Agenda general sobre la inmigración en Venezuela 1830-1859

Transcripción

Agenda general sobre la inmigración en Venezuela 1830-1859
AGENDA GENERAL SOBRE
LA INMIGRACION EN VENEZUELA. 1830 - 1859
MANUEL J{ODRIGUEZ CAMPOS
Universidad Central de Venezuela
... "No puede en un país desarrollarse la riqueza material si
no hay población para esplotarla (sic), y no hay tampoco
demento que más moralice á
los hombres y les haga amar la
patria como el cultivo de la
tierra" ...
José Antonio Páez , Autobio-
grafía, t. Il, p. 160.
En 1830 no era nueva la idea de que Venezuela debía
empeñarse en mejorar su economía. Para lograr esto se planteaba como única alternativa e! aumento de la producción agropecuaria, pues en virtud del estado en que estaba el país, cualquier proyecto diferente parecía remoto o simplemente, por
imposible, quedaba fuera de toda consideración. Desde mediados de la década anterior los dirigentes nacionales habían tomado conciencia de aquel objetivo general y sabían que muchas
dificultades con las cuales tropezaban se resolverían propiciando
el trabajo de la tierra. Sin embargo, cuanta iniciativa entrase
a formar parte de sus planes tendría que sortear por lo menos
213
seis estaciones de un tortuoso camino representativo de nuestras perspectivas sociales, en cuyos vericuetos la mejor voluntad
perdía fuerza: de un lado, no era muy segura la vida en el campo, debido a las acciones emprendidas por algunos héroes de la
independencia que reivindicaban para su provecho los nuevos
caudillismos de post-guerra y a la existencia de partidas armadas
que habían quedado "guerreando" por su cuenta; de otro lado,
la insuficiencia de caminos y la falta de mercados donde colocar
los frutos del trabajo no eran factores que animaran en demasía el esfuerzo creador. Por añadidura, el reducido tamaño de
la población, junto con la escasez de circulante, bloqueaban los
intentos de reactivar la economía interna e interponían dificultades a la posiblidad de lograr un aumento sostenido de
la producción.
Durante los años treinta ese cuadro incidía fuertemente
en la capacidad tributaria de la sociedad venezolana. Determinó
un vacío crónico en el erario nacional y fue responsable, en
consecuencia, de la precariedad fiscal que impidió a nuestros
primeros gobiernos romper de manera eficiente el cerco de inhibición al que estuvieron sometidos.
1rremediablernente, Venezuela deb ía incrementar sus
recursos fiscales en cantidades considerables. Este era un imperativo que, abstracción hecha de otras consideraciones, surgía
del compromiso abrumador representado por la deuda pública
y, una vez cuantificada ésta, cierta prisa que se dieron algunos
gobernantes por cancelarla. Pero, además, dos obligaciones exigían atención inmediata, como era crear y sostener las instituciones básicas del Estado y construir una infraestructura mínima de servicios.
Los arbitrios rent isncos del país depend ían en un noventa por ciento o más de fuentes aduanales, creadas con miras
al comercio exterior. Animar primero y satisfacer después la
demanda interna resultaba una necesidad perentoria; pero según
la procedencia de los impuestos, mucho más lo era estimular las
exportaciones. Esto, porque la producción agrícola, y un tanto
la pecuaria, significaban la única posibilidad de concurrir al mer214
cado mundial aportando elementos propios, con cuya realización monetaria obtendría el país capacidad de pago para importar artículos manufacturados que nuestra sociedad requenía y
no estaba en capacidad de producir, ni siquiera los más elementales. De ambas corrientes del intercambio así establecido se
formaría la masa impositiva nacional; y con los proventos que
de ella derivaría el Fisco, podría cualquier gobierno atender las
necesidades aludidas en el párrafo anterior e incluir en los planes
del gasto público otras obligaciones primarias, las cuales forma- ban un paquete de tareas desatendidas que debido a su diferimiento, conformaba un conjunto de insatisfacciones populares aprovechadas por la oposición.
El compromiso administrativo debía estar encaminado
a mejorar el cuerpo entero de la nación; y tal cosa exigía esfuerzos de gran alcance. Los gobiernos no podían sostener un esquema puramente fiscal para si mismos y, si acaso, dedicar algunos excedentes para aliviar la carga de la deuda, todo en desmedro de sus demás funciones. Era necesario llegar más lejos, crear
una política económica (o simplemente una política) que contribuyera firmemente al mejoramiento económico-social de la
república. Lo intentaron, pero sin mucho éxito, tan difíciles
como eran las circunstancias, relativamente inexpertos quienes
debían conjurar sus efectos e incómodos los requerimientos
planteados por los grupos adversarios de la acción gubernamental. Los anales que van de 1830 a 1859 contienen testimonios
fechacientes del debate nacional sostenido con ese motivo.
Los gobiernos del período considerado, aunque cometieron errores políticos y económicos de diversas magnitudes, trataron de resolver casi todas las cuestiones que se les presentaron.
Privaba en mucho el interés grupal, es cierto, debido a los orígenes oligárquicos del equipo gobernante; pero algunas soluciones
alcanzaban mucho más allá de su círculo de influencias y varias
de ellas produjeron beneficios generales.
Fueron dictados en ese período leyes y decretos sobre
inmigración y se implantaron políticas reguladoras de la materia, que tuvieron escasa correspondencia con la práctica como
215
fueron aplicadas. Infortunadamente, era una la imagen ofrecida
en el contenido dispositivo de la legislación y otra la que conformaba la concreción real de los intereses en juego, ante la indiferente y a veces cómplice vigilancia de los funcionarios públicos
encargados de su ejecución.
SE SOLICITAN TRABAJADORES DEL CAMPO
Poseíamos abundantes tierras cultivadas desde hacía
mucho tiempo, de reconocida vocación productiva, y extensas
zonas vírgenes cuya fertilidad se especulaba sería igualo superior a las que ya habían probado sus cualidades. Teníamos a la
vez una urgente necesidad de aumentar la producción agropecuaria; de ello dependía la república; pero no contábamos con
los brazos que en cantidad suficiente emprendieran la tarea.
Tampoco había caminos que comunicaran de manera satisfactoria los centros productores con los de consumo ni el mar;
padecíamos además el agravante de que apenas comenzábamos a
reconquistar mercados exteriores enfrentados a condiciones de
competencia desconocidas en el período colonial. Los gobiernos venezolanos no podían garantizar la seguridad de personas
ni de bienes en el campo, y a veces eran representantes suyos
quienes atentaban contra esps derechos. Sin embargo, Venezuela no tenía otra alternativa que basar sus proyectos de
mejoramiento económico en la producción de la tierra.
Una revisión del cuadro demográfico que presenta el
período al cual nos referimos, mientras más seria sea, niega
con mejores razonamientos la posibilidad de que la producción
216
aumentase en cuanto se requería, si se esperaba de la población
campesina algo que no fuese un milagro.
La urgencia apuraba a todos, gobernantes y cultivadores.
No había otro recurso que traer al país sangre nueva, masas migratorias reclutadas donde fuese posible, que inyectasen dinamismo al campo. La opinión generalizada coincidió en eso, y
el país entero aprohó solicitar la conscripción de labradores
foráneos. Internamente resultaba difícil a los venezolanos entenderse, conciliar las disputas que nos desgarraban; no ofrecíamos a los extraños las condiciones óptimas para recibirlos, no
los atenderíamos como era conveniente; pero los necesitábamos
y les hicimos el llamado. Intentaríamos resolver nuestro más
-agudo problema con ellos, y Dios proveería.
Un problema básico:
población
acción gubernamental, producción y
En los años de nuestro estudio fueron realizados varios
intentos para despejar algunos obstáculos y superar problemas
concretos. No consideramos útil separar las cuestiones eminentemente económicas de las puramente políticas, porque ambas
se conjugaban en los programas de los cuales emanaban o en las
críticas de que fueron objeto. Unas veces esta correspondencia
se observaba con claridad meridiana, gracias a la simpleza de los
elementos que las compon ían , en ocasiones, cuando su complejidad no permitía advertir el entrecruzado existente entre ellas,
la oposición se ocupaba de mostrarlo, tal vez con el propósito
de mejorar ante la opinión pública la imagen derivada del ejercicio crítico. Esto explicaría algunas diferencias de enfoque y
cierto hipercriticismo en los materiales que usaremos más
adelante.
Desde 1830 se emprendieron gestiones para conseguir el
reconocimiento diplomático de las potencias europeas y Estados
Unidos. Con ellas se firmaron. tratados de amistad, comercio y
navegación, incluyendo tardíamente a España en 1845. Las exportaciones a los mercados españoles se reiniciaron en discretas
magnitudes antes de 1830; también con la misma anticipación
217
diversos productos nacionales tomaron nuevos rumbos, aumentando considerablemente a mediados de 1840 (l). Se logró
atraer una modesta corriente migratoria (2). Fue reconocida
la deuda pública y realizados algunos pagos que redujeron su
saldo. Se legisló sobre el préstamos y dos bancos fueron autorizados para instalarse en Caracas (3). Asimismo, el gobierno
creó la Sociedad Económica de Amigos de! País. Estas y otras
cuantas acciones gubernamentales estuvieron encaminadas a satisfacer las aspiraciones nacionales en materia económica. Aunque la eficiencia de las distintas medidas que tomaron los gobiernos del período no concitó aprobaciones de amplia resonancia, es evidente que se dieron algunos pasos, y con ello se ponía
de manifiesto la intención de aliviar las dificultades.
En la década de 1830 la impugnación política no estaba
estructurada orgánicamente; pero a medida que avanzaba e!
tiempo se hacía sentir con mayor coherencia. Estos años iniciales fueron más los de la oposición armada, por medio de la cual
algunos jefes y oficiales de la guerra de emancipación expresa·
ban sus opiniones. Durante las décadas de 1840 y 1850 no perdieron importancia estos combatientes; sólo que la organización
de la sociedad civil incorporó nuevas formas de comportamiento
político -el debate partidista, la libertad de imprenta, la opción
electoral- para dirimir los diferendos (aunque sin derogar la
belicosidad de algunos generales, como se demostró con motivo
de varios problemas) (4).
La inconformidad cívica quedó plasmada en las páginas
de la prensa, especialmente a partir de ] 840 con la circulación
de El Venezolano en el que se recogieron los resentimientos pa(l)
(2)
(3)
(4)
218
República de Venezuela, Memoria de la Dirección General de Estadística
1873 (Resumen Histórico), 3ra. parte, pp. 18-131.
Nicolás Perazzo, La Inmigración en Venezuela 1830-1900, T. 1/, pp. 23
Y siguientes.
Banco Colonial de Londres, sucursal establecida en julio de 1839 yel Banco Nacional de Venezuela, fundado en octubre de 1841. c/f. Tomás Polanco Martínez,Esbozo sobre Historia Económica venezolana,r. 1, pp.156-157.
Por ejemplo, el asalto al Congreso Nacional ocurrido el 24 de Enero de
1848, que causó el levantamiento armado del general José Antonio Páez
en reivindicación de los fueros conservadores.
sados y presentes para cnticar a la llamada oligarquía conservadora, pero ya desde una perspectiva de oposición entre los partidos políticos de entonces. El programa de ese periódico, expuesto en su primera entrega, establece el siguiente juicio respecto de la felicidad pública:
"Bastaba para dar impulso al trabajo, y para aumentar
los productos del país hasta cierto punto, devolver á la
agricultura tantos brazos, como se habían retirado de
la producción, impedir revueltas, amparar la industria
y el comercio, hacer tolerable la administración de justicia, y respetar los derechos ajenos" ... (5).
Más tarde, en la misma tónica de oposición, pero con
una crítica más dura, un congrcsante sostendrá estas opiniones:
. . ." La agricultura y la cría están en ruina; la industria
y el comercio luchando contra el torrente, y haciendo
los últimos esfuerzos para no caer en un comppleto aniquilamiento. Son pocos los que esto no confiesan: lo
ha anunciado ~l Poder Ejecutivo en su mensaje: las
Cámaras lo han declarado en sus discusiones: lo proclaman las cien bocas de la capital y las provincias".
"¿Qué ha hecho, pues, el Gobierno de la Nación para
atajar tantos males?
¿Qué ha hecho, qué ha debido
hacer el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo para sacarla de su estado de postración? El Senado y la Cámara
de Representantes, después de haber leído largas repre·
seritaciones
han escogido sendas medidas, han
nombrado comisiones especiales, comisiones mixtas, han
propuesto decretos y arbitrios: mas hasta ahora no hemos sancionado ninguno de los medios asomados. El
Poder Ejecutivo que pudo, que debió estar á la vanguardia en este ominoso trance, poco ha dicho, nada
ha hecho: ha dispuesto de la mayor parte de los sobrantes de la Nación, y propone fiel á sus doctrinas, que se
siga remitiéndolos á Londres con anticipación, para
amortizar la deuda que no está vencida, que no se vencerá hasta de aquí á muchos años".
"¿Será esta una medida eficaz para contener el cáncer
e.)
(5)
El Venezolano, No. 1, Caracas, 24 de agosto de 1840.
219
que nos devora?
Será esta una disposición atinada en
las actuales circunstancias? ¿En un país que carece de
numerario, que no tiene minas, cuño ni metales, y cuyas
rentas están amenazando un déficit?" ... (6).
é
Variados comentarios críticos se pueden encontrar leyendo la prensa de la época, de la que El Venezolano marchó
a la cabeza como principal órgano que fue de la oposición liberal al gobierno conservador. Los resultados de la labor gubernamental no eran satisfactorios; la producción no había
experimentado un aumento que complaciera a todos y fluctuaba inconvenientemente (justo es reconocerlo, esto ocurría
con los movimientos de los mercados compradores), mientras
el escaso circulante disponible era acaparado por unas pocas
casas comerciales poderosas, casi todas de origen británico y
norteamericano; el Fisco atesoraba dinero para remesar a Londres en pago de la deuda (7) Y los dos bancos recién establecidos represaban, cuantiosos capitales a la espera de las mejores
condiciones para lanzarlos al mercado crediticio (8).
En las condiciones demográficas de aquella Venezuela
y sin que se produjesen, como no se produjeron, cambios en
la técnica agrícola que mejorasen la productividad, el único
recurso de aplicación posible para aumentar la producción vegetal era fijar mayores cantidades de población en el campo,
dedicarlas al laboreo de la tierra y ampliar con ellas las fronteras agrícolas. En 1830 ya habían sido repatriados los ejércitos
venezolanos que salieron al exterior a combatir; los compatriotas autoexiliados con motivo de la guerra que resolvieron
regresar, para ese año habían vuelto; pero según parece, la recuperación física de esos hombres no tuvo mayor efecto demográfico ni productivo.
R. Agostini, fragmento del texto de su voto salvado en la Cámara de Representantes con motivo de la segunda discusión del Proyecto de Ley de
caminos, en El Agricultor, No. 8, Caracas, 10 de abril de 1844.
Según El Venezolano, No. 50, del 24 de mayo de 1841, había. dos millones de pesos acumulados en las arcas públicas con ese destino.
fdem.
(6)
(7)
(8)
220
Encontramos una referencia temprana a la dificultad
poblacional en un documento oficial de 1831, del cual ofrecemos un párrafo en el que esta cuestión aparece vinculada- a la
producción agrícola:
. . ."Todo, señor, debemos esperarlo de la población, y
hablaré de ella cuando me sea dable, porque bajo la zona
tórrida, al ver la fecundidad prodigiosa de nuestra tierra,
los muchos y poderosos elementos de prosperidad que
encierra, y al compararlos con su estado de infancia y
debilidad, nada creo más necesario ni más digno del soberano que poblarla" (9).
En 1838 seguirá siendo agudo el problema. El Concejo
Municipal de Caracas reproducirá la necesidad nacional signada
por este asunto, mediante un documento relacionado también
con las preocupaciones productivas, tal como en 1831 lo había
hecho Antonio L. Guzmán desde su cargo ministerial:
... "Desde el año 21 en que la República se constituyó
y en que las cosas empezaron á marchar con menos irregularidades C. J Venezuela empezó también á sentir' la
necesidad de acrecentar su población en el menos (sic)
tiempo posible, para aprovechar las riquezas y ventajas
que brinda un terreno feraz, un clima suave" ... (lO).
Diez años después que Guzmán (1841), Codazzi se hará
eco de este que ya parecía uno de nuestros problemas crónicos,
cuando en su geografía presente un cuadro patético que parecía no haber mejorado desde 1830:
"Más de la mitad del territorio de la república está ocupado por la zona de los bosques, y está apenas habitado
por algunas familias criollas, cerca de 2.000 indios reducidos y aproximadamente 40.000 independientes
c. ...:> el total, pues, de 42.000 almas esparcidas en
(9)
(lO)
Antonio Leocadio Guzmán, "Memoria del Interior y de Justicia 1831",
reproducida en Pensamiento político venezolano del siglo XIX . . ., t.S,
p.91.
En El Nacional, No. 113, Caracas, 27 de mayo de 1838.
221
aquellas soledades estaría en razón de un poco más de
dos por cada legua cuadrada. Cuando las inmigraciones
y las generaciones futuras empiecen á rozar las grandes
selvas y el interés mercantil llame allí cada día nuevos
colonos, entonces será cuando cambiarán de aspecto
estas solitarias regiones que el hombre blanco apenas
ha recorrido por el curso de los ríos principales"...(11).
Para 1840, por lo menos en un producto se habían ampliado los sembradíos y en consecuencia se contaba con mayor
producción; pero no se encontraba mano de obra suficiente para
recogerla, como informó la prensa:
"Son verdaderamente sensibles los hechos que acaban
de ocurrir en la recolección de la cosecha de café que
está entrando al mercado. Los agricultores se han encontrado con grandes cosechas en las matas y sin brazos
para recogerlas, en términos que todos han perdido una
parte no pequeña de sus esfuerzos, por dos causas nacidas de la falta de brazos: la. Siendo menos los brazos
ofrecidos que los demandados, los agricultores se los
han disputado elevando el precio hasta la temeridad, con
el deseo natural de no perder el fruto después de lograrlo: 2a. Los gastos de cultivo hechos para la parte de cosecha que no se ha recogido y el interés de este dinero,
gravan precisamente el valor de la parte recogida de la
cosecha,en términos que no solamente disminuyen los
provechos del agricultor sino que gravan los capitales.
Sabemos de haciendas en que el café perdido ha llegado
á 500 Y á 600 quintales" (12).
Todavía en 1845 el problema parecía tener vigencia.
Así lo atestigua un extenso artículo del señor Ramón Delgado,
quien repite la misma temática y cuyo motivo central está contenido en el siguiente fragmento:
"No pudiendo haber República sin población, ni población sin riquezas, el primer objetivo del Legislador es
(11)
(12)
222
Agustín Codazzi, Resumen de la Geografía de Venezuela, p. 78.
El Liberal, No. 20S. Caracas, 31 de marzo de 1840. (subrayados nuestros).
animar la población y fomentar las fuentes de la riqueza
de la sociedad" ... (13).
Algunos estímulos exteriores e interiores provocaron
ciertos aumentos de producción; pero como pudimos ver, no
se encontró la mano de obra necesaria para recoger la cosecha
de café de 1840. Los requerimientos de mayor población dedicada al trabajo de la tierra fue una constante en el pensamiento
de gobernantes, legisladores, intelectuales, hacendados, quienes
dejaron abundantes testimonios de sus preocupaciones y las
causas en que éstas se fundamentaban.
Por el estudio de la prensa de la época y los datos esta\dísticos aceptamos que, efectivamente, hubo un aumento de la
producción y esto mejoró un poco la situación economórnica,
pero no al punto de causar satisfacción plena; y la obra de gobierno tampoco sobrepasó ese nivel. En realidad, la reconstrucción nacional no se lograría con discretas realizaciones, y el
aumento de la producción no bastaba entonces, pero principalmente porque los requerimientos eran muy elevados y el mejoramiento económico se disolvía en una gran red de aspiraciones
para cuya complernentación había que tener paciencia y esperar
largo tiempo.
La inmigración, única posibilidad
La necesidad de que existiese en el país abundante mano
de obra para aumentar la producción agrícola no se resolvería
con el crecimiento vegetativo de la población venezolana. La
solución consistía en atraer hacia el país una masa migratoria
numéricamente importante que suministrara los brazos requeridos y aportara mejores conocimientos agrícolas, los cuales contribuyeran a obtener mayores rendimientos de la tierra. Asf lo
comprendieron los dirigentes de la República, quienes lo proclamaban abiertamente desde sus primeros escritos. En el acápite
titulado "Inmigración" de la Memoria correspondiente a su primer ministerio, Guzmán apunta con criterio certero:
(13)
Ramón Delgado, "Materiales de que debe ocuparse la Comisi6n", en El
Agricultor, No. 60. Caracas, 24 de abril de 1845.
223
"Esta, que es á los ojos del Gobierno la gran necesidad
de Venezuela, es sobre la que llama con más encarecimiento la atención protectora de la representación nacional. No tenemos caminos por falta de hombres; no
tenemos navegación interior por esta misma falta, y
por ella es pobre nuestra agricultura, corto el comercio, poca la industria, escasa la ilustración, débil la moral y pequeña Venezuela" ... (14).
Durante toda la década de 1830 se procuró atraer inmigrantes canarios y europeos, sin llegar a satisfacer las expectativas nacionales, como parecen indicar algunos comentarios críticos. (15). Se dictaron leyes y decretos, se estimuló la iniciativa privada y, sin embargo, en 1840 no eran suficientes los resultados. El articulista de El Liberal antes citado (*) continuaba
en estos términos sus comentarios respecto a la falta de brazos
para recoger el café;
"Ligero pero muy elocuente es este bosquejo del estado
actual del país, y un periódico destinado esencialmente
á contribuir á sus progresos materiales, no puede callar
hoy. El Congreso está reunido, de sus luces y patriotismo tiene la nación mucho que esperar. Los ciudadanos
no tratan de otra cosa, los extranjeros están convencidos
de la conveniencia, de la necesidad de inmigración. Así
es que no habiendo una persona que no reconozca la
conveniencia de la inmigración, el Congreso no puede
separarse sin dictar una medida que la asegure en cuanto
sea posible. De otra manera, debemos decirlo, no llenará su misión" (16).
De 1840 a 1859, varios fueron los documentos oficiales
que se produjeron sobre el tema, tanto a nivel legislativo como
ejecutivo; muchos los artículos y noticias generales a los que la
prensa abrió sus páginas. Por lo prolongado del período y la
tónica de los comentarios periodísticos, parece como si nunca
se hubiera resuelto satisfactoriamente el asunto, pues siempre
(.) Ver cita No. 12
d4)
(15)
(16)
224
Antonio Leocadio Guzmán, op, cit., p. 91.
Juan B. Calcaño, "Inmigración", en La Bandera Nacional, Nos. 22 y 14,
del 26 de diciembre de 1837 y 9 de enero de 1838.
El Liberal, No. 205. Caracas, 31 de marzo de 1840.
hubo un clamor por la captación de mayores cantidades de inmigrantes, el diseño de una política dinámica para atraerlos a
nuestra tierra, mejor adecuación de los recursos dispuestos.a tal
fin y una atención acorde con las necesidades de crear las condiciones de trabajo y de vida social favorables a su permanencia
y asimilación entre nosotros.
En relación a lo expuesto, en Agosto de 1840 El Venezolano se pronunciaba de este modo:
. . . "La inmigración es el efecto de un estado de cosas
adecuado para ellas, estado á que ha de llegarse por un
concenso de medidas de diferentes ramos, todas convergentes y sabiamente convinadas (sic). Así es como un
país multiplica sus pobladores en poco espacio, y con
ellos su industria, sus productos y riquezas, y corre tan
rápido á su prosperidad, que sorprende á sus propios ha,bitantes" ... (17).
Un poco más tarde, con motivo de la instalación del
Congreso de 1840, en otro órgano divulgativo se sugería esto
al ministerio del interior:
"Inmigración.- La lei del año tal (sic) ha resultado
ineficaz y no ha correspondido á su objeto. El Ministerio
ha pasado tantos oficios, y dictado tantas resoluciones
pero no ha sido posible adelantar nada" ... (18).
Otro extenso artículo insertado en la misma edición
del periódico antes citado, se motiva en las siguientes ideas:
"Dos intereses descuellan en la ansiedad que notamos
por inmigración: uno y este es el más solícito y acusioso (sic) el de los agricultores que tienen emprendidas
grandes plantaciones y que se encuentran desconcertados por la falta de brazos; y otros, el interés general
por una población abundante que diese á la República
una grandeza, un nombre respetable en la lista de naciones" ... (19).
(17)
(18)
(19)
El Venezolano, No. 1. Caracas, 24 de agosto de 1840.
El liberal, No. 234. Caracas, 13 de octubre de 1840.
Ibídem.
225
En 1841 fue El Venezolano e! más abundoso en materiales sobre el tema; (20) luego le tocaría el turno a El Agricultor; e! que publica en 1845 el artículo de Ramón Delgado citado con el número once; en 1846 vuelve El Liberal sobre lo mismo; (21) 1850 Y 1851 serán los años de! Diario de Avisos ocupados de este asunto. (22) Todavía en 1859 subsistirá; encontraremos quienes consideraban que Venezuela era un país despoblado y ofrecían soluciones para remediar la deficiencia poblacional que nos aquejaba:
"Reconocemos todos, lo que nadie ignora que Venezuela esta despoblada i necesita de población; pero disentimos de los medios de proveerla. Los contratos que
se han celebrado hasta el día con algunos particulares,
no han tenido el exito deseado. Apenas ha venido á
Venezuela un corto número de isleños" ... (23) .
Muchas de las opiniones anteriormente transcritas confirman la tesis de que en la Venezuela de 1830 a 1859 la necesidad de traer inmigrantes era una convicción generalizada. Nadie opinaba en contrario y, así se tratase de las ideas abstractas
del engrandecimiento nacional o del extremo opuesto, esto es,
la explotación de fuerza de trabajo con fines estrictamente lucrativos, el debate consistía en la solicitud de una política de
inmigración y cómo atraer crecientes masas de nuevos habitantes y fijarlos al territorio nacional. Todos opinaban, además,
que no había otra manera de incrementar la población y colonizar nuevas tierras. En lo que muy escaso acuerdo hubo fue
sobre la nol ítica l[U bernamental, la que en muchas ocasiones
recibió duras críticas, precisamente porque se consideraba que
hacía poco -y esa es nuestra hipótesis- por acelerar el proceso migratorio.
El Venezolano, Nos. 27, 50 Y 55. Caracas, 25 de enero, 24 de mayo y
28 de junio de 1841.
El Liberal, No. 585. Caracas, 14 de febrero de 1846.
Diario de Avisos, Nos. 96, 97, 60 (Serie Sa.) y 88 (Serie 1 La.), Caracas,
20 y 26 de diciembre de 1850; 16 de agosto y 22 de noviembre de 1851.
El Monitor Industrial, No. 146. Caracas, 4 de enero de 1859.
(20)
(21)
(22)
(23)
226
Orden público, caminos e inmigración
Uno de los primeros requisitos a cumplir, junto con interesar a las personas en las posibilidades de realización económico-social que se les ofrecía para atraerlas al país, indec1inablernente, tuvo que ser la garantía de acceso a los mercados y
la seguridad requerida por un esfuerzo productivo constante,
a cuyo cuidado tenían que dedicarse los inmigrantes en forma
ininterrumpida.
Las ofertas contempladas en las leyes y decretos, que
eran un requisito formal, de necesaria inc1usión en sus textos,
serán consideradas más adelante bajo otro título. Por ahora
. nos ocupe ramos de las condiciones reales del país, las que a
veces no podían estar contempladas en los instrumentos legales o, aunque constara en ellos, contradecían toda previsión
legislativa, la negaban en la práctica.
El elemento fundamental de que la cuestión na la pal.
pública, que en la década de 1830 sufrió constantes interrupciones y no fue muy estable en los restantes años del período examinado. Se trataba de la frecuente ocurrencia de pronunciamientos militares de mayor o menor envergadura, ya de alcances nacionales, ya regionales, en medio de los cuales se practicaba la requisa de bienes materiales sin discriminación de ninguna
especie y el reclutamiento de campesinos, eventualidad esta
última que obligaba a los hombres a ocultarse, a veces durante
varios días, con el consiguiente abandono de sus faenas A ello
se refería en 1842 el doctor Cristóbal Mendoza, haciendo una
sorprendente alusión a sólo tres años de paz que en los treinta
permitieron apreciable progreso nacional:
"Recobrada en gran manera la República en 1840, de
los atrasos causados por la fracción á mano armada que
en 1835 intentó derrocar nuestra Constitución: echadas
las bases del crédito público, mui mejorada la legislación
fiscal G. . ) extendidas las empresas agrícolas con el estímulo de tres años de paz que se miraba desde luego
227
afianzada para siempre; los cuerpos legisladores juzgaron, y con cierto, que una buena lei de inmigración era
la primera y principal medida de fomento que se necesitaba en el país" ... (24).
Ires años más tarde otro venezolano, al presentar una
serie de recomendaciones al Congreso, del cual era Senador,
manifestaba estas preocupaciones:
"En primer lugar debe recordar que la cruel guerra de
la independencia alejó á los hombres de las empresas
productivas: que los vaivenes que sucedieron á aquella
época de desastres no han dejado recuperar las pérdique las enfermedades naturales han destru
das
do pueblos enteros en muchos años; y que las disenciones políticas han ocasionado la división de los venezolanos en partidos acalorados que se han exedido en
sus acciones hasta la insubordinación, naciendo de
aqu í la desconfianza y la poca seguridad que impide
la circulación de capitales metálicos" ... (25).
e.')
í-
Todavía en 1859 mantenía vigencia el problema relativo al quebrantamiento de la paz pública, Un articulista lo comenta, vinculando sus efectos con las seguridades yue debían
ofrecerse a los inmigrantes:
.."Creemos, además, que los recursos que se emplean
para favorecer la inmigración de extranjeros serán débiles i apenas producirán pequeños resultados, mientras
las revoluciones frecuentes que perturban el trabajo, y
amenazan más o menos la propiedad, sean una lei de esta
República. Los hombres prefieren siempre las ventajas
que se les presenta en un pueblo donde puedan contar
con todas las seguridades que necesitan para sus personas i propiedades" . (26).
(24)
Cristóbal Mendoza, "De la inmigración en Venezuela", en El Liceo Venezolano, No. 2. Caracas, febrero de 1842. (Subrayado nuestro).
Ramón Delgado, op. cit.
Francisco Machado, "Inmigración", en El Monitor Industrial, No. 146.
Caracas, 4 de enero de 1859.
(25)
(26)
228
En este aspecto no podíamos ofrecer protección efectiva a personas ni propiedades. Ese era un flanco débil de nuestra política; y los inmigrantes fueron muchas veces los máscastigados por las revueltas, considerados como intrusos por las
huestes en armas y sus caudillos.
Por otro lado, salvo algunas obras realizadas, en especial
para servicio de las ciudades importantes y su comunicación con
el mar, la vieja inexistencia de caminos también ocupaba punto
en el orden del día. No eran muchas las facilidades que el pá ís
brindaba en este aspecto, lo cual no garantizaba el transporte
de los productos a los centros de consumo.
Los potenciales inmigrantes canarios y europeos tendrían que llegar aquí a desafiar las rutas de los desfiladeros,
porteando una escasa carga a cuestas o a lomos de animales para
llegar a los mercados; o se quedarían encerrados en el autoconsumo, constituyendo economías cerradas que en sus lugares
de origen estaban superadas.
Afortunadamente la prensa extranjera se ocupaba poco
de Venezuela, o en absoluto lo hacía; y los males comentados
no trascendían gran cosa al exterior europeo y canario; pero los
inmigrantes que resultaban afectados por nuestras dificultades
tendían a desanimarse y muchos, de contar con los recursos
necesarios, habrían preferido regresar a sus patrias. En todo
caso, las noticias que éstos enviarían por cartas a los sitios de
donde procedían -regiones dispensadoras de corrientes migratorias como las que interesaban a Venezuela- no podían transmitir el optimismo necesario para predisponer favorablemente a
quienes consideraban la posibilidad de emigrar hacia estos lares.
Tales inconvenientes se prolongaron desmedidamente y en
1859, año que sirve de límite final al corte histórico que hemos
escogido, la paz pública no era sino una esperanza remota, pues
comenzaba la llamada guerra larga o Guerra Federal. No había
opción, y no la hubo en todo el siglo pasado, que alejara de
entre nosotros el fantasma de la guerra y la anarquía.
Si tampoco había caminos satisfactorios entre los centros productivos y las concentraciones urbanas, menos podía es229
perarse que fuesen construidos para comunicar nuevas colonias
agrícolas fundadas con los contingentes que vinieran desde el
exterior a poblar y producir para engrandecer e! país.
Esos no eran los mejores estímulos para conquistar la
voluntad migratoria de otros pueblos; y aquellos que tenían
propensión a cambiar de aires para probar suerte en las nuevas repúblicas iberoamericanas, difícilmente preferirían la
nuestra.
EL ESTADO y LA INMIGRACION
Necesariamente, e! Estado Venezolano estaba obligado a
involucrarse en todo cuanto se refiriese a esta cuestión, debido
al carácter de problema nacional que comportaba el proceso inmigratorio requerido por el país. La forma como e! mismo fue
acometido sugiere realizar su estudio dividido en dos grandes
líneas, determinadas por las corrientes de intereses que entraron en juego. Una, de atención inaplazable, tenía mucho que
ver con la iniciativa privada, y se sustentaba en la insistencia
de este sector por disponer de suficiente mano de obra para
atender a las tareas productivas. Era el suyo un interés legítimo,
prometedor de resultados que en términos generales favorecerían a la nación; pero se quedaba en el inmediatismo individual, como meta sostenida por los integrantes de aquel grupo
social. Sin embargo, e! Estado no podía dejar de tomar cartas
en este aspecto, de un lado por la participación fiscal que le correspondería del producto económico que se derivaría de aquellas actividades, de la cual estaba urgido, y de otro, en virtud
de la imprescindible vigilancia a que lo obligaba su esencia
misma, respecto de la entrada de extranjeros al país y e! tratamiento que debían recibir. La otra línea de estudio está representada por los plazos más generales, de efectos a mediano y
largo plazo, vale decir, poblar el país y convocar al esfuerzo colectivo que contribuyera a la formación de una economía solvente y próspera. En éste, sin descuidar el otro. tenía mayores
y más indeclinables obligaciones el Estado.
230
El conjunto de normas dispuestas para tratar de ordenar
el proceso inmigratorio tuvo un fraguado paralelo a la vida de
la república, y en la medida que ésta maduraba se dictaban [eyes
y resoluciones más coherentes en la materia, no excentas de defectos y por eso expuestas a críticas y sujetas a la atención gubernamental para mejorarlas. Se produjeron varias leyes de inmigración y diversas disposiciones gubernamentales en el período, todo dentro del esquema señalado. Por una parte atendían
a las urgencias inmediatas y por otra, al necesario ordenamiento
institucional del proceso. Lamentablemente, la iniciativa privada -hacendados y comerciantes de la inmigración- fue más
dinámica que la administración pública y se aprovechó de cuanta situación le fuera favorable para poner las disposiciones legales a su servicio, sin dar muchas oportunidades a que prevalecieran los objetivos más generales.
Primeras iniciativas republicanas
Si el núcleo central del problema relativo al aumento de
la producción agropecuaria se resolvía conquistando para el país
mano de obra fonránea, eso lo entendió el primer gobierno de
José Antonio Páez (1830-1835) y promovió a tiempo las medidas pertinentes.
Tomada la decisión de atraer hacia Venezuela una corriente migratoria, el paso inmediato deb ía consistir en seleccionar las regiones de origen más convenientes al país, cuestión en
la que habían pocas opciones a debatir, o tal vez existiese una
sola. Por aquellos años la nuestra era una república en forja,
casi o totalmente desconocida por los contingentes migrantes
del Viejo Mundo. Fuera del ámbito iberoamericano, sólo mantenían relaciones con nosotros las potencias que inicialmente se
interesaron por el lucro inmediato y futuro de los intercambios
mercantiles en los que pudiéramos participar (siempre y cuando
se inscribieran en sus proyectos políticos a escala mundial).
Prácticamente no había más que una nación a la cual recurrir,
y ésta era España. Pero la orientación de nuestras demandas no
podía ser peninsular ni tener carácter diplomático, pues las heri231
das de la guerra eran muy recientes y todavía Venezuela no conseguía el reconocimiento de su soberan Ía por la Corona.
El gobierno dirigió sus miras hacia Islas Canarias, cuestión en la que a nuestro juicio actuó con buen tino. De todos
los pueblos bajo dominio español fuera del continente americano, los naturales de esa formación insular eran quienes mejor
se adaptaban en nuestra tierra, donde siempre demostraron una
capacidad de trabajo ampliamente reconocida y apreciada durante todo el período colonial. Por eso, e! .l{.obierno de la República insistió en que fuesen de! archipiélago canario los nuevos hombres cuyo sudor contribuiría a reanimar la vida nacional; y producto de tal disposición fue la legislación primigenia
sancionada en esta materia por el Congreso a instancia del Poder Ejecutivo. Ella fue concebida como instrumento mediante
el cual se estimulaba e! flujo migratorio procedente de las Islas,
excluyendo inicialmente cualquiera otro que no fuera de ese
origen. En efecto, el Decreto-Ley aprobado con fecha 12 de
Junio de 183] contemplaba en su acápitc 40. lo siguiente:
"CONSIDERANDO"
40. Que los naturales de las Islas Canarias pueden trasladarse a este país con facilidad y grandes ventajas, porque su religión, idioma y laboriosidad son medios ciertos y honestos experimentados ya en nuestros fértiles
campos" (27).
Con una indicación tan específica quedaron en claro
dos cosas: en primer lugar -y esto no dejaba lugar a dudas- la
inmigración que deseábamos era canaria; incluso, el documento
legislativo sancionado se tituló "DECRETO AUTORIZANDO
AL PODER EJECUTIVO PARA PROMOVER LA INMIGRAClON DE LOS NATURALES DE LAS ISLAS CANARIAS".
En segundo lugar, la alusión a "nuestros fér~i1es campos" no
podía conducir a equívocos de ninguna especIe; lo 9ue se ofrecía era trabajo para labradores y pastores, ocupacIOnes rudas
en las cuales no tenían cabida quienes no estuvieran habitúa(27)
232
Archivo del Congreso Nacional, Caracas, Tomo 21, folios 190-203.
dos a ellas. Respecto de tal cosa, veamos la opinión del presidente de la república que promulgó el Decreto-Ley:
. . ."Venezuela, escasa de población á consecuencia de
J tenía necesidad premiosa de abrir los
la guerra
puertos á la inmigración extranjera (. .. ) La experiencia había demostrado que los habitantes de las Canarias
eran los que con mayores ventajas y con mejores seguridades de buen éxito podían satisfacer los deseos y exijencias (sic) de los hacendados, y así el Congreso autorizó al Ejecutivo para promover con ofertas generosas la
emigración de aquellas islas" ... (28).
e.
La parte resolutiva del documento citado en primer
término contemplaba en beneficio de los inmigrantes la concesión de ciudadanía inmediata; dotación de tierras en cantidades suficientes y otorgadas en propiedad; exención del servicio militar y de tributos directos por el término de diez años.
Complementariamente, facultaba al Ejecutivo para hacer las
erogaciones y trámites necesarios en cumplimiento del plan
contenido en su articulado.
En el país se mantenía vigente una resolución ejecutiva
de tiempos de la guerra, que prohibía la celebración de matrimonios entre españoles y venezolanos, la cual ya no tenía sentido. En vista del paso que se acababa de dar con el acto legislativo del 12 de Junio, a título de oferta adicional, el Congreso aprobó al día siguiente una disposición derogando aquel
impedimento. (Z9).
Transcurrieron sin novedad los restantes meses de 1831
y en el decurso de 1832 llegaron a Venezuela los primeros cinco canarios que arribaban en fecha posterior a la de aprobación
del Decreto-Ley sobre inmigración. Serían éstos quienes dieran
inicio al flujo inmigratorio más numeroso que recibiéramos en
el período examinado, el que alcanzó a varios miles de personas
(28)
(29)
José Antonio Piez, Autobiografía, t. 11, p. ¡:¡Y.
Francisco González Guinan, Historia contemporánea de Venezuela, UII,
p.127.
233
(30). Naturalmente, dadas las circunstancias de la guerra de independencia y la falta de reconocimiento por la Corona española, la promoción del llamado a emigrar habría de ser difícil.
Mucho más lo sería porque hasta septiembre de 18H a los españoles les estuvo prohibido emigrar a cualquier país de Iberoarnérica y sólo pod ían conseguir permiso de salida para viajar a Cuba, Puerto Rico y Filipinas, las únicas colonias que mantenía
España de aquel imperio en cuyos dominios no se ponía el sol.
En consecuencia, la emigración canaria que recibimos hasta e!
año indicado salió clandestinamente de su tierra, bien de toda
clandestinidad al abordar de manera subrepticia un barco en
cualquier playa solitaria, o bien disimulando el destino final
como viajeros que se dirigían a Puerto Rico o La Habana.
Cuando en 1833 llegó e! primer contingente apreciable
(superior al centenar), ya estaba en vigencia una disposición
gubernamental que proveía recursos monetarios para costear
su traslado. Efectivamente, a 5 de Diciembre de 1832 suscribió
el Presidente de la República un decreto por medio de! cual se
dispon ía la aplicación de ocho mil pesos para pagar el valor de
los pasajes a quienes vinieran al país procedentes del archipiélago canario bajo los términos del Decreto-Ley del 12 de Junio
de 1831. La insistencia en cuanto al origen de los inmigrantes
llevó al gobierno a precisar un cuidado especial en el artículo
20. del documento de 1832: "El Gobernador ó Jefe Político se
informará de si son ciertamente nativos de Islas Canarias" ...
(31). En este decreto se tomaron otras providencias a fin de
facilitar la instalación de los recién llegados, de manera que pudieran incorporarse rápidamente al trabajo productivo.
Agotados los recursos monetarios asignados como fondo
inicial, el Poder Legislativo autorizó al Ejecutivo por decreto
fechado en febrero de 1834, a disponer de quince mil pesos
"para proteger directamente la inmigración de canarios"
(32).
(30)
(31)
Ma~uel Landaera Rosales, Gran recopilación geográfica, estadfstica e Historia de Venezuela, t. 1, p. 45.
Archivo General de la Nación, Caracas, Interior y Justicia. T.L1. folios
241-242 (1830-1833).
(32)
234
Ibídem, t. LlII, folios 10-22.
En Diciembre de 1833, muerto Fernando VII, el presidente José Antonio Páez dirigió a la reina gobernadora María
Cristina un documento oficial, por medio del cual solicitaba de
la Corona española el reconocimiento de la República y proponía la concertación de un tratado de paz y amistad. La oferta
del gobierno venezolano, que no encontró respuesta sino doce
años más tarde, era muy amplia:
. . ."Sus puertos, sus campos, sus hogares, los brinda
Venezuela independiente á la Nación española; y además le ofrece su amistad y su comercio como á la Nación
más favorecida" ... (33).
Desde luego, a esa amplitud de ofertas debía corresponder una conducta probatoria de las intenciones venezolanas'
Si queríamos establecer relaciones con España porque nos importaba mucho -y varios intentos se hicieron hasta conseguirlo
en 1845- debíamos dar muestras inequívocas de ello. Por supuesto, aquel documento no fue concebido en procura de la inmigración canaria ni española en general; pero indirectamente la
ayudaba, de una parte en consideración de la prudencia que
mantendría el gobierno de Madrid al no impedirla abiertamente
(aunque había disposiciones reales que la prohibían), como una
manera de conservar la posibilidad de iniciar las relaciones solicitadas; y de otra, porque nuestro comportamiento, al dar algunas facilidades y atraer al país súbditos de la Corona Española, estaría creando las condiciones para que la solicitud pendiente fuese bien vista en la Corte. Cualquier cosa que se hiciese en
tal sentido abonaba el terreno, y sobre ésto Venezuela había
empezado a actuar aun en fecha anterior a la carta de Páez para
la reina gobernadora (34). Todo favorecía la instalación de españoles en la República, aunque las disposiciones específicas
daban trato preferencial a los canarios e inicialmente sólo a
ellos. ofrecían el estatus de inmigrantes, expresamente llamados al país en esa condición.
(H)
(34)
José Antonio Paéz, op. cít., t. n, p. 304.
Mediante resolución ejecutiva del 19 de abril de 1832 ratificada el 20 de
junio del mismo año, se permitió la entrada al país de los súbdito. cap...
ñoles que vinieran a establecerse o realizar operaciones mercantiles. CIf.
El Conciso, Caracas, 17 de marzo de 18H.
235
Por lo que hemos visto, podemos afirmar que las primeras iniciativas republicanas encaminadas a estructurar una política inmigratoria acusaron cierta diligencia, y al menos en lo
formal expresaron claramente el sentido de cuanto se aspiraba.
Al parecer, la buena disposición existió, tuvo por referencias
hechos concretos y, de partida, mostró que Venezuela calificaba
a los canarios como trabajadores deseables.
Leyes generales sobre inmigración; contenidos y algunos juicios
de sus contemporáneos
Ley de 1837:
Salvo las disposiciones gubernamentales permitiendo a súbditos españoles radicarse en el país, ya mencionadas, y la admisión de algunos franceses, a quienes se dió entrada sobre la base
de acuerdos específicos con su gobierno para la concertación
de un convenio preliminar de comercio suscrito en 1832, (35)
hasta 1837 el único instrumento legal de aplicación general
para el ingreso de inmigrantes a Venezuela, fue el de 1831 relativo a los naturales de Islas Canarias.
Para sustituir aquella primera legislación, el 19 de mayo de 1837 resultó aprobada una ley de inmigración por medio de la cual se ampliaba el llamado del país a quienes desearan emigrar desde Europa y Canarias, ofreciendo básicamente las mismas concesiones de 1831 acordadas en beneficio
de los isleños. Algo novedoso incorporado a la nueva ley consistió en el reconocimiento oficial de los agentes privados que,
por lo menos desde 1830, se dedicaban a reclutar mano de obra
foránea para colocarla a trabajar en faenas agrícolas, ya explotándola por cuenta propia, ya cobrando el valor del pasaje más
un estipendio o comisión a los hacendados 'que la contrataran a
su riesgo. Dichos agentes se hacían llamar empresarios de inmigración, con lo que aparentemente sugerían la oferta de un
servicio social gracias a cuyo desempeño ayudaban a realizar los
planes nacionales; pero como veremos más adelante, sólo les
importaba el aspecto lucrativo de semejante tráfico. Mediante
(35)
236
Nicolás Perazzo, op. cít., t. 1, p. 25.
la ley a la cual nos referimos se ofrecía a estos mercaderes de
hombres el premio de treinta pesos por cada europeo que
introdujesen al país, cancelables después que los inmigrados
obtuviesen carta de naturalización (para lo cual bastaba, simplemente declarar la voluntad de adquirir la ciudadanía al
instante de pisar puerto venezolano, o en cualquier momento
posterior) (36).
I
Esta ley tuvo corta vigencia. A juzgar por algunos comentarios revisados, ello se debió a imperfecciones procedimentales que no permitieron alcanzar los objetivos para los cuales
fue promulgada. En la prensa de la época no se encuentran elemento suficientes para avalar esta aseveración, pues el periodismo nacional estaba haciendo la vela de armas que aplazaría
hasta la década de 1840 su insurgencia crítica. Fue la opinión
del Secretario del Interior y Justicia lo que calificó a la ley de
inoperante, (37) por lo que basado en tan autorizado criterio y
argumentando la necesidad de normas de inmigración más amplias y eficientes, ese despacho presentó un ante-proyecto modificatorio de la mencionada ley.
Ley de 1840:
El ante-proyecto en cuestión fue acogido y aprobado en
pocos días por el Congreso de la República y promulgado el 12
de mayo de 1840. La nueva ley, al igual que la anterior, se concretaba a inmigrantes europeos y canarios. También como su
antecesora, consagraba la figura de los empresarios de inmigración; pero el artículo referente a éstos regulaba sus servicios en
términos generales y establecía algunas disposiciones punitivas
para sancionar el eventual incumplimiento de las obligaciones a
su cargo. Adicionalmente, la ley contempló el nombramiento
de un comisionado gubernamental en cada puerto de entrada,
con instrucciones precisas para atender a los inmigrados y se
creó, por imperativo expreso de la misma, una sección de
inmigración adscrita a la Secretaría del Interior y de Justicia.
Este organismo dió origen a delegaciones estatales y condujo a
(36)
(37)
Francisco González Guinan, op. cít., t. 11I, p. 29.
Nicolás Perazzo, op, cit., t. 1, p. 31.
237
la constitución de Sociedades de Inmigración de carácter oficial
en las capitales de las provincias receptoras de inmigrantes.
Fueron tomadas una serie de nuevas previsiones por cuyo
contenido podríamos acercarnos a la conclusión general de que
en aquella ley se estructuraba un conjunto de normas que la
calificaban como satisfactoria para el momento histórico al cual
habría de servir (38).
La premura con que la nueva ley fue discutida y aprobada no parece responder a una complacencia irresponsable del
Poder Legislativo con el Ejecutivo, pues su estudio fue encomendado a una comisión bicameral de cuvo trabaio dio cuenta
la prensa, mencionando entre sus integrantes a los senadores
Vargas y Aranda, (39), quienes con su bien ganada reputación
de hombres rectos y capaces daban crédito a la seriedad con
que debió ser tratado el ante-proyecto. La misma prensa conoció las discusiones sostenidas por los comisionados, emitió
su opinión y dio curso a sugerencias de terceros proponiendo
alternativas de diversa índole, incluída entre ellas la creación
de un impuesto especial sobre las tierras de labor incultas,
cuyo producto estaría destinado a cubrir el costo total de los
programas de inmigración (40). El Liberal reconocería en los
siguientes términos la seriedad con que se actuó:
"Pocas leyes han sido más discutidas: una numerosa
é ilustrada comisión mista (sic) de ambas cámaras se
ocupo del proyecto: los secretarios del despacho concurrieron á su elaboración, y la discusión en cámaras
fue de las mas acaloradas y de las mas esclusivamente
(sic) animadas del deseo del bien público" (41).
Curiosamente, la misma columna donde se reconoce lo
anterior enjuicia la ley con bastante actitud. El artículo titulado "Sobre Inmigración", sin firma, comienza así:
(38)
(39)
(40)
(41)
238
Ibídem, t, 1, pp. 107-112.
El Liberal, No. 206. Caracas, 7 de abril de 1840.
Ibídem, No. 210. Caracas, S de mayo de 1840.
Ibídem, No. 228. Caracas. 8 de septiembre de 1840.
"Publicamos en El Liberal artículos muy exigentes de
una lei de inmigración y otros muy expresivos (sic) de
la mezquindad é insuficiencia de la que se discutía y
se dio al fin (... ) uniremos nuestra voz á la de El CenJ para pedir us reforma, con la circunstancia
tinela
de que la discusión de la lei y la fuerte oposición que hicimos á la mayor parte de sus artículos nos ha dado un
pleno conocimiento de sus defectos" (42).
e.
Poco antes de ser aprobada la ley por el Congreso, el
mismo periódico había propuesto, además del impuesto especial arriba mencionado, el reparto de tierras a los inmigrantes,
elegidas libremente por éstos en una extensión no limitada, y
que al cabo de cinco años se les adjudicara en propiedad el doble de las que tuviesen cultivadas. (43).
Antes habían formulado varias propuestas relativas a
tierras y recursos monetarios para atender a los inmigrados,
oponiendo las suyas a las que debatía la comisión bicameral.
Ambas partes en pugna coincidían en utilizar a los empresarios' de inmigración; pero la diferencia básica' entre ellas consistía en que la comisión opinaba que los dineros facilitados
a esos agentes debían ser reintegrados a la nación en un plazo
de cinco años y sin intereses, mientras los personeros de El
Liberal opinaban que tierras y dinero, en última instancia, debían entregarse a título gratuito. Así lo exponía el periódico:
"Con una autorización simple, el Poder Ejecutivo buscaría empresarios que restituyeran los fondos y el valor
de las tierras o su redito en un término corto: no hallándolos extendería los plazos; y si ni aún así los hallase,
dispondría de fondos y tierras como auxilio gratuito á
colonizaciones útiles que sirvieran de base á una inmigración mayor en lo sucesivo. De manera que desde reembolsarlo todo hasta regalarlo todo, quedara una escala
extensa, para proporcionar el bien de traer inmigración.
Ahora por el contrario se ponen límites en que habrá
(42)
(43)
Idem,
Ibídem, No. 210. Caracas, S de mayo de 1840.
239
de pararse la ejecución de la ley si sus términos no fuesen
conciliables con los intereses de los empresarios" (44).
Podía ocurrir -seguramente ese habría sido el comportamiento general- que los empresarios de inmigración se acogieran a la liberalidad propuesta para negarse a hacer los reembolsos. Si ya lo practicaban sin que ella existiese, indudablemente
una norma como la propuesta equivaldría a la condonación
anticipada de las deudas. Es posible que así lo entendiera la
comisión y tal cosa explicase sus puntos de vista al respecto.
Parece como si el transcurso del tiempo hubiese reducido las aspiraciones de El Liberal (mejor dicho, de quienes estaban detrás de sus planteamientos), porque en septiembre su
única queja se refería a la exigüidad de los fondos destinados
al asentamiento de inmigrantes, cuando en números anteriores
había propuesto un arbitrio fiscal que según estimaba el redactor produciría cerca de cien mil pesos anuales (45).
En octubre El Liberal volverá sobre el tema, esta vez
sosteniendo una crítica severa a todas las leyes de inmigración
del país, anteriores y vigente. Los juicios emitidos se referían
a los textos legales, pero más parecía un expediente abierto al
incumplimiento que los gobiernos habían dado a esas leyes,
una especie de rechazo a la política general seguida en esta materia por la nación, en el que se dejan ver algunas notas de
resentimiento (46).
También un buen conocedor de la cuestión, el doctor
Cristóbal Mendoza, escribió enjundioso estudio por medio del
cual comparaba, esgrimiendo cifras bastante elaboradas, el gasto
en que había incurrido la nación para traer y asentar los inmigrantes, con las de consumo de los mismos y la producción que
habían aportado a la economía nacional, señalando una especie de déficit social según sus cálculos (47).
(44)
(45)
(46)
(47)
240
Ibídem, No. 209. Caracas, 28 de abril de 1840.
Ibídem, Nos. 210 y 228. Caracas, 5 de mayo y 8 de septiembre de 1840.
Ibídem, No. 234. Caracas, 13 de octubre de 1840.
Crist6bal Mendoza, "De la inmigraci6n en Venezuela", en El Liceo Venezolano, No. 2. Caracas, febrero de 1842.
Otro árgano de expreslOn, sin criticar la ley, sugería
políticas que no se habían aplicado, con lo cual parecía aconsejar que se pusieran de lado las anteriores para explorar caminos
diferentes, trayendo inmigrantes alemanes oriundos de lugares, . , "muy distantes de los puertos de mar" ... (48).
No obstante las críticas, la ley de 1840 sirvió para estimular la inmigración hacia Venezuela, aunque aquejada por una
dificultad exógena temporal cuya solución estaba fuera de nuestras posibilidades:
"Gracias a la ley de 1840, el número de inmigrados por
año, sobre todo de canarios, que en los años anteriores
apenas había pasado de 800, alcanz6 en 1841 a cosa de
4.000, En los siguientes años va disminuyendo, hasta
que en 1845 apenas pasa de 200. Debido ésto, especialmente a la intransigencia que mostraba el Gobierno español para reconocer al de Venezuela, intransigencia que
inspir6 el decreto español de 1843, obligando a todo
capitán de barco que tornase a bordo emigrantes de las
Islas Canarias, a dar una fianza para responder que no
los desembarcaría sino en colonia española". . . (49).
Ley de 1845:
El 24 de mayo de 1845 fue promulgada otra ley de inmigración, contentiva de un articulado en el cual sólo se observan ligeras variantes respecto de la de 1840. Sobre la base del
nuevo instrumento legal, el 2 de junio de 1845 Carlos Soublette, Presidente de la República, dictó un decreto complementario regulando las Sociedades de Inmigración surgidas con motivo de la ley anterior, por medio del cual daba a éstas carácter de
órganos auxiliares de las autoridades regionales. (50).
Ley de 1855:
No mejora las anteriores. Sólo contiene una verdadera
novedad, al disponer que fuese promovida la inmigración asiá(48)
(49)
(SO)
El Venezolano, No. 27. Caracas, 25 de enero de 1841.
José Gil Fortoul, Historia constitucional de Venezuela, t. 11, pp. 92-93.
Nicolás Perazzo, op. cit., T. 1, pp. 131·134.
(SO)
Nicolás Perazzo, op. cit., T. 1, pp. 131-134.
241
tica (debemos entender chinos), que nunca fue aplicada a pesar
de haberse suscrito contratos con venezolanos que se comprometieron a reclutar personas de esa procedencia. Antonio Leocadio Guzmán fue beneficiario de una concesión, cuando el
11 de junio de 1855 se le otorgó la exclusividad de este tráfico
por cuatro años (51), cosa de la que no hay evidencias se hubiera ocupado.
Cuando escribe el recuento de su vida pública, José Anronio Páez reinvindica el crédito de haber sido un entusiasta
promotor de la inmigración. A este respecto la historiografía le
ha hecho justicia; y en cuanto a nosotros se refiere, lo reconocemos como el mandatario venezolano más preocupado por esta
materia durante el período que estudiamos en la presente obra.
Al encontrarse consigo mismo en la obra autobiográfica que nos
legó, Páez rememora la política seguida por sus dos gobiernos y
los otros que apadrinó, confesando una falla promocional:
. . ."Siempre eché de ménos una obra escrita por persona competente, que descubriera los tesoros que Venezuela ofrece á doble población que hoy existe en
Francia" ... (52).
Si consideramos fuera de semejante intención las obras
de Agustín Codazzi (Resumen de la geografía de Venezuela, París, 1841) y Rafael María Baralt y Ramón Díaz (Resumen de
la historia de Venezuela, París, 1841); si de igual manera excluimos las anteriores de Dauxion Lavaysse, Depons, Humboldt,
que tampoco fueron concebidas como anificios propagandísticos, no contó realmente Venezuela con la obra a cuya ausencia
se refiere Páez; pero las citadas ayudaron en algo; y además,
los gobiernos que él mismo presidió hicieron propaganda en el
exterior a fin de atraer inmigrantes. No fueron muy intensas
las campañas publicitarias, pues para los efectos propuestos
bastaban en la época algunos avisos de prensa, las instruccio(S1)
(S2)
242
Francisco González Guinan, op, cit., t. V. p. 462.
José Antonio Páez, op, cit., t. 11, p. 161.
nes impartidas al servicio consular en Canarias y Europa, así
como la autorización otorgada a unos pocos agentes. Estos
fueron recursos u tilizados por las administraciones que se sucedieron en el país desde 1830.
La mayor parte de las críticas recogidas por la prensa
coetánea al proceso inmigratorio no se refiere a la técnica jurídica empleada en la confección de las leyes relativas a esta materia, salvo una excepción (El Liberal); no rechazan los sistemas contemplados en los textos legales para atraer e instalar
inmigrantes (eran tan generales que su éxito no dependía de las
previsiones legislativas, sino de la política real aplicada por los
gobiernos para su ejecución). Lo que se ve de bulto a veces,
y en ocasiones subyace, es una crítica severa, no siempre bien
intencionada, dirigida a cuestionar la acción gubernamental
-eso que hemos denominado política real- porque los procedimientos no fueron los más idóneos, o los medios empleados
resultaron insuficientes para dotar a la república de un buen
contingente de mano de obra. Una constante de la crítica estuvo compuesta por las precarias condiciones objetivas del país
para servir de atractivo a los inmigrantes. En esto se conjugaban la inestabilidad del orden público, la ausencia de caminos,
la difícil situación monetaria, el problema de salubridad nunca
acometido, la especulación a que fueron sometidos los inmigrantes y. otras cuantas imperfecciones nacionales que no eran de
exclusiva paternidad gubernamental, sino un negativo patrimonio nacional de penosa y lenta superación.
Lo malo, pues, a pesar de su imperfección, no radicaba
en las leyes dictadas con el propósito de dar forma a la política
inmigratoria del país; lo malo estaba en el país mismo, en el
contexto que habría de constituir campo práctico para la aplicación de lo legislado; y así como en otros aspectos no la hubo,
tampoco en éste se encuentra la coincidencia nacional dispuesta a solventar la situación.
Medidas acordadas para estimular una corriente inmigratoria
Hemos visto que los gobiernos venezolanos cuyos mandatos transcurrieron durante los períodos de las denominadas
243
oligarquías conservadora y liberal (1830-1848 y 1848- 1859),
(53) tomaron distintas providencias, ya de orden legislativo, ya
ejecutivo, con la finalidad de atraer masas de inmigrantes para
incorporarlas al proceso productivo agropecuario. Agrupadas
según su intención, las iniciativas en referencia se pueden clasificar del siguiente modo:
a) Generales:
a.l)
a.2)
b) Promotoras
Establecimiento de relaciones con los
países proveedores de emigrantes.
Nombramiento de agentes en el exterior.
b.l)
Creación de Juntas y Sociedades de
Inmigración, centrales y provinciales.
b.2) Reconocimiento oficial de los empresarios de inmigración.
b.3 ) Pagos de premios por la introducción
de inmigrantes al país.
bA) Propaganda en el exterior.
c) Facilitadoras c.l)
c.2)
Aceptación de prácticas religiosas distintas de la religión oficial del país.
Realización de matrimonios entre inmigrantes, conforme a las religiones que
profesaran.
d) Protectoras: d.l)
Creación de Juntas y Sociedades de
Inmigración, representantes gubernamentales en los puerros de entrada, con
atribuciones específicas en beneficio de
los inmigrantes.
d.2)
Alojamiento y manutención hasta ser
colocados en el mercado de trabajo.
Sanciones penales a los agentes y ern-
d.3)
(53)
244
José Gil Fortoul, op, cir.,
t.
11, pp. 9-10.
presarios de inmigración por violaciones
a la ley y disposiciones gubernamentales.
e) De Consolidación:
e.L)
e.2)
e.3)
Aportes fiscales para auxiliar a los inmigrantes.
Dotación de tierras en propiedad a
quienes las solicitaran.
Otorgamiento de la nacionalidad al llegar al país, por medio de trámites sencillos.
Desde el Decreto-Ley de 1831 autorizando la inmigración
de Canarios quedaron expresamente consagradas preocupaciones como algunas de las enumeradas. En el texto de aquel instrumento legal se dispone la provisión de recursos fiscales destinados a gastos de inmigración (artículo 10 ) , el conferimiento
inmediato de la nacionalidad (artículo 2 0 ) , la exención militar
y de contribuciones fiscales (artículo 30 ) y el otorgamiento de
tierras (artículo 4 0 ) . Era muy simple el documento; sólo constaba de cuatro artículos, y todos contemplaban concesiones a
los inmigrantes.
En su Memoria de 1831, Antonio L. Guzmán propone la
disposición de tierras baldías ... " que sería conveniente aplicarlas á la inmigración, que muy pronto resarcirá tan pequeña pérdida" ... (54). Además, los empresarios de inmigración ya estaban desplegando su actividad, no sólo en Canarias, sino también en Galicia; complementariamente, Páez lanzó su decreto
de 1832 disponiendo la apropiación de recursos fiscales para sufragar los gastos de la inmigración insular
A poco tiempo de estas medidas relativas' a los cananos,
el Congreso Nacional despejaría por decreto una duda constitucional de carácter religioso, aclaratoria ésta dirigida al enten(54)
Antonio Leocadio Guzmán, "Memoria del Interior y de Justicia 1831" reproducida en Pensamíento político venezolano del siglo XIX .•., t. ,.
pp. 100-101.
245
dimiento de inmigrantes de procedencia europea (protestantes
y judíos) que por su propia iniciativa y en escaso número llegaban al país. En la oportunidad aludida, el Congreso declaró
que no estaba prohibida la libertad de cultos, por ser ésta ...
"una parte esencial de la libertad civil, que la misma Constitución asegura á los venezolanos y extranjeros domiciliados en
la República" (55).
Paulatinamente se fueron agregando nuevas normas,
rectificaciones, perfeccionamientos, aclaratorias de disposiciones sujetas a interpretación, así como regulaciones de algunos
aspectos relativos al proceso migratorio nacional, que la legilatura de 1837 recogió en la ley de inmigración de ese año }
mejoró en la de 1840. En esta última se contempló hasta una
especie de autogobierne local para las colonias fundadas por los
inmigrados, al establecer que ellos nombrasen de su seno el
comisario de policía y el juez de paz. Asimismo, se ampliaron
de diez a quince, años las exenciones del servicio militar y
tributarias para las colonias, las que sólo pagarían en concepto
de impuestos ..."las cargas o capitaciones que ellas mismas establezcan o admitan por su propia utilidad y conveniencia",
(artículo 16 de la ley).
Era realmente amplia y generosa esta ley. A pesar de
las críticas formuladas por El Liberal transcritas en páginas
anteriores, parecía crear condiciones inmejorables para el arraigo de los inmigrantes. El mismo año de su promulgación se
destinaron veinticinco mil pesos a promover la inmigración v
fue dividida la República en tres distritos bajo la responsabilidad
de Sociedades de Inmigración con sedes en Cumaná, Caracas y
Maracaibo, entre las que fue distribuido aquel dinero (5.000,
10.000 Y 5.000 pesos, respectivamente). (56). El Fondo de Inmigración, que se había provisto de la partida presupuestaria
destinada a "gastos imprevistos", en 1841 fue contemplado expresamente en el presupuesto nacional con la cantidad de seten(SS)
(56)
246
El Conciso, No. 31. Caracas, 19 de febrero de 1834. Decreto legislativo
del día 17 del mismo mes y año.
Francisco González Guinan, op. cit., t. 111, p. 140.
ta y cinco mil pesos, en una partida denominada "Para inmigración y reducción de indígenas" (57).
Según informa González Guinan, entre julio de 1840
y diciembre de 1842 se emplearon ciento diecisiete mil pesos
para promover la inmigración, de los cuales los empresarios habían reintegrado un poco más de cuarenta y seis mil; (58) en
1846 el ministro del Interior y de Justicia informaría que
desde junio de 1840 hasta junio de 1845 se habían aplicado a la inmigración ciento setenta y un mil doscientos pesos,
existiendo por reintegrar un saldo de ciento veintisiete mil
cuatrocientos (59).
En 2 de julio de 1845 el presidente Soublette dictó un
decreto complementario de la ley de inmigración promulgada
en mayo de ese mismo año, reglamentando el funcionamiento
de las Sociedad~s de Inmigración(60). Además de mantener las
que ya existían (Caracas, Cumaná, Valencia y Maracaibo), se
contemplaba en dicho decreto el establecimiento de otras en el
sitio que el Poder Ejecutivo juzgara conveniente dotar de tales
organismos. Por este decreto se da el carácter de rotatorios a
los fondos destinados a promover la inmigración, al disponer
que las cantidades recibidas o por recibir en reintegros de manos de los empresarios de inmigración ... "quedarán depositadas en las arcas nacionales, sin que se les pueda dar otra inversión que la de auxiliar nuevas empresas del mismo género".
(Artículo 15 del decreto).
Otras medidas que tuvieron como objetivo promover
la inmigración en beneficio del país fueron las instrucciones específicas impartidas a nuestro personal diplomático y consular,
el nombramiento de personas residentes en algunas localidades
canarias y europeas como agentes especiales, así como las corni(57)
(58)
(59)
(60)
El Venezolano, No. 40. Caracas, 5 de abril de 1841. Cuenta de debates
de la Cámara de Representantes.
Francisco Gonz!lez Guinan, op. eit., t. 111, p. 326.
El Liberal, No. 585. Caracas, 14 de febrero de 1840.
Texto de este decreto se puede leer en Nicolás Perazzo, op. cit., t. 1, pp.
131·134.
247
siones asignadas a personajes venezolanos o extranjeros radicados en el suelo patrio para que viajaran a Europa con el encargo de contratar grupos significativos de inmigrantes para establecer colonias homogéneas en lugares escogidos a propósito. La
mayoría fracasó por distintos motivos y muy pocos frutos se lograron en este sentido, quedando hoy como único vestigio de
aquellas iniciativas la Colonia Tovar, la que afrontó muchas dificultades en los años iniciales de su asentamiento, casi insolubles, hasta el punto que más de una vez estuvo en trance de disolverse.
Ahora volvamos al esquema propuesto al inicio de estos
comentarios. Por desdicha, a pesar de la coherencia aparente
que resalta al sistematizarlas en un estudio, esas medidas no fueron aplicadas con el entusiasmo ni la dedicación necesarios. De
un lado, vimos cómo ellas resultaron de un agregado que sólo en
1840 conforman un solo cuerpo legal, derogado en 1845 al sancionar una nueva ley; derogado otra vez en 1855 con la de ese
año; administrado por funcionarios cuya conducta puede ser calificada cuando menos de indiferente; por otro lado, la mayor
parte del proceso quedó en manos de los empresarios de inmigración, quienes sólo tenían en mentes los provechos personales a derivar del negocio en que convertían la necesidad de población experimentada por el país. No se trata, a nuestro juicio,
de que las leyes fuesen deficientes, los decretos y otras resoluciones gubernamentales incompletos o escasamente previsivos.
Se trata, si, de la viveza aplicada por los aprovechadores de siempre cuya impunidad es paralela a la indiferencia o complicidad
de los funcionarios encargados de controlarlos. Por eso creemos
que lo defectuoso no eran las leyes sino los hombres: es a ellos
a quienes hay que criticar los malos manejos, la arbitrariedad
convertida en sistema contra los inmigrantes, indefensos en tierra extraña y muy mal protegidos, o abandonados por sus gobiernos que a la distancia en que se colocaban sus súbditos tampoco podían hacer mucho por ellos. Como agravante, esos
hombres entraban al país renunciando a sus nacionalidades originales, de donde escapaban legalmente a aquella hipotética protección que ahora reclamamos.
248
POLITICA REAL DE INMIGRACION EN VENEZUELA
De las ideas relativas al tema sostenidas hasta el punto
anterior y de las que a continuación expondremos, se desprende que durante el período analizado Venezuela no tuvo, como
cuestión programática general, una política de inmigración que
pudiera realmente pasar por tal. No se conoció un principio
básico de dominio público o manejo gubernamental, encaminado a fijar algunos lineamientos más o menos precisos en torno
a objetivos estratégicos por medio de los cuales se aspirara a
cumplir ciertas metas derivadas de aquel hipotético principio.
En consecuencia, tampoco podía existir una infraestructura
coherente, creada para encausar y administrar el también hipotético plan nacional de inmigración. Limitado casi a legislar y
dejar hacer, el gobierno republicano creó los instrumentos jurídicos necesarios para normativizar el proceso inmigratorio que
comprendía era necesario y cuya realización no podía evitar;
cumplió formalmente aquellas disposiciones a las que legalmente se comprometió y puso en marcha un mecanismo que poco
a poco se reveló ineficiente, de inmediato superado por la dinámica surgida con motivo de las acciones privadas acometidas
por los beneficiarios directos del mencionado proceso.
El gobierno nacional descuidó el cumplimiento de las
normativas; no pudo proveer los fondos suficientes ni las tierras
a propósito para conducir a los más satisfactorios resultados
aquel aporte en conocimientos y fuerza de trabajo de que eran
capaces los contingentes inmigrantes. Dejó que aquella potencialidad creadora fuese aprovechada por los intereses privados
en los estrechos marcos del inmediatismo especulador, útil nada
más para incrementar las fortunas individuales de los personajes
en cuyas manos fueron abandonados los inmigrantes.
Legislar, traerlos al país, alojarlos y mantenerlos por
unos días mientras alguien los contrataba, no era suficiente; darles unas tierras sin esperanzas para que sumaran cifras a los censos nacionales y miserias a la vida republicana era perderlos; y
en mucho, eso fue lo que hicieron nuestros gobiernos con los in249
migrantes en el periplo histórico del recuento en que nos encontramos.
Escasa protección gubernamental
Las preocupaciones gubernamentales por la inmigración
no parecen haber avanzado más allá de lo general: captar la
existencia del problema en sus manifestaciones iniciales; asimilar su esencia y legislar para darle cauces legales y reglamentar el
funcionamiento del proceso. A pesar de algunas declaraciones
positivas que se encuentran en documentos oficiales (memorias,
informes, correspondencia ministerial), en nuestro ánimo prevalece la impresión de que los funcionarios de más alto rango descansaban en la idea de haber cumplido sus obligaciones al promover la parte legislativa del asunto, velar por la provisión de
fondos (no siempre oportuna ni suficiente) y nombrar, cuando
fue menester, a las personas y comisiones encargadas de hacer
venir los inmigrantes al país. De allí en adelante las responsabilidades no serían suyas, puesto que las normas estaban aprobadas y su cumplimiento correspondería, sin mayor vigilancia, a
quienes se comprometieran con ellas al participar en el proceso,
ya como inmigrantes, ya en el papel de empresarios o contratistas de aquellos. Las relaciones que se establecieran entre los empresarios de inmigración y los hacendados, de un lado, y los inmigrantes, por el otro, debían ser las que los usos y costumbres
impusieran, las de un convenio libremente pactado por las partes, además de las que con el transcurso del tiempo se fueran incorporando a la normativa general sobre inmigración, tan pobre
de contenido específico que casi nada se establecía en las distintas leyes de la materia. En este aspecto, 10<; gobiernos adoptaron el comportamiento propio de las concepciones liberales
que en todo el mundo se imponían para la celebración de convenios de trabajo. Por otra parte, los funcionarios menores a cuyo
cargo corrían las tareas concretas del trato directo con los inmigrantes, a la hora de tomar partido lo hacían alIado de quienes
manejaban a los recién llegados, prestándose para encubrir las
irregularidades a cuya represión estaban obligados.
250
Desde luego, no olvidamos que los gobiernos venezolanos desde 1830 hasta 1859 subsistieron acosados por muchas
emergencias, y éstas reclamaban su atención por encima de
cualquier cosa. Frecuentemente debían resolver problemas representados por la insurgencia armada, o quedaban inhabilitados por las dificultades hacendísticas; otras veces era la preservación del orden público la excusa suficiente para el inmovilismo; a veces las presiones y amenazas externas constituían una
razón valedera; y desde la década de 1840, a todas las anteriormente expuestas se añadían las arremetidas de una oposición
que en raras oportunidades daba tregua. Todas estas cosas distraían a los gobiernos de los asuntos definidos como de rutina,
hac ían flaca la propensión a atender lo ordinario; infortunadamente la inmigración se había convertido en eso, porque no presionaba como otras formas de la vida nacional, más exigentes
por el carácter de emergencias que tomaban.
Los inmigrantes al llegar al país quedaban a merced de
los empresarios de inmigración y los hacendados, de quienes sufrían toda clase de abusos. Esto afectó en mayor medida a la
inmgración canaria, por ser la que según parece se comprometía
bajo peores condiciones desde sus lugares de origen, así como
por la dispersión y el aislamiento de su distribución en haciendas y casas de familia. También era la que menor atención recibía de su gobierno al abandonar territorio español, ya que hasta
1845 careció de representación diplomática, y esto daba lugar al
aprovechamiento de su doble estado de abando~o.
Cuando habían transcurrido más de tres décadas de haberse dictado las primeras normas legales sobre inmigración,
ésta no era cosa que preocupara mucho al gobierno nacional.
Un historiador venezolano, recolector minucioso de toda clase de datos relativos al siglo XIX en nuestro país, compara dos
áreas de obligaciones correspondientes a la administración pública en 1852, entre ellas la inmigración, concluyendo en que
estaban desatendidas en extremo:
"Este mismo abandono con respecto al importante ramo de la instrucción pública, se observa en el de la in-
251
migración. El Poder Ejecutivo se había limitado a nombrar una comisión ,(de alto nivel) para que con vista
a los antecedentes, diese el Gobierno informe sobre la
materia. La comisión había hecho poco o nada y el Gobierno no se había ocupado siquiera de favorecer la inmigración alemana iniciada por el señor Glocker" (61).
Da la impresión de que en 1852 y años sucesivos las
condiciones para los inmigrantes fueron peores que al comienzo cuando, por tratarse de los inicios, los gobiernos de la oligarquía conservadora se mostraron más activos en estos asuntos
que la oligarquía liberal más tarde. La tentación de establecer
un deslinde de estilos y concepciones en las formas de gobernar
adoptadas por estos grupos, cede al considerar que en el período
conservador los inmigrantes fueron abandonados en manos de
sus manejadores y quedaron expuestos a formas de explotación
que no serían superadas durante el período de sus sucesores liberales. No creemos, pues, que el problema pudiera resolverse
con los cambios de cuños. Al parecer, la cuestión doctrinaria
en la Venezuela de aquellos tiempos no se refería tanto a las diferenciaciones económicas como al estilo político de gobernar,
en el que radicaban las verdaderas diferencias entre conservadores y liberales.
dEra el abandono una expresión de indolencia, desprecio por los inmigrantes, a quienes en el fondo se les consideraba
como unos advenedizos? Es posible; pero también debemos
considerar que había ciertos entendimientos entre gobernantes
y explotadores, al fin y al cabo miembros de las mismas clases
sociales, compromisarios del destino nacional y beneficiarios de
sus resultados inmediatos.
A nuestro juicio, realmente, la inmigración no había
sido entendida en Venezuela como ';In amplio proceso, una cuestión de vastos alcances, sino sólo a manera de recurso para lograr aumentos de la producción. Parece, en fin, como si los
principios enunciados, las declaraciones de los gobernantes,
(60
Francisco González Guinan, op. cit., t. V, p. 204. El señor Gloker al que se
refiere era Luis Clocker, Cónsul de Venezuela en Hamburgo. C/f. Diario
de Avisos, No. IV, Caracas, 1854.
252
hubiesen sido más piezas retóricas, especies de ecos de lo que
aconsejaban algunos escritores y no sinceras convicciones resultantes de una reflexión propia que condujese a plantear seriamente el problema con todas sus implicaciones. A criticar eso
se nos antoja que estuvo dedicada la opinión de Antonio Leocadio Guzmán en el Programa de El Venezolano:
.. ." Esta (la inmigración) no puede ser efecto de un solo
acto legislativo, sino en una escala pequeña, imperceptible, casi igual a la acción ordinaria del tiempo. La inmigración es el efecto de un estado de cosas adecuado
para ella, estado a que ha de llegarse por un concenso
de medidas de diferentes ramos, todas convergentes y
sabiamente combinadas. Así es como un país multiplica sus pobladores en poco espacio, y con ellos su industria, sus productos y riquezas, y corre tan rápidamente a su prosperidad, que sorprende á sus propios
habitantes" ... (62).
Sin duda se refería por igual a las líneas programáticas
y a las condiciones reales del asunto; las que debieron ser y no
fueron; y a la luz del contraste que su pensamiento establece
frente a las realidades comentadas surge para nosotros un segundo interrogante: Dadas nuestras condiciones, con toda seguridad era alcanzable una pequeña mejoría; pero dpodr ía aspirarse a algo más que eso? Sinceramente, no parece probable; de
manera que la inmigración, de entrada, estaba condenada al
esquema fáctico descrito, con ligeros altibajos y nada más.
Pero según observamos, la ineficacia no era problema
exclusivamente venezolano, como. se puede colegir por la siguien te referencia:
"Algo tenemos que decir sobre esta cuestión de que tanto tiempo se ocupan todas las Repúblicas sur americanas, sin que ninguna de un modo práctico la haya resuelto satisfactoriamente todavía: Una suscinta relación
de lo que en esta materia ha hecho Venezuela indicara
(62)
Antonio Leocadio Guzmán, "Programa", en El Venezolano, No. 1. Caracas, 24 de agosto de 1840.
253
á las Repúblicas hermanas, ya la senda trillada que ha
conducido á punto extraviado, ya la medida que ha podido producir mejores resultados, ya el campo que resta
explorar, y si es que todo ha sido recorrido, proporcionará al menos ocasión para inquirir cuál es la dificultad
madre con que tropieza esta gravísima cuestión en todo
el continente hispano-americano" (63).
La generalización del periódico se basaba en sendos ar
ículos publicados en La Democracia de Cartagena por los se
ñores Ricardo Vanegas y Juan N. Gómez sobre la misma cues
tión en Nueva Granada, reproducidos en Caracas, (64) que prác
ticamente reflejaban cursos idénticos a los observados en Ve
nezuela. Tanto se parecían las situaciones descritas, que po
d íarnos asumir los problemas neogranadinos en esta materia
como nuestros, con solo cambiar el nombre de la nación a la
que se referían.
t
Especulación con los inmigrados
Una apreciación general que casi no requiere demostr.i
cienes, establece de antemano que quienes emigran lo hacen im
pclidos por la necesidad. En cuanto se refiere a nuestros inrrn
grantes, varios factores, la mayoría de orden económico, algu
nos de carácter social, los empujaban a emprender la aventura
Recibían ofertas; reflexionaban; y sus cálculos les harían creer
yue en los países donde se les ofrecían ventajas para insertarse
en un nuevo y mejor modo de vida, podrían resolver las dificul
tades en las que transcurría su existencia anterior. Esa ser 1
la consideración de mayor peso para que, animados de esperan
za, resolvieran alejarse de la tierra que los vio nacer y dejar atrás
afectos vivenciales, probablemente para siempre.
í
Al llegar a sus lugares de destino descubrirían los in
migran tes que no les sería tan fácil realizar las pequeñas uro
pías que ani daban en sus mentes: recién instalados en un a so
(63)
(64)
254
"Cuestión Inmigración", en Diario de Avisos, No. 97. Caracas, 26 de di
ciembre de 1850.
Diario de Avisos, Nos. 97 y 98. Caracas, 26 y 28 de diciembre de 1850
ciedad extraña, una parte de cuyos integrantes los miraba
con hostilidad; considerados extranjeros a pesar de habérseles
otorgado la nacionalidad; cuando mucho, miembros de .una
minoría numéricamente insignificante y las más de las veces
dispersos en una geografía desconocida y mal comunicada; colocados en una de las más bajas escalas sociales para iniciar su
integración al país; dependientes en grado extremo de los empresarios por cuya cuenta emigraban o del gobierno auspiciador del proceso migratorio del cual formaban parte, todo esto
determinaba para ellos una evidente debilidad que en nada les
facilitaba reclamar sus derechos o conquistar algunas reivindicaciones ciudadanas.
Necesidad y debilidad se conjugaban, pues, para caracterizar la existencia de los inmigrantes en la Venezuela del tiempo que nos ocupa; y esas han sido siempre las mejores condiciones para especular con el ser humano.
La especulación a que fueron sometidos los inmigrantes
surgió con los primeros contingentes traídos al país por un empresario de este tráfico, en virtud de las ganancias que prometía
la intermediación entre ellos y los empleadores. Ese fue un negocio fructífero, estimulante. Sin embargo, también había premios oficiales. Desde un principio, el gobierno ofreció una gratificación pecuniaria de dieciseis pesos por inmigrante a quienes
los trajeran al país; con la ley de inmigración de 1837, la administración 'pública venezolana se comprometió a pagar la cantidad de treinta pesos por cada europeo que introdujeran los capitanes de barcos o empresarios de inmigración y se nacionalizara (65). Hay que advertir que hacia 1837 un secretariomunicipal devengaba dieciseis pesos mensuales de salario. A manera de elemento comparativo, el dato anterior nos facilita, en
términos de lo que sería entonces un ingreso de subsistencia,
la comprensión del negocio: en aquella época.· según la capacidad de las embarcaciones, podía superarse el transporte de
trescientos personas por viaje, y a veces llegaban grupos de inmigrantes en cantidades mayores que esa. Se podrá apreciar,
(65)
Nicolás Perazzo, op. cit., e. 1, p. 35.
255
si sostenemos la cifra antes señalada, que esa hipotética cantidad
de inmigrantes en un viaje representaría nueve mil pesos de beneficio para el empresario, equivalente a quinientos setenta y
dos meses (45 años y fracción) de salario del empleado municipal tomado como·elemento de comparación; esto, abstracción
hecha de las ganancias obtenidas al cobrar los pasajes y quién
sabe cuántas otras fuentes de ingresos creadas en torno a la inmigración, hacía de aquello un negocio redondo.
En 1840 no alcanzaban los fondos públicos para hacer
los desembolsos totales reclamados por la inmigración. Tal
cosa causaría que parte del problema se trasladara a los propios
interesados en contratar inmigrantes, asignando a sus bolsas la
contribución de los recursos necesarios y remitiendo a una casa
mercantil los arreglos correspondientes:
"Sociedad de Inmigración"
.. La dirección del ramo en su sesión del día 13 del corriente acordó, que en atención á que las empresas de
inmigración exceden hoy á los fondos con que cuenta,
se abra una suscripción de las personas que quieran recibir inmigrados satisfaciendo al contado el día de la entrega el costo de sus pasajes y los demás que estos ocasionen según las contratas que haya celebrado la dirección: advirtiendo se que la suscripcion está abierta hasta
el día último de Noviembre próximo y que los señores
que pretendan suscribirse ocurran á verificarlo á la casa
de comercio del Sr. Mariano José Mora, comisionado al
efecto, y en donde encontrarán la fórmula con que debe
hacerse. Caracas, Octubre 14 de 1840. El Secretario,
José o. Gómez" (66).
En las líneas que siguen no haremos un estudio exhaustivo del terna, mucho menos nos proponemos desplegar gran
profusión de datos relativos al mismo, ya que deseamos reservar
los detalles para cuando tratemos los problemas específicos de
la inmigración canaria, por ser ésta el motivo principal de la pre(66)
256
El Venezolano, No. 10. Caracas, 20 de octubre de 1840.
sente obra. Sólo utilizaremos algunos casos ilustrativos con la
intención de dar a la idea que hemos expuesto el soporte de veracidad necesario a su caracterización general, para más adelante
dedicarnos a sus manifestaciones de mayor relieve.
Por otro lado, en el mismo órgano divulgativo, una empresa que se ocupaba del asunto ofrecía por su cuenta inmigrantes a quienes los necesitaran, con una interesante adición publicitaria, relativa a la calidad del producto ofrecido:
"Aviso"
"Agencia de Inmigración"
"Salazar y Garrote, del comercio de la Guaira ofrecen
contratar inmigrados para el cultivo de los campos de
Venezuela y otros objetos. Los Sres. que tengan necesidades dc este género pueden ocurrir á ellos á celebrar
contratos. Está navegando una expedición de muy buena gente que les viene consignada, y se les han ofrecido
otras que iran llegando á proporción que se vayan necesitando aquí. Los contratos deben hacerse en la Guaira: lOS pagos en Caracas o la Liualra, y la entrega de los
inmigrados en cualquiera de los puertos de la República" (67).
De las anteriores transcripciones se colige, por un lado,
que la propia Sociedad de Inmigración delegaba parcialmente
sus atribuciones en una empresa mercantil, y por otro, la participación privada y directa de una empresa que ofrecía inmigrantes casi como si se tratara de una mercancía (y esa no era
la única firma que se ocupaba del ramo). El hecho de que estas
empresas incluyeran en su giro el negocio de la inmigración, ya
por si solo habla del lucro que producía, pues que sepamos,
ningún comerciante se interesa por actividades a las que deba
dedicar atención permanente si no va a derivar de ellas una ganancia; y por añadidura, las vinculaciones que aquel tráfico humano comportaban con los territorios proveedores, seguramente les proporcionaría oportunidades para incursionar en la
compra-venta de mercancías con un segundo provecho.
(67)
Idern, (subrayados nuestros).
257
Otro elemento de especulación es transcrito por la prensa venezolana, a manera de advertencia para el entendimiento
de las autoridades nacionales, acerca de medidas tomadas en
las leyes inglesas respecto de la emigración dirigida a las colonias americanas y africanas:
. . ."Previendo el legislador que la avaricia de los empresarios pueda moverlos á embarcar más gente de la
que el buque admite racionalmente, 6 bien á comprar
pocas y malas provisiones, Ó bien á traer personas
inútiles" ... (68).
En ello parece estar implícito un consejo sobre irregularidades cometidas contra inmigrantes españoles y canarios
llegados al país.
No solo los empresarios venezolanos se interesaban por
la inmigración. Según da cuenta el ministro del Interior y de
Justicia en su Memoria de 1846, una sociedad con sede en Londres se dirigió 'al gobierno nacional solicitando auxilio de diez
mil libras esterlinas para despachar hacia Venezuela ... "cinco
mil y pico de personas ya listas para emigrar" ... (69).
En 1854 el Cónsul de Venezuela en Hamburgo se quejaba de que los escasos alemanes enviados por él a Venezuela como emigrantes no encontraban las tierras' adecuadas para los
trabajos agrícolas que se proponían realizar. Les asignaban parcelas en terrenos baldíos y sin alinderar, retirados de las poblaciones, a fin de que la precariedad de las concesiones los obligaran a renunciar a ellas y contratar sus servicios con hacendados.
Las razones expuestas hicieron que este señor Hlspendiera las gestiones de promotor que había asumido entre los
súbditos de aquel principado deseosos de emigrar a Venezuela,
y presentara formalmente su protesta por la ineficacia de la Sociedad de Inmigración (70).
(68)
(69)
(70)
258
Idem, No. SS. Catacas, 28 de junio de 1841.
El Liberal, No. 585. Caracas, 14 de febrero de 1846.
Luis Clocker, "Un desengaño más", en Diario de Av/sos, No. IV. Caracas,
1854 (sin más datos).
En 1856 el negocio no había progresado mucho en
cuanto al número de inmigrantes recibidos por el país en proporción a lo que podíamos y necesitábamos recibir; no creemos que tampoco hubiese dado los resultados apetecidos, pues
los estímulos al aumento de la producción no fueron muchos
para los labradores, en virtud de! tratamiento y las condiciones
generales en que se les instaló. Sin embargo, tenemos noticia
de que los controles especulativos ejercidos sobre ellos mejoraban, hasta e! punto de proponerse un proyecto de contrato aplicable a cualquier inmigrante, cuyas cláusulas no hacen sino demostrar e! grado de explotación a que eran sometidos. Entre
otras cosas, éstos debían obligarse a permanecer al servició de
quien los contratara por espacio de cuatro años, so pena de una
multa por veinte pesos, aparte de pagar e! valor de! pasaje, deuda esta última que por contrato debían cancelar con la mitad
del salario devengado, en descuentos que se harían desde e!
primer pago al que tuviesen derecho hasta la total concurrencia
de la cantidad adeudada.
OPINION NACIONAL SOBRE INMIGRACION
y TRABAJO
Desde fines de la década de 1830 se mantuvo en e! país
una corriente de opinión en ejercicio crítico, ora contra los resultados generales de la inmigración, ora en rechazo de algunas
decisiones gubernamentales, a juicio de muchos no muy acertadas. Las más de las veces esa corriente se manifestaba en arrfculos y editoriales de los periódicos, o columnas de opinión tras
las cuales, naturalmente, había una pluma que interpretaba e!
sentir de algunos venezolanos inconformes con e! estado de cosas imperante. Fuesen conservadores o liberales quienes escribieran, sus opiniones no se distanciaban mucho del centro
básico en que radicaba e! problema y todas se referían al trabajo
productivo~ ya de venezolanos por nacimiento, ya de inrni259
grantes, as i como también a los erectos de la inmigración en el
país. En 1838 Juan B. Calcaño, redactor de La Bandera Nacional, reclamaba el respeto al trabajo como concreción ciudadana, rechazando la compulsión que se ejercía sobre los inmigrantes para que se nacionalizaran. Para él la nacionalización
era en principio secundaria y, al final, tendría que ser resultado
del amor que los extranjeros sintieran por Venezuela, con motivo de su dedicación al laboreo de los campos. Entre otras cosas, decía:
"Debemos partir del principio de que lo que interesa á
Venezuela no es adquirir ciudadanos, sino población laboriosa (... ) Qué bienes se consiguen con que se naturalice un canario, un europeo cualquiera, si él puede salir (. .. ) del país cuando quiera? ( ... ) Lo que nos interesa es que vengan á poblar nuuestros yermos campos,
no á darnos quien nos gobierne (a través del voto, como
ciudadanos); así, no estamos porque la naturalización
sea forzosa, sino voluntaria ( ... ) Presentamosles á los
inmigrados ventajas, y ellos vendrán y se fijarán sin necesidad de juramentos que sólo contribuyen á depredar
la moral" (71).
Se discutía sobre el proceso de adaptación experimentado por los inmigrantes en general, las añoranzas de su anterior
vida y la participación a que tenían derecho en la nueva, cuando
todavía no se habían asimilado del todo (derecho que le negaban algunos venezolanos como una ingerencia indeseable, mientras otros asumían su defensa presentando sólidas argumentaciones). En 1840 estos últimos sostenían que lo importante era
su trabajo; que se hacía necesario recibir a los nuevos compatriotas y tolerarlos con hidalguía para idos asimilando lentamente, sin imposiciones que sólo producirían actitudes adoptadas en
acogimiento a una forma de violencia. Sus argumentaciones
eran muy nobles:
. . ."El extranjero no puede dejar, en el buque que lo
conduce á nuestros puertos, su criterio, ni parte alguna
de su inteligencia, ni de la libertad y energía del alma.
(71)
260
Juan B. Calcaño, op, cit., (subrayados nuestros).
Entero le llamamos, entero viene: es un hombre más;
y por tanto, un cuerpo para el trabajo, y una alma para
el pensamiento. Si al ejercer su juicio, comete un error,
debe combatirse el error; pero no es de la cuestión el
lugar en que nació. Si al juzgar acierta, debemos agradecérselo, como á todo el que nos ayude. Si critica la
conducta de un funcionario nuestro con justicia, nos hace un favor; y si no la tiene, es esto cuanto hay que demostrarle, porque el lugar donde naciera el escritor, nada
prueba en favor del funcionario" (72).
En 1842 El Venezolano sostuvo una polémica con el
órgano de prensa oficial del gobierno, la Gaceta de Venezuela,
por el nombramiento de un ciudadano francés como agente de
inmigración venezolano en su país, lo que la dirección del periódico juzgo inconveniente en todas sus partes. Vale la pena
transcribir párrafos del extenso artículo publicado con ese
motivo por aquel representante de la opinión pública, especialmente en virtud de la fuerza argumental que constituye el fondo del problema:
..."La Francia tiene el más extenso territorio entre las
naciones que pueden darnos población, su suelo es rico,
sus climas benignos y saludables, y no está apiñada all
la población, ni oprimida por los restos del feudalismo,
ni tiene por tanto urgente necesidad de buscar patria, ni
tiene tampoco aquellos hábitos de exquisita laboriosidad
y economía que distinguen á otros pueblos de Europa
La Francia es una patria grande y gloriosa, que inspira
doble amor y que engendra orgullo; y los franceses
vendrán á ser franceses y no venezolanos" . . .(73).
í
Antes, a modo de advertencia sobre eventuales problemas de soberanía, el periódico había asentado este criterio:
"Debemos buscar
también buscar la
niente aquella que
moral, tranquila y
(72)
(73)
población, es verdad, pero debemos
más conveniente, y sería más convedespues de ser económica, laboriosa,
sobria, habituada al trabajo, presen-
El Venezolano, No. 11, Caracas, 26 de octubre de 1840.
Idem, No. 130. Caracas, 6 de noviembre de 1842.
261
tase además, la ventaja de que su estancia en nuestro
país, en extensa escala, no pudiera acarrear mañana compromisos con gobiernos poderosos, dueños de los mares,
dueños de colonias y animados por una política activa
y belicosa" ... (74).
Al protestar por el nombramiento mencionado -y lo
hace en términos que concluyen con una fuerte expresi6n crítica- el periódico enjuicia los servicios que podría prestar aquel
agente y plantea con buena dosis de nacionalismo las ventajas
de que tal designación hubiera recaido en un venezolano:
." En una ciudad de un millón de almas (... ) es necesario ser mucho más que Mr. Berthelet para gozar de
extensas relaciones. Un comisionado nuestro con el carácter que esta misión le imprime, con recomendaciones del Ministro y de nuestra legación en Londres, tendría á los 20 días más y más valiosas relaciones en París,
que las que tiene Mr. Berthelet, que no es sino uno, entre
centenares y millares de literatos que tiene aquel país.
Veamos ahora cuantas ventajas no sacaría la República
del patriotismo de un hijo suyo, enviado con un objetivo
expreso á Europa; cuanto mayor sería su actividad y el
celo que desplegaría que los que racionalmente pueden
esperarse de quien nunca ha de visitarnos (. . . ) El venezolano tendría una responsabilidad legal, en ciertos
casos la tendría pecuniaria, y por supuesto, tendría la
responsabilidad moral ante sus compatriotas. Digan ahora los hombres imparciales, si habría sido preferible
la buena elección de un venezolano, al pensamiento
de pensionar al señor Bertheler" (75).
Un poco más tarde encontraremos una dramática advertencia formulada por El Agricultor. Se trata de lo que consideramos una falsa premonición mediante la cual anuncia la próxima decadencia de Venezuela, causada por la escasa propensión
al trabajo que e! redactor dice observar en los venezolanos,
tanto libres como manumisos y esclavos, así como también por
la evasión del compromiso laboral para e! cual fueron traidos los
(74)
(7S)
262
Idem.
Idem.
inmigrantes. Después de una amplia y romántica exposición, el
artículo concluye anunciando la ruina total del país, debida al
abandono del trabajo. He aquí el cuadro que delinea:
.. ."Vive Venezuela de la agricultura, porque no tiene
otra cosa de que vivir, y sus hijos palpan ya la dificultad
de continuar manteniendo esta agricultura ( . . .). Los
isleños que se introdujeron con este fin, no ayudan porque no han querido ser jornaleros; los esclavos son ya
manumisos y ven como afrentoso labrar el campo de
las heredades donde nacieron; huyen del trabajo, y sus
pocas necesidades los mantiene en la ociosidad; los esclavos que aun quedan son ya viejos, y la comparación de
su estado, con el de sus hijos, los tiene en un desaliento
perjudicial. El peon libre prefiere su cigarro (sic) aliado
de unas cañas de maiz que le producen 800 arepas al año
para comérselas con su descansada mujer, que trabajar
el campo de su vecino, y cuando se resuelve á hacerlo,
pide tan caro que el que lo emplea pierde en este servicio en vez de ganar. Dentro de poco cuando se concluyan los ultimas restos de siervos viejos que cultivan las
haciendas, no habrá como mantenerlas; sensiblemente
irán disminuyendo sus 'productos y al fin no existiran
ya mas" (76).
Francamente, las cifras niegan asideros a tan negras predicciones. A falta de estadísticas confiables sobre el total de la
producción interna, nos remitiremos a las de exportación, sobre las cuales había razonable control aduanero. Venezuela,
exportadora de productos agropecuarios, mejoró en dimensiones aceptables desde 1830 hasta el año del cataclismo económico anunciado en aquel artículo. A saltos, estas cifras ofrecen
otra imagen:
(76)
El Agricultor, No. 8. Caracas. lO de abril de 1844.
263
EXPORTACIONES VENEZOLANAS EN ALGUNOS AÑOS
DEL SIGLO XIX
(en pesos)
Países de
destino
Inglaterra
Francia
Alemania
España
Dinamarca
Holanda
Suecia
Italia
Austria
EE.UU.
Nva. Granada
México
Haití
Otros
Totales
Fuente:
1844-1845
1834-1835
1839-1840
520.542
205.750
384.527
205.751
740.205
155.459
357.404
142.055
291.752
171.970
636.693
152.133
1.156.751
477.496
701.685
1.012.747
441.336
268.135
28.658
2.093
921.567
1.351
1.115.490
18.764
638
1.018
18.317
1.290.571
21.154
17.068
1.119
6.856
1.061.498
708.358
786.463
934.035
647.606
302.772
4.565
21.442
69.391
1.309.934
4.248
63.344
2.608
24.612
2.257.022
3.394.481
3.080.868
5.491.876
5.592.159
1831-1832
1833-1834
319.786
134.271
218.052
338.387
798.165
124.805
42.557
22.000
1.376.596
6.000
84.554
540
764
Memoria de la Dirección General de Estadística 1873, 3ra. parte,pp.18-131
La última opinión de la cual queremos dar cuenta, también de carácter negativo, pero sustentada en apreciaciones que
si bien no eran compartidas por todos, al menos tenían alguna
base general, se refiere exclusivamente a los resultados de la inmigración. Es pesimista y tal vez interesada, con vistas a lo dispuesto en la ley de la materia aprobada en 1855. Comienza declarando su entusiasmó por todo tipo de inmigración y termina
descalificando a todas las que habían venido al país, de cuyos
integrantes -canarios, españoles, ingleses, irlandeses, escoseses,
alemanes- ninguno se encontraría trabajando en labores agrícolas, ni siquiera los alemanes de la Colonia Tovar, que si bien
enfrentó tropiezos para subsistir todavía existe hoy, como un
pueblo próspero y único vestigio directo que nos queda de aquel
264
proceso. El artículo concluye opinando que Ía umca inrnigración efectiva para la agricultura, capaz de resolver los grandes
problemas del país en esa materia era la de súbditos chinos (77).
Como vemos, las opiniones envolvían críticas; no obstante, algunas incurrían en exageraciones o emitían juicios totalmente desacertados; pero todas manifestaban una sola preocupación: junto con otros documentos que hemos transcrito
a lo largo de este trabajo, expresaban los criterios de quienes
de alguna manera estaban involucrados en el proceso inmigratorio. Algunas, como las dos últimas de las que nos hemos ocupado son desechables debido a la fuerte subjetividad que contenían. Sin embargo, todos contribuían a formar opinión; y los
gobiernos venezolanos hacían poco por mejorar las fuentes de
los hechos de las cuales los analistas nutrían sus columnas.
(77)
"Brazos para la agricultura y el servicio doméstico", en Diario de Avisos,
.
No. 28. Caracas, 1855.
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