El Mastín Español en el siglo XX - AEPME
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El Mastín Español en el siglo XX - AEPME
El Mastín Español en el siglo XX Por: Ángel Fernández López Las profundas transformaciones que afectaron a Europa desde la revolución industrial hasta la actualidad cambiaron drásticamente la vida de nuestra raza, ligada por su funcionalidad a un modo de vida ya periclitado y a un sistema de producción condenado a la desaparición. Durante la primera mitad del siglo, el mundo rural español apenas se vio afectado por los cambios que de manera tan profunda estaban remodelando la sociedad urbana. Ciertamente, los pastores de ganadería estante, mal pagados y sin perspectivas de mejoras profesionales, empezaron a emigrar a los núcleos industriales y su lugar fue ocupado por personal no cualificado, cuando no eran los niños del lugar los encargados de la guarda del ganado. El mundo trashumante, en cambio, mantuvo por más tiempo su organización y costumbres. El oficio, alimentado por la tradición familiar y el apego al ganado, siguió transmitiéndose de padres a hijos. Mejor pagados que los estantes, los pastores trashumantes vivieron con cierta holgura, dentro de su proverbial austeridad, y sus lugares de origen (leoneses, sorianos, segovianos y burgaleses en su mayoría) trasmiten una impresión de prosperidad. El organismo encargado de velar por los intereses de la ganadería fue, hasta la Guerra Civil, la Asociación General de Ganaderos, heredera desde 1836 del abolido Honrado Concejo de la Mesta. Su misión principal fue la conservación de las vías pecuarias, con autoridad para efectuar deslindes. Se preocupó, además, de difundir las vacunas, la lucha contra las enfermedades infecto-contagiosas, distribución a los ganaderos de piensos, semillas y abonos, asesoramiento jurídico, publicación de monografías, organización de concursos de ganado, etc. Comercialmente promovió la creación de la sociedad “La Lanera Española” que lavaba y vendía la lana de sus asociados. Tras la Guerra Civil, la Asociación General de Ganaderos se integró en el Sindicato Vertical de Ganadería. La tremenda fractura que significó la guerra también afectó a la ganadería lanar. Aunque se mantienen algunas ganaderías importantes, como la del Marqués de Perales, Bornos, Granda, Aranguez, los Hidalgo, etc., otras desaparecieron y algunas se quedaron como estantes en Extremadura. Por el contrario, aumentaron las piaras formadas por las escusas de los pastores y los rebaños de sociedades, animados por el alto valor que alcanza la lana, a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. Rodríguez Pascual1 señala el notable incremento de la trashumancia y la competencia por los pastos en toda la montaña leonesa entre los años 1945 y 1955. La descripción que Santos Arán2 hace de la cabaña del Marqués de Perales en los años 40 nos muestra un panorama bastante similar al que había antes de la guerra. Cuenta con unas 13.000 cabezas –a las que se añaden 10.000 corderos en la época de cría. Está dividida en 10 rebaños, con 4 perros por rebaño. Los pastos de verano de esta cabaña estaban en la zona de Riaño (León), de donde también procedían los pastores, e invernaban en dehesas de su propiedad en Villanueva de la Serena (Badajoz). A partir de los años 60 la trashumancia disminuye notablemente, debido a la caída del precio de la lana. A este factor determinante se le suma el encarecimiento de los pastos y una dificultad cada vez mayor para encontrar buenos pastores que sustituyan a los que abandonan el oficio o emigran a Centroeuropa. El número total de cabezas de ganado lanar a mediados de la década desciende hasta los 16 millones. Desde los años ochenta la lana es ya un recurso secundario en el sistema productivo y es sustituida por la carne. Las explotaciones se modernizan para mejorar la productividad y reducir la mano de obra. Se generaliza el uso de los piensos. Aumenta la trasterminancia, menos costosa que la trashumancia, y, en muchos casos, las ovejas son sustituidas por las vacas, de más fácil mantenimiento. La incorporación de España a la CEE, la política de subvenciones y una mayor y mejor difusión de productos alimentarios derivados han propiciado un nuevo florecimiento de la ganadería lanar, con un salto cuantitativo importante: los 17 millones y medio de cabezas censadas en 1986 se convirtieron en casi 25 millones en el año 2000. En los años noventa se puso en marcha el Proyecto 2001, dependiente del Fondo Patrimonio Natural Europeo, con la intención de demostrar la viabilidad económica y la importancia cultural y social de la trashumancia. Durante cuatro años se financió el recorrido de un rebaño de 2000 merinas desde Extremadura hasta la cordillera Cantábrica, a la vez que se revisaban minuciosamente la Ruta de la Plata y la Cañada Leonesa. La iniciativa obtuvo beneficios medioambientales evidentes, como la revisión de la Ley para la protección de las cañadas, consideradas ahora un bien público que no puede ser destruido, pero también evidenció que la trashumancia como mera actividad productiva no es rentable en las circunstancias actuales. A pesar de todo, se sigue trashumando y esto solo puede explicarse por el enorme peso de la tradición y porque, después de todo, nuestro suelo y clima son ideales para esta práctica ganadera. Durante buena parte del siglo el mastín fue un elemento más de este panorama socioeconómico que acabamos de describir muy brevemente. Su importancia derivaba del valor de su misión, a saber, la guarda del ganado del ataque de los depredadores. Aparte la funcionalidad, los mastines despertaban escaso interés. Las descripciones de la raza son escasas y muy imprecisas. Una de las más prolijas –pero no por ello más esclarecedora- nos la da J. Martón e Izaguirre3 a principios de siglo, que dice: “Las características son: cabeza grande, hocico amplio y terminado en punta, frente ancha; depresión frontal definida, ojos grandes, castaños, de expresión fiera; orejas derechas con la punta caída, cuello corto y fornido con papada, pecho amplio y profundo, cruz marcada; dorso recto, lomos amplios, grupa baja, rabo largo pasando del corvejón, grueso, enroscado y dirigido hacia arriba, cuerpo voluminoso, pero ágil; vientre algo desarrollado; extremidades fuertes y musculosas, con uña o garrón en el pie y pezuñas grandes y cortas; piel fuerte provista de abundante pelo, áspero y relativamente corto; color de la capa rojo, con la punta del hocico negra; temperamento sanguíneo; muy rústico y sobrio; talla media un metro; tipo cuadrangular. Su área geográfica se extiende por toda España, encontrándose los mejores ejemplares de esta raza en los Pirineos y en las provincias de Navarra y Huesca, Extremadura y Andalucía. Su aptitud especial es para la guardería, especialmente de ganado.” A finales de los años veinte, el Álbum General Ilustrado de Perros de Raza de los Establecimientos Granja Dogs-Park4 lo describe así: “Mastín Serrano Español. Talla 60-80 cms. Peso de 30 a 35 kilos. El Mastín Serrano Español es un perro de cualidades excepcionales para guarda, compañía y defensa de personas, establecimientos, cortijos, fincas, etc. Es el perro excepcional para la guarda del ganado en la sierra, para combatir con los lobos y animales feroces. Es de color blanco con manchas negras, naranja o marrón, raramente único color. Es un perro casero, cariñoso y afable, con grandes condiciones e inteligencia, olfato y vivacidad, que le hace un perfecto guardián. Es poco conocido en España, a pesar de sus excelentes cualidades que son muy apreciadas.” Acierta plenamente cuando dice que es poco conocido en España, al menos en el incipiente mundo canino, deslumbrado por las insólitas razas extranjeras. Cuando en 1944 el Dr Riera5, director del Parque Zoológico de Barcelona, describe al mastín, se limita a copiar literalmente la descripción de J. Martón e Izaguirre. Por la misma época, Santos Arán6 hace una descripción breve, pero más cercana a la realidad morfológica actual de la raza. Lo define como “perro de gran talla; cabeza fuerte, provista de orejas medianas, caídas; tronco robusto y extremidades en relación con el volumen del cuerpo, provistas las posteriores de seis dedos; los internos no llegan al suelo. El pelo es basto, más bien largo, de fondo amarillento y con las puntas de color gris o negro; puede decirse que, en general, el color es alobado….” La diversidad morfológica de la raza y el desinterés de los aficionados favoreció estas descripciones superficiales y, en muchos casos, incoherentes. En resumen, podemos decir que, durante la primera mitad del siglo XX, el mastín vivió ligado al austero mundo pastoril e ignorado por los estudiosos. Sin duda, hubo experiencias de crianza dirigida –como la del Conde de la Oliva en los años veinte, que menciona Sanz Timón en su libro7-, pero desconocemos los criterios de selección empleados, si es que los hubo. Las escasas inscripciones de ejemplares en los registros de la Real Sociedad Canina de España, fundada en 1911, muestran claramente que el mastín no figuraba entre las razas favoritas de los cinófilos de la época. La profusión de leyendas que narran en tono épico los enfrentamientos de lobos y mastines muestran, en cambio, el aprecio que ganaderos y pastores sentían por sus ejemplares “grandes como burros y fieros como leones”, que diría Marco Polo. El primer prototipo racial para el Mastín Español fue confeccionado en 1946 por D. Luis del Portillo y Owens, tomando como referencia tres ejemplares procedentes del Valle de Alcudia (Ciudad Real). Con tan escasa base de estudio, no podía ser otra cosa que un texto pintoresco, de aplicación en concursos, pero de escasa influencia en la realidad de la raza. La valoración de los ejemplares siguió haciéndose en base a sus dotes ganaderas y siempre con la envergadura como cualidad morfológica más apreciada. A finales de los años cincuenta entra en escena Luis Esquiró, aficionado y criador, que será un personaje clave en la evolución de la raza. Con una pasión desaforada –seguramente incomprendida por sus contemporáneos- recorre las rutas de la trashumancia, identifica líneas de sangre, dirige la cría de algunos ganaderos y les contagia su afición. En los sesenta se le unen los otros dos criadores más conocidos de la época: Amadeo Alejandre, afijo “El Pinotar”, y Manuel Díaz Navarro, afijo “El Aviador”. El primer campeón de España fue Peter, en 1971, propiedad de D. Nicolás Monge, al que siguieron León-Junior y Primavera, de D. Manuel Díaz Navarro. Tras muchos años en que solo era bello y bueno lo que venía de fuera, empieza a surgir un fuerte interés por la conservación y estudio de nuestras razas autóctonas. El compromiso social generado por la transición de la dictadura a la democracia trae consigo un “descubrimiento” de lo español. En un tiempo brevísimo, el Mastín Español pasó de ser una raza ignorada a convertirse en el estandarte de la cinofilia española. Las instituciones oficiales caninas, frecuentadas casi en exclusiva por las clases acomodadas, se vieron sobrepasadas por una multitud de nuevos aficionados, cargados de nuevas expectativas e intereses, entre otros el económico. En 1980 se aprobó el nuevo Prototipo Racial. En 1981 se creó la Asociación Española del Perro Mastín Español (AEPME), club oficial de la raza. En 1983 Tigre consigue el BIS en la Exposición Mundial de Madrid. El Mastín Español sale del ámbito ganadero y se convierte en una raza de culto que acapara portadas en las revistas y es admirada en todo el mundo. Como no podía ser menos, también florecieron los problemas; algunos, como la displasia de cadera, ya afectaban a la raza; otros fueron la consecuencia inevitable de una crianza desordenada y sin planificación. Hoy, veinticinco años después, hacemos una pausa para reflexionar sobre el camino recorrido y tratar de definir objetivos básicos para el futuro. Ojalá este CIME 2005 sea una herramienta básica para aunar esfuerzos hacia la consecución de una raza más homogénea morfológicamente, más sana y con la funcionalidad que la hizo imprescindible en la guarda del ganado durante siglos. BIBLIOGRAFÍA 1 RODRÍGUEZ PASCUAL, M., Trashumancia. Cultura, cañadas y viajes, 2001, Edilesa, León. 2 ARÁN SAN AGUSTÍN, S., Ganado lanar y cabrío,(sin fecha, años 40), Biblioteca Pecuaria Santos Arán, Gráficas Yagüe, Madrid. 3 MARTON E IZAGUIRRE, J., El Perro, (sin fecha, principios del siglo XX), Librería Bergua, Madrid. 4 Álbum General Ilustrado de Perros de Raza. Grandes Perreras Españolas. Establecimientos Granja Dogs-Park, 1929, Tarragona. 5 RIERA ADOHER, A., El perro y el gato,1944, Ameller Editor, Barcelona. 6 ARÁN SAN AGUSTÍN, S., El perro en el campo y en el hogar, (sin fecha, años 40), Biblioteca Pecuaria Santos Arán, Gráficas Yagüe.,Madrid. 7 SANZ TIMÓN, J.M., El Mastín Español. Ibertiro, 1985, Colección Caracola, Madrid, p. 44.