Agenda general sobre la inmigración en Venezuela 1830-1859
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Agenda general sobre la inmigración en Venezuela 1830-1859
AGENDA GENERAL SOBRE LA INMIGRACION EN VENEZUELA. 1830 - 1859 MANUEL J{ODRIGUEZ CAMPOS Universidad Central de Venezuela ... "No puede en un país desarrollarse la riqueza material si no hay población para esplotarla (sic), y no hay tampoco demento que más moralice á los hombres y les haga amar la patria como el cultivo de la tierra" ... José Antonio Páez , Autobio- grafía, t. Il, p. 160. En 1830 no era nueva la idea de que Venezuela debía empeñarse en mejorar su economía. Para lograr esto se planteaba como única alternativa e! aumento de la producción agropecuaria, pues en virtud del estado en que estaba el país, cualquier proyecto diferente parecía remoto o simplemente, por imposible, quedaba fuera de toda consideración. Desde mediados de la década anterior los dirigentes nacionales habían tomado conciencia de aquel objetivo general y sabían que muchas dificultades con las cuales tropezaban se resolverían propiciando el trabajo de la tierra. Sin embargo, cuanta iniciativa entrase a formar parte de sus planes tendría que sortear por lo menos 213 seis estaciones de un tortuoso camino representativo de nuestras perspectivas sociales, en cuyos vericuetos la mejor voluntad perdía fuerza: de un lado, no era muy segura la vida en el campo, debido a las acciones emprendidas por algunos héroes de la independencia que reivindicaban para su provecho los nuevos caudillismos de post-guerra y a la existencia de partidas armadas que habían quedado "guerreando" por su cuenta; de otro lado, la insuficiencia de caminos y la falta de mercados donde colocar los frutos del trabajo no eran factores que animaran en demasía el esfuerzo creador. Por añadidura, el reducido tamaño de la población, junto con la escasez de circulante, bloqueaban los intentos de reactivar la economía interna e interponían dificultades a la posiblidad de lograr un aumento sostenido de la producción. Durante los años treinta ese cuadro incidía fuertemente en la capacidad tributaria de la sociedad venezolana. Determinó un vacío crónico en el erario nacional y fue responsable, en consecuencia, de la precariedad fiscal que impidió a nuestros primeros gobiernos romper de manera eficiente el cerco de inhibición al que estuvieron sometidos. 1rremediablernente, Venezuela deb ía incrementar sus recursos fiscales en cantidades considerables. Este era un imperativo que, abstracción hecha de otras consideraciones, surgía del compromiso abrumador representado por la deuda pública y, una vez cuantificada ésta, cierta prisa que se dieron algunos gobernantes por cancelarla. Pero, además, dos obligaciones exigían atención inmediata, como era crear y sostener las instituciones básicas del Estado y construir una infraestructura mínima de servicios. Los arbitrios rent isncos del país depend ían en un noventa por ciento o más de fuentes aduanales, creadas con miras al comercio exterior. Animar primero y satisfacer después la demanda interna resultaba una necesidad perentoria; pero según la procedencia de los impuestos, mucho más lo era estimular las exportaciones. Esto, porque la producción agrícola, y un tanto la pecuaria, significaban la única posibilidad de concurrir al mer214 cado mundial aportando elementos propios, con cuya realización monetaria obtendría el país capacidad de pago para importar artículos manufacturados que nuestra sociedad requenía y no estaba en capacidad de producir, ni siquiera los más elementales. De ambas corrientes del intercambio así establecido se formaría la masa impositiva nacional; y con los proventos que de ella derivaría el Fisco, podría cualquier gobierno atender las necesidades aludidas en el párrafo anterior e incluir en los planes del gasto público otras obligaciones primarias, las cuales forma- ban un paquete de tareas desatendidas que debido a su diferimiento, conformaba un conjunto de insatisfacciones populares aprovechadas por la oposición. El compromiso administrativo debía estar encaminado a mejorar el cuerpo entero de la nación; y tal cosa exigía esfuerzos de gran alcance. Los gobiernos no podían sostener un esquema puramente fiscal para si mismos y, si acaso, dedicar algunos excedentes para aliviar la carga de la deuda, todo en desmedro de sus demás funciones. Era necesario llegar más lejos, crear una política económica (o simplemente una política) que contribuyera firmemente al mejoramiento económico-social de la república. Lo intentaron, pero sin mucho éxito, tan difíciles como eran las circunstancias, relativamente inexpertos quienes debían conjurar sus efectos e incómodos los requerimientos planteados por los grupos adversarios de la acción gubernamental. Los anales que van de 1830 a 1859 contienen testimonios fechacientes del debate nacional sostenido con ese motivo. Los gobiernos del período considerado, aunque cometieron errores políticos y económicos de diversas magnitudes, trataron de resolver casi todas las cuestiones que se les presentaron. Privaba en mucho el interés grupal, es cierto, debido a los orígenes oligárquicos del equipo gobernante; pero algunas soluciones alcanzaban mucho más allá de su círculo de influencias y varias de ellas produjeron beneficios generales. Fueron dictados en ese período leyes y decretos sobre inmigración y se implantaron políticas reguladoras de la materia, que tuvieron escasa correspondencia con la práctica como 215 fueron aplicadas. Infortunadamente, era una la imagen ofrecida en el contenido dispositivo de la legislación y otra la que conformaba la concreción real de los intereses en juego, ante la indiferente y a veces cómplice vigilancia de los funcionarios públicos encargados de su ejecución. SE SOLICITAN TRABAJADORES DEL CAMPO Poseíamos abundantes tierras cultivadas desde hacía mucho tiempo, de reconocida vocación productiva, y extensas zonas vírgenes cuya fertilidad se especulaba sería igualo superior a las que ya habían probado sus cualidades. Teníamos a la vez una urgente necesidad de aumentar la producción agropecuaria; de ello dependía la república; pero no contábamos con los brazos que en cantidad suficiente emprendieran la tarea. Tampoco había caminos que comunicaran de manera satisfactoria los centros productores con los de consumo ni el mar; padecíamos además el agravante de que apenas comenzábamos a reconquistar mercados exteriores enfrentados a condiciones de competencia desconocidas en el período colonial. Los gobiernos venezolanos no podían garantizar la seguridad de personas ni de bienes en el campo, y a veces eran representantes suyos quienes atentaban contra esps derechos. Sin embargo, Venezuela no tenía otra alternativa que basar sus proyectos de mejoramiento económico en la producción de la tierra. Una revisión del cuadro demográfico que presenta el período al cual nos referimos, mientras más seria sea, niega con mejores razonamientos la posibilidad de que la producción 216 aumentase en cuanto se requería, si se esperaba de la población campesina algo que no fuese un milagro. La urgencia apuraba a todos, gobernantes y cultivadores. No había otro recurso que traer al país sangre nueva, masas migratorias reclutadas donde fuese posible, que inyectasen dinamismo al campo. La opinión generalizada coincidió en eso, y el país entero aprohó solicitar la conscripción de labradores foráneos. Internamente resultaba difícil a los venezolanos entenderse, conciliar las disputas que nos desgarraban; no ofrecíamos a los extraños las condiciones óptimas para recibirlos, no los atenderíamos como era conveniente; pero los necesitábamos y les hicimos el llamado. Intentaríamos resolver nuestro más -agudo problema con ellos, y Dios proveería. Un problema básico: población acción gubernamental, producción y En los años de nuestro estudio fueron realizados varios intentos para despejar algunos obstáculos y superar problemas concretos. No consideramos útil separar las cuestiones eminentemente económicas de las puramente políticas, porque ambas se conjugaban en los programas de los cuales emanaban o en las críticas de que fueron objeto. Unas veces esta correspondencia se observaba con claridad meridiana, gracias a la simpleza de los elementos que las compon ían , en ocasiones, cuando su complejidad no permitía advertir el entrecruzado existente entre ellas, la oposición se ocupaba de mostrarlo, tal vez con el propósito de mejorar ante la opinión pública la imagen derivada del ejercicio crítico. Esto explicaría algunas diferencias de enfoque y cierto hipercriticismo en los materiales que usaremos más adelante. Desde 1830 se emprendieron gestiones para conseguir el reconocimiento diplomático de las potencias europeas y Estados Unidos. Con ellas se firmaron. tratados de amistad, comercio y navegación, incluyendo tardíamente a España en 1845. Las exportaciones a los mercados españoles se reiniciaron en discretas magnitudes antes de 1830; también con la misma anticipación 217 diversos productos nacionales tomaron nuevos rumbos, aumentando considerablemente a mediados de 1840 (l). Se logró atraer una modesta corriente migratoria (2). Fue reconocida la deuda pública y realizados algunos pagos que redujeron su saldo. Se legisló sobre el préstamos y dos bancos fueron autorizados para instalarse en Caracas (3). Asimismo, el gobierno creó la Sociedad Económica de Amigos de! País. Estas y otras cuantas acciones gubernamentales estuvieron encaminadas a satisfacer las aspiraciones nacionales en materia económica. Aunque la eficiencia de las distintas medidas que tomaron los gobiernos del período no concitó aprobaciones de amplia resonancia, es evidente que se dieron algunos pasos, y con ello se ponía de manifiesto la intención de aliviar las dificultades. En la década de 1830 la impugnación política no estaba estructurada orgánicamente; pero a medida que avanzaba e! tiempo se hacía sentir con mayor coherencia. Estos años iniciales fueron más los de la oposición armada, por medio de la cual algunos jefes y oficiales de la guerra de emancipación expresa· ban sus opiniones. Durante las décadas de 1840 y 1850 no perdieron importancia estos combatientes; sólo que la organización de la sociedad civil incorporó nuevas formas de comportamiento político -el debate partidista, la libertad de imprenta, la opción electoral- para dirimir los diferendos (aunque sin derogar la belicosidad de algunos generales, como se demostró con motivo de varios problemas) (4). La inconformidad cívica quedó plasmada en las páginas de la prensa, especialmente a partir de ] 840 con la circulación de El Venezolano en el que se recogieron los resentimientos pa(l) (2) (3) (4) 218 República de Venezuela, Memoria de la Dirección General de Estadística 1873 (Resumen Histórico), 3ra. parte, pp. 18-131. Nicolás Perazzo, La Inmigración en Venezuela 1830-1900, T. 1/, pp. 23 Y siguientes. Banco Colonial de Londres, sucursal establecida en julio de 1839 yel Banco Nacional de Venezuela, fundado en octubre de 1841. c/f. Tomás Polanco Martínez,Esbozo sobre Historia Económica venezolana,r. 1, pp.156-157. Por ejemplo, el asalto al Congreso Nacional ocurrido el 24 de Enero de 1848, que causó el levantamiento armado del general José Antonio Páez en reivindicación de los fueros conservadores. sados y presentes para cnticar a la llamada oligarquía conservadora, pero ya desde una perspectiva de oposición entre los partidos políticos de entonces. El programa de ese periódico, expuesto en su primera entrega, establece el siguiente juicio respecto de la felicidad pública: "Bastaba para dar impulso al trabajo, y para aumentar los productos del país hasta cierto punto, devolver á la agricultura tantos brazos, como se habían retirado de la producción, impedir revueltas, amparar la industria y el comercio, hacer tolerable la administración de justicia, y respetar los derechos ajenos" ... (5). Más tarde, en la misma tónica de oposición, pero con una crítica más dura, un congrcsante sostendrá estas opiniones: . . ." La agricultura y la cría están en ruina; la industria y el comercio luchando contra el torrente, y haciendo los últimos esfuerzos para no caer en un comppleto aniquilamiento. Son pocos los que esto no confiesan: lo ha anunciado ~l Poder Ejecutivo en su mensaje: las Cámaras lo han declarado en sus discusiones: lo proclaman las cien bocas de la capital y las provincias". "¿Qué ha hecho, pues, el Gobierno de la Nación para atajar tantos males? ¿Qué ha hecho, qué ha debido hacer el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo para sacarla de su estado de postración? El Senado y la Cámara de Representantes, después de haber leído largas repre· seritaciones han escogido sendas medidas, han nombrado comisiones especiales, comisiones mixtas, han propuesto decretos y arbitrios: mas hasta ahora no hemos sancionado ninguno de los medios asomados. El Poder Ejecutivo que pudo, que debió estar á la vanguardia en este ominoso trance, poco ha dicho, nada ha hecho: ha dispuesto de la mayor parte de los sobrantes de la Nación, y propone fiel á sus doctrinas, que se siga remitiéndolos á Londres con anticipación, para amortizar la deuda que no está vencida, que no se vencerá hasta de aquí á muchos años". "¿Será esta una medida eficaz para contener el cáncer e.) (5) El Venezolano, No. 1, Caracas, 24 de agosto de 1840. 219 que nos devora? Será esta una disposición atinada en las actuales circunstancias? ¿En un país que carece de numerario, que no tiene minas, cuño ni metales, y cuyas rentas están amenazando un déficit?" ... (6). é Variados comentarios críticos se pueden encontrar leyendo la prensa de la época, de la que El Venezolano marchó a la cabeza como principal órgano que fue de la oposición liberal al gobierno conservador. Los resultados de la labor gubernamental no eran satisfactorios; la producción no había experimentado un aumento que complaciera a todos y fluctuaba inconvenientemente (justo es reconocerlo, esto ocurría con los movimientos de los mercados compradores), mientras el escaso circulante disponible era acaparado por unas pocas casas comerciales poderosas, casi todas de origen británico y norteamericano; el Fisco atesoraba dinero para remesar a Londres en pago de la deuda (7) Y los dos bancos recién establecidos represaban, cuantiosos capitales a la espera de las mejores condiciones para lanzarlos al mercado crediticio (8). En las condiciones demográficas de aquella Venezuela y sin que se produjesen, como no se produjeron, cambios en la técnica agrícola que mejorasen la productividad, el único recurso de aplicación posible para aumentar la producción vegetal era fijar mayores cantidades de población en el campo, dedicarlas al laboreo de la tierra y ampliar con ellas las fronteras agrícolas. En 1830 ya habían sido repatriados los ejércitos venezolanos que salieron al exterior a combatir; los compatriotas autoexiliados con motivo de la guerra que resolvieron regresar, para ese año habían vuelto; pero según parece, la recuperación física de esos hombres no tuvo mayor efecto demográfico ni productivo. R. Agostini, fragmento del texto de su voto salvado en la Cámara de Representantes con motivo de la segunda discusión del Proyecto de Ley de caminos, en El Agricultor, No. 8, Caracas, 10 de abril de 1844. Según El Venezolano, No. 50, del 24 de mayo de 1841, había. dos millones de pesos acumulados en las arcas públicas con ese destino. fdem. (6) (7) (8) 220 Encontramos una referencia temprana a la dificultad poblacional en un documento oficial de 1831, del cual ofrecemos un párrafo en el que esta cuestión aparece vinculada- a la producción agrícola: . . ."Todo, señor, debemos esperarlo de la población, y hablaré de ella cuando me sea dable, porque bajo la zona tórrida, al ver la fecundidad prodigiosa de nuestra tierra, los muchos y poderosos elementos de prosperidad que encierra, y al compararlos con su estado de infancia y debilidad, nada creo más necesario ni más digno del soberano que poblarla" (9). En 1838 seguirá siendo agudo el problema. El Concejo Municipal de Caracas reproducirá la necesidad nacional signada por este asunto, mediante un documento relacionado también con las preocupaciones productivas, tal como en 1831 lo había hecho Antonio L. Guzmán desde su cargo ministerial: ... "Desde el año 21 en que la República se constituyó y en que las cosas empezaron á marchar con menos irregularidades C. J Venezuela empezó también á sentir' la necesidad de acrecentar su población en el menos (sic) tiempo posible, para aprovechar las riquezas y ventajas que brinda un terreno feraz, un clima suave" ... (lO). Diez años después que Guzmán (1841), Codazzi se hará eco de este que ya parecía uno de nuestros problemas crónicos, cuando en su geografía presente un cuadro patético que parecía no haber mejorado desde 1830: "Más de la mitad del territorio de la república está ocupado por la zona de los bosques, y está apenas habitado por algunas familias criollas, cerca de 2.000 indios reducidos y aproximadamente 40.000 independientes c. ...:> el total, pues, de 42.000 almas esparcidas en (9) (lO) Antonio Leocadio Guzmán, "Memoria del Interior y de Justicia 1831", reproducida en Pensamiento político venezolano del siglo XIX . . ., t.S, p.91. En El Nacional, No. 113, Caracas, 27 de mayo de 1838. 221 aquellas soledades estaría en razón de un poco más de dos por cada legua cuadrada. Cuando las inmigraciones y las generaciones futuras empiecen á rozar las grandes selvas y el interés mercantil llame allí cada día nuevos colonos, entonces será cuando cambiarán de aspecto estas solitarias regiones que el hombre blanco apenas ha recorrido por el curso de los ríos principales"...(11). Para 1840, por lo menos en un producto se habían ampliado los sembradíos y en consecuencia se contaba con mayor producción; pero no se encontraba mano de obra suficiente para recogerla, como informó la prensa: "Son verdaderamente sensibles los hechos que acaban de ocurrir en la recolección de la cosecha de café que está entrando al mercado. Los agricultores se han encontrado con grandes cosechas en las matas y sin brazos para recogerlas, en términos que todos han perdido una parte no pequeña de sus esfuerzos, por dos causas nacidas de la falta de brazos: la. Siendo menos los brazos ofrecidos que los demandados, los agricultores se los han disputado elevando el precio hasta la temeridad, con el deseo natural de no perder el fruto después de lograrlo: 2a. Los gastos de cultivo hechos para la parte de cosecha que no se ha recogido y el interés de este dinero, gravan precisamente el valor de la parte recogida de la cosecha,en términos que no solamente disminuyen los provechos del agricultor sino que gravan los capitales. Sabemos de haciendas en que el café perdido ha llegado á 500 Y á 600 quintales" (12). Todavía en 1845 el problema parecía tener vigencia. Así lo atestigua un extenso artículo del señor Ramón Delgado, quien repite la misma temática y cuyo motivo central está contenido en el siguiente fragmento: "No pudiendo haber República sin población, ni población sin riquezas, el primer objetivo del Legislador es (11) (12) 222 Agustín Codazzi, Resumen de la Geografía de Venezuela, p. 78. El Liberal, No. 20S. Caracas, 31 de marzo de 1840. (subrayados nuestros). animar la población y fomentar las fuentes de la riqueza de la sociedad" ... (13). Algunos estímulos exteriores e interiores provocaron ciertos aumentos de producción; pero como pudimos ver, no se encontró la mano de obra necesaria para recoger la cosecha de café de 1840. Los requerimientos de mayor población dedicada al trabajo de la tierra fue una constante en el pensamiento de gobernantes, legisladores, intelectuales, hacendados, quienes dejaron abundantes testimonios de sus preocupaciones y las causas en que éstas se fundamentaban. Por el estudio de la prensa de la época y los datos esta\dísticos aceptamos que, efectivamente, hubo un aumento de la producción y esto mejoró un poco la situación economórnica, pero no al punto de causar satisfacción plena; y la obra de gobierno tampoco sobrepasó ese nivel. En realidad, la reconstrucción nacional no se lograría con discretas realizaciones, y el aumento de la producción no bastaba entonces, pero principalmente porque los requerimientos eran muy elevados y el mejoramiento económico se disolvía en una gran red de aspiraciones para cuya complernentación había que tener paciencia y esperar largo tiempo. La inmigración, única posibilidad La necesidad de que existiese en el país abundante mano de obra para aumentar la producción agrícola no se resolvería con el crecimiento vegetativo de la población venezolana. La solución consistía en atraer hacia el país una masa migratoria numéricamente importante que suministrara los brazos requeridos y aportara mejores conocimientos agrícolas, los cuales contribuyeran a obtener mayores rendimientos de la tierra. Asf lo comprendieron los dirigentes de la República, quienes lo proclamaban abiertamente desde sus primeros escritos. En el acápite titulado "Inmigración" de la Memoria correspondiente a su primer ministerio, Guzmán apunta con criterio certero: (13) Ramón Delgado, "Materiales de que debe ocuparse la Comisi6n", en El Agricultor, No. 60. Caracas, 24 de abril de 1845. 223 "Esta, que es á los ojos del Gobierno la gran necesidad de Venezuela, es sobre la que llama con más encarecimiento la atención protectora de la representación nacional. No tenemos caminos por falta de hombres; no tenemos navegación interior por esta misma falta, y por ella es pobre nuestra agricultura, corto el comercio, poca la industria, escasa la ilustración, débil la moral y pequeña Venezuela" ... (14). Durante toda la década de 1830 se procuró atraer inmigrantes canarios y europeos, sin llegar a satisfacer las expectativas nacionales, como parecen indicar algunos comentarios críticos. (15). Se dictaron leyes y decretos, se estimuló la iniciativa privada y, sin embargo, en 1840 no eran suficientes los resultados. El articulista de El Liberal antes citado (*) continuaba en estos términos sus comentarios respecto a la falta de brazos para recoger el café; "Ligero pero muy elocuente es este bosquejo del estado actual del país, y un periódico destinado esencialmente á contribuir á sus progresos materiales, no puede callar hoy. El Congreso está reunido, de sus luces y patriotismo tiene la nación mucho que esperar. Los ciudadanos no tratan de otra cosa, los extranjeros están convencidos de la conveniencia, de la necesidad de inmigración. Así es que no habiendo una persona que no reconozca la conveniencia de la inmigración, el Congreso no puede separarse sin dictar una medida que la asegure en cuanto sea posible. De otra manera, debemos decirlo, no llenará su misión" (16). De 1840 a 1859, varios fueron los documentos oficiales que se produjeron sobre el tema, tanto a nivel legislativo como ejecutivo; muchos los artículos y noticias generales a los que la prensa abrió sus páginas. Por lo prolongado del período y la tónica de los comentarios periodísticos, parece como si nunca se hubiera resuelto satisfactoriamente el asunto, pues siempre (.) Ver cita No. 12 d4) (15) (16) 224 Antonio Leocadio Guzmán, op, cit., p. 91. Juan B. Calcaño, "Inmigración", en La Bandera Nacional, Nos. 22 y 14, del 26 de diciembre de 1837 y 9 de enero de 1838. El Liberal, No. 205. Caracas, 31 de marzo de 1840. hubo un clamor por la captación de mayores cantidades de inmigrantes, el diseño de una política dinámica para atraerlos a nuestra tierra, mejor adecuación de los recursos dispuestos.a tal fin y una atención acorde con las necesidades de crear las condiciones de trabajo y de vida social favorables a su permanencia y asimilación entre nosotros. En relación a lo expuesto, en Agosto de 1840 El Venezolano se pronunciaba de este modo: . . . "La inmigración es el efecto de un estado de cosas adecuado para ellas, estado á que ha de llegarse por un concenso de medidas de diferentes ramos, todas convergentes y sabiamente convinadas (sic). Así es como un país multiplica sus pobladores en poco espacio, y con ellos su industria, sus productos y riquezas, y corre tan rápido á su prosperidad, que sorprende á sus propios ha,bitantes" ... (17). Un poco más tarde, con motivo de la instalación del Congreso de 1840, en otro órgano divulgativo se sugería esto al ministerio del interior: "Inmigración.- La lei del año tal (sic) ha resultado ineficaz y no ha correspondido á su objeto. El Ministerio ha pasado tantos oficios, y dictado tantas resoluciones pero no ha sido posible adelantar nada" ... (18). Otro extenso artículo insertado en la misma edición del periódico antes citado, se motiva en las siguientes ideas: "Dos intereses descuellan en la ansiedad que notamos por inmigración: uno y este es el más solícito y acusioso (sic) el de los agricultores que tienen emprendidas grandes plantaciones y que se encuentran desconcertados por la falta de brazos; y otros, el interés general por una población abundante que diese á la República una grandeza, un nombre respetable en la lista de naciones" ... (19). (17) (18) (19) El Venezolano, No. 1. Caracas, 24 de agosto de 1840. El liberal, No. 234. Caracas, 13 de octubre de 1840. Ibídem. 225 En 1841 fue El Venezolano e! más abundoso en materiales sobre el tema; (20) luego le tocaría el turno a El Agricultor; e! que publica en 1845 el artículo de Ramón Delgado citado con el número once; en 1846 vuelve El Liberal sobre lo mismo; (21) 1850 Y 1851 serán los años de! Diario de Avisos ocupados de este asunto. (22) Todavía en 1859 subsistirá; encontraremos quienes consideraban que Venezuela era un país despoblado y ofrecían soluciones para remediar la deficiencia poblacional que nos aquejaba: "Reconocemos todos, lo que nadie ignora que Venezuela esta despoblada i necesita de población; pero disentimos de los medios de proveerla. Los contratos que se han celebrado hasta el día con algunos particulares, no han tenido el exito deseado. Apenas ha venido á Venezuela un corto número de isleños" ... (23) . Muchas de las opiniones anteriormente transcritas confirman la tesis de que en la Venezuela de 1830 a 1859 la necesidad de traer inmigrantes era una convicción generalizada. Nadie opinaba en contrario y, así se tratase de las ideas abstractas del engrandecimiento nacional o del extremo opuesto, esto es, la explotación de fuerza de trabajo con fines estrictamente lucrativos, el debate consistía en la solicitud de una política de inmigración y cómo atraer crecientes masas de nuevos habitantes y fijarlos al territorio nacional. Todos opinaban, además, que no había otra manera de incrementar la población y colonizar nuevas tierras. En lo que muy escaso acuerdo hubo fue sobre la nol ítica l[U bernamental, la que en muchas ocasiones recibió duras críticas, precisamente porque se consideraba que hacía poco -y esa es nuestra hipótesis- por acelerar el proceso migratorio. El Venezolano, Nos. 27, 50 Y 55. Caracas, 25 de enero, 24 de mayo y 28 de junio de 1841. El Liberal, No. 585. Caracas, 14 de febrero de 1846. Diario de Avisos, Nos. 96, 97, 60 (Serie Sa.) y 88 (Serie 1 La.), Caracas, 20 y 26 de diciembre de 1850; 16 de agosto y 22 de noviembre de 1851. El Monitor Industrial, No. 146. Caracas, 4 de enero de 1859. (20) (21) (22) (23) 226 Orden público, caminos e inmigración Uno de los primeros requisitos a cumplir, junto con interesar a las personas en las posibilidades de realización económico-social que se les ofrecía para atraerlas al país, indec1inablernente, tuvo que ser la garantía de acceso a los mercados y la seguridad requerida por un esfuerzo productivo constante, a cuyo cuidado tenían que dedicarse los inmigrantes en forma ininterrumpida. Las ofertas contempladas en las leyes y decretos, que eran un requisito formal, de necesaria inc1usión en sus textos, serán consideradas más adelante bajo otro título. Por ahora . nos ocupe ramos de las condiciones reales del país, las que a veces no podían estar contempladas en los instrumentos legales o, aunque constara en ellos, contradecían toda previsión legislativa, la negaban en la práctica. El elemento fundamental de que la cuestión na la pal. pública, que en la década de 1830 sufrió constantes interrupciones y no fue muy estable en los restantes años del período examinado. Se trataba de la frecuente ocurrencia de pronunciamientos militares de mayor o menor envergadura, ya de alcances nacionales, ya regionales, en medio de los cuales se practicaba la requisa de bienes materiales sin discriminación de ninguna especie y el reclutamiento de campesinos, eventualidad esta última que obligaba a los hombres a ocultarse, a veces durante varios días, con el consiguiente abandono de sus faenas A ello se refería en 1842 el doctor Cristóbal Mendoza, haciendo una sorprendente alusión a sólo tres años de paz que en los treinta permitieron apreciable progreso nacional: "Recobrada en gran manera la República en 1840, de los atrasos causados por la fracción á mano armada que en 1835 intentó derrocar nuestra Constitución: echadas las bases del crédito público, mui mejorada la legislación fiscal G. . ) extendidas las empresas agrícolas con el estímulo de tres años de paz que se miraba desde luego 227 afianzada para siempre; los cuerpos legisladores juzgaron, y con cierto, que una buena lei de inmigración era la primera y principal medida de fomento que se necesitaba en el país" ... (24). Ires años más tarde otro venezolano, al presentar una serie de recomendaciones al Congreso, del cual era Senador, manifestaba estas preocupaciones: "En primer lugar debe recordar que la cruel guerra de la independencia alejó á los hombres de las empresas productivas: que los vaivenes que sucedieron á aquella época de desastres no han dejado recuperar las pérdique las enfermedades naturales han destru das do pueblos enteros en muchos años; y que las disenciones políticas han ocasionado la división de los venezolanos en partidos acalorados que se han exedido en sus acciones hasta la insubordinación, naciendo de aqu í la desconfianza y la poca seguridad que impide la circulación de capitales metálicos" ... (25). e.') í- Todavía en 1859 mantenía vigencia el problema relativo al quebrantamiento de la paz pública, Un articulista lo comenta, vinculando sus efectos con las seguridades yue debían ofrecerse a los inmigrantes: .."Creemos, además, que los recursos que se emplean para favorecer la inmigración de extranjeros serán débiles i apenas producirán pequeños resultados, mientras las revoluciones frecuentes que perturban el trabajo, y amenazan más o menos la propiedad, sean una lei de esta República. Los hombres prefieren siempre las ventajas que se les presenta en un pueblo donde puedan contar con todas las seguridades que necesitan para sus personas i propiedades" . (26). (24) Cristóbal Mendoza, "De la inmigración en Venezuela", en El Liceo Venezolano, No. 2. Caracas, febrero de 1842. (Subrayado nuestro). Ramón Delgado, op. cit. Francisco Machado, "Inmigración", en El Monitor Industrial, No. 146. Caracas, 4 de enero de 1859. (25) (26) 228 En este aspecto no podíamos ofrecer protección efectiva a personas ni propiedades. Ese era un flanco débil de nuestra política; y los inmigrantes fueron muchas veces los máscastigados por las revueltas, considerados como intrusos por las huestes en armas y sus caudillos. Por otro lado, salvo algunas obras realizadas, en especial para servicio de las ciudades importantes y su comunicación con el mar, la vieja inexistencia de caminos también ocupaba punto en el orden del día. No eran muchas las facilidades que el pá ís brindaba en este aspecto, lo cual no garantizaba el transporte de los productos a los centros de consumo. Los potenciales inmigrantes canarios y europeos tendrían que llegar aquí a desafiar las rutas de los desfiladeros, porteando una escasa carga a cuestas o a lomos de animales para llegar a los mercados; o se quedarían encerrados en el autoconsumo, constituyendo economías cerradas que en sus lugares de origen estaban superadas. Afortunadamente la prensa extranjera se ocupaba poco de Venezuela, o en absoluto lo hacía; y los males comentados no trascendían gran cosa al exterior europeo y canario; pero los inmigrantes que resultaban afectados por nuestras dificultades tendían a desanimarse y muchos, de contar con los recursos necesarios, habrían preferido regresar a sus patrias. En todo caso, las noticias que éstos enviarían por cartas a los sitios de donde procedían -regiones dispensadoras de corrientes migratorias como las que interesaban a Venezuela- no podían transmitir el optimismo necesario para predisponer favorablemente a quienes consideraban la posibilidad de emigrar hacia estos lares. Tales inconvenientes se prolongaron desmedidamente y en 1859, año que sirve de límite final al corte histórico que hemos escogido, la paz pública no era sino una esperanza remota, pues comenzaba la llamada guerra larga o Guerra Federal. No había opción, y no la hubo en todo el siglo pasado, que alejara de entre nosotros el fantasma de la guerra y la anarquía. Si tampoco había caminos satisfactorios entre los centros productivos y las concentraciones urbanas, menos podía es229 perarse que fuesen construidos para comunicar nuevas colonias agrícolas fundadas con los contingentes que vinieran desde el exterior a poblar y producir para engrandecer e! país. Esos no eran los mejores estímulos para conquistar la voluntad migratoria de otros pueblos; y aquellos que tenían propensión a cambiar de aires para probar suerte en las nuevas repúblicas iberoamericanas, difícilmente preferirían la nuestra. EL ESTADO y LA INMIGRACION Necesariamente, e! Estado Venezolano estaba obligado a involucrarse en todo cuanto se refiriese a esta cuestión, debido al carácter de problema nacional que comportaba el proceso inmigratorio requerido por el país. La forma como e! mismo fue acometido sugiere realizar su estudio dividido en dos grandes líneas, determinadas por las corrientes de intereses que entraron en juego. Una, de atención inaplazable, tenía mucho que ver con la iniciativa privada, y se sustentaba en la insistencia de este sector por disponer de suficiente mano de obra para atender a las tareas productivas. Era el suyo un interés legítimo, prometedor de resultados que en términos generales favorecerían a la nación; pero se quedaba en el inmediatismo individual, como meta sostenida por los integrantes de aquel grupo social. Sin embargo, e! Estado no podía dejar de tomar cartas en este aspecto, de un lado por la participación fiscal que le correspondería del producto económico que se derivaría de aquellas actividades, de la cual estaba urgido, y de otro, en virtud de la imprescindible vigilancia a que lo obligaba su esencia misma, respecto de la entrada de extranjeros al país y e! tratamiento que debían recibir. La otra línea de estudio está representada por los plazos más generales, de efectos a mediano y largo plazo, vale decir, poblar el país y convocar al esfuerzo colectivo que contribuyera a la formación de una economía solvente y próspera. En éste, sin descuidar el otro. tenía mayores y más indeclinables obligaciones el Estado. 230 El conjunto de normas dispuestas para tratar de ordenar el proceso inmigratorio tuvo un fraguado paralelo a la vida de la república, y en la medida que ésta maduraba se dictaban [eyes y resoluciones más coherentes en la materia, no excentas de defectos y por eso expuestas a críticas y sujetas a la atención gubernamental para mejorarlas. Se produjeron varias leyes de inmigración y diversas disposiciones gubernamentales en el período, todo dentro del esquema señalado. Por una parte atendían a las urgencias inmediatas y por otra, al necesario ordenamiento institucional del proceso. Lamentablemente, la iniciativa privada -hacendados y comerciantes de la inmigración- fue más dinámica que la administración pública y se aprovechó de cuanta situación le fuera favorable para poner las disposiciones legales a su servicio, sin dar muchas oportunidades a que prevalecieran los objetivos más generales. Primeras iniciativas republicanas Si el núcleo central del problema relativo al aumento de la producción agropecuaria se resolvía conquistando para el país mano de obra fonránea, eso lo entendió el primer gobierno de José Antonio Páez (1830-1835) y promovió a tiempo las medidas pertinentes. Tomada la decisión de atraer hacia Venezuela una corriente migratoria, el paso inmediato deb ía consistir en seleccionar las regiones de origen más convenientes al país, cuestión en la que habían pocas opciones a debatir, o tal vez existiese una sola. Por aquellos años la nuestra era una república en forja, casi o totalmente desconocida por los contingentes migrantes del Viejo Mundo. Fuera del ámbito iberoamericano, sólo mantenían relaciones con nosotros las potencias que inicialmente se interesaron por el lucro inmediato y futuro de los intercambios mercantiles en los que pudiéramos participar (siempre y cuando se inscribieran en sus proyectos políticos a escala mundial). Prácticamente no había más que una nación a la cual recurrir, y ésta era España. Pero la orientación de nuestras demandas no podía ser peninsular ni tener carácter diplomático, pues las heri231 das de la guerra eran muy recientes y todavía Venezuela no conseguía el reconocimiento de su soberan Ía por la Corona. El gobierno dirigió sus miras hacia Islas Canarias, cuestión en la que a nuestro juicio actuó con buen tino. De todos los pueblos bajo dominio español fuera del continente americano, los naturales de esa formación insular eran quienes mejor se adaptaban en nuestra tierra, donde siempre demostraron una capacidad de trabajo ampliamente reconocida y apreciada durante todo el período colonial. Por eso, e! .l{.obierno de la República insistió en que fuesen de! archipiélago canario los nuevos hombres cuyo sudor contribuiría a reanimar la vida nacional; y producto de tal disposición fue la legislación primigenia sancionada en esta materia por el Congreso a instancia del Poder Ejecutivo. Ella fue concebida como instrumento mediante el cual se estimulaba e! flujo migratorio procedente de las Islas, excluyendo inicialmente cualquiera otro que no fuera de ese origen. En efecto, el Decreto-Ley aprobado con fecha 12 de Junio de 183] contemplaba en su acápitc 40. lo siguiente: "CONSIDERANDO" 40. Que los naturales de las Islas Canarias pueden trasladarse a este país con facilidad y grandes ventajas, porque su religión, idioma y laboriosidad son medios ciertos y honestos experimentados ya en nuestros fértiles campos" (27). Con una indicación tan específica quedaron en claro dos cosas: en primer lugar -y esto no dejaba lugar a dudas- la inmigración que deseábamos era canaria; incluso, el documento legislativo sancionado se tituló "DECRETO AUTORIZANDO AL PODER EJECUTIVO PARA PROMOVER LA INMIGRAClON DE LOS NATURALES DE LAS ISLAS CANARIAS". En segundo lugar, la alusión a "nuestros fér~i1es campos" no podía conducir a equívocos de ninguna especIe; lo 9ue se ofrecía era trabajo para labradores y pastores, ocupacIOnes rudas en las cuales no tenían cabida quienes no estuvieran habitúa(27) 232 Archivo del Congreso Nacional, Caracas, Tomo 21, folios 190-203. dos a ellas. Respecto de tal cosa, veamos la opinión del presidente de la república que promulgó el Decreto-Ley: . . ."Venezuela, escasa de población á consecuencia de J tenía necesidad premiosa de abrir los la guerra puertos á la inmigración extranjera (. .. ) La experiencia había demostrado que los habitantes de las Canarias eran los que con mayores ventajas y con mejores seguridades de buen éxito podían satisfacer los deseos y exijencias (sic) de los hacendados, y así el Congreso autorizó al Ejecutivo para promover con ofertas generosas la emigración de aquellas islas" ... (28). e. La parte resolutiva del documento citado en primer término contemplaba en beneficio de los inmigrantes la concesión de ciudadanía inmediata; dotación de tierras en cantidades suficientes y otorgadas en propiedad; exención del servicio militar y de tributos directos por el término de diez años. Complementariamente, facultaba al Ejecutivo para hacer las erogaciones y trámites necesarios en cumplimiento del plan contenido en su articulado. En el país se mantenía vigente una resolución ejecutiva de tiempos de la guerra, que prohibía la celebración de matrimonios entre españoles y venezolanos, la cual ya no tenía sentido. En vista del paso que se acababa de dar con el acto legislativo del 12 de Junio, a título de oferta adicional, el Congreso aprobó al día siguiente una disposición derogando aquel impedimento. (Z9). Transcurrieron sin novedad los restantes meses de 1831 y en el decurso de 1832 llegaron a Venezuela los primeros cinco canarios que arribaban en fecha posterior a la de aprobación del Decreto-Ley sobre inmigración. Serían éstos quienes dieran inicio al flujo inmigratorio más numeroso que recibiéramos en el período examinado, el que alcanzó a varios miles de personas (28) (29) José Antonio Piez, Autobiografía, t. 11, p. ¡:¡Y. Francisco González Guinan, Historia contemporánea de Venezuela, UII, p.127. 233 (30). Naturalmente, dadas las circunstancias de la guerra de independencia y la falta de reconocimiento por la Corona española, la promoción del llamado a emigrar habría de ser difícil. Mucho más lo sería porque hasta septiembre de 18H a los españoles les estuvo prohibido emigrar a cualquier país de Iberoarnérica y sólo pod ían conseguir permiso de salida para viajar a Cuba, Puerto Rico y Filipinas, las únicas colonias que mantenía España de aquel imperio en cuyos dominios no se ponía el sol. En consecuencia, la emigración canaria que recibimos hasta e! año indicado salió clandestinamente de su tierra, bien de toda clandestinidad al abordar de manera subrepticia un barco en cualquier playa solitaria, o bien disimulando el destino final como viajeros que se dirigían a Puerto Rico o La Habana. Cuando en 1833 llegó e! primer contingente apreciable (superior al centenar), ya estaba en vigencia una disposición gubernamental que proveía recursos monetarios para costear su traslado. Efectivamente, a 5 de Diciembre de 1832 suscribió el Presidente de la República un decreto por medio de! cual se dispon ía la aplicación de ocho mil pesos para pagar el valor de los pasajes a quienes vinieran al país procedentes del archipiélago canario bajo los términos del Decreto-Ley del 12 de Junio de 1831. La insistencia en cuanto al origen de los inmigrantes llevó al gobierno a precisar un cuidado especial en el artículo 20. del documento de 1832: "El Gobernador ó Jefe Político se informará de si son ciertamente nativos de Islas Canarias" ... (31). En este decreto se tomaron otras providencias a fin de facilitar la instalación de los recién llegados, de manera que pudieran incorporarse rápidamente al trabajo productivo. Agotados los recursos monetarios asignados como fondo inicial, el Poder Legislativo autorizó al Ejecutivo por decreto fechado en febrero de 1834, a disponer de quince mil pesos "para proteger directamente la inmigración de canarios" (32). (30) (31) Ma~uel Landaera Rosales, Gran recopilación geográfica, estadfstica e Historia de Venezuela, t. 1, p. 45. Archivo General de la Nación, Caracas, Interior y Justicia. T.L1. folios 241-242 (1830-1833). (32) 234 Ibídem, t. LlII, folios 10-22. En Diciembre de 1833, muerto Fernando VII, el presidente José Antonio Páez dirigió a la reina gobernadora María Cristina un documento oficial, por medio del cual solicitaba de la Corona española el reconocimiento de la República y proponía la concertación de un tratado de paz y amistad. La oferta del gobierno venezolano, que no encontró respuesta sino doce años más tarde, era muy amplia: . . ."Sus puertos, sus campos, sus hogares, los brinda Venezuela independiente á la Nación española; y además le ofrece su amistad y su comercio como á la Nación más favorecida" ... (33). Desde luego, a esa amplitud de ofertas debía corresponder una conducta probatoria de las intenciones venezolanas' Si queríamos establecer relaciones con España porque nos importaba mucho -y varios intentos se hicieron hasta conseguirlo en 1845- debíamos dar muestras inequívocas de ello. Por supuesto, aquel documento no fue concebido en procura de la inmigración canaria ni española en general; pero indirectamente la ayudaba, de una parte en consideración de la prudencia que mantendría el gobierno de Madrid al no impedirla abiertamente (aunque había disposiciones reales que la prohibían), como una manera de conservar la posibilidad de iniciar las relaciones solicitadas; y de otra, porque nuestro comportamiento, al dar algunas facilidades y atraer al país súbditos de la Corona Española, estaría creando las condiciones para que la solicitud pendiente fuese bien vista en la Corte. Cualquier cosa que se hiciese en tal sentido abonaba el terreno, y sobre ésto Venezuela había empezado a actuar aun en fecha anterior a la carta de Páez para la reina gobernadora (34). Todo favorecía la instalación de españoles en la República, aunque las disposiciones específicas daban trato preferencial a los canarios e inicialmente sólo a ellos. ofrecían el estatus de inmigrantes, expresamente llamados al país en esa condición. (H) (34) José Antonio Paéz, op. cít., t. n, p. 304. Mediante resolución ejecutiva del 19 de abril de 1832 ratificada el 20 de junio del mismo año, se permitió la entrada al país de los súbdito. cap... ñoles que vinieran a establecerse o realizar operaciones mercantiles. CIf. El Conciso, Caracas, 17 de marzo de 18H. 235 Por lo que hemos visto, podemos afirmar que las primeras iniciativas republicanas encaminadas a estructurar una política inmigratoria acusaron cierta diligencia, y al menos en lo formal expresaron claramente el sentido de cuanto se aspiraba. Al parecer, la buena disposición existió, tuvo por referencias hechos concretos y, de partida, mostró que Venezuela calificaba a los canarios como trabajadores deseables. Leyes generales sobre inmigración; contenidos y algunos juicios de sus contemporáneos Ley de 1837: Salvo las disposiciones gubernamentales permitiendo a súbditos españoles radicarse en el país, ya mencionadas, y la admisión de algunos franceses, a quienes se dió entrada sobre la base de acuerdos específicos con su gobierno para la concertación de un convenio preliminar de comercio suscrito en 1832, (35) hasta 1837 el único instrumento legal de aplicación general para el ingreso de inmigrantes a Venezuela, fue el de 1831 relativo a los naturales de Islas Canarias. Para sustituir aquella primera legislación, el 19 de mayo de 1837 resultó aprobada una ley de inmigración por medio de la cual se ampliaba el llamado del país a quienes desearan emigrar desde Europa y Canarias, ofreciendo básicamente las mismas concesiones de 1831 acordadas en beneficio de los isleños. Algo novedoso incorporado a la nueva ley consistió en el reconocimiento oficial de los agentes privados que, por lo menos desde 1830, se dedicaban a reclutar mano de obra foránea para colocarla a trabajar en faenas agrícolas, ya explotándola por cuenta propia, ya cobrando el valor del pasaje más un estipendio o comisión a los hacendados 'que la contrataran a su riesgo. Dichos agentes se hacían llamar empresarios de inmigración, con lo que aparentemente sugerían la oferta de un servicio social gracias a cuyo desempeño ayudaban a realizar los planes nacionales; pero como veremos más adelante, sólo les importaba el aspecto lucrativo de semejante tráfico. Mediante (35) 236 Nicolás Perazzo, op. cít., t. 1, p. 25. la ley a la cual nos referimos se ofrecía a estos mercaderes de hombres el premio de treinta pesos por cada europeo que introdujesen al país, cancelables después que los inmigrados obtuviesen carta de naturalización (para lo cual bastaba, simplemente declarar la voluntad de adquirir la ciudadanía al instante de pisar puerto venezolano, o en cualquier momento posterior) (36). I Esta ley tuvo corta vigencia. A juzgar por algunos comentarios revisados, ello se debió a imperfecciones procedimentales que no permitieron alcanzar los objetivos para los cuales fue promulgada. En la prensa de la época no se encuentran elemento suficientes para avalar esta aseveración, pues el periodismo nacional estaba haciendo la vela de armas que aplazaría hasta la década de 1840 su insurgencia crítica. Fue la opinión del Secretario del Interior y Justicia lo que calificó a la ley de inoperante, (37) por lo que basado en tan autorizado criterio y argumentando la necesidad de normas de inmigración más amplias y eficientes, ese despacho presentó un ante-proyecto modificatorio de la mencionada ley. Ley de 1840: El ante-proyecto en cuestión fue acogido y aprobado en pocos días por el Congreso de la República y promulgado el 12 de mayo de 1840. La nueva ley, al igual que la anterior, se concretaba a inmigrantes europeos y canarios. También como su antecesora, consagraba la figura de los empresarios de inmigración; pero el artículo referente a éstos regulaba sus servicios en términos generales y establecía algunas disposiciones punitivas para sancionar el eventual incumplimiento de las obligaciones a su cargo. Adicionalmente, la ley contempló el nombramiento de un comisionado gubernamental en cada puerto de entrada, con instrucciones precisas para atender a los inmigrados y se creó, por imperativo expreso de la misma, una sección de inmigración adscrita a la Secretaría del Interior y de Justicia. Este organismo dió origen a delegaciones estatales y condujo a (36) (37) Francisco González Guinan, op. cít., t. 11I, p. 29. Nicolás Perazzo, op, cit., t. 1, p. 31. 237 la constitución de Sociedades de Inmigración de carácter oficial en las capitales de las provincias receptoras de inmigrantes. Fueron tomadas una serie de nuevas previsiones por cuyo contenido podríamos acercarnos a la conclusión general de que en aquella ley se estructuraba un conjunto de normas que la calificaban como satisfactoria para el momento histórico al cual habría de servir (38). La premura con que la nueva ley fue discutida y aprobada no parece responder a una complacencia irresponsable del Poder Legislativo con el Ejecutivo, pues su estudio fue encomendado a una comisión bicameral de cuvo trabaio dio cuenta la prensa, mencionando entre sus integrantes a los senadores Vargas y Aranda, (39), quienes con su bien ganada reputación de hombres rectos y capaces daban crédito a la seriedad con que debió ser tratado el ante-proyecto. La misma prensa conoció las discusiones sostenidas por los comisionados, emitió su opinión y dio curso a sugerencias de terceros proponiendo alternativas de diversa índole, incluída entre ellas la creación de un impuesto especial sobre las tierras de labor incultas, cuyo producto estaría destinado a cubrir el costo total de los programas de inmigración (40). El Liberal reconocería en los siguientes términos la seriedad con que se actuó: "Pocas leyes han sido más discutidas: una numerosa é ilustrada comisión mista (sic) de ambas cámaras se ocupo del proyecto: los secretarios del despacho concurrieron á su elaboración, y la discusión en cámaras fue de las mas acaloradas y de las mas esclusivamente (sic) animadas del deseo del bien público" (41). Curiosamente, la misma columna donde se reconoce lo anterior enjuicia la ley con bastante actitud. El artículo titulado "Sobre Inmigración", sin firma, comienza así: (38) (39) (40) (41) 238 Ibídem, t, 1, pp. 107-112. El Liberal, No. 206. Caracas, 7 de abril de 1840. Ibídem, No. 210. Caracas, S de mayo de 1840. Ibídem, No. 228. Caracas. 8 de septiembre de 1840. "Publicamos en El Liberal artículos muy exigentes de una lei de inmigración y otros muy expresivos (sic) de la mezquindad é insuficiencia de la que se discutía y se dio al fin (... ) uniremos nuestra voz á la de El CenJ para pedir us reforma, con la circunstancia tinela de que la discusión de la lei y la fuerte oposición que hicimos á la mayor parte de sus artículos nos ha dado un pleno conocimiento de sus defectos" (42). e. Poco antes de ser aprobada la ley por el Congreso, el mismo periódico había propuesto, además del impuesto especial arriba mencionado, el reparto de tierras a los inmigrantes, elegidas libremente por éstos en una extensión no limitada, y que al cabo de cinco años se les adjudicara en propiedad el doble de las que tuviesen cultivadas. (43). Antes habían formulado varias propuestas relativas a tierras y recursos monetarios para atender a los inmigrados, oponiendo las suyas a las que debatía la comisión bicameral. Ambas partes en pugna coincidían en utilizar a los empresarios' de inmigración; pero la diferencia básica' entre ellas consistía en que la comisión opinaba que los dineros facilitados a esos agentes debían ser reintegrados a la nación en un plazo de cinco años y sin intereses, mientras los personeros de El Liberal opinaban que tierras y dinero, en última instancia, debían entregarse a título gratuito. Así lo exponía el periódico: "Con una autorización simple, el Poder Ejecutivo buscaría empresarios que restituyeran los fondos y el valor de las tierras o su redito en un término corto: no hallándolos extendería los plazos; y si ni aún así los hallase, dispondría de fondos y tierras como auxilio gratuito á colonizaciones útiles que sirvieran de base á una inmigración mayor en lo sucesivo. De manera que desde reembolsarlo todo hasta regalarlo todo, quedara una escala extensa, para proporcionar el bien de traer inmigración. Ahora por el contrario se ponen límites en que habrá (42) (43) Idem, Ibídem, No. 210. Caracas, S de mayo de 1840. 239 de pararse la ejecución de la ley si sus términos no fuesen conciliables con los intereses de los empresarios" (44). Podía ocurrir -seguramente ese habría sido el comportamiento general- que los empresarios de inmigración se acogieran a la liberalidad propuesta para negarse a hacer los reembolsos. Si ya lo practicaban sin que ella existiese, indudablemente una norma como la propuesta equivaldría a la condonación anticipada de las deudas. Es posible que así lo entendiera la comisión y tal cosa explicase sus puntos de vista al respecto. Parece como si el transcurso del tiempo hubiese reducido las aspiraciones de El Liberal (mejor dicho, de quienes estaban detrás de sus planteamientos), porque en septiembre su única queja se refería a la exigüidad de los fondos destinados al asentamiento de inmigrantes, cuando en números anteriores había propuesto un arbitrio fiscal que según estimaba el redactor produciría cerca de cien mil pesos anuales (45). En octubre El Liberal volverá sobre el tema, esta vez sosteniendo una crítica severa a todas las leyes de inmigración del país, anteriores y vigente. Los juicios emitidos se referían a los textos legales, pero más parecía un expediente abierto al incumplimiento que los gobiernos habían dado a esas leyes, una especie de rechazo a la política general seguida en esta materia por la nación, en el que se dejan ver algunas notas de resentimiento (46). También un buen conocedor de la cuestión, el doctor Cristóbal Mendoza, escribió enjundioso estudio por medio del cual comparaba, esgrimiendo cifras bastante elaboradas, el gasto en que había incurrido la nación para traer y asentar los inmigrantes, con las de consumo de los mismos y la producción que habían aportado a la economía nacional, señalando una especie de déficit social según sus cálculos (47). (44) (45) (46) (47) 240 Ibídem, No. 209. Caracas, 28 de abril de 1840. Ibídem, Nos. 210 y 228. Caracas, 5 de mayo y 8 de septiembre de 1840. Ibídem, No. 234. Caracas, 13 de octubre de 1840. Crist6bal Mendoza, "De la inmigraci6n en Venezuela", en El Liceo Venezolano, No. 2. Caracas, febrero de 1842. Otro árgano de expreslOn, sin criticar la ley, sugería políticas que no se habían aplicado, con lo cual parecía aconsejar que se pusieran de lado las anteriores para explorar caminos diferentes, trayendo inmigrantes alemanes oriundos de lugares, . , "muy distantes de los puertos de mar" ... (48). No obstante las críticas, la ley de 1840 sirvió para estimular la inmigración hacia Venezuela, aunque aquejada por una dificultad exógena temporal cuya solución estaba fuera de nuestras posibilidades: "Gracias a la ley de 1840, el número de inmigrados por año, sobre todo de canarios, que en los años anteriores apenas había pasado de 800, alcanz6 en 1841 a cosa de 4.000, En los siguientes años va disminuyendo, hasta que en 1845 apenas pasa de 200. Debido ésto, especialmente a la intransigencia que mostraba el Gobierno español para reconocer al de Venezuela, intransigencia que inspir6 el decreto español de 1843, obligando a todo capitán de barco que tornase a bordo emigrantes de las Islas Canarias, a dar una fianza para responder que no los desembarcaría sino en colonia española". . . (49). Ley de 1845: El 24 de mayo de 1845 fue promulgada otra ley de inmigración, contentiva de un articulado en el cual sólo se observan ligeras variantes respecto de la de 1840. Sobre la base del nuevo instrumento legal, el 2 de junio de 1845 Carlos Soublette, Presidente de la República, dictó un decreto complementario regulando las Sociedades de Inmigración surgidas con motivo de la ley anterior, por medio del cual daba a éstas carácter de órganos auxiliares de las autoridades regionales. (50). Ley de 1855: No mejora las anteriores. Sólo contiene una verdadera novedad, al disponer que fuese promovida la inmigración asiá(48) (49) (SO) El Venezolano, No. 27. Caracas, 25 de enero de 1841. José Gil Fortoul, Historia constitucional de Venezuela, t. 11, pp. 92-93. Nicolás Perazzo, op. cit., T. 1, pp. 131·134. (SO) Nicolás Perazzo, op. cit., T. 1, pp. 131-134. 241 tica (debemos entender chinos), que nunca fue aplicada a pesar de haberse suscrito contratos con venezolanos que se comprometieron a reclutar personas de esa procedencia. Antonio Leocadio Guzmán fue beneficiario de una concesión, cuando el 11 de junio de 1855 se le otorgó la exclusividad de este tráfico por cuatro años (51), cosa de la que no hay evidencias se hubiera ocupado. Cuando escribe el recuento de su vida pública, José Anronio Páez reinvindica el crédito de haber sido un entusiasta promotor de la inmigración. A este respecto la historiografía le ha hecho justicia; y en cuanto a nosotros se refiere, lo reconocemos como el mandatario venezolano más preocupado por esta materia durante el período que estudiamos en la presente obra. Al encontrarse consigo mismo en la obra autobiográfica que nos legó, Páez rememora la política seguida por sus dos gobiernos y los otros que apadrinó, confesando una falla promocional: . . ."Siempre eché de ménos una obra escrita por persona competente, que descubriera los tesoros que Venezuela ofrece á doble población que hoy existe en Francia" ... (52). Si consideramos fuera de semejante intención las obras de Agustín Codazzi (Resumen de la geografía de Venezuela, París, 1841) y Rafael María Baralt y Ramón Díaz (Resumen de la historia de Venezuela, París, 1841); si de igual manera excluimos las anteriores de Dauxion Lavaysse, Depons, Humboldt, que tampoco fueron concebidas como anificios propagandísticos, no contó realmente Venezuela con la obra a cuya ausencia se refiere Páez; pero las citadas ayudaron en algo; y además, los gobiernos que él mismo presidió hicieron propaganda en el exterior a fin de atraer inmigrantes. No fueron muy intensas las campañas publicitarias, pues para los efectos propuestos bastaban en la época algunos avisos de prensa, las instruccio(S1) (S2) 242 Francisco González Guinan, op, cit., t. V. p. 462. José Antonio Páez, op, cit., t. 11, p. 161. nes impartidas al servicio consular en Canarias y Europa, así como la autorización otorgada a unos pocos agentes. Estos fueron recursos u tilizados por las administraciones que se sucedieron en el país desde 1830. La mayor parte de las críticas recogidas por la prensa coetánea al proceso inmigratorio no se refiere a la técnica jurídica empleada en la confección de las leyes relativas a esta materia, salvo una excepción (El Liberal); no rechazan los sistemas contemplados en los textos legales para atraer e instalar inmigrantes (eran tan generales que su éxito no dependía de las previsiones legislativas, sino de la política real aplicada por los gobiernos para su ejecución). Lo que se ve de bulto a veces, y en ocasiones subyace, es una crítica severa, no siempre bien intencionada, dirigida a cuestionar la acción gubernamental -eso que hemos denominado política real- porque los procedimientos no fueron los más idóneos, o los medios empleados resultaron insuficientes para dotar a la república de un buen contingente de mano de obra. Una constante de la crítica estuvo compuesta por las precarias condiciones objetivas del país para servir de atractivo a los inmigrantes. En esto se conjugaban la inestabilidad del orden público, la ausencia de caminos, la difícil situación monetaria, el problema de salubridad nunca acometido, la especulación a que fueron sometidos los inmigrantes y. otras cuantas imperfecciones nacionales que no eran de exclusiva paternidad gubernamental, sino un negativo patrimonio nacional de penosa y lenta superación. Lo malo, pues, a pesar de su imperfección, no radicaba en las leyes dictadas con el propósito de dar forma a la política inmigratoria del país; lo malo estaba en el país mismo, en el contexto que habría de constituir campo práctico para la aplicación de lo legislado; y así como en otros aspectos no la hubo, tampoco en éste se encuentra la coincidencia nacional dispuesta a solventar la situación. Medidas acordadas para estimular una corriente inmigratoria Hemos visto que los gobiernos venezolanos cuyos mandatos transcurrieron durante los períodos de las denominadas 243 oligarquías conservadora y liberal (1830-1848 y 1848- 1859), (53) tomaron distintas providencias, ya de orden legislativo, ya ejecutivo, con la finalidad de atraer masas de inmigrantes para incorporarlas al proceso productivo agropecuario. Agrupadas según su intención, las iniciativas en referencia se pueden clasificar del siguiente modo: a) Generales: a.l) a.2) b) Promotoras Establecimiento de relaciones con los países proveedores de emigrantes. Nombramiento de agentes en el exterior. b.l) Creación de Juntas y Sociedades de Inmigración, centrales y provinciales. b.2) Reconocimiento oficial de los empresarios de inmigración. b.3 ) Pagos de premios por la introducción de inmigrantes al país. bA) Propaganda en el exterior. c) Facilitadoras c.l) c.2) Aceptación de prácticas religiosas distintas de la religión oficial del país. Realización de matrimonios entre inmigrantes, conforme a las religiones que profesaran. d) Protectoras: d.l) Creación de Juntas y Sociedades de Inmigración, representantes gubernamentales en los puerros de entrada, con atribuciones específicas en beneficio de los inmigrantes. d.2) Alojamiento y manutención hasta ser colocados en el mercado de trabajo. Sanciones penales a los agentes y ern- d.3) (53) 244 José Gil Fortoul, op, cir., t. 11, pp. 9-10. presarios de inmigración por violaciones a la ley y disposiciones gubernamentales. e) De Consolidación: e.L) e.2) e.3) Aportes fiscales para auxiliar a los inmigrantes. Dotación de tierras en propiedad a quienes las solicitaran. Otorgamiento de la nacionalidad al llegar al país, por medio de trámites sencillos. Desde el Decreto-Ley de 1831 autorizando la inmigración de Canarios quedaron expresamente consagradas preocupaciones como algunas de las enumeradas. En el texto de aquel instrumento legal se dispone la provisión de recursos fiscales destinados a gastos de inmigración (artículo 10 ) , el conferimiento inmediato de la nacionalidad (artículo 2 0 ) , la exención militar y de contribuciones fiscales (artículo 30 ) y el otorgamiento de tierras (artículo 4 0 ) . Era muy simple el documento; sólo constaba de cuatro artículos, y todos contemplaban concesiones a los inmigrantes. En su Memoria de 1831, Antonio L. Guzmán propone la disposición de tierras baldías ... " que sería conveniente aplicarlas á la inmigración, que muy pronto resarcirá tan pequeña pérdida" ... (54). Además, los empresarios de inmigración ya estaban desplegando su actividad, no sólo en Canarias, sino también en Galicia; complementariamente, Páez lanzó su decreto de 1832 disponiendo la apropiación de recursos fiscales para sufragar los gastos de la inmigración insular A poco tiempo de estas medidas relativas' a los cananos, el Congreso Nacional despejaría por decreto una duda constitucional de carácter religioso, aclaratoria ésta dirigida al enten(54) Antonio Leocadio Guzmán, "Memoria del Interior y de Justicia 1831" reproducida en Pensamíento político venezolano del siglo XIX .•., t. ,. pp. 100-101. 245 dimiento de inmigrantes de procedencia europea (protestantes y judíos) que por su propia iniciativa y en escaso número llegaban al país. En la oportunidad aludida, el Congreso declaró que no estaba prohibida la libertad de cultos, por ser ésta ... "una parte esencial de la libertad civil, que la misma Constitución asegura á los venezolanos y extranjeros domiciliados en la República" (55). Paulatinamente se fueron agregando nuevas normas, rectificaciones, perfeccionamientos, aclaratorias de disposiciones sujetas a interpretación, así como regulaciones de algunos aspectos relativos al proceso migratorio nacional, que la legilatura de 1837 recogió en la ley de inmigración de ese año } mejoró en la de 1840. En esta última se contempló hasta una especie de autogobierne local para las colonias fundadas por los inmigrados, al establecer que ellos nombrasen de su seno el comisario de policía y el juez de paz. Asimismo, se ampliaron de diez a quince, años las exenciones del servicio militar y tributarias para las colonias, las que sólo pagarían en concepto de impuestos ..."las cargas o capitaciones que ellas mismas establezcan o admitan por su propia utilidad y conveniencia", (artículo 16 de la ley). Era realmente amplia y generosa esta ley. A pesar de las críticas formuladas por El Liberal transcritas en páginas anteriores, parecía crear condiciones inmejorables para el arraigo de los inmigrantes. El mismo año de su promulgación se destinaron veinticinco mil pesos a promover la inmigración v fue dividida la República en tres distritos bajo la responsabilidad de Sociedades de Inmigración con sedes en Cumaná, Caracas y Maracaibo, entre las que fue distribuido aquel dinero (5.000, 10.000 Y 5.000 pesos, respectivamente). (56). El Fondo de Inmigración, que se había provisto de la partida presupuestaria destinada a "gastos imprevistos", en 1841 fue contemplado expresamente en el presupuesto nacional con la cantidad de seten(SS) (56) 246 El Conciso, No. 31. Caracas, 19 de febrero de 1834. Decreto legislativo del día 17 del mismo mes y año. Francisco González Guinan, op. cit., t. 111, p. 140. ta y cinco mil pesos, en una partida denominada "Para inmigración y reducción de indígenas" (57). Según informa González Guinan, entre julio de 1840 y diciembre de 1842 se emplearon ciento diecisiete mil pesos para promover la inmigración, de los cuales los empresarios habían reintegrado un poco más de cuarenta y seis mil; (58) en 1846 el ministro del Interior y de Justicia informaría que desde junio de 1840 hasta junio de 1845 se habían aplicado a la inmigración ciento setenta y un mil doscientos pesos, existiendo por reintegrar un saldo de ciento veintisiete mil cuatrocientos (59). En 2 de julio de 1845 el presidente Soublette dictó un decreto complementario de la ley de inmigración promulgada en mayo de ese mismo año, reglamentando el funcionamiento de las Sociedad~s de Inmigración(60). Además de mantener las que ya existían (Caracas, Cumaná, Valencia y Maracaibo), se contemplaba en dicho decreto el establecimiento de otras en el sitio que el Poder Ejecutivo juzgara conveniente dotar de tales organismos. Por este decreto se da el carácter de rotatorios a los fondos destinados a promover la inmigración, al disponer que las cantidades recibidas o por recibir en reintegros de manos de los empresarios de inmigración ... "quedarán depositadas en las arcas nacionales, sin que se les pueda dar otra inversión que la de auxiliar nuevas empresas del mismo género". (Artículo 15 del decreto). Otras medidas que tuvieron como objetivo promover la inmigración en beneficio del país fueron las instrucciones específicas impartidas a nuestro personal diplomático y consular, el nombramiento de personas residentes en algunas localidades canarias y europeas como agentes especiales, así como las corni(57) (58) (59) (60) El Venezolano, No. 40. Caracas, 5 de abril de 1841. Cuenta de debates de la Cámara de Representantes. Francisco Gonz!lez Guinan, op. eit., t. 111, p. 326. El Liberal, No. 585. Caracas, 14 de febrero de 1840. Texto de este decreto se puede leer en Nicolás Perazzo, op. cit., t. 1, pp. 131·134. 247 siones asignadas a personajes venezolanos o extranjeros radicados en el suelo patrio para que viajaran a Europa con el encargo de contratar grupos significativos de inmigrantes para establecer colonias homogéneas en lugares escogidos a propósito. La mayoría fracasó por distintos motivos y muy pocos frutos se lograron en este sentido, quedando hoy como único vestigio de aquellas iniciativas la Colonia Tovar, la que afrontó muchas dificultades en los años iniciales de su asentamiento, casi insolubles, hasta el punto que más de una vez estuvo en trance de disolverse. Ahora volvamos al esquema propuesto al inicio de estos comentarios. Por desdicha, a pesar de la coherencia aparente que resalta al sistematizarlas en un estudio, esas medidas no fueron aplicadas con el entusiasmo ni la dedicación necesarios. De un lado, vimos cómo ellas resultaron de un agregado que sólo en 1840 conforman un solo cuerpo legal, derogado en 1845 al sancionar una nueva ley; derogado otra vez en 1855 con la de ese año; administrado por funcionarios cuya conducta puede ser calificada cuando menos de indiferente; por otro lado, la mayor parte del proceso quedó en manos de los empresarios de inmigración, quienes sólo tenían en mentes los provechos personales a derivar del negocio en que convertían la necesidad de población experimentada por el país. No se trata, a nuestro juicio, de que las leyes fuesen deficientes, los decretos y otras resoluciones gubernamentales incompletos o escasamente previsivos. Se trata, si, de la viveza aplicada por los aprovechadores de siempre cuya impunidad es paralela a la indiferencia o complicidad de los funcionarios encargados de controlarlos. Por eso creemos que lo defectuoso no eran las leyes sino los hombres: es a ellos a quienes hay que criticar los malos manejos, la arbitrariedad convertida en sistema contra los inmigrantes, indefensos en tierra extraña y muy mal protegidos, o abandonados por sus gobiernos que a la distancia en que se colocaban sus súbditos tampoco podían hacer mucho por ellos. Como agravante, esos hombres entraban al país renunciando a sus nacionalidades originales, de donde escapaban legalmente a aquella hipotética protección que ahora reclamamos. 248 POLITICA REAL DE INMIGRACION EN VENEZUELA De las ideas relativas al tema sostenidas hasta el punto anterior y de las que a continuación expondremos, se desprende que durante el período analizado Venezuela no tuvo, como cuestión programática general, una política de inmigración que pudiera realmente pasar por tal. No se conoció un principio básico de dominio público o manejo gubernamental, encaminado a fijar algunos lineamientos más o menos precisos en torno a objetivos estratégicos por medio de los cuales se aspirara a cumplir ciertas metas derivadas de aquel hipotético principio. En consecuencia, tampoco podía existir una infraestructura coherente, creada para encausar y administrar el también hipotético plan nacional de inmigración. Limitado casi a legislar y dejar hacer, el gobierno republicano creó los instrumentos jurídicos necesarios para normativizar el proceso inmigratorio que comprendía era necesario y cuya realización no podía evitar; cumplió formalmente aquellas disposiciones a las que legalmente se comprometió y puso en marcha un mecanismo que poco a poco se reveló ineficiente, de inmediato superado por la dinámica surgida con motivo de las acciones privadas acometidas por los beneficiarios directos del mencionado proceso. El gobierno nacional descuidó el cumplimiento de las normativas; no pudo proveer los fondos suficientes ni las tierras a propósito para conducir a los más satisfactorios resultados aquel aporte en conocimientos y fuerza de trabajo de que eran capaces los contingentes inmigrantes. Dejó que aquella potencialidad creadora fuese aprovechada por los intereses privados en los estrechos marcos del inmediatismo especulador, útil nada más para incrementar las fortunas individuales de los personajes en cuyas manos fueron abandonados los inmigrantes. Legislar, traerlos al país, alojarlos y mantenerlos por unos días mientras alguien los contrataba, no era suficiente; darles unas tierras sin esperanzas para que sumaran cifras a los censos nacionales y miserias a la vida republicana era perderlos; y en mucho, eso fue lo que hicieron nuestros gobiernos con los in249 migrantes en el periplo histórico del recuento en que nos encontramos. Escasa protección gubernamental Las preocupaciones gubernamentales por la inmigración no parecen haber avanzado más allá de lo general: captar la existencia del problema en sus manifestaciones iniciales; asimilar su esencia y legislar para darle cauces legales y reglamentar el funcionamiento del proceso. A pesar de algunas declaraciones positivas que se encuentran en documentos oficiales (memorias, informes, correspondencia ministerial), en nuestro ánimo prevalece la impresión de que los funcionarios de más alto rango descansaban en la idea de haber cumplido sus obligaciones al promover la parte legislativa del asunto, velar por la provisión de fondos (no siempre oportuna ni suficiente) y nombrar, cuando fue menester, a las personas y comisiones encargadas de hacer venir los inmigrantes al país. De allí en adelante las responsabilidades no serían suyas, puesto que las normas estaban aprobadas y su cumplimiento correspondería, sin mayor vigilancia, a quienes se comprometieran con ellas al participar en el proceso, ya como inmigrantes, ya en el papel de empresarios o contratistas de aquellos. Las relaciones que se establecieran entre los empresarios de inmigración y los hacendados, de un lado, y los inmigrantes, por el otro, debían ser las que los usos y costumbres impusieran, las de un convenio libremente pactado por las partes, además de las que con el transcurso del tiempo se fueran incorporando a la normativa general sobre inmigración, tan pobre de contenido específico que casi nada se establecía en las distintas leyes de la materia. En este aspecto, 10<; gobiernos adoptaron el comportamiento propio de las concepciones liberales que en todo el mundo se imponían para la celebración de convenios de trabajo. Por otra parte, los funcionarios menores a cuyo cargo corrían las tareas concretas del trato directo con los inmigrantes, a la hora de tomar partido lo hacían alIado de quienes manejaban a los recién llegados, prestándose para encubrir las irregularidades a cuya represión estaban obligados. 250 Desde luego, no olvidamos que los gobiernos venezolanos desde 1830 hasta 1859 subsistieron acosados por muchas emergencias, y éstas reclamaban su atención por encima de cualquier cosa. Frecuentemente debían resolver problemas representados por la insurgencia armada, o quedaban inhabilitados por las dificultades hacendísticas; otras veces era la preservación del orden público la excusa suficiente para el inmovilismo; a veces las presiones y amenazas externas constituían una razón valedera; y desde la década de 1840, a todas las anteriormente expuestas se añadían las arremetidas de una oposición que en raras oportunidades daba tregua. Todas estas cosas distraían a los gobiernos de los asuntos definidos como de rutina, hac ían flaca la propensión a atender lo ordinario; infortunadamente la inmigración se había convertido en eso, porque no presionaba como otras formas de la vida nacional, más exigentes por el carácter de emergencias que tomaban. Los inmigrantes al llegar al país quedaban a merced de los empresarios de inmigración y los hacendados, de quienes sufrían toda clase de abusos. Esto afectó en mayor medida a la inmgración canaria, por ser la que según parece se comprometía bajo peores condiciones desde sus lugares de origen, así como por la dispersión y el aislamiento de su distribución en haciendas y casas de familia. También era la que menor atención recibía de su gobierno al abandonar territorio español, ya que hasta 1845 careció de representación diplomática, y esto daba lugar al aprovechamiento de su doble estado de abando~o. Cuando habían transcurrido más de tres décadas de haberse dictado las primeras normas legales sobre inmigración, ésta no era cosa que preocupara mucho al gobierno nacional. Un historiador venezolano, recolector minucioso de toda clase de datos relativos al siglo XIX en nuestro país, compara dos áreas de obligaciones correspondientes a la administración pública en 1852, entre ellas la inmigración, concluyendo en que estaban desatendidas en extremo: "Este mismo abandono con respecto al importante ramo de la instrucción pública, se observa en el de la in- 251 migración. El Poder Ejecutivo se había limitado a nombrar una comisión ,(de alto nivel) para que con vista a los antecedentes, diese el Gobierno informe sobre la materia. La comisión había hecho poco o nada y el Gobierno no se había ocupado siquiera de favorecer la inmigración alemana iniciada por el señor Glocker" (61). Da la impresión de que en 1852 y años sucesivos las condiciones para los inmigrantes fueron peores que al comienzo cuando, por tratarse de los inicios, los gobiernos de la oligarquía conservadora se mostraron más activos en estos asuntos que la oligarquía liberal más tarde. La tentación de establecer un deslinde de estilos y concepciones en las formas de gobernar adoptadas por estos grupos, cede al considerar que en el período conservador los inmigrantes fueron abandonados en manos de sus manejadores y quedaron expuestos a formas de explotación que no serían superadas durante el período de sus sucesores liberales. No creemos, pues, que el problema pudiera resolverse con los cambios de cuños. Al parecer, la cuestión doctrinaria en la Venezuela de aquellos tiempos no se refería tanto a las diferenciaciones económicas como al estilo político de gobernar, en el que radicaban las verdaderas diferencias entre conservadores y liberales. dEra el abandono una expresión de indolencia, desprecio por los inmigrantes, a quienes en el fondo se les consideraba como unos advenedizos? Es posible; pero también debemos considerar que había ciertos entendimientos entre gobernantes y explotadores, al fin y al cabo miembros de las mismas clases sociales, compromisarios del destino nacional y beneficiarios de sus resultados inmediatos. A nuestro juicio, realmente, la inmigración no había sido entendida en Venezuela como ';In amplio proceso, una cuestión de vastos alcances, sino sólo a manera de recurso para lograr aumentos de la producción. Parece, en fin, como si los principios enunciados, las declaraciones de los gobernantes, (60 Francisco González Guinan, op. cit., t. V, p. 204. El señor Gloker al que se refiere era Luis Clocker, Cónsul de Venezuela en Hamburgo. C/f. Diario de Avisos, No. IV, Caracas, 1854. 252 hubiesen sido más piezas retóricas, especies de ecos de lo que aconsejaban algunos escritores y no sinceras convicciones resultantes de una reflexión propia que condujese a plantear seriamente el problema con todas sus implicaciones. A criticar eso se nos antoja que estuvo dedicada la opinión de Antonio Leocadio Guzmán en el Programa de El Venezolano: .. ." Esta (la inmigración) no puede ser efecto de un solo acto legislativo, sino en una escala pequeña, imperceptible, casi igual a la acción ordinaria del tiempo. La inmigración es el efecto de un estado de cosas adecuado para ella, estado a que ha de llegarse por un concenso de medidas de diferentes ramos, todas convergentes y sabiamente combinadas. Así es como un país multiplica sus pobladores en poco espacio, y con ellos su industria, sus productos y riquezas, y corre tan rápidamente a su prosperidad, que sorprende á sus propios habitantes" ... (62). Sin duda se refería por igual a las líneas programáticas y a las condiciones reales del asunto; las que debieron ser y no fueron; y a la luz del contraste que su pensamiento establece frente a las realidades comentadas surge para nosotros un segundo interrogante: Dadas nuestras condiciones, con toda seguridad era alcanzable una pequeña mejoría; pero dpodr ía aspirarse a algo más que eso? Sinceramente, no parece probable; de manera que la inmigración, de entrada, estaba condenada al esquema fáctico descrito, con ligeros altibajos y nada más. Pero según observamos, la ineficacia no era problema exclusivamente venezolano, como. se puede colegir por la siguien te referencia: "Algo tenemos que decir sobre esta cuestión de que tanto tiempo se ocupan todas las Repúblicas sur americanas, sin que ninguna de un modo práctico la haya resuelto satisfactoriamente todavía: Una suscinta relación de lo que en esta materia ha hecho Venezuela indicara (62) Antonio Leocadio Guzmán, "Programa", en El Venezolano, No. 1. Caracas, 24 de agosto de 1840. 253 á las Repúblicas hermanas, ya la senda trillada que ha conducido á punto extraviado, ya la medida que ha podido producir mejores resultados, ya el campo que resta explorar, y si es que todo ha sido recorrido, proporcionará al menos ocasión para inquirir cuál es la dificultad madre con que tropieza esta gravísima cuestión en todo el continente hispano-americano" (63). La generalización del periódico se basaba en sendos ar ículos publicados en La Democracia de Cartagena por los se ñores Ricardo Vanegas y Juan N. Gómez sobre la misma cues tión en Nueva Granada, reproducidos en Caracas, (64) que prác ticamente reflejaban cursos idénticos a los observados en Ve nezuela. Tanto se parecían las situaciones descritas, que po d íarnos asumir los problemas neogranadinos en esta materia como nuestros, con solo cambiar el nombre de la nación a la que se referían. t Especulación con los inmigrados Una apreciación general que casi no requiere demostr.i cienes, establece de antemano que quienes emigran lo hacen im pclidos por la necesidad. En cuanto se refiere a nuestros inrrn grantes, varios factores, la mayoría de orden económico, algu nos de carácter social, los empujaban a emprender la aventura Recibían ofertas; reflexionaban; y sus cálculos les harían creer yue en los países donde se les ofrecían ventajas para insertarse en un nuevo y mejor modo de vida, podrían resolver las dificul tades en las que transcurría su existencia anterior. Esa ser 1 la consideración de mayor peso para que, animados de esperan za, resolvieran alejarse de la tierra que los vio nacer y dejar atrás afectos vivenciales, probablemente para siempre. í Al llegar a sus lugares de destino descubrirían los in migran tes que no les sería tan fácil realizar las pequeñas uro pías que ani daban en sus mentes: recién instalados en un a so (63) (64) 254 "Cuestión Inmigración", en Diario de Avisos, No. 97. Caracas, 26 de di ciembre de 1850. Diario de Avisos, Nos. 97 y 98. Caracas, 26 y 28 de diciembre de 1850 ciedad extraña, una parte de cuyos integrantes los miraba con hostilidad; considerados extranjeros a pesar de habérseles otorgado la nacionalidad; cuando mucho, miembros de .una minoría numéricamente insignificante y las más de las veces dispersos en una geografía desconocida y mal comunicada; colocados en una de las más bajas escalas sociales para iniciar su integración al país; dependientes en grado extremo de los empresarios por cuya cuenta emigraban o del gobierno auspiciador del proceso migratorio del cual formaban parte, todo esto determinaba para ellos una evidente debilidad que en nada les facilitaba reclamar sus derechos o conquistar algunas reivindicaciones ciudadanas. Necesidad y debilidad se conjugaban, pues, para caracterizar la existencia de los inmigrantes en la Venezuela del tiempo que nos ocupa; y esas han sido siempre las mejores condiciones para especular con el ser humano. La especulación a que fueron sometidos los inmigrantes surgió con los primeros contingentes traídos al país por un empresario de este tráfico, en virtud de las ganancias que prometía la intermediación entre ellos y los empleadores. Ese fue un negocio fructífero, estimulante. Sin embargo, también había premios oficiales. Desde un principio, el gobierno ofreció una gratificación pecuniaria de dieciseis pesos por inmigrante a quienes los trajeran al país; con la ley de inmigración de 1837, la administración 'pública venezolana se comprometió a pagar la cantidad de treinta pesos por cada europeo que introdujeran los capitanes de barcos o empresarios de inmigración y se nacionalizara (65). Hay que advertir que hacia 1837 un secretariomunicipal devengaba dieciseis pesos mensuales de salario. A manera de elemento comparativo, el dato anterior nos facilita, en términos de lo que sería entonces un ingreso de subsistencia, la comprensión del negocio: en aquella época.· según la capacidad de las embarcaciones, podía superarse el transporte de trescientos personas por viaje, y a veces llegaban grupos de inmigrantes en cantidades mayores que esa. Se podrá apreciar, (65) Nicolás Perazzo, op. cit., e. 1, p. 35. 255 si sostenemos la cifra antes señalada, que esa hipotética cantidad de inmigrantes en un viaje representaría nueve mil pesos de beneficio para el empresario, equivalente a quinientos setenta y dos meses (45 años y fracción) de salario del empleado municipal tomado como·elemento de comparación; esto, abstracción hecha de las ganancias obtenidas al cobrar los pasajes y quién sabe cuántas otras fuentes de ingresos creadas en torno a la inmigración, hacía de aquello un negocio redondo. En 1840 no alcanzaban los fondos públicos para hacer los desembolsos totales reclamados por la inmigración. Tal cosa causaría que parte del problema se trasladara a los propios interesados en contratar inmigrantes, asignando a sus bolsas la contribución de los recursos necesarios y remitiendo a una casa mercantil los arreglos correspondientes: "Sociedad de Inmigración" .. La dirección del ramo en su sesión del día 13 del corriente acordó, que en atención á que las empresas de inmigración exceden hoy á los fondos con que cuenta, se abra una suscripción de las personas que quieran recibir inmigrados satisfaciendo al contado el día de la entrega el costo de sus pasajes y los demás que estos ocasionen según las contratas que haya celebrado la dirección: advirtiendo se que la suscripcion está abierta hasta el día último de Noviembre próximo y que los señores que pretendan suscribirse ocurran á verificarlo á la casa de comercio del Sr. Mariano José Mora, comisionado al efecto, y en donde encontrarán la fórmula con que debe hacerse. Caracas, Octubre 14 de 1840. El Secretario, José o. Gómez" (66). En las líneas que siguen no haremos un estudio exhaustivo del terna, mucho menos nos proponemos desplegar gran profusión de datos relativos al mismo, ya que deseamos reservar los detalles para cuando tratemos los problemas específicos de la inmigración canaria, por ser ésta el motivo principal de la pre(66) 256 El Venezolano, No. 10. Caracas, 20 de octubre de 1840. sente obra. Sólo utilizaremos algunos casos ilustrativos con la intención de dar a la idea que hemos expuesto el soporte de veracidad necesario a su caracterización general, para más adelante dedicarnos a sus manifestaciones de mayor relieve. Por otro lado, en el mismo órgano divulgativo, una empresa que se ocupaba del asunto ofrecía por su cuenta inmigrantes a quienes los necesitaran, con una interesante adición publicitaria, relativa a la calidad del producto ofrecido: "Aviso" "Agencia de Inmigración" "Salazar y Garrote, del comercio de la Guaira ofrecen contratar inmigrados para el cultivo de los campos de Venezuela y otros objetos. Los Sres. que tengan necesidades dc este género pueden ocurrir á ellos á celebrar contratos. Está navegando una expedición de muy buena gente que les viene consignada, y se les han ofrecido otras que iran llegando á proporción que se vayan necesitando aquí. Los contratos deben hacerse en la Guaira: lOS pagos en Caracas o la Liualra, y la entrega de los inmigrados en cualquiera de los puertos de la República" (67). De las anteriores transcripciones se colige, por un lado, que la propia Sociedad de Inmigración delegaba parcialmente sus atribuciones en una empresa mercantil, y por otro, la participación privada y directa de una empresa que ofrecía inmigrantes casi como si se tratara de una mercancía (y esa no era la única firma que se ocupaba del ramo). El hecho de que estas empresas incluyeran en su giro el negocio de la inmigración, ya por si solo habla del lucro que producía, pues que sepamos, ningún comerciante se interesa por actividades a las que deba dedicar atención permanente si no va a derivar de ellas una ganancia; y por añadidura, las vinculaciones que aquel tráfico humano comportaban con los territorios proveedores, seguramente les proporcionaría oportunidades para incursionar en la compra-venta de mercancías con un segundo provecho. (67) Idern, (subrayados nuestros). 257 Otro elemento de especulación es transcrito por la prensa venezolana, a manera de advertencia para el entendimiento de las autoridades nacionales, acerca de medidas tomadas en las leyes inglesas respecto de la emigración dirigida a las colonias americanas y africanas: . . ."Previendo el legislador que la avaricia de los empresarios pueda moverlos á embarcar más gente de la que el buque admite racionalmente, 6 bien á comprar pocas y malas provisiones, Ó bien á traer personas inútiles" ... (68). En ello parece estar implícito un consejo sobre irregularidades cometidas contra inmigrantes españoles y canarios llegados al país. No solo los empresarios venezolanos se interesaban por la inmigración. Según da cuenta el ministro del Interior y de Justicia en su Memoria de 1846, una sociedad con sede en Londres se dirigió 'al gobierno nacional solicitando auxilio de diez mil libras esterlinas para despachar hacia Venezuela ... "cinco mil y pico de personas ya listas para emigrar" ... (69). En 1854 el Cónsul de Venezuela en Hamburgo se quejaba de que los escasos alemanes enviados por él a Venezuela como emigrantes no encontraban las tierras' adecuadas para los trabajos agrícolas que se proponían realizar. Les asignaban parcelas en terrenos baldíos y sin alinderar, retirados de las poblaciones, a fin de que la precariedad de las concesiones los obligaran a renunciar a ellas y contratar sus servicios con hacendados. Las razones expuestas hicieron que este señor Hlspendiera las gestiones de promotor que había asumido entre los súbditos de aquel principado deseosos de emigrar a Venezuela, y presentara formalmente su protesta por la ineficacia de la Sociedad de Inmigración (70). (68) (69) (70) 258 Idem, No. SS. Catacas, 28 de junio de 1841. El Liberal, No. 585. Caracas, 14 de febrero de 1846. Luis Clocker, "Un desengaño más", en Diario de Av/sos, No. IV. Caracas, 1854 (sin más datos). En 1856 el negocio no había progresado mucho en cuanto al número de inmigrantes recibidos por el país en proporción a lo que podíamos y necesitábamos recibir; no creemos que tampoco hubiese dado los resultados apetecidos, pues los estímulos al aumento de la producción no fueron muchos para los labradores, en virtud de! tratamiento y las condiciones generales en que se les instaló. Sin embargo, tenemos noticia de que los controles especulativos ejercidos sobre ellos mejoraban, hasta e! punto de proponerse un proyecto de contrato aplicable a cualquier inmigrante, cuyas cláusulas no hacen sino demostrar e! grado de explotación a que eran sometidos. Entre otras cosas, éstos debían obligarse a permanecer al servició de quien los contratara por espacio de cuatro años, so pena de una multa por veinte pesos, aparte de pagar e! valor de! pasaje, deuda esta última que por contrato debían cancelar con la mitad del salario devengado, en descuentos que se harían desde e! primer pago al que tuviesen derecho hasta la total concurrencia de la cantidad adeudada. OPINION NACIONAL SOBRE INMIGRACION y TRABAJO Desde fines de la década de 1830 se mantuvo en e! país una corriente de opinión en ejercicio crítico, ora contra los resultados generales de la inmigración, ora en rechazo de algunas decisiones gubernamentales, a juicio de muchos no muy acertadas. Las más de las veces esa corriente se manifestaba en arrfculos y editoriales de los periódicos, o columnas de opinión tras las cuales, naturalmente, había una pluma que interpretaba e! sentir de algunos venezolanos inconformes con e! estado de cosas imperante. Fuesen conservadores o liberales quienes escribieran, sus opiniones no se distanciaban mucho del centro básico en que radicaba e! problema y todas se referían al trabajo productivo~ ya de venezolanos por nacimiento, ya de inrni259 grantes, as i como también a los erectos de la inmigración en el país. En 1838 Juan B. Calcaño, redactor de La Bandera Nacional, reclamaba el respeto al trabajo como concreción ciudadana, rechazando la compulsión que se ejercía sobre los inmigrantes para que se nacionalizaran. Para él la nacionalización era en principio secundaria y, al final, tendría que ser resultado del amor que los extranjeros sintieran por Venezuela, con motivo de su dedicación al laboreo de los campos. Entre otras cosas, decía: "Debemos partir del principio de que lo que interesa á Venezuela no es adquirir ciudadanos, sino población laboriosa (... ) Qué bienes se consiguen con que se naturalice un canario, un europeo cualquiera, si él puede salir (. .. ) del país cuando quiera? ( ... ) Lo que nos interesa es que vengan á poblar nuuestros yermos campos, no á darnos quien nos gobierne (a través del voto, como ciudadanos); así, no estamos porque la naturalización sea forzosa, sino voluntaria ( ... ) Presentamosles á los inmigrados ventajas, y ellos vendrán y se fijarán sin necesidad de juramentos que sólo contribuyen á depredar la moral" (71). Se discutía sobre el proceso de adaptación experimentado por los inmigrantes en general, las añoranzas de su anterior vida y la participación a que tenían derecho en la nueva, cuando todavía no se habían asimilado del todo (derecho que le negaban algunos venezolanos como una ingerencia indeseable, mientras otros asumían su defensa presentando sólidas argumentaciones). En 1840 estos últimos sostenían que lo importante era su trabajo; que se hacía necesario recibir a los nuevos compatriotas y tolerarlos con hidalguía para idos asimilando lentamente, sin imposiciones que sólo producirían actitudes adoptadas en acogimiento a una forma de violencia. Sus argumentaciones eran muy nobles: . . ."El extranjero no puede dejar, en el buque que lo conduce á nuestros puertos, su criterio, ni parte alguna de su inteligencia, ni de la libertad y energía del alma. (71) 260 Juan B. Calcaño, op, cit., (subrayados nuestros). Entero le llamamos, entero viene: es un hombre más; y por tanto, un cuerpo para el trabajo, y una alma para el pensamiento. Si al ejercer su juicio, comete un error, debe combatirse el error; pero no es de la cuestión el lugar en que nació. Si al juzgar acierta, debemos agradecérselo, como á todo el que nos ayude. Si critica la conducta de un funcionario nuestro con justicia, nos hace un favor; y si no la tiene, es esto cuanto hay que demostrarle, porque el lugar donde naciera el escritor, nada prueba en favor del funcionario" (72). En 1842 El Venezolano sostuvo una polémica con el órgano de prensa oficial del gobierno, la Gaceta de Venezuela, por el nombramiento de un ciudadano francés como agente de inmigración venezolano en su país, lo que la dirección del periódico juzgo inconveniente en todas sus partes. Vale la pena transcribir párrafos del extenso artículo publicado con ese motivo por aquel representante de la opinión pública, especialmente en virtud de la fuerza argumental que constituye el fondo del problema: ..."La Francia tiene el más extenso territorio entre las naciones que pueden darnos población, su suelo es rico, sus climas benignos y saludables, y no está apiñada all la población, ni oprimida por los restos del feudalismo, ni tiene por tanto urgente necesidad de buscar patria, ni tiene tampoco aquellos hábitos de exquisita laboriosidad y economía que distinguen á otros pueblos de Europa La Francia es una patria grande y gloriosa, que inspira doble amor y que engendra orgullo; y los franceses vendrán á ser franceses y no venezolanos" . . .(73). í Antes, a modo de advertencia sobre eventuales problemas de soberanía, el periódico había asentado este criterio: "Debemos buscar también buscar la niente aquella que moral, tranquila y (72) (73) población, es verdad, pero debemos más conveniente, y sería más convedespues de ser económica, laboriosa, sobria, habituada al trabajo, presen- El Venezolano, No. 11, Caracas, 26 de octubre de 1840. Idem, No. 130. Caracas, 6 de noviembre de 1842. 261 tase además, la ventaja de que su estancia en nuestro país, en extensa escala, no pudiera acarrear mañana compromisos con gobiernos poderosos, dueños de los mares, dueños de colonias y animados por una política activa y belicosa" ... (74). Al protestar por el nombramiento mencionado -y lo hace en términos que concluyen con una fuerte expresi6n crítica- el periódico enjuicia los servicios que podría prestar aquel agente y plantea con buena dosis de nacionalismo las ventajas de que tal designación hubiera recaido en un venezolano: ." En una ciudad de un millón de almas (... ) es necesario ser mucho más que Mr. Berthelet para gozar de extensas relaciones. Un comisionado nuestro con el carácter que esta misión le imprime, con recomendaciones del Ministro y de nuestra legación en Londres, tendría á los 20 días más y más valiosas relaciones en París, que las que tiene Mr. Berthelet, que no es sino uno, entre centenares y millares de literatos que tiene aquel país. Veamos ahora cuantas ventajas no sacaría la República del patriotismo de un hijo suyo, enviado con un objetivo expreso á Europa; cuanto mayor sería su actividad y el celo que desplegaría que los que racionalmente pueden esperarse de quien nunca ha de visitarnos (. . . ) El venezolano tendría una responsabilidad legal, en ciertos casos la tendría pecuniaria, y por supuesto, tendría la responsabilidad moral ante sus compatriotas. Digan ahora los hombres imparciales, si habría sido preferible la buena elección de un venezolano, al pensamiento de pensionar al señor Bertheler" (75). Un poco más tarde encontraremos una dramática advertencia formulada por El Agricultor. Se trata de lo que consideramos una falsa premonición mediante la cual anuncia la próxima decadencia de Venezuela, causada por la escasa propensión al trabajo que e! redactor dice observar en los venezolanos, tanto libres como manumisos y esclavos, así como también por la evasión del compromiso laboral para e! cual fueron traidos los (74) (7S) 262 Idem. Idem. inmigrantes. Después de una amplia y romántica exposición, el artículo concluye anunciando la ruina total del país, debida al abandono del trabajo. He aquí el cuadro que delinea: .. ."Vive Venezuela de la agricultura, porque no tiene otra cosa de que vivir, y sus hijos palpan ya la dificultad de continuar manteniendo esta agricultura ( . . .). Los isleños que se introdujeron con este fin, no ayudan porque no han querido ser jornaleros; los esclavos son ya manumisos y ven como afrentoso labrar el campo de las heredades donde nacieron; huyen del trabajo, y sus pocas necesidades los mantiene en la ociosidad; los esclavos que aun quedan son ya viejos, y la comparación de su estado, con el de sus hijos, los tiene en un desaliento perjudicial. El peon libre prefiere su cigarro (sic) aliado de unas cañas de maiz que le producen 800 arepas al año para comérselas con su descansada mujer, que trabajar el campo de su vecino, y cuando se resuelve á hacerlo, pide tan caro que el que lo emplea pierde en este servicio en vez de ganar. Dentro de poco cuando se concluyan los ultimas restos de siervos viejos que cultivan las haciendas, no habrá como mantenerlas; sensiblemente irán disminuyendo sus 'productos y al fin no existiran ya mas" (76). Francamente, las cifras niegan asideros a tan negras predicciones. A falta de estadísticas confiables sobre el total de la producción interna, nos remitiremos a las de exportación, sobre las cuales había razonable control aduanero. Venezuela, exportadora de productos agropecuarios, mejoró en dimensiones aceptables desde 1830 hasta el año del cataclismo económico anunciado en aquel artículo. A saltos, estas cifras ofrecen otra imagen: (76) El Agricultor, No. 8. Caracas. lO de abril de 1844. 263 EXPORTACIONES VENEZOLANAS EN ALGUNOS AÑOS DEL SIGLO XIX (en pesos) Países de destino Inglaterra Francia Alemania España Dinamarca Holanda Suecia Italia Austria EE.UU. Nva. Granada México Haití Otros Totales Fuente: 1844-1845 1834-1835 1839-1840 520.542 205.750 384.527 205.751 740.205 155.459 357.404 142.055 291.752 171.970 636.693 152.133 1.156.751 477.496 701.685 1.012.747 441.336 268.135 28.658 2.093 921.567 1.351 1.115.490 18.764 638 1.018 18.317 1.290.571 21.154 17.068 1.119 6.856 1.061.498 708.358 786.463 934.035 647.606 302.772 4.565 21.442 69.391 1.309.934 4.248 63.344 2.608 24.612 2.257.022 3.394.481 3.080.868 5.491.876 5.592.159 1831-1832 1833-1834 319.786 134.271 218.052 338.387 798.165 124.805 42.557 22.000 1.376.596 6.000 84.554 540 764 Memoria de la Dirección General de Estadística 1873, 3ra. parte,pp.18-131 La última opinión de la cual queremos dar cuenta, también de carácter negativo, pero sustentada en apreciaciones que si bien no eran compartidas por todos, al menos tenían alguna base general, se refiere exclusivamente a los resultados de la inmigración. Es pesimista y tal vez interesada, con vistas a lo dispuesto en la ley de la materia aprobada en 1855. Comienza declarando su entusiasmó por todo tipo de inmigración y termina descalificando a todas las que habían venido al país, de cuyos integrantes -canarios, españoles, ingleses, irlandeses, escoseses, alemanes- ninguno se encontraría trabajando en labores agrícolas, ni siquiera los alemanes de la Colonia Tovar, que si bien enfrentó tropiezos para subsistir todavía existe hoy, como un pueblo próspero y único vestigio directo que nos queda de aquel 264 proceso. El artículo concluye opinando que Ía umca inrnigración efectiva para la agricultura, capaz de resolver los grandes problemas del país en esa materia era la de súbditos chinos (77). Como vemos, las opiniones envolvían críticas; no obstante, algunas incurrían en exageraciones o emitían juicios totalmente desacertados; pero todas manifestaban una sola preocupación: junto con otros documentos que hemos transcrito a lo largo de este trabajo, expresaban los criterios de quienes de alguna manera estaban involucrados en el proceso inmigratorio. Algunas, como las dos últimas de las que nos hemos ocupado son desechables debido a la fuerte subjetividad que contenían. Sin embargo, todos contribuían a formar opinión; y los gobiernos venezolanos hacían poco por mejorar las fuentes de los hechos de las cuales los analistas nutrían sus columnas. (77) "Brazos para la agricultura y el servicio doméstico", en Diario de Avisos, . No. 28. Caracas, 1855. 265