Tourism Review

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Online publication: July 2016 ©Viatourismreview.com
Via@ Tourism Review
MACCANNELL, D., 2016 , “Saliendo del camino trillado – O cómo me hice
investigador en turismo”, Via@, 2016-1(9),
http://viatourismreview.com/es/2016/06/maccannell/
Saliendo del camino trillado – O cómo me hice
investigador en turismo
Dean MacCannell
Professor, University of California, Berkeley
Via@ 2016-1 (9)
Pour juger d’un homme, il faut suivre longuement et curieusement sa trace
[“para juzgar a un hombre, hay que seguir largamente y curiosamente su rastro”]
Michael de Montaigne, Ensayos V. 1
La expresión “salirse del camino trillado” es tan antigua como escribir sobre turistas
y como turista. Indica un intento de experimentar más, o de manera diferente a, las
manadas de turistas que fueron antes o que vendrán después. La metáfora de un
trecho o de un camino siempre implica una ética. Los guías espirituales de los
protestantes fundamentalistas les amonestan con “quedarse en el recto y estrecho”
sendero. Los guías turísticos fundamentalistas ofrecen la oportunidad de “salir del
camino trillado”. Estos tipos de consejos se oponen sólo superficialmente. Cada uno
denota una casuística que puede ser aplicada a ciertos comportamientos, como
buenos o malos. Se supone que un buen o una buena turista ha de encontrar la
manera de ir abriendo camino, idealmente de salirse tanto del camino trillado que ya
no sea llamado o llamada “turista”. La literatura de investigación sobre el turismo
evoca distinciones morales entre viajeros que abren camino y viven experiencias
auténticas, frente a turistas, o meros turistas, que se mantienen en el camino trillado y
tienen pseudo-experiencias.1 Siempre albergué la esperanza de que los investigadores
en turismo serían capaces de hilar más fino. Lucy Lippard sostiene convincentemente
que los lugares de encuentro para la intervención del arte crítico en las formas en las
que nos vemos nosotros mismos y el mundo que nos rodea, pueden encontrarse
justamente en el sendero turístico trillado.
Mis primeras experiencias fuera del sendero trillado
La comparación odiosa entre “turistas” y “viajeros” fue impulsada por Daniel Boorstin en su libro
The Image: A Guide to Pseudo Events in America (New York: Harper and Row, 1961). La critiqué por ser
un síntoma y no una distinción analítica. Ver Dean MacCannell, “Staged Authenticity: On
Arrangements of Social Space in Tourist Settings,” The American Journal of Sociology (79) 3, 589603, 1973. Hoy en día sigue vigente como una parte importante de la auto-representación de ciertos
turistas. Ver el estudio de Frederick Errington and Deborah Gewertz sobre los auto-llamados
“viajeros” en Nueva Guinea, “Tourism and Anthropology in a Postmodern World,” pp. 195-217 en
Sharon Gmelch, Tourists and Tourism (Longrove, Illinois: Waveland, 2004).
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Según estándares rigurosamente objetivos, cuando dejé de ser un niño a la zaga, mis
primeros momentos turísticos fueron abriendo camino. Como adolescente
recientemente trasplantado de Seattle a San Diego, cada fin de semana que podía
irme cruzaba la frontera de México a Tijuana o viajaba al sur a Ensenada para
disfrutar de las ventajas de las pocas restricciones en cuanto a la edad mínima para
entrar en los bares y clubes de striptease mexicanos.
Figura 1. Fotografía de Dean MacCannell de una turista haciendo una foto,
Ensenada, BC Otoño, 1957.
Fuente: Autor.
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No había mapas de Baja California al sur de Ensenada y San Felipe. En 1957, la costa
era conocida pero el interior estaba todavía poco explorado y no había sido
cartografiado. Se decía que el mítico Picacho del Diablo era el punto más alto de San
Pedro Mártir, pero nadie conocía su altura exacta, su localización exacta o incluso su
propio nombre. [Figura 2]
Figura 2. Cerro De La Encantada también llamado El Picacho del Diablo
visto desde el Desierto de San Felipe.
Fuente: Imagen no atribuida de internet.
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Hoy en día se sabe que mide 3.095 metros o 10,125 pies. Algunos de los turistas que
se aventuraron en las montañas y desiertos de Baja nunca volvieron. Los pocos que
se perdieron y pudieron salir vivos fueron salvados por Edward Douglas (“Bud”)
Bernard, caminante y explorador legendario de la zona [Figura 3]. Cuando alguien
desaparecía en Baja, Bernard era el primero al que llamaban tanto las autoridades
mexicanas y estadounidenses como las familias de los seres queridos perdidos.
Figura 3. Bud Bernard (a la izquierda) y Pat Donovan cerca de la cima
de El Picacho Del Diablo.
Fuente: Fotografía de Louise Werner.
Fuente: From Climbing and Camping in Baja, de John Robinson, 1967
Bud Bernard intentó escalar Picacho Del Diablo en 1948 y alcanzó con éxito la cima
en su tercer intento en solitario en 1955. El suyo fue el quinto ascenso llevado a cabo
y la 16ª persona conocida que llegó a la cima. Sus exploraciones establecieron la
primera vía marcada hacia la final vertical de 1000 pies. Las siguientes expediciones
que llegaron a la cumbre siguieron sus pasos. Llamó a su vía hacia la cima “Slot
Wash”, uno de los nombres más estables de lugar en la montaña o cerca de ella
[Figura 4].
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Figura 4. Ascenso por la vía “Slot Wash” de Bernard hacia la cima.
Fuente: Fotografía de Dean MacCannell, abril 1959.
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Conocí a Bud Bernard en el desierto de Anza Borrego cuando tenía 17 años. Me
enseñó la supervivencia en el desierto, llevándome a sitios donde había encontrado a
senderistas perdidos, muertos o casi muertos, y mostrándome las plantas, los
animales y los recursos en agua cercanos que desafortunadamente no habían sabido
utilizar. Durante tres años fuimos un equipo de escalada en el sur de Sierra Nevada y
Baja, antes de que dejase San Diego State College para seguir con mis estudios de
antropología en Berkeley.
Mi primer intento de ascenso al Picacho del Diablo con Bud y otros dos en abril de
1958 fracasó [Figura 5].
Figura 5. Cerca de la entrada del Cañón de la Media. Bud Bernard está
de pie a la derecha.
Fuente : Fotografía de Dean MacCannell, abril 1958.
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Después de haber marcado la vía Slot Wash tres años antes, Bud estaba obsesionado
con la perspectiva de encontrar otra vía, tal vez más fácil. Aunque la Slot Wash era
realizable, también tenía la reputación de ser una “destripadora”. Así que nos
adentramos en un prometedor cañón que no había sido explorado nunca. Nos
frenaron unas desafiantes paredes verticales y un impenetrable matorral espinoso, y
finalmente nos detuvo una borrasca de nieve antes de llegar a la cima [Figura 6].
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Figura 6. “Abriendo camino”. Cima de Picacho del Diablo
desde un acercamiento por una vía no estándar.
Fuente: Fotografía de Dean MacCnnell, abril 1958.
Bud se alegró de saber que el cañón que llamaba “La Media” no era un buen
acercamiento, pero le decepcionó mi intento fallido en alcanzar la cima y se culpaba
de nuestra obstinada excursión fuera del sendero conocido. Creo que estaba más
decepcionado por mí que yo mismo.
Un año después, en abril de 1958, Bud me mandó con una carta de introducción al
Sierra Club de Los Angeles que planeaba el mayor asalto a la montaña jamás
intentado hasta entonces [Figura 7].
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Figura 7. Los escaladores de Los Ángeles se preparan
a la entrada del Cañón del Diablo.
Fuente: Fotografía de Dean MacCannell, abril 1959
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Alcancé la cumbre con este grupo de extraños que estaban fanáticamente preparados
y decididos en su propósito en ser el mayor grupo en llegar a la cima y que
diligentemente seguían la comprobada vía de Bud. No deseaban salirse del camino
trillado. Empezaron dieciséis y trece alcanzaron la cima [Figuras 8, 9, 10].
Figura 8. Llegando a la cima de Picacho del Diablo con el desierto
de San Felipe y el golfo de California al fondo.
Fuente: Fotografía de Dean MacCannell, abril 1959.
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Figura 9. En el Pico Sur de la cima de Picacho del Diablo.
Fuente: Fotógrafo desconocido. Posiblemente John Robinson, abril 1959.
Figura 10. Dean MacCannell en el Pico Norte de la cima de Picacho del
Diablo.
Fuente: Fotógrafo desconocido, abril 1959.
Al año siguiente, mi tercer intento fue con Bud y otros dos escaladores. Tuvimos que
escalar la montaña por el oeste, rapelar por la escarpadura, atravesar dos millas por la
pared del precipicio para llegar al la base del pico y pasar por la Slot Wash para llegar
a la cima. Nuestro fracaso fue rotundo. Después de rapelar nos dimos cuenta que
uno de nuestros compañeros escaladores había sobreestimado sus fuerzas y sus
habilidades y era incapaz de continuar. Tuvimos que cargar con él y su mochila más
de 1000 pies en vertical, con sólo dos o tres sitios bastante anchos como para
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descansarlo. Y era el de más peso del grupo. Cuando volvimos de lo alto de la
escarpadura vimos que nuestro equipo de apoyo había tenido que abandonarnos
porque los caballos habían enfermado.
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¿Viajero frente a turista?
Así que ahí va la pregunta: ¿era yo un viajero en Baja y un turista cuando fui al zoo de
San Diego con mi clase, o hice novillos para pasar el día en la playa con mi novia?
¿fueron mis experiencias en el Cañón de la Media más auténticas que el tour guiado
que saqué del periódico de la Asociación de San Diego como estudiante de último
curso de bachillerato? Por esa razón, ¿fue mi ascenso por La Media más auténtico
que cuando fui con los escaladores de Los Ángeles por el sendero probado del
Cañón del Diablo y la Slot Wash? Pensándolo, no puedo encontrar nada en mi
mente, entonces o ahora, que pueda justificar dividir las condiciones existenciales de
mi curiosidad adolescente en dos tipos humanos éticamente opuestos: turista frente a
viajero. No hay vida humana que transcurra en el sendero trillado o fuera de él.
Nuestras vidas siguen el sendero trillado o abren camino, pero sobretodo cruzan los
caminos de otros y dado el número infinito de vías posibles, estamos en el sendero
trillado, pero también vamos abriendo camino y nos cruzamos todo el tiempo.
Con todos los problemas que se presentan al concebir a los turistas como dentro y
fuera del camino, este modelo es seguramente mejor que el enfoque normativo
convencional. Éste entiende el turista como un papel social en una organización
ficticia. Ahora tenemos relatos de tipos de turistas con respecto a temáticas:
“patrimonio”, “raíces”, “revolución”, “deportes”, “ecología”, “negro”, “muerte o
tanato-turismo”, “médico”, “aventura”, etc. No se conoce disciplina académica
importante que se haya construido jamás añadiendo series de tipos excluyentes como
en “estudio turismo de crucero, ella estudia escaladores, y vosotros podéis estudiar
los demás”. Si esto se convierte en la estrategia retórica por defecto, la disciplina
académica se mantendrá siempre más allá del alcance de todas y cada una de las
ramas de investigación. Y nunca tendremos una disciplina. “El turista” no es un tipo
de ser humano o incluso un tipo de consumidor. Y desde luego los turistas no están
previamente ordenados en tribus. Es un tipo de encuentro, con suerte una
interacción, que cualquiera puede realizar en cualquier momento con variaciones
específicas de estados mentales. Un tipo de “momento”, por así decir. 2 Entenderlo
como un estatus o papel o una clase demográfica o una categoría seguirá llevándonos
más allá de la verdad de nuestro objeto.
Esquema paradigmático de la disciplina académica del turismo
La figura 11 es un esquema que propongo del campo de encuentros turísticos. El
principio rector es la hipótesis según la cual el turismo producirá sus eventos y
encuentros si prestamos mucha atención a la intersección del deseo del turista y la
estructuración de la experiencia del turista.
Para un análisis convincente ver el inteligente artículo de Stephanie Hom Cary “The Tourist
Moment,” Annals of Tourism Research, 32:1 (2004) pp 61-77.
2
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Figura 11. Continuum del Deseo del Turista.
Elaborado por Dean MacCannel, 2014.
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Figura 12. Continuum de la estructura del turista.
Elaborado por Dean MacCannel, 2014.
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Figura 13. Gráfica del deseo del turista / Estructura.
Elaborada por Dean MacCannell, 2015.
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La figura 14 es el ideal de industria de mi “zona III” porque propone una
congruencia perfecta entre unos híper-estructurados marcos turísticos totalizadores y
el deseo turístico de satisfacción y refuerzo del ego.
Figura 14. Hyatt, el ‘teleotipo’ de la Zona III.
“De vez en cuando sucede. Algo de tiempo libre en tus manos y una ciudad entera a tus pies. Sin
embargo, no le tengas miedo. Hyatt te ayudará… encontrarás el entretenimiento que deseas aquí en
el hotel. Date el gusto de una relajante visita a nuestro spa o salón. Estírate en nuestro centro de
fitness. Prueba la cocina exótica o coloca las bolas en la mesa para la partida de billar… En caso
de que te encuentres con un momento libre, o dos, te ayudaremos a aprovecharlos al máximo.”
Como observadores y científicos no deberíamos intentar aplicar nuestros presuntos
marcos morales sobre la miríada de maneras en las que los humanos saciamos
nuestras curiosidades. Nuestra tarea es descubrir la ética que nuestros encuestados
creen estar expresando a través de sus acciones, no la de adaptar una ética sobre ellos
–descubrir lo que los turistas creen estar haciendo cuando confirman la distinción
moral entre los que viajan por el sendero trillado frente a los que no, o los que se
creen superiores a, o con más derechos que, sus anfitriones– ni la de compartir la
ética de los que así piensan.
En los últimos veinte años, la ciencias humanas y sociales se han mostrado algo
susceptibles a las construcciones moralizadoras previas a la observación y a la
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construcción de modelos conceptuales. La oposición turista / viajero es sólo un
pequeño capítulo en un proyecto mayor de corrección política.
La disciplina académica del turismo viene definida a través de la diferencia cultural o
la diferenciación, y siempre pone en juego múltiples perspectivas éticas. Es
importante que los investigadores en turismo mantengan su mente abierta a las
diferentes éticas que puedan encontrar y especialmente a las maneras en que estas
éticas se miran unas a otras y se transforman. Como principio metodológico esta
apertura es tal vez más decisiva que la anterior condición de “relativismo cultural”
para los antropólogos. Nuestro objeto no es simplemente una u otras culturas
diferentes. Nuestro objeto es la interacción de representantes de múltiples culturas
diferentes y los productos de esas interacciones.3
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Turismo y éticas híbridas
Los hombres y las mujeres con los que escalé en Sierra Nevada y México en la
década de 1950 eran férreos defensores del medioambiente antes de que esto se
convirtiera en una marca distintiva. Acatamos con rigor un código moral de
preservación del medioambiente. Enterramos los restos de nuestras hogueras y
cargamos con todas nuestras latas, bolsas de aluminio, botellas de plástico, papel y
demás basura de vuelta a la civilización para una adecuada eliminación de nuestros
desechos. Cuando encontramos basura abandonada por otros, también la recogimos,
criticando alto y fuerte a aquellos desconsiderados que no habían limpiado tras de sí.
Aquí va una lección sobre cuadros morales que pronto aprendí en el Cañón de la
Media. Estábamos en una garganta que no había sido mencionada en notas o diarios
de exploradores anteriores. Habíamos estado compartiendo la idea de que ninguna
persona blanca había pisado nunca ese suelo, y disfrutábamos de ella. Pero entonces
nos encontramos con lo que había sido, sin lugar a dudas, un campamento anterior.
Era un círculo de rocas chamuscadas que contenía un montón desparramado de
carbón vegetal, y tirados al lado, unas latas viejas, un paquete de tabaco podrido y
una botella de whisky. Supusimos que habría sido hecho por Donald McLain,
cuarenta y tres años antes, durante su expedición de 1914-1915. Ésa parecía ser la
edad de los escombros. Pero ningún tropiezo por el cañón, entonces sin nombre,
había sido referenciado en un diario o cuaderno de notas de McLain.4 La idea de que
pudiésemos ser los primeros blancos en poner nuestros ojos en ese sitio dio lugar a
una ola de solidaridad con McLain o cualquiera que hubiese sido el que pasó por allí
antes. Le estábamos agradecidos por haber dejado su basura para que la
encontráramos y nos reconfortaba la idea de que no estábamos solos, al menos en
espíritu. Era una “basura reliquia”. La idea de condenarla o quitarla nunca se nos
pasó por la cabeza. En realidad nos pusimos a hacer todo lo contrario –construir con
Esta fue la gran contribución del trabajo pionero de Nelson Graburn sobre el arte esquimal. Mostró
cómo la interacción entre los turistas consumidores y los escultores inuits produjo un nuevo tipo de
objeto estético sin precedentes en ninguna de las dos culturas pero basado en nuevos entendimientos
y malentendidos entre unos y otros. Ver las contribuciones de Graburn en su libro Ethnic and Tourist
Arts: Cultural Expressions from the Fourth World (Berkeley: University of California, 1976).
4 Cabe señalar que el montañismo expedicionario serio implica una intensa investigación de archivo,
localizando cada relato publicado o no sobre la región, cada boceto de las vías. Aquéllos que entablan
este tipo de investigación saben que la calidad de la formación de uno mismo puede significar la
diferencia entre vida o muerte.
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piedras montones protectores en forma de pirámide alrededor de su perímetro para
que ningún futuro escalador la altere accidentalmente. Hicimos un santuario de
basura.
¿Había cambiado nuestro compromiso ético con el medioambiente? ¡En absoluto!
Sabíamos que jamás es posible encajar en una sola perspectiva moral en las diferentes
situaciones en las que puede encontrarse un turista. Tratar de imponer perspectivas
morales políticamente correctas sobre el comportamiento turístico es una violación
masiva de la verdad de nuestro objeto y frenaría el descubrimiento de las condiciones
actuales, morales u otras, que prevalecen en los encuentros turísticos. Los turistas son
viajeros en la moralidad y, por definición, han de dialogar con múltiples marcos
éticos. Son tal vez las mejores cifras disponibles en la emergente casa global de
espejos morales que seguirá des-centrando al sujeto humano en el siglo XXI. El
único recurso responsable para el turista es el de adoptar una postura ética entre las
múltiples morales puestas en juego por sus movimientos.5
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Estudios de Licenciatura
La sociología rural en Cornell en la década de 1960 era el epicentro de la
investigación en desarrollo rural internacional. Los programas de las licenciaturas en
ciencias sociales estaban mucho más enfocados a problemas que hoy en día. Los
sociólogos trabajaban sobre crimen y pobreza en los barrios céntricos de la ciudad y
sobre conflicto racial. En mi departamento nos decían, con términos enérgicos, que
era responsabilidad nuestra descubrir las causas del subdesarrollo del tercer mundo.
Mi cohorte de estudiantes de licenciatura puso un poco de idealismo en esta tarea,
pero compartíamos principalmente el compromiso con la objetividad científica y el
cuestionamiento empírico de las ideas. Creíamos que nuestro idealismo estaría mejor
servido si podíamos ofrecer nuevas formas de pensar el desarrollo y la evidencia
empírica.
Éramos susceptibles a los términos “modernización” y “desarrollo”. Reflejaban una
teoría predominante (Chicago y Harvard) que sostenía que el desarrollo era un
proceso lineal y de una sola vía, en donde los países del tercer mundo terminarían, al
fin y al cabo, por parecerse a las democracias industriales de Norteamérica y de
Europa occidental. Luchamos contra la versión prototípica de la corrección política
mucho antes que el término fuera inventado.
“Desarrollo” era una mera versión políticamente correcta de lo que diez años antes
se llamaba por un nombre moralmente rotundo: “progreso”. Durante la década de
1960, “subdesarrollado” dio lugar a “no desarrollado” que dio lugar a “menos
desarrollado”. Las poblaciones originalmente etiquetadas como “analfabetas” se
convirtieron en “no alfabetizadas” y luego en “pre-alfabetizadas”.
Entendimos que esa retórica de lo “proto-políticamente correcto” no hacía más que
encubrir las cosas, sin mejorarlas. Al contrario, las empeoraba. Sólo servía para
reforzar y proteger el planteamiento teórico moral original al que pretendía oponerse.
En los años 1960 el supuesto teórico vigente sobre el desarrollo era que las otras
poblaciones eran simplemente versiones inferiores de nosotros y que si podían
parecerse más a nosotros, su suerte colectiva mejoraría. Esa postura no era sostenible
Para más detalles sobre este punto ver mi libro The Ethics of Sightseeing (Berkeley: University of
California, 2011)
5
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en la cohorte compuesta de una minoría blanca que estudiaba la licenciatura en
Cornell. Abrumadoramente mis compañeros de clase venían de Irán, Paquistán (Este
y Oeste), India, Kenia, Brasil, Cuba, Albania, Puerto Rico y Taiwán, con tan sólo
unos pocos estadounidenses.
Nos situábamos en oposición a las escuelas de “desarrollo económico y
modernización” de Harvard y Chicago. Básicamente eso significaba que
renegábamos de cualquier cosa que oliese a nivel individual o a explicaciones
psicológicas de fenómenos socio-económicos. Nos centramos en los movimientos de
autodeterminación regionales, no en las necesidades individuales para el logro
empresarial. Luchamos para dominar la teoría, pero nunca era la teoría por la teoría.
Teníamos un problema difícil de resolver y sabíamos que frente a la enorme
complejidad habíamos de usar de modelos teóricos sólidos. Si alguna vez imaginamos
ir más allá de Marx, Durkheim, Weber, Pareto, Sorokin y los demás, necesitábamos
desmontar hasta sus conceptos más básicos para reconstruirlos, personalizarlos y
adaptarlos a las condiciones actuales.
Mi primera conquista en la licenciatura fue la teoría francesa. Si alguna vez estuve en
un sendero trillado, ése fue el que me permitió navegar de un autor a otro entre
Montaigne, Rousseau Stendhal, Durkheim, Mauss, Sartre, Merleau-Ponty, LéviStrauss, Barthes, Derrida, de Certeau, Lacan y más allá. Mi segunda conquista en la
licenciatura fue Juliet Flower, que llegó un año más tarde que yo a Cornell para
estudiar Francés y Literatura Comparada. Me acerqué a estas dos encantadoras
desconocidas con la misma energía y el mismo entusiasmo que me había llevado a
escalar Picacho del Diablo cinco años antes.
Mi primer viaje al extranjero fue al Caribe, cuando iba por la mitad de mis estudios.
No fue para estudiar turismo. Formaba parte de un equipo investigador sobre el uso
de las nuevas tecnologías en agricultura por parte de pequeños granjeros aislados en
el campo occidental portorriqueño. Pero fue un viaje maravillosamente decisivo.
Juliet se reunió conmigo en el campo y nos casó un juez vasco en una pequeña
ciudad de montaña el 25 de julio de 1965.
Figura 15. Boda de Juliet y Dean MacCannell. Lajas, Puerto Rico, 25
de julio de 1965.
Fuente: Fotografía de Frances MacCannell.
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Figura 16. Juliet ay Dean MacCannell con el Juez Irizarry en Lajas.
Puerto Rico, 25 de julio de 1965.
Fuente: Fotografía de Jan Flora, 1965
Cuando fuimos a la playa me di cuenta de cosas que me hicieron conjeturar que el
turismo se iba a convertir en un componente importante de la cartera del desarrollo.
Observé que debía comprobarlo al volver a Cornell. Cuando entré en la biblioteca
universitaria Olin –y era una de las mejores del mundo– encontré que no se había
escrito casi nada sobre turismo y, por supuesto, no había ningún análisis sociocultural extenso sobre la cuestión. Eso fue lo que me decidió. Otra oportunidad para
ser el primero en escalar una montaña. Mi comité de licenciatura desaprobó mi
estudio del turismo y desarrollo, y les estoy eternamente agradecido por haber
descartado mi primer proyecto de tesis. Un ensayo doctoral sobre el papel
económico del turismo en el desarrollo rural internacional habría sido un libro
diferente a The Tourist (El turista). Lo reduje y escribí mi ensayo sobre la economía
política de estancamiento económico y pobreza en los 48 estados continentales de
Estados Unidos.
El camino de Structural Differentiation in 48 States (La diferenciación estructural en
48 estados) a El turista es linear incluso si no hay referencias del ensayo doctoral en
El turista. En mi ensayo sobre la Diferenciación estructural mi forma de medir el
desarrollo se derivaba directamente del concepto de “solidaridad orgánica” 6 de
Durkheim tal y como aparece en La división social del trabajo. Hice la hipótesis de
que lo que otros investigadores habían llamado “desarrollo económico” y
“modernización” estaba en realidad aumentando la complejidad social, la división del
trabajo, o la diferenciación, a la Durkheim. Esto exigía un pequeño salto teórico.
Argumenté con precaución que la solidaridad orgánica de Durkheim no es sólo la
mitad de un binomio conceptual que divide a las sociedades modernas y
tradicionales. Es, más bien, una condición estructural variable característica de toda
sociedad. Como tal ha de poder ser calculada y medida comparativamente a otras
series de unidades sociales similares como las de los estados americanos. Añadí
desarrollos recientes en teoría cibernética a mis definiciones conceptuales para
Emile Durkheim, The Division of Labor in Society, W.D. Halls trans., New York: The Free Press, 1984
[1893])
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enfatizar que una creciente complejidad social está asociada a una creciente capacidad
de manejar información compleja. Mis nuevas formas de medir resultaron ser
particularmente efectivas en predecir la variación de los indicadores de desarrollo
económico comunes existentes, y mi trabajo recibió el premio al “ensayo del año”
1969 otorgado por la Asociación de sociología rural americana.
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Figura 17. Ensayo de MacCannell Structural Differentiation
(Diferenciación estructural).
Ensayo y tabla 12.
Mi segundo viaje al extranjero fue a París en enero de 1968. Había defendido mi tesis
un mes antes y estaba preparado para empezar a trabajar en El turista. Juliet
estudiaba con Derrida en la École Normale. Hice observaciones sobre turistas y
tomé notas, y me senté en las clases sobre el “Mito” de Lévi-Strauss en el Collège de
France. En marzo hicimos autoestop hasta Londres y volvimos. Después de la
revolución de mayo, hicimos autoestop hasta Estambul pasando por Copenhague y
Berlín. No encontramos a penas turistas por el camino, sobretodo después de haber
cruzado el telón de acero y hacer autoestop por Yugoslavia y Bulgaria.
Teníamos muy poco dinero y mirábamos a los turistas que llevaban la guía Europa
por 5$ al día como más holgados que nosotros económicamente hablando. Si
hubiéramos gastado más de 3$ al día no podríamos haber vuelto. Volvimos a Ítaca en
agosto de 1968 con 38 céntimos en el bolsillo. Ésa debe ser la razón por la cual no he
sido capaz de aceptar los modelos basados en presunciones sobre la desigualdad de
las relaciones económicas y de poder, entre los turistas y sus anfitriones locales. La
mayoría de los generosos burgueses europeos que nos llevaron estaban mucho mejor
de dinero que nosotros, salvo a lo mejor unos gánsteres de medio pelo que nos
cogieron una vez en las afueras de París en un antiguo descapotable americano.
El marco teórico para El turista estaba listo antes de graduarme. La idea de un
tratamiento holista del turismo como fenómeno estructural global, como un “hecho
social total” según la Escuela Francesa, tenía completa existencia como germen en mi
ensayo. Los dos proyectos comparten incluso la variable exploratoria básica. En la
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p.11 de El turista “Mi análisis del turismo está basado en la diferenciación estructural
social. La diferenciación es aproximadamente lo mismo que “desarrollo” o
“modernización”. Y en la p.13 “… el turismo es un ritual realizado en las
diferenciaciones de la sociedad. El turismo es un tipo de lucha colectiva por la
transcendencia de una totalidad moderna, una manera de llegar a sobrepasar la
discontinuidad de la modernidad, de incorporar sus fragmentos en una experiencia
unificada.”7
Con el énfasis puesto en la diferencia y en la diferenciación como variables
explicativas, El turista puede localizarse teóricamente en alguna parte entre la La
división social del trabajo de Durkheim y L’écriture et la différence8 de Derrida. No
me di cuenta de la influencia de Derrida en El turista hasta el “Prefacio” a la edición
de 1989. L’écriture no estuvo disponible en una traducción al inglés hasta un año
después de que El turista fuese publicado. Pero cierto es que lo conocía. Juliet me lo
había leído en voz alta directamente del francés en un inglés sin vacilaciones en abril
de 1968. Su cadencia estaba llena de emoción, comunicaba no sólo las palabras de
Derrida sino además su manera de entender el mundo. Nos dimos cuenta
inmediatamente que éramos testigos de una perturbadora filosofía occidental. Paso a
paso, Derrida desmantelaba la idea de présence, un ser trascendental, y el Ser mismo.
Nos enseñó, precisamente, la manera en que el signo se inserta él mismo en el ser y
deconstruye la présence más o menos automáticamente. Derrida confesaría más tarde
que tomó muchas de sus indicaciones de Lacan en el desafío a la filosofía occidental
de sus primeros escritos.9 Pero esto sólo enriquece la trayectoria de su crítica dándole
una inflexión tanto psicoanalítica como filosófica.
El proyecto filosófico de Derrida era mucho más ambicioso que cualquiera que
pudiésemos concebir dentro de los restringidos límites de la investigación en turismo.
Pero todavía estoy de acuerdo con los pasajes donde desarrolla la lógica de la
alineación de las nociones de estructura con el ser trascendental –cualquier
estructura, poética o social, tiende al cierre totalitario y a la violencia, al resistir a la
influencia de cualquier elemento que intente cambiarla. En consecuencia, Derrida
nos recuerda que aceptar los productos del pensamiento estructural constituye un
tipo de vagancia intelectual que nos ciega a las fuerzas destructoras que siempre han
amenazado las formas y estructuras a partir de cualquier perspectiva, tanto dentro
como fuera.
El Derrida del principio reforzó mi deseo de estudiar la humanidad en tránsito, en
escenarios no familiares, donde no se mantienen los presupuestos de una lengua y de
una cultura compartidas, donde fronteras y límites sirven para ser traspasados y no
para contener. He intentado mantener los estudios sobre turismo abiertos a su
potencial más radical. Como es lógico, algunos turistas y estudiantes en turismo se
sienten atraídos por itinerarios estandarizados, resorts y cruceros según el modelo de
instituciones totales, listas de cosas por hacer antes de morir y burbujas turísticas,
todas las formas y estructuras impuestas en viajes y visitas turísticas y diseñadas para
contener y controlar su libertad esencial y su apertura. Sin embargo, parafraseando a
Dean MacCannell, The Tourist: A New Theory of the Leisure Class, (New York: Schocken 1976) (New
York: Pantheon, 1989) (Berkeley: University of California, 1999, 2013) El turista. Una nueva teoría de la
clase ociosa (Barcelona: Melusina, 2003)
8 Paris: Editions du Seuil, 1967.
9 Jacques Derrida, “Pour l’amour de Lacan,” pp. 397-420 en Lacan avec les philosophes (Paris: Michel
Albin, 1991)
7
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Derrida, todas son “esquematizaciones que permiten a la subjetividad contemplar las
totalidades despojadas de fuerzas subversivas.”10
A pesar de las pruebas filosóficas de Derrida, la vida social está estructurada, algo que
le comenté en más de una ocasión. Derrida no cedió. La vida social puede estar
estructurada, admitió, pero también está perdida, es arbitraria, contingente y
accidental, y sin interés real para un filósofo. Supongo que estaba hablando desde
una perspectiva heideggeriana y no francesa. En su último libro, Juliet me dice que
Derrida confiesa sentir vergüenza por el placer que sentía viajando ya que siempre
imaginó a Heidegger, el uber-autochthon, mirando por encima de su hombro,
criticándolo por cualquier distracción del duro trabajo de hacer filosofía:
Heidegger siempre viaja conmigo sin saberlo –si lo hubiera sabido, pobre hombre– le
oigo decirme “¿no te da vergüenza viajar todo el tiempo?” […] ¿cómo puedes
denken a esa velocidad? 11
Derrida continua diciendo que sólo necesita pensar en Montaigne para que
desaparezca el espectro del censurador Heidegger.
En las primeras páginas de El turista, atribuí a la “modernidad” una estructura que
desafía el ethos –un camino para terminar con todas las barreras, como las existentes
entre clases, culturas, géneros, estados-naciones– un camino deconstructivo si se
quiere –aunque el término en general no se emplee hasta años más tarde. A pesar de
mi extenso uso de la cursiva, la tesis básica de El turista, enlazando con Durkheim y
mi ensayo, pero también con la deconstrucción, es su aspecto menos analizado.
En 1970-1971 Juliet y yo dejamos nuestros puestos de profesor asociado en Filadelfia
y volvimos durante un año a París donde terminé el primer esbozo de El turista y
donde nació nuestro hijo Daniel.
Figura 18. Barco de vapor a París, etiqueta del equipaje.
La guerra de Vietnam, que no parecía tener fin, hacía estragos y no quisimos
que naciera en suelo estadounidense.
10
11
L’écriture, op cit., p. 5
Malabou et Derrida, Contra-Allée (Paris: La Quinzaine Littéraire Louis Vuitton, 1999) p. 17.
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Figura 19. Dan y Dean en las Tuileries.
Fuente: Fotografía de Juliet Flower MacCannell, abril 1971.
Al rato de que Juliet hiciera esta fotografía en las Tuilerías, un autobús irrumpió y arrojó a decenas
de turistas ingleses. Algunos se acercaron sacándonos fotos. Uno de los agresivos fotógrafos imitó el
acento francés: “Mijá el tipicó popó con sui bo beibei”. Al instante me di cuenta de la plasticidad de
la información del turista y de que bajo condiciones performativas especiales un turista puede
transformarse en una atracción turística. Ver The Tourist pp. 109 ff. y 135 ff., sobretodo p. 127.
Aunque hubiese sido aceptado para publicación y el manuscrito estuviese disponible
para el comité de selección, El turista tuvo muy poco que ver con mi ingreso en la
Escuela de Agricultura de la Universidad de California en Davis en 1975.
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Figura 20. Portadas de El turista.
Estaba bastante seguro de que la oposición estudiantil y docente a la guerra,
combinada con el movimiento de la última generación de la explosión de natalidad
en la universidad, presagiaba una apresurada caída del apoyo a la enseñanza superior.
La generosa financiación de las Escuelas de Agricultura sigue siendo, hoy en día, la
piedra angular de la política federal, encaminada a mantener la preeminencia global
de la agricultura estadounidense. Esta generosidad se extiende incluso a los
científicos en ciencias sociales de la Escuela de Agricultura. Es un residuo de la
política federal de la cesión de la tierra, destinado a mantener el dominio de la
agricultura de Estados Unidos. Fui contratado por una de las diez mejores Escuelas
de Agricultura de Estados Unidos, la Universidad de California en Davis, como
sociólogo investigador rural en la Estación Experimental de Agricultura de California
(75%) y como Profesor Adjunto en Ciencias del comportamiento (25%).
Siempre he sido un férreo defensor del activismo docente y del compromiso de la
universidad con la comunidad. Así que estaba encantado con ir a Davis, para seguir
investigando de manera aplicada y empírica las comunidades rurales. Poco después
de llegar, escribí el primer informe sobre pobreza para la Oficina de oportunidad
económica de California; recibí el primer premio del grupo de investigación política
de la Asamblea legislativa de California por investigar en pobreza y riqueza en las
comunidades rurales de California; redacté las secciones en comunidad rural para la
Secretaría de Agricultura de Estados Unidos, en el Final Report on Agricultural
Change in the United States (Informe final de cambio agrícola en Estados Unidos) de
Robert Bergland; y fui seleccionado por la Oficina de consejo en tecnología del
Congreso, para llevar el equipo responsable del componente social del informe sobre
el impacto medioambiental del Congreso de los Estados Unidos sobre las leyes que
rigen la distribución de agua de riego subvencionada por el gobierno federal para
granjas de más de 320 acres.
El principal descubrimiento en mi trabajo para el Congreso de los Estados Unidos
fue que los pronosticadores más eficaces de pobreza y desigualdad rural en Estados
Unidos son la escala y los niveles de dinero y de entrantes químicos en el sector de la
agricultura industrial. Desde un punto de vista analítico éste no fue un gran
descubrimiento ya que justamente las relaciones saltan de los modelos de regresión a
cada escala, desde las comunidades individuales a las regiones pluriestatales. Pero era
una relación que muchos de mis colegas sociólogos no deseaban explorar, por
buenas razones. Estudiar y publicar sobre esta relación en Estados Unidos, no
llevaba necesariamente a ser asesinado, pero atraía una multitud de amenazas de
muerte, algunas de ellas, sorprendentemente, realizadas de viva voz y a la cara. Según
los grupos de defensa del medioambiente y los defensores de la agricultura de
pequeña escala, biológica y sostenible, mi trabajo para el Congreso ha sido la razón
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por la cual las limitaciones de superficie cultivable se han mantenido en la revisión de
la política federal de regadíos de 1984.
Cuando me invitaron a intervenir en la Universidad Ahmadou Bello, en el norte de
Nigeria en 1986, diez años después de la publicación de El turista, no fue como
investigador en turismo, sino como sociólogo rural en los impactos sociales de la
política del agua. Claro que también era un turista.
En 1996, 20 años después de la publicación de El turista y cuatro años después de la
publicación de mi libro Empty Meeting Grounds: The Tourist Papers (Lugares de
encuentro vacíos), Juliet y yo acompañamos a nuestro amigo Willy Apollon a Haití.
No era por nuestro interés compartido por la teoría psicoanalítica lacaniana o
cualquier cosa que tuviese que ver con turismo. En ese momento había un embargo
estadounidense sobre el turismo. Fuimos a Haití para ayudar al equipo de Willy a
redactar una petición de préstamo destinada al Banco Mundial para crear mercados
rurales. Claro que también era turista. Fuimos al pueblo donde se realizan la mayoría
de las iniciaciones al Vudú y allí conocimos a los líderes religiosos. Cuando visité una
galería de arte en Port au Prince y la dueña preguntó por qué estaba en Haití,
contesté “de turista”. Se puso como una fiera “no se atreva a decirme que es un
turista. No es un turista. Está con algún tipo de misión diplomática, o es militar
investigador o algo. Pero no intente decirme que “sólo” es un turista.”
Gracias a nuestra investigación y a nuestros escritos en teoría semiótica, Juliet y yo
fuimos invitados a participar y presentar en el coloquio sobre A. J. Greimas en
Cerisy-la-Salle en 1983. Claro que también éramos turistas.
Figura 21. A. J. Greimas, Maurice de Gandillac, y Paul Ricoeur
en Cerisy-La-Salle, 1983.
Fuente: Fotografía de Daniel MacCannell.
Cuando fui a Madrid en 1983 fue para ayudar a la creación del Grupo de
Investigación 50, “Sociología del Turismo”, de la Asociación Internacional de
Sociología. Pero pasamos algunos días maravillosos en un resort en el País Vasco.
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Figura 22. Dean MacCannell, Marie-Françoise Lanfant, Edouard Bruner,
Michel Picard en Madrid, 1983.
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Cuando nos invitaron a Juliet y a mí a la India en 1987 fue como representantes de
Estados Unidos para la “Conferencia de la Commonwealth sobre el legado
intelectual de Erving Goffman”. Pero nos tomamos diez días más para visitar los
jardines de Brindavan, Shrivanabelagola, y los templos maravillosamente esculpidos.
Cuando fui a Santander, España, en 1988 fue para ayudar en la redacción de la carta
para la Academia Internacional de Investigación en Turismo. Pero también éramos
turistas. El Ministro de Turismo español quería llevarnos a las cuevas de Altamira,
pero los conservadores no nos dejaron pasar –sus empleados, en realidad. Le dijeron
claramente que ni siquiera él estaba autorizado a entrar. Así que en vez de eso, nos
llevó al estudio de Picasso.
Figura 23. Trabajando duro en la redacción de la Carta de las Naciones
Unidas para la Academia internacional para investigación en turismo.
Santander, España, 1988.
Fuente: Fotografía de Dean MacCannell.
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La primera vez que estuve en Japón, fue para dar una clase. Pero nuestros anfitriones
se aseguraron de que viésemos los monumentos.
Figura 24. Michael Sorkin, Joan Copjec, Nelson Graburn,
DeanMacCannell en Japón, 1994.
Fuente: Fotógrafo desconocido.
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Cuando llevé a mi clase de Davis a Filadelfia en octubre 2001, fue para enseñarles el
pueblo de Artes y Humanidades de Lily Yeah. Pero después del viaje de campo nos
precipitamos a Manhattan para ver a nuestro amigo Michael Sorkin, cuyo estudio se
encontraba a tan sólo tres manzanas de donde las Torres acababan de caer. Nos llevó
a dar un paseo alrededor del borde del agujero.
Figura 25. Turistas esperando en la cola a ver el agujero en el Ground Zero en
Mahattan tres semanas después de la caída de las Torres, octubre 2001.
Fuente: Fotografía de Dean MacCannell.
Cuando volví a París en 1995 no fue como turista o como investigador en turismo o
como sociólogo rural. Juliet y yo acompañábamos, de asistentes, a Víctor Zaballa y
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Ann Chamberlain. Les ayudábamos a instalar una pieza de escultura conceptual en la
Galería, encima de La Grande Arche de la Défense.
Figura 26. Ann Chamberlain y Dean MacCannell instalando.
Fuente: Fotografía de Juliet Flower MacCannell
No fui capaz de hacer nada turístico en ese viaje. La complejidad de la instalación
absorbió todo mi tiempo, pasé cada momento despierto ayudando a encajar la pieza
en la galería. Estuve allí tantas horas que el comisario llegó a pensar que era Víctor
Zaballa.
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¿Hacia dónde me dirijo desde aquí?
Los estudios sobre turismo se han precipitado hacia delante, como si no
constituyesen un desafío epistemológico de las ciencias sociales, tal y como se
constituyeron al principio. Pero hemos alcanzado un límite y no podemos continuar
más allá asumiendo que nuestro tema de discusión son grupos culturalmente
unificados con limites identificables. Las ciencias humanas siempre han
sobreestimado la unidad y la relación de nuestras unidades de análisis. En el contexto
de la investigación turística estos presupuestos son ridículos. Necesitamos desarrollar
nuevas formas de pensar la dinámica de las nuevas conformaciones éticas en los
lugares de encuentro entre turista/anfitrión, turista/turista, turista/otro. He
promovido este cambio teórico y metodológico desde mis primeros escritos sobre el
tema –casi gritando sobre varios puntos en el camino. En mi artículo sobre
“Reconstructed Ethnicity: Tourism and Cultural Identity in Third World
Communities” (La etnicidad reconstruida: turismo e identidad en las comunidades
del Tercer Mundo) argumenté que después del turismo, debíamos abordar las formas
étnicas como tropos teóricos. 12 Puedo haber ido tan lejos como para reivindicar
que las formas étnicas siempre han sido tropos retóricos y que el turismo sólo hace
emerger el carácter verdadero de sus orígenes.
No quiero que se me malinterprete, como si sugiriese que hemos de tirar a la basura
todo el canon teórico de las ciencias humanas y hubiésemos de empezar desde cero.
Annals of Tourism Research, XI, 361-377, 1984. Reeditado como cap. 7 en mi Empty Meeting Grounds,
op cit. pp, 158-71.
12
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Las teorías y métodos utilizables abundan y pueden ser re-proyectados. Esto incluye
un nuevo compromiso con la semiótica como método, una lectura revisionista de la
Escuela de Fráncfort, explotar a Derrida y explorar la deconstrucción para encontrar
pistas que han pasado desapercibidas en los departamentos de Francés y de Inglés,
intentando extraer algo útil para los estudios en turismo de Heidegger, sobre la
alienación y lo auténtico, y explorando las éticas del turismo. Me entusiasma que los
Moscow Diaries (los Diarios de Moscú) de Walter Benjamin ganen en importancia en
nuestras revistas como investigación prototípica en turismo. 13
No poder dejar atrás la antigua teoría que atormenta a las ciencias humanas, está
llevando a producir artefactos de investigación que empujan hacia atrás a los estudios
sobre turismo. Ya he mencionado la Corrección Política. Déjenme añadir aquí la
manía recurrente con descubrir nuevos nichos de categorías en los que los turistas
deberían insertarse. Ya hemos recitado a más no poder los relatos de jóvenes
investigadores sobre turismo de patrimonio, turismo sexual, turismo de raíces,
turismo revolucionario, turismo ecológico, negro, de muerte o thanato-turismo,
turismo médico, turismo de aventura, lo irónico del asunto es que también hay postturistas que disfrutan del turismo. En mi capítulo sobre “Painful Memory”
(“Memoria dolorosa”) en The Ethics of Sightseeing (La ética del turismo) argumento
que un análisis minucioso de cualquiera de los llamados “tipos” de atracción revelaría
sus conexiones rizomáticas subterráneas con todos los demás tipos de atracción en el
inconsciente turístico. Los memoriales de Auschwitz y de Hiroshima funcionan para
reprimir y desplazar la memoria dolorosa. Son los parientes tristes de Disneyland, el
“lugar más feliz del mundo”, según se dice. Disneyland es incluso más radical en su
negación del trauma de la pérdida que el turismo “negro” de los memoriales.
Esconde la inocencia perdida intentando hipostasiar un tipo de infancia que nunca
existió.
Incluso sin una lectura detallada del simbolismo psíquico injerto en las atracciones
turísticas, es reductivo y a menudo humillante agrupar la experiencia turística en
categorías. La arquitecta Zuñi, Rena Swentzel, me dijo que de jovencita tuvo su
primera excitación sexual encima del Sipapu Hole (Agujero Sipapu) en las ruinas de
Kiva, el hoyo de donde se dice que brotaron sus ancestros del interior de la tierra.
Oyendo esta delicada y dulce revelación humana, no se me podría haber ocurrido que
debía clasificar a mi amiga como “turista sexual”. Mientras que puedan ser, tal vez,
menos obvios, todos los esfuerzos en clasificar son igual de violentos.
Cuando fui con Juliet y Michael Sorkin al Ground Zero en Manhattan tres meses
después de la caída de las torres, y que el suelo todavía olía y humeaba, ¿estaba siendo
un turista “negro”? ¿era un “turista revolucionario” en París en 1968? ¿o un “turista
ecológico” visitando el proyecto de restauración forestal de Castro en Cuba? ¿o un
“turista de patrimonio” el día que pasé en la casa de Freud en Londres? ¿o un “turista
de aventura” escalando la “Slot Wash” del Picacho?
No.
Sólo era un ser humano como cualquier otro turista haciendo observaciones y
juntando impresiones e intentando esculpirlas en una vida digna de compartir. Mi
turismo ha sido mera curiosidad intelectual, viajando con gente que se quiere,
disfrutando de los momentos interesantes juntos y con un compromiso ético para
intentar hacer algo con ello. A lo mejor me asalta también la necesidad de seguir
13
Ver, por ej. Jillian Rickly-Boyd, “Authenticity and Aura. A Benjaminian Approach to Tourism”,
Annals of Tourism Research, Vol. 39, número 1, enero 2012, páginas 269–289
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moviéndome rápidamente por temor a que alguien intente construir una caja
demográfica alrededor de mí o de mi carrera. No podría haberlo hecho si al menos la
mitad de los catedráticos de mi departamento, los decanos y vicerrectores, no me
hubiesen apoyado en mi completa falta de disciplina, o mejor dicho, de una
disciplina. Lo sé porque la otra mitad ha intentado frenarme en cada paso. Mi
recorrido también es posible sólo porque Juliet, Daniel y Jason han estado conmigo
en cada paso del camino.
Figura 27. Juliet Flower MacCannel y Daniel y Jason MacCannell en la
bilioteca en Cerisy-La-Salle.
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Los comportamientos turísticos son demasiado diferentes como para ser encerrados
en series limitadas de etiquetas. Como tampoco hay un sitio en la tierra que todos, o
casi todos los turistas, visitarían, y que podamos medir para determinar las
características generales de los destinos.
De la ciencia agrícola al diseño del medioambiente
Cuando Juliet y yo estuvimos en Haití con Willy, Renata, y los demás, me pararon
varias veces desconocidos en la calle, cada incidente seguía aproximadamente el
mismo esquema. Hombres de mi edad, o casi, se ponían delante, de cara a mí, me
tocaban ligeramente para pararme, se ponían entonces de rodillas en mi camino,
juntaban sus manos como para una oración, me miraban a los ojos implorando y
empezaban a murmurar “Papa, papa, oh, papa.” Era totalmente perturbador. No
había ironía ni ridículo en su actitud, que parecía ser pura reverencia. Pedimos
explicaciones a nuestros anfitriones haitianos. Parecían saber algo pero no querían
divulgarlo. Cuando volvimos a California, Juliet investigó sobre el asunto y encontró
imágenes de la figura de Azaka o Papa Zaka, el dios Vudú de la agricultura.
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Figura 28. Imagen de Azaka (también conocido como “Papa Zaka”) el Dios
Vudú de la Agricultura, siempre representado
con un sombrero de paja y un fardo de comida.
Se dice que es un “simpático viejo de las montañas” Del Sacred Arts of Haitian Vodou,
Donald Cosentino, Ed., University of California, 1995. p. 121
Le contamos la historia a nuestro hijo Jason, que mezcla dulzura y acidez en un gran
abanico de medidas, e inmediatamente contestó, “Pero papá, lo tendrían que haber
sabido. Tú eres el dios de la agricultura.”
El dios vudú de la agricultura, aunque sea un título de cortesía, es mayor oficio que el
de Sociólogo investigador rural. Puede ser incluso mayor que Catedrático. Una vez
que hay un poco más a lo que se puede aspirar, es hora de cambiar los discursos.
En 1993 Juliet y yo fuimos invitados a las Residencias de Artistas del Centro
Headlands de Artes del océano cerca de Sausalito. Éramos los primeros escritores de
no ficción en tener ese honor. Fue durante mi estancia en Headlands que hice las
llamadas telefónicas a los catedráticos y a los decanos para comenzar a trasladar mi
puesto de las ciencias sociales al diseño medioambiental y arquitectura paisajística.
Eso fue antes de Linked In y no envié ningún anuncio, pero inmediatamente, casi
por arte de magia, la mayoría de mis actividades docentes, conferencias e invitaciones
a escribir cambiaron a las disciplinas del arte, la arquitectura, el diseño, galería y
trabajo de museo.
Terminaré aquí sin describir mi cambio más reciente, salvo decir que parte de mi
trabajo en colaboración con Juliet y otros artistas ha sido descrito por Lucy Lippard
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en su libro On the Beaten Track. No tengo ni idea de donde me lleva este cambio ¿a
la cima del Cañón de la Media o del Cañón del Diablo?
Este texto está lejos de haber trazado de mi sendero al completo, claro está.
Probablemente tendría que haber mencionado que he coeditado con Juliet The
American Journal of Semiotics (la revista americana de semiótica) durante doce años,
y que nunca di una clase sobre turismo en la Universidad de California en Davis.
Recuerde que el turismo no es por lo que me habían contratado. También conduje de
una costa a otra de Estados Unidos 18 veces. Así que sí que vi América primero,
como lo recomienda mi gobierno.
Y me las ingenié para mantenerme en mi contrato pijo de sociólogo en investigación
rural en la Estación Experimental después de haberme inclinado por el arte, la
arquitectura, el diseño y el trabajo de museo. Sigo encuestando a personas sin techo
en los espacios rurales de los condados de Yolo, Sacramento y Placer. Varias de ellas
fueron hechas con mi hijo Jason.
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Traducción Inglés > Español:
BTU – Bureau de Traduction de l’Université de Bretagne Occidentale (UBO)
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