida a causa de que
los astures, al enrolarse en el mundo romano, habrían tomado tam­
bién antropónimos de esta naturaleza, del mismo modo que en una
(96) Cf. L. A. G a r c í a M o r e n o : “La romanización del valle del Duero y
del Noroeste peninsular, ss. I-VII d. C.: algunos problemas y perspectivas de
su estudio”, H A n t V, 1976, pp. 327 y ss., y C. G a r c í a M e r i n o : P o b la c ió n y
p o b la m ie n t o e n H is p a n ia r o m a n a . E l c o n v e n tu s c lu n ie n s is , Valladolid, 1975.
(97) Cf., entre otros trabajDs, los de M. T a r r a d e l l : “Problemas cronoló­
gicos de las invasiones germánicas del siglo III d. J. C.”, IV C A N , 1957, pp.
281 y ss.; B. T a r a c e n a : “Las invasiones germánicas en España durante la se­
gunda mitad del siglo III d. J. C.”, 1 C o n g re so in te r n a c io n a l d e P ir e n e is t a s ,
Zaragoza, 1950, pp. 5 y ss.
(98) M. V i g i l y A. B a r b e r o : “Algunos problemas sociales del Norte de
la Pe'nínsula a fines del Imperio romano”, P L A V V , 1968, pp. 81 y ss., y N. S a n ­
t o s : “Movimientos sociales en la España del Bajo Imperio”, H is p a n ia XL,
1980, pp. 237 y ss.
136
NARCISO SANTOS YANGUAS
fase histórica posterior los tomarán de los suevos o de los visigo­
dos. Sin embargo, frente a esta forma de comportamiento genera­
lizada, ciertos nombres indígenas de lugar, como por ejemplo Pesgana, Villapendi o Ventillés entre otros, sirven para testimoniar­
nos con claridad la presencia de unos primitivos possessores o due­
ños indígenas (99). Por lo que respecta a la extensión territorial
que alcanzarían dichas propiedades en el suelo de Asturias debió
de ser, en casi todos los casos, de caracteres reducidos, sin contar
con latifundios de dimensiones desproporcionadas, ya porque la
antigua aristocracia indígena de los astures prerromanos no llegó
a ser excesivamente poderosa en ninguna fase de su existencia y
en sus manos se hallaría buena parte de estos fundos, ya porque
tampoco lo serían las nuevas gentes enriquecidas con el trato con
los elementos de organización romanos.
En cuanto a los propietarios de dichas villas, la aristocracia in­
dígena astur llegaría a alcanzar una fuerza mayor en estos momen­
tos que durante los años anteriores hasta el extremo de que un
amplio número de estas posesiones territoriales en conexión con
la explotación agropecuatria se encontrarían en sus manos (100).
Por otra parte, algunos de los propietarios de estos dominios te­
rritoriales se hallarían entre los veteranos de origen astur, quienes
habrían regresado a sus lugares de nacimiento una vez cumplidas
sus obligaciones militares (20 o más años de servicio), muchos de
ellos en la legio VII, y entre sus descendientes, que se servirían,
sin duda de las nuevas circunstancias y adelantos técnicos vincu­
lados a la explotación del suelo y que incidirían en la intensifica­
ción de la colonización agrícola de la región (101). A este respecto
podemos formular la siguiente pregunta: ¿es posible que G. Sulpicio Ursulo, prefecto de los symmachiarios astures, con posteriori­
dad a su licénciamiento se estableciese en Ujo, probablemente su
lugar de origen, donde se mostraría partidario de este sistema de
explotación del territorio plenamente romano, de manera que las
dos lápidas epigráficas dedicadas por G. Sulpicio Africano, así co­
mo la de L. Corona Severo, soldado de la legio VII Genima, encon(99)
Ver J. M. P i e l :
N o m e s de p o s s e s s o r e s la tin o - c r istia o s n a to p o n im ia
Coimbra, 1948.
(100) Cf. para el caso de la cuenca del Duero P . de P a l o l : “Romanos en
la M eseta: el Bajo Imperio y la aristocracia agrícola”, S e g o v ia y la a r q u e o lo ­
g ía r o m a n a , Barcelona, 1977, pp. 297 y ss.
(101) N. S a n t o s : E l e jé r c it o y la r o m a n iz a c ió n d e lo s a s t u r e s , Oviedo,
a s t u r o - g a le g o - p o r t u g u e s a ,
1981, pp. 209 y ss.
(101 bis) ERA núm. 8, pp. 38-39.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
137
trada igualmente en dicho lugar (101 bis), constituyan un indica­
dor de este hecho? (102).
La siembra, cultivo y recolección de cereales, hortalizas y le­
gumbres parecen haber sido predominantes y mayoritarios en la
explotación económica de estos centros agrícolas, pudiendo ser
igualmente quizás ya abundante el cultivo de manzana y, en casos
aislados, las viñas, tanto en la parte oriental como en la occidental
de la zona. En este contexto es muy posible que al desarrollo de la
viticultura contribuyesen en gran parte las disposiciones llevadas a
cabo por el emperador Probo, que aparecen recogidas por los Es­
critores de la Historia Augusta (103), a través de las cuales se per­
mitía a los hispanorromanos plantar nuevamente viñas en todo el
territorio contra lo que había sido legislado con anterioridad, en
el año 92, por parte de Domiciano, según nos ha transmitido Suetonio (104), pasaje que se ha venido considerando de manera tra­
dicional como una concesión encaminada a contrarrestar los ne­
fastos efectos económicos producidos como consecuencia de los
desastres generales que tuvieron como marco temporal la segunda
mitad del siglo III.
En cuanto al sectos ganadero, hay que partir del hecho de que
los prados constituirían por lo general propiedades privadas y pro­
pias de cada una de estas villas, mientras que, frente a ello, se man­
tendrían como propiedades comunales los pastos y bosques de los
lugares elevados. De acuerdo con las noticias constatadas en la do­
cumentación medieval, la ganadería estaría compuesta, en cada una
de las unidades de explotación, por un número no muy amplio de
cabezas de ganado mayor, que en ningún caso puede ser compara­
ble a la cantidad de animales domésticos con que podía contar
cualquiera de las villas de las regiones hispanas o de otras provin­
cias romanas más ricas (105). En este sentido, por ejemplo, la es(102) ERA núms. 9 y 22. Cf. N. S a n t o s : “los symmachiarii astures en el
ejército roma’n o”, D u r iu s 1979 [1980]; pp. 77 y ss.
(103) SHA, Prob. XVIII, 8: G a llis o m n ib u s e t H is p a n iis a c B r i t a n n i s h in c
p e r m is it , u t v ite s h a b e r e n t v in u m q u e c o n fic e re n t.
d e D o m ic ia n o
(104) Vida
VII, 2: “Com'o quiera que un año la cosecha de
vino fue muy abundante y, en contrapartida, muy escasa la de trigo, pensa'ndo que se abandonaban los campos para atender preferentemente al cultivo
de las viñas, decretó que nadie plantase cepas nuevas en Italia y que en las
provincias se arrancasen los sarmientos, dejando como máximo la mitad de
los existentes”.
(105) Cf., entre otros, R. A g a c h e : “La villa gallo-romaine dans les gran­
des plaines du Nord de la France”, A r c h e o lo g ia núm. 55, 1973, pp. 37 y ss. ;
R. C h e v a l l i e r : “Problématique de la villa gallo-romaine”. A c t e s d u 93e C on -
138
NARCISO SANTOS YANGUAS
critura de donación de Obona, que se fecha en el año 780, consti­
tuye para nosotros un buen punto de referencia: en ella se nos
menciona una posesión de 20 vacas, 5 parejas de bueyes, 17 cer­
dos, 30 ovejas y 22 cabras, cifras que, aumentadas un poco en su
cantidad, pueden servirnos como indicador del número de anima­
les (ganado vacuno, ovino y caprino), que podían existir en una de
estas villas romanas de la Asturias bajoimperial. De cualquier mo­
do, no parecen haber existido en ningún momento ni lugar propie­
tarios de yeguadas integradas por centenares de cabezas en el te­
rritorio astur transmontano, lo que sería hasta cierto punto co­
rriente entre los cismontanos o augustanos del N. de León.
Dentro de estas mismas actividades ganaderas hay que destacar
un caso excepcional, el de los vaqueiros, quienes contarían con una
presencia masiva de ganado vacuno entre ellos, lo que será una
constante a lo largo de toda su historia. Por otra parte, el ganado
caprino debió de abundar igualmente, aunque en parte en estado
salvaje, en toda la región montañosa, siendo explotado sin embar­
go como animal doméstico por parte de los pueblos de la costa
(106); de esta manera, tanto las cabras como el ganado vacuno se­
rían aprovechados como alimento. Tampoco hemos de desdeñar
en este aspecto la importancia lograda por las ovejas, puesto que
la lana asturiana aparece mencionada en el Edictum maximum de
pretiis, mediante el cual el emperador Diocleciano trataría de po­
ner freno al alza desmesurada de los precios de los productos en
el año 301 (107); esta referencia del apartado XXV de dicho docu­
mento nos lleva a pensar en la existencia de rebaños de ganado
ovino en el Norte de la Península y más concretamente en la re­
gión asturiana.
Teniendo en cuenta los restos encontrados (astas de ciervo,
colmillos de jabalí...), las actividades cinegéticas debieron de cons­
tituir una gran afición para los astures transmontanos, quienes
cada cierto tiempo hubieron de llevar a cabo cacerías de caballos
Tours, 1968, pp. 451 y ss., y M. B i r o : “Ro­
man Villas i'n Pannonia”, Acta
XXVI, 1974, pp. 23 y ss.
(106) Estrabón alude a hecatombes de este animal por parte de los pue­
blos del N. peninsular en sacrificios dedicados a un dios asimilado a Ares/
Marte: III, 3, 7. Cf. N. S a n t o s : “Economía y sociedad en la Asturias castreña
de época romana”, B ID E A (en prensa).
(107) Cf., entre otros, M. G i a c c h e r ò : “L’illusoria imposizione del giusto
prezzo nell’editto calmiere di Diocleziano”, R A L 1964, pp. 95 y ss.; E. F r e z o u l s : “A propos de la hausse des prix sous Diocletien”, M é la n g e s C a r c o p ino, Paris, 1966, pp. 377 y ss., y S. L a u f f e r : D io k le tic in s P r e is e d ik t, Berlin,
1971.
g r è s n a t io n a l d e s S o c ié té s s a v a n te s ,
A r c h a e o lo g ic a
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
139
salvajes, así como de cabras y osos pardos por toda la Cordillera
Cantábrica. Junto a ello, la pesca representaría igualmente un re­
curso alimenticio de enorme importancia, según se pone de ma­
nifiesto a través de la documentación medieval, por medio de la
cual conocemos que numerosas donaciones de villas incluían tam­
bién entre sus prerrogativas los derechos a pescar en el mar o en
los ríos. Dichas actividades pesqueras estarían centradas funda­
mentalmente en el salmón y la trucha en cuanto a los ríos, exis­
tiendo además una gran variedad de fauna marina.
2.— La mano de obra y el proceso de producción
Al tener que analizar estos elementos hemos de partir de la
consideración general de que la etapa bajoimperial supuso una épo­
ca de transición: en este sentido la solidez aparente en que pare­
cía haberse visto envuelto el Imperio romano desde los primeros
años del reinado de Diocleciano (108) se fue resquebrajando pro­
gresivamente baio los efectos de la crisis, que impidieron adecuar
de una forma coherente las nuevas realidades y situaciones socio­
económicas a las instituciones jurídico-políticas de los siglos ante­
riores, y que no variarán sustancialmente en muchos de sus aspec­
tos. Como resultado de los efectos de esta crisis los elementos eco­
nómicos dominantes cambiarían radicalmente con respecto a los
del Alto Imperio: de este modo, frente a las formas económicas
amparadas en el ámbito de las ciudades, se irán imponiendo pau­
latinamente las grandes propiedades territoriales, que un mismo
v único propietario, tanto si era privado como si pertenecía al
círculo de la familia imperial, podía tener repartidas en distintas
regiones (109); este tipo de propiedades se irá transformando gra­
dualmente en unidades económicas autosuficientes, en las que se
tenderá a producir todo lo necesario desde el punto de vista agrí­
cola y ganadero para el sustento de cuantos trabajaban dichas tie­
rras, así como de sus dueños y familiares, recaudándose al mismo
(108) I. K o e n ig : “Die Berugung des Constantius Chlorus und des Galerius zu Caesarem”, C h ir o n IV , 1974, pp. 567 y ss.
(109) Cf. K . J. N o v i c k a j a : “Algunos problemas acerca de la política agra­
ria a comienzos del Dominado (en ruso)”, V D I 1961, 4 pp. 85 y ss.; y J. P e r c i v a l : “Seigneurial Aspects of Late Román State Management, E H R LXXXIV,
1969, pp. 449 y ss. —
140
NARCISO SANTOS YANGUAS
tiempo los productos que deberían de ser abonados al fisco y los
excedentes utilizados en las actividades comerciales (110).
En todas estas propiedades el tipo de trabajador estaba cons­
tituido en su gran mayoría por el grupo de los campesinos libres,
quienes habían entrado a formar parte de ellas como colonos y al­
gunos de los cuales se habían visto forzados a desprenderse de sus
pequeñas extensiones agrícolas (111). Por lo que respecta a los pro­
pietarios de estos fundos, en las provincias romanas occidentales
pertenecían al orden senatorial, bajo cuya denominación genérica
hay que englobar tanto a los componentes de las antiguas familias
senatoriales como a los grandes propietarios del orden ecuestre y
al grupo de los decuriones municipales, quienes con rela+iva fre­
cuencia y facilidad habían pasado a formar parte del orden sena­
torial, en especial en tiempos de Constantino.
Los emperadores Diocleciano y Constantino habían puesto todo
su esfuerzo en la regulación de la producción, tanto en lo referente
a los centros urbanos como en lo relativo al campo, buscando co­
mo objetivo prioritario el de poder disponer de recursos suficien­
tes y estables para el fisco (112). En este contexto, Constantino lle­
varía aún más lejos la política ya emprendida por Diocleciano, has­
ta el extremo de que llegarán a reglamentarse el trabajo y las car­
gas fiscales de acuerdo con una serie de normas fijas expresadas
a través de un conjunto de leyes: de esta manera, los colonos pa­
sarían a estar unidos a la tierra que trabajaban, heredándose di­
cha situación de padres a hijos, sin poder trasladarse a prestar su
fuerza de trabajo a otras propiedades distintas (113), y en un caso
(110)
Para el caso de otras provi'ncias o regiones del Imperio cf. Ch. M.
: “Les villas romaines du Grand-Duché de Luxembourg”, H e lin iu m
VII, 1967, pp. 121 y ss., y “L’économie des villas romaines de nos régions”.
B a lu x . VII, 1977, pp. 61 y ss. ; y M. Z a n i n o v ic : “The Economy of Roman Dal­
matia”, A N R W II, 6 1977, pp. 767 y ss.
(11)
A. R. K o r s u n s k i j : “Small Landed Property in the Westero Provin­
ces of the Late Roman Empire (en ruso con resumen en i’n glés)”, V D I num. 112.
1970, pp. 167 y ss.
(112) Cf. A. B e r n a r d i : “The Economic Problems of the Roman Empire at
the lime of its Decline”, S D H I XXXI, 1965, pp. 110 y ss., y C. D u p o n t : L a r é ­
g le m e n ta tio n é c o n o m q u e d a n s le s C o n stitu tio n s de C o n s ta n tin . Lille, 1963.
(113) Cf. G. B r a v o : “El estatuto socio-politico del coloho en la genesis de
la sociedad bajoimperial”, M e m o ria s de H is to r ia A n t ig u a II, 1980, Oviedo, pp.
59 y ss.
T ern es
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
141
similar se hallarían las personas dedicadas a los oficios artesana­
les (114).
En este mismo orden de cosas las formas económicas funda­
mentales estarían constituidas por los latifundios o fundos de me­
nor extensión, que a su vez irán absorbiendo progresivamente las
pequeñas propiedades de los agricultores libres, quienes se veían
obligados, además, a pasar irremediablemente a la situación de co­
lonos (115). La ampliación de este nuevo régimen de propiedad
encontrará su arraigo en numerosas regiones peninsulares, no mos­
trándose en este caso Asturias como una excepción a tal proceso.
A consecuencia de ello los propietarios de estas explotaciones agrí­
colas dispondrían de una abundan+e mano de obra, formada tan­
to por algunos esclavos como por antiguos libertos o sus descen­
dientes, así como, fundamentalmente, por campesinos en situación
de colonos, todos los cuales se hallarían inmersos en unas coorde­
nadas muy similares en cuanto a su dependencia y sumisión con
relación a los dueños de estos fundos (116).
La nueva situación económica originada afectará de manera
especial a las regiones peninsulares escasamente romanizadas, en
las que la vida urbana habían logrado extenderse con escasa inten­
sidad; en algunas de dichas regiones, entre las que se encontraba
Asturias, los integrantes de la nobleza indígena local conseguirían
adueñarse con facilidad de las tierras comunitarias, convirtiéndo­
las en fundos de su propiedad y transfiriendo su población al ré­
gimen de colonato. De esta forma se dará paso a la formación de
dos grupos sociales antagónicos entre sí:
a) el conjunto de los propietarios de tierras o latifundis+as,
por una parte;
b) v el formado por el abundante grupo de los campesinos,
sometidos a los primeros y que disfrutaban de las situaciones le­
gales más dispares, desde los que tenían la condición de esclavos
(114) Cf. S. I. K o v a l i o v : “El vuelco social del siglo III al V en el Imperio
romano”, L a t r a n s ic ió n d e l e s c la v is m o a l f e u d a lis m o , Madrid, 1975, pp. 109
y ss.
(115) Cf. E. M . S c h t a j e r m a n : “El campesinado en las provincias occiden­
tales del Imperio Romano (en ruso)”, V D I 1952, pp. 100 y ss.
(116) Cf. A. R. K o r s u n s k i j : “Situación de los esclavos, libertos y colonos
en las provincias occidentales del Imperio Romano dura'nte los siglos IV y V
(en ruso)”, V D I núm. 28, 1954, pp. 47 y ss.
142
NARCISO SANTOS YANGUAS
o cuasi esclavos hasta los libres de derecho, a pesar de que no lo
fueran realmente de hecho (117).
A consecuencia de todo ello asistiremos a un proceso de acer­
camiento, por lo que correspondía a su situación real, entre los po­
bres libres dedicados a las tareas agrícolas y artesanales y, junto
a ello, el grupo de esclavos y libertos, que encontraría su más claro
reflejo en la división jurídica que arranca de tiempos de la dinas­
tía de los Severos entre honestiores y humiliores, que se yuxtapo­
ne a la ya existente entre libres y esclavos (118). La tradicional di­
visión entre libres y no-libres (esclavos), aún cuando las condicio­
nes económicas habían variado sustancialmente, logró mantener­
se gracias a la pervivencia de los elementos jurídico-políticos e ideo­
lógicos de la sociedad romana anterior, de acuerdo con lo que po­
demos deducir del Código de Justiniano, aunque las diferencias no
fueran muy significativas en muchos aspectos.
El empobrecimiento paulatino en que se verán inmersos, no só­
lo la antigua burguesía romana sino también el campesinado a lo
largo del Bajo Imperio, conducirá a la estructuración de la socie­
dad provincial romana en dos grupos antagónicos: así, junto a un
escaso número de dominadores, cuya influencia fue haciéndose ca­
da vez mayor, tanto en el plano político como en el económico, y
que son conocidos con el nombre de honestiones o potentiores, y,
enfrentados a ellos, la gran mayoría de la población, a los que se
conoce con el nombre de humiliores o tenuiores, quienes, bajo la
gravosa opresión económica de los abundantes impuestos o muñe­
ra, se irían empobreciendo cada vez más (119).
Por otro lado, frente a esta situación generalizada, las grandes
extensiones territoriales (latifundios), disfrutando de buen núme­
ro de exacciones impositivas, progresivamente se fueron adueñando de las circunstancias y elementos económicos al lograr concen­
trar no sólo todo el territorio de carácter agrícola disponible sino
también el capital existente en manos de este grupo reducido de
(117) Cf. E. M. S c h t a j e r m a n : “La esclavitud en los siglos II y III d. C. en
las provincias occidentales del Imperio Romano (en ruso)”, V D I núm. 36, 1951,
pp. 84 y ss.
(118) Cf. R. T e j a : “Honestiores y humiliores en el Bajo Imperio: hacia
la configuración e'n clases sociales de una división jurídica”, M e m o r ia s de
H is to r ia A n t ig u a I, Oviedo, 1978, pp. 115 y ss.
(119) Cf. R. G u e n t h e r : “Revolution und Evolution in Weströmischen
Reich zur Zeit des Spätantike”, Z G S o n d e r h e ft 1965, pp. 19 y ss., y R. T e j a :
“Economía y sociedad en el Bajo Imperio”, H is to r ia d e E s p a ñ a A n t ig u a II,
Madrid, 1978, pp. 555 y ss.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
1,43
grandes propietarios de tierras (120). Pese a todo esto, las distin­
tas capas o estratos de la sociedad bajoimperial no se presentarán
como homogéneas: por ejemplo sabemos que dentro del término
humiliores se incluían diversas agrupaciones profesionales, mientras
que las diferencias que separaban a los hombres libres empobre­
cidos, colonos y esclavos irían desapareciendo, tanto en sus aspec­
tos jurídicos como económicos, de manera que solamente las ac­
tividades correspondientes a cada uno de ellos y su situación la­
boral determinaban su posición social propia (121).
De esta forma, el proceso de reestructuración operado en la es­
cala social traerá consigo que disminuya igualmente el número de
esclavos y que, al menos, en buena medida pierdan su significado
económico anterior; en consecuencia, el status de los esclavos se
irá acercando a pasos agigantados al de los campesinos semilibres
al verse obligados a ocuparse fundamentalmente de las activida­
des agrícolas (122). Además, en el ámbito del propio campesinado
tendrán lugar cambios profundos, lo que redundará en la reduc­
ción del grupo de campesinos libres, aunque en ningún momento
llegará a ser tan escaso como el de los esclavos: por un lado la po­
lítica estatal les forzaba a perder cada vez más su tradicional in­
dependencia, al tiempo que, por otro, las cargas impositivas v fis­
cales les obligaban a buscar una salida a la nueva situación plan­
teada en las amplias propiedades rurales, donde gozarían de esa
libertad e independencia añoradas, mientras que se daba p^so a
creación progresiva de extensos latifundios (123).
Así, en medio de la decadencia a nivel general por la que atra­
vesaba el Imperio, solamente algunos de sus integrantes, la mayo­
ría de los cuales se hallaban encuadrados en la clase senatorial,
lograrían enriquecerse: estos personajes, al igual que los restantes
terratenientes, abonarían al Estado romano los impuestos a que
se hallaba suieta la tierra de que eran dueños, pero, en contrapar­
tida estarían exentos de los agobiantes cargos municipales, pues­
to que sus propiedades no se encontraban incluidas en el territo(120) N. S a n t o s : “Movimientos sociales en la España del Bajo Imperio”,
p. 263.
(121) Cf. F. G. M a i e r : L a s t r a n s fo r m a c io n e s d e l m u n d o m e d ite r r á n e o , s i­
g lo s III-VIII. Madrid, 1972, pp. 84 y ss.
(122) E. M. S c h t a j e r m a n v M K. T r o f i m o v a : L a e s c la v itu d en la I t a l i a
im p e r ia l, Madrid, 1979, pp. XVI-XVII.
(123) Cf. A. B a lil: “Aspectos sociales del Bajo Imperio”, L a t o m u s XXIV,
1965, pp. 886 y ss.
np. cit.,
144
NARCISO SANTOS YANGUAS
rio perteneciente a las ciudades (124). Si a ello añadimos que el
campesinado libre se iba acercando poco a poco a las condiciones
sociales y laborales del colono, pasando a estar vinculados a la tie­
rra con el transcurso del tiempo, e igualmente que muchos liber­
tos y esclavos, sobre todo los que disponían de una propiedad en­
tregada por sus dueños y de cuya producción podían disfrutar li­
bremente, engrosarían el número de los colonos, en una situación
de dependencia con relación a los grandes propietarios territoria­
les (125), la estructura social se va aclarando. En consecuencia, en
las grandes fincas rústicas existirían algunos esclavos, aunque no
eran ellos quienes desempeñaban el papel más importante en las
mismas; para completar la fuerza de trabajo necesaria para sus
extensiones territoriales los poseedores de estos fundos se sirvie­
ron, desde el siglo III, de todos los medios de que diponían: com­
pra de prisioneros y hombres libres vendidos como esclavos, acep­
tación de los prisioneros en calidad de colonos, atracción a sus tie­
rras de los colonos procedentes de otros latifundios, tanto si eran
imperiales como privados, aceptación de los colonos y campesinos
bajo su patrocinio e, incluso, asentamiento en sus tierras de los
deudores insolventes, a quienes se les condonaban sus deudas me­
diante el trabajo en las tierras de su acreedor... (126).
De manera similar las personas dedicadas a las actividades ar­
tesanales quedarían unidas al mismo tiempo a sus respectivos ofi­
cios, que a lo largo del siglo IV pasarían a ser hereditarios, dándo­
se origen así a una estratificación de la sociedad mucho más rígida
de lo que había venido sucediendo en los siglo precedentes (127).
Teniendo en cuenta este cúmulo de circunstancias, los grupos so­
ciales hispanorromanos y astur-romanos más sobresalientes de épo­
ca bajoimperial serían:
—1) el de los propietarios de las tierras (grandes, medianos o
pequeños), que se convierten en el grupo dominante; y
—2) el integrado por los campesinos, tanto quienes se halla­
ban vinculados al régimen de colonato como los hombres libres
(124) Cf. E l m o d o de p ro d u c c ió n e s c la v is ta , Madrid, 1978, p. 180.
(125) H. J. D i e s n e r : “Der Uebergang vom Sklavenhalter- zum Feudalsys­
tem”, JW G 1971, 2 pp. 193 y ss.
(126) Cf. E. M. S c h t a j e r m a n : “El campesinado en las provincias occiden­
tales del Imperio Romano (en ruso)”, op. cit., pp. 100 y ss.
(127) Cf., por ejemplo, E. M. S c h t a j e r m a n : “On the Class Structure of
Roman Society (en ruso con resumen en inglés), V D I núm. 110, pp. 37 y ss.,
y G . A l f ö l d y : “La sociedad romana: problemas y posibilidades de su defi­
nición”, P L A V IX, 1973, pp. 99 y ss.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
145
v esclavos, que poco a poco se verían inmersos en una relación
de dependencia cada vez más fuerte con respecto a los primeros
(128).
Como resultado de todo ello irán perdiendo vitalidad los gru­
pos que durante la etapa altoimperial habían constituido la base
social al disminuir el papel por ellos desempeñado en la vida eco­
nómica, es decir el de los decuriones u oligarquía municipal co­
mo grupo dominante y el de los esclavos como fuerza de trabajo
fundamental y netamente diferenciado del constituido por los hom­
bres libres; en muy parecidas circunstancias se encontrarían los
componentes de la plebe urbana, quienes únicamente podrían sub­
sistir en el caso de que los centros urbanos lograsen recuperar y
mantener la prosperidad que les había caracterizado durante los
siglos pasados (129).
Ante la nueva realidad histórica existente los enfrentamientos
t conflictos sociales que tuvieron como escenario el territorio de
las provincias hispanoromanas en los años correspondientes al fi­
nal del Imperio congregarán a estos dos grupos o clases, origina­
dos como consecuencia de la crisis del siglo III: el grupo de los
latifundistas y el de los campesinos, en el que se incluían tanto
los libres con escasos recursos como los colonos y esclavos (130).
La nueva situación social encontrará su desarrollo más intenso en
las regiones hispanas a las que la organización social propia del
Alto Imperio había afectado en menor escala; de este modo, la
aristocracia indígena de las regiones menos romanizadas (Asturias
entre ellas) llegará a convertirse, como resultado de la nueva si­
tuación, en un grupo social formado por grandes propietarios te­
rritoriales al apoderarse de los territorios correspondientes a las
primitivas comunidades (131). Por otro lado, en dichos territorios
la población quedaría sometida a un régimen de colonato, según
(128) Ver G. S c h r o t : “Die historische Stellung der glebae adscriptio des
Kaisers Constantin vom Jahre 332 u. Z.”, S a v a r i a III. 1965, pp. 85 y ss.
(129) Cf. Ch. P a r a i n : “Le développement des forces productives dans
l’Ouest du Bas-Empire”, S t u d ie n ü b e r d ie R e v o lu tio n , hrsg. von M. HOSSOK,
Berlin, 1971, pp. 5 y ss.
(130) Cf. P. C h a r a n i s : “O'n the Social Structure of the Later Roman Em­
pire”, B y z a n tio n XVII, 1944-1945, pp. 39 y ss., y A. H. M. J o n e s : “The Caste
System in the Later Roman Empire”, E ir e n e VIII, 1970, pp. 79 y ss.
(131) Cf., por ejemplo, R. S y m e : “La richesse des aristocraties de Bétique
et de Narbonnaise”, op. cit.. pp. 373 y ss., y P . de P a l o l : “Romanos en la Meseta: el Bajo Imperio y la aristocracia agricola”, op. cit., pp. 297 y ss.
146
NARCISO SANTOS YANGUAS
podemos deducir de la legislación romana vigente en aquellos
años (132).
En cuanto a las relaciones existentes entre los propietarios de
estos fundos o villas y los campesinos que las trabajaban, se en­
cuadran dentro de la antigua institución romana del patrocinio
o patronato, que desde estos momentos adquirirá nuevos conteni­
dos (133); dicho régimen de patrocinio permitirá a los propieta­
rios de estas grandes o medianas extensiones territoriales mante­
ner relaciones de tipo personal con los colonos y trabajadores de
sus fincas, a quienes podían llegar incluso a liberar de las obliga­
ciones que como hombres libres del campo continuaban mante­
niendo con el Estado romano con respecto al fisco y al ejército
(134); es más, en esta línea de independencia y autarquía políticas
y económicas con relación al gobierno central romano los propieta­
rios de estos fundos llegarán a contar, en buen número de ocasio­
nes, con efectivos militares propios, integrados por los mismos cam­
pesinos.
Aún cuando la legislación imperial tratará de evitar por todos
los medios a su alcance el conjunto de abusos ocasionados con
motivo del funcionamiento de estas relaciones de patronato, no lo­
grará los resultados apetecidos, ya que las personas beneficiarías
de la nueva situación serán precisamente estos possessores de me­
dianos o grandes lotes de tierra, que al mismo tiempo conforma­
ban el grupo social dominante durante el Bajo Imperio (135). Co­
mo consecuencia de todo esto se desembocará en una situación
prefeudal, a pesar de que no podamos hablar de una sociedad feu­
dal bajoimperial, dado que las nuevas relaciones sociales no alcan­
zarán a los elementos propios de la Constitución general del Es­
tado romano ni a las normas jurídico-políticas por las que éste
se regulaba, las únicas capaces por otra parte de continuar man­
teniendo la existencia de un Estado centralizado y altamente bu(132) Cf. G. P h a e c h n e h : “Zur Bedeutung der antiken Sklaven- und K o
lohenwirtschaft für die Niedergang des römischen Reiches (Bemerkungen
zur marxistischen Forschung)”, H is to r ia XXII, 1973, pp. 732 y ss.
(133) Cf. L. H arm an d : U n a s p e c t s o c ia l e t p o litiq u e d u m o n d e r o m a i n :
le p a t r o n a t s u r le s c o lle c tiv ité e p u b liq u e s d e s o r ig in e s a u B a s - E m p ir e , Pa­
ris, 1957.
(134) Cf. I. Hahn: “Das bäuerliche Patrocinium in Ost und West”, K lio L,
1968, pp. 261 y ss.
(135) H. A. C o n s t a n t i n e s c u : “Le but de la réforme agraire et de l’orga­
nisation des castes dans le Bas-Empire”, A c te s d u V ie C o n g r. In t. d ’é tu d e s gy z a n tin e s , París, I, 1948, pp. 59 y ss.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
147
rocratizado como había llegado a ser el romano en el transcurso del
Bajo Imperio (136).
En este contexto de circunstancias históricas, caracterizado
por el paso de los campesinos libres a la situación de colonos, de­
bemos de centrar posiblemente las causas que provocaron las re­
vueltas y levantamientos bagáudicos, puesto que este cambio no
pudo dejar de producirse sin una buena dosis de resistencia (137).
De esta manera, las debeliones campesinas bagáudicas, que tuvieron
su campo de actividad fundamentales en las provincias gálicas e
hispánicas, es decir en aquellas regiones en que los fundos habían
pasado a ser predominantes, se manifiestan como un signo evi­
dente de la insurrección y el descontento de este nuevo grupo so­
cial (138). Debido a ello, los colonos, que disfrutarían de una si­
tuación de semilibertad y constituirían una gran parte de los in­
dividuos enrolados en las revueltas bagáudicas, junto con los per­
tenecientes aún al campesinado libre, al igual que las capas socia­
les inferiores que habitaban los centros urbanos y el grupo de los
esclavos, formaban parte del extremo opuesto surgido de la trans­
formación social operada en aquella época (139).
De una forma o de otra, aún cuando las causas de su enfrenta­
miento con los grandes propietarios de tierras fuesen enormemen­
te dispares, sus actuaciones estuvieron encaminadas hacia un mis­
mo y único objetivo: la implantación de nuevas formas políticas y,
en consecuencia, la consolidación de los elementos propios del feu­
dalismo (140). A causa de ello podemos afirmar que el grupo so­
cial de los humiliores, entre quienes se hallaban los campesinos li(136) Cf. E. M. S c h t a j e r m a n : “Progressive und reaktionäre Klassen im
spätrömischen Kaiserreich”, S t u d ie n ü b e r d ie R e v o lu tio n , pp. 19 y ss.
(137) Cf. C. E. Minor: “Bagaudae oder Bacaudae?”, T r a d it io XXXI, 1975,
pp. 318 y ss.
(138) Cf., entre otros, E. A. T h o m p s o n : “Peasant Revolts in Late Roman
Gaul and Spafn”, P & P II, 1952, pp. 13 y ss. C o n flic to s y e s t r u c t u r a s s o c ia le s
en la H is p a n ia a n t ig u a , Madrid, 1977, pp. 61 y ss.; N. N. B e l o v a : “Movimien­
tos sociales en Galia durante los siglos I y II d. n. e. (en ruso)”, VD1 núm. 42,
1952, pp. 45 y ss., y M. V i g i l y A. B a r b e r o : “Algunos problemas sociales del
N. de la Península a fines del Imperio Romano”, op. cit., pp. 81 y ss.
(139) Cf. S. I. K o v a l i o v : “El vuelco social de los siglos III al V en el Im­
perio Romano”, L a tr a n s ic ió n d e l e s c la v is m o a l fe u d a lis m o , Madrid, 1975, pp.
109 y ss.
(140) Cf. Z. V. U d a l t z o v a y E. V. G u t n o v a : “La génesis del feudalismo
en los países de Europa”, L a t r a n s ic ió n d e l e s c la v is m o a l fe u d a lis m o , pp. 195 y
ss., y E. W e r n e r : “De l’esclavage á la féodalité. La periodisation de l’histoire
mondiale”, A n n a le s (E S C ) XVII, 1962, pp. 930 y ss.
148
NARCISO SANTOS YANGUAS
bres, los colonos semilibres y los esclavos agrícolas, no se inte­
grará de buen grado en la estructura social mantenida por el Es­
tado romano, por lo que, siempre que la ocasión les era favorable
(momentos de debilitamiento del poder imperial, usurpaciones al
trono, incursiones de las poblaciones bárbaras...), ponían al des­
cubierto su descontento mediante este tipo de levantamientos y
la constitución de unidades o grupos paramilitares de acción, que
con demasiada frecuencia traerían consigo una serie de trastornos
para el Estado romano tanto en las provincias galas como en el
Norte de Hispania (141).
Todo este conjunto de rebeliones constituye, pues, un exponen­
te claro del enorme descontento social existente entre los humiliores, lo que se traducía en una manifestación de disconformidad
no sólo con el régimen imperante sino también con su precaria sisituación en el marco de la sociedad de la época (142). Frente a
ello, otros grupos de la población bajorromana reaccionarán de
forma diferente, según se disprende de las noticias de Salviano,
quien afirma que los campesinos, al objeto de librarse de la opre­
sión romana, huían de sus propias tierras para buscar alojamien­
to y protección bien entre los bárbaros bien entre los bagaudas,
puesto que preferían no seguir siendo ya ciudadanos romanos (143),
lo que parece haber constituido una situación generalizada en las
provincias del Imperio.
Así pues, frente a una ordenación en clases, cuya división era
clara aparentemente, no existía una estructuración definida y ra­
cional en el marco de las clases inferiores integradas por los humiliores, sino que durante esta época estuvo presente un conflicto
latente, puesto de manifiesto contra el Imperio de manera abierta,
en unos casos bajo la forma de revueltas campesinas y en otros
bajo la de revoluciones de carácter religioso, como el priscilianismo por ejemplo (144). Al mismo tiempo estas revueltas y conflic(141) S. M a z z a r i n o : “¿Se p u e d e h a b l a r d e re v o l u c ió n s o c ia l a l fin d e l
m u n d o a n t i g u o ? ” , L a tra n sic ió n d e l e s c la v is m o a l fe u d a lis m o , p p . 131 y ss.
(142) Cf. M. W e b e r : “La decadencia de la cultura antigua. Sus causas so­
ciales”, L a t r a n s ic ió n d e l
(143) Salv., D e G u b .
pp. 35 y ss.
e s c la v is m o a l f e u d a lis m o ,
D ei
I ta q u e p a s s im v e l a d G o th o s v e l a d B a c a u d a s v e l a d a lio s u b iq u e d o m in a n te s b a r b a r o s m ig r a n t , e t c o m m ig r a s s e n on
p a e n i t e t m a lu n t e n im su b sp e c ie c a p t iv it a t is v iv e r e q u a m s u b s p e c ie lib e r ta t is e s s e c a p tiv i.
;
V, 22:
Cf. también V, 37.
(144) Cf. A. B a r b e r o : “El priscilianismo, ¿herejía o movimiento social?”,
C H E XXXVIII, 1963, pp. 5 y ss.; W. H. C. F r e n d : “Religión and Social Change
in the Late Román Empire”, T h e C a m b r id g e J o u r n a l II, 1949, pp. 492 y ss.,
y A. H. M. J o n e s : “Were A'ncient Heresies National or Social Movements in
Disguise?”, J T h S X, 1959, pp. 280 y ss.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
149
tos campesinos de los últimos años del Imperio contribuirán a so­
cavar las bases de la organización política, a lo que se unirán los
continuos ataques de las poblaciones que habitaban más allá de
las fronteras (145).
3.— La comercialización de los productos.
La situación general en este sentido había cambiado profunda
y radicalmente con relación a los tiempos que refleja el geógrafo
Estrabón en el texto siguiente:
«La rudeza y salvajismo de estos pueblos (se refiere a los ga­
laicos, astures y cántabros) no son debidos solamente a sus cos­
tumbres guerreras, sino también a su alejamiento, puesto que los
caminos terrestres y marítimos que conducen a estas tierras son
largos y esta dificultad de comunicación les ha llevado a perder
toda sociabilidad y humanidad. No obstante, en la actualidad el
mal es menor gracias a la paz reinante y a la llegada de los roma­
nos; en los lugares en que no se dan estos dos elementos conser­
van un carácter feroz y brutal, sin contar con que esta disposición
natural entre una parte muy abundante de ellos ha podido verse
aumentada por la aspereza del país y el rigor del clima» (146).
De acuerdo con esto, aunque no contamos con referencia alguna
a los caminos que atravesaban el territorio propio de la actual As­
turias en los grandes itinerarios romanos que se han ocupado de
ello y que estaban referidos a todo el Imperio en general, por me­
dio de las referencias indirectas sobre el trazado de ciertas rutas
en la toponimia o en los escritores tardíos, en especial el Anónimo
de Rávena, podemos deducir las vías de comunicación más im­
portantes en el suelo astur transmontano durante el Bajo Imperio,
cuyo origen y utilización remontan ya a los siglos altoimperiales
(147). Con relación a los pasos de penetración a través de la Cordi­
llera Cantábrica se pueden distinguir las siguientes rutas:
—1) la que, desde la cuenca alta del río Esla y el territorio
ocupado por los vadinienses de la zona de Riaño, llevaba hasta la
(145) Cf. M. B l o c h : “Sur les grandes invasions. Quelques positions de
problèmes” R e v u e d e S y n th è s e XIX, 1940-1945, pp. 55 y ss. ; W. E n s s l i n :
“Germanen in römischen Diemsten”, G y m n a s iu m LII, 1941, pp. 5 y ss., y F.
Lot: L e s in v a s io n s g e r m a n iq u e s , París, 1945.
(146) III, 3, 8.
(147) En cualquier caso esta aún por realizarse un a'nálisis y estudio com­
pletos, tanto arqueológico como toponímico, acerca de cada una de dichas vías.
150
NARCISO SANTOS YANGUAS
región de Cabrales y Llanes tras atravesar Sotres, así como a Can­
gas de Onís por el Pontón y, finalmente, otro de sus ramales des­
cendería, desde los puertos de Tarna, San Isidro o Piedrafita, apro­
vechando las facilidades que representaban el río Nalón o el Aller,
hasta la parte central asturiana;
—2) más importancia alcanzó indudablemente la que desde la
ciudad de Legio (León), siguiendo su curso por el valle del río Bernesga, se introducía en territorio asturiano por lo que después sería
conocido como camino real de La Carisa en dirección a Lucus Asturum (Lugo de Llanera) y que contaría como puntos más desta­
cados de su recorrido con los de Pola de Gordón, Pajares, Campomanes, Memorana y Ujo (148);
—3) de unas características muy similares a ésta se puede con­
siderar la que, desde Asturica Augusta (Astorga), atravesando el
valle del río Tuerto o el del Orbigo, conducía hasta el puerto de
La Mesa y, bajando por la parte alta de los cordales, desembocaría
en el centro urbano de Flavionavia, en el territorio cercano a Santianes de Pravia (149);
—4) por último, el paso de Leitariegos a la cuenca del río Narcea o a las explotaciones de oro de la cuenca del Ibias, en concre­
to en Larón, o a la cuenca del Navia desde las extracciones mine­
ras del Sil, pueden llevarnos a pensar que su utilización se debió
más a las actividades vinculadas con la explotación del oro (por
tanto tendrían su etapa de mayor vigencia hasta el primer tercio
del siglo III) que al tránsito del ganado, finalidad que debió de co­
rresponder en gran medida a los caminos anteriormente enumera­
dos.
Por lo que respecta a las rutas que atravesaban la zona astu­
riana de Este a Oeste, los distintos descubrimientos arqueológicos,
a pesar de no ser aún excesivamente abundantes, junto con los to­
pónimos y documentos medievales contribuyen a la fijación del re­
corrido de una vía, que vería aumentada sin duda su importancia
a lo largo del siglo IV como consecuencia de la inclusión de Can­
tabria en la provincia de Gallaecla y pasar a convertirse Asturias
en paso obligado hacia el territorio de las actuales provincias ga(148) Cf. C. S á n c h e z A l b o r n o z : “Vías de comunicación en el solar del
Reino de Asturias durante la época romana”. El Reino de Asturias, Oviedo,
1972, pp. 107 y ss.
(149) Cf. C. S á n c h e z A l b o r n o z : “Una vía roma’na de Asturias”, A n u a r io
d e l c u e r p o d e a r c h iv e r o s , b ib lio te c a r io s y a r q u e ó lo g o s III, 1935, pp. 119 y ss.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
151
llegas (150). Este camino conduciría desde Posada de Llanes hasta
Corao, continuando posteriormente desde Soto de Cangas a Cangas
de Onís y alcanzando Lucus Asturum, una vez atravesadas las lo­
calidades de Villamayor y Nava; desde Lugo de Llanera seguiría
en dirección al Escamplero buscando el paso del río Nalón (es po­
sible en este sentido que las lápidas de Valduno, Cornellana y Sa­
las no sean más que hitos indicativos de esa misma ruta). Desde
este último centro el camino se desdoblaría en dos a la altura de
La Espina, yendo a desembocar uno de sus ramales, tras atravesar
Tineo y Pola de Allande, a Grandas de Salime con dirección a
Lucus Augusti (151).
En esta misma dirección, aunque mucho más próxima al lito­
ral, discurría también la vía descrita por el Anónimo o Cosmógra­
fo de Rávena, que llevaba desde Brigantia (Betanzos o La Coruña)
hasta Oyarzun (Guipúzcoa), siguiendo en su recorrido toda la costa
cantábrica, coincidiendo en casi todo su recorrido con el llamado
con posterioridad camino medieval francés, que encauzaría las
peregrinaciones de la zona a Santiago de Compostela; en cuanto al
recorrido por el territorio asturiano sería el siguiente: la vía cru­
zaría el río Sella en las proximidades de Llovio (Ribadesella), en
concreto por Ucio, atravesando posteriormente por La Isla, Sales,
La Lloraza, Gijón y Noega, pasando finalmente el cauce del Nalón
a la altura de Soto del Barco, y con posterioridad cruzaría los ríos
Navia y Pacia, para acabar su trayecto saliendo de Asturias por
La Corredoira (Vegadeo).
Es indudable que existieron igualmente toda una serie de rama­
les secundarios, cuyo fin era el de enlazar entre sí todos estos ca­
minos de características más destacadas al igual que los diversos
centros de población por los que discurrían las vías de La Carisa
y la del puerto de La Mesa, habiéndose convertido ya desde la épo­
ca altoimperial Lucus Asturum en el cruce de las vías más impor­
tantes de los astures transmontanos y constituyendo al mismo tiem­
po el territorio próximo a Flavionavia uno de los puntos de con­
fluencia de varias de ellas (152).
Aún cuando los productos de intercambio no serían excesiva­
mente abundantes, puesto que cada una de las unidades económi(150) Cf. C. T o r r e s : “Límites geográficos de Galicia en los siglos IV y V”,
IV, 1949, pp. 367 y ss.
(151) Cf. J. M. G o n z á l e z : “Mansiones del trayecto de la vía romana Lucus
Asturum-Lucus Augusti”, A r c h iv u m VI, 1957, pp. 287 y ss.
(152) Cf. J. M. G o n z á l e z : “Flavionavia, antigua población de los paésicos”,
B 1 D E A 1953, pp. 40 y ss.
CEG
152
NARCISO SANTOS YANGUAS
cas (villas) en que hemos visto que estaba estructurado el suelo
de Asturias tendería a su propia autarquía no sólo desde el punto
de vista del funcionamiento interno o independiente sino también
desde unas perspectivas económicas, de modo que únicamente se­
rían obieto de intercambio algunos objetos muy necesarios para
la vida diaria. Sin embargo, ninguna noticia de las fuentes se refiere
a un comercio de exportación hacia otras regiones hispanas ni del
exterior peninsular, habiendo desaparecido también por completo
envío de minerales o metales a la capital del Imperio, sobre to­
do de oro. Con respecto al sector agropecuario tampoco tenemos
constancia de que continuase vigente la exportación de asturcones
a Roma, animales muy apreciados durante todos los años del Alto
Tmperio (153).
La importación plantea, por su parte, los mismos problemas vin­
culados a la falta de datos. En este sentido no parece que sea posi­
ble pensar en que continuasen importándose materias primas, es­
pecialmente cereales y vino, como se había venido haciendo duran­
te los dos primeros siglos de nuestra era, a pesar de que siguieran
siendo objeto de intercambio ciertos artículos de lujo y, sobre todo,
materiales relacionados con la construcción de los edificios de las
villas, como ladrillos, tejas, teselas para mosaicos, vasijas... e in­
cluso, aunque a menor escala, cerámica de lujo, completamente
distinta a la que venía elaborándose en los recintos castreños y
que era la típica de la región.
Nos queda por aludir a un último aspecto relacionado con estas
unidades económicas: el abandono de numerosos castros asturia­
nos parece coincidir, de acuerdo con la documentación a rq u eo ló ­
gica, con el siglo III, es decir con el momento en que las villas co­
mienzan a adquirir auge y preponderancia en la región. Este he­
cho, que la arqueología se encargará de demostrar en toda su am­
plitud, hav que ponerlo en reación con un cambio en cuanto al
sector económico predominante: mientras que hasta el primer
tercio del siglo III d. n. e. el sector minero vinculado a las explo­
taciones auríferas había acaparado gran parte de la mano de obra
indígena, que con+inuaba habitando los mismos recintos castreños
prerromanos, a los que se habían aplicado las formas de co n stru c­
ción romanas, u otros nuevos, construidos en las proximidades de
los lugares de extracción, especialmente en las zonas occidental v
central asturiana, con el debilitamiento v desaparición de estas
(153)
Cf:, entre otros autores, Plinio, N. H. VIII, 144 y 166; Séneca, Epist.
LXXXVII, 10; Silio Itálico, Pun. III, 334, y Suetonio, N e r. XLVI.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
153
explotaciones el grueso de la población se ve obligado a dar un
giro en sus actividades, originándose y potenciándose entonces el
sector agro-pecuario en conexión con los centros de explotación
agrícola, y de ahí el abandono, al menos en parte, del hábitat castreño y la ubicación de estos individuos en las villas (154).
(154)
En estos momentos estamos llevando a cabo una catalogación de las
roma’n as de Asturias, que esperamos pueda ver la luz próximamente en
esta misma revista.
v illa s
SAN JUAN DE ABOÑO
POR
MARCOS G. MARTINEZ
Ya dije en mi relato de los «Monasterios medievales asturianos»
(1977) que las conclusiones a que entonces había llegado no podían
considerarse como definitivas a falta de datos concretos sobre mu­
chos de los lugares y de los personajes relacionados con los hechos
a que iba refiriéndome. Tampoco pretendía que aquella publicación
fuese considerada como axiomática.
Eso ocurrió, etre otros, con el monasterio de San Juan de Aboño, del que escribí /op. cit. p. 117/ «del monasterio no quedan ves­
tigios visibles, sólo lejanos recuerdos» y la posesión por parte de
doña Velasquita no implicaba origen y fundación del cenobio. Ig­
norábamos también las vicisitudes por que había pasado hasta
llegar a integrarse en la jurisdicción de S. Pelayo de Oviedo.
Recordemos ahora que una primera mención de Aboño se con­
tiene en el famoso y controvertido testamento de Alfonso III, del
año 905, recogido por el obispo don Pelayo en el «Liber Testamentorum» (f° 20r) donde se dice textualmente: «In Obonio, ecclesias
Sancti Iohannes de Preuera» /ed. García Larragueta, Oviedo, IDEA,
1962/ en que el topónimo, mejor diríamos hidrónimo (sufijo -ona)
parece más bien aludir a una zona territorial en la que estaba si­
tuada la localidad de Preuera, hoy Pervera, concejo de Carreño,
no lejos de la desembocadura de la ría de Aboño.
La escritura siguiente que se refiere a San Juan de Aboño /aquí
está ya omitido definitivamente el Preuera! se nos ofrece ahora
completa en la obra «El monasterio de San Pelayo de Oviedo»
156
MARCOS G. MARTINEZ
/H a y Fuentes. I. Colección Diplomática (996-1325) por Feo. J. Fer­
nández Conde y otros. Oviedo, 1978, p. 23/ y en ella encuentro al­
gunas particularidades que me propongo comentar, sin tener en
cuenta las paleográficas que, naturalmente, no pueden glosarse par­
tiendo de una transcripción impresa. Los editores califican la le­
tra del documento como «minúscula francesa», lo cual podría in­
ducirnos a pensar que se trata de una copia de fecha posterior a
la que consta en el documento.
Comencemos por la fecha. Se transcribe /op. cit. p. 25/: «Era
LXVI post M°», esto es, la era 1066, que corresponde al a.C. 1028.
Suponiendo que la X llevase una tilde (que no consta) usual en la
época, que le confiriera el valor de 40, tendríamos el a.C. 1058,
que tampoco coincide con el que los editores le asignan, pero que
encaja mejor con el reinado de Fernando I de León-Castilla.
El documento fué citado por Vigil en 1887, en su obra «Astu­
rias monumental y epigráfica» /p. 135/ en donde también se le
asigna la fecha 1053, y dice que San Juan de Aboño estaba en Gozón, circunstancia que no especifica este documento, pero sí otro
de 1158, asimismo recogido por Vigil /op. cit. p. 136, D 9.°/ «mo­
nasterio meo proprio, quod est de meo infantatico et vocatur
Sanctus Iohannes de Abono et est ipsum monasterium in loco certo in térra que vocatur Carreno in Alfoz de Gozon, et est situs ip­
sum monasterium et firmatum prope ora maris». /El monasterio
de San Pelayo de Oviedo, p. 62/. También Serrano en el «Cartula­
rio del monasterio de Vega» /1927, p. 147/ lo transcribe. Pero era
ya conocido por Yepes (1609) y por Carballo (1695). Es, pues, un
documento que reclama cierta atención no sólo por su fecha, que
hemos visto, sino por los lugares a que se refiere y los personajes
que con él se relacionan.
Fernando I de León-Castilla (1037-1065) era hijo primogénito
de Sancho Garcés III de Navarra y de doña Mayor, hija del conde
de Castilla Sancho García (995-999) el de los «buenos fueros». En
Fernando I recayó primeramente el Condado de Castilla y después
el reino de León.
En el año 1029, el 13 de mayo, muere asesinado en León el in­
fante García de Castilla, hermano de doña Mayor y pretendiente
de doña Sancha, heredera de su hermano Vermudo III de León
(1027-1037) con quien iba a contraer matrimonio. El hecho san­
griento se reflejó en romances y crónicas de la época. Vermudo
III se encontraba en Oviedo. Sancho Garcés de Navarra se pro­
clama rey de Castilla y lleva los límites del hasta entonces Conda­
do hasta la línea del río Cea. Sin embargo Sancho Garcés ya se
SAN JUAN DE ABONO
157
titulaba «rey» —rex Castellae— ocho meses antes de estos acon­
tecimientos /Bec. Gót. Card. p. 285/.
Sancha, como Vermudo Til, eran hijos de Alfonso V de León
(999-1027) y de la gallega Elvira Menéndez, nietos de Vermudo II
í982-999) y de Elvira de Castilla, sucesora de doña Velasquita en
el matrimonio de Vermudo II, cuando ésta hubo de abandonar la
corte leonesa.
Sánchez Candeira estudió la genealogía de doña Velasquita a
través de documentos conocidos y no pudo llegar a una conclu­
sión satisfactoria respecto a sus ascendientes /Rev. «Hispania»,
t. XL/.
Desde luego, si Ramiro III comenzó a reinar en el año 966, a la
edad de cinco años, según dicen las crónicas, resulta difícil admi­
tir que doña Velasquita, siendo hija suya fuese núbil en 985 cuan­
do aparece casada con Vermudo II. Si Velasquita hubiese sido hi­
ja de Ramiro II, tendría que haber nacido antes del año 951 en
que éste falleció, y como las noticias directas de aquélla llegan por
lo menos hasta el año 1030 /CDCO, p. 148/ la haríamos alcanzar
la edad aproximada de ochenta años, cosa no imposible, ciertamen­
te, pero sí improbable en aquella época.
Si nos atenemos a las suscripciones documentales conocidas,
Velasquita no casó con Vermudo II antes del verano del año 985
—como decimos— ya que hasta noviembre de ese año no aparece
en ellos acompañando a su marido. Por cierto que ese documento
del 8 de noviembre del año 985 (VI Id. Nov. MXXIII) /ACL. Tum­
bo, f° 17v./ es una concesión que ambos reyes hacen a la Iglesia de
León «ecclesiae uocabulo Sancti Christofori qui est fundata subur­
bio Legionensis, in loco predicto Trobalio iusta riuulo Uernisga»,
iglesia que había sido del presbítero Ero. Sin embargo, ya en el
año 991 no figura al lado de su marido y en noviembre del 992
aparece doña Elvira en la donación que el rey hace a la Iglesia
de Oviedo del castillo de Miranda /Lib. Test. f° 49v./. El último
documento en aue doña Velasquita suscribe es la donación que el
Abad Alfonso hace a García Alvarez y Adosinda Ovequiz del «monasterium quos uocitant Sancti Martini... qui est iusta flumen quos
dicunt Annonava» /CDCO, p. 146/.
Ocúrrese sugerir que acaso Velasquita fuera descendiente de
aquel infante Ramiro, hijo de Fruela II, que junto con sus herma­
nos Alfonso v Ordoño, residieron en Asturias hasta que reinando
Ramiro II fueron apresados v cegados, iunto con Alfonso IV, y re­
cluidos en el monasterio leonés de Ruiforco.
158
MARCOS G. MARTINEZ
En el documento de Fernando I, que estamos comentando, hay
un párrafo que dice: «uenimus in hunc sanctum locum cum episcopis et prolis nostri et omnes magnati terre nostre et fecimus
translacionem mirificam ipsius corpori sancti», refiriéndose al
m ártir San Pelayo. No me imagino a Fernando I con toda su corte
y familia atravesando los montes cantábricos en pleno invierno.
Tampoco veo gra diferencia, en lo que toca a seguridad, entre Ovie­
do, ciudad bien protegida, y veinticinco quilómetros más al norte,
de fácil acceso, en un litoral expuesto a depredaciones marítimas.
Sólo la poca importancia del lugar, su casi anonimato, justifica­
rían aquel traslado.
Risco /H a de León, 1792, p. 211/ refiere que el traslado de las
reliquias del m ártir San Pelayo a León se efectuó en el reinado de
Sancho I (955-966) que había estado en Córdoba en busca de cura­
ción para su adiposidad, y en el de Vermudo II (982-999), concre­
tamente en el de 995 de León a Oviedo / «mártir Pelagius cuius
corpus manet iuxta aulam Sancti Saluatoris sedis Oueto»/, donde
el rey leonés hubo de refugiarse huyendo de una incursión manda­
da por Almanzor en que éste no pudo ocupar la capital cristiana,
pero sí Astorga, así como destruyó el monasterio de Santa María
de Carrión, en Palencia.
Se admite generalmente que el martirio de San Pelayo tuvo
que ocurrir hacia el año 924 ó 925, al filo de los reinados de Ordoño II (915-924) y de su hermano Fruela II (924-925) por lo que, en
poco más de medio siglo bien pudo conservarse el recuerdo de su
glorioso martirio, incluso por cristianos salidos de la órbita cor­
dobesa. Sin embargo, hay que pensar que una cosa fué el traslado
de los restos a Oviedo, entonces por innegables razones de segu­
ridad (995) y otra el depósito de las sagradas reliquias en San Juan
de Aboño (1053).
Insisto en que resulta extraño que para depositar aquellas pre­
ciadas reliquias se escogiese un lugar de la costa asturiana, pues
aunque Oviedo no ofreciese suficientes garantías de seguridad, an­
te las incursiones musulmanas, tampoco era muy segura aquella
zona costera —cercana a Oviedo— y visitada por los navegantes
normandos, no siempre amigos.
Para el nuevo peregrinaje de las reliquias «venimos a este lu­
gar santo con obispos, familiares nuestros y magnates de nuestra
tierra», dice el documento. En cuya frase encontramos pie para
subrayar dos observaciones: Primera: «lugar santo», como si qui­
siera decir que aquel era ya lugar consagrado, que existía ante­
riormente una iglesia o un monasterio, como era, en efecto. Según-
SAN JUAN DE ABOÑO
159
da: que todo aquel acompañamiento, en la fecha u ocasión que
fuese, destaca la solemnidad del acto, como el documento especi­
fica: «traslacionem mirificam».
Hay otros datos no menos interesantes: la concesión que el
rey hace a aquel «locum sanctum» para sustento de frailes y mon­
jas que allí residieran y para el hospedaje de los peregrinos que
por allí transitaran, «pro sustentatione fratrum et sororum ibidem
degencium necnon capitum et peregrinorum adueniencium», cir­
cunstancia esta última que considero abundante ya que por Aboño pocos peregrinos pasarían camino de Santiago, menos de Ovie­
do, pocos, ciertamente, para visitar la tumba de San Pelayo, cuyo
depósito escaso eco tuvo incluso en la misma región.
Está también indicada en el documento la forma en que aque­
llos bienes habían sido obtenidos, o mejor, llegaron a manos rea­
les: «secundum eum obtinuit» doña Velasquita, quien los conce­
dió —dice el rey Fernando— a mi abuelo el conde Sancho y éste
al rey Alfonso (padre de su esposa Sancha). Lo cual quiere decir
que la primera poseedora documental de aquel monasterio fué do­
ña Velasquita. Extraño camino el que siguió después: a un conde
castellano y a un rey leonés, aunque en aquella época de intrigas
castellanas, todo andaba muy revuelto y confuso en ambas regio­
nes.
¿Quién era ese conde Sancho? No podía ser otro que Sancho
García de Castilla (995-1015), padre de doña Mayor, la esposa de
Sancho Garcés III de Navarra, padres de Fernando I. Hay una lar­
ga e interesante historia en torno a este conde, rebelde contra su
padre, protegido de los musulmanes y al fin reivindicador de las
pretensiones castellanas. Su vida aventurera transcurre por los
mismos años en que doña Velasquita abandona la corte leonesa.
¿Por qué entregó la ex-reina ese monasterio al conde? ¿Razones
de parentesco? ¿Razones sentimentales?
En la época de Sancho de Castilla brujuleaban en la corte leo­
nesa componentes de la familia Vela, de origen alavés, muchas ve­
ces sublevados contra el rey de Navarra, otras tantas expulsados
de aquel reino. Acogidos a la corte de León, fueron heredados en
las tierras de la Somoza leonesa. Allí estaría, pues, en la época de
las desventuras de doña Velasquita. ¿Relacionada con ellos por al­
gún lazo? Resulta bastante sugerente la similitud de los nombres:
Vela y Velasquita.
El último acto personal que conocemos de la ex-reina es una
permuta que hace el 15 de agosto del año 1028 con Félix Agelaz
/Col. dip. mon. S. Vic. Ov°. Ed. Floriano Llórente, 1968, p. 72/. No
160
MARCOS G. MARTINEZ
obstante las muchas explicaciones que da acerca de propiedades y
personajes, tampoco orienta sobre sus antepasados. ¿Quién era
este Félix Agelaz? ¿Qué ocurrió para que, alejado de la corte, in­
curriese en la ira del rey Alfonso, precisamente él, que era posee­
dor de aquellas propiedades? ¿Qué ascendiente tenía para recupe­
rar la «gracia» del rey y volver a disfrutar los bienes que la ex-reina le cediera «per karta»?
No pasaremos por alto un hecho que, aunque ajeno a nuestra
particular historia, se contiene en este documento e interesa para
Aa historia general de Asturias: «et abia ila uilla Félix ea de nos
per karta, et tenente ila uilla in suo iure uenit ili a Félix iram de
rex domno Adefonso et exibit de térra et fuit ad alias térras in bar­
cas de Lodmanos». El documento, como decimos, lleva fecha del
año 1028. Las incursiones normandas se registran desde época muy
temprana /Uría Ríu: Bol. I.D.E.A. XXVI, p. 356 ss./, pero la cita
del hecho es muy concreta, «rex Adefonso», lo cual nos sitúa en­
tre 999 y 1027. A partir de aquellas primeras arribadas, que fueron
tenidas como depredadoras, parece como si hubieran ido suavizán­
dose y frecuentándose hasta quizá establecer lazos comerciales, o
al menos relaciones pacíficas.
Sabemos que doña Velasquita fué fundadora del monasterio de
San Salvador de Deva, propietaria del de San Martín de Salas y del
de San Juan de Aboño, de la iglesia de Heres (Bañugues), así co­
mo de Candamo y Pravia, posesiones todas ellas que heredara de
sus antepasados, adquiriera ella misma por compra o por cambio.
De todo se habla en el documento del año 1028. Sin embargo es el
acto de la fundación de Deva el que nos la sitúa en un plano pro­
minente.
Otro párrafo del documento: «Et ipsum locum monasterii est
uocitatum Sancti Iohannes, uilla Abonio, in territorio asturiense,
prope ora maris». El lugar de Aboño, en territorio de los asturia­
nos es otra cosa que el monasterio de San Juan, aunque su men­
ción vaya enlazada. Digamos de paso, que la parroquial de Pervera, a que ya no se alude, se encuentra a la orilla del río de su nom­
bre, que, junto con el Reconco, afluyen al estuario de Aboño, de
donde dista apenas un par de km.
Más adelante, y de modo insólito, puesto que va a continuación
de la fecha, se lee: «adicimus eciam ad ipsum locum supra memoratum illos homines de sua criacione, de illo monasterio de Abo­
nio, uocabulo sancti Iohannis», cosa que quiere decir la vincu­
lación de los criados del monasterio, no sólo de aquellos que allí
SAN JUAN DE ABOÑO
161
residiesen ya, sino de los que de cualquier parte «potuerint inueaire».
Firman en primer lugar, como es lógico, el rey Fernando y su
esposa la reina Sancha. Después: Pedro, obispo de Lugo; Froilán,
de Oviedo (1036-1054) y Cipriano de León (1040-1057) /Risco: Ha
de León y monasterios, 1792, p. 18/. Los abades Fernando y Rami­
ro; los presbíteros Martín y Vermudo Ayubándiz; los testigos Anaya Reforquiz, Pedro Ouequiz, Pedro Floréntiz, Diego Ordóñez, Die­
go Sánchez y Juan Ordóñez.
Al fin suscriben los «comités» Gómez Díaz, Fernando Gundemáriz, Gundemaro Ibáñez, Pedro Peláez, Vermudo Ouequiz, Die­
go Peláez, Adega Peláez y Fruela Muñiz. Notario fué el presbítero
Martín. Respeto el orden en que van colocadas las firmas por si
algo pudiera significar.
Un poco someramente, para no incurrir en minuciosidades fa­
rragosas, vamos a comprobar la existencia de alguno de los perso­
najes citados en el documento.
Gómez Díaz confirma una donación de Fernando I al monaste­
rio de San Vicente de Oviedo en el año 1045 /CSVO, p. 44/. A su
lado está Asur Díaz, también conde; el obispo Fruela, de Oviedo;
Cipriano de León, el Abad Fernando. Gómez Díaz de Saldaña figu­
ra en documentos leoneses desde el año 985, en la «curia regia»
convocada por el rey para atender las reclamaciones del obispo de
León, Savarico, y en otro anterior, en el reinado de Ramiro III, del
año 975. En ambos casos, o era muy joven o se trata de otro per­
sonaje homónimo.
En una donación de doña Goto al mismo monasterio de San
Vicente /op. cit., p. 96/ tenemos al obispo Froilán, al abad Fernan­
do, a Pedro Placéntiz, a Anaya Refórquiz y al presbítero Martín.
Doña Gontrodo Gundemáriz, «Christi Ancilla», en presencia del
obispo de Oviedo, Froilán, «puesta en trance de muerte», se dice
hija del conde Gundemaro Pinioliz, siendo su «nouerca» (m adras­
tra) Mumadonna, la esposa del conde, y hermana de Fernando Gun­
demáriz, quien pudo heredar el condado de su padre y por eso fi­
gurar así en nuestro documento. Todo ello bajo el reinado de Al­
fonso VI (1073-1109) /Lib. Test., f° 84r./.
El conde Pedro Peláez será en 1056 «armiger regis», algo así
como alférez real, hombre de confianza, y firma documentos de los
años 1059, 1069 y 1075, próximos a Gontrodo Gundemáriz. Gunde­
maro Ibáñez (o «Godemiro Iohannes») había sido propietario de
la villa de Nembro, en el alfoz de Gozón, villa que vendiera a Ecta
Cid, quizá por las mismas fechas de mediados del siglo /CSVO, n.°
162
MARCOS G. MARTINEZ
110, p. 175/; en el año 1058 /op. cit., p. 189/ dice que casó con Iñiga Díaz, hija de la condesa Elvira, y que el padre de ésta había sido
Oveco Sánchez /ibíd. n.° 60, p. 189/.
Vermudo Ovéquiz pudiera ser hijo de ese Oveco, y hermano de
aquella Elvira. Aparece en documentos de los años 1046, 1068, y
1069 /ibíd. n.° 51, 61 y 66/. Diego Peláez, a quien hemos visto al
lado de Agda Peláez (1069), es, por lo tanto también contemporá­
nea aunque aparece ya en 1035 /op. cit. n.° 45/ junto a Fernando
I y Sancha, y llega hasta 1069 /ibíd. n.° 66/ ya en el reinado de Al­
fonso VI.
En el mencionado año de 1069 Agda Peláez («Adega Peláez»)
hace testamento y en él menciona a sus dos esposas: la primera
Guiña y la otra Gontrodo Osóriz. El mismo se identifica con Ectavida Peláez /op. cit. n.° 56, p. 180/, y estaba en 1052 en la Corte
de Fernando y Sancha /ibíd. n.° 57, p. 181/ y en 1058 junto a Pe­
dro Peláez, Pelayo Peláez, Ordoño Peláez y Diego Peláez, y en 1069
con los mismos reyes.
Fruela Muñiz estaba presente en 1046 como propietario de la
villa de «Arbolies», junto a Noreña (San Martín de Anes) y de «Corrozanes», junto a San Tirso de Gijón, así como de la de Figueredo en Candamo, que había sido de doña Velasquita.
Resumiendo. Que todos los personajes suscriptores del docu­
mento de Fernando y Sancha constan en una época comprendida
entre los reinados del mismo Fernando y su hijo y sucesor Alfon­
so VI, por las fechas que se atribuyen al documento, quizá más
adecuada que la que exhibe.
El rey Fernando dice: «inspirabit Dominus in cordibus nostris
et hunc famulam uernulamque tuam coniuge mea Sanctia... ut in
melius restauraremus ipsius cimiterium ubi ipsum corpusculum
martiris sanctissimi requiescit». Trátase pues de una restauración,
para después («denique») efectuar el traslado de las reliquias.
Se deduce que en el poco tiempo transcurrido entre la dona­
ción de doña Velasquita, 29 de agosto de 1006, hasta 1030, aquel
monasterio habíase poco menos que arruinado. Nada tiene de ex­
traño que San Juan de Pernera se convirtiese en San Juan de
Aboño.
El testamento de doña Velasquita es lo suficiente importante
como para ser incluido en la colección de documentos reales. Es­
tán con ella: el obispo Gudesteo, de Oviedo (a quien se data en­
tre los años 992 y 1012), el conde Gundemaro Pinióliz —padre de
Fernando Gundemáriz—, la condesa Mumadonna, segunda espo­
SAN JUAN DE ABONO
163
sa de lanterior; los abades Mirello y Fortis, a más de otros doce
testigos, presbíteros en su mayoría. Sereniano, presbítero, «notuit».
Aparece aquí Velasquita como propietaria de: monasterio de
Santa Cruz «adherente eccl. Sti. Saluatoris»; del de San Salvador
de Deva, fundado por ella misma y donde fué sepultada; de la vi­
lla de «Sumeo», que me resisto a ubicar en el concejo de Salas
puesto que existe Somió en Gijón (parroquia de San Julián), cua­
tro quilómetros al N. de Deva, y a continuación se cita San Juan
de Aboño (Carreño) y Trasona (Corvera), municipios limítrofes,
en la misma zona y poco distante esta última de Aboño, cuya igle­
sia conserva restos del siglo XII. En la ribera del Nalón tenía a
Santiago de Azes (o Aces), concejo de Candamo, y en Salas el mo­
nasterio de San Martín.
Veintidós años después —15 de agosto de 1028— aún eran su­
yas las heredades de «Bonnuas» (Bañugues, Gozón) «super flumine maris» y la villa que llaman «Erias», hoy Heres (San Jorge),
próxima a Bañugues. Esta villa fué primero de «domna Aliza» —di­
ce el documento—, y después de Ariulfo Gondulfiz y Godina, de
quienes pasó a su hija Jimena en el reparto entre sus hermanos. A
Jimena se la cambió Velasquita por otra villa en «Ripella», en Montelongo (Ribiella, parroquia de San Juan de Villa, concejo de Illas).
Son tres las generaciones transcurridas, que nos colocan sin mu­
cho esfuerzo en el último tercio del siglo X. Velasquita cedió o
arrendó a Félix la villa de Heres. Por este documento sabemos que
también pertenecieron a la ex-reina otras heredades que habían si­
do de siervos suyos («omines meos»), en el mismo Heres, en
«Auxio» un quintanar que había comprado a Ñuño Vermúdez (qnintañar que pudo ser el antecedente del actual lugar de Quintana, no
lejos de Bañugues y de Heres), de quien eran asimismo otras here­
dades en «Valeri», parroquia de Puelles (Villaviciosa), antes pro­
piedad de Fortun Sánchez y de Andrés y Cid Savaríquiz, a quienes
las había comprado Félix y éste, a su vez, las vendió a Velasquita.
Es interesante consignar que las heredades de Quintana esta­
ban deslindadas por «ila karrare que discurrit a mare y per aqua
que discurrit per Eiras so casa de Monello usque rio in monte de
pedra literata». El río que pasa por Heres llámase hoy «de la Ca­
baña», lugar de que procede, y la «karrare» es la que lleva a la pla­
ya de Llum-eres. Aunque uno no pueda fiarse de la terminología
de este latín tan degenerado, me llama la atención que hayan apli­
cado la palabra «karrare» para designar un camino cuya importan­
cia no se correspondía con la designación. Si la carral iba hacia el
164
MARCOS G. MARTINEZ
mar, supongo que alguna razón habría para destacarla de esa for­
ma, aunque se hubiera perdido el valor semántico del vocablo.
La situación del estuario de Aboño, al abrigo del cabo Torres
—donde las Aras Sextianas— en cuyas inmediaciones suenan de
antiguo lugares como Peran, monasterio de San Salvador de Perlora, Albandi, Moniello (de Ñuño o Muño), etc., indican claramen­
te que fué zona de temprana ocupación y visitada, donde los re­
yes y señores no dejarían de tener posesiones privadas, y entre
ellas el monasterio de San Juan de Aboño, antes Pervera.
Entramos en el terreno movedizo de la índole de las posesio­
nes que detentaban monarcas, infantes y señores, aunque no de­
bemos olvidar el dominio supremo del monarca. Cuando Fernan­
do I dice del monasterio de San Juan de Aboño «secundum eum
obtinuit domina Velasquita» está señalando un traspaso de domi­
nio por parte de un anterior propietario que no se cita. Consiguien­
temente la existencia del cenobio es anterior al momento en que
la ex-reina lo «obtuvo», seguramente más antiguo que el de Deva.
Sin embargo, hemos de reiterar dos cosas contenidas en el docu­
mento del año 1006: «que michi pertinet de parentela mea» y que
fué donado a la Iglesia de Oviedo.
Vigil /op. cit., p. 374 y 87/ recoge una cita del año 1117 conte­
nida en un documento de la catedral de Oviedo que menciona el
«yantar de Deva» como patrimonio particular de la mitra ovetense
/ACO. serie A, carp. 2, n.° 17/ que quedaba exento de cuantos com­
promisos pecuniarios contrajese la Iglesia de Oviedo: «ex exceptis his duobus prandiis de Deua et de Sarego, que iure debentur
episcopo» /CDCO, p. 358/.
Cincuenta años después —1158— /El mon. de S. Pelayo de
Oviedo, p. 62/ la reina doña Sancha, hermana de Alfonso VII em­
perador ,dice que Aboño era «de meo infantico», como si se trata­
ra de un territorio jurisdiccional transmitido por línea femenina
de infantas... ¿sin dejar de pertenecer a la Iglesia de Oviedo? Sin
embargo en el momento en que habla doña Sancha, «reinaba» en
Asturias una hija del Emperador, doña Urraca, quien así se titula,
«regina», cuando entrega a la Iglesia de Oviedo «el alfoz de Laneio» /CDCO, p. 424/. Vuelve a aparecer el monasterio en el año
1323, cuando Fernando García lo recibe del monasterio de San
Pelavo como «cillero» o granero que era de aquella comunidad, el
«prandium» de que hablaba don Pelayo en el año 1117.
Cuando a comienzos del siglo XII la Iglesia de Oviedo hace un
censo de sus posesiones, especialmente en la franja costera, no es­
tá San Juan de Aboño, aunque sí figuren localidades inmediatas
SAN JUAN DE ABOÑO
165
como Condres, Bocines, Candás, Peran, Prendes, etc. /CDCO, p.
360/ ¿por qué había pasado a ser patrimonio de San Pelayo?
No se ha podido precisar en qué forma fué propiedad de do­
ña Velasquita el monasterio de Aboño. Conocemos, imprecisamen­
te, el momento en que se originó su dominio, pero no el motivo.
Hemos comprobado una doble trayectoria: una, nos conduce a la
Iglesia de Oviedo; otra, al monasterio de San Pelayo. Con el tras­
lado de la «sede regia» a León, la mayor parte de las posesiones
de la Corona o se perdieron o se enajenaron más o menos legal­
mente. Como quiera que lo de Aboño tenía carácter eclesiástico,
al abandonar el lugar los moradores cenobitas, quedaría converti­
do en mero lugar de culto; en iglesia. Vigil habla de que en sus
tiempos aún se conservaba el recuerdo de donde había estado
construido el monasterio de San Juan de Aboño.
ESCENAS CINEGETICAS EN EL ROMANICO DE
VILLAVICIOSA (ASTURIAS)
POR
ETELVINA FERNANDEZ GONZALEZ
EL MOTIVO. MODALIDADES Y DIFUSION
La cacería fue desde la remota antigüdad y en las más variadas
culturas, una de las primeras y más apasionantes actividades hu­
manas, sirviendo, al mismo tiempo, de medio de vida y fuente de
inspiración plástica. No es, naturalmente, nuestra intención hacer
aquí una recopilación de sus motivos artísticos a lo largo del trans­
curso de los siglos; pero sí creemos imprescindible mencionar cier­
tas obras, como ejemplo significativo, dentro del amplio marco
que la historia del arte nos ofrece y en especial un aspecto concre­
to: la cacería del jabalí, como pieza de caza mayor, que preferen­
temente motiva el presente trabajo.
Sirvan a modo de ilustración algunas muestras, anteriores en
el tiempo a la fase artística que nos cupa, como las interesantes
versiones, que se conservan del mencionado tema, en la famosa
pintura prehistórica de la Cueva del Charco de Agua Amarga, cier­
tos mosaicos romanos o el fragmento de pintura mural del Mithreo
de Dura-Europos, obra, esta última, del siglo II de nuestra Era, en
la que aparece Mithra a caballo, persiguiendo un grupo de anima­
les ,entre los que destacan un jabalí, de rasgos muy detallados y
naturalistas. Motivos de cacerías sumamente interesantes abundan
también en la cultura persa y en el mundo escandinavo.
168
ETELVINA FERNANDEZ GONZALEZ
La representación de escenas cinegéticas alcanzó gran difusión
en la Edad Media, sirviendo de motivo ornamental para arquetas,
frisos, capiteles, sarcófagos, etc., en los que se representaron caza­
dores a pie o a caballo, esgrimiendo distintos tipos de armas con­
tra osos, jabalíes y otros animales (1). Esta circunstancia resulta
fácilmente comprensible si se tiene en cuenta que la caza es una
de las actividades más importantes de todos los estamentos socia­
les de la época (2): sirva de distracción, asegura el sustento y man­
tiene al hombre en condiciones adecuadas para la guerra (3). La
caza y el torneo constituyen por eso su gran pasión, al exigir am­
bas un ejercicio constante y de gran provecho, puesto que permi­
ten mantenerse físicamente en forman De este modo la primera se
convierte en uno de los principales quehaceres de la vida cotidia­
na. De ahí, más que sus intrínsecas posibilidades plásticas, el he­
cho de su conversión en frecuente motivo ornamental (4). La no­
bleza medieval y el régimen feudal se apasionaron con dicha ocu­
pación y por ello fue necesario establecer reglas sobre las distintas
maneras de practicarla (5). Este fenómeno estaba en íntima cone­
xión con los ideales caballerescos, con la exaltación que de la figu(1) Recuérdese entre otros ejemplos de interés, la arqueta de Ley re (Mu­
seo de Pamplona), un capitel del claustro de la Colegiata santanderina de Santillana o el correspondiente a otro capitel del claustro de Santa María de
Nieva (Segovia).
(2) Así lo analiza por ejemplo C o s t a L o b o , H is to r ia d a S o c ie d a d e e m P o r ­
t u g a l n o S é c u lo X V , Lisboa, 1930, cap. II.
(3) Junto con las escenas de cacerías, el motivo ornamental del caballero
se encuentra muy repetido en capiteles románicos y a partir del siglo XIII en
la escultura gallega y portuguesa. Véase sobre el tema la obra de R. Dos San­
t o s , A E s c u lt u r a e m P o r t u g a l, t. I, Listíoa, 1948, p. 18.
(4) M. R i b e i r o , en A m o n ta r ía n a e s c u ltu r a tu m u la r , “Panorama”, núm.
20, IV serie, Lisboa, Diciembre, 1966, p. 33, opina que las escenas venatorias
esculpidas en algunos sarcófagos portugueses del siglo XIV, son temas que
apenas tiene’n función ornamental ya que, al inspirarse en costumbres de la
época, probablemente pretenden mostrar una de las actividades ejecutadas
en la vida del yacente. En la misma línea de pensamiento se incluye el traba­
jo de J. M.a C o r d e i r o S o u s a , A M o rte do I n fa n te D. F e r n a o S á n c h e s , “Arqueo­
logía e Historia, 8.a Série das Publicagoes da Associagoes dos Arqueólogos Por­
tugueses”, t. XI, Lisboa, 1964, pp. 179-186.
(5) La Edad Media fue pródiga en tratados que regulaba^ las actividades
relacionadas con la cacería. Recuérdense entre otros el L ib r o d e M o n te ría de
Alfonso XI, editado por Gutiérrez de Vega en “Biblioteca Venatoria” (2 vol.
Madrid, 1877, según dos códices del Escorial y otro de la Cartuja de Sevilla).
D e a r t e v e n a n d i cu m a r ib u s y otros escritos, publicados en 1596, 1788 y 1896,
atribuidos a Federico II, emperador de Alemania, o el L iv r o d a M o n t a r ía fe ito
p o r d. J o a o I, R e í de P o r t u g a l, publicado por Francisco María Esteves Pereira
ESCENAS CINEGETICAS EN EL ROMANICO DE VILLAVICIOSA
169
ra del caballero se realizaba en los cantares de gesta y al mismo
tiempo, se conectaba con la actividad juglaresca generalizada en
el medievo (6).
Dos tipos de caza son los más frecuentes en la época medieval:
la caza con perro y la caza con halcón (7). Además de estos anima­
les, que intervenían en las cacerías, el caballero que sale de caza
va provisto de armas especiales. Como arma arrojadiza porta la
jabalina, el hacha le sirve para rematar al animal y en su cintura
lleva el cuchillo para las situaciones graves (8). En múltiples oca­
siones participaban en las monterías músicos que sonaban el oli­
fante o cuerno de caza y tocaban algunos instrumentos de percu­
sión para acompañar esta actividad, la cual se convertía así en un
gran festejo lleno de colorido y precisaba además, usualmente, de
caballos para los monteros y de perros y aves rapaces adiestradas
para acosar a las presas.
LA MONTERIA EN ASTURIAS
La montería como deporte es conocida en Asturias desde muy
antiguo y las actividades desarrolladas en este ejercicio se explican
en función de las numerosas montañas que recorren el norte de la
Península, cubiertas de frondosos bosques y surcadas por riachue­
los de agua abundante, al amparo de los cuales se criaban abundan(Coimbra, 1918). Trabajo más reciente con basta'nte interés sobre el tema es
el estudio de M. G o n q a l v e s V i a n a , A C a $ a n a Id a d e -M é d ia , “Boletín do Insti­
tuto Nacional de Educagao Risica”, XI año, núms. 1 e 2, 1950, pp. 5-59.
(6) Escenas juglarescas aparecen también en la ornamentación de algu­
nos capiteles románicos de la zona de Vil! aviciosa, sobre las que hemos tra­
tado en T e m a s ju g l a r e s c o s e n e l r o m á n ic o d e V illa v ic io s a ( A s t u r ia s ) , en “Es­
tudios Humanísticos y Jurídicos, (Homenaje a D. Emilio Hurtado Llamas)”,
Colegio Universitario de León, 1977, pp. 81-106.
(7) La segunda modalidad era la preferida de las damas. Se ejecutaba
ya desde muy antiguo en China, Japón, Persia, Siria y Egipto. Se cree que era
conocida por los bárbaros antes de las invasiones y que se adoptó en Europa
después de la caída del imperio romano. Sobre las prácticas cinegéticas de
esta modalidad, consúltece, C. M i c h a e l i s d e V a s c o n c e l o s , M e s tr e G ir a ld o e
o s s u o s T r a t a d o s d e A lv e i t a r ia y C e tr e r ía , “Lusitahia”, t. XIII, núms. 3-4, Lis­
boa, 1910, p. 420.
(8) El Infante Don Juan Manuel, en el L ib r o de la c a z a , indica el número
de animales que para la caza debía poseer un señor: “para fazer caza complida, debía traer por lo menos dos garifaltes, cuatro neblíes, tres baharías,
tres azores, un borní, un gavilán y un esmerejón”. Se publica esta obra e'n el
t. III de la B ib lio te c a V e n a to r ia de Gutiérrez de Vega, Madrid, 1879.
170
ETELVINA FERNANDEZ GONZALEZ
tes manadas de jabalíes, osos, ciervos, etc., que fueron el paraíso
de aquellos cazadores medievales.
En el Libro de Montería de Alfonso XI (9) se mencionan las tie­
rras de Asturias, junto con las de aGlicia y otros parajes de la Co­
rona de Castilla, como especialmente indicados para la caza (10).
Por todas estas razones, no es extraño que los temas de montería
y cetrería hayan tenido una fuerte repercusión artística en la re­
gión y que se hayan infiltrado en la iconografía románica primero
y a través de ella, con visos de mayor naturalismo, durante el apo­
geo del gótico.
(9) Favorecida esta zona norteña por dichas circunstancias era un lugar
idóneo para tales esparcimientos, según se atestigua por numerosas mencio­
nes de difere'ntes épocas. En un poema contemporáneo a la conquista de Al-mería (1147), se habla de la gente de Asturias como de hábiles cazadores:
“Venandi facilis venando nec minus apta”. “Prefatio de Almería”, en la C ró ­
n ic a A d e p h o n s is I m p e r a t o r is , “Esp. Sagr.”, t. XXII, p. 401.
El presbítero sajón Osborne, cronista de una expedición de cruzados, que
desembarcó en Gijón, informaba que la tierra asturiana era famosa por sus
monterías: “Provintis montuosa ferarum venatibus et frugum generibus multimodum celeberrima”, (P o r t u g a lia e M o n u m e n ta H is t ó r i c a ..., t. I, p. 405).
En la mencionada obra de Alfonso XI, Libro III, cap. VI, pp. 152-153, al
referirse a los montes de las tierras de Asturias, describe así los parajes pró­
ximos al puerto de Pajares: “Val Grande es muy real monte de oso en vera­
no, et es úno de los grandes montes que ha en nuestro Señorío...”.
Véase también, J. U ria Riu, L a c a z a de la m o n te r ía e n L e ó n y C a s t illa e n
la E d a d M e d ia , “Clavileño”, núm. 35, Madrid, 1955, pp. 1-14, trabajo recogido
en su libro L o s v a q u e ir o s de A lz a d a y o tro s e s tu d io s (D e c a z a y e t n o g r a f í a ),
Oviedo, 1976, pp. 251^321. Temas asturianos cinegéticos son aludidos por J. E.
Casariego, en T r a t a d o de m o n te ría y c a z a m e n u d a , Oviedo, Banca Masaveu,
1976 y M iguel A lvarez B uylla, V o c a b u la r io d e la c e tr e r ía e n la lit e r a t u r a
m e d ie v a l, (Tesis doctoral leída en la Facultad de Filosofía y Letras de la Uni­
versidad de Oviedo. Inédita).
(10) Muy sugestivo resulta el pasaje de la novela histórica E u ric o , escrita
hacia 1843 por A l e j a n d r o H e r c u l a n o , en la cual relatan los manjares que sur­
tían la mesa de Don Pelayo, entre los que no faltaban el oso, el jabalí y el
corzo (edit. Fortanet, Madrid, 1875, p. 175).
De más concreto interés histórico es la noticia recogida por J. U ria Riu
(ob. cit., pp. 8-9) sobre el hallazgo de gran número de colmillos de jabalí en el
palacio episcopal de Oviedo, que quedaro’n al descubierto en las excavaciones
efectuadas después del incendio acaecido en el año 1934, en el ángulo N.E. del
edificio, en el lugar que probablemente ocuparon la antigua cocina y las de­
pendencias anejas a la misma.
ESCENAS CINEGETICAS EN EL ROMANICO DE VILLAVICIOSA
171
DESCRIPCION DE LOS TEMAS
Aunque ya existen ciertos precedentes muy significativos de es­
cenas cinegéticas en relieves asturianos del siglo IX (11), la mayor
difusión de estos temas historiados se observa en la fase románi­
ca. Incluimos en este período, en la región, una nutrida e intere­
sante representación de modelos .correspondientes a un conjunto
de iglesias rurales, de fábrica tardía, que surgió en torno a Villaviciosa y su ámbito de difusión artística.
El carácter narrativo de estos temas profanos determina, en
parte, la gran variedad de sus modelos, aunque las motivaciones
estéticas sean las mismas. Los ejemplos que analizaremos son los
siguientes: el relieve que adorna la imposta de la portada de San­
ta María de Narzana (Fig. 1, Lám. I) y las escenas correspondien­
tes a una serie de capiteles de los templos de San Juan de Amandi
(Fig. 2, Lám. II), Santa Eulalia de la Lloraza (Fig. 3, Lám. III), San
Andrés de Ceares (Fig. 4, Lám. IV) y Santa María de la Oliva (Figs.
5, 6, 7, 8, 9 y 10, Láms. VI al X), y en conexión con el tema que nos
ocupa, «la despedida del caballero» del deteriorado relieve de la
portada de Santa María de Villamayor y el correspondiente a una
metopa de Santa María de Narzana (Fig. 11, Lám. XI).
a) La montería del jabalí: La caza con perro.—En los relieves
correspondientes a los citados edificios se observan varios carac­
teres comunes: todos ellos se refieren a la caza del jabalí (12), ani­
mal feroz, de cuerpo robusto, del que se diseñan con precisión y
detalle sus aspectos más peculiares, entre otros, los agudos colmi­
llos y una gran cerviz, como sucede en el friso de Santa María de
Narzana (Fig. 1), en el capitel de San Juan de Amandi (Fig. 2), en
el de Santa Eulalia de la Lloraza (Fig. 3) y en algunos de Santa
María de la Oliva (Figs. 5, 7 y 8). Más torpe es la interpretación del
animal de la parroquial de San Andrés de Ceares (Fig. 4).
En ocasiones la escena representa solamente una presa, alan­
ceada por el montero y acosada por los perros. Así acontece con
el jabalí protagonista del friso de Santa María de Narzana (Fig. 1),
que arremete contra su atacante. Lo mismo sucede en los pasajes
(11) Véase sobre estos aspectos la obra de M a t i l d e E s c o r t e l l P o n s o d a , el
C a t á lo g o d e la s s a l a s d e A r te U r e r r o m á n ic o d e l M u se o A r q u e o ló g ic o d e O v ie ­
do,
Oviedo, 1978, p. 18, lám. XXX.
(12) El jabalí era un animal sagrado para los celtas, motivo por el cual
se representó en varias ocasio'nes en la cultura galo-celta; ct>mo el grupo de
tres animales, hechos en bronce, descubiertos en Nevy-en-Sullias (Orleans),
que hoy se guardan on el Museo de Historia de dicha localidad.
172
ETELVINA FERNANDEZ GONZALEZ
Fig. 1.— S a n t a M a r ía d e N a r z a n a .
Portada. Relieve en la jamba iz­
quierda.
Fig. 2.— S a n J u a n de A m a n d i. Co­
lumnata interior del ábside. Piso
bajo. Capitel n.° 11.
Fig. 3.— S a n t a E u la lia de la L lo r a Portada occidental. Lado dererecho. Capitel n.° 1.
z a.
Fig. 4.— S a n A n d r é s d e C e a r e s . Ar­
co de triunfo. Lado derecho. Capi­
tel n.° 1.
ESCENAS CINEGETICAS EN EL ROMANICO DE VILLAVICIOSA
173
Fig. 5.— S a n t a M a r ía d e la O liv a .
Portada sur. Lado derecho. Capitel
n.° 1.
Fig. 6.— S a n t a M a r ía d e la O liv a .
Portada occidental. Lado izquierdo.
Capitel n.° 1.
Fig. 7.— S a n t a M a r ía d e la O liv a .
Portada occidental. Lado izquierdo.
Capiel n.° 2.
Fig. 8.— S a n t a M a r ía d e la O liv a .
Portada occidental. Lado izquierdo.
Capitel n.° 3.
174
ETELVINA FERNANDEZ GONZALEZ
Fig. 9 .— S a n t a M a r ía d e la O liv a .
Portada sur. Lado izquierdo. Capi­
tel n.° 1.
Fig. 10.— S a n t a M a r ía d e la O liv a .
Portada bccidental. Lado derecho.
Capitel n.° 3.
Fig. 11.— S a n t a M a r ía de N a r z a n a .
Tejaroz de la portada. Metopa n.° 6.
correspondientes a Santa Eulalia de la Lloraza (Fig. 3), San An­
drés de Ceares (Fig. 4) y en los relieves de tres capiteles de Santa
María de la Oliva (Figs. 5, 7 y 8).
Por el contrario, la escena correspondiente al capitel del pres­
biterio de la parroquial de San Juan de Amandi alude a toda una
piara, lo que parece deducirse del hecho de que en un primer plano
aparezcan dos robustos ejemplares, en actitud pasante y afronta­
dos, mientras que en la parte superior del campo, en la cara fron­
tal se observan las cabezas de otros tres, indicando un segundo
plano, má alejado del espectador.
Dentro de la corriente narrativa del protogótico, en la que se
pueden incluir estos relieves, se intenta m ostrar la escena con el
mayor número de rasgos naturalistas. En esta línea observamos
la presencia del perro, nunca una jauría, como componente de las
referidas escenas cinegéticas de Santa María de Narzana (Fig. 1),
San Andrés de Ceares (Fig. 4) y el capitel del lado derecho de la
portada sur de Santa María de la Oliva (Fig. 5), donde con un ges-
Lám. I .— S a n t a M a r ía d e N a r z a n a .
Portada. Relieve de la importa de
la parte izquierda. Escena de mon­
tería: cazador, perro y jabalí.
Lám. II .— S a n J u a n de A m a n d i. Co­
lumnata interior del ábside. Piso ba­
jo. Capitel núm. 11. Escena de cacería con jabalíes afrontados.
Lám. III.— S a n t a E u la lia de la L io r a z a . Portada occidental. Lado dere­
cho. Capitel núm. 2. Jabalí atacando
un montero.
Lám. IV .— S a n A n d r é s de C e a r e s .
Arco de triunfo. Lado derecho. Capi­
tel núm. 1. Escena de montería con
músicos y lanceros.
Lám. V .— S a n t a M a ría de la O liv a .
Portada sur. Lado derecho. Capitel
núm. 1. Jabalí alanceado por un mon­
tero y atacado por un perro.
Lám. VI.— S a n t a M a r ía de la O liv a
(Villaviciosa). Portada occidental. Ca­
piteles del lado izquierdo. Secuen­
cias de cacería de jabalíes en tres
capiteles yuxtapuestos.
Lám. VII .— S a n t a M a r ía de la O liv a
(Villaviciosa). Portada occidental. La­
do izquierdo. Capiteles núms. 2 y 3.
Cacería de jabalí: músicos y mon­
teros alanceando la pieza.
Lám. VIH .— S a n t a M a r ía d e la O liv a
(Villaviciosa). Portada sur. Lado iz­
quierdo. Capitel núm. 1. Conejo apre­
sado por un halcón.
Lám. IX .— S a n t a M a ría de la O liv a
(Villaviciosa). Portada sur. Lado iz­
quierdo. Capitel núm. 1. Montero y
conejo apreiado por un halcón.
Lám. X .— S a n t a M a r ía de la O liv a
(Villaviciosa). Portada occidental. La­
do derecho. Capitel núm. 3. Visión
de un castillo almenado.
ESCENAS CINEGETICAS EN EL ROMANICO DE VILLAVICIOSA
175
to sumamente naturalista, el can se lanza con fuerza sobre la cer­
viz de la fiera.
Es preciso señalar que en estos ejemplos de la zona de Villaviciosa falta un elemento muy importante e imprescindible en las
monterías, difundido, por el contrario, en otras áreas geográficas
y presente en los mencionados restos prerrománicos asturianos.
Se trata del caballo, animal de montura, inseparable de la vida
medieval. Desconocemos los motivos por los cuales se prescinde
de su representación en las iglesias de Villaviciosa. Quizá esta omi­
sión, deliberada o no, motive en nuestros relieves un mayor drama­
tismo en la ejecución y composición de las escenas, ya que los
monteros se enfrentan y atacan al animal a pie, con mayor riesgo
de sus vidas, en el momento cumbre de la acción, acosando la pie­
za en el instante preciso de la batida, efecto plenamente consegui­
do en los pasajes correspondientes a Santa María de Narzana (Fig.
1) y Santa Eulalia de la Lloraza (Fig. 3).
Por lo que se refiere a los monteros, es notoria la torpeza con
que están ejecutados. Son figuras expresionistas y muy despropor­
cionadas, que se adaptan al marco según las necesidades de la com­
posición y van en grupo, indicando que se trata de una actividad
colectiva (13). Dos monteros alancean el jabalí en los capiteles de
la portada principal de Santa María de la Oliva (Figs. 7 y 8) y en
otro de la portada sur del mismo edificio (Fig. 5). Sin embargo,
en el friso de Santa María de Narzana, a pesar de la simplificación
de los rasgos del montero y de su fuerte esquematismo, el efecto
expresivo es mayor que en los restantes cazadores, debido, en par­
te, al gesto naturalista, que se logra al flexionar aquél las rodillas.
Completan algunas escenas, con acento de mayor dramatismo
y expresividad, algunos ejemplos en los que se esculpió a uno de
los cazadores tumbado en el suelo, acosado por la fiera, como po­
demos ver en uno de los capiteles de la portada principal de San­
ta María de la Oliva (Fig. 8) y en el capitel de Santa Eulalia de la
Lloraza (Fig. 3). En otras ocasiones se completa el complejo cere­
monial de la cacería con la presencia de monteros que hacen sonar
el olifante o redoblan instrumentos de percusión. Véanse, entre
otros, el relieve de San Juan de Amandi (Fig. 2), en el cual un ca­
zador toca el olifante y porta la lanza; los músicos de San Andrés
de Ceares (Fig. 4), los de la parroquial de Santa Eulalia de la Llo­
raza (Fig. 3), etc.
(13)
J. L o p e s D ía s , E t n o g r a f ía d a B e ir a , t. III, Lisboa, 1955, pp. 159-164.
En esta obra se describe con gran detalle todo el ambiente de la caza.
176
ETELVINA FERNANDEZ GONZALEZ
En este conjunto de piezas el esquema compositivo más sim­
ple corresponde al relieve del capitel de San Juan de Amandi, su­
jeto a una rígida simetría bilateral, pero sobre todo, habría que se­
ñalar el sentido narrativo que presentan las escenas del lado iz­
quierdo de la portada principal de Santa María de la Oliva, en las
cuales, mediante secuencias sucesivas, en espacios yuxtapuestos,
cuya lectura se efectúa de izquierda a derecha, se señala el comien­
zo de la acción, la continuación de diferentes episodios relaciona­
dos con la cacería y, de forma bastante clara, se ofrece al especta­
dor el ambiente del momento (Figs. 6, 7 y 8).
Dos notas peculiares en estas composiciones, diferenciadoras
respecto a otras áreas geográficas, son el uso reiterado de super­
posición de planos para conseguir los efectos de profundidad y la
ausencia de paisaje o alusión al espacio donde acontece la acción
(14).
b)
La caza con halcón.—La otra modalidad de caza medieval,
que mencionamos al comienzo de este estudio, la caza con halcón,
está presente en un capitel de la portada sur de Santa María de la
Oliva (Fig. 9), donde se interpreta una escena de cetrería con un ca­
zador de rasgos muy similares a la figura del capitel opuesto del
mismo vano (Fig. 5) (15). En el primer relieve ocupa la arista de
unión de las caras un ave rapaz, un halcón que atrapa un conejo
muy bien descrito. Completan la escena tres cabezas de animales
en posición frontal, aludiendo, probablemente, como en otras oca­
siones, a la representación de la manada (Lám. II).
El tema que nos ocupa lo encontramos también en otros monu­
mentos asturianos, fuera del grupo artístico de Villaviciosa. El
ejemplo más interesante desde el punto de vista plástico, es sin
duda el relieve que adorna uno de los ábacos del apostolado de la
Cámara Santa, el correspondiente a las figuras de Santiago el Ma­
yor y San Juan, en el que se esculpió una escena de cacería de ja­
balí. Dos capiteles del interior del ábside de San Pedro de Villanueva (Cangas de Onís) se adornan también con temas similares.
En una de estas piezas dos personajes luchan contra dos cuadrú­
pedos, de clasificación zoológica difícil. En otro, aparece solamen­
te un hombre que alancea a un animal semejante a los del capitel
anterior (16). En dos canecillos del templo del extinguido monas(14) A p r o p ó sito d e e sto s m o n te ro s y de la s p o s ic io n e s q u e d e b e n o cu p a r
lo s m o'n teros e n la s b a tid a s, v é a s e : M a r g a r ita R ib e ir o , ob. cit., p. 39.
(15) Véase la nota 7.
(16) Probablemente escenas alusivas a la montería son los relieves corres­
pondientes a uno de los capiteles de la nave de la Colegiata de Teverga, en
ESCENAS CINEGETICAS EN EL ROMANICO DE VILLAVICIOSA
177
terio de San Antolín de Bedón aparecen, una vez más, escenas de
cetrería.
Los temas ornamentales cinegéticos se difundieron por otras
áreas peninsulares. Por su interés merecen un recuerdo los ejem­
plos palentinos de Vallespinoso de Aguilar, los santanderinos de
la parroquial de Villacantid y los relieves burgaleses de dos capi­
teles de las iglesias de Hormaza y Ahedo de Butrón. Una escena de
cacería de jabalí, perseguido por los perros, en los templos sorianos de Termes y Caracena se asemejan estilísticamente al mencio­
nado relieve de la Cámara Santa de la catedral de Oviedo. En Ga­
licia ,donde la caza de la Edad Media fue tan abundante como en
Asturias, la montería sirvió de motivo de inspiración a los toscos
relieves de las parroquiales de Breamo (La Coruña), Eiré y San
Martín de Mondoñedo (Lugo), de tosca interpretación (17).
c) Halconero y castillo.—Otra variante sobre el tema de la ce­
trería corresponde al relieve de un capitel de la portada principal
de Santa María de la Oliva (Fig. 10), en el que aparece, en una de
las caras libres, un jinete con un halcón en la mano. Dicha figura
se completa, en la cara contigua, con un castillo almenado de tra­
zado muy simple y esquemático.
El motivo del castillo en Asturias se esculpió en un capitel de la
portada de San Pedro de Villanueva, donde forma parte de un in­
teresante conjunto ornamental.
d) Escenas afines: «la despedida del caballero».—En íntima
conexión con las escenas de cetrería existen en nuestra zona algu­
nos relieves románicos tardíos con el tema cortesano, de sabor
protogótico, de «la despedida del caballero» (18). En ellos un jinelos que se representó un oso, junto a un jinete y a unas figuras con espada.
Otra escena interesante de personajes alanceando un animal la encontramos
también en otro capitel del pórtico de San Isidoro de León, son motivos empa­
rentabas con los capiteles de San Pedro de Villanueva.
(17) En la zona cantábrica y en la región gallega persisten los motivos
cinegéticos en los albores del gótico, co’n algún ejemplo de cierto interés en el
claustro de la catedral de Oviedo. En Galicia merecen especial atención un
relieve empotrado en el presbiterio de la iglesia de Santiago de Betanzos (La
Coruña) o el famoso sarcófago de Pérez de Andrade (t 1397), en la iglesia de
San Francisco de aquella localidad coruñesa, el cual se eleva sobre las robustas
figuras de un oso y un jabalí, que aparecen en las armas de los A'ndrade.
En las paredes de la urna del sepulcro se esculpió un pasaje de montería
muy expresivo, emparentable con sarcófagos postugueses del siglo XIV, per­
tenecientes a los focos artísticos de Lisboa, Colmbra y Evora.
(18) J. M.a de A z c a r a te y R is t o r i , E l p r o to g ó tic o h is p á n ic o , Madrid, 1974,
p. 58.
178
ETELVINA FERNANDEZ GONZALEZ
te, con un halcón en la mano, se despide cariñosamente de una da­
ma. En el grupo de edificios de la zona de Villaviciosa aparece un
ejemplo en un relieve bastante deteriorado de la portada de Santa
María de Villamayor y en una metopa del tejaroz de la portada de
Santa María de Narzana (Fig. 11).
En ambos casos, la simplicidad de la metopa y en el relieve de
Villamayor, el estado de deterioro en que se encuentran impiden
analizar con más detalle otros aspectos.
Del motivo que nos ocupa en este apartado se encuentra otra
muestra muy bella por su ejecución y perfección formal en los ca­
piteles del lado izquierdo de la portada del monasterio de San Pe­
dro de Villanueva y en una placa empotrada en las inmediaciones
de los mismos. Sobre ellos nos da Quadrado la siguiente y sugesti­
va interpretación: «En la portada del ruinoso templo nos reprodu­
ce en uno de sus carcomidos relieves la popular historia de Favila
saliendo de caza y detenido por las tiernas caricias y por los lúgu­
bres presagios de su esposa» (19).
En aquellas figuras y sobre todo en las diferentes interpretacio­
nes de la dama observamos cierto recuerdo de los capiteles de la
Cámara Santa.
CONCLUSIONES
Después de analizar detenidamente estas escenas ornamentales
en el conjunto de edificios que incluimos en el ámbito artístico de
Villaviciosa, podríamos apuntar una serie de aspectos de interés
que no justifican, en modo alguno, el olvido en que estuvieron su­
midas la mayor parte de estas construcciones, ni tampoco el sen­
tido particularista y estrictamente local que frecuentemente se dio
a los motivos iconográficos analizados. Por el contrario, se deben
considerar estos templos rurales como un grupo artístico bastante
homogéneo, de carácter tardío, fechable a fines del siglo XII o en
la centuria siguiente, con ramificaciones posteriores que se pueden
llevar hasta el siglo XIV.
Estilísticamente, entre otros aspectos de interés, hay que seña­
lar la perduración de una fuerte tradición del prerrománico astu­
riano, a la que habría que añadir, especialmente al estudiar los te­
mas de montería, un contacto pleno con las escuelas del románico
(19)
J. M.a Q u a d ra d o ,
Madrid, 1855, p. 205.
R e c u e r d o s y b e lle z a s de E s p a ñ a . A s t u r i a s y L e ó n ,
ESCENAS CINEGETICAS EN EL ROMANICO DE VILLAVICIOSA
179
de peregrinación, del camino francés, a través de las áreas cultu­
rales más próximas, como son, el norte de la actual provincia de
Palencia y la de Santander. Aspectos que se relacionan a su vez con
los modelos burgaleses y los que circulan por la cornisa cantábri­
ca, con León y, a su través, con la zona del Duero; y finalmente,
los contactos, que por vecindad supone el románico gallego.
Paralelamente a estos contactos se conectan estos modelos or­
namentales asturianos con otras escuelas románicas ultrapirenai­
cas y fundamentalmente, por la cronología tardía de los edificios,
con el espíritu y la pluralidad de motivos iconográficos que aporta
la escultura de la fase protogótica.
Las circunstancias anteriormente expuestas nos permiten con­
siderar estos templos asturianos dentro del ámbito del románico
hispano y de una de las etapas más representativas del estilo en el
norte de Epaña.
EL CAUDILLO CONSTITUCIONAL D. FELIX MARIA
ALVAREZ ACEVEDO Y SU ASCENDENCIA ASTURIANA
POR
JOSE RAMON TOLIVAR FAES
Cuando hace ya veinticinco años nos ocupamos en conocer la
razón de los nombres de las calles ovetenses (1) descubrimos con
sorpresa que el de Alvarez Acevedo, puesto a la tradicional Corra­
da del Obispo, no correspondía, como se venía creyendo, al gene­
ral asturiano D. Vicente María Acevedo, asesinado por los france­
ses tras la batalla de Espinosa de los Monteros, sino a D. Félix
María Alvarez Acevedo, coronel leonés que el 21 de febrero de 1820
había proclamado la Constitución en La Coruña, falleciendo días
después (10 de marzo) en una desgraciada escaramuza.
Era cierto que gracias a este Alvarez Acevedo se había salvado
el ya casi agonizante levantamiento iniciado el uno de enero por
el asturiano D. Rafael del Riego en las Cabezas de San Juan, y que
sin él España no habría reconquistado el régimen constitucional,
pero, aún así, llamaba la atención el que Oviedo no sólo hubiera
dedicado a Alvarez Acevedo una importante plaza sino que su So­
ciedad Patriótica celebrase por él extraordinarias honras fúnebres
y, para inmortalizar el acto, diese a la imprenta la Relación de
aquellas exequias con la oración que en ellas pronunció el profe­
sor universitario y Arcediano de Tineo D. Isidro Suárez del Villar
(2), oración en la que se contienen estos párrafos:
(1)
(2)
Oviedo, 1958, p. 49.
N o m b r e s y c o s a s d e l a s c a lle s d e O v ie d o ,
R e la c ió n de la s e x e q u i a s q u e h izo la S o c ie d a d P a t r ió t ic a d e O v ie d o
182
JOSE RAMON TOLIVAR FAES
«La Galicia repite el eco, y el veinte y uno de Febrero se presen­
tan en La Coruña varones esclarecidos, hombres cuyo mérito era
conocido de toda la nación: tú faltas, virtuoso Acevedo, tú fuiste
víctima de tus nobles sentimientos: tú predicando la paz sin obs­
curecer el denuedo y bizarría con que la sostendrías, pereciste en­
vuelto en tu noble sangre, tu nombre vivirá eternamente: tu nom­
bre irá enlazado siempre con el de la patria, y el año de veinte se­
rá señalado siempre por este suceso».
Alvarez Acevedo, en efecto, después de arrestar a las autorida­
des realistas, había liberado al ex-Regente D. Pedro Agar y, puéstole al frente de una Junta Revolucionaria que formó, se apoderó
de Santiago, atrajo para su causa a las fuerzas de El Ferrol y Vigo, y cuando, triunfante y en persecución del conde de San Román,
se adelantó a arengar a un grupo de soldados realistas, al cruzar­
se unos disparos, cayó herido de muerte. Ocurría esto el diez de
marzo.
El 26 del mismo mes, Oviedo, que desde el 28 de febrero tam­
bién se había adelantado a proclamar la Constitución (el propio
Fernando VII no la sancionaría hasta el 7 de marzo), celebraba
en la iglesia de Santo Domingo las ya aludidas honras fúnebres
por Alvarez Acevedo. Se construyó para ellas «un suntuoso zenotafio de más de cincuenta pies de elevación... Era su cuerpo un
cuadrilátero de diez v ocho pies, con cuatro arcos de siete de diá­
metro... Este grandioso catafalco, a pesar de estar colocado en el
centro de la iglesia, no impedía la vista de los concurrentes por
el arte con que estaban construidos los arcos del templete... Llegó
por fin el día deseado, las vísperas del 25 anunciaron la solemni­
dad del siguiente, y el 26 se abrieron al amanecer las puertas del
santo templo, convidando a todos los ciudadanos a la oración. Des­
de aquella hora hubo misas de réquiem en todos los altares hasta
las diez, en la que ya estaban colocadas en la plazuela las tropas
de esta guarnición con la artillería. Una compañía de este cuerpo
benemérito se colocó competentemente para hacer las descargas
de su arma, el honrado y siempre vigilante regimiento provincial,
y la brillante juventud del distinguido cuerpo literario contribup o r la s v íc t im a s d e l d ie z de M arz o , A c e v e d o y d e m á s d e la lib e r ta d e s p a ñ o ­
la y o ra c ió n q u e d ijo en e lla s e l S r . D . I s id r o S u á r e z d e l V illa r , d e l G r e m io
y C la u s t r o de e s ta U n iv e r s id a d , A r c e d ia n o de T in e o , D ig n id a d u C a n ó n ig o
d e e s t a S a n t a I g le s ia , y V o c al de la D ip u ta c ió n P r o v in c ia l d e A s t u r ia s .
;
Ovie­
do: Oficina de Pedregal y C.—1820”, XXXVII pp. Este raro folleto, no cita­
do por Fuertes ni por Somoza, se halla en la Universidad ovetense, Bibl. “Con­
de de Tore'no” (TM192-12, Anónimos).
EL CAUDILLO CONSTITUCIONAL D. FELIX MARIA ALVAREZ ACEVEDO
183
yeron a las honras haciendo los honores militares. El ruido de las
salvas y el de las campanas llamaban a todos a concurrir a tan
solemne acto»...
Era lógico que, en ausencia de víctimas locales, el fervor de los
constitucionales ovetenses enderezara su retórica patriótica a la
memoria y honra del leonés que, sublevando a Galicia, había de­
cidido el definitivo triunfo de Riego. Sin embargo, ninguna otra
cosa parecía relacionar a D. Félix con Asturias (3).
El primer indicio de tal relación lo hallamos al ver a D. Félix
María y a su hermano D. Manuel inscritos, con fecha 21 de octu­
bre de 1794, en el Libro de Recepciones del Colegio de San Pelayo
tíe ’S alamanca (4), pues sabido es que la casi totalidad de los ad­
mitidos en aquella fundación del Arzobispo D. Fernando Valdés,
eran asturianos o pertenecientes a significadas familias del Prin­
cipado. Pero la reseña no deja duda de la naturaleza leonesa de am­
bos hermanos, nacidos los dos en Otero de Curueño. También nos
informa que Manuel falleció en el Colegio el 8 de enero de 1799 y
que D. Félix renunció a su beca y se despidió el 4 de marzo de
1807. Como veremos, poco después Alvarez Acevedo combatía a
los franceses en la guerra de la Independencia y, acabada ésta, si­
guió, sin gran notoriedad, la carrera de las armas. Sus ideas libera­
les y su probable simpatía hacia los alzamientos de Porlier (1814,
1815), es posible que no le hayan permitido brillar más como mi­
litar.
—o—
En el lugar de Otero de Curueño, parroquia de Valdepiélago,
próxima a La Vecilla, se conserva en aparente buen estado el pa­
lacio de los Alvarez Acevedo adosado a la Torre de Ordax. Tiene
una bella fachada renacentista que parece construida sobre el la­
do S-E de una amplia fortaleza cuadrangular. Muy próxima al án­
gulo N-E, pero exenta, se halla, bajo la advocación de la Santísima
Trinidad, la capilla familiar, hijuela de la parroquia de Valdepié(3) Cuando en 1957 nos ocupamos de él no pudimos hallar la inscrip­
ción de su bautismo, pues en ausencia de bibliografía más especializada, si­
guiendo la nota biográfica de E n c ic lo p e d ia S a lv a t , que por error lo da como
nacido en Otero de Escarpizo (Leó'n), lo buscamos inútilmente en dicha pa­
rroquia .
(4) Publicado por Senén Alvarez de la Rivera, Santiago de Chile, s. a.,
[1928], p. 189.
184
JOSE RAMON TOLIVAR FAES
lago. En esa parroquia hemos podido hallar los documentos (5)
que nos han permitido establecer la genealogía paterna de D. Fé­
lix María Alvarez Acevedo y nos han indicado su ascendencia astu­
riana por línea materna:
Félix María, hijo de D. Baltasar Alvarez Acevedo y de D.a Jose­
fa de la Bárcena, se bautizó el 8 de agosto de 1776. Sus abuelos
paternos fueron D. Antonio Alvarez Acevedo y D.a Alfonsa de Ordás; los maternos: D. Manuel de la Bárcena y D.a Bernarda Argüelles «Vecinos de Verodia, Principado de Asturias» (6).
Aunque nacido en León, era, pues, D. Félix asturiano en un cin­
cuenta por ciento. La inscripción bautismal nos explica también,
mediante la abuela paterna, D.a Alfonsa de Ordás, cómo el palacio,
que aún conserva en su fachada emblemas y letreros que lo acre­
ditan como solar de los Ordás, pasó a ser conocido como Casa de
los Alvarez Acevedo (7).
Los numerosos datos obtenidos de los libros parroquiales de
Valdepiélago, junto con los que personalmente poseíamos de los
Bárcena de Berodia (8), nos han permitido establecer, como ya di­
jimos, las genealogías leonesa y asturiana en la forma que se ex­
presa en los adjuntos cuadros.
(5) Hemos de expresar aquí nuestro agradecimiento al actual cura párro­
co D. Benito González Gómez por la amabilidad con que nos facilitó la con­
sulta de los Libros parroquiales.
(6) L ib r o d e b a p t iz a d o s de la V illa de V a ld e p ié la g o y s u s a n e jo s ... Empie­
za en 12-9-1723 y termina el 6-6-1805. Tiene 164 fols. En el 116 v. se lee: “En
ocho de Agosto de mil seteziehtos setenta y seis en esta Igla Parrochial de la
Villa de Valdepiélago y sus anexos Otero y Ranero, Yo Dn. Pedro Alphonso,
cura Vicario de esta pheligresía puse los Stos. óleos y Baptize solemnemente
según el Ritual Rom0 a un niño que nació el día dos del dicho y se puso por
«nombre F é l i x M a r ía , hijo lexítimo de Dn. Balthasar Alvarez Acevedo y de
Da Josefa de La Bárzana, vecinos de Otero. Nieto por su padre de D. Antonio
Alvarez Acevedo y de D.a Alfonsa de Ordás, y por su madre de Dn. Ma'nuel
de la Bárzana y de D.a Bernarda Argüelles, vezinos de Verodia, Prinzipado
de Asturias. Fueron sus Padrinos Dn. Marzelo Jetino, vecino de Bega Zervera, y su hija D.a Josefa Jetino, soltera. Testigos, Dn. Andrés Canseco, Presvítero, residente en Otero, Juan Diez, veci’no de esta Villa. Fueron los padrinos
advertidos de su obligación y parentesco espiritual, y en fee de ello lo firmo.
Pedro Alph0”.
(7) B e r r u e t a , M a r ia n o D., C a s t illo s de L e ó n , Ed. Nebrija, León (Gráf.
Summa, Oviedo), 1979, p. 114, relaciona las fortalezas próximas a La Vecilla:
Aviados, Montuerto y Otero, donde “se conserva una casa noble que fue de
los Acevedos de Lois”.
(8) Procedentes de los Padrones de 1704, 1717, 1722, 1744, 1759, 1766 y
1776, y de algunos otros documentos del archivo de la Casa de Berodia.
EL CAUDILLO CONSTITUCIONAL D. FELIX MARIA ALVAREZ ACEVEDO
185
Palacio y Torre de
los Alvarez Acevedo
y Ordax en Otero
de Curueno.
RELACION
DE LAS EXEQUIAS QUE HIZO
JLA SOCIEDAD PATRIÓTICA DE OVIEDO
.PO R LAS V ÍC TIM A S D E L D IE Z D E M ARZO , ACEVED O
H PE M A S
JDE LA Í J E iR T A D ESPAÑOLA í
ORACION QUE DIJO E N É L L A S
E L S . jD. D . T5ID RO SU A R E Z D E L V IL L A R
,
P E L GREMIO -T (LAVSTRO TIE JZSTA U N IVERSID AD ,
ARCEDIANO P E JINEO , DIGNIDAD T CANÓNIGO
P E JSSTA SANTA TGLESIA , T VOCAL P E JUt
P2PUTACION PROVINCIAL
DE ASTURIAS,
Relación de las exe­
quias celebradas en
Oviedo por Alvarez
Acevedo en 1820.
OVIEDO
OFICINA DE PEDREGAL ï C.
1820 .
186
JOSE RAMON TOLIVAR FAES
d r Se^ramenhe de. los AlvArsz. Ace2 r Heredera d e l¿
C a s a y T o r r e de. O r d a x , en O k v e d o de. L o i s .
ro de C u ru e ñ o . 3 . - Viudo de unpn -"
m er m alrim am o, hwo, de D4 Jar^a N o n e g ^ leone/A y /o llera,
un Iníjo ndl-urdl -A nloniD - que/e enlfrró fn Otero el 2l-É.-!7¿7.
4 . “ De L CaJA de ÉberodíA de C ife rd íe i. 5 " D e. las Acevsdoj» de L o is ; era, prolubtemeinte, hermano de B j l i j í j r
C om ejírO d í In­
en 1756. <Sj hijo Jdan, ru a io en C hile,
tam bién
Pdayo en l ¿ 0 6 . D. T o m ií jdKeció «vi M jd rid el dfío l i o l . 6 r Ma-praigo de \¿0>¡a.¡ y leñor de Llore
dfcOrdúK. ProbdUemtnk d Cdu/a ttó ¿isgusio, jjll?ci¿ cm m duf derpuéf <jue su taimado FéUMdrk. ^ ¡ r Recibido ton fi«<i ¿e Regenta de Cjoon«, puta
c«wu hermano Félitf, en ti Colegio de JSnfeUyo, el M-IO-1794, falleció en el mismo Colegio el & M 7 S r Cuando pn ISO? nace ¿oíobnrtoMdrkJncy*y
jue su
k ífa m e n b r io en I7 9 6 .
H d íú
inoresá en ü n
d ia s en I 7 & 2 .
Deít?mp(?ñ¿ U f r tiír jita s rru g iil-rd lv rd í
C h ile , rien Ao nomfcrddo
macerado covtio co lejjijl del de ílh Peláyo de ídtam anca
túa J< wwírini. tra vecina de León. J , * 5 nuiiriiu ¿e ru /obrino fUJael An/elmo ¡¡ue ¡e Idutíü e! 2.C>-¿H7J7, Rtudía en. O kro . ’j O . " Fdllfíf fl lt Z-t77V.
Era fárvula , Ü r No /e anota su nombre: /¿lo re india<jue era párvulo. ^ Í L r Hip dt Mx+i'n de MiPr Eípnella,. /e ío r de \d Esjrielk, ^ de JuJtiA de
Mioño Bravo de Hoyos, vecinos de ü n Miguel óe 0nh>rij (LI¿«í^( Jjllecidc»; amboi
*^e ISO?. ^ 3 ~ Destacado liberal. diputado a Cortes en
,
Enjreníado «i O1Donnell, en 12,56 hubo de em igrar a fbí+ujw l,
como Diputado en Ijí &ml-ib|eiikc de I¿¿9. FjHcció en I47A.
tnubeio en Lfón la rei/alucion de \í¿2
y ¡ue Pre/idrulf de ru Junb Provinojl a s í
Ella y Ju mnáo, D. FedeiHio Caítaüon ^ e llejaní á Temenlí General) jueron
/íiMrirv»Tfre«Rd|jel¿. Eran vecinos ote. Ve^ímidn. D, fedenes ¡e tritero en Okro el H-S-1237. fr* rtdríi( jillfocíj en Lean, hiwfcien i e tikl<oen
^3'H 8é6^. ^ 5 ” Hiji ieftjbel Acevfdo y VUrú deVílasco, vecinaj ikMc»dfid; j¿\\eááo¡ ¿nlef de. lT-IO'12^0.
dt
0\(ro
EL CAUDILLO CONSTITUCIONAL D. FELIX MARIA ALVAREZ ACEVEDO
187
\ - El C ap lin 0. Pedro de l¿B jcteru y su espo u fyurdn en plei­
iM'lóúb. Z -
to de
io fa n n i de Fray tedro de In^uduno, S e n e ral de la OftSen B e rfld id in a . 3 ■ Capitíni. J iia ó d n ie f de I ¿20, a ñ o
en (jue Jue mejorado por íu í pddreí.
y
h:
Hfrowna del (ontejero de 6u «ra O.Joíé.
de A lifr , dd Itiiju u id o r de la Suprema. 0 A n to n io Jerónim o, <)ue ju e C atata'tic o de Prima e n J á b w a n c i.
jV jc id o d n k id e 1 7 0 4 . £1 e x p edien te d e
Á'IkO,
m afrim om o, d n l- fir io ra
viv'ía en I7 S 9 .
de
Miouel jue fa le o u l en el M d jo r d íl
fío1!.
de San
iiJS pruebas de hidalguía [iijt/rd b ?ae( fó l^ io
Pebyode Jdbmawca..El
D¿ Bernarda. vivía en 17
M anuel, Miguel y M elcho r apjfecw» y¿ en e l Padrón
de la Audiencia de L im a .
jve Gle^idl y Ü e d o f enel del
Arzobispo, FiííjI
66. (>.-
Ar¿ot>tS'
AguJhn* en jjU m m a . 8 - L o j once h e rfh a n o i son anotado/ en.
con la letra M . 9 ' En el Padrón de 1766 y=i .j/OL/ra eíte m afrirtionio.
po; Fiiid áíla'ln(juu(cicwtle Jdnhaoo e In ^ m /id o r evi C ue nca, 7 ~
e! Podren de I*? 17. Ofcjérvej'e tjue lodoi jo / «otkUes fvnpieidft
P o ítio i de lai Q ü í í 'j jr i e g j i ’ de b f ta r t e iu , In g iu tu o y M a r , con pelrondl-ctf w ir t o i y
iie s
£1 m a fn m w io Jé ewpadrtiv) también en 1776, - ( O "
hermano prim ooenil-o,
r¿iC€S.
de cm ci/ente w i l ducadoj d e jiie -
Fr^naíCO, fue Qttíi\ero de. idul-ii^ó^
A W iiw l de Campo y Chinde d e J a n Pedro del Alawio, en México. Otro herm ano xuyo, A n d ré /, jue. Gbdlt&ro deJan J iu n y Q p ilá n
de Fraoata.. y un A r te r o , lla m a d o José, fie ¿siMimo Cablero d¿ J á iíiL a n , y fkjedef.M. y A p ila n del R o d e l a C o r o n a .
A \r L o s cinco h e rm a n o i f in o ra n y a ew el Padrón de I V ^ . t n 17 59 no a p a re c e /W /'U n u e la .,
£ re ^n < ¿ ten­
dría. cuando m enos 32. d ñ o i dí n a c e r /o h ijo F é lix M d r i'a . fteciktó jepUlturj. e n Otero el -< -9 -17 98. V L r V e r U . o e n e d lo jH d . le o n e ra de O: FeliX A la r ia . 4 3 .® D am os e n e l te x to n o h a a s ' biooraínaS de eíte p rim o carnal de
ÁM ~
D. Félix
4$-N¿cido en C a ira le f en 1 2 0 1 ,
4 6 r Vec la n o h a ^ del l-e x ta .
A lv a re L /A c e v e d o .
L o i u n c o h e rm a n a í aparecen empadronad o í en 1 7 7 6 .
p i b í \ Sen eral de C anarias, Ver m i.! d a lo i fc io o rjjic o j en U md-a.1<7
Fexlo.
M drú.
jo e ÍA -
M íNBTUIO D I U CUBILA.
m in iste r io d i u q u e r ía .
>.• nvute». Bcur.1 pa te».*
Núm. 29.
E l R sr st ka servido dkigkm «/dtcrtlo siguiente?
Doo F i r m a n d o vn por la gncla de Dios y por la
Constitucioo de la Monarquía Española, R s r de las
Espjfui, i todos los que las presentes vieren y enten­
dieren , sabed : Que tas Cdrtes nao decretado lo siguiente:
„Las Cortes, mando de la facultad que se les coace­
de por la Constirucion, han decretado: Se declara bese*
mérito de la Patria en grado heroico al difunto D. Fé­
lix Alvares Acevedo, Comandante general que ha sido
del Ejército de Galicia en la gloriosa restauración del
sistema constitucional, cuyo nombre se poodri perpe­
tuamente en la Guia miliar del Ejército, coa U ex»
presión de benemérito en grado heroico¿ teniéndotele
presente en las revista del cuerpo i que pertmeria co*
mo si estuviera vivo. Madrid a¡ de Setiembre de i8so¿=
£1 Conde de Toreao, Presidente, s Juan Manoel Subrié,
Diputado Secretaño. Marcial Antonio Lopes, Dij**udo Secretario^"
Por tanto mandamos i todos los Tribunales, Justi­
cias, Geíes, Gobernadores y demas Autoridades, aú ci­
viles como militares y eclesiásticas, de cualquiera dase
dignidad, que guarden y hagan guardar, cumpla1 y
ejecutar el presente decreto es Codas ws partes.Teadrei»'
lo entendido para su cumplimiento, y dispondrás se im­
prima, publique y árcule.~ Rubricado de la Real msnow
— En Palacio & >5 de Setiembre de i8 a o .= A D. Juan
jabat.
Lo <jm traslado d V .^ de ordtn de S. J\L p *ra
su mttligtncia y pvnsmal cwnflammto m U partt fm
lt toTTtsfondt* Z )b i guarde d V .S ' 1
M adrid 2$ d i Setiembre de 18 * 0 .
y
DON
FERNANDO
EL
E l Rey se ha servido dirigirme confecha d* ayer
el Rea/ decreto yguíente:
D
F
por la gracia de Dios y por
on
er n a n d o v ii
'unU la Constitución de la Monarquía Española, R Ír de
las Españas, á todos los que las presentes vieren V en­
1itombr* ¿
9D. F*J<* tendieren,
sabed: <^ue las Córtes han Jecretadolo»guiente:
Las Córtes, usando de la facultad que se leí con­
cede por la Constitución, han decretado lo siguiente:
A r t i c u l o ú n ic o . Se inscribirá en el salón de Córtes
el nombre del benemérito de la patria en grado frcrcSico D. Fclij¿ Alvarez Acevedo. Madrid diez y nueve
de Mayo de mil ochocientos veinte y do».=M igucl
de Alava, Presidente.= Vicente Salvá, Diputado Se«
cretaría= Josef Melchor Prat, Diputado Secretario.
Por tanto mandamos á todos los Tribunales, Jos*
tícías, Gefcs, Gobernadores y demas Autoridades
asi civiles como militares y eclesiásticas, de cualquíc-»
ra clase y dignidad, que guarden y hagan guardar,
cumplir y ejecutar en todas sus partes el presente de«
crcto. Tendreislo entendido para su cum plim iento,y
dispondréis se imprima, publique y circule.ssEstá ru»
bficado de la Real mano. r= En Áranjuez á veinte y*
cinco de Mayo de mil ochocientos veinte y dos.
Lo que traslada á y. para su inteügenciá
y demás efectos correspondientes. Dios guardt é
muchos años. Madrid 26 de MtyQ di 1839«
Luis Batanar , <- ^ >
SEPTIM O
r o a tA GRACIA DE DIOS, REY DS ESPAÑA Y DE LAS INDIAS, Y EN
SU &EAL NOMBRE LA JUNTA GENERAL DEL PRINCIPADO DE ASTU­
RIAS EN QUIEN RESIDE LA SOBERANIA MIENTRAS NO SBA'RESTI­
TUIDO AL TRONO DICHO SEÍÍOR.
A te n d ie n d o i la aptitud, fidelidad, putriotistmo^y circun*tanciii de w r fD tf
y^4rfy\
»»•#«¿P o tj /t% vc~ < r^ k a o t — r t e C + td a te t, J
Lo)
-»
f
mas •individuos de ¿1 y oíros quaksquiera que goien fuero m iliar obedecerán las órdenes que
por escrito 6 de palabra les diere del serviqo del^Eiército
Asturiano sin réplica ni dilación alguna. Y*admitimos el que
ftry a u r n t .
bal***,y /*íw r'yjM í< »i ¡ omc * -Por tanto manda i los Generales > Gobernadora de Armas,
y deroas Cabos mayores y menores, oficiales y soldado« del •
E icrcito defensivo Asturiano que ha levantado la Junta p»r*
• defensa d e la R alígion, d e e l R í t y de la P a tria , y m al su g e ,
tos ¿ su Jurisd icció n , le hayan y tengan por tal ti»«’
J l n t u a f e ------ y le guarden y hagan g u ardar la i honras,
gracias, preenúncnciaiuy exéociones que por ra te a de dicho
</* C ^ ^ C - ----->« tocan y deben ser guardada
bieo y cumplidamente : que asi es su voluntad. Dado en
Oviedo i -/■/»<-- dias del mes de
de mU octtocientos y ocho.
r j,
jn x U
1.—Alvarez Acevedo, benemérito de la Patria en grado heroico (1820). 2.—Su
nombre se escribirá en el Salón de las Cortes. 3.—La Junta Soberana del Prin­
cipado nombra General a D. Pedro de la Bárcena (Oviedo, 7-7-1808). 4.—El
Ministerio de la Guerra traslada a D. Pedro de la Bárcena su nombramiento
como Capitán General de Galicia (9-9-1820).
EL CAUDILLO CONSTITUCIONAL D. FELIX MARIA ALVAREZ ACEVEDO
189
Aunque el principal motivo de nuestro trabajo haya sido poner
de relieve la tan repetida ascendencia asturiana de D. Félix Alvarez Acevedo, habida cuenta de que no conocemos Historia o estu­
dio alguno que, aparte de su alzamiento militar y muerte en 1820,
proporcione el más mínimo dato personal de figura tan influyen­
te en el devenir político de España, vamos a completar las noticias
biográficas ya expuestas con las que pudimos obtener del Archi­
vo General Militar (9).
Ya hemos visto que tendría D. Félix treinta años cuando en
1807 renunció a su beca en el Colegio de San Pelayo de Salamanca.
Por su Hoja de servicios sabemos que el 16 de enero de aquel mis­
mo año había ingresado ya en el Real Cuerpo de Guardias de Corps,
y que en el mes de julio del siguiente año estaba peleando contra
los invasores franceses. Pero, antes de entrar de lleno en esa Hoja
de servicios, hemos de referir cierta injusticia sufrida por él y por
sus oficiales en el segundo año de la Guerra, injusticia que tal vez
haya influido en su ulterior entrega a la causa liberal y constitucionalista.
Creado el Regimiento de Infantería de Línea de León, por or­
den del marqués de la Romana, el 24 de agosto de 1809 recibió
D. Félix de la Junta Superior de Armamento y Defensa de la pro­
vincia y reino de León, de la que era Comandante General D. Luis
de Sosa, los despachos interinos, que en su día habrían de ser con­
firmados por Su Majestad. Consecuentemente, las propuestas para
confirmarle a él y a sus oficiales fueron elevadas por D. Bernardo
de Escobar y Bernaldo de Quirós, como Regidor perpetuo de León
y Presidente de su Junta Superior de Armamento, al marqués de
la Romana, y por medio de éste, al Ministro de la Guerra D. Fran­
cisco Heguico y a su sucesor D. Eusebio Bardaxí, el cual las pasó
al Inspector General D. Joaquín Blake, que las habría aprobado
de no haberse entrometido «los hijos de Baeza [D. José] con otras
propuestas de un Regimiento formado por ellos y hecho entera­
mente a su antojo y al de su padre, para colocar en él sus parientes
y amigos, siendo así que el tal Regimiento para el que se proponía
la oficialidad no tenía ni aún un solo soldado», según consta en
la declaración de D. Bernardo Escobar fechada en La Granja de
Montes el 8 de septiembre de 1810.
(9)
Debo agradecer estos datos a la generosa colaboración del Coronel
del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional D. Pedro de la Llave
Alas.
190
JOSE RAMON TOLIVAR FAES
Dicha declaración —en la que, por el contrario, se exalta el he­
roísmo con que el auténtico Regimiento de Voluntarios de León
había defendido a la bayoneta la plaza de Astorga— era consecuen­
cia de sendas solicitudes de Alvarez Acevedo al propio D. Bernar­
do Escobar (10) y a la Cuarta División del Ejército de la Izquier­
da (11) y a su Comisario 2.° D. Jacinto Botana (12) para que certi­
ficasen los servicios prestados en ella por el Regimiento a su man­
do y para que se compobase que las Listas de Revista contenían
los nombres de los verdaderos Jefes y Oficiales, y no los de los que
Baeza había introducido fraudulentamente para conseguir, según
expresión de D. Félix, «que el Consejo de Regencia premiase con
nuestro sudor y trabajo a sus amigos y favoritos».
Que la suplantación intentada contra Alvarez Acevedo no pros­
peró, al menos en toda su intención, se deduce del Real Despacho
por el que en 20 de febrero de 1816, siendo primer Jefe en comisión
del extinguido Regimiento de Infantería de Tuy, es declarado «Co­
ronel vivo de Infantería con la antigüedad de veinte y uno de Di­
ciembre de mil ochocientos doce, y goce de sueldo de mil doscien­
tos reales» que en el momento disfrutaba, concediéndole al propio
tiempo «agregación de tal Coronel vivo al de Granada en confor­
midad de lo resuelto en la Real aclaración de ocho de Junio úl­
timo».
Su Hoja de Servicios, cerrada en 15 de agosto de 1819 (seis me­
ses antes de su muerte), le declara natural de Otero de Curueño,
de calidad Noble, de salud quebrantada, valor acreditado, aplica­
ción mucha, conducta buena, estado soltero, y edad 41 años (en
realidad tenía exactamente cuarenta y tres).
Sus servicios —iniciados en 16-1-1807— eran los siguientes, con
expesión de años, meses y días:
En el Real Cuerpo de Guardias de Corps (1 año, 6 meses y 6
dias).
En el 8.° Tercio de Línea Voluntarios de León (0-0-19).
En el Regt0 de Línea 3.° Voluntarios de León (0-3-17).
En el Primer Batallón, 4.a División, Voluntarios de León
(0-3-29).
En el de Línea Voluntarios de León (1-10-4).
(10) Fechada en Torenb a 6-9-1810.
(11) La solicitud a la 4.a División está decretada al margen por Mahy, el
cual cita al Teniente Coronel D. Joaquín San Clemente como Ayudante en
funciones de Mayor General de dicha División.
(12) Fechada en Toreno a 26-8-1810.
EL CAUDILLO CONSTITUCIONAL D. FELIX MARIA ALVAREZ ACEVEDO
191
En el de Línea de Castilla (0-4-0).
En el de Línea de Benavente (1-1-22).
En el de Línea de Tuy (3-2-8).
En el actual Regt0 Infa Granada 15 de Línea (3-10-19).
Ese total de 12 años y 7 meses, en virtud de R.D. de 20 de abril
y R.O. de 11 de junio de 1815, fue aumentado a 18 años, 11 meses
y 17 días en consideración a los servicios prestados «desde el 2 de
Mayo de 1808 que entró en campaña hasta el 17 de Septiembre de
1814 que fue la paz».
Entre las campañas y acciones de guerra en que se halló, se
citan las siguientes: Durante la guerra con Francia, en la acción
de Rioseco (14-7-1808) y en las del punto avanzado del Cortijo (25
a 28 de octubre). Anteriormente, por ausencia del Comandante Ge­
neral D. Luis de Sosa, en los primeros días de junio de 1808, se
distinguió al mando de la travesía que se hizo, en tres noches con­
secutivas, desde la Puebla de Lillo hasta la Puebla de Sanabria por
los llanos de Castilla. En las acciones de la ciudad de León de 5 y
9 de agosto. En las de la plaza de Astorga de 1 y 2 de septiembre,
en que contrajo el mérito de haberse opuesto a la capitulación pro­
puesta por el general Sacanier. En la de la misma plaza, de 9 de
octubre, y en la de Castrogonzalo, el 8 de noviembre. En el sitio
de Astorga, desde 9 de marzo hasta el 21 de abril de 1810 en que,
al rendirse la plaza, fue hecho prisionero. Durante el sitio había
mandado la salida que se hizo para destruir los parapetos del ene­
migo sobre las Tejeras. Al cuarto día de caer prisionero logró fu­
garse de los franceses en Villalpando (24-4-1810) presentándose dos
días más tarde al General Mahy en .Villafranea del Bierzo. Tomó
patfte asimismo en la acción de Orbigo el 2 de julio de 1811. Por
su actuación en la defensa de Astorga fue condecorado con toda
la guarnición (R.O. de 6-11-10) y, a título personal, fue declarado
Benemérito de la Patria (R.O. 25-7-1811). Desde el 6 de julio de 1811
hasta el 28 de julio de 1812 fue Fiscal del Consejo de Guerra Per­
manente del 6.° Ejército, por designación del General Santocildes.
Cesó como Fiscal para tomar el mando del Regimiento de Tuy. Es­
tuvo en la retirada de Valladolid desde el 17 de agosto, que se in­
corporó en Castronuevo, hasta el Rabanal, retirada por la que las
tropas que la ejecutaron merecieron las gracias de la Orden Gene­
ral del Ejército. En fin, también se halló en la llamada retirada de
Burgos, emprendida el 21 de octubre por Portugal hasta Villaf ran­
ea del Bierzo, y en la acción de Villamuriel de 25 del mismo mes.
Lo que no puede recoger su Hoja de Servicios, cerrada, como
ya hemos dicho, en 15 de agosto de 1819, es la forma en que Ace-
192
JOSE RAMON TOLIVAR FAES
vedo llevó a cabo seis meses después la sublevación de La Coruña
y la conquista de toda Galicia para la causa de la Constitución, ni
tampoco las detalladas circunstancias de su muerte, acaecida, muy
probablemente, el 10 de marzo de 1820, cerca de una enigmática al­
dea llamada Boruelo o Zabornelo (13).
Las Cortes, reconociéndole como «Comandante general que ha
sido del Ejército de Galicia en la gloriosa restauración del sistema
constitucional», declararon a D. Félix «Benemérito de la Patria en
grado heroico». Este Decreto, que parece ser de 23 de agosto de
1820, fue impreso por el Ministerio de la Guerra el 25 de septiem­
bre. Dos años más tarde, las propias Cortes (19-5-1822), incitadas
probablemente por el primo carnal de Alvarez Acevedo, D. Pedro
de la Bárcena, del que en seguida hablaremos y que a la sazón ocu­
paba la Inspección General de Milicias, decretan lo siguiente: «Se
inscribirá en el Salón de Cortes el nombre del benemérito de la
patria en grado heroico D. Félix Alvarez Acevedo». Este nuevo ho­
nor concedido a nuestro Coronel, también fue difundido por el Mi­
nisterio de la Guerra en impreso de 26 de mayo de 1822; pero el
hecho de que los ejemplares que conocemos de ambos impresos
sean precisamente los conservados en la Capitanía General de la
Isla de Puerto Rico, induce a sospechar que, tras la inmediata vuel­
ta al absolutismo por obra del capricho francés, hayan desapareci­
do los circulados por la Península, a fin de que el nombre de la
Constitución y el de Alvarez Acevedo cayeran más fácilmente en
el olvido.
No terminaremos este artículo sin dedicar alguna atención a la
figura del ilustre asturiano D. Pedro de la Bárcena y Valdevieso,
primo carnal de D. Félix María Alvarez Acevedo y, asimismo, hom­
bre constitucional y figura sobresaliente en la milicia y en la his­
toria española de la primera mitad del siglo XIX.
Nacido en Carreña de Cabrales el año 1768, era, pues, sólo ocho
años mayor que Félix María. Subteniente de Milicias en 1788, pe(13)
El nombre de esta aldea sólo lo hallamos en la nota biográfica que
publica el diccionario enciclopédico Salvat. D. Modesto de la Fuente, que se­
ñala la fatalidad por la que Alvarez Acevedo perdió la vida, nada dice de dón­
de ocurrió la desgraciada acción. Eugenia A stur , en su R ie g o (Oviedo, 1933),
tampoco aclara dónde murió el sublevado de Galicia que hizo triunfar el pro­
nunciamiento de su biografiado. El Diccionario Geográfico de Madoz no in­
cluye ninguna entidad de población llamada Boruelo ni Zabornelo.
EL CAUDILLO CONSTITUCIONAL D. FELIX MARIA ALVAREZ ACEVEDO
193
leó con el Ejército de Navarra contra la República francesa des­
de 1793 hasta 1795. Al estallar la Guerra de la Independencia, sien­
do Capitán, obtuvo en julio de 1808 el grado de Coronel; fue Bri­
gadier en 1809, y Mariscal de Campo en 1811, llegando a Teniente
General en 1816.
Durante la citada guerra de la Independencia él y el general Lo­
sada, por el occidente asturiano, tuvieron en permanente inquietud
a los imperialistas franceses con el mismo arrojo con que Porlier
los hostigaba por el oriente. Hasta el historiador francés André
Fugier, tan poco inclinado a ver algo más que altercados y deser­
ciones en nuestra resistencia, considera a D. Pedro de la Bárcena
como «uno de los mejores generales asturianos», si bien batido
siempre fácilmente por el francés Bonet (14).
Entre sus innumerables acciones de guerra en Asturias se se­
ñala la de Gera y Puelo (18-3-1811) en la que cayó gravemente he­
rido. Trasladado después a las provincias Vascongadas, destacó
especialmente, el 1 de agosto de 1813, en la acción del Puente de
Yanci (15), y en la celebérrima batalla de San Marcial se distin­
guió asimismo al mando de las tres Divisiones que formaban el
centro del cuarto ejército.
Triunfante en España la Constitución gracias a la sublevación
de Alvarez Acevedo, el 9. de septiembre del mismo año 1820 fue
nombrado Bárcena y Valdivieso Capitán General de Galicia en reconociminto a sus servicios y a «su conocida adhesión al sistema
constitucional». Desde dicho cargo fue elevado el propio año 1820
a la Inspección General de Milicias, llegando, en mayo de 1823, a
desempeñar interinamente el Ministerio de la Guerra.
Con motivo de su exaltación a la Capitanía General de Galicia,
el Ayuntamiento de Cabrales celebró una solemne misa, a la que
asistieron todos los párrocos del concejo, y más tarde «una opípa­
ra comida», al final de la cual se leyeron unas décimas compues­
tas por el Cirujano Valentín Ruiz (16). Ciertamente que ni en di­
chas décimas ni en el resto del diploma que las contiene son men­
cionados el absolutismo ni la Constitución, pero en el centro del
(14) F ugier , L a J u n t a S u p e r io r d e A s t u r i a s y la in v a s ió n f r a n c e s a , vol. I,
p. 44, Oviedo, 1931.
(15) Así figura e’n la Hoja de Servicios que tenemos a la vista. Carrasco
y S ayz, en su I c o n o - b io g r a fía d e l G e n e r a la to e s p a ñ o l (Madrid, 1901), p. 445,
señala “la batalla de Vitoria en 1813 y la de Tolosa de Francia en 1814”.
(16) “Has honori Excellentissimi Domini D. Petri de la Bárcena Ducis
Galetiani Generalis, humillisimus et cordialisimus subditus Balentinus Ruiz
Chirurgus Cabraliensis consecrat”.
194
JOSE RAMON TOLIVAR FAES
escrito, y bajo una espada, aparecen en latín estas intencionadas
palabras, tomadas del libro de Josué (Cap. X, ver. XXV): «No te­
máis y no os acobardéis, sed firmes y valientes, pues así tratará
Yavé a todos vuestros enemigos, contra los cuales combatís».
Pero los enemigos volvieron. La veleidad francesa esta vez era
anticonstitucional, y los Cien mil Hijos de San Luis implantaron
de nuevo, fácilmente, el absolutismo en España. No sabemos de­
talles de cómo el cambio político hubo de repercutir en D. Pedro
de la Bárcena, hombre que, por «su conocida adhesión al sistema
constitucional», acababa de asumir, como ya hemos dicho, el Mi­
nisterio de la Guerra.
Carrasco y Sayz, que en algunos momentos parece confundir
a D. Pedro con su homónimo hijo Bárcena y Ponte (17), dice que
«quedó indefinido de 1823 a 1831» y que «fue purificado en 1826
con destino al Ejército de Castilla la Nueva» (18). También seña­
la que en 1835 cedió al Estado parte de sus sueldos mientras dura­
se la guerra carlista.
—o—
(17) D. Pedro de la Bárcena y Ponte 'nació en Cabrales en 1802. Cadete
supernumerario del Regimiento Prov. de Oviedo (8-8-1808) acompañó, como
tal, a su padre en la campaña. Subteniente de Milicias (Sept. 1816). Teniente
coronel de Milicias y Capitán de Infantería (Enero 1837). Coronel de Milicias
mandando el Provincial de Oviedo (Enero 1838). Coronel de Infantería por
méritos de guerra (Mayo 1839). Coronel de la Guardia Civil (Sept. 1844). Bri­
gadier de Infantería (11-12-1848) y Mariscal de Campo (27-8-1856). Destacó
en Asturias durante la guerra de la Independencia, y én la campaña del Nor­
te en la Carlista (1834-36). Gravemente herido, cayó prisionero en 1835. Can­
jeado, volvió a esta campaña y a la de 1838 y 1839. Fue el primero en entrar,
con su Regimiento, en las trincheras de Guardamino, y peleó en Aragó’n has­
ta la toma de Morella. En 1843 tomó el mando del Provincial de Palencia. Fue
Gobernador Militar de Gerona (1857) y de Barcelona (1859), Gobernador Mi­
litar i’n terino de Madrid en 1859, 1860 y 1863, y Capitán General de Canarias
(1865-1866). Poseía desde 1835 la Cruz de 1.a Clase de San Fernando por sus
méritos en las acciones de Elzaburu y Meseta de las Rameas. Falleció en Cimiano, parroquia de Panes, el 25-10-1873. Con Bárcena y Ponte se extinguió el
apellido de esta rama de los Bárcena, pues tuvo D. Pedro sólo dos hijas: Do­
lores y Arsenia, la primera de las cuales casó con César Canella y Secades,
hermano mayor del insighe D. Fermín.
(18) La aludida confusión es evidente cuando atribuye a D. Pedro hijo la
Inspección General de Milicias en 1821, año éste en que realmente la asumió
su padre. Bárcena Ponte, en aquel momento, era sólo un Subteniente de die­
cinueve años.
EL CAUDILLO CONSTITUCIONAL D. FELIX MARIA ALVAREZ ACEVEDO
195
Todas las circunstancias que dejamos comentadas nos hacen
presumir que en la prontitud y entusiasmo con que Oviedo honró
la memoria de D. Félix María Alvarez Acevedo hayan influido po­
derosamente su ascendencia asturiana (19) y la consideración a
su primo carnal y cabraliego ilustre D. Pedro de la Bárcena y Val­
divieso, militar de alto prestigio y, como él, partidario del régimen
constitucional. Asimismo pensamos que tan cercano parentesco no
habrá dejado de influir en la designación de D. Pedro como Ca­
pitán General, precisamente de Galicia, el 9 de septiembre de 1820,
a los seis meses exactos de haber caído muerto Alvarez Acevedo,
y cuando Fernando VII era ya el primero en conducir a España
«por la senda Constitucional».
(19)
Entra, incluso, dentro de lo probable que el canónigo Suárez del Vi­
llar que pronunció la oración fúnebre por Alvarez Acevedo perteneciese a la
misma Casa de Villar de la que el propio D. Félix descendía por lí'nea ma­
terna.
Madoz da a D. Pedro los apellidos Sánchez de la Bárcena, apellidos que en
ningún documento hemos podido hallar justificados. Asimismo le atribuye un
ilustre hijo, al que llama D. Ramón Sánchez de la Bárcena, coronel “que mu­
rió heroicamente en las calles de Barcelona en diciembre de 1842”. Tuvo, efec­
tivamente, Bárcena y Valdiviso un hijo llamado D. Ramón, que en 16-6-1822
era pretendiente a plaza de Alumno en el Colegio Nacional de Artillería de
Segovia y que en 6-9-1826 había sido nombrado Alférez de la Guardia Real de
Infantería (papeles de la Casa de Berodia). Lo extraño es que Madoz no cite
a D. Pedro de la Bárcena y Ponte, que, precisamente, llegaría a ser años des­
pués (1859) Gobernador Militar de Barcelona, y que al publicarse el Dicciona­
rio (1845-1850) era ya un coronel disti’nguido.
EL CONCEJO DE ALLANDE (DEPARTAMENTO DE
BERDUCEDO), SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
POR
ANTONIO GARCIA LINARES
Hasta las reformas administrativas y judiciales del siglo XIX
el Departamento de Berducedo constituía el segundo partido de
Allande (1) y comprendía la zona conocida por «Tras del Palo» o
«Tras la Sierra».
En la época romana pertenecería al convento lucense (2), como
sigue dependiendo eclesiásticamente al Arciprestazgo de Grandas.
Sus habitantes conservan ciertas peculiaridades, como es el hecho
de practicar el gallego-asturiano (3), o en los aspectos costumbristas
(4) y folklóricos (5), desafortunadamente en franco retroceso.
La importancia del Departamento, en el conjunto del concejo
allandés, es relevante, no solamente por que venía a representar la
mitad superficial del mismo, sino también por su aportación eco­
nómica y humana. Baste anotar que el ganado vacuno lo formaban
(1) Véase: A n t o n io G a r c ía L in a r e s , E l C o n c e jo d e A lla n d e , s e g ú n e l C a ­
en el “Boletín del Instituto de Estudios Asturianos”, Ovie­
do, 1980; número 101, pp. 549-573.
(2) J o s é M a n u e l G o n z á l e z , E l s e c to r lu c e n se d e l lito r a l a s t u r ia n o e n la
a n t ig ü e d a d . En A r c h iv o E s p a ñ o l d e A r q u e o lo g ía . 1952, número 86, pp. 1-9.
t a s tr o d e E n s e n a d a ,
(3) C e l s o M u ñ iz ,
a s t u r ia n o d e A lla n d e
E l H a b la d e l V a lle d o r — E s t u d io d e s c r ip t iv o d e l g a lle g o
(A s t u r i a s — E s p a ñ a ) . Academische Pers. Amsterdam, 1978.
(4) C e l e s t in o V a l l e d o r , C o s tu m b r e s j u r í d i c a s y e c o n ó m ic a s d e l m u n ic i­
En A n a le s d e la U n iv e r s id a d d e O v ie d o , t. III, pp. 29-44.
(5) M a n u e l A l v a r e z R ic o , D e l fo lk lo r e d e A lla n d e . BIDEA, números
XXX, XXXIII y XX XXXVII (1957-58 y 59).
p io d e P o la d e A lla n d e .
198
ANTONIO GARCIA LINARES
3.954 cabezas, 7.009 el lanar, 5.700 el cabrío, 3.332 el de cerda, y que
las colmenas y enjambres sumaban nada menos que 4.485, sin te­
ner en cuenta las habituales ocultaciones.
En este tiempo —año 1753—, según los datos del Catastro, de
una población total para el término municipal de 1.286 vecinos,
que representan aproximadamente 6.430 habitantes, el Departa­
mento de Berducedo con 718 vecinos llegaba al 55,83 por ciento de
la misma. Su número de habitantes andarían por los 4.590, que
contrastan con los que proporciona el Padrón de Habitantes de 1981
(6), que da una población, de hecho, para la zona de 1.005, lo que
supone solamente el 29,33 por ciento del total municipal.
Es interesante contrastar la respuesta que proporciona la pre­
gunta 15 del Real Interrogatorio. Por ella vemos que la dependen­
cia de las Parroquias del Valledor y Santo Millano al Deán y Ca­
bildo, y la de Santa Coloma al Colegio de San Vicente de Oviedo.
Ello tiene su origen, para las primeras, en las donaciones de Fruela, hijo de Alfonso III, del año 912 y Tructinus Veremudez, del 972,
a la iglesia de Oviedo (7); y, en cuanto a Santa Coloma, en el acuer­
do suscrito por María Farfona, pobladora de Santa María de His,
con el abad de San Vicente Don Rodrigo, en 1.118 (8). Por otra par­
te las pertenencias de otras instituciones eclesiásticas eran impor­
tantísimas, como son el Monasterio de San Juan de Corias, mayor
(6) Los datos provisionales del Padrón de Habitantes, con referencia al
1 de marzo de 1981, dan una población de derecho de 3.692 habitantes y 3.426
de hecho (Archivo Municipal de Alla'nde).
(7) S a n t o s G a r c ía L a r r a g u e t a , C o le cc ió n d e d o c u m e n to s d e la C a t e d r a l
d e O v ie d o . Oviedo, 1962. Documentos números 20 y 28.
Sobre el dominio de la iglesia de Oviedo en Allande y su formación, véa­
se: J u a n I g n a c io R u iz de la P eñ a , S o b r e la fu n d a c ió n d e la P o la d e A lla n d e
y s u c a r t a p u e b la , BIDEA, XXIII, pp. 417 y ss.
(8) P ed r o F l o r ia n o L l ó r e n t e ,
C o le c c ió n d ip lo m á tic a d e l M o n a s te r io
de
Oviedo, 1968, p. 541.
En 1202, Lope Sanxiz, hijo de María Petri Farfo'na, pobladora de Santa Ma­
ría de His, dió a Corias su pertenencia de Is e (L ib r o R e g is tr o d e C o r ia s . Ovie­
do, 1950, tomo I, p. 74); y en 1.214 varios parientes reconocen haberse intru­
sado en la tenencia de Santa María de Ys, heredad de San Vicente de Ovie­
do, que tenían de su madre Farfona (Luciano Serrano, C a r t u la r io de S a n V i­
c e n t e ; números 227, p. 298).
Véase también, J u a n I g n a c io R u iz de la P eñ a , F u e r o s a g r a r i o s a s t u r ia n o s
d e l s ig lo X I I I , en A s t u r ie n s ia M e d ie v a lia , 4. Oviedo, 1981, donde se estudia la
Carta de Folguera de Hedrados, de 1.265.
En las Respuestas Particulares del C a t a s t r o , cuyas copias se conservan en
el Archivo Municipal de Allande, se censan como propiedades de Sah Vicen­
te de Oviedo los términos de los lugares de Is y Rebollo; las tres cuartas par­
tes, a monte y villa, de Santa Coloma, y aparece como mayor interesado con
S a n V ic e n te d e O v ie d o .
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
199
hacendado del concejo (9), y los hospitales, en el Camino de San­
tiago, de Fonfaraón, Valparaíso, Montefurado, Lago y Berducedo
(10), que con «unos pocos» particulares amayorados (11) acapara­
ban el dominio directo del territorio allandés.
La transcripción que ofrecemos se contiene en las Respuestas
Generales que se conservan en el Archivo General de Simancas, Di­
rección General de Rentas, en el libro 376, folios 89 al 145 vuelto.
El texto, en castellano actual, es el siguiente:
ocho y media partes o varas de las veinticuatro que comprendía el lugar de
Bustantigo (Segundo Partido, tomo 5.° Eccs, folios 450 y ss.).
Los vecinos de estos pueblos venían pagando cierta cantidad de o'nzas de
cara sin labrar, como pensión inalterable, por el dominio directo, en “los al­
tos y bajos, brevos y mansos, arroto y por arromper, tierras, prados, árboles
de fruto y sin él, a monte, fonte y villa”. En virtud de las leyes desamortizadoras, al considerar esta pensión como canon perpetuo y de carácter foral pa­
saron al Estado y se procedió a la venta del censo, viniendo así a pertenecer la
mencionada pensión a D.a Josefa Antonia Alvarez Arenas. Esta testó en 2 de
noviembre de 1862 a favor de sus sobrinas, redimiendo la pensión los pagado­
res y dueños del dominio útil en 1865 (Protocolos del Notario de Oviedo D.
Angel González Rúa).
(9) Las propiedades de Corias que aparecen en el C a t a s t r o (tomo citado,
folios 462 y ss.) son las siguientes:
Lugar de Villar de Castañedo, entero. Lugar de San Pedro, entero. Santo
Millano, nueve porciones de sese'nta y dos en que se dividían sus términos.
Vallinas, una cuarta parte. Riodevillar, cuatro porciones y una octava de otra.
Herías, mayor interesado con cuatro porciones de las dieciséis en que se di­
vide. Na vedo, mayor interesado con seis de dieciocho. San Salvador, mayor
interesado en veinticuatro de cuarenta y ocho. Collada, meYior interesado con
cinco de treinta y seis. Términos de Valle, incluso en Collada, tenía cinco por­
ciones de treinta. Lugar de Villalaín, cuatro porciones de dieciocho. Villanueva, una de once. Cortiollo, seis y media de veinticinco. Engertal, entero. Ba­
rras, mayor porcionero con quince de veinte. Aguanes, porción a monte y vi­
lla. Monte de la Abadía, entero. Fbnteta, cuatro porciones y tres cuartas par­
tes de otra de veinte en total. Tremado y Villasonte. En la parroquia de Ber­
ducedo, la Braña de Buelle. Y en la de Sa'nta Coloma: Llaneces, con once por­
ciones o varas de veintiocho; Arbeyales y Puentenueva, con cinco de treint?
y siete; Vallinadosa, con una y media de cuatro, y Meres, Sellón y Bustel, ir
tegramente.
(10) Pertenecían a los Hospitales de Fonfaraón y Valparaíso, de'ntro dei
Segundo Partido, el lugar de Paradas, del que era el mayor interesado con
trece porciones y cuarta parte de otra de un total de veintiséis, en que se di­
vidían sus términos. Riolongo, con cuatro porciones y media de las cinco y
media en que se partía y dividía. Así como también poseían bienes en Llane­
ces, Bojo (entero), Beberaso, San Emiliano y Murías (CME, tomo citado; fol.
528 vt° y ss.).
El Apeo de los bienes del Hospital de Montefurado se realizó en 1747 por
D. Juan Antonio Díaz Trelles, Cura de Lago, bajo el testimonio de Juan Sol
ANTONIO GARCIA LINARES
200
DEPARTAMENTO DE BERDUCEDO, EN EL CONCEJO DE
ALLANDE
Copia de las Respuestas Generales.
En el lugar de Berducedo, concejo de Allande, a doce días del
mes de noviembre año de mil setecientos cincuenta y dos años,
juntos con mí escribano comisionado para lo que expresará, don
Antonio Victoria Ladrón de Guebara, Juez por el estado noble en
Queipo, ordenado por auto de visita del Ldo. Vicente García de la Peña. Se
describen los montes, términos y brañas pertenecie'ntes al Hospital, así como
las propiedades de Corondeño, Tamagordas, Villadecabo, Santo Millano, Vi­
llanueva, Fonteta y La Pola (véase testimonio de D. Francisco Cantos Alber­
tos, Notario de Pola de Allande, en 11 de abril de 1958).
En 13 de mayo de 1850, Don Bartolomé Hermida, Gobernador de esta pro­
vincia, a’n te el escribano Don Pedro Suárez Bárcena, de la ciudad de Oviedo,
aforó perpetuamente a D. Fernando López Magadán, D. Juan López Magadán
y D. Juan Menéndez, vecinos de Montefurado, los bienes rústicos y urbanos,
rentas, censos y demás pertenecientes al Hospital Alberguería de Sa’n tiago de
Montefurado. A Don Francisco Collar, vecino de la parroquia de La Pola, los
de la Alberguería de Valparaíso, y a Don Ramón Fernández Ronderos, los del
Hospital de Fonfaraón, con sus casas o edificios y capillas, que respectivamen­
te tenía'n estos tres establecimientos piadosos con la c o n d ic ió n d e q u e h a n d e
s e g u i r d a n d o a l b e r g u e r ía a lo s tr a n s e ú n te s y c a m i n a n t e s ; q u e c a d a d ie z a ñ o s
h a n d e h a c e r n u e v o re c o n o c im ie n to y o b lig a c ió n d e c u m p lir con o t r a s p e n s io ­
n e s y a d e m á s con la o b lig a c ió n d e c o m p o n e r y r e p a r a r lo s c a m in o s e n lo s
t r á n s it o s in m e d ia t o s a lo s H o sp ita le s , m a r c á n d o lo s co n s e ñ a le s q u e s ir v a n de
g u ía , s a l i r p o r la s n o c h e s con lu c e s lla m á n d o lo s e n a l t a s y r e p e t id a s v o c e s a
lo s t r a n s e ú n te s , d e ja r de n o ch e u n f a r o l e n c e n d id o e n la p a r t e d e f u e r a d e lo s
e d ific io s e n lo m á s a lto d e él, s u m in is t r a r to d o e l a u x ilio n e c e s a r io a lo s t r a n ­
s e ú n te s , p a r a c o n d u c irlo s a la A lb e r g u e r ía , a l b e r g a r e n la c a s a a to d o c a m i­
n a n te a c u a lq u ie r h o ra d e l d ía o de la n o ch e q u e lle g u e , d a r le s fu e g o p a r a c a ­
le n ta r s e , lu z, s a l y le c h o p a r a d e s c a n s a r , s in e x i g i r l e s p a g a p o r e s t a s f a t ig a s .
(Registro de Hipotecas de Grandas, libro 3.°, folio 204, y testimo'nio del Nota­
rio de Tineo, D. Mariano Collado Soto, en 31 de octubre de 1960).
(11> rDon Fernando Mathías Mon y Valledor, vecino de San Martín de
Oseos, descendiente de la Casa Solar del Valledor (CME; Pdo. 2.°, tomo 4.°, fol.
2437-2496).
El Conde Marcel de Peñalba, titular del Señorío de Allande, y heredero del
Contador Rodrigo de la Rúa (Id. id. fol. 2496 vto. 2540).
Don Diego de Sierra y Salcedo, vecino de Llamas del Mouro. Titular de los
■después cdnocidos “Bienes de Colón”, por compra que su casa había hecho,
en 1705, a Don Sancho de Miranda, Marqués de Valdecarzana. Estas propieda­
des se había desmembrado de la Casa de Cienfuegos en la dote que, el Corre­
gidor Gutierre González de Cienfuegos y su tercera esposa Doña María de
Miranda, habían dado a su hija Doña Leonor (t 1599), al contraer matrimonio
con Lope de Miranda y Valdés (t 1626). (Id. id. fol, 2541-2558).
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
201
este concejo, don Albaro Fernández Valledor, don Joseph Fernán­
dez Valledor, Electores de Justicia que como tales por razón de su
privilegio gozan el de regidores en él; don Rodrigo García Allande,
procurador por el mismo estado noble; Juan Sol Queipo, escribano
de Ayuntamiento en este dicho concejo, don Joseph Martínez Osorio cura propio de esta parroquia por sí y los demás de este De­
partamento, Domingo Fernández, Antonio Pacho, vecinos de esta
parroquia; Phelipe de la Mesa, de la de Lago, y don Bernardo Fer­
nández Sierra que dijo hallarse ausente de este concejo, Joseph
Sol, Domingo Rodríguez Cuerbo de la parroquia del Valledor; An­
tonio Garzía y Luis de Alba de la de Santa Coloma; Fernando de
Allande y Valledor y Juan de Villanueva de la de Santo Millano;
Ambrosio de la Rúa por sí y Antonio Garzía Valledor ambos de la
de Erías, que dijo no haber podido llegar hasta ahora de su casa
en obedecimiento del precepto que se le impuso; que así dijeron
ser y llamarse y lo confirma por conocimiento de sus personas el
referido escribano de Ayuntamiento, y que unos y otros habían si­
do nombrados por peritos agrimensores para el reconocimiento de
los términos, granjerias, artefactos y demás que incluyen dichas
parroquias por el expresado don Antonio Victoria; e instruidos de
lo que debían ejecutar, de todos los cuales, a excepción de dicho
cura, recibí juram ento en debida forma, bajo del cual prometieron
decir verdad, satisfaciendo a las cuarenta preguntas del Real Inte­
rrogatorio de la letra A, según su leal saber y entender, particular­
mente después de haber reconocido los términos de este Departa­
mento, sus casas, granjerias, artefactos y más que incluye compren­
dido en dicho Real Interrogatorio, y cada una de sus preguntas
con la explicación necesaria, y encargados de todo con la represen­
tación de la grave perpetuidad de la materia y que nuestro Rey y
Señor (que Dios guarde) tiene acción para ser mantenido y armado
con las contribuciones de sus vasallos, según Leyes divinas y hu­
manas. y que en esta cierta inteligencia era materia dos veces gra­
ve perjudicar a sabiendas los derechos de la Real Corona y faltar
a la religión del juramento, de todo lo cual enterados dijeron:
1.a) A la primera pregunta dijeron, que los términos de que se
hace esta operación y lugares que incluyen son y se nombran las
Parroquias de Berduzedo, Lago, el Valledor, Santa Coloma, Santo
Millano v Erías, inclusas en el concejo y jurisdicción de Allande.
2.a v 3.a) A la segunda v tercera preguntas, que en cuanto a lo
que se contienen se remiten a lo que resulta de las respuestas ge­
nerales recibidas por el Subdelegado, don Antonio Albarez Barragaña, que operó en la capital de este concejo y su departamento.
202
ANTONIO GARCIA LINARES
4.a) A la cuarta, que en los términos de las seis parroquias ex­
presadas que comprende esta operación hay trece especies de tie­
rra que son:
1.a—Tierras de labor que sin descanso y alternando producen
escanda, trigo, centeno y nabos en los mismos años que estos tres
frutos, y sucesivamente maíz mezclado con habas blancas y mijo.
2.a—Tierras de labor que por desidia y falta de abono descansan
un año y producen centeno en el que se siembra, y las que son de
esta calidad no producen otro fruto.
3.a—Tierras de labor que descansan diez años, manteniéndose
uno rotas, de las que producen trigo y otras centeno según su cali­
dad.
4.a—Tierras que descansan veinte y fructifican dos años segui­
dos, en el primero trigo o centeno, según su calidad, y en el segun­
do avena.
5.a—Tierras que con descanso de treinta años producen como
las antecedentes.
6.a—Tierras que con descanso de cuarenta solo fructifican uno,
trigo o centeno, según su calidad, quedando todas en los interme­
dios en abertal con el beneficio de pasto a diente y entendiéndose
incultas los años de su producción en los del descanso.
7.a—Prados de regadío de dar yerba y paciones y lo mismo de
secano.
8.a—Tierras de solo pasto en abertal propias de particulares.
9.a—Tierras con plantío de viñas.
10.a—Tierras con plantío de castaños.
11.a—Tierras con plantío de árboles frutales que son nogales, pe­
rales, manzanales, cerezos, higueras, niseros, guindales, pescales.
12.a—Tierras con plantío de robles, horneros, y pládanos en mon­
te alto y orillas de río propias de particulares, a quienes ni a los
habitadores no rinden otra utilidad o frada que el aprovechamien­
to de la leña necesaria para la manutención de sus casas.
13.a—Tierras de peñas innaccesibles y matorrales sin uso ni apro­
vechamiento alguno.
Y se nota que aunque se siembran las especies de lino y cáñamo
no hay tierra alguna destinada para ella ni alternan con otro fruto
de los expresados, solo si el vecino que tiene tierras aparentes para
esta semilla siembra, el año que lo necesita o tiene por convenien­
te, un controzo ya en esta ya en la otra sin que a este modo de
sembrar puedan dar fija costumbre, alternatura o producción, solo
si la regular con la sementera del trigo, en la misma forma pro­
ducción y utilidad que este fruto. Que las tierras que fructifican
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
203
sin descanso es en fuerza del sumo trabajo y abono, con que les
benefician sus dueños o llevadores, sin que haya alguna en el tér­
mino, de dichas seis parroquias, que produzcan al año dos frutos
a no ser las que se siembran a trigo, centeno o escanda que levan­
tados estos tres frutos producen el de nabos como dicho és.
5.a) A la quinta, que las tierras que llevan declaradas son de
primera, mediana e ínfima calidad y que en estas mismas piezas
hay diferencia en su producto en la forma siguiente: En las de
Santo Millano, Santa Coloma, Erías y Berducedo, en la tierra de
buena calidad se siembra el fruto de trigo, escanda y centeno al­
ternando, y en los mismos años, el de nabos levantados los ante­
cedentes expresados, y sucesivamente maíz mezclado con habas;
en las del Valledor y Lago los mismos frutos a excepción de escan­
da. En todas, excepto en las de Berduzedo y Lago, en la tierra de
mediana calidad se siembra en alternativa las especies de trigo, cen­
teno y maíz mezclado con habas y nabos en los dos años que las
primeras; en dichas dos parroquias de Berduzedo y Lago las de
centeno, maíz y habas mezcladas y nabos en los mismos años que
el centeno. En todas dichas seis parroquias, en la tierra de ínfima
calidad se siembra centeno y mijo alternando. En las tierras que
por desidia y falta de abono descansan un año y fructifican otro
se siembra el fruto de centeno. En las que fructifican de diez en
diez, trigo en la de mediana calidad, y centeno en la de ínfima. En
las que fructifican de veinte en veinte y de treinta en treinta, se
siembra en las de mediana calidad trigo en el primer año de su
rotura y avena en el siguiente, en las de ínfima solo centeno como
las antecedentes. En las que producen de cuarenta en cuarenta
años se siembra trigo en la de mediana calidad, y centeno en la
de ínfima. Y se nota que solo en la parroquia de Berduzedo se
siembra el fruto de avena que queda expresado, como también en
las de Lago y Santa Coloma, sin que en ninguna otra de este De­
partamento los bravos que descansan, como dicho es, fructifican
dos años seguidos, todos después quedan para pastos de ganado.
6.a) A la sexta, que en el término de dichas seis parroquias
hay plantío de árboles frutales que son: nogales, perales, manza­
nos, cerezales, higueras, nisales, guinda y pescales, y otros no fru­
tales como son robles, viñedos y pládanos.
7.a) A la séptima, que algunos de los mencionados árboles se
hallan plantados en los cierros de las heredades y prados, por su
mayor defensa y seguro. Otros fuera y en las márgenes y los demás
dispersos por todo el término.
204
ANTONIO GARCIA LINARES
8.a) A la octava que se refiere a las antecedentes, pues aunque
en el término de este Departamento hay diferentes árboles, así fru­
tales como no frutales que se hallan formados en las hileras, no
es que lo estén arreglados a planturías, sí porque lo permite la
situación del terreno que ocupan, que está denotado ser accidental
en este modo de planturía y no a reglamento o planturía.
9.a) A la novena, que la medida de tierra de que usa en el
término es por emina, media emina, cuartas, medias cuartas, chopines y pucheras, y que al territorio o heredad que se siembra con
dicha emina llaman días de bueyes, que consiste en cuarenta va­
ras de frente y ochenta de fondo, y por lo perteneciente a viñas es
la común regulación por hombres de cava, que cada cinco de estos
componen un día de bueyes de la antecedente medida; y que en
los términos que este ocupa se siembra tres cuartas de trigo, cua­
tro y media de centeno, una y media de maíz mezclado con habas
y de estas medio chopín, una cuarta de mijo, seis de avena, seis
de erga que deja en limpio secándola en el pilón, dos de escanda y
un cuartillo o puchera de nabina; y se nota que la medida que lla­
man emina en este Departamento compone seis copines de la ciu­
dad de Oviedo y un choupín más que la fanega castellana, en cuyo
supuesto viene a faltar a esta para componer la emina un chupín.
10.a) A la décima, que en el término que ocupan las seis pa­
rroquias de este Departamento hay treinta y seis mil novecientos
y veinte días y medio de bueyes, de los cuales ciento cuarenta y
ocho son tierras de labor de buena calidad, quinientos noventa y
ocho de mediana, y mil quinientos treinta y dos de ínfima, que
unos y otros fructifican en alternancia y sin descanso; ciento y
diez de tierras que producen con descanso de un año ínfima ca­
lidad; de tierra brava que fructifica con descanso de diez años,
setenta y dos días de mediana calidad y ochenta y siete de ínfima;
de la que fructifica con descanso de veinte años, ciento y cuarenta
y dos días de mediana calidad y ciento setenta y siete de ínfima;
y de la que fructifica con descanso de treinta años, ciento y veinte
y seis de mediana calidad y ciento setenta y siete de ínfima; y de
la que fructifica con descanso de cuarenta años, ciento treinta y
ocho de mediana calidad, y ciento ochenta y siete de ínfima. De
prados de regadío, cincuenta y nueve días de bueyes de buena ca­
lidad; ciento y once de mediana y ciento y quince de ínfima. De
prados de secano sesenta y dos días de buena calidad, ochenta y
tres de mediana y ciento setenta y cuatro de ínfima. De tierra con
plantío de viña, siete días de bueyes de buena calidad, veintidós
de mediana calidad y setenta y tres y medio de ínfima. De tierras
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
205
con plantío de castaños, mil ciento y diez y nueve. De tierras con
plantío de todos árboles frutales, que van mencionados, cincuenta
y dos días y medio de bueyes en esta forma: de pescales uno y tres
cuartas partes; de perales cuatro; de manzanales cinco; de nogales
tres y cuarta parte; de higueras catorce y medio; de cerezales diez
y nueve y cinco octavas partes; de nisares cuatro; de guindales
tres octavas partes. De tierra inculta por naturaleza que solo sirve
para pasto de los ganados, diez mil días de bueyes; de igual cali­
dad y con el mismo aprovechamiento con plantío de robles cha­
parros y otros árboles silbestres seis mil, y de peñas líquidas sin
uso ni aprovechamiento mil ochocientos y cincuenta. Y se nota
que las antecedentes medidas de tierras en la forma que van ex­
presadas son las que su leal saber y entender hay en dicho término,
y a mayor abundamiento y para mejor claridad se remitan el re­
conocimiento particular que de todo él se ha hecho por los peritos
agrimensores nombrados por el Juez Subdelegado y quienes asis­
tieron los oficiales de su oficina, haciendo las correspondientes
anotaciones y medidas con las que se conforman.
11.a) A la once, que en el término de dichas seis parroquias se
cogen las especies de frutos que dejan dicho en la cuarta respuesta,
con más el de castaña verde y de que parte de esta se seca a fuego.
El de pera, manzana, nuez, higos, piescos, cereza, niso y guinda.
12.a) A la doce, que el día de bueyes que en el término de to- *
das las parroquias de este departamento, se siembra y beneficia
como dicho es, produce con una ordinaria cultura en esta forma.
En las de Santo Millano, Erías y Santa Coloma, el día de bueyes
de buena calidad produce, en cada un año, cuatro eminas de trigo,
tres de escanda, cuatro de centeno, nueve de maíz y tres cuartas
de habas mezclado, cuatro carros de nabos y la misma porción
de nabina con que se siembra. En las de Lago y Berduzedo, cuatro
eminas de escanda, cuatro de centeno, cinco de maíz y media emina de habas mezcladas, cuatro de trigo y los mismos nabos y na­
bina que las antecedentes; y en la del Balledor, tres y media de
trigo, cinco de centeno, ocho de maíz con dos cuartas y media de
habas mezclado y los mismos nabos y nabina que las antecedentes.
Las tierras de mediana calidad producen el día de bueyes en las
parroquias de Berduzedo y Lago, tres eminas de centeno, dos de
maíz con una cuarta de habas mezclado, dos carros de nabos y la
misma porción de nabina con que se siembra. En la del Balledor
dos eminas y media de trigo, cuatro de centeno, seis de maíz con
dos cuartas de habas mezclado, y los mismos nabos y nabina que
la antecedente. En las de Santo Millano, Erías y Santa Coloma,
206
ANTONIO GARCIA LINARES
tres eminas de trigo, tres de centeno, seis de maíz con dos cuar­
tas de habas mezclado, y los mismos nabos y nabina que las an­
tecedentes. El día de bueyes de ínfima calidad, en la parroquia
del Valledor, dos eminas de centeno, una y media de mijo. En las
de Berduzedo y Lago, dos de centeno y dos eminas de mijo; y en
las de Santa Coloma, Santo Millano y Erías, dos de centeno y dos
y medio de mijo. En todas las seis parroquias, el día de bueyes que
fructifica con descanso de un año, produce tres eminas de cente­
no. El que fructifica con descanso de diez, cuatro eminas de trigo
en la mediana calidad y tres de centeno en la de ínfima. Los que
fructifican con descanso de veinte o treinta, cuatro eminas de tri­
go en la mediana calidad y al siguiente año cuatro de avena, y el
de ínfima tres de centeno. El que fructifica con descanso de cua­
renta, cuatro eminas de trigo en la de mediana calidad y tres de
centeno en la de ínfima. Un hombre de cava de viña, en todo el
término, produce en la tierra de buena calidad, produce una cán­
tara de vino en la de mediana, media y una cañada en la de ínfi­
ma. El día de bueyes de prado regadío de buena calidad, un carro
de yerba, pación de otoño y primavera; el de mediana, un carro
de yerba y pación de otoño, y el de ínfima calidad, medio carro y
pación de otoño. El día de bueyes de prado secano en tierra de
buena calidad, un carro de yerba y pación de otoño, en la de me­
diana medio carro y pación de otoño, y en la de ínfima cuarta
parte de carro sin pación. Y que en cuanto a la regulación de la
utilidad y producto de las tierras y términos que solo sirve a diente
por consistir esto en pasto general, no hacen su regulación en la
pregunta. Y se nota que la estimación y fruto de vino es igual al
mosto por no aprovecharse de él hasta que cocido en las tinas se
exprime en los lagares, que lo es en todo vino después de encubado.
13.a) A la trece, que los árboles frutales que dejan dicho en
la pregunta sexta y los de los sotos expresados en la décima, se
hallan plantados parte de ellos en las márgenes y cierros de las
heredades y los más dispersos por el término, unos y otros sin
orden ni reglas de planturía por hileras y con la correspondiente
distancia, en cuyo supuesto si se redujesen a ellas, el día de bue­
yes de cuarenta varas de frente y ochenta de fondo o costado le
ocuparían veintiún pies de árboles mayores o de copa y cincuenta
y siete de árbol menor, por lo que considerando a todo árbol fru­
tal plantado en tierra de mediana calidad para fructificar, regulan
su respectivo producto en la forma siguiente: el día de bueyes plan­
tado de castaños cinco eminas y una cuarta en cada un año, y ha­
biendo el estilo de secarlas a fuego para su mejor conservación
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
207
las cinco eminas y cuarta, producto de un día de bueyes, viene a
quedar en una emina, una cuarta y un chupín secas. El día de
bueyes plantado de higueras, en la misma forma, produce en cada
un año dos eminas. El plantado de nogales ocho, y los menciona- *
dos árboles son los que llaman mayores o de copa. El día de bueyes
plantado de pescales rinden a seis eminas en cada un año. El de
perales catorce y media, y el de manzanales veinte y descansando
como descansan entre dos años uno, viene a quedar reducido el
producto del día de bueyes plantado de perales a siete eminas y
cuarta en cada un año, y el plantado de manzanales a diez. El día
de bueyes plantado de cerezos y el plantado de nisos, rinden ocho
eminas cada uno, y el plantado de guindas cuatro. Y mediante a
que los montes de robles no producen frada alguna como ni tam­
poco otro árbol infructífero ni rinden más utilidad que la que
queda dicho en la cuarta respuesta no se le regula producto alguno.
14.a) A la catorce, que el producto que regularmente en las
parroquias de este departamento la emina de trigo, la de escanda,
la de habas y la de castaña seca, son catorce reales cada una, la
de centeno once, la de mijo ocho, la de maíz nueve, la de avena
cinco, el carro de nabos cuatro, el cuartillo de nabina diez y siete
maravedís, la cántara de vino (que es igual a la de Castilla) y una
cañada la cuarta parte de esta, ocho reales. El carro de yerba diez
y ocho reales, y las paciones que produce de primavera y otoño seis
reales cada una. La emina de nuez seis reales. La de higos, dos.
La de manzana, tres. La de pera, cuatro. La de piesco o melotocón,
cuatro. La de cereza, tres. La de guinda, seis. La de nisos o ciruela,
uno. Y se nota que aún en este concejo hay precios de tasa o valía
a los que se cobran los frutos que se dan al fiado, no rigen ni de­
ben regir estos para los comunes y regulares a que van apreciados
las antecedentes especies conforme a lo mismo que expresa la pre­
gunta.
15.a) A la quince, que sobre las tierras y heredades del tér­
mino de las seis parroquias que comprende este departamento se
halla impuesto el derecho del diezmo, que es de diez uno, y co­
rresponde a las respectivas parroquias a los sujetos siguientes:
En esta de Berducedo, la mitad de los frutos de diezmos en los
lugares de Corondeño, Castro y Grandera a su cura, don Joseph
Martínez Osorio, y la otra mitad al cura que fuese de la parroquia
de Santo Millano y dueños de las piezas eclesiásticas de aquella
parroquia, por iguales respectivas porciones, según perciben los
de ellas; en los demás lugares de ésta, corresponden enteramente
a dicho su cura. En la de el Valledor la mitad a su cura, don Mi-
208
ANTONIO GARCIA LINARES
guel Antonio Albarez de Ron, y la otra mitad al Venerable Dean y
Cabildo de la Ciudad de Oviedo, y en su nombre los percibe por
arrendamiento don Lope Alonso Magadán, vecino del concejo de
‘Grandas. En la de Santo Millano, la cuarta parte a su cura (que
no le hay actualmente); otra igual a dicho Venerable Cabildo, por
razón de préstamo, cuyos frutos percibe D.a Magdalena Flórez, viu­
da y vecina del lugar de Erías; otra cuarta parte, por razón de
beneficio simple, a la dignidad de Prior de dicha Santa Iglesia,
cuyos frutos percibe el referido don Lope, y la restante cuarta
parte, también por razón de beneficio simple, servidero al mismo
Venerable Dean y Cabildo, y los frutos a esta correspondiente los
percibe el enunciado don Lope Alonso. En la de Erías, que es hi­
juela de la antecedente, se perciben los frutos en la misma forma
y por las mismas porciones que en esta. En la de Lago y su lugar
de Montefurado, corresponden enteramente al cura don Juan An­
tonio Díaz Trelles; en el de Castañedo, las tres cuartas partes al
mismo cura; en el de Villar de Armenande, las dos terceras; las
demás, en unos y otros, al Hospital de Pobres Peregrinos sito en
el lugar de Lago y su Patrono don Francisco Albarez Sierra, y en
los más lugares de aquella parroquia se reparte por partes iguales
en este y dicho cura. En la de Santa Coloma, la tercera parte a
su cura don Juan Francisco Albarez, y las dos restantes al Colegio
de San Vicente, orden de San Benito, sito en la ciudad de Oviedo,
cuyos frutos percibe Angel Rodríguez, vecino de la misma parro­
quia, por vía de arrendamiento, y que el referido derecho se paga
de los frutos de escanda, trigo y más que llevan expresados en la
respuesta doce, como también de todo género de naciones y de los
enjambres que producen las colmenas, sobre cuyo asunto para
mayor individualidad, de los frutos que se diezman, se remiten a
las certificaciones de los párrocos de dichas parroquias donde cons­
tarán las especies todo a que ascienden.
Que asimismo se halla impuesto en derecho de primicias, que
se paga en la forma siguiente. En esta parroquia de Berducedo, ca­
da casado, viva o nó en unión con otro, una cuarta de mijo y las
viudas media. En la del Valledor todo casado y viudo paga dos
cuartas de mijo, la una colmada, y las viudas por mitad en la mis­
ma forma. En la de Santo Millano igualmente y en la misma forma
que en la de Berducedo. En la de Erías lo mismo, y además pagan
todos los vecinos al escusador que reside en ella, por esta razón
de residencia, diez eminas de trigo en cada un año que reparten
entre sí por partes iguales. En la de Lago todos, casado y viudo,
paga una cuarta de centeno y otra de mijo, y las viudas por mitad.
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
2 09
En la de Santa Coloma, pagan igualmente que la antecedente, cuyo
derecho de primicias se parte por respectivas porciones a corres­
pondencia de los diezmos entre los interesados en estos, lo que
también sucede en los lugares de esta parroquia de Berducedo, en
que perciben diezmos los interesados en los de la de Santo Mijllano que unos y otros los parten y dividen en las porciones que
dicho es.
’
16.a) A la diez y seis, que en cuanto a la cantidad de frutos a
que ascienden dichos diezmos y primicias y sus arrendamientos
anuales, no puede dar específica razón a causa de la multiplicidad
de especies, variedad de arrendamientos anuales y productos de
unas y otras, remitense a las certificaciones de los respectivos
curas.
17.a) A la diez y siete, que en el término de las seis parroquias
de este departamento, hay cuatro batanes de dos mazos para aba­
tanar el sayal que se fabrica en ellas. Uno se halla sobre el río de
Riellos en la parroquia de Santo Millano, perteneciente a don Ma­
nuel Rodríguez, vecino del lugar de Hema y consortes, que tra­
baja ocho meses al año, y regulan su utilidad para el dueño en
ochenta reales. Otro sobre el río de Muriellos, parroquia de Santa
Coloma, perteneciente a Antonio García, vecino del lugar de Bendón, a quien regulan de utilidad sesenta reales al año por seis me­
ses que trabaja. Otro sobre el río de Puentenueva, parroquia de
Santa Coloma, perteneciente a Antonio García, perito agrimensor
que declara, y otro sobre el de Fonteta, en la parroquia de Valledor
a Domingo García, digo, Rodríguez, vecino del lugar de Fonteta,
que cada uno de ellos trabaja cuatro meses al año y regulan la
utilidad de ambos, por iguales partes, en ochenta reales. Que asi­
mismo otro batán deteriorado, que no trabaja, sobre el río de
Villar, parroquia de Lago, perteneciente a don Francisco Albarez
Sierra, vecino de ella. Que también hay en el término de este de­
partamento nueve lagares, cada uno de una viga, y todo el arte­
facto de madera, de los cuales uno pertenece a don José Fernández
Valledor, Elector que presencia estas generales, y consortes. Otro
a don Balthasar Cienfuegos, conde de Peñalva. Otro a doña Magda­
lena Florez, viuda, vecina del lugar de Erías. Otro a Patricio Fer­
nández y consortes, vecino del lugar de Cernías. Otro a don Fer­
nando de Mon y consortes, vecino de Villadecabo. Otro a Pedro
Martínez de la Arna, vecino del lugar de Tamagordas. Otro a Fran­
cisco de Conto y consortes, vecino del lugar de Veveraso. Otro a
Mateo de la Graña, vecino del lugar de Santo Millano, y otro a
Fernando de Allande y consortes, del mismo lugar; a todos los
210
ANTONIO GARCIA LINARES
cuales y a cada uno, sin que en esto haya distinción, regulan el
producto anual de una cántara de vino a cada viga. Que hay en
dicho término ochenta y siete molinos de un molar, sobre los arro­
yos de sus respectivos lugares, que muelen con el agua corriente
de ellos, los treinta todo el año y los cincuenta, seis meses, cuyos
molinos son en la forma siguiente. En la parroquia de Berducedo
uno que muele todo el año, perteneciente a Pedro de Canto y con­
sortes; catorce que muelen seis meses, pertenecientes a don Juan
Sol, don Joseph Martínez Osorio, a Ana Albarez, viuda, Francisco
Fernández Cortón, Angela Queipo, viuda, Mariana López, viuda,
Domingo Fernández, Pedro la Mesa, Domingo Márquez, Antonio
Pacho, Patricio Lozano, Domingo Perez, Manuel Fernández y Joseph
Cuerbo. En la de Erías tres que muelen todo el año, y el uno per­
tenece a doña Magdalena Flórez, otro a Juan Rodríguez, Rodrigo
Fuertes y consortes y otro a Ambrosio de la Rúa; tres que muelen
los seis meses al año, que el uno pertenece a Antonio García, otro
a Ambrosio de Erías, otro a Juan Antonio Fernández de Is, todos
con sus consortes. En la de Santo Millano siete que muelen todo
el año, y perteneciente el año a Lorenzo Rodríguez, otro a Domingo
López, digo Lozano, otro a Antonio Pacho, otro a Balthasar de Is,
otro a don Fernando de Mon, otro a doña Josepha González Cor­
tina, viuda, y otro a Fernando de Allande, todos con sus consortes;
once que muelen seis meses al año y pertenecen el uno a Juan de
Villanueva, otro a don Rodrigo López Castrillón, presbítero, a Lope
Albarez otro, otro a Joseph Fernández de Is, otro a Diego la Mesa,
otro a don Nicolás Allande, otro a Juan López de La Vega, otro a
Gil López, otro a Fernando Rodríguez, y otro a Juan Rodríguez,
unos y otros con sus respectivos consortes. En la de el Valledor
seis que muelen todo el año, uno que pertenece a Melchora Albarez,
otro a Lorenzo Fernández, otro a don Joseph Fernández Valledor,
otro a don Domingo Queypo, otro a Juan de la Regueira, otro a
Alvaro Fernández. Dieciocho que muelen seis meses al año y per­
tenecen el uno a Joseph Sol, otro a Domingo de la Braña, otro a
Pedro López, otro a Juan de Villasonte, otro a Antonio Blanco,
otro a Marcos López, otro a Domingo Fernández, otro a Antonio
Menéndez de la Rúa, otro a Pedro López, otro a Francisco de Vega,
otro a Juan de Valle, otro a Elena Flórez, viuda, otro a Mathias
Blanco, otro a Joseph de Valle, otro a Joseph López del Busto, otro
a Pieiga, otro a Fernando Valle, otro a Bernardo de Valle. En la
de Lago uno que muele seis meses al año y corresponde a Antonio
Fernández Canto y consortes; cinco que muelen todo el año y
pertenecen a don Francisco Alvarez Sierra, Justo Queipo, Juan de
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
211
la Mesa, Bernardo Fernández Sierra y Luis Fernández. En la de
Santa Coloma ocho que muelen todo el año y pertenecen a Ma­
nuel Garzia, Luis de Alba, Pedro de Alba, Domingo Ferrero, Joseph
Fernández, Luis Méndez, Francisco del Canto y Antonio Garzia;
y diez que muelen seis meses al año, cuyos dueños son Domingo
de Alva, Santiago Garzia, Antonio Garzia, Angel Rodríguez, Fran­
cisco Fernández, Manuel Rodríguez, Manuel González, Antonio Al­
barez, Domingo Garzia, Antonio Garzia, todos con sus respectivos
consortes; cuyos molinos muelen las especies de escanda, trigo,
centeno, maíz, mijo y avena, y regulan su utilidad en la forma si­
guiente: a los que muelen todo el año se regula el producto en
dos eminas de pan en cada uno, cuarta y cinco cuartillos de cada
una de las referidas seis especies y un cuartillo más de las de maíz
y centeno, y los que muelen seis la mitad en la propia forma, y
que ninguno de los expresados molinos es de maquila, solo sí sir­
ven para el uso de sus dueños y vecinos de los lugares que con­
curren a ellos. Que asimismo en el término de las seis parroquias
hay seis pisones de desergar que trabajan uno arruinaeo y sin uso,
este perteneciente a Juan (sic) Albarez, viuda, vecina del lugar de
Sarzol, parroquia de Erías, que no es de agua, y los dos que tra­
bajan, el uno se halla puesto sobre el arroyo que llaman de la
Labandera y es propio de Matheo Rodríguez de la Graña, vecino del
lugar de Santo Millano, en cuya parroquia se halla dicho molino
y trabaja con agua del referido arroyo; otro de mano en el lugar
de Sarzól, parroquia de Erías, que pertenece a Ambrosio de Eres,
vecino de él, cuyos molinos por el poco uso que tienen, a causa
de que los más de los vecinos desgranan su pan de escanda en
sus propias casas con artificios que para ello tienen dentro de ellas,
tienen muy poca utilidad, por lo que se le regula a cada uno de
sus dueños media emina de escanda.
18.a) A la diez y ocho, que en el término hay esquilmo de le­
che de vacas, manteca de estas; leche de cabritos y ovejas, las que
solo sirve para manteca, sus crías; el de miel, cera y enjambres; el
de lana, terneros, corderos, cabritos, lechones, potros y potrancas,
aunque de esta especie no hay más que cuatro yeguas en el de­
partamento, y en todo él ningún esquilmo porque cada vecino es­
quila en sus casas sus ganados, correspondiendo los esquilmos que
se dirán a sus dueños y a porciones por mitad, a excepción de le­
che v manteca que todo corresponde al párroco y son en la forma
siguiente: a cada vaca lechera o parida, manteniendo su ternero,
le regulan un cuartillo de leche y este en seis maravedís, que de­
jado para manteca rinde la onza cada dos cuartillos y queda la le­
212
ANTONIO GARCIA LINARES
che sin valor, siendo como es la libra de manteca de veinte onzas
y el valor a cada una real y cuartillo. Un ternero, mientras mama,
le regulan en veinte y seis reales de vellón, y como las vacas, por
ordinario, unos años están paridas y otros no, viene a quedar redu­
cido su esquilmo de leche y manteca, que igual estimación tiene
uno y otro, a tres maravedís diarios, y el de terneros o jatos a tre­
ce reales de vellón en cada un año; y considerando en la propia
conformidad, con el descanso de año, las ovejas y cabras, pues
aunque algunas pacen seguidamente, las más por la esterilidad de
la tierra, su temple frío y debilidad de sus erías en su pequeñez
no llegan a criarse ni aún a tomar alimento de sus madres, regu­
lan el cordero y cabrito a tres reales y medio, viniendo a quedar
reducido este esquilmo a real y tres cuartillos en cada un año, y
siendo anual el de lana regulan a cada oveja y carnero una libra
de diez y seis onzas por lavar, sin que regulen en esta especie el
de los corderos por no serlo hasta que tengan año y medio y en­
tonces lo regulan por cabeza mayor, y cada libra de lana de las on­
zas referidas la regulan en diez cuartos. Un potro mientras mama
lo regulan en cincuenta y siete reales y medio, la potranca en lo
mismo y atendiendo al descanso de las yeguas, que es igual al de
las vacas, queda por mitad su valor anual, que no hay yeguas en
el término de las que llaman de marca o contrario. Las naciones
de una puerca de criar las regulan al año en tres lechoncitos y ca­
da uno en cuatro reales, que hacen doce reales de vellón al año; v
habiendo hecho varias consideraciones acerca del esquilmo de miel
y cera, y atendiendo a la esteridad de la tierra que motiva la esca­
sez de flor para su sustento, el poco tamaño de las cajas y modo
de esquilmo, que es ahumándolas, regulan el producto anual de
cada uno por su esquilmo de dos pucheras de miel de a diez y seis
onzas cada una, un real y cuartillo, que es el precio regular que tie­
ne en este país y dos onzas de cera que vale ocho reales la libra,
incluso lo correspondiente por enjambre, en siete reales. Que a p ^
cian un par de bueyes, de la labranza, en veinte y dos ducados de
vellón. Un carnero en nueve reales. Un macho de cabrío en diez.
Un cerdo, para el San Martín, en veinte y dos. Una gallina ... Y que
así ésta como los machos de cabrío, carneros y lechones los apre­
cian y regulan para el conocimiento de las rentas que en especie
perciben los eclesiásticos y lo mismo la manteca, miel y cera. Que
hay en el término de este departamento tres mil novecientas cin­
cuenta y cuatro cabezas de ganado vacuno, de las cuales mil tres­
cientas noventa v una son vacas mayores, y de estas seiscientas y
ocho propias de los vecinos que las tienen en sus casas, quinien-
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
213
ta ochenta y siete de vecinos que las tienen dado en aparcería y
otras ciento treinta y siete de forasteros que en la misma forma
las tienen dadas a los vecinos. Cuatrocientos y seis bueyes, los cien­
to setenta y siete propios de los vecinos que los tienen en sus ca­
sas, ciento cincuenta y cinco dados en aparcería de unos a otros y
setenta y cuatro dados en la misma forma de forasteros a vecinos
del término. Que además de las yeguas que tienen expresadas hay
tres potros mayores de año dados en aparcería de forasteros a ve­
cinos y que de éstos son propios dichas yeguas. Que hay asimismo
siete mil y nueve cabezas de ganado lanar, y de estas tres mil tres­
cientas noventa y cinco ovejas, las dos mil seiscientas treinta y nue­
ve propias de los vecinos que las tienen en sus casas, setecientas
y cinco dadas en aparcería de unos a otros y cincuenta y una de
forasteros a vecinos; mil quinientos setenta carneros y de estos
mil y trescientos propios de los que los tienen en sus casas, dos­
cientos setenta y uno dados en aparcería de vecinos a vecinos y
catorce de forasteros a vecinos. Cuatrocientos cuarenta y nueve bo­
rregos y de estos doscientos ochenta y seis propios y ciento sesen­
ta y tres de vecinos a vecinos. Mil y seiscientos corderos y de estos
mil trescientos setenta y nueve propios, doscientos dados de veci­
nos a vecinos, y veinte y uno de forasteros a vecinos. Que también
hay cinco mil setecientas cabezas de ganado cabrío y de estas cien­
to cuarenta y ocho cabras son dadas en aparcería de forasteros a
vecinos, mil trescientas y diez de unos vecinos a otros, y mil ocho­
cientas y ochenta de los que las tienen en sus casas, que en todo
componen tres mil trescientas y ocho; ochocientas ochenta y sie­
te machos y de estos quinientos cuarenta y cinco propios, doscien­
tas cincuenta y nueve de vecinos a vecinos, y treinta y tres de ve
cinos recibidos de forasteros. Mil quinientos setenta y cuatro ca
britos y de estos novecientos y ocho de vecinos que los tienen en
sus casas, quinientos ochenta y seis dados en aparcería de unos a
otros ,v de forasteros a vecinos ochenta. Y que también hay tres
mil trescientas treinta y dos cabezas de ganado de cerda, de las
cuales novecientas cincuenta y cinco son puercas de criar y de es­
tas novecientas cuarenta y ocho propios, cuatro dadas de vecinos
a vecinos y tres de forasteros a éstos; ochocientos y cinco cerdos,
setecientos sesenta y siete propios, treinta y seis dados de vecinos
a vecinos y dos de forasteros a éstos. Mil quinientos setenta v dos
lechoncillos, los mil quinientos sesenta y seis propios y los seis da­
dos de vecinos a vecinos. Que son los únicos ganados que pastan
y hay en el término y aunque fuera de él haya algunos dados de
vecinos a los de otros lugares, concejo o jurisdicción en aparcería,
214
ANTONIO GARCIA LINARES
de estos no pueden dar individual razón, la que resultará de las
declaraciones de aquellos que los tengan dados en la forma dicha,
a las que se remiten.
19.a) A la diecinueve, que hay en el término propio de los veci­
nos de él, tres mil trescientos cuarenta y siete colmenas de abejas,
de las que son dadas en aparcería de unos a otros setecientas cua­
renta y tres; mil cincuenta y cinco enjambres, y de estos dados en
aparcería de unos a otros vecinos doscientos y cuarenta; sesenta
colmenas y veinte y tres enjambres dados de forasteros a vecinos,
también en aparcería; y aunque esta individualidad y razón de nú­
mero de colmenas y enjambres la dan como la han dado la de los
ganados, que contiene la antecedente pregunta, por el reconoci­
miento que de uno y otro han hecho, pero que no la pueden dar
individual de los dueños de cada caja de abejas propias de vecinos
por tenerlas éstos como interpoladas en su diversidad, si saben
que los esquilmos pertenecen a dueños y aparceros por mitad.
20.a) A la veinte, que en el término hay cinco especies de ga­
nados »caballar, vacuno, lanar, cabrío y de cerda, que los esquil­
mos de una y otra especie, a excepción de la leche que correspon­
de al aparcero, como también el de manteca corresponde a éste, y
el dueño por mitad respectivamente.
21.a) A la veinte y una, que en el término de este departamen­
to y sus seis parroquias hay el número de setecientas y diez y ocho
vecinos en esta forma: cuatrocientos y noventa casados que lla­
man pueblos o fuegos, cuarenta y uno también casados que viven
en unión de los antecedentes, diez y siete viudos y cuarenta y sie­
te viudas que también constituyen vecindad cada una por si sola,
sesenta y una que viven en unión con casados o con viudos, diez y
nueve menores que por si solos constituyen sus respectivas vecin­
dades y cuarenta y tres que viven en las de otros. Y se nota que
este modo de vivir en unión casados de distintos matrimonios, viu­
dos y viudas con éstos y unos con otros, es por ser padres e hijos
o deudos muy cercanos, y que no hay brañas de alzada, alquerías o
casas de campo.
22.a) A la veinte v dos, que hay en el término quinientas y
quince casas de habitación para los vecinos expresados en la ante­
cedente respuesta; doscientas treinta y dos cuartos separados de
ellas para su servidumbre, recoger ganados, yerbas y otros usos;
ciento y dos cabañas de muy corto hueco y débil artefacto en dife­
rentes sitios de los lugares, y fuera de ellos para recoger ganados
solamente tres casas inhabitables y cuarenta y cinco arruinadas.
Y aunque todo este concejo de Señorío como resultará de la opera­
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
215
ción hecha en su capital, ningún vecino paga por el suelo de casa
alguna al Señor de la jurisdicción. Que hay asimismo veinte y ocho
bodegas para recoger vino. Que también hay nueve paneras de seis
pies y setecientos cuarenta hórreos de cuatro, porque aunque antes
de ahora declararon siete más de esta clase, se arruinaron por ac­
cidente sin haber quedado sin uso alguno, y regulan el arriendo y
utilidad de cada una de las paneras en media emina de centeno y
el de cada hórreo en cuarta y media, sin que puedan dar renta fija
a las casas de habitación, terrados y casas de ganados por ser dis­
tintas sus oficinas y huecos y no admitir tasación ni regla univer­
sal, por lo que se remiten a lo que resulta de las relaciones de sus
dueños y reconocimiento particular.
23.a) A la veinte y tres, que no hay nada en este departamento
de lo que en ella contiene.
24.a) A la veinte y cuatro, que el común de este departamento
disfruta en igualdad con los demás vecinos de este concejo las al­
cabalas de él en cuyo asunto se remiten a la operación hecha en el
capital de este concejo.
25.a) A la veinte y cinco, dijeron que el común de estas parro­
quias de man común de el todo el concejo satisface el salario de
escribano de Ayuntamiento que son ciento veinte reales en cada un
año, gastos de veredas, órdenes reales, testimonios de sus recibos,
depósito y conducción de papel sellado y otras cosas conducentes
al Real servicio que no pueden especificar la cantidad a que ascien­
den, remítense a la operación hecha en la capital; que también pa­
gan diez y ocho maravedís en cada un año cada vecino por la ... de
un niño expósito. Que en la parroquia de Berducedo cada vecino
por la solemnidad de la fiesta del Santísimo Sacramento, la de
uestra Señora del Rosario, la de San Roque y la del Santo Cristo
de la Misericordia, que tienen la obligación de hacer, paga cinco
reales en cada un año. En la de Santa Coloma por la del Santísi­
mo Sacramento y la de Nuestra Señora del Carmen, paga cada ve­
cino anualmente cuatro reales. En la de Santo Millano, por las del
Santísimo Sacramento, Nuestra Señora del Rosario, San Roque y
San Antonio, paga cada vecino cinco reales. En la de Lago, por la
del Santísimo Sacramento paga cada vecino anualmente dos rea­
les. En la de el Valledor, por las festividades del Santísimo Sacra­
mento y Nuestra Señora del Carmen ,paga cada vecino tres reales
y medio, en cada un año. Que asimismo en los lugares de Berdu­
cedo, Castelo, Valdedo, Theijedo y las Cabañas, de dicha parroquia
de Berducedo, tienen los vecinos interesados en sus términos la
obligación de dar siempre que el señor Obispo de este Obispado
216
ANTONIO GARCIA LINARES
pase por esta parroquia de dar al susodicho y a su familia un yan­
tar que no pueden regular por años su importe a causa de la con­
tingencia en el tránsito, pero sí que haciéndole costaría a cada ve­
cino cuatro reales.
26.a) A la veinte y seis, que no hay cosa alguna de lo que ella
contiene.
27.a) A la veinte y siete, que el común está cargado de servi­
cio ordinario y extraordinario como todo el demás de este conce­
jo y pagan en cada un año, según la noticia que conservan los que
deponen, práctica de repartimiento y cobranza de contribuciones,
los vecinos de las seis parroquias de este departamento, por la de
Cientos, cuarto en cántara, sisa y servicio ordinario, dos mil cua­
trocientos treinta y seis reales vellón, que se reparte entre unos
y otros respectivamente, en cuyo asunto se remiten a la operación
de la capital.
28.a) A la veinte y ocho, que en razón a lo que en ella contiene
se remiten a lo que resulta de dicha operación.
29.a) A la veinte y nueve, que en el término de dichas seis pa­
rroquias, hay seis tabernas, una en cada una de ellas, sin casa de­
terminada para la venta de vino, porque cada vecino que la tiene
a su cargo, lo vende y despacha en la de su habitación, las cuales,
al presente, administran los sujetos siguientes: en la parroquia de
Berducedo, Domingo Fernández, quien paga el común de dicha pa­
rroquia, ochenta reales en cada un año, quedándole de utilidad
cincuenta; en la parroquia de Lago, Francisco Albarez Caraduje,
a quien regulan de utilidad cuarenta reales en cada un año, sin que
pague a dicha parroquia cosa alguna. En la de Santo Millano,,
Mathero Rodríguez de la Graña, quien paga cien reales en cada un
año en beneficio a dicha parroquia y le queda de utilidad otros
ciento. En la de Erías, Francisco Albarez, que paga en beneficio
de dicha parroquia veinte y seis reales en cada un año y le quedan
catorce de utilidad. En Santa Coloma, Benigno García, que paga
en beneficio de dicha parroquia ciento y sesenta y ocho reales, en
cada un año, y le quedan de utilidad cien reales, y en la del Valledor, Bartolomé Bravo, que paga en cada un año cuarenta y dos
reales en beneficio de la parroquia y le quedan de utilidad sesen­
ta reales. Que hay siete estanquilleros de tabaco de por menor que
son: Juan López, vecino de Erías, a quien regulan de utilidad se­
senta y seis reales al año. Juan de la Rúa, de Santo Millano, a quien
regulan de utilidad cien reales en cada un año. Antonio Fernán­
dez, de Santa Coloma, a quien regulan sesenta y cuatro reales en
cada un año. Juan de la Mesa, de Lago, a quien regulan cuarenta
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
217
reales, y en la de Berducedo, Diego Rodríguez, a quien regulan de
utilidad cincuenta y cuatro reales. Todos los cuales se mantienen
de sus grangerías y más por las exenciones que utilidad tienen las
antecedentes administraciones que despachan por medio de sus
personas, de sus mujeres y familia. Que hay en el término de Valli­
nas, parroquia de Santo Millano, una barca sobre el río de Salime
para el tránsito de pasajeros, perteneciente a Joseph y Nicolás Ló­
pez, vecinos del mismo lugar de Vallinas, a quienes regulan de uti­
lidad en cada un año, treinta reales, por no ser el tránsito camino
real, ni trabajar dicha barca sino otro meses al año.
30.a) A la treinta, que hay en el término tres hospitales para
pobres peregrinos, con solo la obligación de darles posada con ca­
ma humilde, sal y lumbre. Uno en esta parroquia, que tiene de ren­
ta diez libras de cera, con su casa de hospital y bienes que lleva
en grangería el hospitalero Antonio Martínez de Larne, con la so­
bre dicha asistencia de pobres, cuyo patronato corresponde al mis­
mo. Otro en el lugar de Lago, cuyo patrono es don Francisco An­
tonio Albarez, y como tal administra sus rentas, que consisten en
diferentes bienes raíces que lleva de su casa y grangería y tiene da­
do en renta como también en los frutos y emolumentos del prés­
tamo de la misma parroquia. O+ro en la misma parroquia y sitio
de Montefurado, cuyo patrono es don Balthasar Cienfuegos y Ca­
so, conde de Peñalva, cuyas rentas consisten en pan y cera de ren­
ta con la propiedad de dicho sitio de Montefurado, y estas rentas
administra Francisco Albarez Caraduje, residente en él. Y porque
no pueden dar individual razón del todo a que ascienden dichas
rentas respectivamente se remiten a las relaciones de sus dueños
V administradores y reconocimiento particular del término de don­
de constan.
31.a) A la treinta y una, que de lo que en ella contiene no hay
cosa alguna en el término.
32.a) A la treinta y dos, que hay en el término dos escribanos
de número que el uno es el presente de Ayuntamiento, y el otro
Raphael Antonio Sol, que también es escribano de Su Magestad, y
regulan sus utilidades, al de Ayuntamiento por todas ellas, cuatro­
cientos reales, y al citado Raphael trescientos, cuyas utilidades no
son distintas de las que se les hayan regulado en la capital de este
concejo y su operación, y que no hay otra cosa alguna de lo que la
pregunta contiene.
33.a) A la treinta y tres, que hay en el término de este departa­
mento un tornero de escudillas de madera que trabaja cuatro me­
ses al año, tres carpinteros que trabajan tres meses al año, que el
218
ANTONIO GARCIA LINARES
uno de dichos carpinteros es Pedro de la Mesa, vecino de esta pa­
rroquia, Gerónimo Pérez, vecino del lugar del Caleyo, en la de San­
ta Coloma, que también ejerce el oficio de cantero, y otro Melchor
de Barzia, de la parroquia de Santo Millano, y dicho torneo es
Francisco González, de la parroquia de Lago. Tres canteros, que
el uno es dicho Gerónimo, que a éste trabaja dos meses al año,
Francisco de las Ameigueriras, de la parroquia del Valledor, que
trabaja seis meses al año, y el otro, Andrés Corral, vecino de la pa­
rroquia de Santo Millano, que trabaja cuatro meses al año. Seis
sastres, que el uno es Simón López, de dicha parroquia de Santo
Millano, que trabaja cuatro meses al año, José de Couso, de la pa­
rroquia del Valledor, que trabaja tres meses al año, Antonio Fer­
nández y Joseph Pico, que éste trabaja un mes al año y el otro
tres; Mathias Fernández, de la parroquia de Berducedo, que tra­
baja tres meses al año y Gerónimo García, de la parroquia de San­
ta Coloma, que trabaja tres meses al año. Que todos los sobredi­
chos artistas ganan por jornal diario tres reales y medio, dos en
dinero y uno y medio en que se regula la comida que les da. Ocho
herreros, que el uno es Francisco Martínez, vecino de la parroquia
de Erías, que trabaja dos meses al año. Otro Bernardo Alvarez, de
la misma parroquia, que trabaja cinco meses al año. Francisco de
Canzio, de la parroquia de Santo Millano, que trabaja ocho meses
al año. Elugio Pérez, de la misma parroquia, que trabaja tres me­
ses al año. Pedro de Alva, de la parroquia de Santa Coloma, que
trabaja dos meses al año. Alvaro Fernández, Juan de la Lastra y
Antonio de Valle, de la parroquia del Valledor, que trabaja tres
meses al año, y a cada uno de éstos regulan su utilidad, trabajan­
do como trabajan en sus casas con instrumentos y carbón a su cos­
ta, cuatro reales y medio en cada un día, y que el motivo de tra­
bajar tan poco tiempo los sobredichos es porque todos viven de sus
granjerias del campo y no tienen ocasión de emplearse en sus ofi­
cios diariamente. Que hay asimismo treinta y un tejedoras de pa­
ños bastos que trabajan al año cinco meses, hecho el cómputo por
todas y cada una, se les regula por día real y medio, el real por ra­
zón de comida y el medio por razón de salario. Que no hay ningu­
na cardadora de oficio porque cada vecino en su casa prepara la
lana de su ganado por medio de las personas de ella.
34.a) A la treinta y cuatro, que no hay en el término cosa al­
guna de lo que ella contiene.
35.a) A la treinta y cinco, que no hay en el término jornalero
alguno con el destino de tal, porque aunque la mayor parte de los
vecinos se ayudan unos a otros en sus granjerias no es por salario,
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
219
sí por recíproca correspondencia, y si ganasen salario sería de dos
reales y medio por día, uno en dinero y uno y medio por razón de
comida. Que hay en el término treinta y un sirvientes, y de éstos
tres en edad de diez a catorce años, once de ésta a la de dieciocho
y trece mayores de ella, cuyo vestido, calzado, salario y alimento
regulan en esta forma. A los menores de catorce años le regulan
de alimento diario tres cuartillos del real de vellón, doce reales de
calzado y veintidós de vestido; a uno mayor de catorce y menor
de diez y ocho, un real por razón de alimento diario, diez y ocho
por razón de calzado y treinta y seis por la de vestido; a uno mayor
de diez y ocho años real y medio por razón de comida, veinte y
cuatro por razón de calzado y cuarenta y cinco por la de vestido.
Que hay asimismo setenta y tres sirvientas, cincuenta y cinco de
ellas mayores de diez y ocho años, siete menores de diez y ocho
años y once de esta edad a la de catorce, cuyo alimento, vestido y
calzado lo regulan en esta forma, la comida de una criada mayor
de diez y ocho años, un real y cuartillo al día, el vestido en cuaren­
ta y cuatro reales y el calzado en veinte. La comida de una sirvien­
te menor de catorce años, en tres cuartillos de vellón al día, el
calzado en diez reales al año y el vestido en diez y seis, y la comida
de una sirviente de edad de catorce años hasta los de diez y ocho,
en un real de vellón al día, el vestido en veinte y dos reales y el
calzado en diez y seis, y que no hacen regulación del salario anual
que ganan unos y otros sirvientes porque el de cada uno es con­
forme con el ajuste que hacen a las personas que sirven, de cuyas
respectivas relaciones resultarán, a que se remiten.
36.a) A la treinta y seis, que en este departamento hay ocho
pobres de solemnidad.
37.a) A la treinta y siete, que en este término no hay cosa algu­
na de lo que ella contiene.
38.a) A la treinta y ocho, que además de los curas párrocos de
las parroquias de este departamento hay diez y nueve clérigos pres­
bíteros y tres de orden sacro, digo cuatro, como también siete de
órdenes menores.
39.a y 40.a) A la treinta y nueve y cuarenta preguntas, que de
lo que contienen no hay cosa alguna en el departamento.
Todo lo cual dijeron ser verdad, y lo que pudieron comprender
según las instrucciones que antes de ahora se les han dado y las
que por mí se les dieron, de los términos granjerias y artefactos,
utilidades y esquilmos de este departamento, según su leal saber y
entender y práctica del país, mediante la que en todo este dicho
concejo tiene y regulan por iguales todos los esquilmos que llevan
ANTONIO GARCIA LINARES
220
dicho en la respuesta diez y ocho, tomados por un regular cómpu­
to, pues aunque de unos a otros lugares hay tal cual diferencia de
productos y valores, es leve y nada perjudicial al común, y lo fir­
maron los que supieron, a excepción de dicho procurador del co­
mún que con motivo grave y conformándose con lo que por los
peritos se hiciesen, se retiró a la precisión con que lo hizo. Fue­
ron testigos a todo lo que va expresado, don Joseph Rodríguez
Valledor, presbítero, don Fernández Rodríguez Valledor, presbíte­
ro, y don Joseph Fernández Valledor, todos de las parroquias de
este departamento, que firmaron. = Antonio Victoria Ladrón de
Guevara. = Alvaro Valledor. = Juan de Villanueva. = Antonio
Garzía Valledor. = Juan Sol Queipo. = Joseph Valledor. = Antonio
Pacho. = Luis Albarez. = Domingo González. = Ambrosio Antonio
de la Rúa. = Joseph Sal Bolames. = Domingo Rodríguez Cuervo
Valledor. = Phelipe de la Mesa. = Fernando Allande Valledor. =
Joseph Antonio Rodríguez Valledor. = Fernando Antonio Valledor.
= Ante mí: Mateo Ignacio Villar Llano. = Saavedra (rubricado).
NOTA
Don Bernardo Diez Paniagua, Contador principal por Su Magestad, de la Intendencia de la Provincia de Palencia, y Comisiona­
do por la Real Junta de Unica Contribución, entre otras cosas pa­
ra el arreglo de las Respuestas Generales al interrogatorio practi­
cado en los pueblos de la comprensión de ésta y Principado de As­
turias, deseando ejecutarlo con la más posible brevedad y menor
dispendio de la Real Hacienda, habiendo reconocido la operazión
del concejo de Allande, incluso en aquel, y hallando algunas de
sus respuestas diminutas y sin la correspondiente claridad y cons­
tar de los Autos, asientas, verificaciones, notas y demás diligencias
las equivalentes noticias, para aclararlas y darlas la inteligencia
necesaria a fin de que se venga en conocimiento de los verdaderos
productos, utilidades, esquilmos y sustancia de dicho concejo y
que conforme a ello se tiren y formen los estados particulares de
él, se pasa a hacer las notas y declaraciones siguientes:
16.a) Oue por cuanto en respuesta a la pregunta diez y seis se
remiten los peritos a las certificaciones que sobre el importe de
diezmos y primicias que en cada parroquia de las que comprende
esta operación se causan, diesen sus respectivos párrocos, se declara
que por ellos consta que los diezmos de las de Berducedo, con ex­
clusión de la mitad de los de los lugares de Corondeño, Castro y
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
221
Grandera, que sin embargo de ser comprendidos en esta contribu­
ción sus vecinos la otra mitad, a la de Santo Millano, ascienden
a cinco eminas de trigo, dos de habas, cincuenta de centeno, seis
de maíz, catorce de mijo, quince de castañas, treinta cuartillos de
manteca, ocho reales de lino, doce libras de lana, ciento y cuatro
reales de naciones (que es de ganados mayores y menores), y siete
reales y medio de enjambres; y las primicias a trece eminas de
mijo. La de la de Valledor a ocho eminas de trigo, ciento sesenta
de centeno, ochenta de mijo, ciento setenta de maíz, diez de habas,
veinte libras de lino, diez y seis cántaras de vino, ciento y veinte
eminas de castañas, ocho enjambres, ocho corderos, otros tantos
cabritos, diez cerdos y cuarenta libras de manteca, y de avenencias
treinta reales, y las primicias ochenta y seis eminas de mijo. Las
de Santo Millano y su hijuela, que todo se hace un cuerpo, a diez
eminas de trigo, tres de escanda, ciento sesenta de centeno, ciento
ochenta de maíz, treinta y nueve de mijo, ocho de habas, treinta y
dos cántaras de vino, doce libras de lino, diez y seis corderos, otros
tantos cabritos, diez y seis libras de lana, treinta y dos de manteca,
seis enjambres y cincuenta y seis eminas de castañas, y las primi­
cias a veintiséis eminas de centeno. Los de la de Lago, (no pudién­
dose expresar con separación los que se adeudan en los lugares que
se citan, en respuesta a la pregunta quince y cuyo importe se divi­
de en distinta forma que los de los restantes de esta parroquia
por no haberla hecho el párroco en su certificación ni el Subdele­
gado en el libro en que se ha puesto la nota correspondiente para
su inteligencia), a dos eminas y media de trigo, tres de habas, vein­
te y cinco de centeno, diez y ocho de mijo, treinta de maíz, veinte
y dos de castañas, diez y ocho cuartillos de manteca, nueve reales
de lino, otros tantos de lana, dos corderos, cuatro cabritos, tres
cerdos y enjambres medio, y las primicias a once eminas de cente­
no y otras tantas de mijo. Y los de la Santa Coloma a ciento y una
eminas y cuarta parte de otra de centeno, ciento y cuarenta y tres
cuartas partes de otra de maíz, ochenta y dos de mijo, dos y dos
cuartas y media de escanda, doce y un copín de trigo, doce y media
y cuarta de habas, catorce de castañas, dos libras de lino, ciento y
veinte y cuatro cuartillos de manteca, sesenta libras de lana, un
real de cerdos, veinte y ocho corderos, otros tantos cabritos, diez
reales y diez maravedís de avenencias y cinco enjambres; y las
primicias a treinta y tres eminas y medio y un copín de centeno y
la misma porción de mijo.
30.a) Mediante remitirse los expresados peritos a las relacio­
nes que presentan los tres administradores de los tres hospitales
222
ANTONIO GARCIA LINARES
que hay en el término de esta operación, en punto a las rentas y
efectos que estos poseen se pasan a declarar por lo que resulta de
aquellas y sus respectivos asientos en esta manera: los correspon­
dientes a el que está sito en la parroquia de Berducedo, importan
por diferentes tierras de labor ciento cuarenta y dos reales y ocho
maravedís de vellón, y ciento y quince de foros, en las que van in­
cluidas el importe de diez libras de cera que se refieren a esta res­
puesta treinta. Las pertenecientes al que se halla en los términos
de Montefurado ochocientos cuarenta y cinco reales y veinticinco
maravedís, de tierras también de labor. Y las que pertenecen al lu­
gar de Lago, cuatrocientos sesenta y uno de prados y tierras, tres
reales de rentas de casas y la parte de diezmos que se cita en la
respuesta quince respecto a la parroquia de este nombre.
León y agosto tres de mil setecientos cincuenta y cuatro.—Ber­
nardo Diez Paniagua.—Francisco de Alvarez (rubricado).
DON PEDRO DIAZ DE OSEJA FUNDADOR DEL COLEGIO
DE SAN JOSE, DE OVIEDO*
POR
EUTIMIO MARTINO, S. J.
4
ARCEDIANO DE VILLAVICIOSA
En la ciudad eterna.
La nueva perspectiva que se le abre a Pedro Díaz en Roma no
es otra que el arcedianato de Villaviciosa. En Roma justamente y
en febrero de 1621, coincidiendo con la estancia de Pedro Díaz en
Roma, fallece Toribio Arenas de Posada, arcediano de Villaviciosa
desde 1604. Esta vez no había que perder tiempo. Es de suponer
que nuestro personaje pusiera en juego aceleradamente sus influen­
cias para con figuras de la curia romana que habrían pasado por
Madrid, entonces la nunciatura más importante de la Cristiandad.
Y por esta vez acertó en el blanco a la primera. El 1 de marzo
de 1621 Gregorio XV, que sucede también por entonces a Paulo V,
firma las bulas de nombramiento para el arcedianato de Villavicio­
sa a favor de Pedro Díaz de Oseja (101).
Hasta el 11 de enero de 1622 no se notifican las bulas al cabildo
de Oviedo. Juntamente se notifica también la provisión de otras
(*) Véase BIDEA, núm. 104, pág. 677.
(101) Archivo de la catedral de Oviedo.
P o se s io n e s ,
t. 3.
224
EUTIMIO MARTINO, S. J.
dos piezas que habían vacado, un canonicato y una ración. Algunos
miembros del cabildo hacen notar que todas tres piezas habían
sido suprimidas por el obispo antes de que hubieran vacado, por
lo que no se debe dar posesión. El cabildo acuerda que el doctoral
dé su opinión sobre las bulas del arcediano de Villaviciosa. El res­
ponde que ha visto las bulas y que vienen en forma, por lo cual
se deben ejecutar, una vez que se cumpla con el requisito de lim­
pieza (102).
Ni sabemos ni podemos conjeturar por qué razón el obispo ha­
bría podido suprimir el arcedianato de Villaviciosa, aunque ve­
remos enseguida que se trataba por entonces de la supresión de
un buen número de prebendas. Resulta extraño el que se suprima
un arcedianato, quedando en pie los demás, cuando entre todos
cubrían la división territorial de la diócesis. Y aun podemos dudar
de que la presunta supresión hubiera sido un hecho consumado
puesto que no se supo más de ella.
A los pocos días eligen, mitad por sorteo, mitad por elección,
al canónigo que había de realizar el obligatorio expediente de ge­
nealogía y limpieza de sangre del arcediano. Resultó elegido el Sr.
Haro (103). Este habrá de trasladarse a la patria del interesado y
de sus padres, a Sajambre y Cabrales, para llevar a cabo la infor­
mación requerida. Lo hará cuando llegue la estación propicia.
Avanzado el mes de junio de 1622 el canónigo Sr. Haro se puso
en camino para las Peñas de Europa. Le acompaña un escribano de
Oviedo, sin duda un notario apostólico, así como también algún
criado, montando todos en sendas muías o caballos. Por Cangas
de Onís pasarían al concejo de Amieva para luego remontar el va­
lle de Angón hasta ganar el puerto de Beza, balcón del norte sobre
Sajambre. Ni pensar en el camino de Los Veyos o desfiladero del
Sella.
Ya en Oseja, pregunta el Sr. Haro a los testigos uno por uno
si conocen a Pedro Díaz de Oseja, a su padre Diego Díaz y su ma­
dre Juana Fernández, a los padres de Diego Díaz y de Juana Fer­
nández; si les consta que todos ellos y demás ascendientes son y
fueron cristianos viejos, de limpia sangre, sin mácula de judíos,
moros, herejes, etc. Desde luego; no hay aquí peligro de moros ni
judíos (104). Tampoco lo habrá en Bulnes, adonde ahora se dirigen
(102) Archivo de la catedral de Oviedo. A c u e r d o s , t. 22, fol. 267v.
(103) A c u e r d o s , t. 22, fol. 268.
(104) No podemos determinar si aú'n vivía la madre del arcediano. Vivía
en 1620, como hemos visto. No parece que viviera en 1624, cuando su hijo se
DON PEDRO DIAZ DE OSEJA FUNDADOR DEL COLEGIO DE SAN JOSE
225
desandando el camino por Beza y torciendo por Onís hacia Cabrales.
Para fines de junio están de vuelta en Oviedo. El día 28 el li­
cenciado Haro presenta al cabildo la información del licenciado
Oseja, arcediano de Villaviciosa pero se reúnen de nuevo el día
30 para conocerla. Dice así el acta: «Se juntaron sus mercedes a
ver la información de limpieza del licenciado Oseja, arcediano de
Villaviciosa, residente en Roma, que hizo el Sr. Licenciado Haro
y la entregó en forma que se abrió y leyó y, vista y entendida, sus
mercedes, con el juram ento del informante se votó y aprobó nemine discrepante, y se le mandó dar posesión. Se cometió a los se­
ñores arcediano de Tineo, Sr. Mier, y lie. Madrid, Romero, los cua­
les en virtud y comisión llevaron al lie. Solís, arcediano de Gordón,
con poder y en nombre del lie. Pedro Díaz de Oseja al coro de esta
St.a Iglesia y le sentaron en la última silla traviesa de las Dignida­
des a la parte de la epístola, y allí puesto dijeron en cumplimiento
de su gracia y comisión del cabildo le daban y ponían en la pose­
sión del arcedianato de Villaviciosa y ración aneja, la que vacó en
esta St.a Iglesia por el licenciado Toribio de Arenas, y de allí le
llevaron al cabildo, donde le sentaron en la misma forma, y con
la misma ceremonia le dieron la dicha posesión, y él en nombre de
su parte se dio por puesto y apoderado en ella a su voluntad y lo
pidió por testimonio...» (105).
Entretanto don Pedro se hallaba en Roma, como recordamos,
por lo menos desde la primavera de 1620. Allá permanece hasta el
verano de 1624, es decir, dos años más después de la toma de po­
sesión que acabamos de presenciar. El cabildo de Oviedo le ha co­
misionado para la gestión de varios negocios en Roma, entre otros
la supresión de prebendas (106), pero él se dedica también a sus
asuntos personales. Deducimos que tuvo que ser en estos cuatro
largos años romanos cuando se graduó de doctor, título que osten­
tará en adelante, sin duda doctor en cánones.
Por fin, el 4 de setiembre de 1624, se incorpora personalmente
al cabildo de la catedral de Oviedo haciendo la profesión de fe y
el juram ento de guardar los estatutos y de seguir loables costum­
instala en Oviedo, pues hubiéramos tenido alguna noticia de ella, siquiera de
su muerte. Tal vez murió entre 1620 y 1624. Ello puede tener alguna relación,
al menos conjetural, con la leyenda del arcediano.
(105) A c u e r d o s , t. 22, fol. 279v.
(106) En 1622 recibe comisiones del cabildo en Roma, A c u e r d o s , t. 22,
fols. 282, 286, 287. En 1623 consigue la supresión de veintiséis prebendas.
A c u e r d o s , t. 22, fols. 294, 296, 309.
226
EUTIMIO MARTINO, S. J.
bres (107). Cuenta 41 años de edad y le restan justamente otros
41 de vida. Vuelve así al Oviedo de su infancia y juventud tras una
larga ausencia de veinte años, tormentosa en buena parte, y se aco­
ge definitivamente al puerto seguro de la catedral. Media vida le
ha costado situarse pero lo ha conseguido. Vuelve al Oviedo cono­
cido pero qué distintamente de cuando llegó la vez primera. Ya no
es el niño de 1595 de incierto rumbo y vacilantes pasos; es el hom­
bre seguro de sí, dueño de los medios que le han de permitir dar
forma de realidad a sus aspiraciones íntimas, quizás a una que
otra de sus ilusiones de niño.
El arcediano.
En la Iglesia universal el arcediano, «archidiácono» o jefe de
los diáconos, existe en muchas diócesis a partir del siglo IV. Pos­
teriormente se va configurando como el «otro yo» del obispo en el
gobierno de los clérigos y la administración de los negocios tempo­
rales.
Durante muchos siglos aparece como la primera dignidad en
los cabildos catedralicios. «Presidía el cabildo, era vicario nato del
obispo, juez o provisor, ... administrador de los bienes y visitador
de la diócesis, con jurisdicción en el fuero externo. De ahí que tu­
viera potestad sobre los arciprestes rurales, párrocos y demás pres­
bíteros; convocaba sínodo diocesano, unía y desmembraba bene­
ficios, imponía censuras. Esta potestad, que, en un principio era
delegada, se interpretó más tarde como ordinaria, estable y perpe­
tua, llegando a emanciparse del obispo. Los obispos, aleccionados
por la experiencia, nombraron vicarios y provisores amovibles, de­
cayendo paulatinamente la autoridad de los arcedianos. El Cabilcilio de Trento, ante los abusos de autoridad en que cayeron mu­
chos arcedianos, secundó estas tendencias restrictivas de los obis­
pos, y limitó la jurisdicción de aquéllos, creando en su lugar la fi­
gura del vicario general, con lo que el papel del arcediano quedó
reducido a mera dignidad» (108).
En la diócesis de Oviedo la práctica de dividir la diócesis en
varias demarcaciones con un arcediano al frente, que data en la
Iglesia del siglo XI, se debió de introducir a fines del mismo siglo
de
(107) A c u e r d o s , t. 22, fol. 328v.
(108) Q . A ld ea , T. M a r ín , J. V iv e s , D ic c io n a r io
E s p a ñ a , t. II, “Dignidades eclesiásticas”.
d e H is to r ia E c l e s i á s t ic a
DON PEDRO DIAZ DE OSEJA FUNDADOR DEL COLEGIO DE SAN JOSE
2 27
y en el siguiente. Comenzando por el arcedianato de Benavente,
parece que se organizan entonces los demás arcedianatos: Ribadeo,
Tineo, Villaviciosa, Grado, Gordón y Babia. Al aparecer el deán co­
mo cargo capitular —en España en el siglo XIV—, el arcedianato
de la zona de Oviedo fue gobernado por éste, por lo que se le llamó
«deanazgo» de Oviedo (109).
El arcedianato de Villaviciosa comprendía los arciprestazgos si­
guientes: Villaviciosa, Nava y Cabranes, Colunga, Ribadesella, Can­
gas de Onís, Piloña y Parres, Ponga y Amieva, Cabrales, Llanes, Ribadedeva y Peñamellera (110). El total de parroquias era de unas
150. Como se ve, abarcaba toda Asturias desde la zona central de
Oviedo hacia el oriente con puertos tan importantes como Villavi­
ciosa, Ribadesella y Llanes.
Desde el principio vemos destacar a don Pedro Díaz de Oseja,
al nuevo arcediano de Villaviciosa, por su actuación en favor de
los derechos de la dignidad arcedianal, aspecto revelador de una
faceta de su personalidad. Siendo recién llegado, pasa inmediata­
mente a figurar a la cabeza del poderoso grupo de los arcedianos
en una contienda que ha de durar doce años, hasta la concordia
de 1636.
Ya los Estatutos de don Diego Aponte de Quiñones, de 1587, alu­
den al pleito existente entre la dignidad episcopal y los arcedianos
(111). Este pleito afecta en particular a la visita del arcedianato,
función primordial del arcediano desde antiguo, pero que ha sido
esencialmente restringida por Trento en favor de los obispos y en
merma de los derechos de los arcedianos. Pero la cuestión se agu­
diza inevitablemente cuando se produce la situación de sede va­
cante. Entonces el cabildo se siente sucesor en la jurisdicción or­
dinaria plena y elige sus visitadores para la diócesis mientras que
por otra parte los arcedianos pretenden que les corresponde a ellos
por derecho propio y desde antiguo el visitar —al menos enton­
ces— los propios arcedianatos.
Se enfrentan, por consiguiente, los arcedianos con el cabildo y
el obispo. Y nuestro arcediano de Villaviciosa figura en cabeza y
llevando la voz cantante de los arcedianos.
Así, en la sede vacante de 1627, no acepta el nombramiento de
visitador de la diócesis en nombre del cabildo, pensando que le
(109) G r a n E n c ic lo p e d ia A s t u r ia n a , “Arcedianato”.
110) T o m a s G o n z á l e z , C e n so d e p o b la c ió n d e l a s P r o v in c ia s y P a r t id o s
d e la o r o n a d e C a s t i lla e n e l s ig lo X V I , Madrid, 1829, p. 288-290.
(111)
A. M a r a ñ o n y E s p in o s a , E s t a t u t o s de d on D ie g o A p o n te d e Q u iñ o ­
n e s , Oviedo, 1587, f. 6.
EUTIMIO MARTINO, S. J.
228
compete por derecho propio la visita de su arcedianato (112). En­
seguida se marcha a Madrid a gestionar la defensa de la dignidad
arcedianal, sin duda comisionado por los arcedianos. Allá perma­
nece más de un año, desde enero de 1628 a marzo de 1629, aunque
despachando a la vez los negocios del cabildo (113).
Apenas vuelto a Oviedo, el obispo le hace prender porque se
le opone al intimarle unos autos de la Sacra Rota según los cua­
les, en sede vacante, no son los arcedianos sino el cabildo el que
sucede al obispo en la jurisdicción ordinaria. Poco duró la prisión
pues el cabildo protesta al obispo de que le ha prendido sin valer­
se de los jueces adjuntos, un privilegio propio de los capitulares,
aunque también a su vez fuente de controversias (114).
La contienda despierta otra vez en la próxima sede vacante. Los
arcedianos esgrimen autos de manutención a su favor dados por
la Sacra Rota mientras el cabildo gestiona ante los tribunales y
se dispone a enviar sus visitadores de la diócesis. Pero los arce­
dianos consiguen del nuncio que prohiba los visitadores del cabil­
do en la sede vacante del año 1632 (115).
El cabildo encarga especialmente a uno de los provisores en
sede vacante, al abad de Teverga, que ejercite la jurisdicción ordi­
naria y la defienda contra las pretensiones de los arcedianos de
ejercer absoluta y privativamente la jurisdicción ordinaria en la
visita del obispado (116). El cabildo intenta enviar sus visitadores,
a pesar de la inhibición dada por el nuncio, pero entonces el arce­
diano de Villaviciosa y el de Gordón «inquietaron» al cabildo, di­
cen las actas, por lo que fueron multados con el descuento de ocho
días de prebenda (117). En otra sesión del cabildo, presidida pre­
cisamente por don Pedro, el secretario requiere al arcediano de
Villaviciosa y al de Gordón que hagan públicos los mandatos que
dicen tener del nuncio acerca del pleito de los arcedianos (118).
En noviembre de 1632 el cabildo acude a la ciudad de Oviedo
en demanda de apoyo frente al agravio de los arcedianos, que quie­
ren despojarle de la jurisdicción ordinaria en sede vacante, así co­
mo al obispo electo. El nuncio por su parte revoca su prohibición
de visitadores del cabildo. Y el arcediano de Ribadeo, enviado a vi­
112)
113)
114)
115)
116)
117)
118)
A cu erd o s,
A cu erd o s,
A cu erd o s,
A cu erd o s,
A cu erd o s,
A cu erd o s,
A cu erd o s,
t.
t.
t.
t.
t.
t.
t.
23, fols. 415-415v.
23, 423v., 452v., 458, 481v.
23, fols. 458-459.
23, fols. 644-645, 646v.-647.
23, fols. 656-656v.
23, fol. 665v.
23, fol. 667.
DON PEDRO DIAZ DE OSEJA FUNDADOR DEL COLEGIO DE SAN JOSE
229
sitar por el cabildo, hace constar que lo hace conforme al derecho
del cabildo (119).
El año 1634, un nuevo episodio. Se prepara un plan de concor­
dia consistente en que los arcedianos habían de recibir una com­
pensación económica a cambio de que renunciasen a la jurisdic­
ción de la visita pero el plan fracasa por la oposición general del
cabildo (120).
Asimismo el año 1635 volverá el enfrentamiento. El provisor
denuncia que, sin estar especificado el auto de la Sacra Rota de
manutención de los arcedianos, ellos proceden en actos de jurisdic­
ción que no les corresponden, con perjuicio de la jurisdicción or­
dinaria. Advierte que tiene orden del obispo para proceder contra
algunos de ellos y que, en caso de prenderlos, lo hará sin jueces
adjuntos, ya que los arcedianos no son capitulares en cuanto ar­
cedianos. Pero el arcediano de Villaviciosa y el de Gordón defien­
den ante el cabildo el derecho de los arcedianos al privilegio de
jueces adjuntos, derecho que fue reconocido por el cabildo (121).
Por fin, el 23 de setiembre de 1636 fue aprobada por el cabildo
de Oviedo la concordia elaborada entre los arcedianos y el obispo
( 122).
Aparte de sus actividades como arcediano, especialmente del
gobierno, administración y visita de su arcedianazgo de Villavicio­
sa, debemos contar con su actuación como capitular, o miembro
del cabildo, por más de cuarenta años; desde que se incorpora a
él en 1624 hasta su muerte, ocurrida el 18 de febrero de 1665, a los
82 años de edad, según nuestros cálculos acerca del año de su na­
cimiento. Desde 1654 le asiste como arcediano coadjutor con de­
recho a sucesión su sobrino segundo don Diego de la Caneja. Un
sobrino carnal del mismo nombre le acompaña como capitular
desde 1635. Las actividades del cabildo no podían ser más varia­
das: gobierno, administración, acciones judiciales, cargos capitu­
lares, culto, relaciones públicas, asuntos de la vida rdinaria. Las
cuestiones que se planteaban en cualquiera de esos órdenes eran
encomendadas a una comisión de capitulares elegida por el cabil­
do. En relación con los negocios más arduos vemos figurar cons­
tantemente al doctor Oseja, una de las personalidades más marca­
das de aquel cabildo numeroso. Los cargos principales que desem­
(119)
(120)
(121)
(122)
A cu erd o s,
A cu erd o s,
A cu erd o s,
A cu erd o s,
t. 23, fols. 670, 671v.-672.
t. 24, fols. 74v.-75.
t. 24, fols. 137v.-139.
t. 24, fol. 250.
230
EUTIMIO MARTINO, S. J.
peñó fueron los de vicario del deán, juez y contador mayor, a los
que hay que añadir las frecuentes misiones que recibió como pro­
curador o representante de lcabildo (123).
Pero lo más grande del doctor Ose ja era lo que guardaba en su
corazón y que deja traslucir, sólo traslucir, en sus fundaciones. De
ellas nos ocuparemos en un próximo trabajo.
(123)
A cu erd o s,
ts. 22-27.
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
POR
JOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
LA VOCACION
No es nada infrecuente en las personas, cuando se marcha ya por
la mitad del camino de la vida, al hacer recuento de los hechos pa­
sados, al verse mordido por un amargo convencimiento de frustra­
ción. O se ha emprendido, desde el comienzo, un camino equivoca­
do, o habiendo seguido el conveniente, se topó con circunstancias
subjetivas u objetivas adversas que malbarataron todo afán de pro­
greso.
El capitán de navio Fernando Villaamil tenía, desde luego, una
auténtica vocación de marino, concretamente de marino de guerra,
y la remató con su sacrificio heroico en el combate naval de San­
tiago de Cuba. Sin embargo, no era sólo el heroísmo lo que su des­
tino humano pedía. Quiso ser, además, creador y organizador, y en
este anhelo de pura esencia intelectual, halló barrera infranquea­
ble en un prejuicio político-administrativo del medio en que se
desenvolvió profesionalmente, imponiéndole un compás de espera
que se mantuvo, casi invariable, en la segunda mitad del siglo XIX.
Su trabajó, sus trabajos, fueron múltiples. Su historial es co­
pioso en servicios estimables, en proyectos útiles, en realizaciones
felices, en atractivas sugerencias y en críticas constructivas. Con
todo no es sino parte de lo que pudo ser. Era uno de los hombres
indicados para revolucionar la Marina de Guerra en sus básicas
232
ÍOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
estructuras. No llegó a tiempo para que el derrumbamiento acae­
cido en el 1898 se evitase o, si la caída era inevitable, tuviera un
talante más gallardo. El escalafón fue para él un tremendo freno.
Sus mandos, aunque honrosos, fueron subalternos o, mejor dicho,
subordinados. Para alcanzar el supremo servicio, el que capacita
para organizar y mandar desde la altura ,había que ser contralmi­
rante por lo menos. Y no llegó a este empleo.
Esto se comprende si recorremos las vicisitudes de su carrera.
Se hallan tan próximas a nosotros en el tiempo que están con da­
tos precisos en la memoria de muchos. Fueron recogidas, además,
en una biografía (1).
Nace en Serantes el 12 de noviembre de 1845, aldea pertenecien­
te al municipio de Castropol. Por cierto que el historial que guar­
da el Ministerio de Marina (hoy Cuartel General de la Armada) al
indicar el nacimiento dice que Villaamil nació en San Andrés (Ovie­
do) sin ninguna mención de Serantes ni de Castropol, si bien la
designación completa de Serantes es San Andrés de Serantes. Per­
tenece a una familia hidalga. Su padre es Fermín Villaamil, un ar­
doroso liberal, muy típico del siglo XIX; su madre es Rosario Fer­
nández Cueto, ovetense, también de sangre aristocrática. Poseen
cierta holgura económica sin llegar a ricos. Ella fue madre ejem­
plar; el marido, un trotamundos perdedor del tiempo en aventuras
revolucionarias.
Las circunstancias de la niñez de Fernando le predestinaron pa­
ra la vida de mar. No vió otra cosa tras los cristales de su casona
en el barrio de Villamil de Serantes. A su cuarto de estudio de niño
llegaban tenaces y agresivos el rumor y el olor de la playa, a poca
distancia. Además, en Ribadeo, había una Escuela de Náutica y al
muchacho le gustaban las matemáticas, para las que tenía especial
facilidad.
A los 16 años obtuvo plaza en el Colegio Naval Militar de San
Fernando. Ingresó como aspirante el 12 de julio de 1861, luego hi­
zo con normalidad los estudios teóricos y las prácticas reglamen­
tarias.
En verdad estas prácticas fueron muy cumplidas. Desde el 23
de junio de 1862 al 11 de mayo de 1867 formó parte sucesivamen­
te de la dotación de 15 buques hasta que asciende a Alférez de na­
vio en 1867. Por cierto que coincide su entrada con responsabilidad
en el servicio ya como oficial, con los preparativos que otros están
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
233
haciendo para la Revolución de Septiembre, en la que la Marina
fue protagonista. A él no le roza. No intervino en ella. Tampoco
su padre, que se hallaba en Filipinas deportado por el partido mo­
derado en el Poder. El hijo, entonces vigilaba con mano dura las
costas y canales de aquel archipiélago. Cuando regresa de su cam­
paña lejana trae ya la aureola de marino práctico con don de man­
do. Su perfil de estudioso fue haciéndose después.
Son datos significativos de su trayectoria profesional que en el
año 1874, cuando es teniente de navio de 2.a (hoy teniente de navio,
o sea, capitán) es nombrado profesor de la Escuela Naval en la fra­
gata «Asturias», que en 1875 es vocal de la Junta de exámenes para
ingreso en el Cuerpo, se repite la designación en el año siguiente
y en el 1877, después de haber pasado una temporada en Cuba, vol­
vió a ser nombrado profesor de la Escuela (2).
Entre los marinos de guerra se daban dos tipos distintos: el en­
tregado de lleno a la práctica profesional, duro de temple, dinámi­
co, enérgico, pragmático; y el intelectual, amante del libro, de la
especialización científica. La primera fama de Villaamil, en un prin­
cipio fue del orden primero; pronto se vió que era síntesis afortu­
nada de las dos tendencias.
En los años por mares lejanos no se limitó sólo a navegar y
mandar sino también a estudiar, y por ello, fue seleccionado para
la labor docente del Colegio Naval, en donde realizó labor intere­
sante y elogiada.
Por entonces fue cuando contrajo matrimonio con la hija de
Mariano Cancio. Era éste un personaje de segundo orden en la po­
lítica de la época, que fue intendente de la Isla de Cuba y estuvo
muy relacionado con los altos jefes de Marina. Bien es cierto que
Fernando Villaamil, por los méritos propios, no necesitó que na­
die le recomendase a sus superiores, pero un buen padrino nunca
estorba en los propósitos del adelantamiento.
LA MARINA QUE ENCONTRO
Mala época era, sin embargo, en la Marina, para pensar en pro­
gresos. Epoca de desesperanzas y decadencia la que halló Alfonso
XII cuando comenzó a reinar.
El gran dilapidador de lo que restaba de la Marina del XVIII,
obra de Patiño, Campillo y Ensenada, fue Fernando VII. La histo­
ria liberal trazó los perfiles de este rey con caracteres siniestros.
234
JOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
Sólo modernamente se le empiezan a reconocer algunas virtudes
privadas.
Lo que continúa cierto, es que no amó a la Marina. A él se le
atribuye la frase socarrona y despectiva:
—Quiero poca Marina y mal pagada.
El exterminio, la destrucción de barcos y paralización de arse­
nales coresponde a su reino. No fue la derrota de Trafalgar la prin­
cipal causa, como se dijo. En este adverso combate se perdieron
pocos buques, relativamente. De los 223 barcos que había se perdie­
ron sólo diez, y hasta esta pérdida fue compensada en parte por
unas presas posteriores que se hicieron (3). La desaparición de na­
da menos de la mitad de los buques existentes se produjo después.
De los 70 grandes buques con que contaba aún España al estallar
la guerra de la Independencia no quedaban en 1814 más que 43 de
los que 18 eran navios y en malísimo estado.
Consta documentalmente que desde 1790 hasta mediados del
siglo XIX se habían perdido en nuestros arsenales por falta de ca­
rena 48 navios y 39 fragatas y en 1850 ya no quedaba de aquel su­
puesto lujo más que 1 navio y 6 fragatas (4).
Hubo entonces miseria de barcos y esta miseria incluso reper­
cutió en los hogares de los propios marinos. El almirante Pavía
contó casos trágicos de jefes y oficiales que tenían que andar des­
calzos por no tener botas que ponerse y que morían de hambre
sobre el suelo de sus casas, sin camas en donde entregar su alma
a Dios (5).
De ministros inoperantes en este largo período hubo una larga
lista. La verdad es que nada pudieron hacer por falta de Tesorería.
Basta decir que en el año 1836 hubo seis ministros de Marina, 5 en
1839, 4 en 1840 y 1843, 6 en 1847... Pasaban como rayos de sol (6).
Hubo, sin embargo, en el trayecto del siglo, uno que dejó huella
perdurable. No era militar ni marino. Era, quizás, antes que nada,
poeta: Mariano Roca de Togores, marqués de Molins (7). Al fren­
te del Ramo organizó las fuerzas navales y construyó en los arse­
nales de Cádiz y El Ferrol algunos buques de hélice. Fue varias ve­
ces ministro de Marina. Gracias a la reviviscencia que promovió
en el 1865 poseía España la fragata «Numancia» y estaban en cons­
trucción otros cinco buques blindados de parecida clase, había ade­
más doce fragatas de hélice (de madera), tres vapores de rueda de
primera clase, quince de segunda, treinta y seis de tercera, tres ve­
leros antiguos ,nueve transportes de vapor, siete de vela, dieciocho
cañoneros de hélice, ocho buques de depósito, buques-escuela y
planeros para comisiones hidrográficas.
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
235
Es impresionante el número de unidades. Su calidad no corres­
pondía al número. De todos modos representó un progreso, un
auge. Lo lamentable fue que este moderado resurgir luego se malo­
gró en movimientos revolucionarios como el alzamiento de Cádiz,
la insurrección cantonal y en exhibición de fuerzas, de obscura ex­
plicación, como la Revolución del 68. A pesar de ser Topete en ella
una figura principal, no trajo consigna alguna para el progreso de
la Marina. Tampoco Amadeo ni la primera República en sus esca­
sos meses de vida, su exhausto tesoro y su masa indisciplinada.
En ese, siempre en aumento, envejecer de buques y arsenales
llega la Restauración.
Cuando Villaamil es promovido a teniente de navio de 1.a (hoy
equivalente a Capitán de Corbeta), en el año 1882, ya es un recuer­
do la relativa pujanza de lo que se llamó marina de Méndez Núñez,
en la que el joven jefe pudiera hacerse ilusiones. El se halla en ple­
nitud, pero ella ha vuelto a plegar sus alas. Ha disminuido conside^
rablemente el número de buques y muchos de los que se conservan
están amenazados de desguace. Pero el nuevo jefe no quiere aban­
donarse a la rutina ni al desaliento. Llega pertrechado de la infor­
mación profesional necesaria. Conocía los elementos existentes y
lo que aún podían dar de sí. Había observado de cerca el problema
de Ultramar en sus conexiones con la Marina. Como adm inistrati­
vo del Ministerio se percató sin duda de que no se estaba actuando
en consonancia con la precisión necesaria. Tuvo la evidencia que
para conservar las colonias ultramarinas era necesaria una Arma­
da poderosa y, consecuentemente, con este objetivo, cuál era su
responsabilidad como individuo del Cuerpo en cuyo escalafón fi­
guraba.
REPRESENTANTE DEL CUERPO GENERAL
La Marina de Guerra, vista desde fuera ,parece un todo en el
que no es aparente su interna complejidad. No obstante es enorme­
mente complicada, con predominio de lo técnico sobre lo adminis­
trativo. Sus servicios son cumplidos por numerosas Corporaciones
(que no siempre se desenvuelven con la autonomía que desean) de
las que hay una que ejerce el supremo mando, el Cuerpo General
de la Armada, y al que correspondió durante la época en que se
mueve nuestra atención, la responsabilidad política.
No siempre fue así, a través de la Historia. En el siglo XVIII
en Jas etapas
fe
Patjño y Ensenada, el marino navegante estuvo su­
236
JOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
peditado al administrador naval. Al final de aquel siglo la técnica
había vencido a la administración. El barco y la guerra naval exi­
gieron una continua especialización y en este nuevo aspecto corres­
ponde el papel principal al Cuerpo General de la Armada.
Fernando Villaamil estuvo imbuido del espíritu del Cuerpo a
que perteneció. Lo estuvo siempre. Hay un hecho en su vida que
parece trivial y no obstante, es significativo. En 1895 «Clarín» pu­
blicó un artículo injurioso —presuntamente— para la Marina, re­
pitiendo con ello el gesto de otro ilustre asturiano, Campoamor,
que, por motivo parecido, se batió con Topete años antes (8). El
Cuerpo General, lastimado en su honor, mandó a Villaamil a Ovie­
do (acompañado del alférez de navio Armada) en su representación,
a pedir explicaciones a «Clarín» y, en su caso, a batirse con él. To­
do quedó en explicaciones satisfactorias (9). Pues bien, el Cuerpo
General de la Armada no hubiera elegido a Villaamil su represen­
tante si no le considerase inmerso en su espíritu corporativo, más
fuerte que la admiración y devoción que, como asturiano, tendría
por «Clarín».
Su nombramiento de oficial del Ministerio y su destino en el
mismo fue el estimulante que avivó su espíritu creador y organiza­
dor; es cuando mejor comprendió que era su deber dar ideas, pro­
yectar.
SU FACETA PERIODISTICA
Ocasionalmente actuó de periodista, de escritor. Vocación autén­
tica de esto no la tuvo. Limitóse a expresar ideas con la claridad de
exposición suficiente para hacerse entender. Utilizó el periódico
como vía necesaria para exponer sus planes y criticar los de los
demás. Llama por cierto la atención que, dada su carrera y la ín­
dole de sus conocimientos, no haya utilizado la «Revista General
de Marina» para la publicación de sus trabajos. Es esta revista ca­
si centenaria. Ha sido siempre muy útil tanto para el profesional
de la mar como para el simple aficionado. En el siglo XIX tuvo
épocas muy interesantes con las frecuentes colaboraciones de Víc­
tor María Concas, del Marqués de Pilares, de los marinos intelec­
tuales de las últimas décadas de aquel siglo (10).
Sin olvidar alguna de sus colaboraciones en la prensa asturiana,
donde, al parecer, realizó una verdadera campaña periodística fue
a través de un periódico político madrileño, de inspiración castelariana; «El Globo», ¿Son realmente de Villaamil los artículos que
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
¿37
inserta dicho periódico sobre temas navales? Francisco Camba lo
afirma (11) y es de suponer que para esto habrá tenido a la vista
algún elemento de juicio obtenido en el archivo familiar de Villaamil. Pero la verdad es que dichos artículos están sin firmar.
Corresponden, sí, con el estilo de otros escritos del marino. Contie­
nen grandes dosis de crítica agresiva, aunque también, a ratos,
constructiva. El objeto principal de sus ataques es el que en aquel
momento histórico regenta la Marina (1882): el almirante Pavía,
que fue buen historiador y, según el articulista, mal adm inistrador
de los intereses marítimos. Los artículos fueron publicados en di­
versas fechas, 9-82; 14-4-82; 26-4-82; 22-4-82; 2-9-82; 9-6-82; 8-8-82;
29-12-82; 11-7-82 y 8-1-83 (12). Dicen cosas contundentes, algunas
premonitorias. Es posible que se publicasen sin firma porque hay
frases en ellos que caerían bajo las mallas del Código Penal de la
Armada. Uno, con el título «El que asó a la manteca», afirma sin ambajes «que cuanto se viene haciendo en el Departamento de Mari­
na sólo puede conducir a la ruina completa y absoluta de nuestro
poder naval y a la pérdida de nuestras posesiones ultramarinas;
que nuestra fuerza naval es pura apariencia «que huele a podrido».
Parodiando la conocida frase atribuida a Méndez Núñez dice «que
la Marina no tiene barcos ni honra, que los millones se gastan en
remendar trastos viejos y en sostener batallones de infantería in­
necesaria y en mantener unos arsenales que son verdaderas casas
de beneficencia y que cuando llegue un momento de apuro, cuando
sobrevenga el conflicto que es seguro, pediremos a nuestros m ari­
nos que renueven las hazañas de Santa Cruz y Roger de Lauria».
En verdad estas apreciaciones no se cohonestran con su con­
ducta cuando fue a pedir explicaciones a «Clarín».
Poco después el almirante Pavía dejó de ser ministro, el articu­
lista espacia su colaboración y, finalmente, enmudece. Sustituye a
Pavía el almirante Rodríguez Arias (13) que goza de la confianza
del equipo de intelectuales del Ministro, entre los que figura Villaamil.
Pero también Rodríguez Arias fue muy combatido ,no por Villaamil, sino por los diputados y la prensa en general. Uno de los
que más acertadamente le combatieron fue un diputado asturiano,
Celleruelo, quien pronunció en las Cortes un discurso con mucho
alarde de conocimientos de administración naval, demasiados pa­
ra un hombre civil, tanto que era de sospechar no ser de cosecha
propia y sí inspirada.
238
JOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
EL DESTRUCTOR
El mejor momento para Villaamil, para su proclividad orga­
nizadora, fue cuando estuvo entre los colaboradores del almirante
Juan Bautista Antequera.
Este Almirante, que tuvo gran resonancia por su periplo en la
«Numancia» cuando sucedió a Méndez Núñez en el mando, adqui­
rió después renovada fama en su gestión como Ministro de Mari­
na. Lo fue primero en el año 1876 y en los dieciocho meses que de­
sempeñó la cartera dio ya claras muestras de valía; pero en la se­
gunda etapa (1884-5) es cuando más claramente reveló su potencia
de iniciativa. Elaboró un verdadero plan de escuadra. De haberse
llevado a efecto, la que fue a Cuba bajo el mando de Cervera sería
muy distinta. El plan sólo fue aprobado parcialmente, con gran
disgusto de Antequera, al que, además, se le calumnió considerán­
dole interesado en ganancias compartidas con la industria naval
extranjera. Lo que era solemne mentira. En sus últimos años pasó
desánimos y tristezas (14).
Dentro del equipo de colaboradores de Antequera y Rodríguez
Arias se reflejaban dos tendencias frente a las necesidades de cons­
trucción naval; unos se inclinaban a la preponderancia de las gran­
des unidades; otros por las fuerzas sutiles. Villaamil insertaba su
pensamiento en el segundo grupo y a él aportó la idea del «Des­
tructor». No niega las excelencias del torpedero, pero cree más
aconsejable que con los mismos medios defensivos del torpedero
se logre un tipo de buque menor que tenga mayor velocidad, más
radio de acción y le supera en condiciones militares y marineras;
buque también explorador. El 12-10-85 el ministro Pezuela —tam­
bién almirante— acoge el proyecto favorablemente y comisiona al
autor a Inglaterra (15). El barco fue construido por la Casa Thom­
son bajo la inspección de Villaamil. Formalizado el contrato de
construcción se le nombró comandante del nuevo buque y como
este destino era incompatible con el que tenía de oficial segundo
del Ministerio, cesó en el último.
Luego cambia el Gobierno y con ello la actitud del Departamento
respecto al «Destructor». Son los tiempos agitados y dramáticos
del submarino «Peral», durante los cuales las discrepancias en el
ambiente de la Marina de Guerra fueron enormes. Se dio orden a
la Casa Thomson de suspender los trabajos del «Destructor». Pron­
to otro cambio de Gobierno dio la orden contraria. Al fin se ter­
minó la construcción con pruebas satisfactorias y con ello la fama
del inventor. Es de advertir que, incluso los ingenieron ejecutores
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
2 39
de la Casa Thomson, dudaban de llegar a feliz término en su labor.
Entonces no había ningún buque de la armada inglesa que le
igualase en velocidad. Cuando arribó a España tuvo su comandante
el honor de ser invitado por la Reina María Cristina a saludarla.
La Reina Regente expresó siempre su simpatía al marino asturiano.
Es curioso considerar que siendo sincrónicos los afanes de Isaac
Peral y Villaamil —transcurren en la misma década del siglo— y
habiendo provocado los del primero apasionada polémica, no se
menciona en medio del embrollo la opinión de Villaamil que, segu­
ramente la tuvo y es de adivinar, dada su tendencia, en favor del
incremento de las fuerzas sutiles (16).
El complicado problema administrativo del submarino arranca
de una carta que Peral ,en 1885, dirige al Almirante Pezuela.
En el 1889 fue el submarino terminado y empiezan las pruebas.
Pues bien, en el año 1884 Villaamil formaba parte de la plantilla
del Ministerio; en 1888 (octubre) se le reclama a Madrid para re­
cibir órdenes; en 1888 es comandante del «Destructor»; en 10 de
julio de 1889 asciende a capitán de fragata; en 26 de octubre de
1889 vuelve destinado a Madrid; en 15 de octubre de 1889 se le
nombra segundo comandante del crucero «Reina Regente», rele­
vándole del mando del «Destructor»; en 2 de julio de 1890 pasa a
comandante de la fragata «Almansa»; y en 17 de octubre del mismo
año se dispone su desembarco y retorno a la Corte (17).
No cabe duda que durante todo este tiempo permaneció en la
zona viva del servicio y sorprende su actitud silenciosa.
VIAJE EN LA «NAUTILUS»
El episodio de su vida que más popularidad le dio fue su viaje
de circunavegación en la «Nautilus». Le designó para ello el minis­
tro Beranger, figura político-naval muy discutida que surgió de la
revolución de septiembre ,se afincó mucho entre los dirigentes de
los partidos y con quien se contaba siempre para la cartera de Ma­
rina, la cual desempeñó varias veces. Su recuerdo, no obstante, lo
empaña, de modo principal, su oposición, que algunos calificaron
de manía persecutoria, al inventor del submarino.
El viaje de la «Nautilus» fue estudiado previamente por una
comisión y tenía por objeto la enseñanza práctica de los jóvenes
marinos en navegación de larga travesía por distintos mares y la­
titudes (18).
240
JOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
La corbeta «Nautilus», en función de escuela de Guardia Mari­
nas, era un barco que cuando se compró mereció palabras despecti­
vas del propio Beranger, que ahora lo destinaba para una experien­
cia extraordinaria. Dijo de ella que no servía para nada. Fue cons­
truida en 1866, en Glasgow, y cuando se compró por España lleva­
ba más de veinte años navegando con el nombre de «Carrick Castle». En la adquisición hay una curiosa anécdota. A Villaamil le
habían encargado que comprase en Londres un velero que sirviera
de escuela de guardias marinas. Pidió precio y le dijeron que 60.000
pesetas .Era más de lo presupuestado, pero se enteró que, casual­
mente, en los muelles de Londres se hallaba depositada cierta can­
tidad de material con destino a España y que el precio del flete as­
cendería a 100.000 pesetas. A Villaamil se le ocurrió transportar
dicho material en el buque recién adquirido, con lo que el negocio
salió redondo para el Estado, ya que el nuevo buque resultó gratis
y con ganancia.
Sin embargo, se le retuvo menospreciado y arrumbado hasta
que, pasado algún tiempo ,se decidió hacerle algunas reformas su­
geridas por Villaamil.
Era mixto, de hierro y madera, con desplazamiento de 1.700 to­
neladas a plena carga.
Comenzó el viaje el 30 de septiembre de 1892 y terminó el 16
de julio de 1894. La primera etapa de El Ferrol a Las Palmas no
fue precisamente cómoda, sobre todo durante las singladuras ini­
ciales. De allí salieron para Bahía el 15 de diciembre, el 1.° de ene­
ro de 1893 estaban a la vista de San Fernando de Noronha y el 5
fondearon en la Bahía de Todos los Santos. Luego de Bahía a Ciu­
dad del Cabo y de Ciudad del Cabo a Adelaida, donde entró el 1 de
abril, siendo el primer barco español que visitaba aquel puerto.
Tras Adelaida a Melbourne, después a Sidney, Newcastle, Wellington y Christchurch.
Cuando navegaba la «Nautilus» de Lytellton a Valparaíso ocu­
rrió el único incidente desgraciado del viaje: un cabo de mar cayó
desde el velacho alto y quedó destrozado su cuerpo sobre cubierta.
Tanto en los puertos de habla inglesa como en los de la América
Latina los marinos españoles fueron recibidos y tratados simpáti­
camente, de modo especial en Montevideo, Buenos Aires y San Juan
de Puerto Rico.
Cuando recalaron a Nueva York, visitó Villaamil las construc­
ciones navales del país. No estaban allí, claro es, todos los buques
de guerra, pero seguramente el comandante de la corbeta española
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
24í
tomó nota de los que había y sus características que fue base de
su pesimismo en los tristes acaecimientos posteriores.
Tras surcar el Atlántico Norte, sin contratiempos, fondearon en
Plymouth y después de detenerse en Cherburgo y Brest se dirigie­
ron al puerto español de Pasajes.
El 11 de agosto entraban en El Ferrol.
La prensa asturiana, singularmente «El Carbayón» (19), corres­
pondiendo al interés especial de la provincia, fue dando noticias
sobre el curso del viaje. Entre la dotación figuraban, aparte del co­
mandante, Claudio Alvargonzález Zarracina teniente de navio; León
Alvargonzález Zarracina, alférez de navio; Joaquín Coello Pardo,
contador de fragata; José María González, capellán de segunda;
Senén Caveda, José Cabanillas, Ramón de la Fuente, Francisco Ca­
no y Demetrio Pérez ,guardias marinas. Entre los marineros iban
dos vecinos de Candás. Seguramente irían otros cuyos nombres no
recoge el periódico astur de donde tomamos estos datos.
Como recuerdo se creó una medalla conmemorativa y hay dos
documentos: la Memoria que el comandante rindió al Ministro y
el relato literario que Villaamil publicó bajo el título «Viaje de cir­
cunnavegación de la corbeta «Nautilus», Madrid, Sucesores de Rivadenira, 1895». Corresponde al expediente número 91 del Ministe­
rio de Marina. Le animó a escribirlo y publicarlo su íntimo amigo
Peña y Goñi y se dijo que también la Reina María Cristina le em­
pujó a ello. Despertó curiosidad su lectura. El relato es ameno, con
abundantes noticias técnicas y copiosas anécdotas, redactado en
un estilo natural, fácil y claro, sin pretensiones retóricas. Aún hoy,
fuera de su actualidad, su lectura produce placer.
NAUFRAGIO DEL «REINA REGENTE»
No fue sólo el viaje en el buque-escuela la única ocasión que
obligó a Villaamil a redactar memorias explicativas de servicios
hechos.
En 30 de agosto de 1894 se le pasaportó para Madrid en uso de
licencia tras la entrega del mando de la «Nautilus» y el 28 de di­
ciembre del mismo año quedó a las órdenes del ministro, quien le
encargó la redacción de un reglamento para maquinistas de la Ar­
mada. El 10 de enero de 1895 se le nombró en comisión, sin per­
juicio de su anterior destino, comandante marítimo de La Coruña.
En 23 de marzo de 1895 parte para estudiar el naufragio del cruce­
ro «Reina Regente» con el ingeniero naval Castellote. Por cierto
142
JOSE FERNANDÉZ-ARIAS CAMPOAMOR
que este ingeniero —que debió de ser un técnico de mucho valor
profesional— estuvo presente en momentos cruciales de la época,
pues fue también el colaborador de Isaac Peral en la construcción
del submarino.
El año 1895 fue especialmente desgraciado para la Marina. Lo
superó, en verdad, el 1898. Durante aquel año tuvo grandes pér­
didas, el fallecimiento del inventor del submarino y el naufragio
del «Reina Regente» (20).
Hecho incomprensible este último y así continúa. El 11 de mar­
zo salió de Tánger y de él nada se supo después. Las autoridades
de Cádiz manifestaron al Gobierno que el mar había arrojado a la
playa algunos efectos que, sin duda alguna, eran del crucero desa­
parecido. Durante muchos días recorrieron la mar el «Alfonso
XIII», el «Isla de Luzón» y otros buques, inútilmente. Se suponía
que, a causa del temporal, se había hundido con cerca de 400 hom­
bres a bordo. Era un crucero de primera clase construido en Ingla­
terra, botado al agua en 1887 con 1.400 toneladas de desplaza­
miento.
Las investigaciones que Villaamil y Castellote hicieron fueron
minuciosas ,apuradoras de todas las hipótesis probables, pero sin
obtener, por desgracia, un resultado seguro.
Las conclusiones probables a que llegaron fueron que el buque
no tenía defecto alguno marinero que le señalase como peligroso
para realizar las navegaciones asignadas a los cruceros de su clase;
que la pérdida debería atribuirse al inesperado y duro temporal;
y que era muy verosímil el supuesto de que fuese el «Reina Regen­
te» el buque que algunos dijeron haber visto naufragar cerca de la
costa (21).
RECONOCIMIENTO DE MERITO
A Villaamil, constantemente ocupado en resolver problemas di­
fíciles, se le acercaba la hora de obtener el fruto maduro de sus
experiencias. Llegaba al empleo de capitán de navio, antesala del
generalato, lleno de elogios y condecoraciones. No era su caso el
de Peral, personaje discutido y nada bien tratado. En su historial
quedó el reflejo de sus méritos, aunque también la constancia de
leves tropiezos con la Administración. Se le concedió la cédula de
primera clase de la Orden del Mérito Naval por méritos de guerra;
la de distintivo blanco por sus trabajos docentes como profesor y
miembro de la Junta de exámenes para ingreso en la Marina; pose­
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
243
yó la cruz y placa de la Orden de San Hermenegildo por servicios
continuados sin tacha; y como oficial segundo del Ministerio obtu­
vo certificado de mucho celo y diligencia.
Sólo una vez fueron discutidos sus trabajos. Pidió una mejora
de recompensa de la cruz de mérito naval concedida en 8-11-92 por
su conducta en accidente de mar de los torpederos «Ariete» y «Ha­
bana». Solicitaba, en cambio, la cruz de San Fernando, que era, a
su juicio, la que le correspondía reglamentariamente. Pero el Con­
sejo Supremo de Guerra y Marina le denegó la solicitud. Lo que
sí se le concedió fue el empleo de coronel de Infantería con todas
sus ventajas y la placa de segunda clase de la Orden de María Cris­
tina; por el éxito de su famoso viaje se le nombró caballero de la
Orden de Carlos III y, cuando ya había muerto gloriosamente, su
viuda doña Julia Cancio en 13-9-98 suplicó se abriese juicio contra­
dictorio a efectos de que se le concediese la Cruz Laureada de San
Fernando. El Consejo Supremo no la acordó entonces por falta de
instrucciones generales para este caso y otros análogos; pero en
8-11-1901, a título postumo, se le concedió la Cruz de San Fernan­
do de 2.° clase (22).
SU VERTIENTE POLITICA
Le esperaba el generalato, disfrutaba de gran prestigio en el
mundo marítimo y era popular en España. Todas estas circunstan­
cias le empujaban a entrar en la política. Quizás en acordancia con
su vago talante liberal se puso a las órdenes del dúctil y persuasi­
vo don Segismundo Moret.
No era la primera vez que se había mostrado inclinado a la po­
lítico. Catorce añor antes se presentó a las elecciones como dipu­
tado por Castropol. No le amparó don Alejandro Pidal ,el gran amo
de Asturias en aquellas fechas, y fracasó en su empeño. Luego, en
octubre de 1886, obtuvo acta de diputado por El Ferrol. En el Con­
greso, en verdad, pasó inadvertido. Carecía de cualidades oratorias;
únicamente se oyó su voz para interesarse por el ferrocarril de la
costa, aspiración regional que aún estaba muy verde.
De todos modos, su aventura política le había colocado en el
sitio adecuado para poner en marcha sus ideales organizadores
en cuanto diera el necesario salto en el escalafón de su Cuerpo.
Mudo en su escaño del Congreso pudo contemplar la ineficacia
en que se debatían sus superiores en la Administración naval. De
244
JOSÉ FÉRNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
1885 a 1895, mientras gobierna Sagasta (23), Beranger es el Minis­
tro constante.
Proyecta cosas que no pasan del período de estudio. En una
crisis parcial le sustituye el vicealmirante Rodríguez Arias, que
también presentó un proyecto de escuadra que tempoco avanzó en
su trámite. Vuelve Beranger —esta vez con Cánovas— y tras él van
pasando por la cartera de Marina todos o casi todos los almirantes
en activo: Montojo (Florencio), Cervera (Pascual), Pasquín (Ma­
nuel). A Cervera —indudable valor desaprovechado— lo había ele­
gido un Gobierno de NOTABLES, presidido por Sagasta. Pero Cer­
vera renunció. Debió de ser imposible la colaboración de un acen­
drado católico con Sagasta, de antecedentes masónicos.
Por aquel entonces hubo un hombre extraordinario, que no era
ministro ni almirante —Joaquín Costa— que dio fuertes aldabonazos sobre la conciencia nacional y, especialmente, sobre la Marina.
Hoy no falta quien dice que aquel pensador era un idealista sin
sentido práctico. Sin embargo, quien lea sus discursos no podrá
negarle el aliento profètico contenido en ellos y de que muchas de
las medidas que proponía eran muy sensatas (24).
EL HEROE Y SU FRUSTRACION
Está Villaamil en plena madurez intelectual para que se cumpla
su destino y éste se le tuerce. Y vio clara la desviación amenazan­
te. En 1897 hace una visita a Oviedo. Ya gravitaba sobre su espíri­
tu la necesidad de tomar una grave decisión. Le preguntan si es­
tallaría la guerra y contesta que sí. Cuando poco después se rom­
pen las hostilidades se ofrece voluntario al puesto que le corres­
ponda por su grado y especialización. Pudo eludir el ofrecimiento
porque siendo diputado no tenía obligación de hacerlo. Pero no
dudó por deber moral y patriótico.
¿Creyó posible el triunfo? ¿Creyó que sería útil su decisión?
¿Creyó que la Marina española sería capaz de vencer?
No pudo creerlo, conocedor como era de la potencia militar y
económica de los Estados Unidos.
Su actitud, cuando le llegó la hora de servir en la guerra, fue
la del jefe disciplinado que elimina de su espíritu toda resistencia
pasiva.
En la fase primera de preparación de la Escuadra que iría a
Cuba es interesante recorrer la abundante correspondencia entre
el almirante Cervera y el ministro Bermejo (25). El primero la pu­
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
245
blicó odenada y comentada tras la derrota. En ella hace alusión
preferente a los acorazados, pero también se refiere, a veces, a los
buques pequeños al mando de Villaamil. Cuenta con el «Destruc­
tor» y los cazatorpederos «Furor» y «Terror» y dice que el primero
podría servir como aviso, por más que su andar resulta insuficien­
te para serlo de aquella Escuadra. En las cartas y oficios no acos­
tum bra a mencionar al marino astur, pero siendo como era el jefe
de la flotilla de buques menores, es de suponer que cambió impre­
siones con él.
Son tantos y tales los defectos que enumera de estos buques el
almirante —Cervera es un caudillo muy reflexivo y minuciosísi­
mo— que por su gusto —dice— no los utilizaría para la campaña.
Al recibir la Escuadra la orden de zarpar para las Antillas ya
estaba preparada en Cádiz la flotilla de los tres destructores y los
tres torpederos. En las instrucciones que el ministro envió hay
unas breves indicaciones para la escuadrilla. Cada acorazado se en­
cargaría de dos de los buques menores. El día 14 de abril fondeó
la Escuadra en Puerto Grande. Villaamil saludó al almirante y le
dio el parte de «Sin novedad» (26).
Primera y única vez que pudo la comunicación de ordenanza
ser así, «Sin novedad», porque después no hay más que malas no­
ticias. Pronto tendrá que dar cuenta que las calderas del «Ariete»
se hallan prácticamente fuera de servicio, de suerte que este tor­
pedero, en vez de ser un elemento útil, es una pesadilla para el
Mando. Además la caldera del «Azor» tiene ya once años y es de
sistema de locomotora. A los cazatorpederos «Furor» y «Terror»
se les cierra la proa cuando trabajan, habiéndose roto a uno las
buzzardas. El almirante comunica al ministro «que el capitán de
navio Villaamil hace cuanto está en sus manos para remediar es­
tas deficiencias, pero no siempre lo consigue».
Debieron ser muy tristes las reflexiones de un hombre que ha­
bía soñado con un conjunto de barcos menores de combate eficien­
tes y dentro de una poderosa organización y verse, por el contrario,
mandando una serie de uidades débiles, renqueantes y anticuadas.
Con todo, su actitud es la del que sólo espera salvar su honor
de militar y de español.
A partir de la escala en Cabo Verde se agudizan las discrepan­
cias entre los jefes de la Escuadra y el Gobierno de la Nación. Es
un avance a contrapelo sin un rayo de ilusión y esperanza. El 20
de abril se reúnen aquéllos bajo la presidencia de Cervera, quien
les plantea la pregunta: «Si conviene continuar rumbo a AmérVn
o si deben limitarse a cubrir las costas de la península y de Cana-
246
JOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
rías para poder acudir a cualquier contingencia de agresión del ene­
migo». La opinión de la Junta, en general, fue que continuar el via­
je a Cuba sería sacrificio estéril y contraproducente. Villaamil adop­
tó una actitud «especial» —según contó Cervera al ministro— aun­
que pronto cesó en sus vacilaciones». El propio Villaamil redactó
el acta de la sesión, actuando de secretario por ser el capitán de
navio más moderno entre los demás de su grado. El citado escrú­
pulo era nada menos que su profundo sentido de la disciplina al
mando superior representado por el Gobierno. Andando el tiempo
don Víctor María Concas atribuyó la actitud dubitativa de Villaamil
a sus compromisos políticos. No es aceptable esta interpretación
peyorativa. Como tampoco desvirtúa su verdadero sentido el que
a petición de sus compañeros se dirigiese al presidente del Gobier­
no Sagasta haciéndole constar lo inútil de seguir el camino orde­
nado ,a lo que contestó Moret por Sagasta con un telegrama en in­
glés que, traducido al castellano, decía: «Que Dios les bendiga».
La respuesta parecía un sarcasmo.
El 29 de abril parte la Escuadra hacia el Norte. El mando de
la escuadrilla, una vez devueltos a la península los torpederos por
ineficaces, ve estrecharse su ámbito. Quedan los destroyers. El 1.a
de mayo recibe Villaamil orden de destacarse de la Escuadra con
el «Furor» y el «Terror» para dirigirse a Forth France (Martinica)
a fin de adquirir noticias sobre el curso de la guerra. Las que ob­
tiene no son esperanzadoras. Surge, entonces, una situación difícil
en cuanto a la provisión de carbón. Se lo pide Villaamil al Goberador de la Martinica y éste le contesta que no lo tiene. Hay sospe­
cha de que tampoco lo hay en Puerto Rico. Por otra parte, las cal­
deras de los destructores están en mal estado, las del «Terror»
prácticamente inútiles, de tal manera que a las pocas horas de via­
je vio quemadas aquellas, quedando el buque aboyado. En donde
esto tuvo lugar allí quedó hasta que la Escuadra lo recogiera al
pasar.
Las pocas noticias obtenidas en Forth de France fueron las que
le dio el capitán del vapor «Alicante» y que había leído en un pe­
riódico.
El Gobernador quiso detener la salida del destróyer y lo hubiera
logrado si Villaamil, advertido de ello, no levase anclas antes de
recibir la orden de detención.
Efectivamente, al «Terror» lo encontró la Escuadra en la ama­
necida del día 11 y lo tomó a remolque. Luego fueron sus calderas
reparadas.
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
247
En la arribada de la Escuadra a Curasao, en busca de carbón,
los barcos mayores tuvieron que permanecer a cinco millas de dis­
tancia de Curasao chico y los destructores se adelantaron a tomar
el puerto y a recibir noticias sobre la forma de practicar el car­
boneo.
Embotellados en Santiago, Cervera, el 26 de mayo, reúne de
nuevo la Junta de jefes para deliberar sobre la conveniencia de
partir para Puerto Rico aprovechando el mal tiempo reinante. Pre­
guntado Concas y Bustamante optaron por la salida y por la no
salida los demás. Durante aquellos días ocurrió el incidente del
«Merrimac» que dió a los destructores ocasión de probar la efica­
cia de su tiro en colaboración con las defensas submarinas y la
batería de Punta Gorda. El día 8 de junio hay nueva Junta de Jefes
sobre el mismo tema de la salida. Concas y Bustamante optan por
ella de nuevo. Los demás negativamente. Vamos recordando estas
Juntas para seguir la conducta de Villaamil que está en la línea de
su jefe inmediato. La salida de la Escuadra es ordenada finalmente
por el Capitán General Blanco.
Y llega el día del combate. Triste 3 de julio de 1898. De lo que
a Villaamil ocurrió en él, como murió, el mejor documento es el
relato del alférez de navio Francisco Arderíus, que estaba a las
órdenes del comandante del destróyer (27). Este oficial había dado
también la vuelta al mundo en la «Nautilus» y tuvo con su co­
mandante estrecha amistad. Conoció al calor de la confianza amis­
tosa, el juicio que le merecía el estado y organización de nuestra
marina de guerra antes del rompimiento con los Estados Unidos
y afirma que todo lo tenía previsto y profetizado. Confirma, ade­
más, su decidida resolución de no abandonar al Almirante y com­
pañero a pesar de que sabia, con certeza moral, de que marchaban
camino del sacrificio.
Según cuenta Arderíus salió el «Furor» de la bahía de Santiago
ocupando la plataforma de proa el Jefe de la escuadrilla acompa­
ñado del Comandante Carlier, del práctico y los sirvientes del ca­
ñón de 75 milímetros que allí estaba montado. Pronto una grana­
da inutilizó la máquina de babor hiriendo a los maquinistas. Quedó
funcionando una sola máquina. Poco después otro proyectil cortó
el tubo del vapor del servomotor y otro alcanzó la popa y deshizo
ésta dejando al barco sin gobierno. Una vía de agua inundó el com­
partimiento de popa y la cámara de máquinas.
Bajó entonces del puente Villaamil en unión del comandante
Carlier y viendo que el barco se iba a ir rápidamente a pique o r­
denó a toda la tripulación que quedaba viva que todo el que supiera
248
JOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
nadar ganara tierra. Mandó armar la canoa para que se salvasen
en ella los que no supiesen.
Los acorazados enemigos no cesaban de lanzarles proyectiles.
El incendio producido por ellos se aproximaba a los pañoles de
pólvora y a los torpedos. La cubierta estaba sembrada de cadá­
veres.
Villaamil, que se hallaba entonces a popa, se dirigió a proa se­
reno y tranquilo como si estuviera en una revista, subió la pequeña
escala que daba a la plataforma y, al llegar a la altura del cañón,
que allí estaba colocado, estalló a sus pies una granada que le cau­
só la muerte.
Al sumergirse luego el destróyer sirvió de féretro a su jefe.
El día 4 de julio Cervera, desde la playa del Este, comunicó en
estilo escueto que los cazatorpederos estaban a pique. El día 5 el
comandante general del apostadero de La Habana, Manterola, pre­
cisó que estaban embarrancados con fuego a bordo. El día 8, en
nuevo comunicado, Manterola expresa al Ministro que el «Furor»
se ha hundido. En el segundo parte del combate los detalles que
Cervera da son más completos. Cuenta que los cazatorpederos
habían recibido la instrucción de mantenerse, si podían, fuera del
fuego y esperar un momento oportuno, si se presentaba, y tratar
de escapar con su mayor velocidad, si el combate se producía des­
favorable.
Durante la permanencia del almirante en el yate enemigo en el
que estuvo prisionero, pidió a los comandantes a él subordinados
que le dieran noticias de la suerte que les hubiera correspondido
y por ello supo que en el «Furor» había encontrado gloriosa muer­
te Villaamil.
Su heroísmo es, pues, indiscutible, reconocido por todos y de
modo singular por Asturias, su tierra natal. En el Occidente as­
turiano, en el Parque de Castropol, cara a la ría del Eo y al mar
Cantábrico, está un monumento descriptivo, en el combate, obra
del escultor ovetense Cipriano Folgueras. Cuando se erigió hubo
solemnes festejos en aquella localidad que presidió el Capitán Ge­
neral del Apostadero de El Ferrol almirante Morgado Pita da Veiga.
Dos barcos de guerra fondearon durante ellos en la ría, el «Río de
la Plata» crucero construido por iniciativa de la colonia española
en Buenos Aires y el cañonero «María de Molina». Pronunció elo­
cuente discurso, en un acto religioso, el párroco de Figueras don
Inocencio Cotarelo, nativo de Castropol. Es de advertir que estas
honras fueron el remate final de una serie de trabajos de benemé­
ritos castropolenses y figuerenses que tuvieron su iniciación eu
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
249
la colocación de una lápida en bronce conmemorativa en el 1902
en la iglesia de San Andrés de Serantes. Entonces pronunció un
discurso en elogio del marino don José Ramón Luanco, el famoso
científico y profesor, miembro de la familia Penzol de claro abo­
lengo intelectual. Contribuyó también eficientemente a los traba­
jos preparativos del homenaje un ilustre valenciano don Leopoldo
Trenor, muy vinculado a Asturias, concretamente a Figueras, por
razones de familia.
Villaamil quiso ser héroe y lo fué, ya que voluntariamente dió
su vida por la patria; pero quiso ser un político organizador de
la Marina de Guerra, para lo que poseía entusiasmo y preparación
y en este aspecto fue hombre frustrado.
¿Por qué? Porque mientras vivió y sirvió en la Armada había
en ésta el fetichismo del grado militar de almirante. En la segunda
mitad del XIX —nuestra atención se limita a ella— para ser Mi­
nistro de Marina era necesario ser almirante —contra, vice o al­
mirante—. Dada la complejidad técnica de este Ministerio creemos
lógico que quien hubiera de serlo habría de proceder del Cuerpo
General de la Armada, ya que sus componentes son los que poseen
los conocimientos generales del servicio y a ellos corresponde más
específicamente la experiencia del Mando. Lo que es ilógico es
que sólo los almirantes fueran los elegibles mientras que la ma­
durez intelectual se hallaba, por razón de edad, en los grados in­
termedios de capitán de corbeta a capitán de navio. En cambio
los almirantes, salvo excepciones, llegaban viejos y cansados y más
entonces con una vida muy dura.
Por no haber podido llegar al generalato, Villaamil no dió el
fruto que de él se esperaba. Como hemos visto a través de la cróni­
ca de su vida tuvo una gran preocupación intelectual y sus afanes
los cortó la muerte.
250
JOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
NOTAS BIBLIOGRAFICAS
1. “Fernando Villaamil” por Francisco Camba. Breviarios de la Vda. Na­
cional. Editora Nacional MCMXLV.
2. Historial en el Archivo del Cuartel General de la Armada (antes Mi­
nisterio de Marina).
3. José Gella Iturriaga. La Real Armada de 1808. Discurso de recepción.
Real Academia de la Historia. Madrid MCMLXXIV, págs. 20 y 21.
4. “Méndez Núñez o el Honor” por Manuel de Mendivil. Vidas españolas
del siglo XIX, núm. 9. Espasa Calpe, S. A. 1930, páginas 69, 98, 144 y ss.
4. Almira'nte Francisco de Paula Pavía, Galería biográfica de los Genera­
les, jefes y personales notables que figuran en la misma Corporación
desde 1700 a 1868. Madrid. Imprenta José López, 1873-4.
6. Biografía “Méndez Núñez o el Honor” de M. de Mendivil de nota 4.
7. Notas necrológicas en “La Epoca” de 4 de septiembre de 1884 y nota 4.
8. “La Estafeta de Palacio”, por Ildefonro Antonio Bermejo, tomo tercero,
pági'nas 232 y 233. Imprenta de R. Labajos, calle de la Cabeza, 27. Ma­
drid, 1872.
9. Números del “Carbayón” de 30 de septiembre de 1895 y 2 de noviembre
del mismo año. También en “Clarín”, el provinciano universal de J. A.
Cabezas. Colección Austral de Espasa Calpe, S. A. 1962, páginas 152-3.
10. Colecciones en la Biblioteca Nacional y en la Biblioteca Central de Ma­
rina.
11. Femando Villaamil por F. Camba. Nota 1. Página 68.
12. Colección de “El Globo” de la Hemeroteca Municipal de Madrid.
13. Historia Política de la España Contemporánea de Melchor Fernández
Almagro” (1668-1685) Alianza Editorial. Madrid, pág. 378.
14. “La Vuelta al mundo en “La Numancia” y el ataque al Callao” por el
Conde de Santa Pola (apuntes para una biografía del Almirante Ante­
quera. Compañía Ibero-America'na” de publicaciones. Madrid, 1927.
15. Nota del archivo central del Cuartel General de la Armada (antes Minis­
terio de Marina).
16. “Peral, marino de España”, por León Villanúa. Colección Europa. Madrid.
1934. Imprenta Galo Sáez, Mesón de los Paños.
17. Dato recogido en su historial.
18. “Viaje de Circumnavegación de la corbeta “Nautilius” por Ferna'ndo Vi­
llaamil. Madrid. Establecimiento Tipográfico de “Sucesores de Rivadeneyra, 1895, con prólogo de Oeña y Goñi, Ilustración Española y Ameri­
cana de 1895, pág. 290. “La Pequeña Industria”. Revista Popular de Elec­
tricidad, números 23 y 24 de Io de Febrero de 1902. Bajo el título “A la
heroica memoria de Fernando Villaamil”. Dirigida por Leopoldo Trenor.
“El viaje de la Nautilus”. Un buque escuela de aplomo marinero en la “Nueva
España”. Oviedo, 21. 25, XI, 1971. Autor: Luis de Diego. “Villaamil avan­
te, co’n esta cruz delante” de D. A. Lavandera en “Riberas del Eo”, de 11
de Junio de 1960.
19. Números de 22 de junio, 21 de julio y 28 del mismo mes de 1894.
20. Historia de la Regencia de María Cristina de don Juan Ortega y Rubio,
tomo II, capítulo XIII. Imp. y Editorial de Felipe González Mojón. Ma­
drid, 1905.
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
251
21. Informe acerca de las causas probables de la pérdida del “Reina Regen­
te”, ocurrida en marzo de 1895. Madrid, 1896. Un volumen en B. C. M.
22. Datos de su historial.
23. Historia Política de la España Contemporánea 1885-1897. Ed. 1968 y 1969.
24. “Marina Española y la cuestión de la Escuadra” de Joaquín Costa. Esta­
blecimientos Tipográficos de Leandro Pérez. Huesca, 1912.
25. Guerra hispano-americana. Colección de documentos referentes a la Es­
cuadra de Operaciones de las Antillas ordenadas por el Contralmirante
Pascual Cervera y Topete. El Ferrol, imprenta del “Correo Gallego”, 1899.
26. Entre otras obras generales:
“El Desastre Nacional y sus causas”, por Damián Iserti. Imprenta de la
Viuda de Minuesa de los Ríos. Madrid, 1899.
“Compendio histórico de la Marina Militar”, por Ramón de la Fuente He­
rrero. Madrid, imprenta del Ministerio de Marina, 1918.
“Historia de la Marina de Guerra Española” de Carlos Ibáñez de Ibero,
Marqués de Mulhacén. Desde el siglo XIII hasta nuestros días. 2.a Edición.
Espasa Calpe, S. A. 1943, páginas 216 y ss.
“Sobre la enseñanza de la guerra hispano-americana”, por Víctor María
Concas (Capitán de navio). Bilbao. Ezequiel Rodríguez, antes de Juan F.
Delmas. 1900.
“La Escuadra del Almirante Cervera” de Víctor María Concas. 2.a edi­
ción corregida y aumentada. Madrid. Librería de San Martín (Imp. Su­
cesores de Rivadeneyra).
“Historia de la Regencia de María Cristina de Juan Ortega y Rubio. Nota
20. Tomos 3 y 4. Capítulos XVI y 35 y 4 capítulo XIV.
“El Almira'nte Cervera” por José Cervera y Pery. Editorial “Prensa Es­
pañola. 1972.
“La Marina Militar Española” (Compendio Histórico) por Francisco Condeminas Marcaró. Barcelona. Tip. La Academia, 1930.
27. Publicada por Leopoldo Trenor en “Pequeña Industria”. Véase nota 18.
LOS PROCESOS CONSISTORIALES DEL CARDENAL
INGUANZO (ZAMORA, 1814, TOLEDO, 1824)
POR
JOSE MANUEL CUENCA TORIBIO
En el estudio biográfico que consagramos hace trece años a la
figura del cardenal Inguanzo no pudimos utilizar las fuentes con­
servadas en el Archivo Secreto Vaticano (1). Circunstancias más
propicias nos han permitido el empleo de la documentación atañente a sus procesos consistoriales como obispo de Zamora y ar­
zobispo de Toledo, para cuyas diócesis fue designado respectiva­
mente en septiembre de 1814 y junio de 1824.
El tenor del cuestionario presentado a los testigos se ajusta en
todo al formulario establecido por Urbano VIII y mantenido por
sus sucesores. Dado igualmente el carácter protocolario de la casi
totalidad de dichos procesos, los que nos ocupan no proporcionan
información novedosa respecto a la persona de Inguanzo. Por lo
demás, la coyuntura nacional del verano del 14 y de la primavera
de 1824 no eran sin duda las más favorables para que los decla­
rantes manifestasen opiniones o juicios adversos de un candidato
episcopal de quien les constaba su nombramiento directo por el
Rey.
Por el contrario, contienen cierto interés los datos aportados
acerca de la situación de la sede zamorana concluida la guerra de
Independencia. Colocada en una posición geográfica a la que lá
(1)
£), Pedro , de Inguanzo y Rivero (170<H836), último prima^Q <¡#l A n ti­
guo Régimen, Madrid, 1935,
.'
254
JOSE MANUEL CUENCA T0RIBI0
contienda convirtiera en un pasillo estratégico crucial, los avatares
bélicos habían dejado honda huella en su territorio. No obstante
su vaguedad, los informes testificales dejan entrever que el panora­
ma abierto a la tarea del futuro prelado distaba de ser halagüeño.
A modo de símbolo, el propio palacio episcopal estaba muy dete­
riorado como resultas de su ocupación por las tropas napoleóni­
cas...
Como cabía esperar de las normas vigentes en el discurso de los
procesos consistoriales relativos a la traslación de diócesis, el lle­
vado a cabo en 1824 para la elevación a la sede toledana de Pedro
de Inguanzo no ofrece tampoco ninguna variante con relación a
dichas reglas (2). Su comparación con el que fuera objeto en 1814
descubre sólo dos notas particulares: la relevancia de ciertos tes­
tigos y la ausencia de cualquier dato atañadero al estado de la dió­
cesis primada.
Por último con respecto a la personalidad de los declarantes no
poseemos noticias específicas. Tanto su rango como opiniones
muestran que el trámite del expediente consistorial se hizo en esta
ocasión con rigor y seriedad.
AUTO I. In Dei nomine. Amen. En la villa de Madrid a 26 de
agosto de 1814; el Excmo. e limo. Sr. D. Pedro Gravina, de los du­
ques de San Miguel, de los príncipes de Montevago, Grande de Es­
paña, de primera clase, por la gracia de Dios y de la Santa Sede
Apostólica, Arzobispo de Nicea, Abad Comendatorio de Santa María
llamada de Rocca, en la Diócesis de Mesina, Reino de Sicilia, pre­
lado doméstico asistente al Solio Pontificio, v de nuestro Smo. Pa­
dre y Señor Pío por la divina providencia Papa Séptimo, y de la
misma Santa Sede Nuncio Apostólico en estos Reinos de España
con facultad de legado ad latere, por ante mí el Secretario de su
tribunal de justicia y testigos infrascriptos, dixo: que por cuanto
a noticia de S. E. ha llegado que la Católica Magestad del Señor
Don Fernando VII, rey de las Españas, ha nombrado y presentado
al Señor D. Pedro Inguanzo Canónigo Doctoral de la San+a Iglesia
de Oviedo, Juez de Cruzada y Examinador Synodal de la misma,
para la Santa Iglesia, ciudad y obispado de Zamora, vacante por
fallecimiento del limo. Señor Don Joaquín Carrillo Mayoral: V
siendo necesario para que Su Santidad admita la expresada pre­
sentación y nombramiento conforme á Jo dispuesto por el Santo
Concilio de Trento y nove ex aequox motii propio de la Santidad
(2)
ID., S o c io lo g ía d e u n a é lite de -p o d e r'd e E s p a ñ a é. H is p a n o a m é r ic a .c o n temporánea§: la je r a r q u í a e c le s iá s t ic a (1789-1905). Córdoba, 4970; ••
•
LOS PROCESOS CONSISTORIALES DEL CARDENAL INGUANZO
255
de Gregorio XIV de feliz recordación, que preceda diligente infor­
mación y averiguación, a cerca de las calidades, legitimidad, vida
y costumbres del mencionado Don Pedro Inguanzo y del estado en
que al presente se halla la referida Iglesia y Obispado de Zamora,
para remitirla á Su Santidad cerrada y sellada, y que en su vista
provea lo fuere de su agrado: por tanto mandava y mandó S. Exea,
que los testigos que ex-oficio ha mandado comparecer en su presen­
cia hagan en sus manos el juramento correspondiente, y depongan
al tenor de las preguntas de los Interrogatorios que se formarán
por mi Secretario. Así lo proveyó mandó y firmó S. Exea., siendo
testigos: Don Luis Testa, Don Juan Bautista Fini, y Don Joaquín
Martín Benayas, presbíteros familiares de S. Exea. Pedro Arzobis­
po de Nicea Nuncio Apostólico. Por mandato de S. Excma. Don
José María de Vildosola...
JURAMENTO. En la villa de Madrid a 27 de Agosto de 1814: el
Excmo. e limo. Señor D. Pedro Gravina, Arz. de Nicea, Nuncio
Apostólico en estos Reynos, en execución de lo mandado en el auto
antecedente ex oficio, hizo comparecer ante sí a los señores D. An­
tonio Agudo y Andra, de Dignidad de Arcediano de Benavente, y
canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Oviedo, D. Pedro Alvarez,
Caballero Arcediano de Villaviciosa Dignidad y Canónigo de la
Santa Iglesia Catedral de Oviedo, y teniente Vicario Castrense en
el Principado de Asturias, a Don José de Vega, Presbítero Prevendado de la Santa Iglesia Metropolitana y Patriarcal de Sevilla, y
Secretario del Santo Tribunal de la Inquisición, Don Vicente Ruiz
Albillos, Canónigo doctoral de la Santa Iglesia de Ciudad Rodrigo
y Auditor nombrado del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apos­
tólica, Don Luis Casaseca, Canónigo Doctoral de la Santa Iglesia
Catedral de Zamora, y Don Antonio Calvo, Presbítero, todos resi­
dentes en esta Corte; de los cuales S. Exea, en presencia de mí
en Infrascripto Secretario, tomó y recibió juramento que hicieron
todos como Presbíteros, in vervo sacerdotis tacto pectore more
sacerdotali, y por los sagrados quatro Evangelios sobre que pusie­
ron las manos derechas teniendo S. Exea, un Misal en las suyas,
baxo de cuyo juram ento ofrecieron decir verdad, en lo que supieren
y les fuere preguntado y a la conclusión de cada uno dixo, Si juro
y amen y lo firmó S. Exea, siendo testigos los expresados en el
auto antecedente.
Pedro, Arz. de Nicea, Nuncio Apostólico. Por mandato de S. Exea.
Don José María Vildosola.
256
JOSE MANUEL CUENCA TORIBIO
INTERROGATORIO.
Por las preguntas siguientes manda el Exmo. e limo. Sr. D. Pe­
dro Gravina, Arzobispo de Nicea, Nuncio Apostólico en estos Reynos de España. Sean examinados los testigos, que ex-oficio ha man­
dado comparecer ante sí para que depongan acerca de las calida­
des, legitimidad, vida y costumbres, de D. Pedro de Iguanzo, Ca­
nónigo Doctoral de la Sta. Iglesia Catedral de Oviedo, nombrado
y presentado de S.M.C., a la Santa Iglesia y Obispado de Zamora,
vacante por la muerte del limo. Sr. D. Joaquín Carrillo Mayoral.
1) Primeramente: Si conocen a dicho Sr. Don Pedro Iguanzo,
cómo y de cuánto tiempo a esta parte: si el testigo es su pariente
muy amigo o enemigo, su criado o familiar.
2) Digan... si saben en qué Ciudad, Villa o Lugar nació el re­
ferido D. Pedro.
4) Digan... si saben si ha nacido de legítimo matrimonio de
honestos y católicos padres, cómo se llaman o llamaron y de dón­
de fueron naturales.
4) Digan... si saben qué edad tiene dicho Don Pedro, particu­
larmente si ha cumplido treinta años.
5) Digan... si saben que tiene órdenes sacras, quáles y de
quánto tiempo a esta parte, especialmente si ha sido de seis meses
a ésta.
6) Digan... si saben si se ha ejercitado en las funciones y co­
sas y en el ejercicio de las órdenes que ha recibido, y si ha sido y
es frecuente en la recepción de los Santos Sacramentos.
7) Digan... si saben si ha vivido siempre católicamente, y co­
mo católico y fiel cristiano, y permanecido en la pureza de la fe.
8) Digan... si saben si es de buena y ejemplar vida y costum­
bres, sana comunicación y fama.
9) Digan... si saben que es hombre docto, prudente, grave y
experimentado en materias de importancia y consideración, y có­
mo lo saben.
10) Digan... si saben si está graduado en algún grado, como
en Sagrada Teología o en Derecho Canónigo, en qué Universidades
y de cuánto tiempo a esta parte, qué fruto ha hecho en la Teología,
si ha ejercitado los cánones, y si verdaderamente tiene la doctrina
que se requiere en un Sr. Obispo, para poderlo ser y enseñar a lo.s
demás, y cómo lo saben.
11) Digan... si saben si ha tenido algún cargo cerca de la cura
de almas, o Gobierno de otra Iglesia y cómo en ello se ha portado;
así en ]a doctrina como en las costumbres y prudencia,
LOS PROCESOS CONSISTORIALES DEL CARDENAL INGUANZO
25?
12) Digan... si saben si ha sido público o secreto escandaloso
en la fe, cstumbres y doctrina, y si tiene algún vicio de cuerpo u
alma, u otro legítimo impedimento por el quál no pueda ser pre­
sentado a la Iglesia Catedral.
13) Digan... si saben si lo estiman idóneo, hábil, capaz, digno
y merecedor para bien regir y governar una Iglesia Catedral par­
ticularmente la de Zamora, a la quál ha sido presentado por S.M.C.
y si juzgan que de su presentación y nombramiento se seguirá mu­
cha utilidad y provecho a la referida Santa Iglesia y Obispado, di­
gan y den razón por qué lo saben. Don José María de Vildosola.
TESTIGO 1.°
El referido Sr. D. Antonio Agudo Andrade, Arcediano de Benavente, después de haver jurado compareció a ser examinado, y ha­
biéndolo sido al tenor del interrogatorio de preguntas que precede
dijo a cada una de ellas lo siguiente:
1) A la primera dijo: Que hace 14 años que conoce y trata al
Sr. D. Pedro Iguanzo y Rivero, como Doctoral y Compañero que
ha sido en la Santa Iglesia de Oviedo, que no es su pariente, amigo
ni enemigo, y responde...
2) A la segunda dijo: que el citado Sr. D. Pedro nació en la
Villa de Llanes, Principado de Asturias, y responde...
3) A la tercera dijo: Que el mismo Sr. D. Pedro es hijo legíti­
mo y de legítimo matrimonio de D. Antonio de Iguanzo y Posada,
y de D.a Teresa del Rivero, difuntos »honestos, y católicos Cristia­
nos, los quales fueron naturales de la expresada villa de Llanes y
los demás sus ascendientes: todo lo que le consta por haver visto
las pruebas que hizo de nobleza para ser doctoral de dicha Santa
Iglesia y responde...
4) A la cuarta dijo: Sabe que el citado Sr. Iguanzo podrá te­
ner 50 años con corta diferencia, y sobre su certeza se remite a la
fe de Bautismo, y responde...
5) A la quinta dijo: sabe y le consta que hace muchos años
es Sacerdote, en cuyo Ministerio siempre fue exacto y ejemplar y
responde...
6) A la sexta dijo: Sabe que siempre se ha ejercitado el Sr.
Don Pedro Iguanzo en las funciones y cosas eclesiásticas propias
de su Ministerio Sacerdotal recibiendo con frecuencia los Santos
Sacramentos y celebrando con edificiación el Santo Sacrificio de
la Misa y responde...
7) A la séptima dijo: Sabe asimismo que ha vivido como Ca­
tólico y fiel cristiano, y ha manifestado constantemente que es tal
muchas veces, que ha tenido necesidad de ello y responde...
258
JOSE MANUEL CUENCA TORIBIÜ
8) A la octava dijo: Le consta que desde que era estudiante
es de la mejor conducta y costumbres y así lo oyó decir a sus coe­
táneos y responde...
9) A la novena dijo: le consta que el insinuado Si. Don Pedro
Iguanzo es docto y sabio y por tal se le dió la Doctoralía de la San­
ta Iglesia de Oviedo, y mereció el mejor lugar en la oposición que
hizo a la de Santiago y haberle conocido ser Gobernador de aquel
obispado de donde acreditó su juicio y prudencia y responde...
10) A la décima dijo: Que hace muchos años está graduado
en ambos derechos en la Universidad de Sevilla cuyos títulos acre­
ditó en las pruebas que hizo para ejercer en la predicha Iglesia de
Oviedo y sabe además que ha escrito con mucha utilidad en estas
circunstancias obras del mayor aprecio, que acreditan la solidez
de su doctrina, y que tiene cuanto se requiere en un Sr. Obispo pa­
ra poderlo ser y enseñar a los fieles y responde...
11) A la undécima dice: sabe como lleva dicho en la novena
pregunta que hace muchos años era Doctoral cuando el exponente
empezó los catorce que lleva de residencia en la citada Iglesia de
Oviedo, y que tanto en esta Prebenda como en el govierno de la
Santa Iglesia que tuvo fueron del mayor concepto sus dictámenes
y defensas en las ocasiones que ocurrieron por la profundidad de
los conocimientos, que manifestaba, por su buena doctrina y pru­
dencia, y responde...
12) A la duodécima dijo: Que no cree que nadie con verdad
pueda censurarle su acreditada conducta, retiro y recobimiento,
como su asiduo estudio, quanto acreditada justificación y que no
le considera con impedimento canónigo que le obste ser presenta­
do a la Iglesia Catedral, y responde...
13) A la decimatercia y última pregunta de dicho interrogato­
rio dijo: que el prenotado Doctor es muy capaz y digno acreedor
para gobernar la Santa Iglesia y Obispado de Zamora y cualquiera
otra como lo tiene acreditado, por cuya razón cree el declarante ha
tenido S.M. la mejor elección en la presentación y nombramiento
que de ella se ha hecho, a la que se persuade firmemente se la se­
guirá mucha utilidad y provecho. Que es cuanto sabe y puede de­
cir por público y notorio, pública voz y fama y la verdad en des­
cargo del juramento que lleva hecho en que se afirmó, y leída que
le fué esta declaración se ratificó en ella y la firmó diciendo ser de
edad de setenta años, de que yo el infrascripto secretario. Certifi­
co. D. Antonio Augdo y Andrade. D. José María de Valdosola.
LOS PROCESOS CONSISTORIALES DEL CARDENAL INGUANZO
259
TESTIGO 2.°
El expresado Don Pedro Alvarez Caballero, arcediano de Villaviciosa, después de haber jurado, se presentó a ser examinado, y
siéndolo al tenor del precedente Interrogatorio, a cada uno de sus
preguntas dijo lo que sigue:
1) A la primera dijo: Que conoce de trato y comunicación al
Doctor Don Pedro Iguanzo, Doctoral de la Santa Iglesia de Ovie­
do, por espacio de más de 13 años, de quien no es amigo ni enemi­
go, ni le comprende ninguna de las generales de la ley y respon­
de...
2) A la segunda dijo: Sabe que el Señor Don Pedro Iguanzo
nació en la Villa de Llanes, principado de Asturias y responde...
3) A la tercera dijo: Que tiene por hijo de legítimo Matrimo­
nio al Sr. Don Pedro Inguanzo, de D. Antonio Inguanzo y de Doña
Teresa Rivero, difuntos, naturales de la villa de Llanes, y que fue­
ron católicos ,honestos y nobles y responde...
4) A la cuarta dijo: Que el citado Señor Don Pedro pasa de
los 46 años, pero no puede decir de positivo su edad y responde...
5) A la quinta dijo: sabe con toda certeza que hace muchos
años recibió las órdenes sacras incluso la de Presbítero y respon­
de...
6) A la sexta dijo: Sabe que se ha ejercitado el Señor Obispo
electo en las funciones y cosas eclesiásticas, que ha administrado
los Santos Sacramentos y ha sido muy frecuente y devoto en la re­
cepción de ellos, y celebración del Santo Sacrificio de la Misa y
responde...
7) A la séptima dijo: le consta que el citado señor Don Pe­
dro Inguanzo ha vivido siempre católicamente y ha sostenido y con­
servándose en la pureza de la fe, y responde...
8) A la octava dijo: sabe por el frecuente trato y, como com­
pañero que el dicho Señor Inguanzo es de buena vida y costum­
bres y como notoria probidad y responde...
9) A la novena dijo: le consta que es un hombre docto, a quien
por su inteligencia se le han confiado las comisiones y cargos de
mayor importancia en la dicha Santa Iglesia de Oviedo y respon­
de...
10) A la décima dijo: que asimismo le consta haver recibido
el dicho Señor Don Pedro Inguanzo los grados de Licenciado y Doc­
tor en Cánones en la Universidad de Sevilla muchos años hace:
que ha sido Provisor y ha tenido otros varios encargos que ha de­
sempeñado con toda satisfacción, por lo que le considera con la
doctrina que se requiere en un señor Obispo, y responde...
260
JOSE MANUEL CUENCA TORIBIO
11) A la undécima dijo: Sabe y le consta que le estuvo con­
fiado a lmismo señor Don Pedro Inguanzo el Gobierno de la Santa
Iglesia y Obispado de Oviedo, en el que se ha portado con el ma­
yor acierto y prudencia y ha acreditado su vasta doctrina y res­
ponde...
12) A la duodécima dijo: Que no tiene la menor noticia de
que el Señor Obispo electo haya sido en público o en secreto es­
candaloso en la fe, costumbres y doctrina, ni que tenga vicio algu­
no de cuerpo u alma, ni legítimo impedimento para no ser presen­
tado a la Iglesia Catedral y responde...
13) A la décima tercia y última pregunta de dicho interrogato­
rio dijo: Que tiene y estima al Señor Don Pedro Inguanzo por idó­
neo, hábil, capaz, digno y merecedor de regir y governar una Igle­
sia Catedral, no sólo la de Zamora sino otra cualquiera de mayor
extensión a que como aquella le huviese presentado S.M. y cree
firmemente el declarante que de su presentación se seguirá a la
citada Santa Iglesia y Obispado de Zamora mucha utilidad y pro­
vecho: que todo lo que lleva declarado es la verdad, público y no­
torio, publica voz y fama so cargo del juramento que tiene hecho
en que se ratificó, y leída que le fué esta declaración se afirmó en
ella y la firmó diciendo ser de edad de 37 años, de que yo el in­
frascripto Secretario Certifico. Dr. Don Pedro Alvarez Caballero.
Don José María de Vildosola.
TESTIGO 3.°
El insinuado Don José de Vega y Pérez, prebendado de la Santa
Iglesia Metropolitana de Sevilla habiendo hecho el juramento co­
rrespondiente, pareció a ser examinado como lo fué al tenor del
interrogatorio de preguntas que antecede y declaró a cada una de
ellas lo siguiente:
1) A la primera dijo: que conoce al Señor Don Pedro Inguan­
zo de trato y comunicación desde el año de 1783, y que no le com­
prende ninguna de las generales de la ley y responde...
2) A la segunda dijo: que dicho Sr. Don Pedro nació en la Vi­
lla de Llanes, Obispado de Oviedo, y responde...
3) A la tercera dijo: que es hijo de legítimo matrimonio y de
padres no sólo católicos y honestos, sino hidalgos de solar conoci­
do y casa solariega; su padre se llamó D. Antonio Inguanzo, y su
madre Doña Teresa del Rivero, naturales ambos de la villa de Lla­
nes, y responde...
LOS PROCESOS CONSISTORIALES DEL CARDENAL INGUANZO
4) A la cuarta dijo: que por el trato que ha tenido con el re­
ferido Señor Don Pedro, le consta tiene la edad de 49 años y res­
ponde...
5) A la quinta dijo: que por la misma razón sabe que el pro­
pio señor Don Pedro de Inguanzo está ordenado de presbítero mu­
chos años hace y responde...
6) A la sexta dijo: que le consta por haberlo visto, que desde
el año de 1784 frecuentaba el referido Señor Don Pedro los Santos
Sacramentos, y después de haberse ordenado se ha ejercitado en
las funciones y cosas eclesiásticas particularmente desde que obtu­
vo la doctoral de Oviedo, y responde...
7) A la séptima dijo: que siempre ha vivido dando pruebas
las más singulares y observando el catolicismo con su conducta
ejemplar qual corresponde a un eclesiástico arreglado y abstraído
del espíritu del siglo y responde...
8) A la octava dijo: ... Sabe y le consta por trato y comunica.ción con el referido D. Pedro lo dicho en la anterior pregunta y
por haber vivido en Sevilla, sabe también que gozaba en esta Ciu­
dad entre todas las personas que le conocían del mejor nombre y
reputación, y responde...
9) A la novena dijo: que por el mismo motivo le consta que
el Sr. Obispo electo posee un fondo de literatura e instrucción na­
da común que le distingue entre los literatos, y que tiene acredita­
da su gravedad y prudencia en muchos asuntos de importancia y
consideración, y responde...
10) A la décima dijo: Le consta que está graduado de Doctor
en sagrados cánones por la Universidad de Sevilla; que hizo oposi­
ciones a las Cátedras de esta facultad y que obtuvo una de la mis­
ma Universidad, que sirvió con toda puntualidad enseñando siem­
pre la más sana doctrina de la que está suficientemente adornado
qual se requiere en un Sr. Obispo y responde...
11) A la undécima dijo: que ha sido el Sr. D. Pedro Inguanzo
Provisor y Gobernador varias veces del obispado de Oviedo, cuyos
cargos y otras distintas comisiones desempeñó perfectamente atra­
yéndose el más alto concepto de todas las personas instruidas, y
sensatas y responde...
12) A la duodécima dijo: que jamás ha dado el menor escán­
dalo en materia de fe o costumbres, antes bien ha tenido una con­
ducta edificante y ejemplar que hacía el objeto de la estimación
de todos; carece igualmente de todo vicio de cuerpo o de alma y
de cualquiera otro legítimo impedimento para ser presentado a
Iglesias Catedrales ,y responde...
262
JOSE MANUEL CUENCA TORIBIÓ
13)
A la decimotercia y última pregunta de dicho interrogato­
rio dijo: que el dicho Sr. D. Pedro Inguanzo es notoria y singu­
larmente idóneo, hábil, capaz, digno y merecedor de regir y gober­
nar cualquier Iglesia Catedral y asimismo la de Zamora, y que es­
tá persuadido que la que tuviera la dicha de tenerle por Obispo
recibiría mucha utilidad en lo espiritual y temporal. Que es cuan­
to puede decir público y notorio, voz y lama, común opinión y la
verdad en descargo del juramento que tiene hecho, en que se afirmó, ratificó, y lo firmó expresando ser de edad de sesenta años
de que yo el infrascripto Secretario certifico D. José Vega y Pérez.
D. José María de Vildosola.
D. Lorenzo Simeón González, Arcipreste de este Partido y D.
Antonio Mijares Pereda, Curas Beneficiados más antiguos de la
Iglesia Parroquial de Santa María de Concejo de esta villa de Llanes; Claveros del archivo en que se custodian los libros Parroquia­
les de ella certificamos que habiéndole registrado hallamos un li­
bro de Bautizos forrado en pergamino que dió principio en el año
1760 y acabó en el de mil setecientos ochenta y contiene 448 hojas
y al folio 83 vuelta se halla la partida del tenor siguiente:
En 29 de diciembre año de 1764, yo el Doctor D. Felipe Rubín
y Pariente Presbítero con expreso permiso de D. Clemente José de
Basco y Lledias, Beneficiado cura actual de esta Parroquial Santa
María de Concejo de la Villa de Llanes y Arcipreste de su partido,
bautizé solemnemente y puse los Santos óleo y Chrisma a un niño
que había nacido en 22 del presente mes a quien pusieron por nom­
bre Pedro, Juan, Nepomuceno, Benito de Palermo, hijo legítimo
de D. Antonio de Inguanzo y de D.a Teresa de Rivero, vecinos de
esta villa, fueron sus Abuelos Paternos D. Juan Antonio de Inguan­
zo y D.a Rosa de Posada, y los maternos D. Joaquín de Rivero y
D.a Francisca Valdés, fueron padrinos D. Fernando Rubín y Pa­
riente subdelegado de Marina del Puerto de esta dicha villa; y
D.a Josefa de Posada Cangas que no contrajo parentesco espiritual,
el Padrino quedó advertido de él y de su obligación, y por así ser
lo firmó en dicha Villa, día, mes, y año ut supra. Dr. Felipe Rubín
y Pariente. Así resulta de dicho libro y folio a que nos referimos,
y que se halla dicha partida sin enmendadura ni vicio alguno que
la haga sospechosa, y para que así conste donde convenga damos
la presente que firmamos en la sacristía de esta Santa Iglesia Pa­
rroquial, a 17 días del mes de Agosto de 1814. Lorenzo Simón Gó­
mez. Antonio Mijares Pereda. Comprobación. Los Escribanos pú­
blicos del Rey Nuestro Señor (Q. D. G.) y del número y ayunta­
LOS PROCESOS CONSISTORIALES DEL CARDENAL INGUANZO
263
miento de ésta villa de Llanes y su jurisdicción que aquí signamos
y firmamos, Certificamos, damos le y verdadero testimonio que
ios señores D. Lorenzo Simón González y D. Antonio Mijares Pe­
reda de cuyo puño y letra se halla firmada la Certificación anterior
son según se titulan Curas Beneficiados más antiguos de la Iglesia
de esta villa, Claveros de su archivo, fieles, legales, y de toda con­
fianza, y que á semejantes certificaciones siempre se ha dado y da
entera fe y crédito en juicio y fuera de él, y para que así conste
donde convenga damos la presente que signamos y firmamos en
esta expresada Villa de Llanes, Principado de Asturias, diócesis de
Oviedo, Reyno de León, a 17 días del mes de Agosto de 1814. En
testimonio de verdad, Antonio de Ojeda. En testimonio de verdad,
Tomás Bernáldez García. Juan de la Vega Díaz.
INTERROGATORIO.
Por las preguntas siguientes serán examinados los testigos que
ex oficio ha mandado comparecer a su presencia el Excmo. e limo.
Sr. D. Pedro Gravina Arzobispo de Nicea, Nuncio Aplico, de S. S.
en éstos Reynos de España para que depongan acerca del estado en
que al presente se halla la St. Ig. q obispado de Zamora a que ha
sido nombrado y presentado por S. M. C. el Sr. D. Pedro Inguanzo
Canónigo doctoral de la Santa Iglesia Catedral de Oviedo, vacante
por la muerte del limo. Sr. D. Joaquín Carrillo Mayoral. Primera­
mente si saben o tienen noticia en que Provincia esta situada la
dicha ciudad y obispado de Zamora, quantas casas y vecinos tiene
y quién es señor de ella en lo temporal, digan...
2) Si saben si en la referida Ciudad hay Catedral, de qué ad­
vocación, fábrica, edificio, y grandeza es, y si necesita de algún
reparo, digan...
3) Si saben de qué arzobispado es sufragáneo dicho obispado
de Zamora, digan...
4) Quántas y cuáles son en dicha Santa Iglesia las Dignidades,
canonicátos, Prebendas, y otros Beneficios Eclesiásticos, quál el
número de todos los sacerdotes que asisten y sirven en ella, cuál
es la mayor dignidad después de la Episcopal y qué rentas tienen
las otras, dignidades, Canonicatos, y demás Beneficios Eclesiásti­
cos y si hay Preblendas Teologal y Penitenciaria, digan...
5) Si saben si en la mencionada Sta. Iglesia hay cura de almas
y quién tiene el ejercicio de tal y también si hay Pila Bautismal,
digan...
6) Si saben que en dicha Sta. Iglesia hay Sacristán suficiente­
mente adornada de todo lo necesario para el servicio del culto di­
264
JOSÉ MANUEL CUENCA TORIBÍO
vino y celebrar Pontificialmente como también si hay Coro, Or­
gano, Campanario, Campanas, campanillas y Cementerio, digan...
7) Si saben si en la expresada Sta. Iglesia hay Cuerpos o algu­
nas insignes reliquias de Santos, cómo y con que decencia se con­
servan, digan...
8) Si saben si en dicha ciudad hay casa para la habitación del
Sr. Obispo, cuánto distan de la Sta. Iglesia y si necesitan de algún
reparo, digan...
9) Si saben el verdadero valor de la renta de dicho Obispado,
cuánto monta en cada un año, en qué consiste y si tiene reservada
alguna pensión y a favor de quién, digan...
10) Si saben cuántas iglesias parroquiales hay en dicha ciudad
y si cada una tiene su pila de Bautismo, qué iglesias colegiales en
su diócesis, quántos conventos de religiosos y religiosas, hospita­
les, cofradías, y si hay Monte de Piedad, digan...
11) Si saben qué distrito y cuántos lugares tiene la diócesis de
Zamora, digan...
12) Si saben si en la nominada ciudad hay seminario de niños,
cuántos estudiantes mantiene o sustenta y qué rentas tiene, digan...
13) Si saben que está y se halla vacante el referido obispado
de Zamora, por quién, cómo y de cuánto tiempo a esta parte, di­
gan y den razón cómo lo saben. D. José María de Vildosola.
TESTIGO 1.° El referido D. Vicente Ruíz Alvillos, presbítero,
canónigo Doctoral de la Santa Ig. de Ciudad Rodrigo, y Auditor de
la Nunciatura Aplica, en esta Corte, después de haber jurado, pa­
reció a ser examinado y siéndolo por el tenor del Interrogatorio de
preguntas que antecede, á cada una dijo lo siguiente:
1) A la primera dijo: Que por haber sido durante seis años
Prebendo de la Santa Ig. Catedral de Zamora y Secretario Capi­
tular, le consta que dicha ciudad y su obispado se hallan en Cas­
tilla la Vieja, y aunque durante su residencia en aquella conoció
Intendente de Ejercito y Provincia y oyó titularla tal con separación
de la de Valladolid, cree pertenezca propiamente a ésta última, y
que no sabe fijamente cuántas casas o vecinos tenga, y responde.
2) A la segunda dijo: Que en la expresada Ciudad de Zamora
hay Ig. Catedral con la advocación del Salvador en su Transfigu­
ración: que su fábrica es de una extensión muy proporcionada al
pueblo, y como de ella hicieron uso las tropas francesas no duda
necesite algunos reparos aunque ingora cuales sean, y responde.
3) A la tercera dijo que el referido obispado de Zamora es
sufragáneo del Arzobispado de Santiago, y responde.
LOS PROCESOS CONSISTORIALES DEL CARDENAL INGUANZO
265
4) A la cuarta dijo sabe que en dicha Sta. Iglesia Catedral
hay nueve dignidades, 24 canonigos, 12 racioneros, y varios Cape­
llanes de Número, que no hace memoria cuantos sean, que hay
también cuatro capellanías llamadas del Cardenal, de representa­
ción del vizconde de Garci-Grande, unas y otras con precisa asis­
tencia a las horas Canónicas: que ingualmente le consta ser la
mayor dignidad después de la episcopal el Deanato que no puede
señalar ni aún aproximadamente el valor que al presente tengan
las Canongías y raciones, no pudiendo determinar tampoco el de
las dignidades, porque los agregados de diezmos se administran
por sus Poseedores sin intervención alguna de la mesa capitular, y
responde.
5) A la quinta diio: sabe que en la referida Santa Iglesia de
Zamora se desempeña la cura de almas por un eclesiástico parti­
cular, que no pertenece al cuerpo Capitular, y que asimismo hay
en ella pila bautismal y responde.
6) A la sexta dijo: sabe y le consta que en la mencionada San­
ta Iglesia hay sacristía, la que en su tiempo se hallaba surtida de
ropas, alhajas y demás efectos necesarios al culto divino, y que
aunque en la presente Epoca habrá padecido disminución tiene
entendido que no escasea de todo lo necesario, y responde.
7) A la séptima diio: que no hace memoria halla en la dicha
Sta. Iglesia de Zamora ningún cuerpo o reliquia insigne de santo,
pero si algunas pequeñas que se conservaban en el altar mavor al
lado del Evangelio en una alacena con sus llaves correspondientes
y responde.
8) A la octava dijo: sabe que cerca de la Iglesia Catedral de
la referida ciudad hav un Palacio de bastante extensión para habi­
tación del limo. Sr. Obispo; pero según ha oído a Individuos de
aquél cabildo ha padecido este edificio hasta el punto de necesitar
grandes cantidades de maravedises para ponerle decente y habita­
ble, v responde.
9) A la novena diio: le consta que el valor de las rentas del
Obispado de Zamora por el tiempo en que el residió en aquella
ciudad se regulaba en 70.000 ducados, pero que en la actualidad es
‘indispensable hava disminuido considerablemente: que consiste
en diezmos y ventas de propiedades que ignora si esta gravado con
algunas pensiones v quiénes sean agraciados de ella, v responde.
10) A la décima diio: sabe aue en el Obispado predicho de
Zamora hav solo una Iglesia colegial en la ciudad de Toro, que
en toda la Diócesis se contaban antes 36 conventos, 18 de R ehi­
lares e igual número de Religiosas que ignora los que existan, que.
266
JOSE MANUEL CUENCA TORIBIO
asimismo en todo el Obispado hay 250 parroquias, tres hospitales
en la ciudad y que no tiene presente haya Monte de Piedad y res­
ponde.
11) A la undécima dijo: que aunque la extensión del Obispado
y Diócesis de Zamora es bastante grande no puede di jarla con exac­
titud, que le consta comprende 182 lugares, y responde.
12) A la duodécima dijo: le consta que en Zamora hay un Se­
minario Conciliar de buena fábrica y rentas suficientes a mantener
hasta 30 jóvenes. Otro colegio de grande fábrica para niños que se
dedican a la música del que es patrono el Cabildo, con rentas so­
bradas y de número de ocho becas, y responde.
13) A la decimotercia y última pregunta de dicho interroga­
torio dijo: sabe que el dicho obispado de Zamora está vacante por
muerte del limo. Sr. D. Joaauín Carrillo Mayoral, hace seis años
con corta diferencia, que es lo que sabe y puede decir, público y
notorio, pública voz y fama, común opinión y en todo la verdad,
en el descargo del juramento que lleva hecho en que se ratificó, y
leída que le fué esta declaración se afirmó en ella y la firmó expre­
sando ser de edad de 48 años, de que y oel infrascripto secretario
certifico. Ldo. Vicente Ruíz Alvillós. D. José María de Vildosola.
TESTIGO 2.° El referido Sr. D. Luis Casaseca, Canónigo Doc­
toral de la Santa Iglesia Catedral de Zamora, habiendo jurado com­
pareció a ser examinado y siéndolo por el tenor de las preguntas
que incluve el antecedente interrogatorio dijo y depuso lo siguiente:
1) A la primera dijo: que por ser natural de Corrales, pueblo
de la jurisdicción y obispado de Zamora, y por estar residiéndo co­
mo Canónigo Doctoral hace más de 8 años en la Iglesia Catedral
de dicha ciudad sabe que ésta y el obispado de Zamora están den­
tro de lo que se llamaba antiguamente Reino de León y ahora Cas­
tilla la Vieja, que su localidad es sobre el río Duero, que el número
de casas o de vecinos de la ciudad es aproximado a 2.000 v que
no reconoce señorío en lo temporal más que del rev, y resnonde.
2) A la segunda dijo: sabe que en la expresada ciudad de Za­
mora hav Iglesia Catedral con la advocación del Salvador del Mun­
do en su transfiguración; que su fábrica y edificio con claustro y
piezas accesorias es de mediana grandeza y que no necesita de más
reparos oue los ordinarios, y responde.
3) A la tercera diio: que el Obispado antedicho d eZamora es
sufragáneo del Arzobispado de Santiago, y responde.
4) A la cuarta dijo: le consta que en dicha Sta. Iglesia hay
nueve dignidades. 24 canonicatos, 12 raciones y 27-capellanías; que
la mayor dignidad después de la del Sr. Obispo es el Deanato; que
LOS PROCESOS CONSISTORIALES DEL CARDENAL INGUANZO
267
las rentas de las dignidades son desconocidas al declarante; que
las de los canonicatos se aproxima ahora a 10.000 rs.; las de las
raciones a 5.000 y las de las capellanías a 3.000; exceptuadas 4 lla­
madas del Cardenal cuya renta es aproximada a 7.000 rs., y que
dicha Sta. Iglesia tiene las prebendas teologal y penitenciaria, y
responde.
5) A la quinta dijo: que sabe que en la expresada Sta. Iglesia
Catedral hay cura de almas, cuyo ministerio ejerce en la actualidad
el licenciado D. Nicolás Lozano, y que hay asimismo pila bautismal,
V responde.
6) A la sexta dijo: que en la Sta. Iglesia de Zamora hay sa­
cristía decente y provista de ornamentos y demás necesario para
el culto divino y celebrar de pontifical, e igualmente coro, órgano
y demás que expresa esta pregunta en el interrogatorio, y responde.
7) A la séptima dijo: le consta que no hay en la Sta. Iglesia
mencionada cuerpo ni otra insigne reliquia de santo, pero que con
motivo de la expulsión de los benedictinos de su monasterio por
los franceses, fue trasladada a la catedral y se conserva en ella
con la decencia correspondiente la Cruz de carne, con la que hay en
la ciudad mucha devoción, y responde.
8) A la octava dijo: sabe que había una buena casa en dicha
ciudad de Zamora para habitación del Sr. Obispo, la cual por ha­
berla en mucha parte destruido las tropas francesas necesita re­
paros muv costosos, y responde.
9) A la novena dijo: que ignora el verdadero valor anual de la
renta del obispado, pero que siempre se ha tenido por congruo,
que consiste en diezmos y rentas de propiedades, que tiene varias
pensiones, y que ignora quienes sean los acreedores y cuanta la
cantidad, aunque cree se acercará a la tercera parte de la renta
según ha oído y responde.
10) A la décima dijo: le consta que hay en el dicho obispado
de Zamora 250 iglesias Darroouiales, con sus pilas bautismales, una
iglesia colegial sita en la ciudad de Toro, 18 conventos de religio­
sos, 18 igualmente de religiosas, 3 hospitales en la ciudad de Za­
mora y varias cofradías con aprobación de la autoridad eclesiásti­
ca, pero que no hav Monte de Piedad, y responde.
11) A la undécima dijo: que el obispado de Zamora tiene co­
mo 10 leguas de Norte a mediodía, y como 24 de Oriente a Ponien­
te; y que ignora cuanto-s. lugares tiene la diócesis, y responde.
• 12) A la duodécima dijo: .que le consta haber en la ciudad de
Zamora un Seminario Conciliar y un •colegio para niños músic0**.
que sus rentas eran muy bastantes a sostener un buen número de
268
JOSE MANUEL CUENCA T0RIBÏ0
jóvenes, pero que sus edificios necesitan grandes reparos a causa
de haberlos inhabilitado los franceses, y responde
13)
A la decimotercia y última pregunta de dicho interrogato­
rio dijo: sabe que el referido obispo de Zamora está vacante de
seis años a ésta parte por muerte del limo. Sr. D. Joaquín Carrillo
Mayoral que es cuanto puede decir público y notorio, pública voz y
fama y la verdad en cumplimiento del juramento hecho en lo que
se afirmó y leída que le fué esta declaración se ratificó en lo dicho
y lo firmó diciendo ser de edad de 46 años, de que yo el infraescripto secretario certifico. D. Luis Casasexa. D. José María de Vildesola.
TESTIGO 3.° El expresado D. Antonio Calvo Pbro., precedente
el juramento compareció a ser examinado y siéndolo según las pre­
guntas del anterior Interrogatorio a cada de una de ellas dijo lo
siguiente:
1) A la primera dijo: que por ser natural de Salamanca cuyo
obispado confina con el de Zamora, y por haber residido en ésta
ciudad los años d e l811 v 1812, sabe que la dicha ciudad es de la
provincia de Castilla la Vieja, de buena situación, y que ignora el
número de vecinos que tenga, pero le consta que su señor tempo­
ral es el Rey, y responde.
2) A la segunda dijo: sabe y ha visto que en dicha ciudad de
Zamora hay iglesia ca+edral con la advocación del Salvador, de
buena fábrica y sin necesidad de reparos, y responde.
3) A la tercera dijo: le consta que el obispado de Zamora es
sufragáneo del Arzobispado de Santiago, y responde.
4) A la cuarta diio: sabe que en la dicha Sta. Ig. de Zamora
hav 9 dignidades tituladas en la forma siguiente: Deanato, claustría, arcedianato de Zamora, arcedianato de Toro, Tesorería, maestrecolía, arcedianato de Fuentelsauco, priorato y abadía del Espí­
ritu Santo, que en la misma Santa Ig. hay 24 canongías, 12 racio­
nes, y varias capellanías cuvos poseedores v los acólitos hacen los
oficios eclesiásticos de la Catedral, que el Deán es después de la
Episcopal la dignidad mayor; que la renta de las dignidades es
muy varia, que la de los canonicatos es de cerca de 10.000 rs. la de
los racioneros la mitad, la de las capellanías 3.000 rs., que asimis­
mo le consta haber en dicha Sta. Iglesia cuatro capellanías más,
llamadas del Cardenal, cuya renta se aproxima a 7.000 rs. y son
de Patronato Laical y que también hay en ella las Prevendas Teologal y Penitenciaria, y responde.
LOS PROCESOS CONSISTORIALES DEL CARDENAL 1NGUANZO
269
5) A la quinta dijo: sabe que en la Sata. Iglesia de Zamora
hay Cura de almas, cuyo encargo desempeña un Eclesiástico par­
ticular, y que también hay pila bautismal, y responde.
6) A la sexta dijo: le consta que la Santa Iglesia referida de
Zamora tiene sacristía con todo lo necesario y asimismo coro, ór­
gano, campanario, campanas, campanillas y cementerio, y respon­
de.
7) A la séptima dijo: que ignora haya en la mencionada Iglesia
cuerpo ni otras insigne reliquias de Santo, y responde.
8) A la octava dijo: sabe que en la ciudad de Zamora hay pa­
lacio para el Sr. Obispo contiguo a la Iglesia pero que se halla inha­
bitable y necesita grandes reparos, y responde.
9) A la novena dijo: que no puede señalar el valor efectivo de
la renta del dicho Obispado de Zamora, pero que es suficiente para
la manutención decorosa del Sr. Obispo que está gravado con al­
gunas pensiones aunque no sabe a favor de quién, y responde.
10) A la décima dijo: le consta que en todo el Obispado de
Zamora hay doscientas cincuenta Parroquias con sus pilas bautis­
males: 36 conventos de religiosas, varias cofradías, una Iglesia
Colegial en Toro, tres hospitales dentro de la ciudad de Zamora,
a saber uno de hombres, otro de mujeres, y otro llamado de con­
valecencia, y que no sabe haya Monte de Uiedad, y responde.
11) A la undécima dijo: sabe que la diócesis de Zamora tiene
10 leguas ocn corta diferencia de longitud, y 24 de latitud y que
no puede determinar a punto fijo el número de sus poblaciones,
y responde.
12) A la duodécima dijo: que en la ciudad de Zamora le cons­
ta haber un Seminario Conciliar, cuya fábrica está deteriorada
por los franceses, que tiene tal cual renta para mantener un buen
número de jóvenes, y que asimismo hay un Colegio para niños que
aprenden música bajo el patronato del Cabildo, el que se halla en
el mismo estado que el Seminario, y responde.
13) A la Decimotercia y última pregunta de dicho interroga­
torio dijo: sabe y le consta que el obispado de Zamora se haya
vacante de seis años a esta parte, por muerte del limo. Sr. D. Joa­
quín Carrillo Mayoral. Que es cuanto sabe y puede decir, público
y notorio, pública voz y fama, común opinión y toda la verdad por
el juram ento hecho en lo que se ratificó y leída que le fué esta de­
claración se afirmó en ella y la firmó expresando ser de 59 años
de edad., de que yo el infraescripto secretario certifico. Antonio
Calvo Baeza. José María de Vildosola.
270
JOSE MANUEL CUENCA TORIBIO
AUTO.
En la villa de Madrid a 31 de agosto de 1814 el Excmo. e limo.
Sr. D. Pedro Gravina, Arzobispo de Nicea, Nuncio de S. Santidad
en estos Reinos de España...; Por ante mí el Secretario de Justicia
y testigos infrascriptos: habiendo visto las informaciones y averi­
guaciones recibidas ex-oficio por su excelencia acerca de las cali­
dades, legitimidad, vida y costumbre de D. Pedro Inguanzo, Ca­
nónigo Doctoral de la Santa Iglesia de Oviedo, nombrado y pre­
sentado por su Majestad Católica a la Santa Iglesia y obispado de
Zamora, vacante por la muerte del limo. Sr. D. Joaquín Carrillo
Mayoral y sobre el estado en que al presente se halla la misma Sta.
Iglesia y Obispado de Zamora con lo demás que ver y considerarse
debía, dijo: que los mejores modo, vía y forma que puede y ha lu­
gar en derecho interponía e interpuso su autoridad y judicial de­
creto para que las dichas informaciones, que van firmadas de Su
Excelencia y refrendadas por mí el referido secretario, valgan y
hagan entera fé donde se presentaren, y certificaba y certifico a
Ntro. Santísimo Padre y Señor Pío, por la Divina Providencia Papa
Séptimo, y a los Excmos. y Rmos. Srs. Cardenales de la Santa
Romana Iglesia, que los testigos examinados en razón de lo que
dicho es, son personas de calidad muy conocida y de mucha ver­
dad, a quienes se puede y debe dar entera fe y crédito: y en lo
que Su Excelencia puede juzgar así por lo que resulta justificado en
la precedente información como por lo que ha entendido en esta
Corte y le consta de propia ciencia, acerca de las circunstancias
del mencionado D. Pedro Inguanzo, le tiene y considera por digno
y merecedor de la presentación y nombramiento en el hecho del
referido Obispo de Zamora, y de que S. S. se digne pasarle la Gra­
cia de él, y mandava y mandó Su Excelencia que para que de todo
(c onste, yo dicho Secretario, saque y de un traslado o más de las
citadas informaciones para remitir a S. S. en manera que hagan
fe a fin de que en su vista provea lo que sea de su agrado, así lo
proveyó, mandó, y firmó, siendo testigos D. Luis Testa, D. Juan
Bautista Fini (o Tini?), y D. Joaquín Martín Benayas, Presbíteros,
familiares de Su Excelencia Pedro Arzobispo de Nicea, Nuncio
Apostólico. Por mandado de Su Excelencia D. José María de Vildosola.
LOS PROCESOS CONSISTORIALES DEL CARDENAL INGUANZO
271
Fdo.
P. Arzobispo de Nicea, Nuncio Aplico.
Por mdto. de S. I.
José María de Vildosola
1814
Zamora Ecela
D. José María de Vildosola, Notario, Secretario de Justicia del
Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica en estos reinos de
España.
Certifico que la precedente copia corresponde con su original
que queda entre los demás papeles de esta secretaría a que me
remito. Y para que conste lo firmo en Madrid a 3 de Septiembre
de 1814.
José María Vildosola
Ego Federicus Scheffu conductus Bocchorts Nolasius apostolicus testor omnia efre esata u supra.
manu propia
1824
Siberiadeu
in part infid.
In Dei Nomine Amen. En esta villa de Madrid a 22 de junio de
1824, el Excmo. e limo. Sr. Don Satiago Giustiniani, de los prínci­
pes de Basano y Duques de Corvara, Caballero Gran Cruz de la Real
y distinguida orden española de Carlos III, por la Gracia de Dios
y de la Santa Sede Apostólica Arzobispo de Tiro, Prelado Domés­
tico asistente al Solio Pontificio, y de Nuestro Santísimo Padre y
Señor León por la Divina providencia Papa duodécimo de la mis­
ma Santa Sede, Nuncio Apostólico en estos Reinos, con facultad
de legado a latere: Por ante mí el Secretario de S. M. y del tribunal
de justicia de su Excelencia, y testigos infraescritos, dijo: que a
su noticia ha llegado que la Católica Majestad del Señor Don Fer­
nando VII, rey de las Españas, ha nombrado al limo. Sr. D. Pedro
Inguanzo y Riveroi obispo de Zamora, para la Santa Iglesia y Ar­
zobispado de Toledo, vacante por fallecimiento del Eminentísimo
y Excelentísimo Sr. D. Luis Borbón, Cardenal de Scala; y por cuan­
to para que Su Santidad admita el expresado nombramiento y con­
siguiente presentación, haga la indicada traslación conforme a lo
dispuesto por el Santo Concilio de Trento y motu propio de la
Santidad del Señor Gregorio décimocuarto de, feliz recordación,
debe preceder diligente información y averiguación acerca del go­
bierno que ha tenido, y como se ha portado dicho limo. Sr. D. Pe­
dro Iguanzo y Rivero en su Iglesia y Obispado de Zamora, del esta­
272
JOSE MANUEL CUENCA TORIBIO
do en que al presente se halla la Santa Iglesia y Arzobispado de To­
ledo para remitirla a Su Santidad a fin de que en su vista probea
lo que fuese servido; mandaba, y mando, que en su presencia fue­
sen los testigos que ex oficio hará comparecer para que declaren
sobre lo referido al tenor de los interrogatorios que se formarán
y que sean examinados por mi, el dicho Secretario. Así lo probeyó,
mandó y firmó su excelencia siendo testigos, D. Norberto de Oca
y Melo, D. Nicolás Hernández y Francisco Díaz Manzanares, Nota­
rios oficial mayor, y segundo, y receptor respectivo de su tribunal.
Santiago, Arzobispo de Tiro, Nuncio Apostólico. Por mandato de
Su Excelencia: D. Matheo Phelipe Sánchez.
En la villa de Madrid a 28 de Junio de 1823 el Excmo. y Altmo.
Sr. D. Santiago Giustiniani, Arzobispo de Tiro, Nuncio Apostólico
en estos Reinos, en ejecución de lo acordado en el Auto anteceden­
te ex oficio, hizo comparecer a su presencia al Excmo. Sr. D. Gaudencio, de Guadaltafara, Caballero Gran Cruz de la Real y distin­
guida Orden española de Carlos III, gentil hombre de cámara de
Su Majestad con ejercicio, teniente general de los Reales Ejércitos,
Conde Duque Castrotevreño, Grande de España; a los Srs. D. San­
tiago López Regañano (debe ser Regañoro, pero no está claro),
regidor perpètuo de la ciudad de Zamora y diputado de los fidelísi­
mos Reinos por las Coronas de Castilla y León, D. Juan Climaco
Quintana, caballero de la Real y distinguida Orden española de
Carlos III, del Consejo de S. M. en el Supremo de Hacienda, D. Do­
mingo Sánchez Gijón presbítero, natural de Ciudad Real, capital
de la provincia de la Mancha, Canónigo electo de la Santa Iglesia
de Toledo, secretario de la colecturía y (no está claro puede ser
enejal de expoílos) de expolios y vacantes; D. Isidro Saínz de Alfaro, presbítero, caballero de la citada Real y distinguida Orden
española de Carlos III y de doña Isabel la Católica (No está claro
puede ser sumillar de gostina) de S. M., de su Consejo y Auditor
del Tribunal de la Rota de la Nunciatura apostólica en estos rei­
nos; Sr. D. Ceferino Amanillo de Sancho, presbítero natural de la
villa de Sicuela (puede ser Ginnela. [Cfr. Madoz])., Arzobispado
de Toledo, Arcediano de Hellín, dignidad de la Santa Iglesia de
Cartagena, todos al presente residentes en-esta corte; de los cuales
su Excelencia por ante mi el Secretario de S. M., y de su tribunal
de justicia tomó, y recibió juramento que hicieron los caballeros
por la Cruz de su hábito que traen • al pecho, los presbíteros, rn
verbo sacerdotis tacto pectore, moxe sacerdotali, y el seglar por
Dios Nuestro Señor, y una señal de Cruz en forma, y todos por los
Sagrados Cuatro Evangelios' sobre cjue pusieron sus manos dere­
LOS PROCESOS CONSISTORIALES DEL CARDENAL INGUANZO
273
chas teniéndo S. Excelencia un misal en las suyas, bajo de cuyo
juram ento ofrecieron decir verdad en lo que supieren y les fuere
preguntado y a la conclusión de dicho juramento cada uno de ellos
dijo: Sí, juro y Amén, y lo firmó su Exea, siendo testigos los ex­
presados en el auto antecedente, Santiago Arzobispo de Tiro. Nun­
cio Apostólico. Por mandato de Su Excelencia D. Matheo Phelipe
Sánchez.
INTERROGATORIO: Por las preguntas siguientes manda el
Exmo. e limo. Sr. D. Santiago Giustiani, Arzobispo de Tiro. Nun­
cio apostólico en estos reinos de España que sean examinados los
testigos que ex oficio hará comparecer para que declaren acerca
del gobierno que ha tenido y cómo se ha portado el limo. Sr. D.
Pedro de Inguanzo v Rivero, nombrado por S.M.C. para la Santa
Iglesia y Arzobispo de Toledo vacante por el fallecimiento del I'mo.
v Rvmo. Dr. D. Luis Borbón, Cardenal de Scala, en su Iglesia y
Obispo de Zamora.
1) Primeramente si conocen a dicho limo. Sr. D. Pedro Iguanzo y Rivero, cómo y de cuánto +iempo a esta parte, si el testigo es
su pariente muy amigo o enemigo, su criado o familiar, digan que.
2) Si saben si dicho limo. Sr. D. Pedro Iguanzo, actual obis­
po de Zamora está consagrado de tal, por quién, dónde, quiénes
asistieron a su consagración y de quánto tiempo a esta parte; di­
gan y den razón de cómo y qué lo saben.
3) Si saben si ha visitado con diligencia muchas veces la Igle­
sia y obispado de Zamora, o socorrido y proveído a todas sus ne­
cesidades que en él se han ofrecido; mandado examinar v llevar a
debida ejecución los decretos y mandatos de su visita, digan que.
4) Si saben si ha cumplido +oties quoties ha tenido obligación
de visitar ad limina Apostolorum santorum Petri et Pauli en con­
formidad de la constitución de Sixto V de anno millesimo quinqentesimo octuagesimo quinto décimo (?) textio calendas ianuarii
pontificatus suo anno primo, jurada por dicho Señor obispo al
tiempo de su consagración, digan si.
5) Si saben si dicho Sr. Obispo ha cumplido con todos los de­
cretos y mandatos que se le pusieron en las Bulas de provisión del
citado obispado de Zamora, conviene a saber, si ha adornado de
todo lo necesario el Sagrario de la Sta. Iglesia de Zamora si ha re­
parado su fábrica y palacios episcopales, si ha instituido en su
Iglesia las Canongías, Magistral y Penitenciaria, digan que.
6) Si saben si continuamente y con todo cuidado ha residido
en su Iglesia y obispado, si se ha granjeado Ja estimación y apre­
274
JOSE MANUEL CUENCA TORIBIO
ció de sus diocesanos, en qué concepto está para con ellos y si el
clima de Zamora es contrario a su salud, digan que.
7) Si saben si ha celebrado órdenes muchas veces y hechos
las funciones y actos pontificales en su Iglesia Catedral, digan que.
8) Si saben si en el ejercicio de las obras de caridad y pru­
dencia se ha portado dando ejemplo y tratado de aprovechar, no
sólo con palabras sino también obras digan que.
9.) Si saben si ha puesto todo cuidado y diligencia en conser­
var y defender la jurisdicción espiritual y temporal y demás de­
rechos de su Iglesia y dignidad.
10) Digan si saben si dicho Sr. Obispo tiene la doctrina que se
requiere para enseñar a los demás, digan que.
11) Y si tienen y estiman al expresado limo. Sr. D. Pedro
Inguanzo y Rivero actual obispo de Zamora por digno y merece­
dor de ser trasladado a la Santa Iglesia y Arzobispado de Toledo
y si juzgan que de su traslación se seguirán tanto a su persona,
cuanto a dicha Sta. Iglesia y Arzobispado más copiosos frutos que
pudieran esperarse en el obispado que actualmente gobierna, di­
gan y den razón. D. Mateo Felipe Sánchez.
TESTIGO 1.°—El dicho Excmo. Sr. Conde Duque de Castroterreño, domiciliado en esta corte, después de haber jurado, pareció
a ser examinado, lo fue a tenor del precedente interrogatorio, y a
cada una de las preguntas dijo y declaró lo siguiente.
1) A la primera dijo que conoce bastantes años hace al limo.
Sr. D. Pedro Inguanzo y Rivero, actual obispo de Zamora y le ha
tratado y que no es su pariente ni le comprende algunas otra de
las taque refiere dicha pregunta, y responde.
2) A la segunda que por el indicado conocimiento sabe, y le
consta que dicho limo. Sr. D. Pedro Inguanzo fue consagrado obis­
po de Zamora en la Iglesia de la Comendadora de Santiago casi a
mediados del año de 1815 por limo. Sr. Arzobispo de Granada,
siendo asistentes los limos. Srs. obispos de Almería, y de Calaho­
rra y responde.
3) A la tercera que por noticias de sus dependientes en tierra
de Zamora y de otras personas fidedignas, sabe y le consta que ha
visitado su obispado, ocurrido las necesidades que ha hallado, y
hecho executarlos decretos de su visita y responde.
4) A la cuarta dijo: que tiene entendido y ha oído a personas
fidedignas que tienen motivo de saberlo, que por medio de sus
apoderados ha cumplido exactamente con la obligación que expre­
sa la pregunta, y responde,
LOS PROCESOS CONSISTORIALES DEL CARDENAL INGUANZO
275
5) A la quinta dijo, que por la razón indicada en la tercera le
consta que también ha cumplido con los mandatos que expresa
la pregunta, particularmente en cuanto a la reparación del Palacio
Episcopal, pero las prebendas Magistral y Penitenciaria ya esta­
ban instituidas a su ingreso en aquella Iglesia y responde.
6) A la sexta dijo que igualmente sabe, y le consta, que ha re­
sidido continuamente en la Iglesia y obispado, que se ha granjea­
do la estimación y aprecio de sus diocesanos y que para ellos es­
tá en un alto concepto; pero no ha oído que aquel clima sea con­
trario a su salud y responde.
7) A la séptima dijo que: así bien le consta que ha celebrado
órdenes en los tiempos destinados para ello y hecho las funciones
y actos pontificales cuando ha sido necesario en su Iglesia Cate­
dral y responde.
8) A la octava dijo que también sabe y le consta que en el
ejercicio de las obras de caridad y prudencia se ha portado de un
modo conveniente a un celoso prelado en obras, y palabras; y res­
ponde.
9) A la novena dijo: que está firmemente persuadido por la
virtud, y ciencia que conoce en dicho limo. Sr. D. Pedro Iguanzo,
de que había puesto todo cuidado y diligencia en conservar y de­
fender la jurisdicción espiritual, y temporal y demás derechos de
su Iglesia y dignidad, sin tolerar en ello mengua alguna, y no ha
oído cosa en contrario, y responde.
10) A la décima dijo que por lo que ha observado, y por lo
que ha oído a personas que lo entienden no tiene la menor duda
de que posee toda la doctrina que requiere el ministerio espiscopal, para desempeñarlo y enseñar a los demás y responde.
11) Y a la undécima y última que tiene y estima por lo que
lleva declarado al expresado limo. Sr. Don Pedro de Inguanzo y
Rivero actual obispo de Zamora por muy digno y merecedor de
ser trasladado a la Santa Iglesia y Arzobispado de Toledo; y cree
que es útil y conveniente en las actuales circunstancias que se ve­
rifique su traslado y que por consiguiente se sacarán de ella más
copiosos frutos que pudieran esperarse de su continuación en el
Obispado de Zamora, que es lo que sabe, y la verdad, público, y
notorio, pública voz, y fama, y común opinión y reputación, sin
cosa en contrario para el juramento que tiene hecho, bajo del cual
en esta declaración, habiéndole sido leída ,se afirmó, y ratificó,
expresó ser de edad de más de cuarenta años, y lo firmó, de que
yo, el infrascripto secretario certifico. El Conde-Duque de Castro
Terreño.—Mateo Felipe Sánchez.
276
JOSE MANUEL CUÍENCA TORIBIÓ
TESTIGO 2.°—
El dicho Sr. Don Santiago López Regañón, regidor perpetuo de
la ciudad de Zamora, domiciliado en esta corte, después de haber
jurado pasó a ser examinado, lo fué al tenor del precedente inte­
rrogatorio, y a cada una de las preguntas dijo y declaró lo siguien­
te:
1) A la primera, que conoce, y trata de 9 años a esta parte al
limo. Sr. D. Pedro Inguanzo y Rivero, y que no es su pariente, muy
amigo, ni enemigo ni familiar, y responde.
2) A la segunda que tiene entendido por voz común que dicho
limo. Sr. Don Pedro Inguanzo, actual obispo de Zamora fué con­
sagrado de tal en esta Corte por el año de 1815 por el limo. Sr.
Arzobispo actual de Granada, asistiendo los limos. Srs. Mier y Cam­
pillo, obispo que era de Almería y Puyal que lo es actual de Cala­
horra y la Calzada, y responde.
3) A la tercera que le consta por haberlo visto y observado
que dicho Sr. Obispo ha visitado co ndiligencia y muchas veces su
Iglesia Obispado de Zamora, proveído a todas las necesidades y
que ha hallado y hecho ejecutar los mandatos de visitas, y respon­
de.
4) A la cuarta que se persuade habrá cumplido la obligación
de visitar ac limina Apostolorum que se expresa, con que le consta
que al efecto ha nombrado apoderados, y responde.
5) A la quinta que sabe y le consta de ciencia propia que ha
cuidado del aseo y adorno del Sagrario de su Iglesia catedral, y
que ha reparado el Palacio Episcopal que padeció mucho en la
guerra de los años 1808, y siguientes y que las Prebendas Magis­
tral y Penitenciaria están instituidas de antiguo, y responde.
6) A la sexta que asimismo sabe y le consta que ha residido
continuamente en su iglesia y Obispado, que tiene la estimación y
aprecio de sus diocesanos y que éstos aprecian en mucho su virtud
y celo: ignora si aquel clima es contrario a su salud, y responde.
7) A la séptima igualmente le consta que ha celebrado órde­
nes en sus bidos tiempos, y celebrado funciones, y actos portificales en su Iglesia Catedral todas las veces que ha sido necesario; y
responde.
8) A la octava que del mismo modo le consta que en las obras
de caridad se ha portado en la forma que expresa la pregunta, y
responde.
9) A la novena, que no ha visto, oído, ni entendido que haya
dado lugar, ni permitido que sufra mengua alguna la jurisdicción
LOS PROCESOS CONSISTORIALES DEL CARDENAL INGUANZO
277
espiritual, y temporal ni menos los demás derechos de su Iglesia
y dignidad, y responde.
10) A la décima dijo que cuanto por lo que ha observado co­
mo por lo que ha oído a personas inteligentes en la materia tiene
por cierto que posee la doctrina que se requiere para enseñar a los
demás, y responde.
11) A la undécima y última pregunta que por las eminentes
virtudes que reúne y, por su ciencia, estima al limo. Sr. D. Pedro
de Inguanzo y Rivero por muy idóneo y merecedor de ser traslada­
do a la Sta. Iglesia y Arzobispado de Toledo y juzga que de su tras­
lación se seguirá tanto a su persona cuanto a dicha Sta. Iglesia y
Arzobispado más abundantes frutos de los que podrían esperarse
en el obispado de Zamora que actualmente gobierna, que es lo que
sabe y la verdad, público y notorio, pública voz, y fama y común
opinión, sin cosa en contrario para el juramento que tiene hecho,
bajo del cual en esta declaración habiéndosele sido leído, se afir­
mó, y ratificó, dijo ser de edad de cuarenta años y lo firmó, de
que yo el infrascripto secretario certifico. Santiago López Rega­
ñón.—Mateo Felipe Sánchez.
TESTIGO 3.°
El precitado Sr. D. Juan Climaco Quintano, consejero de Ha­
cienda, domiciliado en esta corte, después de haber jurado pasó a
ser examinado, lo fué por el interrogatorio que antecede y a cada
una de sus preguntas dijo y contestó lo siguiente:
1) A la primera que conoce al limo. Sr. D. Pedro de Inguanzo
y Rivero actual obispo de Zamora desde el año 1810, que no es ene­
migo, pariente, ni dependiente suyo, ni tampoco muy amigo, y res­
ponde.
2) A la segunda que por residir a la sazón en esta corte y tra­
tado en ella a personas fidedignas que asistieron al acto, sabe, y
le consta que el dicho limo. Sr. Pedro Inguanzo y Rivero fue con­
sagrado obispo de Zamora como a mediados de 1815 en la Iglesia
de las Comendadoras de Santiago de esta corte por el limo. Arzo­
bispo actual de Granada, siendo asistentes los limos. Srs. Obispos
de Almería y Calahorra, y responde.
3) A la tercera que por lo que ha oído a personas fidedignas
de aquel país, a quienes trata, no le queda duda alguna de que di­
cho Sr. Obispo, ha sido muy diligente en visitar a su Santa Igle­
sia, y Obispado, y en acudir a las necesidades que ha conocido, y
responde.
4) A la cuarta dijo que está en la inteligencia de que ha cum­
plido la obligación que se expresa porque ha oído a persona fide­
278
JOSE MANUEL CUENCA T0R1BI0
digna que ha visto el expediente que resulta acreditado ser así, y
responde.
5) A la quinta, que igualmente le consta y está en la inteligen­
cia de que ha cumplido co nlo que expresa la pregunta, especial­
mente en cuanto a reparar el Palacio episcopal que era del todo
necesario porque oyó como cosa notoria que estaba desvastado a
causa d ela invasión de los franceses que obedecían a Napoleón, y
responde.
6) A la sexta que siempre ha estado en la persuación de que
ha residido constantemente en su diócesis y así se 1 ohan asegura­
do sujetos de probidad que lo han tratado y tienen motivos de sa­
berlo con certeza, que ha oído hablar a personas imparciales del
singular aprecio que se merece por su buena conducta, su celo, y
sus bellísimas prendas, y que no cree que el clima de Zamora sea
contrario a su salud; y responde.
7) A la séptima que tiene entendido por iguales motivos que
ha celebrado órdenes en los tiempos designados al efecto y hecho
actos y funciones pontificales cuando ha sido necesario, y res­
ponde.
8) A la octava, que ha sido a personas fidedignas que se ha
portado del modo que refiere la pregunta; y responde.
9) A la novena, que atendidos los principios, y la ilustración
del limo. Sr. D. Pedro Inguanzo, se persuade que en cuantas oca­
siones se hayan presentado no podrá menos de haber defendido
la jurisdicción espiritual de su iglesia, los bienes y derechos de su
dignidad; y responde.
10) A la décima, que tiene por indudable que está adornado de
la doctrina que se requiere para enseñar a los demás, pues mu­
chas veces le ha oído hablar con elocuencia, y excudicción; y res­
ponde.
11) A la undécima, que atendido el normal estado del Arzo­
bispado de Toledo cree muy acertada la traslación del dicho limo.
Sr. D. Pedro Inguanzo y Rivero, y le conceptúa muy digno de ocu­
par esta silla, en lo que no duda será más útil que en Zamora:
Que es lo que sabe, y la verdad, publico, y notorio, publica voz, y
fama; y común opinión, y resputación sin cosa en contrario para
el juram ento que tiene hecho, bajo del cual en esta declaración,
habinedo sido leída, se afirmó, y ratificó, espresó ser mayor de
cuarenta años, y lo firmó, de que yo el infraescrito secretario cer­
tificó: Juan Climaco Quintano. D. Mateo Felipe Sánchez.
LOS PROCESOS CONSISTORIALES DEL CARDENAL INGUANZO
279
INTERROGATORIO
Por las preguntas siguientes el Excmo. e limo. Sr. D. Santiago
Guionstiniani, Arzobispo de Tiro nuncio apostólico en estos Reinos
de España para que sean examinados los testigos que ex officio ha­
rá comparecer para que declaren acerca del estado en cuál presen­
te se halla la Santa Iglesia, y arzobispado de Toledo para que ha
sido nombrado por su Magestad Católica el limo. Sr. D. Pedro Inguanzo y Rivero, actual obispo de Zamora:
Primeramente si saben, o tienen noticias en qué provincia es­
tá situada la ciudad de Toledo, de qué sitio, calidad, y grandeza es,
cuántas casas y vecinos tiene, y quién es su señor temporal: di­
gan, y den razón de cómo, por qué lo saben: si saben si en dicha
Ciudad hay Iglesia Catedral, de qué advocación, fábrica edificio,
y calidad es, y si necesita de algún reparo digan V. S.a si saben
quantos obispados tiene por sufragáneos el Arzobispado de Tole­
do: digan V. S.a si saben cuantas, y cuantos son en dicha Santa
Iglesia las dignidades, Canonjías, y demás Beneficios eclesiásti­
cos; cual es el número de todos los sacerdotes y que asisten, y si
saben en ella, cual es la mayor Dignidad después de la Arzobispal,
que renta tienen las Dignidades, Canonjías, y demás Beneficios;
y si hay las Prevendas teologal; y penitenciaria: digan V. S.° si sa­
ben si en dicha Santa Iglesia hay cura de almas y pilas de Bautis­
mo; digan V. S.a si saben si en la misma Santa Iglesia hay sacristía
suficientemente adornada de lo necesario para el culto divino y ce­
lebrar pontificalmente; y si también hay coro, órganos, campana­
rio, campanas, campanillas y cementerio: digan V. S.a si saben si
e ndicha Santa Iglesia hay cuerpos o alguna insigne reliquia de
Santos, como y con qué decencia se conservan: digan V. S.a si sa­
ben si en dicha ciudad de Toledo hay palacio para la habitación
del Sr. Arzobispo, cuanto dista de la Iglesia Catedral y si necesita
de algún reparo: diga V. S.a si saben cual es e lverdadero valor de
la renta de la mesa arzobispal, cuanto monta cada año en qué con­
siste y si tiene reservada alguna pensión, y a favor de quién: diga
V. S.a si sabe cuantas Iglesias parroquiales hay en la ciudad de To­
ledo, y si en cada una hay cura de almas, y pila de bautismo, cuan­
tas Iglesias Colegiales hay en ellas y en su arzobispado; cuantos
conventos de religiosos y religiosas, hospitales y cofradías; y si
también hay Monte de Piedad: diga V. S.a si sabe, qué distrito tie­
ne de ancho y largo el expresado arzobispado, cuantas ciudades,
villas y lugares comprenden y si cada una de dichas poblaciones
hay iglesias parroquiales con curas de almas y pilas de bautismo:
diga V. S * si sabe si hay seminario de niños, cuantos estudiantes,
280
JOSE MANUEL CUENCA TOR1BIO
sus rentas y con qué rentas; diga V. S.a si saben si esta vacante el
dicho arzobispado de Toledo, porqué, cómo y de cuanto tiempo a
esta parte; digan y dén razón a V. S.a D. Mateo Felipe Sánchez.
(Testigo 1.°) El dicho D. Domingo Sánchez Gijón Canónigo elec­
to de la Santa Iglesia de Toledo, domiciliado en esta Corte, después
de haber jurado compareció a ser examinado y habiéndolo sido
por el antecedente interrogatorio, a cada una de su preguntas di­
jo y contestó lo siguiente: a la 1.a dijo, que con motivo de haber
nacido, y criado en el Arzobispado de Toledo, sabe y le consta que
la ciudad de Toledo está situada en la provincia de su nombre, en
sitio elevado; es de fundación antigua, tiene de 4 a 5.000 casas, y
más de cinco mil vecinos, y no corresponde a señorío particular,
y responde: A la 2.a dijo, que por haber residido algunos años en
dicha ciudad, sabe y le consta que en ella hay Iglesia Catedral con
la avocación de la Asunción de nuestra señora, ese edificio sun­
tuoso, gótico antiguo y no sabe que necesita de reparo sustancial
y responde: A la 3.a dijo, que igualmente sabe y le consta que el
Arzobispado de Toledo tiene por sufragáneos ocho obispados a sa­
ber, Córdoba, Cuenca, Sigüenza, Jaén, Segovia, Cartagena, Osma
y Valladolid; y responde: A la 4.a dijo, que así mismo le consta y
sabe que en dicha Santa Iglesia de Toledo hay catorce dignidades
que son, deán caspicol, tesorero, vicario de coro, maestre-escuela,
capellán mayor; seis arcedianatos y dos abades; cuarenta canon­
jías; cincuenta raciones y treinta y tres capellanes, todos los cua­
les tienen la dotación competente para su decente sustentación;
que la mayor dignidad después de la del Sr. Arzobispo es la de
deán; y hay las Canonjías magistral, penitenciaria, lectoral y dos
doctorales; y responde: A la 5.a dijo, que también sabe por haber­
lo visto que en la mencionada Santa Iglesia hay pila de baustimo
y cura de almas, y lo es el de la capilla de San Pedro; y responde:
A la sexta dijo, que de lmismo modo sabe que hay sacristía bien
provista de todo lo necesario para el culto divino y funciones pon­
tificales; y también coro, órgano, campanarios, campanas, campa­
nillas y cementerio; y responde: a la séptima dijo: que igualmen­
te sabe que hay varios cuerpos de Santos y reliquias insignes de
otros y todo se conservan con mucha decencia en un suntuoso sa­
grario; y responde: A la octava dijo que así bien sabe y le consta
que en dicha ciudad de Toledo hay palacio Arzobispal próximo a
la catedral, el cual no sabe que necesite de reparo sustancial; y
responde: A la novena dijo que no puede asegurar el verdadero
valor de las rentas de dicho Arzobispado, sobre que se remite a lo
que resulte en la Real Cámara; pero si le consta que consiste en
LOS PROCESOS CONSISTORIALES DEL CARDENAL INGUANZO
281
diezmos, censos y predios, y que tiene pensiones, reservadas sobre
su tercera parte; y responde: A la décima dijo: que en la ciudad
de Toledo ha contado hasta 24 parroquias y ha observado que ca­
da una tiene su cura propio y pila bautismal; que en el Arzobispa­
do hay cuatro Colegiatas y considerable número de Conventos de
ambos sexos, de hospitales y de cofradías; y que también hay Mon­
te de Piedad; y responde: a la undécima dijo que que no puede de­
term inar la extensión y límites del Arzobispado de Toledo por su
magnitud y figura irregular, y si que comprende muchas ciudades
y villas entre ellas ésta de Madrid, diferentes aldeas y despoblados
con parroquias y curas de almas; y en todas las enunciadas pobla­
ciones se cuenta ochocientas y dos pilas bautismales; y responde:
a la duodécima responde que en la ciudad de Toledo hay dos Co­
legios pero ignora si hay seminario conciliar; y responde: A la
tercia y última dijo, que sabe y le consta que el Arzobispado de
Toledo está vacante desde el día 19 de marzo de 1823 por falleci­
miento del Emo. Sr. Cardenal D. Luis María de Borbón: que es
cuanto sabe y toda la verdad público y notorio, pública voz y fa­
ma, y común opinión para el juramento que tiene hecho, bajo del
cual en esta declaración, habiéndole sido leída, se afirmó y ratifi­
có, expresó ser de edad de treinta y cinco años poco más o menos,
y lo firmó, de que yo el infraescrito secretario certifico: Domingo
Sánchez Gijón: D. Mateo Felipe Sánchez.
(2.° Testigo) El precitado Sr. D. Isidoro Sainz de Alfaro, audi­
tor del Tribunal de la Rota de esta Nunciatura Apostólica del Con­
sejo de S.M. después de haber jurado, compareció a ser examina­
do, y habiéndolo sido por el precedente interrogatorio a cada uno
de sus preguntas dijo y declaró lo siguiente: A la 1.a que la ciudad
de Toledo es cabeza de la provincia de su nombre a la orilla del
río Tajo en una eminencia, su terreno muy fértil, su población co­
mo de cinco mil vecinos con el número de casas correspondiente,
y el Sr. de ella en lo temporal el Rey nuestro señor; y responde: a
la 2.a, que en dicha hay Iglesia catedral muy suntuosa y capaz, con
la advocación de Santa María, toda construida de piedra con mu­
cha solidez; y responde: A la 3.a dijo, que el Arzobispado de Tole­
do tiene ocho obispados sufragáneos, que son Córdoba, Cuenca,
Sigüenza, Jaén, Segovia, Cartagena, Osma y Valladolid; y alguna
Abadía; y responde: a la 4.a dijo qu een dicha iglesia Catedral hay
catorce dignidades, cuarenta Canonjías incluido en ella la Magis­
tral y Lectoral, las doctorales y penintenciarias; cincuenta reciones y más de treinta capellanes, todos los cuales están dotados su­
ficientemente para su decente manutención, y que la primera dig­
282
JOSE MANUEL CUENCA T0RIBIÓ
nidad después de la Arzobispal es la de deán; responde: A la quin­
ta, que en la misma Catedral hay una parroquia titulada de San Pe­
dro con cura de almas y pila de bautismo y responde: A la sexta
dijo: que la misma Catedral tiene sacristía correspondiente a su
grandeza provista de todo lo necesario para celebrar con Magestal
el culto divino y las funciones pontificales; e igualmente coro, ór­
ganos ,torre, campana, campanillas y cementerio; y responde: A
la séptima dijo, que en el sagrario de dicha Iglesia Catedral hay
algunos cuerpos de Santos entre ellos el de San Eugenio, y reli­
quias insignes como son las cabezas de San Ttilano y de San Ger­
mán y otras, todo conservado con suma decencia; y responde: A
la octava dijo, que en dicha ciudad de Toledo, hay casas arzobis­
pales muy próximas a la catedral y bien conservadas; y responde:
A la novena dijo que la renta anual del Arzobispado de Toledo es
pingüe, y proviene de rentas decimales y otras, pero no es fácil de­
terminar su valor, ni las pensiones que tiene y probablemente lle­
nará una tercera parte; y responde: A la décima dijo que en la
ciudad de Toledo hay más de veinte parroquias con sus respectivos
curas propios y pilas bautismales; y en el distrito del Arzobispado
hay una Magistral, en Alcalá una Colegial, en Talavera, otra en Es­
calona, y en otra en Pastrana, muchos conventos de ambos sexos
particularmente en Toledo, Alcalá y Madrid, muchos hospitales y
cofradías y Montes de Piedad; y responde: A la undécima dijo que
en el distrito de dicho Arzobispado es muy extenso y comprende
más de ochocientas pilas bautismales repartidas en ciudades, vi­
llas y lugares, y aún en despoblados; y responde: A la duodécima
dijo, que en dicha ciudad de Toledo hay un Colegio de niños que
sirven en la Catedral con rentas propias y también universidad;
y responde: a la decimatercia y última dijo: que e-1 expresado Ar­
zobispado de Toledo está vacante desde el día 19 de marzo de 1823
en que falleció el Exmo. Sr. D. Luis María de Borbón Cardenal de
Scala su último poseedor; lo cual y todo lo que ha declarado a las
anteriores le consta ciertamente por las noticias que adquirió en
el tiempo que residió en la ciudad de Toledo y las que le ha pro­
porcionado de ser Canónigo de aquella Santa Iglesia y Auditor de
Rota; y es la verdad pública y notorio, pública voz y fama y común
opinión y reputación sin cosa en contrario para el juramento que
tiene hecho, bajo del cual en esta declaración habiéndole sido leí­
da se afirmó y se ratificó, expresó ser mayor de cincuenta años y
lo firmó de que por el infraescrito secretario certifico: D. Isidoro
Sainz de Alfaro; D. Mateo Felipe Sánchez.
LOS PROCESOS CONSISTORIALES DEL CARDENAL INGUANZO
283
El nominado Sr. D. Ceferino Amarillo de Sancho .Arcediano de
Hellín, Dignidad de la Santa Iglesia de Cartagena después de ha­
ber jurado, compareció a ser examinado como lo fue, por el inte­
rrogatorio que antecede y a cada unas de sus preguntas dijo y con­
testó lo siguiente: A la 1.a, que con motivo de ser natural del Arzo­
bispado de Toledo, y haber residido algunos años en su capital, sa­
be que esta nombrada ciudad de Toledo es cabeza de la provincia
que da nombre, está situada cerca del río Tajo en paraje alto, es
de fundación antigua, bastante populosa, es de decir de más de cin­
co mil vecinos y de señorío real, y responde: A la segunda dijo, que
por haberlo visto sabe, que en dicha ciudad hay una magnífica
Iglesia Catedral con la advocación de la Asunción de nuestra Se­
ñora de construcción gótica v sólida y entiende que no necesita de
reparo particular; y responde: A la tercera, que sabe y le consta,
por notorio que el Arzobispado de Toledo tiene ocho obispados su­
fragáneos que son Córdoba, Cuenca, Singüenza, Jaén ,Segovia, Car­
tagena, Osma y Valladolid; y responde: A la cuarta que así mismo
sabe y le consta que dicha Iglesia Catedral tiene catorce dignidades
que son Arcediano de Toledo, Arcediano de Talavera, Caspiacol,
Tesorero, Arcediano de Calatrava, Abad de Santa Leocadia, Vicario
de coro, Deán, Mestre-escuela, Arcediano de Madrid, Arcediano de
Guadalajara, Arcediano de Alcaraz, Abad de San Vicente ,v Cape­
llán Mayor; cuarenta Canonjías, cincuenta Raciones v treinta y
tres Capellanías y que todos tienen la correspondiente dotación pa­
ra sostenerse con decencia, que la mavor dignidad después de la
arzobispal es el Deanato; y que existe de antiguo las Canonjías teo­
logal y penitenciaria v demás llamadas de oficio; y responde: a la
quinta, que también le consta tiene cura de almas, y pila de bau­
tismo y es el de la capilla de San Pedro; y responde: A la sexta,
que igualmente le consta que tiene sacristía con todo lo necesario
para celebrar con pompa y solemnidad los divinos oficios y actos
pontificales; y así mismo coro y lo demás que refiere la pregunta;
y responde: a la séptima diio: que del mismo modo le consta que
en un magnífico sagrario tiene con mucha decencia el cuerpo de
San Eugenio y el de otros santos y diferentes reliquias insignes;
y responde: A la octava, que en dicha ciudad de Toledo ha visto
un palacio Arzobispal bien conservado y próximo a la Catedral; y
responde: A la novena, que ignora el verdadero valor de las rentas
y de la mesa Arzobispal, pero le consta que son pingües, y que con­
siste en diezmos, rentas de predios y otros derechos, y que están
pensionadas hasta una tercera parte; y responde: A la décima, cine
sabe y le consta que la ciudad de. Toledo tiene en su recinto veln-
284
JOSE MANUEL CUENCA TORIBÏO
ticuatro parroquias, todas con curas y pilas bautismales; y que
en la diócesis hay cuatro Iglesias Colegiales; muchos conventos de
religiosos y religiosas, hospitales y cofradías ,también Monte de
Piedad; y responde: a la undécima dijo que también consta que
en el distrito de dicho Arzobispado hay grandes poblaciones y pe­
queñas y en ellas ochocientas y dos pilas bautismales con todo lo
correspondiente; y responde: A la duodécima, que así bien le cons­
ta que en Toledo hay dos Colegios, pero le parece que ninguno de
ellos es seminario conciliar; y responde: a la decimatercia y últi­
ma, que sabe y le consta por notorio que está vacante el arzobis­
pado de Toledo por fallecimiento del Emo. Sr. D. Luis María de
Borbón, Cardenal de Scala, Ocurrido el día 19 de marzo de 1823;
quees lo que sabe y toda la verdad, público y notorio, pública voz
y fama y común opinión y reputación, sin cosa en contrario para
el juramento que tiene hecho, bajo del cual en esta declaración
habiéndole sido leida se afirmó y se ratificó, expresó ser edad de
cuarenta años, poco más o menos, y lo firmó, de que yo el infraescrito secretario certifico: Sr. D. Ceferino Amarillo de Sancho:
D. Mateo Felipe Sánchez.
En la Villa de Madrid a 28 de junio de 1824 el Exmo. e ImnO.
Sr. D. Santiago Giustiniani, Arzobispo de Tiro, Nuncio Aspotólico
en estos reinos habiendo visto las informaciones y averiguaciones
que anteceden recibidas exofficio por su Excelencia acerca del Go­
bierno que ha tenido, y como se ha portado el Emmo. Sr. D. Pe­
dro Inguanzo y Rivero, nombrado por su Magestad Católica para
la Santa Iglesia y Arzobispado de Toledo, vacante por fallecimien­
to del Emmo. y Excmo. Sr. D. Luis de Borbon, Cardenal de Scala
en su Iglesia y Obispado de Zamora y sobre el estado en que al
presente se halla la citada Santa Iglesia y Arzobispado de Toledo,
con todo lo demás que ver y considerar se debía, por ante mí el
secretario de S. M. y de su tribunal de justicia y testigos infraescritos dijo: que en los mejores modo, vía y forma que puede y alia
lugar en derecho, interponía e interpuso su autoridad y judicial
decreto para que las enunciadas informaciones que van firmadas
de S. Exm. selledas con el sello de sus armas, y refrendadas de mí
el dichosecretario valgan, y hagan entera fé donde se presentaren:
y certificaba y certifico a nuestro Santísimo Padre y Sr. León por
la divina providencia Papa duodécimo, y a los Eminentísimos y Revendísimos Srs. Cardenales de la Santa Romana Iglesia que los
testigos jurados y examinados en razón de lo que dicho es son per­
sonas conocidas, de calidad distinguida y a quienes se pueden y de­
be dar entera fé y crédito; y en lo que S. Exm. puede juzgar así
LOS PROCESOS CONSISTORIALES DEL CARDENAL INGUANZO
285
por lo que resulta justificado en las enunciadas informaciones, co­
mo por lo que hay entendido en esta Corte acerca de las circunstan­
cias que concurren en el enunciado Ilmmo. Sr. D. Pedro Inguanzo
y Rivero le tiene y considera por digno, y merecedor de que su san­
tidad se digne pasarle la gracia de dicha Arzobispado de Toledo;
y para que de todo le conste, mandaba y mandó a mí el dicho se­
cretario que saque y de un traslado, o más de las requeridas infor­
maciones para remitirlo a su Santidad cerrado y sellado en mane­
ra que haga fé, a fin de que en su vista provea lo que convengan
así lo proveyó mandó v firmó S. Exa. siendo testigo D. Norberto
de Oca y Meló, D. Nicolás Hernández y D. Francisco Díaz Manzana­
res, Notario oficiales mayores y receptor respectivo de su tribunal:
Santiago Arzobispo de Tiro, Nuncio Apostólico: por Mandado por
su Exa. D. Mateo Felipe Sánchez.
Sr. Arzobispo de Tiro, Nuncio Apostólico.
D. Mateo Felipe Sánchez del Consejo de S. M. su secretario y
del Tribunal de la Nunciatura Apostólica en estos Reinos, Caba­
llero de la espuela de oro de Su Santidad, Conde Palatino.
Certifico que la copia antecedente corresponde a la letra con
su original que queda entre los demás papeles de la secretaría de
justicia de mi cargo de dicho Tribunal, a quien me remito, y de
que certifico. Y para que conste los firmo en Madrid a 10 de julio
de mil ochocientos veinte y cuatro.
D. Mateo Felipe Sánchez.
Archivo Secreto Vaticano.
ANALISIS DEL SISTEMA DE PARENTESCO DE LOS
VAQUEIROS DE ALZADA DE ASTURIAS
POR
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
INTRODUCCION.
Aproximación y delimitación del tema.—Tratar de investigar
hoy sobre cualquier aspecto de la cultura de los vaqueiros de al­
zada de Asturias exige, inevitablemente, una serie de puntualizaciones y de aclaraciones previas.
Yo había pensado titular este trabajo, «análisis del sistema de
parentesco de los vaqueiros de alzada de Somiedo», pero esto tam­
poco sería exacto. Es preciso, centrar y delimitar nuestro tema,
hacer referencia a la situación actual de la trashumancia ganade­
ra en Asturias, a la estructura económica del compesino astur y,
finalmente, a la naturaleza y propósito de este trabajo.
La trashumancia ganadera en Asturias, en su sentido estricto
y genuino, ha comenzado a descomponerse y a extinguirse, de
una manera brusca, a partir de los años 55-60. En la actualidad,
los vaqueiros de alzada como tales no sobrepasan los 300 indivi­
duos localizados en tres concejos y repartidos en unos 14 pueblos,
de los cuales 9 son lugares de residencia invernal: Buspol y El
Pevidal (Salas), Modreiros, Carricedo, Santa Marina, El Pontigo
y Villaverde (Belmonte de Miranda) y Caunedo y Pola de Somie­
do (Somiedo); los otros 5 son pueblos de alzada que ocupan desde
Abril a Noviembre (depende del clima): El Llamardal, La Peral,
Santa María del Puerto, Perlunes y La Falguera (Somiedo). En
288
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
todos los demás concejos de Asturias en que existía la trashumancia ganadera, esta ha derivado hacia formas de vida más se­
dentaria y evolucionadas, aunque en algunas zonas se sigan apro­
vechando los pastos de alzada durante algunos meses de verano.
En segundo lugar, la estructura económica del campo asturiano
y la organización del paisaje (a partir de los años 60-65 del pre­
sente siglo, para la zona implicada en la trashumancia), los mo­
vimientos demográficos, la mecanización, la comercialización y ma­
yor demanda de productos agrícolas y sobre todo ganaderos, etc.,
posibilitaron, incluso a las zonas más apartadas, un mayor nivel eco­
nómico y un lento proceso de aculturación, de especialización y
de productividad. Todo esto, en definitiva, posibilitó el sedentarismo y el abandono de formas de vida más primitivas y un acerca­
miento entre el modo de vida dei agricultor y el del vaqueiro.
Por último, mi intención ha sido realizar un trabajo directo de
campo sobre el sistema de parentesco de los vaqueiros de alzada,
basándome en los escasos reductos donde aún sigue practicándose
la trashumancia más o menos pura, es decir a los lugares que an­
tes mencioné (ver mapa adjunto), utilizando como fuente de in­
formación empírica las aportaciones de las personas entrevistadas
durante mis muchas y largas estancias con los vaqueiros en Somiedo y Belmonte, los Archivos Parroquiales, los Archivos de los
Ayuntamientos (Somiedo y Belmonte), el Registro de la Propiedad
de Belmonte, el Archivo de Simancas y La Chancillería de Valla­
dolid, asesorado por una serie de publicaciones sobre el tema de
los vaqueiros y otras sobre temática antropológica en general. En
resumen, el presente trabajo se centra, concretamente, en los
vaqueiros de alzada actualmente existentes y que yo llamaré
de Somiedo, porque todos éllos suben todos los veranos a los pue­
blos de alzada antes mencionados y pertenecientes todos éllos al
Concejo de Somiedo.
Los objetivos de este trabajo se reducen fundamentalmente a
dos: un análisis descriptivo del sistema de parentesco de los va­
queiros de alzada y, en segundo lugar, un análisis funcional y cau­
sal de dicho sistema de parentesco.
I.— Análisis descriptivo del sistema de parentesco de los vaqueiros
de alzada de Somiedo.
Sorprende profundamente que, después de dos siglos de abun­
dante producción bibliográfica sobre el tema de ló$ vaqueiros de
SISTEMA DE PARENTESCO DE LOS VAQUEIROS DE ALZADA DE ASTURIAS 2 8 9
alzada, exista aún ese enorme vacío en torno al tema del parentes­
co, cuando se trata de uno de esos fenómenos difíciles pero ricos
en significado, de cuyo análisis se pueden obtener luces y claves
para comprender otros muchos aspectos de la cultura de un gru­
po, tanto aquellos que, con frecuencia y por parecer demasiado
evidentes, ni se perciben, como aquellos otros que, por ser más
intrincados, agotan nuestra tinta. No se puede perm itir que un te­
ma como el del parentesco vaqueiro sea despachado en 2 ó 3 lí­
neas, afirmando que se trata de un sistema endógamo forzado por
una marginación étnica y racial a la que parece haber estado so­
metido desde siempre el grupo vaqueiro por parte del resto de la
sociedad asturiana. No se puede decir tan poco, ni plantear tantos
problemas, en tan escaso espacio.
Quiero pues hacer, primeramente, un análisis descriptivo del
sisitema de parentesco vaqueiro, para, finalmente, plantear una
serie de hipótesis interpretativas del mismo.
1.— JJna endogamia grupal.—La afirmación de que los vaquei­
ros de alzada de Asturias constituyen un grupo humano endógamo,
es decir que no intercambian mujeres ni hombres con el resto de
la sociedad global, es un hecho publicado, aunque no sé hasta que
punto constatado, por todos los que de una forma o de otra han
trabajado sobre el tema vaqueiro. Mi propósito es el de tratar de
matizar este fenómeno.
La endogamia grupal, en principio, nada tiene que ver con el
incesto o con los matrimonios entre consanguíneos o afines, aun­
que no descarta la posibilidad de enlaces de este tipo. Entre las
150 Certificaciones de Matrimonio consultadas pertenecientes a la
Parroquia de Santa María del Puerto de Somiedo (1), tan sólo un
9% presentan lazos de consanguinidad o de afinidad, o ambos con­
juntamente. Se diría, mas bien, que existe el propósito firme, por
parte del grupo, para evitar dichos lazos entre los cónyuges.
La endogamia vaqueira tampoco debe circunscribirse sólo a
cada uno de los pueblos de vaqueiros, como si cada pueblo se
(1)
L ib r o d e M a tr im o n io s de la P a r r o q u ia d e S a n t a M a r ía d e l P u e r to de
S o m ie d o , L ib . I, I I y I I I , C a s a P a r r o q u ia l de P o la d e S o m ie d o ,
que abarcan
desde 1826 hasta la actualidad. De los 150 matrimonios consultados tan sólo
en 16 casos hemos hallado lazos de consanguinidad o afinidad. Quiero señalar
que tan sólo consulté los Libros de Matrimonios de la Parroquia de Santa Ma'ría del Puerto por tratarse de una Parroquia con u’n solo pueblo y todo él
trashumante, lo cual nos ofrece datos más exactos y más fáciles de manejar.
Además, debo recordar que los libros examinados tan sólo reflejan los ma­
trimonios habidos durante v m parte del año, .y de Jas mujeres solamente,. .
290
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
abasteciese a sí mismo de varones y de hembras, sin necesidad y
evitando «tener comercio» sexual con los demás (2). Las Certifi­
caciones de Matrimonio consultadas nos muestran la amplia red
de intercambio de mujeres y de hombres entre los distintos pueblos
de vaqueiros que, sin llegar a unas normas estrictas como las que
se dan en otras comunidades del tipo A~»B ~>C >A, hacen posible
y fuerzan esos lazos de cohesión entre los distin+os pueblos que
componen el grupo vaqueiro, al tiempo que se origina una exoga­
mia dentro del propio grupo sin llegar a una estructuración de mi­
tades o de clanes. Esto desmiente muchas afirmaciones que, desde
Jovellanos hasta nuestros días, repiten e insisten que los pue­
blos de vaqueiros se reducen a sus términos, viviendo separados
de los demás, «sin que entre éllos se advierta relación, inteligen­
cia, trato ni comunicación alguna. Acaso por esto no han podido
hasta ahora vencer la aversión y desprecio con que generalmente
son mirados» (3). Esta afirmación y otras similares mucho más re­
cientes pueden también ser negadas a partir de las Certificaciones de
los libros de Bautismo de la Parroquia de Santa María del Puerto
de Somiedo (4). En definitiva, podemos afirmar que la estructura
de parentesco de los vaqueiros de alzada de Somiedo refleja una
(2) E sta e s la o p in ió n d e G. M . d e J o v e lla n o s , C a r t a n o v e n a , d ir ig id a a
D . A n to n io Po'nz, e n O b r a s , B ib lio te c a d e A u to r e s E sp a ñ o les, E d ic. A tla s, M a­
d rid , 1952, T. II, p ág . 305; a sim ism o , R am ón B a r a g a ñ o . L o s v a q u e ir o s de a l ­
z a d a , A y a lg a E d ic., G ijó n , 1977, p ág. 39, q u ien b a sá n d o se e n J o v e lla n o s y e n
la o p in ió n d e R . F ord e l cu a l, a m e d ia d o s d e l sig lo p a sa d o , d e sp u é s d e v ia ja r
p o r A stu r ia s c o n c lu y e so b re e ste te m a d ic ie n d o q u e lo s v a q u e ir o s p a sa b a n e l
v e ra n o a isla d o s d e lo s p u e b lo s d e a b a jo y d e la s d e m á s b r a ñ a s d e v a q u eiro s.
C ad a p e q u eñ o c la n se m a n tie n e a isla d o y so lita r io ; lo m ism o d ic e Jua'n U r ia
R iu , L o s v a q u e ir o s de a lz a d a y o tro s e s tu d io s (D e c a z a y e tn o g r a fía ), B ib lio ­
te c a P o p u la r A stu r ia n a , O vied o , 1976, p ág. 86, n o ta 11, y B e rn a rd o A c ev e d o
H u e lv e s , L os v a q u e ir o s de a lz a d a en A s t u r ia s , O v ied o , 1893, p ág . 54, 55 y ss.,
y u n la r g o e tc é te r a .
(3) Los cónyuges de las 150 certificaciones de Matrimonio consultadas, así
como los padres de los mismos, son originarios de la mayoría de los pueblos
de vaqueiros aún en la actualidad trashumantes, coh un predominio claro del
pueblo de El Puerto por tratarse de dicha parroquia. De ninguna manera pue­
de deducirse la opinión de los autores mencionados, sino exactamente la con­
traria.
(4) C o n s u lt a d o s lo s L ib r o s de B a u t is m o s de la P a r r o q u ia d e S a n t a M a r iä
d e l P u e r to , L ib . I, I I y I I I , C a s a P a r r o q u ia l de P o la de S o m ie d o , que van
desde 1820 hasta la actualidad y sólo para los bautismos de Abril a Noviem­
bre aproximadame’nte, pudimos constatar, a partir de 300 certificaciones con­
sultadas, que tanto los abuelos paternos, los abuelos maternos y los padres
son procedentes indiscriminadamente de los pueblos de vaqueiros que, de una
form an Otra, podían tener algún contacto posible en invierno o •en verano. .
SISTEMA DE PARENTESCO DE LOS VAQUEIROS DE ALZADA DE ASTURIAS
291
endogamia grupal y una clara tendencia hacia una exogamia entre
los distintos pueblos distribuidos en los Concejos de Salas, Bel­
monte de Miranda, Somiedo, Cangas de Tineo, Grado y algunos lu­
gares de la Provincia de León pertenecientes a la Babia y a Laciana particularmente. Este fenómeno podría tener ciertas seme­
janzas con las sociedades tribales o con los grupos de castas, pero
sin la formalización y la reglamentación interna existente en di­
chas sociedades o grupos.
2.— Un modelo de parentesco predominantemente patrilineal y
virilocal.—La estructura del parentesco entre los vaqueiros de al­
zada de Somiedo, como, por otra parte, sucede en la gran mayoría
de los grupos ganaderos primitivos del resto del mundo, es pre­
dominantemente de residencia virilocal o patrilocal y de filiación
patrilineal. Tampoco en este caso hemos podido constatar la exis­
tencia explícita de normas estrictas propias al grupo. Sin embargo,
basados en nuestro contacto directo con el grupo vaqueiro, y en
las entrevistas realizadas a individuos pertenecientes o conocedores
de los vaqueiros, podemos asegurar esto. Así, tanto la propiedad,
el lugar de residencia de la esposa y de los hijos del matrimonio,
como la línea de descendencia del tronco se transmite y se deter­
mina a través de un Ego masculino, el primogénito de la familia,
mientras que los demás hijos varones y hembras, al casarse, de­
ben abandonar la propia familia. En aquellos casos en que no exis­
tiesen hijos varones o éstos emigrasen o renunciasen al matrimo­
nio, sería la primera de las hembras quien se casaría y residiría
dentro de su tronco de origen, volviendo a regir la misma norma
jgeneral sobre sus hijos. En los casos de hijos únicos no se plan­
teaban mayores problemas, y cuando no existen hijos del matrimo­
nio se suele recurrir a los sobrinos no comprometidos con su pro­
pia familia. En los casos en que deba ser una hembra la que cir­
cunstancialmente deba casarse y residir en la casa paterna su ma­
rido suele ser, generalmente, un varón no primogénito. La estruc­
tura del parentesco de los vaqueiros de alzada de Somiedo es bá­
sicamente la misma que la de los demás pueblos de vaqueiros de
Asturias, y similar a la de otros pueblos agricultores asturianos, en
especial en aquellas zonas en que existía la norma del mayorazgo,
como es el caso de Tineo, Pola de Allande, Cangas del Narcea, etc.
No obstante entre los pueblos de agricultores parece darse un claro
descenso de la patrilinealidad y un fuerte incremento de la bilateralidad, incluso en Asturias.
292
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
En definitiva, la familia vaqueira podría representarse de la
forma siguiente:
Equivalencia de los símbolos utilizados en los diagramas de parentesco:
A varón
= casado con
O hembra
| descienúe de
| | es hermano de
Ego es el yo desde cuyo punto de vista se tratan las relaciones de parentesco A (ego mas­
culino) O (ego femenino).
Así, en un momento determinado, una familia vaqueira puede
estar formada de la siguiente manera:
SISTEMA DE PARENTESCO DE LOS VAQUEIROS DE ALZADA DE ASTURIAS
293
A medida que los varones no primogénitos y las hijas que ori­
ginariamente pertenecen al grupo de filiación patrilineal se van
casando, sus hijos ya no van a pertenecer a su mismo grupo de
filiación ni permanecer o ir a residir a su lugar de residencia. Los
hijos, por lo tanto, pertenecen al grupo de filiación de sus padres,
no al de sus madres, como norma general (cuando ésta se puede
cumplir).
Lo que se pretende con este sistema, como veremos más ade­
lante, es preservar en tanto en cuanto sea posible la casa y unidad
de explotación agraria bajo un solo heredero. El linaje tiende a
perpetuarse. Los hermanos del primogénito permanecen en la casa
paterna mientras están solteros, trabajando y sin sueldo. Una vez
casados irán a residir a otro grupo manteniendo su filiación origi­
naria, la cual no es transmisible a sus hijos de forma completa (5).
Los sistemas unilineales conllevan una sola filiación y una o varias
residencias, no obstante el sistema vaqueiro no corresponde exac­
tamente al modo de filiación patrilineal, por más que existan cla­
ras presiones para preservar indivisa la unidad de explotación, ya
que existen otros factores que nos remiten y nos obligan a admitir
la presencia y la coexistencia de una cierta bilateralidad. Este he­
cho nos plantea algunos problemas que tratarem os de resolver
más adelante.
II.—Análisis funcional y causal del sistema de parentesco vaqueiro.
1.— La casi total ausencia de matrimonios entre consanguíneos
y afines.—Como ya señalé anteriormente, el porcentaje de m atri­
monios entre individuos consanguíneos o afines es bajo. Teniendo
(5)
Ver Carmelo L ison T olosana, E n s a y o s d e a n t r o p o lo g ía s o c ia l, Edit.
Ayuso, Madrid, 1973, págs. 79 y ss. Quiero señalar en relación a este tema
de la patrilinealidad y en el intento de preservar la unidad de explotación
que, de las consultas que hice de los L ib r o s de F in a d o s d e la P a r r o q u i a de
\S a n ta M a r ía d e l P u e r to d e S o m ie d o , Lib. I, II y III que abarcan desde 1820
hasta la actualidad, Casa Parroquial de Pola de Somiedo, en cuyas Certifica­
ciones de Defunción abundan los testamentos “in ora mortis” hechos ante 5
testigos y el Sacerdote, repito que en estos testamentos, válidos si en el plazo
de un mes se legalizaban ante Notario y nulos si el enfermo no fallecía, no
aparece ninguna horma general que nos permita concluir que la propiedad
se dejaba al primogénito o al varón antes que a la hembra, o a la primera de
las hembras (como sucede donde existe la norma del mayorazgo), pues o no
se beneficia a ninguno de los hijos o existen mejoras de tercio o tercio y
quinto a cualquiera de los hijos. No obstante no hemos analizado las razones
y el alcance de estos datos.
294
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
en cuenta que siendo el grupo vaqueiro endógamo y relativamente
reducido este hecho no es casual, sospecho que debe estar deter­
minado por alguna razón poderosa.
De todos es sabido, y es una opinión generalizada entre los an­
tropólogos, que entre todos los grupos humanos las relaciones de
parentesco siempre son determinadas y cumplen una serie de fun­
ciones esenciales de cara a la supervivencia del grupo y, por tanto,
no emana de principios ideológicos por más claros y trascendentes
que puedan parecer (6). El grupo vaqueiro es endógamo, es ver­
dad, pero dentro del mismo existe una fuerte tendencia hacia el
intercambio de mujeres entre los distintos pueblos y grupos de
filiación carentes entre sí de lazos de parentesco (por consanguini­
dad o por afinidad). Este fenómeno no puede explicarse recurrien­
do simplemente a prohibiciones éticas o ideológicas, tales como
la de la degeneración de la descendencia. Por otra parte, la Iglesia
Católica concedía fácilmente dispensas hasta ciertos grados de
consanguinidad o afinidad colateral (7). Además, el vaqueiro, por
experiencia directa con su propio ganado, sabía que el argumento
(6) B á s te n o s record ar, co m o ejem p lo , a M a rcel M a u ss, S o c io lo g ie e t A n P .U .F ., P a rís, 1966 (3.a ed .) (trad . c a st., T écn o s, M ad rid ), E ssa i
su r le d on , p á g s. 145 y ss: ; C lau d e L e v i-S tr a u s s , L e s s t r u c t u r e s é lé m e n ta ir e s
de la p a r e n té , M o u to n , L a H a y a , P a rís, 1968 (2.a ed .), p á g s. 553 y ss. y 73-74
(e x is t. trad . esp .). E l m a trim o n io , a firm a L é v i-S tr a u ss, e n la lín e a d e M au ss,
e stá c o n sid e r a d o en to d a s p a r te s com o u n a ocasió'n p a r tic u la r m e n te fa v o r a b le
p a r a la a p e rtu ra o p a ra e l d e sa rr o llo d e u n c ic lo d e in te r c a m b io s e n tr e lo s d o s
g r u p o s o fa m ilia s ; A . R. R a d c liffe b r o w n , E s t r u c t u r a y fu n c ió n e n la s o c ie ­
d a d p r im it i v a , E d ic. P e n ín su la , B a rc elo n a , 1974 (2.a ed .), p á g s. 9 y s s . ; R o b in
F o x , S i s t e m a s de p a r e n te s c o y m a trim o n io , A lia n z a U n iv e r s a l, M ad rid , 1972,
cap . 2 ; L e s lie W h ite , L a c ie n c ia de la c u ltu r a . U n e s tu d io s o b r e e l h o m b re y
la c iv iliz a c ió n , E d it. P a id ó s, B u e n o s A ire s, 1964, p á g s. 295 y ss.
(7) L a c o n sa n g u in id a d e s, e n n u e stra so c ie d a d , e l v ín c u lo d e sa n g re co­
m ú n q u e u n e a d o s o m á s in d iv id u o s d e s c e n d ie n te s p o r g e n e r a c ió n d e u n
tr o n c o c o m ú n p r ó x im o . E n la c o sa n g u in id a d h a y q u e d istin g u ir : e l tro n co , e l
g r a d o o d is ta n c ia d e u n p a r ie n te a otro y la lín e a , e s d e cir la se r ie d e in d iv i­
d u o s q u e d e s c ie n d e n d e l m ism o tron co. E x iste n d o s lín e a s : la rec ta , se r ie d e
in d iv id u o s q u e d e sc ie n d e n u n o s d e o tro s, sea d e fo r m a in m e d ia ta o m e d ia ta
(p a d re s-h ijo s, a b u e lo s -n ie to s ); y la c o la ter a l, se r ie d e in d iv id u o s q u e d e sc ie n de'n d e u n m ism o tro n co , p ero sin ser e n tr e sí n i d e sc e n d ie n te s n i a s c e n d ie n te s
(lo s h e r m a n o s, p r im o s, e tc.). E n lín e a recta h a y ta n to s g r a d o s c o m o g e n e r a c io ­
n e s, e x c e p tu a n d o a l tr o n c o ; e n la lín e a c o la te r a l h a y ta n to s g ra d o s c o m o g e ­
n e r a c io n e s e n u n a d e e lla s, si so n a m b a s ig u a le s ; si son d e sig u a le s h a y ta n to s
g r a d o s co m o ge'n era cion es te n g a la m á s la rg a . L a m o ra l c a tó lic a d ir im e e l m a ­
tr im o n io , p o r d e r e c h o n a tu ra l, e n tre to d o s lo s g r a d o s d e a s c e n d ie n te s o d e s­
c e n d ie n te s e n lín e a recta . E n tre c o la te r a le s p u e d e d isp e n sa r h a s ta e l se g u n d o
g r a d o in c lu s iv e . L a a fin id a d e s u h p a r en tesc o q u e se o r ig in a a p a r tir d e l m a 'th ro p o lo g ie ,
SISTEMA DÉ PARENTESCO DE LOS VAQUEIROS DE ALZADA DE ASTURIAS
295
de degeneración de la prole no estaba nada claro y, de hecho, la
genética mostró que el apareamiento entre consanguíneos refuerza
los caracteres, tanto los que llamaríamos negativos como los
favorables. Al mismo tiempo, la afinidad es ajena a todo
esto y se evita con la misma insistencia que la consangui­
nidad. Por tanto, el único argumento válido para explicar
este hecho hay que buscarlo en la lucha del grupo por la
propia supervivencia. El modo de vida vaqueiro, con su do­
ble residencia y vecindad, obliga a las familias a convivir con
dos tipos de vecinos distintos, es decir en la estancia veraniega ha­
bita los pueblos de alzada cuyos vecinos pueden no ser (y en mu­
chos casos no lo son) los mismos con los que luego va a pasar los
meses de invierno en los pueblos bajos. Por otra parte, existe la
necesidad de establecer lazos consistentes entre los distintos pue­
blos, para defender los intereses del propio grupo contra las pre­
siones del resto de la sociedad global y, particularmente, de los
agricultores. Todo esto determina que los lazos de parentesco se
configuren bajo la presión del propio grupo. No existen normas
trimonio válido, que rige sólo entre el marido y los consanguíneos de la mujer
y entre la mujer y los consanguíneos del hombre. Podemos ilustrarlo con el
siguiente ejemplo:
afines entre Ego y la hija del hermano de su
esposa (sociedad patrilineal).
atines entre Ego y el hijo de la
hermana del esposo (sociedad
matrilineal)
En línea recta, la moral católica dirime todo matrimonio entre afines, y
en la colateral hasta el segundo. No obstante, excepto en el primer grado en
línea recta, al estar sujeto el impedimento al derecho eclesiástico podía dis­
pensarse. Ver C ó d ig o de D e r e c h o C a n ó n ic o y le g is la c ió n c o m p le m e n t a r ia , tex­
to latino y versión castellana de L. M ig u e l e z , Sabino A l o n s o y M . C a b r e r o ,
B.A.C., Madrid 1949, Cánones 96, 97, 1042, 1076 y 1077, particularmente;
T. Muñiz, Derecho parroquial, Sevilla, 1923 (2.a ed.) t. I, págs. 425 y ss.
296
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
explícitas que rijan estos fenómenos y, en muchos casos, hasta
se puede afirmar que se trata de modelos de comportamiento no
conscientes. No obstante, ios hechos nos confirman que, entre los
pueblos vaqueiros, existe una amplia red de relaciones sociales
basadas fundamentalmente en el comercio sexual, el cual robus­
tece la supervivencia de un grupo que tiene un modo de vida dife­
rente al de la sociedad que le rodea. Así, los matrimonios, los na­
cimientos, las defunciones, los movimientos migratorios, el folklo­
re vaqueiro, etc., son acontecimientos en que es todo el grupo
quien, de una forma o de otra, participa: se casa, nace, muere o se
divierte (8).
Evitar, por tanto, los matrimonios entre consanguíneos o afi­
nes parece estar determinado por razones destinadas a potenciar
los lazos de cooperación, intercambio y comunicación intragrupal.
Puede casi asegurarse que la sobrevivencia del grupo vaqueiro se
debe a estas relaciones internas basadas en el comercio de mujeres
y, por otra parte, en su endogamia, afirmación, esta última, que
analizaremos más adelante.
2.— Un sistema de parentesco propio de los grupos ganaderos
y trashumantes.—Numerosos antropólogos defienden la tesis de
que las relaciones de parentesco funcionan (en muchas sociedades
primitivas), al mismo tiempo, como infraestructura y superestruc­
tura, pues regulan el acceso de los grupos y de los individuos a las
condiciones de producción y a los recursos, regularizan el matri­
monio, proporcionan un marco social de muchas actividades (po­
líticas, rituales, etc.) y funcionan, por último, como esquema ideo­
lógico, como código simbólico para expresar las relaciones de los
individuos entre sí y con el medio (9). Los términos del parentes­
co expresan relaciones sociológicas antes que biológicas, y el ma­
trimonio y la familia están teñidos de un definido «aspecto econó­
mico» (10). «Las relaciones de parentesco son el efecto complejo
del juego combinado de las instancias económica, jurídico-políti­
ca e ideológica del modo de producción» (11). Situándome en esta
línea metodológica intentaré analizar que el modo de producción
(8) Me refiero siempre a la zona ya delimitada (ver mapa). Esta idea la
expresa también G. M. de J o v e l la n o s , en la carta citada, op. cit. pág. 304, y
B. A ceved o H u e l v e s , op. cit. pág. 50.
(9) Ver M. G o d e l ie r , E c o n o m ía , fe tic h is m o y re lig ió n e n la s s o c ie d a d e s
p r im it i v a s , s. XXI, Madrid, 1974, págs. 235-236.
(10) Ver L. W h it e , op. cit. págs. 286 y 295.
(11) E. T e r r a y , E l m a r x is m o a n te la s s o c ie d a d e s “ p r i m i t i v a s ” . Ed. Losa­
da, Buenos Aires, 1971, págs. 139 y 140.
SISTEMA DE PARENTESCO DE LOS VAQUEIROS DE ALZADA DE ASTURIAS
297
de los vaqueiros de alzada de Somiedo determina y es, en parte,
determinado y sustentado por las relaciones de parentesco intragrupales y extragrupales, al tiempo que la importancia económica
del hombre y de la mujer en ese modo de vida determina también
su posición dentro de dicho sistema de parentesco.
Estudios experimentales realizados con 565 culturas nos mues­
tran que el sistema de parentesco está en función del tipo de base
económica dominante y por el papel del hombre y de la mujer en
el mismo y es causado por ellos. Así, mientras en las sociedades cu­
ya base económica es la agricultura del arado predomina la estructu­
ra patrilineal (59%), en las que existe un cultivo incipiente de aza­
da predomina la matrilinealidad, la bilateralidad y la patrilinealidad (45%, 34% y 15%, respectivamente); por el contrario, en las
sociedades pastoriles predomina la patrilinealidad (77%), y en las
cazadoras y recolectoras la bilateralidad (61% ) (12). En el grupo
vaqueiro predomina claramente la patrinealidad y la patrilocalidad
o virilocalidad, a pesar de que exista una bilateralidad al estable­
cer cuáles son los propios parientes, pues vemos que lo son igual­
mente los del tronco del padre y los de la madre, hecho que po­
dríamos representar de la forma siguiente;
Esta representación se sitúa dentro del sistema de filiación cognaticio, donde EGO se
relaciona en línea ascendente y descendente, tanto con el tronco de la madre como
con el del padre, pero las semejanzas del sistema de parentesco vaqueiro y el cognaticio-bilateral se dan tan solo a nivel de ciertos aspectos, la filiación sobre todo, pero
no a nivel de residencia, por ejemplo.
(12) A. H o ebel , A n t r o p o lo g í a :
celona, 1973, págs. 380 y ss.
E l e s tu d io d e l h o m b re ,
Edic. Omega, Bar­
298
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
La explicación de todo esto radica en la propia estructura eco­
nómica de la propiedad y su transmisión, la división del trabajo
según los sexos y la importancia económica de cada uno de éllos.
La familia vaqueira posee una serie de bienes propios (tierra, casa,
cuadras, ganado, etc.) y derechos a explotar propiedades comuna­
les (pastos comprados o arrendados por todos los vecinos del pue­
blo o de la parroquia), todo lo cual constituye la empresa familiar
como único medio de subsistencia. Todo esto determina unas nor­
mas de parentesco para asegurar, de generación en generación, la
pervivencia y unidad de la citada empresa familiar. Al mismo
tiempo, el nivel de desarrollo del modo de producción vaqueiro
(la ganadería trashumante y extensiva) establece una división del
trabajo por sexos y edades, donde predomina (como en la mayoría
de las sociedades de este tipo) la importancia productiva del hom­
bre sobre la de la mujer. El hombre realiza todas las numerosas la­
bores báscas de guadañar, arar, estercolar con los animales los
campos y tierras, cuidar y guiar a los animales, abastecer de leña
la casa, participar en los trabajos de «sexta feria» (reparación de ca­
minos, puentes, etc.), cercar y limpiar las propiedades, los trabajos
de fabricación y conservación de los aperos, de las casas, de las
cuadras, la trajinería, etc., etc., mientras que la m ujer vaqueira es­
tá religada a las labores de la casa (comida, ropa, trabajos de la
lana, tejer, hilar, escarpinar), criar y cuidar de la prole, y acciden­
talmente ayudar al hombre en sus faenas. Todo esto ,y dado que
la importancia económica del hombre y de la mujer en una deter­
minada sociedad determina el sistema de parentesco (13), nos ayu­
da a comprender el sistema de parentesco vaqueiro.
No obstante, en la clasificación y análisis del sistema de
parentesco de los vaqueiros de alzada de Somiedo se nos plantea
un problema señalado ya anteriormente, me refiero a que, al tiem­
po que clasifiqué el sistema vaqueiro de patrilineal y virilocal, se­
ñalé la existencia de ciertos fenómenos que obligan a admitir
(13)
Ver, entre otros, Amaury de R ie n c o u r t , L a m u je r y e l p o d e r e n
Monte Avila Editores, Buenos Aires, 1977, cap. IIIo; Julian H. S te ­
en revista Anthropos, 32,
1937 pág. 101, donde dice textualmente: “Descent is male or female largely
according to the economic importa'nce of man or woman in that culture” ;
R. Fox, op. cit. cap. 3, donde el autor defiende la tesis de que las relaciones de
parentesco de un grupo local o de filiación depende de la importancia del
trabajo del hombre o de la mujer.
h is t o r ia ,
w a r d , E c o lo g ic a l A s p e c t s o f S o u th w e s te r n S o c ie ty ,
la
SISTEMA DE PARENTESCO DE LOS VAQUEIROS DE ALZADA DE ASTURIAS
299
una cierta bilateralidad, pues todo individuo admite estar empa­
rentado igualmente con la línea troncal paterna y con la materna
(14); igualmente, se hereda y se recibe el estatuto social y el pres­
tigio de las dos líneas. Por otra parte, aún tratándose de un grupo
endógamo, en relación con la sociedad global, en su interior existe
una clara tendencia al intercambio generalizado, es decir los ma­
trimonios entre primos cruzados o primos paralelos son muy es­
casos.
La explicación a esta bilateralidad que observamos no es fácil
de matizar. En primer lugar, ningún grupo, tribu o sociedad prac­
tica un sistema de parentesco que corresponda exactamente a un
modelo ideal de los que dispone la antropología. En segundo lugar,
no quiero caer en el error de los primeros evolucionistas pensan­
do que las formas de filiación se excluyen mutuamente, descartan­
do la posibilidad de la convivencia dialéctica, en un mismo grupo,
de dos formas distintas. Así, en algunas sociedades, aunque pocas,
pueden convivir grupos de filiación matrilineal para ciertos fines,
y grupos de filiación patrilineal para otros. A este sistema de pa­
rentesco se le denomina sistema de doble filiación. Por lo que se
refiere a los vaqueiros de alzada de Somiedo se constaba la convi­
vencia de un sistema patrilineal como dominante, y un sistema
que provisionalmente llamaremos bilateral.
Debemos señalar que cualquier sistema matrilineal reconoce
siempre, de alguna manera, la existencia de la otra línea. No obs(14)
Este dato pudimos comprobarlo a partir de las Certificaciones de Bau­
tismo de la Parroquia de Santa María del Puerto de Somiedo antes menciona­
das, donde constantemente aparece el mismo árbol genealógico de los parien­
tes consanguíneos ascendentes:
abuelo paterno — abuela paterna
abuelo materno — abuela materna
madre
padre
hijo
300
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
tante sospecho, y comparto con C. Lévi-Strauss la idea (15), que
la bilateralidad, en este caso del grupo vaqueiro, es un resultado
secundario, una especie de producto de la convergencia de dos for­
mas de unilateralidad »siempre presentes y siempre existentes, do­
minando la una sobre la otra originando una especie de bilaterali­
dad a nivel de ciertos fenómenos, cuando en realidad no es sino la
trasfiguración incompleta y aproximativa de un proceso dialéctico
entre los dos sistemas siempre coexistentes (16). Podemos arriesgar
(15) Ver C. L évi -S t r a u s s , op. cit. págs. 522-523, donde el autor llega a es­
tas conclusiones a partir del estudio de los sistemas de parentesco de ciertas
zonas de la India, Birmania, El Tibet, Mongolia, Siberia, etc.
(16) En los trabajos de campo de los antropólogos se nt>s prese’ntan fre­
cuentes ejemplos similares. Bástenos recordar el análisis de B. M a l in o w s k i
sobre la sociedad trobiandesa en, L a v ie s e x u a le d e s S a u v a g e s d u N o rd -O u e st
de la M é la n é sie , Petite Bibliothèque Payot, Paris, 1970 (exist. trad. esp.), don­
de el autor descubre la coexistencia de un sistema matrilineal-avunculocal y
un incipiente sistema patrilineal. Este fe'nómeno se manifiesta y actúa sobre
ciertos niveles de comportamiento del trobiandés y es determinado por una
estructura económica de transición. La coexistencia de estos dos sistemas que­
dan patentes, sobre todo, en el campo de la educación sexual de los adoles­
centes y e’n el matrimonio, en especial en los matrimonios de individuos de
cierto rango, donde no sólo se legalizan las uniones más rentables desde el
punto de vista económico, al tiempo que se califican de ilegales las uniones
económicamente perjudiciales para los bienes del Ego masculino, sino que
aparece el sistema patrilineal, la poligamia y la patrilocalidad. Podemos re­
presentarlo así :
mujeres de Ego
AOAOAOAO
hermanos de las
mujeres de Ego
I. —matrimonio entre primos cru­
zados es legal.
II. —matrimonio entre primos pa­
ralelos es ilegal y mal visto.
El Ego recibe bienes de los hermanos de sus esposas; a su vez da bienes
SISTEMA DE PARENTESCO DE LOS VAQUEIROS DE ALZADA DE ASTURIAS 301
la hipótesis, y el propio Lévi-Strauss nos invita a ello (17), de que
la única superación de esta dialéctica, (y es hacia la que tienden
las sociedades modernas, los vaqueiros incluidos por ser un grupo
perteneciente a una de éllas), sería evolucionando hacia una espe­
cie de filiación indiferenciada aunque no rigurosamente.
Esta hipótesis explicativa nos plantea, a su vez, una serie de
problemas, al tiempo que nos abre el camino hacia una serie de fe­
nómenos de gran interés. Plantear como explicación de la convi­
vencia del sistema patrilineal y del bilateral en el grupo vaqueiro
V como resultante de la coexistencia dialéctica de dos sistemas unilineales en que uno es dominante, nos llevaría necesariamente a
adm itir que el modo de producción vaqueiro es también el resul­
tado de la coexistencia de dos modos de vida: el ganadero y tras­
humante que es el que domina y determina la patrilinealidad, y
restos de un modo de vida agrícola (agricultura incipiente de huer­
ta y azada) v cazadora y nómada pastoril, en que la importancia
económica de la mujer es definitiva, frente a la secundariedad del
hombre que incluso pasaría grandes temporadas fuera del hogar
V del poblado. Pero resolver este problema nos llevaría muy lejos,
habría que disponer de muchos datos. Asimismo, plantear como
solución del sistema vaqueiro la existencia de una tendencia hacia
una filiación indiferenciada no parece realmente posible en las so­
ciedades y grupos rurales primitivos, pero tal vez lo sea, y de he­
cho lo estamos comprobando en muchos aspectos, en aquellos gru­
pos o sectores de la sociedad donde la mujer, con la ayuda de la
técnica y de la aculturación, es capaz de desempeñar las mismas
tareas productivas y sociales que el hombre.
Por último, esta coexistencia dialéctica del sistema patrilineal
y bilateral dentro del grupo vaqueiro podría intentar explicarse
considerando que el pueblo vaqueiro está compuesto por un grupo
de individuos con un modo de vida distinto pero dominados y su­
jetos por mecanismos, normas, ideas y creencias del resto de la
sociedad global a la que como ciudadanos pertenecen, y cuva so­
ciedad parece ser claramente bilateral o tender hacia una indiferenciación. No obstante, yo descarto esta última hipótesis, pues si
a su hermana. Como quiere legar a su hijo los bienes le interesa acumular
más y más. Casándose su hijo con la hija de su hermana, recupera parte o
todos los bienes que un día se llevó la hermana del padre y el prestigio del
marido de la hermana de su padre. Con el matrimonio entre primos paralelos
terminaría de perder sus bie'nes por dos vías, la. hermana y la hija. (Ver Mar
linowski. op. cit. págs. 82 y ss. y Ì04 y ss.).
(17) Ver C. L evj-S travss, op. cit., pág. 123.
302
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
bien lo que afirma es parcialmente cierto, pienso que si el grupo
vaqueiro es capaz de mantener un modo de vida distinto, también
podría internamente poseer un sistema de parentesco distinto al
de la sociedad que le rodea. En definitiva, mi opinión gira en torno
a dos perspectivas diametralmente opuestas: la 1.a sería que el modo
de producción vaqueiro conserva aspectos primitivos que determi­
nan esa aparente bilateralidad resultado del enfrentamiento entre
dos sistemas unilineales, uno el matrilineal a nivel infraestructura!
totalmente superado y del que tan sólo subsistirían esos rasgos
que nos hacen pensar en una bilateralidad, y otro patrilineal basado
en el actual modo de producción y que sería el dominante.
Cabría una segunda perspectiva y sería la basada en la
evolución del modo de producción vaqueiro hacia formas más «ci­
vilizadas», en las que la filiación tiende hacia una indiferenciación.
Evidentemente, desde una perspectiva materialista y dialéctica,
ninguna de las dos posturas puede ser tomada como totalmente
cierta y explicativa, al menos desde el presente, pues dentro de un
proceso dialéctico-materialista no existen cambios cualitativos si­
no nuevas estructuras, es decir nuevas relaciones y operaciones so­
bre situaciones cuantitativamente distintas.
3.— La endogamia vaqueira, ¿resultado de una marginación ra­
cial o salvaguarda del modo de vida del grupo?.—Cuando los an­
tropólogos o escritores se encuentran con un grupo que practica
la endogamia intentan explicar este fenómeno partiendo de la te­
sis de que dicho grupo ha sido marginado étnicamente, y por tan­
to la endogamia es una forma de parentesco obligada que, al tiem­
po que refuerza internamente al grupo como objetivo no buscado,
acentúa asimismo aún más su marginación haciéndose cada vez
más difícil su incornoración a la sociedad global. Con los vaqueiros de alzada sucedió exactamente lo mismo. Su endogamia se de­
be, según lo has+a ahora escrito, a una marginación basada en su
modo de vida, y ambos fenómenos se deben, en definitiva, a su­
puestos orígenes étnicos y raciales distintos a los del resto de la
población astur.
De este modo, e-1 estudio del sistema de parentesco vaqueiro
(como casi todos los demás aspectos de su cultura) se ve paraliza­
do y asfixiado por una larga serie de infructuosas teorías especu­
lativas sobre los orígenes étnicos de dicho grupo.
Después de largos y complejos análisis que, de una forma o de
otra, podían darme alguna nueva alternativa al planteamiento del
SISTEMA DE PARENTESCO DE LOS VAQUEIROS DE ALZADA DE ASTURIAS 303
304
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
problema de la endogamia vaqueira (18), no llegué a conclusiones
definitivas, pero creo poder ofrecer una nueva hipótesis más ob­
jetiva y menos especulativa y, sobre todo, más eficaz para una me­
jor comprensión de este tema y de la cultura vaqueira en general.
El punto de partida de mi hipótesis arranca del modo de produc­
ción del grupo vaqueiro, en relación y en contraste con el modo
de vida del resto de la población rural asturiana (19), y dentro de
un marco temporal que abarcaría desde el s. XVI hasta el tercer
cuarto del XVIII, y desde aquí hasta los años 60-65 del s. XX.
Como punto de partida de mi hipótesis quiero señalar, ya des­
de ahora, que el modo de vida vaqueiro no es la resultante de un
supuesto origen racial distinto, y ambos determinantes de la en­
dogamia grupal, sino que el modo de vida vaqueiro, en coexisten­
cia dialéctica con el modo de vida del resto del campesinado astur,
utiliza los supuestos raciales que tienen su origen en ese otro sec­
tor o personas relacionadas con él, al igual que utiliza y hasta fo­
menta la endogamia, todo ello al servicio de la supervivencia de
su propio modo de vida, aunque esto parezca favorecer al argumento
racial. El grupo vaqueiro, por tanto, no inventa las ideologías racia­
les que sobre sus orígenes se divulgan, pero implícitamente se sir­
ve de éllas y de la endogamia inherente para luchar en ese frente
en el que se enfrenta una sola bandera, la nobleza, pero agrupada
en torno a dos bandos competitivos: por una parte, los nobles cu­
ya base económica era la ganadería y de la que los vaqueiros fue­
ron servidores y serán continuadores, y, por otra parte, los nobles
cuya base económica es la agricultura que va progresivamente im­
poniéndose como forma de vida rural. Así, por un lado, nos encon(18) Me refiero al material citado al principio de este trabajo.
(19) Muchos pasajes de J. U ria Riu, op. cit., se sitúan en esta misma línea,
ver, por ejemplo, pág. 58, pág. 34 nota 4, págs. 46, 55, etc.
Ver también, en esta línea, los trabajos de María C atfdra T om as , parti­
cularmente su material de campo publicado bajo el título, N o t a s s o b r e u n p u e ­
b lo m a r g in a d o : lo s v a q u e ir o s de a lz a d a (E c o lo g ía d e B r a ñ a y A ld e a ), Revista
de Estudios Sociales, Núm. 6, Madrid, Sept.-Dic., 1972, págs. 139-164. Ver, por
ejemplo, págs. 139, 140, 163, etc. La autora, una antropóloga cultural, hace
un análisis descriptivo y directo del modo de vida vaoueiro en comparació'n
con el del aldeano, demostrando que son dos modos de vida diferentes origi­
nados por el deterrrupismo ecológico del medio en el que están enclavados los
dos grupos. Este fenómeno originaría una serie de hechos históricos tales
como el de la atribución al grupo vaqueiro de unos orígenes raciales distin­
tos. Aunque los trabajos de María Cátedra están basados en la zona occidental
del Concejo de Tineo, algunos de sus datos y planteamientos se encuentran y
son válidos para el ámbito geográfico que nosotros estudiamos.
SISTEMA DE PARENTESCO DE LOS VAQUEIROS DE ALZADA DE ASTURIAS
305
tramos con una ganadería trashumante determinada ecológica­
mente por el propio medio natural del vaqueiro (nos referimos ya
a la segunda mitad del s. XVIII), el cual necesita extensas zonas
de terrenos y está sujeto a migraciones periódicas; por otro, una
agricultura muy precaria que, debido a la distribución de la pro­
piedad, a la densidad demográfica y al propio nivel de desarrollo
de la misma, necesita cada vez más terrenos para sostener a su
población que ya es la mayoría de la que vive en el campo astur.
La situación parece clara, dos sectores de la nobleza al frente de
dos modos de vida que engloban como fuerza de trabajo a la ma­
yor parte de la población asturiana enfrentados competitivamen­
te entre sí, y donde uno de ellos, el vaqueiro, que es el minoritario
y en claro retroceso, lucha por mantener su status y su integridad.
Siendo consciente de lo arriesgada y deslavazada que está esta
hipótesis, quiero analizar ciertos fenómenos y hechos que pueden
darle, tal vez, cierta consistencia. No obstante, el simple supuesto
de que la misma provocase investigaciones más completas en esta
línea habría colmado con creces este supuesto riesgo.
Es en el s. XVIII cuando parece que el modo de vida vaqueiro,
el pastoreo trashumante y extensivo, comienza a destacar como un
sistema atípico, molesto y minoritario, dentro del contexto cam­
pesino-agrario asturiano, debido a la trashumancia forzosa que les
convertía en advenedizos, entrometidos y semi-extraño.s, por los
condicionamientos históricos de ser los continuadores de una de­
cadente nobleza ganadera nunca bien vista (20), y porque la agri­
cultura tropezaba, en su necesidad de ocupar cada vez más tierras,
con las propiedades ocupadas (propias o arrendadas) por el va­
queiro. Es también a partir de la segunda mitad del s. XVIII cuan­
do comienza a escribirse sobre los vaqueiros y sus costumbres, una
vez que el tiempo «había fortificado una realidad» (21). Es en esta
época cuando comienzan a salir a la luz las especulaciones sobre
un supuesto origen racial distinto para explicar ese modo de vida
distinto y, pienso yo, sobre todo competitivo. Estas especulaciones
realizadas, o al menos dirigidas y fomentadas, por la nobleza y el
(20) Ver Margarita C u a r t a s R iv e r o , D o m in io s e ñ o r ia l y v a q u e ir o s d e a l­
en Estudios ofrecidos a Emilio Alarcos Llorach, vol. IV, Oviedo, 1979,
pág. 561 nota 28. Pude consultar directamente el documento al que se refiere
y cita Margarita Cuartas, A r c h iv o G e n e r a l d e l S im a n c a s (A .G .S .), E x p e d ie n te s
de H a c ie n d a , Leg. 900.
(21) Ver G. M. de J o v ella n o s , C a r t a c ita d a , op. cit. pág. 302; Margarita
C u a r t a s , art. cit. pág. 549. Este trabajo me inspiró, en gran parte, este plan­
teamiento.
zada,
30ó
Ado lfo
g a r c ía
Ma r t ín e z
clero, cuya riqueza era la agricultura, debieron ser difundidas en­
tre sus vasallos, los agricultores, para atacar y desprestigiar la ganadeía, no sólo, quizás, por tratarse de un modo de vida competiti­
vo con la agricultura, sino, tal vez, para unificar y distraer a sus
míseros vasallos al ofrecerles como chivo expiatorio de sus males,
debidos al abuso de la nobleza y del clero, a un grupo de moros,
o de alpujarreños, o de judíos, o de cobardes desertores, o de es­
clavos, etc. (22).
El modo de producción vaqueiro, cuyos orígenes se remontan
a la Edad Media, se consolida en el s. XVI, y persiste prácticamen­
te intacto hasta la segunda mitad del XVIII, y con ciertas varian­
tes, que veremos, hasta la actualidad. En esos dos siglos que van
del XVI al XVIII la nobleza dominante asturiana basaba su poder
económico en la ganadería trashumante y extensiva, al cuidado de
unos vaqueros que son quienes conducen los ganados. En estos
siglos se cosolida esta forma económica, etapa en que los vaque­
ros no aparecen demasiado en escena, ni parece que tengan grandes
enemigos, pues son simples criados al servicio de unos nobles po­
derosos que poseen las tierras altas y bajas y las zonas de tránsi­
to, es decir es el modo de vida dominante en aquellas zonas en que
la trashumancia estaba afincada (entre el río Navia y el Narcea,
aproximadamente) y dichos nobles (los Miranda y sus allegados),
aunque cada vez eran peor vistos por la nobleza, el clero y la pro­
pia Corte Real, dominaban económica y administrativamente los
concejos situados en dicha zona, e incluso ejercían presiones so­
bre la Junta General del Principado (23).
En el s. XVII y particularmente en el XVIII parece comenzar
un procesp de descomposición de la nobleza ganadera y una lenta
emancipación del vaqueiro servidor quien va haciéndose con pro(22) Históricamente se han dado fenómenos de esta misma índole. Pode­
mos recordar “la caza de brujas.” ideada por Institor y Sprenger y aprobada
por Inocencio VIII, que en el s. XVI y XVII se cobró miles de víctimas, eje­
cuciones bien vistas por el pueblo quien llegó a estar conve’ncido de que los
males y miserias que le afectaban eran debidos a esas relaciones que las bru­
jas mantenían con el diablo, y no a la explotación y abuso a que era sometido
por parte de la nobleza y el clero. Por tanto las brujas perseguidas y cazadas
por el estamento dominante, co'nsiguieron desplazar la responsabilidad y cri­
sis de la sociedad medieval tardía de la Iglesia y del Estado hacia los demo­
nios con forma humana y, al mismo tiempo, conseguía que el pueblo pagase
sus diezmos e impuestos a quienes tanto luchaban contra la causa de sus ma­
les. Ver Marvin H a r r is , V a c a s, c e rd o s, g u e r r a s y b r u ja s . L o s e n ig m a s de la
c u ltu r a , Al Edit. Madrid, 1980, págs. 194-207, entre otros.
(23) Ver M. C u a r t a s , art. cit. págs. 552, 558, 559 y 551 nota 28.
SISTEMA DE PARENTESCO DE LOS VAQUEIROS DE ALZADA DE ASTURIAS
307
piedades que explota, sean compradas o arrendadas, comenzando
esto por las propiedades de los pueblos de alzada. Existen docu­
mentos que dicen que muchos vaqueiros, que pasaban el verano
en los pueblos de alzada de Somiedo, van abandonando su condi­
ción de criados y convirtiéndose en aparceros o compradores de
los pastos altos, con ganado propio o «de a medias» con su señor u
otra persona pudiente, y ya a fines del s. XVI los vecinos del Coto
de Gúa y Caunedo (Gúa, Caunedo, La Peral y El Puerto), así como
los de Perlunes (del Coto de Aguino y Perlunes), todos ellos pue­
blos de vaqueros aún en la actualidad, pagaban alcabalas por ra­
zón de sus bienes (tierras, animales, carros de hierba que reco­
gían, animales que vendían, etc.) (24), lo cual nos dice que, aunque
no eran propietarios de dichas tierras como veremos más adelan­
te, el vaqueiro tenía bienes a su nombre, cultivaba todo aquello
que el medio le permitía y recogía hierba seca para alargar su es­
tancia en los pueblos de alzada, que al no ser autónomos (no habi­
tables en invierno, ni aptos para la agricultura), parece que fueron
las primeras propiedades que recibe en arriendo, y después en ven­
ta, de los nobles, lo cual supuso el inicio de la emancipación del
vaqueiro. Por esta misma época, y en los dos siglos siguientes
(XVII y XVIII), los vaqueiros arriendan para pasar el invierno,
algunos lugares malos y no aptos para la agricultura, e incluso hó­
rreos, al Monasterio de Santa María de Belmonte (25), algunos de
cuyos lugares fueron el primitivo núcleo de ciertos pueblos de va­
queiros existentes aún en la actualidad. Esto mismo ocurría con
otros lugares propiedad de nobles laicos (26). Todo esto nos de*(24) Ver A . G . S . E x p e d ie n te s de H a c ie n d a , Leg. 49, fols. 7 4 a l 7 8 y 8 1 a l
89. Citado también este Legajo por M. Cuartas.
(25) Ver Ramón P r ie t o B a n c e s , A p u n te s p a r a e l e s tu d io d e l S e ñ o r ío de
S a n t a M a r ía d e B e lm o n te en e l s. X V I , en Obra escrita, Universidad de Oviedo,
1976, vol. I, pág. 77, nota 167; J. U r ia Riu, op. cit. págs. 79-80, nota 3.
(26) Podemos recordar y citar el contenido de algunos de los párrafos de
un A u to d e l O b isp o d e O v ie d o , Juan de Llano Ponte, de fecha 28 de Marzo
de 1876, dirigido al Arcipreste de Pola de Somiedo para que se transmita a
las parroquias donde existan vaqueiros y cuyo Auto tan sólo fue copiado eh
el Libro de Fábrica de la Parroquia de Santa María del Puerto de Somiedo
con fecha 19 de Abril de 1876. El motivo de este Auto es para recordar que
los vaqueiros deben pagar los servicios de la Iglesia (cabos de año, derechos
de 3.° y 6.° día, etc.) a los Párrocos de las Parroquias altas. Pero además, ha­
ciendo referencia a una Providencia de dicho obispado, de fecha 28 de Junio
de 1793, dicho Auto dice textualmente: “En todo tiempo se conceptuarán (a
los vaqueiros) feligreses de las parroquias de arriba, o sean Gúa, Aguino, Beygas, y Puerto, y demás, los que viviendo e'n estas en la estación de verano, y
teniendo en ellas sus hogares, se ven precisados en la de invierno a bajar a
308
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
muestra que la emancipación del vaqueiro está en proceso y em­
pieza a aparecer en escena con personalidad propia, siendo ahora
cuando parece comienza a sufrir la marginación racial.
Así, el modo de producción vaqueiro es determinado desde
múltiples ángulos: son los continuadores, en las zonas altas, de
una nobleza ganadera, y sus pueblos de invierno son lugares poco
aptos para la agricultura y hasta pobres en pastos. Asimismo, to­
do esto mantiene su sistema de vida primitivo, amenazado aba­
jo, arriba y en sus movimientos migratorios por otro modo de vida
cada vez más dominante y escaso de tierras.
Cuando muchos vaqueiros llegan a adquirir su autonomía fren­
te a sus dueños decadentes —el Coto de Cúa y Caunedo, la zona
de Somiedo de mayor afruencia vaqueira, se exime del Marqués de
Valdecarzana (un Miranda) a mediados del s. XVIII, mientras que
el Coto de Aguino y Perlunes sigue siendo aún del señorío del
Marqués de Valdecarzana— (27), las cosas son bastante desfavo­
rables para la supervivencia del modo de vida vaqueiro.
Es precisamente a partir de la segunda mitad del siglo XVIII,
en que la nobleza ganadera está en declive, en que la agricultura
es la forma de vida dominante y en que el vaqueiro se emancipa
perdiendo el respaldo de su antiguo dueño, cuando la trashumancia ganadera comienza a verse con extrañeza, con recelo y como
obstáculo, y es este el momento en que surgen las especulaciones
lugares más ondos, y menos fríos, para atender al cuydado de sus ganados:
Resultando que en cuantas ocasiones surgió alguna competencia y jurisdició’n entre los párrocos denominados de arriba y de abajo, osea de la marina,
siempre seandecidido de que el párroco propio de los brañeros en cuestión es
el de la residencia de estos en tiempo de verano(...). Basados en la Providen­
cia de este Obispado de Abril de 1793, “decretamos: que se respete, guarde
y cumpla la costumbre inmemorial, en virtud de la que se considera que los
brañeros de las parroquias citadas no pierdan su feligresía en tiempo de
ybierno en las parroquias bajas de la marina aunque eii ellas nazcan y per­
manezcan la mayor parte del año”(...), “los vaqueiros tienen su vecindad le­
gal en los pueblos de arriba”(...). Todo esto nos permite pensar que los va­
queiros de alzada de Somiedo comienzan siendo vecinos, primeramente, y po­
seyendo u’n lugar más o menos propio en los pueblos de alzada, para luego ir
adquiriendo y fijándose como vecinos en los pueblos bajos. La propia Iglesia,
tal vez por razones pastorales, presiona por reducir al vaqueiro a ser sólo un
vecino legal en los pueblos de la montaña, teniendo que permitirles una ha­
bitabilidad invernal no legalizada.
(27)
Ver M. C u a r t a s , art. cit. pág. 561, nota 29. En junio de 1752 el Coto
de Gúa y Caunedo es ya de realengo. Ver A.G.S., C a t a s t r o , Lib. 375, fols. 375,
438 y 439 vuelto. El Coto de Aguino y Perlunes es de señorío, ver A .G .S ., C a ­
t a s t r o , Lib. 375, fols. 468 y 469.
SISTEMA DE PARENTESCO DE LOS VAQUEIROS DE ALZADA DE ASTURIAS 3 09
étnicas y raciales sobre el vaqueiro. Pienso, y es una idea en la
que me siento respaldado por algunos antropólogos (28), que los
prejuicios de raza y antagonismos raciales «tienen mucha proba­
bilidad de aparecer en situaciones socioculturales en las cuales un
grupo compite con otro por la posesión de tierras» (29). El grupo
vaqueiro compite en los lugares de alzada, en los lugares de in­
vierno y molesta en sus movimientos al no pasar ya por terrenos
propios. Su modo de vida primitivo exige poseer demasiados te­
rrenos, la doble residencia hace de él un vecino entrometido que
se va y vuelve, se exime con facilidad, o puede dar esa impresión,
de los diezmos, de los impuestos concejiles y de las levas, es un
personaje que parece no estar totalmente sujeto a las leyes y de­
beres de la sociedad, mientras parece aprovecharse doblemente,
o a su capricho, de sus derechos de ciudadano (30). En estas cir­
cunstancias, el grupo vaqueiro parece acosado por los agriculto­
res y por las autoridades civiles y eclesiásticas (31), ante esta si­
tuación, como grupo minoritario, se empeña por conservar su in­
tegridad como grupo sociocultural dentro de una población más
numerosa. No puede integrarse a la agricultura porque está abo­
cado a su modo de producción por el determinismo ecológico del
medio, y este determina, para su supervivencia, su propia cultura
v la endogamia grupal como medio de integración y de resistencia.
Por otra parte, el nivel económico del vaqueiro parece ser menos
precario que el del agricultor, más libre de los abusos de la noble­
za y del clero, menos sujeto a los efectos negativos del incremento
demográfico, etc. (32).
(28) Ver, por ejemplo, L. W h it e , op. cit. pág. 140.
(29) Ver L. W h it e . id. pág. 140.
( 30 ) V e r J. U r i a R tu , op. cit. p á g s . 108, 109. 111 y n o t a 57 d e la p á g . 111.
(31) Ver el Auto del Obispado de Oviedo citado en la nota 26.
(32) Ver el análisis de la precaria situación del agricultor asturiano en
el s. XVIII que G. M. de J ovellano s hace en la C a r ta s e x t a d ir ig id a a D . A n ­
to n io P o n z , en op. cit. págs. 290-294; ver el análisis de G onzalo A n e s eh H is ­
t o r ia de^ A s t u r i a s , t. VII, Ayalga Edic. 1980, Edad Moderna, vol. II, donde el
autor analiza la drástica y mísera situación del agricultor asturiano en los s.
XVII y XVIII, incluso después de la implantación del maíz, condiciones debi­
das al incremento demográfico, al abuso de los poderosos, a las malas cose­
chas, a la imposibilidad de controlar la situación por parte del Gobierno Cen­
tral (analiza ampliamente el caso del Corregidor Cepeda y su lucha contra
los abusos de la nobleza), a la improductividad del suelo por la escasez de
abones, al tiempo que ciertos nobles seguían alquilando los buenbs pas4^? a
los vaqueiros. mientras que los agricultores tenían que llevar sus gan ? ' 1''c -n
pastar a Galicia, etc., etc., págs. 258 y 8, 24, 40, 58, 241, 243, etc.; A n t o n io Do-
310
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
Igualmente, puede suponerse que el intercambio de mujeres y
de hombres entre el grupo vaqueiro y los agricultores no benefi­
ciaría a ninguno de los dos, pues al tratarse de dos modos de vida
distintos el hombre y la mujer vaqueiros serían menos producti­
vos para el modo de vida agrícola y viceversa.
En definitiva, si el grupo vaqueiro tuviese interés en romper
con su esoterismo, si su modo de producción se fuese a beneficiar
con las relaciones de intercambio y colaboración con el agricultor
hubiese buscado la forma y, tal vez, la más sencilla, la más eficaz
y la más irresistible fuese el intercambio de mujeres y de hombres
a través del matrimonio, que abre el camino a las relaciones de
parentesco, a las de comunicación y a las de intercambio y coope­
ración. La realidad parece mostrarnos lo contrario, es decir la ma­
nera de mantener la integridad de un grupo frente a la presión de
una buena parte de la sociedad es, entre otras, mediante la endo.gamia basada y justificada, en el caso de los vaqueiros, por unos
prejuicios raciales fomentados por el otro sector y ante los que
el vaqueiro no hace nada por defenderse, sino que hasta parece
aceptar convencido las hostilidades y agresiones que por eso pa­
rece le vienen.
La sola explicación coherente de este enigma cultural parece
ser la basada en el modo de producción del propio grupo vaqueiro
nacido del nivel de desarrollo tecnoeconómico y en función de los
factores ecológicos del medio (33). En resumen, es el medio amO r t iz , S o c ie d a d y E sta d o en e l s. X V I I I e s p a ñ o l, Ariel, Barcelona,
1976, págs. 149 y ss., donde el autor retrata de manera dramática la situació'n
del agricultor astur.
(33)
Enigmas culturales semejantes han sido hallados y estudiados en
otras culturas. Recordemos, por ejemplo, el tabú de la vaca hindú analizado
por M a r v is H a r r is y otros, en T h e c u ltu r a l E c o lo g y o f I n d ia 's S a c r e d C a t t le ,
Current Anthropology, vol. 7, n.° 1, 1966, p. 51-60; M. H a r r is , V a c a s , c e rd o s,
g u e r r a s y b r u ja s . L o s e n ig m a s de la c u ltu r a , op. cit. págs. 15 y ss. El autor lle­
ga a la conclusión que la prohibición de comer las vacas no radica e'n que la
vaca sea un animal sagrado o tabú, esto es un mecanismo secundario para
preservar un orden ecológico no apto para la ganadería; si se levantase la
veda, el tabú, en poco tiempo no habría vacas en la India, y lo que sería más
grave, no habría bueyes, que es “el tractor” de Icampesino hindú, al mismo
tiempo que la agricultura habría dado paso a una ganadería mucho menos
rentable que la agricultura. Total, en pocos años, muchos millones de campe­
sinos vagarían hambrientos por las ciudades. El tabú o la sacralización de la
vaca "viene provocado por razones ecológicas. Igualmente parece suceder con
la guerra y el infanticidio femenino e’ntre ciertos pueblos primitivos, tal es el
caso de los Yanomamo de la frontera venezolano-brasileña, donde, además del
infanticidio femenino y la escasez de mujeres, se practica la poligamia. Sem in g u e z
SISTEMA DE PARENTESCO DE LOS VAQUEIROS DE ALZADA DE ASTURIAS 31 1
biente quien determina el modo de vida y la cultura, al tiempo
que se refuerza y se defiende de las presiones exteriores con los
prejuicios raciales y la endogamia grupa!. En realidad, no se pro­
duce ningún cambio notable en este sentido hasta la década de los
60 del presente siglo, posibilitados fundamentalmente por el cam­
bio en la organización del paisaje agrícola al abandonar el terraz­
go cerealista por un terrazgo que gira en torno a la pradera, es
decir se pasa de un modo de vida de autoabastecimiento a una
economía de mercado fundada en la ganadería estante, más cerca­
na al modo de vida vaqueiro. Pero además, y para terminar, quiero
añadir que mientras el vaqueiro siempre mantuvo contacto con la
sociedad de mercado al verse obligado a vender sus excedentes de
ganado, al final de su estancia en la alzada, (34), para com prar los
artículos básicos para su subsistencia que él no podía cultivar (ce­
reales, sobre todo), a través de la trajinería, a través de sus fun­
ciones de correo y enlace interprovincial y regional, misión para
la que poseía ventajas geográficas (en verano) y buenas caballerías,
mientras tanto, el campesino permanecía totalmente religado a su
terruño, ocupado totalmente en cosechar lo necesario para subsis­
tir. Todo esto retrasó el proceso de aculturación del agricultor y,
por tanto, explica también, en parte, el mantenimiento de sus pos­
turas arcaicas frente al pueblo vaqueiro. Es a partir de la década
de los 60, repito, para la zona en cuestión, pues en otras zonas de
Asturias este proceso se dió 30 ó 40 años antes, cuando el agricul­
tor de la zona interior occidental entra en contacto con los pro­
ductos manufacturados de la sociedad industrializada y comienza
a abandonar su antiguo modo de vida, organizando su paisaje en
torno a la pradera con miras a producir artículos para el comer­
cio, con el fin de adquirir productos industriales, mientras iba
abandonando progresivamente sus propios productos artesanales
gún Harris todos estos extraños fenómenos estarían destinados a controlar el
crecimiento demográfico que sería perjudicial para el grupo. Tal control se
lleva a cabo eliminando niñas al nacer y haciendo que los hombres y grupos
se enfrenten entre sí en consta'ntes guerras para conseguir mujeres. Ver M.
H a r r is , C a n íb a le s y R e y e s . Argos Vergara, Barcelona, 1978, págs. 67 y ss., y
V a c a s , c e r d o s , etc., op. cit. págs. 59 y ss.
(34)
El vaqueiro está obligado a vender ganado al final de la estación de
verano, pues en invierno no puede manteher el mismo número de cabezas, da­
do que los pueblos de invierno son escasos en pastos y bastante propensos
también a las nevadas. Esto puede explicar la existencia de dos ferias impor­
tantes aún existentes e*n el Puerto de Somiedo, una en septiembre y otra en
junio, donde el vaqueiro repondría el ganado vendido al final de la estancia
anterior en la alzada.
312
ADOLFO GARCIA MARTINEZ
(35). En este sentido, el camino que tuvo que recorrer el agricul­
tor fue más largo que el de su coetáneo el vaqueiro y en ese reco­
rrido se encuentra con el modo de vida de éste, pero de una ma­
nera menos competitiva.
Todo esto supuso una vía de acultación que fue borrando len­
tamente los prejuicios raciales frente al pueblo vaqueiro y que tuvo
como resultado la desaparición de la endogamia grupal de este últi­
mo al perder su finalidad integradora. Frente al vaqueiro y al agri­
cultor comienza a perfilarse un posible enemigo común, la sociedad
capitalista, con sus precios, con sus demandas, con sus intermedia­
rios, etc.
Igualmente se podría decir de los vaqueiros emigrados quienes,
desde siempre, se vieron libres de los prejuicios raciales de su gru­
po, posiblemente debido a su forma de vida típica a muchos de
su clase.
En resumen, explicar la prohibición del incesto, la endogamia
grupal o cualquier sistema de parentesco basándose en conceptos,
que yo llamaría mentalistas, como el horror, prejuicios raciales,
principios éticos, etc., sería algo así como decir que las armas son
la causa de las guerras, reconociendo, sin embargo, las funcio­
nes que cumplen dichos conceptos o dichas armas en el desarrollo
y tipología de tales fenómenos.
(35)
Existen estudios antropológicos sobre los procesos de aculturación
realizados entre otros pueblos del mundo, así ver, por ejemplo, R o bert F.
M u r p h y y J u l iá n H . S t e w a r d , C a u c h e ro s y t r a m p e r o s : D o s p r o c e so s p a r a le ­
lo s de a c u lt u r a c ió n , e'n A n tro p o lo g ía E c o n ó m ica , E s t u d io s e tn o g r á fic o s , com­
pilados por J. R. Llobera, Edit. Anagrama, Barcelona, 1981, págs. 201-229. Los
autores llegan a la conclusión de que los intercambios de productos entre so­
ciedades o grupos primitivos con la sociedad industrializada, a través de unos
intermediarios, es un fenómeno determinante en la introducción del grupo
primitivo o menos desarrollado en un proceso de aculturación que transforma­
rá el modo de producción y la cultura de dicho grupo; ver también J ean
P a u l H a r r o y , L a e c o n o m ía de lo s p u e b lo s sin m a q u m is m o , Edc. Guadarrama,
Madrid, 1973, donde el autor a’n aliza los efectos del choque entre la sociedad
industrializada y los distintos modos de vida “primitivos”, choques que, en
principio si son demasiado bruscos, pueden ser destructores del equilibrio
del grupo, el contacto económico a nivel de modo de producción debe ir acom­
pañado de un proceso lento de aculturación a todos los niveles. Ver especial­
mente la segunda parte, págs. 172 y ss., y 280 y ss.
PARA UNA BIBLIOGRAFIA DE FERNANDO VELA
POR
RAMON GARCIA-VELA
MISCELANEA (1)
Se relacionan bajo este epígrafe algunos trabajos de Fernando
Vela que aparecen, esporádicamente, en diversas publicaciones. Es
obvio que no se pretende una recopilación exhaustiva, sino de aquelias colaboraciones que, a lo largo del tiempo, logramos incorpo­
rar a nuestro archivo. Todos estos trabajos han sido publicados
con la firma de su autor.
LA OPINION ASTURIANA
(Oviedo)
1908
—Alto en la marcha (verso), 21 de abril.
—Deseo de un viaje (verso), 25 de octubre.
la a n t o r c h a .
Semanario-Festivo-Literario. (Oviedo).
Curiosa revista ovetense de la que nos parece interesante repro­
ducir el cuadro de colaboradores que figura en su portado: Sres.
Reoyo, San José, Vera, Cepeda, Ramírez Angel, Soutullo, Clarines,
(1) Vid. BIDEA, número 101, pág. 597.
314
RAMON GARCIA-VELA
Riaza, García Vela (Fernando), Cantó, Señas Encina, González
Blanco (Andrés), Torner (Eduardo), Baeza, Sicardo, Abril, Palique,
Millares, Dr. Chuchykano, Laserna, Fresman, Tallaeche, Rigolón,
Mora, Alas, etc., etc.
1912
—Diálogo, 29 de septiembre (núm. 15).
—Diálogo (conclusión), 6 de octubre (núm. 16).
voz
a stu r
(Habana)
1919
—Pintores asturianos, 24 de mayo.
el no ro este
(Gijón)
1920
—Versos del domingo, 3 de octubre.
EL CARBAYON
(Oviedo)
1927
—Metáforas de altitud. (Del libro del Dr. Pimental: «El mirador
del Fito», pág. 93. Con ocasión de su inauguración).
HERALDO DE ARAGON
1949
—El proceso Kravchenco, 2 de marzo.
1954
—Reivindicación del capitalismo, 26 de mayo.
DIARIO DE AFRICA
1950
—El padre de familia inglés. (Alude a las investigaciones psico­
lógicas «conductistas» realizadas por el Dr. A.T.M. Wilson), 17 de
junio.
PARA UNA BIBLIOGRAFÍA DE FERNANDO VELA
3 15
EL NORTE DE CASTILLA
1953
—Los partidos políticos en Inglaterra, 27 de diciembre.
—Racionalismo y política, 6 de febrero.
1955
—De Newton a Einstein, 24 de mayo.
l a s p r o v in c ia s
(Valencia)
1953
—El feudo y la sociedad anónima, 10 de junio.
—La silla de pensar, 24 de julio.
—Los átomos revolucionarios, 30 de julio.
—Un problema inesperado. (Sobre los Estados Unidos), 3 de
septiembre.
1954
—Un cambio de actitud. (Versa sobre colonialismo, imperialis­
mo y los Estados Unidos), 3 de agosto.
—Los números enteros. (Alude a la «Clasificación periódica» y
a Prout), 21 de marzo.
LA NUEVA RIOJA
(Logroño)
1954
—Los números enteros, 20 de marzo.
d ia r io - d ía
(Palencia)
1954
—Más allá de la Bomba H —I—, 12 de agosto.
—Más allá de la Bomba H. —II— (se ignora la fecha).
ABC
1955
—Su vida y su obra. (Trabajo anónimo sobre Ortega y Gasset,
con ocasión de su fallecimiento), 19 de octubre.
316
EL ORIENTE DE ASTURIAS
RAMON GARCIA-VELA
(Lianes)
1958
—El faro (núm. especial).
PROLOGOS
— La redención agraria, conferencia pronunciada el 19 de mayo
de 1918, en la Asociación de Agricultores de Carreño, por su presi­
dente el diputado provincial Don José Bango León. Editada por la
Asociación de Agricultores de Carreño, por acuerdo de su Junta Ge­
neral. Prólogo de Fernando García Vela.
—Daudet, Alfonso: Cuentos del Lunes. Traducción y prólogo
de Fernando García Vela. Colección Universal. Espasa-Calpe, 1921.
Madrid.
—Daudet, Alfonso: Cuentos del Lunes. Traducción y prólogo
de Fernando Vela. Editorial Tor. Buenos Aires, sin fecha.
—Gautier: Avatar. Traducción y nota preliminar de Fernando
García Vela. Col. Universal. Espasa-Calpe. Madrid, 1921.
—Ortega y Gasset, José: Goethe desde dentro. Prólogo-conver­
sación de Fernando Vela. Rev. de Occidente. Madrid, 1933.
—Bergsón, Henri: La evolución creadora. Abreviatura y prólo­
go de Fernando Vela. Rev. Occidente argentina, Buenos Aires, 1947.
—La descendencia de Kierkegaard. Prólogo a la 2.a edición del
libro de Harald Hóffding: Kierkegaard. Ed. Rev. de Occidente. Ma­
drid, 1949 (1).
—Cohoen, Samuel: La puerta secreta. Prólogo de Fernando
Vela. Sevilla, 1953.
PROLOGOS FIRMADOS CON EL SEUDONIMO DE HECTOR DEL VALLE
—Kosáry, D. de: Historia de Hungría. Traducción especial para
esta Biblioteca y prólogo por «Héctor del Valle», ediciones «Atlas».
Madrid, 1944 (núm. 67 de la Colección Cisneros).
—Rulhiere, Claudio-Carloman de: Estampas de la vida de Po­
lonia. Traducción especial para esta Biblioteca y prólogo por «Héc(1)
Incluido en el libro de lmismo autor,
drid, 1952.
C ir c u n s ta n c ia s .
Ed. R. de O. Ma­
PARA UNA BIBLIOGRAFIA DE FERNANDO VELA
317
tor del Valle» (núm. 59 de Colección Cisneros). Ed. «Atlas». Ma­
drid, 1944.
Los artículos publicados en el diario «España» (Tánger) que se
citan a continuación carecen de fecha, no obstante las gestiones
realizadas a ese respecto.
FIRMADOS
—Las relaciones humanas y los crímenes de Christie, I. (Se alu­
de al ciclo de conferencias y coloquios, «El estado de la cuestión»
organizado en homenaje a don José Ortega y Gasset al cumplir sus
setenta años y que inició F.V. con el tema «Relaciones humanas»).
—Las relaciones humanas y los crímenes de Christie, II.
—Al term inar el año 1952 — La situación internacional mejor
y peor.
—Al term inar el año 1953 — La guerra se aleja.
—Balance internacional del año — Aún más lejana la guerra.
(Se refiere al año 1954).
—Al cerrar el año 1957 — Balcnce de la situación internacional.
—¿Será 1959 el año crítico?
—Balance internacional de 1959.
—Balance internacional al cerrar el año 1960.
—Balance internacional de 1961.
—Termina el año con la tota lincertidumbre. (Trata del año
1964).
—Balance internacional de 1965.
—Un mundo distinto (1963. Número extraordinario en el 25
aniversario de la fundación de «España»).
—Una llamada al orden.
—Las elecciones francesas.
—El pesimismo político de Aristóteles.
FTRMADOS: F.V.
—La melodía hispano-musulmana.—Comentarios al libro del
Padre Patrocinio García Barriuso: «La música hisvano-musulmana
pn Marruecos».
—«T a música hienano-musulmana en Marruecos». Un libro del
Padre Patrocinio García Barriuso.
—Motivos del artesanado marroquí.
318
RAMON GARCIA-VELA
—Nuevos motivos del artesanado — Reintegración de la perso­
na humana.
—Krone, el último gran empresario de circo.
—El hombre de la ciudad vuelve al horario del campesino.
FIRMADOS CON EL SEUDONIMO DE LUIS LONGORIA
—De la vida inglesa.—El fútbol y el rendimiento obrero. Cuan­
do el equipo de una ciudad gana, sube la producción.
—De la vida inglesa.—Se ha firmado la paz entre Inglaterra y
Hollywood.—La industria del cine estaba en crisis en ambos lados
del Atlántico.
—De la vida inglesa.—¿No tienen los soldados de un Ejército
vencido derecho al amor?—Eros vuelve a presidir la ciudad de
Londres.—La decepción de una disputa laborista.
—De la vida inglesa.—Los lores han triunfado en la cuestión
de la pena de muerte.
—De la vida inglesa.—Ingleses e inglesas tiran sus sombreros
a los pies de Carmen Amaya.
—Cosas de Inglaterra.—La equiparación del perro y el hom­
bre.—El perro, intermediario en las relaciones humanas.
FIRMADOS: L.L.
—Después de la crisis de Cuba.
FIRMADOS CON EL SEUDONIMO DE HECTOR DEL VALLE
—La calderilla y las pesetas.
(Continuará)
Véanse núms. 92, 99 y 101.de este “Boletín”.
CARTA INEDITA DE CLARIN A JUAN OCHOA
POR
MANUEL F. AVELLO
Limita con lo asombroso comprobar cómo algunos de los gran­
des escritores españoles del XIX han sido capaces de crear una
obra literaria sólida, ejemplar, y, a la vez, desempeñar determina­
das responsabilidades cotidianas, cierto trabajo «seguro», para po­
der superar con decoro las necesidades familiares.
No sólo esto, porque es raro el día en que no tenemos noticia
del epistolario de tal o cuál escritor famoso. Son decenas, cientos,
millares de cartas.
^
El escritor satisface así no sólo su vocación literaria escribien­
do novelas, poemas, teatro, crítica, ensayo, erudición, etc., sino
que trabaja para sostener a los suyos y todo ello lo complementa
con cartas que, poco a poco, van apareciendo y publicándose, re­
velándonos quizá de modo tan sugestivo como los gruesos volúme­
nes de creación o investigación, cuáles han sido sus alegrías, ser­
vidumbres, ambiciones o fracasos.
Los epistolarios dibujan con precisión a veces estremecedora
el carácter del escritor y es que las cartas se nutren de observacio­
nes, desahogos y requerimientos mucho más directos y precisos,
menos divagatorios o discursivos.
El epistolario de Ramón Pérez de Ayala publicado por Andrés
Amorós es excepcional en este sentido (1).
(1)
Ramón Pérez de Ayala. 50 años de cartas íntimas (1904-1956) a su
amigo Miguel Rodríguez-Acosta. Ed. de Andrés Amorós. Caja de Ahorros de
Asturias. 1980.
320
MANUET. F. AVELLO
Recientemente —a modo de ejemplo— Josette Blanquat y Jean
Francois Brotel han publicado sesenta y cinco cartas inéditas de
Clarín escritas entre 1884 y 1893 a su editor Fernando Fe y al yer­
no de éste Manuel Fernández Lasanta.
El libro, iniciativa del Centro de Estudios Hispánicos, Hispano-americanos y Luso-brasileños de la Universidad francesa de la
alta Bretaña, incluye algunas cartas de Alas verdaderamente con­
movedoras (2).
Andrés Amorós, en la revista «Los Cuadernos del Norte», homenaie a Clarín en el ochenta aniversario de su muerte, nos dió no­
ticia de otras doce cartas inéditas de Alas dirigidas a Jacinto Oc­
tavio Picón (3).
Es constante. Los grandes maestros del XIX tuvieron fuerzas
de gigante para redactar cientos de cartas. En todas ellas hay un
latido de su propia vida y obra.
Los epistolarios por esta causa —y lo han estudiado suficiente­
mente biógrafos y críticos— se erigen en testimonios esenciales.
Al lado de la atención rigurosa de exégetas v anologistas. inves­
tigadores dignos, discurre la voracidad o «ferocidad» en ocasiones
de los infatigables perseguidores de lotes de cartas con afanes no
tan santos. Son los portadores de dosis de curiosidad no encomiable. TJn querer saber no siempre merecedor de reconocimiento.
De este modo hov es importante para saber qirér? es el escritor,
el conocimiento de lo inventado o fabuloso, recreado literariamen­
te. v no menos trascendente, lo contado por lo menudo y apresura­
da o sosegadamente a amigos o familiares.
Clarín es una auténtica mina epistolar... Estremece qiie hom­
bre con tantos agobios, acosos de la salud, compromisos, la cátodre universitaria, la familia, los editores, hava tenido tiempo nara
escribir novelas v cuentos magistrales, ensavos, miles de artículos
Periodísticos v cen+enares de cartas.
Cuando en 1955 el Instituto de Estudios Asturianos —a quien
renuevo mi lealtad v gratitud— publicó mi libro «Vida v obra li­
teraria* de Juan Ocoa Betancourt», viví la gran satisfacción de dar
noticia de cuatro cartas de Clarín desconocidas y dirigidas a su
(2) Clarín y sus editores. 65 cartas inéditas de Leopoldo Alas a Fernan­
do Fé y Manuel Fernández Lasanta. 1884-1893. Ed. y notas de Josette Blan­
quat y Jea'n François Botrel. Université de Haute Bretagne, Rennes. 1981.
(3) Los Cuadernos del Norte. Leopoldo Alas Clarín. Núm. 7 (mayo-ju­
nio 1981). Oviedo.
CARTA INEDITA DE CLARIN A JUAN OCHOÀ
321
querido amigo también notable autor de novelas cortas y cuentos
(4).Diez años más
tarde en el Boletín del I.D.E.A. (núm. 54—Abril
1965) daba gozosa nueva de otra carta inédita de Alas a Ochoa. Cla­
rín solicitaba de él una colaboración referida a «Teresa», la frus­
trada aventura teatral del autor de «La regenta».
Vuelvo con no menos satisfacción a incorporar al mundo epis­
tolar de Clarín una breve, inédita y hermosa carta, también dirigi­
da a Ochoa.
Fechada en Carreño el 15 de septiembre de 1896. Dice así:
Carreño, 15 Setiembre 96.
Querido Juan: Me alegro de que le haya satisfecho lo
que le dice el editor, que es hombre que lo entiende y no ad­
mite pacotillas.
Ya había preguntado a muchos por Vd. Siento que no
haya pasado el verano bien, pero otoño de fijo que le senta­
rá mejor. Volveremos a hacer juntos compañía a los pája­
ros, y a ver caer las hojas, que es cosa muy extraña fijándo­
se bien un rato largo.
Yo estuve bien en general, de buen color y más grueso.
Me parece que vuelvo atrás, y es que vuelvo a leer mucho
y escribir. No hay más remedio.
Lo más probable es que vaya a esa el 19 para quedarme.
... que le quiere.
Leopoldo.
Si ve a Armando y Melquíades, recuerdos.
—oOo—
Clarín profesó extraordinario afecto a Juan Ochoa (1864-1899)
y éste vió y vivió en Leopoldo Alas su propio sueño de escritor fa­
moso solo levemente satisfecho. Dos amigos leales y generosos.
El primer párrafo de la carta alude a los contactos de Juan
Ochoa con el editor catalán Juan Gili, que en la colección Elzevir
ilustrada, publicó la novela «Un alma de Dios» (1898). Así lo con­
firma la carta firmada por Luis Ruiz de Velasco fechada el 29 de
julio de 1887, dando cuenta a Ochoa de que recibió el original de
la novela y anunciándole su inmediata entrega a Gili no sin antes,
dice, «leerlo yo» (5).
(4) Manuel Fernández R. Avello. Vida y obra literaria de Juan Ochoa
Betancourt. Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo, 1955.
(5) Ibídem. Pág. 46.
322
MANUEL F. AVELLO
El mismo Clarín, interesado por su amigo, en las cartas fecha­
das en Carreño el 1 de julio de 1897 y en Candás el 4 de agosto,
recuerda a Ochoa que Gili espera impaciente el original de la nove­
la (6).
La salud de Ochoa no es buena y Clarín le consuela advirtién­
dole de algo que llegó a constituir para ellos terapia insustituible:
pasear por el ovetense Campo de San Francisco siguiendo el vuelo
de los pájaros y contemplando la caída de las hojas, «cosa muy
extraña fijándose bien un rato».
Imaginamos a los dos amigos silenciosos por el Campo cuaja­
do de árboles y silencios.
Así lo evoca Alas, primero en el artículo firmado en recuerdo
de Ochoa el 5 de junio de 1899 en «Los lunes de El Imparcial» y
más tarde en el hermoso prólogo a la edición de Juan Gili en 1900
de una antología de Ochoa que incluye la novela «Los señores de
Hermida», sus mejores cuentos, críticas literarias y versos ocasio­
nales.
Clarín en los «Lunes...» escribe: «Ochoa herido de muerte, sin
saberlo él de fijo, pero tal vez adivinándolo; yo tristuco y nervio­
so, muy lejos de ser un roble, hablábamos de la hermosa tierra que
nos rodeaba» (7).
En el prólogo se leen estas líneas: «Alma con alma hablábamos
de Dios, de la otra vida, los dos espiritualistas, pero sin hipote­
cas...» y al poco rato, añade Clarín: «...estábamos hablando de un
tordo que cantaba sobre nuestras cabezas en la copa de un roble;
y Ochoa relataba la historia del pájaro, porque le conocía; hacía
tanto tiempo que venía al Campo; venía de tal parte, se marcha­
ba a tal hora... Ochoa le seguía los pasos, ...es decir, el vuelo» (8).
Las alentadoras noticias de Clarín a Ochoa avisándole de que
se encuentra bien, más grueso, de buen color y escribe y lee mu­
cho, van a sufrir un verdadero batacazo. La carta, fechada el 15 de
setiembre de 1896, no hace presagiar el infortunio del fallecimien­
to inesperado de doña Leocadia, la madre de Alas, ocurrida preci­
samente el día 19, San Jenaro, cuando la familia se disponía a cele­
brar en casa de Leopoldo, en Guimarán, la gran fiesta onomástica
del hijo mayor. Todo estaba dispuesto.
(6) Ibídem. Págs. 171 y ss.
(7) Ibídem. Pág. 202.
(8) Juan Ochoa. Los señores de Hermida. Novela. Prólogo: Clarín. Pá­
ginas 9-10.
324
MANUEL F. AVELLO
Doña Leocadia se puso repentinamente enferma en Salinas y
allí acudieron Adolfo y Leopoldo Alas. Murió a las pocas horas. La
alegría se trocó en amargura.
Muy cristiana y muy devota, impulsa a su hijo Leopoldo a es­
cribir al Obispo Martínez Vigil esperando de su caridad y amistad
la concesión de indulgencias a quienes recomienden a Dios el alma
de su madre.
Al mismo Juan Ochoa manifestaría poco después, el 28 de se­
tiembre, que después de un verano feliz, había llegado la desgra­
cia y «tengo miedo del padecer lento y muy duradero que vendrá
después del aturdimiento raro del principio» (9).
El día 19 anuncia en su carta el regreso a Oviedo. No pudo ser.
La palabra que precede a «...que le quiere» no he conseguido
aclararla.
Una carta más en la que la letra clariniana ofrece serias difi­
cultades de «traducción». Escrita en su amado refugio de Guimarán, desde donde se lee en las primeras páginas del cuento «El cu­
ra de Vericueto», si «el cielo está muy despejado por todos los pun­
tos cardinales, se ve desde mi huerta los Picos de Europa, que pa­
recen girones de nubes que a veces dora el sol, para mí ya ausente».
Clarín continuará su trabajo. La salud no es buena y sabe que
el tiempo no admite dilaciones.
(9) Manuel Fernández R. Avello. Obr. Cit. Pág. 171.
JOVELLANOS, MINISTRO DE CARLOS IV
POR
FLORENCIO HURTADO RODRIGUEZ
—Quiénes y por qué le aúpan al poder.
—Se le encomiendan dos objetivos: la desamortización y la re­
forma de la Inquisición.
—Causas de la defenestración de Jovellanos.
El 16 de octubre de 1797 recibió Jovellanos el nombramiento
de Embajador ante la corte de los zares. A punto ya de partir ha­
cia San Petesburgo, le llegó a Gijón la revocación de su destino di­
plomático y en su lugar se le nombró Ministro de Gracia y Justicia
del Gobierno de Carlos IV.
¿Qué razones provocaron este cambio de destino? Parece que
fue fundamentalmente una: Manuel Godoy atravesaba entonces una
etapa de desprestigio, provocada por una campaña hostil, iniciada
por el Inquisidor General, Cardenal Lorenzana, y apoyada por el
Consejo de Castilla ante Carlos IV, a quien aconsejaban abierta­
mente que se desprendiera de Godoy; la propia reina María Luisa
alentó la campaña contra el valido, quizás despechada y celosa por
el desvío mostrado por el Príncipe de la Paz, en aquellos días, ha­
cia los requerimientos amorosos de la reina. Por otro lado, la mo­
ralidad de Godoy, siempre dudosa, sufría entonces críticas feroces
has+a el punto de ser acusado de libertinaje.
En estas circunstancias, Godoy planeó un programa regeneracionista que prestigiara su gobierno y rehabilitara su honorabili­
326
FLORENCIO HURTADO RODRIGUEZ
dad. Para ello, aconsejado por Cabarrús, quiso incorporar a las
funciones ministeriales a dos hombres de gran honestidad y de re­
conocida competencia (Jovellanos y Saavedra), que dieran presti­
gio y sensación de honradez y de eficacia al nuevo Gobierno; el
nombramiento de estos dos hombres ilustrados y honestos no fué,
pues, más que una operación de refuerzo y salvamento que reali­
zó Godoy para su propia supervivencia (1).
¿Cómo reaccionó Jovellanos ante esta avalancha de honores y
nombramientos? Con el abatimiento. Escribe en su Diario:
«El administrador de Correos, Faes, (me) entrega un plie­
go con el nombramiento del Ministerio de Gracia y Justicia.
\Adiós felicidad; adiós quietud para siempre! » (2).
En su villa natal se producen, por este nombramiento, entusias­
mos populares, que inspiran en el nuevo Ministro estas reflexio­
nes:
«Mientras yo, abatido, voy a entrar en una carrera difí­
cil, turbulenta, peligrosa. Mi consuelo, la esperanza de com­
prar con ella la restauración del dulce retiro en que escri­
bo esto: haré el bien, evitaré el mal que pueda; \dichoso yo
si vuelvo inocente!, dichoso si conservo el amor y opinión
del público que pude ganar en la vida obscura y privada» (3).
Aquella misma tarde el pueblo de Gijón acude a la Parroquia
para cantar un solemne Te Deum de gratitud al cielo por el honor
de ver elevado a un hijo de la villa a las cumbres del poder. Du­
rante la noche se lanzan al aire fuegos de artificio, suenan las sal­
vas de artillería, se organizan bailes y estalla el alborozo popular.
Mientras tanto, Jovellanos se va sumergiendo más y más en el aba­
timiento y en la confusión de espíritu.
Al día siguiente, 14 de noviembre de 1797, acude de nuevo a la
Parroquia para oir la Santa Misa, que han organizado las fuerzas
vivas en impetración de ayudas de lo alto al nuevo Ministro. Es f¿'
cil adivinar la sentida plegaria de Jovellanos, que pediría fuerzas
para sobreponerse al abatimiento. El Cabildo catedralicio de Gi­
jón se personó solemne y corporativamente en la casa de Jovella(1) Sobre la intervención directa de Godoy en este nombramiento de Jo­
vellanos, véase: “Príncipe de la Paz: “Memorias” ; edición y estudio preli­
minar de Carlos Seco Serrano, en BAE, t. 88. Madrid, 1956, t. I, pág. 191.
(2) BAE, t. 86, pág. 9 b (lunes 13 de nov. 1797).
(3) Ibidem.
JOVELLANOS, MINISTRO DE CARLOS IV
3 27
nos para desearle felices augurios. Unos días antes una comisión
de la Universidad de Oviedo acudió a ofrecerle las insignias del
Doctorado en ambos Derechos, que Jovellanos aceptó.
Ni los festejos populares, ni los honores de la Universidad ove­
tense, ni los actos litúrgicos y los cumplidos del Cabildo eclesiás­
tico logran levantar su ánimo:
«Mi ánimo, en el mayor abatimiento y angustia... Paula
(su hermano), animándome, me traspasa el corazón. Quién
me diera su espíritu y firmeza de carácter!... Hasta las pie­
dras excitan mis lágrimas» (4).
El abatimiento de Jovellanos podría parecer pusilanimidad; pe­
ro no fue así: la verdadera causa era el claro conocimiento que te­
nía de la podredumbre de la Corte, de las intrigas y zancadilleo en
las altas esferas del poder, que esterilizaban toda acción de gobier­
no y que, en su propio caso, terminaría por hacerle caer en desgra­
cia y acaso mancillar su limpia fama de honestidad:
«Haré el bien y evitaré el mal que pueda; Dichoso yo si
vuelvo inocente!, dichoso si conservo el amor y opinión del
público que pude ganar en la vida obscura y privada» (2).
«Adiós felicidad, adiós quietud para siempre!... yo, aba­
tido, voy a entrar a una carrera difícil, turbulenta, peligrosa».
Por otro lado, Jovellanos sabía que la reina María Luisa le odia­
ba cordialmente y no podría soportarle cerca de sí en los despachos
regios. Todos estos temores se los confirmará más tarde Cabarrús.
Dispuesto al sacrificio, Jovellanos salió de Gijón en dirección a
la Corte el 15 de noviembre de 1797. En el Puerto de Guadarrama
le esperaba Cabarrús para informarle del estado de la Corte; Jo­
vellanos resume así en su Diario la impresión de la entrevista:
«No pintaré la ternura de nuestra entrevista ni el abati­
miento que causó en mi ánimo la pintura del estado interior
de la Corte» (5).
____
Ceán Bermúdez (gran amigo y confidente de Jovellanos) reco­
gió la conversación que sostuvo Cabarrús con Jovellanos y que es­
tuvo a punto de hacer que éste renunciara a su cargo de ministro
(4) Ibidem, p. 10 a.
(5) Ibidem, p. 11 b.
328
FLORENCIO HURTADO RODRIGUEZ
para regresar inmediatamente a Asturias, para evitar meterse en
el avispero de la Corte y quedar convertido en su víctima. Ceán es­
cribe:
«(Cabarrús), dueño de la confianza de Godoy, le pronos­
ticó con claridad y firmeza su inevitable ruina (la de Godoy),
semejante a la de Don Alvaro de Luna, si no buscaba pron­
tamente dos sujetos de ciencia, probidad y reputación que
le dirigiesen y ayudasen a restablecer el Reino y su opinión,
proponiéndole a Jovellanos y a Saavedra. Cómo la Reyna
desechó al primero (Jovellanos), de lo que resultó destinarle
a Rusia para no verle; ... Cabarrús insistió sobre su prime­
ra propuesta para ministro de Gracia y Justicia, volviendo a
intimidar al Príncipe (de la Paz) con la amenaza de su indis­
pensable caída; y cómo dispuso éste (Godoy) que el Rey le
nombrase: a lo que hubo de condescender la Reyna, aunque
contra su voluntad, por no descontentar a Manuel.—Don
Gaspar se estremece con esta relación. Determina volverse
desde allí a Asturias sin entrar en la Corte. Cabarrús se sor­
prende con tan extraña resolución. Le expone las fatales
consecuencias... Ninguna teme; todo lo desprecia; y el Con­
de (de Cabarrús) le arrastra la mañana siguiente al Escorial
a consumar el sacrificio» (6).
De esta referencia de Ceán se deduce que:
1) Cabarrús fue quien urgió a Godoy el nombramiento de Jo­
vellanos para el Ministerio.
2) Las razones que adujo fueron que Godoy caería en desgra­
cia como otrora cayó Don Alvaro de Luna, si no incorporaba inme­
diatamente al Gobierno dos hombres sabios y probos, como podían
ser Jovellanos y Saavedra.
3) La Reina María Luisa detestaba a Jovellanos (precisamen­
te por su honestidad ya que ésta constituía una constante acusa­
ción a su depravada conducta) y fué la Reina quien dispuso m ar­
chara de embajador a Rusia para perderle de vista.
4) Ante la insistencia de Cabarrús, Godoy consigue del Rey el
Ministerio en favor de Jovellanos, contrariando así la voluntad de
la Reina.
5) La reacción de Jovellanos al conocer todas estas circuns­
tancias fue renunciar al Ministerio y regresar a Asturias, decisión
que no consumó, gracias a la actitud firme y persuasiva de Caba­
rrús.
(6)
Ceán Bermúdez, J. A .: “Memorias para la vida del Excmo. Sr. D. Gas­
par Melchor de Jovellanos, y noticias analíticas de sus obras”. Madrid, 1814;
págs. 62, 63.
JOVELLANOS, MINISTRO DE CARLOS IV
329
El día 22 (noviembre, 1797) ya estaba Jovellanos incorporado a
su Ministerio; tiene conversaciones con Cabarrús y Saavedra, de
las que saca la misma conclusión: «todo amenaza una ruina pró­
xima que nos envuelve a todos; crece mi confusión y aflicción de
espíritu» (7).
Cada momento que pasa le permite ir palpando el estado de co­
rrupción moral y de bancarrota económica, que él precisamente ha
de remediar.
Ese mismo día 22 de noviembre (1797) el Príncipe de la Paz le
invita a comer a su casa; será el primer encuentro directo con la
corrupción moral, encarnada en el propio jefe de Gobierno, Godoy,
quien, a pesar de estar recién casado con la Condesa de Chinchón,
sienta también a su lado a su amante Pepita Tudó. Jovellanos lo
narra así:
«... El Príncipe de la Paz nos llama a comer a su casa;
vamos mal vestidos. A su lado derecho, la princesa; al iz­
quierdo, en el costado, la Pepita Tudó... Este espectáculo
acabó mi desconcierto; mi alma no puede sufrirlo; ni co­
mí, ni hablé, ni pude sosegar mi espíritu; huí de allí; en ca­
sa toda la tarde, inquieto y abatido, queriendo hacer algo y
perdiendo el tiempo y la cabeza. ...Por la noche, a la Secre­
taría de Estado con Cabarrús; luego S(aavedra); conversa­
ción acalorada sobre mi repugnancia; no hay remedio; el
sacrificio es forzoso; más aún sobre la remoción del objeto
de ira y persecución..., nada basta... A casa en el colmo del
abatimiento. La presentación a los Reyes será mañana a las
11» (7).
¿A qué persecución se refiere Jovellanos en este párrafo del Dia­
rio citado?—Nos lo dice José Caso González: (8)
«Era la que le hacía la Inquisición y el partido clerical...; la
materia objeto de la persecución se llama desamortización (defen­
dida por Jovellanos en su Informe sobre la Ley Agraria); y el per­
seguidor tenía el nombre de Santo Oficio».
«El sacrificio es forzoso», dice también Jovellanos en el párra­
fo citado de su Diario, escrito en clave. ¿A qué sacrificio alude?
Parece que tanto Godoy como Cabarrús, respaldados por el Rey,
encomendaron a los dos nuevos ministros (Jovellanos y Saavedra)
que iniciaran la desamortización y la reforma de la Inquisición, lo
que equivalía a malquistarse con el clero y el Santo Tribunal, que
(7) BAE, t. 86, pág. 11, b.
(8) Caso González: Jovellanos y la Inquisición”. Archivum, VII, pág. 257.
330
FLORENCIO HURTADO RODRIGUEZ
va sentían contra Jovellanos una profunda animadversión como
consecuencia de sus tesis desamortizadoras en el Informe sobre
la Ley Agraria. Que ésa era la tarea que les asignaban el Rey, Godoy y Cabarrús queda bien patente en el hecho de que inmediata­
mente pusieron manos a la obra. En efecto, ahí están: a) El Expe­
diente para desamortizar los bienes de hospitales, hospicios, pa­
tronatos y Capellanías, b) El Informe sobre la Inquisición (causa
directa de la caída de Jovellanos, según Ceán, aunque no fue la
única ni acaso la más importante).
«Jovellanos hablaba de sacrificio, y bien sabía él que lo era te­
ner que enfrentarse con los dos problemas citados. Nada autoriza
a suponer que haya sido el partido inquisitorial, y por estas razo­
nes, el que intentó su eliminación por medio del veneno. Pero sí
fue el causante de la caída, acusando al Ministro de hereje, ateo y
enemigo declarado de la Inquisición. Y la Inquisición buscaría un
buen sustituto, el infame Caballero, que por medios que no tienen
calificación posible, acabaría sepultándole dos años y medio más
tarde en Valldemosa y después en Bellver. Caballero, el católico
Caballero... fue el instrumento de la Inquisición» (9).
Causa estupor y hasta ternura este abatimiento del honrado Jo­
vellanos, que desde que conoció su destino a la embajada ante los
zares y su posterior nombramiento de Ministro, llora lágrimas físi­
cas y vive sumido en una depresión anímica enloquecedora, ma­
gistralmente reflejada en su Diario íntimo, que él creyó nadie ha­
bría de leer. No le asustaban el trabajo ni la responsabilidad de los
que siempre fue campeón; le asustaba verse perseguido por aque­
lla caduca Inquisición que le calificaba de impío y enemigo de la
Iglesia sólo porque en su Informe sobre la Ley Agraria defendía
la desamortización v la supresión de privilegios; le asustaba saber
aue, precisamente él, debería acometer en su Ministerio la tarea
de llevar a cabo la desamortización y, aún más, planificar la refor­
ma de la Inquisición, que era su más implacable perseguidora. Le
asustaba el temor a mancillarse entre tanta corrupción; le horro­
rizaba verse metido en el engranaje de una administración aue cho­
rreaba purulencia; se sentía acorralado por el vicio de la Corte v
de su lacayo Godoy; se sentía convertido en chivo expiatorio de
los pecados de una Monarquía putrefacta en acelerada descompo­
sición. Como el blanco armiño, que prefiere dejarse capturar v aun
m atar por el cazador antes que mancillar su inmaculada piel, así
(9)
Caso González: “Jovellanos y la Inquisición”. Archivum, VII, págs.
257, 258, 259.
JOVELLANOS, MINISTRO DE CARLOS IV
331
Jovellanos se ve envuelto y acorralado por el vicio, la injusticia, la
depravación, el zancadilleo de una Corte y de una Administración
pública sin conciencia y sin honor; se siente incapaz de salir ya de
aquel acoso y se resigna al sacrificio. Este, en efecto, será su fin:
el destierro y la larga prisión; pero le cupo el honor de no manci­
llar su conciencia.
su
b r e v e m in is t e r io
REALIZACIONES.
(13
n o v . —1797 a
15 a g o s to 1798).
Todas sus gestiones al frente del Ministerio de Gracia y Justicia
se relacionan de algún modo con el mundo eclesiástico. Destaca­
remos aquí las principales:
A.—JESUITAS: a) Creó una Superintendencia General de Tem­
poralidades de España, Indias e Islas Filipinas, y una Dirección
General, con el objeto de que se pusiese orden, economía y activi­
dad en la administración de los bienes de la extinguida Compañía
de Jesús (17 de diciembre, 1797). b) Redactó una Real Orden (apro­
bada por Carlos IV el 11 de marzo de 1798) por la que se permitía
a los jesuítas expulsados y extinguidos regresar a España y a asen­
tar su residencia donde quisieran, excepto en la Corte y Reales Si­
tios, pero sin form ar comunidad.—Este gesto de Jovellanos en pro
de los jesuítas expulsos dice mucho en su favor, ya que, enfrentán­
dose a un ambiente hostil hacia la Compañía, dio muestras de su
honradez y personalidad al intentar atenuar los efectos de aquella
locura colectiva que los expulsó.
B.—DESAMORTIZACION: En colaboración con el nuevo Mi­
nistro de Hacienda (Francisco Saavedra) intervino en varios de­
cretos desamortizadores.—Para comprender esta actuación de Jo­
vellanos es preciso señalar los antecedentes: la Hacienda españo­
la estaba esquilmada, con unos 800 millones de reales de déficit,
a causa de los cuantiosos gastos provocados por la guerra y la abu­
siva creación de los vales reales. Para enjugar ese importante dé­
ficit, Saavedra: remozó la Caja de Amortización, distribuyó títulos
denobleza a 40.000 reales, vendió bienes inmuebles de la Corona
(exceptuando los Reales Sitios), envió a América fragatas ligeras
para que trajeran de allí todo el oro posible »promovió la venta de
bienes pertenecientes a hospitales, hermandades, patronatos y obras
pías, imponiendo su producto al 3 por 100 en la renta de tabacos.
332
FLORENCIO HURTADO RODRIGUEZ
Dentro de esta línea de aliviar el exhausto Erario Público, y en
colaboración con el Ministerio de Hacienda, cabe subrayar la in­
tervención de Jovellanos en el campo de su competencia: juzgar y
dar un informe sobre la legitimidad de la venta de bienes de patro­
nato y obras pías.—Conservamos la minuta del Oficio y la carta
particular que le acompañaba, enviadas por Jovellanos al Ministro
Saavedra, contestando a la «Consulta» de la Junta formada por
R.O., para examinar los proyectos de venta de establecimientos
piadosos.
He aquí un esquema del dictamen de Jovellanos, contestando
a la Consulta formulada por la Junta creada por el Ministerio de
Hacienda: (10)
1.—Facultades de S.M. el Rey para proceder a la venta de bienes
de establecimientos piadosos: a) El Rey goza de la suprema potes­
tad económica en esta materia, b) En virtud de ella, puede S.M.
regular la propiedad de todos los establecimientos piadosos y aun
eclesiásticos, porque todo derecho de poseer tiene su origen y apo­
yo en la potestad civil y de ella deriva también toda propiedad
eclesiástica, c) Por tanto, S.M. puede moderar este derecho y re­
gularlo en cualquier tiempo y caso, según lo exigiere el bien gene­
ral de la sociedad, d) Esta potestad es más evidente respecto de
aquellos establecimientos que, aunque piadosos, tienen el princi­
pal carácter de políticos y más claras relaciones con el Estado que
con la Iglesia, e) La autoridad que los estableció y sostiene puede
regular también su propiedad, máxime cuando, por lo común, es
emanada de la liberalidad de los reyes o de la de los ciudadanos,
f) Aunque es cierto que antiguamente los obispos cuidaban de los
hospitales y de los pobres, ello ocurría así porque entonces se ha­
cía con fondos eclesiásticos. Hoy, sin embargo, esos fondos se nu­
tren de la caridad general y están, por ello, regulados por la auto­
ridad civil. Los obispos han conservado alguna sombra de su an­
tiguo derecho, pero reducido solamente a vigilar sobre el cumpli­
miento de los fines de su institución; en todo lo demás correspon­
de decidir a los magistrados civiles. Si en la práctica no se ha pro­
cedido así, se debe a la indolencia de los jueces reales o a la confu­
sión de los principios que fijan los verdaderos límites de la auto­
ridad eclesiástica, tan embrollados en los canonistas vulgares.
En suma: los Tribunales civiles de España deben conocer de
todos los negocios pertenecientes a hospitales, hospicios, patrona­
tos, cofradías, capellanías laicales y demás objetos piadosos, que,
(10) BAE, t. 86, págs. 12 y 13.
JOVELLANOS, MINISTRO DE CARLOS IV
333
por serlo, no salen de la jurisdicción ordinaria y menos de la auto­
ridad real ,a quien toca el cuidado de ellos.
No se trata ahora de arrancales su propiedad y menos de aban­
donar los fines de su institución; sino sólo de cambiar la condición
de los bienes que la integran, de inmobiliarios en mobiliarios. Pa­
ra ello deben estimarse en todo su justo valor, e imponer el capi­
tal que se obtenga de esa transformación sobre la renta del tabaco,
con lo que las entidades saldrían beneficiadas con un rendimiento
del 3 por 100, que represeta un producto bastante mayor del que
venían antes obteniendo.
La venta de estas propiedades, para que pasen a manos útiles
y activas, influirá de modo decisivo en el precio general de la pro­
piedad y en el fomento de la agricultura.
Las fincas que por este medio se vendieren no deben caer en
manos muertas, ni quedar sujetas a mayorazgos o vinculación, ni
a otra especie de gravamen perpetuo, pues de lo contrario, volve­
rían a amortizarse.
2.—Conveniencias, para el Erario, de encargar la ejecución de
la venta de dichos bienes a la Junta Provincial y Municipal: Son
evidentes las ventajas, siempre que en la venta intervengan pocas
manos y que éstas sean fieles.—Jovellanos cree conveniente encar­
gar la ejecución de las ventas a las Juntas Municipales y Provincia­
les creadas para la venta y administración de las temporalidades
ocupadas a los jesuítas expulsados del reino.
En la carta que Jovellanos adjunta a la minuta (que acabamos
de extractar), dirigida a su amigo el Ministro de Hacienda, vuelve
a repetir las mismas ideas y pone bien de manifiesto su espíritu
regalista:
«V.m. pensará como yo, que ya estamos muy a las apuradas pa­
ra proceder con timidez en estas materias, y, por consiguiente, que
no debe detenerle la duda que se opone, en la autoridad real, acer­
ca de estas materias. No se trata de despojar a estos establecimien­
tos de su propiedad; se trata sólo de regularla y hacerla compati­
ble con el mayor bien del Estado. Vendido e impuesto su capital
a rédito, su renta crecerá, pues que ninguna propiedad territorial
rinde entre nosotros el 3 por 100 que les dará el Estado. Se ahorran
el cuidado y los gastos de administración; evitarán los riesgos de
malversaciones, que son tan ordinarias en ellas, y entonces esta
propiedad desamortizada pasará a manos libres e industriosas que
la hagan producir el doble o más de lo que produce. Trátase, pues,
de combinar su bien particular con el del público; ¿y se podrá du­
dar de la autoridad soberana?
334
FLORENCIO HURTADO RODRIGUEZ
Otro diría (a) Vm. que se ocurriese por una Bula; pero ya es
tiempo de pasar sin ellas. ¿Y por qué sería mayor la autoridad del
Papa que la del rey? ¿Y por qué no podrá éste hacer lo que aquél
pudiera dispensar? Adviértase que no se trata por ahora de bienes
eclesiásticos, sino laicales, pues no son de otra naturaleza los de
los hospitales, hospicios »cofradías, patronatos »memorias y cape­
llanías laicales. Los obispos conservarán en ellos el derecho de vi­
sitarlos, esto es, aquella única jurisdicción paternal y momentá­
nea, que les compete para velar sobre el cumplimiento de sus car­
gas piadosas.—Estas quedarán, sin duda, más bien aseguradas:
1.°, porque ninguno sacará de sus fincas el 3 por 100 libre, que se
les dará sobre la renta del tabaco; 2.°, porque evitarán el gasto de
administración y el riesgo de descuido, abandono y malversaciones
que va siempre unido a ellas» (11).
El texto y el contexto de cuanto acabamos de transcribir nos
muestra el pensamiento regalista de Jovellanos; siempre se man­
tendrá en esta línea de «dar al César lo que es del César y a Dios
lo que es de Dios». La convicción con que defiende y razona su
postura, tanto en los párrafos antes citados, como en su Informe
sobre la Ley Agraria, es fruto de una profunda reflexión y de la
fidelidad a sus propios principios. Su sentido regalista no significa
merma alguna de sus sentimientos de católico convencido y prac­
ticante; así lo demuestra en su carta del 14 de febrero de 1798, di­
rigida al Ayuntamiento de Gijón, en la que le comunica que había
obtenido del Colector General de expolios y vacantes, que se des­
tinasen para la construcción de una nueva Parroquia en la Villa de
Gijón, 100.000 reales de vellón, que había prestado al Sr. Obispo
de Oviedo para remediar la falta de pan en el Principado asturiano,
y que no habían sido empleados por haber cesado la calamidad
del hambre (12).
C.—INQUISICION: Jovellanos redactó una «REPRESENTA­
CION A CARLOS IV DE LO QUE ERA EL TRIBUNAL DEL SAN­
TO OFICIO».
Esta Representación o Informe dirigido al Rey sobre el modo
de actuar del Tribunal inquisitorial le traerá a Jovellanos gravísi­
mas consecuencias, la primera de ellas fue su cese como Ministro.
Veamos el proceso:
(11) Ibidem, págs. 13 y 14.
(12) Ibidem, págs. 208 y 209.
JOVELLANOS, MINISTRO DE CARLOS IV
335
El hecho que sirivió de inicio a este complicado asunto fue una
denuncia del Deán de Granada contra los abusos de la Inquisi­
ción (13). Con fecha de 2 de diciembre de 1797, el Deán de la Ca­
tedral de Granada (D. Francisco Pérez de Quiñones) envió una Re­
presentación al Ministro Jovellanos; era una denuncia contra la
Inquisición que, atropellando la jurisdicción del arzobispo grana­
dino, había ordenado cerrar y tabicar un confesonario del Monas­
terio de Religiosas de Santa Paula, de la ciudad de Granada, sujeto
a la autoridad del arzobispo; el Deán mandó abrirlo de nuevo.
En dicha Representación, el Deán solicitaba que el Rey apoyase
su actuación (de volver a abrir el confesonario) para salvaguardar
así la autoridad episcopal frente a la intrusión del Santo Oficio.
«El Ministro Jovellanos dio cuenta al Soberano de lo contenido en
la Representación; y enterado S. M. de todo y de los principios
y máximas sobre que obraba la Inquisición y de los libros por
donde se dirigía contra la jurisdicción de los Obispos y contra la
soberanía de los reyes, mandó que se remitiese al Reverendo Obis­
po de Osma, don Antonio Tavira, una copia de la citada Repre­
sentación y otra del testimonio con que la había acompañado el
Deán, para que, examinando una y otro, y enterado de que, desean­
do S. M. conservar ilesos los derechos del Trono y del Episcopado,
no consentiría los usurpase ni menoscabase el Tribunal de la In­
quisición, propusiese la providencia que en aquel caso estimase
conveniente. Lo que así se ejecutó por una R. O. firmada por Jo­
vellanos en Aranjuez a 15 de febrero de 1798» (14).
Jovellanos, en un gesto de nobleza y buscando opiniones diver­
sas y claridad en el asunto, lo envió (además de al obispo de Osma)
al arzobispo de Burgos e Inquisidor General (Don Ramón José
Arce) y a los obispos de Huesca, Túy, Plasencia y Avila, y al limos­
nero del Rey don José Espiga, rogándoles propusieran «todo lo
que creyeran adecuado para terminar con los abusos que se co(13) La versión directa del hecho nos la da Ceán Bermúdez, aunque por
temor del sobrino de Jovellanos (Baltasar Cienfuegos), no pudo publicarlo en
su obra editada en 1814, sino que, copiado por el hijo de Ceán, lo dio a cono­
cer muy posteriormente Somoza como “Apéndice a las Memorias para la vida
del Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovella'nos, de lo que dejó de publicar­
se por Don Juan Agustín Ceán Bermúdez”. Cfr. en Julio Somoza: “Jovellanos,
nuevos datos para su biografía”. Biblioteca de la Propaganda Literaria de
La Habana. Habana-Madrid, 1885, págs. 38 y 39.
(14) Julio Somoza: “Jovellanos, nuevos datos para su biografía”. Biblio­
teca de la Propaganda Literaria de La Habana. Habana-Madrid, 1885, págs.
38 y 39.
336
FLORENCIO HURTADO RODRIGUEZ
metían en el Santo Oficio, y a extirpar los falsos principios de las
obras de las que el Tribunal se servía para apoyar todas esas me­
didas».
Excepto el arzobispo de Burgos (que, como era previsible, in­
formó a favor de la Inquisición), todos los demás prelados se pro­
nunciaron a favor del Deán granadino; el Informe más explícito
fue el de Tavira (obispo de Osma), quien hizo una completa rela­
ción de las usurpaciones-' de poder que la Inquisición había hecho
a los obispos.
El Informe de Tavira (15) sirvió de fuente principal de inspira­
ción a Jovellanos para redactar su Representación al Rey sobre lo
que era y cómo actuaba el Tribunal del Santo Oficio. Las ideas
principales desarrolladas por Tavira en su Informe eran:
a) Detalle pormenorizado de lo sucedido en Granada.
b) Alaba la actitud y celo del Deán al atacar a fondo los ex­
cesos de la Inquisición, invasora de la jurisdicción de los obispos.
c) Declara abiertamente que el Tribunal Inquisitorial carecía
de jurisdicción para escoger confesores o juzgar sobre su califica­
ción, lo cual constituye materia reservada a los obispos, así como
la potestad de intervenir en los casos de profanación escandalosa
del Sacramento de la Penitencia.
d) Critica el olvido de la moral evangélica y de las saludables
máximas de los Concilios y de los Santos Padres (que constituyen
la verdadera tradición de la Iglesia), debido en buena parte a la
praxis de la Curia Romana y de la Inquisición.
e) Culpa a la Inquisición de haber inducido a los fieles a la
delación e incluso a utilizar los secretos de confesión con fines
dudosos, apartando de ese modo al Sacramento de la Penitencia
de su verdadera finalidad; de donde se infiere que la Inquisición
no sólo no ayuda a la Religión y a la Iglesia, sino que les ha irro­
gado un grave daño.
f) De todo ello, Tavira apunta la necesidad de delimitar el po­
der inquisitorial para lo cual puntualiza cuáles eran sus princi­
pales abusos:
1) Calificar la doctrina de la Iglesia, dando lugar a inicuos pro­
cesos, como los de Fray Hernando de Talavera y Bartolomé Ca­
rranza. 2) La práctica viciosa del Tribunal de presentar a los obis­
pos los edictos de prohibición de libros sólo horas antes de su pu(15)
“Informe sobre agravio a la jurisdicción ordinaria de Granada por
el Tribunal de la Inquisición”, 2 de marzo de 1798. Biblioteca Nacional. Ma­
drid: Manuscritos 20.618, fol. 182-217.
JOVELLANOS, MINISTRO DE CARLOS IV
337
blicación. 3) Abuso que atenta tanto a la autoridad episcopal co­
mo a la del Rey, cual es el de rebasar deliberadamente las com­
petencias del Tribunal, que habían quedado bien delimitadas por
la Real Cédula de 6 de febrero de 1770 y que se referían exclusi­
vamente a los delitos de apostasía y herejía. Esta extralimitación
de facultades es una flagrante corruptela de desobediencia, orgu­
llo y mala fe, opuesta a la verdadera tradición de la Iglesia, y capaz
de fomentar los progresos de la incredulidad, de subvertir el or­
den social «sometiendo la soberana autoridad a otra potestad en
la tierra».
En el contexto de este Informe del obispo Tavira late un deseo
de suprimir el Santo Oficio. Pero, mientras tanto, propone algunas
medidas y reformas urgentes: a) desaprobar la conducta de la In­
quisición de Granada y dar la razón al Deán; b) la facultad de pro­
hibir libros debe pasar a otras manos; c) las causas del Santo Ofi­
cio deben someterse al procedimiento común, de modo que los
acusados puedan defenderse eliminando así la sensación de mis­
terio y arbitrariedad que envuelve a los procesos inquisitoriales;
d) en todos los casos ha de quedar patente la facultad de recurrir
al Rey en última instancia; e) debe quedar abolida la tortura, na­
da acorde con la mansedumbre sacerdotal.
«El Rey no pudo oir con indiferencia lo que informaba y pro­
ponía el sabio obispo de Osma, a quien respetaba mucho por su
doctrina y predicación, que tantas veces había oído siendo prín­
cipe (Tavira había sido predicador del aula regia); y deseoso de
poner en ejecución su dictamen, encargó a Jovellanos tomase las
medidas conducentes al efecto, y que le hiciese una sencilla expo­
sición de lo que era el Tribunal del Santo Oficio, para que, con un
completo conocimiento, pudiese resolver lo más conveniente y acer­
tado en el asunto. El ingenuo Ministro (Jovellanos), abrasado del
celo de la justicia, del orden y del bien de la humanidad, sin temor
a los malsines que rodeaban al imbécil monarca, ni la conjuración
que se levantaría contra él, reunió antecedentes, practicó activas y
secretas diligencias, y con el resultado de ellos y de ellas, formó
y leyó a S. M. el manifiesto siguiente»... (16).
(16)
Julio Somoza: “Jovellanos, nuevos datos para su biografía”. Apéndice a las Memorias para la vida del Excmo. Sr. Don Gaspar Melchor de Jo­
vellanos, de lo que dejó de explicarse por Don J. A. Ceán Bermúdez”, págs.
38 y 39.
338
FLORENCIO HURTADO RODRIGUEZ
La Representación que Jovellanos elaboró para informar a Car­
los IV se inspiró y casi se calcó en el Informe del obispo Tavira (17).
Esta REPRESENTACION A CARLOS IV SOBRE LO QUE ERA
EL TRIBUNAL DE LA INQUISICION (18) es un modelo de clari­
dad expositiva, de contundencia argumental, de penetración psi­
cológica, de previsión histórica sobre el futuro de la Iglesia y, so­
bre todo, de acendrado catolicismo y honda religiosidad.
Parece incomprensible que dicha Representación fuera la es­
poleta que hiciera desencadenar una serie de conjuras persecuto­
rias contra Jovellanos, que le acarrearán la destitución y la cárcel.
Más incomprensible parece aún que, incluso en nuestros días, au­
tores como Yaben Yaben haya escrito: «Jamás en su vida pública
cometió Jovellanos tan feo pecado como al presentar al Rey esta
exposición. Las tendencias cismáticas de este proyecto son claras
y notorias» (19). Estas palabras no pueden ser sino fruto de una
ignorancia de las dramáticas circunstancias por las que atravesa­
ba el Pontificado en los días finales de Pío VI, a causa de la per­
fidia francesa puesta en evidencia por Napoleón, el Directorio y
sus Consejeros.
Dadas las transcendentales consecuencias que esta «REPRESEN­
TACION A CARLOS IV» trajo para Jovellanos, haremos aquí un
amplio resumen:
a) Delimitación jurisdiccional del Tribunal de la Inquisición:
Su jurisdicción no es privativa ni exclusiva, sino acumulativa (con
la de los obispos).—No es propia, sino delegada.—No es absoluta,
sino limitada tanto en su ejercicio (pues debe ejercerse juntamente
con la del Ordinario), como en su objeto (ya que ha de reducirse
exclusivamente a las causas tocantes a la fe (herejía y apostasía).
b) La jurisdicción otorgada a la Inquisición, en la materia de
la disputa, compete también a los obispos, que la tienen por dere­
cho original y propio. No puede alegarse que esta jurisdicción
episcopal fue revocada (como defiende la Inquisición), ya que si
fue revocada, no se publicó y no consta en ninguna parte. Además,
Benedicto XIV preservó los derechos episcopales.
(17) Sin embargo, Modesto Lafuente afirma que Jovellanos se inspiró en
el frustrado pla'n de reforma de la Inquisición elaborado por J. A. Llórente,
siguiendo órdenes del Inquisidor Gral. Manuel Abad y Lasierra, ex-obispo de
Astorga, recluido en Sopetrán por esa causa. Cfr. Modesto Lafuente: “Histo­
ria General de España”. Barcelona, 1879, t. IV, pág. 334.
(18) BAE, t. 87, págs. 333, 334.
(19) Yaben Yaben: “juicio crítico de las doctrinas de Jovellanos en lo
referente a las ciencias morales y políticas”. Madrid, 1913, págs. 77.
JOVELLANOS, MINISTRO DE CARLOS IV
339
c) La Inquisición nunca pudo proceder por sí sola a la publi­
cación de tales edictos: 1.° Porque no tiene jurisdicción para dis­
poner o declarar, sino sólo para castigar y corregir; puede castigar
a los herejes, pero no puede declarar las herejías. 2.° Porque si no
puede juzgar sin la concurrencia del obispo, mucho menos podrá
mandar y disponer sin ella. 3.° porque en el caso presente (de
Granada) no se trata de ningún delito contra la fe. 4.° Porque la
«solicitación» en Confesión sólo se da cuando hay incitación a la
lujuria; y la lujuria no le convierte a uno en sospechoso de here­
jía (20). 5.° Porque el fuero de la Inquisición es sólo personal y
no real ni local, por tanto, su actuación o providencias no deben
recaer sobre cosas ni lugares, sino sólo sobre personas (21).
d) Explicación histórica de la Inquisición.—La Inquisición fue
fundada a fines del siglo XV, coetánea a la expulsión de los judíos.
Su objeto fue proceder contra los judíos que, habiendo abjurado
del judaismo en público, lo seguían profesando en secreto, de ahí
el misterio de sus procedimientos. De aquí la infamia que cubrió a
los descendientes de estos conversos, reputados por infames en la
opinión pública. Las leyes la confirmaron, aprobando los estatu­
tos de limpieza de sangre, que separó a tantos inocentes no sólo de
los empleos de honor y de confianza, sino incluso de entrar en las
iglesias, colegios, conventos y hasta en las cofradías y gremios de
artesanos. De aquí deriva la perpetuación del odio, no sólo contra
la Inquisición, sino contra la misma Religión.
e) Hoy, en nuestros días, ya no hay problemas de herejías ni
de judaismo; por tanto, la continuidad de la Inquisición no está
justificada.
f) El problema actual y que hay que atacar es el de la impie­
dad, propagada en las gacetas, los diarios, los libros y folletos ex­
tranjeros; pero contra este mal de la impiedad poco o nada pue­
de hacer la Inquisición: (22). l.° porque sus individuos son igno­
rantes, incapaces de juzgar por sí mismos, sin la colaboración de
(20) Parece que la causa que movió a la Inquisición de Gra'nada a clau­
surar el confesonario fue un delito llamado SOLICITACION, que es el que
comete un confesor cuando, con motivo de la confesión (dentro o fuera del
confesonario, pero siempre relacionado con la Confesión) i’n cita de palabra o
de obra a su penitente hacia la lujuria. Para más información sobre la “soli­
citación”, puede verse el Código de Derecho Canónigo, de la BAC, en los co­
mentarios a los cánones 904 y 2.368.
(21) Recuérdese que la Inquisición mandó tabicar el confesonario.
(22) Es, pues, una clara sugerencia en pro de la supresión del Santo Tri­
bunal.
340
FLORENCIO HURTADO RODRIGUEZ
los calificadores. 2.° porque también son ignorantes los calificado­
res, ya que, al no estar pagados, los empleos recaen en frailes que
lo aceptan sólo para lograr el platillo y la exención de coro; igno­
ran las lenguas extranjeras; sólo saben un poco de Teología esco­
lástica y de Moral casuística. 3.° todo esto hace que sean necesaria­
mente lentos y vacilantes unos juicios que exigen resolución y ce­
leridad. 4.° sólo la jurisdicción de los obispos puede poner freno
a la impiedad porque es más natural, más autorizada, más grata
y respetable al pueblo y más llena de humanidad y mansedumbre,
como emanada del poder que les ha dado el Espíritu Santo. 5.° Los
obispos, ayudados de sus Vicarios Generales, de sus Cabildos y
de sus Párrocos, pueden extender su vigilancia hasta los últimos
rincones de sus diócesis, perseguir la impiedad en sus propias
guaridas y aplicar los remedios con más rapidez y eficacia. 6.° La
sustitución de la Inquisición por la jurisdicción episcopal es aún
más necesaria en cuanto a la prohibición de libros, porque requie­
re providencias más rápidas al objeto de que no se difunda el mal;
y los métodos de la Inquisición son lentos.
g) El peligro de cisma que hoy se cierne sobre la Iglesia cla­
ma por la reintegración de los obispos en sus derechos perdidos y
su jurisdicción usurpada. En efecto: a la muerte del Santo Padre
Pío VI puede ocurrir un cisma; si esto sucediera, el rebaño de
cada nación tendrá que acogerse y reunirse bajo sus pastores los
obispos, que son los que por derecho divino deberán apacentar a
su grey.
h) Aun en el caso en que no se produjere un cisma en la Igle­
sia, subsistirá la necesidad de que los obispos recuperen sus dere­
chos y jurisdicción usurpados, pues los Papas ya no tendrán do­
minios temporales, y, sin embargo, pugnarán por conservar sus
cardenales, su curia, sus congregaciones, su autoridad, sus bulas,
sus dispensas e incluso tratarán de extender sus facultades para
sacar más lucro de ellas, porque todo eso es natural a la flaqueza
humana.
i) Solución que propone Jovellanos ante la posibilidad de un
cisma y la inminente supresión del poder temporal de los Papas:
1.° Devolver a los obispos el ejercicio de las funciones esenciales
de la primacía de la Iglesia. 2.° Reintegrar en su autoridad a los
obispos. 3.° Someter a los frailes a la jurisdicción episcopal, inclu­
so a los frailes exentos. 4.° En una palabra: no buscar fuera nada
de lo que, según la religión de Jesucristo, los cánones reconocidos
por la Iglesia y la antigua y venerable disciplina, se puede hallar
dentro, esto es: en los obispos y pastores depositarios de la fe, y
JOVELLANOS, MINISTRO DE CARLOS IV
341
en V. M. que es el protector nato de la Iglesia, defensor de los cá­
nones y padre y consuelo de sus pueblos».
j) Jovellanos concluye así su Representación: «Por tanto, re­
duciendo mi dictamen, propondré a V. M. el plan de diferentes
decretos, para que, viéndolos, examinándolos y meditándolos, elija
el que fuere más conforme a sus reales y piadosas intenciones».
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA REPRESENTACION DE
JOVELLANOS A CARLOS IV.
A.—Sobre la Inquisición y la jurisdicción episcopal.
a)
Jovellanos delimita con precisión el ámbito jurisdiccional
de la Inquisición, b) El arzobispo de Granada tenía plena compe­
tencia en el asunto de autos, c) La intervención de la Inquisición
en la clausura del confesonario de Granada fue una usurpación de
funciones, d) La Inquisición tuvo su razón de ser sólo en el caso
de los judaizantes y en peligro de herejías, e) Hoy, al no existir
herejías, sino impiedad, la Inquisición ha perdido su razón de ser.
f) Para combatir la impiedad vigente, la Inquisición carece de ca­
pacidad y de eficacia; sólo los obispos pueden ponerle freno, y, en
consecuencia, a ellos compete la plenitud jurisdiccional. Esta es
mucho más necesaria en el caso de la prohibición de libros, g) Es
necesario que desaparezca la Inquisición y se devuelvan a los obis­
pos todos los derechos y funciones que les han sido usurpados y
que les corresponden por derecho divino; y esto, ahora más que
nunca, por dos razones: por el peligro de cisma que amenaza a
la Iglesia a la muerte de Pío VI, y porque la pérdida del poder tem­
poral de los Papas es inminente, h) Hay que despojar a la Iglesia
de malsanas adherencias y devolverle su integridad inicial, hacien­
do a los obispos los únicos depositarios de la fe, sometiendo a los
frailes, incluso a los exentos, a la jurisdicción episcopal y teniendo
como norma el Evangelio, los cánones reconocidos por la Iglesia
y la antigua y venerable disciplina.
B.—Sobre el peligro de Cisma en la Iglesia.
Alguien ha acusado a Jovellanos de tener intenciones cismáti­
cas, basándose en estas palabras de su Representación a Carlos IV:
«A la muerte del Santo Padre (Pío VI) un horrendo cisma amena­
342
FLORENCIO HURTADO RODRIGUEZ
zará a la Iglesia». Pensar esto de Jovellanos es simplemente una
necedad, es no conocerlo ni siquiera superficialmente. Jovellanos
fue siempre un hijo cordialísimo de la Iglesia. Lo que Jovellanos
intentaba era alertar al Rey y al Estado español contra un cisma
que entonces parecía inevitable, ya que a la muerte inminente de
Pío VI y bajo las presiones de la impía Francia revolucionaria, po­
día preverse que se convocaran dos o tres o más cónclaves (pues
los Cardenales habían sido encarcelados o desterrados o embarca­
dos con rumbos distintos) y se eligieran dos o más Papas. Para
convencerse de la realidad de este peligro de Cisma basta consul­
tar la Historia (23).
José Caso González es, sin duda, uno de los que mejor conocen
la vida y obras de Jovellanos; sus criterios, por bien maduros e
informados, nos dan mucha luz en la materia; de él es este pá­
rrafo:
«¿Qué hubiera ocurrido si la reunión del Cónclave no hubiera
sido canónica?. Y las posibilidades de que Francia hiciera cuanto
estuviera en su mano eran infinitas. No contó con Austria, y la di­
vina Providencia se sirvió de ésta para echar por tierra los proyec­
tos del Directorio y de Napoleón; pero que sepamos, a Jovellanos
no se le había concedido espíritu profètico. Incluso podría haber
ocurrido algo peor: que, dispersos los Cardenales, se celebraran
varios cónclaves v salieran elegidos dos o más Papas. ¿Qué duda
puede caber de que el Rey tenía que prever estas contingencias
para evitar desastres mayores?. Pero Jovellanos era, además, el
hombre de más clara visión hacia el futuro que entonces existía en
España. Dado que todo ocurriera normalmente en la elección del
sucesor de Pío VI, había indicios claros de que el poder temporal
de los Papas tocaba a su fin. No ocurriría entonces ciertamente,
pero no pasaría tanto tiempo antes de que fuera realidad. Y al
terminar ese poder temporal, todo exigía una revisión a fondo. No
niega Jovellanos el primado del obispo de Roma; muy al contrario,
lo afirma taxativamente. Pero ese primado iba a ser meramente
espiritual, y por ello, desde el punto de vista político se necesitaba
prever las consecuencias que de tal hecho iban a derivarse. Hablar
de Cisma en quien acata y reverencia la autoridad espiritual es pu­
ro disparate. Pudiera ser... que Jovellanos anduviera descaminado
(23)
Véase, por ejemplo: BAC: “Historia de la Iglesia Católica”, tomo IV,
págs. 388, 389, 390; 422 y ss. Cfr. también: el magnífico estudio de José Caso
González: “Notas sobre la prisión de Jovellanos en 1801”, Archivum, XII, 1962,
págs. 217-237.
JOVELLANOS, MINISTRO DE CARLOS IV
343
al pensar en la antigua disciplina, como modelo a aplicar en las
nuevas circunstancias; sin embargo, era natural que si la Revo­
lución acababa con una situación generalizada a partir del siglo IX,
fuera el estado anterior a ella el que tuviera presente, como pri­
mera y urgente medida. El nuevo orden de cosas no se establece­
ría de la noche a la mañana. Mientras tanto, ¿iba a suspenderse la
vida religiosa de toda una nación? ¿Había otra forma de asegurar
su funcionamiento que, en vez de establecer novedades, volver a
una disciplina que había regido ya en la Iglesia durante bastante
tiempo?. Creo honradamente que, en vez de ser un pecado, la ex­
posición de Jovellanos fue lo más sensato que entonces se pensó,
y por mejor decir, lo único sensato, en teoría, que era practicable
sin producir peligrosas revoluciones religiosas. En todo caso, la
política exigía la retención dentro de España de la mayor cantidad
posible de dinero» (24).
Providencialmente, no se produjo el Cisma que temía Jovella­
nos, pero esto no es óbice a que fuera verosímil y muy probable,
como piensan los expertos en Historia de la Iglesia (25). En cuanto
a la pérdida del poder temporal de los Papas que pronosticó Jo­
vellanos, hay que reconocer que tuvo una clara visión profètica,
pues, en efecto, en 1809 Napoleón se apoderó de los Estados Pon­
tificios, aunque en 1814, derrotado el corso, volvieron a recuperar­
se; pero no pasarían muchos años (en 1870) para que definitivamen­
te el Papa perdiera el poder temporal. No cabe duda de que Jove­
llanos fue el español que mejor previo el futuro de la Iglesia; co­
mo católico convencido, quiso poner su intuición histórica del fu­
turo al servicio de la Iglesia española por medio de su Represen­
tación a Carlos IV. ¡Lástima que su catolicismo y españolismo sin
tacha fueran aviesa y torcidamente interpretados para acarrearle
su ruina!.
(24) José Caso González: “La prisión de Jovellanos en 1801’*. Archivlim,
XII, 1962, págs. 230 y 231.
(25) Cfr.: BAC: “Historia de la Iglesia Católica”, tomo IV, págs. 288,
389, 390. 422 y ss. Cfr. también: J. M arx: “Compehdio de Historia de la Igle­
sia ”. Barcelona, 1941, págs. 645, 646, 649.
344
FLORENCIO HURTADO RODRIGUEZ
C.—Acusaciones jamenizantes contra Jovellanos.
La Representación de Jovellanos a Carlos IV dio pretexto a la
Inquisición y a los clérigos reaccionarios, que desde hacía tiempo
buscaban la pérdición del autor del «Informe sobre la Ley Agraria»,
para renovar e intensificar sus ataques.
Es absurdo afirmar aue Jovellanos fuera jansenista; en otra
ocasión trataremos de demostrarlo. Es cierto que Jovellanos, y
precisamente por ser auténtico católico, simpatizaba con un mo­
vimiento al que llamaban inadecuadamente «iansenista», que pro­
pugnaba una mayor autenticidad en los eclesiásticos v sobre todo
en la Curia Romana, reclamaba una recuperación de los derechos
episcopales usurpados por la Inquisición o escandalosamente re­
cortados por la Curia Romana, que obtenía con ello pingües in­
gresos a título de dispensas y nombramientos. Este presunto pseudojansenismo no afectaba en nada ni a los dogmas ni a las verda­
des teológicas, sino simplemente a cuestiones disciplinarias o mo­
rales discutibles.
El hecho de que Jovellanos en su Representación a Carlos IV
defendiese que los obispos debían ser considerados los auténticos
huardianes del depósito de la fe (y no la Inquisición), que los re­
ligiosos (incluso los exentos) debieran estar sometidos a los obis­
pos, que criticara los abusos de la Curia Romana siempre ávida
de lucro... fue aprovechado por el bloque inquisitorial e integrista para declarar una guerra sorda y llena de oscuras maquinacio­
nes contra el Ministro Jovellanos.
Se le acusó de «enemigo de la Religión Católica, Apostólica Ro­
mana; de demócra+a (considerado entonces como verdadera he­
rejía); ansia de pasar por ingenio privilegiado, aunque de escasas
luces; deseoso de mejorar de fortuna, despojando a la Iglesia;
enemigo del Rey y de la nobleza; francmasón; provocador de la
eversión y de la anarquía» (26). Tales acusaciones no han de sor­
prendernos cuando están inspiradas por el odio y la envidia v no
por la razón; cosas peores llamaron a Cristo sus enemigos: blas­
femo, endemoniado, enemigo del César...
Saugnieux afirma que el texto de la Representación prueba que
«Jovino fue un verdadero, un poderoso, un valiente jansenista»
(27). Appolis afirma también rotundamente el jansenismo de Jo(26) José Caso González: “Jovellanos y la Inquisición”. Archivum, VII,
1957, pág. 256.
(27) Joel Saugnieux: “Pon Antpnio Tavira Almazáp”, págs. 170, 171.
JOVELLANOS, MINISTRO DE CARLOS IV
345
vellanos (28). El mismo Godoy en sus Memorias al explicar las cau­
sas de la caída de Jovellanos dice de él que era uno de esos hom­
bres virtuosos «a quienes se llamaba jansenistas, sin tener nada
de Jansenio» (29).
ALGUNOS INTENTOS DE REFORMA DURANTE SU BREVE MINISTERIO
A.—ENSEÑANZA: Jovellanos fue un educador vocacional. Fue
también un ilustrado (en su sentido más honroso), insatisfecho de
las materias estériles, teóricas e inútiles que entonces se impartían
en las Universidades, y disconforme con los métodos al uso. La re­
forma de la Universidad y, en general, de los planes de estudio
primarios y superiores fue su obsesión y una constante vital en
su biografía. Al acceder al Ministerio intentó convertir en realidad
sus proyectos de reforma, sobre los que había reflexionado mu­
cho y de los que tenía la rica experiencia de sus realizaciones en
el Colegio de Calatrava de Salamanca y en el Instituto Asturiano
de Gijón.
a) Reforma de la Universidad: Quiso empezar la reforma uni­
versitaria empezando por Salamanca, cuya Alma Máter era indis­
cutiblemente la más significativa y prestigiosa de las Españas. Co­
mo animador de la reforma quiso, y lo consiguió, sentar en la se­
de salmantina al sabio e ilustrado obispo de Osma, Antonio Tavira y Almazán (30). El segundo paso fue presentar a Carlos IV un
«Plan para arreglar los estudios de las Universidades» (31) del que
sólo se conserva un fragmento, pero lo suficientemente expresivo
para conocer el pensamiento de Jovellanos en materia de enseñan­
za, cosa, por otra parte, repetida muchas veces por él a lo largo
de su vida. Por no alargarnos demasiado y por salir del ámbito de
nuestro propósito, no somos más explícitos en este punto.
b) «Plan para la educación de la nobleza y clases pudientes
españolas»: Este Plan fué presentado al Príncipe de la Paz en 1798
(32). Tenía como objeto acometer la tarea de una formación ade­
cuada de las clases dirigentes, a partir de los años de la infancia.
(28) E. Appolis: “Les jansenistes espagnols”. Bourdeaux, 1966, págs. 118159.
(29) Príncipe de la Paz: “Memorias...”, BAE, t. 88, tomo I, pág. 309.
("30) El obispado de Salamanca había quedado vacante por traslado del
obispo Dr. Vallejo a la sede metropolitana de Sahtiag'o de Compostela. Cfr.
también: BAE, t. 87, pág. 293.
(31) EAE, t. 87, págs. 294, 295, 296,
346
FLORENCIO HURTADO RODRIGUEZ
La nobleza, y sobre todo los hijos de los nobles habían sido mu­
chas veces censurados por Jovellanos en multitud de escritos, ata­
cando sus licensiosas costumbres, su holgazanería y su ignorancia.
Este Plan, aun refiriéndose en especial a la nobleza, afecta también
a la incipiente burguesía española o «clase pudiente».—Este Plan
de Jovellanos era para alumnos de 8 a 18 años, como preparación
para los estudios superiores. En dicho Plan van unidos lo que aho­
ra llamamos Enseñanza General Básica y Bachillerato. Por desbor­
dar nuestros propósitos, omitimos su exposición.
B.— REFORMA DE COSTUMBRES Y MORALIZACION DE LA
FUNCION PUBLICA: Desde el primer momento, Jovellanos quiso
informar verazmente a Carlos IV de cuál era el estado real de Es­
paña, y de la urgente necesidad de iniciar una reforma a fondo.
Por su espíritu crítico, inclinado temperamentalmente al análisis
de la realidad, conocía bien los problemas que corroían la política
nacional, y las soluciones que era preciso aplicar. Por esto, no du­
dó en sincerarse con el Rey; y, según nos cuenta su confidente y
amigo Ceán, lo hizo «con razones tan enérgicas v poderosas que ja­
más el Rev había oído y que le causaban admiración y espanto».
Dice también Ceán que el Rey corría a poner todo en conocimiento
de la Reina, quien enseguida comenzó a temer ciue el descubri­
miento progresivo de la verdad de la pésima marcha de los asun­
tos públicos pusiese en peligro a su amante Godoy, causante de
numerosos desafueros; de tal forma que «cuando advirtió que
S.M. comenzaba a conocer la ignorancia y absurdos de Godoy, se
meditaron los medios de deshacerse de ellos (de Jovellanos y de
Saavedra)» (33).
Otro objetivo de Jovellanos fué eliminar la vergonzosa inter­
vención de la Reina en el gobierno. A es+e propósito dice Blanco
White (34) que Jovellanos «trató de oponerse en todo momento a
la admitida intervención de la Reina» v relata una anécdota aue
se contaba entonces en Palacio sobre el tema. Relacionado con es­
ta alergia que Jovellanos sentía por la Reina, está el decidido pro­
pósito de enderezar la descarriada conducta moral de Godoy v re­
generar las corrompidas costumbres de la Corte. A este propósito,
dice Ceán: «Sin meditar la imposibilidad de transformar de repen(32) BAE, t. 87, págs. 296-330.
(33) Ceán, opus cit., págs. 68 y 69.
(34) Blanco White: “Cartas de España”. Madrid, Alianza Editorial, 1972,
pág. 204.
JOVELLANOS, MINISTRO DE CARLOS IV
347
te en dócil, prudente, sabio y justo a un soberbio, temerario, igno­
rante y corrompido» (35).
Este noble intento de Jovellanos de salvar aquella España po­
drida, unido a la sorda y sórdida conjura inquisitorial, van a ser
el verdugo que guillotine la nobilísima testa de aquel asturiano pa­
triota y católico hasta los tuétanos.—Al aceptar resignadamente el
poder, aceptó también resignadamente el sacrificio de su vida que,
con intuición profètica, confesó primero en Gijón al conocer el
nombramiento de Ministro y reiteró en el Puerto de Guadarrama
tras su entrevista con Cabarrús. El profetizó también su defenes­
tración cuando, con dramática ironía, respondía al delirio popular
de sus paisanos: «mientras yo, abatido, voy a entrar en una carre­
ra difícil, turbulenta, peligrosa; me consuela la esperanza de com­
prar con ella la restauración del dulce retiro en que escribo esto»
(36).
VALORACION DE SU BREVE MINISTERIO.
No están acordes los críticos en la evaluación del Ministerio de
Jovellanos. Es negativa para Angel del Río, quien escribe: «Hay
entre el programa de regeneración expuesto en su corresponden­
cia con Godoy... y la esterilidad de su paso por el poder, una des­
proporción tan grande, que, con haber sufrido Jovellanos persecu­
ciones tan duras, ninguna página de su biografía deja en el ánimo
de quien posee alguna sensibilidad histórica impresión tan triste
como la de este esfuerzo infructífero» (37). Miguel Artola, en su mag­
nífico estudio preliminar a las Obras de Jovellanos, parece estar
de acuerdo con esta negativa valoración de la actuación ministe­
rial del insigne asturiano (38).
Es positiva, en cambio, para José Caso González y para Gaspar
Gómez de la Serna (39), cuyas razones podrían sintetizarse así:
1) Sola su presencia en el Gobierno produjo en lo mejor del país
un breve, pero jubiloso aleteo de esperanza; es decir, aunque Jo­
vellanos no hubiera llevado a cabo ninguna realización concreta,
(35) Ceán, opus cit. pág. 68.
(36) BAE, t. 86, pág. 3 (Diarios).
(37) Angel del Río: “Clásicos Castellanos”. Espasa-Calpe. Madrid, pág.
LXXVIII.
(38) BAE, t. 85, pág. XXXIV. Madrid, 1956.
(39) G. Gómez de la Serna: “Jovellanos, el español perdido”. Madrid.
1975, tomo II, págs. 88 y 89.
348
FLORENCIO HURTADO RODRIGUEZ
el simple optimismo que su presencia despertó en las clases más
sanas de un país abatido y desesperanzado por la ineptitud y co­
rrupción de sus gobernantes, ya es un tanto positivo a favor de
Jovellanos. 2) En su efímero gobierno de 9 meses, Jovellanos aco­
metió la reforma de estudios de la Universidad; elaboró un deta­
llado y bien meditado Plan de Estudios para los hijos de la noble­
za y de las clases pudientes, los futuros gobernantes; desenmas­
caró los excesos de la Inquisición; abrió los ciegos ojos de Carlos
IV descubriéndole el estado real de una España moribunda, mal­
tratada por la inepcia, la ambición y el vicio de un Godoy, de una
Reina y de unos políticos aduladores y cómplices. 3) Dado el corto
espacio de 9 meses que duró su Ministerio y las circunstancias en
que se produjo, no hubo tiempo material para que cristalizaran
sus planes, proyectos y reformas, que quedaron cortados en flor.
4) Si a todo lo dicho anteriormente añadimos que todos esos pro­
yectos o realizaciones en el cortísimo lapso de 9 meses, Jovellanos
hubo de llevarlos a cabo en un estado físico y psicológico lamenta­
ble, ya que, a consecuencia del intento de envenenamiento a los
pocos días de tomar posesión del Ministerio, sufrió constantes vó­
mitos ,cólicos, afecciones gástricas paralización de la mano dere­
cha..., entonces podemos hacernos una idea más cabal del esfuer­
zo sobrehumano que hubo de poner en el empeño de servir a su
patria, a la justicia y al bienestar público.
Personalmente, creo que Jovellanos hizo cuanto pudo, y que no
deben calificarse de estériles esos 9 meses preñados de ambiciosos
proyectos, aunque abortados en su misma gestación hasta poner
en riesgo de muerte al propio Jovellanos. Este noble esfuerzo del
honrado y frustrado Ministro estaba vivo y palpitante en el cora­
zón del pueblo español, cuando años más tarde, al regresar del des­
tierro de Mallorca, en plena Guerra de la Independencia, lo acla­
mó como a un mesías salvador y lo incorporó a la Junta Central
jomo garantía de honradez y patriotismo.
CAUSAS DE LA CAIDA DE JOVELLANOS.
Estas podrían reducirse a dos:
1.—Su decidido empeño por moralizar la Corte corrupta y de­
generada. Este pertinaz intento moralizador que quería regenerar
a Godoy, la posterior destitución del Valido a causa de los infor­
mes que de él diera a Carlos IV, la nunca extinguida pasión de la
Reina por su amadísimo Manuel, cuya presencia en la Corte se
JOVELLANOS, MINISTRO DE CARLOS IV
349
veía siempre en peligro si continuaban las revelaciones de Jovella­
nos al monarca sobre la vida corrompida de Godoy y el lamentable
estado del país; los celos, envidia, discrepancias y resentimiento
moral del incorregible Godoy contra Jovellanos; y el viejo y sem­
piterno odio de la Reina hacia D. Gaspar desde su primera etapa
en la Corte... fueron las causas y el detonante que pondrán en jue­
go el arrollador mecanismo de la Inquisición que será quien rema­
te a su víctima.
2.—La persecución implacable de una Inquisición caduca y abu­
siva, que no perdonó a Jovellanos que una y otra vez pusiera el de­
do en la llaga de sus usurpaciones de los derechos episcopales, de
sus ignorancias y abusos de poder... Para dar apariencia de estar
defendiendo la ortodoxia católica, el Santo Oficio va a implicar a
Jovellanos en vinculaciones jansenistas que era preciso castigar.
Es indudable que Jovellanos mostró sus simpatías por el mal lla­
mado «partido jansenista» español. Pero es preciso subrayar que
en España el jansenismo no tenía un carácter teológico, y mucho
menos dogmático; no negaba ningún dogma, ni constituía ningu­
na herejía, ni tampoco tendía al cisma, pues reconocía el primado
espiritual del Papa. Más que una ideología doctrinal, el jansenis­
mo español era una actitud ante algunas cuestiones de política
eclesiástica. Por ejemplo:
a) Defendía una mayor austeridad frente a la corrupción de
la Corte y ciertos cuerpos privilegiados de la Iglesia.
b) Era partidario de un aflojamiento de los lazos que unían
las iglesias nacionales con Roma; lo cual nada tiene que ver con
el cisma; la Santa Sede se había ido reservando multitud de dere­
chos que originariamente competían a los obispos (dispensas de
impedimentos matrimoniales, nombramientos de prebendas cate­
dralicias...) e imponía cuantiosos aranceles pecuniarios.
c) Propugnaba una vuelta al antiguo cristianismo, en el que
sólo la Biblia y la Patrística constituían las fuentes y el depósito
de la fe; rechazaban, pues, el cúmulo de cuestiones bizantinas que
la escolástica y la moral casuística medieval habían ido acumulan­
do al acervo teológico, sin justificación sólida.
d) Aplaudía un cierto regalismo, porque consideraba que la
Iglesia institucional, desde la época visigótica en que vivían sim­
bióticamente Estado-Iglesia, ésta había usurpado multitud de com­
petencias que no le correspondían; en el curso del medievo la Igle­
sia había recibido ingente cantidad de bienes temporales de la ge^nerosidad de los fieles, y cuya administración por los eclesiásticos
no siempre iba en el mejor servicio del pueblo de Dios, y era pre­
35Ó
FLORENCIO HURTADO RODRÍGUEZ
ciso que el poder soberano del monarca pusiese freno a tales abu­
sos.
e) Intentaba devolver a los obispos toda la autoridad que, en
virtud del Sacramento del Orden, les correspondía y que había si­
do notablemente mermada y usurpada por los Dicasterios Roma­
nos y por la Inquisición.
f) También trataba de arrebatar de las manos eclesiásticas la
dirección de las Universidades que, despreciando el estudio de las
ciencias útiles, habían quedado reducidas a meros seminarios con­
ciliares donde la Teología, el Derecho Canónico y la Filosofía es­
colástica primaban con mucho sobre las demás disciplinas.
«Jovellanos, que en el terreno de la fe y del sentimiento religio­
so puede considerarse como modelo de buenos católicos, fue una
de las figuras directoras del grupo (jansenista) disidente» (40), pe­
ro, bien entendido, dentro de la más pura ortodoxia.
El Santo Oficio espiaba con ojo avizor al honrado Ministro Jo­
vellanos, e iba recogiendo pruebas de su presunto jansenismo, para
condenarlo en el momento oportuno; este momento llegará cuan­
do las tensiones entre Jovellanos y Godoy-María Luisa lleguen a su
ápice.
¿Cuál de estos dos tipos de causas (personales enfrentamientos
con Godoy--Reina o el presunto jansenismo que dio lugar al proce­
so inquisitorial) fue la causa principal del cese de Ministro y pos­
terior destierro? a) Para Angel del Río (41), Miguel Artola (42) y
para el ilustre hispanista Edith Helman (43) la causa del cese de
Jovellanos hay que buscarla en su filiación o inclinación hacia el
jansenismo, b) Nosotros pensamos que la causa próxima y motriz
de la caída de Jovellanos fue la reacción de Godoy y María Luisa
frente a la honesta actitud de Don Gaspar, que ponía en peligro su
seguridad personal ante el Rey, descorriendo el velo que cegaba
los ojos del monarca.—La persecución inquisitorial fué sólo el pre­
texto formal para perderle; fueron Godoy y la Reina quienes pu­
sieron en marcha el renqueante armatoste inquisitorial, que, años
antes detuviera el propio Godoy para hacerle ministro y así apun­
talar su tambaleante gobierno; si Jovellanos y Saavedra no hubie­
ran empezado a descubrir al Rey las escandalosas inmoralidades
(40) Angel del Río: “Clásicos Castellanos”, núm. 110, “Jovellanos”, I, págs.
LXXX, LXXXI.
(41) Ibidem, págs. LXXX-LXXXVI.
(42) BAE, t. 85, págs. XXXIV y XXXV.
(43) Edith Helman: “Jovellanos y Goya. Algunos antecede'ntes de la per­
secución de Jovellanos”. Edit. Taurus. Madrid, 1970, p. 53.
JOVELLANOS, MINISTRO DE CARLOS IV
351
del Valido y sus garrafales desafueros en el gobierno del reino,
los mecanismos inquisitoriales no se habrían puesto en movimien­
to, como tampoco se pusieron cuando el propio Godoy hizo dete­
ner el proceso del Santo Oficio abierto a raíz del Informe sobre
la Ley Agraria, para traerse a Jovellanos al Ministerio (44). Corro­
bora plenamente nuestra tesis un documento coetáneo de los he­
chos. que se conserva manuscrito en la Biblioteca de las Cortes Es­
pañolas »atribuido al propio Jovellanos, titulado: «Noticia histórica
de Don Manuel Godoy». del que transcribo este párrafo: «Saavedra v el malhadado Jovellanos representaron enérgicamente al Rey
lo peligroso que podría ser este nuevo Privado en lo sucesivo, que
si bien S.M. los escuchó un momento, se vieron luego apeados v
excluidos de su Real Conseio a impulsos del poderoso Valido, quien
no +ardó en vengarse de ellos desterrando vergonzosamente al pri­
mero y condenando al otro a una cárcel perpetua» (45).
DECRETO DEL CESE Y CIRCUNSTANCIAS.
La destitución de Jovellanos como Ministro se produjo en virlud de un Decreto firmado el 15 de agosto de 1798, hallándose la
Corte v Jovellanos en el Real Sitio de San Ildefonso. El cese no
fue acompañado de destierro ni de síntomas de persecución; todo
lo contrario. Ceán escribe que cuando Jovellanos fue a despedirse
de los Reves al día siguiente, 16, Carlos TV le dijo «que quedaba
satisfecho de su celo v buen desempeño, pero que tenía muchos
enemigos, y la Revna (le dijo) que no había tenido parte alguna en
su exoneración» (46).
De esta salida del poder, sin sanción alguna penal, se despren­
de: a) Que si hubo alguna presión de tipo religioso, no fue lo su­
ficientemente fuerte como para tener carácter oficial, b) Que Godov y María Luisa actuaban todavía con cierta prudencia v como
con cierto temor a que Jovellanos hablara al Rey aportando docu­
mentos o pruebas sobre las conductas del Valido y de la Reina,
que acaso tuviera en su poder.
(44) Cfr. sobre la suspensión del expediente: Caso González: “Jovellanos
y la Inquisición”. Archivum, VII, Oviedo, 1958. Id. Cfr.: Gómez de la Serna:
“Jovellanos, el español perdido”. Madrid, 1975, tomo II, págs. 97 y 98.
(45) “Noticia histórica de Don Manuel Godoy, Príncipe de la Paz”, por
Don Gaspar Melchor de Jovellanos. Es un tomo de papeles varios, incomple­
to. Inédito. Biblioteca de las Cortes Españolas. B. 12, tomo 88, folio 100.
(46) Ceán Bermúdez, opus cit., pág. 72.
352
FLORENCIO HURTADO RODRIGUEZ
Más malévolo que los Reyes y que el propio Godoy, fue Caba­
llero (su sucesor en el Ministerio), el cual será la mano ejecutora
de la persecución posterior de Jovellanos. Sin previo juicio, sin
ninguna explicación de motivos, Caballero lo desterró a la isla de
Mallorca, donde permaneció entre los años 1801-1808, primero en
la Cartuja de Valldemosa y después en una celda del Castillo de
Bellver, de donde regresará a la península, en olor de entusiasmos
populares, en plena Guerra de la Independencia.
EXEQUIAS CELEBRADAS EN LA UNIVERSIDAD DE
OVIEDO A LA MUERTE DE FELIPE IV EL GRANDE.
POR
ADITA ALLO MANERO
Felipe IV murió el 17 de septiembre de 1665 en Madrid dando
lugar, como venía siendo tradicional tras la muerte de los reyes,
a que todas las ciudades e instituciones oficiales llevasen a cabo
las honras correspondientes. La Universidad de Oviedo, fundada
bajo el reinado de Felipe III en 1608, celebró asimismo estas exe­
quias según quedó manifestado en el libro impreso a este efecto
y que lleva por título: «Relación de las exequias que en la muerte
del Rey Nuestro Señor Don Felipe Quarto el Grande, Rey de las
Españas, y Emperador de las Indias, hizo la Universidad de Oviedo
en el Principado de Asturias, escrita por la Universidad», Madrid,
Pablo de Val, 1666. La Universidad no era patrimonio real por lo
cual no tenía obligación de llevar a cabo este tipo de celebraciones,
no obstante y a pesar de los escasos medios con que contaba se
decidió en claustro, según consta en la relación, que estas exequias
fueran celebradas ya que Felipe IV había obrado mucho en pro de
esta fundación, dotándola de más cátedras y equiparando éstas a
las de Salamanca.
Anteriormente a esta relación no se conoce ninguna otra que
manifieste el que la Universidad de Oviedo hubiera llevado a cabo
una celebración de este tipo, quizá por el hecho de no ser patrimo­
nio real. Así pues hemos de pensar por el momento que las honras
de Felipe IV fueron las primeras que esta Universidad celebrara.
354
ADITA ALLO MANERO
En las disposiciones dadas por el claustro para la celebración
de las exequias se ordenó que los doctores vistieran lutos y como
la Universidad carecía de medios económicos que fueran élios mis­
mos quiénes los pagasen, si bien a los oficiales se los costearía la
Universidad. Se decidió celebrar la función en la capilla de la Uni­
versidad pues el patio era muy grande, tenía lienzos desiguales y
era preciso llevar a cabo las reformas oportunas. Se nombró al Dr.
D. Manuel Serrano de Paz encargado de la erudición del túmulo y
de la oración fúnebre, mientras que el sermón funeral le fue en­
cargado al P. fray Francisco de Uría, catedrático de prima teolo­
gía. El claustro determinó el día 15 de noviembre para la celebra­
ción de las exequias. Por último se determinó invitar al goberna­
dor del Principado, a las dignidades y canónigos de la Iglesia me­
tropolitana, a las cuatro religiones de la ciudad, a las personalida­
des más relevantes de la vida ciudadana y a los estudiantes.
La justa poética se publicó y dispuso en distintos lugares pú­
blicos de la ciudad, determinándose una serie de reglas tanto en
cuanto a la forma a la que debían ajustarse las composiciones,
como a la temática de las mismas. El primer premio de este con­
curso fue «un cuadro de la Adoración de los Reyes de Alberto Durero» (sic.) (sin duda se trataba de una copia de la conocida estam­
pa de Alberto Durero), y los segundo y tercero una estampa de las
Tentaciones de San Antonio y un joyel de oro. Los temas que de­
bían tratarse eran los siguientes: en el primer certamen se debía
llorar la muerte del Rey por no haber podido consumar todo lo que
hubiera sido de su objeto, haciendo memoria de algún suceso histó­
rico que le hiciera referencia; en el segundo, las quejas debian ir
dirigidas a la Muerte por haber arrebatado al monarca tan pronto;
en el tercero había que presentar algún epitafio renombrado para
el cenotafio; en el cuarto había que evidenciar la violencia de la
muerte que no mira a quien se lleva; en el quinto había que alabar
el celo religioso del rey; en el sexto se propuso considerar las dos
estrellas que habían marcado su nacimiento y su muerte, finalmente
en el séptimo había que exaltar las virtudes del monarca.
El autor de la relación realiza una exhaustiva descripción del
túmulo erigido y del adorno de la capilla. Toda la capilla de la Uni­
versidad se revistió con paños negros sobre los que se dispusieron
tarjetas en las que aparecían las composiciones realizadas para el
certamen poético, que alcanzaron el número de 140. El altar se
recubrió de negro y se pusieron una cruz y candeleros de plata
para los oficios.
EXEQUIAS CELEBRADAS A LA MUERTE DE FELIPE IV EL GRANDE
3 55
El túmulo fue colocado en el centro, ocupando más de la mi­
tad de la capilla, y constó de dos cuerpos (vid. fig. núm. 1). El pri­
mero, de forma cúbica, estuvo formado por cuatro columnas de
orden toscano que fueron revestidas de paños negros y adornadas
con cuatro jeroglíficos alusivos a las cuatro virtudes cardinales.
Fig 1.—Tumulo construida a la muerte
de Felipe IV, en la Universidad de Ovie­
do (Reconstrucción según el texto).
El autor explica que la elección de la forma cúbica para el pri­
mer cuerpo del túmulo no fue arbitraria puesto que con élla se
quiso expresar que «la memoria del rey difunto quedaría susten­
tada y protegida por el cuerpo más estable, sólido y firme». Esto
le da pie para realizar una digresión en torno al simbolismo del
356
ADITA ALLO MANERO
cubo, y de esta manera nos dice: «para los geómetras y su maes­
tro Euclides el cubo era el primero de todos los regulares. Platón
en el Timeo lo comparó con la tierra por su estabilidad, firmeza e
inmovilidad. Timeo Locrense en su obra De animi mundi explica
que el cubo es el cuerpo más estable y firme de todos los cuerpos
puesto que se forma del cuadrado y tiene seis lados y ocho ángulos.
Los poetas cómicos griegos estimaban tanto la razón cúbica que
en base a ella medían las partes y actos de sus fábulas. Vitrubio
afirma que los poetas pitagóricos consideraban tanto la razón cú­
bica que incluso al escribir sus preceptos la observaban poniendo
en cada volumen 216 versos (cubo de seis), el primer número per­
fecto» (1). La significación del cubo no varió con el paso del tiem­
po y así podemos encontrarla en Piero Valeriano quien afirma
que es el «supremum numen»; en Ripa en sus alegorías de la «Sta­
bilità» y de la «Fermazza»; en Juan de Borja o en Rollenhagen (2).
Las columnas remataban en capiteles toscanos. La elección de
este orden tampoco fue arbitrario pues al estar las columnas de­
dicadas a las virtudes cardinales era preciso un orden que excluye­
ra todo tipo de ornamentación, indigno de tales virtudes que, se­
gún el autor, «exigen sencillez, simplicidad y firmeza de corazón»
(3). Las características de fortaleza y simplicidad del orden toscano
va fueron puestas en evidencia, entre otros, por Juan de Arfe y
Villafañe, quien al hablar de este tipo de columna dice que es «la
menos empleada en edificios delicados de labor, porque los toscanos que fueron sus inventores, no tuvieron miramiento a la her­
mosura de su habitación, sino a la fortaleza y seguridad della pa­
ra defensa contra sus enemigos» (4).
El hecho de que estas cuatro columnas fueran dedicadas a las
cuatro virtudes cardinales también tiene su explicación pues he,mos de tener en cuenta que la columna es un atributo de la Vir­
tud en general y de la fuerza del alma en particular. La atribuH) RELACION de las exequias que en la muerte del Rey..., p. 21.
(2) Giovanni Piero Valeriano: Hieroglyphica sive de sacris aegiptiorum
aliorumque gentium literis comentarii... Basileae 1567. L. XXXIX.
Cesare R ipa : Iconología... Roma 1603, p. 472 y 156.
Juan de B orja : Empresas morales. Praga 1581 (núm. 75).
R ollfnhagf.n : Selectorum Emblematum ce'nturia secunda, Amheim 1613,
(núm. 70); Cfr. A. Henkel y A. Schone: Emblemata Handbuch zur Sinnbild­
kunst des XVI und XVII Jahrhunderts, Stuttgart 1976.
(3) RELACION de las exequias que en la muerte del Rey..., p. 22.
(4) Juan de Arfe y Villafañe: Varia Conmensuración para la Escultura y
Arquitectura, Sevilla, Andrea Pescioni y luán de León. 1587; L. 3-°, 1111.
EXEQUIAS CELEBRADAS A LA MUERTE DE FELIPE IV EL GRANDE
3 57
ción de la columna a la Virtud tiene una de sus fuentes simbóli­
cas en el libro del Apocalipsis 3, 11-12: «... retén lo que tienes
para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré co­
lumna en el templo de mi Dios» (5). Piero Valeriano, comentado
este mismo simbolismo, aporta como fuente simbólica el libro de
los Salmos 74, 4, en donde Dios, hablando de la tierra, dice por
boca del profeta: «Yo he confirmado sus columnas». Valeriano
explica esta cita diciéndonos que esta metáfora no significa que
la tierra esté sostenida por columnas, sino que con ella Dios nos
muestra la Virtud, la cual sostiene la tierra, puesta en medio de
todas las cosas (6), (recordemos en este sentido el conocido lema
Politica X XI.
183
E M P R E S A XXI.
Fig 2.—Empresa n.° 21 de Diego SAAVEDRA FA­
JARDO: I d e a de un P rin c ip e P o lític o - C r is t ia n o ...
Mònaco 1640 íde la edición de Valencia 1801)
Adrien Le Roy y Robert Ballard (1547-1589), en las que la Virtud
«ln medio est Virtus»). Son muchos los casos en los que la Virtud
aparece representada por medio de una columna; citemos entre
otros los emblemas núm. 8 y 10 del Monumenta Emblema de Geor­
gia Montanea (7), o bien las marcas de dos impresores parisinos
(5) Guy de T e r v a r e n t : Attributs et symboles dans l’art profane 1450-1600,
Ge'néve 1958, s. v. colonne.
(6) V a l e r ia n o : ops. cit., L. IXL.
(7) Cfr. A, IííW e l y A. Scwqne: ops. cit., p. 1226-7.
358
ADITA ALLO MANERO
aparece opuesta a la Fortuna con la divisa «Virtuti Fortuna Cedit» (8). La oposición de la Virtud a la Fortuna fue un tema bas­
tante cultivado desde la segunda mitad del siglo XVI; en algunos
casos la columna es sustituida por el cubo para la representación
de la Virtud, no obstante sigue conservando el mismo sentido sim­
bólico de firmeza y estabilidad que ésta conllevaba (9).
Los cuatro jeroglíficos colocados en las columnas fueron reali­
zados por el De. D. Manuel Serrano de Paz y fueron los siguientes:
1.—La columna delantera del lado de la epístola se dedicó a la
Templanza. Se pintó un brazo desnudo hasta el codo que sostenía
un freno. Con el mote «Modus, bellum, temperamentum» (Violen­
cia y moderación en perfecta combinación). Y la letra castellana:
«El codo, y la mano armados / Del freno v razón, templavan, / Los
caballos que bolavan, / A morir precipitados».
Las riendas o frenos son el atributo de la Templanza, y así apa­
recen por primera vez en manuscritos franceses de la segunda mi­
tad del s. XV. concretamente en una compilación histórica escrita
por Jacques d'Armagnac, duque de Nemours. Esta iconografía pro­
piamente francesa penetró en España por artistas franceses y fla­
mencos (10). Piero Valeriano presenta asimismo el freno como atri­
buto de la Templanza, y así nos dice: «Del mismo modo que el ti­
món de la nave significa el gobierno moderado, el freno significa
lo mismo, puesto que lo que para la nave es el timón para el ca­
ballo es el freno. Su significación es la de frenar cualquier cosa
que estimule al mal. La estatua de Némesis era famosa para los
antiguos por mostrar en una mano la medida de un codo y en la
otra un freno» (11). Ripa nos presenta la Temperanzza como una
m ujer que lleva en una mano una palma y en la otra un freno;
explica que el freno se pinta para expresar la moderación de los
instintos y de los apetitos (12). Como se desprende de este co­
mentario el jeroglífico designaba la virtud cristiana de la Templan­
za a través de dos símbolos propios de la antigua Némesis, la men­
sajera de la justicia: el freno, con el que castigaba con severidad
los afectos intemperados de los hombres; y un brazo desnudo has(8) T e r v a r e n t : o p s. c it., s. v . c o lo n n e .
(9) Edgard Wind: L os misterios paganos
del Renacimiento. Barrai, Bar­
celona 1972, p. 107.
(10) Emile M a l e : L’art religuíeux dé la fin du Moyen Age en France.
Paris 1969, p. 313.
(11) V a l e r ia n o : o p s. c it., L. XLVTII.
(12) Hipa : ops. cit., p. 480,
EXEQUIAS CELEBRADAS A LA MUERTE DE FELIPE IV EL GRANDE
3 59
ta el codo, con el que se aludía por analogía al codo-medida que
debía regular todas las acciones de los hombres« (vid. fig. núm. 2).
2.—La columna posterior del lado de la epístola se dedicó a la
Fortaleza. Se pintó una avestruz con una barra de hierro en el pico.
Con el mote: «Fortis in duris». (En las calamidades —se ve— el
fuerte). Y la letra castellana: «La blanda lisonja que, / Concede
el Tiempo, o fortuna, / No da fortaleza alguna, / Que esta en lo
duro se ve».
Fig. 3.—Empresa n.° 89 de Juan de BORJA: E m p r e s a s
m o r a le s . Praga 1581 (de la edición de Bruselas 1860).
La fuente de inspiración directa del jeroglífico se encuentra en
Juan de Borja (vid. fig. núm. 3) que siguiendo a Plinio (Natural
Historia, X) explica la propiedad que posee este animal de mante­
nerse con hierro y piedras gracias a su vehemencia de espíritu. Por
esta razón con el avestruz se designa a los hombres valerosos y
esforzados que saben sacar provecho de su virtud no sólo en los
buenos y prósperos sucesos sino también en los grandes trabajos
36Ò
ADITA ALLO MANERO
y adversidades (13). El mismo tema iconográfico aparece en Peter
Isselburg y en Camerarius (14).
3.—La columna delantera del lado del evangelio se dedicó a la
Justicia. Se pintó un águila con un ramo de olivo en el pico y un
rayo bajo ella. Con el mote: «Parcere subiectis, et debellare superbos» (Respetar a los sometidos y reducir a los soberbios). Y la
letra castellana: «El rayo arrojé tal vez / Sobre la montaña altiva /
Pero siempre amé la oliva, / En la boca del juez».
Frecuentemente el águila, ave jupiterina, suele aparecer con los
rayos, armas con las que Júpiter castigaba a los malvados según
los antiguos (15). La rama de olivo es un símbolo de paz y reconci­
liación por alusión a la paloma del Arca (Génesis 8, 11); también
es atributo de la justicia a causa de su íntima relación con la paz
en base al salmo 84, 11 que dice: «La Paz y la Justicia se han jun­
tado» (16). El jeroglífico tiene su fuente de inspiración directa en
Camerarius (17), (vid. fig. núm. 1), y designa una justicia muy con­
creta: la justicia rigurosa y clámente a un tiempo por la combina­
ción rayo-olivo (vid. fig. núm. 4).
4.—La columna posterior del lado del evangelio se dedicó a la
Prudencia. Se pintó un sol reflejando sus rayos en un espejo, mien­
tras que los rayos que salían reflejados quemaban un laurel. Con
el mote: «Fidelis, Prudens, Amans» (Fiel, Prudente, Amante). Y la
letra castellana: «A la luz de este Sol miré, / Lo que el laurel me
dictava / Mas siempre prudente atava / La Caridad con la Fe».
El único símbolo alusivo a la Prudencia que aparece en el jero­
glífico es el espejo, atributo propio de esta virtud desde la Edad Me­
dia y que posteriormente podremos encontrar en Ripa (18). En el
jeroglífico además de aludirse a la Prudencia se alude también a
Juan de B o r j a : ops. cit., (núm. 89).
Joachim C a m e r a r iu s : Symbolorum et Emblematum ex animalibus
quadrupedibus desumtorum centuria altera collecta..., Nürnberg 1595, (núm.
19). Peter I s s e l b u r g : Emblemata Politica... Nürnberg 1640 (núm. 16); Cfr.
A. H e n k e l y A. S c h o n e : ops. cit.
(15) Juan de B o r j a : ops. cit. (núm. 48).
V a l e r ia n o : o p s. c it., L. XIX y XLIII.
(13)
(14)
(16) T e r v a r e n t : ops. cit., p. 290.
(17) C a m e r a r iu s : Symbolorum et
Emblematum ex volatibus et insectis
desumtorum centuria tertia... Nürnberg 1596 (núm. 1); C fr. A. H e n k e l y A.
S c h o n e : ops. cit.
El olivo como símbolo del ánimo clemente ya aparece en Francesco Co­
l o n n a : El Sueño de Polifilo, Venecia. Aldo Manutio, 1499; obra traducida y
comentada por Pilar P ed ra za , Murcia 1981, p. 208.
(18) R ipa : ops. cit., p. 416.
EXEQUIAS CELEBRADAS A LA MUERTE DE FELIPE IV EL GRANDE
361
la Caridad y a la Fe. Este jeroglífico tiene su fuente de inspiración
iconográfica en Sebastián de Covarrubias (19) (vid. fig. núm. 5);
los rayos que salen del espejo, que en el emblema de Covarrubias
sirven para designar el castigo del príncipe, en este caso sirven
para designar a la Caridad. La asociación del fuego a la Caridad ya
la explica Ripa cuando define esta virtud: «la Caridad es un efecto
puro y ardiente que el alma tiene hacia Dios y hacia las criaturas»
(20). El que en este caso aparezca un laurel en llamas para desig­
nar la Caridad no ofrece ninguna particularidad puesto que el lauCVIQYE SVVM.
Fig. 4.—Emblema n.° 1 de Joachim CAMERARIUS:
S y m b o lo r u m e t E m b le m a tu m e x v o l a t i b u s . . .
Nürnberg 1596
reí es símbolo de la Virtud en general. Así pues el jeroglífico plan­
tea una perfecta definición de la virtud de la Prudencia, consisten­
te en la práctica de la caridad para con los demás como conse­
cuencia de la fe en Dios.
(19) Sebastián de C o v a r r u b ia s : Emblemas morales... Madrid 1610. Fac­
símil de la Fundación universitaria española, Madrid, 1978; III, 69.
(20) R ipa : ops. cit., p. 63.
362
ADITA ALLO MANERO
Los capiteles de las columnas se adornaron con escudos de las
armas reales y de la Universidad. Sobre la cornisa corrió un tabla­
do que se cubrió con un paño negro en cuyo centro se pintaron las
armas de Castilla y León, y que sirvió de dosel a la tumba. En el
centro del pavimento de este primer cuerpo se colocó la real tum­
ba cubierta con un paño negro. Sobre ella y en bandejas de plata
se dispusieron la corona, el cetro y la espada reales. Guarnecían la
tumba cuatro epitafios latinos del De. D. Manuel Serrano de Paz,
separados por calaveras con huesos y escudos de las armas reales
y las de León y Castilla.
El segundo cuerpo del túmulo tuvo forma de pirámide y quedó
rematado por una gran corona dorada. En sus cuatro ángulos, y
sobre las cuatro columnas del primer cuerpo, se levantaron cuatro
pirámides menores rematadas asimismo por una corna y un ha­
cha encendida que salía del centro. Las cinco pirámides se cu­
brieron con candeleros que portaban hachas encendidas. La elec­
ción de la forma piramidal tampoco fue arbitraria; para justificar
su intencionalidad el autor realiza una digresión en torno al sim­
bolismo de la pirámide y explica que: «según Euclides y los geó­
metras el tetraedro o pirámide es el segundo de los cuerpos re­
gulares; Platón en el Timeo lo comparó con el fuego porque la pi­
rámide asciende de la misma manera; es además símbolo de la
vida humana porque el corazón tiene forma piramidal» (21). To­
dos estos simbolismos aparecen recogidos por Piero Valeriano
quien nos muestra la pirámide (cuadrangular) como símbolo de
la naturaleza o materia prima de las cosas, del alma del hombre
y del fuego (22). Así pues las cuatro pirámides menores simboliza­
ron el corazón de la Universidad a través de las cuatro facultades
que en ella se impartían: Teología, Derecho canónico, Derecho civil
y Filosofía. Finalmente la corona que remataba estas cinco pirá­
mides aludían al triunfo conseguido por el monarca y por la Uni­
versidad, triunfo que según el autor consistió en el logro de la in­
mortalidad (23).
Tras el análisis iconográfico de este túmulo podemos observar
que se trata de una obra extremadamente sencilla en cuanto a la
utilización de un lenguaje emblemático-simbólico, puesto que de
hecho tan solo se realizaron los cuatro jeroglíficos situados sobre
las columnas. No obstante toda la obra en conjunto posée un cla(21) RELACION de las exequias que en la muerte del Rey..., p. 18.
(22) V a l e r ia n o : o p s. cit., L. LX.
(23) RELACION de las exequias que en la muerte del Rey..., p. 27.
EXEQUIAS CELEBRADAS A LA MUERTE DE FELIPE IV EL GRANDE
363
ro mensaje simbólico que el propio autor de la relación pone de
manifiesto: «es el corazón de su Rey la pirámide grande; el de
ellas las cuatro pequeñas: todas arden a un tiempo porque viven
en el mismo fuego de amor inmortal que mira al Cielo, y todas
se fundan sobre un cuerpo sólido, prometiéndose la firmeza y es­
tabilidad perpetua» (24). Como podemos observar se trata de un
C E N T V R I A III.
EMBLEMA
162
69.
Fig. 5.—Emblema III, 69 de Sebastián de COVARRUBIAS: Emblemas morales. Madrid. 1610.
mensaje simbólico cuya expresión principal se logra a través del
significado de la estructura arquitectónica elegida, que como he­
mos visto empleó dos figuras claves: el cuadrado y la pirámide.
No nos cabe la menor duda de que la elección de esta estructura
estaría condicionada por otros planteamientos más aparte del me­
ramente simbólico. Así, en primer lugar, habría que tener en cuen­
ta los planteamientos económicos que son puestos de manifiesto
por el autor de la relación al expresar los escasos medios de que
disponía la Universidad; esta carencia de medios quedó patente
en la sencillez de la estructura arquitectónica realizada. En segundo
lugar tendríamos que considerar un planteamiento de funcionali­
dad que afecta en general a todos los túmulos como es su sentido
de «espectáculo» lo cual condiciona que las plantas de estos tú(24) Ibid., p. 26.
364
ADITA ALLO MANERO
mulos sean de tipo central, al igual que su colocación en espacios
cuadrados como los cruceros de las iglesias determinan la polariza­
ción de éstos en cuatro ejes y por éllo la abundancia de plantas
derivadas del cuadrado (cuadrado con cuatro frentes, cuadrado
con frentes avanzados, plantas ochavadas, etc.).
Sea como fuere lo cierto es que en Oviedo todas estas necesida­
des se unieron a un planteamiento ideológico claro que hicieron
que la forma arquitectónica fuera una arquitectura símbolo. Es
preciso apuntar que el caso de la Universidad de Oviedo es del to­
do particular pues de todos los túmulos realizados para las exe­
quias de Felipe IV (25) tan solo en éste hemos podido constatar
esta intencionalidad expresa (26).
(25) Este análisis formó parte de mi tesis de licehciatura, que compren­
dió el estudio de las exequias celebradas por Felipe IV en: Madrid, Valencia,
Zaragoza, Salamanca, universidad de Salamanca, Toledo, Méjico, Lima y el
que nos ocupa.
(26) En las exequias que hemos podido estudiar solo en muy pocos casos
existen alusiones a la arquitectura como forma simbólica. No parece ser éste
el caso del túmulo de Carlos V en Valladolid que, según el narrador, tuvo
forma de “nave”. Santiago Sebastián, recogiendo la idea de J. J. Abella (Arte
y Humanismo, Madrid 1978; p. 310, not. 28) plantea la interpretación de viaje
del alma, a pesar de que este sentido en ningún momento se puede deducir
del texto. En las exequias de Felipe II en Zaragoza y en las de Felipe IV en
Méjico se utilizó el “orden dórico” con sentido simbólico “por ser el más
indicado a tales personajes” ; sin duda se siguió la opinión comú’n del mo­
hiento 'a través de Vitruvio que hace a este orden propio para los dioses y
héroes distinguidos por su poder y fortaleza (vid.: Juan Francisco Esteban
L orfnte : Mensaje simbólico de las exequias reales realizadas en Zaragoza
en la época del Barroco. Coloquio internacional de Historia del Arte, Arte fu­
nerario, Méjico 1980; y Adita A i, lo Manf.ro: Estudio iconográfico y simbóli­
co de las exequias celebradas por Felipe IV en España e Hispanoamérica. Te­
sis inédita de licenciatura. Valencia 1981). En las exequias de Felipe III en
Zaragoza se utilizó la pirámide con sentido de inmortalidad.
A pesar de estas escasas citas concretas los autores son conscientes del
simbolismo de la forma. Así por ejemplo, con ocasión del número 4 aplicado
al rey Felipe IV, son innumerables las disquisiciones en torno a la solidez,
firmeza, estabilidad, etc., que retóricamente se aplicarán al rey difunto (je­
roglíficos realizados en las exequias de Zaragoza, Salamanca, Lima, Toledo).
Asimismo carece de alusión directa por innecesaria la del techo o cúpula
de alguno de los cuerpos de los túmulos que vinieron a significar el cielo, y
en los que se representó el cielo cósmico (exequias de Felipe II en Zaragoza)
o Un cielo o Jerusalén Celestial (exequias de Felipe IV en Madrid y Toledo);
pero, en estos casos, como se ve, ‘no era necesario insistir en que la forma era
símbolo pues a continuación se narró el contenido sfmbólico.
Podemos pensar que cuando por los comentaristas, ni expresamente ni
por deducción textual se índica simbolismo en la forma o arquitectura, es
EXEQUIAS CELEBRADAS A LA MUERTE DE FELIPE IV EL GRANDE
365
que seguramente ésta no existió, o bien que el simbolismo formal había pa­
sado al subsconsciente intuitivo del individuo; de ello en cierto modo fueron
conscientes y así aparecen claras alusiones de que el túmulo es una “pira fu­
neraria”, y por lo tanto, proveniente de las piras de incineración de los pa­
tricios romanos, y así el fuego de velas que vino a sustituir el fuego real ya
había dejado de ser un simbolismo y pasado a ser un artificio de lujo y teatro.
Pero poco más puede decirse respecto a las formas de la arquitectura, cuadra­
dos cruciformes u octogonales, etc., a las que en algún momento antes de
ahora se les ha querido ver un sentido simbólico de tránsito, resurrección, eter­
nidad, etc.
Hubo sí en algunas ocasiones unos planteamientos de ordenación simbólica
que nos hacen suponer un simbolismo general tan asimilado como inconscien­
te ; así por ejemplo las virtudes cardinales aparecen en algunos casos en el
cuerpo inferior, mientras que en un piso superior se sitúan las teologales, co­
mo si ya hubieran sobrepasado el nivél terreno, pero ésto no fue una ordena­
ción general y tan sólo en algunos casos aparecen ordenadas a sí: Felipe II en
Zaragoza (vid. Juan F. E s t e v a n , opus. cit.), María Luisa de Borbó'n en Valen­
cia (vid. Reyes S a en z M a ñ e r o ; Primer Coloquio de Arte valenciano, Valencia
J98J), Felipe IV en Méjico (v $ , Adíta Aw-o Macero: ops. cit.),
UN DOCUMENTO (VIVO, LITERARIO Y CRITICO).
ANALISIS DE UN CUENTO DE CLARIN
POR
CAROLYN RICHMOND
Fechado en «Madrid, junio 1882», este delicioso cuento de amor,
desengaño y venganza fue incorporado cuatro años más tarde al
volumen de Pipá. De apariencia sencilla, ofrece en realidad varios
niveles o capas de lectura —desde lo exterior a lo interior— que
otorgan a la obra una brillante complejidad. Estas múltiples posi­
bilidades de interpretación están encajadas dentro de una cuidadosa
estructura basada en contraposiciones y paralelos, ofreciéndole al
lector una especie de juego de espejos que raya en lo infinito. Para
poner de manifiesto las diversas facetas de la complicada óptica
de este relato, procederemos en su análisis desde fuera hacia den­
tro, o sea, comenzando por la situación externa hasta llegar al nú­
cleo temático.
La primera contraposición que se nos impone es la existente
entre los dos personajes protagonistas, cuya relación se aparta per­
ceptiblemente de las establecidas normas sociales. En efecto, los
papeles convencionales de hombre y mujer se encuentran cambia­
dos: la bella Cristina, una duquesa de mediana edad (tiene treinta
y seis años) (1) cuya vida íntima ha llegado a ser «una leyenda es(1) Es sabido que las medidas de edad varían en su apreciación según
las épocas. Recuérdese, por ejemplo, para el siglo XIX la imprecación de Espronceda en E l D ia b lo M u n d o : “ ¡Malditos treinta años!”, o el título de la
novela de Balzac, L a je m m e d e tre n te a n s. Clarín mismo, e’n L a r e g e n t a , dice
368
CAROLYN RICHMOND
candalosa» (2) en Madrid, se comporta como «un Don Juan del sexo
débil» al decidir conquistar a un modesto admirador suyo, el «es­
critor, periodista y novelista» Fernando Flores, unos seis años más
joven que ella y neófito en cosas de amor. Además de esta inver­
sión de papeles —la mujer activa y el hombre más bien pasivo (el
cual recuerda a otros enamorados clarinianos, en particular al Bo­
nifacio Reyes de Su único hijo)— existe una diferencia de edades in­
versa a lo usual, así como una gran disparidad social entre la aris­
tocrática señora y el escritor burgués. En este contraste de clases
sociales parece haber cierta intención crítica por parte del autor,
quien ha hecho que su narrador intermitente retrate a Cristina con
una mezcla de frialdad objetiva y de ironía maligna, mientras que
su actitud frente a Flores, aunque crítica, refleja cierta identifica­
ción con el personaje más allá de lo que implica la común profe­
sión.
El título mismo de Cristina, duquesa del Triunfo, alude tanto
a su fama de seductora como a su posición social; Flores, al con­
trario, está presentado repetidas veces como uno de la «multitud»
de la clase media (sobre todo en la opinión de la duquesa), subra­
yándose en el relato tanto la modestia de sus circunstancias como
su falta de experiencia mundana (el hecho de que sea escritor le
permitirá —finalmente— combatir el poder social de Cristina con
el de la pluma, pero no sin pagarlo caro desde un punto de vista
humano). Lo representativo de estas dos figuras está cuidadosa­
mente destacado mediante detalles reveladores como se ve, por
ejemplo, en la descripción de sendas salidas del Circo de Price
escenario éste de la irresistible seducción visual del joven por su
ídolo después de haberse encontrado, hablado y besado los ojos
de ambos. Al compás de la Marcha Real, tocada a la salida del Rey,
la duquesa del Triunfo, segura de su triunfo personal, pasa con
altivez por entre la multitud, dejando tan sólo que su hombro to­
que el bigote y la nariz del encantado admirador; el cual, por su
parte, huirá del Circo, avergonzado, atormentado por la idea del
ridículo —temor, dicho sea de paso, de la mayor parte de los per­
sonajes burgueses de La regenta, donde lo ridículo llega a conver­
tirse en un auténtico motivo de la novela— y creyendo que «el so­
nar del bombo y los platillos era una gran silba que le daba el púde Ana Ozores: “’Tenía veintisiete años, la juventud huía; veintisiete años
de mujer eran la puerta de la vejez a que ya estaba llamando...’” (ed. G. Sobejano [Barcelona: Noguer, 1976], cap. X, pág. 309).
(2J Todas las citas del texto de “Un documento” vienen de P ip á , ed. A.
Ramos-Gascón (Madrid: Cátedra, 1976), págs. 179-98.
UN DOCUMENTO (VIVO, LITERARIO Y CRITICO)
369
blico, una silba solemne, con los acordes de la Marcha Real, que
es, en ocasiones, una gran ironía, un sarcasmo...».
La duquesa triunfante, egoísta, despreocupada de la opinión
ajena, y el pobre enamorado que vuelve a casa «como escritor sil­
bado que huye del público cruel» son, también, representativos de
ciertos tipos humanos en la eterna lucha de los sexos, siendo Cris­
tina una especie de Eva todopoderosa y Flores el tentado Adán.
En efecto, en el curso de sus amores puede verse una parodia de
la historia de nuestros primeros padres: Cristina, rodeada ya «de
aureola diabólica», ha decidido hacer libro nuevo —o por lo me­
nos nueva vida— despidiendo a todos sus antiguos adoradores y
dedicándose a lecturas de los místicos españoles y del filósofo ale­
mán Schleiermacher. Quiere reformarse del pecado con un amor
puro y espiritual, para cuyo efecto selecciona a Flores. A fin de
evitar la tentación, establecen cuatro bases que excluyen entre sí
el amor carnal. Cuando, dándose cuenta del ridículo de su situa­
ción, Fernando asedia una, y luego otra vez, la «fortaleza» de esta
«Magdalena sin Cristo», Cristina se rinde en seguida, gracias a sus
instintos lascivos. A pesar de sus débiles esfuerzos de auto-rege­
neración, sucumbe pronto a la tentación, y al sucumbir arrastra
consigo al hombre que, tras una breve lucha con su conciencia,
no resistirá una vez abiertos los ojos y despertado el deseo. Una
clara e irónica referencia al pecado original se encuentra en la des­
cripción de los pensamientos de la duquesa cuando recibe la carta
de despedida de Flores, carta que ella lee «con pena; pero no con
tanta pena como hubiera tenido si el desengaño hubiera precedi­
do a la caída. Llamaba ella la caída al momento en que sus amores
con Fernando dejaron de ser metafísicos». Esta relación entre la
m ujer diabólica y su víctima, que se repite con alguna frecuencia
en la obra narrativa de Clarín —recuérdese, por ejemplo, a la
amante y a la esposa de Bonifacio Reyes, o las infructuosas tortu­
ras padecidas por don Saturnino Bermúdez a manos de Obdulia
en La regenta—, se verá también en otros varios cuentos del autor.
A pesar de lo representativo y típico de estos dos individuos, Cris*
tina y Flores son personajes inconfundiblemente individualizados,
creciendo y afirmándose delante de nuestros ojos a lo largo del
relato.
Dentro de la contraposición básica de los sexos, sin embargo,
estos amantes no encarnan los peores extremos de lo masculino
y lo femenino: Fernando logra superar su debilidad momentánea
al darse cuenta de que no es amor lo que siente, volviendo así —pro­
visto, claro está, con el «documento» de su experiencia que con­
370
CAROLYN RICHMOND
vertirá luego en novela— a su vida de artista célibe; y en una des­
cripción preliminar de la duquesta en el Circo nos dice el narra­
dor que los ojos de las damas del público que la miran con rencor
y envidia —pasión básica, recuérdese, en la sociedad que describe
La regenta— «pecaban más con sólo aquella mirada, que la ilustre
señora había pecado en toda su vida».
Tanto el contraste entre los protagonistas como lo que tienen
en común desde el punto de vista de la experiencia humana, está
reforzado por numerosas contraposiciones y paralelos, dando al
cuento una estructura simétrica y sometiéndolo a una perspectiva
de múltiples enfoques. Situada en un presente contemporáneo a
la época en que se escribió, la acción oscila entre ambos persona­
jes que aparecen alternativamente separados o juntos, en público
o en la intimidad. Pasa algo más de un año desde el comienzo al
final, pero ignoramos lo que ocurre durante la mayor parte del
tiempo transcurrido. El cuento empieza y acaba encuadrado en el
tocador de Cristina, centrando la atención en esta mujer quien,
vista desde diversos ángulos, va a ser el punto focal del relato. En
estas dos escenas de intimidad encontramos varios paralelos que
sugieren cierta repetición de las circunstancias, a pesar de todo lo
ocurrido entretanto: en ambas se la presenta sin amantes —por
voluntad suya—, pero decidida a dejarse adorar. Está sola —tam­
bién por voluntad propia—. La semejanza entre estos dos momen­
tos de soledad viene subrayada por las primeras dos frases del
cuento («La ilustre duquesa del Triunfo ha dado a sus criados la
orden terminante de no recibir a nadie. No está en casa») que se
repiten casi literalmente al final («Pero antes ha dado orden ter­
minante de no recibir a nadie. Quiere estar sola»). Tampoco son
demasiado diferentes las situaciones: al principio su espíritu vue­
la lejos de la «cárcel» de su tocador »inspirándose, se supone, en
sus lecturas místicas y filosóficas, regalos de dos antiguos adora­
dores, uno de ellos platónico y el otro no. Cristina no sólo es lecto­
ra, sino que ella misma, en su persona, sirve de materia prima a
escritores de otro tipo —sus «revisteros de salones, que dedican
a los de tan ilustre dama los galicismos de su elegante pluma»—.
Esta doble posición de lectora y objeto de escritura se ve repetida
al final, reunidas las dos en un giro irónico al leer Cristina la no­
vela de Flores —amante primero platónico, luego no— que cuen­
ta la historia de su vida, no como la refieren los revisteros, sino
«según ella la había dejado ver, en el abandono del amor ideal al
redomado amante».
UN DOCUMENTO (VIVO, LITERARIO Y CRITICO)
371
Entre estas dos escenas de intimidad está encajada la acción,
en cuyos vaivenes también encontraremos, además de contrastes,
paralelos interesantes. Desde la presentación inicial de la duque­
sa en su tocador, se procede a una descripción de ella en público,
vista a través de los ojos de Flores y de los de sus admiradores en
el Circo de Price, donde suele asistir, cada viernes, a las funciones
de moda, pasándose luego a diseñar un breve retrato del joven ob­
servador. En esta introducción de los personajes, uno tras otro,
es de notar que el único contacto entre ellos ha sido el de la mira­
da de Fernando en un momento —o momentos— indeterminados.
El núcleo del cuento, y la acción propiamente dicha, ocuparán los
párrafos centrales (desde el octavo hasta el diecisiete) y relatarán
la escena de seducción en el Circo «cierto viernes del mes de ma­
yo». En este incidente, que tiene lugar en un sitio público, cada
protagonista mira al otro sin creerse visto hasta que Cristina, que
sí está consciente desde hace mucho de las miradas del anónimo
adorador, decide acabar con la ficción y le asesta los gemelos, ha­
ciéndole temblar. En esta escena, que también contiene cierta ma­
teria de flashback, se nos describen alternativamente las reaccio­
nes de cada uno, sin que haya más contacto entre ellos que dos
roces —uno al entrar la duquesa en el Circo y el otro al salir— y
la larga mirada intermedia. La distancia social entre ambos está
reflejada por las localidades que ocupan —ella arriba en su palco
y él abajo ,entre la «multitud»—, así como por los pensamientos
de cada uno, pues él ha creído que no se notaría su contemplación
entre la anonimidad del público, mientras que ella, gozando de su
adoración, se ha divertido orgullosamente en «contemplar el míse­
ro gusano y despreciar a las estrellas de su corte interplanetaria»,
tomándose a sí propia por «sol» y a Flores por un «insecto enamo­
rado».
Este incidente central está seguido de dos escenas de la intimi­
dad de cada cual, presentando primero a Fernando, que se acues­
ta en «su modesta habitación de la fonda», y luego a Cristina «a
la misma hora, reposando en un lecho cuya blandura, suavidad y
olores voluptuosos Fernando Flores no podía imaginar siquiera».
Cada uno reflexiona sobre lo que acaba de pasar, con los espera­
dos contrastes de perspectiva: creyéndose Fernando « ¡el capricho,
quizá el último capricho de esa mujer! » y fantaseándose Cristina
los deleites de un «amor espiritual». El tímido Fernando se da
cuenta de que tendrá que dejar su actividad solitaria de escribir
para sumergirse en la vida activa y real, mientras que la duquesa,
habiendo abandonado ya las aventuras de la carne, anticipa un
372
CAROLYN RICHMOND
amor ideal. La ironía de sendas actitudes está subrayada mediante
referencias a las lecturas de ambos: Flores, que no ha conocido el
mundo, se duerme recordando a Balzac y Zola, mientras que Cris­
tina busca apoyo moral para su huida de «la seducción de la mate­
ria» en Schleiermacher y San Juan... Tal contraste entre las lec­
turas de los dos se repite un poco más adelante cuando, como por
instinto, «se buscaron y se encontraron». Fué «a la mañana siguien­
te» cuando ambos se despiertan con la misma idea: la de que ha­
bía que buscarse. Se hablan por vez primera en un sitio reservado
aunque público, o sea, en un coche de alquiler donde Fernando se
acuerda de Madame Bovary mientras que se nos trae a la memoria
que Cristina, por su parte, lee a Schleiermacher y a Fray Luis de
Granada. En los párrafos veintidós y veintitrés se describen los
castos amores de los protagonistas dentro de un tiempo indefini­
do: Cristina manda y Fernando, «alucinado algún tiempo», se cree
enamorado. Estas circunstancias se invierten en seguida, en el pá­
rrafo veinticinco, debido a una historia de amores que un amigo
de Fernando le cuenta «una noche» en un café. Volviendo en sí y
creyéndose en «ridículo», Fernando toma ahora la iniciativa —ac­
to ya esperado por la duquesa—, y después de «quince días de em­
briaguez de los sentidos», se sacia y «una mañana» vuelve otra vez
a su antigua actitud, decidiendo regresar a su vida de artista y es­
cribir una novela basada en «el documento». Al final de este tira
y afloja que han sido los amores de Cristina y Flores, parece aca­
bar ganando éste, aunque la reacción de aquélla al leer su carta de
despedida es bastante filosófica, pues, como reflexiona, « ¡Al fin
estas relaciones iban pareciéndose a las otras! ».
No tan filosófica, aunque sí reveladora, es la siguiente y última
lectura que la duquesa, «cerca de un año después», hará de la no­
vela de Fernando. Lee su vida —no la que conocemos nosotros,
lectores del cuento de Clarín, sino la que ella misma le había con­
tado a su amante «en el abandono del amor ideal».
Aunque picado el amor propio —« ¡Qué infamia! Fernando no
la había amado, la había estudiado».— Cristina es capaz de apre­
ciar la novela en cuanto literatura: «Como obra de arte, el libro le
pareció admirable. ¡Cuánta verdad! ». Encuentra que es un espejo
de su persona. Lo lee durante toda la noche, volviendo a leer la úl­
tima página, y se duerme al amanecer. «A las doce» del día siguien­
te, tras haber dado «orden terminante de no recibir a nadie», lo
vuelve a leer, almorzando «a las tres». La carta que le manda a Fer­
nando —eco de la que había mandado él al despedirse— revela ple­
namente el carácter de esta mujer extraordinaria: elogia la novela
UN DOCUMENTO (VIVO, LITERARIO Y CRITICO)
3 73
como « ¡obra maestra! », añadiendo que « ¡de todas maneras, tú
eres un plebeyo miserable! » y firmándola ,no con su nombre, sino
« \La duquesa del Triunfol ». Llamarle a Flores «plebeyo» es un in­
sulto que lo devuelve a lo más bajo de la «multitud» del comienzo
del cuento, como era la intención de ella. En esta guerra de los se­
xos, no ha habido un triunfador claro, pues la victoria literaria de
Flores —su «documento»— está contrapesada por la victoria hu­
mana de Cristina. Esto lo hace ver el narrador en el último párrafo
del relato donde, a la manera de un postdatum, nos ofrece una úl­
tima contraposición: el éxito del libro de Fernando y la amargura
que él siente recordando la venganza de Cristina al llamarle « ¡ple­
beyo! ». Separados para siempre, cada personaje ha triunfado a su
manera sobre el otro, cancelándose así cualquier victoria decisiva.
Los muchos contrastes que hemos hecho notar dentro del rela­
to refuerzan la soledad fundamental de cada uno de sus protago­
nistas, soledad que ni siquiera desaparecerá cuando coinciden sen­
das vidas en el amor, pues la experiencia humana de uno y otro
son como vías paralelas que, aun cuando desde lejos parezcan con­
vergir, en realidad no lo hacen nunca. La única fusión posible, el
amor, es un engaño en que predomina el egoísmo de los partici­
pantes. Esta visión típicamente clariniana del amor —visión que
se repite a lo largo de su obra narrativa— está expresada en nues­
tro cuento mediante un juego de perspectivas que refleja la vaci­
lación de cada cual, al mismo tiempo que acentúa la importancia
de la literatura como patrón en las vidas humanas.
La soledad existencial de Cristina y Fernando se encuentra sub­
rayada en la obra mediante el relato en tercera persona alternando
con monólogos interiores: cada uno está visto desde múltiples
perspectivas —la del narrador, la del público, la del otro protago­
nista y la de sí mismo— pero no se transcribe ningún diálogo entre
ellos. Sabemos que se hablan —en la primera fase de sus relacio­
nes, la platónica, Cristina acude «a dar la conferencia de sus amo­
res» y le cuenta la historia de su vida que se habrá de convertir
en «el documento»— pero no se reproducen estas conversaciones,
dejando en ambos casos que la imaginación del lector recree por
sí misma dichas escenas de comunicación recíproca. El amor es
un engaño porque está basado en una combinación de fantasía y
pensamieto y, sobre todo, porque tal mezcla varía según el sujeto.
Este amor es ,para ambos, una novedad relacionada, en gran parte,
con una fantasía suya: Cristina lo ve como la realización de varios
de sus sueños, tal el de la adoración de la multitud, en un idilio
platónico con un plebeyo más joven que ella; mientras que para
374
CAROLYN RICHMOND
el halagado Flores es una primera experiencia erótica dentro de un
ambiente aristocrático totalmente ajeno. Nos hallamos, pues, ante
la cervantina combinación de fantasía y realidad que en este cuen­
to se manifiesta en dualidades básicas como la de corazón y cabe­
za, carne y espíritu. Así Flores, en quien siempre ha dominado la
razón, acabará cediendo a los impulsos sentimentales —luego, a
los animales—; mientras que Cristina logrará sofocar su natura­
leza carnal al fabricarse un amor ideal que, siendo mera fantasía,
tampoco durará. La única verdadera fusión entre estos dos indivi­
duos tan distintos será, pues, la efímera unión de la carne. Esta
unión los lleva en seguida al desengaño: Cristina empieza a tra­
tarle como a sus antiguos amantes (o sea, como «amante oficial»
según él), mientras que Flores, al hartarse, se da cuenta de la fal­
sedad de su amor. Cada uno ha creado su fantasía —podríamos
decir, su ficción— del amor para volver, después, a su propia rea­
lidad. En el caso de Cristina es ésta la de su vida anterior a sus
relaciones con Fernando, que quedan absorbidas dentro de la to­
talidad de su experiencia vital; en el caso de Flores, la vuelta a sus
costumbres anteriores le permite incorporar estos amores a su ac­
tividad de escritor, aprovechando de ellos para redactar una obra
literaria que es una ficción más real que la vida, ya que, como él
mismo dice: « ¡creí un momento haber encontrado el amor: ¡no!,
es algo mejor; he encontrado un libro...!». Las raíces cervantinas
de esta contraposición entre realidad y fantasía se ven claramente
en las palabras de Flores al dormirse después de haber sido sedu­
cido por Cristina en el Circo: « ¡Allá va don Quijote! », se dice, pen­
sando en el día siguiente, «¡ésta es la segunda salida...!, y se des­
preciaba y se burlaba de sí propio de todo corazón». En efecto, la
realidad de cada personaje será fantasía o ficción no sólo para los
otros, sino también, a veces, para sí mismo (3).
La ausencia de intercambios verbales en la obra no significa,
sin embargo, una falta total de comunicación; el problema es que
ésta suele ser unilateral: en vez de hablarse, los personajes se leen
unos a otros con los ojos, viendo e interpretando al objeto de su
mirada a su capricho sin tener que adaptarse a ninguna respuesta
oral. En efecto, a lo largo del relato se va tejiendo una especie de
red de miradas, en una perspectiva prismática cuyo efecto estético
(3)
Algu'nos elementos cervantinos de este cuento han sido apuntados por
Clifford R. Thompson, Jr. en “Cervantine Motifs in the Short Stories of Leo­
poldo Alas”, R e v is t a de E stu d io s H is p á n ic o s , 10, Núm. 5 (Octubre, 1976), 391403.
UN DOCUMENTO (VIVO, LITERARIO Y CRITICO)
375
es el de dejar abierto el cuento en vez de cerrarlo. El escenario
principal de este juego de miradas es el Circo de Price, donde la
atmósfera está traspasada y animada por ojos que se cruzan y se
evitan, que admiran y envidian, que atacan, devoran, espían... y se
besan. Cada mirada responde a un punto de vista. La duquesa se
comporta como una artista de teatro consciente de su papel y de
su público; cabe notar que cuando Fernando, solo tras haber huido
«como escritor silbado del público cruel», decide dejar de escribir
para dedicarse al amor, su decisión está descrita así: «Su volun­
tad le pedía otra cosa ahora: acción, lucha; quería ser actor en la
comedia del mundo...». La tradicional idea del teatro como mundo
y el mundo como teatro que tanto fascinaba a Leopoldo Alas (re­
cuérdese las múltiples yuxtaposiciones en La regenta y Su único
hijo) se encuentra expresada aquí por medio de miradas cuya fre­
cuencia las convierte en un motivo dominante. A veces los ojos de
otros son como un espejo para un determinado personaje; otras
veces son un vehículo de observación unilateral por parte de su
dueño; otras veces todavía los ojos de dos personajes son una vía
de conversación muda y recíproca entre ellos. A estas tres posibili­
dades básicas hay que añadir la función de los ojos en la lectura,
en la contemplación de la pintura, o bien la mirada interior en la
autocontemplación, tomando en cuenta, además, todos los cambios
y reajustes que se efectúan en el desarrollo de la acción.
Para empezar, tanto Cristina como Flores, como la sociedad
entera a la que pertenecen, están vistos con diferentes grados de
simpatía por el narrador quien ofrece a nuestros ojos —los de sus
lectores— una reproducción documental de una realidad que, aún
cuando resulte muy verosímil, ha sido, sin embargo, filtrada por
su imaginación creadora. Este narrador, que utiliza más de una
vez la primera persona del verbo y que se dirige directamente al
lector en una ocasión («Figúrese el lector...») y a su personaje Flo­
res en otra («No, infeliz, [Cristina] no ha leído tal cosa; ...no te­
mas».), es, también —recuérdese— una creación ficticia de su autor
con quien, claro está, tiene bastante en común. Además de ofre­
cernos su propia visión de los personajes y sus circunstancias, el
narrador se aproxima ya en el cuarto párrafo al punto de vista de
Fernando —también escritor— al contar ,tras haber descrito lo
que «parece» que les dice «con los ojos» la duquesa a sus admira­
dores: «Todo este discurso, que yo atribuyo a los ojos de Cristina,
lo había leído en ellos el joven escritor, periodista y novelista, Fer­
nando Flores», creándose así una complejidad —y hasta ambigüe­
dad— de perspectiva narrativa, pues mucho de lo que pasa será
376
CAROLYN RICHMOND
observado por Flores al mismo tiempo que contado por el narra­
dor.
La mirada ajena como espejo en que un personaje se ve refle­
jado, ya como quisiera ser o como realmente es, aparece con gra­
dos diversos de distorsión: por ejemplo, la duquesa al verse hala­
gada en los ojos adoradores de la multitud y de Fernando en el
Circo; éste cuando llega a convencerse de que está enamorado tras
ser mirado por Cristina; o al sentirse en ridículo al verse a sí mis­
mo en la situación de la historia de unos amores ajenos referida
por cierto amigo; o la escena en que Cristina lee, y vuelve a leer,
la novela de Flores que le parece un «espejo». En este momento se
siente engañada por su amante — «Cuando sus ojos se clavaban
en los de Cristina para anegarse en ellos, el traidor no hacia más
que echar la sonda en aquel abismo». — Pero no tiene, precisamen­
te razón, pues éste estuvo observándola sin propósito ulterior y deci­
dió escribir su novela después de sus relaciones con ella, no antes.
Algo parecido le pasa a Flores al final del cuento, a raíz de recibir
la carta de Cristina donde se ve retratado como un «plebeyo»:
ella le habrá visto de otra manera antes, pero a posteriori le ful­
mina esta imagen vengativa. Los ojos son un vehículo de observa­
ción cuando Fernando, como los demás en la multitud, se recrea
en escrutar a la duquesa, tal cual se mira una virgen de Murillo
o una dama retratada por Pantoja, antes de haberse dado cuenta
de ser él el objeto de las miradas de ella; o bien al examinar Cris­
tina, mucho más distante que él, a su admirador-«insecto»; o cuan­
do «leía en el alma de Fernando todas las bellezas que habia es­
crito Dios en ella». Los ojos se comunican mùtuamente al estar
conscientes los dueños de su intercambio. Tal ocurre cuando se
juntan, y luego se besan, los de Flores y Cristina en el Circo, y
cuando a ésta, al imaginarse los amores ideales que tiene proyec­
tados, se le hace reflexionar: « ¡El amor espiritual es tan fecundo
en grandes ideas!... y en último caso, hablarían los ojos».
En los repetidos casos de autocomtemplación interior en todo
el relato, los ojos —siquiera sea aquí sólo metafóricos— desempe­
ñan un papel fundamental, pues cada personaje se ve reflejado
dentro de sus circunstancias según lo que podríamos llamar el
prisma de su punto de vista personal, creando así su propia fanta­
sía o ficción en el seno de la realidad del cuento. En tales momen­
tos de íntimo recogimiento, ambos personajes acuden a la literatu­
ra de maneras diferentes como consejera y como modelo. Recor­
demos que los dos son asiduos lectores, aunque no gusten de los
mismos libros. La lectura, ese acto solitario que se lleva a cabo
UN DOCUMENTO (VIVO, LITERARIO Y CRITICO)
3 77
mediante el uso de los ojos, está estrechamente relacionado con
la vida interior de nuestros héroes, llegando a fundirse con la lla­
mada realidad exterior. La función del libro como director de con­
ciencia en la era moderna, uno de los grandes temas clarinianos
que encuentra su máximo desarrollo en las dos novelas largas, está
examinada de un modo sucinto, y no por eso menos profundo, en
este breve relato donde vida y literatura acaban confundidas en
una manera cervantina.
Cristina, quien siempre ha «vivido» —digámoslo así— plena­
mente, se apoya en sus lecturas filosóficas y místicas para hacerse
una vida nueva. Como es sumamente vana e incapaz de prescindir
de la adoración amorosa, decide canalizar esta necesidad por la vía
del amor «ideal» o «espiritual», creando así una especie de ficción
en que el enamorado Flores actuará, a pesar suyo, como personaje
de la duquesa. Este reconoce en seguida lo irreal que tendrían
unos amores entre una duquesa y uno de su clase: «Aunque sabía
todos los casos que refieren las novelas, y hasta las historias, de
grandes abismos sociales que salta el amor de un brinco, no creía
que esto aconteciese en la vida real casi nunca, y la posibilidad ló­
gica de que a él le sucediese encontrarse en una aventura de esta
índole parecíale semejante a la de ganar el premio grande de la
lotería». Al recobrar su voluntad propia, dándose cuenta del «en­
gaño», en vez de replegarse a su vida retraída de antes, Flores adop­
ta una actitud grosera para seducirla. En sus cavilaciones entre el
primero y segundo «ataque», se toca el problema de la regeneración
de Cristina: «su esplritualismo, su misticismo ¡eran falsos, eran
ridículos! ¡Ridículos! ¿quién sabe? Lo parecían sin duda; pero
¿no había alguna sinceridad en aquel arrepentimiento, aunque pa­
reciese otra cosa? ¿No había, por lo menos, una buena intención?».
A continuación viene una idea que pone de relieve el papel de la
literatura como dirección de conciencia: «Si Cristina hubiese te­
nido un verdadero director espiritual, ¿no hubiera buscado salva­
ción por mejor camino?...». Problema enorme éste, pues el hombre
moderno, aislado y solo, tiende a confiarse más en los libros como
modelo de vida que en la religión. No será otro el conflicto de Ana
Ozores (4), quien se encontrará arrinconada entre sus lecturas dispa­
res y un director espiritual perverso. Al final, cuando le llega el
libro de Flores, Cristina está, por ironía, sin amantes: «se dejaba
(4)
El parentesco establecido entre Cristina y la protagonista de L a R e ­
por cuanto se refiere a su intento de evasión literaria, ha sido señalado
por Antonio Ramos-Gascón e'n su Introducción a P ip á , págs. 83-84.
g e n ta,
378
CAROLYN RICHMOND
adorar, pero no admitía confesores». No se sabe a qué tipo de con­
fesores se refiere esto, pero la novela que va a leer en seguida es­
tará basada en las confidencias —podríamos decir, confesiones—
que ella le había hecho a su amante durante el curso de sus amo­
res: la realidad cruda de su vida, pues, será convertida en ficción
no fantáctica, sino de la escuela naturalista, y esta mujer tan afe­
rrada a la vida quedará inmortalizada («A mi eterna amiga» le
dedicará el tomo) en una novela que, siendo siempre la realidad
menos creíble que la ficción, algún lector se apresurará a calificar
de increíble, pues «el tipo de aquella mujer no existía más que en
la imaginación del novelista».
El caso de Fernando Flores ofrece un interesante contraste con
el de la duquesa. Lector asiduo también —aunque no de la misma
clase de libros—, este joven, autor ya de «dos novelas naturalistas
vendidas por seis mil reales cada una», no sólo no ha vivido nunca,
sino que ha visto el mundo a través de la literatura: «Dábase por
desengañado antes de conocer el mundo, del cual sólo sabía por lo
que decían las novelas y por lo poco que le enseñara una observa­
ción constante, sobrado perspicaz y hecha a demasiada distancia».
Implícita en esta descripción encontramos una crítica por parte
del narrador del falso naturalismo —el de «escuela»—, defecto que
reconoce en seguida el personaje al sentirse excitado por los perfu­
mes de Cristina cuando roza con ella en el Circo: «se sintió con­
movido hasta los huesos por una nueva clase de emociones, que
le indignaba desconocer a sus años, y siendo un novelista acredi­
tado, y acreditado de escribir conforme el arte nuevo, esto es, to­
mando de la realidad sus obras». Para sus relaciones con la du­
quesa tendrá que basarse en la experiencia de sus pasadas lectu­
ras —algo que, de modo diferente, hará también el protagonista
de Su único hijo. En su examen de conciencia después de salir del
Circo, Fernando reconoce su propia debilidad: «'El caso es que
yo no sabré resistir si ella insiste... El ridículo es inevitable. A mis
ojos ya estoy en plena novela cursi. ¡Conque suceden estas cosas! ».
Se ve casi como un ente de ficción, imaginándose antes de que la
primera fase de sus amores haya sucedido: «'ella se creerá una
mujer aparte, y a mí me querrá no por mis escasos merecimientos,
sino porque soy el amante cero, el amante de la multitud». Recor­
dando «casos parecidos de novelistas idealistas», luego otros de
Balzac y Zola, por su falta de experiencia vital anticipa Flores lo
que va a ocurrir como si fuera literatura —y hasta cierto punto
tiene razón, si aceptamos el amor ideal de Cristina como una ficción
de ella... Pronto se siente avergonzado de la situación: «El nove­
UN DOCUMENTO (VIVO, LITERARIO Y CRITICO)
379
lista acudía a las citas de amor como si fuera a fabricar moneda
falsa». Trata de convencerse de que está enamorado: «de buena
fe, buscó y rebuscó en su imaginación, y hasta en su memoria, ali­
mento para aquellos amores en que tan gran papel desempeñaban
la retórica y la metafísica». Cuando, al final, se apodera de él la
sensación del ridículo y se anima al «ataque», es que la realidad
vital prevalece en Flores sobre sus imaginaciones literarias. Al sa­
lir de la ilusión en que estaba, por un acto voluntario, nuestro héroe
cambia de actitud hacia la duquesa, pues «mientras él mismo par­
ticipó del engaño, Flores no pudo ver que era interesante, al cabo,
aquella mujer...». El amor propio, junto con el deseo, le hicieron
más humano: «se le cayó la venda de los ojos, y vio que si antes
había sido ridículo, menos acaso de lo que él creía, ahora comen­
zaba a ser un bellaco». Por ironía, al conquistarla físicamente es
«atrevido, brutal, grosero» —adjetivos que corresponden a la lite­
ratura naturalista... Sólo cuando se harta, viene a darse cuenta de
que no ha sido inútil para él esta breve experiencia en el mundo:
« ¡Ea! esto se ha concluido; yo no soy un Don Juan, ni un siete­
mesino, ni un hombre de mundo siquiera; yo soy un artista. Es
necesario que lo sepa Cristina. No se ha perdido el tiempo al fin
y al cabo. Hágome cuenta que he trabajado en la preparación de
un libro; he observado, he recogido datos; creí un momento ha­
ber encontrado el amor: ¡No! es algo mejor; he encontrado un li­
bro...». Vuelve a apoderarse de él, pues, su egoísmo de artista;
la novela que piensa escribir constituirá, en gran parte, su venganza
de artista frente a la mujer: «La mujer no es para mí, no podía
ser; pero tengo... el documento. Cristina me servirá en adelante
como documento humano. Hagamos su novela; es un caso de gran
enseñanza. Los necios dirán que es inverosímil; pero yo le daré
caracteres de verdad cambiando el original un poco». Para Fer­
nando, la ficción es más real que la vida, pero debe notarse que las
emociones que le empujan a escribir su novela son humanas, no
estéticas. También es interesante su opinión acerca de la función
de la novela como «un caso de gran enseñanza», con lo cual re­
gresamos a nuestra hipótesis original de aue la literatura ejerce la
dirección de conciencia en la época moderna, sólo que en este caso
es el propio autor ficticio quien tiene presente este propósito al
disponerse a escribir.
En la relación fundamental entre vida y literatura encontra­
mos, pues, el tema central del cuento: el de la creación artística.
En nuestro análisis hemos visto que tanto el acto de leer como
el de escribir están presentados dentro de unas circunstancias so-
380
CAROLYN RICHMOND
cíales contemporáneas, lo cual no reduce en modo alguno su valor
universal. A través del personaje de Cristina, se nos ofrece una crí­
tica de la lectora impresionable (recuérdese que un alto porcenta­
je de los lectores de aquella época era femenino, tal vez por dispo­
ner las mujeres de más horas de ocio), quien desea forjarse un
plan de vida a base de lecturas de calidad superior interpretadas
con excesivo subjetivismo. El amor espiritual que se fantasea,
«aquel romanticismo místico-erótico, que es ya en literatura una
antigualla», responde a un idealismo que, por ser falso, está desti­
nado a la derrota. Flores, lector entusiasta de la novela francesa
contemporánea suya, así como también de otros tipos de narra­
ciones —novelas cursis u otras idealistas—, compara constantemen­
te su situación personal con casos parecidos extraídos de sus lectu­
ras; estos modelos operan subrepticiamente en su conciencia mien­
tras dura el engaño del amor ideal hasta que regresa a la realidad
cruda. Para este hombre, sin anterior experiencia en el mundo, la
literatura sirve de enseñanza vital, y aunque no nos lo dice el au­
tor, es probable que se inspirase en alguna lectura de Balzac, Flaubert o Zola para «ser atrevido, brutal, grosero» y asediar la «for­
taleza»...
También en el personaje de Fernando como escritor se nos in­
sinúa una censura de cierta rama de la escuela naturalista —críti­
ca hecha dentro de una presentación esencialmente positiva de este
hombre, hacia quien muestra el narrador evidente simpatía. La
crítica —implícita— de Fernando como novelista tiene que ver
primero con el hecho de haber escrito dos novelas naturalistas sin
tener experiencia de la vida activa, dándose «por desengañado an­
tes de conocer el mundo»; y luego, con su manera de proceder,
después, al redactar su tercera novela. Su egoísmo de «artista» y
su cobardía vital le inducen a cometer una vileza humana en nom­
bre del arte, reproduciendo, como un espejo, el «documento huma­
no» que le ha ofrecido, sin saberlo, la duquesa. No se nos dice có­
mo es esta novela, pero a juzgar por la lectura —increíblemente
madura— de su protagonista, es un retrato verídico que poco tiene
de ficción. Si antes había pecado Fernando por conocer el mundo
tan sólo a través de las novelas y de una «observación constante,
sobrado perspicaz» hecha «a demasiada distancia», su falta ahora
parece consistir en el uso del mismo tipo de observación desde una
distancia demasiado próximo. El título del cuento, «Un documen­
to», no sólo se refiere a la decisión que toma Flores de usar a Cris­
tina como tal, sino que se puede aplicar también a la novela de
que será protagonista —novela cuya lectura va a ofrecerle a ella
UN DOCUMENTO (VIVO, LITERARIO Y CRITICO)
381
misma un documento de su propia personalidad. Como tal docu­
mento la recibe «la crítica más ilustrada y profunda», consagrán­
dola «largos análisis psicológicos»... no literarios. El relato de Cla­
rín, producto de la observación de un narrador-escritor, documen­
ta a su vez las circunstancias que llevan a Fernando a escribir su
novela, dando la ilusión de que tal novela ha existido en verdad.
Puede así pensar el lector que Fernando cargase las tintas de su
novela-«documento» por hostilidad hacia la mujer. Quien realmen­
te habrá sido buen observador, dándonos una reproducción fiel de
la realidad, es el narrador del cuento: una voz personificada, crea­
ción de Clarín. Todo el contenido del relato, presentado como he­
mos visto con una extraordinaria habilidad artística, lo inviste de
completa verosimilitud y da un ejemplo cumplido del arte de na­
rrar tal cual lo concibe y practica Leopoldo Alas.
Hemos señalado ya que existe una cierta compenetración entre
el narrador y Flores. Por lo demás, resulta obvio que este narrador
es una proyección literaria de Clarín mismo. No será ilícito, por
ello, tratar de descubrir ciertas analogías entre el escritor real,
Leopoldo Alas, y su personaje ficticio. Para empezar, a este último
—periodista y novelista también, hombre de clase media y de es­
casos recursos económicos— se le atribuye aproximadamente la
misma edad que el autor tenía al redactar su relato. Situado éste
en Madrid, donde a la sazón se encontraba Alas, refleja el ambiente
artístico de la Corte cuando Clarín ejercía ahí de crítico literario y
teatral. De otra parte, algunos rasgos de la personalidad de Flores
—tales como la timidez frente a las mujeres y un cierto encogi­
miento social— parecen corresponder a lo que se conjetura del
carácter de Alas.
Siguiendo en la misma línea de identificación aproximada entre
el personaie, el narrador y el autor real, podemos comprobar ahora
que el relato supuestamente salido de la pluma de dicho narrador
constituye una ilustración de la teoría literaria expuesta por el
autor el mismo año, 1882, en un largo y sustancial artículo titulado
«Del naturalismo» (5). En este escrito crítico procura Clarín ana­
lizar «por eliminación y limitación» el concepto del naturalismo
en general, después de lo cual se extenderá a considerar su aplicaEste ensayo inacabado, que apareció primero en la revista madrileña
ha sido recogido en L e o p o ld o A l a s : T e o r ía y c r ític a d e la n o v e la
(Barcelona, Laia, 1972, págs. 108-49) por Sergio Beser, quien lo con­
sidera posiblemente “el comentario de mayor penetración crítica escrito en
España sobre el naturalismo” (pág. 107). Las citas que seguirá'n vienen de
esta última edición.
’La
(5)
D ia n a ,
e s p a ñ o la
382
CAROLYN RICHMOND
ción a la novela. A lo largo del ensayo hallamos ideas que, en lo
positivo, están reflejadas en el relato del narrador, y en lo negativo
recuerdan a Cristina-lectora o a Flores-novelista. «El naturalismo»,
dice Alas, «pide que se reproduzca la realidad tal como es, obser­
vada en el estudio previo y experimentada en la acción en que se
coloca artísticamente» para lo cual desconfía de toda idealización.
«El idealismo», —debilidad, recordemos, de la imaginación de la
duquesa— «niega ese propósito: la verdad tal como es», que es la
finalidad del naturalismo. Los medios o el procedimiento al que
ha de atender el autor naturalista son, primero, la observación
«sin preocupación alguna, sin dejar de ver nada por respeto a cual­
quier principio establecido a priori» como «espectador imparcial».
Después de recoger los datos y acabar la observación —«he obser­
vado, he recogido datos», se dice Fernando—, comienza la segunda
fase del trabajo: la de «la composición». A esta tarea, que corres­
ponde a los meses en que Flores escribe su novela, la llama Clarín
la «experimentación», definiéndola como «la observación prepara­
da en que el observador coloca los hechos, los datos adquiridos, en
tal disposición, que les hace dar alguna enseñanza acerca del pun­
to que él pretende dilucidar». En esta parte del proceso, cuyo re­
sultado siempre ha de ser una enseñanza —propósito, recordemos,
de Fernando—, el novelista deja de ser un «espectador pasivo»,
para convertirse en «artista». Sin embargo, su voluntad no debe
intervenir «para determinar la acción del carácter en tal o cual
sentido, porque esto sería volver al idealismo, sino que intencional­
mente ha de ir provocando circunstancias que le obliguen a mo­
verse conforme indica la lógica de los antecedentes, como determi­
nen los datos hallados». Ignoramos si Flores en su novela cumple
con estas leyes, pero el narrador de nuestro cuento lo hace de ma­
nera sabal.
En la parte de su ensayo dedicada a la novela naturalista vuelve
Clarín a insistir sobre la importancia de «copiar la vida, éste es el
dogma supremo», dejando al novelista «la más absoluta libertad de
forma». Luego pasa a unas reflexiones sobre el personaje y su
mundo: «El estudio individual del hombre como actor del drama
de la vida» —recuérdese la decisión de Flores de ser «actor en la
comedia del mundo»—, «es casi siempre el objeto predominante
en la novela»; pero no basta con «la observación del carácter, ni
la observación de lo que se ha llamado el medio, hecha en abstrac­
to», sino que hay que reflejar en la novela «el espectáculo comple­
to de la vida. El novelista necesita ver algo más que el desarrollo
de un alma y un cuerpo, de un hombre según su temperamento,
UN DOCUMENTO (VIVO, LITERARIO Y CRITICO)
383
y algo más que notar la relación entre el individuo y el mundo
que le rodea», continúa Clarín; y aquí se advierte claramente cuál
será la diferencia entre la estética de Fernando Flores y la de su
narrador, portavoz de Leopoldo Alas. «Yo no estoy conforme con
que el principal objeto de la novela naturalista sea el estudio del
documento humano», sigue Clarín en su ensayo. «¿Por qué este
límite? Toda vida ofrece asunto al arte; éste, en su forma más
amplia y comprensiva, la novela, debe abarcar toda la vida y no
reducirse al examen procesal del carácter. Hay muchas cosas en
la naturaleza, en la vida social, que interesan, que importan, que
deben ser aprendidas por el modo que el arte enseña, como el arte
hace ver, las cuales no pueden ser estudiadas, si todo ha de ser
accesorio menos el documento humano» [subrayado por mí]. El
amplio cuadro que Alas propone aquí, y que se ve en miniatura en
su cuento, se traducirá unos años más tarde en ese enorme panora­
ma social y humano que es La regenta (6). Como para reforzar
este concepto de la novela, Clarín añade las siguientes palabras
que recordarán la recepción crítica de la supuesta novela de Flores:
«es preferible ver el estudio del hombre en la acción exterior, en
la lucha con la sociedad, al verle sólo por dentro, en un análisis
psicológico», pues más valen el estudio y expresión artística den­
tro de «la realidad entera», en coniunto, que el «caudal de observa­
ción que el novelista psicólogo o fisiólogo aplica al estudio parcial
del documento humano [subrayado por mí]. Aquí está, pues, el
error de Fernando Flores, quien se ha limitado a escribir el tipo
de novela naturalista que, a juicio de Leopoldo Alas, carece de am­
plitud esencial.
Las numerosas repeticiones que en dicho ensayo aparecen de la
expresión «documento humano» destacan bien la estrecha relación
que existe, por lo que se refiere a la teoría del naturalismo, entre
este escrito clariniano y el cuento estudiado aquí, y no sería te­
merario ver en la obrita de ficción una ilustración práctica del
ars poética contenida en el ensayo. Lo que sería una falla en la
presunta novela de Flores, se convierte en un éxito completo de
la narración breve, ya que Clarín no sólo se ajusta a sus propios
preceptos teóricos sino que, haciendo uso de la libertad formal con­
siderada por él como requisito esencial de la creación literaria, ha
producido una obra de arte mucho más amplia y más profunda de
lo que hubiera podido ser cualquier tipo de «documento» a la maGe
(6)
Para un estudio del naturalismo en L a R e g e n ta véase la Introducción
Gonzalo Sobejano a su edición de esta novela, págs. 18-28.
384
CAROLYN RICHMOND
ñera de Fernando Flores. Basándose sin duda en sus observaciones
hechas al asistir como crítico teatral a los espectáculos madrileños,
Alas ha redactado un cuento que, pese a su apariencia real, quizá
no tenga más conexión con la realidad práctica que la de ser una
fastasía de aquel tímido «joven escritor, periodista y novelista»:
el Leopoldo Alas de aquella época.
SOBRE LITERATURAS REGIONALES
POR
NESTOR ASTUR FERNANDEZ
Atento a una invitación, tan gentil como apreciada, que hace
muy pocos días una mano amiga me ha hecho llegar (1), me resul­
ta grato form ular ciertas consideraciones que si no alcanzaren a
configurar una ponencia formal y condigna de las que, sin duda,
se tratarán en el simposio, tal vez aporten alguna sugestión no
desdeñable en el ámbito creado por la convocatoria.
Me detengo, dubitativo, en el primer punto del amplio temario,
ante el enunciado de «literaturas regionales y urbanas» — «Concep­
to general», y observo que los términos «regional» y «urbano» se
repiten en los demás puntos, con la excepción del sexto y último,
relativo al ensayo; y el mínimo sentido crítico sugiere esta pregun­
ta: ¿Por qué lo regional frente a lo urbano?.
A mi juicio, el concepto de «urbano» se contrapone al de «rural».
Urbs y rus. El de «ciudadano» al de «campesino» (o «campero», en
Argentina). Civitas y campus. Y a lo regional habría que darle, en
una escala de valores, relación con los conceptos de «nacional» y
«universal». Tales serían, a mi entender, las categorías en juego.
Me inclino a pensar que el empleo de esos términos del enuncia­
do responde a un concepto que coincidiría, de ser así, con lo apun­
(*) Ponencia presentada por Néstor Astur Fernández en el SIMPOSIO
HISPAN O-AMERICAN O DE LITERATURAS REGIONALES, realizado eh el
COLEGIO MAYOR ARGENTINO “NUESTRA SEÑORA DE LUJAN”, del 3
al 8 de Diciembre de 1979, en la CIUDAD UNIVERSITARIA DE MADRID.
(1) La Profesora argentina Amalia Iniesta, Coordinadora del simposio.
386
NESTOR ASTUR FERNANDEZ
tado en el «Diccionario de Literatura española» de la «Revista de
Occidente», según texto cuya transcripción parcial juzgo oportuna:
«Se entiende por literatura regional, con referencia a España,
la producción literaria escrita en lengua o dialecto hablado en al­
guna provincia española o también la obra de un autor que sitúa
sus temas preferentes en una región determinada. Sin embargo,
para los efectos literarios históricos, al hablar de «literatura cas­
tellana no se suele incluir en el estudio de ella las obras escritas
en catalán y en gallego. O sea, se puede considerar la literatura re­
gional, de una parte, por los dialectos (que ponen la ortografía al
servicio de la fonética regional) en que se producen ciertas obras,
y de otra, por los temas que predominan en ciertos autores, y que
por ellos aparecen ligados a una determinada región».
La cuestión de puntualizar previa y debidamente el concepto ge­
neral no es baladí, ni obedece al propósito de suscitar un debate
bizantino.
Corresponde tener presente que la referencia a España, donde la
región se desprende, en cierto grado por lo menos, de la antigua
división en reinos y de la etimología del vocablo, no coincide exac­
tamente con el sentido de región en la Argentina.
En la definición reseñada también se menciona la provincia, cu­
yo concepto no es el mismo de región. En el caso de haber tenido
tiempo para ello me hubiera gustado tratar acerca de la literatura
regional de Asturias, comarca (otro término a considerar) en la
que coinciden «provincia» y «región», por ser ésta uniprovincial;
y me habría referido con cierta amplitud al bable y los hablistas,
«tema en el que algo he trabajado y que en la actualidad hispana
tiene connotaciones al margen de la lingüística y la literatura que,
aun a la distancia, no se me ocultan.
Que la literatura regional esté determinada por un modo de
hablar o por un tema, o acaso por cierta modalidad propia de un
medio o un personaje, es asunto de gran importancia, y a renglón
seguido considero congruente el caso del «Martín Fierro», tan in­
dicado para este simposio.
Tal obra figura en todos los textos clasificada dentro de la lite­
ratura gauchesca. Si un lector no hispano-americano, carente de in­
formación al respecto, al saber que el poema hermandiano se re­
fiere a la vida del gaucho, del cual no tiene clara idea, recurriera a
un diccionario enciclopédico —por ejemplo al Espasa—, se entera­
ría de que el gaucho es un hombre de campo de la Argentina, del
Uruguay y del Sur del Brasil. Ese gaucho brasileño queda excluido,
lingüísticamente, de lo que es y representa el «Martín Fierro». Sólo
SOBRE LITERATURAS REGIONALES
387
por ser hombre de campo y andar a caballo no queda dentro del
poema gauchesco. Falta la lengua.
Pero el propio Hernández fijó el ámbito del personaje: En una
carta escrita en el año 1872 dejó constancia de su propósito: «re­
tratar... lo más fácilmente que me fuera posible, con todas sus es­
pecialidades propias, ese tipo original de nuestras pampas, tan po­
co conocido por lo mismo que es difícil estudiarlo, tan erróneamen­
te jugando muchas veces, y que, al paso que avanzan las conquistas
de la civilización, va perdiéndose casi por completo». (Juan Carlos
Ghieno, en su prólogo a «26 poetas argentinos» — Editorial Uni­
versitaria de Buenos Aires).
Otra referencia comarcal: «Realizó Hernández el aprendizaje
de la región porteña y litoral en contacto con la vida misma...»
(Arturo Berenguer Carisomo — «Historia de la literatura argentina
y americana»). De la misma obra: ... «la acción épica es tan presu­
rosa, urgente, que al poeta apenas le queda tiempo para solazarse
en la descripción del contorno: éste — el desierto — surge traido
por la fábula misma y nace su inmensidad, su misterio, su belleza
del movimiento propio del relato»).
Respecto a la lengua, el mismo profesor citado, en la ya men­
cionada «Historia» consigna la siguiente:
«El estilo de Hernández es reciamente épico, sobrio, lleno de
fuerza, sencillo y elocuente; es la verdad misma. Se ha dicho — no
sabemos con qué grado de veracidad — que Hernández, lo mismo
que otros gauchescos, amañó el habla del gaucho, componiendo
una especie de jerga que jamás se ha escuchado en nuestro campo...
pero ocurre pensar que, de ser fraguada y contrahecha aquella len­
gua, el poema no tubiese tenido jamás el éxito popular, fervoroso,
que tuvo en seguida, no ya en las ciudades, sino en el mismo cam­
po retratado. Quizá haya alguna licencia literaria, mas ello no in­
valida el realismo esencial de su forma». Y Adolfo Prieto, en su
«Diccionario básico de literatura argentina» expresa:
«Toda mirada de conjunto sobre la historia de la literatura ar­
gentina, concluye por reconocer en la gauchesca un fenómeno de
características originales. Esta originalidad no consiste en la ele­
vación al papel protagónico del gaucho, ni en el uso de la lengua
popular hablada en la campaña...» (Considera que lo que la singu­
lariza es la adopción de ese personaje y esa lengua por parte de
autores cultos de las ciudades (o sea urbanos) para expresarse lite­
rariamente). Y el nombre de Estanislao del Campo, autor de «Faus­
to», viene al caso.
388
NESTOR ASTUR FERNANDEZ
El «Martín Fierro» es literatura rural, campera, frente a lo li­
terario urbano; pero es nacional y, más aún, universal. Este aserto
no requiere apoyo erudito, pero vale la pena transcribir unas pala­
bras de Berenguer Carisomo:
«Así el Martín Fierro trascendió de lo nacional a lo internacio­
nal, y hoy pueden considerarse ya sus figuras, sus símbolos, sus
escenarios, su filosofía y su estilo como absolutamente incorpora­
dos al patrimonio épico de la literatura universal.
Acerca del idioma, si alguien se entretuviera en intercalar todas
las des que faltan en los participios o en palabras tales como «lao»,
el poema quedaría en un castellano con ciertos arcaísmos y con al­
gunas voces que requerirían aclaración, pero en conjunto no resul­
taría rigurosamente dialectal. Ejemplo: «Bala el tierno corderito
al leo de la blanca oveja, / y a la vaca que se aleja / llama el ternero
amarrao; / pero el gaucho desgraciao / no tiene a quien dar su que­
ja». Lógicamente el decir «lado» se efectuaría una modificación si­
lábica, pero el ejemplo va en función de otro aserto.
En retorno a los conceptos iniciales de este trabajo, quiero apun­
tar como tema de estudio el caso del «lunfardo» que no es precisa­
mente un dialecto, sino una modalidad especial de habla, una jerga
(sin que esto pretenda molestar a los miembros de la Academia del
lunfardo, respetables estudiosos del tema), bien puede tomarse co­
mo ejemplo de la posibilidad de existencia de lo «regional» y «ur­
bano», pues la zona en que se ha dado esa modalidad es indiscuti­
blemente ciudadana.
Antes de pasar a otro punto, quiero recordar el papel que le
corresponde dentro de la literatura gauchesca al famoso autor de
«Paja brava», Trelles, «El viejo Pancho», un español que tan bien
supo captar la modalidad del gaucho oriental.
Estoy seguro de que, tomando como objeto de estudio la lite­
ratura y los autores de esa región uniprovincial que es Asturias,
podrían señalarse afinidades e influencias con relación a produc­
ciones de la literatura argentina, comenzando con la ilustre refe­
rencia de la letra del himno nacional, escrita por Vicente López e
inspirada — tal como hizo notar Menéndez y Pelayo — en el «Canto
de guerra a los astures», original del gran Jovellanos.
Materia digna de estudio sería el de la influencia de Campoamor,
Vital Aza, Leopoldo Alas («Clarín»), Palacio Valdés, Pérez de Ayala
y, más cercano en el tiempo y —para mí— en el afecto, mi querido
paisano y amigo Alejandro Casona (y en el orden de las «mutuas
influencias», apunto aquí la viñeta que el típico ombú le inspiró
para «La casa de los siete balcones»).
SOBRE LITERATURAS REGIONALES
389
El caso de Pérez de Ayala, aunque someramente, deseo esbozarlo
aparte, pues su obra —nacional y, sin duda, universal, corroboran­
do la difundida frase tolstoiana según la cual se puede alcanzar la
categoría universal describiendo la propia aldea— está compren­
dida dentro de cierto concepto de lo regional (por tema, persona­
jes,, ambiente, vocabulario, etc.). El mismo, en su poema «De vuelta
y de paso en la tierra natal» (que en cierto modo yo he salvado de
su desaparición) se confiesa en estos cinco versos: «La crítica, que
a veces acierta, / suele advertirme: «Es ya hora / que escriba us­
ted una novela / con acción y figuras no asturianas». / Soy un regionalista de las letras».
En cuanto a su influencia, tan intensa, estimo oportuna la men­
ción de un trabajo publicado en el «Boletín del Instituto de Estu­
dios Asturianos», de Oviedo, al cual me honro en pertenecer. En el
Núm. 95 —Septiembre-Diciembre de 1978— figura un concienzudo
estudio intitulado «Troteras y danzaderas y El mal metafísico: Dos
novelas de clave», por José Luis Roca Martínez. La influencia del
autor de «Belarmino y Apolonio» es tan notoria que sería dfícil ne­
garlo aunque el novelista argentino —Yencel Gálvez— la rechaza­
ba, irritado. Pero Roca Martínez, con juicio sereno, en vez de ca­
lificarla de plagio, concluye así el minucioso trabajo:
«Me he detenido en algunas de las más significativas coinciden­
cias que presentan estas dos novelas, algunas de las cuales pudie­
ran tomarse como plagio por parte del escritor argentino; recuér­
dese lo llamativo de reproducir la misma canción o de hablar de
mal metafísico. Pienso, sin embargo, que tales concomitancias se
deben a que ambos autores se proponen idéntica tarea, historiar
sus inicios a la vida literaria, y el tener edad, gustos y preocupa­
ciones semejantes, con lo que necesariamente técnica, ambiente y
personajes resultan parejos».
DE TOPONIMIA TEBERGANA (V)
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
POR
X. LL. GARCIA ARIAS
La comunidad humana asentada en Teberga durante siglos ha
subsistido gracias a la explotación de la tierra y de la ganadería.
La tierra en este sentido aparece como gran centro de atracción
y nada tiene de raro que toda una serie de actividades se hayan
encaminado precisamente a hacerla aprovechable. La toponimia
actualmente se nos presenta como un inventario histórico de las
actividades realizadas con tal motivo y de la organización del espa­
cio agrario.
Una atención primera del campesino se dirigió a convertir en
terreno productivo lo que permanecía ermu (yermo) o bravu. Tal
proceso exigía una serie de operaciones previas y a veces continua­
das para asegurar que tales terrenos permanezcan mansos; a sa­
ber: rozar, queimar o aborronar, escachar. A medida que las nece­
sidades de la población van en aumento y se hace continuado el
rescate de terrenos poblados de maleza la toponimia nos indica la
mayor o menor antigüedad de tales operaciones: habrá terrenos
nuevos y viechos. Pero tales terrenos, según la finalidad que se per­
siguió para su aprovechamiento, podemos encontrar que eran des­
tinados fundamentalmente al cultivo (tierra, güerta-u, para-paraxa,
sema, eiru-era, ar-) o bien para pasto o aprovechamiento ganadero
(prau, pradera, campu-a, pascón, braña, tempa).
Las tierras de cultivo en épocas pasadas pudieron precisar de
períodos de reposo y de ahí que alguna pueda en la actualidad lle­
var el nombre de barbeichu.
392
X. LL. GARCIA ARIAS
Pero desde el punto de vista de la organización de la propiedad
«se observa que la tierra en general pasa de una etapa de propie­
dad comunal a otra de propiedad privada. Restos de lo primero
quedarían en las dehesas y actuales brañas. El sistema de apoderamiento de esa propiedad comunal para convertirla en privada
aún subsiste en la actualidad y, según la finalidad a que se desti­
naba el terreno, encontramos denominaciones tales como corráuada, caváu, foscón, anováu. La propiedad privada suele manifes­
tarse por algunos procedimientos externos como reflejarían los lí­
mites por medio de zarros, murios-murias, purtiesus-as, canciesusas, piedras fitas, muñones, sindes, sonsas, cruces, sucus. Pero to­
davía pervive hoy una muestra clara de lo que debió suponer el
*paso de un sistema de propiedad comunal a otro en que la privada
impera. Este tipo de propiedad que participa de ambos sistemas
es aludido por medio de expresiones tales como moriera, curtinal
o cortina, coutu.
Lat. éremum.
Montermosu: monte de Visanueva conocido también con el
nombre de Lus Ganzus.
Observaciones: en Teberga se conoce ermar «quedar yermo» y
el adjetivo participial correspondiente ermu-a «vermo» aplicado
fundamentalmente al terreno. Indudablemente se trata de una pa­
labra formada analógicamente sobre el infinitivo ya que en otro
caso debería presentar diptongación de la e. Por otro lado ya he­
mos aludido en otra ocasión a la imposibilidad de relacionar este
tipo de topónimos con derivados de formosum precisamente por
el mantenimiento de la f- (cfr. 2 p. 181).
A terrenos con poca o ninguna vegetación se refieren los topó­
nimos relacionados con el latín pitare «sacar el pelo», «pelar».
Puexu peláu, en la Pena Sobia.
Picu peláu, en términos de Entrago junto al Fondón de la Teixera. Las Peladas zona de Presorias. Del mismo modo el derivado
del latín caluum, El Calvu, que alude a una loma pelada en térmi­
nos de Parmu.
Lat. mansum.
1.
El pozu mansu: zona de Redral; es un pozo que recoge las
basuras del pueblo. Se dice que fué construido a raíz de un incen­
dio que lo asoló.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
393
2. El mansu: «curtinal» en términos de Visanueva y que pa­
rece haber sido antigua pertenencia eclesiástica.
3. El mansu: parte del actual prado de Sucamarín (Carrea).
Está situado en la parte inmediatamente superior de la iglesia de
este pueblo.
4. Lus mansus: fincas de Barrio.
Lat. barbarum.
a. El bravu: tierra en el «curtinal» de Munticiesu.
b. El braván ~ El baraván: zona peñascosa y con abundancia
de «gurbizu» en términos de Fresneu.
Observaciones:
1. Agrupamos para el estudio estos dos tipos de topónimos
ya que léxicamente aparecen habitualmente en oposición; así:
mansu es todo animal o persona que no da muestras de trato
huraño en sus relaciones.
bravu se aplica a la persona o animal de trato agreste y también
a la tierra que no ha sido roturada.
Por otro lado se reserva también la expresión mansu para alu­
dir al tipo de árbol de frutos comestibles o de maderas aprovecha­
bles también en oposición semántica a bravu. Finalmente en algu­
nos hablantes pervive la expresión mansos de la iglesia para alu­
dir a determinadas fincas que fueron propiedad eclesiástica.
2. En este último sentido parece ser que el bajo latín mansus
aludía a la tierra posesión de un monasterio. De tal palabra pro­
vendría, tal vez, la asturiana, registrada precisamente como astu­
rianismo en la edición del diccionario de la R. A. E. de 1817. Pun­
tualiza Corominas que el continuador del lat. mansus pervive como
sinónimo del cat. mas (DCELC s.u. manido; 36 p. 197 y 138).
3. Tal vez el lat. mansus, participio de maneo, influido por el
contenido semántico de mansuetus explique las acepciones de man­
su. Sin embargo debe reseñarse el carácter culto o semiculto del
término precisamente por la conservación del grupo ns. Tal carác­
ter cultizante se explicaría mejor si, como sospechamos, su pre­
sencia se debe a influencia eclesiástica. Si el bajo latín mansus alu­
día a una tierra dependiente de un monasterio (1) quizá pueda en(1)
Según Piémont en la época feudal (se refiere a Francia) el
una unidad de cultivo que se estima en 12 Has. (5, p. 104).
m an so
era
394
X. LL. GARCIA ARIAS
tenderse en relación con la práctica de la Iglesia en su labor colo­
nizadora de tierras, convirtiendo terrenos incultos (o bravos) en
otros, mansos.
En el caso tebergano es claro que, a excepción del primer to­
pónimo en el que cabe ver una acepción de «tranquilo», los otros
tres se podrían ajustar perfectamente a terrenos de antigua depen­
dencia eclesial.
4.
Por lo que se refiere a los top. a, b, seguimos a Coraminas,
Meyer-Lübke y Piel, entre otros, que se inclinan por un étimo barharum que en la acepción de «bravo» cuadra perfectamente para
aplicarse a terrenos incultos. Por lo visto tal expresión con conteni­
do similar se encuentra en algún clásico y parece más aceptable
que la propuesta de los que parten del lat. pravum (16 b; 1 p. 265).
Lat. squalere.
1. L’ascaldada: prados de Urria.
2. L’ascaldada: prado y camino entre Rimaor y Visamaor; se
trata de un camino resguardado.
3. L’escachw. en Urria.
Observaciones:
1. Escachu es toda púa de madera, de espino o erizo. A la ac­
ción de introducirse en el cuerpo se denomina escachase; tal ex­
presión también se asocia con el hecho de romperse una vasija en
pequeños trozos o «desconcharse».
2. Estas expresiones reseñadas parece que no están alejadas
del latín squalidus, «inculto, árido», palabra sobre la que se forma­
ría el verbo *squali(d)are «roturar» o mejor, traduciríamos noso­
tros, *raer la maleza que cubre el terreno inculto, quitar los escachos.
3. Sobre el participio de *squal(i)dare se formarían los dos
primeros topónimos. El apelativo escachu así como el tercer topó­
nimo partirían, probablemente, de squati(d)u, con palatalización
de Ij (2).
(2)
Los top. gallegos y asturianos del tipo E s c a n la r (17 p. 601) a nuestro
entender tal vez podríato explicarse mejor partiendo de s c a n d u la o scandala
+ sufijo que de squalidus.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
3 95
Lat. *caimare < cremare.
1. Casa queimada: cerca de Drada. Se dice que en esta zona
existió una casa o cuadra que fue pasto de las llamas. A dicho lu­
gar alude el CME en sus comprobaciones p. 63 (lo cual indica que
tal «incendio» no es reciente) como «socasa quemada».
2. Queimada: prado de Bárzana.
3. Queimada: en Cuañana.
4. La Queimada: en Urria.
5. La Queimada: prado cercano al pueblo de Murías.
6. Tierra queimada: en Castru.
7. La Queimada sarga: en Taxa.
8. Las Quóimadas: en Visaunel.
9. Las Queimadas: zona sobre Las Envueltas (Sobia); se tra­
ta de unas franjas de pasto en medio de caliza que todavía anual­
mente son quemadas con objeto de obtener mejor pasto.
10. La Queimada: «granda» en términos de Torce.
Observaciones:
1. Todavía en nuestros días es frecuente (como hemos cons­
tatado en el top. 9) quemar zonas llenas de maleza para procurar­
se pastos más ricos. Esta práctica, habitual en Teberga como en
muchas otras zonas (18, p. 52) es la que ha originado la mayoría
de nuestros topónimos anteriores. Sin duda para el 1 debe pensar­
se que las causas del incendio fueron originadas por otros móviles
como por otro lado ocurre cuando los incendios forestales se pro­
ducen en los terrenos comunes. Cuando esto ocurre el vecindario, ge­
neralmente llamado a rebato por las campanas, acude a matar fueu
expresión que, por otro lado, se ha acuñado en la acepción de entainar o darse mucha prisa para algo.
2. Ni que decir tiene que nuestro apelativo queimar, queima
«quema», queimadura y los adjetivos presentes en la toponimia
no pueden explicarse desde cremare. Como Corominas sugiere pa­
ra el cast. quemar (DCELC s.u.) debe pensarse en el influjo del b.
griego para explicar los significantes desde *caimare (1, p. 267).
Lat. ustulata.
La ussada: franja de pasto en La Pena Sobia, a la izquierda de
Botorro ,de forma estrecha y alargada en zona rodeada completa­
mente por grandes extensiones de caliza. Según mis informantes,
396
X. LL. GARCIA ARIAS
frecuentemente se quemaba dicha franja para mejor aprove­
charla como pasto.
Teniendo en cuenta las circunstancias que se acompañan en la
descripción y observando que no hay razones fonéticas que se opon­
gan (19, p. 175) es por lo que proponemos relacionar nuestro to­
pónimo con el participio del lat. ustulare. Por otro lado los topó­
nimos portugueses Ucha, Uchada y los gallegos Vilouchada, Velouchada e incluso los castellanos Villoslada, según Piel, portarían la
misma palabra latina (6, p. 27; 7, p. 513).
Lat. (com)burere.
1. La hornada: finca rodeada de maleza en Parmu.
2. El busbeirón: arroyo de Cuña en una zona importante de
pasto («Bosmeiron» según el Cartulario del M. de Belmonte núm. 58,
año 1163).
3. Busbigri: «braña» de La Visa, entre Refuechas y La Brañeta.
4. Buscafríu: zona muy elevada, cerca de Cuevafrás, entre San
Xuan de Bolantes y Vixidel.
5. La Veiga bussaz: en términos de Torce, cerca de los pastos
elevados de L'Aguil.
6. Bustazuqui-Bustasuque: cerca de L'Aguil; pasto en zona
elevada.
7. Bustiesu: Zona elevada sobre Lus Cabrales en La Visa.
8. Bustiesu: pradera envallada en la «braña» de Campos en el
límite con terrenos de Taxa.
9. La fonti bustiesu: en Marabiu (Valdesantibanis).
10. Riu bustiesu: en Taxa; nace en La verde.
11. Bustiesu: zona entre Rie-su y Berrueño.
12. Bustiesu: en términos de Santianes.
13. Bustiesu: en Visanueva; prado con cuadra en zona elevada.
14. Bustiesu: pequeña loma en Fresneu.
15. Lus Bustantinos: pequeños prados junto a una «braña» en
Visanueva.
16. El picu busteras: loma en zona elevada en términos de
Torce.
17. Busper-Gusper: zona de monte y prado en Prau.
Observaciones:
1.
El topónimo 12 es, sin duda, el que aparece en Comprob.
en p. 112 «bustiello»; «Bostiello» en CMEs p. 2017. Por su parte
«bustiello» que aparece en CMEs p. 2098 hace referencia a un pra­
do en términos de Barrio y Cuña.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
397
En CDCO aparece «busto de Frenes», en documento de h. 1100,
precisamente al hablar de los términos del monasterio de Santianes. El L. del Codo (p. 130 y 153) alude a un viñedo llamado «busbetanes» y también «bustetanes» (p. 113).
Para el CMEs p. 1751 «la borronada» es una tierra en el paraje
llamado «Corrada nueva» en términos de Berrueño o Sorvisa.
2. Acerca de la etimología de los topónimos del tipo bus-, bustse ha discutido bastante y nuestra opinión se inclina del lado de
los que ven un seguidor del participio latino de (com)burere, (com)bustum. (1 p. 266). Todos los topónimos (a excepción del núm. 1)
encontrarían así explicación, en unos casos incrementados con un
sufijo de tipo diminutivo -éllu (núm. 7-14) y en otros como primer
elemento de un compuesto (2-6, 17). El núm. 15 presenta asimismo
una incrementación cuyo último componente quizá pudiera ser el
diminutivo -ín(os), a no ser que se trate de una deformación fónica
por *bustantigos < -antiguos y que sólo la documentación podría
aclararnos. Por otro lado el top. 16 presenta un sufijo que parece
colectivo.
3. Los datos que arroja nuestra toponimia se cifran casi exclu­
sivamente en la localización de los lugares que, en la mayoría de
los casos, alude a pastos situados en zonas elevadas, en zonas de
brañas; así los números 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 13, 15, 16.
El topónimo 11, sin embargo, muestra palpablemente que no
siempre la expresión Bustiesu se aviene a designar pastos en zona
elevada sino otros mucho más bajos, al igual que ocurre con los
del tipo braña como apuntamos más adelante.
En mi opinión es muy posible que en alguna época bust- y braña
fueran cuasi equivalentes diferenciándose, tal vez, el bustum por
su origen como pasto ganado a la maleza por medio del fuego. El
hecho de que bustum haya sido desplazado del léxico y braña per­
viva tal vez se deba a la concurrencia de queimada.
4. El topónimo del tipo 1, del que hay otras muestras en te­
rritorio asturiano (1 p. 268) debe ser relacionado con los apelati­
vos usuales borrón, borr{o)nada, aborronar como ya dijimos en
otra ocasión y su origen tal vez se halle en otra posible variante
fónica del participio de comburere, esto es *(com)burum con algún
posible cruce con otras palabras del tipo borra «parte más grosera
de la lana», ast. borrina «niebla», Teb. tar de gurriana «estar nu­
blado».
5. El top. 17 al menos es portador de un nombre de posesor
(4 p. 106).
398
X. LL. GARCIA ARIAS
6.
Es probable que debiéramos añadir a la lista: Gozmeirón,
«braña» de Parmu, muy próximo en la expresión al top. 2.
Guzmiana, «granda» de Urria plantearía un problema de género
de ser entendido el segundo término como continuador de medianam, aunque sea superable. Otro tipo de explicación llevaría a los
topónimos en -ana ya estudiados (4 p. 101).
Bostronche, zona llana en la parte de arriba de Visamaor.
Lat. vg. *ruptiare < ruptu.
1. La roza: en Urria.
2. La roza: camino de Drada.
3. La roza: en Cuña.
4. La roza: en La Visa.
5. Rozaper-Rozaperi-Rozapérez: prado de buena calidad en Visaunel; «rozapere» en DAT, año 1772.
6. Recescobal: castañar y prado en Fresneu; ««rezescobal»
DAT n.° 21, a. 17d.
7. R o z a p i q u e t e ~ Rocipiqueti: en Riesu; «luciopiquete»
CMEs, p. 1836.
8. Las rozas: prado junto a un monte en Fresneu.
9. La cueña la roza: camino dificultoso en Parmu.
10. Rozada: monte de gran extensión en Murías.
11. Rozada: barrio de Riesu por donde discurre un arroyo.
12. Rozada: barrio de Prau.
13. Rozada: zona de Bárzana.
14. Las rozadas: prados con un arroyo en Riesu.
15. La rozada: prado en Sorvi§a.
16. Rozadas: terrenos de Carrea cercanos a La Foxaca; nace
en ellos un manantial que surte de agua a la fuente principal del
pueblo y a los actuales depósitos de la traída de aguas.
17. El cantu rozadas: en Taxa.
18. Rozadas: fincas de Parmu que fueron ganadas al monte.
19. Rozadas: prados entre La Torre y Campos; no hay agua
en la zona.
20. Rozadas: en La Foceicha; por referencia a este lugar a los
terrenos de la parte superior se les denomina Sobrerrozadas.
21. El rozu: monte de Taxa en zona escasa de agua.
22. El castañeu del rozu: en los límites de Sorvi§a y Entrago.
23. El rozu: zona de «piornu» y «granda» en Parmu.
24. El rozu: en Urria.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
399
25. El rozu: prados junto a un monte en La Visa.
26. El rozu las xanas: en Riesu.
27. El rozu: en La Foceicha.
28. El rozu ardegaxu: «piornal» y terreno movedizo en La
Visa.
29. El rozu cadaboda: terreno con abundancia de helecho y
«piornu » en Vi§ar.
30. El rozón: zona de monte en Misiegos (Carrea-Fresneu).
31. El Rozón: en Torce.
32. El rozón: en Urria.
33. El rozadín: en Gradura.
34. Fonte roceichus: zona cercana a Redral donde se hace la
recogida de aguas que abastece al Tocóte de Samartín.
(Por su parte el Libro del Codo en su p. 137 alude «en villar lo­
co que dicitur Rozadiella», que no he podido localizar).
Observaciones:
1. Los apelativos teberganos que perviven en relación a estos
topónimos son los siguientes:
rozar: cortar la maleza de setos y cercados.
rozu: maleza/maleza rozada.
rozadura: maleza rozada.
rozón: guadaña corta y fuerte empleada para rozar.
2. Según Floriano en comentario a un pasaje del Libro Regis­
tro de Courias relativo a roza afirma: «es desde muy antiguo la
operación mediante la cual se limpia una tierra de matas y hierbas
inútiles para ponerla en cultivo; lo que estaba por rozar era equi­
valente del antiguo squalido y rozar viene a sustituir al viejo ver­
bo scalidare que a la sazón en nuestro códice ya aparece raramen­
te en los documentos; roza es, pues, un terreno que se limpia para
el cultivo y se sigue llamando roza aun después de estar limpio y
cultivado» (20 p. 52, p. 332, p. 340; 18).
Indudablemente nuestros topónimos ofrecen por su variación
genérica la posibilidad de que el terreno no siempre se dedicaba a
cultivo (tierra) sino a prado.
3. En cuanto a su etimología ya nos hemos manifestado a fa­
vor de la que parte del participio de rumpere, ruptu, sobre el que
analógicamente se formaría un verbo *ruptiare (1, p. 269).
El top. 34 presenta, indudablemente, un sufijo -icülos.
400
X. LL. GARCIA ARIAS
Lat. vg. uéculum (DCELC s.u. viejo).
1. El prau brañaviecha: entre Campie§u y Saníianes.
2. La moriera viecha: terrenos comunales hoy invadidos por
la maleza en Entrago.
3. Braña viecha: en Torce.
4. La Viña viecha: «pumarada» en Munticiesu.
5. Viechus: prados cercanos al pueblo de Carrea; hasta hace
unos 30 años se trabajaban como tierras de cultivo; «viejos» a.
1691, DAT n.° 29...
6. Viechus: prados de Fresneu, hasta hace unos años trabaja­
dos como tierras de labor.
7. Vasiviechu: en la parte inferior de Campos; fueron terre­
nos de cultivo hasta hace poco tiempo.
8. Valduviechu ^ Valdiviechu ~ Valdiviexu: en La Visa.
9. La viecha: prado de Fresneu en los confines de una zona
peñascosa.
10. El covachu la viecha: en Gradura, en el camino que comu­
nica con Entrago.
11. Fontiviecha: prados de Prau («fonte vieja» en Comprob.
115).
12. La currida viecha: lugar de tránsito de ganado en la Bra­
ña de Torce.
13. Camín vieju: el que unía Samartín con Valdesampedro.
14. El camín vieju: el que unía Samartín y Entrago. Su nom­
bre, lo mismo que en el top. 13, debe entenderse en contraposición
a la mucho más moderna carretera.
Lat. nouum.
a. Prau nuevu: en Campiesu.
b. El prau nuevu: en Parmu.
c. El prau nuevu: en Parmu: diferente del n.° b.
d. El prau nuevu: en Sorvisa.
e. Prau nuevu: en Murías.
f. Prau nuevu: en Visanueva.
g. El prau nuevu: en Carrea; CMEs p. 1693, 1711; DAT n.° 10,
a. 1683.
h. El prau nuevu: entre Riesu y Muntciesu.
i. Prau nuevu: en Cansinus; «prado nuebo» CMEs p. 1979.
LA ORGANZACION DEL ESPACIO AGRARIO
401
j. El nuevu: prado de Fresneu; «prado nuevo» DAT año 1699,
n.° 21; DAT 1701.
k. Las nuevas: tierras y prados de La Foceicha.
1. El camín nuevu: en Urria.
m. Fontinueva: en La Pena Sobia.
n. Fontinueva: lugar cercano a Barrio donde hay dos fuentes,
una de las cuales lleva este nombre,
ñ. Braña nueva: en Parmu.
0. La carril nueva: en Urria.
p. Visanueva: pueblo de Valdecarzana que aparece documenta­
do «Uilla noua de Carzana» en s. XI, CDCO n.° 118 (cfr. 21, p. 52).
q. Visanueva: fincas cerca de Viescas (Prau); «Villanueva»
Comprob. 111.
r. La casanueva: barrio de Murias.
s. La casanueva: barrio de La Plaza.
Observaciones:
1. El criterio cronológico es el que subyace en la oposición lé­
xica actual nuevu/viechu (1, p. 270). Dicho criterio es perceptible
en la mayoría de nuestros topónimos donde aparecen los continua­
dores de véculu y nóuum en función adjetiva o nominalizados. En
todos ellos es fácil ver el tipo de finalidad cronológica. En algunos
casos el tipo de oposición se refiere a la época antigua o más re­
ciente de la conversión de terrenos baldíos en otros aprovecha­
bles; así 1-7, 9, a-k, ñ; en el resto de los casos subsiste la referen­
cia cronológica pero sin fijarse en aspectos relativos a la explota­
ción de la tierra; de este modo 11, m, n por un lado, 12, 13, 14, l, o,
por otro, p, q, r, s son claras referencias a la cronología de las fuen­
tes, vías de comunicación o viviendas. En cuanto al n.° 8 dudo acer­
ca de si debe ser entendido según 1-7 o bien si es portador de un
nombre de posesor. En cuanto al 10 también resulta difícil hallar
una interpretación del todo adecuada, aunque sospecho que no se­
ría aventurado pensar en su relación con alguna leyenda o creencia
popular.
2. Actualmente también se emplea el término anovar «hacer
una corrada en terreno comunal para disfrute privado», anovau,
anovada «terreno acotado en zona comunal para convertilo en
aprovechable para disfrute privado».
Con tal sentido es posible que se expliquen los siguientes topó­
nimos:
402
X. LL. GARCIA ARIAS
a. El cantu lus noalis ~ el cantu lus novalis: zona de S. Salva­
dor junto a la carretera que conduce a Carrea, con prados de ma­
la calidad.
b. Lus noalis ~ lus novalis: franja de pradera en S. Salvador
con nogales en la zona.
c. Las novales: actuales prados de Torce situados en una loma
donde hay nogales.
«El adjetivo noualis se usaba entre los romanos principalmen­
te para designar el barbecho, 'ager noualis’, pero era aplicable tam­
bién a toda tierra yerma o nueva en una clase de cultivo» (7, p. 509).
En Asturias noval además de aplicarse a la tierra que se acaba de
desmontar se empleó también para aludir a las viñas recién planta­
das (9, p. 311; 1, p. 271).
Es difícil, en consecuencia, precisar con toda exactitud qué sen­
tido convenga a cada uno de nuestros topónimos pues la documen­
tación examinada sólo nos ha permitido constatar como posible­
mente referido al top. b «dos para jas en los nobales» (DAT año
1694). No parece del todo aconsejable, por otro lado, pensar en
una alusión a los productores de nueces ya que en Teberga se de­
nominan, al menos en la actualidad, noceus, aunque, ciertamente,
aparecen tales árboles como nombre común en documentos rela­
tivos al concejo con el nombre de noales al lado de nogal (DAT n.°
24, año 1701).
Lat. pressam + oriam.
Presorias es una zona situada entre S. Salvador y La Foceicha.
Se trata de un amplio paraje que comprende prados y montes. A
él aluden algunos documentos medievales, como uno de 1122 que ha­
bla del «monasterium Sancti Vincenti de Personas» (CDCO n. 143;
C. Cornellana, a. 1124). En 1162 se cita también la zona: «Sub preso­
rias, uilla prenominata in Quintanela...» (C. Belmonte, n.° 54). En
1163 también el cartulario de Belmonte cita dos veces el lugar
«... et cum sua directura de Presorias... deinde per Pando de Pressorias...» (C. Belmonte, n.° 58).
Observando tales documentos se deduce la existencia de un mo­
nasterium en la zona, dedicado a S. Vicente y que, sin duda, podría
guardar su recuerdo la toponimia cuando, en el paraje, constata­
mos la existencia de un terreno que lleva el nombre de El pozul
ministeriu (adaptación de monasterium) y de otro referente a unos
prados, el de San Vicente.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
403
Por otro lado la alusión a la directura de Presorias nos está in­
dicando, con toda probabilidad, que la zona fué tomada o apresa­
da en épocas precedentes. Sin duda tales derechos de apropiación
les fueron concedidos a los monjes pobladores del monasterium:
se trata, sin duda, del derecho de presuria que se concedía a los
pobladores o colonizadores de determinados territorios en la Edad
Media.
Lat. térram.
1. La tierra las arbechacas: en Taxa.
2. Las tierras de la Capilla: en La Visa.
3. Tierra queimada: en Castru.
4. Las tierras de la pita: zona de Murias donde suelen reunir­
se los cuervos.
5. Tras de las tierras: en Parmu.
6. La terrona: en Rimaor.
7. La terrona: en La Visa.
8. La terrona: en Parmu.
9. La terrona: en Infiesta.
10. La terraza: tierra entre Riesu y Berrueño.
Lat. hórtum.
1. La campa la huerta: en Campiesu.
2. Ente las uertas ~ enti las uortas: en Murias.
3. La reguera la güerta: en La Foceicha.
4. El prau la güerta: en Murias.
5. Su la uerta ~ so la uerta: prados de La Torre/prado de
Carrea.
6. El güertu San Pedro: en Visamaor, en la zona media del
pueblo.
7. La güerta del polu: en Medión.
8. La uerta maruxona: en Prau.
9. La. uerta’l cura: junto a la iglesia de La Plaza.
10. El uertu'l diablu: terreno difícil y accidentado en términos
de S. Salvador ,donde empasona el oso.
11. El uertu'l diablu: en Funfría.
404
X. LL. GARCIA ARIAS
12. La cueva uerta: en términos de Fresneu, a orillas del río,
muy frecuentada por los espeleólogos; la cuesta cercana se deno­
mina La Cuesta uerta.
13. El cantu la uerta: en Bárzana; se recuerda la existencia de
la huerta.
14. La uerta la ponte babia: en Parmu.
15. Las uertas: en La Foceicha.
16. Las uertas d'Albertu: en Fresneu.
17. Las uertas (d'arriba, d’abaxu): en Campiesu.
18. Las uertas grandes: en Campiesu.
19. La uerta’l mulín: en La Plaza.
20. Las uertas: en Taxa.
21. Las uertas: prado de regadío en Munticiesu.
22. Lus uertus: en Bisamaor.
23. Las güertonas: en Bárzana.
24. La ortona: en Urria.
25. La ortona: en Torce.
26. La bortona: en Campiesu.
27. La ortona ~ la bortona: tierra grande en Munticiesu, jun­
to al 21.
28. 'L ortón: en Visar.
29. ’L ortón: en Medión.
30. 'L ortál: prado de Munticiesu.
31. La caleichal ortal: barrio de Torce.
32. La ortica: zona de Visanueva abundante en ortigas.
(33. «La tempa del hortal» según DAT n.° 3, año 1698 en S. Sal­
vador).
(34. «ortina» en Bárzana? según Comprob. p. 95, 107).
La totalidad de nuestros topónimos pueden explicarse según el
léxico tebergano actual donde tierra designa el terreno cultivable
de secano mientras (g)uerta-(g)uertu alude a la tierra, mayor o me­
nor, que se encuentra en las inmediaciones de la casa; por lo ge­
neral las dimensiones de la tierra son más considerables. Güertu
significa también peoueña porción de pasto entre maleza.
Lat. uervactum.
Aunque en la actualidad no es práctica habitual el reservar al
descanso determinadas tierras de cultivo, el hecho de que se re­
cuerde en el léxico el término barbeichu y haya dado nombre a al­
guna posesión es señal inequívoca de antigua implantación:
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
405
1. El barbeichu: prados de Sorvi§a documentados en CMEs,
p. 1685, 1769, 1781.
2. El bcirbechu: finca de Visamaor cercana al pueblo; Comprob. p. 66, 68.
(3. «varvechas» aludido frecuentemente en el L. del Codo, sin
duda zona de viñedo, p. 116, 119, 125, 131, 132, 133, 137, 151, 152,
154, 155, 158, 159).
Célt. *séncira.
1. La senra: prado de mediana calidad en Bárzana.
2. La senra: en Vixidel.
3. La senra: pequeño prado de Urria.
4. La senra: «curtinal» de mediana calidad en Campie§u.
5. La senra: prados de excelente calidad en Barrio.
6. Veiga senra: prado grande y de buena calidad en Cuña;
«vega de senrra» en CMEs. p. 2015; «vega de senra» CMEs p. 2084.
7. La senra: tierras de buena calidad en Cansinos.
8. La senra: antiguo «curtinal» de buena calidad en Taxa.
9. La senra: terrenos de buena calidad junto al Machuelu, Entrago.
10. La senra: prado bueno y de regadío en Murias; «la senra»
Comprob. p. 62.
11. La senra: prados de notoria extensión y calidad en La
Torre.
12. Tardesenra: fincas tardías en La Vi§a.
13. Senriesa ~ sinriesa: prado de buena calidad en Cansinos.
14. Senrín: en Urria.
15. Sonralín: pradera en Visamaor; «senrralin» en Comprob.
p. 71.
Ya hemos aludido a la etimología propuesta por Corominas y
otros (1, p. 278; 22, p. 480) que ha de ser el céltico *sénara con
acento proparoxítono a diferencia de la voz gallega seara, que ha
de partir de una variante oxítona.
En el plano de la expresión observamos la incrementación por
sufijos en 13, 14, 15 (éste doblemente incrementado) con un sen­
tido diminutivo. En cuanto al n.° 15 la vocal deuterotónica se ha
abierto por influjo de la nasal, favorecida su interpretación popu­
lar por la terminología religiosa; de todas maneras la documen­
tación nos ahorra posibles interpretaciones equívocas.
406
X. LL. GARCIA ARIAS
Lat. aream.
1. La era: prados de Taxa con castaños.
2. Cantu la era: en Visanueva.
3. La era: tierra de Visaunel rodeada de castaños.
4. La era: «piornal» de Urria de terreno no llano.
5. Cantu la era: en La Visa; llano situado a cierta altura.
6. Tendelera: fincas de La Torre.
7. Lus eirus: terrenos de Vi§anueva, pendientes, en el límite
con Campos.
8. Lus eirus: «campas» pendientes y secanas en Visamaor.
9. Las tempas d'eirus: en Vixidel.
10. Su lus eirus: zona en el camino de San Xuan en el lugar
denomina El Purtiesu.
11. ’L airuelu: tierras en la parte de abajo de Sorvisa («airuelo» CMEs, p. 1873).
12. El váldeirál: finca envallada en Drada.
Observaciones:
1. Sin duda los apelativos usuales en Teberga podrían expli­
car desde el latín aream la mayoría de nuestros topónimos: era
semillero/lugar llano, cercano a la corra donde se machan los eri­
zos almacenados en aquélla durante un tiempo. Sin duda en otras
épocas era designaba extensiones de terreno llanas más amplias
que las actuales, como todavía pervive en castellano. Pero que el
uso de una variante masculina debe de ser antiguo nos lo mostraría
la documentación medieval asturiana: «in tuo ayro» se lee en el car­
tulario de S. Vicente en 1046 (cfr. 35, p. 89).
2. Desde el punto de vista fonético encuentro más difícil de
explicar los topónimos masculinos aunque supongo han de tra­
tarse de antiguos signos formados analógicamente gracias al ren­
dimiento funcional del género para referirse a la extensión. Cierta­
mente que no sería del todo rechazable partir del latín agrum,
también cercano en el plano del contenido, pero la presencia de
topónimos del tipo ar- parece desaconsejarlo. Por otra parte el
top. 11 indica un caso más de vacilación entre otros que pueden
señalarse del diptongo secundario y dicho topónimo en modo al­
guno debe confundirse ni relacionarse con el apelativo usual airue­
lu «alboroto, algarabía». El n.° 12 parece hacer referencia, por su
sufijo, a un conjunto de eiros, tal vez a un verdadero cortinal.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
407
Lat. a(g)rum.
1. 'L almouru ~ 'L armou.ru ~ ’L álmoure: tierras entre
Munticiesu y Las Veigas, denominadas también Lus Bayus.
2. 'L almouri: prado de campos de terreno «caliar»; proba­
blemente es el documentado en L. del Codo, p. 127 y 152, como
«Armori».
3. 'L arabil: prados cercanos a Riesu en Palombar; es terre­
no casi llano y de regadío, con un arroyo en sus inmediaciones
«aravil» en CMEs 2011.
4. Aragusti: tierra, prado y castañar en Castru; carece de agua.
5. ’L aratán: tierras en el «curtinal» de Sorvisa; doc. «Aratan» CMEs, p. 1622, 1631, 1647...
6. Arvidal: antiguo «curtinal» de Sorisa; «arvidal» CMEs 1645,
1835, 1838, 1689...; «ervidal», «hervidal» CMEs 1653, 1654, 1655,
1656, 1661...
7. Ardante: prados en el límite de Gradura y Prau; «ardante»
Comprob. p. 54, 87, 91, 93...; DAT n.° 25 a. 1649.
8. ’L ardatán ~ 'L argatán: prado de Santianes; «ardatan»
Comprb. p. 56, 75, 102, 124.
9. Ardongu: prado en el antiguo «curtinal» de Cansinos, de
buena calidad; «ardongo» DAT n.° 14, a. 1689.
10. Ardongu: prado en la parte superior de Campos de no bue­
na calidad.
11. Argudín: prado de Cuña.
12. Vasargudín: prado no alejado del anterior junto a Las
Muelas.
13. Argudu: prado en el «curtinal» de Campiesu; «argudo»
DAT n.° 12, a. 1668; Comprob. p. 117, 128.
14. Artálenti: tierras de Parmu.
15. 'L arguntín: prado de Visanueva.
16. Argudín: prado y «campas» alargadas en Gradura.
17. Armatu: «curtinal» de buena calidad en Fresneu; en sus
confines se eleva una roca, «armalo», DAT n.° 24, a. 1673; DAT n.°
37, a. 1708.
18. Armaxor ~ Armaxori: fincas de La Visa; probablemente
«Armayor», L. del Codo, p. 117, 125, 127, 145, 150, 156, 160.
19. Aramontes: prados y castañar cercanos a La Torre; «Pe*
tri Gonsalvi de Aramontes», L. del Codo, p. 122.
20. Las arriesas: fincas con fuentes en Torce.
408
X. LL. GARCIA ARIAS
21. Las arriesas: pequeñas franjas de pradera en una peña de
Parmu.
22. 'L areixón: prado de Infiesta; «llama del Araijon» Comprob. p. 82.
Observaciones:
1. Acerca de la etimología de los topónimos del tipo ar- ya he
planteado la discusión en otra ocasión precisamente en relación
con los que presentan una expresión era, eiru, por lo que no con­
vendría reproducirla de nuevo (1, p. 272). Del mismo modo ya he
hecho referencias en otro trabajo anterior a los topónimos que
son portadores de un antropònimo tanto en Teberga (4, p. 103)
como en otras partes de Asturias ( 1, p. 208-209).
2. El problema mayor desde el punto de vista interpretativo
lo plantean los topónimos 18 al 22: Aramontes porque tal vez po­
dría ser interpretado también desde un compuesto de acra 4- montis; los del tipo arriesas porque, de ser un diminutivo de agrum,
habría que pensar en una explotación semántica de un femenino
analógico al mismo tiempo que justificar el paso [r ] < [r]. El to­
pónimo 22 tal vez pudiera tratarse de un diminutivo en -iculum.
Lat. pratum.
1. El prau Antón: en La Foceicha.
2. El prau abiertu: en Parmu.
3. El prau d'Anxelín: en Bárzana.
4. El prau del machu: en Fresneu; en la actualidad pasta fre­
cuentemente en él un mular.
5. El prau del rei: en Munticiesu.
6. El prau del ríu: en S. Salvador.
7. El prau d’enti la iglesia: en Prau.
8. Prau: pueblo de Valdesantibanes; «Prado» en L. Codo, p.
123; «P. Rubei de Prado» en L. Codo, p. 129.
9. El prau nuevu: en Carrea; «El prado nuebo» CMEs p. 1693,
1711; DATn.0 10, a. 1683.
10. El prau la fonte: en Carrea; hay un pequeño «fontán» o
abrevadero.
11. Praudongu: en Marabiu (Valdesantibanes); «pradodongo»
que pertenece a esta capellanía (del Santo Cristo) y se halla incul­
to por naturaleza» (Comprob. p. 135).
12. Prau el serón: en S. Salvador.
13. Prau corral: en Carrea; era el llamado Corral concechu.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
409
14. Praucura: en Carrea, junto a La Foxaca.
15. Prau la fonte: en Visaunel.
16. Prau la casa: en S. Salvador.
17. El prau (-d'arriba, -d’abaxu, -del mediu) en Campiesu.
18. Prau’l monti: en Torce.
19. Prau la torre: en S. Salvador.
20. Prau mediu: en Carrea.
21. Prau Bartuelu: en Carrea.
22. Prau la veiga: prado llano y de buena calidad en Parmu.
23. Prau Beneitu: en Riesu, con saúco en sus esquinas.
24. El prau la verde: en Taxa; hace referencia a la cordillera
La Verde.
25. El prau braña viecha: entre Campiesu y Santianes.
26. Prau Vicenta: en Santianes.
27. Prau Vicenti: en Visar.
28. El prau la braña: en La Foceicha.
29. El prau la burra: en Torce.
30. El prau la faya: en Visanueva.
31. El prau la fonte: en La Foceicha.
32. Prau la fonte: en Visar.
33. Prau la fonte: en Vixidel.
34. El prau'l fornu: en Cansinos.
35. Prau del tres furniesu ~ prau de tras furniesu: en Valde­
carzana.
36. Prau Galán: en Gradura.
37. El prau'l gordu: en Visamaor.
38. El prau las grachas: en Carrea; en él se reúnen con fre­
cuencia estas aves.
39. El prau grande: en Parmu.
40. Prau la giXerta: en Murías.
41. El prau cabu: en Infiesta, junto a un arroyo.
42. Prau'l cáleiru: en Vixidel, con abundancia de piedra.
43. Prau Campiesu: en Taxa.
44. Prau capesán: en Visamaor; fue pertenencia de la iglesia.
45. Prau la capilla: en Fresneu.
46. Prau caranga: situado entre un río y castañar en S. Sal­
vador.
47. Prau lus carbachus: en Samartín.
48. El prau la cárcel: prado llano a orillas del río, en Samar­
tín.
49. El prau'l carrancu ~ el prau'l garrancu: en La Plaza.
50. Prau la casa: en Parmu.
410
X. LL. GARCIA ARIAS
51. Prau caseirus: en Visamaor.
52. Prau la cor ti: en Vixidel.
53. Prau de las cortes: prados en los que hay frecuentes co­
rrimientos de tierra en Medión.
54. Prau la corrada: en Visaunel.
55. Prau cuña: en S. Xuan.
56. Prau de samas: solano y con algún lodazal en Prau.
57. Prau sanu: en Drada.
58. Prau la sera: en Campiesu; tiene abundancia de glera.
59. Prau subisón: perteneció a un vecino así apodado, de pocas
luces intelectuales y gran estatura; indudablemente subisón es el
aumentativo del nombre autóctono suvís o suvisu o suís en rela­
ción etimológica con Ludovicus.
60. Prau suengu ~ prau songu: en la «moriera» de La Visa.
61. Prau Marixastri: en Fresneu; fue, Marixastri, personaje
conocido.
62. Prau Santamaría: en Entrago, en zona de «granda» y casta­
ño, en la parte superior de Las Paradiesas.
63. Prau’l mediu: en Vixidel.
64. Prau Melchor: en Vixidel.
65. Prau lus mozus: en una «braña» de Parmu.
66. El prau'l mulín: en Parmu; todavía puede verse el moli­
no a que hace referencia.
67. El prau mulín: en La Foceicha; hay molino.
68. Prau la osa: en Vixidel, cerca del pueblo.
69. Prau la nisal: en Visaunel.
70. Prau soldau: en Bárzana, hoy prácticamente abandonado.
71. Prau nuevu: en Campiesu.
72. Prau nuevu: en Parmu.
73. Prau nuevu: en Parmu, distinto de lanterior.
74. Prau nuevu: en Sorvisa.
75. Prau nuevu: en Murías.
76. Prau nuevu: en Visanueva.
77. Prau nuevu: en Cansinos.
78. Prau nuevu: en Munticiesu, bajo La Granda las Quintanas.
79. Lus praus palacius: prados llanos entre Samartín y Las
Veigas.
80. El prau la paré: en Parmu.
81. Prau Paulón: en Fresneu; tiene forma alargada.
82. Prau Pedru: en Riesu.
83. Prau pequenu: en Parmu.
84. El prau pintu: en Murías.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
411
85. El prau piricu ~ el prau piricón: en Visaunel.
86. Prau Piríz: prado pendiente accidentado y sin piedra.
87. Prau preu: en Vi§anueva; no hay perales.
88. Prau redondu: en Bárzana; todavía en la actualidad tiene
esta forma.
89. Prau de Veigarribera: a orillas del río en Santianes.
90. Prau riondu ~ praurreondu: en La Visa.
91. Prau ríu: en Cansinos.
92. Prau 7 salgueiru: en Vixidel, en zona de «Salgueiros».
93. Prau de San Juan: en Santianes; perteneció a la iglesia.
94. El prau socasa: en Medión.
95. So'l prau: en Berrueño.
96. El prau las uveichas: en La Foceicha.
97. El praul xatu: en La Foceicha; es muy pendiente.
98. Prau Juana: en La Foceicha.
99. Prau la xubida Pepe Sabelona: subida difícil en Prau.
100. El prau cimeiru: en Visaunel.
101. El prau'l auteiru: en La Foceicha.
102. El praul auteiru: en Infiesta.
103. El pradacón: en Entrago; perteneciente a HULLASA don­
de almacenaban carbón; «pradacon» en Comprob. p. 47.
104. El pradechón: prado grande y de buena calidad en Fresneu.
105. El pradón: en La Plaza.
106. El pradón: en Urria.
107. Cantu pradón: en Parmu; por relación al llamado Pradón.
108. El pradón: en Santianes.
109. Los pradones: prados de grandes dimensiones en Samartín junto a La Favorita; «los pradones» Comprob. p. 37.
110. El praducu: en Torce.
111. El praducu: en Visamaor.
112. El praduz: en Gradura; tal vez «pradun» en Comprob.
p. 101.
113.
114.
115.
116.
117.
118.
119.
120.
121.
El pradín: en La Madrada, La Plaza.
Lus pradinus: en Riesu.
So’l pradín: en Drada.
La pradera Gabinu: en Drada.
La pradera: pastos entre Visaunel y Cansinos.
La pradera: en Murías.
La pradera: en Berrueño.
La pradera: en Campos.
La pradera: en Castru.
412
X. LL. GARCIA ARIAS
122. La pradera: en Vixidel.
123. El pradal: prado de gran dimensión en Prau; Comprob.
p. 109.
124. Lus pradalis: en Vixidel.
Laí. campum.
1. La campa: barrio de Prau.
2. La campa: barrio de Entrago.
3. La campa: barrio de Vi§amaor.
4. La campa: en Visanueva.
5. La campa: en Vi§anueva.
6. La campa'l flairi: terreno llano en Fresneu.
7. La campa'l freisnu: en Sobia.
8. La campal carrizu: en Fresneu.
9. La campa Elín: prados de Bárzana.
10. Las campas: en Redral.
11. Las campas: en Cansinos.
12. La campa'l morteirón: sierra de Fresneu.
13. La campa: en Visar.
14. La campa la faya: en Fresneu.
15. La campa la cruz: a la entrada de Sobia por Las Envueltas.
16. La campa la huerta: en Campiesu.
17. La campa la zamarra: lugar resguardado y con abundan­
cia de piedra en Fresneu.
18. La campa murías: en Fresneu.
19. Campar redonda: en La Pena Sobia.
20. Camparrión: en Urria; tierras de un «curtinal».
21. Las campas: en Fresneu.
22. Campas sargas: en Sobia.
23. La campa la carfizal: en la «braña» de Santianes.
24. La campa’l argaxu mayor: en Entrago.
25. La campa’l vasín: en Cansinos.
26. La campa'l escobal: junto a El sombu'l Castiesu, bajo La
Pena Sobia.
27. Campaformosa ~ Campafermosa: terreno accidentado en
la parte superior de La Pradera Cansinos.
28. Campa granda: en Visanueva; hay «granda» en la parte
superior.
29. La campa'l caleiru: en Entrago.
30. Campas del carbachu: en Riesu.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
413
31. Las campas del cléricu: junto a la iglesia de Visamaor.
32. La campa lus corredoris: campa de Marabiu por donde pa­
sa el camino.
33. La campa la cruz: en la «braña» de Bárzana; se trata de
una cruz grabada en una piedra en el deslinde con Tameza.
34. Campa cuadrada: en Entrago; así denominada por refe­
rencia a Cuevacuadrada.
35. El curtiríal las campas: en Prau.
36. La campa la curtiría: zona de antiguas tierras en Visanueva.
37. La campa'l mesqueiru: en la zona de Piedra Furada, Carrea-Fresneu.
38. Campa ordiales: pasto comunal en Riesu.
39. Campar redonda: en Vasinaciega, junto a Caldeirosa, En­
trago.
40. Camparredonda: en Medión.
41. Camparredonda: en La Foceicha; tiene forma redonda.
42. La cam pal ríu: en Gradura.
43. La campa’l tartüsu: en Entrago.
44. Campa de xistrales: en Parmu, en zona de cuevas.
45. Campu cuevarrubia: en términos de Fresneu.
46. El campu: en Rimaor.
47. El campu: en la «braña» de Santianes.
48. La pena'l campu: en Visamaor.
49. Campos: pueblo de Valdecarzana; «J. Roderici de Cam­
pos», L. Codo, p. 144, 152; «G. Roderici de Campos», p. 115; «Cam­
pos», p. 153.
50. Valdecampus: cerca del pueblo de Campos, las tierras de
la parte inferior.
51. Enticampus: en Gradura.
52. Valdelcampu: zona casi llana en la parte superior de Berrueño.
53. Val de lus campus: en Bárzana.
54. Veigaicampu: prado y pasto comunal en Carrea.
55. Canal de campus: «vasina» de unos 100 m. de ancho en di­
rección a la Pena Sobia, en términos de Entrago.
56. El campu'l mercau: lugar donde se realizan las ferias del
concejo, en La Plaza.
57. El campal: barrio de Riesu junto a la plazuela de delante
de la iglesia.
58. El campal: prado de La Visa.
59. El campal: tierras de Taxa.
60. El campal d’abaxu: barrio de S. Salvador.
414
X. LL. GARCIA ARIAS
61. El campal d'arriba: barrio de S. Salvador.
62. El campón de la pena: en Urria.
63. El campón: prado llano y cuadrado, pequeño, en Munticiesu. No es de regadío.
64. Lus camportis: entre La Plaza y Visar.
65. Lus camponis: en Bárzana.
66. Los compones: en Entrago.
67. La campona: terreno de regadío en Campos.
68. La campona: zona del «puertu» o «braña» de La Foceicha.
69.. La campona: en Gradura.
70. La campona: En La Torre.
71. La campona: en Samartín.
72. La campona: en Urria.
73. La campona: finca de Cuña.
74. La campona: en Sobia; en El puertu d’Abaxu.
75. La campona: en Santianes.
76. La campona: en Fresneu.
77. La campueta: en La Torre.
78. La campueta: en Rie§u.
79. Prau campiesu: en Taxa.
80. Campiesu: pueblo de Valdesantibanes; «Campello», C. Belmonte, n.° 27, año 1152.
81. Campiesu: «campera» rodeada de peña en Fresneu.
82. Subri Campiesu: zona en la parte inferior del pueblo de
Campiesu.
83. El sanu la campiesa: explanada en Torce.
84. Campizus: fincas de secano en Barrio; CMEs p. 1874, 1881,
1944, 1977.
85. Las campizas: tierra de Visamaor; «Campizas» Comprob. p. 69, 72.
86. Las camperonas: en Piedraxueves (Valdecarzana).
87. Las camperizas ~ Las camperices: en Parmu.
88. Cansinos: pueblo de Valdecarzana.
Lat. témpus.
1. Las tempas: prado de Bárzana.
2. Las tempas d'eirus: en Vixidel.
3. La tempona: «campa» de Vixidel.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
415
Lat. parare.
1. La para: prados de Fresneu.
2. Paraxas: fincas en un pequeño valle de Visar; son de mala
calidad.
3. La paraxina: pequeña tierra de Murias.
4. Paraxinas: «campas» en un terreno pendiente en Santianes.
5. Paraxinas: en Funfría, en zona bastante elevada.
6. Las paraxinas: pequeñas franjas de terreno dedicadas a cul­
tivo en Castru.
7. El paraxu: «pumarada» de Medión de terreno muy pen­
diente.
Lat. pastionem.
La pación: prado excelente con hierba abundante y verde du­
rante todo el año, en Parmu.
Lat. pascuum.
1. El pascón: finca de ínfima calidad en Campos.
2. El pasquín: prado de mala calidad y terreno accidentado
en Medión.
Lat. *ueraniam.
1. La braña la veiciesa ~ La braña la vaiciesa: perteneciente
a Visar-Campos. Está situada en zona elevada si bien hay numero­
sas zonas envalladas; está en los límites de San saurienzu, Taxa y
Somiedo; se divide en dos partes: -d'arriba, -d'abaxu.
2. La braña ventana: en el Puertu Ventana, en términos de
Parmu.
3. El prau braña viecha: entre Campiesu y Santianes; «braña
vieja» en Comprob., p. 94 y 97.
4. Braña viecha: antigua «braña» en términos de Torce.
5. Brañartera ~ Brañortera: en Campos; a gran altura y cer­
ca de San saurienzu.
6. La braña’l acebu: en términos de Visamaor y Santianes.
7. La fonte la braña: en Fresneu.
8. La braña las cadenas: en Parmu; dice el verso popular «la
braña las cadenas nun la pasean chavales / la pasean bonus mozus
cun carabina y puñales».
9. El cantu la braña: en San Xuan; en esta zona había una
capilla dedicada a este santo en la que anualmente se celebraba
una romería.
10. Brañasadrona: en Funfría, en los límites de Cuña y Torce.
11. Braña mayor ~ braña maor ~ brai maor: en Valdesantibanes, junto a Marabiu; «brañamayor» Comprob. p. 55, 94, 99.
X. LL. GARCIA ARIAS
416
12. Braña Sansope: en términos de Entrago.
13. Braña milana: en Parmu, en lugar frecuentado por el uro­
gallo.
14. Braña mormalu: en San Salvador en zona donde abunda
la piedra suelta y el «regodón». Es probable que se trate del mismo
lugar que da nombre a la llamada veiga momalu o veiga umalu en
Funfría, junto a Cuevafrás.
15. Braña moneada: prado y monte con cuadra, sin peña, en
Prau.
16. Braña murías: en Prau.
17. Brañanueva: en Parmu.
18. Braña las prendadas: zona de buen pasto en La Pena Sobia.
19. Braña la rebesada: en Vixidel.
20. Braña refuexu: en Parmu en terreno pantanoso y envallado; por referencia al lugar: La Conca Reifuexu.
21. Braña siniestra: en una veiga de forma redonda en Sobia,
a la izquierda de 'L Estoupu.
22. La braña lus buéis: en Funfría.
23. La brañal camín: en términos de Carrea; se trata de un
prado con cuadra a orillas de un camino y de terrenos comunales;
estos pastos no están a gran altitud si los comparamos con las «brañas» de los puertos.
24. El cuetul brañuetu: en Parmu.
(25. Según Comprob. p. 102, 107 hay una zona en Valdesantibanes denominada «el brañueto»).
Observaciones:
1.
Fundamentalmente los terrenos dedicados al pasto y siega,
praus, se encuentran, aunque no exclusivamente, en altitudes no
excesivamente elevadas en relación a la situación de los pueblos.
En zonas más altas a las que se accede en épocas de clima benigno
están las brañas; mientras que los praus son, generalmente, pro­
piedad privada, manifiesta por medio de diversos tipos de cierres
o señales delimitativas, las brañas suelen ser pastos comunales (aun­
que cabe que en alguna circunstancia y época se hayan reservado
para disfrute privado determinados espacios) aprovechados funda­
mentalmente por ganado vacuno y caballar aunque no falte el la­
nar e incluso cabrío.
En el momento presente el número de prados ha aumentado
extraordinariamente merced al abandono de las tierras cultivables
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
4 17
en beneficio del pasto y producción de heno. Los prados pueden
llevar determinados nombres según se atienda a su calidad ínfima
(pascones), a su modo de apropiación (acuchíus, foscones, si son
ganados al terreno comunal), o a alguna otra característica como
tamaño, disposición del terreno sin accidentes dignos de conside­
ración (campón, campa, para, paraxa)...
2. Desde el latín pratum se explica no sólo prau sino los ape­
lativos emparentados pradera, pradal, pradería... En la toponimia
perviven bien los directamente derivados de la citada expresión la­
tina (1-102), bien los incrementados con diversos sufijos -acu (103),
-ucu (110-111), -ón (103, 109), -achu (104), -uz (112), -m (113-115),
-era (115-122), -al (123-124); en algunas ocasiones aparece un doble
incremento (103, 104).
3. Partiendo del latín campum, apelativo que designaba a la
llanura por oposición a la montaña según Ernout-Meillet (cfr. 23,
p. 59), encontramos una serie de términos hoy usuales:
campu explanada de terreno / maleza de los sembrados / hier­
ba segada verde para alimento inmediato de los animales.
campa: prado de terreno liso y forma más o menos rectangular
situada por lo general en terreno comunal aunque pueda ser dis­
frutada privadamente.
campera: faja de pasto aislada entre breñas o maleza / conjun­
to de terrenos dedicados a pasto en un determinado paraje.
campón: campa pequeña.
Nuestros topónimos además de m ostrar una oposición de géne­
ro, con rendimiento léxico, presentan también una serie de sufijos
con que se incrementa el contenido de los primeros: -ón, -ona (6276), -al (57-61), -eta (77-78), -iesu, -iesa (79.-83), -izu, -iza (84-85), -era
(86); doble incrementación aparece en 87, 86). Por su parte el to­
pónimo Cansinos podría remontarse a un diminutivo plural camp(u)sinos.
4. La denominación de pascones aplicada a ciertos terrenos
aprovechables sólo para pacer (lat. pascere) encierra un evidente
sufijo despectivo, tal vez por lo accidentado e ínfimo del terreno.
Los documentos medievales son pródigos en alusiones a ciertos
terrenos a los que denominan pascua, sin duda plural de pascuum,
expresión que habría de lexicalizarse, por sus características fóni­
cas próximas a nuestros sufijos -ascu, -acu, para designar los pas­
tos de orografía difícil.
5. En relación etimológica con el lat. pastionem está nuestro
apelativo pación, presente en la toponimia, en el sentido de «pasto
418
X. LL. GARCIA ARIAS
para pacer». De su tardía introducción nos daría muestras la per­
manencia de la yod sin haberse embebido en la dental.
6. Acerca de braña y de su uso apelativo hemos dado cuenta
en otra ocasión y etimológicamente nos inclinábamos por una for­
mación latina del tipo *uerania (1 p. 275). Los datos que ahora po­
demos aportar se cifran únicamente en la localización de los to­
pónimos teberganos: la mayoría responden al empleo actual de
braña «pasto alto de montaña», «majada». Sin embargo es eviden­
te que algunos de estos lugares como el núm. 3, 23 se refieren a lu­
gares un tanto alejados del núcleo de población, incluso donde po­
dían permanecer los ganados, pero en modo alguno definibles co­
mo «pastos altos». Esto nos permite pensar que el apelativo actual
tiene un uso que debe ser más restringido en su amplitud que en
épocas pasadas.
7. Dentro del asturiano se emplea en algunas zonas, como si­
nónimo de braña o término exclusivo, la palabra mayada, del mis­
mo modo que amayadar sería el equivalente a brañar. El término,
del mismo origen que el cast. majada, podría estar presente en
el topónimo tebergano Fonte macheus, zona entre Biescas y Prau
(Valdesantibanes) (3).
8. Campa tiene un sinónimo en tempa. Si bien es claro el ori­
gen latino del primero podríamos estar tentados a relacionar el
segundo con un étimo prerromano *tempa, *timpa de seguir la ex­
plicación que Corominas-Pascual sugieren para la voz asturiana
atempa (DCECH s. u.).
De todas maneras a mi entender no debe separarse el apelati­
vo del verbo, también usual en Teberga, atempar «disfrutar rotato­
riamente algunas fincas (tempas) de modo que cada año correspon­
da una diferente, atendiéndose de este modo a una distribución
más equitativa de tales bienes, fruto, casi siempre, de una herencia»
(19 s. u.). Tempa como apelativo en Teberga aparece numerosas ve­
ces en el s. XVII-XVIII, así en DAT núm. 29, año 1691; núm. 30,
año 1649, núm. 34, año 1753...
Teniendo en cuenta el sentido preciso del término tebergano
más bien parece que nuestro apelativo deba considerarse un de(3)
Claro que el topónimo podría estar relacionado con el apelativo m a ­
“machacar”, “dar con el m a c h u o mazo” como, a su vez, reflejaría el tam­
bién topónimo tebergano L a M a c h a prados de La Visa, con un pequeño llano
y que, etimológicamente, remontarían al latín m a lle u s .
De todos modos lo que parece evidente es que el apelativo tebergano a m a ­
c h a r posee la misma filiación etimológica que el citado a m a y a ( d ) a r (19 s. u.
a m a c á r ).
char
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
4 19
rivado verbal del verbo formado sobre el latín tempus explicándo­
se así la no diptongación de la é. Por otro lado la expresión a tiem­
pos, pur tiempos pervive en la actualidad para referirse a disfru­
te temporero de determinados terrenos o vías de paso.
9.
Ya hemos aludido también a los apelativos del tipo para,
paraxa, paráu, baráu y a su posible etimología en relación con el
latín parare (1, p. 279). En el siglo XVII tebergano ya tenemos
muestras del empleo de paraxa como apelativo; así en DAT n.° 20,
año 1644; n.° 30, año 1647; n.° 29, año 1656...
*Corr—
1. La corrada Binitu: en Riesu.
2. La corrada Chapu: en Fresneu; «Chapu» es mote en la ac­
tualidad.
3. La corrada Duardu: en Riesu.
4. La corrada fuera: en Gradura.
5. La corrada la caquina: en Misiegus (Carrea-Fresneu).
6. La corrada'l cuetu: en Berrueñu, junto a La Garba.
7. La corrada'l sobu: castañar en Santianes.
8. La corrada Martín: en Berrueño.
9. La corrada Maruxona: en Visar; en terreno muy pendiente
y de ínfima calidad.
10. La corrada Minguín: en Gradura.
11. La corrada Piricu: en Riesu.
12. La corrada Rita: en Riesu.
13. Tras la corrada: en Riesu.
14. La corrada Xuacu: en Fresneu.
15. La corrada Xuan: en Gradura.
16. La corrada: fincas en un «curtinal» de La Visa.
17. La corrada: tierras de Visamaor.
18. La corrada: castañar iunto a La Granda las Quintanas.
También denominado La Corrada Tiburciu.
19. La corrada: finca de La Plaza junto al Gurugú.
20. La corrada: en Cansinos.
21. La corrada: en La Foceicha.
22. La corrada: en Medión.
23. La corrada: en Sorvisa.
24. Las corradas: en Fresneu.
25. La corrada’l cantu: en Carrea.
26. La corrada grande: en Fresneu.
420
X. LL. GARCIA ARIAS
27. La corrada Mar cus: en Torce.
28. La corrada Vicente: en Misiegos (Carrea-Fresneu).
29. Las corradas: prados de buena calidad en Torce.
30. Las corradas: en Rimaor.
31. Las corradas: en la «braña» de Santianes; por referencia
a este lugar deben citarse La sierra las corradas y La fonte las co­
rradas.
32. Las corradas: en Parmu.
33. El prau la corrada: en Visaunel
34. El cantu las corradas: en la «braña» de Bárzana.
35. La corrada: en Campus.
36. La corradina: en Murías.
37. La corradina: en la «braña» de Bárzana.
38. La corradina: en Prau.
39. La corradina: entre Cansinos y La Plaza.
40. La corradina: en Parmu.
41. La corradina: en Torce.
42. La corradina: en Visamaor.
43. Socorradín: antigua tierra de Drada.
44. Corradin: en Campos.
45. El corradón: prado de Riesu, cerca de La granda las Quin­
tanas.
46. La corradona: en Entrago.
47. La corradona: en San Salvador.
48. La corradona: en Uriseiru.
49. La corradona: en Fresneu.
50. La corradona: en Bárzana.
51. La corradona: en Santianes.
52. La corradona: en Redral.
53. La corradona: en Visar.
54. El corradón: huerta en Campos.
55. Socorradón: en Presorias (Valdesampedro).
Lat. cauare.
1.
2.
3.
4.
5.
6.
La cavada: prado cercano a Murías.
La cavada: zona de antiguos «cavaus» en Visamaor.
La cavada: en Campiesu.
La cavada: en Parmu.
La cavada: en Rimaor.
Las cavadas: en Fresneu.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
421
7. El cavau d'Agostu: en Urria; fue un «cavau».
8. Suluscavaus: camino situado sobre la llamada Uerta Pilisa,
en Drada.
9. Cavau tru sierru: en Castru.
10. El cavau: actual tierra de Drada.
11. Lus cavaus: en Visanueva.
12. El cavadín: en La Torre; se trata de un prado en la actua­
lidad aunque se recuerda que al menos en una buena parte fue
«cavau».
13. El cavadón: antiguo «cavau» de Visamaor.
14. Las cavadonas: prado de Murias cercano al monte; se re­
cuerda que al menos en parte fue «cavau».
15. El cavadiesu: barrio extremo de Visamaor.
Lat. fuscum.
a.
El foscón Bastián: antiguo «foscón» en Carrea.
Observaciones:
1.
Restos de lo que en épocas pretéritas fue el apoderamiento
del terreno parece que pueden rastrearse sin grandes problemas
en la actualidad. Con ciertas cortapisas algunos de tales usos sub­
sisten en el presente y permiten adueñarse del terreno comunal
para disfrute privado durante algún período de tiempo, no más
allá de los cuatro años. Bien por desidia, bien por la poca codicia
que desencadenan tales terrenos, en la actualidad los más pobres
de entre los comunales, lo cierto es que la limitación en el tiempo
del disfrute se prolongaba en algunos casos indefinidamente pa­
sando, en ocasiones ,a engrosar los bienes del usufructuario; otras
veces, al ser abandonados por ésA~ "omo es lógico, revierten a la
comunidad. En este sentido bien ~stá anotar cómo en el s. XVI
hay constancia de esta costumbre generalizada a juzgar por la dis­
posición de la Xunta Xeneral que da «Instrucciones» a las autori­
dades sobre la obligación de que tales terrenos ,una vez transcu­
rrido el tiempo fijado para el disfrute de los particulares, retornen
al patrimonio comunal (24, p. 25, p. 52) (4).
(4)
“ai algunos términos valdíos y concejiles y en ellos los vecinos de
los tales lugares suelen romper algún pedazo para lauor o auonar alguna par­
te del para segar yerua o para otros aprobechamientos suyo particular y lo
tienen y poseen por mas tiempo de cuatro años no lo pudiendo tener aprove-
422
X. LL. GARCIA ARIAS
Ni que decir tiene que en la actualidad, con el abandono gene­
ralizado del campo en beneficio de la vida en las villas y ciudades,
estas prácticas están decayendo a pasos agigantados; los que que­
dan ni siquiera se bastan para atender a los mejores terrenos. Pe­
ro pese a ello me fue dado observar por mi mismo y recoger con
fidelidad de mis informantes los usos populares y los restos que
perviven no sólo en la toponimia sino también en el léxico usual
de Teberga. Así a los terrenos de propiedad comunal pero acotados
para disfrute particular se les denomina corrada y caváu y
se dedican a pasto o tierra de cultivo. De uso más res­
tringido es foscón sinónimo de caváu. Acuchíu (participio de acocher «reservar» < colligere) alude también al terreno rescatado al
monte por un particular, aunque no ha dejado restos toponímicos.
Anovar se refiere también al hecho de rescatar tereno inculto y de
ahí que a dicho terreno se le llame anováu también y que, toponí­
micamente, debe tener parentesco con el tipo de prau denominado
nuevu.
2. Corrada pertenece a una amplia famlia léxica que presen­
ta, según Krüger, la base korr- íntimamente ligada a las construc­
ciones de tipo circular, muy abundantes, en general, en todo el NO
peninsular y en Teberga concretamente donde hemos anotado co­
mo apelativos: Corru, corra, curripu, curripa, corral, corralada,
acorrar, acorralar (Cfr. 1, p. 289 y bibliografía dada en 34, p. 179 ss.).
3. Indudablemente acorrar está formado sobre corru con una
primera acepción de hacer algo circular, redondear lo que expli­
caría cumplidamente el origen del apelativo corrada, como partici­
pio de (a)corrar y alusivo precisamente a la tierra (a)corrada por
medio del cercado, levantado como símbolo de la propiedad pri­
vada (5) (Cfr. 25).
chandose y gogando del como si fuesse suyo propio de cuya causa adquieren
propiedad y las justicias an sido remissas y negligentes en no mandar que
passados los dichos quatro años quede por pasto común como antes lo era...”
(Cfr. 24, p. 31).
(5) He aquí otros topónimos relacionados:
a. La fonte la corra : en la “braña” de Santianes.
b. La corra’l Broncu: castañar de Campie§u.
c. Corrus de Prida: en Fresneu, pertenecientes a esta familia.
d. sanu de corrus: En Vixidel, en zona donde hubo “corrus”.
e. La mata corrus: en Taxa.
f. Corrus: “braña” de Taxa.
g. sombu de corrus: en Cuña.
h. La fonte recorrus: en Fresneu.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
4 23
4.
Pero si corrada hace referencia a la tierra apropiada me­
diante cercado circular, caváu-cavada (participio de cauare) indica­
ría que su adueñamiento es subsiguiente al desmonte. Como en ca­
sos anteriores es posible la pervivencia del nombre del colonizador
o primer usufructuario (top. 7). Es necesario, sin embargo, a la
hora de proceder a la selección de estos topónimos no confundir­
los con otros de expresión análoga o próxima pero de diferente con­
tenido (6).
En DAT (n.° 30, año 1654; n.° 6, año 1652) aparece documentado
ya el apelativo «cabado» sin duda con un sentido próximo cuando
no idéntico al actual caváu.
«La cabilla», «cabilla» aparece en CMEs p. 1947, 1949 en térmi­
nos de Barrio-Cuña pero que nosotros no hemos recogido de nues­
tros informantes.
i.
E l c o r r u ’l s i r g u : en La Pena Sobia. Fue construido dicho “corru” por
un personaje llamado e l s ir g u para guardar sus ovejas,
j. E n t e c u e v a c o r r u s : en el límite de Parmu y Fresneu.
k. C u r r i e s u s : terreno comunal en la parte superior de Campus.
1. C u r r i e s u s : en Taxa.
m. E l c o r r u la s e ñ o r a : en F o s d e la Y e g u a (Marabiu).
n. C o r r a l c o n c e c h u : en Sa'n Salvador.
ñ. C o r r a l c o n c e c h u : en Carrea.
o. L u s c o r r a l i s : prados de La Foceicha.
p. L u s c o r r a l i s : en Visanueva.
q. P r a u c o r r a l : en Carrea.
r. S o c o r r a l : en Drada, junto al lugar denominado E l C o r ra ló n .
s. T r e c o r r a l : barrio de Sorvi§a.
t. E l c o r r a ló n d e t u r o n e s : en Funfría; zona rodeada de rocas que consti­
tuyen un cerco natural,
u. L a c o r r a l a d a : barrio de La Foceicha.
v. L o s c o r r a u s : casa de Gradura.
w. L u s c o r r a u s : en Redral.
(6)
En relación etimológica con e llatín c a u a r e también se encuentran los
siguientes topónimos:
a. V iñ a c a v a : prado en términos de Carrea.
b. R i c á u : pasto comunal en términos de Vixidel por el que pasa un arro­
yo profundo.
c. C u a n d ia c a v a d a : en Funfría.
d. L a c a v a d u r a : valle amplio con un p ic u en términos de Urria.
Es cierto que todos estos topónimos se refieren de una u otra ma'nera al
latín c a u a r e aunque con cometidos diferentes según el término al que acom­
pañan. Al topónimo a ya nos hemos referido en otra ocasión (3, p. 179) por lo
que no es preciso insistir en aquellos puntos de vista. Pero ta*nto a como b
presentan la particularidad de ser continuadores de participios fuertes a di­
ferencia de los otros ejemplos.
424
X. LL. GARCIA ARIAS
5.
Para intentar establecer el étimo de foscón creemos que na­
da mejor que intentar relacionarlo con el apelativo foscu-a «par­
do, oscuro» y también «hosco», «huraño», con numerosas perviven­
cías en Asturias. Quizá no sea erróneo considerar que la aplicación
de tal apelativo a unos terrenos recién desmontados se debe al co­
lor característico que, en principio, ha de resaltar sobre el de los
terrenos circundantes. La acepción de «hosco» que figuradamente
adquiere también esta expresión no sería en modo alguno desacer­
tada para aplicarla a un terreno que acaba de dejar de ser inculto
y bravio. El sufijo -ón adquiere aquí como en otros casos, baste
recordar el también apelativo tebergano pascón, un sentido peyo­
rativo por el ínfimo rendimiento que, en muchos casos, se obtiene
de semejantes terrenos.
Lat. mortuum > *mortaria.
1. La moriera viecha: terrenos abandonados a la maleza en
Entrago.
2. La moriera Cansinos: en términos de Cansinos.
3. La moriera: en La Visa.
4. Camín de la moriera: en términos de Vixidel.
5. La moriera: en términos de Carrea; tal vez sea el lugar alu­
dido por CMEs p. 1626.
6. Las morieras: en Gradura.
7. La moriera: en Fresneu.
8. La moriera la Fuceicha: en este pueblo.
9. La campal morteirón: en Fresneu.
10. El cantu lus morteirus: en Sobia, cerca del límite con la
«braña» Fresneu. En una elevación del terreno donde emerge una
roca caliza hay excavados unos cuencos o agujeros en la misma
piedra de poca profundidad y diámetro. Durante mucho tiempo,
incluso en verano »mantienen el agua recogida allí en período de
lluvia. Por referencia a este lugar se alude a su inmediato Tresusmurteirus, en el límite con Freisdemora (Quirós).
11. El tosu lus morteirus: en Fresneu, en el límite con Penasobal; el terreno está empozado en su parte inferior.
12. Valmueriu: «braña» de Campiesu; tiene forma cóncava.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
425
Observaciones:
Parece que en la toponima es frecuente la aparición de térm i­
nos relacionados fónicamente con los presentes. En unos casos ha­
cen referencia a aguas estancadas pero en otros morteiru puede ser­
vir de pista para antiguos enterramientos. Los topónimos 11 y 12
quizá deban entenderse en relación con el agua como quiere Menéndez Pidal, sin embargo no parece extensible al resto de los pre­
sentes. De hecho en más de un caso los terrenos citados son solea­
dos y secos y es imposible la referencia al agua como atestigua el
mismo apelativo hoy usual.
2.
El análisis del signo moriera, nos arroja sin duda alguna
luz para una propuesta etimológica ya anunciada en otra ocasión
(1, p. 288).
a) Las morieras son pastos o terrenos pertenecientes a un de­
terminado pueblo o parroquia.
b) Tales terrenos pueden estar o no repartidos entre los ve­
cinos en campas, pero en todos los casos hay una época al año en
que indistintamente pueden ser disfrutados por los animales de
todos los vecinos según normas establecidas por la costumbre y
reguladas en la xunta.
c) En todo caso hay una fecha acordada en que se derrompe
o abre la purtisera que cerraba la senda que conducía a tales terre­
nos. Todos los ganados del vecindario pueden entonces pastar en
el recinto hasta la nueva fecha establecida para coutar de nuevo
la moriera. El hecho de derromper da lugar a que se hable del día
de la derrota o que incluso a la misma moriera, en ocasiones, se le
denomine también derrota.
d) Mientras la moriera permanecía coutada, el mesqueiru de­
bía vigilar para que ninguna res penetrase dentro; si ello ocurría
la res era prindada y llevada al corral conceichu donde permanecía
hasta que su dueño pagara la multa establecida. Al mesqueiru, car­
go que se sacaba a pública subasta, podía en ocasiones pagársele
con el disfrute de algún terreno comunal destinado a tal fin (3, p.
165).
e) El vecindario estaba obligado a cumplir lo acordado en
xunta en cuanto a apertura, cierre, arreglo de cercados...
f) Actualmente cuando la vida comunitaria ha perdido muchos
de sus antiguos usos y reglamentaciones por la expansión del po­
der central, a expensas del parroquial y del concejo, las morieras
se han ido substrayendo a la comunidad. De hecho en un primer
momento que no podemos fechar la divisoria interna de las mor-
426
X. LL. GARCIA ARIAS
teras en campas sólo se indicaba con muñones sólo útiles para des­
lindar el terreno que era de apropiación individual, pero en la ac­
tualidad se han visto ir desapareciendo muchas de estas morieras
por haberse cercado dichas campas aunque aún subsista la obliga­
ción de dejarlas abiertas a todos los ganados en épocas de derrota.
En otros casos las morieras que no estaban divididas en campas
suelen estar hoy abiertas al pasto durante todo el año o están to­
talmente abandonadas (7).
3.
A la vista de todos estos datos, una cosa parece evidente:
unos terrenos que durante ciertos meses al año están acotados, sin
ser posible su aprovechamiento —sin duda también por no ser
muy fructíferos— podrían muy bien en la mentalidad popular ser
considerados muertos (durante una época) y en consecuencia pa­
sar a denominarlos *pastos muertos o *(pascua) mort(u)aria. El
topónimo n.° 12 aludiría, tal vez, a un valle muerto por alguna ca­
racterística similar.
Lat. cautum.
1. El coutu: fincas de Parmu.
2. El coutu: zona de Carroceda ,en términos de Barrio y Cuña;
hay una gran peña.
Observaciones:
1. Ambos topónimos están en relación con los apelativos:
coutar: «acotar»; «dejar de pacer un pasto deliberadamente
para dar lugar al crecimiento de la hierba».
coutu: «coto», «terreno acotado», «terreno vedado para el pas­
to.
2. Como fácilmente puede colegirse, todo ello se explica par­
tiendo de llatín cautum, cast. coto, gall. couto.
Lat. defensam.
1. La dehesa: robledal de Torce.
2. La dehesa: robledal del pueblo de Parmu.
3. La dehesa: robledal propiedad del pueblo de Visamaor.
4. La dehesa: antiguo robledal de Vixidel, en la actualidad
«granda» de haya y piorno.
(7)
Un documento de 1689 (DAT n.° 1) alude a una serie de usos relacio­
nados con las morieras.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
4 27
5. La dehesa: robledal de Visaunel.
6. La dehesa: robledal de Fresneu.
7. La dehesa: robledal de S. Salvador.
8. La deesa: Redral; cerca de La Granda las Quintanas.
9. La ibesa: en Bárzana. Probable referencia en CME Comprob.
p. 100, 101: «tras de la debesa», «tras de la debesa guillero».
10. La ibesa ~ la debesa: robledal en Rimaor.
11. La ibesa ^ la debesa: robledal de Cansinos.
12. Tresaibesa: en Gradura.
13. Tres de la besa: fincas de Cuña, cercanas a la «granda». A
este lugar se refiere CMEs p. 1946, 1975, 2001, 2016; DAT n.° 29,
a. 1674.
Observaciones:
1. En Teberga todavía recuerdan las personas alrededor de los
cincuenta años que la mayor parte de las parroquias poseían como
bien comunal una plantación de árboles (carbachus por lo general)
con que subvenían a las necesidades madereras comunitarias. So­
lían tales dehesas estar cercadas con prohibición de cortar madera
sin previa autorización. A tal uso alude un documento de 1770
(DAT) en el que el «juez noble» de Valdecarzana en un «auto de
buen gobierno» manda que se guarden «las debesas no cortando
en ellas, antes bien se limpie en toda forma quitando sus malezas
que ympidan dichos arboles...». (8).
2. Los topónimos del tipo debesa son frecuentes en León, Ga­
licia, Portugal y no están ausente en Cataluña y otras zonas penin­
sulares y extrapeninsulares (27, p. 258).
3. Fonéticamente es claro que ha de partirse del participio del
verbo defendere, esto es defensa, donde se ha producido la reduc­
ción ns>s, la pérdida de d- en algunos casos por su frecuente po­
sición intervocálica en el decurso (9, 10, 11, 12), y la sonorización
de la fricativa -f->b. La expresión del top. 8 es posible que deba
interpretarse como castellanismo
(8)
En algunas zonas la d e b e s a podía hacer referencia a otro tipo de te­
rrenos “prohibidos” como parece que ocurría en Arenas de Cabrales do'nde
significó “acotaciones de campo y monte destinadas en determinadas épocas
del año al pasto de los bueyes castrados, de las caballerías y del ganado la­
nar” (26, p. 227).
428
X. LL. GARCIA ARIAS
Lat. cohortem.
1. La corte d'abaxu: cuadra en Visaunel.
2. Prau la corti: en Vixidel.
3. Cortes de la puerca: cuadras y cabañas en el paraje deno­
minado La Puerca, en términos de Parmu.
4. Ente las cortes: dos cuadras en términos de Drada.
minado Miranda.
5. Entee las cortes: dos cuadras en términos de Drada.
6. Prau las cortis: En Medión; zona que en la actualidad no
tiene cuadras aunque sí fáciles corrimientos de tierras.
7. Vasi las cortes: Prados de La Torre. No fue «curtinal» aun­
que sí hubo algún «caváu».
8[. Valicortes-Valdicortes: antiguo «curtinal» de Carrea. No
hay cuadras.
9. La corte la rapiega: en La Visa; es el nombre que recibe
una cuadra.
10. La corte'l terceru: en Santianes.
11. Curtinal: en Riesu.
12. El curtinal las campas: «curtinal» de Prau.
13. El curtinal: en Vixidel.
14. El curtinal: en Carrea.
15. El curtinal Roque: «curtinal» en Fresneu.
16. La curtina: pequeño «curtinal» en Entrago.
17. La campa la curtina: en Visanueva en zona donde hubo tie­
rras de labor.
18. La curtina: «curtinal» de La Torre.
19. La curtina: finca de Parmu.
Observaciones:
1.
Desde el punto de vista de la expresión nuestros topónimos
aunque con muestras claras de proximidad, podemos clasificarlos
en tres grupos, corte, curtina, curtinal, si bien, como intentaremos
ir viendo, podría ser erróneo agruparlos para proceder a su estu­
dio etimológico.
De hecho corte pervive en numerosas zonas asturianas con el
significado de «cuadra, establo» y en Teberga subsiste con gran
vitalidad lo mismo que los diminutivos del tipo cortexu, cortexa.
Para Vigón (8, p. 128) «se halla esta voz en documento en 974...»
y es «derivada de la baja latinidad cortis o curtís que significaba
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
429
predio rústico y que se aplicaba lo mismo a una casa de labor co­
mo a un corral para encerrar ganado o a una huerta».
Según García de Diego (28 núm. 1717) para la explicación eti­
mológica habría que partir de cohors-cohortis. La voz romance par­
tiría de la expresión vulgar cors-cortis (DCECH s. u. corte).
La diversidad de significados que subsisten no es exclusivamen­
te peninsular ya que Rostaing (29, p. 74) refiriéndose a aquellos
topónimos franceses portadores del término como prim er elemen­
to de un compuesto dice que su empleo en Francia no va más allá
del s. X y añade : «le latin cohors était devenu en latin vulgaire
curtis; ce mot qui a signifie cour de ferme, puis ferme et village...».
El término ha penetrado en vascuence donde korta, gorta «cuadra,
establo, sel» (cfr. 32, núm. 376, núm. 290).
3. Llórente Maldonado (30, p. 329) afirma que «en la región
salmantina 'cortina’ significa pequeño cercado dedicado a labor,
pastos o huerto situado generalmente detrás o cerca de casa; el
femenino cortina significa lo mismo pero el cercado a que se re­
fiere es de mayor extensión y suele estar más lejos de la casa pero
no demasiado; estos apelativos cortino, cortina y los topónimos
Cortos deben remontarse lo mismo que las palabras latinas cohors,
hortus, que en el fondo y primitivamente tienen el mismo signifi­
cado que cortino, corral cercado junto a casa, patio, al asiánico
preindoeuropeo *kortus...».
4. Por algunas de las referencias bibliográficas que acabamos
de hacer parece que en determinados sitios ha habido una tenden­
cia a designar con expresiones cercanas el establo, corral, (tal vez
la casa) y el terreno de las inmediaciones. Tal vez obedezca a ra­
zones etimológicas o fue la utilización indistinta en las diversas
épocas del año lo que ha llevado a la diversificación semántica de
una originaria expresión o, por el contrario, a la convergencia de
expresión y proximidad en el contenido de signos pertenecientes a
estratos ligüísticos diferentes. Ahora bien, de hecho en Teberga y
otras zonas es evidente que corte / cortina-curtinal mantienen bien
diferenciados en la actualidad ambos sentidos. Lo que no deja de
ser sorprendente es que perviva con el mismo significado corti­
na (9) y lo que, a simple vista al menos, aparece como su colectivo
curtinal (10).
(9) En DAT hay muestras de su empleo apelativo, p. e. núm. 25, año
1649.
(10) C o r tin a l en muchos puntos de Asturias es todavía apelativo y lo mis­
mo que c o r t in a está presente e'n la toponimia. C u r tín alude, en zonas occiden­
tales, al terreno cercado en cuyo interior se encuentran colmenas.
430
X. LL. GARCIA ARIAS
Curtiríal es el conjunto de hazas de tierras de cultivo, cercano
al pueblo, cuyas hazas son pertenencia privada de los vecinos del
mismo. Hasta tiempos recientes la separación de tales hazas se efec­
tuaba por medio de muñones y riegos «surcos». El fruto de cada
haza es pertenencia privada, lo mismo que ocurre con la yerba de
las campas de una moriera; sin embargo, una vez efectuada la re­
colección, se abre comunitariamente un período de tiempo en que
los ganados de todos los vecinos pueden penetrar en todo el te­
rreno acurtinaláu para aprovechar los rastrojos indistintamente.
Concretamente en el curtinal de Carrea esta fecha de apertura era
el 24 de agosto y la fecha del nuevo cierre el 11 de noviembre. A
lo largo de todo el año era permitido transitar por los caminos del
interior del curtinal a todos los vecinos pero sólo podían ir pro­
vistos de una herramienta al hombro. Con objeto de proceder a
abonar las tierras (cuchar) se abría con posterioridad otro plazo
en que se podía penetrar con animales a tal fin pero dicho plazo
concluía el 25 de abril. En la actualidad, poco a poco, las hazas,
estaxas, se han ido cercando sobre sí y los usos comunitarios se
han ido extinguiendo.
5.
Teniendo en cuenta los datos y usos que anteceden así como
las prácticas seguidas en el apoderamiento de la tierra, quizá pu­
diera proponerse a modo de hipótesis, lo siguiente:
a) El nombre curtinal podría ser un colectivo de cortina-curtina como lo es mazanal formado sobre mazana, castañal sobre
castaña...
b) El nombre cortina sería una palabra que en épocas pasa­
das designaba cada una de las hazas y sólo con posterioridad am­
pliaría su significado para designar todo el conjunto. Cortina, eti­
mológicamente, podría, quizá, explicarse como un compuesto *cum
+ horta + -ina. La composición estaría perfectamente adaptada a
la realidad designada, a saber:
b.l. Se trata de una horta en común o colindante con otras,
de modo similar a como lo estaría el compuesto controzu «lote de
un curtinal», «haza» (19 s. u.; 1, p. 265) (11).
b.2. La presencia del sufijo -ína bien podría ser un simple dimi­
nutivo dadas las reducidas dimensiones de las hazas, como toda­
vía en la actualidad resulta sumamente fácil comprobar.
(11)
C o n tro z u es un topónimo de Parmu referente a un pasto comunal y
a unas tierras de labor. En este pueblo adquiere el sentido, cohtrozu, de “tie­
rra laborable” aunque su uso es reducido. Sobre los aspectos etimológicos de­
be consultarse 31. Recientemente ha escrito sobre C o n tr u e c e s Canal SánchezPagín en BIDEA, 90-91.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
431
6.
La constatación de estos hechos nos lleva a un trato dife­
rente desde el punto de vista etimológico para corte, de un lado,
y curtiría y curtinal, de otro, aunque explicables ambos desde el la­
tín. Parece que la diversidad semántica no es cosa de nuestros días
sólo sino que, en algún sentido, históricamente, se traduciría en
la oposición toponímica 1, 2, 3, 4, 5, 7, 9, 10/11-19.
Sin embargo el top. 8 y tal vez el 6 podrían ofrecernos una si­
tuación de difícil comprobación al no haber hoy cortes en la zona.
El 8 es un terreno cercano al pueblo y sí hay indicios y recuerdo
de su empleo como antiguo cortinal. El 6 acaso pudiera rem itir a
diversos cortes o corrimientos de tierras aunque el género no pa­
rece aconsejarlo. De todas maneras la situación actual, carencia
de cuadras en la zona, no excluye su posible anterior existencia.
Lat. clausam.
1. La sousa: finca de Cansinos, cercana al pueblo; «losa» en
DAT núm. 14.
2. La sousa: prado dentro del mismo pueblo de Munticiesu.
3. La sousa: prado de Uriseiru-Carrea; «la llausa» CMEs p.
1697; «la losa» CMEs p. 1720, 1734, 1813; tal vez DAT núm. 9 año
1689; núm. 30 año 1671; núm. 29 año 1691.
4. La sousa: prado con cuadra cerca de Gradura.
5. Las sousas: fincas en la parte superior de Cansinos.
6. Las sousas: prado y tierra de buena calidad junto a La Foceicha.
7. Funsousa: pequeñas fuentes y fincas en Visamaor.
8. El sousón: prado con sábanas en La Visa.
9. Lus sousones: en la parte superior de Urria; según mi in­
formante «son unas piedras ferriales».
(Tal vez el top. 4 sea el aludido como «el prado de llosa señor...»
en Comprob. p. 128).
Observaciones:
1.
En nuestro concejo no pervive el apelativo sousa como si­
nónimo de «ería» o «cortinal» como en alguna otra zona asturiana.
De todas maneras no parece aventurado suponer que los seis pri­
meros topónimos se refieren a otras tantas fincas cercadas y cer­
canas al pueblo que, precisamente, se distinguían de las que esta­
432
X. LL. GARCIA ARIAS
ban en abertal por estar cerradas, esto es clausas > sousas. Es
muy probable que la confluencia con curtinal haya llevado a la
eliminación paulatina como apelativo de sousa pues resulta suma­
mente difícil en la actualidad saber si, en Teberga, había alguna
diferencia cualitativa entre el tipo de terrenos designados por uno
y otro procedimiento.
2. El top. 7 también es portador del latín clausa aplicado, con
toda probabilidad, a una fonte.
3. Los top. 7, 8 pese a su proximidad fónica con los anteriores,
deberían explicarse desde el apelativo tebergano actual sousón
«losa grande de piedra» y también «cercado hecho de losas gran­
des» que se remonta probablemente, lo mismo que el castellano
losa, a una palabra prerromana (cfr. 1 p. 287; DCECH s. u. losa).
LOS LIMITES.
Cuando una sociedad organiza la propiedad de la tierra precisa
señalar los límites de la misma y lo puede hacer de muchas ma­
neras, algunas de las cuales van a ser examinadas brevemente.
Pero incluso cuando la propiedad es comunal se puede precisar
señalar la divisoria entre determinados terrenos cuando sobre ellos
pesan determinadas medidas reguladoras para su uso o disfrute.
A los límites de tierras en Teberga se ha aludido de diferentes ma­
neras que pueden haber elegido como expresión un término ge­
nérico o bien otro mucho más preciso según el prototipo de cierre
elegido.
Lat. límitem.
1. sinde forcal: arroyo en Funfría.
2. sinde las cubas-sinde las cuevas: monte cercano a Posares
(Funfría) con una gran peña en el camino.
3. sinde la tabla: en La Visa.
4. sinde'l riegu: prados de La Visa.
5. sinde tiór: en el límite de Visaunel y Cansinos; uno de los
barrios de este pueblo se denomina Tiór.
6. ’L a&indieiru-Asindéiru: fincas entre La Plaza y Visar.
7. 'L asindiéiru-Asindéiru: fincas de Taxa en los límites entre
las fincas privadas y el terreno comunal.
(Otros topónimos citados por algunos documentos consultados:
«lindepadiemo» DAT núm. 30 año 1648; «lendepadierno» DAT,
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
433
mediados del s. XVII, probable topónimo de Carrea; «llende los
peredos» Comprob. p. 100, 101 (en términos entre Bárzana y Santianes); «landetifero», «llende ligero», «lindeligero» CMEs p. 1736,
1792, 1617, probablemente en Carrea; «llende cabras» Comprob.
p. 36, 37, 38, 45, 104, «lendecabras» DAT núm. 33 año 1708 tal vez
el topónimo que en la actualidad, en términos de Entrago lleva el
nombre de sandecabras).
Observaciones:
El latín llmitem tiene un continuador etimológico con í aunque
muchas veces en asturiano por influencia de la nasal puede variar
la abertura de la vocal (1 p. 282).
Lat. sulcum.
1. Lus sucus: en Fresneu.
2. Subri sucus\ en Rimaor.
3. Lus suconis: curtinal con «sucus» en Bárzana.
4. Lus sucones: en Visanueva: terreno con abundantes «sucus».
5. El su sucón: terreno situado en la parte superior del deno­
minado El Sucón, en Fresneu.
Observaciones:
La mayoría de los topónimos aquí reseñados más parece que
aluden a determinados accidentes del terreno aunque, en ocasiones,
como es bien sabido, se aprovechen para señalar los linderos de
las propiedades (cfr. 9 p. 139; 1 p. 283).
Lat. serare.
El zarru de Diegu Mateu: límite en Valdezreizales de Teberga
con Proaza. Diegu Mateu fue personaje conocido de mis informan­
tes.
Observaciones:
Del lat. serare, con la confusión de fricativas, ampliamente co­
nocida, se explica el signo tebergano zarrar «cerrar», donde tam­
bién se señala la abertura er > ar por influencia de la líquida. El
participio fuerte de zarrar es zarru «cerca vegetal de una finca» de
mucho uso, que ha dado lugar a nuestro topónimo. Un compromi­
434
X. LL. GARCIA ARIAS
so entre el ast. zarrar y el cast. cerrar lo tenemos en la variante
cierrar cuya yod debe su presencia al influjo del presente de indi­
cativo, de ahí que también zarru tenga la variante cierru.
Sobre zarrar también se han formado los signos teberganos zarraposera «automático de los vestidos», zarramicar «parpadear»
(alusión a la repetida acción de abrir y cerrar los párpados).
En mi opinión sobre serare se ha formado también el apelativo
tebergano zarabetu, zarabeta «persona que habla con dificultad»,
esto es *«que tiene la beta cerrada».
Lat. jictum.
1. El fitu: pasto comunal cercano a la Pena Sobia en términos
de Carrea-Berrueñu-Sorvisa donde se encontraban los vaqueirus
de estos pueblos al subir o bajar de la braña. También era el lugar
donde al volver de la fiesta de San Xuan en Sobia, el 24 de junio,
bailaban los últimos sones junto al Cuetu'l Fitu, peñasco como de
unos dos metros de altura, hoy cubierto por la maleza.
2. El fitu: prado de Riesu en el camino que conduce a S. Xuan
de Volantes; está en el límite de los prados privados y del terreno
comunal.
3. La pena piedra fita: en Taxa. Se trata de una piedra como
de 4 ó 5 metros, estrecha y alargada. Unos informantes me dieron
como explicación que se trataba de un «menhir», aunque, como pa­
rece obvio, ha de tratarse de un dato proporcionado por algún cu­
rioso foráneo ya que hasta la fecha no se ha constatado la existen­
cia de menhires en Asturias.
4. Fitorias: pasto comunal en términos de Vixidel.
Observaciones:
1. Aunque el término fitu no tiene uso actual como apelativo,
sin duda sustituido por el concurrente muñón «mojón», pervive en
los compuestos sufitar «sostener», sufitu «rodrigón» y en el verbo
afitar, esparrafitar (cfr. 1, p. 283).
2. Es claro que desde el punto de vista etimológico sobre fictum, participio de fingere, se formaría el verbo *fictare > fitar con
el que se formarían los compuestos que explican las actuales pala­
bras teberganas: *süb fitare, *ex perna fictare.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
4 35
Prerrom. *munno.
1. El muñón: Límite de Teberga con Somiedo y Babia en el
confín de L’Aguil.
2. El muñón: zona de La Visa, en la parte inferior del pueblo.
3. La vuelta'l muñón: peñasco o cuguruezu en términos de
Riesu.
4. La veiga'l muñón: límite de Teberga con Quirós en los con­
fines de La Visa y Parmu. A este límite alude el CME en la 3.a res­
puesta dada por los vecinos del concejo de «El Páramo de la Fozella»: «linda al oriente con la vega del mojón». En la actualidad
es una facería.
5. Lus muñonis: en Parmu; son unas piedras plantadas, se­
gún mi informante, en el camino ,para no desorientarse en período
de nieve.
Observación:
Acerca del origen del signo asturiano muñón se han emitido di­
versas opiniones afianzándose la idea de que se trata de una pa­
labra de origen prerromano (cfr. 1, p. 284). Acerca de alguna cos­
tumbre viva en Teberga relacionada con la divisoria de tierras por
muñones cfr. lo dicho en 33, p. 665.
Lat. murum.
1. El cantu la muria: muro en Campos.
2. La muria: terreno de Visamaor, separados del monte por
una carcua.
3. Tresamuria: en Visamaor, al lado derecho de La Muria.
4. Murías: pueblo^de Valdesantibanes; «la aldea de Murías»
citada en L. Codo, p. 138 (y tal vez en 105 y 106), y probablemente
en «terram Viviani de Murias», p. 122.
5. La braña murias: cerca de Marabiu; en la actualidad es zo­
na de pasto comunal de todos los pueblos que tienen acceso a Ma­
rabiu.
6. Val de Murias: valle entre el pueblo de Murias y Prau.
7. La veiga murias: divisoria entre Teberga y Somiedo por
Saliencia.
436
X. LL. GARCIA ARIAS
8. Murías: prado cercado y próximo a una peña en Cuña.
9. La cueva la muría: pasto y cueva junto a La Pena’l Castiesu en Fresneu.
10. La’spina murías: en Fresneu.
11. La veiga murías: en la llamada Braña Murías en el límite
de los pastos de Fresneu y Quirós. En la parte superior se encuen­
tra la denominada La Veiga subre murías.
12. La muría la bobia: pastizal de Marabiu situado a gran al­
titud.
13. La campa murías: en Fresneu.
14. El cuetu las muriacas: cerca de El Fitu, en la zona deno­
minada Sucueva, Carrea.
15. El cuetu'l muriu: en Fresneu; en el límite actual de unos
pastos de este pueblo con Carrea, junto a Los Martinos.
16. Murus: «Campa» de Lus Martinus (Carrea).
17. Casería murus: casería cercana a Torce; por referencia a
este lugar se alude a La Sierra murus.
18. El muru: en Funfría; lugar elevado por donde pasa una
especie de muralla, atravesada por La Calzada Romana.
19. Cuesta val de murus: en S. Salvador.
20. El grandizu murus: en S. Salvador.
21. Cantu de tresumurus: en una peña en términos de Urria.
22. Tres de muru: en La Torre.
23. Tres de murus ~ tris di murus: prado junto a un mon­
tículo en Gradura. (En el L. de Codo se alude a «Orraca Surgienti
de Muros», p. 128; «P. Roderici de Muros», p. 148; es posible que
se refieran al top. 17).
Observación:
La palabra latina murum v derivadas ha contado en la toponi­
mia tebergana con una amplia representación así como en la astu­
riana (1 p. 285), en cambio el derivado del J&t. parietem sólo pervi­
ve en el apelativo parede y en el top. El prau la paré, en términos
de Parmu.
Lat. caccabum.
1. La cárcuba: zona de Rimaor junto a unos pozos.
2. La cárcuba: en Urria.
3. El cantu la carcua: en Visanueva; había carcua.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
437
4. La cárcuba: en términos de Cuña, en el límite con Somiedo, en El Muru; es zona peligrosa por el desnivel; todavía se pue­
de observar la antigua carcua; por referencia a este lugar se citan
los sanus de la carcua.
5. Carcua Cárcuba: cuesta en términos de Fresneu, con
una vaguada.
6. El carcabón: pasto orillado del prau La sousa (Carrea-Uriseiru) tiene muy mal piso y por uno de sus extremos pasa un arro­
yo profundo que sirve de límite.
7. Los carcabones: lugar estrecho, profundo y sombrío en
Urría.
Observaciones:
En Teberga carcua ^ cárcuba se define como «presa», «zan­
ja»; «sirve, en muchos casos, de cierre o divisoria» y según DCECH
(s.u. cárcavo) se trata de una palabra de origen griego transmitida
por el latín caccabus «olla, cazuela» que, por otro lado, también
tendría seguidores en Teberga en las voces cacabeiru, cácabu «per­
sona alta y delgada», «cacharro de barro, roto», cacabiesu «perso­
na o animal de pocas carnes».
Estas palabras, a su vez, estarían representadas en nuestra topo­
nimia en:
El cacabiesu, reguero profundo, obscuro que recoge las heces del
pueblo de Prau.
El cacabesal, pequeños prados abundantes en setas en primavera
V con peñascos, en Prau.
Lat. pórtam.
1. El portalín: barrio de Prau.
2. La vortalina: lugar de reunión de los vecinos de S. Salvador.
3. Purtina: prado estrecho y alargado a orillas del río en Visanueva.
4. Las portiesas: en Riesu.
5. La purtiesa fondera: prado de La Foceicha.
6. La purtiesa: en Gradura.
7. La purtiesa: en Drada.
8. El purtiesu: en La Foceicha.
9. El purtiesu: prados de Riesu; se cree que era el lugar don­
438
X. LL. GARCIA ARIAS
de estaban situados lus purtieSus que daban paso a los pastos de
San Xuan, cercados como moriera en otras épocas.
10. El purtiesu: a la entrada el curtinal de Berrueño.
11. El purtiesu: en La Torre.
12,. El purtiesu: en Urria.
13. Purtiesu: en Cansinos.
14. El purtiesu: a la entrada del curtinal de Parmu.
15. El prau’l purtiesu: en Visaunel.
1 La purtisera Xuana: en Torce.
Observaciones:
1. Sobre el latín portam se forman los apelativos teberganos
puerta, purtiesa, purtiesu, portesera, portal, portalín usuales todos
ellos para aludir a determinados tipos de cierres. Si exceptuamos
los tres primeros, parece que todos los demás se refieren a cierres
de fincas privadas o comunales. El apelativo purtiesu alude tam­
bién al entretejido de varas con que, además de hacer determinado
tipo de puertas, se fabrican andamios, pisos de desván, etc. Sin
duda del hecho concreto de denominar un determinado tipo de
puerta fabricado con entretejido de varas pasó a designar todo ti­
po de entretejido similar.
2. Cierres más consistentes que purtiesus, purtiesas y porteseras ofrecen las canciesas y canciésus, de construcción bastante
más sólida y que parten del latín cancellum aunque en la toponi­
mia tengan muy pocos seguidores (1» P- 286):
a. Canciesa cubiesa: finca en la que hay un peñón con una co­
vacha en términos de Fresneu.
b. Las canciesas: divisoria de terrenos en Taxa.
LA ORGANIZACION DEL ESPACIO AGRARIO
439
BIBLIOGRAFIA CITADA
1. G a r c i a A r i a s , X. Ll. Pueblos Asturianos. El porqué de sus nombres.
Ayalga, Salinas, 1977.
2.
“De toponimia tebergana (II) : La dimensión y la forma exter­
na”, BIDEA n.° 96-97.
3.
“De toponimia tebergana (III) : Fitotoponimia”, BIDEA n.° 99.
4.
“De toponimia tebergana (I) : Antrotopohimia”, BIDEA, n.°
93-94.
5. P ié m o n t, P . A. La toponymie. Strasbourg, 1969.
6. P i e l , J. M. “Bustum, pascua, verania, hibemácula y términos análo­
gos en la toponomástica del N.O. hispánico”, BIDEA 21, 1954.
7. M o n t e n e g r o D u q u e , A. “Toponimia latina”, ELH, I.
8. V ig o n , B r a u l i o . Vocabulario dialectológico del concejo de Colunga.
Madrid, 1955.
9. G o n z a le z , J. M. Toponimia de una parroquia asturiana. Oviedo, 1959.
10. C a ba l , C. “Algunas pervivencias de nuestra agricultura primitiva”,
BIDEA 4, Oviedo, 1958.
11. R o h l f s , G. Le Gascon. Etude de philologie pyrénéenne. Halle, 1935.
12. C o ro m in a s , J. Tópica Hespérica II. Madrid, 1972.
13. G a r c ía de D ie g o . “El español ’braña’, ’breña’ y el francés ’bréhaighe’”,
RFE 36, Madrid, 1952.
14. B o b e s , M. C. “Nota sobre ’braña’”, AO, VI, 1956.
15. K r ü g e r , F. “Las brañas. Contribución a la historia de las construc­
ciones circulares en la zona astur-galaico-portuguesa”, BIDEA 8, 1949.
16. U r ia R i u , J. y B o b e s , M. C. “La toponimia de ’busto’ en el N.O. pe­
ninsular”, AO 16.
16b. P i e l , J. M. “Urna etimología bem establecida, aventurosamente con­
testada”. Verba 3, Santiago de Compostela, 1976.
17. P iel, J. M. “Semblanza toponímica de un ayuntamiento gallego” :
Fonsagrada”. Studia Philológica II. 1961.
18. C a ba l , C. “Algunas pervivencias de nuestra agricultura primitiva”.
BIDEA 4, 1948.
19. G a r c i a A r i a s , J. L. El Habla de Teberga : Sincronía y Diacronía. A O
XXIV.
El Libro Registro de Corias, 2, Oviedo, 1950.
20. F l o r i a n o C u m b re ñ o . El Libro Registro de Corias. Oviedo, 1950.
21. G a r c i a A r i a s , J. L. “El nombre de Teberga y sus tres valles” en Teverga. Historia y vida de un concejo. Oviedo, 1978.
22. A lo n s o , D. “Dos palabras gallego-asturianas”, Obras Completas, I. Ma­
drid, 1972.
23. D a u z a t , A. L a T o p o n y m ie F r a n ç a is e . París, 1946.
440
X. LL. GARCIA ARIAS
24. A c t a s d e la s J u n t a s y D ip u ta c io n e s d e l P r in c ip a d o d e A s t u r ia s , I. OvieXII, 1962.
25. P en sa d o , J. L . “Notas lingüísticas a las Ordenanzas de Bello”, AO
XII.
26. A n t u ñ a , N. “Supervivencia del Concejo Abierto de Arenas de CabraIes”. BIDEA 21, 1951.
27. M en en d ez P idal , R. O r íg e n e s d e l E sp a ñ o l. Madrid, 1959, 3.a ed.
28. G a r c ía de D ie g o . D ic c io n a r io E tim o ló g ic o E s p a ñ o l e H is p á n ic o . Ma­
drid, 1954.
29. R o s t a in g , Ch. L e s n o m s de L ie u x . París, 1969.
30. L l ó r e n t e M aldonado . “Esquema toponímico de la Provincia de Sala­
manca”, en S t r e n a e . Salamanca, 1962.
31. P e n sa d o , J. L. “Estudios de lexicografía asturiana”, AO X, XI, 1960-1.
32. M ic h e l e n a , L. A p e llid o s V a sc o s. Sa’n Sebastián, 1973, 3.a e d .
33. G a r c ía A r ia s , J. L. “Aportaciones al folklore asturiano” en BIDEA
n.° 86, 1975.
34. K. B a l d in g e r . L a fo rm a c ió n de lo s d o m in io s lin g ü ístic o s e n la P e n ín ­
s u la I b é r ic a . Madrid (Gredos, 2.a ed.) 1972.
35. F l o r ia n o L l ó r e n t e , P. C o le c ció n d ip lo m á tic a d e l M o n a s te r io S a n Vi­
cente de O v ie d o . Oviedo, 1968.
36. P r ie t o B a n c e s . O b r a E s c r it a I, Universidad de Oviedo, 1976.
EL CICLO ECONOMICO EN ASTURIAS (1886-1973). UN
ANALISIS COMPARATIVO
POR
JUAN ANTONIO VAZQUEZ GARCIA
En el marco de un súbito interés por la recuperación de «se­
ñas de identidad» perdidas u olvidadas y por la exacta compren­
sión del pasado, los últimos años han registrado un impresionan­
te avance en los estudios de historia económica española y, en par­
ticular, de los de algunas de sus regiones.
Ese movimiento general se ha traducido, por lo que respecta
al caso de Asturias, en una serie de trabajos e investigaciones que,
aunque con un valor desigual, han supuesto, en su conjunto, un
avance considerable en el conocimiento de nuestra historia econó­
mica regional.
Particularmente me ha llamado la atención, sin embargo, que
en Asturias —a diferencia de lo ocurrido en otras comunidades
regionales (1)— se haya marginado un tema, en mi opinión, fun­
damental y hasta cierto punto previo. Me refiero a la labor de di(1)
Por ejemplo e'n los casos de Madrid, Barcelona, Vizcaya, País Valen­
ciano y Aragón, para los que existen estudios del tipo del presente. Véanse en
concreto los siguientes trabajos: T. J imenez A raya, “Formación de capital y
fluctuaciones económicas. Materiales para el estudio de un indicador: Crea­
ción de Sociedades Mercantiles en España entre 1886 y 1970”. H a c ie n d a P ú b li­
c a E s p a ñ o la , n.° 27, 1974; Martínez S errano, J. A.; R eig , E .; y S oler, V.
“Fluctuaciones económicas y formación de capital: el caso del País Valencia­
no”. I n v e s tig a c io n e s E c o n ó m ic a s , n.° 4, 1977; y L. G ermán Z ubero, “Evolu­
ción de la formación de capital en Aragón (1886-1977)”. C u a d e r n o s A r a g o n e ­
s e s d e E c o n o m ía . Curso 1980-81.
442
JUAN ANTONIO VAZQUEZ GARCIA
seño y delimitación de la evolución cíclica seguida por la econo­
mía de la región en un período largo. Creo que ello es de todo pun­
to necesario, tanto para disponer de una visión de conjunto de la
trayectoria descrita por la economía del Principado, como para po­
der acotar rigurosamente las principales fases de su evolución y
para conocer algunas de sus características más destacadas. Y así
se evitaría, a un tiempo, caer en la simplificación de suponer apriorísticamente dichas fases, cometer el error de designar etapas eco­
nómicas a partir exclusivamente de acontecimientos políticos o so­
ciales, e incurrir en el riesgo de desconocer, en toda su importan­
cia, la magnitud de determinados períodos de nuestra evolución
histórica.
Mi pretensión con estas páginas, pues, no es otra que la de con­
tribuir a cubrir la laguna apuntada; que la de reconstruir la tra­
yectoria descrita por la actividad económica en Asturias y compa­
rarla con la del resto de España, basándome en algún criterio ob­
jetivo y no en subjetivas apreciaciones personales.
Brevemente he de referirme al método de trabajo, y, en primer
lugar, al tema de la elección de un indicador en consonancia con
el objetivo propuesto. Son diversas las razones, que aquí sólo ca­
be ennumerar sucintamente, que han llevado a elegir el indicador
«Creación de Sociedades Mercantiles» de entre el conjunto de los
potencialmente susceptibles de ser utilizados. En primer lugar se
cuenta con una base teórica, con antecedentes en A. Marshall y J.
Schumpeter (2), que fundamenta el empleo de este indicador, al
m ostrar la relación existente entre expectativas empresariales, fun­
dación de nuevas empresas y evolución cíclica de la economía. Por
ello, siguiendo la marcha, fluctuaciones y oscilaciones del proceso
de creación de nuevas sociedades, se dispone de una indicación de
la tendencia cíclica seguida por una economía. En segundo lugar,
el empleo de este indicador viene avalado por una prolífica expe­
riencia y tradición de estudios basados en la misma metodología,
efectuados tanto en España (3) como en el ámbito anglosajón, en
donde surgen los primeros trabajos de este tipo al amparo de las
(2) A l f r e d M a r s h a l l . I n d u s tr y a n d T r a d e . Lo'ndres, 1919. J. A . S c h u m ­
p e t e r . B u s in e s C y c le s. A th e o r e tic a l a n d s t a t i s t i c a l a n a ly s is o f th e c a p it a lis t
vol. New York, 1938.
(3) Baste reseñar los ya citados en la nota 1, a los que habría que aña­
dir la utilización, en mayor o menor medida, de este mismo indicador por par­
te de autores como F. Kischer, J. Ruiz Almansa y J. Vicens Vives, en el pa­
sado, y M. )Izard, G. Tortella, S. Roldán, J. L. García Delgado, J. Nadal y
otros, más recientemente.
p ro c e ss. 2
EL CICLO ECONOMICO EN ASTURIAS
443
investigaciones realizadas en el National Bureau of Economic Re­
search de los Estados Unidos (4). Pero además, en tercer lugar, es­
te indicador posee, sobre otros, la ventaja de perm itir la recons­
trucción de una serie suficientemente larga, de disponer de un fá­
cil acceso a los datos que requiere su empleo y de contar con una
fuente de ellos altamente fiable que ofrece las informaciones des­
glosadas por provincias, lo que supone una circunstancia muy fa­
vorable en un país como el nuestro en que las estadísticas históri­
cas regionalizadas no son abundantes ni fáciles de obtener.
La referencia se hace obligada, pues, a la fuente de obtención
de datos para el empleo del indicador, constituida por el «Registro
Mercantil», a través de sus Estadísticas y Anuarios (5), dónde, año
tras año, desde 1886 (6), se recogen, agrupadas por provincias y
según sus principales características, el número y capital de todas
las nuevas empresas constituidas. El acceso a esta fuente estadísti­
ca, cuya importancia es preciso recalcar, es sencilla, si bien ha exi­
gido una previa y laboriosa tarea de depuración de datos y elimi­
nación de incorrecciones de la que aquí no parece oportuno dar
cuenta detallada (7).
Por razones no sólo expositivas sino también por los distintos
fines con que se utiliza y por el diverso significado que en cada
caso cobra el indicador elegido, el trabajo se divide en dos partes.
En la primera de ellas me referiré exclusivamente a la caracterís­
tica «número de sociedades constituidas», entendiendo, como se
ha dicho, que su valor constituye un índice de la coyuntura y la
tendencia del ciclo y es expresivo del «clima» económico dominan­
te. En la segunda parte centraré mi atención en las operaciones de
(4) Por ejemplo los trabajos de A. F. B u r n s y W. C. M it c h e l l , “Statical
Indicators of Cyclical Reviváis” N a t io n a l B u r e a u o f E c o n o m ic R e s e a r c h B u lle tin , 69. May 1938; y G. H. E v a n s , B u s s in e s in c o r p o r a tio n s in th e U n ite d S t a ­
t e s , 1800-1943, National Bureau of Economic Research, New York, 1948.
(5) E s t a d ís t i c a d e l R e g is t r o M e r c a n til. Dirección General de los Registros
Civil y de la Propiedad y del Notariado. Madrid, 1901. E s t a d ís t i c a d e l R e g is ­
tro M e r c a n til. Años 1899-1910. Dirección General de los Registros y del Nota­
riado. Madrid, 1911.
A n u a r io s d e lo s R e g is t r o s y d e l N o ta r ia d o . Dirección General de los Regis­
tros y del Notariado. Años 1913 a 1973.
(6) Por ello se ha elegido ese año como el de i’n icio de la serie cronológi­
ca que aquí se estudia. De otra parte he preferido no llevar el análisis más
allá de 1973, dado que ese ejercicio cierra un período económico y abre otro
nuevo caracterizado por la crisis económica internacional.
(7) Y que tengo recogidas en J. A. V á zq u ez G a r c ía , A p o r t a c io n e s a l e s t u ­
d io d e l p r o c e so d e in d u s tr ia liz a c ió n e n A s t u r ia s . Tesis Doctoral inédita. Ovie­
do, 1981.
444
JUAN ANTONIO VAZQUEZ GARCIA
asociación de capitales por nuevas empresas, que sirven, en este
caso, como índice de la formación de capital en la economía y per­
miten acercarse a algunas de las características de las sociedades
creadas. En ambos casos no me limitaré a una consideración ais­
lada de la evolución asturiana, sino que trataré de relacionarla con
la registrada en el conjunto español o en algunas áreas significa­
tivas, como son Madrid, Barcelona, Vizcaya y el País Valenciano.
He de lamentar, finalmente, que la extensión del material esta­
dístico en que se basa el análisis y se fundamentan sus conclusio­
nes no permita su inclusión al completo en una publicación de es­
te tipo (8); y por ello me veo forzado a adjuntar tan sólo, a modo
de resumen, los cuadros y gráficos que figuran en estas páginas (9).
1.— CREACION DE SOCIEDADES
El análisis del número de nuevas sociedades constituidas en la
provincia de Oviedo permite conocer, como he dicho, la evolución
seguida por la actividad económica en la región asturiana.
El resumen del número de tales constituciones se recoge en el
Cuadro n.° 1 y Gráfico n.° 1, que muestran la trayectoria cíclica de
la economía del Principado y las principales coyunturas alcistas o
depresivas contenidas en ella.
Entre las primeras, es decir, entre las fases de marcado auge,
cabe reseñar las siguientes:
—La etapa finisecular, comprendida más exactamente entre
1897 y 1903, en la que crece de forma espectacular el número de
iniciativas, llegando a situarse Asturias, en esos años, en los pues­
tos quinto y sexto del conjunto nacional por la magnitud de las
constituciones, mientras que en los ejercicios anteriores fluctua­
ba entre los lugares 13° y 33°.
—La fase definida en torno a los años de la I Guerra Mundial,
que se extiende concretamente entre 1915 y 1920, donde vuelve a
aparecer un elevado número de empresas que, pese a ser de una
entidad absoluta superior a la del auge precedente, no logra situar
al Principado entre los puestos de privilegio alcanzados entonces,
a causa de la generalización de este movimiento alcista a la mayor
parte de España.
(8) Para su consulta remito a J. A. V ázq uez G a r c ía , A p o r t a c io n e s
Tesis Doctoral. Vol. II.
(9) Los cuadros y gráficos son de elaboración propia. Tomados de
ta c io n e s a l e s t u d io ... Tesis Doctoral.
a l es­
t u d io ...
A p o r­
NUMERO TOTAL DE SOCIEDADES CONSTITUIDAS EN ESPAÑA Y EN ASTURIAS
GRAFICO
EL CICLO ECONOMICO EN ASTURIAS
445
446
JUAN ANTONIO VAZQUEZ GARCIA
CUADRO N .° 1.— SOCIEDADES CONSTITUIDAS EN ESPAÑA ENTRE 188 6 Y 19 75
ii
i
N.° total de N0 de S. A o/Q de II
sobre 1
sociedades
Años
de
de
de
de
de
de
de
de
de
de
de
de
de
de
de
de
de
1886
1891
1896
1901
1906
1911
1916
1921
1926
1931
1941
1946
1951
1956
1961
1966
1971
a
a
a
a
a
a
a
a
a
a
a
a
a
a
a
a
a
1890
1895
1900
1905
1910
1915
19,20
1925
1930
1935
1945
1950
1955
1960
1965
1970
1975
4.484
4.908
5.378
6.540
5.918
6.273
12.454
7.662
5.571
5.042
10.729
9.563
8.124
11.478
20.016
29.242
43.688
362
487
801
1.077
967
1.370
3.486
2.254
1.975
1.912
3.705
4.214
3.786
6.696
13.880
22.174
34.517
8 ,0
9,9
14,9
16,4
16,3
2 1 ,8
27,9
29,4
35,4
37,9
34,5
44,1
46,6
58,3
69,3
75,8
79,0
ni
Capital total
(millones de
pesetas)
IV
Capital de S.A. o/o de IV
(millones
de pesetas) sobre III
953,52 8 ,6
1.096,7
578,63 6 ,8
845,8
991,72 78,4
1.264,5
2.032,6 1.618,67 79,6
1.773,7 1.471,88 82,9
987,79 81,1
1.218,6
4.427,4 3.556,15 80,3
4.369,0 3.835,57 87,8
3.922,9 3.455,55 8 8 ,1
2.384,0 1.929,39 80,9
10.401,2 8.056,29 77,5
16.628,9 14.005,93 84,2
13.041,2 10.373,43 79,5
25.469,0 22.408,77 8 8 ,0
68.790,5 66.305,10 96,4
135.812,2 127.522,21 93,9,
264.168,9 253.971,88 96,2
CU A D R O N .° 2 — SOCIEDADES CONSTITUIDAS E N ASTURIAS EN TRE 1 8 8 6 Y 1 9 7 5
i
ii
N.° total de N.° de S. A. % de II
sociedades
sobre 1
Año
de
de
de
de
de
de
de
de
de
de
de
de
de
de
de
de
de
1886 a
1891 a
1896 a
1901 a
1906 a
19,11 a
1916 a
1921 a
1926 a
1931 a
1941 a
1946 a
1951 a
1956 a
1961 a
1966 a
1971 a
1890
1895
1900
1905
1910
1915
1920
1925
1930
1935
1945
1950
1955
1960
1965
1970
1975
54
91
202
184
123
120
340
145
70
75
179
163
176
260
281
460
641
10
13
55
43
21
24
63
39
28
22
69
50
68
137
188
322
442
18,5
14,3
27,2
23,4
17,1
20,0
18,5
26,9
40,0
29,3
38,5
30,7
38,6
52,7
66,9
70,0
68,9
ni
Capital total
(millones de
pesetas)
11,73
38,21
133,61
95,15
17,03
25,03
109,31
54,93
21,80
43,71
173,50
1.314,05
246,38
600,01
1.539,96
9.268,37
3.779,04
IV
Capital de S.A.
(millones
de pesetas)
7,27
34,56
124,87
85,49
12,55
21,26
95,90
47,34
19,06
37,58
123,08
1.266,52
183,14
521,30
1.472,60
9.134,61
3.478,73
°/o de IV
sobre III
62,1
90,5
93,5
89,8
73,8
85,0
87,7
86,2
87,4
86,0
70,9
96,4
74,4
86,9
95,6
98,6
92,1
EL CICLO ECONOMICO EN ASTURIAS
447
—La inmediata postguerra civil española, en los años 1940 a
1943 y en 1946, presenta alzas llamativas. Sin embargo, en este ca­
so la dudosa fiabilidad de los datos utilizados, impone serias du­
das acerca de la entidad de esta coyuntura e impide, si no es con
el riesgo de equivocarse gravemente, atribuirle una calificación de­
finitiva.
—Después de la recuperación operada entre 1955 y 1958 y de
su posterior declive, es realmente en la década de los sesenta, a
partir del año 1962, cuando tiene lugar la más intensa y prolonga­
da (pese a ligeras oscilaciones anuales que se inscriben en una ten­
dencia general alcista) etapa de crecimiento, situando el número
de nuevas sociedades en las más altas cotas históricas de toda la
serie.
Frente a éstos, se destacan otra serie de períodos de naturale­
za opuesta, caracterizados por la atonía o la depresión, entre los
que se pueden citar los siguientes:
—El comprendido entre 1904 y 1914 muestra una importante
pérdida de impulso respecto a los momentos que le preceden, y
los que le siguen, aunque manteniéndose un cierto grado de dina­
mismo que no permite calificarlo propiamente como una fase mar­
cadamente depresiva.
—Desde comienzos de los años veinte se produce una acentua­
da caída del número de nuevas iniciativas, expresiva de la inten­
sa crisis de postguerra y del estancamiento posterior, a lo largo
de toda la década, oue sitúa el indicador en unos niveles muv ba­
jos, desde luego inferiores a los existentes antes de la I Guerra
Mundial.
—Tras la guerra civil española ,si exceptuamos los años de 1940
a 1943 y 1946, y la recuperación de 1952, el resto de ellos, hasta la
mitad de los cincuenta, ofrecen una imagen claramente depresiva,
que vuelve a estar presente al final de la década y a comienzos de
los sesenta, coincidiendo con los momentos de entrada en vigor
del Plan de Estabilización, entre 1959 y 1962.
Con este conjunto de períodos delimitados, por tanto, se perfi­
lan ya claramente los momentos más significativos de la evolución
de la economía asturiana en el último siglo. Aunque para definir­
los con mayor nitidez aún ha de abundarse en otras contrastaciones v consideraciones.
El número total de iniciativas registradas en términos absolu­
tos muestra una fuerte polarización de las nuevas sociedades en
NUM ERO
GRAFICO N°
TOTAL
4
DE
SO C IE D A D E S
C O N S T IT U ID A S
448
JUAN ANTONIO VAZQUEZ GARCIA
EL CICLO ECONOMICO EN ASTURIAS
449
los tres núcleos industriales tradicionales: Madrid (10), Barcelona
y Vizcaya (gráfico n.° 4), que son los que dominan a lo largo de to­
da la serie temporal, seguidos por otro conjunto de provincias co­
mo Valencia, Alicante, Guipúzcoa, Sevilla y Navarra, etc. Asturias
se situaría en este segundo nivel, aunque alcanzando una impor­
tancia inusitada en determinados períodos que constituyen coyun­
turas locales específicas. Barcelona es la provincia que ocupa el
primer puesto de toda la nación, en cuanto al número total de em­
presas creadas, hasta el año de 1953 en que se ve superada por Ma­
drid. El País Valenciano marcha en segundo término hasta 1922,
pasando posteriormente al cuarto lugar, aunque recupera el tercer
puesto desde 1940 a costa de Vizcaya. Esta provincia ocupa la cuar­
ta plaza continuamente, con la salvedad señalada y la del año de
1901 en que logra alzarse a la segunda posición excepcionalmente.
Y Madrid marcha en el tercer puesto hasta comienzos de la terce­
ra década del siglo XX en que sobrepasa a la región levantina, pa­
ra alzarse con la hegemonía nacional después de 1953, desbancan­
do a Barcelona. Asturias se sitúa siempre en niveles por debajo de
los que ocupan las provincias citadas, pese a los grandes avances
que experimenta en períodos concretos, como puede ser el fin de
siglo.
Pero incluso más que esta participación absoluta a que vengo
refiriéndome, interesa seguir la participación relativa, la evolución
temporal del número de iniciativas registradas en cada uno de los
casos que se están considerando.
La trayectoria descrita por el número de sociedades constitui­
das en Asturias a lo largo de toda la serie temporal presenta, a pri­
mera vista, una gran similitud con el perfil resultante para el con­
junto nacional; pero aparecen también algunas importantes diferecias respecto a éste y a los detalles relativos a otras provincias,
como muestran los gráficos números 1 y 4.
Donde estas divergencias se hacen más sensibles es en los años
finiseculares. El auge de fin de siglo, que es perfectamente detectable en el conjunto nacional, circunscribiéndose al período com­
prendido entre 1898 y 1903 (aunque alcanza el máximo en 1901
perdiendo impulso a partir de ese año), se registra también en los
principales núcleos industriales del país, aunque con importantes
(10)
Aunque me refiero a Madrid con objeto de efectuar las oportunas
comparaciones, tengo bien presente las particularidades de este caso, ceñido
a la capital de España y erigido como núcleo administrativo, financiero y de
servicios .
450
JUAN ANTONIO VAZQUEZ GARCIA
diferencias en cuanto a su intensidad y algunas variaciones en su
secuencia.
Así, comparativamente, el auge de Madrid es bastante débil y
efímero, limitándose prácticamente al año de 1899, en que alcanza
la cota máxima, y al de 1900. En el País Valenciano tan sólo se tra­
duce en «un pequeño impulso en las iniciativas realizadas a fina­
les y a principios de siglo» (11) aunque éste perdura a lo largo de
la mayor parte de la primera década de la nueva centuria. Barce­
lona, por su parte, se ve afectada por un alza más pronunciado,
que se refleja más tardíamente, entre 1900 y 1905, y que no llega a
alcanzar gran entidad como consecuencia de las dificultades en
que se desenvuelve, en esos momentos, la industria textil, para la
que la pérdida colonial supone un duro golpe (12). Pero donde
realmente este auge resulta particularmente acusado e intenso,
cobrando unas proporciones y un carácter que bien podrían califi­
carse de espectaculares, es en Vizcaya y Asturias, que registran un
movimiento de similares características rela+ivas, aunque de mavor
magnitud absoluta en el primer caso. Como consecuencia Asturias
llega a ocupar el quinto puesto, en el total nacional, por el núme­
ro de sociedades constituidas, en los años 1898, 1899 y 1900; v la
provincia vasca logra alcanzar el segundo en 1901, dando así una
muestra fehaciente de la prosperidad vizcaína en los años de fin
de siglo, asentada, como se ha puesto de manifiesto (13) a partir
de la exportación de mineral de hierro en gran escala en las déca­
das anteriores.
La coyuntura alcista más importante y generalizada de todo el
primer tercio del siglo XX en el conjunto español es, sin duda, la
promovida por la I Guerra Mundial, que supone un re la n z a m ie n to
espectacular de las nuevas iniciativas a partir de 1915, para culmi­
nar en 1919 en Barcelona, Vizcaya y Asturias y en 1920 en el País
Valenciano, Madrid y el +otal nacional. Hay que señalar la simili­
tud, en cuanto a intensidad y sicronización, con que tiene lugar es­
ta etapa en todos los casos, y que en todos ellos, por lo que respecta
al número de sociedades constituidas, se superan (ampliamente en
(11) J. A. Martínez Serrano, E. Reig, V. Soler a r t. cit. pg. 164.
(12) J. N adal. “La economía española (1829-1931)”, en E l B a n c o d e E s p a ­
ñ a . U n a h is t o r ia e c o n ó m ic a . Madrid, 1970, págs. 315-417.
(13) J. F. d e L e q u e r ic a . L a a c t iv id a d e c o n ó m ic a de V iz c a y a e n la v id a n a ­
c io n a l. Discurso de entrada en la Real Academia de Ciencias Morales y Polí­
ticas, Madrid, 1956; y M. G o n z á le z P o r t i l l a , “ L o s orígenes de la sociedad
capitalista en el País Vasco, Transformaciones económicas y sociales en Viz­
caya”, S a io a k , n.° 1. 1977.
EL CICLO ECONOMICO EN ASTURIAS
451
España; Madrid, Barcelona y P. Valenciano, y en menor medida
en Vizcaya y Asturias) las cotas alcanzadas en el período finisecu­
lar.
Los años siguientes muestran el desplome de las magnitudes
precedentes, delatando así la profunda y continuada crisis de post­
guerra que, con algunos altibajos y variaciones según los casos, se
prolonga a lo largo de todos los años veinte y treinta. La caída es
generalizada y muy intensa en el primer momento, hasta que se
produce una efímera recuperación en 1923 en España, Barcelona,
Madrid y País Valenciano, y en 1924 en Vizcaya, y ya más variable
en la segunda mitad de los años veinte y los treinta.
Madrid posee, quizás, la gráfica más dinámica, con puntas en
los años 1927 y 1929 y crecimiento sostenido desde 1932; Vizcaya
inicia la recuperación prácticamente desde 1927; el País Valencia­
no, después de la aguda baja que había colocado a su curva por de­
bajo de los niveles de preguerra e incluso de los de finales del siglo
XIX, muestra, desde 1928, una tendencia al alza que prolonga has­
ta 1933; y Barcelona, que consigue mantener, con diversas alterna­
tivas, en la segunda mitad de los veinte unos niveles similares a los
vigentes antes de la guerra, pierde posiciones en los primeros años
treinta. La singularidad asturiana en estos momentos viene marca­
da por la especial intensidad del movimiento a la baja, que deja,
casi permanentemente, las cifras asturianas por debajo de las de
preguerra, a unos niveles similares a los vigentes en los años no­
venta del siglo XIX; y, sobre todo, por su prolongación, pues hay
que esperar hasta 1927 para percibir los síntomas de una recupe­
ración que se ve interrumpida en 1929 y 1932, mostrando así la es­
pecial repercusión que tiene la crisis de postguerra en el Princi­
pado.
Después de la guerra civil española no se contemplan diferen­
cias apreciables en el comportamiento de las diversas gráficas con­
sideradas. Estas señalan un fuerte impulso alcista inicial que se
quiebra en 1943 y 1944 para recuperarse a continuación (sobre to­
do en el total nacional, Barcelona y Madrid y de forma menos in­
tensa en el País Valenciano, Asturias y Vizcaya) y, tras la crisis
general, aunque de diversa entidad, de la primera mitad de los cin­
cuenta y de los años 1959 y 1960, iniciar un sostenido e ininterrum­
pido crecimiento (con las salvedades de pequeñas inflexiones en
1968 y 70) en toda la década de los sesenta y primeros setenta.
La perspectiva de la evolución del número total de sociedades
constituidas debe ser completada, ahora, con la visión de su des­
glose por formas jurídicas. Con ello más que volver sobre las cues-
NUMERO TOTAL DE SOCIEDADES CONSTITUIDAS EN ASTURIAS, POR FORMAS JURIDICAS
GRAFICO
45?
- JUAN ANTONIO VAZQUEZ GARCIA
EL CICLO ECONOMICO EN ASTURIAS
453
tiones relativas al diseño de la trayectoria del ciclo, lo que se con­
sigue es ahondar en el conocimiento de otros aspectos complemen­
tarios. En efecto, la forma jurídica que adopten las nuevas socie­
dades no resulta, en absoluto, indiferente y estará mostrando, no
ya la tendencia al auge o al declive de la coyuntura, sino algo acer­
ca de las características de cada período; estará aportando un
nuevo dato, de evidente significación, acerca del grado de moder­
nidad económica y de generalización de las fórmulas capitalistas
de gestión empresarial, que comporta la penetración y consolida­
ción de la Sociedad Anónima, frente a otras formas jurídicas de
asociación de capitales.
A la vista de los datos (cuadros núms. 1 y 2 y gráfico núm. 2)
hay que convenir, al igual que ocurre en el conjunto español, en
la lenta y tardía penetración de la Sociedad Anónima en Asturias.
Las sociedades anónimas en España no abandonan el último lugar
hasta finales del siglo pasado y sólo, y esporádicamente, logran
superar a las colectivas en los años 1925 a 1930, pasando a ocu­
par el primer lugar, ya definitivamente y tras rebasar a las limita­
das, a partir de 1954. No puede concluirse pues, antes al contrario,
que se produzca prematuramente el predominio absoluto de las
anónimas como forma de asociación de capitales en el conjunto
de España. En Asturias las SA, que venían alternando el último lu­
gar con las comanditarias en los años anteriores, se sitúan ya cla­
ramente en la posición intermedia a partir de 1898. Pero el hecho
más singular y significativo es el gran avance, en términos absolu­
tos y relativos, que experimentan las sociedades anónimas durante
el auge del fin de siglo, auge al que no fueron ajenas las sociedades
colectivas pero que estuvo sólidamente sustentado en el progreso
de las anónimas. Estas, aunque excepcionalmente, obtienen la pri­
macía sobre el resto de formas jurídicas en la región en 1901, y
llegan a colocar a Asturias en el tercer puesto de todo el conjunto
nacional por el número de sociedades anónimas constituidas en
1898, 1899 y 1900, alcanzando una magnitud que, incluso en tér­
minos absolutos, no será superada hasta el año 1940, y con regu­
laridad sólo después de 1956, pese a quedar por medio la florecien­
te coyuntura de la I Guerra Mundial. Esta circunstancia creo que
constituye un dato importantísimo y de hondo significado, que vie­
ne a añadir un nuevo y muv relevante elemento para la conside­
ración del auge de fin de siglo como un período de excepcionalidad
en Asturias, no solo cuantitativamente, por el número de iniciativas
registradas, sino también, y sobre todo, cualitativamente, por la
454
JUAN ANTONIO VAZQUEZ GARCIA
modernidad que supone la fuerte presencia de las sociedades anó­
nimas en esa fase, que no tiene paralelo en el total nacional.
Como, de todas formas, los promedios nacionales podrían ocul­
tar grandes diferencias provinciales y situaciones harto dispares,
parece conveniente analizar también el comportamiento seguido
por las sociedades anónimas en algunos de los enclaves económi­
cos más importantes del país, comparándolo con el de Asturias.
De nuevo nos encontramos con que es el caso de Vizcaya el que
encierra un mayor paralelismo con la evolución que registran en
Asturias las sociedades anónimas en el período finisecular. Estas,
que venían ocupando tradicionalmente la segunda posición en la
provincia vasca, pasan al primer lugar durante 1899, 1900 y 1901.
Y algo parecido ocurre en Madrid donde, en 1899, se sitúan a un
nivel muy próximo al de la primacía absoluta. Barcelona y el País
Valenciano, por el contrario, registran un comportamiento menos
dinámico de las sociedades anónimas en estos años.
Ahora bien, el florecimiento de las sociedades anónimas en As­
turias es pasajero y decae fuertemente una vez finalizada la coyun­
tura alcista, recuperándose sólo en la nueva etapa de auge coinci­
dente con los años de la I Guerra Mundial, pero sin llegar a los
niveles precedentes, ya que son las colectivas las sociedades que
predominan en esos momentos. Siguiendo esa misma tónica en los
años siguientes, las sociedades anónimas en Asturias se manten­
drán en un discreto segundo plano hasta que logren, a partir de
1953, consolidar una primacía que sólo esporádicamente y puntual­
mente habían alcanzado en 1924, 1941 y 1942.
En resumen, la penetración, con innegable entidad, de la S.A. en
Asturias, resulta llamativamente prematura, y coincidiendo con,
y caracterizando a, los años de fin de siglo. Pero su consolidación
como forma hegemónica de asociación de capitales se produce des­
pués, de forma lenta y tardía, con un retraso casi sorprendente,
del tipo del registrado en el País Valenciano o en Vizcaya (mar­
cándose así una nueva semejanza con esa provincia), donde las
S.A. se encumbran en el primer lugar en 1950 y 1948 respectiva­
mente, frente a lo que ocurre en Madrid, donde pasan a ser defi­
nitivamente mayoritarias desde 1917 (quizas tan prematuramente
por la tendencia de muchas S.A. a domiciliarse en la capital), o en
Barcelona donde alcanzan la hegemonía en 1914. La participación
de las anónimas en la promoción del auge de fin de siglo ha sido
muy intensa, pues, en Vizcaya y Asturias y menos en las otras pro­
vincias, en las que se registra una mayor participación de las co­
lectivas. Por contra, es más reducida la influencia relativa de las
CAPITAL DE LAS SO C IE D A D E S
C O N S T IT U ID A S
Y ESPAÑA
( M ILLO NES DE P E S E T A S )
GRAFICO N* 3
EN
A S T U R IA S
EL CICLO ECONOMICO EN ASTURIAS
455
456
JUAN ANTONIO VAZQUEZ GARCIA
anónimas en la etapa de la guerra europea en Asturias en compa*
ración con lo ocurrido en casos como los de Madrid, Barcelona y
País Valenciano donde, durante ese período, sufren un fuerte cre­
cimiento. En la región asturiana, por lo demás, las empresas co­
manditarias, que a lo largo del siglo XIX vienen alternando sus po­
siciones con las anónimas, aunque sin tener excesiva influencia
en las evoluciones del ciclo, quedan relegadas ya al último lugar
desde comiezos del siglo XX y van perdiendo importancia paula­
tinamente para desaparecer, prácticamente, a la altura de 1925.
Las colectivas ocupan el primer lugar en solitario (con la mencio­
nada excepción de 1901) hasta su desplome en los años veinte
(igual que ocurre en toda España), en que son sustituidas por una
nueva forma jurídica, la Sociedad Limitada, y sobreviven, pero ya
a un nivel de importancia mucho menor, hasta el inicio de los años
sesenta. Como acabo de señalar, a partir de los años veinte son las
sociedades limitadas las que sustituyen a las colectivas y comandi­
tarias como forma de asociación de los capitales medianos y pe­
queños, cobrando un auge progresivo que hace que compitan, a es­
cala nacional, con las sociedades anónimas hasta la mitad de los
años cincuenta, en que estas últimas afianzan ya su hegemonía.
2.—EL
CAPITAL DE LAS NUEVAS SOCIEDADES
La creación de una nueva empresa era, como se ha dicho, ex­
presión de las expectativas empresariales y de la evolución de la
coyuntura. Ahora bien, la fundación de una nueva compañía lleva
aparejada una operación de asociación de capitales. Desde esta
perspectiva la consideración de los capitales asociados en cada
período sirve como aproximación —en ausencia de datos más fi­
dedignos— a la formación de capital, al tiempo que aporta algunas
informaciones acerca de las características de las iniciativas sur­
gidas.
Por ello he creído conveniente detenerme en el análisis de la
evolución de los capitales de las empresas constituidas en Asturias
durante el conjunto de años que se están considerando.
La inmediata consecuencia que se desprende de la observación
de esta variable, como muestran los Cuadros números 1 y 2 y el
Gráfico número 3, es la confirmación de las mismas fases que se
habían delimitado al analizar el número de nuevas sociedades. En
efecto, vuelven a destacarse en Asturias: una fase alcista, en torno
a los años de cambio de siglo, una pujante coyuntura durante la
EL CICLO ECONOMICO EN ASTURIAS
4 57
I Guerra Mundial, seguida de una larga y profunda crisis en los
años veinte; un nuevo movimiento alcista en los cuarenta, con dos
puntas en 1942 y 1947; y, en fin, una progresiva, aunque no exen­
ta de altibajos, tendencia al alza a lo largo de la década de los se­
senta. Y de igual manera se confirma el paralelismo existente en­
tre la gráfica de Asturias y la representativa del conjunto español
que marca, con las precisiones a que luego aludiré, esas mismas
fases destacables.
Tanto para España como para Asturias, el indicador de los ca­
pitales asociados por las nuevas empresas también destaca el pe­
ríodo de fin de siglo como una época de inegable prosperidad. Pe­
ro de nuevo, además, la intensidad del auge en Asturias resulta es­
pecialmente llamativa. La cuantía de los capitales asociados, pues,
viene a reforzar la idea de que se trata de un período excepcional.
¿Qué otra cosa quiere decir sino que la provincia de Oviedo, que
supone habitualmente entre un 1 y un 3 por ciento del total na­
cional de capitales asociados, ocupando un puesto que la sitúa en­
tre el décimo y decimonoveno lugar de todo el país, llegue, en los
años comprendidos entre 1898 y 1903, a colocarse entre el segundo
puesto y el quinto, con un 12 y hasta un 14 por ciento del total de
capitales asociados por las nuevas sociedades constituidas en toda
España, alcanzando magnitudes de un orden que sólo serán supe­
radas, y en pesetas corrientes, en 1940, y posteriormente a princi­
pios de los años cincuenta con la constitución de Ensidesa? Se tra­
ta de cifras realmente espectaculares, casi asombrosas, tan expre­
sivas por sí mismas que no dejan ninguna duda acerca de la espe­
cial intensidad y significación de este auge, que constituye una de
las especificidades más reseñables de la evolución de la economía
asturiana en los últimos cien años.
Tras el decaimiento posterior, cuyo inicio puede cifrarse en
1903, se abre una época de menor actividad hasta que, al amparo
de las circunstancias de la guerra europea, tiene lugar un nuevo
e importante auge que, en Asturias sin embargo, no llega a alcan­
zar la entidad del precedente ya que no consigue superar el máxi­
mo absoluto de nuevos capitales asociados que se había logrado
en 1900. A diferencia de lo que ocurría a finales de siglo, esta etapa
alcista no presenta en la región asturiana rasgos de singularidad
e intensidad tan acentuados como entonces, sino que más bien se
inscribe y adopta las características de un proceso más generaliza­
do que alcanza al conjunto de la economía española.
El cese de las hostilidades bélicas abre un período de profun­
da crisis y depresión en los años veinte; y ello ocurre igual en Es-
N* 5
DE
GRAFICO
CAPITAL
LAS
SO C IE D A D E S
C O N ST IT U ID A S
(M ILLONES
DE
PESETAS)
458
JU A N ANTONIO VAZQUEZ GARCIA
EL CICLO ECONOMICO EN ASTURIAS
459
paña que en Asturias, tal como se puede comprobar a través del
empleo del indicador. Pero, con ser cierta esta afirmación en tér­
minos generales, cabe hacer ciertas matizaciones que son las que,
además, marcan las especificidades de la evolución asturiana de
forma significativa. Como muestra el gráfico n.° 3, en el conjunto
nacional, la fuerte caída que supone la postguerra europea se sal­
da en una cierta recuperación en la segunda mitad de los veinte,
concretamente desde 1926, cambiando el signo en toda la década
de los treinta .En Asturias, al igual que ocurría con el número de
empresas, no sólo la caída es más intensa sino más prolongada,
acentuándose, con la salvedad de 1924, a lo largo de toda la déca­
da de los veinte hasta recuperarse transitoriamente en 1931 y 1932,
mostrándose así esa especificidad del caso asturiano consistente
en la mayor duración y gravedad de la crisis de postguerra euro­
pea, que ha quedado patente tanto al analizar el número como el
capital de las sociedades constituidas.
Nuevamente los años posteriores a la guerra civil española ha­
cen situarse a Asturias en puestos de privilegio, entre el quinto y
el octavo, aunque con porcentajes de participación no muy eleva­
dos, del orden del 4% como máximo, para m ostrar posteriormente
una adaptación bastante grande al ciclo general del país, con la
salvedad de las espectaculares alzas de los años 1950, 1966 y 1967,
debidas a la constitución de las sociedades Ensidesa, Uninsa y Hunosa respectivamente.
La comparación de las cifras del capital asociado en Asturias
y en otras provincias (gráfico n.° 5) también confirma la mayor in­
tensidad del auge finisecular en el Principado, donde alcanza una
entidad incomparablemente mayor a la que registra en Madrid,
Barcelona y el País Valenciano, y sólo paralela a la de Vizcaya, que
se desenvuelve, sin embargo, a unos niveles absolutos superiores.
El avance de los capitales asociados durante la I Guerra Mun­
dial es generalizado y presenta rasgos muy similares en todos los
casos. La progresión alcista de esta coyuntura se prolonga hasta
1920, salvo en Vizcaya donde culmina en 1918, año en el que se
obtienen los máximos de todo el período y tras el cual se inicia un
intenso declive que, ilustrando una nueva coincidencia entre am­
bas provincias, resulta especialmente marcado en Vizcaya y As­
turias.
Con posterioridad al final de la contienda civil española, la evo­
lución seguida por todas las gráficas no presenta grandes diferen­
cias, mostrando dos máximos en los años cuarenta, en 1942 y
1947-48, seguidos de un período de atonía que se extiende hasta la
GRAFICO
N» 6
EVOLUCION DEL CAPITAL MEDIO EN ESPAÑA Y ASTURIAS
(MILES DE PESETAS________
460
JUAN ANTONIO VAZQUEZ GARCIA
EL CICLO ECONOMICO EN ASTURIAS
461
mitad de los cincuenta (con la excepción de 1952) y una pasajera
recuperación en 1956-57, que desemboca finalmente en el sosteni­
do auge de la década de los sesenta.
Los datos del capital asociado pueden ser tomados, además,
como indicadores de la dimensión de las empresas, a través de la
evolución seguida por los capitales medios de las nuevas iniciati­
vas (gráfico n.° 6). Este aspecto aporta nuevos elementos de gran
significación, en general, para la definición de las especificidades
observadas en las diversas experiencias regionales, y para la carac­
terización de las principales etapas registradas en alguna de ellas
en particular.
El tamaño medio de las nuevas sociedades en España aumenta
en el período 1898-1903, pasando el capital medio desde valores
próximos a las cien mil pesetas, hasta las trescientas mil, e incluso
las seiscientas mil pesetas, como ocurre en 1901.
El siguiente impulso alcista tiene lugar durante la I Guerra
Mundial, sobre todo a partir de 1917, y es especialmente notorio en
Barcelona y el País Valenciano, que partían de unas cifras muy
bajas, y se refuerza desde 1920, manteniéndose ya durante toda la
década en unos niveles elevados. La cota del millón de pesetas de
capital medio se supera en 1943, y nuevamente en los años sesenta
se producen sucesivos aumentos. Es decir, que se corresponderían,
en general, los períodos en que se registran aumentos del capital
medio a nivel nacional, con las principales etapas de crecimiento
de la economía española en el presente siglo.
El comportamieto de este factor, el capital medio como indica­
dor de la dimensión de las iniciativas, en Asturias, presenta algu­
nas especificidades de gran importancia. Dejando de lado la excepcionalidad de las magnitudes alcanzadas en años como 1890, 1892,
1895, 1950, 1966 y 1967, en que las elevadas cifras de capital medio
son debidas de manera fundamental, o exclusiva, a la creación de
una sola gran empresa (Hulleras del Turón, Hullera Española, So­
ciedad Industrial Asturiana Santa Bárbara, Ensidesa, Uninsa y Hunosa respectivamente), el aumento significativo se registra en los
años fin de siglo, en que tienen lugar avances espectaculares.
Así ya en 1900 y de nuevo en 1901 se supera el millón de pese­
tas de capital medio, cuando en el conjunto español esta cifra no
se alcanzará, y en pesetas corrientes, hasta 1943. He aquí, pues, un
nuevo dato espectacular, y lleno de significado, acerca de la inten­
sidad y características del auge de fin de siglo en Asturias, cuyas
cifras de capital medio no serán igualadas de nuevo hasta los
primeros años cuarenta.
DE
SO C IE D A D E S
C O N S T IT U ID A S
EN
A S T U R IA S
462
JUAN ANTONIO VAZQUEZ GARCIA
EL CICLO ECONOMICO EN ASTURIAS
463
En la etapa de la I Guerra Mundial Asturias registra unas ci­
fras de capital medio muy bajas en la mayor parte de los años,
tanto con respecto a los niveles alcanzados en otros períodos como
en relación a las magnitudes que se están obteniendo en esos mis­
mos momentos en España. Ello es especialmente aplicable a los
años 1915, 1917 y 1918, poniendo así de manifiesto el carácter minifundista de la expansión asturiana de ese período, aunque en
1916 y 1919 las cifras se recuperan situándose por encima de la
media española que tampoco es muy elevada en esos momentos.
La situación en los años veinte es particularmente llamativa.
Pese a la existencia de amplias fluctuaciones, pasando de valores
próximos a los de la etapa de la guerra a otros de mayor magni­
tud, las cifras están sistemáticamente por debajo de la media es­
pañola y en franca oposición a la tendencia del conjunto nacional
que logra estabilizar los capitales medios de estos años en unos
niveles elevados.
Entre los años 1941 y 1947, y principalmente en el primero y
último de ellos, Asturias registra capitales medios muy elevados,
que se corresponden con un movimiento similar en todo el país,
y que, con una serie de altibajos, continúa en los años cincuenta.
Finalmente, en la década de los sesenta el capital medio en las em­
presas asturianas se sitúa clara y permanentemente por encima de
los correspondientes datos medios nacionales.
3.— CONCLUSIONES
Cabría referirse, aún, a otras consideraciones desprendidas de
un análisis minucioso del indicador «Creación de Sociedades Mer­
cantiles» y del tratamiento detallado de los datos suministrados
por el «Registro Mercantil». Pese a que no se ha hecho más que
dar los primeros pasos en una dirección, creo que, conforme al ob­
jetivo propuesto, el esbozo realizado en estas páginas basta para
proporcionar una idea clara de la trayectoria seguida por la econo­
mía asturiana en el último siglo y sirve para delimitar las princi­
pales fases de su evolución.
Entre éstas-se han destacado como etapas alcistas: los años fi­
niseculares, en especial los comprendidos entre 1898 y 1903; el pe­
ríodo de la I Guerra Mundial, centrándose el auge entre 1915 y
1920; la fase de inmediata postguerra civil española hasta 1944 (si
bien la dudosa fiabilidad de los datos en este caso impone especia­
les reservas); la época autárquica en su tramo final; y, por últi-
8
SO C IE D A D E S
M E R C A N T IL E S C O N S T IT U ID A S
EN
A S T U R IA S
NUMERO Y C A PITA L (EN
M ILLO NES
DE P E S E T A S )
GRAFICO
464
JUAN ANTONIO VAZQUEZ GARCIA
EL CICLO ECONOMICO EN ASTURIAS
4 65
mo, el período de continuado e intenso crecimiento en su conjun­
to, a pesar de algunas inflexiones, de la década de los sesenta. Pe­
se a ser ésta la fase de mayor crecimiento absoluto, como conse­
cuencia de la expansión generalizada de la economía española tras
el Plan de Estabilización, supone para Asturias la pérdida de po­
siciones relativas respecto a los momentos inmediatamente ante­
riores. Pero los impulsos fundamentales que recibe la economía
del Principado en la primera parte del siglo XX, y que sólo son
superados ampliamente en toda la centuria en los años sesenta,
provienen de dos coyunturas de gran significación: la de la I Gue­
rra Mundial y, especialmente, la de los años de cambio de siglo.
Por contra, la década de los veinte se configura como una eta­
pa de honda crisis en su primera mitad y de estancamiento en su
segunda parte y todavía en los primeros años treinta. De atonía o
tendencia a la depresión son también la mayor parte de los años
cuarenta y primeros cincuenta y los inmediatamente próximos al
Plan de Estabilización, entre 1959 y 1962.
Las comparaciones efectuadas han permitido también consta­
tar un alto grado de adecuación entre el proceso asturiano y el re­
gistrado en otras comunidades provinciales y regionales —muy
en especial por lo que atañe al caso de Vizcaya— o el conjunto de
España, que no está exento, sin embargo, de algunas disparidades
dignas de mención.
Dentro de éstas, las principales se refieren a la singularidad
que adquieren en Asturias dos períodos: el finisecular y el de los
años veinte. La grave crisis que se desata en todo el país al final
de la guerra europea resulta en Asturias especialmente intensa,
prolongándose durante buena parte de la tercera década del siglo
XX.
Y respecto de la etapa finisecular son pocas las dudas que pue­
den quedar acerca de la excepcionalidad que reviste en el Princi­
pado ,y no sólo en cuanto a su intensidad ,por el elevado número
de iniciativas que registra o por la magnitud de los capitales aso­
ciados, que colocan a la provincia de Oviedo en los primeros pues­
tos y con los más altos porcentajes de todo el país, sino también
por la significación de algunas de las características y peculiarida­
des que comporta. Entre éstas hay que referirse a la rápida pene­
tración de la Sociedad Anónima y a la inusitada importancia que
esa forma jurídica cobra en esta etapa, y a la entidad y dimensión
de buena parte de las empresas constituidas en ella.
Como ha señalado T. Jiménez Araya, .«el auge del período que
discurre a caballo de los últimos años del XIX y los primeros del
466
JUAN ANTONIO VAZQUEZ GARCIA
presente siglo alcanza su auténtico significado en las dos regiones
industriales del Norte: el País Vasco y Asturias. La combinación
de los beneficios de la exportación de mineral de hierro con la re­
patriación de capitales coloniales impulsó un fuerte incremento de
la inversión que se proyectó especialmente sobre el sector mineroinetalúrgco, las actividades navieras y los servicios financieros»
(14).
(1 4 )
T.
J im e n e z A r a y a ,
art. cit.,
p g . 173.
«LA INDUSTRIA CARBONIFERA ESPAÑOLA Y
ESPECIALMENTE ASTURIANA EN EL SIGLO XIX»
POR
LAUREANO PELAEZ ALBENDEA
NOTA DEL EDITOR
El IDEA ofrece en este volumen un estudio interesante y bien
documentado sobre uno de los aspectos más importantes del indus­
trialismo español en el siglo XIX: el de la explotación y comerciali­
zación de carbón de piedra, base y principalísima energía de dicho
industrialismo. Su autor, don Laureano Peláez Albendea, ha realiza­
do un concienzudo estudio del tema, manejando y aportando metódi­
camente datos y estadísticas que nos permiten conocer con visión
científica el marco y desarrollo de esa cuestión carbonera-industrial
de tantísima importancia en la Historia económica y social de As­
turias.
El Sr. Peláez Albendea comienza cronológicamente su estudio a
partir de la muerte de Fernando VII, es decir, de 1833, que es cuan­
do realmente empieza el gran despliegue del industrialismo que en
Europa se venía incubando desde los finales del siglo anterior. Des­
graciadamente en España ese despliegue fué tardío y deficiente por
causas que en parte se analizan y exponen en este libro.
De la historia del carbón fósil asturiano anterior a 1833 hay es­
casa bibliografía, pero, dentro de esa escasez, el IDEA ha realiza­
do aportaciones originales como el libro «El Marqués de Sargadelos o los comienzos del industrialismo capitalista en España», de
J. E. Casariego, obra de la que hay varias ediciones y contiene una
468
LAUREANO PELAEZ ALBENDEA
completa reseña histórica de la explotación carbonera asturiana y
su transporte y comercio desde mediados del siglo XVIII. Funda­
mental en este aspecto es la obra del miembro del IDEA, ingeniero
de minas, D. Luis Adaro y Ruiz-Falcó, autor de los libros «175 años
de la siderometalurgia asturiana», «Noticias y comentarios sobre
asuntos y realizaciones asturianas», «El puerto de Gijón y otros
puertos asturianos» y «Prólogo a la colección «Antigua minería as­
turiana» publicada por «Bibliófilos asturianos».
En ese volumen de «Bibliófilos» se insertan tres obras raras y
curiosas: «Memoria sobre el carbón fósil» (año 1804) del presbíte­
ro D. Vicente Perea, el popular «Cura les mines», gran apóstol de
nuestra minería en sus comienzos; «Minas y carbón de piedra de
Asturias» (año 1831), que es una compilación oficial de la gran labor
desarrollada bajo la dirección del eminente ingeniero D. Fausto
Elhuyar por una Comisión de facultativos en el reinado de Fernan­
do VII y «Observaciones prácticas sobre la minería carbonera de
Asturias» (año 1861), por D. Restituto Alvarez Builla.
En todos los autores citados podrá encontrar el lector deseoso
de conocer la historia de nuestra minería carbonera, información
y documentación abundantes para ese período fundador que pre­
cede a la época tan detalladamente estudiada en estas páginas por
D. Laureano Peláez Albendea.
SUMARIO
I. Introducción.—II. El marco normativo: legislación de minas;
legislación de sociedades mineras; fiscalidad del sector minero; le­
gislación arancelaria.—III. La producción de carbón: evolución;
estructura.—IV. El transporte y demanda de carbón: los cambios
técnicos: el ferrocarril; la demanda de carbón.—V. La inversión en
el sector carbonífero: inversión, 1833-1890; inversiones de bancos,
ferrocarriles y empresas metalúrgicas; concentración de socieda­
des.—VI. Conclusiones.—Apéndices y Fuentes.
ABREVIATURAS
A. M.=Anales de Minas.
B. O. M.=Boletín Oficial de Minas.
C. L.=Colección Legislativa.
E. M .=Estadística Minera.
«LA INDUSTRIA CARBONIFERA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX»
469
F. = Fuente (s).
G. C. H.=Gaceta de los Caminos de Hierro.
G. M.=Gaceta de Madrid.
M.=Memoria.
N .=N ota (s).
R. M .=Revista Minera.
CAPITULO I
INTRODUCCION
La inelasticidad de la oferta de carbón mineral fué uno de los
principales factores condicionantes del fracaso de la Revolución
Industrial en la España del siglo XIX. Las causas de esta deficien­
cia, difícil de comprender si tenemos en cuenta que las reservas na­
cionales de hulla hubieran bastado para satisfacer la exigua de­
manda interior, es lo que este trabajo pretende explicar.
El período comprendido —1834-1890— exige una aclaración.
Dentro del estancamiento general de la economía española del mis­
mo (sobre todo desde un punto de vista comparativo con los países
europeos industriales), hacia 1833-40, con la muerte de Fernando
VII, se inicia una etapa de crecimiento potenciado desde el poder:
«En pocos años se pasa del inmovilismo a la más absoluta liber­
tad económica, de la amortización y vinculación de los patrim o­
nios a las fórmulas propias del mercado libre, e incluso, se inten­
tará aplicarlas en las relaciones económicas exteriores. La nueva
época supone la movilización de los capitales, lo que determinará
la creación de un mercado permanente, la Bolsa, en tanto las exi­
gencias de seguridad de los inversores obligarán a definir una nue­
va normativa legal, la de la sociedad anónima» (1).
En este contexto se sitúa el nacimiento de las primeras explo­
taciones carboníferas «modernas», es decir, trabajadas de un mo­
do regular y de acuerdo con las técnicas mineras, aunque el primer
salto cuantitativo de importancia en la producción no se produjo
hasta el quinquenio 1856-60, gracias a la expansión siderúrgica as­
turiana y al ferrocarril.
Hacia 1890 la industria hullera inicia su definitivo despegue,
como resultado del proceso de concentración de empresas de la
década anterior.
(1) M ig u e l A r t o l a . “La burguesía revolucionaria (1808-1869)”, pág. 59.
470
LAUREANO PELAEZ ALBENDEA
Los índices de consumo de energía mecánica «per cápita» mues­
tran de manera significativa el desarrollo industrial de un país. Un
análisis comparativo del consumo «per cápita» de carbón mineral
—único recurso de energía mecánica durante el período— de va­
rios países europeos hace patente la inferioridad económica espa­
ñola durante el siglo XIX.
CUADRO I — 1
CONSUMO DE HULLA «PER CAPITA» EN PAISES EUROPEOS
(Ton./hab.)
Bélgica
Francia (2)
Inglaterra
España (4)
1856 1,19
1856 0,35
1861 3,85
1857 0,015
1866 1,74
1861 0,41
1871 4,70
1860 0,039
1880 2,25
1876 0,66
1881 5,29
1877 0,089
1890 2,67
1886 0,78
1890 5,35 (3)
1887 0,138
F.—España Población, Artola, M.—Obra cit., pág. 62. 1887: R.
Mitchell.
Consumo: Ver Cuadro IV-4.
Bélgica, Francia, Inglaterra: calculado a partir de los datos que
sobre población, producción, importación y exportación de hulla
da R. Mitchell en «European Historical Statistics 1750-1970». The
Macmillan Press Ltd. 1975.
CAPITULO II
EL MARCO NORMATIVO
La legislación de Minas
El siglo XIX español se caracteriza por la existencia, dentro del
marco liberal, de dos alternativas de poder: la moderada y la pro­
gresista, la primera de las cuales propugna un mayor control del
Estado sobre los bienes objeto de la industria particular. Se pue­
den concretar los caracteres de una legislación minera plenamente
(2) Incluye cok y lignito.
(3) Población de 1891.
(4) En la importación se incluyen todos los carbones minerales y el coque.
«LA INDUSTRIA CARBONIFERA ESPAÑOLA EN EL SICLO XIX»
471
liberal, en: sistema de ordenación de la propiedad industrial o li­
beral, inexistencia de «reservas» mineras, que son una pervivencia
del sistema regaliano, y régimen de aprovechamiento no condicio­
nado.
En este epígrafe contrastaré la normativa minera española del
siglo XIX con estos caracteres. Fundamentalmente está integrada
por: R.O. 4/VII/1825, Ley ll/IV/1849, Ley 6/VII/1859 y Reglamen­
to de 5/X/1860, Ley 24/VI/1868 y Reglamento de misma fecha y
Decreto-Ley de Bases de 29/XII/1868 (5).
La doctrina administrativa recoge, unánimemente, una clasifi­
cación cuatripartita de los sistemas de ordenación de la propiedad
minera:
—«Sistema fundiario»: la propiedad de las minas corresponde
al propietario del suelo.
—«Sistema regaliano»: la titularidad se atribuye al príncipe.
—«Sistema demanial»: corresponde al Estado.
—«Sistema industrial» o «liberal»: las minas son «res nullius»
y, por tanto, pertenecen al primero que las ocupa.
En el derecho patrio la regla general será el sistema de rega­
lía, hasta la Ley de Minas de 1849, que introduce el sistema dema­
nial (6).
El segundo aspecto configurador de un régimen de minas ple­
namente liberal es la inexistencia de «reservas mineras», o «indus­
tria minera monopolizada». Prácticamente el número de reservas
queda estabilizado a partir de la Ley de 1825 (7), salvo la naciona­
lización posterior de minas de hierro y carbón en Asturias y Nava­
rra para las fábricas nacionales de armas y municiones, y el paso
al uso privado de San Juan de Alcaraz.
Dentro del apartado del aprovechamiento de las minas es pre­
ciso hacer referencia a tres aspectos: la calicata —o tamaño de la
pertenencia—, la investigación y la concesión.
Originariamente, la Ley de 1825 había fijado el tamaño de la per­
tenencia en 200 varas al hilo del yacimiento y la mitad de ancho.
(5) La Ley de 24/VI/1868 no es más que una reforma de la de 1859, y no
necesita estudio específico.
(6) Para el carbón la Real Cédula de 15/VIII/1780 acepta el sistema in­
dustrial, si bien, posteriormente, la Ley de 26/XII/1789 será un ejemplo del
sistema fundiario, volviendo la Cédula de 24/VIII/1792 al sistema industrial,
salvo en la regalía que se reservaba la Corona sobre las minas necesarias pa­
ra la Marina Real. Desde 1849 se rige por la norma general.
(7) Son: azogue de Almadén, cobre de Río Tinto, plomo de Linares y Falset, calamina de Alcaraz, azufre de Hellín y Benamarel, grafito de Marbella.
472
LAUREANO PELAEZ ALBENDEA
Posteriormente, en la Ley de 11 de setiembre de 1836 se amplió el
tamaño de las pertenencias de carbón a 600 varas de largo por 300.
La Ley de 1849 conserva los límites de estas últimas y amplía a 300
por 200 varas el del resto de las pertenencias. La Ley de 1859 aco­
ge la clasificación de la legislación vigente, con la única diferencia
de hacer la medida en metros. (Así, la pertenencia de carbón era
de 500 por 300 metros). La Ley no pone límites en cuanto al núme­
ro de pertenencias, que podrán agruparse en «cotos mineros». La sis­
tematización de las Bases de 1868 difiere de la anterior, pues las
concesiones mineras se miden ahora por el número de pertenencias,
que debe ser de un mínimo de cuatro, y no por la extensión de aqué­
llas que serán cada una de 100 metros de lado. Es decir, se define
la concesión mínima, que sería de 40.000 metros cuadrados.
En cuanto al segundo aspecto, el principio general será el de
libertad de investigación, que ya mantenía para el carbón la Real
Cédula de 1780. La Ley de 1825 acoge este principio. La Ley de 1849
limitaba la calicata para investigación a una cuadrícula de 4 va­
ras de superficie por una de profundidad. En la Ley de 1859 la «in­
vestigación» y el «registro» son dos medios distintos de obtener la
concesión de la propiedad minera (8). En las Bases de 1868 se sim­
plifica al mínimo la investigación que no podrá hacerse sobre un
terreno mayor a 10 metros cúbicos, y no necesitará licencia, salvo
la autorización del dueño del terreno, cuando lo hubiera.
Dado que los yacimientos son bienes de dominio público, ne­
cesitan, para poder ser explotados, de un especial acto administra­
tivo que habilite para el mismo; éste es la concesión. Histórica­
mente, la concesión adopta dos formas: concesión derivada de una
investigación previa que certificaba la existencia de mineral y con­
cesión «directa», que no necesitaba de investigación previa. El pri­
mer tipo es el dispuesto en R. O. de 2-VII-1845 y leyes de 1849 y
1859; el segundo, en las Bases de 1868, según las cuales ni la in­
vestigación ni la existencia de mineral son necesarias, para otor­
gar la concesión. Respecto al procedimiento se va progresivamente
a una descentralización. En la Ley de 1825, el expediente se for­
malizaba ante el Inspector del distrito y la Dirección General de
Minas; en las de 1849 el registro se tramitaba a nivel provincial,
pero la concesión definitiva era realizada por el Ministro de Fo­
mento, y a partir de la Ley de 1868, toda la tramitación se agota
(8)
Se otorga la investigación por espacio de 6 años, prorrogables por
igual espacio de tiempo, y el registro por un plazo de 4 meses y un área de
10 metros cuadrados, siendo convertible a su térmi'no en investigación.
«LA INDUSTRIA CARBONIFERA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX»
473
a nivel de Gobierno provincial. El objeto de la concesión hace re­
ferencia al problema de la «libertad de trabajo», que se puede con­
cretar en dos principios: libertad de tener las minas en explota­
ción o no, y libertad en el número de operarios o «pueble». Salvo
las Bases de 1868, que acogen plenamente el principio de la «liber­
tad de trabajo», en toda la normativa anterior, hay prescripciones
al respecto: el pueble mínimo de 4 operarios por pertenencia, has­
ta aquella Ley, la necesidad de previo aviso al Inspector para pa­
rar la explotación (Ley 1825), la prohibición de tener paradas las
obras 4 meses seguidos u 8 interrumpidos (Leyes 1825 y 1849), y la
obligación de mantener el pueble 183 días por año (Ley 1859).
En cuanto a su duración, las concesiones mineras se otorgan
por tiempo indefinido con lo que se asimilan a una verdadera pro­
piedad. En las leyes anteriores a las Bases de 1868, la concesión
caducaba por el incumplimiento de los requisitos de pueble y pla­
zos, entre otros modos de caducar, pero en éstas, dada la «libertad
de trabajo», el único modo de caducar es no haber pagado el im­
puesto del «canon de superficie». El problema era que la caída
en las condiciones de caducidad, daba lugar a que la mina fuese
denunciable por cualquiera, creando numerosos pleitos. Esta si­
tuación es resuelta por la Ley de 1868, que no admite la denuncia.
Contrastando la normativa del siglo XIX, con los caracteres
que definimos más arriba, debemos concluir que no hay ninguna
normativa plenamente liberal (no hay nunca un sistema de orde­
nación de la propiedad «industrial o liberal» y existen reservas
mineras durante todo el período).
La valoración negativa del Decreto de 1825 comienza con el
preámbulo de las Bases del 68 y continúa en algún autor moder­
no (9). Se le critica la poca extensión de las pertenencias, la obli­
gación de designarlas según la dirección del filón —que era difícil
de conocer—, la inexistencia de garantías para los investigadores, y
el cúmulo de pleitos a que daba lugar la posibilidad de denun­
cia (10).
(9) J . N adal . “El fracaso de la revolución industrial en España. 1814-1913”,
pp. 126-127.
(10) La cuenca donde aquella posibilidad dió lugar a una situación más
lamentable fué Bélmez y Espiel, donde “todos convienen en una triste verdad,
a saber que los derechos de propiedad que la Ley recc::oce en la cucLca a Ls
registradores están de tal manera conculcados que más que cuenca carboní­
fera es hoy una cuenca de pleitos que sirve de valla a los capitales que podían
allí sembrar fructífera semilla”. R.M. t. XVI, p. 648.
474
LAUREANO PELAEZ ALBENDEA
La Ley de 1849 no hace más que sistematizar lo hasta entonces
legislado, aunque el nuevo régimen de administración introdujo
una mayor complicación, que tuvo la importante consecuencia de
aumentar la especulación: muchas veces se denunciaban las minas,
no para explotarlas sino para especular con su valor en el entre­
tiempo entre el registro y la concesión, fundándose para ello en
que en dar un título de propiedad se tardaban cinco años o más.
La Ley progresista de 1868, que es la que más se acerca al ar­
quetipo liberal, tuvo un efecto general benefactor sobre la minería.
Fue positiva la nueva sistematización de las pertenencias, la no
obligatoriedad de investigación previa y, fundamentalmente, la im­
posibilidad de denuncio. Negativa fue la «libertad de trabajo», que
llevó a un aumento progresivo de las concesiones improductivas,
respecto de las productivas (véase cuadro II-I). Se convierte así,
la concesión, en un puro negocio especulativo, adquiriéndose aqué­
lla, no para explotarla, sino para cederla a otra empresa por una
prima mayor, manteniéndose, entretanto, improductiva.
CUADRO II-l
CONCESIONES MINERAS PRODUCTIVAS E IMPRODUCTIVAS
1861-1890
Año
1861
1862
1863
1864
1865
1866
1867
1868
1869
1870
1871
1872
1873
1874
1875
Concesiones
productivas
1.795
1.286
1.738
1.914
1.795
1.795
2.179
2.371
2.276
2.310
2.401
2.452
2.258
2.060
2.123
Total de
concesiones
Año
Concesiones
productivas
Total de
concesiones
7.212
1876
2.333
12.350
6.581
1877
2.339
14.624
6.312
1878
1.960
16.011
6.814
1879
2.457
15.747
6.687
1880
2.692
16.675
6.446
1881
2.923
17.039
5.189
1882
2.945
17.546
5.522
1883
2.709
5.758
1884
2.454
6.275
1885
2.285
16.955
6.652
1886
2.279
17.184
7.145
1887
1.378
15.321
9.602
1888
2.307
17.017
9.791
1889
2.081
16.055
10.643
1890
2.191
15.936
F.—Estadística Minera de los diversos años.
«LA INDUSTRIA CARBONIFERA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX»
475
La legislación de sociedades mineras.
En la misma fecha que la Ley General de Minas, se sanciona la
Ley de Sociedades Mineras, que introduce la Sociedad Especial Mi­
nera, caracterizada, frente a la ley de sociedades por acciones de
1848, por:
—no necesitar que su capital sea determinado (la Ley del 48
preveía la existencia de «capital proporcionado a su objeto»).
—ser determinado el número de acciones que representan par­
tes iguales en los gastos, ganancias, créditos y pérdidas, lo que va
contra la posibilidad de acciones preferentes.
—el fondo de reserva no se constituirá hasta que la sociedad
comience a tener beneficios.
Para nuestro estudio, la importancia de esta Ley tiene más de
significativo que de real, pues es derogada por la Ley de Socieda­
des de 19-X-69, antes del verdadero impulso capitalista en el sector
carbonífero.
La fiscalidad del sector minero.
Asistimos, en el período objeto de estudio, a una multiplicación
de las exacciones impositivas sobre las actividades mineras, que
quiebra frecuentemente los principios de la Hacienda Clásica o
Liberal.
Podemos sistematizar los impuestos que inciden sobre la mine­
ría en el período, así:
—canon de superficie o gravamen por unidad de terreno.
—impuesto sobre contribución industrial o de comercio, que
se aplica, bien sobre los beneficios que reparten las sociedades mi­
neras, o bien sobre las utilidades que muestran sus balances.
—impuesto sobre el producto bruto.
—impuesto sobre el producto líquido.
—gravámenes municipales, como el «consumo» del carbón.
Aparte de los señalados, hay que añadir la contribución terri­
torial por edificios, el timbre sobre el precio de cotización de las
acciones y obligaciones de las sociedades mineras, la contribución
industrial sobre sus ferrocarriles, los impuestos sobre explosivos...
El R. D. de 4-VII-1825, supone la quiebra'de una línea anterior,
cuyos jalones habrían sido la Real Cédula de 15-VI1-1780 y la Ley
de 12-11-1822, caracterizada por la exención de impuestos especiales
de la industria minera. La Ley de 1825 distingue dos tipos de im­
476
LAUREANO PELAEZ ALBENDEA
puestos: uno sobre las pertenencias de 1.000 reales anuales y,
otro, proporcional, que era de un 5% sobre los productos obteni­
dos; las oficinas de beneficio pagaban 500 reales anuales por cada
100 varas que ocuparan. La Ley 20-VII-1837, reduce a la quinta
parte la contribución por pertenencia y suprime la del suelo, so­
bre las fábricas de beneficios. La Ley de Minas de 1849 no introdu­
ce novedad alguna.
En cuanto a la Ley de Minas del 59, conviene distinguir un im­
puesto fijo de otro proporcional. El gravamen fijo tenía cinco bases
impositivas diferentes: la pertenencia minera (300 reales para la
ordinaria de 60.000 metros cuadrados y 200 reales para la de
150.000); escoriales y terreros (400 reales por cada 40.000 metros
cuadrados); pertenencias incompletas, demasías y pequeñas per­
tenencias (según la superficie); permiso de investigación (200 rea­
les por año); y galerías generales, donde se pagaba el canon co­
rrespondiente a las pertenencias mineras que quedaban reserva­
das por la concesión. El gravamen proporcional, era un 3% de la
producción, sin deducir gastos. Aquí se da una excepción en fa­
vor del carbón y el coque —entre otros minerales—, que se declaran
exentos de esta contribución por veinte años.
La Ley de Bases del 68, sólo recoge el canon de superficie que
será de 2 escudos por hectárea para canteras, arenas y tierras pa­
ra la agricultura; de 15 escudos para las sustancias metalíferas
—excepto el hierro— y las piedras preciosas; y de 5 escudos, para
las sustancias combustibles y el hierro.
La Ley de Presupuestos de 1876 crea el impuesto del 1% sobre
el producto bruto, definido por la Instrucción de ll-IV-1877, como
«el valor íntegro que tengan a la boca de la mina los productos
extraídos, sin deducción alguna de gastos» (art. 2.°).
La Ley de 31-XI1-1881 suprime la recaudación del 1% sobre la
riqueza minera y, en su lugar, aumenta en un 100% el canon de
superficie, cometiendo el error de cargar sobre las empresas im­
productivas, el impuesto que quitaba a las productivas. Esta dis­
posición es derogada por la Ley de 27-VII-1883, que restablece la
situación anterior.
El Decreto de 2-X-1873 ordena un impuesto extraordinario y
transitorio sobre los productos líquidos de la riqueza minera, que
sería de un 3% para el hierro y el carbón y de un 5% para el resto
de los minerales. Es derogado por la Ley de Presupuestos de 1876.
Respecto a la contribución industrial o de comercio, la Ley de
4-III-1868, recoge la excepción del pago de contribución industrial,
excepto, cuando las empresas se organicen en forma de compañías
«LA INDUSTRIA CARBONIFERA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX»
477
mercantiles, se dediquen a transportes, o, en otra forma cualquie­
ra de las preceptuadas en el Código de Comercio, entren a tributar
por diferentes conceptos. Dentro de esta misma categoría, grava
con el impuesto del 5% los beneficios que repartan las sociedades
mineras, por dividendos u otros conceptos, en base a la contribu­
ción industrial o de comercio. En el Reglamento de 1870 para la
Contribución Industrial y de Comercio, se aumenta al 10% el im­
puesto sobre las utilidades líquidas, que, según sus respectivos ba­
lances, repartan a sus accionistas las sociedades mineras, cuando,
además, ejercieran la industria metalúrgica.
Por último, dentro de los impuestos municipales hay que re­
señar, el impuesto de consumo sobre el carbón, que recoge la Or­
den del Poder Ejecutivo de la República de 19-XII-1873, al disponer
que tributará con cierta cantidad el carbón mineral o el común
que se consumiera en el término municipal. La Orden de 16-X-1874,
exime de este gravamen al carbón usado en máquinas, fundiciones
y ferrocarriles.
La evolución de la imposición sobre las minas puede seguirse
en Cuadro II-2. La reducción del impuesto del 5% sobre el pro­
ducto, que recogía la Ley de 1825, a un 3%, se manifiesta en la baja
de la recaudación de 1860-68-69, respecto a 1856-59 (el salto de 186263 es sólo aparente, pues, en este período, no se computó un año
sólo, sino año y medio). Sin embargo, donde se hace más patente
la política fiscal es en el repentino descenso de las recaudaciones
durante la Revolución de 1868. También se aprecia el restableci­
miento de la situación anterior, a partir de la Restauración.
CUADRO II-2
IMPUESTO DE MINAS 1850-1890 (en pesetas)
1850
1851
1852
1853
1854
1855
1856
1857
Presupuestado
Recaudado
890.000
972.800
1.124.055
1.074.864
1.342.077
1.282.280
1.376.739
1.580.409
1.787.286
1.000.000
1.000.000
1.250.000
1.625.000
1.650.000
1.650.000
1.750.000
Presupuestado
71/72
72/73
73/74
74/75
75/76
76/77
77/78
78/79
375.000
200.000
200.000
936.000
936.000
1.300.000
2.000.000
2.462.500
Recaudado
398.962
477.768
606.133
709.015
783.538
1.060.074
1.018.467
1.166.094
478
LAUREANO PELAEZ ALBENDEA
1858
1859
1860
1861
1862/63
1863/64
1864/65
1865/66
1866/67
1867/68
1868/69
1869/70
1870/71
2.000.000
2.000.000
2.000.000
1.252.500
1.878.750
1.367.500
1.367.500
1.418.750
1.500.000
.
1 000.000
1.250.000
375.000
375.000
1.798.689
1.827.145
1.264.408
1.253.870
1.969.734
1.358.471
1.229.235
1.038.635
1.133.543
1.564.693
1.640.642
463.015
557.995
79/80
80/81
81/82
81/82
82/83
83/84
84/85
85/86
86/87
87/88
88/89
89/90
2.462.500
2.462.500
1.231.250
800.000
1.600.000
1.800.000
1.800.000
2.000.000
2.000.000
3.500.000
2.250.000
2.250.000
1.319.903
1.378.612
715.139
1.017.444
2.154.950
1.461.556
1.457.763
1.460.880
1.492.349
1.507.932
1.695.043
1.985.139
F.—«Estadística de los presupuestos generales del Estado y
de los resultados que ofreció la liquidación en los años 1850
a 1890/91». Madrid, 1891.
La legislación arancelaria 1825-1890.
En el siglo XIX la polémica librecambismo-proteccionismo se­
rá uno de los ejes de la política económica, que diferenciará, más
claramente, a progresistas y moderados. Partidarios aquéllos del
librecambismo, agrupaban en su seno a los consumidores de hu­
lla, que no la explotaban (11). Por el contrario, los productores de
hulla defendían el proteccionismo. En el contexto de la controver­
sia entre los que consideraban la competencia extranjera el prin­
cipal obstáculo para el desarrollo de la industria hullera nacional
y los que atribuían su retraso a otros factores, la política arancela­
ria será objeto de abundante polémica. La conclusión de este epí­
grafe, relativiza su importancia para la hulla.
La legislación arancelaria durante el período está constituida
por los aranceles de 19-X-1825, 9-VII-1841, 5-X-1849, 27-XI-1862,
12/VII/1869, ll/V II/1877 y 23/VII/1882. El primer eslabón en la
política proteccionista será el arancel de 1825 que prohíbe la im­
portación de 500 artículos, y entre ellos el carbón. A partir de la
Ley de 1841 tributará el carbón, que es clasificado según sea car(11)
ga, 1844.
A g u s t ín H e r e d ia .
“Voto a S.M. en la cuestión de aranceles”. Mála­
«LA INDUSTRIA CARBONIFERA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX»
479
bón o cisco y erraj, y según haya sido hecho el transporte del mis­
mo en bandera nacional o extranjera. En bandera nacional: car­
bón, 2 reales/quintal (12) y 0,40 reales para el cisco y erraj; bande­
ra extranjera: 3 y 1 real, respectivamente. Ley de 1849, bandera
nacional: 1,60 reales/quintal para el carbón y 0,55 para el cisco y
erraj; bandera extranjera: 2,10 y 1,05 reales. Ley de 1862: bandera
nacional: el carbón, 2,70 reales/100 kilogramos, y el cisco y erraj,
0,40; en bandera extranjera, 3,25 y 0,80. Aparte se introducirán
otras dos categorías: una en la Ley del 49, el carbón para la desplatación de plomos: 1,07 reales/quintal en bandera nacional y
1,40 en extranjera; y otra, en la del 62: el carbón para buques de
vapor, que pagaría 20 céntimos por cada 100 kgs. Reflejo de la po­
lítica librecambista de la Gloriosa será la supresión del derecho
diferencial de bandera por Decreto de 22/XI/1968, y el arancel de
1869, donde el carbón sólo tributaba 0,20 reales por tonelada. En
los aranceles de 1877 y 1882 se recogen derechos de 2,50 y 1,25 pe­
setas/tonelada, respectivamente.
Para medir la influencia de los derechos arancelarios sobre la
producción nacional e importación he construido el Cuadro II—3.
Se recogen períodos de cuatro años para evitar la influencia de
factores incidentales que repercutirían en mayor medida en el ca­
so de haber elegido sólo el año anterior y posterior a cada arancel.
La producción e importación medias corresponde a la media de
dichos períodos. Debajo de cada una de éstas señalo el tanto por
ciento que le corresponde del consumo nacional medio en el mis­
mo período. El aumento de un período a otro es el porcentaje en
que se incrementa la producción o importación.
El Arancel librecambista de 1869, aunque rebaja sustancial­
mente los derechos, no provoca un aumento porcentual significa­
tivo de la importación sobre la producción nacional de 1865-68 a
1870-73, y, por tanto, la participación de cada una en el consumo
nacional viene a ser la misma. En cambio, a pesar de haberse in­
crementado extraordinariamente los derechos arancelarios en 1877,
en el período 1878-1881 la importación crece más que la produc­
ción nacional y, con ello, su participación en el consumo nacional.
Esa participación aumenta aún más en el período 1883-86, a pesar
de haber disminuido el ritmo de crecimiento de la importación,
pues también disminuye el de la producción nacional.
La conclusión de este análisis es obvia: la incidencia de los de­
rechos arancelarios sobre la producción nacional de carbón y la
(12) Quintal castellano = 46 kilogramos.
480
LAUREANO PELAEZ ALBENDEA
importación es secundaria o no es cuantificable, oscurecida por
otros factores (13).
CUADRO II—3
INCIDENCIA DE LOS DERECHOS ARANCELARIOS SOBRE LA
PRODUCCION NACIONAL DE HULLA E IMPORTACION
1865-68
Arancel 1869
Arancel 1877
Arancel 1882
Produc. Nac.
Media (°/0
consumo
medio
Import. Media
% consumo
medio
473,77
(57,82%)
345,58
(42,17%)
639,51
471,89
(57,54%) (42,45%)
73-76 688,77
491,22
(58,.37%) (41,62%)
Aumento de
un periodo
a otro
P.n.m. I.M.
34,98% 36,55%
1870-73
78-81
20,31%> 70,82%
828,68
848,96
(49,39%) (50,60%)
83-86 973.61
1.322,29
(42,22%) (57,74%)
F.—Elaboración personal.
N.—En este cuadro excluyo de los cómputos el carbón im­
portado al amparo de las leyes de ferrocarriles v obras pú­
blicas, por no aplicársele la normativa arancelaria estudiada.
(13)
En este mismo sentido: “No cree, el que escribe, que la industria
carbo'nífera haya sido gravemente lesionada al rebajar los derechos de entra­
da de carbones, de 2,50 a 1,25 pesetas/tonelada, y cree firmemente que la
construcción de una línea de comunicación o la instalación de una industria
que en grande escala lo consuma, tiene en el diagrama de la producción una
importancia superior a la que puede tener un aumento en los derechos de en­
trada del carbón extranjero”. “La Reforma arancelaria y los tratados de co­
mercio”, 1889. T. I, pág. 81. Información del Ingeniero Jefe de Minas de Oviedo.
«LA INDUSTRIA CARBONIFERA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX»
481
CAPITULO III
LA PRODUCCION DE CARBON
Evolución de la producción 1844-1890.
La principal fuente para estudiar la producción de carbón en
nuestro período es la «Estadística Minera», cuya primera impre­
sión individualizada es la correspondiente al año 1861, pero ya con
anterioridad se venían publicando estados de producción. Prescin­
diendo de las referencias parciales hechas en publicaciones priva­
das, los primeros intentos estadísticos oficiales se encuentran en
1839 en los «Anales de Minas» y, en años sucesivos, en el «Boletín
Oficial de Minas», en el «Boletín de Comercio, Instrucción y Obras
Públicas» y en la «Gaceta de Madrid». Esta serie se interrumpe en
1848 y hasta 1854 no vuelve a reiniciarse. A partir de 1856, toman
estos estados el nombre de «Estadística Minera», y, desde 1864, se
comienza la impresión individualizada con la publicación de la Es­
tadística de 1861.
La veracidad de los datos consignados en la Estadística Minera
se resentirá del proceso de su formación, dependiente, en última
instancia, de los propios concesionarios. Muestra significativa de
esto son las evaluaciones que, sobre ocultación en la producción,
hizo la Junta de Estadística Minera, creada en 1877.
De 1844 a 1890-91 la producción española de hulla pasó de 30.000
toneladas, 620 kilogramos, a 1.261.000 toneladas con 750 kilogra­
mos, lo que supone un crecimiento medio anual de 13,93%; este
porcentaje medio oculta grandes oscilaciones (Gráfico III—1).
En la producción de hulla del período se pueden delimitar dos
grandes fases: 1844-1872 inclusive, de un desarrollo de un 22,79%
de media anual y 1873-1890, de un crecimiento del 4,08% de media
(14).
Esta misma divisoria la encontramos en las tres principales
provincias productoras de hulla: en Asturias la producción se mul­
tiplica por 16 entre 1844-1872, mientras que entre 1873 y 1890 ni si­
quiera llega a doblarse; en Córdoba, la producción de 1872 es 93
veces mayor que la de 1844 y la de 1890 no es el doble que la de
1873; el caso de Palencia es aún más significativo, pues todavía en
1887-90 la producción es menor que en 1872. En cuanto a la impor(14)
En el mismo sentido, Luis A d a r o , “Los carbones asturianos y la Ma­
rina de Guerra”. Gijón, 1878, p. 26.
482
LAUREANO PELAEZ ALBENDEA
tancia relativa de las producciones provinciales sobre el total na­
cional, la superioridad de Asturias es manifiesta en todo el perío­
do, como recoge el siguiente cuadro:
CUADRO III—1
PARTICIPACION PORCENTUAL DE CADA PROVINCIA EN LA
PRODUCCION TOTAL
Provincia
Asturias
Córdoba
Palencia
C. Real
León
Sevilla
Gerona
Producción Absoluta
(miles de tons.)
1846 1860 1890-91
40,40 279,42 675,38
0,64
8,31 239,71
0,68 21,76 125,68
—
—
55,62
0,14
6,21 20,20
2,92
2,22 100,35
0,09
40,98
1,8
Porcentajes
1846 1860
84% 88,54%
1,33% 2,63%
1,41% 6,89%
—
0,29%
6,07%
0,18%
—
1,93%
0,70%
0,57%
1890-91
53,52%
18,99%
9,96%o
4,40%)
1,60%)
7,95%
3,24%
Además de la superioridad de Asturias destaca la producción
de Córdoba v Palencia, cuya participación en el total nacional cre­
ce considerablemente, la puesta en explotación de la cuenca de Ciu­
dad Real, el resurgimiento, al final del período, de la producción
sevillana, y el incremento de la de Gerona, que en 1907 tocará fondo.
Dentro de la producción de carbón, la de lignito va a ser casi
insignificante. (Apéndice III-2).
Estructura de la producción.
Por estructura de la producción entiendo la clasificación de las
sociedades por cantidades producidas. Este estudio es posible ha­
cerlo respecto a Asturias, donde las «Estadística(s) Minera(s)»,
proporcionan los datos necesarios. No así en otras cuencas, donde
he completado los datos necesarios con los que proporcionan re­
vistas de la época. (Ver Apéndices III-3 y 4).
Básicamente, se hacen tres grupos: la «gran producción o pro­
ductores de más de 50.000 toneladas, la «mediana producción»,
483
«LA INDUSTRIA CARBONIFERA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX»
.-
21
GRAFICO III-l
PROHUGGIOH de HULIA
1844
„
1890
(en miles de toneladas).
F .- Apéndice I H - 1
484
LAUREANO PELAEZ ALBENDEA
entre 10.000 y 50.000, y, la «pequeña producción» por debajo de
las 10.000 toneladas anuales. Aparte, hay que considerar la pro­
ducción de las explotaciones irregulares o de «paisanos».
Respecto a la gran producción en Asturias, hasta 1886 en que
la «Unión Hullera y Metalúrgica Española» y la «Hullera Española»
empiezan a hacerle la competencia, sólo existe un gran productor:
la «Fábrica de Mieres». Desde 1886-87 el grupo de la gran produc­
ción aumenta espectacularmente: pasa a suponer cerca del 50%
de la producción total de Asturias (Ver Cuadro III-2), proporción
que en el futuro no hará más que crecer. Este incremento de la
gran producción se hizo a costa de la mediana producción (Gráfi­
co III-2).
En cuanto a la mediana producción asturiana, el grupo oscila
entre 6-7 empresas de 1863 a 1883, representando una media del
35% de la producción total. Con la constitución de la «Hullera Es­
pañola» este porcentaje aumenta al 59%, pero al pasar ésta a la
«gran producción», crearse la «Unión Hullera y Metalúrgica de As­
turias» (fruto de la fusión de varias empresas medianas), y ser ab­
sorbida la «Cía. de Minas y Fundiciones de Santander y Quirós»
por la «Fábrica de Mieres» en 1887, este porcentaje disminiíye al
36% y aún más.
La pequeña producción se caracteriza por dos hechos: una pro­
ducción constante a lo largo del período, y, con ello, la disminución
del porcentaje de la misma sobre el total asturiano. Este tipo de
producción atribuye sus dificultades al poco consumo local (15).
Fuera de esta clasificación está la producción esporádica o de
«paisanos», que sólo se explota cuando hay demanda, y se abando­
na cuando es preciso hacer un desembolso excesivo o se presenta
estéril el criadero. Por esta razón, «producen por la multitud de
tales trabajos, gran cantidad de carbón, especialmente en verano, y
a precio mucho más moderado que las empresas regulares y cons­
tantes (16).
(15) “Información sobre el derecho diferencial de bandera”. T. III, p. 11.
(16) A l v a r ez B u y l l a . “Consideraciones prácticas sobre la minería carbo­
nera de Asturias”. 1861, p. 28.
CIZIDRO
XXX_2
j
HULLA. POS GRDPOS Eff
?oaado da C. C hiiotajjiaret "Production ot p ro d u c te u rs
de houille n sturions 18S1-191V ,Kolor.[;os da la C asa
de Vclasqucz ,5. IX p. 605-S51. Su ruttate es la E a to d ic tio a ¡'in o ra
DISXZ lBVvIOIî DZ U* P?.ODüCCIOü AijTUKIAIÏA
ISOIÜCCICÎÎ
1SÓ5-1890
(en to n e lo d a s)
GHAFICO XXI 2
DISTRIBUCION D2 IA PRODUCCION k Z ’2 Z BIÀXA K)2 GRUPOS IE PHCOXCIOM
(en miles de"toneladas)
«LA INDUSTRIA CARBONIFERA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX»
485
486
LAUREANO PELAEZ ALBENDEA
CAPITULO IV
TRANSPORTE Y DEMANDA DE CARBON
Los cambios tecnológicos: el ferrocarril.
Si clasificamos la tecnología del carbón en laboreo de minas,
transformación del carbón y transportes, sólo en este último as­
pecto hubo un cambio significativo: la introducción del ferrocarril.
A esta conclusión se llega del análisis comparativo de las monogra­
fías sobre laboreo de minas, publicadas en las fechas extremas
del período (17). De las mismas se colige la escasísima introduc­
ción de maquinaria justificando su poco éxito en base a su mayor
coste (18). Examinando la distribución del coste de la explotación
se concluye lo mismo: la importancia básica de la mano de
obra (19).
El precio a boca-mina es el resultado directo de los costes de
explotación. Su evolución, durante 1863-1890, en las diversas cuen­
cas de hulla, viene recogido en Cuadro IV-1. De los mismos me in­
teresa resaltar, un carácter: la gran diferencia de costes de unas
cuencas a otras, lo cual limitaba, a priori, el consumo de las menos
competitivas al ámbito local.
(17) E z q u e r r a d el B a y o . “Eleme'ntos de laboreo de minas”. Madrid, 1839;
y M alo de M o l in a . “Laboreo de minas”, Cartagena, 1889, 2 tomos.
(18) “Por estas razones de la unidad de roca arrancada o de la unidad de
excavación abierta por medios mecánicos de fuerza inanimada, resulta más
caro que la misma unidad arrancada o abierta por medios manuales. La rela­
ción entre uno y otro costo varía según es la dureza de la roca que se arran­
ca; e'n las poco duras, es C/c = 2/1, siendo C el costo de arranque por fuer­
zas inanimadas y c el costo de arranque a m ano; en las medianamente duras,
C/c = 1,5/1; en las duras, C/c = 1/1, y sólo en las muy duras puede ser
C/c = 1/1 + a”. M alo de M o l in a , obra cit., p. 195.
(19) En Belmez en 1873 la mano de obra representaba 2,10 ptas. sobre
un total de 6,25 ptas./Tm. (con una partida para amortización de 2,50 ptas./
Tm.); en Santa Ana de Asturias en 1885, 4,75 sobre 7,88 ptas./Tm.; en Palencia en 1875, 5,75 sobre 8,75 pts./metro lineal de excavación; y en Villanueva
del Río en 1889, 5,15 ptas./sobre 13,60 ptas./Tm. (con una partida para amor­
tización de 3 ptas./Tm.). O r io l y V idal , “Carbones minerales de España, su
importancia, producción, distribución y consumo”. Madrid, 1873, R. M. T.
XXXIX, p. 380, R. M. T. XXXV, p. 91.
«LA INDUSTRIA CARBONIFERA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX»
487
GRAFICO IV-1
DISTRIBUCION DEL COSTE DE EXPLOTACION
Belmez
(Córdoba)
Soc. Santa Ana
(Asturias)
M ano d e o b ra
Patencia
Villanueva del Río
(Sevilla)
1863
1864
1865
1866
1867
1868
1869
1870
1871
1872
1873
1874
1875
1876
1877
1878
1879
1880
1881
1882
1883
1884
1885
1886
1887/88
1888/89
1889/90
Año
16
15,60
15,20
10,8/17,10
14,30
17,50
17,50
16,50
13,50
13,60
16,50
16,50
16,50
13,50
11,50
10
10
13,70
13,70
13,70
13,70
13,70
13,70
9,
10,93
14,90
9
Córdoba
21,95
13,42
17,20
17,1/20,25
18,50
18,50
23,27
21,10
21,04
22
21
21
21
22,50/21
23,50/21/18
23,50/21/18
27,50
27,50
20,50
5
5
5
5
5
5
5
6erona
13,32
22,50
12,50
19,02
13,22
18,70
15,60/10
12,70
16,20
14,60/10
14,40/10
18,90
14,50
13,50/12,50
17,80
16,3/8/16
10,95/15
15
13/15
15
15
6,75/4,50
6
6,20
6,33
Patencia
12,22
12,22
12,22
12,15
12
11
10
10
10
10
10
10
10
10
10
10
10
10
10
10
10
10
10
6
6
6
León
Sevilla
C. Real
14,20
17,50
13,55
17,50
7,50
17,50
7,50
17,50
5,67
17,50
6,15
17,50
8
17,50
8
17,50
9
21,20
11,40
25
10
25
9,40
25
8
17,50
7
17,50
7
17,50
7
17,50
4
7
17,50
4
7
17,50
8
8
16,25
5,80
8
20
7,20
7
16,25
5
7
16,30
6,70
8
16,30
4,30
6,56 16,20
4
6,70 16,20
4
7,50 16,20
5
F.—Estadística Minera.
Oviedo
488
LAUREANO PELAEZ ALBENDEA
CUADRO IV-1
PRECIO A BOCA MINA DE LA TONELADA DE HULLA
1863-1890 (en pías.)
«LA INDUSTRIA CARBONIFERA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX»
489
Dentro del transporte intrapeninsular hay que distinguir el te­
rrestre del marítimo o comercio de cabotaje. Las principales difi­
cultades con que se encuentra este último son: la inadecuación
para el mismo del puerto de Gijón —principal exportador—, el
pequeño tonelaje de las embarcaciones y la falta de mercancías
para el regreso, haciéndolo casi siempre en lastre, lo cual encare­
cía notablemente el transporte. Dos son los problemas que plan­
tea el puerto de Gijón: su escaso fondo, por lo que no podían pe­
netrar en las dársenas más qute buques de pequeño calado y poca
cabida, y el espacio reducido para moverse en las operacio­
nes de atraque y desatraque. Como consecuencia, era necesa­
rio emplear buques con poca tara —de 50 a 300 toneladas— «sien­
do así que la industria carbonera no se puede hacer más que por
buques de 1.400 a 1.200 toneladas» (20). La importancia de esta
deficiencia —común a todos los puertos asturianos— plantea la
necesidad de dar salida a los carbones del Principado por otro
puerto, que se pretende sea el de El Musel (21). El pequeño tonelaje
de las embarcaciones españolas, más por la incapacidad del puerto
de Gijón que por la falta de barcos grandes en la flota mercante
española, las ponía en situación de neta inferioridad frente al co­
mercio efectuado en buques extranjeros; por esta causa, «se puede
adm itir sin exageración, que el gasto de un buque español, en igual
caso, es, por lo menos, doble que el de un buque extranjero en
las condiciones arriba indicadas» (22). Este coste excesivo del trans­
porte —en torno a un 50% del precio de venta en el puerto de des­
tino— se recoge en Ciiadro IV-2.
(20) S a b a t e r , I g n a c io d e . “Ley para el consumo obligatorio de k s carbo­
nes españoles”. Madrid, 1878. p. 32.
(21) O r io l y V id a l , R o m á n . “El puerto de El Musel es el voirtadero puer­
to de Asturias”. Oviedo, 1879.
(22) “Información...” Obra cit. Carbones. T. III, p. 21
490
LAUREANO PELAEZ ALBENDEA
CUADRO IV-2
COSTE DE TRANSPORTE DESDE GIJON A DIVERSOS PUERTOS
(reales/tonelada) Y PRECIO FINAL DE MERCADO
Transporte
Precio final
% del total
81,50
Alicante
Almería
80,75
Barcelona
107,90
Bilbao (abajo)
26
Cádiz
70,70
Cartagena
81,50
La Coruña
36,50
Lisboa
81,50
Málaga
81,50
Oporto
81,50
Santander
28,70
81,50
Sevilla
Tarragona
92,35
Valencia
81,50
Bayona
52,45
Bilbao (arriba)
32,85
Comillas (Santander) 26
65,60
Adra
41,05
Villafranea (S. S.)
43,75
Rentería
72,55
Almuñécar
41,05
Vigo
154,06
153,31
180,46
98,56
143,26
154,06
109,06
154,06
154,06
154,06
105,26
154,06
164,91
154,06
125,01
105,41
98,56
138,16
113,61
116,31
145,11
113,61
52,90%
52,60%
59,79%
26,37%
49,35%
52,90%
33,46%
52,90%
52,90%
52,90%
27,26%
52,90%
5o, %
52,90%
41,95%
31,16%
26,37%
47,48%
36,13%
37,61%
49,99%
36,13%
F.—«Información...». Obra cit. T. III.
Carbones, pp. 23-27.
El cambio tecnológico fundamental para el carbón será la in­
troducción del ferrocarril. Dentro de los ferrocarriles, el más im­
portante es el de Langreo. De un tercio a la mitad de la producción
de hulla del Principado es transportada por este ferrocarril (23).
(23)
E n 1872 e s tr a n s p o r ta d a p o r f e r r o c a r r il u n a c a n tid a d e q u iv a le n te a l
80% d e la p ro d u c c ió n n a c io n a l d e c a rb ó n d e d ich o a ñ o . O h io l y V id a l , o b ra
c it., p á g . 190.
«LA INDUSTRIA CARBONIFERA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX»
491
CUADRO IV-3
CARBON TRANSPORTADO POR EL FERROCARRIL DE LANGREO
1853-1882
Cantidad
(miles de tons.)
Año
1853
1855
1856
1857
1858
1859
1866
1867
1868
1869
1870
1871
14,29
56,73
66,60
79,15
90,81
88,91
110,93
137,33
136,44
145,03
144,68
160,32
Valor
(Ptas)
207.627
236.456
286.230
326.337
337.781
419.855
476.826
447.432
525.813
489.783
504.382
Año
Cantidad
(miles de tons.)
1872
1873
1874
1875
1876
1877
1878
1879
1880
1881
1882
189,01
189,24
175,77
180,87
198,49
188,90
254,65
209,50
232,09
252,54
243,44
Valor
(Ptas.)
601.024
601.682
550.251
564.672
F.—1867-82: años correspondientes de
la E. M.
1853-75: Magaz.— «Memoria justi­
ficativa de las tarifas del ferroca­
rril de Langreo». Gijón, 1876.
Aunque el ferrocarril provoca una disminución del precio de
mercado del carbón, al posibilitar el transporte de grandes canti­
dades, única forma en que la industria carbonífera es rentable, es
común a los productores de carbón quejarse del precio de las ta­
rifas de las compañías ferroviarias; en este sentido, los asturianos
señalan como una de las causas principales del retraso de la indus­
tria hullera los precios del ferrocarril de Langreo (24). Dos cálculos
divergentes se hicieron sobre el coste del transporte por el ferro­
carril de Langreo, el de la Diputación de Oviedo y el de la propia
compañía (25).
(24) “Información...”, obra cit. T. III. Carbones, págs. 11, ¿0, 31 y 32.
(25) J. M a g a z . “Memoria justificativa...” Obra cit., pags. 25-27.
492
LAUREANO PELAEZ ALBENDEA
Tomando como precio medio a boca-mina el que se recoge, pa­
ra 1878 en Cuadro IV-1, el coste del transporte por el ferrocarril
de Langreo encarecería el carbón y coque asturiano en un 78% y
en 65% los menudos, según la Diputación, y en un 50% para los
primeros y 42% para los segundos, según la compañía del ferroca­
rril de Langreo. En todo caso, ambos porcentajes, confirman la
opinión de quienes atribuían al mismo, un papel importante en la
falta de competitividad del carbón asturiano y en su postración.
La demanda de carbón.
El consumo total de carbón es resultado de la suma de im­
portación y producción nacional, hallándose recogido en Cuadro
IV-4.
CUADRO IV-4
CONSUMO DE CARBON MINERAL 1854-1886
(en miles de toneladas)
1854
1856
1857
1858
1859
1860
1861
1862
1863
1864
1865
1866
257,49
255
233,97
406,26
441,88
616,52
725,50
765,04
772,77
806,74
837,60
826,53
1867
1868
1869
1870
1871
1872
1873
1874
1875
1876
1877
1878
940,35
949,23
983,29
1.288,74
1.134,95
1.182
1.147,13
1.149,08
1.176,23
1.415,82
1.481,45
1.478,76
1879
1880
1881
1882
1883
1884
1885
1886
1.509,20
1.763,37
2.195,11
2.322,14
2.331,57
2.309,91
2.255,26
2.398,12
F.-—Apéndice II-l.
N.—La importación comprende carbo­
nes minerales y coque. La produc­
ción nacional sólo hulla.
«LA INDUSTRIA CARBONIFERA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX»
4 93
Dentro de la demanda de carbón de las cuencas nacionales, hay
que distinguir aquellas que no alcanzaron más que un consumo
local o regional, de las que se abrieron un mercado nacional. En­
tre las primeras las cuencas catalanas representan un caso singu­
lar. Disponen de una fuerte demanda regional de carbón, por la
cual la actividad investigadora puede decirse que fue febril, pero
no alcanzaron el éxito esperado. La demanda de hulla de San Juan
de las Abadesas (Gerona) también será exclusivamente local, has­
ta la construcción del ferrocarril San Juan de las Abadesas-Barcelona, que ampliará su mercado; al ser absorbida la compañía pro­
ductora (Fe. y Minas de San Juan de las Abadesas) por la Compañía
del Fe. del Norte, ésta pasó a emplear la hulla en sus propias loco­
motoras.
El consumo del carbón de la región palentino-leonesa, tendrá
la peculiaridad de no circunscribirse al ámbito local, aún antes de
la construcción de la red ferroviaria, pues, para llegar al centro se
encontraba en situación privilegiada frente a la hulla asturiana,
mucho peor comunicada. Sin embargo, la hulla llevada hasta Ma­
drid, no debió ser mucha, por los escasos medios disponibles (26).
El ferrocarril, que ocasionó una expansión de la producción, tuvo,
sin embargo, consecuencias negativas para la cuenca de Sabero
(León), y para la de Palencia. Por una parte, la primera se hundiría
cuando la línea del Norte estableció una tarifa de transporte espe­
cial para los carbones del Crédito Mobiliario, lo que arruinó toda la
competencia (ver Apéndice III-l a partir de 1864) (27). También
la cuenca de Palencia entró en crisis tras la penetración del ferro­
carril hasta la cuenca asturiana, lo que le abrió el mercado inte­
rior (ver Apéndice III-l 1887-90) (28).
El carbón de Villanueva del Río (Sevilla), limitado al consumo
local, pasó a abastecer en 1875 la Compañía Madrid-Zaragoza-Alicante, tras su absorción por la misma. La demanda de la hulla de
Belmez, también de ámbito regional, se distribuía en 1883 entre
la Compañía Minera y Metalúrgica del Horcajo, la fundición del Valsequillo, las minas y fundiciones de Linares y Córdoba, la Compa­
ñía de los Ferrocarriles Andaluces, y las fábricas de gas de Ciudad
Real y Córdoba, que eran, por ese orden, sus principales compra­
dores (29).
(26)
(27)
(28)
(29)
“Información...” Obra cit. T III. Carbones, p 82
Id., p. 82.
R. M. 1887, p. 113.
R. M. 1883, págs. 696-697.
494
LAUREANO PELAEZ ALBENDEA
La cuenca de Puertollano (Ciudad Real) se hallaba situada so­
bre la línea directa Badajo^Madrid. Sin embargo, hasta 1884,
cuando se consiguió un precio a boca-mina de 5 pesetas, más bajo
que el de años anteriores, no se extendió el mercado (30). No obs­
tante «la compañía del ferrocarril Ciudad Real-Badajoz, vendió
toda la línea hasta Madrid, apenas terminada, a M. Z. A., la que, a
diferencia de la primera, no tenía ningún interés en favorecer la
cuenca de Puertollano, cuyo carbón tenía la posibilidad de domi­
nar en el mercado madrileño, posibilidad que mató la tarifa de 15
pesetas por transporte de una tonelada desde Puertollano a Ma­
drid» (31).
En la demanda de carbón asturiano, pueden distinguirse dos
etapas claramente diferenciadas: hasta el quinquenio 1856-60 casi
toda la producción es exportada por los puertos del litoral: Avilés,
Gijón, Villaviciosa (32); a partir de 1856-1860 el consumo local se­
rá mayoritario. La puesta en explotación del ferrocarril de Langreo y de los altos hornos de Mieres y La Felguera, marca la línea
divisoria. El cambio de orientación es evidente: en 1856 todavía el
70,35% de la producción era exportada, mientras que en 1860, sólo
lo será el 32,14%; desde entonces, esta proporción no dejará de dis­
minuir.
Para el estudio del carbón consumido por los diversos secto­
res industriales he elaborado el Cuadro IV-5.
(30) F. Q u ir ó s L in a r e s . “ L a minería en la Sierra Morena de Ciudad Real”.
Universidad de Oviedo, 1970, p. 47.
(31) Idem, p. 48.
(32) “La explotación de este mineral es ya de alguna consi-leración, aun­
que consista mayormente en excavaciones irregulares y superficiales que los
labradores de los concejos de Langreo, Siero, Llanera, Tudela y Mieres sue­
len hacer a temporadas, s e g ú n h a y a p e d id o s e n lo s p u e r to s d e G ijó n y V illa v i c i o s a ” (subrayado mío). A. M., T. I., p. 381.
«LA INDUSTRIA CARBONIFERA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX»
495
CUADRO IV-5
DISTRIBUCION POR INDUSTRIAS DEL CONSUMO NACIONAL
DE CARBON (toneladas)
1862
Industria metalúrgica
Ferrocarriles
Industria catalana
Industria gasista
Navegación a vapor
Varias
360.000
163.200(1)
150.000
100.000
100.000
76.800
1872
450.000
242.295(2)
132.465
100.000
125.140
199.337
1890-96
951.000 (1894)
604.700 (1890)(3)
240.000 (1896)
200.000 (1896)
F.—1862: L. Aldana.—«Consideraciones generales
sobre la industria hullera de España». Ma­
drid, 1863, p. 44.
1872: R. Oriol.—«Carbones...» obra cit. p. 208.
1894-96: «Exposición presentada al Excmo.
Sr. Presidente del Consejo de Ministros por
el Comité Central de la Liga General de los
intereses hulleros de España». Madrid, 1896.
N.—1. Cantidad exagerada, pues está calculada
sobre un consumo de 60 toneladas por Km.
de línea ferroviaria.
2. Estimación (Ver Apéndice IV-5).
3. Id.
El primer consumidor de carbón mineral será la industria me­
talúrgica, a pesar de que el carbón vegetal todavía en fecha avanza­
da como J897 no había sido totalmente desplazado (33). La demanda
metalúrgica de carbón mineral recibe su mayor impulso a partir
del decenio 1850-1860, debido al crecimiento de la industria meta­
lúrgica asturiana (en 1848 se enciende el horno alto de Mieres y en
1857 se constituye la sociedad Duro y Cía.). En este sentido, hay
que señalar que el consumo metalúrgico del carbón mineral na­
cional corresponderá, fundamentalmente, a Asturias y Vizcaya; en
las provincias mediterráneas, el combustible consumido, era casi
(33) Sánchez R amos. “La economía siderúrgica española”. T. I, p. 230.
496
LAUREANO PELAEZ ALBENDEA
exclusivamente extranjero (ver Apéndice IV-4), a pesar de la exis­
tencia de un constante comercio de cabotaje de carbón nacional
entre los puertos asturianos y los mediterráneos (ver Apéndice IV-7).
El segundo consumidor de carbón mineral fue el ferrocarril. En
Apéndice IV-5 se hace una estimación de la demanda total del mis­
mo durante 1865-1890. La demanda del gas del alumbrado en 1872,
se distribuía, fundamentalmente, entre Madrid, Barcelona, Valladolid y Burgos.
Dentro del consumo efectuado por la navegación, el empleo de
carbones nacionales en la Marina del Estado, tendrá su auge a
partir de la Ley de 7-1-1879, que prescribía su uso obligatorio (34).
(C o n tin u a r á e n n u e s tr o p r ó x im o n ú m e ro )
(34)
“Desde la publicación de la presente Ley, en la Marina de Guerra,
los Arsenales y las fábricas del Estado, así como en los establecimientos y ser­
vicios o contratos que de algún modo aquél subvencione o pague, se emplea­
rá precisamente el carbón procedente de minas nacionales, quedando prohibi­
da la aplicación de carbón procedente del extranjero; exceptuándose, por aho­
ra, el servicio de largas navegaciones de los buques de guerra, para el cual se
harán los acopios con arreglo a lo que en cada caso determine el Gobierno”.
(Art. 1.°).
NAVIA REMOTA Y ACTUAL. DATOS Y REFERENCIAS
PARA SU HISTORIA: LA EMIGRACION A LAS
AMERICAS (1870-1970)
POR
JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
Poco quedaría del amplio repertorio bibliográfico de nuestra
emigración si le restásemos los trabajos apologéticos, narrativos,
anecdóticos o poéticos, y los historiográficos y socioeconómicos
que abordan el tema desde ángulos muy generales y abstractos (1).
Es difícil llegar al fondo del problema y a su evaluación cualitativa
y cuantitativa en una zona determinada, por existir una lamentable
carencia de información y una inexplicable ausecia de los más ele­
mentales registros de salida. Una aproximación a la realidad po­
dría obtenerse del estudio de los índices demográficos locales en
concretos períodos de tiempo (2). Hay también un control oficial
(1)
Hay que reconocer la gran calidad literaria y el alto nivel científico
de muchas publicaciones alusivas a la materia. Sería inútil empeño intentar
una relación completa, tanto por su volúmen cuanto por correr el riesgo de
cometer omisiones injustas. L. A. Martínez Cachero lo ha hecho concienzu­
damente en su “Bibliografía de la emigración asturiana” (BIDEA, Núm. 46,
1962), en el capítulo dedicado a la Emigración, de la G. E. A. (T.° 6, págs.
77-82), en su libro “La emigración asturiana a América” (C. P. A., Núm. 17,
1976) y en infinidad de artículos y monografías. Hemos extraído orientaciones
y datos de interés del libro de Pérez de Castro “Huella y presencia de Astu­
rias en el Uruguay” (1961), de las reflexiones de Aramburu en su “Mono­
grafía de Asturias” (1899, pág. 451) y de “Tipos y bocetos de la emigración
asturiana”, de E. González Velasco (1880). Entre los trabajos de exaltación
nos hemos deleitado releyendo el de C. Cabal “De la argonáutica astur: pa-
498
JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
en los Archivos Municipales de soldados prófugos que se fueron a
ultramar; pero pese a su volumen en algunos momentos, sólo re­
flejan una cara de la realidad que ha sido muy valiosa, por lo de­
más, para completar nuestra información (3). Información a la que
llegamos fundamentalmente recopilando por encuesta los datos
pertinentes de las ocho parroquias que componen el concejo de
Navia. Para ello seleccionamos uno o dos colaboradores en cada
una, que fueron cumplimentando independientemente unas fichas
con la filiación personal, años de nacimiento, emigración y retorno,
país elegido, dedicaciones, y otros detalles de interés. Contrastan­
do ambas versiones y refundiéndolas en una sola, alfabetizamos
todos los nombres indicando los lugares, pueblos y feligresías co­
rrespondientes.
Limitamos el estudio a un período específico de cien años (des­
de 1870 hasta 1970) por diversas razones: una de ellas fué la de po­
der prescindir del actual municipio de Villayón, integrado en el de
Navia hasta 1869, y que por complejas circunstancias (geográficas,
humanas, etc.) hubiera hecho mucho más ardua, incluyéndolo,
nuestra labor. Otra, la conveniencia de centrar la mirada en los úl­
timos treinta años del siglo pasado y primeros treinta del actual,
que reflejan las mayores densidades migratorias locales de todos
los tiempos. Y al concentrar las indagaciones sobre tres generaciolabras de apología” (BIDEA, Núm. 25, 1955) y los hermosos poemas de A. Camín cantando las hazañas y nostalgias de nuestros hombres.
(2) J. M. F. “Demografía i’n fantíl del concejo de Navia”. (A. P. E. Núm.
163, 1956).
(3) En las actas de los archivos municipales constan los nombres de los
mozos emigrantes a las Américas y los de los menores de edad cuyos padres
o representantes comunican a la autoridad la salida. Para las computaciones
hemos tenido en cuenta solamente las relaciones en que se pu'ntualizan con
claridad nombres, edades, fechas y puntos a donde fueron a residir. Hemos
desestimado, en cambio, aquellas otras en que figura el “paradero ignorado”
a la hora del llamamiento a filas, pese a ser importante su nivel en algunos
casos que llega, como promedio, a 40-50 e'n los cinco primeros años del siglo.
Y decidimos hacerlo así por no inspirarnos credibilidad los datos tras com­
probar que la cifra, al verificarla con rigor, quedaba reducida a una tercera
parte tras eliminar a muchos que se habían muerto incluso en el primer año
de la vida. En la evasión no sin riesgos de estos prófugos seguramente influ­
yeron los temores a los acontecimientos que se presentían en relación con
Marruecos, y los que ya se estaban produciendo en países de HisDanoamérica,
siendo elocuente su dirección rehuyendo las zonas beligerantes. No hay nin­
gún desertor para Cuba en los años 1898, 1899 y 1900. A partir de 1905 no se
constatan ya prófugos y si acaso uno o dos en algún año, pero que parecen
puramente casuales y esporádicos.
NAVIA REMOTA Y ACTUAL
499
nes (hijos, padres, abuelos) pretendimos garantizar la fiabilidad de
los cuestionarios y la veracidad de las conclusiones, tanto por el
hallazgo fácil de testimonios escritos relativamente recientes, cuan­
to por las noticias fidedignas suministradas por la memoria próxi­
ma. Finalmente, la perspectiva analizada de un siglo pondrá en evi­
dencia las fluctuaciones numerarias en función del tiempo, los
hiatos e inflexiones de la tendencia lineal inducidos por ciertos
acontecimientos nacionales y extranjeros, y el cambio de signo en
la dirección de la corriente humana, que se canaliza hacia Europa
a partir de 1960, cayendo en las cotas más bajas de la historia ac­
tual el trasvase tradicional a los países hispanoamericanos (4).
Toda la filosofía de la emigración se apoya en la concurrencia
de tres órdenes de factores que la explican, definen y condicionan,
imbricándose entre sí unas veces y actuando otras con absoluta y
particular independencia. Se trata de las motivaciones que podría­
mos llamar históricas, de los imperativos de índole demográfico, y
de los impulsos más o menos sensibles de carácter emocional.
La memorable historia inició el camino en los albores del siglo
XVI con la espada, la cruz y la toga en la gloriosa vanguardia de
los adelantados. La espada ganando la tierra, la cruz sembrando en
ella la fe, y la toga dirimiendo derechos y deberes de conquistado­
res y conquistados. La Epica glosó y eternizó las heroicas hazañas
del guerrero; las Cartas y Relaciones testificaron los sacrificios de
los santos varones; v las Crónicas y Códigos de justicia, la ecuani­
midad y prudencia de los legisladores. Gentes de Navia de nobles
estirpes no fueron ajenas, como veremos más adelante, a esta pri­
mera fase de la aventura. El caso es que durante los siglos que si­
guieron no sólo no se amortiguaron los ecos de la singular epope­
ya, sino que se fueron agigantando hasta convertir a sus protago­
nistas en verdaderos mitos o en figuras inmarcesibles de leyenda.
El ejemplo actuó como un estimulante poderoso incitando en los
jóvenes admiradores el deseo de emular a los viejos admirados.
Primero fueron los codiciosos buscadores de prebendas oficiales,
(4)
La emigración hacia Europa no fué muy sensible porque el bienestar
que se respiraba en el municipio por los años sesehta, iba satisfaciendo ya
todas las aspiraciones de las gentes. Tal vez su alcance fuera muy parejo con
el de la emigración americana, que se seguía produciendo a escala muy re­
ducida.
500
JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
de oro, de mitras o de tierras; luego, hombres de extracción más
humilde que aspiraban a trocar con el trabajo digno la miseria co­
nocida por la fortuna desconocida, lográndolo muchas veces o ter­
minando sus biografías lejos de la patria con el doloroso epílogo
de la indigencia y el corazón embargado por el desconsolador sen­
timiento del inesperado fracaso.
La avalancha humana (propulsada por mimetismo, por afán de
superación y por la noble ambición de crecer) fué ya una constante
histórica que parecía haber marcado genéticamente a generaciones
y generaciones de nativos. Y se llegó a antojar tan connatural la
emigración, que se emigraba, como se respira, con la mayor natu­
ralidad.
Las causas demográficas provocadoras de esta actitud tan ge­
neralizada fueron las socioeconómicas imperantes. La penuria del
último cuarto del siglo XIX impuso la necesidad de perseguir me­
dios más seguros de subsistencia en otras latitudes (5). La estruc­
tura minifundista del campo, la difícil comercialización de los pro­
ductos agrícolas, la composición familiar de amplia base y las me­
didas cautelares practicadas consuetudinariamente para evitar la
desmembración de los caseríos implicaron un notable éxodo que se
prolongó durante los tres decenios del siglo siguiente por distintas
concausas, sin repercutir en los índices generales de población. Las
guerras coloniales provocaron un retorno masivo de emigrantes
maduros con fortunas ya consolidadas. Su contribución a la pros­
peridad local creando negocios, colocaciones y servicios públicos,
nunca será suficientemente reconocida. Sin embargo, cuando pa­
recían abrirse los cauces de las oportunidades, se produjo una tre­
menda evasión de adolescentes que nivelaron el aflujo, mantenién­
dose prácticamente constante el número de habitantes por no ha­
berse modificado aún sustancialmente los coeficientes de natalidad
y mortalidad.
La aclaración de las razones de este ciírioso equilibrio nos con­
duce a la valoración de los factores emocionales, con una responsa­
bilidad primordial en el fenómeno anteriormente apuntado.
El «americano» que vuelve rico seduce irresistiblemente al jo­
ven que pretende serlo. Su capacidad de admiración se encandila
ante la vida suntuosa, la leontina de oro, el prestigio del hacenda­
do, el automóvil aparatoso y la aureola del vencedor que partió de
cero. Por otra parte, el abuelo, el padre o el tío han dejado tendi­
dos muchos trampolines que facilitarán el salto y la incrustación
(5) J. M. F. BIDEA, Núm. 56, 1965.
NAVI A REMOTA Y ACTUAL
501
social del recién llegado. La inestabilidad política nacional y la re­
cluta para las contiendas extrapeninsulares forzarán la marcha de
los mozos mucho antes de haber alcanzado la edad del alistamiento.
Al final de los años cincuenta volverán a conjugarse una cons­
telación de causas que harán variar radicalmente los modelos clá­
sicos de la inmigración y de la emigración. Las convulsiones y ten­
siones en los países centro y suramericanos de habla hispana, con
la devaluación de sus divisas y la atonía comercial, paralizarán los
regresos por el riesgo que supondría abandonar los patrimonios
siquiera temporalmente, o por lo ruinoso que resultaría su liquida­
ción. Estas mismas razones, unidas a las de cercanía y a la mejor
cotización de la mano de obra cualificada retribuida con monedas
fuertes, dirigirán hacia Europa una pequeña oleada de trabajado­
res que concluirá al alcanzar la villa y el municipio un espectacular
progreso en la década de los sesenta.
Siempre habíamos valorado por lo grande el fenómeno emigra­
torio del municipio, concediéndole una importancia extraordinaria
tanto social como demográfica y económica. Pero no conocimos
su verdadero pulso hasta que nos acercamos a sus esencias y acce­
sorios con la luz por delante de los guarismos. Luego hablaremos
de números. Ahora subrayemos las curiosas consecuencias que se
obtienen marcando las casas de los lugares esparcidos por todos
los distritos parroquiales, cuales son no quedar apenas alguna en
el mapa concejil que no hubiese pagado a la emigración el tributo
de una o varias personas jóvenes y esperanzadas que marchaban.
La misma conclusión cruzando los censos de vecinos o prorratean­
do de una manera general y poco ortodoxa con el número de aque­
llos el total de los nombres alistados; decimos poco ortodoxa por
existir caseríos con familias menos numerosas y haciendas más
holgadas que ni siquiera planteaban el imperativo de los «brazos
sin tierra», o por haber otros que, planteándolo, no podían allegar
los fondos suficientes para sufragar los gastos de un pasaje. Al la­
do de éstos tenemos consignados algúnos que, en una verdadera san­
gría humana, vieron partir a diez, doce y hasta catorce de sus com­
ponentes, en el estrecho plazo de dos o tres años.
Los hogares vacíos de bocas qúedaban llenos de pesadumbres
v nostalgias. Se mitigaba ciertamente la situación económica fami­
liar, que se robustecería a no tardar con las inyecciones de las pri­
meras remesas del indiano destinadas a mejorar la casa, la cabaña
502
JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
y las instalaciones ganaderas. Y esta actitud benefactora de todos
imprimiría una transformación importante en la fisonomía gene­
ral del terruño en un plazo de tiempo no superior a los veinte años.
Lo cual quiere decir que con todo lo negativa que pudiera resultar
la expatriación desde el punto de vista afectivo (y lo que se deja
hay que añorarlo desde lejos para sentir en lo más hondo la des­
garradora herida de la distancia) no lo fué tanto valorando los be­
neficios reportados a plazo largo por los expatriados.
Tampoco fué funesta la incidencia del importante trasiego hu­
mano en las constantes demográficas, antes bien actuó reiterada­
mente como válvula de escape ejerciendo un apreciable efecto de
equilibrio sobre los coeficientes generales de la población. Como
luego detallaremos, las cifras de crecimiento vegetativo municipal
han mantenido una tónica ascendente durante los años que estu­
diamos, sin alcanzar una saturación o densidad indeseable, justa­
mente por amortiguar la emigración los excesos que hubieran pro­
ducido la elevada natalidad (35/1.000 en el período 1900-1954) y la
importante disminución de la mortalidad infantil (135 a 35/1.000
en el mismo tiempo) (6). Citando varió más tarde el juego de estos
factores cayendo en vertical la emigración y bajando notablemen­
te la natalidad, la tendencia general se siguió sosteniendo porque
la mortalidad infantil continuó disminuyendo y la inmigración in­
terior, atraída por el desarrollo, hizo el resto.
Atraídas, pues, las gentes (es menester repetirlo y resaltarlo)
por una prosperidad engendrada en buena parte por los mismos
emigrantes, la emigración en el concejo de Navia se fué haciendo
poco a poco desconocida e irreversible. Aquellas fortunas finise­
culares de los abuelos que les procuraron un vivir regalado sin im­
pedirles, además, generosidades y filantropías, sirvieron también
para instruir y encumbrar a los hijos y para legar a los nietos,
con el paso del tiempo, propiedades o empresas millonarias. Pocas
personas habrá en la demarcación municipal qtfe no deban su po­
sición social y económica más o menos relevante al coraje y tesón
de un rapaz imberbe, desgajado tempranamente del árbol fami­
liar, que cruzó solo el océano buscando ilusionadamente los sen­
deros de la independencia y de la riqueza; de un rapaz que fundó
allende las fronteras un verdadero emporio industrial o comercial,
quedando atrapado en una intrincada red de negocios, revitalizadores y forjadores de bienestar y trabajo en su segunda patria,
(6) J. M. F. Ant. cit. 2.
NAVIA REMOTA Y ACTUAL
Así viajaban los primeros
503
504
JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
en la que pudieron nacer y pueden vivir medio centenar de descen­
dientes, continuadores de sus obras, de su talante biológico y de
un amor apasionado a la aldea, a Asturias y a España.
Tras esta breve síntesis sobre el por qué del proceso emigrato­
rio, estudiaremos seguidamente el cómo, el cuanto, el cuando y
el donde, que lo caracterizaron en nuestro ámbito jurisdiccional.
Generalmente abría la marcha el hermano mayor, que reclama­
ba a los demás cuando comenzaba a sonreirle la fortuna; pero
en otros casos más infrecuentes, emigraban a la vez tres o cuatro
componentes de una familia numerosa; tenemos fichado el caso
de una que, en el breve plazo de cinco años, vió partir a doce de
sus miembros dejando en la casa a los padres maduros acompaña­
dos de una hija menor. En 1918 salió para Buenos Aires un m atri­
monio con ocho hijos, del que no se volvió a tener noticia. Era
corriente el embarque de cuatro o cinco amigos de la misma pa­
rroquia o de pueblos distintos más o menos cercanos. Muchas so­
ciedades comerciales que iban a sonar, se concibieron y gestaron
en la ilusionada confraternidad de la larga y penosa travesía.
En la última treintena del siglo pasado se emigraba temprana­
mente constituyendo los 14-17 años la edad mayoritariamente re­
presentada. Contamos, empero, con tres ejemplos de 11 años, los más
jóvenes de la relación (7).
La lentitud de las comunicaciones actuando como efecto multi­
plicador de la distancia, configuraba unas posiciones individuales
especiales en la planificación, al menos teórica, del presente y del
porvenir. Sin conexión previa alguna que sirviera de plataforma de
lanzamiento, era preciso trabajar abnegadamente en los lugares
más humildes durante 20-25 años para poder dejar el empleo o
liquidar un negocio monovalente y simple y regresar a la aldea
con una fortuna de cién o doscientos mil duros (8), cuyos intere(7) Concretamente, en el año 1899 la edad media de 26 nombres oficial­
mente controlados (Arch. Mun. 1899), fué la de 14 años.
(8) Estos capitales de 1880 supondría'n 63-126 millones, respectivamente,
de pesetas actuales, habida cuenta de q

Documentos relacionados