Buscando a un EMO

Transcripción

Buscando a un EMO
ES6 DE JUNIO DEL 2009
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El flequillo hasta la nariz
tapando el ojo derecho, a
modo de protección frente al
mundo, es una de sus señas
Texto María Leach
Fotos Xavier Gómez
Cuando los adultos
detectan una tendencia
entre los jóvenes es que ya
ha pasado a la historia. Es
el caso de los emos, que tal
vez ya no están de moda
pero cuyos herederos,
en forma de flequillos,
laca y languidez, continúan
llamando la atención
de los padres
EMO
BUSCANDO A UN
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EN FAMILIA
!
Cuando a los padres les llega la noticia de que hay
una nueva moda arrasando entre sus hijos, quiere
decir que ya se está fraguando otra que pronto será
tendencia. Los emos salen ahora a la luz pública. En
teoría, adolescentes tristes, de entre trece y dieciocho años, solitarios, de rictus abúlico y con aspecto
mortecino. Más reconocibles por su melena lacia
de color negro azabache y sus larguísimos flequillos
a la altura de la nariz. Se los peinan de lado para
taparse el ojo derecho. Esa es su manera de expresar inconformidad y la barrera que les protege
del mundo exterior, una sociedad que les deprime
profundamente. A juego con su estado de ánimo, se
enfundan prendas oscuras y muy ceñidas: pantalón
pitillo, una minúscula camiseta y zapatillas Vans o
Converse All Star. Pero su aspecto siniestro no es
absoluto. Hacen concesiones a un color, que puede
ser el blanco, el rosa o el rojo; eso sí, siempre de forma estudiada y combinándolo con negro. Para este
fin, aprovechan múltiples complementos. Quizá un
par de muñequeras a rayas rojas y blancas, tres mechas fucsia en el pelo o un cinturón con estampado
de damero. Trabajan su aspecto hasta el último detalle. Los piercings, chapas, pulseras fluorescentes,
ristras de colgantes y muñequitos-llavero son otras
de sus debilidades.
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Chicos y chicas comparten vestuario; tanto los unos
como las otros, se maquillan los ojos con abundante
lápiz de ojos y sombra negra. Su estética resulta tan
andrógina, que muchas veces es difícil distinguir el
sexo al que pertenecen. Tampoco ayuda su extrema
delgadez, un reflejo de su afectado modo de pensar
y quizá el motivo por el cual Jack, el esqueleto animado de la película Pesadilla antes de Navidad, es
uno de sus principales iconos.
Los emos escuchan música de estilo emocore y
screamo, dos géneros derivados del hardcore y el
posthardcore, aunque también son aficionados a
estos últimos. Para entendernos, todo lo que sean
ritmos rápidos y excitantes, mezclas de punk y
hip-hop con mucha guitarra, batería y letras introspectivas que versan sobre sentimientos de amor y
muerte. Algunos de sus grupos de referencia son
Silverstein, Jimmy Eat World, Saves the Day y
Dashboard Confessional. Cuando los emos bailan,
siguen un rito particular. Se colocan en corro, con
la cabeza gacha, y mueven los brazos en el aire
simulando una pelea, sin tocarse. De vez en cuando,
alguno emite un scream, un grito de dolor. Porque
ellos han nacido para sufrir. No tienen sueños ni inquietudes. No creen en nada. Y así lo hacen saber œ
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soy emo. La diferencia es la actitud. Nosotros no
seguimos su personalidad, en realidad, somos unos
adictos a la moda”, comenta Maggie, de 16 años.
Hay que dar más de un repaso a su aspecto para
empezar a apreciar esos detalles que ellos consideran cruciales: el peinado de los scenes es más
abultado gracias a los crepados y enormes crestas
que lucen en la coronilla y, aunque el flequillo es
norma, se les ven bastante los dos ojos. “No hay que
fiarse del flequillo para identificar a un emo, porque
ahora ya lo lleva todo el mundo”, advierte Maggie.
También el vestuario de los scenes contiene más notas de color. Les van los arco iris y los tonos ácidos.
Llevan gafas de sol cuanto más grandes mejor, y en
vez de adorar al esqueleto creado por Tim Burton
se mueren por Hello Kitty. “Yo antes era pija y empecé a ser scene por Tokio Hotel. Es un grupo que
te hace entrar en todo este rollo. De las scene girls
dicen que sólo vivimos para el aspecto físico y que
somos unas frescas, pero eso es porque llevamos
siempre shorts o falditas cortas. A mí me da igual lo
que piense la gente”, comenta Andrea, de 15 años.
œ al mundo, en especial a través de su fotolog, su
MySpace o colgando vídeos en YouTube. Internet
es el lugar donde más se regodean haciendo apología de su sombrío estilo de vida.
Uno de los aspectos más controvertidos con los
que se relaciona a los emos (seguimos con la teoría)
es el de las prácticas oscuras. Tienen la arriesgada
costumbre de hacerse cortes en la piel, sobre todo
en la zona de los brazos, que luego ocultan bajo
brazaletes y muñequeras. Les gusta juguetear con
la idea del suicidio. Aunque en principio no tienen
intención de perpetrar sus fantasías, el caso de
Hannah Bond, la adolescente británica ligada a este
movimiento que se ahorcó con una corbata en mayo
del año pasado, disparó todas las alarmas. ¿Son los
emos una tribu altamente tóxica para los jóvenes?
Hasta aquí los rumores, habladurías y leyendas.
Los testimonios de adolescentes recogidos por ES
aseguran que, a la hora de la verdad, no existe nada
de todo eso, que si hay que quedarse con algo es con
la parte de la moda y poco más. De la filosofía emo,
todos pasan. Lo que engancha es la forma de vestir.
Por supuesto, conocen de sobra el radicalismo con
el que se relaciona a esta tribu, pero no se cansan de
repetir que ninguno de ellos tiene el más mínimo
interés en seguirlo ni en promoverlo. De hecho, y
pese a que la estética les delata, muchos niegan fervientemente ser emo. Ellos, si son algo, son scenes.
Cualquier adulto diría que son idénticos, pero
resulta no ser así. “Mis padres también se creen que
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Al emo auténtico, por lo visto, ahora ya cuesta
mucho encontrarlo. Así lo garantiza Javi, otro scene
quinceañero: “Ya no hay ni la mitad. Tienen muy
mala fama y se llevan fatal con las otras tribus. Se les
acusa de ser unos farsantes porque su estilo es una
mezcla del resto de corrientes, cogen un poco de los
punks, de los góticos, de los visual-kei... ”.
Como los scenes, los visual-kei son una fotocopia
de los emos que tampoco debe llevarnos a confusión. “¡No tienen casi nada en común!”, afirma con
contundencia Jenny, una visual-kei que acaba de
cumplir los 18. Según relata nuestra joven experta,
se trata de un estilo de origen japonés que se ha extendido como una plaga entre los adolescentes, en
especial las chicas: crestas que desafían la gravedad,
cabellos teñidos de dos colores, maquillajes dramáticos, falditas de colegiala, medias rotas, camisetas
con estampados infantiles... Las posibilidades se revelan sorprendentes. “Sigo esta moda porque, si no,
me aburro. Ahora estoy ahorrando para tatuarme
mi inicial en japonés” –declara Jenny.
Ni los scenes ni los visual-keis están asociados
a ninguna ideología concreta. Por lo menos de
momento, manda la apariencia y punto. Muchos de
ellos reconocen que empezaron siendo emos, pero
que se cansaron. Emo de verdad, en la pandilla, sólo
queda uno. Se llama Kira y pertenece a esta tribu
desde hace ocho meses. “Comencé a leer cosas
sobre los emos por internet y me sentí identificado.
Yo siempre he sido una persona muy emocional,
muestro mis sentimientos abiertamente, sin importarme el qué dirán. Así que me uní”. Para Kira,
un emo no sólo expresa su tristeza, sino cualquier
tipo de emoción. La alegría y el amor son igual de
válidas y se quita las muñequeras para demostrar la
veracidad de sus argumentos: “La gente dice mu-
chas tonterías sobre nosotros porque ni siquiera se
ha informado bien, muy pocos saben lo que somos
realmente. Claro que debe de haber alguno triste
por ahí, pero será el típico adolescente perdido”.
A sus 18 años, a Kira le van los ritmos de todo tipo
menos los comerciales: escucha hardcore, punk,
ska y rock. “Jimmy Eat World, 7 Seconds, Silverstein y Alesana son mis grupos preferidos. También
toco la guitarra y compongo canciones”, comenta.
Como la mayoría de las tribus urbanas, los emos
nacieron con la música. Durante la década de los
ochenta, se empezó a llamar de esta forma a las
bandas posthardcore surgidas en la escena estadounidense. La propia Wikipedia, no obstante, se
encarga de desvincular este género musical de la
actitud y los patrones estéticos que abanderan los
emos del siglo XXI. Kira lo confirma: “Lo de ahora
es pura apariencia, la música tiene mucha menos
importancia y la ideología ha muerto”.
No sabemos si estas palabras auguran el fin de los
chicos de aspecto lúgubre, aunque sí es cierto que
la deserción se está fraguando. Hartas de ir siempre de negro, las chicas se han pasado al scene, “un
plagio de nosotros, pero más superficial”, opina
Kira. ¿La revolución de los emos ya ha pasado
por delante de nuestras narices y no nos hemos
enterado hasta que ha empezado a diluirse? Porque lo más asombroso no es que un adolescente
metamorfosee su personalidad y su vestuario cada
vez que aparece una nueva moda. Lo que resulta
chocante es cómo, viviendo en el mismo mundo, el
resto de los mortales descubramos las modas que
siguen los jóvenes tan tarde y, al parecer, con tanto
desfase entre la teoría, misteriosa e incluso glamurosa, y la práctica, una cruda realidad comercial. s
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EN FAMILIA
LOS VISUAL-KEIS
También llamados visualeros
o visuals. Aunque aquí nos
suene novedoso, el origen del
visual-kei data de los años 80
y 90, cuando en Japón a los
cantantes de punk y heavy
se les comenzó a llamar así
no por su música, sino por
su andrógina y extravagante
pinta sobre el escenario. La
tendencia surgió como respuesta crítica a los patrones
uniformados y conservadores
de la sociedad japonesa,
y aún hoy aboga por la
expresión del individualismo
y la diversidad. Quienes la
siguen muestran una estética
rebelde. De hecho, el término
nipón kei significa estilo, así
que estamos hablando de
un movimiento meramente
visual.
El gusto por la mezcla es la
clave. Todo está permitido,
desde los encajes hasta el
látex. Cuanto más estrambótica sea la combinación de
las prendas y más excesivo el
maquillaje, mejor. De ahí la
gran cantidad de subdivisiones en las que ha derivado el
visual-kei, como el kote-kote
kei (muy oscuro), elegant
gothic kei (gótico-romántico), eroguro kei (erótico y
grotesco), oshare kei (alegre y
colorido) o white kei (blanco
y femenino). Pero la última
excentricidad venida de Tokio
son las gothic lolitas. Su fin es
asemejarse a una tenebrosa
muñeca de porcelana: blusas
de encaje, falditas con enaguas, calcetines largos, lazos
en el pelo, zapatos infantiles... y crucifijos o ataúdes a
modo de complemento.
Pelo Se lo alisa con una
plancha, lo peina hacia
delante y, para acabar,
rocía toda su melena con
abundantes dosis de laca
Camisa y corbata Sonará
paradójico en una tendencia alternativa como
es la de los emos, pero
se ha comprado estas
prendas en Zara
Sobre todo las chicas
abandonan el estilo
emo, aburridas del negro
riguroso en su vestimenta
Cinturón y muñequeras
Adquiridos en tiendas
de ropa emo, una de las
más famosas es Kasi Radikal, que ofrece también
venta online
Zapatillas Deportivas
Converse All Star. Por
supuesto, tenían que ser
de color negro
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Pantalones Este pantalón pitillo negro es de
Kaotiko, un conocido
establecimiento entre los
adolescentes especializado en ropa urbana
LOS SCENES
Son la tribu urbana emergente del momento. Aunque
en el estilo scene (escena
en inglés) cada adolescente debe buscar su propia
personalidad, se basa en
vestirse tan recargado como
se pueda. Los únicos límites
los pone la imaginación, así
que triunfa el que sea más
original. Cortes de pelo llamativos con extensiones y tintes
en tonos ácidos; peinados
voluminosos; prendas brillantes y eléctricas (a poder ser,
customizadas en casa y superpuestas entre sí); maquillajes
alternativos y muy elaborados; adornos de toda clase,
como diademas, pendientes,
pulseras, collares, broches...
todos los accesorios posibles
son pocos.
La mayoría de scenes son chi-
cas –conocidas como scene
girls–, ya que se trata de un
look bastante más femenino, pero poco a poco ellos
también se suman a esta
tendencia. El pantalón pitillo
es el rey entre los chicos,
quienes suelen adquirirlos en
tiendas de ropa de chica para
poder lucirlos más ceñidos.
Se considera el creador
del estilo scene a Jeffree
Star, un cantante, modelo,
maquillador y diseñador de
Los Ángeles que en 2005
revolucionó la red con su
página de MySpace. A través
de esta lanzó el concepto de
scene queen, basado en los
estilismos antes mencionados. Kiki Kannibal, Dakota
Rose, Audrey Kitching y Zui
Suicide constituyen la nueva
generación de maniquís
surgida de esta tribu de cuna
cibernética.
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