gonzalo bruno quijano - Rodolfo Vera Calderón

Transcripción

gonzalo bruno quijano - Rodolfo Vera Calderón
GONZALO BRUNO QUIJANO
ABRE LAS PUERTAS DE SU DEPARTAMENTO,
que convirtio en un palacio
Es arquitecto y un referente en la decoración clásica, aunque nació
en una familia de abogados, políticos y diplomáticos. En su casa de Recoleta, dice:
“El precio más alto que se paga en una carrera como la mía es la libertad de hacer
lo que uno quiere. Y hoy tengo el privilegio de elegir a mis clientes”
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El living es un reflejo de su amor
por el siglo XVIII. En él conviven
maravillosas piezas de gran
valor, como la obra del pastelista
francés Lucien-Victor Guirand
de Scévola (1871-1950) que se
destaca entre los biombos de
coromandel de la izquierda. “Hoy
todas las casas responden a un
estereotipo y están pintadas en
blanco o beige. En Buenos Aires
ya nadie se anima a usar el color”,
confiesa. Abajo: el dueño de casa.
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Su mayor referente en la
historia del interiorismo
es Henri Samuel, el
mismo que en 1995 fue
contratado por Valentino
para que decorara el
Château de Wideville
Amante de la obra
de Ricardo Cinalli,
el interiorista colocó un
gran cuadro del artista
argentino –conocido en
el mundo entero por su
extraordinario manejo del
escorzo– en la entrada
de su living. La cómoda,
neoclásica italiana del siglo
XVIII, está decorada con
antiguas piezas chinas y
dos lámparas de cuarzo y
bronce.
S
u casa sería la fascinación de
Proust, ya que al igual que el
célebre escritor de la Belle
Epoque parisina, la vida de este
arquitecto y decorador está regida
por los recuerdos y los escenarios
que marcaron su infancia. Gonzalo
Bruno Quijano, consagrado en el
interiorismo clásico, hace que cada
uno de sus trabajos logre una presencia tan fuerte del pasado como
el mismísimo presente. Un resultado
que pocos pueden conseguir, porque para hacerlo es necesaria una
acumulación de experiencias y una
Arriba: en una de las mesas “guéridon” del living puede apreciarse un portarretrato con la madre
de Gonzalo, Nelly Copellio. “Soy un nostálgico. A lo largo de mi vida no sólo me acompañan los
recuerdos, sino una gran cantidad de objetos que pertenecieron a mi familia”, asegura. Derecha:
otro rincón, en el que destaca un sillón Luis XV tapizado en terciopelo verde esmeralda. El reloj
de arriba de la chimenea es una obra de los hermanos Delisle, los célebres relojeros parisinos del
siglo XVIII. Los cuadros del fondo son grabados del artista agentino Emilio Pettoruti. Y sobre una
silla estilo directorio sobresale un gato de porcelana que duerme plácidamente.
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“Un buen interiorista es aquel
que tiene el conocimiento y
la capacidad para decorar un
ambiente en cualquier estilo”
sensibilidad que se trae desde la cuna. Su
tío abuelo, Hortensio Quijano, fue el primer
vicepresidente de Juan Domingo Perón y su
padre, Ismael “Cachilo” Bruno Quijano,
no solamente fue ministro de Justicia del
presidente Alejandro Lanusse y el abogado
de personajes como Aristóteles Onassis,
sino uno de los últimos bon vivants de la
Argentina del siglo XX. Un hombre que en
la sociedad porteña sigue siendo recordado
como alguien que hizo de su vida una oda
al savoir-vivre. Por eso a nadie sorprende
que el estilo de vida de Gonzalo muestre
siempre un resplandor majestuoso y que
hoy sea reconocido por manejar con pericia,
perfeccionismo y sofisticación el diseño de
interiores de estilo clásico.
Es un perfecto anfitrión, de esos que hay
pocos. Fanático de la estética y la historia
del siglo XVIII, abre para ¡Hola! las puertas de su departamento de Recoleta.
Arriba: este espacio es un fiel reflejo de por qué Bruno Quijano es reconocido
como uno de los interioristas que maneja con mayor pericia, perfeccionismo
y sofisticación el diseño de interiores de estilo clásico. Abajo, izquierda:
Gonzalo en el pasillo que conduce a las habitaciones y que está tapizado con
un divertido empapelado trompe-l’œil. Abajo: el toilette está decorado con
una cómoda estilo Sheraton y una banqueta de la época de Luis XIV.
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EL GATOPARDO, SU MAYOR INSPIRACION
–¿Cómo definirías tu estilo?
–Sin pudor, puedo decir que soy totalmente “viscontiano”. Desde que vi El Gatopardo, que fue filmada en 1963 en el Palacio Gang por Luchino Visconti, supe que
quería convertirme en decorador. He visto
ese film cientos de veces y hasta el día de
hoy me sigo maravillando con su magia.
–Sin
embargo
decidiste
estudiar
Arquitectura…
–Así es, porque siempre estuve convencido de que abogado no iba a ser. Una decisión que no fue fácil tomar, ya que era el
hijo mayor y papá siempre me vio como
el heredero de su estudio, uno de los más
prestigiosos del país. Algo que hubiese sido
muy cómodo para mí, porque tenía prácticamente toda la carrera hecha. Pero, aunque te cueste creerlo, mis padres nunca me
presionaron y siempre me incentivaron a
dedicarme a lo que realmente me gusta.
–¿Cómo nació tu pasión por el interiorismo?
–Desde que era un chico me fascinaba ir
a las casas y a las estancias de mis amigos
y observar todo: los muebles, las obras de
arte, la vajilla, los empapelados, los libros...
¡Visitar a mis abuelas era un programón!
[Risas]. Pero quien más me marcó fue mi
tía Rosa María, una hermana de mi abuela
materna a la que le encantaba ir a remates,
a exposiciones de pintura, a ver teatro, y
La entrada está presidida por un gran hall en el que el decorador colocó dos escudos
antiguos de madera dorados a la hoja y un par de sillones Luis XV tapizados en gobelino.
Al fondo, la biblioteca. “Muchos me catalogan como un decorador clásico, pero a lo largo
de mi carrera he tenido tanto proyectos minimalistas como art déco”, asegura.
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La biblioteca, entelada con un tapiz de seda rojo cadmio y
presidida por Paisaje arcádico –una gran obra de Gaspard
Dughet (1615-1675), un pintor barroco italiano de origen
francés especializado en paisajes de la campiña romana–,
es su espacio favorito. Decorada con dos sillones chester de
cuero negro, ahí resguarda algunas de sus colecciones más
preciadas. “Soy barroco y obsesivo, me apasiona atesorar
todo tipo de objetos”, cuenta.
“Mis dos arquitectos
fetiche son Alejandro
Bustillo y Ludwig Mies van
der Rohe. Cada uno de ellos
logró sintetizar su estilo”
que era una habitué de la Galería del
Este, el lugar en el que se reunían todos los pintores de vanguardia. Fue
también gracias a ella que nació mi
devoción por la ópera porque me llevaba al Colón desde que era muy chiquitito. De hecho, estudié escenografía
tres años, pero tuve que dejar porque
no me daba el tiempo para hacer dos
carreras.
–¿Cuál fue tu primer proyecto como
decorador?
–La casa de Moira Bollaert y José Agote
Ayerza. En ese entonces, yo le había dado
un par de ideas a la hermana de José, Virginia Agote de Born, para decorar su departamento de San Pablo. Cuando Moira
lo vio quedó encantada y me llamó para
que me ocupara de su casa. Entonces yo
tenía 27 años.
–¿Te molesta que te encasillen solamente como decorador?
–La arquitectura y la decoración han
ido de la mano a lo largo de la historia,
sin embargo el tipo de construcción
que siempre me gustó es la de estilo
neoclásico y que hoy, por sus elevados
Arriba: otro rincón de la biblioteca, en el que se aprecian
dos pinturas: la de arriba, obra del artista de la época de
oro holandesa Jacob van Swanenburgh (1570-1638); y
la de abajo, titulada Atalanta e Hipómenes, del francés
Thomas Blanchet (1614-1689). Izquierda: amante de la
ópera, varios portarretratos con fotografías autografiadas
de grandes divas de la lírica decoran los espacios de
este ambiente. En primer plano sobresale uno de
Victoria de los Angeles, la soprano española.
“Priorizo la calidad antes que
la cantidad. Lo más importante
siempre es encontrar piezas
únicas y seguir ciertos códigos
en el manejo del color y los
materiales”
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“Una gran amiga brasileña me
enseñó que para que una comida
sea exitosa, tanto la gente como
el alcohol deben ser siempre de
primerísima calidad”
costos, es imposible lograr en nuestro país. Así
fue que comencé a reformar y a decorar departamentos, una fórmula que hasta el día de
hoy sigue siendo parte de mi profesión.
–Si tuvieras que elegir un período en la historia del interiorismo, ¿con cuál te quedarías?
–Sin lugar a dudas, con el siglo XVIII, porque no existe en la historia una época tan maravillosa como esa, es el período de oro de la
decoración. Como en todas las artes, siempre
se vuelve a la esencia y los diseños del XVIII
siguen siendo hoy la inspiración de una infinidad de interioristas.
Gonzalo resolvió cubrir las puertas
de su comedor con espejos para
darle más amplitud al ambiente.
A la hora de amoblarlo eligió
una colección estilo Luis XVI
conformado por una mesa de
caoba y sillas tapizadas en seda
color verde malva. La gran araña
de cristal y bronce hace que los
invitados se transporten sin
pensarlo a una época pasada.
En el centro sobresale una gran
sopera de plata con mangos
de marfil.
LA AMISTAD DE SU PADRE CON ONASSIS
–Hablemos de la gran amistad que tu padre
mantuvo con Aristóteles Onassis…
–Además de llevarle algunos asuntos legales,
papá era muy amigo del magnate naviero y
toda su vida mantuvieron una excelente relación. Ari fue un hombre fascinante y le estaré
eternamente agradecido porque fue gracias a
Arriba: amante de los objetos hechos con cristal de roca, Gonzalo ubicó su gran colección de
coquillas junto a dos grandes obeliscos. Para esta ocasión eligió una vajilla inglesa antigua
de Wedgwood esmaltada, cubiertos franceses e individuales bordados en organza de seda.
Izquierda: cada una de las piezas que conforman las mesas de Bruno Quijano representa el
esplendor de una época. Las copas son también inglesas de la época de la reina Victoria y los
candelabros, del siglo XVIII. “Mi colección de copas es inmensa y me encanta combinarlas
con topo tipo de vajilla”, agrega el decorador. Derecha: el reloj es una importante pieza que
perteneció a la colección privada del último rey de Francia.
“Me encanta recibir gente en casa y celebrar
la vida. Cada Navidad organizo siete comidas
para reunir a mis amigos más queridos”
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“Para que una persona viva en
armonía, debe utilizar siempre
sus colores favoritos al momento
de decorar cualquier espacio”
sus contactos que en 1974 pude ver a María
Callas cantar en uno de sus últimos conciertos en el Carnegie Hall de Nueva York. Para
ese entonces la soprano tenía más de 50 años,
pero fue tanta mi insistencia que papá me
regaló el viaje y llamó a Onassis para que me
consiguiera una entrada.
–¿Conociste a Jackie Kennedy?
–No, pero papá sí y nunca habló bien de ella.
A María Callas la adoraba, pero de Jackie decía
que no era tan refinada como la gente pensaba.
¡Se comía las uñas!
–Si no hubieses sido decorador, ¿a qué te hubieras dedicado?
–Pocos lo saben, pero bailo y canto muy bien.
Creo que la danza y la ópera siempre serán una
asignatura pendiente en mi vida. No sé, me gusta todo aquello que transcurra en un escenario.
Y aunque por mi timidez nunca lo intenté, igualmente no me puedo quejar, porque esta casa es
muy escenográfica. Amo mi trabajo y eso es realmente un privilegio.
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Texto y producción: Rodolfo Vera Calderón
Fotos: Pilar Bustelo
Arriba: su habitación está decorada con un gran tapiz
flamenco del siglo XVII que reproduce un momento
de la historia romana. Sobre la cama sobresalen
dos almohadones con la Union Jack y uno más
pequeño con la Corona Imperial del Estado, una
de las principales piezas de las joyas de la Corona
británica. Derecha: el baño está revestido en mármol
arabescato. La obra es de Cinalli y está recubierta con
acrílico para protegerla de la humedad.
“En esta casa conviven
muebles heredados de
mi familia, comprados en
remates, regalados por
amigos… Me encanta jugar
con ellos como si fueran las
piezas de un rompecabezas”
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