La Castañera. Un oficio secular - Real Asociación Española de
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La Castañera. Un oficio secular - Real Asociación Española de
Cronista Oficial del Real Sitio y Villa de Aranjuez LA CASTAÑERA. UN OFICIO SECULAR ¡CUÁNTAS, CALENTITAS, CUANTAS, ASÁS, CALIENTES, QUE QUEMAN! A lo largo de las páginas de la intrahistoria ribereña que he podido escribir, quedan por recoger otras propias de estas épocas otoño-invernales, una de ellas es el “oficio” de Castañera, –aunque también trabajado por hombres–, con lo que habría que decir: Castañera o Castañero. Y aunque en 1963 el periódico ABC ya recoge en un artículo que los hombres también comenzaban a participar en el gremio de la venta de castañas al frente de los puestos en la calle, en lo sucesivo nos centraremos en la figura femenina como principal protagonista de esta historia, es decir: la Castañera. Cuando comienza a instalarse los primeros puestos de castañas en las calles de la población, ya se percibe el despuntar de la larga época invernal, y con ello aparece la figura de la Castañera, toda una institución en la industria callejera. Es muy probable que hoy este modo de ganarse el jornal se asocie, –por la situación tan dura que estamos viviendo–, a la falta de trabajo y con ello buscar el medio con el que se pueda ganar un sueldo que llevar al hogar. Esta triste realidad ha llevado a muchas familias a rescatar este u otros “oficios” perdidos. Éste, el de Castañera, prácticamente podríamos decir que ya en el siglo XIX y mediados del XX, si no era de miseria, si se llevaba a cabo antaño por las capas más bajas de la sociedad, considerando a la Castañera toda una institución y una parte muy importante de las industrias callejeras en la historia de los pueblos de España. A lo largo de la vida municipal se abordan en los Plenos Municipales diversidad de cuestiones que afectan obviamente al vecindario, es el caso de la venta ambulante o puestos en la vía pública, en este caso que nos ataña es el de los puestos de castañas que se instalan año tras año por parte de vecinos. La ocupación de espacio en la vida pública fue el problema en este caso. El día 7 de octubre de 1916, siendo Alcalde de Aranjuez Tomás Banegas Palazón, el Concejal Martín expuso una queja al resto de ediles. «Ruega se corrija el abuso que constituye el haber puesto un puesto para venta de castañas en la entrecalle de la de San Antonio esquina a la calle de Stuart que impide el paso del público; el Señor Alcalde atendiendo este ruego ofrece enterarse y corregir el abuso». En Aranjuez, los mayores que cuentan con ochenta o noventa años, como ejemplo Lindo por Anselmo de recuerda Lara, como llegado el final del mes de octubre comenzaban a situarse en varios puntos del centro de la población mujeres mayores con su atuendo negro, pañuelo por la cabeza anudado bajo la barbilla y abrigadas con sus toquillas para paliar el frío de los 2 crudos inviernos, con los guantes de lana cortados a la altura de las falanges de los dedos. Sentadas en sus bajas sillas de espadaña o esparto, se “refugiaban” del frío tras el carro que transporta el bidón cortado y lleno de rescoldo de carbón y madera ardiendo en su interior. Dicho bidón había sido transformado previamente cortándolo por la mitad para adaptarlo a un “horno” rodante a modo de asador de castañas. En la parte superior del bidón tiene una chapa circular de hierro agujereada donde se depositan las castañas una vez “cachadas” o abiertas por un lateral para que se asen bien y no “revienten”, porque si no se cachan, saltan de la plancha. La Castañera iba provista del consabido saco de castañas gallegas, asturianas o leonesas, que dicen son las mejores, y los papeles de estraza o de periódicos ya cortados a medida con los que hacer el cucurucho donde depositaban las unidades que solicitaba el cliente. Una vez las castañas en la chapa, la castañera las mueve con todo su cariño con las tenazas o con la paleta hasta alcanzar ese olor característico asado, de entonces apartarlas para producto pasaba que no a se quemase echándolas a un cesto de mimbre cuyo interior estaba forrado con arpillera, y tapándolas con otro trozo de arpillera para que guarden el calor. A veces podían vender también 3 nueces, patatas o boniatos, pero principalmente el producto estrella que vendían era la castaña. La figura de la Castañera ha sido objeto de canciones, obras de teatro o sainetes, como la estrofa que recogemos de la inmortal obra Las Castañeras Picadas de Don Ramón de la Cruz, basada en la historia de dos castañeras del siglo XVIII, que eran conocidas como “la Pintosilla” y “la Temeraria”, este sainete fechado llevado al en teatro 1898 por era Carlos Fernández Shaw. «Al aire de mis fuelles/ y al de mi garbo,-/ el mayor edificio/ se viene abajo. / ¡A mis castañas, / que en Madrid no se comen más resaladas! ¡Olé la gracia/ conque la Pintosilla/ vende castañas! Nenguna campa/ donde yo campo, / dando el aire á los fuelles/ con este garbo. ¡Pidan castañas! ¡Calentitas y gordas! ¿Quién va á probarlas? ¡Olé la gracia/ conque las/ madrileñas/ cantan!/ cuatro. / La venden Pintosilla vale y por Nenguna campa donde yo campo.../ Con ese cuerpo tan resalado. / Al aire de mis fuelles y al de mi garbo. / Mucho que sí. / El que quiera castañas sabrosas/ que las lleve de aquí. / Porque sí. / Y después, y además, el que quiera conocer á la gran castañera/ que pregunte por mí. 4 Un año también la revista Blanco y Negro recoge la poesía que nos brinda Arturo Reyes sobre la Castañera. «Llegó ya el invierno, / llegaron las nieblas; / ya el frío es llegado; / ya junto a mi puerta/ coloca su hornillo, / coloca la mesa/ y el farol que la alumbra, / la alegre gentil castañera». El voceo día a día de la Castañera era considerado una de las guías mundanas en las calles de las poblaciones, era si se permite la comparación, Pregones de Invierno cercanos a la voz del Pregonero que ha sido otra de las voces clásicas del tipismo madrileño. En 1907 la revista Blanco y Negro recogía el pregonar de la castañera en las calles de Madrid de esta forma: « ¡Cuántas, calentitas, cuantas, asás, calientes, que queman!». Han existido vecinos en Aranjuez que se les conoce o asocia a este circunstancial o “empleo” a otras industrias callejeras. Existen postales de la época, es decir a comienzos del siglo XX, en las que se aprecia a las vendedoras de castañas en los aledaños de la calle Stuart esquina con Gobernador, a la altura del Ayuntamiento. Y ya en la década de los años posteriores de la Guerra Civil, reverdecían los vendedores ambulantes de 5 patatas y boniatos asados con vecinos muy conocidos como Marchena que iba con un carro donde tenía dos medios bidones a modo de “hornos andantes” donde asaba las patatas y Jacinto boniatos. Navarro, conocido como “el dientes”, quien llevaba estos productos recién salidos del horno en una enorme cesta de mimbre tapados con arpillera, con dos botes o frascos de cristal con sal y pimienta, pateándose las calles y voceando a la vez con esa exclamación que aún recordamos los mayores: ¡Las patatonas, queeeman! Al que respecto del apodo de Jacinto de “dientes”, en aquellos años cincuenta o sesenta se le sacó una canción: ¡No, compréis, patatas al dientón, que las echa pimentón, y nos quiere envenenar…! En las décadas de los años ochenta o noventa del siglo vecino, pasado, Jesús con otro su esposa, se instalaban en el muy ribereño lugar de “Las Cuatro Esquinas”, a 6 la vera del desaparecido kiosco de la señora Felisa. Desde aquellos días hasta hace diez años atrás, no había kioscos de castañas en la vía pública. Una de las formas más sugestivas de captar la atención del futuro cliente por Juliana Ortega propietaria del comercio “Bazar Enredos” en la Navidad de 1997, será poner en la puerta una persona que previamente contratada se situaba vestida de Papa Nöel a la vez que hacía sonar una campana y repartía caramelos a vecinos y clientes que pasaban por la puerta de su comercio. Juliana y su Papa Nöel fueron objeto de las crónicas de la prensa local. Es entonces cuando los comerciantes del barrio quieren participar de la idea y contactan con Juliana, porque también desean contar con el atractivo de un Papa Nöel y después un Paje en las puertas de sus comercios. Este asunto será motivo para seguidamente fundar Asociación Barrio del la Foso- Moreras, y pionera en Aranjuez al poner unos Papas Nöeles en el Barrio con el fin de atraer clientes al comercio del barrio. Como datos de la propia que nos brinda Juliana como Presidenta de la Asociación, dejar referencia 7 de que se gastaban 25 kg de caramelos con un coste para los comerciantes de 17.500 pesetas, y serán dos años los que tengan presencia esta imagen navideña en el Barrio. Buscando la Asociación una forma nueva de llamar la atención del futuro cliente, Juliana propone que se instale una castañera. Será el año 1998 cuando aparece una joven vestida de castañera. Antonio González, esposo de Juliana, será quien reforme un bidón traído de la trapería de Félix Pérez para hacer el típico “horno” que contenga las ascuas para asar las castañas. El rescoldo de las ascuas de la leña y del carbón será hecho en el patio del comercio de su esposa. La castañera fue instalada dos Navidades en las puertas de la Peluquería que entonces era propiedad de Orencio (hoy de Tomás), y la tienda de tejidos de Casliz (hoy de Mari Carmen). La Castañera, ataviada con el atuendo típico de sacerdotisa del Otoño-Invierno, es decir, negro, regalaba unas castañas a los vecinos y clientes que lo solicitaban, producto que era sufragado por la propia Asociación de Comerciantes. Como referencia que nos brinda Juliana, además de propietaria del Bazar Enredos, Presidenta de la Asociación, 8 dejar constancia del «enorme esfuerzo que hacíamos» por dar una imagen por parte de los comerciantes de Foso-Moreras más atractiva y navideña. Con los datos económicos en la manos que nos brinda una vez más Juliana como Presidenta de la Asociación, refiere que: el bidón costó 3.000 pesetas, el carbón para la lumbre 4.000 pesetas, se gastaban 40 kg de castañas que costaban en torno a 10.000 pesetas, y a la joven que hacía de castañera se la pagaron 9.000 pesetas los días que estuvo con las castañas en la calle, teniendo en cuenta que eran dos o tres horas por la tarde. En la actualidad, en las calles de Aranjuez existen dos puestos de castañas. El primero está regentado por Cristina, y está situado en las confluencias de la calle del Foso con el Paseo de las Moreras. Lleva vendiendo castañas desde hace siete años, es un “oficio” que le viene de tradición familiar, pero según ella no es por el efecto de la crisis. En sus inicios se situó en los aledaños de “Las Cuatro Esquinas”, y seguidamente se instaló en el punto del Paseo de las Moreras. Vende la docena de castañas a un euro. Por su parte, el otro castañero, Pedro Javier, se sitúa en las confluencias de las calles de Almíbar y San Antonio desde hace diez años. Para Pedro Javier este “oficio” de castañero no es por efecto de la crisis, tal es así que viene de padres, él con su esposa tienen otro puesto instalado en la vecina población de Ontígola (Toledo); y en esta población, a petición del Ayuntamiento ontigoleño, es el principal mantenedor de la conocida “Fiesta de la Castaña”. También sus hermanos regentan puestos de castañas en otras poblaciones, como por 9 ejemplo: La Guardia (Toledo), Centro Comercial Éboli en Pinto (Madrid), Feria de Muestras de Madrid y en Canarias. Javier ofrece al cliente por dos euros una docena de castaña gallega, y por cinco euros tres docenas. La instalación de un puesto de castañas en las calles de Aranjuez se paga por metro cuadrado de ocupación, no por la ubicación, ascendiendo el impuesto municipal a 36,50€ el m2 al mes. Un ejemplo, si contratas tres metros de vía pública para instalar un kiosco de castañas o el típico bidón, tendría que pagar al mes 109,50€. Como curiosidad el periódico ABC recoge que en 1930 en Madrid se consumía ochocientos kilos de castañas de Ávila y de León, en época de venta que duraba hasta el mes de febrero. En Aranjuez, no tenemos constancia de cuantos kilos se consumían o se consumen actualmente al año entre los dos kioscos de castañas existentes. Dicen los viejos del lugar, que queda para el recuerdo cuando entregaban una perra gorda y les llenaban el bolsillo de castañas calentitas en pleno invierno. Lejos quedan los años en los que se daba una peseta a la castañera y te correspondía con media docena de castañas, o con un duro una patata asada, tiempos que quedan en las páginas de nuestra historia y de los pueblos de España. Mi agradecimiento a Lola Puerta Varón, María del Carmen Jiménez y a La Gatera de la Villa. Así como a Cristina y Pedro Javier, los castañeros de Aranjuez. Publicado el día 16 de noviembre de 2014 en El Rincón del Cronista http://joseluislindo.wordpress.com/ José Luis Lindo Martínez 10