PDF Bogotá Metalera

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SONORO
AUNQUE LA CUNA DE ESTA ESCENA EN COLOMBIA ES LA CAÓTICA MEDELLÍN DE LOS AÑOS
OCHENTA, BOGOTÁ NO HA SIDO AJENA AL ESPÍRITU DEL METAL, UN MOVIMIENTO AMPLIO Y
DISPERSO QUE PERDURA GRACIAS A LA PASIÓN
DE VETERANOS Y JÓVENES SEGUIDORES. REPORTAJE EN CINCO FRENTES SOBRE LA SALUD
ACTUAL DEL METAL EN LA
CAPITAL.
U
n metalero bogotano puede
darse por bien servido, ya que por su
ciudad han pasado casi todos los grandes
de la historia del género. Mötorhead, Ozzy
Osbourne, Iron Maiden, Metallica, Venom
y Judas Priest son algunos de los íconos
del metal que han comprobado que en la
Atenas Suramericana hay un público fiel y
apasionado. Nada mal para la capital de un
No todo el que se viste de negro y tiene el
pelo largo es metalero. Como en muchos
otros géneros, acá hay fanáticos de verdad
pero también colados y posudos. O falsos
metaleros, esos que se encargan de armar
“bonche” para poder entrar gratis a los
conciertos. Metaleros de fachada sin la suficiente pasión para “guerrearse” una boleta. No ahorran, ni se endeudan, ni buscan la manera de comprarse una entrada
para un toque.
Algunos de los que llevan la distorsión en la sangre ya son veteranos, biblias
andantes del metal, personas entre 35 y 60
años que trabajan para mantener la familia, y que no ven inconveniente en ir a un
concierto o a una tienda de discos en saco
y corbata después de salir de la oficina. No
obstante, quienes más refrescan y sostienen la escena son los jóvenes. “Son puros
país
que se mueve
a punta de ritmos rompecadera. Sin embargo, no todo es color de
rosa en la escena metalera de Bogotá. Que
lleguen grupos de afuera no significa que el
público sea incondicional, que los conciertos sean multitudinarios, que los bares
de metal permanezcan llenos o que los
grupos nacionales puedan vivir de hacer
rock pesado.
peladitos de quince años los que más apoyan, los que compran los discos y van a los
toques”, dice Wilson Muñoz, bajista de la
banda de thrash metal Perpetual Warfare.
El metal es un estilo musical con más
de 40 años de historia y un sinfín de ramificaciones a partir de su semilla original. Subgéneros como el black, el death
o el metalcore tienen fanáticos radicales
que se encasillan en una sola corriente sonora. “El metalero de antes era de mente
abierta, era el mismo ‘thrashero’, ‘blackero’, ‘heavy’, etc. Ahora hay estigmas, cada
parche con cada parche: si es ‘blackero’,
no puede escuchar death metal; si le gusta
el death metal, el heavy paila. Y eso es malo
porque el metal es amplio y todos los géneros son buenos”, dice William Bernal, vendedor de la tienda de discos Rocka Rolla.
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SONORO
“Escucho metal desde el 2006, cuando
fui a mi primer Rock al Parque y me
enamoré del thrash y el heavy metal. Mi
banda favorita es Iron Maiden. Me tatué para el último concierto de Maiden
en Bogotá: The Final Frontier. Yo veo el
metal como una cultura severa. A pesar
de que la gente del común lo asocia con
destrucción y violencia, yo lo veo como
una forma de vida, de expresarse ante
los demás. En Bogotá es una chimba,
hay buena cultura metalera”.
LA AMPLIA OFERTA DE
SHOWS INTERNACIONALES EN LOS ÚLTIMOS
AÑOS ES CONSECUENCIA DEL DESCENSO EN
LA VENTA DE DISCOS Y
DEL HECHO DE QUE ESOS
GRUPOS YA ESTÁN “QUEMADOS” EN SUS PAÍSES,
POR LO QUE VEN EN
SURAMÉRICA EL LUGAR
IDEAL PARA NO DEJAR
DE ABASTECER SUS ARCAS.
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En Bogotá, un metalero puede darse el gusto de
tener un día entero de metal en Rock al Parque,
adonde llegan cada año más de 50.000 personas vestidas de negro, con melenas, chaquetas y
chalecos de jean o de cuero, cadenas, tatuajes y
aretes. Es una enorme mancha negra que podría
hacer suponer que en Bogotá cualquier concierto
de metal tiene garantizada la asistencia de multitudes, pero la verdad es que cuando hay que pagar una boleta, los espectáculos deben realizarse
en teatros pequeños porque la afluencia de público no siempre es masiva. “El que va a Rock al Parque es el metalero ‘chimbo’. Sólo va a conciertos
gratis porque no es capaz de comprar una boleta
para apoyar un show”, afirma Bernal.
Varios conciertos internacionales en una
misma temporada superan las posibilidades económicas de un metalero promedio, que por lo
general es un joven con poca plata en el bolsillo.
Para no ir tan lejos, en abril de 2012 tocaron en
Bogotá Anthrax, Sodom, Lamb of God y Disaster. Si hubiera querido ir a todas esas presentaciones, un metalero habría necesitado mínimo
360.000 pesos. “Acá se piensa que el roquero está
lleno de plata y entonces puede pagar todos los
conciertos, pero un man que se gana el mínimo,
¿cómo va ir a todos los shows?”, se pregunta Diana Rodríguez, directora de contenidos del portal
Rockombia.
En estas circunstancias, medírsele a hacer
un concierto de metal en Bogotá es un negocio
riesgoso, dado que la respuesta del público es
impredecible y los costos de producción son
elevados.
La amplia oferta de shows de artistas extranjeros en los últimos años es una consecuencia del descenso general en la venta de discos y
del hecho de que muchos de esos grupos ya están
“quemados” en sus respectivos países, por lo que
ven en Suramérica el lugar ideal para no dejar de
abastecer sus arcas. Sin embargo, la táctica no
siempre es exitosa, pues a los metaleros colombianos les basta con ver una sola vez a un artista. Para la muestra, Iron Maiden. Después de un
concierto histórico, otro medianamente bueno y
un tercero que pasó casi inadvertido en 2011, los
empresarios anunciaron que no volverán a traer
a la banda. La pregunta ahora es la siguiente:
¿qué pasará en cinco o diez años, cuando ya queden pocas agrupaciones legendarias para ver en
los escenarios bogotanos?
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Afiches de los conciertos de Iron Maiden y Slayer en Bogotá en 2011.
Históricamente, la oferta de grupos de metal ha sido numerosa y constante en Bogotá.
De ahí que ya existen íconos nacionales del género, como Parabellum, Reencarnación,
Witchtrap, Darkness, Kilcrops, Masacre, Kraken o Neurosis. Algunos de éstos, con más
de 20 años de carrera musical, siguen vigentes en la escena. De las bandas recientes
se destacan Under Threat, Loathsome Faith, Introspección, Perpetual Warfare, Ursus,
Guerra Total, Blood of Hatred y Highway, conformada por mujeres.
Tener una banda de metal es más un hobby que un proyecto económico sostenible.
Al respecto, Jorge Mackenzie, que ha liderado Neurosis por más de 25 años, dice que
“hay que tener un trabajo del que se pueda vivir, estudiar algo o ser mantenido por los
padres. Yo no conozco a ningún músico de metal colombiano que viva de la música”.
Sin embargo, a pesar de los obstáculos, se puede asegurar que en Bogotá hay grupos de calidad, con propuestas serias y estables, que no tienen nada que envidiarles a
sus similares en el resto del continente y el mundo. Las razones son diversas: los músicos son virtuosos, emplean con rigor técnicas y recursos propios del género; los discos
son producidos profesionalmente; cada grupo delimita la corriente metalera en que se
mueve; hacen giras y saben lo que es tocar ante millares de espectadores; tienen videos
de buena factura; comparten escenario con artistas extranjeros a los que idolatraban de
niños; son activos en sus páginas web y redes sociales; venden accesorios y merchandising de su agrupación.
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Foto: Santiago Roa
Rolling Disc es una tienda metalera del centro de
Bogotá que funciona desde 1989.
Si bien la gama de las letras metaleras es
diversa, la realidad colombiana es uno de los
temas predominantes en los gritos locales. El
metal es rebelde, crudo y no traga entero:
HACE UNOS AÑOS,
EL CENTRO Y LA
AVENIDA PRIMERO DE MAYO ER AN
LOS SECTORES DE
CONCENTR ACIÓN
DE LOS BARES METALEROS. HOY ES TÁN REGADOS POR
TODA LA CIUDAD.
OZZY BAR (AVENIDA BOYACÁ), WARNING (RESTREPO)
Y TERR AZA EXPRESS (CHAPINERO) SON SÓLO AL GUNOS DE LOS MÁS
FRECUENTADOS
ACTUALMENTE.
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Como combatiente te disfrazaré / Luego
caerás en mi emboscada / Y yo te caeré como
un depredador / Y yo te ejecutaré por un
pedazo de latón.
Eso canta Kilcrops en el tema Falsos
positivos.
Cuánta ignorancia hay en tu cabeza /
Tanta vigilancia,
tu preocupación / Siempre que quieres
humillas y maltratas / Siempre que puedes
haces el mal.
(Fragmento de la canción Policía, de
Ursus)
“El metal colombiano tiene un ingrediente especial que valoran mucho los extranjeros: es pesado y violento por la realidad en
que está inmerso”, comenta Wilson Muñoz.
De esta manera, ya son varios los grupos locales que han grabado, editado o reeditado
sus discos con sellos musicales de Alemania,
México, Canadá, Italia y Suecia. Así mismo,
gracias a distribuidores extranjeros, el metal
nacional se vende por todo el mundo, lo que
demuestra que los músicos locales pueden ser
más profetas en el ámbito internacional que
en su propia tierra.
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Desde finales de los años ochenta, el centro de
Bogotá, especialmente en la calle 19 entre las
carreras cuarta y octava, ha sido el epicentro
comercial del metal. Tiendas como Rolling Disc,
Rocka Rolla, Discos Vicente y Sylphorium Records se mantienen a pesar del descenso general
en las ventas de música a causa de las descargas
por internet. Los objetos de colección, las rarezas, las reediciones en vinilo, las camisetas y los
accesorios ayudan a que estos negocios no se
quiebren por vender únicamente discos.
Iron Maiden, Black Sabbath, Judas Priest,
Slayer y todas las demás bandas icónicas son las
que comandan las ventas. Las nuevas generaciones de metaleros tienen preferencia por géneros
como el metalcore y el nu metal, por lo que grupos del estilo de As I Lay Dying, Suicide Silence
o Black Deliah Murder también se mueven en las
vitrinas.
No son muchos los metaleros que compran
discos de grupos nacionales, que por lo general tardan uno o dos años en vender las 500
o 1.000 copias que publican de sus álbumes. Y
eso es un gran logro. “Yo les digo a las bandas
colombianas que vendan sus discos a $15.000,
porque a $25.000 nadie los compra. Si usted no
sabe mover un disco, saca 500 copias y se queda
con ellas”, dice Giovanni Romero, administrador
de Rolling Disc, una tienda que en sus vitrinas
cuenta con más de un centenar de producciones
nacionales.
“Escucho rock desde los doce años,
luego pasé al metal. Tengo una colección de 1.700 discos de todos los géneros del rock. Soy un tipo universal
dentro de la música”.
Loathsome Faith, banda
bogotana de death metal.
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SONORO
Foto: Hugo Rubiano
“Escucho metal desde que nací. Mí
tía es ‘blackera’ y ella fue la que me
crió. Me encanta el gothic pero no
me creo una gothic, sólo es mi estilo
de vida. En Bogotá se escucha metal
bueno, pero hay unas bandas que
son muy fachas. El metal es algo
muy hermoso, un estilo de vida que
uno lleva en la sangre”.
Disco Soul of Desease de
Blood of Hatred (2011).
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Hace algunos años, el centro y la avenida Primero de Mayo eran los sectores de concentración de
los bares metaleros. Hoy están regados por todas
partes: Ozzy Bar (avenida Boyacá), Warning (Restrepo), Subterráneo (Primero de Mayo), Efesto
(Bosa), Bbar y Terraza Express (Chapinero), por
mencionar sólo algunos. Con todo, estos bares
son más roqueros que metaleros, pues tienen que
ampliar su oferta de géneros musicales para aumentar la clientela y no quebrar.
Además de los grandes conciertos, a lo largo
del año se celebran festivales en parques y salones
comunales de Usme, Fontibón, Engativá, Ciudad
Bolívar o Suba. Por lo general, son eventos públicos que se gestionan con presupuestos reducidos,
que sirven sobre todo para dar a conocer el metal
en su faceta de expresión cultural, a través de la
cual muchos jóvenes buscan reconocimiento y
diferenciación social. “Definitivamente, hace falta
un apoyo de la administración pública para que
se reconozcan el esfuerzo y la inversión de los
músicos a la hora de producir discos”, dice Félix
Zamora, vocalista de Ursus, grupo bogotano de
speed metal.
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Presentación
de Anthrax en
el Bogotá Fest,
abril 30 de 2012.
Hay otros festivales locales organizados por
jóvenes emprendedores y amantes del metal, cuyo
objetivo es impulsar a nuevas bandas colombianas.
Uno de ellos es el Metal Warrior Fest, que en septiembre celebrará su sexta edición. Su realización
es posible gracias a convenios con salas de ensayo,
estudios de grabación y tiendas musicales, o con
empresas de la trayectoria de HateWorks, el sello independiente especializado en metal más grande de
Colombia, que por más de una década ha promovido
desde Manizales a bandas nacionales, y que cuenta
actualmente con una red de distribución en más de
20 países.
***
¿Qué podemos concluir respecto al estado actual de
salud del metal en Bogotá? A pesar de que a la ciudad
la adornan miles de melenas y camisetas negras, el
metal no deja de ser un movimiento minoritario y
alternativo dentro de un contexto cultural en el que
predominan las expresiones musicales que mejor se
acomodan a los gustos de las mayorías. Bogotá no es
la capital del metal en Colombia, pero sí es un lugar
donde se hacen y se escuchan buenos sonidos pesados. Los metaleros son una especie resistente que,
por más que se enferme o debilite, todavía está muy
lejos de desaparecer del mapa. “Siempre va a haber
un inconformismo, una rebeldía dentro del ser humano, y el metal da la posibilidad de expresarla. La
gente busca una válvula de escape, una forma de
identificarse con su sonido y sus letras”, dice Jorge
Mackenzie. En conclusión, el metal en Bogotá goza
de buena salud y de una juventud envidiable que esperamos le dé larga vida.
“Soy metalero desde los quince
años. Un loquito llegó a mi casa y
me hizo escuchar Kiss, y allí empezó todo. Cuando uno siente el
metal adentro, es difícil descartar
bandas. Para poder hablar de una
banda hay que escucharla primero. Tengo más de 400 discos originales de metal. Para mí, el metal es
mi vida, y del metal nadie me saca.
Ahora hay mucho chino… y bacano,
el problema es que sólo lo disfrutan
por ahí hasta los 20 o 22 años”.
Disco Fuerza Metal
de Ursus (2011).
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