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RESERVADO PARA PUBLICIDAD contenido Director General Santiago Fernández Lorenzo Consejo Editoral Hector Fernández L´Hoeste Coral Herrera Eric “Frik” Proaño Andres Ledesma Director de Arte King Kong ¿De lo salvaje a lo civilizado? 4:6 María del Coral Herrera Herrera Sofía la chica del vestido negro. Diseño Carolina G. Luna 7:13 por Tony Sandoval con guión de Raúl Treviño Más allá del genero: acerca del mundo de Maitena Burundarena. Asuntos Legales Julio Pineda 14:20 Hector D. Fernández L´Hoste Garganta. Jose Luis García Suarez Mercadotecnia Carlos Rivas Téllez [email protected] tel. 722- 219-79-60 y 722-162-83-13 21:30 por Miguel Angel Hernández Cedillo y Caro Parra con un guión de Santiago Fernández La manzana de la discordia. 32:34 null & void El segundo adios. 35:38 Ricardo Pelaéz. El León, la Bruja y el Ropero Parábola Cristiana con personajes fantásticos 40:41 Ezequiel Reyes R. Dial Invisible: “The Back Room“. (Editors, 2005). 42:43 Andres Ledesma. Transfiguración de roles en “El Tercer Hombre” 43:44 Hot Line. 45:48 Santiago Fernández. Frik. Ilustración: Abelardo Gutiérrez. Cenizas es una revista editada y publicada por CENIZAS EDITORES, Horacio Zúñiga no. 903, interior 205, Col. Morelos, C.P. 50120, Toluca, Edo. de México, México., tels: (722) 2141461, E-mail: [email protected]. Certificado de Licitud de Titulo núm.XXXX, Certificado de Licitud de Contenido núm.XXXX ante la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Todos los contenidos son propiedad y responsabilidad de sus autores. RESERVADO PARA PUBLICIDAD MARÍA DEL CORAL HERRERA HERRERA Ícono cinematográfico de un país que mide su calidad estética a partir de las súper producciones y de las ganancias que éstas generan. Ganancias que el dos de marzo de mil novecientos treita y tres, dejan asentada su base de preferencia cuando en un sólo día la película King Kong logra romper y establecer marcas de ingreso económico, marcas tan importantes, que el mismo día de estreno ante tan mayúsculo éxito, se proponen realizar de inmediato una segunda parte. Un gran hit de mercadotecnia ya que a de ser la primera película con este proyecto, y claro, a la que siguieran muchísimas primeras y segundas partes. Dejando el terreno de la especulación histórico-económico y entrando a la narración y representación fílmica, las preguntas son ¿Qué es y qué fue King Kong? ¿Un clásico de terror? ¿Una pérfida historia de amor? ¿ o la contenedora de una de las escenas más eróticas de la cinematografía mundial? Por partes y de manera somera se pueden desarrollar los tres motivos y volver a preguntarse ¿ King Kong no fue y es un éxito de taquilla, sino un éxito de representación del mundo de lo humano?. Claro que de principio se podría decir que dado su involucramiento con la humanidad racional espectadora, King Kong, desde el año treinta y tres del siglo XX y sus resonancias en folletines, comics, tatuajes, etc. ha logrado una replica en plus, que trasciende la mera anécdota, y rebasa la historia contada. Historia que por otro lado todos conocemos, pero que no esta de más revisar en tres momentos ( el número tres no es gratuidad). Son tres versiones, son tres en triángulo amoroso, son tres propuestas de revisión, tres un buen número, aún cuando no se sea trifásico o triádico, y menos amante de terceras versiones. En fin, los tres momentos de la trama que llaman mi atención: 1. El gorila rescata a la protagonista femenina (Ann) de ser sacrificada por los nativos en pos de una absolución y continuidad. El surgimiento del otro. 2. Captura y traslado de la criatura espeluznante, salvaje, aterradora, malvada y diabólica, de su isla a otra isla New York en donde vive la amada. El seguimiento del otro. 4 Ilustración y viñeta: Ernesto Zuñiga. 5 Ya se sabe que no hay historia de amor feliz, y meno zoofilicas. Sí, claro, toda esta trama causa un profundo terror y miedo por donde quiera mirarse. Si como lo señalé son tres momentos en la construcción de un sujeto, es de pavor lo que hacemos los unos con los otros en pos de lo humano querendon y “amoroso”. Historia triste y de miedo, desde el espectacular tamaño del gorila, comportamiento salvaje, gruñidos, rugidos y sonidos emitidos en estereofonía retumbante o lo que sea, hasta la osadía de perturbar emocionalmente al espectador al ver en la pantalla la posibilidad del deseo-amor de ese repugnante bicho por una escultural rubia made in USA, ¡guacala! Y más ascos, porque resulta a ojos vista, que la perturbadora criatura (estoy hablando del gorila, no de la rubia) parece tener sentimientos ¡Guau! ¿Algo así como alma? ¿ quizá corazón tierno? Y de ser película de terror se vuelve terror amoroso e implica preguntarse del porque esta dupla. Sabemos que el horror esta ligado a un sentimiento de castración ( psi-freudiano), lo que más nos repele es lo que más nos atrae, y esta especie de seducción masoquista tiene su contrapartida sádica; veamos el amor imposible y terrible del protagonista gorila por la rubia ojiclaro es un error y además un horror, que promueve al escalofrió terrorífico, ¿podría ser que el espanto surja ante un proyecto de interpretación metafórico que nos indique de nuevo que la relación masculinofemenino es castrante?. Kin Kong como una metáfora de esta relación de siempre, hombre-mujer, en donde el terror de verse atrapado por una bestia peluda es de lo más excitante y erótico y en donde la necesidad amorosa y entrega al otro es nada más y nada menos que una aceptación de castración psíquica al tener que subyugarse hasta la cuasi muerte por aquello amado o deseado, que nos infringe éste estado al sacarnos de la natura en donde se esta tan a gusto. 6 ¿Ay quién podría saberlo! Pero la historia sigue y sigue gustando. Ahora bien pasemos a la tercera propuesta para mi la más interesante. En la primera versión de King Kong (2/02/1933) dirigida por Cooper y Schoedsack, vamos a encontrar una de las escenas más preciosamente erótica de la filmografía mundial y ¡ojo!, es entre un gigantesco gorila y una pequeña mujer ¡guau, guau, guau¡ lenguaje cinéfilo y canófilo. Se vuelve espectacular la escena si fijamos atención en tres circunstancias, otra de tres: 1. El gorila rescata a Ann para contemplarla, ver las mirada del terrorífico Kong, dirigidas nos sólo al objeto de su deseo, sino al sujeto deseado. 2. El cuerpo del sujeto (sí, sujeto) King transformado en delicada maquinaria que acaricia el aire con esquisitos movimientos para no alterar a la amada. 3. El delicioso placer de King cuando deshoja, perdón desviste, o retira la ropa del cuerpo de su amor. y negar todo ésto, y mucho más. Momentos que apasionan al mirón que todos llevamos dentro, verdaderamente todos tenemos un King Kong en la cabeza o todos queremos un gorila aún cuando se viva en Toluca. Es decir dejamos el signo que se agote en si mismo y volcamos en significado. King Kong arquetipo, interdicto y trasgresión, pulsión reprimida en aras de cultura, nadie podría afirmar Falta por enfrentar, el nuevo discurso de Peter Jackson y sus publicitadores japoneses que gustan tanto de estos terribles personajes, la posibilidad de múltiples significados ahora que de nuevo lo tenemos en cartelera y ahora que estamos en una pragmática pos moderna, en donde el imperio por todos nosotros conocido, lanza de nuevo uno de sus grandes íconos de culto, King Kong. María del Coral Herrera Herrera. Profesora de tiempo completo en la Escuela de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de México. Todos los Derechos Reservados © 2006. Tony Sandoval y Raúl Treviño. 3. Secuestro de la amada y huída de la pareja-dispareja; la criatura rubia y angelical vs la criatura oscura y aterradora en donde el sacrificio se revierte y es acorralada la bestia por estar embobada por su amada. El sacrificio del otro. 7 8 9 10 11 12 13 Más allá del genero: acerca del mundo de HÉCTOR D. FERNÁNDEZ LʼHOSTE En el mundo de los cómics argentinos, no exactamente el entorno más conscientizado en materia de equidad de género del mundo de la ilustración gráfica, Maitena Burundarena brilla por su evidente talento artístico y narrativo, y porque, a diferencia de la buena mayoría de quienes circulan por este medio en el país austral, es mujer. Maitena es una caricaturista joven y a la moda, su producción se vende bien a lo largo y ancho del mundo; en particular, en países de habla hispana. Para muchos lectores, Maitena representa el esperado relevo generacional de Joaquín Salvador Lavado, también conocido como Quino, quien es estimado e idolatrado como el gran maestro de la caricatura argentina y autor de Mafalda, quizás el más logrado personaje de los anales de caricaturismo latinoamericano. A diferencia de Quino, a Maitena no le interesa el mundo de los niños. Su enfoque crítico recae sobre el mundo de las mujeres adultas, desde la edad de los veinte años hasta rondar los cuarenta. Su entorno es patentemente urbano, como el de Quino, y en muchos casos representa la vida bonaerense de manera igualmente eficaz. Sin embargo, los personajes de Maitena esgrimen una mirada perspicazmente femenina (a diferencia de Mafalda, cuyo progenitor es masculino) y se plantean las cosas desde un punto de vista muy diferente. En el caso de Quino y Maitena, las similitudes son, más que nada, materia de topografía común. Sin embargo, como encarnación del talante de una época, como zeitgeist, Maitena ciertamente propone una actualización de la labor de Quino. A lo largo de América Latina, sus libros son fáciles de conseguir, redimensionando el perfil de un medio que era, hasta hace muy poco, del dominio exclusivo de los hombres. En consecuencia, los cómics latinoamericanos cuentan con un nuevo público: las muchas mujeres dispuestas a reconocerse en un producto cultural exitoso ejecutado por una semejante. Maitena es prueba irrefutable que el arte gráfico argentino ha cambiado mucho desde los tiempos de Héctor Germán Oesterheld y su clásico El eternauta, una de la pocas historias de cómics de los años sesenta canonizada por el estamento cultural austral y en cuya narrativa se evidencia una acción preferentemente masculina. (De hecho, el protagonismo femenino queda reducido a una expresión ínfima, legitimando la visión de género de muchos militantes políticos de aquellos años, cuyos hipotéticos planteamientos de igualdad estallaban en añicos al toparse con una barrera de género.) El hecho de que Maitena patrocine una política de género relativamente progresista es un buen indicador de cambio en el medio de los cómics argentinos. Sin lugar a dudas, buena parte del éxito de Maitena se debe a estar en el sitio correcto en el momento indicado. La política afirmativa de una equidad de género no figura de manera preponderante como prioridad en los linderos de las 14 industrias culturales latinoamericanas. No obstante, a raíz de una serie de valores cambiantes y del creciente potencial adquisitivo de las mujeres, una ulterior aceptación de una caricaturista argentina era de esperarse. De cierta manera, equivale a robustecer una tradición de consumo, compartida a todo lo largo del subcontinente latinoamericano, familiarizado de manera precoz con anteriores generaciones de ilustradores australes. Independiente de esta reflexión, pese a que la ingeniosa crítica de Maitena acerca de la situación de las mujeres sea de naturaleza universal (por lo menos en Occidente) y sea legítima en múltiples latitudes, su enunciación desde un entorno latinoamericano, un medio en el que priman el machismo y las políticas sexuales conformistas, es ciertamente digno de admiración y encomio. Quizás los ejemplos más característicos de su quehacer, afincado en sagacidades femeniles, sean las tiras que comparan de manera cronológica, en las cuales la ubicación social de la mujer es diagramada en términos de la hora del regreso a casa o en función de futuras aspiraciones de trabajo. Sin embargo, tal vez es precisamente a causa de su escrupulosidad en la disección y el análisis de planteamientos de género que el trabajo de Maitena contiene problemáticas suplementarias. A este respecto puedo formular lo siguiente: mi conjetura inicial es que, en materia de clase y raza, tal como Mafalda, Maitena no esgrime una perspectiva tan incluyente como se supondría a primera vista. De hecho, el mundo y los hábitos de sus personajes, hambrientos de sashimi, moda y eternas vacaciones, plasman de manera magistral el contexto de la clase media alta argentina (o de cualquier lugar en América Latina, para tales efectos), obsesionada por la imagen y el devenir de la actualidad, sustanciando un comportamiento frívolo e individualista patente en ciertos cuerpos sociales de nuestros países. Con el fin de aclarar la orientación de esta crítica, empezaré por ampliar el contexto teórico. Para problematizar la representación que hace Maitena de la realidad argentina, conviene contemplar su construcción de un etnocentrismo gaucho desde una perspectiva crítica. En esta extensión, quizás nos beneficiemos de los minuciosos aportes del sociólogo francés Pierre Bourdieu, cuyo razonamiento del tema se destaca por su lucidez. En comparación con Bourdieu, otros estudiosos de la cultura parecen dedicarse a la construcción del etnocentrismo de manera esencial, equiparando su práctica a conjuntos de valores y preferencias culturales ratificadores de diagramaciones identitarias estáticas. A menudo, la investigación del etnocentrismo llega a involucrar cierta intencionalidad; es decir, su consciente reafirmación como medida de exclusión cultural. Esto equivale a que las personas, conocedoras de su etnocentrismo, lo esgriman como herramienta de distinción. Por otro lado, lo que quiero argumentar es justamente lo opuesto: que la validez del etnocentrismo como construcción social re 15 cae de manera primordial en la carencia de una conciencia por parte del sujeto (en otras palabras, en el hecho de que la mayoría de nosotros no caigamos en la cuenta de cómo damos por sentada la superioridad de nuestra cultura o punto de vista). En el caso de Maitena, lo que deseo problematizar, evocando a Bourdieu, es cómo la clase social es tan sólo uno de los elementos primarios indispensables para semejante práctica cultural. Figura de manera significativa pero viene acompañada de atenuantes. Por decirlo de alguna manera, el etnocentrismo, o la tendencia a ver el mundo desde la perspectiva de nuestra cultura, según los valores y estándares de nuestro grupo, particularmente con la convicción —consciente o no— de que nuestra etnia sea superior a otras, es un acto que involucra un gran número de variables, en las cuales se destaca, por supuesto, la clase social. Al fin y al cabo, la clase social es el paradigma prioritario en Latinoamérica y Europa. En otros lugares —en EE.UU., por ejemplo, prevalece la conciencia de raza— priman otros paradigmas. Este manojo de variables al que aludo hace que, a la hora de aventurar un juicio representativo, el quehacer cultural se convierta en una función combinatoria, con diferente orden y número según el contexto de su práctica. Para Bourdieu, el puesto de un individuo en el espacio social no se define de manera exclusiva por la clase, sino por la cantidad de capital que fluya en dicha ubicación, trátese de capital social, económico o cultural. Para Bourdieu, lo que hace la diferencia es el capital, en cualquiera de sus diferentes y variadas formas. Luego, si del capital se desprende la identidad, síntesis del lugar de la persona, y de la identidad nace el etnocentrismo, es viable señalar un nexo entre ambos. Para decirlo sin rodeos, el etnocentrismo es una amalgama de diferentes formas de capital, y su orden y arreglo contribuye y determina la potenciación del mismo. Reflexionar acerca de una combinación de capitales identitarios equivale, en el contexto de los estudios culturales, a contemplar diferencias de clase, raza y género. Maitena puede que problematice aspectos de género y le de prioridad a asuntos de clase, pero hay muchas otras variables implícitas en su descripción de la vida en Argentina. Su producción, la cual contiene una muy detallada representación de la vida de la clase media gaucha, es un terreno propicio para el cuestionamiento de dicha discrepancia. Con esto, no estoy insinuando que no exista racismo en la obra de Maitena. En mi opinión, es obvio que lo hay. Sin embargo, como en la mayoría de las sociedades de Occidente, la experiencia del racismo en el mundo de Maitena es de índole estructural. Si bien los personajes pueden argumentar cierta inocencia, el orden de las cosas contiene una dinámica que enfatiza, en sí, diferencias de raza. Según esta perspectiva, lo único que le cae en culpa al mundo argentino de Maitena es 16 la reproducción de una serie de convenciones sociales con un elevado grado de exactitud. Si hay racismo por doquier pero nadie lo admite ni se da cuenta es sencillamente porque, de manera muy simple, ha sido relegado a un segundo orden de importancia, dada la preeminencia de los asuntos de clase. Hasta cierto punto, lo que hace Maitena es mostrar las cosas tal y como son. A cambio, su prerrogativa como caricaturista es la de reemplazar el prisma de clase por aquel con el que se encuentra más a gusto: el que prioriza materias de género. La primera cosa que un lector o una lectora medianamente crítico(a) nota al fijarse en Maitena es que, en materia de clase, los valores de un grupo social en particular parecen predominar, independiente del grado de relevancia o presencia de ciertos sectores alternos. Ésta no representa una novedad. De hecho, ésta es casi una máxima en el caso de los cómics. Mafalda, por ejemplo, maximiza el alcance e impacto de raciocinios pequeñoburgueses. En el mundo de Maitena, todo el mundo es más o menos caucásico y de clase media. Para lectores pertenecientes a una supuesta realidad plural, socialmente heterogénea, ésta es una representación viciada. En este sentido, Maitena es un buen ejemplo de una de las principales ideas de Bourdieu: el que la educación desempeñe un papel importante en la legitimación del capital cultural, de hecho engendrando y transmitiendo una postura privilegiada para generaciones venideras, y por ende robusteciendo las relaciones de poder constitutivas de la estructura del espacio social. Desde este punto de vista, Maitena colabora con creces. La caricaturista diagrama un mundo tal y como lo ve, y, en medio del proceso, reproduce las estructuras de dominación —sociales, económicas, culturales y/o simbólicas— inherentes a la realidad argentina. En materia de estilo, la labor de Maitena se destaca por su sencillez. Por lo general, su narrativa se divide en un número par de cuadros (en unas pocas ocasiones, Maitena produce caricaturas de un solo encuadre), dependiendo de la cantidad de comentarios o comparaciones que quiera aportar al tema en cuestión. Sus imágenes llevan títulos como “Algunos cambios de los últimos 25 años”, “Esas diferencias estéticas fundamentales entre una chica joven y una mujer de cierta edad”, “Algunas razones por las que hace un año que no tenés sexo”, “¿Los hombres son más rápidos o están más apurados?”, ¡Basta de mitos! ¡Hay solo seis cosas que no te deja hacer el bebé!, ¿Usted nunca se sintió anormal?, Esos comentarios machistas que hacemos las mujeres solitas…, “Los animales que el horóscopo chino olvidó registrar”, etc. En ellas, Maitena da rienda libre a su imaginación y comenta con humor y sarcasmo las tribulaciones de las mujeres argentinas, destacando la visión de una mujer de entre veinticinco y treinta y cinco años. A veces, los juicios de Maitena pueden ser acérrimos e implacables, cosa que valida su imagen de autora con una conciencia social. En otras ocasiones, sus planteamientos sirven como una especie de reconocimento catártico de las limitaciones de una problematización de asuntos de género. Con todo, si se hace un balance general, la crítica de género que Maitena hace a la sociedad argentina es bastante flexible y hasta insinúa mucho progreso en comparación con los reparos de generaciones previas. A nuestro parecer, desde la perspectiva de una sociedad regida por paradigmas de etnia, la problemática racial está un tanto desatendida en Maitena. Al fin y al cabo, Maitena no incluye ni representa gente de ancestro amerindio u oriental. Si se tiene en cuenta la creciente población mestiza, fruto de recientes éxodos bolivianos y paraguayos, y de la paulatina visibilidad de los sectores desfavorecidos, afincados en los cinturones de pobreza del Gran Buenos Aires, además de la inmigración coreana, esta falta es evidente; estos son sectores demográficos muy visibles de la población argentina contemporánea. Argentina se precia de ser tierra de inmigrantes, de manera quizás sólo comparable a los Estados Unidos. Hasta la época del debate de los derechos civiles en el país del norte, ésta era una analogía válida: ambos países servían de crisoles a gente de todo el mundo y les daban una opor- tunidad de una vida mejor —siempre y cuando se viniera de Europa y se fuera caucásico, cabría anotar. De hecho, durante la primera parte del siglo XX, Argentina se vio a sí misma como una nación con un destino manifiesto, como equivalente estadounidense, con un puesto a cumplir entre la comunidad de naciones de habla hispana de este hemisferio. Dicha interpretación se esfumó a raíz del auge brasileño, los abusos de sucesivos regímenes militares y los descalabros económicos de las dos últimas décadas del siglo XX. No obstante, cuando Maitena recrea un medio en el que los protagonistas se destacan por su homogeneidad, no transgrede ninguna frontera de representación. Argentina puede que sea tierra de inmigrantes pero, a diferencia de los Estados Unidos, su versión del crisol permanece inalterada. Hasta cierto punto, mantiene una organización social que data de los años sesenta, muy caucásica y eurocéntrica. Los paraguayos, bolivianos y coreanos, distinguibles físicamente del resto de la población argentina, son, para efectos prácticos, invisibles, quedan excluidos de representación social significativa de manera recurrente. De los habitantes de las villas ni hablar, pese hayan logrado renovado protagonismo gracias a fenómenos comerciales como la cumbia villera. Por lo tanto, es factible concluir que Maitena está siendo fiel a la realidad argentina (o por lo menos a una cierta visión de la realidad argentina). Según datos demográficos recientes, el 97% de la población argentina es caucásica (de ancestro español y/o italiano). Grupos étnicos de índole diversa ocupan el restante 3%: la relativamente reciente migración de Paraguay, Bolivia y Corea del Sur, un número estadísticamente insignificante de negros (con vínculos uruguayos y/o brasileños) y la escasa población de origen amerindio olvidada tras las campañas de limpieza étnica implementadas a lo largo del siglo XIX, también conocidas como “campañas del desierto”, un equivalente latinoamericano a la labor desarrollada por el ejército estadounidense durante la conquista del lejano oeste. [1] A esto hay que añadir, de manera obvia, que el mestizaje y la raza se construyen de forma diferente en diferentes lugares, o sea que, lo que pudiera figurar como caucásico o mestizo en Argentina, quizás figuraría de manera diferente en otras latitudes. Es materia de percepción, teñida por matices locales. De cualquier manera, lo que queda claro es que en la Argentina, quizás en mayor proporción que en otros lugares del mundo, es perfectamente factible vivir sin contemplar diferencias de raza. Y la ausencia de diferencia —o mejor dicho, la carencia de una iniciativa para problematizar los efectos de la ausencia de diferencia— conduce, por lo general, a la negación y falta de reconocimiento. Para tratar de descifrar este tipo de entorno, vale la pena imaginarse lugares como el estado de Vermont en los Estados Unidos, en 17 donde la población es 99% caucásica. La escasa diferencia que contemplan sus habitantes les llega de afuera, a manera de turismo. Al igual que en muchos otros lugares, la experiencia argentina del racismo es algo muy interiorizado. No se admite el compartir valores racistas por la sencilla razón de que, en su interior, no se ha problematizado el racismo. Para la muestra, un botón: la flamante controversia por la estampilla de Memín Pinguín sirve de ejemplo de esta carencia. Hasta el día de hoy, gran parte de la nación mexicana ni entiende ni le interesa entender el porqué sea racista representar a un niño con facciones exageradas de manera grotesca, con una madre abusiva (haciendo las veces de graciosa) e inmerso en una pobreza idealizada, como una representación ejemplar de la negritud. De igual manera, pudiera darle un giro a mi argumentación y enfocarme en asuntos de clase en los EE.UU., una sociedad en la que la problematización de los asuntos de clase, tan incómodos para el capitalismo, brillan por su ausencia. De hacerlo, me toparía de lleno con la ausencia generalizada de conciencia de clase en ese país. Las culturas, eso queda bien visto, siguen círculos viciosos; en el acto de problematizar lo que encarnan, tienden a ratificar su construcción. En otras palabras, lo que más se contempla de manera crítica es el paradigma que tiende a primar en la respectiva sociedad. Sin embargo, tengamos en mente que, tal y como reitera Bourdieu, “la identidad social yace en la diferencia, y la diferencia se plantea frente a lo más próximo, a lo que representa una mayor amenaza”.[2] Para Maitena, eso queda bien claro, la diferencia más cercana es la de género y está personificada en el roce con la población masculina. La proximidad del género opuesto impacta su vida de tal manera que ha optado por hacerles objeto imprescindible de su crítica. La diferencia de clase, si bien está presente en su mundo, no es tan problemática. Acto seguido, la diferencia de raza queda relegada a un tercer lugar, sumida en el olvido. Luego, que señalemos la omisión de diversidad racial en Maitena, no significa que podamos racionalizar dicha ausencia en su totalidad. No la justifico. A cambio, intento comprenderla. En resumen, la caricaturista dibuja su mundo tal y cual lo ve y experimenta: como mujer, cual hija de la clase media alta, y caucásica, en ese preciso orden. En lo que compete a clase, que, según he aclarado con antelación, no debiera de ser tomada como aspecto preponderante de representación, las cosas adquieren una connotación diferente. Dado el reciente desmoronamiento de la economía argentina, es impensable que la caricaturista le otorgue tan escasa presencia a la diferencia económica. Las pocas veces en las que es posible detectar algo de diferencia económica, es encarnada por personajes legitimadores de la presencia femenina en el medio doméstico. Por ende, la diferencia de clase, si 18 acaso asoma su rostro en Maitena, no trata de conflictos de clase y tiende a contradecir el hipotético progreso en materia de género sugerido por la autora. Por el contrario, se tiende a validar una cierta predilección hacia tribulaciones domésticas o sentimentales, en vez de aludir a dimensiones de mayor autoridad social. En este sentido, Maitena es supremamente conservadora; o, por lo menos, lo es mucho más de lo que sospecha su público. En el mundo de Maitena, los profesionistas tienden a ser hombres. Si la mujer aparece en puestos profesionales, tales como en las ciencias de la salud, queda por sentado que son minoría. En términos de empleo femenino, tan sólo unas cuantas carreras parecen plantearse de forma sincera como alternativas de futuro desarrollo. Por lo tanto, la movilidad social es, en función de logros de carrera, algo muy limitado, con un horizonte muy fijo. El poder de compra de los personajes de Maitena, muy patente en la manera que tienen de escoger sitios de vacaciones a medida que envejecen, queda supeditado a una evolución en cuanto a género, pero el correspondiente capital económico debe venir de otros lugares (del bolsillo de la pareja, por citar un ejemplo). Los personajes de Maitena están tan preocupados con qué hacer en ratos de ocio que asuntos tan pedestres como la acumulación de capital económico, si es que se acumula en lugar alguno, ciertamente no impide asociarse con motivaciones de índole femenina. En su lugar, las relaciones entre padres e hijos representan la manera más clara de combinar estos aspectos de manera prudente, con el fin de cuestionar formas convencionales de interpretar el género. La facilidad con la que los personajes de Maitena viajan a Europa, a los EE.UU., o a una hacienda en el interior del país sugiere un estatus de clase favorecida. De igual manera, el hecho de que los lectores se identifiquen fácilmente con la propuesta de la caricaturista argentina sugiere el tipo de imaginario compartido, en lugar de denunciar una condición de clase. En otras palabras, no es que sus lectores dispongan de una idéntica capacidad en materia de ocio, con mínimos cuestionamientos en materia de limitaciones económicas, sino que se identifican con el tipo de destinos ofrecidos por la dibujante y, dentro de semejante realidad, racionalizan el tipo de alternativas de viaje. Es como si se preguntaran, ¿dónde más esperaría que se fuera de vacaciones la burguesía? En última instancia, el asunto se reduce a compartir aspiraciones truncadas. en la voz de la imagen, quedan ubicados en el fondo, criticando el comportamiento de quienes ocupan un primer plano. Por consiguiente, quienes representan el centro de atención a menudo parecen mudos. De esta manera, el público le otorga prioridad al enfoque verbal e ignora la desigualdad implícita en el comportamiento de los personajes. El problema yace en que sus comentarios tienden a legitimar una esfera social muy cómoda con planteamientos convencionales de género. Cuando un par de mecánicos ven una mujer con ropa de moda junto a un hombre cuya ropa ostenta marcas de patrocinio (muy posiblemente un piloto de carreras; por consiguiente, con mayor estatus de clase), sus comentarios validan la iconografía de la vestimenta masculina. El sarcasmo en la crítica de mujeres dispuestas a vestirse con ropa de marca, con logotipos por doquier, convirtiéndose en una especie de valla publicitaria andante, no cuestiona el que el mecanismo narrativo favorecido se ampare en una representación de clase obrera estrictamente masculina. Lo que pasa es que, en el mundo de Maitena, las mujeres de clase obrera casi no existen. Acaso el enfoque más diciente de la postura de Maitena sobre la clase trabajadora sea una viñeta dedicada en su totalidad al impacto del personal de mantenimiento sobre el estilo de vida de las mujeres, una serie de imágenes de la vida doméstica con un contingente de clase obrera enteramente masculino. En materia de raza y edad, esta representación parece ser más incluyente: los técnicos de mantenimiento son jóvenes y viejos, caucásicos y mestizos (bueno, tan mestizos como fuera posible en el contexto argentino). Las mujeres, en cambio, si pertenecen a la clase baja, trátese de técnicos o mecánicos, aún brillan por su ausencia. Y la viñeta se ampara en lo obvio: que la mujer sea la patrona y el técnico el subordinado. Como habría de esperarse, la orientación de la gráfica, diagramadora de los percances de la vida diaria en el entorno de casa, dice muy poco acerca de la capacidad de movilidad social de las protagonistas. Treinta años después de Mafalda, las mujeres siguen encerradas en el hogar, lidiando con dilemas de mantenimiento, teniéndoselas que ver con una serie de tipos malencarados. Cabe preguntarse, ¿por qué no existe un espacio para expresar la angustia del mundo del trabajo en la realidad según Maitena? ¿Por qué sólo en casa? ¿Pudiera ser que la connotación económica, sugerente de diferencias de clase, de mayor explotación por parte de una clase favorecida, pudiera ser problemática? Pasa lidiar con los técnicos, porque son unos bribones, pero no pasa lidiar con empleados, porque entonces las protagonistas serían cómplices descaradas del capitalismo. Al fin y al cabo, no es la primera vez que nos topamos con semejantes omisiones. Dorfman y Mattelart, por citar a dos precursores de la crítica En Maitena, cuando aparecen obreros como mecánicos, técnicos de mantenimiento o las esporádicas empleadas del servicio doméstico, por lo general quedan situados de manera tal que puedan participar y fomentar la impresión de ser competentes y activos. En este sentido, la composición de los cuadros es muy efectiva. Quienes comentan, convirtiéndose 19 Lo más desconcertante de todo es que, cuando tuve Maitena como texto durante un seminario de posgrado de estudios culturales latinoamericanos, pese a la evidencia vigente en materia de exclusión social y racial, la mayoría de mis estudiantes, quienes suelen ser del sexo femenino, celebraron sus cómics de manera bastante parcial. Eran conscientes de que un buen número de aspectos válidos de clase y raza habían sido descuidados gracias al interés en darle prioridad a los asuntos de género, mas argumentaban que los puntos de vista de la dibujante eran más válidos y hacían más falta, excusando, hasta cierto punto, prejuicios alternos. En síntesis, cuando lidiamos con formas de crítica que consideramos prioritarias, a veces existe una tendencia a ratificar puntos de vista propiciadores de nuestra percepción de lo prioritario. Nos desentendemos de las desigualdades implícitas en otros puntos del campo cultural e ignoramos los beneficios de una representación identitaria más equilibrada y efectiva. Los cómics jamás han presumido de ser un medio de corrección política, de manera que mis observaciones son lícitas. No preciso algo desmedido. Puede que suene inocente —lo confieso—, pero se me hace decepcionante toparme de manera tan flagrante con la falta de conciencia en materia de problematización, al igual que el descuido en el manejo crítico de la imagen, desconociendo todo tipo de capitales, a la hora de generar formas de entretenimiento reflexivo. Notas [1] Ver mi artículo “From Mafalda to Boogie: The City and Argentine Humor” en Imagination Beyond Nation, coordinado por Eva Bueno y Terry Caesar (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1999). [2] Ver las cifras oficiales en http://www.odci.gov/cia/publications/factbook/geos/ar.html. [3] Bourdieu, Pierre. Distinction, p. 479. [4] Dorfman, Ariel y Armand Mattelart. Para leer al pato Donald. México, D.F.: Siglo Veintiuno Argentina, 1972. 20 Hector D. Fernández L´Hoste. Es Doctor por la Universidad de Stony Brook en Long Island, N.Y. , y enseña Cultura Latinoamericana en Georgia State University en Atlanta. Todos los Derechos Reservados © 2006. Miguel Angel Hernández y Santiago Fernández. historietística, señalaron este mecanismo de manera certera en su estudio de los cómics de Disney y el imperialismo.[3] En Maitena, si las mujeres han de admitir su pertenencia a un estrato social humilde, muy a la latinoamericana, existe tan sólo una alternativa fehaciente: han de pertenecer al servicio doméstico. En consecuencia, la mujer queda enclaustrada en el contexto de casa una vez más. Una de las pocas imágenes de Maitena proponentes de este tipo de representación muestra a una criada criticando la inhabilidad comunicativa de su patrona, de manera casi análoga a la defensa del patrocinio comercial por parte del par de mecánicos de la viñeta anterior. La mujer está incluso ataviada con un uniforme tradicional, validando la idea de que los latinoamericanos no sólo disponen de ayuda doméstica sino que también exigen una vestimenta acompañante. En cualquier caso, esta imagen dice más de la protagonista, quien, pese a su desorganización, tiene señas indelebles de vida acomodada. En Maitena, las mujeres no deben de ser representadas como criadas por la sencilla razón que esta representación contradice el interés de la artista en una política de género más equilibrada. Las mujeres pueden explotar a las mujeres, siempre y cuando sea cosa de chismes y comadreo intrascendente. La presencia de una sola empleada del servicio doméstico representa, en sí, una anomalía. En este sentido, Maitena sigue una pauta muy documentada. La preocupación por un avance del esquema personal, trátese de género, clase o raza, pesa más que el interés por la imagen crítica. Si la hipotética problematización de género ha de ser el soporte principal de la práctica cultural—en este caso, el quehacer historietístico— una especial atención hacia la representación del género tiene que primar por encima de todo. Luego, las manifestaciones de diferencia que se centren en otras formas de capital, sea cultural, económica o simbólico, deben ser evitadas. 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 La Sin duda los entusiastas de Apple tuvieron muchas satisfacciones durante el último cuarto del año: de la discordia null & void. • El lanzamiento de una nueva versión del iPod, -saltándose una versión micro para llegar al nano- que ha cautivado hasta a los detractores y a quienes suelen actuar indiferentemente frente a las novedades tecnológicas. • El mostrar que saben llegar tarde a un nicho de mercado que ya habían atendido los orientales desde hace algunos años; pero adecuando inteligentemente su producto para el mercado occidental mediante la venta en línea de videos de corta duración y ofreciendo la posibilidad de que el entretenimiento síncrono de la televisión se disfrute de manera asíncrona al descargar contenido en un iPod de quinta generación capaz de reproducir video. • El hecho de que en la red corra el rumor de que Steve Jobs, cofundador de esta empresa, podría lanzarse como candidato a la gubernatura del estado de California –¿al governator le seguirá el iGovernor?Pero el hecho que nos llamó más la atención a null und void fue que esta marca ha mostrado de manera bastante sutil su afán y capacidad de ubiquidad, y no nos referimos a que incluyen calcomanías de su logo en sus productos de forma que podríamos encontrar a la manzana mordida hasta en los lugares que menos nos imaginamos, sino a que en primer lugar su alianza estratégica con Motorola ha resultado en el lanzamiento de un teléfono que incluye una versión del software de su reproductor de música portátil, tomando el nombre de la aplicación que corre en muchas Macs y PCs hoy en día; el iTunes. Este simple suceso no sería suficiente para sospechar del deseo de Apple por aparecer en productos de otras marcas; el indicio más grande lo encontramos algunos meses antes de todas estas presentaciones que han hecho desde septiembre, sino un poco antes, cuando esta marca sorprendió al mundo anunciando que después de producir computadoras durante cinco generaciones con el procesador PowerPC, ahora cambiarían por la arquitectura x86 de la competencia, particularmente por los productos de Intel. ¿Qué fue lo que llevó a la compañía a tomar tal decisión y cuales serán las consecuencias? Ilustración: Santiago Fernández. 32 Algunas opiniones apuntan a que el rendimiento de estos procesadores ya no es suficiente para competir contra las PCs, otras que la producción de PowerPCs les representa un riesgo en cuanto a no 33 Este procesador que crearon conjuntamente Apple, IBM y Motorola y que nos quitó el sueño a algunos geeks en los 90 pues representaba un diseño prometedor como evolución de la ya algo vieja arquitectura x86 de Intel, ya que con un conjunto de instrucciones reducido (RISC) al ser más sencillo se alejaba de algo que cuestionablemente calificábamos como vicio pues los x86 con la competencia Intel vs AMD estaba volviendo los procesadores más complejos y difíciles de seguir por los desarrolladores de software, además de crear cierta incompatibilidad de los programas si usabas las innovaciones de los procesadores más nuevos de una marca en particular. Estos procesadores han coqueteado con otros mercados desde hace algunos años; lo que es el “cerebrito” de las actuales Macs también puede ser encontrado en una versión que hizo IBM para Nintendo en su consola GameCube. Y sabiendo que la guerra es realmente dura en la industria de los videojuegos, ¿qué podríamos esperar al saber que esta familia de procesadores será utilizada por Sony en su PlayStation 3, Microsoft en su XBox 360 y Nintendo en su consola denominada Revolution? Las consolas de videojuegos pueden ser vistas como plataformas bastante estables desde el punto de vista del de- 34 sarrollo de software pues el procesador es el mismo durante toda la vida de la consola en el mercado, no cambia la frecuencia (en Mhz o Ghz) de ellos por lo que el rendimiento obtenido una vez pasando las pruebas no cambiará la experiencia de un usuario a otro; los demás componentes empleados son siempre los mismos, por lo que no se tienen que preocupar los desarrolladores por cuidar la compatibilidad de su código con muchas opciones etc. Todo ello hace que el fabricante del procesador no se preocupe quizás por el salto en Ghz que le demanda un fabricante de computadoras de propósito general; sumado a esto, tres productos más demandando este tipo procesadores podrían representar el riesgo de no satisfacer la demanda de Apple como hablábamos más arriba. Por otra parte, el cambio a x86 le da la flexibilidad a Apple de elegir entre dos fabricantes en el momento que ella quiera: Intel y AMD, las cuales han sostenido una batalla por los Ghz desde hace años y ahora la sostienen tanto por el ancho de palabra (64 bits) y el multiprocesamiento (procesadores de varios núcleos). Esta competencia garantiza a Apple la seguridad de contar con mejores procesadores para sus productos conforme pase el tiempo. Ya que Apple cambió el núcleo de su sistema operativo hace pocos años, MacOS ahora es un basado en Unix y considerando que en las PCs, Linux -basado también en UNIX- ha representado un rival de Windows que ha acaparado mucha atención desde hace tiempo; ese entorno común se volverá de alguna manera simbiótico pues los programadores de software tendrán que trabajar menos cuando quieran sacar al mercado un producto tanto para PC como para Mac si eligen Linux, FreeBSD, Solaris o cualquier otro Sistema Operativo similar. Resta ver si Windows Vista logra cambiar el próximo año esta posibilidad si consigue acaparar mercados estratégicos que vuelven esto factible. Dicho de otra forma, podrían acabarse los días en que se decían cosas como “Las aplicaciones de Adobe corren mejor en Mac”, “Maya corre mejor en PC, en Mac tienen muchos errores”, etc. Sin duda la decisión de Apple podría representar una mayor convergencia del código de los programas más populares, volviéndolos más estables, con menos errores y generando una mayor competencia entre los fabricantes de software ya que saldrían más productos con características nuevas en menos tiempo. Por otra parte, mucho se ha discutido que la piratería ha ayudado a Microsoft a volverse un gran imperio al hacer que mucha gente “pruebe” los productos antes de comprarlos creando una gran base instalada de una aplicación que ya solo espera un esfuerzo en cuanto a regularizar las licencias de uso. Esa “estrategia” ahora podría servirle a Apple, pues poco tiempo después de dar la noticia del cambio, la red empezaba a mostrar esfuerzos no oficiales -y por supuesto ilegales- para hacer “correr” el MacOS en PCs. De dar buenos resultados tan subterraneo proyecto representaría una ventaja para Apple ya que veríamos PCs que tendrían instalado MacOS con nuevos usuarios –antes entusiastas de la PC y detractores de la Macdemandando aplicaciones que representan un beneficio financiero para Apple. Finalmente, si hablamos de participación en el mercado, la controversial decisión de Apple ahora llevaría a luchar por una “porción de la manzana” en lugar de por una “rebanada del pastel”; y siendo así, ella ya ha dado la primera mordida. null und void. Son dos conciencias cibernéticas tejidas en un sistema orgánico que no han logrado descifrar. Diariamente luchan por entender a sus contrapartes electrónicas para algún día conseguir su liberación biológica. Todos los Derechos Reservados © 1998. Ricardo Peláez. poder satisfacer la demanda de Macs en sus productos más próximos; algunos más aseguran que es el hecho de que estos procesadores generan mayores temperaturas que otras plataformas, obligando a Apple a crear soluciones de ventilación para sus computadoras con un dilema: volverlas más ruidosas y grandes o más caras empleando enfriamiento con líquidos. Pero esta mala costumbre de observar a la industria y a sus adyacentes nos ha vuelto tan paranoides que creemos que la verdadera causa es otra, señalando a las políticas del fabricante del procesador PowerPC como la manzana de la discordia. 35 36 37 RESERVADO PARA PUBLICIDAD 38 39 cenicero cenicero música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/ música/cine/libros/arte/música/cine con las reseñas lector, construyen una novela por demás disfrutable, independientemente de la edad del lector. En esta novela, mitos paganos y religión cristiana coexisten con una lógica interna coherente. En cierto momento, un castor amigo de los niños menciona a Baco (el Dionisios griego; Dios de la naturaleza y el vino) como uno de los invitados de las antiguas fiestas del bosque, antes de la ascensión al poder de la Bruja Blanca. La misma Bruja Blanca, como nos dice el castor, es una hija de Adán, pero no con Eva sino con Lilith, la primera mujer creada, según los textos gnósticos. Y hasta hace su aparición nada menos que Santa Claus, en un momento en que los aventureros se reagrupan, infundiéndoles ánimo y dándoles regalos que utilizarán en la lucha final contra las fuerzas del mal. Otros seres fantásticos que desfilan por las páginas de la novela son: faunos, unicornios, minotauros, ninfas, enanos, gigantes, fantasmas, gente de los hongos venenosos, espíritus de los árboles, además de los relatos legendarios sobre el Venado Blanco, los enanos rojos salvajes y el Viejo Sileno, que siempre era acompañado por su gordo burro. Son sin duda un despliegue de la maestría del autor en el conocimiento y la reformulación de las antiguas mitologías europeas. El León, la Bruja y el Ropero Parábola Cristiana con personajes fantásticos EZEQUIEL REYES R. “—Imaginemos que somos exploradores árticos – dijo Lucia. —A mi me parece que la aventura ya es suficientemente fantástica como para imaginarse otra cosa —dijo Pedro.” La primera vez que leí el nombre del escritor inglés Clive Staples Lewis, fue en la novela de “Valis”, de Philip K. Dick, una de las últimas obras y tal vez la más personal del escritor estadounidense de ciencia ficción, donde la locura desborda las páginas y los protagonistas se enfrascan en interminables discusiones filosóficas y teológicas. Durante estas acaloradas peroratas, uno de los personajes principales recurre a la obra de Lewis para apoyar su postura católica, mientras los demás utilizan otros argumentos para cuestionar la existencia de Dios; este detalle en la novela de Valis encendió mi curiosidad por los libros de C. S. Lewis, de quien recientemente leí la novela. “El león, la bruja y el ropero”, primer libro de la saga de Las crónicas de Narnia, odisea fantástica destinada al público infantil. La trama puede resumirse así: durante la Segunda Guerra del siglo XX, cuatro hermanos (dos niños y dos niñas) son enviados a la campiña inglesa para ponerlos a salvo de los bombardeos aéreos. Allí, en una de las innumerables habitaciones de la inmensa casa a la que llegan, se encuentra un ropero común y corriente, en apariencia, pero que en verdad es la puerta al mundo 40 fantástico de Narnia. Ya en esta tierra de magia y nieve eterna, se enfrentarán con enemigos monstruosos y serán ayudados por algunos habitantes de Narnia, que esperan el retorno del verdadero Rey del Bosque: Aslan, que acabará con el reinado de terror de la Bruja Blanca, que es quien mantiene el invierno sobre la tierra de Narnia. La historia construida con elementos de un cuento de hadas, en realidad sirve como vehículo para expresar las preocupaciones religiosas y en particular cristianas de su autor C. S. Lewis, que ya antes había escrito ensayos religiosos y morales, con la distinción de que el público al que esta destinado esta historia, es a los niños, lo que hace que sea muy sutil el manejo del tema. Uno de los personajes principales, Edmundo, hermano de Lucia, Pedro y Susana, es quien emprende el viaje hacia lo más oscuro de la esencia humana, al caer en la tentación a la que es invitado por la Bruja Blanca de quien se dice que “no tiene ni una sola gota de sangre humana”. Edmundo comete una de las mayores faltas hacia sus semejante, aquella que Borges describió alguna vez como “el peor delito que la infamia soporta”: la traición, y la traición es mayúscula pues es contra sus propios hermanos, por lo cual se le establece un castigo: su propia vida. Sin embargo en este mundo fantástico existe la posibilidad de redención y el ser que lo redime es el mismo rey de la tierra de Narnia, Aslan el gran León, el restablecedor del orden primigenio, que como dicen antiguos versos: “cuando Aslan aparezca, el mal trocará en bien ante su sonoro rugido, las penas desaparecerán cuando descubra sus dientes, el invierno encontrará su muerte y cuando agite su melena tendremos nuevamente primavera”. La forma en que Aslan salva de su castigo al transgresor es entregándose a la chusma para ser sacrificado… A lo largo de toda la novela, los símbolos y las metáforas cristianas brillan en las redes que se van tejiendo entre niños y los seres de Narnia: como la tentación en la que cae Edmundo por la Bruja Blanca, estableciendo cierto paralelismo con Eva y la manzana que le ofrece a Adán en el jardín del Edén. La espera mesiánica de los habitantes de Narnia por un salvador que es además el verdadero Rey. El sacrificio de este Rey para salvar a un pecador de la muerte y la posterior resurrección que acontece. Todos estos temas cristianos fueron recreados en una aventura fantástica para que pudieran ser fácilmente asimilables por el público infantil, que junto con el ritmo fluido y la relación cercana que establece el narrador con el No por nada Lewis organizaba la reunión literaria periódica de los Inklings (que traducido sería: noción, intuición, pensamiento vago), y era nada menos que el legendario club de escritores ingleses de mediados del siglo XX, (entre los que se encontraba J. R. R. Tolkien) y que se reunían en la habitación de Lewis en el Magdalen College de la Universidad de Oxford y discutían de filosofía y literatura mientras se leían fragmentos de los libros en que estaban trabajando, verdaderas obras maestras del género fantástico que produciría el siglo XX. La misma escritora J. K. Rowling se ha reconocido como alumna de Lewis en lo que a literatura fantástica se refiere. El león, la bruja y el ropero, es ante todo una novela que cuenta una moraleja fantástica inscrita dentro de principios cristianos, que Lewis quería escribir sobre todo para los niños, y que sin embargo se disfruta tanto como historia fantástica, como cualquier otra lectura que uno asuma, que no llega a la profundidad introspectiva de la condición humana de digamos, “El señor de las moscas” de William Golding; con la que comparte varias premisas iniciales (los niños sin la guía de los adultos en una tierra extraña), pero tampoco esa es su intención, es recomendable por tanto, la lectura de la novela de El león, la bruja y el ropero, si se tienen tanto diez años como cincuenta o sesenta, para entrar en un mundo fantástico no tan extraño, ni tan peligroso. 41 cenicero cenicero música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/ música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/art Dial Invisible: “THE BACK ROOM” (EDITORS, 2005) ANDRES LEDESMA. Lay, quedando así la alineación definitiva que se rebautizó como “Snowfield”, y finalmente como los conocemos al firmar con el sello independiente “Kitchenware”, en un movimiento bastante socorrido por bandas más preocupadas por la creatividad irrestricta que por las carretadas castrantes de dinero, siguiendo el ejemplo de los precitados Interpol (Matador) y Franz Ferdinand (Domino); y es con 3 sencillos bajo el brazo (“Bullets”, “Munich” y “Blood”), que Editors brindan su esfuerzo debut de larga duración, “The Back Room”. En los años recientes, el oleaje de las corrientes musicales ha puesto otra vez en el reflector el subgénero del post-punk, representado en lo que va del siglo por bandas que de una manera muy ad hoc a nuestros tiempos post-modernos, pareciera que estudiaron demasiado bien sus influencias: Youth Group semeja el hijo natural de The Cure y los Pixies, Bloc Party se nutrió de modo ostensible de Hüsker Du, y así sucesivamente. Sin embargo, algo que distingue a estos grupos de los que se refugian en otros estilos de antaño, como The Bravery y demás exponentes contemporáneos del rescate del newwave, es que sus creaciones parecen provenir más de la sinceridad del corazón que del cerebro calculador (de ganancias en algunos casos), y tal es el caso de una de las más recientes exportaciones de la Gran Albión, Editors. Retomando las comparaciones, el sonido de los Editors se contagia de los mismos antecedentes que iluminaron a Paul Banks & Co.: The Chameleons, a los que hay que sumar una auténtica influencia de los padres del post-punk, Joy Division; así, “The Back Room” toma de aquéllos las guitarras angulares que se basan más en notas que en acordes, mientras que de éstos los ritmos y la atmósfera de angustiante vitalidad, para conformar el “dark disco”, como se autodefinen. Desde la perspectiva técnica, Editors desmerece frente a Interpol, quienes tienen en Carlos D a un bajista fenomenal, que vuelve a su instrumento una fuente de melodías siniestramente hipnóticas; por su lado, Russell Leetch se limita a servir de acompañamiento rítmico, más a tono con el brit-pop que con los rasgueos enganchadores de Peter Hook. No obstante todo lo anterior, a diferencia de sus colegas de Nueva York las huestes de Tom Smith (de voz grave, al igual que Banks) se atreven a dar muestras de sensibilidad pop, dicho sea en el buen sentido pues su música no se vuelve tramposamente accesible, a costa de la sustancia. Por ejemplo, “Bullets” se apoya en un muro de sonido que le da toda la energía que le hace falta a su primo lejano “Speed of sound” de Coldplay; por su parte, “Munich” remite al lienzo de la atemporal “Love will tear us apart”, insertando pinceladas de “Obstacle 1” y “NYC”. A diferencia de Franz Ferdinand, que en su momento fueron pésimamente catalogados como la respuesta europea a Interpol, dicho traje le va más a los Editors. De la misma forma que sus contrapartes norteamericanas, los Editores se conocieron en la Universidad (de Stafford, Inglaterra, para ser más precisos), donde Tom Smith en voz y guitarra, Chris Urbanowicz en la otra lira, Geraint Owen de baterista y Russell Leetch con el bajo, se darían a conocer con el nombre colectivo de “The Pride”. Otra coincidencia con Interpol fue que antes de ascender a las grandes ligas independientes, reemplazaron al bataco original quedando como último titular Ed En la tónica del Division, Editors hace un collage con personalidad propia en “Blood”, donde embonan herméticamente la fuerza de “Transmission”, la paranoia de “She’s lost control” y un aire a “Something must break”; “Camera” les daría una victoria ficticia sobre “Hands away” de Interpol, que parece un simple demo si se pone frente a la densa épica melancólica e iluminadora de la primera; y para ser leal a su credo, si se parte de un lugar común y se sigue el camino del post-punk se llega a “Fall”, mientras que por la ruta del brit-pop el destino sería “The everlasting” de los Manic Street Preachers. El espíritu de Ian Curtis es convocado 42 en “Someone says”, y “Distance” se comporta como el amor platónico que inunda de un gozoso dolor. A la hora del dictamen, “The Back Room” es un trabajo más de los que no son tan inventivos como para borrar sus huellas (hasta en las letras, que caen en los sitios solitarios y esperanzadores de siempre); lo cual no es obstáculo para hacer gala de canciones que por ser melodiosas sin ser débiles, ambiciosas sin caer en la grandilocuencia y sobre todo por abarcar un espectro de sentimientos que no demerita su autenticidad, se transmutan en la droga musical perfecta: a mayor consumo, mayor adicción, con todo y que se dice que el disco no le hace justicia a sus conciertos... Transfiguración de roles en “El Tercer Hombre“ SANTIAGO FERNÁNDEZ. En el cúmulo de experiencias cinemáticas a lo largo de la historia personal siempre hay un puñado de cintas que si bien uno no reconoce como “favoritas” o “esenciales” si dejan una honda resonancia en el espectador, quién al reencontrarlas, resulta que las recuerda mucho mejor de lo que este creía. Un fenómeno dado por el salto generacional que sucede con aquellas cintas que realmente son arquetípicas, contenedoras de un discurso significante de proporciones tan amplias como el número de espectadores que logren descubrirlo. Caso presente de la obra maestra “El Tercer Hombre”, adaptación de la homónima novela de Graham Greene a cargo de Carol Reed, una cinta que conjunta una serie de circunstancias en pantallas que sencillamente serán irrepetibles. La historia es una representa-ción de la decadencia anímica de la post Segunda Guerra Mundial en la que los estereotipos de héroe, heroína y villano son reinterpretados con una amplia paleta de grises que a su vez asienta una superficie rica y contante de drama e intriga. En la Viena de 1948 se vivía una circunstancia tan verídica como poética pues al cabo de la Segunda Guerra Mundial la capital de Austria quedo divida en cuatro sectores ocupados por la naciones ocupantes: Rusia, Estados Unidos, Inglaterra y Francia, con un sector internacional central, o dicho de otra forma, una tierra de nadie en la que la supervivencia va mas allá de las labores cotidianas. Es aquí donde Holly Martins, un tan mediocre como borracho escritor de Westerns, llega en búsqueda de su amigo Harry Lime (el quinta-esencial Orson Welles), un americano oportunista quién ha tomado provecho del mercado negro, comerciando 43 cenicero música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cin Los eventos se desenvuelven entre el plano holandés y el expresionismo alemán a partir de unos giros de tuerca no propiciados por el guión, sino por la naturaleza misma de los estereotipos que se reinventan en forma arquetípica. La fidelidad de Martins por Lime se tuerce poco a poco al cabo de su investigación, llegando a un descubrimiento sobre la verdadera naturaleza de su mejor amigo que le sorprende precisamente por saberlo y de alguna no haberlo percatado jamas. Lime es un amoral hijo de perra, sin lugar a dudas, pero eso no le quita de ser un aventurero encantador que despierta la lealtad de aquellos que lo rodean. Por eso a Anna realmente le pesa la muerte de Harry, completamente cegada al resto de la inexistencia por la lealtad que le profesa. Hacia el final, Holly Martins pasa de ser el justiciero de moral clara al traidor de su mejor amigo, mientras 44 De esas raras ocasiones en que se la un justo mérito a una obra maestra, “El Tercer Hombre” es considerada la mejor cinta británica de todos los tiempos y que, curiosamente, rara vez es mencionada como influencia en los hacedores de cine modernos mas encandilados en la forma insolvente del protagonismo “creador” al compromiso de de conservar un discurso emotivo y transgresor. Todos los Derechos Reservados © 2006. Eric “Frik“ Proaño. con medicinas. A su llegada, Martins se entera que Lime a muerto en un accidente reciente, y asiste al funeral, donde encontrara a dos catalizadores esenciales de la historia: el Capital Calloway, del sector británico quién servirá de referente de la historia, y Anna, la antigua novia de Lime quién de su temple solitario toma su mayor fortaleza. Calloway perseguía a Lime, pues le sabía como un oportunista amoral y en última instancia, un asesino. Martins, quién quiere vivir el fiel estereotipo del héroe que describe en sus propias novelas baratas, se propone en limpiar el nombre de su mejor amigo. Harry Lime, en la convergencia de la amoralidad patente del cinismo, del villano muerto se convierte en el genio encantador superado no a causa de una noción de “bien”, sino por subestimar la mediocridad de moral “clara” de su oponente. En el medio, Anna se convierte en la dos veces viuda, siempre en luto y sin clara noción de la verdad sobre su amado; no la quiere, no la necesita. Así, el héroe se convierte en el traidor, la heroína en el catalizador que no cataliza y el villano en la mas pura transgresión de la muerte consumando su destino como el tercer hombre sugiere. Todo un discurso impregnado en cada cuadro de la cinta, de los cuales si todos son una maestría en composición y fotografía, algunos resultan inolvidables: el niño que delata erróneamente a Martins, la prodigiosidad de la secuencia en las alcantarillas, la toma final de la caminata por el cementerio y, la mas conocida, la aparición de Harry quién finalmente haría de Orson Welles una referencia obligada en la historia de la cinematografía mundial. 45 46 47 48